Primer Debate en la Cámara de Diputados sobre El Tratado de Límites entre Venezuela y Colombia.

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CAMARA DE DIPUTADOSEstados Unidos de Venezuela.-Cámara de Diputados. Caracas, 8 de junio de 1941 132° y 83° Sesión del día 6 de junio de 1941 Hoy no hubo sesión por falta de quórum. _______________________________________________ El Secretario, Octavio Lazo (Por omisión involuntaria no apareció esta Nota en su lugar correspondiente, o sea en el diario N° 33)CAMARA DE DIPUTADOSDEBATES __________Presidencia del Diputado doctor Jacinto Ramírez Rausseo __CAMARA DE DIPUTADOSSesión del día 10

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CAMARA DE DIPUTADOS

Estados Unidos de Venezuela.-Cámara de Diputados.

Caracas, 8 de junio de 1941

132° y 83°

Hoy no hubo sesión por falta de quórum.

El Secretario,

Octavio Lazo

(Por omisión involuntaria no apareció esta Nota en su lugar correspondiente, o sea en el diario N° 33)

CAMARA DE DIPUTADOS

Sesión del día 10 de junio de 1941

_______________________________________________

ACTA

Presidencia del Diputado doctorJacinto Ramírez Rausseo

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Previo anuncio del quórum reglamentario, se abrió la sesión con asistencia del Primero y Segundo Vicepresidentes, doctores Angulo Ariza y Carlos H. Aranguren, respectivamente, y de los Diputados: Neri, Rodríguez Ortiz, Russo, Borges Rodríguez, Tapia Encinozo, Osorio Calatrava, Régulo Pérez, Quintero García, Oliveros, César Fernández, De Armas, Rosales Arangúren, Valera Hurtado, Peñaloza, Zavarse de Lima, Escobar Lara, Cedillo, Lemoine, Medina G. Ramírez Mc-Gregor, Schloeter, Guglielmi, Palacios, Corredor Tancredi, Duque Sánchez, Pérez Salinas, Suárez Flamerich, Pacheco Miranda, Ortega, hijo, Moros, Ponce, Morrison, Diez, Tinoco, Lander, Pereira, hijo, Orozco, Alvarez Marcano, Graziani, García Delepiani, Pérez Alfonzo, Andrés Eloy Blanco, Berrizbeitia, Atencio Urdaneta, Ruiz Fonseca, Valery Maza, Vegas, Santos Stella, Marsal Zárraga, Rivas, Marín, Lara Peña, Prieto Rojas, Valero Escobar, Acosta Bello, Caldera, Silva Uzcátegui, Montilla, Atencio Troconis, Francisco Urdaneta, Delgado Chalbaud, Lozada Hernández, Mancera Galleti, Pedro Cruz B. y Ortega B.

Leída la minuta del acta de la sesión anterior, fue aprobada sin modificaciones. El Secretario dio cuenta:

1°.-Oficio del ciudadano Ministro de Relaciones Exteriores, avisando recibo del que le envió esta Cámara trascribiéndole la proposición del Diputado Guglielmi, y remitiendo 95 ejemplares del croquis de la región del Río de Oro, e igual número de la Memoria Especial elaborada por el mencionado Despacho sobre la controversia de Límites entre Venezuela y Colombia.-(Recibo y archivo).

. . . / . . .

El presidente,

J. Ramírez Rausseo.

El Secretario,

Octavio lazo

CAMARA DE DIPUTADOS

Sesión del día 6 de junio de 1941

_______________________________________________

DEBATES__________

Presidencia del Diputado doctorJacinto Ramírez Rausseo

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SUMARIO

1.-Apertura de la sesión.-Acta anterior.

CUENTA

2.-Distribución.3.-Número reservado: Informe de la Comisión de sanidad y Asistencia Social, sobre la solicitud de la señora Leonor Díaz de Morales.4.-Numero reservado: Proyecto de ley Aprobatoria del Tratado de Fronteras y Navegación de los ríos comunes, entre Venezuela y Colombia (remitido) por la Cámara del Senado).-Exposición y proposición del Diputado Angarita Arvelo.-Debate.-Se aprueba el Proyecto en primera discusión.-Así mismo se aprueba la proposición Angarita Arvelo.- Clausura de la sesión.

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EL PRESIDENTE.-Sírvase informar si hay quórum, ciudadano secretario.

EL SECRETARIO.-Hay quórum, ciudadano Presidente.

EL PRESIDENTE.-Se declara abierta la sesión.-(A las 4 p.m.).-Sírvase darle lectura a la minuta de acta de la sesión anterior, ciudadano Secretario.

(Se lee: es aprobada sin observaciones).

EL PRESIDENTE.-Cuenta, ciudadano Secretario.

EL SECRETARIO.-Cuenta:

… / …

9°.-Oficio del ciudadano Presidente de la Cámara del Senado, remitiendo a esta Cámara, para su consideración, el Proyecto de Ley Aprobatoria del Tratado de Fronteras y Navegación de los ríos comunes entre Venezuela Y Colombia, después de haber sufrido en aquélla las tres discusiones de ley.-(Para después de la cuenta).

He terminado la cuenta, ciudadano Presidente.

… / …

4

EL PRESIDENTE.-Continúe, ciudadano Secretario, con el siguiente número reservado.

(Se lee el Proyecto de Ley Aprobatoria del Tratado de Fronteras y Navegación de los ríos comunes entre Venezuela y Colombia, remitido por la Cámara del Senado después de haber sufrido las tres discusiones reglamentarias).

EL PRESIDENTE.-De conformidad con el parágrafo único del articulo 77 del Reglamento Interior y de Debates, está en consideración del Cuerpo el Proyecto de

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Ley que acaba de leerse, a los fines de su primer debate.-Tiene la palabra el Diputado Delgado Chalbaud.

DIPUTADO DELGADO CHALBAUD.-Ciudadano Presidente: Propongo que dicho proyecto de Ley se apruebe en primera discusión y siga su curso reglamentario.

(Se lee la moción.-En consideración).

DIPUTADO ANGARITA ARVELO.-Pido la palabra.- (Concedida).-ciudadano Presidente: Al ponerse en consideración este Tratado, quiero referirme a él porque pone fin al viejo litigio entre las dos naciones; Tratado que fue firmado recientemente, en acto trascendental y solemne, en la histórica capilla de El Rosario, de Cúcuta, y que culminó con la memorable entrevista de los dos Presidentes en el Puente Internacional.

Este Tratado, ciudadano Presidente, que liquida nuestras viejas cuestiones territoriales con Colombia y concede el derecho a la libre navegación de los ríos, es el punto de partida, o debe ser, para la iniciación de un nuevo tratado comercial con la República hermana, o la modificación sustancial del existente, que traiga como consecuencia un mejor entendimiento a base de una política comercial entre los dos países, para vigorizar de una manera efectiva los viejos nexos de amistad que nos han unido y deben continuar uniéndonos.

Existe un Tratado Comercial con la República de Colombia, que fue firmado en el año 1936 y que ha venido prorrogándose año por año; pero este Tratado, en la hora presente, no corresponde a su finalidad, o no llena las condiciones para traer un mayor o un mejor beneficio a la economía de los dos pueblos.

Tengo, ciudadano Presidente, escrita una exposición e este respecto, que considero de oportunidad introducirla, y que concluya con una proposición que deseo formular ante esta Cámara. Ruego ciudadano Presidente me dé permiso para leer esta exposición.

EL PRESIDENTE.-Puede darle lectura ciudadano Diputado.

DIPUTADO ANGARITA ARVELO.- (leyendo).

Ciudadano Presidente:

Ciudadanos Diputados:

Es oportuno este momento en que la Cámara discute el Tratado sobre arreglo de límites y libre navegación de ríos, entre Colombia y Venezuela, para demorar la atención sobre el problema del intercambio comercial entre los dos países.

Estamos todos convencidos de que razones de tradición histórica, y de defensa ante peligros comunes deparados por la azarosa hora internacional, imponían la honorable y definitiva liquidación del viejo diferendo fronterizo entre Colombia y Venezuela. La Entidad Federal que represento en esta Cámara-el Estado Táchira-experimentaba más premiosamente aún que el resto del país la necesidad de que se pusiese fin al infecundo mal entendido entre ambas Naciones.-No puedo, por consiguiente, para ser consecuente con el pensamiento de los pueblos del Táchira y con mi propia conciencia de venezolano, sino exteriorizar satisfacción por la forma pacífica y decorosa como se solucionó el viejo litigio.

Empero, vivimos una época en que la amistad y la solidaridad de los pueblos se estabilizan y devienen realmente eficaces cuando se cimientan sobre una concreta base económica.-El intercambio comercial, realizado regularmente y con beneficios bilaterales, es el instrumento indispensable para la paz estable y el entendimiento constructivo entre las Naciones.

Estas consideraciones, valederas en todos los tiempos, adquieren particular importancia en la coyuntura difícil que hoy vive el mundo.-Como consecuencia de la guerra, y de las dificultades para transportar mercancías por mares disputados entre los beligerantes, América Latina ha perdido la casi totalidad de sus tradicionales mercados de consumo en otros continentes.-Estados Unidos ha llagado a ser el único centro absorbedor, en apreciables proporciones, de nuestras apreciables exportaciones agrícolas, pecuarias y mineras. Al propio tiempo se dificulta progresivamente nuestra posibilidad de

aprovisionarnos, en la cantidad requerida por nuestras necesidades de consumo, de la mercancía extranjera que antes importábamos. Las Naciones beligerantes han dedicado su equipo industrial a producir material bélico, o a satisfacer las necesidades de consumo de sus ejércitos. Y aún Naciones como el Japón y Estados Unidos, que abiertamente no intervienen todavía en el conflicto armado, reglamentan y entraban su comercio exportador.

Estos cambios operados en la economía de los países con los cuales comerciábamos coinciden, haciendo más difícil la situación económica de nuestros pueblos, con las dificultades para el transporte marítimo.-La casi totalidad de los barcos destinados para al tráfico mercante ha sido requisada por los Departamentos de guerra de los países bajo cuyas banderas navegaban, para destinarlos a transporte de carácter militar. Particularmente se ha reflejado este orden de cosas en la economía d una nación tan débilmente exportadora, y de tan limitado desarrollo industrial interno, como lo es la nuestra. De aquí que se imponga, imperativamente, la necesidad de que la Política Comercial de Venezuela se oriente hacia el incremento de relaciones de intercambio con aquéllos países del Continente americano con los cuales tengamos fronteras territoriales comunes; y, por lo tanto, facilidades materiales para venderles y comprarles.

En el caso concreto de nuestra vecina Colombia, existe un modus vivendi comercial, suscrito por ambas Cancillerías el 14 de marzo de 1936, y por el cual se ha venido renovando de año en año.

Las estipulaciones fundamentales de este acuerdo comercial Colombo-Venezolano son las siguientes:

1°-La importación, libre de todo gravamen, de la sal venezolana, que se introduzca por la Aduana de Cúcuta, hasta la cantidad de 20.0000 sacos anuales de 60 kilogramos;

2°-La libre introducción de sal por la Aduana de Arauca;

3°-La introducción, libre de todo gravamen, de ganado venezolano al Departamento Norte de Santander, con destino a sus cebaderos, hasta por la cantidad de 25.000 cabezas por año.

Además, de otras ventajas menores, Venezuela ha concedido a Colombia, a su vez, lo siguiente: 1°-La supresión de todo impuesto de tránsito sobre los frutos y mercancías destinados a Colombia; y 2°-La equiparación, en cuanto al cobro de los servicios prestados por el Gobierno, del comercio de tránsito con el comercio nacional.

Las ventajas derivadas para ambos países de este instrumento de Política Comercial son innegables.-En el caso concreto venezolano, no bastaría sino recordar que nuestra venta de ganado a píe con destino a Colombia había desaparecido completamente durante los cuatro años inmediatamente anteriores a 1936, en que fue firmado el acuerdo de modus vivendi a que vengo haciendo referencia. A partir de dicho arreglo-comercial- como muy bien se apunta en la Introducción del Libro Amarillo de 1941-aparece en nuestras estadísticas oscilando alrededor de los 7.000.000 de kilogramos anuales la venta de ganado nacional con destino a Colombia.

No obstante, es evidente que el proceso de intercambio comercial entre los dos países acusa, en los últimos años, una línea de descenso, más que de intensificación.-Con acopio de cifras estadísticas resulta fácil demostrarlo. En 1939, importamos de Colombia mercancías por valor de 909.000; y exportamos Bs. 1.482.000, quedando un saldo favorable a Venezuela, en la balanza comercial entre los dos países, de 573.000, y en 1940, la importación se redujo a Bs. 753.000, la exportación a Bs. 874.000, y el saldo favorable a Venezuela fue de Bs. 121.000, aproximadamente menor en unas cinco veces que el año precedente.

En el caso concreto de la exportación ganadera, este proceso merma de nuestras ventas anuales a Colombia, se puede apreciar muy gráficamente.-En cifras redondas vendimos a Colombia, en 1936, seis millones de kilogramos; en 1937, siete millones de kilogramos; en 1938 hemos perdido los mercados de Barbados, Curacao y La Guayana Francesa; que en 1940 fue nula la exportación a Martinica, y que en ese mismo año experimentó una violenta merma la exportación a Aruba y Trinidad.

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Si agregamos a todo esto que Venezuela, como lo señala también la introducción del Libro Amarillo de 1941, no aprovecha todavía la concesión que hace Colombia a La sal venezolana, resulta fácil deducir que ambos países no están beneficiándose, en la proporción deseable, de sus posibilidades de intercambio comercial.

Indudablemente que el mayor obstáculo que ha influido en esta atenía del comercio colombo-venezolano lo constituye el alto valor de nuestra moneda que dificulta de manera alarmante nuestra exportación. Y se impone buscar una fórmula que vadée esta dificultad.-Bien podría ser tal fórmula la de establecer un sistema de trueque, o de compensación, que facilite el intercambio de mercancías entre los dos países reduciendo al mínimum la función que desempeña la moneda, de metal o de papel, en este tráfico comercial.

Surgirá la objeción de que economías similares, como son las de Colombia y Venezuela, tienen dificultad para cambiar cosas por cosas, debido a que las producidas allá son similares a las forjadas por el empeño creador del venezolano. Pero se olvidaría, al sustentarse tal criterio, que Colombia es aún mercado seguro y de extensión por sus ocho millones de habitantes, no sólo para el ganado y la sal de Venezuela, sino también para el cacao y otros productos de la agricultura y de la cría nuestras. Y también se olvidaría que Colombia ha experimentado, en los últimos años, ininteresante cambio de su dinámica economía, transformándose de país exclusivamente agrícola en nación manufacturera, apta no sólo para saturar su mercado interno de diversas mercancías elaboradas, sino también para exportar.

Con relación a esto que acabo de afirmar, vale la pena referirse, aun cuando sea de paso, al problema del contrabando en el Táchira, y los demás Estados de la Cordillera.-El tráfico ilícito de mercancías continúa, perjudicando al comercio y al fisco, no obstante las medidas de previsión adoptadas por la policía de fronteras, y de que está vigente un acuerdo colombo-venezolano sobre represión del contrabando.

Esta persistencia del contrabando fronterizo tiene igual causa a la notada anteriormente, es decir, el alza de nuestra moneda, que facilita la adquisición de mercancías en Cúcuta, muchas de las cuales son de uso y de consumo producidas en Colombia, las que resultan, naturalmente, a precios sensiblemente más bajos y de calidad muchas veces superior que las que pueden ofrecer el comercio y la industria nacionales.

Podría pensarse en una fórmula de intercambio comercial entre Venezuela y Colombia que permitiera el trueque de una parte de nuestros saldos exportables, agrícolas y pecuarios, por aquellos productos manufacturados que ya es capaz de exportar Colombia, y que no se producen en Venezuela, o se producen en condición insuficiente para saturar cabalmente nuestro mercado de consumo.-En esta forma se estimularía el comercio colombo-venezolano. Se tonificaría la economía natural de Venezuela, especialmente la de las agobiadas regiones andinas; y se lograría una efectiva disminución del ilícito contrabando realizado a través de la frontera.

No ignoro que el Gobierno Colombiano está constreñido por el texto mismo de la Ley que lo autorizó para pactar con Venezuela el acuerdo de modus vivendi comercial. Empero, entre las cuestiones adecuadas para el logro de los fines que persigo, extraños a todo interés personal o regionalista, y sólo animado de un deseo de fomento de la riqueza pública del país, estaría la de solicitar, por la vía diplomática que el Gobierno de nuestra vecina República recabe del Poder Legislativo la dictación de una Ley ampliadora de las actuales atribuciones para negociar con el Estado Venezolano en el plano comercial.

Por otra parte, se daría plena satisfacción al espíritu del artículo tercero del Tratado de Fronteras y ríos comunes entre Venezuela y Colombia, cuyo texto es el siguiente: “Las dos Altas partes Contratantes procederán a la mayor brevedad posible a negociar y celebrar un Tratado de Comercio y Navegación fundado en principios de amplia libertad de tránsito terrestre y navegación fluvial para ambas Naciones, con la mira de regular su comercio recíproco y un Estatuto Fronterizo sobre bases que estimulen y fortalezcan la amistad y la economía de sus dos Pueblos.”

Y, concluyo, haciendo formal proposición de que la Cámara envíe esta exposición al Ejecutivo Federal, por intermedio del Ministerio de Relaciones Exteriores, Despacho Ejecutivo al que compete la conducción de la Política Comercial de la Nación. Y que la Cámara haga constar, al mismo tiempo, la simpatía con que vería el más acentuado e inmediato reajuste de las relaciones comerciales colombo-venezolanas, sobre bases de una mayor conveniencia mutua.

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EL PRESIDENTE.-Sírvase darle lectura a la proposición del Diputado Angarita, contenida en la exposición consignada en Secretaría, e informar igualmente si tiene apoyo a la proposición.

EL SECRETARIO.-Está apoyada, ciudadano presidente.

(Se lee.- En consideración).

EL PRESIDENTE.-Tiene la palabra el Diputado Guglielmi.

DIPUTADO GUGLIELMI.-Ciudadano Presidente: Condicionalmente voy a apoyar la Proposición que hizo el Diputado Delgado Chalbaud para que se apruebe en primera discusión el tratado sobre demarcación de fronteras y navegación de los ríos comunes entre Venezuela y Colombia; y digo condicionalmente, porque, ante todo, yo no puedo evadir el deber en que estoy por hacer algunas observaciones al respecto, ya que en este caso se trata de la Patria misma, a la cual debemos estar siempre consagrados en espíritu y en verdad.

Por más paradójico que parezca, el problema de mayor importancia internacional que haya tenido Venezuela, éste de la demarcación de sus fronteras con Colombia, es también el que ha permanecido en un grado de máxima ignorancia para nuestro pueblo, para casi toda la opinión nacional.

A través de un siglo largo la República se ha encontrado a ciegas en la enorme extensión de sus dominios, sin saber cuáles eran todos los que la integraban, ni cuántos de ellos se le reclamarían como ajenos; y a través de ese siglo largo, llegaron a su colmo algunos pactos y actos de alinderamiento entre Venezuela y Colombia, iniciados siempre a puertas cerradas en las Cancillerías, y luego de consumados como “entre un vasto silencio de Leones”, silencio que tan grato y propicio fue para todo lo que se hizo en este país desde 1909 hasta 1935.

Cuando por el año 1922 vino el arbitro suizo a verificar el deslinde y amojonamiento de la frontera en el tercer sector, yo tuve ocasión, por la especial circunstancia de hallarme para aquella época, como agricultor, establecido en un campo limítrofe, tuve ocasión, digo, de prestar a la Comisión Venezolana de Límites, y de la manera más gratuita, el aporte que se me pidió para ayudarla en el cumplimiento de su delicada misión. Días hubo en que tuvimos que hasta de noche, yendo precipitadamente de una a otra zona. Recuerdo que en os croquis, una se denominaba la zona roja y otra la zona amarilla; y que alguna vez, tras una rápida marcha a caballo, lejos de poder entregarnos al reposo nocturno, la aurora nos sorprendió terminando de escribir los informes que de mí esperaba la Comisión Venezolana en un momento importantísimo.-En un momento importantísimo, son palabras textuales de la correspondencia que conservo del muy distinguido abogado de la Comisión Venezolana de Límites. Y fue entonces cuando tuve oportunidad para ver allá mismo, que, por más que todas las exploraciones y todos los justificativos y todos los estudios fueron hechos sobre el terreno y suministrados a tiempo, entre la línea divisoria que encarnaba el desiderátum de Venezuela y la línea divisoria que representaba las pretensiones de Colombia, la que vino a triunfar en gran parte fue esta última.

La demarcación establecida en ese sector de la frontera, o sea, el territorio comprendido entre la quebrada de Don Pedro y Las Fuentes de la China, es la demarcación más estrambótica de que quizá algún día tenga que arrepentirse Venezuela y Colombia. No tiene razón de ser dentro del ordenamiento internacional d los límites arcifinios; no tiene razón de ser, mucho menos, dentro del sistema de amplias concesiones en que vino a parar, o a rematar, o a

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culminar, como quiera decirse, el antiguo litigio Colombo-Venezolano.

Pensad, en un límite que viene por el cauce de un río, el río Táchira, y que de súbito, en donde desemboca una quebrada, la quebrada de Don Pedro, tuerce por el lecho de ésta para subir casi en ángulo recto hasta la cima del cerro de “las Dantas”; y, tras seguir bordeando otro cerro, el cerro de Mucujún, por los derrames del lado acá, y con vistas nada menos que del Lago de Maracaibo, vuelve ese límite a caer en el mismo cauce del río donde se desvió. Es una enorme cuña triangular introducida en las propias entrañas de la tierra del Táchira, a una altura como de 1.600 metros sobre el nivel del mar.

Para dar a los ciudadanos representantes del pueblo una idea más gráfica, más accesible a sus ojos en estos mismos momentos, voy a poner de comparación o siguiente:

Imaginad un límite internacional que viniese por el cauce del Guaire, desde sus cabeceras, y que, al llegar al píe del costado izquierdo de la ciudad de Caracas, se desprendiese hacia el Norte, para trepar por un flanco de “El Avila”, y luego, siguiendo por todo el vértice de éste, volviese por el costado derecho de Caracas caer en el mismo cauce del Guaire.

En un caso así como el que dejo diseñado, y aún comparado por lo que respecta entre Táchira y el Departamento Norte de Santander, puede decirse que se incurrió en una intrusión geográfica contra Venezuela, cualesquiera que sean los argumentos históricos que alegase Colombia a su favor.

Más dejemos a un lado los hechos ya cumplidos. Aquí está ahora sobre la mesa el nuevo Tratado que han celebrado Venezuela y Colombia, el cual constituye una ratificación de los pactos anteriores y la última solución de los problemas limítrofes que aún estaban pendientes.-En el artículo 1° de este instrumento internacional, que ha venido para recibir la aprobación del Congreso de los Estados Unidos de Venezuela, se ve claramente que son dos las secciones en las cuales se da por definido todo lo que en materia de límites constituía diferencia entre ambos países. Son dos secciones a cual más importantes. Verdaderos arsenales para juntas Repúblicas. Ríos fecundos, tierras fantásticas y aptas para todas las explotaciones agrícolas e industriales, no sólo en lo que concierne a la superficie, sino al subsuelo también, quizá más al subsuelo que a la superficie. Y como veo que este Tratado no viene acompañado del Mapa citado en el primer parágrafo del artículo 1°, y considerando que, aunque en el Libro Amarillo presentado al Congreso Nacional por el señor Ministro de Relaciones Exteriores se ha hecho un largo recuento sobre los antecedentes y la solución de los problemas de la frontera, éste no es suficiente para dar una idea concreta de los puntos en referencia, y en vista de que, como lo creo, la casi totalidad de los ciudadanos Diputados no conocen personalmente las dos secciones tan importantes de que se trata, yo voy, a lanzar a la conciencia honrada de los representantes del pueblo venezolano, que han venido aquí por la patria y por la patria, esta interrogación: ¿Vamos a aprobar así el tratado? De mi parte considero indispensable que, primero, se nos documente en forma más amplia y precisa; que se nos presente ese mapa en donde se determine la frontera ya convenida entre ambos países, y se señalen, además, aquellas extensiones de territorio que hayamos ganado o perdido, una u otra cosa, desde el punto de vista de las pretensiones que en materia de limites venía sosteniendo Venezuela.

En tal virtud, voy a hacer, con carácter de previa, una proposición, que pasaré escrita a la mesa.

Y, para terminar, agregaré que si aquí siquiera se nos hubiese puesto a la vista un tablero o pizarrón en donde apareciese diseñado el nuevo Mapa de Venezuela, yo, en estos momentos, recordando todo lo que en el pasado fue dolor y amargura para nosotros por cuestiones de límites, me acercaría hasta ese mapa para señalarlo ante los ciudadanos representantes del pueblo, y decirles algo en lo cual creo que todos estarán de acuerdo conmigo: “Este es el cuerpo sagrado de la Paría,-os diría-, y en lo sucesivo ella no llegará a crecerse en su superficie en su superficie por acciones de conquista contra ninguno de los países vecinos; pero tampoco se reducirá ya más por actos de entreguismo en sus fronteras”.-(Aplausos).

EL PRESIDENTE.-Sírvase darle lectura a la proposición del Diputado Guglielmi, ciudadano Secretario.

EL SECRETARIO.-El Diputado Guglielmi, con carácter previo, hace la siguiente proposición: que la Presidencia de esta Cámara se dirija por el órgano respectivo al Ejecutivo Federal excitándole a enviar, para la segunda discusión de esta Ley, una copia del mapa a que se hace referencia al final del primer párrafo del artículo 1° del presente Tratado, en el cual mapa, xxxx más de la demarcación de las fronteras convenidas en la segunda y quinta sección, deben señalarse también, gráficamente, aquellas extensiones del territorio que hayamos ganado o perdido desde el punto de vista de las tesis que en esta materia de límites sostenía Venezuela.

EL PRESIDENTE.- ¿Está apoyada la proposición del Diputado Guglielmi, ciudadano Secretario?

EL SECRETARIO.-Está apoyada, ciudadano Presidente.

EL PRESIDENTE.-Está en consideración de la Cámara.-Tiene la palabra el Diputado Diez.

DIPUTADO DIEZ.- Ciudadano Presidente: Honorables colegas: He oído con atención, con la atención que merece el importante asunto a debatir, la palabra emocionada del Diputado Guglielmi. Soy Incapaz de negar el sentimiento patriótico que inspira su disertación. No sólo soy incapaz de negar ese sentimiento, sino que lo reconozco y lo aplaudo sinceramente.

Pero he leído en la Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores, presentada a la consideración del Congreso Nacional, Memoria que ya fue estudiada y aprobada, algunas explicaciones sobre el Tratado de Límites entre Venezuela y Colombia. Y como creo también en el patriotismo del Canciller venezolano que intervino en la negociación de ese Tratado, me voy a permitir hacer algunas consideraciones acerca de las negociaciones entre Venezuela y Colombia, basándose en la exposición del doctor Esteban Gil Borges.

Después de la disolución de la Gran Colombia,-dice el doctor Esteban Gil Borges, y ello es histórica y rigurosamente cierto-, Las Repúblicas que la integraban, Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, se acordaron en una doctrina para definir y luego demarcar los límites que debían separar sus debidos territorios. Esa doctrina es la que se conoce en el Derecho Internacional Americano con el nombre de Uti possidetis de 1810 y, conforme a ella, cada Estado entraría en posesión real de los territorios que venía poseyendo de jure , en virtud de actos reales desde la época colonial.

Los títulos en que se basaban las pretensiones de los Estados no eran siempre claros. Había un desconocimiento casi total de la geografía de esos territorios. Y por ello los Estados entraron en negociaciones para fijar, conforme a los títulos, las líneas del Uti possidetis.

Entre Venezuela y Colombia esas negociaciones empezaron el año de 1833; y no habiendo podido llegarse a conclusiones satisfactorias, resolvieron los Gobiernos de ambos países someter la negociación al arbitraje del Rey de España, en 1881.

Advierto que, por lo que respecta a la sección segunda de la frontera Colombo-Venezolana, y a la cual se concreta el artículo 1° del Tratado que ésta en consideración de la Cámara, nunca hubo divergencia entre Colombia y Venezuela. Así lo manifestaron ambas naciones en sus alegatos ante el Rey de España y ante el árbitro suizo.

El laudo del Rey de España fijó, pues, la frontera en esa sección, de acuerdo con los alegatos, de Venezuela y Colombia. Y fue el año de 1932, cuando las Comisiones designadas por ambos países procedieron a la demarcación de la frontera en el propio territorio, cuando surgió la diferencia que tiende a solucionar este tratado en su artículo 1°.

Se encontraron las Comisiones de 1932 que el Río de Oro es un sistema fluvial que se divide en un determinado punto, se bifurca, se diversifica en varios afluentes, en varios ramales. Especialmente hay un punto en que el Río de Oro se bifurca en sentido Norte y en sentido Sur-Oeste. Se había perdido, pues, la línea que servía para la demarcación real de la frontera entre Colombia y

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Venezuela, y era necesario precisar el curso principal del Río de Oro.

Los elementos necesarios para determinar el curso del río principal, cuando se divide en varios ramales, son de orden jurídico, de orden geográfico, de orden histórico y de orden técnico. Venezuela, basándose en razones de orden físico, que son las más acordes con la naturaleza, sostuvo que el curso principal del Río de Oro debía ser el ramal Sur-Oeste, porque era éste el más caudaloso, porque su ángulo de deflexión era menor, y porque su curso indicaba que era la continuación natural del tronco del Río de Oro. Colombia, basándose en razones histórico-geográficas, sostenía que el curso principal del Río de Oro era el Ramal del Norte, porque, históricamente, siempre se había reconocido ese ramal como el Río de Oro; y aducía otras razones interpretando el Laudo del Rey de España y el del árbitro suizo. Ante este inconveniente, pues, los dos Gobiernos señalaron una línea equidistante de las líneas de pretensiones de los dos países; y escogieron para indicar la frontera, en esta sección, el río que se denomina Intermedio o Duda.

Dice el doctor Esteban Gil Borges, en la exposición de la Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores, que ésta es la línea que conviene más a los intereses nacionales y que satisface las aspiraciones de los dos países.

Por lo que respecta a la región del Tama-Oirá, que es la segunda parte de la demarcación de la frontera que contempla este tratado, dice también el Doctor Esteban Gil Borges que se había suscitado entre la Gobernación de Caracas y Barinas una controversia de Límites por la posesión de la Villa de San Jaime. La Provincia de Barinas llevó asunto al conocimiento de la Audiencia de Santa Fé, la cual falló a favor de Barinas; pero, luego, el consejo de Castilla falló a favor de la Provincia de Caracas y le restituyó la posesión de la Villa de San Jaime. Procedieron después ambas provincias a fijar sus respectivos límites de acuerdo con esa decisión. Los límites fueron fijados por una real orden de 1786. Mas tarde, con la disolución de la Gran Colombia, Venezuela y Nueva Granda acataron esa orden real de 1786 para establecer los límites entre la provincia venezolana de Barinas y la provincia Granadina de los Llanos de Casanare. Se recurrió al mismo procedimiento de la designación de la Comisiones por parte de ambos Gobiernos; y la Comisión técnica designada en el laudo del Rey de España informó que los puntos a que hacía referencia la real orden de 1786 eran completamente desconocidos en el territorio. Y de acuerdo con un informe de esa misma Comisión, el Rey de España trazó los lineamientos para establecer la frontera de esta región. Por fin, Creo que en el año 1901, después de haber sido nombradas diversas Comisiones, la de Venezuela y la de Colombia se acordaron respecto a la demarcación de la frontera en esta sección, y firmaron el Acta del Paso del Viento.

Manifiesta también el Doctor Gil Borges, en la Exposición de su Memoria, que la línea reconocida en el Acta que firmaron las dos Comisiones, la Colombiana y la Venezolana, en esa oportunidad, es la que satisface mas las aspiraciones de la Nación venezolana, porque es la que se halla mas conforme y mas próximas a la primitivamente fijada por el Rey de España en su laudo.

A este respecto he extractado de la Memoria del Ministro de Relaciones Exteriores un párrafo que ruego al ciudadano Presidente permítame leerlo.- (Asentimiento).- Dice así “Esas actas (la firmadas por la Comisión en el Paso de Viento) fueron aprobadas por dos Gobiernos. Los mapas en que se trazó ese sector de la frontera fueron también confirmados por los Gobiernos. Los mapas de Venezuela y de Colombia han reproducido ese trazo como el límite entre los dos países.- Venezuela y Colombia han poseído durante medio siglo de buena fé los territorios señalados en el laudo, su mapa y las Actas y Cartas de las Comisiones. Alterar esa situación envolvería una grave cuestión territorial y una más grave abrogación del principio del carácter definitivo de los actos de las Comisiones. El abandono de ese principio de irrevisibilidad, que ha sido fundamental en la demarcación y que fue consagrado por el Pacto Reglamento del Laudo, inmediatamente haría discutible otras situaciones análogas que amparadas por el principio de la intangibilidad de las decisiones acordes de las Comisiones, son ahora seguras, inmutables y perennes”.

Según la exposición del doctor Gil Borges, en la delimitación de la frontera en esta región ha triunfado la tesis sostenida por la Cancillería venezolana.

Ahora bién, como lo dijo el Diputado Guglielmi, nosotros no conocemos exactamente los territorios en disputa entre los dos países; y por esa razón, yo apoyo su petición en el sentido que se solicite la presentación del mapa a que se refiere el Tratado, para el mejor estudio de los Diputados, ya que se trata de un asunto de vital importancia en el que está envuelta la integridad y la dignidad misma de la Patria. Pero me permito excitar a mis colegas de Cámara para que examinemos ese Tratado y revisemos esos mapas con el ánimo sereno, desprovistos de todo apasionamiento.

Yo tengo fe en que los venezolanos que han intervenido en la preparación de este tratado quieren tanto a Venezuela como nosotros mismos. Nadie, me parece, puede dudar del patriotismo del Canciller Gil Borges ni del patriotismo del General López Contreras, en cuyo ejercicio presidencial se llevaron a cabo las negociaciones que culminaron con la firma del Tratado Colombo-Venezolano.

DIPUTADO CALDERA.- Ciudadano Presidente y honorables colegas: He pedido la palabra para apoyar la proposición del Diputado Guglielmi.

Me parece inconcebible que se envíe a la representación nacional un Tratado de carácter definitivo como éste, en el cual anuncia un mapa, y que ese mapa, es decir, siquiera una referencia objetiva, no sea llevado al conocimiento de los representantes del pueblo.

Comprendo que el momento actual no es propicio para la discusión de problemas internacionales entre los pueblos de América. Esa discusión ha debido llevarse siempre de un tono altamente cordial; y me enorgullece consagrar aquí, como representante del pueblo de Venezuela, que el pueblo de Venezuela no se ha salido nunca un ápice de ese terreno de cordialidad absoluta, aún cuando se ventilaban problemas fundamentales para la Patria. Comprendo, pues, que el momento no es propicio para ventilar estas cuestiones. Se trata de peligros que amenazan de manera general a todo continente americano. Se proclama, y es justo, un sentimiento de fraternidad y de unión entre los pueblos de una misma raza y de un mismo espíritu. Con mayor razón debe preconizarse un espíritu de acercamiento hacia la República de Colombia, pueblo hermoso no sólo por la raza y por la tradición, sino por la historia de los días más dolorosos y más glorioso del continente americano. Debemos tender el brazo, sí, a la República de Colombia; pero es de lamentarse que cuando le tendemos el brazo no lo hagamos con un conocimiento absoluto, por parte de todo nuestro pueblo, conocimiento que si ha tenido de todo momento la hermana República de Colombia.

Recuerdo yo, honorables colegas, que me causó profunda tristeza leer en la relación cablegráfica el acto de toma de posesión del Doctor Eduardo Santos, actual Presidente de la República de Colombia. Y, digo que me causó enorme tristeza, porque vi cómo allá el Presidente del Senado, cuando iba a proceder a tomarle el juramento, y al expresarle en un discurso los problemas fundamentales del país, señaló como uno de los más trascendentales el problema de límites con la República de Venezuela. En cambio, por un desconocimiento suicida, por un sentido romántica de fraternidad, muy distante del que debe reinar entre pueblos que se respetan y se quieren, y que de ser el de una hermandad sincera, en Venezuela quien mencionaba el problema de límites con Colombia era “un estridente que estaban provocando problemas”, era “un hombre aislado de las necesidades de la época”, era “alguien que no tenía visión de la realidad continental”.

Yo creo que el Doctor Gabriel Turbay, para entonces Presidente del Senado de Colombia, hizo bien en señalar al Doctor Eduardo Santos, en momento tan grave y ante la expectativa de todo el pueblo colombiano, la urgencia de aquel problema, desde luego que se estaba ventilando un elemento básico de la soberanía. Pero debo lamentar, en este momento en que se va a dar un paso decisivo, que esa actitud no haya correspondido a la actitud del pueblo venezolano. No quiero censurar solamente al Gobierno sobre este problema. Ha sido una actitud colectiva suicida.

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Con varios directores de periódicos he cruzado opiniones al respecto; y todos nuestros diarios han sido de opinión que el menor artículo, o la menor línea, o la menor sugestión sobre un problema territorial con Colombia, era comprometer nuestras relaciones internacionales y meternos en un sendero de luchas estériles. “El Tiempo”, “El Siglo”, los mejores rotativos de la capital Colombiana y de todos los pueblos de Colombia si han ventilado ese problema; y el pueblo colombiano sabe qué es lo que da y lo que le quita este Tratado. Y la prensa colombiana, que unánimemente lo ha aplaudido, conoce bien el terreno sobre el cual pisa. Y en cambio, nosotros, los representantes del pueblo de Venezuela, ni siquiera nosotros, que deberíamos estar enterados al detalle de todo, conocemos a cabalidad este problema; es decir, no tenemos ni aún una mezquina referencia objetiva de un mapa que nos señale la nueva línea y nuestras aspiraciones anteriores.

Ha sido, honorables colegas, un vicio venezolano. No creo que la culpa sea propiamente los gobernantes; pero, en este caso, se ha dado al Tratado la característica de un hecho cumplido; es un hecho cumplido.- El abrazo de los dos presidentes en el Puente Internacional Bolívar y bajo el retrato del Libertador, es un hecho ya del cual no podemos volvernos atrás. Esta es la realidad.

Si apoyo la proposición del Diputado Guglielmi es, sencillamente, por una noción de pudor parlamentario, porque no podemos aprobar el Tratado sin conocerlo siquiera. Pero la realidad que todos conocemos es la de que este Tratado es un hecho cumplido y ese hecho cumplido no debió haberse realizado sin que Venezuela estuviera enterada de él.

Animados de muy buen espíritu y de un enorme fervor de solidaridad continental, nuestros gobernantes fueron a la frontera; pero, en mi concepto, fueron precipitadamente. No porque no se ha debido poner fin de una vez a todo diferendo, a todo diferendo que, por lo demás, por parte de Venezuela, no ha tenido nunca el carácter de una contienda, ni de una discusión amarga y acre, sino solamente de un intercambio cordial de opiniones y de puntos de vista entre las dos Repúblicas; pero sí en el sentido de que al poner ese punto final, el punto final debía estar no solamente en la solemnidad de los tratados, sino también en la realidad mas honda del pueblo integro de Venezuela.

Quizá muchos venezolanos, quizá algunos de los representantes que en este hemiciclo estamos, habríamos deseado que esta vez la fraternidad entre ambas Repúblicas fuera sellada con un gesto magnánimo de nuestra hermana República de Colombia. Ya hemos sido nosotros magnánimos en muchas ocasiones. Todos sabemos cómo se ha ido cercenando en los mapas la cabida de nuestro territorio. Entre hermanos, justo es que se dé unas veces de una parte y que otras veces se dé de la otra.

Aislado del menor sentimiento de inquina o de resquemor contra el pueblo de Colombia, animado del mas firme espíritu de cordialidad y del mas hondo deseo de nuestras relaciones internacionales sean francas, cordiales y unidas; fervoroso defensor como soy de la necesidad de un concepto de la América Ibera unida, firme en sus tradiciones y en sus contenidos básicos, defensora de los principios que le dieron ser y muy por encima de pequeñas y mezquinas diferencias, yo amigo de la República de Colombia, que, en este caso, se hubiera tendido la mano de allá de una manera más amplia y más cordial; y que ya que sabemos que Venezuela no ha estado bien defendida por culpa de los vicios que le han minado internamente, por razón de las difíciles circunstancias políticas que ha atravesado, era de la conciencia de los gobernantes y del pueblo de Colombia llegar en este momento a decir: “Para que echemos la base definitiva de una amistad sincera, nosotros, el pueblo de Venezuela, tendemos aquí siquiera un símbolo de reivindicación”.

Nosotros estamos dando la libre navegación de nuestros ríos. En el tratado se habla de ríos comunes, y bien sabemos que todos esos ríos comunes están en nuestro territorio. Esa navegación libre es de beneficio para ambos países. Lo sé y lo defiendo. Pero es innegable que el beneficio para Colombia es mucho más grande que el beneficio para nosotros. Si Venezuela se acerca a conceder esta honda y tradicional aspiración del pueblo de Colombia, era justo que el pueblo de Colombia hubiere

tenido para Venezuela, no sólo el gesto simbólico de acercarse al Puente Internacional que une nuestras patrias, sino también el gesto positivo de reivindicar en algo todo un pasado doloroso que hemos sufrido nosotros.

Yo lamento, pues, que hayamos sido victimas, una vez más, de una política cerrada que no debe tener lugar en asuntos internacionales.

No quiero personificar en los gobernantes, en gobernantes que, en muchos otros aspectos, me han marcado abiertamente elogios y defensas; no quiero personificar en el General López Contreras, cuyo balance favorable a defendido en este mismo Congreso, ni el Doctor Esteban Gil Borges, a quien reconozco como uno de los hombres mas capacitados y más honesto de nuestro país; pero quiero generalizar este llamado hacia los que vayan a personificar en el futuro nuestras relaciones internacionales, para que, en lo sucesivo, se abstengan esta política de puerta cerrada, que ellos, desgraciadamente, personificaron en el presente caso; para que, en lo sucesivo, nuestros asuntos básicos se tramiten tratándolos primero en la conciencia del pueblo y llevándolos luego a los papeles: a fin de que no suceda lo que va a suceder en este caso, que venimos animados, sí, de un firme espíritu de solidaridad continental, animados de un ferviente deseo de cordialidad con la República de Colombia al ratificar este Tratado, pero llevando en nuestros corazones un profundo dolor por no haber logrado en él lo que debió lograrse; por no haberlo discutido como debió discutirse, por no haberlo conocido y comentado nosotros como debió comentarse.

Este llamado es para todo el pueblo de Venezuela. Para sus periodistas en gran parte; es necesario que nuestra prensa enfoque estos problemas y los analice. Que no tome como violencia u ofuscación lo que se diga por el esclarecimiento de nuestros problemas; que no vea como mezquindad lo que se alegue en la defensa de nuestros territorios, que no considere como una tendencia de enemistad hacia la solidaridad americana, toda explicación que se haga en la defensa de los intereses venezolanos. Son muchos los venezolanos aquí, que tienen nexos hondos con la República de Colombia. Y estoy seguro de que algunos de ellos, con el cariño más hondo hacia aquella patria, habrían deseado un esclarecimiento más pleno y más diáfano de este asunto.

Por estas razones, ciudadano Presidente y honorables colegas, yo voy a apoyar la proposición del Diputado Guglielmi, siquiera para que llenemos la fórmula de ver en el mapa el Tratado que vamos a considerar, y voy a lamentar nuevamente que se nos haya traído aquí en esta forma precipitada y que no nos deja campo para discutir de una manera libre, honrada y cordial, un problema de tanta trascendencia para el país.- (Aplausos).

EL PRESIDENTE.- Ciudadano Secretario, Sírvase darle lectura nuevamente a la proposición de Guglielmi.

(Se lee nuevamente la proposición de Guglielmi).

EL PRESIDENTE.- La Presidencia se permite hacer del conocimiento del Cuerpo, y en especial del Diputado proponente, que, tal vez por una inadvertencia, la Cámara del Senado no hizo remisión, junto con el Proyecto de Ley Aprobatoria, del mapa respectivo. En virtud del debate suscitado, la Presidencia se dirigió a la Cámara del Senado, a objeto de tomar datos sobre el particular, y la Cámara del Senado ha hecho envío del mapa al cual se refiere el proponente Guglielmi. De manera que, consignado éste, cada uno de los Diputados puede pasar por la Secretaría a estudiarlo.

DIPUTADO GUGLIELMI.- Pido la palabra.- (Concedida).- Ciudadano Presidente: Para una aclaratoria solamente. Es para saber si en el mapa vienen señaladas gráficamente las extensiones de territorio ganado o perdido, según la demarcación de la frontera.

EL PRESIDENTE.- No puedo informar sobre el particular, porque, en este momento acaba de llegar el mapa, como lo advertí anteriormente.

DIPUTADO GUGLIELMI.- Entonces, dejo pendiente mi proposición, y más bien la modifico en el sentido de que remitan a la Cámara varias copias de ese mapa.

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(Se lee esta moción).

EL PRESIDENTE.- Tiene la palabra el Diputado Lara Peña.

DIPUTADO LARA PEÑA.- Ciudadano Presidente: Honorables colegas: Quiero empezar esta disertación sobre el Tratado de Límites entre Venezuela y Colombia consignando aquí, de la manera más acre posible, mi reprobación a la política tradicional de la Cancillería venezolana por haber mantenido en un secreto riguroso, y contra la conveniencia de los intereses venezolanos, al través de gran parte de la historia de este litigio de límites, el problema mismo que se discute. Aquí, si se hubiera cambiado esa política de la Cancillería, no estaríamos viendo el triste espectáculo que estamos presenciando en estos momentos, de que los representantes del pueblo venezolano se reconozcan así mismos carentes de la información suficiente sobre problema tan trascendental y sobre capítulo tan importante de la historia patria, como lo son nuestras relaciones con Colombia.

Este Tratado, que hoy se somete a la consideración de la Cámara de Diputados, tiene dos partes y dos aspectos desde los cuales se le puede juzgar.

El primer aspecto, como una política de acercamiento hacia el país hermano y como iniciador de una política de comprensión entre las Repúblicas Hispano-americanas, a base de unas mayores y fructíferas relaciones económicas. Desde este punto de vista son indudables los beneficios que tiene el Tratado. Pero necesario es hacer el recuento a través y también verlo desde el punto de vista geográfico, y entonces encontraremos que, de acuerdo con la tramitación que se le ha hecho al problema de límites con Colombia, este Tratado es muy poco lo que da a ganar a Venezuela.

Como bien lo hizo notar a la Cámara el Diputado Diez, la controversia limítrofe entre Colombia y Venezuela data desde el inicio mismo de la República de Venezuela como independiente de la Gran Colombia. En el año 1833 concertó nuestro representante don Santos Michelena en Bogotá, el Tratado que ha sido hasta ahora el más ventajoso para la República, y que ninguno de los gobernantes ha logrado mejorar. Este Tratado fue vetado por el Congreso venezolano, no como se dice por simples manejos políticos, sino por juzgar que no llenaba a cabalidad las aspiraciones territoriales de la República.

A través de esta larga disputa, múltiples negociaciones diplomáticas se hicieron entre Venezuela y Colombia, y todas ellas vinieron a culminar en que no fue posible un arreglo diplomático, sino someter el diferendo limítrofe a la jurisdicción del rey de España. Y es necesario recordar aquí que el pleito internacional más grande que haya tenido Venezuela, aquel en que estaban mayormente comprometidos sus derechos territoriales, fue el único pleito en que Venezuela no tuvo una representación diplomática. (¿ESEQUIBO?)

Después del Tratado de Caracas y del Acta de París, que sometieron el litigio al arbitraje del Rey de España, se nombró como representante diplomático de Venezuela al doctor Carlos Viso, y como Ministro en España al doctor Castillo. A raíz de estos nombramientos, como ya lo hizo notar, vino el cambio político en Venezuela, y el Ilustre Americano, General Antonio Guzmán Blanco, hizo una especie de colosal enchufe con todas las representaciones diplomáticas de Venezuela, y se hizo nombrar por el Ejecutivo Federal representante en Italia, Inglaterra, en Bélgica, en Holanda, en España, en la Corte Vaticana y en los Estados Pontificios. Este representante diplomático no fue a España durante la tramitación de litigio ante la Corte Española. Nuestro representante el General Guzmán Blanco sólo fue a hacer valer los derechos de Venezuela ante la Corte Española con ocasión (así lo hace constar en la Memoria, que los representantes deben conocer, del año de 1891, por petición que le hizo el Ejecutivo Federal, del resultado de sus gestiones), de que sólo fue a España a dar el pésame a la Reina madre María Cristina por la muerte del Rey don Alfonso XII. Esa fue toda la representación que Venezuela tuvo en la Corte Española para hacer valer sus derechos. Y no podría ser otra, considerando el triste resultado de aquel laudo tan nefasto para los intereses venezolanos, en

que se desconocieron totalmente todas las aspiraciones de Venezuela.

Todos nosotros hemos estudiado Historia, y en el estudio de la Conquista hemos aprendido que los límites de Venezuela empezaban desde el Cabo de la Vela, con la concesión de los Welzares; y, sin embargo, el laudo del Rey de España vino a fijar esto en Castilletes, a pocas millas de la Ciudad de Maracaibo.

Pero bien, no es del caso hacer aquí un recuento detallado de las negociaciones diplomáticas y de manera como las ha conducido Venezuela para obtener el resultado que obtuvo con el laudo del Rey de España. Esta parte de la discusión es materia ya juzgada, y el examen de los títulos de derecho ya quedó terminado por la sentencia arbitral del Rey de España, que ambas naciones reconocieron. Pero, a raíz de este laudo arbitral, se inició la política cuya culminación es este Tratado que la Cámara está en este momento examinando. A raíz del laudo del Rey de España se iniciaron negociaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia para obtener compensaciones territoriales a cambio de la libre negociación de los ríos que hoy damos de manera gratuita a Colombia.

Colombia ha ofrecido por la negociación del Orinoco, del Meta y del Catatumbo, mucho mayores extensiones de terreno que las que hoy viene dando. Me prometía traer aquí a la Cámara la enumeración de todos esos Tratados y el recuento minucioso de todos los ofrecimientos que Colombia ofreció pagar, considerando, como lo consideró su Presidente Caro, injusto el laudo del rey de España.

Venezuela, después de estas negociaciones diplomáticas, vino a perder también en las negociaciones sobre demarcación de límites. Necesario es reconocer aquí o recordar a la Cámara, el triste episodio que vino a culminar en las actas de las Comisiones Mixtas demarcadoras de la región en la Goajira. El laudo del Rey de España fijaba, como punto de partida de la frontera de Venezuela y Colombia, los Mogotes de los Frailes. Tal punto no se pudo encontrar en el terreno por las Comisiones Mixtas de ambos países; y entonces, en vez de la Comisión venezolana levantar la demarcación y referir el asunto a sus gobiernos, convino en firmar, porque en ese momento estaba entrando a Venezuela la revolución del General Castro y había caído el Gobierno, el acta que le presentaron los Comisionados colombianos determinando que se llamaba Mogotes de Los Frailes el punto Castilletes. Esta es una de las negociaciones más vergonzosas que ha tenido la República; porque no se encuentra motivo alguno, ni justificación alguna, ni en qué se basaron los representantes venezolanos para considerar que los Mogotes de Los Frailes eran Castilletes. Muy bien hubiera podido ser el cabo de la Vela, que era la aspiración territorial venezolana, tanto más cuanto que Colombia, en multitud de ocasiones, aún en las negociaciones llevadas a cabo por el representante Acosta, que fue uno de los representantes que alegó de manera más favorable los derechos de Colombia, ofreció a Venezuela la parte de la Goajira, desde la Punta de Gallina. Sin embargo, repito, Venezuela vino a perder, en virtud de estas actas de las Comisiones Mixtas , toda la Península de la Goajira que de manera tradicional había venido perteneciendo a Venezuela. De esta manera Colombia echaba y arriaba la bandera venezolana de la Península de la Goajira.

Estas actas, desde luego, no fueron reconocidas por el Gobierno colombiano y son las que hoy se reconocen por un artículo de este Tratado.

De modo, pues, que el Tratado contiene, y necesario es que lo sepan los representantes venezolanos, el abandono de toda la discusión diplomática sobre los derechos venezolanos en la Goajira y el reconocimiento, por lo tanto, de las actas de las Comisiones Mixtas de 1901; es decir, que se fijaba de una manera definitiva (lo que Venezuela hasta ahora había venido objetando), la frontera entre Venezuela y Colombia en el punto de Castilletes, en vez de fijarlo en otro punto más cerca de la Península Goajira.

Ahora bien, en la sección segunda, como lo hizo notar el Diputado Diez, no hubo diferendo entre Venezuela y Colombia. Hubo tan sólo el diferendo de demarcación que se vino a presentar después de dictado el laudo del Rey de España, y que Venezuela, de una manera palpable, tenía ganado.

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La aspiración venezolana en la región del Río de Oro, como lo hace notar bien la Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores, no es ni siquiera lo que contiene el Tratado. Menester es saber aquí que quince aforos sucesivos del río hicieron ver que la pretensión venezolana era la más justa, de acuerdo con las reglas que para determinar el cauce principal de un río tiene la ciencia moderna.

En la tercera sección de la frontera, como lo ha hecho notar el Diputado Guglielmi, que es en la región de San Faustino, es el absurdo mayor (y aquí repito las palabras del representante del Táchira) que haber pueda en una frontera entre dos países.

Bien sabido es por todos los representantes que en las fronteras entre los países, siempre que haya límite arcifinio, es casi siempre éste el que se debe seguir.

En un artículo escrito por mi en la prensa, yo manifesté la aspiración de que en este Tratado, en el cual Venezuela iba a dar la navegación de los ríos comunes, se consagraría siquiera esta rectificación territorial, abandonando Colombia el pedazo inservible de San Faustino como compensación a las positivas ventajas que Venezuela le concede con la navegación del Orinoco; pero, sin embargo, así no fue. Únicamente el Tratado de una pequeña extensión de terreno que se había venido diputando en las negociaciones sobre demarcación, de doscientos kilómetros cuadrados en la región del Páramo Tamá. Después de esto, todas las secciones quinta y sexta de la frontera con Venezuela, se han perdido por este Tratado; y menester es reconocer que ya de manera casi irreparable.

Venezuela tenía perfecto derecho a la margen izquierda del Orinoco, por las colonizaciones que había hecho la Capitanía General de Venezuela con las misiones sobre la margen izquierda de este río; margen que había venido perteneciendo desde el año 1876 a la provincia de Guayana. Colombia, en virtud del laudo, adquirió la frontera con Venezuela hasta el thalweg del Orinoco; y de ahí, entonces, es que Colombia ha llegado a ser ribereña de un río que, hasta entonces, había venido, de manera privativa, formando parte integral del territorio venezolano. Esta es más o menos la triste historia de las negociaciones diplomáticas señaladas a grandes rasgos.

Me reservo para la segunda discusión del Tratado traer mayores detalles a la Cámara acerca de las negociaciones y de las diferentes proposiciones, mayormente ventajosas que las que se consagran en este Tratado, hechas por Colombia para pagar, digamos así, la libre navegación de los ríos comunes.

Se podrá objetar que la tesis venezolana de la no navegabilidad del Orinoco por los países ribereños, no está actualmente consagrada por el Derecho Internacional; pero menester es también recordar (como lo ha hecho la Cancillería venezolana, que en esta discusión limítrofe con Venezuela ha llevado las cosas con brillantez y lucidez), que la doctrina internacional de la libre navegación de los ríos, que es una doctrina europea, no ha sido de ninguna manera reconocida amigablemente por las naciones que en Europa han venido a firmar la Convención de Barcelona de 1921. Todos los ríos europeos se han abierto, o por las Convenciones entre países, en los cuales había ventajas recíprocas, o por Tratado de paz entre vencidos y vencedores.

Venezuela, por lo demás, no puede sentirse obligada por la Convención de Barcelona de 1921, porque de manera formal el delegado venezolano repudió la Convención de Barcelona, y no firmó esta Convención (en la única sesión a que asistió ese año, a pesar de que ha debido asistir a todas las sesiones). El delegado venezolano en la Convención de Barcelona se fue a pasear por Europa y asistió solamente a la firma de la Convención para decir que no la firmaba. ¡Vaya que, por lo menos en esto, siquiera el pobre hizo bien!

Ahora bien, la Cancillería venezolana, después de este triste estado de cosas, muy poco podía hacer en aras del reintegro del territorio que Colombia posee y que le pertenece a Venezuela en virtud de claros títulos de derecho, en virtud, repito, de claros títulos de derecho, de conformidad con el Uti possidetis juris de 1810,

reconocido como base de derechos para las negociaciones entre ambas naciones.

Muy poco podía hacer el Gobierno actual para mejorar estas condiciones, sobre todo después de la muy pobre defensa hecha por el Doctor Gil Fortoul de los derechos de Venezuela ante el árbitro suizo. Menester es recordar aquí, sin embargo, que el representante venezolano, en estas negociaciones de 1916, el doctor Losada Díaz, padre de nuestro compañero de Parlamento el doctor Losada Casanova, hizo, después de las negociaciones Michelena- Pombo, el único Tratado que ha sido ventajoso para Venezuela: La Convención de 1916, en virtud de la cual se sometía al árbitro suizo, de acuerdo con instrucciones de su Gobierno, el diferendo de límites entre Venezuela y Colombia. Y repito que el representante Losada Díaz puso, (creo que motu propio y la cancillería venezolana se felicitó de haberle nombrado como negociador y de la feliz improvisación de este negociador diplomático), puso, en la cláusula creo que sexta de esta Convención que está vigente, una condición en virtud de la cual Colombia se comprometía formalmente, empeñando su palabra de honor, a devolver territorios, a hacer cambios territoriales en la línea fijada por el laudo en virtud de la sentencia arbitral de la reina de España en 1891, a cambio de la negociación del Orinoco y de los demás ríos comunes. Venezuela ha debido exigir el derecho que le correspondía en virtud del artículo 6º de esta Convención Losada Díaz; sin embargo, repito, hasta ahora lo que Colombia ha venido a dar ha sido tan sólo el reconocimiento de los derechos de una región no discutida, como lo es la región del Río de Oro, y doscientos kilómetros por una modificación de demarcación en el Páramo de Tamá.

Verdad es que si se van a considerar las cosas desde el punto de vista en que se había situado la discusión entre los dos países, es decir, de cambio; de pago, por parte de Colombia, con territorios, de la navegación que Venezuela le iba a dar de sus ríos, es ésta una triste entrega, puesto que no es ni más ni menos que pagar con dinero sacado del bolsillo del vendedor la cosa que se le compra. Colombia en el Río de Oro no ha reconocido los derechos a que Venezuela le correspondían en virtud de innegables demarcaciones territoriales, y en virtud también, repito, de innegables aforos hechos por las Comisiones de peritos venezolanos de los ríos en los cuales se bifurca el Río de Oro; y sin embargo, repito, ni siquiera aquí en la región de Río de Oro Colombia reconoció la pretensión máxima de Venezuela. Desde este punto de vista, desde el punto de vista de lo que Colombia da a cambio de la navegación de los ríos, el Tratado es muy malo. Y únicamente se puede votar, y se le puede dar su aprobación en la Cámara de Diputados, como testimonio de la solidaridad continental y de la solidaridad entre las Repúblicas hermanas; y también como base, como ya lo ha hecho notar a la Cámara el Diputado Angarita, para sustentar relaciones político-económicas entre los dos países que sean más ventajosas. Y menester es recordar a la Cámara que, también en este asunto, Venezuela va perdiendo en grado sumo, porque lo más importante de ganado por parte de Colombia, en vez de haber ido acreciendo, van mermando de una manera alarmante.

Cábeme, para terminar, consignar aquí mi deseo y mi voto como venezolano, de que las negociaciones en la frontera con Guayana Inglesa, si es que algún día se llegan a entablar, no tengan el triste y menguado resultado que han tenido las negociaciones con Colombia, cuyo epílogo es este Tratado que estamos considerando.- (Grandes aplausos).

EL PRESIDENTE.- Continúa el debate.- Tiene la palabra el Diputado Lander.

DIPUTADO LANDER.- Ciudadano Presidente: Antes que todo una pregunta. Yo desearía saber si lo que se discute es solamente la proposición previa hecha por el Diputado Guglielmi y si después de salir de este debate se va a poner en consideración la interesante exposición hecha por el Diputado Angarita.

EL PRESIDENTE.- Al cerrarse el debate, necesariamente se cerrará sobre las proposiciones que se contraen al Proyecto de Ley Aprobatoria del Tratado firmado entre Venezuela y Colombia, y quedará abierto sobre la proposición Angarita, que es independiente.

DIPUTADO LANDER.- Muchas gracias, ciudadano Presidente.

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Antes que todo debo recoger el reclamo hecho por el Diputado Diez, cuando pide a todos los Diputados que el debate suscitado alrededor del Convenio o Tratado que está en discusión se tenga un poco de serenidad.

Voy a contestarle al Diputado Diez que, por mi parte, puede de antemano contar con es serenidad. Parejo al deber en que me siento de defender la integridad territorial de la República corre en mí el sentimiento hondo de americanismo. Creo yo que en los momentos difíciles por que atraviesa la humanidad, más que nunca ese sentimiento de americanismo debe hacerse presente. Especialmente, si nos referimos a los países latinoamericanos, países débiles militar y económicamente, debemos propiciar en todo momento su acercamiento para defenderse de las grandes potencias imperialistas.

Cuando se plantea el debate sobre un Tratado que pone fin al diferendo existente entre las Repúblicas de Venezuela y Colombia, creo yo que no es justo (y esta observación voy hacer a la exposición hecha por el Diputado Caldera) que se titule de hecho concluído, de hecho consumado. El mismo Tratado nos dice en su artículo 5º, que con el permiso de la Presidencia voy a leer, que: “El presente Tratado, después de aprobado por el poder legislativo de cada una de las Repúblicas, será ratificado por los respectivos Gobiernos, y las ratificaciones serán canjeadas en la Ciudad de Caracas, a la mayor brevedad a los treinta días siguientes”. Este artículo nos está diciendo a las claras que solamente entrará en vigencia, tendrá fuerza de Tratado Internacional, cuando los aprueben las Cámaras Legislativas.

Por eso, creo yo que nosotros no podemos pensar en que vamos a aprobar este Tratado por considerarlo un hecho consumado.

Si nosotros, como representantes del pueblo venezolano, encontramos que es un Tratado injusto, que está enajenando nuestra soberanía, que en este Tratado pierde Venezuela y no gana nada, entonces, nosotros, como representantes del pueblo, deberíamos negarle nuestro voto.

Yo no voy a pronunciarme en esta discusión sobre el Tratado. Ya todos los Diputados que me han precedido en el derecho de palabra han hecho ver cómo no contamos nosotros con todas las informaciones precisas para podernos pronunciaren un asunto de tanta importancia. Pero he querido tomar la palabra, porque debo hacer causa común con los Diputados Caldera y Lara Peña cuando repudian totalmente la forma como se han llevado a cabo las negociaciones. Yo quiero ir más lejos que los Diputados que he citado. No podemos nosotros limitar este repudio a la forma como se han llevado a cabo las negociaciones que culminaron con este Tratado. Nosotros debemos reconocer y repudiar también que ya parece ser un método de nuestra Cancillería el de seguir una política de puerta cerrada. No es en este solo Tratado, sino en todas las relaciones Internacionales de Venezuela, que el pueblo venezolano está al margen. Es en la Cancillería, en el bufete del Ministro, donde se dilucidan asuntos que competen por igual a todos los venezolanos. Yo me atrevería a preguntar aquí, (y estoy seguro que ninguno de los Diputados, con excepción de aquellos que trabajan en el Ministerio de Relaciones Exteriores, estaría en capacidad de contestarme) hasta dónde se ha comprometido Venezuela con los Estados Unidos en toda esa serie de conversaciones que se han tenido hasta ahora . Nosotros no lo sabemos y somos los representantes del pueblo. Mucho menos lo sabe el pueblo.

Por eso, pues, creo yo que nosotros debemos dejar constancia de que asuntos de tal trascendencia deben ser discutidos a la luz pública; debe saber el pueblo venezolano hasta dónde se nos está, comprometiendo, para no encontrarnos después con que son situaciones de hecho y nosotros tenemos que apoyarlas. Eso es una situación que de una vez para siempre debe desaparecer.

Yo reclamo, junto con los Diputados Caldera y Lara Peña, y ampliando su modo de pensar, que la política exterior de Venezuela se lleve a cabo con el conocimiento pleno de todos los ciudadanos venezolanos.- (aplausos).

EL PRESIDENTE.- Tiene la palabra el Diputado Santos.

DIPUTADO SANTOS.- Ciudadano Presidente: Ciudadanos Diputados: En este debate en que está en discusión en la Cámara de Diputados el Tratado de fronteras y de navegación de ríos comunes, suscrito entre Venezuela y Colombia, no seré yo el que venga a tratar de justificar los yerros cometidos por anteriores gobiernos, y por malos patriotas que han tenido en sus manos el manejo de las cosa pública. Con el dolor de todos los venezolanos, hemos visto cuantos pleitos y cuantos asuntos internacionales ha tenido que afrontar Venezuela, se ha perdido; pero, precisamente, se han perdido, como lo dije, por la falta de patriotismo, no solamente de los Gobiernos, sino de aquellos comisionados que tuvieron a su cargo la discusión de los asuntos, y también por la falta de preocupación del pueblo venezolano.

Afortunadamente podemos decir, y lo podemos decir con orgullo, que ya aquellos tiempos pasaron. Pasaron dejando sobre nosotros la carga y la vergüenza de aquellos Tratados; pero que, en fin, como Tratados, tuvieron la autoridad de cosa juzgada, y a la República, después no le quedó más remedio que cumplirlos. En cuanto a la discusión del Tratado que está sobre la mesa, hay que convenir, y con ello estaremos todos de acuerdo, en que se trata de un Tratado completamente diferente y llevado a su conclusión en condiciones distintas a todos los Tratados que se habían tramitado por nuestra Cancillería. En el Tratado actual estuvieron de parte y en defensa de Venezuela y de su territorio, de su integridad nacional, todo el patriotismo y toda la buena voluntad de nuestras Comisiones técnicas, de nuestra Cancillería, de nuestro Gobierno y del pueblo venezolano que lo acompañaba con sus sentimientos, y con su deseo más vehemente por que las condiciones llegaran a una justa conclusión, el deseo de que ese Tratado fuera realizado en condiciones favorables y equitativas para los dos países.

Yo sólo veo en este Tratado el comienzo de una política nueva, de una política de resurgimiento, de una política internacional desprovista de la vergüenza y de las incapacidades que nos llevaron a perder todos los asuntos internacionales en que en el pasado intervino la República.

Por ello, el presente Tratado lo he visto con sentimiento patriótico. Me ha parecido que la República ha dado un viraje hacia tiempos mejores, hacia una organización más efectiva, y hacia un patriotismo muy diferente al que habíamos practicado hasta ahora en estos asuntos. Tratar de confundir este Tratado con los anteriores, que celebró con pérdida de su prestigio y de su moral la República, sería completamente injusto y completamente inoportuno…

EL PRESIDENTE.- (Interrumpiendo).- Con permiso del ciudadano Diputado…… La Presidencia advierte a la Cámara que está vencida la hora reglamentaria.

DIPUTADO SANTOS.- Me voy a permitir proponer que se prorrogue la sesión, hasta que termine la discusión del asunto que está sobre la Mesa, es decir, del Tratado con Colombia.

(Se lee la proposición del Diputado Santos.- En consideración).

DIPUTADO TINOCO.- Me permito sugerir al ciudadano Diputado Santos, que haga la proposición en el sentido de que se vote también la proposición del Diputado Angarita.

DIPUTADO SANTOS.- Yo creí que en mi proposición estaba incluido también el asunto propuesto por el Diputado Angarita, puesto que está también en discusión sobre la Mesa al mismo tiempo que el Tratado: pero si no es así, propongo también que se prorrogue la sesión hasta que se considere el Memorándum o Informe presentado a la Cámara por el Diputado Angarita Arvelo.

(Cerrado el debate.- Se vota la proposición Santos: aprobada).

EL PRESIDENTE.- Puede continuar, ciudadano Diputado.

DIPUTADO SANTOS.- Muchas gracias, ciudadano Presidente.- en verdad que, desde hace muchísimos años, la política seguida por la Cancillería venezolana ha sido política de puerta cerrada, como han dicho, o para expresarlo mejor, se ha tenido poco informada a la Nación

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de los términos que se han llevado a cabo las negociaciones internacionales; pero también es verdad que éste es un vicio que viene desde hace mucho tiempo estorbando la tramitación de estos asuntos e impidiendo su debido conocimiento; y, precisamente, contra este vicio es que se ha tratado de reaccionar cuando en las Memorias del Despacho de Relaciones Exteriores y en las publicaciones del mismo de Despacho se dan a conocer al público interesado los detalles y las circunstancias de esas mismas negaciones. Así tenemos, por ejemplo, que, con referencia la Tratado Colombo-Venezolano que actualmente se discute, la Memoria del año pasado del Ministerio de Relaciones Exteriores contiene una información si es posible más amplia y más detallada que la información que trae la Memoria presentada en el corriente año.- Por lo tanto, era dable presumir que los Diputados del Congreso Nacional, los representantes del pueblo, estuvieran bien en cuenta si se hubieran interesado también en conocer aquellos detalles, o yendo a la fuente misma de las negociaciones, a la Cancillería, a imponerse debidamente de todos aquellos asuntos de interés nacional.

Llegado a manos de la Cámara el mapa especificado y detallado relativo a los límites que se han fijado por el nuevo Tratado, y estando en la Cámara toda la documentación necesaria, me parece que huelgan las demás proposiciones; y por sentido práctico, podríamos decir, la Cámara debería aprobar la proposición del Diputado Delgado Chalbaud para, en la oportunidad de la segunda discusión, con vista del mapa y los documentos que reposan en la Secretaría a la orden de todos los Diputados y con la seguridad de que cada uno de los Diputados estudiará debidamente ese mapa y esos documentos para venir suficientemente informados, podamos entrar a la discusión de este Tratado con sentimientos verdaderos de patriotismo y de nacionalidad.

EL PRESIDENTE.- Tiene la palabra el Diputado Blanco.

DIPUTADO BLANCO (ANDRES ELOY).- Una breve observación, ciudadano Presidente.

Considero que no está reñida la proposición Guglielmi con la proposición Delgado Chalbaud. Ella da por sentada la aprobación, en primera discusión, del Tratado que se ha sometido a nuestra consideración, pero, es en resguardo de la responsabilidad parlamentaria venezolana, en una hora definitiva de su historia. Por eso, todo recaudo no sobrará nunca. Y yo deseo saber si de la proposición del Diputado Guglielmi, después de la modificación hecha por él mismo, ha quedado en pié la exigencia contenida de su proposición de que se señalan en el mapa los territorios que se hayan ganado o que se hayan perdido dentro de las tesis o pretensiones sostenidas por los venezolanos.

Muy de paso también debo recoger, con sentimiento, que ya en más de una ocasión se ha achacado a esta Cámara y en la del Senado cualquier fracaso político o internacional venezolano a la falta de preocupación del pueblo venezolano por sus cuestiones políticas. No vamos a poder entendernos los venezolanos si por una parte se exige a una gran mayoría de su pueblo una actitud apolítica, y luego se le reprocha la falta de preocupación política. Cuando se realizaron esos tratados nefastos, en los días tristes de los Protocolos de Washington, en cada ocasión en que Venezuela perdía una parte de su fisonomía geográfica, ¿cómo iba a preocuparse el pueblo venezolano por esos problemas? ¿Dónde estaba el pueblo venezolano? Se estaba preocupando por su propia conservación. Estaba en un naufragio: llegar a tierra o agarrarse a una tabla. ¿Dónde estaba, entonces, su preocupación cuando esa preocupación le fue prohibida. Y es ahora cuando un gobierno que quiere responder a las aspiraciones de su pueblo, descorre el velo de los pasados errores; pero para incurrir también en el error, como dijera un distinguido Diputado, de dejar entre las cuatro paredes de un Gabinete un debate tan vital para la Nación. Es ahora, pues, a última hora, ya con el Tratado sobre la mesa de los Diputados, cuando el pueblo venezolano va a ver, cuando el pueblo venezolano tendrá el derecho a preocuparse, cuando va a encontrar el pasado, la realidad de los fracasos: aquí al pie de la Patria, mutilado; allá, una mano manca. Y entonces, detrás de los hechos consumados (porque han de consumarse, fatalmente), no tengo más que repetir lo que en otro sentido ha dicho el Diputado Santos: acompañar al Gobierno……. En su sentimiento.- (Grandes aplausos).

EL PRESIDENTE.- Tiene la palabra el Diputado Tinoco.

DIPUTADO TINOCO.- Ciudadano Presidente: Colegas: He tomado la palabra para expresar mi deseo, que aspiro sea compartido por los miembros de esta Cámara y por el país entero, de que se conserve este debate, que se ha iniciado hoy en la Cámara de Diputados, en ese nivel de altura al que tanto han contribuido a mantenerlo la exposición del Diputado Caldera y la primera exposición del Diputado Blanco, cuyas palabras, a mi entender, han sido las más nobles y las más elevadas que han surgido de su gran corazón de venezolano.

Yo deseo llamar la atención de mis colegas sobre el hecho de que este Tratado, que, indudablemente, vamos a aprobar, constituye el punto final de contienda por mucho tiempo tensa entre Venezuela y Colombia. Y es más todavía: que la aprobación de este Tratado contribuirá, como ya ha sido apuntado por muchos Diputados, una ratificación solemne de la solidaridad continental en estos graves momentos que vive la humanidad.

Para nadie es un secreto, y es necesario decirlo muy alto, que hay país que esta interesado en que entre nuestras Repúblicas americanas surjan rencillas fronterizas, no ya por el método de los tratados y de los convenios, sino por medio de la fuerza. Este espectáculo es imposible que vuelva a contemplarse en una América Latina de la cual depende hoy en gran parte el porvenir de la democracia.

Esta es una ligera observación que he expresado a mis distinguidos colegas, en el deseo de que no se vea en la discusión que estamos haciendo, en el esclarecimiento que estamos solicitando del Ejecutivo, la primera piedra para fomentar un edificio incurable de rencillas, en el cual nosotros seremos los primeros perdedores, y con nosotros todo el Continente americano.

DIPUTADO LARA PEÑA.- Pido la palabra.- (Concedida).- Ciudadano Presidente: Honorables colegas: He tomado la palabra para hacer una aclaratoria sobre la posición sustentada por el Diputado Caldera y por mí al referirnos a la política errónea que ha seguido la Cancillería venezolana en estos manejos diplomáticos de negociaciones limítrofes entre Venezuela y Colombia.

Creo haber dejado establecido, en mi peroración anterior, que muy poco podía hacer este Gobierno para mejorar la posición internacional de Venezuela frente a este litigio, después del laudo del Rey de España, y, sobre todo, después del arbitraje suizo.- Por lo tanto, quiero aclararle aquí al Diputado Santos que nuestra referencia a esa política errónea de una puerta cerrada, que es patente, no ha hecho hincapié de manera especial en esta Cancillería y durante el período en que de ella ha estado al frente el doctor Esteban Gil Borges, que desde luego, empezó no sólo a darle frente al problema, sino a sacar a la luz algunos de los aspectos de él; pero nadie me podrá negar la diferencia que existe a este respecto sobre el conocimiento del problema entre las dos naciones.

En Colombia sería inconcebible que una persona de la talla del Diputado Andrés Eloy Blanco y del relieve nacional que él tiene entre nosotros, dejara de conocer al dedillo las relaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia. En Colombia se discute en las escuelas y al detalle, repito, todas las peripecias de este Tratado; y, desde luego, ellos pudieron aplaudir de una manera consciente la negociación que se firmó en El Rosario de Cúcuta. Pero, lamentablemente, en Venezuela, la situación era una ignorancia crasa. Varios redactores de periódicos se me acercaron a mí para decirme que qué me parecía el Tratado, y que qué opinión tenía yo sobre él; que ellos, a la verdad, lo habían elogiado muchas veces, desconociendo el fondo mismo del problema. Y, desde luego, esta política de puerta cerrada de la Cancillería venezolana es censurable; censurable, porque se ha venido mermando el territorio venezolano sin que el pueblo se haya dado cuenta.

Aquí hay un dato que se me viene a la mente; un dato, digamos así, patético. Cuando yo estudié Geografía me enseñaron en la escuela primaria que mi país tenía una extensión de un millón veinte mil kilómetros cuadrados; sin embargo, los niños que hoy estudian esa misma Geografía saben que Venezuela tiene tan sólo novecientos doce kilómetros.

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A esta política de desconocimiento es a la que yo me he referido, sin, desde luego, hacer hincapié en la tramitación hecha por la Cancillería venezolana para dar a luz este Tratado.

Quiero que quede constancia de esta posición en gracia a la justicia, y, desde luego, reiterar aquí que la Cámara debe ver estas cosas con un criterio realista, tomando en cuenta a la vez lo doloroso y triste de nuestras negociaciones anteriores.

Este Tratado, creo que debe considerarse sobre todo a la luz de la situación actual; y que sería menester llamar la atención de la Cámara sobre la escasa posibilidad que nosotros tenemos ya de reivindicar territorios de parte de Colombia y a la vez sobre las positivas ventajas que presenta también para Venezuela la concesión que nosotros le damos a Colombia de la libre navegación de los ríos, que beneficia si se quiere tanto más a Venezuela que a la propia Colombia.

EL PRESIDENTE.- Va a cerrarse el debate. Tiene la palabra el Diputado Santos.-

DIPUTADO SANTOS.- Ciudadanos Diputados: Precisamente hablé anteriormente que no debíamos confundir, ni sería justo que confundiéramos, todos nuestros errores pasados y los cometidos de los Tratados internacionales que suscribió Venezuela con pérdida de su territorio y de su decoro, con el Tratado Internacional que estamos discutiendo actualmente.

Es verdad que se cometieron errores gravísimos, profundos, vergonzosos; pero que no tenían ni tienen absolutamente nada que ver con el espíritu y el patriotismo que animó en la conclusión de este Tratado, que es el que actualmente estamos discutiendo. Por ello, me referí también a que la acusación de política de puerta cerrada era aplicable en cuanto a la llevada a la práctica en años anteriores y por Gobiernos cuyo recuerdo mejor es no mencionarlo.

Y si he dado mi opinión favorable a este Tratado, no es porque lo considere el punto final de aquella carrera de vergüenza que nosotros corrimos, que fue pérdida tras pérdida, derrota tras derrota, sino porque lo considero, precisamente, como el comienzo de una política internacional verdaderamente patriótica, que nos puede conducir en un futuro a volver alcanzar todos nuestros prestigios y a revindicar nuestro patriotismo y nuestro territorio nacional que tan lamentablemente perdimos en el pasado como consecuencia (y hay que decirlo, porque es la verdad) de nuestros propios disturbios intestinos.

EL PRESIDENTE.- Ve a cerrarse el debate.- Tiene la palabra el Diputado Rosales Aranguren.

DIPUTADO ROSALES ARANGUREN.- Ciudadano Presidente: He tomado la palabra para hacer una breve consideración sobre el debate que actualmente nos preocupa. Se trata de la liquidación de una historia dolorosa del pueblo de Venezuela. El error no es de ahora, es remoto. Se trata de un diferendo perdido por el pueblo de Venezuela en laudo del Rey de España. Este Tratado es la liquidación de este pleito; pero como resultó una fórmula transaccional, nosotros algo sacamos de nuestra desgracia.

En la demarcación de límites con Colombia, nuestra situación era completamente desfavorable. El laudo del Rey de España dio la integridad de la razón a los alegatos colombianos y volteó la espalda a los alegatos pobres de la representación venezolana. Si hay algo de doloroso, triste y vergonzoso, que caiga sobre aquellos que fueron responsables. El Gobierno de la República, en estos últimos años, ha procedido con inteligencia y con decoro, y el nombre de la Patria no está cubierto de vergüenza en las negociaciones últimamente celebradas. Algo se hizo favorable. Cerca de doscientos mil kilómetros cuadrados que estaban perdidos, se reincorporan a la frontera de Venezuela. Estos territorios ya estaban disputados por Colombia, y en virtud de la concesión que hizo Venezuela de navegación del Orinoco, se nos hizo esa pobre concesión. Es pobre, pero al fin una concesión. Se trata, pues, de la liquidación de esta página triste. Y yo creo que más ganamos nosotros aprobando el Tratado que negándole nuestro voto. Si le negamos nuestro voto al Tratado, vuelve entonces un período de incertidumbre y de zozobra. Venezuela tiene el litigio perdido, y, jurídicamente, los colombianos están

en mejor condición, porque tienen fallos favorables y nosotros no tenemos nada que alegar contra esa situación internacional triste y dolorosa.

Por estos motivos, yo le voy a dar mi voto aprobatorio al Tratado y así lo pido a todos mis compañeros. Será triste, pero es un hecho cumplido; y debemos comprender que a pesar de todo, algo hemos logrado en medio de nuestra inmensa tristeza.

EL PRESIDENTE.- Tiene la palabra el Diputado Lander.

DIPUTADO LANDER.- Ciudadano Presidente: No quería yo intervenir de nuevo en este debate, porque que ya se está haciendo largo; pero las palabras pronunciadas por el Diputado Santos Stella me han obligado a ello.

Creo que el Diputado Santos Stella ha interpretado mal las palabras pronunciadas en su segunda intervención por el Diputado Lara Peña, cuando parece ubicar la política de puerta cerrada a que nosotros hemos hecho referencia en tiempos pasados. Vale recordar las palabras pronunciadas por el Diputado Caldera cuando hizo referencia a la forma como se había discutido la cuestión en Colombia y en Venezuela. Nos referíamos nosotros, al repudiar esa política de puerta cerrada, a la situación presente. Y quiero que quede constancia muy clara de esto. Mientras en Colombia, como lo dijo el Diputado Caldera, se discutía la cuestión del Tratado en forma pública, en Venezuela se hacía entre las cuatros paredes de un Gabinete. ¿La diferencia? Precisamente, que en Colombia existe una democracia integral y en Venezuela una democracia mutilada.

EL PRESIDENTE.- Tiene la palabra Diputado Lara Peña.

DIPUTADO LARA PEÑA.- Quiero llevar a conocimiento de la Cámara, que no son doscientos mil kilómetros cuadrados los que se nos dan: son alrededor de doscientos nada más.- (Aplausos).

EL PRESIDENTE.-Tiene la palabra el Diputado Caldera.

DIPUTADO CALDERA.-Ciudadano Presidente: Voy a ser muy breve y me voy a concretar únicamente a la reciente intervención del Diputado Lander.

Es cierto que yo expresé en esta Cámara, y creo que así lo hizo el Diputado Lara Peña, que lamentábamos que el actual Gobierno se hubiera enredado en esa política de puerta cerrada, que, como dijimos, es tradicional en nuestro país. Y es cierto también que dije yo, y me replicó el Diputado Blanco, creo que sin captar el sentido de mi frase, que de esta política de puerta cerrada no era culpable solamente el Gobierno, sino también el pueblo venezolano, por una especie de fraternidad romántica que ha privado entre nosotros.

Yo sé que, al acercarme a algunas direcciones de periódicos se me manifestó que tocar el problema, que analizarlo, era comprometer nuestras relaciones internacionales; en tanto que los principales órganos del periodismo colombiano la estaban haciendo. Yo creo que la culpa de que en estos últimos cinco años no haya sido llevada a las columnas de la prensa y a conferencias públicas esta cuestión, es en parte nuestra, tal vez por el hábito de estar sometidos al silencio al que se refirió el Diputado Blanco; pero esa culpa debemos reconocerla y es colectiva: El Gobierno la ha tenido, nosotros también la hemos tenido, nosotros, el pueblo venezolano, y cuando hablo de pueblo no me refiero únicamente a la masa: me refiero a todo el conglomerado humano que constituye la Nación. Ojalá que esa culpa no la tengamos en el día de mañana ni el Gobierno ni el pueblo de Venezuela. (¿LAS FUERZAS ARMADAS? ¿GOLPE DE ESTADO?)

DIPUTADO BLANCO (ANDRES ELOY).-Voy a suplicar al Presidente me conceda una brevísima aclaratoria al Diputado Caldera, que le satisfaga de la interpretación dada a mis palabras. Yo comparto con el Diputado Caldera su opinión sobre nuestro romántico sentido de la fraternidad. Sólo rechazo muy cordialmente, nó en el Diputado Caldera, sino en el Diputado Santos, aquella frase en que atribuía a nuestro pueblo, nó romántica fraternidad, sino falta de preocupación, palabras tomadas del Discurso del Diputado Santos y nó del Discurso del Diputado Caldera.

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(Cerrado el debate.- Se vota la proposición Guglielmi con la modificación hecha por él mismo: es aprobada.- Se vota la proposición Delgado Chalbaud con la modificación del Diputado Ortega B.: es negada.- Se vota la proposición Delgado Chalbaud: es aprobada).

EL PRESDIENTE.- Continua el debate sobre la proposición Angarita.- Tiene la palabra el Diputado Tinoco.

DIPUTADO TINOCO.- Ciudadano Presidente: voy a rogar a usted se sirva hacerme leer por Secretaría el texto de la proposición del Diputado Angarita.

(Se lee).

DIPUTADO TINOCO.- Estoy en lo general de acuerdo con la exposición que hizo a la Cámara el Diputado Angarita. Ahora bien, en esta exposición, hay partes que, indudablemente, no concuerdan con el criterio de algunos de los miembros de esta Cámara. Es por eso por lo que le voy a dar mi voto a su proposición, siempre que se modifique ésta en el sentido de que el envío que hace la Cámara al Ministro de Relaciones Exteriores de esa exposición, no involucra que la Cámara está de acuerdo con el criterio expresado por el Diputado Angarita.

Me voy a referir a un aspecto de esa exposición. El Diputado Angarita se ha concretado al final de su exposición a propugnar, para la Política comercial entre Venezuela y Colombia, la práctica del trueque. El trueque es un sistema comercial que sólo se practica hoy en los Estados llamados totalitarios y que responde a situaciones transitorias y a necesidades económicas de un carácter muy especial. Lo natural, lo lógico, lo que se desprende del sistema mismo de la división del trabajo y de la colaboración internacional, es un sistema comercial que esté basado en la moneda, esté está respaldada por el patrón oro o no.

El Diputado Angarita ha dicho, en el texto de su exposición, que esta política de trueque contribuiría en grado extremo a propiciar el intercambio de producto entre ambos países, y que estos productos, dadas las condiciones económicas de ambos países, son en el fondo similares. Es necesario que se sepa que en el precio de un producto interviene de una manera directa el costo de la vida. Por eso los productos venezolanos tienen un precio muy superior al precio de los productos similares que se fabrican o se producen en la República de Colombia. Dada esta realidad indiscutible, es imposible que se practiquen con beneficio para alguno de los dos pueblos esta política de trueque, que, como ya he dicho, está limitada hoy casi exclusivamente a aquellos Estados en guerra que practican una política de tipo autárquico.

Es indudable que con el renacimiento del intercambio comercial en el mundo entero, habrá de volverse, y ésta es una realidad que se impondrá, a las prácticas comerciales de libre cambio, en un sentido restringido, acordes con las necesidades propias de cada país, pero que esté basado en todo momento en un patrón regulador, llámese éste patrón oro, o sea cualquiera otra forma de respaldo monetario que se quiera dar a esta política.- Es por esto que en Venezuela nosotros debemos desechar, a la luz de estas realidades, toda medida de carácter económico que trate de interferir la libre circulación de productos entre los países. Esta libre circulación de productos la garantiza únicamente la existencia de un patrón monetario reconocido internacionalmente. Lo demás es ir a provocar la anarquía en el comercio exterior; lo demás es ir a adoptar como métodos propios, métodos que son propios de países totalitarios cuyas condiciones económicas transitorias así lo exige.

Es por estas razones, por lo que yo modifico la proposición del Diputado Angarita, en el sentido de que se exprese categóricamente al Ministro de Relaciones Exteriores que el envío de su exposición no involucra, por ningún respecto, que la Cámara comparte el criterio del Diputado proponente.

DIPUTADO SANTOS.- Pido la palabra.- (Concedida).- Ciudadano Presidente: Ciudadanos Diputados: Con suma extrañeza he oído las palabras pronunciadas por el eminente financista doctor Tinoco.- En primer lugar habría que convenir entonces en que todos los países del mundo son totalitarios, porque hasta los Estados Unidos, que son completamente contrarios a la política de trueque,

han hecho negociaciones de esta especie. En segundo lugar, la proposición Angarita se refiere, única y exclusivamente, a que el Ejecutivo Federal, por intermedio del Departamento de Relaciones Exteriores, que es el órgano indicado, trate de llegar a concertar, para la próxima oportunidad (que será en marzo del año entrante, cuando vence el Modus vivendi que tenemos con la República) repito, trate de llegar a la formalización de un tratado comercial que responda de manera efectiva a las necesidades venezolanas.

Por lo tanto, en dicha proposición no se quiere decir, ni en ella se dice, que se obligue al Ejecutivo federal, a seguir este o aquél criterio, sino, sencillamente, que nuestra Cancillería, de acuerdo con las Comisiones técnicas que tiene a su disposición para el estudio de todos los asuntos, llegue a la solución del problema como lo considere más patriótico y mas efectivo, teniendo en cuenta, sí, un mayor interés, y un mejor desenvolvimiento de nuestras relaciones comerciales con ventajas, indiscutiblemente, en lo que se pueda, para nuestras clases productoras, y, sobre todo, para la cría venezolana, que es la que efectúa en mayor escala, el comercio con aquella República.

No creo yo que tenga razón de ser la adición o la modificación propuesta por el doctor Tinoco, puesto que en esa exposición del Diputado Angarita solamente se exponen las cosas tal como son en realidad, tratando de excitar al Ejecutivo Federal a que la próxima que se concierte ese Tratado lo haga de una manera que se ajuste más a nuestras realidades comerciales, a lo cual tienen derecho todas nuestras regiones fronterizas, que son las más afectadas por esas mismas relaciones comerciales con Colombia.

EL PRESIDENTE.-Continúa el debate.- Tiene la palabra el Diputado Lander.

DIPUTADO LANDER.-Ciudadano Presidente: voy a apoyar ampliamente la proposición y exposición hecha por el Diputado Angarita. Para apoyarla quiero traer a colación algunas cifras de nuestro comercio con Colombia, acusadas por el Ministerio de Relaciones Exteriores en sus últimas Memorias, que nos demostrarán bien a las claras como tiene razón el Diputado Angarita, cuando el actual Tratado Colombo-Venezolano de comercio no está, digamos, a la orden del día, no está de acuerdo con la realidad actual. Este Tratado se hizo o se firmó en 1936. Por las cifras de las importaciones y exportaciones, acusadas en la Memoria a la que me he referido, vemos como la diferencia entre importaciones y exportaciones, acusaba un saldo desfavorable para la República de Bs. 18.000. Luego, del Tratado de 1936, este saldo se convirtió en favorable y ascendió de Bs. 1.278.000. Para 1937 el saldo favorable fue de Bs. 1.630.000. Sucesivamente fue disminuyendo hasta que en 1940 llega sólo ese saldo favorable a ser la cantidad de 121.000.

Estas simples cifras que he citado para conocimiento de los compañeros de Cámara demuestran como el Tratado considerársele como viejo, y que es necesario remozarlo. Es necesario que se haga un estudio bien preciso, bien a fondo y científico de la cuestión, para llegar a un convenio comercial que beneficie por igual a las dos Repúblicas hermanas.

EL PRESIDENTE.-Tiene la palabra el Diputado Angarita.

DIPUTADO ANGARITA ARVELO.- Ciudadano Presidente: Nada Tengo que agregar a las palabras expresadas por el distinguido Diputado doctor Santos al referirse a lo que ha hablado el Diputado Tinoco.

Yo. En mi exposición, no he propuesto el trueque: lo que he hecho es insinuar al Ejecutivo Federal, por órgano del Departamento de Relaciones Exteriores, si la Cámara lo acoge, que una vez finalizado o realizado el Tratado político entre Venezuela y Colombia, sea punto de partida para el mejoramiento o para un nuevo tratado comercial que beneficie las dos economías.-Actualmente, el tratado comercial que existe en nada favorece. Nuestra región, el Táchira, desgraciadamente, y los otros Estados Andinos, desde que sucedió el alza del bolívar, viene siendo un Estado tributario del Departamento del Norte de Santander de la República de Colombia. Es una herida que nos viene sangrando, y pedimos, tenemos el deber de pedir, que se nos dé un remedio. No pido que se baje el bolívar. Sé perfectamente el criterio existente sobre la intangibilidad de la moneda. No lo comparto, naturalmente, por que se que esto lo que

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hace es consumir las energías de las clases trabajadoras del país. Pido sí que se estudie y que se busque la manera de solucionarlo. Que después de este convenio político obtenga ventajas comerciales; que nuestros productos de exportación lleguen a Colombia y que podamos, a cambio de esa enorme cantidad de mercancías que pasan ilícitamente por la frontera, conseguir compensación por vías legales. Es una insinuación lo que hago, y creo que los ciudadanos Diputados hayan interpretado esto en esta forma.

EL PRESIDENTE.-Continúa el debate.- Tiene la palabra el Diputado Tinoco.

DIPUTADO TINOCO.- Ciudadano Presidente: Ciudadanos Diputados: De las exposiciones de los distinguidos Diputados Santos y Angarita parece que se desprendiera que yo fuera hostil a la proposición de este último. Np hay nada de eso. Yo comencé mi anterior disertación mostrándome en un todo de acuerdo con esa proposición y con algunos párrafos de la exposición Diputado Angarita.- Yo lo que he querido es hacer constar el criterio opuesto que sustento y que ningunos de los otros “eminentes financistas” que hay en la Cámara me ha rebatido todavía. Únicamente quise hacer constar eso: que no estaba de acuerdo con la forma de la política comercial que propugnaba el Diputado Angarita en su exposición.

Es una aclaratoria que quería hacer, ciudadano Presidente, para dejar bien sentado que apoyaré y le daré mi voto a la proposición del Diputado Angarita, aún sin la modificación que propongo y siempre que la Cámara tenga entendido que el enviar esta exposición al Ministerio de Relaciones Exteriores, no involucra que los miembros de la Cámara se solidaricen con ella.

DIPUTADO BLANCO (ANDRES ELOY).-Pido la palabra.- (Concedida).- Entiendo que la exposición, muy interesante por cierto, del Diputado Angarita, no está sometida a la consideración de la Cámara. Lo que está sometido a la consideración de la Cámara es la proposición, que puede muy bien considerarse como un cuerpo aparte del cuerpo de la exposición, nos transformaríamos en junta examinadora y tendríamos que concluir como suelen concluir los fallos de las juntas examinadoras: aprobando la exposición del Diputado Angarita, sin hacernos solidarios de las ideas contenidas en la tesis. De manera, pues, que no estando en discusión el cuerpo mismo de la exposición, al llegar a las manos del Ejecutivo Federal, él tendrá bastante cuidado y bastante comprensión para deducir que el envío de la exposición es a titulo ilustrativo, y para no complicar el criterio de todos y cada unos de los Diputados presentes en las opiniones personales que, como estudioso de la materia, ha consignado el exponente. Comprenderá perfectamente el Ejecutivo que la Cámara se ha limitado a la discusión y aprobación de la proposición con que termina la exposición; pero que forma cuerpo aparte, independiente, de la materia que está sobre la Mesa para su debate y votación.

(Cerrado el debate.- Se vota la proposición Angarita con la modificación del Diputado Tinoco: negada.- se vota la proposición Angarita: aprobada).

EL PRESIDENTE.- Se recuerda a los ciudadanos Diputados que la sesión próxima tendrá lugar a las nueve de la mañana. Y se fija como Orden del Día, la tercera discusión del Proyecto de Ley de Presupuesto General de Rentas y Gastos Públicos, y luego las demás materias que habían sido fijadas en el orden del día de hoy.- Se levanta la sesión.

(A las 6 y 45 p.m.)

Los Taquígrafos de turno,

Rafael Maldonado.

María de Lourdes Díaz C.