REVISTA 122

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pensamiento y literatura HETERODOXOS y DISIDENTES 1

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La Asociación Colegial de Escritores es una entidad libre e independiente que agrupa a los escri­tores españoles con el fin de fomentar la vida intelectual, las culturas españolas, defender a sus asocia­dos en los derechos que les reconozcan las leyes, propugnar sus reivindicaciones profesionales, repre­sentarlos en los organismos oficiales que les afecten, establecer relaciones de solidaridad y cooperación

con otras entidades análogas mundiales y defender la libertad de expresión.

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I

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No la indignación, sino la rebelión, conforman el principio de la disidencia

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Pensamiento y literatura

Heterodoxos y disidentes

ANDRÉS SOREL

S in la heterodoxia y la disidencia no ~xis te la libertad . N i es

concebible el progre~u de la Humanidad. Pur e~u, diclaJures, militares, poderes económicos o religiosos, las han persegui­

do siempre. El primer catecismo, el primer Ca l.!,dillo, se dieron cuenta de que la censura y la violencia que desembocan en el

silencio y el asesinato del contrario eran métodes necesarios para dominar al ser humano. Y crearon leyes a su serv icio, buscaron jue­

ces que las aplicaran según sus dictados y policías que con tortu­ras brutales o sofisticadas dominaran a q~ienes intentaban oponer­se a sus gobiernos que solo necesitaban súbditos fieles y pasivos.

Las ideas, cuando se convierten en actos, on peligrosas para

monarcas o mercados, y las culturas de las diferencias no son

aptas para explotaciones de hombres o pueblos. Hoy, en la dicta­

dura de los mercados financieros y publicitarios o de los med ios de comunicación por ellos manejados, la he terodoxia, la disidencia,

continúan silenciadas y perseguidas. Nuevas formas, vieju~ prin­cipios. El último fin de la Europa de los mercaderes , de los Estados Unidos imperialista, es convertir a los súbditos de las monarquías o repúblicas en idiotas pasivos. Con el apoyo de los

intelectuales por ellos manejados, comprados y puestos a su serv i­cio. Por eso no la indignación, sino la rebelión, co nforman el prin­

cipio de la disidencia.

Escribe Juan de Mairena: Todo reaccionario consecuente ter­mina en la caverna o en una edad de oro, en la cual solo y a medias crecía Juan Jacobo Rousseau. Y anticipándose a la quiebra de la civilización que en la década que transcurre de 1936 a 1945 encuentra su punto culminante con el franquismo, España y

Auschwitz, el mundo anticipaba igualmente e l fin del humanismo

y la degradación del ser humano convertido en ciego burócrata a l

servicio del mal, escribiría el Mairena póstumo de Antonio

Machado: El hombre de la civilización occidental va para buena persona, excelente padre de familia, que gana el pan cotidiano con­tribuyendo en la modesta medida de sus fuerzas al futuro aniquila­miento de la especie humana. La técnica del Occidente y con ella su cultura harto dinámica, yo diría -mejor- cinética está abriendo horrores fuera y dentro de casa ... Se puede ser lo que se llama 11 n buen padre, un gran hijo, un buen esposo y hasla un excelente veci­no, y realizar las faenas más abominables, esos viles asesinatos de

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Pensamiento y literatura

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS 12Z

niños, enfermos, mujeres) ancianos, Lus crímenes de Lesa hUIl/!/ ­

nidad que la guerra palía y la Llamada guerra totalitaria pre­

tende cohonestar.

Se cumple, este año de 2011, el 5000 aniversario del naci­

miento de Miguel Servet, paradigma de la represión del pen­

samiento y la expresión de las ideas. En su obra La sangre .1/([ ceniza dice Alfonso Sastre a través de Juan e l Anabaptista: Se

nos persigue, oh Miguel, por mor de la teología pero más que

nada lo hacen por nuestra predicación del Comunis171o

Libertario. ¡Los ricos y los príncipes ven en nosotros, pecadores,

la imagen espantosa del Anticristo! El reparto de la riqueza: esa

es, para ellos, la figura del A/1ticristo y defienden su maligna

idea con la fuerza de la opresión. Y Sebastián, el impresor, le

contestará a Servet cuando ést ::; le pregunte si él también per­

tenece a esa confes ión: No, yo no soy, en verdad, ni eso ni lu

otro ... soy más que otra cosa partidario de la tolerancia entre

las gentes y amante del diálogo ... El mundo vive en medio de

terrores y también hay atroces miserias por todas partes; pero

apenas se abre una boca con intenciones de decirlo, ya surgen bus­

ques de espadas para impedir que suenen nuestras voces. Malos tiem­

pos y muy malas costumbres.

Hemos querido tipificar en él la represión sufrida, a lo largo de

la historia, por aquellos hombres o mujeres que lucharon con tra el

oscurantismo y la tiranía, por la libertad tanto humana como de

pensamiento o de creación crítica . Por cu lpa dE' ello sufriE'ron 1)('1'­

secuciones, torturas, exilios y asesinatos.

Seguimos con Antonio Machado, sin duda uno de nu estros más

extraordinarios poetas y uno de los hombres más auténticos -a la hora

de definir un humanismo sincero, crítico y revolucionario- al tiempo

que un pensador incisivo y profundo de nuestra historia. Escribía:

Parecerá un poco arbitrario definir a España como la tierra de los cua­

tro Migueles (Servet, Cervantes, Molinos y Unamuno J. Sin embargo,

mucho más arbitrario es definir a España, como vulgarmente se hace,

descontando a tres de ellos, por heterodoxos, )' sin conocer a. ninguno r!(' los cuatro. De los dos primeros citados nos ocupamos en este número

de República de las Letras. Del cuarto en e l siguiente.

Iglesias, jueces, poderes económicos, políticos y mediáticos,

no gustan de quienes piensan y alientan la diferencia y la libertad

y alumbran ideas propias, odiando cualquier clase de catecismo.

Imponen la represión, la tortura, el exilio sobre quienes combaten los dogmatismos y las servidumbres.

y el miedo. El miedo que es la peor herencia de los fascisl1lus.

Ya lo escribía hace mucho tiempo Montaigne: De nada tengo más

miedo que del miedo. Y el siglo XX es el siglo de las más cruentas

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS 122

Este número es también "una pequeña metáfora de los horrores de la civilización occidental"

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Andrés SOI'el

y masivas persecuciones, holocaus tos que costa rol1 la vida el

millones de personas. Pero también de la destrucción del pensa ­

miento. La civi lizac ión y e l humanismo se quebraron. Como

subrayábamos, la década que transcurre entre 1936 y 1945 fue

sin duda la peor de la historia de la Humanidad . Los éxodos de

intelectuales, desde España, Alemania, la URSS y otros países,

configuran el mayor acoso que nunca conocieran las ideas y la

creación, éxodos para los afortunados que salvaron sus vidas,

muchos otros fueron asesinados o empujados al suicidio. Hasta e l

punto de que algunos filósofos y escritores plantearon la siguien­

te pregunta: ¿se puede escribir después de Auschwitz? Pero tam­

bién después de Franco, Stalin, la América de McCarthy. Qui enes

lo hicieron, con dolor e .imaginación, creyeron en la necesidad de

la pedagogía de la resistencia. Resistir y criticar no solo por ellos

mismos, sino por la supervivencia del propio Planeta.

Continuamos habitando bajo el poder de un mercado crimi­

nal y destructor de las libertades, que no duda cuando es necesa­

rio, y la segunda mitad del siglo XX nos mu es tra en América

Latina, África, Asia, pero no olv idemos tambi én ejem plos f' 11 paí­

ses e uropeos en manos de las torturas, las masacre!;, y !;iempre

dominado por las corrupciones económicas y políticas y la explota­

ción de los pueblos , mercado dominado por unas mafias de facine­

rosos que se reparten las riquezas que usurpan y obtienen a costa

de los esclavos o semi esclavos que trabajan para ellos. Imperios .

Bancos. Jueces. Iglesias. Y políticos a su servicio. De ahí, volve­

mos a reclamar, la necesidad de que a la indignación suceda la utó­

pica rebelión.

Los medios de comunicación son los más co mbativos a la h()ra

de paralizarla. Ellos acti van la alienación colecti v a, ues tru yen el tejido de la libe rtad, persiguen la indife re ncia , apatía y e mb ruteci­

miento de los ci ud adanos, conducen al mi edo, la pasividad, la

estulticia, son fieles criados en suma de los intereses de qui e nes les

pagan y dominan.

A quienes creen en e l valor de la palabra no banal, s ino re fl e­

xionada antes de ser emitida o escrita, solo les queda la denuncia,

la resistencia y la creación es tética y filosófica. Desde la soledad.

Al margen del mercado. Hozando como el viejo topo para qUf' UI1

día pueda construirse una his tori a distinta.

La memoria histórica, removerla, expli carla, no ente rrarla ni

tergiversarla, alumbrarla e n todo su horror, y grac ias a eil a s irviE'll­

do para denunciar no solo a los culpables de las censuras y críme­

nes que alen taro n, s in o a sus actuales descendientes, es necesaria

s i se quiere creer en el futuro.

El pensamiento y la lite ratura en un mundo como el que vivi­

mos solamen te pueden ser heterodoxos, aunque con lleven, para sus

autores la marginación o la expulsión de los mercados.

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República de las Letras

SUMARIO

EDITORIAL. Heterodoxos y disidentes Andrés Sorel

Fernando de Rojas y su Celestina Julio Rodríguez Puértolas

Servet, el español errante Alfonso Sastre

Cervantes. frente al canon ortodoxo o la creación de la novela realista moderna

Pedro M. Piñero RamÍrez

Francisco López de Úbeda. Palabra, sangre, mudanza: La pícara justina

David Becerra Mayor

El Abate Marchena. literatura y revolución Jesús Felipe MartÍnez

Pedro Montengón: Reformador. heterodoxo y utópico Rogelio Blanco MartÍnez

José Blanco White (España y la independencia de América) Juan Goytisolo y M. H Teresa de Ory Arriaga

Actualidad de Pi y Margall Juan Goytisolo

La heterodoxia en la literatura del siglo XX: el contexto de Alejandro Sawa

Rafael de Cózar

El anarquista de Valle-Inclán Ignacio Amestoy Eguiguren

Corrección de pruebas: Esther Gaitero

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Fernando de Rojas y su G'elestina *

JULIO RODRíGUEZ PUÉRTOLAS

Universidad Ant6noma de Madrid

S e hace preci so comenzar por el muy importante prólogo de la tragicomedia (al que me permito llamar, por razones obvias , prólogo filosófico), que se inicia con las conocidas palabras

tomadas de Herácli to: "Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla". Palabras continuadas al poco con otras de

Petrarca: "sin lid y offensión ninguna cosa engendró la Natura, madre de todo " l. Y tras tan rotunda afirmación materialista, sigue

así:

las estrellas se encuentran en el arrebatado firmamento del

cielo; los adversos elementos unos con otros rompen pelea; tre­

men las tierras; ondean las mares; el ayre se sacude; suenan las

llamas; los vientos entre sí traen perpetua guerra; los tiempos

con ti empos contienden y litigan entre sí, uno a uno, y todos

contra nosotros (p. 104).

La genial ironía de Roj as le lleva a decir poco después de lo citado: "¿Pues qué diremos entre los hombres, a qui en todo lo

sobredicho es subjeto?" (p. 105). Curioso Rey de la creación, en efecto. El doctor Francisco López Villalobos, también converso y compañero de estudios de Rojas en Sal~manca2, escribió algo que parece puede relacionarse claramente con el prólogo filosófico de La Celestina:

Cuántas servidumbres y yugos tenga el hombre en este mundo.

cada uno, s i quisiere pensar en ello, lo ve rá en sí mes illo.

Porque desde que nascemos somos cauti vos y subjec tos a las

neces idades del mundo adonde venimos , conviene saber: a la

hambre, a la sed, a los grandes fríos y a las grandes calores , a

las enfe rmedades y dolores, e a las veces a los tirannos e malos

* En pa rte de lo que s igue resumo)' ac tu ali zo e lementos d e a lgún trabajo mío ant e ri or. I Fern and o de Rojas . La Celestina. ed ición de J uli o Rod ríguez Puértolas. Madri d . Aka l. 1996. p . 104. Todas citas del tex to según es ta ed ición. con si mple se ña lami ento de la pági na o pági nas e nt re pa réntes is. , eL Stephe n Gilma n. The Spain 01 Fernando de Rojas, Prince ton Uni ve rs it )' Press . 1972. p . 100.

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Fernando de Rojas y su Celestinlt

El mal y el bien, la prosperidad y la adversidad, la gloria y pena, todo pierde con el tiempo la fuer<;a de su acelerado principio

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HEPÚBLICA DE LAS LETHAS I12

jueces [ ... ]. E finalmente, ¿a quién no serv imos? Servimos a la

tierra , que fue hecha para nuestro serv icio [ ... ], y también

somos subjectos a los peligros e destemplanzas y corrupcio ,~ es de la ti erra y del agua y del aire, e a los terremotos y a las tem­

pestades del mur, y a los truenos y rayos y relámpagos del fu ego.

y somos subjectos a las guerras y tumultuac iones y disensiones

del linaj e humano. Y en fin, ¿a quién no somos nosotros sub­

jectos?'

En esta cita, tan extensa como imprescindible, destaca esa

extraordinaria semejanza de pensamiento con el prólogo filosófi­

co de Rojas, y no sólo con él. Lo que importa señalar aq u í es esa

coincidencia en una visión del mundo que en La Celestina se

complementa con el fundamental monólogo de Pleberio, verdade­

ro epílogo y resumen de la obra. Recordemos alguno de sus frag­

mentos más significativos, como este:

Yo pensava en mi más tierna edad que eras y eréln tu s hechos

regidos por alguna orden; agora, visto el pro y la con tra de tus

bienandanzas, me pareces un laberinto de errores, un desierto

espantable, una morada de fi eras, juego de hombres que andan

en corro, laguna ll ena de cieno, reg ión ll ena de esp inas, monte

alto, campo pedregoso, prado lleno de serpientes, huerto florido

y sin fruto, fuente de cuy dados, río de lágrimas, mar de mise­

rias, trabajo sin provecho, dulce ponzoña, vana esperanza, falsa

alegría, verdadero dolor (pp. 300-301).

Cierto que casi todo lo anterior -por no decir todo- son tópi­

cos de diferentes procedencias, mas lo interesante es eso mismo:

cómo Rojas ha utilizado pensamientos de culturas varias para lle­

gar a tan desoladora conclusión. Si el mundo es un laberinto de

errores y un juego de hombres que andan en corro, según dice

Pleberio, y si a ello añadimos todo lo explicitado en el prólogo filo­

sófico, podremos comprender en toda su intencionalidad otros

pasajes básicos de La Celestina . Es el primero el que aparece en el

tercer acto y en boca de Sempronio:

El mal y el bien, la prosperidad y adversidad, la gloria y pena ,

todo pi erde con el tiempo la fuer~a de su acelerado principio

[ .... ]. Cada día vemos novedades y las oymos y las passamos y

dexamos atrás. Diminúyelas el tiempo, fázelas contingibles.

¿Qué tanto te maravillarías si dixesen la tierra temhló, o otn\

semejante cosa que no olvidases luego? Assí como: elado está

" Glosa a la canción "Venga ya la dulce muerte", Biblioteca de Alttores Espaiíoles. XXXVI. pp. 455-456.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

... de tan terrible visión no se libra ni la conquista de Granada por los Reyes Católicos ...

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Julio Rodríguez Puértolas

el rfo, el ciego vee ya, muerto es tu padre, un rayo cayó, gana­

da es Granada, el rey entra ay, el turco es vencido, ecl ipse hay

mañana, la puente es llevada, aquél es ya obispo, a Pedro roba-'

ron, y nés se ahorcó". ¿Qué me dirás, sino que a tres dfas pas­

sados o a la segunda vista no hay quien dello se marav ille? Todo

es assf, todo pass a desta manera, todo se olvida, todo queda'

atrás (pp. 145-146).

Varias cosas llaman la atención de inmediato en este párrafo.

Lo primero, el escepticismo cósmico que de él se desprende; lo

segundo, la idea del tiempo y de su paso como nivelador y ani ­

quilador implacable de toda actividad humana; tercero, esa extra­

ordinaria "enumeració-n caótica" (absolutamente racionalizada,

por lo demás), en que todo queda medido por el mismo rasero:

fenómenos naturales, sucesos históricos y sociales, característi­

cas personales, vida y muerte, anécdotas ... De tan terrible visión

no se libra ni la conquista de Granada por los Reyes Católicos.

Que el más imp0rlanLe suceso de la HisLoria peninsular hasta el

ya inmediato descubrimiento del Nuevo Mundo -el cual, por lo

demás ni se menciona- aparezca exactamente al mismo nivel que,

por ejemplo, la caída de un rayo o el suicidio de Y nés, acaso pre­

monitorio este del de Melibea, da con justeza la medida del escep­

ticismo universal de quien tal fuera capaz de escribir: "a los tres

días no hay quien dello se maraville". El siguiente comentario,

hecho por un importante especialista en La Celestina, parece lo más

apropiado para explicar no sólo el extraordinario fragmento citado,

sino también la actitud subversiva general de la obra. Y sin olvidar

el muy significativo hecho de que dichas palabras están puestas en boca de un criado: ~

La agresividad mental de Rojas y su nihilismo axiológico llega­

ron hasta el punto de negar aquello que crefan importante todos

los que le rodeaban, el gran acontecimiento épico de su ti empo.

la cumbre de la historia med ieval española: la conqui sta de

Granada'; .

Fernando de Rojas no parece identificarse en modo alguno con

el mesianismo históri co de la época, a veces muy carac terísti co de

4 La ed ic ión de Sevilla. 1501. añade aq uí "Cristóbal fue borracho". Resulta curio­so notar que siglos después -aunque desde perspectivas muy diversas- un nove­li s ta como Benito Pérez Galdós escrib iera en Fortuna/a)' Jacin/a algo que pare­ce muy cercano al menc ionado pasaje de In r:P.lp.sÚno: " la insurrecc ión de Cuba. el alza de la carne. lo que se deb e hacer para escoger un bonito núm ero el! la lote­ría. la frecuencia con qu e se tirab a gente por el Viaducto de la ca ll e de Segovia. el tranvía nu evo que se iba a poner y otras menud enc ias " (ed. de Juli o Rodrígu ez Puértolas. Madrid. Akal. 2005. p. 1.116). 5 Stephen Gilman. Introducción a La Celestina. ed. de Dorothy S. Severin. Madrid. Alianza. 1969. pp.14-15.

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Fernando de Rojas y su CelestillCl

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS1!2

otros famosos conversos6• Ni demuestra confianza alguna en el valor

de los actos humanos ni en la Naturaleza . Por lo demás, Alfonso de la Torre, contemporáneo del autor de La Celestina, seguidor tardío de Maimónides y asimismo converso, escribió en un libro muy popular en su momento y que Rojas tenía en su biblioteca' algo bien cercano al texto celestinesco:

Assí el caer de una foja del árbol el malar una araña con el pie

el una mosca con la saliva, o pisar un hombre el malar una hor­

miga, como la destrucción de un reino o el quemar una ciudad,

o la muerte de una gran multitud de gente [ ... ]" .

El esquema cósmico de Alfonso de la Torre es el mismo que el de Fernando de Rojas. Uno y otro, sin duda de modo tan racional como pesimista, están ridiculizando la idea de un Dios-Providencia y la existencia de un sentido lógico en los acontecimientos de este mundo, Rojas de un modo más escéptico y negativo. Lo menciona­do se complementa con otro pasaje de La Celestina. Esta vez es Calisto quien habla:

Todo se rige con un freno igual, todo se mueve con igual

espuela: r ipio, tierra, mar. fuego, vien to, calor, [río. ¿Qué me

aprovecha a mí que dé doze horas el relox de hierro si no las

ha dado el del cielo? (p. 258).

Pues ocurre que

Los hombres pueden manipular a su voluntad los elementos

de la realidad, hacer adelantar, y sobre todo retardar, el paso

de las horas en su "relox de hierro", si no las ha dado el del

cielo, es decir, si esla realidad humana no se modela de

acuerdo con el acuerdo inconmovible del orden [ . .. ], no habrá

armonía, concordia ni paz entre los hombres: seguirán sus

contiendas".

Así es en La Celestina del principio al fin de la obra, como se anunciaba en el prólogo filosófico, como se ha visto en todo lo anterior. Pero además, marcado por esa inexorabilidad fría y mecánica del tiempo que pasa, arrastrando con él todo lo que el ser humano hace. De ahí ese sentimiento de inutilidad, negativismo, escepticismu radical que se aprecian en 10 dicho por Pleberio, por

6 Francisco Rico. La novela picaresca y el punto de vista, Barcelona. Seix-Barral. 2000, pp. 126-127. 7 ¡bid., p. 127." Biblioteca de Autores Espaíioles. XXXVI. p. 357. " Antony van Beysterveldt. "Nueva interpretación de La Celestina", Segismundo. JI, 1975. p. 112.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

la palabra ... utilizada perversamente ... puede convertirse ... en un instrumento de confusión yengano

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Julio Rodríguez Puértolas

Sempronio, por Calisto. Es decir, por Fernando de Rojas. Con todo, es cierto que "por entre los resquicios de tanta confusión, asoman

las voluntades de quienes intentan emprender un rumbo propio en sus existencias" 111. Intentarlo es una cosa, lograrlo, otra muy distin­

ta. Todo lo hasta aquí mencionado se relaciona con algo propio del

humanismo renacentista (o así lo parece, al menos), esto es, el pers­

pectivismo subjetivista. Mas lo cierto es que en La Celestina si el perspectivismo individual funciona es para demostrar también su inutilidad y su fracaso. El hombre ha perdido la visión integral de la realidad, y el resultado no es otro que un concepto del mundo como algo ajeno al propio ser humano. Y así, ha podido decirse que

La doctrina del perspectivismo aprobó el sentido renacentista

de lo individual, e hizo de la realidad una función del punto de

vista personal [ ... ]. El énfasis en la perspectiva niega la validez

de toda verdad universal [ ... ]. La realidad se hace problemáti­

ca, el ser del hombre se pierde en una neblina semántica.11

y no solo semántica: se trata de un mundo que necesita tra­ducción. Lo cual plantea otros problemas: quién hace la traduc­

ción, con qué diccionarios, y a qué lengua. Tengamos en cuenta de modo especial esa auténtica confusión de lenguas, en que el trai­

dor ahora se llama discreto y alfiel se le llama necio, ahora, esto es,

en 1499 y quinientos años después; no es este, ni con mucho, el único caso en La Celestina, pero si probablemente el más significa­

tivo. Pues ocurre que ya el lenguaje sirve para ocultar los pensa­mientos del hombre, y que, como se ha dicho más de una vez, si todo fuera transparente no sería posible ni la ideología ni la domi­nación. En la obra de Rojas ya no funciona aquello de Veritas est

aedequatio verbi et rei. La palabra, por lo tanto, utilizada perversa­mente, desvirtuada, distorsionada, puede convertirse así no en un

instrumento de comunicación auténtica, sino de confusión y enga­ño. Con todo, la privación de la palabra aparece en La Celestina

muy obviamente como la privación de toda posibilidad de comuni­cación humana. Quizás el momento más patético de toda la obra -más incluso que la tragedia de Calisto y Melibea; más incluso que la soledad final de Pleberio- sea aquel en que el jovencísimo Sosia

cuenta a Tristán lo ocurrido con Pármeno y Sempronio, ejecutados públicamente:

111 Américo Castro. La Celestina como contienda literaria. (Castas y casticismos). Madrid. Revista de Occidente. 1965. p. 154. II István Mészáros. Marx Theory 01 Alienation. Nueva York. Harper Torchbooks. 1972. p. 288. La traducción es mía.

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Fernando de Rojas y su Celestina

el jardín de Melibea ese "huerto florido y sin fruto", ese "prado lleno de serpientes"

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HEPÚULlCA DE LAS LETRAS I21

Nuestros compañeros, nu es tros hermanos

[ ... ].Ya sin sentydo yvan; pero el uno. con

harta difficultad, como me s intió que con

lloro le lllirava, hincó los ojos en mí r ... 1 como preguntándome si me sen tía de su

morir. Y en sei'íal de tri ste despedida

abaxó su cabeza con lágrimas en los ojos

(XIII.2).

Tras de calificar de compaiieros y

de hermanos a los condenados a muer­

te, Sosia relata emoc ionadamente que

uno de e llos -¿Pármeno, el inocente

corrompido? ¿Sempronio, el cín ico?- ya s in palabras clava su mira­

da en Sosia, como preguntándome si me sentía de su morir. En el

último instante de su existencia, un hombre intenta, de modo defi­

nitiva e inútilmente sincero, buscar la solidaridad y la comprensión

de otro: queda todavía la mirada, cuando las palabras han demos­

trado su falacia pervertida. Un criado, un hombre cualquiera, mar­

cha hacia su destino, hacia la muerte, por fin sin palabras.

Pero regresemos al jardín de Melibea, ese "huerto florido y sin

fruto", ese "prado lleno de serpientes ". Ciertamente, la retirada

personal al jarJín de Melibea no pueJe ser la solución al problema

existencial ni al problema conv ivencial, pues ello va contra todo lo

que es natural en el ser humano, el cual es por naturaleza, un ser

sociable:

Si el hombre es social por naturaleza, desarrolla su verdadera

naturaleza solo en la soc iedad, y la fuerza de su naturaleza no

puede ser medida por la so la fuerza de un individuo, sino úni­

camente dentro del estándar de la sociedad '2.

y de ese modo, como consecuencia tan trágica como iróni ca y

también seguramente inevitable, Calisto muere -de forma que bien

puede calificarse de ridícula- no en su impos ible "paraíso dulce",

sino en el mundo exterior, en el mundo de la realidad-real. En ese

mundo tan negativamente definido por Pleberio, tan escépticame n­

te visto por Sempronio, tan inasible y lejano conside rado por Calisto.

Escribió Américo Castro que "el án imo subvers ivo de Rojas" le

lleva a destruir tuJo valor establec ido"' :'. Y así, en La Celestina, ha

, ~ K. Lowith. "Man Se lf-Ali enation in th e Earl)' \Vritings of Marx". Sucial Research. La traducción es mía. '" La Celestina como contienda literaria, p. 119.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS I22

esta admirable "historia de horror" que es, a fin de cuentas La Celestina

J. GOYTISOLO

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Julio Rodríguez Puértolas

realizado no solo un profundo y radical análisis de la sociedad de

. S4 ¡époc;a y de )asituac,ión , d~l,.converso castellano en su momento, si'no también de una destructiva negaci6n de la negaci6n. Es decir, la negación de un a sociedad en crisis, la feudalista, pero también

la negación de las mediatizaciones modernas o burguesas . Todo ello teniendo en cuenta, además y en todo momento, su propia condi­

ción de converso l1.

El problema de Fernando de Rojas podría compararse

con el de algunos enciclopedistas del siglo XVIII y el de cier­tos novelistas del XIX. Si Rousseau y Diderot se integraron en el nuevo orden de la modernidad burguesa recién inaugu­rada "para salvarse de la podredumbre social del feudalis­

mo", Balzac y Zola

intentan salvarse de la podredumbre social del capitalismo sin

saber dónde pueden hallar la salvación . Por eso los primeros

son a pesar de todo optimistas, y los segundos pesimistas ' 5.

¿ y Rojas? Sin duda más cerca de los últimos, pero sin

duda también de modo más pesimista y escéptico: ganada es Granada, un laberinto de errores .... Pues como se ha dicho,

La Celestina

Es una angustiosa llamada al individualismo, opuesto a la falsa

seguridad ofrecida por el conformismo acrítico de las tradicio­

nes literarias y de los puntos de vista del cristianismo [ ... ], asis­

timos a un agresivo ataque contra las normas de conducta esta­

blecidas en la Edad Media española y a una subversión de la

literatura consolatoria de la filosofía y de las costumbres socia­

les que conformaron la tópica existencia que rodeaba y sin duda

acorralaba a Fernando de Rojas '".

En efecto, y con palabras de Juan Goytisolo sobre Rojas, "el

'cuento de horror' que le ha referido la sociedad se convertirá en esta admirable 'historia de horror' que es, a fin de cuentas, La Celestina 17. Acaso podríamos terminar con la consideración de que Fernando de Rojas pretendió demostrar, y lo consiguió, "desen­

mascarar las falsas pretensiones de transcendencia es pedir y

14 ef. Rica Amran. De judíos a "judea/conversos". Reflexiones sobre el "ser" con­verso. París. Indigo-Université de Picardie Jules Veme. 2003. 15 I'ranz Mehring. apud Georg Lukács, Aportaciones a la historia de la estética. México. Grijalbo. 1966. p. 464. 1(, E. Michael Gerli. "Pleberio 's Lament and Two Literary Topoi : Expositor and Planctus", Romanische Forschungen. 88. 1976. p. 73. La traducción es mía. Il Juan Goytisolo. "La España de Fernando de Rojas". Disidencias. Barcelona,Seix-Barral. 1978. p. 17.

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Fernando de Rojas y su Cetestina

14

REPÚBLICA DE LAS LETRAS 122

luchar por una transcendencia real"llI. Los personajes tienen, pues,

conciencia de sí mismos, de sus propias vidas, de su importancia y dignidad personales . Pero una cosa es lo que los personajes pien-s~n, aquello de lo que tienen conciencia -de su propio valer, en esta caso- y otra lo que en verdad pueden hacer con sus vidas, atra­padas en un condicionamiento siniestro y, a lo que parece, sin sali­da . Areúsa expresa sin ambigüedad posible el querer ser frente al

tener que ser: "nunca alegre vivirás si por la voluntad de muchos te riges" (IX.2). Cualquiera que haya sido su final, estos hombres y mujeres del mundo celestinesco son, justamente, hombres y muje­res dignificados en la literatura y elevados a una categoría en ver­dad humana, esto es, trágica. Y así la ironía, la distorsión, la paro­dia absurda o trágica, la desmitificación, la descontextualización. La Vida y la Muerte. El resultado no es otro, como escribiera Américo Castrol~, sino que

Lo hecho por Rojas carece de antecedente y de paralelo en su

tiempo. Rojas no hizo "evolucionar" las formas o géneros lite­

rarios; opuso audazmente y en forma grotesca lo que podría lla­

marse -para entendernos-la dimensión épica [ ... ] y la dimen­

sión lírica íntima, sensible y erótica [ ... ]. Al mismo tiempo, los

marcos típicos aparecen como contenidos incongruentes e

inesperados [ .... ]. Todo al revés, todo trastornado.

Detalle final. La vida hizo coincidir -provisionalmente- en las

aulas de la Universidad de Salamanca a dos hombres de muy dis­tinto origen y cuyos recorridos existenciales habrían de ser asimis­mo bien diferentes. Ambos estudiaban Leyes. Uno era Fernando de Rojas. El otro se llamaba Hernán Cortés.

". Marshall Bennan. Todo lo sólido se desvanece en el aire. A experiencia de la moderni­dad. Madrid. Siglo XXI. 1991. p.1l8. ") Op.cit. en nota 10. p. 154.

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Servet, el español errante

ALFONSO SASTRE

"Honor, gloria y riqueza serán la recompensa de

vuestras fatigas; sobre todo, no dejéis de purgar al pafs

de esos ganapanes fanáticos que incitan a los pueblos

contra nosotros. Semejantes monstruos deben ser sofo­

cados, como yo lo hice con Miguel Servet, español".

(De Cal vino al marqués de Poet, 30 de sept iem­

bre de 1561. Citado por Volta ire).

"Libertas consc ientiae diabolicum dogma" .

(Teodoro de Beza).

"Y estalló una guerra en el cielo" .

(Apocalipsis . Citado por Servet en la primera

página de su "Christianismi Restitutio" .)

"Parecerá un poco arbitrario definir a España como la tierra

de los cuatro Migueles (Servet, Cervantes, Molinos y Unamuno).

Sin embargo, mucho más arbitrario es definir a España, como vul­

garmente se hace, descontando a tres de ellos, por heterodoxos, y

sin conocer a ninguno de los cuatro".

(Antonio Machado).

Alrededor de un monumento

Marzo de 1971. Estamos en el Parque Municipal Clauidius Montessuit, de Annemasse (Alto Saboya), a dos pasos de la fronte ­ra con Suiza y de la ciudad de Ginebra. Bajo un fu erte viento alpi­no - "¡la bisel, ¡la bise!"- y a quince grados bajo cero. A pocos pasos de la verja, a la entrada ...

Este lugar, ¡tan real!, es el sitio (imaginario) del comienzo de una pieza teatral que uno escribió hace ya algunos años, y que aún hoy

Este texto. enviado por Alfonso Sastre para su publicación en este número de REPÚBUCA DE LAS LETRAS. fue publicado originariamente en la revista Triunfo el 6 de noviembre de 1971.

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Servet, español errante

Monumento a Servetus en Vienne del Delfinado. donde ejerció la Medicina

durante varios años

16

REPÚBLICA DE LAS LETRAS I22

permanece casi mundialmente desconocida: Unos soldados alema­nes derribaban la estatua de Miguel Servet para fundirla y, conver­

tida en armamento, "guardar el orden público". Etcétera, etcétera. ¡Y sin embargo, la estatua está aquí! ¡Esta figura sedente, estas

manos que se abrazan, que se estrechan con desesperación, este rostro torturado por el bronce!

Leemos su inscripción delantera y hasta la transcribimos

bajo el frío mortal de esta mañana de marzo. Dice aSÍ:

A Miguel Servet

Ap5tre de la libre croyance né a Villenueve d'Aragon le

29 septembre 1511

bn'ilé en effigie d Vienne par l'/nquisition Catholique

le 17 juin 1553

et bn1lé vif d Geneve le 27 octobre 1553

d l'instigation de Calvin.

Rodeamos la estatua para recoger lo que ella tiene de breve biografía grabada en esta piedra: Michel Servet, helléniste, géograp­

he, medecin, phisiologiste, a bien merité de l'Humanité pars ses

decouvertes scientifiques, son dévouement aux malades et aux pauv­

res, l'indomptable indépendence de son intelligence et de sa cons­

cience. Y al otro lado: Enfermé dans une prison humide, malade et

privé de tout secours Servet écrivait a sesjuges: "Je vous supplie qu 'il vous plaise abréger ces grandes dilations. Vous voyez que CALV/N

pour son plaisir me veut ici faire pourrir en la prisión, les poux me

mangent vif, mes chausses son dechirées et n'ai de quoi changer ni pourpoint ni chenúse qu'une méchante ... ".

A los pies de la figura leo los siguientes sellos o contrastes :

"Clotilde Roch, Geneve" y "Cire perdue, M. Pastori, Geneve, Suisse". El primero es el nombre de la escultora que la hizo a principios de siglo. Pero entonces ...

¿Entonces no hubo tal destrucción del monumento? ¿la imagina­

ción voló, como se dice, arbitrariamente o trabajó mal documentada'?

La trasera del monumento nos explica suficientemente lo sucedido, en un texto que seguramente se transcribe ahora por primera vez:

Erigée une premiere fois en 19U8

livrée aux Allemands en 1942 cette statue

a été rétablie par souscription publique

et inaugurée (L nouveau le 4 septem,bre 1960.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl22

~: .. /"

Alfonso Sastre

El más reciente biógrafo - y, por cierto muy docu­

mentado, aunque hemos podido advertir algunas notables

lagunas en su bibliografía, que señalaremos al final de este artículo- de Miguel Servet tendrá que revisar segu­ramente el capítulo XXI de su libro (Miguel Servet, su

vida y su obra; por José Barón Fernández), a la vista de estos datos. En este libro se transcriben unos textos (con una cita de Voltaire) que no coinciden con los actuales, y se da una curiosa versión de la destrucción de la estatua, transmitida, según nos informa, por el doctor Somolinos, el cual dice haber oído a los habitantes de Annemasse

ServeltLS, en la prisi6n de Ginebra. por Picasso

que la existencia del monumento a Servet perturbaba la venta de legumbres y aves a la ciudad de Ginebra, lugar de la combust:ón del español, y que por eso - para evitar

el "boicot"- 'Iabía sido destruido, Entonces, ¿a qué su reconstrucción? ¿Los ginebrinos habrían levantado, unos años después, el "boicot"? La historia es, sin duda, dife­rente: Si es cierto, como se ve, que los alemanes no la

desmontaron materialmente - y póngase el prólogo de la

17

obra teatral contada en la cuenta de la imaginación crea­dora ... -, también es cierto que les fue entregada por las autoridades

locales dependientes del Gobierno de Vichy, como se hizo con otras muchas en otros lugares para su fundición y transformación en mate­rial de guerra. Además, el señor Barón Fernández tendrá que revisar las fechas de retirada y reinauguración del monumento; cuya recons­trucción, en efecto, fue posible, como muy bien dice el citado autor, por "haber sido encontrados los moldes en casa de los descendientes de la escultora".

Pero basta de estatuas ... ¿Quién fue y cómo era, en realidad, Miguel Servet? Hemos de renunciar, desde luego, a su imagen físi­

ca. El grabado que se viene reproduciendo con variaciones como su efigie, originariamente realizado en cobre, se hizo por Cristóbal de

Sichem, en Ámsterdam, con bastante posterioridad a lo que alguien (el anabaptista David Joris) llamó "el injusto incendio de Servet". Que el joven Sichem o, mejor dicho Sichem el Joven, trabajara sobre un "retrato robot" procurado por alguien que hubiera conoci ­do a Servet en vida, es una posibilidad que no hay que deshechar,

pero no parece lo más probable. Uno se lo imagina cojeando quizá

por causa de su hernia -"cortado de un lado (se supone que care­

cía de un testículo, por causa de una operación sufrida cuando tenía cinco años) y roto del otro (herniado)"-, y poca cosa más puede imaginarse con algún grado de certidumbre. Desde

Menéndez Pelayo a Stefan Zweig se ha asimilado su persona a la del Caballero de la Triste Figura, y por ahí entran Gustavo Doré y otros ilustradores del "Quijote" en la inspiración de la posterior iconografía de Servet.

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Servet, espaiiol errante

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DE TRINI~ T"r.s fRRORI8V¡

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AtIM j\. O, XXXI.

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Portada del libro que. junto con la efigie del actor. fue quemado en España

Huir sin cejar para no morIr en el sentido más profundo ... ¡8ervet! ¡8ervet!

18

REPÚBLICA DE LAS LETRAS lll

En el que es de ver una imagen arquetípica del español errante -ya que no, como otros lo son, del "peregrino (extraño, raro) en su patria" o "exiliado interior"-, y del hombre secreto o clandestino, condición esta a la que, en general, no se le ha dedi­cado la atención que merece; tampoco nosotros lo hicimos a pesar de haberlo proyectado, no se sabe si por falta de tiempos o de talentos, o de ambps difíciles circunstancias y condiciones.

Miguel Servet: hombre que huye y que no ceja

Buscado por la Inquisición española, que, destacó a su pro­pio hermano, mosén Joan Servet, a Alemania, con objeto de atra­erle patrióticamente al suplicio casero; puesto a la cabeza de un a lista de perseguidos en Toulouse de la Francia; condenado desde su más temprana juventud por las iglesias reformadas de Alemania y Suiza, después de la publicación de sus Errores de la Trinidad; procesado en París por enseñanza de "astrología judi­ciaria" o adivinatoria; asaltado en Charlieu por los secuaces de un colega envidioso; detenido al fin -después de doce años de clandestinidad- y condenado a la hoguera en Vienne del

Delfinado por la Inquisición católica, que habría de contentarse -ante su huida- con incendiar en lugar de sus carnes una efigie o muñeco de sus características, amén de sus libros, y quemado al fin

en la más cruda realidad, con leña verde, en la ciudad de Ginebra, su vida fue una huida sistemática y permanente afirmación de su derecho a pensar, investigar y comunicar los resultados de su tra­

bajo práctico-teórico. Huir sin cejar para no morir en el sentido más profundo ... ¡Servet, Servet!

Miguel Servet: el hombre clandestino

Por el año 1532, a sus veintiún años, "muere" públicamente en

Alemania y en Suiza Miguel Servet (es un decir, pues habría de resucitar en 1553 para morir en seguida otra vez y ésta, ay, de ver­dad y para siempre en su carne mortal, ya que no en los caracteres de su contradictorio e indomable espíritu), y nace en Francia -París, Lyon, Montpellier, Charlieu . .. - un "vilanovano", que en Vienne habría de ser el locamente famoso doctor en Medicina "Michel de Villenueve", que se nacionalizaría francés (1548) y asistiría durante años, como buen católico, a sus misas dominicales y otros oficios religiosos, como el más humilde hijo de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, mientras preparaba en la soledad de su hombre secreto y verd~dero la andanada que él

pretendía mortal contra los errores de su tiempo y que sólo lo fue para su propia vida: su Restituci6n del Cristianismo .

Hereje clandestino durante doce años en la Vienne del

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

Eso cuando no le llamaban -como Lutero-"el Moro" o le decían mahometano, o judío, o agente del Gran Turco

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1-:'

Alfonso Sastre

Delfinado, bajo la protección de quien fue su amigo en la vida universitaria de París, Pedro Paulmier, que había llegado por sus méritos a la sede arzobispal de Vienne, nos lo imagina­mos conviviendo con las católicas fuerzas vivas de la ciudad, como un hombre ameno, docto e integrado, y lanzando a la par sus manifiestos y cartas, firmadas por un Servet no localizable, tal la que se suele citar como dirigida a Viret y otras veces al ministro gine­brino Abel Poupin: "En vez de Dios tenéis un perro de tres cabezas. Por fe tenéis un sueño determinista. Según vosotros, las buenas obras son imágenes vagas, sin contenido. Vuestra fe es mero humo. El hombre es para vosotros un tronco inerte y Dios una quimera de la volun­

tad esclava. ¡Qué pena, qué pena, qué pena!".

Miguel Servet': propaganda ilegal

A sus veinte años -después de haberse metido en líos en Toulouse, a donde su padre, notario de Villanueva de Sigena, le había enviado a estudiar Derecho- intentó publicar su primer libro, Los errores de la Trinidad, en Basilea, pero el impresor Conrado Rouss, a quien se había dirigido, no se atrevió a ello, por temor a la represión, dadas las ideas del muchacho.

El cual se dirigió entonces a Juan Setzer, editor más "lanzado", si así puede decirse, quien imprimió el librito, sin caer, desde luego, en la torpeza de poner pie de imprenta en tan incendiario objeto. Esta edición se hizo en Haguenau, no lejos de Estrasburgo;

y llegó a sospecharse quién la había hecho, no por los caracteres o tipos empleados, sino por el estilo de las historiadas capitulares. El caso es que el libro fue secuestrado en Estrasburgo y prohibida su venta en todo el territorio.

Por cierto que un ejemplar de este libro fue conducido por manos piadosas a las no menos piadosas del arzobispo de Zaragoza, y ya desde entonces se decidiría en España quemar el libro junto a la efigie de su autor, así como proceder a su persecución. No es raro, en estas circunstancias, que nunca más volviera a la tierra que le vio nacer: Servetus o el Español Errante ... De modo que llegó a naturalizarse francés, durante su estancia burguesa en Vienne, por dos razones, muy seguramente: de un lado, para asegurarse contra una posible extradición a España, y, del otro, para ponerse en bue­nas condiciones civiles frente al chauvinismo y la discriminación social de los franceses. Es curioso observar la cantidad de veces que, en sus discusiones, se le indica su condición de "español", o

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Servet, español errante

Odio teológico, "el peor de todos", como dice Voltaire

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS I22

sea, de extranjero; pero ello no es sólo en Francia, sino también en Alemania y en Suiza. Eso cuando no le llamaban -como Lutero- "el Moro", o le decían mahometano, o judío, o agente del Gran Turco ...

Veintidós años después volvería a los ajetreos de la impre­sión clandestina, con su magna obra, en la que incluyó su famo­sa descripción de la circulación menor (pulmonar) de la sangre:

la Christianismi Restitutio. Acabado el primer manuscrito en 1546, siguió corrigiéndolo

durante si eLe años, a la par que ejercía la Medicina en Vi enne, y

no sólo para los ricos (aunque tenía una buena clientela entre las autoridades), sino también para los pobres del hospital, respetado y querido por todos, hasta que decidió emprender públicamente (sin mengua de su clandestinidad) la gran batalla, que duraría sólo unos meses, y durante la cual sería condenado, como se ha dicho, por dos Tribunales -el católico de Vienne y el calvinista de Ginebra- a morir en la hoguera, y sería quemado también por dos veces: una en efigie y otra en su propia, triste y asendereada carne. "Y estalló una guerra en el cielo", había escrito en griego -citando el Apocalipsis de San Juan- sobre la primera página de

su obra. Terrible guerra. Odio teológico, "el peor de todos", como dice Voltaire en el famoso pasaje de su Ensayo sobre las costumbres y el

espíritu de las naciones. Las primeras gestiones para la impresión de su libro no die­

ron, lógicamente, resultado. El libro iba a aparecer sin firma, aun­que con unas iniciales (M. S. V: Miguel Servet de Villanueva) muy reveladoras; pero los riesgos del editor eran enormes en Lan opre­sivo clima de terror. Por fin llega Servet, o mejor el "doctor

Villeneuve", a un acuerdo con un impresor lyonés, Baltasar Arnoullet (que había establecido sigilosamente una imprenta en las inmediaciones de Vienne), de proceder a la impresión clan­destina del libro, con obreros -Du Bois, Papillon y Straton- des­conocedores del latín en que la obra había sido escrita e iba a ser

publicada, lo que no les libró, por cierto, de la posterior represión: a los complicados en la edición y la distribución del libro les salió

una media de tres años de cárcel, y actuaron en la causa las juris­dicciones civil-por propaganda, aunque le libro no llegó a salir ni en la Feria de Frankfurt, a la que se envió un paquete, ni en cual­quier otra parte- y eclesiástica, que entendía precisamente de las "intenciones" aunque éstas no hubieran llegado a objetivarse en hechos públicos.

La denuncia desde Ginebra, dirigida por el mismo Calvino, reveló la verdadera personalidad (¡ Miguel Servet!) del doctor

Villeneuve, y éste, por más que se defendió con astucias, negándo­se a sí mismo, dio con sus huesos en los calabozos del Palacio Delfinal, después de varios molestos interrogatorios.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASIU

lOHANNES ·CA.LVL''V'S

Juan Cal vino. a los cincuenta y tres años de edad

Sigue resultando extrañísimo que Servet fuera empapelado por una causa criminal sin otras pruebas contra él que la tentativa de expresar en libros sus ideas

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Alfonso Sasll'e

El viajero de hoy que vaya por carretera hacia Lyon desde el Sur, dejará a su derecha la ciudad de Vienne sobre su colina, mientras remonta por su margen izquierda el curso del Ródano. Por aquellos parajes (señalados hoy por otro monumento a Servet, entre las frondas de un parque) se desarrolló la emocionante esce­na de su fuga. Juzgado en rebeldía, fue c8'ndenado a la hoguera por "sedición, cisma, perturbación de la unidad y la tranquilidad pública, rebelión, desobediencia y evasión con fractura" (aunque, al parecer, se marchó abriendo las puertas necesarias).

El 17 de junio de 1553 se cumplió la sentencia quemando su efigie en la plaza de Charneve con todos los libros suyos que pudieron ser recuperados. Por entonces, aunque él no lo supiera, le quedaba de vida hasta: octubre.

Proceso en Ginebra

Detenido en Ginebra el 13. de agosto, por agentes del Consistorio -institución que Stefan Zweig ha denominado como una "Gestapo de las costumbres"-, comenzó inmediatamente su proce­so, sin que se sepa a ciencia cierta por qué habría elegido aquella ciudad teocrática, espiritualmente recogida por Calvino (enemigo suyo de toda la vida), como etapa de su errabunda escapatoria o, lo que sería más raro aún, como objetivo de su viaje; pues hay quie­nes piensan que Servet fue allá con el deseo de enfrentarse dialéc­ticamente con el austero, astuto y, al decir de algunos enemigos suyos, como Bolsec, sodomita Calvino.

Incide aquí la hipótesis de un Servet político que, conocedor de las tensiones entre los oprimidos liberales de Ginebra (libertins) y el rígido teócrata, hubiera tratado de cubrirse con esa contradicción e incluso favorecer así la liberación de aquella ciudad, tan divertida y alegre en otros tiempos. Sí parece cierto que Servet, durante el proce­so, tuvo algún momento de mayor gallardía -contra lo que llamó la "tiranía sorbónica" de Calvino- que parece coincidir con (JI ('nrn-'II I<I ­

miento entre el libertino Philibert Berthelier (Philibert y no Felipe, como leemos en la biografía citada de Barón Hernández) y el Pequeño Consejo, por un lado, y Calvino y el Consistorio, por el otro. Pero esta hipótesis es generalmente rechazada, aunque ya la sentencia de Vienne señalaba las acciones de Servet como atentatorias a la seguri­dad del Estado. En cuanto a su condición de anabaptista (los comu­nistas de la época, perseguidos por todas partes a sangre y fuego), parece seguro que Servet se hizo rebautizar, pero también lo es que él dijo, no sabemos si para quitar hierro a la acusación, no ser partida­

rio de la comunidad de bienes: idea y práctica en las que residía la carga subversiva, político-social, del anabaptismo.

Sea como fuere, sigue resultando extrañísimo que Servet fuera empapelado por una causa criminal sin otras pruebas contra él que

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Servet, español errante

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS!!2

la tentativa de expresar en libros sus ideas. Pues, si se sigue con alguna atención el proceso de Ginebra, se ev i­dencia que se trató meramente de un juicio a las ideas teológicas de . Ser~~t: a sus objeciones al dogma de la Trinidad; a su opinión contra la eternidad del Hijo de Dios; a su crítica de la predestinación y de la justificación por la fe; a su panteismo; a su rechazo del bautismo de los párvulos o de la pecaminosidad de las acciones antes de los veinte años ...

Aunque es muy cierto que, durante lo que se suele llamar el segundo acto del proceso (el primero y el terce­ro tienen este contenido teológico), salen a relucir aspec­tos privados -¿vida licenciosa?, ¿impotente?- y públicos -¿actividades sediciosas?- de la vida personal del desdi­chado doctor.

Algunos ejemplos: PROCURADOR.-¿Es usted casado o no? SERVET.-No. PROCURADOR.-¿Por qué?

SERVET.-Porque no me siento capaz, de resultas de una operaci6n.

PROCURADOR. - ¿Qué edad tenCa cuando fue operado? SERVET.-Creo que tendrCa unos cinco años. PROCURADO R.-A usted se le ha oCdo comentar que no es nece­

sario casarse habiendo tantas mujeres en el mundo. SERVET.-No recuerdo haber dicho eso nunca, pero quizá lo

dijera alguna vez bromeando y para ocultar mi impotencia. y en otro momento: PROCURADOR.-¿Han sido sus antepasados judCos o ha tenido

relaci6n con ellos? SERVET.-No he tenido relaciones de ninguna clase con judCos

sobre asuntos religiosos, y yo no soy judCo. PROCURADOR.-¿A qué personas conoce usted aquC en

Ginebra?

No podemos seguir aquí el curso complejo del proceso. Remitimos, para esta información, a cualquiera de los libros que anotamos al final, en la sucinta bibliografía que acompañamos a estas notas, y llamamos la atención sobre la forma y contenido de la "bárbara sentencia", que así ha sido, muy justamente, califi ca­da. (Páginas 209 y siguientes de nuestras Flores rojas para Miguel Servet, Editorial Rivadeneyra, Madrid, 1967).

La circulación de la sangre

El pasaje de la Christianismi Restitutio -espléndido, según la opinión de los especialistas- en que Servet describe la circulación

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

o •• presentaba un color parecido al de la ceniza y una herida visible que algunos tomaron por una consecuenCIa de la tortura

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Alfonso Sastre

de la sangre, no fue objeto de controversia alguna durante

sus procesos. Así, pues, nada sería más falso que la imagen -"a la galilea", por decirlo así- de un Servet condenado a la hoguera por mantener la hipótesis científica de dicha cir­

culación. Servet sería, según tan falsa imagen, una especie de anti-Galileo, que habría muerto en la hoguera antes de

renunciar públicamente a la afirmación. de una determina­da trayectoria para la sangre. Sobre este tema -dadas su extens ión y especialización- hay que remitir también a la bibliografía, pero no puede cerrarse aquí sin que digamos algo que nos parece esencial. Lo haremos en varios puntos:

1.0 El hecho de que la famosa descripción fuera inclui­da en un libro de -teología -en vez de, por ejemplo, en su

obra propiamente médica Tratado de los jarabes- no exclu­

ye que fuera el resultado de sus manipulaciones y observa­ciones experimentales. Es sabido que trabajó en disección

con el maestro Winterius (Juan Günther) y que éste le dis­tinguió con sus elogios, al nivel de su otro discípulo - que

llegaría a ser famoso anatomista- Andrea Vesalio. 2.° Sin embargo, también es cierto que el hilo conduc­

tor o el marco general de la investigación está en una línea teológico-metafísica: la consideración de la sangre como

espíritu vital: la vida o el alma de la carne residiría en (o se iden­

tificaría con) la sangre. En nuestro anterior "Ensayo sobre Drácula" (ver Triunfo núm.

460) hacíamos referencia a esta tradición, en la que se inserta la

célebre obra de Stoer; al antecedente servetiano y al, más antiguo e ilustre, "cristológico". El párrafo, por intervención quizá de los lla­mados duendes de la imprenta, quedó ininteligible. Nuestra refe­rencia era al Antiguo Testamento (detallamos ahora: Génesis, cap. 9,4,5 y 6; Levítico, cap. 7,26-27, y Deuteronomio, cap. 12,23-24), a la institución de la Eucaristía y al Servet de la sangre como espí­ritu "vital" y por tanto incomprensible estáticamente: sólo concebi­

ble o pensable en movimiento. También hay que recordar la Epístola 1 de San J uan (cap. 5, 7-8), según la cual "tres son los que

testifican: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres coinciden en uno". Versículo relacionado, por lo demás, con el princi pal caballo de batalla de Servet: el problema de la Trinidad.

3.° Sin restar méritos a la descripción de Servet, ya hoyes cosa sabida -y el señor Barón Fernández nos informa muy justamente sobre ello-la existencia manuscrita de una descripción muy anterior: la del médico árabe Ibn An-Nafis -autor también de un Tratado sobre

el pulso- en un "Comentario sobre la anatomía en el Canon" de

Avicena. Por lo demás, la definitiva notación científica del descubri­miento se debe a Harvey, que nació en 1578 y publicó en 1623 su

obra Sobre la circulaci6n de la sangre y el movimiento del coraz6n.

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Servet, español errante

... el condenado, en la posición genuflexa, empezó a dar grandes voces que decían; "¡Hoguera no! ¡El hacha, el hacha!

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REPÚBLICA DE LAS LETRASm

Por la calle de la amargura

Reproducimos ahora, para ir acabando, nuestra des­cripción (obras citadas, páginas 217 y siguientes) del último

trayecto de Servet en este perro mundo. Cuya vida - a la que nuestro Miguel nos referimos- fue

toda ella como una calle de la amargura, con un último tramo que no sabríamos describir de otra manera a como ya

lo hicimos del modo que reproducimos ahora. Extraño en el mundo, desventurado outsider, peregrino en su Patria y

fuera de ella, español errante -como aquel holandés maldi­

to o el famoso judío de las viejas historias-, homo viator y

cojitranco de las molestias de su quebradura, tri s te figura

con una vena de majara sublime, ahí lo tienen ustedes,

cómo llega a su término: "Se formó la comitiva, con tiempo ventoso y amenaza­

dor de lluvia, a la puerta del obispado, y se hizo salir al Servet, el cual presentaba un color parecido al de la ceniza

y una herida visible que algunos tomaron por una conse­

cuencia de tortura. Se recorrieron sin incidentes dignos de mención los trescientos

treinta y tres pasos que hay desde el obispado hasta la fachada del

Ayuntamiento, aunque con cierta lentitud por el inseguro paso del

reo, que andaba vacilante y como a punto de caer y derrumbarse

por los suelos, y con estremecimientos debidos, quizá, al frío del ambiente.

La fachada estaba dispuesta al efecto con un estrado, sillones

para las personas ilustres (que fueron tomando asiento en tanto que la

comitiva se aproximaba) y escudos y gallardetes de la República de

Ginebra. Se había reunido bastante público, aparte el que acompaña­

ba al cortejo desde el obispado, que también fue tomando posiciones

frente la fachada, al desembocar la comitiva en el lugar donde iba a celebrarse la ceremonia previa a la ejecución del hereje.

Allí se le hizo ponerse de rodillas y el síndico municipal, D'Arlot, vestido de negro, dio lectura ante el pueblo a la sentencia; a lo cual, el

condenado, en la posición genuflexa, empezó a dar grandes voces que

decían: "¡Hoguera, no! ¡El hacha, el hacha"!, suplicando sin duda con

ello la gracia de que se le cortara la cabeza antes de quemarlo, "con el

fin -dice el autor- de que el dolor no le llevara a la desesperación" en

los últimos momentos. También se le oyó decir: "Yo no he hecho nada que merezca la muerte.

Se le aproximó entonces el señor Guillermo Farel, recién lle­

gado de Neuchatel para la ceremonia, y le preguntó si estaba a

abjurar de su doctrina; a lo que el español respondió que no.

Se puso en marcha la procesión, precedida por los trompeteros

que entonaban la marcha fúnebre de los condenados a muerte y

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS1z2

Era un sabio -dijo piadosamente-, pero cayó en las garras del demonio ...

25

Alfonso Sastre

flanqueada por los arqueros, y por las antorchas, encendidas-debido a lo tem­

prano de la hora y lo oscuro del día. El Itinerario fue el siguiente: Ayun­tamiento, Puerta del Castillo (antigua arcada y plaza de Bourg-le-Four), calle de los Caldereros, hasta salir fuera de

la ciudad por la Puerta de San Antonio, y tomar, por la ruta de la Malasombra,

el camino de la colina de Champel. Antes de cruzar la puerta de la ciudad,

conforme a la ordenanza, se le instó de i nuevo a la retractación de sus errores y

volvió a negarse a ello. El paisaje era el propio del otoño.

Los árboles desnudos, el viento y la

humedad, unido todo a los gemidos del condenado que repetía sin cesar: "Jesús, salva mi alma. Jesús, ten piedad de mí", y a las ropas

negras, y al himno fúnebre, encogían el ánimo de alguna? gentes

que, o bien abandonaban el cortejo y volvían a sus casas, o perma­necían en él mudos y como temerosos.

Sobre este cortejo corren multitud de leyendas, como la que dice que maese Calvino lo vio partir desde una ventana próxima y que se sonrió ocultándose un poco el rostro con la mano y que "esto turbó a muchos hombres piadosos y engendró el escándalo de los

escándalos y dejó memoria larga e imborrable", y esa otra de que

Servet, viendo a un pobre muchacho descalzo que caminaba juñto a él y le miraba compasiva y amistosamente, se quitó los zapatos y se

los dio diciendo que él ya no había de necesitarlos más . Guillermo Farel asistió espiritualmente al condenado durante

el camino hasta el Campo del Verdugo, y trató de convencerle con

buenas palabras de lo conveniente de su retractación, a lo que Servet, que en esos momentos parecía un hombre de muchísima edad, respondió diciendo que ojalá Dios fuera misericordioso con

sus acusadores; provocación a la que el señor Farel respondió ame­

nazando con abandonarle "y no hacerle más compañía, aunque su deseo era acompañarle hasta que hubiera exhalado el último suspi­

ro", y le dijo así: "Después de todo lo que has hecho, ¿todavía te

quieres justificar?". El condenado entonces guardó silencio y siguió después con su soliloquio, que era como un murmullo: "Dios, ten piedad de mí".

Llegados al Campo del Verdugo, donde ya estaba preparado el poste y junto a él los haces de leña, se detuvo la com·itiva.Farel

dirigió a los asistentes un discurso en el que acusó al Servet de haber pecado contra "el hijo eterno de Dios", pero en ese momen­

to fue interrumpido por el condenado con estas palabras: "¿Cómo?

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Servet, español errante

... con una cuerda fuerte le sujetaron el cuello al poste ... , se le colocó en la cabeza una corona de paj a y . azufre ...

26

REPÚBLICA DE LAS LETRASI22

¿El hijo eterno de Dios? Si es hijo, ya no es eterno, ¡ignorante!". El señor Farel se dirigió entonces a todos

haciéndoles ver, por esta muestra, el poder que ejerce Satanás sobre algunas almas. "Era un sabio -dijo pia­dosamente-, pero cayó en las garras del demonio, que ya no le soltará nunca. Tened cuidado de que a voso­tros no os suceda lo mismo".

"A continuación, el ejecutor de la justicia trató de sujetar al condenado al poste; lo cual había de hacer­

se con cadenas para evitar que, de amarrarlo con cuer­das, al quemarse éstas el cuerpo del condenado se desplomara sobre el brasero. Pero el condenado se resistió, y arrojándose al suelo restregaba su rostro por la tierra a la par que lanzaba espantosos aullidos, cosa poco conforme, verdaderamente, con la serenidad con

que suelen morir los mártires. (Mediodía del 27 de octubre: la sentencia es cum­

plida.) Lo sujetaron por fin, con mucho trabajo, entre

varios ayudantes, y fue atado al poste del siguiente modo: el cuerpo con varias vueltas de cadena, y las manos sujetas una con otra, del mismo modo, y entre

ellas un ejemplar de su obra. Con una cuerda fuerte le sujetaron el cuello al poste, dándole cinco o seis vueltas, hasta que él pidió, por favor, que no le apretaran más, que no podía resistirlo y que se aho­gaba. Se le colocó en la cabeza una corona de paja y azufre y, ya todo dispuesto, se cantó un salmo.

Al terminar el salmo, preguntó el señor Farel al condenado si

tenía algo más que decir, y él manifestó que pensaba en Dios y no se le ocurría palabra alguna. Se dio señal al verdugo y éste encen­dió una antorcha y la mostró al público trazando círculos con ella por encima de su cabeza.

Al ver el fuego de la antorcha, el condenado "dio un grito cla­moroso con tal horror que el pueblo retrocedió espan tado, pero no pudiendo moverse por razón del cuidado con que se habían hecho las ligaduras, el ejecutor no tuvo dificultad alguna para prender fuego a los haces de leña y a la corona, cuyas llamas azu les surgie ­ron en su cabeza entre los gritos bestiales del condenado.

La ejecución se realizó con alguna dificultad por razón de que la leña estaba bastante húmeda "con el rocío de la noche" y tam­bién porque empezó a soplar "un gran viento", que desviaba las lla­mas del cuerpo que tenían que quemar, así como porque la leña no

era muy abundante. Por todo ello, la ejecución duró aproximada­mente dos horas. El condenado, "envuelto entre el fuego y el humo, se retorcía de dolor" y "pedía a grandes gritos la muerte", vocife­rando ante sus ejecutores: "¡Qué! Con lo que me habéis robado, ¿no

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REPÚBLICA DE LAS LETRASI22

27

Alfonso Sastre

habéis tenido para leña? ¿No habéis podido reunir la suficiente para consumir a este mísero?".

Corren varias leyendas sobre los incidentes sobrevenidos en el cumplimiento de esta sentencia y posteriormente. Así se dice que

algunas gentes piadosas traían leña seca y la ofrendaban en la hoguera para abreviar la duración imprevista del suplicio; también

que maese Calvino asistió a la ejecución desde una casa próxima; también que Nicolás de la Fontaine - su acusador privado- apare­ció acuchillado en el bosque poco tiempo después; también que algunos de los asistentes a la ejecución murieron locos .

Por fin la ejecución llegó a su término, y entonces se pudo ver,

entre el humo, " una cadena incandescente y una masa carboniza­da". Según informes no comprobados, "por orden de Juan Calvino

fueron aventadas las cenizas", en ese mismo día 27 de octubre del

año de gracia de 1553. LAUS DEO.

ALGUNA BIBLIOGRAFÍA

BARÓN FERNÁNDEZ, JOSÉ.-Miguel Servet, su vida y su obra. Espasa­

Calpe, S. A., Madrid, 1970. Remitimos a la interesantísima bibliografía

contenida en esta obra, a la que habría que añadir algunos títulos intere­

santes, entre ellos .

VILANOVANO, MIGUE L.- Descripciones geográficas del estado moderno

de las regiones en la geografía de Claudio Ptolomeo Alejandrino. Edición

del doctor José Goyanes Capdevila. Biblioteca Clásica de la Medicina

española. Tomo X. Madrid, 1932.

RILLIET, JEAN. - Calvin. (Cap. 14: "La tragédie de Michel Servet".)

Fayard. París, 1963.

STEPHAN, RAOUL.-Histoire du protestantismefranrais. (Cap. 6: "Calvin

a Geneve".) Fayard. París, 1961.

ZWEIG, STEPHAN.-Castellion contre Calvin. Grasset. París, 1946.

CASTELLION, SEBASTIAN.-"De Haereticis an sin t persequendi".

Librairie E. Droz. Ginebra, 1954. Reproducción en facsímil con una

introducción de Sape van der Woude.

VOLTAIRE .-Ensayo sobre las costumbres y el esp(ritu de las naciones.

Biblioteca Hachette de Filosofía. Buenos Aires, 1959. Cap. CXXXIV: "De

Calvino y de Servet".

KINGDOM, ROBERT M.-Registres de la Compagnie des Pasteurs de Geneve

au temps de Calvin. Tomo 11, 1553-1564. "Accusation et proces de Michel

Servet", par Jean Frangois Berger. ¡Contiene las actas del proceso!

SASTRE, ALFONSO.-Flores rojas para Miguel Servet. Editorial

Rivadeneyra, Madrid, 1967.

Idem.-ll sangue e la cenere, dialoghi di Miguel Servet. Feltrinelli. Milán.

1967.

Page 28: REVISTA 122

Servet, español errante

28

REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

Existe también una CU riosa obra teatral de José Echegaray, en la que

Miguel Servet es un principal personaje: La muerte en los labios. Ver

"Premios Nobel", de la Editorial Aguilar.

CRONOLOGÍA

1511. Nacimiento en Villanueva de Sigena.

1526. Entra como paje al servicio de Quintana, confesor de Carlos V.

1528. Abandona España y se establece como es tudiante en Toulouse.

1529. Abandona Toulouse acompañando a Quintana en el cortejo del

Emperador.

1530. Asiste a la coronación del Emperador en Bolonia.

1531. Se pone a la venta su primer libro: De Trinilatis erroribus .

1532. Publicación de su segundo libro: Dialogorum de Trinitate.

La Inquisición de Zaragoza empieza su proceso a Servet.

Se decreta su detención en Toulouse.

Primeras estancias de Servet en Lyon y Parfs, utilizando ya el nombre de

Michel de Villeneuve. Estudia en el colegio de Calvi y enseña matemáti­

cas en el colegio de los Lombardos, de Parfs.

1535. Aparece su edición de la GeografCa de Ptolomeo en Lyon.

1537. Publica su obra propiamente médica Syruporum Universa Ratio

(Raz6n universal de los jarabes), en Parfs.

1538. Audiencia ante el Parlamento de Parfs, acusado de practicar la

astrologfa judiciaria o adivinatoria, a propósito de su obra impresa en este

año, Apologetia disceptatio pro astrolog(a .

Enrarecido para él el ambiente de Parfs, traslada su residencia a Charlieu

(Loire), donde ejerce la Medicia durante dos o tres años. Asaltado en esta

ciudad por unos partidarios de c ierto médico enemigo de Servet, éste

hiere a uno de ellos y abandona Charlieu.

1541. Vive en Lyon.

Segunda edición de la GeografCa de Ptolomeo.

1546-1547. Establecido como médico en Vienne del Delfinado, mantiene

correspondencia con Calvino, dirigente de la teocracia ginebrina. En el

curso de esa correspondencia, le envfa un manuscrito de su magna obra:

Chrislianismi Restitulio, obra que contiene su famosa descripción de la

circu lación menor de la sangre y cuya impresión se acaba a principios elel

año sigu iente.

1553. Febrero. La identidad de Servet es denunciada desde Ginebra a las

autoridades católicas de Vienne, donde Servet ha venido trabajando como

médico durante los últimos años bajo el nombre de Docteur Michel de

Villeneuve. Marzo y abril. Interrogatorios a Servet en Vienne.

7 de abril. Servet se evade de la prisión de Vienne, donde es condenado

a morir en la hoguera, sen tencia que se ejecuta "en efigie".

13 de agosto. Servet es reconocido y detenido en Ginebra, donde comien­

za inmediatamente su proceso.

27 de octubre. Es quemado en la colina de Champel, a las afueras de Ginebra.

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Noticiario

ALFONSO SASTRE

- Ginebra, octubre, Una mujer ha dicho públicamente: "Servet es un

mártir de Jesús". Ha sido arrestada.

- Varios sabios han abandonado la ciudad. Se interpreta su conduc-ta como muestra de disconformidad con la ejecución de Miguel Servet.

- La policía guarda silencio ante las críticas. - No hay comentarios oficiales. - 1554. Juan Calvino pubhca sus obras Declaraciones para mante-

ner la verdadera fe y Defensio orthodoxae fidei de Sacra Trinitate contra

prodigiosos errores Michaelis Serveti. Se justifica en ellas la ejecución del español y se le ataca con dureza y extremado rigor:

"Documentos de feroz barbarie" (Menéndez Pelayo). "Escritos... con las manos manchadas en la sangre de Servet"

(Castellion, 1554). -14 de octubre 1554. De Melanchton a Calvino: "Doy gracias al

Hijo de Dios que fue el árbitro de tu combate. A ti la Iglesia te debe y te deberá, ahora y en el porvenir, gratitud. Estoy completamente de acuer­do con tu juicio. El Estado te da las gracias y seguirá haciéndolo en el porvenir. Has hecho bien condenando a muerte a ese blasfemo después

de un juicio regular."

- Bullinger: "Un ejemplo piadoso y memorable para toda la posteri­

dad". -10 de febrero de 1554: de Nicolás Zurkinder, canciller de la

República de Bema, a Juan Calvino (Confidencial): "Confieso que yo soy también de los que quisieron restringir lo más posible el uso de la vio­lencia para la represión de los adversarios de la fe, incluso de aquellos cuyo error es voluntario. Lo que me determina a ello sobre todo ... es el ejemplo de la manera cómo se actúa con los anabaptistas. Yo mismo he

visto arrastrar al patíbulo a una mujer de ochenta años, así como a su hija, madre de seis niños: y ellas no habían cometido otro crimen que negar el bautismo de los niños ... Yo preferiría que las autoridades se

hicieran culpables de un exceso de dulzura e indulgencia antes de acu­

dir a la violencia." "Entre nosotros no deberían reinstalarse los suplicios y los verdu­

gos." "Pero yo permaneceré mudo mientras pueda". -"Servet..., varón bueno y piadoso." ("De iniusto Serveti incendio".

David Joris. Anabaptista. Descubierta su verdadera personalidad des­

pués de muerto, fue desenterrado y quemado su cadáver.)

Final del libro Flores rojas para Miguel Seroet de Alfonso Sastre. Editorial Hiru. 1997.

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Noticiario

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-"Servet era hijo del diablo" (pedro Mártir). -"Es que Servet (en la prisión) acogió a Calvino con violencia y

planteó querella contra él, y escandalizó a los jueces" (Raoul Stephan.

Escrito en el siglo XX). - "Deplorable catástrofe" (Voltaire). - "Libertas conscientiae diabolicum dogma" creodoro de Beza.

Discípulo de Calvino). -"Fue el poder político quien ejecutó a Servet. Juan Calvino fue un

consejero técnico" (Francois Wendel). - "Semejantes monstruos deben ser sofocados, como yo lo hice con

Miguel Servet, español" (Juan Calvino, carta al marqués de Poet, 30 de

septiembre de 1561): -"Lo hizo quemar vivo y gozó de su suplicio" (Voltaire).

-Marzo de 1554. A los pocos meses de la ejecución de Miguel

Servet está circulando clandestinamente el Manifiesto ''Tratado de los

Herejes", contra la violencia. Está preparado por un grupo de intelec­tuales que ocultan sus nombres. Se sospecha que bajo el nombre de "Martín Bellius", autor del prefacio, se esconda la personalidad del inte­lectual rebelde Sebastián de Castellion, partidario de la "tolerancia". Sebastián de Castellion nació en 1515. Murió en 1563.

"La herejía -se lee en este Manifiesto-- es una noción no absoluta, relativa. Consideramos herejes a los que no piensan como nosotros.

Miguel Servet no ha sido muerto a petición de Cristo, sino por orden de Juan Calvino. Hay que poner fin de una vez para siempre a esta locura de considerar necesario torturar y matar a hombres sólo porque tienen otras opiniones que los poderosos del momento. Oh, Cristo rey del mundo, ¿tú ves estas cosas? ¿Has cambiado tanto, te has hecho tan sal­vaje y contrario a ti mismo?".

-Declaración del historiador inglés Sr. Gibbon (siglo XVIII): "Esa ejecución Oa de Servet) me ha conmovido más profundamente que los otros miles de ellas por la Inquisición".

-"Ellos Oos calvinistas) que habrían ~ido inmolados en París con Ana Dubourg, quemaron vivo a un teólogo sincero y lleno de genio ... " (Emilio Saisset, 1849).

-Unas palabras de Eliseo Reclus: "Qué hizo Calvino una vez dueño del poder? Quemar a Miguel Servet, uno de esos hombres de intuición científica como tal vez haya diez o doce en la historia de la Humanidacl'".

-Comentario Je Teodoro de Beza al conocer el "Tratado de los Herejes": "Ese impío ha vomitado" (por Castellión). (29 marzo 1554).

- "Desde el comienzo del cristianismo no se habían oído blasfemias

semejantes ... Esa caridad diabólica ... es la peor de las crueldades. Más vale un tirano que la fantasía ... Decir que no hay que castigar a los parri­

cidas, sólo que aquéllos son infinitamente peores. Sabemos quienes sois,

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Noticiario

Bellius; y tú y tu pandilla de intelectuales quedáis advertidos." (De la respuesta encargada a Beza por Maese Calvino y sus pastores.)

- "El 27 de octubre del año pasado, el español Miguel Servet fue quemado vivo. Yo no defiendo la doctrina de Servet; ataco la mala doc­trina de Calvino. Después de haber hecho quemar vivo a Servet con sus libros, ahora se ensaña con él, muerto. Servet no te combatió por las armas, sino con la pluma. Y tú has contestado a sus escritos con la vio­lencia. Matar a un ·hombre no es defender una doctrina; es matar a un

hombre" (Del libro de Castellion, firmado con su nombre, Contra libe­llum Calvini.)

-Se prohibe la publicación de Contra libellum Calvini. Circulan clandestinamente algunas ·eopias. El libro no podrá aparecer has ta casi un siglo después. I

- Ginebra, 16 de mayo (1555). Como resultado de la reciente revuel­ta, se han producido cuatro ejecuciones capitales por complot contra la seguridad del Estado.

- Prohibición de publicar escritos del profesor Sebastián de

Castellion.

LE XXVII OCTOBRE MDLIII mourut sur le bucher

ACHAMPEL MICHEL SERVET

DE VILLENUEVE DÁRAGON NÉ LE XXIX SEPTEMBRE MDXI

FILS RESPECTUEUX ET RÉCONNAISSANTS

DECALVIN NOTRE GRAND REFORMATEUR

MAIS CONDAMNANT UNE ERREUR QUI FUT CELLE DE SON SIECLE

ET FERMEMENT ATTACHÉS A LA LIBERTÉ DE CONSCIENCE

SELON LES VRAIS PRINCIPES DE LA RÉFORMATION ET DE VEVANGILE

NOUS AVONS ÉLEVÉ CE MONUMENT EXPIATOIRE LE XXVII OCTOBRE MCMIII

(Inscripciones del monumento de Champel)

-1903: "El domingo, 1 de noviembre, hacia las dos, varios centena­re de personas se agrupaban en Champel, creca del Hospital Cantonal, en la confluencia de los caminos de Beauséjour y de la Roseraie. En el pequeño triángulo en cuesta que hay en la intersección de los dos cami-

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Noticiario

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS l2l

nos, se ha elevado un enorme bloque de granito que todavía permanece invisible al público. Está rodeado con una tela que tiene los colores de la antigua República de Ginebra: negro y violeta.

"A las dos y unos minutos, el presidente del Comité del Monu­mento ... " (De un relato de su inauguración.)

-"Es algo vergonzante y se halla emplazado en el recodo del cami­no del campo de Champel y no en la colina donde se instaló la hogue­ra ... De la inscripción parece deducirse que fue más bien levantado el bloque en honor a Calvino ... " (Dr. Goyanes Capdevila).

- "Vergonzante ... Es más una reivindicación de Calvino que una reparación a nuestro ilustre filósofo." (pompeyo Gener).

- "A Miguel Servet, quemado vivo en MDLIII." (Inscripción del Monumento de Montrouge, París.)

-EL MONUMENTO A SERVET HA SIDO DESTRUIDO POR LOS NAZIS. (Annemasse, Alta Savoya.)

- "El repulsivo pederasta Calvino, ordenó la ejecución y levantó la hoguera con sus propias manos, presenciando el suplicio. Calvino, un vil canalla ... " (Del diario La Patrie, 17-X-1911. Cit. Goyanes.)

- "¡Señores, muy conmovidos por el recuerdo de los horrores de la hoguera de Servet... de esas llamas que nosotros quisiéramos apagar con todas nuestras lágrimas ... !" (profesor Aug. Chantre. Calvinista).

- "Un crimen judicial" (Stefan Zweig).

-Imagínense que mañana los periódicos pubican la siguiente noti-cia: "El nuncio de París ha llegado a Roma y Pío X le ha comunicado inmediatamente un proyecto por el que, según parece, siente una gran devoción. Se trata de elevar un Monumento expiatorio de la noche de San Bartolomé. Para probar que desaprueba, en nombre de la Iglesia, la parte que ésta ha tomado en las persecuciones, en las intolerancias de los siglos pasados, el Papa ha decidido erigir enfrente del Louvre, a la som­bra de la iglesia Saint-Germain-l'Auxerrois, cuya campana dio la señal para la famosa matanza, un bloque de granito con esta simple inscrip­ción: "En nombre de la Iglesia y de la cristiandad católica: pecacavi­

mus". El monumento será inaugurado el 24 de agosto próximo. (Profesor Emile Doumergue. De su discurso en la inauguración del

monumento de Champel.)

-"La hoguera de Servet recibió la aprobación de los más grandes hombres de la Reforma ... de todos los que tenían sentido de sus res­ponsabilidades." (Benedetto Croce).

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No quiero irme con la corriente del uso

Cervantes frente al canon ortodoxo o la creación de la novela realista

moderna

PEDRO M. PIÑERO RAMfREZ

Universidad de Sevilla

Cuando Cervantes vuelve a España en 1580 luego de su cautiverio, dejaba atrás la dura experiencia de un largo y espantoso lustro en los baños de Argel, que recreó en más

de una ocasión; también los años más heroicos e ilusionan tes de su existencia: la participación en empresas militares en el Mediterráneo, en especial su actuación en la batalla de Lepanto, que tantas veces recordará con orgullo, y asimismo el tiempo inol­vidable de su estancia en Italia, donde se familiarizó con sus escri­tores, que en aquella época eran de referencia inexcusable para cualquiera que quisiera adentrarse en el mundo de las letras.

A buen seguro que volvía lleno de ilusión y de proyectos, pero en la Península lo esperaba la realidad más descarnada. En un país lleno de aventureros y atiborrado de soldados «heroicos», que reclamaban la atención de la administración de Felipe 11 y el reco­nocimiento de los servicios prestados a la corona, y al imperio, nadie se iba a acordar de Miguel de Cervantes por muchas cartas de recomendación que trajera consigo. De todas formas le quedaba la literatura, y a ella se dedicó.

Se encierra - es una expresión poco adecuada para hablar de la vida y la escritura de Cervantes- y escribe La Galatea. El bagaje

de lecturas que trae de su fructífera estancia en Italia le inclina a este género que además estaba tan en boga cuando a finales de 1569 había salido escopetado para Roma, después del incidente del duelo con Antonio de Sigura. La Diana, y sus continuaciones, estaban entonces en pleno apogeo. Cervantes compone también comedias. Vende dos texto~, La confusa y El trato de Constantinopla y muerte de Celen, a Gaspar de Porres. No acierta ni con la novela ni con las comedias. Los libros de pastores han toma­do la cuesta abajo camino de su declive, la moda está pasando, y es

una insensatez querer vivir publicando estas historias que reflejan un mundo fuera de la realidad, que huele a pasado. El teatro ha cambiado radicalmente, y en los corrales de comedia se está impo­niendo sin resistencia alguna el nuevo modo de hacer comedias que

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Cervantes frente al canon ortodoxo REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

.. . pasa una larga década ... en un continuo encontronazo con los caciques terratenientes, por no hablar de la poderosa clerecía ...

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el gran Lope ha ilustrado con sus propios textos representados en todos los escenarios, y fijado con su exposición teórica, el tan leído Arte nuevo. Las cosas van, está bien claro, por otro camino. Los gus­tos están cambiando y da la impresión de que Cervantes no se pone al paso de los tiempos.

Además había que tomarle, de nuevo, el pulso a la vida, seguir los ritmos marcados por la cotidianidad, y, como cada hijo de veci­no, se casó en 1584 con Catalina de Palacios en Esquivias . Luego, apenas unos años después, vinieron las comisiones y empleos de la administración que lo conducen a Sevilla, donde pasa una larga década viajando de pueblo en pueblo por caminos polvorientos y con un sol de pecado que cae a plomo sobre los hombres, en un continuo encontronazo con los caciques terratenientes, por no hablar de la poderosa clerecía, que tiene y utiliza a su antojo las llaves del paraíso, yeso sí que es poder. Todos -también los menos pudientes- se niegan a colaborar con la hacienda, nadie quiere declarar, nadie quiere arrimar el hombro para aligerar las neces i­dades del estado. Y para colmo, la huida del banquero Simón Freire, que se lleva los dineros que guardaba de lo recaudado por el alcalaíno, lo pone, en 1597, entre rejas en la populosa y atibo­rrada cárcel sevillana, a un paso de la calle de las Sierpes.

La novela urbana, que le ocupa estos años, debe en buena parte su nacimiento a la azarosa estancia de Cervantes en la capital andaluza. Las Novelas ejemplares -ese muestrario sorprendente y variado de textos, que hubiera bastado para dar a su autor la pri­macía en el arte de la novela moderna- se van redactando, en gran medida, entre los sobresaltos de las comisiones, los trapicheos mer­cantiles para ir pasando, las tertulias sevillanas con algunos escri­tores -pocos, desde luego- de la ciudad, y las noticias de la fami­lia, una familia siempre problemática. Pero sobre todo escribe estas novelas con el contacto caliente de la calle muy presente, zambu­llido sin miramientos en la vida de la bulliciosa Sevilla, o con el recuerdo de toda aquella experiencia cuando ya está lejos de esas tierras .

A principios del siglo XVII Cervantes ha dejado Andalucía y vivirá ya desde entonces y hasta su muerte primero en Valladolid y finalmente en Madrid. Pero poco antes, en 1599, cuando todavía reside a las orillas del Guadalquivir, aparece la Primera parte de Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán. La obra va a marcar una nueva era en la literatura española, y universal. Mateo Alemán está abriendo, definitivamente, el camino de la novela realista moderna. N i que decir ti ene que los lectores más conspicuos, los más y mejor preparados se dan cuenta del alcance que va a tener esta obra, y la leen con sumo interés, prontos para la crítica pero también muy di spuestos para sacarle el mejor partido posible y seguir los pasos marcados por el escritor sevillano. Y, sobre todo, aprovecharse de

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS 122

Mateo Alemán había encontrado la clave de la novela moderna ...

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Pedro M. Piñero Ranúrez

sus logros -y Cervantes será el primero- , pues Alemán ha hecho

aflorar un gran público que estaba oculto para la literatura. Ha descubierto la gran mayoría de lectores .

Alemán ensaya una nueva' manera de escritura, una diferente comunicación con el lector, un modo distinto de establecer la rela­ción entre realidad y ficción. Y lo hacía desde la soledad o, mejor dicho, desde la reducida minoría -sin duda marginada- del grupo del que formaba parte. De entrada, era un gran desconocido, no contaba para nada en el mundo de la literatura, que regentaban

otros, desde una orilla diferente cuando no opuesta. Ahora bien, estaba «bien pertrechado - escribe Márquez Villanueva- con un

sentido racionalista de la m"oral política, conforme a las preocupa­ciones que en España y fuera de ella giraban alrededor de la emblemática» '.

Lo cierto es que la obra fue - a la vista están los datos- un éxito editorial de primera magnitud . De la noche a la mañana, Alemán, hasta entonces ignorado escritor, se había hecho con el

gran público lector en la historia editorial española, publicando una obra que podía contentar a unos y a otros, al «discreto lector»

lo mismo que al «enemigo vulgo». «Mal año para Lazarillo de

Tormes y para todos cuantos de aquel género se han esc rito o escri­bieren», diría años más tarde Ginés de Pasamonte, en cierto modo

el álter ego de Guzmán creado con toda la zumba del mundo por Cervantes (Quijote 1, 12).

Entre burlas, ironías y guiños, se ponían de manifiesto verda­des incontestables de un éxito sorprendente. Éxito sorprendente, sí,

y también envidiable y envidiado -puntualiza Francisco Rico. Alemán había encontrado, como digo, la clave de la novela moder­

na, y si no la había logrado en su plenitud había marcado el cami­no para ello. Faltaba por desnudar la conseja del, a veces, pesado

ropaje del consejo, pero la historia que se contaba, el soporte narra­tivo de las reflexiones, era de tal calibre y de tan manifi esta cerca­nía para el lector, que este se entregó con avidez a devorar sus pági­

nas buscando el en tretenimiento que la autobiografía del pícaro le

proporcionaba. Había pretendido Alemán, y lo había logrado, presentar la his­

toria de un hombre integral, su retrato completo, acentuando, sin

duda, la pintura de la imperfecc ión humana, pero con la intención -dec ía él mi smo- de provocar' en el lector el rechazo del vicio, la

1 Francisco Márquez Villanueva. «Sobre el lanzami ento y recepc ión del Gnzmán de Alfarache », Homm.age a Maxime Chevalier. Bulletin Hispanique. 92. 1 (1990). pp . 549-577 (pp, 554-55). Para lo que estoy exponi endo véase mi trabajo «La publi cación del Gnzm.án de Alfarache (Madrid. 1599) y la invención de la novela modern a» . en Atalayas del Gvzmán de Alfarache (Seminario internacional sobre Mateo Alemán. IV Centenario de la publicac ión de Gnzmán de Alfarache. 1599-1999). ed. Pedro M. Piii e l'O RamÍrez. SevilI~. Unive rsidad de Sevi lla y Diputación de Sev illa. 2002. pp. 13-26. ' . ,'.

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Cervantes frente al canon ortodoxo REPÚBLICA DE LAS LETRAS 122

Cervantes no fue reconocido nunca por sus contemporáneos, ni en muchos años después de su muerte ...

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huida de la maldad, de toda la maldad de que es capaz el hombre. El acierto es taba, sobre todo - en palabras del mismo Rico, en línea

con otros des tacados alemani stas- , en que aquella "poética his to­

ria " se presen taba

como ficción, pero, al revés q ue las ficc iones al uso (y aun

qu izá contra la propia na turaleza de la ficción), construi­

da de acuerdo con los mismos cánones de veros imilitud

que todos utilizaban para bandearse en la vida diaria: un

largo relato, lleno de sabrosa cotidianidad, en una prosa a menudo vecina a la conversación, que mantenía al lec tor

prendido, divertido ya ratos turbado con la intimidad y las

peripecias de un personaje probable y sin embargo fasci­

nante2•

Cervantes fue muy crítico con la obra de Alemán, y en varios

lugares de sus libros se manifiesta en este sentido, como hizo en las

páginas de esa joya que es el Coloquio de los perros:!. Pero lo cierto

es que aprendió, y mucho, de los aciertos y de las propuestas nue­

vas del escritor sevillano, con el que comparte no pocas situaciones en el duro vivir diario y más de una analogía en su trayectoria de

escritor. Dos personalidades tan distintas en muchos aspectos qu e sin embargo llevan con harta frecuencia caminos paralelos.

A los historiadores de hoy llama la atención lo poco que se

sabe de la vida del autor del Quijote. En la memoria de sus con­

temporáneos apenas si dejó huellas, y los documentos que nos han

llegado son escandalosamente escasos, en comparación con los que se nos han conservado de otros muchos escritores de muy segunda

fila, por no hablar de los de primerís ima línea como Lope de Vega, del que se puede seguir el día a día de su existencia, tal es la can­

tidad de papeles que nos dejó . Desde la perspectiva de hoy, da la impresión de que su obra no fue entendida por los lectores de aque­

lla época, ni por los lectores ni por los compañeros de oficio.

Cervantes no fue reconocido nunca por sus contemporáneos, n i en

muchos años después de su muerte. Empezó a valorarse tarde y,

para colmo, fuera de España.

Las cosas están claras: los referentes de escritores de la época

fueron Lope, Quevedo, Tirso, Gracián, Calderón. M igu el de

Cervantes estaba muy lejos de ellos, como si perteneciera a otro

, Francisco Kico, "Don Quijote, Madrid, 1604, en prensa", Bulletin I-lispanique. 101. na 2 (1999), pp. 415-434 (p. 416) . Me sirvo del trabajo de Rico para la expo­sición que hago del éxi to del Guzmán. J Véase F. Márquez Vi ll anueva, Trabajos y días cervantinos, Alcalá de Henares. Centro de Estudios Cervantinos. 1995, cap. VII. "La in teracción Alemán­Cervantes", pp . 240-297. Además, el trabajo de Anton io Rey Hazas. «El Guzmán de Alfarache y las innovaciones de Cervantes». en P. M. Pi ñero. ecl .. Atalayas del Gvzmán. cit., pp . 177-217.

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Cervantes se convierte en un heterodoxo, rompedor del sistema establecido; se rebela .. . contra la poética oficiaL .. muy lejos del academicismo postridentino de la época

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Pedro M. Piñero RamÍrez

mundo literario. Y así era. Estos contemporáneos - ya su zaga, toda una legión de escritores- son los que verdaderamente hacen la escritura que está de moda. Es la literatura seria, la considerada canónica. Es cierto que en muchos casos la mejoran, que en más de una obra de aquellos años la imitatio se ve reforzada por la inven­tia, pues no en balde la época se denomina Siglo de Oro; pero no se

salen de los gustos de entonces . Escriben, dentro de los cánones consabidos, una literatura esperada, como Dios manda. Recorren una y otra vez los géneros consagrados: la épica culta, el drama, la

comedia española, la bucólica al modo italiano, todo dentro de un marco correcto, ortodoxo, Jiterario. El mundo de lo imaginario no es

que esté lejos de lo cotidiano, sino que se opone a las vidas diarias, grises, sin relieves, de los hombres de la época, de los hombres de siempre4

El canon cervantino por propia decisión, pero también reforza­do y alentado por la obra exitosa de Mateo Alemán, que había pues ­to patas arriba de una vez por todas y para siempre los géneros de ficción, va por otro camino. Alemán le brindó un campo abierto a otros aires, y por él entró el escritor alcalaíno a pleno pulmón. Cervantes se convierte en un heterodoxo, rompedor del sistema establecido; se rebela - sin mayores aspavientos, pero se rebela­

contra la poética oficial que viene de lejos, de los clásicos, afian­zada en los gustos impuestos por el Concilio de Trento: una litera­

tura para la diversión de los cultos, los de siempre, los que saben de qué va la cosa, de los escogidos, los que manejan y entienden un lenguaje especializado, hermético, críptico para la gran mayoría; es

un lenguaje solo para ellos, los iniciados. En definitiva, un juguete para entretenimiento de un puñado de sabios, según los postulados de la estética heredada de la Antigüedad clásica.

Nada de esto tiene que ver con la escritura de Cervantes, en especial la de las Novelas ejemplares y, naturalmente, la del Quijote,

que se presentan al lector como obras modernas, nuevas, y quizá

por ello apenas entendidas en su tiempo, y en especial por los escritores consagrados que las ven tan alejadas de su canon poéti­co. Para Miguel de Cervantes la poesía, y por extensión la literatu­

ra, significa la autonomía por excelenc ia de la belleza para restituir la dignidad al hombre y lograr su felicidad, lejos, pero que muy lejos, del academicismo postridentino de la épocaS. Cervantes mar­

cha contra corriente, y es muy consciente de ello . El Guzmán de 1599 fue -como bien acepta una parte de la crí­

tica- el chispazo que puso en marcha la existencia misma del

.. Véase Javier Blasco Pascual. Miguel de Cervantes Saavedra, regocijo de las mnsas. Va lladolid. Universidad de Valladolid. 2005. pp. 11-20. , Véase F. Márquez Villa nueva. «Cervantes . libertador literario » y «Las bases intelectual es» . en su Cervantes en letra viva. Estudios sobre la vida y la aura . Barcelona. Reverso Ediciones. 2005. pp. 23-73.

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... las charlas de caballero y escudero ... en más de una ocasión ... son más jugosas que la

propia aventura

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... el diálogo llega a ser uno de los logros más señalados del Quijote

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Pedro M. Piñero Ramírez

Quijote . Con la mirada puesta en la obra de Alemán, Cervantes

adquirió plena conciencia de su propia valía literaria, y vio con absoluta claridad por dónde debía ir su creación, en un momento en que los caminos que había tomado - los libros de pastores y el tea­tro de configuración anterior a la comedia lopesca- no lo conducí­an a ningún lugar. La Primera parte del Guzmán lo sacó de un calle­

jón sin futuro y lo colocó en un lugar de privilegio para tomar la

salida en la creación de la novela realista moderna, que debía basarse en la manifiesta cercanía de la historia narrada, la verosi­militud incuestionable de esta historia y la escritura en una prosa adecuada a los protagonista,s, elevando el estilo cotidiano, humilde,

a un plano literario. El decoro de esta nueva literatura exigía que sus personajes hablaran la lengua del día a día . Los personajes y el narrador.

Estos son los elementos fundamentales que soportan la confi­guración del nuevo género según estaban desarrollados en la obra

de Alemán, y que suponen un nuevo canon literario, abiertamente

heterodoxo con el que regía la escritura de la época. A Cervantes, además, le ofrecía, aunque en contrario, otros aspectos clave que

aportará a la creación del nuevo género, definitivamente pergeñado en su obra.

De la lectura crítica e iluminadora del Guzmán, Cervantes sacó también - como digo- otras conclusiones que puso en práctica. Había que abandonar la narración autobiográfica, que conducía, de

manera inevitable, a la exposición con predominio absoluto de un

solo punto de vista, el del protagonista narrador. Para romper con este condicionante, sus narraciones huyen del autobiografismo,

que, en todo caso, se combate con la estructura dialogística de la novela. Y el diálogo -es bien sabido- llega a ser uno de los logros más señalados del Quijote, alcanzando la plenitud de su desarrollo en las páginas del de 1615. El placer por la conversación, la frui­ción por la tertulia sin fin que llena los días de un pueblo manche­go de entonces -aquellos primeros siete capítulos deliciosos del

Quijote /l, en los que lo único que se hace es hablar-, las charlas de caballero y esc udero antes y, sobre todo, después de cada aven­tura o acontecimiento que comentan con diferentes puntos de vista,

hasta tal manera que en más de una ocasión los comentarios son más jugosos que la propia aventura. Porque, naturalmente, el diá­

logo favorece, al menos, dos opiniones diferentes. De este modo la novela moderna -tal como la concibió Cervantes- descubre al lec­

tor la rica variedad de las perspectivas multiplicadas, que mani­fiestan unos y otros, ilustrando al lector para que desconfíe de las verdades absolutas, y en las páginas de la novela el mundo se llena

de una variedad de pareceres enriquecedora y liberadora. Además, Cervantes combatió también el sentido tiránico de la

autobiografía del Guzmán con la creación de 1111merosas parejas de

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Cervantes frente al canon ortodoxo REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

.. . una verdadera poética de la libertad artística, abierta y tolerante ...

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personajes: Don Quijote y Sancho, Gris6stomo y Ambrosio, Cipi6n y Berganza, Rinconete y Cortadillo, Campuzano y Peralta, y un largo etcétera, que, frente a la soledad del pícaro, logran el que­branto del riguroso perspectivismo esencial a la picaresca, tal como la crea Alemán, tan contrario a la multiplicaci6n de los puntos de vista de la novela concebida por Cervantes. De este modo, frente a la estética novelesca dogmátiGa y cerrada de la Atalaya, la obra cervantina opone la suya, claramente contraria, una verdadera poé­tica de la libertad artística, abierta y tolerante, propiciada por el

cruce continuo de pareceres diferentes . A diferencia del determinismo que fatalmente condiciona al

pícaro, que arrastra una prehistoria de la que no puede zafarse, Don Quijote con absoluta libertad escoge lo que quiere ser. Él decide, para asombro de todos, ser caballero andante, contra corriente y sin el peso de la herencia familiar; y lo es sin más en un ejercicio de voluntad incuestionable. Este principio de libertad singulariza a los personajes cervantinos, los coloca en una tesitura nueva, la de su propio hacerse, que va a desarrollar la novela moderna. Cada uno es hijo de sus obras, y Don Quijote, libre de ataduras de antece­dentes familiares y condicionamientos previos que determinen su vida, la puede forjar en libertad. Es este un principio intocable de la nueva literatura que Cervantes está inaugurando, superando con mucho la estela del escritor sevillano.

Así pues, ante la sorpresa del lector el protagonista , en e l comienzo de la obra, no se presenta ni glorificado por su ascenden ­

cia - como Amadís de Gaula, o cualquier otro héroe de la caballe­ría medieval- ni encenagado -como Guzmán, o como Lázaro-, sino solo mediocrizad06

: un modesto hidalgo de aldea, con cincuenta

años a cuestas, que vivía de manera muy austera, con un patrimo­nio insignificante y en un enmarque familiar mínimo y an6nimo. Por no tener no tenía ni el nombre bien definido. Pero el personaje - el hombre- hasta de la propia medianía gris, burguesa o rural, se puede alzar a pulso, por su propia decisi6n consciente y volunta­riosa, hasta alcanzar las cimas del heroísmo espiritual, para llevar a cabo un limpio ideal de conducta que será, desde ese momento, norte de su existencia:

No quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pen­samiento -se cuenta en los preámbulos de su primera sali­da-, apretándole a ello la falta que él pensaba que hac ía en el mundo su tardanza, según eran los agrav ios que pen­saba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que

6 Véase Juan Bautista Avalle-Arce. "Tres com ienzos de novela (Cervantes y la tra­dición literaria. Segunda Perspectiva)), en Nuevos deslindes cervantinos. Barcelona, Ariel. 1975, pp. 215-243.

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... para Cervantes la libertad de los personajes -del hombre- es

innegociable

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enmendar y abusos que mejorar y deudas que satisfacer.

(Quijote 1, 2)

Es evidente -como han señalado Avalle-Arce y otros estudio­

sos- que para Cervantes la libertad de los personajes -del hombre­

es innegociable. En su escritura reacciona contra la cuadrícula de

la tradición literaria que encasilla a los protagonistas según para­

digmas establecidos. Ante estos encorsetamientos se ha lanzado,

sin titubeo alguno, por el camino de la libertad, dejando a Don

Quijote que tome sus propias decisiones y se convierta en modelo

ejemplar de la más ahincada. aspiración del hombre: la aspiración

a ser libre en la elección de su forma de ser incluso dentro del

marco impuesto por el destino o las circunstancias. De este modo quedaba muy clara la libre voluntad del escritor

de romper con las rígidas normas de la creación artística de su

tiempo, qu e giraba alrededor de la fuerza gravitatoria de la tradi ­

ción constriñendo y limitando tiránicamente la libertad creadora.

Desde el pórtico de su obra a Cervantes no le tiembla el pulso para

no hacer caso a los dictámenes de la tradición dominadora y crear

una realidad literaria de novedad radical, al tiempo que proclama

la libertad del artista, al colocar el querer del escritor por encima

del deber de los cánones i.

De manera que Cervantes no solo rompe con el canon de la lite­

ratura de sus contemporáneos, sino que también con algunos ele­

mentos esenciales de un canon más moderno, más novedoso, el de

Mateo Alemán, que le ha servido de lanzadera para encontrar el

camino de su escritura, el de la novela realista moderna. Aquí está,

a nuestro entender, la esencia de su valiente heterodoxia frente a lo

establecido y sólidamente fijado por los escritores que son la refe­

rencia de su tiempo aceptada -aclamada- por la inmensa mayoría.

Cervantes se independizó del neoaristotelismo y de «las hipo­

tecas artúricas que pesaban sobre el género caballeresco », lo

mismo que vació de consejo toda la narrativa practicada por

Alemán en el Guzmán. Como escribe el profesor Márquez

Villanueva, con una fina ironía -sin más ruidos y sin alardes exce­

sivos de rebeldía- se distanció de los escarceos académicos en que

debatían los teóricos y los escritores de España e Italia.

Frente a tanto dómine y frente a tantos pedantes de ambas

penínsu las, Cervantes daba a cuerpo limpio su voto por la

ficción pura, integral y sin hojas de parra. Por eso, y en

vez de un diluvio de octavas reales sobre Lepanto [como

había hecho Lope de Vega en su Jerusalén conquistada,

J Cfr. ibidem. pp. 234-237.

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Cervantes frente al canon ortodoxo REPÚBLICA DE LAS LETRAS I22

... rompe el lector único, selecto y culto, al que iban dirigidas las obras del canon ortodoxo. ~ .

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1609] o sobre cualquier otro mito oficial o religioso, puso en nuestras manos el heroísmo ideal de don Quijote y los sabrosos donaires de Sancho, la lucha contra la naturale­za del celoso Carrizales y esa máxima estilización o espi­ritualización narrativa con que hace discurrir a los perros de Mahúdes en la noche febril del hospital de la resurrec­ción de ValladolidH

Esa libertad, clave de su heterodoxia, se extiende, como no podía ser de otra manera, a los lectores. El prólogo del Quijote de 1605 es una pieza que no tiene desperdicio para lo que aquí estamos expo­niendo. Un texto rompedor, con la verdad del yo del autor por delan­te pero cubierta con un fino velo de ironía -tan cervantina-que no es suficiente para ocultaciones de ningún tipo a los ojos del lector pers­picaz. Pocos textos hay -sobre todo en aquella época- que sean más fieles a las normas de un género archiestablecido como los prólogos, y Cervantes, guardando (en apariencias) las formas que la retórica ha establecido con tanta rigidez para estos escritos preliminares, acaba reventando el sistema. Y lo expresa con toda la claridad del mundo: «no quiero irme con la corriente del uso».

De entrada hace un guiño al lector, con el que quiere estable­cer una relación de complicidad, y para ello comienza llamándolo «desocupado lector», esto es 'lector ocioso' y también 'suave', pero sobre todo 'lector libre'. Libertad que volverá a poner sobre la mesa unos párrafos más abajo, recordándole que «tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres señor della, como el rey de sus alcabalas [ .. . ] todo lo cual te esenta y hace libre de todo respecto y obligación».

De la nueva retórica que el «amigo de Cervantes» le ofrece para componer su escrito de presentación y que remarca la novedad de un canon heterodoxo, quisiera destacar dos o tres puntos por no alargar demasiado este ensayo.

El reconocimiento de una variedad de lectores de muy distin­tos niveles, que rompe el lector único, selecto y culto, al que iban dirigidas las obras del canon ortodoxo. Su «amigo» aconseja a nuestro autor: «Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la des­precie, ni el prudente deje de alabarla», y esta galería variopinta de lectores aparece más de una vez en las páginas de las obras cer­vantinas.

La referencia en el prólogo a la lengua de esta nueva escritura es fundamental. Ya se ha dicho que Alemán había usado en la historia del pCcaro «una prosa a menudo vecina a la conversación». Cervantes lleva

8 F. Márquez Villanueva, Cervantes en letra viva. cit. . pp. 27-28.

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... en sus páginas la lengua cotidiana se eleva a lengua literaria de primer orden ...

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Pedro M. Piñero Ramírez

este proyecto a su máxima realización: la lengua base del Quijote es una muestra inagotable del empleo de la lengua común, del bien entendido

«escribo como hablo», que supuso un giro definitivo y detenninante para la fijación de la lengua de la novela realista moderna, y del uso del espa­

ñol en general. En sus páginas la lengua cotidiana se eleva a lengua lite­raria de primer orden. La prosa cervantina adquiere una fluidez de tal

calibre que comunica con cualquier lector, democratiza -¿es aquí váli­do el término?- la novela dejando partido en dos el canon literario de la época, a favor incontestable de la literatura para la mayoría.

A Cervantes le aconseja su «amigo»: «procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo, pintando en todo lo que alcanzáre­des y fuere posible vuestra intención, dando a entender vuestros con­

ceptos sin intrincarlos y oscurecerlos». Tan a pecho se tomó Cervantes la recomendación, que no nos cabe hoy duda de que la verosimilitud del Quijote se sustenta, fundamentalmente, en la prosa con que está escrita la novela, tanto o más que en lo que en sus páginas se cuenta. El triunfo que consiguió Alemán, primero, y luego -muy por encima

de él- Cervantes se sostiene, sin lugar a duda, en la lengua en que están escritos estos libros. Cuestionando de paso - no es necesario insistir mucho en ello-- las obras que seguían el canon establecido

- numerosas y, a buen seguro, excelentes muchas de ellas en tantos aspectos- a un campo reducido de lectores, una minoría preparada

para su lectura difícil y en muchos casos casi hermética. En este repaso, a vuela pluma, de los elementos que singulari­

zan la labor de Cervantes en la creación de la novela y de cómo se construye el canon del gran género de la literatura moderna, me interesa detenerme en un aspecto fundamental: la risa. No siempre la crítica ha resaltado, con suficiente atención y hasta sus últimas consecuencias, el valor de la risa en el Quijote en especial, y en el

resto de la obra cervantina en general. A pesar de que el autor

insistiera en ello, una y otra vez, hasta el cansancio. Lo dejó claramente dicho en el prólogo del Quijote de 1605, y

lo hemos ya recordado párrafos más arriba: su «amigo» le había recomendado «Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente ». Cervantes, fiel a este amigo -fiel a sí mismo- aprobó por buenas estas razones.

De manera que la risa es el gran motor que pone en marcha la escri­

tura del Quijote. No debe caber la menor duda de esto, y cada vez que vi ene a cuento lo recuerda. Escribe en el Viaje del Parnaso:

Yo he dado en Don Quijote pasatiempo

al pecho melancólico y mohino en cualquiera razón, en todo tiemp09 .

• Cito por la ed. de Vi cente Caos. Poesías completas, 1 Viaje del Parnaso. Madrid. Castalia. 1974. cap. iv. vv. 22-24.

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. . . Adiós, gr acias; adiós, donaires; adiós regocijados amigos, que yo me voy muriendo y desearos veros presto contentos en la otra vida ...

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La parodia es uno de los dispositivos más eficaces para pOSICIonarse en una actitud heterodoxa frente a lo establecido

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Pedro M. Piñero RamÍrez

Anthony Close, en una obra de todo punto imprescindible para es ta cuestión, analiza el famoso prólogo al Persiles, un texto - como

es bien sabido- escrito días antes de su muerte, que Cervantes pre­sentía ya muy cercana, Y" sin embargo lleno de humor. Nuestro escritor con dos amigos regresa de Esquivias a Madrid, y un estu ­diante se les une al grupo. Cuando este descubre que uno de los tres viajeros es el gran escritor alcalaíno, el muchacho se tira del

burro en el que cabalga y agarra afectuosamente la mano izquierda ,

que quedó inutilizada en Lepanto, y exclama: «¡Sí, sí; este es el manco sano, el famoso todo, el escri tor alegre, y, finalmente, el regocijo de las Musas! ». Es como si Cervantes, por boca del es tu­diante, estuviera escribiendo su epitafio.

A tan caluroso saludo y sorprendente reconocimiento, Cervantes responde dándole un cordial abrazo; y en el transcurso del camino le cuenta que se encuentra en fase terminal de su enfer­medad de hidropesía, que días después lo llevará a la sepultura.

Despedido el estudiante con otro amistoso abrazo al llegar a Madrid, Cervantes concluye el conmovedor prólogo con este final asombroso: «Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados

amigos, que yo me voy muriendo y deseando veros presto contentos en la otra vida». «La significativa conjunción de la vida con la risa

y la amistad - comenta el hispanista británico- sugiere que estas eran las dos cosas que Cervantes más valoraba» 10.

Pues bien, para conseguir que es te concepto de lo cómico que pone la risa en primer plano de las intenciones y los objetivos de la escritura cervantina, mirando sobre todo a «dar pasatiempo al

pecho melancólico y mohino», el autor echa mano de algunos ele­

mentos que contribuyen sólidamente a formar el canon de este

nuevo género que se levanta por encima de la obra de sus contem­poráneos en clara disidencia. En los recursos de la comicidad encuentra nuestro autor los medios para cuestionar determinados estereotipos seguidos mecánicamente por más de un escritor de su

época, y en definitiva para enterrar modelos ya viejos cuando no

trasnochados. La parodia es uno de los dispositivos más eficaces para posi­

cionarse en una ac titud heterodoxa frente a lo es tablecido. Los

ejemplos son fáciles de encontrar en las páginas del Quijote, y me

voy a detener en uno de excepcional importancia que afecta nada menos que a Dulcinea del Toboso. La parodia de la dama creada con

"' An thony Clase ha insistido e n no pocos trabajos publicados a lo largo de las últimas décadas del siglo XX en el valor de lo cómico en la obra de nuestro escri­tor. es tudios que se cierran co n un libro definitivo sobre el asunto que. en su ver­sión española rea li zada por Leticia Igles ias y Carlos Conde. se ti tu la Cervantes y la mentalidad cómica de SIL tiempo . Alcalá de Henares. Centro de Estudios Cervantinos. 2007. Para lo aqur expues to véase e n especial pp. 40-42. Es tam ­bién de obligada consulta para es te asun to. el es tudio de F. Márquez Vill anueva «Las bases intelectuales» . en Cervantes en letra viva. cit.. pp. 48-73.

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Cervantes frente al canon oriodoxo REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

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tanto mimo y notable acierto por Don Quijote comienza bien pronto en el desarrollo de la historia del caballero manchego. Esta parodia se va fraguando a medida que avanza la novela, con momenLos determinantes y etapas significativas. Punto de partida -a mi enten­der- es el retrato que, por atender a la petición del caballero Vivaldo, un socarrón de más de la marca, Don Quijote hace de ella con los elementos esenciales del modelo consagrado de la belleza de

la dama tal como la concibe la poesía del momento:

Su nombre es Dulcinea; su patria el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad por lo menos ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los impo­sibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente cam­pos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, ala­bastro su cuello, mármol sus pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encu­brió la honestidad son tales, según yo pienso y enti endo, que solo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compararlas . (Quijote 1, 13)

Ante el retrato que, siguiendo con todo rigor el código estable­cido por la poesía al uso, el enamorado caballero ha hecho de

Dulcinea, la sonrisa de Vivaldo y su compañero de viaje se refleja en sus rostros, lo mismo que se acrecienta la risa en el desocupado lector de la obra. A partir de es Le momento, la parodia de la clama va creciendo, sobre todo en manos de Sancho. El escudero será, con sus mentiras atrevidas e invenciones grotescas, el que abre las puertas para el «encantamiento» de Dulcinea de consecuencias imprevisibles para la historia y tremendas para el ánimo del adolo­rido caballero. Sancho volverá a retorcer ya groseramente ese códi­go fijado por la poesía cuando da cuenta a su señor, que está emboscado a las afueras del Toboso, de que ha visto a Dulcinea con otras dos doncellas -tan rúsLicas mozas como ella- y que deben salir a su encuentro. Dice Sancho:

Sus doncellas y ella todas son una ascua de oro, todas mazorcas de perlas, todas son diamantes, todas rubíes, todas telas de brocado de más de diez altos; los cabellos, sueltos por las espaldas, que son otros tantos rayos del sol que andan jugando con el viento; y, sobre todo, vienen a caballo sobre tres cananeas remendadas, que no hay más qu e ver. (Quijote //, 10)

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El Quijote ... está basado en la intertextualidad, sometida las más de las veces a una parodia compleja y mantenida de la que brota la risa del lector

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Pedro M. Piñero Rauúrez

Desde aquella dolorosa y desconcertante visión de Dulcinea encantada una melancolía sin alivio invade al caballero que no des­

cansará en su afán de lograr desencantarla. Y para ello se encami­

na a la Cueva de Montesinos con el proyecto de bajar a su sima para

hacerse con la verdad y rescatar de sus estancias de ultratumba a

la dama de sus sueños, en una imitación paródica del descensus ad in/eros de tanto prestigio en el mundo clásico.

En efecto, allí se la muestra Montesinos: Dulcinea y sus rústi­

cas compañeras siguen la misma estela de la procesión presidida por Belerma, sumándose a la galería de sombras que deambulan

por los pasajes elíseos, como r.espuesta distorsionadora del mito de

la Edad de Oro, que Don Quijote expuso ante los atentos cabreros

en el capítulo 11 del primer Quijote . Todos están encantados, todos se han incorporado al pasado, todos muertos.

[Montesinos le] mostró tres labradoras -cuenta Don

Quijote a Sancho y al primo- que por aquellos amenísi­mos campos iban saltando y brincando como cabras, y

apenas las hube visto , cuando conocí ser la una la s in par

Dulcinea del Toboso, y las otras dos aqu ellas mismas labradoras que venían con ella, que halla mos a la salida

del Toboso [ ... ] Habléla, pero no me respondió palabra,

antes me volvió las espaldas y se fue hu yendo con tanta

priesa, qu e no la alcanzara una jara . Qui se seguirla, y lo

hiciera si no me aconsejara Montes inos que no me cansa­

se en ello, porq ue sería en balde. (Quijote Il, 23)

En buena parle la escena es una répli ca paródica de la visión

que Eneas luvo, en tre el Aq ueronte y el Tártaro camino de las

maravillas de los campos elíseos, de la sombra de la fenicia Dido,

que se oc ulta del héroe virgiliano en la densa floresta de un bosque

umbroso, según se narra en La Eneida, (VI, vv. 449-476).

Para algunos de los primeros lectores las fuentes del episodio

resultarían conocidas. Es imprescindible que se perciba con nitidez la

imitación sobre la que se levanta el pasaje, porque sin esta premisa la

parodia quedaría muy debilitada. La sorpresa y la novedad, para este

leclor consciente, están en el humor desbaratador de los géneros clási­

cos y establecidos de que se surte el episodio parodiado; el humor des­

monla los códigos que establecen las nonnas de la lileratura ortodoxa

de la época. Es el genio cómico de Cervantes, maAstro inconmensura­

ble en el manejo de la escritura paródica, el que consigue poner en

cuestión el canon literario que rige enlonces. El Quijote, y este episodio

es cifra paradigmática de ello, está basado en la intertextualidad, some­

tida las más de las veces a una parodia compleja y mantenida de la que

brota la risa del lector, y con la que se rompe el sistema establecido en

un ejercicio de marcado signo heterodoxo.

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Tal y como se presenta Dulcinea en su antipática rusticidad,

con sus dos rudas y grotescas compañeras, y vendiendo su faldellín

por seis reales -y ya se sabe que el faldellín es una prenda íntima de la mujer de entonces- personaliza la parodia, sin paliativos, del

petrarquismo triunfante en la poesía del siglo XVI. Convertida en

los sueños míticos del caballero manchego en «la dama platónico­cortesana por excelencia, en el objeto soñado, idealmente perfecto,

del amor imposible »", queda destrozada por la lograda parodia cer­vantina de una comicidad llevada a los límites más extremos.

Dulcinea, la más gloriosa, sin duda alguna, de las creac iones artís­

ticas de Don Quijote en su proyecto de vivir según parámetros dic­

tados por el arte y la literatura, que había habitado por largo tiem­

po encerrada en la mente del caballero dibujada siempre, a su anto­

jo y en un acto voluntariamente artístico, con los atributos y las cualidades supremos de la dama ideal, ahora, en esta visión de la

estancia maravillosa de la cueva, se le ha escapado definitivamen­

te de su área de inDuencias '2 . El lector no puede engañarse: asiste, en compañía del perplejo don Quijote, a la quiebra irrevers ibl e del

ideal amoroso del Siglo de Oro. Se ha firmado la definitiva des mi­

tificación del mundo de la literatura caballeresca y se ha puesto en

severa cuestión el canon que regía la literatura '3. Fue la de Cervantes una heterodoxia sin mucho ruido, pero una

heterodoxia de una proyección inconmensurable, preñada de futu­

ro, necesaria e inevitable para la creación de la novela realista

moderna, el género por excelenc ia, desde entonces, de la literatura

universal. La meditada lec tura del Guzmán le sirvió de acicate para

rebelarse con decisión firm e contra el código literario imperante en su época, y de esa rebeldía rompedora nació la novela.

11 Edward C. Riley. Introducción al «Quijote». Barcelona. Crítica. 1990. p. 54. " lean Canavaggio. «Don Quijote baja a los abismos inferna les: la cueva de Montesinos ». en Pedro M. Piñero RamÍrez. ed .. «Descensos ad in/eros». La aven­tura de ultratumba de los héroes (de Homero a Goethe). Sevilla. Universidad de Sevilla. 1995. pp . 155-174 (p. 172). ':1 Trato por ex tenso el episodio de la Cueva de Montesinos (Quijote II. 22-23) en mi trabajo «La bajada de don Quijote a los infiernos: los límites de su aventura caballe resca» . en Rogelio Reyes Cano. ed .. Don Qnijote en el reino de lalan/.asía. Realidad y ficción en el universo mental y biográfico de Cervantes. Sevill a. Fundación Focus-Abengoa. 2004. pp. 167-197.

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49

Palabra, sangre, mudanza: La pícara justina

DAVID BECRERRA MAYOR

Universidad Autónoma de Madrid

1

En 1605, año de la publicación de la primera parte de El Quijote de Cervantes, aparece, según una voz tan autorizada en la

materia como la del hispanista francés Marcel Bataillon, "uno de los libros más difíciles del Siglo de Oro y una creación fuera de serie en el sector llamado de la novela picaresca"'. Nos estamos refiriendo, claro está, a la novela del médico toledano Francisco López de Úbeda titulada Libro de entretenimiento de la pícara

}ustina. No obstante, y frente a esta suerte de comentario, ha per-durado "la obstinación de ver en ese libro una obra provinciana, marginal, arcaizante, pasada de moda antes de nacer" 2. Un descré­

dito que asimismo contribuyó a fomentar el propio Cervantes, que en su Viaje del Parnaso "presenta al autor de La pícara }ustina

como uno de los adalides de los invasores del Parnaso y parece que lo sitúa en tre los sátiros que divierten y adulan a los podero­SOS"3. Dicen así los versos de Cervantes:

Haldeando venCa y trasudando

el autor de La PCcara ]ustina,

capellán lego del contrario bando;

y cual si fuera de una culebrina,

disparó de sus manos su librazo,

que fue de nuestro campo la rüina (Cap. VII, vv. 220-225)

Observamos que "el autor de La Pícara }ustina", que en los

versos cervantinos aparece señalado pero no nombrado, es pre­sentado con aspecto clerical, muy lejos, probablemente, de la

imagen que debiera proyectar el médico toledano. Esta caracteri­

zación sirvió para arrebatarle a López de Úbeda la autoría de su obra y atribuírsela al joven fraile dominico leonés, fray Andrés

Pérez. Uno de los argumentos que esgrimieron quienes asegura­ban que la obra pertenecía al joven fraile es el conocimiento que

J Mareel Bataillon, Pecaras y picaresca. La pícara justina. Madrid. Taurus. 1982.

p.104. '¡bid., p. 47. , ¡bid .. p. 103.

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Palabra, sangre, mudanza: La pícara ]ustina REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

La pícara Justina es una novela no sólo difícil, como quería Bataillon, . -

SIno oscura, plagada de interrogantes, de claves enigmáticas, de problemas narrativos y de interpretación

50

de la ciudad de León demuestra el autor de La pícara Justina en

algunas de sus páginas centrales . No obstante, y como se encarga de

clarificar de nuevo Bataillon, la respuesta que verifica a López de Úbeda como autor de la novela se encuentra, precisamente, en su

condición de adulador y de personaje siempre apegado a los pode­rosos, como así quedó retratado por el mismo Cervantes. Porque en febrero de 1602 López de Úbeda se desplaza, acompañando a la

comitiva real, hasta la ciudad de León con motivo de la prerrogati­va de los Reyes de Castilla y de León de poseer una canonjía en la

Catedral de la ciudad; y, según parece, de esta visita el médico tole ­dano no extrajo una visión demasiado positiva ni de la ciudad ni de

las costumbres de sus habitantes. La descripción burlesca de León

que se ofrece en la novela, por lo tanto, "no se debe a una antigua y

filial familiaridad con la venerable ciudad", como habría de haber mostrado Fray Andrés Pérez, "sino que es fruto de una experiencia

reciente, turística (que diríamos hoy) y totalmente irrespetuosa "'. La pícara Justina es una novela no sólo difícil, como quería

Bataillon, sino oscura, plagada de interrogantes, de claves enigmá­

ticas, de problemas narrativos y de interpretación. Una novela cuya

complejidad radica, básicamente, en una double entendre que pro­

vocaría carcajadas a sus lectores contemporáneos, que asociarían

de inmediato las referencias a pasajes y personajes coetáneos, pero que cuyo sentido nosotros -desgajados de su con temporaneidad­

no podemos aprehender en su totalidad. Y aunque Bataillon, en su magnífico ensayo ya ci tado, desenmascaró algunas de esas referen­

cias encubiertas, todavía hoy resulta difícil hallar cada uno de los

referentes que la novela oculta. Es, de igual modo, una novela

extraña, peculiar, que no termina de encajar en el celebrado géne­

ro hi spano de la novela picaresca, pues como coinciden los autores

de la Historia social de la literatura española no es más que "una

imitación superficial de la obra de Alemán [Guzmán de Alfarache];

su técnica narrativa autobiográfica -esencial en el significado de la

picaresca- es, como ha llegado a decirse, un absurdo postizo";. De este modo lo apuntó Francisco Rico:

. .. en La p{cara justina la autobiograffa es un absurdo pos­

tizo : ni surge necesariamente de los demás factores del libro

(carácter, trama, intenc ión . . . ), ni les añade ningún sentido~ no

pasa (con un giro acreditado) de forma vacfa(, .

. , ¡bid .. p. 105. 5 Julio Rodríguez Puérlolas. Carlos Blanco Aguinaga. Iri s M. Zavala. Historia social de la literatura espaiiola (en castellano J. Madrid. Akal. 2000. vol. 1. p. 395. (, Francisco Ri co. La novela picaresca y el punto de vista. Barcelona. Seix-Barral. 2000. pp. 126-127.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

51

David Becerra Mayor

y seguidamente:

... en La p{cara justina esa coincidencia de ver y escribir, pro­

fusamente avivada ante el lector, no pertenece ni a la herofna ni

a la supuesta autora, pues nada justifica. En Justina -figura de

incoherencia casi escandalosa-, los oficios de "mirona" y

"escritora" son sólo otros dos pegotes a los que incluso sin ellos

serfa un desordenado hilván de retazos humanos. El común

denominador del libro es diluir el relato (y cito a la letra) en

melindres, dulces facecias, sfmiles, apodos, conceptillos, cuen­

tos accesorios, fábulas', jeroglfficos, humanidades, erudición,

refranes ... Pero ni la manera es tilfstica ni la perspectiva -ni la

una en el papel de la otra- tienen menor relación con Justina:

son propiedad exclusiva de López de Úbedai.

De hecho, la misma protagonista afirma que "la bondad de la

historia, no tanto consiste en contar la sustancia de ella, cuanto en

decir algunos accidentes, digo acaecimientos transversales, chis­

tes, curiosidades y otras cosas a este tono, con que se saca y ador­

na la sustancia de la historia" (Libro I1, Parte I1I, Capítulo IV, p .

848)u. Tal vez esta sea la causa por la cual, a diferencia de lo que

ocurre en el género picaresco, en La pícara Justina el autor apa­

rezca y desaparezca constantemen te, situándose muchas veces por

encllna de su propio personaje. De este modo lo ha dicho Oltra Tomás:

Nos es dado a observar en nuestro autor una tutela permanente

sobre su personaje: las anotaciones marginales, las poesfas

encabezadoras de capftulos y los números y la inserción de esos

aprovechamientos al final traen la presencia del autor en la bio­

graffa: Justina es una constante ficción9•

La voz del autor, incluso, suplanta en ocasiones a la de su cre­

ación, olvidándose de que quien habla -o debería estar hablando­

es precisamente ella: "Mas, ay, que se me olvidaba que era mujer y

me llamo ]ustina" (Introducción, p. 721). Pero la ambigüedad del

yo, presente a lo largo de las páginas de la novela de López de

Úbeda, lejos de considerarse un error o un problema narratológico,

es, en la opinión de Antonio Rey Hazas, un elemento buscado:

7 ¡bid .. p. 127. Á R Todas las cit as remiten a la edición de La pícara ]ILstina de ngel Valbuena y Prat. en La novela picaresca española. Madrid. Aguilar. 1946. pp. 703-885. ') José Miguel Oltra Tomás. La parodia como referente en La pícara ]ILstina. León. Institución Fray Bernardino de Sahagún . 1985. p.130.

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Palabra, sangre, mudanza: La pícara ]ustina REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

Oltra Tomás sugiere que hay que situar [la novela] en un ambiente político preciso: La oposición a Rodrigo Calderón, valido del Duque de Lerma

52

La confusión, conscientemente buscada, entre autor y persona­

je es relativamente frecuente, porque no interesa en absoluto

crear un ser de auténtica calidad humana, sino un ente, hecho

a trompicones, que pergeñe sin cesar una burla tras otra!O.

Pero, dejando de lado la cuestión formal de la obra, observa­remos que no menos problemas suscita determinar el lugar polí­tico que ocupaba Francisco López de Úbeda y su novela en el entramado ideológico y social de la España de Felipe III. La tesis más extendida en la actualidad, propuesta por Marcel Bataillon, sitúa La pícara Justina en la órbita propagandística de don Rodrigo Calderón, a quien está destinada la "Dedi catoria" de la obra; la novela perseguiría enaltecer públicamente la figura de un Rodrigo Calderón que, entre 1604 a 1611, llega a sufrir hasta seis encuestas genealógicas para hacerse con el ansiado hábito de Santiago, tras un más que dudoso proceso genealógico. No obstante, y como advierte Oltra Tomás, hay que tener en cuenta lo que sigue:

... difícilmente puede considerarse como halago la dedicatoria

de una obra que bromea constantemente sobre la genealogía,

agitando frenéticamente la bandera de la impureza de sangre,

burlándose de los afanes cortesanos y, además, de algo tan que­

rido por don Rodrigo como es la Orden de Santiago!!.

Por tanto, y contrariamente a lo dicho por Bataillon, y contra lo que se infiere de la "Dedicatoria" de la novela, Oltra Tomás sugie­re que "hay que situar [la novela] en un ambiente político preciso: la oposición a Rodrigo Calderón, valido del duque de Lerma"!2.

Sea como fuere, e independientemente del papel que represen­tara La pícara Justina en la coyuntura histórica de los primeros años del siglo XVII, nuestro análisis pasa por observar el modo en que la novela de Francisco López de Úbeda reproduce las contra­dicciones entre dos mundos en colisión, o mejor dicho, entre dos modos de producción en lucha, a través de tres elementos clave como son la palabra, la sangre y la mudanza. La coexistencia -o la contradicción- entre los residuos ideológicos de la sociedad feudal, ¡e,p vías de descomposición, y los elementos emergentes de la inci­piente sociedad burguesa van a marcar el curso de es ta peculiar y original novela picaresca.

10 Antonio Rey Hazas, "La compleja faz de una pícara. Hacia una interpretación de La pecara Justina", Revista de literatura, na 90 (1983), p. 9l. 11 José Miguel Oltra Tomás, Op. cit., p. 57. / 2 ¡bid., p. 54.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

como dice Justina ... "en España, y aun en el mundo, no hay sino sólo dos linajes: el uno se llama tener, y el otro no tener"

53

David Becerra Mayor

11

La sociedad que el género picaresco describe, y La pícara Justina no es una excepción, está dominada por unas relaciones de producción y explotación que podemos tildar, sin temor a equivocarnos ni a cometer anacronismo alguno, de capitalistas. Si en la sociedad feudal, cuyos residuos ideológicos todavía perviven en la superestructura, el categorizador social era la san­

gre -la sangre determinaba el quién es quién del cuer­

po social-, en la incipiente sociedad burguesa la cues­tión sanguínea va a ser desplazada por elementos emergentes como el ingenio, la virtud, el trabajo

-categorizadores, todos ellos, que tienen su correlato en el dinero. La nueva sociedad burguesa, finalmente, establecerá una división de clase radicalmente distinta a la feudal; de este modo, como dice Justina, en un tono muy similar al empleado por Sancho en El Quijote de 161513

, "en España, y aun en el mundo, no hay sino sólo

dos linajes: el uno se llama tener, y el otro no tener" (Libro 1, Capítulo 11, p. 730). Es por ello que, como vamos a tratar de

demostrar, J ustina, en la novela, se muestra menos preocupada por su abolengo que por saber actuar con astucia, según la nu eva lógi­ca del beneficio.

Porque, en efecto, Justina no tiene ningún inconveniente en repetir, a lo largo de la novela, que sus orígenes son poco limpios;

con lo cual, no resulta complicado inferir, con Luc Torres, que "Justina es una pícara que tiene claros an tecedentes semíticos"14.

Ella misma se encarga de hacérnoslo saber en el primero de los cuatro libros que conforman la novela, titulado "La pícara monta­

ñesa". De sus páginas extraemos, a modo de ejemplo, que "de otros

abuelos de parte de padre no sé otra cosa más que eran un poco más allá del monte Tabor" (Libro 1, Capítulo 11, p. 733), esto es, de Israel; mientras que "los parientes de parte de madre son cristia­nos más conocidos, que no hay niño que no se acuerde de cuando se quedaron en España por amor que tomaron a la tierra" (Ibid.), i.e., judíos que se convirtieron al cristianismo para ev itar sufrir la

expulsión de 1492. Este alarde de origen poco limpio bien debiera

suponer un desafío en aquella España obsesionada por la limpi eza de sangre, anquilosada en la ideología del organicismo feudal; de

este modo lo expone Bataillon:

':1 Recordemos las palabras de Sancho: "Dos linajes solo hay en el mundo. como deda una agüela mía. que son el tener y el no tener". Miguel de Cervantes. Don Q/Lijote de la Mancha l/. ed. de John Jay Allen. 1998. cap. XX. p. 180. ". Luc Torres. "Los moriscos de La p{cara Justina". en !saías Lerner et al. (eds.). Actas del XIV Congreso de la Asociaci6n Internacional de Hispanistas, Delaware. Juan de la Cuesta . 2004. p. 547. .

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Palabra, sangre, mudanza: La pícara ]ustina REPÚBLICA DE LAS LETRAS 122

como dice Bataillon "era natural ver una descripción satírica y barroca de ciertos aldeanos, que iba destinada a la diversión de ciertos aristócratas"

54

Una de las provocaciones del libro más curiosas se encuentran

en las numerosas páginas que la pícara dedica a su "abolengo "

( .. . ) A lo largo del libro aquella "montañesa" burlesca aprove­

cha todas las ocasiones que se le ofrecen para insinuar que ella

no es de limpia ascendencia, pero sin dejar de presentarse,

tranquilamente, como toda una hidalga";.

No es baladí, en efecto, el epíteto "montañesa" que acompaña a

la pícara en la primera parte del libro. La ideología casticista de los

llamados Siglos de Oro mistifica el origen montañés en relación con

la pureza de sangre, entendiendo que quien es propio de dicha

región se encuentra libre de sospecha de tener en la sangre mancha

judía o morisca y, por consiguiente, el montañés no puede sino reci­

bir trato de hidalgo, como así procede Justina. Contra esta mistifica­ción de lo montañés parece arremeter La pícara Justina, al poner en

solfa la ecuación montañesalhidalga de la ideología del casticismo

español, al confundir "en una sola persona pícara, condición más des­preciada, y montañesa, el prestigio de la hidalguía inmemorial" 1(,.

El mismo mecanismo se pone en funcionamiento ante los astu­rianos. Resulta interesante que en la tercera parte del libro II, titu­

lado "La pícara romera", se describe de forma harto jocosa a aque­

llos que, para la ideología feudalizante de la reacción organicista,

constituía la cuna histórica de la reconquista y el símbolo de la lim­pieza de sangre por antonomasia. La protagonista se burla de sus

vestidos y calzado, de su entrada en escena con guadañas en los

hombros, de su forma de hablar "siempre en tonillo de pregunta",

de la fealdad de sus caras, de los usos de la tierra de "Asturias

[que] ha sido y será el muro de la fe" (Libro 11, Parte IIJ, Capítulo

IV, p. 851). No de forma muy distinta se refiere a su pretendiente

vizcaíno del Libro IV. El hecho de que el autor de esta novela pica­

resca haya elegido a asturianos y vizcaínos no es tampoco casuali­

dad: el autor -o su inconsciente ideológico- parece querer desen­

mascarar un sistema de categorización social en el que se privile­gian a ciertos individuos que carecen de ingenio, valor y virtud,

pero que en el cuerpo social merecen respeto y reconocimiento de hidalguía por su ascendencia sanguínea. Como dice Bataillon, "era

natural ver en aquella [época] una descripción satírica y barroca de

ciertos aldeanos, que iba destinada a la diversión de ciertos aristó­cratas"li. Así es, pero con matices. En efecto, en los Siglos de Oro

la imagen del aldeano, como la del asturiano en nuestra novela, se asociaba con la noción de castellano viejo (pensemos en la forma en

15 Maree] BataiJlon. Op. cit .. pp. 160-161. 16 ¡bid .. p. 160. I' /bid .. p. 130.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl22

Esta burla arremete, directamente, contra la nobleza de cuño tradicional y su forma de organización social

55

David Becerra Mayor

la que Sancho se jacta de su condición de aldeano o acordémo­

nos de los campesinos en la comedia barroca JU), pero a juzgar por

lo que se pone en juego en La pícara Justina bien parece que

existi era una nueva aristo"cracia -a la que se refiere Bataillon­

que se divertía con esas burlas contra la ideología del casticismo;

el moti vo de tal divertimento - no olvidemos tampoco que el títu­

lo completo de la novela de López de Úbeda es Libro de diverti­

mento de la pícara Justina- pasa por desmontar o desarticular el

entramado ideológico de la reacción organicista qu e pretendía

perpetuar la categorización social de la sangre; frente a esto,

"ciertos aristócratas", acaso -burgueses cuyo origen estaría en la

plebe pero que por mérito y virtud merecerían ocupar las altas

esferas políticas, reivindicarían unas nuevas relaciones sociales,

un nu evo categorizador que haga menos herméticas las fronteras

sociales. Las burlas de la novela contra los asturianos y contra los

hidalgos exteriorizan un sentir contra la ideología de la pureza de

sangre que está perpetuando una hidalguía, una cas ta o clase

dominante, ridícula, mediocre, incompetente . No sería, por lo

tanto, descabellado pensar que el propio don RGdrigo Calderón,

destinatario de la obra, fuera uno de estos nuevos aristócratas que

sufre el humillante imperativo de someterse a encuestas genealógi­

cas como única vía para medrar políticamente. Lo mismo podría

aplicarse a su autor, Francisco López de Úbeda, descendiente de

conversos. Porque, en efecto, esta burla contra asturianos, vizcaí­

nos y montañeses arremete, directamente, contra la nobleza de

cuño tradi cional y su forma de organización social

.. . burlándose de la pretensión común de los nobles de todo

nivel de tener su cuna o en las montañas de León o en las de

Asturias, como, de modo análogo, algunos hidalgos más modes­

tos se gloriaban de ser oriundos de Vizcaya, otra región cuya

población no habfa sido contaminada por moros ni judfos ( ... )

Pues bien, la pfcara de López de Úbeda parece empeñada en

poner en duda el ax ioma "Vizcafno, luego hidalgo" l".

La nov ela reivindica un nuevo categorizador social frente al

s istema sanguín eo es tablec ido . La presencia de un "suj e to libre "

que por medio de su in genio, de su astucia y de su cod icia puede

cambiar de es tado, que pone en funcionamiento e l género picares­

co, supone una legitimación del discurso de una nueva clase soc ial,

la burgues ía, que necesita franqu ear las barreras sociales impues-

111 Vid. Julio Rodríguez Puérlolas. «El campesino en la comedia del Siglo de Oro ». en De la Edad Media a la Edad Conflictiva. Madrid. Gredas. 1972. págs. 325-

338. 1') Marcel Balaillon. Op. cit .. p. 159.

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Palabra, sangre, mudanza: La pícara ]ustina REPÚBLICA DE LAS LETRAS 122

.. . se disfraza de pobre para pedir limosna en la puerta de una iglesia ...

56

tas por la nobleza feudalizallte 2o• Es por ello que en La pícara

Justina -así como el grueso de las denominadas novelas picares­cas- su protagonista medra socialmente llevando a cabo todo lipo de burlas, robos y engaños por medio de sus juegos de ingenio. Y

resulta interesante, a la par que esclarecedor para nuestro propó­sito, que cada uno de sus "acaecimientos", que diría Justina, se llevan a cambio por medio de la mudanza.

Es sabido, y no es preciso tratarlo aquí en profundidad, que la

noción de mudanza era inconcebible para ideología del organicis­

mo feudal, en tanto que era interpretado como signo de corrupción; todo debía permanecer en un estado de quietud en corresponden­

cia con el perfecto mundo supralunar de las estrellas fijas de la

epistemología escolástico-aristotélica. Inclusive la sociedad, que

por medio del sistema sanguíneo del organicismo, impedía la per­mutación de clase: todo el mundo nacía y moría en el mismo lugar, en definitiva. Pues bien, con la descomposición del sistema feudal

y la irrupción burguesa la concepción del mundo cambia; y el género picaresco - o una parte del mismo- funcionará como un ins­

trumento de legitimación del cambio, de la movilidad, de la mudan­za y, acaso también, de la permeabilidad social. En La pícara

Justina el cambio de estado -la mudanza- no sólo es posible sino

que funciona como el método con el que poner en práctica los enga­ños de la pícara, que, a su vez, servirán para cambiar el status de

la protagonista. Por ejemplo, véase la escena en la que Juslina, encontrándose en la romería, se disfraza de pobre para pedir limos­

na en la puerta de una iglesia con el objetivo de gastar el dinero

recaudado en la compra de un joyel de oro. J ustina se muestra vir­

tuosa en su capacidad de reunir el dinero sin la necesidad de pros­tituirse, de empeñar su honra:

Aquí verán mi virtud, pues estando yo en tiempo en el cual

pudiera yo hacer dinero empeñando la honra, no consentí en tal

tentación, ni nunca Dios tal permita, porque tenía yo muy de

coro una sentencia que vi escrita en el pedestal de una cruz de

canto ( ... ) que dice: "Antes reventar que pecar". Y así eché a

volar mi pensamiento para cazar una traza conveniente con que

cumplir mi deseo sin pecar. Y crean que las mujeres, en orden

a cumplir un antojo de galas, somos extrañas, y si nos determi­

namos a comprar una gala nos ha de venir a las manos aunque

nos cueste la manzana de París. Es herenc ia de Eva (Libro II. Parte n, Capítulo IV, pp . 811-812).

2f) Vid. Juan Carlos Rodrfguez. Teor{a e historia de la producci6n ideol6gica. Las primeras literaturas burguesas. Madrid. Akal. 1991. y Juan Carlos Rodríguez. La literatura del pobre. Granada. Comares. 2001.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

:..

... para mezclarse y pasar desapercibida entre las hilanderas ...

57

David Becerra Mayor

La pícara urde un plan que consiste en, una vez

cubierto el rostro con un manto, sentarse

... a la puerta de la iglesia como pobre envergonzante;

puse sobre mis rodillas un pañuelo blanco para que los

que me hubiesen de tirar limosna diesen en el blanco

( ... ) y como la gente de la romería viese a la puerta de la

iglesia, cosa allí pocas veces usada, una mujer de buen

talle, compadec íanse de mí, y decían: "Ah triste de ti,

que te hace la pobreza ser niña grande, echada en la arca

de la misericordiá!". Mucha fue la limosna. Sin duda creo

quedaron todos descuartizados, según los cuartos muchos

que me echaron sobre mis rodillas (p. 813)

De forma parecida habrá de actuar en el libro tercero, titula­

do "La pícara pleitista", que acontece en un enigmático Rioseco,

que bien podría ser Madrid, donde Justina decide "mudar pellejo

como cul ebra, quiero decir, mudar de vestido" (Libro III, Capítulo

II, p. 857) para mezclarse y pasar desapercibida entre las hilan­

deras a las que les espera un nuevo engaño por parte de nuestra

protagonista. Este engaño -astuto, virtuoso- que consiste en

humedecer la lana para que pese más y poder vender más caro a

los cardadores barbados (es decir, moriscos), permite a Justina

subir unos peldaños de la escala social, pues como ella misma

reconocerá:

. .. vine a revivir y juntar muy buenos reales, con que hice mis

negocios pasando como marquesa, y de lo restante compré una

borrica, que me costó veinte ducados, que las borricas de aque­

lla tierra andan muy subidas (Libro IlI, Capítulo IlI, p. 859).

El episodio de Rioseco, o de la morería, es de gran interés por­

que en él nuestro autor nos muestra en qué ha derivado la convi­

vencia de las tres castas que poblaron temporalmente la Península

Ibérica. La interpretac ión de Bataillon resulta muy acertada:

En el episodio de la "morería" reside una de las grandes origi­

nalidades de La p{cara justina, libro cuyo autor, procedente

sin duda de "cristianos nuevos", era particularmente sensible

a todos los problemas heredados de la España de las tres reli­

giones. En cierto sentido, el libro III equ ilibra el libro l , domi­

nado completamente por la cuestión de la genealogía de

J ustina y de la impureza judía de su "abolengo". López de

Úbeda desahoga sus inquietudes de la España de Felipe IIl ,

obsesionada y exasperada por las encuestas de "limpieza de

sangre" al ofrecerle como diversión es ta agria ficción pintores-

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Palabra, sangre, mudanza: La pícara ]ustina REPÚBLICA DE LAS LETRAS 122

58

ca , en la que una descendien te de judíos hace su agosto explo­

tando a los sobrinos y laboriosos hijos del Islam 2 1

Porque, en efecto, la conversa Justina no estafa únicamente a

los cardadores de Rioseco sino que también finge ser nieta de una

vieja hechicera y morisca para poder heredar su fortuna una vez

que esta muera. Resulta interesante, y aun contradictorio, por otro lado, observar el pretexto -muy en concordancia con la ideología

casticista del momento- del que se sirve Justina para justificar su

engaño:

Pareció me que si ella muriera con su lengua, mandara aquella

hacienda a algún morisco, lo cual fuera como quien lleva armas

a infieles, y por tanto, me pareció a mí que era mejor ahorrar de

estos inconvenientes a España, y meter en ella paz bien pagada

y mejor merecida. Por esta causa me pareció en el pleito de pro­

piedad y herencia sen tenciar en mi favor en vista y revista, y me

hice poseedora inquilina, como dicen los escribanos (Libro llI. Capftulo IV, p. 864)

Pero, insistimos, en la ideología de J ustina no interviene la

cuestión de la sangre, sólo la lógica del beneficio. Así lo ha demos­

trado a lo largo de la novela.

III

En este universo social descrito por La pícara Justina, donde la

categoría de la sangre parece haber sido reemplazada por otros ins­

trumentos como la astucia y el ingenio, va adquirir suma importan­

cia un elemento, hasta el momento inédito para estas cuestiones,

como es la palabra. En la época feudal la palabra era transparente,

unívoca y no tenía más significado que el que Dios le había otorga­

do. No había lugar para la interpretación ni para la tergiversación

del sentido. Pero con la descomposición del sistema de producción feudal, y con el desarrollo del primer capitalismo, la palabra asi­

mismo se descompone y se fragmenta en distintos significados . De

este modo, y como afirma Julio Rodríguez Puértolas en sus estudios sobre La Celestina, la palabra "utilizada perversamente, desvirtua­

da [se convertirá] no en un instrumento de comunicación auténtica,

sino de confusión y de engaño"22• Y no de otra forma la utiliza la

ingeniosa y virtuosa pícara Justina en algunos de los acaecimientos que protagoniza en la novela.

21 Marcel Bataillon, Op. cit., p. 125. 22 Julio Rodrfguez Puértolas, "La Celestina o la negac ión de la negac ión". en Literatura, Historia, Alienaci6n, Barcelona. Labor, 1976. p.54.

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HEPÚBLl CA DE LAS LETRAS l22

"la liebre búskala en el Kantón, i la puta en el mesón"

59

David Becerra Mayor

No obstante, y por una cuestión meramen­

te espacial, aunque Justina se sirve de la pala­

bra par;'! cometer múltiples engaños a los per­

sonajes que se cruzan por su camino, no vamos

S1l10 a c i lar solo uno de ellos; lal vez el más

grave: el engaño al leclor. Porque quien en

mayor grado sufre las artimañas lingüísticas

de Justina para tergiversar la realidad por medio de la palabra no es otro que el lector -al

que se le .evoca con gran frecuencia- que se encuentra leyendo su historia . Porque el lec­

tor, si obedece a lo que J ustina dice, creerá leer una confesión sincera de su interlocu tora,

que afirma que "me me metido a escritora" porque "he dado en que

me lean el alma" (Libro 11, Parte I1I, Capítulo 1, p. 824). Sin embar­

go, ella misma pone en alerta al lector al recordarle, con cierta fre ­

cuencia, que es una mujer y en tanto que pertenece al género femí­neo es dada a las ficciones, a quimerizar, a encubrir la realidad con

dulces palabras (Libro 11, Parte 11, Capítulo n, p. 834). Pero sus

advertencias no parecen haber surtido efecto. Porque, como señala

Antonio Rey Hazas, incluso la crítica literaria cayó en las redes en

sus palabras tramposas:

.. .la generalidad de los crfticos pensaba conveniente definirla como

una casta doncella, quizá pecando de cierta ingenuidad. No obstan­

te, este enjuiciamiento tiene su justificación, puesto que Justina

actúa siempre en el devenir de su autobiografía como una casta don­

cella, y no sólo eso, sino que además se jacta de su virginidad, orgu­

llosa de una pureza que, según dice, no poseen las demás mujeres2:l.

Ciertamente, Justina trasmite al lector su castidad, pero, como

añade Rey Hazas, una cosa es "la realidad que nos muestra las accio­

nes de la pícara, sin duda impecables, y otra muy distinta la que

ponen de manifiesto sus palabras, que ocultan al tiempo que sugieren la auténtica realidad"24. Sin embargo, parece difícil que los lectores

de su época creyeran a pie juntillas las palabras de alguien que se

reconoce como heredera de Celestina y que, además, ejerce la profe­

sión de mesonera. Porque, como sigue argumentando Rey Hazas, el

hecho de que la protagonista trabaje o haya trabajado en un mesón

"está henchido de significación en la novela, puesto que los españo­

les del Siglo de Oro pensaban que mesonera y puta eran sinónimos" 2'i .

De hecho, como se encarga de sacar a colación el propio Rey Hazas,

un refrán legitima dicha asociación sinonímica: "la liebre búskala en

~:I Antonio Rey Hazas, Art. Gil .. p. 96. 2 / ¡bid., p. 98. 2.\ ¡bid .. p. 100.

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Palabra, sangre, mudanza: La pícara ]ustina REPÚBLICA DE LAS LETRAS Ill

La pícara es paloma, esto es, que está calva a consecuenCIa de una enfermedad

~ venerea ... SU calidad de buscona ...

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el kantón, i la puta en el mesón ". Lo mismo ocurriría con la con­

dición de romera de nuestra protagonista, que, a partir los múl­

tiples refranes, sus lectores confundirían de inmediato con ramera. Por ejemplo: "moza mui distantera, o gran n'omera o gran rramera" o "muchas van en rromerÍa ke paran en rrame­

ría". Del mismo modo, su carácter locuaz y alegre, según de nuevo Rey Hazas, implicaría el ejercicio de la prostitución,

pues "la rramera, gran parlera, y la parlera, rramera" y "moza rrisadera, o puta o parlera"26.

Por tanto, descubrimos que la protagonista -y, por exten­sión, la novela- miente. La prueba del engaño, de hecho, se

encuentra -podríamos decir- encriptada en su introducción

general, titulada "La melindrosa escribana", donde encontra­

mos a Justina en el momento de comenzar a escribir su historia:

Un pelo tiene esta mi negra pluma. ¡Ay pluma mía, pluma mía!

¡Cuán mala sois para amiga, pues mientras más os trato, más a

pique estáis de prender en un pelo y borrarlo todo! ( ... ) ¡oh

pelos de mi pluma! Cuánto me honráis, y cuánto os debo, pues,

para decir mis yerros, mis tachas y mis manchas, hacéis lengua

de vuestros pelos, como si fueran yerros de real persona, que las

mal vas lo pregonan ( ... ) ¿ Ofrecéisme ese pelo para que cubra

las manchas de mi vida, o decfsme, a lo socarrón, que a mis

manchas nunca las cubrirá pelo? (pp. 710-711)

El pelo, que cae sobre su escritura, amenaza con borrar su historia,

la construcción falseada de su vida; la presencia del pelo sobre el papel descubre las manchas y los yerros que J ustina va a tratar ocular por

medio de su escritura. Porque, como sostiene Antonio Rey Hazas,

... el pelo que atraviesa en su pluma cuando se dispone a escribir

su autobiografía quiere decir, mediante barroca alusión disémica,

que la pícara es pelona, esto es, que está calva a consecuencia de

unas bubas que, a su vez, proceden de una enfermedad venérea. No

puede estar más clara la definición de su calidad de buscona.2;

Y, consiguientemente, no puede estar más claro que Justina nos ha

estado mintiendo a lo largo y a lo ancho de toda la obra. Utiliza la pala­

hra para encubrir la realidad; cuenta su vida para ocultar o modificar

aquellos pasajes que la denigran. Toda una transgresión, sin duda, para

el lector de su época que, educado en la tradición escolástica, creía en

la verdad de El Libro -en mayúscula, entendido como el libro de Dios­y que ahora descubre que los libros mienten.

"" Todos es tos refranes. y algunos más. aparecen citados en Antonio Rey Hazas. ¡bid. pp. 87-109. 27 ¡bid .. p. 103.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

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David Becerra Mayor

Pero, ¿y el autor, acaso también miente cuando expone los moti­vos que le llevaron a escribir su Libro de enlretenimierúo? En el titula­

do "Prólogo al lector", Francisco López de Úbeda afirma lo que sigue:

.. . será de manar que en mis escritos temple el veneno de cosas

tan profanas, con algunas cosas útiles y provechosas. No sólo en

enseñanza de flores retóricas, varia humanidad y lectura. y

leyendo en ejercicio toda el arte poética con raras y nunca vis­

tas maneras de composición, sino también enseñando virtudes y

desengaños emboscados donde no se piensa, usando de lo que

los médicos platicamos. Los cuales, de un simple venenoso,

hacemos medicamente útil, con añadirle otro simple de buenas

calidades, y de esta conmistión sacamos una perfecta medicina

purgativa o preservativa, más o menos, según el temperamento

o conmistión que es necesaria ("Prólogo al lector" , p. 707).

¿Se trata, por lo tanto, de un exemplum ex contrario, al estilo medieval? Si así fuera, quedaría justificada la presencia recurren­

te del autor, que interviene en la narración al final de cada episo­

dio, para extraer una lección moral de lo acaecido en forma de "aprovechamiento". Pero, ¿dice la verdad el médico convertido a

novelista cuando asevera que su obra es como un medicamento compuesto por una cantidad justa de veneno? 0, por el contrario,

¿es sólo una forma de cubrirse las espaldas? El pretexto que utili­za este médico toledano para inocularle veneno a su obra es que "no hay quien arrastre a leer un libro de devoción ni una historia

de santo" y por ello se ve obligado a "estampar este libro"; porque, como sigue diciendo López de Úbeda, "si todo fuera de santidades,

leyéranle pocos" (p. 707). Pero el autor se defiende, y defiende la utilidad de su obra, al considerar que no sólo encierra vanidades su

Libro de entretenimiento, pues en la "historia de esta mujer vana"

. . . hallará la doncella el conocimiento de su perdición. Los peli­

gros en que se pone una libre muj er que no se rinde al consejo

de otros. Aprenderán, las casadas, los inconvenientes de los

malos ejemplos y mala crianza de sus hijas. Los estudiantes, los

soldados, los oficiales, los mesoneros, los ministros de justicia,

y, finalmente, todos los hombres de cualquier calidad y es tado,

aprenderán los enredos de que se han de librar, los peligros que

han de huir, los pecados que les pueden saltar el alma (p. 708)

Si obedecemos a la voz del autor no podremos sino interpretar

este texto como una advertencia, pero, ¿dice la verdad? Tal vez. Pero

no hay que perder de vista que la palabra se ha desacralizado y que no funciona como instrumento de comunicación, sino de confusión y

engaño. El lector tiene que estar alerta.

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República de las Letras n. o 120 "t\,~I'¡ 4k .., A.UOX10" Calt'JP.ll <k l.J.trit ... ft'¡. de úr.tia.1 dlnmlbrt :410

La independencia de Cuba en la narrativa española

LII." gUL'rT'llS dI.! Artemisa

JF~'iÚS FF.l.lrF. l\.fARTIsrz

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El abate Marchena, literatura y revolución

JESÚS FELIPE MARTfNEZ

a) Un personaje novelesco

Vicente Blasco Ibáñez en su novela i Viva la República!, desti ­

nada a recrear los sucesos acaecidos en Francia entre 1791 y 1795,

se sirve del abate Marchena como personaje novelesco junto a otros

seres tomados de los libros de historia. Concretamente en la segun­

da parte de esta obra, titulada La explosión, nuestro supuesto abate

va a servir al escritor valenciano para unir los dos brazos de la

estructura folletinesca de la novela: dos jóvenes revolucionarios

(Félix Guzmán y el capitán Vedier) enamorados de otras dos seño­

ritas cuyas familias son nobl es y, en consecuencia, fanáticamente

monárquicas.

Margarita Beringel y Luisa Dampierre están sometidas a un

riguroso encierro, de manera que no pueden tener la menor posibi ­

lidad de contacto con sus amantes. Para superar este obstáculo,

Blasco Ibáñez convierte a Marchena en el profesor de latín de

ambas y, a su vez, hace al abate amigo del padre de Luis Guzmán.

Teniendo en cuenta que Marchena y los guzmanes son españoles

exiliados y girondinos, el pretexto no parece disparatado desd e el

punto de vista de la verosimilitud novelesca .

Otra cosa es si nos atenemos a la realidad. Porque ni José

Marchena estaba en París en 1792, sino que acababa de llegar a

Bayona, ni tenía en esta fecha los cuarenta años que le otorga el

novelista, sino 24, ni era realmente abad, ni mucho menos puro y

casto como lo retrata Blasco Ibáñez l.

Más ajustada a la verdad, aunque más escueta, es la referencia

a nuestro abate de Alejo Carpenti e r en El siglo de las luces: el joven

Este ban, que va como impresor a Bayona, conoce al abate

Marchena quien actuará como su mentor re volucionario.

También en las páginas de distintas novelas de Pío Baroja

encontramos a Marchena, bi en en Bayona durante la revolución -El

aprendiz de un conspirador-, bien a sus relaciones con los girondi­

nos y a su encarcelamiento por Robespierre (La vitrina pintoresca).

1 De hecho. a pesar de su fealdad y descuido indumenta rio raya no con la suc ie ­dad . José Marchena tuvo va rias amantes. Su capac idad amorosa fue tan notabl e que Gregorio Maraiíón afirma que tal vez la naturaleza compensó en la virilid ad

su ex igua es tatura.

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El abate Marchena, literatura y revolución REPÚBLICA DE LAS LETHASI22

Por quien el polígrafo santanderino sintió una extraña mezcla de admiración y odio ...

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En su novela Con la pluma y con el sable,

perteneciente a la serie Memorias de un hombre de acción y situada en el trienio liberal, Aviraneta nos dice que Mac-Crohon, amigo y albacea de Marchena, cuenta en el café La Fontana de Oro algunas anécdotas del abate

que acaba de morir:

"Entre varias cosas que contó dijo que, durante una época, Marchena vivió con un jabalí que tenía domesticado y que hacía dormir a los pies de su cama. Un día el jabalí, al salir a la escalera, se cayó y se le rompieron las patas. Marchena

mandó matarlo y dio un banquete a sus amigos con la carne del animal, y después leyó un epitafio en su honor"

Además de otras referencias novelescas a Marchena2, en la Historia de los heterodoxos españoles encontraremos una extensa referencia a la vida y obra del abate que luego será completada por Marcelino Menéndez Pelayo en el prólogo que escribe a las obras completas de este autor por quien el polígrafo santanderino sintió una extraña mezcla de admiración y odio, ya que consideraba que la vida del abate era una novela más interesante que esos escritos de los cuales don Marcelino hace una edición destinada solamente

a las personas muy formadas que no puedan dejarse seducir por los cantos de sirena de este diabólico abate.

En el Capítulo V de esta Historia Menéndez Pelayo sitúa al abate Marchena junto al teósofo Martínez Pascual, autor del Tratado de La reintegración de Los seres y al teofilántropo Andrés María Santa Cruz y la secta por él fundada llamada Culto a la

Humanidad, como españoles destacados en la Francia revolucio­

naria. Ya en estas primeras páginas que dedica a José Marchena, Menéndez Pelayo manifiesta esos sentimientos encontrados hacia el revolucionario y polígrafo sevillano a que antes me refería. Estas líneas primeras dedicadas a la semblanza del abate resumen el conflicto de pasiones que impiden al autor de los heterodoxos con­denar al infi erno sin más paliativos a es te hereje contumaz:

, Por ejemplo. en los Episodios Nacionales de Galdós La batalla de los Ara.piles y El equipaje del rey José o en Pamela. novela en la que loan Perucho retoma el personaje de Samuel Richardson dotándolo de eterna juventud . de manera que pueda llegar a España como agente secreto liberal y trabar amistad con diferen­tes personajes que luchan con tra el absolutismo. entre ellos el "maloliente Abad Marchena".

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Jesús Felipe Martúlez

Comenzó en Sevilla los estudios eclesiásticos, pero sin pasar de las órdenes menores; aprendió maravillosa­mente la lengua latina, y luego se dedicó al francés, leyendo la mayor parte de los libros impíos que en tan gran número abortó aquel siglo, y que circulaban en gran copia entre los estudiantes de la metrópoli andalu­za, aun entre los teólogos. Quién le inició en tales mis­terios, no se sabe; sólo consta que antes de cumplir veinte años hacía ya profesión de materialista e incré­dulo y era escándalo de la Universidad. No eran mejo­res que él casi todos sus condiscípulos, los poetas de la flamante escuela sevillana, pero disimulaban mejor y se avenían fácilmente con las exterioridades del régimen tradicional, mientras que Marchena, ardiente e impetuo­so, impaciente de toda traba, aborrecedor de los térmi­nos medios y de las restricciones mentales, indócil a todo yugo, proclamaba en alta voz lo que sentía, con toda la imprevisión y abandono de sus pocos años y con todo el ardor y vehemencia de su condición inquieta y mal regida. Decidan otros cuál es más funesta: la impie­dad mansa, hipócrita y cautelosa o la antojadiza y desembozada; yo sólo diré que siento mucha menos antipatía por Marchena revolucionario y jacobino, que por aquellos doctos clérigos sevillanos afrancesados primero, luego fautores del despotismo ilustrado, y a la postre, moralistas utilitarios, sin patria y sin ley, educa­dores de dos o tres generaciones doctrinarias.3

Al igual que en otras páginas que don Marcelino dedica a Marchena, también en el fragmento an terior comele algunos errores. Ni Marchena cursó estudios en el Seminario de Sevilla ni perteneció

al partido jacobino. Antes bien, los secuaces de Robespierre encerra­

ron en sus mazmorras a nuestro supuesto abate. Veamos, pues, cuál es el currículum de este español que, al

igual que tantos otros que lucharon por la libertad y sufrieron per­secución por la justicia, han quedado reducidos, si acaso, en aque­

llo de "su nombre me suena."

b) Apuntes biográficos1

Nace José Marchena el 18 de septiembre de 1768 en Utrera,

en una familia de clase media que dispone un ayo y un maestro

para su educación.

3 Historia de los Heterodoxos españoles . BAC. Pág .. 634 . .. En este recorrido biográfico me guío. sobre todo, la obra de JUAN FRANCISCO FUENTES, José Marchena. Biografía política e intelectual. Crítica 1989.

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Llega a Madrid con 12 años (1780) y cursa lógica, metafísica y filosofía natural en el cole­gio de doña María de Aragón. Al cabo de esos tres años pasa a estudiar filosofía natural en los Reales Estudios de San Isidro, lo que le habili­taba para seguir posteriormente la carrera de Cánones o la de Leyes. Completa su formación con el estudio de la lengua hebrea.

Pasa a Salamanca donde es examinado en 1784 de Letras Humanas por los doctores Sampere y Meléndez Valdés. Se matricula en la universidad al año siguiente y en 1788 obtiene el título de Bachiller.5

La universidad aún está anclada en el pasado y es un reflejo del atraso científico de España. Baste con decir que no se enseñaba

física ni matemáticas ni historia natural, si bien se habituaba a los alumnos al manejo del silogismo y a especular "sobre como hablan los ángeles en las tertulias. 6

"

Sin embargo esta situación cambiará con la llegada al rectorado de Diego Muñoz Torrero. Se reorganizan las materias (la filosofía adquiere mayor relevancia en detrimento de la teología) y, sobre todo se completa la biblioteca con obras de autores como Adam Smith, Helvetius o Rousseau. Además, debían circular de forma semi clan­destina obras de otros autores, ya que los escritos del joven Marchena son pródigos en referencias a sus lecturas de Virgilio, Horacio, Boileau, Moliere, Locke, Voltaire, Mercier de la Riviere .. .

A pesar de que en su primera juventud Marchena siente devoción por Rousseau, poco a poco se irá apartando del autor del Contrato

social en varias cuestiones. Así, frente al ginebrino, el andaluz defiende la labor pedagógica del teatro: "La comedia debe ser doc­trina de las virtudes particulares de los ciudadanos, y la tragedia la de las virtudes heroicas". En lo que al concepto de propiedad se refiere, Marchena, siguiendo a Mercier de la Riviere, aboga por la propiedad privada en unión a la libertad. Marchena da también al amor propio -al egoísmo- un sentido positivo, opuesto al carácter corruptor, origen de todos los vicios, que le atribuyó la literatura jansenista y en buena parte Rousseau. En todo caso, para Marchena como para sus contem­poráneos ilustrados, Rousseau será el símbolo de la lucha contra el oscurantismo y contra los cimientos del Antiguo Régimen.

5 Como puede comprobarse. José Marchena nunca fu e abad . Ni siquiera ll egó a tomar las Órdenes Menores. Según Gregorio Marañón la ocurrencia de titularse abad fu e del propio Marchena con el fin de aumentar su fama. Sea como fu e sólo al final de su vida aparece tal dignidad delante de su apellido. " Carta de Cadalso a Iria rte .

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Jesús Felipe Martínez

En estos años salmantinos comIenza también sus tareas de agitación política. En 1787 el Santo Oficio de Valladolid ya había formado sumaria contra Marchena "por muchas proposiciones heréticas" . .

También son los años de iniciación erótica según nos indican sus odas a Belisa, muchas de ellas ambientadas en un Tormes con­vertido en el tajo garcilasiano, en ellocus amoenus.

Meses después de concluir sus estudios funda un periódico, El Observador, donde publica sus trabajos. Trata de llenar el vacío dejado por El Censor suspendido por la Inquisición. En el primer número Marchena hace una sémblanza moral de sí mismo, subra­yando su independencia económica y su amor a la libertad. A con­tinuación se referirá a sus inquietudes literarias y filosóficas, así como su posición ante el iusnaturalismo y la enseñanza del Dere­cho en España.

Para completar su autorretrato el autor se refiere a su carácter, definiéndose como un ser sensible ante la injusticia y el sufri­miento humano.

En el segundo discurso de El Observador, Marchena se va a referir al teatro a partir de una representación operística celebrada en el coliseo de Los Caños del Peral. Cuenta su experiencia con los chisperos durante la representación lamentando que la incultura y vulgaridad de este público impida el disfrute de la obra. Visto que no puede atender al espectáculo se dedica a hablar con uno de los alborotadores, quien, sin ningún argumento consistente, le mani­fiesta su odio hacia todo lo extranjero, y en particular a lo que viene de Francia. Cuando el chispero se va interviene un teniente coro­nel con quien realiza una crítica de la situación de la escena espa­ñola, abogando por la necesidad de una reforma: "El teatro, decía yo, que debería ser la escuela de las costumbres de la nación, es en España la escuela de la superstición, del engaño y de todos los vicios". i

El tercer número de El Observador provocará la alarma del Santo Oficio, que calificará de "puro materialismo" la interpreta­ción sensualista y materialista de los sentimientos humanos que aparece en las páginas del periódico. En estos artículos Marchena desarrollará su teoría sobre la búsqueda del propio placer en los sentimientos afectuosos, incluso cuando socorremos al necesitado, ya que ello no es un acto puramente altruista porque está orientado a aumentar nuestra autoestima, nuestro egoísmo.

Evidentemente, estos principios de ética utilitarista tenían que causar escándalo en el Santo Oficio cuya condena del tercer núme­

ro no se haría esperar:

7 Es evidente la coincidencia de estos planteamientos sobre el teatro con los de los Ilustrados puestos en práctica por Leandro Fernández de Moratín.

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"Contiene doctrina falsa, errónea, temeraria, que ofende a los oídos piadosos, inductiva al puro mate­rialismo, y con imágenes obscenas".

En el número cuarto Marchena se sirve del pretexto lucianes­co del viaje a la Luna para hacer una crítica de la intolerancia reli­giosa a partir de los enfrentamientos entre las dos sectas que habi­tan Selene. Frente a ellas, un reducido grupo de sabios trata de hallar una salida razonable al conflicto, exponiéndose a caer en las garras de la policía religiosa. Una de las víctimas de esta inquisi­ción recibirá en su celda al narrador para contarle la historia de su pueblo, que no es sino un resumen de la historia de nuestro plane­ta hasta la caída del Imperio Romano, cambiados los nombres de escenarios y protagonistas .

Si el Observador número cuatro burló el celo de los inquisido­res, tal vez porque les despistó lo de los selenitas, el siguiente ten­drá peor suerte y será duramente condenado por el Santo Oficio. En este número Marchena emplea el pretexto de una de las tertulias tan al uso en esta época en la que un teniente representa las virtu­des de la ilustración y el progreso frente a un profesor de universi­dad anclado en la intolerancia dogmática .

Del sexto y último número, dedicado a la crítica burlesca de la literatura escolástica, el censor dice que merece ser prohibido por­que contiene pensamientos de Voltaire "y tratando de los decre­talistas y Theólogos Escotistas, Thomistas y Nominalistas, dice que se han reducido a capuz martem. Es claro que esto es extremado, injurioso a todo el cuerpo de Theólogos y cano­nistas católicos, que unidos merecen respeto y veneración" .

A partir de aquí, el juez de imprenta decide denegar el permi­so para la publicación de El Observador y todos los números son enviados al Consejo Supremo del Santo Oficio para su examen y calificación.

Concluidos sus estudios universitarios, Marchena se dirige de Salamanca a Madrid en 1788, donde estará cuatro años, hasta su marcha al exilio. Este mismo año ha muerto Carlos 111, con lo que termina el periodo de cierta tolerancia y desarrollo intelectual que el monarca ilustrado había permitido en nuestro país ya que la incompetencia de Carlos IV y el terror que le provocan los movi­mientos revolucionarios de 1789 en Francia hacen que aumente el clima de intolerancia y represión.

En estos años Marchena se dedica a la poesía, combinado las de carácter amoroso con otras de contenido político o revoluciona­rio: Odas a la Revoluci6n francesa, a Meléndez Valdés, a Emilia, a Chabaneau, a Lícoris, El Canto de Amarilis .. .

En 1791 escribe la Sátira a Santibáñez en la que desarrolla un tema que merecerá su atención en otros escritos: la necesaria inde-

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Para Marchena, todo escritor sometido a un poder político

, . o economlCO (caso del mecenazgo) sólo podrá realizar una labor mediocre, la del sirviente que escribe al dictado del señor

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Jesús Felipe MartÍnez

pendencia del artista. Para Marchena, todo escritor sometido a un poder político o económico (caso del mecenazgo) sólo podrá reali­zar una labor mediocre, la del sirviente que escribe al dictado del señor. La ciencia y la poesía deben mantenerse al margen del poder porque el saber sólo se puede desarrollar en libertad.

Si en sus poemas políticos Marchena desarrolla sus teorías sobre la libertad, la abolición de la tiranía, la fraternidad humana y el retorno a las virtudes evangélicas o la búsqueda de sociedades en las que mediante la vida sencilla y el estudio el individuo desa­rrolle sosegadamente sus aptitudes, en su lírica amorosa Marchena combina el artificio rococó co~ el canto a la voluptuosidad. Los parajes idílicos, con sus bosques, ríos cristalinos y avecicas no sólo contemplan los tiernos afectos de los bucólicos enamorados, sino también las ardentías del placer, convenientemente medio celadas por las gasas de las metáforas e hipérboles más o menos origina­les, en la línea de Horacio, Garcilaso, Fray Luis de León y, sobre todo, Meléndez Valdés, si bien Marchena no expresará de forma tan directa y plástica las situaciones eróticas como su maestro!l En este mismo año de 1791 realiza su versión del poema filosófico de Lucrecio De rerum natura, lo cual tampoco debió de granjearle muchas simpatías con el Santo Oficio ya que dicha obra, de carác­ter materialista, estaba incluida en el índice de libros prohibidos .

Huyendo de los verdugos inquisitoriales, José Marchena se dirige a Bayona, lugar de refugiados, donde permanecerá dos años . Aquí desarrolla una intensa actividad política y propagandística con revolucionarios exiliados de otros países europeos . Entra en el club radical Sociedad de Amigos de la Constituci6n y publica la Gaceta de la Libertad y la Igualdad con el fin de preparar a los

españoles para la libertad. Esta labor vendrá marcada por sus convicciones republicanas .

Así el 10 de agosto de 1792 publica un artículo exigiendo la inme­diata destitución de Luis XVI, la abolición de la monarquía y la organización de la república. Como complemento necesario de estas ideas, hace un proyecto de Constitución de carácter republi­cano y federal inspirado en el modelo norteamericano.

No pierde José Marchena el interés por los acontecimientos

españoles. En octubre de 1792 redacta su Proclama a la Nación española que, según las investigaciones del Santo Oficio, se repar­tió clandestinamente por todo el país, calculándose en más de 5000

los ejemplares introducidos en España. Sus poemas de esta etapa siguen combinando los temas amoro­

sos con los políticos, si bien el equilibrio rococó va rompiéndose por la irrupción más impetuosa y descontrolada de los fenómenos

11 Me refiero. sobre todo. a los poemas de Los besos del amor. censurados en anto­logías y aun en supuestas "obras completas" de Juan Meléndez Valdés.

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naturales y de los sentimientos. De ahí que algunos de los poemas de esta etapa acusen ya características románticas. Especialmente el romance El amor desdi­chado en el que la furia de la tempestad en las playas de Bayona arrasando vidas y haciendas anticipa escenas pintadas años después por nuestros poetas románticos.

El 7 marzo de 1793, día en que Francia declara la guerra a España, Marchena llega a París. La absolución de Marat y la paulatina pérdida de influencia de los girondinos (entre ellos la de su amigo Brissot) hace que la situación de Marchena se vaya complicando.

Tras el triunfo de los jacobinos y la persecución de los girondinos, Marchena trata de huir a Suiza con un

pasaporte falso. Es detenido y sometido a arresto en su domicilio, de donde conseguirá escapar para marchar a Normandía e integrarse en un ejército de girondinos que marcha a París y es derrotado en Vernon. El abate, sin embargo, consigue huir a Bretaña y llegar a Burdeos con intención de embarcarse para Estados Unidos. Sin embargo, e14 de octubre es detenido y conducido a París para ingresar en prisión, donde permanecerá catorce

meses. El31 de octubre se produce la ejecución de los diri­

gentes girondinos, entre ellos de Brissot. Es entonces cuando nues­tro revolucionario escribe dos notas, una a Robespierre ("tirano, me has olvidado") y otra al fiscal: "estoy aquí para que me guillotines, verdugo".

También en las mazmorras escribió Marchena su Oda a Carlota Corday, condenada a muerte por el asesinato de Marat.

Menéndez Pelayo, con esa mezcla de atracción y horror que le

produce este grandísimo heterodoxo, relata una anécdota de la vida en prisión de Marchena, un magnífico cuadro de la entereza y vita­lidad de aquellos revolucionarios aun en las condiciones más adversas. Escribe el erudito santanderino:

"El calabozo donde fueron encerrados Riouffe, Marchena y otros girondinos tenía sobre la puerta el número 13. Allí escribían, discutían y se solazaban con farsas de pésimo gusto. Todos ellos eran ateos, muy crudos, muy verdes, y, para inicua diversión suya, vivía con ellos un pobre benedictino, santo y pacientísimo varón, a quien se complacían en ator­mentar de mil exquisitas maneras. Cuándo le robaban su breviario, cuándo le apagaban la luz, cuándo inte­rrumpían sus devotas oraciones con el estribillo de alguna canción obscena. Todo lo llevaba con resigna-

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Jesús Felipe Martínez

ción el infeliz monje, ofreciendo a Dios aquellas tribu­laciones, sin perder nunca la esperanza de convertir a alguno de aquellos desalmados. Ellos, para contestar a sus sermones y argumentos, imaginaron levantar altar contra altar, fundando un nuevo culto con him­nos, fiestas y música. Al flamante irrisorio dios le lla­maron Ibrascha, y Riouffe redactó el símbolo de la nueva secta, muy parecido a lo que fue luego el credo de los theophilántropos. V es lo más peregrino que el inventor llegó a toma,rla por lo serio, y todavía cuando muchos años después redactaba sus Memorias, con­vertido ya en personaje grave y en funcionario del Imperio, no quiso privar a la posteridad del fruto de aquellas lucubraciones, y las insertó en toda su exten­sión, diciendo que «aquella religión (!) valía tanto como cualquiera otra, y que sólo podría parecer pue­ril a espíritus superficiales». Las ceremonias del nuevo culto comenzaron con grande estrépito: entonaban a media noche un coro los adoradores de Ibrascha, y el pobre monje quería superar su voz cantando el de profundis; pero, débil y achacoso él , fácilmente se sobreponía a sus cánticos el estruendo de aquella turba desaforada. A ratos que­ría derribar la puerta del improvisado santuario, y ellos le vociferaban : «iSacrílego, espíritu fuerte, incrédu­lo!». En medio de esta impía mascarada adoleció grave­mente Marchena, tanto que en pocos días llegó a peli­gro de muerte. Apuraba el benedictino sus esfuerzos para convertirle, pero él a todas sus cristianas exhor­taciones respondía con el grito de «Viva Ibrascha». V, sin embargo, en la misma cárcel teatro de estas pesadísimas bromas con la eternidad y con la muerte, leía asiduamente Marchena la Guía de pecadores de Fr. Luis de Granada. ¿Era todo entusiasmo por la belleza literaria? ¿Era alguna re liquia del espíritu tra­dicional de la vieja España?"

En diciembre de 1794 y tras la muerte de Robespierre, José

Marchena es pues to en li bertad y, como a las demás víctimas del

Terror, se le otorga una pensión. Su experiencia en la cárcel ha moderado sus opiniones políti cas, especialmente en lo que al papel de las masas en los procesos revolucionarios se refiere . Sus postu­ras se acercan ahora al li berali smo burgués, teniendo s iempre pre­

sente el ejemplo norteameri cano. Así en los pasq uines que cuelga en las paredes de París, plantea como principios fundamentales

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El abate Marchena, literatura y revolución REPÚBLICA DE LAS LETRAS 122

Marchena ... no ceja en su empeno de luchar por la república ...

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para el funcionamiento de la república la abolición de la pena de

muerte, la extensión de la instrucción pública, la estricta división

de poderes, el bicameralismo, un sufragio censitario que excluya a los proletarios, y estatutos específicos para los departamentos marí­

timos . Sin embargo, su apuesta por un estado lai co, ajeno a la influen­

cia del dogmatismo católico y de las maniobras eclesiás ticas, le

seguirá creando enemigos entre sus mismos correligionarios. En una carta publicada por Le Batave de París Marchena volverá a

hacer gala de sus principios materialistas para volver a señalar cuáles son las ideas morales que organicen la convivencia cívica:

"Las ideas religiosas retardan los progresos del espíritu humano y dan a la moral unos cimientos ruinosos, pues la verdadera moral es el resultado de las indispensables relaciones que las necesidades y las facultades de los hombres establecen entre sí y los objetos exteriores".

Ese sentido de la responsabilidad del intelectual de denunciar

cualquier injusticia o atropello, sean quienes fueren los autores de

estas felonías, lleva a Marchena a enfrentarse con el poderoso

ministro Legendre. A partir de este momento se verterán insultos y calumnias sobre nuestro abate, siendo una de las más peregrinas

la de que era un agente del gobierno español.

Marchena, sin embargo, no ceja en su empeño en luchar por la república, en este caso contra los intentos realistas. Así, cuelga una

proclama, en la que, entre otras cosas dice a los parisinos:

"No creáis que la realeza os devolverá la abundancia, la tranquilidad y la felicidad. La monarquía sólo puede renacer en el seno de nuevos escombros y de nuevas ruinas. De esta ciudad floreciente e inmensa que veis no quedaría piedra sobre piedra. El término de la revolución es la constitución republicana. ¿Cómo es posible que, a la vista del puerto, podáis entregaros a tales tempestades?"

Pero, paradójicamente, tras el fracaso de la intentona monár­

quic:a r1e octubre de 1795, Marchena es detenido acusado de cola­

boración con los realistas. En noviembre del mismo año es puesto

en libertad pero al mes siguiente el Directorio da la orden de su expatriación a Suiza, en virtud de su condición de extranjero.

Marchena consigue burlar la vigilancia y vivir clandestina­mente en París.

Ello le lleva a abandonar la actividad política a cara descu­

bierta, por lo que comienza a estudiar matemáticas y economía, sin

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

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Jesús Felipe Martúlez

abandonar sus lecturas, entre las que destaca la del Werther, de Goethe.

Al fin, el 15 de marzo de 1796 es detenido y conducido a la frontera suiza, país en el que permanecerá un par de meses, si bien

no llegará a París hasta finales de este año ya que hubo de perma­necer en Montblanc el tiempo necesario para que se regularizase su situación.

En enero de 1797 publica un extenso artículo Tribune Politique en el que reflexiona sobre el papel del escritor en los pueblos libres. Entre las funciones que Marchena atribuye al intelectual destacan:

- La dirección moral de los pueblos - El ser un órgano de la razón

- La vigilancia de los gobiernos - Ser prefector de la espec ie humana.

Marchena también se interesa en es ta época por la política

internacional, manteniendo la tesis de que el nuevo orden exige

una política diferente a la anterior a 1789. A partir de aquí sosten ­drá que Francia debe arrebatar a Inglaterra el dominio de los mares

y que ha de evitarse que los países del Norte de Europa sean absor­bidos por Rusia.

Interesa destacar, sobre todo para comprender ac tuaciones futuras de nuestro abate, que para él la premisa sobre la que ti enen

que basarse las relaciones en tre los pueblos es que es tos no tienen

la categoría de tales mientras no han alcanzado la libertad, es decir, "la paz no se producirá hasta que el sistema representativo haya

sucedido en todas partes al sistema hereditario." En la Proclama dirigida a la Nación (primavera de 1797)

Marchena pondrá sobre el tapete un hecho que, en lo que a nuestro país se refiere sigue teniendo gran actualidad: la inmensa mayoría de la prensa es contraria al orden establecido, es decir partidaria del antiguo régimen (para él, la monarquía; para nosotros, el fran­

quismo), y estas hojas despreciables dan cobijo a miserables foli­culiarios, almas de lodo, los hombres más despreciables, pan­fletarios miserables o insectos venenosos que nacen en aguas estancadas y malsanas y que aumentan con su aliento la

infección de su morada. En diciembre de 1798 vuelve a ser detenido, aplicándosele los

artícu los de una ley de ex tranjería que hab ían sido derogados. A pesar de ello permanecerá en prisión hasta junio de 1799.

Nada más recobrar la libertad comienza a trabajar sobre la ed i­

ción española del Contrato social de Rousseau. Para evi tar proble­

mas con la Inquisición publica esta obra en Londres y con nombre

falso. Precede a su traducción un prólogo en el que señala los que,

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El abate Marchena, literatura y revolución REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

Marchena aprovecha la ocasión para reivindicar la sexualidad frente a las administraciones judeo-cristianas

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a su JUICIO, son los principales problemas de España: tributos agobiantes, influencia del clero en los asuntos públicos y privados, privi­legios de la aristocracia, tribunal de la Inquisición. Critica a Carlos IV y a sus minis­tros por inoperantes y corruptos y coloca, enfrentándolos, al buen hacer de Jovellanos. A continuación anima a los españoles a levantar­se contra la tiranía y por la libertad.

Tras el triunfo del pronunciamiento de Napoleón Bonaparte del 7 de noviembre 1799 Marchena es nombrado Inspector de contribu­

ciones en los países conquistados, y marcha a Alemania con el ejér­cito del Rin, al mando del general Moureau . En Basilea concibe la ingeniosa idea de escribir un pasaje del Satiricón de Petronio, pre­tendiendo haberlo encontrado en una biblioteca suiza. Este Fragmentum Petronii será acompañado de unas notas de Marchena en las el supuesto descubridor del texto latino ofrece una exposi­ción didáctica de las costumbres amorosas de la antigüedad que permitan comprender el fragmento. Además de ofrecer un extenso repertorio sobre usos eróticos basados en textos greco-latinos y en El cantar de los cantares, Marchena aprovecha la ocasión para rei­vindicar la sexualidad frente a las admoniciones judeo-cristianas: el erotismo debe servir para mantener la buena armonía entre el individuo y la sociedad, ya que la naturaleza recobra sus derechos eludiendo los vínculos sociales sin romperlos.

Contra lo que era de esperar, la superchería del supuesto hallazgo de Marchena cala entre los eruditos que dan por válido que elfragmentum perteneciese a la versión original del Satiricón. Cuando las autoridades suizas ordenan una investigación en la biblioteca donde supuestamente ha sido hallado el texto, Marchena tiene que aclarar la patraña entre el jolgorio de unos y el enojo de algún filólogo reputado que se niega a admitir que ha sido engaña­

do por un hombre que sólo es bachiller. En 1801 vuelve a París tan pobre como había salido, "cosa

notable en un recaudador de contribuciones", según comenta la prensa. Solicita un local para dar clases de estadística, pero las autoridades, temiendo que en ese local se desarrollen actividades revolucionarias, se lo niega.

Sin embargo, Marchena se mantiene apartado de la actividad política y, además de continuar escribiendo versos, se entrega a sus estudios literarios y filosóficos, evolucionando su pensamiento hacia el liberalismo burgués diseñado por Adam Smith. Inicia tam­

bién una relación epistolar con el poeta José Quintana, con una crí­tica positiva al drama Pelayo de su corresponsal; realiza estudios de filología comparada, avanzando una teoría sobre el indoeuropeo;

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS!22

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Jesús Felipe Martúlez

se empeña en una serie de traducciones del inglés al francés: los versos osiánicos, Las cartas de Abelardo y Eloísa de Pope, y aún le queda tiempo para colaborar en algunas revistas españolas:

Variedades, dirigida por Quintana y El Correo literario yecon6mico de Sevilla.

Animado por el éxito conseguido con el Fragmentum Petronii compone un Fragmentum Catullii, supuestamente el correspondiente a las bodas de Tetis y Peleo, que habría descubierto en Nápoles, si bien esta vez la falsificación no prospera, no sólo porque ya es cono­cida la anterior superchería, sino porque en esta Marchena hace refe­rencias, más o menos veladas: a los éxitos militares de Napoleón~.

En 1808 Marchena es nombrado funcionario del rey José 1, y entra en Madrid con las tropas del general Joaquín Murat, del que es secretario. Poco tarda la Inquisición en conocer la llegada del

abate y apresarlo. Como también tardará pocas horas el general francés en conocer esta detención y enviar un pelotón de granade­ros a sacarlo de las mazmorras del Santo Oficio.

En los días previos al 2 de Mayo, Marchena acude a las tertu­

lias de Quintana y publica su tragedia Polixena. Como ya he indi­cado, el abate mantiene ahora unas tesis políticas más moderadas, de hecho plantea como régimen político para España una monar­

quía parlamentaria tutelada por Napoleón. Nombrado archivero del Ministerio del Interior, continúa con

sus trabajos literarios . El éxito de su versión del Tartufo de Moliere le empuja a traducir otras comedias del mismo autor: La escuela de

maridos, El misántropo, El hip6crita .. . Como José I tiene el proyecto de trasladar a España el sistema

educativo francés, crea en enero de 1811 la Junta de Instrucción Pública, de la cual formará parte Marchena.

En 1812, Marchena publica uno de sus textos políticos más

importantes: Manifiesto al Gobierno de Cádiz. Para contextualizar sus ideas, nuestro autor parte de la situación de

desgobierno y caos que hay en España tras el motín de Aranjuez. Ante esta situación, Napoleón decide tomar cartas en el asunto y crear un gobierno que ayude a la reconstrucción del país "conforme a un plan más

vasto, más liberal y más análogo a las luces del siglo" . Esta solución, que contribuiría a devolver a España el prestigio correspondiente entre las naciones libres y que había sido adoptada por una nación cuyo poder hacía inútil cualquier resistencia, fue apoyada por los ciudadanos más

conscientes y comprometidos con el progreso. Frente a ellos se alzarían

los inquisidores y los frailes para azuzar con sus patrañas al populacho. Marchena anima al gobierno de Cádiz a moverse por los viejos

principios del despotismo ilustrado: "Sirvan constantemente al

9 Menéndez Pelayo dedica una crítica elogiosa a es ta composición latina de Marchena.

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El abate Marchcl1a, ütcratm'a y rcvolución REPÚBLICA DE LAS LETHASll!

. .. el abate Marchena introdujo en España lo más importante de la literatura y el pensamiento de la ilustración francesa

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pueblo sin aspirar a ser populares, persuadidos de que el vulgo tan

pronto exalta a sus ídolos como los derriba" .

Acompañando al ejército francés en su re tirada, el abate sale

de España en 1813, para iniciar un nuevo exilio, ya qu e, aunque

Fernando VII se había comprometido a mantener en sus empl eos a los funcionarios de José 1, un a vez más este monarca dará mues tras

del valor de sus compromisos y en 1814 decreta la expatri ac ión

perpetua de todos aquellos qu e hubieran ostentado cargos públi cos durante el reinado del Intruso. Además, frent e a la mayoría de los

afrancesados que manifiestan su arrepentimiento y solicitan el pe r­dón, Marchena mantiene sus actividades revolucionarias contra la

nueva tiranía instaurada en España, hasta el punto de qu e la poli­c ía de Perpiñán le acusa de ser el autor "de todos los manifi es tos

que agitan a España".

En 1815, tras el fra caso del régimen de los Cien Días, es nu e­vamente detenido. Moratín, en una carta, da cuenta de los moti vos

de esta detención qu e refl ejan el carácter indomable de nu es tro héroe: "Marchena, preso en Nimes por una de aquellas pronti­

tudes que adolece; dícese que le juzgará un Consejo de

Guerra, a causa de que insultó y desafió a todo un cuerpo de

guardia; yo no desafío a nadie y nadie se mete conmigo".

Finalmente es absuelto y se dedi ca a tradu cir del fran cés al castellano EL Emilio de Rou sseau, qu e, a pesar de las prohibi c io­

nes, tendrá gran éx ito en España"J, no sólo por el texto s ino por los

cambios qu e el abate ha introducido pa ra adapta r la obra a España.

V éase al res pec to el informe de 1819 del Santo Oficio:

"Los cambios introducidos para adaptar la obra a la

realidad española, sin disminuir la malignidad de la

obra, parece que la aumentan, si cabe, procurando

adaptarla en todo a la nación española para lograr en ella mayor séquito".

A es ta obra seguirán las U'adu cciones de la s Carlas persas de Montesqui eu y los Cuentos de Voltaire, con lo qu e creo qu e no es

exagerad o dec ir qu e el abate Marchena introdujo en España los más importante de la literatura y el pensami ento de la flu strac ión

francesa.11 También Mené nel ez Pelayo reconoce es ta labor e1 e l

Abate, aunqu e pa ra los s upu es tos fundam entalitas el e nu es tro e ru-

JO Rafae l Urbano. esc ribe cn una de las reedi c iones : "El valor. la importanc ia y la difus ión qu e lograron las obras de l filósofo gin ebrino e ntre nosotros por e l traba­jo de l abate Marchena. no se lo pe rdonarán al tradu c tor los reacc ionarios cs pa­ñoles ". JI Lógica mente . a e ll o habría que aiíadir los trabajos ya se iíalados de tr¡¡du cc ión y divul gación qu e hi zo M¡¡rchena en di s tintas e tapas de s u vida: D e r eml1l l/o!./tTa

de Lu crecio. Carlas de Abelardo y Eloísa . Versos osiánicos ...

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

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Jesús Felipe MartÍnez

dito todos es tos trabajos no convierten a nuestro perso­

naje en un transmisor de conocimientos sino en "corrup­

tor de una gran parte de la juventud española por medio siglo largo".

En 1820, Marchena se ocupa de la redacción de su

antología literaria, precedida de un discurso sobre la

Literatura española. Como en el sigui en te apa rt ado me

referiré a estas Lecciones de Filosofía moral y Elocuencia, sólo señalaré aquí que este trabajo coincide temporalmen­

te con el pronunciamiento liberal de Riego que, tras el

decreto de amnistía, permite el regreso a España de más

de 10.000 exiliados, en tre los cuales se encuentra Marchena.

Tampoco aquí encontrará sosiego nuestro héroe.

Habiéndose establecido en Sevilla ingresa en la sociedad

llamada Club patriótico local, pero pronto comenzará a

discrepar con los liberales que pretenden reducir a míni­

mos la Constitución y, sobre todo, a cuenta del papel tan

relevante que la Iglesia sigue teniendo en España .

El 6 de noviembre de 1820 lee un importante discur­so a favor de la supresión de las órdenes monacales y la reforma de

las regulares, aprobada por las Cortes ell de octubre de este año . Con

esta ley se pretendía que los cuantiosos bienes inmovilizados por las

comunidades religiosas entraran en el libre mercado y contribuyeran

a aliviar la exhausta economía española. Sin embargo, la ley permi te

la subsistencia de ocho casas monacales que, según nuestro abate,

"podrán muy bien convertirse en armerías donde se fragüen armas

para dar batería al régimen constitucional".

Marchena destina buena parte de su energía crítica al artículo 12 de la Constitución de 1812 que es tablece qu e la religión católi­

ca es la única verdadera .

En primer lugar considera un disparate el que las leyes huma­

nas administren los principios divinos, pero es que, además, la

libertad humana incluye la libertad de cultos. Sin embargo, puesto

que este artículo ya exis te, la interpretación que debe dársele ha de

ser beneficiosa para el Estado, es decir, las autoridades eclesiásti­

cas deben someterse a las civiles legalmente cons tituidas , puesto

que una de las obligaciones de los ministros de la religión católica

debe ser la de "no reconocer otros superiores que los que le señalase el gobierno, los cuales han de ser aquellos que más abonadas fianzas ofrezcan de que son sus principios de moral social los que a la potestad civil conviniere" . Obsérvese también

la vigencia de estos pO'3tulados de Marchena en la actualidad.

La ruptura definitiva de Marchena con los liberales moderados

que, por miedo a los absolutistas, estaban defendiendo tesis servi­

les, se producirá el 28 de noviembre cuando Marchena lea un

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El abate Marchena, literatura y revolución REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

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manifi esto dirigido a las Cortes en el que da cuenta de los peligros que se ciernen sobre el régimen liberal: persecución contra Riego y los verdaderos li berales, ambigüedades del monarca y, sobre todo

el peligro que prevé de "una invasión de enemigos opulen tos,

numerosos y encarnizados" . Esta denunc ia, que exige la convocatoria de Cortes extraordi­

narias, tiene especial relevancia en Sevilla, ya que la máxima aulo­

ridad civil y militar, el capitán general O'Donojú actúa más contra la Constitución que a favor de ella . Pero es que, además, este per­sonaje es el protector de la Sociedad Patriótica en la que Marchena

lee su proclama. Naturalmente, la expu lsión del abate de la socie­dad es fulminante.

Desengañado pero sin perder sus ansias combativas, nuestro

héroe marcha a Osuna, desde donde escribirá una carta al capitán

general.

Combinando sus apreciables recursos retóricos -especialmenle la

ironía- el abate va desnudando los pobres argumentos con los que O'Donojú y sus acólitos pretendían justificar la persecución de

Marchena, y dejando claros los propósitos de esta cuadrilla de parti­

darios del régimen absoluto con pieles de liberales. En el último párra­fo de la epístola el abate demuestra hasta qué punto puede llegar la

osadía de un hombre que se ha pasado la vida cambiando de casaca

para arrimarse al poder y ahora tilda de enemigo de la libertad a qui en

tantas persecuciones ha sufrido por conseguirla para los pueblos. Reproduzco este párrafo final por considerar a cuántos cínicos odono­

jús disfrazados de luchadores por la libertad podría hoy apli carse:

"Permítame V. E. que en pago de los daños que se ha esforzado causarme, le dé un consejo que, cuando de nada le sirviese, nunca podrá serie nocivo; éste es que cuando quisiere asestar un tiro contra alguno se funde en pretextos que lleven algún color de verosimilitud; en consciencia, Sr. Exmo., ¿quién se ha de persuadir a que yo soy un enemigo de la libertad, cuando tantas persecu­ciones he sufrido por su causa, un hombre que anda pidiendo cabezas de majaderos, un anarquista, cuando por espacio de diez y seis meses en mi primera juventud me vi encerrado en los calabozos del jacobinismo? Cuando en España pocos esforzados varones escondían en lo más recóndito de su pecho el sacrosanto fuego de la libertad; cuando ascendían los viles a condecoraciones y empleos, postrándose ante el valido, o sirviendo para infames tercerías con sus comblezas, o las de sus her­manos y parientes, entonces en las mazmorras del exe­crable Robespierre, pie del cadalso, alzaba yo el grito en defensa de la humanidad ultrajada por los desenfrenos

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J esús F elipe MartÍnez

de la más loca democracia. Mas nunca los excesos del populacho me harán olvidar los imprescriptibles derechos del pueblo; siempre sabré arrostrar la prepotencia de los magnates, lidiando por la libertad de mi patria"

A los pocos días, Marchena se siente enfermo y marcha a

Madrid a casa de su amigo y albacea testamentario MacCrohon,

para morir el 31 de enero de 182l.

c) Discurso sobre la Literatura española, preliminar a las Lecciones de Filosofía Moral y Elocuencia.

En este discurso, que precede a una antología de los textos lite­

rarios que Marchena considera más importantes de nuestra literatura,

el autor realiza una serie de consideraciones y análisis que me pare­

cen súmamente interesantes, ya que, por primera vez y de forma sis­

temática, se va relacionado la producción literaria con las estructu­

ras políticas y con las formas de vida en las que surge dicha produc­

ción. Es decir, nos encontramos ante un primer intento de realizar una

Historia social de la Literatura. Y para juzgar la importancia de este

hecho hay que tener en cuenta que cuando, más de ciento cincuenta

años después, Blanco Aguinaga, Rodríguez Puértolas e Iris M. Zavala

publiquen su Historia social de la literatura española bastantes erudi­

tos rojigualdas se llevarán las manos a la cabeza por considerar una

blasfemia este empeño analítico.

Para mover a los lec tores a hacerse con esta obra de José

Marchena, me limitaré a reseñar algunos de los hallazgos de nues ­

tro supuesto abate que me parecen más interesantes:

• Mérito de Alfonso X de recoger otras tradiciones no católi­

cas, especialmente la árabe.

• Renacer de la litera tura española por los triunfos de Carlos

V y la separación de la iglesia y el estado.

• Importante desarrollo literario en el siglo XVII porque la

literatura no está tan reprimida como el pensamiento filosófico

y científico.

• Crítica de la historiografía al uso por ser sólo relación de personajes y batallas o por basarse en leyendas, nunca por ana­

lizar los procesos históricos o las causas de los comportamien­

tos. Y ello sin contar con la represión inquisitorial. Dice José

Marchena:

" Si la energía y la vida que a Tácito y a Salustio ani­man nunca alentó a los historiadores españoles, no es dudoso que en la historia de España de Mariana, en

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El abate Marchena, literatura y revolución REPÚBLICA DE LAS LETRAS1!!

Fue, pues, la historia de España un mero cuento de acontecimientos bélicos. ... de contiendas y

guerras entre los rico-hombres ... mezquinos sujetos que nunca podían elevar el ánimo de los historiadores

80 , (

la de la guerra contra los Moriscos de las Alpujarras de D. Diego Hurtado de Mendoza, en la de la con­quista de Méjico de Salís no pocas prendas de bue­nos escritores resplandecen. Penden en mucha parte las dotes de los historiadores antiguos de aquella pasión de libertad, en los pechos de los Griegos y los Romanos ingénita; este noble afecto constituye el carácter dominante de las Décadas de Tito Livio, y con él se coordinan subordinándosele todas las demás ideas. No así en España, donde el menor res­piro de independencia hubiera sido irremisible delito a los ojos del disimulado cuanto cruel Felipe 11, a los ojos del venal y supersticioso Duque de Lerma, a los del arrogante y suspicaz Olivares. Fue, pues, la histo­ria en España un mero cuento de acontecimientos bélicos, de contiendas y guerras entre los ricos-hom­bres, de fútiles disputas acerca de vanos privilegios entre las diversas ciudades, de rebeliones de la aris­tocracia contra la monarquía, de disturbios suscitados por los hijos, hermanos y parientes de los reyes, de usurpaciones del cetro por colaterales y bastardos; mezquinos sujetos que nunca podían elevar el ánimo de los historiadores."

• Contra el manierismo de la poesía de Herrera, ya que su canto al amor platónico, le parece un amor frío, de ejercicio

académico alejado de la realidad. El poeta renacentista no está

hablando de vivencias ni de sensaciones; se limita a mostrar

sus dotes literarias para engarzar metáforas y desarrollar tópi­

cos literarios

"No es posible leer cuatro versos de las perpetuas lamentaciones amatorias de Herrera, que de ellas ha llenado todas sus perdurables elegías, sin convencer­se de que ni nunca quiso, ni era capaz de querer, ni de formarse idea de lo que constituye el amor. Más fuego hay en una elegía de Tibulo, o en la égloga a Lycoris de Virgilio, que en los perpetuos incendios de estos enamorados poetas, siempre abrasándose por metáfora, y siempre fríos y helados en la realidad. Nunca es en ellos el amor aquella hoguera voraz que todo lo consume, aquella calentura ardiente que sume en un no interrumpido delirio a quien agita, aquel furor de Venus que, cual el estro de Baca, embarga la mísera Dido, aquel delirio estático que de la mente de Galo se ha apoderado, aquella desesperación que

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J esús Felipe MartÍnez

hace vagar continuo a Orfeo por los montes de la Tracia repitiendo inconsolable al son de su lira el nom­bre de la perdida Eurídice."

• Esta necesidad de que el arte refleje la realidad ("Siendo nuestro ánimo entretejer en todo este discurso la historia política con la literaria de España") y no sea un vehículo para camuflarla lleva a nuestro autor a reivindicar las novelas amo­

rosas de María de Zayas, así como las de intención picaresca "y otras de observadores ,de las costumbres, que con más o menos tino se han esmerado en dejarnos el retrato de su siglo"12

• Pocas líneas más adelante, Marchena hace un interesante análisis sobre la influencia que las continuas guerras y el pilla­

je por parte de soldados y conqui stadores españoles, unida a la

suped itación del pensamiento a los dogmas y a las disposicio­nes inquisitoriales va a tener en la conducta, la moral y aún en

la literatura. Personajes dispuestos al asesinato bien por sus propias manos bien comprando a matones a sueldo serán fre ­cuentes en nuestras comedias, al igual que esa sensación de

impunidad que acompaña a quien está acostumbrado a salirse con la suya. Animadas por el ejemplo de los poderosos, las cla­

ses populares harán suyo el precepto de que cualquier medio es válido para conseguir sali r adelanteI:l. Tendremos así unos

pícaros ladrones y mentirosos, tan desprovistos de cualquier

norma moral que, como Lázaro, permiten la infidelidad de su mujer con tal de que el arcipreste le compense materialmente. O los romances que elevan a forajidos y cuatreros a la catego­ría de héroes. Por parecerle es te hecho tan escandaloso como significati vo de la degradación moral a que la teocracia ha lle­vado al país , Marchena lleva a sus días el análisis de esLos

romances:

"Aún hoy día pocos son los Andaluces que no sepan de memoria los siete romances que dan cuenta de la

12 Marchena cita El lazarillo . Guzmán de Alfarache. El buscón. Rinconete y Cortadillo. La gitanilla y El coloquio de Cipi6n y Herganza. También se refi ere al teatro como refl ejo de la realidad de su época (La Bella malmaridada . Sa/lt iago el Verde. Los melindres de Belisa. etc., de Lope; De fuera vendrá quien de casa nos echará. y cas i todas las de Mareta; El Amor al uso de Salís). J3 "La anarquía que semejante situación de cosas introdujo forzosamente en la nación. allegada a la idea en que estaban empapados todos los Espa ñoles. y que era debida a sus victorias y a su valor marcial. de que el nombre de Español afianzaba un derec ho inconcl uso de sustituir sus antojos a los p receptos de la ley. produj o en las clases inferiores no menor disoluc ión que en los suj etos de más alta jerarquía. "

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El abate Marchena, lite ratura y r evolución REPÚBLICA DE LAS LETRAS 122

.. .10 escatológico y lo grosero en nuestros escr itores como un reflejo de una

/ monarqula soez, incapaz y corrupta .. .

82

vida y hechos de Francisco Esteban, apellidado el Guapo; y yo propio, sin ser muy viejo, me acuerdo de que habiendo ahorcado a un célebre ladrón llamado Antonio Gómez, un benévolo poeta celebró al punto sus hazañas en un romance que inmediatamente aprendieron y cantaban los chiquillos para enseñarse desde su más tierna edad a imitar los buenos ejem­plos. Y es lo bueno que nunca el Gobierno ni la Inquisición, tan escrupulosos en ahogar cuanta semi­lla de libertad y razón columbran en cualquiera escri­to, han hecho reparo en dejar libremente correr tama­ños horrores; tantos y tan vigorosos han sido los esfuerzos que para estragar la nación se han hecho. Verdad es que por antídoto tienen las vidas de San Francisco de Asís , de San Francisco de Paula, de Santa Rosalía , y otras del mismo jaez; tales que si de consuno la estupidez y la demencia se hubieran apos­tado a escribir disparates, no pudieran haber salido de este concierto tan desatinados escritos."

• Comienza con el Buscón el anál isis de la novela española y, obligado por la metodología elegida de relacionar dialéc tica­mente la li teratura con el sistema social en la que nace ,

Marchena explicará la tendenc ia a lo escatológico y a lo gro­sero en nuestros escri tores como un reflejo de una monarq u ía

soez, incapaz y corrupta . Creo que resulta difíc il s i no imposi­

ble encontrar un a sátira tan puesta en razón como desp iadada

de nues tra monarquía:

"El eminente arte de observar a los hombres que poseía Quevedo, su festivo ingenio, del cual , como de una abundosa vena, manaban los chistes y los donaires; las pinturas con suma viveza coloridas de los personajes que finge , y que con tanta propiedad a los sujetos existentes retrataban; una elocución siempre castiza, no pocas veces harmoniosa y ele­gante, naturalidad y gracejo en los coloqu ios, agu­deza en los dichos; tantas dotes reunidas hubieran constituido de su vida del Gran Tacaño el más per­fecto modelo, si sus chistes no hubieran con fre­cuencia degenerado en chocarrerías, si un cierto cinismo, que era en él ingénito, no le hubiera induci­do a pintar torpes y sucias escenas que, no menos que mueven a irritación, levantan el estómago, y si el prurito de delinear siempre los objetos con val ientes pinceladas no le hiciera incu rrir en ponderativas

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Nuestros Grandes de España, unos . -,

VIven en companIa de toreros, carniceros y gitanas; otros entre inq uisidore s y frailes; figúrese el lector cuál es su urbanidad, cuál la finura de su trato.

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expresiones, ineficaces a poder de abultadas. Defecto es general de nuestros escritores incurrir en chocarrero.s y juglares cuando aspiran a ser chistosos, y ni aun el ilustre autor de Don Quijote está siempre inmune de esta labe. Pende esto de que nunca fue el palacio de nuestros reyes escue­la de finura y gracia; como el de Luis XIV en Francia, y ya en el decimosexto siglo el de Francisco 1. Carlos V, el único de nuestros reyes dotado de algun?s prendas sociales, la mayor y la mejor parte de su vida la pasó fuera de España, ora al frente de sus ejércitos, ora en sus dominios fuera de la Península; y ni el suspicaz Felipe 11 , ni el devoto Felipe 111 , ni el estúpido y enfermizo Carlos II podían gustar de aquella libertad de trato indis­pensable para que se desenvuelvan las facultades del espíritu humano. Felipe IV más puede calificar­se de rey majo y libertino que de monarca popular; y si bien es verdad que reunía a literatos, poetas y pintores en su palacio , los pasatiempos en que se entretenían, las piezas de repente que componían, más propias eran de juglares y truhanes , que de doctos que se aprecian en lo que valen y no con­descienden en desairadas bajezas. Felipe V mejor que monarca fue un muñeco coronado; incapaz de

entendimiento, de voluntad y de energía, divirtiéndo­se en cazar moscas cuando en su consejo se venti­laban a su presencia los más arduos negocios, ni más ni menos que si cabe una estatua se trataran; y muy pocas ventajas sacó a su padre el flaco Fernando VI, gobernado al antojo de la Portuguesa, con quien tanto podía el soprano Farinelli. La increí­ble pasión de cazar sin parar llenó la vida entera de Carlos 111, más ocupado en otear una chocha que en pulir a sus palaciegos; y Carlos IV sólo la decoración de monarca tuvo, dejando su poder todo entero en manos de Godoy, el más zafio y el más inepto de los humanos. De suerte que la aurora del fino gusto que durante el reinado de Carlos V con Garcilaso de la Vega, D. Diego de Mendoza, etc. , había rayado, se cerró muy luego en una densa y oscurísima noche, donde nunca ni un falleciente rayo de luz ha pene­trado . Nuestros Grandes de España, unos viven en compañía de toreros, carniceros y gitanas; otros entre inquisidores y frailes: figúrese el lector cuál es su urbanidad, cuál la finura de su trato."

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• En este paseo por la literatura en lengua castellana, Marchena va a detenerse en El Quijote, reivindicándola como la obra cumbre de la literatura española l4

• Téngase en cuenta que este juicio que hoy nos parece una obviedad, no lo era tanto en la época neoclásica en la que se hacían los más pere­grinos análisis sobre la obra cervantina. Entre ellos el que elige nuestro supuesto abate como punto de partida de su crí­tica literaria: el de Vicente de los Ríos, encargado por la Real Academia Española del prólogo a la edición de 1780. En este estudio crítico el ilustre académico mantiene la tesis de que El Quijote no es sino un poema épico, como la Ilíada o la Eneida.

En la refutación a semejante despropósito, Marchena da una lección magistral sobre los géneros literarios, mucho más allá de lo apuntado por Francisco de Isla. Tras una burla ini­cial sobre las características antiépicas de los protagonistas l

\

Marchena realiza un estudio bastante alejado de las poéticas de su tiempo sobre los fundamentos del género novelesco, así como un análisis de la obra cervantina, de su estructura, tra­

tamiento de los personajes, lenguaje y estilo cuya frescura y modernidad me siguen sorprendiendo. Así, entre otros aspec­tos, el abate contrapone el arquetipo épico a la complejidad del personaje novelesco doscientos años antes de que lo hicie­ran Goldmann y otros teóricos del género. De la misma mane­

ra que nos explica la capacidad de evolución y aparentes con­tradicciones en estos seres complejos que son los protagonis­tas de la novela, las leyes internas del relato, la diferencia entre realismo y verosimilitud, todo ello sin perder de vista las condiciones políticas, económicas y culturales en las que se produce la obra de arte. Juzgue el lector a partir del extenso fragmento que reproduzco:

"El desprendimiento de todo interés personal jamás en ningún actor de novela ha llegado hasta el punto que en Don Quijote, y para gloria eterna de su historiador jamás ha sido tan verosímil. Una vez determinado el carácter

14 Obsérvese lo acertado y actual de estas observaciones con las que Marchena inicia su crítica: "Don Quijote. sin disputa la primera de las novelas modernas, J' que aun después de Gil BIas y de Tom Jones ni émulo, ni siquiera imitador, en idioma ninguno tiene. Aun cuando fuera exacta la exagerada expresi6n de Montesquieu que no hay en España más obra acreedora a ser letda que ésta, en ella sola tuviéramos una que por una biblioteca entera valiese. Sea, si se empeíian en ello, el pueblo de nuestros autores un pueblo de pigmeos; las agigantadas dimen­siones de este inmenso coloso siempre infundirán admiraci6n y respeto, y nunca podrá menos de ser mirada con aprecio la naci6n que le dio el ser". 15 "Sin duda que s iendo el héroe de la Argamasilla el Aquiles o el Eneas de este poema, Sancho Panza es o el Patroclo o el fi el Acates. ¿Risum teneatis?

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D EL INGENIO sa ij' I D~r:GO

, , DON f¿U 1XOTE DE LA MAN CHA.

- ,

Ouc t,-ata tic la ca,¡djcion ; !J ~:Xtrcicia del fám.asa lIi--"'- dalga Ball Quixolc de ' la, ltÚiII~lia. '

to. ""';;¡::;;~I n I)ll Lugar ae1~ Mancliá~ de cuyo nom!5r~ , no quiero acordar~ne, nO~finuuclío tiempo ,

.lit que' vivia UI1. hidalgo de lós a.danza eh as- " tillero, adarga antigua, roein 'flaco" y' gal­go corredor. Una olla de algo mas vaca que ,

carnero, salpiconJas mas noches , .- duélos 'Y ~:luchraD:os. los sábados "laneejas los viernes., alguD p 310111111 0 . de ana­d~dura los domin!tos.coDsumian las tres pan es de su h~­cienda. El resro dcHu' concluian sayo de velarte, ca~as de V'clludo pa;n Jas liestas-con sus panf1iJlos de ,lo, 'P1es-mo, y.l,os días de cno'e scmann se honraba con: SlL 'Vello" . . .

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del andante manchego, era absolutamente imposible que procediera de otro modo en cuantos lances se pre­sentan, que fuera menos valiente, menos comedido, menos enamorado de su dama, menos liberal de su caudal, menos abstinente del ajeno. La bella infanta Micomicona le brinda con su mano y cetro, que ha de deber ella a su esforzado brazo; Don Quijote desecha sus ofertas por no faltar a la fe de su Dulcinea, y se parte sin tardanza en seguimiento de la menesterosa Infanta, sin esperar ni querer premio de su esfuerzo. Ni pueden menos éon él las desventuras de las dueñas viejas que las de las reinas mozas y hermosas; que por acabar con las cuitas de la condesa Trifaldi y su escua­drón dueñesco sube con impávido pecho en Clavileño, y se dispone a hender los aires, por venir a singular batalla con el encantador Malambruno. No era posible que se desenvolviese todo entero el admirable carácter de Don Quijote, si no le hubiera representado su historiador en situaciones totalmente diversas, y para esto era indispensable que fueran sus aventuras tan varias como inconexas. Así que la unidad de acción, una de las primeras leyes de la

epopeya, se opone diametralmente al plan que en su obra Cervantes se propuso. Ridícula cosa parecerá a los críticos inteligentes nuestro empeño en refutar el disparatado aserto de Ríos; mas como le dio implícita­mente su asenso la Academia Española, y que puede tanto con los más de los lectores la autoridad, se hace forzoso rebatir una idea que, una vez admitida, estorba que sean apreciadas en lo que realmente valen las ines­timables dotes de esta obra inmortal. Una sola vez huye el cuerpo al peligro Don Quijote; que es en la aventura del Rebuzno, donde salió Sancho tan malparado. Esta aparente contradicción es en Cervantes efecto del arte más fino. Sabía este juicioso autor que nin­guno en todos los lances de su vida es constante con su propio carácter; que los más sabios y los más esforzados adolecen en ciertos instantes de las flaquezas de la huma­nidad; y quiso que el héroe manchego pagase el tributo de que nunca puede quedar enteramente inmune un mísero mortal. Pincelada atrevida cuanto feliz en una novela, y que sería un defecto inaguantable en una epopeya. Bien sé que ni aun en este lance es Don Quijote cobarde; que la necia sandez de Sancho no podía menos de disgustar a su amo; que no le obligaban las leyes de la andante caballería a tomar en este caso a pechos la defensa de su

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mal aconsejado escudero; mas siempre es cierto que pecó entonces más de sobra de prudencia que de arrojo. Nunca en Aquiles falta el valor, en Ulises la prudencia, ni la piedad en Eneas; y si Cervantes hubiera contemplado a Don Quijote como héroe de epopeya, no hubiera come­tido tan solemne yerro. Digo más; cuando compuso Cervantes la primera parte de su novela, ninguna idea se había formado del plan que en la segunda seguiría; y acaso sin la mal-

"hadada producción de Fernández de Avellaneda la postrera y mejor parte de los hechos de Don Quijote no hubiera salido a la luz pública. Esta falta de plan, que en un po~ma épico fuera intolerable, deja de serlo en una novela de tal naturaleza que su principal valor, como ya hemos notado, en ' la variedad y aun incohe­rencia de acontecimientos y lances se cifra. Se ha de notar que la locura de Don Quijote, rematada cuando su primera salida, va disminuyéndose por grados, hasta que con la pérdida de la salud recobra al fin el jui­cio. En la primera parte los molinos de viento se le anto­jan gigantes, las manadas de ovejas ejércitos de comba­tientes, una vacía de barbero el yelmo de Mambrino, las ventas castillos, las sucias mozas de mesón bellas y ena­moradas princesas, y hasta los clérigos encantadores, y las imágenes de la Virgen en sus andas reinas encanta­das. Su lenguaje es el de los caballeros andantes, y hasta los arcaísmos de los libros de Amadís y Esplandián usa. En la segunda no siempre es loco, aunque siempre maniático; de mil tretas se vale el caballero de los Espejos para que venga con él a singular batalla, las ventas las reconoce por tales, el encantamiento de Dulcinea le pare­ce increíble, y no queda enteramente persuadido de la verdad de él hasta que en el castillo de los Duques se le confirma el sabio Merlín. Si el cautiverio de Melisendra y el hallazgo del barco encantado le vuelven a sus antiguas locuras, no se obstina en ellas, como en los primeros tiem­pos, y los Duques tienen que recurrir a mil ardides y tra­mar con sumo arte la urdimbre de sus engaños para que dé él crédito a sus fingimientos. Lo que nunca padece la menor alteración en Don Quijote es la invariable excelen­cia de su · alma, su imperturbable amor de la justicia, su generoso ánimo, sagrario de todas las virtudes sin flaque­za, la actividad de una beneficencia sin tasa, procedente no de una blandura de corazón que con facilidad se mueve a compasión, empero de una fuente muy más abundosa y pura, de la obligación en que con verdad se

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cree constituido de consagrar todas sus facultades y su vida entera en beneficio del linaje humano y del reino de la justicia y la virtud en la tierra. El más notable carácter después del de Don Quijote es evidentemente el de su escudero Sancho Panza. Con todos los hábitos de la educación de un zafio aldeano, tiene cierta sagacidad natural que le advierte de las cela­das de los embusteros, y que es más común en los rús­ticos de España que en los de ningún otro país. Sancho es interesado, maJicioso, nada escrupuloso en mentir; sin ser cobarde huye los peligros; y con todo eso el lec­tor se prenda de él por el sincero cariño que a su amo tiene, y que, más que el poco crédito que a las prome­sas del gobierno de su ínsula da, le empeña en seguirle por barrancos y encrucijadas, sin escuchar las propues­tas de Tomé Cecial, ni rendirse a cuantas tentaciones de abandonarle las locuras de Don Quijote le ocasionan. Repetir que es la boca de Sancho un perenne manantial de donaires, fuera decir lo que todo el mundo sabe; mas no puedo menos de notar que nunca este escudero es juglar, y por eso sus chistes no le hacen despreciable. Panza no se propone decir gracias por divertir a las per­sonas con quienes está; aun cuando se le lleva la Duquesa consigo con ánimo de entretenerse con sus dichos, todas sus respuestas y razones las dice él muy de veras, y no es culpa suya si excitan la risa de la Duquesa y sus doncellas. Provienen las gracias de Sancho de que, habiendo siempre vivido en compañía de rústicos pata­nes, su repentino roce con sujetos principales, y su manía de hablar perpetuamente y meterse en todas las conver­saciones, son causa de que diga mil sandeces y cometa otros tantos graciosos desaciertos. Ya hemos dicho que no siempre son sus chistes exentos de chocarrería, que rayan a veces en sucios y asquerosos; no obstante, este vicio es menos frecuente en Don Quijote que en ninguna otra composición jocosa española. La historia de los diez días que duró el gobierno de Sancho en la isla Barataria es uno de los mejores trozos de esta novela. Aunque en todo el transcurso de ella haya Cervantes retratado a este escudero como codicio­so y no sobrado escrupuloso, en su gobierno se porta con un ejemplar desinterés, y en las más de sus deci­siones falla con rara sagacidad y tino. No es ésta una contradicción; Cervantes sabía muy bien que un hombre bajo, repentinamente encumbrado a una alta dignidad, no se entrega los primeros días a sus depravados afec-

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tos; los principios siempre son buenos, cuando la eleva­ción es inesperada; y los impulsos de la codicia y las soeces pasiones no se hacen obedecer hasta que, sose­gado ya el ánimo, los atributos del poder pierden el embeleso de la novedad. Si Sancho falla con acierto las cuestiones que se le proponen, no hay para qué extra­ñarlo; que Cervantes nos le pinta como un rústico que antes peca de malicioso que de necio. Por otra parte, los prudentes consejos de su amo los tiene presentes a su memoria, y la atención que en los negocios pone, y que es debida al vivo deseo de acertar, por no deslucir a su amo que ha sido su fiador con los Duques, todos estos móviles de sus acciones hacen verosímil cuanto en ellas parece que de su ordinaria capacidad excede. Engolfarse en circunstanciar las hermosuras en que abunda esta obra magistral fuera nunca acabar, y la forma y límites de este discurso no nos permiten alar­garnos. No podemos empero menos de recomendar el trozo donde describe Don Quijote la primitiva edad de oro, como uno de los más elocuentes y perfectos que en idioma ninguno se encuentran; acaso el único que en francés se le pueda comparar es el que, a imitación de Plutarco, pone Rousseau en su Emilio contra el uso de comer carne de animales."

• Entre la novela del siglo XVIII la verdad es que no tenía mucho donde elegir. Tal vez por ello, y por haber sido prohibi ­da por el Santo Oficio, menciona la obra del Padre Isla, hacien­do notar lo mismo que cuantos nos hemos enfren tado a la des­mesura de Fray Gerundio de Campazas: los dos tomos destina­dos a contarnos las vicisitudes del pobre Zotes bien podrían reducirse a la décima parte con notorios beneficios para el sufrido predicador y el lector. • En Las Cartas Marruecas señala, además de la notoria influencia de Montesquieu, la menos citada del Viaje al país de

las Monas de Enriq ue Wanton . • Tras despachar la epopeya española en unas cuantas líneas, Marchena se ocupa del drama español, a partir de la obra de Bartolomé Torres Naharro. Elogia, en general, la buena construc­ción de nuestras obras teatrales, así como la soltura de los versos y el trazo de los personajes. Vuelve a lamentar la influencia de un estado teocrático que lleva no sólo a considerar el crimen pasio­nal como algo permisible, sino a poner en escena un conj unto de supersticiones milagreras . An uncia tamb ién que desarroll ará más ampliamente sus leorías en una historia del teatro que no

llegó a escribir.

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... se detendrá en quienes comparten con él su odio a la tiranía y su devoción, más o menos expresa, por la Revolución francesa ...

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• El último apartado de estas reflexiones literarias lo dedica a la poesía lírica. De nuevo Marchena se refiere al contexto político para, por una parte, criticar el que el largo brazo de la iglesia obli­gara a los poetas (con la excepción de Garcilaso) a tratar de temas religiosos, pero, por otra, permitir una relativa libertad en este género que consideraban menos dañino para sus intereses que el ensayo filosófico o científico.

• Dentro de las consideraciones que hace nuestro autor sobre la lírica española hay una, ya esbozada en páginas anteriores, que me parece sumamente ilustrativa de la agudeza del ingenio del abate . Al referirse a la plasticidad de nuestra poesía y al hecho de que parte muy importante de nuestros líricos sea de origen andaluz, dice que estos hechos deben relacionarse con la influencia árabe:

"Ya hemos dicho que las locuciones y modismos que de la lengua arábiga tomó la castellana le comunica­ron en parte la índole de los idiomas orientales, que con tanta viveza pintan y coloran los objetos externos, y dan vida y movimiento a las más abstractas ideas".

• La atención que le merecen los romances, relacionándolos con la época en que nacieron y se desarrollaron y con las formas de expre­sión popular anticipan el Romanticismo, de la misma manera que lo hacen algunas de las composiciones de Marchena tanto por la pintu­ra de los fenómenos naturales Oa tempestad, por ejemplo) como por el desarrollo de temas referidos a la libertad o al sacrifico indjvidual para combatir la tiranía. • Lógicamente, en la crítica de la poesía rueciochesca su pluma se moverá a los dictados de las amistades y afinidades electivas, políti­cas o literarias. Además de prestar especial atención a la anacreónti­ca, se detendrá en quienes comparten con él su odio a la tiranía y su devoción, más o menos expresa, por la Revolución francesa: Leandro de Moratín, Quintana y, sobre todo, Juan Meléndez Valdés. Con todo, parece que los elogios de quien era considerado un Satanás por sus enemigos eclesiásticos y civiles nunca fueron benefiáosos para qllie­nes los recibían, especialmente para Jovellanos, recluido en el casti­llo de Bellver poco después de merecer los parabienes de Marchena • Otro as pedo JestacaLle en este interesante recorrido por nues­tra historia literaria es el análisis de José Marchena sobre la pre­sencia de la mitología en nuestra lírica de los siglo XVI y XVII.

"¿Por qué es tan propicia a la poesía la mitología griega? ¿Acaso porque, como sin fundamento ninguno lo han soñado algunos autores, bajo misteriosas figuras escon­día la explicación de los fenómenos naturales? ¿En qué

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pruebas se funda esta aserción; ni qué física podían saber los que en tiempos anteriores a Hesiodo y Homero vivie­ron? ¿Cómo podían concertarse con la verdad sus ideas? Empero las fábulas religiosas de los Griegos poblaban de seres siempre activos y muchas veces agitados de pasio­nes el universo; seres que, si por lo común se escondían de la vista de los humanos, se les aparecían cuando que­rían; que, dotados de poder superior al nuestro, tenían nuestras virtudes y nuestros vicios, y con más fuerzas cometían mayores desaciertos. Por eso sus aventuras nos mueven por la parte humana que en ellas había, y nos pasman y asustan por la divina. Acaso en prueba de que es indispensable el conoci­miento de la verdadera física para tratar en hermosos versos de materias científicas, me dirán que Lucrecio, tan perfecto cuando en el exordio de su poema invoca a la madre de los Amores; tan sublime cuando las vanas fantasías de la superstición o los pánicos terrores de la muerte fulmina; tan terrible cuando pinta los estragos de la peste que asoló la Ática, es tan uniforme como pro­saico cuando conforme a la ridícula física de Epicuro explica los fenómenos de óptica y astronomía. Mas si los versos en que desenvuelve Lucrecio las ideas físi­cas de los epicúreos son tan poco poéticos, no consis­te en que sean éstos disparatados, sino en que estas materias pertenecen exclusivamente al dominio de la geometría, y nada tiene que ver con ellas la imagina­ción. Tan absurda cosa es probarse a versificar los des­cubrimientos de Newton sobre el sistema planetario, como los que hizo sobre el cálculo de fluxiones . Diranme que estrecho el campo de la poesía, como si no fuera muy más lato el de la ficción que el de la reali­dad; como si los hombres, que son de escarcha para la verdad y de fuego para las mentiras, carecieran nunca de objetos que los animasen y que los inflamasen. iAh, pluguiera al cielo que sólo con el método y rigor geo­métrico habláramos de las verdades físicas y morales, que así atribuiríamos al dominio de la poesía todo cuan­to enardece la imaginación, y nos convenceríamos acaso de que las ideas que más nos acaloran no son más ciertas que las ficciones mitológicas de los anti­guos poetas griegos!"

En fin, creo que José Marchena es otro de nuestros olvidados a pesar de las muchas deudas que el con él tienen la cultura española y el pensamiento progresista.

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Pedro Montengón: Reformador, .heterodoxo y utópico

LA HETERODOXIA

ROGELIO BLANCO MARTfNEZ

Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas

En griego, heterodoxia significa "otra opinión". "O tra opinión"

"frente a la canónica, la ortodoxa, que también en griego significa "opinión justa" o acorde con el orden. La heterodoxia, pues, signi­

fica desac uerdo contra la opinión establecida, la ortodoxia. Quienes expresan "otra opinión" son los heterodoxos, los que se ofrecen disconformes con el orden y la opinión establecidos. El concepto heterodoxia ordinariamente se aproximaba a la religión; de modo que quienes así eran denominados se les solía cal ificar como herejes. La herejía se combatía, dependiendo de la fortaleza de la religión, desde la condena al exterminio y una vez anatemati­zada la disidencia.

No obstante, a veces de modo extraño, la heterodoxia en un momento se convierte en ortodoxia en otro y a la inversa. Así, hoy, en nues tro ámbito, es un deber defender la libertad u otros valores cívi­cos, cuya defensa en otro momento era recibida como condena. Ortodoxia y heterodoxia, herejía, apostasía o canon son conceptos sujetos históricamente a cambios y con significaciones variables. Será pues la hégira ideológica dominante la que disemine el modelo canó­nico. En 1793, Madame Rolan frente a la guillotina gritó: "¡Ay liber­

tad! ¡Cuántos crímenes se comenten en tu nombre!". La libertad suele

ser la patria o el mar que recoge el río de las esperanzas. La realidad y sus ofertas no siempre satisfacen las aspiraciones

de los hombres; estos, en su capacidad creativa y a diferencia de los

animales, analizan y presentan alternativas que se recibcn, en gene­ral, de manera poco agradecida. Bajo la denominación de canon, ley o voluntad divina se combaten y critican antes de asumirse. Es un

modo de negar el valor dialéctico y dinámico de la cultura. La cultu­ra son las respuestas que dan los hombres a los retos, a las necesida­

des, a las incomodidades. Y todas las respuestas son humanas, es decir, culturales. Ninguna, inspirada. De este modo el valor nómico o

anómico se aplican discriminadamente y formando parte de las bio-

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Pedro Montengón: Reformador, heterodoxo y utópico REPÚBLICA DE LAS LETRAS Il2

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grafías de los hombres que, al menos, buscan atajos y asumen riesgos para salir de la negrura del bosque. La heterodoxia y otros términos,

en los que se incluye la utopía, forma parte del homo viator en su iti­nerancia sobre la tierra, de su biografía o historia.

El hombre, "un dios cuando sueña y un mendigo cuando razona" (F. Holderlin), el ser que "construye castillos en el aire para lu ego habitar en sus ruinas" (1. Renard) vive propenso a la herejía, a la heterodoxia, a la utopía, a la necesidad de hacer real lo ideal, a supe­

rar las dificultades. "Todo cambia, nada permanece" (Heráclito); por tanto es imposible congelar la historia, fosilizarla o mineralizarla. A veces se recurre a lo canónico para frenarla, a la religión o incluso a los clásicos para condenar. La referencia, como detente, a los clásicos es una manera de negarlos o de paralizarlos (O. Wilde) .

En otro orden, el tronco de la heterodoxia y sus ramifi caciones

es tan diverso que dificulta acotarlo, definirlo más allá de lo e timo­lógico, pero está próximo a su mentor, el hombre y a su itinerancia. Posee historia. Y "sólo se puede definir lo que carece de historia" (F. Nietzsche). La heterodoxia es un caleidoscopio de respuestas. La necesaria en cada momento para salir del tedio. Por tanto, hete­rodoxos y utópicos son movilizadores de la historia, solucionistas que pretenden caminar ad locum aemenum hominis.

Frente a los sinsabores, los rebeldes exponen sus fu erzas y pau­tan estrategias, analizan y brindan alternativas para corregir "el fu ste torcido de la humanidad" (E. Kant). Vagar por los trazados fijados por los poderes es cómodo, no tanto por las pestilentes calles de la c iu­dad; por ello, los hombres, unas veces confían en los dioses y rezan, cediendo su responsabilidad ante la historia; otras, el hombre sueña y proyecta, diseña y busca el apoyo en el brazo del congénere y eligen la senda: bien por la vía oficial, donde calla y acata; bien por la vía divina, donde reza y obedece; o por la vía humana, para diseñar su destino y confíar en sus posibilidades. Es la tercera vía, el camino ele­gido por Pedro Montengón y demás heterodoxos y utópicos.

En la historia de los pueblos y en su literatura, no sólo son los

reyes, los guerreros, los clérigos y los nobles los que han cargado con su peso. Los heterodoxos y los utópicos, los herejes y anómicos, los inquietos y críticos que se han enfrentado a los modos oficiales tam­bién forman parte, aunque se les nieguen rótulos en calles o plazas o espacio en los manuales canónicos. Pese a su incomodidad requieren atención a su presencia. Son ruina, pero ruina histórica y las ruinas es lo que queda y permanece en la historia (M. Zambrano).

LA UTOPfA

En los manuales sobre historia de las utopías en el pensamien ­to occidental, raramente o pocas referencias se dedican en sus páginas al utopismo en España; acaso alusiones al Descubrimiento

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HEPÚBLlCA DE LAS LETHAS122

... en nuestro solar se produjeron abundantes planteamientos utópicos e incluso intentos prácticos

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Rogelio Blanco Martíncz

de América o alguna cita al siglo XVIII para dar entrada a plante­amientos de los anarquistas del siglo XX .

Se ha reiterado el porqué en el país de Don Quijote no se desa­rrollaron abundantes planteamientos o di seños utópi cos. Este hecho es objeto de estudio de quien aquí escribe, mas debemos apuntar que el utopismo no debe ser sólo el reflejo del modelo de Moro, pues este subgénero es muy amplio en expresión; en resu­men, en nuestro solar se produjeron abundantes planteamientos utópicos e incluso intentos prácticos . Es decir, la teoría ha segui­do los modelos denominados, "utopías impuras" y el único que se aproxima al moreano es Sinapia, obra anónima y de recient e apa­rición.

La cultura española ti ene sus peculiaridades pero no ha estado alejado de la tensión europea de buscar una sociedad ideal o de dar respuesta a un mundus perversus con otro anversus . Steliocro, para el modo utópico hispano, fija tres etapas: primera, desde el Diario del Primer Viaje de Colón (1492 a 1599). Incluye los desarrollos de Bartolomé de las Casas, Vasco de Quiroga, las Reducciones al

Paraguay y los textos de Antonio de Guevara y Alfonso de Valdés. La segunda, de 1599 a 1616, y quedaría justificada por la obra De Rege del padre Mariana y los textos de expresión utópica existen­tes en el Quijote. La tercera, giraría en los entornos de finales del siglo XVIII, fecha de aparición de Sinapia .

Es necesario abrir el esquema a una cuarta etapa, siglo XVIII, el más teórico de todos. Siglo en el que aparecen obras significati­vas: Ayparcontes, Tratado de la Monarquía Colombina, Viaje de un

fil6sofo a Selen6polis, textos de Feijó y Olavide, Jovellanos, etc., y, sobre todo, las obras de Pedro Montengón, Eusebio y El Antenor, a los que se les puede agregar Eudoxia y El Mirtilo . También son pie­zas de mención Las aventuras de Juan Luis, de Diego Ventura Rejón y Lucas, Eudomonopeya, de Joaquín Traggia, Suplemento a los via­jes de Enrique Wanton al país de las monas, de Guzmán y Manrique, o textos del semanario El Censor. Una quinta etapa incorporaría numerosos textos de los siglos XIX y XX, que sena prolijo relatar, próximos a las teorías y diseños socialistas y anarquistas.

No obstante, y previamente, en el solar ibérico y antes del Descubrimiento de América, pasearon varios pueblos que dejaron su impronta de alternativas. En este orden no podemos obviar los textos de AI-Farabí (La ciudad ideal), lbn Masarra, Ibn Hazm de Córdoba, Avempace o Ibn Tufayl, entre otros habitantes de la parte islámica de la Península. Si nos acercamos al espacio hebráico, encontramos a Gabirol (Fuente de la Vida), Ibn Paquda, 1. Ha-Levi o Maimónides . Y del espacio cristiano es preciso señalar a Raimundo Llull (Blanquerna) como figura señera.

Europa a finales de la Edad Media estaba agotada y de Iberia salió el sueño de buscar terra Mva, un Mundo uevo. Y América

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Pedro MOlltellgóll: Reformador, heterodoxo y utópico REPÚBLICA DE LAS LETRAS In

Montengón ... quizá sea el autor que más obra literaria ha brindado a los espacios de la utopía

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fue antes soñada que descubierta (Vallejo) y alIado de América se

diseñaron los deseos de felicidad y utilidad, la búsqueda de la bon­dad natural o el modus vivendi sequare naturam.

Como se ha señalado, será el siglo XVIII el más preñado de

utopía. El fin de la Casa de Austria, la decadencia del Imperio, la lucha entre "antiguos y modernos", las influencias de los iluslrados

europeos y enciclopedistas generarán numerosos diseños, casi siempre habilitados desde la narrativa. La felicidad, la razón, la

bonhomía, el amor a la patria, la idea de progreso, el viaje catárti­

co o la necesaria educación, serán los componentes que debida­mente narrados dan como resultado la búsqueda de un mundo ideal tras un anhelado proyecto y después de una acerada crítica al real.

y en este orden, a finales del siglo XVIII e inicios del XIX, surge

la figura de Pedro de Montengón (Alicante, 1745; Nápoles, 1824), un

aspirante a jesuita, expulsado a Italia. Montengón es un espíritu inquieto y recurrió a todos los géneros para dar cauce a sus inquietu­

des. Escribió Odas satíricas, la última novela pastoral (El Mirtilo), las primeras novelas históricas (Rodrigo, Eudoxia, etc.), tradujo al bardo

Osián y, sobre todo escribió dos textos de carácter utópico, Eusebio y

El Antenor, decididamente sin olvidar sus obras de teatro o de ensa­yo. En las siguientes páginas se expone el carácter heterodoxo y uló­

pico del escritor, aún no suficientemente reconocido pero que es una de las máximas figuras del siglo XVIII español.

PEDRO MONTENCÓN: REFORMADOR

En opinión de quien escribe, Montengón es la máxima expre­

sión de la voluntad de reforma, presentación de alternativas y ofre­

cimiento de progreso del siglo XVIII español. Su obligado ex ilio y reiterado olvido hacen que no se le reconozca su justo lugar. Aún

más, en un recorrido por nuestra literatura, quizá sea el autor que

más obra literaria ha brindado los espacios de la utopía. Montengón no renunció a estar inmerso en las vanguardias de su época, ni a

apartarse del acerbo de la cultura hispánica; del mi smo modo qu e tampoco se cerró a las influencias de los movimientos ilustrados

europeos nacidos en el siglo XVII y desarrollados en el XVIII . Fue

un autor que participó en las líneas directrices del s iglo reforma­

dor, el siglo XVIII; y aún más, que se ubicó a la cabeza del grupo innovador adelantándose en diversos (!ont~n idos al siglo XIX, y

que, en su conjunto, ofreció alternativas y criticas a la realidad de

su época que le ubi can en los terrenos acreditados de los utóp icos. A lo largo de la obra de Montengón pueden analizarse todos los temas básicos que desarrollan las utopías, de suerte que él mismo puede ser considerado un autor u tópico.

Desde esta perspectiva, nos detenemos metodológicamenle en el aspecto de Montengón como ilustrado reformador y, posterior-

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

Montengón .. . se obsesiona .. . en la regeneración de España mediante el uso de la razón y el desarrollo de la educación

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Rogelio Blanco Martínez

mente, como utópico. Dos aspectos qu e no se presentan separados a lo largo de la obra del alicantino.

Montengón es un hombre de su tiempo, de finales del siglo XVIII . Es decir, es un hombre que recibe y participa de todas las inquietudes del siglo ilus trado, iniciadas y recibidas de las innova­ciones propuestas por los novatores y otros autores influyentes

europeos de finales del siglo XVII. Y que a la vez, y dado que cro­

nológicamente se balancea entre el XVIII y el XIX, aventa los aires y renovaciones del siguiente periodo. Por lo tanto, Montengón no sólo es un autor ilustrado-reformador, s ino también innovador.

Como autor ilustrado, defiende y representa el triunfo de la

razón y de la c rítica. Al igual que Feijoo pretende desentumecer a los españoles del largo letargo e imbricarlos en las nuevas corrientes europeas. Como lector de los enciclopedistas franceses y participante del rico ambiente cultural italiano de la segunda mitad del siglo XVIII, pretende y se obsesiona, al igual que otros ilustra­

dos (J ovellanos, Cadalso, Olavide, Cabarrüs, etc.) en la regenera­ción de España mediante el uso de la razón y el desarrollo de la ed ucación .

A lo largo de las Odas aparece ya una preocupación explícita del alicantino sobre las reformas económicas necesarias a intro­

ducir en España y de las que ya participaba Europa. La prosperi­dad, la riqueza de los pueblos, el resurgir de la industria, el apoyo y reforma de la agricultura, la crítica a los componentes que demo­ran el progreso y favorecen la decadencia, elc. son temas reiterados

en sus poesías. Poesías que explicitan la pasión y fogosidad de un hombre que pretende impregnar el país de las nuevas corrientes, de las nuevas ideas d'esarrolladas por los philosophes.

Detrás de estas propuestas se refleja un optimismo y se mani­fiesta una ilusión: no basta con las reformas naturales, es necesario infundir en los hombres la fuerza de un perfeccionamiento moral. Para ello recurre a la filosofía de los estoicos, a Epiclelo y a Séneca. Al modo ilustrado, tanta propuesta e ilusión necesilan apoyarse en la

edu cación como el único transportador imprescindible para el triun­fo de un cuadro de reformas tan variado y profundo. En toda la obra

montengoniana hay un transfondo crítico y didáctico, y no renunciará al uso de cualquier género o modalidad literaria para dar cauce a esa educación: poesías, teatro, novela e incluso la publicación de un

periódico, El ropavejero ilustrado, en cuyo prólogo ya define u inten­ción: "El fin principal de la publicación de este ligero trabajo es la

instrucción amena, fácil y divertida de cualquier clase de persona l .

fJU -----I Pedro Monteng6n: Frioleras eruditas )' curiosas para la pública instmcción. Ediciones Atlas. 1944 ibrdem. Prólogo. Recordemos que la intención de Monteng6n era la edici6n de un periódico. propuesta realizada al ingresar ancha. An te el fracaso de la misma reunión los futuros trabajos publicahle. ," .... 1 c-ilacl" peri6dico en la obra anteriormente citada.

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Pedro Montengón: Reformador, heterodoxo y utópico REPÚBLICA DE LAS LETRASIl!

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Quizás preocupándose más de los contenidos que de las formas; de ahí que la cuantía de defec tos literarios que se le achacan a

Montengón sean numerosos : filosofismo, prosaismo, artific ialidad, amaneramiento, impureza de lenguaje, etc.2

• A pesar de estos defec­

tos, la oferta temática y la variedad de registros sirven de referencia de la amplia inquietud de Montengón. Inquietud que le lleva a anle­

poner lo pragmático y lo pedagógico a lo estrictamente poético.

Una característica propia de la Ilustración es el amor a la patria. Montengón, que a veces utilizó el pseudónimo de Filopatro,

excepto un breve período después del segundo exilio en el que renuncia a escribir en castellano, siempre dio muestras de no rene­gar de su "carc'ícter nacional", de su "modo de ser español" . No desconoce la voz patriota , ampliamente empleada por Cadalso. Ni

deja de presentarnos a los héroes del pasado: Don Rodrigo, Don

Pelayo, Hernán Cortes, etc .:! Según Maravall este culto a los héroes

liga "con la gran tradición estoica española", aunque en Montengón

los héroes nacionales se presentan más como ejemplos de virtudes personales, que como aglutinadores e integradores de lo nacional'l.

A Montengón el patriotismo no le impide efectuar duras críticas

contra la decadencia y el aislamiento político y social de España. En Eusebio, intencionadamente, se le opone a la "activa, laboriosa

y tolerante comunidad" (cuáquera de la Pensilvania)5. El descuido

lamentable de los caminos, el estado de los mesones, el abandono

de los campos, el estado de la enseñanza, el recurso al duelo co mo

forma arcaica de dirimir las disputas, la fiesta de los toros, los

matrimonios preacordados y con grandes diferencias de edad o aj e­

nos al amor, la dieta alimenticia, la enseñanza de la escolástica, etc. son un simple atisbo de un largo elenco fácil de lransfe rir

desde las obras montengonianas como recuento de disconformidad de lo que sucede en España.

En esta crítica, el autor ilustrado al que más se aproxima es a Cadalso en Cartas marruecas . El amor patrio se entrevé tras estas

críticas, así como un deseo ardiente de cambio y una apuesta a

favor del progreso . Los textos de crítica a la s ituación de España expresan un man ifiesto dolor e incomprensión. Citemos, a modo de

ejemplo, uno perteneciente a la segunda parte de E usebio: " La

nación española cayó en la l le largo, que tendrá para s iglos, no hay

duda de ello, dice otro que había ac udido a la risada de Brisbban: "Parece que Felipe Segundo dio a beber adormideras a los españo-

2 F. Carcfa Lara: Prólogo a E lLsebio. Ed itoria l Cátedra. Madrid. 1998. pág. 31 :1 lA. Maravall : Estudios de la h isl.oria del pensamiento espaJlo1 siglo XVIII . Mondadori. Madrid. 1991. págs . 29-38. 4 l Maraval l. Estudios de la historia del pensamiento espa.íiol del siglo XVIII . ibi­dem. pág. 37 :. F.Carcía Lara: Prólogo a Eusebiu . ilJidelll . pág. 64

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

"parece que Felipe Segundo dio a beber adormideras a los españoles"

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Rogelio Blanco MartÍnez

les . ¡Eh! dexemosles dormir, dice Brisbban, no sea que se des­pierten. Por mi, duerman cuanto quieran, dice otro; pero es

cosa que saca de tino, .que una nación imperiosa, que acababa de amedrentar a toda Europa, haya caído en tal letargo, y tan

universal, que todo se resiente de esa misma desidia: ciencias, artes, comercio, náutica, agricultura, en fin, todo"C..

Critica con reiteración la ociosidad y valora el trabajo . El trabajo proporciona progreso, pero es necesario habilitar posi­bilidades de trabajo. La propiedad en España se concentra en pocas manos. Montengón, propone una reforma agraria pro-funda: su presión de los pri v ilegios de la Mesta, l'i:I C i una l iza r la

producción de lana y explotación de los ovinos, abolir los privile­gios de los latifundios y repartir la tierra. Este ejemplo de reparto de tierras lo explicita en la Cuarta Parte del Eusebio cuando uno de los personajes, Henrique Miden, libera a sus esclavos, les reparte tierras y les ayuda en su explotación: "Dio a cada una de ellas

(familias) diez yeguadas de tierra, y pastos correspondientes para los animales de labranza, y para el ganado, cuyo esquilmo abaste­ciese a la mayor utilidad del dueño"i. Estos planteamif'ntos mon­

tengonianos nos recuerdan los desarrollados en la utopía Las aven­

turas de Juan Luis y, sobre todo, los diseñados por Pablo de

Olavide. A modo de ejemplo, Montengón cita la mala explotación de Extremadura como modelo insensato de una política agrícola que favorece la esterilidad en campos fértiles.

Siguiendo el canon reformador es crítico con la religión es ta­blecida. Brega contra las supersticiones y apuesta por la fe en la razón y el progreso humano, por el optimismo deísta. Tales defen­sas le causaron graves problemas con los tribun ales. De es te modo nos encontramos ante un autor que, a pesar de su ed ucación claus­tral y de sufrir 33 años de destierro, su biografía le muestra como

un espíritu innovador y un alma rebelde. Una vez conocida su bio­grafía y su obra, se desprende que estamos ante un personaje para­dójico que balanceó su vida entre la contención y la rebeldía, entre

la austeridad y el deseo de abundancia, entre la pasión y la razón. Los personajes de sus obras se muestran entre la contención es toi­ca y las fuerzas incontenidas de la naturaleza.

Así, su personaje más conocido, Eusebio, queJa enc uauraJu tll

los parámetros de un a edu cación racional y austera, de una educa­

ción estoica, pero en el proceso narrativo de su novela, ésta se ofre­ce salpicada de un gran número de situaciones cargadas de lasci­

via, de enfrentamiento, de exotismo, etc. e incluso de abundancia

(, Pedro Monlengón: Ensebio. Ec!. Si erra y MartL Barcelona 1785. ibídem. parle segunda. pág. 325 7 Pedro Montengón. Ensebio. ibídem. parle segunda. pág. 320

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Pedro MOl1tel1gól1: Ref~rmador, heterodoxo y utópico REPÚBLICA DE LAS LETRASl22

... y sobre todo manifiesta una fuerte oposición a la filosofía escolástica

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narrativa. Esta paradoja de su personalidad también aparf'r.e f'n la antinomia en que se expresan su amor y odio a España; amor mani­fiesto a través de sus Odas, odio explicitado en ciertos textos del Rodrigo, del Eusebio o en su manifestación, ya aludida, de no escribir más en castellano después de su segundo destierro. Paradoja también expresada en su estilo y gustos estéticos; así, mientras recurre a los clásicos grecolatinos (Virgilio, Horacio, Séneca, Epicteto, etc.), a los clásicos españoles (Guevara, Quevedo, los hermanos Argensola, Gracián, etc.) y a los autores europeos ilustrados (Locke, Voltaire, Rousseau, etc.), avanza intro­duciendo nuevas formas literarias y estéticas, traduciendo la obra de Ossián, Fingal. Por otra parte, mientras crea la que se conside­ra la última obra de la novela pastoril, El Mirtilo, avanza con la publicación del Rodrigo hacia la novela histórica. (El Rodrigo es un preludio de escaso valor comparado con las creaciones en este género durante el siglo XIX: Walter Scott, Larra, Gil y Carrasco, etc.). Detrás de tanta paradoja está el espíritu rebelde de un inno­vador, de un precursor estético. Montengón, literariamente renueva

temas y formas literarias. Se reitera, en el caso de Montengón, al modo ilustrado, se est i­

ma la necesidad y fortaleza de la educación. También, en pauta genérica, Montengón es muy crítico con las modas educativas de España. Carga con fuerza contra la universidad, contra una aristo­cracia docente decadente. Eusebio y Eudoxia son las obras más representativas de los críticos planteamientos educadores del ali­cantino. La figura del tutor en ambos casos, el permanente diálogo con el discípulo (Eusebio) o la discípula (Eudoxia) es un constante muestrario de contenido pedagógico.

Los planteamientos de Eusebio y Eudoxia y el éxito inmediata­mente alcanzado por la obra primera rápidamente alarmaron a la Inquisición. Ésta se hace consciente de los peligros que podría aca­rrear un manual de educación propuesto al servicio de los padres de la nueva clase social, la burguesía, y de los educadores tanto para la formación de hijos como de tutorandos o pupilos, disfraza­do o tamizado de una estructura narrativa que ejerce el vaivén entre la pesadez y la amenidad y que comporta elementos didácticos que contradicen los intereses de los grupos sociales en el poder.

Pero sus críticas alcanzan mayor tono contra la uni versidad, al modo de Torres Villarroel y Pablo de Olavide ll

• En este ordcn, de crítica a la universidad, hace fuertes acusaciones a los métodos ele­gidos por las falsas elocuencias y sobre todo manifiesta una fuerte oposición a la filosofía escolástica. Filosofía que desprecia tanto en sus métodos como en sus con ten idos. Respecto a sus contenidos,

H M. Fabbri: Un aspetlo dell'ill/Uninismo spagnolo: l'opera letleraria di Pedro Montengon. Editrice Librerfa Goliardica. Pisa. 1972. págs. 53-54

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EUDOXIA. H' i ,\ DE BELlSARIO ...

Rogelio Blanco Mal'tÍnez

sobre todo en la materia de Teodicea, opta por las posiciones de los erasmistas, de los philosophes y de Locke.

Por influencia de Locke, Montengón es un firme partida­rio del uso de la razón en la práctica educativa; aspecto con el que se aleja esencialmente de Rousseau, quien traslada el centro de gravedad a los sentimientos . A pesar de la prima­cía que tiene la razón para . Montengón, este no defiende el

autodidactismo. En este aspecto se aleja de Gracián y Abentofail, quienes permiten la actuación del tutor cuando

el alumno está maduro. Montengón es un seguidor del lema de Locke: "Educación antes que instrucción"9. Este es el

lema para el gentelman de Locke y para el Eusebio de Montengón; primero desarrollar la capacidad de someter los deseos a las reglas, a la lógica y a las limitaciones de la razón; y después, en segundo lugar iniciar el estudio de los contenidos que proporcionan las ciencias y las letras. Y todo descansa en una práctica moral y en el logro de alcanzar la virtud, virtud estoica, que sustituye a la religión. Montengón,

al modo ilustrado, define la filosofía moral como la ciencia

que estudia y enseña y promueve el logro de tal virtud. Ciencia basada en la razón, en el descubrimiento de los hechos, las cosas y las personas . Con un objetivo: "vivir según la naturaleza" . Y la naturaleza del hombre es la razón. La razón que es nuestra natura­

leza, pone de acuerdo al hombre con el universo entero, es decir, con la naturaleza"lO.

MONTENGÓN UTÓPICO

El francés Masson de Marvillieres preguntaba qué ha aportado España a la ciencia. Pregunta retórica para contestar que nada. Por la misma deuda interrogaban los italianos . Estas interpelaciones sirvieron para el desarrollo de una literatura apologética. En es la defensa también se adentró Montengón incluso estando desterrado de su patria en Italia. Otra pregunta era cómo es posible que en el país de Don Quijote se escribieran tan pocas utopías . La pregunta

la realizaba un alemán que sólo atendía al modo moreano.

Ciertamente Montengón es parte de la respuesta. La mayoría de los contenidos utópicos se reflejan en las obras

"más utópicas" del alicantino: Eusebio, Eudoxia , El Antenor o EL MirtiLo. Por otra parte, ninguna de las obras montengonianas se

presentan como " utopías puras". Montengón, al uso del pensa-

9 N.A. Konstantinov. E.N. Medinski y M. F. Shabaeva: Historia de la pedagogía. Editorial Cartago. México. 1983. pág. 49 10 E. Catena: "Pedagogfa. moral y educación en el Eusebio" en Historia y crCtica de la literatura española (Francisco Rico ed .) vol. 4. Cátedra. Madrid. pág. 600

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Pedro Montengón: Reformador, heterodoxo y utópico REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

"il

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miento utópico hispánico, con excepción de Sinapia, no estructura su pensamiento utópico al modo moreano y de otras utopías euro­peas que desarrollan un a alternativa a la totalidad. Su pensamien­to utópico se ofrece más bien como diluido a lo largo de su extensa obra, muy al modo español. El desarrollo sistemático propio de las "utopías puras", que sólo alegóricamente ejercen una crítica al modo vigente y se presentan directamente como alternativa sin más, no es el estilo montengoniano. En Montengón la crítica a las injusticias de la sociedad vigente se extiende por toda la obra y las alternativas se plasman de innumerables formas y géneros : poesía, teatro y narrativa. Exige, pues, una lectura desde la totalidad .

Por otra parte, a lo largo de la obra montengoniana los conte­nidos tópicos de las utopías emergen de forma constante: el Buen Salvaje, el viaje, la crítica a la desigualdad social y la injusticia, la

rebeldía, la lucha por la libertad y la justicia, la bonhomía, la pro­puesta de progreso, la presentación de alternativas y la lucha por el logro de la paz y la felicidad . Detallemos estos contenidos

En primer lugar, la naturaleza es una de las constantes de la literatura utópica. Recoger y extraer modelos de cambio social a partir de la ejemplificación que ofrece la obra máxima creada por el Sumo Hacedor, recuperar la naturaleza como referente o, tam­bién, proponer la vuelta al estado natural como planteamiento son formulaciones reiteradas por la literatura utópica y por la ilustrada.

En Montengón se nos presenta igualmente como una constante. La naturaleza la personaliza, la recarga de onomatopeyas. Este trata­miento de lo natural, además de la influencia estoica y, sobre todo senequista, recuerda a los erasmistas y a las vivas y naturales imá­genes que ofrece Fray Luis de Granada sobre todo en El símbolo de la fe. Montengón, desde la enseñanzas de la naturaleza y quizás influenciado por los planteamientos de los philosophes (sobre todo de Rousseau), extrae la filosofía igualitarista, la defensa de igual ­dad de todos los hombres en el estado natural. Por lo tanto, ni la virtud ni los desarrollos nacionales deben contravenir a ésta. A modo de ejemplo, baste recordar, cómo en la Cuarta Parte de Eusebio, tras largas reflexiones igualitaristas, el protagonista deci­de la manumisión de los esclavos negros 11

Desde esta perspectiva, enlaza con otro tópico utópico: la huida al campo, el beatus ille. Al modo horaciano o de Fray Luis de León, al modo de Guevara o de Rousseau, en numerosos textos Montengón propone la huida de la ambición, el alejamiento de la Corte como lugar simbólico de corrupción, la búsqueda de la paz del campo, la crítica de la Corte y la alabanza de la aldea . La bús­queda de lo natural como símbolo de la libertad y oposición al arti ­ficio . A pesar de la pobreza, Eudoxia se siente feliz alejada de las

11 Cfr. e l texto donde Eusebio le da la libertad a los negros

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... denuncia el abandono de los campos, la inexistente industria, la situación de la universidad ...

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Rogeüo Blanco MartÍnez

riquezas y de sus palacios. En la naturaleza el alicantino experi­menta la paz y la felicidad. Al igual que Rousseau, Montengón pon­

dera los valores de la naturaleza, pero al contrario que el ginebri­no; no destrona la razón. La a~titud de Montengón frente a la natu­

raleza participa de-la tradic::ión·{)ccidental y, en concreto, de la hi s­pánica. La antítesis campo-ciudad es un recurrente de la literatura utópica universal. El campo como espacio de vida pura, sosegada y pacífica frente a la ciudad como ámbito representativo de la corrup­

ción y el caos. Respecto a la literatura hispánica conecta con El Diablo Cojuelo, de V élez de Guevara, Coplas en vituperio de la vida de palacio y alabanza de la aldea de Gallegos, Los siete libros de Diana, de Jorge de Montemayor, La Diana enamorada, de Gil Polo, El pastor de Filida, de Gálvez de Montalbán, La canción a la vida solitaria, de Fray Luis de León, A un amigo que retirado de la corte pasó su edad de Quevedo, El Valdemaro, de Martínez Colomer, Morir viviendo en la Aldea, y vivir muriendo en la Corte; de Antonio

Muñoz, Menosprecio de Corte y alabanza de Aldea, de Antonio de Guevara y Los fantasmas de Madrid y estafemos de la Corte, de Ignacio de la Erbada l2

Desde las enseñanzas · de la naturaleza, tamizadas fundamen­talmente desde la filosofía estoicista, Montengón ejercita la crítica como acusación frente a los modelos sociales imperantes. Si bien la mayor parte de su desarrollo crítico se centra en España. La críti­ca a España, como ya se indicó, es desde un profundo amor a la Patria. Montengón da un repaso a las costumbres, un examen a la España de la segunda mitad del siglo XVIII. Eusebio acusa inten­samente la incultura y la corrupción, el provincialismo, la ignoran­cia y la mala fe, el orgullo nacional y el falso honor, el aislamiento

hispano, la religión fideista y la superstición, etc. Al modo utópico, Montengón refiere una situación grave y decadente, una situación que exige una reforma más allá de la inventada por Carlos III y sus Ministros. Eusebio, a lo largo de la Tercera Parte, denuncia el abandono de los campos, la inexistente industria, la situación de la universidad, la pérdida del prestigio, económico y moral, la igno­rancia de un pueblo "de soberbios, arrogantes, bárbaros, supersti­ciosos, ignorantes 13". Por tanto, la capacidad crítica de nuestro

autor no sólo se enmarca en la teorización general propia del siglo ilustrado, y desarrollada por el racionalismo y la crítica universal;

sino que, al igual que Feijoo, pretende aguijonear las m~ntes de los compatriotas de su letargo, influirlos del movi miento cultural que

se practica en Europa, estimularlos al uso de los enciclopedista franceses, sacarlas de la cerrazón y aislamiento e in teresarlas por los nuevos planteamientos filosóficos, sociales y económico.

/2 J.T. Ferreras : La novela en el siglo XVIII. Editorial Taurus. 'Iadrid. 1987. pág. 34. n Pedro Montengón : Eusebio. ibídem. egunda Parle. páu . 334.

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Pedro Montengón: Reformador, heterodoxo y utópico REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

defensor del iguali tarismo ... de la igualdad de razas ... de la libertad ... la rebeldía ...

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Coherente con sus planteamientos acerca de la naturaleza, tal como se aludió anteriormente, Montengón defiende la igualdad social y ataca febrilmente las desigualdades sociales . Inspirado menos de lo que parece en Rousseau, Montengón escribió una obra desaparecida, de la que sólo tenemos el título y referencias de su pérdida en el envío desde Italia a su editor madrileño, titulada La desigualdad social . Pero no es este título solamente, sino las cons­tantes referencias a lo largo de su obra contra las desigualdades sociales lo que hacen de él un paladín de la igualdad . Es un defen­sor del igualitarismo; de la igualdad, no sólo como un derecho social, sino como fruto del es tado natural de todos los hombres ll

. En el siglo XVIII, cuando aún no se había suprimido el tráfico de esclavos y el esclavismo, Montengón defiende la igualdad de razas. Eusebio libera a sus esclavos negros y les da los medios y recursos para que emprendan nueva vida.

Próxima a la igualdad social o a la lucha contra las desigual­dades y la defensa del igualitarismo está la defensa de la liber­tad. En Montengón, la defensa y anhelo de libertad no es sólo una característica prerromántica, sino también utópica. Eusebio es un héroe positivo que se enfrenta intelectualmente, y a veces en la práctica, a un universo degradado, que pretende conocer lo nefasto de la raza humana a lo largo de un viaje, que frente a esos modelos opone, a la luz del estoicismo, alternativas sociales y políticas encaminadas a la defensa de la igualdad, de la paz, de la toleran­cia, de la fraternidad y de la libertad.

Montengón defiende la rebeldía. Esta defensa de la libertad, como ya se indicó, Eusebio la practica en la manumisión de sus esclavos. La posición de Montengón se adelanta de es ta forma casi un siglo a lo común en su tiempo, toda vez que la abolición de la esclavi tud en Estados Unidos se efectuó en 1865 y en las posesio­nes españolas en 1872.

El tema o mito de América es una constante en la literatura utópica. Desde las Cartas de relaci6n de Cristóbal Colón y otros textos de los cronistas o relatores del período del Descubrimiento de América, América es un referente constante de la literatura utó­pica; entre sus ríos se fijaron edenes y arcadias, se proyectaron y realizaron utopías. El siglo XVIII no fue ajeno al "tema america­no". Montengón, desde sus primeras obras, las Odas, ya prestó

especial a tención a los temas americanos: la felicidad y bondad de los miembros pertenecientes a las sociedades primitivas, el mito del buen salvaje, la injusticia contra la conqui sta y explotación de los indios, la defensa y los desarrollos de paz para con los indios, la denuncia contra el esclavismo, en una palabra, la crítica contra la colonización .

14 Ped ro Monteng6n: Eusebio, ibídem, Parte Tercera, págs. 62 y ss.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl22

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Rogelio Blanco Mal'tÍllez

Recogiendo símbolos de la mitología griega, alude a la edad feliz existente en América, donde habitaban la justicia, la piedad y

la clemencia bajo los auspic ios de Saturno y de Rea. El "buen sal­vaje", bajo las figuras resis tentes de araucanos o patagones, de aztecas o incas, goza de una edad dichosa según la naturaleza, libre de deseos artificiales hasta que llegaron los co nqui stadores. La

conquista de los indios fue apreciada por Montengón como una agresión, como "un grave ultraje" . Y el esclavismo como una afren­ta a la libertad de África; de hecho, titula la Oda XXIV Agüero con­

tra la contratación de los -negros . Montengón conocía la Leyenda

negra y no era ajeno a las teorías de Raynal y de Robertson, auto­res, junto al holandés Pauw, de varios libros en con tra de la coloni­zación española. Para Montengón la empresa de Colón significó el final de un mundo feliz, la pérdida de una existencia armoniosa, la existencia del último buen y libre salvaje, un mito nacido de las descripciones de Historia de los Incas de Garcilaso de la Vega y

popularizado en la literatura dieciochesca europea. De hecho, su gran obra Eusebio termina presentando al protagonista instalándo­

se en el continente americano y rechazando la sociedad y la cultu­ra europeas, exaltando la superioridad y las posibilidades del Nuevo Mundo.

El viaje útil es una constante utópica en la obra de Montengón.

Es un recurso utópico y de los ilustrados. En medio de tanta propues­ta utópica, de tantos contenidos y referencias, Montengón desarrolla sus novelas en torno a un personaje principal:Antenor, Mirtilo, Eudoxia, Eusebio, Rodrigo, Pelayo, etc. que viajan . Todos los perso­

najes montengonianos viajan. Los personajes de nuestro autor sí via­jan "más allá de Getafe" . Realizan viajes instructivos y catárquicos,

viajes que pretenden sensibilizar para contrastar costumbres (desa­rrollo de la tolerancia), corregir errores, luchar contra abusos, recono­

cer el orgullo y las pasiones del ser humano, la capacidad de autono­

mía, etc. El viaje es una simbolización utópica que purifica, que dis­ciplina. Los pueblos que quieren construir su ciudad perfecta realizan

un éxodo, necesario para fundar la utopía de base geográfica. Los personajes utópicos de Montengón, después de su recorri­

do mundano o espiritual, no se adentran o se ensimisman, sino que se comprometen con los en tornos envolventes . Mirtilo encuentra la

paz en el campo, pero efectúa críticas a la situación del campo español. Eudoxia después de sufrir numerosas injusti cias, de lograr su virtuosa utopía perdona y da consejos de cómo bien vivir.

Eusebio, tras su largo recorrido, libera a sus esclavos y funda su espacio utópico. El Antenor funda la racional y utópica Venecia también tras un largo periplo y al modo platónico.

En Montengón subyace la necesidad de fundar una nueva ciu­

dad. Será construyendo un paraíso cuáquero en Pensilvania, su Ciudad de la Paz donde se libera a los esclavos y se propugna una

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Pedro Montengón: Reformador, heterodoxo y utópico REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

La Ciudad de la Paz montengoniana es una República popular y electiva, sin clases

.-nI ]erarquIas. Los títulos nobiliarios son abolidos. El ejército disuelto

104

sociedad de libertad, igualdad y fraternidad; será el reclamo de

construir una nueva Arcadia en Andalucía; o el intento de retornar a la vieja Edad de Oro, donde no haya diferencias de clases socia­les ni de razas; o conservando el espacio individual y el logro de la felicidad conyugal en el edén de Pensilvania. La ciudad montengo­niana es democrática, sus habitantes gozan del derecho a participar en las decisiones de la asamblea general, eligen anualmente los cincuenta magistrados encargados del gobierno de la ciudad. La Ciudad de la Paz montengoniana es una República popular y elec­tiva, sin clases ni jerarquías . Los títulos nobilarios son abolidos. El ejérci to disuelto. Todo extranjero que se acerque a la ciudad será admitido y podrá participar como cualquier nativo, siempre que desarrolle actividades lícitas y respete la severidad de las leyes. Con la enseñanza de una rígida moralidad, Montengón creía que se

podría preservar a la ciudad de la corrupción y la injusticia y que se aseguraría la felicidad ciudadana surgida desde la igualdad y desde la democracia, desde la organización social y económica compartidas, de tipo comunista. La propiedad privada sólo era aceptada en ciertos límites. La legislación no permitía el enrique­

cimiento de unos pocos y la formación de grandes patrimonios y de si tuaciones privilegiadas.

En la Ciudad de la Paz, todos los jóvenes sin distinción eran educados en la austeridad y la responsabilidad, en la capacidad de ejercitarse y aprender un oficio, en la formación del desprecio de la corrupción y de la decadencia. El logro del ciudadano virtuoso y labo­rioso, capaz de ejercer un oficio y de ganar su sustento de manera que no decaiga en la mendicidad y la vagancia, eran los objetivos. En este Iproyecto no se excluía a ningún extranjero. El erario público, alimen­tado por todos, debía hacerse cargo de los desvalidos y de los ancia­nos, proporcionándoles una digna exis tencia.

Tras el diseño de la ciudad grabada en el escudo de Antenor está el recuerdo de las clásicas utopías de Tomás Moro o Campanella. La Ciudad de la Paz montengoniana nos recuerda al

diseño de Sinapia. Suponemos que Montengón desconocía esta uto­pía atribuida a Campoman es y descubierta recientemente. Pero es llamativo que en la República montengoniana se destierren la gue­rra y la violencia y se limite la autoridad, dando preeminencia a la civil sobre la religiosa y la militar; y que se dé gran valor al traba­

jo y a la eficacia de las actuaciones y de las soluciones . Características que en la República de Sinapia alcanzan máxima importancia . En resumen la utopía de Antenor preconiza los dise­ños utópicos del XIX: la formación de un estado republicano, democrático y comunista.

Montengón cree en la bonhomía del hombre y añade las de su disposición para la tolerancia y la capac idad de justicia. Para Montengón la situación abismática del mundo la produce la [alta de

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122 Rogelio Blanco MartÍnez

105

EL ANTENOR

PARTE PRfMERA

POR D (J Xl' E 1> RO NU.\' T J: .\' G {J N

• 1 . . J J . ~ l ; .:. ~¿.'I ',, : , 1. .' ... 1 _f) l,

S, J¡flJ/:¡r.Í el! m flllpr¡'llt.1 l Librerú . A.lilana Vi:/a.

justicia. Su escasez es la causa del

gran derramamien to de lágrimas y de producción de dolor y tristeza en la tie­rra. Casi todas las situaciones de des-garro y lamento existen tes en Eudoxia

y Eusebio son producidas por la falta de justicia, en las que la narración

montengoniana se adentra con exten­sión y detallismo .

Dado que es un hombre del XVIII no puede faltar la idea de progreso. La idea de progreso. Idea que fluye en el substrato de todo utópico, ya que es necesaria para la construcción alterna­

tiva de una nueva ciudad y la forma­ción del nuevo Adán. Son numerosas

las odas, sobre todo en pI T.ihro Tercero, dedicadas al progreso: "A la educación" (Oda V), "A la industria"

(Oda VI), "Al trabajo" (Oda X), "Al comercio" (Oda XIII), "A la navega­ción" (Oda XVI), "Al uxo" (Oda XVII) . Por tanto, desde las primeras publica­

ciones de Montengón la idea de pro­greso es permanente.

Al lado de la idea de progreso, sitúa la de la paz. Antenor es la figura del filántropo, del amigo del progreso,

que recorre las tierras griegas pacifi­cando a los pueblos y predicando los

beneficios de la paz. A lo largo de esta obra, el ali cantino, en la r­

gos discursos doctrinales plenos de espíritu pedagógico, desarrolla numerosos planteamientos y provoca sentimientos para denunciar la guerra como algo aborrec ible. El objetivo de Antenor es recorrer

la tierra para frenar la guerra y favorecer la felicidad de los hom­

bres l >. La obra está encabezada por una cita horac iana: Antenor

censet belli praecidere causam. Antenor representa la figura de Atenea armada de casco, lanza y escudo. Es la razón, que a veces

se arma para detener la guerra. Es la diosa de la sabiduría, Atenea, con los útiles de Marte. Es la razón armada. Pero Antenor rechaza la guerra, su razón activa es el desarrollo de la industri a, de la for­

mación de una ciudad qu e apueste por el progreso, en la que las

l' Pedro Montengón: El Antenor. Ed. Anton io Sancha. Madrid. 1788. Parle Segunda. pá~ 126.

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Pedro Montengón: Reformador, heterodoxo y utópico REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

106

sumas divinidades sean la Paz y la Humanidad, donde se garantice

la justicia y se respete la libertad de opinión. Es la ciudad de la Paz y de la tolerancia, que en nada se parece a las desarrolladas por Pizarro y Cortés en América, ni a la España dieciochesca.

El objetivo final es la felicidad del individuo y de la República. Felicidad que no viene sola, hay que salir a su encuen­tro. El joven Eusebio después de recorrer el mundo, efectúa un

balance de experiencias: frente a los espacios de violencia, de injusticia, intolerancia, miseria y superstición, el protagonis ta

desengañado volverá al Nuevo Mundo, a su "asilo de felicidad", al "seno de la abundancia", donde con su esfuerzo "un suelo fértil y

delicioso con su frondosidad y abundancia, la naturaleza los alivia y recrea, donde puede comenzar una vida feliz y comunitaria en la

Nueva Tierra, en la que la utopía puede ser llevada a cabo sin tra­bas ni dependencias, con esperanza"IG.

MONTENC6N: HETERODOXO

Para reconocer el carácter heterodoxo de Montengón basta con

anotar las acusaciones que los censores hacen de su obra, sobre todo siguiendo los pleitos contra Eusebio. Es una de las polémicas más lla­

mativas de la historia de nuestra literatura. En síntesis: doce procesos, siete años de brega ante la Inquisición y el Consejo de Castilla.

Resultado: un Eusebio Corregido y Enmendado de 1806, que poco tiene que ver con la edición de 1785 a pesar de la lucha del autor y

constancia contra los tribunales e incluso contra el editor (Antonio Sancha). No obstante, aquí el punto de interés es entresacar las acusa­

ciones para percibir, a través de las mismas, la heterodoxia del autor.

Los censores' acusan que las alusiones favorables a la religión son escasísimas y las desfavorables numerosas. No hay imparciali­

dad: "Montengón toca la religión siempre co mo violentándose y

deprisa, y si se detiene es para ridiculizarla"I;. Asimismo, los cen­

sores aluden a las numerosas críticas que Montengón realiza acer­

ca de los abusos de la religión y a que nunca se detiene a explica r los usos y beneficios de la misma lB . En el mismo orden se refieren

a las "befas, escarnios y ficciones o cuen tos ... chistes insulsos de que se vale el autor" para burlarse de los falsos milagrosl ~ . También

los censores dan cuenta, a modo de resumen, de afirmación: "el terror ha creado muchos dioses"2o, o de las burlas que realiza a las

1(, Pedro Monteng6n : Eusebio. ibídem. Parte Cuarta, págs. 393-397. 17 A.H.N. Inquisici6n. Leg. 4460. n° 7, pág. 75 Y Cfr. Pedro Mon tengó n: Ensebio. ibidem, parte terce ra, pág. 26. 18 A.H .N. Inquisición, Leg. 4460, pág. 110. 19 A.H.N. Inquisición, lego 4460. n° 7, pág. 25 Y 75. 20 Pedro Monteng6n: Eusebio, ibídem, parte tercera, pág. 170.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

La preocupación de los censores, ya no es que nIegue el valor de la escolástica, sino que la suplante por la filosofía científica y posibilitadora de libertad de conciencia

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Rogelio Blanco MartÍnez

Santas Reliquias, del desprecio a la filosofía escolástica, "lo que

hace con las insulsas expresiones, comparaciones y términos, capa­

ces de irri tar al más pacífico (oo.) Sus expresiones se parecen a las

infundidas quejas que contra la teología escolástica vomitan los herejes"21 . También afirman que raramente menciona a la Sagrada Escritura.

Los censores, reiteradamente, acusan el indiferentismo de la

obra frente a de terminados valores religiosos: el autor no presenta referencias religiosas a la vida matrimonial de Eusebio y su mujer22.

Eusebio no trata de convertir a un amigo no católico cuando se está muriendo2:l; ni justifica la vida con un libertino como una preparación

para la vida virtuosa2<l . Acusan a Montengón de deista manifiesto por

su indiferentismo, a la vez que afirman que és te y el tolerantismo de

Montengón demuestran la influencia roussauniana en éF5.

Los censores no utilizan el término tolerancia sino tolerantismo. La tolerancia consiste en valorar de igual modo una religión que otra,

y a Montengón no le importa que su protagonista sea educado en la

religión que le rodea. Cualquiera es suficiente y de hecho sitúa a

Eusebio en una familia de cuáqueros, grupo reli gioso quP los (,f'nso­

res consideran como sectariol6. Del mismo modo acusan a Montengón

de que no explicite que los no católicos no pueden salvarse, a la vpz

que no niega que extra ecclesia sea posible la salvación. Uno de los

textos que mayor preocupación causó a los censores relativo al tole­

rantismo es el que refiere que el tutor se emplea en la enseñanza de

la lógica de Locke y de los principios de Epicteto a Eusebio. Autores

que predican la tolerancia2i• Por tanto la preocupación de los censo­

res, ya no es que niegue el valor de la escolástica, sino que la suplan­te por la filosofía científica y posibilitadora de libertad de concien­

cias. Para abundar en esta afirmación uno de los censores acusa a

Montengón de expresar su "preferencia de la libertad de pensar sobre la religión"2H.

Los censores son conscientes que Montengón no eligió el cua­

quel'ismo de forma ingenua o al azar. No obstante, de esta secta tie­

nen una opinión pésima. Los llaman "sectarios", "secta impía",

"locos y extravagan tes". No les importa aludir que esta secta incluso

es reprobada por numerosos grupos tolerantes de los protestantes.

Ciertamente las descargas que hacen los censores contra los cuáque­

ros, además de desconocimiento denotan una fanática rabiosidad, pre-

" A.H .N. Inqui sición, lego 4460, págs. 23 y 91. 22 A.H. N. Inqu isición: lego 4460, pág. 94. " Pedro Montengón: Eusebio, ibídem, parte tercera, pág. 170. , .. Pedro Montengón, Eusebio, ibídem, parte te rcera, pág. 170. '" A.H.N. Inquisición. Leg. 4460, nO 7, pág. 74. 26 A.H.N.: Inquisición. Leg. 4460, n° 7, pág.96. 21 Pedro Montengón: Eusebio, ibrdem, parte primera, pág. 204 Y Cfr. A.H.N. Inquisi ción. Leg. 4460, n° 7, pág. 45. 2" A.H.N: Inqui sición, Leg. 440, n° 7, págs. 94-95.

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Pedro Montengón: Reformador, heterodoxo y utópico REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

Todos los censores coinciden en manifestar que Montengón enseña el desprecio del estado religioso ...

108

cisamente contra un colectivo nada fanátic02~. Aluden a que

Montengón reitera la mención de los cuáqueros y de sus errores y

jamás los combate"o. Un colectivo calificado por ellos como orgulloso,

ya que no se quitan el sombrero ante nadie: "Son una secta destruc­

tora de toda jerarquía y sociedad ( ... )" . Cuando Montengón quiere des­

truir la sociedad y reducir los hombres a bárbaros lo hace conforme a

su respeto a los cuáqueros:lI .

La acusación de seguidor de Pelagio no está muy fundamenta­

da en el caso de Montengón. Ciertamente Montengón opina qu e se

puede lograr la bondad y la virtud sin necesidad de acudir a la

ayuda de la religión, pero esto no es el pelagianismo. El pelagia­

nismo cree en la divinidad, a la que le debemos obediencia a s us

mandamientos, pero opina que Dios ha transferido parte de su divi­

nidad a la naturaleza, obra creada por Él, de manera que se pueden

lograr la bondad sin la necesidad de la gracia. Montengón, d e ista,

no cree mucho en Dios y menos probablemente en la gracia.

Posiblemente los censores se basan para realizar esta afirmación en

la frase que dice Hardyl: "Ninguno nace malvado""2. A te nor de

esta afirmación montengoniana, el censor concluye qu e e l al ican ti­

no no reconoce e l pecado originaP" . No es la posición de bondad

natural del hombre la que defiende Pedro Montengón. Montengón

afirma que la naturaleza infunde al hombre elementos d e bu e no y

de malo y que gracias a la virtud puede canalizar la bondad y supe­

rar la maldad. Desde un lado y otro atacan la defensa de la natura ­

lidad en el hombre que defiende Montengón:lI .

Montengón que defiende este naturalismo, da por supuesto qu e

el culto debido a Dios no proviene de imperativos divinos, sino

naturales:'; . Y la filosofía es toica será s ufi ciente para alca nzar la

perfecc ión sin necesidad de recurrir a la revelación ni a la grac ia

para purificar la voluntad; basta recurrir a la razón natural. Es d e

sobra conocida la obsesión a finales del s iglo por evitar la penetra­

ción de las ideas de los philosophes modernos en España, de ahí

que entremezclen las acusaciones de doctrinas modernas y de reli­

gión natural en Montengón.

Todos los censores coinciden en manifestar que Montengón ense­

ña el desprecio del estado religioso, de la exaltac ión del matrimonio

sobre el cel iba to y de la in s titu ción del matrimonio no por obra de

Dios sino por causas humanas. Las diversas afirmaciones de Hardyl

"') A.H.N .: Inqui s ición. Leg. 4460. n" 7, págs. 10, 17, 109, 190. :111 Pedro Monlengó n: Eusebio, ibídem, parle segunda, págs. 12, 29-46. :1 1 A.H.N . Inqui sición. Leg. 4460, n" 7. págs. 133-134. :1, Pedro MOlllengón: Ensebio . ibiel em, pa rle prime ra, pág. 219. :11 A.H.N.: Inqui s ic ión. Leg . 4460, n" 7, pág. 113 . :11 Annick Emieux: "De Bónola a Monlengón elo e1'une hérégie a l'aulre" Ib érica. n" 5.1985. págs . 147-159. :", Annick EIIJicux: "Oc Bónob <l Monolcn gó n: e1'un e hérégie a l'aulrc", ilJid cllI. pág. 156.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl22

109

Rogelio Blanco MartÍnez

sobre cómo el matrimonio surgió en pueblos sal­

vajes y sin religión conocida, lleva a los censores

a lanzar improperios contra la burla hac ia los

. . sacramentos o hac ia el celibato que según ellos,

's uponen es tas afi rmac iones por parte de

Montengón. El texto en el qu e Montengón afi rma

que el celiba to es una situac ión de "desna tu rada

crueldad":lC" lleva a los clérigos censores a dedu ­

cir que sobrepone el matri monio sobre el cel iba to

y a cuestionar el desprecio que el alicantino hace

sobre el es tado de cél ibes. Ciertamente parece

que los múltiples textos donde Montengón predi ­

ca que el celibato es contra natura y que se opone

a la primitiva ley de la na turaleza, susci tando con

ello las mayores desaprobaciones de los censores .

De es te modo, convienen los censores que, a tra­

vés de estos textos, Montengón manifiesta que el

estado conforme a la naturaleza es el matrimonio,

situación coheren te no sólo con la comunidad

sino también con el mismo indiv iduo. En el

mismo tono condenan los párrafos que aluden a la

fuerza y persuasión del amor y de la concupis­

cencia, al atractivo de los lazos amorosos.

Los censores no soportaban la suficiencia

con se rec urre al esto icismo y suplantación del

Evangelio por aquél, ni la valoración de la potencial idad de la vir­

tud natural frente a la grac ia y la fe . Al cen trarse en este apartado,

la denominac ión más si mple que lanza n los censores sobre el ali ­

cantino es la de pagano, que defiende "una virtud no verdadera,

sino pagana, incapaz con tra la naturaleza corrompida ( ... ) El

Eusebio es una obra para influi r moral a un genti l , no a un cristia­

no ( .. . ) No parece otra que la que es tan proclamada en los libros de

los filósofos modern os , cuyos falsos fantasmas han prod uc ido en la

infeliz Francia los excesos que todos 1l0ramos"3,. Este censor para

reforzar su opinión cita a Quevedo, qu ie n dice que la moral de

Epicteto es buena pero inútil sin el Evangelio y si n las ense ñanzas

de Jesucristo. No es sorprendente que en este apartado de la lascivia y la

l11orallos censores utili cen la mayor severidad . Fijándonos por los

informes de los censores , s in lee r el libro, se podría concluir que

estamos frente a una obra indece nte. Los censores han se ñalado el

gran núm ero de historias y pasajes dedicados a exponer amores

poco edifi cantes, violaciones, celos, galan teos, etc . n delator

:\(, Pedro Monteng6n: Eusebio . ibidem. parte primera . pág. 259. 37 A.H. . Inquisici6n. Leg. 4460. págs. 8 y 10.

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Pedro Montengón: Reformador, heterodoxo y utópico REPÚBLICA DE LAS LETRAS I21

110

expone con tremenda indignación las diferentes ocasiones en las

que el autor recurre a estos artificios narrativos. Con la permanen­te frialdad y racionalidad del es tilo montengoniano contrastan las

situaciones citadas por el ardor y el calor que expresa su literatu­

ra. Ante estas situaciones, un estilo cansino y romo se vuelve diná­

mico y vivaz, hasta el punto de que uno de los censores afirma qu e Montengón "pinta todos los hechos con tan vivos colores ( ... ) qu e

Rousseau, con toda la fuerza de su eloquencia, no pinta los amores de su Julia con tan arriesgados periodos":\!I.

Según un censor, una vez que Montengón excluye la religión revelada, pretende convertir a todos los hombres en salvajes (sal­vajismo), destruir la sociedad civil y todo gobierno político y, a la vez, la obra es "el intento del autor de enseñar a un joven la fruga­

lidad y la sencillez y el sosiego interior: y estas ventajas se consi­

guen más fá cilmente en las aldeas y casas de campo, qu e en la s ciudades y cortes. El ilustrísimo Guevara y Feijoo, y otros mu chos

han escrito sobre la desagradable habitación en las cortes, y sobre

las delicias del campo, sin que por esto, quieran hacer a los hom­bres salvajes"3Y.

Próxima a la acusación de salvajismo se encuentra la de igua­litarismo: "la Anarquía que bajo el nombre de Igualdad tantos

estragos ha hecho en nuestro tiempo"'\O. Dentro de este igualitaris­mo, los censores, incluyen el casamiento de un noble con una pl e­

beya, o sea, el plebeyismo. El censor evalúa como negativo el hec ho

de que una persona se case con alguien de una condición social inferior. En el mismo orden de acusación plebeyista, el censor se

sorprende cómo la primera vez que Eusebio habla de la religión es con un criado. Tampoco los calificadores dejan de sorprenderse acerca de la sencillez de modales de los cuáqueros y, sobre todo, de que Montengón alabara que éstos no se quitaran el sombrero ni ante

un rey, lo cual prueba que Montengón defiende el "error de qu e

ningún hombre puede ser señor ni servir a otro"'" .

La obra de Rousseau se condenó y se quemó delante de la Iglesia

de Santa Cruz de Madrid. Uno de los censores de la novela de Montengón fue Don Francisco Antonio Martín y Moral, párroco de la

Iglesia de Santa Cruz. Los censores formularon numerosas acusacio­

nes contra el seguimiento, por parte de Montengón, de la ideología de Rousseau. Posiblemente el permanente tópico exclusivista de clasifi­

car a Montengón de rousseamúallO arranque de la aoullJancia J e

:111 A.H.N. Inquis ición. Leg. 4460. pág. 49. :I'J A.H.N. Inquis ición. Leg. 4460. págs. 37-38. '11> A.H.N. Inquis ición: leg. 4460. pág. 132. 4' A.H.N.: Inquisic ión. Leg. 4460. pág. 91.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS!22

111

t

Rogelio Blanco MartÍnez

detalles censoriales acerca del rous-

seaunianismo contenido en la obra de

Montengón. En el texto sobre Pedro

Montengón, publicado en 2001, se dejó

constancia con abundantes referencias

la separación entre el filósofo ginebrino

y el escritor de Alicante .42

Ciertamente, Montengón "no habla

de la madre patria con entusiasmo y

.', .,'

, exaltación y cuando sus protagonistas

lransponen la frontera pirenaica los

hace entregarse a cabilaciones sobre la

naturaleza del gozo que experimentan al pisar el suelo patrio (sic)"'13. Las refe­

rencias de Montengón sobre España

son escasas y casi siempre cargadas de

abundante crítica y no exentas de hos­tilidad. Estas críticas se pueden atri­

buir, además de a esa hostilidad com­

prensible por tristes experi encias vi la­

les, al deseo reformador y a la ambición

utópica por parte del alicantino de

cambiar el statu quo español, más que

como un prejuicio contra su país. No

obstante, los censores se fijan en ellas

ai sladamente, pasaj e por pasaje, con­

cluyendo una ac titud contraria a

Espaiia y de escaso amor por su patria4-l. Uno de las acusac iones más

sorprendentes de los censores es la del

descrédito a la nación española qu e se

POR

produce cuando Montengón describe el

mal eslado de las universidades, de las escuelas y planes de es tudio,

máxime al eslar expresadas por boca de un inglés, el cual afirm a "qu e

no tenemos generales, soldados, ni literatos, porque los frailes lo han avasaI1ado lodo a la devoción y a los escapulari os"15.

Con los ejemplos y referencias expresados en es las páginas se

concluye que Pedro Montengón y Paret es uno de los autores que más

. ., R. Blanco: Pedro Mont engón y Pare t . Un ilus trado entre la utopfa y la rea li dad. Ed . Un ivers idad Polit éc nica de Valencia. Valenc ia. 2001. págs . 198-304. 0\:1 E. Catcna : Vida r obra de Pedro Montengón. Tes is doctoral inédi ta. Univers idad de Madrid. 1947. tomo l. pág. 102 . .• , Los ce nsores se ce nt ran fundame ntalment e e n las referenc ias pe)'o ra ti vas a España contenidas en la parte segund a. pág. 324: part e te rcera . págs . 335 y 349 de ElLsebio . . ". Pedro Mont e ngó n: Eusebio. ibfdem. pa rt e segund a . pág. 324. El tex to dc Mon tengón crítico co n la s ituac ión de las uni ve rs id ades : Euse bio. ibídem. pa rte te rce ra. pág. 349.

Page 112: REVISTA 122

Pedro Montengón: Reformador, heterodoxo y utópico REPÚBLICA DE LAS LETRASl22

112

El Mirtilo, O Los Pastores Trashumantes

(1795)

Pedro Oc Monten,on

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han contribuido a la heterodoxia y a los desarrollos

utópicos de nuestra literatura. Esta acción no sólo se

refleja en sus desarrollos y tesis sino también en los

campos que abre y cierra. Abarcó todos los géneros y abundancia temática. Recorre a los clásicos, es tá

atento a los planteamientos de su época y se abre a

postulados que pasarán a formalizarse en la ortodoxia

futura. Cierra género, por ejemplo con EL MirliLo (ú lti­

ma novela pastoril), abre corrientes, por ejemplo al

romanticismo. Sus novelas se postulan prerrománticas

así como sus esfuerzos por introducir al bardo Osián.

Ciertamente y dado su ruta biográfica, no es sufi­

cientemente conocido o quedó olvidado por la defensa

de su libertad. Es expulsado en Italia, pero no es jesui­

ta; aún más, reniega de ello, por lo que quedó descolga­

do de es te ci rcu ito. De igual modo se queda fuera de los

manuales o es interpelado con insuficiencia o se sostie­

nen tes is o clasificaciones sobre él cargadas de inexac­

titud. Por ejemplo, se le ha denominado "el Rousseau

español". Una lectura rápida desvela que los protago­

nistas montengonianos (Eusebio, Leocadia y Eudoxia)

no son el doble de los rousseaunianos (Emilio y Sofía) .

En resumen, y en opinión de quien escribe, estamos

ante un autor insuficientemente conocido y reconocido

y, probablemente, sea el narrador más señero ele nuestro

siglo XVIII.

Page 113: REVISTA 122

Juan Goytisolo

Presentación Crítica de 1. M. Blanco White -Fragmentos-

1972

- ensayos literarios, Galaxia Gutenberg, 2007-

La historia de la literatura española está por hacer: la actualidad

al uso lleva la impronta inconfundible de nuestra sempiterna derecha,

El destino póstumo del expatriado español José María Blanco Whi te

(1775-1841) podría servir de ilustración, en efecto, del funcionamien­

to de los mecanismos de represión y censura que determinan la esca­

la de valores del país según la óptica de nuestros programadores cul­turales , ¿Qué sabe el lector español de hoy de él y su obra? Si nos

tomamos la molestia de consultar los manuales de literatura de los

últimos ochenta años hallaremos una serie de opiniones tajantes y

exaltados epítetos cuyo origen podemos fácilmente rastrear, de libro

en libro, casi sin variación alguna hasta el lib, VII, cap, IV, de la

monumental Historia de los heterodoxos españoles, de don Marcelino

Menéndez Pelayo, Lo hemos dicho en varias ocasiones y no nos can­

saremos de repetirlo: en España no sólo se heredan propiedades y bie­

nes; de generación en generación se transmiten, igualmente, criterios

y juicios y, con honrosas excepciunes, los histori adores y ensayistas

del país siguen viviendo aún hoy, en lo que a Blanco concierne, de las

dudosas rentas del señor Menéndez, Los libros de Blanco White no

han sido reeditados jamás y la vieja represalia nacional del si lencio

El tI'abajo sobl'e Blanco White fue encal'gado a uno de sus mayol'es especialistas , POI' pl'oblemas d e salud no pudo l'ealizado. Recogemos fl'agmento s SO bl'C este CSCJ'itOI' de quien más ha esc l'ito so lH' c é l , Juall GoyLisolo, c igualmente de una dc las pl"imel'as cnsayistas que escl'ibió sob l'e es tc autOJ', 1\1," Tel'esa dc Ol'y, además de dos pequeños textos entresacados de la obl'a de Blanco White,

Page 114: REVISTA 122

José María Blanco White

114

Juan Goytisolo

Ensayos literarios (196?-1999)

REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

ha operado con él de modo muy simple: negándole la traducc ión a su

idioma nativo y vedándolo así, eficazmente, el contacto con sus paisa­

nos. "A quien conozca la obra de Blanco, tanto en inglés como en

español, no podrá menos de soprender la desproporción existente

entre su valor y su escasa resonancia", señalaba Vicente Llorens en

su sugestivo ensayo Liberales y románticos. I Por lo que se refiere a

España. agregaba, "no hay duda de que su heterodoxi a ha ten ido que

contar decisivamente para mantenerlo en la penumbra que lo envu el­

ve". La observación es justa y merece que nos detengamos en ella : a

diferencia de los demás países de Europa occidental, en donde tod o

lector capaz de comprender y valorar lo que lee tien en acceso libre a

las fuentes de la cultura nacional, el lector de lengua española recibe

ésta a través de un filtro purificador destinado a retener toda la esco­

ria susceptible de contaminar los muy puros raudales de la ortodoxia

hispana. Separados de la obra de Blanco por el denso telón de s il en­

cio y oprobio de nuestros zombis, sus eventuales lectores no han podi­

do arrancarle de la casilla en que lo encerrara el conocido celo apos­

tólico del polígrafo montañés. Mazmorra o sepultura más bien, -iY

vaya una!- la del apóstata, renegado, abominable y antipatriota, que

justificaría por sí sola la mortaja piadosa que lo cubre. Pero seamos

justos: Menéndez Pelayo tuvo cuando menos la honestidad mínima de

acercarse a sus escritos, y sus pareceres - por apriorísticos, inexactos

y anacrónicos que sean- se fundan o pretenden fundarse en un exa­

men de los mismos; sus epígonos, por el contrario, ni siquiera inten­

taron leerlos. Les bastaba, y sobraba, el fallo inapelable del Gran

Maestro. El que una obra tan rica, compleja y profunda como la de

Blanco haya permanecido durante casi siglo y medio sin traducir

muestra con aterradora elocuencia el bajísimo índice de curiosidad

intelectual que caracteriza desde siempre a los españoles: salvo los

pocos nombres de todos conocidos, el análisis real-no justificativo ni

mítico- de nuestra propia historia permanece aún hoy -triste es decir­

lo- en manos de investigadores ex tranjeros. Los mismos programado­

res del consumo interior que por espacio de décadas han privado al

público de la Península del acceso a una obra de la magnitud de La

Regenta siguen actuando con un autor como Blanco White s in que

nadie proteste o se escandalice. ¿Por qué? Porque, como dijo

Cernuda, "en España las reputaciones literarias han de formarse entre

gente que, desde hace s iglos, no ti ene sensibilidad ni juicio, donde no

hay esp íritu crítico ni crítica, y donde, por tanto, la reputación de un

escritor no descansa sobre una valoración objetiva de su obra". Que la

a tonnen tada y áspera personalidad de Blanco resultara ex traña el sus

coetáneos nos parece absolutamente normal. Como dice con razón

Vicente llorens, "sus ideas, su sensibilidad, y su lenguaje tenían que

ser incomprens ibles para quienes seguían aferrados a una tradición

I Liberales y románticos. Ulla migración espaiiola en ¡ag la/ erra (1823-1824) . Casta lia. Madrid. 1968. pp. 386-427.

Page 115: REVISTA 122

REPÚBLICA DE LAS LETRAS I22

115

Juan Goytisolo

que él había abandonado hacía años" . La experiencia nos ofrece a

menudo ejemplos de l destino amargo de los pensadores y artistas que

tienen la clarividencia y audacia de adelantarse a los valores oficiales

de su tiempo: perseguidos y negados en vida, su reconocimiento no

viene sino más tarde, rec tificando así, de modo póstumo, la fl agrante

injusti cia con q ue fueron traLaJus. Pero en España ni siquicrcl cAi"Lc

esa compensación: nu estros programadores siguen cargando sobre los

hombros de Blanco el delito de la insobornable lu cidez qu e expió

dolorosamente en vida. Mi entras Ingla te rra y Francia, por ejemplo, se

sirven de la persona y obra de sus di sidentes más célebres para mayor

gloria de la cultura e his tori a nacional una vez cicatrizadas las heri­

das del tiempo, el acierto político y la generosidad moral no merecen

entre nosotros ad vilam aeternam sino oprobio y s ilencio.

¿Exagerac ión nu es tra? Léa nse los ensayos de Menéndez Pidal sob re

el padre Las Casas, cuyos alegatos anti esclavistas son califi cados de

"anticuados" y "medievales" en contraposición a la " moderna" y

"perdurable" opinión de Vitoria, que, llena "de caritativa mesura y de

templanza" y de " profundo espíritu de equidad cri stiana", dis tingue

nada menos que "siete causas legítimas de esclavitud" : para el falle­

cido presidente de la Real Academia Española, Las Casas e ra s im­

plemente un "deslenguado" y un " resentido" . El mismo daltonismo

aberrante continúa afectando aún hoy la ejemplar condu cta de Blanco

con respecto a la insurrecc ión de Améri ca. Cuando España ha reco­

nocido desde hace casi siglo y medio la independ enc ia de las repú­

bli cas hispanoameri canas y és tas son, ofic ialmente hablando, "las

hijas amadísimas de la Madre Patri a", en lugar de evanecernos del

desinterés y perspi cacia de Blanco y proponerlo de modelo a la con­

siderac ión de los nuevos países, se le sigue marcando con los epítetos

de " renegado" y "t raidor".

* * *

Vagabu ndea r por la extensa obra de Blanco White reserva al

lec tor de hoy infinidad de sorpresas . Sus pla nteamientos e ideas res­

pecto a temas tan di versos como religión, soc iedad, política, histo­

ria o litera tura, sobresa len por su riq ueza y original idad en tre la

prosa gris y anodi na, de los escritores españoles de su tiempo. A

menudo, al recorrer las páginas de éstos, experimentamos la penosa

im presión de que conscien te o inconscientemente obedecían a una

serie de esquemas mentales qu e les obligaban a escribir igual, aun

en el caso de que no quisieran decir las mismas cosas. La tiranía

ideológica con la q ue con tendió Blanco le condujo, como sabemos,

a buscar la libe rtad en el ámbito de una lengua que poseyese igual ­

mente aquélla . Pero quienes vivieron y publicaron en la Península

es taban condenados a razonar y pe nsar conforme a c ie rtas fórmulas

o princ ipios establecidos que, en virtud de su mi sma familiaridad

Page 116: REVISTA 122

José María Blanco White

... SU obra es el producto insólito de un intelectual capaz en todo momento de pensar por su cuenta, de escritor que no se somete a ninguno de los clichés y mitos que entorpecen el funcionamiento de la inteligencia nacional. ..

116

REPÚBLICA DE LAS LETRAS l1l

con ellos, podían pasar a sus ojos por naturales. Con la intuición que

le caracteriza, Blanco había estudiado el fenómeno y, anticipándose a los descubrimientos de la lingüística postsaussuriana, advirtió que, "siendo el lenguaje un conjunto de signos arbitrarios y no

teniendo las palabras otra acepción sino la que les confiere el hábi­

to mental de quienes las usan, cualquier palabra y, todavía más,

cualquier frase (pues las frases, al formar una oración, se hallan par­

ticularmente dotadas de una gran variedad de matices significati­vos), si se repite corrientemente respecto a determinados conceptos,

parecerá que rechaza todas sus otras acepciones como consecuencia de una ley natural". Las consecuencias de dicha reducción, fruto de los mecanismos de asociación del lenguaje, debían afectar forzosa­mente a un idioma codificado por varios siglos de estática social. El

lector español de hoy, que a consecuencia de una larga expatriación ha perdido el contacto con los esquemas mentales y fórmulas ex pre­

sivas comunes a toda la prensa del país, se siente igualmente per­

plejo ante la dimensión del fenómeno: el de una lengua ocupada por

una casta omnímoda que mutila sus posibilidades expresivas ejer­

ciendo una violencia solapada sobre sus significaciones virtuales. Podemos hablar de idiomas ocupados como hablarnos de pa íses ocu­

pados, aunque para descubrir los primeros sea necesario un proce­

so de extrañamiento de parte de los alienados indígenas que sólo la distancia o un a lucha heroi ca, cotidiana, contra la agresión del es te­

reotipo pueden procurar. Blanco prefirió expresarse en inglés y sus paisanos debemos lamentarlo, ya que su obra es el producto insóli­

to de un intelectual capaz en todo momento de pensar por su cuen­

ta, de escritor que no se somete a ninguno de los clichés y mitos que entorpecen el funcionamiento de la inteligencia nacional. Su cono­ci miento de numerosos idiomas (latín, griego, franc és, itali ano y a le­

mán, además de los dos en que escribía), la vasta cultura que reve­

lan las páginas de su diario y correspondencia (citas de Shakespeare, Goethe, Spinoza, Kant, románticos ingleses) contras­

tan con el provincianismo de sus coetáneos peninsulares, limitados

por lo común a la lobreguez de la lectura e imitación de los escrito­res franceses de segundo orden. l Recorrer la Life, las Cartas, los

numerosos artículos que redactó para diversas publicaciones britá­nicas es embeberse en un rico caudal de ideas frescas y personales

qu e, si hubieran s ido divulgadas oportunamente entre nosotros,

habrían contribuido a acortar tal vez el proverbial retraso de nues­tro calendari o.

I Cern uda habfa obse rvado ya que la mejor poesfa franc esa mode rna (Nerval. Baudcla ire. Rimbaud. Mallarmé) no inte resó gran cosa a los " mode rni s tas" es pa­ñol es. apasionados. en ca mbio. no ya por Verlaine. sino por autores co mo Musset. Moréas. Samain. Maeterlinck. etc. El mismo mal gus to condujo a Unamuno a negar desdeñosamente la obra de Sade y Lacios mi e ntras se pasmaba de admira­ción ante el muy curs i y melifluo Oberman de Éti e nn e Pi ve rt de Sé naneOU L

Page 117: REVISTA 122

REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

117

J L\~ C()"TISOLO

I~ 1 .. \ _\( :() \\llrI'F f} F..</HlI/O/ ~ lu illd"l't·lIden.-ia dt'lli~IIII/t"lIl1ll;rinl

Juan Goytisolo

La reciente interpretación de la historia de España como resul­

tado de la convivenc ia y desgarradura seculares de españoles de

casta hebrea, musulmaria y cristiana es sin duda uno de los plante­

amientos más lúcidos y esclarecedores de que puede enorgullecer­

se nuestra historiografía. En otra ocasión señalé la gran deuda con­

traída por todos con la audaz labor mitoclasta de Américo Castro, y

ello me exime del deber de hacerlo ahora .2 Pero me parece intere­

sante añadir aquí que, hojeando la obra de Blanco White, el lector

compenetrado con las concepciones castristas encuentra a veces,

en germen, algunas de las ideas fundamentales del gran historiador.

Fragmentos del libro Blanco White. El español y la independencia de América

(Taurus, 2010)

JUAN GOYTISOLO

( . .. )

El racionalismo militante de Humboldt, su liberalismo político y

económico, su anticlericalismo y culto a la libe ltad, convergían con los

de Blanco White y le procuraban los instrumentos intelec tuales ade­

cuados para analizar los acontecimientos que sacudían América desde

la pacífi ca revo lu ción en Caracas de abril de 1810. Tanto '; 11C; v a l()n ~s

filosófi cos y políticos, como sus doctrinas sobre la ex plotac ión rac ional

de los recursos económicos del Nuevo Mundo y sobre el comercio s in

trabas entre las dos orillas del Atlántico y los distintos vi lTeina tos, apor­

taban al exiliado londinense los argumentos necesari os para denunciar

el anquilosami ento del cuerpo legal, el despoti smo de la administra­

ción , los pri vi legios abusivos de la Igles ia, el inhu mano sistema de las

castas y la monstruosa desigualdad de las clases sociales como las cau­

sas reales de una insurrección que conduciría inevitablemente a la

independencia y fragmentac ión de los domini os colonial es de España .

Comunes a ambos autores eran as imismo la aspiración a una mejora

p.clllcativa y moral de la poblac ión, a la pl p. n;:¡ li hp. rt arl rl p. r:oncienc ia y a

una distribución más jus ta de la riqueza y los bienes acaparados por

mercaderes sin escrúpulos, la Igles ia católi ca y una ad mini strac ión

parasitaria y rapaz.

' Estudios sobre la obra de Américo Castro. Taurus . ¡\'I adrid. 1971.

Page 118: REVISTA 122

I

José María Blanco White

JOSÉ

BLANCO WHITE

,

l tj \. "S<t. " '" .,

.. 1 ,.

No. IV. -

REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

El lector de los artículos de Blanco White en El Español hallará la impronta decisiva de Humboldt en los párrafos que citamos a continua­

ción:

"Las leyes españolas conceden unos mismos derechos a lodos los

blancos; pero los encargados de la ejecución de las leyes buscan todos los medios de destruir una igualdad que ofende el orgullo europeo. El

gobierno, desconfiado de los criollos, da los empleos importantes exclu­

sivamente a naturales de la España antigua, y aun, de algunos años a

esta parte, se disponía en Madrid de los empleos más pequeños en la administración de aduanas o del tabaco. El más miserable europeo, sin

educación y sin cultivo de su entendimiento, se cree superior a los blan­cos nacidos en el Nuevo Continente".

A raíz de ello, explica: "Los criollos prefieren que se les llame americanos; y desde la paz de Versalles y, especialmente, después

de 1789 se les oye decir muchas veces con orgullo: 'Yo no soy español, soy americano'; palabras que descubren los sín tom as de

un antiguo resentimiento. Delante de la ley todo criollo blanco es

español; pero el abuso de las leyes, la falsa dirección del Gobierno colonial, el ejemplo de los Estados confederados de la América

septentrional y el influjo de las opiniones del siglo han aflojado los vínculos que en otro tiempo unían más íntimamente a los espai'ioles criollos con los españoles europeos".

Las brutales incursiones de los frailes misioneros de la América

meridional en las tierras ocupadas por tribus pacíficas de indígenas, lla­

mados indios bravos porque no habían aprendido aún a hacer la señal

de la cruz, incursiones en las que se apoderaban a la fuerza de niiios, mujeres y ancianos y se separaba sin cOlnpasión a los hijos de sus

madres, descritas por Humboldt, debieron de

impresionar también a Blanco y reforzar su aver­

sión a la Iglesia católica con la que acababa de

EL ESPA~OL. romper.

T ••• trfA Da Juuo D. 1810.

VraOlt.

&c4nam tÜ la 0,,"4 i1ttit~ Eud POLm~~ .ua loa RoYAUJ,R PJt l.4 ·NOUVI)UB ESPA- . alfa, r..u Aua.A1U)d .. HU~LJ)T. P.u.u 1808-9·

( ... )

El "abominable" comercIO de esclavos

indignaba jus tam en te a Blanco Whi le, y en

tres en tregas s uces ivas, impresas en los

números XIX, XX y XXI de El EspañoL con el título de "Extracto de una carta de Mr.

Wilberforce sobre la aboli ción del comercio

118

de negros", arremete duramente contra quie­

nes lo realizaban y lo toleraban con razonamientos hipócritas y con­

trarios a todo sentimiento de humanidad. La pluma del expatriado

Page 119: REVISTA 122

REPÚBLICA DE LAS LETRAS I22

Los europeos embrutecen a los negros por el tráfico que hacen de ellos y luego defienden ese tráfico alegando que los negros son semibrutos

119

Juan Goytisolo

se enfrenta a ellos con una lógica que s i hoy

nos parece, por fortuna, irrebatible, chocaba

entonces con los intereses de la Iglesia y de los latifundistas cañeros, intereses revestidos

con una serie de razones morales y religiosas de apariencia filantrópica: la esclavitud era

un instrumento divino que permitía a los

negros civilizarse, cristianizarse y salvar su

alma. La extraordinaria obra del histori ador

cubano Manuel Moreno Fraginals El ingenio expone y desmonta esta argum entación pre-

suntamente humanitaria de próceres "ilus­

trados", como su paisano Arango y Parreño, y de los capellanes que

catequizaban a la "negrada" en las centrales azucareras . La

Explicación de la doctrina cristiana acomodada a la capacidad de los negros bozales, abundantemente citada por Moreno Fraginals,

compara, en efec to, el trabajo esc lavo en el batey y e l tratamienlo

purificador el e la ca ña y su purga en los trapi ches con (· 1 prog, rt>" i­

vo blanqueo del alma de los negros, que se redimen así de su con­

dición inferior y alcanzan la gloria del cielo.

Esta parodia del amor y la caridad evangélicos partía de un

senti miento real que sólo un pequeño núcleo de pensadores ponía

en tela de juicio: la de la supuesta inferioridad de los negros, que,

como la de las mujeres todavía en gran parte del mundo de hoy,

obedecería a un presunto orden natural. Contra tan aberrante natu­

ralidad se alzaron los abolicionistas del siglo XVII, como se alzarí­

an un siglo y pico más tarde las precursoras del movimiento femi­

ni sta . La respuesta de Blanco White al racismo qu e justifica las

atrocidades del colonialismo europeo no tiene desperdicio:

"La razón que alegan, en general, los colonos es que los negros

son de carácter perverso, y que sólo el temor puede contenerlos. Yo

por mí creo que los negros deben ser naturalmente buenos, cuando

el trato qu e les han dado los eu ropeos no los ha convertido uno por

uno en mons truos" . (El Español, noviembre de 1811).

En el mismo artículo, animado sin duda por las medidas aboli­

cionistas adoptadas por las juntas emancipadoras de Caracas y México - y a las que seguirían pronto las de las nu evas autoridades

de Santiago y Buenos Aires-, Blanco White insiste en la urgencia

de poner fin a semejante indignidad. "Aún no alcanza la idea a dis­

currir cuándo podrá llegar el ti empo en que desaparezca la escla­

vitud de la faz de la ti erra", escribe, para agregar a contin uación

que "los españoles deben coronar esta gloria, contribuyendo a la

completa extinción del tráfico".

Page 120: REVISTA 122

José María Blanco White

120

REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano había

tenido un efecto previsible en la colonia francesa de Haití: la sangrien­ta rebelión de los esclavos en 1804. Pero las ideas se abrían difícil­mente camino en España y sus dominios americanos, y había que pedir

lo aún imposible, como hacía Blanco White, para que fuera posible algún día, más temprano que tarde. La sordera de la Regencia a unas demandas que ponían en peligro los intereses generados por la trata

provocó una nueva intervención del expatriado:

"¿Debe el Gobierno de España quejarse en nombre de la nación que lo ha constituido a su frente de que hay quien incomode a sus vasa­llos que se emplean en robar hombres, mujeres y niños, para venderlos a gentes que los hacen trabajar toda la vida, apropiándose el fruto de

este trabajo, y hasta los hijos que produzcan en es ta miserable esclav i­

tud? El hecho, presentado de este modo, parece una paradoja inconce­hihl p. MélS yo élpplo él l hllf'n jllirio rlp torlo" los homhrp" rlplm11l1rlo . rJllf'

me digan si hay otro modo de pintar es te procedimiento u otro aspecto

por donde mirarlo ... Tan bárbaras, tan fútiles y aun viles son cuantas

razones se pueden imaginar para sostener, ni un momento, el tráfico de esclavos que el ánimo indignado se desdeña con abominación de recor­darlas, y aun más, de responderlas".

El interés de Blanco White por combatir la trata se manifiesta con

mayor precisión y abundancia de razonamientos en su Bosquejo del

comercio de esclavos y reflexiones sobre este tráfico considerado moral,

política y cristianamente, obra publicada de fonna anónima e impresa

en Londres en 1814, año del cierre definitivo de El Español. Escrito en homenaje 'aWilberforce, refleja también su atenta lectura de los Viaje:; del explorador escocés Mungo Park, que recorrió la cuenca del Níger en una caravana de esclavos y trazó un cuadro sombrío, pero sin afán pro­pagandístico alguno, de su miserable condición.

La esclavitud , sosti ene Blanco White, no civiliza en mooo a lguno él

los africanos: destroza sus vidas y los barbariza. Invirti endo los ténni­nos del planteamiento colonialista, denuncia que los europeos "embru­

tecen a los negros por el tráfico que hacen de ellos y luego defi enden este tráfico alegando que los negros son semibrutos". ¿Quién reconoce­

rá un día en los países de nuestra lengua la deuda contraída por todos

con el reJador de El Español por esta amplitud de miras y hondo sen­tido de la justicia an te los extravíos y horrores de la difícilmente mejo­rable especie, no sé s i humana o inhumana, a la que pertenecemos?

( ... )

En octubre de 1813, de vuelta el rey -a la Corte, y a la luz de las

divisiones que el acontecimiento suscita entre absolutistas y liberales,

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

Para el pontífice, en su ya inútil socorro al monarca, las juntas independentistas

. " amerIcanas, que se forman en la lobre­guez de las tinieblas" y por cuya "inmun­da sentina" se derrama "cuanto hay y ha habido de más sacrílego y blasfemo en todas las sectas heréticas", conducen con sus doctrinas a la ruina de las almas

121

Juan Goytisolo

comenta amargamente que "España está dividida en dos partidos: uno

que nada ve ni nada atiende sino a convertir en leyes una porción de

máximas abstractas; otro que a nada aspira sino a conservar la tiranía

religiosa que ha reinado allí desde los siglos bárbaros".

Dictamen certero: la incompatibilidad entre los patriotas imbuidos

de vagos principios doctrinales, pero cuya aplicación concreta denega­

ba~ a los insurgentes americanos, y los que serían denominados más tarde "serviles" en razón de su sumisión ciega al monarca, presagiaba

ya la historia de las siguientes décadas .

( ... )

En 1819, el fiscal de la restaurada Inquisición de Canarias califi­

cará la obra del escritor de "tejido continuado de blasfemias contra la

Sagrada Religión" y acusará al redactor de El Español-que seguía cir­

culando con éxito bajo mano en las dos orillas del Atlántico- "de honendas invectivas contra los soberanos" y de inducir a sus "vasallos

a la independencia y a la absoluta libertad".

La antigua y poco santa alianza entre el trono y el altar se

manifestará aún en la postrimería del dominio español en el Nuevo

Mundo con motivo de la Encíclica de León XII publicada en la

Gaceta de Madrid el 18 de febrero de 1825 y reproducida por

Blanco White en Variedades. El contenido y lenguaje de la misma,

tan similares a los de la "Carta Colectiva del Episcopado" que ben­

dijo la cruzada franquista en 1936, merecen reproducirse como un

recordatorio de este furor santo que acecha a los descarriados a lo

largo de la historia de España y de sus dominios.

Después de evocar "las funestas nuevas de la deplorable situa­

ción del Estado y la Iglesia" en tierras americanas, fruto de "la

cizaña de la rebelión" sembrada por el enemigo, León Xli prosigue:

"No podemos menos que lamentarnos amargamente cómo se propa­

ga y cunde el contagio de libros y folletos incendiarios en los que

se menosprecian y se intentan hacer odiosas ambas potestades,

eclesiásticas y civil". Para el pontífice, en su ya inútil socorro al

monarca, las juntas independentistas americanas, que "se forman

en la lobreguez de las tinieblas" y por cuya "inmunda sentina" se

derrama "cuanto hay y ha habido de más sacrílego y blasfemo en

todas las sectas heréticas", conducen con sus doctrinas a la ruina

de las almas. Como remedio a tantos y tan graves males, León Xli exhorta a los fieles del Nuevo Mundo a obedecer: "A nuestro muy

amado Hijo Fernando, Rey católico de las Españas, cuya sublime y

sólida virtud le hace anteponer al esplendor de su grandeza, ellus­

tre de la Religión y la felicidad de sus súbditos".

Page 122: REVISTA 122

II

122

María Teresa de Ory Arriaga

España. José María Blanco White Ed. Alfaz. Sevilla, 1982

Extractos del estudio que antecede al libro

Si hay alguien que necesariamente sea combatido por los poderes

establecidos, esta persona es Blanco White. La lucidez de su inteligen­

cia, la esencial veracidad de su crítica, lo acertado de sus juicios y lo evi ­

dente de sus afinnaciones hacen que sus ataques sean de los más demo­

ledores que esta sociedad ha conocido. Además, esta contundente críti­ca no se anda por las ramas sino que va directamente a minar los pila­

res mismos de una sociedad (que desgraciadamente todavía no podemos calificar de pasada) española: el rapto del poder al pueblo y la opresión

del individuo por una religión devenida ideología. Blanco White no es un heterodoxo más, sino uno muy señalado. Su crítica es difícil de dige­

rir a pesar de la probada capacidad de asimilación del sistema. Sus gol­

pes certeros conservan todavía gran parte de su validez.

No se equivocaba la sempiterna derecha española (como la llama J. Goytisolo) al ver en él a su enemigo más cualificado. Era, en efecto, un

enemigo real -no imaginario- y fuerte al que debía combatir con todos los medios a su alcance. No cabía la tibieza frente a la vehemencia, ni

cortinas de humo ante quien buscaba la esencia última de las cosas. Fue

reprimido con violencia porque sus acusaciones eran violentas. A la vio­lencia de la razón tuvieron que oponer la razón de la violencia.

Todas las represiones de qu e fu e objeto y que podríamos resumir

en el dato de que transcurri era más de un siglo antes de ser publica­

dos sus escritos en España, le valieron su puesto de privilegio en ese

" martirologio" con que determinados sectores sociales, a los que ya n<¡s hemos referido, pretender edificamos.

Ya en el Semanario Patri6tico, Blanco White di ce textualmente:

"El fund amento de es te poder tan repugnnll le ( 1 ~1 tiranía) consis­te en la ignoranc ia. La ignorancia e l1lbrutec: p <1 Jo::> rU t, ¡,lv-; y les hace

Page 123: REVISTA 122

REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

123

JOSÉ

BLANCO WHITE

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,'l •. "\ "' . "t 1

al m

María Teresa de Ory Arriaga

ITIlrar por derecho de usurpación , y por deber, la servidumbre; los

opresores parecen de una naturaleza superior, hechos para mandar y

gozar, mientras que ellos nacieron para obedecer y sufrir. .. "

* * *

"La muchedumbre es un instrumento peligroso, en verdad, que

nunca puede emplearse sin causar perjuicio pero que perdería mucho

de su carácter destructivo si fuera empleado como último recurso y en defensa de la humanidad ... :'

Blanco acentúa su fe en unos prinCIpIOS liberales, teni endo

como base la inteligencia, úni ca capaz de restituir la libertad polí­

tica a un pueblo aplastado por la ignorancia. No olvidemos que su educación le hacía sentirse élite profundamente superior a es ta

masa destinada a ser instruida por las minorías . Para Blanco la

minoría no es sólo fermento sino auténtica cabeza de la masa. Así

basa toda su descripción evolutiva de los sucesos españoles en los

grupos de acción que llevaron a cabo el resurgimiento popular:

comuneros y masones.

Fragmento del libro España

Pero la Constitución española era como uno de esos tratados

que firman los políticos astutos con la esperanza mutua de que éste

contenga los elementos necesarios para destruir al otro partido fir­

mante . Los liberales, incapaces de hacer frente a los prejuicios

religiosos se confiaron demasiado en el principio democrático; por

su parte, los fanáticos - separados de su respaldo principal por las

murallas de Cádiz- mantuvieron a toda costa el privilegio mons­

truoso de mantener la conciencia de los españoles en la esclavitud.

Los liberales pensaron más de lo que se atrevieron a expresar, y los

intolerantes consiguieron todo lo que quisieron. Así pues, mientras la victoria es taba aparen temente del lado de los primeros, los últi­

mos -manten iendo la intolerancia religiosa del país- se elevaban

en primera ley constitucional , promesa de un triunfo futuro y, si

cabe, aún más permanente. Los acontecimientos que siguieron a la

vuelta de Fernando debían convencer a toJo juez imparcial de qu e

la gran masa de los españoles no estaba dispuesta a secundar los

deseos de los liberales; y qu e, si la Constitución, en su último

periodo, tuvo suficiente influencia como para armar a una parte del

país en su defensa, esto se debió más por causa de la conducta

injusta y torpe de la Corte después de la restauración que a un

apoyo a la Constitución en sí mi sma por parte del pueblo.

Page 124: REVISTA 122

124

Opresión del entendimiento de España

J osé María Blanco Whi te

Del libro Luisa de Bustamante o la huérfana española en Inglaterra y otras narraciones

[ ... ] El que quisiese saber los nombres de los escri tores y hom­bres de mérito que han, no diré florecido, porque bajo tal sistema es imposible, sino depuntado en España, búsquelos en los libros de la Inquisición o, lo que es lo mismo, en la lista que de ellos ha saca­do Llorente. Allí hallará a Azara, Ricardos, Bails, Cañuelo, Clavijo­Fajardo, Iriarle, Samaniego, Vicente, Salas, Tabira, Calzada, Jovellanos, Urquijo; en una palabra: a cuantos se han atrevido a saber más o con mejor gusto que los inquisidores. Y no se crea que esto ha sucedido sólo desde que se introdujo el gusto a la filosofía francesa. La misma lista presenta los nombres de cuantos teólogos se apartaron de la senda escolástica en los reinados de Carlos V y su hijo Felipe.

Los reyes de España y sus consejeros se han lisonjeado, por mucho tiempo, con la idea de que la Inquisición y su sis tem8 dp pupilaje era el método más seguro de conservar la paz interior de su reino. ¡Ilusión miserable! En tanto que el semblante de sumisión y obediencia aparecía por toda la faz de España y sus colonias, se

formaba secretamente, y casi sin que nadie lo percibiese, un parti­do intelectual o de opinión, enemigo irreconciliable del estableci­

miento político, que sólo requería oportunidad para conocer sus fuerzas.

Véase lo que ha aconlecido en España: la separación ab!;olula

e irreconciliable de una multitud de ciudadanos, los odios mortales que existen y crecen cada día, de modo que toda esperanza de tran­quilidad es vana hasta que uno de los dos partidos haya subyugado completamente al otro. ¡Cuántos males y horrores se hubieran evi­tado si, en vez de obligar a los españoles a cerrar sus labios, a no ser que fuese para decir amén a lo que se les dictaba, les hub iesen permitido hablar y escribir con moderación sobre todas materias! Poco a poco y sin violencia se hubieran acostumbrado unos a ol ros a la mutua tolerancia que exije la naluraleza de la sociedad huma-

Page 125: REVISTA 122

REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

IO~¡'. \1 :\IÜ\ nL\Nü )\\'11I1l

A.rllculfJS de ¡"."íüt:a < bístL'r;4 lilél'úría

.'

125

José María Blanco Wlúte

na, en que el orden, el sosiego y la felicidad dependen de conce­

siones mutuas, y donde toda autoridad que no se dirige a conservar las propiedades y vidas· de los ciudadanos, toda fuerza y comp ul­sión que se emplea en someter hombre a hombre, como no sea con el objeto directo de defender estos dos objetos, destruye los lazos de fraternidad y convierte a los estados políticos, ora en cálifas de

esclavos con cómitres que los tengan sujetos, ora en campos de batalla donde el furor y el odio llevan la bandera.

¿Será posible que la lengua en que esto se escribe esté desti­nada para siempre a no expresar más que ideas que el mundo civi­lizado no puede oír sin desdén? ¿Se verá para siempre obligado el que la hable desde su niñez a quitarse la máscara cuando salga de su patria, a avergonzarse de que lo tengan por español de la cali­

dad y opiniones que exije su gobierno, que la España política exige?

Si el predominio tiránico de la teología escolástica y las sospe­

chas que una grande afición a las lenguas sabias despertaba entre los inquisidores de España, en tiempo de Felipe n, no hubieran desanimado su estudio, si poco después de haberse fundado Colegios para el estudio de los autores clásicos griegos y romanos, no se hubieran convertido en meras escuelas de una miserable gra­mática, donde la juventud de las clases inferiores y medianas aprendiesen lo bastante para entender el Breviario, España no se

habría visto jamás en el estado vergonzoso de ignorancia en que se halló a fines del siglo XVII.

El hombre que ha bebido el espíritu de las grandes obras de la antigüedad miraría con asco la miserable enseñanza de las que se llaman facultades mayores, a no ser que los que las enseñan mejo­rasen su método y su lenguaje. Pero, si se abren las puertas de las universidades a jóvenes sin la menor cultura intelectual y se les

pone en las manos una filosofía semibárbara, pasarán a las demás

facultades con un entendimiento débil y ofuscado, y saldrán hechos doctores habiendo, en el discurso de su carrera, perdido el sentido

común que, sin tales es tudios, hubieran conservado.

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Actualidad de· Pi y Margall

1

JUAN GOYTISOLO

Aunque objeto de excelentes es tudios en la segunda mitad del pasado siglo -los de Antoni Jutglar, Isidro Molas,

Juan Trías Vejarano, Henessy ... -, Pi Y Margall, efímero

Presidente -¡37 días!- de la Primera República sigue siendo casi

un desconocido - citado a veces pero escasamente leído- en los

medios políticos e intelectuales de la España de nuestros días, no sólo a causa de la intransición cultural que afecta a nuestra restau­

rada Monarquía sino también de un sistema de enseñanza regresi­

vo que sacrifica el saber en aras del éxi to y del que las nuevas

generaciones universitarias salen con "la cabeza atiborrada de

palabras, pero vacía de ideas".

Como sus antecesores Jovellanos y Blanco White, Pi y Margall

intervino en la vida política española partiendo de unos principios

filosóficos laicos que le enfrentaron a la oligarquía política, reli­

giosa y económica que se perpetuó en el poder con distintos disfra­

ces. Sus críticas a la Monarquía borbónica y a la Iglesia en cuanto

responsables del atraso e ignorancia de sus paisanos mantienen ,

como los de Manuel Azaña, una vivísima actualidad. Las priorida­

des presupuestarias del Estado, tan cicateras en materia de educa­

ción y cultura, continúan privilegiando los gastos armamentísticos

y otorgando a la incorregible Igles ia católi ca exorbitantes privile­

gios . A la Espada y el Altar debemos no obs tante, recuerda Pi y

Margall, "el letargo intelectual que aún vivimos, la pérdida de la

preponderancia científica que ejercimos en Europa hasta después

de la Reforma";

"¿En qué hemos participado desde entonces, se pregunta,

en el movimiento filosófico? .. ¿Dónde está nuestro Hegel,

nuestro Kant, nuestro Descartes? Hace ya cerca de cua­

trocientos años que, negando Lutero el principio de la

autorid ad, lanzó la razón por una nueva senda; y hoy, sólo

hoy, empieza nuestra razón a recorrerla ... Casi cuatro

s iglos de atraso por esa constancia en sujetarnos a las

exclusivas y estrechas inspiraciones de la Iglesia!"

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Actualidad de Pi y Margall

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HEPÚllLICA DE LAS LETHAS I!!

Su defensa de la libertad de opinión, incluso para aquéllas

potencialmente peligrosas a la convivencia democrática, vale aún

para las sociedades de nuestra época en las que el credo religioso

instrumental izado o el extremismo doctrinal constituyen una ame­

naza a la que hay que combatir, insiste, con la ley en la mano:

"No se matan las ideas condenándolas al s ilencio, ni se

detiene con suplicios a los que las defienden . Debe dejar­

se que se las exponga y publique, por absurdas que se las

crea . Si lo son, las matará la opinión pública; si no lo son,

prevalecerán a pesar de la tiranía que contra ellas se

emplee . Lo que en absoluto es irrealizable, lo hace á

menudo cond icionalmente realizable la opinión qu e van

formando la dis cusión y el debate".

Sin libertad, nos dice, ni el hombre es hombre, ni los pue blos

son pueblos. Un rebaño escasamente humano sometido a la arbi­

trari edad de un monarca o jefe puede ser cond ucido a los peores

extravíos si aquellos azuzan sus peores instintos y en vez de aman­

sar la bestia que llevamos dentro lo e mpujan a combatir, y a veces

a exterminar, a supu estos enemigos internos o externos. La reacc ión

patriótica a la invasión napoleónica se trocó pronto, como sabemos,

en virtud de l secular reflejo de sumisión al Trono y al Altar, en un

remedio peor que el mal que pretendía combatir y dio lugar a las

guerras civiles que se sucedieron a lo largo del siglo XIX: guerras

no sólo de ideas sino asimismo entre los distintos pueblos o comu­

nidades que componen España. El federalismo republicano de Pi y

Margall, expuesto en sus libros y artículos de prensa después de la

Restauración alfonsina, busca resolver la cont rad icc ión en tre uni­

dad y diversidad en unos términos que conservan hoy toda su

vIgencIa:

"La federación es un sistema por el cual los diversos gru­

pos humanos, s in perder su autonomía en lo que les es

peculiar y propio, se asocian y subordinan al conjunto de

los de su especie para todos los fines que les son comunes.

Es apli cable como llevo dicho a todos los grupos y a tod as

las formas de gobierno. Establece la unidad s in des truir la

variedad, y puede ll egar a reunir en un cuerpo la hUlllani ­

dad loda, sin que se menoscabe la independencia ni se

altere el carácter de naciones, provincias ni pueblos".

Dicha federación, según Pi y Margall, sólo es posible en el

marco de un Estado republicano, la única forma de Gobierno, pre­

cisa, que llega al poder "por la ancha puerta de la legalidad":

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

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Juan Goytisolo

"En las Monarquías, el Jefe de Estado es algo por com­pleto independiente del pueblo. La muerte de un monarca no entraña de ordinario problema alguno para el país . El sucesor está de antemano designado: joven o viejo, igno­rante o sabio, ll eno de salud o imbécil, será ese s ucesor proclamado ... En una República el caso es distinto. El

Presidente representa a la nación, no por azar de la suer­te, sino por la voluntad de la nación misma" .

Si estos aspectos de la 'visión política de Pi y Margall han sido objeto, como dijimos, del escrupuloso estudio de un puñado de his­toriadores, otros, como los de su bien asentado anticolonialismo y su oposición a las desdichadas incursiones marroquíes que, al hilo de la "cruzada" de ü'Donnell y la conquista de Tetuán, desembo­

caron en la llamada guerra chica de Melilla -preludio de las que llevarían a cabo los militares africanistas después de la muerte de nuestro escri tor-, permanecían aún en la sombra y por eso debemos saludar la aparición de Francesc Pi y Margall y la crisis de Melilla de 1893-94 obra de Joseph Pich i Mitjana, profesor de la universi­dad Pompeu Fabra, con la atención que indudablemente exige, pues el complejo de superioridad y lo de " ¡leña al moro!" perduran

en la presente cen turia como lo puso en evidencia el gro tesco epi­sodio de Aznar y su conquista del islote de Perejil.

11

El racismo antimoro imperante en España examinado con lupa por Eloy Martín Corrales en su imprescindible Imagen del magrebí

en España. Una perspectiva histórica siglos XVI-XX halla un ante­cesor de peso en los discursos y artículos del ex Presid ent e de 1<-1

Primera República publicados en el semanario El nuevo Régimen a

propósito del conflicto desatado por la construcción de un fuerte en Sidi Aguariach, en el extrarradio de Melilla, y la reacción hostil a aquella por las vecinas cabilas rifeñas. Tras condenar con pluma incisiva los clamores de guerra y la movilización patriótica qu e

exalta el orgullo nacional a costa de la sangre de los reclutas apris­cados y cond ucidos al matadero, nos recuerda que

"la verdadera patria del hombre es la Tierra, Ya que n()s circunscribimos a la nación en que viv imos, es indispen­

sable, para que respeten la nuestra, respetar la ajena. Llevados de su patriotismo, no acometen los rifeños: no

es justo ni lícito condenar en ellos lo que aq uÍ miramos como actos de heroísmo. Estos afr icanos hace s iglos estu­vieron en nu es tra casa, y eran ya tan es pañoles como

nosotros mismos. ¡Cuán ciega es aún la humanidad! ¡Cuán

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Actualidad de Pi y Margall REPÚBLICA DE LAS LETRAS l!!

12 Sn1idll rlf' r/,"pnR nn lu C;,'ír:I lotl HI(}ód,'()mo rmr:J 11/ 2~ C.'1~""

. . . desembocaron en la llamada guerra chica de Melilla, preludio de las que llevarfan a cabo los militares africanistas después de la muerte de nuestro escritor

. . . el complejo de superioridad y lo de "leña al moro" perdura en la presente centuria como lo puso en evidencia el grotesco episodio de Aznar y su conquista del islote de Perejil

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Juan Goytisolo

poco firme y justo su cri terio! Quieren las naciones todas

sagrada e inviolable su patria, y ninguna perdona ocasión de violar e invadir la ajena. De rebelde acusa luego la vencedora a la vencida cuando la vencida trata de recon­quistar su independencia".

Si, como dijo un gran poeta y disidente ruso de la época sovié­tica, cuanto más clara es una voz más discordante suena a oídos de quienes cantan en coro conforme a la batuta del monarca o dicta­dor de turno, la de Pi y M-argall no podía ser más nítida y desento­nada en med io del fervor alentado por el Ejército y sus referentes

africanistas, para quienes la frontera de España se situaba entre los Pirineos y el Atlas. El grito de "¡Todo por la patria!" obnubilaba a una muchedumbre que, al margen del juego inane de los partidos

de la Restauración alfonsina -juego genialmente descrito por Clarín en La Regenta- confiaba más en la aventura y el arrojo que en el uso de la razón. En contraposición a dichas emociones primi ­tivas

"nosotros, los hombres de principios, no tenemos una vara de medir para unos y otra vara de medir para otros [ ... ).

Los derechos con que arrojamos de España a los moros, esos tienen los moros para arrojarnos a nosotros de África. Gibraltar es tá hace más de dos siglos en manos de los ingleses. ¿Nos creemos acaso sin derecho a recobrarlo?" .

El considerar inviolables el suelo propio y violable el ajeno, se hizo a costa de la animalización del enemigo, calificado a lo largo de

la historia, primero española y luego europea, de bárbaro y salvaj e. El florilegio de frases espigadas por Pi y Margall en la prensa de la época es idéntica a las que provocó la "cruzada" de ü'Donnell y lo será des­pués durante la guerra contra Abdelkrim y la de 1936-30 -a causa de la utilización de míseros mercenarios rifeños por los franquistas- en

pluma de conocidos políticos y escritores republicanos. Para unos y otros, los moros no son personas, sino individuos

"falsos, traidores, sanguinarios y crueles. Sólo por el terror y el castigo se les puede dominar, porque sólo la

fuerza es para ellos suprema razón". "Esa gente tiene aduares, hay que destruírselos. Tiene

pueblos, hay que arrasárselos . Herirles en lo que más duele, en lo que más afecte. Son fieras, como fieras hay

que tratarles".

Pich i Mitjana analiza con precisión la ideología anticolonia­

lista de Pi y Margall cuyo ámbito no se limitó ni mucho menos a

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Actualidad de Pi y Margall

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS I22

nuestras siempre funestas aventuras en la orilla sur de la Península, sino que se extendió en su condena del inicuo reparto de África, como si se tratara de un pastel, entre las grandes poten­cias europeas. Pese a su profesada francofilia, criticó en términos muy duros la política expansionista y agresiva de la Tercera República que, lejos de ser la emancipadora de los pueblos de acuerdo con sus principios, se adueñaba de Dahomey y el Congo, de Madagascar y Túnez, con unos métodos de violencia y engaño en las antípodas del país civilizado que pretendía encarnar. Una cosa es promover los valores cívicos de las naciones política y social­mente avanzadas mediante el libre comercio y la industria, porfía, y muy otra el avasallar a las atrasadas con bien pertrechados ejér­citos, pero sin escrúpulo alguno.

que: Con una previsión del futuro rara en aquellos tiempos. Dice

"las conquistas son ahora fáciles en el interior de África. Mas no tardará en llegar la hora de las rebeliones y las guerras [ ... ] Para las mismas naciones que hoy la invaden, será más o menos tarde África campo de sangrientos com­bates".

El aislamiento de Pi y Margall, a contrapelo del credo nacio­nalista de la clase política y de los perpetradores de malos versos -¡los habrá hasta la otra guerra chica de Sidi Ifni en 1967!-, se acentuó en los últimos años de su vida con su valiente e impopular

posición a favor de la independencia de Cuba. Contrariamente a quienes clamaban su indignación por la "ingratitud" de los suble­vados, irónicamente expues ta por Manuel Azaña en las últimas páginas de su novela El jardCn de los frailes, supo encon trar las palabras justas, por muy hirientes que sonaran entonces en los oídos de sus paisanos:

"¡Que no sepamos en todas partes sino hacernos odiosos! Somos verdaderamente indignos de tener colo ni as. No las tenemos sino por su mal y el nuestro. Hicimos en la con ­quista de América atrocidades si n número; lejos de pen­sar en borrarlas de la memoria de nuestros semejantes, no parece sino que pongamos empeño en continuarlas y agra­varlas".

¿Será necesario insistir en la conveniencia de leer y releer la obra de este político y escri tor cuyo único e inexpiable "delito" fue

el de adelantarse a las ideas y sensibilidad política de su país y de su tiempo?

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Juan Goytisolo

III

No quiero concluir ·estas hojas escritas a vuelapluma sin citar dos

frases dePi y Margall que rompen el espeso silencio y oprobio con los que intentaron ocultar su perdurable actualidad los enterradores de ideas contrarias a su rutina. Si aparecieron en las páginas de El nuevo

Régimen reproducidas en el libro de Pich i Mitjana, podrían llevar la fecha de hoy: la de ese agitado 2011 de la "primavera árabe" y de los fundamentalismos mortíferos del credo religioso y de la tecnociencia

11 Los derechos individuales no los acepta ni los puede aceptar ni el cristianismo ni religión alguna. Derivadas todas de Dios, se creen todas en posesión de la verdad y no

quieren libre el pensamiento sino dentro de páginas de sus libros santos. Si aceptan la omnímoda libertad del pensa­

miento y la conciencia no es nunca de buen grado ni since­ramente; la aceptan sólo cuando de no admitirla consideran en peligro su existencia.

2/ Si todos los progresos realizados hasta el día no han

bastado para hacer a los hombres menos fieros, más huma­nos; si toda nuestra ciencia y nuestras leyes no vienen, en

fin, más que a resolver el problema de matar más gente en menos tiempo, ¿con qué derecho podemos exigir a los que yacen, por culpa quizá nuestra, en la más supina ignoran­cia, que distingan crueldades de crueldades y sepan cuán­do pueden impunemente agraviar y matar, y cuándo no?

¿Qué otro español, contemporáneo suyo, podría haberlas firmado?

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Alejandro Sawa REPÚBLICA DE LAS LETRASI22

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La heterodoxia en la literatura del siglo XX:

el contexto de Alejandro Sawa

HAFAEL DE C6ZAR

Universidad de Sevilla

Epitafio

«J amás hombre más nacido

pa ra el pl acer fu e al dolor

más derecho.

J amás ninguno ha cafdo

con facha de vencedor

ta n deshecho»

Ma nu el Machado. sobre Alejandro Sawa

Los tratados y preceptivas

Hablar de he terodoxi a en el s iglo XIX puede parecer redun­

dante, ya que, en c ie rto modo, el s iglo lo es en su conjun to, dentro

del proceso de la historia lite ra ria, lo cua l hace más difícil precisar

aq uello qu e podríamos considerar ortodoxia en esa etapa, es decir,

lo que se a ti e ne, más o menos, a la norm a de los tratados de poéti ­

ca y re tóri ca.

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Alejandro Sawa

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

Cada época tiene efectivamente en las artes sus momentos de confluencia, de ruptura y de asentamiento de una estética predomi­nante, con mayor o menor duración, pero la preceptiva literaria solía establecer los límites y, de algún modo, las normas básicas de la cre­ación literaria, por lo que en ellas, desde la Poética de Díaz Rengifo, de 1592, se suele precisar, y a veces especificar, frente a las formas "ortodoxas", lo que venían a llamarse "extravagancias literarias", esfuerzos de ingenio, poesía artificiosa, rarezas y otros términos casi siempre negativos, todo aquello que, yendo hacia atrás, Menéndez Pelayo incluy6 en su Historia de los heterodoxos españoles. 1

La tendencia hacia unas líneas que podríamos encuadrar en el ámbito del clasicismo: Renacimiento carolingio, Renacimiento italia­no, Neoclasicismo del siglo XVIII, etc., suele contraponerse a las eta­pas de algún modo "anticlásicas" (Barroco, romanticismo, vanguar­dias), lo que resulta una evidente simplificaci6n, pero nos sirve al menos para establecer la periodizaci6n y comprender la evoluci6n en grandes bloques, y las posturas de reacci6n hacia lo anterior, cuando estas son muy marcadas . De todos modos, estas reacciones, e incluso revoluciones, son a menudo más te6ricas que reales, y casi siempre una etapa, o tendencia, confluye en el tiempo con otras y ti ene vincu­laciones importantes con la estética que pretenden acabar.

Pero podría decirse que, con una visi6n más o menos restricti­va, según qué momento, los tratados de poética, desde los prece­dentes grecolatinos hasta el siglo XVIII, están dentro de una posi­ci6n normativa, es decir, son "Poéticas dogmáticas". El siglo XIX, sin embargo, asiste a una nueva situación en la teoría literaria, ya desde los prerrománticos alemanes de fines del siglo XVIII, empe­zando por Kant, Goethe, Novalis, Holderlin, etc., quienes trasladan la atenci6n desde el concepto aristotélico de arte como Imitación hacia el arte como producto del genio creador, el sentimiento, la pasi6n, es decir, la ruptura con la Imitatio, y el autor modélico.

La consecuencia principal, a medio plazo, es la caída progresiva de las preceptivas normativas, el fin del dogma estético, abriendo camino hacia la poética personal, individual, elaborada desde la propia expe­riencia. Ya en Narciso Campillo, en Antonio de Trueba y, sobre todo, en Bécquer, encontramos ejemplos en los que desarrollan "su" propia poé­tica, fuera del modelo de los tratados tradicionales. Las cartas literarias

a una mujer, de Bécquer, en realidad es un tratado de poética no al uso, es decir, que no pretende sino exponer su propia visi6n del proceso de creación, de la poesía y del poema, reflexi6n personal no asentada en los criterios te6ricos, ni en los tratados, lo que él mismo afirma.

I No es fác il. en mi caso, resumir unas ideas sobre el campo de la heterodoxia lit e­raria por haber s ido e l tema principal de mi s investigaciones. desde la tes is doc­toral. que intentaba hacer una revi sión de es tos Ifmites. más allá de la ortodoxia. d~sde el s iglo IV a.C. has ta el s iglo XX. trabajos que se concentran en mi es tu­d io Poes{a e lmage, Sevilla; El ca rro de la ni eve. 1991.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS l21

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Rafael de Cózar

Si uno revisa los múltiples tratados que se escriben en el siglo XIX siguiendo el modelo tradicional, verá que no hay entre ellos significativas diferencias frente a los tratados anteriores, desde la

Poética de Luzán. Casi todos los de este siglo XIX tienen además una postura muy agresiva frente a las "rarezas y extravagancias poéticas", lo que es un síntoma de que abundaban, algo que no

podemos comprobar en las antologías, estudios y libros de autor actuales, sino en las revistas y periódicos.

El Romanticismo había puesto en juego el concepto de libertad en todos los órdenes (Revolución Francesa), tanto en el ámbito político (liberalismo) como en el ámbito social y estético. En reali­

dad pretendía ser una revolución in tegral, y no sólo en el plano estético, en el que la plena libertad creadora se levanta violenta­mente contra las normas , empezando por el teatro, con la mezcla de

prosa y verso, la ruptura de las unidades de acción, tiempo y lugar, así como la mezcla de lo solemne con lo vulgar, la tragedia y la comedia, los cambios de tono, de tensión, etc., exactamente lo "prohibido" por la poética clasicista.

Efectivamente en las revistas no es difícil encontrar ejemplos

de aquellos antiguos "juegos de ingenio" fórmulas de artificio y rarezas literarias que fueron frecuentes en los Siglos de Oro: acrós­ticos y pentacrósticos, poemas figurados o caligramas, versos retró­grados (palíndromo), poemas en eco, parodias, centones (collages

literarios) etc., entre otras muchas fórmulas, que los modernistas revitalizaron aún más, abriendo el camino hacia el formalismo de las vanguardias. 2

Todo este ámbito del artificio formal no deja de ser sino una "tradición", existente desde siempre y con precedentes ya en la poesía del periodo helenístico griego, pero evidentemente en una línea casi siempre considerada en la heterodoxia, que también

recogen las preceptivas.

Revolución integral

Pero el romanticismo no es sólo revolucionario en las formas

literarias . Sólo con Espronceda tenemos toda una galería de perso­najes de algún modo antisociales, o claramente marginales: El pira­ta, el cosaco, el mendigo, el reo de muerte, el verdugo, la prostitu­

ta (A Jarifa en una orgía) o el Don Juan (Félix de Monlemar), y a todos se les valora positivamente su osadía, su libertad y rechazo

del sistema. Sorprende, por ejemplo, que Espronceda vea al cosaco como alguien que debería invadir y pasar a cuchillo a la vieja

, Bastarfa con el ejemplo de la rev is ta El Pist6n de José González Estrada. dedi­cada especialmente a es tas fórmulas de artificio retóri co. en Madrid. en 1964.

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Alejandro Sawa

.. .los ataques al burgués son patentes, y todo ello es el síntoma de la posición antisistema que, desde los románticos, nos lleva hasta la bohemia de fin de siglo

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS I22

Europa, caduca y almidonada. Igualmente los ataques al burgués son patentes (Bécquer) y todo ello es el síntoma de la posición anti­sistema que, desde los románticos, nos lleva hasta la bohemia de fin de siglo.:!

De hecho, entre esos personajes marginales del Romanticismo, van a ir cobrando fuerza los que configuran, con sus antecedentes en la novela gótica, la literatura de terror, ya desde Hoffmann (1776-1822) hasta Edgard Allan Poe (1809-1849), o el personaje de la novela Frankenstein, de Mary Wollstonecraft Shelley, publi­cada en 1818, así como los prototipos de la "mujer fatal", con ante­cedentes en todas las culturas (Dalila, Pandora, Lilith), pero que en ese siglo va a cobrar especial fuerza, sobre todo al final, incluso paralelamente a los inicios de las posturas feministas. Desde Carmen, de Mérimée, o Mathilde de Lewis, de Bayron, Milady de Winter, de Dumas, Cleopatra de Théophile Gautier, Salammbo de Flaubert, o la Salomé, de Osear Wilde, pasando por autores como Algernon Charles Swinburne (1837-1909), o George Darien, quien acuñó el términofemmefatale en 1897, encontramos también en la pintura ejemplos de Gustave Moreau (1826-1898), de Edward Munch, de Gustav Klimt y del también pintor Hans Makart, cuyo cuadro, Corazones de mármol (1880), podría servir como ilustración de lo que en el cine mudo representó la actriz Tedha Bara y, más tarde, Lana Turner, Ava Gardner, o Greta Garb01

La cuestión básica es que todos esos personajes, desde el cosaco, o el pirata de Espronceda a la mujer fatal, son ejemplos del interés que se despierta desde el romanticismo por estos personajes, si no en todos los casos anormales, sí al menos claramente marginales, fuera del sis­tema, personajes que, en algún sentido, se nos presentan como ejem­plos de libertad y en los que los autores vuelcan cierta admiración.

Pero son los poetas quienes principalmente se van a levantar desde mediados de siglo contra el sistema, afirmando el rechazo al positivismo, al materialismo, a la pérdida de la espiritualidad y al espíritu burgués, mientras la narrativa, en cierto modo, es impulso­ra y síntoma de ese sistema, a través de la estética realista. La clave es, sin duda, la revolución industrial, el verdadero motor de los pro­fundos cambios que va a traer la modernidad en todos los órdenes, incluido el estético.

El siglo de la razón había iniciado el camino hacia la ciencia moderna, y la ciencia moderna será ahora la base para la tecnología, la ciencia aplicada, el verdadero motor de la revolución industrial.

3 Fue el poeta román ti co Henri Murger el primero que usó el término bohemia en su texto Scenes de la Vie de Boheme, en alusión al modo de vida an tis istema de los gitanos llegados a Francia desde esa región de Bohemia, y por extensión al mundo d: artistas e in telectuales parisinos. Véase Víctor Fuentes (ed.): Poes{a bohemia española. Anlolog{a de lemas y figu ras. Madrid, Celeste Ediciones, 1999. 4 BORNAY, Erika. Las hijas de Lililh. Madrid, Cátedra. 1990.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl2!

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Rafael de Cózar

Un simple recorrido sobre las fechas de los principales inven­

tos, desde la locomotora de vapor, hasta la luz eléctrica, y el proce­so desde la producción artesanal a la producción industrial, va a traer, como es sabido, fundam entales cambios sociales . El positi­

vismo y el culto a las ciencias experimentales se asienta definitiva­mente, frente a las ciencias especulativas. De hecho la aparición de

la novela como género moderno es paralelo en cada país al proceso de industrialización, por lo que no es extraño que empiece en Inglaterra, y qu e en España, cuya industrialización es parcial, tar­día, y en determinadas zo-nas, la novela realista tenga su auge con

la revolución del 68, con la llegada de los liberales al poder. La novela moderna es efectivamente en el siglo XIX el género de la burguesía, de la clase media y del ámbito urbano, y se desarrolla

paralelamente al proceso en que esta clase social va a concentrar el poder e imponer su pragmático modo de ver el mundo, al con­vertirse en el centro de las clases sociales. De ese modo, frente al culto al idealismo, a la fantasía y la imaginación románticos, la estética realista quiere ser, como señaló Flaubert, " una visión fría e imparcial de la realidad".

Lo interesante de esta actitud pragmática y positivista, es que el realismo como estética, el interés por la realidad en sí misma, se va a implantar entonces como no lo había hecho antes en la histo­ria literaria, a pesar de muy prestigiados precedentes, como el Libro de Buen Amor, La Celestina, la novela picaresca y El Quijote, entre otros .

Si nos fijamos bien, y qu e se me perdonen las simplificacio­

nes, la realidad en la literatura solía ser el contexto, el paisaje, el marco, o el medio donde se mueve el héroe, para hacerlo más vero­

símil, sin dejar de ser alguien con cualidades extraordinarias, modelo por tanto de imitación, de referente (héroes clásicos greco­

latinos, El Cid, los superhéroes) . Pero el héroe romántico, que la mayoría de las veces es más

bien un antihéroe, no está pensado para ser imitado, sino para

asombrar por su capacidad de riesgo, para impresionar, por su lucha contra los elementos, incluso por su desgracia, como es el

caso de Don Álvaro, enfrentado al destino en la obra del Duque de

Rivas . y en la estética realista nos acercamos ya al personaje-perso­

naje, es decir, que la base de la novela ya no son tanto los posibles

protagonistas, sino el conjunto social, el contexto, al tiempo que el héroe no lo es en esencia, sino qu e, siendo personaje normal, a veces actúa de fo rma heroica, mov ido por las circunstancias.

"Visión fría e im parcial" impli ca una pretensión, más qu e un a realidad , porque resulta difícil ser imparcial, pero la frase es un síntoma, de nuevo, de que el novelis ta qui ere acerca rse lo más

posible al papel de psicólogo de sus personajes, sociólogo, histo-

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Alejandro Sawa

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS I2i

riador, cronista y analista de su tiempo, un tiempo que está cam­biando a velocidad hasta ahora inusual, y el novelista quiere dejar constancia de ese mundo continuamente cambiante. En el fondo la literatura se acerca a la posición de objetividad que buscan las diversas ciencias, las cuales pretenden analizar y explicar el mundo, si bien ahora ya empírica y objetivamente.

Son las circunstancias, por tanto, las que llevan al novelista del siglo XIX al "ensayismo encubierto" (novela de tesis), como volverá a suceder en la España del franquismo, donde el novelista asume el papel de cronista que no puede asumir el historiador, el periodista, o el ensayista, por causa de la censura.

Por otro lado, esa preocupación romántica por conocer nuestro entorno propio (costumbrismo, loca­lismo) y nuestra historia particular (novela histórica, leyendas y hechos del pasado nacional, regional o local), frente al interés neoclásico por los universales, es el precedente de la novela realista moderna en la segunda mitad del siglo XIX. Y ahí está también la raíz del periodismo moderno, la otra vía que el escri­tor va a usar con frecuencia para mostrar su visión de la realidad, abriendo el camino hacia el ensayo (Larra) . Desde entonces el ensayismo se libera pro­gresivamente de prejuicios antiguos, morales, religio­sos, o pedagógicos, e intenta observar la realidad y enjuiciarla de manera objetiva, como ya señalamos. La evolución de la novela realista en la segunda mitad

del siglo es así paralela a la evolución del ensayo hacia su forma moderna, de modo que, cuando más tarde las dis­

tintas disciplinas van estableciendo sus propios métodos, más o menos científicos, parece que liberan a la literatura de esa preo­cupación, por lo que la novela realista de fines del siglo XIX e ini­cios del siglo XX evoluciona hacia formas más comprometidas con la literatura en sí misma y con el mundo interior.

De hecho el proceso es muy similar a lo que ocurre con la pin­tura de la segunda mitad del siglo, en la que podemos observar

cómo, según la fotografía se va desarrollando con nuevas tecnolo­gías y extendiendo como forma de "retratar" la realidad, va a dejar de ser esta última el objetivo principal de los pintores, y evolucio­namos hacia el impresionismo, el expresionismo y las di versas corrientes pictóricas de la vanguardia, ya a inicios del siglo XX.

La poesía lnoderna, en el mundo lnoderno

Sin embargo, el proceso que sigue la poesía en la segunda mitad del siglo XIX es diferente. Del mismo modo que la narrativa, también arran­

ca de planteamientos que estaban ya en el romanticismo, pero desde

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Rafael de Cózar

mediados de siglo observamos en los poetas un distanciamiento tanto de

la estética romántica, como de la estética realista, salvo una pocas excepciones. Los poetas de la modernidad, aunque tienen puntos en común con los narradores en cierto interés por la realidad, sin embargo pretenden trascenderla, o llegar a penetrar en la "realidad otra", la que se esconde tras las apariencias y no es posible acceder con los sentidos.

Ya desde Heine, Baudelaire, Rimbaud, Mallanné, o Bécquer, en el caso de España, se observa este rechazo tanto de la expresión romántica de las pasiones y su sonoridad orquestal, como del interés por la realidad tangible. -

Bécquer y sus contemporáneos, como Heine y los suyos en Alemania, buscan un tipo de expresión más intimista, menos exteriorizan te y ornamental, rebuscan­do también en las fuen tes populares un tipo de expresi­

vidad que tienda a la sencillez, aunque esa sencillez resulte producto de un intenso trabajo. También en la novela, desde Galdós, se va a buscar un acercamiento a la expresión coloquial, o al menos, el distanciami ento

del retoricismo expresivo y altisonante. Si acudimos a los textos en que algunos de esos poe­

tas exponen sus ideas sobre la poesía, nos sorprende, en

primer lugar, el interés que tienen por la teorización, incluso a través de los propios poemas5

• Basta con una revisión de esos textos teóricos de Edgard AlIan Poe, Baudelaire, Rimbaud Oa alquimia del verbo), Mallarmé

y Bécquer, para establecer las bases de la poesía moder­na desde la perspectiva simbolista, raíz incluso de las teorías de la vanguardia.

Tenemos que movernos en un ámbito de simpli­ficaciones, que exigirían un tratamiento extenso de

matizaciones, en las que no podemos entrar ahora, pero, en esen­cia, me parece ya evidente el interés del romanticismo por el "yo"

real, la expresión del sentimiento y la pasión vivida, la expresión de la vivencia casi en el momento en que se produce. En efecto, la

espontaneidad va de algún modo reñida con la reelaboración, y de ahí que a veces los románticos resulten algo irregulares en la cali­dad de sus textos. Pero ese culto al yo real exige vivirlo, es decir,

ser romántico integral, anárquico, vitalmente activo, con una vida paralela a ese vitalismo que refleja la poesía. El poeta romántico vive amorosa, ideológica y políticamente "en romántico", y su obra quiere conmocionar, impresionar al oyente. Si comparamos las bio­

grafías de Espronceda, del Duque de Ri vas, o de Larra , con la de

5 Muchas de las rimas, sobre todo las primeras, son refl exiones sobre la poesía ("U n himno gigante y extraño"" y sobre el proceso de creaci6n Oa tensi6n entre inspiraci6n y raz6n), el problema del lenguaje y su incapacidad de expresar lo inefable. etc.

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Alejandro Sawa

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Bécquer, la diferencia es más que evidente, por mucho que se haya querido reforzar esa imagen romántica del poeta sevillano, y ocul­tado su muerte, por enfermedad venérea.

Frente a los románticos, el "Yo" que plantea Baudelaire y los

otros simbolistas citados no es el yo real, sino el yo-artista. La poe­sía no procede de la experiencia vital, sino de la literaria. De lo que se trata es de que el yo artista termine por absorber al yo real, anu­lar a la persona para construir al artista, que vive y debe vivir (y beber) como tal. Y ahí nos acercamos al bohemio de fin de siglo, alguien que arrastra su oposición al sistema, a veces a costa de su vida, e incluso de su obra artística.

Para Baudelaire y, sobre todo, para Mallarmé, lo esencial del poema es la forma, el juego del lenguaje, no el contenido que, en definitiva, procede de la fOfma, como tampoco les preocupa el lec­tor, ni ser entendidos por él. La dificultad, la oscuridad, el herme­tismo de la poesía moderna empieza de hecho con ellos, abriendo camino hacia la soledad del poeta, la incomunicación, el aristocra­tismo de la poesía (el poeta como Dios, como mago, sacerdote, o vidente) y, en definitiva, "la torre de marfil" de los modernistas, o la "inmensa minoría" de Juan Ramón.

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La realidad para los simbolistas no es sino el estímulo ini­cial, tal vez el punto de partida, pero el poema no nace de ahí,

sino del proceso de elaboración que se produce a través de la imaginación, de la fantasía, el mundo del sueño y la alucinación,

o el juego con el lenguaje. Al no creer que lo que nos aportan los sentidos es real, sino la apariencia de los objetos, buscan en esa otra realidad que se esconde tras la apariencia, realidad a la

que no es posible acceder, si no es con ciertas cualidades excep­cionales (intuición, fantasía), junto a ciertos factores que contri­

buyan a potenciar esas' capacidades, como puede ser el mundo

del alcohol, la droga, o la 10cura.6 El poeta, por tan to, es alguien dotado de un poder especial, con una capac idad de ver más allá, de intuir, de descifrar el "bosque de símbolos" que es el mundo, según Baudelaire, lo que implica que no todo la gente puede comprenderle, ni acceder a ese mundo.

El mundo bohemio

Vivir en artista implica actuar como tal en todo momento, lo que

está reñido lógicamente con la vida social, incluso con el mundo del arte establecido. Tal vez esa derivación hacia el yo-artista es lo que

acaba, a veces, con el yo persona, incluyendo el suicidio y la locura. La atracción de algunos de los poetas por el mundo del mal, la

muerte, no ya como liberación , sino en sí misma, lo raro, anormal, inusual, o exótico, es el puente que une a los románticos con los modernistas, siendo en esta etapa final del siglo cuando se desa-

rrolla en España la bohemia, el malditismo. No se trata ya de los que quedan marginados y olvidados por el mundo cultural, sino

de los que parecen poner de su parte todo lo posible para que

esto ocurra, la autoexclusión del sistema. Pero la no aceptación de determinado artista por el mundo

artístico de su tiempo no siempre, ni entonces ni hoy, tiene que ver con la calidad. De hec ho, la misma razón que exp ulsó a algunos del "parnaso" de su tiempo, es la que hoy les convi er­te en referentes esenciales, y bastarían los ejemplos de

Holderlin, poeta olvidado en su época y recuperado en el siglo XX, o de Van Gogh, hoy en tre los principales pintores de la his­

toria, ambos implicados en la locura. El escritor, el intelectual, puede ser agresivo, rompedor,

iconoclasta, pero el propio sistema suele ocuparse de rentabili­

zar también las posturas que van contra el sistema, lo que expli-

• La absenta, bebida de hierbas con alto contenido de alcohol (hasta casi noventa grados) que incluye sobre todo el ajenjo. muy consumida por artistas de fin de siglo. como Van Gogh, Baudelaire, Manet. Degas, Wilde. era consi-derada por los artistas como fuente para potenciar la inspiración. y con efec­tos alucinógenos

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ca que, incluso el movimiento Dadá, del año 1916, que pretendía acabar con todo el arte y los museos, ya fuera tradicional, o van­guardista, por considerarlo, en el fondo, producto del sistema, acabó inserto en el museo.

La cuestión es compleja, ya que hablamos de actitudes vitales, a la vez que de la obra realizada por el autor. Si ya los románticos abrieron campos temáticos, como la literatura de terror, las deri­vaciones ya radicales del erotismo (Sade 1740-1814, Masoch 1836-1895), el mundo de la locura real, o la cultura de la fealdad (lo "antiestético"), lo cierto es que esas líneas seguirán desarrollándo­se en la segunda mitad del siglo XIX, tenido de algún modo su público hasta hoy (lo que se ha llamado "arte basura").

Pero es ese rechazo al mundo materialista y a la problemática creada sobre todo en la ciudad por la revolución industriali, incluido el ámbito de la imprenta y la ed ición, que pasan desde el ámbito artesanal al induslrial, así como la automarginación y el rechazo del sistema de los artistas, lo que nos lleva a la bohemia y a los poetas "maldi tos" .

La locura y el suicidio, en muchos de los casos, van íntima­mente relacionados y, de hecho, la culminación de ese interés por la locura y la psicología lo llevará a su culminación el surrealismo.u

Las Flores del mal, de Baudelaire, es el punto de partida para el ensayo de Verlaine titulado Les poetes maudits, publicado en 1884 y en 1888, que generalizará el término. Verlaine, aparte de a sí mismo, incluye entre otros a Tristan Corbiere, Rimbaud, Baudelaire, Mallarmé, o Marceline Desbordes, señalando como rasgo comunes su marginalidad, el no ser reconocidos literaria ni socialmente, a pesar de su talento, llevar una vida bohemia, recha­zando las convenciones sociales y artísticas, siempre en un plano de provocación, lo que hay que extender a otros muchos creadores en las diversas artes de las diversas épocas, desde un precursor, como Franc;ois Villon (siglo XV), hasta los más modernos, Holderlin, Ho[[mann, John Kea ts, Edgard Allan Poe, Gerard de Nerval, Lautréamont, o pintores como Modigliani, Toulose Lautrec, Gustav Klimt, Edward Munch, Odilon Redon, o el ya citado Van Gogh, entre otros muchos, hoy revitalizados.

7 La industrialización lleva al rápido crecimiento de las c iudades y la creación del nuevo proletariado. lo que supone el desalTollo de las tensiones y de las teorías sociales. desdc el socialismo al anarquismo. s Lejos ya del " loco cuerdo". tfpico de la literatura del s iglo de Oro. la locura. en sus diversos grados. y a menudo el suicidi o. han afectado en el aIte moderno a bastantes escritores y artistas. como I-Ielll1an Melville. Jules Amédée Barbeyd'Aurev illy . Cuy dc Maupassant. Baudelaire. Rimbaud. Emilio Salgari . José Asunción Silva. Leopoldo Lugones. Horacio Quiroga. Antonin Artaud. Virginia Wolf. Alfonsina Storni. etc. El caso muy conocido de Van Cogh. qui en ebrio de absenta se COItó la oreja. ha hecho olvidar que también tuvieron problemas psiquiátricos su hermano Theo. su hcrmana Wilhelmina. también internada CO Il demencia precoz. o e l henllano mayor. Cornelius. igualmente suicidado.

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París viene a ser entonces el centro principal del arte europeo en todas sus facetas ...

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La bohemia española

En el caso de la literatura española, la bohemia finisecular cuenta con la obra fundamental y casi contemporánea a la época, Luces de Bohemia, de Valle Inclán, obra maestra en el tratamiento del tema, con múltiples detalles y personajes históricos, algunos con sus nombres, y otros disimulados, aunque también con su ele­

mento crítico como clave, escondida en el homenaje especial que realiza al sevillano Aleja~dro Sawa, el "último bohemio" de aque­llos prototipos. Otras obras literarias, artículos y estudios aluden al tema en la misma época, pero no cabe duda de que es la obra de Valle el referente más conocido, que analiza además otros aspectos sociales, políticos e históricos de entonces, cuando estaba en auge el movimiento modernista.?

París vi ene a ser entonces el centro principal del arte europeo en todas sus facetas, y allí se concentran los principales impulsos

del mismo, referente claro de la bohemia. Algunos pintores con apuros económicos, como Picasso o Modigliani, vivían y trabajaban en la Comuna del edificio Bateau-Lavoir en esos años iniciales del siglo. Se formaron asociaciones como "Les Nabis" o "Les in­coherents" , cuyo nombre es ya significativo. Otros artistas también procedentes del extranj ero, como Van Gogh, Lagston Hugues, o Théophile Steilen, además de los franceses, como Henry Matisse,

Edgard Degas, Toulouse Lautrec, Pierre Renoir, Pi erre Brissaud,

Alfred Jarry, Raymond Duchamp-Villon, entre otros, conformaron esa bohemia asentada en los barrios de Montmatre y Montparnase que sería polo de atención en toda Europa.

Pero aquella bohemi a parisina de fin de siglo ya no es la mi sma que la retratada por Henry Murger entre 1847-1 849, sino un mode­lo más dramático, implicado en la filosofía anarquista y, por

supuesto, en los paraísos artificiales. En España, sobre todo en Madrid y en algunas de las grandes

ciudades, también aparecen ecos de esa bohemia artística y li tera­ria que ocupaba los cafés y tertulias, periódicos y revistas, convi­viendo las últimas generaciones del siglo (la del 68 y la del 98), con

la agitación modernista, que recoge la obra de Valle . Aparte de Vi llaespesa, Valle Inclán, Emilio Carrere, Manuel Machado, Eduardo Zamacois o Joaquín Dicenta, hay otros au tores que podrí­amos encuadrar en la bohemia, que no llegaron a alcanzar un reco­nocimien to mínimo, como el propio Alejandro Sawa, Dorio de

9 Hoyes ya relati vamente extensa la bibliograffa sobre el tema. pero destacaría, entre las obras de la época los textos de Pedro Barrantes como Tierra y cielo. Madrid, 1896. o Delirium Tremens, Madrid, Pueyo, 1910. o los libros de Emilio Carrere La Corte de los poetas, Madrid, Pueyo, 1906. y El encanto de la bohemia, Madrid, González y Jiménez, 1911. También es interesante. ent re otras obras . la novela Encarnaci6n (1913) de Joaquín Dicenta. am igo de Sawa. que retrata aque­llos ambientes bohemios.

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Henry Murger. 1949

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Gadex, Ernesto Bark o Pedro Luis de Gálvez, caSI exclusivamente conocidos, hasta hace poco, por apare­cer en la tardía obra de Valle, mientras quedaron en el olvido otros como Pompeyo Gener, José Nakens, Felipe Sassone, Eliodoro Puche, o Alfonso Vidal y Planas (quien asesinó a tiros, en el Teatro Eslava, a otro bohemio, Antón de Olmet).

Dorio de Gadex era el seudónimo del gaditano lO

Antonio Rey Moliné, autor bastante paralelo en vida y experiencia a la de Alejandro Sawa. Como tantos otros, llegó a Madrid en busca de fortuna literaria, entrando en contacto con el librero y editor Gregorio Pueyo, principal vehículo de los modernistas, librero que apa­rece en Luces de Bohemia encarnado en Zaratustra, como es sabido. Otro personaje interesante es el escri­tor bohemio, de origen eslavo, Ernesto Bark," perse­guido por la policía zarista a causa de sus ac li vidade::; revolucionarias, y afincado en Madrid hacia 1880, dedicándose al periodismo y a dar clases de idiomas, autor al que encarna Basilio Soulinake en la obra de Valle y que este incluyó también en otras obras, al

igual que Zamacois, en su relato "La Prueba". Con otros amigos constituyó la Agrupación Demócrata-socialista y

fue encarcelado y exiliado, siendo tal vez el que mejor encarna el papel de la bohemia junto a Pedro Luis de Gálvez y Alejandro Sawa, quien lo definía como el "exagerado del pensamiento en acción".

Alejandro Sawa

Alejandro Sawa, nacido en Sevilla en 1862, en la misma calle que Manuel Machado (que luego sería su amigo) y Rafael de León, llega a Madrid en 1879, viviendo desde el principio la pobreza y la bohe­mia. Viaja a París en 1889, donde vive su etapa que él mismo consi­deraba dorada, contactando con los parnasianos y simbolistas, espe­cialmente Verlaine, además de casarse con Jeanne Poirier, para vol­ver a Madrid en 1896. Desde entonces, con una vida bastante azaro­sa, se dedica al periodismo, muriendo en marzo de 1909, loco y ciego. A él aluden algunos autores de la generación del 98, como Pío

lO No deja de ser sorprendente que en la n6mina de los bohemios es pañoles . al menos entre los citados por la obra de Valle. predominen los andaluces: además de Sawa. Dorio de Gadex o Pedro Luis de Gálvez. 11 Dolores THION-SORIANO: "Ernesto Bark. un romántico revolucionario". en Del Romanticismo al Realismo: Actas del I Coloquio de la Sociedad de Literatura Española del s iglo XIX. (Barcelona 24-26 de octubre de 1996) - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl22 Rafael de Cóza¡'

Baroja, O Manuel Machado, aunque el principal homenaje, como es obvio, se 10 hace Valle In­clán l2

• Su principal obra, Iluminaciones en la sombra se editará póstuma, prologada por Rubén Darío en 1910. 13

El autor con su mujer y su hija en su casa de Madrid

La admiración de Valle por Sawa debió de ser sincera por la carta que dirige a Rubén Darío, confirmándole haber llorado ante el cadáver, y buscando su apoyo para el libro inédito de Sawa. 13 Sin embargo, en la obra de Valle se nos presenta con bastante certeza el Madrid de esa época y deja entrever a la vez las contradicciones que, de algún modo, tam­bién conlleva la bohemia.

Si nos atenemos al personaje literario de

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Max Estrella, no ya sólo como encarnación de Sawa, sino como prototipo del bohemio en general, está muy bien representada esa mezcla entre tragedia y comedia que encama el des­doblamiento de personalidad entre Max Estrellla y Latino de Hís­palis, esa tensión entre la automarginación ideológica y la picaresca, la visión trascendente y a la vez lúdica de la vida. De hecho los her­manos Manuel y Alejandro Sawa eran complementarios y a ellos alude Pío Baroja, a quien atraía la vida bohemia, pero no tanto sus repre­sentantes: ".. . luego aparecen los Sawas/ El Manuel y el Alejandro,! El uno un seudo Daudet/ el otro un farsante mago . .. 1115

No cabe duda de que el bohemio no se integra en el sistema

voluntariamente, o bien porque no le dejan. Es el tema central, por ejemplo, en la obra El tragaluz de Buero Vallejo, en donde se nos enfrentan las actitudes de los dos hermanos protagonistas en los años de posguerra, Vi cente , quien decidió subirse "al tren" del sistema, aceptando sus consecuencias, y el de Mario, que se auto­margina por no colaborar con dicho sistema (la tensión entre acti­vos y contemplativos), pero a la vez vive de las ayudas que le da el hermano, quien sosti ene en realidad a la famili a.

En Luces de bohemia, donde la ceguera de Max es, sin embar­go, luz interior, no impide que éste se gaste en lotería el dinero

" Otros contemporáneos dejaron semblanzas de bohemio sevillano. como Cansinos Assens. Albelio Insúa. Felipe Sassone. o Eduardo Zamacois J3 Su biografía más completa y puesta al día es la de Amelina Correa Ramón. Alejandro Sawa, luces de bohemia. Sevilla, Fundación José Manuel Lara. 2008. con la que la autora ganó el premio Biografía Antonio Dominguez Ortiz. de 2008. La importancia de este estudio nos evita ahora entrar a fondo en Alejandro Sawa. y a ella remitimos al

interesado. H Alberca. Manuel; González. Cristóbal. Valle-Inclan. La .fiebre del estilo. Editorial Espasa Cal pe. Madrid 2002, pag 73 15 Pío Baroja: "Espectros de bohemios". Véase Amelina Correa. Alejandro Sawa. op.

cil. Pág 70.

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obtenido, sabiendo los problemas económicos de su casa, o en invi­tar a cenar a Rubén Darío.

Su enfrentamiento con el sistema se hace precisamente sobre la institución encargada de proteger al sistema, empezando por los policías (la base), subiendo hasta el Comisario Jefe y terminando con la cúspide, el Ministro de Gobernación, antiguo compañero, quien le ofrece una estable ayuda económica, lo que en el fondo significa vivir precisamente de los celadores del sistema, lo cual no deja de ser una ironía, saludable para él.

Pero el principal momento de verdadera tensión en esa especie de bajada dantesca a los infiernos, viene con el encuentro con el obrero catalán en el calabozo: ahí Max comprende que la verd ade­ra tragedia no es la suya, sino la del preso, que sabe perfectamen­te lo que le espera, a quien se le aplicará la ley de fugas poco des­pués . La cuestión es interesante y no anecdótica, pues como es bien sabido, la primera edición de la obra de Valle no alude al tema, y sí la segunda, cuando ya se había decretado dicha ley. En este punto, la postura antisistema de Max tiene un fuerte trasfondo lúdico, sin dejar de ser trágica, al menos desde la perspectiva de Valle.

Tal vez para entender la figura del bohemio de fin de siglo, convie­ne recordar las distancias con respecto al bohemio romántico. Lord Byron, Oscar Wilde, o George Brummel podrían representar una forma de bohemia "dandy", es decir, elegante y a veces adinerada, malditis­mo por tanto sobre todo voluntario, mientras la bohemia de fin de siglo ("bohemia lúgubre", "bohemia báquica") es más desarrapada y popu­lar, pero defendida como un signo de distinción y llevada con orgullo, el que supone la distinción como artista, el poeta como "dios", que ya insinuaba Baudelaire. Lapasión por la literatura que defiende el "artis­ta" literario moderno es otro rasgo típico de esta etapa, frente al vitalis­mo romántico, por el que la literatura es tan sólo una dimensión más.

No es extraño así entre los románticos una postura antisiste­ma desde un nivel social elevado (Duque de Rivas), pero no es habitual entre los bohemios de fin de siglo, inmersos y afectados por el nuevo mundo pragmático, materialista y ya claramente bur­gués, contra el que reaccionan .

Es precisamente ese rechazo del "arte burgués" lo que identifica a los jóvenes llegados a Madrid y pronto autodenominados "Gente nueva" frente al arte ya establecido y reconocido, con el que, al prin­cipio, Sawa no se llevó mal, hasta que fue distanciándose radical­mente. Los cafés y tabernas de Madrid son los lugares habituales de esos jóvenes que se encuentran en aquellos, como El Gato Negro, el Café de la Montaña, o el famoso Pombo, en el que sería figura princi­pal Ramón Gómez de la Serna.

De hecho en estos bohemios y en los poetas simbolistas y moder­nistas está la base de la literatura de vanguardia del siglo XX, sien-

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A la heterodoxia vital de los bohemios, se une la revolución de las formas poéticas ya desde el modernismo

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do el propio Cansinos Assens, principal motor del Ultraísmo, quien también retrata el mundo de la bohemia en La novela de un literato, con muchos personajes conocidos y citados entre los recuerdos de ese ambiente madrileño que el autor vivió. Su personaje (alter-ego)

Rafael Florido nos ofrece así la semblanza de aquellos como Carcía Candamo, José Nakens, Isaac Muñoz, aparte de Valle Inclán, Ma­

chado, Baroja, Villaespesa o el propio Sawa, entre otros . A la heterodoxia vital de los bohemios, se une la revolución de

las formas poéticas ya ?esde el modernismo. Si el romanticismo había implantado la libertad en el uso de la métrica, aunque sin salirse, en realidad, de los metros y fórmulas tradicionales, conjuga­das ahora con libertad, el modernismo avanza hacia el verso libre y la ruptura con la sintaxis que llevará adelante más tarde. el movi­

miento futurista . Efectivamente desde mediados del siglo XIX vení­

an revitalizándose aquellas antiguas fórmulas artificiosas que recogí­an las poéticas antiguas, desde los acrósticos, laberintos, poemas

polilingües, rimas en eco, poemas en esdrújulo, centones y lipogra­mas entre otros juegos formales. Una breve antología de ejemplos

demuestra claramente que lo que hará la vanguardia no es sino par­tir de esa tradición de poesía artificiosa, es decir, de la "tradición" heterodoxa, y llevarla a sus límites. En este punto Valle Inclán, quien

también usó de ellas sobre todo en La Pipa de Kif.!, tiene cierta razón . al llamar farsantes a los ultraístas (1918-1922) en Luces de Bohemia,

ya que tienen bastantes puntos de relación con esa tradición formal­mente artificiosa. El caligrama obviamente no lo inventa Apollinaire,

pues los antecedentes llegan hasta él, hasta Huidobro y, en definiti­va, hasta la vanguardia poética en general.

Tal vez sea la mejor forma de demostrarlo, terminando con una breve muestra de fragmentos de poemas anteriores a la vanguardia, que confirman la tendencia al juego de lenguaje:

( ... )¡Pam, pom, pim, pim ... alto el fuego!

¡A escape! ¡A la bayoneta!

y marque la sangre luego

el brio del que acometa.

¡Bom!!! ¡Qué maldita metralla!

¡Cinco cayeron! ¡Trepad!

Taratat!

Que no pueda la canalla

cargar otra vez ... ¡Corred!

Tet-teretet! !

¡ Valientes son más que el Cid!

Pues bien ¡matad o morid!

Tit-tiritit-tirit-tit. ( ... )

A Ribot y Fonseret. (1843)

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( ... )Tras tres tragos y otros tres,

y otros tres tras los tres tragos,

tragos trago, y tras estragos

trepo intrépido al través .

Travesuras de entremés,

trépalas tramo, y tragón

treintra y tres tragos de ron

tras trozos de trucha estreno.

¡Tristres trastos: truene el trueno!

¡Tron .. . trin .. . tran ... trun ... torrotron!!!

Poesía pura

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W. Ayguals de Izco. Rev. La Risa,

11 febr. 1844. Pág 148.

Rev. El Padre Cobos.

20 mayo 1856 (p. 2)

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( ... ) Pues yo que nunca me quejo

(salta diciendo una f)

Fuerza es que sin tregua befe

tanto al mozo como al viejo.

En mí se ven al espejo

el fullero, el fantasmón,

el fuerte, el flojo, el fisgón,

la mujer frágil, la fea,

la que fracas o flaquea,

y por fin el fanfarrón. ( ... ) Aliatar.

( .. . ) Nuestras bolsas son los ríos

que en el erario común

tienen fin.

y del Papa señoríos

a la gente más atún

Don Juan Primo

Allí no bastan caudales

que en chupar ciertos hermanos

no hallan freno;

pues se llaman liberales

los que son largos de manos

con lo ajeno. ( ... )

Rafael de Cózar

Rev. El Moro Muza , febrero 1860

Rev. El Papelito. 16 octubre 1870.

Como ejemplo del modernismo, también en fragmento, ya de 1906, pueden servir estos dos:

Exposición Canina

Suscripto por el Candado,

el Canciller, el Cangrejo,

el Cantares, el Cansino,

el Candil, el Cantinero,

el Cangilón, el Candiota,

el Cantollano, el Canguelo

y otra infinidad de Canes ( ... )

Carlos Miranda: Cosas de la calle.

Madrid 1906, p. 147

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( ... ) "En la desolada tarde,

Clarivel,

al claror de un sol que no arde,

Clarivel,

me vuelve el amante alarde,

Clarivel,

aunque todo dice: Es tarde,

Clarivel. (oo.)

Franz Tamayo

(Bolivia , 1880-1956)

Todos ellos no difieren en esencia de ejemplos ultraístas como el que sigue, de 1923, al igual que los ejemplos de Valle que sitúo a continuación de este:

El Bello desconocido

Cual

signo feeral del lívido astral

Retrato,

Luce su vidente, alma inocente

Serpiente,

El Gato.

¡Monseñor el Gato!

Por

raro dolor, de espectro y de flor

De lis,

Dormida vigila, despierta rutila

experta pupila

Gris.

¡SU Eminencia Gris! (oo.)

Fragmentos de Valle Inclán:

¡Toe! ¡Toe! ¡Toe! Bate la espadela.

A. Espina, Signario 1923.

¡Toe! ¡Toe! ¡Toe! Da vueltas la muela. (oo.)

"Son de Muñeira"

***************

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( . .. ) "¡Tan! ¡Tan!, ¡Tan! Canta el martillo,

el garrote alzando están,

canta en el campo un cuclillo

y las estrellas se van

al compás del estribillo

con que repica el martillo:

¡Tan! ¡Tan!, ¡Tan! ( ... )"

"Garrote Vil"

***********

Rafael de Cózar

No entramos en la cuestión de la mayor, o menos trascendencia de estos juegos de palabras y métrica, pero es cierto que el ele­mento lúdico ha tenido importancia en el proceso vanguardista no sólo en la literatura, sino también en las restantes artes, aparte de que la métrica tradicional también es y ha sido, en definitiva, un juego para potenciar la musicalidad del poema.

Evidenciada ya la clara relación entre las formas vanguardistas y las que proceden de esa tradición artificiosa, habría que plante­arse cuál es la razón, aquello que lleva, sobre todo a los poetas, a encerrarse en el juego del lenguaje y alejarse voluntariamente del público, es decir, dirigirse abiertamente a lo que Ortega llamó "deshumanización" .

Mi hipótesis personal, que planteo sin más detalles, pues sería motivo de otro trabajo, es que, de nuevo, una de las razones a tener en cuenta sería la actitud del poeta ante contexto histórico, es decir, su alejamiento de la voluntad de comunicar para encerrarse en la alquimia de los lenguajes. La revolución industrial va llegan­do a su culminación. El poeta toma conciencia de que en ese mundo materialista, fuertemente estructurado por el sistema, la poesía y el arte ya no pueden cumplir un papel social, ni influir en modo alguno en el sistema.

El pintor se da cuenta de que la fotografía, ya avanzada técni­camente, cumple con creces la función de ilustrar la realidad , al igual que el ensayo suple la faceta de análisis crítico de la realidad, que había ejercido la novela. No es extraño, por tanto, que el artis­ta se repliegue hacia el arte puro, en sí mismo, como también es evidente desde el Cubismo, Futurismo y, sobre todo, el Dadaísmo, el fuerte sentido ideológico y político de los -ismos, su voluntad de revolución contra el presente y el pasado, no sólo en el arte. De hecho el surrealismo se planteó como revolución integral, no sólo en el ámbito artístico.

La vanguardia me parece en definitiva una revolución, en rea­lidad, contra el sistema, en todas sus facetas . De aquí que el crac económico del año 1929, y la crisis mundial que provoca, sea pre­cisamente el momento en que se produce la rehumanización, cuan­do los vanguardistas e intelectuales se alejan del formalismo y

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Alejandro Sawa

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abrazan el compromiso ideológico, participando casi todos los inte­lectuales de la generación del 27 y la siguiente en los proyectos de la República, lo que explica el exilio de la mayoría.

El bohemio, los poetas y pintores malditos, la heterodoxia, en definitiva, no puede enfocarse sólo desde los ámbitos estéticos, ni analizarse sólo por las obras de sus autores, muchos de los cuales ya no las valoraban en sí mismas, como objetos acabados y de valor permanente, sino más bien como etapas de un proceso de experi­mentación (el ejemplo de Picasso), aparte de la actitud que las sustentan.

Algunas obras de interés sobre la bohemia:

BARK, Ernesto, La santa bohemia y otros art(culos, Madrid . Celeste. 1999. BARRANTES. Pedro. Delirium Tremens. Madrid. Pueyo. 1910. ---------------------------Tierra y cielo, Madrid, 1896. CANSINOS-ASSENS, Rafael, La novela de un literato ,!, Madrid, Cátedra. 1998. ------- ------------------------------La nueva literatura, l/, Madrid, Calleja (s.f) CARRERE, Emilio, La bohemia galante y trágica, Madrid, Calleja. (s.f) ------------------------El encanto de la bohemia, Madrid, González y jiménez. 1911. ------------------------La corte de los poetas, Madrid , Pueyo, 1906. ------------------------La copa de Verlaine, Madrid. Alcalde, 1918. DICENTA. José Fernando, La santa bohemia, Madrid, Ed iciones del Centro. 1976. FUENTES, Víctor, PoesCa bohemia española. Antolog(a de temas y figuras. Madrid, Celeste, 1999. PÉREZ DE AYALA, Ramón: Troteras y danzaderas, 1913 PHILLIPS, AlIen, En torno a la bohemia madrileña (1890-1925). Madrid. Celeste,1999. SAWA, Alejandro, Iluminaciones en la sombra , Madrid, Alambra, 1977. -----------------------Declaraci6n de un vencido, Madrid, Atlas. 1999. -----------------------La mujer de todo el mundo, Madrid. Moreno-Ávila editores. 1988. -----------------------Crimen legal, Madrid, Libertarias/Prodhufi, 1999. ZAHAREAS, Anthony, ESTEBAN, José. Los proletarios del arte. Madrid. Celeste,1998. ZAMACOIS, Eduardo: Tipos de café, 1936.

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El anarquista de Valle-Inclán

IGNACIO AMESTOY EGUIGUREN

Si don Marcelino Menéndez Pela yo levantara la cabeza, sin

duda pensaría en retomar la Historia de los heterodoxos

españoles, y continuar su cruzada a pattir de aquel 1876

canovista, "fecha de la Constitución que ha creado el actual estado de derecho en cuanto a la tolerancia religiosa", en donde dejó la porfía que comenzara contra los herejes "li beláticos" hacia el 250 de nuestra era. Y en esa ampliada historia, a buen

seguro que tendría especial mención don Ramón María del Valle-Inclán, pues su vida y su obra, pese a su raigambre tradi­cionalista por carlista, ti enen ambas holgada cabida en esa hete­rodoxia nacida, según Menéndez, en "el libre examen y el aban­

dono del principio de autoridad".

Ya don Ramón María habría nacido para el historiador

-como él, también tradicionalista, pero más ortodoxo- al pairo de la "propagación del panteísmo germánico", lo cual no era lo peor sino que "casi todas las opiniones y tendencias, ya graves, ya risibles, que en Europa ha engendrado esta época de intelectual

desorden, han llegado, generalmente tarde y mal, a nuestro suelo con lances y peripecias curiosísimas". Apuntaba Menéndez al

krausismo, que tanto tuvo que ver con regeneracionistas y noventayo­

chistas. Don Marcelino, que se nos murió en 1912, no llegó a leer Luces

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El anarquista de Valle-Inclán

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Luces de bohemia

de bohemia, ni como folletón en la revista España, del socialista Luis Araquistáin, en el verano de 1920, ni en la edición completa de 1924. Para Menéndez, Luces de bohemia no habría dejado de ser un "lance" o una "peripecia" curiosísimos y, por supuesto, una obra de teatro hetero­doxa. "¿Una obra de teatro? ¿De qué obra de teatro me hablan ustedes?", llegaría a preguntarnos don Marcelino.

Colgar la pluma

Para cuando don Ramón María llega a Madrid en 1890, con 24 primaveras, don Marcelino ya había acabado de publicar, ocho años antes, en 1882, a los 26, los tres volúmenes de Historia de los hetero­doxos españoles, siendo desde 1878, con 22, catedrático de Literatura de la entonces llamada Universidad Central. Mucho corrió don Marcelino. Valle-Inclán iba más despacio. Al año siguiente de llegar a Madrid, tras la muerte de su padre, Ramón Valle Bermúdez, y habiendo abandonado los estudios de Derecho, el 7 de marzo de 1891, Ramón José Simón Valle y Peña publica en el Heraldo de Madrid, un cuento, El mendigo, firmando por primera vez como Ramón del Valle Inclán. Una firma que al fin crecería hasta conformarse como armo­nioso endecasílabo: Don Ramón María del Valle-Inclán.

No será culo de buen asien to el escritor nacido en la pontevech·esa Vilanova de Arousa. En Madrid siempre estará como de paso, nunca con una continuidad mayor de ocho meses. Su intenso viaje por México pre­cederá a su vuelta a Madrid en 1895. Ha editado ya Femeninas, en

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Retrato de Valle-Inclán

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Ignacio Ámestoy Eguiguren

Pontevedra, y se atreve a pasarle el libro a Clarín, cuidándose de cortar

los pliegos, "no porque sea a usted más fácil el leerlo sino el hojearlo". Su primer paradero estable en Madrid estará en la chamberilera calle

de Calvo Asensio, en la que nacerá Tierno Galván años más tarde. Manuel Bueno, personaje clave en el devenir de Valle-Inclán, con los años describirá aquél exiguo apeadero: "En la habitación no había más

que los muebles indispensables, una cama y una mesa de noche, y dos sillas de madera clara, y en la salita contigua, uña mesa, cuatro sillas y

un aparador pequeño, sin el menor aire de familia". Valle-Inclán llega a Madrid con un "enchufe" para el ministerio de Fomento, pero las 175 pesetas mensuales parecen no compensarle la burocracia. Él, carlista,

hace un acercamiento al ABe, publicando en Blanco y Negro. Puro nico­demismo. Pero, con treinta años, dudaba de su genio literario. A Clarín,

al mandarle Femeninas, le indica que lo .hace para que su nombre le

suene a algo "cuando le envíe algún otro libro, suponiendo que no cuel­gue la pluma, convencido al cabo que no me llama Dios por el camino de

las letras".

Por el camino de Damasco

Su obsesión, en esos días, va a ser, convertirse en actor. ¿Dejaría el

camino de las letras por el camino del escenario? El teatro le llama con fuerza, pero dentro del teatro no sólo hay escenarios . . . El fin de siglo es para don Ramón María del Valle-Inclán un punto de inflexión trascen­dental en su trayectoria. Sin abandonar el teatro, donde alcanzará su máxima y más clara heterodoxia, su destino le apartará del escenario, un

caballo en el que montó a gusto pero que se rebelar~ contra él. En la Puerta del Sol estará su "Camino de Damasco" donde tuvo lugar el por­tentoso revolcón. Fue en el Café de la Montaña, que se extendía desde la

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El anarquista de Valle-Inclán

Caricatura de Valle-Inclán. 1897. Cilla Madrid Lomico

Caricatura de Valle-Inclán de Conrado W. Massaguer, 1921

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calle de Alcalá hasta la Carrera de San Jerónimo, bajo el Hotel París. El París fue el primer gran hotel de Madrid. El pintor Edouard Manet se decidió a venir a ver el Museo de Pinturas, que así se llamaba entonces al Museo del Prado, cuando supo que no tenía que hospedarse en la Posada del Peine o en el Mesón del Segoviano, porque había al fin en la capital de España un hotel digno de tal nombre. La caída del caballo de Valle-Inclán ocurrió en el Café de la Montaña en julio de 1899. Valle­Inclán asistía por entonces a las tertulias de los cafés, ágoras ineludibles en aquellas calen das.

Su aparición tertuliana, allá por 1896, fue descrita por Ricardo Baroja, que llegaría a ser un buen amigo suyo: "En una mesa cercana a la mía vi a un joven, barbudo, melenudo, moreno, flaco hasta la modificación. Vestía de negro y se cubría con chambergo de felpa gris, de alta copa cónica y amplias alas. Las puntas salientes del plancha­do cuello de la camisa avanzaban amenazadoras, flanqueando la neg;isima barba cortada a la moda ninivita del siglo XIX antes de Cristo, y bajo la barba se adivinaba la flotante y romántica chalina de seda negra tan cara a los espíritus poéticos. Pregunté al mozo del café quién era aquel parroquiano, y el mozo satisfizo a medias mi curiosi­dad, diciéndome: 'Creo que es poeta, como los que se juntan con él, y creo que viene de México'" .

La oratoria de don Ramón encontró inmejorable púlpito en las tertulias de los cafés. Frecuentará el Café Madrid, en la calle Alcalá; la Horchatería de Candelas, frente a donde más tarde se levantará el Círculo de Bellas Artes actual; el Nuevo Levante, en Celenque; el Lion d'Or, junto a las Calatravas; el Gato Negro, en Príncipe, o el Universal, con orquesta de señoritas, que duró hasta los 60 del pasado siglo, en Sol. En el Café Madrid vive el extraño romance con "La Dora". Los cafés daban para mucho. Y todavía .. .

Adiós al actor

En los cafés cura también el heterodoxo Valle-Inclán sus enfados con la Prensa que no es receptiva con su genio. "Todos los diarios me habían cerrado sus puertas. Mis artículos eran aco­gidos como cosas extrañas ... ", recordaba de aquel momento. Así, el verbo elocuente de don Ramón se refugia y halla cauce en los cafés, donde es admirado. También en los salones y escenarios privados, como el de los Baroja, El Mirlo Blanco, en el que cul­tiva su pasión teatral. O el salón de Luis Ruiz Contreras, que le apoya. Es un momento de ebullición. Benavente (El nido ajeno, 1894), Joaquín Dicenta (luan José, 1895), Rubén Darío (Prosas

Profanas, 1896) o Unamuno (Paz en la guerra, 1897) empiezan a . estar en el candelero. También otros personajes, como el perio­

dista Manuel Bueno, de El Globo, con el que ya había intimado hasta el punto de llevarle a su cubil de Chamberí.

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Ignacio Ámcstoy Eguigurcn

Don Ramón encuentra dificultades para ser reconocido. Después de su primer asentamiento madrileño, en 1890, ha vuelto a la capital cinco años después, tras su conocida correría mexicana. Enemistado momentáneamente con el periodismo, sueña con ser un actor de fama. "Desde hace mucho tiempo acaricio la idea de dedicarme al teatro, como actor, para lo cual he es tudiado un poco, y creo tener algunas

disposiciones", le escribirá al influyente Galdós. Publicados sin demasiados laureles sus dos primeros libros,

Femeninas. Seis historias amorosas (1895) y Epitalamio. Historia de

amores (1897), debuta en la escena con un papel de poeta moder­nista, Teófilo Everit, que dibuja para él Benavente, en La comida

de las fieras (1898), circunstancia en la que conoce a la actriz Josefina Blanco, la que iba a ser su mujer. Después de este inicio, que no dejó de ser controvertido, vuelve a las tablas, como un viejo general, en Los reyes del desierto (1899), una adaptación de la obra de Daudet, realizada por su idolatrado Alejandro Sawa. Ya, con 33 años, ve en la interpretación una vía de fama y subsistencia.

Su opción se va a truncar en el Café de la Montaña, donde esta­bleció tertulia su entonces amigo Benavente, en aquel julio caluro­so de 1899. Este café, que quedaría retratado en Luces de bohemia

como el Café Colón, donde Max Estrella conversa con Rubén Darío, estaba en los bajos del París, el primer hotel europeo de Madrid, donde se podía brindar con champagne. Un hotel que subsiste y se reforma, y que ha lucido y lucirá sobre su tejado el emblemático y espectacular anuncio de Tío Pepe. En la tertulia modernista del gigantesco café, con sus 80 mesas y su gran sala de juegos, apoda­do "Café Pulmonía" por sus 16 puertas, se discutía sobre un duelo

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El anarquista de Valle-Incláll

Valle-Inclán, con el tiempo, dejaría de ser benaventino y

modernista para inventarse no sólo un teatro nuevo ... un arte teatral heterodoxo

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS I22

pendiente. El apasionado Valle-Inclán se enfrenta a su amigo

Manuel Bueno. La discusión pasa de las palabras a los hechos. Y

el bastón del periodista golpea en el gemelo de la manga izquier­da de la camisa de don Hamón María . Y el gemelo causa una sen­

sible herida en la muñeca del escritor. Se ha dicho que don Ramón no se lavaba por entonces demasiado, incluso que era un poco gua­rro, y que por tal razón la gangrena le haría perder el brazo ellO de

agosto. A saber.

Bienvenida al autor

El acontecimiento conmociona al Madrid literario. En los meses siguientes, sus amigos deciden ayudarle. Valle-Inclán tiene

escrita una obra de teatro, Cenizas, que sigue los pasos de su con­

tertulio Jacinto Benavente. En ese ambiente teatral en el que ha llegado a hacer sus pinitos como actor, e incluso como "director artístico" de algunos proyectos teatrales, Valle-Inclán tiene la satis­

facción de ver estrenada su primera obra de teatro. Será el 12 de

diciembre, en el Teatro Lara.

El reparto es de primera: la actriz Rosario Pino en el papel de la protagonista, la adúltera y atormentada Octavia; el propio Jacinto

Benavente, que ya se prodigaba como actor, haciendo de amante de

la pecadora, y Gregorio Martínez Sierra, una de las figuras decisi­

vas del teatro español del siglo que vendría, como confesor de la desviada mujer. La obra se presenta en función única a beneficio de Valle-Inclán. En el Lma no cabe un alfiler. Y se obtiene el din e­

ro suficiente para comprarle un brazo ortopédico a don Ramón

María, que tiene la satisfacción, al tiempo, de ver publicado su ter­

cer libro, que dedica, por supuesto, a Benavente.

No sabemos en qué casa de empeños acabó el brazo ortopédi­

co, ni siquiera si llegó a comprarse. Cenizas fue reconvertida en la

obra que hoy conocemos como El yermo de las almas. Y Valle­Inclán, con el tiempo, dejaría de ser benaventino y modernista para

inventarse no sólo un teatro nuevo, sino un arte nuevo -como Lope el de hacer comedias-, que en gran parte está hoy por desvelar. Un

arte teatral heterodoxo. El duelo, por otro duelo, de Valle-Inclán con Manuel Bueno fue

definitivo. Con la manquedad, se perdió un actor, pero se ganó un

autor. La suerte estaba echada. Aunque la verdad es que a Valle­

Inclán, por encima de todo, más que actor y más que escritor, le

hubiera gustado ser "guerrillero". Y, dado lo ocurrido en el Café de la Montaña, soñó con un levantamiento carlista que le "permitiese

formar la partida de don Ramón María, El Manco" . Él confesó lo

que sintió tras volver de su iniciático viaje a México, y también

después: "Cogí la pluma a mi regreso, mas sin placer ni amor. He

escrito y escribo para ganarme la vida, pero la literatura ni me

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Ignacio Amestoy Eguigurcn

importa ni me ha importado. No me importa. Yo por vocaClOn hubiera sido guerrillero . Siempre soñé con un levantamiento car­lista que me permitiera formar la partida de don Ramón María, El Manco. Pero corren unos tiempos tan prudentes que ni los caba­

lleros de la Tradición se dejan empujar por el vientecillo de la locura heroica. ¡V álganos Dios!" ¡Dij o que "la literatura" no le importaba! ¿Se referiría a sus relatos? Porque el teatro era para él

otra cosa: "Ese trabajo de dialogar es el que más me gusta. En mis tragedias hay mucho de lo que yo, pájaro alicortado, hubiese que­

rido hacer". Son palabras todas éstas dichas en la primavera de 1918, cuando en el escritorio de Valle-Inclán está gestándose o incluso, y es lo más probable, se ha gestado ya Luces de bohemia, su primer esperpento.

La tradición de Cervantes

Exigente en su creación, fue consciente de que aquellos "tiempos tan prudentes" pedían una ruptura. Y su narrativa y su

teatro, sobre todo su teatro, fueron eso, ruptura. Fue "guerrillero" con su pluma. Como lo fueron por en tonces, Maeterlinck, Synge y D'Annunzio, de quienes tuvo noticia y a quienes admiraría, o Proust, Ka[ka y Joyce, de cuya brigada modernizadora forma parle por méritos propios . Un "guerrillero", que como carlista ortodoxo

por su heterodoxia - su rey Jaime 111 le nombró en 1932 Caballero de la Orden de la Legitimidad Proscrita, que, carlista hasta el final,

no rechazó- , quiso entroncar con la tradición de Cervantes, al mirar, como él, al hombre "desde un plano superior", con "la iro­

nía" que "convierte a los dioses en personajes de sainete". Lejos de Homero, que mira a los hombres de rodillas, o de Shakespeare que los tiene como hermanos.

Así, Luces de bohemia, de larga gestación: desde la bomba de Morral, en 1906 -el retrato de Mateo es pieza fundamental de la obra-, y la muerte de Sawa, en 1909 -Max Estrella es Alejandro

Sawa-, hasta su publicación en folletón en la revista España de Araquistáin, sin las escenas -¿censuradas?- del anarquista, y su edición canónica de 1924. Muy lejos ya de Benavente, al que Lorca

sí seguiría ... Una obra, Luces de bohemia, que daba miedo. Se estrenó cincuen ta años después, cuando Franco todavía, con una

parte del texlo censurado. Miedo siempre al "guerrillero" Valle­Inclán. En el franquismo, sobre todo. Antes, como hemos vis to, también. Y después. Aunque ahora existe la alternativa, dolosa siempre, de tener su obra como pieza de museo.

Así, como Luces de bohemia, también heterodoxa, su mejor

narrativa. A partir, fundamentalmen te, de esa joya que es La media noche, crónica de una Gran Guerra que vivió como periodista: "Una

visión astral, fuera de geometría o cronología, como si el alma mi ra-

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El anarquista de Vallc-Incláll

Valle-Inclán ... se adelantaba a los acontecimientos. Era un "guerrillero". Que llevaba dentro un anarquista, el anarquista Valle-Inclán

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REPÚBLICA DE LAS LETHAS122

se la tierra desde una estrella" . Por otra parte, la visión de un fer­voroso aliadófilo.

Y, claro, su culminación narrativa, El ruedo ibérico. A don Benito -según Dorio de Gádex, El Garbancero- le quedaron Sagasta, Cuba y Alfonso XIII, como Episodios pendientes. Valle­Inclán, en su Ruedo ibérico, partió de "La Gloriosa", sin alcanzar el fatídico 98, como quería. Tal vez, comenzara tarde, con sesen ta años, su más ambiciosa creación, que tenía como escenario "toda la redondez del Ruedo Nacional". Además, su escrupulosidad esti lís­tica, en una síntesis quevedesca, le demoró en demasía la labor.

Cuando el 5 de enero del 36 muere Valle-Inclán, en la redac­ción del exitoso diario Ahora, del ubicuo Montiel, dormía, desde hacía "ya muchos meses", la última de sus novelas, El trueno dora­

do, una vigorosa reelaboración de Ecos de Asmodeo, que formaba parte de La Corte de los Milagros, primera entrega del Ruedo. ¿La novedad? La inclusión de don Fermín, seguidor del anarquista Bakunin, otro anarquista como Mateo, como Valle-Inclán mismo . . . Curiosamente, Montiel se decide a publicarla a partir del 19 de marzo, tras la victoria del Frente Popular en febrero del 36. Antes, el miedo. La publicación en Ahora no la llega a ver don Ramón María.

Sawa, Mateo y los demás

Valle-Inclán, que quiso ser actor -y, por supuesto, lo fue- ,

siempre dio miedo. Se adelantaba a los acontecimienLos. Era un "guerrillero". Que llevaba dentro un anarquista, el anarquista Valle-Inclán. Algo que se transparentó en Luces de bohemia mejor que en ninguna otra creación suya. En Valle-Inclán la realidad vivi­da por el escritor tiene una correspondencia con sus obras, como en los colegas de su estirpe ya apuntados, Proust, Kafka o Joyce. ¡Qué vamos a decir del Ulises de éste último, tan paralelo a Luces de bohemia!

Por lo que se refiere a és ta, su obra cumbre, ü¿ces, sabemos que el escritor tuvo relación con Alejandro Sawa -se ha dicho ya que es Lre­nó como actor la adaptación que el bohemio hizo de Los reyes del desierto- , y que ciertamente muchos de los perfiles del literato amigo, sobre torlo ele su acontecer mortuorio, fu eron a tes tificarse en la peri­pecia de Max Estrella. Alejandro Sawa, del que se deCÍa que no se lim­piaba la sesera porque un día en París el maestro Víctor H ugo le había besado en la frente, fascinó a don Ramón María. Sawa, otro guarro.

Sabemos también qu e Valle-Inclán tomó "cafeses" en la Horchatería ele Candelas con Mateo Morral , el anarquisLa que el día de la boda ele Alfonso XIII con Victoria Eugenia arrojó la bomba sobre la carroza real desde uno de los balcones de la finca de la calle Mayor, 88, de entonces; 84, de hoy. Y que él, don Ramón

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".'.

Ignacio Amcstoy Eguigurcn

María, y Ricardo Baroja tuvieron que identificar, ¡la policía manda!, el cadáver de Mateo tras su atentado

y su suicídio en Torrejón. Y por ende, la presencia de Mateo en Luces de bohemia, y la ubicación de la

Cueva de Zaratustra en el Pretil de los Consejos, ante la casa de la bomba.

Sabemos también que otro personaje que Valle­Inclán quiso incorporar a Luces de bohemia fue su librero Pueyo, a quien homenajeó ubicando la menta­da Cueva d-e Zaratustra en el tal Pretil. La librería de Pueyo estaba en la parte de Jacometrezo que fue arra­sada por la Gran Vía. Y, asimismo, permanecen en el itinerario de "la noche de Max Estrella" otros escena­

rios reales, como el callejón de Álvarez Galo, el poeta

renacentista; o sea, el Callejón del Gato, en donde Valle-Inclán hace brillar los espejos cóncavos y con­

vexos como imágenes de su esperpento. En fin, sabemos que Miguel Moya, el gran patriar-

Leal da Cámara, La Vida literaria, 1899, Madrid ca del "Trust" periodístico de entonces, y director de El

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Liberal, donde colaboró hasta pocas semanas antes de su muerte Sawa, puede ser, es, el Buey Apis de Luces de

bohemia. Un Miguel Moya ya muy enfermo cuando comenzó la publi­

cación en folletón de Luces de Bohemia en la revista España, y que moriría durante la misma. Por eso, al comienzo de la obra, cuando

Cal"icatllra de Álvaro Cebreiro

Max Estrella, con relación a la carta del Buey Apis despidiéndole del periódico, le dice a Madama

Collet: "Pudo esperar a que me enterrasen", la parienta le contesta: "Le toca ir delante". Y es que

Valle-Inclán, enterado de la grave dolencia del Buey Apis, no podía dejar de contarlo en su pieza teatral; que se iba a publicar, en definitiva, en un periódico.

Fue un buen periodista ... Y, entre los personajes de Luces de bohemia,

también Julio Burell, otro periodista de raza, amigo de Valle-Inclán, de quien hablaremos ... Existen esclarecedoras correspondencias entre la realidad española -o, mejor, madrileña- de la

experiencia vital de Valle-Inclán y su obra Luces de Bohemia. De alguna forma, Luces de bohemia es la memoria de don Ramón María.

Querida canallesca ...

Valle-Inclán, que tanta relación tuvo con la Prensa y que conocía muy bien al nutrido elenco del dramatis personae de la profesión perio­

dística, de esa canallesca del momento, en la relación de fines y medios

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El anarquista de Valle-Incláll

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REPÚBLICA DE LAS LETRASI22

tuvo muy en cuenta la sintonía que podía haber entre sus pretensiones como autor y el carácter -lo que se ha venido a llamar en las Ciencias de la Información, la "idea editorial"- de los periódicos o revistas donde él podía publicar sus textos. A nada que nos adentramos en la configuración empresarial, por ejemplo de España, la revista donde se publicó por entregas, en el verano de 1920 -del 31 de julio al 23 de octubre-, Luces de Bohemia (Esperpento) -como se presenta en la revis­ta-, nos damos cuenta de que no es improbable que el escritor se plan­teara, en primer lugar, en primerísimo lugar, su escritura no para el escenario, sino para una revista concreta, la revista España.

España fue una revista fundada por Ortega y Casset, gracias a la aportación económica del poeta amigo y colaborador de Valle­Inclán, como hemos visto, Luis Carcía Bilbao; dirigida luego por el siempre inexplorado Luis Araquistáin, y, a la postre, conducida por Manuel Azaña. ¡Nada menos! Salvador de Madariaga dijo de la revista: "Quien pretenda conocer las inquietudes, las esperanzas que, en una fase crítica de la vida espiritual española, han agitado a lo más selecto de la generación que ahora llega a la madurez, ten­drá que buscarlo en estas páginas".

¿Por qué razones el propósito de Valle-Inclán de publicar Luces

de bohemia en España? Además de la expresada, la de dar a unas prensas exigentes una obra que él consideraba no menos exigen­te ... La profesional, por ser un escritor que publicaba en la prensa artículos o creaciones literarias en folletón, y que por eso le paga­ban, y de eso vivía. Y otras razones, de no menos peso, como la beligerancia que, desaparecido Ortega y Casset de la publicación, Araquistáin, como direc tor y militante socialista, quería darle a Valle-Inclán, El Manco, el guerrillero, como "cronista dramático" de la "esperpéntica" realidad española del momento. Para un com­promiso ético y estético. Heterodoxo, de cualquier manera. Encargo

ante el que Valle-Inclán no se achicó. A este respecto, no podemos dejar de lado como, dos años más

tarde, en el verano de 1922, tras la visi ta de Alfonso XIII a Las Hurdes, del 20 a125 de junio, Valle-Inclán publica el ¡] 5 de julio! - es decir, a bote pronto, como teatro de urgencia-, también en la revista España, otro lúcido esperpento, ¿ Para cuándo son las recla­maciones diplomáticas?, en el que caricaturiza a don Torcuato Luca de Tena y a Azorín, director y redactor de ABe, respectivamente. Don Herculano Cocodoro y don Serenín serán el director y el redac­tor-jefe de El Abanderado de las Hurdes, en donde a propósito del asesinato de Walter Rathenau -ocurrido, ojo, ¡el 24 de j unio!-, ministro de Asuntos Exteriores alemán, además de propietario de la AEC, el superior plantea al plumilla la neces idad imperiosa de publicar un magnífico e incisivo artículo, del que esboza las líneas maestras y su configuración, pero que habrá de escribirlo -¡claro!­don Serenín-Azorín.

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1913. Moya del Pino

CaricatUl'a de Valle-Inclán, 165 por Cao

Ignacio Amestoy Eguigul"en

De la misma forma que hay que tener en cuenta que Luces de Bohemia se publica en España unos meses des­

pués de que Luis Araquistáin le pida a Valle-Inclán un artí­culo para ello de Mayo del 20, un texto que tiene una nota­

ble repercusión, el muy irónico esperpento ¿Para cuándo son las reclamaciones diplomáticas? se publica a los pocos días del viaje de Alfonso XIII a Las Hurdes y del asesinato de Rathenau.

El primer bolchevique

Pensamos que Valle-Inclán estos textos los escribe, en primera instancia, para publicarlos en la Prensa, en un

medio concreto y en una contemporaneidad concre ta. Y, lógicamente, esta perspectiva de cronista dramático de una realidad vivifica su escritura de una manera sustancial. Algo hasta entonces desconocido. ¿Y ahora? Habría que mirar a Piscator y a Brecht.

Así, aun teniendo muy en cuenLa la publicación canónica de la obra Luces de bohemia en 1924, es necesario considerar esa revista España del verano de 1920, cuando se publica el texto por primera vez. Y, sobre todo, el periodo que va desde ello de Mayo hasta el31 de Julio, cuando sale la primera entrega. Y al basarse Valle-Inclán en una figura como Alejandro Sawa para componer a su protagonista Max Estrella, también tenemos que ir hasta aquel 1909 en que muere el bohemio. Y, sobre todo, hasta el 31 de mayo de 1906, día del atentado de Mateo Morral en la calle Mayor sobre la carroza de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg.

Y desde esta perspectiva podemos preguntarnos: ¿ Valle-Inclán comenzó a concebir L¡¿ces de bohemia en 1906, a partir de la

muerte del anarquista Mateo Morral? Por esto es particularmente interesante el observar las esce­

nas de Luces de Bohemia no publicadas en 1920 en Espaí'ía, y que sí aparecen en la edición en libro de 1924. Es muy significativo que las escenas que no se publiquen en España sean precisamen­te las del anarquista Mateo, la segunda, sexta y undécima, de la edición de 1924 y posteriores. No podremos pasar por alto, que

aunque Araquistáin esté muy beligerante como socialista en ese verano del 20 -a Valle-Inclán le llamará en septi emb re, en un poema, cuando todavía se sigue publicando Luces de bohemia en

la revista de su dirección, "el primer bolchevique"-, el Gobierno de Dato está imponiendo su mano dura a la prensa, estando la espada de Damocles de la censura, e incluso del cierre, sobre los

medios más progresistas. El elogio poético de Luis Araquistáin vino en forma de soneto

y con el título Italia 1920, en La Pluma, de Manuel Azaña y

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El anarquista de Valle-Illclán

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS I22

Cipriano Rivas Cherif, y merece leerse completo. Está fechado en Milán, el 26 de septiembre de 1920:

"El aire está impregnado en Italia de acre aroma de sangre humana. Un viento de social cataclismo agita almas y fábricas. Es que la vieja Roma, la vieja loba, muerde a su hijo el capitalismo.

Por Oriente, otra vez el Evangelio asoma, como hace veinte siglos asomó el cristianismo, y otra vez esta tierra en su mágica redoma, funde emoción y norma, la ley y el bolchevismo.

Aquí la vida ha roto su secular rudeza, y sólo tiene, como Renacimiento, un dique de gracia, perfección, equilibrio y belleza.

Vos, don Ramón, que sois el primer bolchevique

y el último cristiano -que sois fuego y justeza­consentid me que nueva tan buena os comunique."

No sabemos si Araquistáin se refiere, como "nueva tan buena", al programa de Mussolini en aquellos momentos, que llevaba alu­siones anticapitalistas, anticlericales y antimonárquicas. Un Mussolini que no fue el que encontró Valle-Inclán unos años des­

pués .. . Esta última experiencia romana de don Ramón María, al frente de la dirección de la Academia Española de Bellas Artes, fue de marzo del 33 a febrero del 34. No deja de ser curiosa la aposti­lla de Federico Carcía Lorca a la singladura italiana de don Ramón María, y también, de paso, sobre su obra, que nunca fue del total agrado del autor de La casa de Bernarda Alba: "Destestable. Como poeta y como prosista. Salvando el Valle-Inclán de los esperpentos, ese sí, maravilloso y genial, todo lo demás de su obra es malísimo. ( ... ) Además, y esto es para indignar a cualquiera, ahora nos ha venido fascista de Italia. Algo así como para arrastrarle ue las bar­

bas . ¡Ya tenemos otro Azorín !" Inmisericorde Federico. ¡Menos mal que se descubre ante los esperpentos de su ya venerable colega!

Corresponsal de guerra

Si en las empresas periodísticas podemos, y debemos, observar su idea editorial como eje de su acción, también en Valle-Inclán será posible el trazar la idea que vertebre su itinerario periodístico, mucho más cercano a la realidad socio-política que su propia vida y obra.

El papel -o sea, la celulosa, digamos- de los periódicos y revistas, pese a las censuras oficiales y autocensuras, fue para don

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl22

Es elegido presidente del Ateneo, pero dimite al no encontrar eco en sus proyectos renovadores

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Ignacio Al1lestoy Eguiguren

Ramón María, El Manco, mejor tribuna que la escénica, mediatiza­da por los decoros político, social y económico. "Verbi gratia" ... Da a conocer Cenizas, en Vida Literaria, una publicación en la que, a pesar de ser dirigida por un Benavente que la pretendió literaria y apolítica, escribió el anarquista Federico Urales, seudónimo de Juan Montseny, padre de Federica. Presentó incontables colabora­

ciones en Los lunes de El Imparcial, con el tutelaje de Ortega Munilla, padre de Ortega y Gasset. Y con El Imparcial fue corres­ponsal de guerra. Romance de lobos, El resplandor en la hoguera y El embrujado, en El Mundo que sería impulsada por Julio Burell, íntimo de Valle-Inclán y en el que se fijará para su personaje de Ministro de la Gobernación en Luces de bohemia. Divinas palabras, en El Sol, de Ortega y Gasset. ¿Para cuándo son las reclamaciones

diplomáticas? y Luces de bohemia, en España, de Araquistáin . Los

cuernos de don Friolera, en La Pluma, de Manuel Azaña, obra que junto a Los cuernos de don Friolera y La hija del capitán formó parte de la trilogía Martes de Carnaval, implacable crítica del estamento militar. En La hija del capitán, que se conoció por su publicación en La Nación de Buenos Aires, se sintió aludido el dictador Miguel Primo de Rivera que ordenó secuestrar el texto, calificando a Valle­Inclán de "eximio escritor y extravagante ciudadano". La rosa de

papel y La cabeza del Bautista, en La Novela Semanal. El ruedo ibé­rico, en Ahora. En 1932, a pesar de unos folletones en El Sol-Viva

mi dueño o VCsperas septembrinas-, recurre otra vez, como cuando llegó a Madrid, al monárquico "Blanco y Negro", donde publica Réquiem. Un nicodemista, dijimos . Su situación económica era

desesperante. Es elegido presidente del Ateneo, pero dimite al no encontrar

eco en sus proyectos renovadores. La Academia se niega a conce­derle el Fastenrath por Tirano Banderas. La "beca" que le concede

el gobierno republicano como director de la Academia de Bellas Artes de Roma es sólo un paréntesis antes de su paso otra vez fugaz

por Madrid y su vuelta definitiva a Galicia, que fue el reposo, defi­nitivo, del guerrillero.

El último cartucho

Diez años antes de su muerte, en 1926, espoleado por la expe­riencia teatral de El Mirlo Blanco, de los Baroja en su casa de Argüelles, Valle-Inclán intenta poner en marcha en la nueva sede

del Círculo de Bellas Artes, en Marqués de Casa Riera, una com­pañía teatral con el nombre de El cántaro roto. Valle-Inclán verá

en su Salón de Actos, hoy Sala Fernando de Rojas, el lugar ideal

para realizar el cambio copernicano que el arte dramático español necesi ta, lejos de los teatros por horas, como el A polo o el Novedades, o de los coliseos más o menos cortesanos, como el

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El anarquista de Vallc-Inclán REPÚBLICA DE LAS LETHAS122

Real o el Español, éste con un palco muy frecuentado por Alfonso XIII y con salida discreta y directa, que se conserva, a la calle del

Prado ... El anarquista de Valle-Inclán intenta en el Círculo de Bellas Artes su revolución teatral. Una revolución que, como tan­

tas de las suyas, no llegó a buen puerto, pero propició que el escri­tor, al menos durante unos meses, pensara que el milagro de rege­

nerar el drama español era posible. Será su último cartucho. Muy pocas fechas después de la inauguración del actual edi­

ficio del Círculo, con entrada también por Alcalá, aquel 8 de

noviembre de 1926, don Ramón María pone allí en marcha una de las aventuras teatrales más sobresalientes de la historia contem­

poránea. Bajo el significativo nombre de El cántaro roto, tomado del título de la modélica obra de Heinrich von Kleist, establece lo

que llama unos "ensayos de teatro", que pudieron ser el punto de

partida de un drama que todavía no tenemos. En la aventura, Valle-Inclán tendrá a su lado personas tan singulares como Pío

Baroja o Cipriano Rivas Cherif, estando entre los miembros de la compañía Josefina Blanco, su mujer, Herminia Peñaranda, Isabel

de Palencia, Carmen Juan de Benito, Carcía Bilbao, Carcía

Heredia, Calibán o Salvador Bartolozzi.

El 19 de diciembre de ese

1926, Valle-Inclán pone sobre el

pequeño por estrechísimo escenario

del Salón de Actos de la segunda

planta, todavía unido al Salón de

Baile, dos obras paradigmáticas: La comedia nueva o El café, de Leandro

Fernández de Moratín, y su propio

"auto para silu etas", Ligazón. Es la

tarjeta de presentación de su pro­

yecto. ¡Toda una apuesta!

La comedia nueva o el café. Moralín

El nombre del proyecto, El

cántaro roto, tenía para los aman­

tes de un arte dramático contun­

dente unos ecos difícilmente sosla­

ya bIes tanto en lo teatral como lo ético, suponi endo que lo uno y lo

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otro no sean la misma cosa . ¡La corrupción de la Justicia llevada impecablemente a escena! La

pieza de Heinrich von Kleist es un final de trayecto que precipita

al romanticismo alemán en el realismo que afinará en su corta vida

Ceorg Büchner, sobre todo con su Woyzeck . ¡La línea que Kleist

comienza a trazar seguirá en Büchner, con tinúa en Brecht, y se pro­

yecta sobre nuestra con temporane idad!

¡Valle-Inclán sabía qué nombre elegía para su empresa ! De la

misma forma que no daba palos de ciego al programar las dos pri -

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS!!!

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Ignacio Amestoy Eguiguren

meras piezas del proyec to: La comedia nueva, de Moratín, y

Ligazón, una obra que acababa de salir de su ya muy sabia pluma.

¡Don Ramón María es taba en los 60 años y le quedaban 10 de vida! ¡Qué valor el de Valle-Inclán para afrontar a esa edad esta aventu­ra del Círculo!

La comedia nueva o El café es la reflexión más lúc ida que se ha

hecho, tanto en la escena como fuera de ella, sobre la degeneración

del teatro español en aquel tiempo de Moratín -¿sólo en aquel

ti empo?-, un arte dramático que, con Fernando Rojas, primero, y

con Lope, Tirso y Calderón; después , fasc inó al mundo. ¿Y Ligazón,

por qué? El dramaturgo parecía, con la puesta en escena de su

obra, junto a la de MOl'atín y bajo el rótulo de Kleist, preguntarse y preguntar: "¿Qué teatro hay que hacer?" Y la respuesta era inequí­

voca: "¡Pues éste ! ¡Para muestra, vale Ligazón!"

El cántaro se rompe

Después de un largo discurso inaugural de Valle-Inclán se

representaron las dos obras: La comedia nueva o El café y Ligazón.

En otras veladas el grupo representó El paso de las aceitunas, de

Lope de Rueda; El café chino, de Eduardo Villa-Señor, escritor

mexicano, obra que ya se había representado en "El Mirlo Blanco";

La cabeza del dragón, del propio don Ramón María; El hombre que

casó con mujer muda, de Anatole France, traducida por Ceferino

Palencia Tubau, y ArlequCn, mancebo de botica o Los pretendientes

de Colombina, de Pío Baroja. Por desgracia, la aventura se quedó

ahí, aunque don Ramón María había pensado montar muchas otras

obras de muy diversos autores.

Como de cos tumbre, Valle-Inclán tuvo problemas. En este caso

con la administración del Círculo. Reclamaba más del cincuenta

por ciento de la recaudación asignado para cubrir los costes de pro­

ducción, y tampoco es taba de acuerdo con la restricción impuesta

sobre el número de funciones de cada obra. Lo primero que hizo fue

escribir al presidente del Círculo, Juan Fernández Rodríguez, pero

como no recibió respuesta hizo lo que tenía por costumbre; es decir,

convirtió el asunto en tema de dominio público por medio de entre­

vistas aparecidas ell de enero de 1927 en el Heraldo de Madrid y

el 3 de enero en La Voz. ¡Siempre, su aliada la prensa! La respues­

ta escri ta en términos meramente burocráticos llegó a través del

Heraldo de Madrid, el 4 de enero, y provocó una carta final de

Valle-Inclán publicada en primera página al día siguiente: "Señor

don Juan Fernández: Padece usted, señor mío, un lamentable error

al afirmar en el Heraldo de ayer haber dando respuesta a dos car­

tas mías, donde le cedía no excusarse hacerse responsable de que

El Cántaro Roto representase una sola vez la obra de Anatole

France, El hombre que casó con mujer muda. Crea usted que de

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El anar~ústa de Valle-Inclán

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS!!2

haber llegado a mis manos la respuesLa de usted, yo hubiera senti­

do un enorme regocijo haciéndola pública. En todo caso, espero que usted será tan amable que no esquive volver a repetir la carLa, y yo le prometo hacerla conocer inmediatamenLe a los lectores del

Heraldo. Le saluda, Valle-Inclán." y no hubo más . El cántaro se rompió.

La impaciencia de Valle-Inclán puso fin premaLuro a lo que

podía haber sido una feliz relación con otro tipo ele LeaLro. Sin

embargo, la variedad de obras representadas es suficiente para dar una idea de lo que Valle-Inclán pretendía en un hecho escénico que

sirviera más de laboratorio que de museo . La empresa de Valle­

Inclán fracasó. No hubo entendimiento con el presidente Juan Fernández Rodríguez. ¡Si, al menos, hubiera estado Arniches, un hombre de teatro, que había antecedido a Fernández en la presi­

dencia del Círculo!

No se sabe si, como en una cierLa venganza, don Ramón María

tuvo a bien, o a mal, retratar la faceta de casino del Círculo, sólo

unos meses después de haber naufragado El cántaro roto, en una de

sus más destacados esperpentos, La hija del capitán, la obra que

indignó al dictador Primo. y así estamos. El anarquista de Valle-Inclán sobrevivió a una

incivil guerra, a una oscura posguerra, incluso a una demasiado larga sequía de l ibertad. Don Marcelino Menéndez Pelayo le tacha­

ría hoy mismo de heterodoxo. A Valle-Inclán le tenemos vivo, hablándonos desde de los espejos -cóncavos, convexos y planos-,

pero parece que no nos enteramos. "¡Eironeia!", que dice el

Ministro de la Gobernación de Luces de bohemia, o que decía Julio Burell . ¡Eironeia!, que decimos nosotros.

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AC E -Asociación Colegial de Escritores de España

ANO XXXIV

HAN SIDO MIEMBROS DE LA JUNTA DIRECTIVA DE ACE EN ESTOS 34 AÑOS DE HISTORIA

Rafael Alberti VíctorAlperi Carlos de Arce Enrique Badosa Teresa Barbero Marcos Ricardo Barnatán Carlos Barral Antonio Beneyto Esther Benítez Carmen Bravo-Villasante Jesús Campos Josep M.a Carandell Guillermo Carnero Antonio Colinas Carmen Conde José Corredor-Matheos Rafael de Cózar Guillermo Díaz Plaja Luis Mateo Díez Ana Diosdado Antonio Ferres Jesús Fernández Santos Gregorio Gallego Francisco García Pavón José Luis Giménez Frontín Antonio Gómez Rufo Juan Manuel González Félix Grande Alfonso Grosso Raúl Guerra Garrido Eduardo de Guzmán Antonio Hernández Ramón Hernández Paula Izquierdo Diego Jesús Jiménez

Juan Ángel Juristo Agustín Lafourcade Luis Landero Enrique Lenza Ángel María de Lera

Jacinto López Gorge Joaquín Marco Julián Marcos Adolfo Marsillach Fernando Martínez Laínez

José María Merino Mario Merlino Pau Miserachs i Sala

Juan Mollá Isaac Montero Ana María Navales Lauro Olmo Ángel Palomino Salvador Pániker

Jesús Pardo Pedro J. de la Peña Meliano Peraile

Carmen Posadas Cesáreo Rodríguez Aguilera Mercedes Salisachs Ramón Sánchez Lizarralde

Gonzalo Santonja Santos Sanz Villanueva Ramón Solís Andrés Sorel Elena Soriano Daniel Sueiro Francisco Vélez Nieto

Alonso Zamora Vicente

JUNTA DIRECTIVA DE ACE

PRESIDENTE:

JUAN MOLLÁ

VICEPRESIDENTES:

FÉLIX GRANDE ANTONIO GÓMEZ RUFO

SECRETARIO GENERAL:

ANDRÉS SOREL

TESORERO :

ENRIQUE LENZA

ASESOR JURÍDICO:

JUAN MOLLÁ

VOCALES:

ANTONIO HERNÁNDEZ Régimen interior

RAMÓN SÁNCHEZ LIZARRALDE Organización

FERNANDO MARTÍNEZ LAÍNEZ Actividades culturales

CARMEN POSADAS Publicaciones

PAULA IZQUIERDO Relaciones con los medios de comunicación

JUAN ÁNGEL JURISTO Vocal de Asuntos Sociales

CONSEJEROS:

RAMÓN HERNÁNDEZ RAÚL GUERRA GARRIDO

ANTONIO COLINAS MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

SECCIONES AUTÓNOMAS

ASTURIAS:

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ANDALUCÍA:

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TRADUCTORES:

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS, es una revista no venal. Número patrocinado por

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