PERICARDITIS EN NIÑOS

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605 Pericarditis en la edad pediátrica Ángeles Ortega Montes Servicio de Pediatría. Hospital Torrecárdenas. Almería INTRODUCCIÓN La pericarditis aguda es un síndrome clínico debido a la reacción inflamatoria del peri- cardio en respuesta a diferentes agresiones de naturaleza muy diversa. La inflamación pericárdica puede dar como resultado la producción de líquido en el saco pericárdico, en cuyo caso hablamos de derrame pericárdico, con la eventual posibilidad de tapona- miento cardiaco; se pueden producir también adherencias entre ambas capas del pericar- dio o reacción fibrosa retráctil del mismo, que conduce a la pericarditis constrictiva. La etiología puede variar notablemente de un área geográfica a otra. En nuestro medio, las causas más frecuentes son las infecciosas, las secundarias a pericardioto- mía quirúrgica y las neoplasias en el medio hospitalario. ETIOLOGÍA • Idiopática. • Infecciosa: – Viral: Coxsackievirus, echovirus tipo 6, adenovirus, Influenzae, herpes zóster, Epstein-Barr, virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). – Bacteriana (pericarditis purulenta): Staphylococcus aureus, Haemophilus influen- zae, neumococo, Neisseria meningitidis, estreptococos. – Tuberculosis. – Fúngica: Aspergillus, Histoplasma. Toxoplasma, Rickettsia. • Traumática: perforación por catéter venoso central, marcapasos, traumatismo penetrante o cerrado de tórax. Capítulo 42

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Pericarditis en la edad pediátrica

Ángeles Ortega Montes

Servicio de Pediatría. Hospital Torrecárdenas. Almería

INTRODUCCIÓN

La pericarditis aguda es un síndrome clínico debido a la reacción infl amatoria del peri-

cardio en respuesta a diferentes agresiones de naturaleza muy diversa. La infl amación

pericárdica puede dar como resultado la producción de líquido en el saco pericárdico,

en cuyo caso hablamos de derrame pericárdico, con la eventual posibilidad de tapona-

miento cardiaco; se pueden producir también adherencias entre ambas capas del pericar-

dio o reacción fi brosa retráctil del mismo, que conduce a la pericarditis constrictiva.

La etiología puede variar notablemente de un área geográfi ca a otra. En nuestro

medio, las causas más frecuentes son las infecciosas, las secundarias a pericardioto-

mía quirúrgica y las neoplasias en el medio hospitalario.

ETIOLOGÍA

• Idiopática.

• Infecciosa:

– Viral: Coxsackievirus, echovirus tipo 6, adenovirus, Infl uenzae, herpes zóster,

Epstein-Barr, virus de la inmunodefi ciencia humana (VIH).

– Bacteriana (pericarditis purulenta): Staphylococcus aureus, Haemophilus infl uen-zae, neumococo, Neisseria meningitidis, estreptococos.

– Tuberculosis.

– Fúngica: Aspergillus, Histoplasma.

– Toxoplasma, Rickettsia.

• Traumática: perforación por catéter venoso central, marcapasos, traumatismo

penetrante o cerrado de tórax.

Capítulo 42

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• Síndrome post-pericardiotomía.

• Colagenopatías: artritis reumatoide juvenil (ARJ), lupus eritematoso sistémico

(LES), esclerodermia, fi ebre reumática, dermatomiositis.

• Fármacos: anticoagulantes, difenilhidantoína, procainamida, penicilina, hidrala-

cina, isoniacida, doxorrubicina, daunorrubicina, dantroleno.

• Neoplasias: linfomas, leucosis, rabdomiosarcomas.

• Radiación mediastínica.

• Otras: Kawasaki, talasemia, mixedema, enfermedad infl amatoria intestinal, ure-

mia, diálisis.

FISIOPATOLOGÍA

Una presencia de líquido en el espacio pericárdico superior a la normal (15-50 mL en

adultos o 1 mL/kg en niños) acompaña casi constantemente a la pericarditis clínica en

la infancia, de forma que la ausencia de derrame a ciertas edades hace difícil el diag-

nóstico de pericarditis.

La patogenia de los signos y síntomas del derrame pericárdico está determinada por

el aumento de la presión intrapericárdica, pero dicho aumento depende no sólo de la

cantidad absoluta de líquido, sino también de la rapidez con que se acumula y de las

características del pericardio.

La acumulación rápida se tolera peor que la lenta, que puede permitir un gran acú-

mulo de líquido sin producir síntomas y sin elevar signifi cativamente la presión intrape-

ricárdica; a veces, la primera manifestación son síntomas secundarios a compresión de

estructuras vecinas, como disfagia por compresión del esófago, tos por compresión de un

bronquio o de la tráquea, disnea por compresión del parénquima pulmonar, hipo por com-

presión del nervio frénico o afonía por compresión del nervio laríngeo recurrente(1,2).

Con el aumento de la presión intrapericárdica se elevan las presiones de todas las

cavidades del corazón y se produce el taponamiento cardiaco, síndrome clínico-hemo-

dinámico resultante de la compresión del corazón, que impide el adecuado llenado

diastólico. El taponamiento pericárdico es un síndrome con un continuum en cuanto

a gradación de severidad, que puede ir desde ligeros aumentos de la presión intrape-

ricárdica sin repercusión clínica ni hemodinámica reconocible hasta un cuadro grave

de bajo gasto cardiaco y muerte(3).

Los signos del taponamiento aparecen por la disminución del llenado ventricular, que

de forma secundaria produce limitación del retorno venoso, con la consiguiente conges-

tión venosa sistémica, y disminución del gasto cardiaco. En compensación, hay taqui-

cardia y aumento de las resistencias periféricas. Al disminuir el gasto cardiaco, los pul-

sos periféricos y la presión del pulso son pequeños, y la presión sistólica está baja. La

presión venosa elevada produce distensión de las venas del cuello y hepatomegalia.

SINTOMATOLOGÍA CLÍNICA

Los síntomas más comunes de la pericarditis son el dolor torácico y la fi ebre. El

dolor precordial, síntoma dominante en adultos, adquiere menor importancia en la

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edad pediátrica y puede pasar inadvertido en niños pequeños o manifestarse por dis-

confort e intranquilidad. Cuando está presente, su intensidad y localización es muy

variable.

Se localiza en región retroesternal y precordial izquierda, y frecuentemente se irra-

dia al cuello, a ambos trapecios o al epigastrio. Suele aumentar al tumbarse el niño,

con la tos, la inspiración profunda o la deglución, y mejora al sentarse e inclinarse

hacia delante. En ocasiones existe dolor pleurítico asociado por afectación concomi-

tante de la pleura.

La fi ebre es variable; puede ser elevada, pero por lo general se trata de febrícula.

EXPLORACIÓN FÍSICA

Los signos característicos son el roce pericárdico y la disminución de los tonos

cardiacos.

El roce pericárdico es patognomónico de pericarditis aguda, aunque su ausencia

no la excluye. Asemeja el ruido de frote de dos superfi cies de cuero o del frote del

pelo entre los dedos. Se ausculta mejor con la campana del fonendo y con el paciente

sentado e inclinado hacia delante. Es característica su evanescencia y los cambios del

mismo entre exploraciones. A medida que aumenta el derrame pericárdico, el roce se

vuelve intermitente hasta desaparecer por completo.

Con el aumento del derrame y de la presión intrapericárdica puede desarrollarse

taponamiento cardiaco. Los niños suelen presentar intranquilidad y distrés respira-

torio. El movimiento precordial está disminuido, y los ruidos cardiacos pueden oírse

apagados por la atenuación que produce el líquido.

Los signos característicos de taponamiento (Tabla 1) son la elevación de la presión

venosa yugular, pulso paradójico y descenso de la presión sistólica y de la presión

del pulso.

Al disminuir el volumen sistólico aparece taquicardia, taquipnea y vasoconstric-

ción periférica; y cuando este mecanismo compensatorio falla, signos de hipoperfu-

sión sistémica y oliguria.

En lactantes y niños pequeños, la

taquicardia puede ser en ocasiones

el único signo presente(4).

Puede existir hepatomegalia,

ascitis y edema periférico en derra-

mes prolongados.

Cuando el taponamiento es seve-

ro, el pulso paradójico puede no

apreciarse por la marcada hipoten-

sión, pero la presión venosa yugular

suele estar claramente elevada.

En caso de taponamiento agudo

y grave, puede producirse un cua-

dro severo de bajo gasto cardiaco,

Tabla 1. Manifestaciones clínicas de taponamiento pericárdico

• Ingurgitación yugular

• Tonos cardiacos débiles

• Pulso paradójico > 20 mmHg

• Estrechamiento de la presión del pulso

• Taquicardia

• Hipotensión

• Disnea

• Enlentecimiento del llenado capilar

• Hepatomegalia

• Oliguria

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colapso hemodinámico y muerte. Esta circunstancia debe ser tenida en cuenta en

los neonatos con catéteres centrales que presentan un brusco deterioro de la función

respiratoria o hemodinámica, ya que el taponamiento agudo por perforación del

catéter es una complicación ampliamente documentada que requiere un alto índice

de sospecha(5-11).

EXÁMENES COMPLEMENTARIOS

Los exámenes complementarios que pueden contribuir al diagnóstico son los

siguientes.

Radiografía de tórax

La silueta cardiaca puede ser normal, dilatándose con derrames importantes. La

cardiomegalia es proporcional al grado de derrame, pero no refl eja el compromiso

hemodinámico.

Electrocardiograma

Suele estar alterado, con cambios en la repolarización ventricular. Se defi nen varias

fases en la evolución típica de la pericarditis, aunque en niños es poco frecuente obser-

var los cambios típicos de las cuatro fases. En la inicial hay elevación generalizada del

segmento ST con onda T positiva y depresión del intervalo PR (Figura 1). Esta fase

puede durar horas o pocos días, y no es constante. Se sigue de aplanamiento del ST

y de la onda T. Posteriormen-

te se invierte la onda T de for-

ma difusa, pudiendo durar esta

fase hasta semanas o meses,

y fi nalmente se normaliza la

onda T.

En caso de derrame impor-

tante, puede detectarse bajo

voltaje generalizado y, en oca-

siones, alternancia eléctri-

ca (variaciones cíclicas de la

amplitud de QRS).

Ecocardiograma

La ecocardiografía es la técnica de elección para el diagnóstico, cuantifi cación y

seguimiento del derrame. Se exige que la separación de ambas hojas pericárdicas

se observe durante todo el ciclo cardiaco. Pequeñas cantidades de líquido tien-

den a acumularse inicialmente entre la pared del ventrículo izquierdo y el peri-

cardio posterior. Al aumentar la cantidad, puede llegar a envolver por completo al

Figura 1. Elevación generalizada del segmento ST y depresión del intervalo PR en la fase inicial de pericarditis.

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corazón y ser visible una sepa-

ración anterior entre el ven-

trículo derecho y el pericardio

anterior. A veces, los derrames

son encapsulados (frecuentes

en derrames tras cirugía cardia-

ca) y circunscritos a determina-

das regiones.

Para el diagnóstico de tapo-

namiento cardiaco, los signos

ecocardiográfi cos más sensi-

bles parecen ser el colapso tele-

diastólico de aurícula derecha

(movimiento de inversión de la

pared libre auricular que queda

comprimida por el derrame) y el colapso diastólico de ventrículo derecho (Figu-ra 2)(1,2,12,13).

El ecocardiograma puede también ayudar en el diagnóstico de pericarditis cons-

trictiva al revelar en modo M dos líneas paralelas (pericardio visceral y parietal)

engrosadas o múltiples ecos hiperdensos. En modo 2D puede observarse un peri-

cardio de aspecto inmóvil y engrosado, desplazamiento brusco del tabique interven-

tricular durante el llenado diastólico precoz y dilatación de las venas hepáticas y la

vena cava inferior.

Exámenes de laboratorio

Con excepción de algunas etiologías (uremia, leucemia), la analítica de sangre sue-

le mostrar datos inespecífi cos. El hemograma suele mostrar leucocitosis con des-

viación izquierda y aumento de la velocidad de sedimentación globular (VSG), que

tienen utilidad para monitorizar la evolución. Pueden realizarse cultivos de sangre,

heces y orina, serología y reacción en cadena de la polimerasa (PCR) para virus y

Mantoux. Según evolución y sospecha diagnóstica, puede estudiarse crioaglutini-

nas para descartar infecciones por Mycoplasma, serología para virus de Epstein-Barr

(VEB), anticuerpos antinucleares (ANA), factor reumatoide y hormonas tiroideas.

Puede observarse elevación leve de las troponinas cardiacas en los niños con peri-

carditis aguda.

Análisis del líquido pericárdico

En los casos en que esté indicada la pericardiocentesis (véase “Tratamiento”), se investigará: estudio citológico, bioquímico (proteínas, glucosa, colesterol y

triglicéridos), cultivos para virus, bacterias, hongos y micobacterias, densidad,

lactato deshidrogenasa (LDH), adenosina desaminasa (ADA) y tinción de Ziehl-

Neelsen.

Figura 2. Derrame pericárdico masivo con colapso diastólico de la pared del ventrículo derecho.

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Presión venosa central

Existe un aumento de la presión venosa central (PVC). La curva de presión se hace

monofásica. El descenso venoso “y” se atenúa y luego desaparece.

Pulsioximetría

Descenso de la saturación de O2 por vasoconstricción periférica.

PROTOCOLO DE ACTUACIÓN

Todo niño con sospecha de enfermedad pericárdica debe ser remitido al hospital para

estudio y tratamiento.

Son indicaciones de ingreso en UCI pediátrica: sepsis, shock séptico, insufi ciencia

cardiaca, alteraciones del ritmo, signos de taponamiento y derrames grandes.

Manejo del niño con sospecha de pericarditis

• Examen físico completo y anamnesis detallada (antecedentes de infección, fárma-

cos, traumatismos, enfermedad renal o neoplásica).

• Monitorización: frecuencia cardiaca (FC) y saturación de O2 continuos, frecuen-

cia respiratoria (FR), temperatura, tensión arterial.

• Se debe realizar ecocardiograma a todo niño con sospecha de enfermedad

pericárdica.

• Acceso venoso periférico.

• Exámenes complementarios en el primer escalón (a valorar según orientación

diagnóstica):

– Hemograma, VSG, PCR, creatinfosfocinasa (CPK), LDH, gasometría, función

renal y hepática, ionograma y proteinograma. Mantoux. Hemocultivos para bacterias

y virus. Serología (micoplasma, TORCH –toxoplasmosis, otras, rubeola, citomegalo-

virus, herpes–, VEB y adenovirus). Radiografía de tórax. Electrocardiograma.

• Cuando la historia clínica sugiera enfermedad de más de una semana de duración,

investigar: ANA, anti-ADN, anticuerpos antitejido, seroaglutinaciones, aislamiento

del bacilo de Koch en aspirado gástrico.

Tratamiento general

El tratamiento de la pericarditis es principalmente médico y se basa en reposo y anti-

infl amatorios, además del tratamiento etiológico, si lo hubiera.

1. Reposo en cama hasta desaparición de la fi ebre y del dolor.

2. Antiinfl amatorios:

• AINE: se administran durante un mínimo de 2 semanas y se retiran paulatinamente.

– AAS: 60-100 mg/kg/día en 3-4 dosis, durante un mínimo de 2 semanas. Control

de salicilemia.

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– Ibuprofeno: 15-30 mg/kg/día en 3-4 dosis.

– Indometacina: 1-3 mg/kg/día (máximo 100 mg/día) en 3-4 dosis.

• Colchicina: sola o asociada a antiinfl amatorios no esteroideos (AINE). La colchi-

cina parece ser el medicamento estrella en el tratamiento de la pericarditis recidivan-

te o incesante(14,15), y está en estudio su papel en el tratamiento inicial de la pericardi-

tis aguda.

La dosis inicial recomendada es de 0,02 mg/kg/día, pudiendo aumentarse cada día

hasta alcanzar la dosis deseada (no más de 1 mg/día, por lo general) según tolerancia

digestiva. La diarrea es el principal efecto limitante, y suele responder rápidamente a la

supresión del fármaco. La duración del tratamiento varía entre 6 y 18 semanas. Algunos

recomiendan mantener el tratamiento a dosis bajas (0,5 mg/día) durante un año(14,15).

• Corticoides: es controvertido su uso porque parece favorecer la recurrencia del

derrame, por lo que no son fármacos de primera elección en el tratamiento de la peri-

carditis aguda. Pueden estar indicados en casos de persistencia de dolor intenso o fi e-

bre alta, rebeldes a tratamiento con AINE, de más de 5 días de evolución: prednisolo-

na o metilprednisolona, 1-2 mg/kg/día. Generalmente es sufi ciente con una semana de

tratamiento y reducción progresiva según evolución. Si se presenta recurrencia duran-

te la retirada, se debe aumentar la dosis a la mínima que controló el cuadro y retirar-

los muy lentamente durante 2 o 3 meses.

3. Pericardiocentesis: el rendimiento diagnóstico de la pericardiocentesis es muy

bajo, por lo que no está justifi cada su realización con este fi n, salvo que se sospeche

pericarditis purulenta. Indicaciones para pericardiocentesis (nivel de recomendación

de clase I):

• Taponamiento cardiaco clínico (hipotensión, bajo gasto o shock) moderado o

severo, en presencia de un derrame pericárdico como mínimo moderado en el eco-

cardiograma.

• Sospecha de pericarditis purulenta.

4. Drenaje quirúrgico: preferible en caso de pericarditis purulenta; su equivalen-

te mayor, la pericardiectomía, está indicado en pericarditis constrictiva con clínica de

insufi ciencia cardiaca derecha severa (clase I) y en pacientes clínicamente intratables

(derrame pericárdico recidivante masivo tras pericardiocentesis de más de 6 meses de

evolución) (clase IIA). Es muy efectivo para evitar recaídas.

Tratamiento del taponamiento cardiaco

El objetivo del tratamiento es mejorar el gasto cardiaco y aliviar el taponamiento con

pericardiocentesis. Debe evitarse el uso de diuréticos y vasodilatadores. Hay que tener

en cuenta que la intubación y ventilación mecánica a presión positiva aumenta la pre-

sión intratorácica y disminuye aún más el gasto cardiaco. En caso necesario, deben

evitarse presiones positivas al fi nal de la espiración (PEEP) elevadas. Se suspenderá o

cambiará el tratamiento anticoagulante si lo hubiese.

Las medidas inmediatas a tomar, además de las generales descritas, son:

• Canalización de vena periférica.

• Colocar, si es posible, catéter venoso central.

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• Puede ser benefi ciosa la infusión rápida de líquidos, cristaloides o coloides

(20 mL/kg) previa a la pericardiocentesis.

• Inotrópicos: dopamina, dobutamina, adrenalina.

• Oxigenoterapia. Intubación si hay shock o insufi ciencia respiratoria severa.

• Pericardiocentesis: existen varias técnicas según la urgencia del caso y disponibi-

lidad de medios. De menor a mayor demanda tecnológica serían las siguientes:

– Pericardiocentesis a la cabecera del paciente, con monitorización de electrocar-

diograma (ECG) exclusivamente. Se realiza con una aguja o cánula, por vía subxifoi-

dea; el paciente estará colocado incorporado en la cama (45°). La aguja se introdu-

ce con un ángulo de unos 45° con la piel, dirigiéndola hacia el hombro izquierdo. Se

avanza lentamente retirando periódicamente el mandril. Cuando se atraviesa el peri-

cardio, se tiene la sensación de haber atravesado una membrana.

– Pericardiocentesis con control ecocardiográfi co además de ECG. Permite peri-

cardiocentesis muy completas, con inserción de catéteres intrapericárdicos en lugar

de agujas, que se pueden dejar durante un tiempo.

• Cuando el taponamiento no se soluciona con la pericardiocentesis o recidiva tras

la misma, hay que practicar drenaje quirúrgico. Éste puede ser el tratamiento inicial

de elección en caso de sospechar una etiología específi ca como la tuberculosa, ya que

permite la toma de biopsia del pericardio o la bacteriana(16).

EVOLUCIÓN

La evolución de la pericarditis suele ser hacia la resolución completa en el plazo de

2-4 semanas.

La recurrencia de la pericarditis (pericarditis recurrente) y el derrame es posible en

todas las formas etiológicas, bien por recurrencia de la enfermedad causante (séptica,

tuberculosa, reumática…) o de forma independiente al curso de la enfermedad, y se

produce en un 10-30% de los casos. En pediatría, la pericarditis vírica, la idiopática y

el síndrome post-pericardiotomía son las causas más frecuentes de pericarditis recu-

rrente. El manejo de la recurrencia debe ser igual al del brote inicial, valorando bien

si éste fue el correcto o no (periodo de reposo demasiado corto, dosis bajas de antiin-

fl amatorios o interrupción prematura de éstos).

Por lo general, se trata de una sola recidiva en las primeras semanas tras el brote ini-

cial, pero algunos pacientes pueden presentar brotes repetidos durante meses o años.

Cuando la recidiva aparece al intentar suprimir el tratamiento antiinfl amatorio o con

un intervalo de tiempo inferior a 6 semanas desde el inicio del brote inicial, se defi ne

como pericarditis incesante. Se desconoce la causa de esta evolución crónica de difícil

manejo terapéutico, pero se cree que se debe a una respuesta autoinmune(1,14,15).

La pericarditis constrictiva se debe a un proceso fi brótico que abarca ambas

hojas pericárdicas y que impide el llenado del corazón; es poco frecuente y de cau-

sa desconocida. La fi siopatología es similar a la del taponamiento, de instauración

lenta. Puede asociarse con cualquier tipo de pericarditis aguda, pero es una compli-

cación frecuente en la pericarditis tuberculosa y en la bacteriana, en las que puede

ser de aparición bastante precoz (a las pocas semanas o en los primeros 3 meses tras

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la fase aguda). En algunos pacientes incluso puede aparecer constricción ya duran-

te la fase aguda.

En la pericarditis constrictiva leve o moderada se mantendrá una actitud expectan-

te con controles clínicos frecuentes, ya que puede retroceder espontáneamente o con

tratamiento corticoideo. Si aparecen signos de insufi ciencia cardiaca derecha severa o

persistentes, la pericardiectomía es el tratamiento de elección.

FORMAS ESPECÍFICAS DE PERICARDITIS

Pericarditis aguda viral o idiopática

Se engloban en el mismo apartado, ya que clínicamente son indistinguibles y es

posible que muchas pericarditis idiopáticas sean causadas por infecciones virales no

identifi cadas.

Habitualmente los cultivos de virus en el líquido no son positivos, y se presume

la causa viral por un título en aumento de los anticuerpos séricos o por exclusión(1,2).

Con frecuencia está precedida por una infección de las vías altas, y suele ser de curso

benigno y autolimitado, con resolución completa en 3-4 semanas. Los derrames pleu-

rales asociados son frecuentes.

En algunos niños es posible la recurrencia (15-25% de los casos), después de sus-

pender el tratamiento, de forma inmediata o con un intervalo asintomático de semanas

o meses. Se postula que las recurrencias son debidas a mecanismos inmunológicos.

Puede complicarse con miocarditis asociada, taponamiento cardiaco y, muy raramen-

te, por el desarrollo de pericarditis constrictiva.

Pericarditis bacteriana o purulenta

Suele estar relacionada con una infección grave (neumonía con empiema, meningi-

tis, osteomielitis, septicemia, absceso hepático) con progresión de la infección por

extensión o, menos frecuentemente, por vía hematógena al pericardio. Actualmente,

el microorganismo más frecuente es el S. aureus, seguido del H. infl uenzae de tipo b.

Los niños con pericarditis bacteriana suelen presentar un estado tóxico con fi ebre alta.

La rigidez del pericardio debida al engrosamiento del mismo puede hacer que un

pequeño derrame dé lugar a una rápida progresión al taponamiento, así como a la peri-

carditis constrictiva. Es importante, por ello, la sospecha diagnóstica ante todo niño

con clínica de taponamiento y sepsis para realizar un rápido y adecuado tratamiento.

La pericardiocentesis proporciona el diagnóstico y un rápido alivio con sólo extraer

una pequeña cantidad de líquido, aunque el tratamiento defi nitivo suele requerir peri-

cardiectomía parcial quirúrgica (ventana pericárdica).

Debe iniciarse antibioterapia de amplio espectro enérgica hasta determinar el ger-

men, con cloxacilina o vancomicina asociadas a cefotaxima o ceftriaxona, y debe

mantenerse el tratamiento entre 6 y 8 semanas.

La curva febril, la VSG y la serie blanca son los parámetros que se utilizan para

valorar la respuesta al tratamiento.

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Pericarditis tuberculosa

Es poco frecuente en nuestro medio. Se cree que supone un 1-4% de las infecciones

por Mycobacterium tuberculosis. Se produce por invasión directa o por extensión lin-

fática desde los ganglios mediastínicos. La pericarditis puede ser aguda o subaguda,

con formación de granulomas en el tejido pericárdico con gran tendencia a pericardi-

tis constrictiva. La evolución al taponamiento también es frecuente.

El diagnóstico de pericarditis tuberculosa resulta a veces difi cultoso. No debe basar-

se en la presencia de pericarditis en un paciente con Mantoux positivo exclusivamen-

te. Por lo general, el diagnóstico se realiza en el contexto de pacientes con pericarditis

a los que se diagnostica tuberculosis extracardiaca y se aísla el bacilo fuera del peri-

cardio. Un elevado título de ADA en el líquido pleural o pericárdico es también muy

sugerente de pericarditis tuberculosa. El diagnóstico defi nitivo requiere aislar el baci-

lo en líquido pericárdico o biopsia pericárdica. En los últimos años, la determinación

de PCR frente a M. tuberculosis en líquido o tejido pericárdico ha permitido un rendi-

miento diagnóstico mayor y más precoz.

Además del tratamiento antibiótico con tres o cuatro fármacos durante 9-18 meses,

los esteroides parecen ser efi caces para reducir la infl amación en la fase aguda y mejo-

rar la evolución(17).

Síndrome post-pericardiotomía

Se presenta habitualmente de 2 a 6 semanas después de la cirugía cardiaca con apertu-

ra de pericardio, aunque se han descrito casos de inicio a las 12 o 52 semanas. Es más

frecuente en cirugía cardiaca en niños, y en la cirugía de la comunicación interauricu-

lar, comunicación interventricular y de la tetralogía de Fallot.

Suele ser un cuadro autolimitado en 2-3 semanas. Se caracteriza por fi ebre, dolor

torácico, disnea y derrame pericárdico. Algunos casos progresan a taponamiento. Se

acompaña de leucocitosis y elevación de parámetros infl amatorios. Es frecuente tam-

bién la presencia de signos y síntomas de afectación pleural (izquierda sobre todo)

concomitante.

La patogenia es desconocida, pero se postulan mecanismos inmunológicos no bien

conocidos.

La recidiva es infrecuente, pero cuando se produce puede tener lugar meses o años

después del evento inicial(18,19).

La medida de tratamiento más importante es el reposo en cama hasta la desapari-

ción de la fi ebre. Se administrarán AINE para el dolor, y en casos de afectación impor-

tante puede indicarse prednisona (2 mg/kg/día, 3 semanas, con reducción progresiva).

En caso de taponamiento, está indicada la pericardiocentesis.

Pericarditis neoplásica

La pericarditis neoplásica es resultado de la extensión pericárdica directa, la metásta-

sis linfática de un tumor intratorácico primario o la diseminación hematógena de una

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neoplasia. En niños, los tumores que metastatizan en el pericardio con más frecuencia

son las leucemias y los linfomas.

El diagnóstico se basa en la identifi cación de células malignas en el líquido

pericárdico.

El taponamiento cardiaco es frecuente, y los derrames recurrentes constituyen a

veces un problema terapéutico. Los pacientes con taponamiento deben ser sometidos

a pericardiocentesis, dejando un catéter intrapericárdico para drenaje conectado a un

sistema de aspiración en vacío(1). La persistencia de derrame importante después de

7 días o la recidiva tras retirada del drenaje con taponamiento pueden ser indicación

de instilación de tetraciclina en la cavidad pericárdica.

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