Revista Cortita y al Pie - N°2

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Revista Cortita y al Pie - N°2

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EDITORIALHoy lunes me levanto como todos los días para ir a la escuela, tengo que caminar un kilómetro para para poder tomar el cole, porque recorre dos cuadras y se llena.

Si no lo tomo pierdo una jornada de clases, la cual me sirve para se-guir aprendiendo. Mi amigo Carlos que es albañil y a veces me acom-paña, pierde un día de trabajo si no llega a tomar el bondi. Así es el estado de la situación, o mejor di-cho de los colectivos en el barrio: andan fuera de horario, están en malas condiciones, sucios y a al-gunos, hasta les faltan asientos.

Cada vez parecen más transporte de ganados que de personas. Para la línea 13, la empresa otorga los peores coches, es habitual que se rompan y se puede estar hasta tres horas en un viaje que debería ser como máximo de 40 minutos. No es raro que haya accidentes meno-res por falta de mantenimiento.

Por otro lado, cuando llueve mucho, el servicio de transpor-te queda automáticamente sus-pendido por la imposibilidad de circular dentro de Alto Verde, debido a que las calles se inun-dan. Cuando veo estas cosas,

siento la injusticia y la falta de va-loración hacia los trabajadores y estudiantes de Alto Verde.

Hace rato que se viene reclaman-do por la limpieza, una mejor fre-cuencia y un mejor estado de los colectivos. Todavía no pierdo la esperanza de levantarme y cami-nar hasta la parada del cole, subir y ver que eso ha mejorado, que lle-go a horario a la escuela, que los ancianos viajan cómodos y los tra-bajadores no pierden su laburo. A veces quiero que la esperanza no sea sólo esperar y seguir

El pez por La Boca muere04

El ritmo de la historia al compás del barrio

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Revuelta en el Corral

Liga Infantil de Barrios:a corazón y pulmón

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Pingui Ramirez: “Quiero transmitir el compromiso por los pibes del barrio”

A puro ovario: la historia del fútbol femenino en el barrio

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Espacio Literario18

Fotogalería19

Revista Cortita y al PieAño 2015, nº 2

Escriben en esta edición:Carmen EscobarGermán OjedaJuan Bautista VeauteJuan D. GarcíaMarya MonzónMiguel Ángel SordeloNicoláz ZapataPablo AmslerPaula OdoricaRaúl Saucedo

Diseño de tapa y contratapa:Melani Ruda

Producción gráfica:Juan Bautista VeauteJuan D. GarcíaLuciano Albizatti

Jefes de redacción:Juan Bautista VeauteJuan D. García

El pez por La Boca muerePOR J.BAUTISTA VEAUTE Y RAÚL SAUCEDO

Es sábado al medio día y hace 30 grados. Los pibes dis-frutan bañarse en el agua del río. Algunos viejos, también matean bajo los árboles en la costa. En frente, la isla inmóvil se refleja en el marrón del agua. De lejos se siente el olor a una fritanga de amarillo. Algunos pibitos no se aguantan el olor y buscan su caña. Cuando Juan y Mateo sacan unos cuantos, le preguntan al vecino que todavía sigue fritando, si pueden cocinar los suyos en esa olla. El vecino mira el balde de los chicos, ve que son muy pocos y que no se llenaría ni una mosca con eso. Les pide que se sienten en el tronco que funciona de banco. Al momento vuelve y trae una bandeja con postas de amarillo, listas para devorar, unas cuantas rodajas de limón y mucho pan.

La Isla de la Isla Hacia el sudeste de la ciudad, a orillas del río, se extien-de el último paraje y quizás el más bello de Alto Verde, conocido como La Boca. Allí viven más de 3000 personas. Para llegar hay que cruzar la pasarela que pasa por arriba del río Canal de Acce-so. Entre grandes árboles, el río detrás y un verde patio, vive Artu-ro, un ex pescador, vecino de La Boca hace 42 años. “Si vivís acá te vas a aburrir de estar tranquilo. Te podes sentar en la puerta de tu casa, de la noche a la mañana, que nadie te va a molestar”, nos comenta. La Boca además de su bello paisaje verde, que contrasta con el río, es sinónimo de amabilidad y tranquilidad, pero también de marginación. El mal funcionamiento del colectivo, el paupé-rrimo estado del camino, la precarización de los pescadores y el aislamiento que padecen cuando viene la crecida del río y tapa el camino de acceso, son causas que hacen que a La Boca la apoden, literalmente, La Isla.

El 13 y la salud pública: dos indicios de marginación A las 5 de la tarde Marina entra a trabajar de niñera en una casa del centro. A las 3 debería tomarse el colectivo, y es-perar, al menos media hora en la puerta de la casa de su patrón -según cuanto se demore el 13- hasta que lleguen los padres con la pequeña a su casa. Llueve torrencialmente, como si hubiera muerto algún santo allá arriba, y el cielo no aguantase el llanto desconsolado. El camino ya perdió su forma, sólo se distingue entre el barro algunas piedras. El colectivo no va entrar. Marina está embarazada de 7 meses, tiene la panza enorme. Es viernes, hoy cobra. Mañana es sábado, tiene que hacerse la ecografía. Ca-mina hacia la manzana 7, la última parada antes de La Boca, con-fía en que va a llegar a tiempo. Apresura la marcha, faltan 5 mi-nutos y está lejos todavía. Siente como el bebé le patea, él quiere que vaya más lento, pero tiene que cobrar, tiene que llegar al tra-bajo porque no tiene más dinero, tiene que hacerse la ecografía. Finalmente llega a la manzana 7. Le pregunta a un vecino si ya pasó el colectivo: “está entrando sólo hasta la vecinal, dicen que no pueden circular con el camino así”. Marina llora. “La ecografía tendrá que esperar”, le dice a su bebé que yace más tranquilo, ahora que aminoró la marcha. “Por favor, entiéndame, y no me despida”, le rogará el lunes a su empleador.

La Boca además de su bello paisaje

verde que contrasta con el río, es si-

nónimo de amabilidad y tranquilidad,

pero también de marginación.

Pasarela de acceso a La Boca//

“El colectivo supuestamente pasa cada una hora, pero en realidad no cumplen con el horario. Mis hijos han esperado el 13 hasta dos horas para volver a casa. Además cuando llueve, no entra hasta La Boca por el mal camino, entonces hay que volver caminando. Y si te pasaste de las 8 de la noche, fuiste, hasta a la mañana el servicio no vuelve a llegar”, expresó Arturo, decepcionado. Es que el mal funcionamiento de la línea 13 es una de las principales causas por las cuales la marginación pisa fuerte en La Boca. Además, muchos de los vecinos han manifes-tado que al volver caminando desde la última parada que hace el colectivo cuando llueve, en la manzana 7, les han robado. Por otro lado, desde ese lugar, hasta dónde finaliza La Boca cuando choca con el río, hay 3 kilómetros. “Llegar a tu casa puede ser complicado un día de lluvia, lo que es seguro es que vas a estar en forma.Eso sí, si estás embarazada o sos un viejo que le cuesta moverse, comé el pan de la semana pasada e intentá pescar una mojarrita desde la costa”, dijo Valeria, otra vecina, con sarcasmo y bronca. “No pedimos asfalto, sólo un mejorado de camino, y por la gran cantidad de gente que vive acá, más frecuencia en el 13” dijo Arturo, antes de que terminemos de hablar acerca del funcionamiento del transporte público en La Boca. Otras de las problemáticas que sufren los vecinos es el mal funcionamiento del dispensario de salud. Arturo y Valeria dicen que sólo funciona de mañana. “Cuando el médico se va a las 11, hasta el otro día a las 7 no hay nadie en el dispensario. Si te pasa algo tenés que irte hasta el centro Demetrio Gómez o al Cullen”, explicó Valeria. Que no haya un servicio estable de salud trae intranquilidad a los vecinos. Y sí, quién estaría tranquilo si cuándo crece el río han matado víboras por montones y a más de uno le agarró té-tano por clavarse algún anzuelo…

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“Cuando el médico se va a las 11, has-

ta el otro día a las 7 no hay nadie en el

dispensario. Si te pasa algo tenés que

irte hasta el Centro Demetrio Gómez o

al Cullen.”

“Sindicato para algunos pescadores.

En primer lugar no toda la gente del

barrio que trabajade esto, está ins-

cripta. Figuran personas que anotadas

que nada tienen que ver con la

pesca”_

gente cobra el subsidio, y no le corresponde. La función del sin-dicato es cuidar las condiciones de trabajo del pescador y que pueda vender bien su producto, y nada de esto ocurre. Y el que no está inscripto tiene que salir a pescar, y si pasa prefectura le saca todos los elementos de trabajo. Además, si recibís la plata de la Provincia, le tenés que dejar una parte a los que manejan el sindicato”, respondió Arturo, antes de finalizar el encuentro con los vecinos de La Boca

medios propios”, sentenció Arturo. Es que al no poder comercia-lizar el pescado en el resto de la ciudad, los trabajadores del río se ven obligados a pagar el precio que les ofrezca el acopiador ($15 el kg.) porque si no, no tienen de que vivir y tampoco para comprar sus elementos de trabajo. “Como si fuera poco, si pasa un raigón y te arrastra el espi-nel, te la tenés que rebuscar vendiendo la carnada que te quedó para juntar plata y volver a comprarte las herramientas de traba-jo. El pescador no sirve más que para pescar, ama vivir del río y le cuesta mucho adaptarse a otros laburos”, sentenció Don Gímenez, un pescador de La Boca. El 21 de Septiembre cuando comienza la veda de la pesca, la ley prohíbe al trabajador del río pescar hasta que ésta termine, el 22 de diciembre. Este tiempo, es biológicamente el más apto para la reproducción y crecimiento de los peces. Durante la veda, el Gobierno de la Provincia brinda un sub-sidio para los pescadores inscriptos en un padrón que el Sin-dicato de Pescadores de La Boca, administra. El sindicato es el que se encarga de acercarles a los trabajadores del río los 2000 pesos que la provincia le destina a cada uno de ellos. “Sindicato para algunos pescadores. En primer lugar no toda la gente del barrio que trabaja de esto, está inscripta. Figuran personas anotadas que nada tienen que ver con la pesca: hay hasta remiseros suscritos. Entonces cuando llega la veda, esta

Pesca, sindicato y precarización Son las 5 de la mañana, Roberto se levanta y se prepara para comenzar la mañana de trabajo: el río creció esta semana, es probable que haya buen pique, por eso se levanta más tem-prano de lo habitual, hay que aprovechar. Son la 1 de la tarde, como el río está crecido, inundó el camino que llega hasta La Boca, el acopiador lo esperará dónde más le-jos pueda llegar, ahí por la manzana 7. Roberto carga en dos bolsas los 30 kilos de pescados que pescó hoy y emprende la ca-minata hasta allí. Se vuelve a casa con 600 pesos. Mañana arran-ca la veda. 2 meses hasta que pueda volver, legalmente, a pescar. ¿Quién podría sobrevivir con 600 pesos en dos meses? En la Boca viven cerca de 250 pescadores, que en su mayoría subsisten sólo con eso. “Vivir de la pesca acá no es cosa fácil, el acopiador te paga lo que quiere ya que todos los que viven de esto no tienen como sacar el producto del barrio, por

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Tranquilidad en la siesta de La Boca//

Un pescador de La Boca//

El ritmo de la historiaal compás de la murga

La historia de Alto Verde está marcada por sus murgas, corsos y la función social que

cumplen en el barrio. Actualmente sólo existen dos murgas: Los Payasos y La Murga de los

Renegados y los corsos se han perdido completamente.

¿Algo reemplaza la función que antes cumplían?

POR GERMÁN OJEDA, PABLO AMSLER, PAULA ODORICA Y LA MURGA DE LOS RENEGADOS

Corría el año 1954 y sobre la orilla del río Santa Fe, en la Manzana 1 de Alto Verde, se encontraba un chico de 10 años sentado en la barranca. De pronto, un sonido le llama poderosa-mente la atención: el repiqueteo de unos redoblantes. El niño se acerca en dirección al lugar de donde provenían aquellos ritmos. Ahí lo ve por primera vez, era Don Verón Astrada, rodeado de pi-bes con bombos y tambores, tocando al ritmo de una marcha. Al verlos se rió instantáneamente porque los pibes tenían la cara pintada como los payasos.

Payasos y Vagabundos Este encuentro quizá pudo haber sido el inicio de la historia de las murgas en Alto Verde. Los miembros de la emble-mática La murga de los Payasos, fundada en 1954, tenían la par-ticularidad de tocar la Marcha de San Lorenzo y pintarse-vestirse como payasos. Se cuenta que este estereotipo, la tomaron de una revista, donde se explicaba detalladamente cómo hacer los trajes murgueros y maquillarse de esta forma; Don Verón Astra-da, director y fundador de la murga, la había traído de un viaje que hizo en un barco de ultramar. El lugar de encuentro de los Payasos era una pista de ensayo armada en la casa del director, ubicada en la Manzana 1, donde se llegaban a reunir cerca de 80 murgueros. Por falta de recursos económicos, se las ingeniaban para construir sus propios instrumentos, como bombos, pali-llos, guerreros y redoblantes. Hacia el año 1963 nace una nueva murga en el barrio, Los Vagabundos Buscan Novia. Los trajes que utilizaban eran con-feccionados por ellos mismos: cortaban un pantalón de diferen-tes formas y le pegaban algún remiendo, simulando ser la vesti-menta de un vagabundo. El maquillaje lo fabricaban quemando un corcho, que utilizaban para pintarse las patillas y el mentón, aparentando un aspecto sucio. Al igual que los Payasos, fabri-caban sus propios instrumentos y tocaban marchas similares.

Carnavales: la alegría popular Los Payasos y Los Vagabundos participaban de los car-navales que se realizaban en el barrio y en distintos puntos de la ciudad. Por aquel entonces, los corsos de Alto Verde eran re-conocidos por la gran cantidad de murgas y comparsas que par-ticipaban, las numerosas familias que concurrían y sobre todo por la alegría que irradiaban por todo el barrio. Edgardo Ramírez, conocido como Pingui, nos cuenta el signi-ficado de los corsos para el barrio: “Una fiesta. Vos no veías la

hora de que llegue el carnaval, salir con la murga y los padres que acompañaban. Hoy, los más chiquitos de nuestro barrio, no saben lo que es un corso, ni acariciar un instrumento y tampoco conocen la emoción de juntarse a tocar. Los corsos significaban la alegría para un montón de familias al asistir a un evento cul-tural sin tener que pagar nada y disfrutar entre grandes y chicos, tirándose agua, papel picado y espuma”.

Por aquel entonces, los corsos de Alto

Verde eran reconocidos por la gran

cantidad de murgas y comparsas que

participaban, las numerosas familias

que concurrían y sobre todo por la

alegría que irradiaban

Don Verón Astrada y Los Payasos//

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Pingui, con 76 años, es uno de los tantos vecinos que vi-vió toda su vida en Alto Verde y por eso es que recuerda los corsos con los ojos húmedos y la voz quebrada. Él que a los 10 años conoció a Verón Astrada, el hombre que le per-mitió conocer el hermoso mundo de la música y la mur-ga, ve como hoy otros pibes no tienen esa oportunidad.

¿Qué pasó con esta fiesta popular? Como sabemos, la dictadura de 1976 nos secuestró el feriado de carnaval, dejando en claro que existe la voluntad de algunos para que en los barrios no exista la alegría popu-lar y los eventos culturales abiertos. No obstante, los corsos se siguieron haciendo y las murgas continuaron tocando. Pero con el paso de los años, en la década de 1990, los carnava-les se fueron privatizando con el argumento de que no ha-bía dinero para movilizar a las murgas y comparsas barriales. Fue así como poco a poco, eran invitadas murgas y comparsas consagradas de otras ciudades, lo que implicó, por un lado, el au-mento significativo del precio de las entradas, y por otro, la extin-ción de los corsos barriales por el nulo apoyo de la Municipalidad. Además, ciertas rencillas aisladas que se dieron en el mar-co de estos festejos del pueblo, sirvieron como un agra-vante más para que el Estado se desligue definitivamen-te de fomentar la realización de carnavales. Las murgas para ensayar y crecer necesitan de los lugares públicos, y sin los corsos, ellas también entran en una etapa de crisis.

Carnavales y murgas: mucho más que un resonar de tam-bores Quizás la mejor descripción sea el recuerdo que Pingui lleva grabado en su alma: una vieja vecina que ya no está, que a sus 80 años aún era fanática del carnaval y es-peraba ansiosa, como una niña, la llegada del mes de fe-brero, para salir en familia a tirarse baldazos de agua, correr entre la gente y llenarle la cara de espuma a un desconoci-do. O quizás, como el caso de Antonio, un viejo amigo de él, que conoció al amor de su vida en un corso del año 1974. La murga y el corso cumplen una función social dentro de cada barrio. En Alto Verde, La Murga de los Renegados es un espacio donde se juntan chicos a tocar y a bailar. También adultos y ancianos se prestan a enseñarles a cocer sus trajes y planificar los corsos. Lo esencial de la murga es que no exclu-ye a nadie, que todos los que deseen, pueden ser parte de ella.

Los Renegados al compás de la esperanza. Hoy ya no se ensaya en la casa de don Verón Astra-da, pero ese chico de 10 años al que le enseñó a tocar, hoy en día está en su casa instruyendo a los pibes del barrio. No es casualidad que desde principios de 2015, Arroyito Seco for-me la Murga de los Renegados, y que esta no aplique ningún tipo de derecho de admisión. Desde la manzana 1 a la 13, la murga sintetiza lo que queremos recuperar para nuestro ba-rrio y que nuestras calles dejen de ser un espacio recubierto de miedo, al que no le confiamos la estadía de nuestros pibes. En contraposición a la imagen peyorativa de Alto Verde que generan los grandes medios de comunicación, el corso es una cla-ra demostración de amor y alegría que reúne a familias y amigos, una reivindicación de que por los pibes nosotros hacemos todo, y que queremos, con humildad, mejorar nuestro barrio para nues-tros hijos, hermanos y abuelos. Pero además, que no hace falta

En contraposición a la imagen peyo-

rativa de Alto Verde que generan los

grandes medios de comunicación, La

Murga de los Renegados es una clara

demostración de amor y alegría que

reune a familias y amigos del barrio,

una reivindicación de que por los pi-

bes nosotros hacemos todo

que venga nadie de afuera para hacerlo: somos nosotros mis-mos, vecinos con voluntad y amor, recuperando una tradición que es nuestra. Podemos organizarnos para mejorar nuestra realidad. A través de la murga, demostramos que Alto Verde no es tierra de nadie, sino que es tierra nuestra

La murga de los Renegados tocando en la redonda (2015)//

Los Payasos (1960)//

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Revuelta en el CorralHacía ya un tiempo que desde Cortita y al Pie que-

ríamos contar una situación de injusticia y de lucha

presente en el barrio que en el último tiempo se ha

agudizado, nos referimos al problema de los traba-

jadores precarizados de la municipalidad. Motivo

por el cual nos dirigimos hacia la casa de Luis Salva,

unos de los dos trabajadores precarizados despedi-

dos en agosto de este año, por levantar demasia-

do la voz y ponerle el cuerpo a una causa justa que

afecta a una veintena de compañeros más.

Jueves, 4.30 de la tarde. Con precisión suiza llega-mos a la casa de Luis al horario acordado. “Me agarraron lim-piando” dice y nos recibe amablemente, de muy buen ánimo, como si fuese parte fundamental de su estrategia para seguir en pie y resistir. Acompañado de unos mates dulces, sin espe-rar alguna pregunta nuestra, comienza a relatar sus amarguras: —El otro día uno de mis compañeros quedó en medio de un tiroteo entre banditas y la ligó, ¿sabés desde hace cuán-to que veníamos denunciando que esto podía pasar? Pa-recería ser que hasta que no maten a un trabajador en me-dio de un tiroteo nadie piensa hacer nada. ¿Quién se hace cargo si estamos sin seguro, sin obra social? Una locura. Lo interrumpimos y le pedimos que nos cuen-te cómo se fue dando el conflicto desde el comien-zo. Como si ya tuviese preparada la respuesta dice; —Y todo empieza aproximadamente en el año 2010 porque yo y muchos compañeros entramos a laburar en la reparti-ción municipal del barrio, como contratados en una pasantía laboral, lo cual según una ordenanza municipal, establece un tiempo que va de 6 meses hasta 2 años como máximo. A partir de ahí se decide la situación; se te termina la pasantía, o se te hace un contrato no permanente, que es la antesala para pa-sar a planta. En esa instancia intermedia lo bueno es que ya hacés aportes jubilatorios, tenés seguro, obra social y todos be-neficios al igual que un trabajador efectivo. El tema es que con nosotros no hicieron ni una cosa ni la otra, no nos contrataron pero tampoco nos rajaron. Seguimos trabajando totalmente en negro, sin obra, ni aportes, sin protección del gremio, como meros pasentes. Hoy tengo 42 años y estuve 7 trabajando para el municipio, si llego a los 50 sin ser contratado, ya no puedo ingresar, es decir, que puedo estar trabajando 15 años y después quedar sin nada. De hecho a una compañera le pasó, estuvo 17 años como practicante, y después chau… Pero igual, todavía en 2010 y antes había diálogo con los directores y secretarios de la municipalidad, que nos prometían que en poco tiempo íbamos a ingresar a la planta, que esperemos, que esperemos...

POR JUAN D. GARCIA Y NICOLÁS ZAPATA

“Se luchó y se consiguió hacer un

escalafón para el ingreso, pero fue

así: hecha la ley hecha la trampa. Ahí

empezaron las irregularidades porque

los del municipio comenzaron a meter

gente acomodada”

—¿En qué quedaron los diálogos con los funcionarios muni-cipales? —Se luchó y se consiguió hacer un escalafón para el ingreso, pero fue así: hecha la ley hecha la trampa. Ahí empezaron las irre-gularidades porque los del municipio comenzaron a meter gente acomodada. Ingresaba gente que nunca trabajó y todavía están cobrando un sueldo incluso mayor al nuestro sin un día de labu-ro y que sólo por una cuestión política, ya sea por militar en el ra-dicalismo o el socialismo, entraba. Nunca se respetó el escalafón como se debía. Ahí empezamos con paros y reclamos más duros. Luis deja de hablar sólo para tomar el mate que desde hace unos minutos lo estaba esperando sobre la mesa y continúa: —Yo a lo primero era callado, soportaba las condiciones humillantes, porque tenía fe en que las promesas se iban a cumplir, pero bueno después que pasan mis primeros dos años y comienza a entrar gente acomodada, me em-pecé a dar cuenta como venía la mano y cuando las con-diciones no eran las adecuadas, me negaba a trabajar. —Cuándo decís que se trabajaba en condiciones humillan-tes o inadecuadas ¿a qué te referís exactamente?

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Luis Salva en una protesta por la precarización que sufre//

—A que a veces no te daban los elementos de seguridad mí-nimo para los trabajos de limpieza o zanjeo, como la ropa y los guantes. En otras ocasiones nos hacían conducir vehículos cuando no estamos autorizados. También éramos transporta-dos en transportes que no están habilitados para llevar perso-nas, y si llegamos a tener un accidente -yo tuve uno jodido- la municipalidad no se hace cargo. Está el caso conocido de una trabajadora municipal, Yamila Ferré, que murió de leptospiro-sis por trabajar en una zanja sin guantes y dejó 4 creaturas sin madre… ¿Quién se hizo cargo? Nadie. Además súmenle que acá en Alto Verde, como les decía, muchas veces hemos que-dado en medio de tiroteos, de milagro no mataron a nadie. Luis no para de hablar un segundo, hilvana numerosos hechos puntuales con una precisión contundente. Hechos que le ha tocado vivir trabajando en la comuna y son verdaderamente lamentables; desde intentos de robos en horas laborales, humi-llaciones a los pasantes por parte de la soberbia y arrogancia de los directivos, asignación de las tareas pesadas, descuentos in-justificados de días laborales, llegando al caso de una compañera embarazada que trabajando en una zanja fue alcanzada por una bala perdida y no denunció, ni se quejó nunca del hecho porque tenía la ilusión de entrar a planta. Ahí Salva detiene su relato, sus-pira y como dardos, sus palabras, parecen dar en el punto justo: —Claro el sistema es así, es perverso, porque por un lado te tienen laburando 8 años en pésimas condiciones y sin ninguna garantía de nada, pero también juegan con tu ilusión, te hacen creer que si agachas la cabeza y seguís trabajando, algún día vas a estar en planta. Juegan con tu ilusión de por fin tener un trabajo digno, y con la necesidad de llevarle el pan a tu familia. Es terrible. Su voz se entrecorta y silencio se adueña de la sala, se lo nota emocionado, con una mezcla de rabia dig-na, bronca y tristeza. Por un momento sólo se escuchan de fondo a sus hijos que inocentemente juguetean en el patio. —Decís que eras callado, y que te la bancabas esperando entrar a planta, ¿cómo fue el proceso de tomar conciencia de la situación a punto de que te lleve a pagar un precio muy alto como es quedar despedido? —Es difícil responder eso, me acuerdo que un día de lluvia, que nos querían mandar a limpiar zanja, y yo exigí ropa y guantes, y como no me querían dar, me negué a ir, y mis compañeros hicieron lo mismo que yo. Ahí me dí cuenta que teníamos que hacer acciones conjuntas porque lo sufríamos todos. Entonces empezamos a levantar la voz. Desde ese momento, comenza-mos con los paros y las medidas tanto legales como públicas. Quizás ahí tome conciencia de lo injusto que era todo y que si no trabajabas para hacerle la campaña política a Corral no ibas a entrar más. Yo nunca toleré que te mientan y que te prome-tan y prometan y nunca nada. Además de a poco comenzamos a contactarnos con otras reparticiones de diferentes barrios que vivían situaciones iguales o peores que las nuestras. Nos dimos cuenta que no éramos la excepción sino una expresión más de cómo se manejan el señor Corral y su gente. A ellos les molestó muchísimo las medidas de reclamo público hicimos en la en la Plaza del Soldado o yendo al último TC, les moles-to porque ahí la gente se daba cuenta de que se llenan la boca hablando de inclusión social, de justicia, de la igualdad, de ser protectores del trabajo y son los primeros en precarizar a sus propios trabajadores, de amenazar y presionar... Cuando se van las cámaras y los micrófonos Corral y su gente muestran lo que realmente son ¿Entienden que es el Estado el que nos tiene así? ¿Qué control pueden llegar a tener sobre el sector privado

“Claro el sistema es así, es perverso,

porque por un lado te tienen laburan-

do 8 años en pésimas condiciones y

sin ninguna garantía de nada, pero

también juegan con tu ilusión”

entonces? —pregunta Luis, interpelándonos para luego concluir: —Por eso nos echaron a mí y Cristian Vega, es así si no querés que la víbora siga jodiendo le cortas la cabeza. Horrible reminiscencia. Ante el silencio atinamos a sol-tar la última pregunta: —¿Y ahora cómo sigue todo esto? —Y la lucha sigue porque esto no queda acá, estamos con ac-ciones legales, y vamos a seguir con los reclamos públicos, a mí no me calla nadie ya. Peleamos por mi reincorporación y la de Cristián, por la transparencia en el escalafón y porque lo que todos merecemos: un trabajo digno. En todo esto siempre me reconfortó el apoyo de los vecinos, de organizaciones políticas, de instituciones y de algunos medios, sabemos que no estamos solos y que esto recién empieza.” Sí, efectivamente, no están solos

Trabajadores municipales siendo transportados en un vehículo inhabilitado//

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Cancha de Pinina Yedro// Arroyito Seco vs Cebollitas (Categoría 2005/06) //Cancha del Seco// Las instalaciones del Seco para los más chicos, alrededor de la cancha// La familia de Arroyito disputando el tercer tiempo//

Liga Infantil de Barrios: a corazón y pulmón

Como hace 3 años, todos los domingos se lleva a cabo la Liga Infantil de Barrios, en la ciudad de Santa Fe. Esta liga se creó con un objetivo bien definido: que clubes de fút-bol de barrios periféricos de la ciudad, sin personería jurídica, que no son tenidos en cuenta por la Liga Santafesina de Fút-bol por distintos motivos, tengan un espacio en dónde desa-rrollarse. El principal propósito de quiénes manejan las arcas de los clubes barriales, es que los niños tengan un espacio de contención, tanto en las semanas con las prácticas en sus ba-rrios, y en los partidos que se disputan los domingos por el tor-neo, materializando el esfuerzo realizado semana a semana. La llegada de las primeras categorías por jugar, que son los pibes más chicos, de los referentes a cargo de los clubes y los árbitros, está pactada para las 10 de la mañana, pero como bendita

POR J.BAUTISTA VEAUTE Como la mayoría de las personas que

participan no cuenta con auto, no es

extraño ver llegar a todo un club en

un flete, o que algunos jugadores no

hayan podido ingresar al colectivo

urbano y se hayan demorado porque

la capacidad estaba agotada.

grandes cantidades de gente y no ser muy costoso; pues esta liga funciona sin ningún apoyo publicitario ni gubernamental, puesto que los que hacen posible su realización son solamen-te los clubes y sus miembros, que año tras año, dedican gran parte de su tiempo para que los más chicos puedan hacer lo que más les gusta: correr detrás de la redonda hasta que el árbitro diga basta, dictaminando el resultado del encuentro. Como la mayoría de las personas que participan no cuenta con auto, no es extraño ver llegar a todo un club en un flete, o que algunos jugadores no hayan podido ingresar al colectivo urba-no y se hayan demorado porque la capacidad estaba agotada. A medida que los minutos del primer partido van trans-curriendo, se ven llegar a los chicos de las categorías que deben jugar más tarde. Aproximadamente a las 12 del mediodía, los

costumbre, algún inconveniente siempre retrasa a algún que otro actor de la jornada. Previendo este retraso, que es la re-gla y no la excepción, la parcialidad que le toca hacer de local, pone a veces en una mesa, en otras ocasiones en un tablón de madera, o lo que esté al alcance que sea funcional para apoyar cosas lejos del piso y de los perros que andan con la panza va-cía, bolsones de bizcochos y facturas para el que desee llenar la panza antes de correr tras el balón, o acompañar los mates entre desconocidos, amigos y familiares, típicos de esta liga. El club que le toca hacer de visitante, tiene la difí-cil tarea de llegar al barrio del equipo que lo anfitriona. Salvo excepciones, están muy distantes unos de los otros. Al dispu-tarse una gran cantidad de partidos, el traslado de los pibes tiene que ser en algún medio de transporte que pueda traer

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Cancha de Pinina Yedro// Arroyito Seco vs Cebollitas (Categoría 2005/06) //Cancha del Seco// Las instalaciones del Seco para los más chicos, alrededor de la cancha// La familia de Arroyito disputando el tercer tiempo//

padres y miembros de ambos clubes comienzan a planificar el almuerzo comunitario. Dejando de lado cualquier rivalidad que pueda existir dentro de la cancha, se encargan de que el fuego que calienta la olla con el guiso que se está cocinando poco a poco, esté siempre flameante y vivo. Es común encontrar a los cocineros compartiendo una cerveza o un vino. Cuando la comi-da está lista pero todavía se está disputando algún partido, los niños muy hambrientos por haber corrido hasta el cansancio a los rivales y a la pelota, no pueden evitar mojar un poco de pan dentro de la olla. Luego de haber almorzado, los clubes vuelven a acomodar sus engranajes y se terminan de disputar los partidos restantes con la misma pasión y efervescencia que los anteriores. Cuando la jornada de la Liga Infantil de Barrios va llegando a su fin, las caras de los más chicos, que aún siguen en el club donde se han disputados los encuentros futbolísti-cos, se perciben agotadas; pues para los que deben volver a su barrio, todavía queda un largo trayecto al hogar, y los que han sido anfitriones, deben ayudar a dejar la casa en orden: sillas, tablones, redes y pelotas deben ser guardadas en su lugar. Los padres y los miembros organizadores del club, deben con-trolar que las planillas de los partidos estén correctas: a veces hay errores en los resultados y en las tarjetas amarillas y rojas. Antes de emprender la vuelta a casa, los delegados en-cargados de la organización de los dos clubes se juntan a plani-ficar lo que será la reunión semanal, en la que se organiza el en-cuentro del domingo siguiente. Mientras que los pibes se vuelven

satisfechos y con ganas de volver a los entrenamientos durante la semana, nadie quiere perder pisadas en la tabla de posicio-nes, todos desean ganar y obtener el premio al final del torneo. En la Liga Infantil de Barrios todos los domingos, desde la categoría 2007/08 hasta la 1997/98, el partido entre los padres de cada club y el equipo femenino, se juegan, sin excepción de ninguna división, 64 partidos, en 6 barrios periféricos de toda la ciudad. En total participan 8 clubes, ellos son: Pinina Yedro (Yapeyú), Barcelona Juniors (Santa Marta), Cebollitas (Los Tron-cos), Atletas de Cristo (Scarafía), 7 Jefes (Las Flores), Arroyito Seco (Alto Verde), Belgrano (Santo Tomé) y Piratitas (Santo Tomé). Es inevitable destacar que algunos clubes además de desarrollarse como escuelita de fútbol, también realizan otras actividades durante la semana con los chicos del barrio,

Los equiposPinina Yedro (Yapeyú)

Barcelona Juniors (Santa Marta)

Cebollitas (Los Troncos)

Atletas de Cristo (Scarafía)

7 Jefes (Las Flores)

Arroyito Seco (Alto Verde)

Belgrano (Santo Tomé)

Piratitas (Santo Tomé).

en donde participan como guías padres, personas del barrio y miembros externos. Es el caso de nuestro Arroyito Seco, que este año ha abierto diversos espacios como El Taller de Arte, La Murga de los Renegados, El Taller Literario, El Taller de Rap, Mejoramiento Barrial o El Taller de Cortita y al Pie, donde se elabora y piensa esta revista. Siempre con la intención de ge-nerar actividades para que los pibes incorporen nuevas herra-mientas, potencien las que ya tienen y apliquen todas sus ca-pacidades para el mejoramiento personal, del barrio y del club

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Pingui Ramírez: “Quiero transmitir el compromiso por

los pibes del barrio”El viejo nos recibe en la parte trasera de su casa, en una piecita cómoda, donde la vista al rio,

dorada por el sol es esplendida. A Edgardo Ramírez, en el barrio nadie lo llama por su nombre,

todos lo conocen por su apodo, ya encarnado, Pingui. Cuando días atrás le habíamos pregunta-

do si lo podíamos entrevistar nos preguntó: “¿Por qué a mí? ¿Qué tengo de interesante?”. Porque

es un personaje histórico del barrio, fundador de la mítica escuelita de fútbol El Uñazo, comparte

su experiencia de vida y sabiduría con frases simples, contundentes y profundas. Y además es un

ejemplo de compromiso con los pibes, que nos inspira y escucharlo siempre nos sirve de guía.

Obviamente, todo esto no se lo dijimos.

POR MAYRA MONZÓN JUAN D. GARCIA

—¿Cómo recordás tu infancia en el barrio? ¿Qué te gusta-ba? ¿Qué hacías? —Yo nací en el barrio en el año 1944, ni siquiera existía el puen-te palito y se llegaba desde el centro, sólo en bote. Cuando era chico tenía los mismos gustos que los pibes de ahora, nos gustaba jugar al fútbol, la bolita, tocar y bailar en la murga e ir a los corsos que eran recontra conocidos. Al fútbol jugábamos en frente de mi casa en una canchita que armamos nosotros, no teníamos zapatos y jugábamos descalzos… Hoy algunos pi-bitos si no tienen botines no quieren jugar, me da un poco de pena que piensen así. Me acuerdo que yo le sacaba las medias largas a mi vieja, le poníamos mucho papel y así hacíamos las pelotas de trapo. Todos los días lo mismo: íbamos a la escue-la y después a jugar a la pelota. ¡Como lo disfrutábamos! Yo tengo 77 años y no reniego de nada, así es la vida, vos cuan-do nacés no sabés cuándo vas a volver de vuelta, por eso hay que disfrutar mientras se pueda. Yo lo disfruto siempre así.

—Ya que mencionaste la escuela, pregunta obligada, ¿cómo eras como alumno? —Yo iba a la escuela 95. Como alumno era bueno, me por-taba bien y era respetuoso. Lo que si me jodió siempre fue la lectura. Cuando la señorita me hacía pasar al frente a leer en voz alta me ponía re nervioso, me empezaba a doler la panza… ahí me daba vergüenza y me trababa más todavía (risas). Todos los viernes ya sabíamos, que a los que más nos costaba, íbamos a tener que pasar al frente a leer. Igual me gustaba ir porque te-nía todos mis amigos ahí. Todavía me acuerdo perfecto de las señoritas que venían en canoa con los portafolios inmensos. La secundaria la empecé en la escuela Avellaneda, hice un año y medio y dejé. Mi viejo quería que estudie y por eso me man-dó. Era una escuela técnica, me anoté en mecánica de autos y ni sabía lo que era. ¡Nunca me gustaron los autos! (Risas). Me

Edgardo, el Pingui, Ramírez//

inscribí porque los compañeros me dijeron que era la más fácil. Ahí química me mató. El docente era un tipo muy recto y si no estudiabas te hacía quedar mal delan-te de todo el curso. Como les digo, hice casi dos años, y a los 17 me fui a probar suerte a Colón con un amigo, hici-mos y pasamos varias pruebas, pero al final no quedamos..

—¿De qué jugabas? —Yo juagaba de ocho, carrilero por la derecha, no jugaba muy bien pero me gustaba. Después de que nos rechaza-ron en Colón, por charlas y comentarios de amigos, surgió la idea de ir probar suerte a Buenos Aires, pero a buscar laburo.

—¿Cómo surgió y cómo fue esa experiencia?

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“Yo tengo 77 años y no reniego de

nada, así es la vida, vos cuando nacés

no sabés cuándo vas a volver de vuel-

ta, por eso hay que disfrutar mientras

se pueda. Yo lo disfruto siempre así”

—Uno de mis mejores amigos, el Gringo, tenía un hermano más grande que estaba allá. Él insistía, me decía: “Dale Pingui, vayamos a buscar laburo, a conocer, que está mi hermano y le va re bien”. Y bueno, al final logró convencerme y yo tuve que hacer lo mismo con mis viejos. Al principio les parecía una lo-cura... “que sos menor, que quién me va ayudar en el almacén”, me decía mi padre. La cuestión es que al fin de cuentas, logré persuadirlos. Como era menor tuve que ir con mi viejo a la comi-saria a pedir una constancia. Como él era amigo del comisario, porque siempre la policía le manguaba en el almacén, no hubo problemas. Después de conseguirlo, fuimos a la estación Belgra-no y tomamos el ferrocarril con el Gringo. Cuando llegamos a la gran ciudad, empezamos a laburar en el puerto, había barcos de todo el mundo y mucho laburo. Ahí empezamos descargando cajones de cervezas. Un tiempo después, conseguimos otro tra-bajo, a una cuadra de la Bombonera. Pagaban más y consistía en descargar y embalar cajones de frutas para unos camiones que iban hacia el interior. Aprendimos todo mirando, piensen que yo nomás había trabajado en el almacén de mi viejo. En ese tiem-po, por la zona de La Boca (Buenos Aires) había mucha gente de Alto Verde y un conocido, un día nos dice que estaba la posibi-lidad de hacer un curso de 3 o 4 meses en Prefectura y después embarcarse al extranjero. Con eso se ganaba muy bien y aparte era toda una aventura. Pero cuando fui a Prefectura no me deja-ron anotarme porque era menor… Entonces volví a Alto Verde, porque mi vieja me manda una carta diciéndome que tenía que venir a hacerme el documento de los 18. Estuve casi un año allá.

—¿Qué te pareció la experiencia? — A mí me gusto, nosotros éramos muy chicos quizá, pero igual conocimos bastante. Aparte teníamos nuestra pla-ta, vivíamos por primera vez sin nuestros viejos y eso nos permitía muchas cosas. Igual a mí nunca me gustaron mu-cho los bailes, ni la noche. En ese sentido el Gringo segu-ro lo disfruto más (risas). Yo jugaba al fútbol y me mantenía en buen estado, porque había unos jugadorazos... Lo que sí reconozco es que me sirvió para madurar y aprender ma-ñas de la vida. Cuando volví, sentí que ya no era un pibe.

—El fútbol es algo muy presente en toda tu historia ¿Qué significa para vos? —Hay gente que le gusta el tenis, el rugby… para nosotros esos eran deportes de ricos, en cambio el fútbol es de todos, es de los pobres. A mí me encanta mirar a jugar a los pibitos, hacer lo que esté a mí alcance para que tengan lo necesario para patear. Todos los pibes juegan bien, sólo tienen que tener la oportunidad de jugar.

—Cuando volvés de Buenos Aires, ¿de qué comenzaste a trabajar?

Pingui Ramírez respondiendo nuestras preguntas//

“A mí me encanta mirar a jugar a los

pibitos, hacer lo que esté a mí alcan-

ce para que tengan lo necesario para

patear. Todos los pibes juegan bien,

sólo tienen que tener la oportunidad

de jugar. ”

—Empecé en la construcción, me metí en una empresa gran-de, no me quedaba otra. La albañilería es lo peor que puede haber. A veces tenés laburo, a veces no. Después te va ma-tando el cuerpo de a poco; el frio, el calor... me acuerdo que todos mis compañeros fumaban y tomaban. Lo bueno era que teníamos obras por todos lados de la ciudad y gracias a Dios siempre tuve laburo para poder darles a mis hijos lo necesario. Con lo que me sobraba, siempre compraba pe-lotas, botines, canilleras, para los pibes que jugaban ahí en la manzana 1. Yo iba a verlos jugar y a partir de ahí tuve la idea de hacer una escuelita, así surgió el famoso Uñazo.

—¿Qué creés que te llevó siempre a comprometerte tanto con los pibes? ¿Alguna influencia o momento que te haya marcado? — No, la verdad que no sé por qué… deben haber sido muchas cosas. Desde que siempre me gustó el fútbol, hasta el punto que no puedo ver pibitos sin jugar porque les falta algo. Una persona importante para mí fue Ignacio Monzón, el presidente de Defen-sores cuando yo era joven. Yo jugaba ahí y él siempre nos habla-ba. Él quizás me dió un ejemplo importante, porque nos decía que no sabía enseñar nada e igual todos veíamos como ponía el hombro para que tengamos un lugar para practicar y jugar.

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—Contamos la historia del Uñazo. —El Uñazo empezó así, cuando tenía tiempo libre, yo iba a la cancha de la 1 y veía jugar a los pibitos, no eran muchos. Un día agarré una chapa la pinte y puse los horarios de la prácti-ca, y la colgué en un poste de la luz para que la viera todo el mundo. La gente habrá pensado: “Quién es este loquito que quiere hacer una escuelita de fútbol acá” (risas). Pero al tiem-po se acercaban los pibes y las madres, y así poco a poco tuve 40 pibes. Como te digo, así de cara dura empecé a ser profe. Yo no sabía nada, les decía: “Pateen al arco y hagan goles” (risas). Lo que quería era que salgan a jugar con otras escuelitas y que se hagan amigos. Pero al poco tiempo, se me complicó porque ya veníamos practicando mucho y los pibes querían salir a ju-gar. Yo no tenía idea de contra quién ni de cómo llevarlos. Era todo muy improvisado. Así que tuve que empezar a preguntar, tocar puertas y poco a poco todo se fue dando. Ahí aprendí que hay que moverse e insistir, si uno quiere cosas. Fui hasta la CGT, al gremio de la telefónica, la UNL... Al final para sacar-los a jugar, me ayudó un vecino que era árbitro de la Manzana 5, Antonio Maldonado. Él tenía un contacto en la Universidad, para que nos metan en una liga. Fuimos y tuvimos una reunión. Me acuerdo que ahí nos atendieron muy bien y nos dejaron en-trar. Entonces, al siguiente sábado ya salíamos a los torneítos. Me ayudaron mucho los padres para el gasto del transporte. —¿Cuánto tiempo estuvo funcionando El Uñazo? —Aproximadamente 4 años. Desde el 2007 hasta el 2011. Des-pués, me llamaron de Defensores que estaba arrancando y llevé a todos los pibes. Ahí estuve unos años y después dejé. Al tiempo mi amigo Ramón, me habla de unos pibes nuevos que querían hacer un club por la Manzana 6. Como él esta-ba de profe me insistió que vaya a ver, me decía que jugaban muchos de los pibes que jugaban conmigo en El Uñazo. Al fi-nal un día termine yendo a ver qué era y ahí conocí Arroyito.

“Si no tendría esperanza, me quedo

acá en mi casa. Yo siempre quiero que

mañana seamos mejores, no mejor

que los demás sino mejor uno mis-

mo. Creo que es eso lo que importa,

porque es lo que te hace poco a poco

crecer. ”

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—¿Qué te parece Arroyito? — Cuando fui la primera vez decía: “Uh dónde me estoy me-tiendo” (risas). Tenía muchas dudas, pero la verdad es que me sorprendió porque en tres años es difícil hacer todo lo que hi-cieron ahí, aparte se vé que todo es a pulmón. Yo creo que hay que seguir sumando gente y proyectos, que vengan los padres y las madres. Ojalá que ahora que tienen el salón, vaya más gente así siguen creciendo. También creo que hay que hablarle más a los pibitos, para que aprendan y valoren el trabajo que se hace. Creo que ya que reúnen muchos pibes tienen que aprove-char para hablarle, darle consejos, enseñarle a ser respetuosos.. —¿Sos un tipo optimista? ¿Creés que las cosas que están mal en el barrio pueden cambiar? — Sí, seguro. Si no tendría esperanza, me quedo acá en mi casa. Yo siempre quiero que mañana seamos mejores, no mejor que los demás sino mejor uno mismo. Creo que es eso lo que importa, porque es lo que te hace poco a poco crecer. — ¿Quién es Pingui? — Y… yo soy y no sé hasta cuándo (muchas risas). Soy una persona como cualquiera, que tuvo sus errores, pero que siem-pre trató que los pibes no copien lo que uno hace mal. Un tipo que siempre buscó lo que tuvo a su alcance para ayudar a los chicos, que intentó hablarles como un par, no como alguien que los caga a pedo o los ofende. Yo quiero trasmitir el com-promiso por los pibes del barrio. Creo que despertar el interés por las cosas buenas, se hagan en Arroyito o cualquier otro lado, es lo más importante. Si tenés eso después viene todo lo otro. Porque por los pibes, todo. En ellos está el futuro, el mañanaPingui Ramírez festejando una victoria del Seco//

A puro ovario: historia del fútbol femenino en el barrio

El fútbol femenino tiene una larga y rica historia en el barrio. Los primeros equipos y torneos

de mujeres surgen aproximadamente hacia finales de la década de 1970. Sin embargo, lejos de

tratarse de una historia lineal y continua, se caracteriza más bien por sus vaivenes: periodos en

los cuales ha tenido mucha presencia e intensidad, y otros de interrupción, en los que ha ido

perdiendo vigencia. En esta nota intentaremos recuperar los momentos claves de esta historia.

POR CARMEN ESCOBAR Y MAYRA MONZÓN

Los primeros goles En el año 1978 nace prematuramente el fútbol femeni-no en Alto Verde, marcando así un hito histórico en toda la re-gión del Litoral. Ese año se organizaron los primeros torneos de mujeres, en la cancha Alipio, ubicada en la manzana 6, detrás de lo que es hoy el Polideportivo. “La modalidad era por simple eli-minación, los equipos que ganaban pasaban las fases y seguían jugando hasta llegar a la final. Así cada campeonato comenzaba por la mañana y terminaba al atardecer”, explicó Jorge García, actual presidente de la Asociación de Fútbol de Alto Verde (AFAV. Esta modalidad se vuelve a repetir hacia finales de la década de 1980, en los torneos organizados por Pocholo Ramírez, que se disputaron en la cancha de la vieja vecinal (manzana 5). El carác-ter esporádico de estas primeras competencias contribuía a que el fútbol femenino se caracterice por la falta de continuidad y sis-tematicidad, lo que derivaba en sus constantes interrupciones. Sin embargo, en la década de 1990, este panorama pa-recía modificarse, desde que la AFAV relanzó el fútbol femenino a modo de campeonato largo. Se jugaban los partidos una vez a la semana y la edición duraba dos ruedas. La primera y única edi-ción tuvo sólo seis equipos y se jugó en diez fechas. El campeón fue Red Heard. Jorge García, explica con desánimo que la segun-da edición nunca pudo concretarse debido a que justo coincidió con épocas de inundaciones constantes, por las cuales se sus-pendieron todas las actividades deportivas del barrio, pero a di-ferencia de otras, el fútbol femenino no pudo reflotar rápidamen-te. El agua parecía querer ahogar toda una historia de pasión. Hubo que esperar algunos años hasta que vuelva a la superficie.

La pelota no se moja Es a partir del año 2002 donde se desarrolla la época más fructífera de la historia del fútbol femenino en Alto Ver-de. Por un lado, se reorganizaron los torneos de la AFAV, que ahora contaban con más de diez equipos y se llegaron a jugar hasta ocho ediciones continuas. “Era tan bueno el nivel que inclusive un equipo de barrio Los Troncos, Los Canarios, venía a jugar acá. Todos estos campeonatos se caracterizaron por la cantidad de gente que acompañaba a los equipos femeninos”, recordó Jorge, emocionado. Pero también, la riqueza de esos años estaba asociada a la distribución del fútbol de mujeres por todo el barrio: se disputaban partidos y competencias en tres lugares equidistantes: en la cancha de Central (manzana 1), en el Polideportivo (manzana 6) y en la AFAV, (manzana 7). También en el paraje de La Boca había un equipo, este se movi-lizaba para disputar partidos en los distintos puntos del barrio.

Requiales (2004) // Torneo AFAV //

El carácter esporádico de estas prime-

ras competencias contribuía a que el

fútbol femenino se caracterice por la

falta de continuidad y sistematicidad,

lo que derivaba en sus constantes

interrupciones

Doña Vicenta, ex jugadora de Requiales, uno de los equipos que jugaba en la manzana 7, afirma que en los tor-neos participaban mujeres de las más variadas edades, des-de los 15 años hasta los 40. “Las jornadas eran muy lindas, para nosotras era un momento de encuentro con amigas y vecinas”, afirmó la ex futbolista de Requiales. También re-cuerda que adentro de la cancha la amistad no se notaba tanto, había partidos muy disputados y parejos, en los que

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se ponía todo, y más de una vez algunas salían lesionadas. Sin embargo, con el paso de los años, la intensidad y cantidad de equipos se fue diluyendo. Vicenta afirmó: “Una de las falencias del fútbol de mujeres, en los torneos del barrio, era que había mucha diferencia entre los equipos”. Mientras algunos iban me-jorando y tomando con seriedad el deporte, otros jugaban sólo para divertirse, lo que fue llevando a que, poco a poco, pierda competividad y siempre ganen los mismos cuadros. Debido a esto, los campeonatos femeninos fueron perdiendo su atractivo y algunos conjuntos dieron un paso al costado, al punto de que daron tan pocos que se decidió ponerle fin a esta competencia. Esta interrupción se dio precisamente a mediados del año 2005.

El fútbol femenino, a pesar de la ex-

tinción de los torneos, siguió latiendo

fuerte en los potreros del barrio

Equipo femenino de Arroyito (2015)//

Equipo femenino de Arroyito Seco Pre 15 (2015)//

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Que no se seque la historia El mismo año en que el equipo de Defensores deja de jugar, un grupo de mujeres de la Boca, que desde hacía una año practicaba religiosamente todas las semanas y orga-nizaba amistosos ocasionales, se enteró de la existencia de un nuevo club que había surgido en el barrio, nuestro Arroyi-to Seco. Yamila Diez, jugadora y D.T del equipo de mujeres de Arroyito, recordó aquel momento: “Apenas nos enteramos de que estaba la posibilidad de integrarnos a Arroyito Seco, nos movilizamos hasta contactarnos con Raúl Saucedo, uno de sus referentes, y ahí nos abrieron las puertas para formar par-te. Ellos participaban de la Liga Infantil de los Barrios y la ma-yoría de equipos de esta liga tienen categorías de mujeres”. Así ellas comenzaron a practicar en la cancha del Seco ubi-cada en la manzana 6, integrando chicas de otras partes

Equipo femenino de Arroyito (2015)//

Defensoras de lo nuestro El fútbol femenino, a pesar de la extinción de los tor-neos, siguió latiendo fuerte en los potreros del barrio. En el año 2010, retoma las prácticas y partidos más sistemáticos de la mano de un grupo de mujeres reunidas por Alejandra del Va-lle, que aprovecharon una canchita cerca de la Plaza de la Paz para reunirse, al menos dos días a la semana, a practicar. El equipo fue bautizado Defensores y utilizaba los mismos colores que el club homónimo, ubicado en la manzana 1. Sin embar-go, Alejandra aclaró: “nosotras nunca fuimos parte del club”. A diferencia del fútbol femenino precedente, este equi-po salía a disputar partidos hacia otros barrios: Saladero, Gua-dalupe, El Pozo, La Guardia, y a localidades como Santo Tomé, Helvecia, Rincón e incluso llegaron hasta Cayastá. “Salir para nosotras a era una experiencia muy linda, no sólo nos permitía conocer otros lugares y gente nueva, sino que nos incentivaba para meter más compromiso con las prácticas en la semana” ex-plicó Alejandra del Valle, emocionada. Estos partidos se dispu-taban en calidad de amistosos y eran organizados a pulmón por las mismas jugadoras, ya que no pertenecían a ninguna liga ni a ningún marco formal. A mitad del año 2014, el equipo deja de practicar y jugar por distintos motivos. Alejandra sugirió que: “Se debió al desgaste que implicaba no ser parte de ningún torneo, que permita darle mayor continuidad y formalidad al equipo.” Otra vez el fútbol femenino se encontraba en una encrucijada.

“Es importante que existan espacios

para que las mujeres jueguen, porque

nosotras también tenemos derecho a

practicar este deporte, no es sólo de

los hombres”.

del barrio, y no sólo de la Boca. Desde 2014, practican dos ve-ces a la semana y juegan todos los domingos en la Liga. A fi-nales del 2014, en un torneo parejísimo, lograron consagrarse campeonas. Sin embargo, creen que el fútbol es más que eso. Yohana, actual jugadora de Arroyito manifestó que: “El fútbol tiene que ser de todos porque no sólo es divertido, sino que te permite generar amigas y compañeras. Además te despeja la cabeza de los problemas por un rato”. Yamila Diez, por su parte remarcó que: “Es importante que existan espacios para que las mujeres jueguen, porque nosotras también tenemos derecho a practicar este deporte, no es sólo de los hombres”.

El recuperar y mantener vigente la tradición del fútbol femenino no es algo menor, sino que es una apuesta a la salud, la amistad y a lograr una mayor igualdad de género y derechos para el barrio. Posdata: Cuando decimos futuro A partir del mes de octubre de 2015 comienzan en Arroyito las prácticas de una nueva categoría: mujeres pre 15. Ésta surge a partir del pedido de un grupito de chi-cas de alrededor de 9 a 12 años, para que desde Arroyi-to se habrá un espacio que contemple esa franja etaria y se gestione en la Liga para incentivar a que los demás clu-bes hagan lo mismo. EL 12 de Octubre el equipo de Arroyito debuta frente a Cebollitas en el barrio Loyola. Ganan 3 a 2. “Pa-rece que hay futuro” auguró, una de las madres con una sonrisa

Equipo femenino Defensores (2013)//

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Miguel Ángel Sordello es autor de los dos poemasque se encuentran en esta página. El primero surge a raíz de sentimientos y sensaciones que le causó a nuestro Arroyito. El segundo, está dedidaco a un amigo cercano del autor, que en su niñez fue aguatero. Sordello nació en 1966 en un pequeño pueblo de la llanura santafesina: Clucellas, Departamento Castellanos. A los 18 años comenzó a estudiar Letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL, carrera que concluyó. Actualmente ejerce como docente en la escuela Mariano Moreno de la localidad Progreso. En 2015 publicó un poemario, titulado: Después de tus huellas y otros poemas.

En este nuevo espacio que abrimos en Cortita y al Pie, pre-tendemos dar a conocer a artistas del campo de las letras, no reconocidos por la comunidad; sea en un poema, un cuento o por qué no, una canción.

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Arroyito SecoUna pelota en el barro,

una esperanza desenterrada.

Unos ojos que brillan,otros que acercan claridad.

No se puede entender la felicidad de un niñosi ese niño no nos sigue latiendo bajo la piel.

Un chocolate caliente,un corazón anhelante y tibio.

Una sonrisa compartida,una carcajada que haga temblar la sangre.

El potrero se pierde en la distancia,unos niños dibujan sus vidas en el viento.

La canchita es el escenariodonde todos los sueños son posibles.Arroyito juega su partido decisivo:

ése que remonta barriletes de ilusionesy transforma la desesperanza en ternura.

¡Arroyito se siente!

EL AGUATEROA Alejandro Paredes, que en su niñez fue

aguatero en Alto Verde

Andaba el agua descalzándoseen la orilla

y rumiando su instinto marrón,su destino de greda

y antiguos peces de leyenda.Alto Verde afilaba su lonja bravía

y el aguatero, un niño apenas,le ganaba la partida al sol

o a la ferocidad de los aguacerosy repartía el río

que mansamente se dejaba llevar:se deshacía en súplicas estériles,

en imposibles lamentosporque el agua se iba

hacia su otro destino, más claro,donde otros niños

la esperaban con redes de coloresy gritos de algarabía.

El aguatero juntaba sus sueñosde a pedazos

y reía con una voz más anchaque el Paraná,

y transpiraba su miseria feliz,su orgullo alto como un pájaro.

Sus baldes llevaban el río apretadopara soltarlo luego

con las estrellas que se hundíanen los pozos.

El aguatero tendía sus propias redeshacia un cielo líquido

donde mariposas alegresesperaban siempre su llegaday donde un remolino verde

encrespaba los saucesy jugaba a la calesita,

a la interminable aventura redondade ser un niño aguatero.

Fotogalería

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1-Presentación de la revista; 2-Pintando el salón; 3-Taller de Música; 4-Taller de Espacio Público; 5-Cumple de Arroyito;

6-Taller de Cuentos

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