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lunes, 26 de noviembre de 2007 • 20,15 horas ORQUESTA SINFÓNICA DE SAN PETERSBURGO Alexander Dmitriev DIRECTOR Elisabeth Leonskaja PIANO SALA MOZART •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• PALACIO DE CONGRESOS ZARAGOZA AUDITORIO XIIItemporada deGRANDESconciertosde 20072008

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lunes, 26 de noviembre de 2007 • 20,15 horas

ORQUESTA SINFÓNICADE SAN PETERSBURGOAlexander Dmitriev DIRECTOR

Elisabeth Leonskaja PIANO

SALA MOZART••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

PALACIO DE CONGRESOS ZARAGOZAAUDITORIO

XIIItemporadadeGRANDESconciertosde

20072008

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Se formó en 1931 durante el auge de la radio como la Orquesta de la

Radio de Leningrado. En 2006 celebró su 75º aniversario. La mayor parte

de sus retransmisiones eran en directo, por lo que desde el comienzo sus

integrantes tuvieron que afrontar un vasto y complejo repertorio.

Durante la Guerra fue la única orquesta que mantuvo su actividad en la

sitiada ciudad de Leningrado, culminando sus actividades con la «Sépti-

ma Sinfonía» de Shostakovich el 9 de agosto de 1942, día en que los

nazis planeaban invadir la ciudad de Leningrado. En este periodo, la

orquesta se convirtió en un símbolo de la lucha por la dignidad del espí-

ritu humano.

Tras la Segunda Guerra Mundial, además de haber continuado trabajan-

do en la radio, incrementó sustancialmente sus apariciones en concier-

to, convirtiéndose de forma natural en la Filarmónica de Leningrado y

teniendo como sede hasta la actualidad la Gran Sala Filarmónica.

La Orquesta Sinfónica de San Petersburgo tuvo de Titular a N. Rabino-

vitch (1953/1960) y A. Yansons (1961/1968). A partir de 1968 comenzó un

ORQUESTA SINFÓNICADE SAN PETERSBURGO

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nuevo periodo con la titularidad del joven Yuri Temirkanov, que recien-

temente había sido galardonado por el Concurso de Dirección de La

Unión, y Yuri era ya bien conocido y apreciado por la audiencia de Lenin-

grado.

Temirkanov incrementó el repertorio de la Orquesta aportando nuevas

interpretaciones de la música clásica. La Orquesta comenzó a realizar

giras internacionales por países escandinavos, Japón y los EE.UU., reci-

biendo elogios de la crítica internacional desde el principio como «Lenin-

grado se merece dos grandes orquestas, y las tiene».

Por la Orquesta han pasado directores como N. K. Eliasberg, S. Eltsin,

E. Mravinsky, I. Mousin, A. Pazovsky, B. Khaikin, D. Pokhitonov, I.

Alterman, G. Unger, P. Breuzach, D. Barbirolli, O. Frid, G. Sebastian, E.

Svetlanov, G. Rozhdestvensky, D. Kitaenko, A. Lazarev, F. Mansurov,

P. Kletzki, L. Maazel, M. Sargent, K. Mazur, K. Esetrreicher, P. Argento,

L. Segerstam, R. Bebzi o Y. P. Tortelier.

La Orquesta Sinfónica de San Petersburgo participaba en los recitales de

música de I. Stravinski, B. Britten y K. Penderecki, cuando los composi-

tores visitaban la ciudad.

En 1977, cuando Temirkanov se trasladó al Teatro Mariinsky Theater, el

puesto de Director Titular fue ocupado por Alexander Dmitriev –discí-

pulo de Rabinovich y heredero de la tradición de la Escuela de Directo-

res de Leningrado/St.Petersburgo–.

La colaboración de Dmitriev, siempre creativa con la Orquesta, lo ha lle-

vado a sostener la titularidad por ya más de dos décadas hasta la actua-

lidad. En su repertorio se ha seguido aumentando, incluyendo piezas

como el Oratorio de Händel «El Poder de la Música», la «8ª» de Mahler,

«Preliminary Action» de Scriabin, «Pelléas et Mélisande» de Debussy o

«Undina» de Tsemlinsky, entre otros; así como contemporáneos que se

incluyen asiduamente en sus programas como R. Schedrin, A. Petrov,

S. Slonimsky, B. Tischenko, G. Ustvolskaya o Yu. Falik.

Desde sus comienzos, la Orquesta ha disfrutado de muy buena reputa-

ción como sensible acompañante, habiendo contado con solistas como

S. Richter, E. Gilels, D. Oistrach, L. Kogan, W. Clibern, I. Stern, A. Fischer,

Y. Menuhin, P. Furnier o L. Marshall; y más recientemente con artistas

invitados como M. Rostropovich, V. Gergiev, V. Sinaisky, M. Jansons,

G. Sokolov, E. Virsaladze, N. Gutman, V. Tretyakov, R. Kerer, Yu. Bashmet

o B. Pergamenshchikov.

En 1985, la Orquesta recibió el título honorífico de las Artes de la Aca-

demia.

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Alexander Dmitriev DIRECTORNació en Leningrado en 1935. Su padre fue músico de la Orquesta Filar-

mónica de Leningrado. Dmitriev recibió una sólida educación musical en

el Conservatorio de Leningrado estudiando Dirección Coral, Armonía y

Composición. Tras graduarse en el Conservatorio, continuó sus estudios

de Dirección de Ópera y Repertorio Sinfónico con el maestro Rabinovich.

En 1966 ganó el Concurso de Dirección de la Unión. Desde 1968 hasta

1969 atendió a los cursos de la Academa de Música de Viena y durante

1970 fue Director Asociado de Evgeny Mravinsky (Director de la Filarmó-

nica de Leningrado).

La carrera de Dmitriev comenzó muy pronto. Durante diez años fue Titu-

lar de la Sinfónica de la Radio de Karelian, y seguidamente fue nombra-

do Director Titular de la Academia de la Ópera de Maly en Leningrado.

Desde 1977, Dmitriev compagina dos cargos en la sede de la Orquesta

Sinfónica de San Petersburgo, el de Director Artístico y el de Director

Titular. De 1990 a 1998 fue también Titular de la Sinfónica Stavanger de

Noruega.

Alexander Dmitriev ha realizado giras como director invitado por Japón,

EE.UU., Austria, Italia, Reino Unido, Alemania, España, Finlandia, Suecia,

Bélgica, Argentina, Brasil, Méjico, Polonia y Francia.

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Ha sido elogiado por la prensa internacional: «…muchos directores

agrandan este repertorio extremadamente, como si la furia fuese sinóni-

mo de convicción emocional. Demos gracias a Dmitriev por mostrarnos

como este repertorio debe sonar» (Chicago Tribune).

Ha realizado numerosos registros discográficos, entre los cuales desta-

can las Sinfonías de Beethoven y Schubert por el sello «Melodia», y las

Sinfonías de Tchaikovski y Rachmaninov por «Sony Classical».

Alexander Dmitriev es catedrático en el Conservatorio de San Petersbur-

go y ganador del Premio del Estado de Rusia. El 8 de abril de 2005, el Pre-

sidente de Rusia, Vladimir Putin, galardonó a Alexander Dmitriev con la

Medalla del Honor y el Mérito en el campo de la Cultura y las Artes,

como reconocimiento a su labor y logros durante toda una carrera.

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Elisabeth Leonskaja PIANOElisabeth Leonskaja está ya consolidada como una de las pianistas de

mayor prestigio internacional. De origen ruso, estudió en el Conserva-

toiro de Moscú con Jacob Milstein. Antes de abandonar la Unión Sovié-

tica y asentarse en Viena en 1978 ya había recibido los máximos galar-

dones en Concursos Internacionales como Enesco, Marguerite Long y

Reina Elisabeth.

El hecho de realizar giras a cuatro manos con Sviatoslav Richter, suma-

do a su debut en 1979 en el Festival de Salzburgo, fue lo que la proyectó

definitivamente a la fama internacional. Desde entonces, ha realizado

innumerables recitales en festivales internacionales y es artista habitual

en las salas de concierto de mayor relevancia.

En las próximas temporadas ofrecerá recitales en los Festivales de Edim-

burgo, Viena, Ruhr y Schleswig-Holstein, así como en ciclos de solistas de

Viena, Londres, París, Bruselas y Berlín.

Actúa regularmente como solista, con orquesta y con directores como

Kurt Masur, Sir Colin Davis, Cristoph Eschenbach, Kurt Sanderling,

Mariss Jansons o Yuri Temirkanov. Entre la orquestas con las que ha tra-

bajado caben destacar la Leipzig Gewandhaus, Filarmónica de Róterdam,

Sinfónica de Basilea, Zurich Tonhalle, Philharmonia, Royal Concertge-

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bouw, Orchestre de Paris, Orchestre National de France o Filarmónica

Checa.

Elisabeth debutó en el Carnegie Hall en noviembre de 2006, junto con la

London Philharmonic y Kurt Masur, interpretando el «Concierto n.º 2»

de Prokofiev. La crítica especializada destacó su sonido cálido y elegan-

te, así como su estilo acertado y virtuosismo.

Como músico de cámara, la labor de Leonskaja ha sido encomiable, cola-

borando estrechamente con cuartetos como Alban Berg, Borodin y Guar-

neri o con la Vienna Philharmonic Chamber Ensemble.

Ha realizado numerosas grabaciones bajo el sello TELDEC y ha recibido

prestigiosos galardones por ello, como Caecilia Prize por su grabación de

las «Sonatas para piano» de Brahms y Diapason d’Or por su grabación de

piezas de Franz Liszt. Otros trabajos discográficos incluyen los «Concier-

tos para piano» de Chopin con la Filarmonica Checa/Vladimir Ashke-

nazy, «Conciertos para piano 2-3» con la New York Philharmonic/Kurt

Masur y los «Conciertos para piano 1-2» de Shostakovich con la Saint

Paul Chamber Orchestra/Hugh Wolff.

Elisabeth Leonskaja recibió en Viena en febrero de 2006 la Cruz al Honor

de las Ciencias y las Artes, el más alto galardón de este tipo en Austria.

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ComponentesVVIIOOLLIINNEESS PPRRIIMMEERROOSS

Alexander Shustin (artista honorífico en Rusia)

Valdimir Gentzelt

Zodim Noskov

Irina Sayfutdinova

Alexei Svyatlovsky

Alla Krasilschikova

Olga Konovalova

Larissa Dogadina

Leonid Osipov

Yulia Tomilova

Mikhail Krutik(laureado en Concurso Internacional)

Alexandra Zubova (laureada en Concurso Internacional)

Yuri Klychkov

Irina Romanova

Vera Vasilieva

Georgy Mnatsakanyan

VVIIOOLLIINNEESS SSEEGGUUNNDDOOSS

Arkadi Liskovich (artista honorífico en Rusia)

Victor Lisnyak

Zinovy Velkov

Lydmila Sysoeva

Natalia Stetskaya

Galina Kuzovkova

Natalia Sheykina

Victoria Velkova

Alexander Bulov

Fedor Shalaev(laureado en Concurso Internacional)

Mikhail Rakov

Yuri Kotov

Vyacheslav Grikurov

Olga Kapustina

VVIIOOLLAASS

Daniil Meerovich (artista honorífico en Rusia)

Mikhail Sokolov

Sergei Zarubin

Jakov Volkind

Igor Bereznev

Rustam Alexandrov

Mikhail Chernyshev

Nadezhda Shapiro

Anna Bogorad

Georgy Byaly

Yuri Ovsyannikov

Ilia Efimov

VVIIOOLLOONNCCEELLLLOOSS

Sergei Pechatin (artista honorífico en Rusia)

Leonid Volkov

Pavel Shirokov

Oleg Tikhonov

Elena Gurkina

Semyon Kovarsky (laureado en Concurso Europeo)

Mikhail Gerasimov

Ilya Kartashov

Sergei Novikov

Alexander Lyamin

CCOONNTTRRAABBAAJJOOSS

Valentin Malinov

Tom Rybakov

Nikolai Shamshuro

Enver Makhauri

Alexander Ivaschenko

Ivan Karlov

Peter Gogitidze

Sergei Dmitriev

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FFLLAAUUTTAASS

Radik Suleymanov (artista honorífico en Rusia)

Natalia Sechkareva(laureada en Concurso Internacional)

Maria Avvakumova(laureada en Concurso Internacional)

Alexander Jasenovich

OOBBOOEESS

Alexei Tses (laureado por Concurso de La Unión)

Sergei Ivanov

CCllaarriinneetteess

Adyl Fedorov (artista honorífico en Rusia)

Renat Rakov (laureado en el ConcursoInternacional de Rusia)

FFaaggootteess

Andrei Kunyavsky

Dmitri Krasnik (laureado en el ConcursoInternacional de Rusia)

Mikhail Gutkin

TTrroommppaass

Artem Mikaelyan (laureado en el ConcursoInternacional de Rusia)

Ivan Grokhovsky (laureado en el ConcursoInternacional de Rusia)

Andrei Mikhaylov

Anatoly Sukhorukov

Vladimir Mokshin (laureado en el ConcursoInternacional de Rusia)

TTrroommppeettaass

Anatoli Cherkun

Neeme Birk (laureado en el ConcursoInternacional de Rusia)

Mikhail Mikhaylov

TTrroommbboonneess

Dmitri Antonyk (laureado en el ConcursoInternacional de La Unión)

Vladimir Lestov

Alexander Zelikov

TTuubbaa

Alexander Shtadel

TTiimmbbaalleess yy ppeerrccuussiióónn

Victor Kanatov (laureado en el ConcursoInternacional de Rusia)

Nikolai Ryzhov

Anatoli Fedorov

RReepprreesseennttaannttee eessppaaññooll

Dan Segura

CClliieenntt MMaannaaggeerr

Emily Freeman

AAddmmiinniissttrraaddoorraa ddee ggiirraass

Hélène Noiset

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Comentarios al programaTranscurría el mes de abril de 1697 –relata Voltaire– cuando el monarca

de Rusia envió una embajada a Occidente. La componían tres embajado-

res –un general, el Comisario General de Guerra y el diak o Secretario de

Estado–, cuatro primeros secretarios, doce gentilhombres, dos pajes por

embajador, una compañía de cincuenta guardias con sus oficiales y per-

sonal subalterno hasta un total de doscientas personas. Hasta ahí todo

normal. Lo peculiar era que, haciéndose pasar por un subalterno más, se

encontraba el mismísimo Pedro I el Grande, viajando de incógnito y con

un mínimo personal –un camarero, un lacayo y un enano– para conocer

de primera mano el progreso alcanzado por las potencias occidentales.

Un tipo muy peculiar de gobernante es el reformista universal. Busca el

progreso de su pueblo pero lo asfixia con reglamentaciones omnicom-

prensivas incluso de lo más trivial de la vida cotidiana. No es tan peli-

groso como el virtuoso radical que no tiene empacho en segar la vida de

los que no siguen su lúgubre pureza –Tiberio y Robespierre, por ejemplo–

aunque suele llegar a extremos hilarantes. Diocleciano pretendió regular

para siempre la vida económica fijando por decreto precios y salarios.

José II de Austria reglamentó hasta la longitud de los cirios de los tem-

plos. Pero nadie tan pintoresco y ambicioso como Pedro I el Grande, rei-

nante desde 1682 y Emperador y Autócrata de Todas las Rusias de 1721

hasta su muerte en 1725. Convencido de que sus súbditos eran unas bes-

tias pardas incapaces de salir de su atraso, viajó personalmente a Occi-

dente para acopiar mejoras que dar a su pueblo. Y a fe que tras su regre-

so en 1698 puso Rusia patas arriba. Transformó la estructura territorial,

la relación entre la iglesia y el Estado, el sistema fiscal, el ejército y la

marina, las normas de gobierno... pero, llevado de su radicalismo refor-

mador, llegó a extremos chocantes: obligó a los varones a afeitarse –con

la alternativa de pagar un impuesto especial de permanecer barbados–;

obligó a las mujeres a dejar tocas y velos y a hacer vida social; y obligó

a leer una especie de catecismo profano donde se enseñaba cómo no lim-

piarse los dientes con la punta del cuchillo, cómo no limpiarse la nariz

con el dedo, y cómo ser, en fin, un europeo civilizado.

Pedro tuvo éxito y la historia lo respeta como factótum de la incorpora-

ción de Rusia al concierto europeo. Hay sin embargo algo en lo que el

triunfo petrino lastró el progreso: el terreno de las artes y en especial la

música. Por mor de la europeización forzada, la Rusia del XVIII estuvo

absolutamente dominada por la músicas y los músicos extranjeros: ita-

lianos y franceses, con alguna incursión española (Martín y Soler).

Pese a ello, o quizás precisamente por ello, Rusia produjo el más impor-

tante de los movimientos musicales nacionalistas del XIX, iniciado por

Glinka y Dargomyjski (1813-1869) y continuado por el célebre grupo de

Los Cinco: Borodin (1833-1887), Cui (1835-1918), Balakirev (1837-1910),

Mussorgski (1839-1881) y Rimski-Korsakov (1844-1908), quienes bajo la

guía de Balakirev se opusieron a la influencia extranjera, especialmente

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por lo que toca a la ópera, sin perjuicio de mostrarse atraídos por el pro-

gresismo orquestal de Berlioz y Liszt. Su interés capital fue, sin embargo,

la evocación de la historia y las leyendas rusas y la utilización de los dife-

rentes modismos autóctonos.

Mijaíl Ivánovich Glinka (Novospasskoie 1-6-1804, Berlín 15-2-1857) es

considerado el padre de la música moderna rusa. Su obra abunda aún en

características de los géneros extranjeros, estando sus óperas llenas de

arias italianas y coloratura. Pero fue el primer ruso que introdujo en sus

obras temas musicales y literarios de raíz popular: rusos sobre todo, pero

también de otros países, debiéndose subrayar su atención a la música

española, hija de una estancia en nuestro país (1845-1847) y plasmada en

obras como la Jota aragonesa y el Recuerdo de una noche de verano en

Madrid. La doctrina pone sin embargo el origen de la escuela nacionalis-

ta rusa en sus dos óperas: Una vida por el zar (en Rusia Iván Susanin) y

Russlán y Liudmila, de 1836 y 1842 respectivamente. Glinka volcó en ellas

su conocimiento de la música europea, pero introdujo elementos rusos

como las melodías populares, el coro como elemento central de la

acción, los personajes representantes de la colectividad, y el color orien-

tal exótico. Sólo le faltó, para llegar al pleno rusismo, crear un estilo de

canto acorde a la prosodia del idioma y abandonar el estilo italiano al

servicio de las voces, cosa que quedó ya para Los Cinco, Mussorgski en

especial.

Estrenada en San Petersburgo el 9 de diciembre de 1842, Russlán y Liud-

mila es un mamotreto en cinco actos perteneciente al subgénero fantás-

tico-feérico. En su libreto, basado en un poema de Pushkin, intervinieron

diversos autores y la pequeña historia de la música susurra que el prin-

cipal permaneció borracho durante toda la redacción del texto que,

como no podía ser menos, no es precisamente cimero. En resumen trata

del rapto de Liudmila por el brujo enano Chernomor y de las tribulacio-

nes y pruebas que su amado Russlán tendrá que superar hasta liberarla,

siendo por tanto una especie de mezcla de Fidelio y del Lago de los cis-

nes. Obra casi ausente del repertorio, sigue plenamente instalada en él,

en cambio, su pimpante obertura que, como era usual hasta que Wagner

impuso otro modelo, es un pequeño resumen del argumento, con temas

basados en los personajes principales. En este caso se distinguen clara-

mente tres temas: el de Russlán, decidido y masculino, con enérgicos sal-

tos interválicos; el de Liudmila, melódico; y el de Chernomor, ominoso,

que al repetirse en la coda reserva la sorpresa de la aparición, por pri-

mera vez en la historia, de una escala descendente por tonos enteros a

cargo de los trombones.

Pero no todo fue nacionalismo en la música rusa posterior a Glinka.

Anton Rubinstein (1829-1894) y Piotr Ilích Tchaikovski (Votkinsk 7-V-1840,

San Petersburgo 18-11-1893), contemporáneos de Los Cinco, no pertene-

cieron al grupo. Tradicionalistas ambos, Los Cinco los motejaban direc-

tamente de reaccionarios. Hoy se percibe mejor que en su tiempo, sin

embargo, que el no nacionalista Tchaikovski también fue receptor de las

ideas de Balakirev y dejó en su música abundantes rasgos del nacionalis-

mo, no sólo en los aspectos literarios –utilizando en sus óperas textos de

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escritores nacionalistas– sino también y específicamente en los musica-

les, como el empleo de las canciones y danzas populares, la creación de

fuertes contrastes de atmósfera, y la expresión de una emotividad muy

rusa. Como quiera que sea Tchaikovski, a diferencia de sus colegas nacio-

nalistas, tendió más a la confesión musical de su propio mundo interior

que a la expresión de aspiraciones generales, caso bien visible en la cuar-

ta de sus sinfonías así denominadas (Manfredo, aunque con nombre de

poema sinfónico, tiene forma de sinfonía).

La Sinfonía número 4 en Fa Menor, Opus 36, mezcla por primera vez en

el autor nacionalismo ruso y tradición sinfónica alemana y es obra maes-

tra en que la perfección de la forma atesora una invención melódica de

gran riqueza, revestida, como es usual en el autor, de una escritura

orquestal muy personal y lograda. Fue compuesta, como la ópera Euge-

nio Oneguin, entre 1877 y 1878, período que siguió al frustrante matri-

monio del compositor –y a la depresión nerviosa y la tentativa de suici-

dio subsiguientes– y coincidió con el comienzo de su sorprendente

relación, estrictamente postal y pecuniaria, con su mecenas Nadejda

von Meck. La obra fue estrenada en Moscú el 10 de febrero de 1878 sin

lograr el éxito que sí obtuvo en cambio el reestreno petersburgués del

siguiente 25 de noviembre.

Por las circunstancias personales del autor, apenas puede asombrar que

la sombra de la tragedia, proclamada desde el comienzo por un motivo

del destino, planee sobre toda la sinfonía, incluso si la brillante conclu-

sión permita entrever el triunfo final de la esperanza sobre la desespe-

ración. Pero aunque el motivo de fanfarria del destino reaparezca por

doquier, el material principal del primer movimiento es proporcionado

por un tema nostálgico de las cuerdas que sufre una multitud de trans-

formaciones y adopta las atmósferas más diversas, sea violentas y pro-

vocadoras, sea líricas, apasionadas e interrogantes. El sentimiento

dominante del segundo movimiento es la melancolía, aunque el pesi-

mismo típicamente ruso sea a veces mitigado por episodios más ligeros.

El más original de los movimientos es acaso el scherzo, que el propio

Tchaikovski describe como una serie de imágenes: una escena campesi-

na, una canción callejera, un desfile militar en la lejanía... recuerdos

fragmentarios expresados de manera muy atractiva por el particular

tema pizzicato de las cuerdas que los vientos van entrecortando. Toda

la tristeza de los movimientos precedentes se disipa con el comienzo

impetuoso del final, que adopta como segundo motivo una variante de

la canción popular rusa En la llanura había un abedul, sin que la reapa-

rición del motivo del destino acierte a desviar al movimiento de su cur-

so hasta un final explosivo que descarta cualquier atisbo de duda. Esta-

mos aún ante un Tchaikovski dispuesto a resistir la adversidad, afán

que, presente todavía en la Quinta sinfonía, totalmente vertebrada en

torno a otro motivo del destino, decaerá completamente en la Sexta

Sinfonía, esa Patética cerrada de manera insólita con un movimiento

desesperado, metáfora de la derrota final de un compositor atormenta-

do que, muy pocos días después del estreno, muere en circunstancias

todavía discutidas.

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Dos generaciones posterior a Tchaikovski, Serguéy Vasílievitch Rajmáni-

nov (Oneg 1-4-1873, Beverly Hills 28-3-1943) ya es ajeno al debate entre

nacionalistas y europeístas. O, si se prefiere, representa una síntesis

entre lo que fueron posiciones enfrentadas. Alentado en sus comienzos

compositivos por Tchaikovski, la mayoría cuantitativa de su obra perte-

nece a su período propiamente ruso pero las obra sinfónicas y concer-

tantes más importantes corresponden a su vida de exilio –a partir de

1917–. Tanto en sus orígenes artísticos como en su desarrollo posterior,

Rajmáninov se instauró con toda naturalidad en la línea de un posrro-

manticismo europeo, pero por otra parte su obra está, también con ple-

na naturalidad, llena de la efusividad nostálgica y sentimental propia del

carácter eslavo. Nuestro autor es en definitiva un músico del mundo que

no puede ni quiere desprenderse de su rusismo. O un ruso típico que no

tiene obstáculos ideológicos para seguir el camino formal y expresivo de

las mejores tradiciones centroeuropeas.

Queriendo obviamente emular al maestro Chaikovski, Rajmáninov se

enfrentó bastante joven al género sinfónico. Pero su primera sinfonía,

estrenada en marzo de 1897, fue un fracaso total que produjo al autor

una larga depresión de la que sólo se repuso recurriendo a la hipnosis.

Fue precisamente el doctor Dahl quien tuvo la rara idea de que la recu-

peración se lograría escribiendo un concierto para piano, género que

Rajmáninov había intentado ya en 1892. Por extraño que parezca el tal

Dahl sabía lo que se hacía, y Rajmáninov logró con el Concierto para pia-no y orquesta n.º 2 en Do Menor, Opus 18, su obra más popular y el con-

cierto pianístico más popular del repertorio en la actualidad desde su

estreno el 27 de octubre de 1901 bajo la dirección de Aleksandr Ziloti, tío

del compositor.

Obra absolutamente favorita del gran público, de todos conocida y con-

tinuamente repuesta, a buen seguro es superfluo repetir explicaciones

dadas en ocasiones anteriores. Todos tendrán en la cabeza la tanda de

acordes sombríos con que el piano abre el Maestoso inicial dejando paso

al conmovedor tema de la cuerda, al igual que recordarán el segundo

tema, más optimista. Todos reconocerán los dos temas principales del

Adagio sostenuto, respectivamente a cargo de flauta y clarinete. Todos

conocen de sobra el celebérrimo segundo tema, meno mosso, del Allegroscherzando. Todos están en fin familiarizados con una obra que cursa

entre lo épico y lo lírico, y en que la vena melódica es tan admirada

como el brillante virtuosismo exigido al solista. No parece necesario

aumentar la escala del mapa para conducirse por un camino por todos

repetidamente frecuentado.

AAnnttoonniioo LLaassiieerrrraa

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PPRRIIMMEERRAAPARTE

M. GLINKAObertura de «Russlán y Liudmila»

S. RACHMANINOVConcierto n.º 2 en Do m, Op. 18

MaestosoAdagio sostenuto

Allegro scherzando

ELISABETH LEONSKAJA piano

SSEEGGUUNNDDAAPARTE

P. I. TCHAIKOVSKISinfonía n.º 4 en Fa m, Op. 36

Andante sostenuto - Moderato con AnimaAndantino in modo canzona

Scherzo (Pizzicato ostinato) - AllegroFinale: Allegro con fuoco

ORQUESTA SINFÓNICA DE SAN PETERSBURGOALEXANDER DMITRIEV director

Programa

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