Reseña V: “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” - Valentina González Maulén

Max Weber pretende analizar por qué el fenómeno capitalista se fue desarrollando de forma más acentuada en algunos países más que en otros. Para esto se propone desentrañar cuáles serían los motivos que llevarían a estos pueblos a mostrar ciertas predisposiciones culturales y éticas más propensas al desarrollo de este sistema económico y social. Es ante esto que Weber plantea, en una primera aproximación, que dicho impulso estaría asociado a actitudes y posibilidades éticas que ofrecen las corrientes protestantes como respuesta al ethos católico tradicional. Pero, ¿cómo se relaciona este “espíritu capitalista” con el protestantismo? ¿De qué forma se enfrentó, este espíritu, al tradicionalismo imperante?.

En primer lugar, el autor apunta a que existe una relación en el mayor grado de participación protestante en la posesión de capitales, más que otros credos, incluso el católico. A la vez, menciona que se registra una tendencia por parte de los protestantes a seguir una educación técnica y profesional, mientras que los católicos preferirían una de corte más humanista y tradicional. Es en esta línea que el autor encuentra una primera explicación a la relación entre desarrollo capitalista y protestantismo: los protestantes estarían mejor preparados para desenvolverse en sus dinámicas. Pero, además Weber desea encontrar las motivaciones éticas y religiosas que propician el desarrollo capitalista, y es en esa línea donde sostiene que “si queremos encontrar una afinidad interna entre determinadas manifestaciones del espíritu protestante y de la moderna cultura capitalista, no hemos de ir a buscarlo en su (supuesto) “amor al mundo” más o menos materialista […], sino más bien en sus rasgos puramente religiosos”1.

Así, Weber hará referencia a lo que el protestantismo trae como innovación religiosa: una crítica a la iglesia católica tradicional, que en su ascetismo se habría desligado del mundo real y por ello, de sus obligaciones con el mundo y los hombres. El protestantismo va a demandar una fe más presente en la vida cotidiana, que regule la vida activa de forma completa, y es en ese sentido donde se vuelve un actor fundamental. Esto implica que el creyente se somete a una vida de orden y austeridad que, partiendo de una concepción individualista de la fe, se manifestaría en una “ética del trabajo” que exhorta a que cada hombre se desempeñe en sus deberes profesionales y laborales de manera abnegada y constante. Un ejercicio espiritual para acercarse a Dios que justamente entra en consonancia con el espíritu de las dinámicas capitalistas dirigidas al crecimiento material.

De esta forma, el protestantismo no se propuso en su origen realizar un proyecto progresista y capitalista, pero sin duda ve en el “nuevo espíritu” propuesto por éste una alternativa religiosa a través de la cual se pudieron desarrollar con holgura aquellas ideas relacionadas con el deber profesional, la austeridad y el materialismo que la ética burguesa y capitalista demanda para su propia realización histórica, por cuanto “el nuevo espíritu encarna cualidades éticas específicas, de distinta naturaleza que las que se adaptaban al tradicionalismo de los tiempos pasados”2.

1 Weber, Max. “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 2003. Pág. 89.2 Ibíd. Pág. 117.