Muela del diablo

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Denuncian pobladores del sector Emplean la Muela del Diablo para actos superticiosos y alejan a los visitantes “Vela de calavera: Para vencer enemigos, ladrones y traidores, esta vela debe quemarse en siete días seguidos empezando del día lunes...” Iván Ledezma M. Entre brumas y riscos amenazantes se yergue la “Muela del Diablo”, es un solo bloque lítico que integra una cadena montañosa aledaña al cerro Illimani. La “Muela del Diablo”, así bautizada por tratarse de una colina con forma de una muela cariada y gigantesca, es aledaña al barrio “El Pedregal” de la zona sur, situada en el sector municipal II y a 3775 m.s.n.m., sin embargo algunas personas realizan allá actos supersticiosos que alejan a los visitantes, manifiestan con evidente molestia pobladores de las cercanías que temen identificarse. Este fenómeno lítico donde puede evidenciarse piedra pizarra, sería resultado de milenarias erupciones volcánicas que arrastraron grandes cantidades de lava y/o de movimientos geológicos que determinaron la actual configuración de la región andina, sin embargo no deja de admirar al visitante intrigado por el origen de la “Muela del Diablo” que puede contemplar un extenso y atractivo panorama desde aquella cima, donde se observa la ciudad de La Paz con sus edificios, fundida en un solo paisaje con cerros, lagunas, caseríos y praderas. Tal vez sea un achachila, una fuente de energía y por supuesto, un mirador natural. Es lamentable que las paredes de la “Muela del Diablo” hayan sido profanadas con inscripciones hechas con pintura en spry que anuncian nombres, lemas y consignas de pandillas, particulares y visitantes irresponsables que no precisamente son homenaje a la naturaleza. De igual modo hay restos de basura, botellas desechables y envolturas.

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Denuncian pobladores del sector

Emplean la Muela del Diablo para actos superticiosos y alejan a los visitantes

“Vela de calavera: Para vencer enemigos, ladrones y traidores, esta vela debe quemarse en siete días seguidos empezando del día lunes...”

Iván Ledezma M.

Entre brumas y riscos amenazantes se yergue la “Muela del Diablo”, es un solo bloque lítico que integra una cadena montañosa aledaña al cerro Illimani. La “Muela del Diablo”, así bautizada por tratarse de una colina con forma de una muela cariada y gigantesca, es aledaña al barrio “El Pedregal” de la zona sur, situada en el sector municipal II y a 3775 m.s.n.m., sin embargo algunas personas realizan allá actos supersticiosos que alejan a los visitantes, manifiestan con evidente molestia pobladores de las cercanías que temen identificarse.

Este fenómeno lítico donde puede evidenciarse piedra pizarra, sería resultado de milenarias erupciones volcánicas que arrastraron grandes cantidades de lava y/o de movimientos geológicos que determinaron la actual configuración de la región andina, sin embargo no deja de admirar al visitante intrigado por el origen de la “Muela del Diablo” que puede contemplar un extenso y atractivo panorama desde aquella cima, donde se observa la ciudad de La Paz con sus edificios, fundida en un solo paisaje con cerros, lagunas, caseríos y praderas. Tal vez sea un achachila, una fuente de energía y por supuesto, un mirador natural.

Es lamentable que las paredes de la “Muela del Diablo” hayan sido profanadas con inscripciones hechas con pintura en spry que anuncian nombres, lemas y consignas de pandillas, particulares y visitantes irresponsables que no precisamente son homenaje a la naturaleza. De igual modo hay restos de basura, botellas desechables y envolturas. Para llegar al sector que corona la “muela”, es necesario ascender caminando por un tortuoso sendero.

La caries del diablo

Como a semejante muela no podía faltarle una carie, la suya consiste en una pequeña cueva de un diámetro aproximado de dos metros por uno y medio hasta acabar en ángulo cerrado. Está situada en la base de la muela, apuntando hacia el noroeste. Es una caverna en la que suelen realizarse ritos de brujería, no sabemos si magia blanca o negra, según cuentan indignados pobladores de caseríos aledaños. Al interior hay algunas botellas de cerveza, enigmáticas inscripciones trazadas con tiza o pintura negra descuellan en las paredes ennegrecidas por el humo de las fogatas que allí dentro realizan quienes efectúan misteriosas ceremonias.

Inclusive al hurgar entre los restos de las fogatas, fue posible hallar una sorprendente tira de papel que contenía una inscripción tipografiada. Una fracción suya era algo así como una invocación a un santo católico para obtener determinados favores (San

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Jerónimo, un predicador penitente que vivió hace más de mil quinientos años en una región de Croacia). Otra fracción que encabezaba la tira de papel decía...“Vela de calavera: Para vencer enemigos, ladrones y traidores, esta vela debe quemarse en siete días seguidos empezando del día lunes...” y observamos restos de velas de colores en el suelo y las oquedades Alguien comentó que no había que leer todo eso porque podía atraer maldiciones a quien lo hiciese. De modo instintivo soltamos con repugnancia la tira de papel y la echamos lejos nuestro, más bien la dejamos donde originalmente se encontraba.

Praderas y caseríos

Como custodiando la “Muela del Diablo”, a los pies existe una pequeña población, más bien un caserío que cuenta con alrededor de ochenta habitantes más sus animales. La gente del lugar se dedica al cultivo de hortalizas y al pastoreo de vacas y ovejas para su ordeñado y posterior comercialización de leche. Sin embargo el sector adolece de servicios básicos tales como agua potable y energía eléctrica.

La gente, tanto para el regado, para sus animales y su propio consumo debe dotarse de agua de pozo, no hay instalaciones de drenaje y apenas existe un servicio higiénico común (una especie de pozo ciego) para toda esa población. Pero sí existe una escuela más su respectiva cancha deportiva polifuncional. También hay una “tiendita”, contamos como tres puestos de venta que ofrecen bebidas en botellas desechables, algunas golosinas y otros alimentos, pero claro, sólo algunos fines de semana. Ah, no observamos ningún basurero ni contenedor para uso público.

Piedras, pastos y lealtad hasta después de la muerte

Al sector se puede arribar en vehículo particular desde el barrio El Pedregal por un camino lleno de piedras medianas (seguramente el barrio es llamado así por aquellas particularidades geológicas). Es una vía dificultosa, estrecha y accidentada de algo más de medio kilómetro, la senda fue abierta gracias a un tractor con ruedas de oruga, pero ahí se quedó. No cuenta con asfalto, ripio ni empedrado. Transporte público no hay, de ninguna clase.

En el trayecto existe un pequeño cementerio rural...cruces, algunas lápidas, jarrones con muchas flores. Durante una de las visitas al sector observamos a un perro recostado sobre la lápida del que en vida fue su amo. Seguramente el can permanecerá así sin comer ni beber hasta el último hálito de vida, con tal de seguir a su dueño. El verdor del paisaje es edénico y apacible, donde pasto fresco y cultivos de hortalizas forman con el cielo, nubes blancas, algunas lagunillas y las montañas un cuadro natural, una excepcional obra de arte.

Narran los pobladores que las dos lagunillas del lugar son naturales y les sirven como depósitos de agua (turbia), allí pereció al menos una persona, se trataba de un grupo de jóvenes que visitó el lugar, pero uno de ellos creyó ver joyas de plata u otros objetos metálicos al fondo de las aguas...no es más, se quitó la ropa y se sumergió para extraerlos. Pese a estar sujeto a una soga que portaba un compañero suyo, tras sumergirse no salía, entonces fue jalado pero los jóvenes encontraron la soga vacía...su amigo pereció succionado por las tierras movedizas del fondo.