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69 Revolución de Mayo en Buenos Aires y Guerra de Independencia constituyen, para la historiografía argentina, dos términos estrechamente unidos en tanto los sucesos que tuvieran lugar en 1810 en la capital del virreinato del Río de la Plata habrían de desencadenar una guerra que tendrá lugar fundamentalmente en las provincias altoperuanas y en la provincia de Salta, resultante esta última de la fragmentación de la Intendencia de Salta del Tucumán dispuesta por el director supremo Gervasio Posadas en agosto de 1814. En el transcurso de la misma, la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de América del Sur, en la ciudad de Tucumán el 9 de julio de 1816, a la vez que afirmaba el sentido anticolonial de la guerra expresaba un anhelo que sólo podría conseguirse con la derrota del poder realista en América del Sur. Triunfaba así un proyecto político más amplio y radical que excedía a la jurisdicción del ex virreinato, hasta ese momento el escenario de la revolución rioplatense. En el transcurso de los años que mediaron entre 1811, cuando Juan José Castelli al frente del Ejército Auxiliar del Perú se detuvo en el río Desaguadero –límite del virreinato del Río de la Plata con el del Perú–, y enero de 1817 cuando José de San Martín emprendió el cruce de los Andes, la guerra desencadenada en los espacios andinos del ex virreinato impulsó cambios estratégicos de envergadura. A principios de 1814 y luego de la segunda derrota en el Alto Perú del Ejército Auxiliar enviado por Buenos Aires, José de San Martín, quien había reempla- zado como jefe de ese ejército a Manuel Belgrano dispuso enfrentar a los realistas que ocupaban el territorio salto-jujeño, desarrollando allí una guerra de guerrillas. 1 Esta decisión resultó definitoria para la dinámica de la Guerra de Independencia en los Andes del sur. Fueron responsables de implementar esta estrategia Martín Miguel de Güemes, militar natural de Salta a quien José de San Martín nombró Teniente Coronel de Vanguardia emplazado en la frontera sur de la jurisdicción de la ciudad de Salta y Apolinario Saravia, capitán de Milicias de la provincia de Salta en el departamento de Guachipas al sur del valle de Lerma. De esta manera Salta y Jujuy se incorporaron “a la guerra de montaña” y de recursos que se libraba desde 1811 en las Provincias Altoperuanas. Pocos meses después, luego de abandonar la jefatura del Ejército Auxiliar del Perú, San Martín fue designado gobernador de Cuyo, donde comenzó a organizar fuerzas militares con la finalidad de cruzar los Andes para batir a los realistas en Chile y el Perú. La derrota por tercera vez del Ejército Auxiliar del Perú a fines de 1815, fortalecerá la estrategia sanmarti- niana, e impulsará la declaración de la independencia en los momentos más difíciles y complicados de la revolución. * Proyecto PIP CONICET 7063 y PICTO Agencia 36715. 1 Fue Manuel Dorrego quien aconsejó a San Martín acerca de la inutilidad de mantener tropa de línea en Salta ponderando las posibi- lidades que en cambio ofrecería la ofensiva sorpresiva de grupos milicianos. La Guerra de Independencia en Salta. Güemes y sus gauchos* SARA E. MATA UNSA / CONICET 1810-1860 LA INDEPENDENCIA Y LA ORGANIZACION NACIONAL 1 CAPÍTULO

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Revolución de Mayo en Buenos Aires y Guerra de Independencia constituyen, para la historiografíaargentina, dos términos estrechamente unidos en tanto los sucesos que tuvieran lugar en 1810 en la capital delvirreinato del Río de la Plata habrían de desencadenar una guerra que tendrá lugar fundamentalmente en lasprovincias altoperuanas y en la provincia de Salta, resultante esta última de la fragmentación de la Intendenciade Salta del Tucumán dispuesta por el director supremo Gervasio Posadas en agosto de 1814. En el transcurso de lamisma, la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de América del Sur, en la ciudad de Tucumánel 9 de julio de 1816, a la vez que afirmaba el sentido anticolonial de la guerra expresaba un anhelo que sólo podríaconseguirse con la derrota del poder realista en América del Sur. Triunfaba así un proyecto político más amplio yradical que excedía a la jurisdicción del ex virreinato, hasta ese momento el escenario de la revolución rioplatense.

En el transcurso de los años que mediaron entre 1811, cuando Juan José Castelli al frente del EjércitoAuxiliar del Perú se detuvo en el río Desaguadero –límite del virreinato del Río de la Plata con el del Perú–, yenero de 1817 cuando José de San Martín emprendió el cruce de los Andes, la guerra desencadenada en los espaciosandinos del ex virreinato impulsó cambios estratégicos de envergadura. A principios de 1814 y luego de la segundaderrota en el Alto Perú del Ejército Auxiliar enviado por Buenos Aires, José de San Martín, quien había reempla-zado como jefe de ese ejército a Manuel Belgrano dispuso enfrentar a los realistas que ocupaban el territoriosalto-jujeño, desarrollando allí una guerra de guerrillas.1 Esta decisión resultó definitoria para la dinámica de laGuerra de Independencia en los Andes del sur. Fueron responsables de implementar esta estrategia Martín Miguelde Güemes, militar natural de Salta a quien José de San Martín nombró Teniente Coronel de Vanguardia emplazadoen la frontera sur de la jurisdicción de la ciudad de Salta y Apolinario Saravia, capitán de Milicias de la provinciade Salta en el departamento de Guachipas al sur del valle de Lerma. De esta manera Salta y Jujuy se incorporaron“a la guerra de montaña” y de recursos que se libraba desde 1811 en las Provincias Altoperuanas. Pocos mesesdespués, luego de abandonar la jefatura del Ejército Auxiliar del Perú, San Martín fue designado gobernador deCuyo, donde comenzó a organizar fuerzas militares con la finalidad de cruzar los Andes para batir a los realistas enChile y el Perú. La derrota por tercera vez del Ejército Auxiliar del Perú a fines de 1815, fortalecerá la estrategia sanmarti-niana, e impulsará la declaración de la independencia en los momentos más difíciles y complicados de la revolución.

* Proyecto PIP CONICET 7063 y PICTO Agencia 36715.1 Fue Manuel Dorrego quien aconsejó a San Martín acerca de la inutilidad de mantener tropa de línea en Salta ponderando las posibi-

lidades que en cambio ofrecería la ofensiva sorpresiva de grupos milicianos.

La Guerra de Independencia en Salta. Güemes y sus gauchos*

SARA E. MATA UNSA / CONICET

1810-1860 LA INDEPENDENCIA Y LA ORGANIZACION NACIONAL

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ya que “en aquel tiempo ese elemento popular, que tan poderoso ha sido después en manos de los caudillos eracasi desconocido; en consecuencia los generales poco o nada contaban fuera de lo que era tropa de línea”.6

Los testimonios relativos al escaso entusiasmo por participar o sumarse a las milicias no se agotan enlas percepciones desencantadas de los jefes revolucionarios. En los primeros días de febrero de 1813 fue apresadopor los realistas en el valle Calchaquí, en ocasión de intentar reclutar gente del valle, Mariano Díaz, natural de Sinti,comandante de Armas de la Provincia de Atacama y oficial del Ejército de Buenos Aires. Trasladado en calidadde prisionero hasta Oruro después de la derrota sufrida por Pío Tristán en ese mismo mes de febrero en Salta,reconoce la comisión ordenada por Belgrano y su fracaso “por oposición que le hicieron sus moradores”. Del sumariose desprende además que fue capturado por la decisiva oposición de los habitantes del valle que “en San Carlos, eldía tres a la madrugada lo atacaron los moradores del país y lo obligaron a retirarse”.7 No sólo indiferencia sinotambién hostilidad.

La defección a la causa revolucionaria tampoco fue absoluta. La comunicación clandestina con el ejércitoestacionado en Tucumán permitió a Belgrano contar con información acerca de las fuerzas realistas y en los montesy en los cerros del valle de Lerma y la frontera con el Chaco, las partidas milicianas interferían las comunicaciones ysecuestraban mercancías y víveres que llegaban para la provisión de la ciudad. Si bien la base de operaciones deestas milicias se encontraba en Tucumán, muchos de ellos eran salteños conocedores del terreno, condición indis-pensable para este tipo de acciones.

Si en 1812 los pobladores, en su mayoría, miraron con indiferencia e incluso muchos con entusiasmola presencia del ejército real, en 1814 las circunstancias fueron diferentes. En 1814 no contaron con los apoyospolíticos y económicos de los cuales habían gozado en 1812, en parte porque las principales familias realistas habíanemigrado en 1813 hacia el Perú junto con el derrotado ejército del Rey y en parte porque Joaquín de la Pezuela,el jefe realista que ocupó Salta en esta oportunidad actuó con extrema severidad incautando bienes y persiguiendoa todos aquellos sospechados de apoyar a la causa revolucionaria.

Carentes del apoyo que pudieran brindarles comerciantes y estancieros adictos, se vieron en la necesidadde proveerse de víveres y de ganados, especialmente mulas y caballos, procediendo a la requisa y saqueo en lasestancias del valle de Lerma. Corría el mes de febrero cuando alrededor de cuatrocientos hombres integrantes devarias partidas españolas al mando de un vecino de Salta, incorporado al ejército realista y por lo mismo conocedordel territorio, se internaron en el valle de Lerma en búsqueda de provisiones y en la requisa de ganados procedióa confiscarlos tanto de las estancias como de los pequeños y medianos productores, fueran éstos arrenderos opropietarios de tierras, los cuales vivieron con indignación el saqueo al que eran sometidos por los hombres delRey. El paisanaje no sólo resistió la requisa sino que, en no pocas ocasiones, asaltaron las partidas realistas con lafinalidad de recuperar su ganado.

Aun cuando el relato de los hechos, realizado con posterioridad, plantea la resistencia a los saqueosrealistas como una reacción casi espontánea, alentada por algunos estancieros del lugar, la decidida participaciónde Pedro José de Zavala, quien en 1811 revistaba en la Compañía de Chicoana del Regimiento de Voluntarios dela Caballería de Salta modera la interpretación de la resistencia como una simple reacción ante el saqueo.8 La exis-tencia de milicianos que con toda probabilidad participaron en la batalla de Salta y las vinculaciones que indu-dablemente varios de ellos conservarían con los jefes de las milicias que operaban en las serranías de Guachipas,partido al sur del valle de Lerma, permiten suponer que, además del movimiento espontáneo de defensa de susbienes, entre las razones que llevaron a la rebelión se encontraría una red de relaciones que la incitaba.

La rebelión de los vecinos de Chicoana se enmarcó rápidamente en las directivas del Ejército Auxiliar,y en la estrategia diseñada por Manuel Dorrego y José de San Martín e implementadas en el valle de Lerma porApolinario Saravia, capitán de Milicias de Guachipas. Poco después, Martín Miguel de Güemes con las milicias quehabía logrado reunir y organizar ayudado por algunos estancieros de la frontera del Rosario, acosó a las fuerzasrealistas en las proximidades de la ciudad de Salta y estableció sobre ella un férreo cerco que dificultó el aprovi-sionamiento no sólo del Ejército sino también de la población que residía en la ciudad. En julio de 1814, un des-tacado vecino de Salta, Pedro Pablo Arias Velásquez en una carta dirigida al exiliado obispo Videla del Pino

6 José María Paz, Memorias póstumas, tomos I y II, Buenos Aires, Emecé, 2000, p. 79.7 Archivo General de Indias, Sevilla [AGI], “Causa criminal seguida de oficio contra el Reo Mariano Díaz acusado por caudillo de insur-

gentes y de haber cometido los asesinatos, robos y saqueos que constan de esta sumaria”, Diversos, Ramo 1, N°1. 8 AGN, “Milicias de Salta, 1811”, Sala X, 22.3.5.

CAPÍTULO 1 / 1810-1860 LA INDEPENDENCIA Y LA ORGANIZACIÓN NACIONALSARA E. MATA - La Guerra de Independencia en Salta. Güemes y sus gauchos

En esta oportunidad nos interesa presentar los perfiles militares, sociales y políticos que presentó laGuerra de Independencia en la provincia de Salta, por dos importantes razones. La primera por cuanto la mismaocasionó un proceso insurreccional que descubrió las profundas tensiones que agitaban a la sociedad local favo-reciendo la construcción del liderazgo político y militar de Martín Miguel de Güemes. La segunda en virtud de larepresentación que de la autoridad del Ejército Auxiliar alcanzara Martín Miguel de Güemes entre los gruposinsurgentes altoperuanos y la importancia que reviste su muerte en 1821 durante la definición del actual territoriode la República Argentina.

Al momento de la Revolución y ante la necesidad de fortalecer al ejército que desde Buenos Airesmarchaba hacia el Alto Perú, el gobernador Chiclana dispuso en Salta levas con la finalidad de reclutar hombrespara el Ejército Auxiliar. Se crearon asimismo nuevos cuerpos de milicias tales como la de los Cívicos, integradopor miembros de la elite y la de los Pardos y Morenos, ambas en el ámbito urbano, mientras que las milicias ruralesaumentaron el número de hombres. Entre quienes en septiembre de 1810 se abocaron con entusiasmo a la tareade organizar estas milicias rurales se encontraban importantes estancieros que constituían la oficialidad de lasMilicias Regladas de fines de la colonia o de las milicias voluntarias alistadas en ocasión de las invasiones inglesas, entanto es notorio el desplazamiento o la ausencia de otros y la designación de nuevos jefes.2 De esta manera, sibien las milicias coloniales constituyeron las bases de la movilización iniciada en 1810, la militarización tendientea apoyar al Ejército Auxiliar del Perú, ofrecerá nuevas alternativas de poder al abrigo de la adhesión a la causa deBuenos Aires y hará posible la incorporación de nuevos actores sociales al campo militar.3

En estos primeros momentos, el pago del prest o salario debido a los soldados enrolados sirvió de ali-ciente, aun cuando la deserción, al igual que en el resto de los territorios del interior del virreinato fue frecuente. No esposible evaluar en qué medida influyó en estas primeras movilizaciones la experiencia militar previa brindada porlas Milicias Regladas y la presencia de un batallón del Regimiento Fixo de Buenos Aires en Salta. De cualquier modo,es posible observar que aun con escaso o nulo entrenamiento militar, los cuadros jerárquicos de estas estructurasmilitares revalidaron y legitimaron sus cargos en el ejército que organizaba Buenos Aires, en dos instancias deimportancia: el reclutamiento a nivel local y su incorporación como oficiales al mando de milicias en el EjércitoAuxiliar. Pero también es preciso considerar las expectativas y experiencias adquiridas por los hombres que, porsu condición de milicianos, lograron autorización para portar armas y gozaron de un fuero que los sustraía de lasjusticias ordinarias y les brindaba posibilidades de negociación, a pesar de las asimetrías de la relación jerárquica.

En efecto, el fuero militar, fuente de desavenencias y espacio de negociación, adquiere en este contextobélico mayor significación en tanto a través de él se habrán de dirimir espacios de poder entre autoridades civiles ymilitares. La autoridad ejercida por los Alcaldes y los estancieros y hacendados sobre la población rural se resintió visi-blemente frente a las posibilidades concretas de sustraerse de ella por parte de peones y arrenderos sujetos a la milicia.4

De cualquier modo, entre 1810 y 1812 las milicias de Salta tuvieron un protagonismo escaso. Desconocemosel apoyo que pudieron haber brindado en febrero de 1813, cuando el ejército de Belgrano, libró una batalla deci-siva en las proximidades de la ciudad de Salta, logrando recuperar Salta y Jujuy del dominio realista. En esa opor-tunidad, colaboraron oficiales y milicianos salteños que siguieron al derrotado ejército de Castelli, cuando enagosto de 1812 y ya al mando de Belgrano, emprendió desde Jujuy la retirada hacia Tucumán. Los testimonios deManuel Belgrano en los difíciles meses de 1812 muestran a una sociedad local renuente a prestar su apoyo al EjércitoAuxiliar del Alto Perú.5 En sus Memorias póstumas, José María Paz justifica la decisión de Belgrano de liberar alos prisioneros realistas luego de la victoria obtenida en Salta, ante la imposibilidad de vigilar a tantos hombres

2 Entre los ausentes se encontraba el capitán de Milicias Voluntarias de Caballería de esta Capital Francisco Javier de Figueroa, quienen 1807 ofreció vestir, armar y correr con los gastos de traslado de una compañía de cien hombres hasta Buenos Aires para defenderla capital del virreinato (Archivo General de la Nación [AGN], Sala X, Guerra, 43.8.2). Su entusiasmo no se reiteró en 1810. En cambiosu hermano Apolinario habría de colaborar con el capitán don José Antonino Fernández Cornejo en reclutar y acuartelar soldados enla Hacienda de San Isidro propiedad ubicada en la frontera perteneciente a este último (AGN, Sala X, 43.7.9).

3 Sara Mata de López, “Guerra, militarización y poder. Ejército y milicia en Salta y Jujuy. 1810-1816”, en Anuario IEHS, Nº 24, Tandil,2009, en prensa.

4 Sara Mata de López, “Tierra en armas. Salta en la Revolución”, en Persistencias y cambios. Salta y el Noroeste Argentino. 1770-1840,Rosario, Prohistoria & Manuel Suárez editor, 1999.

5 “[Q]uejas, lamentos, frialdad, total indiferencia y diré más odio mortal, que estoy por asegurar que preferirían a Goyeneche cuando nofuese más que por variar de situación y ver si mejoraban. Créame Ud. el ejército no está en pais amigo [...] se nos trata como a verdaderosenemigos” (Citado en Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la independencia argentina, Buenos Aires, Anaconda, 1950, p. 219).

LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN ARGENTINA. EL ROL DE LAS FUERZAS ARMADAS

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y Caballería (Regimiento de Infernales, Partidas Veteranas, Coraceros, Partidas Auxiliares, Granaderos) y Escuadronesde Gauchos pertenecientes a la jurisdicción de Salta, de la Frontera del Rosario, del valle de Cachi, de Jujuy, de laquebrada de Humahuaca, y en un solo escuadrón los gauchos de Orán, Santa Victoria, San Andrés y la Puna. EstosEscuadrones de Gauchos eran las Milicias Regladas de la provincia y al igual que los cuerpos militares gozabandel fuero permanente. Conformaban un total de 6.610 hombres, una fuerza indudablemente importante.14

Resulta interesante observar que los cuerpos militares contaban con un total de 551 soldados, mientrasque los 15 escuadrones gauchos sumaban 4.888 milicianos. Es decir que el peso de la resistencia a los realistasrecaía indudablemente en las Milicias Provinciales.15 Pero más significativo aun resulta comprobar que de esos4.888 hombres, 2.090 correspondían a los escuadrones del valle de Lerma, es decir que el 44% de los gauchoscorrespondían a los partidos de Chicoana, Guachipas y Rosario de los Cerrillos donde, a fines del período colonial,se concentraba la mayor parte de la población rural del valle en calidad de pequeños propietarios, arrenderos yagregados y donde también la tensión en torno a la tierra era intensa.16 No resulta casual entonces que la movili-zación desatada por la Guerra de Independencia derivase luego en insurrección, la cual fue rápidamente capitalizadapor Güemes al incorporarla en las Milicias Cívicas o Escuadrones Gauchos que organizara en 1815. También allí,a fines de la colonia, se radicó población indígena tributaria procedente del Alto Perú para quienes la abolicióndel tributo dispuesta por el gobierno revolucionario, a partir de 1812, pudo impulsar a sumarse a la defensa delmismo ingresando a las milicias.

Si en abril de 1815 Güemes se presentó en Puesto del Marqués comandando una división de mil hombres,de los cuales quinientos pertenecían a las milicias gauchas del valle de Lerma,17 es indudable que éstas sumaronmuchos voluntarios a sus filas en el transcurso de 1815, cuando decididamente capitalizó la insurrección incorpo-rándola a los Escuadrones Gauchos de las Milicias Provinciales. A pesar de no contar con cifras confiables en relacióncon la población de Salta y su jurisdicción, es factible arriesgar que 2.090 gauchos representarían prácticamentea todos los hombres en condición de tomar las armas. La movilización era, de este modo, masiva.18

A mediados de 1816 Manuel Belgrano, nuevamente general del Ejército Auxiliar del Perú, aceptó conserias reservas la guerra de montaña como única alternativa posible para enfrentar a los realistas en los territoriosdel ex virreinato del Río de la Plata.19 De esta manera, la insurrección salteña, organizada ya en las estructurasmilitares dadas por su Gobernador pasaron a formar parte de la guerra que libraban las guerrillas en el Alto Perúy el Ejército de Buenos Aires no volvería a transitar el territorio de la provincia de Salta.

Al finalizar el año 1816, la revolución rioplatense atravesaba momentos muy difíciles. Los realistashabían consolidado su control sobre las principales ciudades altas peruanas que no volverían más a estar bajo el poderde los revolucionarios porteños. Los principales líderes de la insurgencia altoperuana habían muerto y el movi-miento revolucionario se encontraba desarticulado. El desembarco en Lima de disciplinadas tropas militares al mandodel general José de la Serna, destinadas a recuperar para la monarquía española los territorios sublevados, hacíaprever mayores peligros a las endebles Provincias Unidas del Río de la Plata.

14 “Milicias de Salta al mando del General Güemes”, en Luis Güemes, Güemes documentado, tomo 8, Buenos Aires, Plus Ultra, 1984,pp. 22-43.

15 Sara Mata de López, “Paisanaje, insurrección y guerra de independencia. El conflicto social en Salta 1814-1821”, en Jorge Gelman yRaúl O. Fradkin (comps.), Política y sociedad en el siglo XIX, Rosario, Prohistoria, 2008, p. 70.

16 Sara Mata de López, Tierra y poder en Salta. El noroeste argentino en vísperas de la independencia, Sevilla, Diputación de Sevilla,colección Nuestra América, 2000.

17 Carta de Agustín Dávila a Martín Torino, Jujuy, 3 de marzo de 1815, en Luis Güemes, Güemes documentado, tomo 2, Buenos Aires,Plus Ultra, 1979, p. 292.

18 En 1816, Juan Adam Graaner de visita en Salta reconoce que respecto a la población sólo se tienen noticias muy vagas, y que segúnlos datos que ha obtenido la ciudad tendría unos 6.000 habitantes (Juan Adam Graaner, Las provincias del Río de la Plata en 1816,Buenos Aires, El Ateneo, 1949). En 1825 un viajero inglés, José Andrews, calcula para la ciudad y su campaña un total de 14.500 habi-tantes (Viaje de Buenos Aires a Potosí y Arica en los años 1825 y 1826, Buenos Aires, La Cultura Argentina, Vaccaro, 1920). A finesde la colonia las cifras también son dispares. El censo de 1778 indica un total para Salta, curato rectoral y campaña de 11.565 habi-tantes correspondiendo al valle de Lerma 3.265. Si a estas cifras sumamos parte de la población del curato rectoral que se encontrabaen las quintas, chacras y estanzuelas que rodeaban el centro urbano, podríamos estimar alrededor de 5.000 habitantes en el área ruraldel valle. El crecimiento de población en las últimas décadas coloniales puede constatarse por la migración de población indígena alto-peruana y también por los datos que brinda Malespina en 1789 que consigna para Salta y su jurisdicción un total de 22.389 habitantes(Edberto Acevedo, La intendencia de Salta del Tucumán, Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, 1965, p. 322).

19 AGN, Sala X, 4.1.3

comentaba que en la ciudad “las gentes que quedaron asta aora están saliendo o fugando con mil riesgos y trabajospor la suma miseria que el sitio de nuestros gauchos tiene a aquel pueblo sin dejarles dentrar nada en víveres”.9

La caída de Montevideo en poder de Buenos Aires y los serios reveses militares sufridos por los realistasen el Alto Perú debidos al accionar del general José Antonio Alvárez de Arenales y los jefes insurgentes Padilla,Cárdenas, y muchos otros, convencieron al general realista Joaquín de la Pezuela de la inutilidad de intentar des-plazarse hacia Tucumán, desafiando a las milicias salteñas, para enfrentar al Ejército Auxiliar que allí se encontraba.El desabastecimiento y el peligro de tener que rendirse ante la vanguardia que dirigía Martín Miguel de Güemes,le indujeron a retirarse, abandonando definitivamente Jujuy en el mes de agosto de 1814, para enfrentar un penosoviaje, en invierno y con escasas pasturas, en dirección al Alto Perú.

Si bien el hostigamiento a las fuerzas realistas y el cerco impuesto por el campesinado ya incorporadovoluntariamente en las milicias rurales no fue tan sólo obra de la población rural del valle de Lerma ya que desdela Frontera del Rosario se sumaron las milicias reunidas por Martín Miguel de Güemes, fueron los paisanos del vallede Lerma quienes adquirieron en esta resistencia mayor protagonismo. Estos paisanos voluntarios comenzaron aser identificados como “gauchos”, denominación que adquirió así una clara connotación militar.10 Expulsados losrealistas, y después de la experiencia adquirida permanecieron movilizados en el marco de las desavenencias entreel ejército de Rondeau y el gobernador Güemes. La crisis de 1815 será una de las razones por las cuales la insu-rrección se sostuvo articulándose en el proyecto político de Martín Miguel de Güemes. Debido al ascendente militarlogrado en la resistencia a la ocupación realista de 1814 y al triunfo logrado en Puesto del Marqués en abril de1815 Güemes consiguió, a su regreso a Salta y luego de pasar por Jujuy y tomar de su maestranza seiscientos fusiles,hacerse designar gobernador de la provincia de Salta.11

Desde el gobierno y desafiando las órdenes del Directorio y del jefe del Ejército del Norte se dedicóa organizar cuerpos de línea, entre ellos los Infernales y sobre todo las milicias cívicas de gauchos en la campañade Salta, Jujuy y Orán.12 Con el fin de concretarlo se enfrentó duramente con el Cabildo de Jujuy, que además senegaba a reconocer su designación. En el centro de la disputa se encontraba el otorgamiento del fuero militar alos milicianos. Tanto el Cabildo de Salta como el de Jujuy insistían en negar los beneficios del fuero a los gauchoscuando no se encontraran en acción. En septiembre de 1815, al concluir la organización de las Milicias Cívicas deGauchos y los cuerpos de línea, Güemes contaba con fuerzas suficientes para desafiar a las autoridades de BuenosAires y del Ejército Auxiliar. El fuero, a pesar de la resistencia ofrecida por la elite, operó de manera permanente.Su concesión fue el resultado de la negociación implícita entre el paisanaje incorporado a las milicias y los sectoresrevolucionarios de Salta que apoyaban a Güemes. No cabe duda de que comprendieron cabalmente la necesidadque de ellos tenían para afianzar su proyecto político.

Cuando en marzo de 1816 las fuerzas militares de Rondeau tomaron la ciudad de Salta y declararon aGüemes traidor a la revolución, una partida de gauchos sorprendió y derrotó a una avanzada del Ejército Auxiliar,tomando su armamento. Luego de este revés y acosado por el cerco que las milicias de Güemes realizaban a la ciu-dad impidiendo su abastecimiento, Rondeau accedió a formalizar un pacto en Cerrillos, localidad próxima a laciudad de Salta. Poco después el Gobernador, luego de una reunión con los más importantes propietarios rurales,acordó “eximir” ínterin durase la guerra del pago de los arriendos con lo cual es evidente que el poder ascendentede las milicias lograba arrancar concesiones a la elite propietaria de Salta.13 La insurrección adquiriría así los ribetesde un movimiento social que se fue intensificando en el transcurso de la guerra contra los realistas. Y será también enel transcurso de la guerra que irá transformándose en la expresión armada de un proyecto político, y con ese sentidogran parte de esta movilización habrá de perdurar varias décadas más, luego de concluida la Guerra de Independencia.

La importancia que adquirieron los cuerpos milicianos de la provincia de Salta se refleja en la cantidadde hombres que las integraban. En 1818 las fuerzas militares de Güemes incluían cuerpos de línea como Artillería

9 AGN, Culto-Sala X, 4.7.2.10 Fueron Dorrego y San Martín quienes comenzarían a llamarles así, estableciendo probablemente una velada analogía con los “gauchos”

de la Banda Oriental que al mando de José de Artigas luchaban contra los realistas en Montevideo. Coincide con esta apreciación LuisGüemes, Güemes documentado, tomo 7, Buenos Aires, Plus Ultra, 1982, p. 437.

11 Aprovechó así el vacío de poder que experimentaba el Directorio en Buenos Aires y la partida del Gobernador de Salta incorporadoal ejército de Rondeau en marcha hacia el Alto Perú. Al dejar la ciudad, Hilarión de la Quintana, había depositado en el Cabildo fun-ciones propias del gobernador.

12 Sara Mata de López, “La guerra de independencia en Salta y la emergencia de nuevas relaciones de poder”, en Andes: Antropologíae Historia, Nº 13, CEPIHA, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta, 2002, pp. 128-129.

13 Sara Mata de López, “Tierra en armas. Salta en la Revolución”, op. cit.

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Mientras que la oposición de la elite al gobernador Güemes aumentaba y las conspiraciones en sucontra involucraban incluso a sus capitanes y hombres de confianza, el temor que las invasiones realistas producíanen el vecindario de Salta contribuía a preservarlo en el poder. Uno de los objetivos de Güemes era coordinar,como jefe de la Vanguardia del Ejército porteño, las acciones llevadas a cabo por las guerrillas altoperuanas. Era éstatambién la aspiración de Manuel Belgrano, quien como general del Ejército Auxiliar del Perú confirmaba desdeTucumán los cargos militares de los insurgentes altoperuanos propuestos por Güemes.

Tanto Martín Miguel de Güemes como Manuel Belgrano debieron aceptar la imposición de las jefaturasen las guerrillas admitiendo la imposibilidad de designar a sus jefes. Estas fuerzas irregulares trataron de todosmodos de darse una estructura y organización militar. José Santos Vargas, tambor en la guerrilla de Ayopaya nosbrinda en su diario relatos ilustrativos acerca de estos esfuerzos, de la manera en que elegían a sus jefes, de laparticipación indígena y de la importancia que tenía pertenecer al Ejército de Buenos Aires.22

Si bien el Ejército Auxiliar del Perú no retornó nuevamente a esos territorios, tanto Belgrano comoGüemes abrigaron la esperanza de poder concretar una nueva expedición que fortaleciera en un movimiento de pinzasel avance de San Martín en el Perú. Las condiciones materiales del Ejercito Auxiliar acantonado en Tucumán y laslimitaciones de Güemes para desplazarse hacia el Alto Perú, postergaron este proyecto. Güemes intentó, sin embargo,organizar acciones conjuntas con los jefes de la guerrilla de Ayopaya. En enero de 1821, los jefes realistas infor-maban al Ministro de Guerra acerca de los peligros que acechaban a la causa del Rey en el Alto Perú “No es Exmo.,San Martín y sus satélites los únicos enemigos que tenemos. Son mayores y de más consideración los que por des-gracia de esta guerra abundan ya en todas las capitales, pueblos y aún en las más pequeñas aldeas”. Luego decomentar cómo habían logrado abortar la sedición de tropas de la vanguardia realista que pretendían “asesinar alComandante General, Jefes y Oficiales de la vanguardia y llamar después al caudillo Güemes que viniese a apoderarse

del Alto Perú”,23 refiere acerca del complot destinado a contrarrevolucionar a Oruro, el cual fue descubierto porhaber “sido interceptados en el despoblado de Atacama unos pliegos que el caudillo Chinchilla dirigía al de lamisma clase Güemes”. El fin de este complot era, además de matar a todos los decididos por la causa del Rey y asaltarla Maestranza para proveerse de pólvora, fusiles y otros útiles de guerra, “llevarse la tropa y con ella engrosar la fuertegavilla de Chinchilla y revolver las provincias de la Paz y Cochabamba y por consecuencia todo el distrito de BuenosAires”. Frente a estas evidencias no duda en afirmar que “el plan de los enemigos es combinado y general”.24

La importancia de Martín Miguel de Güemes en la Guerra de Independencia que se libraba en territorioaltoperuano incluyendo a Salta y Jujuy se evidencia en el tratamiento que le da Joaquín de la Pezuela, a la sazónvirrey del Perú. En octubre de ese año siguiendo la Real Orden del 11 de abril de 1820 nombró Comisionados para“que traten y conferencien con las autoridades de las citadas provincias del Río de la Plata”, con el fin de tratar elreconocimiento de la Constitución española. Entre las instrucciones que les entrega dispone

sobre todo tratarán de ganar por todos los medios posibles al Gefe de la Provincia de Salta D. Martinde Guemez pues la incorporación de este en nuestro sistema, acarrearia ventajas incalculables por surango y por el gran influjo que ha adquirido sobre los pueblos de su mando.25

La crisis política que enfrentó a las provincias del ex virreinato con Buenos Aires en 1820 y la disolu-ción del Ejército Auxiliar del Perú significó también, ante la inexistencia de un poder central, abandonar a su suer-te a la provincia de Salta y a la insurgencia altoperuana que combatían a las fuerzas realistas, también ellas debi-litadas. En ese contexto la oposición al gobierno de Martín Miguel de Güemes cobró impulso. El 24 de mayo de1821, en ausencia de Güemes,26 el Cabildo lo destituyó del gobierno argumentando que

22 José Santos Vargas, Diario de un comandante de la independencia americana. 1814-1825, transcripción, introducción e índices deGunnar Mendoza, México, Siglo XXI, 1982.

23 El destacado me pertenece.24 Refutación que hace el Mariscal de Campo D. Jerónimo Valdez del Manifiesto que el Teniente General D. Joaquín de la Pezuela impri-

mió en 1821 a su regreso del Perú. Publica su hijo Conde de Torata, Madrid, Imprenta Viuda de M. Minuesa de los Ríos, 1895.Documento justificativo número 15 del tomo I, pp. 141-145.

25 AGI, Indiferente, 1570.26 A principios de 1821 Güemes decidió avanzar contra Bernabé Araoz, gobernador de Tucumán. Varias fueron las razones que precipi-

taron esta decisión, entre ellas la separación de Santiago del Estero de Tucumán y la decisión de Aráoz de invadirla así como la deimpedir el envío de dinero que desde Santiago remitían para ayudar a equipar a las fuerzas militares de Salta.

Si bien la provincia de Salta soportó entre 1817 y 1821 sucesivas invasiones, la que tuvo lugar en enerode 1817 fue la más peligrosa para el destino de la revolución, cuando tropas realistas al mando del general LaSerna, avanzaron sobre Jujuy y ocuparon la ciudad de Salta. El objetivo militar de La Serna era Tucumán, ya quesu plan consistía en obligar a San Martín a abandonar Cuyo para auxiliar al Ejército allí estacionado, dando asíoportunidad al ejército realista que se encontraba en Chile para cruzar los Andes y unirse con el suyo, con la finalidadde destruir a las fuerzas militares porteñas y recuperar el virreinato del Río de la Plata. Mientras que La Serna seinternaba en la provincia de Salta, José de San Martín emprendía el cruce de los Andes con destino a Chile.Comenzaban así a fallar las previsiones de los jefes realistas. Un mes después, el triunfo de San Martín en Chile, generózozobra e incertidumbre.

De todas maneras, debieron de haber evaluado la debilidad del ejército de Belgrano estacionado enTucumán al no contar ya con la posibilidad de ser socorrido por el de San Martín y la importancia de sorprender ypropinar una derrota que podría llegar a ser fundamental para recuperar al insurrecto virreinato del Río de laPlata. Estas consideraciones debieron de pesar en las disposiciones que el virrey Pezuela hiciera llegar a La Serna,ordenándole

que si estaba en actitud y haciendo un esfuerzo como lo requería el caso, dispusiese un rápido movi-miento con toda su fuerza sobre el Tucumán para deshacer la poca que tenía el General enemigoBelgrano, y se retirase después a su posición de Jujuy en observación de las conductas de los portu-gueses que se habían introducido hostilmente en Montevideo y Banda oriental el Río de la Plata y secreía que fuese en combinación con los de Buenos Aires y de mala fe, sin embargo de que al propiotiempo se estaban tratando los casamientos de nuestro Rey Fernando y el Infante Don Carlos con dosinfantas Portuguesas.20

Pero avanzar hacia Tucumán resultó mucho más difícil de lo esperado. En la provincia de Salta unavez más, el control de la campaña quedó en manos de los gauchos y de Güemes, quienes impidieron el abaste-cimiento de la ciudad y de las tropas enemigas. A pesar de ello, una partida enemiga intentó llegar a Tucumáneligiendo para ello el camino menos frecuente ante la imposibilidad de hacerlo por el camino real de la fronterao a través del valle de Lerma dada la peligrosidad de las guerrillas gauchas. A sabiendas de que en el valleCalchaquí contaban con mayores adhesiones y que allí la insurrección no era tan generalizada, eligieron atravesarlopara bajar a Tucumán. Llegar hasta ese valle no resultó sencillo ya que para hacerlo debieron internarse variasleguas hacia el oeste por el valle de Lerma donde las milicias gauchas demostraron nuevamente su eficacia enhostigar a las partidas realistas. Acosados permanentemente, sin posibilidades de encontrar alimentos y diezmados,no se atrevieron a atravesar la quebrada de Escoipe, paso obligado hacia el valle Calchaquí. El retorno hasta Saltafue aun más fatigoso. Imposibilitados de avanzar, cual era su intención y asediados en la ciudad de Salta, finalmenteLa Serna dispuso el retiro de sus tropas hacia el Alto Perú.

La derrota sufrida por La Serna fortaleció aun más el liderazgo de Martín Miguel de Güemes, aldemostrar la eficacia de las guerrillas gauchas para enfrentar al ejército realista. Las sucesivas invasiones realistascarecieron ya del sentido estratégico militar que alentaron a las anteriores de 1812, 1814 y 1817, limitándose a serincursiones destinadas a proveerse de ganados y mulas. La guerra se transformó así en una guerra de recursos.Sintieron el peso de la misma los comerciantes y los hacendados de Salta. Los primeros porque no sólo vieron inte-rrumpido el comercio con el Alto Perú sino porque también debieron realizar préstamos forzosos al Estado pro-vincial para cubrir los gastos que demandaba el sostenimiento de los hombres movilizados y los segundos porqueademás de las confiscaciones de ganados se vieron privados del servicio personal y del pago de los arriendos dequienes se encontraban enrolados en las milicias. Facundo de Zuviría escribiría en 1818 que los hacendados “soloven en los defensores de la patria, como en quienes la invaden, hombres que talan sus campos, destruyen sus frutos,arrean y consumen sus ganados y cargan sobre ellos inmensas contribuciones”.21

20 Joaquín de la Pezuela, Memoria de Gobierno de Joaquín de la Pezuela, virrey del Perú. 1816-1821, edición y prólogo de Vicente RodríguezCasado y Guillermo Lohmann Villena, Sevilla, Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1947, p. 119.

21 Archivo y Biblioteca Históricos de Salta [ABHS], “Presentación del ciudadano Facundo de Zuviría a nombre de D.Dr. José Ignacio deGorriti”, Armario Gris, fs. 8 y 8v.

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Desde su colocación en el gobierno, sus primeros empeños fueron perpetuarse en él; engañar a lamuchedumbre, alucinarlas con expresiones dulces sin sustento [...] invertir el orden; disponer de laspropiedades a su antojo [...] ser el principal motor de la anarquía seminada en las demás provinciasque forman el continente.27

La Revolución del Comercio como fue denominado el intento de destituir a Güemes por parte delCabildo no prosperó por cuanto las milicias continuaron reconociendo la autoridad del Gobernador. Dos sema-nas después, el 7 de junio una partida realista ingresó a la ciudad sorprendiendo a Güemes e hiriéndole cuandoal galope de su caballo buscó salir de la ciudad para refugiarse en su campamento. Una semana después fallecía.Los honores que la oposición a Güemes brindó al general realista Pedro Antonio de Olañeta dan cuenta del graveenfrentamiento que aquejaba a la sociedad de Salta, el cual no debe atribuirse tan sólo al deterioro económicoo a la necesidad de restablecer el comercio con el Alto Perú. Si bien éstas indudablemente constituían razonesimportantes, el control social y la búsqueda de una propuesta política viable en el marco de la crisis institucionalque aquejaba a las Provincias Unidas del Río de la Plata fueron también responsables de la alternativa elegidapor la clase dirigente de Salta.

Las negociaciones, de carácter secreto, entre la oposición a Güemes, autodenominada “Patrianueva”, y el jefe realista, culminan con la firma de un armisticio en julio de 1821 mediante el cual se garantizóel retiro de las tropas realistas más allá de la quebrada de Purmamarca, se dispuso la designación de un gober-nador sin la presión de las tropas y se facilitó la adquisición de vituallas y ganados a las fuerzas realistas, quienespagaron por ellas a los comerciantes y los propietarios que las facilitaron. Ante la ausencia de un gobierno cen-tral la provincia de Salta, representada por el Cabildo, se constituyó en sujeto de soberanía negociando el retirode las tropas realistas y renunciando a continuar la Guerra de Independencia, con lo cual el proyecto de SanMartín de reforzar con la vanguardia del disuelto Ejército Auxiliar del Perú una avanzada hacia el Alto Perú, sehizo trizas. Se fracturó también la vinculación que en tiempos de Güemes existía entre las guerrillas altoperua-nas y la provincia de Salta. El armisticio definió una frontera entre territorios que a partir de su firma se diferen-ciaron políticamente. Las guerrillas altoperuanas y su enfrentamiento con el ejército realista quedaron aisladas ycon la conclusión de la Guerra de Independencia en 1824 las Provincias del Alto Perú se pronunciarían por decla-rarse un Estado independiente. A partir de la Declaración de la Independencia de Bolivia los límites políticos esta-blecidos en el armisticio de 1821 fueron definitivamente, y más allá de algunas modificaciones posteriores, lafrontera norte del país construida por la revolución como afirmara Tulio Halperin Donghi hace ya varias déca-das.28 El extremo norte de la provincia de Salta sería frontera recién a partir de 1821 y no antes. Güemes nodefendió ninguna frontera, defendió la revolución de Buenos Aires y la independencia americana.

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27 ABHS, “Mensaje del Cabildo de Salta a los ciudadanos, 24 de mayo de 1821”, Fondo Documental Dr. Bernardo Frías, Carpeta 10,Documento 148.

28 Tulio Halperin Donghi, Revolución y guerra. Formación de una élite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972.

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