Revista Fragmentos Del Pasado 2016-001

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    REVISTA DE ARQUEOLOG A REVISTADA ARQUEOLOGIA

    N 1 2016FRAGMENTOS DO PASSADODEL PASADO ISSN 2422-622X

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    FRAGMENTOS DO PASSADOR E V I S T A D E A R Q U E O L O G A R E V I S T A D A A R Q U E O L O G I A

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    FRAGMENTOS DEL PASADO - DO PASSADOes una publicacin semestral dedicada a las ciencias sociales. Su objetivoprimordial es la divulgacin cientca de la antropologa, arqueologa, patrimonio, museos, historia de la arqueologa y

    colecciones arqueolgicas.FRAGMENTOS DEL PASADO - DO PASSADO uma publicao semestral dedicada s cincias sociais. O seu principalobjetivo a divulgao cientca da antropologia, arqueologia, patrimnio, museus, histria da arqueologia e coleesarqueolgicas.

    FRAGMENTOS DEL PASADO - DO PASSADOis a semiannual journal devoted to social science. Its main objective is scienticcommunication of anthropology, archaeology, heritage, museums, history of archaeology and archaeological collections.

    Editores ResponsablesEditores ResponsivesEditorial Commie

    Lucio Menezes FerreiraUniversidade Federal de Pelotas(Pelotas)

    Javier NastriConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y TcnicasFundacin de Historia Natural Flix de AzaraDepto. de Cs. Nat. y Antropolgicas, CEBBAD, Universidad Maimnides(Buenos Aires)

    Comit EditorComit EditorEditor Commie

    Milena AchaMuseu de Arqueologia e Etnologia, Universidade de Sao Paulo(Sao Paulo)

    Eva A. CalominoConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y TcnicasInstituto de Arqueologa, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires(Buenos Aires)

    Violeta CantarelliConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y Tcnicas

    Fundacin de Historia Natural Flix de AzaraUniversidad Maimnides(Buenos Aires)

    Fundacin de Historia Natural Flix de AzaraDepartamento de Ciencias Naturales y AntropolgicasUniversidad Maimnides - Hidalgo 775 P. 7Ciudad Autnoma de Buenos Aires - Repblica Argentina(54) 11-4905-1100 int. 1228 / www.fundacionazara.org.ar

    FRAGMENTOS DEL PASADO - DO PASSADO,revista de la Fundacin de Historia Natural Flix de Azara.

    Impreso en Argentina - 2016Se ha hecho el depsito que marca la ley 11.723. No se permite la reproduccin parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, latransmisin o la transformacin de esta revista, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrnico o mecnico, mediantefotocopias, digitalizacin u otros mtodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infraccin est penada por las leyes11.723 y 25.446.

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    Daniela S. Caete MastrngeloConsejo Nacional de Investigaciones cientcas y tcnicas. Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos AiresInstituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano(Buenos Aires)

    Sebastin F. Cohen

    Museo Etnogrco J. B. Ambrosei, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires(Buenos Aires)

    Sofa GandiniFundacin de Historia Natural Flix de Azara(Buenos Aires)

    Marcelo Garca da RochaUniversidade Federal de PelotasUniversidad de Buenos Aires(Pelotas)

    Agustina LongoFacultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata(La Plata)

    Mara Jos SaleaAsociacin de Investigacin AntropolgicaUniversidad de Buenos Aires(Buenos Aires)

    Comit AsesorComite ConsultivoAdvisory Commie

    Claudia AugustatWeltmuseum Wien(Viena)

    Mara Alba BovisioInstituto de Teora e Historia del Arte Julio E. Payr, Dpto. de Artes, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos AiresInstituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martn(Buenos Aires)

    Marcelo CampagnoConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y TcnicasUniversidad de Buenos Aires(Buenos Aires)

    Horacio ChiavazzaFacultad de Filosofa y Letras, Universidad Nacional de Cuyorea Fundacional, Municipalidad de Mendoza(Mendoza)

    Per CornellDepartment of Historical Studies, University of Gothenburg(Gotemburgo)

    Felipe Criado-BoadoInstituto de Ciencias del PatrimonioConsejo Superior de Investigaciones Cientcas(Santiago de Compostela)

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    Rafael CurtoniConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y TcnicasFacultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Pcia. de Buenos Aires(Olavarria)

    J. Carlos Dez Fernndez-Lomana

    Universidad de Burgos(Burgos)

    Manuela FischerEthnologisches Museum, Staatliche Museen zu BerlinPreuischer Kulturbesi(Berln)

    Cristbal GneccoDepartamento de Antropologa, Universidad de Cauca(Popoyn)

    Andrs IzetaInstituto de Antropologa de CrdobaConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y TcnicasMuseo de Antropologa, Facultad de Filosofa y Humanidades, Universidad Nacional de Crdoba(Crdoba)

    Laura QuirogaConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y TcnicasInstituto Dr. E. Ravignani, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires(Buenos Aires)

    Mara Cristina ScaolinConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y TcnicasMuseo Etnogrco J. B. Ambrosei, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires(Buenos Aires)

    Carlota SempConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y TcnicasFacultad Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata(La Plata)

    Guillermo WildeConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y TcnicasInstituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martn(Buenos Aires)

    Andrs ZarankinUniversidade Federal de Minas GeraisDep. de Antropologia e Arqueologia

    (Belo Horizonte)

    DiseadorDesenhistaDesigner

    Mariano Masariche

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    EvaluadoresAvaliadoresEvaluators

    Mariano BonomoConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y Tcnicas

    Museo de La Plata, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata(La Plata)

    Horacio ChiavazzaFacultad de Filosofa y Letras, Universidad Nacional de Cuyorea Fundacional, Municipalidad de Mendoza(Mendoza)

    Per CornellDepartment of Historical Studies, University of Gothenburg(Gotemburgo)

    Clarisa Otero

    Consejo Nacional de Investigaciones Cientcas y TcnicasInstituto de Geologa y Minera, Universidad Nacional de JujuyInstituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires(Tilcara)Lucas Pereyra DomingorenaConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y TcnicasMuseo Etnogrco J.B. Ambrosei, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires(Buenos Aires)Flavia ZorziConsejo Nacional de Investigaciones Cientcas y TcnicasInstituto de Arqueologa, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos AiresCentro de Arqueologa Urbana, Facultad de Arquitectura, Diseo y Urbanismo, Universidad de Buenos Aires

    (Buenos Aires)

    Fotografa de tapa de este nmero: Vista de corral histrico cercano a Pichanal 3, Sierra del Cajn, Catamarca.Daniel Rampa 2010.

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    EDITORIAL

    Fragmentos del pasado - do Passado. Revista de arqueologa es un nuevoespacio para la publicacin de investigaciones originales, ensayos crticos,traducciones, reseas y catlogos de materiales. Junto con el conocimiento

    de contextos histricos particulares, tambin sern priorizados los aspectospatrimoniales, y de historia de la disciplina. As, en este primer nmero,Tantalen aporta un completo recorrido por la historia del Museo Nacionalde Lima, y Rodrguez resea y discute la posicin de Cristbal Gnecco enrelacin con la multivocalidad. Los catlogos e informes de colecciones deHernndez de Lara y Rodrguez Tpanes (Castillo de San Severino, Cuba), yCantarelli y Longo (Sierra del Cajn, provincia de Catamarca), por su parte,constituyen casos de publicacin de materiales arqueolgicos doblementereferenciados en detalle. Esto signica que tanto en el caso de piezas completascomo fragmentos, se proveen las precisiones necesarias para la identicacin

    de cada elemento individual presentado. Las fotografas y la descripcin delos elementos con cdigos de numeracin explcitos, se suman a los datosde ISSN de la revista para constituir una forma de referencia que permitala comunicacin sin ambigedades entre observadores independientes, deforma permanente. De esta manera, por ejemplo, un pequeo fragmentode la Sierra del Cajn podr ser identicado universalmente de aqu enms como: 2422-622X-1-4-690. Esto facilitar el aprovechamiento de lainformacin publicada en esta u otras revistas, en posteriores contribuciones,valorizando el producto de la labor arqueolgica y las colecciones de museosy otras instituciones en las que se almacenan objetos arqueolgicos. Msde un siglo de trabajos de extraccin exigen una adecuada conservacin,inventario y difusin pblica de los materiales recolectados, como una formade valoracin de los mismos, respeto a la memoria de los antiguos y deberhacia las comunidades herederas de los productores de los objetos.

    El mismo espritu de puesta en valor de la experiencia disciplinar guala inclusin de la traduccin del trabajo de ten Kate de 1894, Informesumario sobre una excursin arqueolgica por las provincias de Catamarca,de Tucumn y de Salta, aparecido en la Revista del Museo de La Plata. Latraduccin del francs, realizada por Carlota Romero, contribuye a difundir

    la informacin sobre el origen de una de las colecciones del Museo de LaPlata que se encuentran an hoy esperando estudios que aprovechen todo supotencial.

    Este primer nmero de Fragmentos, est dedicado a la memoria de JosAntonio Prez Golln (1937-2014), quien tanto hizo por los museos argentinos,la conservacin y difusin del patrimonio y el estudio crtico y profundo delos antiguos sentidos de la cultura material, en el seno de la vida social de lacual formaron parte.

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    ISSN 2422-622X

    Henry Tantalen

    Instituto Francs de Estudios Andinos, Lima/Becario Prometeo, Escuela Politcnica del Litoral,Guayaquil. Jirn Francisco Vidal 414, Lima 05, Per. [email protected]

    FUNDACIONES Y MUDANZAS DEL MUSEO

    NACIONAL DEL PERFoundations and movings of the National Museum of Per

    Artculos / Artigos / Articles

    N 1 | 2016 | 11-43

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    Resumen. En este artculo se describen y analizan los diferentes momentos y espacios por loscuales ha transitado el Museo Nacional del Per. Asimismo, se contextualiza la ajetreada historiade esta institucin estatal durante la repblica del Per y cmo sus promotores, directores yencargados utilizaron dicho espacio museal para establecer y desarrollar sus agendas particulares e

    institucionales. De esta historia del museo, se desprenden una serie de enseanzas acerca de cmose ha tratado el pasado en el estado peruano y las perspectivas que se deberan tener en cuenta enlos proyectos musesticos de cara hacia el futuro.

    Palabras clave. Museo, museologa, patrimonio cultural, arqueologa, Per.

    Abstract. This article describes and analyzes the dierent times and spaces through which haspassed the National Museum of Peru. Also, we contextualize the hectic history of this state institutionduring Peruvian republic and how its promoters, directors and chairs used this museum space for

    stablish and develop its particulars and institutional agendas. This history of museum, arising aseries of lessons about how the past has been treated by the Peruvian state and perspectives that wewould have taken in account in the future museum projects.

    Key words.Museum, museology, cultural heritage, archaeology, Peru.

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    INTRODUCCIN

    Los museos nacionales son importanteselementos materializadores del proceso

    histrico-poltico por el que han atravesa-do los estados nacin modernos, especial-mente desde el siglo XIX en adelante (verpor ejemplo, Anderson 1993[1993]: 228,Kohl y Fawce (eds) 1995, Gran-Aymerich1998[2001], Daz-Andreu 2007). Estos mu-seos fueron concebidos desde la perspecti-va del estado y las elites polticas e intelec-tuales que los impulsaban en cada uno desus pases con el objetivo de darle sustentoa los discursos que estaban construyendosobre su nacin, discursos todos que se an-claban en los ideales de la Ilustracin Euro-pea y la Modernidad (Benne 1995, 2006).En algunos casos, estos discursos trataronde generar una identidad original pero enotros casos, por la simple replicacin deotras realidades, terminaron siendo unacopia dudosa de sus pares que los inspi-

    raban. As, el museo que como su propionombre en el original griego seala, es eltemplo de las musas, en este caso el templode la inspiracin del sentimiento nacional,patritico, se convierte en un instrumentonecesario para la construccin de la idea denacin, sobre todo en lugares donde estano exista previamente o, mejor dicho, exis-tan otras formas de identidades sociales.

    En el caso de Amrica y, en especial de

    la Latinoamrica postcolonial, este procesocomparte una serie de elementos similaresen tanto pases que fueron dominados porlos imperios espaol y portugus con unafuerte base social indgena y en los cuales,a partir de la independencia de estos impe-rios, las elites criollas ganaron autonomapoltica y econmica (Nez 1989, McEvoy2003, Earle 2006, Gnecco 2010). Sin embar-go, este proceso tambin tuvo devenires

    contextualmente diferentes y, por tanto,la gnesis y desarrollo de sus museos na-cionales sufrieron las consecuencias de lahistoria local a la que necesariamente es-

    tuvieron sujetos. En las ltimas dcadas,historiadores, arquelogos y otros cient-cos sociales han comenzado a explorar lashistorias de estos museos como parte de laconstruccin de las nacientes repblicas la-tinoamericanas y como la institucionaliza-cin del estudio del pasado se dio dentro desus paredes (ver por ejemplo, Botero 2006,Langebaek 2008, De Len 2008, Troncosoet al. 2008, Paredes 2010, Meneses 2010: 22,Rodrguez 2010, Paredes y Erquicia 2013).Incluso, existen estudios que han analizadola concrecin de la idea del pasado a travsde la arquitectura inspirada en la misma ar-queologa maniesta en los museos (PonceSangins 1994: 44, Kuon et al. 2009: 22, 75,Ramn 2013, Yllia 2011).

    Con lo que respecta a este artculo, aquse describen las fundaciones y refundacio-

    nes del Museo Nacional por parte del esta-do peruano y sus constantes mudanzas deedicios en los cuales se albergaban tantosus funcionarios como las colecciones deobjetos que los compusieron en cada mo-mento histrico. Asimismo, se toma encuenta la forma en que los gobiernos deturno han conceptualizado dicho museo ydiferentes colecciones que las han integra-do y le han impreso su especicidad. Ade-

    ms, resulta signicativo en este recuentoresaltar la personalidad que le fue impresaa dicha institucin por sus diferentes direc-tores y en la que se deja entrever su forma-cin profesional y su perspectiva de lo quedeba ser un museo nacional en el Per.

    Por ser el lugar donde se generan inte-resantes dialcticas entre sujetos y objetos,materialidad e ideologa, arqueologa e his-toria, estados y poblaciones, el museo na-

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    cional es un espacio privilegiado para em-pezar a entender las complejas redes que setejen entre todos los actores que participanconsciente e inconscientemente en la cons-

    truccin del pasado, presente y futuro decada sociedad.

    UNA HISTORIA DEL MUSEONACIONAL EN EL PER

    Resulta interesante observar que el Mu-seo Nacional del Per, a pesar de ser unainstitucin que comenz prcticamente

    con la instauracin de la repblica, no hayaameritado un texto que recoja su historiacon cierto detalle. En esa lnea, los intentosms importantes han sido el erudito traba-jo de Julio C. Tello y Toribio Xesspe (1967),el anlisis sinttico de Luis G. Lumbreras(1986), la recopilacin de datos de RoggerRavines (2000) y la importante historia delMuseo Nacional en sus primeras etapasrealizada por Fernando Aylln (2012). Sinembargo, la mayora de estos trabajos fue-ron parciales o enfocados en un periodopero, sobre todo, se mantuvieron dentro deuna perspectiva internalista1(sensuTrigger2006) de la institucin. Este vaco es cubier-to en parte por el aporte de Yazmn L-pez Lenci (2004) quien ubica el proceso deconstruccin del pasado en el contexto dela poltica y de los intelectuales en el Per,

    especialmente en el siglo XIX y comienzosdel XX.Si bien, por cuestiones de espacio, en este

    artculo no se hace un desarrollo extensivodel contexto socioeconmico y sociopolti-co en torno a la gestacin del Museo Nacio-nal, en otros trabajos (Tantalen 2008, 2010,2014) hemos adoptado dicha perspectiva ypodra ser benecioso que el lector las con-sulte. Asimismo, otros colegas han hecho

    estudios puntuales sobre momentos hist-ricos concretos en el desarrollo del MuseoNacional y a los que se remite al lector parauna mayor profundizacin. Lo que se quie-

    re hacer aqu es simplemente trazar una l-nea de desarrollo histrico y los elementosms relevantes en cada momento. Para msadelante, queda el trabajo relacionado conlos mismos archivos de los museos aqumencionados.

    La fundacin del Museo Nacional (1822)

    Como parte del proceso de independen-cia de Espaa y tras la creacin de la Rep-blica del Per, uno de los elementos necesa-rios siguiendo los ejemplos europeos espe-cialmente, fue el de generar una identidadnacional que rena y resuma lo que serala peruanidad. As, como otros pases, unelemento que podra materializar y gene-rar dicha identidad sera la construccin deun Museo Nacional. Segn Julio C. Tello yToribio Meja Xesspe (1967: 1), la iniciativade fundar un Museo Nacional provendradel argentino Bernardo de Monteagudo,Ministro de Gobierno y Relaciones Exterio-res e idelogo clave del libertador Jos deSan Martn (McEvoy 2006: 68, Walker 2009:246). Adentro de las discusiones sobre lafrmula del naciente gobierno peruano,Monteagudo resalta por proponer un ideal

    conservador ms vinculado con el modelode la monarqua constitucional, especial-mente desde las reuniones que presidaen la Sociedad Patriticade Lima (Walker2009: 246). Es en este contexto de polmicasideolgicas, especialmente entre conser-vadores y liberales y en el que an no sehaba conseguido la independencia plenadel Per de Espaa (la cual solo se sellaracon la batalla de Ayacucho de 1824) que el

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    Museo Nacional del Per fue fundado se-gn decreto de Bernardo de Torre Tagle (enausencia del General Jos de San Martn) el2 de abril de 1822.

    Sin embargo, para la consecucin de di-cho propsito la naciente repblica no des-tin un presupuesto propio para el diseoy la construccin de un edicio destinadoa ser el Museo Nacional del Per. Por ello,el primer local asignado segn aviso del 16de mayo de 1822 publicado en la Gaceta delGobierno fue un edicio de poca colonial:el Colegio de La Libertad (Ravines 2000:23) en el cual tambin se alojara la Biblio-

    teca Nacional del Per. Este edicio habapertenecido a la Orden de la Compaa deJess bajo el nombre de Colegio Mximo deSan Pablo hasta 1767 cuando fueron expul-sados y en 1768 se le cambi el nombre aColegio del Prncipe (Padr y Tamayo 1992:342). Adems, de la biblioteca all reunidapor los jesuitas, una coleccin de antige-dades e historia natural parece haber existi-do all (Nez 1971) y habra sido la prime-ra coleccin que form el ncleo originaldel Museo Nacional del Per.

    Sin embargo, el investigador suizo Jo-hann Jakob von Tschudi, comenta que estemuseo no funcion sino hasta 1826 (Ravi-nes 2000: 24, Castrilln 2000: 261, Vargas2009:11). De hecho, el local del Colegio de laIndependencia donde funcionaba la Biblio-teca Nacional fue ocupado y saqueado por

    los ejrcitos realistas en 1823 y 1824 duran-te sus incursiones a Lima (Padr y Tamayo1992: 346) y all se habran perdido muchasde las antigedades all conservadas. As,para 1824 posiblemente no exista ningunacoleccin signicativa de antigedades enel local donde se fund el Museo Nacionaly tendra que refundarse en otro lugar.

    Primera mudanza: de la BibliotecaNacional a la Santa Inquisicinde Lima (1826)

    La instalacin denitiva del museo sedara en 1825 cuando Hiplito Unnue, en-tonces Ministro de Gobierno y RelacionesExteriores de Simn Bolvar, expide un de-creto el 2 de diciembre de 1825 donde dis-pone que dos salones del antiguo Tribunalde la Santa Inquisicin de la poca virreinalsean ocupados para tal n. Sin embargo, eldecreto solo menciona que esos dos salonesse dedicasen a un museo de pinturas (Ay-

    lln 2012: 30).As, el Museo Nacional ocupara los am-

    bientes principales del antiguo Tribunal deLa Inquisicin de 1826 hasta 1836 (Aylln2012: 24) en un edicio que se encontra-ba ubicado en la plaza del Congreso de laRepblica o Plaza Bolvar. Segn Aylln(2012: 32): El gran impulsor de la creacin delMuseo Nacional fue don Mariano Eduardo deRivero y Ustriz, quien haba regresado al Peren 1825 de su estada en Bogot, Colom-bia, donde se haba desempeado comodirector del Museo Nacional de Colombia(1823-1825).

    Figura 1.Monumento a Simn Bolvar con la fachadadel local del Tribunal de la Inquisicin.

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    Rivero haba sido reclutado por Francis-co Antonio Zea en Pars para dirigir dichomuseo (Botero 2006: 101) y su vocacinfue la de un naturalista el a la tradicinde Europa occidental donde se haba for-mado. De hecho, Rivero, adems de haberestudiado en Pars y Londres, haba sidodiscpulo del sabio alemn Alexander vonHumboldt (Daz-Andreu 2007: 182) quienlo haba recomendado a Simn Bolvar (Bo-

    tero 2006: 102).Las colecciones del Museo Nacional fue-ron reunidas gracias a las donaciones dediferentes fuentes. De hecho, el 8 de abrilde 1826, el Ministerio de Gobierno y de Re-laciones Exteriores envi una circular a losprefectos, intendentes, municipalidad y p-rrocos del territorio nacional para que do-naran, entregaran o remitieran al Museo Na-cional las especies minerales, conchas, animales

    vivos o disecados, plantas medicinales, tejidosy preciosidades extradas de las huacas, y otrosobjetos dignos de exhibicin y conservacin.(Tello y Meja Xesspe 1967: 3).

    En 1827, el viajero britnico Henry ListerMaw (1973[1827]: 140) menciona que: Hayun pequeo museo que contiene principalmenteantiguas curiosidades peruanas y minerales.Sin embargo, y pese a sus esfuerzos porconseguir colecciones y darle un sentidocientco al Museo Nacional, Rivero y Us-tariz es despedido por el gobierno del Perpor cambios polticos en 1828 y parte conrumbo a Chile hasta 1832. Un ao despus

    de la partida de Rivero, en 1829, CharlesSamuel Stewart (1973[1829]: 331-332) visitel Museo Nacional en la sede del tribunalde la Inquisicin y la que sigue es su im-presin:

    Visit despus acompaado por el seorPrevost, el edicio que ocupaba la Inquisicinantes de ser abolida. Parte de l est usada aho-ra como crcel ordinaria y otra como cuartelmientras que las salas principales estn desti-nadas al Museo Nacional, bajo la direccin dedon Eduardo Rivero, un inteligente cientcoperuano educado en Europa y ahora director dela Casa de Moneda.

    Fue nuestra esperanza encontrar a este ca-ballero en el Museo pero no tuvimos suerte dehallarlo y un secretario nos mostr la coleccin.Es pequea y por el momento de poco inters yvalor. El estante de minerales es el ms comple-

    to, pero no es rico en su exhibicin, aun en losminerales de oro y plata del pas. En cada esqui-na de la sala principal, en una caja de vidrio,hay una momia o cuerpo en el mismo estado depreservacin en que se le extrajo de las antiguastumbas de los indios y todava retiene la formay vestidos del entierro. Los vendajes y envoltu-ras del cuerpo son de tela de algodn, de natextura y todava de colores rmes y brillantes.En este clima la sequedad del suelo es tal que

    Figura 2. Mariano Eduardo de Rivero y Ustariz.

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    la descomposicin no se realiza sino despus demucho tiempo y probablemente hace muchoscientos de aos estas formas fantasmagricasvivan y eran actores en el teatro de la vida.

    Entre los artculos aborgenes de curiosidadest el cetro de los Incas y una variedad deagradables y curiosamente modeladas garrafasy vasos, algunos ornamentados con oro, pro-bando la habilidad y el logro de los primitivoshabitantes en la manufactura de sus artculosde boato. Hace mucho tiempo se ha extrado unvaso de oro que se considera como el ejemplarms no de artesana antigua conocida hasta elmomento. Est guardado en un cajn especial,

    cuya llave la guarda el seor Rivero, y no pudegozar la oportunidad de admirarlo, pero el seorPrevost, que lo ha visto, me informa que estexquisitamente labrado.

    Se nos hizo notar un juego de arcos y echasque haba sido conseguido en la ltima quin-cena. Perteneca a una partida de indios de laselva, quienes, al ser sorprendidos por una com-paa de la costa, huyeron y los abandonaron.Las tribus nativas nunca han sido sojuzgadaspor extranjeros, ms all de las sesenta o setentamillas de la costa. Siendo los primeros testigosde la opresin y crueldad sufrida por sus veci-nos de la costa, han mantenido el aislamientoen la inaccesibilidad de las montaas y no sola-mente han perseverado en rechazar todo inten-to de intercambio de parte de los blancos, sinoque invariablemente han dado muerte a todoslos mensajeros que se les enviaron, incluyendo

    algunos sacerdotes que en diferentes pocas hanemprendido tan peligrosa empresa. Esto no essorprendente, cuando recordamos que en dema-siadas oportunidades el contacto con los espa-oles ha signicado para ellos la destruccin yla muerte.

    El saln principal del museo es la antigua salade enjuiciamiento del tribunal inquisitorial, unsaln grande y majestuoso, con un rico y her-mosamente tallado cielo raso de cedro.

    Incluso, segn Tello y Meja Xesspe (1967:6) se realiza un pequeo traslado del Mu-seo Nacional en 1830 entre espacios con-tiguos dentro del antiguo Tribunal de la

    Santa Inquisicin, el cual es realizado porlos presos de las carceletas y que estableceel lugar del museo en la antigua Capilla dela Inquisicin. Durante la ausencia de Ri-vero el museo ser dirigido por FranciscoBarreda.

    Nuevos cambios polticos permiten queRivero y Ustariz regrese a Per en 1832 ysea elegido diputado por Caylloma, unaprovincia de su natal Arequipa, y nueva-

    mente dirigir el Museo Nacional hasta1836. Sin embargo, en sus Peregrinacionesde una paria, Flora Tristn (2006[1838]: 484)comenta el lamentable estado en el que seencontraban en 1834 las colecciones delmuseo, durante la segunda direccin de Ri-vero del Museo Nacional:

    Despus de la independencia del Per hasido suprimida la Santa Inquisicin. Se ha es-tablecido un gabinete de historia natural y unmuseo en el edicio que le estaba consagrado.La coleccin reunida se compone de cuatro mo-mias de los Incas cuyas formas no han sufridoalteracin alguna, aunque parecen preparadascon menos cuidado que las de Egipto; de algu-nos pjaros disecados, de conchas y de muestrasde minerales. Todo en pequea cantidad. Lo queencontr de ms curioso fue una gran variedadde vasos antiguos usados por los Incas. Ese pue-

    blo daba a los recipientes que empleaba formastan grotescas como variadas y dibujaba encimaguras emblemticas. No hay en aquel Museo,en materia de cuadros, sino tres o cuatro mi-serables mamarrachos, ni siquiera extendidossobre un bastidor. No hay ninguna estatua. Elseor Rivero, hombre instruido que ha vividoen Francia, es el fundador de este museo. Hacetodo cuanto puede por enriquecerlo, pero no seve secundado por nadie. La repblica no con-

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    cede fondos para este objeto y sus esfuerzos notienen xito alguno.

    Resulta interesante la percepcin que tie-ne Flora Tristn del museo, pues, a pesar de

    no ser una especialista reconoce muy bienla forma en la cual los museos de historianatural deberan funcionar. Tanto en loscomentarios de Tristn y Stewart se puedereconocer la lucha de Rivero por mante-ner en funcionamiento al museo pero que,como sus comentaristas tambin notan, seencuentra desamparado prcticamente porparte del estado.

    Segunda mudanza: de la Inquisicin alHospital del Espritu Santo (1836)

    Pese a todos los esfuerzos de Riveroy el reconocimiento de sus labores pordiferentes intelectuales y polticos: el3 de junio de 1836 el Presidente Luis JosOrbegoso, aduciendo que el pequeo MuseoNacional estaba descuidado y que era un deberdel Gobierno fomentar la ilustracin y arreglarlos establecimientos cientcos, dispuso sutraslado al local del Hospital del Espritu Santo,el que quedaba en la actual cuadra 5 del jirnCallao. (Aylln 2012: 42). Este antiguohospital para marinos y sus parientes, habacomenzado a construirse en 1571 e inicisus funciones en 1575 durante el gobiernodel Virrey Francisco de Toledo (Rab 1985:

    125). Adems, este edicio fue reconstruidotras los profundos daos que sufriera conlos terremotos de 1687 y 1746 (Rab 1985:125). De hecho, dej de funcionar como unhospital tal como fue ideado en 1822. Lahistoria de este edicio durante la repblicafue bastante azarosa siendo utilizado paraun gran nmero de instituciones: Colegiode la Independencia, Escuela de Mujeresde Madame Nussard, Escuela Militar,

    Comisara, Sociedad de Auxilios Mutuos,Escuela de Construcciones, y Minas quese transform en la Escuela Nacionalde Ingenieros. Como referimos arriba, a

    este mismo lugar se le eligi como sededel Museo Nacional entre 1836 y 1839

    justamente los mismos aos que dur laConfederacin Per-Boliviana. Duranteesta poca, se alej a Rivero y Ustarizy la direccin del Museo Nacional fueentregada al Ministro de Gobierno aunquela direccin efectiva estuvo a cargo del sub-director del museo: Flix Brendis (Tello yMeja Xesspe 1967: 12).

    Las colecciones del museo debieron se-guir siendo exiguas por lo que el gobier-no inst nuevamente a los ciudadanos deLima a seguir colaborando con el museohaciendo donaciones de objetos siguiendola tendencia de la poca de reunir objetoscreados tanto por el ser humano y comoelementos extrados de la naturaleza cons-tituyendo una suerte de museo de historianatural: Asimismo, para enriquecer sus colec-ciones, fue reiterada la circular del 8 de abril de1826 invitando a los ciudadanos para que do-nen o vendan las preciosidades que poseyesen.Igualmente, se dispuso el traslado al Museo detodas las colecciones estatales pertenecientes alos tres reinos de la naturaleza as como de cosaspreciosas y antigedades de toda clase. El jueves9 de junio de 1836 se inaugur el nuevo localdel Museo, en donde no durara mucho tiem-

    po. (Aylln 2012: 42).A pesar de ese llamado por parte del es-tado, segn un inventario realizado en ene-ro de 1837, en las colecciones arqueolgi-cas del Museo Nacional que, tambin se ledenominaba Museo de Historia Natural, seregistraban solamente 140 objetos arqueo-lgicos (Tello y Meja Xesspe 1967: 14).

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    19FRAGMENTOS DEL PASADO- DO PASSADO N 1 | 2016 | 11-43

    Figura 3.Museo Nacional (1836-1839). Antiguo Hospital del Espritu Santo (tomado de Aylln 2012).

    Tercera mudanza: del Hospital delEspritu Santo a la Biblioteca Nacional(1839)

    La decisin del gobierno de enviar lascolecciones al Hospital del Espritu Santo,un lugar a todas luces inadecuado para unmuseo y la falta de apoyo econmico ge-neraron una situacin de precariedad del

    Museo y, nalmente, en 1839 el PresidenteAntonio Gutirrez de La Fuente orden que fue-se trasladado al local de la Biblioteca Nacional.El 19 del mismo mes La Fuente dispuso que elColegio de Educandas se trasladase al local delEspritu Santo, limitando el funcionamiento delMuseo a la segunda planta de dicho inmueblehasta que se hiciese su mencionado traslado allocal de la Biblioteca Nacional. Tambin dispusoque la renta producida por el alquiler de la Ca-

    pilla de la Inquisicin se destinase al manteni-miento del Museo. (Aylln 2012: 34)

    De esta manera, el Museo Nacional re-gresa al local de la Biblioteca Nacional ynuevamente, en 1840, Rivero y Ustariz asu-me por tercera vez la direccin del MuseoNacional durante el gobierno del Presiden-te Agustn Gamarra. Sin embargo, otra vezel Museo Nacional a pesar de que tiene al-

    gunas rentas procedentes del estado siguepermaneciendo en una situacin de preca-riedad econmica e infraestructural. El tes-timonio de Johann Jakob von Tschudi (1846citado en Aylln 2012: 43) no puede reejarmejor tal situacin:

    Esta institucin [el Museo Nacional] seencuentra en sus inicios. Carece de importan-cia cientca y se asemeja a aquellas coleccionesde curiosidades que poseen tantos acionados

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    que gustan de reunir todo aquello que pareceinteresante. La mayor parte de los objetos se en-cuentran en varias vitrinas. Es posible que lapequea coleccin se mantenga todava por mu-

    cho tiempo en el actual estado pues los medioscon que cuenta el Museo son muy reducidos; sele asigna solamente 32 pesos duros mensuales,pero todava no podr contar con ellos por mu-cho tiempo ya que estn pendientes de pago lasdeudas contradas por las numerosas mudanzasy la compra de las vitrinas.

    A pesar de dicha situacin descrita, Ri-vero se encarga de acrecentar la coleccina travs de la aceptacin de donaciones y

    la bsqueda por l mismo de especmenesarqueolgicos y de la naturaleza. Realiza-r estas acciones intermitentemente dadassus otras ocupaciones con el estado hasta

    1845. Posteriormente, Nicols Fernndezde Pirola (padre de El Califa, Nicols dePirola), subdirector del Museo Nacionaldurante las ausencias de Rivero y Ustariz,

    se encargar de la direccin del Museo des-de 1845 hasta 1851.Jorge Dulanto (en Aylln 2012: 47) descri-

    be al Museo Nacional en esa poca de estamanera: Ocupa el Museo dos salones del lo-cal de la Biblioteca y si bien, erigido en 1826,no tiene sino algunas antigedades americanas,colecciones del reino mineral y animal, caimanesdisecados, huesos de cetceos, 300 aves y variosfetos monstruosos. [El Presidente Ramn]

    Castilla visita y protege el Museo. Le obsequia en1847 un cuadro que representa el rbol geneal-gico de los 14 Incas del Per y, al saber que lanegra Narcisa Artola, casada con negro, ha pari-

    Figura 4.Museo Nacional (1839-1872). Biblioteca Nacional (tomado de Aylln 2012).

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    do muertos mellizos blancos como la leche, losremite al Museo para asombro y estudio de lasgeneraciones. 1.200 pesos al ao, el sueldo deFernndez de Pirola, y casa, un sector en los

    altos del Museo, le permiten vivir con holgura ytener otros hijosNiclas Fernndez de Pirola muere en

    1857, el mismo ao que su compaero y co-laborador Rivero y Ustariz. Dos aos des-pus de la muerte de ambos, en 1859 Karlvon Scherzer, un naturalista alemn quien,a su vez, formaba parte de la expedicincientca organizada por Alexander vonHumboldt (Aylln 2012: 48) describi al

    Museo Nacional, en estos trminos:En un ala del mismo edicio en que se en-

    cuentra la Biblioteca se halla tambin el MuseoNacional. El mismo ocupa apenas dos salas deregular tamao. Los objetos histrico-naturalesse encuentran en psimo y descuidado estado,principalmente la coleccin ornitolgica queest en peligro de ser devorada ntegramentepor los insectos.

    Lo ms importante son algunas antigedadesperuanas, armas, momias y los llamados huacoso vasijas cermicas, ollas y otros artculos de an-tiguas tumbas indias. El acionado a la historiase interesar principalmente por los retratos detodos los virreyes y gobernadores del Per, loscuales cuelgan en las paredes del primer salnen orden cronolgico desde Pizarro hasta LaSerna.

    Segn Manuel Atanasio Fuentes (1861:

    109 citado en Aylln 2012: 49), en su Guadel viajero en Lima: Hacia 1861 el Museocontaba con una coleccin compuesta por 5.330objetos de mineraloga, zoologa, antigedadesperuanas y extranjeras, curiosidades y objetosde arte. Ms adelante seala:La coleccinse enriqueci en 1869 al ordenar el Gobiernola adquisicin de los especmenes recolectadospor Antonio Raimondi en sus viajes. (Aylln2012: 49).

    Raimondi quien haba llegado al Per en1849 desde su natal Italia, haba generadouna importante coleccin fruto de sus ex-pediciones por el Per, las cuales incluan

    adems de especmenes especcamente re-lacionados con la historia natural tambinobjetos arqueolgicos (Villacorta 2006).

    El Museo Nacional se encontrara alber-gado en algunas salas de la Biblioteca Na-cional hasta 1872. Sin embargo, como en elpasado, el museo segua encontrndose enpsimas condiciones y para 1872 ya se esta-ba realizando el traslado de los materialesal Palacio de la Exposicin. Thomas Hutch-

    inson (en Meja Xesspe 1967: X) describa lasituacin del Museo Nacional en 1872 deesta manera:

    Despus de visitar la Biblioteca Nacional,volteando a la izquierda, debajo de la misma ar-cada llego a una puerta que alguna vez fue ver-de y que ahora tiene un color indenible por eldeterioro de los aos. Por la leyenda de afuera sesabe que es el Museo Nacional aunque tiene uncerrojo tan grande como el de la Gran Portadade Londres, el portero no sabe nada de la llave.Yo, repetidas veces, he llegado a la puerta de estemuseo durante mi estada en Lima, pero el can-dado estaba siempre all[]. Como yo fui unode los del Comit encargado de la inspeccin deltraslado al Palacio de la Exposicin, tuve, nece-sariamente que conocer lo que el museo conte-na. Esto fue una decepcin para m. Sobre susparedes estn colgados los retratos de todos los

    virreyes; fuera de esto las colecciones constan devarios centenares de aves y algunos animalesmonstruosos de dos cabezas. Y esto es todo. Ladocena o dos de utensilios de alfarera que habatenido el museo haban sido ya trasladadas alPalacio de la Exposicin, y el resto no vala elcosto del traslado.

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    Cuarta mudanza: de la BibliotecaNacional al Palacio de la Exposicin(1872)

    El Palacio de la Exposicin al que hacareferencia Thomas Hutchinson era un edi-cio de estilo neorrenacentista o neoclsi-co afrancesado, pues, de hecho, los planosfueron encomendados a la Casa Eiel dePars y fue construido para la ExposicinInternacional de 1872. El Palacio fue cons-truido en una gran zona de parques (Par-que de la Exposicin) al sur del casco anti-guo de Lima en el actual Paseo Coln. Este

    proyecto arquitectnico y urbanstico seinscriba dentro de las tendencias mundia-les que queran reejar su progreso en loscampos econmicos, polticos y, claro est,en el ideolgico. Su exhibicin para el res-to del mundo generara el establecimientode una serie de formas de autodenirse y(re)presentarse como nacin ante el mun-do. Son los aos en que las clases medias y

    artesanales desarrollan una idea de nacinanclada en los valores republicanos-demo-crticos expresada de mejor manera en elPartido Civil, liderado por Manuel Pardo y

    Lavalle quien lleg al poder en 1872 (McE-voy 2003: 385).Al nalizar la Exposicin Internacional

    de 1872 no se encontr mejor destino allujoso edicio que albergar las coleccionesque fueron base para el Museo Nacionaldel Per. De hecho, durante la exposicinse haban colocado una serie de objetos decarcter arqueolgico e histrico. SegnAylln (2012: 49): El 17 de diciembre de 1872

    el Presidente Manuel Pardo dispuso que seestableciera una Sociedad de Bellas Artes, en-cargada de la administracin del Palacio de laExposicin y que se destinasen sus salones: Alestablecimiento de un museo general, al de unaescuela de pintura y escultura, y al de un con-servatorio de msica. En los considerandos dela norma se deca que era necesario proveer a laconservacin del mencionado local a la vez que

    Figura 5.Palacio de la Exposicin (alrededor de 1906).

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    darle una aplicacin ms provechosa. As se ori-gin el traslado del Museo Nacional al Palaciode la Exposicin.

    Ms adelante en 1879, especcamente el

    3 de febrero, [] el Presidente Mariano Ig-nacio Prado, a travs de un decreto, cambi elnombre de la Sociedad de Bellas Artes por el deSociedad de Exposiciones. El artculo 2 sealcomo sus funciones:1. La direccin, fomento y conservacin del Pala-cio de la Exposicin, sus parques y jardines;2. La del Museo, galera de pinturas histricas ynacionales, y antigedades peruanas que existenen las salas del Palacio;

    3. La de aclimatacin de plantas en los jardinesy parques;4. La del jardn zoolgico; y5. La organizacin de exposiciones internaciona-les o departamentales, anuales, a juicio de la So-ciedad, con los elementos y rentas que se ponen asu disposicin y los dems que por s se procure.(Aylln 2012: 49).

    Poco tiempo despus, todo lo que se ha-ba logrado durante ms de medio siglo detrabajo fue saqueado por las tropas chilenasdurante la ocupacin de Lima (1881-1883)(Lpez Lenci 2004: 90, Gnger 2009: 695).Este saqueo signic el nal de esta pocadel Museo Nacional. Hugo Zller, un viaje-ro alemn que estuvo en el pas durante laocupacin chilena comenta lo siguiente:

    Sobre el feo edicio de gobierno en Lima,que Lynch se haba escogido como cuartel gene-

    ral, tremolaba la bandera chilena, y cuando mequise informar sobre el Museo, que debi habersido muy hermoso, se me dijo que los chilenos,al estilo de Napolen, se lo haban llevado todo aSantiago. Fui yo al Palacio que antes llamabande la Exposicin y al parque del mismo nombre,una especie de Tvoli, pero encontr all un cam-pamento. Los hermosos rboles estaban en partedesmochados y haban sido utilizados como lea,las ventanas del palacio haban sido arrancadas y

    vendidas (Zller citado en Aylln 2012: 50)A su vez, Zller cita a Toms Caivano

    quien ofrece ms detalles sobre la destruc-cin del Museo Nacional y el saqueo del Pa-

    lacio de la Exposicin:La Exposicin Nacional era un bellsimo pa-seo pblico que contaba con una buena coleccinzoolgica y muchsimos objetos de arte y de valor,pruebas palpables del adelanto artstico e indus-trial del Per.

    La parte alta del Palacio encerraba, tambin,riqusimas colecciones de diferentes clases, cuyoprecio era incalculable. Pero Poda dejarse todoesto en poder del Per? No! Cunto de bueno, de

    bello, de til, de valioso se hall all fue remitido aChile y lo que no pudo ser enviado fue destruidosin compasin.

    Los parques de la Exposicin fueron arrasados;los caballos de las tropas chilenas pastaron enellos...

    Y debe tenerse presente que, pocos das antesde librarse las batallas de San Juan y Miraores,el Palacio de la Exposicin fue convertido en hos-pital de sangre, bajo el amparo de la Cruz Roja, yque en l fueron atendidos, despus de esas accio-nes de armas, por mdicos notables y por matro-nas distinguidas, los heridos peruanos y chilenos,indistintamente, en los primeros momentos.

    Sigue Aylln (2012: 40): En un vano in-tento por evitar la destruccin o el robo de lascolecciones del Museo Nacional, algunos obje-tos fueron escondidos antes de la entrada de lastropas chilenas. Sin embargo, la versin que

    Aylln (2012: 40) recoge del mismo generalchileno Patricio Lynch con respecto al sa-queo del museo nacional es algo diferentey ms detallada:

    Los numerosos objetos de arte exhibidos enla Exposicin de Lima y comprados por el Go-bierno del Per, haban corrido antes de nues-tra entrada triunfal, la suerte de casi todos losbienes nacionales de este desgraciado pas, tannotable por sus riquezas como por su mala ad-

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    ministracin. Los de ms valor y estima ha-ban sido apropiados por particulares sinttulo alguno.

    Al tener conocimiento de los ltimos desas-

    tres de la guerra, que tuvieron lugar a las puer-tas de la capital, individuos interesados se apre-suraron a extraer del Palacio de la Exposicincuanto les fue posible, por cuyo motivo era demuy poca importancia lo que quedaba cuandofue ocupado por nuestra fuerza.

    Lleg, sin embargo, a m conocimiento queuna cantidad considerable de aquellos objetos sehallaba guardada en bodegas y lugares ocultos,pero que no me fue difcil descubrir y orden a

    la jefatura que los tomar e hiciera el correspon-diente inventario.

    Accediendo a los reiterados pedidos que se mehaban hecho desde Chile, resolv remitirlos adisposicin del seor intendente y comandantegeneral de armas de Valparaso, dejando aque-llos en cuyo embalaje y conduccin no vala lapena gastar.

    El 20 de octubre (1881) envi por el vaporChile la primera remeza de 14 cajones y en 25del mismo mes, la segunda, compuesta de 24bultos y varias piezas de mrmol y de hierro.La tercera fue directamente a disposicin de U.S. (el Ministro de Guerra y Marina de Chile),por el transporte Amazonas, el 14 de diciembre,acompaada de una minuta en que se anotabael contenido de 227 cajones, consistentes, en sumayor parte, en estatuas, guras y jarrones, al-gunos rotos, por haber permanecido largo tiem-

    po aglomerados y en desorden.La historia de la estela Raimondi, unafamosa estela de piedra granito de estiloChavn reeja bastante bien la situacinpreviamente apuntada. En primer lugar, laestela Raimondi fue extrada del pueblo delmismo nombre en la sierra de Ancash porel italiano Antonio Raimondi en 1871 y fueexpuesta en el Parque de la Exposicin du-rante el evento internacional anteriormente

    mencionado. Durante el saqueo del Palaciode la Exposicin, la estela se salva de serexpoliada por haber sido camuada en unparaje del Parque donde se encontraba el

    Museo Nacional (Villacorta 2006: 69). Estaparte de la biografa de la estela Raimondi,da cuenta del nivel de abandono en el quese encontraba el patrimonio arqueolgico ehistrico de Per y, en especial, el del Mu-seo Nacional del Per durante la ocupacinde Lima por el ejrcito chileno. Jos ToribioPolo (citado en Tello y Meja Xesspe 1967:50), comenta cmo logra hallar la estelaRaimondi un ao despus de la llegada de

    los ejrcitos del pas del sur a Lima: pude aln encontrarla donde menos lo pens: en uno delos parques, entre el Club Revlver y la espaldadel Palacio, junto a una acequia, bajo de un -cus y sobre dos palos; teniendo al lado el toscomarco negro de madera en que estuvo colocada.Expuesta a la intemperie, en un lugar no muytransitado, como para que no sea vista, y hastaahora poco (mayo de 1892), al alcance de niostraviesos que retozan sobre ella.

    En los 24 aos posteriores a la ocupacinde Lima por las tropas chilenas el MuseoNacional es inexistente. Por otra parte, esuna poca en que se forman colecciones ar-queolgicas privadas tanto por nacionalescomo por extranjeros, muchas de las cua-les son vendidas a museos de otros pases,especialmente de Europa. Asimismo, el sa-queo de sitios arqueolgicos para vender

    objetos se incrementa dada la desestructu-racin en la que haba quedado el pas trasla guerra. Tendra que llegar el siglo XXpara que nuevamente se retome el proyectodel Museo Nacional.

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    La refundacin del Museo Nacional comoMuseo de Historia Nacional (1906)

    La refundacin del Museo Nacional se

    dio durante el gobierno del presidente JosPardo y Barreda quien haba llegado al po-der dentro de las las del partido civilista.Pardo y Barreda expidi un Decreto Supre-mo el 6 de mayo de 1905, autorizando la or-ganizacin del Museo de Historia Nacionalbajo la dependencia del Instituto Histricodel Per. Dicho Instituto adems de tenerentre sus funciones preservar la documen-tacin escrita deba Conservar los monu-

    mentos nacionales de carcter arqueolgico artstico. En su mensaje al Congreso del28 de julio el presidente Jos Pardo (Aylln2012: 53-54) seal que:

    El gobierno ha creado el Instituto Histrico,destinado a reunir los elementos para escribir lahistoria del Per, formar elMuseo Nacionalyconservar los monumentos histricos.

    Dado el personal que compone el Instituto,hay que esperar que la nueva institucin corres-ponder a los propsitos que la han inspiradoy que ser un estmulo ecaz para el desarrollo

    de los estudios histricos y, en general, para lacultura del pas.

    Gracias a esta medida se inaugura dichomuseo el 28 de julio de 1906, contando con

    la direccin de Max Uhle en la seccin deArqueologa y Tribus Salvajes, contratadopor seis aos, es decir hasta 1911. Por suparte, Jos Augusto de Izcue codirigi elMuseo junto con Uhle. Izcue se encarg dedirigir la seccin De la Colonia y la Repbli-ca (Arellano 2008: 83), puesto que era unestudioso del periodo de la Independencia.Asimismo, Izcue estaba aliado al partidocivilista y lleg a ocupar el cargo de Direc-

    tor General de Instruccin (Hampe Mart-nez 1998: 130).

    Como seala Lpez Lenci (2004: 91) conrespecto a las motivaciones ideolgicaspara tener dos secciones separadas en unmismo museo: Si la seccin colonial y repu-blicana representaba los intereses del proyectoaristocrtico criollo de los antiguos propieta-rios, la seccin arqueolgica con su trabajo conlos restos de las culturas precolombinas las lla-madas antigedades-, congregaba los interesesdel emergente sector empresarial de las clases

    Figura 7. Seccin Arqueolgica del Museo de Historia Nacional (1906).Figura 6.Max Uhle (1906).

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    medias que necesitaban consolidar su carcternacional frente a la expansin capitalista in-ternacional. De esta manera, a comienzosdel siglo XX e institucionalizado desde el

    mismo Estado peruano, se reconocen clara-mente la existencia de las dos principalesposiciones de la intelligentsia limea conrespecto a la construccin de la identidadnacional: la indigenista y la hispanista.

    As, el Museo de Historia Nacional vol-vi a ocupar los ambientes del Palacio de laExposicin pero solamente en los altos (se-gundo piso), un espacio que aunque tenaestructura metlica estaba construido sobre

    todo con quincha a diferencia de la primeraplanta que era de ladrillos. Aun siendo unedicio lujoso para la poca, nuevamentese trataba de un edicio construido paracumplir una funcin diferente a la de unMuseo Nacional.

    Ya que durante la Guerra del Pacco yla consecuente ocupacin de Lima por elejrcito chileno, el antiguo Museo Nacionalhaba sido desprovisto de sus principalescolecciones (Uhle 1906: 401), el nuevo Mu-seo de Historia Nacional debi recomponersus colecciones gracias a la cesin de obje-tos de otras colecciones pblicas y privadas(Hampe-Martnez 1998: 129) Tello y MejaXesspe (1967: 63) nos dan un alcance dela cantidad de objetos que llegaron proce-dentes de otras instituciones y coleccionesprivadas: 994 llegaron por traspaso del Mu-

    seo Municipal de Lima; 126 de la Sociedad Geo-grca de Lima; 115 del Ministerio de Justicia,Culto e Instruccin; 148 se haban compradoen diversos establecimientos de antigedades;y 751 fueron cedidos en prstamo por el colec-cionista Luis N. Larco (ejemplares de cermica,madera, hueso, concha, lagenaria, oro, plata ycobre de la costa norte del pas). Segn Ay-lln (2012: 55-56) las colecciones del nuevoMuseo Nacional ascendan a 2,314 espe-

    cmenes mientras que para Tello y MejaXesspe (1967: 63) sumaban 2,244 objetos.Con este acervo y las instituciones que lorespaldaban el Museo de Historia Nacional

    es inaugurado, con la presencia del Presi-dente Jos Pardo, el 29 de julio de 1906.El rea total del espacio ocupado por el

    Museo de Historia Nacional dentro del Pa-lacio de la Exposicin fue de 3,424 m2con-tando con 5 salas para la exposicin de losobjetos que lo componan. Una sala tena261.10 m2, dos tuvieron 447.00 m2cada unay otras dos 1,134.53 m2 cada una (Tello yMeja Xesspe 1967: 72)

    Al ao siguiente, segn Aylln (2012: 54),en un informe del 23 de agosto de 1907, queest dirigido al Ministro de Justicia, Instruc-cin y Culto, Max Uhle describi al Museode Historia Nacional de esta manera:

    El Museo est formado de tres secciones:una arqueolgica, en que se renen los restos pre-histricos del pas; una de los indios y las tribussalvajes, en que se recogen los tiles, armas, etc.,de los indios de la montaa del pas y llegarn aser representadas tambin las costumbres y tc-nicas de los indios contemporneos de la sierra;y seccin de la Colonia y la Repblica en que seconservan los recuerdos de las grandes pocas dela historia nacional, los de los hombres prominen-tes que han tomado parte en formarla y otros, quepueden ilustrar el desarrollo psicolgico y artsti-co en los periodos modernos del pas.

    A Uhle, dada su experiencia previa en

    formar colecciones para el Museo de Etno-loga de Berln y el Museo de California enBerkeley y la Universidad de Pennsylvania(Kaulicke 2010, Erickson 2010), se le encar-ga el incremento de las colecciones lo cualrealiza a travs de excavaciones en diferen-tes sitios arqueolgicos de Lima y provin-cias (Tello y Meja Xesspe 1967: 73).

    Despus de que a Uhle no se le renovarael contrato, en parte debido a las maqui-

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    naciones de Jos Augusto de Izcue, deja elcargo en 1911 y acepta trabajar en la crea-cin del Museo de Etnologa y Antropolo-ga en Santiago de Chile (Hampe-Martnez

    1998). Uhle deja como acervo 8,675 objetosarqueolgicos (Tello y Meja Xesspe 1967:77-78), lo cual reeja su importante trabajocomo generador y organizador de coleccio-nes e investigador de sitios arqueolgicos.

    De acuerdo a Valcrcel (1981: 262): Comoconsecuencia de una serie de intrigas ocurridasen el Congreso, en 1911 Uhle fue reemplazadoen su cargo por Emilio Gutirrez de Quintanilla.Con el nuevo director se abri en el Museo una

    seccin dedicada especialmente a la arqueologa,que se le encarg a Tello[].. Gutirrez deQuintanilla permanecer como director delMuseo hasta marzo de 1935. Segn Aylln(2012: 57-58): El 12 de junio de 1912, despusde la salida de Uhle, la seccin arqueolgica fueencargada a Julio C. Tello, quien la dirigi hastael 20 de marzo de 1915. La salida de Tello delMuseo Nacional mucho tuvo que ver consu confrontacin con el director del MuseoNacional: Emilio Gutirrez de Quintanilla(ver por ejemplo, Gutirrez de Quintanilla1913). La idea de Gutirrez de Quintanillade lo que debera ser un Museo Nacionalestaba ms vinculada a una visin hispa-nista de la construccin de la identidadnacional- Por tanto, la seccin arqueol-gica (prehispnica) no le merece mayoratencin. Dicha visin tambin lo enfrenta

    naturalmente con Tello quien estaba desa-rrollando su proyecto nacionalista desde laperspectiva indigenista fundamentada enla arqueologa prehispnica y que se expre-sa muy bien en su texto Presente y Futurodel Museo Nacional (Tello 1913).

    A pesar que Tello recibe apoyo del go-bierno de Guillermo Billinghurst para suproyecto museolgico, los recursos econ-micos no llegaron lo que nalmente hace

    que en 1915 Tello abandone su proyecto ypresente su renuncia del Museo de Histo-ria Nacional. Su cargo ser ocupado por elnorteamericano Phillip Ainsworth Means

    entre nales de 1919 y comienzos de 1920quien renuncia prontamente por la falta derecursos para sacar adelante dicha seccindel Museo de Historia Nacional (Tello yMeja Xesspe 1967: 107). Tello proseguirsu lucha por un Museo Nacional con unenfoque arqueolgico y prehispnico des-de la poltica y, aos ms tarde, cristalizarsu sueo gracias a una serie de esfuerzostanto de capitales privados como por parte

    del estado.

    La fundacin del Museo de ArqueologaPeruana de la Avenida Alfonso Ugarte(1924)

    El nuevo Museo de Arqueologa Peruanafue inaugurado el 13 de diciembre de 1924(Tello 1925) durante el gobierno de Augus-to B. Legua quien en su segundo gobiernodesarrollo una corriente ocial del indi-genismo (Walker 2009: 139). En ese contex-to, el museo es dirigido por Julio C. Telloquien desde 1919 y hasta 19212 haba ayu-dado a Vctor Larco Herrera, su promotor ydueo original a organizarlo y adquirir lascolecciones de diversas partes del Per (Te-llo y Meja Xesspe 1967: 115-122). El edicio

    fue construido con el peculio de Vctor Lar-co Herrera quien tambin haba aportadoeconmicamente para la construccin de laPlaza 2 de Mayo como parte de los homena-jes en torno a la celebracin del centenariode la Independencia del Per. El edicio selevanta en la Avenida Alfonso Ugarte, unaavenida que estaba en las afueras de la ciu-dad de Lima en ese entonces. El edicio fuediseado por el arquitecto de origen polaco

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    Ricardo de Jaxa Malachowski3y edicadopor el ingeniero Ricardo A. Cox en un es-tilo que ha sido denominado por GabrielRamn (2013: 37) como Neoperuano aun-

    que curiosamente est inspirado sobre todoen el estilo prehispnico Tiwanaku que seencuentra en el territorio boliviano. La (s)eleccin de elementos Tiwanaku para laconstruccin de este edicio se puede bus-car en el mismo Per en las polmicas en-tre los intelectuales quechuistas y ayma-ristas por la apropiacin cultural de laantigua civilizacin de Tiwanaku (Ramn2013: 39) como tambin en la importante

    inuencia del estilo neotiwanakota en dife-rentes edicios pblicos y privados de Bo-livia y Argentina durante esa poca (PonceSangins 1994: 44, Kuon et al 2009: 77, Yllia2011: 107).

    El edicio con una extensin de 1,392 m2y un frente de 58 metros ms las coleccio-nes arqueolgicas del Museo Larco Herrerafueron adquiridos por el Estado a sugeren-cia de Tello y convertido en Museo de Ar-queologa Peruana en 1924 (Tello y Meja

    Xesspe 1967: 116). Como seala Valcrcel(1981: 263): En 1924 dicho museo, fundadopor [Vctor] Larco Herrera, pas a manos delgobierno y sus colecciones sirvieron de base al

    nuevo Museo Arqueolgico que se instal en elmismo local de Alfonso Ugarte y que Tello diri-gi hasta 1930. Segn Tello y Meja Xesspe(1967: 136, 139) al momento de la venta, lascolecciones del museo ascendan a 22,323especmenes arqueolgicos y para 1925 secuentan con 31,264 ejemplares.

    Con este museo se consolida la idea debuscar la identidad nacional del Per en elpasado prehispnico. Tal como seala Tello

    en su discurso de inauguracin del Museo:Nuestro rbol genealgico tiene races profun-das y vigorosas que en otros tiempos extrajeronde esta tierra la savia que aliment una raza degigantes; se ha cortado el tallo por la conquistaeuropea, pero nuevos y vigorosos brotes del tron-co gigantesco de la nacionalidad, nuevos reto-os comienzan a aparecer, y crecen y crecernalimentados con la misma savia indgena y alimpulso de las nuevas ideas del siglo en que vivi-mos. (Tello 1925: 17-18).

    Figura 8. Museo de Arqueologa Peruana (1924).

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    Tello incrementar la coleccin del Museode Arqueologa mediante sus exploracionesy excavaciones arqueolgicas realizadas endiferentes puntos del territorio peruano,

    siendo la ms importante la realizada en lapennsula de Paracas donde descubre cien-tcamente la cultura del mismo nombre(Tello y Meja Xesspe 1967: 139). Sin embar-go, la suerte de Tello estaba enlazada a la deLegua y, por tanto, cambios dramticos enla escena poltica nacional tambin afecta-rn momentneamente su carrera como elarquelogo peruano ms importante de laprimera mitad del siglo XX.

    La refundacin del Museo Nacional (1931)

    En setiembre de 1930 un golpe de estadoal gobierno de Augusto B. Legua por partedel General Luis Snchez Cerro cambia laspolticas culturales del pas y asigna cargosen el estado a nuevos personajes en la esce-na limea. Uno de ellos es Luis E. Valcr-cel que viene invitado por el gobierno deSnchez Cerro desde Cusco y quien fueraoriginalmente designado como director delMuseo Bolivariano4 (Valcrcel 1981: 260).Sin embargo, despus de un mes de su lle-gada a Lima, el 30 de setiembre de 1930,por solicitud de Snchez Cerro, Valcrcelasume tambin el cargo de director delMuseo de Arqueologa Peruana que haba

    ocupado hasta entonces Julio C. Tello (Te-llo y Meja Xesspe 1967: 172, Valcrcel 1981:262). Valcrcel, se instala en el Museo deArqueologa Peruana de Alfonso Ugarte.Segn el inventario de enero 1931 se con-taba con 35,497 especmenes arqueolgicos(Tello y Meja Xesspe 1967: 180).

    En 1931 se re-estableci la frmula delMuseo Nacional a solicitud del propio Val-crcel (1981: 263). Segn Aylln (2012: 58)

    a travs del Decreto Ley N 7084, se fusiona-ron:1. El Museo de Historia Nacional: Creado el 6de mayo de 1905, inaugurado, bajo la direccin

    del doctor Max Uhle, el 29 de julio de 1906, yque funcionaba en el Palacio de la Exposicin;2. El Museo Bolivariano: Inaugurado el 1 deagosto de 1921 y que funcionaba en Pueblo Li-bre;3. El Museo de Arqueologa Peruana con sedeen el local de la avenida Alfonso Ugarte (actualMuseo de la Cultura Peruana), desde donde fuetrasladado al Museo Bolivariano.

    Al realizarse dicha fusin todos estos an-

    tiguos museos pasaron nuevamente a cons-tituir y a denominarse como Museo Nacio-naly que fue dirigido como una sola insti-tucin por Valcrcel de 1931 hasta 1945.

    Segn Aylln (2012: 58-59): El artculo71 de la norma en mencin seala que:

    Mientras el Estado pueda edicar el Palaciodel Museo Nacional, los locales de que se dis-ponga sern utilizados en la siguiente forma:a) Palacio de la Exposicin, para el Departa-mento de Antropologa; Seccin de Exhibicio-nes; Instituto de Arte Peruano; Imprenta delMuseo Nacional.b) Edicio del extinguido Museo Bolivarianoen la Magdalena Vieja, para el Departamentode Historia (secciones Virreinato y Repblica)e Instituto de Investigaciones Arqueolgi-cas.c) Edicio del Museo de Arqueologa (avenida

    Alfonso Ugarte) para el Departamento de Ar-queologa (secciones laboratorio y depsito) eInstituto de Investigaciones Arqueolgi-cas. (subrayado nuestro).

    Valcrcel, no excluir a Tello de la estruc-tura del Museo Nacional (Figura 9) y le en-cargar la direccin del Instituto de Investi-gaciones Antropolgicas, el cual fue ubica-do en un local anexo al Museo Bolivarianodonde, sobre todo, se depositaron desde

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    1927 los 427 fardos rescatados en sus ex-cavaciones en la necrpolis de Wari Kayanen la pennsula de Paracas (Valcrcel 1981:264, Len 2013: 13). Ms adelante, en 1933el Concejo Provincial de Lima reclama losambientes ocupados por la seccin arqueo-

    lgica del Museo Nacional en el Palacio dela Exposicin. Por ello, las colecciones ar-queolgicas all reunidas desde la poca deUhle son trasladadas, a despecho de Tello,al Museo Nacional de la Avenida AlfonsoUgarte en 1934 (Tello y Meja Xesspe 1967:111-112). Mientras ejerce el cargo de direc-tor del Instituto de Investigaciones Antro-polgicas, Tello no cejar en su intento decentralizar todo el material arqueolgico

    de los otros museos. Para 1938 logra queel Instituto de Investigaciones Antropol-gicas que dirige se convierta en Museo deAntropologa y consigue que el Museo Na-

    cional, dirigido por Valcrcel, le entregueel resto de materiales provenientes de Pa-racas y Nazca (Tello y Meja Xesspe 1967:221-222). Sin embargo, solo conseguir elcontrol total de todas la colecciones arqueo-lgicas y, en especial las albergadas en elMuseo de la Cultura de la Avenida AlfonsoUgarte, en 1945 (Valcrcel 1981).

    Para 1945 se deshizo el Museo Nacionalcomo institucin, separndose en varios

    museos independientes. As, Valcrcel seencarg de ser el director general de losmuseos de Historia como el de la Repblica(antes Bolivariano) y el del Virreinato quefuncionaba en la Quinta Presa y otros mu-seos de provincia ms pequeos y Tello seencarg de la direccin del Museo de An-tropologa y Arqueologa, cargo que ocu-para hasta su muerte en 1947.

    Quinta mudanza: del Museo ArqueologaPeruana al Museo Nacional deAntropologa y Arqueologa (1945)

    A raz de la separacin en 1945 de losdiferentes museos que antes constituanel Museo Nacional, las colecciones que de-ban pasar a los nuevos museos fundados

    tambin deban ser repartidas u origina-dos otros acervos. As, con respecto a lascolecciones depositadas en el Museo deArqueologa de la avenida Alfonso Ugarte,Valcrcel (1981: 359) recuerda que: Apenasse conoci la medida, nuestro local de la ave-nida Alfonso Ugarte qued clausurado, pueshaba que realizar un inventario minucioso delos efectos que deban pasar al local de Magdale-na, es decir, al nuevo Museo de Antropologa y

    Figura 9. Valcrcel y Tello en Machu Picchu (1935).Foto Archivo Luis E. Valcrcel.

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    Arqueologa. Exista una gran diferencia entrelos materiales que haba recibido en 1930 y losque entregu a Tello. Las colecciones se habanincrementado y la biblioteca, que posea menos

    de 300 ejemplares, contaba con ms de 3,000 yaque nuestros amigos en el exterior solan en-viarnos las ltimas novedades. Cuando fuimosa recibir el local de Alfonso Ugarte, luego queTello retir lo que ira a formar parte del nuevoMuseo de Antropologa y Arqueologa, nos di-mos con una enorme sorpresa. Ms que trasla-do se haba perpetrado un verdadero saqueo, lasparedes estaban maltratadas, hasta las cerradu-ras de las puertas fueron arrancadas. El local,

    que unos meses antes fue escenario de valiosasmuestras, era un sitio vaco y destrozado. Astermin el Museo Nacional.

    Por su parte, Tello y Meja Xesspe (1967:240) consignan que entre el 15 de febrero y

    el 30 de marzo de 1945 se trasladaron 43,512objetos del Museo Nacional de la AvenidaAlfonso Ugarte al Museo de Antropologay Arqueologa del distrito de Pueblo Libre.

    Dado que prcticamente el edicio deAlfonso Ugarte qued despojado de suscolecciones el proyecto de Valcrcel fue elde constituir el Museo de la Cultura Pe-ruana, un museo compuesto mayoritaria-mente por colecciones etnolgicas y arts-ticas. Este museo fue creado por DecretoSupremo de 30 de marzo de 1946. SegnValcrcel (1981: 362): Sus salas haban sidoconvenientemente distribuidas para ofrecer al

    visitante una visin global del desarrollo de lacultura peruana, desde los tiempos ms lejanoshasta nuestros das. La nueva institucin perse-gua, pues, revelar la unidad del Per a travsde su historia, ofreciendo las pruebas objetivas

    Figura 10.Reproduccin de Punkur y Cerro Blanco en el patio principal de Museo Nacional de Antropologa y Ar-queologa del Per. Fue construida en 1938. Foto del archivo de Wilfredo Loayza.

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    de esa unidad. Al completar en una sntesis vivalos aspectos parciales de la cultura peruana, el

    nuevo Museo superaba los objetivos de los Mu-seos Arqueolgicos e Histrico, que exhiban se-paradamente los testimonios de la vida peruanacorrespondiente a la historia precolombina, elprimero, y a las pocas del dominio espaol y dela Repblica, el segundo.

    Valcrcel dirigir el Museo de Historiahasta 1963 y el Museo de la Cultura Perua-na hasta 1964. Por su parte, Tello dirigir

    el Museo de Antropologa y Arqueologahasta su muerte en 1947 y le suceder sudiscpula Rebeca Carrin Cachot como di-rectora (1947-1955) y como sub-director To-ribio Meja Xesspe quien, adems, se encar-gar de publicar los archivos de su maestroTello. Durante la gestin de Carrin Cachotse sigui en la misma lnea de Tello aun-que tambin se comienza a proyectar laedicacin de un nuevo museo y el mismo

    Figura 12. Vista de vitrinas en un patio del Museo Na-cional de Arqueologa y Antropologia de Per (1970).Foto de Wilfredo Loayza.

    Figura 11.Museo Nacional de Arqueologa y Antropologa del Per, abril de 1973. Foto del archivo de Wilfredo Loayza.

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    Senado del Per propone un presupuestopara tal construccin (Senado de la Rep-blica 1953). Sin embargo, dicho proyectono prosper y el museo sigui ocupando

    el mismo lugar. A Carrin le suceder enla direccin del museo otro antiguo disc-pulo de Tello, Jorge C. Muelle (1956-1973).La denominada Fase Muelle-Fullbrightpor Schaedel y Shimada (1982: 362) que seprolongara entre 1958 y 1968 fue una po-ca en la que se dio una gran apertura enla arqueologa peruana a diferentes inves-tigadores extranjeros en el Per, entre losque sobresalen los investigadores nortea-

    mericanos los que realmente se consolidancomo los lderes de la arqueologa peruanay marca una poca en la que los plantea-mientos de Tello son criticados y reempla-zados. Sin embargo, tambin es la pocaen que los primeros arquelogos peruanosprofesionales formados en San Marcos co-mienzan a emerger (Duccio Bonavia, Rami-ro Matos, Luis G. Lumbreras y Rosa Fung).

    Tras el largo periodo como director delMuseo de Antropologa y Arqueologa porparte de Muelle y ya durante los ltimosaos del gobierno militar de Juan VelascoAlvarado (1968-1975), Luis G. Lumbrerasasume el cargo y emprende en el mismoao de 1973 una remodelacin del museoque incorpora una propuesta diferente, fru-to de los estudios de una nueva generacin dearquelogos y de una nueva visin del mundo

    andino (Castrilln 2002: 265). En la visinde Lumbreras, los objetos arqueolgicosson el medio para reconocer el trabajo so-cial de los seres humanos: En cada objetodel pasado, en un modesto ceramio o en un ex-quisito lienzo bordado, est implcito el trabajodel hombre (Lumbreras 1975: 7). Su visinmarxista de la historia estaba en sintonacon la perspectiva del gobierno militar yrevolucionario de Juan Velasco Alvarado.

    Ya en esa poca, Lumbreras (1975: 15) sea-laba la estrechez del espacio existente en ellocal de Pueblo Libre para la exposicin delos materiales y otras funciones inherentes

    a la conservacin y estudios de las coleccio-nes arqueolgicas, adems de adelantar elnuevo proyecto de museo nacional: Lo he-cho hasta hoy por nuestros predecesores nos haservido para completar la primera etapa y nosha de servir para realizar las venideras. Estainstitucin nueva ser la que deba implementarla etapa nal del cometido que iniciamos. Estaetapa nal ser completada cuando el pas dis-ponga del nuevo edicio que se construir en

    Lima para el Museo Nacional de Antropolo-ga y Arqueologa. Los objetos estn pues soloprovisoriamente alojados en nuestras vitrinasy almacenes; todo el esfuerzo de organizacinque realizamos se hace con los ojos y la mentepuestos en el nuevo museo. All las decienciasque hoy existen, sern superadas. Un local es-trecho y poco adecuado como el actual, nos im-pone limitaciones muy grandes; las decenas demillares de objetos que estn guardados en losalmacenes del museo actual, exigen instalacio-nes ms grandes y mejor acondicionadas.

    El nuevo edicio del museo nacional alque se reere Lumbreras es el que se pla-neaba construir en un terreno pertenecien-te al zoolgico del Parque de las Leyendasen la zona limea de Maranga.

    Mudanza fallida: el proyecto del Museoen el Parque de las Leyendas (1965)

    Desde 1965, durante el primer gobiernode Fernando Belaunde Terry (1963-1968),surgi la idea de construir un nuevo localpara el Museo Nacional de Antropologay Arqueologa ubicado en la Plaza Bolvaren Pueblo Libre (Gianella 1986: 129). El lu-gar que nalmente se eligi para la futura

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    construccin de este nuevo edicio fue unrea dentro de los predios del Parque de lasLeyendas, un zoolgico pblico incrustadoen el mismo complejo arqueolgico Maran-

    ga. El terreno dispuesto para el proyecto seubicaba en la Avenida Riva Agero al fren-te del campus de la Ponticia UniversidadCatlica del Per. De hecho, se realizaronlos estudios de evaluacin arqueolgica yse excav el rea para construir las basesdel edicio proyectado.

    La historiadora Fedora Martnez (2002)recoge un recuento del arquitecto VctorPimentel sobre el proyecto trunco y que fue

    publicado en el diario La Crnica el 23 deagosto de 1980:

    Las acciones iniciadas entonces (1965-1966)que concluyeron el ao 1968, precisaron locali-zacin, proyecto arquitectnico y otras accionesque luego fueron continuadas y desarrolladas

    por otros profesionales El previsto museo sesita en un sector libre de edicaciones del am-plio conjunto arqueolgico de Maranga. La pre-sencia de esta obra por su signicado y funcin

    permitir y as se ha determinado, que no slose construya el nuevo museo sino que adems seproceda a la investigacin, delimitacin, conser-vacin, restauracin y puesta en valor del vastoconjunto arqueolgico del cual se han perdidoalgunos sectores Caractersticas generales delproyecto: edicio de concreto armado con diver-sos materiales incombustibles en su acabado,con un rea techada de 40,000 m2 en un terrerode 8 hectreas

    Sin embargo, dicho proyecto arquitect-nico no se concluy por falta de recursoseconmicos y se abandon totalmente anales de la dcada de 1980 durante el pri-mer gobierno aprista de Alan Garca (1985-1990). Siempre siguiendo a Fedora Mart-

    Figura 13. Dibujo del Proyecto del Museo Nacional de Antropologa y Arqueologa (1969). Foto de la maqueta porMiguel ngel Vidal.

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    nez (2002): Fueron aos complicados y hasta1987 la idea de continuar con el proyecto delnuevo local del Museo Nacional de Antropolo-ga y Arqueologa estaba en marcha. El diario

    ocial El Peruano, el 28 de mayo de 1987, in-formaba del inters del gobierno por el proyecto:El Per contar con un moderno Museo Na-

    cional de Antropologa y Arqueologa, tras 165aos de espera a la realizacin del proyecto hasido encargado el Ministerio de la Presidenciaque jefatura Nicanor Mujica lvarez-Caldern.Ser construido en un rea de 83,899 metroscuadrados, ubicada en la cuadra octava de laavenida Riva Agero del distrito limeo San

    Miguel. El nuevo museo dispondr de nuevebloques o edicios de cuatro niveles cada unoque servirn de depsitos, conservacin, man-tenimiento, exhibicin y servicio pblico. Surea techada ser de 34 mil metros cuadrados.Director del proyecto es el ingeniero EnriqueVelasco el gran propugnador de la obra esel presidente Alan Garca quien en diversasoportunidades tuvo reuniones de trabajo conlos directores de los museos locales. Segn losproyectistas ser uno de los mejores de Latinoa-mrica, comparable al mexicano de Chapultepecinaugurado el 12 de setiembre de 1964 sobre unrea de 40 mil metros cuadrados

    Hasta la actualidad se pueden ver losrastros que este proyecto trunco dej enla supercie de los terrenos del Parque delas Leyendas. Posiblemente, la severa crisiseconmica por la que atraves el primer

    gobierno de Alan Garca (1985-1990) po-dra plantearse como uno de los motivosque paralizaron dicho proyecto arquitect-nico. Una salida a esta cuestin fue utilizarun edicio que tuviese las caractersticasmonumentales y el espacio suciente pararealizar una exposicin integral de la pocaprehispnica en el Per.

    Sexta mudanza (parcial): del Museode Pueblo Libre al Museo de la Nacin(1988)

    Dado el fracaso en la ejecucin del museoproyectado en el Parque de las Leyendas,en los ltimos aos del primer gobierno deAlan Garca (1985-1990) se eligi como sededel nuevo Museo de la Nacin al edicio quedeba haber albergado al Ministerio de laPesquera ubicado en la Avenida Javier Prado.Este monumental edicio fue construidoentre 1970 y 1971 durante el gobierno militarde Juan Velasco Alvarado (1968-1975) en el

    estilo denominado Brutalista (Ferrer 2011:48). As, el 14 de marzo de 1988, a travs delDecreto Supremo N 044-88-EF con carcterde Proyecto Especial del sector de Economay Finanzas, se cre el Proyecto Museo de laNacin con el objetivo de Recoger, a travsde un gran ente investigador, las ricas y variadasculturas de la Nacin

    El primer presidente y gestor del Museode la Nacin fue Fernando Cabieses quemantuvo ese cargo entre 1988 y 1990. El nue-vo Museo de la Nacin careca de coleccio-nes propias as que la mayora de estas pro-cedieron del Museo Nacional de Arqueolo-ga5-6. As, algunas colecciones se mudarona ese nuevo espacio y se cre un guin mu-seogrco que repasaba el proceso histricoprehispnico principalmente. El Museo dela Nacin fue inaugurado el 19 de febrero

    de 1990 y fue abierto al pblico el 1 de mar-zo.El Museo de la Nacin fue dirigido porintelectuales como Luis G. Lumbreras (1990)y Arturo Jimnez Borja (1990-1993), este l-timo el creador de los primeros museos desitio arqueolgico en el Per.

    Segn la pgina web del Ministerio deCultura7: La exposicin permanente compren-da tres circuitos de visita, el circuito Pre-hisp-nico, el de Arte Popular del Per y el circuito de

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    la Sala de los Nios y Nias del Per (inaugu-rado en 1999). El 2004 se abri la Sala de los Te-soros en la bveda del tercer piso, que se integraal circuito de exposicin permanente del museo.Se presentaron importantes exposiciones tem-porales, destacndose las siguientes muestras:Indumentaria y trajes tpicos del Per (1990),Proyecto arqueolgico Sicn (1994), Las tumbasReales de Sipn (1994), La Dama del Ampato

    (1998), La ciudad sagrada de Caral (2001).Para el ao 2007, las colecciones del Mu-seo de la Nacin alcanzaban los 20,000 es-pecmenes (Instituto Nacional de Cultura2007: 5). En la actualidad se nos ha informa-do que las colecciones habran llegado a lacantidad de 26,000 objetos.

    Sin embargo, a lo largo del tiempo, el Mu-seo de la Nacin fue recortando su rea ex-positiva. Por ejemplo para el 2004 se contaba

    solamente con 5 salas permanentes y 6 salastemporales distribuidas en las tres primerasplantas del edicio. Las salas permanentesque explicaban todo el proceso prehispnicodesde el periodo Formativo hasta la pocaInca, inspirado en la propuesta cronolgicade Lumbreras (1969), sumaban 4400 m2(co-municacin personal Reyna Temple). En elpresente, solo mantiene una muestra mni-

    ma del proceso histrico en el Per, basadoen la exposicin de piezas arqueolgicas ehistricas en el primer piso. Asimismo, haysalas temporales con muestras temticas. Enrealidad, el edicio est sobre todo ocupa-do por las ocinas del Ministerio de Cultu-ra, proceso que se inici en 1993 cuando setrasladaron all las ocinas del Instituto Na-cional de Cultura, predecesor del Ministeriode Cultura.

    Figura 14.Vista area del Museo de la Nacin en la dcada de 1990.

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    cia (Castro-Klarn 2011: 284). Asimismo,como ocurri en otros pases latinoameri-canos, el coleccionismo fue la base del acer-vo del museo nacional en el Per. De he-cho, institucionalmente, el museo nacionaladquiri colecciones privadas e, incluso,desarroll programas para extraer objetosy as aumentar sus colecciones, especial-mente a nales del siglo XIX y comienzos

    del XX (Gnger 2014).Si bien, como hemos visto, las agendaspolticas ociales y las elites vinculadas aestas desde el mismo inicio de la Repbli-ca del Per haban tenido casi siempre enmente la necesidad de un Museo Nacionalcomo parte de la construccin de un dis-curso de identidad nacional, este proyectotermin siendo ms retrico que prcticoy funcional. De hecho, un elemento clave

    Figura 15.Vista de la sala Inca en el Museo de la Nacin (1989).

    COMENTARIOS FINALES

    A lo largo de este texto se ha podido ob-servar que en el Per la institucin estataldenominada Museo Nacional ha tenidouna historia bastante irregular y condicio-nada por la historia social, econmica ypoltica por la que ha atravesado ese pas.Como en otros pases americanos que recu-

    peraron su independencia de los imperioscomo el espaol y el portugus, las elitescriollas polticas e intelectuales que ya esta-ban embebidos de los ideales de la Ilustra-cin europea utilizaron muchos elementosde esta para crear su propia identidad na-cional. El museo nacional fue uno de esoselementos fundamentales para generar laidea de nacin y personajes como SimnBolvar entendan muy bien su trascenden-

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    TANTALEN H.

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    a resaltar es que el presupuesto econmicoasignado para mantener su infraestructu-ra y sus colecciones ha sido exiguo, salvoen algunos momentos puntuales en que

    ha existido una voluntad poltica desde elestado peruano para subvencionarlo. Porello, una cuestin reiterativa en la historiadel Museo Nacional en el Per es que estenunca ha tenido un edicio construido paraese efecto y casi siempre se ha adecuado aespacios arquitectnicos que tuvieron unafuncin original diferente. Incluso, cuandose le ha asignado algn edicio, con poste-rioridad, las colecciones y el personal en-

    cargado de ellas se han tenido que mudary, obviamente, esos nuevos espacios nohan satisfecho los requerimientos necesa-rios que la misma coleccin y el discursomuseogrco exigan. El nico caso en elque el museo nacional obtuvo un edicioconstruido con ese plan original provino deun proyecto privado, el de Vctor Larco He-rrera, y su versin de lo que debera ser unmuseo estaba inspirada naturalmente en superspectiva de coleccionista.

    Por esta misma historia de desamparo,las colecciones no han tenido un estadoidneo de conservacin y gestin a lo lar-go de su historia hasta bien entrado el sigloXX y en el caso dramtico de la ocupacinde Lima por las tropas chilenas las colec-ciones fueron saqueadas y prcticamentedesaparecidas del museo. En el siglo XX se

    nota que la agitada vida poltica y las crisiseconmicas afectaron seriamente la conti-nuidad del proyecto del Museo Nacional, ala par que disciplinas como la historia, an-tropologa y arqueologa se van institucio-nalizado y comienzan a exigir sus propiosespacios para su despliegue, entre ellos elmuseo, lo que signic la fragmentacin delas colecciones y del discurso acerca de lahistoria peruana.

    Asimismo, se ha podido reconocer quelos encargados de la direccin del MuseoNacional le han imprimido una serie de ca-ractersticas en lo que respecta al contenido

    temtico de la exposicin y el incrementodel acervo. En ese sentido, la experienciavital, el origen familiar, la educacin bsicay superior, los viajes a otros museos en elextranjero, su conocimiento del territorioperuano, sus redes institucionales y perso-nales y sus propios intereses particulares yde clase han jugado un papel importantea la hora de plantearse el mismo proyectomusestico y su proyeccin social. Paralela-

    mente, las simpatas, alianzas y negociacio-nes polticas de los directores de este mu-seo con el gobierno y las elites intelectua-les en cada momento histrico han tenidomucho que ver con la llegada de partidaspresupuestarias o con la marginacin delproyecto del Museo Nacional en la agendadel ocialismo.

    Como consecuencia de este proceso, enla actualidad existe una fragmentacin dela colecciones en diferentes museos nacio-nales lo cual impide generar una reexinsobre el proceso histrico a lo largo del te-rritorio peruano. Asimismo, se nota la ne-cesidad de albergar los acervos en espaciosque los mantengan adecuadamente y, so-bre todo, contextualmente. Un ejemplo, deeste problema es que por ejemplo existendos grandes colecciones de arqueologa,

    ambas en Lima: una alojada en el MuseoNacional de Arqueologa, Antropologa eHistoria del Per y la otra en el Museo dela Nacin.

    Pese a esta historia dramtica, en los lti-mos dos aos se ha generado un proyectopara construir un nuevo Museo Nacionala las afueras de la ciudad de Lima, lo cualabre nuevamente el debate acerca de la ne-cesidad de un museo nacional, su concep-

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    cin y semitica arquitectnica, sobre lascolecciones que debe integrar, la narrativay los objetos e informacin que debe conte-ner. De hecho, se debera discutir realmen-te si el concepto de Museo Nacional comotal an es necesario para el pas. Como he-mos visto, el concepto mismo de un MuseoNacional encierra la idea de un centralismopoltico y econmico: un reejo de la es-tructura del estado peruano. Quiz en unverdadero proceso de descentralizacin ydemocratizacin cultural, muchas de laspiezas arqueolgicas albergadas en los mu-seos nacionales de Lima deberan regresara sus lugares de origen y fundarse o repo-

    tenciarse los museos regionales, locales ycomunitarios. Sin embargo, esta descentra-lizacin musestica necesariamente depen-der de un cambio del modelo poltico delmismo estado peruano. Adems, es impor-tante plantearse este proyecto estatal comoparte del reconocimiento de los procesosculturales que trascienden las fronteras delpas. Una alternativa a ello seran los mu-seos que recojan procesos prehispnicos o

    histricos que renan a poblaciones y pai-sajes que ahora estn desconectados por lasfronteras polticas. Proyectos internaciona-les como la Ruta del Spondylus(Per-Ecua-dor) o el Programa Qhapaq an(Colombia,Ecuador, Per, Bolivia, Chile y Argentina)pueden reunir dichos procesos histricos yhacerlos evidentes a los visitantes y pobla-cin local.

    Por ello, en el contexto mundial contem-porneo donde se ha hecho evidente queexisten otros actores adems del estadoy las elites, en la construccin de los dis-cursos dentro de los territorios de los esta-dos, todo proyecto de un museo tanto de

    alcance territorial de todo un estado comoa nivel regional deber enfrentarse al de-safo de incorporar las diferentes voces ypercepciones que se tiene con respecto a lasdiferentes identidades dentro del territorio,en este caso, el peruano. Para ello, tendrque explorar la realidad social peruana demaneras ms abiertas y dialogantes paraque pueda realmente incluir a las diversaspoblaciones que la componen. Asimismo,

    Figura 16. Proyecto de Alexia Len, ganado