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  • D i a b l o o p o b r e d i a b l o ? So b r e u n a r e p r e s e n t a c i n t r a d i c i o n a l

    DEL DEMONIO EN EL SlGLO DE O RO

    L os adelantos de los estudios antropolgicos, el inters creciente de los historiadores p o r las investigaciones sobre creencias y prcticas religiosas, y tambin cierta m oda de la dcm onologa, contribuyen igualmente desde hace algunos decenios a im ponernos la idea de que im perara en el Siglo de O ro una representacin terrorfica del dem onio. E l dem onio en que crean los sbditos de los Austrias se nos aparece com o m onstruo de aquelarre, parecido al de las visiones alucinadas de G o ya . Y llegam os a preguntarnos cm o consiguieron los hom bres que vivieron en aquellos tiem pos soportar la oleada de m iedo que desencadenaron los predicadores sobre la Europ a renacentista y barroca.

    Andam os m uy cerca de olvidarnos de que existi en la Espaa de los siglos X V I y X V II otra representacin del dem onio; representacin muy distinta, mucho ms familiar y mucho menos inquietante. Esta representacin tradicional asoma en cantidad de textos, textos de com edias en especial, lo cual no sorprende dado que la com edia del siglo X V II es inagotable repertorio de materiales tradicionales. Y ms concretamente, por obvios m otivos, en las com edias de santos que refieren con una ingenuidad que le chocaba a M enndez Pelayo' -h ijo del Siglo de las Luces al fin -, los m aravillosos com bates de los santos contra el enemigo malo. Destacar los elementos esenciales de esta representacin es el prim er objeto del presente estudio.

    El que im ponen los textos al prim er examen es el aspecto fsico del diablo, aspecto al que se refieren con regularidad. Sabido es que al diablo, as com o a los seres dem onacos en general, se le conoce por los pies, conviccin bsica que igualmente reflejan la com edia! y la novela'. E l dem onio tiene pies - o patas- disformes: es el patituerto que dice el capigorrn Penuria en E l casamiento p o r C risto ', el

    ! Lo pe d e V ega, O bras, B .A .E ., 186, p . 24.1 L o p e de V ega [?1, Fray D ia b lo y e l d ia b lo p red ica do r, III, A cad. N ., II. p . 219b. C ald ern , L a dama

    du en d e, I I , B .A .E ., V II , p . 180b.' R o d rigo Fernndez de R ibera , 1:1 M esn d e l M u n d o , p. 8.1. Lo pe d e Vega [? , l i l casam iento p o r C risto , I I -1II, A cad. N ., I I . p . 11b y 25b.

  • 84 M A X IM E C H F .V A I.IE R

    En las ollas de Pero Bolello. En las calderas...Tmalas el vulgo por tinas infernales de fuego y penas. Dicen que comenz

    de un rico hombre de pendn y caldera, despus Maestre de Alcntara, que desbarat muchas veces a los moros con varios ardides, y coci muchas cabezas de ellos en unas grandes calderas, y sera para presentarlas; y dicen que los despeaba en una sima u olla muy profunda1 .

    Pedro Botero escribe Tirso de Molina *, forma que tambin prefiere el Diccionario d e Autoridades y que Cejador propone explicar por las ocupaciones del demonio'7. Por fin tambin aparece la forma Pero Gotero en La entretenida, la duea y el sopln's. Pero, con ser el nombre ms constantemente documentado en el siglo X V II, dista mucho de ser el nico: Martn, que ya aparece en el ejemplo X L V de E l conde Lucanoir1, tambin sera de uso corriente, aunque no lo documenta ninguno de los textos que conozco, Toribio sale en La Dorotea'", y nos proporciona Francisco de Rojas en E l pleito que tuvo el diablo con el cura de MadrUe/os una retahila de apodos, cuyo carcter tradicional resulta a veces dudoso:

    Los nombres de los que son en una y otra legin cabezas son los siguientes:Brazo de hierro, el Mudillo,Ropa suelta, Calarrn,Barrabs, Moscn, Sopln,Beln y el Corcobadillo,Ojazos, Zumba, Asmodeo,Pies de cabra, Montas,Maleado, Dragn sin pies,Robador del buen deseo,Uas largas, Tragahombres,Serpentn y Bacabotas.Ellos andan de chacotas, pues se ponen tales nombres.

    Dejando aparte su fsico grotesco, que tambin es manifiesto en las artes plsti- cas,!, y los apodos que le merece, en qu se ocupa el demonio? Se entretiene en pasatiempos comunes y familiares. Com o cualquier hombre honrado, juega a la pelota. Antigua tradicin sta, que ya asoma en los versos de Berceo y del marqus

    21 C o rre a s , V o cabu lario d e refranes, p . 618b. - E l caldero d e P ero B ote llo escribe tam bin fra y Ju an de P ineda, D i lo g o s fam iliares d e la agricu ltura cristiana (1589), B. A .E ., 169, p . 320b.

    26 I .a Santa Ju a n a . P rim era p a rte, I I I , ( O .C . , I, p. 679b) y E l la b erin to d e C reta ( O .C ., I I I , p . 1308a).17 C a ld era d e P e ro B o tero . S e llam a vulgar y jocosam en te el in fierno. C o v arru b ia s le llam a P ero B ote llo y so sp echa d e b i de se r a lg n tintorero, qu e h izo algu n a caldera grande ms de lo regular (A u to rid a d e s). - P e ro B o te ro , Satans, q u e as le llam an por an dar entre p ez, com o lo s b oteros (n ota de Ju lio C e ja d o r a l texto de Las z ah rd as d e P lu t n , -C l s ic o s C a ste lla n o s- , nm . 31, p . 111 , nota).

    24 -C l s ic o s C a ste lla n o s- , nm . 56, p p . 190 y 243.29 V ase D aniel D ev o to , In tro d u cci n a l e s tu d io d e D o n Ju a n M an u el, p . 450.,0 L a D o ro tea , p . 191." E l p le it o q u e tu vo e l d ia b lo c o n e l cura d e M a d rile jo s , su elta, B .N .M . T 6376, acto II.** V ase el sugestivo estud io de Ju lio C a ro B aro ja , - In fie rn o y hum orism o. R e flex i n so b re el arte

    g tico y fo lk lo re re lig io so, R .D .T .P ., X X I I , 1966, p p . 26-40.

  • D I A B L O O P O B R E D IA B L O ? 5

    de Santillana" y vuelve a aparecer en razonable cantidad de textos del Siglo de Oro: a los fragmentos ya recordados por Daniel Devoto del padre Valderrama, del Q uijote y de Bellaco sois, Gm ez, aadamos algn otro de E l Crotaln, de E l Ham ete de Toledo y de E l siglo pitagrico". Verdad es que le sirven de pelotas los condenados, pero este detalle inquietante apenas si altera el cuadro pacfico que representa un juego cotidiano.

    En eso no para la representacin antropomrfica del demonio, pues saben todos los espaoles de los siglos ureos que el diablo, como tantos mortales, es casado. Cuando se levanta un viento de tormenta, dicen las viejas que el diablo se casa". De esta creencia se origina una comitiva burlesca que ms de una vez debi de recorrer las calles de ciudades y pueblos y en alguna ocasin sali al tablado del teatro: sale una boda de diablos, dice una acotacin al texto de E l ganso de oro'1. Y el diablo casado tiene hijos, como es lgico: Tanto quiso el diablo a su hijo que le quebr el ojo, ensea el refrn. N o parece cierto que este refrn, a pesar de lo que alega Mal Lara -Fngese que el demonio, cuando un tiempo fue casado, alcanz a tener un hijo, y querindolo mucho, determin de menearlo tanto y hacerle tantos regalos que con una ua de aquellas que fingen que tiene, le sac el ojo*7- , recubra autntico cuento tradicional, puesto que no aparece huella de tal cuento en la tradicin oral espaola. Ms bien se tratar de saludable advertencia a los padres, segn explica Covarrubias:

    Tanto quiso e l diablo a su hijo que le sac un ojoDjose por los que indiscretamente y como brbaros regalan a sus hijos, de

    manera que son ocasin de algn desastre8.

    Pero este refrn tan difundido, que ya apunta Francisco de Espinosa y recoge Correas , lleva consigo la representacin elocuente de un diablo casado. Representacin elocuente porque conduce a imaginar al diablo en posturas ridiculas como las que ofrecen unas seguidillas recogidas (o forjadas) por Vlez de Guevara40:

    Lucifer tiene muermo.Satans, sama,

    y el Diablo Cojuelotiene almorranas.

    Almorranas y muermo, sarna y ladillas,

    su mujer se las quita con tenacillas.

    '* D an ie l D c v o lo , - D o n Ju a n M anuel y E l c o n d en a d o p o r d e sc o n fia d o * , T exto s y contextos. E s lu d io s s o b r e la tradic in , pp. 133-134.

    M E l C ro ta l n , p p . 356-357. L o p e d e V ega, E l H a m e te d e T o led o , I I I , A ca d . N . , V I , p . 10 7 a . E l s ig lo p ita g rico , p. 163. U n cu en to sevillan o de p rim ero s a os d e l s ig lo X V II presenta a l d iab lo ju gand o a las barras (Ju an d e A rg u ijo , C u e n to s , nm. 314a).

    L o p e d e V ega, L a octava m aravilla , I, A ca d . N . , V II I , p . 257b.* L o p e d e V ega, E l g a n so d e o ro , I , A ca d . N . , I, p . 162a.r F ilo so fa vulgar, IV , p . 28.'* T e so ro d e la lengua castellana, p . 468a.w F ran cisco de Esp in osa , R e fra n e ro (1527-1547), Boletn d e la R eal A cad em ia Esp a ola . A n ejo

    X V I I I , p . 201. C o rre a s , V o cabu lario d e refranes, p . 494a.40 E l D ia b lo C o ju d o , -C l s ic o s C a ste lla n o s- , nm . 38, p . 121. E n postura ms p en osa aun presenta

    a u n d iab lillo la C a ra jico m ed ia ( C a n c io n e ro d e o b ra s d e bu rlas, A k a l, M adrid, 1974, p. 181).

  • 86 M A X IM E C H E V A L IE R

    R ep resen tac in e lo cu en te sob re to d o p orq u e seg n la trad ic in d e lo s refranes y cu en to s , el casado n o p u ed e ser p e lig ro so . L o p roclam a el c o n o c id o e jem p lo del garzn que quera casar c o n tres m ujeres, d e l L ib r o d e B u en A m o r" , re la to q u e no se haba o lv id a d o en la E sp aa d e lo s A ustrias, p u e sto q u e es variante d e l la fb u la m oral d eb id a a u n am ig o d e M al Lara q u e el sev illa n o inserta en su F ilo so fa v u lg a r b a jo el lem a d e l refrn C asars y am ansars42, y p u e sto q u e ev id en te huella d e l guardan d o s refranes reco g id o s p o r el m aestro C orreas: C asad o te veas, m o lin o 43 y M o lin illo , casad o te veas, q u e an s rabeas44.

    M s sab ram os sob re la v id a p rivad a d e l d ia b lo si p o se y r a m o s las cop las de c u e n to s / d e l d ia b lo a las q u e se refiere u n d ram atu rgo - L o p e d e V ega?45- . P ero d e estas co p la s n o h e h a llad o rastro, y d e lo s cu en to s d e l d iab lo , re lativam en te n u m ero so s y b ien d o cu m en ta d o s e n la tra d ic i n m od ern a , apenas si p erc ib im os h u ella en lo s tex to s d e lo s s ig lo s X V I y X V II . N o s d ice L o p e -o tr a v e z L o p e - qu e un a vieja en g a a lo s d e m o n io s , p ero s in entrar, d esgraciad am en te, en m s d eta lle s46. P u ed en referirse estas palabras lo m ism o al c u e n to d e la m u jer q u e le encarg al d ia b lo una tarea im p o sib le - l a d e en d erezar u n p e lo r iza d o p o r e jem p lo (c u e n to t ip o 1 17 5 ) - o * 1 c u e n to d e la m u jer q u e le e n se al d ia b lo u n anim al d esc o n o c id o (c u e n to t ip o 10 9 1), igu a lm en te d o cu m en ta d o s en la trad ic in esp a o la co n tem p o r n ea 47. P ero , te n ie n d o en cu en ta u n fragm en to d e la F ilo so fa vu lg a r seg n el cu a l resu lta fcil exp u lsar al d e m o n io d e l cu erp o d e u n p o se d o , p u esto q u e basta c o n d ecir le q u e le van a casar48, inclinara m s b ien a o p in a r q u e el cu en to en el q u e p ien sa L o p e es el d e la su egra d e l d iab lo , m u jer astuta q u e co n sig u e encerrar al d e m o n io en una redom a. H a b in d o se lib ertad o , s e m ete ste en el cu erp o d e una lin d a p rin cesa d e l cu a l se n iega a salir hasta el m o m e n to en q u e im aginan d e con tar le q u e ya llega su suegra, ard id q u e ah u yen ta el e n e m ig o m a lo49.

    A q u sorp ren d ern os d e e ste tr iu n fo y d e a lgu n os o tro s - a b u en seg u ro q u e el c u e n to d e l h errero que apalea al d e m o n io (cu en to t ip o 330 a ) , tan d ifu n d id o en la trad ic in esp a o la co n tem p o r n ea , v iv ira ya en la E spaa d e lo s A u strias, y q u e el d ia b lo d e P apefigu ire a q u ien en ga un v illan o al repartir la co sech a , si h e m o s de creer a R abelais (c u e n to tip o 1030 ), n o sera p rivativo d e la trad ic in francesa en el s ig lo X V I - , cu a n d o sab em os q u e lo s p o d eres d e l d ia b lo so n lim ita d o s, y lim itados en la form a m s grotesca? A s lo afirm an refranes y relatos fam iliares, que p o r una v e z s e m eten en teo lo g a s , y n o d e las p eo res. L evantan las viejas q u e San P edro h iz o abejas, y el d ia b lo p o r con trah acerle h iz o avispas, d ice un a frase proverb ia l recog ida p o r C orreas50. M s exp lcita an, afirm a una trad icin antigua q u e recuer

    41 L ib ro d e Buen A m o r, 189-196.41 Filosofa vulgar, I, p p . 376-581.4' Vocabulario de refranes, p . 374b.44 Vocabulario de refranes, p . 558a.4' L o p e de V ega [?], Pedro d e Urdemalas, I I , Acad. N ., V IH , p . 411a.46 Q uien ama n o haga fieros, I, Acad. N ., X I I I , p . 405a.47 U n a versin del cuerno tip o 1175 aparece entre los C o n tos populares da provincia d e Lugo, nm .

    96; un a versin del cuen to tip o 1091 entre lo s C uentos tradicionales asturianos recogidos por C o n stan tin o C ab a l (E d ito ria l V oluntad , M ad rid ), pp. 114-118.

    4* Filosofa vulgar, I, p . 382.49 L a versi n m s co n o cid a del cu en to (tipo 1164 A) es la q u e recogi Fern n C ab a lle ro (C u e n to s y

    poesas populares andaluzas, B .A .E . , 140, p p . 108-113).w Vocabulario de refranes, p . 214b.

  • D I A B L O O P O B R E D I A B L O ? 87

    dan L o p e d e V ega en La co n tien d a d e D ie g o G arca d e P aredes , T irso d e M olin a en S ie m p re a y u d a la v e rd a d y una co m p o s ic i n p otica d e in cierto autor, q u e q u er ien d o el d e m o n io im itar a D io s crean d o h om b res , s lo c o n sig u i crear m on as5'. V erosm ilm en te ofrecera m s ejem p los la trad icin antigua, p u esto q u e las en cu estas fo lc lricas d e l s ig lo X X revelan variedad m u y sup erior d e tales paralelism os: nu estro S eor cre e l cerd o , e l d iab lo el erizo; n uestro S eor cre el b u ey , e l d iab lo el caracol, etctera51.

    A carreaban, p u es, lo s cu en to s y refranes un a rep resen tacin d e l d ia b lo radicalm en te d istin ta d e la q u e propagaban lo s pred icad ores. C o n v iv ir a n en e l S ig lo d e O r o d o s im genes: la d e u n d iab lo terror fico y la d e un d ia b lo q u e n o pasaba d e ser un p o b re d iab lo . E sta co n v iv en c ia n o se le e sca p al p ro fe so r D e lu m ea u en su ad m irable lib ro sob re La p e u r en O cc id e n r . E l d ia b lo p op u lar tam b in p u ed e ser u n p ersonaje fam iliar, h u m an o , m u c h o m en o s tem ib le d e lo q u e asevera la Iglesia, y tan c ierta es la cosa q u e c o n facilidad co n s ig u en burlarle. A s aparece l en m u ch os cu en to s del ca m p o 55. A prim era vista parecen estas frases con firm ar lo ex p u esto m s arriba. P ero reflejan, al em p lear las palabras popular y cu en to s del ca m p o , un a d isy u n c i n d e la que m e p erm ito d isen tir . M s adecuado sera decir, tra tn d ose d e l s ig lo X V I y d e bu en a parte d e l X V II , trad icion al y cu en to s trad ic ion a les . P orq u e lo s cu en to s trad ic ion a les q u e en n u estro s ig lo X X so n en e fec to - e n las reas en q u e sig u en v iv ie n d o - , cu en to s ca m p esin o s y cu en to s d e cam p esin o s , fu ero n en aquella p o ca p a tr im o n io c o m n d e una socied ad entera. C reo ten er d em o stra d o q u e lo s c u e n to s q u e h o y so le m o s llam ar fo lc l r ico s y q u e han v e n id o a ser an d an d o el t ie m p o p r iva tivos d e p u eb lo s y a ldeas, eran c o n o c id o s en la E spaa d e l S ig lo d e O r o p o r m d ico s , ca ted rticos, frailes, b en efic iad os y caballeros, y penetraban hasta la corte d e l rey F e lip e II. S lo m s tarde s e exc lu yeron p au latinam ente d e las m an sion es se oria les, d e las casas d e ciu d ad an os adinerados y d e lo s c rcu lo s cu lto s . F cilm en te se p od ra d em ostrar lo m ism o p o r lo q u e hace al Pars d e lo s V alo is y d e la c o r te d e lo s p rim eros B o rb o n es . L os co r tesa n o s de L u is X III saben m u ch o c u e n to fo lc l r ic o , fen m en o d e m ayor alcance q u e la m od a del c u e n to d e hadas d e fin es d e l s ig lo X V II y del s ig lo X V III , m od a q u e propaga u n c u e n to a sp tico , m oda superficia l qu e surge en u n gru po elitista q u e est rechaza n d o el c u e n to trad icion al, ya co n sid era d o trivial y p r o p io d e n i os y cam p esin os.

    P ero este m o v im ien to cultural apenas se dibuja an tes d e m ed iados d e l X V II. H asta e sc m o m en to , las im genes tranquilizadoras q u e d ifu n d en cu en to s v iejos y refranes p rotegen d e las im gen es terrorficas del d e m o n io n o s lo a lo s cam p esin os, s in o tam bin a h id algos, caballeros y , p o sib lem en te , a buena parte del p ro p io clero.

    N o q u iero d efen d er la id ea d e q u e lo s e sp a o les (o franceses) cu lto s creyeran q u e el d ia b lo era casado: sera un ab surdo. L o q u e so s te n g o es que co n v iv iero n ,

    51 L o p e de V eg a, La contienda d e D iego Garca d e Paredes, I, B .A .E . , 215, p . 294b. E l texto deSiem pre ayuda la verdad, II, texto de dudosa atribucin , igualm ente se puede leer entre las com edias deT irs o (O bras, I I I , p . 477) y entre las de R u iz de A larc n ( B .A .E ., X X , p . 236c). E l a lu d id o texto potic o , - E n alabanza de la co la o rab o, de dudosa atribucin tam bin , se puede leer en las O bras de G u tie rre d e C etin a , ed. H aza as y la R a, Sevilla , 1895, I I , pp. 7 ^*7 3 - D ich a trad icin no es privativa de E sp a a, com o es l g ico : p o r lo q u e a Fran cia se refiere , vase Paul Sb illo t, L e fo lk lore d e France, III , PP- 3- 5 7 *. 117 *55> 3 0 0 , 339, 355, 367, 443.

    w V ase A n to n i M ara A lco v e r, A p lecb d e rondaies m allorquines, V , p p . 25-27. T am b in Pau B ertrn i B ro s , E l rondallar catala, p . 251.

    " Jo a n D elum eau , La p e u r en O ccident. X IV e-X V IIc sicles, F a y a rd , Pars, 1978, p . 242.

  • 8 8 M A X IM E C H E V A L IE R

    d u ran te m u ch o m s tiem p o d e lo que so le m o s pensar, en las m en tes d e hom bres cu lto s y analfabetos, d e ciu d ad an os y cam p esin os, d e caballeros y braceros, unas rep resen tacion es trad icionales y unas rep resen taciones n uevas. stas, p recisam ente p o r e l h ech o d e ser n u evas, n o d eb iero n d e g o za r in m ed iatam en te d e gran p restig io: sa b id o es q u e la palabra n oved ad n o su ele estar afectada d e s ig n o p o sitiv o en la E spaa d e l S ig lo d e O r o . P ero sob re to d o parece im p o sib le q ue las represen tac ion es antiguas n o op u sieran barrera protectora a las nuevas y n o las co n tam in aran en a lguna m anera. A s se exp licara q u e n o to d o s n u estros an tep asad os hayan p a d ec id o d eseq u ilib r io s m enta les al escu ch ar la p red icacin terrorista en h o n o r en la E u rop a barroca'1.

    E stas represen tacion es trad icionales s e iran b orran d o len tam en te d e las m entes d e lo s q u e escuch ab an lo s serm o n es y , en prim er lugar, entre lo s hab itan tes d e las ciu d ad es. Seg n avanza el p ro ceso , m s pesada se hace la p red icacin . Y cabe pregu ntarse si la ero si n p rogresiva del caparazn p ro tec to r q u e secretaban las viejas trad ic ion es n o habr in d u cid o a parte d e lo s fie les a sacud ir el y u g o d e una re lig in c u y o p eso s e acrecentara ya en form a insufrib le.

    u Sospech a el p ro feso r D elum eau (en en trevista publicada en el perid ico L e M onde, 29-30 d e abril de 1984) que m s de un cristian o d ebi de pensar q u e lo s p redicadores iban exagerando. N i que decir tiene q u e so n m uy p o co s lo s textos que docum enten tal escepticism o en la prim era m itad del s ig lo X V II . P o r su carcter excepcional record ar aq u u n a an cdota apuntada en Sevilla entre 1619 y 1624 (Juan de A rguijo , Cuernos, nm . 250):

    E l C o n d e de Palm a estaba o y e n d o un serm n en el con ven to de N u estra Seora de los R e y e s al padre Fran cisco d e S o to , de la C om paa , q u e d io u n o s das, y en especial en aquel serm n, en atem orizar al au d ito rio co n decir:

    - A q u e l Se or q u e est en el altar me est d icien do q u e algunos de los q u e aqu me o y en no vo lvern a o rm e o tro serm n -c o n otras am enazas sem ejantes de q u e las m ujeres ya a lgo se angustiaban. B a j el C o n d e de Palm a y d ijo qu ed ito a unas seoras q u e estaban delante de l, m uy afligidas:

    -S e o r a s m as , n o se an g u s tie n , q u e p o r m lo h a h e c h o e l p a d re p re d ic a d o r , p o rq u e h a g o ju ra m e n t o a D io s d e n o o r le o t r o s e rm n e n to d o s los d a s d e m i vida.

  • 3EL DIABLO EN LA LITERATURA DE LOS SIGLOS DE ORO:

    DE MSCARA TERRORFICA A CARICATURA CMICA

    Jos Manuel P e d r o s a

    El diablo fue uno de los personajes que m s protagonism o tuvieron en la literatura espaola de los Siglos de Oro. Com o ejem - plificacin del mal absoluto o com o caricatura ridicula de s m ismo, com o inspirador de los peores terrores y de las carcajadas ms desinhibidas, su perfil y su sombra pueden rastrearse desde la m stica hasta las com edias de santos y de magia, desde los exempla m orales de la literatura hagiogrfica hasta los pliegos de cordel y las relaciones de sucesos, desde las m iscelneas de casos maravillosos y de prodigios hasta la produccin satrica de culteranos y conceptistas, desde los legajos inquisitoriales o la literatura sobre las colonias am ericanas hasta los textos novelsticos o la gran com edia y el gran dram a o el burlesco entrem s con que culmin el Barroco.

    Profundos estudios, gruesos volmenes y sesudas tesis com o podr apreciarse en las bibliografas recogidas en los diversos trabajo s que componen este volumen han sido ya dedicados, y siguen siendo dedicados, a la dem onologa renacentista y barroca en sus aspectos sociohistrico y religioso, sobre todo , cuyo estudio dista

  • 6 8 J o s M a n u e l P e d r o s a

    mucho, pese a ello, de haber quedado agotado No hay todava, en cualquier caso, ningn tratado de conjunto, exhaustivo, total, acerca de la presencia del diablo en la produccin literaria que nos han legado los Siglos de Oro, seguram ente porque su docum entacin es por abundante prcticamente inabarcable, y porque es difcil que el diablo no asome, por activa o por pasiva, tras cualquiera de sus recodos.

    Ello me inclina o ms bien me obliga a plantear ahora un rastreo muy poco sistemtico y nada exhaustivo de las huellas del diablo en obras y en docum entos literarios seleccionados con toda intencin entre los que m s se alejan de las muy abundantes y prolijas visiones institucionales, convencionales, teologales. Preferir, antes que el grueso tratado de dem onologa, el incontinente sermn de iglesia o la torrencial literatura hagiogrfica, con sus invectivas m s bien rutinarias y uniformes contra el diablo, el chiste agudo, el breve caso transm itido por los avisos periodsticos o por los folletos de cordel, la alusin soterrada dentro de la novela o la com edia. Es decir, que nos asom arem os al discurso del pueblo y de los intelectuales laicos o al menos no m ilitantem ente ortodoxos antes que a la doctrina del poder y de los acuadores de los dogmas

    1 Atenindonos slo a la dim ensin ms especficam ente literaria, no a la sociohistrica, ni a la religiosa, ni a la antropolgica, ni a la esttica, el trabajo reciente ms importante de todos los dedicados a la cuestin es la tesis doctoral de L. G o n z le z F ernndez. The P hysical an d R hetorical S pectacle o f the D evil in the Spanish G olden-A ge C om edia, Queen Mary and W estfield C ollege, Londres, 1998, autor adems de los siguientes artculos C om o le p in tan : la figura del dem onio en Las batuecas d e l D uque d e A lba de Lope de Vega. A nuario de Lope d e Vega, 4 , 1998, pp. 115-126; Yo soy, pu es saberlo quieres...: la tarjeta de presentacin del dem onio en el C dice de autos vie jos y en la com edia nueva. C riticn , 83, 2001, pp. 105-114; y Espacio y estructura (con algunas notas acerca de la realidad y la ilusin), en E l esclavo d e l dem onio de Mira de Am escua, en F. C a z a l, C. G o n z le z y M. V its e (eds.). Hom enaje a F rederic Serralta. E l espac io y sus representaciones en e l teatro espaol d e l Siglo de Oro, Pamplona-Nava- rra-Frncfort, 2002, pp. 241-258. Muy importante es tambin un artculo de Augustin R edondo sobre la presencia del diablo en las relaciones de sucesos: Le diable et le m onde diabolique dans les relaciones de su cesos (Espagne, 1er moi- ti du xvif sicle) , en J.-P. D u v io ls y A . M o lin i -B er tra n d (eds.), E nfers et dam nations dan s le m onde h ispanique e t h ispano-am ricaine, Pars, 1996, pp. 131-158. En esta obra colectiva se encontrarn otros trabajos relevantes sobre la cuestin. Conviene destacar tambin el artculo de D. M cG rath , El D iablo y la Idolatra en la comedia del N uevo Mundo, Teatro: R evista d e E studios Teatrales , 15, 2001, pp. 143-167. En todas estas obras, especialm ente en la primera citada, se podrn encontrar bibliografas extensas y actualizadas sobre la cuestin, lo que nos permite ahora a nosotros ahorramos un detalle ms prolijo.

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    eclesiales que construyeron la representacin ms interesadamente institucional del diablo. La eleccin de fuentes no doctrinales, no oficiales, en ocasiones marginales o alternativas, adscritas muchas veces a la rbita de la literatura popular, nos perm itir allegar una especie de anecdotario diablesco forzosamente fragmentado, parcial, irregular, pero indispensable para alcanzar un perfil cabal y representativo del personaje.

    Privilegiar este tipo de fuentes documentales supone, adems, acceder a un material muy apropiado para hacer el seguim iento de un proceso que fue ms all de lo estrictam ente literario, que se desbord hasta la categora de lo mental y cultural, y que parece haber afectado grandemente a las ideas y a las creencias que sobre el diablo circularon en la poca: su proceso de trivializacin caricaturesca, su progresiva deriva hacia la com icidad, su conversin en figura de chiste, cada vez ms alejada del aura terrorfica que le haba acompaado de manera ms o menos caracterstica aunque de ningn modo exclusiva desde la Edad M edia2.

    Antes de comenzar, y al hilo de esta ltima cuestin, es preciso hacer una matizacin fundamental. C ircula como idea m uy comn por no decir como prejuicio fuertemente arraigado que hubo una frontera ms o menos tajante entre las creencias relacionadas con el diablo y con la magia en general en la Edad M edia y en los siglos xvi y xvii. Al periodo medieval corresponderan representaciones mucho ms terrorficas, agresivas, oscuras, y actitudes de recepcin social en que el diablo era crdulamente considerado por la prctica totalidad de la comunidad como una presencia amenazadora en todos los rdenes de la vida individual y colectiva. En el Renacimiento y el Barroco, los ingredientes ms fabulosos e irracionales de aquellas creencias habran comenzado a ser puestos cada vez m s en duda aunque la Iglesia sigui usndolos y agitndolos a su conveniencia , el miedo al diablo habra dejado de ser una autntica epidemia social para convertirse en patologa ms individual aunque ampliamente extendida , habran aflorado incluso dentro de la Iglesia

    2 Sobre las proyecciones cm icas de la figura del diablo en los S iglos de Oro, vanse los esludios imprescindibles de J. C a r o B aroja , Infierno y humorismo (reflexin sobre el arle glico y folklore religioso). R evista de D ialectologa y Tradiciones Populares , 22 , 1966, pp. 26-40, y M. C h e v a l i e r , Diablo o pobre diablo? Sobre una representacin tradicional del dem onio en e l S ig lo de Oro, en su Cuento tradicional, cultura, literatura, sig los x v i -x i x , Salamanca, 1999, pp. 81- 88 . V ase adems T. E. C ase, The Devil and Humor in Lopes Comedias de Santos, Bulletin o f the Com ediantes, 39, 1987, pp. 47-62.

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    numerosos intentos de racionalizar sus rasgos y atribuciones, y se habran consolidado otras representaciones alternativas, en buena medida cmicas y ridiculas, que marcaran el principio de su decadencia como instrumento al servicio de las estrategias de control mental, social y religioso de que se vala la ortodoxia eclesial.

    Esta percepcin de las representaciones del diablo es correcta slo a m edias porque, aunque es bien cierto que los avances culturales y cientficos fueron despojndole de credibilidad y, por tanto, de capacidad de am edrentamiento a m edida que la sociedad occidental se adentraba en la senda de la m odernidad, tambin lo es que su proceso de trivializacin y de caricaturizacin se haba iniciado con fuerza ya en la Edad M edia. Un estudio imprescindible de M ara Jess Lacarra sobre el papel de la risa y sobre su relacin con la figura del diablo en la cultura espaola y europea de la Edad M edia, adems de probar que en la literatura medieval los santos no aparecen riendo o aparecen riendo muy com edidam ente m ientras que los diablos se caracterizaban por lo inmoderado de sus carcajadas, nos recuerda que, en obras tan tem pranas (de la primera m itad del siglo xm) com o la Vida de San M illn de la Cogollo , de Gonzalo de Berceo, se incluan escenas en que los diablos, en su intento de quem ar la cam a donde dorm a el santo, acababan burlados y con las barbas cm icam ente chamuscadas. Y no se trata de ningn ejem plo nico ni excepcional, porque otros m uchos ttulos de la literatura medieval no dejaron de ahorrar representaciones ridiculas y hum orsticas del diablo:

    L as accion es diablicas, tal y com o se presentan en las obras de B erceo, tienen ingredientes c m ico s que haran rer al pblico, satisfecho ante e l fracaso del mal y e l triunfo del bien. El fen m eno no es , sin em bargo, ex c lu s iv o del poeta riojano y ha sid o objeto d e am plia d iscu sin por la crtica. Segn Jean Frappier, la Edad M edia habra creado un diablo ridculo, grotesco, para liberarse de e sa manera del terror que le causaba. Por e l contrario, Aaron G ourevitch cree descubrir a lgo am bivalente en la actitud d e lo s cristianos ante lo d iablico , m ezcla de m iedo y de humor. Sin em bargo, la am bivalencia d e la que habla el historiador ruso debera matizarse en funcin de lo s d iversos contextos. El diablo aterrador de la A lta Edad M edia deja paso a partir d el s ig lo x in a un diab lo m s cm ico , com o lo reflejan d iversas m anifestaciones artsticas. M uchas son las causas que pueden estar detrs d e este cam bio. U na nueva tica, m s atenta a justificar el mal por causas internas, hace que lo dem onaco vaya quedando relegado a una funcin subalterna. La literatura en lengua vulgar, m s prxim a a las form as de religiosidad popular y al fo lk lore, presenta una im agen del d iab lo m s cm ica que la literatu-

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    querem os llevar e l cuerpo al infierno, ya que tenem os all e l alm a, y que lo hicieron as. E s c o sa c ierta8.

    La fcil disposicin que siem pre m ostr la Iglesia a agitar el tem or al diablo com o estrategia de control religioso y social encontr el cam po abonado y se ali muchas veces con la desbocada inventiva popular, m uy inclinada a dejarse im presionar por lo sobrenatural y a desarrollar y am plificar mitos y supersticiones que venan de muy antiguo incluso de la tradicin precristiana . En los mbitos rurales, sobre todo, se produjeron mezclas y sincretismos sumam ente curiosos, com o refleja, por ejem plo, un sonado caso de licantropa que habra tenido lugar en los campos de Asturias y que llev a la Inquisicin a procesar a Ana M ara Garca, llamada la Lobera , porque, entre otras muchas cosas,

    h abindose ido con unos pastores con q u ien es ha tratado d esh o nestam ente y andado tres aos, ha llam ado a lo s lob os haciendo el cerc o en la tierra y m etin d ose dentro, y dando un silb o venan siete lobos d e d iferentes co lores, que eran dem on ios, y s e iban tras e lla por donde quiera que iba, y cuando estaba dentro del cerco andaban e llo s alrededor sin entrar en l, y la rea los reparta, tres v ece s por una parte, dos en otra y d os en otra, y ven an unas v ece s sin llam arlos y otras porque lo s llam aba para que estuvieran con e lla [...] En las d ehesas d e A lcu dia, habiendo la rea llegado a un cazador que llevab a una carga de con ejos y perd ices a vender, le p id i un con ejo , y n o se lo q u iso dar y dentro d e tres d as com ieron lo s lobos a una bestia d e carga d e d ich o cazad or9.

    Los rumores y terrores que despertaban los supuestos congresos y aquelarres de brujas y de diablos, convenientem ente aireados por la Inquisicin, tuvieron tam bin am plia circulacin en los siglos xvi y xvn, aunque no llegaran a desarrollar los rasgos de psicosis colectiva que haban alcanzado en pocas anteriores. No es que no abundasen los procesos inquisitoriales por brujera, sino que la repercusin que alcanzaron, los hechos que probaron y las condenas que dictaron, fueron cada vez menos importantes y llamativos. El clebre y aparatoso auto de fe de Logroo que conden a comienzos del siglo XVII a unas cuantas desdichadas brujas vascas dog

    J. d e B a r r i o n u e v o , A visos d e l M adrid de los A ustrias y o tras noticias, en J. M. D e z B o r q u e (ed.), Madrid. 1996, p. 268.

    ' J. L. R o d r g u e z - V i g i l R u b i o , Bruxas, lobos e Inquisicin: e l p roceso de Ana M ara Garca, la Lobera, O viedo, 1996, p. 197.

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    mticamente glosado en el D is c u r s o a c e r c a d e l o s c u e n to s d e b r u ja s (1611) de Pedro de V alencial0, y magistralm ente estudiado en el clsico L a s b r u ja s y s u m u n d o (1961) de Julio Caro Baroja se qued en una especie de hueco simulacro que levant serias dudas entre los propios inquisidores y que puso de relieve lo desesperado de los esfuerzos de la Iglesia por m antener al precio que fuese el miedo colectivo a lo satnico que convena a sus intereses.

    No es mi intencin extenderm e aqu sobre una cuestin que tiene ms sesgo sociohistrico que literario, pero s quiero aportar como sim ple botn de m uestra las acusaciones que se vertieron en un proceso inquisitorial por brujera atestiguada en el pueblo de Valdepi- lagos (M adrid) en 1639, en el que se afirm com o cosa cierta que, despus de que las brujas hubiesen estado de fiesta toda la noche, continuaron el vayle alrededor del cabrn y cada vez que valaua le uesavan en el culo, o quando le uesauan valava11. Colofn grotesco de uno ms de los procesos por brujera y por culto diablico que tuvieron lugar, cada vez m s reducidos a acumulacin de testim onios de desrdenes patolgicos, fbulas disparatadas y lugares folklricos comunes, en el siglo xvn. No debe extraarnos, por ello, que algunos grandes ingenios literarios de la poca se mostrasen encantados de aprovechar tan sugerente venero de motivos fantsticos, com o prueban, por ejem plo, los relatos insertos por Antonio de Torquemada en el tratado III de su J a r d n d e f l o r e s c u r io s a s que contiene, por cierto, otros interesantsim os relatos de tema diablico y por Lope de Vega en E l p e r e g r in o e n s u p a t r i a , protagonizados por un diablo que, al escuchar tocar las campanas de la iglesia, deja caer al suelo a las brujas que transportaba por el aire12. El congreso de diablos y de brujas que tantos temores y terrores haba despertado tradicionalmente queda convertido, as, en farsa ridicula cuyos protagonistas acaban cm icam ente hum illados y magullados.

    Las historias y leyendas sobre pactos de hum anos con demonios tam poco dejaron de excitar la im aginacin popu lar y la de m uch

    10 P. de V a len c ia , D iscurso acerca de los cuentos de las brujas , en O bras com pletas (eds.), M. A. M a rco s C a sq u ero y H. R iesco lv a rez , Len, 1997, vol. VII, p. 256.

    11 El texto se conserva en el A rchivo Histrico Nacional de Madrid, Inquisicin de Toledo, Hechicera, legajo 85/14 (antes 85/68), f. |40rv |. Vase al respecto J. M. P e d r o s a , D os canciones y dos cuentos de brujas de los S iglos de Oro: El secreto de la ruda. Romance Q uarterly , 44, 1997, pp. 225-232 |227).

    12 J. F radejas L ebrero, M edia docena de cuentos de Lope de Vega, A nales de L iteratura Espaola. 5, 1986-1987, pp. 121 -144 [ 133-134].

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    sim os escritores en los siglos xvi y x v i i , aunque con un grado de credibilidad igualmente decadente. Est bien atestiguada, por ejem plo, la fam a de Toledo tambin la de Sevilla y Crdoba como sede y foco de personajes y de sucesos especialm ente pactos diablicos a lo largo de la Edad Media. En los siglos xvi y x v i i , en cualquier caso, esta fam a haba rem itido ya m ucho l3. Otro tanto puede decirse de la Cueva de la ciudad de Salamanca, a la que se deca que concurran los estudiantes de la Universidad para pactar con el dem onio el aprobado de sus exm enes l4, creencia que se hallaba vinculada con el cuento de E l m a g o y s u a lu m n o (nmero 325 en el catlogo de tipos cuentsticos de Antii Aam e y Stith T hom pson)15 y que, a m edida que fueron avanzando los siglos xvi y x v i i , fue quedando reducida m s a objeto de curiosidad morbosa y hasta de chanza irrespetuosa recurdese el hilarante entrems cervantino de L a c u e v a d e S a la m a n c a que a otra cosa.

    Los relatos y fbulas acerca de pactos diablicos documentados en los Siglos de Oro son abundantes. Algunos los conocem os como casos histricos, de los que qued testim onio en los inagotables archivos inquisitoriales, y otros com o reelaboraciones literarias, algunas tan importantes y significativas com o E l e s c l a v o d e l d e m o n io de Antonio M ira de Am escua o E l m g i c o p r o d i g io s o de Pedro Caldern de la Barca. No fue nada infrecuente, en cualquier caso, que muchas de sus recreaciones literarias hicieran hincapi en sus ingredientes hum orsticos y satricos. Es el caso, por ejemplo, de un romance de 290 versos protagonizado por un joven que pacta con un enano (de tan extraa figura que al dem onio se asem eja) la concesin de tres favores mgicos: un arco de flechas infalibles, un instrumento musical que obliga a danzar a su pblico, y cualquier otro deseo. Gracias a tales dones, el joven logra superar diversas pruebas, burlarse de varios grupos y estam entos sociales (sobre todo, de

    13 S. R oblin-D ubin, Lcole de magie de Tolede: histoire et legende. en D. BUSCHINCER (ed.), Histoire e t L ittrature au M oyen A ge. A ctes du C ooque du Centre d 'E tudes M edievales de l U niversit de Picarde (Amiens 20-24 m ars I9S5), Goppingcn, 1991. pp. 419-433: E. B en ito R uano, A Toledo los diablos. M edievo Hispano. Estudios in M em oriam d e l Prof. D erek W. Lom ax , Madrid, 1995, pp. 65-81.

    14 F. D elp ech , L'colier diabolique: aspects ibcriqucs d'un mythe europ- en, en J. L. G uere a, E. M. F e l l y J. R. Aymes, (eds.), L'universit en Espagne e t en A m rique Latine du M oyen A ge c nos Jours. /. Structures e t Acteurs. A ctes du Co! lo que de Tours, 12-14 Janvier 1990 , vol. I, Tours. 1991. pp. 155-177.

    15 A. A arn e y S. Thompson. The Types o f the Folktale: a C lassification and B ibliography [FF Comm unications 1841, 2.a revisin, Helsinki. 1981.

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    los judos) y ganar fortuna. Se trata de una versin del cuento que tiene el nmero 592 en el catlogo de tipos cuentsticos universales de Aarne y Thom pson, y que est relacionada tam bin con otros entrem eses cm icos barrocos, com o los de El encanto en a vigela y Los a tarantados l6.

    De carcter cmico es tam bin otro cuento atestiguado por Sebastin de Horozco en la segunda m itad del xvi, en dos interesantsim as versiones agrupadas bajo el ttulo de E l diablo a quien le sirve da el pago. La prim era versin, que Horozco dice haber ledo en el Libro de la natura anglica (esto no es hablilla, sino cosa escrita por auctor grave), est protagonizada por un em perador de Constantinopla que ofreci una vela a la imagen del diablo custodiada en la iglesia de Santa Sofa. Aquella misma noche el mismo diablo se le apareci en sueos anuncindole que cuando despertase encontrara un tesoro en su cama. Pero slo hall excrem entos que llenaron su lecho y sus arcas, cuya hediondez le oblig, al final, a abandonar el palacio. A continuacin, Horozco reproduca una segunda versin an m s interesante, dada su extraccin declaradam ente oral:

    Q uasi este m ism o quento o ya y o alias referir de otro que poniendo unas candelillas a lo s D o ze A p sto les puso otra que le sobraba al d iablo a quien tena atado a sus p ies San B artolom . Y esa noche le apareci y le d ixo que por aquella honra que le ava fech o le quera mostrar dnde hallara un tesoro. Y en sueos le ava llevado a un cam po donde d ixo que hallara el tesoro y que por seal porque acertase a donde estaba se en su ziase a ll encim a y durm iendo se ava ensuziado en la cam a y ava recordado y halldose suzio. En fin , el d em onio e s tal que a quien sirve no puede dar buen pago l7.

    El mism o cuento fue desarrollado, segn M xim e Chevalier, en La m s hidalga hermosura de Rojas Zorrilla, y es bien conocido a partir de otras versiones espaolas y francesas modernas l8. Se corresponde con el tipo cuentstico 1645B, que se ha documentado en tradiciones de todo el mundo.

    16 V ase, al respecto, H . R e c o u l e s , propos d'un thme folklorique et de sa diffusion en Espagne: Le violon enchant, M langes de Philologie Romane offerts Charles Cam proux , II, Montpellier, 1978, pp. 1181-1190.

    17 S. d e H o r o z c o , El libro de los proverbios g losados (1570-1580). en J. W e i n e r (ed.), Kassel, 1994, p. 441.

    18 M. C h e v a l i e r , Quince cuentos jocosos . R evista d e D ialecto loga y Tradiciones P opulares, 57, nm. 7 , 2002, pp. 121-138.

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    Algunas denuncias y testim onios histricos de pactos diablicos conservados en los archivos inquisitoriales alcanzan un ms que sugestivo nivel literario. Vale la pena, por ello, reproducir un relato de ttulo prometedor. Indagacin sobre un rum or de que existe un hombre llam ado Juan Andrs quien tiene al diablo p intado en las espaldas y se convirti en toro, que m uestra cm o los rum ores que circulaban de boca en boca en este caso en el pueblo m exicano de San Juan del Ro, donde fue instruido el correspondiente proceso en 1651 podan llegar a revestirse de todas las galas de la invencin fabulstica:

    En e l pueb lo de San Juan del R o, en veinte das del m es de enero deste ao de m il y se isien tos y sinquenta y uno, com o a las d ose del da, ante el seor licenciado S im n N ues Bala, com isario del Santo O fic io desde d ich o pueblo, paresi sien d o trado por don Baltasar L opes de Soria y jur en forma que dir verdad un hom bre espaol que d ixo llamarse A ntonio de V allejo, soltero que sirbe a d icho don Baltasar L opes de Soria, de edad d e d ies y nuebe aos. El qual, por descargo d e su con- siensia , d ise denungia que la n oche buena del ao passado, estando en la estansia grande parlando con una mulata llam ada Margarita de Ybarra. soltera que v ive en d icha hacienda, y tratando d e un hom bre llam ado Juan Andrs, m aiordom o de la hasienda que llam an d e G alindo deste dicho partido, le d ix o dicha Margarita d e Ybarra que le haban d icho a ella que d icho Juan Andrs tena pacto con e l d iablo y que lo tena pintado en una espald illa . Y que la persona que se lo aba d icho le d ixo que, yendo con d icho Juan A ndrs, aba salido un toro bramando. Y le d ixo que porque le aba tenido m iedo, que se apartava. Y fue ai, donde e l toro bena, d ich o Juan A ndrs y lo perdi d e vista. Y dentro d e una hora salieron d os toros bramando. Y que parlando con don Baltasar L opes de Soria, su am o, estando com iendo parlando d e d ich o Juan A ndrs, a su pareser abr quinse d ias, le d ix o cm o le aban d icho a este declarante que d icho Juan Andrs tena pintado e l d iablo en la espaldilla. Y que por esto que le aban d icho, d ixo que le pareca que en esta v ida no le podan castigar, que en la otra poda ser. Y quando d icha Margarita d e Ybarra le dixo lo que tiene referido, no aba m as que unos m uchachos durmiendo y estaba sola con este d icho declarante. Y sta e s la verdad por e l juram ento que tiene hecho. Y sin dole le do d ixo que estaba bien escrito y prom eti e l secreto. Y por no saber escriv ir lo firm por l e l d icho seor com isario [firm as] ,9.

    14 T o m o e l t e x t o , r e g u la r iz a n d o la p r e s e n ta c i n g r f i c a , d e M . M a s e r a , c o n lac o la b o r a c i n d e S . C o r t s H e r n n d e z y M . T a h u i l n G a r c a , R elatos o ra les enla Inquisicin N ovohispana (s. xvn) Supersticiones, ritos, hechicera y bailes , B a r c e lo n a , e n p re n sa . A g r a d e z c o a lo s t re s in v e s t ig a d o r e s la c e s i n d e e s te p r e c io s o d o c u m e n to in d ito .

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    la vida del hombre com o era el dormir, e incluso de pin tar las imgenes soadas:

    A l dem onio le adjudica e l poder de servir d e agente catalizador del proceso d igestivo y provocar e l sueo fis io l g ico , a s com o d e conformar im genes y de transfigurarse en seres ce lestia les, e inducir pensam ientos vanidosos. La idea del activ ism o satnico dentro del acaecer cotid iano fue un puntal im portante del dogm a ca t lico sosten ido principalm ente por e l cuerpo d e ideas agustinas y tom istas. Segn e llo s , el dem onio por su naturaleza tiene un con ocim ien to superior al de los hum anos. Una d e sus v ictorias diarias era crear estados aletargados o som nferos durante las activ idades relig iosas e invitar a la destem planza en e l com er y dormir con e l propsito de estorbar las buenas obras [...] El dem onio era un p in to r del m undo im aginario que andaba causando e s tra g o s dentro del m bito espaol [...] Si las posib ilidades de caer en las garras dem onacas eran tan grandes, cm o enfrentarse cotidianam ente al poder del dem onio? Con espritu dogm tico M onzn planteaba que la propensin a tal cada se increm entaba cuando las personas se apartaban d e las ora c io n es m en ta les . N o dud entonces en ofrecer un detallado recetario prctico para enfrentar la batalla cam pal contra el en em ig o inspirado principalm ente en los relatos de san tos22.

    A propsito de esta capacidad de sim ular pinturas o imgenes atribuida tradicionalm ente al diablo, vale la pena apuntar que algunos clrigos llevaron sus teoras hasta extremos tan disparatados que acabaron siendo vctim as ellos mismos de los propios terrores que sembraron. Tal fue el caso de Constantino Ponce de la Fuente, capelln real y predicador de la catedral de Sevilla, que se em pe en afirm ar que el ser hum ano estaba pintado a imagen del m ismsimo diablo en vez de a imagen de Dios, lo que le llev a m orir en 1560 en una crcel de la Inquisicin y luego a ser desenterrado y quem ado en efigie com o hereje. A lgunas de sus reflexiones sobre el espanto que l tanto contribuy a fomentar frente al diablo com paran, con un acierto quiz impregnado de irona, a los crdulos y atem orizados hum anos vctim as de esos terrores con los nios pequeos que no tienen perfecto uso de razn:

    N o s lo las obras del d em on io son aborrescidas del hombre que las entiende y sabe sus fines, m as tiene co n sig o un natural espanto, que paresce que los hom bres andan siem pre atem orizados del, que todas sus

    22 M. J o r d n A r r o y o , Francisco M onzn y e l buen dorm ir: la interpretacin teolgica de los sueos en la Espaa del sig lo xvi . Cuadernos d e H istoria M oderna, 26, 2001, pp. 169-184 [ 179-180].

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    la vida del hombre com o era el dormir, e incluso de pin tar las imgenes soadas:

    A l dem onio le adjudica e l poder de servir d e agente catalizador del proceso d igestivo y provocar e l sueo fis io l g ico , a s com o d e conformar im genes y de transfigurarse en seres ce lestia les, e inducir pensam ientos vanidosos. La idea del activ ism o satnico dentro del acaecer cotid iano fue un puntal im portante del dogm a ca t lico sosten ido principalm ente por e l cuerpo d e ideas agustinas y tom istas. Segn e llo s , el dem onio por su naturaleza tiene un con ocim ien to superior al de los hum anos. Una d e sus v ictorias diarias era crear estados aletargados o som nferos durante las activ idades relig iosas e invitar a la destem planza en e l com er y dormir con e l propsito de estorbar las buenas obras [...] El dem onio era un p in to r del m undo im aginario que andaba causando e s tra g o s dentro del m bito espaol [...] Si las posib ilidades de caer en las garras dem onacas eran tan grandes, cm o enfrentarse cotidianam ente al poder del dem onio? Con espritu dogm tico M onzn planteaba que la propensin a tal cada se increm entaba cuando las personas se apartaban d e las ora c io n es m en ta les . N o dud entonces en ofrecer un detallado recetario prctico para enfrentar la batalla cam pal contra el en em ig o inspirado principalm ente en los relatos de san tos22.

    A propsito de esta capacidad de sim ular pinturas o imgenes atribuida tradicionalm ente al diablo, vale la pena apuntar que algunos clrigos llevaron sus teoras hasta extremos tan disparatados que acabaron siendo vctim as ellos mismos de los propios terrores que sembraron. Tal fue el caso de Constantino Ponce de la Fuente, capelln real y predicador de la catedral de Sevilla, que se em pe en afirm ar que el ser hum ano estaba pintado a imagen del m ismsimo diablo en vez de a imagen de Dios, lo que le llev a m orir en 1560 en una crcel de la Inquisicin y luego a ser desenterrado y quem ado en efigie com o hereje. A lgunas de sus reflexiones sobre el espanto que l tanto contribuy a fomentar frente al diablo com paran, con un acierto quiz impregnado de irona, a los crdulos y atem orizados hum anos vctim as de esos terrores con los nios pequeos que no tienen perfecto uso de razn:

    N o s lo las obras del d em on io son aborrescidas del hombre que las entiende y sabe sus fines, m as tiene co n sig o un natural espanto, que paresce que los hom bres andan siem pre atem orizados del, que todas sus

    22 M. J o r d n A r r o y o , Francisco M onzn y e l buen dorm ir: la interpretacin teolgica de los sueos en la Espaa del sig lo xvi . Cuadernos d e H istoria M oderna, 26, 2001, pp. 169-184 [ 179-1801.

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    cosas ponen pavor, com o se experim enta an en los n ios p equeos que no tienen perfecto uso d e razn 23.

    Lo m s interesante para nosotros es apreciar cm o la teora que convirti al diablo en pintor de las im genes y de los sim ulacros que engaan supuestamente a los hom bres lleg a calar en la cultura del pueblo y a convertirse en lugar com n (hay opinin que...), incluso a ser objeto de irona por ingenios tan finos com o el de Miguel de Cervantes. Recurdense si no las palabras puestas en boca de una bruja en su Coloquio de los perros:

    H ay op in in que n o vam os a estos con vites, s in o con la fantasa, en la cual nos representa e l dem onio las im genes de todas aquellas cosas que desp us contam os que nos han suced ido 24.

    En los lamentos grotescos de don Quijote tras su fallido combate contra los molinos de viento se halla cifrada tam bin una sutil chanza contra tales teoras, aunque sea en otro ejem plo de trivializa- cin disparatada de su figura el m aligno sabio Frestn el que en esta ocasin asuma el papel de trasunto diablico:

    Y o p ienso, y as e s verdad, que aquel sabio Frestn que m e rob el aposento y los libros ha vuelto estos g igan tes en m olinos para quitarme la gloria de su vencim iento 25.

    Que los dogm as teolgicos sobre el diablo com o pintor o sim ulador de las imgenes del mundo tenan curiosas conexiones con la cultura del pueblo lo vuelve a probar un ingenio contem porneo de Cervantes, Sebastin de Covarrubias, cuando se permite conjeturar con no poca irona lo siguiente:

    F adas o hadas llam an los escritores fabulosos de libros de caballeras a las ninfas o m ujeres encantadas, que fingen no poder morir. Y dijronse a fu n d o , porque las introducen adivinando las co sa s por venir.Y algunas v eces puede haber sid o que e l dem onio tom e figura de tales

    23 D octrina C ristiana , f. 19r. J. C. N ieto, Hereja en la Capilla Imperial: Constantino Ponce de la Fuente y la imagen del D iablo, en J. M a r t n e z M lLL N , (ed.), C arlos V y la quiebra d e l humanismo po ltico en Europa (1530- 15581 vol. IV, Madrid, 2000, pp. 213-226 [2241.

    24 M. de C ervantes, El coloquio de los perros , en Obra com pleta , II, F. Sevil l a A r r o y o y A . Rey H azas (eds.), Alcal de Henares, 1994, pp. 893-962 1941].

    25 M. de C ervan tes, El Ingenioso H idalgo Don Q uijote d e La M ancha, en O bra com pleta. 1:8, p. 96.

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    personajes para engaar a los n ecios y co d ic io so s, porque d icen asistir en lo s lugares donde hay tesoros y los guardan 26.

    Un cauce de propaganda tan eficaz com o el del serm n o la catcquesis para disem inar el m iedo al diablo fue el de las relaciones de sucesos y los pliegos de cordel que se voceaban por calles y plazas en la Espaa de los siglos xvi y xvn. Augustin Redondo ha dem ostrado hasta qu punto este tipo de literatura, vidam ente consumida por el pueblo pero fabricada y controlada por las lites, desempe un papel activo en la difusin de la ideologa contrarreform ista, y cm o dio eficaz proyeccin a la pedagoga de! m iedo que recom endaban los predicadores catlicos para m antener el dom inio sobre la grey. El propio Redondo ha analizado un buen nm ero de relaciones de finales del siglo xvi y comienzos del xvn, y ha llamado la atencin sobre el empleo de recursos y referencias realistas para potenciar su verosim ilitud y, por tanto, su credibilidad. La m ayora ofrecen todo tipo de detalles sobre las fechas muy recientes, casi contem porneas y la localizacin en escenarios reales y familiares, com o Toledo, Albacete, M urcia donde supuestam ente tuvieron lugar los hechos que glosan. Los ttulos de estas relaciones autnticos resm enes muchas veces de sus argum entos son m s que significativos: C aso milagroso sucedido en la ciudad de Giiesca que trata de la maravillosa misericordia que Jesu Christo nuestro seor obr con un hombre que ava hecho pacto y conveniencia con el demonio ( 1595) , Obra nueva sucedida en el castillo de Salgas en el Reyno de Catalua. La qual trata de un maravilloso milagro que obr nuestra seora del Carmen. Trata de cmo una m esonera dio muerte a su marido y a quatro hijos suyos p o r yrse con un harriero, y de cmo el demonio tom su figura y Ies ech dentro en un pozo ( 1595) , Caso memorable y espantoso que aconteci a un hombre que estuvo doze aos sin confesar: y en todo este tiempo, siempre recibi e l Santssimo Sacramento, y a s visiblemente el dem onio lo ahog ( 1600), Relacin m uy verdadera en la qual se contienen dos obras, dignas de grandssima admiracin. La prim era trata cmo en la villa de Castro, este verano, aparecieron treynta y cinco legiones de demonios. Dase cuenta de las cosas que hizeron y letras que en el suelo escrivieron, en seys das que estuvieron en el trmino y lugar... (1613), Relacin verdadera en la qual se declara cmo en la ciudad de M urcia un hombre sastre mat a su

    26 S. d e C o v a r r u b i a s , Tesoro de la Lengua C astellana o E spaola , M adrid,1984, p. 581.

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    p erso n a jes p a ra e n g a a r a los n ec io s y co d ic io so s , po rq u e d ic e n asistir en lo s lugares d o n d e h ay te so ro s y los g u a rd an 26.

    Un cauce de propaganda tan eficaz com o el del serm n o la catcquesis para disem inar el m iedo al diablo fue el de las relaciones de sucesos y los pliegos de cordel que se voceaban por calles y plazas en la Espaa de los siglos xvi y x v i i . Augustin Redondo ha dem ostrado hasta qu punto este tipo de literatura, vidam ente consumida por el pueblo pero fabricada y controlada por las lites, desempe un papel activo en la difusin de la ideologa contrarreform ista, y cm o dio eficaz proyeccin a la pedagoga de! m iedo que recom endaban los predicadores catlicos para m antener el dom inio sobre la grey. El propio Redondo ha analizado un buen nm ero de relaciones de finales del siglo xvi y comienzos del x v i i , y ha llamado la atencin sobre el empleo de recursos y referencias realistas para potenciar su verosim ilitud y, por tanto, su credibilidad. La m ayora ofrecen todo tipo de detalles sobre las fechas muy recientes, casi contem porneas y la localizacin en escenarios reales y familiares, com o Toledo, Albacete, M urcia donde supuestam ente tuvieron lugar los hechos que glosan. Los ttulos de estas relaciones autnticos resm enes muchas veces de sus argum entos son m s que significativos: Caso milagroso sucedido en la ciudad de Giiesca que trata de la maravillosa misericordia que Jesu Christo nuestro seor obr con un hombre que ava hecho pacto y conveniencia con el demonio (1595), Obra nueva sucedida en el castillo de Salgas en el Reyno de Catalua. La qual trata de un maravilloso milagro que obr nuestra seora del Carmen. Trata de cmo una m esonera dio muerte a su marido y a quatro hijos suyos p o r yrse con un harriero, y de cmo el demonio tom su figura y Ies ech dentro en un pozo (1595), Caso memorable y espantoso que aconteci a un hombre que estuvo doze aos sin confesar: y en todo este tiempo, siempre recibi e l Santssimo Sacramento, y a s visiblemente el dem onio lo ahog (1600), Relacin m uy verdadera en la qual se contienen dos obras, dignas de grandssima admiracin. La prim era trata cmo en la villa de Castro, este verano, aparecieron treynta y cinco legiones de demonios. Dase cuenta de las cosas que hizeron y letras que en el suelo escrivieron, en seys das que estuvieron en el trmino y lugar... (1613), Relacin verdadera en la qual se declara cmo en la ciudad de M urcia un hombre sastre mat a su

    26 S. d e C o v a r r u b i a s , Tesoro de la Lengua C astellana o E spaola , M adrid,1984, p. 581.

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    m uger preada de siete meses este ao de 1617. Porque le quebr una aguja estando cosiendo, incitado del demonio, y cmo despus se le apareci el mismo demonio en figura de hombre humano (1617), Suceso atroz y espantoso que ha acontecido a una mal acondicionada muger, que maldiziendo a sus hijos, les ofreca al Diablo, y lo que sobre esto aconteci (1625), Nuevo y posterior romance, en que se declara cmo unos nobles cavalle ros y un sacerdote se vistieron las Carnestolendas de diablillos: refirese cmo, pasando el Santssimo Sacramento, todos se arrodillaron y se quitaron las mscaras para adorar a su M agestad, menos el sacerdote, y perm iti este Soberano Seor que, p o r su loca sobervia, se quedase con el horrible traje de Demonio. Sucedi en la ciudad de M alfeta (sin fecha)27.

    El ttulo de este ltimo pliego es quizs el ms expresivo de todos porque desvela la intencin de quienquiera que escribiese el poem a fuera clrigo o entusiasta propagandista catlico de reprim ir la dimensin carnavalesca y de imponer la seriedad en el tratamiento del diablo com o sujeto literario y sociocultural. Empeo imposible. Los esfuerzos de la Iglesia por m antener las creencias y las actitudes acerca del diablo dentro de los lmites de la ortodoxia, de la seriedad, del simple respeto, hicieron aguas por todas partes. Ni siquiera la literatura de cordel, puntual transm isora de las pautas y dogm as de la doctrina, se m antuvo al margen. Antonia Morel d Arleux ha dedicado un artculo reciente a analizar las visitas al infierno y al purgatorio que se relatan en diversos pliegos sueltos y relaciones de sucesos, algunos de ellos relacionados con el com ple

    La lilcratura de cordel sigui, mucho ms all de los lmites del sig lo xvn, generando discursos terrorficos acerca del diablo, com o muestra este otro ttulo, de la segunda mitad del siglo siguiente: Nueva relacin y curioso Romance, en que se da cuenta y d eclara un horroroso caso, que ha sucedido en la C iudad de O viedo, con una m uger llam ada Josepha Alvarez, natural de la m ism a Ciudad, la qual estuvo catorce das sin comer, hablar, ni dormir, ni ten er en su rostro seales de persona humana, p o r haversele desfigurado e l D em onio en figu ra de un horrib le G ato negro. A qu se refiere e l desastrado fin que tuvo en pena de su m ala vida. Era Bruja H echicera, y vivi m s de cinquenta a os en sus perversas costum bres. Sucedi 6 de ju lio d e l ao d e 1752. Vase su descripcin en M. C . G a r c a D E E n t e r r a , M agos y santos en la literatura popular (supersticin y devocin en el S ig lo de las Luces), en J. H u e r t a C a l v o y E . P a l a c i o s F e r n n d e z (eds.), A l margen de la Ilustracin: cultura popular, arte y literatura en la Espaa del sig lo xviit, Amsterdam, 1998, pp. 53-76 (61). Sobre la presencia demonaca en la literatura de cordel, vase tambin C . V . C a r r a n z a V e r a , Lo sobrenatural en la literatura de cordel del sig lo x v i i espaol. Trabajo de Investigacin Tutelado, Universidad de A lcal, 2003.

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    jo narrativo de E l purgatorio de San Patricio y con una clase especial de pliegos sueltos que propona a los fieles los llamados ju b ileos destinados a sacar alm as del purgatorio28. Algunas de estas obras incorporaban episodios e ilustraciones impregnadas de dram atismo, com o se aprecia en una hoja suelta que m uestra cm o, en el purgatorio,

    el ju ez provisto de la va ra f r re a y de la espada de D am ocles , seguido de su corte d e asesores y cubierto con mitra papal, va detrs del dem onio. La autoridad del dem on io -fisca l que abre e l cortejo, aparece puesta de relieve por la larga lista d e culpas que parece mostrar al ngel que guarda e l pozo del Purgatorio. ste, por e l contrario, muestra con gesto deso lad o la corta lista de las bonas obras 79.

    Pese a ello, se puede detectar dentro de este repertorio otro tipo de ingredientes, m enos dram ticos, m s relajados, a veces incluso cm icos y satricos, tras los que la m ism a autora cree detectar una

    nueva visin d e la muerte que pone en tela d e ju ic io e l m ensaje serm onario, introduciendo un m atiz d e distanciacin m ediante e l uso d e e le m entos satricos y burlescos. E l pueb lo experim enta un cierto escep tic ism o ante las horripilantes v is ion es del infierno que difunden los serm ones y libros p iadosos. S e em pieza a enfocar e l problem a bajo aspectos soc ia les que subrayan la injusticia. El infierno no debe ser para los pobres y desgraciados, sin o para los detentores del poder, de la riqueza y d e la doctrina norm ativa, que no sufran tanto las catstrofes de la vida cotidiana. A este respecto cabe sealar que los autores de P lie g o s y re lacion es presentan grabados de d em onios y sup lic ios infernales recurriendo a una iconografa anim alstica m uy prxim a al mundo del cam pesino, c o m o para poner e l m undo d el m s all al alcance de sus con ocim ien tos hum anos. Cabras, m achos cabros, toros, cerdos, perros y aves rapaces, pueblan e l entorno d iab lico de sugestivos cuernos, pezuas, rabos y pelam breras, que finalm ente ya no asustan a nadie. El diablo se ha vuelto fam iliar, ca si divertido, organizando fiestas con m sica y ba iles, pues, com o d ice e l refrn, A la mujer baylar y al asno rebuznar, e l d iab lo se lo deb i mostrar". En e l Infierno, los dem onios rodean a lo s condenados, riendo y festejando sus sufrim ientos, por supuesto. Para e l pueblo se trata del sufrim iento d e lo s otros, de aquellos a quien la Fortuna sonre, sign o evid en te del ju sto desquite d e los pobres sobre los tiranos w.

    28 A. M o r e l d 'A r leu x , Fiestas infernales y jubileos purgatorios, en LpezP oza y Pena S u eiro (eds.). La f ie s ta , pp. 259-269 [2661.

    Morel dA rleux, Fiestas infernales, p. 266.10 M o r e l dA r le u x , Fiestas infernales, p. 269.

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    diablicas para exagerar con su presuntuosa pseudociencia la seriedad de su am enaza y confirmar la vigilancia eclesial como nica fuente de proteccin, Quevedo no se qued atrs en su afn de parodiar tales taxonom as para anclar la figura del diablo dentro de la rbita de lo cmico:

    E st advertida Vuestra E xcelencia que los se is gneros de dem onios que cuentan los supersticiosos y los hechiceros (lo s cuales por esta orden divide P selo en el captulo once del libro de lo s dem onios) son los m ism os que las rdenes en que se distribuyen los alguaciles m alos. L os prim eros llaman leliuros, que quiere decir gneos; los segundos areos; los terceros terrenos; los cuartos acuticos; los quintos subterrneos, los sex tos lucfugos, que huyen de la luz. L os gneos son los crim inales que a sangre y fuego persiguen los hombres; los areos son los soplones que dan viento; cueos son los porteros que prenden por si vaci o no vaci sin decir agua va!, fuera de tiem po, y son cueos con ser casi todos borrachos y vinosos; terrenos son los c iv iles que a puras com isiones y ejecuciones destruyen la tierra; lucfugos los rondadores que huyen de la luz, debiendo la luz huir dellos; los subterrneos, que estn debajo d e tierra, son los escudriadores de vidas y fisca les de honras y levantadores de falsos testim onios, que de bajo de tierra sacan qu acusar y andan siem pre desenterrando los muertos y enterrando los v ivos w.

    La tensin entre la seriedad que la Iglesia se em pe en atribuir a las representaciones y descripciones del diablo y la parodia humorstica que preferan tanto los escritores no ortodoxos como el pueblo encuentra asimismo reflejo en los nom bres que unos y otros atribuan al maligno. Si los propagandistas eclesisticos elaboraron extensos e impresionantes elencos de nombres llamativos y solem nes, enraizados en timos hebreos, griegos o latinos, el pueblo invent, como respuesta, todo tipo de sobrenombres y de apodos decididamente cmicos, ridculos y hasta vulgares. No era raro, en las actas de los procesos inquisitoriales, encontrar al diablo identificado por los nom bres de Peregrinillo raro o grande , Capitn , Cochero, Patilla , Pateta , Pero Cuartos, Prez M acaron, Pedro Botero , o por los eptetos chirigoso, garroso, picarillo, bullaqu, bar- barote...35 Abraham M adroal Durn ha llegado a conclusiones sumam ente interesantes sobre los nombres del diablo transcritos en una Relacin y autos de! p leito que el cura de M adrilexos tubo con

    M Q uevedo, L o s sueos, pp. 134-137.35 M. E s c a m i l l a - C o l i n , Mentar al diablo ou Le diable dans l'encrier, en

    J.-P. D u v i o l s y A . M o l i n i - B e r t r a n d (eds.), Enfers e t dam nations dans le monde hispanique, Pars, 1996, pp. 89-119.

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    el D em onio sobre que este saliese del cuerpo de una criatura y en la com edia El pleito que tuvo el diablo con el cura de M adridejos, que escribieron juntos Luis Vlez de Guevara, Francisco Rojas Zorrilla y Antonio M ira de Am escua de am bas obras hablarem os m s adelante :

    La propia C atalina D az R ogela firm a un poder en abril de 1604, donde declara que de m s d e cuarenta aos a esta parte he sid o a flig ida y m olestada d e esp ritus (f . 3 6 v ), y otros d ocum en tos lo confirman: un testigo declara que habl varias v eces en latn (f. 50v ), mientras el cura Juan G arca presta declaracin d iciendo que le d io m ojicones (f. 6 0 v ) y recoge e l nom bre de lo s d em on ios que se encontr: A sm odeo , B arrabs , Satans, B elzeb , Capitn, C ayfs, S ord illo , M odorrn, Zamarrn, B ra zo s d e y e rr o , P eln , S op ln , e l citado Pataln, Orejn, Galfarrn (ff. 6 4 -6 4 v ) , la lista s e am pla un p oco m s adelante con los nom bres M eln , M anazas, O ja zo s , M entecato, R evoltoso , V entoso, Lann, D ragn, C ulebrn, Serpiente, Sierpe oscura, A bejn, M oscn , Cazcarrin, Trilln, Piernas gordas. B razos d e lana, C axcn, M ontas , B ozn , D eseo , Robador d e buenos d eseos. N arign, D entn, Sop ln , M alvado, U as Largas, Botador, Joro, Eltierto, Espritu fetid sim o. Infernal y e l c itado R opasu e lta (f. 181). Toda esta leg in de nom bres con que se d esigna al dem onio tiene tam bin su inters lexicogrfico , por cuanto si se repara aluden a defectos nada d em onacos y s muy hum anos. N o aparecen, curiosam ente, ca si n inguno de esto s nom bres en la obra dramtica d e los tres ingen ios c itados, so lo los que sealam os en negrita [cursiva); en cam bio, faltan en la relacin manuscrita y estn presentes en la com ed ia lo s nom bres d e B razos de hierro, e l M udillo, el C orcovadillo (un dem on io alarconiano). Zum ba, P ies d e cabra, M alha- do. Dragn sin p ies, Tragahom bres, Serpentn y V aciabotas 36.

    Adems de los dos m odelos convencionales de designacin del diablo en la tradicin urea el serio preferido por la Iglesia y el cm ico preferido por el pueblo , podram os considerar un tercero: el que, al m enos sobre las tablas teatrales, prefera aplicarse a s m ismo el siem pre enigm tico diablo cuando haca irrupcin sobre el escenario: m ediante el pronom bre Yo pronunciado de form a enftica y altisonante, seal indicativa de su soberbia, y guio, al mismo tiempo, a un pblico que de ese m odo quedaba sobre aviso de su identidad37.

    36 A . M a d ro a l, Lenguaje e historia: El Pleito que tuvo e l d iab lo con e l cura de M adrilejos (1 .a ed., 1652), en R. C a s t i l la P rez y M . G o n z le z Den- g r a (eds.). La teatralizacin d e la h istoria en e l S ig lo de O ro espaol. Granada, 2001, pp. 329-338 [ 335].

    37 G o n z l e z F e r n n d e z , Y o so y , p u e s s a b e r lo q u ie r e s .

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    Otra interesante dimensin de las creencias e historias acerca del diablo que circularon en los siglos xvi y xvn es la que asocia su stira con la de los clrigos. Ejemplo clebre es, sin duda, la leyenda de la mua del diablo , que se refera al nim a en pena de la manceba del abad , es decir, de la m ujer que sola ejercer de criada y al m ismo tiem po de amante de algn clrigo. A ese espectral personaje le ha dedicado explicaciones esclarecedoras Julio Cam arena38:

    La m anceba del abad" era lo m s tirado en la escala de consideracin social. Su cu lpa era tan grande que, segn la leyenda de la poca, una v e z muerta estaba abocada a vagar sin descanso sirviendo de mua del diablo. Caben pocas dudas de que e l autor [del primer L a za rillo de T orm es] conociera la leyenda; al m enos Juan de Luna la cita de forma exp lcita en su Segunda p a r te d e la v ida d e L azarillo d e Torm es (A fe ronm e [los am igosl e l caso [...] pues quera juntarm e con una ramera, piltrafa, escalentada, m atacandiles y, finalm ente, m ua del diablo, que a s llam an en T oledo a las m ancebas de los c lr igos ) 3\ lo m ism o que el m aestro Correas en su Vocabulario d e refranes (M ua del diablo. A ns llam an a la am iga del clr igo) 40.

    A otro ingenio de la poca del prim er Lazarillo , el enigm tico Fray Bem ardino Palomo (alias de Flores), se debe un chistecillo que volva a m ostrar en cm plice familiaridad a curas y demonios:

    Era este fraile m uy tahr, hasta jugar lo s hbitos, y le acaeci jugar toda la noche, y del ju eg o ir al plpito a predicar, y jugando con uno m uy feo , e l otro, sobre un resto perdido, dijo: Oh, dom e al diablo!, y acudi Fray Bernardino d iciendo: S llevar, si no e s asqueroso" 41.

    Y a Sebastin de Horozco, entusiasta anotador de la literatura oral de su tiempo, debem os el siguiente cuento acerca de otro fraile cuyas maas superaban a las del mism sim o diablo:

    38 J. C a m a r e n a L a u c i r i c a , El cuento de tradicin oral y la novela picaresca, R evista d e D ialecto loga y Tradiciones Populares , 43 , 1988, pp. 67-86 [72- 73].

    19 J. d e L u n a , Segunda parte d e la vida de Lazarillo d e Tormes, en P. P in e r o (ed.), Madrid, 1977, p. 189.

    40 G. C o r r e a s , Vocabulario de refranes y fra se s proverb ia les , en L. C o m - b e t (ed.), Burdeos, 1967, p. 750.

    1 A. R e d o n d o , Contribution a 1tude du cuentecillo au xvie sicle: le cas de Fray Bemardino Palomo (a lias de Flores), Travaux de l'Institu d ' tudes Hispa- niques e t Portugaises de V U niversit de Tours, 1, 1979, pp. 135-150 [150). Vase adems, sobre otras versiones del cuento, p. 147.

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    E sto se pudo d ezir por e l frayle que asaba los g evos a la candela.Y e s an s que un d a d e ayuno forzoso un mal frayle no queriendo ayunar ni cum plir el precepto d e la Ig lesia y d e su regla, no av iend o causa para no le cum plir, queriendo $enar unos g evos y no osndolos llevar a la cozin a por no ser v isto que no ayunaba ni ten iendo lumbre en su 9eld a para asarlos, tom los. Y al ca lor de una candela gruesa d e $era que tena en su gelda encendida, asb alos v o lv ien d o e l g ev o d e una parte y de otra. Y en v in d o le que estaba para sorber s e le sorba con sus bocados d e un m ollete . Y andando el prior acechando y visitando las yeldas d e lo s frayles por ver qu hazan, por entrepuertas v dole c m o asaba los g ev o s a la candela y se los sorba. Y entrando en la geld a y reprehendindole d ello , e l frayle d ixo que e l d iab lo se lo ava hecho hazer. E n ton ses apareci e l d iab lo y d ix o que el frayle m enta porque l no saba tanto com o aquello . A ntes l lo av a v is to hazer al frayle y deprenddolo dl por manera que e l frayle saba m s que el diab lo 42.

    Juan de Luna, en la Segunda Parte del Lazarillo , satiriz de este modo el crdito general que se daba a las apariciones e intervenciones del diablo en los asuntos humanos:

    Tom ronm e entre cuatro y llevaron lejos d e su casa, pon indom e en m edio una ca lle donde e l da m e hall , y los m uchachos m e co m en zaron a correr y hacer tanto m al, que por huir de su furia m e entr en una ig le s ia [y puse] ju n to al altar m ayor, donde cantaban una misa. C om o lo s c lr igos v ieron aquella figura que, sin duda, pareca al d iab lo que pintan a lo s p ies d e San M igu el, d ieron a huir, y y o tras e llo s por huir d e la injuria d e lo s m uchachos. La gen te de la ig le sia gritaba; unos decan: Guarda e l d iab lo ! , otros: Guarda e l lo co ! . Yo tam bin gritaba que ni era d iab lo ni loco , sin o un pobre hom bre, que m is pecados m e haban puesto as 43.

    Por su parte, uno de los cuentos de don Juan de Arguijo, anotados a com ienzos del siglo x v i i , criticaba de este m odo la rutina, el adocenam iento y los tpicos fciles de los autos teatrales y de sus personajes, incluido el diablo que se ponan en escena en las iglesias:

    En Salam anca, en un con ven to de m ercedarios, estando todos juntos la noche de N avidad para or una com ed ia que representaban los nov ic io s, sa li e l dem onio y San M iguel y D ios Padre. D ijo e l D em o n io :

    42 H o r o z c o , El libro d e os proverb ios g losados , pp. 520-521.43 Annimo y J. d e L u n a , Segunda P arte d e l L azarillo , en P. M . Piero (ed.),

    Madrid, 1988, p. 387.

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    H ay aqu armas que llevar?San M iguel.

    N o , que las defiendo yo.D io s padre.

    A q u la farsa acaben este propio lugar 44.

    Francisco de Quevedo, fustigador inmisericorde de los vicios de la Iglesia de su tiem po, puso tam bin muchas veces en estrecha com paa a clrigos y a diablos. En Los sueos, tan capaz era de trazar un retrato devastador de un ensalm ador que se dedicaba a ahuyentar d iab los45, com o de aludir elpticam ente a el alm a de Gari- bay, que no la quiso ni Dios ni el d iab lo46, chiste cuya tradicin puede que tenga alguna relacin con una facecia anticlerical De uno que condenaba la vida del cardenal Angelotto del italiano cuatrocentista Poggio Bracciolini:

    H aba uno que condenaba la vida y costum bres del difunto cardenal A ngelotto, pues fue rapaz y v io lento , com o si no tuviera con ciencia de nada. U no de los presentes dijo: Creo que el d iab lo lo ha devorado y cagado varias veces a causa d e sus fechoras". Otro m uy gracioso replic: T an m ala era su carne que ningn dem onio, aunque d e buen estm ago , de puro asco habr o sado com erla 47.

    Sum amente revelador es analizar el modo en que los dram aturgos del Barroco introdujeron y convirtieron en inseparables, en sus piezas cm icas, las parejas de clrigos y de diablos. Ya nos hemos referido antes a El pleito que tuvo el diablo con el cura de M adride- jo s , una com edia escrita al alimn por tres de los m s grandes ingenios dram ticos del xvn: Vlez de Guevara, Rojas Zorrilla y M ira de Amescua. La obra est inspirada en un suceso histrico, que fue descrito en una Relacin y autos del pleito que el cura de M adri- lexos tubo con el Demonio sobre que este saliese del cuerpo de una criatura. El caso de posesin diablica que dio lugar al suceso y a su Relacin parece que tuvo lugar entre marzo y abril de 1604. Su involuntaria protagonista fue una tal Catalina la Rojela, endemo-

    44 Sales espaolas o agudezas d e l ingenio n acional, en A. Paz y M eli (ed.), Madrid, [& 4C L X X V I], 1964, pp. 231-262 [260].

    45 Q uevedo, Los sueos, p. 142.46 Q uevedo, Los sueos, p. 394.47 A. S o t e lo lv a rez , Poggio G uccio B racciolini (1380-1459), humanista

    florentino, Torrevieja, Alicante, 2001, nm. 219.

  • E l d ia b l o e n l a l it e r a t u r a d e l o s S ig l o s d e O r o .. 9 5

    fa t hasta los cuentos de La Fontaine 56, que ironizaba de este modo acerca de la belleza diablica de algunas mujeres:

    Pues has d e saber que un rey m and a un sab io que ensease a un hijo su yo dende que naci, adonde n o v iese m s que al sabio, y despus que ya hombre llev lo adonde pasaban m uchas cosas, y pasando unos y otros, y e l h ijo del rey preguntando cada cosa qu era, y e l sab io d icin- d oselo , pasaron unas m ujeres m uy herm osas, y pregunt e l h ijo del rey qu cosa era aquello, y e l sabio d ijo que d iab los, pues tales hacan a los hom bres; y respondi e l hijo del rey: S i stos son d iab los, y o quiero que m e lleven a m f 57.

    Sum amente interesantes (casi al final de nuestro seguim iento del proceso de trivializacin y de caricaturizacin del diablo que se desarroll intensamente en la Espaa de los Siglos de Oro) resultan tres autos los dos prim eros en portugus y el ltim o en castellano de Gil Vicente, la Barca do inferno , la Barca do Purgatorio y la Barca de la Gloria , y com probar que su protagonista era un

    barqueiro [que], d e acuerdo con el m ito de Caronte, es e l propio dem onio, quien trata de apoderarse d e las alm as d e los recin fallecidos para transportarlas a su reino infernal. A lo largo d e los tres autos g ilvicentinos se encuentran tam bin algunas alusiones al dinero debido para e l viaje de ultratumba, m otivo derivado de la m ism a fuente m tica. En la B arca do inferno , se presenta al dem onio un onzeneiro (usurero) a quien la muerte ha sorprendido en pleno trabajo y ha dejado irnicam ente sin blanca, de manera que cuando llega al otro m undo n o tiene ni siquiera e l dinero para pagar al barqueiro. Un poco m s tarde, llega un ju d eu con un bo d e a s co stas, e s decir, un m acho cabro a cuestas, y quiere que e l dem onio le deje pasar en su barco con su equipaje, naturalmente pagando. Passae-m e por meu dinheiro. Pero e l dem onio se niega a tansportar anim ales y entonces el jud o trata de corromperle subiendo el importe: Eis aqui quatro tost- es, e m ais se v o s pagar. En la B arca d o P u rgatorio , el dem onio se queja porque escasean los clientes en su barco, y se exclam a: Arrenego eu do dinheiro que gano nesta viagem . En la B arca d e la G lo ria , escrita en castellano, aparece un C onde a quien e l dem onio ofrece su barco, advirtindole: y no paso por dinero 58.

    56 F. D e l p e c h , Le mme ou l autre sexe: notes pour una archologie compa- rative du folklore rotique. M edieval Folklore , 3, 1994, pp. 187-236 [227]. Vase P r lo g o o lo a , en C o t a r e l o y M o r , C o le c c i n d e e n tr e m e s e s , 1:2, nm. XXXVII. Vase adems el extenso estudio de Fradejas Lebrero, Media docena de cuentos de Lope de Vega, pp. 121-126.

    57 M. C h e v a l i e r , Cuentos fo lk lricos d e l Siglo de O ro , nm. 215, Barcelona, 1983.

    58 E. C a n n i c a , El polig lo tism o en e l teatro de Lope de Vega, Kassel, 1991, pp. 408-409.

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    Las tres Barcas de Gil Vicente son producciones tpicas del prim er Renacimiento de la literatura ibrica, muy apegadas todava a un tipo de tratam iento decorosamente serio de cualquier figura religiosa, incluido el diablo. En otro auto castellano casi contemporneo, aunque en este caso annimo, el titulado Auto de Sanct Christoval, el barquero queda identificado no con el diablo, sino con uno de los santos m s curiosos y extravagantes del santoral cristiano, el gigante San Cristbal, en quien se han solido reconocer huellas y rastros de viejas divinidades paganas. Lo que resulta todava ms significativo es que, en el ya exultantem ente barroco auto de E l viaje del alma de Lope de Vega, la protagonista sea una gentil barqueiria , cuyo retrato, pese a sus reminiscencias marianas, no puede por menos de estar impregnado siendo obra de Lope de un erotismo tan velado com o sugerente. Vemos culm inar as un proceso que, en este caso, no es de degradacin en sus atributos ni de trivializacin cmica, sino de sustitucin del diablo por personajes San Cristbal o la gentil barquera que muestran caras mucho menos amedrentadoras que las que sola ofrecer el maligno en este tipo de literatura.

    Podram os entretenernos en el estudio de m uchos otros ejem plos de otros procesos la m ayora de las veces pardicos y caricaturescos sufridos por la figura del diablo en los Siglos de Oro. No lo harem os, por ser ya conocidos, com o el celebrrim o diablo cojuelo , muy bien analizado por Fran^ois Delpech en este mismo volumen. Pero s podem os afirm ar que el modelo de diablo fam iliar, sim ptico, am igable y bienintencionado que Vlez de Guevara llev a su ms alta expresin puede rastrearse en otras obras, algunas m ucho m enos conocidas, com o La endiablada , de don Juan M ogrovejo de la Cerda, escritor m adrileo que pas gran parte de su vida en Per, donde debi de escribir su obra hacia 163059. Tam poco atenderem os, en esta ocasin, a otra de las representaciones habituales del diablo en los siglos xvi y xvn, el llam ado demonio m eridiano o del m edioda , vivo en las m itologas populares de toda E uropa60, que fue objeto de burla y de irona en el Criticn II:V y

    59 S. G o sta u ta s , La endiablada de don Juan M ogrovejo de la Cerca y El D iablo C ojuelo de Luis V lez de Guevara, Bulletin H ispanique , 85, 1983, pp. 137-159.

    V ase al respecto, por ejem plo, J. B l o c k F r i e d m a n , Eurydice, Heurodis, and the N oon-D ay D em on, Speculum , 41 (1 ), 1966, pp. 22-29; G. R o h l f s , Estud io s sobre e l lxico rom nico , Madrid, 1979, pp. 83-84; y G. L. B e c c a r i a , / nomi d e l m ondo. Santi, dem oni, fo lle t i e le paro le perdu te , Turn, 1995, pp. 203-204 y 143-145.

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    III: V de Gracin, en el Libro de todas las cosas y en La cultura la tiniparla de Quevedo, o en E l pretender con pobreza de Guilln de Castro 61.

    Concluirem os nuestra andadura atendiendo a una de las obras maestras fundam entales de la literatura espaola de los Siglos de Oro, cuyo ttulo completo. La vida de Guzmn de A lfarad le , a ta laya de la vida humana (de M ateo Alemn), revela hasta qu punto es en ella crucial la m etfora de la atalaya desde la que se contem pla la vida humana. Muy prom etedor era, por ello, que uno de sus prrafos advirtiese que

    un en em igo [...) e s una atalaya que con cien o jos vela , com o el dragn, sobre la torre de su m alicia, para juzgar desde m uy lejos nuestras obras I...) Q uieres conocer quin es? M rale e l nom bre, que es e l m ism o del dem onio , en em igo nuestro, y am bos son una m ism a cosa 62.

    Para el lector de la novela que tuviese esperanzas de que el dem onio desarrollase un papel fundam ental en esta extensa obra, el resto le resultar decepcionante: el diablo slo aparece com o tal en la historia de Bonifacio y Dorotea , 11:2, 9, bajo alusiones muy elpticas y en muy contados episodios. Ello era signo de un avanzado pronunciam iento ideolgico as com o de una voluntad nueva, m oderna y atrevida de construir ficciones al margen de los modelos y tpicos m s manidos del pasado y el diablo era uno de los ms acartonados ; una prueba indudable, en fin, de que la literatura espaola se estaba lanzando decididam ente a explorar horizontes en que la fantasa no deba sujetarse forzosamente a las existencias del guardarropa tradicional ni a las explicaciones autosuficientes del m aniquesm o religioso. El decidido papel secundario entre la insignificancia y la com icidad asignado al diablo en la naciente novela m oderna y el Quijote vendra a refrendar en seguida la postura representada por el Guzmn de A lfarache es el mejor indicio de que algo estaba em pezando a cam biar en la evolucin no

    61 E. G i l le t , El medioda y e l demonio meridiano en Espaa, Nueva R evista de F ilologa H ispnica , 7 , 1953, pp. 307-317; E. L. R ivers, M eridianum D ae- monium , H ispanic R eview , 23, 1955, p. 293; J. B. A v a lle -A r c e , Los testamentos de A lejo Venegas, A nuario de L etras , nm. 6, 1966-1967, p. 149; M. C h ev a lier , Folklore y literatura: e l cuento o ra l en e l Siglo de O ro , Barcelona, 1978, p. 79; y C h eva lier , Gracin y la tradicin oral, Hispanic R eview , 44, 1976, pp. 333-356 [347-348].

    62 M. A lem n, Guzmn de A lfarache , I:ii.5, en J. M . M ic (ed.), Madrid, 1987, p. 308.

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    slo de las ficciones literarias, sino tam bin de las mentalidades y de la cultura espaola en general:

    Segn una visin que podemos considerar como muy moderna, Alemn tiende a evitar la personificacin del Enemigo, y a presentarlo, a veces a insinuarlo, como una entidad analgica de la perfidia en la conducta humana, con atributos que el escritor destaca en la mayora de los contextos, como la actitud de insidia y el uso mendaz o infundioso de la palabra. Es decir, que a travs de smbolos como el dragn, el basilisco, la araa, y propiedades tradicionalmente asociadas a lo demonaco, las alusiones ms o meno