Altamirano - Sarlo. Literatura - Sociedad

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Pensar la literatura como una práctica social específica, ins- cripta por sus mecanismos discursivos e institucionales en los procesos históricos, es la propuesta de una amplia corriente de los estudios literarios cuya fecundidad y dinamismo resultan hoy indiscutibles. En su espacio se entrecruzan distintas líneas de investigación que interrogan en los textos sus condiciones de producción y de lectura, y que analizan la función social de las obras al mismo tiempo que señalan en éstas las huellas de las instituciones y de los modelos culturales y escolares. L a com- prensión de la compleja relación dialéctica entre lo material y lo simbólico ha llevado al rechazo de toda forma de reduccionismo, ya sea del texto a reflejo mecánico de lo real ignorando la peculiar estructuración de los elementos heterogéneos que inte- gra, ya sea del autor y lector a meras funciones textuales desco- nociendo los sujetos históricos que las sustentan. Si bien el estudio de la mediación ideológica ocupa una posición central, cada vez resulta más evidente la necesidad de analizar el carácter institu- cional de la literatura, sus formas de regulación, sus mecanismos de poder, sus códigos de legitimidad y reconocimiento, en rela- ción con los antagonismos sociales y las luchas nacionales. Lite- ra i ui a/Sociedad enfoca críticamente les distintos temis y pers- pectivas, caracteriza las poéticas sociológicas ya clásicas de Lukács, Adorno, Goldmann y Della Volpe, e incluye ejemplos de lecturas realizadas por sus autores y por dos de los críticos latinoamericanos que más activamente han trabajado en este campo, Angel Rama y Antonio Candido. Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, profesores de letras, in- vestigadores de literatura argentina y teoría literaria, han publi- cado en colaboración Conceptos de sociología literaria y diver- sos trabajos sobre la Argentina del Centenario, Sarmiento, las vanguardias, etcétera. En la actualidad forman parte del Conse- jo de Dirección de la revista Punto de Vista, y desde 1972 a 1976 de la revista Los libros. LENGUA-LINGÜÍSTICA-COMUNICACION Literatura/Sociedad Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo

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Teoría Literaria

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  • Pensar la literatura como una prctica social especfica, ins-cripta por sus mecanismos discursivos e institucionales en los procesos histricos, es la propuesta de una amplia corriente de los estudios literarios cuya fecundidad y dinamismo resultan hoy indiscutibles. En su espacio se entrecruzan distintas lneas de investigacin que interrogan en los textos sus condiciones de produccin y de lectura, y que analizan la funcin social de las obras al mismo tiempo que sealan en stas las huellas de las instituciones y de los modelos culturales y escolares. La com-prensin de la compleja relacin dialctica entre lo material y lo simblico ha llevado al rechazo de toda forma de reduccionismo, ya sea del texto a reflejo mecnico de lo real ignorando la peculiar estructuracin de los elementos heterogneos que inte-gra, ya sea del autor y lector a meras funciones textuales desco-nociendo los sujetos histricos que las sustentan. Si bien el estudio de la mediacin ideolgica ocupa una posicin central, cada vez resulta ms evidente la necesidad de analizar el carcter institu-cional de la literatura, sus formas de regulacin, sus mecanismos de poder, sus cdigos de legitimidad y reconocimiento, en rela-cin con los antagonismos sociales y las luchas nacionales. Lite-ra i ui a/Sociedad enfoca crticamente les distintos temis y pers-pectivas, caracteriza las poticas sociolgicas ya clsicas de Lukcs, Adorno, Goldmann y Della Volpe, e incluye ejemplos de lecturas realizadas por sus autores y por dos de los crticos latinoamericanos que ms activamente han trabajado en este campo, Angel Rama y Antonio Candido.

    Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, profesores de letras, in-vestigadores de literatura argentina y teora literaria, han publi-cado en colaboracin Conceptos de sociologa literaria y diver-sos trabajos sobre la Argentina del Centenario, Sarmiento, las vanguardias, etctera. En la actualidad forman parte del Conse-jo de Direccin de la revista Punto de Vista, y desde 1972 a 1976 de la revista Los libros.

    LENGUA-LINGSTICA-COMUNICACION

    Literatura/Sociedad

    Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo

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    din que el anlisis tiene a mano para responsabilizarlo de todo lo que no puede atribuir a la estructura del campo.

    Estas reservas no pretenden poner en cuestin la contribucin sustancial que Bourdieu ha hecho en el terreno de la sociologa de la produccin cultural, que, por otra parte, excede ampliamente la temtica del autor a partir de la cual hemos considerado algunas de sus tesis. En relacin a este punto el con-cepto de campo intelectual ha sido iluminador ya que permite percibir los rasgos sistemticos, las tendencias y las articulaciones institucionalizadas de las formas dominantes de la actividad literaria en las sociedades capitalistas. A partir de los estudios de Bourdieu es posible comprender mejor la lgica y la estructura de ese campo, a condicin de entender los dos trminos, y sobre todo el de estructura, en un sentido ms bien lato, es decir, no segn el que posee en los modelos lingsticos de inspiracin saussureana. liberado de la obediencia estricta al modelo lingstico, lo que significa un anlisis ms atento de las asimetras y las irregularidades, el concepto de campo intelectual puede funcionar como hiptesis frtil para elaborar versiones sociolgicas, por decirlo as, del proceso de la prctica literaria. As se podr considerar tambin de qu modo un determinado campo intelectual le proporciona los medios, posibilidades y los lmites al proyecto de un escritor individualmente considera-do, pero tambin si ste trae innovaciones, si ellas son absorbidas, rechazadas o simplemente ignoradas hasta que una nueva configuracin del campo intelec-tual las convierta en significativas.

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    IV

    D E L CAMPO I N T E L E C T U A L Y LAS INSTITUCIONES L I T E R A R I A S

    Cmo funciona la literatura en las sociedades occidentales modernas? Desde la^erspectva que la "pregunta abre; la teTtra aparece como un pro-ceso en el que la operacin de escribir se inserta dentro de un sistema de rela-ciones y se ve complementada por un conjunto de actos Cuyo ejercicio regular (y a veces institucionahzado) son articulaciones del proceso mismo. Momento esencial de este funcionamiento, la produccin de escritos literarios es incapaz de producir por s sola el conjunto de las condiciones que operan como sus pre-supuestos de existencia, de las condiciones que confieren a un escrito l forma de libro (y desde hace ms de un siglo esta es la forma predominante de acceso a los textos literarios, como quiera que stos se definan) ni dlas condiciones de difusin y lectura que acabarn dndole al escrito su sentido "pblico". Publicar una obra es hacerla pblica, suscitando y buscando la opinin y el reconocimiento de otros. Pero la obra, como seala Antonio Candido, no "es un producto fijo, unvoco ante cualquier pblico; ni ste es pasivo, homo-gneo, registrando uniformemente su efecto" (1975, 74).

    Aprehender el}^p~iTIectua^f es decir el frea social diferenciada en que se ms^rtaiijos productores y ios productos de la cultura ilustrada en las socie-dades modernas, constituye para Bourdieu ua de las claves para edificar una sociologa de la produccin artstica y literaria. jjf nadie ha puesto tanto nfasis como l,Ten el carcter estructural, en el sentidojns fuerte del trmino, del sistema de relaciones que traman ese espacio. Ya hemos visto que resultaba difcil aceptar el tipo de coherencia exhaustiva que Bourdieu le atribuye al campo intelectual, cuyas partes se corresponden como los elementos de una estructura. No obstante, la orientacin que Bourdieu le ha impreso al anlisis sociolgico de la creacin cultural h permitido percibir con mayor claridad los rasgos distintivos de l comunidad intelectual, as como los aspectos siste-mticos y organizados, con arreglo a los cuales funciona, diferencindose den-tro de la sociedad global. La>puesta a focodel campoihtelectual capta un uni-verso articulado en formas institucionales; instancias de autoridad y de arbitraje cultural: "Ya se trate de instituciones especficas, como el sistema escolar y las academias, que consagran por su autoridad "y su enseanza un gnero de obras y un tipo de hombre cultivao, ya se trate incluso de grupos literarios o arts-ticos como los cenculos, CQUIOS de crticos, "salones" o "cafs", a los cuales se Jes reconoce un papel de guas culturales o de tastewkers, existe casi sirr-

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    pre, hasta cierto punto, en toda sociedad, una pluralidad de potencias socia-les, a veces concurrentes, a veces concertadas, las cuales, en virtud de su poder poltico o econmico o de las garantas institucionales de que disponen, es-tn en condiciones de imponer sus normas culturales a una fraccin ms o menos amplia del campo intelectual, y que reivindican, ipso facto, una legiti-midad cultural, sea por los productos culturales fabricados por los dems, sea por las obras y las actitudes culturales que trasmiten" (Bourdieu, 1967, 162-3).

    A este universo, cuyo grado de integracin es variable pero nunca pleno, pertenecen las tradiciones literarias, las convenciones retricas y temticas, las obras y los autores "faros", en fin, la problemtica con la que el proyecto de cada escritor ajusta cuentas. El empleo habitual del_concepto^_pmblem-tica inclina a pensar el campo intelectual "nf trminos demasiado homogneos como si todos los integrantes del campo, considerado en un momento de su desarroll, pudieran ser "remitidos a un nico sistema de referencias, un.patri-monio comn de certidumbres intelectuales y" estticas que e daran la "mar-ca", l perodo. Sera ms apropiado hablar de problemticas que, aunque ins-criptas en un mismo campo intelectual, no poseen.el jrmsmojrado ni el mismo tipo de institucionalizacin, ni la misma gravitacin ni Jegitnidad. As, dos escritores cronolgicamente contemporneos no lo son necesariamente desde el punto d vista de su problemtica literaria y una puesta en relieve del campo intelectual" puede revelar, en muchos casos, la contemporaneidad desforma-do s'* {escritores y obras) residuales o emergentes respecto de la proble-mtica dominante.1 Esta perspectiva, abierta a las asimetras incluso las" incongruencias de un campo intelectual, no lleva a desagregarlo en la multi-plicidad emprica de las posiciones que el anlisis puede destacar, ya que la

    - - - . - : - J - i; " ~ * ' ~ A ; . - . r > + 1f> //- fiafo i i T * tvM*1 / ^ o r o ^ + p r c + p n Ut V;>C n i U i i a p i O O ' i v i i i a i . i v u UOIIUJUUUV xK- OVJVIV w - .VIX-V-.^VV-..

    aunque no lo agote. Las obras y los autores "faros"-(aquellos de quienes se_ habla y a quienes se cita) as como el conjunto de lo que Bourdieu llama los "lugares comunes intelectuales" de una poca, son las seales ostensibles de la problemtica dominante. Esta traza las lneas de referencia d mayor vigencia pblica dentro del campo y respecto de las cuales toman posicin, a veces po-lmicamente, la mayora .de los actores, escritores, crticos, taste-makers, etc., del escenario intelectual. Una problemtica tiene, adems, la capacidad de definir o redefinir la posicin de un escritor (su actualidad o su obsolescen-cia) dentro del campo: es ilustrativo, en este sentido, comparar la posicin relativa de Borges y Eduardo Mallea en el campo intelectual argentino de los aos cuarenta, con la d ambos en la dcada del setenta, cuando Borges se ha convertido en el escritor "faro" por excelencia. . T

    Dominantes o no, las posiciones y las problemticas de un campo intelec-tual tienden a instituirse. ocupando "foros" e mstanciasf^e^opinin -literaria ya existentes, o bien generando formaciones nuevas, ms o menos estables y de variable estatuto formal, como es el caso de los llamados: movimientos. Este conjunto diversificado de conglomerados, que vamos a llamar genrica-

    1 Paia los conceptos de "emergente", "residual" y "dominante", vase Williams, 1977; en este libro, el captulo "Del texto y la ideologa", pg. 53-4.

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    mente mstitucione^^erarias,, y que operan como articuladores del campo inte-lectual en las sociedades occidentales modernas, pueden ser objeto de una con-sideracin autnoma en tanto se analizan las caractersticas especficas de su funcionamiento. Distinta es la cuestin de la autonoma prctica de esas insti-tuciones (sobre todo de las ms estables, dotadas de una organizacin ms for-mal) respecto de las presiones de los poderes del sistema poltico y econmico. Para Bourdieu, slo puede hablarse con propiedad de campo intelectual all donde se ha constituido un espacip'sqcal de productores y de produccin cultural7 relativamente autnomo respecto de ls~."autoridades" instituidas fuera dercampo. Producto de una historia particular e inherente slo a cierto tipo de sociedades, esta autonoma relativa se traduce en la reivindicacin de

    una legitimidad cultural para las instituciones, las actividades y los productos del campo intelectual.

    La "distancia" respecto de los poderes econmicos, polticos y religiosos que Bourdieu define con la frmula ya cannica de autonoma relativa, aparece como criterio pertinente cuando se trata de examinar el funcionamiento de las organizaciones culturales en sociedades altamente secularizadas y donde se han consolidado las instituciones de la democracia liberal sobre la base de una economa capitalista. El criterio se torna problemtico cuando se ponen a foco ciertas sociedades donde, como es caracterstico de varios pases, de Amrica Latina, no se han consolidado sistemas polticos liberal-democrticos estables, aunque"Ta extensin de las relaciones capitalistas ha generado un

    j ^ ^ i c a m p 0 intelectual 'con" sus instituciones, sus actores "y sus ctividads"sdiferen-f bufeciadas*."'"LTspcialjzcin de.la.produccin intelectual, con sus diversas catego-

    ras d escritores y artistas, la implantacin del mercado como mecanismo predominante de circulacin de los Bienes cultrales y la institucin (le rganos u cgi iimiu.au y consagracin especficos, nc van ncccsananienie acompnaus, en esos pases, de las formas de autonornizacion relativa que las preserven de la coercin abierta por parte de las autoridades del sistema poltico. El examen de stos sistemas intelectuales precarios permitira reformular los criterios de delimitacin del campo intelectual y su funcionamiento en sociedades capita-listas perifricas como las latinoamericanas. ^ ... - g, t , y , '}

    q Hay otro presupuesto, implcito en este caso, en el fhodelo de Bourdieu, que debera ser problematizado cuando se toman en consideracin sociedades del tipo mencionado. En los estudios de Bourdieu sobre el proceso cultural, el marco de referencia habitual es el mundo artstico y literario d la sociedad francesa desde el siglo XIX hasta el presente y el campo intelectual tiene las caractersticas de un rea diferenciada dentro de una sociedad y un estado na-cionales.. Aparece como unafcguracin naconl^peio no en un sentido ex-clusivamente jurdico, sino elTW'sen^o'mens'Tc de captar institucional-mente, en virtud del cual se puede decir que dentro de su rbita se hallan in-cluidas las instancias ms significativas de la actividad cultural: modelos y tra-diciones, instituciones y autoridades,"guas" intelectuales y sistemas de con-sagracin' 'prestigiosos.' En "este grado de integracin nacional relativamente alt, el campo intelectual funciona como sistema de referencia central para sus integrantes (escritores, crticos, artistas, etc.) y como centro de decisin

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    cuando se trata de juzgar acerca de la originalidad, pertinencia-o -validez de cierta obra o tendencia.

    Ahora bien, o podra atribuirse este tipo de. confi^jraj^jL^ telectual de las sociedades latmoameTic^^T'Icls^al donde se presenta con una articulacin compleja y" arrastra "ua his tna^ys "comienzos ~pue^~ den sTtafs~" las primeras dcadas de estesiglo, como^ rcaso argMtifoTTS-ostensible" ^ ^^^eTtoT^^is lvo" d^sfsisTema de~ referencias est jarfraVoren

    -centros externos q~tieliel ~r~p^ o polos culturales]."*Ms an: es en los pases con mayor ndice de modernizacin y secularizacin cultural del subcontinente donde el fenmeno suele resultar ms perceptible. Las metrpolis culturales operan no slo como horizonte de paradigmas est-ticos e intelecTals'; sino como instancias definitivas de consagrac in :^ ' "reconocimiento" generalizado dentro del campo intelectual argtm~~dia~-obra borgeana que, fuera de los crculos que aceptaban el magisterio de la revis--ta Sur, haba estado rodeada durante aos de reticencias e incluso de cuestiona-mientos polmicos, es indisociable del reconocimiento de que fu objet esa obra a partir de la dcada del sesenta enjasjnetrpos. I^_pjemosin-ternacionales, las citas y juicios celebratorios de escritores "guas" y arbi-tros pertenecientes al campo intelectual de las metrpolis, as como la nou-vette critique, contribuyeron a producir una nueva definicin de Borges den-tro del campo intelectual argentino.2 Una operacin inversa, es decir que un escritor europeo obtenga su consagracin definitiva en alguna capital cultural latinoamericana, sera impensable.

    2 Vase la consideracin que haca Oscar Masotta a propsito del ensayo de. Adol-fo Prieto, Borges y la nueva generacin: "Adolfo. Prieto, basndose en Sartre, ha dicho qu * su poesa no era poesa, que sus ensayos no eran ms qu hojas o apuntes esjtordicos. Todo basndose en Sartre y sugiriendo que el prestigio deBorges reenviaba la ' mental*' dad estril de un grupo de exquisitos. Mientras todo esto iocurra dentro del libro de Prieto, Sartre conoca en Francia la obra de Borges y la haca publicar en una revista que ha testimoniado lo suficiente sobre su modo de comprender el compromiso, como, para ser tachada de exquisita. Entes Terrips Modernas la obra dBorges cobra entonces un sen-tido, que entre otras cosas n~s''a^oeMcer pensar sbl)fe lacio n'ntrela'calidd dla obra y el compromiso scar Masotta a la Encuesta: la crtica literaria en la Argentina, Universidad Nacional del Li-toral, Facultad de Filosofa y Letras, 1963, g. 69).'Lo indscutid es la autoridad de Sar-tre y lo discutible es qu decir a partir de. l acerca de la obra de. Borges. J3obrej2jffj^ rentes lugares que^Bjy^gesJ^ajd^ sistfma literario argentino, ylos desplaza-mintos correlatrvos. de escritores como~Martfriez Ertrada :y^ de Pedro~H^ ' carabaj^^yo^&V l ^ ' r ^ ^ ^ d r & a d S ' p Borges me parece exagerada: es semejante la de ciertos muchachos aqu [Buenos Airesj. Es cierto que es muy agudb,el ms agudo de los argentinos, excepto Martnez Estrada. Pero estn caprichoso, tanarbh trarjo en sus juicios!... La literatura que presenta los grandes _confhctp>humanos; las par sipnes fundamentales, las cualidades esenciales-del hombre lo. deja..;Homqro, Shakes-peare,' l)ante, los trgicos griegos, Cervantes, o le dicen riadk; en Shakespeare,"en Dante admira las imgenes y la estructura de los versos. n resumen: nada d l^humario atrae; para que una nvela o un drama le interesen, se necesita que sean: 1) fantstico; 2) histo-ria: de - locos; o 3) puzzles de tjpp. policial..Como < idioma, s, te dir, es estupendo; no se equivoca nunca". Tambin se pueden considerar, como. pertenecientes a este estadio de la posicin de Borges en la literatura argentina, los juicios d'Mrenen El pecado origi-nal d Amrica. ' ; , s- - -

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    Esta situacin por la cual ciertas posiciones (y tomas de posiciones) X* dentro^'de un campo intelectual son estimuladas por las posiciones pertehe-cienfes a otro campo, que funciona como horizonte de paradigmas y qu'puede " conferir una redoblada reputacin a los productos y prductres^dlprimeror- A sin que el intercambio sea reversible porque es asimtrico, constituye uno d^ % los"^ rasgos; tpicos del proceso artstico y literario de los pases de Amrica ' - .; % Latina. Se trata de una caracterstica comn, aunque sera necesario Sspeci^ % ficar cmo ha operado y qu modalidades de campo intelectual ha contri- ^ buido a producir segn las reas culturales del subcontinente. Objeto de an-lisis y de crtica, el fenmeno fue definido innumerables veces en trminos de '^eropesmo^J, de "cosmopdismo" o, ltimamente y con mayor nfasis sociol^co7"d" "depen j^c ia3u tu r j j r t ? La r^oblerntica de^a^dependencia / cultural ha funcionado y funciona doblemente: comojoma de poScioTlre^l ' CH/ a otras dentro del.campo intelectual, inscripta como tal en el debate"pordeiF"-' ^ -v nir las categoras ideolgicasy" estticas *Tgit5nas" dla^produccin cultural, ~> - s t y como~pairrrexpiicativo~de lamodalidad general o dominante del campo '"" mismo.Est segundo aspecto es el que aqu nos interesa. El conjunto de tesis . *-que pueden ser adscriptas genricamente a la problemtic~3e la dependencia cultural han tenido_un papel crtico equivalente al de los estudios sobre ' dependencia, en el proceso comico-socia latinoamericano, que pusieron de reHeve las falencias de los modelos explicativos ms difundidos en el rea de . las ciencias sociales sobre el desarrollo histrico de la regin (la teora de la "modernizacin", principalmente). Bajo su estmulo se reabri el debate y la investigacin sobre la formacin de la comunidad y el estado nacional, dentro del marco ms amplio del proceso de formacin del sistema capitalista occiden-tal, en cuyo interior los pases de ra regin se incluyeron como sector perifri-co. Asimismo, la P X b l ^ J 9 ^ poner_de manifiesto el peso^yja^igmf^ enAm-rica__ L a T i r l a T T ^ f ^ ^ importantespara c2S!PJ?^ eI A 3 / . .^?Sl c 9_4j a s instituciones culturales y de las lites literarias y artsticas modernas, sus actitudes respecto" de los polos culturalesidrospa- ' ses desarrollados del mundo capitalista, etc. i

    Como patrn explicafjyo pedral., sin embargo, la problemtica de la der pendencia Ha proporcionado un modelo unilateral y mecnico He las rlci"o\ nes ntrejas metrpolis y el campo intelectual interno de los pases latinoame- \ ricanos. Este aparece como mero espacio de recepcin de categoras ideogi-cFy estticas ajenas, y los intelectuales (al menos predominantemente) como j traductores indgenas de esas categoras, en una actividad puramente refleja y slo funcional a una hegemona externa. "Fascinados por. las metrpolis, / estas lites interiorizan esquemas y paradigmas culturales producidos en con- textos diferentes, los que incorporados y puestos en circulacin dentro de la comunidad intelectual dependiente asumen un papel desnacionalizador. Ahora / bi7'el model, qu hemos reducido a su esquema esencial, puede emplearse/ con eficacia en casos y situaciones puntualmente delimitados, pero est lejos/ de captar la dinmica general de un proceso que posee una articulacin y un carcter mucho ms complejos. En primer lugar, porque los efectos de esos mo\

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    vimientos de apropiacin de sugestiones y problemticas "metropolitanas" no son siempre los mismos, incluso en lo concerniente a la constitucin de la iden-tidad cultural nacional. Antonio Candido, a propsito de la literatura brasilea del siglo XIX, cita un ejemplo por dems elocuente: "Fue importantsimo que los romnticos brasileos afirmaran que no queran saber ms nada con Europa, que eran descendientes de los indios y tfue haran una literatura sobre ellos. Cundo? En 1836. Dnde? En Pars" (1980, 8).

    Y se podran multiplicar los ejemplos, a lo largo de los siglos XIX y XX, en que esjto^^stox_de_afimacin literaria o poltica de la particularidad na-cional contra el cosmopolitismo d otro sector de las lites intejec^BsT^pa^ recen asociados con categoras sugestiones ideolgicas emergidas en el espacio cultural de las metrpolis, comenzando por la categora de nacin asimilada a la de Estado nacional. En segundo lugar, porque la problemtica dependentista deja fuera del modelo de anlisis las operaciones de transformacin y refundi-cin de que suelen ser objeto las significaciones culturales "importadas" y olvi-da que el campo intelectual local acta como un medio de-refraccin ideo-; lgica. V .

    Permtasenos otro ejemplo, esta vez perteneciente al mundo literario que en los aos veinte era el ms cosmopolita del subcontmFTererd AiresTSe "trata" dl~fenmen de l vanguardia esttica -que .tendra su .rgano caracter s t ica Es una tarea muy simple sealar sus fuentes de inspiracin "externas", sus mismos protagonistas las declararon mil veces, el ultrasmo espaol y ms genricamente los movimientos de van-guardia europeos (en particular italianos y franceses) de las primeras dcadas de este siglo. Ahora bien, la inscripcin de esas tomas de posicin esttica en 1 campo intelectual argentino de:'cscs"csimplic tambin tomas de posi-cin respecto de las autoridades literarias instituidas (Lugones), respecto del legado de Ja tradicin (la temtica de la identidad nacional, por ejemplo, enl nueva valoracin ^Martn Fierro de Hernndez, producida en los aos del Centenario), respecto de la esttica y la ideologa de la literatura social que. contemporneamente" buscaba afirmarse a travs del "grupo de_ Boedo". La obra de lo que podramos llamar el "primer Borges", que formula uno de los programas cel martinfierrismo, el del criollismo urbano de vanguardia, y lo rea-liza, no puede deducirse en sus rasgos distintivos del programa general de la potica ultfasta. Para captar su diferencia (la afirmacin no slo temtica sino tambin lingstica del "criollismo") 3 hay que poner de relieve la problemtica instituida en el conjunto del campo, frente a la cual Borges toma posicin distinguindose. De modo que, si se insiste en emplear la metfora de la tra-duccin como imagen, de la operacin intelectual tpica de las lites literarias de pases capitalistas perifricos respecto de los centros culturales, es necesario observar que suele ser todo el campo el que opera como matriz de traduccin.

    3. La cuestin de "el idioma de los argentinos" est presente en Borges, recorriendo su obra literaria y ensaystica y emerge nuevamente en la polmica con Amrico Castro. Debe inscribirse en la problemtica de la legitimidad esttica de una lengua literaria nacio-nal, que no es precisamente propia de las vanguardias europeas, pero que s tiene una his-toria larga, desde el romanticismo, en la Argentina.

    DEL CAMPO INTELECTUAL Y LAS INSTITUCIONES LITERARIAS

    Estos fenmenos de amalgama revelan que el campo intelectual de un pas perifrico, all donde se ha constituido y por precaria que sea su exislelicia7 introduc un principio de refraccin que afecta, segn grados y formas que no pueden definirse a priori, programas y actitudes que tienen la apariencia inmediata de no ser ms que el eco de sugestiones metropolitanas. La tem-tica del "criollismo, inscripta en el espacio cultural argentino donde posea ya una rustorT, porie de relieve que las lites mtelecmales Tcale^ ducan" otros estmulos "y exigencias: aquellas que provenan de una sociedad en proceso de transformacin y que tena en la incorporacin de los inmigran-tes europeosu de sus agentes: El campo intelectual fue una escena donde se represent una peripecia importante de este curso, por la inclusin entre las filas de escritores, crticos y editores, de hombres (y, ocasionalmente, mujeres) hijos de la inmigracin, cuyo origen traicionaba el habitus de clase y, encres-pando la sensibilidad lingstica de los "criollos viejos", una flexin nueva de la lengua. Esta otra traduccin, que remite 'a tensiones' y" conflictos inte-riores a Ta~sociedad nacional, reenva a su vez a la constelacin de categoras, "importadas" o "autctonas", con que las tensiones y los conflictos son per-cibidos y elaborados, a las convenciones en las que se articulan discursivamente, etc. En suma, vemos operar un juego de mediaciones que la lgica esquemtica de la dependencia cultural como paradigma explicativo no puede captar. Pero no se trata de oponer a un modelo, como tal inevitablemente simple, una varie-dad de casos que podran funcionar como excepciones, sino de poner en prcti-ca modelos diferenciados de anlisis en correspondencia con reas sociocultura-les, perodos y situaciones distintos. Esos modelos deberan asumir los rasgos del campo intelectual sobre los cuales ha puesto el nfasis la problemtica He la" dependencia., sin olvidar, por otra parte, que las sociedades en cuestin,,., no obstante su condicin perifrica, son sociedades con estructuras capitalistas, como la constitucin de un mercado de bienes simblicos y l divisin del trabajo cultural lo pone de manifiesto! De ah que su produccin literaria pue-da participar tambin, todo lo contradictoria y ambiguamente que se quiera} de los rasgos y temticas iHerentes al campo intelectual de las sociedades bur-guesas modernas.

    No es necesario prolongar ms este excursus acerca de las especificaciones del concepto de campo intelectual cuando se lo emplea fuera del mundo cultu-ral de las sociedades para las cuales ha sido originariamente acuado. Basta aadir que las instancias y formas de organizacin de la actividad literaria que veremos enseguida deben ser sometidas tambin, si se busca ms que su caracterizacin genrica y abstracta, a un trabajo de especificacin.

    LA LITERATURA COMO SABER ACADEMICO

    Por su carcter estable y sistemtico, el aparato escolar y, dentro de l, la universidad y los rganos de la enseanza~superior ocupan un lugar central dentro, de las instituciones activas del espacio intelectual en Jas ^ sociedades modernas. De la universidad provienen la mayora de los que se ocupan profe-sionalmente de literatura. Pero lo ms importante es que en la universidad se

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    y 1

    halla instituida la enseanza organizada del saber sobre la literatura, con lo que ello implica en cuanto.a.la naturaleza de se objeto de saber, el discurso apro-piado para ello, las divisiones pertinentes (literaturas clsicas y modernas, lite-raturas nacionales, la periodizacin histrica correspondiente, etc.). Laorgani-zacin universitaria del saber sobre la literatura le otorg histricamente Uri^ nuevo estatuto de existencia cultural a la literatura misma, al consagrar por medio de disciplinas escolares la disolucin que, desde el siglo X V I I I europeo, corroa la anterior unidad de las "Bellas Letras", que englobaba la historia, la filosofa, la elocuencia, la poesa y la novela (Delfau y Roche, 1977, 22). Esta reestructuracin del campo semntico no fue producida, por supuesto, por los departamentos universitarios. La emergencia de_categoras culturales-nuevas que, como las de Uteraturay crtica son prcticamente correlativas y trazaran nuevas lneas"de"distincin entre los escritos de "creacin^y_ los de "reflexin", es previa a su oficializacin en la enseanza y sera difcil atribuirles un origen"y una causa. Aparecen ms"bien cmo'cristalizaciones'o nudos de significacin fonrids por el cruce de determinaciones complejas y heterogneas que reabsorben o restringen significaciones precedentes (co-mo las de poesa, por ejemplo) y se ligan a una divisin y a una visin del trabajo intelectual caractersticas de las sociedades occidentales modernas. La formacin de un cuerpo de especialistas aplicados a trazar la historia de-esos objetos, a acotar mejor sus fronteras dotando a ese corpus (la literatura) de una esencia, y a organizado todo bajo la forma de un saber para trasmitir, no hara ms que ratificar, reforzando su legitimidad, el nuevo orden categorial.

    La organizacin universitaria del estudio y la enseanza de la literatura, tal cmo" se los prctica hasta nuestros das, no se remonta ms all del 'si-* glq XIX. Desde entonces su funcin dominante ha sido la de custodiar e incul-car Ja" tradicin ] terangK es decir er patrimonio*' Se valores reconocidos"" por.los crculos dirigentes del campo intelectual!""Esta tfeen^MJjna"do-ble enseanza: no slo'l trasmisin del conocimiento de autores y las obras que componen esa t radicin, los "clsicos" en primer lugar, sino tambin la tfasmisin"~aT las maneras, cultivadas por la erudicin y el gusto, de tratar las significaciones literarias. Pero una tradicin no eTt'd l pasado sio el pro-ducto de una seleccin que opera tanto al escoger determinados textos frente a otros, como al definir de qu modo hay que interrogar a los textos para que expresen lo que deben decir para ser acordes con la tradicin: ErcltiV uni-versitario de la tradicin por medio del estudio erudito d los textos canni-cos, dirigido a instaurar o a restaurar su sentido original y 'Verdadero", dio forma a uno de los paradigmas del saber sobre la literatura, el de a crtica filolgica. El paradigma filolgico, de matriz romntica o positivista, tuvo~* siempre una inflexin historicista y uno de los modos de ejercitarlo fue a travs de la "historia literaria", actividad cuyo prestigio no ha hecho ms que declinar, como seala Jauss, en el curso de este siglo, pero que haba animado una de las formas ms autorizadas del discurso sobre la literatura. "Escribir la historia de la literatura de una nacin: en los tiempos.de Gervinus, de Sche-rer, de Lanson, de De Sanctis, era la obra de una vida y el coronamiento de una carrera de 'fillogo'. El fin supremo de estos patriarcas: representar, a tra-

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    vs de la historia de los productos de su literatura, la esencia de una entidad na-cional en busca de s misma" (Jauss, 1978,21).

    Aunque en declinacin como gnero del discurso letrado, la historia literaria se conserva, sin embargo, como asignatura universitaria. Jauss seala bien el nexo entre el estudio de la Nationalliteratur y la historiografa literaria, por un lado, y el movimiento intelectual de afirmacin de la particularidad de cada sociedad nacional en el curso del siglo XIX, por el otro, ^organiza-cin acadmica del estudio y la enseanza de la respectiva literatura- nacional obedeci" al mismo impulso y-su come tid"geralpersiste, estableciendo uno de los ejes en torno a los cuales se define el legado que la umversida^debe custodiar y trasmitir re ) d~~la "tradicin literaria ncipalT Pero mientras la "gran antologa", aquella que componen los "clsicos" antiguos y modernos de la herencia comn occidental, puede ser objeto de un saber ms rnenos cosmopolita, apto sobre todo para el cultivo del gusto y la disposicin para los valores artsticos, la definicin del legado literario nacional, sus clsicos y la manera de estimarlos, debe serjinaactividad codi f icada^ para trasmitir no slo valores estticos, sino tambin ticos y polticos, ^ e n la configuracin de esta otra antologa.donde mejor se p u e ^ y el fipo"3'"'afticlcin existente_entre_una comunidad intelectual nacional^ la institucin universitaria^ F A ' -\ an corrompido:" TaTpublicacin 'aTl^^%Kt"eca l&gentin", que comenz casi simultneamente con la fundacin de la ctedra, y la composi-cin de la Historia de la literatura argentina deben ser vistos como parte del mismo proyecto. La institucionalizacin acadmica del estudio de la literatu-ra" argentina significaba tambin crear las condiciones para la formacin del cuerpo de especialistas .que Je dieran al conocimiento y la enseanza de la literatura"local el estatuto de una disciplina. Y una disciplina solo existe y s reproduc cmo tal cuando se constituye un cuerpo de especialistas interesados en su existencia.

    Ahora bien, al emprender la elaboracin de una ij^^^i^^^%^^^^9 el centro de las preocupaciones intelectuales de Rojas no era el pasado sino el presente, vivido bajo la certidumbre de una crisis de la'identidad^nacional, corroda'porl'a*incfporci acelerada y masiva de inmigrante al cuerp"de la sociedad argentina, segn expuso el mismo Rojas en el escrito pro-gramtico La restauracin nacionalista. Desarraigo y cosmopolitismo eran para Rojas los efectos dramticos del proceso fi" modernizacin que, desde las dos ultimas dcadas del" sgl^psad7Tiaah alterado el tejido de la Argentina "criolla" y ante ello la funcin del estudio de la literatura argentina era sobre todo la de inculcar "el sentimiento de que tenemos una tradicin intelectual, y el ideal de que debemos continuarla y esclarecera".'La creacin de a ctedra

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    y la asignacin de su titularidad al mismo Rojas sealan que sus preocupaciones eran compartidas por un sector decisivo de la lite poltica e intelectual y que el reconocimiento acadmico no haca sino darle articulacin institucional a una problemtica inscripta ya en los debates del campo intelectual argentino, en formacin por aquellos aosj

    La universidad, pues, trasmite tradiciones letradas, algunas de. carcter cosmopolita, otras cuya matriz de elaboracin es~pfdofinantmente local, in-culca tcnicas bibliogrficas y paradigmas de discursos crticos, ideales de com-posicin literaria y de uso artstico del lenguaje. Y tiende a reproducir ese saber formando a los especialistas entrenados para manipularlo y retransmitir sus ca-tegoras eticis y estticas. Cul es el peso especific de l institucin universi-taria dentro de un campo intelectual determinado? De cuanta "autoridad" r^ conocida' "dota al-discurso sobre l literatura la licencia universitaria? No hay-respuesta general a estas cuestiones. Centro de conservadurismo cultural, sin prestigio entre los miembros activos del campo intelectual, o espaci clave de la competencia por la legitimidad cultura): posiciones en que se puede hallar la institucin universitaria segn un espectro de situaciones ms o menos amplio. El ejemplo que presenta el campo intelectual francs, donde algunos, seminarios acadmicos o las lecciones inaugurales del Colegio de Francia asu-men el carcter de acontecimientos culturales capaces de producir con gran rapidez estereotipos ideolgicos o estticos a los que los productores literarios deben prestar atencin, constituye un caso particular que no podra tomarse como modelo para el funcionamiento de las instituciones de la enseanza supe-rior, incluso en pases capitalistas desarrollados. La misma relativizacin cabe para la afirmacin de Delfau y Roche (1977), segn la cual la universidad le ha dotado a la crtica literaria de un prestigio intelectual tal, que hoy ambos tr-minos han terminado por confundirse. Aunque se trata de una tendencia gene-ralizada dentro de las comunidades literarias de los pases centrales, fuera de stos la asimilacin de la crtica que produce "opinin" en el campo intelectual a la crtica universitaria, es discutible.

    LAS REDES DE LA CRITICA

    Hasta aqu hemos hablado de la crtica sin problematizar esta categora que en algunos casos suele definirse como una 'institucin literaria. En reali-dad, lo qu llamamos critica literaria aparece ligado a canales y redes ins-titucionales diferentes, desde "erperiodismo a la universidad, pasando por ese rgano tpicamente moderno que es la revista literaria. Pero, junto a esta diver-

    sidad institucional hay otra diversidad no menos llamativa: bajo la denomina-cin genrica de crtica se renen una serie de operaciones discursivas cuyo lazo comn " resulta fcil de identificar. El comentario de un libro en el su-plemento Hterario de un peridico, a biografa de un escritor, la historia de un tema literario, el anlisis de un poema, en fin, una amplia gama de objetos y de discursos caen bajo la categora de la crtica o de la labor del crtico. Sera difcil encontrar una definicin general del concepto de crtica que os revele la "esencia" comn de esta multiplicidad de actividades, discursivas.

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    Ha sido el uso el que ha ido estableciendo afinidades y parentescos entre las operaciones intelectuales que se agrupan bajo el trmino general detrtica") la que funciona antes que nada como una categora cultural en que se estrati-ficaron significados de contenido y alcance diferentes.

    "La crtica, tal como la conocemos y la practicamos hoy, es un producto del siglo XIX, escribe Thibaudet. Antes del siglo XIX, haba crticos... Pero no haba crtica. Tomo la palabra en su sentido ms material: un ^ cuerpo de escritores, ms o menos especializado, que tiene por profesin hablar de l i -bros" (cit. en Delfau y Roche, 1977, 20). Las palabras de Thibaudet ofrecen un buen punto de partida, al ligar la actividad de la crtica a la existencia de una capa profesional de reciente formacin entrenada para producir opiniones auto-rizadas sobr libros. Es importante aferrar la modernidad de la crtica literaria cdmo categora cultural cuya emergencia remite a esa reestructuracin del espa-cio de las "Bellas Letras" que tiene lugar en el curso del siglo X V I I I y a la que ya hicimos referencia a propsito del trmino literatura. Como dicen Delfau y Roche, la "aparicin de la crtica est subordinada en primer trmino a la afir-macin del concepto de literatura', es decir a la fragmentacin, a fines del siglo X V I I I , de la nocin de 'bellas letras'" (1977, 22). Aun para quien, como Auer-bach, la crtica literaria se ha practicado desde la antigedad, la crtica en el sentido moderno tiene presupuestos completamente diferentes. El postulado de la imitacin "de un modelo perfectamente bello, escribe, dominaba tanto a los tericos de la Antigedad, como a los del Medioevo y del Renacimiento, e incluso a los del siglo X V I I I . A pesar de todas las divergencias de gusto, los tericos de estas diversas pocas estaban de acuerdo sobre un punto funda-mental, el de que existe una sola belleza perfecta, y todos buscaban estable-cer, para los diversos gneros de poesa, las leyes o las reglas de esta perfeccin a la que se deba apuntar. Por-ende la antigua crtica esttica era en general una esttica de los gneros poticos" (1963, 33). Sobre otros presupuestos fundara su existencia la crtica como categora cultural moderna. No nicamente sobre el principio del carcter relativo de los valores literarios, como seala Auerbach, sino sobre el postulado del valor de a originalidad y sobre la idea "de una se-leccin y de una eleccin aptas para guiar al pblico frente a una produccin que cada vez ms halla su virtud en la diversidad" (Delfau y Roche, 1977, 30).

    Separacin de los tipos de escritura, no ya segn los niveles de estilo, sino entre la escritura de "creacin", que se asimila crecientemente a la pro-duccin de ficcin IJ literatura) y la escritura de "reflexin", o meramente expositiva; valoracin de la originalidad, por oposicin a la mera imitacin y, consecuentemente, puesta en relieve del autor como personalidad creadora; formacin de un pblico de consumidores letrados pero profanos ante el cual el crtico opera como gua y^omo "pOTtrdoT profesional de la mediacin" (Hauser, 1975, I I , 185): en este cruce aparece la primera figura de la crtica.

    Y su ^ primera formaje, axticlacto periodismo: "Las gacetas de crtica artstica y cultural como instrumentos de la crtica ci arte institu-cionalizada son creaciones tpicas del siglo X V I I I " , escribe Habermas (1977, 58). La constitucin de una "esfera pblica", que hallara sus primeros esce-narios en el saln y el caf literarios, as como en la prensa y en las pubiicacio-

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    nes peridicas, proporciona para Habermas las condiciones de la transicin del amateur cultivado.al crtico profesional. "La nueva profesin... recibe en.la jer-ga cenla poca el nombre d 'juez artstico'. Este asume una tarea peculiar-mente dialctica: se considera a la vez como un mandatario del pblico y como su pedagogo" (Habermas, 1977, 57). Experto^ ante el_ pblico de profanos, delegado del pblico ante los artistas, el discurso" cfe crtico se dirigir a ambos a la vez, para discriminar en las obras, mediante el ejercicio del "gusto" y la "sensibilidad''; lo;ijue 'es permanente de lo -que -es pasajero, lo que slo obe-dece a la moda o, por el contrario, no es ms que simple imitacin de aquello que es 'Verdaderamente" literatura.?

    La expansin de la prensa, correlativa de la expansin del mercado de con-sumidores letrados, consolida esta primera figura de la crtica y del crtico pro-fesional, que escribe sus lecturas, en las secciones de libros o en los,.suplementos literarios, para un pblico. Actividad profesionalizada, la crtica no es todava, en este ciclo en que aparece ligada a la prensa y a las"publicaciones peridicas, una disciplina. La familiaridad con el mundo de las artes y de lasletras, es de-cir la sensibilidad del hombre "cultivado", es el presupuesto que le confiere autoridad a la opinin del crtico .Para' que la crtica tome el carcter de una ' disciplina ser necesario qu comience l otro sitara. 4 Institucionalizada" como saber, la crtica se cubrir de otros prestigios, tomar su autoridad de la erudicin escolstica y del conocimiento discipli- \ nado de materias especializadas. Otras disciplinas y otras categoras del saber/ (la historia, la sociologa, la lingstica, etc.) le proporcionarn a la crtica no^ slo instrumentos, sino tambin paradigmas de conocimiento. Aunque habla-J mos de ciclos no queremos sugerir una secuencia de etapas que se sucederan reemplazndose. Lo que llamamos ciclo universitario ha aparecido ms tarde, pero -no ha. sustituanTtrpsm se han superpuesto organizando redes institucionales diferentes. Las formas de la crtica correspodleT~ir primer ciclo no han dejado .de.encontrar nuevos canales, como los que ofrecen en nuestros das la radio y la televisin^

    Los usos denrmirib~cntica anudaron, por decirlo as, en una misma ca-tegora, los dos ciclos y los diferentes tipos de discursos que circulan a.travs de sus respectivas redes, que no han podido coexistir sin afectarse^mut.uamen-te. Lo que contribuye a explicar, entre otras cosas, las "dos almas" me for-cejean en la definicin de la crtica como actividad intelecto crtica_co-mo ejercic~del~gusf "y'a sensibiHdad/y Aa crtica como producto de unsaber qbjetivQ. Entre estos dos paradigmas, que tienen comb^dal'^3oFmodelos de discurso, el discurso "artstico" sobre la_literatura y el discurso "cientfico", se producen combinaciones y variantes^

    De acuerdo con la red institucional donde funcionan, los tipos de crti-

    4 "En efecto, Sainte-Beuve y Zola -prototipos de una multitud de periodistas-dan a la crtica un estatuto especial, si ellos la profesionalizaron, si gracias a ellos, la cr-' tica se convierte en un engranaje esencial del proceso de 'edicin-difusin', a aquella le falta todava la reflexin terica que la elevar al rango de disciplina. Esta ltima etapa ser abierta con el desarrollo de la enseanza superior, que hace nacer un nuevo grupo social: los universitarios" (Delfau y Roche, 1977,44).

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    ca, su pblico y sus efectos son diferentes. En trminos generales, la crtica ligada~TlsrdiYd comunicacin masivos es la que mayor peso tiene enel mercado de lectores, en la produccin del xito literario y en la "definicin p-blica de una obra y de un escritor .*En esa red se hallan insertos los taste-makfs y los guas culturales cuyo juicio crea opinin pblica. Interrogarse sobr" l gnesis de este sentido pblico de una obra, escribe Bourdieu, "es preguntarse quin juzga y quin consagra, cmo se opera la seleccin que, en el caos indi-ferenciado e indefinido de las obras producidas e incluso publicadas, discierne las obras dignas de ser amadas y admiradas, conservadas y consagradas" (1967, 153). Al estudiar la constelacin de factores que contribuyeron a producir, en la segunda mitad de la dcada del s e sen ta j r^e se^Uamo~e boom de la novela latinoamericana, Angel Rama "seala l papel activo desempeado" por"e"sema-nario -de"actlida*des de Buenos Ahes, Primera Plana, en el lanzamiento de la "nueva hora" de las letras_del supcontmente. Tal vez, el caso ms ilustrativo lo proporcioneJar>eripecia de Adn Buenosayres de Leopoldo Marechal. "Apareci enJ2/con muy escasos lectores, escribe Rama, y tambin muy escasa atencin crtica (son excepciones ya famosas las notas afirmativas que escribieron Julio Cortzar y No Jitrik), pero en (96o) Sudamericana la reedita con una tirada inicial de 10.000 ejemplares, y con la misma tirada vuelve a pu-blicarla en 1967, *4968 y 1970" (1979, 31). Contemporneamente con el lanzamiento de la segunda.edicin, Marechal haba sido redescubierto por Pri-mera Plana. Despus de i966 la obra de Mr^chaTtomara una nueva identidad pblica, esttica y polticay""'^

    Otros foros institucionales, en los que se articulan otros tipos de discurso crtico, s "superponen a los que tienen su sede habitual en los suplementos literarios, en las revistas de actualidades y, desde la. segunda mitad de este siglo, en medios cmo la radio y la televisin/Ests otras modalidades de la - /. crtica, en que los paradigmas del saber universitario son dominantes, tienen un peso reducido en el mercado de libros y en la definicin pblica d' \ una obra o de un escritor.^ Aun cuando se tome como objeto autores previa-mente consagrados por la crtica instituida en la prensa, el tipo de legitimidad / intelectual a la que se aspira (sea "esttica" o "cientfica") es diferente, y ) su pblico y sus jueces estn casi exclusivamente entre los escritores y, a J menudo, slo entre los propios crticos. Sus sedes institucionales ms fcil-menf^drTtificables son los circuitos del aparato universitario (libros, revistas especializadas, monografas, etc., cuya rea de lectura no excede el mbito de la. comunidad acadmica) y las revistas independientes de las instancias acad-micas, pero en cuya produccin y en cuyo consumo el nmero de los que pro- V vienen de la universidad es sobresaliente. Estos foros del discurso crtico, donde son ms frecuentes y sofisticadas las discusiones sobre su objeto y sus mtodos, son tambin focos de autoridad cultural y literaria y el tigojte jeco_ nocimiento que pueden conferir a un escritor o a una obra posee un.valor sim-blico especfico dentro del campo intelectual. Adems,^este tipc> de Jr t ica, qu""tiene poca Ticacia en la produccin del xito literario, es fundamental en 1Y produccir~~d 16"que Escrpit (1974, 131 ss.) 'denomina la "sobrevida" (a menudo slo acadmica) de las obras, esa permanencia de algunos textos

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    ms all de su tiempo, que se opera a travs de las lecturas "actualizadoras", a veces verdaderas traducciones, por medio de las cuales una obra persiste dentro de la tradicin literaria^" _

    La separacin analtica de las diversas sedes del discurso :de la crtica y el nfasisjsobre su funcionamiento y efectos diferenciados corre el riesgo de ..trasmitir la idea de que esas instancias se hallan incomunicadas entre s cuando, en realidad, presionan unas sobre otras o establecen prstamos rec-procos: pinsese en la larga floracin de estudios de inspiracin acadmica sobre Vargas Llosa, Garca Mrquez, Cortzar, etc., que siguieron al estalli-do de lo que se denomin el boom de la novela latinoamericana. Por otra parte, un mismo crtico puede ocupar diferentes redes, funcionando corno autoridad en cada una de ellas, como lo muestra el caso de dos "guas" in-telectuales: Roland Barthes y Umberto Eco. y

    REVISTAS Y FORMACIONES

    Mencionamos a la revista literaria como una de las redes de la crtica. En realidad, habra que hablar ms genricamente de revistas "intelectuales" o "culturales", es decir d pbHcacM para generar opiniones (ideolgicas, estticas, literarias, etc.) dentro del campo intelectual,y cuya rea de resonancia slo cubre sectores ms rnenos restrin-gidos de los consumidores de obras literarias. Para Lewis Coser, la revista es uno de los vehculos institucionales de la actividad cultural caractersticos de la so-ciedad moderna. Ahora bien, hay que distinguir entre la publicacin peridica "culta", dirigida al conjunto de las capas ilustradas de la middle class y que tu-ve su reinado ?obre todo en. el ^*?]o XIX, de lo que^hemos de n o r n ' n ad r * rpyvtn literaria o intelectual, que es tpica ds_nuestro siglo. Esta ltima, como seala Coser, "apareci en escena despus que haba tenido lugar una diferenciacin considerable entre el pblico de escritores literarios, artsticos y, en un cierto grado, polticos" (1968, 131). Slo entonces la revista se convierte en. ua de las principales formas de organizaci"delterritorio literario y Vehculo de esas estrategias llamadas escuelas o tendencias. " Ia cuestin del poder, escriba Lionei Trilling al presentar la edicin de los diez primeros aos de la Partisan Review, no ha preocupado a la literatura. La primera condicin es la calidad, y acaso debera ser la nica. Pero en la situacin actual, cuando pensamos en la calidad debemos preguntarnos qu probabilidad de supervivencia tiene una calidad particular y cmo puede obrar en su propia defensa y en defensa de las condiciones sociales que le permiten establecerse y propagarse en el mundo" (1956, 120). Las palabras de Trilling definen bien la estrategia general de las revistas literarias: la defensa y propagacin de "cierta calidad" (entendida ya como valor exclusivamente literario., ya como valor a la vez poltico y esttico) en un campo que le es host o que la desconoce porque, como en el caso de las vanguardias, esa calidad es "nueva".

    Espacio articulador de discursos de y sobre la literatura, la revista tiende a organizar a su pblico, es decir el rea de lectores que la reconozca como ins-tancia de opinin intelectual autorizada. De ah que como forma de la comu-

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    DEL CAMPO INTELECTUAL Y LAS INSTITUCIONES LITERARIAS

    nicacin cultural, la diferencia entre el libro y la revista no sea puramente tcnica. Toda revista incluye cierta clase de escritos (declaraciones, mani-fiestos, etc.) en torno a cuyas ideas busca crear vnculos y solidaridades es-tables, definiendo en el interior del campo intelectual un "nosotros" y un "ellos", como quiera que esto se enuncie. Etico o esttico, terico poltico, el crculo que una revista traza para sealar el lugar que ocupa o aspira a ocu-par marca tambin la toma de distancia, ms o menos polmica, respecto de otras posiciones incluidas en el territorio literario. "Hacemos un llamado a to-das las buenas voluntades, escriba Sartre en la presentacin de Les temps modernes. Sern aceptados todos los. manuscritos, vengan de donde vinieren, siempre que se inspiren en preocupaciones anlogas a las nuestras y que ten-gan, adems, valor literario" (1950, 24). A ambos lados de la lnea que traza la construccin condicional ("siempre que"), a derecha y a izquierda, quedaban aquellos que cultivaban el "valor literario" sin compartir las preocupaciones ticas de la revista (la tica del compromiso) y aquellos que podan compar-tirlas, pero a expensas del valor literario. Otro rasgo, que puede tomar a veces la forma de libro pero parece inherente a la forma revista, es que sta habitual-mente traduce una estrategia de grupo. De ah la armadura institucional que adopta (estructuras colegiadas de direccin), aun en los casos en que una figura intelectual la invista de un centro de prestigio o de autoridad: F.R. Leavis, respecto de Scrutiny, Sartre respecto de Les temps modernes, Victoria Ocampo respecto de Sur. El carcter de instancia colectiva, por reducido que sea el gru-po inserto dentro de ella, se revela incluso en ese tipo de fenmenos frecuentes en la vida de las revistas literarias que son las rupturas, las deserciones y los nuevos reclutamientos.

    La revista literaria como forma de articulacin de un discurso de grupo nos remite al dominio ms general de los movimientos artsticos y literarios, modalidad de autoorganizacin de fracciones intelectuales tpica de los siglos XIX y XX. Raymond Williams, quien ha buscado elaborar algunos criterios de anlisis sobre este tipo de asociacin intelectual ha sealado tanto su importan-cia ("Ninguna historia de la cultura moderna podra escribirse sin prestarles atencin", 1980, 148) como las dificultades que su estudio ofrece a una con-sideracin sociolgica. Williams distingue dentro del campo intelectual las instituciones propiamente dichas y las ''formaciones", denominacin que re-serva para los movimientos, los crculos, las escuelas, es decir esa variada gama de brmas d grupamiento intelectual a travs de cuya existencia y actividad se manifiestan algunas de las tendencias de la produccin artstica y literaria. A diferencia de las instituciones, las formaciones se distinguen por el nmero reducido de sus miembros y por la rapidez con la que se constituyen y se di-suelven. Adems, el carcter relativamente laxo que a menudo presenta la es--trctra "de estos grupos, y la ausencia de reglas definidas en las relaciones en-tre sus miembros, o, al menos, la dificultad para percibirlas, suele dotarlos del aire informal de un grupo de amigos y los distingue de cuerpos regulados, como la universidad o las asociaciones profesionales (sociedades de escritores, por ejemplo). De ah que, no obstante la importancia reconocida a la activi-dad de los movimientos y la abundancia de estudios sobre grupos artsticos y literarios particulares, la sociologa de la produccin cultural y literaria haya

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    preferido el examen de instituciones, cuyo modus operandi, dada la codifi-cacin de sus objetivos y reglas de funcionamiento, resulta ms fcilmente aprehensible.

    En el breve estudio sobre el crculo intelectual y literario de Bloomsbury ('The Bloomsbury fraction", 1980) y despus en Culture, Williams parte de las dificultades enunciadas ms arriba para sugerir algunas hiptesis y lneas de bsqueda. Para Williams lo importante es captar el significado del grupo mismo, como acontecimiento cultural distinto (aunque relacionado) de la obra individual de sus miembros ms sobresalientes.5 All donde un grupo se ha formado y se ha constituido como polo intelectual ms o menos influyente, qu modificaciones introduce en el espacio cultural preexistente? qu cam-bios en las relaciones entre el rea de la produccin artstica y literaria, por un lado, y la estructura social global, por otro, pone de manifiesto la emer-gencia del grupo? Estas dos cuestiones orientan el anlisis hacia la captacin objetiva del movimiento, con la atencin puesta sobre las condiciones que tor-naron posible su aparicin y sobre los efectos que la actividad del .grupo pro-duce, ms all, por decirlo as, de la conciencia de sus miembros.

    Esta conciencia es, para Williams, un momento insuprimible del anli-) sis: el modo en que el grupo se identifica a s mismo, las actividades por me-dio de las cuales se afirma, buscando ser reconocido distinguindose, no pro- > porcionan la "verdad" de un grupo intelectual, pero forman parte de ella. Ahora bien, esta dimensin a parte subjecti del anlisis implica prestar atencin" no nicamente a las ideas y a los propsitos explcitos (declaraciones, mani-fiestos, publicaciones de carcter colectivo), sino tambin a aquellas signi-ficaciones que aparecen ms difusamente, ya porque son asumidas como ob-vias, ya porque se hallan corporizadas en las formas de autoorganizacin, o en el estilo y el tono de las tomas de posicin.

    La. .puesta a j^o^e_e^ta^i^mficaciones difusas^ presentes dentro de una~^ "formacin ; es funcional a una hiptesis central de Williams: l a de que Ta unidadtttlectual y esttica de un movimiento, aquello por lo cual sus miem-bros se reconocen, reconocen a sus "prximos" y toman_digaTciajrespecto de\ los "otros"" o i ine necesariamente la"torma" de unidad de una doctrina ar" tstica o "ideolgica: A vecsTs'priri^cipis que confieren identidad aun grupo \ no tienenn5t.rocarcter que el de una constelacin de actitudes y sobreenten-didos, valores y rechazos compartidos que no se articulan en discursos progra- / mticos o manifiestos de doctrina. Como en el caso del crculo de Bloomsbury, analizado por Williams, cuyos miembros negaban que hubieran constituido * nunca otra cosa que un "grupo de amigos", cada uno de los cuales haca su

    5 "No se puede hacer una descripcin completa de una formacin, sin prestar aten-cin a sus diferencias internas. Las formaciones de tipo ms moderno aparecen, carac-tersticamente, en los puntos de transicin e interseccin dentro de una historia social compleja, pero los individuos que constituyen las formaciones y son constituidos por ellas, tienen adems un espectro complejo de diversas posiciones, intereses e influencias, algunos de los cuales se resuelven (aunque a veces slo temporariamente) en las forma-ciones, pero otros se mantienen como diferencias internas, como tensiones y a menudo co-mo base de divergencias posteriores, rupturas, alejrmenos e intentos de formaciones nuevas" (Williams, 1981, 85-6).

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    DEL CAMPO INTELECTUAL Y LAS INSTITUCIONES LITERARIAS

    propia obra sin que hubiera entre ellos otros vnculos que los de la amistad, ciertos hbitos intelectuales y el espritu general de tolerancia. Por lo dems, qu tienen en comn el Orlando de Virginia Wolff, las teoras econmicas de Keynes y los ensayos sobre arte de Roger Fry, como ha protestado Leonard Woolf en su autobiografa? No obstante, en esa formacin de vnculos tan laxos e informales, Williams percibe la presenci^e~a"estructura (una struc-ture~offeeling)* que remite, por un_ lado, j y u i iinaje-comn rya social .y. f a m k . J ^ > liar, ya intelectual (el "mundo de Cambridge"), matriz de los hbitos compar-tidsTypor otro lado, a un ideal de civilizacin: la del individuo cultivado'y to-lerante, opuesto a la estupidez y al egosmo que dominaba el espritu de las fracciones "dirigentes de a burguesa inglesa, y contrario a toda restriccin, incluso en el'plano de las relaciones sexuales. Hubiera sido incongruente con" los principios mismos de identificacin del grupo la adopcin de teoras o sis-temas generales, porque "tales teoras y sistemas obstruan el verdadero valor organizador del grupo, que era el de la expresin libre y sin obstculos del in-dividuo civilizado" (1980,185). Fue en virtud de esta constelacin de actitudes que configuran un "ideal de civilizacin", traducido tambin como estilo de vida informal, privado o pblico, que el grupo de Bloomsbury funcion como precursor y agente de liberalizacin para fracciones ilustradas de las clases diri-gentes de Inglaterra.

    El conjunto de observaciones empricas, hiptesis y ejemplos de anli-sis que Williams ha desarrollado en torno a los grupos artsticos y literarios, no tienen el estatuto formal de un mtodo. Constituyen, no obstante, un reper-torio estimulante de sugerencias para la consideracin sociolgica de esta moda-lidad de organizacin del campo intelectual. La distincin, que parece perti-nente, entre instituciones y formaciones del territorio literario, debe comple-mentarse con el anlisis de las relaciones que ambos tipos de instancias pueden

    *!

    6 Wil^i^^ioj^i^J^f^G^yii de stmeture offeelingcomo instrarn^ntojqueleper- ^ mite aferrar estructuras ms o menos difusas; pero WBOS^SsOM^^SS^f^^^^^c^ y sen- J / sibiTidT(fy^b^rarTla"emergencia de nuevas formas de conciencia social enf proceso mis- I j mo 'de su-Uon^itScio^ya sea-centro, ya Sea al margen, de instituciones, tradiciones o ' movimientos preexistentes. Se trata del surgimiento del "cambio" en el proceso sociocul-i i ^ tur al y de las marcas que dan el "tono" de una nueva promocin intelectual o de un -|j ... vo perodo histrico, pero antes d que cristalice baj^ja^onna de ideologas, doctrinas, T etc. Erf Tos" anlisis hTstnooTse tiende a examinar estos fenmenos nicamente en pasa-do, vale decir en trminos de hechos consumados. Se los piensa segn una lgica que es-tablece, por un lado, categoras tales como clases, ideologas, instituciones, entendidas como formaciones ya estructuradas, y, por el otro, obras o significaciones concretas a las que se percibe como realizaciones del modelo categorial, en un movimiento casi deduc-tivo. Por este procedimiento, piensa Williams, se desvanece la textura del presente y con ella se desvanece tambin la presencia de lo actual, es decir la trama de relaciones sociales, ideologas, instituciones, prcticas, etc., tal como son experimentadas y tal como se vin-culan con ellas quienes son sus contemporneos. Las incertidumbres, las tensiones,-los deslizamientos de sentido,_la variada gama de nexos que se. establecen con las. significaciO' nes heredadas^en fn, todas ks formas de conciencia prctica que acompaan la emergen cia de un .nuevo jmQ.m^^T^p.riccr,--se. retraen bajo el ex^en'"q%pensa.Ios. cambios so- / j ". ci cultrales slo como fait accompli. La structure of feeling sera, precisamente, el/ I instrumento para captarlos como proceso vivido. ' , 1

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  • LITERA TURA /SOCIEDAD

    mantener. Vehculo de una heterodoxia radical o alternativa de reforma de un discurso intelectual fosilizado: entre estos dos puntos del arco de posicio-nes posibles, los movimientos pueden mantener relaciones diversas con el establishment institucional y producir diferentes efectos sobre l. Ms an: un movimiento puede provocar nuevas cristalizaciones institucionales o tomar posiciones dentro del marco organizacional ya existente.

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    V

    D E L LECTOR

    EL PUBLICO LITERARIO

    La existencia de lectores es un hecho social, caracterizado por relaciones especficas entre ellos, las obras literarias y un campo cultural, donde se im-parten e imponen las destrezas y disposiciones necesarias para la percepcin de la literatura. "Qu es, en efecto, se pregunta Zumthor (cit. en Corti, 1976, 61), una lectura verdadera, sino un trabajo donde se encuentran implicados el lector y la cultura en la que participa? Trabajo correspondiente al que produ-ce el texto y donde estuvieron implicados el autor y su propio universo". La afirmacin radical de Escarpit, conjugada en tiempo pasado^ "quien quiera saber qu es un libro, debe saber en primer lugar cmo fue ledo", se podra poner del revs: para saber qu es un lector, es preciso conocer cmo y cu-les libros lee. Tendramos entoncesjarradosdos-compoentes de saTrelacin tricficirAirt^-Ub^^^ que es la relacin literaria, cuyas formas son di-ferentes en el curso' d la historia y crean sistemas de produccin y reproduc-cin de textos y de su propio pblico. Pero tambin podramos adoptar una perspectiva futura que, sesgada por el optimismo cultural de Wilkie Collins, deposita la clave del porvenir de la literatura en sus lectores. En efecto, el novelista ingls escribi hace ms de cien aos: "Quiz parezca decir dema-siado, que el futuro de la ficcin en Inglaterra descansa sobre este Pblico Desconocido un pblico lector de tres millones que est fuera del recinto de la verdadera civilizacin literaria, que est esperando que se le ensee la di-ferencia entre lo bueno y lo malo. Probablemente sea slo cuestin de tiempo. La gran audiencia de la literatura peridica, en esta edad de peridicos, de-ber obedecer la ley universal del progreso y, tarde o temprano, aprender a discriminar. Cuando llegue ese momento, millones de lectores consagra-rn las reputaciones ms altas, otorgarn las recompensas ms elevadas y, en consecuencia, ordenarn los servicios de los mejores escritores de la po-ca" (cit. en Leavis, 1979, 19). Si los detractores de la industria cultural se han comprometido en la crtica a la profeca de Collins, no puede negarse en cam-bio que esa ingenua confianza en el "bien comn" de pblico y literatura encerraba, entre algunos errores, una verdad: la del. vnculo, en el caso de la literatura moderna reivindicado o vituperado como mercantil, entre pblico y literatura. Expresado de manera clsica, podra decirse que los modos de produccin literaria producen no slo textos sino~M^ioffesH^