Tres jornadas de trabajo femeninas

Carlos Mario Cano Restrepo

Barriendo con los muertos

Tengo en este cementerio a mi madre, a unas tías y a mi esposo. Yo heredé el puesto de mi mamá que estuvo aquí 20 años. Ella decía que este trabajo era una bendición de los cielos... Y yo digo lo mismo.

Stella Molina

He visto gente que es muy fiel a sus difuntos: hay mamás que arreglan las tumbas y traen bombas para celebrarles el cumpleaños a sus hijos muertos, hay otros que -sin mentirle- llevan más de cuatro años sin

que los visiten.

Llevo 19 años trabajando aquí y soy la única mujer encargada del mantenimiento en el Cementerio. A mí no me toca exhumar, yo me encargo de barrer, organizar la cocina y quitar las telarañas y flores

podridas de las tumbas.

El Cementerio ha cambiado mucho y hoy está más bonito: antes

no existía el Sagrado Reposo ni la sala de

velación tan organizada. Lo que hay ahora es una plaga de

mosquitos, ya muy controlada, porque

tenemos mucha gente fresquecita.

Hace como dos años empezó el panteón de las Fuerzas Militares y ya están que lo llenan. Yo sufro parejo con las mamás de ellos porque uno se pone en su lugar: yo tengo un hijo que lleva 15 años en el ejército.

Las tardes se me hacen eternas, más si no saco el radio. Yo a mi mamá y a mis muertos les tengo su ramito artificial y raramente les compro

flores, ¿para qué? Si al día o máximo a los tres días ya están convertidas en basura.

Sacristana a término definido

Las misiones son peores que las profesiones, no consienten un no como respuesta y exigen disposición plena: “Hoy es mi día de descanso pero hay misa a las siete y media, eucaristía de fin de novena a las nueve y un funeral a las cuatro de la tarde”.

“El 11 termino el reemplazo que estoy haciendo. Todo esto lo he pensado como algo temporal porque mi tarea siempre ha sido la de ama de casa”

“En la Iglesia todo tiene su significado: que la mesa se llame credencial, que haya un presbiterio, un sagrario y unos altares tiene su razón de ser.

Yo me tomo este trabajo como es, como si cada cosa que hago fuera sagrada”.

María Elvira Méndez también es catequista de niños de Primera Comunión y lectora de la comunidad. Ha hecho tres semestres de antropología teológica en la Escuela Bíblico-teológica de Sabaneta y durante un año completo asistió a un curso de preparación de

lectores y Biblia.

“Yo me siento reconfortada espiritual y materialmente con lo que hago. He alcanzado una gran fortaleza espiritual y me encanta el contacto con la comunidad”.

“En este trabajo a uno no lo ven pero todo tiene que salir perfecto. El padre no es de los que felicita ni habla mucho, por eso si se queda

callado significa que todo estuvo bien”.

“Yo volié machete, recogí café, volié azadón, lidié toros de casta, tuve hijos y después me puse a estudiar. Ahora es que vivo bueno”.

Pasión por las vacunas

Miriam Tapiero recorre barrios, sube lomas y atraviesa veredas aplicando vacunas de ocho a seis. A veces se le alarga la jornada, a veces trabaja los domingos; a veces -cuando termina el trabajo- se

va a bailar para descansar las piernas.

“¿A ti te ha picado alguna vez una avispa?”Distrae a los niños, los engaña. Limpia, mide, se inclina y chuza. Firme y

sin duda. “¿Quién sigue?”

Experiencia garantizada: 12 mil dosis aplicadas en tres años, 3.664 en una semana, 642 en un día. Las pieles más suaves: las de los niños y las de algunas mujeres.

“Hay otros que tienen piel de mula”.

“No la mire mi reina. A uno le da miedo es cuando ve la aguja”.

“A mí no me importa si es niño, joven o adulto. A mí lo que me gusta es chuzarlos, por eso mis compañeras me

dicen que soy una desgraciada”