Plaidy Jean - Los Estuardo 02 - El Principe Errante

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EL PRNCIPE ERRANTE

JEAN PLAIDY(Seudnimo de Victoria Holt)

Traduccin de Carme Gerons

grijalbo

Ttulo original: THE WANDERING PRINCE Traducido de la edicin original de Robert Hale Limited, Londres Cubierta: Luz de Mora Mark Hamilton, como albacea del patrimonio literario de E.A.B. Hibbert 1999 de la edicin en castellano para Espaa y Amrica: GRIJALBO (Grijalbo Mondadori, S.A.) Arag, 385, Barcelona 1999, Carme Gerons, por la traduccin Primera edicin ISBN: 84-253-3174-9 Depsito legal: B. 283-1999 Impreso en Hurope, S.L., Lima, 3 bis, Barcelona

...No creo que exista deleite capaz de superar los placeres del amor.CARLOS ESTUARDO

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Era un da de julio del cuarto ao de la Gran Rebelin y la tarde tocaba a su fin. El sol era abrasador; la hierba de la pendiente estaba mustia; un fino polvillo desluca las prpuras flores de las ortigas y los ptalos de los hisopillos. Un pequeo grupo dos hombres y dos mujeres avanzaba con aire cansino por el camino sin mirar ni hacia la derecha ni hacia la izquierda, con los ojos fijos en el suelo. Una de las mujeres era jorobada; precisamente este ser deforme llevaba un nio dormido en brazos. El sudor descenda por su rostro; retuvo el aliento al evitar tropezar con una piedra y precipitarse contra uno de los numerosos baches que constituan un rasgo distintivo del camino. Se sec el sudor de la cara aunque no levant la vista del suelo. Al cabo de un rato abri la boca: Queda mucho para llegar a la posada, Tom? Dentro de una hora estaremos all. Queda tiempo antes de que oscurezca dijo la otra mujer. Vamos a descansar un poco. El nio pesa mucho. Tom asinti con la cabeza. Unos minutos ni se notarn dijo. Habl de nuevo la jorobada. Descansaremos siempre que ests seguro de que tenemos tiempo, Tom, que no nos sorprenda la noche. A la hora del crepsculo circulan los salteadores de caminos. Somos cuatro respondi Tom y se nos ve muy pobres para que alguien intente robarnos. De todas formas, Nell tiene razn. Hay tiempo para hacer una pausa. Se sentaron al borde del camino. Nell se quit las botas y mir sus pies hinchados haciendo una mueca mientras la jorobada dejaba con cuidado el nio sobre la hierba. Los dems estaban dispuestos a echarle5

una mano pero ella los disuadi con un gesto; pareca decidida a que nadie ms tocara al cro. Este es el mejor rincn para ti dijo Tom a la jorobada. Las matas te servirn de respaldo. La jorobada, sin embargo, movi la cabeza mirndole con cierto aire de reproche. l sonri y se sent en el lugar que haba escogido. Maana a esta hora tendramos que llevar un buen rato en Dover aadi. Llmame Nana dijo la jorobada. Eso... Nana... As te llamar. No olvides llamarme Nana. Es el diminutivo de Nanette. Pregntaselo a mi marido. No es as, Gaston? S... as es. Nana... es el diminutivo de Nanette. Y as me llamo yo. Eso, Nana dijo Tom. Se acerca alguien se apresur a decir Nell. Permanecieron en silencio, escuchando el ruido de los pasos en el camino. Se acercaban un hombre y una mujer, y la mirada de la jorobada se centr en el nio que dorma a su lado; levant la mano derecha y la dej descansar sobre la rada ropa del cro. La pareja que se acercaba llevaba unos bultos y su vestimenta dejaba claro que pertenecan a una capa social ligeramente superior a la del grupo que descansaba junto al camino. El hombre, cuyo corto pelo pona al descubierto unas orejas sonrosadas y bastante prominentes, poda ser un comerciante. La mujer era rechoncha y jadeaba con el esfuerzo; quedaba patente que le incomodaba el calor. He aqu unas personas sensatas murmuraba, que se toman un descanso junto al camino. Te juro que voy a hacer lo mismo porque mis pies no darn un paso ms hasta que les conceda una tregua. Vamos, Kitty dijo el hombre. Si tenemos que llegar a Tonbridge para coger el transporte no podemos entretenernos. Ya no llegamos y mis pies no darn un paso ms. La rolliza mujer sonrea mientras se dejaba caer al borde del camino y su marido no tuvo ms remedio que hacer lo mismo pues haca demasiado calor para plantarse a discutir. A la paz de Dios dijo la mujer gruesa. A la paz de Dios murmur Tom y los dems aunque sin mirar a los recin llegados; todos mantenan la vista fija en la cuneta de enfrente. A diferencia de la mujer gruesa, no les apeteca una charla en el camino; sin embargo, sta era de las que normalmente consiguen lo que se proponen. Un cro encantador... empez. La jorobada sonri e inclin la cabeza como respuesta al cumplido. Me encantan las nias... Es... un nio dijo Nana con un acento extranjero inconfundible.

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Parece usted extranjera dijo la mujer. Soy francesa, madame. Francesa? el hombre lanz una recelosa mirada al grupo. Por aqu los franceses no tienen muy buena fama. Su esposa segua sonriendo. Lee dice que cuando nuestro rey se fue a casarse con una francesa empezaron los problemas, y ya hemos visto lo que nos ha trado aqulla. Verdad que eso es lo que dices, Lee? Y dnde est ahora? pregunt Lee. En Francia... pasndolo en grande y bailando las nuevas danzas, seguro. Vaya esposa para nuestro rey Carlos, menudos problemas le ha trado! Me sabe mal que la reina sea francesa dijo Nana. Por lo que a m respecta soy una mujer pobre. Mi marido, aqu, y mi hijo... junto con esos dos otros criados, nos vamos a reunir con nuestro amo. Los franceses pobres se parecen mucho a los ingleses pobres. Tiene usted toda la razn, por supuesto dijo la mujer. El amo o el ama dicen: Vete aqu... vete all..., y los criados tienen que ir... aunque se trate de servir en otro pas. Mi marido es ayuda de cmara de un caballero. No es as, Gaston? Gaston confirm que as era, en un ingls ligeramente menos fluido que el de la jorobada. Todos servimos en la misma casa intervino Nell. Ay! exclam el hombre llamado Lee. No tardaremos en ver un vuelco en este pas. Cuando gane el Parlamento las cosas cambiarn para algunos de nosotros. Nosotros estamos a favor del Parlamento... Como tiene que ser, entre los pobres. Estn ustedes a favor del Parlamento? Cmo? dijo la jorobada. A favor del Parlamento repiti Lee en voz ms alta. No entiendo mucho. No soy inglesa. Tendr que disculparme. Lee se volvi hacia Tom. Usted tambin es francs? No, soy ingls. Entonces opinar como yo. Qu edad tiene el nio? le interrumpi la mujer de Lee. Dos aos dijo la jorobada. Sin darse cuenta, haba puesto la mano sobre el nio. Qu mano tan bonita tiene usted! dijo la mujer. Observ detenidamente la suya, nudosa, con las uas rotas, e hizo una mueca de aversin. Es la doncella de una seora explic Nell. Cmo? Tiene que vestirla, rizarle el pelo y coserle los volantes! Estar acostumbrada a la vida regalada. Regalada? pregunt la jorobada. Y eso qu es?

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La alta sociedad, los bailes y las mscaras dijo Tom. Seoras y caballeros encantadores que disfrutan mientras los pobres mueren de hambre dijo Lee. Me sabe mal que tenga que ser as dijo con seriedad la jorobada. No es culpa suya. En los tiempos que corren... los pobres hacemos pia. Adnde se dirigen? Vamos hacia la casa de nuestro amo, en Dover. Y todo el camino a pie! exclam Lee. Con un nio en brazos! As es como los ricos cuidan a sus criados aadi su mujer. Tenemos que estar all maana dijo Tom para disponer la casa. No tenemos tiempo que perder. Vaya forma de tratarles! sigui refunfuando la mujer. Mandarles a pie! De dnde vienen? Pues... empez a decir Tom; pero la jorobada se apresur a responder: De Londres. Y el cro a cuestas todo el camino! El cro es mo... y de mi marido dijo la jorobada. Estamos contentos de poder llevarlo con nosotros. Vaya! dijo Lee. Tendran que coger la silla de posta. Precisamente nosotros vamos para all, a cogerla en Tonbridge. Lee ha viajado mucho dijo su mujer con admiracin. S. No tengo ningn reparo en decir que no es la primera vez que viajo en la silla de posta. Una vez fui de Holborn a Chester... viajando seis das sin parar. Tres kilmetros a la hora a un penique, un conductor para sujetar y llevar los caballos mientras t viajas sentado como un ministro. Un fabuloso sistema de viajar. Chitn! Creo haber odo a alguien que cabalga hacia aqu. La jorobada se encogi acercndose al grupo y de nuevo su mano qued suspendida sobre el nio que dorma. Permanecieron unos segundos en silencio mientras el sonido de los cascos se intensificaba; al cabo de poco, vieron a un grupo de jinetes. Llevaban una sobria vestimenta y el pelo apenas les cubra las orejas, lo que les delataba como soldados de las fuerzas parlamentarias. A la paz de Dios! dijo Lee en voz alta. A la paz de Dios, amigo mo! respondi el que encabezaba el grupo. El polvo que levantaron los cascos de los caballos hizo toser a la jorobada, el nio empez a lloriquear. No pasa nada murmur sta, no pasa nada. Sigue durmiendo. Por lo que he odo dijo la mujer de Lee, el rey no aguantar mucho ms. Dicen que se ha ido a Escocia. Despus de lo de Naseby no le queda ms remedio. Lo mejor que podra hacer sera reunirse con la

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francesa en Francia. Puede que no quiera dejar su pas dijo Tom. Ms le vale ir a Francia que al otro mundo precis Lee con una carcajada. El nio se sent y mir a los Lee con una expresin de ingenua repulsin. No ocurre nada se apresur a decirle la jorobada. Lo rode con su brazo y apret contra ella su pequea cara. No, no, no! grit el nio librndose de su abrazo. Vaya temperamento! dijo la mujer de Lee. Hace demasiado calor respondi la jorobada. Ya veo que lo mima demasiado dijo Lee. Echemos un vistazo al pequeo dijo su mujer. Cogi la rada manga del cro. ste intent quitrsela de encima, pero la mujer se limit a rer y aquello pareci irritar ms an al cro. Eres un nio consentido sigui la mujer. Nunca llegars a ser un buen soldado y luchar con el general Fairfax. Cmo te llamas? Princesa respondi el nio con arrogancia. Princesa! exclam Lee. Qu nombre tan extrao para un nio. Se llama Pierre, seor dijo la jorobada apresuradamente. En ingls es Peter aadi Gaston. No habla muy bien el ingls sigui la jorobada. No pronuncia muy claro. A veces le hablamos en nuestra propia lengua... otras en ingls... y nuestro ingls, como puede ver, seora, no es muy bueno. Princesa! repiti el nio. Yo... princesa! Se hizo el silencio mientras todos miraban al nio. Los Lee, perplejos; los cuatro que le acompaaban como si de repente hubieran perdido el habla. En la lejana se oa el sonido de los cascos de los caballos que se alejaban. Despus pareci que la jorobada tomaba una decisin; se levant y agarr al nio firmemente de la mano. Tenemos que irnos dijo. Si nos quedamos ms rato por aqu no llegaremos a la posada cuando anochezca. Vmonos, amigos mos. Que ustedes lo pasen bien. Que tengan un feliz viaje, les estamos muy agradecidos por su compaa. Los otros tres se haban levantado al tiempo que ella. Se agruparon alrededor del nio. Que les vaya bien murmuraron los Lee. El nio se volvi para dirigirles una ltima mirada y aquellos grandes ojos negros expresaron la irritacin y el desafo mientras sus labios esbozaban estas palabras: Princesa. Yo... Princesa!

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No pronunciaron una sola palabra hasta que consideraron que estaban a suficiente distancia de la pareja que haban dejado en el camino. La jorobada llevaba el nio a cuestas para poder andar ms deprisa. Al cabo del rato, Nell dijo: Ha habido un momento en que he pensado en salir corriendo. Habra sido una decisin poco juiciosa dijo la jorobada. Lo peor que podamos hacer. Si consiguiramos... que el nio comprendiera! Normalmente me alivia pensar que es demasiado pequeo... demasiado para comprender; sin embargo, si pudiramos explicrselo... Claro que, cmo iba a entenderlo un nio tan pequeo? El nio, consciente de que era el protagonista de la discusin, les escuchaba ansioso. Al notarlo, la jorobada dijo: Y qu nos darn de comer en esa posada tuya, Tom? Tal vez tengan pato, becada... pavo real, cabrito, venado... Puede que lamprea y esturin... No tenemos que olvidar nuestra situacin dijo la jorobada. El nio pretenda que la conversacin volviera a girar en torno a l. Sus manitas golpeaban a la jorobada. Nana... Nana... deca. Nana sucia! No me gusta Nana sucia. Chist, cario, chist! dijo la jorobada. Quiero volver a casa. Quiero Nana limpia, no Nana sucia. Prtate bien, amor mo. Llegaremos enseguida. No olvides que eres Pierre... mi querido hijo. Hija! dijo el nio. No, cario, t eres Pierre... Pierre, que quiere decir Peter. Pierre, no! Pierre, no! salmodiaba el nio. Nana sucia! Dama negra! Quiero bajar. Intenta dormir, pequeo. Dormir no! Dormir no! Un par de soldados haban dado la vuelta al recodo y avanzaban hacia el grupo, en el cual se hizo un silencio sepulcral; pero en cuanto los dos soldados llegaron a su altura, el nio les chill: Yo princesa! Vestido sucio... no es mo... Yo... princesa! Se detuvieron. La jorobada sonri, si bien bajo la capa de mugre y polvo, su rostro palideci. Qu ha dicho el pequeo? pregunt uno de los soldados. Fue la jorobada quien respondi: Disculpen, messieurs. Mi marido y yo no hablamos muy bien ingls. Nuestro hijo tampoco. Les estaba diciendo que se llama Pierre. Peter en ingls. Uno de los soldados respondi:

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Creo haber odo que el nio dijo que era una princesa. El nio sonri con aire deslumbrante y sigui diciendo: Princesa! Princesa! No me gusta dama negra. Quiero a Nana limpia. Los soldados se miraron uno a otro e intercambiaron una sonrisa. Uno de ellos se acerc al nio. De modo que eres una princesa, eh, amigo? dijo. Pues te voy a decir algo. Hizo un gesto con la cabeza indicando dnde estaba el otro soldado. l es Oliver Cromwell y yo soy el prncipe Charley. Dispense, monsieur dijo enseguida la jorobada. Somos gente pacfica... Vamos hacia Dover, a casa de nuestro amo. A Dover, eh? dijo el soldado. Van por buen camino pero les quedan muchas horas de viaje. Por eso tenemos que apresurarnos. El otro soldado sonrea mirando al nio. Oye, pequeo le dijo, en los tiempos que corren es mejor ser el hijo de una jorobada que la hija de un rey. Ay, messieurs! exclam la jorobada. Tiene toda la razn. En estos tiempos doy gracias a Dios de ser una pobre jorobada pues tengo presente que otros estn en peores condiciones. Que se haga la voluntad del Seor dijo el soldado. Que Dios os acompae dijo la jorobada. Y que te acompae a ti, mujer, y a todos vosotros. Hasta la vista, princesa Peter. En cuanto reemprendieron la marcha, el nio empez a gimotear. Yo princesa. Quiero mi traje. No me gusta Nana sucia. De nuevo aquel silencio, de nuevo aquella tensin. Nel dijo: Seguir as? Tendremos tanta suerte cada vez? A la fuerza replic la jorobada, ceuda.

Ya estaba anocheciendo cuando llegaron a la posada. Les alegraba que fuera as porque la luz del da les incomodaba; adems, el nio dorma. Tom cruz el patio y encontr al dueo del establecimiento. Estuvo mucho rato sin volver. El resto le esper impaciente bajo el indicador. Quizs mejor no haber venido dijo Nell. Tal vez deberamos habernos preparado un lecho bajo un seto. Aqu no corremos riesgo alguno murmur la jorobada. Y saldremos al amanecer. Al cabo de un rato, Tom les llam para que se acercaran. Estaba con el dueo de la posada.

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De modo que ste es el grupo dijo el posadero. Dos mujeres, dos hombres y un nio. No tengo por costumbre acoger a los caminantes... ni a los que llegan en la silla de postas. Mi posada es de categora. Podemos pagarle dijo Tom enseguida. En estos das hemos tenido mucho trasiego dijo el dueo. Hace poco tuvimos aqu a una tropa de soldados. Tom cogi el monedero y se lo mostr al dueo de la posada. Pagaremos por adelantado dijo. Estamos cansados y tenemos hambre. Vamos a cerrar el trato. Bien, bien... dijo el dueo. Qu van a comer? Tendrn que sentarse en la mesa comn, y eso les va a costar seis peniques por persona. Tom dirigi la mirada hacia la jorobada, que dijo inmediatamente: No podran servirnos la cena aparte? Quizs tendra una habitacin para nosotros solos... El dueo se rasc la cabeza y los mir atentamente. Se lo pagaremos dijo Tom. Si es as... todo puede arreglarse. Hagan el favor de esperar en la salita y les avisaremos para que pasen a la mesa a su debido tiempo. Les acompa hacia la salita y luego Tom se fue con l para ver dnde iban a dormir, lo que iban a comer y pagarle lo que le pidiera. En aquella salita haba unas cuantas personas. La jorobada se dio cuenta de ello, consternada, y vacil, aunque tan slo un segundo; luego entr con gran valenta sosteniendo al nio en brazos, acompaada por Nell y Gaston. Algunos de los que estaban sentados en las mesas y en el banco junto a la ventana, charlando entre ellos, les saludaron. Los ojos de una seora rolliza adornada con cintas se clavaron en el nio. Parece rendida coment. Pobrecita! Se ha dormido? Es un nio. Ah, vaya! De modo que es un nio. Vienen de lejos? De Londres. El resto de la gente sigui hablando de la guerra; suspiraban por los buenos tiempos de paz y tranquilidad. La francesa era su cruz. Haba un hombre alto y grueso de pelo corto que se haba atribuido el ttulo de mentor del resto. Les explicaba por qu haba resultado imprescindible declarar la guerra a los monrquicos. Su conocimiento de los hechos dejaba mucho que desear, pero los all presentes que podan haberle corregido no se atrevan a hacerlo. La reina, si pudiera, nos hara catlicos a todos pontificaba. A usted, seor mo, a usted, madame, y a ti tambin, linda mozuela. Por supuesto, y a ustedes que acaban de llegar... a la jorobada y al nio... Si la reina pudiera, les hara catlicos a todos.

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Antes morir dijo otro. Pues s sigui el primero, el da de San Jaime esa reina que nos ha tocado se fue a pie a Tyburn a rendir honores a los catlicos que haban muerto all. Y tengo que decirles, amigos mos, que el brillo de sus ojos dejaba claro que deseaba que a algunos de nosotros, buenos cristianos, nos sucediera lo mismo que a los idlatras que haban pasado por la horca de Tyburn. Si yo me hubiera encontrado en Exeter, a m no me habra dado esquinazo. La habra encontrado. La habra llevado a Londres... podis estar seguros de ello. Y habran andado hasta la horca de Tyburn... Y no para rendir honores a los idlatras! Es una mujer perversa apunt una de las mujeres. Dicen que los franceses son todos perversos. No tardaremos mucho dijo el hombre corpulento y parlanchn en acabar con reyes y reinas en Inglaterra. Los reyes y las reinas no pintan nada en la Inglaterra actual. Si mataran al rey en combate... o ms tarde dijo uno bajito, quedaran sus hijos para causarnos problemas. Un da vi al prncipe de Gales dijo la de las cintas. Un tipo fesimo! Como tiene que ser respondi la mujer con una sonrisa. Qu quiere decir con esto? Bah... Que tena la piel oscura... Oscursima... Una nariz muy grande, la boca grande... era un nio y sin embargo... Se dira que usted es monrquica, seora dijo el hombre corpulento en tono acusador. No, no, yo no dira tal cosa. No era ms que un nio... el prncipe Carlos... Y cabalgaba por nuestra ciudad con su hermano, el pequeo Jacobo. Sera poco antes de Edgehill, me imagino. En Edgehill estuvimos a punto de hacernos con estos muchachos gru el hombre. Si hubiera estado yo all... La mujer se puso melanclica. No, no puedo decir que fuera realmente feo... sobre todo cuando sonrea. Y me sonri a m... justo a m y se quit el sombrero como si estuviera ante una dama de la Corte. Yo estaba con otra mujer que afirmaba que lo de la sonrisa y el quitarse el sombrero lo haba hecho por ella... A usted la monarqua la tiene embobada! dijo el hombre en son de mofa. Ni hablar! Me refiero slo al prncipe. Haba otros all mismo. Caballeros... duques... lores... Elegantes, diramos, pero yo hablo del prncipe... de aquel muchacho... oscuro y feo... Puede que al ser tan slo un nio... Bah! exclam el hombre. Su alteza real! La realeza no va a durarle mucho. Dentro de poco querr olvidar que fue prncipe de Gales

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y heredero de un reino que no le reconoce. La gente se avergonzar de hablar de reyes y reinas, puede tenerlo por seguro. Vamos a elegir a nuestro lord Protector y si no nos gusta, nos desharemos de l y escogeremos a otro. Monarqua! Habra que cortarles la cabeza a todos! Menos al prncipe de Gales... murmur la mujer. Tom asom la cabeza para llamarles; los cuatro le siguieron de buena gana. Al cerrar la puerta dijo en voz baja: Dormiremos solos en el pajar. El posadero ha mandado que arreglen la paja all. Nos estn preparando la cena, que van a servirnos en un comedor aparte. Le he pagado bien. Creo que desconfiaba de que llevara dinero suficiente, pero cuando lo he sacado he visto el brillo de sus ojos. Pues comeremos deprisa y nos retiraremos al pajar dijo la jorobada. En el vestbulo oyeron a un hombre que gritaba dirigindose a un mozo. Tena una voz alta y arrogante. Todo el mundo aguzaba el odo para enterarse de algo. Vamos, chico! Dnde est el patrn? Estoy hambriento. Y necesito una habitacin... la mejor que tengis... El posadero trajinaba por el patio; se oan las modulaciones de su voz mientras apaciguaba con aire servil al recin llegado. Seguidme dijo la jorobada; entraron en un pequeo comedor donde les haban preparado una mesa, en la que haba un guisado de pato y cerdo y cerveza para beber. El pequeo se despert y comi medio amodorrado. Hablaron poco durante la cena, y antes de que los dems hubieran acabado cuando la criatura se haba vuelto a dormir , la jorobada dijo que iba a subir al pajar con l y que ya no iba a salir hasta la madrugada; los dos no tenan que separarse. Te ensear el camino dijo Tom. Est arriba de todo, bajo los aleros. Al pasar por el vestbulo, vieron al arrogante recin llegado apoyado contra la pared dando rdenes y observando con desgana todo lo que le rodeaba. Su mirada se pos momentneamente en la jorobada y la criatura; se call un segundo y les dirigi una mirada hostil. La jorobada sigui rpidamente a Tom por la escalera y all oy la pesada voz: Dios santo! Esto no es una posada! Es una taberna. No es un lugar de categora. Aqu pernoctan pedigeas jorobadas que llevan a sus mocosos a cuestas. Maldita sea! Por qu no me lo ha dicho antes? La jorobada no volvi la vista y sigui ascendiendo por la estrecha escalera por detrs de Tom. ste seal una puerta y se metieron dentro. Era una habitacin amplia de techo bajo; una estancia oscura y entre el techo de paja se vislumbraba una pequea ventana sin cristales.

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En el suelo haba dos montones de paja que iban a hacer las veces de camas. Era algo tosco, pero para una noche podan arreglrselas. Vuelve a terminar la cena dijo la jorobada. Yo me quedar aqu con la criatura. Cuando terminis, subid todos, pero primero acabad la cena. Tom inclin la cabeza y cuando se hubo marchado, ella coloc el cro sobre uno de los montones de paja y con gran delicadeza acerc sus labios a la pequea frente. Luego se ech junto a la criatura. Estaba rendida por el esfuerzo del da. Coloc su mano sobre el corazn, que le lata aceleradamente. A partir de ahora se apaciguara. All estaran a salvo hasta la madrugada, y les quedaban tan slo unos kilmetros para llegar a Dover, donde dormiran, descansaran y al alba reemprenderan el viaje. De pronto se abri la puerta y entr un mozo. Dud un poco. Ah... No saba que haba alguien aqu. He trado ms paja. Se lo agradezco. Son cuatro y la nia? El nio le rectific ella. Mientras hablaba, tena la mano apoyada en la criatura. Era como si cuando alguien se refera a ella, tuviera que tocarla por miedo a que se la arrebataran. El mozo sigui hacia delante y centr la mirada en el cro dormido. Ella lo observ detenidamente al recordar que la mujer del camino se haba fijado en sus bonitas manos. Un nio dijo el mozo con aspecto de nia. Es muy pequeo y segn dicen se parece ms a la madre que al padre. Tiene un cierto porte dijo el mozo. Podra ser hijo de alguien importante. Observaba a la jorobada con un aire que la hizo sonrojar, y en aquel instante, cuando la impetuosa sangre asom por debajo de la suciedad, recuper su juventud y gracia. El otro baj la voz. Seora dijo, por aqu hay algunos que se mantendran leales a su majestad. Ella no respondi; asi con ms fuerza la criatura. Tiene las manos demasiado finas dijo. La delatan. Debera esconderlas. Las manos? Soy la doncella de una dama. Tal vez sea eso. Tal vez! Puede que sea eso! Su joroba se ha deslizado un poco, seora. Si me permite el comentario, creo que es algo exagerada. Y que debera inclinarse usted algo ms. La jorobada intent responder, pero no pudo. Tena la boca seca y

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estaba temblando. Estuve con el ejrcito del rey en Edgehill sigui el mozo. Con el prncipe Carlos y su hermano Jacobo. Tena algo, me refiero a Carlos, que me empuj a servirle. Por ms que fuera un nio, jams lo olvidar. Una persona alta por la edad que tena, de piel oscura, teniendo en cuenta que es ingls, y tan dispuesto a dedicar una sonrisa a todo el mundo que ni siquiera pareca un hijo del rey. Uno ms entre nosotros... Y sin embargo, qu diferencia! Estuvo a punto de ser capturado en Edgehill... Que Dios le bendiga! Que Dios bendiga al prncipe de Gales! Es usted muy osado por hablar de este modo ante alguien que no conoce. Estamos en una poca en la que hace falta ser osado, seora. Pero se lo digo con toda sinceridad, le deseo un viaje rpido y sin complicaciones al cruzar las aguas. Cruzar las aguas? Usted va hacia Dover, seora. Cruzar las aguas con el pequeo y se reunir con la reina. Yo no he dicho nada que pudiera hacerle pensar eso. Dicen que la reina es quien causa los problemas al rey. Puede que sea as, pero la reina est entregada a la causa del rey. Pobrecita! Debe hacer ya dos aos que sali de Inglaterra. Unas semanas antes de que naciera su hija ms pequea, la princesa Enriqueta. Es una conversacin incmoda dijo la jorobada. Puede confiar en m, seora. Si puedo hacer algo por servirla... Se lo agradezco, pero no soy ms que una pobre mujer que, junto a su marido y otros sirvientes, se dirige a la casa de su amo. El mozo hizo una reverencia y sali de la estancia; aun despus de que abandonara aquel lugar, ella se vio incapaz de moverse, pues el entumecimiento se haba apoderado de sus extremidades. Ni siquiera en el camino, al pasar por delante de los soldados de los enemigos del rey, se haba sentido tan asustada. Las paredes del pajar le parecieron muros de una prisin. Cuando subieron los dems, la encontraron sentada sobre la paja abrazando a la criatura. Tengo miedo dijo. Ha venido uno de los mozos a traer paja y estoy convencida de que sabe quines somos. Adems... no s a ciencia cierta si podemos confiar en l.

Fue una noche terrorfica. Todo el tiempo estuvo cambiando de postura en la paja. La joroba de tela le irritaba la espalda, pero no se atreva a quitrsela. Qu ocurrira si sorprendieran a una jorobada sin la joroba? Haba sido imprudente al emprender aquella gran aventura? Y

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si fracasaba? Aquella arpa, la reina Enriqueta Mara, jams le perdonara el haber expuesto a su ltimo retoo a tales peligros en el camino. No obstante, haba momentos en los que era imprescindible abordar una accin temeraria. La propia reina haba actuado de forma temeraria, y por ello se encontraba en estos momentos en su pas natal, donde poda trabajar para el rey, su esposo, en lugar de haberse convertido el destino que habra sufrido de no haber sido tan temeraria en prisionera de los enemigos del rey. Anne Douglas, lady Dalkeith, haba encontrado el sistema de disimular su cuerpo alto y grcil, y la joroba le haba parecido una solucin tan buena como cualquier otra; tambin le haba parecido imprescindible adoptar la nacionalidad francesa, puesto que la princesita empezaba ya a balbucear y en sus primeros pinitos la palabra princesa se pareca ms a Pierre que a otro nombre. Si tan siquiera pudiera hacer comprender a la nia el riesgo que corra, qu fcil le resultara la tarea! Pero era demasiado pequea para entender por qu la haban sacado a toda prisa de su cmodo palacio, por qu deba ir vestida como la hija de unos pedigeos y que deban llamarla Pierre. De haber sido ms pequea o mayor el viaje no habra resultado tan peligroso. Anne Douglas apenas haba dormido desde que haba abandonado el palacio de Oatlands; ahora estaba agotada, pero ni siquiera en compaa de los dems se atreva a cerrar los ojos. Aquel mozo la haba inquietado. Le haba dicho que poda confiar en l, pero en quin se poda confiar en un pas inmerso en una guerra civil? Unos aos antes le habra parecido increble que ella, Anne Villiers, esposa de Robert Douglas, heredero del conde de Morton, tuviera que dormir en un lugar como aqul. Pero los tiempos haban cambiado; aquello le hizo pensar dnde dormira el rey aquella noche y dnde tendra sus aposentos el prncipe de Gales. Ella haba tomado la decisin de repente. Haca dos aos que haba nacido la princesa. Por aquella poca, la reina se encontraba muy dbil y antes de abandonar el lecho haban llegado las noticias de que lord Essex que estaba a favor del Parlamento haba organizado una marcha hacia Exeter con la intencin de asediar la ciudad. Enriqueta Mara le haba escrito pidindole permiso para marcharse con el beb a Bath; Essex haba contestado que con su consentimiento la reina poda ir nicamente a Londres, donde se la citara ante el Parlamento para que respondiera de la acusacin de haber provocado la guerra civil en Inglaterra. Slo se le haba presentado una salida: huir a Francia. Cunto haba llorado aquella mujer tan emotiva! Con lgrimas en los ojos haba dicho a Anne: Tengo que abandonar el pas. Si el Parlamento me hace prisionera de ellos, mi esposo acudir en mi ayuda; lo arriesgar todo

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por m. Es mejor que arriesgue mi triste vida que dejar que l corra peligro por m. Le he escrito explicndoselo; cuando reciba la carta, yo espero estar ya en Francia. La reina de Francia es mi propia cuada y no va a abandonarme. Estaba emocionadsima; siempre estaba dispuesta a que el corazn rigiera su cabeza, y Anne estaba convencida de que la acusaran de las desgracias del rey; en realidad, por curioso que pudiera parecer, si bien el matrimonio de Carlos con Enriqueta Mara haba tenido un inicio tormentoso, los dos se haban entendido bien y con el entendimiento haba llegado el cario apasionado. La reina era apasionada por naturaleza; a pesar de que a veces pudiera parecer frvola, con qu firmeza se aferraba a una causa!, y en la actualidad la causa a la que entregaba su apasionada energa era la de su esposo. Cuida de mi pequea, Anne le haba dicho. Protgela con toda tu alma. Si cae enferma, Anne Douglas, t sufrirs mil veces ms que ella. Aquellos ojos negros se haban abierto con furia al maldecir un destino que le exiga abandonar a su beb; los suaviz el amor hacia la pequea y la gratitud respecto a Anne Douglas aun cuando la estuviera amenazando. Luego, una vez lanzadas las amenazas, haba estrechado a Anne entre sus brazos y la haba besado. Estoy segura de que cuidars de mi hija... Pese a que seas protestante. Y si en algn momento ves la luz, imprudente mujer, y te acercas a la religin verdadera, educars a mi hija como lo habra hecho yo. Ay, pero eres protestante! Se educar a los hijos del rey segn la religin de su propio pas! Yo no soy ms que una pobre madre desesperada que debe ceder a una protestante su beb recin nacido! A una protestante! Se haba convertido en una persona incoherente, pues jams se haba preocupado de aprender correctamente la lengua inglesa. Anne, arrodillada ante ella, le jur que, dejando la religin a un lado, servira a la reina y la obedecera en todo. La pobre y triste Enriqueta Mara, que haba llegado a Inglaterra a los diecisis aos, una muchacha encantadora decidida a ir a la suya, estaba ahora en el exilio, alejada de su esposo e hijos. Aunque con la ayuda de Dios, recuperara a uno de ellos. Hacia Exeter se haba dirigido el rey, ya que no recibi la carta de su esposa y pens que segua en el lecho del parto; se haba abierto paso luchando con la fuerzas parlamentarias para reunirse con ella. A Anne le asignaron el desagradable cometido de informarle de que llegaba demasiado tarde. Se le inundaron los ojos en aquel momento al recordarle: atractivo, a pesar de las patentes seales de la batalla, de semblante noble, el que mantendra en todo momento, puesto que era una persona con ideales; y suponiendo que aquel rostro mostrara cierta debilidad, el detalle intensificara ms an el cario que una mujer como Anne Douglas poda sentir por l. Estaba siempre dispuesto a escuchar el consejo incorrecto; se mostraba dbil cuando tena que ser fuerte, y

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obstinado cuando lo juicioso habra sido ceder. Crea con excesiva firmeza en aquel derecho divino de los reyes que haba quedado desfasado desde el reinado de Enrique VIII; le faltaba el tacto de Isabel, la hija de ste, quien haba conseguido adaptar sus costumbres a un estilo de vida ms moderno. Pese a su supuesta debilidad, a ser un gobernante incapaz de gobernar, era una persona de porte elegante, con un extraordinario encanto personal; resultaba adems conmovedor constatar la devocin que le inspiraba su familia. En Exeter haba tenido a su lado al joven prncipe de Gales, un muchacho de catorce aos por aquel entonces, que no haba heredado el atractivo del padre pero le superaba en encanto personal. Era ms bien tmido y de carcter apacible. Qu enternecedora escena la del muchacho con el beb en brazos, fascinado ante aquel ser tan diminuto. Anne llor de nuevo; llor por el atractivo rey que estaba perdiendo su dominio, por el prncipe, que heredara el trono perdido por su padre, por la pequea, la menor de la trgica familia. Pobre hija ma haba dicho el rey, has nacido en un mundo triste. Tenemos que bautizarte enseguida. Qu nombre le pondrn, majestad? La llamaremos Enriqueta, como mi esposa. Pero habr que bautizarla segn el rito de la Iglesia de Inglaterra. As pues, la ceremonia tuvo lugar en la catedral de Exeter, dos aos atrs, en un clido da de julio; entonces el rey parti hacia Cornualles, donde prosigui la lucha con cierto xito. Ms adelante, cuando el beb tena tres meses, volvi a la mansin de Bedford en la ciudad de Exeter, donde ella estaba al cuidado de la pequea, y desde entonces Anne no lo haba vuelto a ver. El prncipe acudi a ver a su hermanita un ao despus. La nia, que contaba con quince meses, era demasiado pequea para reparar en el muchacho de tez oscura que la adoraba; tena edad suficiente para mostrar su satisfaccin ante su presencia y llorar amargamente a su partida. El prncipe tuvo que abandonar la casa a toda prisa porque de nuevo los Cabezas Peladas marchaban sobre Exeter. Recordando las palabras de Enriqueta Mara, Anne hizo todo lo posible para huir hacia Cornualles con la nia, aunque fracas en su intento. Ya que se encontraba rodeada de espas, en aquella ocasin no tuvo ms remedio que encerrarse con sus sirvientes en el reducto de la mansin de Bedford y permanecer da y noche junto a la princesa. Desde su exilio en Francia, la airada reina, consciente de que su queridsima hija estaba en Exeter y de que el enemigo asediaba la ciudad, haba maldecido al destino, al Parlamento y a aquella perezosa traidora, a Anne Douglas. Una cruel acusacin que haba hecho sufrir muchsimo a Anne. Quienes le rodeaban le aseguraron en vano que era absurdo dar tanta

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importancia a los reproches de la reina. Acaso no conoca a la reina? Se contaba que Enriqueta Mara echaba las culpas a sus infortunados amigos, les consideraba traidores. Anne intentaba comprender. Enriqueta Mara estaba fuera de s a causa de la afliccin, preguntndose qu sera de su hija en una ciudad sitiada, donde faltaba la comida, donde la muerte se haba apoderado de las calles y el peligro era constante. Enriqueta Mara era como una cra; cuando se senta herida, pataleaba y atizaba contra quienes estaban ms cerca de ella. Anne se repeta que deba tener presente la pena de la reina y ser indulgente con ella. Sir John Berkeley, que haba defendido la ciudad en el bando monrquico, al comprobar que no poda seguir resistiendo, tom la decisin de ceder la ciudad con la condicin de que la princesa y parte del servicio pudieran abandonar Exeter; se fueron, pues, a raz de una orden parlamentaria, al palacio de Oatlands, donde vivieron unos meses a expensas de Anne, ya que el Parlamento se neg a conceder suma alguna para el mantenimiento de la princesa. Oatlands, el lugar de recreo de la casa real, construido por Enrique VIII, pas a ser un refugio acogedor al mximo si se tienen en cuenta las circunstancias. Ahora bien, cuando estall la guerra civil en Inglaterra no hubo ya paz para ninguno de los miembros de la familia real; y lleg el da en que, al salir Anne del jardn y dirigirse a travs del patio al cuadriltero con matacn en la puerta, se encontr con un mensajero que le entreg una carta de la Cmara de los Comunes en la que se le deca que deba preparar a la princesa para salir hacia Londres; all tena que reunirse con su hermana, la princesa Isabel, y sus hermanos, el prncipe Jacobo y el prncipe Enrique, en el palacio de Saint James, donde iban a estar bajo la custodia de los condes de Northumberland. Entonces Anne tom una decisin. No volvera a incurrir en la ira de su seora. Llevaba ya tiempo determinada a no entregar la nia a nadie, salvo a la propia reina o a su familia cuando se le ocurri el temerario plan. Enriqueta Mara haba huido a Francia; por qu no seguir sus pasos? Sin lugar a dudas sabra disfrazarse muchsimo mejor de lo que haba hecho la reina. Una mujer con un cro... una pedigea? No! A los pedigeos se les maltrataba y agreda a veces. Mejor una humilde sirvienta con su hijo; y como acompaantes escogera a Gaston, el francs, que simulara ser su marido, un ayuda de cmara; y viajaran tambin con ella Elinor Dykes y Thomas Lambert, criados de la casa. Saldran disimuladamente del palacio de Oatlands y nadie se dara cuenta de su partida. Escribira una carta, que llevara al palacio otro de los criados, al que se llevara con ella para tal propsito, en la que informara a determinados miembros del servicio en los que crea poder confiar; les concedera permiso para quedarse con la ropa de la princesa y algunas de sus pertenencias, precisndoles que dejaran transcurrir tres

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das antes de informar al Parlamento de su desaparicin y de la de la princesa. Si obedecan sus rdenes, hasta el cuarto da nadie tendra noticia de su huida; para entonces ya estara cruzando las aguas camino de Francia. El plan no le haba parecido complicado; lo que no haba previsto era el cansancio que poda experimentar una dama de alta cuna tras andar por los caminos durante tres das; tampoco se le haba ocurrido que la princesa, inconsciente del peligro, insistira en contar a todo el que encontrara durante el viaje que la ropa que llevaba no tena nada que ver con las delicadas prendas a las que estaba acostumbrada, que no se llamaba Pierre ni Peter sino que era la princesa. Otro da, pensaba Anne medio enferma, y estaremos ya en el mar. Tan slo un da ms... pero seguimos en el pajar, con unas paredes que parecen los muros de una crcel, pues haban despertado la sospecha al mozo.

El golpeteo de los cascos de los caballos en el patio les despert. El pajar estaba a oscuras; de todas formas, Anne, incorporndose, vio un resquicio de cielo estrellado a travs de la ventana. Tom... Nell! Estis despiertos? S, seora. Chist, Tom! S, Nana; estamos despiertos dijo Nell. Qu ha sido aquel ruido? Gente que llega, seguro. Es tarde... muy tarde. No puede dormir? Estaba pensando en el mozo. Pero dijo que era leal a su majestad. Cmo podemos saber que deca la verdad? Sospechara de la identidad de la nia? No lo s. Pero de haberse despertado y vuelto a decir princesa sin duda nos habra delatado. Permanecieron un rato en silencio. Luego, Anne habl de nuevo: Escuchad! Se oyen pasos en la escalera! Sern los que acaban de llegar a la posada dijo Tom. Estn en la escalera del pajar. Slo pueden venir hacia aqu. Y es lo que estarn haciendo. Es el mozo. Nos ha traicionado. Los segundos que siguieron les parecieron minutos. Anne estrechaba a la princesa contra su pecho. La pequea Enriqueta empez a gemir en sueos. Tom se haba levantado; ya no se oan pasos y estaban convencidos de que haba alguien ante la puerta.

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De pronto se oyeron unos exasperantes golpes en la madera. Tom apoy su peso contra ella. Quin est ah? pregunt. Soy el posadero. Qu quiere a estas horas? Tengo a unos soldados aqu. Necesitan habitaciones. No tengo suficientes para todos. Abre la puerta dijo Anne; Tom la obedeci. iganme dijo el dueo, necesito sitio para los soldados. Les he dicho que tena la posada llena, pero no atienden a razones. Exigen cobijo. Algunos estn borrachos. Si quieren, pueden pasar el resto de la noche en el cobertizo. Es donde suelo albergar a los pasajeros de la silla de postas. Pueden acomodarse all. No pueden utilizarlo los soldados? pregunt Tom. No quiero problemas en la posada. Este pas est en pie de guerra. En la guerra, estamos en manos de la soldadesca. Anne se apresur a decir: Vamos a donde dice l. Seguro que estaremos bien all. Muchas gracias. Es usted una mujer juiciosa. Bajen deprisa. Los soldados estn bebiendo en la salita. El hombre sostena la vela y Anne, cogiendo en brazos a la nia dormida, sigui a Tom y precedi a Nell y Gaston en la escalera. Cuando llegaron al ltimo rellano, se abri una puerta y de ella asom el hombre elegante que haba montado tanto alboroto la noche anterior. Dios santo! exclam. Acaso no pueden dejar descansar a un caballero? Toda la noche con idas y venidas! Y ahora qu sucede? Tendr que dispensarnos, seor mo, son los soldados. Acaban de llegar. Estos das, las cosas van as. Un pobre posadero no puede hacer nada para remediarlo. El hombre observ con curiosidad al grupo. A m stos no me parecen soldados. No, seor mo, son unos pobres viajeros que acog anoche y les dej dormir en el pajar. Ahora quieren ocuparlo los soldados y... De modo que los echa en plena noche? No... no, seor mo. Han pagado su cobijo y yo se lo proporcionar. Les instalar en el cobertizo. Un lugar caldeado y cmodo que les resultar acogedor, estoy convencido. El hombre cerr la puerta con un juramento y el grupo sigui por la escalera. El dueo de la posada los llev hasta la cocina, donde, dejando la vela en su sitio, cogi un candil y prosigui camino del cobertizo. Pasarn el resto de la noche tranquilos y cmodos aqu dijo. Se sentirn a gusto. Ya ven, tienen paja para todos y la noche es clida. No podramos atrancar la puerta? pregunt Tom. S, pueden cerrarla desde dentro si quieren.

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Nos arreglaremos aqu durante las horas que quedan dijo enseguida Anne. El posadero les dej; en cuanto hubo salido, Tom dio la vuelta a la pesada llave en la cerradura. Me siento algo ms segura aqu dijo Anne; aun as, segua temblando.

Se fueron a la maana siguiente en cuanto el cielo mostr la primera seal del alba. Anduvieron durante toda la maana y por la tarde llegaron a la ciudad de Dover. Anne not un gran alivio cuando, mirando hacia el mar, vislumbr el paquebote de Dover anclado; el tiempo era de lo ms propicio. Pronto dejaran atrs la penosa experiencia. Enriqueta estaba muy animada; Anne la haba llevado toda la maana a cuestas, y si sta se senta fatigada, la otra estaba fresca como una rosa. Agua! exclam. Es el mar, querida ma le precis Anne. Quiero mi vestido... Nana. No tardars en tenerlo, Pierre. Pierre no! Pierre no! Un poco de paciencia, cario. Pierre no! segua en tono montono Enriqueta. Yo... princesa. Pierre no! Peter no! Vamos a fingir unas horas ms. Este ser nuestro secreto, eh? Ojal se durmiera dijo Tom. No puede estar todo el tiempo durmiendo. Dormir no! Dormir no! repeta la princesa. Me tranquilizara verla dormida cuando atravesemos la ciudad insisti Tom. Un hombre les adelant. No pareci haberles reconocido a pesar de que se trataba del elegante caballero que haban visto en la posada y que se haba asomado a la puerta al pasar ellos por delante. Ninguno del grupo abri la boca, pero todos se fijaron en l. Aminor el paso y los sigui. En la orilla, con su tono arrogante, grit a un marinero: Este es el paquebote de Dover? Efectivamente, milord. Entonces me lleva hasta all en el bote? Esta gente viene con nosotros. Milord...? empez Tom. El hombre hizo un impaciente gesto de negativa con la cabeza.

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Ya en el bote, la princesita mostr una clara inclinacin por el elegante caballero, si bien l no le dirigi una sola mirada mientras daba sus rdenes al marinero con su fro y arrogante porte. Cmo est el viento? Adecuado para dirigirse hacia Francia, milord. Entonces seguro que el paquebote sale dentro de poco. No tenemos ms que esperar el cambio de la marea, milord. Estaban costado con costado del paquebote y todos subieron a bordo siguiendo con aire sumiso al hombre que diriga la operacin. Hizo seas a Anne y acompa a ella y la nia a un camarote. Cuando se encontraron solos, se inclin ante ella, le cogi la mano y se la bes. Has hecho algo maravilloso, Anne dijo. La reina te profesar amor eterno. Ha sido un gran alivio comprobar que estabas con nosotros, aunque no formaras parte del grupo. Ha habido algn momento incmodo. Lo peor fue anoche cuando abr la puerta y vi que te acompaaban escaleras abajo. Pero ahora ya ha terminado. No te muevas del camarote durante todo el trayecto ni te quites el disfraz hasta que te encuentres a salvo en territorio francs. Ahora debo irme. Transmite a su majestad mi total lealtad. Cumplir, John. Dile que los Berkeley defendern el oeste luchando contra todos los patanes cabezas peladas que se les presenten. Se lo dir, John. Adis y mucha suerte. Sir John Berkeley bes su mano y la de la princesa. Luego volvi al bote desde el que lo llevaron a la orilla. Poco despus, el paquebote abandon los blancos acantilados con destino a Calais.

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La princesa se senta feliz. En cuanto ella y sus fieles acompaantes pisaron suelo francs en Calais, su querida Nana se despoj de la joroba, la bes con gran entusiasmo y la llam su amada princesa. Haban acabado para ella las afrentas; ya no tena necesidad de recordar a nadie que era una princesa. Tena ya delicadas ropas a su disposicin y gente dispuesta a besarle la mano y a rendirle el homenaje que haba echado de menos el tiempo que haba vestido ropas de sirviente. La multitud le daba la bienvenida. Le decan que era la nieta del gran Enrique y que por lo tanto Francia era su hogar, y todos los franceses y las francesas estaban dispuestos a quererla. Cuntas veces gorje, agit sus manitas! Cmo sonrea al alisar los pliegues de su vestido! De vez en cuando se volva hacia Nana, contemplando feliz a la bella y esbelta institutriz, a la que haba pretendido en vano insuflar vida cuando los harapos cubran su cuerpo. Enriqueta era feliz; no saba que haba llegado a Francia en calidad de persona que implora; que se presentaba all mucho ms como pedigea que durante el camino hacia Dover. Vas a ver a tu madre, la reina le dijo Anne. La nia estaba maravillada. Su madre, la reina, para ella no era ms que un nombre. Durante los dos aos de vida de la princesa, Nana haba sido la nica madre que haba conocido. Tienes que quererla muchsimo le explic Anne. Se alegrar mucho de verte y t eres la nica entre sus hijos que podr estar a su lado para hacerla feliz. Por qu? pregunt ella. Porque los dems no pueden estar a su lado. Por qu no? Porque tus hermanos, Jacobo y Enrique, tienen que quedarse con tu hermana Isabel; y tu hermano mayor, Carlos, no puede estar con su26

madre en Francia, pues debe atender otros asuntos. Tu hermana mayor, Mara, es la princesa de Holanda, de modo que tampoco puede estar con tu madre. Pero Enriqueta no lo entenda. Tan slo era consciente de que volva a ser feliz, de que volva a tener bonitos vestidos que llevar y de que todo el mundo la llamaba princesa. As pues, la custodiaron desde Calais a Saint-Germain. Se haba difundido la noticia de que la hija pequea de la reina iba a aliviar su tristeza. Circulaba una romntica historia sobre una valiente institutriz que haba sacado de un pas azotado por la guerra a una criatura ante los mismos ojos de los enemigos del rey. El relato haca las delicias de los bondadosos franceses. Todos queran ver a la princesita; deseaban mostrar su entusiasmo ante la audaz institutriz. Por ello se reunieron a lo largo del camino procedente de Calais para poder gritar buena suerte a la pequea y comunicarle que, como nieta de su gran rey, le daban la bienvenida a su pas. La gente la aplauda. Viva la princesita de Inglaterra! Viva la nieta de nuestro gran Enrique! Viva la valiente institutriz! La princesa sonrea y consideraba que mereca la ovacin; haba olvidado ya el incmodo viaje. Anne se senta fatigada, aunque, al habrsele aliviado la inquietud, la alegra haba vuelto a ella. Le costaba creer que el pueblo de Francia la aplaudiera; y mientras sonrea tena la impresin de que no estaba en Francia sino sentada junto al camino cuando la princesa revelaba su secreto, o que an estaba en el pajar, experimentando el terror al or al mozo decir que la joroba se le haba movido. Llegaron al castillo situado en el extremo del bosque, donde les esperaba Enriqueta Mara para darles la bienvenida. Le haban permitido utilizar el castillo de Saint-Germain-en-Laye y tena sus propias estancias en el Louvre; sus familiares de la monarqua francesa le haban concedido una pensin y en el momento de la llegada de Enriqueta viva en la corte con la categora de una reina que est de visita. Esperaba en el saln rodeada por sus sirvientes y algunos exiliados ingleses que acudan a visitarla de vez en cuando luciendo un esplndido vestido de brocado azul con adornos de fino encaje y perlas; las lgrimas haban nublado sus negros ojos, y sus mejillas, normalmente plidas, estaban encendidas. Aqul era el momento ms feliz de su vida desde que haba abandonado Inglaterra, declar. Cuando le llevaron a la princesa, solt un grito de alegra; dej a un lado el protocolo y se precipit hacia la nia, estrechndola contra el vestido adornado con perlas mientras las lgrimas resbalaban por sus mejillas. Empez a hablarle en francs, idioma que la pequea no entenda. Por fin ests conmigo, mi pequea! Cunto he sufrido! Hijita

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ma, yo que tuve que dejarte para huir de aquellos malvados! Pero has vuelto conmigo. Ya ests aqu y no volveremos a separarnos jams. Fijaos en ella, es mi hija, la ms pequea y la ms encantadora. Ha vuelto a m y lo considero un milagro que he de agradecer a Dios y a todos los santos, eso es lo que voy a hacer ahora, en este feliz momento. Volvi su rostro inundado de lgrimas aunque radiante hacia Cyprien de Gamaches, su capelln, quien permaneca a su lado. El pre Cyprien va a educar a mi hija. Su educacin se basar en la verdadera fe de Roma. Alegrmonos ya que no slo la hemos arrebatado a sus enemigos, los villanos cabezas peladas que pretenden derrotar a su padre, sino tambin de un enemigo ms sutil: la hemos salvado para la Santa Iglesia! Los brillantes ojos de la reina se centraron luego en la institutriz. He aqu a mi queridsima Anne... mi fiel sirviente! Jams olvidaremos lo que has hecho. Todo Pars, toda Francia habla de tu maravillosa hazaa. Te has comportado con gran valenta y lo tendr siempre presente. La reina dej a la nia en el suelo y se dispona a abrazar a Anne cuando sta, exhausta a causa de la angustia de aquellos das, se desplom. Al parecer, el empeo de no entregar la princesa a nadie ms que a su propia madre le haba permitido seguir adelante; ahora, una vez finalizada la tarea, pagaba el precio de la tensin mental y fsica que haba vivido.

Enriqueta Mara estaba sentada junto a su sobrina, Mademoiselle de Montpensier, en sus estancias de Saint-Germain. Enriqueta Mara era una intrigante; cuando decida que deseaba algo, pona todo su empeo en ello. Haba unas cuantas cosas que deseaba por encima de todo; la primera, ver el fin de la guerra en Inglaterra, con la victoria de su esposo; la segunda, educar a sus hijos en la fe catlica y romana; y la tercera, organizar unas bodas idneas para su descendencia. Aquellos le parecan deseos normales y al mismo tiempo de la mxima integridad. En realidad, en su contrato matrimonial, el rey, su esposo, le haba prometido que sus hijos seran educados siguiendo los principios de la fe catlica y romana. Sobre aquel punto no haba mantenido su palabra; toda Inglaterra se hubiera enfrentado a l de haberlo hecho; el pas tena an vivo el recuerdo del reinado de Mara la Sanguinaria1 y el pueblo haba decidido no correr el riesgo de repetir lo que sucedi en aquellos terribles das. Enriqueta Mara amaba a su esposo y estaba muy entregada a su1

La reina Mara Tudor (1516-1558). (N. del T.) 28

familia; sin embargo, se repeta a s misma que, como catlica convencida, amaba todava ms su religin. El destino le haba mandado la princesa Enriqueta; tena una hija que no iba a contaminarse con una educacin incorrecta; el pre Cyprien se estaba encargando del asunto. Hasta entonces todo haban sido facilidades, ya que Anne Dalkeith, la institutriz protestante, haba cado gravemente enferma desde su llegada a Saint-Germain y no haba podido colaborar en el cuidado de la princesa ni recordar a la reina cules eran los deseos del rey, que equivalan a los de la mayor parte del pueblo de Inglaterra. Y evidentemente ella se lo habra recordado, pens Enriqueta Mara porfiada; a pesar de poder recibir una reprimenda, Anne habra protestado ante la reina y madre de la nia y habra hecho lo que consideraba su obligacin. Sera una lstima pelearse con Anne poco despus de la colosal aventura. Tal vez, como haba dicho el pre Cyprien, la mano de Dios estaba en ello; en primer lugar, por haber llevado a su hija a Francia a una edad tan temprana, antes de que pudiera padecer la contaminacin de una Iglesia hostil, y, en segundo lugar, por la fiebre que haba postrado a la institutriz en su lecho y evitado cualquier interferencia. El pre Cyprien llevaba incluso las cosas ms lejos; afirmaba que la Gran Rebelin y la guerra civil en Inglaterra haban sido sin duda fruto de la voluntad de Dios para salvar el alma de la joven princesa. Enriqueta Mara no llegaba a tanto, pero como mnimo se senta satisfecha de que su hija estuviera a salvo de la hereja y, por consiguiente, ya poda centrar sus planes en las bodas de los otros hijos. Una de las bodas tena una importancia suprema: la de Carlos, el prncipe de Gales. El muchacho tena diecisis aos, era an demasiado joven para casarse; de todas formas, la princesa se haba casado joven. La mente ilgica de Enriqueta Mara iba de ac para all, la absorba una idea, que descartaba y sustitua por otra para volver al cabo de poco a la primera. Si el joven Carlos tena que seguir en el exilio, necesitara una esposa rica. Si llegaba a rey, precisara una esposa perteneciente a la realeza. La riqueza, no obstante, siempre era til; no haba reparado en ello hasta que ella misma se vio exiliada de su pas de adopcin. Qu le habra ocurrido, se preguntaba, si en lugar de ser la hija de Enrique IV, en paz descanse, hubiera sido la hija del despreciado Enrique III? Quin sabe! Se dedic a observar a la joven que tena delante, pues haba decidido que Mademoiselle era la novia ms adecuada para su hijo Carlos y tena noticia de que ste se hallaba de camino hacia Pars. Mademoiselle de Montpensier, a quien toda Francia conoca como la Mademoiselle de la corte francesa, era la sobrina de Enriqueta Mara, la hija de Gaston, duque de Orleans, su hermano. Por desgracia, Mademoiselle era muy consciente de su vala. Era la heredera ms rica de Europa; era prima del joven rey Luis XIV; estaba convencida de que

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nadie la superaba en encanto y belleza, y, pese a estar dispuesta a que el prncipe de Gales la cortejara a travs de su madre, no aseguraba del todo que fuera a considerar una peticin de aquel tipo. Se estaba alisando los pliegues del precioso vestido de brocado que cubra su esbelta figura y Enriqueta Mara pensaba que aquel rostro sonrosado y la espesa cabellera rubia le daban un aire encantador. La reina saba que la muchacha, aparte de tener claro que era la heredera ms rica de Francia, era tambin la joven ms bella del pas. La mano de Enriqueta Mara tuvo que reprimir las ganas de propinarle un cachete; sus pequeos pies golpeaban el suelo con impaciencia; el diminuto cuerpo de la reina de Inglaterra encerraba un carcter muy irascible. Dentro de poco llegar mi hijo dijo la reina. Estoy impaciente por verlo. Qu maravilla, queridsima ta, pensar que, exiliada de vuestro pas y viviendo en tierras extranjeras, podis conseguir que vuestra familia huya de esos desalmados! Tierras extranjeras! exclam la reina. Yo nac en este pas, Mademoiselle. Fui la hija predilecta de mi padre. Una lstima que muriera antes de conoceros respondi Mademoiselle con malicia. Efectivamente! Su muerte fue la mayor tragedia que ha vivido este pas. Me enciende la indignacin cada vez que paso por la rue de la Ferronnrie, donde aquel monje enloquecido le apual el corazn. Mi querida ta, os inquietis por algo que ocurri hace muchos aos... cuando tenis tantos problemas que os ataen en la actualidad. Enriqueta Mara dirigi una mirada airada a su sobrina. Mademoiselle era inteligente; se lo haba demostrado; saba cmo atizar en el punto que ms hera. Ah estaba, la arrogante y bella joven, recordando a su ta que ella, Mademoiselle, la prima del rey e hija de un monsieur de Francia, se mostraba indulgente dedicando su precioso tiempo a su pobre ta exiliada. Enriqueta Mara era capaz de controlar el enojo cuando estaban en juego cuestiones cruciales. Mi hijo es muy alto, ya es un hombre. Dicen que se parece muchsimo a mi padre. Me imagino que ser tan slo en el aspecto, majestad. Vuestro padre, nuestro gran rey, Enrique IV, fue el mejor rey de Francia, es algo que sabe todo el mundo, pero fue tambin el mejor amante de Francia. Mi hijo amar tambin profundamente. Me lo dice su encanto. Esperemos, por el bien de la esposa que escoja, que en algn aspecto no se parezca a vuestro admirado padre, cuyas amantes se contaban por cientos. Lleva en las venas la sangre de su padre y tambin la del mo. No ha habido en el mundo un hombre tan noble, tan leal como mi Carlos. Os

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lo digo yo, su esposa, con conocimiento de causa. De modo que, queridsima ta, tuvisteis suerte con vuestro marido. Cuando yo escoja el mo, una de las cualidades que buscar en l es la fidelidad. Una belleza como la vuestra ha de mantener fiel a cualquier hombre. Uno como vuestro padre, seora, no permanecera fiel ni a la propia Venus. Y si vuestro hijo se le parece... Bah! No es ms que un nio! Tan joven que no tiene necesidad de pensar en el matrimonio todava. Un prncipe nunca es demasiado joven para pensar en el matrimonio. Puede que, mientras sus asuntos sigan en un permanente estado de cambio, lo ms juicioso fuera esperar. Una heredera de alto rango estara ms dispuesta a aceptar a un rey cuya corona est asegurada que a otro que puede dedicar toda su vida al empeo de recuperarla. Mademoiselle sonrea para sus adentros con aire ausente. Sus pensamientos estaban en lo de la boda, aunque no en la de ella y el joven prncipe de Inglaterra. Enriqueta Mara la maldeca en su fuero interno. Saba lo que tena aquella descarada en la cabeza. El matrimonio, claro! Con su primo de la realeza, el rey de Francia. Y Enriqueta Mara ya haba decidido que Luis XIV iba a ser para su hija Enriqueta.

La princesa Enriqueta era el nombre con que se la conoca desde el momento en que haba pasado a manos de su madre quiso a su hermano desde que lo vio. Entr en su sala de juegos en la que estaba ella con su institutriz, la plida lady Dalkeith, quien acababa de abandonar el lecho de enferma para recibir los honores de herona del ao. A lady Dalkeith, de carcter reservado, concienzuda, le halagaron poco los elogios recibidos; haba descubierto que la reina haba decidido educar a la nia segn las normas de la religin catlica, lo que chocaba con los deseos del rey de Inglaterra y de su pueblo; y lo que la inquietaba ms, hasta el punto de hacerla recelar de s misma, era que la responsable indirecta de todo aquello era ella, al haber conseguido llevar a la nia a su madre. La pequea Enriqueta, sin embargo, no se daba cuenta de las tormentas que se desencadenaban a su alrededor; todo lo que saba era que tena un hermano, y que nada ms verlo, al estrecharla l entre sus brazos y explicarle que la haba conocido cuando era un beb, se le despert el cario por l.

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Carlos! exclam su estridente vocecita. Querido Carlos! l la llamaba hermanita. Porque dijo Enriqueta es un nombre muy largo para una persona tan pequea y me he enterado ahora de que van a aadirle Ana en recuerdo de la madre del rey Luis. Eso es largusimo. Ratita ma... amor de mi vida, t vas a ser mi Minette. Minette? pregunt ella desconcertada. Yo voy a llamarte as. Es algo que va a quedar entre nosotros, entre t y yo, mi querida hermanita. La nia estaba contenta. Minette! repiti. Yo soy Minette, la Minette de Carlos. La bes y dej que tirara de su larga y rizada cabellera morena. No s cundo volver a verte, Minette le dijo. Tal vez no pueda hacerlo. Qu mayor eres para ser mi hermano! dijo ella. Es porque soy el mayor de la familia. Cuando t naciste, yo tena catorce aos. La nia no lo entendi bien, se ech a rer y le agarr el brazo con fuerza, apretndolo contra su cuerpecito, para demostrarle cunto le quera. l la abraz. Le pareca maravilloso encontrarse con alguien de su propia sangre. Se preguntaba si alguna vez volvera a reunirse toda su familia. No era ms que un nio y ya haba estado con su padre en el campo de batalla y era consciente de que los acontecimientos se desarrollaban en contra de aquella familia. Era un muchacho callado, tmido; disfrutaba de la compaa de las mujeres, aunque no de las altivas damas como su prima Mademoiselle de Montpensier; prefera a las muchachas ms humildes, las que le queran porque era joven y, pese a no ser atractivo, tena algo. Se mostraba especialmente tmido en Francia porque saba que se rean de su acento francs; y por ms que l mismo estuviera dispuesto a rerse de ello era consciente de que el acento era atroz y nunca pretenda verse de otra forma que la real, era demasiado joven, estaba demasiado inseguro de s mismo para soportar las risas irnicas de los dems. Recordaba continuamente que l era un prncipe cuyo futuro estaba en peligro; y aquello lo haca cauteloso. Razn de ms para sentirse a gusto con su querida hermanita; era una nia frgil aunque bonita: tena los ojos de los Estuardo y auguraba la alegra de stos. Aquello de tener una familia era algo bueno, haba decidido Carlos. Haba escapado de su compaero, el prncipe Ruperto, su primo, que hablaba el francs a la perfeccin y se le consideraba un soldado ejemplar pese a la derrota en Marston Moor. Haba huido tambin de su madre, que le incordiaba constantemente, aconsejndole cmo tena que cortejar a su prima, Mademoiselle de Francia.

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Te quiero mucho, hermanita murmur l. Te quiero muchsimo ms que a la altiva Mademoiselle. Carlos dijo en voz baja la pequea tirando de su negro pelo y observando cmo el mechn volva a rizarse, te quedars conmigo? Pronto tendr que marcharme, Minette. No! Minette dice que no! l le acarici la mejilla. Y hay que obedecer las rdenes de Minette. Lady Dalkeith les dej solos; le encantaba el prncipe y disfrutaba al ver las muestras de afecto de los dos hermanos. Pensaba: Y si le hablara de la educacin religiosa de la nia? l conoce los deseos de su padre. Pero cmo puedo ir contra la reina? Cmo puedo acudir al prncipe con historias sobre su madre? Es demasiado joven para captar todo esto. Esperar. Quin sabe lo que va a suceder?. T tambin fuiste pequeo? pregunt Enriqueta a su hermano cuando estuvieron solos. S, fui pequeo y era tan feo que nuestra madre se avergonzaba de m; era muy serio y por eso la gente crea que era juicioso. Querida hermana, cuando no sepas algo permanece en silencio y pon aire juicioso. Todos creern que eres muy perspicaz. Enriqueta no comprenda qu significaba aquello pero ri con l; una carcajada fruto de la alegra. Carlos hablaba con ella de una forma que no poda hacer con nadie ms. Le comentaba con melancola cosas de su infancia. Le hablaba de Inglaterra, donde en otra poca haba sido el nio ms importante; le contaba sus juegos en los jardines de los palacios con su hermano Jacobo y su hermana Mara; los das lluviosos jugaban al escondite por los espacioso salones de Hampton Court y de Whitehall, y los das soleados, en los jardines, escondindose entre los rboles, siguindose los pasos a travs de los paseos bordeados de tejos perfectamente podados. Y lo que le gustaba ms era contemplar los barcos en el ro; le cont que se tenda durante horas en la hierba en Greenwich observando cmo pasaban los barcos. Pero t no sabes nada de eso, Minette, y yo soy un necio al contrtelo, pues contndotelo a ti me lo estoy contando en realidad a m mismo, y encuentro que es una temeridad pues todo ello me mueve a compadecerme de m mismo; y compadecerse de uno mismo es algo terrible, querida Minette; es la espada que uno hunde en su propio cuerpo; es hacer girar la hoja en la herida; es revelar el dolor propio, y todo eso lleva a la locura. Se detuvo y le dedic una sonrisa. Ms! Ms!exclam Enriqueta. Mi querida Minette, qu ser de nosotros... cul ser nuestro fin? Sin embargo, por temperamento, la tristeza no duraba en l. No crea

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que su padre pudiera salir victorioso pero siempre era capaz de enfrentarse al futuro con calma. Saba vivir en el presente; y en aquellos momentos el presente le descubra cun encantadora era su hermana; le descubra los placeres de la vida familiar. Queridsima Minette, verdad que t no me dirs que tengo que cortejar a la altiva Mademoiselle? T te res de mis sensibleras como si te estuviera contando algo que tiene mucha gracia. Precisamente por eso te quiero, mi dulce Minette. Minette quiere a Carlos dijo ella rodendole con sus brazos. Luego le habl del seor Fawcett, quien les haba instruido a l y a su hermano Jacobo en el tiro con arco. Su cabeza funcionaba a un ritmo acelerado; pensaba en su profesor de francs, en su profesor de escritura, en el tutor que le haba obligado a leer el Catn; recordaba asimismo a su madre, que lo haba rodeado de afecto y le haba inculcado la importancia de su posicin. No olvides nunca, Carlos, que un da sers el rey de Inglaterra. Debers ser un rey grande y bueno como tu padre. Sonri con irona. Afirmara en la actualidad el pueblo de Inglaterra que su padre era un rey grande y bueno cuando haca todo lo posible como mnimo miles de personas de este pueblo para deshacerse de l? Daran algn da la bienvenida al joven Carlos Estuardo como rey? Pobre madre dijo en voz baja, tengo la impresin de que nunca se sentir satisfecha. Es de las personas que no han tenido suerte en este mundo. Qu alivio hablar contigo, dulce hermanita, pues eres demasiado pequea para comprender todo lo que te estoy diciendo. Sus labios rozaron el pelo de la nia. Eres encantadora y te quiero mucho. Te dir una cosa: prefiero estar contigo que con todas las elegantes damas de la corte... que con el rey y la reina, con mi madre... con todos ellos. Luego, para distraerla, le habl del trozo de madera que se llevaba siempre a la cama cuando tena su edad. En vano intentaban arrebatrmelo, pues yo no les dejaba. Estaba enamorado de mi leo, y tengo que confesar que lo agarr hasta que me lo arrebataron a la fuerza, y entonces comprend que ya me haba hecho mayor. Algn da, Minette, te contar ms cosas. Te explicar cmo nos divertamos, con mi hermano y mi hermana; pensbamos que aquello iba a seguir para siempre, las risas, los juegos; y luego, de pronto, nos hicimos mayores, todos el mismo da. Para ellos fue peor, porque eran ms pequeos que yo; Mara slo tena un ao menos, Jacobo cuatro aos menos, y la pequea Isabel, cinco aos menos. Yo era el mayor. Enrique, el pequeo; y en nuestra familia no haba ninguna pequea Minette, pues an no haba hecho su aparicin. No Minette! A que no te puedes imaginar un mundo sin ella? Vamos, Minette, jugaremos a algo. Te estoy aburriendo con tanta charla.

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No. Sigue as! dijo ella. Y as los encontr Mademoiselle, a la que acompaaba el primo de l, el prncipe Ruperto. A vuestra madre no le gustara mucho ver que perdis el tiempo jugando con una nia dijo ella con coquetera. Se haba convencido a s misma de que no poda dedicar mucho tiempo a un chico cuya fortuna penda de un hilo, pero siempre estaba dispuesta al galanteo, y consideraba que el chico, a pesar de su juventud y falta de experiencia tena algo que lo haca a sus ojos ms interesante que su primo Ruperto. Tendris que disculparme, Mademoiselle dijo Carlos. Mi francs no es lo suficientemente correcto como para responderos. Ella golpe ligeramente su brazo con el abanico. No os da vergenza, primo? No hablar francs! Es por descuido mo. Creo que dediqu demasiado tiempo a montar a caballo y al tiro al blanco en lugar de estudiar francs, quizs como vos, Mademoiselle, que debisteis ocuparos en algn pasatiempo en vez de estudiar ingls. Ruperto se lo tradujo y ella puso mala cara. Qu responderais si os dijera que deberais llevar mi bandera, Carlos? Sois muy amable respondi l a travs de Ruperto. Tal vez os permitiera que me ayudarais a subir al coche. Sois muy amable, Mademoiselle. Y tal vez aguantar la antorcha mientras yo estoy en el tocador. Te ruego que digas a Mademoiselle que su magnanimidad me abruma. Mademoiselle se volvi hacia Ruperto. Eso no se lo traduzcis. Tan slo lo hago porque siento lstima del pobre muchacho. Nunca me casar con l, como espera su madre. Yo apunto ms alto... mucho ms alto. Estoy seguro dijo Carlos de que Mademoiselle dice cosas muy juiciosas. Ruperto sonri. Saba que el prncipe de Gales haba entendido perfectamente lo que haba dicho ella y que tan slo su timidez le impeda hablar en francs con Mademoiselle. Decidle sigui ella que puede acudir a mis estancias y sentarse a mis pies mientras estoy con mis doncellas. Cuando Ruperto se lo tradujo, Carlos respondi: Mademoiselle es de lo ms magnnima, pero resulta que tengo una cita con una dama. Una dama! exclam Mademoiselle. Mi hermanita. Mi amiga Minette. Enriqueta adivin que la bella Mademoiselle no era amable con su hermano.

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Vete! dijo. A Minette no le gustas. S que es pequea, pero deberan ensearle a comportarse. Eso merecera un azote replic Mademoiselle. Enriqueta, al identificar la palabra azote rode a su hermano con sus brazos y escondi la cara contra su cuerpo. Nadie te har dao, Minette le dijo l. Mientras tu hermano Carlos est aqu, nadie te har dao. Mademoiselle sonri y, levantndose, orden a Ruperto que la acompaara. Vamos a dejar al nio jugando con su hermana dijo. Porque, al fin y al cabo, sigue siendo un nio y lo que le interesan son las cosas pueriles. En cuanto volvieron a estar solos, Minette y su hermano recuperaron la alegra y ella demostr que le quera profundamente.

Todos los das estuvieron juntos; todos los das l le cont cosas; y si bien ella no siempre comprenda sus palabras, saba que la quera igual que ella a l. No se le haba ocurrido que la vida poda cambiar hasta el da que se le acerc y la bes con tristeza. Minette dijo, t y yo nos querremos siempre. Y al da siguiente ya no lo vio. Enojada, quiso saber dnde estaba l. Se ha ido, le dijeron. La nia se impacientaba, no quera comer, slo deseaba verlo. Su madre la abraz con cario. Mi querida hija, eres muy pequea, pero tendrs que aprender ciertas cosas. Tu padre est luchando contra unos hombres perversos y tu hermano tiene que ayudarle. En cuanto hayan vencido a los perversos, volveremos todos a casa, y entonces no slo tendrs un hermano sino tres y una hermana que te querr mucho. No quiero tres hermanos gimote Enriqueta. Minette quiere a Carlos. Durante los das que siguieron ella present una imagen muy triste en el palacio de Saint-Germain. Si alguien le preguntaba qu le ocurra, ella le responda: Quiero a Carlos. Y ni un solo da dej de arrodillarse en el banco junto a la ventana esperando verle llegar; tuvo la sensacin de haber estado esperando aos; pero jams lo olvid.

En el palacio del Louvre, la princesa Enriqueta estaba en la cama.

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Su madre estaba sentada junto a sta, con tres capas sobre los hombros y las manos cubiertas por unos gruesos guantes. El fro de enero era implacable; fuera del Louvre, en las estrechas calles de Pars, los franceses peleaban entre s en aquella guerra civil que se ha dado en llamar la Fronda. La pequea Enriqueta, que contaba slo cuatro aos, temblaba de fro; su madre temblaba tambin aunque no slo de fro. Como le haba dicho su amiga, Madame de Mottreville: Este ao una estrella terrible impera entre la realeza. Enriqueta Mara no prestaba excesiva atencin a los chillidos espeluznantes que le llegaban constantemente de las calles; sus pensamientos estaban al otro lado del canal, en el pas de su esposo, que en aquellos momentos estaba preso por orden del Parlamento a la espera de juicio. Ella haba suplicado un permiso para verlo pero se le haba negado. Saba que si iba a Inglaterra, sera juzgada con l, puesto que el Parlamento la consideraba tan culpable de alta traicin como a su marido. Qu ocurra en Inglaterra? Pocas noticias les llegaban de all, ya que ningn mensajero consegua acercarse a ella, al encontrarse Francia inmersa en su propia guerra civil. Tan pronto se reprochaba a s misma los hechos como experimentaba indignacin respecto a los dems. Se acusaba a s misma de haber arruinado su propia vida y tambin la de su esposo y sus hijos; pero tambin arremeta contra Cromwell y sus parlamentarios, que haban causado tanto sufrimiento a su familia. Ah estaba la reina de Inglaterra sin comida y pasando fro en aquel inmenso palacio, sola con su hija, la institutriz de sta, el pre Cyprien y unos cuantos sirvientes que sufran actualmente tanto como ella y su propia hija. Tres de sus hijos estaban presos en manos del Parlamento: Jacobo, Isabel y Enrique. Enriqueta daba gracias a Dios porque Mara se haba casado y estaba a salvo y fuera de Inglaterra antes de que el conflicto se escapara de todo control; as, Mara y la corte de Holanda haban proporcionado asilo a su hermano Carlos y a todos cuantos haban conseguido escapar hacia all. En aquellos duros tiempos, la familia confiaba en Mara. A su llegada a Francia, se haban rendido honores a Enriqueta Mara; pero poco a poco se haba ido reduciendo la pompa, la plata y las joyas; su principal pensamiento se haba centrado en mandar todas sus posesiones a su esposo en Inglaterra. Suponiendo que hubiera sido frvola, responsable en gran medida de la ruina de l, como mnimo senta el apasionado deseo de ayudarlo. Slo ahora que se encontraba separada de su esposo se daba cuenta del alcance del amor que senta por aquel hombre bueno y noble, el mejor marido y el mejor padre, aunque no fuera el ms sensato de los reyes. Qu auxilio poda esperar

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ahora de sus familiares de la realeza francesa? Se haban visto obligados a abandonar Pars; el pequeo rey, a cargo de su madre, la reina Regente, haba conseguido escapar de Pars hacia Saint Germain, donde haban permanecido durante el sitio de Pars. Mademoiselle de Montpensier haba optado por el bando de la Fronda, reaccin tpica en ella; para fiarse de Mademoiselle en lo que fuera! Efectivamente una perversa estrella brillaba sobre la realeza durante aquel ao. Enriqueta Mara se lo haba advertido en vano a su cuada. Acaso no haba sufrido ella lo suficiente porque en otro momento haba credo lo que crea Ana, se haba comportado como lo haca Ana? Les costaba hacerse a la idea de que sus pases progresaban, ya que las nuevas ideas haban trado nuevas ideas. Los Estuardo podan haber sido tan autocrticos como los Tudor, pero no haban comprendido al pueblo, comprensin que haba conformado la base de la popularidad alcanzada por los grandes soberanos de la casa Tudor, Enrique VIII e Isabel. El pueblo llano negaba a los reyes el derecho divino a gobernar; algunos recordaban la rebelin de los barones llevada a cabo siglos atrs. El pueblo deseaba volver a la situacin en la que el rey tena un poder limitado. Qu fcil era ver los errores al echar la vista atrs y decir: Si hubiera hecho esto, aquello no hubiera sucedido. De no haber cometido errores, Carlos I y Enriqueta Mara estaran reinando en Inglaterra, viviendo juntos y felices. Lo mismo le suceda a Ana de Austria, la reina madre de Francia. Su situacin tena los mismos visos trgicos. Mazarino y la reina regente haban establecido unos impuestos abrumadores sobre el pueblo y ste les iba a demostrar que la era en que reyes y reinas podan creer que gobernaban por derecho divino haba tocado a su fin. Francia estaba dividida. Ana, frvola, como haba sido Enriqueta Mara, y tan poco realista como ella, se haba redo descaradamente de Paul de Gondi, coadjutor de Pars; haba animado a sus amigas a rerse de l porque era algo dandi y aquello no casaba con la sotana que vesta en calidad de eclesistico. Paul de Gondi era un hombre fuerte; haba declarado que se adueara de Pars y se haba preparado para llevarlo a cabo. En julio, en pleno verano, bajo aquellas estancias en las que temblaban en aquellos momentos la reina de Inglaterra y su hija, los parisinos haban levantado barricadas en las calles. Colocaron unos grandes toneles llenos de tierra, sujetos con cadenas, en las entradas de las estrechas calles. Se asignaba a los ciudadanos la custodia de aquellas calles. Aquello recordaba y en efecto se inspiraba en la Noche de las barricadas del siglo anterior. Haba empezado la guerra de la Fronda. Un nombre tpico del humor parisino. Se haba promulgado haca poco una ley que prohiba a los jvenes reunirse en las calles de Pars y atacarse con la fronde (honda), arma muy popular a la sazn. Aquellos juegos de lanzamiento

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de piedras haban tenido en ms de una ocasin consecuencias funestas y la prctica se haba convertido en una preocupacin pblica. Y as, durante las acaloradas discusiones en el Parlamento con relacin a los impuestos que iba a establecer el odiado cardenal Mazarino, favorito de la reina regente, el presidente del Parlamento haba suplicado a la asamblea que considerara los trminos de la propuesta de Mazarino. El hijo del presidente De Bachaumont, conocido en todo Pars como un bel esprit haba dicho que cuando llegara su turno de hablar iba a fronder bien lopinion de son pre. Aquel bon mot haba cuajado y se repeta; se adopt frondeur aplicado a aquellos que criticaban y tiraban con honda en rebelin contra el partido de la corte. Por consiguiente, durante aquellos meses Pars estuvo en peligro; el trono francs pareca que iba a caer como lo haba hecho el ingls. Desde el inicio de la guerra, a Enriqueta Mara no le haban pagado su pensin; apenas le quedaban alimentos y lea, y ahora que el invierno se le haba echado encima, sufra grandes incomodidades; no obstante, mientras tranquilizaba a su hijita, rodendola con sus brazos y acaricindola en un intento de hacerla entrar en calor, no pensaba en lo que estaba sucediendo al otro lado de la ventana sino en su marido, que estaba a punto de enfrentarse al juicio en Londres. Tengo fro dijo la princesita, madre. Claro, pequea, hace fro, pero tal vez pronto podamos calentarnos. No podemos encender el fuego? No tenemos medios para hacerlo, preciosa. Tengo hambre, madre. S, todos tenemos hambre, pequea. La princesa empez a sollozar. No era capaz de comprenderlo. Santa Madre de Dios! murmur la reina. Qu le estar sucediendo a Carlos? Entr en la habitacin Anne, entonces lady Morton, puesto que haba fallecido poco antes el padre de su esposo. Tena los labios azulados, las bellas manos manchadas por el fro. Qu ocurre, Anne? pregunt la reina. Ha venido a veros monsieur el coadjutor, seora. Qu quiere? Quiere hablar con vos. El coadjutor estaba en la puerta; no eran tiempos en los que las reinas pudieran permitirse que se mantuviera el ceremonial, y l era el dueo de Pars. Enriqueta Mara no se levant; lo mir con gesto altivo. Paul de Gondi, sin embargo, no haba acudido en calidad de enemigo. Se inclin ante la reina y ella observ el rostro del hombre que

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temporalmente era el rey de Pars. Un rostro disoluto y al mismo tiempo de una gran fortaleza. Paul de Gondi, que desde su infancia haba deseado llegar a ser una autoridad en el pas, haba sido destinado a la Iglesia. Su to haba sido arzobispo de Pars y pretendan que Paul le sucediera. No obstante, Paul, al no sentir vocacin religiosa, haba intentado demostrar que no era apto para el cargo viviendo una vida desordenada y participando a menudo en duelos. Al verse incapaz de rechazar el arzobispado, decidi convertirse en un erudito y dominar Francia como haba hecho Richelieu. En primer lugar haba abordado la tarea de ganarse el pueblo de Pars, y al haberlo conseguido con cierto xito, se hallaba en la actual posicin de poder. De todas formas, viendo cmo sufra la reina de Inglaterra, cmo temblaba estoicamente junto al lecho de su hija y reflexionando sobre la suerte que corra su esposo y sus otros hijos, senta una gran compasin por ella. Sufrs mucho, seora dijo. Seor coadjutor respondi ella, si tenis noticias para m, os suplico que me las transmitis. Me refiero a noticias de Inglaterra. En esto no puedo serviros, seora, pero puedo ofreceros alguna comodidad. Puedo ordenar que os traigan comida... comida y lea. Si sabis algo, monsieur, os ruego que me comuniquis las noticias dijo ella. No tengo noticia alguna. Pero nadie podr decir que me cruc de brazos y permit que la hija de Enrique IV pasara hambre. Enriqueta Mara encogi los hombros. Llevo seis meses sin recibir la pensin que me corresponde, y nadie est dispuesto a proporcionarme alimentos ni los medios para calentar nuestra residencia porque no puedo pagarlo. Es terrible lo que me estis diciendo! Estoy siempre junto a mi hija. Hoy no se ha levantado porque hace demasiado fro. Me ocupar de que vuestra hija no tenga que permanecer en la cama por falta de lea, seora. Cmo podris solucionarlo, monsieur? En primer lugar velar para que no os falte lo necesario; luego llevar vuestro caso ante el Parlamento. El Parlamento! Enriqueta Mara solt una sonora y amarga carcajada. En los tiempos que corren, monsieur, los parlamentos tienen poca simpata a los reyes y reinas. El Parlamento no va a permitir que se diga que se ha negado comida y lea a la hija y a la nieta de Enrique IV, seora. Poco despus de que l abandonara la estancia, la reina llor. Por qu lloris, madre? pregunt la nia. Os molest aquel hombre?

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No, preciosa. No fue cruel; fue muy amable. Por qu lloras, pues? Son das, querida ma, en los que la inesperada amabilidad nos hace derramar lgrimas. Ay! Observas a tu pobre madre con esos ojos grandes y negros y desconfas de sus palabras. Pero todava te quedan muchas cosas por conocer en la vida. Aun as, ests aprendiendo, y con rapidez, teniendo en cuenta que eres una nia. Paul de Gondi demostr tener palabra. Aquel mismo da lleg comida y lea al Louvre, y unos das despus, a instancias de Gondi, el Parlamento dispuso que se entregaran cuarenta mil libras a la reina en recuerdo de Enrique IV. En recuerdo de Enrique IV! Enriqueta Mara no pudo evitar comparar a su padre con su esposo. No poda recordar a su padre pero haba odo hablar muchsimo de l; haba visto retratos de aquel importante personaje, que mostraban sus carnosos y sensuales labios, los alegres ojos y las huellas del desenfreno. Recordaba haber odo historias sobre la tempestuosa relacin entre l y su madre; las continuas peleas y los arranques de su madre que, como bien saba ella, tena un carcter violento. Imaginaba aquel temperamento irascible llevado al borde de la locura por el cnico y sonriente rey; tena constancia de que su madre lo haba golpeado en muchas ocasiones y de que aquellos golpes no haban conseguido de l ms que la risa incontrolada, a pesar de que su madre fuera, como afirmaba l mismo, terriblemente fuerte. Se deca de l que era el hombre ms feo de Francia, aunque siempre con el aadido de y el ms valiente caballero. Le haban querido como a ningn otro rey; aquel libertino (que, en la poca en que fue asesinado, a sus cincuenta y siete aos, tena relaciones con Angelique Paulet, una muchacha de diecisiete) haba declarado, a pesar de su avanzada edad, que le complacan ms las conquistas en el amor que en la guerra; l era el rey ms popular que rigi jams los destinos de Francia. Aquel hombre feo, aquel cnico, sin profundas creencias religiosas, dispuesto a pasar de la religin calvinista a la catlica (acaso no era cierto que Pars bien vale una misa?), era el hroe de Francia; incluso despus de su muerte, quienes se haban rebelado contra la corte le recordaban, y por l no iban a permitir que su hija pasara hambre. Cuando fue apualado por un monje fantico, toda Francia lo llor; su asesino fue condenado a la horrible pena de muerte que exigi la nacin ante tal acto. En Inglaterra, en cambio, poda morir un hombre bueno y noble, religioso, leal, que luchaba por actuar de la forma que l consideraba correcta, y el pueblo gritara: Se ha cumplido la voluntad de Dios.

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Estbamos en febrero de aquel ao trgico. Las desnudas estancias del Louvre ofrecan algo ms de comodidad que en meses anteriores. Sin embargo, una tragedia mayor se cerna sobre el palacio; el servicio estaba al corriente de ello; Anne tambin; no obstante, nadie se atreva a hablar de ello a la reina. As pues, la mantuvieron en la ignorancia. Durante aquella semana Enriqueta Mara se mostr taciturna, si bien haba decidido mantener la esperanza. Me pregunto a menudo por qu no llegan noticias deca a quienes le rodeaban. Cierto es que es bueno no tenerlas. S que el pueblo quiere a mi esposo, el rey. Puede que lo hayan liberado de su cautiverio. Qu lamentable y perversa decisin la de mantenerlo cautivo! A un hombre tan bueno, tan noble, al mejor esposo que ha tenido jams una mujer. Nunca ha existido un padre que pudiera superarle en su cario hacia los hijos. Cuan felices habramos podido ser! A mediados de febrero ya no pudo esperar ms. Paul de Gondi le haba demostrado su bondad; no iba a abandonarla en un momento de gran necesidad. Pedira que mandaran a un mensajero a Saint-Germain, donde sin duda tendran noticias sobre su esposo. Los dems eran conscientes tambin de que no podan ocultar por ms tiempo la verdad. Anne pidi a lord Jermyn, el ms fiel consejero de la reina, que le comunicara las noticias, puesto que dijo lo haris mejor que cualquiera de nosotros. Vos sabris cmo aliviarle el dolor. l se dirigi a las estancias de Enriqueta Mara. Se hallaban junto a ella la princesita, Anne Morton y el pre Cyprien de Gamaches. Jermyn se arrodill ante la reina. sta dijo inmediatamente: Me trais nuevas de Inglaterra? l alz el rostro hacia ella; sus labios temblaban; la reina lo comprendi todo antes de que pronunciara una sola palabra. Un gesto inexpresivo se apoder de su rostro; con los ojos le suplicaba en silencio que no hablara, que no pronunciara las fatdicas palabras. Apreciada seora, el 14 de enero, el rey, vuestro esposo, coloc la cabeza sobre el tajo... Ella no respondi. Seora... prosigui Jermyn, con la voz entrecortada por un sollozo. Viva el rey Carlos II. La reina sigui sin decir nada. Anne puso la mano sobre el hombro de la nia, que la miraba con curiosidad, y la acerc con suavidad hacia su madre. La reina cogi la mano de su hija y la sujet firmemente a su lado; segua sin expresin y no abri la boca.

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La princesa estaba aturdida. Tena cinco aos; viva en el gran palacio del Louvre, pero sus salones estaban vacos y en las calles se haba declarado la guerra. No acertaba a comprender los sbitos y apasionados abrazos de su madre, los torrentes de lgrimas ni lo que a ella le parecan divagaciones incoherentes. Su madre haba cambiado. Sus vestidos eran sombros, de luto; lloraba constantemente; hablaba de s misma como de la reine malheureuse; y la pequea Enriqueta la acompaaba en su llanto, sin saber por qu lloraba. Haces bien en llorar! le deca la reina. Debes saber que de no ser por ti, ahora no estara aqu. Estara con las madres carmelitas en el convento de Faubourg Saint-Jacques; el lugar donde anso estar, para implorar la fortaleza necesaria para soportar el calvario que estoy viviendo. Oh, ma petite, rezo para que nunca tengas que sentir lo que siento yo ahora mismo. Rezo para que jams te acosen las dudas que amenazan hoy a tu madre. Muchos dicen que fui yo quien lo llev a esto... a un hombre bueno y noble! Dicen que si no hubiera intentado detener a los Cinco Miembros hace siete aos, se habra evitado la guerra civil. Yo le incit a hacerlo. No crea que nadie se opusiera al rey hasta el punto de declarar la guerra. Pens que podramos gobernar sin un Parlamento. Mi querida Enriqueta, yo, que tanto le amaba, lo llev al cadalso? Enriqueta no saba qu responder; coga su pauelo y secaba las lgrimas de su madre. Luego, su madre se fue al convento, y aquello la tranquiliz. Qued al cuidado de Anne Morton, a quien quera mucho, y del pre Cyprien. Los dos, sin embargo, empezaron a crearle cierta inquietud; sus enseanzas a menudo le parecan contradictorias. Notaba cierta disensin entre ellos: el triunfo de uno y el desconcierto de la otra; y de una u otra forma, incomprensibles para la nia, se vio envuelta en aquella corts guerra. Ojal volviera mi hermano sola decir para sus adentros. Si l estuviera aqu, todo ira bien. Pensaba constantemente en l; siempre la haba tratado con cario y amor. Era tan mayor e inteligente! Y sin embargo no lo suficiente para conseguir que una nia comprendiera que tena cierta importancia para l. Y luego, un da apareci en el Louvre. Haba crecido desde la ltima vez que lo haba visto Enriqueta; era ya un joven de diecinueve aos. Era ms alto pero segua con su espesa cabellera negra y los alegres ojos. Cuando entr en sus estancias, lady Morton y el pre Cyprien cayeron de rodillas, y en cambio Enriqueta se precipit hacia sus brazos.

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Hijita dijo Anne en tono reprobador. Olvidis el respeto debido a Su Majestad. Si es Carlos! exclam la pequea. Vamos. Tenis que arrodillaros ante l. Primero es vuestro rey... y luego vuestro hermano. Un pobre rey, querida Minette respondi l, levantndola en brazos a l