Pensamiento y lenguaje

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“No soy capaz de expresar lo que pienso” Diferencias estructurales entre Pensamiento y Lenguaje Lic. Norith Ramos Vela

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“No soy capaz de expresar

lo que pienso” Diferencias estructurales entre Pensamiento y Lenguaje

Lic. Norith Ramos Vela

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“NO SOY CAPAZ DE EXPRESAR LO QUE PIENSO” Lic. Norith Ramos Vela

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PENSAMIENTO Y LENGUAJE

Con regular frecuencia suele pasarnos que no es tan sencillo expresar en

palabras las ideas que tenemos en nuestra mente. Dada esa experiencia, parece

que hubiera un cierto abismo entre lo que pensamos y lo que queremos expresar,

o dicho de otra manera: nos es difícil verbalizar nuestros pensamientos. Pero,

¿por qué es así?, ¿Qué elementos están interviniendo en este proceso en el que,

en principio, el lenguaje concretiza al pensamiento?

Partiendo por definir el lenguaje, podríamos citar a Ríos (2009), que

señala que “el lenguaje brinda la oportunidad al emisor o receptor de otorgar los

significados de un texto de acuerdo a sus propias experiencias y características

lingüísticas” (p. 58). Por un lado, sabemos que el modo de expresión humana no

se agota en el recurso de la palabra, ya sea que esta fuese oral o escrita. Incluso,

el hecho mismo de expresar correctamente en forma oral nuestras ideas no

asegura que resulte fácil escribirlas después ya que son habilidades diferentes

tanto el hablar como el escribir. Hablar, de por sí es una habilidad comunicativa

que tiene como protagonista al emisor, por tanto, hablar, como toda habilidad

requiere praxis y formación continua.

Por otro lado, Carneiro (2008), nos da una aproximación en torno a esta

aparente dicotomía práctica entre pensamiento y lenguaje. En su palabras, este

autor, señala que aquella dificultad podría deberse a que “es cualitativamente

distinto lo que está en nuestra mente en una masa amorfa y lo que logramos

expresar […] porque al plasmar el pensamiento en una existencia concreta, hay

que darle un orden para que este pueda ser entendido” (p. 24). La realidad es

que no siempre es tan fácil darle un orden a las ideas para expresarlas

posteriormente. Aquello implica el desarrollo de habilidades concretas y para ello

se trabajan estrategias específicas en el aula para desarrollar el pensamiento y

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el lenguaje tal como exposiciones, debates, coloquios en pares, juegos mentales

con imágenes y palabras, entre otras.

En cuanto al uso de las herramientas de comunicación para expresar el

pensamiento, Prado (2004), expone que la lengua es un instrumento eficaz en

este proceso y en ello radica su importancia porque la lengua nos permite,

conocer y entender el mundo que nos rodea, ayuda a organizar nuestros

pensamientos y, por supuesto, es el medio por el cual comunicamos todo aquello

que elegimos comunicar. En ese sentido, el lenguaje puede ser comprendido

como un sistema para transformar y conocer el mundo y es a su vez el vehículo

fundamental para comunicar las ideas. Así mismo constituye el elemento

principal del desarrollo social y evolutivo de la persona pues esta es la

herramienta apropiada para comunicar experiencias así como los nuevos

conocimientos. Por ejemplo, en cuanto al desarrollo mismo de la ciencia, no sería

posible -sin el lenguaje- el último paso del método científico que consiste

precisamente en la comunicación de resultados.

Se dice comúnmente que el lenguaje busca representar la realidad, pero

hay quienes consideran que la realidad misma ya es lenguaje. Si profundizamos

un poco más podremos darnos cuenta que todo lo que llamamos conocimiento

es lenguaje y no podemos pensar nada fuera del lenguaje. El concepto mismo

en la cabeza del sujeto que piensa ya es lenguaje. Dicho de otra manera: nada

existe fuera del lenguaje o como diría el filósofo Jacques Derridá “nada hay fuera

del texto”, entonces ¿es el lenguaje solo un medio de expresión? ¿Es verdad

que el lenguaje expresa nuestros pensamientos?

Podemos abordar nuestras reflexiones a partir de algunas nociones

acerca de cómo conocemos lo que nos rodea porque la esencia misma de las

cosas no escapa del lenguaje; no se trata de simples nombres que configuran la

cosa, no es simple nominalismo, podríamos decir más bien que el lenguaje

constituye la esencia de la cosa porque la cosa existe siendo lenguaje.

Veámoslo de la siguiente manera para entenderlo mejor. La persona se

aproxima a la realidad que constituye en sí un estímulo sensorial por lo que

nuestros sentidos terminan respondiendo ante ella; la mente conoce dicha

realidad mediante el ejercicio intelectual de la abstracción tomando de la cosa

su esencia; posteriormente, formula un concepto o idea en base a la realidad

conocida; finalmente la persona le ofrece un sentido al concepto y lo comunica.

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Todo ese proceso epistemológico sería imposible sin el lenguaje. Abstraemos,

formamos conceptos – que en sí mismos ya son lenguaje en cuanto que

constituyen la imagen mental de la realidad conocida –, por ello se dice que el

lenguaje comporta un carácter biplánico. Finalmente cuando comunicamos los

pensamientos lo hacemos de una forma distinta de cómo ellos existen en nuestra

estructura interna. Distinta pero no distante. Así el lenguaje no se limita

simplemente a expresar nuestros pensamientos como un apéndice de ellos sino

que subsiste como una entidad propia pero íntimamente ligada al pensamiento.

¿Es difícil expresar lo que pensamos? De hecho esta dificultad es una

experiencia real. Me atrevo a señalar que quizá la problemática versa en aquello

que sucede internamente durante el proceso de la adquisición del conocimiento.

Sobre esto sabemos que la nueva información se asocia con los conocimientos

que están de base en nuestra estructura cognitiva interna. Por ello Ausubel

(2002), señala que el lenguaje es aquello que permite la adquisición de nuevos

conceptos. De esta manera, fluye un nuevo concepto, dicho de otro modo, un

nuevo pensamiento nace del encuentro entre lo nuevo y lo existente y a su vez

este se convierte en un pensamiento diferente que hay que comunicar.

Si hablamos de comunicar hablamos de palabras, pero las palabras son

apenas una pequeña porción de lo que en su amplitud significa el lenguaje que

se expresa en su oralidad y en la modalidad escrita (aunque no solo se limita a

estas dos formas). Sin embargo nada se puede decir de aquello que nunca se

ha tenido experiencia ya que el concepto es lo que nuestra mente concibe en su

encuentro con la realidad. Incluso los elementos imaginarios, que no existen

como entes objetivos, pueden ser creados y recreados en nuestra mente a partir

de la conjunción de elementos que sí existen asociando uno y otro concepto.

Dicho de otra manera, como afirmaba la filosofía escolástica “nada hay en mi

mente que antes no haya pasado por mis sentidos” (Tomas de Aquino). Es

precisamente después de la experiencia que logramos formar un concepto -

curiosamente para devolverlo a la realidad de donde fue extraída-, haciéndolo

explícito a través de las palabras mismas.

Como se dijo anteriormente, el lenguaje – como herramienta compleja –

es un elemento de socialización y puesto que la sociedad no es una realidad

estática, el lenguaje se entiende entonces como un proceso necesariamente

dinámico, cambiante y perfectible. Nuevos códigos surgen, algunos cambian y

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otros desaparecen con el tiempo, pero la realidad es la misma: el ser humano

necesita del lenguaje para subsistir y desarrollarse en su condición de persona

porque “el lenguaje posibilita nuevas formas de pensamiento y de

conocimientos” (Ríos, 2009). El ser humano necesita comunicarse para lograrse

como persona y encontrarse con los demás.

Es por el lenguaje que el ser humano logra desarrollarse en sociedad y

aportar a su crecimiento y en dicha actividad la palabra, como un elemento más

concreto, es el material privilegiado e idóneo que abre paso a la generación del

diálogo como elemento de trasmisión de experiencias y no solamente de

exposición de conceptos.

Es curioso notar, hasta aquí, que de la misma manera en la que se

relacionan interiormente los conceptos en nuestra estructura cognitiva abriendo

paso a un nuevo conocimiento, así también se relacionan nuestras palabras

como expresiones metafóricas de la realidad dando paso a un nuevo proceso

socializador. Y decimos “expresiones metafóricas” porque la palabra no agota

esta realidad tan insondable e inabarcable como lo es el lenguaje que existe

siendo pensado.

Pero, sabiendo que el pensamiento está tan íntimamente implicado con el

lenguaje y el pensamiento mismo existe como lenguaje implícito, ¿Por qué

entonces, surge esta dificultad que se expresa en la siguiente frase: “no soy

capaz de expresar lo que estoy pensando”? El camino a la respuesta parece que

puede ir por el lado de las diferencias de habilidades que ello implica.

Como diría Carneiro (2008) a propósito de esto: “no es lo mismo creer que

se tiene ideas sobre un tema que poseerlas efectivamente y poder expresarlas”

(p. 24). Y es que “expresar lo que estoy pensando” implica, como mínimo, el

dominio de una destreza: explicar. Ya sea que la persona lo ejecute escribiendo

o hablando.

Lo cierto es que son muchos los estudiantes que se enfrentan a esta

dificultad de expresar sus pensamientos, incluso entre la gente que ya ha

superado el espacio de la escuela; el temor frente al papel en blanco, el no saber

por dónde empezar, son muestras más que elocuentes que reafirman esta

realidad. Sin embargo, en el desarrollo de habilidades concretas trabajadas en

las diversas áreas, cada uno va encontrando en el camino la mejor forma de

expresar sus ideas.

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Por otro lado, sabemos que, el sujeto, en relación a otro, no puede decir

nada de una idea o de un pensamiento mientras que no sea explicitada a través

de la palabra o un código concreto. Los pensamientos se quedan en la persona

hasta que la persona misma sea quien decida comunicarlos a los demás.

Pero, ¿de quién aprende el sujeto? Por lo general aprende de la

experiencia de otros, él mismo es protagonista de su aprendizaje, y en ese

sentido siendo protagonista no se encuentra solo. En un contexto educativo

formal, por ejemplo, será el docente quien ayude a trasparentar las ideas del

estudiante a través de herramientas claves que harán más concretas las ideas:

los materiales educativos.

Los materiales, por su naturaleza física, hacen concreto el lenguaje y a su

vez comportan un significado. No olvidemos que nuestro modo de conocer es

sensorial y en parte la dificultad de expresar los pensamientos está en que las

ideas y las palabras a veces nos resultan muy abstractas y no encontramos cómo

decirlas. En tal sentido, el material educativo para el desarrollo de las habilidades

intelectuales es importante y necesario porque, además de trasportar los

contenidos, favorece el aprendizaje significativo y coadyuva a la adquisición de

destrezas y habilidades concretas en el camino del aprendizaje (García y Chapi,

2000).

Por su naturaleza, los materiales educativos aportan un apoyo realmente

importante en cuanto que constituyen un medio para el desarrollo de habilidades

cognitivas y no tan solo se limitan a ser canales por donde viaja la información.

En este sentido, desde su labor propia, el docente será quien posibilite en el

estudiante el desarrollo de destrezas y entre ellas está la destreza de saber

explicar. Explicar con coherencia ya sea que se hable o que se escriba. Como

se dijo anteriormente, hablar y escribir significan para la persona – desde su

papel como emisor – habilidades diferentes.

Para señalar brevemente la importancia de los materiales educativos en

el proceso de enseñanza – aprendizaje, fue necesario considerar previamente

que el proceso de aprendizaje en el ser humano se logra en base a la experiencia

sensible, es decir a través de los sentidos. De esta manera los sentidos

constituyen la puerta de acceso al conocimiento y por ende también toman parte

en el proceso de la elaboración de conceptos y así la adquisición de nuevos

conocimientos en el proceso de Aprendizaje.

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Según Flores (2001), “son materiales educativos todos aquellos

elementos que son utilizados durante el proceso de enseñanza-aprendizaje y

sirven de apoyo para generar los aprendizajes” (p. 11). Como se hubo señalado

líneas arriba, explicar es una destreza importante aunque de un nivel básico. En

la medida que se desarrolle aquella y otras destrezas más de niveles inferencial

y criterial (o niveles superiores), se irá reduciendo la brecha que separa a

nuestros pensamientos de la capacidad de poder expresarlas adecuadamente

ya sea mediante la oralidad o la escritura.

Por tanto, los materiales educativos, son instrumentos elaborados con

fines pedagógicos que sirven para transmitir el mensaje o contenido que se

pretende comunicar en un contexto educativo. Precisamente el nombre en sí ya

resalta el carácter mismo de los materiales educativos ya que son el soporte

físico de una sesión de aprendizaje para afianzar el desarrollo de una destreza.

Hay algunos autores que señalan diversos nombres para estos soportes

concretos y los agrupan en un solo concepto (Hidalgo, 2002). Así por ejemplo,

los materiales educativos son recursos o medios físicos diseñados para servir de

soporte o complemento en el desarrollo de las sesiones y que han sido

elaborados con una intencionalidad didáctica, mientras que los recursos

didácticos en cambio son aquellos instrumentos que sin ser diseñados o

pensados con fines de enseñanza tienen, sin embargo, el potencial para ser

utilizados en el campo de la Educación (Tueros, E. 1998).

Los Materiales Educativos constituyen una herramienta de ayuda tanto

para el docente como para el alumno; al docente no le basta dominar el tema

para su clase sino que es necesario que éste sepa comunicar aquello que

argumenta saber pero con un lenguaje sencillo, concreto y a la vez atrayente

para el joven estudiante. Dado que los alumnos son agentes activos del proceso

aprendizaje – enseñanza, los materiales educativos cobran singular importancia

en la tarea de incorporar los aprendizajes, porque con la ayuda de estas

herramientas los alumnos se convierten en autores de aquello que aprenden

cómo lo aprenden. Se convierten en agentes activos y no pasivos.

Quizá los materiales educativos se concentren más en el quehacer del

docente mientras que el estudiante puede encontrar también sus propias

estrategias para aprender. Los esquemas mentales que se expresan en los

mapas conceptuales, mapas mentales u otros organizadores visuales que

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organizan el pensamiento y lo hacen más fácil de ser comunicado

posteriormente. Por su parte Martiniano Román, a esta forma de organización

del conocimiento, lo llamaría – en su propuesta del Modelo T –, “arquitectura del

conocimiento”. De esta forma se favorece la elaboración de esquemas mentales

y así organizar mejor los contenidos, puesto que la realidad misma

constantemente nos comunica información y además juegan un papel importante

la sensación, la percepción y la memoria (así como también el olvido, tan

importante como la propia memoria).

Sin embargo, un elemento importante a tener en cuenta aquí, en relación

a los materiales educativos y su carácter de apoyo al proceso de aprendizaje es

la estrategia o conjunto de estrategias que el docente aplica para encaminar al

estudiante hacia su encuentro con el aprendizaje. Los medios no son agentes

que actuarían por sí solos si no fuera porque cobran su sentido en medio de la

labor del docente.

De esta manera puede hablarse acerca de las estrategias para desarrollar

el pensamiento y el lenguaje con la ayuda de los materiales. Estas estrategias

comportan el desarrollo de habilidades comunicativas básicas para la expresión,

comprensión y / o asimilación de los contenidos ya sea a través de la observación

de una imagen, la participación de un video fórum, la presentación de un tema

mediante un exposición, las actividades lúdicas, los diálogos, juego de roles,

mesas redondas o debates y así cada uno de ellos irá realizando un aporte

verdaderamente significativo para afinar destrezas ya sea que la persona se

encuentre actuando como receptor o emisor durante el proceso comunicativo.

Finalmente, como reflexión de cierre, queda el preguntarnos en qué

medida nuestras sesiones pedagógicas incluyen actividades eficaces para el

desarrollo del pensamiento y las habilidades comunicativas. Si nuestras

sesiones están centradas tan solo, según enfoques clásicos en la transmisión de

la información, deben asumirse cambios de enfoque o generar propuestas más

modernas para la implementación de métodos que den resultados mejores y

preparen a nuestros estudiantes para afrontar los desafíos de nuestra sociedad

actual comunicándose asertivamente, expresándose con coherencia,

asumiendo un rol más protagónico con lo que sabe y lo que hace.

Expresar lo que pensamos ya no debe ser una dificultad sino una

posibilidad nueva de sentir y vivir nuestras emociones y experiencias con fluidez

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y confianza. Si bien es cierto el lenguaje (como un pálido reflejo de la realidad y

de lo que coexiste como imagen mental en nuestros pensamientos), es mucho

más universal que el habla o la expresión oral y escrita, no obstante la necesidad

de comunicar está siempre ahí y es más reconfortante saber que quienes nos

escuchan de alguna u otra manera participan de lo que sentimos, vivimos,

sabemos y pensamos.

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REFERENCIAS

- Ausubel, D. (2002). Adquisición y retención del conocimiento:

una perspectiva cognitiva. Barcelona, España: Paidós.

- Carneiro, M. (2008). Manual de redacción superior. Lima, Perú: San

Marcos.

- García, P., Chapi, P. (2000). Metodología y Tecnología Educativa para la

innovación de la calidad docente. Lima, Perú: Fecat.

- Flores, I. (2001). Elaboración de materiales educativos con recursos de la

zona. Perú: MINEDU

- Hidalgo, M. (2002). Materiales educativos, aplicable a educación inicial,

primaria, secundaria y superior. Perú: INADEP.

- Prado, J. (2004). Didáctica de la lengua y la literatura para educar en el

siglo XXI. Lima, Perú: La Muralla.

- Ríos, I. (2009) Influencias del lenguaje y origen de un lector en la

formación de conductas preventivas. Tesis doctoral publicada. Barcelona:

Universidad Pompeu Fabra.

- Tueros, E. (1998). Medios y materiales educativos. Lima, Perú: PUCP.