Los mitos del 18 de julio aa. vv
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«¿Es necesario otro libro sobre laguerra civil?», se pregunta elcoordinador de este volumen. Lo esen la actualidad, cuando los viejosmitos franquistas han sidoreemplazados por un revisionismode derechas que descalifica larepública para legitimar la rebeliónmilitar. La mejor respuesta a esto esuna exposición objetiva de losresultados actuales de lainvestigación, que es lo que nosofrecen en estas páginasespecialistas como Ángel Viñas,Fernando Puell de la Villa, Julio
Aróstegui, Eduardo GonzálezCalleja, Hilari Raguer, Xosé M.Núñez Seixas, Fernando HernándezSánchez y Francisco SánchezPérez.
La suma de sus aportaciones nosofrece una completa desmitificacióndel levantamiento del 18 de julio,realizada a través del estudio de sustramas civil y militar, de loscontratos establecidos previamentecon la Italia fascista, de lanaturaleza de los proyectosrevolucionarios de izquierdas yderechas, de la presunta amenazacomunista, del peso real de la
defensa del catolicismo en losmóviles de los sublevados o de laleyenda negra sobre la violenciarepublicana en los meses del FrentePopular.
AA. VV.
Los mitos del 18de julio
ePub r1.0ugesan64 09.06.14
Título original: Los mitos del 18 de julioAA. VV., 2013
Editor digital: ugesan64Coeditor digital: jasopa1963ePub base r1.1
In memoriam:
A Gabriel Cardona (1938-2011),historiador, militar,patriota eincansableinvestigador delpasado de España.
¿Una guerrarealmente inevitable?
Francisco Sánchez PérezUniversidad Carlos III de Madrid
QUÉ SE PLANTEA ESTE LIBRO Y LO QUESE PUEDE ENCONTRAR EN ÉL
¡Otro libro sobre la guerra civil!,exclamará el amable lector si hojea o seacerca a esta obra. ¿Es necesario otrolibro sobre la guerra civil? ¿Qué puedeaportar este que no aporten otros?
¿Sigue siendo necesario en el siglo XXIdesmentir algunas de las afirmaciones yrelatos construidos durante décadassobre el origen del 18 (o 17) de julio?¿No hay muchas obras e historiadoresque han desmentido ya las tesisfranquistas?
Una respuesta genérica sobre en quéconsisten estas aportaciones intentarédarla en las siguientes páginas de estecapítulo introductorio. Los distintosautores que en este libro han intervenidocompletarán en el resto de capítulos, consus propios puntos de vista y cada unodesde un tema diferente, ese singularmecano que fue el proceso que llevó a la
guerra civil. Garantizamos al lector quecuando haya acabado este libro habráobtenido muchas respuestas a suspreguntas, pero también le aseguramosque se le abrirán otras, como a nosotrosmismos. Porque la investigaciónhistórica nunca se detiene.
La idea de este libro surgió de uncurso celebrado en julio de 2011 en ElEscorial como homenaje explícito alhistoriador, militar y profesor GabrielCardona, que había fallecido seis mesesantes, al que todos recordábamos y conel que varios de los presentes habíanmantenido relaciones personales muyestrechas. Y a él va dedicado. El tema
de aquel curso/encuentro, coordinado ydirigido por Ángel Viñas, giró en tornoa algunos de los mitos y relatosexplicativos del origen de la guerracivil, es decir, sobre lo que se ocultótras el 18 (o 17) de julio de 1936 y loque sobrevino a continuación. Muchosde esos mitos son de antaño,construidos ya en la misma guerra porlos contendientes, pero pertinaces, congran solera, raigambre y persistenteutilización, fuera y dentro de lahistoriografía. Lógicamente, por ser losque triunfaron en la contienda y tuvieronel país a su servicio durante décadas,destacan sobremanera los esparcidos
por la dictadura franquista, aunque noson los únicos. Pero hay otros tópicosque son de hogaño, bien por ser másrecientes, con lo que no han alcanzadoaún la categoría mítica, bien por serversiones más sofisticadas, remozadas,retocadas o rejuvenecidas de losanteriores. Básicamente todos ellosllegan a las mismas o parecidasconclusiones. Son las mismas melodíascon distintas letras.
A aquel curso acudimos varioshistoriadores, profesores y especialistasque disertamos y debatimos sobrediversos temas con la sana intención dedesbrozar los mitos, separar lo
contrastado de lo imaginado y resaltarevidencias donde en ocasiones solo hayelucubraciones. Todos nosotrosazotados más o menos por el tsunami dela aparición (entonces reciente) del yafamoso Diccionario Biográfico de laReal Academia de la Historia en susprimeros tomos publicados (y que van aseguir publicándose a lo que parece). Ental diccionario figuran autores queafirman que Franco no fue un dictador,que Juan Negrín sí lo fue, que CasaresQuiroga fue el último presidente de laRepública española, que el golpe deEstado del 18 de julio fue un«alzamiento» o un «pronunciamiento»,
que llaman a la guerra «Cruzada», queescriben más columnas sobre CalvoSotelo que sobre Azaña, Gil Robles y elpropio Franco, y en el que se recogen amártires católicos asesinados en laguerra con su nombre y apellidos perono a los asesinados del ladorepublicano. Como en tal obra (que hacostado más de seis millones de euros atodos nosotros, es decir, a loscontribuyentes) intervinieron otrosmuchos historiadores, perfectamentesolventes y que han hecho un grantrabajo, varios de los cuales estuvieronen El Escorial y están presentesprecisamente en este volumen, la
sensación de agravio profesional quelógicamente flotó en dicho encuentro fuemuy elevada. Por lo cual dejar las cosasclaras respecto al origen inmediato de laguerra civil creemos que resulta hoy másperentorio que nunca. Es lo que intentahacer esta obra.
El resultado, en síntesis, creemosque es uno de los mayores y máscompletos esfuerzos de demolición deciertas interpretaciones sobre el golpe, yla guerra civil que sobrevino acontinuación, que se han hecho enEspaña y fuera de ella. Se abordan latrama civil y la militar y el papel quetuvieron en la sublevación y cómo
operaron (Ángel Viñas y FernandoPuell), la idea revolucionaria de lasizquierdas y la contrarrevolucionaria delas derechas (Julio Aróstegui y EduardoGonzález Calleja), el peso de la defensadel catolicismo y de la nación entre lossublevados (Hilari Raguer y XoséManoel Núñez Seixas), la presuntaamenaza comunista (FernandoHernández Sánchez) y, por último, elclímax de la primavera de 1936 quesupuestamente condujo según numerososautores a la guerra: las reformas agrariay laboral de los gobiernos Azaña-Casares Quiroga, la movilización desindicatos y trabajadores, a la vez como
respuesta y estímulo a las autoridades, yl a leyenda negra de la violenciapolítica y social de aquellos meses(Francisco Sánchez Pérez y José LuisLedesma).
También aporta este libro una visiónpuesta al día sobre el golpe que dioorigen a la guerra y las justificaciones,explicaciones y contextualizaciones quede ambos fenómenos se han dado,incluidas la del fracaso, la falta dedemocracia y la violencia presuntamenteinherentes a la República, esta últimaquizá la más viva en la actualidad. Porlo tanto aquí no se abordan problemasbraudelianos de, como diría Jover, la
«civilización española», para explicarla guerra civil, tales como las filosofíassobre la supuesta existencia de dosEspañas, los problemas seculares delEstado-nación, el atraso inherente a lasociedad española (incluyendo elterrible desfase entre ciudad y campo) ylas injusticias y desigualdades socialesque reinaban en el país. Con eso noquiero decir que estos factores nocuenten sino que no forman parte de estetrabajo.
Gracias al interés de CarmenEsteban y la editorial Crítica, quepensaron que el resultado de esteencuentro merecía la pena divulgarse,
este libro ha podido ver la luz. Mis mássinceros agradecimientos comocoordinador por su infinita pacienciaante los retrasos. También me gustaríaagradecer al público que nos escuchópor su participación y sugerencias, aquien fue organizador de estos cursos deEl Escorial, el profesor Alfonso Pérez-Agote, a todos los compañeros que mehan dado ideas (tanto si lo sabían comosi no) para mejorar este texto, y, a títulopersonal, a Ana Martínez y a VioletaSánchez, que aparte de asistir al cursohan sido obligadas a presenciar la tareadiaria de acabar esta obra.
Es difícil anticipar y sintetizar para
el lector impaciente qué es lo que seconcluye en un libro colectivo cuandoescriben distintos autores, se abordandiversos temas y varían los enfoques ypuntos de vista. Supongo que, trasleerlo, cada uno sacará sus propiasconclusiones. Pero, como coordinadorde este volumen y concienzudoconocedor de lo que aquí se cuenta, mesiento obligado a avanzar, a guisa deentremés muy comprimido, que en estelibro se suministran interpretaciones yevidencias de:
1) Que el golpe del 18 de julio nosolo fue obra de militares sino tambiénde civiles, en particular los monárquicos
de Calvo Sotelo, que tuvieron un papelsustancial para que triunfase, y nomeramente de apoyo (aunque política ylogísticamente el beneficiado de susaportaciones fuese Franco y no laCorona).
2) Que no fue solamente un golped o mé s t i c o , endógeno, es decir,motivado por cuestiones internas quesolo incumbían a los españoles, sino quecontó con la connivencia de unapotencia extranjera, la Italia fascista,con la que los monárquicos contrataron17 días antes del golpe el suministro deuna espectacular cantidad de materialbélico de primer nivel. Material que se
suministró tal como se prometió. Losintereses de Mussolini no solo eranideológicos. Desde la instauración de laRepública se había orientado contraella. En 1936 se combinaron conambiciones geopolíticas en elMediterráneo tras su victoria en laguerra de Abisinia y en el marco,incipiente, de una aproximación a laAlemania nazi. Sus primeras actuacionesserias se remontan a 1934. Sí, antes deoctubre de tal año. Se reactivaron tras lavictoria de las izquierdas el 16 defebrero de 1936. Las gestionesmonárquicas fructificaron antes delgolpe, no después.
3) Que esos contratos existen.Conocemos cuatro gracias a laspesquisas del profesor Ángel Viñas yllevan fecha de 1 de julio. Estánredactados en italiano, los firmó PedroSainz Rodríguez en Roma, con el apoyopersonal, antes y después, de AntonioGoicoechea y el más que probableconocimiento de Calvo Sotelo. Que eranhasta ahora desconocidos e inéditos,pese a dormir en archivos españoles,quizá negligentemente olvidados oconvenientemente evitados. Se publicanaquí por primera vez, con sucorrespondiente traducción alcastellano.
4) Que aquellos contratos llevanincorporadas listas de armamento,incluidos más de 40 aviones, miles debombas, gasolina etilada,ametralladoras, proyectiles, quedesmienten que lo que se proyectabafuese meramente un pronunciamiento oun golpe blando. Las oportunidades detriunfar que se barajaban sin ir a unaguerra civil eran nimias, por lo que todoeste arsenal era imprescindible para unacampaña rápida y mortal que se preveíasegura. Obviamente a todo el mundo legusta triunfar con el mínimo esfuerzo,pero está claro que la muy probablebaza de la guerra civil se contemplaba
plenamente. Ello encaja con losoriginales planes de Mola que tanto sehan comentado: violencia extrema, muyprobable fracaso en Madrid y Barcelona(ciudades mal trabajadas, algo paramuchos historiadores incomprensiblehasta el día de hoy), y estrategiacentrípeta. En el anexo de este libro,por cortesía de Fernando Puell, tambiénse reproducen las famosas instruccionesde Mola, ya conocidas obviamente perono demasiado accesibles. También seexplica así el papel de Juan Marchallegando divisas, imprescindibles parapagar todo ese material. Por último,examinadas las listas anejas a los
contratos parece imposible que SainzRodríguez fuese por libre y no contasecon algún asesoramiento militar o uninventario directamente suministradopor alguien de la cúpula golpista,aunque desconozcamos de momento porquién. Era el enlace entre Sanjurjo yGalarza. De aquí que la conexión apuntehacia Mola, sin olvidar a Goded. Noestá documentado que Franco laconociera a través de Galarza pero no esimprobable.
5) Que la fecha del inicio del golpe(segunda mitad de julio) probablementeestá ligada a esos contratos y al apoyofascista prometido, y desde luego nada
tiene que ver con el asesinato de CalvoSotelo, que no precipitó nada. Que porotra parte Calvo Sotelo hiciese alardepúblico de fascismo en el Parlamentoespañol precisamente a mitad de junio ylo reiterase el 1 de julio tampoco parececasual.
6) Que la defensa de la nación y losalardes de nacionalismo de los golpistascontaban paradójicamente de antemanocon la intervención de una potenciaextranjera. Potencia extranjera que nofue la que ellos alegaban falsamente queapoyaba (la URSS) a la coalición deizquierdas (el llamado Frente Popular).
7) Que el tema de la defensa de la
Iglesia y del catolicismo simplemente noexistió en el diseño y ejecución delgolpe, y no fue ni un objetivo explícitode los golpistas ni su principalmotivación, ni hay prueba alguna de quelo fuera. No se usó de formapropagandística hasta bastantes díasdespués y siempre de forma subsidiariaal de la defensa de la nación (o unido aeste). No alcanza el mismo plano hastaal menos septiembre de 1936. Otra cosaes la postura de numerosos obispos(aunque no todos) que apoyaron el golpecasi de inmediato, ofreciéndole unrespaldo ideológico formidable.
8) Que el golpe no pretendía yugular
ninguna insurrección armada en marcha(que es lo que muchos llaman ollamaban «revolución»), ni comunista nide ninguna otra clase, sino las reformasprogresistas pero democráticas delprimer bienio republicano que losgobiernos Azaña-Casares Quirogaretomaron e impulsaron. En cualquiercaso tampoco es cierto que estosgobiernos no hicieran nada o selimitasen a recuperar tal cual elprograma del primer bienio sino que loaceleraron y profundizaron (en el temaagrario parece evidente) con mayorvoluntad política, mayor experiencia,acumulada en los años anteriores, y un
respaldo social y parlamentario máscompacto. Esto convertía a dichosgobiernos y al nuevo parlamento en unaamenaza mucho mayor que la de losbisoños de 1931-1933. Lo que sí eraevidente para los organizadores delgolpe de Estado es que este mataría dospájaros de un tiro: acabar con lasreformas eliminaría la tan cacareadarevolución española y la posibilidad,remota o no, de una insurrección obrera.
9) Que había muchos discursosrevolucionarios en los años treinta enEspaña, no solo obreros, sino tambiénburgueses, pero, fuesen intencionesreales o solo verbales, ninguna
organización republicana u obrera sepuso manos a la obra con el propósitode subvertir el orden constitucional en laprimavera de 1936, bien porque noquerían, bien porque no podían hacerlo.Tampoco había en marcha ningunaintervención de la Komintern ni de laURSS en España. De hecho en ningúnlugar de Europa entre 1918 y 1939 (esd e c i r el periodo de entreguerrasestricto, sin manipular) triunfó ningunarevolución obrera ni hubo ninguna«expansión comunista», pues elcomunismo no pudo o no supo salir de laURSS.
10) Que, por el contrario, las
derechas contrarrevolucionarias oantiliberales y ciertos sectores militaressí se pusieron manos a la obra parasubvertir el orden constitucional yrecabaron con éxito la intervencióninternacional de la Italia fascista antesdel golpe, es decir, hicieron todoaquello de lo que acusaban falsamente ala izquierda republicana y obrera. Dehecho en la mayoría de Europa entre1918 y 1939 (es decir, el periodo deentreguerras estricto, sin manipular)triunfaron todo tipo de golpes de Estadoy dictaduras derechistas que noacabaron con el socialismo sino con lasinstituciones liberales existentes, más
frágiles o más consolidadas, pero no lohicieron a través de una guerra civildevastadora o una revolución armadasino generalmente a través de unaconquista pacífica del poder que estasmismas instituciones les facilitaron oentregaron. Tal caballo de Troya eraimposible en España en julio de 1936.Pudo suceder en 1935, incluso enfebrero de 1936, pero no sucedió, y laoportunidad pasó.
11) Que hubo muchas víctimasmortales de la violencia política ysocial en la primavera de 1936 pero quese debieron en gran medida a la durezarepresiva por parte del Estado
republicano contra una extensamovilización popular, campesina,obrera y sindical (elevada cifra demuertos por fuerzas de orden público),lo que desmiente que el gobierno seinhibiese y permitiera el caos en calles ycampos. Otras muchas víctimas lofueron por reyertas individuales de tipopolítico entre militantes, no siempre deizquierdas contra derechas, pues ennumerosos casos las hubo entre laspropias organizaciones obreras ysindicales por la competencia entre sípara atraerse militancia en un contextocomo ese de recuperación y rápidoincremento de sus cuadros. Por último,
otro grupo fundamental de personasfueron abatidas por actividades depistoleros, en particular de la extremaderecha, que se dedicaron a prodigaratentados personales no solo contramilitantes significativos de la izquierdasino contra importantes cargosinstitucionales del Estado republicano,con una manifiesta voluntad de crear unestado de necesidad, un clímax quecontextualizase el golpe que se sabíaque sobrevendría. Y existen muchasevidencias además de que la Falange nose financiaba solo con las aportacionesde sus militantes.
12) Que esta amplia movilización
iba dirigida preferentemente a mejorarla posición de los trabajadores, tras unbienio anterior poco favorable, apresionar a las institucionesrepublicanas para que implementasen oacelerasen las reformas prometidas(asentamiento de campesinos, jornalerosy yunteros, disminución del paro,reducciones de jornada, alzas salariales)y, eso sí, también a desplegar un vastorepertorio intimidatorio dirigido contrapropietarios, patronos e instituciones (laIglesia), a los que considerabanreticentes a tales reformas y cambios.Repertorios de protesta variados queincluían las huelgas, manifestaciones y
mítines monstruo, pasando por laiconoclastia y los asaltos a localesasociados con las derechas y lospoderosos. Pero no había antes de laguerra una «violencia revolucionaria» oun «terror rojo» extendido, no habíaninguna dinámica de exterminio niliquidación de los enemigos de claseque pudiera continuarse después del 18de julio, es decir, no se asesinaba a las«gentes de orden», pues lo demuestraque el número de empresarios ypropietarios que lo fueron en los mesesanteriores al 18 de julio es ínfimo y elde religiosos inexistente. Por lo quesabemos murieron más empresarios,
identificados con sus nombres yapellidos, entre 1919 y 1923 en todaEspaña que en la primavera de 1936, yentonces no hubo ninguna guerra sino lode siempre, una dictadura al uso. Conrespecto a los religiosos baste decir queen 1923 fue asesinado un arzobispo ycardenal (Soldevila), lo que no ocurrióen toda la República.
13) Que, por último, la República nofue un fracaso que conducíainexorablemente a una guerra sino quefue destruida por un golpe militar que, alcontar con la connivencia de un paísextranjero y no triunfar en buena partedel territorio y en la capital, se
encaminó automáticamente a una guerracivil. Otras intervenciones (y sobre todono intervenciones) extranjerasposteriores la prolongaron y dictaron susentencia final, de todos conocida. Loque sí fue la República: una democraciade entreguerras de nueva creación (nocon una práctica de décadas). Comootras en parecida situación tuvo quelidiar por un lado con una derechaautoritaria, fascinada por la experienciafascista. Tuvo que bregar por otro conuna izquierda obrera que tendía confrecuencia al maximalismo, es decir, queconsideraba que la democracia erairreconciliable con el capitalismo e
inviable mientras este existiese, y quetemía que se entregase pacíficamente alfascismo como había sucedido en todaEuropa. Y hubo de gestionar por últimouna devastadora crisis económicamundial, factor nada despreciable, sobretodo por el tema del desempleo, ante laque el comunismo soviético parecíainmune. No era por tanto una de lasdemocracias del bienestar nacidas trasla Segunda Guerra Mundial, basadas enun pacto social, consensuadas, con unestado intervencionista, Plan Marshall ygastos sociales (tras, por cierto, decenasde millones de muertos) y queconvivían, no se olvide el detalle, con
un comunismo soviético que ahora sí seexpandía. Los que se empeñan en que laRepública española debería haber sidocomo tales democracias hacen purapropaganda política comparándola conel sistema democrático español actual(para enaltecer la transición, como si lehiciese falta) y un triste ejercicioahistórico de anacronismo. Losespañoles de los años treinta no eranidénticos a nosotros, ni mucho menos, ydaban otro sentido a ciertos vocablospolíticos, ni mejor ni peor, pero sídistinto. Identificaban mayoritariamentela «democracia» con la «revolución» yser «contrarrevolucionario» era ser
«antidemócrata». Lo hicieran de formaequivocada y abusiva o no (lo cual esotra cuestión), la República siguiósiendo una democracia de masas paralos parámetros de la época, la másdemocrática posible entonces, y en suscircunstancias, y dados los problemasque hubo de afrontar no lo hizo tan mal.Incluso resistió casi tres años en unaguerra claramente desigual. Hablar de«enemigos de la democracia» en laEspaña de los años treinta, como hacenalgunos, sin referirse en absoluto aamplios sectores militares yeclesiásticos españoles y al fascismoitaliano es simplemente una falacia.
EL MITO DE HOGAÑO POR EXCELENCIA:EL FRACASO DE LA REPÚBLICA COMOSISTEMA DE CONVIVENCIA
Los mitos de antaño en cualquiercaso, y como sugeríamos, vantransformándose en los tópicos dehogaño, más sofisticados y sutiles. Unejemplo manifiesto es que los políticosconservadores han ido modernizándose(muestra quizá de que en buena medidala tarea de los historiadores no estotalmente en vano) y que por lo generalya no alegan el peligro comunista niincluso el revolucionario o socialista
como causa de la guerra[1]. Sueleaparecer, de forma cada vez máshabitual en sus respuestas, el supuestogeneralizado fracaso de la Repúblicacomo causa directa y sustancial de laguerra civil. El difunto Manuel Fraga,que capitaneó la derecha conservadoraprácticamente hasta 1989, contestó en2007 en una entrevista: «pero losmuertos amontonados son de una guerracivil en la que toda la responsabilidad,toda, fue de los políticos de la IIRepública. ¡Toda!». Su cuñado CarlosRobles Piquer aseguró en 2012 que «unaterrible guerra civil había sido generadapor las increíbles torpezas de una
República»[2]. Nótese que lasacusaciones ya no son a rojos ymarxistas sino a los mismos políticosrepublicanos y a su escasa habilidad yoperatividad.
El problema para esta versión losuscita el hecho de que la República eraun régimen democrático de masasbastante avanzado para la época y devoluntad modernizadora. Lo más similaral régimen actual que hubo en España enlos últimos doscientos años. Pero hayque recordar que la democracia actualen España es una monarquía y suprocedencia viene de una transiciónpactada entre la oposición antifranquista
y el posfranquismo, no de una rupturapolítica como la de 1931. Es por tantode un gran interés general para muchospolíticos y pensadores (y loshistoriadores no siempre están porencima de ellos ni mucho menos)desvincular ambas democracias, no usara la República de ejemplo de nada (denada que no sea negativo) y dejar claroque el proyecto republicano fue unauténtico fracaso, del que la guerra es lamejor prueba (y antídoto para losposibles nostálgicos). Por eso las tesissobre el fracaso republicano comocausa, premisa o antecedente de laguerra siempre tendrán muchos y muy
influyentes oyentes. Hoy en día son tesismuy poderosas, mezcladas por logeneral con la invocación al caos,anarquía y ausencia de orden público delos meses inmediatamente anteriores a laguerra. Sobre la leyenda negra de laviolencia de esos días versa laaportación de José Luis Ledesma y aquíno vamos a entrar en ella, pero convienehacer unas puntualizaciones sobre eltema de la falta de democracia delperiodo republicano, por ser a mientender un nuevo (o no tan nuevo) mitoen construcción, con importantesvaledores, no siempre conservadores oque no se muestran como tales.
La manera más efectiva dedescalificar el periodo republicano en laactualidad (no hasta los años ochentadel pasado siglo, cuando España aún nohabía consolidado otra experienciademocrática comparable) es afirmar queno fue una auténtica democracia, que fueuna democracia de baja calidad o conimportantes déficits, que estaba pobladade políticos y organizaciones que noeran democráticos o no lo eranplenamente, que fomentaba o amparabala intolerancia y la intransigencia, etc.Aunque quienes defienden este punto devista no siempre justifican la guerra (oel golpe) y algunos puede que no
consideren esto causa de la guerra, elpanorama que presentan es tandevastador y tenebroso que en lamayoría de las ocasiones no dejan otrasalida o conclusión lógica al lector(«esto-tenía-que-acabar-mal», «no-había-otra-salida»), lector que no tienepor qué ser un historiador avezado y esprobable que acepte sin más cualquiersugerencia de tal índole. En realidad seactúa por comparación y lo que quieredecirse es que la republicana no era unademocracia como la actual, ni pacífica,ni pactada, ni bajo control[3].
El periodo republicano se presentapor tanto como una guerra civil larvada
(sorda, o si se prefiere fría) previa al 18de julio, como el enfrentamiento, yaexistente pero más virulento y enconadoen la contienda subsiguiente, entreideologías totalitarias yantidemocráticas extremistas de signoopuesto pero igualmente asesinas, queson prácticamente equiparadas y que,¡oh sorpresa!, están prácticamentedesaparecidas o neutralizadas en lademocracia actual. Esas ideologías yorganizaciones se caracterizan por logeneral de «antidemocráticas», y tantoda que sean de izquierdas como dederechas. En realidad se trata de untrasunto de la interpretación que se hace
de las tesis de Furet y Nolte, entre otros,sobre el periodo de entreguerraseuropeo como de enfrentamiento entrecomunismo y fascismo (y sus variopintasmutaciones y aliados), es decir, entretotalitarismos de izquierda y de derecha,que acabarían entre ambos con lademocracia liberal, que sería en buenamedida el objetivo número uno de losdos (por lo que algunos más audacesincluso llegan a emparentarlosideológicamente). Pero la democraciatriunfaría después de 1945 y más tarde apartir de 1989 se adueñaría de todo elcontinente (en España desde 1977 por suanomalía histórica). Colorín colorado, y
como diría Fukuyama, la historia haterminado[4].
Independientemente del contenidoteleológico implícito de esta tesis (lateleología más antigua empleada por loshistoriadores conservadores decualesquiera tiempo y lugar, es decir,todo desemboca en el edén presente,plenamente justificado, y lo que es másimportante, legitimado), con sumecánica maniquea (enfrentamientoentre los buenos, los que defienden lademocracia tal y como la entendemoshoy, y los malos, los que defendían otrascosas, obviamente equivocadas)[5], latrasposición a España tiene sus
problemas porque aquí en los añostreinta no había comunistas ni fascistasen número significativo. Así que hay queapretar el ventilador y, voilà, nosaparecen a la izquierda losrevolucionarios, es decir, la izquierdaobrera (lo que incluye a lasocialdemocracia bolchevizada, a laUGT y a los antitotalitarios pordefinición, los anarcosindicalistas),pero también la izquierda republicanaanticlerical y nacionalista (o, según losmás furibundos, separatista). A laderecha un amplio abanico antiliberaldesde la CEDA a Falange pasando portradicionalistas y monárquicos
alfonsinos. ¿Qué nos queda en el pradode la tolerancia y la democracia, lejosde los lobos?: Azaña (para otros másradicales iría al sector anticlerical, conlo cual desaparecería toda la izquierdadel prado de los justos) y los sectoresde la derecha liberal, o centro-derecha,o centro-centro, según los autores, comoLerroux y los radicales, los pequeñospartidos en torno a Alcalá-Zamora,Maura, los intelectuales orteguianos,etc.[6]. También probablemente, aunquede forma no tan clara, el nacionalismocatalanista y vasco de derechas: el PNVy la Lliga. Para los historiadores quereparten patentes de democracia estos
eran los que defendían la democracia enEspaña de sus enemigos. Eran muypocos y además divididos, y por esofracasó la República, presentada portanto como una singular paradoja, unademocracia sin apenas demócratas[7].
El problema de esta tesis basada encategorías tan inaprehensibles como la«violencia», la «intolerancia» o la«intransigencia» es que, dependiendo delas simpatías ideológicas de los autores,muy marcadas, o cualesquiera otrospuntos de vista, nos podemos encontrarcon el problema de delimitar quiénesson los violentos e intolerantes (y por lotanto los culpables de esa disfunción,
presentada como tal): eran solo losanarquistas (pero no los marxistas); no,solo los sindicatos (pero no los partidosobreros); no, solo el movimiento obrerorevolucionario (y no el socialismo másreformista); no, solo el movimientoobrero (pero no los partidosrepublicanos que se llamabanburgueses); no, solo la izquierda (perono el centro y la derecha); no, solo losextremistas en un sentido más queamplio, cósmico (pero no el centro); no,solo la derecha (pero no el centro y laizquierda); no, solo la extrema derecha(pero no la CEDA). Y así, siguiendo eljuego, hasta el reductio ad absurdum ,
todas las fuerzas que colaboraron con lamalhadada República, que era violenta yantidemocrática por definición. Comopuede verse esto no es operativo,independientemente de las simpatías oideas de cada cual, y no nos lleva aninguna parte, o mejor dicho nos lleva auna parte muy conocida, la de lospanfletos, los juicios de valor y lassuperioridades morales, elaboradosdesde un presente, desde donde es fácilestablecer los juicios despectivos delhomo democraticus moderno. Quererlimitar cosas tan complejas como laviolencia política y las tendenciasinsurreccionales a una o un puñado de
ideologías es puro reduccionismo: lasmismas personas (y mucho menos lasorganizaciones sociales y políticas) noson siempre pacíficas o violentas,pueden cambiar por las circunstanciasque les rodean. Ni todos los que creenen la lucha de clases son partidarios dela guerra civil, ni los que creen que lasleyes de Dios o el Dios-nación están porencima de los hombres se dedicansiempre a organizar bandas armadas, nilos liberales y conservadores más tibiosconstruyeron macroimperios ysojuzgaron y humillaron a millones depersonas en el proceso, predicando lademocracia y construyendo parlamentos.
No fueron gobiernos de extremistas losque provocaron la Primera GuerraMundial (o en el caso español, porejemplo, la guerra de Marruecos).
En cualquier caso, si proyectamosesta imagen de la República a lainmediata guerra civil, lo que ya estácomenzando a hacerse o se hará enbreve, no es difícil imaginar el cuadroresultante: unas izquierdasmayoritariamente antidemocráticas eintransigentes contra las derechasantiliberales acaudilladas por insignesmilitares golpistas. Ni rastro deliberalismo, ni rastro de democracia.Los liberales (Lerroux, Azaña, Ortega,
Maura, Alcalá-Zamora, Cambó), conmás o menos simpatías por unos o porotros, terminan haciendo mutis en estedrama (porque se amedrentan, porque seexilian, porque se esconden…).Olvídese el lector (si tuvo la inmensafortuna de aprenderlo en el colegio) dela guerra entendida como una alianzaentre democracia y movimiento obrero( o socialismo, en el sentido másgenérico posible de esa palabra) contralas derechas autoritarias, que preludia laque se producirá tras muchas vicisitudesdurante la Segunda Guerra Mundial(aunque con un resultado muy diferente yclave para entender el problema
histórico de España, que, como suelod e c i r , perdió la Segunda GuerraMundial).
Es obvio que este diseño parte de unfallo metodológico clave, disculpable enanalistas políticos, tertulianos,propagandistas y publicistas, pero no enhistoriadores serios, que deben saber delo que hablan: se trata de un uso abusivo(y a veces exclusivo) de ciertascategorías lingüísticas para explicar larealidad, como si todo el mundoestuviese de acuerdo (en particular enlos años treinta) en lo que significaban.Un uso abusivo de términos como«democracia», «revolución» y
«liberalismo» (estas tres en particular,la segunda en sentidocaracterísticamente negativo) llega allímite de lo anacrónico, cuando no lotraspasa francamente (en particular en eluso del primer término), creaincompatibilidades manifiestamentefalsas (revolución y democracia comoconceptos enemigos y contrapuestos,¿por qué no relacionados ycomplementarios?) y asociaciones soloaceptables en parte (liberalismo =democracia, por ejemplo, dando aentender que la democracia no harecibido aportaciones del socialismo, enel sentido más amplio del término, y del
cristianismo social, y que ser liberal essinónimo de demócrata)[8].
Por eso, debemos pedir perdón a loslectores por la pequeña digresiónlingüística que vamos a hacer, quizámuy obvia para algunos, pero queconsidero aclaratoria para otros (yfundamental para el alumno en las aulassi no se le quiere confundir). Laconcepción anacrónica de la democraciadescansa en la supuesta creencia que«democracia» (una palabra deconnotaciones positivas en el presente)significa y ha significado lo mismo paratodas las épocas y personas y que eltérmino, conservando el significante, no
ha variado de significado. Esto quesuele estar muy claro en otras áreas dela historia (la Antigua, la medieval), nolo está siempre en la contemporánea,aunque hayan pasado más de 70 años delo que se está intentando explicar. ¿Quéopinaría el lector de alguien que ledijese que Gengis Khan era un«genocida», Rousseau un «totalitario»(uno de los inspiradores de lademocracia moderna, pero esto últimose ha dicho y todavía se dice)[9] y que elcomportamiento de Felipe II era «pocodemocrático»? Diría con razón que esaspalabras (y lo que hay detrás de ellas)tan del presente no explican
adecuadamente ciertas ideas ycomportamientos del pasado. Esto quees tan evidente cuando ciertos vocablosno existían, no lo es tanto cuando síexistían aunque significasen otras cosasy en particular no había unanimidad nimucho menos sobre su significado.
En esta línea, ¿calificaría el lectorde «demócrata» a una persona que tieneesclavos? Sí, si hablamos de unateniense del siglo v a. C. (y muydemócrata si le comparaba con unpersa). ¿Calificaría hoy de demócrata auna persona que niega el derecho al votoa la mujer? Sí, si al menos nos referimosal siglo XIX, cuando se hablaba de
«sufragio universal», reduciendo eluniverso al género masculino, y losdemócratas no eran señores pacíficosque soñaban con pactos y repartirsedividendos, sino alborotadoresradicales de extrema izquierda (hoy seles vería como antisistema)[10].¿Calificaría hoy de demócratas apersonas que van cantando a voz encuello «si los curas y frailes supieran,las palizas que vamos a dar» (con lamusiquilla del Himno de Riego, que erapor cierto el himno nacional), quehablan continuamente de «impulsar» o«defender» la revolución (o lo escuchancontinuamente), o que cambian los
ayuntamientos a su antojo (mediantetumultos o mediante mandamientosjudiciales) cada vez que ganan los suyosen Madrid? Sí, si nos referimos a laEspaña de entreguerras y a la SegundaRepública, y encontraríamos ejemplossimilares fuera de España. Algunosdatos a vuelapluma para que el lector sehaga una idea: en Alemania (unademocracia tan tierna como la española)en las celebraciones del Primero deMayo de 1929 murieron entre 30 y 40personas en Berlín (muchas por lapolicía); países como el Reino Unido(de trayectoria parlamentaria másamplia) podían tener una huelga general
de 10 días y una de mineros del carbónde seis meses (en 1926), o comoFrancia, donde un choque de la extremaderecha con la policía frente alCongreso de los Diputados en Parísterminó con cerca de 20 muertos y másde 2000 heridos, y lacontramanifestación subsiguiente de laizquierda para protestar arrojó otros 9(en febrero de 1934). Todo esto seríaprácticamente inaudito en lasdemocracias europeas de hoy en díapero no era totalmente escandaloso enlas democracias de entreguerras y eracasi habitual en las de menor tradición yrecorrido (como la española).
Es conocido, por otra parte, que losprocesos de democratización y cambiosocial y político, y este de la España delos treinta lo era, conllevan altas dosisde violencia. ¿Qué opinaría el lector deun régimen que en apenas siete añosacumuló unas cifras de asesinados pormotivos políticos y sociales queascendieron a más de 700, con más de3500 actos de violencia, 500 al año (loque no está nada mal), dóndeprácticamente todos los sectoreslaborales hicieron alguna huelga yciertos grupos militares aprovecharoncualquier ocasión para intentar un golpede Estado? No, no hablamos de la
anarquía ni de la República, sino de la«pacífica» transición española entre1975 y 1982[11]. Y todo esto rodeada dedemocracias europeas asentadas durantedécadas, con pactos y consensos, y sinruptura alguna, manteniendo en elproceso al jefe del Estado y alpresidente del gobierno (algoextremadamente raro en procesossimilares). Nada de eso sucedió en losaños treinta, donde había un fuertedebate, por decirlo suavemente, sobrehacia dónde tenía que ir ese artefactollamado «democracia».
Las democracias de entreguerrasfueron muy problemáticas y frágiles,
tuvieron un alto grado de violenciapolítica y social, y los discursospolíticos, generalmente más radicalesque los de hoy, puede que nos parezcanpoco aceptables. Pero lo cierto es queasí eran las democracias y en particularlos procesos de democratización enpaíses que no las habían disfrutadoplenamente como España (que salió deuna dictadura amparada por unamonarquía y se metió en otra, que sedenominó «reino», y que acabódesembocando de nuevo en otramonarquía). Muchas personas estabanconvencidas en todo el mundo a la alturade los años treinta del fracaso
estrepitoso del estado liberal y burgués,imagen de fracaso al que los seriosproblemas económicos y sociales de laposguerra primero, y de la GranDepresión después, hicieron unaexcepcional contribución (aunque aquíen España siempre se minimizan)[12].Tenían motivos poderosos parapensarlo. No todo era vesania política yodios alimentados por los discursos. Noeran (ni podían ser) las democracias delbienestar que se construirán en laEuropa continental después de 1945, quees lo que algunos llaman «democracia»para todo tiempo y lugar, de formaabusiva, anacrónica y encapsulada en el
tiempo. Democracias con un pactosocial, un estado redistribuidor,impuestos sobre la renta, seguridadsocial, subsidios de desempleo yprogramas sociales, sindicalismoreformista, socialdemocracia nomarxista, democracia cristiana nogolpista, eurocomunismo, liberalismoque acepta todo eso en contra de supropia esencia, etc.[13]. Pretender quefueran así en los años treinta es undesideratum bonito, pero no es ni real nirealista. Las personas de hace 70 añosno vivían ni entendían la democraciacomo nosotros[14]. Vista en perspectivay a mi entender, la República capeó
problemas bastante graves(insurrecciones obreras, golpismo,agitación del campo, guerra fríaeclesiástica) con un talante en generalprogresista (no se creó una dictadurarepublicana) y resistió después en unaguerra francamente desigual casi tresaños. Para estar ubicada en la muyproblemática de por sí Europamediterránea ofrece un panoramaluminoso, más que tenebroso (el primerode ese área de Europa por ejemplo queaprobó el sufragio universal). Endefinitiva, la República fue todo lodemocrática que se podía ser en losaños treinta (los años de Stalin, de
Hitler, de Mussolini, de Dollfuss o deSalazar, entre otros). No fue ni muchomenos peor que la mayoría de lasdemocracias continentales conproblemas similares, por mucho que seempeñen en general los hispanistasfranceses, ingleses, alemanes ynorteamericanos. Sin embargo ningunade ellas desembocó en una guerraparecida (porque las guerras civilesrusa, finlandesa o griega, por poner tresejemplos, emergieron casi directamentede las guerras mundiales, no de unasituación particular ni preferentementedemocrática). El problema está en otrositio.
Del mismo modo no se puedeafirmar sin más que la izquierda obreraera «antidemocrática» porque no creíaque pudiese haber una democraciaauténtica mientras hubiese estado,capitalismo o propiedad privada (segúnlas variantes) en el contexto de unasociedad tan desigual (en particularentre la ciudad y el campo) como laespañola. Tal afirmación es una peticiónde principio, es decir, es solo válidasegún un concepto concreto dedemocracia, la democracia realmenteexistente (que los militantes obrerosllamaban, con menos finura, burguesa).Que muchos crean que la democracia
actual es la única posible y que es un finen sí mismo no invalida que otrospuedan tener otras ideas y conceptos entorno a la democracia[15]. Incluso hoymismo. No hay más que ver a losindignados pidiendo ¡Democracia real,ya!, gritando que ¡No, que no, que nonos representan!, o los numerosospolíticos y pensadores señalando que loque hoy se dirime es una pugna entrepolítica y mercados, cuando lasoberanía y la democracia se rinden a labanca y las finanzas. Esto último, dichocon palabras más políticamentecorrectas para el ciudadano de hoy, esun trasunto, una adaptación
contemporánea si se quiere, de la añejaidea de la izquierda obrera de que nopuede haber libertad personal e igualdadde oportunidades bajo la bota delcapital (o del estado burgués, al queconsideraban su brazo armado) y de quela lucha es internacional porque elcapitalismo lo es. Si esto se piensa hoy,no sé por qué motivo no podía pensarseen los años de la Gran Depresión. Todoello no les convierte en antidemócratas.Esto, además, explica las alineacionesde la guerra civil y de la SegundaGuerra Mundial. Soy de los que creenque no fueron casuales. Lo de la derechaantiliberal (la CEDA, los monárquicos y
la Falange, que se movían entre elcorporativismo, el tradicionalismo y elfascismo) es harina de otro costal: esdifícil argumentar que sus proyectos ysueños condujesen a mayor libertad eigualdad, ni que creyesen en la voluntadde las mayorías (solían afirmar locontrario constantemente), conceptosprovenientes de la Ilustración y laRevolución francesa, y que rechazabande plano. Otra cosa es que al menos enla CEDA y grupos más o menos afines símilitasen demócratas (cristianos) comoLuis Lucia o Giménez Fernández.Remitimos para ello al capítulo sobreesta cuestión de un especialista como
Eduardo González Calleja.Cuando en alguna ocasión he
inquirido a alguien a qué se referíacuando afirmaba que en los años treintalos socialistas (o los sindicatos) eran«antidemocráticos» me ha solidocontestar que porque apoyaban «a larevolución», o alternativamente que eran«revolucionarios» y no «democráticos»,o que defendían la «revolución» pero nola «República». Esta dicotomía entredemocracia y revolución, como si fuesenpalabras antitéticas, es otraextrapolación abusiva de cómo se vehoy la política y la sociedad a cómo seveía hace más de setenta años. Puede
que algunos crean que son conceptosantitéticos en la actualidad, cuando noscostaría mucho ver a Rajoy o aRubalcaba como «revolucionarios»,pero en absoluto lo eran en los añostreinta, cuando se veía a Azaña, Alcalá-Zamora, Lerroux o Companys comotales. Ellos mismos lo decían y susdetractores también. La gente cantaba LaMarsellesa (hoy los españoles la pitanen los estadios; ya se perdió laconexión), se ponía gorros frigios detela y de papel (hoy los estudiantesuniversitarios creen que son barretinascuando los ven en un cuadro), los niñosleían en la escuela El niño republicano
de Joaquín Seró Sabaté, donde entreotras cosas se presenta el 12/14 de abrilcomo «el triunfo de la revolución», ycomo héroes de la historia mundial en sucamino hacia ella a Danton, Bolívar,Washington e incluso Cromwell (por nocitar a los españoles). En este últimolibro aparecen la «libertad» (la palabramás repetida), la «igualdad», los«derechos» y la «revolución» (mucho),pero escasea más la palabra«democracia», buena muestra del desusode la palabra con su significado actual,aunque todos sepamos lo que implica un«gobierno de todos para todos»[16]. Si sehubiese preguntado a 100 españoles de
los años treinta si lo que había enmarcha en el país era una revolución,quizá hubiesen contestadoafirmativamente 95. Se trataba de la«revolución española». Buena parte dela izquierda obrera (y no solo ella) creíaque se pasaba por la etapa (transitoria)de la «revolución burguesa», y queluego vendría la «obrera» o«socialista»[17]. Un «¡Viva larevolución!», era aceptable para ambasconcepciones y se usó mucho como lemadurante la guerra. Inspiró hasta un cuentode Celia (el personaje infantil de ElenaFortún)[18]. La derecha antiliberal seautodefinía como
«contrarrevolucionaria», porque eracontraria a ambas revoluciones y semovilizó para impedir que se llevasen aefecto. En este sentido «lacontrarrevolución [estaba] cifrada en lamutilación o la eliminación de lademocracia republicana por vías dehecho, incluida la violencia». Sercontrarrevolucionario y enemigo de lademocracia eran por tanto prácticamentesinónimos[19]. Lógicamente eso noexcluye grandes diferencias sobre loslímites de la idea de revolución en cadauno: para unos la República era un puntode llegada, para otros un punto departida y para otros algo que debía
simplemente desaparecer sin dejarrastro. Otra cosa muy diferente es la(eterna) discusión sobre si lademocracia republicana era realmenteuna revolución, palabra que muchagente asocia (y asociaba) a la violencia.Sobre los diversos discursosrevolucionarios que convergen en laguerra y lo que se hacía pasar por«revolución», remitimos al capítulo delprofesor Julio Aróstegui.
No creo que esto legitime a nadie,salvo a los amantes de la brocha gorda,para afirmar que la izquierda obrera y elcentro liberal eran enemigosirreconciliables, pues compartían la
idea de progreso, revolución y el poderpara los de abajo, por muy genérico quetodo ello resulte hoy en día. Es decir, loque se convirtió en el manto delantifascismo común tan característicode los años treinta y cuarenta en todo elmundo y que no puede olvidarse oescamotearse. Que contribuye a entendery explicar, lo que no es lo mismo quecompartir o defender, el olvido y lasubestimación, y por qué no, laocultación, de la barbarie estalinistadurante décadas que tanto haobsesionado a tantos escritores y quehay que hacer inteligible a una personade hoy en día. Por otra parte, pretender
que la violencia política y la revoluciónpor un lado y el origen de lasdemocracias actuales por otro no tienennada que ver (nos guste o no, lo cual esalgo muy diferente) es un insulto paracualquier persona bien informada.
A nadie por lo general le gusta laviolencia política pero llevapracticándose desde hace siglos y loshistoriadores tenemos la obligación deexplicarla más que de condenarla decontinuo, algo por otra parte harto fácil(sobre todo cuando es del pasado, seadscribe a una ideología que no gusta, oque no salpica o implica)[20]. Gusten ono, las revoluciones (algunas muy
cruentas) han sido compañeras de viajede los procesos de cambio, incluidos ladifusión del liberalismo, la democracia,el socialismo y el parlamentarismo, y lohan sido desde el siglo XVII, tanto si hanfructificado en algo parecido ademocracias como si no lo han hecho.Antes, pero también después de 1917 ypese a lo que dicen algunos, hubo y hahabido varias revoluciones quecondujeron a democracias y no aregímenes opresivos, al menos a cortoplazo: la de noviembre de 1918 enAlemania que trajo la República deWeimar, las que crearon las Repúblicasde Austria o Checoslovaquia, el ya
mentado y especial caso español,etc.[21]. Otra cosa son los problemas queles sobrevinieron después, quedesembocaron en el plato único del día:dictaduras derechistas[22]. Y aúndespués de 1945 las revoluciones hantenido recorrido: véanse la portuguesade 1974, la iraní de 1979, las de 1989-1991 en Europa del Este o lasactuales de los países árabes (norefiriéndonos deliberadamente a ningunainspirada claramente en el marxismo-leninismo).
Otra cosa muy diferente es que nosiempre proporcionen lo que se suponeque buscan, mayor libertad, más poder
para la gente, más prosperidad, másigualdad, pues son procesos muyfrágiles y vulnerables y que pueden teners u Napoleón (no Bonaparte, sino elcerdo de Rebelión en la granja), o suTermidor, a la vuelta de la esquina. Unavez se libera al genio, no siempre tienebuenas intenciones para su benefactor yno siempre se le engaña para regresar ala botella y poder cerrar luego el tapón,como en esa joya de relato que es Elpescador y el efrit en Las mil y unanoches[23].
Para no extendernos con esta, esperono demasiado aburrida, digresión nodiremos gran cosa sobre la asociación
poco inocente entre liberalismo ydemocracia de masas. Es obvio que lademocracia actual tiene principiosliberales, pero maneja otros que notienen ese origen y que los liberalesnunca habrían aceptado en el siglo XIX,que han aceptado a regañadientes en elXX, que aún hoy algunos no aceptanplenamente y que están dispuestos a tirarpor la borda aprovechando cualquiermomento (una crisis social y económicade envergadura por ejemplo). Eso, paraeste trabajo, es relevante porquediferencia muy notablemente elliberalismo democrático de antes de1914 del de después y en particular del
de después de 1945. Baste decir queideas como que el progreso conduce a lasuperación de la injusticia socialinherente al capitalismo, que losderechos políticos son insuficientes opoco operativos sin igualdad deoportunidades y que la sociedad crea unvalor colectivo que pertenece a todos yno solo a unos pocos eran ideasbásicamente «socialistas» en los añostreinta en el sentido más amplio de lapalabra (es decir, no específicamentemarxistas, ni anarquistas, nisocialcristianas) y hoy muchos lasdefinirían simplemente comodemocráticas (pero no como liberales).
Es más, ciertos autores sostienen hoyque muchos de estos valores están en labase misma de la democracia y sin ellosla democracia misma carece desentido[24].
LAS TRAMAS DEL GOLPE: MILITARES,CIVILES Y FASCISTAS
El profesor Fernando Puell, granexperto en la historia de los militaresespañoles desde el siglo XVIII, aborda latrama castrense que condujo al golpe deEstado de julio de 1936. En su estudiodistingue tres interesantes niveles de
apoyo a este: la minoría de oficiales quepreparó la conspiración, la mitad más omenos del total que lo secundó y la granmayoría que simpatizaban en el fondocon él. Y explica esto, precisamentepasando de lo general a lo particular yde lo más antiguo a lo más reciente. Lasimpatía general al golpismo tendría, asu entender, raíces muy profundas, enabsoluto coyunturales, que se remontan auna mentalidad peculiar de la cúpula dela oficialidad española alimentada almenos desde el Sexenio Democrático yque estaba virada hacia un pronunciadointervencionismo y un marcadovictimismo (que Puell llega a definir
como «paranoide»), ambos en un sentidocorporativo.
Frente a lo que a veces se afirma, elcanovismo elevó al ejército al papel degarante del sistema liberal-constitucional de la Restauración y de laintegridad del Estado nacional y loconvirtió en un ente autónomo, que noadmitía injerencia alguna del podercivil. Tras el 98 y con Alfonso XIII,esas tendencias se acentuaron y setiñeron de un aislacionismo culturalajeno a la realidad social, una acusadainquina hacia el movimiento obrero ylos nacionalismos periféricos y ciertodesprecio hacia el sistema
socioeconómico imperante, es decir,hacia el capitalismo liberal. De modoque queda claro que, aunque en elperiodo de entreguerras la mentalidadmilitar pretoriana se acentuó y volvieronlos pronunciamientos, elintervencionismo y el victimismo (pesea contar con el mejor sistema posible deprotección social en la España delmomento, si se compara con el del restode las clases medias y el de lostrabajadores y campesinos) eran malesseculares.
La República por tanto no hizo sinoregar sobre un terreno ya muyempapado, en particular con tres frentes
muy borrascosos: las reformas militaresde Azaña del primer bienio, laaprobación del Estatuto catalán de 1932y el peligro obrero revolucionarioencarnado por octubre de 1934, cuyosprotagonistas (reales o ficticios)formarían (o secundarían tácitamente) lacoalición de izquierdas triunfante enfebrero de 1936. Las primeras, lasreformas, destinadas a modernizar elejército, apartarlo de la política ysometerlo al Estado civil y democrático,eran amenazas tangibles,desnaturalizadas en el segundo bienio, yen particular por Gil Robles comoministro de la Guerra (con una idea
sobre el ejército que podríaconsiderarse prácticamente comoopuesta a la de Azaña), pero que podíanser reavivadas tras aquella fecha. Eneste sentido puede afirmarse que Puellmuestra cómo se creó un militartipo, quecabría llamarse «antiazañista», cuyomejor ejemplo será el propio EmilioMola, cerebro de la conspiración. Bienfuesen militares amenazados por larevisión de los ascensos posteriores a1923, bien hubiesen sido damnificadosdirectamente por las destituciones yremodelaciones de los gobiernos Azaña( d e 1931-1933 y de 1936), comoSanjurjo, el propio Mola, Franco o
Goded, bien estuviesen adheridos allucro cesante que tan generosamente lesproporcionó la República (ociosos conel 100% de sus emolumentos), lo que lesdaba mucho tiempo libre para conspirar,estos «antiazañistas» fueron el núcleoduro y dirigente de la conspiración. Losotros dos acontecimientos, el estatuto de1932 y octubre de 1934, ectoplasmaspresuntamente del separatismo y elbolchevismo, esparcieron la semillaentre la oficialidad joven. Puell destacala gran cantidad de tramasconspiratorias que existieron en los añostreinta y cómo finalmente solo unaprevaleció, la que él llama «trama de la
Junta de Generales». Esta tenía comoobjetivo mínimo acabar con el gobiernode las izquierdas, en el caso de quetriunfase en febrero de 1936 (como asífue) y establecer una dictadura militar.Ello explica que cuando los golpistasocuparon en 1935 puestos de mando,estratégicos y de responsabilidad, nointentasen un golpecontrarrevolucionario antirrepublicano,cuando parecía más sencillo, es decir,tras sofocar la insurrección de octubre.Después de su desplazamiento del poderse decidieron a organizarlo seriamente.Como es sabido, no todos fuerondesplazados adecuadamente y algunos
no lo fueron en absoluto: en particularPuell destaca aquí los casos muyconocidos de Queipo de Llano yCabanellas, nombrados por Lerroux yPortela Valladares respectivamente, y elno tan conocido de Sánchez-Ocaña,nombrado jefe del Estado Mayor Centralpor el gobierno Azaña en febrero de1936 y mantenido hasta julio. Encualquier caso, Puell no hace demasiadasangre con la tan universalmentedenostada figura de Casares Quiroga ysus poco atinadas decisiones; esto quedapara Viñas en sus observaciones sobrela trama civil[25].
Sobre el plan de Mola que expone
Puell, quédese el lector con tres datospara animarse a degustarlo. En primerlugar, que sus vericuetos, idas y venidas,sus problemas y demoras, poco o nadatuvieron que ver con ninguna oleadarevolucionaria ni prerrevolucionaria dela primavera de 1936, aunque sí se«fabricó» una falsificación ad hoc de unsecreto plan soviético para poner alfrente de un Consejo revolucionario aLargo Caballero. Tampoco tuvo ningunaincidencia significativa el asesinato deCalvo Sotelo (conocido el 14, tres díasantes de que las tropas de Marruecoscomenzaran el baile). Se debieron enexclusiva a problemas de logística,
organización y coordinación. Y, por loque sabemos ahora, esperar a que dieranluz verde los fascistas italianos tambiéndebió ser un argumento de peso en lademora al menos hasta el 1 de julio.Pudo tener, sin embargo, influencia en eldesenlace final la destitución de Alcalá-Zamora (que pudo arrastrar a Queipo ysobre todo a Cabanellas), aunque Puellno subraya este hecho. En segundo lugar,los supuestos que pidió Franco parasumarse al golpe en marzo de 1936 (ungobierno Largo Caballero, una anarquíatotal o un movimiento popular seguidode un estado de guerra), era claro que nose cumplían en julio y pese a todo
participó en él. Y en tercer lugar, quefue Mola quien diseñó desde elprincipio la singular estrategiacentrípeta, es decir, triunfar enprovincias y converger sobre la capital(dándola por perdida de antemano), quepodía fácilmente fracasar, como así fue,y que caracterizó los primeros meses dela guerra civil («la guerra decolumnas»). Estrategia primerobásicamente peninsular (el ejército deÁfrica tendría un papel «pasivo»), peroque desde junio contaba con que habríaalgún tipo de desembarco de losregulares y el Tercio de Marruecos (ycon que Franco se haría cargo de esas
tropas). Los contratos romanos del 1 dejulio muestran que Mola tenía un as en lamanga que en principio podría (o asípensaba) solventar todos esosobstáculos. Las famosas Instruccionesde Mola figuran en anexo en este libro.
Como sabemos, finalmente el pasodel estrecho se realizó gracias a avionesalemanes, acto sin el cual no habríahabido guerra civil o habría tenido uncariz muy diferente o bien habría sidonotablemente más breve. Diferenciar«golpe de Estado» o «sublevación», de«guerra civil» es algo fundamental aestas alturas de avances científicos einvestigaciones historiográficas. A esto
está consagrada en buena parte laaportación de Ángel Viñas, muyconocido especialista de los vericuetosde la guerra civil y en particular de lavertiente internacional del conflicto[26].Viñas nos recalca algunas de lasaportaciones básicas de la trama civil ala conspiración y al golpe de 1936,mucho menos conocidas,minusvaloradas y, en algún caso,negadas. Y precisamente, asegura, fue enel marco internacional donde los civilestuvieron una importante incidencia, puesfueron los vectores internacionales losque transformaron aquel golpe medioconseguido, medio fracasado, en una
auténtica guerra civil, que de otro modohabría sido inviable. Con ello, elprofesor Viñas deslinda la conjura y elgolpe, con motivaciones básicamenteendógenas, o si se prefiere domésticas,de lo que será la guerra civil, creada deforma exógena, es decir, por laintervención internacional. Ahora, sinembargo, sabemos y en su trabajo quedaclaramente demostrado que incluso elgolpe mismo contaba con la connivenciade la Italia fascista.
Esta tesis desbarata completamentela idea apocalíptica que nos haacompañado durante décadas, y quecreó cuerpo historiográfico, de las dos
Españas destinadas a enfrentarse (más omenos de forma inevitable), delguerracivilismo como una realidadendémica del país y en particular de quehubiese una guerra civil no declaradadentro de la sociedad española en losaños treinta. También desmiente quemedia España se levantase rebeladacontra la otra media, que es lo quesugería la palabra «alzamiento», y quetanto gustaba a los sublevados[27].
Entre tales vectores Viñas destacatres. En primer lugar, la intervención enel mismo mes de julio de las potenciasfascistas, es decir, la Italia de Mussoliniy la Alemania de Hitler (juntas, pero en
principio no de acuerdo), que, de paso,consagraron el papel de Franco, comocabecilla de toda la rebelión, lo que enprincipio no era. La conexión italianapasa a ser anterior al golpe sin ningunaduda con el descubrimiento de loscuatro contratos del 1 de julio, queaparecen en esta obra. Los firmó en laItalia fascista Sainz Rodríguez, enrepresentación de los monárquicos y contotal probabilidad de al menos parte dela cúpula militar golpista (no sabemosde quién, a falta de ulterioresinvestigaciones), que le asesoró en lapetición de material. También es obvioque prepararlos debió llevar su tiempo
ya que garantizaban tal despliegue dematerial bélico, por si el golpefracasaba, algo bastante probable, quelo transformaría de inmediato en unaguerra civil devastadora: más de 40aviones, más de 10 000 bombas de 2kilos, más de 2000 de 50 kilos o más,carburantes, gasolina etilada,ametralladoras, proyectiles perforantes,etc., por valor de más de 39 millones deliras, 339 millones de euros de 2010. Elavalista generoso, Juan March. Puedeasegurarse que no se iba a laVicalvarada. No, se iba a una guerra.Esta misión de Sainz Rodríguez,remachada junto a Antonio Goicoechea
más tarde ya después del golpe (yavanzada antes en 1934), difícilmentefue desconocida por Calvo Sotelo, lídernatural de los monárquicos, y sin dudaimpregnó sus discursos parlamentariosde aquellos meses y su aireadafascinación por el fascismo. También esdifícil que no supieran nada el exrey ysu hijo, don Juan, pues vivían en Roma.Lo que no podían prever losmonárquicos es que Sanjurjo seestrellaría en accidente y que seconstruiría un Estado criptofascista sí,pero sin rey. En cualquier caso, Viñasdestaca que la de los monárquicos nofue la única gestión con Roma y cómo
después del golpe se produjo larocambolesca de Bolín, en gran parteautodistorsionada, y la propia de Francoa través de la inteligencia militaritaliana de Tánger, pero la que se llevóel gato al agua, como no podía ser deotra manera por los compromisosadquiridos, fue la de los monárquicos.
En segundo lugar, la abstención oinhibición de los estados liberalesoccidentales, pero muy en particular delbritánico, que no solo recelaba de unaamenaza comunista en España, sinotambién en Francia (con un gobiernopresidido por un socialista, no porrepublicanos «burgueses»). Hoy
sabemos, y el profesor Viñas, entreotros, ha contribuido mucho a reforzareste conocimiento, que lo de losgobiernos conservadores británicos, yaantes de la guerra, pero sobre todo en sutranscurso, no fue mera inhibición sinofranca antipatía, cuando no boicoteo,hacia la República, el Frente Popular ytodo lo que oliese a izquierdismo yobrerismo. Sobre esto, es significativoel dato probado por Viñas de que enLondres sabían al dedillo los planes deMoscú sobre España gracias a su red deespionaje e inteligencia y conocían queno había ninguna revolución comunistaen perspectiva ni en acto ni en potencia.
Pese a todo sus embajadores, expertos ydiplomáticos insistieron en esa idea, quevenía bien para justificar su inhibición.Sobre esto, es cierto que el juicio de laHistoria no ha sido muy benévolo sobrela ceguera de los tories respecto alpeligro de los fascismos antes de laSegunda Guerra Mundial e incluso trasestallar esta[28], pero el nombre que sele ha dado («apaciguamiento») pareceseñalar un problema de debilidaddiplomática, de ausencia de un big stickdisuasorio y de «buenismo», quecaracterizaría la ingenuidad de ciertosregímenes parlamentarios ante lasdictaduras. No suele hacerse el mismo
hincapié en los prejuiciosconservadores, ferozmenteantisocialistas, y los monumentaleserrores en la comprensión y valoraciónde la verdadera naturaleza del fascismoy de la situación europea del momento,que estuvieron en la raíz de aquellasdecisiones[29].
No estará de más decir aquí que lahistoriografía (en particular,lógicamente, la anglosajona) no ha sidotan dura con su extraviada valoración delo que era realmente la Repúblicaespañola, y el craso error (al que sesuma el monumental dislate de ladiplomacia francesa) de haber permitido
la eclosión de un régimen como el deFranco al sur de los Pirineos y al ladodel estrecho de Gibraltar. Ambaspolíticas estaban indefectiblementeunidas y cristalizaron en la NoIntervención de 1936 o en laconferencia de Múnich de 1938.Tampoco cabe ser muy exigente con elForeign Office en este sentido, porqueaún hoy muchos conservadores,preferentemente norteamericanos, creenque la guerra mundial debió producirseentre Stalin y Hitler, porque al fin y a lapostre eran peligros equivalentes y de lamisma naturaleza para las democraciasliberales, siendo lo más inteligente que
estas no hubiesen intervenido y haberlesdejado destruirse[30].
En tercer lugar, estaría laintervención soviética en apoyo de laRepública, que como es sabido llegódos meses después del comienzo de laguerra, pero que resultó decisiva paraque la derrota republicana nosobreviniera antes. Es importanterecalcar la cronología porque desmienterotundamente que el fascismointerviniese en España como reacción ala amenaza soviética. Fue todo locontrario. El fascismo intervino antesincluso del golpe.
La participación de los civiles fue
decisiva por tanto en garantizar el apoyode Mussolini y la inhibición británica,asuntos que se trabajaron a conciencia.No así en la participación de Hitler, queen principio apunta en el haber delmismísimo Franco (otra clave para suencumbramiento) y su barakaproverbial. Sobre la participación de latrama civil en el mismo hilo de laconspiración destaca su papel básico enel traslado de Franco desde Canarias(con la reiterada conexión británica depor medio), y el plan minuciosamenteejecutado, con el asesinato del generalBalmes incluido, que nos ha revelado elprofesor Viñas en otra obra reciente[31].
Por último, el papel de los civiles fueclave en la creación del «ambiente»propicio para el golpe a través dediscursos incendiarios en las Cortes, enbuena medida provocadores, el avisocontinuo de la revolución inminente y laviolencia y el pistolerismo desplegadopor ultraderechistas variados(falangistas, tradicionalistas,exmilitares) con objetivos políticosexplícitos. Podría resumirse en eladagio que usa el autor del «cuantopeor, mejor», que ha sido muy utilizadopor microestudios sobre violencia localque dejan claro que esta estrategia seincrementó progresivamente desde
febrero de 1936, pese a las medidasrepresivas contra Falange, y no alcontrario, como debería haber sucedidosi la represión gubernamental sobre lasderechas hubiese sido tan intolerablecomo algunos han sugerido. Talesestudios suelen dejar claro que esteterrorismo obedecía a un planpremeditado, dio cobertura al golpe enpreparación y fue financiado generosa ycrecientemente por las élites católicas ycalvosotelistas. Para el caso de Ourensesabemos las cantidades: «un duro diario[el equivalente al jornal de un bracero]que llegará a las 10 pesetas en vísperasde la sublevación», cobrable incluso en
la cárcel (junto a dos comidas)[32]. Y esque tras febrero de 1936 el radicalismofalangista pasó de ser un estorbo en elobjetivo de conquistar el Estado a unmedio imprescindible para reprimir lasmovilizaciones obreras, intimidar a susorganizaciones y preparar alvoluntariado que apoyase el golpe.
LA REPÚBLICA, LA GUERRA Y LAREVOLUCIÓN
Uno de los argumentos más sólidospara caracterizar el golpe de Estado osimplemente hacerlo inteligible a los
lectores actuales es que fue una«contrarrevolución preventiva», en lamentalidad de la época, es decir, que loque buscaba era yugular el repertorio deacciones políticas y sociales destinadasa producir una efectiva transformacióndel país en un plazo temporal abarcable,que es como entendían la «revolución»el conjunto de las izquierdas españolas,burguesas y obreras. Pero no buscabaacabar con una situación o un estadorevolucionario, que no existían (de loque era perfectamente consciente laderecha antiliberal) ni anticiparse a unplan insurreccional o de toma delEstado alguno, ni comunista ni de
ninguna otra clase (de lo que tambiéneran perfectamente conscientes losreaccionarios, por ello se lo inventarono lo falsificaron directamente). Es decir,se trataba de acabar con las reformasrepublicanas antes de que provocasen uncambio social y político de carácterirreversible. Aunque talestransformaciones no habían llegado muylejos a la altura de 1936, la meraposibilidad de que realmente cuajasenfue suficiente para generar una temiblereacción contrarrevolucionaria quenecesariamente tenía como objetivoacabar con la República democrática yparlamentaria, pues en la visión política
dominante en la época, como ya hedicho aquí anteriormente, equivalían a la«revolución». Al estudio derevolucionarios ycontrarrevolucionarios se consagran loscapítulos de Julio Aróstegui y EduardoGonzález Calleja, respectivamente.
El profesor Aróstegui nos relata laheterogeneidad, diversificación yambigüedad de los proyectos quepodrían definirse como«revolucionarios» antes de julio de1936, en particular en el seno delmovimiento obrero, y cómo ninguno sepuso en práctica en definitiva. Sobre elparticular abunda en algunos aspectos
que ya se han comentado aquíanteriormente, tales como laidentificación en la época entreRepública, democracia y revolución, lapercepción muy extendida entreizquierda y derecha de que en los añostreinta se vivía una «situaciónrevolucionaria», el anacronismo decreer que el concepto de democracia hasido siempre el mismo y la creenciaentre la izquierda obrera de que laRepública por sí sola no haría una«revolución democrática» en el país.Julio Aróstegui insiste en que elapelativo de «revolucionario» se usópara multitud de fenómenos: el cambio
político genérico que se vivía con laRepública, diversos discursosrevolucionarios de la izquierda que hoynos parecen incompatibles entre sí peroque entonces no se veían así (unificadospor la creencia en una rebelión«popular» o una República «social»),todo tipo de enfrentamientos sociales ypolíticos más o menos violentos y enparticular la alteración del ordenestablecido a través de insurreccionesarmadas promovidas por la izquierdaobrera, incluidas las anarquistas de 1932-1933 y la socialista de octubre de1934. Esta última combinó un objetivorevolucionario explícito con la defensa
pura y simple de la República de laamenaza del fascismo (para evitar lasexperiencias suicidas de lasocialdemocracia alemana y austriacade 1933-1934), de ahí la confusión de suplanteamiento desde el principio, suextraño desarrollo (¿en contra o a favorde la democracia y la República?) y laspolémicas continuas sobre su auténticocarácter, que empezaron tan prontocomo en 1935 (y ya en el seno delpropio movimiento socialista). Todaes ta mitología no tuvo ningún efectorevolucionario práctico, en el sentido deconstrucción de un nuevo mundo o unnuevo orden, salvo muy brevemente en
el caso del octubre y UHP asturianos[33]
en una situación puramente excepcionaly por eso mismo inviable ante un Estadoorganizado. Que, y esto es opinión mía,finalmente se impuso la estrategia de launidad obrera (y de la izquierda) para ladefensa de la República, lo confirmó lacreación y éxito electoral del FrentePopular y después la evolución delbando republicano en la guerra civil,aunque este proceso fuese muyproblemático, avanzase a trancas ybarrancas, se impusiese por la fuerza delos hechos (o si se prefiere por la fuerzaa secas) y tuviese un malogrado final.Así que la deriva revolucionaria que
algunos afirman que desembocaría en laguerra civil en donde llegaría a suparoxismo es negada taxativamente porJulio Aróstegui.
Esto no impidió, como afirma elautor, que se generase, organizase yfinanciase un golpecontrarrevolucionario, este síefectivamente preparado y consumado.Y que se abriese la famosa situación«revolucionaria», que, como afirmaAróstegui, fue paradójicamente sofocaday reprimida por los mismos«revolucionarios», lo que arroja unaseria y muy razonable duda sobre elcarácter real de dicha «revolución». El
autor, por el contrario, afirma que el 18de julio transformó los proyectosrevolucionarios previos pero no todosen la misma dirección, como algunospresumen o insinúan, es decir, hacia eldesencadenamiento definitivo de larevolución proletaria, presentada enrealidad y por lo común como bandas demilicianos extremistas incontrolados quedan paseos, matan curas y derechistas,aterrorizan a todo el mundo y cometenrobos y pillajes. Sino, muy al contrario,lo que la guerra en definitiva implicó fueque la mayor parte de la izquierda (porrazones variadas) adoptase posicionescontrarias a tentativas y experimentos
revolucionarios de cualquier tipo, aevitarlos, a moderarlos, a neutralizarlos,a condenarlos o a reprimirlos. Y seempleó a fondo en esta tarea, conexcesos incluidos (mayo de 1937 quizáel más llamativo). Tampoco se logró deltodo ni a la misma velocidad (elprofesor Aróstegui pone el ejemplo delas colectivizaciones en Aragón, quesobrevivieron bastante tiempo), nifueron tan entusiastas la CNT-FAI y elPOUM en este empeño, más apegados asus proyectos previos de preguerra.
Lo que sí se produjo en julio y losmeses inmediatos a causa del golpe y dela guerra subsiguiente fue un colapso del
Estado, un formidable derrumbe de suautoridad y una fragmentación de supoder en un mosaico de poderespolíticos y locales, que competían entresí y que podían basar su legitimidadprecisamente en la gestión del combate,la persecución del enemigo y el celorepresor. Aróstegui llega a relacionaresta peculiar situación con la singulartradición juntista española desde 1808,en un contexto similar (guerra, vacío depoder, enemigos nativos y foráneos,ejecuciones arbitrarias). Fue más bienun paréntesis, un eclipse estatal, que elinicio de una nueva era o alboradarevolucionaria. Esta hipótesis es la que
mejor explica a mi entender laespectacular resurrección de losplanteamientos anarcosindicalistas (queen mi opinión no habían cesado deretroceder desde 1931 ante el avancedel proyecto político republicano), queen lugar de ocupar el Estado,simplemente lo obviaban[34], lasdistintas intensidades temporales yregionales en la virulencia tanto de losexperimentos revolucionarios, enparticular los sociales, como de laviolencia punitiva que pudoacompañarlos (mayor violencia en losprimeros seis meses, máscolectivización de la economía en
Cataluña y Aragón) y en particular eldescenso en picado de la violencia de laretaguardia en los últimos años de laguerra, cuando el crecimiento de laquinta columna (es decir, de la traicióninterior), las derrotas y retiradascontinuas, la centralización mayor de losórganos represivos y las represalias antelos terribles bombardeos intensificadosdebieron implementar, para los queafirman la existencia de una lógicar e vo l uc i ona r i a exterminista, una«solución final» y un incremento de lasrepresalias, en lugar de lo contrario, quees lo que ocurrió[35].
Por ello Julio Aróstegui afirma que
la única revolución realmentedesplegada en guerra fue en todo caso laanarquista-colectivista, que entró endecadencia desde la primera fase delconflicto bélico, por distintos motivos.Una vez estabilizada la situación yplanteada una guerra convencional entredos bandos, la mayor parte de laizquierda, no solo la burguesa y lamarxista, sino buena parte de la sindicale incluso la anarquista (que recondujosus planteamientos revolucionarioshacia la colaboración elemental con eldenostado Estado e incluso con elgobierno) reprimieron o no insistieronen el tema de la revolución. Solo parte
de la FAI más radical (Arósteguimenciona al grupo de Balius, «Losamigos de Durruti», de 1937), lasJuventudes Libertarias y el POUM semantuvieron en sus trece de que habíaque hacer la revolución ante todo,pagando un alto precio por ello (enparticular la última formación). Por loque difícilmente la represión política dela retaguardia republicana puedecaracterizarse de forma simplista y sinmás matices y en su totalidad como unaplanificada «violencia revolucionaria»o «terror rojo», ni que tuviese porobjetivo primordial «la creación de unnuevo mundo», la liquidación de los
enemigos de clase o hacer tabula rasasocial, aunque notables propagandistasde entonces intentasen justificar y hacerdigerible la violencia de la retaguardiaen este sentido. Olvidando que estamoshablando de una guerra, que además escivil e ideológica[36], con lo que implicatodo eso, y tiene sus propias lógicasrepresivas, difícilmente asimilables altiempo de paz y a ningún sueñorevolucionario, salvo que se crea deantemano (en un bucle o petición deprincipio) que los sueñosrevolucionarios tienen por almohadamontones de cadáveres por su propianaturaleza delirante. Pero para ilustrar
semejante prejuicio no hace faltaescribir un libro de historia[37].
En cualquier caso, como abundaAróstegui, ni la guerra civil españolafue consecuencia de ninguna revoluciónni fue una «guerra revolucionaria» engrado alguno. Como su origen sí fue unacontrarrevolución y sí que fue una guerracontrarrevolucionaria (no sé si seríademasiado aventurado por mi partedecir la guerra contrarrevolucionariapor antonomasia) conviene detenerseahora en los contrarrevolucionarios.
DERECHAS
CONTRARREVOLUCIONARIAS: SUEÑOS YREALIDADES
Este terreno de las derechasradicalizadas y antiliberales es elabordado en su parte por el profesor ygran especialista en el tema EduardoGonzález Calleja. Derechas«contrarrevolucionarias», en el sentidoque emplea en una obra reciente y a laque ya nos hemos referidoanteriormente[38]. Porque para estosgrupos derechistas, y en esto no erannada originales, la democracia de masasy el proceso republicano eran una«revolución» en sí misma y la antesala
del gobierno obrero y socialista que deforma inevitable, o cuando menos muyposible, le seguiría, si no se reconducíael proceso. ¿Hacia dónde? Hacia elautoritarismo, el corporativismo, elneotradicionalismo o el totalitarismosegún las distintas preferencias. ¿Bajoqué régimen? Una república vaciada decontenidos democráticos,parlamentarios y socialistas (o«socializantes», como se decíaentonces), una monarquía católica ymilitarista o un estado dictatorial y/ofascista.
Como puede verse, las diferenciasdoctrinales y programáticas eran muy
notables, pero como explicasucintamente González Calleja tambiénlas había en los planos táctico yestratégico. De las cuatro grandesfamilias que se nos presentan aquí, elcedismo, el fascismo, elcarlismo/tradicionalismo y losalfonsinos, las dos primeras eran«accidentalistas» y las otras dosmonárquicas. Esto del «accidentalismo»significa que en materia de régimen ypara sus fines (crear un Estado católico-corporativo o un Estado totalitario) eraindiferente si se hacía con unamonarquía o una república. En esesentido tan «accidentalista» era la
CEDA como la Falange. Lo que ocurrees que la segunda, extremadamenteminoritaria, no podía ni soñar conacceder electoral o constitucionalmentea la toma del Estado, mientras que laprimera mantuvo hasta diciembre de1935 una estrategia de «vaciado» de lademocracia desde dentro, que se viointerrumpida desde la salida de GilRobles del gobierno en esa fecha y semostró impotente para convencer yliderar el conjunto de la derechaantiliberal a partir de la derrotaelectoral de febrero de 1936. Por lotanto, hablar de «derecha accidentalista»para referirse al cedismo es altamente
confuso, porque el fascismo era«accidentalista» por definición (elrégimen le era indiferente) y que fuesemás o menos legalista en sus tácticasgeneralmente dependía de su arraigosocial y de su nivel de implantación. Poreso toda la izquierda y buena parte de laderecha liberal sabían (y muyacertadamente, por lo que señala elautor) que Gil Robles seguía la típicaestrategia fascista o criptofascista deocupar el Estado legalmente para luegono abandonarlo, ya repetida con éxito envarios países, en particular los casos deAustria y Grecia en 1934-1935,señalados por González Calleja[39].
Sin embargo, y pese a susdiferencias, estaban unidas en lofundamental, la destrucción de lademocracia de masas que encarnaba laRepública, y por ello es bastantetrascendente para entender el 18 de juliola distinta relación que mantuvieron conel ejército y con la conspiración de1936, que a la postre fueron quienes sellevaron a la República por delante.Desde ese punto de vista y para el autorlas cuatro fuerzas políticas jugaron labaza militar, aunque de distinta forma.El carlismo era el único que tenía unamilicia de voluntarios armados muyconcentrada territorialmente y muy
numerosa y por ello fue la única fuerzaque se planteó seriamente dar un golpepor su cuenta o lanzar una insurrecciónarmada autónoma. También por tal razónMola tuvo que discutir bastante conellos para lograr que se pusiesen a lasórdenes del ejército y determinar lascondiciones de su sumisión. Al parecerlo logró antes con Rodezno en Navarra(según el autor, el 9 de julio, como muytarde) y a Fal Conde por su parte no lequedó otra alternativa que sumarsedespués. Esto desactiva también elpretendido papel del asesinato de CalvoSotelo en la decisión. Respecto a laCEDA, sus Juventudes más próximas
(las JAP) no se asemejabanprecisamente a las SA nazis ni muchomenos, por muy radicalizadas queestuviesen, y no pasaron de ser unaguardia cívica rompe-huelgas ydefensiva (contra los militantes deizquierdas revienta-mítinesbásicamente). Por ello lo que aportó laCEDA a los militares golpistas fuepoder institucional (durante el paso deGil Robles como ministro de la Guerra),pensando en un posible gobiernoautoritario tutelado por los militares queencumbrase al propio Gil Robles. Perofinalmente no fue así y desde febrero de1936 poco pudo aportar salvo dinero y
japistas que se pasaban a Falange. Estoexplica la marginación casi inmediata deGil Robles respecto al nuevo Estadofranquista en construcción y el trasvasea este de numerosos cedistas y japistaspero a título personal y en muchasocasiones renegando de su pasado(incluido Serrano Súñer, que lo negómás de tres veces antes de que cantaseel gallo, entre otros al mismísimoHimmler). También explica que hubiesecedistas que optaron por la francacolaboración con las autoridadesrepublicanas (Luis Lucia) o por el exiliointerior (Giménez Fernández).
Los alfonsinos fueron los más
entusiastas en confiar en el papel de losmilitares pues tenían cerrada la víainsurreccional (por falta de jóvenessuficientemente preparados, que no porfalta de ganas o dinero), salvo quefinanciasen la de los demás (lo quehicieron con Falange, como nos explicaGonzález Calleja), y tampoco podíancontar con la carta de la legalidad,copada por la CEDA y encenagada porsu integrismo antirrepublicano.Desplegaron un gran esfuerzo en asentaruna doctrina que justificase la «rebelióncontra la tiranía» (que luego pasaría alpatrimonio de las justificaciones del«alzamiento», incluida la de la Iglesia
católica) pero eran muy conscientes,como indica el autor, de que ni ellos porsí mismos ni las masas traerían nunca ala monarquía. Esperaban que losmilitares se la trajeran y se lostrabajaron en todo lo que pudieron.Como ya hemos visto, su aportaciónterminó siendo sustancial para el golpeen el flanco italiano y en el británico, ysin ellos las posibilidades deconvertirlo en una guerra civil habríansido mucho menores. En definitiva, suidea era que resultaba necesario un«régimen transitorio» controlado por losmilitares, que pudiese restaurar lamonarquía. Así ocurrió en realidad,
aunque tuvieron que esperar casicuarenta años y muchos cambios en elpaís. A largo plazo fueron los que másse acercaron al desenlace final (otracosa es que el sistema político actualhubiese gustado a los Calvo Sotelo oMaeztu de entonces).
Por último, la Falange, que con eltiempo pasó a ser para todos losespañoles sinónimo casi absoluto defranquismo, fue curiosamente la máserrática en sus tácticas durante laRepública, en parte por laheterogeneidad de los materiales que enella se integraron y por su impotencialogística, electoral y numérica. A los
falangistas, financiados por otrosgrupos, sin una base étnico-territorialque les permitiese echar raíces,fracasados sus proyectos de entrismo enlos sindicatos, con un exiguo apoyoelectoral o eclesiástico y casi nadatolerados por las instituciones, poco másles quedó que la violencia. Peroprecisamente fue esta táctica la que semostró muy útil durante la primavera de1936 para la preparación del golpe,convirtiéndolos en unos muy eficientesmozos de estoque de los militares antesy después del 18 de julio. De ahí lapreeminencia que muy prontoalcanzaron, inusitada para un grupo tan
minoritario y poco relevante. El precioque pagaron por todo ello se lo cobraroncon creces durante décadas. Pero nofueron ellos quienes ganaron aMussolini, ni tampoco a Hitler.
LA CUESTIÓN CATÓLICA Y EL GOLPE
Aparte de su carácter antiliberal ycontrarrevolucionario aquellasderechas, con pocas excepciones,también compartían un acendradocatolicismo, pero en su versiónintegrista, es decir, un singulartotalitarismo religioso, encaminado a
poner a la sociedad, el Estado y susleyes y costumbres al servicio de ideasreligiosas muy particulares, por logeneral trufadas de un fuertetradicionalismo de distinto grado. Eshabitual aún hoy en la sociedad, por nodecir en la historiografía, confundir«católico» en el sentido de practicante oseguidor de una religión, con«integrista», el que usa la religión en unsentido político, social y legal muyconcreto: imponer su criterio al resto delos mortales, católicos o no. Esto en losaños treinta suponía la existencia de unEstado confesional y oponerse a laseparación Iglesia-Estado. En aquella
época muchos movimientos políticos yconfesionales que se decían «católicos»eran en realidad «integristas» y los quese oponían a los segundos pasaban a ser«anticatólicos» por definición. Elcriterio sigue siendo el mismo hoydentro de la Iglesia católica en el asuntode las canonizaciones, pues muchosintegristas asesinados en la guerra civilno lo fueron según ella por motivospolíticos sino que en su opinión fueronmártires religiosos que murieron por sufe. El problema sale a la luz cuando nosencontramos a los católicos asesinadospor los franquistas (incluidosreligiosos), que al parecer no murieron
por su fe sino por motivos políticos.Es obvio en cualquier caso que
siendo como es el catolicismo unareligión muy jerárquica y poco o nadademocrática en su funcionamientointerno y además, en el caso español,con una estrecha e histórica vinculaciónal Estado, resulta a veces muycomplicado deslindar la fe religiosa deun posicionamiento político y socialtradicionalista y conservador, que eramuy frecuente que fuesen de la mano enlos años treinta. De modo que erannumerosos los católicos, entonces yahora, que creen que solo hay unamanera de vivir y pensar su religión, la
que obedece las posturas adoptadas porsus jerarquías y el papa —incluidas laspolíticas y sociales—. Por ello resultafundamental conocer la posición yrelación de la Iglesia ante el 18 de julioy, muy en particular, como hace HilariRaguer, la compleja interacción entrelos religiosos de tropa, la cúpula de laIglesia española (obispos y primado), elrepresentante del Vaticano en España (elnuncio Tedeschini), el secretario deEstado vaticano (Eugenio Pacelli, futuroPío XII, a guisa de primer ministro) y elmismísimo pontífice Pío XI[40]. Sirealmente consideramos que elfundamento de un buen católico es
obedecer a la jerarquía, es decir, y porextensión, al papa, Raguer nos muestranumerosos ejemplos de lo contrario.
Raguer concluye que un ampliosector de la opinión católica española(al menos de la movilizadapolíticamente) y del episcopado fueronantirrepublicanos, en defensa de susprivilegios, que eran numerosos, yaplaudieron consecuentemente en 1936el golpe y después al bando franquistaen la guerra civil, con la simpatía ycomprensión cuando menos delVaticano[41]. Esto no es nuevo. Pero hayotras muchas cosas en su aportación quesorprenderán al lector poco avezado en
los vericuetos eclesiásticos. Porejemplo, saber que reputados religiososespañoles (Carles Cardó) de talante másliberal o directamente republicanotuvieron que exiliarse tras la guerra yacusaron a la Iglesia española decontribuir al origen del conflicto pordesobedecer las directivas pontificias(es decir, en puridad por ser pococatólica). Que los eclesiásticos máscombativos en los años treinta (Raguerseñala en particular a Múgica, Gomá,Segura e Irurita) eran auténticosteócratas, tan insumisos al poder civilque tuvieron graves problemas con lademocracia republicana pero también, y
en cierto modo similares, con lasautoridades golpistas y franquistas (noIrurita pues, muerto o no durante laguerra, la pasó en cualquier caso enzona republicana). Que entre lasmotivaciones alegadas por los militaresen sus bandos de guerra iniciales dejulio de 1936 (incluido el del propioFranco) no se cita en absoluto la tanmanida «persecución religiosa» nitampoco hay clérigos entre losconspiradores, algo extraño de explicarpara quienes consideran que el conflictocon la Iglesia fue clave para eldesencadenamiento del golpe. Mentísbásico para los que creen en el cuento
de que la guerra fue el producto de larebelión de los buenos españolesperseguidos por la exclusión laicista yla tiranía anticlerical. Otra cosa será lapropaganda y justificación durante laguerra misma, retroalimentadaeficazmente por los desmanes yasesinatos descontrolados de la zonarepublicana. En conclusión, y esto esopinión mía, tuvo muy poca incidenciaen la preparación y desarrollo e inclusomotivación del golpe, o, dicho de otromodo, nadie se creía en julio de 1936que los militares rebeldes comenzasensemejantes fusilamientos masivos endefensa de la religión[42]. Sin embargo
pronto se convirtió en un argumentoclave para la movilización posterior delvoluntariado, un combustible muy eficazdurante la guerra y ante la opiniónpública (católica) internacional, y seconvirtió prácticamente en la razónsuprema que había provocado la guerratras 1939 durante la dictadura, y elmeollo del posterior mea culparepublicano, del que a mi entender sehace eco el tratamiento que ha recibidola Iglesia en la transición y después porparte de la izquierda. Ello ha creadocuerpo e influido en numerososhistoriadores. El propio Raguer destacaque el tema sigue polarizando mucho a
la opinión y a los estudiosos.Eso no quita que la Iglesia católica
en su conjunto apoyase a los golpistas aposteriori y les diese todo tipo decobertura moral, espiritual, fáctica,material y teológica en particular. Eneste sentido, es sabido que lajustificación teológica del golpe y laidea de Cruzada la divulgaron losobispos españoles (Plá y Deniel,Gomá), pero un buen católico lo quedebe hacer es cuando menos obedecer al a ecclesia universal y en particular alpapa. Y, como destaca Raguer, ningúnpontífice llamó Cruzada a la guerra deEspaña y por lo tanto no lo fue para los
católicos en su conjunto, que en Españaal parecer iban por libre. Esto, en miopinión, explicaría parcialmente loscontinuos roces tras la guerra entre elnacionalcatolicismo oficial y los papassubsiguientes y su relativo aislamientodurante el Concilio Vaticano II. En estalínea, Raguer deja claro que lasauténticas directivas pontificias fueroncensuradas y manipuladas por el bandofranquista desde muy pronto. Cita alefecto la carta-prólogo papal a la cartacolectiva del episcopado español dejulio de 1937, censurada. Pero podríanañadirse el discurso de Castelgandolfode septiembre de 1936, mutilado, o la
encíclica crítica con el nazismo demarzo de 1937 Mit brennender Sorge ,silenciada, con la complicidad activadel mismísimo primado de España,Gomá. En estos casos la jerarquíacatólica española siempre antepuso susintereses políticos a los del catolicismocomo religión universal. En cualquiercaso, Raguer reconoce que ni la Iglesiaespañola tenía una sola voz (es muyconocido el caso de Vidal i Barraquer),ni tampoco el Vaticano, saltándose PíoXI a Pacelli y al nuncio cuando leconvenía.
Para concluir este tema, Raguer nosmuestra un reflejo de tales
contradicciones en el seno de la Iglesiaen el tratamiento eclesiástico de lasprofecías de María Ráfols descubiertastras su muerte, precisamente durante laRepública, en las que se anunciaba lavenida purificadora de Cristo Rey, y lasapariciones bélico-marianas (pues unaVirgen vasca incitó a una guerra deliberación nada menos) de Ezkioga(Guipúzcoa). Las primeras fuerondescubiertas por monjas y divulgadaspor la derecha católica, que las hizosuyas en la guerra y posguerra, perofueron desmentidas por católicos(preferentemente extranjeros) y por elpropio papa en los años cuarenta (esto
dificultó la beatificación de la propiaMaría Ráfols, no desbloqueada hasta losaños noventa). Las segundassoliviantaron a los católicos vascos ynavarros, pero ya fueron desautorizadaspor la Iglesia antes de la guerra. Decualquier manera hay que tener en cuentaque también el revisionismo llegó a laIglesia católica con Juan Pablo II yBenedicto XVI con la beatificación denumerosos religiosos (y algunosseglares) asesinados durante la guerracivil en la zona republicana (ahora«mártires»), paralizada durante décadas.
LA DEFENSA DE LA NACIÓN Y DE LAPATRIA
Mucho más invocados por lossublevados, como ya se ha mencionado,fueron desde el primer momento losargumentos justificativos de la amenazade la revolución comunista y la de ladefensa de la nación española frente alos separatismos, estrechamente unidosambos, pues se podía presentar a laRepública como vendida al marxismo ya Moscú, es decir, a doctrinas y apoderes extranjeros o extranjerizantes.
En esta línea, el profesor Xosé ManoelNúñez Seixas analiza el peso delargumento nacionalista español en losprimeros días del golpe y cómoproporcionó un manto protector comúnpara la coexistencia de los militaresrebelados y sus apoyos civiles, lasderechas antiliberales (con componentesideológicos regionalistas, generalmentetradicionalistas)[43]. El miedo alseparatismo no estaba muy fundado en laprimavera de 1936 pero en cualquiercaso el uso de la defensa de la nación,en un sentido orgánico (es decir, comoun ente eterno independiente de lavoluntad de los ciudadanos), fue el
argumento más usado por los sublevadosen los primeros días del golpe en supropaganda explícita y en sus textos ycomunicados públicos.
Núñez Seixas nos muestra cómo lainvocación a la defensa de España frenteal extranjero (Moscú, Rusia) y la ideade «españoles» contra «antiespañoles»apareció desde el principio, muchoantes de que el mismo Stalin decidieseintervenir en España, manteniéndose alo largo de toda la guerra. Tambiénsurgió en los primeros días una vagapromesa de respeto hacia las autonomíasregionales, pronto abandonada (comomuy tarde en la primavera de 1937).
Quizá, como señala, con la idea inicial,rápidamente desmentida, de atraerse alcatólico y conservador PNV. Pese atodo, la exaltación de las provincias,regiones y localismos, no contaminadospor lo «extranjero», frente a las urbes,se mantuvo por más tiempo. Finalmentese impuso un modelo centralista ycastellanista, que en realidad venía delXVIII y XIX, y que era en buena medidade importación francesa, notableparadoja destacada por el autor. Otroaspecto que me parece indispensableañadir es que los golpistas que iban adefender España de injerenciasextranjeras y se las inventaban de
continuo, eran los que tenían acuerdosfirmados con la Italia fascista. Menudadoble moral, por decirlo finamente.
En cualquier caso y pese a que laidentificación entre nación española ycatolicismo era consustancial a lamayoría de las derechas que apoyaron elgolpe, el argumento de la defensa de laIglesia en principio fue inexistente,como ya hemos indicado, e inclusocuando las proclamas de Franco usabanel término «cruzada», se referían a«cruzada nacional», en sentidometafórico, pero en absoluto literal yreligioso. La defensa de la religión no sesitúa de forma definitiva en los
discursos de los sublevados en pie deigualdad con el ultranacionalismo (omás bien entremezclado con él) hasta el8 de septiembre de 1936 (en el boletínoficial de la Junta de Defensa deBurgos) como muy pronto. Esta pugnaentre patria y religión tardaría enarmonizarse en el régimen franquista, dela misma manera que pervivieron en éllas tradiciones falangista (primero lapatria) y carlista (primero Dios).
EL PELIGRO ROJO
El peligro comunista fue el otro
argumento preferido de los golpistas,imbricado estrechamente como se havisto con el nacionalista, pues loscomunistas en su cosmovisión eranintrínsecamente «extranjeros» yvendidos a una potencia foránea. De ahíque la idea de que el golpe era unacontrarrevolución preventiva se pusieraen marcha ya antes de que se produjera,incluyendo notables falsificacionespergeñadas por el círculo de los propiosgolpistas. Sobre esta idea se despliegael capítulo del profesor FernandoHernández Sánchez, gran especialista enel PCE de esos años y en la guerracivil[44]. Como detalla el autor, el uso
del «peligro rojo» (el red scarenorteamericano) para arremeter contrala izquierda (en particular la obrera) noera ni nuevo ni exclusivamente español.Se incrementó durante la Guerra Fría,que coincidió en el tiempo con elrégimen de Franco, que basó sulegitimidad precisamente en eseargumento (muy sólido para susupervivencia). Por ello en nuestro paísfue especialmente persistente, enparticular para explicar el devenir de laguerra civil, durante la cual, como essabido, el papel de los comunistasautóctonos y foráneos fue muy relevante,a diferencia de lo que había sucedido
antes de julio de 1936. Presentar estocomo una conspiración solapada de loscomunistas para hacerse con el poder noha sido solo propio de historiadoresespañoles franquistas y neofranquistas,sino también de muchos historiadoresconservadores extranjeros, en particularanglosajones (Bolloten y Payne), a losque habría que añadir en mi opinión elnutrido grupo de historiadores conclaras simpatías, románticas eidealizadas o no, hacia el mundolibertario y/o poumista (desde Orwellhasta Beevor, pasando por Broué yTémime o la célebre película de KenLoach).
Hoy sabemos, y pertenece al estadode la cuestión en líneas generales de lahistoriografía seria sobre el tema (queno es la verdad absoluta naturalmente,pero sí lo que debería parecerse más aella, al menos entre historiadores), quelos comunistas no querían la revoluciónsocial a la altura de 1936 ni en formatode cinestudio (la sindical) ni en formatopanorámico (la soviética, que para ellosera la auténtica). Es obvio que eso eraun movimiento táctico promovido por lasituación post-1933/1934 (no solo enEspaña sino en toda Europa) y noabandonaban para el futuro laposibilidad de un Estado soviético ni
dejaban a su entender de ser un partidofundamentalmente revolucionario. Peroes que asegurar lo contrario es unaperogrullada: apoyaron la democraciarepublicana, a veces de una manera untanto feroz (o por mejor decir, tan ferozcomo habían defendido lo contrarioanteriormente), como dejaron claro en laguerra, pero lógicamente seguían siendocomunistas y no socialdemócratas oliberales. Eso no impidió que muchos deestos dos últimos grupos les vieran consimpatía, colaboraran con ellos oabrazaran directamente su causa durantela guerra (no todos, claro, lo que dividióel campo republicano más aún). Suponer
que los republicanos y socialistasantiestalinistas o los sindicalistas yanarquistas deberían haber rechazado elapoyo soviético que les permitióaguantar al ejército de Franco durantetres años resulta sencillamente grotesco.Probablemente les habría gustado más elapoyo francés, el británico o elnorteamericano, qué duda cabe, peroestos sencillamente nunca llegaron. ADe Gaulle, Churchill o Roosevelttampoco les pareció mal el apoyo deStalin ni de los comunistas locales ypartisanos de media Europa cuando lespareció básico para alcanzar susobjetivos. Decir por eso que fueron
líderes procomunistas ofende al sentidocomún, pero al llegar al caso español eslo que se dice continuamente respecto deNegrín y tantos otros.
Como sugiere Hernández Sánchez, laascensión del PCE ya empezó entrefebrero y julio de 1936, empezando porel éxito del nombre que dieron loscomunistas a la coalición de izquierdastriunfante en febrero, es decir, FrentePopular, aunque es dudoso que lacoalición fuese exactamente eso y desdeluego no lo era el gobierno Azaña-Casares Quiroga, aunque nosempeñamos, empezando por mí mismo(mea culpa), en llamarle «gobierno del
Frente Popular». Es muy significativoque una de las cosas que más sorprendióa la oposición tras las elecciones era elempeño de las fuerzas que apoyaban alFP durante la primavera de 1936 enintentar formar comités y organismosmás o menos unitarios que se decían«del Frente Popular», cuando en Españageneralmente tras las elecciones lascoaliciones electorales ad hoc sedeshacían y cada uno hacía política porsu lado y la guerra por su cuenta. Pero elargumento de la unidad antifascista erafuerte. Esto lógicamente tambiénformaba parte de ese ambiente nuevo,«revolucionario», que percibían las
derechas como una amenaza directa a suhegemonía política y social y a unaconcreta forma de hacer política enEspaña[45].
La paradoja máxima, por tanto, esque una mayor presencia del PCE en lavida española a la altura de 1936 habríaconllevado menos maximalismorevolucionario y no más. En Francia,donde la presencia del PCF era muchomayor tanto en el Rassemblementpopulaire (el FP francés) como en lasociedad y el Parlamento mismo, ellocontribuyó a frenar la espectacular(bastante más que en España) oleada dehuelgas y ocupaciones de centros de
trabajo que se produjo en la primaverade 1936 a raíz de una victoria de lasizquierdas similar a la española[46]. Espor tanto lo contrario de lo que seaseveró durante décadas al ligarcomunismo a revolución. Como hoy elPCE ya no sirve adecuadamente paraatribuirle tal función, ciertoshistoriadores no han tenido empacho enbuscar otros protagonistas de laproyectada revolución como lossocialistas «bolchevizados», palabrejaque de nuevo nos conduce a Lenin y queviene a significar criptocomunistas, afalta de mayor concreción, porque enrealidad el PSOE, pese a sus
Juventudes, a las elucubraciones deAraquistain o a su ala izquierda, era elmismo partido en 1936 que en 1931,mucho más dividido y probablementemás radicalizado tras sus experienciascon la República, pero no se había«bolchevizado» y bien alto se quejarontodos esos grupos precisamente de queno lo hubiese hecho. Por otro lado loserían los anarquistas, argumento menosusado porque su debilidad en 1936 eramanifiesta (las vitaminas para suresurrección proceden a mi entender delpropio 18 de julio) y porque hasta ellector menos avezado sabe que nadatenían que ver con la URSS. Ahora bien,
eran partidarios del «comunismolibertario» y para los sublevados ya seles podía agrupar bajo el genéricotimbre de «comunistas», en el queincluían a todo el movimiento obrero(no en balde en su conspiracióncomunista inventada el papel relevantelo tenía Largo Caballero), pues no erantan ineptos como para desconocer que elPCE no era mayoritario entre la claseobrera. La palabra «comunista» tenía unamplio eco y una comprensióninternacional en los años treinta, puesrepresentaba al coco universal, ya quedifícilmente era vendible hablar delanarquismo fuera de España, por no
decir del socialismo (lasocialdemocracia para ser exactos),considerado democrático enprácticamente toda la Europa libre de laépoca, aunque hoy proliferan loshistoriadores de variado pelaje queafirman sorprendentemente lo contrario.Esto se percibe desde las informacionesde los embajadores y diplomáticos enEspaña durante la República. Es obvioque en el imaginario de la España deaquel tiempo había muchas personas quepodían creer en la proximidad de larevolución proletaria o creerlaplausible, lo que ofrecería unaimportante motivación, y los Franco,
Goded, Mola y compañía podían estarconvencidos de esa posibilidad debuena fe, pero, si era así, y tanta genteestaba tan convencida ya, ¿para quéinventarse planes revolucionariosficticios que demostraran lo que se sabíaque era falso?
ARRIBA Y ABAJO: REFORMAS DELGOBIERNO Y MOVILIZACIONES DE LOSTRABAJADORES
En cualquier caso conviene noolvidar lo importante que debería serpara cualquier historiador deslindar de
una parte lo que se imaginan o creenalgunos y pretenden dar a entender(entonces y ahora) de lo que por otraparte realmente sucedía en 1936, tareaque sin obtener la verdad es la que másse aproxima a semejante cosa, y que estarea de generaciones de investigadores.En este tema la semblanza de laprimavera misma de 1936 y lo que enella aconteció sin duda se lleva lapalma. En mi opinión lo que se ha dichosobre ese brevísimo periodo de cincomeses es la demostración máximaposible de que, pese a lo que sostienenalgunos, en España no se ha hechoninguna hagiografía de la República, y
que el predominio de una imagennegativa es más que evidente, enparticular para dicho periodo.
Desde que yo tengo uso de razón (sies posible alcanzar alguna vez semejanteestado) lo que me ha llegado por lasfuentes más diversas, progresistas oconservadoras, es que fue precisamenteaquel periodo la antesala de la guerra, oen esa expresión cultista, «el planoinclinado». Una España agriamenteenfrentada en las calles y campos, dondese insinúan ya la existencia de policíaspolíticas, paseos, colectivizaciones,persecuciones de los religiosos y lasderechas, todo avant la lettre, pensando
en la guerra, y sobre todo el escenarioque justifica o hace comprensible (segúnlas simpatías del autor hacia losgolpistas, naturalmente) el golpe y laviolencia y represión posterior: caos,anarquía, impotencia gubernamentalpara defender el orden, la propiedad yla integridad física, en particular de lasderechas (que al parecer debíanresponsabilizar muy justificadamente algobierno de su acoso, mientras que lasizquierdas hubieran debido aguantarestoicamente los atentados que sufríansin mover un dedo). Algunos inclusohacen causa directa de la guerra la labormisma de las izquierdas durante tal
periodo[47]. Historiadores progresistasse ceban en la inconsciencia de loslíderes sindicales y en particular deLargo Caballero por golpearimprudentemente el huevo para quesaliera la serpiente. Aunque quizá sea lacondenación de Casares Quiroga portirios y troyanos lo que supera todo loconcebible: por contrarrevolucionario,por blando contra los golpistas ypistoleros falangistas, por no saberdetener o prever el golpe, por ciego ysoberbio, pero a la vez y sin sonrojoalguno por presidir un gobierno«revolucionario», por radical, porquerer liquidar a Calvo Sotelo y por ser
incapaz de defender a los elementosconservadores. En España en lugar deusar la expresión hacer de «cabeza deturco» deberíamos emplear la de hacerde «Casares Quiroga».
Sobre este tópico historiográfico dela «primavera trágica» giran los dosúltimos estudios de esta obra. El míoaborda la labor de los gobiernos Azaña-Casares Quiroga (que habitualmente,pero sin serlo, se denominan «del FrentePopular»), muy en particular en lostemas agrario y laboral, por tenerimplicaciones sociales y sindicalesmayores, es decir, las más relacionadascon la tan traída y llevada
«revolución»[48]. La intención es tratarde aclarar sin tanta palabra altisonante ydistorsionante la labor gubernamental enesas materias, que se consideraban lasmás prioritarias para unos trabajadoresimpacientes. A mi entender, cuando sehabla de esta época todo se desplaza ala calle y al campo y a la guerra queviene y se olvidan las importantesmedidas gubernamentales que setomaron y que aunque estaban implícitasen el programa de la coalición deizquierdas, programa pocorevolucionario en sí mismo[49],suscitaron importantes reacciones,evidentemente ambiguas, en el
movimiento obrero.Ambiguas en el sentido de que
aunque el movimiento realmenteapoyase al gobierno, le impelía a ir máslejos y sobre todo a ir más deprisa. Porlo que también se aborda la relacióndialéctica entre las medidasgubernamentales (y el ritmo quellevaban) y la presión popular, sobretodo la obrera y sindical, en un peculiarjuego de oportunidades políticas yretroalimentación entre el poder y laGaceta y las organizaciones sociales yla calle. Habida cuenta de que lo que losgolpistas querían era apoderarse de laprimera y controlar la segunda, parece
pertinente describir y explicar qué es loque pretendían yugular en esteimportante campo, sin despreciar otrosmás metafísico-míticos y en buenamedida construidos a posteriori.
También se discuten otros lugarescomunes recurrentes como lailegitimidad del triunfo del FrentePopular y los argumentos en que sebasa: las movilizaciones populares, eltema de las actas y la anulación de laselecciones en Cuenca y Granada, loajustado del resultado (achacada lamayoría del FP a la ley electoralrepublicana) y lo que hizo parte de laderecha tras febrero, es decir, la política
de inhibición o retracción electoralcomo deslegitimación de lasinstituciones. La labor gubernamental nose presenta como una mera segundaedición del primer bienio: fue más lejosy más deprisa, sobre todo si se tiene encuenta que solo hablamos de cincomeses. Esto puede atribuirse a laexperiencia previa y la labor realizada,de la que se aprendió sin duda; de lamayoría que sustentaba al gobierno, másestable y compacta en la práctica que lade los anteriores pese a todo lo que seha escrito sobre la debilidad de losapoyos del gobierno y la debilidad deeste (puede que la coalición se hubiese
disuelto en breve por las tensionesinherentes en su seno, pero eso nosucedió); y en particular de unaamplísima y compleja movilizaciónpopular. Respecto de los temas agrario,laboral y sindical, también se habíaaprendido mucho tras cinco años deRepública, como se expone en esta partey yo mismo he desarrollado en otrostrabajos[50].
Esto lo han destacado en particularen el tema de la reforma agrarianumerosos especialistas, de modo quese multiplicaron por cinco losasentamientos en comparación con losdos anteriores bienios, llegándose a los
150 000 campesinos, con otros 25 000 apunto en julio. Si en algún momento seaplicó la reforma fue en este periodo.Además parecía que había una voluntadpolítica de aplicarla hasta el final,quitando argumentos políticosprecisamente a los que creían que unparlamento nunca podría redistribuir lapropiedad.
Entre otras medidas que quedaron enproyecto se encuentran la del rescate decomunales, que habría permitido aalgunos ayuntamientos «rescatar»propiedades arrebatadas al municipio enel siglo XIX, o el proyecto de aumentode la contribución rústica, destinada
explícitamente a hacer prohibitivas lasconcentraciones de propiedad y costearlos proyectos estatales y lasexpropiaciones.
En el tema de las relacioneslaborales y el paro obrero no se fue tandiligente, por la ingente labor queimplicaba: las readmisiones de losrepresaliados primero, la restauraciónde la legislación laboral anterior aoctubre de 1934 más tarde, con elhorizonte de las 40 horas («la semana dedos domingos») en mente, el proyecto deobras en el extrarradio de Madrid, etc.En lo que se tardó más a mi entender fueen la reimplantación de la legislación
sobre jurados mixtos anterior a enero de1934, cuando fueron purgados de suscargos directivos los socialistas ysindicalistas. Esto resultabaimprescindible si se pretendía evitar oal menos canalizar las huelgas existentesy que no pudieran plantearse fuera delos cauces de los jurados mixtos. Parasu reimplantación hubo de esperarse algobierno Casares Quiroga y al 2 dejunio (en la Gaceta; el 30 de mayo enConsejo de Ministros), con el ministroJoan Lluhí, ya con muchas huelgasencima (empezando por la general de laconstrucción en Madrid que tanto secomplicó y que comenzó el 1 de junio.
Nótese la coincidencia de fechas). Sinolvidar que las nuevas elecciones de suscomponentes estaban sin celebrar enmedia España el 18 de julio.
La movilización de los trabajadoresagrarios, urbanos e industriales nopermaneció quieta, con el acicate de ungobierno que parecía tener real voluntadpolítica para abordar esas cuestiones yal que consideraban proclive a susdemandas. Esta movilización amenazócon desbordar los objetivos delgobierno, pero en general seretroalimentaba de lo que se discutía enlas altas esferas y el Parlamento ypresionaba en la misma dirección[51]:
asentamiento inmediato de campesinos,revisión del reparto de la propiedad enel campo establecido desde el siglo XIX,medidas contra el paro, reducción de lajornada, nuevas bases de trabajo másfavorables a los asalariados. Estedespliegue sociolaboral recurrió porsupuesto a otros repertorios, noforzosamente violentos, aunque sípodían resultar intimidatorios, paraalcanzar tales objetivos, presionar a lasautoridades para ello y defenderlosdespués de forma organizada. Aquí seabordan algunos, matizándose odiscutiéndose ciertos aspectos y tópicos:que el número de huelgas agrarias fue
menor que en el bienio 1931-1933,sobre todo en las provinciashistóricamente más conflictivas,mientras que en las que no se habíanmovilizado apenas antes de 1934 sípudo penetrar ahora el virushuelguístico; que el modus operandi sevolcó hacia las entradas en tierra ajena,que divido en invasiones, trabajos altope y ocupaciones con la intención dedar trabajo y acelerar la reformaagraria.
No hubo insurrecciones armadas decampesinos y los choques/masacres tipoCasas Viejas del primer bienio seredujeron al mínimo y el incidente de
Yeste nació precisamente de unacuasisolución del conflicto. En lasciudades el despliegue huelguístico fueirregular, destacándose mucho Madrid(por distintos factores, ni mucho menosexclusivamente políticos), con elimpacto icónico y mediático queproyectaba la capital (incluso para laposteridad), sectores aquejados por elparo y la crisis como la construcción, laminería o el metal y, como en el campo,algunos inéditos hasta la fecha. Laepidemia de las huelgas antifascistas de24 horas. El relativo mutismo de lasgrandes capitales de la Confederación,indicio de un repliegue relativo del
anarcosindicalismo (que a mi entenderdetuvo el 18 de julio, que lo reactivó).Un clima de fuerte competitividadintersindical (que llegó a la violencia enMálaga y en Madrid) por aprovechar lanueva coyuntura reivindicativafavorable y que contrabalanceabaparadójicamente el clima unitariogenerado por octubre de 1934 y febrerode 1936, etc.
Todo muy peculiar e interesante paralos estudiosos de los movimientossociales pero bastante lejos de lo que enla actualidad podemos entender comouna insurrección armada (que es lo quealgunos llaman «revolución» aún hoy en
día) o el preludio de una guerra civil,aunque sí quizá la muestra de un cambiosocial y político que se presumíairreversible, de una movilizaciónsindical y popular que suponía unformidable reto para el Estado dederecho, pues debía demostrar quepodía lidiar con ella con otrasalternativas a la pura represión policialy armada. Es lo que han hecho siemprelos movimientos sociales (elmovimiento obrero como pionero, perotambién el feminista, el de los derechosciviles de los afroamericanos, los deliberación sexual, etc.), es decir,explorar los límites de la legalidad para
expandir esta y llevarla a una nuevadimensión. Es obvio que muchos no loveían (o ven) así, sino como el síntomade un Estado y una sociedad endescomposición, una «rebelión de lasmasas» y no estaban dispuestos atolerarlo.
A VUELTAS CON LA VIOLENCIA: LALEYENDA NEGRA DE 1936
La leyenda negra de la «primaveratrágica» que conduce inexorablemente ala guerra civil, leyenda empapada encaos, anarquía y extrema violencia
social y política es el tema central delcapítulo de José Luis Ledesma. Ya esteautor nos ofreció en un estudio anteriorun repaso al panorama historiográficosobre dicho periodo[52], en el queconcluía que muchos de los tópicosfranquistas sobre la España de antes dejulio de 1936 habían pervivido hastahoy mismo, formando un corpus deideas que podría llamarse clásico.
La renovación de este tópico en laactualidad afirmaría que en la primaverade 1936 se destruyó la convivenciademocrática en España, con una elevadaresponsabilidad de la izquierda política,y en particular la obrera y dentro de ella
la sindical (esto dependiendo por logeneral del grado de conservadurismo oantisindicalismo de cada autor), quesería al menos alícuota, es decirequivalente, a la de la derecha, cuandono mayor. Con ello desembocamos en eltema de la democracia manquée y de laresponsabilidad por el estallido de laguerra al que me referí ya mucho antesen esta introducción, cerrando elcírculo.
En este sentido el profesor Ledesmaexpone con amplitud dos líneashistoriográficas que han incididopoderosamente sobre el tropo de laviolencia de la época republicana: una
de antaño, la franquista y neofranquista,y cierta historiografía clásica (enparticular la hispanista), y otra dehogaño, o «revisionista», que aunqueparten de premisas diferentes y sobretodo de distintos repartos deresponsabilidades (la historiografíafranquista y neofranquista prácticamenteexculpa a la derecha antiliberal o no leinteresa la cuestión), llegan a parecidasconclusiones. La principal: unaimportante responsabilidad (según quéautores incluso la causa primaria yfundamental de la guerra civil) de laizquierda (obrera o revolucionaria,según a quién se quiera incluir pues el
segundo término suele mezclar también aEsquerra y a los radicalsocialistas y enlos autores más ultras a Azaña) y de laviolencia que promovía ypromocionaba.
Esta teoría tiene corolarios: elprincipal, que señala Ledesma, es que laviolencia desatada durante la guerracivil en particular por las izquierdastendría su causa en su cultura políticaviolenta e intolerante y sus prácticas depreguerra (asesinatos, atentados,organizaciones policiales y represivas,etc.), puestas de manifiesto durante laRepública en su conjunto y en particularen los meses de febrero a julio de 1936.
Aunque entre los sedicentes«revisionistas» no se olvida la violenciade las derechas autoritarias oantiliberales, generalmente el sesgoantiizquierdista (y más concretamenteantisocialista) es más que notable[53].Las diferencias entre «neofranquista» y«revisionista», que no dejan de seretiquetas didácticas y no ontológicas, esdecir, que sirven para permitirentendernos de alguna manera, lasestablece Ledesma con habilidad y a élremitimos. Pero hay que advertir que ladiferencia nítida entre ambos conceptosno está reconocida unánimemente en laprofesión y a falta de mayor
clarificación eso conlleva que algunoshistoriadores poco menos que envíen auno sus padrinos o amenacen condemandas judiciales, dependiendo de siles gusta la etiqueta que se les adjudicao no, o si a uno se le ocurre decir queafirman lo mismo que César Vidal (conunas metodologías diferentes eso sí, o sise prefiere, más sofisticadas yrespetuosas con la profesión)[54].
Ledesma no se queda ahí y discutediversos argumentos y mitosrelacionados con la violencia de laprimavera de 1936. Como suelen ser delos más habituales para explicar elporqué de la guerra civil, la nómina de
argumentaciones que usa este autor paradesmentir o al menos matizar ciertasafirmaciones es como una vertiginosacascada. En primer lugar, es cierto quehubo muchas víctimas mortales porviolencia político-social, pero pocaspor choques directos de milicias departido (el emblema más preclaro deuna política armada) y la mayoríafueron responsabilidad de la represiónde las fuerzas de orden público (que seempleaban a fondo contra losrevoltosos, volveremos sobre esaparadoja después), en combinación conel pistolerismo de la extrema derecha.Este dato es corroborado no solo por la
autoría de los asesinatos sino por lasvíctimas escandalosamentemayoritarias: jornaleros, trabajadoresmodestos de las ciudades y militantes delas izquierdas (que a menudo eran lastres cosas).
Entre las derechas solo losfalangistas arrojarían un importantenúmero: casi no aparecen las gentes deorden, los empresarios, los militares,los religiosos ni los políticosderechistas. Calvo Sotelo esprácticamente la única excepción, y porimpactante que sea su muerte violenta,no se la puede considerar un ejemplorepresentativo de la violencia del
momento. Por lo tanto el número devíctimas atribuible a una supuesta«violencia revolucionaria» resultanimio. A esto me gustaría añadir, a títulopersonal, que fueron asesinados másempresarios con nombres y apellidos enEspaña (y no solo en Barcelona, sino,por lo que sé, también en Madrid) entre1919 y 1923 que en aquellos cincomeses de 1936, mientras que las reyertasy venganzas personales por motivospolíticos (y el total de asesinatosobviamente) fueron mucho mayores eneste último periodo. Otro datofundamental que nos refiere Ledesma esla concentración atípica de asesinatos en
Madrid y la enorme visibilidad que lesdaba el escaparate capitalino (en elParlamento y en los medios decomunicación) y las elevadasvariaciones regionales, con la apariciónde violencias nunca vistas antes enámbitos rurales, más clánicos yfamiliares, mientras se desactivabanprogresivamente en las grandescapitales anarcosindicalistas.
En cualquier caso no había enmarcha una sistemática liquidación dederechistas que condujese a la guerra nila legitimase (y que luego continuaraoperando como si tal cosa tras el 18 dejulio). Quienes lo dicen deben probarlo
de una vez y no seguir haciendoafirmaciones gratuitas o simplementefalaces. Otra cosa diferente es la otraviolencia intimidatoria tan cara almovimiento obrero, no desdeentreguerras sino desde hacía décadas (yantes de él al acervo de las revolucionesliberales y los motines, y más tarde aotros movimientos sociales posteriores):los ataques a locales y edificios (yperiódicos) de valor simbólico(incluidos los religiosos), los insultos ycacheos, las molestias a las gentes deorden, las manifestaciones y mítines-monstruo difícilmente controlables, losparos de un día que mencionábamos más
atrás, etc. Pero nada de eso era «terrorrojo» ni «violencia revolucionaria» ylos primeros en afirmar que no eran talcosa eran los propios dirigentes de lasorganizaciones obreras, que lo más queintentaban era canalizar todo ello haciaalgo constructivo, demandas laborales,huelgas a ser posible planificadas,presión al gobierno, etc. No siempre conéxito. Porque esta amplísimamovilización político-social carecía deuna dirección o un plan (aunque paratapar ese descosido siempre cabe echarmano de Largo Caballero, al que seatribuían/ atribuyen más cosas de lasque realmente podía abarcar). Por el
contrario, los pistoleros derechistas,como ya hemos mencionadoanteriormente formaban parte de unengranaje de desestabilización másamplio (la creación de un «estado denecesidad») y contaban con unaimportante financiación. Esto no quieredecir obviamente que los desmanes delas izquierdas no pusiesen su parte paracrear ese mismo estado que justificasela intervención militar.
Como Ledesma nos recalca, hubomuchos líderes de las izquierdas que sehartaron de denunciarlo, incluidos loscomunistas, convertidos en irritantespepitos grillo en muchos sindicatos (por
ejemplo los de la construcción enMadrid). Concluyendo y por tanto, en elsupuesto caso de que hubiese habido unplan (o más propiamente un deseo)revolucionario y de conquista delEstado por las izquierdas, ni estaba enmarcha ni en proyecto inmediato, nicontaba con financiación interior oexterior, ni de la URSS ni de ningún otropaís. Sí lo había por parte de la derechaantiliberal, estaba en marcha y teníafinanciación interior (desde Juan Marcha los fondos electorales de la CEDA) yexterior. En consecuencia, poner ambascosas en el mismo plano es un gruesoerror metodológico e historiográfico
para intentar contextualizar (no ya parajustificar) lo que iba a ser la guerracivil.
El tema de las fuerzas de ordenpúblico y su efectividad, así como el delas autoridades locales y su continuovaivén durante la República sinelecciones de por medio en la mayoríade los casos (lo que impidió unreconocimiento efectivo de su autoridadlegítima, para que todos la respetasen)son claves para el estudio de laviolencia republicana y estánrelacionados con todo lo anterior.Tradicionalmente se han sostenido estasdos tesis, a veces complementarias para
explicar la violencia de la época:
– La tesis de que el Estadorepublicano era débil y no fuecapaz de mantener el orden en lascalles. La República como Estadoera sinónimo de caos ydesórdenes por antonomasia (yaantes, pero sobre todo después defebrero de 1936).
– La tesis de que los gobiernosAzaña-Casares Quiroga erandébiles pero para reprimir laviolencia y los desmanes de laizquierda obrera, de la que fueronrehenes o incluso cómplices.
Mientras que eran tiránicos yrepresivos, «excluyentes», con lasderechas, a las que no dejabanvivir. Algunos han habladoincluso de «persecución» desdeel gobierno (y es conocido eltelón de infundios que han caídosobre Casares Quiroga por lamuerte violenta de Calvo Sotelo,con alusiones maliciosas aún hoyexpresas en algún pintorescodocumental emitido portelevisión).
Esto como se ve suscita unaimportante paradoja: ¿el estado
republicano era «despótico» (así lollama Rafael Cruz) y represor, como nosindica el número de muertos causadospor sus guardias armados, o fue débil eincapaz de contener la marearevolucionaria? Ledesma concluye quefue más duro con la extrema derecha (esdecir los pistoleros falangistas) que conla extrema izquierda (en particular lasindicalista), pero no porque fuese«revolucionario» sino básicamente parano enajenarse un apoyo popularimprescindible a su labor. Tambiénafirma Ledesma que las autoridadeslocales en muchas ocasiones iban porlibre y se extralimitaban molestando a
las «gentes de orden» en general y a lostemplos de la comarca en particular,pero que no existió una sistemáticapolítica de represión contra laoposición. Parece que la palabracorrecta para la gestión del ordenpúblico quizá no sea tanto «debilidad»,porque se disparaba y se golpeaba ymucho, como «ineficacia», con uncuerpo que no terminaba de morir (laGuardia Civil) y otro que no terminabade nacer (los Guardias de Asalto,singular primera policía antidisturbios),ambos muy politizados pero por motivosopuestos.
En cualquier caso y para los amantes
de las percepciones, no debe olvidarseque mientras para las derechas el Estadorepublicano no garantizaba su seguridadni tampoco detenía a los sindicalistasmalandrines, para las organizacionesobreras no hacía lo suficiente paradisolver, prohibir y detener a lospistoleros de extrema derecha, es decir,no protegía la integridad física de susmilitantes (y de ello se quejabancontinuamente). También se creía en laizquierda que no hacía lo suficiente paradisolver las tramas golpistas, que leparecían evidentes, y se temían losacuerdos con el fascismo extranjero. Ytan válida es una percepción como la
otra.Lo que hay que dilucidar es si las
percepciones se ajustaban a la realidado no. La realidad es que en España sepreparaba una guerra civil con ayudaextranjera, la apoyaban ciertos militares,con ayuda de monárquicos (entre otros,Calvo Sotelo), de falangistas españolesy del Estado totalitario y fascistaitaliano. Por lo que la percepción de lasizquierdas se ajustaba bastante a loshechos, es decir, a lo que realmentesucedía, mientras que la de las derechasno lo hacía en absoluto. Las profecías deinsignes próceres de la extrema derechade que España estaba abocada a una
guerra civil era por tanto lo que se llamauna profecía de autocumplimiento.
En este sentido las percepciones y el«miedo» son otros de los temaspreferidos de los defensores del peso dela violencia previa para eldesencadenamiento de la guerra civil.Es obvio que un sistema de creencias yprejuicios puede ser más fuerte que larealidad y que los hechos paradesencadenar una guerra. Pero es enparte tarea de los historiadores nodejarse llevar por las opiniones de loslíderes políticos del momento(reflejadas en el Parlamento, losdiscursos, los impresos, la prensa y las
voluminosas memorias que publicarondespués) y de su propaganda, como nosexplica Ledesma. La historia que usa eldiscurso y la propaganda como fuentepreferente corre el riesgo cierto dehacerse portavoz de la mismapropaganda que utiliza. Hay que cotejary filtrar tales fuentes con otras, enparticular las que permiten reconstruirlos contextos locales en donde esasviolencias se produjeron y a quédinámicas obedecían y no solo son losdiscursos políticos, sino los datossocieconómicos, los padrones, las redesclánicas y clientelares, la cultura ensentido amplio (no solo la política), la
antropología del trabajo, etc. Imagine ellector lo ayunos que se quedaríanquienes se inclinasen sobre nuestropresente en el futuro si los historiadorespara explicar los enfrentamientos de losmineros del carbón en 2012 con lapolicía, los cortes de carreteras y el usode lanzacohetes, dijeran que todo sedebía a que el movimiento obrero ysindical es etiológicamente violento, porla cultura política de lucha de clases (o«guerracivilista», como algunos lallaman) que ampara, y nos pusieran deejemplo los discursos de Rubalcaba oCayo Lara, o mejor, para no sonrojarsemucho, los de Méndez y Fernández
Toxo. O mostraran un manual deinstrucciones sobre el uso delanzacohetes manejado por los obrerospara demostrar la intolerancia intrínsecade sus organizaciones. O afirmasen queeran la punta de lanza de un asalto a lademocracia liberal y a la legalidadparlamentaria (que claramente sesaltaban ahora a la torera) porqueaprovechaban el desprestigio de lasinstituciones y las críticas populares ymuy actuales a los partidos políticos conel fin de presionar al gobierno y ganarsea la opinión pública. Y no contasen nadade nada sobre la cultura de las minas, laidiosincrasia del trabajo (por ejemplo
los profesores en huelga por lo generalno usan lanzacohetes ni arrojanneumáticos ardiendo, al menos hasta lafecha, y hay que explicar por qué), sobrelas experiencias colectivas que pasan depadres a hijos a través de lasgeneraciones, sobre los repertorios deacción colectiva y protesta que conocen,sobre el orgullo del superviviente, sobrela crisis económica y el desempleo,sobre los apoyos y redes familiares ylocales, sobre el mal uso del dineropúblico y las subvenciones, etc. Coneste ejemplo «contemporáneo», el lectorde hoy podrá hacerse su propia idea. Yes que las ideologías, los discursos, los
mítines y las noticias de prensa sirvenentonces y ahora para dar brochazos,pero no se puede hacer historia solo conellos y basarse solo en percepciones yen un lenguaje autorreferencial.
Para concluir, debo referirme a dosobservaciones que realiza el profesorLedesma sobre la violencia política ysocial y que me interesa destacar aquí.Una es de carácter general, y se refiere alos riesgos de anacronismo inherentes alusar la concepción actual de«democracia» como instrumento paraevaluar las actitudes políticas de hace75 años. Sobre ello ya abundamosanteriormente en esta introducción y no
diremos nada más. La otra es de carácterparticular y afecta al origen de la guerray a su desarrollo, en particular en susprimeros meses.
Se trata de la suposición de que laviolencia política y social de lapreguerra fue un preámbulo o un ensayode la desarrollada en tiempo de guerra,que simplemente culminaría la anterior,que habría sido su causa fundamental.Este aserto, preñado de teleología (esdecir, todos los actos conducen a unlógico final que les da sentido yexplicación), afecta tanto al origenmismo de la guerra como a las matanzashabidas durante ella, que son las que se
proyectan hacia atrás (para explicar laRepública). O, lo que es lo mismo, labrutalización de muchas fuerzaspolíticas y sociales entre 1931 y 1936explicaría las matanzas de julio, agostoy los meses siguientes. Y habría portanto planes de exterminio y culturas,como se dice en la jerga de la profesión,«liquidacionistas» o «exterministas»,tanto en la izquierda como en la derechapolíticas antes del 18 de julio[55]. Porello es corriente hablar de la«persecución religiosa entre 1931 y1939», «de la República y la guerra»,de «los gobiernos del Frente Popular yla guerra», sin solución de continuidad
(cuando lo que comienza a construirseen la guerra es la dictadura y suviolencia y represión intrínsecas).
Este delicado tema ha suscitadoenconadas discusiones más allá de lahistoriografía, en la prensa misma, entreotras razones porque de alguna maneraimplica dos (o más) violencias más omenos equivalentes y con igualespretensiones genocidas, que ya existíany latían en el interior de la sociedadespañola. Ahonda en el tema de labipolarización y «las dos Españas» quese odiaban y se mataron con saña encuanto tuvieron oportunidad. Y por tantocontribuye al «todos fuimos culpables»,
«todos eran intolerantes», que hubo unchoque entre totalitarismos ideológicosde distinto signo, que la responsabilidad(y la culpabilidad, esa maldita palabra)fue compartida por la intolerancia deizquierdas y derechas igualmenteextremistas, etc.[56].
Lógicamente, los españoles de bieny pacíficos, que eran la mayoría,tuvieron que soportar el sufrimiento deuna guerra que es presentada como unaguerra de extremistas, que finalmente lesinvolucró. Esta teoría es evidente que esatractiva para la convivencia actualporque remite a ideologías del pasadomás o menos muertas o neutralizadas
(marxismo-leninismo, socialismorevolucionario, anarcosindicalismo,autoritarismo, corporativismo, fascismo,tradicionalismo), exonerando a laEspaña de hoy del duro peso del pasadoy de las cunetas y fosas comunes (un«recuerdo curativo» o «sedante», paralos estudiosos de la memoria histórica),suscita una fábula moral para el hombrede hoy (aléjate del radicalismo y delextremismo, en el centro y lamoderación está la solución) y diluye elespinoso tema de la culpa y de laresponsabilidad haciendo que compartael foco la izquierda con la derecha.Dicho de otro modo, cumple una función
social y política explícita: mejora laconvivencia actual entre los españoles,pues no es lo mismo responsabilizarsiempre al mismo bando (durante laguerra) de las matanzas y barbaridadesque ampliar el foco al otro. Tambiénenraíza nuestra democracia, la «buena»,con la Corona y la transición, quedandola «mala», la republicana, conectada ala violencia y la guerra[57].
Independientemente de este uso de lahistoria y su relación con el polémicoasunto de la memoria histórica ocolectiva, es obvio que la violencia dela guerra no nació de la nada: lasmismas personas que vivieron la guerra
eran las que vivían en el país antes del18 de julio, con todo su bagaje, susodios y rencores, ideas políticas yexperiencias colectivas, y la ruptura delas reglas del juego con todaprobabilidad sacó lo peor (pero tambiénlo mejor) de cada uno. Que lasvendettas personales, los odiosfamiliares o de clase y los agravios deantes de la guerra estuvieron presentesen las violencias de después no nos cabela menor duda. Pero, como afirmaLedesma, la guerra fue una cesura.
O en mi prosaico vocabulario (delque él no es responsable obviamente), ypara que me entiendan los lectores, la
guerra fue un punto de no retorno, unparteaguas, una frontera, una stargate opuerta estelar, es decir, aquella quelleva a otra dimensión, a otra galaxia, aotro planeta: las personas son lasmismas, pero las condicionesatmosféricas y físicas son muy, muydiferentes. Algunos ganan peso, fuerza,presencia, armas, convencimiento,liderazgo, se convierten en superhéroespor encima del bien y del mal y las leyesterrestres no pueden detenerles; otros seven aplastados, reducidos a la condiciónde ratones que buscan cobijo o un arcóndonde escabullirse, o a ser protagonistasde algún acto heroico aislado, mientras
tienden a derretirse porque la capa deozono de las leyes se ha desvanecido[58].Pero esto no quiere decir que losprotagonistas de las pugnas sociales ypolíticas de antes de julio de 1936fueran unos asesinos y genocidas avantla lettre.
En una democracia en construccióncomo era la republicana, cada colectivodefendió sus proyectos sociales ypolíticos como pudo, y obviamente elgrado de intimidación (y violenciaimplícita o explícita) al que recurrierones muy variado, dependiendo en granmedida del tipo de acción colectiva quepudieron desplegar, de su control o no
del Estado y de sus fuerzas represivas, ydel coste y riesgo que se pudieronpermitir. Pero de ahí a creer que esapugna conducía a una guerra y que laexplica va un abismo. Se necesitan otrasmuchas cosas. Por poner un ejemplocontemporáneo que todo el mundoentenderá: los asesinatos terroristas quetanto odio y dolor han sembrado en lasociedad española desde los añossesenta, no han provocado una guerracivil, ni siquiera en el País Vasco,donde el problema ha multiplicado sugravedad y cotidianeidad por susconnotaciones de vecindad, proximidad,convivencia y redes y apoyos sociales y
familiares palpables. Y son más de 800asesinados sólo por ETA.
Por lo tanto, Ledesma concluye queno está claro que la violencia de laguerra fuese una culminación de otraanterior ni que existiese una relacióncausal entre los conflictos sociales y lasprotestas políticas de preguerra y larepresión política y las matanzasposteriores. Porque había elementos ylazos de convivencia pacífica al menostan fuertes antes de julio de 1936.Porque no se ha establecido unacorrelación significativa que lodemuestre entre las áreas que tuvieronmás violencia durante la República y
donde hubo más represión durante laguerra en los primeros meses, enparticular las matanzas de lossublevados. Véase al respecto el casode Mallorca, que, según Bernanos, queestuvo en la isla desde 1934, había sidouna balsa de aceite pero fue protagonistade los grandes cementerios bajo laluna. Por el lado opuesto tenemos elejemplo del asesinato de religiosos enCataluña a partir del 18 de julio, un árearelativamente pacífica en el año y medioanterior. Porque hubo una rupturacuantitativa (habría que dilucidar apartir del 17 de julio cuántos minutospasaron hasta superar la marca de los
300 asesinados que hubo en los mesesprevios a la guerra) pero tambiéncualitativa.
Aquí de nuevo el ejemplo delasesinato de religiosos es válido(aunque muchos sostienen lo contrario),porque brillan por su ausencia entrefebrero y julio de 1936, y en generaldesde 1931 (salvo el caso de la Asturiasrevolucionaria en octubre de 1934,donde se mató a algo más de treinta).Sostener que es lo mismo quemaredificios católicos y hacermanifestaciones ateas que matarreligiosos es como creer que los ataquesa cajeros y sucursales (algunos muy
violentos, incluso con cócteles molotov)y arrojar huevos o zapatos apersonalidades insignes es lo mismo queasesinar a banqueros y políticos.
No es lo mismo la violenciasimbólica por rechazable que puedaparecer y por cruda que sea (y puedeserlo mucho, con incluso víctimasmortales) que la supresión físicadeliberada. Es un salto cualitativosideral que traspasa el umbral de laconvivencia mínima y nunca debeolvidarse: no es lo mismo un repertoriode protesta que una matanza política,social o étnica. Una protesta contra labanca no crea una cultura del asesinato
ni lo promueve y ni un anticlerical ni unsocialista son asesinos en potencia porel mero hecho de serlo.
Aquí termina mi misión de introducirlos contenidos de esta obra y solo mequeda invitar al lector a que se sumerjaen cada uno de los capítulos en laesperanza de que ello le ayude acomprender mejor el pasado. Agradezcopor anticipado la paciencia y atencióndel osado que llegó hasta este punto.Confío en que piense que mereció lapena y no haberle aburrido en exceso.
A punto de salir este libro, y trasvarias pruebas ya revisadas, cayó comoun mazazo sobre nosotros, autores y
editores, el fallecimiento del profesor ycompañero Julio Aróstegui, uno de loscolaboradores en esta obra y amigopersonal de muchos de nosotros. Resultainabarcable glosar aquí lo que supone supérdida en términos humanos ycientíficos para todos los aficionados,amantes y profesionales de la historia yde la ciencia (a él le gustaba verse a símismo como un científico social). Estaspáginas que ha escrito aquí, de entre lasúltimas, son un amplio testimonio deello. Me resulta más sencillo recordar loque ha supuesto Julio para muchos ypara mí personalmente: un maestro en eldebate teórico, un espejo en el
compromiso práctico y un ejemplo deesas personas que rompen moldes. Eradifícil devolverle lo que daba. Endefinitiva, un grande.
E
1
La trama militar de laconspiración
Fernando Puell de la VillaIU Gral. Gutiérrez Mellado, UNED
L GOLPE DE ESTADO de julio de1936, preparado por un puñado de
oficiales —probablemente menos dedoscientos—, mereció el aplauso de lainmensa mayoría de sus 18 000
compañeros y fue secundado poraproximadamente la mitad de ellos[1]. Latrama definitiva, la que urdió desdePamplona el general Mola, fue productode la conjunción de varias otras, decarácter civil y militar, que inicialmenteperseguían objetivos muy distintos eincluso contradictorios.
Estas páginas intentarán aclarar enlo posible las cuestiones planteadas enel párrafo anterior. ¿Puede afirmarseque la inmensa mayoría de la oficialidadcontemplara con buenos ojos el golpe?De ser así, ¿qué razones le impulsaron aello? ¿Qué tramas militares, dado que elprofesor Viñas se ocupa con gran
detenimiento de las civiles en estemismo volumen, existían aparte de la deMola? ¿Cuáles eran sus propósitos?¿Cuál fue el papel desempeñado por elgeneral Mola? ¿Quién colaboró con él?
1. CALDO DE CULTIVO
En su conjunto, los oficialesprofesionales de 1936, aunque se vierana sí mismos de otra forma, formabanparte de la exigua clase media de laépoca y, dentro de ella, de su sector másretrógrado y tradicional. La mayoríadesaprobaba cualquier tipo de
compromiso con los diferentes partidospolíticos que la representaban y, porinercia o conformismo, tendía amantener la obediencia al poderlegalmente constituido; los menos porconvencimiento, los más por inercia ycasi todos por temor a perder su únicomedio de vida.
Pertenecían a una generaciónacostumbrada a desempeñar undeterminado papel político, no tanto enel sentido de hacerse cargo del poder,escarmentados por la mala experienciadel directorio primorriverista, sinocomo garantes del mantenimiento delorden público e institucional, conforme
a lo prescrito por la ley Constitutiva delEjército, que le asignaba la misión dedefender «el imperio de la Constitucióny las leyes», precepto no derogadoexplícitamente hasta 1989[2]. También secreían con derecho a autogobernarse yrechazaban con firmeza que nadie seinmiscuyera en sus asuntos. Y porúltimo, estimaban que todo lo anteriorhabía sido repetidamente vulneradodesde la proclamación de la República,a la que consideraban responsable de sudescrédito social y profesional, de lapostración del ejército y, en últimainstancia, de todas las desdichas de lanación española.
Se fue creando así el caldo decultivo necesario para que surgiesecualquier iniciativa que recondujera lasituación; no necesariamente medianteun cambio de régimen, sino con un golpede timón que la enderezara. Los factorescoadyuvantes a crear ese caldo decultivo constituirán el objeto de laprimera parte de este estudio, siendo losmás relevantes la mentalidadintervencionista y el acusado victimismocorporativo de los cuadros de mando.
Aparte de estos factores, convienetener en cuenta algunas cuestiones más.Unas, dimanadas del espíritu y la letrade la Constitución republicana: bandera
tricolor, autonomía regional, laicismo,etc. Y otras de carácter específicamentecastrense: escisiones internas, miedo ala pérdida del puesto de trabajo,resentimiento por la anulación de losascensos por méritos de guerra, presiónambiental y, por encima de todas ellas,la eficaz agitación propagandísticainducida desde determinados sectoresciviles y militares.
1.1. Mentalidad intervencionista
Difícilmente podrá comprenderse laactitud de los cuadros de mando en juliode 1936 sin conocer su mentalidad, lo
que obliga a retroceder unos setentaaños, retroceso que no es en absolutogratuito. En 1932, en vísperas de laintentona del general Sanjurjo pararestaurar la monarquía, un tenientecoronel —educado en la Academia deInfantería por la misma época queFranco, Goded y Mola— recordaba asus compañeros más jóvenes lasvejaciones sufridas por el ejércitodurante el Sexenio y su influencia sobrela generación militar que en aquellosmomentos estaba a la cabeza delescalafón: «los sucesos de 1868 al 76los habían vivido nuestros padres ynuestros superiores, y las consecuencias
que de ellos había deducido su doloridaexperiencia formaban la base de nuestraenseñanza»[3].
Salvo contadas excepciones, lamayoría de los historiadores admite queel amotinamiento de la tropa en laprimavera y verano de 1873 fue laprincipal causa de la primeraintervención corporativa del ejército enla vida pública. El cuerpo de oficialesen bloque, ante la incapacidad de losgobernantes para atajarlo, decidióunánimemente enderezar la situación, almargen de la clase política y detrás desus generales, mediante los golpes deEstado de Pavía y de Martínez Campos,
sin entrar en sus propósitos ejercer elpoder[4]. A continuación, Cánovas delCastillo concedió al ejército elprivilegio de erigirse en árbitro delespíritu y la letra del texto constitucionaly toleró que el generalato gestionaraautónomamente la política militar. Aconsecuencia de ello, los militares sereplantearon su papel en la estructuraestatal y se produjo una importanteinvolución ideológica[5].
Además, frustradosprofesionalmente por la escasez derecursos, se marginaron socialmente.Educados en un ambiente elitista yaristocratizante, se autoexcluyeron de la
clase media, a la que pertenecían pororigen y posibilidades económicas,crearon un universo cultural ajeno a larealidad de su entorno y exigieron que elEstado compensara la penuria de susretribuciones con privilegios políticos,distinciones sociales y reconocimientopúblico de su singularidad.
Por otra parte, el contacto cotidianocon la tropa, extraída de las capas másdesvalidas de la sociedad, les llevó arenegar del sistema socioeconómico queamparaba tales extremos de miseria eignorancia y su mentalidad comenzó ateñirse de una cierta dosis deanticapitalismo. Si a ello agregamos el
terror que el crecimiento y dinamismode las organizaciones obrerasdespertaba en la conciencia de todos losmilitares europeos, acrecentado enEspaña por la aparición de losnacionalismos periféricos, puedellegarse a la conclusión de que en laideología de aquellos hombresapuntaban ya muchos de los rasgos queaños más tarde definirían al fascismo[6].
A todo lo anterior se sumó eldesastre ultramarino. La oficialidad,exacerbada por las injustas críticasrecibidas, se fue progresivamenteinclinando hacia la búsqueda desoluciones militaristas, fórmula que
consideraba idónea para resolverconjuntamente sus problemas y los quecreía detectar en el decadente régimencanovista. El fenómeno no semanifestaría en plenitud hasta 1906,cuando logró imponer la llamada ley deJurisdicciones al gobierno y alParlamento, consolidando su papel degarante del orden institucional.
Poco después, el monarca y lacúpula castrense creyeron que unaintervención al otro lado del Estrechopodría reverdecer los marchitos laurelesdel ejército. La prolongada campañamarroquí introdujo un nuevo factor dedivisión en el seno de la oficialidad, que
se sumó a la tradicional pugna entrearmas generales y cuerpos facultativos,surgiendo la llamada mentalidadafricanista, enfrentada a la peninsular,ajena a la realidad del país, dolida porel patente antibelicismo de la sociedad ycon una profunda suspicacia hacia laclase política[7]. Esta fractura eclosionóen la crisis de las Juntas de Defensa de1917, cuyas secuelas parlamentarias ylaborales fueron el principio del fin delsistema de la Restauración[8].
La intromisión de las Juntas en lavida política nacional, abiertamentetolerada por los gobiernos que sesucedieron desde 1917 hasta 1922,
habituó a la sociedad a la mediatizacióndel cuerpo de oficiales. Por esta razón,la mayoría de la población no pusoreparos, muchos aceptaron complacidos,e incluso algunos celebraron, que elejército se responsabilizara plenamentede la gobernación del país en 1923. Lacélebre frase de Antonio Maura —«Quegobiernen los que no dejan gobernar»—sintetiza muy gráficamente la situación ala que se había llegado[9].
La pretensión del general Primo deRivera de institucionalizar su régimendictatorial hizo que la clase políticavolviera a echar mano del olvidadorecurso al pronunciamiento, ya fuera
protagonizado por un general deprestigio para desplazarle del poder,caso de Aguilera en 1926, o con elconcurso de algunas guarniciones paraderrocar la monarquía, como hicieronlos firmantes del pacto de San Sebastiána finales de 1930. La obsolescencia delprocedimiento —no había vuelto autilizarse desde la intentona republicanade Ruiz Zorrilla en 1883[10]— fue lacausa de su estrepitoso fracaso enambos casos: el dictador cayó porperder el apoyo del generalato y lamonarquía se desmoronó ante la presiónde la opinión pública, expresada en lasurnas en abril de 1931.
No obstante, la joven República,combatida desde la reacción y elradicalismo, vivió en permanente estadode alarma y excepción, lo que volvió arevitalizar la nunca del todo erradicadavocación pretoriana de la oficialidadespañola: primero a través delpronunciamiento liderado por el generalSanjurjo en agosto de 1932 yposteriormente en la versión másmoderna del golpe de Estadocorporativo materializado en julio de1936.
Entre las principales causas de quela mitad de la oficialidad se sumara algolpe de 1936 y este contara con las
simpatías de buena parte de la otramitad, pueden señalarse estas dos comomás destacadas: la aprobación delEstatuto catalán en 1932, consideradamayoritariamente como una ruptura de launidad de España, y la revolución deAsturias en octubre de 1934, cuyotremendismo se magnificó en las salasde banderas y radicalizó la postura demuchos oficiales, especialmente la delos más jóvenes. Por último, la victoriadel Frente Popular en febrero de 1936incrementó la aprensión de casi todosellos hacia el régimen republicano. Losfalsos augurios de la inminenteimplantación de un régimen soviético,
de lo que se hablará más adelante, y lairritación por verse impunementeinsultados por algunos exaltadoshicieron crecer día a día el número departidarios de la necesidad y urgenciade una intervención armada[11].
1.2. Victimismo paranoide
En los párrafos anteriores hanaflorado ya algunas de lascaracterísticas de la mentalidad militarde la época, aparte naturalmente de suimportante componente pretoriano. Yuna de las más acusadas era su tendenciaal victimismo, que fue haciéndose cada
vez más enfermiza y que terminaría, alderivar hacia un comportamientoparanoide, empujando a muchosoficiales a inclinarse por acabar con elrégimen político al que considerabanresponsable de las desdichas de lanación española, de la quetradicionalmente se consideraban únicosvaledores.
Dicha tendencia hundía sus raíces enlos años centrales del siglo XIX,momento en que la administración delEstado liberal, cada vez másconsolidada, quedó prácticamente enmanos del flamante funcionariado civil,con lo que los militares, que hasta
entonces habían desempeñadorelevantes puestos directivos, seconsideraron preteridos[12].
La amplísima literatura militar de laRestauración está teñida de victimismo.El militar se consideraba maltratadopersonal y profesionalmente, lo cualsolo era parcialmente cierto. Sin dudaestaba muy mal retribuido, al igual queel resto del funcionariado, y lasobredimensión y macrocefalia delcuerpo de oficiales hacía quepermaneciera muchos años en el mismoempleo e incluso que se retirara antes deascender a comandante, pero en sus filasno existía la figura del cesante, solo la
del supernumerario a media paga. Lapenuria financiera del Estado y eldesproporcionado montante de lapartida destinada a gastos de personalimpedían modernizar el armamento ydedicar fondos a adiestrar debidamentea las unidades, que rara vez salían delcuartel si no era para cortejarprocesiones o sofocar conflictos deorden público. En cambio, su sistema deprotección social era excelente, siendolos únicos españoles que disponían deservicio médico y hospitalario gratuito,pensiones de invalidez, retiro, viudedady orfandad, una especie de residencia deancianos para acoger a quienes quedaran
desvalidos y colegios para educar y darcarrera a sus huérfanos[13].
Ante la ruptura de hostilidades conEstados Unidos en 1898, la mayor partede la prensa emprendió una desaforadacampaña de agitación de la opiniónpública, basada en apelaciones al honorpatrio y, sobre todo, burla ymenosprecio del enemigo[14]. Debido aella, la sociedad afrontó la guerra conmoral de victoria y su desenlace lasorprendió y abatió. Al llegar a puertolos supervivientes, el abatimiento seconvirtió en coraje y todas las miradasse dirigieron al ejército, culpándole dela magnitud del desastre. Los militares,
que, con los naturales altibajos de unacampaña colonial en el trópico, habíancombatido con bastante éxito contramambises y tagalos, y con sumadignidad frente a los estadounidenses,contemplaron atónitos aquellas acerbascríticas y su tendencia al victimismo seacrecentó, al considerarse abandonadospor la clase política, desprestigiadosante su entorno social y detestados porel proletariado, que era el único conderecho a considerarse víctima deldesastre.
Los repetidos reveses sufridos enlos campos de Marruecos, en especialen el Barranco del Lobo en 1909 y en
Annual en 1921, sacaron a la luz públicafallos, negligencias y faltas deprevisión, comenzando a menudear lasdenuncias de la prensa contra un mandoque malversaba habitualmente loscaudales públicos y toleraba casosflagrantes de corrupción. Los militaresafricanistas responsabilizaron algobierno y al Parlamento de ser la causade su ineficacia por no dotarles demedios y desviaron la vista ante laevidente conducta irregular de muchoscompañeros, culpando asimismo a laclase política de no prevenir talesdelitos con mejores retribuciones[15].
En 1931, Manuel Azaña se dispuso a
modernizar aquella caduca estructura,tomando como referencia la del ejércitofrancés, y adecuar también la relaciónentre la sociedad y las fuerzas armadasal modelo que se había impuesto en elvecino país a raíz del asunto Dreyfus. Amodo de resumen, Azaña se propusoalcanzar los siguientes objetivos:erradicar la tutela del ejército sobre lavida política, despojarle de cometidosextracastrenses, acabar con laarbitrariedad ministerial, ajustar lasplantillas a las posibilidades reales delpresupuesto estatal, republicanizar lasfilas y mejorar la capacidadoperativa[16].
Su reforma fue desvirtualizadadurante el Bienio Negro y ni logróapartar al ejército de las tareas que leeran impropias, ni llegó a buen fin lapretendida republicanización de losmilitares. La mayoría valoraba más elrégimen a sus inicios que en 1936; loscuadros de mando perdieron estatussocial y expectativas de carrera, sin verincrementado su poder adquisitivo; elejército cedió poder e influencia, singanar en operatividad o eficacia. Losmuchos oficiales que habían celebradola llegada de la República y respaldadosu dinámica reformista, se sintierondefraudados al ver que no había
mejorado significativamente lasituación. Los más reaccionarios sesintieron perseguidos y vejados; los másprofesionales, defraudados porque lasreformas no redundaron en algopositivo, y unos y otros, excluidos deuna sociedad que no compartía sutrasnochada visión de la realidad yrechazaba abiertamente su escala devalores.
Data de muy antiguo —decíaMola en 1934— el desafecto de lasclases humildes de nuestra sociedadhacia los organismos armados …Pero el desafecto que las claseshumildes sintieron en otro tiempohacia las instituciones militares no
era como el que hoy se manifiesta enforma ostensible por parte delelemento civil. Aquel no llegaba, tansiquiera, a los linderos de lamalquerencia; este último, por elcontrario, los traspone morando enciénaga de odios: tal ha sido laconsecuencia lógica de unaininterrumpida propaganda demenosprecio y difamación … unsentimiento que, con el apoyo de lamoderna intelectualidad, lo hanembutido a presión en el almanacional quienes, convencidos de suandar descarriado, ven en la fuerzaarmada el único posible dique capazde obligarles algún día a ir por losbuenos cauces[17].
De las palabras del principal
muñidor del golpe de Estado de 1936puede deducirse que la colectividadmilitar mostraba una clara tendencia aatribuir a determinados sectores de lasociedad sus propias frustraciones,siendo este uno de los principalessíntomas de la mentalidad paranoide,propia de individuos egocéntricos,solitarios y desconectados de larealidad, que tan solo dan crédito a loque confirma sus prejuicios paraconvertirlos en convicciones[18].
1.3. Otros factores de caráctergeneral
Probablemente, el espíritu de laConstitución de 1931 no se acomodaba ala realidad española del momento: sucarácter laico y sus avances en materiade justicia social escandalizaron a lasclases más conservadoras ycoadyuvaron a crear el ambientepropicio para que los militares seinclinaran por acabar con la República.Pero indudablemente serían otros dosfactores de carácter general los que másinfluyeron para decantar a muchosoficiales hacia una soluciónintervencionista tras la victoria delFrente Popular: la presunta ruptura de launidad de España que suponía la
restauración de la Generalidad catalanay la inminente aprobación de losestatutos de autonomía vasco y gallego,y la creencia de que se transitaba haciaun régimen similar al soviético.
La cuestión catalana
El catalanismo, fenómenominoritario de raíces románticasvinculado a la burguesía industrial ylimitado a exaltar valores lingüísticos yculturales, fue paulatinamentetransformándose en un movimientopolítico de carácter nacionalista, cuyasreivindicaciones hizo públicas en lasllamadas Bases de Manresa de 1892.
Tras el desastre de 1898, loscatalanistas atacaron con especialvirulencia al ejército, al queacertadamente consideraban el principalbastión del centralismo estatal. Elcuerpo de oficiales, muy tenso ya por lascríticas recibidas en la prensa y elParlamento, consideró necesario dotarsede instrumentos para defenderse de susataques y, aparte de vandalizar dosdiarios barceloneses, logró que lasCortes aprobaran la llamada ley deJurisdicciones, que otorgó a la JusticiaMilitar la potestad de procesar aquienes criticasen al ejército o a lossupremos valores de la nación en la
prensa o en los mítines[19].La ley de Jurisdicciones reforzó el
papel del ejército como protector delorden institucional, pero tuvo un efectocolateral muy contraproducente para losintereses que pretendía salvaguardar: elarrollador triunfo de la coaliciónelectoral Solidaritat Catalana en loscomicios de 1907, donde logró 41 delos 44 escaños elegidos por aquellademarcación. Su afán por lograr que seconcediese un mínimo de autonomíaadministrativa a Cataluña levantóampollas en ambientes militares y elperiódico más leído en las salas debanderas publicó tremebundos artículos
de fondo:
Cataluña no será una nación —confederada ni sin confederar— niserá estado independiente mientrasuna gota de sangre circule por lasvenas de cuantos visten uniformemilitar, y un átomo de aliento haya enel pecho de esos hombres paramanejar un arma y esgrimirla en luchaa muerte, en defensa de la patriaúnica, intangible y santa, como santa,intangible y única es la madre adoradaque nos llevó en las entrañas[20].
La citada coalición se disolvió trasla Semana Trágica de julio de 1909,pero la importancia que había adquiridoel movimiento catalanista indujo al
gobierno de Eduardo Dato a autorizar laconstitución de la Mancomunidad deCataluña en 1914, con cuya vida acabóPrimo de Rivera en 1925, no sin antesdar a luz un moderado proyecto deestatuto de autonomía, aprobado por lainmensa mayoría de los municipios yrefrendado por casi la totalidad de loscatalanes en 1919. De nuevo volvió abramar la prensa militar, que emprendióuna nueva campaña de agitación de laopinión militar, mucho más agresiva quela de 1909:
En Barcelona, la vida se ha hechoimposible para los españoles. Enpúblico se está gritando hace muchos
días: ¡Muera España! ¡Viva Cataluñalibre! En público se está atacando yultrajando la bandera nacional; enpúblico se insulta —y si por medioscobardes es factible, se llega a laagresión— no ya sólo contra laoficialidad del Ejército, sino inclusocontra la tropa … Pero hay unaEspaña, hay una Patria, que muchosmiles de hombres han juradodefender hasta perder la última gotade su sangre, y ya no es posible, porningún concepto, que ni en Barcelonani en Cataluña se siga ofendiendo yescarneciendo esa Patria, que es lanuestra, la de nuestros padres, la denuestros hijos; y si para hacerlarespetar es preciso derramar sangre,hasta la última gota de la de susenemigos será derramada[21].
Y la campaña tuvo bastante éxito.Decenas de oficiales enviaron cartas ytelegramas de felicitación al periódicopor este artículo, que su director decidióno publicar por estar «concebidos entérminos que revelan gran exaltación yel insertarlos podría parecer en nosotrosun propósito de añadir leña alfuego»[22]. Una vez más, la presiónejercida por el ejército sobre la clasepolítica rindió sus frutos y el gobiernodel conde de Romanones rechazó elproyecto elaborado por laMancomunidad y ofreció a cambio untexto alternativo que los diputadoscatalanes repudiaron. No obstante,
cuando más altas estaban las espadasentró en escena un tercer factor, queapaciguó los ánimos y acabó demomento con el problema: la llamadahuelga de La Canadiense y la salvajeconflictividad social que sacudióCataluña en los meses de febrero ymarzo de 1919[23].
Pese a la creación por el excoronelFrancesc Macià del partidoindependentista Estat Català en 1922, lacuestión quedó soterrada hasta que, en elverano de 1930, representantes dediversos partidos nacionalistas seadhirieron al llamado pacto de SanSebastián y comprometieron al resto de
los convocados a que el futuro Estadorepublicano reconociese la autonomíapolítica y administrativa de Cataluña,Galicia y el País Vasco.
Nada más proclamarse la República,la prensa militar se tomó la libertad deadvertir al recién formado gobiernoprovisional de que le amenazaban «dosgraves peligros: el del separatismo y eldel comunismo»[24]. Y cinco mesesdespués volvió a abrir la caja de lostruenos al conocer el texto del nuevoestatuto de autonomía sometido alrefrendo de los catalanes en septiembrede 1931 y aprobado por las Cortes unaño después.
Pero el impacto de la campañacontra el estatuto de Núria sobre laoficialidad fue bastante tenue, al estar lamayoría más pendiente del programa dereformas puesto en marcha por Azaña,que les afectaba mucho másdirectamente. Y a pesar de que la prensamilitar continuó insertando enormes yllamativos titulares anticatalanistas—«Se va dando a España, en dosis, elveneno que ha de matarla[25]»—, susarticulistas llevaban meses sorprendidosde la «escasa sensibilidad de buenaparte de la oficialidad del Ejército en elpunto en que fueron siempre másirreductibles sus principios»[26].
Azaña suprimió a principios de1932 las subvenciones que el Ministeriode la Guerra concedía a la llamadaprensa militar, la cual, tras intentarsobrevivir precariamente, desapareciódefinitivamente al llegar el verano. Lamayoría de los militares madrileñoscomenzó entonces a leer habitualmentee l ABC, que continuó alimentando susfobias gracias a la agresiva campañacontra el separatismo catalán que estemedio sostenía:
«Estos miserables separatistas,bicharracos asquerosos —decía unacarta atribuida a un militar destinadoen Barcelona y transcrita en un
artículo de fondo—, arrojan sobrenosotros todas las injuriasimaginables. Además, sepan ustedesque los jefes y oficiales del Ejércitollevan ya muchas noches sin dormir,pernoctando en los cuartos debanderas y estandartes, lo que hacenen evitación de ser secuestrados porl o s escamots y policías de laGeneralidad». ¿Es posible —concluíael ABC— que continúe ni un día máseste estado de cosas[27]?
No obstante, si nos guiamos por lacitada opinión del teniente coronelCebreiros, cabría pensar que la temidaruptura de la unidad de España noestuvo en el primer plano de laspreocupaciones de los que prepararon el
golpe de julio de 1936, quienes ademáshabían podido constatar la energía delos gobernantes republicanos porpreservarla, tanto en abril de 1931,cuando Macià trató de instaurarunilateralmente la República catalana,como en octubre de 1934, cuando LluísCompanys proclamó el Estado catalán.No obstante, la posterior insistencia delbando franquista en esgrimir elseparatismo como una de las causas quejustificaron la necesidad de alzarse enarmas contra el motejado «Gobiernofrentepopulista» demuestra que el temaseguía latente y que sin duda atrajomuchísimos oficiales a las filas
rebeldes.
El peligro bolchevique
Otro factor esencial en laconfiguración de la mentalidad militarde la época fue el temor a que sereprodujese en España una revoluciónsimilar a la que había acabado con elImperio zarista en las postrimerías de laPrimera Guerra Mundial. El régimencanovista, que había conformado laconciencia de la oficialidad de 1936,consideraba que el socialismo y elanarquismo amenazaban seriamente lasupervivencia del Estado liberal. Y lacreación de la III Internacional
Comunista —más conocida por elacrónimo ruso Komintern—, con el finde coordinar las actuaciones de todoslos partidos comunistas existentes, avivóestos temores hasta el paroxismo en lamentalidad militar europea de la época.
Aunque más adelante se tratará de lacampaña de intoxicación sobre lospresuntos designios de la Kominternpara España, la prensa quehabitualmente se leía en los cuartelesmantuvo una feroz campaña de agitaciónde la opinión pública para magnificar elpeligro comunista. En ambientesmilitares y desde hacía muchos años, lainquina contra el marxismo y el
sindicalismo estaba muy asentada ypermanentemente alimentada desde laspáginas de la prensa militar: «Moscú,pues, es quien fomenta y dirige elmovimiento sindical, del cual seaprovechará llegado el momentooportuno, utilizándolo a su antojo. Losrecursos ilimitados que poseen losagentes del Komintern les permitenmaniobrar fácilmente con los directoresde los sindicatos»[28].
Tras la desaparición de losperiódicos militares el testigo fuetomado por la prensa conservadora, encuyas páginas, apenas proclamada laRepública, se había calificado el pacto
de San Sebastián como un compromisoentre «la masonería, el socialismo y elseparatismo catalán»[29]. Después, losmilitares comentarían sin duda elartículo escrito por uno de losfundadores de Falange Española, quienllegaba a afirmar que «el marxismosigue siendo el dueño de la vida, de lano vida, de la Muerte española»[30], olas palabras pronunciadas en elParlamento por un destacado dirigentede la derecha más reaccionaria,calificando la revolución de octubre de1934 como una «conspiracióninternacional» que había usado comopeones al separatismo catalán y vasco,
al socialismo y a las izquierdasrepublicanas[31].
La campaña anticomunista semantuvo viva durante 1935, sosteniendoque los partidos marxistas actuaban «alas órdenes de la III Internacional, cuyoobjetivo es repetir en toda España lafaena gloriosa de Asturias»[32], yalcanzó tonos apocalípticos nada másconocerse la intención de los partidosde izquierdas —«sumisos súbditos» deMoscú[33]— de formar, «por orden delKomintern de la III Internacional encomplicidad con la masonería», unacoalición electoral para presentarse alas elecciones de febrero de 1936[34].
Aquellos fantasmagóricos complotsvenían avalados por un folletín, muypopular en ambientes aristocráticos ymilitares de la época, titulado LosProtocolos de los sabios de Sión, quehabía sido traducido y difundido enEspaña por Pablo Montesino Fernández-Espartero, duque de la Victoria, cuyosdos sobrinos eran capitanes del Cuerpode Estado Mayor[35]. En los mismoscírculos, también era habitual la lecturade publicaciones anticomunistas de laextrema derecha francesa —ActionFrançaise, Solidarité Française y LeFaisceau—, así como del Bulletin d’Information Publique, órgano
propagandístico de la EntenteInternationale contre la TroisièmeInternationale, al que Southworthatribuye la irracional manía persecutoriaque acompañó a Franco hasta latumba[36].
La Entente anticomunista, fundada en1924, había convencido a Primo deRivera de la urgente necesidad de lucharactivamente contra la Komintern y, enesa línea, el teniente coronel JoséUngría, futuro jefe del Servicio deInformación y Policía Militar (SIPM)durante la guerra civil, fue nombradoenlace con la sede central de Ginebra yse utilizaron fondos oficiales para
adquirir varias suscripciones al citadoBulletin d’Information, que el dictadorremitió a algunos mandos de confianza,entre los que figuraban Franco, Goded yMola. Interrumpido el pago a la llegadade la República, Franco decidiósuscribirse al Bulletin a título particulary continuó leyéndolo hasta 1936, lo quele convirtió en un obseso anticomunista,que veía la mano de Stalin por todaspartes y creía que toda la izquierdaespañola trabajaba consciente oinconscientemente a favor de laKomintern.
Aunque la Entente ginebrina nointervino directamente en la trama
golpista, sí modeló la mentalidad dequienes la dirigían y evidentementetambién la de muchos oficiales. Solo asíse explica que, al día siguiente de lavictoria electoral del Frente Popular, elteniente coronel jefe de la Base Aéreade Tablada osase aderezar susupuestamente protocolario discurso debienvenida a un piloto cubano queacababa de cruzar el Atlántico consoflamas de este calibre: «¡Españoles!,¿contra quién hay que ir? Contra losdeportadores de ciudadanos sin causa niproceso, ametralladores de CasasViejas, expulsadores de funcionarios sinformación de expediente, trituradores
del Ejército, criados de la IIIInternacional, masones y separatistas».Y todo ello en presencia del generalFernández de Villa Abrille, máximaautoridad militar de Sevilla[37].
Para avivar aún más los miedos dela oficialidad y las clasesconservadoras, los conspiradores de1936 fabricaron una serie dedocumentos, de los que han trascendidocuatro, con la intención de demostrarque la Komintern había pergeñado unplan para derribar el templado gobiernosurgido de las elecciones de febrero eimplantar la dictadura del proletariadoen España[38]. Aunque se desconoce a
ciencia cierta su autoría, diversosindicios permiten endosársela al propioMola, quien se refirió en numerosasocasiones a ellos en el pequeño círculodel Gobierno Militar de Pamplona,atribuyendo su detección al aparatoantisubversivo por él creado durante suetapa de director general de Seguridad (1930-1931), organismo donde todavíatrabajaba un fiel acólito suyo: elcomisario Santiago Martín Báguenas[39].
Otro indicio de la mano de Mola ensu confección es la propia secuenciatemporal de la conspiración.Inicialmente, sus directivas preveían queel golpe se ejecutara a finales de junio,
tal como expresaba la base octava de laInstrucción Reservada n.º 1, que nolleva fecha pero que fue enviada a susdestinatarios a finales de mayo: «Laorganización ha de llevarse a cabo en elplazo máximo de veinte días, porque lascircunstancias así lo exigen»[40]. Lasreferidas circunstancias eran sin duda elplazo supuestamente establecido por laKomintern para dar su propio golpe:«Se confirma las fechas de 11 de Mayoa 29 de Junio para la iniciación delmovimiento subversivo según sea elresultado de las elecciones dePresidente de la República»[41].
Al no marchar la conspiración
conforme a lo planeado, Mola se vioobligado a posponer el golpe al mes dejulio y los presuntos documentossecretos de la Komintern debieron deperder la escasa credibilidad quealguien pudiera haberles concedido,dado lo grosero de su redacción. Paramás inri, Largo Caballero, tan prontollegaron a sus manos, se apresuró apublicarlos y denunciarlos como falsosen su órgano de prensa[42]. No obstante,una vez iniciada la guerra, aquellospapeles se transformaron en una de lasprincipales herramientaspropagandísticas del bando franquista,al que rindieron enormes beneficios
para explicar en círculos conservadoresde Estados Unidos, Francia y GranBretaña por qué el ejército se habíavisto obligado a sublevarse contra ungobierno legítimo. Y sorprendentemente,todavía hoy continúan siendo esgrimidospor algunos para justificar la rebeliónmilitar de 1936.
2 . EL PROCESO CONSPIRATIVO DELGOLPE DE ESTADO DE JULIO DE 1936
La holgada victoria lograda por lacoalición electoral denominada FrentePopular el 16 de febrero de 1936
reactivó las latentes tramasconspirativas, pergeñadas pordeterminados personajes, civiles ymilitares, que no estaban dispuestos atolerar la restauración de los avancespolíticos, administrativos y socialespromovidos por los gobiernos deManuel Azaña entre 1931 y 1933,prácticamente anulados por los despuésformados bajo la batuta de AlejandroLerroux.
El inicio de la conspiración contra laRepública
Ya desde el mismo día de la
proclamación de la República habíansurgido varias tramas golpistas,nucleadas en torno a dos generalesafricanistas de gran prestigio en elejército: José Sanjurjo, erigido enespadón de las tramas monárquicas,tanto carlistas como alfonsinas, yManuel Goded, más interesado enpromover complots exclusivamentecastrenses y que terminaría ligado a laUnión Militar Española (UME) a travésde su ayudante, el comandante CarlosLázaro Muñoz[43]. Sin embargo, muchosotros militares, la mayoría de ellosacogidos al privilegiado retiro que lesconcedió Azaña, se acostumbraron a
frecuentar cualquier conciliábulo delque tuvieran conocimiento, siendohabitual que aparecieran vinculados alas distintas conspiraciones enciernes[44].
Las principales camarillas militares,al amparo o no de una trama civil, queconspiraban para derrocar la Repúblicaa la altura de 1936 eran las siguientes:
1. Monárquica alfonsina: su objetivoera restaurar la monarquía en lapersona de Alfonso XIII medianteun pronunciamiento militar eimplantar un régimen políticosimilar al existente en Italia,
propósito que inspiró el golpeprotagonizado por el generalSanjurjo en agosto de 1932. Suspostulados, difundidos a travésdel diario ABC y la revistacultural Acción Española,despertaron las simpatías demuchos oficiales, pero no lobastante para poner en riesgo sucarrera. Al quedar neutralizadoSanjurjo y desprestigiado elteniente general retirado EmilioBarrera, verdadero cerebro delgolpe de agosto de 1932, otro delos implicados, el tenientecoronel Valentín Galarza, ofreció
el liderazgo al teniente generalSeveriano Martínez Anido,exiliado en Francia, quiendesestimó la oferta. Tras laselecciones de 1936, Barreravolvió a cobrar protagonismo ylogró involucrar en esta trama alos generales Miguel García de laHerrán, Luis Orgaz y MiguelPonte[45]. Está tambiénperfectamente documentado quealgunos de los que la encabezaban—en concreto, Pedro SainzRodríguez y Antonio GoicoecheaCosculluela— permanecieron encontacto con Goded cuando este
fue destinado a Baleares[46]. Sinembargo, no lo está que, a partirdel momento de su marcha aPamplona, lo estuvieran conMola, cuyo último contacto ciertocon los alfonsinos fue en Madrid,el 12 de marzo de 1936[47].
2. Monárquica carlista: en la líneamantenida desde 1833, laComunión Tradicionalista,nombre adoptado por el carlismoen 1932, también tenía como metarestaurar la monarquía, pero en lapersona de Alfonso Carlos deBorbón, nieto del duque deMadrid. Los oficiales
tradicionalistas que habíanapoyado la Sanjurjada,encarcelados en el castillo deSanta Catalina de Cádiz, lograronque otro de los recluidos, elcoronel José Enrique Varela, sesumara a la causa y este, trasredactar las Ordenanzas delRequeté, reactivó la organizaciónparamilitar creada en 1913 porJoaquín Llorens sobre el modelode los Camelots du Roi, lacombativa rama juvenil de ActionFrançaise[48]. Aunque noabundaban los militaresdispuestos a sublevarse en
nombre del pretendiente,Sanjurjo, hijo de un capitán delejército carlista, estrechó susrelaciones con los tradicionalistasexiliados en Estoril y propicióque el Requeté proporcionaseefectivos y respaldo popular algolpe que Mola estabapreparando.
3. Constitucionalista: esta tramacívico-militar, gestada en 1930 entorno a Melquíades Álvarez yManuel de Burgos con elconcurso del general Goded,comenzó a planear en 1932 ungolpe de Estado que desplazase a
Azaña del poder, momento en quese sumó a ella Alejandro Lerroux,quien a su vez arrastró consigo algeneral Miguel Cabanellas[49]. Elcese de Goded como jefe delEstado Mayor Central, secueladel incidente de Carabanchel[50],hizo que esta trama quedase almargen de la Sanjurjada, pero a lavez dejó a Goded y a Cabanellaslibres de sospecha, lo que seríadeterminante para el éxito delplan urdido por Mola, ya que suprestigio y moderada ideologíarepublicana atrajo a muchosmilitares de esta tendencia, pero
opuestos al Frente Popular[51].4. Junta de Generales: tras
desactivar Azaña elpronunciamiento de Sanjurjo, secreó en Madrid una nueva tramaconspirativa, impulsada porGoded e integrada por destacadosgenerales africanistas, comoOrgaz y Varela, a la que sesumaron otros generales dereconocido prestigio en elejército, entre ellos JoaquínFanjul, José Rodríguez del Barrioy Rafael Villegas. Su pretensiónno era acabar con la República,sino desplazar al gobierno de
izquierdas surgido de laselecciones de 1931. Eso explicaque mientras gobernó la derechaentre 1933 y 1935, la despuésllamada Junta de Generales semantuviese adormecida y que sereactivase nada más conocerse laformación del Frente Popular.
5. Unión Militar Española (UME):esta organización clandestina,remedo de las Juntas de Defensade 1917 y fundada por el tenientecoronel retirado EmilioRodríguez Tarduchy, fuerealmente configurada por elcapitán de Estado Mayor
Bartolomé Barba Hernández yconsolidada por el tenientecoronel Valentín Galarza[52].Podía pertenecer a ella todooficial particular, es decir, que nofuese general, sin distinción deideologías —el fundador era unprimorriverista afiliado a Falangey Barba, lo mismo que Galarza,monárquico alfonsino— ydispuesto a derrocar la Repúblicapor cualquier medio. Su juntadirectiva estaba en Madrid,encabezada por Tarduchy, ycontaba con juntas regionales enlas ocho divisiones orgánicas,
dedicadas básicamente a laboresde captación y propagandísticas,y sin ninguna capacidadoperativa. No obstante, Mola sesirvió de la UME para tender laimprescindible red de contactosque hizo viable el golpe deEstado de julio de 1936.
La trama de la Junta de Generales
La trama que terminaría provocandoel golpe de julio de 1936 comenzó aactuar semanas antes de las eleccionesque dieron el triunfo al Frente Popular.El primer movimiento fue la reunión
convocada en el domicilio madrileñodel general retirado Emilio Barrera nadamás conocerse la formación de lacoalición electoral, a la que acudieronlos generales Emilio Fernández Pérez,Manuel González Carrasco, Luis Orgaz,Miguel Ponte y Rafael Villegas, másalgunos miembros de la junta central yde las regionales de la UME. Losreunidos, en su mayoría ligados a latrama alfonsina, acordaron dar un golpede Estado el miércoles 19 de febrero, encaso de que triunfase el Frente Popular,pero Goded, a quien se le encomendó latarea, la consideró inviable y el plan sedesactivó[53].
El lunes 17, nada más conocerse elresultado de las elecciones, Franco yGoded sopesaron la posibilidad dedeclarar el estado de guerra[54]. Francose echó atrás, pero Goded se dirigió alcuartel de la Montaña para sacar latropa a la calle. Los coroneles de lasunidades allí acuarteladas le negaron suapoyo y el todavía inspector general delEjército, muy enojado, les advirtió:«Ahora se ganaría. Después costarámucha sangre, y quién sabe elresultado»[55].
Como se deduce de lo anterior, eltriunfo electoral del Frente Popularreactivó las tramas que habían
permanecido más o menos aletargadasdurante el Bienio Negro. Azaña, sinduda consciente de ello, probablementeinspiró las palabras que el generalCarlos Masquelet, recién nombradoministro de la Guerra, dirigió a losgenerales destinados en Madrid:«además del deber que tenéis de cumplirlas Ordenanzas, quiero recordaros quetenéis, como cuestión de honor, queservir al régimen»[56], en clarareferencia al solemne compromiso quetodos habían suscrito de su puño y letraen 1931[57].
Dos de los presentes —Goded,inspector general del Ejército, y Franco,
jefe del Estado Mayor Central—,estrechos colaboradores de Gil Robles,muy probablemente ya sabían mientrasescuchaban al nuevo ministro queacababan de ser destituidos y enviados aBaleares y Canarias. Una semanadespués, Emilio Mola, acérrimoenemigo de Azaña desde que le procesóy suspendió de sueldo y empleo en1931, perdió también el influyente cargode jefe superior de las Fuerzas Militaresde Marruecos, donde le había situadoFranco con «la secreta misión de tenerpreparado el Ejército Colonial por si undía la Patria necesitase de su actuaciónen la Península»[58], y fue destinado a la
aparentemente inocua guarnición dePamplona para mandar la XII Brigadade Infantería. Y a la vista de estasmedidas, los generales y altos oficialesafricanistas, que habían perdido susascensos por méritos de guerra cuandoAzaña los anuló y agradecían a GilRobles el haberlos recuperado, sintieronde nuevo amenazadas sus fulgurantescarreras por el nuevo gobierno[59].
Azaña y Masquelet optaron porcubrir los puestos que iban quedandovacantes con generales que hubieranpermanecido totalmente al margen de lapolítica, lo que generó protestas de laUnión Militar Republicana y
Antifascista (UMRA), otra organizaciónclandestina, integrada por militares decualquier empleo de ideologíamarcadamente progresista, quienesconsideraron insensato dejar las riendasdel ejército en manos de generales pococomprometidos con la República[60]. Lamejor prueba de que no iban muydesencaminados es que el general JoséSánchez-Ocaña, nombrado porMasquelet jefe del Estado MayorCentral, puesto que continuaríadesempeñando hasta el 18 de julio, nohizo nada por detener el golpe y terminósus días como teniente general delejército franquista[61]. Otro desacierto
similar, de catastróficas consecuencias,fue mantener en sus puestos a losgenerales Queipo de Llano yCabanellas, nombrados por losgobiernos de Lerroux y de PortelaValladares[62]. Rojo llegaría a la mismaconclusión en sus inacabadas memorias:
El Gobierno no maltrató nipersiguió ni enjuició siquiera aninguno de los militares de relieveque podían infundir sospechas; nisiquiera les derivó del ejercicio delmando, que ejercieron incluso en lospuestos de más alta responsabilidad:casi todos los que despuésaparecerían a la cabeza delmovimiento rebelde habían ocupadodurante la República puestos de
relieve mientras la subversión se fuemontando. Prueba evidente de que laRepública, si pecó de algo, fue deingenua, benigna y tolerante[63].
Todo cambio de destino de ungeneral obligaba a efectuar supresentación protocolaria al ministro dela Guerra, lo que permitió a Varela, pororden y en representación de Sanjurjo,convocar a primeros de marzo otroconciliábulo. En realidad fueron varioslos encuentros sediciosos mantenidosentre los militares de paso por Madridabiertamente opuestos al nuevogobierno. Maíz, por ejemplo, recuerdaque Mola se entrevistó los días 7 y 8 de
marzo con los generales Goded,Kindelán, Orgaz, Ponte y Saliquet; el 9con los coroneles Carrascosa y Ortiz deZárate, y el 10 con Franco, Galarza yVarela[64]. Sin embargo, la reunióncrucial fue la celebrada en el domiciliodel diputado cedista José Delgado,situado en la calle del General Arrando,número 19. Aunque la fecha exacta sedesconoce, todo parece apuntar a que secelebró el 8 de marzo y que a ellaasistieron los generales Fanjul, Franco,García de la Herrán, González Carrasco,Kindelán, Mola, Orgaz, Ponte,Rodríguez del Barrio, Saliquet, Varela yVillegas, y el teniente coronel
Galarza[65].Tras cinco horas de debate, el único
acuerdo adoptado fue constituir unaJunta de Generales, presidida porSanjurjo e integrada por los residentesen Madrid, para organizar unaintervención armada que derrocase algobierno. Rodríguez del Barrio,inspector general del Ejército, sería eldelegado del exiliado Sanjurjo yGalarza, que empezó a ser llamado «ElTécnico», el coordinador de laconspiración.
Desde el punto de vista operativo, lareunión fue poco fructífera. Aunque seaceptó la propuesta de Varela de que el
golpe fuera centrífugo, es decir, quepartiese de Madrid, no se fijó uncalendario, ni se determinó la situaciónque debía desencadenarlo. Sin embargo,Franco, con el único respaldo de Mola,expuso que solo se comprometería si elgolpe era exclusivamente militar y sinconnotaciones políticas, y queúnicamente estaba dispuesto a interveniren los siguientes supuestos:
1. Si Alcalá-Zamora confiaba elgobierno a Largo Caballero.
2. Si se producía una situacióngeneralizada de anarquía.
3. Si estallaba algún movimiento
popular, que diese pie a declararel estado de guerra[66].
El 14 de abril, la Guardia de Asaltomató accidentalmente a un alférez de laGuardia Civil, tras hacer explotar losfalangistas un petardo junto a la tribunapresidencial durante el desfileconmemorativo del quinto aniversariode la proclamación de la República. Sutumultuoso entierro, donde algunosguardias de asalto, encabezados por elteniente Castillo, dispararon contra ungrupo de falangistas, muriendo tres deestos, concitó que la Junta de Generalesse reuniese el 17 de abril, acordándose
dar el golpe a las diez de la mañana deldía 20, que se suspendió por falta deapoyos[67]. El gobierno, informado desus planes, envió a Varela a Cádiz ycesó a Rodríguez del Barrio, quientraspasó la dirección de la Junta aVillegas y se desentendió de laconspiración. A llegar la noticia aPamplona, Mola decidió unilateralmenteencargarse de preparar el golpe.
La trama de Mola
La guarnición de Pamplona,soliviantada por los coroneles FranciscoGarcía Escámez, jefe de la media
brigada de cazadores de montaña, y JoséSolchaga, jefe del Regimiento deInfantería América n.º 23, mantenía unaactitud abiertamente sediciosa desde laselecciones de febrero. A la llegada deMola, dichos coroneles, tras sondear supostura, apoyaron incondicionalmente elplan que comenzaba a pergeñar paraderrocar el gobierno. A finales de mayo,su tozudez e incesante actividad hizo quela Junta de Generales delegara en él lapreparación del golpe y, tras recibir elvisto bueno de Estoril, le otorgó el títulode «jefe de Estado Mayor del generalSanjurjo»[68].
El proyecto de Mola, financiado por
el banquero Juan March y apoyado pordiversos grupos de extrema derecha, sefue concretando a través de trecedocumentos, rubricados supuestamenteen Madrid por «El Director», salvo eldirigido a Marruecos, que tuvo lahumorada de datar en «Peloponeso», enlos que fue definiendo objetivos,métodos, logística, apoyos,comunicaciones, respaldo político, etc.
El primero de ellos, que carecía defecha, pero que debió de redactar afinales de abril, se iniciaba con unasolemne declaración de intenciones:
Las circunstancias gravísimas porque atraviesa la Nación, debido a un
pacto electoral que ha tenido comoconsecuencia inmediata que elGobierno sea hecho prisionero de lasOrganizaciones revolucionarias,llevan fatalmente a España a unasituación caótica, que no existe otromedio de evitar que mediante laacción violenta. Para ello loselementos amantes de la Patria tienenforzosamente que organizarse para larebeldía, con el objeto de conquistarel Poder e imponer desde él el orden,la paz y la justicia[69].
Y a continuación, especificabadetalladamente la organización ymisiones de las tramas civil y militarque habrían de preparar y organizar elgolpe, sin puntualizar metas políticas y
solo precisando que «Conquistado elPoder, se instaurará una Dictaduramilitar que tenga por misión inmediatarestablecer el orden público, imponer elimperio de la Ley y reforzarconvenientemente al Ejército, paraconsolidar la situación de hecho, quepasará a ser de derecho».
Tres meses después, dicha situaciónde derecho se materializaría mediante eltrascendental decreto de creación de laJunta de Defensa Nacional, que asumióel poder ejecutivo y amparó elsinsentido de considerar reos del delitode rebelión o de auxilio a la rebelión acuantos se opusieron a los golpistas,
permitiendo que fuesen condenados amuerte o a treinta años de reclusión[70].El fundamento jurídico esgrimido porlos golpistas era que, al haberse vistoobligado el ejército a «dominar en brevetiempo la agitación y restablecer elorden», según lo previsto en el artículo48 de la ley de Orden Público, lasautoridades militares regionales yprovinciales estaban legalmentecapacitadas para declarar el estado deguerra, momento en que laadministración civil del Estado pasabaautomáticamente a depender de ellas.Naturalmente, esto contravenía la letra yel espíritu del artículo 42 de la
Constitución de 1931 y los restantespreceptos del capítulo IV de la citadaley de Orden Público, que atribuían concarácter exclusivo a la autoridad civil ladeclaración de los estados de excepcióny prohibían cualquier suspensión degarantías no decretada por elgobierno[71].
Al final de su primera instrucción,Mola advertía de que «la acción ha deser en extremo violenta para reducir loantes posible al enemigo, que es fuerte ybien organizado», prometía ciertasprebendas para los implicados, conrancios resabios decimonónicos, yfijaba un plazo de veinte días para
llevar a término la conspiración.El siguiente documento, fechado el
25 de mayo de 1936, día en que fueenviado a sus destinatarios, pero queseguramente se redactó al mismo tiempoque el anterior —«Tiene ya puestas enlimpio dos “reservadas” con losnúmeros 2 y 3, que todavía no hacursado», anotaría su secretario[72]—,marcó el objetivo principal: «el poderhay que conquistarlo en Madrid»,decisión basada en el siguienterazonamiento:
La capital de la nación ejerce ennuestra Patria una influencia decisivasobre el resto del territorio, a tal
extremo que puede asegurarse quetodo hecho que se realice en ella seacepta como cosa consumada por lainmensa mayoría de los españoles.Esta característica tan especial tieneforzosamente que tenerse en cuentaen todo movimiento de rebeldíacontra el Poder constituido, pues eléxito es tanto más difícil cuantasmenos asistencias se encuentrendentro del casco de Madrid. Esindudable que un hombre que pudieraarrastrar esta guarnición por entero, oen su mayor parte, con la neutralidadefectiva del resto, sería el dueño de lasituación, y sin grandes violenciaspodría asaltar el Poder e imponer suvoluntad. Esta importantepreponderancia de Madrid hace quemientras unos hombres sigan
encastillados en los Ministerios seanlos dueños absolutos del país[73].
Para lograr dicho objetivo, Moladiseñó un golpe realmente novedoso yque nunca se había utilizado en España.Los generales de la junta madrileña, enla lógica del razonamiento anterior,habían seguido el tradicional modelocentrífugo, en el que el golpe se dabaprimero en la capital y de allí irradiabaal resto del territorio. La originalidad deMola fue darle carácter centrípeto, esdecir, a partir de la sublevación devarias guarniciones periféricas, queenviarían una avalancha de tropas sobreMadrid para hacer tambalearse al
gobierno y, supuestamente, inducirle adimitir.
Para concretar su diseño, planeó quelos generales de todas las divisionesorgánicas, excepto las de Madrid ySevilla, se declarasen simultáneamente«en rebeldía» y, si con ello no hacíacrisis el gobierno, enviasen haciaMadrid cuatro columnas motorizadasdesde Valencia, Zaragoza, Burgos yValladolid por itinerariospredeterminados. Valencia, además,debía preparar otra columna para, sihiciese falta, apoyar la sublevación enCataluña. Las guarniciones gallegasmarcharían a sofocar la previsible
resistencia que se produjera en Asturias;las madrileñas y andaluzas, donde dabapor descontado que fracasaría el golpe,debían adoptar «una actitud deneutralidad benévola», y las deMarruecos y los archipiélagospermanecerían «pasivas», salvo que seles ordenase acudir a la península «acombatir a los patriotas», momento enque debían sumarse «al movimiento contodos sus cuadros». Los marinos debíanoponerse a desembarcar fuerzas«dispuestas a oponerse al movimiento»y se confiaba en la «colaboración de lasmasas ciudadanas de orden, así comosus milicias, especialmente Falange y
Requetés».Por las mismas fechas, Mola redactó
y distribuyó otras tres brevesinstrucciones: una de carácterlogístico[74]; otra ordenando tenerpreparados con antelación el bando dedeclaración del estado de guerra y lostelegramas para hacerlo llegar a todaslas guarniciones, recomendando ademáscongregar «gente para que aplauda conentusiasmo a las fuerzas, para que estasse vean asistidas por el pueblo. Seráconveniente que se den vivas alEJÉRCITO, a la MARINA y ESPAÑA
REPUBLICANA»[75], y una tercera,especificando la secuencia temporal
para la ejecución del golpe en lasdiversas guarniciones, una vez conocidoque se había declarado el estado deguerra en Burgos, Valladolid yZaragoza[76].
El 31 de mayo fechó tres detalladasdirectivas, destinadas a determinar laactuación de las divisiones orgánicas deZaragoza y Valladolid y de la guarniciónde Navarra, precisando efectivos,horarios, itinerarios, medios detransporte, apoyos mutuos y líneas derepliegue en caso de fracasar elgolpe[77].
El 5 de junio, concretó lacomposición, funcionamiento y primeras
medidas políticas que adoptaría eldirectorio militar constituido «tan prontotenga éxito el movimiento nacional»,prometiendo que este mantendría elrégimen republicano[78] y quepropiciaría la formación de un«Parlamento constituyente elegido porsufragio», cuyo primer cometido seríarefrendar los decretos leyes aprobadospor el citado directorio[79].
Durante el mes de junio laconspiración se enfrentó con bastantesdificultades —«Eso no anda. Nadieempuja», se le oyó decir a Mola[80]—,las cuales obligaron a posponer la fechadel golpe, dejando en evidencia la
falsedad de los documentos quevaticinaban una revolución bolcheviqueantes del día 29 del citado mes. Debidoa ello, el 20 de junio hizo circular dosnuevas instrucciones: una, para incitar alos marinos a implicarse en el golpe, yotra, que hizo llegar a todas las unidadescomprometidas en la trama, paramanifestar su malestar por las muchasfiltraciones que se estabanproduciendo[81], contemplar una serie deacciones para contrarrestar la previsiblereacción gubernamental y conminar a losindecisos a sumarse a la rebelión,advirtiendo «a los tímidos y vacilantesque aquel que no está con nosotros está
contra nosotros, y que como enemigoserá tratado. Para los compañeros queno sean compañeros, el movimientotriunfante será inexorable»[82].
Ante la falta de «asistencias», comole gustaba decir, encontrada en lapenínsula, el 24 de junio Mola tomó unadecisión de tal trascendencia quecambiaría el curso de losacontecimientos: constituir una quintacolumna con las tropas del Protectoradoy hacerla marchar contra Madrid a lapar de las que, según lo previsto un mesantes, debían partir de Valencia,Zaragoza, Burgos y Valladolid. A talobjeto, envió por conducto de Galarza al
teniente coronel Yagüe, cabecilla de laconspiración en el Protectorado, unaescueta directiva nombrándole «Jefe detodas las fuerzas de Marruecos … hastala incorporación de un prestigiosogeneral» y ordenándole que losefectivos de aquel territorio, en lugar depermanecer a la expectativa, como sehabía previsto en mayo, formasen doscolumnas «sobre la base de la Legión»en Ceuta y Melilla, las cuales, una vezdesembarcadas en Algeciras y Málaga,debían confluir en Córdoba y avanzarjuntas hacia Madrid por Despeñaperros,Valdepeñas y Aranjuez. A causa de la«absoluta confianza» que tenía
depositada en Yagüe, le autorizaba aejecutar el golpe según su propiocriterio, pero también le exigía actuarcon gran violencia —«Las vacilacionesno conducen más que al fracaso»— ytrasladar inmediatamente sus tropas a lapenínsula, «en inteligencia de que setiene casi la seguridad absoluta de queeste solo hecho será suficiente para queel Gobierno se dé por vencido»[83].
El 1 de julio, Mola firmó el último ymás personal de los documentos de latrama, muy revelador de los muchosobstáculos que todavía había quesuperar para llevar a buen término elgolpe de Estado que llevaba tres meses
preparando. En él confesaba lasdificultades existentes para llegar a unacuerdo con la ComuniónTradicionalista, se congratulaba dehaberse logrado la plena colaboraciónde Falange, volvía a quejarse de laexistencia de numerosas filtraciones,urgiendo a todos a «descubrir a losindiscretos o traidores, para que tantounos como otros reciban su merecido», yfinalizaba diciendo que ya no eraposible dar marcha atrás y que nisiquiera su propia detención oeliminación podría detener el golpe:«todo está ya en marcha y no ha decundir el desaliento aunque sean
inutilizadas las personas que llevan ladirección, por importante que sea elpapel que tengan o se les atribuya. Losque queden deben proseguir la obrainiciada»[84].
Nada más llegar a poder de Yagüela directiva que le ordenaba trasladarlas tropas de Marruecos a la península,este envió a Pamplona al tenientecoronel Juan Seguí, jefe de la UME deCeuta, para comunicar que todo estabalisto en el Protectorado, pero que no sesabía nada de Franco, es decir, del«prestigioso general» de que hablaba eldocumento recibido. Según lo acordadoen Madrid a primeros de marzo entre
Mola y Franco, este debía trasladarsedesde Canarias a Tetuán en cuanto sediera el golpe para tomar el mando delas Fuerzas Militares de Marruecos,puesto que ambos habían desempeñadono hacía mucho. Durante el mes dejunio, Mola le había enviado cuatromensajes, cuyo contenido se desconoce,pero que muy probablemente tendríancomo objeto informarle de las luces ysombras de la conspiración e interesarsesobre sus intenciones. Franco nocontestó a ninguno de ellos[85].
No obstante, Mola debía de estar tanconvencido de que no le fallaría que,aun sin tener ningún tipo de garantías de
que se atendría a lo acordado, realzó elpapel de las citadas fuerzas el 24 dejunio. Dos semanas antes, también habíainiciado los trámites para poner a sudisposición un avión para trasladarle aMarruecos, avión alquilado en Londresel 5 de julio y que partió hacia LasPalmas el 10[86]. Cuatro días después, serecibió en Pamplona la primera noticiade Franco, diciendo que no contaran conél. Mola, muy enojado, decidióprescindir de «Miss Canarias 1936»,preparó el traslado de Sanjurjo desdeEstoril a Burgos y le ordenó a Yagüeiniciar el golpe el día 17[87]. El 15, unsegundo mensaje de Franco, que
contradecía el del día anterior,anunciaba que participaría en el golpe,lo que Mola comunicó inmediatamente aYagüe y, desconociendo por dóndeandaba el avión alquilado, le pidió queretrasase el golpe veinticuatro horas.Este le contestó que ya era tarde paradar una contraorden al estar todopreparado para el 17[88].
Lo que vino a continuación supera yael propósito de este artículo y formaparte de la historia del golpe frustradoque desencadenó la tragedia de la guerracivil. Pero antes de ponerle fin y a modode conclusión, interesa resaltar unascuantas ideas:
– La mayoría de los oficiales de1936 contemporizaba de buena omala gana con el régimenrepublicano, aunque la políticamilitar de Azaña incrementó sutradicional victimismo y con lavuelta al poder de la izquierdallegó a alcanzar rasgosparanoides.
– La victoria electoral del FrentePopular hizo que muchossopesaran seriamente laconveniencia de hacer hablar alas armas ante el temor de que losnacionalismos periféricos o unasupuesta deriva hacia el
bolchevismo aniquilasen suconcepto de España.
– Complementariamente, unpequeño grupo de generales yaltos oficiales africanistas,temiendo que el gobiernopresidido por Azaña volviera acercenar su brillante carreramilitar, comenzaron a urdir unatrama para derrocarlo medianteuna intervención armada.
– Los golpistas tuvieron la fortunade contar con el cerebro ycapacidad de trabajo de Mola,cuya inquina hacia Azaña eraenfermiza, y con la ociosidad y
desahogada posición económicade muchos oficiales retirados en1931, quienes, a través de laUME, tendieron una red deenlaces que facilitó la extensiónde la trama golpista.
– Para poder ejecutar el golpe congarantías de éxito, eraimprescindible implicar a losmandos naturales en laconspiración. Al no lograrlo,fracasó y derivó en unaconfrontación armada.
– La campaña de agitaciónanticomunista puesta en marchapor los generales Franco y Mola
en Marruecos y por Goded enMadrid y Baleares, con elentusiasta concurso de la prensamás conservadora, caló muyprofundamente entre laoficialidad joven, que se sumóprácticamente en bloque al golpe.
– El tendencioso manejo de datosestadísticos sobre actos violentosen la primavera de 1936 no tuvogran incidencia en la tramagolpista, que ya estaba en marchadesde mucho antes, y muchísimomenos el asesinato de CalvoSotelo.
– Por el contrario, fue notable la
influencia de la revolución deAsturias, cuyo tremendismosoliviantó las salas de banderas,donde se creyó a pie juntillas quepodría volver a reproducirse unasituación similar en 1936, talcomo auguraban los llamadosdocumentos secretos de laKomintern.
2
La connivenciafascista
con la sublevación yotros
éxitos de la trama civilÁngel Viñas[1]
Universidad Complutense de Madrid
L A SUBLEVACIÓN DEL 18 de juliode 1936 fue, naturalmente, una
operación militar. Estuvo dirigida ypreparada por profesionales de lasfuerzas armadas y de seguridad. Ningúncivil hubiera podido introducirse en loscuarteles para sembrar cizaña y animar alas guarniciones. Caracterizar lasublevación de tal suerte es, pues, meratrivialidad. Es menos trivial afirmar queen los prolegómenos intervino una tramacivil (al parecer también ocurrió en el23F) y que los preparativosestrictamente militares fueron apoyados,protegidos y flanqueados por sussiempre encubiertas actividades. En su
conjunto, estas actividades solo se handesvelado de forma parcial y casisiempre con un toque de pudor.
En contra de esta tesis algunosautores han afirmado que el vector civilcareció de importancia operativa.Nosotros argumentaremos, ydemostraremos, que no fue así. Ciertasactuaciones fueron esenciales y, enalgunos casos como elaprovisionamiento militar previo conmaterial moderno de guerra,ABSOLUTAMENTE básicas. Sin la tramacivil interna, en una palabra, losmilitares golpistas quizá no hubierantenido éxito.
Esta trama civil tuvo componentesmuy diversos. Han llamado la atención,por diversas razones, los relacionadoscon el catolicismo político (CEDA), conel fascismo (Falange) y, en particular,los carlistas[2]. Han despertado,comparativamente, menor interés, almenos en el plano operativo, losmonárquicos alfonsinos agrupados enRenovación Española bajo la batuta deJosé Calvo Sotelo, líder del BloqueNacional y «protomártir» porantonomasia de la futura «Cruzada», yde Antonio Goicoechea, su segundo[3].Ahora bien, sin los alfonsinos y susaportaciones operativas la dinámica
preparatoria de la sublevación quizá nohubiera podido contar con lapreprogramación de la ayuda militarfascista.
En un volumen como el presente,destinado a revisar los mitos del «18 dejulio», este capítulo[4] desvelará, enprimer lugar, una faceta desconocidarelacionada con los preparativos[5] oactuaciones para la disposicióninmediata de un material de guerra,moderno, que no existía en España.También alumbrará el peculiarcomportamiento del general FranciscoFranco al abordar su propio golpe. Elúltimo aspecto examinará brevemente la
creación de un «estado de necesidad».Las tres dimensiones están íntimamenteinterrelacionadas. Como también seinterrelacionaron los distintoscomponentes de la trama, a pesar de susdisensiones, cuando los monárquicospasaron a la acción[6]. Empezaremoseste capítulo con los intentos paracomprometer previamente materialbélico dado que son los mástergiversados. El lector se llevaráalguna que otra sorpresa.
LA DIMENSIÓN EXTERIOR DE LOSPREPARATIVOS DEL GOLPE: EL CASO DE
ITALIA
La atención de los historiadores seha centrado desde tiempo inmemorial ensi la sublevación estuvo, o no, apoyadapreviamente desde el extranjero. Dichode otra manera, si se trató de un actoendógeno o si contó con algún tipo deayuda exterior ya convenida. Es un temacapital. La primera alternativa lleva,tarde o temprano, a argumentar que lapropia democracia republicana habríagerminado las semillas de suautodestrucción. La guerra no habríasido sino la prolongación natural deldesorden y de la anarquía dominantes
tras las elecciones de febrero de 1936.Es la visión típica de los historiadoresfranquistas, neofranquistas yconservadores de toda laya, no exentade muestras de desprecio hacia quienesno piensan como ellos.
Ahora bien, si en el desarrollo de laconspiración confluyeron factoresoperativos externos de gran calado,habría que invertir la proposiciónanterior. Desde el extranjero se habríaapoyado no ya un golpe sino unaoperación mucho más amplia (con armasde auténtica guerra) que habría decambiar la posición política española,interna y externa, durante cerca de
cuarenta años. No es necesario subrayarla importancia de la cuestión desde elpunto de vista histórico e inclusopolítico.
Hasta ahora, el consenso en lahistoriografía estándar y de corteacadémico rechaza cualquierintervención operativa extranjera en lospreparativos de la rebelión militar. Estolo afirman incluso historiadores que noson necesariamente profranquistas.Además, desde sus albores mismos, losproclives a los sublevados argumentarontenazmente que el «GloriosoMovimiento Nacional» (GMN) fue unamedida extrema. Se orientó a prevenir
un acto de fuerza de las izquierdas,estimulado por los agentes de laKomintern y asumido perrunamente porsus lacayos del partido comunista deEspaña. En el imaginario de la derechaespañola todavía no ha desaparecido deltodo la tonadilla que «justifica» el golpepor mor del inminente peligrocomunista.
Para otros historiadores el debateestá superado. Ahora bien, en miopinión, también estos incurren en uncierto error de perspectiva. Sinapelación definitiva a los «hechos»,debidamente contrastados ydocumentados, o a lo que hubo detrás de
ellos, no hay posibilidad de progresaren discusiones historiográficas dealcance. El inolvidable Herbert R.Southworth mostró en repetidasocasiones cómo los «documentos» quedebían «probar» la inminencia de lainsurrección comunista eran purabazofia. Incluso alguno de los gigantesde un canon franquista ligeramenteremozado como Ricardo de la Ciervareconoció que dichas «pruebas» norespondían a la realidad. Lo cual no leimpidió argumentar enfáticamente que el«18 de Julio» no fue un golpe fascista ofascistizado. Para demostrar laresponsabilidad del propio Franco en el
montaje de la leyenda en torno alincendio de Gernika por los dinamiteros«rojos» no hay nada mejor que acudirtambién a la evidencia primaria deépoca, en este ejemplo a un telegrama dela embajada italiana en Salamanca del27 de abril de 1937 (al día siguiente delbombardeo), como ha hechoejemplarmente Xabier Irujo[7].
A mi entender, el desmontaje de latesis de que el «GMN» no estuvoapoyado previamente desde el exteriorno ha sido total. En historia puede ydebe hacerse más y mejor. Losinvestigadores han de apoyarse, enprimer lugar, en la creciente
densificación de la evidenciadocumental que muestra que lossoviéticos (o sus «lacayos» españoles)no preparaban un golpe, cuestión que seaborda en un capítulo ulterior de estevolumen. En segundo lugar,argumentaremos que entre quienes sí lopreparaban hubo grupos que contabancon la ayuda previa y contractualizadade la potencia revisionista más próxima:es decir, la Italia fascista. Será, pues,necesario en adelante invertir el sentidode la prueba. El «GMN» no fuesolamente «nacional» y tampoco sequeda en «glorioso». Todo lo más en ungolpe sangriento y despiadado con
connivencias fascistas.La tesis de la conspiración
«soviética» está desahuciada aunquetodavía la resuciten de vez en cuandoautores de medio pelo[8]. Por elcontrario, la connivencia fascista con lasublevación no se ha demostradosuficientemente[9]. Bien es cierto que loshistoriadores especializados hanapuntado una y otra vez que, dedescubrirse alguna pepita de oro, taldebería ser la veta en la queprecisamente habría que explorar. Elfilón, todo hay que decirlo, siempre fueprometedor[10].
Para un sector de la literatura de la
extrema izquierda nuestraspreocupaciones por las pruebas puedenparecer «academicistas». En superspectiva tanto la Italia mussolinianacomo el Tercer Reich ampararon deantemano la sublevación en el marco deun nuevo imperialismo de cortefascista[11]. Esto se afirmó durante laguerra misma y fueron precisamentegrupos anarquistas, italianos y alemanes,quienes más rápidamente se dedicaron ala tarea de «demostrarlo» aprovechandola documentación incautada en losconsulados generales de ambos paísesen la Barcelona revolucionaria[12].
Nosotros, sin embargo, mantenemos
que tales empeños, desdeñados por lahistoriografía académica, dieron en loesencial: la intervención en España pormotivos diversos pero entre los que nocabe disimular el imperialista, sobretodo en el caso italiano, y daremos unpaso hacia delante en el terreno quecuenta, el de los documentos.
Recordemos brevemente que ya enabril de 1932 el mariscal del Aire ItaloBalbo recibió en Roma al aviador yconspirador monárquico Juan AntonioAnsaldo. No precisamente para tomar elté. Detrás de la «Sanjurjada» tambiénaleteó un cierto interés italiano.Mussolini se había sentido
extremadamente preocupado por laaparición de la República reformista,como ha documentado Heiberg. Sureacción la plasmó en doce aforismosmuy reveladores el 21 de mayo de 1931y que conservó hasta su amargo final[13].Ansaldo volvió a Roma con el futuro«protomártir» en febrero de 1933.Ambos se entrevistaron de nuevo con lajerarquía fascista en el otoño del mismoaño. Tampoco, imaginamos, para seguirtomando el té[14]. El embajador en París,Salvador de Madariaga, informó el 8 deabril de ese mismo año al Ministerio deEstado de contactos sospechosos de losconspiradores monárquicos con círculos
italianos. Tras mencionar al generalEmilio Barrera y sus discrepancias conCalvo Sotelo, comentó que este últimose veía alentado por «altos individuosde la política italiana» y que defendía yencauzaba sus actividades a favor deuna dictadura fascista, «aunqueinicialmente fuese de aspectorepublicano». Madariaga concluyó queno veía inminencia de ataquerevolucionario de derechas, pues todosellos consideraban que de momentohabría de ser un fracaso cualquiertentativa de movimiento, hasta que nosurgiera el aglutinante, que de momentono se divisaba[15].
Fuera de la escasa documentaciónaportada por Berneri, desde que enmayo de 1937 se encontró en casa deAntonio Goicoechea una copia delacuerdo con los italianos firmado el 31de marzo de 1934 la conexión fascistaha figurado en lugar prominente eninterpretaciones históricas de corteacadémico. Es de justicia mencionar laimpagable aportación de Ismael Saz[16],que diseccionó analítica ydocumentalmente la creciente enemistadmussoliniana contra la República. En laactualidad, Sánchez Asiaín harecopilado la información disponible,enriquecida de informaciones
personales, aunque, en mi modestaopinión, todavía queda margen pararematar el tema[17].
Sin embargo, tal conexión,innegable, ha sido puesta en duda encuanto a su operatividad por numerososhistoriadores, entre ellos nada menosque por quien pasa por ser el granexperto en el fascismo español comomanifestación concreta del fenómenomás general, Stanley G. Payne[18], yacérrimo defensor de la interpretaciónmás conservadora y derechista de laevolución política republicana. Lasrazones, entendemos, son puramenteideológicas. Dado que el acuerdo de
marzo de 1934 tuvo lugar medio añoantes de la mitologizada «revolución deoctubre», vívida ilustración de lapresunta vesania de las izquierdas,conviene obviamente no subrayarlodemasiado, sobre todo cuando no se haninvestigado sus efectos. De aquí laafirmación que tan insólito documentono generó resultados[19]. De creer laargumentación de esta escuela depensamiento, ayuna de toda evidenciaprimaria, que el jefe de un gobiernoextranjero, Benito Mussolini, se avinieraa cerrar un acuerdo para apoyar unarebelión con unos conspiradoresextranjeros de variado pelaje
(monárquicos, carlistas y militaresreaccionarios), no habría sido sino unmero acontecimiento «normalito» en elcurso, no menos normal, de la relaciónentre dos países que manteníanrelaciones absolutamente normales[20].
Por desgracia para el canonfranquista, neofranquista y «paynista», ypara la alegría de muchos historiadorescríticos de centro, centro-izquierda,izquierda y extrema izquierda, elacuerdo de 1934 no quedó sinresultados. Las conversaciones de losconspiradores con Mussolini y Balbo lohacían prever. Este último, por ejemplo,argumentó que las armas que se
suministraran debían extraerse del viejomaterial de la guerra mundial y ser demarca austro-alemana para nocomprometer a Italia. La idea estribabaen contribuir al derribo de la Repúblicasustituyéndola por una regencia quepreparase la restauración de lamonarquía basada en un sistemacorporativo. Poco menos como en Italia.Dejemos, por el momento, sin respuestala pregunta de quién sería el equivalenteespañol del Duce que entrevieraMussolini. Aun así, quienes niegan todaoperatividad al vector italiano pasan poralto también que algunos resultados seindicaron someramente en los oscuros
tiempos del franquismo puro y duro,cuando todavía no se veía la necesidadde ocultarlos[21].
Otros han salido a la luz en fechamás reciente. El historiador italianoMauro Canali[22] ha demostrado cómoMussolini tendió sobre España unadensa malla de inteligencia, militar ycivil, que suministró a Romainformación sobre la evoluciónespañola. Esta información sigue siendo,por desgracia, desconocida y la obra deCanali no es excesivamente mencionadaen España. Que yo sepa, tampoco se hahecho eco de ella Payne.
Las medidas mussolinianas tuvieron
su lógica porque el apoyo a unaconspiración en un país extranjerodebía, evidentemente, separarse de loscanales oficiales. Lo cual no significaminusvalorar la importancia de estos. Esnotorio que ya antes de las eleccionesque dieron el triunfo al Frente Popular,el embajador fascista en Madrid informóacerca de una preocupante conspiraciónmonárquica y que el 2 de abril comunicóa Roma que estaba gestándose un golpepara el mes de julio. Lo cual erarigurosamente cierto.
En tal contexto de progresivo,aunque oculto, interés italiano porEspaña, no exento de bajones durante el
conflicto abisinio que llevó al Duce aconcentrar su atención en el futuroimperio africano[23], hay que introduciruna segunda medida. La solicitó elsiempre mitificado José Antonio Primode Rivera: la financiación de Falange.Una actividad en su momentohipersecreta y que obligó a su líder a irtodos los meses a París a recibir elbolsón de billetes de las manos de unode los agregados de prensa de laembajada fascista[24]. La «propinilla»salvó a Falange de la bancarrota durantealgún tiempo. El equivalente de cuatromillones de euros en unos pocos mesesno era ni es una bicoca. Curiosamente
hay todavía autores que se «olvidan» detan edificante episodio[25].
Lo s resultados operativos de lasrelaciones secretas hispano-fascistas nohan sido documentados en su totalidadhasta este momento. Dieron pistas lasmemorias de Pedro Sainz Rodríguez[26],compañero de andanzas del«protomártir» y de Goicoechea, quemantenía contactos con agentes civilesitalianos. Destacan Angel y ErnestoCarpi[27]. No sabemos si se trataba de lamisma persona, de la utilización delprimer nombre por parte del segundo ode dos hermanos.
Nos llama la atención, por ejemplo,
que el 3 de junio de 1936, «Ángel»escribiera desde Barcelona anunciandosu llegada a Madrid para entrevistarsecon ambos próceres[28]. Teniendo encuenta que el consulado italiano en laCiudad Condal albergaba sendospuestos del SIM y de la POLPOL[29], lapregunta se impone por sí misma: ¿lesinformaría Carpi? La cuestión no esirrelevante porque algo más tarde,Goicoechea, en nombre de Calvo Soteloy de Primo de Rivera, dirigió aMussolini una nota el 14 de junio, queya examinaron Mazetti, Saz y haretomado recientemente SánchezAsiaín[30]. Esta nota, como veremos, fue
a parar al Ministerio del Aire, para cuyoservicio de inteligencia tambiéntrabajaba Carpi. Por ella podemosinferir que los contactos entre losconspiradores civiles y los agentesmussolinianos iban intensificándose decara a la sublevación, digan lo que diganPayne y sus seguidores[31]. Goicoecheano indujo en error al Duce: laorganización militar dentro del ejércitoera la encargada de realizar el golpe deEstado (sic), de acuerdo con loselementos civiles. Lo obvio, aunquealgunos lo hayan puesto en duda. Sulíder era el general Sanjurjo. Pensar queotras comunicaciones de similar tenor
pudieran hacerse sin conocimiento deCalvo Sotelo es ensoñar pura ysimplemente[32].
Cabe argumentar que en laprimavera de 1936 los conspiradoresmonárquicos continuaron moviéndose enel surco de las contraprestacionesespañolas protocolizadas en el acuerdode 1934. Sainz Rodríguez lo insinuó ensus memorias, si bien sus explicacioneshan sido impugnadas. Se le ha achacado,en particular, confundir churras conmerinas cuando escribió que poco antesdel 18 de julio él, Goicoechea y el lídercarlista conde de Rodezno reiteraron laslíneas fundamentales de dicho acuerdo.
Sin embargo, una lectura atenta de sutestimonio permite disipar talimpresión[33]. Sainz Rodríguez noparticipó en el acuerdo de 1934. Él serefería a otro documento, que segúnadujo se firmó en julio de 1936. Ysembró unas cuantas pistas falsas.
El agente italiano de enlace, ErnestoCarpi, debió encargarse de llevar unacarta de Goicoechea a Mussolinifechada el 11 de julio, poco antes de lamuerte violenta de Calvo Sotelo[34]. Sucontenido no es todavía conocido, peroresulta improbable que se tratara de unescrito de mera cortesía. (¿Nos vemospara tomar el té?). Sabemos, porque
Goicoechea lo reiteró en otra carta aMussolini el 21 de julio, ya estallada lasublevación, que en la primera ocasiónhizo al Duce varios anuncios[35]. No hayque ser muy listo para pensar queestarían ligados con la futura militarada.
Nosotros sostenemos que una granparte de la argumentación de SainzRodríguez (que también hay que tomarcon algún grano de sal) es bastantecongruente.
Mientras Sainz Rodríguez yGoicoechea brujuleaban con Carpi, losmilitares del SIM destinados en elconsulado general italiano de Tángergozaban de las ventajas de una
comunicación directa con Roma, cifraday telegráfica. Los conspiradores enMadrid carecían de ella y es obvio quelos italianos debieron de pedirles que noutilizasen las facilidades de laembajada. Así pues, fueron el agregadomilitar Luccardi[36] y sus colegas deTánger quienes presentaron a Francocomo cabecilla del futuro golpe.Goicoechea y Sainz Rodríguez setrasladaron a Roma el 24 de julio ysalvaron la situación. Para entonces lasublevación había quedado acéfala trasla muerte en accidente de Sanjurjo.Franco se había convertido en el únicostrong man disponible al frente de lo
mejor de las fuerzas sublevadas, elEjército de África. Esta es unainterpretación que difiere un tanto de laspercepciones consolidadas en laliteratura pero está acorde con lasvaloraciones que en sus memorias hizoel propio Sainz Rodríguez[37].
Fue Franco, en efecto, quien seaprovechó plenamente del vector de laconspiración montado con Italia yliderado por Calvo Sotelo, Goicoecheay Sainz Rodríguez. En este trabajoreforzaremos, con evidencia empíricarelevante de época, la significación delos contactos previos establecidos entreconspiradores civiles y militares para
allegar, en su momento, ayuda materialde gran calado a la sublevación.Obsérvese que la actividad demandanteen 1936 provino de los españoles (comoen 1934). Matizaremos de forma radicalel presunto carácter endógeno del «18de Julio» y, para los contactos conItalia, ubicaremos las responsabilidadesallí donde se encuentran.
Sin embargo, todavía hoy elDiccionario Biográfico Español, bajoel patrocinio de la Real Academia de laHistoria, se las ha apañado paraenmascarar en todo lo posible lo que seconoce de tales actividadesconspiratoriales. Léase, al efecto, la
entrada relativa a Ansaldo en la que,¡prudencia, prudencia!, se omite todareferencia a las mismas. Por igual razón,y en un alarde de «exactitud», incluso sepasa por alto cualquier mención a suautobiografía, muy conocida aunquenunca publicada en España[38].
PREPARANDO LA GUERRA CIVIL
En una carta, sin fecha, peroprobablemente de principios de mayo de1936 a unos amigos, por desgracia noidentificados, Sainz Rodríguez hizo unaserie de consideraciones importantes.
En primer lugar, y en contra de lahistérica propaganda anticomunista deun sector de las derechas españolas, eraoptimista pues «cada semana que pasacreo más difícil la revolución de tiposoviético»[39]. Esto muestra, cuandomenos, un poco de cordura. Afirmó,además, que el Frente Popular sedividiría (algo perfectamente posible).Aun así, las puertas estaban abiertas «auna posible reacción derechista que creoesta vez tendrá carácter nacional yprocedimientos más eficaces». ¿A quéapuntaba? Podría pensarse en que, comoafirmó seguidamente, «el golpe militarcuenta con grandes probabilidades pues
cada día se une más el ejército ante elpeligro rojo». Sainz Rodríguez adjuntóun informe, desconocido, que le habíaproporcionado «el mismo confidenteque nos anunció la revolución deoctubre». Con todo, el golpe no estabaasegurado. ¿Qué hacer? El ilustreconspirador monárquico divisó lasolución:
Quisiera poder ir a Roma parahablar de todo con esa persona yexplicar las posibilidades de actuar,que son bastantes si hay valor, energíay perspicacia[40].
Suponemos que el interlocutorromano no sería un don nadie. Sainz
Rodríguez, como sabemos que hizoGoicoechea, apuntaría alto. Es, pues,muy verosímil que fuese a Roma ypensamos que en aquella ciudad tenía yacontactos[41]. Alfonso XIII, por ejemplo.El problema es que al exrey no se lepodía involucrar en los detallesoperativos, siquiera por mera prudencia.A nivel más inferior se nos ocurren tresposibilidades. La primera es elinevitable Carpi. Se conserva untelegrama de Ángel (¿hermano?,¿seudónimo de Ernesto?) a SainzRodríguez fechado en Nápoles el 3 demayo. En él anunció que estaría enRoma el 10 del mismo mes. En el hotel
de costumbre[42]. Esto implica laexistencia de una cierta conexiónhabitual lejos de España. Ahora bien,¿tendría Carpi acceso a los altos nivelesdecisionales fascistas? Es muy posible(Heiberg, por ejemplo, sugiere queestaba en condiciones de llegar aMussolini y todo hace pensar queintervino en los preparativos delacuerdo de marzo de 1934). Ahora bien,él solo no podría conformar unadecisión tan importante como la deauxiliar o no auxiliar un golpe de Estadoen un país extranjero. Interviene aquí unsegundo contacto a nivel medio, peroplenamente operativo, esta vez de
carácter militar y que se encadena con elanterior. El tercero lo traemos acolación porque está comprobado queempezó a actuar inmediatamente despuésde la sublevación.
El contacto militar, que no excluyeel canal de Carpi sino que lo potencia,podría haber sido el jefe del Gabinetedel Ministerio del Aire, coronelRaffaele Senzadenari. El 27 de marzo de1935 había solicitado autorización paraenviar material a los conspiradoresespañoles, petición que le fue denegada(las famosas armas para los carlistas).Más significativo es que también fueseél quien transmitió al Ministerio de
Negocios Extranjeros, en el que acababade desembarcar el conde GaleazzoCiano, los deseos de Goicoechea deapoyo económico[43]. Esto significaprobablemente que el coronel era la vía,o una de las vías, de comunicación delos conspiradores con las alturasfascistas. A favor de Senzadenari cabeaducir también la posibilidad de que losespañoles conectaran con él en algunade sus frecuentes visitas a Italo Balbohasta que el mariscal «desapareció» deRoma enviado por Mussolini comogobernador de Libia.
La historiografía académica y noacadémica española ha ignorado hasta el
momento que Balbo tenía excelentescontactos con la Società Idrovolanti AltaItalia (SIAI). Es notorio que en 1930 y1933 comandó sendos escuadrones dehidroaviones de esta fabricación através del Atlántico con destino a Río deJaneiro y Chicago, respectivamente. Noes nada difícil que su ministerio actuasecomo punto de referencia para losconspiradores, sobre todo después delacuerdo de 1934. En cualquier caso, ycomo es lógico, la SIAI siguió teniendocontactos privilegiados con lasautoridades.
Los conspiradores españolesutilizaron la SIAI[44] como canal
privilegiado de relación. Lo normal esque la sugerencia les viniera dada porparte italiana. Esto era, en efecto,esencial en términos jurídicos y hastacierto punto políticos ya que introducíaun cortafuegos entre los conspiradoresextranjeros y las autoridades. Losalemanes acudieron también a unartilugio empresarial para encubrir suprimera ayuda a Franco a través de laHISMA (Hispano-Marroquí deTransportes, Sociedad Anónima). Talcoincidencia podría llevar incluso aespecular si la idea de su creación nosería retrotraíble a Franco, de habertenido noticia de los contactos con la
SIAI[45]. En cualquier caso, para laprimera ayuda que solicitó a Berlín yaindicó, como veremos, la convenienciade que los suministros fueran hechos através de empresas. Hay, no obstante,una gran diferencia. La HISMA fue uninvento ad hoc. La SIAI, una grancompañía en el ámbito de laaeronáutica.
En comparación con Senzadenaritiene menor importancia el tercerposible contacto, el hijo del secretario yhombre de la máxima confianza de JuanMarch, Miguel Ordinas Santandreu. Sellamaba Juan Ordinas Carrascosa[46].Dado que ignoramos si este último se
encontraba ya en la capital italiana antesde la sublevación, no podemos sustentartal hipótesis con argumentos demasiadoconvincentes. Con todo es imposible queSainz Rodríguez desconociera el apoyofinanciero que March ya habíaempezado a otorgar a los conspiradoresy al que nos referiremos más adelante.
Las idas y venidas de SainzRodríguez en mayo y junio de 1936,parte de los cuales los pasó en Madrid(ABC se hizo frecuente eco de susintervenciones parlamentarias), no sehan clarificado demasiado. Sí estuvo enItalia el 1 de julio. Fue en tal fechacuando firmó en Roma cuatro contratos
para el suministro de material bélicoitaliano a los futuros insurgentes[47]. Ibanacompañados de listas muy detalladasde armamento, municiones y piezas derecambio. Desconocidos hasta la fecha.
Es absolutamente imposible, ennuestra opinión, que por muy polígrafoque fuese el distinguido catedrático dela Universidad Central, pudiera haberestado en condiciones de negociar conprecisión las necesidades de quienesestaban a punto de sublevarse. Para elloeran necesarios asesores militares o,alternativamente, listas que estoshubiesen proporcionado[48]. Y al decir«estos» hemos de referirnos a la cúpula,
es decir, al «Director» (general Mola) oal general Manuel Goded (mucho másimprobable) y a algunos de sus másestrechos colaboradores. Determinarquiénes pudieran haber sido losnegociadores es tarea superior anuestras fuerzas ya que no hemosencontrado documentación relevante.Solo un telegrama de Roma, dirigido aSainz Rodríguez a Madrid, el 12 demayo de 1936, con un texto anodino quebien podría estar en código: «Estamosbien. Saludos». Lo firma un talCervera[49].
En cualquier caso, resulta de todopunto inverosímil que un asunto de tanta
trascendencia hubiera podidoconcebirse sin referencia a alguno de losenlaces de Mola en Madrid, como, porejemplo, el «Técnico», teniente coronelValentín Galarza [50], o el futuro jefe delAire, general Alfredo Kindelán,rabiosamente monárquico. La masivapresencia de material aéreo en las listasanejas a tres de los cuatro contratos hacepensar en la intervención de algúnaviador.
A mayor abundamiento, de la lecturade sus memorias se desprende que SainzRodríguez estuvo íntimamente ligadocon la jefatura de la trama militar. Habíaestado en estrecho contacto con Galarza
y tenía una excelente relación conSanjurjo, a quien visitaba con frecuenciaen su exilio de Portugal. Era el enlacefijo entre ambos[51]. Es obvio que, comodice Anson, ello realzó la figura deSainz Rodríguez entre los conspiradoresmilitares. Uno fue, precisamente, elgeneral Luis Orgaz, con quien se veíacon frecuencia hasta que en abril elgobierno prácticamente lo desterró bajoun pretexto absurdo a Gran Canaria[52].Sainz Rodríguez, a través de susaristocráticas amistades, proporcionóincluso 60 000 pesetas de entonces a losmilitares.
De lo que antecede se desprenden
tres inferencias provisionales. Laprimera es que en los planes deMola/Goded para la sublevación hubode estar presente, de una u otra manera,el eventual resultado de la negociacióncon los italianos. Con todas lasreservas. Sabemos que Mola escribióque quería establecer una dictaduramilitar. Quizá para despistar y allegaradhesiones. Con todo, nos asaltan dudas.La alternativa de la restauración de lamonarquía era más próxima alcorazoncito de Sanjurjo. El 5 de junio,en su nota sobre «El Directorio y suobra inicial», Mola preconizó que elfuturo órgano de gobierno se
«comprometerá durante su gestión a nocambiar … el régimen republicano».Esto no significa que los monárquicosalfonsinos, entre los cuales habíamuchos militares, actuaran comoelectrones libres dejando de lado al«director» de la conspiración. Elvolumen de material bélico en cuestiónno era desdeñable. Las vacilaciones deMola y sus saltos de humor tampocopudieron ser exclusivamente el meroresultado de variables endógenas, entreellas sus negociaciones con loscarlistas. No era lo mismo sublevarsepor así decir sin paracaídas que contarcon el colchón de la promesa de una
sustancial ayuda italiana[53]. Promesaque empezaría a hacerse realidad en losprimeros días de julio. Al casoespecífico de Goded nos referiremosmás adelante.
La segunda inferencia es que tanto lacúpula monárquica, empezando porCalvo Sotelo y Goicoechea, como lacarlista, a través del conde de Rodezno,debieron avalar las negociaciones enRoma y sus resultados. Esto essignificativo porque el material erainequívocamente de guerra. La presenciamasiva de aviones, pilotados portripulaciones extranjeras, demuestra queun sector de la conspiración no se
contentaba con lanzarse a un golpe deresultados más o menos impredecibles.Se preparó, con todas susconsecuencias, aun con riesgo de unaguerra, por mucho que esta posibilidadse haya distorsionado en la inmensaliteratura sobre el «18 de Julio».
Esto encaja perfectamente con dosfactores esenciales. El primero era quepara los monárquicos lo que estaba enjuego era hacer retroceder las reformaseconómicas, políticas, culturales ysociales republicanas. Algunos, comoCalvo Sotelo, eran claramentecriptofascistas. Predicaban, alto y claro,que aborrecían de la democracia[54].
Esta era también una actitud extendidaen ciertos sectores de la izquierda(anarquistas, ciertos sectoressocialistas) como se ilustra en otroscapítulos del presente libro. Ladiferencia esencial es que losmonárquicos tomaron medidasoperativas para llevar a cabo suspropósitos. La izquierda, no, por muchoque digan lo contrario los autores másproclives a la derecha española. Elsegundo factor fue el militar. Cualquierplanificador castrense pudo ponerse enel habitual escenario del peor casoposible: que el golpe, como tal, fallara.La posición de reserva era, pues, la
guerra. Cuantos más elementosmodernos hubiera desde un principiopara hacerla, mejor[55].
La tercera inferencia es que, encontra de todo lo dicho y contado hastala saciedad por los historiadoresfranquistas, sus epígonos y, en general,los autores conservadores, lasublevación se predicó sobre la base deuna sustancial connivencia con lapotencia fascista más próxima a lasderechas radicalizadas de la época. Nose trató de lanzarse a un movimiento«nacional» sino a un movimientoapoyado operativa y masivamente porel fascismo italiano. El enfoque
centrado en los factores endógenoscomo causa necesaria y suficiente delproceso que condujo a la guerra civilse matiza por la nueva evidenciaprimaria relevante de época[56]. En quémedida el exrey estuvo al corriente de loque se tramaba en la misma ciudad en laque residía es algo para lo cual nohemos encontrado documentación.Ciertamente, a pocos, salvo a losrepublicanos, les hubiese interesado quese hiciera pública[57].
HAY QUE SALVAR A ESPAÑA PARA ELFASCISMO
Llegamos así a un punto delicadoque quizá despierte controversia. En lahistoriografía conservadora oprofranquista está anclada férreamenteuna cierta significación del famosísimodiscurso de Calvo Sotelo ante las Cortesel 16 de junio de 1936. Su hagiógrafo,Alfonso Bullón de Mendoza, caracterizala ocasión como sigue: «muyprobablemente pueda considerarse lamás impresionante sesión que hayatenido lugar en las Cortes españolas».Como es sabido, en ella Gil Robles hizouna tremenda relación de los«desmanes» que demostraban el «estadode subversión» en que vivía España.
Calvo Sotelo también se levantó parahablar del orden público y aprovechó laocasión para hacer una defensaencendida de un Estado integrador quepudiera decir con plena autoridad:
no más huelgas, no más lock-outs, nomás intereses usurarios, no másfórmulas financieras de capitalismoabusivo, no más salarios de hambre,no más salarios políticos no ganados… no más libertad anárquica, no másdestrucción criminal contra laproducción, que la producciónnacional está por encima de todas lasclases, de todos los partidos y detodos los intereses.
El orador fue muy aplaudido por la
derecha e increpado por la izquierda.No nos interesa la exégesis de tancontradictorios enfoques. Nos atrevemosa sugerir una nueva interpretación.Calvo Sotelo, enganchando, continuó:
A este Estado le llaman muchosEstado fascista; pues si ese es elEstado fascista, yo, que participo dela idea de ese Estado, yo que creo enél, me declaro fascista.
En la Cámara estallaron rumores yexclamaciones. A un diputado se le oyóexclamar: «¡Vaya novedad!». Acontinuación Calvo Sotelo, pura ysimplemente, mintió:
Cuando se habla por ahí delpeligro de militares monarquizantes,yo sonrío un poco, porque no creo —y no me negaréis una cierta autoridadmoral para formular este aserto—que exista actualmente en el Ejércitoespañol, cualesquiera que sean lasideas políticas individuales, que laConstitución respeta, un solo militardispuesto a sublevarse a favor de lamonarquía y en contra de laRepública. Si lo hubiera sería unloco, lo digo con toda claridad,aunque considero que también seríaloco el militar que al frente de sudestino no estuviera dispuesto asublevarse a favor de España y encontra de la anarquía, si esta seprodujera[58].
Pensamos que esta parte de tanfamoso discurso, al cual contestóCasares Quiroga con una declaración debeligerancia contra el fascismo, conteníaun mensaje a los italianos, con los queCalvo Sotelo ya contaba y a quienestendía puentes y hacía promesas.Recordemos que tan solo dos días antesGoicoechea había escrito a Mussolini,también por cuenta de Calvo Sotelo y dePrimo de Rivera, informando de labuena marcha de los preparativos delgolpe[59]. En su gran discurso, CalvoSotelo negó (con la boca pequeña) losrumores de sublevación pero, sobretodo, adujo la necesidad de establecer
en España un Estado de corte fascista.La invitación a Mussolini era obvia. Enun momento solemne, en el Parlamento,en pleno debate sobre la «anarquía»que atenazaba España, se levantaba lavoz viril de un político de primeralínea que no tenía inconveniente enproclamar a los cuatro vientos que veíapara su país un futuro radiante en elque se copiaría el ejemplo italiano.
Si para entonces se hubieransuscitado dificultades en la negociaciónde los contratos, aspecto quedesgraciadamente ignoramos, el mensajese habría destinado a removerlas. Si nolas hubo, el resultado pudiera haber
tendido a provocar un acelerón.Mussolini debió pensar que no solohabía llegado el momento sino tambiénque había encontrado al hombre (¿elequivalente español de un «Duce»?, ¿unfuturo dictador?)[60] dispuesto a empujaruna sublevación a la cual llevaba variosmeses prestando apoyo.
Bullón de Mendoza es uno de losautores que ha observado que «CalvoSotelo hablaba cada vez más y demanera más elogiosa del fascismo»como «algo no sólo evidente, sino quenos consta respondía a un propósitodeliberado». Creemos que en estaocasión tiene razón, aunque ignore las
causas. El futuro «protomártir» volvió arepetir su elogio al sistema mussolinianoen su no menos famoso discurso del 1 dejulio, día en el que se ventilaba la firmade los contratos romanos[61]. ¿Para darmás coba? ¿Por si había algún retraso deúltima hora? El hecho es que,inmediatamente después de firmados, laactividad parlamentaria de Calvo Sotelodisminuyó. Es verosímil que pensaraque ya no había mucho más que hacer.Todo lo que había que hacer, se habíahecho. Los dados habían empezado arodar. Esta interpretación sorprenderá amás de un lector pero es congruente conlo que hay derrière les faits.
Por sus memorias sabemos queSainz Rodríguez regresó a España trasla firma. Imaginamos que volveríapletórico de entusiasmo. No sería paramenos. El mismo 11 de julio, cuandoGoicoechea escribió a Mussolini, SainzRodríguez estuvo en un merendero delPardo, reunido con Calvo Sotelo y otrosamigos (José Félix de Lequerica, JorgeVigón, José Ignacio Escobar, AndrésAmado, Pedro González Bueno, etc.).Ninguno ha hecho referencia a si SainzRodríguez mencionó el tema pero élmismo afirma que estaba en contactopermanente con Mola y sabíaanticipadamente la fecha exacta en que
iba a producirse la sublevación[62].Dado que también estaba la «pequeña»cuestión del pago (a la entrega) de pormedio nos sorprendería que por lomenos no insinuara nada a ninguno delos comensales aunque el gran secretode la conspiración no era como paradivulgarlo. Es ahora, pues, a loscontratos mismos a los que debemosprestar atención.
¿CÓMO RESCATAR A ESPAÑA? CONABUNDANTE MATERIAL DE GUERRAMODERNO
Sainz Rodríguez firmó compromisosde suministro con un gigante de laindustria aeronáutica italiana. La SIAI sehabía constituido en Milán en agosto de1915. Uno de sus fundadores fue LuigiCapè, cosignatario de los contratos. Yaesto denota la importancia de latransacción. Era su representante legalpero también uno de sus altos ejecutivosmás antiguos[63]. En 1920 la SIAIadquirió Construcciones AeronáuticasSavoia y desde entonces sus modelosrecibieron la sigla S. En 1922 uno de losdiseñadores italianos de más renombre,Alessandro Marchetti, se unió a la SIAI,que rápidamente experimentó un
crecimiento espectacular. El resultadoes que incorporó su apellido a ladenominación habitual para susaparatos: Savoia-Marchetti. De loshidroaviones la SIAI pasó a los cazas yluego a los bombarderos amén de a losaviones de transporte[64].
No están claras las razones por lascuales la futura ayuda italiana sematerializó precisamente en cuatrocontratos con sus correspondientesanexos. Podrían haber sido más, perotambién menos.
El más importante en términos devalor ascendió a 16 246 750,55 liras. Laparte del león correspondió,
naturalmente, a los aviones: doceaparatos SM 81 (denominadossimplemente Savoia 81). A ellos sea ñ a d i e r o n 1 846 750.55 liras enconcepto de explosivos (10 000 bombasde 2 kg, 500 de 50, 1500 de 100 y 100de 250); carburantes y lubricantes (entrelos primeros gasolina etilada) y otrosproductos varios[65]. Es muy importantedestacar que los suministros objeto deeste primer contrato debían entregarsedurante el mes de julio. Es decir, eran lapunta de lanza que había de asegurar eléxito de la sublevación en el curso delas siguientes semanas. Nos pareceimposible que Sainz Rodríguez no
comunicara a los italianos la fecha, máso menos aproximada, de la rebelión.
La premura se aminoró para lossuministros de los restantes contratos,que deberían realizarse antes de finalesde agosto. Este escalonamiento essignificativo. Los doce SM 81 habríande favorecer, nos parece, la supremacíaaérea de los rebeldes frente a losaparatos gubernamentales, en generalobsoletos. Después había que garantizarla explotación del éxito mediantecuantiosos suministros de productoscomplementarios. El segundo contratoimportó 15 167 225,85 liras y contabacon tres anexos que ascendieron a
5 411 667,60, 7 159 874,25 y 2 595 684liras, respectivamente. Aun así, no seolvidaron nuevos refuerzos aéreos, nadamenos que veintiún cazas CR 32,«chirris». El tercer contrato englobó tresCR 32 y otros tantos Macchi 41,motores, ametralladoras y productosmuy diversos por importe de 2 257 210liras. Por último, el cuarto contratoincluyó también aviones: tres SM 81 yun hidro Savoia 55X[66], amén debombas, ametralladoras, proyectilesperforantes y otros productos por untotal de 5 615 689,97 liras[67]. Sedesglosaron en dos partidas: los avionesy los productos (en particular motores)
apalabrados que se aplicaron a toda lagama de aparatos (3 600 000 liras) y lalista primera aneja al contado, por elresto.
El importe final de los contratosromanos ascendió, pues, a la suma de 39 286 876,37 liras, es decir, a 39,3millones en números redondos[68]. Unacifra significativa. Para su conversión atérminos actuales utilizaremos los tiposde cambio entre la lira y la esterlina(una libra = 63,80 liras) que seaplicaron a uno de los pagos parcialesen agosto de 1936. El importe (616 000libras)[69] lo convertiremos en pesetas(22,5 millones), según el tipo oficial
existente en julio de 1936 (36,50 pesetaspor libra). Seguiremos, por último, lametodología de Sánchez Asiaín paradeterminar su equivalencia en euros de2010[70]. En resumen, se trató de unmontante de 339 millones de euros. Unimporte nada desdeñable, aunque noignoramos la artificiosidad de talescálculos. Menos desdeñable era quehabía que pagar a tocateja, a la entregadel material.
Para la debida información dellector reproducimos en el anexo eldetalle de los productos[71], lascantidades y, aspecto que no convienedesdeñar, los precios. Sin duda, lo más
significativo fueron los aviones SM 81,CR 32 y M 41. No caeremos en latentación de afirmar con rotundidad que,ya antes del 1 de julio, mentes preclarasentre los conspiradores militares yciviles se hacían preguntas sobre cómotrasladar por avión las tropas delEjército de África a la península. Larespuesta estándar es que Mola pensabaen que Franco lo hiciera por víamarítima. Sus instrucciones del 24 demayo así lo indicaron. Pero cuando seobservan de cerca las característicasoperativas de los SM 81 nos asaltanciertas dudas.
Un vistazo a una fuente de
información tan habitual (aunque nosiempre fiable) como Wikipedia,complementada con dos textos sobreaviones[72], nos muestra que los SM 81eran muy modernos. Se trataba de laversión militar de un aparato civil en elque Balbo había estado muy interesado.La primera serie de producción data de1934 y se utilizó en primer lugar en elconflicto abisinio como avión detransporte, bombardeo yreconocimiento. Es decir, de unconflicto seguido a tenor de métodoscoloniales, «modernizados». Era untrimotor que podía operar en todo tipode terreno y estaba armado
poderosamente. Era bastante más rápidoque los Junkers 52 y podía cargar hasta2000 kilos de bombas (Abellán afirmaerróneamente que hasta 1200), encombinaciones de entre 500 a 2 kilos.En resumen, se trataba de uno de losflorones de la Regia Aeronautica. Nopodemos descartar que losconspiradores previeran su utilizacióncomo medio de bombardeo y transporte.Precisamente lo que necesitaba elEjército de África. Investigacionesulteriores determinarán si esta hipótesispuede validarse o no.
Por el momento señalemos que lacombinación con el M 41 resulta
sugestiva. Este era un hidroavión cuyoprototipo databa de 1927. Aunque loscontratos no lo dicen, entendemos que loque los italianos se comprometieron asuministrar fue el M 41 bis, que fue elque efectivamente se construyó, ya queel prototipo no lo aceptó la RegiaMarina. Esta sí empezó a adquirir elnuevo aparato a partir de 1929. Entró enservicio al año siguiente. Seconstruyeron en total 41 aparatos. ¿Paraqué necesitarían los sublevados cuatrohidroaviones? Evidentemente no paravolar sobre los campos de Castilla. Lomás probable sería para hacerlo desdelas Baleares, feudo de Juan March.
Como así ocurrió.Esta frágil conexión documental,
pero básica, permite ligarinequívocamente al banquero mallorquíncon la operación. No sugerimos en modoalguno que participara en lasnegociaciones sobre el material, cuyocontenido técnico escapaba a sucompetencia, pero sí que en Roma, endonde residía o adonde podíadesplazarse fácilmente desde Francia,pudo utilizar su fortuna en resolver lasinquietudes que la cuestión del pagoprovocase a los italianos (que nonadaban financieramente en laabundancia) y seguir la evolución del
toma y daca.El vector Mallorca introduce a su
vez en esta historia a otro personaje: elgeneral Manuel Goded. Se trataba de unmilitar muy politizado. Había sidogeneral en jefe de Estado Mayor deSanjurjo al final de la guerra de África.En dos ocasiones (22 al 27 de abril ydel 19 de mayo al 6 de junio de 1930)había ocupado el cargo de ministro de laGuerra con carácter interino porausencia del titular. Después fuenombrado subsecretario del Ejército ybien hubiese podido ocupar una carteraministerial si Alfonso XIII se hubieramantenido en el trono. Tras la
«revolución de octubre» se le otorgó elcargo de Director General deAeronáutica. Bajo el Frente Popular fuetrasladado como comandante general aBaleares, donde estableció contactoscon militares desleales y se hizo cargode la coordinación de la insurrección enel archipiélago[73].
Es bastante improbable que Godedignorase lo que se tramaba en Roma.Hubiese sido imposible quedesconociera el deseo de adquiriraparatos italianos para reforzar ladefensa de las islas cuando sesublevasen. El 29 de mayo un enviadodel «jefe del Ejército Español» se
presentó en el Ministerio de Trabajo (!)británico. Según relató, losconspiradores estaban muy interesadosen que Londres supiera que lo queestaba preparándose no era unmovimiento fascista. No tenía nada quever con dinero o intereses italianos.Incluso les preocupaba que pudieranaprovecharse de las circunstancias.
Esta gestión puede interpretarsecomo una clásica maniobra deintoxicación o para cubrirse lasespaldas porque no pensamos que en elpequeño grupo de conspiradoresmonárquicos anidase la traición. Másbien a Goded o a March les importaría
subrayar las características de lainsurgencia contra el presunto estado deanarquía en que se «despeñaba» España.
Naturalmente, los aviones podríanservir para otra cosa. El 31 de julio, yaen condiciones muy diferentes, Molaescribió a uno de los conspiradoresmonárquicos más conspicuos, el condede los Andes. Afirmó que no pretendía«tener superioridad en el aire, sinoexclusivamente la indispensable parapodernos defender y dar la sensación deapoyo a nuestras tropas»[74]. Es muyverosímil que Mola pudiera pensar estopoco antes de la sublevación, aunque nole deja en las mejores luces como
planificador militar. El «Director»continuó sus explicaciones como sigue:
Tenga en cuenta que la aviación esde un enorme efecto moral y sipronto no tenemos aviones pudieradarse el caso de que decayera lamoral, precisamente en momentos enque sea necesario el mayor esfuerzo.Se lo pido a Vd. en tono de súplica ypor nuestra santa causa [sic]. Hay queconvencer a cuantos tengan dineroque de su desprendimiento dependeno ya la salvación de España sino lade toda una civilización. Ya lo sabe:sea como sea y al precio que sea sus«pajaritos»[75].
Para entonces los primeros avionesitalianos habían llegado a Franco, no a
Mola. Nos parece improbable que estehubiese pensado que pudieran habérseledestinado de entrada. Por merasconsideraciones logísticas, el envío deaeroplanos desde Italia al norte deEspaña siempre hubiera sidoproblemático[76]. No lo es, sin embargo,la argumentación de Mola en la cartaanterior. Todo hace pensar que lasmodernas armas de guerra se contrataroncon la idea de apoyar las operaciones detierra y, naturalmente, con el fin dedesmantelar la desvencijada aviacióngubernamental. Para ello sí servían losCR 32, cazas biplanos que habían sidointroducidos en 1934 en la Regia
Aeronautica. Desde el principio fueronun éxito rotundo y constituyeron la masade la aviación italiana de caza moderna.Se trataba de aparatos muy manejables,muy rápidos, muy robustos y queresultaron adversarios formidables parala futura caza republicana de origensoviético. Treinta y tres CR 32 no eranuna fruslería. Podemos imaginar lo querepresentaron contra los, en general,obsoletos aviones gubernamentales.
En definitiva, la combinación debombarderos/transportes, cazas rápidose hidroaviones perfila la preparación nopara un golpe vulgar y corriente. ¿Se lesocurrió a los monárquicos civiles así
como así, por las buenas, de la noche ala mañana? Nos parece improbable.Más bien vemos detrás los «buenos»consejos italianos, una asesoría militar(¿Kindelán?, ¿Galarza?, ¿Jorge Vigón?)y una negociación más o menos larga,todavía de duración desconocida: al finy al cabo, ¿quién manejaría losaparatos? No iban a ser militaresproclives a los sublevados queacudiesen antes a Roma. Demasiadopeligroso. Las tripulaciones quevolarían los aviones a su destino yparticiparían en sus primerasoperaciones tenían que ser por fuerzamiembros de la Regia Aeronautica. La
complicidad del Estado fascista nopodía dejar de abarcar tales aspectosoperativos fundamentales.
Subrayemos también la últimaafirmación de Mola. En una situaciónexistencial lo importante era tener armasmodernas, en este caso, aviación. Alprecio que fuese. Es significativa estaprecisión, por lo demás obvia, porqueen la literatura hay una notable —y untanto absurda— discusión sobre si lossoviéticos sobrefacturaron o no losaviones y el material que enviaron mástarde a la República. En tal sentido, yaun reconociendo el carácter un tantosurrealista del debate, creemos que es
necesario hacer algunas consideracionessobre los precios de los aviones quecontrataron los monárquicos.
Los SM 81 se valoraron a 1 200 000liras cada uno. Este fue un precioinferior al cargado por los italianosdurante la guerra civil propiamentedicha. En esta última los preciososcilaron entre un máximo de 2 010 000liras para aparatos plenamenteequipados y 1 350 000 y 954 000, paraaquellos con niveles inferiores deequipamiento. No podemos extraergrandes conclusiones pero, con todas lasreservas del caso, cabría establecer lahipótesis de que en el curso de la
contienda los italianos subieron losprecios. ¿Y qué iban a hacer losfranquistas?
Ahora bien, si de los SM 81 se pasaa los otros dos tipos de aparatoscontratados, ¿qué tenemos? La mayorparte de los CR 32 se valoraron a 175 000 liras (solo nueve lo fueron a 250 000, quizá por su nivel más elevadode equipamiento) y los M 41 a 93 000.Durante la guerra los precios cargadosascendieron a 664 000 y 167 000 liras,respectivamente[77]. La sobrefacturaciónes notable, en particular en el caso delos primeros. Es decir, la impresión seconsolida. Los italianos parece que
fueron muy correctos con los precios delos aviones prometidos antes de lasublevación pero que aprovecharon lacoyuntura de guerra para elevarlosdespués. No es lo que cabría denominar«hermandad financiera entre camaradasde lucha».
En lo que se refiere al plazo máximode entrega de finales de agosto, previstoen los contratos segundo a cuarto,entendemos que pudo obedecer a otrasrazones, aparte del escalonamiento. Laprimera es que quizá se necesitaríaalgún tiempo para allegar los materiales;la segunda, que no cabe descartar, esque los italianos quisieran evitar
pillarse los dedos financieramente. Loque sí está claro es que los plazos deentrega se cumplieron, aunque lossuministros previstos para agosto sehicieron ya en condiciones dehostilidades abiertas. La primera tandade CR 32, doce aparatos, partió de Italiapoco después que los SM 81(probablemente el 6 de agosto) a bordodel buque Nereide y llegó a Melilla enla noche del 12 al 13. El 19 de agosto(hay fechas diferentes en la literatura yla nuestra procede de la contabilidadgeneral del Ministerio del Aire italiano)salieron los restantes. Por lo querespecta a los «chirris» el segundo y el
tercer contratos también se cumplieron.Abellán afirma que los Macchiarribaron a Palma de Mallorca en lanoche del 27 de agosto a bordo delbarco Morandi. Con ello se implementóel cuarto y último.
La negociación de los contratosdiscurrió en paralelo a la preparaciónde la insurrección y probablemente seaceleró a medida que se acercaba estaúltima. Así, por ejemplo, en la nota deMola del 25 de mayo de 1936 sobre «Elobjetivo, los medios y los itinerarios»no hay la menor referencia a la aviación,y la única que existe a la Marina deGuerra es un tanto surrealista: debía
oponerse «a que sean desembarcadas enEspaña fuerzas que vengan dispuestas aoponerse al movimiento». ¿A quéfuerzas se refería? ¿A las del Ejército deÁfrica? ¿Pero no estaban ya en marchalas intrigas para «neutralizar» a losmandos adictos al gobierno? ¿O dudabaMola de su eficacia? Cierto es que enaquellos momentos tampoco Franco,desde Canarias, había descubierto sujuego.
La cuestión de la circulación de lainformación de máximo nivel entre lacúpula golpista no está clarificada porfalta de documentación. Mucha de la queconservaba Sanjurjo y se llevó consigo
en una pesada maleta se consumió en elfuego del accidente en que pereció[78].Franco se incautó, al parecer, de la queconservaba Mola tras su fallecimientoen accidente en junio de 1937. Unacasualidad. Podemos estimar que elflujo no sería fácil entre Goded yFranco. Sus relaciones no eran buenas,por mucho que se maquillaron después.Según narró a Jacint Merino la hija delprimero, María Pilar Goded Alonso,recientemente fallecida, Francointervino ante Mola para que sucompañero y rival fuese destinado aencabezar la sublevación en Barcelona,y no en Valencia como se había pensado
en un principio. Franco se negó aorganizar una colecta en octubre de1936 para allegar fondos a favor de lafamilia Goded. La iniciativa provino delgeneral José Enrique Varela, íntimoamigo de Goded. A este no se leotorgaron reconocimiento o títulopóstumos. Terminada la guerra, su viudase entrevistó con Franco para que setrasladaran sus restos a Madrid. Francorespondió que no había dinero. Fueentonces cuando el Ministerio de laGuerra, tras una nueva intervención deVarela, asumió el coste. El rencor deFranco fue perdurable. La viuda norecibió ninguna oficina de
administración de Loterías, como fue elcaso de las viudas de Sanjurjo y Mola.Según los recuerdos de la hija, Francohabría dicho a Varela: «no quiero aningún Goded a mi lado»[79].
Naturalmente, uno podríapreguntarse si los monárquicoscalvosotelistas hubieran impulsado, enconnivencia con los militares, suspreparativos para una más que posibleguerra civil caso de no haber contadocon la razonable seguridad del respaldomaterial fascista. No es lo mismolanzarse a una conspiración a tumbaabierta con todas las incógnitas que elloimplica que hacerlo contando con la
razonable confianza de que una potenciaextranjera había insinuado estardispuesta a echar una mano conarmamentos modernos y eficaces[80].
En este trabajo no pretendemosabordar extensamente la cuestión de loscompromisos previos al «18 de Julio»desde el punto de vista italiano.Creemos, no obstante, que nuestraargumentación permite incidir en eldebate, muy vivo, que desde hace añosalienta en la historiografía sobre elsentido de la política exterior deMussolini[81]. Baste con indicar que lanueva evidencia documental apuntadecisivamente hacia una de las tesis que
se contraponen en el mismo. A saber, laque contempla en la, para Italia,satisfactoria conclusión de la ocupaciónde Abisinia la creación de una coyunturaen la que se combinaroninextricablemente la pulsión imperialistay la orientación ideológica. Ambas severían dominadas por la idea deconseguir un nuevo aliado, o al menos labenevolencia de un neutral, el español,que permitiese avanzar los sueños dehegemonía italiana en el Mediterráneooccidental.
Esto no significa desconocer doscosas: la primera que Mussolini solíacomportarse de manera oportunista y la
segunda que sus compromisos hay quetomarlos con un grano de sal. En el casoespañol, sin embargo, se observa unanotable congruencia desde lainstauración de la República y laredacción de sus «aforismos». Elbrujuleo con la «Sanjurjada», todavíapoco alumbrado; los contactos con loslíderes de la oposición, ya fuesenmilitares, monárquicos, carlistas eincluso cedistas; la construcción de unentramado oculto de inteligencia enEspaña; la subvención al grupo queparecía más genuinamente fascista y,sobre todo, la subida de la apuesta traslas elecciones del Frente Popular. Aquí
empezaron a confluir la coyuntura y elhombre con la noción de «exportar» elmodelo italiano, una regencia o unamonarquía fuertemente fascistizadas(para lo cual no faltaba el necesariopersonal en España) y dirigidas, ¡ojalá!,con mano de hierro por un general,Sanjurjo, y eventualmente un políticocriptofascista que ya se decantabaaceleradamente hacia el fascismo, CalvoSotelo. ¿Cómo, si no, explicar lacongruencia de fines estratégicos ydiversidad de medios a lo largo decinco años? ¿Para qué?
En 1936 para hacer frente a unaeventual conjunción franco-británica ya
que, en los primeros meses de aquelaño, las relaciones con París y Londresse habían deterioradoconsiderablemente y Mussolini seaprestaba a mejorar e intensificar suacercamiento al Tercer Reich. Esta esuna tesis que se opone directamente alas muy conocidas de A. J. P. Taylor yde Renzo de Felice (estas últimas, conrazón, extremadamente controvertidas) yse acerca a las propugnadas porMacGregor Knox, John Gooch, elpropio Robert Mallet y BrianSullivan[82], nombres con los que nosuelen estar familiarizados nuestroshistoriadores «patrióticos». Quizá
habría, no obstante, que hacer unaapostilla, con Lucio Ceva y MortenHeiberg, a saber: Mussolini siempre fueagresivo pero, en general, solía escogera un enemigo más débil para enfrentarsecon él. Ya lo había ensayado con Libia yAbisinia. Probablemente también pensóque la República formaba parte deaquella categoría. Después aplicaría suenfoque con Albania y, más tarde, conGrecia, en este último ejemplo condesastrosos resultados. En cualquiercaso, con documentación naval italianaGooch ha argumentado que precisamenteen aquellos primeros meses de 1936 losplanificadores habían empezado a
establecer estrategias que preveían unaguerra en el Mediterráneo. En febreropasaron a la Regia Aeronautica una listade objetivos que les interesaban en casode un conflicto con el Reino Unido a lavez que identificaban las unidadesnavales que podrían desplegarse desdelas Baleares hasta el Egeo[83].
Ahora bien, esto no significa queMussolini pensara en apoyar de entradaun conflicto largo en España. Más biennos parece lo contrario, a tenor de loselementos de combate contractualizados:el número de aviones (43), el pesoconjunto de las bombas de aviación detodos los calibres (unos 40 000 kilos) y
la cantidad de cartuchos de todo tipo(poco más de 300 000). Es obvio quecon ello no se pensaba afrontar unacontienda prolongada. Dar un empujónfuerte al principio a favor de lossublevados, sí.
Se plantea el tema, creemos que entérminos puramente teóricos, de si laSIAI podría haber contratado la ayudasin conocimiento de las autoridadesitalianas, en este caso del propioMussolini. Nos parecería muy difícil,cuando no imposible. Algo en lo quetambién están acordes los profesoresCanali, Ceva y Heiberg[84]. Allegar laamplísima gama de materiales no sería
fácil. Los aviones en cuestión tampocolos construía todos la SIAI. Esirrazonable pensar que pudierabandearse por libre. Más bienentendemos que se trató de la traducciónoperativa de una línea decisional quedebió discurrir desde el Ministerio delAire al jefe del Gobierno, con elMinisterio de Negocios Extranjeros almargen. Por lo demás, la nooficialización de las peticionesespañolas servía de cortafuegos por sise presentaba algo inesperado queindujera a Mussolini a distanciarse deeste tipo de compromisos, jurídicamentede índole privada. Obsérvese que en los
contratos el único que apareció comoadquirente fue Sainz Rodríguez, sin otraidentificación de ningún tipo.
Desde el punto de vista españolcabe tirar literalmente a la basura lainterpretación tradicional que hace delcorresponsal en Londres de ABC LuisAntonio Bolín el peón fundamental parasolicitar ex post la ayuda italiana. Bolínya había sembrado de pistas falsas sudescripción del episodio del DragonRapide y su presunto papel protagónico(que hubo de desmentir su propio jefe,el marqués de Luca de Tena). Nocontento con quedarse «heroicamente»en retaguardia en Casablanca, quizá por
si se ponían las cosas feas en Canarias,se las apañó para convencer a Franco,cuando este aterrizó en el aeródromo deTetuán el 19 de julio, para que leautorizara a realizar gestiones con el finde adquirir material de guerra enInglaterra, Alemania o Italia.
Franco le dio una autorización untanto apresurada. Bolín la reprodujofotográficamente en sus memorias. Quetrató de distorsionar la realidad y deautoenaltecer su figura es muy verosímil.¿Qué iba a hacer él en Alemania? ¿Quépodría conseguir en Inglaterra dóndeJuan de la Cierva estaba en condicionesde batirle en brecha, como ya había
demostrado a la hora de localizar elDragon Rapide[85]? Creemos que SainzRodríguez pensaba en Bolín cuandoescribió:
Una de las características delespañol es que, cuando cree que sedeben hacer las cosas, no espera aque haya una organización y un jefe,sino que actúa como los guerrillerosen la guerra: con un protagonismopersonal; cada uno se lanza a montarsu propia conspiración. Hay quienpiensa que sería muy interesante elobtener la ayuda del Gobiernoitaliano para una futura sublevación y,sin más ni más, se va a Italia e intentahablar con los poderes públicos o lohace, desde luego, con cuantos
amigos italianos tenga a su alrededor.Por eso, cuando se hagaretrospectivamente y con cuidado lahistoria de las interioridadesconspiratorias del AlzamientoNacional, nos encontraremos conactividades coincidentes queproceden de los más diversossectores[86].
La nota de Franco es, sin embargo,importante porque en ella el rebeldegeneral dejó constancia del material quele interesaba: doce bombarderos, trescazas y bombas de 50 a 100 kilos.Precisamente lo convenido en elprimero y parte del tercer contratos. Talvez una casualidad. O no. La curiosa
coincidencia nos permite volver apensar que Franco podría haber tenidonoticia de las gestiones en Roma aunqueno conociese exactamente elresultado[87]. Sanjurjo, en Lisboa,consignó en la nota reproducida porBolín que estaba de acuerdo con loautorizado.
Podemos suponer que la idea de laayuda italiana flotaba entre la cúpula dela conspiración de fuera de la penínsulaaunque no todos conocieran sus detalles.Ello explicaría por qué Bolín, deseosotal vez de apuntarse un gol, viajara aItalia, a pesar de que no tuviese en ellacontactos operativos. De aquí que
intentara procurárselos acudiendo aquienes conocía en Biarritz, entre ellosel conde de los Andes. Este quedó entelefonear a Alfonso XIII para que leabriera las puertas en la capitalfascista[88]. Acompañado del marquésde Viana, enviado por el exrey, Bolínhabló por fin el 22 de julio con Ciano.Según afirma, el nuevo ministro deNegocios Extranjeros se mostródispuesto a aceptar la petición deFranco, pero para entonces Mussolini yahabía dicho no a la que Luccardi habíatransmitido desde Tetuán. Bolín, con suhabitual salero, presentó su gestión enplan heroico, como si se tratara de una
auténtica aventura en lo desconocido.No se le ocurriría pensar que en elfuturo su descripción podría verse másbien como un capítulo de vodevil[89].
LAS CONSECUENCIAS
Que Bolín se metió de cabeza en unasunto que le había sido ajeno lodemuestra la segunda carta deGoicoechea a Mussolini fechada el 21de julio, es decir, poco antes de que elperiodista de ABC llegara a Roma. Porsu importancia la transcribimos en sutotalidad[90]:
Excmo. Sr. Don BenitoMussolini.
Mi admirado y querido señor yamigo: Realizados, en parte, losanuncios que le hice en mi carta del11 de julio, puedo comunicarle que elEjército domina en la totalidad delterritorio, con la única excepción deMadrid, Barcelona y Bilbao, dondeaún se lucha. Como también leanuncié, necesitamos hacer elesfuerzo máximo para precipitar ladecisión que, evitando cruelesnecesarios elementos, no puedehacerse esperar muchos días. Confíoel encargo de solicitar de V. E. unapoyo urgente que sería de efectoinmediato al profesor de laUniversidad de Madrid D. PedroSáinz Rodríguez. Él le explicará la
situación creada en España y laseguridad del éxito, contando con lafácil ayuda que le pido.
Gracias mil de su devotoadmirador y amigo q. l. e. l. m.[91].
Con independencia de la rosadadescripción que Goicoechea hacía de lasituación (¡no iba a decir que el golpe,sin ayuda italiana, no tenía demasiadasperspectivas!), de esta carta sedesprenden varias conclusiones. Enprimer lugar, la línea de continuidad conlas gestiones previas que culminaron enla firma de los cuatro contratos. Ensegundo lugar, la confianza en que lositalianos harían caso del firmante
español de los mismos. En tercer lugar,la necesidad de actuar rápidamente enunos momentos en que la sublevaciónhabía quedado descabezada tras elaccidente de Sanjurjo. Por último, elhecho de que Bolín jugaba por libre.
Evidentemente las cosas no habíandiscurrido con la precisión de lamaquinaria de un reloj suizo. Lasgestiones monárquicas se superpusierona las que desde Tetuán había hechoFranco a través de los militares delSIM. En Roma los decisores fascistas sevieron confrontados simultáneamentecon las noticias transmitidas desdeTánger, que presentaban a Franco como
cabecilla de la sublevación; con Bolínque iba de electrón libre pero que se vioapoyado por Alfonso XIII y con laignorancia de a qué respondía el golpede Estado, pues las noticiasanticipativas de Goicoechea del 11 dejulio no habían llegado a conocimientode Mussolini.
Sin duda hubo comunicaciones delas que no hemos encontrado rastro.Sainz Rodríguez se desplazó a Romapero, en contra de lo previsto en unprimer momento, Goicoechea leacompañó[92] después de un encuentrocon Mola en Burgos al que aludiremosmás adelante. Estimamos que dos
razones poderosas debieron aconsejar elviaje del número dos de Calvo Sotelo.En primer lugar, la de echar toda lacarne en el asador. No eran muchosentre los círculos de la conspiración losque habían estado en contacto escritocon Mussolini. Goicoechea, sí. Lasegunda es que era conocido en Romacomo uno de los firmantes del acuerdode 1934. En cuanto a Sainz Rodríguez suparticipación no se habría ni discutido.Era el hombre que había concluido loscontratos tres semanas antes.
Ambos conspiradores resolvieronlas incógnitas. Ya lo hemos adelantado.Ahora bien, desde que Goicoechea
escribió a Mussolini antes de lasublevación y el viaje se habíanproducido importantes cambios.Sanjurjo había muerto. La rebeliónestaba descabezada. ¿Quién la dirigiría?¿La Junta de Defensa Nacional? Lo quefuesen a decir los emisarios de Molaprobablemente se discutió en Burgos,aunque el único documento en que sereflejó no es nada fiable. Por fortuna, elhistoriador italiano Marco Carrubbaencontró en los archivos del Ministeriode Negocios Extranjeros romano elmemorándum que los emisariosentregaron a Ciano en su entrevista[93].
Lo más significativo, en nuestra
perspectiva, es que los monárquicosconfirmaron las peticiones hechas por elgeneral Franco. Esto significa que entreeste último y Mola hubo de habercontactos previos en los cuales los dosgenerales debieron concertarse sobrecómo proceder con respecto a lasgestiones en Italia, que cada uno habíahasta entonces manejado por separado.Mola a través de los monárquicoscalvosotelistas y Franco por medio delSIM de Tánger. En este sentido no essorprendente que el memorándum norecogiese ninguna alusión a los contratosdel 1 de julio. Lo que sí es sorprendentees que los emisarios de Mola se
embalaran y solicitasen ni más ni menosque la beligerancia italiana, aunque nofuera de inmediato, y el reconocimientoeventual del Gobierno provisional envías de constitución en la zonasublevada norte de acuerdo con la delsur (una referencia a la Junta de DefensaNacional a la que pronto se incorporaríaFranco). Probablemente quisieron forzarla buena voluntad italiana, en aplicaciónde la máxima del «quien no llora, nomama». Por último añadieron unoscuantos requerimientos estrictamentetácticos y que se les pusiera un avión asu disposición para regresar aEspaña[94].
La gestión de apoyo a las peticionesde Franco, hechas a través de Luccardi,es explicable en las circunstancias. Losemisarios las consideraron correctas y,en realidad, así lo eran. No en vanoestaban en la línea que los monárquicoshabían seguido a lo largo de los mesesanteriores. También implica, si es queMola instruyó a sus emisarios en talsentido, que se fiaba de su compañerode sublevación.
En cualquier caso la maquinariafascista pronto se puso en movimiento.La inicial decisión de Mussolini depasar a la acción recayó sobre los doceSM 81 del primer contrato. Ello no
parece que respondiera a los desideratade Franco sino a lo que se había pactadotres semanas antes. Una diferenciaimportante. Los italianos debieron hacerla síntesis. Partimos, claro está, delsupuesto que el SIM central, en Roma,probablemente había tenido algunainformación acerca de las negociacionesde los conspiradores españoles con laSIAI y que es altamente improbable queCarpi, en España, no hubiera dicho nadaa sus mentores del SIM en Barcelona,que tenían la posibilidad de comunicarpor cifra con Roma. Si tal fuera el caso,la síntesis tendría que abarcar lasnoticias que obraran en la capital
italiana previamente y las que aportaraLuccardi, mero agente sobre el terreno,desde Tánger.
Para los monárquicos la cosa nocambiaba mucho. El resultado de susesfuerzos previos y los realizadosdespués de la sublevación eranconsecuencia de la valoración queGalarza había enviado a Sanjurjo entremarzo y abril de 1936 y en la que «elTécnico» decía al ilustre exiliado:
Las circunstancias actuales nopueden ser más críticas. Eldesemboque natural de ella [sic] es laguerra civil o el triunfo rotundo ydefinitivo de un comunismo tipoespañol que, como tal, sería
esencialmente anárquico[95].
Esta visión apocalíptica, y en elplano político-ideológico totalmentegrotesca, no correspondía a la realidad.Revela las paranoias del autor, que eranlas de un sector considerable yradicalizado de las derechas, sobre todoentre los monárquicos de RenovaciónEspañola y del Bloque Nacional y loscarlistas. Existe una línea directa entreuna situación distorsionada poranteojeras ideológicas y de clase con lasque unos y otros habían contemplado laevolución política española desde hacíaaños y las prescripciones que sepusieron en marcha tras la victoria
electoral del Frente Popular. En otroscapítulos de esta obra se examinan losvectores operativos detrás de aquellavisión. Ello no obstante, la idea matrizera simple, y ya la habían anunciadohasta enronquecer quienes escribían enAcción Española:
El Estado liberal y democrático,hijo de la Revolución francesa, debede [sic] desaparecer y ser sustituidopor un Estado cristiano, nacional ycorporativo[96].
Ahora al Estado que iba aconstruirse se añadió otra faceta: la quedeterminó, en realidad, la versiónespañola del fascismo que realmente se
desarrolló en España y que habría deempezar a eclosionar en plena guerracivil. Los monárquicos, que tanto habíancontribuido a la crispación y a supreparación, se vieron relegadosbruscamente a un tercer plano a favor delos militares y, políticamente, de losfalangistas[97]. Estos últimos, siendoquienes habían hecho la aportación máslimitada, figuraron en casi primera filaentre los vencedores. No es de extrañarque, cuando el destino de losmonárquicos iba siendo evidente, uno dequienes más había actuado a favor deFranco, José Antonio Sangróniz,compartiera melancólicamente sus
impresiones con el embajador británico,sir Henry Chilton, a punto de abandonarEspaña a finales de 1937. Sangróniz,íntimo amigo de Sainz Rodríguez segúnVegas Latapié [98], no dejó en duda a suinterlocutor: en la configuración políticafutura los monárquicos nodesempeñarían un papel preeminente. Éllo lamentaba porque habían sido los másactivos en la preparación del 18 de julioy en ello habían sacrificado en muchoscasos sus vidas y sus fortunas. Laevolución, sin embargo, apuntaba másbien hacia algún tipo de régimenfascista[99]. Tenía razón. Nadie mejorque Anson para explicar la decepción:
Ha fracasado el golpe militar. Hamuerto Sanjurjo. Se ha frustrado larestauración de la Monarquía. En1932, el golpe fracasó por ligereza eimprovisación. En 1936, por malasuerte[100].
De todas maneras no hay que llorardemasiado por el destino de quienestanto habían hecho por conseguir laayuda italiana y la posibilidad de que sedesencadenase una guerra civil. Franco,corruptor nato, los compró con puestos,honores, prebendas y consejos deadministración siempre que fuenecesario[101]. Como también compraronlos británicos a los generalesmonárquicos (y otros) durante la
Segunda Guerra Mundial para queconsiguieran que Franco no se decantasea favor del Eje. Sin contar con queFranco trituró inmediatamente lasreformas republicanas que no gustaban alos monárquicos (y a la derecha engeneral) y que, como en los casos de laagraria, social y educativa, lossublevados se dedicaron a ello confruición desde el primer momento[102].No en vano la guerra no se lanzó paraprevenir una revolución «roja» sinopara triturar la democracia y susmolestas reformas.
La evidencia del compromisofascista para echar una mano a la futura
sublevación no tardó en desaparecer.Sainz Rodríguez purgó indudablementecasi toda la documentación con ellarelacionada, salvo los contratos mismos.Las razones de este «fallo» fundamentallas ignoramos. Quizá le diese penadestruir lo que debió de constituir paraél un triunfo personal. ¡El deseo depasar a la historia! En sus memorias seabstuvo cuidadosamente de hacer lamenor referencia a los mismos. Estotambién nos llena de estupor aunque noes incompatible con la especulaciónanterior. Parece evidente que en estaocasión quiso excluir totalmentecualquier indicio que apuntara a la
aportación más relevante al éxito de lasublevación. Por último, tergiversó ymanipuló lo sucedido. Entendemos quela noción de una ayuda contratadapreviamente al golpe no encajaría muybien con la ortodoxia que propagaron,mendazmente todo hay que decirlo, losfuturos vencedores.
Este es el momento de recordar queentre los papeles de Sainz Rodríguezexiste una versión, muy conocida, de lasgestiones realizadas en Roma[103]. Noconsta quién fuese el autor. Tampoco sufecha. En nuestra opinión, mezcla hechosreales y otros inventados. La misiónaparece como algo posterior a los
brujuleos del marqués de Luca de Tenaen la capital italiana, cuando fueprecisamente al revés (estuvo en Romadel 3 al 6 de agosto)[104]. La nota indicaque los enredos de Bolín no habían dadoresultado, cuando evidentemente nohabían tenido tiempo material de generarningún efecto. La nota tambiénsobreentiende que la ayuda iba a serconcedida pero se obvió toda referenciaa los antecedentes. Las inicialesreticencias de Ciano se explican porqueen Roma no se sabía nada de la persona,Goicoechea, que había firmado elacuerdo de 1934, lo cual no puede serexacto. ¿Acaso los italianos eran tontos?
Los argumentos puestos en su boca parajustificar la inacción fueron que no seconocía en Roma si la sublevacióncontaba con el necesario asentimientonacional (?) y si estaba en relación conel acuerdo de 1934[105]. Esto quizá sereferiría a él, como titular del Ministeriode Negocios Extranjeros, pero no aotros sectores del gobierno fascista, enparticular en el Ministerio del Aire y enla línea abierta por los conspiradorescon el Duce.
Nosotros pensamos que tal versión,que criticó Saz en su momentoconsiderándola una construcción aposteriori[106], debió servir de tapadera
para encubrir el gran secreto tras el «18de Julio»: la connivencia del sectormonárquico de la trama civil con laItalia fascista. Esta afirmación sedesprende de la presunta argumentaciónde Goicoechea: «En fecha del 13 delmes de julio y pocas horas antes delasesinato de Calvo Sotelo, habíaentregado al emisario confidencial decostumbre, italiano de nacionalidad yencargado de hacerla llegar a manos delDuce, carta anunciadora de que elmovimiento estallaría el día 18.Detenido el emisario en Barcelona porlas autoridades rojas, tuvo, porexplicable precaución, que destruir la
carta, dejando así ignorar al Gobiernoitaliano el origen auténtico de cuantoacontecía»[107].
Finalmente, en la cuestión del pago,la nota anónima afirma que el precio delos aviones ascendía a más de un millónde libras y que su pago debía ser previoa su salida. Hemos probado que lareferencia al millón de libras no fue deltodo exacta. También conviene recordaraquí que no hay la menor alusión a laspeticiones de Franco ni a losrequerimientos tácticos que sugirieronlos emisarios, según figuran en elmemorándum mencionado anteriormente.
Tales discrepancias, e
incongruencias en torno a un núcleo biendefinido, la subyacente creencia a todoel documento de que era solo cuestiónde explicar las cosas para desencadenarla ayuda italiana y la continua referenciaal acuerdo de 1934, nos hacen pensarque la nota tendía a cubrir con un velo losucedido.
Por último hemos de destacar que lanota solo se refería al envío de los doceprimeros aviones SM, no al resto. Sudesconocido autor afirmó que «sededicaron, con el éxito ya sabido, altransporte a la península del Ejército deÁfrica. Sin ellos, es evidente que taltransporte no hubiera podido tener lugar,
faltando el elemento primario einsustituible para la marcha haciaMadrid». Esto es inexacto. El grueso delpuente aéreo lo aseguraron los avionesJunkers 52 alemanes, que el redactorninguneó. Los bombarderos y los cazasitalianos desempeñaron otras funcionesen conexión estrecha con las inicialesoperaciones militares de los sublevados.Por ejemplo, la segunda orden deoperaciones del mando fascista quehemos encontrado data del 6 de agosto yya en ella se menciona una acción debombardeo sobre Guadix. Ignoramoscuál fue la primera.
En una palabra, la acumulación en la
nota de tantos errores, a vecesfácilmente detectables cuando seconocen los antecedentes de la ayudaitaliana, nos hace dudar de su exactitudaunque, evidentemente, confirma lacrucial reunión en Roma del 25 de julioa partir de la cual el camino quedóexpedito para el envío de la ayuda.
A manera de conclusión podríamosconvenir, y en esto sigo una sugerenciade Heiberg, que el desconocimiento enRoma de si el golpe del 17 de julio erao no el esperado, unido a la inmediatapetición de ayuda de Franco a través delSIM tangerino, hizo que se abrieran dosventanas de oportunidad: la de
Marruecos y la de los monárquicos. Ladecisión de Mussolini fue salomónica:dar vía al primer contrato mientras seaclaraba la situación y se dibujaban laslíneas de reacción en el contextointernacional. En una segunda etapa, yapasado a la aventura, el Duce hubo deprestar mayor atención a lascomunicaciones directas y cifradas quele suministraron el SIM desde Tánger yla red diplomática italiana en elexterior. La historia es suficientementeconocida y no hemos de repetirla aquí.
TODAVÍA A VUELTAS CON EL TERCER
REICH
En comparación con el italiano elcaso alemán, que sigue despertandomayor interés, muestra el impacto delazar, o de la casualidad, sobre laevolución histórica. Es el quetradicionalmente más discusiones hasuscitado. Explican este fenómeno lainfluencia de la estrategia soviética en lasegunda mitad de los años treinta decontención del nazismo como el peligromás obvio; los éxitos militares germanosen la guerra civil con nuevas técnicas deataque y destrucción; la responsabilidadde Hitler en el estallido del conflicto
europeo amén de la repugnanciainstintiva hacia el nazismo de la mayorparte de los historiadores que hanescrito en la tradición liberal,socialdemócrata o comunista. Todo elloha garantizado el interés por la eventualinfluencia nazi en la evolución de laradicalizada derecha española antes delgolpe e incluso en el germen de laguerra civil. Todavía hoy colean enEspaña residuos de interpretacionesdesahuciadas[108].
Así, por ejemplo, a una provecta yenvidiable edad Santiago Carrillo,fallecido en septiembre de 2012,publicó hace unos años un conjunto de
reflexiones sobre la evolución de laRepública, el sentido de la guerra civily la supervivencia de posturasdogmáticas en un sector de la jerarquíacatólica que, según él, coexplican lacrispación política por la que atravesóEspaña desde, en particular, el segundogobierno Aznar[109]. No se trata aquí deabordar la orientación de su librito, quecontiene tesis con las que no estoy endesacuerdo. Me limitaré a destacar queen él persistieron ciertas concepcionesligadas con el presunto papel del TercerReich en la preparación del «18 deJulio». Se trata de un enfoque que hizofortuna en lo que los autores comunistas
de las más variadas nacionalidadesescribían como historia y que se remontaa los días de fuego y propaganda delconflicto.
Las fuentes de Carrillo no fueronmuchas: unas cuantas reflexionestomadas de las memorias del generalIgnacio Hidalgo de Cisneros, quien,antes de la guerra, había sido agregadoaéreo a las embajadas españolas enRoma y Berlín. Publicadas en el exilioen Bucarest en 1964 y reeditadas variasveces en España desde 1977, han detomarse con varios granos de sal. Estono significa que no sean aprovechables.Significa, simplemente, que en lo que se
refiere a la conspiración se escribieronleyendo el pasado hacia delante. Elobjetivo era claro: ponerlo en sintoníacon la interpretación que por aquellaépoca propagaba no solo el PCE sino lamayor parte de los autores comunistasen la Alemania Oriental y restantespaíses del Este, por no hablar de laUnión Soviética. Hitler habría ayudadoa Franco desde antes del golpe.
Afortunadamente este es también untema predilecto de la historiografíaoccidental. Nunca se encontró la menorevidencia en los documentos alemanesque los aliados publicaron tras laderrota del Tercer Reich. Tampoco en
los que dio a conocer la propia URSS,algo más sugerentes. Desde 1961, por lomenos, un historiador —ManfredMerkes— impugnó tal interpretación ensu tesis doctoral. La revalidó en 1968 ensu magno trabajo de habilitación, trasuna larga investigación complementariaen numerosos archivos. Echó por tierrala «demostración» que los comunistasalemanes habían puesto en pie a travésde Marion Einhorn, cuya obra data de1962. Yo mismo me dediquémonográficamente al tema en mi propiatesis doctoral, que versó sobre losantecedentes económicos, políticos,diplomáticos y militares de la
intervención del Tercer Reich en elconflicto español[110]. Puesta al día connuevos documentos y reformulada conulteriores aportaciones de autoresalemanes, británicos y norteamericanos,descubrí aspectos adicionales pero nadaque remotamente permitiera apoyar lasafirmaciones de Hidalgo de Cisneros.Tampoco las efectuadas por anarquistasalemanes en plena guerra civil queutilizaron documentación del partidonazi. Esta, poco antes de la sublevación,se había retirado del consulado generalalemán en Barcelona, en el que se habíadepositado por precaución.
La realidad fue bastante más
fantástica que lo que contaron, alalimón, comunistas y anarquistassiguiendo la propaganda y lasnecesidades de los tiempos deguerra[111]. Lo documentable es que loscontactos efectivos entre losconspiradores españoles y los círculosalemanes hundían sus raíces muy atrás.A saber, en la cooperación bilateral deprincipio de los años veinte paraobtener gases tóxicos con los quenoquear a las tribus insumisas del Rif oen la de índole naval para que laRepública de Weimar pudieracontornear las disposiciones limitativasdel Tratado de Versalles en materia de
construcción de submarinos. En aquellostiempos lejanos se anudaronconocimientos que desembocaron en unaapelación a Berlín de Sanjurjo (enmarzo de 1936) y de Mola (a finales dejulio) que no llevaron a nada. En ungolpe de suerte Franco consiguió queunos emisarios de perfil muy bajollegaran a Hitler en poco más de 48horas. Un récord teniendo en cuenta quehabía ministros que no despachaban conél durante meses y meses.
El interés alemán —como elnorteamericano, el francés o el británico— por participar en los planes demodernización del ejército español que
impulsó Gil Robles no fue ningún factoren la decisión de Hitler. En los planesde la Abwehr (servicio de inteligenciamilitar) de la primavera de 1936 no seprestó interés alguno a España. Sí, porel contrario, se le prestó en los de laGestapo, que en mayo destinó a uno desus siniestros agentes, un tal PaulWinzer, a la embajada en Madrid paraque observara los manejos de lospartidos de izquierda. La sublevación lecogió de sorpresa, al igual que a lasrepresentaciones diplomáticas yconsulares, a la propia Abwehr[112] y alas minúsculas organizaciones delpartido nazi establecidas dentro de la
colonia alemana[113].Los dioses ayudaron a Franco. Lo
primero que hizo nada más llegar aTetuán el 19 de julio fue enviar untelegrama a Queipo de Llano pidiéndoleque le proporcionase un trimotor paratransportar a doscientos legionarios[114].Es verosímil que no lo obtuviera. Elhorno no estaba para bollos. De aquíque al día siguiente Franco dierainstrucciones al general Orgaz, que sehabía quedado en las islas unos díasmás, para que se incautara del aparato,matrícula D-APOK, «Max von Müller».Este voló seguidamente el 21, y a lafuerza, hacia la capital del Protectorado.
En Canarias, en efecto, desde dondeFranco acababa de marcharse, existía laposibilidad de requisar un avión delservicio postal de Lufthansa que cubríala ruta Bathurst-Villa Cisneros-LasPalmas.
Mientras tanto, Franco diversificósus peticiones, probablemente un tantodesesperado, y acudió a uno de susconocidos: el agregado militar alemánen Francia y España, general ErichKühlenthal. El 22 le telegrafió a Paríspreguntando si sería posible queempresas privadas alemanassuministraran diez aviones de transporte.Obsérvese la obsesión en este tipo de
aparatos, que en realidad no hacía sinoconfirmar lo que los negociadoresespañoles en Roma por cuenta de losmonárquicos ya habían anticipado.
Lo que Franco tuvo, y Mola no, fueuna conexión aérea con Berlín. Francose sirvió del D-APOK para enviar el 23de julio a dos alemanes miembros delpartido nazi en Marruecos y a un oficialespañol. Las aventuras de estaexpedición las describí ya en mi primerlibro, hace casi 40 años. No fueron deltodo correctas. Me basé en lasinformaciones orales que me transmitióuno de los participantes, Johannes E. F.Bernhardt, quien me engañó como a un
chino, al igual que a otros numerososautores. Algunos quisieron dejarseengañar. Otros vieron sus explicacionesperfectamente verosímiles dado que nocontradecían la evidencia primariarelevante de época. Sus efectos siguenteniendo impactos en un tipo depseudoliteratura filonazi o de extremaderecha.
Una variante documental de loocurrido en 1936 afloró en Madrid añosdespués del fallecimiento de Bernhardt.El hombre que salvó a Franco y facilitóel acceso de los emisarios hacia eltodopoderoso Führer es perfectamentedesconocido en la historia. Se trató del
jefe de la sección española en laAuslandsorganisation (organización parael exterior del partido nazi) y que habíasido jefe, unos años antes, del entoncesminúsculo partido en España.Naturalmente, le sonaba el nombre deFranco. Friedhelm Burbach captó conrapidez que si lograba que los emisariosalemanes llegaran a Hitler, el partidopodría marcarse un tanto con respecto ala Administración del Estado, todavíainsuficientemente nazificada, y colar ungol a los Ministerios de la Guerra yNegocios Extranjeros, poco proclives aentrometerse en asuntos que caían muylejos del foco del interés alemán
tradicional.A través de Alfred Hess, compañero
de fatigas en la AO, Burbach logróinteresar al lugarteniente del Führer.Rudolf Hess telefoneó a Hitler y este semostró dispuesto a recibir a losemisarios de Franco el 25 de julio. Esinverosímil que estos no informaran deque habían coincidido la víspera en elaeropuerto de Marsella con la misióndirigida por Goicoechea[115]. Hitlercomprendió que ayudando a lossublevados podía inclinar el equilibriode fuerzas en Europa en un sentidofavorable a Alemania y desfavorable aFrancia. Desestimó las débiles
objeciones de sus asesores, incluidoGöring, y se lanzó a la aventura. Francohubiese debido erigir una estatua aBurbach. En su lugar, le otorgó suprotección cuando, al final de laSegunda Guerra Mundial, los aliadosquisieron deportarle a la Alemaniaocupada[116].
Es difícil que los conspiradoresmilitares y civiles pudieran pensar a lolargo del proceso de preparación de lasublevación en un escenario como el quellevó a Bayreuth. A lo más que habíanllegado fue a patrocinar un viaje deSanjurjo y Beigbeder a Berlín en marzode 1936 para ver si, a través de sus
viejos contactos, podrían asegurarse laposibilidad de adquirir armas. En elBerlín conmocionado por laremilitarización de Renania nadie leshizo caso y ambos se volvieron con elrabo entre piernas. El único que extrajoalgo del viaje fue Beigbeder ya que porlo menos en la capital alemana conocióa quien, con el tiempo, llegaría a ser suamante inglesa.
Aun así, Mola también recurrió aBerlín. En la reunión que sostuvo conlos monárquicos el 22 de julio sedecidió, ya lo hemos dicho, que JoséIgnacio Escobar, posteriormentemarqués de Valdeiglesias, se desplazara
a la capital del Tercer Reich. El viaje sepreparó de forma inmediata. El marquésde Quintanar telegrafió el 24 de julio auno de sus viejos contactos de los añosveinte, un tal Erich Killinger, delegadode la Federación de la IndustriaAeronáutica Alemana, preguntando silos alemanes estaban dispuestos asuministrar material rápidamente. Pocodespués, el 26, confirmó lo que Moladeseaba: diez aviones de transporteJunkers y, en lo posible, veintebombarderos después. CuandoValdeiglesias llegó a Berlín, se encontrócon que Hitler ya había decidido suapoyo a Franco[117]. La pista
monárquica, que tuvo otras variantes norelevantes en este contexto, no funcionóen absoluto en el caso de Berlín.
Resulta tentador especular sobre siel comportamiento de los dictadoresfascistas hubiera sido el mismo caso dehaber estallado la sublevación un par demeses antes. La respuesta más verosímiles negativa. Mussolini estaba metidohasta el cuello en las consecuencias dela campaña de Abisinia y parece difícilque se hubiera decidido a abrir un nuevofrente en España. En cuanto al TercerReich, la acogida a Sanjurjo habla por símisma. Ahora bien, en julio la situaciónhabía cambiado radicalmente. Mussolini
había iniciado su separación de laspotencias democráticas, a las quecriticaba por su actitud respecto a laagresión en Abisinia, y comenzado suaproximación al Tercer Reich. Hitlerhabía visto reivindicada su intuición deque ni el Reino Unido ni Francia haríannada tras la remilitarización y quedemostrarían ser una vez más lo que, enel fondo, le parecían: tigres de papel.Para el Führer meter la nariz en Españaabría una oportunidad con dividendosimportantes y a un coste asumible. Peroeso fue en julio de 1936. Mussolini ya lohabía decidido antes. Esto es lo que haquedado oculto hasta el momento.
A LA BÚSQUEDA DE LA INHIBICIÓNBRITÁNICA
Las consideraciones que antecedenexplican una parte de la dinámica quellevó a la inmediata inserción de losvectores internacionales. Después delitaliano, el mayor éxito de la trama civilfue de naturaleza muy distinta: consistióen convencer a los británicos de que susintereses en España estarían mejorservidos si optaban por no echar unamano a la República. Este objetivocoincidió con la apreciación de losservicios del gobierno de Londres sobre
lo que ocurría en España.También los datos esenciales se
conocen desde hace tiempo[118] pero laapertura de nuevos documentos, y undesplazamiento del énfasis al analizarlos ya conocidos de larga data, permitenllegar a otras conclusiones. Pordesgracia, la evidencia que generaronlos conspiradores, y que sin duda habráexistido, no ha aflorado todavía.Nuestras fuentes de información son,pues, las británicas. Por ellas se apreciaque el punto de inflexión fundamental seprodujo tras el cambio, en el verano de1935, del personal directivo de laembajada, tanto a nivel de jefe de
misión como del número dos, ministroconsejero.
Tan pronto como el nuevoembajador, sir Henry Chilton, presentócredenciales, almorzó con él uno de loshombres fuertes del catolicismopolítico, Ángel Herrera Oria,ulteriormente elevado a la dignidad decardenal. Era en la época en la que losmentideros madrileños hervían con elescándalo del estraperlo. Herrera Oriaaprovechó la ocasión para lanzar looresa favor del entonces ministro de laGuerra y líder de la CEDA, José MaríaGil Robles, en quien divisaba a unfuturo presidente, suponemos que del
gobierno, «si subsistía la República».También informó al embajador que lasderechas, en general, eran proclives aMussolini, dado el temor que lesdespertaba el comunismo.
Chilton, hombre conservador dondelos hubiera, rápidamente extendió suscontactos con los medios derechistas.Pronto se enteró de que quienespondrían de nuevo al rey en el trono noserían los muchos monárquicos quehabían acudido a Roma a la boda de donJuan de Borbón sino los que se habíanquedado atrás. Nada de ello excitó sucuriosidad. Chilton se fijó, por elcontrario, en la persona que caracterizó
como el líder de «la extrema izquierda»:Manuel Azaña. Esto no solo traduce unclaro despiste. Significa que Chiltonprobablemente no consultaba con sustaff y que, si lo hacía, no le prestaba elmenor caso.
Con respecto a Gil Robles, Chilton«compró» a precio de saldo lamercancía que le vendió Herrera Oria.La dimisión del jefe de la CEDA lainterpretó como el resultado de haberquerido anteponer los intereses de laRepública a los propios. Una extrañaforma de análisis. Se protegió, eso sí,añadiendo que la cuestión estribaba ensi Gil Robles permitiría o no que se
celebraran las futuras elecciones. Paraimpedirlas tendría que dar un golpe deEstado. Las elucubraciones delembajador oscilaron entre la creencia deque, caso de triunfar, Gil Roblesllamase al rey o se pusiera él mismocomo dictador para establecer unrégimen parecido al italiano. Todo esto,naturalmente, inspirado por suscontactos, cada vez más estrechos, conlos círculos de la derecha y de laextrema derecha.
Si bien no hemos encontradoconstancia escrita de los nombres de susinformantes, salvo en alguna que otraocasión cuando aparece mencionado
Ángel Herrera Oria, es inverosímil queChilton no dejara traslucir suspreferencias ideológicas. No pudo serdifícil que sus interlocutores lehorquillaran acertadamente. En suinformación a Londres el embajadorsiempre pintó un cuadro marcado pordos fenómenos: el ascenso de la «mareacomunista» y la preparación de unaconspiración contra el gobierno salidode las elecciones del Frente Popular.Ambos fenómenos los repercutían, eincluso acentuaban, los informes quehasta ahora se han localizado de algunode los servicios de inteligenciabritánicos que seguían la evolución
española.El gobierno londinense hubiera
debido estar compuesto de titanes, queno era el caso, para poner en duda eltenor concordante de la información desus diplomáticos, de sus analistas y desus espías. Tenía, sin embargo, dos asesen la manga pero no parece que losutilizara lo más mínimo. El primeroconsistía en que desde hacía añosdescifraba los mensajes cruzados entrela Komintern y los partidos comunistasnacionales, incluido el británico.Ninguno de los telegramas recibidos porel PCE o emitido por este hizo nuncamención a la posibilidad de un
levantamiento comunista. Antes alcontrario, en consonancia con la nuevaestrategia de la Komintern, lasinstrucciones enfatizaron la necesidadabsoluta de moderación y de contencióny la de reforzar por todos los mediosposibles la cohesión interna del FrentePopular[119].
El segundo as estribaba en que, encontra de la histeria anticomunista queafloraba en la prensa de derechasbritánica, el servicio de contraespionaje(MI5) había introducido desde fechatemprana un «topo» (Olga Gray) en elPCGB, nada menos que como secretariapersonal y confidencial de su secretario
general, Harry Pollitt. Esto significa queno había nada importante que pasara porla mesa de Pollitt, relacionado con elReino Unido o no, que no lo conocierael MI5. La operación se había iniciadomucho antes de que la situaciónespañola se calentara y duró hastadespués de la sublevación[120].
Así pues, el patológico temorbritánico a la influencia comunista, porlo menos el mostrado de puertas haciaafuera, ha de entenderse como reflejo dela aplicación de anteojeras ideológicasy no necesariamente comorepresentativo de una realidad quedesmentían los propios informes
internos. Por desgracia, las valoracionespertinentes que se hicieran en el ForeignOffice o en el Cabinet Office, en los queconfluía gran parte de la informaciónconfidencial, no han sido dadas aconocer hasta ahora[121].
Por algunas de las catas efectuadasen informes que se elevaron a laSuperioridad desde las filas de losencargados de los temas españolessabemos, no obstante, que en ocasioneslas noticias procedentes de los serviciosde inteligencia se manipularon con el finde exagerar la peligrosidad de lasituación en España. Quizá unacasualidad. O tal vez ello reflejara el
tenor de las intoxicaciones que poraquel entonces un sector de laconspiración distribuía entre los mediosmilitares españoles y que, en algún queotro momento, se filtraron hacia losdiplomáticos, como muestra el caso delcónsul en Vigo, funcionario conectadocon la inteligencia naval.
Esto significa que hubo unaacentuación en la labor de intoxicaciónde los británicos por parte de la tramacivil de la conspiración. Es impensableque de ello no estuvieran al corrientepersonajes como Gil Robles, suscolaboradores inmediatos de la CEDA yalgunos de los conspiradores más
activos como Goicoechea o CalvoSotelo. Resulta característico que una delas primeras gestiones que la trama civilhizo de cara a los ingleses a los pocosdías de la sublevación corriese a cargodel propio Gil Robles en tierrasfrancesas. A su tenor los militareshabían iniciado un movimiento en contrade un auténtico soviet. Si triunfaban,habría paz y orden. Si fracasaban,dominaría la anarquía. Él pensaba que,dados los intereses británicos en elMediterráneo y Marruecos, el ReinoUnido no podía estar interesado en quese instalara un soviet en España.Sabiéndolo o intuyéndolo, esto aún está
por ver, Gil Robles tocó el nervio mássensible de los británicos. Nada de ellopudo producirse por casualidad.Curiosamente, esta información llegó aLondres el 25 de julio, el mismo día enque Hitler se decidió a intervenir enapoyo de Franco.
En puridad, Gil Robles, Mola yFranco hubieran debido dar saltos dealegría de haber sabido lo que pasabapor los corredores del poder enWhitehall. El 20 de julio, nótese lafecha, en un informe preparado para losmiembros del gobierno, el secretario delgabinete, un personaje hiperconservadory furiosamente anticomunista, sir
Maurice Hankey, había hecho unaadvertencia dramática. Con la amenazacomunista pendiendo sobre Francia yEspaña, a lo mejor era del interés de losgobernantes británicos empezar a pensaren alinearse con Hitler y Mussolini[122].No dijo, pero tampoco hacía falta, queambos habían mostrado cómodisciplinar y encuadrar a las masasobreras y eliminar el virus comunista delas nuevas organizaciones nazi-fascistas.
De cara al mundo exterior esimposible que los conspiradoresmilitares dejados a sí mismos hubieranpodido preparar el terreno para, en sumomento, lograr ayuda (Italia) o la
inhibición (Reino Unido). Únicamente elTercer Reich se escapa a tal regla. Eneste caso fue Franco y solo Franco quiénasumió la responsabilidad del envío deunos emisarios de medio pelo a Berlín.Pudo, o no, basarse en el conocimientode las conexiones previas de bajo nivelpor algunos de los conspiradores. Laidea de la misión, la concibiera él o sela sugiriese alguien, dependió única yexclusivamente de la disponibilidad deun avión de Lufthansa. Sin este aparato,la historia hubiera sido diferente.
¡A PAGAR!
Constituye un gran mérito deSánchez Asiaín haber entrado a fondo enlos aspectos financieros de laconspiración y de la guerra civil, enconsonancia con la orientación de sumagna obra. Nosotros nos permitiremosmatizar algunas de sus afirmaciones,simplemente porque no encajan con laevidencia primaria relevante de época.
El gran financiador de laconspiración fue Juan March. Hubootros, pero March se situó aconsiderable distancia. Lo hizo, además,con lo que los futuros rebeldesnecesitaban más urgentemente: divisas.Según Wake, ya en marzo de 1936 a
través del banco Kleinwort Benson,March otorgó un crédito de mediomillón de libras (21 millones de pesetasde la época, una cantidad enorme)[123].Pocos autores han reparado en loinsólito de esta primera línea definanciación que la historiadora inglesaparece haber deducido del testimoniooral del hijo del ejecutivo del banco, untal Juan Mayorga. ¿Para qué querrían losconspiradores españoles, en marzo de1936, disponer de divisas? La vertienteinterna de la proyectada sublevación nola necesitaba. La externa, sí[124]. Enrealidad, no había nada nuevo en ello.Tan pronto como después de la
«Sanjurjada» los conspiradoresmonárquicos reanudaron sus actividadessubversivas, el conde de la Cimera seapresuró a encontrarse con VegasLatapié en Bayona y le entregó cien milfrancos[125].
Más adelante se allegaron recursosen moneda nacional de cara a laselecciones de febrero, primero parafinanciar la campaña, luego para lasubversión[126]. Que hubo dificultades encontinuar obteniéndolos lo demuestra laya mencionada petición de Goicoechea aMussolini en junio. En ella señaló quese necesitaba urgentemente un millón depesetas, «que vendría a completar el
gran esfuerzo económico que en estosúltimos meses … han realizado loselementos patrióticos de España». Sinduda una parte importante de los fondosdisponibles habría ido a parar a«pequeños grupos de acción directa quepor atentados personales, asaltos aedificios, etc., han actuado contra larevolución». Entonces había que pensaren facilitar un respiro económico a losconjurados, por si fallaba el golpe,mientras continuaba la financiación delos pistoleros falangistas, militares yjapistas y de la propia organizaciónsubversiva dentro del ejército «que hasido formada, orientada políticamente en
sentido antidemocrático y costeada pornosotros durante estos últimosaños»[127]. Para nada de esto senecesitaban divisas.
Sí se hubieran necesitado en marzo.Nosotros entendemos que una posibleutilización podría haber sido laconstitución de un fondo desde el cualresponder a la futura adquisición deaviones en Italia. Nos parecería extrañoque en el curso de las negociaciones delos contratos no se planteara en ningúnmomento a la parte española cómo seatendería el pago de los suministros encuestión. El importe no era una fruslería.Disponibilidades en divisas, fuera de
las fronteras españolas, hubieranformado parte de los preparativos de lanegociación o la reacción más lógica alas preguntas italianas, que hallaronrespuesta en la fórmula contractualizadael 1 de julio del pago al contado. Denuevo, la no localización de evidenciadocumental de época nos impide zanjarel problema. Digamos simplemente queel hijo de Mayorga no tendría por quéhaber inducido a error a Wake[128].
Sabemos exactamente, por ladocumentación conservada por SainzRodríguez, cómo se materializó uno delos pagos de la ayuda italianaapalabrada. Ascendió a 5 857 500 liras,
importe muy próximo al del cuartocontrato. Allegar medios de pagorequería ciertas formalidades y esverosímil que para entonces el créditode medio millón de libras de marzo sehubiese agotado tras pagar los contratosprecedentes. En cualquier caso, el 20 deagosto de 1936 se abonaron a la SIAI, através de la Banca CommercialeItaliana, tres millones de francos (2 508 000 liras) y 52 500 libras (3 349 500)[129]. No fue un pago típico.
El 22 de agosto se informó a SainzRodríguez de ciertas medidas adoptadasen Baleares. Se había captado oro y seentregó al cónsul italiano en Palma de
Mallorca. Sabemos que se trataba deresponder, en parte, «del cumplimientode cierto contrato de compra», porquese consignó en el informe. No hay duda,pues, del origen de la operación. Lascajas se transportaron al buque deguerra Mestrale, que las llevó a LaSpezia. El informante, Luis Ramallo,hombre de confianza de March,acompañó la expedición a petición delcapitán y al solo efecto de que estuvierapresente cuando se determinase el valordel oro entregado. Una vez en La Spezialas cajas se depositaron en la sucursaldel Banco de Italia. Se levantó un actaen la que se hizo constar que el depósito
lo efectuó el capitán del Mestrale pororden del Ministerio de Marina y a ladisposición del de NegociosExtranjeros. Los pesos determinadosfueron los siguientes:
El contenido lo constituían monedasde diferentes clases y barras de diversaley. Era preciso reducirlas a oro finopara determinar su valor exacto a razónde 15,50 liras el gramo. Este cálculo eraimposible de realizar en La Spezia porlo que hubo de recurrirse a la central
romana del banco. Cuando Ramallovolvió a Palma no había habidocontestación[130] Hemos hecho hincapiéen este caso porque es el único contratocuyo cumplimiento financiero estádocumentado[131].
Podemos esclarecer la índole de lostratos entre las autoridades franquistas yla SIAI. El 2 de septiembre de 1937 elembajador en Italia, Pedro GarcíaConde, telegrafió a Nicolás Franco,secretario general del jefe del Estado yresponsable de las adquisiciones en elexterior. Capè había ido a visitarle enrelación con el suministro de dieciséisSM 79 y solicitó que se le hiciera un
depósito de títulos, valores o cualquierotra garantía por el 70% de su importe.A cobrar a seis meses. Ese plazo lepermitiría obtener préstamos bancariosen Italia. El procedimiento ya se habíautilizado previamente para adquirir ochoSM (sin indicación de modelo), con lasalvedad de que entonces hubonecesidad de terminar apelando a laintervención del gobierno italiano. LaSIAI prefería, naturalmente, negociar deforma directa al margen del gobierno,del cual cobraba tarde y mal. Al faltarlela ayuda económica de este debíarecurrir necesariamente a la bancaprivada.
Suponemos por consiguiente quehubo un toma y daca. El 8 de septiembrela SIAI escribió al embajador connuevas condiciones. Podría suministrarlos SM 79 en las condiciones siguientes:un 50 por ciento en liras, un 30% endivisas en el momento de la entrega y elresto a los seis meses de esta[132].
Si echamos la vista a julio/agosto de1936, es muy verosímil que la SIAItratara de obtener el pago de los 39,3millones de liras del gobierno italiano omás bien que procurase, con el apoyo deeste último, recibir directamente de losespañoles el importe correspondiente.El único que estaba en condiciones de
afrontar tal operación era Juan March.Ahora bien, en relación con el pago
de los suministros iniciales no hemosencontrado evidencia directa acerca delos desembolsos que se hicieran porcuenta de March para atender el pagototal de los contratos de julio. Alsubrayar esta circunstancia deseamosllevar al ánimo del lector que lasafirmaciones de numerosos autoressobre la primera aportación delbanquero carecen hasta el momento decontrastación documental, aparte de laque hemos indicado. A pesar de losesfuerzos de Sánchez Asiaín o deCabrera, todavía no se han desvelado en
su totalidad los movimientos tácticos deMarch en julio y agosto de 1936 y sucontrapartida financiera. Es verosímilque pagara los suministros iniciales.Pero no está demostrado. Al emitir estasdudas nos basamos, quizá erróneamente,en la contabilidad general sobre elapoyo italiano a los franquistas. Latransmitió el Gabinete del Ministerio delAire en 1938 y relaciona los envíos dematerial aeronáutico efectuados en 211expediciones de diverso porte y calado,unas muy importantes, otras diminutas,entre julio de 1936 y el 30 de junio de1938. En tal contabilidad se reseñaronlas dos primeras oleadas, una a bordo
del barco Morandi y otra en vuelodirecto, y que ascendieron a 2 766 189 y22 933 649 liras, respectivamente[133].Obsérvese que estos importes difierende lo expresado en los documentosreproducidos por Saz (pp. 252 y 253),que los sitúan en 1 846 750 y 14 400 000 liras, respectivamente. Porel momento no podemos explicar tamañadiscrepancia. Tampoco podemosexplicar, si es que March pagó todos lossuministros apalabrados, por qué losenviados en julio figuraron en lacontabilidad del Ministerio del Aire. Ano ser, claro está, que esta se hicieseproforma y que luego, en las
negociaciones con los españoles, sedescontara su importe. Como sueleocurrir en historia, despejar unaincógnita genera otras nuevas, noidentificadas previamente.
EL APOYO DIRECTO A LA SUBLEVACIÓNDE FRANCO
La trama civil también fue esencialpara la preparación de la sublevación deFranco en los términos exactos que estehabía diseñado para Canarias. Se tratade un tema oscurecido con fruición porlos escasos autores franquistas que de él
se han ocupado. En nuestra opinión, espreciso retroceder la fecha emblemáticadel 18 de julio. La sublevación deFranco no tuvo lugar en tal jornada, sinodos días antes. El oscurecimiento fueimprescindible, pues lo que estaba enjuego era la necesidad imperiosa deocultar y desfigurar un asesinato,ordenado por el posterior cabecilla dela rebelión.
Desde que a Franco se le trasladó ala Comandancia Militar de Canarias traslas elecciones del Frente Popular se lepresentaron tres problemas. El primero,cómo continuar participando en lastareas de preparación de la sublevación,
en las que ya se había iniciado junto conotros generales y jefes antes del cambiode destino. El segundo, cómo abordar elgolpe en las islas y el tercero, cómosalir de Canarias una vez que el terrenoestuviera lo suficientemente trillado.
El primer problema se solucionó pormedios de emergencia. Contactos porvías seguras que implicabandesplazamientos; comunicaciones porpersonas interpuestas (uno de losenlaces más importante fue el entoncesteniente coronel Juan Yagüe Blanco, dela Legión, destacado en Marruecos);cartas crípticas a destinatarios deabsoluta confianza y llamadas de
teléfono tan pronto como quedó en claroque el director de la Telefónica en SantaCruz de Tenerife era proclive a losconspiradores. Tal vez hubo más. Deninguna de tales comunicaciones haquedado constancia, por lo menos hastaahora. Una casualidad.
Se sabe algo más del segundoproblema. Evidentemente, la guarniciónsobre la cual Franco tenía influenciadirecta era la tinerfeña. Por los escasosdocumentos disponibles sabemos queempezó por ella. La actividadconspirativa no pudo estar libre dedificultades pero todo hace pensar que,poco a poco, Franco fue coronándola
con éxito. Lo haría en consonancia conla forma de resolver el tercer problema.
Existe una amplia discusión en laliteratura acerca del significado delplan, que no llegó a materializarse, depresentarse como candidato a Cortes porCuenca, en la segunda vuelta de laselecciones que tuvieron lugar en mayode 1936 en esta provincia. Hay autores,como Paul Preston, que no aceptan lamuy ulterior explicación de Franco deque buscaba una vía de ligarse a laconspiración en la península[134].Nosotros también creemos que se tratóde una construcción a posteriori aunqueno nos atrevemos a descartarla
sumariamente. Estimamos más bien que,en un primer momento, en abril de 1936,Franco pudo sentirse demasiado alejadode «la pomada». Cuando la vía deCuenca quedó truncada[135], debióvolver a lo que sin duda fue el primerplanteamiento de los conspiradores,civiles y militares: utilizar un avión paratrasladarle a la península. Sabemos queuno de los contactos del embajadorbritánico se lo dijo a este en fecha tanalejada como el mes de abril.
En definitiva, Franco habría desublevarse en Canarias o no sesublevaría. A empezar a resolver estedilema respondió su tardía visita oficial
a la segunda guarnición, y másimportante, del archipiélago, la de LasPalmas. No lo hizo hasta el 26 de mayo,algo sorprendente. Que dejasetranscurrir más de dos meses nos llamala atención. Es impensable que laacumulación de trabajo que recayerasobre él en su nuevo puesto no lehubiese permitido hacerlo antes.
La visita tuvo importancia. Francose hizo acompañar de Orgaz. Esto debiórepresentar un toque de atención a losjefes y oficiales de la guarnición. Elgeneral en jefe no dudaba en aparecer ensu primera visita oficial acompañadode, cuando menos, un sospechoso para
el gobierno. No hemos encontrado lamenor constancia de que se produjeraningún incidente desagradable. Franco ysu fiel ayudante y primo, el tenientecoronel Francisco Franco-SalgadoAraujo, debieron, cada uno a su nivel,anudar contactos operativos que tendríanimportancia en el futuro.
Fue poco después cuando, a nuestroentender, Franco decidió que no podríadejar de sublevarse. Debió coincidir (nodescartamos que se produjese algúncontacto oculto con Mola) con laaceleración de los preparativos para lafutura ayuda italiana. En consecuencia,el problema del traslado empezó a ser
urgente. La única alternativa era unavión. Lo pidió. Los conspiradores enMadrid recibieron el mensaje y sepusieron manos a la obra. Era el 11 dejunio, según el testimonio del secretariode Mola, fecha de la nota de Goicoecheaa Roma. En su puesta en prácticacooperaron militares y civiles perofueron estos últimos los que aseguraronel éxito de la operación. En primerlugar, había que buscar un aparatoidóneo. Alquilarlo. Trasladarlo a lasislas. Nada de ello hubieran podidohacerlo los militares. ¿Y quién intervinopor el lado de la trama civil? Elhermano de Ángel Herrera Oria,
Francisco, ligado estrechamente a laCEDA. Otros fueron Juan Ignacio Lucade Tena, marqués de Luca de Tena ypropietario de ABC, y poco más tarde elfinanciador del viaje, Juan March.
Llama la atención que fuese trasrecibir la petición de Franco cuandoMola puso a punto sus directivas paraMarruecos. Las firmó el 24 de junio. Enellas recordó que el movimiento habíade ser simultáneo en todas lasguarniciones comprometidas y de unagran violencia. Las fuerzas debíantrasladarse lo más rápidamente posiblea la península y la marcha de lascolumnas sobre Madrid habría de ser
veloz, procurando durante el avancearrastrar todas las fuerzas cívicassimpatizantes «con el movimientosalvador de la Patria». Que todavía noestaba clara la conclusión de lasnegociaciones con los italianos puedeinferirse del hecho de que Mola nomencionara en absoluto la posibilidadde traslado de efectivos del Ejército deÁfrica por vía aérea a la península y quesolo se centrara en la vía marítima.
Naturalmente, no es inverosímil queFranco quisiera nadar y guardar la ropa.De aquí su ambigua carta al presidentedel Consejo y ministro de la Guerra,Santiago Casares Quiroga, en la que
jugó con numerosos equívocos entre sulealtad a España, su amor al ejército, sudeseo de ayudar a la República, sucapacidad de conseguirlo y variaselucubraciones más. Como es sabido, norecibió respuesta. No sabemos si Francola esperaba. El que su superiorjerárquico no se manifestara no debióaumentar un adarme el escaso aprecioque Franco sentía por él y por lospolíticos del Frente Popular.
Casares Quiroga, advertido de losrumores de conspiración y del papel queYagüe desempeñaba en ellos, intentóvanamente convencer a este último deque desistiera. A pesar de los recientes
intentos por revalidar su figura Casaresse comportó como un inconsciente y unfrívolo (calificativos quizá no muycientíficos pero exactos). Era el peorpolítico posible para ocupar aquellospuestos en la coyuntura que seavecinaba.
Fue de nuevo Francisco HerreraOria quien, después de hablar conYagüe, planteó a Mola el problema delavión el 1 de julio, precisamente el díaen que se firmaban los contratos para elsuministro de la ayuda italiana. SiHerrera Oria habló con Yagüe esinverosímil que este último no hablaracon Franco. Una comunicación
telefónica entre ambos no era nada delotro mundo. Solo un historiador pocofiable (Luis E. Togores) ha puesto suspecadores ojos en el archivo de Yagüe ysi vio algún tipo de comunicación entreél y Franco se ha abstenidocuidadosamente de mencionarla.
La fecha del 1 de julio también tieneinterés porque en ella, según Maíz,secretario de Mola, este recibió ese díaal teniente coronel Juan Seguí, uno delos enlaces de la conjura en Marruecos.Le preguntó si llevaba noticias deCanarias, es decir, de Franco. Larespuesta fue que no. Esto significa queel distinguido comandante militar de las
islas se había encerrado en un ciertomutismo. Mola se mostró confiado. Notendría motivo para lo contrario. Deentrada March soltó dos entregas de 10 000 libras cada una para financiar elviaje del Dragon Rapide[136]. Por lodemás, en su informe reservado deaquella fecha Mola indicóexplícitamente que «todo está ya enmarcha».
El mutismo de Franco es fácil deexplicar. Empezaba a poner a punto lospreparativos últimos de la sublevación.Entre ellos figuraba una tarea nada fácil.Cómo hacerse con el control de laguarnición de Las Palmas. Orgaz estaba
allí, sí, pero la oficialidad se encontrabadividida. Como en tantos otros puntos enlos que estalló virulentamente larebelión, todo dependía en gran medidade la actitud que tomara el comandantemilitar. Amado Balmes no era ungeneral encanecido y a punto dejubilarse. Estaba en la flor de la edad yera de carácter enérgico.
Se trataba de un viejo conocido deFranco. Africanista de pro, Balmeshabía seguido en las huellas de este alfrente de la primera división orgánicacuando Franco se hizo cargo de laAcademia Militar de Zaragoza.Exdirector general de Aeronáutica, se
había relacionado con las alturas.Excomandante interino del Ejército deoperaciones en Asturias, no tenía quedemostrar su fidelidad al ordenconstituido. Franco debió pensar que eraun hombre al que sería posible ganarpara la conspiración. De hecho, en lasreuniones iniciales que se produjerontras la dimisión de Gil Robles de lacartera de Guerra, a Balmes lo habíaninvitado. No asistió.
A principios de 1936 el gobiernodesignó a Balmes, por segunda vez,comandante militar de Las Palmas.Antes de la llegada de Franco habíaasumido, de forma interina, la
Comandancia del archipiélago. Francohubo de tantearle durante su visita a LasPalmas. Ahora bien, todo hace pensarque Balmes se decantó inequívocamente,como tantos otros generales en activo, afavor de la lealtad al gobierno legítimo.
No sabemos exactamente cuándotuvo lugar una conversación secretaFranco-Balmes. Este último solo llevóconsigo a un comandante con quien teníaamistad, aunque no participó en ella.Suponemos que debió ser en losprimeros días de julio, justo cuando lospreparativos de la sublevaciónempezaban a entrar en la recta final. Hayuna fecha límite: debió producirse
necesariamente algunos días antes del11 de julio, es decir, en el periodo enque Mola dio su luz verde al alquiler deun avión para trasladar a Franco aMarruecos. Se recordará que ese mismodía Goicoechea escribió a Mussolini.
Nada menos que el historiadorcortesano del régimen franquistaRicardo de la Cierva ha revelado, enfecha reciente, que Franco disponía demedios de comunicación directos conJuan de la Cierva y Codorniú[137], elingeniero aeronáutico radicado enLondres y que se ocuparía del alquiler.Si disponía de tales medios, esimprobable que no tuviera forma de
contactar con otros conspiradores de latrama civil. El hecho es que el 11 dejulio, cuando el Dragon Rapide se posóen Burdeos, el marqués de Luca de Tenaimpartió sus últimas instrucciones: elavión debía dirigirse a Las Palmas. Esdecir, en algún momento antes deaquella fecha Franco había hecho saberal centro neurálgico de la conspiración,incluida la trama civil, que quería que elavión le recogiese en Gando y no en elaeródromo de Los Rodeos, mucho máspróximo a su residencia. En nuestraopinión, Franco había ya identificado,bien de por sí o con ayuda, la forma ymanera de lidiar con la reticencia de
Balmes. Fue muy simple: se leeliminaría. Lo cual ocurrió el 16 dejulio, fecha en que Franco traspasó elRubicón y se adelantó a Mola. A otracosa, mariposa.
LA CREACIÓN DE UN «ESTADO DENECESIDAD»
La última de las aportacionesbásicas de la trama civil a lapreparación del «18 de Julio» fuecontribuir a crear las condicionesnecesarias y suficientes en que pudieraflorecer el movimiento
insurreccional[138]. Esto era algo que,definitivamente, no podían hacer losmilitares. Sí podían hacerlo lospolíticos y los «grupos de accióndirecta». No se trataba de una estrategianovedosa. Sus funciones esencialeshabían ya aparecido a lo largo delquinquenio republicano. Las másimportantes eran las siguientes:
1.º Deshumanización del adversariopolítico
2.º Provocación sistemática de laizquierda
3.º Estímulo y excitación de lospropios partidarios
Todas ellas fueron identificadas enlos análisis de la embajada y de losservicios de inteligencia británicoscuando actuaban como lo que debían sery no como lo que fueron a partir de lasegunda mitad de 1935.
En lo que se refiere a la primerafunción, su traducción a la práctica fuealgo común después de la desastrosa«revolución de octubre». El entoncesembajador, sir George Grahame,subrayó en su información a Londres quelos periódicos de derechas habíanpublicado numerosas noticias sobre laspresuntas atrocidades cometidas por losrevolucionarios, muchas de las cuales se
revelaron falsas. Describió en detalle labrutal reacción gubernamental así comola campaña desde el poder contra el«marxismo». La estrategia estribaba endesintegrar a los socialistas de manerapersistente y despiadada. La prensaobedeció, simplemente, a una consignacuyo objetivo consistía en crear unaimpresión de horror en la opiniónpública de tal suerte que los socialistas,comunistas y anarquistas apareciesencomo si no pertenecieran al génerohumano. En tales condiciones, no eradifícil sentir preocupación ante el futuro.La política de retrasar el reloj y laforma de practicarla los radicales y los
partidos clerical (CEDA) y monárquicocerraban la puerta a una evolucióndemocrática. Esta percepción deGrahame, revalidada por lahistoriografía crítica, como se analiza enotros capítulos de la presente obra,sigue siendo negada por los autoresprofranquistas y procedistas. Para estosúltimos, como Payne, Gil Robles no eramuy diferente de un líder democristiano«normalito».
La segunda función se construyósobre la primera. Lo que quería elgobierno radicalcedista era paralizarcualquier posibilidad de avance o, comodiríamos ahora, de profundizar la
democracia. Ello se reflejó en unaproyectada revisión constitucional[139]
que incluía la creación de una segundacámara y la modificación de medidasque se consideraban antirreligiosas,incluida en particular la legislaciónsobre el divorcio. ¿Le suena a algo estoal lector en relación con el matrimoniohomosexual, el aborto o el derecho a unamuerte digna? En consecuencia, señalóGrahame, la agresiva actitud delgobierno había llevado a la impotencia alos líderes más prudentes del socialismomoderado y favorecido a los másradicales. Según informó, hasta en lasderechas se habían levantado voces en
contra de la persecución a que Azaña seveía sometido. Incluso un derechista tancaracterizado como Antonio RoyoVillanova[140] había indicado que laRepública no podía prescindir de lospartidos de izquierda. ¿Ha visto ellector alguna valoración similar en laabundante literatura procedista?
Con menos conocimiento de larealidad española que Grahame, inclusolos analistas de la Inteligencia Navalbritánica explicaron la dinámica quecondujo a la «revolución de octubre».La presentaron como consecuencia
de la política gradual, pero insistente,de las derechas para crear una
oportunidad favorable con el fin depurgar al país del peligroso elementocomunista que tan lamentablesefectos ha tenido sobre la estabilidadeconómica durante los últimos años.
Esto era un tanto exagerado pero laformulación integraba cuatro ideasfundamentales:
– Los proteicos movimientosrevolucionarios españoles eransubsumibles bajo el denominadorcomún del comunismo. Esto norespondía a la realidad. Lapregunta es por qué lointerpretaron así los analistas dela Royal Navy. ¿Anteojeras?
¿Acomodo a los prejuicios de laSuperioridad?
– El impacto era más bieneconómico (huelgas, algaradas,etc.) que político. ¿No podría serporque en su fondo latiera ladesesperación de un sector dedichos movimientos ante lashorripilantes condicioneseconómicas y socialesambientales?
– Las derechas (que en el contextoque nos ocupa no podían ser otrasque las fuerzas agrupadas en laCEDA, con la inestimableaportación de los lerrouxistas)
buscaban una oportunidad parapurgar a la izquierda.
– Esta tendía a caersistemáticamente en la trampa quele tendían las derechas.
En definitiva, un sector importantede la derecha quería jugar con laalternancia política para revisar (vaciar)las reformas económicas, políticas ysociales del primer bienio. Cuando laselecciones del Frente Popular le negaronla victoria, el núcleo más agresivo sevio abocado a un callejón sin salida. Laestrategia del vaciado desde arribahabía saltado por los aires. La reacción,
estrictamente pavloviana, de una partede la cúpula del ejército (la que habíaestado más politizada bajo la férula deGil Robles) derivó entonces hacia ungolpe militar. Ello con independencia delo que fuera a hacer, o a no hacer, ungobierno compuesto exclusivamente derepublicanos de izquierda. Como seexplica en otros capítulos, eraprevisible que este habría de sentir elpeso de unas masas desencantadas condos años de dominio derechista yansiosas de avanzar en el terreno de lasreformas, en una época de intensacompetencia política y sindical entre lasdiferentes organizaciones.
Finalmente, está la tercera funciónde estímulo y excitación de los propiospartidarios. Esto significa en laprimavera de 1936, mientras se abría elcamino de la futura ayuda italiana, quela oposición de derechas simplementerecurrió a métodos y técnicas deradicalización. Adoptaron tres formas:
– El calentamiento del ambiente através de discursos en las Cortescada vez más incendiarios, que nopodían ser objeto de censura. Deaquí los famosos discursos de dosde los personajes metidos hasta elcuello en la conspiración y en
cierta competencia mutua: CalvoSotelo y Gil Robles[141].
– La advertencia sobre el crecientepeligro de la «revolución». No,por supuesto, una revolucióncualquiera sino de signoespecífico comunista. Nada mejora tal efecto que reproducir el tipode clima que gustó esparcir apersonajes tan lejos de todasospecha como los requetés:
El gusano del marxismoempuja ya por dentro de lacáscara republicana. Es elfantasma del comunismo queviene detrás de la revoluciónsocialista. Quien tenga ojos
en la cara y luces en elcerebro, que lo vea y locomprenda. Rusia, comopotencia que se levanta con elsueño imperial de surevolución, que quiere llevar anuestra España paraasegurarse sus planes dedominio universal, puesnecesita nuestra penínsulacomo elemento estratégicode primer orden, le hace faltanuestro idioma para extendersu doctrina a veinte naciones,y precisa de la virilidad de losespañoles para conquistar elplaneta. Y en sus propagandasengaña vilmente a nuestraspobres masas, que no se dancuenta de que el comunismo
no puede ser nunca laredención del pobre, delhumilde, sino que es,precisamente su consagracióncomo esclavo oficial,primero de cada uno de esosjefecillos y tiranos que elEstado pone para sujetarlos ydominarlos, y después delpropio Estado, convertido yaen el más odioso déspota[142].
– Queda, por último, la parte másdesagradable. La creación de unclima en el que proliferaron lasacciones de pistolerismo dirigido(en parte bajo el control deAnsaldo) y ejecutado por unavariedad de perpetradores.
Apuntaron a figuras emblemáticasde la izquierda, generaroncontrarreacciones y, en general,siguieron la máxima, entoncestodavía no conocida como adagiode la lucha sucia, del «cuantopeor, mejor».
Dicho esto el gobierno no perdiótotalmente el control del orden público.En otros capítulos de este volumen seexaminan la génesis y desarrollo de losdiversos repertorios de acción colectivaque acompañaron la reanudación de lasreformas. Inmediatamente losconspiradores los presentaron como el
«estado de necesidad» contra el cual erapermisible, lícita y justificable, anteDios y ante los hombres, unainsurrección «para salvar a España».Bajo cuerda se negociaba la futuraayuda italiana.
A LA GUERRA, PURA Y DURA
Para que la sublevación tuvieseéxito era preciso que el gobierno nocortara sus preparativos. No lo hizo. Nose ha cerrado la discusiónhistoriográfica sobre las razones. Hayautores que le exculpan. Quien esto
escribe no pertenece a esa categoría. Enla primavera de 1936 la principalresponsabilidad de los dos gobiernosque asumieron la dirección de losasuntos públicos, presididosrespectivamente por Azaña y CasaresQuiroga, era anular la conspiración.Nunca faltaron las informaciones.Militares, políticos, policías,gobernadores civiles, socialistas,comunistas, anarquistas y republicanosmondos y lirondos, hicieron llegar a lasalturas noticias preocupantes. A medidaque transcurría el tiempo y sedensificaba la conspiración lasinformaciones se hicieron cada vez más
precisas. Rafael Cruz ha sido uno de losautores que ha reivindicado una políticaactiva gubernamental destinada adesactivar el golpe. Se tomaronmedidas. Ni fueron suficientes ni lasmás adecuadas.
La investigación ha puesto derelieve numerosos episodios quedemuestran lo que aparece comoincompetencia de los órganos rectoresdel Estado republicano y, confrecuencia, su frivolidad. Poco antes deque estallara la sublevación enMarruecos, la inteligencia militar, porejemplo, alertó a los mandos en elProtectorado sobre el peligro que
suponía la agitación de algunos cabosque tramaban nada menos que «uncomplot comunista». No captó sinembargo la conspiración real quellevaban preparando los militares deextrema derecha. Cuando llegó a Madridel primer telegrama que informaba de larebelión, Casares Quiroga se lo metió enel bolsillo de la chaqueta y se fue apresidir el Consejo de Ministros, queaquel día duró casi tres horas. Solo alfinal, y como quien no quiere la cosa,sacó el telegrama y se lo leyó a losdemás miembros del gobierno[143].
Una interpretación tradicional del«18 de Julio» siempre ha destacado que
el golpe no equivalió al estallido de laguerra civil. Se ha argumentado que encontra de las expectativas de muchos desus promotores (aunque quizá no detodos), no triunfó pero tampoco fracasó.El gobierno Giral armó al pueblo a ladesesperada. Esta medida ha sidoenormemente criticada, sobre todo porlos historiadores profranquistas. Seolvidan de las instrucciones de Molaque preveían desde el primer momentodotar de armamento a los voluntarios dederechas, formar guardias cívicas y, engeneral, incorporar a los civiles en lamayor medida posible (a la vez queliquidar a todos los sospechosos de
connivencia con el Frente Popular). Esdifícil pensar que sin tan arriesgadamedida como la de armar al pueblo elejército no se hubiese desplomadorápidamente. Uno de los últimos actosde Casares Quiroga estribó en dejarpreparada la disolución de las unidadesque se hubieran sublevado y en desligara los soldados de la obediencia a losmandos que se sumaran a larebelión[144].
Lo que puede afirmarse es que, en lamedida en que ni todo el ejército nitodas las fuerzas de seguridad secolapsaron como un castillo de naipes,los dos contrincantes quedaron un tanto
a la expectativa, con independencia dela rápida irradiación de los sublevadospor tierras andaluzas. Ahora bien, elmomentáneo equilibrio de fuerzas, si lohubo (y este es un tema que ha dadoorigen a discusiones sin cuento), serompió inmediatamente con la inserciónde los vectores internacionales en lapiel de toro. La imprevista ayuda nazi yla prevista italiana, unidas a lainhibición de las democracias contra laRepública (con el inmenso impactonegativo que produjo la actitudfrancesa), decidieron desde fechatemprana el curso de las operaciones.¿Quién se benefició esencialmente? El
general Francisco Franco. ¿Quiéncumplió las promesas hechas conantelación? Mussolini.
El tema ha quedado oscurecido porel desconocimiento de los contratosromanos. Lo que ocurre es que, pormotivos que todavía no estánsuficientemente contrastados, el anuncioprevio de la sublevación no llegó atiempo a Roma. De aquí que, como yahemos dicho, durante algunos díashubiese en la cúpula italiana unmomento de perplejidad (aunque nodemasiado largo). La noticia de larebelión del Ejército de África, enviadapor el SIM desde Tánger, no aclaró
suficientemente los motivos políticosque había detrás de ella e hizo apareceren lugar destacado el nombre de Franco,quien hasta entonces no había contactadocon Roma.
Mussolini, en cambio, tenía una idea(por muy maleable que fuese) respecto aqué hacer con los antirrepublicanosespañoles y, desde 1934, creía haberllegado a un acuerdo con los másimportantes, es decir, los militares, loscarlistas y los monárquicos. Habíaprometido su ayuda en persecución deintereses ideológicos y estratégicos. Nopor causa del temor al «peligrobolchevique», como mendazmente la
propaganda no tardó en afirmar poractiva y por pasiva.
Las cosas cambiaron no a peticiónde Franco sino por la llegada a Roma dela misión de Goicoechea y SainzRodríguez el 25 de julio. En esta fechaLuccardi transmitió también una peticiónurgente de Franco. Es muy interesante.El rebelde general se autoproyectó comoel auténtico líder de los rebeldes.Probablemente, tras la muerte enaccidente de Sanjurjo, ya se lo creía.Había intentado antes, aunque sinresultado, conectar con Roma. Habíaconectado con Berlín. Incluso enviadouna misión a la capital alemana de la
que algo se prometería. Tenía bajo sumando el Ejército de África. No habíahecho demasiado por trasladarlo a lapenínsula aunque algunas tropas yahabían desembarcado en ella y ayudadoa consolidar un espacio propio enAndalucía. Despreciaba a Queipo yentre los generales de divisiónsublevados, fracasado Goded enBarcelona, el único que quedaba,Cabanellas, era fácilmente reducible. Deaquí el sobredimensionado ego queaparece desde las primeras líneas deltelegrama de Luccardi:
De las ocho divisiones regionalesde España, cinco se han pasado a mi
bando: Galicia, Burgos, Valladolid,Zaragoza y Sevilla. Además, puedocontar con el apoyo de los líderes delas Baleares, de las Canarias, delprotectorado español en Marruecos yde Badajoz, que pertenece a la 1.ªDivisión. Dispongo de bases navalesen El Ferrol … El general Molaocupa la cuenca de la sierra deGuadarrama, donde está apostadoorganizando grandes contingentes devoluntarios; quiero reforzarlos contropas procedentes de Marruecos. Lacapacidad de resistencia es ilimitada.Dispongo de abundante material y tansólo necesito un máximo de: 12aviones para transporte, 12 paramisiones de reconocimiento, 10bombarderos, 1000 bombas deaviación de 100 kilos, 2000 bombas
de aviación de 50 kilos, 40ametralladoras de 13 o 25milímetros, aviones armados conametralladoras y la municiónadecuada. Asimismo es indispensablecontar, temporalmente, con 4 o 5barcos de transporte de unas 4000 o5000 toneladas. El aeródromo deMelilla está bajo mi mando. Con estematerial, puedo garantizar el éxito,aun cuando Francia continúe con elenvío de armas y munición alGobierno de Madrid[145].
Franco, pues, ya se situó en primeralínea. Dejemos de lado unas cuantasafirmaciones incorrectas (Badajoz,englobar a Menorca dentro del territoriobajo su control). Subrayemos, por el
contrario, el olvido de Queipo y elrelegamiento de Mola (mero general debrigada). Su deseo (aparente) de volaren su auxilio. Y, sobre todo, laspeticiones de material: partiendo de losdoce aviones de transporte, ahorasolicitaba por lo menos otros veintidós.Se quedó todavía por debajo de losapalabrados el 1 de julio, pero dejabaabierta la puerta a más, a gusto de lositalianos. Por ello suponemos que paraentonces ya sabría algo del admirableresultado de las gestiones en Roma. Sucobertura fueron los pretendidossuministros franceses a la República,que figuran en lugar prominente en las
comunicaciones entre los mandosrebeldes, pero que no respondían a larealidad. Incluso Mola llegó a hablar deentregas de gases tóxicos a losrepublicanos. Y los caracterizó: ¡losmuy canallas![146]
Naturalmente, hablar desobredimensionamiento del ego no esuna explicación demasiado científica. Esmás verosímil que Franco, que habíaestado tendiendo sus telas de araña enTenerife, se diera rápidamente cuenta deque para entonces dos circunstancias,una inesperada y otra previsible, habíanmodificado la situación radicalmente ensu favor. La primera fue el accidente
mortal de Sanjurjo, que le eliminabacomo cabeza de la sublevación ydebilitaba la posición de Mola. Lasegunda el fracaso esperado de Godeden Barcelona. Con ello se le abría unaventana de oportunidad única. Paraentonces nos parece harto verosímil queSangróniz (figura fundamental pero queha pasado un tanto desdibujada en lahistoria) le hubiese ya informado de loscontratos romanos. Ahí, en ellos, debiódivisar Franco su palanca fundamental.
Tampoco estará de más indicar que,si bien Franco no lo solicitóexpresamente, ya fueran los italianos olos asesores militares de los
monárquicos que prepararon loscontratos romanos, los preintervinientesfascistas se cuidaron mucho de que nofaltaran suministros de gasolina deaviación adecuada a los modernosaparatos previstos. Lo mismo hicieronlos alemanes. Las dos potencias, másfamiliarizadas que Franco con la guerramoderna, remitieron grandes volúmenesde gasolina etilada, que no existía enEspaña porque no la utilizaba ni laaviación militar ni la civil. Se conocetambién documentalmente que el TercerReich suministró grandes cantidades detetratilo (sic) de plomo que pudieranmezclarse con la gasolina normal
entonces para obtener el combustiblenecesario para los Junkers y losHeinkel. De aquí que los avionesitalianos y alemanes fuesen operativosdesde el primer momento. No ocurrióasí con los pocos que los francesesenviaron a los republicanos. Fue precisorealizar una misión que hubo de llegarhasta Léon Blum para convencer a losfranceses que sin ese tipo decombustible sus aparatos no podíanvolar. Con lo cual quedaron sin utilizardurante preciosas semanas. Obsérvesepor último que los aviones italianosprometidos no solo iban bien equipados,con frecuencia al completo, sino que
también se pensó en contratar al menosveinticinco motores de repuesto dediversos tipos, especialmente para lacaza, más los que se deriven del anejosegundo al cuarto contrato, que debieronser numerosos. Ello debió prolongar suvida activa, en el supuesto de que nofueran destruidos por la aviación o elfuego antiaéreo adversarios y pudieranrecuperarse en la propia retaguardia.Por no hablar de las larguísimas listasde piezas e instrumentos de recambioque se reproducen en el anexo.
Todo apunta, pues, a que fue lamisión Goicoechea/Sainz Rodríguez laque desbloqueó la apalabrada ayuda
italiana. Nosotros diferimos en estavaloración de numerosos autoresprevios que la han estudiadomonográficamente, ya sean Coverdale,ya Rovighi y Stefani. Heiberg se acercómás a la realidad al reconocer que«sigue siendo una incógnita cuánto sabíaMussolini, cuándo lo supo y por boca dequién» a la hora de acceder a laspeticiones españolas. Hoy, gracias a loscontratos romanos, la incógnita quedadespejada. Con independencia de que,tras el estallido de la sublevación,tuvieran efecto otros factores.
No hay que exagerar la influenciafrancesa que en la decisión de Mussolini
todavía preconizan algunos autores(sobre todo los que quieren oscurecer elpasado lo más posible). Heiberg hareconocido que el Duce «sabía … quelos suministros franceses no se habíanmaterializado»[147]. Lo cual eraabsolutamente cierto. La verdad es queMussolini tardó dos días más que Hitleren decidirse a favor de la ayuda. Cuandolo hizo fue teniendo en cuenta unosantecedentes que surtieron efectosoperativos tan pronto se despejaron lasincógnitas del «18 de Julio». Para elDuce el accidente de Sanjurjo no tuvoconsecuencias pero conviene recordaraquí, al afirmar esto, que su referencia
nunca había sido Franco[148].Como es sabido, la primera
expedición la constituyeron los doce SMapalabrados. Despegaron el 30 de juliodesde una base en Sicilia y tres nollegaron a Melilla. Dos se estrellaron enel mar y el tercero hubo de hacer unaterrizaje forzoso en el Marruecosfrancés. La ayuda secreta mussolinianasalió a la luz y, paradójicamente,contribuyó a reforzar la inhibiciónfrancesa. Sainz Rodríguez, instalado enRoma como enlace permanente con lasautoridades italianas, se apresuró aescribir a Ciano con abundantes dosisde vaselina.
Ante la noticia, desgraciadamenteconfirmada, de la pérdida de dosaviones y algunos tripulantes italianosen la última expedición aérea dirigidaal Marruecos español, me veo en eldeber de hacer llegar a V. E., con lasolemnidad que hoy me es posible, eltestimonio de mi más profundosentimiento. Estoy seguro que serácompartido cordialmente por elEjército español, por la Juntagubernativa de Burgos y por todos losbuenos patriotas que hoy batallan enEspaña con las armas en la mano parasalvar la personalidad histórica denuestra patria, tomando puesto en lalucha internacional en pro de lacivilización de Occidente, gloriosopatrimonio espiritual de nuestros dospueblos.
Esa sangre italiana derramada alacudir en auxilio de la Españaauténtica y eterna crea entre nosotrosla fraternidad de las armas. Nuestropueblo, más habituado al través de suhistoria a recibir agresiones queayudas, sabe agradecer este auxilioque Italia le ha prestado con unagenerosidad sin precedentes.
Roguemos a Dios por el alma delos caídos y esperemos de suProvidencia un triunfo final quepermita a la nación españolamostrarse digna de la ayuda recibida,con hechos, no con palabras[149].
Todo, como se ve, muy bonito. Silos doce SM obedecieron a loscompromisos previos, lo mismo puede
afirmarse de la mayor parte de loselementos auxiliares previstos en elprimer contrato, que partieron el díaanterior a los aviones rumbo a Melillael 27 de julio (según la contabilidad delMinisterio del Aire) a bordo del barcoMorandi. El que salieran antes puedeexplicarse por la lentitud de la travesía.La carga del Morandi se conoce desdeque la publicó Saz. Si la comparamoscon el anejo al contrato n.º 1 veremosque coincide básicamente en materia demuniciones y explosivos pero que huboajustes en los carburantes. Ello noobstante, el importe total en liras fue elmismo, tanto por lo que se refiere a los
aviones como a los diversos productos.La ligazón entre los primerossuministros italianos y loscomprometidos en el primer contratoqueda demostrada inequívocamente ymás allá de toda duda posible[150].
Ahora bien, a medida que pasaba eltiempo resultó evidente que no todos losenvíos podían hacerse a Franco. El 6 deagosto, de nuevo según el Ministerio delAire, un grupo de pilotos escogidos seembarcó en La Spezia en el mercanteEbro. Llevaba cinco CR 32, vehículosacorazados y material auxiliar, cerca detres toneladas[151]. En Cagliari, pormotivos de seguridad, cambió su nombre
a Aniene, con el que realizaríanumerosos viajes a España durante laguerra civil. Entró en Vigo en la nochedel 26 al 27. Imaginamos que Mola sepondría muy contento.
En la actualidad no es fácilreconstruir documentalmente el alivioque las primeras manifestaciones de laayuda extranjera representaron para lossublevados. Es posible intuir algo deello si recordamos que ya el 19 de julioun Franco desesperado reclamó conurgencia a Queipo de Llano (!) que leenviara un trimotor a Tetuán y doshidros a Ceuta. Dos días despuéssolicitó dos aviones de caza. Queipo,
que no nadaba precisamente en laabundancia, aceptó pero los aparatos nollegaron. El 24 Franco aceptósupercomplacido el ofrecimiento deotros dos hidros que le hizo el jefe de labase naval de Pontevedra. Harían escalaen Lisboa antes de proseguir a Cádiz.
Cuando a Mola los republicanos lederribaron dos aviones, solicitóurgentemente aparatos modernos ybombas de 11 kilos, señal quizá de queno se disponía de otras más potentes.Para entonces ya había empezado arecibir algunas remesas de Portugal.Queipo, por su parte, no se andabacorto. Terminó recibiendo bombas de
100 kilos de Portugal y avisó que, encuanto fuera posible, se bombardearíanGetafe y Barajas desde Sevilla. Lasituación era tan tensa en cuanto amaterial que algunas operacionesproyectadas no pudieron efectuarse tanpronto como se averiaron los avionesque debían llevarlas a cabo.
Es decir, hubo un periodo deevidentes apuros. Los sublevadosposiblemente no hubieran podidoresolver por sí mismos la situacióndejados a sus propias fuerzas. Lallegada de aviones extranjeros,alemanes e italianos, provocó unrespiro. Franco ya se sintió con ánimo el
5 de agosto para pedir a Kindelán queenviase a Mola un aparato cargado dematerial de guerra y tres SM. Mola,angustiadísimo, le había informado quesolo contaba con 15 Breguet, de loscuales tres estaban desplegados enZaragoza y otros inutilizados.
En el Archivo General Militar deÁvila se conservan copias de algunos delos telegramas cruzados entonces entrelos generales sublevados. Hubocoordinación entre ellos inmediatamentedespués del golpe y esta coordinación seacentuó progresivamente. El 3 de agostose elevó un informe a la Junta deDefensa Nacional en el que se reflejaba
el estado de la cuestión en materia degestiones para adquirir aviones endiversos países. Contenía detallesimportantes. Por ejemplo que el Consejode Ministros británico había aprobadouna exportación de aviones civiles a lossublevados, consignados a Portugal, sibien había prescrito una ruta para evitarque pudiera salir a la luz su destinoúltimo. No pudo realizarse en unaprimera tacada porque las autoridadesfrancesas lo habían impedido ya que eranecesario que repostasen en Burdeos.
Con respecto a los aviones italianosya había llegado una primera remesa yse esperaba otra en los siguientes días,
lo cual tuvo lugar. Sobre los alemanes,el informe se deshizo en elogios de losHeinkel, rápidos y magníficos. Kindelánhabía manifestado su buena disposiciónpor abastecer a Mola. Todo ello iríasucediendo a lo largo de agosto, con unaparticularidad. Los alemanes dejaronclaro ante Mola que el armamento querecibiera sería a través de Franco. Conello, el general al frente del Ejército deÁfrica se vio ungido con la varitamágica de los dictadores nazi y fascista.El camino para su vertiginoso ascensohacia el poder quedó expedito[152]. Molase plegó. Empezaba una nueva etapa,imprevista para la mayor parte de los
conspiradores.
CONCLUSIONES
Es deber del historiador contrastarsus tesis hasta el límite en su incesantetarea de regarder derrière les faits. Unatesis contrastada es siempre mejor queuna hipótesis o una especulación.También es más difícil de conseguir.
Por lo que antecede resultaabrumadoramente obvio que lapreparación de la conspiración quedesembocó en el «18 de Julio» no puedesepararse en lo más mínimo, ni un
milímetro y en ningún momento, delfavorable entorno fascista que rodeaba aEspaña. El vector fascista estuvosiempre presente, durante todos y cadauno de los años republicanos. Empezó aarrojar una sombra ominosa sobre laRepública desde el mismo momento desu instauración, como muestran los«aforismos» mussolinianos analizadosexhaustivamente por Heiberg. Se activó,sin resultados espectaculares, en elsurco del fracaso de la «Sanjurjada».Fue sin embargo solo un compás deespera aparente. Incluso en los añostreinta preparar una agresión en todaregla en Europa occidental (no en
África) contra un Estado soberano noera asunto fácil. España tampoco eraAlbania; 1936 no era 1939. Mussolinitodavía no estaba ligado a Hitler.
Hubo una lógica clara en la políticade Mussolini hacia la República. Lacreación y desarrollo de redes deinteligencia. La proliferación decontactos con representantes de losgrupos antirrepublicanos más extremos(carlistas, monárquicos, militaresultrarreaccionarios) dispuestos aaceptar, ¡patriotas!, ayuda extranjera acualquier precio. El salto cualitativo delacuerdo de 31 de marzo de 1934, tanfrecuentemente desfigurado. La
financiación a lo que pasaba por ser elmás novedoso y excitable partidofascista español de la época. Señalestodas que apuntaban inequívocamente enuna sola y única dirección.
En puridad cabría decir que, con losconspiradores españoles en situación dedemandantes, patéticos o no patéticos, lainiciativa correspondió siempre a lositalianos. Obviamente se movieron enfunción de sus propias concepcionesestratégicas y tácticas. Las armas deprocedencia extranjera prometidas en1934, por ejemplo, se entregaron solo enuna mínima parte, bien por un exceso dedificultades logísticas, bien por
precaución, bien porque tras la«revolución de octubre» la situaciónespañola había virado netamente haciala derecha, bien porque Abisinia exigíatoda la atención del Duce.
Tras las elecciones del FrentePopular la situación cambió de nuevo.Las peticiones de los conspiradores sehicieron más intensas. Si es cierto queya contaban con medio millón de libras,cortesía de Juan March, tenían algosólido que poner en la mesa. Si nocontaban con él, tenían al menospromesas. En cualquier caso en estaocasión el momento internacional erainfinitamente más propicio. Mussolini
había experimentado un ciertoaislamiento derivado de la aventuraabisinia aunque, en términos prácticos,había sido fácilmente contenible. Asíque, tranquilo, en el Palazzo Veneziavolvió a las andadas y, en esta ocasión,dio la luz verde para ir más allá. Conello se entró en una fase técnica previa.Es imposible exagerar su significación.Intervenciones extranjeras en Españahabía habido en los siglos XVII, XVIII yXIX. A veces en el marco de políticas dealianzas. En otras al amparo de una másque dudosa «legalidad» (invasiónnapoleónica, los «cien mil hijos de SanLuis»).
Lo que Mussolini preparó en laprimavera de 1936 fue algo muydiferente. Con elementos técnicosmodernos, no muy abundantes pero símuy eficaces, el Impero fascista tendíasus redes hacia el Oeste en Europa y nodudaba en ofrecer su ayuda, bienretribuida por cierto, para promover undrástico cambio político en España. Nopor amor al arte. Tampoco en unmomento de excitación.
No se ha puesto lo suficientementede relieve que, medida por el criteriodel apoyo al cambio interno en España,el éxito más rotundo acompañó a laaventura mussoliniana. Otra cosa es que
como la implementación de todoproyecto casi siempre choca con el durocontacto con la realidad, el resultadofinal no fuese el previsto.
Los historiadores franquistas yconservadores han fantaseado siempre, yalgunos siguen fantaseando, sobre elpapel del PCE, único de entre laizquierda que tenía poderosasconexiones internacionales vía laKomintern. De ahí su caracterización deapátrida o de «vendido» a interesesextranjeros. La reconstrucción de lasrelaciones del PCE con la InternacionalComunista, iniciada por Antonio Elorzay Marta Bizcarrondo hace ahora más de
diez años y seguida por muchos otrosautores, ha situado su tenor en su estrictocontexto. La Komintern, a partir de suVII Congreso en 1935, no preconizó larevolución en España, como se analizaen otro capítulo de la presente obra.Ello contrasta con la derechamonárquica radicalizada, que desde elprimer momento había amamantadocontactos políticos, diplomáticos yfinancieros con quienes podían ayudarla,esencialmente la potencia fascistaasentada: Italia. Hay una notableasimetría en el juego de haces foráneosque cayeron sobre quienes soportaron eloprobio y sobre quienes se salieron de
rositas en la guerra y bajo el franquismo.Esto nos lleva a una afirmación que
quizá sorprenda a más de un lector. Elcaso que hemos analizado en estetrabajo responde a las característicaspropias del concepto psicoanalítico dela «proyección». Los sublevados y mástarde la «historietografía» que generaronachacaron a sus adversarios conductas ycomportamientos que fueron los propios.Ello se demuestra en otros casos muyreconocidos como Paracuellos oGernika, la disminución en lo posible dela ayuda recibida de Hitler y, sobre todode Mussolini, a la vez que sehipertrofiaba la atribuida a la Unión
Soviética a favor de la República. Soloel recurso a la evidencia primariarelevante de época y la interrogaciónciblée de los documentos permitenrevelar la masa de engaños y mentirasque subyacen a tales construccionesideológicas.
Por el lado republicano, y mientrasno se demuestre lo contrario, todo hacepensar que las autoridades semantuvieron en la luna en relación conel vector italiano. Ni siquiera elagregado aéreo en Roma, IgnacioHidalgo de Cisneros, detectó lo másmínimo. Su sucesor actuó en el periodode calma de 1935. La pobre República
española, en el peligroso mundo de laentreguerra, no vio la necesidad deadaptar su orgullosa soledadinternacional, apegada a los yadevaluados principios de la Sociedad deNaciones. Por razones internas tampocohubiera podido hacerlo. Con todo, yaunque sea duro reconocerlo, no hubobuenos estrategas en política exterior yde seguridad entre las cabezas rectorasde la experiencia republicana ni por elcentro ni por la izquierda. Afirmaciónque, sin duda, levantará en armas a másde algún historiador simpatizante conambos. A lo que se llegó fue a lagesticulación antifascista, llamativa pero
poco operativa. Quizá incluso ofensivapara el Duce.
Esta gesticulación adoptó uncarácter permanente desde losacontecimientos de Alemania y Austriahasta la malhadada «revolución deoctubre». Recordemos, sin embargo, quefue totalmente irrelevante a los efectosde favorecer el que se tejiera una mallade la conspiración que con el acuerdode marzo de 1934 ya empezaba a dar elpaso de no retorno. Un «pequeño»detalle que suelen olvidar loshistoriadores profranquistas yneoconservadores, esos que dicenescribir «historia científica».
Es obvio que no todos los militaresque se sublevaron en julio de 1936pensaban en lanzarse a una guerra. Peroen la cúpula, creemos que sí se pensó. Opor lo menos que se estuvo dispuesto acorrer tal riesgo. Lo mismo ocurría en latrama civil, particularmente entre losmonárquicos y los carlistas. Estas tesisse contraponen a una masivahistoriografía que pretende lo contrario.Alguien tendrá que explicar, sinembargo, por qué el sector monárquicocontaba ya con varias docenas deaviones muy modernos antes del golpe.Pensar que cazas, transportes,bombarderos e hidroaviones, pilotos,
mecánicos y bombas, cartuchos, motoresy piezas de repuesto y la gasolinaadecuada se contrataron pour la bonneforme sería cerrar los ojos a laevidencia.
La guerra (aunque no necesariamentede casi tres años) era pensable porquelos conspiradores identificaron lo queestaba en juego con claridad. Políticosmonárquicos, católicos y reaccionarios(exaltados aún en la actualidad enciertos círculos) quisieron parar el relojde la evolución. Les molestaban lasreformas religiosas, culturales,educativas, territoriales, sociales ylaborales puestas en marcha, a
trompicones, durante el primer bienio.Como ya advirtió el embajador británicoen Madrid, sir George Grahame, era lomínimo que cabía hacer para poner aEspaña a la hora de la Europa liberal(léase Francia y el Reino Unido)después de tanto tiempo perdido. Perotal asalto a los bastiones del podereconómico y social establecido lohipertrofió la derecha española, que nohabía entrado del todo todavía en laEuropa occidental del siglo XX en la quelos elementos más liberales y lossocialistas siempre se habían mirado.Hay, por supuesto, otra forma deexplicarlo que hace ya muchos años y
con otra metodología demostró elañorado Manuel Tuñón de Lara.
Los militares, retirados o en activo,con una lectura política hipersimplistade la situación, aunque perfectamenteexplicable como se analiza en otroscapítulos de la presente obra, empujarona la acción y un sector de la trama civilse puso casi de forma automática en elprimer tiempo del saludo. ¡Cómo decirno a quienes estaban dispuestos asacarles las castañas del fuego! Tras laselecciones de 1936, las últimas de lademocracia y que todavía siguen siendodenostadas por ciertos autores, loscontratos romanos se concluyeron con la
necesaria garantía financiera aportadapor March. Los intereses políticos eideológicos italianos se vieronreflejados en las últimas, y no siemprecomprendidas en lo que había detrás,posturas de José Calvo Sotelo. Desdeeste momento, Mussolini supo que habíallegado el momento. No solo porconsideraciones bilaterales sino tambiénporque encajaba como un guante en elmarco de su progresivo acercamiento aHitler de cara a las aventuras del futuro.Desde antes del «18 de julio» eleventual conflicto español tenía suinternacionalización preprogramada.En definitiva, es inexacto afirmar,
como sigue haciéndolo unahistoriografía masiva de casi todos loscolores y procedencias, que la guerraobedeció a factores puramenteespañoles.
Ahora bien, la República, bien quemal, aguantó el golpe pero el carácteragresivo de la «ayudita», previa oespontánea, en los casos de las dospotencias fascistas se demuestra en queen ningún momento ni Mussolini niHitler consideraron la menorposibilidad de echar marcha atrás.Aunque no habían actuado de consunoantes del «18 de Julio» (cuyapreparación a Hitler le había tenido sin
cuidado) sus intereses geopolíticos ygeoestratégicos eran lo suficientementecompatibles como para que los dosdictadores juntaran esfuerzos. Enpuridad, la «brutal amistad» entreambos, que tan gráficamente analizó sirWilliam Deakin, no tardó un minuto engerminar en tierras de España. Cuandolos italianos estaban disponiéndose acumplimentar el segundo y el tercercontrato romano, los jefes del SIM y dela Abwehr, empezaron a ponerse deacuerdo en materia de intercambio deinformación y de ayuda. Algo nosubrayado lo suficiente.
Por parte española, a lo largo de
todo el franquismo, sobre todo en superiodo más hermético y cerrado alexterior, se oscureció todo lo que habíaocurrido. Se cerraron archivos a cal ycanto (residuos de tal actitud subsistenen la actualidad), se eliminaron papeles,se tendieron pistas falsas, se toleró(gracias a la gentileza de la censura) ladifusión de las afirmaciones másabsurdas. Todavía se encuentran en granmedida en ciertos círculos de«irreductibles» y en un sector de laopinión pública. Sin embargo, nuncalogró el aparato de censura ypropaganda de la dictadura echar portierra los conceptos fundamentales que
se estructuraron, hace cincuenta años, enEl mito de la cruzada de Franco, deHerbert. R. Southworth, tan sugerentehoy como lo fue ayer[153]. Los intentos«modernizadores» efectuados en losaños sesenta por el director general deCultura Popular del Ministerio de(Des)información y Turismo y, enrealidad, uno de los últimos jefes de lacensura, Ricardo de la Cierva, fueronpenosos. Sin olvidar que también seopuso virilmente a inventados ydisparatados planes de la KGB (!!!)para hacerse con el control de lascátedras de Historia Contemporánea deEspaña. Naturalmente, todos sus
esfuerzos quedaron en agua deborrajas[154]. Ello no obstante, la simparFundación Nacional Francisco Francocontinúa refugiándose tenazmente tras su«autoridad» científica y académica.
Las razones de tan sistemáticooscurecimiento son complejas y nopodemos entrar en ellas aquí. Baste conseñalar que en el plano meramenteoperativo era algo imposible de tolerarpara el régimen de Franco el quepudiera divulgarse la noción de que laayuda mussoliniana estabapreprogramada de cara al «GloriosoMovimiento Nacional». Periodistasmentirosos e hipervenales, académicos
complacientes o carreristas, militaresideologizados, delirantes clérigos de la«Cruzada» y policías políticos metidosa «historiadores» de medio pelotrenzaron un canon cerrado en sí mismoy sin posibilidad de contrastación con laevidencia primaria. Lo defendieron consingular fiereza, «prietas las filas, recioel ademán». Fue una manifestación másdel propósito de aplastamiento no solofísico sino también moral e intelectualde la «anti-España». Como ya lo habíaintentado, vanamente, con la «anti-Francia» aquella ignominia de régimenque fue Vichy, apoyado por una variadapaleta de antimarxistas, nazis y
maurrasianos. En ninguno de los doscasos se logró.
Menos aún era tolerable que losmonárquicos alfonsinos pudieran escalarpeldaños hacia la «gloria»: hay famasque matan y esta habría sido una deellas. Salpicaba a demasiadosprohombres. A Goicoechea. A SainzRodríguez. A Calvo Sotelo [155]. Al restode la trama, entre la cual figuró unaparte de lo más arriscado de la noblezaespañola y sus portavoces oportaintereses económicos, políticos eintelectuales, comprados a precio desaldo. A Juan March, cuya actividadconcreta en aquellas semanas de la
primavera de 1936 todavía no estásuficientemente aclarada.
En la transición subsistió eloscurecimiento. Los irreductibles del«búnker», con las filas mucho másprietas y recias, el pistolerismo negrodesatado y la gesticulación poderosa,debieron aceptar, ¡qué remedio!, la«instauración» de la monarquíasiguiendo los deseos de Francoplasmados en algunas de sus inefables«Leyes fundamentales». Con todo, elnuevo rey se preocupó de ganarrápidamente otros títulos, lospresentables, de auténtica legitimidad.Cabría pensar que en tal sentido no solo
se burló objetivamente de Franco sinotambién del anacronismo que ya en losaños republicanos había representado suaugusto abuelo. La conexión con laEuropa liberal no pudo cerrarseentonces. Hubo que esperar a quetranscurrieran más de cuarenta años dedictadura hasta que se reiniciara. Pocosson los que echan hoy con añoranza lamirada a los años sombríos o pretendenbatirse por ellos. Solo un puñado deautores es incapaz de desprenderse delos prejuicios del pasado. En otroscapítulos de la presente obra se hace unrepaso de la situación.
Hoy no hay por qué tener prevención
alguna. Los hechos son los hechos.Pueden interpretarse, hasta cierto punto,de forma diversa. Pero nuncanegándolos, trivializándolos otergiversándolos (en lo que la literaturaprofranquista española y extranjeramuestra tan innobles como numerososejemplos, algunos recientísimos). Sinduda en archivos privados hasta ahorainaccesibles se encontrarán másdocumentos que alumbren nuevasparcelas de la conspiración del «18 deJulio».
En las páginas anteriores hemosrealizado un primer intento parailuminar el reflejo operativo de la
previa connivencia fascista con lainsurrección. El autor se sentiría muysatisfecho si otros historiadores,españoles o extranjeros, pudieranretomar los hilos de la argumentaciónallí donde él los ha dejado y avanzar enun terreno hasta ahora sustraído alconocimiento de los ciudadanos. Porrespeto al principio inmanente debúsqueda de la verdad y por la dignidadde la auténtica historiografía crítica.
Una apostilla final: en lasdiscusiones y batallas burocráticas quese encendieron en el Foreign Officesobre la guerra civil surgió como armaarrojadiza la cuestión del apoyo italiano
a Franco. Frente a los conservadores,que creían a pie juntillas en lasempiterna amenaza bolchevique yexplicaban la intervención italiana comoreacción a la misma, se levantaron unascuantas voces lideradas a niveloperativo por el director general delDepartamento del Norte y eminentesovietólogo Lawrence Collier. Siemprenegó tal amenaza y en ocasiones indicóque la ayuda italiana a Francoprobablemente precedió al estallido delconflicto.
No conozco ningún estudiomonográfico sobre Collier. Su enfoqueno encajaba en el pensamiento único del
momento, y su carrera durante laSegunda Guerra Mundial y después nofue demasiado brillante. Inconvenientesde tener razón avant la lettre y de no sersuficientemente «flexible» (léasesicofante). Sería interesante comprobarsus fuentes. Probablemente procedían delos medios del servicio de inteligencia,todavía cerrados a cal y canto a lainvestigación para el periodo de laguerra civil. Una pena, porque debenguardar muchas sorpresas. Una de lasmás curiosas: entre los papeles privadosde Samuel Hoare (lord Templewood),jefe de estación de la inteligencia militaren Roma, se ha encontrado evidencia a
tenor de la cual había reclutado comoinformante en 1917 a un joven yprometedor periodista. El estipendiosemanal que se le atribuyó, cien librasesterlinas, no era entonces una frusleríay le ayudó a lanzar un movimientopolítico[156]. ¿De quién se trataba? Nadamenos que del propio Benito Mussolini.Es difícil que el Duce hubiese olvidadotales antecedentes al financiar a Primode Rivera años más tarde. Pero entoncesya no apostaba a fondo por los fascistasespañoles sino, esencialmente, por losmonárquicos. La apuesta, en principio,debió parecerle mejor y, caso de nohaber muerto Sanjurjo, probablemente lo
hubiera sido.
Los contratosromanos
Contrato n.º 1[1]
El año mil novecientos treinta y seis,a primero de julio de 1936[2], en Roma,entre la empresa SIAI, representadalegalmente por el Sr. IngenieroComendador Luigi Capè, y el Sr. D.Pedro Sainz Rodríguez, se conviene yestipula lo siguiente:
Artículo 1.ºLa empresa Società Idrovolanti Alta
Italia vende al citado Sr. D. Pedro SainzRodríguez, que los adquiere, 12aparatos tipo S. 81, así como los
materiales que se detallanespecíficamente en la lista aneja n.º 1.
El Sr. D. Pedro Sainz Rodríguezadquiere tanto los aparatos mencionadoscomo los demás materiales en el estadoen que se encuentran y, por consiguiente,las partes renuncian expresamente a todoensayo de funcionamiento destinado acomprobar las características técnicasde los propios materiales.
Artículo 2.ºEl precio de los aparatos, incluidos
todos los equipamientos y accesoriosdescritos en la lista aneja n.º 2, quedafijado en la cantidad de 14 400 000 L y
el precio de los demás materiales en lacantidad de 1 846 750.55 L.
Por consiguiente, el importe delpresente contrato queda fijado en 16 246 750,55 L.
Artículo 3.ºLos aparatos mencionados en el
artículo anterior se entregarán alcomprador no más tarde del 31 de juliode 1936.
Los demás materiales se entregaránal comprador mencionado no más tardedel día 31 de julio de 1936.
Artículo 4.ºLa empresa vendedora garantiza los
aparatos objeto del presente contravicios de construcción y defectos de lasmaterias primas por un periodo de tresmeses y ofrece asimismo garantía alcomprador frente a toda acción opretensión de terceros por derechos depropiedad industrial.
Artículo 5.ºEl pago de las cantidades previstas
en el artículo tercero[3] del presentecontrato se efectuará inmediatamentedespués del suministro de los aparatos yde los demás materiales, en dos actosseparados o en un acto único si losaparatos y los materiales se suministran
conjuntamente.El pago se realizará en liras
italianas.
Artículo 6.ºTodos los gastos inherentes a la
estipulación del presente acto, al quehemos dado forma comercial, correránpor cuenta de [en blanco].
Roma, 1.º de julio de 1936[4].
Contrato n.º 2
El año mil novecientos treinta y seis,a primero de julio de 1936[8], en Roma,entre la Società Idrovolanti Alta Italia,representada legalmente por el Sr.Ingeniero Comendador D. Luigi Capè, yel Sr. D. Pedro Sainz Rodríguez, seconviene y estipula lo siguiente:
Artículo 1.ºLa empresa Società Idrovolanti Alta
Italia vende al citado Sr. D. Pedro SainzRodríguez, que los adquiere, losmateriales que se detallan
específicamente en las listas anejas n.º1, 2 y 3.
El Sr. D. Pedro Sainz Rodríguezadquiere los materiales citados en elestado en que se encuentran y, porconsiguiente, las partes renuncianexpresamente a todo ensayo defuncionamiento destinado a comprobarlas características técnicas de lospropios materiales.
Artículo 2.ºEl precio de los materiales descritos
en las listas anejas n.º 1, 2 y 3 quedafijado en la cantidad total de 15 167 225,85 L.
Por consiguiente, el importe delpresente contrato queda fijado en 15 167 225,85 L.
Artículo 3.ºLos materiales mencionados en el
artículo anterior se entregarán alcomprador no más tarde del 31 deagosto de 1936.
Artículo 4.ºLa empresa vendedora garantiza los
materiales objeto del presente contravicios de construcción y defectos de lasmaterias primas por un periodo de tresmeses y ofrece asimismo garantía alcomprador frente a toda acción o
pretensión de terceros por derechos depropiedad industrial.
Artículo 5.ºEl pago de las cantidades previstas
en el artículo tercero[9] del presentecontrato se efectuará en liras italianasinmediatamente después de la entrega.
Artículo 6.ºTodos los gastos inherentes a la
estipulación del presente acto, al quehemos dado forma comercial, correránpor cuenta de… [en blanco].
Roma, 1.º de julio de 1936.
Contrato n.º 3
El año mil novecientos treinta y seis,a día primero del mes de julio, en Roma,entre la empresa Società AnonimaIdrovolanti Alta Italia, representadalegalmente por el Sr. IngenieroComendador D. Luigi Capè, y el Sr. D.Pedro Sainz Rodríguez, se conviene yestipula lo siguiente:
Artículo 1.ºLa empresa Società Idrovolanti Alta
Italia vende al citado Sr. D. Pedro SainzRodríguez, que los adquiere:
3 aparatos modelo Cr 323 aparatos modelo M 41
así como los demás materiales que sedetallan específicamente en la listaaneja n.º 1.
El Sr. D. Pedro Sainz Rodríguezadquiere los aparatos y los demásmateriales citados en el estado en que seencuentran y, por consiguiente, laspartes renuncian expresamente a todoensayo de funcionamiento destinado acomprobar las características técnicasde los propios materiales.
Artículo 2.ºEl precio de los materiales descritos
en la lista aneja n.º 2 queda fijado en lacantidad de 2 257 210,=.
Por consiguiente, el importe delpresente contrato queda fijado en 2 257 210 L.
Artículo 3.ºLos aparatos y materiales
mencionados en el artículo anterior seentregarán al comprador no más tardedel día 31 de agosto de 1936.
Artículo 4.ºLa empresa vendedora garantiza los
materiales objeto del presente contravicios de construcción y defectos de lasmaterias primas por un periodo de tresmeses y ofrece asimismo garantía alcomprador frente a toda acción opretensión de terceros por derechos depropiedad industrial.
Artículo 5.º
El pago de las cantidades previstasen el artículo tercero[10] del presentecontrato se efectuará inmediatamentedespués de la entrega de los aparatos ydemás materiales.
El pago se realizará en lirasitalianas.
Artículo 6.ºTodos los gastos inherentes a la
estipulación del presente acto, al quehemos dado forma comercial, correránpor cuenta de… (en blanco).
Roma, 1.º de julio de 1936.
Contrato n.º 4
El año mil novecientos treinta y seis,a primero de julio, en Roma, entre laempresa Società Idrovolanti Alta Italia,representada legalmente por el Sr.Comendador Ingeniero D. Luigi Capè, yel Sr. D. Pedro Sainz Rodríguez, seconviene y estipula lo siguiente:
Artículo 1.ºLa empresa Società Idrovolanti Alta
Italia vende al citado Sr. D. Pedro SainzRodríguez, que los adquiere, tresaparatos modelo S. 81, además de los
materiales que se detallanespecíficamente en la lista aneja n.º 1.
El Sr. D. Pedro Sainz Rodríguezadquiere los materiales citados en elestado en que se encuentran y, porconsiguiente, las partes renuncianexpresamente a todo ensayo defuncionamiento destinado a comprobarlas características técnicas de losmateriales.
Artículo 2.ºEl precio de los aparatos con todos
los equipamientos y materiales descritosen la lista aneja n.º 2 queda fijado en lacantidad de 3 600 000 L. y el precio de
los materiales en la cantidad de 2 015 689,97 liras.
Por consiguiente, el importe delpresente contrato queda fijado en 5 615 689,07 L.
Artículo 3.ºLos aparatos mencionados en el
artículo anterior se entregarán alcomprador no más tarde del 31 deagosto de 1936.
Los demás materiales se entregaránal comprador no más tarde del 31 deagosto de 1936.
Artículo 4.ºLa empresa vendedora garantiza los
materiales objeto del presente contravicios de construcción y defectos de lasmaterias primas por un periodo de tresmeses y ofrece asimismo garantía alcomprador frente a toda acción opretensión de terceros por derechos depropiedad industrial.
Artículo 5.ºEl pago de las cantidades previstas
en el artículo tercero[11] del presentecontrato se realizará inmediatamentedespués de la entrega de los aparatos ode los demás materiales en dos actosseparados o en uno solo, si los aparatosy materiales se entregan conjuntamente.
El pago se efectuará en lirasitalianas.
Artículo 6.ºTodos los gastos inherentes a la
estipulación del presente acto, al quehemos dado forma comercial, correránpor cuenta de… (en blanco).
Roma, 1.º de julio de 1936.
Lista n.º 2
3 motores Alfa Romeo 125 R. C. omodelo similar
1 motor de arranque
1 serie completa de instrumentos para elcontrol de los motores
1 serie completa de instrumentos para elcontrol de la navegación aérea
1 radiogoniómetro
1 instalación de luz eléctrica completa
1 puesto emisor y receptor deradiotelegrafía
1 extintor
5 ametralladoras de pequeño calibre
N. B.: Los instrumentos anteriorescorresponden a cada uno de los aparatos
[Este documento, que como se ve tieneun formato diferente de los anteriores,también va firmado por Pedro SainzRodríguez].
R
3
Una izquierda enbusca de la revolución
[El fracaso de lasegunda revolución]
Julio ArósteguiUniversidad Complutense de Madrid
EVOLUCIÓN ES, POSIBLEMENTE, eltérmino más distintivo y, sin
disputa, el de contenido semántico máscomplejo, del lenguaje político españolen los años treinta del siglo XX. Solo sulógica antinomia, la contrarrevolución,podría ser considerada con un nivel derelevancia equiparable. Cuando acababael primer tercio del siglo XX, la palabrarevolución, sujeta a continuadasalteraciones y expansionesconceptuales,[1] recogía en sussignificados viejas peculiaridades dellenguaje de la política y los proyectossociales que podían remontarse a lasformulaciones aparecidas en elcomienzo de la revolución liberal enEspaña. Ya el conde de Toreno había
hablado del «alzamiento, guerra yrevolución» de España al historiar elmovimiento que se abrió en 1808. La«revolución española» hacía referenciadirecta al desmantelamiento del AntiguoRégimen y la expresión se mantuvounida siempre al avance histórico delliberalismo progresista. Tras el hechoseminal de Cádiz, la construcciónrevolucionaria mantuvo su identificacióncon todos aquellos impulsos yacontecimientos que pretendieronprofundizar en la instauración de unosnuevos órdenes político ysocioeconómico. La revoluciónespañola, proceso en amplio plazo, se
precipita en 1820, 1848 y 1855 y,especialmente en 1868, en que seautoproclama con el adjetivo de«gloriosa».
Pero es en el siglo XX ya cuando a laaltura de 1917 los sucesos«revolucionarios» consagraron unsignificado de la revolución con todoslos caracteres de un efectivo cambio ensu semántica vigente aún hoy. Lareorientación se operó no solo por lascondiciones internas españolas, sino porla notable impronta internacional en laque la acción revolucionaria adquiere unnuevo carácter. Obviamente, el granreferente fue la Revolución Soviética.
En definitiva, la revolución de laburguesía, sin dejar de estar presente enel horizonte lingüístico de la política yde ser una propuesta efectiva, vacediendo protagonismo ante la presenciade un impulso revolucionario delmovimiento proletario.
La expansión del bolchevismo y lacrisis de la monarquía españolamultiplicarían aún las complejidades yel espectro de las propuestasrevolucionarias. La historia completa dela década de los treinta, enfocada en laperspectiva global del periodo, únicaverdaderamente explicativa, permitecontemplar la amplitud y la
heterogeneidad del proyectorevolucionario según el discursoemitido. Y, justamente, en la semánticapolítica de la revolución se abre paso laidea de confrontación radical por cuantofrente a ella cobra cuerpo con potenciacreciente —si bien estaba ya presente enel último cuarto del siglo XIX— elmovimiento antitético en el escenario deun conflicto social creciente también: laaspiración revolucionaria. Que seconfrontará en una dialéctica permanentecon la contrapropuesta más o menossimétrica: la contrarrevolución.
En el lenguaje de los grupossometidos a una dominación secular, la
revolución «popular» o de «las clasessubordinadas» resumía las expectativashistóricas de una extensa masa de lapoblación en relación con lareclamación de un cambio social real yperentorio, en el corto plazo, que unarevolución liberal, democrático-burguesa —cuya consumación enEspaña se niega erróneamente desdealgunas de esas proposicionesrevolucionarias nuevas— no habíaresuelto, persistiendo problemas ydesequilibrios ancestrales. Larevolución aparecía en muchasocasiones como panacea en larectificación de una historia secular de
opresión e injusticias mantenida por unaférrea oligarquía surgida precisamentede la forma concreta de realización enEspaña de esa revolución liberaldecimonónica. La revolución seconvertiría así en el mecanismo decambio social por excelencia y, paraalgunos, insustituible. La naturaleza y laduración de tal cambio, se entendía, noobstante, con alcance diverso según loslenguajes revolucionarios particulares.
Naturalmente, desde el otro ángulodel problema, la presencia y alcance deesas aspiraciones revolucionarias en losaños treinta en España o, si se adopta unpunto de vista europeo, en las dos
décadas de entreguerras, tenían para lospropios grupos dominantes el sentido deuna amenaza efectiva para lareproducción del orden social.[2] Deesta forma, la dialéctica revolución/contrarrevolución adquiere nuevasdimensiones e instrumenta nuevasformas de acción —nuevas ideologías ynuevas organizaciones que las sirven—.Se ha hablado así de una «derecharevolucionaria», por ejemplo.[3] Lamovilidad de las nuevas ideologíaspodía admitir la entrada en juego de una«revolución conservadora» comorectificación del capitalismo. En todocaso, su presencia era insoslayable…
Ambos términos, revolución ycontrarrevolución, y suscorrespondientes horizontes einstrumentaciones, no eran, porsupuesto, los únicos ofrecidos en laconfrontación política y social quepresidió la historia de los años treinta.
La confrontación entretransformación drástica del orden socialo su conservación a toda costa sedesarrolló muchas veces, aunque nosiempre, en el seno de democraciasrepresentativas formalmenteconstituidas. Las democraciasparlamentarias fueron, en todo caso, elsistema político destinado a recibir los
mayores embates a la hora de la crisis ydiscusión del sistema. Con respecto alequilibrio del orden social, cuando lacrisis económica —la crisis final delcapitalismo, según el pensamiento de laintelligentzia comunista— estaba en sumomento álgido, la burguesíademocrática podía hablar dereformismo, intervencionismo,parlamentarismo o pactismo. En ellenguaje de los grupos extremos,afectados por la fascistización o laproletarización, cuando menos, laresolución decisiva de lascontradicciones sociales no se esperaba,por el contrario, sino de la puesta en
marcha de una de las dos estrategias másradicales.
En este momento de crisis histórica,en el tránsito entre las décadas de losveinte y los treinta, sobre el fondo de lacrisis real de las democracias avanzadasde Occidente, la instauración de laRepública en España, movimiento deorigen social ligado a las expectativasde la pequeña burguesía y del«proletariado organizado» —según laconocida expresión cara a lossocialistas—, fue generalmenteentendida como revolución y no otrotipo de proceso.[4] Para el obrerismo setrataba de una «ocasión histórica», al
decir de alguno de sus dirigentes; parael proletariado organizado la revoluciónrepublicana abría las puertas de futuroshorizontes de transformación socialefectiva. En ciertos casos, la revoluciónno era tenida por objetivo inmediato ensu materialización, pero sí por eltérmino final del momento histórico quese vivía y el único escenario consistentepara un futuro transformador. Enconsecuencia, discursos de diversogénero, ensayos «teóricos» einterpretaciones filosóficas e históricas,programas y resoluciones estratégicas,campañas de movilización, estuvieronllenos en aquellos años de referencias a
la revolución como tal proceso decambio radical.
La Segunda República españolavivió una visible transformación dellenguaje político en muchas direcciones,lo que reflejaba bien la nuevacorrelación de fuerzas sociales queirrumpirían en la lucha política; lasreglas del juego de la política endemocracia cambiarían notablemente envísperas de la República, si bien ello notranscribía, por el momento, un cambioreal en el terreno de las hegemoníaseconómicas y sociales. En el lenguajepolítico, cuando no en la mismapráctica, convivieron visiones que hoy
consideraríamos antitéticas pero queentonces no lo eran, de lo que veremosalgún ejemplo después. En el terreno dela política se asistiría al combateigualitario entre proyectos políticos alos que la hegemonía oligárquica habíamantenido anteriormente en unadisimetría evidente. Así, las propuestasrevolucionarias y sus réplicascontrarrevolucionarias recorrieron lapolítica republicana desde lainstauración del régimen. Pero una cosaera el lenguaje, el discurso político,aunque para el análisis históricoconstituyan pistas insustituibles, y otra laefectiva acción de las estrategias
revolucionarias o presentadas con talropaje. De esta forma, la apelación de«revolucionario» pudo ser aplicada aepisodios políticos o sociales quedudosamente podían ser tenidos portales. Prácticamente, muy pocos hechosa los que en rigor cupiese tal definición—a la que dedicaremos también despuésalguna atención— por su planteamientoo resultados tuvo cumplimiento en losaños republicanos anteriores a lasublevación militar de julio de 1936.
Ningún movimiento revolucionariodigno realmente de tan rigurosacalificación histórica alcanzó relievedecisivo en los años republicanos ni en
su preparación ni, mucho menos, en sumaterialización. Pero ello no ahorróconsecuencias de diverso tipo, comotendremos ocasión de discutir. Eltérmino revolución, en todo caso, y estees un asunto de fundamental importancia,estaba sujeto a significaciones dispares,tanto en su estrategia como en susobjetivos, muchas veces confundiendo,justamente, sus vías instrumentales conlos objetivos últimos de la acción. Yesto, naturalmente, no era dimensiónatribuible en exclusiva a la propiaacción «revolucionaria» sino que era,con mayor frecuencia aún, la lecturahecha por la contrarrevolución. Hubo,
además, contrarrevolucionarios quedecían promover la revolución, elfascismo sin ir más lejos, yrevolucionarios que decían detenercualquier tipo de ella. El lenguajepolítico de la época, habiéndosedespeñado hacia la confrontación másdescarnada, y no solo en los programas,se refería a ello sin pauta alguna queajustase o limitase la validez delapelativo. La revolución era una efigiecon diversas caras.
La crisis «revolucionaria española»,y la contrarrevolución igualmente, hansido puestas insistentemente en relacióncon el desencadenamiento de la guerra
civil que puso fin a la andadurarepublicana. En casi todos los casos,semejante relación ocultaelucubraciones espurias y falseamientosde la realidad histórica. A ello hancontribuido, sobre todo, lasinterpretaciones, justificaciones y, endefinitiva, los intereses encontrados dequienes provocaron, protagonizaron ysufrieron el hecho. E igualmente por susherederos ideológicos. De manerataxativa está hoy demostrada por lahistoriografía digna de crédito la falaciaque supone ligar ambos procesos,revolución y guerra civil, en unarelación de causa/efecto. La predicación
de lo contrario hasta hoy no es, en todocaso, inusual y está habitualmente teñidade intereses ideológicos del presente.Por lo demás, las crisis revolucionariasse presentan generalmente en el seno deconflictos bélicos, aunque el hecho distade tener valor universal. Nada prejuzgóen la historia republicana sudesembocadura en una guerra civilaunque persistentes retóricasmanipuladoras hayan pretendido locontrario. La dilucidación del asuntoexige, junto a sutilezas analíticas que notodos están dispuestos a practicar,discriminaciones entre hechos cargadosde apariencias perturbadoras. Ni la
guerra civil fue una respuesta a larevolución ni aquella puede serconsiderada una guerra revolucionaria.La guerra contrarrevolucionariaprecedió a la revolución real. Pero esarealidad es fácilmente manipulable.
Indudablemente, la sublevaciónmilitar y la guerra civil subsiguienteintrodujeron un escenario histórico muydistinto para el desencadenamiento deuna revolución en regla. Aunque no separtiese, como es el hecho, de situaciónprerrevolucionaria alguna, según sepretende tantas veces. Las propuestas,expectativas y estrategiasrevolucionarias presentes en el
quinquenio de anteguerraexperimentaron con la sublevación y laguerra un completo cambio en algunoscasos, un «aplazamiento» o una nuevamodulación en otros. Esto dependió dedoctrinas o nuevas estrategiasparticulares. Como ha establecido lahistoriografía más solvente, lasublevación militar no fue de ningunamanera la consecuencia previsible ynecesaria, y, menos aún, inevitable, dela trayectoria republicana de preguerra.Lo que no niega que el discursorevolucionario tuviese en todo elperiodo una presencia innegable. Pero lapredicación de la revolución no implica
su práctica. La sublevación no fue, comose pretendió en su justificación ylegitimación, respuesta a la existenciade «plan revolucionario» alguno en laprimavera de 1936. Por el contrario,presentó todos los caracteres nítidos delo que ha sido llamado con pleno aciertouna «contrarrevolución preventiva», encircunstancias, desde luego, deagudización de la inestabilidad políticay social. Pero situaciones históricas detal género nunca pueden ser explicadasmediante postulados ni la experienciahistórica del tiempo en Europa nosautoriza a hablar de una únicaresolución posible.
En la España republicana depreguerra se habían producidoacontecimientos que fueron llamados«revoluciones». El ejemplo másllamativo es el de la «revolución deoctubre», en 1934. Antes se habíadesenvuelto el ciclo insurreccionalanarquista que tuvo una denominaciónsemejante. La «revolución» tomó deestos hechos su carta de presentaciónpara instalarse en el lenguaje políticocon las caracterizaciones másheterogéneas. Hasta la sublevaciónmilitar no volvieron a presentarseepisodios de ese tipo pero el lenguaje sehabía consolidado. La llegada al poder
del Frente Popular recrudeció eldiscurso de la revolución, en laizquierda y la derecha, con laparticularidad de que el lenguajecontrarrevolucionario se tiñócompletamente de la identificacióncomo revolucionario para todo tipo deconflicto social violento. Laargumentación antirrepublicana incluyóentre los significados revolucionariostodo tipo de desorden social yfenómenos de violencia partidista. Enese caldo maduró la justificación de unaconspiración que llevó a la guerra.
Precisamente, la sublevación perfilódefinitivamente las condiciones para el
desencadenamiento de una revoluciónreal, pero inhibió, igualmente, laamplitud del espectro y el horizonte enque se movían ciertos discursosrevolucionarios precedentes. No fue unaverdadera solución de continuidad perohizo inevitables ciertas reformulacionesbastante radicales. La situación deguerra, y de guerra desigual, condeterminantes implicacionesinternacionales, impuso rectificaciones yreacomodaciones. «Lacontrarrevolución provocó larevolución», una de las peculiaridadesimportantes del conflicto armadoespañol.[5] Pero no se trató, en modo
alguno de una «revolución de lasizquierdas» en sentido absoluto. Por elcontrario, si a partir de julio de 1936 seproducía en la República un movimientorevolucionario capaz de alterar enprofundidad, aunque momentáneamente,las condiciones políticas y socialesprecedentes, la contención de talmovimiento jugó un papel no menosimportante en la actitud de las fuerzas dela izquierda obrera en modo algunoajenas a la trayectoria de la revoluciónpredicada en los tiempos de preguerra.
En concreto, en una enumeraciónalgo esquemática, por ahora, cabe decirque mientras la organización
anarcosindicalista, la CNT y la FAI, y elPartido Obrero de Unificación Marxista(POUM) entendieron que la revoluciónera la respuesta adecuada allevantamiento, que la defensaantifascista no tenía sentido sin larevolución misma, otros grupos como elPartido Comunista de España (PCE), elPartido Socialista (PSOE) y la UniónGeneral de Trabajadores (UGT)reprobaron de una u otra manera y conmayor o menor énfasis eldesencadenamiento revolucionario enuna situación de guerra civil. Yprocuraron su eliminación. Enconsecuencia, guerra y revolución
tuvieron en España una relación peculiary, sin que la revolución dejase de estarpresente, carece completamente desentido hablar de una «guerrarevolucionaria» en España. Larevolución de las izquierdas obreras enla España republicana durante la guerracivil como caracterización de ella tieneen el fondo un carácter más mitológicoque otra cosa. Mientras lacontrarrevolución fue un hechoefectivamente consumado quecaracterizó la sublevación de formairrestricta.
Pocos estudios globales se handedicado al desarrollo de discursos,
repertorios y prácticas de la revoluciónespañola en el decenio de los treinta.Seguramente, han sido mejor estudiadoslos repertorios contrarrevolucionarios.Y ha recibido también mayor atenciónrecientemente el estudio de la relaciónentre revolución y violencia. Ladificultad palpable para un análisishistórico aceptable del procesorevolucionario de los años treinta en suconjunto está relacionada con el hechomismo de que el discursorevolucionario, su semántica, escomplejo y difuso, equívoco y de fácildesnaturalización. La revoluciónespañola no solo requiere aquilatar
detenidamente los hechos que puedenser incluidos en ella, sino un tratamientotambién algo menos banal, lineal yrutinario del lenguaje de lacomunicación política, de la historia delos significados que siempre hanpendido sobre la palabra revolución, desu confusión con procesos de violencia,de mero asalto al poder o deagudización de la confrontación política,que fue propia del tiempo que tratamos ytenía una larga tradición, pero que noexplica suficientemente el fenómeno.
El presente texto pretendeargumentar, pues, sobre una realidadbien conocida: las izquierdas españolas,
burguesas y proletarias, entendieron larevolución como un repertorio deacciones políticas y sociales destinadasa producir una efectiva transformacióndel país en un plazo temporal abarcable.El conjunto de sus propuestas tuvieronprácticamente una nula efectividad peroengendraron su antítesis efectiva en elnacimiento y expansión de una reaccióncontrarrevolucionaria. La guerra civiltrajo fenómenos nuevos para latrayectoria revolucionaria. Lacontrarrevolución permaneció igual a símisma, quizá sí, con la adopción denuevos ropajes.
1 . LA «CRISIS REVOLUCIONARIA» EN ESPAÑA
En la literatura histórica dedicada ala España de los años treinta,especialmente en la propiamentetestimonial y militante, abunda laafirmación de que la época fue elescenario mejor acondicionado quenunca de un periodo o, mejor, una«crisis» revolucionaria. Los escritossobre la guerra civil, por su parte, vanmuy frecuentemente unidos al términorevolución, pero en ellos sueleseñalarse por lo común que la crisistenía un origen, desde luego, anterior a
la guerra misma e, incluso, que setrataba de una situación histórica quearrancaba mucho antes de aquelladécada atravesada por propuestasinsistentes de transformación.[6] Lainstauración de la República fue casiuniversalmente considerada una«revolución», fuese cual fuese laplataforma ideológica desde la que seenfocase el asunto y fuese cual fuese,igualmente, el juicio político que de ellose dedujese. Tal vez, estacaracterización no ha merecido toda laatención historiográfica de que esmerecedora.[7]
Las observaciones sobre este hecho,
como decimos, están, sin embargo, muyextendidas en todo género de escritos.Toda la literatura de procedenciacomunista, especialmente en el periodo 1931-1932, está plagada de lacaracterización de la situación españolaal comenzar los años treinta derevolucionaria. Este es el planteamientoque sistemáticamente presentan losescritos e informes procedentes de laesfera directiva de la Komintern yadesde el final de la dictadura: «Existe enEspaña una situación política muy tensa,una situación en que el descontento …podría rápidamente degenerar … en unaverdadera gran lucha revolucionaria…»,
se escribe en 1929.[8] Poco después, lapresencia de una revolución en Españaes considerada ya por el comunismo unhecho indiscutible. Para muchosobservadores, la guerra civil no eraexplicable sino en el contexto y comoconsecuencia de tal crisisrevolucionaria. El trotskista GrandizoMunis, al hablar del «fondo histórico dela crisis social» en España, señalaba suineluctable desembocadura en un«periodo revolucionario» con iniciobien preciso en 1930.[9] Este era elpunto de vista, aún más enfático, de otrotrotskista, Felix Morrow, que empezabahablando de la revolución del 14 de
abril para desarrollar su objetivo dedescribir la traición continuada a talrevolución por parte de fuerzas como elsocialismo y el estalinismo.[10]
Todo ello por no hablar de losnumerosos escritos del propio Trotskysobre la revolución española.[11] Undestacado comunista antiestalinista,Joaquín Maurín, había escritopremonitoriamente que «lacontrarrevolución de 1923 ha sido elprólogo de una revolución trascendentalque España vivirá más o menostarde».[12] No era el único que pensabaasí. Refiriéndose al panorama español acomienzos de 1933 lo describía con
tintes cercanos a lo catastrófico: unaburguesía fracasada, el campesinado enrebeldía, un obrerismo dividido, y,sobre todo, «la revolución en mitad dela calle abandonada a su impulso ciego.Fuerzas revolucionarias, fuerzashistóricas, perdiéndose al no sercanalizadas … Una sed de revolución… la contrarrevolución reagrupándose,dispuesta a atacar en el momentooportuno…».[13] Las visiones de lasituación española en el tránsito de ladictadura primorriverista a la Repúblicacomo situación revolucionaria podríanilustrarse con otro gran número dereferencias. Las organizaciones obreras
fueron las primeras que percibieron estanaturaleza de la política española en elmomento de crisis dictatorial y delrégimen monárquico mismo.
Pero más llamativo aún si cabe fueel hecho de que la instauración de laRepública fue comúnmente vista como«revolución republicana» por suspropios protagonistas de origen burgués.No de manera casual, claro está, sinorespondiendo a una tradición arraigadaen el progresismo liberal español. Enesta tradición arraiga, por ejemplo, elhecho de que el organismo que desde elverano de 1930 preparaba elmovimiento republicano se llamó
precisamente a sí mismo «ComitéRevolucionario»… No se trataba, pues,de un sentimiento desarrolladoexclusivamente entre el pueblo másentusiasta del cambio de régimen y susexpectativas, es decir, la masa popularligada más o menos a las organizacionesobreras. Era también el sentimiento delos líderes burgueses y los mentoresintelectuales del republicanismo. En esteterreno podrían aducirse igualmenteabundantes ejemplificaciones.Señalemos únicamente casos destacadoscomo el de la izquierda burguesacatalana y, de paso, el pensamiento deun hombre como Marcelino Domingo,
que en un texto pergeñado en 1929 —¿Adónde va España?— hablaba de lasconstituciones en Europa como «pactovivo y sagrado entre el poder y elespíritu revolucionario del país»,lamentando que el Estado españoldestruyera el Parlamento. Para España«sólo existe ya un régimen posible: laRepública. Hacia él va España».[14]
El pronunciamiento por la víarevolucionaria es manifiesto igualmenteen un grupo político como el radical-socialista, recién fundado, por no hablardel extremismo izquierdista de hombres,militares, como Ramón Franco, Romero,Rexach, Sancho, Galán y otros
insurrectos de 1930 por la República.Los escritos de Fermín Galán en larevista Nueva España, nacida a la caídade la dictadura, son un perfectoexponente de los perfiles de esarevolución en ciernes vistos pormilitares e intelectuales bastante críticoscon la forma en que se desarrollaba laconspiración antimonárquica.[15]
«Nosotros creemos en la revolución…»,se lee en sus páginas el 11 de diciembrede 1930; «la revolución que haga para síel pueblo español, dándose el poder a símismo, a la democracia que produce ycrea…». Y ya en 1931: «no creemos quepor el hecho de haberse proclamado la
República sin sangre sea innecesaria larevolución». El año 1930 fue decisivoen la incorporación a esa efervescenciapor el cambio «revolucionario» de lomás granado de la intelectualidad joven,la generación de 1930. En la percepcióny la expectativa, coincidían, pues, elgrueso del republicanismo militante, elsocialismo sumado al movimiento, unconjunto de intelectuales «de avanzada»,como diría Galán, pertenecientes acapas sociales diversas, y la extremaizquierda comunista y anarquista.
Ejemplo de mayor significación,incluso, por su prestancia intelectual y lapenetración de su discurso, es el que
ofrece Manuel Azaña. El 29 deseptiembre de 1930 decía en la Plaza deToros madrileña: «Nosotros nonecesitamos preparar y poner en marchala revolución. La revolución existe ya,la estamos viviendo y, por vivirla, casino nos damos cuenta clara de que vamosen ella: la revolución española comenzóel 13 de septiembre de 1923». El 17 dejulio, instaurado ya el nuevo régimen,era aún más explícito: «Hace un año,por ahora, aún no habíamos llegado alacuerdo de las fuerzas que hanpreparado y conseguido la revolución»;ahora existen ya unas CortesConstituyentes: «aquí están los poderes
que el pueblo republicanoinsurreccionado nos delegó»;«Congratulémonos, republicanos, de queen breve tiempo se haya realizado enEspaña la revolución más extraordinariaque se registra en su historia y hayaabierto los caminos de la libertad y laprosperidad nacional». Son solodetalles de un discurso movilizador enel que se podrían espigar otros muchos.«Mandatarios de una revoluciónconsagrada dos veces por el voto delpaís. Ese es nuestro título; no tenemosotro». «Mantener en el Gobierno elespíritu que nos llevó a la revolución»,etc.[16]
Renglón especial merecen visitantesy observadores extranjeros queconocieron de cerca aquel momento deexaltación que fue la instauraciónrepublicana y los difíciles altibajos quela siguieron. Una percepción temprana, ydescrita con cierta minuciosidad, era laque mostraba un visitante de excepciónparticularmente perspicaz y con ciertohumor escéptico, el ruso Ilya Ehrenburg.Según él, en el tiempo inmediatoposterior a la proclamación de laRepública existía el sentimientogeneralizado de que en España se habíaoperado un cambio revolucionario, la«revolución del 14 de abril». Pero, dado
que la revolución no dejaba cesantes alos viejos funcionarios, muchosaspirantes a serlo montaron en cólera;«¿Qué clase de revolución era esta?».Era casi teatral, y había triunfado sobretodo en los cambios de nombre, de lascalles principalmente, dicesarcásticamente el viajero. «El cambiode decoración del mes de abril ha sidocalificado pomposamente de“revolución”; pero no ha sido siquieraun mal golpe de Estado, palaciego.Cuando más un simple cambio deGabinete.»[17]
En el tiempo ya de la guerra civil,los testimonios y memorias de visitantes
nunca dejaron de referirse, con más omenos acierto e información, sobre todosi escribían para un público no españolcomo era el caso, a las raíces tempranasde un ciclo revolucionario al que laguerra no les parecía ajena. Entre losmás penetrantes de tales testimoniosfigura el de Franz Borkenau, cuyasprimeras páginas son un intento dedescribir la situación española depreguerra enfocándola en unaperspectiva muy amplia, no exenta sinembargo de gruesos errores.[18] Fuetambién el caso de no pocosdiplomáticos.
Para el socialismo, la fuerza obrera
directamente implicada en la empresa dela República, las cosas estaban aún másclaras. De la revolución republicanacomo perspectiva inmediata hablaron nopoco las Juventudes Socialistas.Fernando de los Ríos escribía enRenovación, su órgano, el 20 de febrerode 1931: «del 12 al 15 de diciembrecorrióse el velo que ocultaba a losincrédulos la honda emociónrevolucionaria de la masa obrera y laclase media española». Hablaron deello otros destacados dirigentes comoIndalecio Prieto en su conocido discursode 25 de abril de 1930 en el Ateneomadrileño, donde dijo que a una
monarquía no se la derribaba en unparlamento sino «con un movimientorevolucionario».[19] Insistiría en ello unpublicista socialista como AntonioRamos Oliveira, al que se sumaríanotros como Gabriel Morón (La ruta delsocialismo en España. Ensayo decrítica y táctica revolucionaria, 1932),Manuel Cordero (Los socialistas y larevolución, 1932) o Enrique Santiago(La Unión General de Trabajadoresante la revolución, 1932), conmatizaciones diversas. Pero el caso másilustrativo es el del mayor inductor de laincorporación socialista al movimientorepublicano, Largo Caballero. En enero
de 1930, en una alocución en la Casa delPueblo madrileña, al final de un canto ala República exclamaba: «Y si mepreguntan: ¿usted que quiere?, contesto:República. ¿Cómo? ¡Ah!, como sea».[20]
En el dilema que Caballero se presentóen 1930 a sí mismo, «creer o no creer»en el movimiento republicano, eligió elprimer término. La implantaciónrepublicana tenía el carácter de «unhecho histórico de carácterrevolucionario», dijo en el XIIICongreso del Partido en 1932.Igualmente lo afirmaría después en elarranque de la serie de discursos delverano de 1933, el 23 de julio, cuando
insistió en que lo hecho en 1930 fue unarevolución, no una participación en ungobierno normal, lo que constituía lamayor y mejor justificación política dela decisión: «… el Partido Socialista yla Unión, por medio de susrepresentantes, acordaron que sí, quedebían tomar parte en la revolución».Para Caballero existía, pues, unarevolución española «que proclamó laSegunda República».[21] Y, desde luego,en esa revolución de la burguesíarepublicana creía igualmente el sectorsocialista que se opuso a laincorporación a ella, es decir, elinspirado por Julián Besteiro.
La coyuntura económica expansivaque se había vivido en el decenio de losveinte tocó a su fin con notablesrepercusiones para la políticadictatorial, que acusó la mayor agitaciónsocial. En efecto, la gran crisiseconómica comenzada en 1929 llevó ala universal creencia para la izquierdaobrera en su conjunto de que se estabaante la crisis definitiva del capitalismo,ante la revolución «inevitable», comoexponía el anarquista Diego Abad deSantillán: la historia del mundo habíaentrado en una nueva etapa, la de larevolución, «tantos años anhelada ypropagada», y ello no era producto de
una mera propaganda subversiva sino laconsecuencia real de «la crisis delsistema capitalista, la bancarrota de unrégimen de economía, la quiebra de unaforma de propiedad».[22] El granenemigo de esa «antorcha de luz para elmundo entero» no era otro que elfascismo. Ciertamente, en esta apelaciónuniversal la revolución incluía en símisma demasiados significados.
Tantos significados como para quela semántica de la revolución, segúnhemos advertido, sea uno de losprincipales escollos para el análisishistórico convincente de esta. EnEspaña, el momento divisorio
fundamental para las propuestas yestrategias revolucionarias fue, sin duda,el que giró en torno a la «revolución deoctubre» en 1934. Ahora bien, lanaturaleza misma del hechoinsurreccional de octubre comodivisoria clara entre dos ciclos de larevolución, con la característica de laausencia, por lo demás, de todaconsecuencia revolucionaria delmovimiento mismo, si se exceptúa elcaso limitado pero cierto de Asturias,obliga a realizar algunasconsideraciones, aunque sean breves,acerca del cambiante contenido ysignificado que el discurso
revolucionario encierra, dado que sinello parece difícil dar cuenta de larelevancia histórica del fenómeno.
Y no se trata solo de laconceptuación histórica correcta delcontenido de «lo revolucionario». Esamisma dificultad afecta a todas lasgrandes ideas y conceptos que seincardinan en la práctica política de losaños treinta, ya sean los de democracia,insurrección, legalidad,parlamentarismo y otros muchos. Eltérmino revolución se incluye en unamplio número de discursos yprogramas políticos en la España de losaños treinta, cosa que no necesita mayor
demostración. El apelativo «revolución»se incluía en el lenguaje de quienes lapropugnaban y quienes la combatían.Pero con significación distinta, e inútiles advertir que con intenciones distintastambién. La revolución en cuantoconcepto es una especie de Hidra decien cabezas, pues si atendemos aaquellos movimientos a los que se aludecon él, la variedad parece tanta como elnúmero de testas de aquel monstruo. Lacuestión es que tanto el lenguaje de lasproposiciones y confrontacionespolíticas de la época como, en una granmedida, las consideraciones históricas aque ello ha dado lugar desde entonces
hacen difícil la categorización unívocade los movimientos a los que se llamacon ese nombre, que no siempre sonverdaderas modificaciones en el poderpolítico y, menos aún, procesosacabados de transformación social.
Por tanto, la pregunta ¿qué seentendía por revolución? No es ociosaen ninguna de las dos direccioneshistóricas en que puede ser formulada ymenos aún en la dinámica política de laRepública española. No lo es si seobserva la atribución indiscriminada de«revolucionario» a cualquier evento nopautado por las convenciones políticasaceptadas, en la práctica totalidad de
ellos con la presencia ostensible deviolencia física, con la pretensión dealterar el orden establecido. Perotampoco está de más esa preguntareferida a la escasa acuidad, lasuperficialidad, insuficiencia yunilateralidad de muchos de los análisisdel fenómeno llevados a cabo desde laciencia social en general y lahistoriografía en particular.[23]
En el lenguaje político común y en eldoctrinal a partir de la Gran Guerra, larevolución complica aún sus contenidos.La confusión entre toma del poder yrevolución, entre la destrucción,violenta por lo general, de un régimen y
la construcción de otro nuevo tiene susprecedentes claros en los movimientosdel siglo XIX, si no en otros anteriores.El uso del término en contextosdiferentes como el programático,periodístico, electoral, etc., no esindiferente para su semántica. Y seríapropiamente la normalización del nuevomundo conceptual del marxismo en elsiglo XX, con el papel central de Lenin,la que introduciría la separación entreacción destructiva y construcciónrevolucionaria.[24] Para decirlo conmayor claridad: la revolución, enrealidad movimiento de transformaciónsocial profunda y rápida, precedido o
acompañado de acto de fuerza o no,aparecía por lo común inseparablementeunido, categorizado, con el instrumentoinsurreccional. Esa caracterización noes ajena en muchos casos a la propiainmadurez de la elaboración doctrinal ytáctica de sus proponentes. Pero lainsurrección es solo un instrumentorevolucionario y no puede confundirsecon su objetivo último cuando se loconsidera históricamente. Lo contrarioes un error conceptual, un anacronismocuando no una ucronía, que impide hacerun análisis correcto de las llamadas«situaciones revolucionarias». No cabeignorar que la historia de una palabra es
la historia de su uso; pero las palabrasno siempre definen con propiedad lasituación histórica a que se aplican. Lasemántica política es, por tanto, unadimensión de extrema importancia parael análisis histórico.
Complementariamente, cabe decirque la concepción de la democracia enlos años treinta tiene poco que ver conla de la teoría liberal de fines del sigloXX. La concepción de la revolución haexperimentado aún mayores cambios. La«revolución de Asturias» de 1934 estátan distante de la «revolución» contra elsocialismo real en los países del Este deEuropa tras 1989, como con la de la
plaza de Tahrir en El Cairo en elcomienzo de la segunda década del sigloXXI. Todos esos procesos son llamadosrevolución, aunque estamos hablando desituaciones históricas completamentedisímiles. Pero no siempre se toman porlos historiadores las elementalesprecauciones que el asunto demanda.[25]
El caso español en los años treinta esaltamente representativo de esaheterogeneidad del lenguajepretendidamente revolucionario. Sinembargo, las precisiones y llamadas alrigor no estuvieron tampoco ausentes enel tiempo. Precisamente un personajecomo Francisco Largo Caballero, tenido
por arquetipo de promotor de un«movimiento revolucionario» en losaños centrales republicanos, acertó adiseccionar en pocas palabras lapreocupación central que habría de tenertoda propuesta que se titulase a sí mismarevolucionaria:
Una revolución no es sólo elmomento de destrucción del régimencontra el que se va. Por el contrario,¿no es más bien el periodo deestructuración de las bases jurídicaspara sentar el régimen creado? Yocreo que una revolución son las doscosas y sobre todo la última.[26]
La distinción entre dos momentos
del proceso revolucionario y su énfasisen el momento propiamente constructivoquedaban bien explícitos. El análisishistórico de la revolución en la Españade los años treinta amenaza siempre contrampas en la terminología y losobjetivos que en forma alguna se sabenevitar por lo común. Sin embargo, comopodemos comprobar por las palabras deLargo Caballero, en la época trampassemejantes podían ser esquivadas,aunque se señalase la existencia de unarelación real entre fases con un continuomás complejo de lo que comúnmente sepredicaba. Más aún, en el mismo ámbitosocialista la relación entre revolución y
otras prácticas políticas se entendía sinuna frontera infranqueable entre ellasque hiciese preciso optar por unterritorio único. Al comenzar el año1936, en medio de las zozobras internasdel movimiento, un documento suscritopor buen número de dirigentes ymilitantes destacados decía lo siguiente:
No aceptamos denominaciones debolchevismo ni de reformismo, ni decentrismo, porque preferimos la desocialistas, nada más y nada menosque de socialistas, que no repudian laacción revolucionaria; que creen quereforma y revolución, legalidad eilegalidad, no son, aunque loparezcan, términos antitéticos cuando
se saben conjugarinteligentemente…[27]
Por tanto, la pretendida dicotomíaabsoluta entre democracia y revoluciónno tenía eficacia en esas fechas y lasreglas de juego de la confrontaciónpolítica no pueden ser comparadas conlas del siglo XXI. Una revolución nopuede ser entendida, y, en últimainstancia así era entendida en los añostreinta, sino como «el cambio abruptorefundador de una sociedad», lo queindica que el movimiento político no essino una fase de él. Es un proceso en elque se inscriben «varios tipos de accióncolectiva». La revolución no se limita,
en forma alguna, por tanto, al momentoinsurreccional que se genera en elcuerpo social de los gobernados frente alos gobernantes, en una situación deagudo conflicto entre ambos.[28]
Desde que Barrington Moorepublicase a finales de los años sesentadel pasado siglo su influyente SocialOrigins of Dictatorship andDemocracy,[29] el punto nodal delestudio de las revoluciones en el mundomoderno se desplazó hacia suconsideración básica como fenómenosde transformación social profunda ycontinuada cuyo desencadenamientopudo ocurrir históricamente según
diversos modelos. Nació así la teoríaestructural de las revoluciones. Loimportante era, pues, la separación entrelos designios históricos de la revolucióny los fenómenos violentos —que no porello dejan de estudiarse— derivados desu desarrollo. La violencia, señorial ocampesina, formaba parte del modelo,obviamente, pero no se confunde con él.En la estela de Moore, la sociologíahistórica, con autores de la relevanciade Skocpol, Aya, Oberschall,Goldstone, etc., renovó profundamentelas concepciones científico-socialessobre el significado de la revolución yde las violencias procuradas por ella.[30]
A ello se unen los trabajos sobreviolencias políticas y movimientossociales derivados de la amplia obra deCharles Tilly y sus seguidores.[31]
Si el establecimiento de una relaciónunívoca entre violencia y revolución esun error, si lo es aún mayor tomar lainsurrección por revolución, como tantasveces ocurría en el lenguaje comúnentonces y ha seguido ocurriendoincluso en el menos común después,resulta error de mayor envergadurarelacionar sin profundas distincionesrevolución y guerra civil.Evidentemente, la Europa deentreguerras permite una caracterización
clara de «Europa revolucionaria» perono de Europa de las guerras civiles en elinterior de los estados. A mayorabundamiento, las «guerrasrevolucionarias» son una categoría deellas que en absoluto puede predicarsepor la mera presencia encadenada deuna guerra civil y una revolución.Gratuidad en la que cae un gratuitomistificador histórico como S. G. Payne,con referencia a esa Europa y, más aún,España, revolucionarias en el periodode entreguerras.[32] Volveremos sobreello.
La permanente confusión entreviolencia política, insurrección y
revolución fue, en realidad, unaconnotación del lenguaje político máscomún en los años treinta, pero lo fuesobre todo en el uso que hizo de todoello la contrarrevolución. Y ello indujoa no pocos problemas reales. Unmovimiento insurreccional o, incluso,una huelga general, podían ser llamadosrevolución. Y no era raro que el hechofuese acompañado por el uso de laexpresión «guerra civil», empleada porla izquierda y la derecha, si bien ensentido más metafórico que otra cosa ynormalmente en el combate electoral. Dehecho no existió más revolución conanterioridad a 1936 que la de Asturias.
Todo lo expuesto no pretende negarque las revoluciones en el mundomoderno y contemporáneo vanacompañadas, precedidas o seguidas, deimportantes fenómenos de violencia queen forma alguna pueden ser confundidoscon la revolución misma comoresolución de álgidos conflictossocioestructurales. La revolución sedesencadena con cierta frecuencia en elcontexto de la guerra, muchas veces dela guerra interna, de la guerra civil; larevolución puede preceder a la guerracivil, puede ser favorecida por unaguerra externa, pero puede seguirtambién a la guerra misma. En
consecuencia, la relación entre ambascosas, como dijese Marc Bloch de lascausas de los hechos históricos, no sepostula jamás. Se busca.
2 . LA DIVERSIFICACIÓN DE LASPROPUESTAS REVOLUCIONARIAS
En el tránsito entre la dictadura dePrimo de Rivera y la instauraciónrepublicana, revolución pareció tenerdos significados en el discurso político.Uno caracterizaba decididamente «lasituación» o coyuntura precisa en la queel país se desenvolvía; era una especie
de definición del momento histórico. Elotro tenía distinto alcance; incidía en susignificado de proyecto, programa oestrategia política del cambio social quetendría como paso previo el derribo dela monarquía. Con ignorancia ostensiblede la evidencia histórica disponiblesobre estos hechos, S. G. Payne sepermite escribir que «en 1931 no estabaen modo alguno claro que más allá deproducirse otro cambio de régimen, seestuviera iniciando un procesorevolucionario».[33] Con independenciade que tal proceso fructificase o no, laexpectativa misma de la República eraya entendida así.
La consideración de la revolucióncomo vía de superación de la situaciónespañola originada por la crisis de laMonarquía acompañó, pues, almovimiento republicano antes aún de1930 y aunó en su proposición a lasfuerzas de la izquierda burguesa y a lascorrientes diversas del movimientoobrerista. Sin duda, para elrepublicanismo y el socialismoincorporados conjuntamente en lastareas gubernamentales, la Repúblicatenía ante sí, en principio, una ampliatarea de reformas —cosa que Azañadefinía como revolución precisamente—que podían realizarse por la vía
gubernamental y parlamentaria. Peropara la izquierda obrera que se extendíadesde los diversos grupos comunistas alanarcosindicalismo, la República eraincapaz de satisfacer esa necesidad decambio social, de revolucióndemocrática, e, incluso, no representabasino un nuevo disfraz del orden socialacrisolado durante los cincuenta añosanteriores. Era lo que expresabagráficamente Salvador CánovasCervantes, director de La Tierra, alcaracterizarla de «último disfraz de laRestauración».[34] La revolución, portanto, fue una aspiración mantenida vivay operante por la izquierda obrera,
aunque con una trayectoria mucho mássincopada en el seno de un socialismofragmentado, hasta su «expulsión» delpoder —es la propia interpretaciónsocialista— en septiembre de 1933.
Los primeros episodiosinsurreccionales cubiertos por la ilusiónde la revolución social inmediata sepresentarían muy pronto en la Españarepublicana como producto de la«gimnasia revolucionaria», la«estrategia de la desestabilización»,propuesta por los «anarcobolcheviques»de la FAI, que había adquirido unacreciente influencia tras la proclamaciónde la República y cuyo dirigente más
representativo en ese momento era JuanGarcía Oliver con el grupo de afinidadde Los Solidarios y posteriormenteNosotros.[35] Se trataba de «hacerposible la revolución social proletariamanteniendo una situaciónprerrevolucionaria permanente que elgobierno fuese incapaz de controlar».[36]
Los tres episodios insurreccionalesconstituyeron un ciclo cuyos momentosálgidos fueron enero de 1932, enero de1933 y, de nuevo, diciembre de 1933, elmás grave y sangriento. Sin embargo,para otros, estas acciones, carentes de«preparación revolucionaria», inclusivela «material», tarados, en alguna
manera, por la propia división internadel anarcosindicalismo,[37]
favorecieron, en definitiva, a losenemigos de la República y ahondaronla división interna. Abad de Santillánexpresaba esta idea de la inutilidadinsurreccional advirtiendo, por ejemplo,que el sangriento episodio de CasasViejas «fue una bandera que losanarquistas entregaron a la reacción».[38]
La vertiente sindicalista del anarquismo,el «treintismo», representadaespecialmente por Juan Peiró y Pestañamás la posición de Abad de Santillán,agrupó a los principales críticos.
La consumación de la revolución
para el anarquismo se cifraba en laorganización económica colectivista y elcomunismo libertario, con la destruccióndel Estado; desde el punto de vista de laacción y mecánica revolucionarias elelemento clave fue la tesis de la«revolución espontánea». Fue esta ideadel insurreccionalismo permanente laque alimentaron los hombres de la FAIen la primera fase de la República.Después de octubre de 1934 el cicloinsurreccional quedó agotado. Una«Ponencia» aparecida en CNT, el 11 denoviembre de 1934, reincidía en elcambio de orientación a través de losComités de Defensa.[39] En un pasaje de
ese escrito se decía que «no hayrevolución sin preparación … hay queacabar con el prejuicio de lasimprovisaciones, por inspiraciónexaltada … ese error de la confianza enel instinto creador de las masas nos hacostado muy caro. No se procuran comopor generación espontánea los mediosde guerra inexcusables para combatir aun estado que tiene experiencia…». Enoctubre la CNT se mostró reacia aparticipar en cualquier insurrección. Suactitud fue diferente en Asturias y allípudo hablarse con propiedad derevolución. Aquel mismo año, ÁngelPestaña se separaba de la CNT
fundando el Partido Sindicalista.En mayo de 1936 tuvo lugar la
elaboración programática anarquista queha sido considerada de mayortrascendencia —aunque carecióclaramente de ella en la práctica— parala formulación revolucionaria delanarquismo español: los acuerdosadoptados sobre todo tipo de cuestionesteóricas y prácticas en el CongresoConfederal de Zaragoza culminaron enla adopción como doctrina esencial delmovimiento del comunismo libertario.En todo caso, el dictamen de laPonencia sobre la cuestión política ymilitar comenzaba diciendo que
«España atraviesa una situaciónfrancamente revolucionaria…».[40]
Diego Abad de Santillán (BaudilioSinesio García Fernández), llegado aBarcelona en 1934 tras una largatrayectoria, emergió como hombre denotable instrucción y capacidaddoctrinal, prolífico periodista ypublicista, con extraordinaria capacidadorganizativa al frente de la FAI. En laprimavera de 1936, Abad de Santillánpublicaba El organismo económico dela revolución, tal vez el más completoescrito de la época sobre las ideasanarquistas en materia de estructuracióneconómica de la nueva sociedad. Las
ideas de Santillán tendrían unarelevancia fundamental en todos losepisodios que seguirían a la derrota dela sublevación en Barcelona y en ladirección que la revoluciónanarcosindicalista habría de adoptar. Laépoca de las insurrecciones«gimnásticas» había pasado ya…
La posición comunista estalinistaestuvo marcada en los años de preguerrapor una evolución significativa. Unprimer periodo de la historia«revolucionaria» del PCE se extenderíahasta 1932, cuando militaban aún en élbastantes elementos —Maurín, Nin,Andrade, Gorkin, Portela— que pronto
pasarían a las filas del comunismodisidente. La posición comunistarevolucionaria actuaba al dictado de lasideas impuestas por la Komintern,inmersa entonces en la tácticapreconizada por su VI Congreso: la de«clase contra clase». Por tanto, viviríade la traducción mecánica de clichésque desconocían prácticamente larealidad española. El relativoaislamiento de las masas y su escasaentidad numérica hizo que el partido enlos primeros años republicanos tuvieseuna escasa audiencia. La Repúblicahabía de ser destruidarevolucionariamente, pues su carácter
revolucionario lo reputaban evidente, através de la efectiva realización de larevolución «democrático-burguesa»ligada inseparablemente a la propiarevolución socialista, cuya direccióncorrespondía al proletariado. Lacuestión era «la combinación analíticade capitalismo-feudalismo, revoluciónburguesa o socialista».[41] El organismorevolucionario a crear sería el soviet.
Un primer cambio en doctrina yestrategia, aunque solo fuera de puertasafuera, se produjo en 1932, en el IVCongreso del PCE, con la caída endesgracia de todo el equipo directivoque presidía José Bullejos y la llegada a
la dirección de otro de figuras nuevas,presidido por José Díaz y en el queestaban presentes ya los grandesdirigentes que debían vivir la guerracivil. La política comunista abandonóentonces, se señala en la historia oficial,la fase «dogmática», de «extremadosectarismo izquierdista».[42] Suorientación se fijó en acercarse a lasmasas y luchar por la unidad delproletariado como condiciones de larevolución.
Una vez que el análisis del fascismotomó entidad en las elaboracionescomunistas, su reflejo en 1935 fue elgran viraje hacia la estrategia de Frente
Popular. En la primavera de 1936, elprograma comunista en el seno delFrente Popular no había ido más allá, aldecir de sus contradictores, de laproposición de una República burguesa«institucionalmente avanzada». Laizquierda socialista iba algo más allá deello, en las palabras pero nunca en loshechos. Un programa de tal índole eraaceptable por la burguesía de izquierdasy para la derecha del socialismo.[43]
Como dicen certeramente Elorza-Bizcarrondo, la política comunista pasódel asalto a la República a su defensa.
A su vez, la teorizaciónrevolucionaria procedente de las filas
de los grupos comunistas, BloqueObrero y Campesino e IzquierdaComunista de España, que acabaronfundiéndose, en 1935, en el PartidoObrero de Unificación Marxista(POUM), tuvo como definidores másprolíficos a dos figuras clave de sudirección, Joaquín Maurín y AndreuNin, y algunos publicistas secundarioscomo Gorkin, Ignacio Iglesias y otros.Sobre el comunismo disidente, desde losprimeros tiempos de la República,pendió siempre la sombra de Trotsky,cuya influencia fue, en principio, clara,pero del que se acabó disintiendo encuestiones teóricas y, especialmente, de
táctica.[44] De otra parte, una buena partede sus dirigentes y publicistas habíatenido una época previa de contactoscon el anarcosindicalismo.
Maurín fue el teórico que másespeculó con el concepto que él acabódefiniendo como revolucióndemocrático-socialista, y que sefundamentaba sobre la idea leninista deque las tareas de la revolucióndemocrático-burguesa solo podrían serya realizadas a aquellas alturas por laacción del proletariado revolucionario.Para Nin, partiendo del hecho de que«sin teoría revolucionaria no puedehaber movimiento revolucionario»,
sentenciaría: «esta verdad no haaparecido nunca con tanta evidenciacomo en el momento presente» enEspaña. Tal teoría tenía una base clara:«sólo la clase obrera puede resolver losproblemas que tiene planteados larevolución española, sólo lainstauración de la dictadura delproletariado puede significar elcoronamiento [sic] del procesorevolucionario porque atraviesa nuestropaís», escribía en 1931.[45] Elmimetismo de los planteamientosleninistas aplicados en Rusia era tancercano que hay quien ha hablado deello como de «El POUM o el
comunismo imaginario».[46] De hecho nolo era mucho más que el estalinista.
De todas formas, Maurín y elmovimiento del que era dirigente, comoen el caso también del PCE estalinista yde otros teóricos de la revoluciónespañola, partían de un errorfundamental en sus apreciaciones sobrela verdadera estructura del capitalismoespañol en los años treinta. [47] Lasituación de la agricultura, de laindustria y los servicios nada tenía quever con las permanencias feudales.[48]
Era normal la confusión entre lasestructuras del latifundismo y la arcaicapervivencia feudal.[49] El retraso y
ciertos arcaísmos del capitalismoespañol eran el motor de la pretensiónde que en España no se había realizadola revolución capitalista-burguesa.[50]
Otro foco de atención importante fueel órgano mismo de la revolución y sudirección. Por supuesto, la clave seencontraba en la necesidad de crear «elpartido revolucionario delproletariado». Más allá de ello, laposición de Maurín se adentraría en lafijación de la función del soviet comotal organismo revolucionario, queaparecería aquí metamorfoseado en laforma de las Alianzas Obreras, y que sedistinguía netamente de la idea bastante
distinta del «frente único» proletariosostenida por los estalinistas y en sumomento también por Nin.[51] Muy pocoantes de octubre, los estalinistasacabaron aceptando, sin embargo,dejando de lado sus furibundas diatribasanteriores, su inclusión en tal alianza.Como cabía esperar, Maurín sosteníaque la intervención real del PCE en larevolución española había sido de«escasa o nula importancia».[52]
Maurín, por lo demás, llevó a cabouna interesante disección del fascismoespañol a la altura de 1934-1935. Apartir de 1933 y tras el triunfo nazi enAlemania, la izquierda obrera española
en su conjunto empieza a prestaratención al fascismo. Para Maurín,España no era equiparable a la Italia yla Alemania fascistas. Aquí existíancircunstancias que dificultaban eldesarrollo fascista. «El fascismo decuota que [Gil Robles] representa espoco consistente». Ante el fracaso deuna revolución democrática de lapequeña burguesía en España, y dadoque el fascismo es la consecuenciacontrarrevolucionaria de una revoluciónfracasada, se daban las condiciones paraun golpe de Estado de tendenciafascista. En consecuencia, no había otratáctica para el proletariado que la
marcha hacia la segunda revolución.Revolución que sería precisamente lasocialista. Octubre fue realmente la«avanzada exploradora» de talrevolución, de ahí sus extraordinariasenseñanzas.[53]
La posición del socialismo resultamás compleja de exponer dada larelativamente tomentosa relación delmovimiento en su conjunto con laestrategia misma de la revolución. Trassu incorporación, con pocas disidencias,al movimiento republicano, como hemosvisto, las posiciones socialistasestuvieron sometidas a profundastensiones, fueron cambiantes, costosas y,
en algún sentido, contradictorias.[54] Sinser, en modo alguno, el partido de larevolución, las dos organizaciones,PSOE y UGT, llevaron adelante elproceso que desembocó en lainsurrección de octubre, cuyo objetivocontenía en parte, aunque solo en parte,un proyecto revolucionario. Tambiénpara el socialismo, o fundamentalmentepara él, octubre tuvo enseñanzasindelebles que profundizaron sudivisión. En definitiva, las posicionessocialistas fueron cambiantes,reflejarían la fragmentación misma delmovimiento obrero en su conjunto yevolucionarían en general a medida que
la trayectoria republicana se hacía másinestable y las expectativas nacidas consu instauración se desvanecían.
Con una trayectoria previa siemprebajo la égida del pablismo, y con elsambenito del reformismo, en el periodogubernamental de 1931-1933 elsocialismo entendió que su tareainmediata era la consolidación de larevolución republicana pues esta era lagarantía de la posibilidad posterior deun salto a la revolución socialista. Perocon respecto a las tesis comunistasdifería, en cuanto que revolucióndemocrática y transformación socialistaeran procesos separados. La revolución
había de pasar por la experienciarepublicana burguesa para, tras sudesgaste, implantar la «repúblicasocial». Pero la revolución democráticaa realizar era idea que, en principio,operó también aquí con eficiencia. En elXIII Congreso ordinario del partido, en1932, se reabrió con fuerza el debatesobre la participación gubernamental delsocialismo. Gabriel Morón dijoentonces que «el criterioanticolaboracionista [con la República]no corresponde a un criteriorevolucionario». Caballero sentenciaríael asunto con un juicio premonitorio: «Sinos vamos del Gobierno hay que hacer
la revolución. Las masas en gran parteapolíticas quieren que se hagan cosas».Pero como alguien escribiría después, elPartido Socialista se hallaba entonceserróneamente en una política «nacional»abandonando la política «de clase».[55]
La necesidad de hacer la revoluciónsi se salía del gobierno pareció actuardesde entonces como un hado inevitable.La posición socialista que acabaríainclinándose hacia la vía insurreccionalempezó a gestarse seriamente en elverano de 1933, con el giro dado a sudiscurso por el presidente del partido,Francisco Largo Caballero, e iríaperfilándose en un tortuoso proceso
hasta octubre de 1934.[56] Ello ha sidotenido por la casi totalidad de lahistoriografía como la radicalización(de Largo Caballero, por más señas).[57]
Parece claro que la preparación dela insurrección que se produciría enoctubre se hizo con objetivorevolucionario explícito, pero junto a élhabía otro de defensa real de unaRepública amenazada por la reacción delas derechas. El levantamiento deoctubre fue el producto de una propuestadoble. Confluyó en ella la «insurreccióndefensiva»,[58] la idea de prevencióncontra la destrucción de la Repúblicaparlamentaria por obra de la derecha
fascistizante, contra «la desactivaciónlegal de la República propugnada por laCEDA»[59] con el propósito de la«dictadura socialista». Nunca hubo unapreparación más deficiente de algo quese definía ya confusamente: ¿huelgageneral revolucionaria o insurrección entoda regla? Los objetivos de aquelmovimiento solo podían encontrar unfundamento sólido y un instrumentoadecuado en la acción unitaria delproletariado; por ello algunosinsistieron en la necesidad de la AlianzaObrera, que los socialistas «toleraron»,diría Largo Caballero, pero sin ver enella el instrumento preciso. Los
comunistas acabaron sumándose inextremis, pero las reticenciasanarquistas se mantuvieron a excepciónde Asturias, donde funcionóprecisamente esa condición de la unidadde acción del proletariado al sumarselos anarquistas a la acción.[60]
El fracaso insurreccional de octubrerevelaría, en primer lugar, que laestrategia había fallado en un puntocrucial: la unidad del proletariado. La«revolución» de octubre fue el crisol enel que se fundieron, con clarasinsuficiencias, las propuestasrevolucionarias, amalgamadas con unmovimiento de defensa republicana que
produjo, como reacción, la agudizacióncontrarrevolucionaria de los grupos másconspicuos de la derecha española, cuyavisión sobre el caso no podía ser másdistorsionante. Paradójicamente, sinembargo, el fracaso de octubre fue lamás fértil fuente de reflexiones sobre laestrategia revolucionaria para todos losgrupos que participaron en él. Octubre,sin más, sería, desde entonces, no soloel apelativo preciso de una acciónpolítica trascendental, sino el origen detodo tipo de enseñanzas sobre larevolución y su futuro. Ninguna fuerzaobrera dejó de establecer sus propiasconclusiones sobre aquella revolución
fallida: socialistas, su protagonistafundamental, comunistas de uno y otrosigno, y anarquistas. Las rectificacionescon vistas a la revolución futura tuvierondiversos enfoques y se generalizaron lascríticas hacia los errores socialistas.[61]
Octubre, sin duda, abrió un nuevo cicloen la trayectoria de los repertorios de larevolución obrera en España.
La reconversión de las tácticasrevolucionarias que impuso octubre semanifestó, en fin, no solo en una oleadade exégesis escritas, de polémicasperiodísticas —tras superar la clausurade publicaciones como El Socialista—,de pronunciamientos críticos,
acusaciones de ineficiencia yreconversiones programáticas, sino quetuvo otra virtualidad trascendente: la deagudizar la polémica sobre la direccióny los órganos revolucionarios. Esto seplasmó de manera concreta en el debatesobre el Partido de la Revolución. Elaño 1935 fue clave en ese debate. Laconfrontación entre socialistas ycomunistas sobre la capacidad dedirección atribuible a un determinadogrupo revolucionario, partido uorganismo preciso —partido, soviet,alianza, consejo— ocupó bastantetiempo las páginas de una publicaciónsocialista como Leviatán. Tuvo
resonancia la polémica entre elcomunista Vicente Uribe y LuisAraquistain que se desarrolló en esemedio. El socialismo de izquierdamantenía que la revolución solo podíaser dirigida por el socialismo.[62]
Cualquier proceso de unidad delproletariado tendría que converger en laorganización socialista.[63] Loscomunistas negaban semejantecapacidad al socialismo, mientras los noestalinistas seguían insistiendo en lanecesidad de la Alianza Obrera,transcripción española del soviet.Había, desde luego, algo que no sedudaba: el progreso de la vía
revolucionaria frente al capitalismo noera posible que avanzase sino con launificación de la clase trabajadora, loque quería decir de sus organizaciones,algo distinto del frente únicopropugnado insistentemente por loscomunistas.
El año 1935 presenció, sin embargo,la creciente presencia de otro tipo deestrategia también controvertida que, demomento, aplazaba, cuando menos, elproblema de la revolución. Se trataba dela búsqueda de una forma de alianzaentre los grupos obreros y la izquierdarepublicana, que, pronto, desde el mesde marzo de aquel año, comenzó a dar
sus primeros pasos. Con esa operaciónconvergería el viraje del comunismohacia la política de Frentes Populares.Era otra consecuencia del papel departeaguas que en la estrategiarevolucionaria había introducidooctubre.
3 . LA SUBLEVACIÓNCONTRARREVOLUCIONARIA Y LAREVOLUCIÓN
Más allá de todo ello, y con mayortrascendencia, claro, la sublevación y laguerra civil, ya se ha dicho, cambiaron
la trayectoria histórica del proyecto, oproyectos, revolucionarios de lasizquierdas en España. En el territorioque no les fue posible controlar deinmediato a los sublevados del 17 dejulio, se desencadenó desde el primermomento, en efecto, lo que antes no sehabía consumado nunca: un movimientorevolucionario, una inmediatarevolución política y social,«espontánea», se dijo, cuya verdaderanaturaleza, extensión, actores, duracióny consecuencias se han discutidointensamente desde el momento deproducirse hasta más de tres cuartos desiglo después; hasta hoy mismo. No es,
pues, de extrañar esa asociaciónpersistente, en el testimonio y laliteratura de exégesis, entre la guerra yl a revolución en la España de 1936-1939.
Sobre el origen de esa explosiónrevolucionaria, un severo críticoanarquista, Vernon Richards, escribió enlos años cincuenta: «el periodo defebrero a julio de 1936, que incluyó lavictoria electoral del Frente Popular, elimpresionante congreso de la CNT enZaragoza, en mayo; el éxito de losmovimientos separatistas catalán yvasco, así como innumerables huelgasgenerales, y parciales, y asesinatos y
actos terroristas por ambas partes, noprodujeron la situación revolucionaria.¡Y sin embargo eso es lo que logró elalzamiento militar!».[64] Si erraba enalguna apreciación concreta, no lo hacíaen lo que era la verdad de fondo: elalzamiento militar fue el queverdaderamente puso en marcha larevolución… Un testigo del tiempo,Andreu Nin, enlazó ambos hechos demanera enfática: «era necesario quefuesen unos militares tan estúpidos comolos militares españoles para que aldesencadenar la rebelión del 19 de julioacelerasen el proceso revolucionario,provocando una revolución proletaria
más profunda que la propia revoluciónrusa».[65] Y un autor como Pierre Brouéseñalaría lo mismo al hablar de la«extremada y brutal polarización de lasfuerzas sociales que surgió de laexplosión de una situaciónrevolucionaria bajo el empuje de lacontrarrevolución preventiva».[66]
Arthur Koestler, literato, activistainmerso a fondo en los manejos de lapropaganda de la Komintern cuando seprodujo la sublevación en España,escribió por su parte: «lo que más nosenfurecía era el hecho de que Franco,como Hitler antes que él, pretendía quehabía dado su golpe militar
precisamente en el momento oportunopara prevenir una revolución nuestra …nosotros no estábamos preparandoninguna revolución en ese país y en esemomento». Koestler tenía muy buenasrazones para saber dónde y dónde no elcomunismo internacional preparaba unarevolución. «Era en verdad humillante elque sirviéramos de parterasinvoluntarias en el nacimiento de unadictadura fascista tras otra», añade.[67]
Al comenzar 1936, antes el triunfodel Frente Popular, la cruzada «contra larevolución y sus cómplices» se habíadesplegado ya por parte de los gruposorganizados de la derecha española, que
veían difícil acceder al poder, desde laCEDA, pasando por RE y losalfonsinos, hasta Falange y la ComuniónTradicionalista. Su actividad adquirióun grado de efervescencia desconocidoantes. Quién estaba promoviendosemejante revolución y cuáles fueran susobjetivos finales no era asunto queprodujera muchos quebraderos decabeza. La revolución era,sencillamente, comunista, anticristiana,antioccidental, separatista, tras la cualestaba naturalmente la URSS, susenviados y agentes. Pero,paradójicamente, dado que la presenciay fuerza de los comunistas españoles
eran aún escasas, el protagonismoautóctono de aquella siniestra trama seadjudicaba, en primer lugar, al alaizquierdista del socialismo y a su líderindiscutido Francisco Largo Caballero,que habría de presidir, según losdocumentos apócrifos que preparóTomás Borrás, el «Soviet Nacional».[68]
Realmente, los esfuerzos de lossublevados y de sus voceros de entoncesy después, de sus militares, financieros,ideólogos, teólogos, juristas yperiodistas, más sus apoyos extranjerosde todo orden, de los franquistas de laposguerra a hoy, de sedicenteshistoriadores que van de Arrarás (y
demás historias e historiadores«oficiales») a Brasillach-Bardèche, deComín Colomer a César Vidal y de Dela Cierva a Bolloten y Payne —citadosaquí por referirnos solo a unos cuantosnombres significativos—, hanconvergido siempre, con incansableesfuerzo, en el intento de mostrarnos, sinuna prueba, claro (pero construyéndolasad hoc si ello era conveniente, comohiciese el benemérito Tomás Borrás),que los sublevados de julio de 1936 lohicieron contra una inminenterevolución comunista —bolchevique—que iba a desencadenarse no más alládel mes de agosto.
Los hechos muestran que proclamarla llegada de la revolución no equivalióa prepararla. Y este asunto ha resultadoesencial para que la batalla ideológica,política e histórica se centre sobre elperiodo clave que representaron loscinco meses de gobierno del FrentePopular. La cerrada oposición de lasderechas al Frente Popular no podíatener más base política real y directa,públicamente manifestada, que laproclamada ineficacia del gobierno. Porello se basó en la denuncia de laalteración del orden público, laexpansión de la violencia en losconflictos sociales cotidianos y en la
confrontación política, la amplitud delas huelgas y la general debilidad delgobierno. Se trataba, pues, de unarespuesta al «estado de subversión» queGil Robles denunciaría más de unavez.[69]
Si es difícil hablar de la existenciade las condiciones objetivas para eldesencadenamiento de una revolución enla primavera de 1936, no puede dejarsea un lado tampoco el impacto social y laeficacia movilizadora de un «miedo a larevolución» que no dejó de estarpresente.[70] Puede hablarse de lafuncionalidad subversiva de laestabilidad política que tuvo la
percepción de una amenazarevolucionaria, cuya verdadera entidadprocuraron amplificar los conspiradoresmismos y sus apoyos. Desde el ladocontrario, Indalecio Prieto diría en suresonante discurso de Cuenca de 1 demayo de 1936 algo que mostrabaperfectamente su certera visión sobre elproblema de la violencia cotidiana enlas relaciones políticas: «lo que nopuede soportar un país es la sangríaconstante del desorden público sinfinalidad revolucionaria».
Paralelamente, en el subsuelo de ladenuncia del desorden público reiteradapor las derechas progresaba la
conspiración contra el orden legal. Nadamás convincente, por tanto, que laafirmación de González Calleja de que«si los desórdenes provocados por lasorganizaciones de izquierda —por muyviolentos que estos fueran—difícilmente pueden ser calificados deeventos revolucionarios en sentidoestricto, en el caso de la sintoníasubversiva de los militares golpistas yde los diversos grupos de la derecha síse puede confirmar la existencia —todolo imperfecta que se quiera peroefectiva al fin y al cabo— de unasituación (contra) revolucionaria dedoble poder».[71]
El hecho de que la sublevaciónarmada no tuvo como objetivo realanteponerse a revolución alguna estámás que demostrado actualmente. Losconspiradores sabían que no había planrevolucionario alguno preparado,aunque creyesen, como Mola, que «elenemigo es fuerte y está bienorganizado». Pero tampoco hay duda dela entidad de la revolución que de hechose desencadenó como respuesta a lasublevación. Semejante revolución,antes de su propia existencia —comohemos visto al hablar del Frente Popular—, durante ella y después, fue inundadapor una extensa nómina de propagandas,
suposiciones infundadas,manipulaciones o simples mentiras, delas que cabe destacar una como la másoriginal y la más críptica al mismotiempo. Se trata de los veinticincorenglones que componían el capítulo 1de la obra The Grand Camouflage, queBurnett Bolloten puso al alcance de loslectores a partir de 1961. Capítulo queacabó siendo suprimido en edicionesposteriores a partir de 1979. De esasdiecisiete líneas transcribimosúnicamente, por no abusar del lector, lasafirmaciones fundamentales, muyconocidas, por lo demás. Son estas:
Aunque el estallido de la guerra
civil española en julio de 1936 fueseguido por una amplia revoluciónsocial en la zona antifranquista —másprofunda en algunos aspectos que larevolución bolchevique en susprimeras etapas—, millones depersonas de criterio que vivían fuerade España fueron mantenidas en lamás completa ignorancia … gracias auna política de duplicidad y disimulode la que no existe paralelo en lahistoria … Los más destacados en lapráctica de este engaño al mundoentero y de desfigurar dentro de lapropia España el verdadero carácterde la revolución fueron loscomunistas … ¿por qué procuraronocultar al mundo exterior ydesfigurar dentro de la propia Españael carácter de la revolución que
asolaba al país?[72]
Bolloten aseguraba que su librorespondía a esa pregunta capital. Peroen modo alguno es así. La palabra«camuflaje» resultaba desde luegoexpresiva en extremo; se trataría, pues,de una revolución que se intentó ocultar(¿?)… Teniendo por perfectamentedocumentado el desencadenamiento deun proceso revolucionario tras lasublevación, Bolloten nunca llega aexplicar por qué los comunistas, segúnél, intentaron ocultarlo. Pero se cuidabastante de desarrollar ampliamente loshechos que llevaron al encumbramientopolítico de estos, a su «triunfo», y las
luchas a que ello dio lugar. AunqueBolloten trataba de hechos biendocumentados, en realidad su muydifundida obra era una manipulaciónideológica que, esta sí, era difícil decamuflar: un transparente ejemplo decómo se veía en los círculosconservadores internacionalescomprometidos en la Guerra Fría elsignificado de la guerra española, en laque la siniestra intervención de la UniónSoviética y el vasallaje del comunismoespañol era el hecho fundamental adevelar. Sin embargo, la verdadhistórica es que los comunistas noocultaron la revolución ni la
«disimularon», como puerilmente afirmaBolloten, no podían hacerlo, y el hechofue conocido en Europa prontamente. Loque hicieron fue algo de mucho másc a l a d o : intentar detenerla. Y,curiosamente, el propio Bollotendescribe el proceso de esa detención, deesa contrarrevolución, en el bandorepublicano («Contra los comitésrevolucionarios»).
En verdad, nada nos dice el autoracerca de la exacta naturaleza de larevolución de que habla ni de quién lapromovía. Como ya se había hechoanteriormente, y sería frecuente despuéstambién, el tratamiento de la revolución
por Bolloten se reducía prácticamente ados cosas: despojo de la autoridadexistente de manera violenta y comisiónde crímenes de variada especie. ABolloten parecía preocuparle muchomenos, en principio, la naturalezaprofunda de la revolución en cuestión —difícilmente parecía capacitado paradetenerse en ello— que el hecho de quela Unión Soviética «manejase» laRepública y engañase al mundo. Hatenido excelentes seguidores.
La versión más reciente de esta«revolución republicana», compuesta deviolencias y crímenes, inexplicada encualquier sentido en su origen y en su
significación histórica, nos laproporciona un autor académico, S. G.Payne, en 2011.[73] Conviene partir de laconstatación de que al autor creyósiempre en la existencia de un gran plande revolución bolchevique en España enla primavera de 1936, en la que elprincipal implicado era, obviamente, elPartido Comunista, «el miembro másactivo del Frente Popular», según elautor, «que había conseguido por vezprimera una considerable influenciapolítica», nos dice también.[74] Mástarde, Payne nos ha asegurado que larevolución española en la guerra civilhabría sido «la más amplia y
prácticamente la más espontánea de lasocurridas en ningún país europeo, Rusiaincluida». Y nos ha obsequiado con unaperla aún más esplendorosa: «losrevolucionarios dedicaban gran parte desu energía a actividadesrevolucionarias, entre ellas el pillaje, elincendio y masivos actos de violenciacontra la población civil [sic]». Laextraordinaria fijación del autor le hacecometer la insensatez de indicar que losrevolucionarios se dedicaban aactividades revolucionarias (¿a quéotras podían dedicarse en calidad detales?), que equivalían a la meracomisión de delitos, y puesto que estos
lo eran sobre «la población civil» sesupone que eran todos militares…[75] Enningún caso repara el autor en que esaamplia y espontánea revolución, o meroconjunto de crímenes, duró doce meseshasta su derrota a manos de fuerzas queluchaban en el mismo bando que losrevolucionarios… Parece ociosoespigar ninguna cita más.
¿Qué entidad y qué consecuenciastuvieron las propuestas revolucionarias—y las contrarrevolucionarias— quehabían nacido con la República misma,desde el momento en que la trayectoriahistórica del país desembocó en unaguerra civil? Los precedentes de la
revolución en guerra nunca parecieronestar muy claros. Azaña escribió quealgunos vieron en la sublevación laocasión para proceder a hacer borrón ycuenta nueva. Y también que a lasublevación se pretendió responder conuna «revolución sindical». Ello incita apensar, y no solo por lo escrito porAzaña, que si la sublevación y la guerrahicieron cambiar el escenario no ocurrióasí en el mismo grado con los actores.Pero no es menos cierto igualmente quesolo determinadas propuestasrevolucionarias, y no todas las presentesantes de la guerra, pervivieron a lasublevación y alimentaron el
movimiento que dinamitó, en principio,la autoridad republicana. Talespropuestas no fueron otras que lacolectivista libertaria y la comunista delPOUM.
En el temprano texto sobre la guerracivil que publicase el periodistabritánico Frank Jellinek, en 1938,enjuiciando la guerra de España,hablaba del profundo conflicto quehabía estado latente en España desdehacía tiempo y de que «la pregunta noera tanto si estaba teniendo lugar unarevolución, sino qué clase de revoluciónera…».[76] Jellinek ponía el dedo sobreel problema fundamental: la incógnita
sobre la naturaleza de la revolución, nosobre la revolución misma, que se habíadesencadenado y desenvolvía enEspaña. Una incógnita que un políticoeducado y observador, Franz Borkenau,creía por su parte haber despejado trasdos breves viajes a España y unaimpresión extremadamente negativasobre las capacidades del país.[77]
Cuando el viajero llegó a Barcelonala primera impresión fue de «armas,armas y más armas», que portan losmilicianos, de una increíble cantidad deexpropiaciones y muchos ciudadanosextranjeros pululando por la ciudad. Noobstante, lo más ilustrativo del
testimonio de Borkenau no residía ahísino en el Prefacio que puso a susimpresiones. La guerra civil, opina, noes una guerra en el sentido corriente dela palabra. El conflicto español esparticular. La mala interpretación que sehace de él parte de la equivocación dever «en la revolución española unincidente más en la lucha entreizquierdas y derechas, socialismo yfascismo, en el sentido europeo de lapalabra». Sus observaciones directas lehan convencido de que «esto no es así».Bajo las apariencias externas, Borkenaudecía querer desvelar «las verdaderasfuerzas motoras que, en realidad, se
diferencian enormemente de los moldesconvencionales europeos, a pesar de serlos utilizados generalmente paradescribirlas».[78] En definitiva, la clavede su interpretación, que lo era tambiénde su sorpresa, residía en que se habíatropezado en Barcelona, en Cataluña,con una revolución anarcosindicalista.
Pero el desarrollo posterior de ellaestuvo ligado a la derrota (militar), nosdice luego en sus Conclusiones escritasdespués de la caída de Málaga.[79] El 19de julio se había puesto en marcha un«doble régimen». Tras el éxito en lamayor parte de las grandes ciudadesvino el estancamiento. La revolución
avanzó unos meses engañándose a símisma: uno de los dos poderes sobraba.El estancamiento y el derrumberevolucionario lo atribuía Borkenauespecialmente al fracaso del gobiernoLargo Caballero. «El nuevo gobierno, apesar de que el radicalismo de susconvicciones políticas no estaba enduda, fracasó en todos sus aspectos».«Un evidente fracaso de la izquierdaradical, representada por todos sussectores … Los socialistas de izquierda,los anarquistas y los trotskistas,demostraron, a la luz de los hechos, noser ni jacobinos ni bolcheviques». Faltócompletamente el poder creativo de la
revolución.[80]
Estas impresiones de Borkenau,nada complaciente con el país visitadoni con lo que en él estaba viendo,escritas en fecha temprana de la guerra,y aunque silencian el papel comunista,pueden ser aceptadas en su conjuntocomo una descripción más que ajustada,razonablemente independiente y bienobservada, de la dinámica más profundade la «revolución española» y, en fin, desu fracaso, que el viajero daba ya pordescontado.
La sublevación y la imposibilidadde controlarla en breve plazo por partedel gobierno, dio un protagonismo
excepcional a las organizaciones delproletariado que tomarondefinitivamente la iniciativa de la lucha,aun antes de ser armadas oficialmente.Pero se equivocan quienes creen que elarmamento de las milicias fue el caldoque cultivó la revolución. El cursorevolucionario fue, por lo común,posterior a la derrota de los sublevados,tuvo más bien un carácter reflejo, de«respuesta», tanto donde estos lo fueronpor las armas como donde lasublevación no tuvo efectos decisivos yno hubo lucha armada. Una revoluciónmás temprana en muchos sitios del paíshabría evitado, seguramente, el triunfo
de los sublevados en ellos. Pero elrepublicanismo gobernante tenía miedo,justamente, a esa revolución y más siestaba armada.
Se produjo la desestructuración realdurante un tiempo del poder legalrepublicano. Un hecho sobre cuyatradición en la historia contemporáneaespañola hasta entonces no es precisoextenderse aquí. ¿Cuántas veces nohabía estallado el juntismo en lacontemporaneidad española desde1808? Los casos de ese año seminal,1808, 1820, 1835-1836, 1854, 1868,con mayor o menor extensión y duración,prueban una tradición incontestada.[81]
Y, siempre, como consecuenciainmediata del fracaso de los poderesestablecidos… Tal fue el caso ahoratambién. Juntas y comités aparecieron enel verano de 1936 en muchos lugares, ycon especial pujanza en Cataluña. Algomenos en todo el Levante, Asturias,Aragón y Andalucía orientales,Guipúzcoa y otras zonas. Tanto en lasciudades como en los pueblos. Sunaturaleza política se moldeó en formasacrisoladas de antiguo, comités,consejos o juntas adjetivados conapelativos tan ajustados como «CentralAntifascista» (Almería), de «SaludPública» (Málaga), «Ejecutivo Popular»
(Valencia) o, en fin, «Central deMilicias» (Cataluña) o, a veces, con ladenominación genérica de Comités delFrente Popular. El caso de Cataluña es,desde luego, paradigmático.[82] Tambiénes llamativo lo ocurrido en Aragón,donde las milicias anarcosindicalistasllegadas desde Cataluña impusieron elnuevo orden al ocupar un extensoterritorio al este de Zaragoza. «Traemosla revolución» decía un miliciano enCaspe; ocurriría allí un poderosomovimiento, en gran parte impuesto, derevolución política y transformaciónsocioeconómica en el medio rural(colectivista), sin paralelo en otro
sitio.[83] El Consejo de Aragón creadofue quintaesencia del procesorevolucionario que intentaba establecerel comunismo libertario.[84]
El Comité Central de MiliciasAntifascistas, de Barcelona, bajo laégida de la CNT, constituye el mássignificativo ejemplo de lo que el poderrevolucionario representó en losprimeros momentos de la guerra. Peroes, también, la mejor prueba de sufracaso. El anarcosindicalismo, dueñode la situación en los primerosmomentos, no se decidió a asumir latotalidad de los poderes enexclusividad, aunque dispuso de ellos,
no eliminó la institución gubernamentalexistente, la Generalitat, y, en definitiva,acabó disolviendo el comité eintegrándose en un gobierno de laGeneralitat, el 26 de septiembre, en elque había tres consejeros de la CNT,dos del PSUC (comunistas) y uno delPOUM, precisamente Andreu Nin.[85] Sunaturaleza de poder revolucionarioperdió entonces prácticamente susentido.
Tanto esta decisión como, más aún,la de integrarse en el gobierno de laRepública en el mes de noviembresiguiente fueron objeto de divisiónprofunda que nunca cesó. En el caso
catalán, Abad de Santillán, uno de losresponsables máximos de la decisión,creía que «podíamos habernosdeclarado único poder en Cataluña»;pero el apremio de la guerra y el hechode que en el resto de España la situaciónera distinta, hizo que se procediese «a laformación de un Gobierno capaz demantener la cohesión social necesaria».Se aceptó la idea de los «anarquistas enel Gobierno», pero no la del«anarquismo gubernativo».[86] Mientrasel anarquismo dejaba escapar suhegemonía en Cataluña, proponía lacreación de un nuevo poder centralrepublicano al que denominaba Consejo
Nacional de Defensa, en una propuestaque hizo repetidamente el jefe delgobierno, Largo Caballero. Lasignificación gubernamental de lapropuesta era más que dudosa y larevolucionaria nula, pues tampoco setrataba de eliminar el poder existente.
A la altura de septiembre, elpoumismo aceptaba, por boca de Nin,que «la clase obrera ha resuelto todoslos problemas fundamentales de larevolución democrática». Proponía unasCortes Constituyentes en las que noestaría representada la burguesía. Peroel problema del poder revolucionario lotenía mucho más claro que los
anarquistas. Había que ir a laconsumación revolucionaria. Loocurrido no era sino un comienzo. Laconsigna de la defensa de la revolucióndemocrática no podía decir ya nada enaquel momento. Se estaba en la fase dela revolución del proletariado. Y fueentonces cuando aseguraría que larevolución que se había desencadenadoen España es más profunda que larusa.[87] Parece claro que tal afirmaciónno podía referirse a la magnitud yextensión de la revolución, sino al hechode que en sus primeras fases el impulsorevolucionario en España había estadomucho más generalizado que en la Rusia
de 1917, más espontáneo, había surgidomucho más de la raíz del pueblo y conmenos oposición.
Con todo, el fenómenorevolucionario de mayor alcance, y elmás duradero, fue, desde luego, elproducido en el terreno social, cuyo ejefue también lo acontecido en Cataluña.Aquí, las acciones tuvieron unaorientación muy directa: la incautación yexpropiación de la propiedad de diversotipo, industrial y comercial, de grandesservicios, agraria, la puesta de la vidaeconómica bajo un férreo control y,sobre todo, como obra de mayor alcancetransformador aún, la colectivización
del sistema de propiedad en el ámbitourbano y en el rural. El Decreto decolectivizaciones de la Generalitat de24 de octubre de 1936 —que incluíatambién Control Obrero—, y otros demenor entidad, promovieron un nuevosistema económico revolucionario, delque no existen paralelos en el curso dela guerra.[88]
La economía colectivizada tuvo unpoderoso desarrollo en el mundo rural,que abarcó buena parte del territoriorepublicano. Aunque de difícilperduración, este gran proceso fue elmás extendido y duradero. Fue la obramás cercana al ideal del comunismo
libertario, aunque la implantación delideal fue, desde luego, desigual. Lascolectivizaciones agrarias seextendieron prácticamente por todo elterritorio. En consecuencia, larealización del colectivismo y, entérminos más generales, el control de laeconomía con la orientación hacia sunacionalización y estatalización, fueronel hecho central de aquella revoluciónsocial, y, al tiempo, el núcleo en torno alcual se desarrollaría la pugna entrequienes promovían la senda de laextinción de la economía capitalista yquienes no estaban dispuestos a ir másallá de la organización de una
«economía de guerra». Una organizaciónpotente como la UGT se mantuvo, enrealidad, a medio camino entre ambasaspiraciones. Participó de lascolectivizaciones, pero su inclinaciónfue hacia la estatalización ysindicalización de la economía. Larelación de los dos grandes sindicatosen relación con la transformación delorden económico fue muy importante,desde que comenzasen los pactos enoctubre de 1936 hasta el de marzo de1938. No hubo acuerdo en las formasconcretas, pero sí en el hecho de que lapropiedad privada había de sersocializada bajo una u otra forma.[89]
Contra lo que pueden aparentar loshechos, la guerra civil no llegó asignificar una verdadera, y menos aúnduradera, culminación de la crisisrevolucionaria de los años treinta. Y nolo fue porque la revolución republicanainducida por la sublevación tuvo endefinitiva carácter limitado y supuso unaseria fragmentación de las fuerzasanteriormente mantenedoras deproyectos de revolución. Dos de ellas,anarquismo y poumismo, mantendríanque la guerra era la precisa coyunturarevolucionaria, que no era posibletriunfar en la primera si no se realizabala segunda. Socialistas y estalinistas se
pronuncian por algo bien distinto: erapreciso, cuando menos, aplazar elmovimiento revolucionariosubordinándolo a la lucha armada contrael fascismo. Los comunistas realmentehabían planteado ya esa estrategia desdeantes de la sublevación; en ella sebasaba la política de Frente Popular. Lalucha contra el fascismo tenía quehacerse desde ella precisamente.
Para el comunismo internacional,además, como argumentara hace tiempoFernando Claudín, la revolución enEspaña fue, sobre todo, inoportuna. Y,además, cogió a los dirigentessoviéticos e internacionales
desprevenidos. En modo alguno, porrazones de su política internacional deacercamiento a las potenciasoccidentales frente al peligro nazi,interesaba a la política soviética amediados de los años treinta unarevolución de la izquierda obrera enEspaña y menos aún con participacióncomunista. De ahí la especial política dela Komintern y la URSS sobre larevolución en España. La Repúblicatenía que orientar su lucha frente alfascismo hacia el mantenimiento delsistema democrático-parlamentario. Erala única forma de que las potenciasdemocráticas viniesen en su ayuda. Pero
no vinieron.[90]
En último término, no pareceexagerado ni reduccionista decir que elanálisis histórico de la revolución socialen la guerra española se circunscribe enbuena parte al de las consecuenciasúltimas de aquello que llamópoderosamente la atención de un agudoobservador como Borkenau: larevolución anarquista-colectivista. Sufracaso es la conclusión unánime detestigos y comentaristas, aunque difieranen mucho los fundamentos de suexplicación. Para unos se trataba de laimposibilidad misma de una revoluciónde ese género; para otros fue el
resultado de la traición y lacontrarrevolución. Se ha escrito que elanarquismo hizo exactamente locontrario de lo que había concluido enel Congreso de Zaragoza meses antes.[91]
Por supuesto, uno de los factoresdecisivos de ese fracaso fue laincapacidad de crear un auténtico«organismo de la revolución», elejerciente del poder revolucionario. Enefecto, ¿cómo podía consumarse unarevolución social si se renunciaba a unpoder exclusivo del proletariado? Loque surgió en el verano de 1936 fueronnuevos órganos de poder que realmenteeran «organismos de transición para la
renovación del estado burgués“republicano”».[92] Si se compara loocurrido aquí con lo que había tenidolugar anteriormente en Rusia y Alemaniase encuentran coincidencias, perotambién rotundas diferencias. En los trespaíses se empezó a través de órganosregionales y no estatales: Petrogrado,Berlín, Barcelona. Pero el ComitéCentral de Milicias Antifascistas nuncatuvo ninguna presencia en el resto delEstado republicano. La diversidad delos nuevos órganos de poder fuesorprendente, lo que se tradujo en elgrado de transformación real queconsiguieron realizar, muy diversa.
Apenas nada en Extremadura o Asturias.Desde luego, otro factor importante atener en cuenta es la observación demuchos extranjeros y de dirigentesautóctonos de que «el papel decisivo enla revolución española pertenece a lossindicatos».[93] Y eso modificabaprofundamente la cuestión de losórganos de poder.
No habiendo surgido un poderrevolucionario unitario y eficiente, larevolución se despeñó por una sendadescendente ya desde la primera fase dela guerra civil, bajo el gobierno deconcentración antifascista presidido porLargo Caballero, una de cuyas
fundamentales actuaciones fue dirigida ala reversión de tales poderes algobierno central, bajo diversas medidasadministrativas con calado político:reactivación de la figura de losgobernadores civiles, potenciación delos comités del Frente Popular y de losservicios de control de la retaguardia,creación de consejos regionales —Asturias-León-Palencia o Aragón, porejemplo— más ligados al poder centralque los anteriores poderesfragmentarios. Y una cuestión másesencial aún: el reiterativo discursopolítico contra la «experimentación»social revolucionaria en alusión directa,
compartida plenamente por loscomunistas, a colectivizaciones enindustria y agricultura.
No obstante esta evidencia,documentada y no negada por nadie, unincansable difusor de la historia alrevés, S. G. Payne, se permite escribir,probablemente sin pestañear, acerca deese gobierno como el primer Ejecutivocompletamente revolucionario en laguerra civil, cuando todas lasdeclaraciones de tal gobierno desde suinstauración, pasando por lasintervenciones en las Cortes, insistieronen la postergación de todo experimentorevolucionario: «naturalmente, los
republicanos, los socialistas, loscomunistas, los anarquistas, tienen susideas acerca del desarrollo social deEspaña, distintas teorías y distintosproyectos prácticos. También los tengoyo pero me los callo. Hoy todas lasdiferencias han sido postergadas.Constituimos un organismo único, con unobjetivo único: derrotar alfascismo».[94] La declaracióngubernamental al constituirse hablabadel propósito de «adelantar el triunfosobre la rebelión coordinando losesfuerzos del pueblo mediante la debidaunidad de acción. A ello se subordinancualesquiera otros intereses políticos,
dando de lado a diferenciasideológicas».[95]
Cuestión decisiva en el desarrollode la revolución fue la de la concepciónde la guerra revolucionaria implicada enla propuesta anarquista y poumista y queel estallido de la revolución puso,naturalmente, en primer plano. Para laconcepción activa de la revolución, ladefensa armada de la República no teníaposibilidad alguna si sus defensores nola concebían como guerra deemancipación social, es decir, como laculminación de un programarevolucionario nacido mucho antes. El14 de abril de 1937, un conocido y
activo anarquista italiano, establecidoen Barcelona, dirigía una larga carta aFederica Montseny como ministra yfigura muy influyente en la que decíataxativamente: «El dilema guerra orevolución no tiene ya sentido. El únicodilema es este: o la victoria sobreFranco gracias a la guerrarevolucionaria, o la derrota».[96]
Fue, pues, en las filas delanarcosindicalismo y el comunismo delPOUM donde el convencimiento de quela guerra era inseparable de larevolución permaneció siemprepresente. Y ello acarreaba la lucha porel mantenimiento del sistema de milicias
armadas como base defensiva de laRepública contra la idea de un ejércitoconvencional. Por el contrario, otrasfuerzas entendían que el proceso de larevolución social no podía ser sino unobstáculo para el esfuerzo militar; desdeel socialismo y el comunismo ortodoxose pretendió prontamente que eldesarrollo de una revolución social altiempo que se luchaba contra elfascismo sublevado no podía sino dañarseriamente el esfuerzo mismo de guerra.Y podía hacerlo en diversas instancias,de la que no era la menos importante lareferente a la imagen exterior, ante laspotencias democráticas europeas, del
régimen republicano enfrentado a unasublevación y con la imperiosanecesidad de reconstruir un ejército.Porque en el fondo gravitaba sobre estosgrupos el designio de reconstituir unejército convencional sobre el moldedel Ejército Popular. Aquello se alejababastante de las milicias revolucionarias.La revolución simultánea con la guerrafue así un tremendo factor de conflictointerno, una lucha sin cuartel, uncomplejo proceso de avances yretrocesos, que marcó duramente lapolítica del tiempo de la guerra y que hadejado un rastro más que visible entodos los tratamientos posteriores de
aquel conflicto.Buscar fenómenos persistentes de
guerra revolucionaria en la contiendaespañola representa buscar unaentelequia. Si se entiende por guerrarevolucionaria aquella en que un bandoo ejército pretende como objetivoextender en un determinado territorio unproceso de revolución político-social oimponerlo a un enemigo, sobre la basede unos combatientes impregnadosasimismo de esa idea revolucionaria,debemos concluir que en la España de 1936-1939 solo puede hablarse de ellopor un corto periodo y en el frente deAragón por obra de milicias
anarcosindicalistas y poumistas.Ni la guerra civil en España tiene un
origen revolucionario, sino, como yasabemos, todo lo contrario, ni laRepública practicó como tal ningún tipode guerra revolucionaria. Por tanto,pretender que «la última guerra civilrevolucionaria de la época [deentreguerras] tuvo lugar en España en 1936-1939» es un fraude conceptual ehistoriográfico, mera declaraciónideológica.[97] ¿Quién inició en Españaguerra revolucionaria alguna? ¿No fueuna guerra de origencontrarrevolucionario? Y, de otra parte,¿hizo la República una guerra de
expansión revolucionaria? En ningúnsentido, pues, puede denominarse alcaso español «guerra revolucionaria»,aun admitiendo que pudieron darsealgunos fenómenos de ello, localizadosen lugar y tiempo y que, obviamente,nunca fueron «objetivo de guerra» parala República.
Decir, por otra parte, que a partir dejulio de 1936 se desarrolló en Españauna decisiva confrontación entrerevolución y contrarrevolución norepresenta en modo alguno formaadecuada de describir los hechos, losfactores profundos y reales en el origeny desarrollo de la guerra civil. No hubo
en absoluto una contraposición simétricade adscripciones de los bandos a larevolución o la contrarrevolución.Mantener lo contrario es pretendermanipular, una vez más, las razones dellevantamiento militar. No existiósimetría alguna. Mientras lacontrarrevolución fue propósitoplanteado de antemano, de hecho, elfactor decisivo del desencadenamientodel conflicto armado, la defensa de laRepública haciéndola sustentarse sobreuna revolución política y social en regla,como pretendieron algunos grupos,careció de toda virtualidad. Laexplosión revolucionaria fue,
sencillamente, derrotada, por su propiainsuficiencia, en primer lugar —lo quesolo algunos críticos decididosreconocerían—, pero también por unpoderoso movimiento empeñado en elespacio republicano en su marginación,contención y, en definitiva, derrota. Larevolución española presenteentrecortadamente en el escenariohistórico de los años treinta y, más aún,en el curso de una guerra civil de origencontrarrevolucionario, tiene, pues,mucho de mito si analizamos sudesenvolvimiento con la profundidadrequerida.
4. LA REVOLUCIÓN, DERROTADA
El desencadenamiento de unarevolución sociopolítica real en laRepública en guerra quedó prontamenteabortado en la lucha interna por lahegemonía y por la imposición de unosdeterminados objetivos de guerra. Perono solo por ello. A la frustración de larevolución coadyuvaron en la mismamedida tanto las debilidades internasevidentes de los revolucionarios comocondicionamientos internacionales quereconocía el propio dirigente de ella,Abad de Santillán. La estructura de lapolítica internacional del momento, en el
tenso juego entre democracias, fascismoy bolchevismo, tuvo una implicacióndeterminante que condujo a lo que muyjustamente se ha rotulado la «soledad dela República».[98] Tanto las condicionesinteriores en el desenvolvimiento de laguerra como la ineludible necesidad deatender a las circunstanciasinternacionales en que la defensa de laRepública «democrática yparlamentaria» podía mantenerseinfluyeron decisivamente sobre lafrustración de la revolución en España.L a segunda revolución, la revolucióndemocrática y socialista con elproletariado como actor, nunca se
consumó.La revolución española a partir de
julio de 1936 desarrolló sus primerosmomentos casi con la parafernalia deuna fiesta, febrilmente, con euforia, concomienzo inmediato, poderoso,movilizador sin duda. Todo ello generóviolencias, desde luego. El progreso dela revolución, tras sus primerasdisposiciones, no tardó en quedarestancado y, al fin, desalojada comoopción compatible con la defensaarmada de la República. La derrota dela revolución vino ya siendo advertidadesde el otoño de 1936; fue paulatina ytuvo su final en dos episodios de
trascendencia: los sucesos sangrientosde mayo de 1937 en Barcelona y laaniquilación del Consejo de Aragón ysus colectividades poco después. Lasituación contrarrevolucionaria enCataluña se denunció con fuerzacreciente en la primavera de 1937, allídonde el anarcosindicalismo había sidotodopoderoso. La derrota no significó laeliminación absoluta de la obracolectivista si excluimos el ataque manumilitari que se produjo contra elConsejo de Aragón en agosto de1937.[99] En todo caso, Abad deSantillán concluiría que «es precisoreconocer que los imperativos de la
guerra se sobrepusieron necesariamentea las exigencias de la revolución».Amarga reflexión, y realista, que nonecesita mayor exégesis.[100]
No obstante, el destino delmovimiento revolucionario en la guerracivil que llevó a la traición, a sufrustración y eliminación, produjo y hacontinuado produciendo no ya un debate,sino incluso una nueva guerra deacusaciones mutuas: ¿por qué larevolución fue, en definitiva, derrotada?Las respuestas se agrupan en variosgéneros. De una parte, se aduce, la causase encuentra en los poderosos mediospuestos al servicio de una
contrarrevolución interna que al final sehizo con el aparato del Estadorepublicano y con sus recursos y quecoartó y luego eliminó toda pretensiónde cambio revolucionario. De otra, seargumenta a su vez, la revolucióndesapareció arrastrada por sus propiascarencias, por los errores de susimpulsores, por la falta de dirección,impulso, objetivos claros y unverdadero espíritu revolucionario.Fuerza creativa, como la llamóBorkenau. En fin, en tercer lugar, larevolución era inviable en unascondiciones militares desfavorablespara la República y con una relación de
fuerzas en el plano internacional que leera perjudicial. Cualquiera de estasexplicaciones posee, indudablemente,una parte de verdad. Pero, seguramente,se necesita de todas ellas para que elpanorama histórico pueda completarse.
La revolución traicionada es,seguramente, el argumento explicativomás utilizado. Sus portavoces han sidosiempre las posiciones de origenanarcosindicalista y poumista; susreceptores invariablemente la políticadel Partido Comunista, los asesores y lapolítica soviética. A ello se suma unsector del socialismo, el izquierdista, yLargo Caballero y su obra
gubernamental aparecen comoresponsables muy calificados de laderrota de la revolución. Hay muchosescritos que ejemplifican esto;quedémonos con los de Abad deSantillán, García Pradas,[101] Montseny,Gorkin, Andrade, Morrow o Munis, unaamplia literatura producida en el exiliopor memorialistas de este origen engeneral y cierta historiografía más omenos militante. En rigor, laargumentación que atribuye al crecientepoder comunista la oposición a unarevolución colectivista y unas formaspolíticas diferentes de lasconvencionales parlamentarias no
carece en absoluto de pruebasfehacientes.
El aumento del poder comunista fueindiscutible y su intento de detener larevolución fue reconocido por ellos, noabiertamente sino mediante laproposición de otra revolución: aquellaque debía desembocar en una«democracia de nuevo tipo» nuncasuficientemente explicada. Por si faltabaalgún argumento, entró en juego con todarazón la tenaz política del comunismoestalinista en pro de la eliminación del«trotskismo», lo que equivalía a laeliminación del POUM. De hecho, consu política contraria a todos los
experimentos revolucionarios puestos enmarcha por la izquierda obrera másradical, el PCE ejerció el papel depuente o refugio para una pequeñaburguesía urbana, un pequeñocampesinado propietario también, tanatemorizados por la guerra como por elradicalismo social de las fuerzassituadas más a la izquierda. El mismofenómeno afectó a militares,funcionarios, profesionales, lo queexplica el crecimiento del partido,aunque no lo explica todo.
La oposición comunista a lascolectivizaciones fue activa pero noestridente. Ciertamente, «no solo
objetaron la socialización absoluta;rechazaron casi todas las formas desocialización».[102] La avalancha contrala propiedad privada fundamentalmenteen el campo y la colectivización deempresas industriales y de serviciosnunca fue vista con buenos ojos porquese consideraba mejor solución el controlestatal directo. El argumentoanticolectivista giró en general sobre laacusación de que las colectivizacioneseran una forma de transformaciónimpuesta por la violencia y por lasarmas. Vicente Uribe, ministro deAgricultura, jugó un papel fundamentalen la resistencia al colectivismo con su
Decreto de 4 de octubre de 1936, que nolo prohibía pero que favorecíaclaramente la pequeña propiedad o lanacionalización. El PCE jugaba en favorde un pequeño campesinado adicto.
El POUM no era doctrinalmentecontrario a las colectivizaciones pero leparecía que deberían estar precedidasde formas previas de organizaciónreformistas de la propiedad, pero sindescartar la privada. El juicio queexpresase Borkenau sobre estosllamados trotskistas, es decir el POUM,no fue nada complaciente: gentes«dogmáticas y librescas», «no supieronver claramente la realidad española».
«Si los trotskistas españoles no hubiesensido marxistas dogmáticos deinspiración extranjera, hubiesen estadomás cerca de las realidades españolas».
En no pocos casos, el sujeto de lacontrarrevolución no aparece ya comopartido u organización sino como elsistema del Frente Popular mismo. Lainspiración trotskista de esta críticaaparece a veces muy clara, como se veen los casos de Munis y Morrow o deTrotsky mismo, por supuesto. Laobservación del italiano GianfrancoDellacasa —en un libro desde luego conmuchos errores históricos y muy maltraducido al castellano— es interesante
por su recorrido por el itinerario decrecimiento de la revolución política ysocial y después por su progresiva«represión». La tesis del autor es quelas fuerzas coaligadas del FrentePopular procedieron a esa detención yeliminación de la revolución: «Lasrepresiones más violentas de larevolución se tendrán después de lacaída de Largo Caballero; pero esto noanula el hecho de que la represión comotal haya sido organizada y desarrollada,de modo fundamental, durante su gestióncomo primer ministro».[103] El POUM,revolucionario, tuvo también una actitudmás dubitativa y cambiante, además de
que su propia posición teórica sobre elmovimiento revolucionario era distinta.
Las posturas sobre las deficienciasde la revolución misma partengeneralmente de un ángulo común: larenuncia del potente anarcosindicalismoa dirigir la revolución proletaria sincolaboracionismos y la debilidad delPOUM para promover una influenciaaprovechable en la rectificación de larevolución. La entrada de la CNT en elgobierno, se dice, marcó la liquidaciónde la revolución a corto plazo y la de lapropia CNT después. «Las jornadas demayo en Barcelona pudieron haber sidola señal de ¡alto!, en este descenso [de
la revolución]; en cambio, la acción delos dirigentes la convirtió en laconfirmación de que la revolución habíasido derrotada.»[104] Quienes llevaron al a CNT-FAI por los senderos delcolaboracionismo fueron los auténticosresponsables de la declinación de larevolución. Sin embargo talesresponsables, Abad de Santillán, GarcíaOliver y otros dirigentes catalanes,Federica Montseny, Horacio Prieto,Peiró, etc., siempre defendieron loinevitable de la direcciónemprendida.[105]
Es posible que ninguna oposición ydenuncia de los errores del propio
movimiento anarquista fuese másfuribunda que la mostrada por el grupo«Los amigos de Durruti» en laBarcelona de la primavera de 1937,donde tuvo un especial protagonismo suprincipal figura, Jaime Balius.[106]
Desde marzo de 1937 en que aparece elgrupo hasta los sucesos de mayo, latajante posición crítica llevó a que seles acusara sistemáticamente deprovocadores. Las posiciones de Baliusy del grupo se basaban en el rechazo dela intervención de los partidos políticosy en el sostenimiento de la conjunciónguerra y revolución. Como un importanteresponsable de la contrarrevolución
aparecía Largo Caballero, contra el queBalius escribiría un duro texto el 12 demarzo. El grupo hizo una demoledoracrítica de la actuación de los comitésdirectivos. En definitiva, «hemos sidoexcesivamente condescendientes, yexcesivamente pusilánimes, en nohabernos apoderado del poder enCataluña», decían el 14 de abril.
Parece bastante claro que losenfrentamientos sangrientos de losprimeros días de mayo en Barcelonatuvieron el profundo significado deajuste de cuentas definitivo entre larevolución sostenida por el anarco-poumismo y la oposición a la
prevalencia de estas fuerzas en Cataluñaque mantenían a su vez comunistas delPSUC, buena parte de la UGT y laEsquerra Republicana que controlaba laGeneralitat de nuevo. Fueron aquellosdías, como se ha dicho, el últimoepisodio de la decadencia de larevolución. No es posible describir aquícon mayor atención aquellosacontecimientos.[107] La derrota delanarquismo tuvo de nuevo bastante quever con las posiciones de loscolaboracionistas, con cuatro ministrosen el gobierno central que impusieronuna mediación.
La crisis de mayo significó varias
postergaciones importantes: la definitivarenuncia de todo intento de un poderrevolucionario, la preponderancia delsindicalismo en tareas políticas con elfinal del gobierno Largo Caballero, laestructura de las alianzas antifascistasintentadas anteriormente. Y trajoconsigo el control gubernamentalestricto sobre las actividadesanarquistas y poumistas, con cárceles yprocesos judiciales incluidos. En todocaso, hay que aceptar como cierto lo queescribió Walther L. Berneckerseñalando que el movimientocolectivista «había perdido su potenciarevolucionaria mucho antes de haber
alcanzado su plenitud». A ellocontribuyeron causas exógenas yendógenas de notable importancia en lasque no podemos detenernos tampocoaquí[108].
Como conclusión, no nos pareceríadesencaminada la afirmación de queentre las características de la revoluciónespañola no es la menos relevante la der e v o l uc i ó n no consumada; esprácticamente unánime la percepción desus testigos de que la explosiónrevolucionaria no alcanzó, en formaalguna, a imponer un «ordenrevolucionario» operativo; por ello esperfectamente ajustado hablar de un
limitado grado de su desarrollo enprofundidad, extensión y duración.Vernon Richards, crítico inclemente alque recurrimos de nuevo, se preguntaba,muy justamente, «qué aspecto de lalucha en España justifica el que se leaplique la palabra “revolución”». Surespuesta nos parece luminosa:
Sorprende el hecho de que fuerasólo en el montón de los hombres ymujeres anónimos, en los campos yfábricas y servicios públicos, en lasaldeas y entre los milicianos de losprimeros días, donde se vislumbraroncambios realmente revolucionariosen la estructura social y económicade España.[109]
4
La radicalización delas derechas
Eduardo González CallejaUniversidad Carlos III de Madrid
1 . ORÍGENES Y MOTIVOS DE LARADICALIZACIÓN DE LAS DERECHAS EN ESPAÑA
Tratar de responder a estas dos
cuestiones implica plantearse por quéuna parte significativa de la derechaespañola no aceptó la democracia comomodo de organización política en losaños treinta. Esta deriva —antidemocrática más queantirrepublicana— tiene que ver con elmarcado giro contrarrevolucionario dela derecha sociológica a partir de lacrisis de 1917 y el consiguiente declivedel sistema monárquico liberal, que ladictadura de Primo de Rivera aceleró,abriendo camino al ascenso político denuevas élites de marcado tonoautoritario. No cabe duda de que ladictadura precipitó la escisión
ideológica entre una derecha cada vezmás minoritaria que se mostraba fiel alos procedimientos liberal-parlamentarios y otra crecientementehegemónica que anhelaba elestablecimiento de un sistemaantidemocrático de rasgos corporativos.
Durante la primera dictadura delsiglo XX se elaboraron algunos de losargumentos ideológicos y doctrinalesque posibilitaron la reacción autoritariade las derechas contra la democraciarepublicana a inicio de los años treinta.El culto al jefe, la exaltación de lajerarquía, la negación del liberalismo yel parlamentarismo, la estructuración
vertical de la política que implicaba elrechazo de la «partitocracia»tradicional, la reorganizacióncorporativa de las relaciones de trabajoextendida a la estructura social ypolítica, el concepto del Estado comoorganizador y armonizador de losintereses sociales, el nacionalismopatriótico excluyente, el populismo, laeconomía dirigida y la democraciaorgánica opuesta al sufragio universal,con un Ejecutivo fuerte y un partidooficial único destinado a ejercer elmonopolio de los cargosadministrativos, fueron algunos de loselementos que sirvieron de apoyatura
doctrinal y técnica al fascismo español yluego al franquismo.
Por ello, no hay que olvidar que granparte de la derecha llevaba recorrido yaun largo trecho hacia el autoritarismo ala altura de 1930-1931. En estascondiciones, marcada por la crisis delEstado monárquico liberal, el repentinoestablecimiento de una República con unprofundo designio reformista fuepercibido por estos sectoresultraconservadores sumidos en elsíndrome dictatorial como una amenazadirecta que había que yugular a todacosta. La identificación que gran partede la derecha hizo de la República con
la revolución —confusión que espreciso advertir fue alimentada por lospropios líderes republicanos—,especialmente durante el primer bienio,pareció corroborarse con el cambio enla legislación sociolaboral, la reformaagraria, la redefinición de laarquitectura estatal a través de losprocesos estatutarios, y, sobre todo, lasmedidas de corte laicizador. Lacampaña revisionista de la Constitución,que comenzó a prepararse desde laaprobación del artículo 26 el 13 deoctubre de 1931, tuvo un especialcalado movilizador, y abrió el camino ala articulación del poderoso movimiento
político contrarrevolucionario opuestoal proyecto democrático republicanoque fue Acción Nacional/ AcciónPopular/CEDA.
En estas circunstancias de crecienteenfrentamiento simbólico con lo que laRepública representaba de cambioestructural en sentido modernizador,buena parte de los sectores que puedenser caracterizados genéricamente comoconservadores experimentaron unasignificativa mutación de sus rasgosculturales y de sus planteamientospolíticos. El universo pactista queconstituía el bagaje mental dominante deestos grupos sociales que apoyaron al
régimen de la Restauración saltó hechoañicos, y su lugar fue ocupado por unasculturas políticas más movilizadoras,inclinadas al maximalismo programático(fuera este la restauración borbónica, elrégimen católico-corporativo, lamonarquía tradicional o la revoluciónnacional-sindicalista), el militarismo yla confrontación indiscriminada contralos rivales políticos.
Para tratar de explicar los móviles,estrategias y objetivos de esa crecientehostilidad antirrepublicana de lasderechas españolas no democráticas,intentaré hacer un esbozo,necesariamente sintético, de la
trayectoria política de las cuatroprincipales tendencias político-ideológicas de vocacióncontrarrevolucionaria (el legitimismocarlista, el catolicismo cedista, elalfonsismo y el fascismo), para abordarluego una caracterización general de losrasgos comunes de orden socioculturalque estimularon el comportamientoviolento de los distintos sectores de laderecha antirrepublicana.
2. LA VOCACIÓN GUERRACIVILISTA DELCARLISMO
Ningún movimiento político de laEspaña contemporánea ha mostrado,como el tradicionalismo carlista, unapredisposición tan franca y tanpersistente al enfrentamiento contra elrégimen liberal, hasta hacerlo formarparte indisociable de su praxis política,de su identidad colectiva y de su acervocultural. Con la proclamación de laRepública, el jaimismo se reunificó enuna comunión de creenciastradicionalistas y se transformó en unaglomerado contrarrevolucionario deamplia base, aunque no dominante en eluniverso de las derechas españolas. Setrató de transformar al movimiento en
una auténtica organización de ámbitoestatal mediante la implementación detres estrategias convergentes: lareunificación de las diversas tendenciastradicionalistas, el liderazgo delmovimiento católico y la unión dinásticacon los alfonsinos. El primer objetivo selogró de forma bastante natural, ya quela muerte del pretendiente don Jaime el2 de octubre de 1931 allanódefinitivamente el camino para lareunificación de las tres facciones detradicionalismo: los mellistas veíandesaparecer a un príncipe sospechosode criptoliberalismo, y los integristasacceder a los derechos dinásticos a otro
(el hermano de Carlos VII, don AlfonsoCarlos) con especial inclinación haciasu ideario.
La segunda estrategia barajada porel carlismo fue impulsar y liderar unaamplia movilización católica contra lademocracia republicana. Derrumbado elconservadurismo dinástico, la estrategiade «unión de los católicos» perdió sucomponente liberal, y pudo serplenamente asumida por la direcciónjaimista, que movilizó el partido comola punta de lanza de una alianzacontrarrevolucionaria que no descartabael uso de la violencia. Pero con laconsolidación del catolicismo
accidentalista entre fines de 1932 einicios de 1933 y la ruptura con el PNVpor culpa del proceso del Estatutovasco, el jaimismo perdió el liderazgode la agitación confesional contra laRepública y encontró dificultades casiinsalvables para salir del gueto político.
El proyecto de conciliacióndinástica resultó ser una tareaespecialmente enojosa. En los dosprimeros años de República no seavanzó gran cosa en las fusionesdinástica y partidaria y, aunque se optópor la creación en marzo de 1933 de unaoficina electoral conjunta de losTradicionalistas y Renovación Española
(TYRE), la idea de una federación deambos partidos fue pronto abandonada,ya que la mayor parte del carlismo semostraba contraria a un acercamiento alos alfonsinos. En mayo de 1934, laestrategia transaccionista del conde deRodezno fue derrotada por la convicciónde que ni don Alfonso (el exrey) ni suheredero don Juan darían el pasodecisivo hacia el tradicionalismo.
Al tiempo que se abordaban estasestrategias políticas, la lucha armadacontra la República no fue dejada delado. En general, la cultura de laviolencia que los carlistas atesorabandesde hacía décadas venía condicionada
por la necesidad de remozar elinstrumento paramilitar (el Requeté) yadaptarlo a la nueva política de masas.Con la adhesión del coronel EnriqueVarela la milicia comenzó su desplieguea escala nacional y su transformación enun verdadero «Ejército Real» en lasombra. En abril de 1934 se impulsó lacreación de un Frente Nacional deBoinas Rojas como primera etapa en eldesarrollo de una estructura armada anivel nacional para la que delegadosalfonsinos y carlistas buscaron ayuda enla Italia fascista. Pero fue Manuel FalConde —el hombre fuerte de laComunión desde mayo de 1934— quien
trató de incorporar visos de modernidada la organización de la violencia. Faldefendía para la Comunión una tácticarupturista que entreveía la posibilidadde una acción insurreccional propia amedio plazo, y para ello incrementó elsentido militante de la organización,comenzando por su sector juvenil.Durante la segunda mitad de 1935, y enparalelo a la frustración campante en laderecha por los fracasos de la tácticacedista y la impotencia política delBloque Nacional, el carlismo se fueplanteando la viabilidad de unaconspiración independiente, para lo cualse impulsaron campañas de propaganda
y se aceleraron los preparativosinsurreccionales. A la altura dediciembre, la sede de Pamplona ya eraun hervidero de militantes adiestradoscomo suboficiales por jóvenes activistascomo Jaime del Burgo. Las maniobrasdel Requeté en campo abiertocomenzaron a hacerse habituales, aligual que los viajes de capacitación desus oficiales a la Italia fascista, encumplimiento de lo pactado conMussolini en la primavera de 1934.
La derrota electoral de las derechasen febrero de 1936, la ruptura derelaciones con la declinante CEDA, laretirada del Bloque Nacional el 16 de
abril y la caída en desgracia de lapolítica dinástica patrocinada porRodezno con el nombramiento de donJavier de Borbón como regente de laComunión, parecieron dar a Fal laoportunidad de emprender una accióninsurreccional.
Los carlistas, que ya contaban conuna milicia aguerrida (sobre todo losmás de 5000 requetés encuadrados enNavarra y los 1500 o 2000 de Álava) yhabían acopiado una importante cantidadde armas, pensaron en dar un golpe deforma independiente en mayo-junio de1936. Pero la conspiración puso denuevo en evidencia la fragilidad de esa
inestable amalgamacontrarrevolucionaria que fue elcarlismo de los años treinta. Suparticipación en la conjura militar nopudo sustraerse a la crisis de tendenciasplanteada desde 1931, y fue esencial ensu desenlace. El mayor potencialarmado descansaba en el Requeténavarro, que estaba en alerta permanentedesde las elecciones de febrero, y que apesar de todo no mostraba una lealtad atoda prueba a Fal Conde, sobre todocuando este comenzó a expresar susreticencias a la hora de autorizar laparticipación del carlismo en unaconspiración que no tuviese un
inequívoco programa tradicionalista. Eljefe delegado se mostraba más proclivea un levantamiento independiente, en elque Navarra, con una administraciónlocal y provincial controlada por loscarlistas, hiciera las veces de Bavieraposterior a 1920: el foco primigenio deuna contrarrevolución ruralista queirradiaría su influjo a otras partes deEspaña y acabaría sometiendo a lasgrandes urbes democráticas. Frente aeste proyecto de rebelión en solitario,Rodezno y la Junta Regional navarra,controlada por José Martínez Berasaín yla familia Baleztena, mantenían lanecesidad de plegarse a los dictados del
ejército.La prolongación de las discusiones
sobre los modos de integración delcarlismo en el levantamiento precipitóla ruptura entre los notables navarros,favorables a participar en unmovimiento bajo dirección militar quesalvaguardara su propia hegemoníapolítica, y el jefe delegado, quepostulaba una unión de fuerzas bajodirección carlista y con un programanetamente tradicionalista. El impasseplanteado fue resuelto el 9 de julio conel ofrecimiento de Rodezno y de la JuntaRegional Carlista de Navarra acolaborar con Mola en un levantamiento
que ofreciera garantías parasalvaguardar su poder provincial.
A la franca rebeldía de Navarra seunían la decidida actitudproinsurreccional de hombres comoRada y Utrilla (coordinadores de laactividad del Requeté con el ejército),el ambiente pasional despertado en todala derecha por la noticia del asesinatode Calvo Sotelo, y las estrechasvinculaciones del Requeté con losmilitares conspiradores y otras fuerzaspolíticas en ciudades como Vitoria,Barcelona, Santander, Galicia, Granada,Sevilla o Valencia. Para salvar supropia autoridad y la unidad del partido,
Fal aceptó el día 15 una vaga nota deMola reconociendo las no menosnebulosas directrices políticas deSanjurjo. La dirección carlista renuncióa su estrategia insurreccional ensolitario y se implicó definitivamente enel movimiento dos días antes de suinicio. La virtual aceptación delmovimiento militar se había hecho aregañadientes, asumiendo el hechoconsumado de la franca implicación degran parte de las fuerzas del Requeté yel estado de ánimo preinsurreccional delas bases. El 25 de julio, don AlfonsoCarlos escribía al jefe delegadomostrando su satisfacción por la
decisión tomada, y enviando una efusivafelicitación a los militantes del partidoque ya comenzaban a movilizarse.
3 . LAS AMBIGÜEDADES LEGALISTAS DELA CEDA
El cedismo nos ofrece un ilustrativoejemplo de la tensión planteada entreuna subcultura juvenil radicalizada y unaestrategia partidista basada en laconquista gradual del poder por víalegal. En principio, el accidentalismo yla exclusión de la violencia proactiva(esto es, subversiva) fueron la mejor
plataforma para atraer hacia esaheterogénea coalición a los católicosconservadores descontentos o recelososcon la República.[1]
Con la creación de la CEDA ainicios de 1933, el modelo agregativode la inicial Acción Nacional (AN) dejópaso a una estructura política máscentralizada y de rasgos nodemocráticos. Por ese entonces, laJuventud de Acción Popular (nuevadenominación de la organización juvenilde AN a partir de mayo de 1932) se viosumida —como el resto de lasformaciones juvenilesantirrevolucionarias, fascinadas con el
reciente ascenso al poder del partidonazi— en un proceso de radicalizaciónretórica que puede resumirseimperfectamente en actitudes decreciente fascistización. Se organizaron«viajes de estudio» de japistas aAlemania e Italia, pero también aBélgica.[2] El propio Gil Robles no sepudo sustraer del todo a la tentacióntotalitaria cuando tras asistir enseptiembre de 1933 al Congreso Nazi deNúremberg, declaró sus reservas comocatólico a un movimiento de carácterpanteísta y violento, aunque matizabaque «otra cosa es la violencia pararechazar la agresión en legítima defensa,
que no sólo admito y proclamo, sino quehe sido el primero en practicar».[3] Nocabe duda de que los líderes cedistasrechazaban una buena parte de ladoctrina fascista, pero parecían asumirtácitamente su estrategia deconfrontación, e hicieron poco porcombatir las tendencias fascistizantes desus masas juveniles.
Gil Robles aseguraba que «elparlamentarismo, es decir, laconcentración de la soberanía en elParlamento, ha traído comoconsecuencia la inestabilidad de losgobiernos, la debilidad del poderpúblico y, como reacción inevitable, los
golpes de Estado y las situaciones defuerza».[4] Pero su crítica alparlamentarismo no significaba unaapuesta decidida por formas de gobiernosobre la base del liberalismodemocrático, sino la aspiración aimplantar un régimen corporativo aimagen del Estado Novo salazarista o elStändestaat austrofascista como formade organización político-socialteóricamente superior a la democraciainorgánica «degenerada». Fiado deltriunfo de la «táctica» dirigida al«vaciado» democrático del Estadorepublicano, Gil Robles nunca pensó endotar a la JAP de una estructura
paramilitar seria, sino que alentó suextremismo verbal e incluso una ciertamimesis fascistizante para utilizarlacomo medio de presión política quefrenase las veleidades reformistas desus socios republicanos y facilitase unaconquista legal del poder por víaparlamentaria y plebiscitaria, tras de locual se emprendería una verdaderacontrarrevolución desde el interior delEstado con el apoyo de la parte «sana»del ejército. En esa etapa final delproceso involucionista la juventud delpartido no tendría ningún papelrelevante que desempeñar.
Durante la revolución de octubre de
1934, lejos de actuar como los fasciitalianos durante el sciopero legalitariopromovido por la Alleanza del Lavoro ainicios de agosto de 1922 o lasHeimwehren austriacas contra lainsurrección socialista de marzo de1934, la JAP se movilizó como «guardiacívica» de tipo burgués, garantizando elfuncionamiento de los serviciospúblicos esenciales sin intervenir sinomuy excepcionalmente en accionesviolentas. El relativo éxito de la Secciónde Movilización Civil de la JAP en elmantenimiento de los servicios públicosesenciales durante la huelga generalrevolucionaria de octubre, pareció
confirmar a los dirigentes cedistas queel camino emprendido era el correcto,aunque proponían una oficialización deesa «movilización civil», la cual debíaser organizada en toda España porcuenta del Estado:
La pasada revolución ha puesto demanifiesto la absoluta y dolorosainsuficiencia del Estado paraorganizar la Movilización Civil,frente a un movimientorevolucionario … Urge una obra degobierno para que el nuevo Estado nosirva, como ha ocurrido estos últimosmeses, a la revolución, y pueda, portanto, organizar nacionalmente laMovilización Civil.[5]
Para ese entonces, los boletines dela JAP comenzaban a relegar losllamamientos a una defensa «cívica» queya parecía innecesaria, y alentaban a laCEDA para que cubriese con la mayorceleridad las etapas hacia elestablecimiento de un Estado autoritariocon el apoyo clave del ejército. Así seentienden las reiteradas manifestacionesmilitaristas de Gil Robles y de toda laprensa accidentalista,[6] y susreferencias a la necesidad de unarevisión constitucional en sentidoantiparlamentario y corporativo, similara la propiciada por Dollfuss enAustria.[7] De este modo, la CEDA
renunció a dar un golpe de Estado, yoptó por manipular desde dentro delsistema político mediante un proceso dereforma constitucional que contaría conel auxilio de un ejército volcado contrael «enemigo interior».
Sin embargo, la tentación pretorianase mantuvo viva en el ánimo de losdirigentes cedistas en varias ocasionesclave. Tras el indulto a Pérez Farrás enoctubre de 1934, los generales Fanjul yGoded plantearon un golpe de Estado.Gil Robles les hizo saber por medio deCándido Casanueva que «a nosotros nosera imposible tomar la iniciativa deprovocar una situación excepcional,
aunque de manera alguna nosopondríamos a que el ejército hicierasaber al presidente su firme deseo deimpedir que vulnerara el códigofundamental de la nación».[8] Endiciembre de 1935, tras su destitucióncomo ministro de Guerra, el «jefe»volvió a aparecer como inspirador yusufructuario político de un «golpeblando» que se debiera haber iniciadocon la destitución del presidente de laRepública y habría culminado en laformación de un gobierno autoritariotutelado por las Fuerzas Armadas. Enfebrero de 1936, la CEDA volvió aanimar a los militares golpistas como
una fuerza entre varias dispuesta a ponerfreno a la revolución, y en la primaverade 1936 actuó como mera comparsa deldirectorio de generales. Todo unsíntoma de la crisis de representaciónpolítica que afectó a amplios sectores delas clases conservadoras, y que seríaaprovechada por el ejército para asumiren solitario la iniciativa de subversióndel régimen republicano.
La CEDA nunca fue unconglomerado político homogéneo nidemocrático, y la JAP no fue sino otramanifestación secuencial, más radical yde mayor eco social, de la alternativadefensiva contra la revolución esbozada
a partir de 1917 en los ambientes másmedrosos del conservadurismosociológico, obsesionados con la pugnapolítica entre revolución ycontrarrevolución.
4 . EL MILITARISMO COYUNTURAL DELMOVIMIENTO ALFONSINO
La trayectoria del alfonsismodurante la República es una alternanciade éxitos y de fracasos. Los tumultos de 10-11 de mayo llevaron a la clausuradel Círculo Monárquico Independientede Madrid, a la destrucción de
conspicuos centros de sociabilidadconservadora (como algunos casinos ycírculos de labradores del sur yLevante) y a la desaparición de losgrupúsculos monárquicos que habíanproliferado en el confuso tránsito de ladictadura a la República. Lospartidarios del rey destronado vieron alas claras que el nuevo régimen no iba acomportarse como la benevolente«República ducal» de Serrano. Urgía un«apiñamiento defensivo» sinconnotación política, como el ensayadodurante el Sexenio, pero los alfonsinossiempre tuvieron un concepto puramenteinstrumental de la organización política:
era un refugio necesario mientras seponía a punto la estrategia que habíapropiciado realmente la Restauración,es decir, la intervención militar. Estavisión subordinada de la acción políticalegal impuso la adopción de un modelode partido de cuadros con un marcadotalante elitista. La virtual carencia deuna cultura política militante trató de serpaliada a través de dos medios: elfomento del militarismo y la difusión deun completo ideario de lacontrarrevolución.
El alfonsismo perdió pronto suinicial carácter liberal, y derivó desdeun moderantismo antirrevolucionario
restauracionista, constitucionalista ylegalista hasta un autoritarismocontrarrevolucionario e instauracionistainspirado históricamente en lamonarquía española de tipo tradicional.En realidad, Renovación Española(RE), creada en febrero de 1933 tras suseparación de los católicosaccidentalistas, contó con dos facciones:una conservadora autoritaria de raízmaurista y veleidades tradicionalistas,liderada por Goicoechea, y otra másvinculada a las corrientes totalitaristas yde derecha radical europea, quedefendía la idea de una instauraciónmonárquica en la persona de don Juan
de Borbón, quien fungiría como cabezade un régimen dictatorial a mitad decamino entre el cristianismo corporativoaustriaco o portugués y el estatismofascista germano o italiano, pero con unamonarquía «de nueva planta» y «mandoúnico». Esta alternativa«neotradicionalista», que trató decompetir en el disputado mercadopolítico de la contrarrevolución condiversas gradaciones de radicalismoprogramático, fue aglutinada a partir de1934 por José Calvo Sotelo, quientransformaría al Bloque Nacionalimpulsado en diciembre de ese año enuna entidad pluripartidista cada vez más
autónoma del movimiento alfonsino ymás interesada en el pacto dinástico conel sector minoritario del tradicionalismorepresentado por Rodezno.
A lo largo del periodo republicano,el alfonsismo profundizó en una tripleestrategia, que no siempre desembocó enun proyecto contrarrevolucionarioplanteado armónicamente: en primerlugar, buscó la forja de una comunidadde opinión entre las élites monárquicasde diversas tendencias a través de unaintensa actividad cultural de denuncia dela democracia y sus consecuenciaspolíticas, inspirada en l’ActionFrançaise. La segunda estrategia,
desplegada en el entorno del exrey yalentada desde ciertos medios cedistas,implicaba un eclipse temporal deldoctrinarismo monárquico, dejando amedio plazo el protagonismo de laacción antirrevolucionaria a un granpartido de masas sin etiqueta políticadeterminada, que con el apoyo delejército abriría a medio plazo una víalegalista hacia la restauración (la «víagriega» populista-monárquica dereforma constitucional de sentidoautoritario). La tercera era ladesestabilización pura y simple delrégimen republicano a través de laactividad conspirativa, especialmente en
el seno de las Fuerzas Armadas, hastalograr la ejecución de un «segundopronunciamiento de Sagunto».
Fueron los intelectuales vinculados aAcción Española los que encabezaronlos intentos de revitalización política eideológica del monarquismo militante ensus diversas tendencias. Elaboraron uncompleto corpus doctrinal encaminado ala rebeldía contra la República, peroactuaron también como un auténticonúcleo conspirativo. Lo que prevaleciócomo doctrina justificativa de lasubversión, sobre todo a raíz del fracasodel golpe de Sanjurjo, fue lareactualización de las añejas doctrinas
tomistas de resistencia a la tiraníaheredadas del Siglo de Oro y del GrandSiècle francés. Es decir, unajustificación de la violencia basada enel iusnaturalismo del derecho públicocristiano que había sido desempolvada ainicios de la República en los pagos delintegrismo. Esta actitud de ferozoposición doctrinal a la revolución setradujo en autores como Ramiro deMaeztu o José Calvo Sotelo en francosllamamientos a la irrupción del ejércitoen la vida pública. Maeztu considerabaque el pretorianismo implícito en sunoción de «Monarquía Militar»resultaba el mal menor frente a la
amenaza revolucionaria. La monarquíacastrense que resultaría de este proyectomilitarista no era un fin en sí mismo,sino que se contemplaba como unrégimen transitorio en cuyo decurso,necesariamente breve, los grupossociales dominantes recuperarían lahegemonía ideológica y política, yrestablecerían la unidad de actuación delas tres apoyaturas básicas (corona,báculo y espada) del régimenmonárquico tradicional que se habría deinstaurar como «el mejor y más gloriososistema de gobierno que la Humanidadha conocido».[9] Por su parte, CalvoSotelo expuso en las Cortes sus
entusiasmos militaristas porcontraposición al civilismo republicano,en su opinión antimilitarista pordefinición. La imagen retórica quecompendiaba su propuestacontrarrevolucionaria era el ejércitocomo columna vertebral de la nación:
Es necesario afirmar la necesidadde que España cuente con un Ejércitopoderoso y devolver la satisfacciónmoral y la dignidad espiritual a losmandos de ese Ejército; es preciso,en una palabra, que consideremos queel Ejército es el mismo honor deEspaña. El Sr. Azaña decía que elejército no es más que el brazo de laPatria. Falso, absurdo, sofístico: elejército se ha visto ahora que es
mucho más que el brazo de la Patria;no diré que sea el cerebro, porque nodebe serlo, pero es mucho más que elbrazo, es la columna vertebral, y si sequiebra, si se dobla, si cruje, se doblao cruje con él España.[10]
Como Maeztu, Calvo Sotelopercibía al ejército como mero ejecutorde un proceso instauracionista ycontrarrevolucionario que, después deuna «dictadura provisional» ejercidapor una personalidad monárquica en unrégimen nominalmente republicano contintes corporativos y autoritarios,desembocase en la deseada restauraciónmonárquica, tal como había sidorealizada por los generales griegos
Metaxas y Kondilis, quienes el 10 deoctubre de 1935 derrocaron alconservador Tsaldaris y el 3 denoviembre forzaron una reformaconstitucional por vía plebiscitaria quepermitió la vuelta al trono del rey JorgeII.[11] En todo caso, las Fuerzas Armadasaparecían como un mero instrumento dela estrategia política a seguir, cuyo finera la restauración monárquica, tras lacual su influencia política se diluiría enun militarismo conscientemente asumidopor la Corona y que se deseaba fueracompartido por el conjunto de lasociedad.
Bajo esas premisas teóricas, el
monarquismo autoritario trató deabordar durante la República cuatrotácticas desestabilizadoras. En el planodoctrinal, desde Acción Española seelaboraron complejas justificaciones dela rebeldía y del militarismo. En elámbito conspirativo se recabaronapoyos económicos en el interior y,sobre todo, en el extranjero,especialmente en la Italia fascista, conla que carlistas y alfonsinos firmaron el30 de marzo de 1934 un acuerdo quepreveía la concesión de ayuda en armas(10 000 fusiles, dos millones decartuchos y cien cajas de bombas) ydinero (500 000 pesetas) para la
ejecución de un golpe de Estadoreaccionario a cambio de laconcertación de un pacto de amistad conel futuro gobierno rebelde.[12] En elterreno político, se trató de suplir ladebilidad intrínseca del alfonsismomediante la concertación de alianzas conotras organizaciones de derechas, comola participación en Acción Nacional, losensayos de acuerdo dinástico con loscarlistas y el proyecto «bloquista» deCalvo Sotelo. Por último, en el planoinsurreccional, se buscó lainstrumentalización de organizacionespolítico-militares que aportaran elnecesario potencial ofensivo. De ahí los
azarosos intentos de capitalizaciónideológica del golpe del 10 de agosto, labúsqueda insistente de un pacto establecon el tradicionalismo, el temporalcontrol del aparato paramilitar deFalange entre agosto de 1933 ynoviembre de 1934, la creaciónfrustrada de una juventud y unas miliciasno siempre concordantes (lasminoritarias Juventudes de RE creadasen abril de 1933 y las no menosraquíticas Guerrillas de España,organizadas a inicios de 1935 por elactivista monárquico Juan AntonioAnsaldo sobre la exigua base juvenil delBloque Nacional),[13] y el apoyo
económico y la impregnación ideológicade la Unión Militar Española (UME).
Las cuatro tareas fueron culminadasde forma muy desigual: las propuestasteóricas para la subversión noconcitaron la adhesión unánime de laIglesia católica y de los grupos políticosantirrepublicanos; la subvención deMussolini no pasó de discreta hasta elcomienzo de la guerra; el alejamientodel carlismo desde mediados de 1934 yla sistemática negativa de la CEDA aapoyar un programacontrarrevolucionario explícitofrustraron la tan ansiada creación de unfrente antirrepublicano, y tampoco se
logró la «satelización» permanente deorganizaciones combativas como elRequeté carlista o la Primera Líneafalangista.
El servicio más trascendental quelos alfonsinos brindaron al golpe de1936 fue la activación de los acuerdosfirmados en 1934 con la Italia fascista.El 21 de julio, Goicoechea escribía al«admirado y querido señor y amigo»Mussolini para solicitar «un apoyourgente, que sería de efecto inmediato» ycon él «precipitar la decisión que,evitando crueles necesarios elementos,no puede hacerse esperar muchos días».A tal fin delegaba en Pedro Sainz
Rodríguez.[14] El inquieto catedráticoandaba en Italia desde inicios de julioapalabrando la adquisición de doceaviones Savoia 81 y numerosoarmamento, que con la aquiescencia deMussolini llegó a la zona rebelde a finesde mes.[15] Como observa Ángel Viñasen su documentada contribución a estelibro, la apuesta italiana no iba dirigidaa apoyar un simple golpe de Estado,como parece vislumbrarse en lostérminos relativamente modestos delacuerdo de 1934, sino a contribuir conel armamento más avanzado al triunfo enuna guerra civil que, según lasprevisiones de Mola y gracias en buena
medida a la ayuda transalpina, sepreveía de corta duración. Pasandorevista a los principales protagonistasde la conjura a ambas vertientes delMediterráneo, no es descabelladoasumir el viejo tópico de la propagandade guerra republicana y calificar a todala trama de «complot militar-monárquico-fascista».
Los alfonsinos nunca abrigaronesperanzas de que la vuelta a lamonarquía se realizara con laaquiescencia de las masas o por un actoinsurreccional protagonizado con suspropias fuerzas. Al estar cultural ymaterialmente mal preparados para
emprender su asalto particular a laRepública, echaron mano con diversafortuna de casi todos los repertorioscontrarrevolucionarios a su alcance:paramilitarización, frenteantirrevolucionario, acción intelectual…Pero la baza subversiva cultivada conmayor mimo, y que prevaleció en últimainstancia, fue el trabajo sobre el sectorantirrepublicano del ejército con vistasa la realización del tan acariciado«segundo Sagunto». Y para ellocontaron con la decisiva ayuda materialdel gobierno fascista italiano. Elalfonsismo no llevó la iniciativa en laconspiración y la insurrección de 1936,
pero fue un elemento decisivo en lainternacionalización del conflicto civilen ciernes y otorgó cobertura teóricainvoluntaria a la institucionalización delcaudillaje y a la instauración de unrégimen militar que mostró una inusitadacapacidad de supervivencia.
5 . LAS DIVERSAS LECTURAS DE LAVIOLENCIA DEL FASCISMO ESPAÑOL
Los grupos que reivindicaronabiertamente la titularidad del fascismoespañol no tuvieron gran peso en lapolítica republicana, pero sí jugaron un
papel relevante en el proceso dedesestabilización del régimen por sumayor disponibilidad hacia el conflictoarmado, y desde el punto de vistaideológico-teórico por suponer elestadio más avanzado en ese proceso deradicalización violenta de la derechaque generó el ambiente para la guerracivil.[16]
La heterogeneidad de las tendenciasconvergentes (el radicalismopequeñoburgués del grupo de LaConquista del Estado, el sindicalismoultracatólico de las Juntas Castellanasde Actuación Hispánica y elultraderechismo posprimorriverista de
la primera Falange), la diversaextracción sociocultural de sus líderes yel carácter de latecomer que tuvo esaopción política en la escenaespañola,[17] ayudan a explicar ladificultosa consolidación del fascismoespañol como partido y como alternativacultural al conservadurismo campante enla extrema derecha. En ese contextonada favorable para su despegue, elempleo sistemático de la violenciaverbal o física frente a los rivales dederecha e izquierda actuó como unfactor vital de cohesión interna y comoun método de conquista de un espaciopolítico propio.
El grupo liderado por RamiroLedesma, representante prototípico del«proletariado intelectual» de los añosveinte y treinta, preconizó la táctica dela acción directa para derribar la«República burguesa», pero aquella noera entendida, según el canonsindicalista revolucionario, comoactuación de la masa obrera contra elcapital sin intermediarios a fin deexacerbar la polarización de clases, sinocomo un instrumento para la conquistadel Estado por parte de un movimientonacionalista revolucionario detrabajadores más cercano al fascismoinicial. Sin embargo, los intentos de
infiltración de los ledesmistas comogrupo de oposición en el seno de laCNT se saldaron con un rotundo fracaso,especialmente después de que lafrustrada intentona del aeródromo deTablada en julio acabase con lasposibilidades de hacer de RamónFranco el Carlos Prestes de la nuevarevolución española.[18] A ello se unióla nula influencia que este grupo deinconformistas nacional-revolucionariostuvo en el desarrollo de la huelga deTelefónica de julio y el virtual controldel movimiento cenetista por la FAI apartir de 1932. Sin embargo, lapreferencia por el activismo centrado en
la acción sindical se mantuvo enLedesma durante la constitución de lasJONS a partir de octubre de 1931 ydurante su breve periodo de integraciónen Falange de febrero de 1934 a iniciosde 1935.
Quizá fue Onésimo Redondo elideólogo fascista español que expresócon más virulencia su antimarxismo y suantiliberalismo, que, por otra parte, eranpautas comunes a toda la extremaderecha de la época. Además delantimasonismo y el antisemitismo,Redondo incorporó otros conceptoseminentemente fascistas, como lavinculación entre juventud y espíritu
combatiente. Consideraba que laviolencia, que identificaba confrecuencia con la guerra civil, no sereducía a un mero combate físico, sinoque era una actitud vital propia de lajuventud. La milicia sería el instrumentopolítico que debía impulsar esta luchanacional, que tendría la virtualidad dedesarrollar los valores de sacrificio,camaradería, disciplina, jerarquía, etc.,imprescindibles para mantener lacohesión de un colectivo político, y másaún de su aparato militar.
La corriente liderada por JoséAntonio Primo de Rivera, elitista eimpregnada de un peculiar talante
«regeneracionista» deudor tanto deUnamuno y Ortega como de lafraseología de la dictadura, fue la que,en un principio, menos novedadesaportó a la cultura violenta del fascismoespañol. La justificación de la violenciaque utiliza Primo de Rivera en susprimeras polémicas corresponde másbien al acervo clásico del derechopúblico cristiano que a la exaltaciónvitalista del espíritu guerrero impulsadapor el squadrismo italiano:
La violencia no es censurablesistemáticamente. Lo es cuando seemplea contra la justicia. Pero hastaSanto Tomás, en casos extremos,admitía la rebelión contra el tirano.
Así pues, el usar la violencia contrauna secta triunfante, sembradora de ladiscordia, negadora de la continuidadnacional y obediente a consignasextranjeras (Internacional deAmsterdam, masonería, etc.), ¿porqué va a descalificar el sistema queesa violencia implante?…[19]
El conocido pasaje del discursofundacional de Falange donde Primoadvierte que «no hay más dialécticaadmisible que la dialéctica de los puñosy de las pistolas cuando se ofende a lajusticia o a la Patria»[20] resulta un clarollamamiento justificativo a la utilizaciónde la violencia defensiva, realizado anteun auditorio predominantemente
derechista.En paralelo a la intensificación de
estas justificaciones intelectuales de laviolencia, el falangismo intelectualcomenzó a cultivar una exaltación líricadel activismo político que, a la postre,marcó la singularidad del grupo. Suconcepción elitista de los falangistascomo «monjes-soldados», «caballerosde la Hispanidad y cruzados deDios»,[21] duros en la lucha perogenerosos en la victoria, y su exaltaciónde los valores militares (virilidad,heroísmo, abnegación, desinterés,esfuerzo, servicio al bien público,disciplina) como bien moral superior
corría en paralelo a un proceso similarde mitificación de determinadas virtudesreligiosas (superioridad moral,sacrificio, misticismo) que actuabancomo contrapunto equilibrador, ya que,según Primo de Rivera, «no hay más quedos maneras serias de vivir: la manerareligiosa y la manera militar, o si sequiere una sola, porque no hay religiónque no sea una milicia ni milicia que noesté caldeada por un sentimientoreligioso».[22] Todo ello, naturalmente,quedaba muy lejos del radicalismopopular exhibido por el inicial grupojonsista madrileño, partidario de unatáctica violenta más práctica, centrada
en planteamientos sindicalistas yobreristas.
Fue la evolución de la coyunturapolítica —la sucesión de gobiernos decentro-derecha resultaba poco favorablea un crecimiento de la militancia fascista— la que permitió a Falange perfilar esasubcultura de la violencia, dándolemayores visos de originalidad. Elllamado «pacto de El Escorial»,concertado con RE a fines de agosto de1933 para patrocinar el nacientefalangismo a cambio de compartir losprincipios antiliberales y reivindicar la«violencia lícita» contra los enemigospolíticos, fue ratificado un año después
con la condición de consolidar unamilicia destinada eufemísticamente a«levantar la tónica espiritual delpaís».[23] El ulterior desencanto o eldesinterés de la extrema derechaalfonsina por Falange, y las sucesivasdefecciones que sufrió el partido entrejulio de 1934 y enero de 1935,intentaron ser contrarrestadas a partir deese último año con un poco creíble giroa la izquierda y un ilusorio proyectoinsurreccional en solitario plasmadodurante la reunión de la Junta Política enGredos en junio de 1935. Elestancamiento de FE trató entonces deser sublimado con un mayor radicalismo
verbal, donde el recurso al «estilo»resultó ser la mejor coartada paratrascender la sensación de aislamientomediante el perfeccionamiento de laretórica embellecedora de laviolencia.[24]
Tras la derrota electoral de febrerode 1936 y su ulterior ilegalización, elpartido optó por dos tácticas violentasdependientes de un proyectoinsurreccional de más amplio calado: laacción terrorista con finesdesestabilizadores aunque tambiéndefensivos, y la actividad conspirativa,con la decisión última de aceptar el plansubversivo propuesto por el ejército. La
táctica que Primo asignaba a Falange enesa hora crucial no era la toma delpoder por sus fuerzas, sino el fomentodel ambiente propicio para unaintervención militar que podía ser«reconducida» en su vertienteideológica por Falange hasta lainstauración de un «régimenrevolucionario nacional-sindicalista».
El fascismo fracasó como alternativapolítica de masas en España por variascausas: sus debilidades internas; suserráticos planteamientos estratégicos ytácticos; su dependencia casipermanente de los planes subversivos dela derecha reaccionaria y del ejército, y
la actitud reticente de la derechasociológica, que hasta muy tarde (bienavanzada la primavera de 1936) no sedejó seducir por el discurso fascista yoptó por una parcial radicalizacióndesde planteamientospredominantemente conservadores. Enesas condiciones, la pervivencia delfascismo español se debió muyprobablemente a la necesidad que teníanciertos sectores de la derecha decomplementar la «división del trabajo»contrarrevolucionario con la creación deuna fuerza de choque antiobrera que,como decía Gil Robles, «por suscaracterísticas combativas pueda llegar
a suplir, frente al poderío y violenciamarxistas, las funciones del Estado, hoyvergonzosamente abandonadas por elEstado republicano».[25]
6 . UNA RECAPITULACIÓN DE LOSELEMENTOS DEFINITORIOS DE LARADICALIZACIÓN DE LAS DERECHASANTIRREPUBLICANAS EN LOS AÑOSTREINTA
No cabe duda de que los años treintafueron la época dorada de la extremaderecha española. Nunca hasta esemomento ese segmento tan volátil del
espectro político había tenido unacaracterización contrarrevolucionariatan plena, y unas lecturas políticas tanricas y contrastadas, debido al absolutodesmoronamiento de la derecha liberalparlamentaria, a la debilidad extrema dela derecha democrática (en su versiónliberal-conservadora o social-cristiana)y al eclipse temporal como actoresinstitucionales de las grandes fuerzasconservadoras de fines del siglo XIX:Iglesia, Monarquía y Ejército. Se hadicho que, en periodos tranquilos, laextrema derecha se identifica con lanostalgia o con la protesta contra elsistema, pero que en coyunturas de crisis
e incertidumbre se extiende como elmiedo a amplios sectores sociales.[26]
El cambio de régimen impuso unaabsoluta renovación de los modos deactuación política de las diversascorrientes de la derecha no identificadasen principio con la República. Laopción escogida por la mayor parte delos grupos fue la radicalización,entendida como una actualización yrevigorización de las ideologías y de losrepertorios de acción colectiva en elsentido de una mayor agresividad eintransigencia respecto del régimendemocrático. Este proceso radicalizadorya lo habían recorrido, o lo estaban
recorriendo, buena parte de los gruposconservadores europeos desde la crisisde fin de siglo, y sobre todo después dela Primera Guerra Mundial. El rechazo ala transformación democrática de losregímenes liberal-parlamentarios diolugar a la aparición de diversastendencias de derecha radical,autoritaria o «revolucionaria», que, apesar de sus diferencias, buscaban ponerfreno a la intervención de las masas enla política mediante medidas como elrechazo a la democracia y alliberalismo, y la introducción dedoctrinas corporativistas; latransformación semidictatorial del
Ejecutivo; un neotradicionalismomonárquico, e incluso el planteamientode la acción violenta en la calle a travésde grupos armados más o menosestables. Son estas circunstancias lasque están en el origen de laradicalización de nuestras clasesconservadoras en el periodo deentreguerras: reacción violentamentedefensiva a la irrupción de las masas enla política, y movilización de losrecursos humanos, políticos eideológicos en la dirección de unautoritarismo renovado. La crisis de losaños treinta incrementó los efectivos delas extremas derechas, y les dio la
autonomía que no tuvieron durante lamonarquía liberal. Pero aunque las ideasy los valores del conservadurismointransigente impregnaron a un sectorsocial más amplio, la moderna derecharadical, adaptada a la política de masas,apareció en España con suma dificultad.
La radicalización de las derechas sepuso de manifiesto en aspectos muydiversos, como la adopción deestructuras organizativas disciplinadas,especializadas, jerarquizadas y convocación totalizante; unas formas deliderazgo «fuerte» legitimado por elcarisma, o el desarrollo de ideologíascatastrofistas, excluyentes y rupturistas.
Pero se percibió sobre todo en laadopción de unas estrategias demovilización de carácter marcadamenteagresivo, que agudizaron la tensión entremoderados y radicales en la prácticatotalidad de los grupos de la extremaderecha. En ese sentido, la equivalenciaradicalización = fascistización, tanempleada por la publicísticaizquierdista de la época, se justificaríaen la medida en que describe sobre todouna táctica de lucha política, unaadopción de rasgos externos (lo que enterminología falangista quedó definidocon el etéreo concepto del «estilo»:parafernalia y estructura castrenses;
culto a la jefatura carismática; fórmulas,consignas y eslóganespseudorrevolucionarios; elitismo yaspiración a la movilización de masas;retórica obrerista e interclasista;ultranacionalismo violento, etc.), y unacierta mimesis de los elementosprivativos de la ideología fascista(nacionalismo extremo con el objetivode la movilización de masas, Estadoautoritario o totalitario, imperialismoactivo, cultura o filosofíaantimaterialista, antiliberalismo,anticomunismo, anticonservadurismo,etc.), cuya evidente incorporación alacervo teórico de los grupos de derecha
no significa que predominaran en elsubconjunto doctrinal propio de cadacolectivo afectado. La noción de«fascistizado» se utilizó durante laSegunda República para señalar laimpregnación de determinadoselementos de la ideología y de la praxisfascista a que se vieron sometidosciertos grupos sociales y organizacionespolíticas, atraídos por ese activismoprocedente de Alemania e Italia queaparecía como más «moderno» yviolento que el proceso deradicalización defensiva seguido poralgunos grupos conservadores europeosen los años veinte y treinta. En realidad,
el fascismo no solo era una forma dehacer «atractivo» el conservadurismopara las masas neutras con un pretendidoaire de «modernidad», sino sobre todoun modelo de eficacia contrastada a lahora de conseguir el poder destruyendolas organizaciones del movimientoobrero.[27]
Es evidente que en los años treintase produjo una transformación radicaldel lenguaje y de la simbología usadosen política. La polarización de lossignificados derivó en un progresivorechazo de la identidad España =República por parte de las derechasaccidentalistas, monárquicas y fascistas.
Esta tensión lingüística, resultado de laausencia de consensos políticos básicos,se manifestó claramente en el repudiodirigido al término «república», que seextendió a otros conceptos políticosfundamentales como «libertad»,«democracia» o «revolución».
Otro claro síntoma de radicalizaciónfue la adopción, en la mayor parte de loscasos, de un repertorio de accióncrecientemente militarizado y unapermanente tentación pretoriana.Durante la República, la violenciapolítica trató de ser «gestionada» através de grupos paramilitaresestrechamente vinculados a la
organización y a la estrategia de lospartidos. La milicia política fue el granhallazgo subversivo de la época en todaEuropa, y la culminación de un procesode creciente organización yprivatización de la violencia que ya serastreaba en las décadas anteriores.Aunque fue un fenómeno que afectó acasi todas las tendencias partidistas, lasderechas extremas utilizaríanpreferentemente la paramilitarizacióncomo penúltimo recurso de acciónpolítica, antes de optar por la bazasuprema del golpe militar. Sin embargo,a la hora de efectuar el decisivo asalto ala República, el instrumento
contrarrevolucionario escogido fue laintervención militar tradicional.
La subordinación, voluntaria oforzada, a las directrices del sectorconspirativo del ejército en laprimavera de 1936 señaló de formaelocuente los límites de lamodernización subversiva de lasextremas derechas, aunque no deja deresultar interesante las diferencias quese perciben en el papel político que, ensu opinión, debían jugar las FuerzasArmadas. Para los carlistas, el ejércitoera el ejemplo y el auxiliar natural de supropio modelo insurreccional. Para losalfonsinos, un militarismo bien alentado
y administrado por los intelectualesantirrevolucionarios debía ser la clavede la transformación autoritaria delrégimen y el primer paso hacia larestauración monárquica. En teoría, GilRobles nunca renunció al civilismo, y seapoyó en el ejército como ultima ratiode una política gubernamentalantirreformista, aunque su fe en lasupeditación del poder militar al civil setambaleó tras la crisis ministerial dediciembre de 1935 y se derrumbóespectacularmente tras las elecciones defebrero de 1936, pasando a partir demayo-junio a una colaboraciónencubierta en el golpe de Estado. Los
llamamientos de Primo de Rivera a losmilitares se hicieron con la intención deobtener de ellos la fuerza que Falangeno tenía, aunque siempre bajo su tutela ydirección. Sin embargo, a la altura de1936 todas las formacionescontrarrevolucionarias estaban deacuerdo en que era la fuerza militarquien debía acabar con la República ylevantar una nueva legalidad bajo sututela directa. ¿Por qué? Porque a pesarde su amplia movilización, las derechascontrarias a la República no lograronarticular un proyectocontrarrevolucionario propio ycoherente, salvo en su definición
antirrepublicana. La armonía política noreinó nunca entre los partidos de laderecha accidentalista o catastrofista.Pero a diferencia de las concepcionessubversivas que dividían a la izquierda,las estrategias particulares (ladesactivación legal de la Repúblicapropugnada por la CEDA, elderrocamiento abierto del régimenmediante una insurrección acariciada deantiguo por el carlismo, la repetición delproceso restauracionista de conquistadel poder alentada desde el alfonsismoo la trayectoria más errática delfalangismo) fueron sacrificadas a lapostre en favor del apoyo al ejército,
poder decisivo e inapelable en la durapugna bélica que, a partir de julio de1936, libraron la revolución y lacontrarrevolución españolas.
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«España ha dejado deser católica».La Iglesia y el«alzamiento»
Hilari RaguerAbadía de Montserrat
«ESPAÑA HA DEJADO DE SERCATÓLICA»
En el momento culminante deldebate en las Cortes Constituyentes delo que entonces se llamaba «la cuestiónreligiosa», la madrugada del 14 deoctubre de 1931, Azaña pronunció undiscurso en el curso del cual soltó lafamosa frase: «España ha dejado de sercatólica». Eternamente las derechas sela han reprochado como si fuera unprograma de persecución religiosa. Serála bandera de la campaña que, comoexplicaré a continuación, un ampliosector del catolicismo español ya habíainiciado contra la República. Más tardese alegará para justificar el alzamientomilitar. De nada sirvió que el contexto
del discurso explicara muy bien susentido, y no se tuvo en cuenta que habíahablado para evitar a la Iglesia deEspaña un mayor desastre, porqueradicales y socialistas iban a imponer untexto constitucional mucho más severoque la ponencia del gobierno, y Azaña,con su prestigio, arrastró la mayoría delas izquierdas a la versión másmoderada. Los discursos de la minoríavasconavarra y demás votos católicoseran del todo inoperantes, dada lacomposición de las Cortes. En cambioel cardenal Vidal i Barraquer, que trasla expulsión de Segura presidía laconferencia de metropolitanos,
escribiendo al secretario de EstadoPacelli lamentaba el perjuicio que eltexto aprobado significaba para laIglesia, pero reconocía que laintervención de Azaña había sido «ellazo de unión de los partidosrepublicanos hacia una fórmula no tanradical como el dictamen primitivo».[1]
Azaña había explicadosuficientemente en su discurso el sentidode aquella frase: «Para afirmar queEspaña ha dejado de ser católicatenemos las mismas razones, quierodecir de la misma índole, que paraafirmar que España era católica en lossiglos XVI y XVII … España, en el
momento del auge de su genio, cuandoEspaña era un pueblo creador einventor, creó un catolicismo a suimagen y semejanza … y entonces huboun catolicismo español, por las mismasrazones de índole psicológica quecrearon una novela y una pintura y unamoral española, en las cuales se palpala impregnación de la fe religiosa …Pero ahora, señores diputados, lasituación es exactamente la inversa …Que haya en España millones decreyentes, yo no os lo discuto; pero loque da el ser religioso del país, de unpueblo o de una sociedad no es la sumanumérica de creencias o de creyentes,
sino el esfuerzo creador de su mente, elrumbo que rige su cultura». De ahí que«el problema político consiguiente esorganizar el Estado en forma tal quequede adecuado a esta fase nueva ehistórica del pueblo español». LaConstitución, pues, tenía que ser laica.
También el cardenal Vidal iBarraquer, en un informe que hizo llegaral Vaticano el 1 de noviembre de aquelmismo año, reconocía que, a pesar de laapariencia católica, en los últimostiempos de la monarquía España sehabía empobrecido religiosamente. Perolo más curioso es que el cardenal Gomásostuvo repetidamente lo mismo que
Azaña y casi con las mismas palabras,aunque con intención diametralmenteopuesta. En su carta pastoral publicadasupuestamente para cumplir la orden delVaticano de acatar la República, decía:«Hay convicción personal cristiana enmuchos; convicción católica, es decir,este arraigo profundo que lleva confuerza a la expansión social delpensamiento y de la vida cristiana, conespíritu de solidaridad y de conquista …esto, bien sabéis, amados hijos, que noabunda» (1931). En su primera pastoraltras ser elevado a la sede primada deToledo reconocía «la falta deconvicciones religiosas de la gran masa
del pueblo cristiano», y aludiendo a lafrase de Azaña decía: «Desde un altositial se ha dicho que España ya no escatólica. Sí lo es, pero lo es poco; y loes poco por la escasa densidad delpensamiento católico y por su pocaatención en millones de ciudadanos»(1933). En una de sus pastorales deguerra, «La Cuaresma de España»,reconocía: «La declaración oficial dellaicismo, la eliminación de Dios de lavida pública, ha sido para muchos,ignorantes o tibios, como la liberaciónde un yugo secular que les oprimía …¡España ha dejado de ser católica! Estaotra [frase], que pronunciaba
solemnemente un gobernante de lanación, da la medida de ladesvinculación de los espíritus … Noflorecía entre nosotros ya, como en otrosdías, esta flor de la piedad filial paracon Dios que llamamos religión, que erade pocos, de rutina, sin influencia mayoren nuestra vida» (1937). Nótese bien laimportancia de estas palabras de Gomá:en plena guerra civil, haciendo suya lafrase de Azaña, afirma que la verdaderareligión era cosa de pocos, de rutina, yque la declaración oficial del laicismo«ha sido para muchos … como laliberación de un yugo secular que lesoprimía».
Si la conclusión de Azaña era que laConstitución tenía que ser laica, la deGomá era que había que recatolizarEspaña al precio que fuera. Pero altérmino de la contienda, en aquellapastoral que el gobierno le prohibió,reconocía que la guerra fratricida nohabía dado el resultado esperado: «Y¿por qué no indicar aquí que en laEspaña nacional no se ha visto lareacción moral y religiosa que era deesperar de la naturaleza del Movimientoy de la prueba tremenda a que nos hasometido la justicia de Dios? Sin duda,ha habido una reacción de lo divino,más de sentimiento que de convicción,
más de carácter social que de reformainterior de vida» (1939). Como unmentís a Azaña y a Gomá, el concordatode 1953 reafirmará: «la religiónCatólica, Apostólica, Romana siguesiendo la única de la nación española».
Pero sucedía con el catolicismoespañol como con una nuez, cuya pulpase ha secado o podrido, pero queconserva una cáscara dura que, aunqueesté vacía, puede romper las muelas dequien trate de romperla. Se habíaperdido la pulpa de la vitalidadreligiosa, pero persistía una potente redde intereses creados y privilegios capazde reaccionar, aun bélicamente, contra
quien los atacara. Una derecha deintereses, que no de creencias o valores,esgrimió la bandera religiosa tomandoel nombre de Dios en vano. A efectospolíticos, y eventualmente militares,España seguía siendo católica.
Este será el tema de mi exposición:la implicación del depauperadocatolicismo español en la campañacontra la Segunda República, queculminaría en el 18 de julio.
EL GOBIERNO PROVISIONAL DE LA REPÚBLICA Y LA IGLESIA
Cuatro sucesos agriaron el problemareligioso en los comienzos del nuevorégimen y le restaron simpatías. El 11 demayo se desató en Madrid, Málaga yalgunas otras poblaciones una quema deconventos, ante la pasividad delgobierno, que no permitió al ministro dela Gobernación, el católico MiguelMaura, sacar a la calle la fuerza públicapara atajar los desmanes. Maurapresentó su dimisión, y en sus memoriasasegura que solo la retiró porque elnuncio se lo pidió encarecidamente,pero Tedeschini, en el informe aSecretaría de Estado, dice que tenía quehaber dimitido, y aunque reconoce que
el gobierno no instigó la quema, lo acusade pasividad culpable.
Pocos días después, el 16 de mayo,el mismo Miguel Maura expulsó alobispo de Vitoria, Mateo Múgica, quese disponía a efectuar una visita pastorala Bilbao, donde carlistas y nacionalistasle esperaban con banderas y emblemas yse formaría una manifestación.Elementos obreros y republicanoshabían anunciado que saldrían aimpedirla. Maura exigió al obispo quedifiriera su visita, y al negarse lo hizollevar a la frontera de Irún. Expulsadoen 1931 por un ministro católico, losería de nuevo en 1936 por un general
masón, Cabanellas.Un mes después, el 13 de junio,
como explicaré a continuación, Mauraexpulsó también al cardenal primado deToledo Pedro Segura.
Por si fuera poco, el 14 de agosto lapolicía detuvo al vicario general deVitoria, Justo Echeguren, que sedisponía a entrar en España desdeFrancia con unos documentos muycomprometedores de Segura, que desdeFrancia no paraba de intrigar.Arrogándose una jurisdicción sobre todala Iglesia española que no lecorrespondía, enviaba a todos losobispos una circular comunicándoles las
facultades extraordinarias que habíaobtenido de Roma atendidas lascircunstancias especiales y en previsiónde peores acontecimientos; entre otras,el permiso para que diócesis ycomunidades religiosas pudieran venderbienes muebles e inmuebles y colocarcon seguridad su valor dentro o fuera deEspaña. Más grave era un dictamenadjunto, del abogado Rafael MarínLázaro, de la Asociación CatólicaNacional de Propagandistas,aconsejando ventas ficticias deinmuebles a personas interpuestas, y laevasión de bienes muebles adquiriendoDeuda pública inglesa o francesa,
preferible a la española.Sin embargo, los elementos más
sensatos, tanto de la Iglesia como delgobierno, no querían un conflicto. Segúnrefería Vidal i Barraquer a Pacelli, elConsejo de Ministros acordó el 20 deagosto, con un solo voto en contra(Prieto), «buscar una fórmula deconciliación para resolver el problemareligioso en el proyecto constitucional, yconfió su estudio y negociación alpresidente, al ministro de Justicia y alde Estado, en particular en loconcerniente a las conversaciones con elnuncio».[2] Para la ejecución de esteacuerdo, el 14 de septiembre se
reunieron privadamente, en el domiciliodel presidente Alcalá-Zamora, este yFernando de los Ríos, por el gobierno, yel nuncio Tedeschini y Vidal iBarraquer, presidente de la conferenciade metropolitanos, de parte de la Iglesia,y convinieron unos «Puntos deconciliación» que, de haberse podidoaplicar al texto constitucional, se habríaencauzado pacíficamente la cuestiónreligiosa. Pero en poco tiempo lasposiciones se endurecieron por losradicalismos de uno y otro extremo. Deahí la intervención de Azaña que alprincipio he recordado.
EL VATICANO Y LA PROCLAMACIÓN DE
LA REPÚBLICA[3]
Al tener noticia de la proclamaciónde la República, Pío XI convocó unareunión plenaria de la Congregación deAsuntos Eclesiásticos Extraordinarios,que se celebró el 23 de abril. Loscardenales, aunque consideraronilegítimo el cambio de régimen,creyeron que convenía reconocerlo defacto, para poder defender los derechose intereses eclesiásticos ante las nuevasautoridades. La mayoría pensaba que elconcordato había decaído, y desde luegoel derecho de presentación. Monseñor
Tardini diría más tarde: «Benedettarivoluzione spagnuola!, porque porprimera vez en cinco siglos podemosnombrar libremente obispos enEspaña».[4] El mismo día Pacelli dabapor telegrama instrucciones al nuncioTedeschini para que acusara recibo dela comunicación de la constitución delnuevo gobierno y asegurara que «laSanta Sede está dispuesta a secundar algobierno provisional para elmantenimiento del orden, confiando quetambién el gobierno querrá por su parterespetar los derechos de la Iglesia y delos católicos en una nación en la que lacasi totalidad de la población profesa la
Religión Católica. Comunique alEpiscopado que recomiende a lossacerdotes, a los religiosos y a los fielesel respeto y obediencia a los Poderesconstituidos para el mantenimiento delorden y para el bien común». Así lo hizoinmediatamente Tedeschini.
La proclamación de la República seconsideraba ilegítima por las mismasrazones que las derechas de hoy siguenalegando: que unas eleccionesmunicipales no podían decidir uncambio de régimen, y que habían sidoelegidos muchos más concejalesmonárquicos que republicanos. Pero,como el propio Tedeschini informaba el
día 15, a pesar de ser eleccionesmunicipales, se habían convertido enplebiscito por la República o lamonarquía.[5] Gil Robles, en susmemorias, termina así el relato de lajornada: «En la Casa del Puebloondeaba, como expresión bien clara delsignificado de la contienda, una enormebandera roja … La Monarquía acababade recibir un golpe de muerte».[6] Otromonárquico, Romanones, declaraba alconocer los escrutinios: «El resultadode las elecciones no ha podido ser máslamentable para los monárquicos». Y eljefe del gobierno que había convocadolas elecciones, el almirante Aznar,
cuando el día 13 por la tarde lepreguntaron los periodistas si a la vistade aquellos resultados se habíaplanteado la crisis ministerial, lesrespondió con la famosa frase: «¿Crisis?¿Qué más crisis desean ustedes que lade un país que se acuesta monárquico yamanece republicano?».[7] Pero laconfesión suprema es la del propioAlfonso XIII, quien, en el manifiesto quedirigió a los españoles al tener queabandonar el país, y que al día siguientepublicó el ABC en primera página,reconocía amargamente: «Laselecciones celebradas el domingorevelan claramente que no tengo hoy el
amor de mi pueblo». En cuanto alnúmero de concejales elegidos, aquellamayoría de concejales monárquicos seprodujo por la aplicación del famosoartículo 29 de la ley electoral, en virtudde la cual quedaban automáticamenteproclamados los candidatos que nohubieran tenido opositores. En zonasrurales, que entonces se extendían a lacasi totalidad del territorio español, elcaciquismo era tan poderoso que nadiese atrevía a desafiar al cacique o aalguno de sus hombres de paja. Segúnlos cálculos de un especialista ensociología electoral, en aquellaselecciones un 20,3% de los electores
quedaron privados del derecho de votopor la aplicación del artículo 29 y, delrestante censo electoral, se abstuvo el33%, de modo que la suma de ambosfactores afectó al 46,7% de loselectores.[8] Además, en las zonasrurales la manipulación de los comiciosera escandalosa. De ahí que hasta losmonárquicos solo consideraronsignificativos los resultados en lasgrandes capitales.
REACCIÓN DEL EPISCOPADO
Obedientes a Roma, todos los
obispos publicaron cartas oinstrucciones pastorales en el sentidodeseado por el Papa, pero no todassonaban igual. La mayoría cumplieronsimplemente la orden vaticana, pero hayque destacar a tres prelados que lohicieron con retintín, por no decir ensentido opuesto al mandado: el primadode Toledo, cardenal Segura, el obispode Barcelona, Irurita, y el de Tarazona,Gomá.
El integrismo había ganadoposiciones en el episcopado español alamparo de la dictadura de Primo deRivera. Durante la Restauración, el RealPatronato sobre el nombramiento de
obispos, al margen de sus innegablesinconvenientes, había tenido al menos laventaja de que se designaran preladosciertamente monárquicos, peroisabelinos o alfonsinos.[9] En cambio ladictadura, ya desde sus comienzos,estableció un sistema que equivalía auna cooptación. El Real Decreto de 10de marzo de 1924 creó la JuntaDelegada del Real Patronatoeclesiástico, para proponer los nombresde obispos y demás cargos eclesiásticoscuya provisión correspondía a laCorona. Presidente nato de esta Juntasería el arzobispo de Toledo, y lacompletarían otro arzobispo y dos
obispos, elegidos los tres por elepiscopado, y tres miembros decabildos de catedral o colegiata,elegidos por estas corporaciones. Así sepermitió que una serie de integristasaccedieran al episcopado, o pasaran desedes insignificantes a otraspreeminentes, como Irurita de Lérida aBarcelona, o Gomá de Tarazona aToledo (ambos entre 1930 y 1933). Laconsecuencia fue que la República topócon un episcopado en el que habíabastantes integristas.
Pedro Segura, arzobispo de Toledo,publicó el 1 de mayo una pastoraldirigida a todos los obispos y fieles de
España por la que invitaba a una«cruzada» (de momento solo de preces ysacrificios) y les pedía «no sólooraciones privadas por las necesidadesde la Patria, sino actos solemnes deculto, preces, peregrinaciones depenitencia y utilizando los mediostradicionalmente usados en la Iglesiapara impetrar la divina misericordia».Además, en aquellos momentos de granentusiasmo popular por la República,hacía el elogio de la monarquía, del bienque había procurado a España a lo largode la historia, y más concretamente deAlfonso XIII, que había consagradoEspaña al Sagrado Corazón en el Cerro
de los Ángeles. Dando por hecho que laRepública perseguiría a la Iglesia,proclamaba el derecho a defenderse.Que se unieran todos los católicos paralas inminentes elecciones a las CortesConstituyentes y, dando por sentado quetendrán que decidir la forma degobierno, replanteaba la cuestión delrégimen republicano o monárquico. Peoraún que la pastoral fueron algunasprédicas, en las que según algunostestigos llegó a clamar: «Caiga la ira deDios y la maldición de los cielos sobreEspaña si ha de arraigar laRepública».[10]
La pastoral de Segura y sus prédicas
causaron tal indignación que el mismocardenal pidió el pasaporte y se exilió;espontáneamente según una nota delgobierno o, según la versióneclesiástica, presionado por el gobierno,que le hizo saber que no respondía de suintegridad física. Pero después entró denuevo, legalmente, porque teníapasaporte válido, pero secretamente, porRoncesvalles. El ministro de laGobernación, el católico Miguel Maura,lo hizo buscar desesperadamente,porque temía que provocara un alboroto.Según una confidencia, aparecería enCórdoba, y entonces se dieron órdenestajantes de vigilar los accesos a aquella
ciudad por tren y por carretera, y paratal servicio, que requería muchosagentes, se destinó personal de oficinasy hasta de la brigada de vigilancia de laprostitución.[11] Finalmente apareció enGuadalajara, donde había convocadouna reunión de párrocos. Maura, sinconsultar al gobierno, lo hizo detener yexpulsar. La foto del primado saliendodel convento de los Paúles deGuadalajara rodeado de policías yguardias civiles sería profusamenteexhibida como prueba de la persecuciónde la Iglesia. Pero además el gobiernoexigía su remoción. El Vaticano essiempre muy lento cuando le piden la
destitución de obispos, pero el propionuncio y el cardenal Vidal i Barraquerhicieron saber al secretario de Estadoque si cuando se debatieran en lasCortes los artículos de la Constituciónreferentes a la cuestión religiosa nohabía dimitido, no se podría impedir laaprobación de un texto constitucionalmuy duro. El Vaticano, muy a su pesar,forzó a Segura a presentar su renuncia.
Más dura aún que la pastoral delcardenal Segura fue la de Isidro Gomá yTomás. En 1927 había sido nombradoobispo de Tarazona y administradorapostólico de Tudela. En su cartapastoral del 10 de mayo emprendía una
larga disquisición para justificar que laIglesia acatara al nuevo régimen, porqueno está ligada a ninguno, pero explicabaque el pueblo puede designar a losgobernantes, pero el poder no lo recibendel pueblo sino de Dios. «El peligro deesta fábula de la soberanía nacionalestá, primero, en que se vacía de Dios lasociedad, y se la suplanta con laautoridad de un hombre o de unoshombres que, por lo mismo que noejercen el poder en nombre de Dios,podrán prescindir de Él, de sus leyes, desu religión en el régimen del pueblo quese lo ha delegado … La soberaníanacional es, bajo este aspecto, el plano
inclinado para llegar al completoateísmo del Estado … Se ha dicho quese quiere hacer una España laica. Debeser calumnia, porque no se concibegobernante con sentido de tal que quierahacer una España monstruosa, que tal esuna sociedad sin religión». Ordenabaque, en la misa, en lugar de latradicional oración por el rey se dijerala oración por el Papa (no por el nuevogobierno).
Manuel Irurita Almándoz había sidonombrado obispo de Lérida en 1926 yfue trasladado a Barcelona en 1930. Unintegrista en una ciudad progresista. Sien Madrid El Debate se había mostrado
accidentalista, a lo León XIII, enBarcelona El Matí, diario católicoavanzado, empezaba su editorial del 15de abril con estas palabras:«Respiramos con satisfacción». Pero elobispo Irurita, que con su integrismo yanticatalanismo desde el principio habíachocado con la mentalidad dominante ensu diócesis, no compartía en absoluto laalegría de la inmensa mayoría de susfieles y publicó una carta pastoral que,tras un formal acatamiento de laRepública, adoptaba un tonoapocalíptico, como si la caída de lamonarquía fuera casi el fin del mundo.Se extendía en lamentaciones sobre la
gravedad del momento y exhortaciones ano desfallecer en la prueba, siempreconfiando en el Sagrado Corazón. Comobuen navarro carlista, no dejaba de daruna puntada a los Borbones y, como uneco al «Viva Cristo Rey» de Nocedal(el grito que había saltado de España aMéxico con los cristeros[12] y volvería acruzar el Atlántico con la República ymás aún con la guerra civil), arengabaasí a los sacerdotes: «Recordad que soisministros de un Rey que no puedeabdicar [no como Alfonso XIII, que huyeporque ha perdido unas municipales],porque su realeza le es substancial y siabdicara se destruiría a sí mismo,
siendo inmortal; sois ministros de unRey que no puede ser destronado,porque no subió al trono por votos delos hombres, sino por derecho propio,por título de herencia y de conquista. Nilos hombres le pusieron la corona, ni loshombres se la quitarán».
Josep M. Capdevila, director deldiario El Matí y simpatizante de UnióDemocràtica de Catalunya, expuso aIrurita su labor en defensa de la Iglesiadesde aquel periódico, y el obispo lereplicó que todo aquello era inútil:«Desengáñese: Cristo necesita unaespada».[13] El principal dirigente deUnió Democràtica de Catalunya, el Dr.
Lluís Vila d’Abadal, también visitó aIrurita para explicarle la campaña queestaban haciendo para crear escuelasparroquiales que sustituyeran a las dereligiosos que la República habíaprohibido, y el prelado le contestó: «Loque la Iglesia necesita no son escuelas,sino cañones».[14]
Francesc de Paula Badia i Tobella,notario de Terrassa, del grupo fundadorde Unió Democràtica de Catalunya, yque por ser católico notorio seríaasesinado en julio de 1936, se creyó enel deber de escribir al nuncioTedeschini una carta, de la que levantóacta notarial, en la que denunciaba la
escandalosa actuación política delobispo:
El ambiente político-carlista querodea a nuestro venerable Prelado Dr.Manuel Irurita, que si es insuficientepara obrar es bastante paracomprometer y dañar, lo he vistomanifiesto en los siguientes hechos:
Primero: La guardia queuniformada con boina oscura haacompañado a S. Itrsma. yairónicamente calificada de «guardiasde asalto del Sr. Obispo», igual comootras veces la hemos visto a laspuertas de las iglesias, y que a mientender resulta provocativa …
Segundo: No es rectificadaeficazmente la interpretación deestímulo para una lucha violenta y
física que muchos dan al elogio delos valientes, a la impugnación de los«peligros supuestos», a la acusación alos «jabalíes o fieras del modernoColiseo», a la realización del«Reinaré», a los premios para los dela Derecha y demás temas preferidosen la predicación de nuestro Sr.Obispo …
Tercero: El hecho de rodearsepreferentemente el Sr. Obispo declero carlista se traduce en unpredominio de elementos del mismocolor en entidades piadosas yconfesionales con la consiguientepérdida de posibilidad y prestigio yretraimiento de sectores que estimanen mucho la dignidad de actuación ysus realizaciones posibles. Y parecereducirse el objetivo de la acción
católica a un mesianismo políticopara el cual son garantía Ezkioga, laM. Ráfols y el P. Hoyos.[15]
CATÓLICOS CONTRA LA REPÚBLICA
En la mentalidad de entonces, loscatólicos mayoritariamente seidentificaban con las derechas y lamonarquía. Adoptaron dos actitudesdistintas. Los más moderados, dirigidospor Ángel Herrera y Gil Robles,obedeciendo la consigna de la SantaSede, emprendieron la defensa de losderechos de la Iglesia por la vía
pacífica parlamentaria. Al menos demomento, porque al perder las decisivaselecciones de febrero de 1936 hicieroncomo el jugador de naipes que si pierderompe la baraja. Gil Robles, antes deabandonar el Ministerio de la Guerra ytras la victoria del Frente Popular, instóa los generales más levantiscos, entreellos a Franco, a dar el golpe (lo que LaCierva ha llamado «lossemipronunciamientos de Gil Robles»),pero ellos, recordando el fracaso deSanjurjo, se negaron. Finalmente, envísperas del alzamiento, habiendo tenidoconocimiento Gil Robles de que Moladirigía una conspiración y necesitaba
dinero, le hizo llegar discretamentemedio millón de pesetas procedentes delfondo electoral de los comicios delfebrero anterior (insólito caso de unacampaña electoral con superávit, indiciode hasta qué punto las derechas sehabían volcado generosamente en laoperación), «creyendo que interpretabael pensamiento de los donantes de estasuma si la destinaba al movimientosalvador de España».[16] Y nointerpretaba mal.
Pero otros católicos, no solo laicossino también sacerdotes, religiosos yhasta algún obispo (como el trío antescitado: Segura, Gomá e Irurita), desde el
principio rechazaron la República,reprobaron los esfuerzos de losmoderados por corregir desde lalegalidad el anticlericalismo yadoptaron lo que en Francia se habíallamado la politique du pire, o teoría dela catástrofe previa: cuanto peor, mejor,porque provocará la guerra.
Se inculcaba a la opinión católica engeneral, y muy especialmente a lasmonjas de clausura, que no teníanacceso a los medios de comunicación,una mentalidad de Iglesia perseguida. Seadoptó el grito de «¡Viva Cristo Rey!»,inventado por los integristas comoNocedal, que más tarde habían adoptado
los cristeros mexicanos y ahora sereintroducía en España. Las carmelitasdescalzas de Guadalajara,convenientemente adoctrinadas,representaban el drama de los Diálogosde carmelitas, de Bernanos, sobre lasmonjas guillotinadas durante el Terrorde la Revolución francesa, o piezassobre los más recientes mártires deMéxico. Las primeras beatificaciones devíctimas de la guerra civil fueron trescarmelitas de aquel convento. El decretode Juan Pablo II de 22 de marzo de 1986que reconoció oficialmente su martirioinvocaba un hecho que más biendemuestra lo contrario. La hermana
Teresa del Niño Jesús había recibidouna carta de un pariente encabezada conun «¡Viva la República!». Era unaexpresión espontánea de la popularidaddel nuevo régimen. La monja, bienaleccionada, le contestó: «A tu ¡Viva laRepública!, contesto con un ¡Viva CristoRey! Y ojalá pueda un día repetir esteviva en la guillotina». Es evidente que«¡Viva Cristo Rey!», era un modo degritar «¡Muera la República!».
Después del triunfo de las derechasel 19 de noviembre de 1933, sesucedieron gobiernos de centro-derecha,en alianza contra natura con losradicales del otrora anticlerical feroz
Lerroux, lo que haría exclamarsarcásticamente a Bernanos: «¡Oh!Vosotros no os negáis nunca a acoger alhijo pródigo, a condición de que traigaconsigo el ternero».[17] Pero laultraderecha católica y monárquicasaboteó los esfuerzos de aquellosgobiernos de centro-derecha paracorregir las disposiciones anticlericalesdel primer bienio y concertar un modusvivendi con el Vaticano, aunque lopropiciaba Pacelli. Vidal i Barraquer lodenunciaba lúcidamente al secretario deEstado:
Los extremistas de derecha, unospor temperamento, otros con
finalidades políticas que anteponen atodo, y algunos por falta de visión,creen que, contando con un buennúmero de diputados, puedenenseguida ser abolidas, por unaespecie de golpe de estado oapelando a la violencia, todas lasleyes que les contrarían, y aun lamisma Constitución. Así lo predicany lo hacen creer al pueblo sencillo, ypara conseguirlo parece que intentandificultar la formación de losgobiernos posibles, atendida lacomposición del Parlamento,siguiendo la política du pire , que tanfatales resultados produjo en Francia,sin tener en cuenta que una reacciónviolenta, aunque tuviese unmomentáneo éxito, conduciría a notardar a una revolución más
desastrosa y de más tristesconsecuencias que la sufrida hasta elpresente. La verdadera victoria debeconsistir en saber consolidar eltriunfo alcanzado, actuando paciente,celosa y constantemente sobre lasmasas, instruyendo y formando laconciencia de los fieles por losmedios que Dios ha puesto ennuestras manos, en especial por laAcción Católica.[18]
En este mismo informe denunciabaVidal i Barraquer el libro del canónigomagistral de Salamanca y rector delseminario de Comillas, Aniceto CastroAlbarrán, El derecho a la rebeldía ,[19]
intento de justificación teológica y deincitación política a la rebelión contra la
República. Tras estallar el alzamiento,sería uno de los primeros en atribuirle,con argumentos escolásticos, el rango decruzada. La misma tesis defendería en1938 otro libro suyo, Guerra santa. Elsentido católico del MovimientoNacional Español,[20] con un prólogodel cardenal Gomá dedicado «alMagistral de Salamanca, a quienquisiéramos quitar con unas amablesfrases el amargor que pudo producirle lapublicación de otro libro, publicado enfechas no lejanas aún. Libro de una tesisque, sin disquisiciones previas dederecho público o ética social, el buenespañol, con un puñado de bravos
militares, se ha encargado de demostrarcon el argumento inapelable de lasarmas». El «amargor» aludía a queCastro Albarrán tuvo que dimitir delrectorado de Comillas, aunque Vidal iBarraquer y Tedeschini no lograron,como pedían, que El derecho a larebeldía fuera condenado por el SantoOficio y puesto en el Índice de losLibros Prohibidos.
De la misma tendencia extremistaera el movimiento Acción Española, conla revista del mismo nombre, fundadacon la intención declarada de sentar lasbases filosóficas y teológicas de larebelión. Era alma de la revista Eugenio
Vegas Latapié, católico de misa yrosario diarios, miembro destacado delcuerpo jurídico militar, lo que le habíapermitido trabar amistad en Marruecoscon los principales africanistas queserían hombres clave del alzamiento.Más monárquico que el rey y máspapista que el Papa, se desengañósucesivamente de Alfonso XIII, de Juande Borbón y de Juan Carlos, de quienfue preceptor en Suiza, y en quien ojaláno haya dejado demasiada huella. Entre1931 y 1932 publicó en AcciónEspañola una serie de seis artículos conel título de Historia de un fracaso: delralliement de los católicos franceses a
la República. El ralliement había sidola aceptación por León XIII de laRepública salida de la Revoluciónfrancesa y la doctrina del mal menor,con la distinción entre tesis, la exigenciadel estado confesional católico, conmera tolerancia para la práctica privadade otras religiones, y la hipótesis, oaceptación, como mal menor, donde nose pudiera imponer la tesis, de laseparación de Iglesia y Estado y lalibertad religiosa.[21] Según Vegas, elralliement había sido un fracaso enFrancia, pero aunque allí hubiera tenidoéxito, no era aplicable a España, que esdiferente.
De s d e Acción Española EugenioMontes, después de la victoriaderechista de 1933, exigía a Gil Robles,sin nombrarlo explícitamente, que desdeel poder diera un golpe de Estado contrala República:
No están hoy los tiempos en elmundo, y sobre todo en España, parahacer el cuco. No; hay que dar la horay dar el pecho; hay nada menos quecoger, al vuelo, una coyuntura que novolverá a presentarse: la de restaurarla gran España de los Reyes Católicosy los Austrias. Por primera vez desdehace trescientos años, ahora podemosvolver a ser protagonistas de laHistoria Universal. Si este grandestino no se cumple, todos sabemos
a quiénes tendremos que acusar. Yo,por mi parte, no estoy dispuesto aninguna complicidad, ni, por tanto, aun silencio cómplice y delictivo. Nohay consideraciones, no hay respetos,ni hay gratitud que valga. El dolor, laangustia indecible de que todo puedaquedarse en agua de borrajas, enmedias tintas, en popularismosmediocres, en una especie delerrouxismo con Lliga catalana yConcordato, nos dará, aun a losmenos aptos, voz airada para elanatema y hasta para la injuria.
Yo, si lo que no quiero fuese, yasé a dónde he de ir. Ya sé a qué puertallamar y a quién —sacando deamores, rabias— he de gritarle: ¡Ennombre del Dios de mi casta; ennombre del Dios de Isabel y de Felipe
II, maldito seas![22]
Lo más desaforado en esta línea fueel proyecto de Vegas Latapié de unatentado terrorista que desencadenara laguerra civil. Tenía un hermano militar,Pepe, que le comunicó que, tras lamuerte de Calvo Sotelo, los jefes yoficiales del regimiento de El Pardohabían decidido asesinar al presidentede la República, Azaña, peronecesitaban una ametralladora y uncoronel o general que se pusiera alfrente de la operación. Eugenio seadhirió al proyecto y con Pepe fue a veral coronel Ortiz de Zárate, entoncesdisponible en Madrid. Este se hallaba
justamente reunido con otros militarestomando las últimas disposiciones parael alzamiento. Los hermanos Vegas leformularon la petición, Ortiz de Záratela transmitió a los reunidos y luego dijoa Eugenio y Pepe, que esperaban larespuesta: «Prohibido terminantemente.Todo está preparado en Madrid y esopodría echarlo a perder». Pero aquellamisma tarde se presentó a EugenioVegas un Hermano de San Juan de Diosconocido suyo, exclaustrado, que habíatrabajado en el sanatorio mental deCiempozuelos y le contó que hay un tipode locos que cuando oyen disparos seenardecen hasta extremos inconcebibles.
Proponía reclutar a una banda desemejantes desgraciados, armarlos confusiles y bombas de mano, irrumpir conellos en el Congreso de los Diputados ymatarlos a todos, desde Gil Robles a laPasionaria, lo cual desencadenaríainfaliblemente la guerra. A EugenioVegas no le pareció del todo operativoel proyecto, pero al día siguiente,después del entierro de Calvo Sotelo,que había resultado muy emotivo ytenso, concibió una variante algo mejor:«Pensé en la posibilidad de entrar en elCongreso con un grupo de amigospertrechados de gases asfixiantes paraacabar allí con los diputados. Por
supuesto que no íbamos a jugarnos lavida, sino a perderla. Sería algosemejante a lo que hizo Sansón cuandoderribó las columnas del templo». Porsus relaciones con militares sabía que elejército español había usado en laguerra de Marruecos gas iperita, y quedesde entonces se mantenía un depósitode aquel gas, que había que renovarperiódicamente, en un establecimientodirigido por el capitán de artilleríaFernando Sanz, con quien Vegas habíacoincidido en Melilla. Visitaba confrecuencia aquel sitio, pues era amigo devarios de sus jefes, entre otros PlácidoÁlvarez Buylla, casado con una prima
de la mujer de Franco. Preguntó, pues,Vegas Latapié al capitán Sanz quéestablecimiento militar les proveía deiperita. Sanz entendió perfectamente elpropósito de Vegas, reflexionó unmomento y le contestó: «En ningunafábrica militar. Se produce solo en lafactoría en la que tu hermano Florentinoes jefe de sección. En la Cros, deBadalona». Ante aquella implicaciónfamiliar desistió Eugenio Vegas Latapié,católico de misa y comunión diarias, desu insensato magnicidio, que yo nocreería si no lo contara él mismo en susmemorias. «Mis planes habían sufridouna grave contrariedad», se lamenta.[23]
GOLPE DE TIMÓN DE PÍO XI
Pío XI, como diría alguien, no eradictador, solo era autoritario. Su malgenio era proverbial. Consideró que lasconcesiones de la Iglesia (la consigna deacatar la República, los sacrificiosaceptados en aquellos «Puntos deconciliación» y, lo más doloroso detodo, la forzada renuncia de Segura a lasede primada de Toledo) habían sidoinútiles y adoptó una posición máscombativa, aunque sin optar de ningúnmodo por la línea violenta. Vidal iBarraquer, de acuerdo con Tedeschini,
había enviado a Roma a doscolaboradores suyos, los sacerdotesCarreras y Vilaplana, para queinformaran a Secretaría de Estado de lasituación. El 31 de octubre de 1932entregaron a monseñor Pizzardo unprimer memorial, el 1 de noviembreotro, y el 2 fueron recibidos por elSecretario de Estado, Pacelli (futuro PíoXII), que les expresó la «alta estima» ylo «acertado» de la línea de actuaciónconciliadora que mantenían el nuncio yVidal i Barraquer. Pero en aquellosmismos momentos, un piso más arriba,Pío XI, seguramente sin conocimiento dePacelli, dictaba personalmente al P.
Enrique de Carvajal, delegadoextraordinario del general de losjesuitas para los asuntos de España,unas enérgicas instrucciones, en latín,bajo el título de Gravis theologisententia, sobre cómo había queinterpretar las palabras del mensajepapal a los católicos españoles «mercedal concurso de todas las buenas energíasy por las vías justas y legítimas». Losobispos —decía— no tenían quepermanecer más callados, sino instruir alos fieles sobre los peligros que corríala Iglesia y el deber de impedirlos «portodos los medios lícitos». Quefavorecieran la campaña para la
revisión de la Constitución. Que cadavez que se intentara algo contra laIglesia hicieran que los párrocosinstruyeran a los fieles al respecto. Quepromovieran actos externos en lostemplos, y si fuera posible tambiénfuera, como peregrinaciones, rogativas,actos de reparación, etc. Y si por actuarasí algún obispo fuera sancionado por elgobierno, que todos los demás sesolidarizaran con él y protestaran. Endefinitiva, se acusaba a los obisposespañoles de pasividad y casicomplicidad o cobardía.[24] Pero lo másextraordinario no era el contenido deaquellas instrucciones, sino el conducto
por el cual se hacían llegar a losobispos, saltándose al secretario deEstado, al nuncio y al presidente de laconferencia de metropolitanos, todos loscuales se sintieron reprendidos ydesautorizados al llegarles aquellasentencia o parecer del «grave teólogo»,que sin la menor duda era el mismoPapa. Este, prosiguiendo en la mismalínea dura, el 12 de abril de 1933trasladó a monseñor Isidro Gomá yTomás de la pequeña diócesis rural deTarazona al arzobispado primado deToledo, y en el primer consistoriosecreto, el 16 de diciembre de 1935, lodesignó cardenal y dispuso que
presidiera la conferencia demetropolitanos, a pesar de que Vidal iBarraquer era cardenal más antiguo, yademás le encomendó la dirección de laAcción Católica y la acción social de laIglesia, cargo que no estaba vinculado ala sede primada de Toledo. Pero hayque dejar claro que Pío XI seguíaimponiendo la condición de usar «losmedios lícitos».[25]
VISIONES Y APARICIONES
Los que desde el primer momentocombatieron a la República fueron el
Sagrado Corazón y la Virgen Santísima,al menos según los videntes quepretendían transmitir sus mensajes. Es loque ocurrió con las pseudorrevelacionesde la madre Ráfols y laspseudoapariciones de Ezkioga.[26]
María Ráfols (1781-1853) fue unabuena mujer que en los sitios deZaragoza tuvo una actuación heroicaasistiendo a heridos y enfermos. Fundóla congregación de las Hermanas de laCaridad y Santa Ana, actualmente muyfloreciente, al servicio de ancianos yenfermos. El 29 de enero de 1932, o seaen plena República, la hermana MaríaNaya, maestra de novicias y archivera
de la Congregación, empezó a descubrirdocumentos inéditos de la madrefundadora, con unas revelacionesextraordinarias. La hermana Nayaencontraba una y otra vez másdocumentos. En un escrito falsamentefechado el 1 de julio de 1835, y queprofetiza que será encontrado en 1932,anunciaba que sobrevendría una granpersecución, y precisaba: «Cuandollegue esta época, que empezaráabiertamente en el año 1931…». Contoda precisión el Sagrado Corazón leanunciaba: «… la fiesta de Cristo Rey,que será instituida por voluntad mía y asu debido tiempo por mi Vicario en la
tierra, mi amado Hijo Pío XI». En lasupuesta fecha de la profecía reinabaGregorio XVI y no se podía prever queentre los cuatro Papas siguientes habríaun Pío IX y un Pío X, y desde 1922 PíoXI, que en efecto había instituido lafiesta de Cristo Rey en 1925. Lasderechas católicas esgrimían estasprofecías para atacar a la República, ydurante y después de la guerra sereeditaron y divulgaron profusamentecomo propaganda política. «Este escrito—hacía decir la hermana Naya a lamadre Ráfols— será encontrado cuandose acerque la hora de mi Reinado enEspaña; pero antes haré que se purifique
de todas sus inmundicias». Y másadelante: «Mi Eterno Padre se veráobligado, si no se enmiendan después deeste llamamiento misericordioso, adestruir poblaciones enteras». Era tantocomo incitar a una acción purificadora,y después de la guerra se creía vercumplida la profecía. Un panegirista dela madre Ráfols y editor de susprofecías, Domingo de Arrese, escribíaen enero de 1939: «La enmienda decostumbres no siguió al llamamientomisericordioso, y en la neblina delpróximo futuro se perfilaban, entrellamas y obuses, la destrucción deBrunete, de Irún, de Belchite, de
Guernica, de tantas y tantas poblaciones,que iban a ser inmoladas, según laterrible profecía. Hoy, al cabo de seisaños, cuando parece llegar a su fin lapurificación sangrienta deEspaña…».[27]
Pero ya en los años de la Repúblicase habían levantado voces negando laautenticidad de aquellas profecías.Como observaba entonces el padreMarieDominique Lagrange, O. P.,fundador de la Escuela Bíblica deJerusalén y promotor del métodohistórico-crítico en la exégesis católica,no hay ninguna profecía bíblica, niextrabíblica aprobada por la Iglesia, que
dé fechas ciertas. Un benedictino belgadenunció que las profecías se habíanescrito con plumilla de acero, que no sehabía inventado aún en tiempos de lamadre Ráfols, como tampoco se usabaentonces la expresión «cuestión social».Se descubrió que unas oraciones,supuestamente dictadas por Jesucristo ala madre Ráfols, se habían copiado deun libro piadoso. El padre MiquelBatllori, S. J., a propósito de larevelación de que el Sagrado Corazónquería que todos los seminarios deEspaña fueran confiados a la Compañíade Jesús, me decía que ellos, porconstituciones, no pueden llevar
seminarios, «… y el Sagrado Corazónconoce perfectamente las constitucionesde la Compañía de Jesús». Ante elcúmulo de indicios negativos, en 1944Pío XII paró el proceso de beatificaciónde la madre Ráfols y la hermana Nayafue severamente castigada. Cincuentaaños más tarde, Juan Pablo II, dejandototalmente de lado las profecías, sinaprobarlas ni negarlas, reabrió elproceso y en 1994 beatificó a la madreRáfols.
Otro montaje parecido fue el de unassupuestas apariciones de la Virgen enEzkioga (Guipúzcoa), que congregaron agrandes multitudes. Diversos videntes
afirmaron haber visto a la VirgenDolorosa, vestida de luto y empuñandouna espada. Uno vio a la Virgenbendecir con una espada y aire severohacia los cuatro puntos cardinales, y enotra ocasión un ángel entregó a la Virgenuna espada. El principal estudioso delcaso, William A. Christian Jr., distingueentre «videntes» y «creyentes». Si nohay creyentes que admitan los mensajesy los difundan, los videntes callan, o almenos no pasan a la historia. Losvidentes tienden a ver lo que esperan loscreyentes, y los creyentes creen lasvisiones que satisfacen a susexpectativas y deseos. Por el boca a
boca y por la prensa local, muy atenta alos sucesos, porque interesabanvivamente a sus lectores, se produce unainteracción entre los videntes entre sí ycon los creyentes. Entre estos hay dostendencias. Una, la de los nacionalistasradicales seguidores de Sabino Arana,que creen que la Virgen les exige liberarEuskadi del influjo español de losgobernantes y los veraneantes, que hantraído a la patria vasca todos los males,desde el liberalismo hasta la blasfemia yel baile agarrado, y volver a lareligiosidad y las costumbres vascastradicionales. En cambio los carlistas eintegristas, con la consigna «Salvemos
España», se creen llamados a una guerrasanta peninsular. Christian concluye:«La Virgen estaba preparando a losvascos para una guerra civil».[28]
La primera visión habría tenidolugar el 30 de junio de 1931, o sea,apenas dos meses y medio después de laproclamación de la República. Lassupuestas visiones se repitieron yempezaron a acudir a millares losperegrinos, vascos sobre todo, perotambién un importante grupo decatalanes. El vidente José Garmendiafue a Barcelona el 23 de octubre de1931 para comunicar una palabra de laVirgen al presidente de la Generalitat
Francesc Macià, no sabemos si paraliberarse de España o para salvarla.Macià, según Garmendia, habríaquedado muy contento porque la Virgendecía que Azaña (que no había queridorecibir a Garmendia) era más malo queél. Al día siguiente Macià subió aMontserrat para inaugurar unaexposición de arte, pero a la vez hablóal padre abad Marcet de la visita delvidente de Ezkioga. El 14 de noviembreGarmendia viajó de nuevo a Barcelona,subió a Montserrat y habló con el padreabad, que le refirió que había habladolargamente con Garmendia de la visita aMacià.[29]
Al principio estaban presentes enEzkioga algunos sacerdotes, que dirigíanlos rezos, pero la autoridad eclesiásticaordenó que se retiraran, aunque algunospersistieron. Consta que iba el obispode Barcelona, Irurita, vestido de seglar.Puesto que algunos de los mensajesatribuidos a la Virgen eran claramentepolíticos, y algunos elementosderechistas y tradicionalistas losapoyaban y difundían, el gobernadorprohibió el acceso al lugar y recluyó enobservación en un manicomio a losvidentes más destacados. Un decreto delobispo Múgica del 13 de septiembre de1933 declaró que los sucesos carecían
de fundamento sobrenatural, y el SantoOficio vaticano confirmó este dictamenel 18 de junio de 1934.[30] Con lasolemne desautorización eclesiástica, elentusiasmo por Ezkioga se enfriónotablemente, a diferencia de lasprofecías de la madre Ráfols, cuyadifusión fue en aumento durante laRepública, durante la guerra y durante laprimera posguerra.
LA IGLESIA Y EL ALZAMIENTO
Los obispos, como todo el clero, yen general toda la gente de derechas,
deseaban una intervención del ejércitoque pusiera fin al gobierno del FrentePopular, pero no consta de ningúnobispo que estuviera directamenteimplicado en la conjuración concretaque Mola preparaba con el mayor sigilo,la única que tenía posibilidades de éxitoporque contaba con el Ejército deÁfrica, el único profesional ypreparado. Los conjurados no sedistinguían por su religiosidad. DionisioRidruejo hacía este balance: «Unrepublicano confeso y clamoroso comoQueipo de Llano, un jefe de tradiciónizquierdista explícita como el coronelAranda, o un general de ficha masónica
como Cabanellas, se convertirían enpiezas decisivas».[31] Mola, el Director,no invoca la religión en lasinstrucciones preparatorias ni en lasprimeras proclamas. En cuanto a Franco,en Marruecos la fama le atribuía «nimisas ni mujeres». En enero de 1934, enuna entrevista, como buen conocedor deMarruecos, sobre el peligro de unainsurrección de los moros, declaró:«Conviene fomentar y extremar ellaicismo, ya que la religión es el mejorestímulo para un alzamiento».[32] Uno delos máximos «franquistas» (comobiógrafo y como partidario suyo),Ricardo de la Cierva, confesaba que, a
diferencia de su mujer, Franco no eraespecialmente piadoso.[33] En sumanifiesto inicial no menciona lareligión y termina (en la versiónoriginal, luego enmendada) con latrilogía de la Revolución francesa,aunque cambiando el orden:«fraternidad, libertad, igualdad». Dehecho, ninguno de los bandos deproclamación del estado de guerramenciona la religión entre susmotivaciones o propósitos. Los obisposy el clero más extremista deseaban ungolpe militar, pero «aquel» no era elsuyo. Según un testimonio oral fiable, elobispo Irurita, en los primeros meses de
la revolución, dijo a un señor que lovisitaba en su escondrijo y le facilitabaayuda: «No os fieis de Franco. Haestado en Canarias, y allí todos sonmasones». Pero la mayoría de losobispos, aunque no habían participadoen la conspiración, se adhirieron conentusiasmo al alzamiento y a su vez, aposteriori, el alzamiento se adhirió a laIglesia.
El pronunciamiento fracasó como talporque en las principales ciudades y lamayor parte de la península fuederrotado, pero el gobierno tampocopudo sofocarlo, por lo que el golpedegeneró en una guerra civil. Pronto se
vio que sería larga y que se decidiría enlas cancillerías europeas (porque unos yotros solo tenían municiones para brevetiempo y por lo tanto dependerían de lossuministros bélicos del extranjero). Asía los rebeldes, que al principio, como hedicho, no perseguían una finalidadreligiosa, les vino muy bien aprovecharlos asesinatos, incendios ycolectivizaciones de la zona republicanapara presentarse internacionalmentecomo defensores de la religión, el ordeny la propiedad.
Ningún papa, ni Pío XI, ni Pío XII,ni Juan XXIII, ni tampoco Juan Pablo II,ha llamado «cruzada» a la guerra de
España.Tampoco la carta colectiva de los
obispos españoles de 1 de julio de 1937dice que sea una cruzada. El cardenalGomá, que redactó el documento, envarias cartas pastorales y otrosdocumentos había hablado de cruzada,pero en la carta colectiva no lo dice, yhasta dice expresamente que no lo es,porque sabía que esto no gustaría alVaticano, y él esperaba que el Papa sela aprobara. Cuando envía el borrador alos obispos les dice que lo ha hecho apetición de Franco, y que el Papa loconoce. Vidal i Barraquer comunicó aPacelli que no creía oportuno el
documento, y que Gomá, al decir que elPapa tiene conocimiento de la carta,«sugiere que la aprueba lo cual seráprobablemente interpretado por lamayor parte de los Prelados en elsentido que Aquella da suconsentimiento al proyecto referido. Siesta es la mente de la Santa Sede, soy elprimero en bajar la cabeza, pues semanifiesta clara la voluntad de Dios pormedio de los superiores; pero si nofuese así, queda una vez más demostradala decisiva influencia del poder civilsobre el Episcopado».[34] El Papa niaprobó la carta colectiva ni la impidió,ni dijo a Vidal i Barraquer que firmara o
que dejara de firmar. Guardó ochomeses de silencio, y cuando habló fue entérminos que indignaron al gobierno deBurgos. La carta colectiva tuvo una granresonancia internacional y llegaroncartas de solidaridad de episcopados demuchos países. Los servicios depropaganda franquista decidieronrecopilarlas en un volumen, para el cualse pidió un prólogo del Papa. El Papano mandó el prólogo, sino que en sunombre Pacelli escribió a Gomáelogiando a los obispos españoles «porhaber condenado el mal, de cualquierparte que venga». Los servicios depropaganda publicaron la cartaprólogo,
pero suprimiendo las últimas palabras, ymás tarde el embajador YanguasMessía, en vez de excusarse por habermanipulado la carta del secretario deEstado, protestó enérgicamente antePacelli por la ambigüedad de la cartaobtenida.
CONCLUSIÓN
En los principales aspectos de laguerra civil (militar, político,internacional, víctimas) las posicionescontrapuestas de los historiadores deuna u otra tendencia se han aproximado
bastante en los últimos años, por laconsulta de documentos y lacomparación de la bibliografía de una uotra tendencia. Pero en el aspectoreligioso, que tan importante fue en lacontienda, las lanzas siguen enhiestascasi como en 1939, porque apenasúltimamente se ha empezado a teneracceso a la documentación básica, y másaún porque afecta a sentimientos muyprofundos y suscita reaccionesviscerales.
Víctor Manuel Arbeloa, historiador,coeditor con Miquel Batllori delArchivo Vidal i Barraquer de los añosde la República, publicó en 1968 una
encuesta sobre la cuestión religiosa.Preguntaba a una serie de destacadaspersonalidades: ¿Qué piensa Vd. de laactitud de la Iglesia española ante la IIRepública? Las respuestas aparecenfuertemente polarizadas. Unos, comoRafael Aizpún, Joaquín Arrarás, ManuelAznar, Esteban Bilbao, Jaime del Burgo,Venancio D. Carro, Fal Conde,Fernández Regatillo S. J., Gil Robles,Giménez Caballero, Ángel Herrera Oria,Fermín Yzurdiaga, Salvador deMadariaga, José M.ª Pemán, YanguasMessía, etc., afirman que la Iglesia, ylos católicos en general, hicieron todo loque pudieron para vivir en paz con la
República, y fue esta la que desde elprimer momento persiguió a la religión,por lo que fue necesario el alzamiento.Otros, en cambio, como José AntonioBalbontín, José Bergamín, BoschGimpera, Segismundo Casado, AntonioCordón, el abad Aureli M. Escarré, elobispo antifalangista Fidel García, elcanónigo José M. González Ruiz,Eduardo de Guzmán, Manuel de Irujo,Luis Jiménez de Asúa, Victoria Kent,José M. de Llanos S. J., Miguel Maura,Federica Montseny, Semprún Gurrea,Tuñón de Lara, etc., sostienen que laRepública empezó sin ningún plan deperseguir a la Iglesia, y que fue esta la
que desde el principio saboteó al nuevorégimen y suscitó el alzamiento. Pocosson los que denuncian laresponsabilidad de ambos lados:Josefina Carabias, Coll i Alentorn,Jesús M.ª de Leizaola, MauriciSerrahima, Antonio Espina, JosepTarradellas y alguno más.[35]
El canónigo Carles Cardó, teólogo,literato y periodista, destacadorepresentante del clero abierto catalán,que desde su revista La paraulacristiana había defendido una actitudpróxima a la democracia cristiana,antiintegrista, republicana y catalanistamoderada, publicó desde su exilio en
Friburgo de Suiza una profundareflexión sobre la guerra civil y susc a u s a s : Histoire spirituelle desEspagnes. Étude historico-psychologique du peuple espagnol. Porla infidelidad de Rafael Calvo Serer,que se le había presentado como amigoy hasta como valenciano simpatizantedel catalanismo, el manuscrito llegó aconocimiento del gobierno español, quese esforzó por todos los medios (tanto elpalo como la zanahoria) por hacerdesistir a Cardó de su publicación. Nolo convencieron y la obra se editó enParís en 1947. El censor eclesiástico, elgran teólogo suizo Charles Journet, que
Pablo VI haría cardenal, no se limitó alhabitual y lacónico nihil obstat sino quedictaminó: «He leído el libro del Sr.Canónigo Carles Cardó, que tiene portítulo Histoire spirituelle des Espagnes;no solo nada se opone a su publicación,sino que me parece deseable desdetodos puntos de vista». Cardó afirmabaque «entre las causas que máscontribuyeron a agravar la situación yque llevaron a la guerra civil podemoscontar, pues, la desobediencia a lasdirectivas pontificias».[36] En uncapítulo que había dispuesto quepermaneciera inédito hasta 1994, cuandosuponía que habrían fallecido Irurita y
demás personalidades eclesiásticasinculpadas, concluía:
De este modo se llegó al fatal1936, cuando la confabulación de lasapetencias militares, plutocráticas yeclesiásticas determinó el estallidode la guerra preparada desde lejanafecha y decidida por algunas de ellasen Roma con Mussolini en marzo de1934, mientras los católicosocupaban el poder en España. Lasrepercusiones sacrílegas que tuvo enla zona republicana recaen, pues, engran parte sobre los promotores delfratricidio colectivo, entre los que sehallaban algunos jerarcaseclesiásticos, representantes de unaiglesita sin evangelio, totalmentedistinta de la auténtica Iglesia de
Cristo, representada por los preladosobedientes a Roma, entonces ya muyreducidos en número, como loshechos por desgracia demostraron.[37]
6
Ni rota ni roja: elpeligro separatistay la invocación a lanación en el golpe
de Estado de julio de1936[1]
Xosé M. Núñez SeixasUniversidad Ludwig-Maximilian de Múnich
E N LAS NOTAS QUE siguen,intentaremos aproximarnos a la
relevancia que el nacionalismo,entendido como fenómeno ideológicotransversal, jugó en las motivaciones delgolpe de Estado de julio de 1936, y lamedida en que aquel se mantuvo comoun móvil ideológico y un mitomovilizador efectivo durante lasprimeras semanas del Alzamiento, antesde que el discurso de la Cruzada y lalegitimación religiosa del conflictoconfiriesen a los sublevados un discursomovilizador aún más efectivo, enespecial al fundirse con la nación.
No era nuevo que el peligro de
desmembración de España se utilizasecomo argumento para justificar unarebelión militar contra la legitimidaddemocrática establecida. El generalPrimo de Rivera quiso justificar enbuena parte su golpe de Estado enseptiembre de 1923 como una reacciónante el separatismo. Y uno de losmayores motivos de inquietud ydescontento para la cúpula militarespañola entre 1976 y 1981 fue, sinduda, la conflictividad etnoterritorial.Tanto de modo simultáneo comoposterior a la guerra civil, varias de lasprincipales obras que intentaronjustificar y legitimar la rebelión (en las
clásicas obras de Joaquín Arrarás,Manuel Aznar, más tarde en la obrasobre los nacionalismos catalán y vascode Maximiano García Venero o, a unnivel más banal pero socialmenteefectivo, en los manuales escolaresutilizados durante el periodo franquista),se vinculó claramente la inevitabilidaddel alzamiento a la conjunción de trespeligros: la revolución, el ateísmo y elriesgo de separatismo, versión másadaptada a los tiempos de lo que en sumomento había sido la coyunda entrecomunismo, masonería, judaísmo yseparatismo, a lo que había que añadirque todos ellos eran extranjeros o
extranjerizantes según la publicísticacontemporánea al conflicto.
¿Cuál fue el lugar preciso otorgado ala nación y su defensa dentro de lajerarquía retórica del discursoinsurgente? Aquí cabría manejar doshipótesis. Primera: la expresada porJosé Calvo Sotelo en un mitin en SanSebastián el 10 de noviembre de 1935,es decir, preferir una España «roja» auna España «rota», pues mientras laEspaña roja sería una «fase pasajera»,la ruptura lo sería «a perpetuidad».[2] Alo que se podía contraponer de modoespecular la frase de Juan Negrín en1938: «Antes de consentir campañas
nacionalistas que nos lleven adesmembraciones, que de ningún modoadmito, cedería el paso a Franco sin otracondición que la de que se desprendiesede alemanes e italianos».[3] Segunda:que se tratase de un argumentoconstruido a posteriori, subordinado alas necesidades de justificación de unfallido golpe de Estado que se convirtióen una larga y cruenta guerra y, portanto, que necesitó discursosmovilizadores efectivos capaces desustentar la cohesión y galvanización dela retaguardia, y la atracción de sectoresde población poco o nada concienciadospolíticamente.
En realidad, la nación y elnacionalismo español no fueron el únicodenominador común del bandoinsurgente pero sí uno de los másfuertes, duraderos y efectivos de lossublevados. En la lectura de la naciónespañola que hacían los insurgentescoexistían distintos enfoques ysensibilidades hacia el papel de lasidentidades subestatales. Desde laconcepción integral y cuartelera,ferozmente unitarista de los militares,hasta la idea misional e imperial deFalange Española y el nacionalismoregionalizado de raigambretradicionalista, más o menos adaptado al
sistema de autonomías del Estadointegral republicano, que compartían enjulio de 1936 las derechasantirrepublicanas y accidentalistas ensentido amplio.
I.
La invocación del peligro dedesmembramiento territorial de lanación se incardinaba en un continuumhistórico: el separatismo nacía de laconjunción de los enemigostradicionales de España como nación ycomo imperio. Los viejos enemigos se
reencarnaban en nuevos, y los externosen internos, siguiendo en esto una viejatónica de la historia del nacionalismoespañol en los siglos XIX y XX.[4] Losnacionalismos periféricos obedecían enúltima instancia a la traición de minoríasdesleales, su manipulación por interesesextranjeros, sobre todo de Gran Bretañay Francia, y su imbricación conspirativacon el liberalismo y el comunismo, lamasonería y, según las versiones, eljudaísmo. Ahí se puede apreciar unacierta continuidad en los recipientesimaginarios y en los rasgos icónicosatribuidos a los enemigos internos yexternos de la nación. Esto llevaba a una
lectura teleológica y conspirativa de laevolución de los nacionalismos opuestosal español, fuese el catalán, el gallego oel vasco. Los renacimientos culturalesdel siglo XIX habrían prendido la mechade una progresiva extranjerización delos idiomas y dialectos regionales,objeto de normativizaciones y cultivosliterarios que solo buscaban (mediantela francesización del catalán, laportuguesización del gallego, o lasgrafías sabinianas del euskara) sudistanciamiento artificial del castellano.
La propia evolución y estrategiassociopolíticas seguidas por losprincipales partidos y organizaciones
representativas de los nacionalismosperiféricos reforzaban esa percepción.La orientación republicana, laica eizquierdista tanto de la EsquerraRepublicana de Catalunya (ERC) comodel Partido Galeguista (PG) durante laSegunda República, la proclamación del«Estado catalán» por Lluís Companys enoctubre de 1934, de modo paralelo a larevolución obrera, y el alineamiento degalleguistas y buena parte de loscatalanistas con el Frente Popular enfebrero de 1936 venían a constituir unaconfirmación de la coyunda conspirativaentre subversión social ydesmembración territorial. Sólo el PNV
suponía un caso aparte, por sucatolicismo y por su moderación enmateria social. De hecho, hubo intentosde ganarse a los nacionalistas vascospara la insurrección, que noprosperaron. La evolución de la cuestiónterritorial y autonómica en el periodo 1931-1936, y en especial el proceso deelaboración y aprobación de estatutos deautonomía dentro del Estado integralrepublicano, reforzaba el temor a ladisgregación. Tras el Estatuto catalánhabía venido el vasco, plebiscitado enoctubre de 1933; le seguía el gallego,plebiscitado en junio de 1936. A la colaestaban el andaluz, el aragonés y el
valenciano. Una suerte de café paratodos se avecinaba. Ante esa situación,sin embargo, una parte de las derechas,en particular las de raigambretradicionalista y las seccionesregionales de la CEDA, también habíanempezado a aceptar de modo pragmáticoel nuevo mapa de distribución territorialdel poder que se implantaría y lasposibilidades de hacerse con parcelasde poder mesoterritoriales desde las queoponerse a las medidas reformistas,socializantes o laicizantes del gobiernocentral de la República.
A lo anterior se unía una presunciónampliamente compartida por buena parte
de las derechas contrarrevolucionarias.La interpretación histórica de la unidadespañola que prevalecía en las derechasantirrepublicanas bebía en gran medidadel legado de Menéndez Pelayo. Españahabía sido forjada por la monarquía y lareligión. Por lo tanto, solamente siendocatólico era posible ser español. Y elrey era la clave de bóveda de la unidadterritorial. Pero ahí latía también unavisión de que el localismo sería«connatural» a la idiosincrasia de losespañoles, y el cemento que los podíamantener unidos era la religión, lamonarquía, la autoridad o un proyectoimperial, fuese en su lectura orteguiana
(una voluntad de compartir un «proyectosugestivo de vida en común» y unaunidad de destino), fuese en su versiónhispanoamericanista (la apelación a unimperio espiritual basado en la lengua yla comunidad cultural), fuese en el másinconcreto imperialismo falangista queoscilaba entre la cultura y la conquistade territorios. El nacionalismo españolse podía regionalizar, y la variedadregional y local ser cultivada comomanera de construir la nación desde labase, recreando la tradición; pero elregionalismo político se convertía en unelemento peligroso, potencialmenteconducente al nacionalismo periférico y,
por lo tanto, al separatismo. Y lademocracia era doblemente peligrosapara España, porque el virus anárquicoe individualista no solo provocaba laquiebra de la propiedad y el ordensocial, sino que también llevaba a ladisgregación territorial. El fantasmacantonalista era un peligroconstantemente recordado desde laPrimera República. Las guerrascoloniales de Cuba y Filipinasreforzaron la creencia en que solo unnacionalismo integral, una autoridadférrea desde el centro, podía mantener launidad, tras la última amputación delterritorio nacional que había supuesto la
guerra de 1898.¿Había peligro real de disgregación
territorial en la primavera del FrentePopular? Objetivamente, no. En julio de1936 era más probable una España rojaque rota.[5] Era cierto que losprincipales nacionalismos subestatalescontemplaban la autonomía como unprimer paso hacia un horizonte todavíaindefinido de emancipación nacional,que para ERC, el PG o AcciónNacionalista Vasca (ANV) se situabamás bien en una República refundadasobre una base multinacional, si bienpara sus juventudes y algunos sectoresminoritarios era la independencia al
estilo irlandés el objetivo declarado, loque daba lugar a diversasmanifestaciones más o menos retóricas yhasta incluso belicistas de gruposminoritarios, como los Jagi-Jagi vascoso el nuevo Estat Català refundado enjunio de 1936. El PNV se situaba, dentrode su permanente oscilar interno entre elpolo de la independencia (entendidacomo reintegración foral de unasoberanía originaria) y el de laautonomía, en una posición pragmática,impulsado por una nueva generación delíderes que apostaron decididamente porla carta posibilista —Aguirre, Manuelde Irujo, etc.—. Finalmente, el
tradicional y católico partido catalanistaconservador, la Lliga Catalana, al igualque la minoritaria Dereita Galeguista,aceptaron rebajar el tono de susreivindicaciones de autogobierno, antela prioridad que habían adquirido paraellos cuestiones como la defensa delorden social y la religión.
Ni siquiera los comunistas estabanen julio de 1936, al contrario que enabril de 1931, por una desmembraciónterritorial de España como estrategiaauxiliar para la destrucción del Estadoburgués y la implantación de un Estadoproletario que siguiese el modeloidealizado del federalismo soviético.
Por el contrario, experimentaron unprogresivo viraje en su táctica políticaen ese sentido, y pasaron a defender laidea de la historicidad de España,nación encarnada en su pueblo, comomarco de defensa de las conquistasrevolucionarias. Para los socialistas, lacuestión nacional no constituía, ni antesni ahora, una prioridad; pero sussensibilidades estaban igualmente lejosde favorecer la transformación de laRepública en un Estado multinacional.En algunos de sus líderes, comoIndalecio Prieto, ya se apreciaclaramente un mayor énfasis en elpatriotismo español y su
reinterpretación progresista. Y aunque,ciertamente, existían partidos socialistasy comunistas de ámbito subestatal, y queconsideraban que sus territorios eranuna nación, eran minoritarios y, enalgunos casos, políticamenteinsignificantes: era el caso de la UnióSocialista de Catalunya, del PartitCatalà Proletari o de la Unión SocialistaGalega, y (con matices) del PC deEuskadi.
II.
Para el conjunto de sectores
sociopolíticos identificados con losrebeldes, el discurso nacionalista sereveló desde un principio como suinstrumento movilizador más eficiente,así como su argumento legitimador másextendido. Tanto fue así, que ladenominación popular del bandoinsurgente, conscientemente aceptada ypromovida por sus iniciadores, fue la denacionales; y, por la prensa extranjera,enseguida recibieron la denominaciónde Nationalists, sobre todo en inglés.
Se trataba en primer lugar de algoperfectamente coherente con elpensamiento conservador ycontrarrevolucionario español desde el
último cuarto del siglo XIX. Estediscurso de afirmación nacional habíasido ya explicitado de manera visible alo largo del primer tercio del siglo XX,al contrario de lo que ocurría en el casodel españolismo liberal-republicano, ypor lo tanto continuó mostrandocontenidos genéricamente semejantes alos ya publicados y defendidos conanterioridad a 1936. En segundo lugar,dado que los rebeldes se levantaron enarmas contra un Estado legalmenteconstituido, el argumento legitimadorpara el levantamiento debía centrarse enl a nación, entidad eterna que eraconsiderada independiente de la
voluntad general de los ciudadanos,pero también del régimen políticopresente, y que solo en contadasocasiones se hacía equiparable apueblo. Y esa invocación permitíaunificar una amplia heterogeneidad deproyectos sociales y políticos, másunidos por la oposición a un ordensocial y político (la República y elespectro del desorden social, vulgocomunismo) que por un programacompartido de futuro.
El nuevo Estado dictatorial, desdesu misma génesis y precisamente enparte por la necesidad imperiosa deganar la guerra y movilizar a la
retaguardia, concedió un papelpreeminente a la propaganda y a lapolítica informativa, con un fin biendeterminado: el control y subordinaciónde los medios de comunicación (prensa,radio, cine y publicística, si bien esteúltimo género se complementabaclaramente con el anterior) con elobjetivo de inculcar en la población desu zona de influencia una serie demensajes y leitmotiv lo más sintéticos yrepetitivos posible. También contribuíaa ello una férrea censura militar, que sinembargo mostró en los primeros meses(al menos hasta la orden de la SecretaríaGeneral de la Jefatura del Estado del 29
de mayo de 1937, que centralizó la«censura de libros, folletos y demásimpresos») ciertas rendijas detolerancia hacia las diferentestonalidades y sensibilidades políticasque coexistían dentro del bandosublevado.[6]
Desde finales de julio de 1936, eldiscurso de afirmación patriótica y dejustificación de la rebelión fue puesto enmarcha por un conjunto de actoresdefinidos. Sus vehículos de difusiónfueron la prensa, la radio y elcinematógrafo, además de lapublicística, convenientemente dirigidasdesde las diversas instancias de control
y difusión de la propaganda que elbando sublevado fue articulandoinstitucionalmente, desde el primerGabinete de Prensa de la Junta deDefensa Nacional (5 de agosto),rebautizado tres semanas después enOficina de Prensa y Propaganda, ytransformada posteriormente, en enerode 1937, en Delegación del Estado paraPrensa y Propaganda. De ellas dependióla censura de libros y órganos de prensa,así como el control y difusión de lainformación al servicio de la «gran obrade reconstrucción Nacional que el nuevoEstado ha emprendido», la censuracinematográfica (octubre de 1937) y el
control de contenidos de la RadioNacional de España (enero de 1937). Yen esos organismos trabajó y colaboróun abanico de personajes diversos, y aveces variopintos. Se trataba deperiodistas de antigua trayectoriaconservadora y antirrepublicana (másvarios conversos), juristas que pusieronsu pluma al servicio de lafundamentación y legitimación jurídicadel golpe de Estado, clérigos quesustituyeron el púlpito por la tribunaperiodística, el micrófono y el ágorapública, y configuraron una pléyade deconstructores de la opinión pública en laretaguardia franquista que buscaba
convencer a los partidarios del bandoinsurgente, movilizarlos en apoyo delesfuerzo de guerra y atraer a su causa alos indecisos. Figuras que jugaron unpapel estelar en la propagandafranquista durante los años bélicos,algunos de los cuales cayeronrápidamente en el olvido tras la guerra.Entre ellos se contaban nombres como elveterano médico militar de lascampañas de Marruecos y amigopersonal de Franco Víctor Ruiz Albéniz,convertido durante el conflicto encronista oficial del Cuartel General delGeneralísimo y conocido por suscrónicas diarias con el seudónimo de El
Tebib Arrumi; el periodistavallisoletano y director del periódico ElNorte de Castilla Francisco de Cossío yMartínez-Fortún —relacionado a travésde Juan Pujol con la incipiente Oficinade Prensa de la Junta de Defensa deBurgos, antes de que la asumiese elgeneral Millán-Astray—; los cronistas ycorresponsales del ABC sevillanoManuel Sánchez del Arco (JustoSevillano) o Juan Deportista; elfalangista gallego Luis Moure-Mariño yel clérigo navarro Fermín Yzurdiaga; elperiodista y polígrafo aragonés JoséGarcía Mercadal, de antiguas simpatíasrepublicanas y aragonesistas; o el
antiguo diputado radical-socialista ydespués radical Joaquín Pérez Madrigal,además de las propias charlasradiofónicas del general Queipo deLlano o las exaltadas alocucionespúblicas y por radio de poetas yliteratos convertidos en exegetas de losmitos de fundamentación del ideariosublevado, como el poeta y dramaturgoJosé María Pemán, presidente de lacomisión de Cultura e Instrucción de laJunta Técnica del Estado con sede enBurgos.
Muchos de esos periodistas,locutores y escritores se vincularon demodo temporal o duradero a los
organismos de prensa y propaganda dela España franquista. Y a ellos se uníandocenas de figuras cuyo ámbito deactuación era más bien local o regional,desde el gallego Juan Brasa al aragonésJ. Gracia. Desde el estrado académico yel púlpito también prestaban sucolaboración al desarrollo de unapubl icí s tica de guerra numerososmiembros del clero, desde ManuelGarcía Morente hasta el clérigo catalán—y anteriormente próximo alregionalismo conservador— JuanTusquets, pasando por el canónigo de lacatedral salmantina Aniceto de CastroAlbarrán o el padre Teodoro Toni. Y no
menos importante era la conversión enpropagandistas de la España nacionalde una pléyade de académicospertenecientes a distintos saberes:juristas como Cirilo Martín-Retortillo,el administrativista Sabino Álvarez-Gendín Blanco, el profesor valencianoafincado en Valladolid Vicente Gay(delegado del Estado en Prensa yPropaganda en 1937), el antiguo líder dela CEDA gallega y profesor de Derechocompostelano Carlos Ruiz del Castillo;historiadores como Julián M.ª Rubio oCésar Silió Cortés: médicos ypsiquiatras como Antonio Vallejo-Nájera…
En todos estos publicistas, elnacionalismo de signo conservador ytradicionalista se encarnará pronto comoun discurso dominante, aunque nonecesariamente hegemónico, y sometidoa matices diversos. Pero que formabaparte de un proyecto más amplio yglobal: la (re)nacionalizaciónautoritaria de las masas comoprecondición y correlato de lainstauración de una dictadura militar deinspiración fascista y católico-tradicionalista.
III.
El sentimiento nacionalista españolera el elemento doctrinal común sobre elque todos los sectores políticos ysociales que prestaron su apoyo alinicial golpe de Estado manifestaban unamayor unanimidad. Y esto no solodurante sus primeras fases, sino tambiéna lo largo de todo el conflicto. Comoescribió el monárquico católico PedroSainz Rodríguez, «El movimiento militarde sublevación a que estábamosasistiendo se nutría de un sentimientonacionalista español. El nacionalismoera evidentemente la nota característicadel mundo de los sublevados».[7] Con elpaso de los años, el móvil patriótico
seguiría siendo el único que parecíalegítimo a los antiguos partidarios delalzamiento militar. El falangista gallegoLuis Moure-Mariño, incorporado enSalamanca a los servicios depropaganda franquistas, señalabaigualmente en sus memorias que elcomún denominador de «quienescoincidimos en el Burgos de la guerracivil» era ante todo el anticomunismo,interpretado como una «reacciónnacionalista y patriótica» frente a uninvasor ruso y comunista. Pues para loscolaboradores del aparato depropaganda franquista, serían lossoviéticos —rusos— quienes
manejaban los hilos en el otro bando:
… los tanques rusos que aparecieronen el frente de Madrid, no veníanprecisamente a prestar ayuda a los«rojos». Venían a conquistar nuestropaís … Sabíamos que el rusoRosemberg guiaba las operacionesdel otro lado y que los tanques y elmaterial que disparaba contranuestras líneas, era en buena parte deprocedencia soviética.[8]
La defensa de la independencianacional y de la esencia católicainherente a la propia personalidad de lanación, supuestamente en peligro dedesaparecer por los intentos deconvertir a España en una «colonia
rusa» con el apoyo de traidores internosy la llegada de «agentesinternacionales» que propagaríanvalores antiespañoles, constituíanincluso motivos suficientes, a ojos delos intelectuales orgánicos de larebelión, para justificar el golpe deEstado de julio de 1936 desde un puntode vista moral e incluso jurídico.[9]
Desde el principio, las proclamas delos militares insurgentes intentaronpresentar su rebelión como una empresade recuperación patriótica y de rechazod e l comunismo, para lo que la mejorsolución era la disciplina cuarteleraextendida al conjunto de la nación, y
cuya base no sería otra que los valoresconsiderados típicamente españoles. Setrataba de la «lucha de la Patria con laAntipatria, de la unidad con la secesión,de la moral con el crimen … y no tieneotra solución que el triunfo de losprincipios puros y eternos sobre losbastardos y antiespañoles», comoresumía el general Francisco Franco enuna alocución ante los micrófonos deRadio Tenerife poco después desumarse al golpe.[10] Y tanto lostelegramas intercambiados entre lacomandancia sublevada de Melilla,Franco, Yagüe y Mola a lo largo del día18 de julio, como el manifiesto firmado
por el propio Franco en Santa Cruz deTenerife en la madrugada de ese díaincidían en los mismos términos: Españasucumbía víctima del desorden y de los«enemigos de la Patria», entre los que sehallaban «los extranjeros y losextranjerizantes que directa osolapadamente intentan destruir nuestraEspaña», sin ánimo de «retroceder en elcamino de la Historia». Acababa elmanifiesto con sendos vivas a España yal «honrado pueblo español».[11] Unosdías más tarde, el 20 de julio, el mismoFranco llamaba en otra alocución a losespañoles a «cooperar en la luchadefinitiva entre Rusia y España … No se
trata de un movimiento militar o declase, se trata de la vida de España».[12]
Postulados prácticamente idénticosse repetían en el bando de guerra delgeneral Emilio Mola, fechado enPamplona el 19 de julio de 1936, en elcual se aludía al restablecimiento delorden y la autoridad, se evitaba aludir ala religión y se esperaba que «todas laspersonas patrióticas» colaborasen con elmovimiento insurgente, pues «hemossido dominados hasta ahora por unaminoría de audaces sujetos a las órdenesde internacionales de índole varia, perotodas igualmente antiespañolas». Estosprincipios se expondrían de modo más
amplio en la proclama difundida por lospueblos navarros tras el 19 de julio porla Junta Suprema Militar con sede enBurgos. La situación de «injusticia, deinmoralidad y de anarquía» implicabaun peligro no solo para el prestigiointernacional y el mantenimiento de launidad de España, sino también elriesgo de disgregación social yterritorial que tenía origen en un plan de«dominación extranjera», fraguado por«el empuje destructor de fuerzasextrañas al espíritu, a la historia denuestra patria, que obran bajo ladirección de poderes, públicos unos yotros secretos, que fuera de España
radican y actúan». Por ello, y dado queEspaña ya no era un país soberano en lapráctica, sino «dominado desde fuera yque necesita librarse de la extranjerainvasión, como se librara en los díaslejanos de la reconquista o en los máscercanos … de la Guerra de laIndependencia», se justificaba laconstitución temporal de una JuntaSuprema Militar que obraría sin afánpartidista para restaurar el orden yprocurar «un renacimiento delsentimiento de amor de los Españolesentre sí, y de todos los Nacionales paracon España», para «impedir que el gritoblasfemo de Muera España vuelva
impunemente a herir a nuestros oídos».E, incluso, prometía el respeto a las«legítimas autonomías regionales» y alas «conquistas intangibles de las clasestrabajadoras». Apenas se mencionabasustancialmente la defensa de la religióncatólica, más allá de una referencia a«sus templos escarnecidos eincendiados».[13]
Pocos días después se constituía enBurgos la Junta de Defensa Nacional,presidida por el general MiguelCabanellas. Su manifiesto del 24 dejulio, firmado por los generales Mola,Franco, Dávila, Saliquet, Ponte, MorenoCalderón y Montaner, además del mismo
Cabanellas, insistía en parecidosargumentos: la nación debía levantarsefrente al desamparo en el que lasociedad estaría «de las leyes delEstado» para restaurar la ley, la justiciay el «decoro patrio», pues el poderpolítico se hallaba «acribillado por elcumplimiento de exóticas consignasrevolucionarias» y las Cortes seencontraban «ganadas por el afánbolchevizante, tanto más peligroso parala patria cuanto con más bríodespedazaban el Estado español paraofrendárselo, insensatas, al júbilo de lasRepúblicas soviéticas». La obra degobierno a la que los militares rebeldes
aspiraban debía asentar «la solidaridadnacional» e, incluso, garantizar una rectajusticia social. El ejército, «emparejado,por fortuna, a los anhelos imperiosos delpueblo español», detentaría el podersolo el tiempo necesario para garantizarque España no rompiese «el hilo de sucontinuidad gloriosa». Por el momento,la religión seguía sin jugar un papelsustantivo en el primer programa de losinsurgentes, todo lo contrario que laPatria/la Nación y su integridad. Perootro cambio asomaba, de modosignificativo, entre la proclama del 19de julio en Navarra y la de cinco díasdespués: ahora había desaparecido el
respeto a las autonomías regionales,mientras que se mantenía la invocación ala justicia social. Una razón posible esque el 19 de julio se esperaba atraer alPartido Nacionalista Vasco (PNV) albando rebelde. Cinco días después, estepartido ya había optado por luchar juntoa la República.[14]
Por tanto, la nación era lo primeropara los iniciadores del golpe y buenaparte de sus aliados civiles. Se trataba,en todo caso, de una nación que poseíaunos «módulos seculares» que todosidentificaban implícitamente con elpensamiento tradicionalista.[15] Era ladefensa de la nación como epítome de la
tradición, del orden social, de la familiay de la religión. Recuperar la patria,afirmaba Franco pocos días después delgolpe, significaba recuperar valores tanarraigados que se suponía que eraninmanentes en todo español: «el propiobienestar, la familia, la religión, todo …aquello ante lo que nadie debepermanecer indiferente».[16] Una de lasprimeras proclamas firmadas por Francodesde Ceuta y emitida por Radio Uniónde Sevilla el 19 de julio de 1936 aludíaa la «cruzada nacional», aseguraba a losoyentes que «muy pronto habéis de verpositivamente estirpada [sic] la rojaanarquía que nos tiranizaba,
convirtiendo a nuestro glorioso hogar enuna mísera colonia rusa», y llamaba alos compatriotas a unirse a la «gran obrade la Restauración Nacional y asípodréis enorgulleceros de llamarosespañoles. Viva España». El mismo día,el general Queipo de Llano, ya dueño dela ciudad, aseguraba desde los mismosmicrófonos que los sublevados solopretendían «salvar España» en nombrede «los fines sagrados de la patria». Ytres días después declaraba que elmovimiento no hacía política, sino quedefendía «sencillamente a la Patria, a loesencial y genuinamente español» contralas maniobras que «un Poder
internacional, con sede extranjera,realiza en el seno de nuestra Patria paradestruir sus enseñas». La conclusión eraque había que liberar a España de la«lepra moscovita». El 23 de julioQueipo invocaba el «movimientonacional de resurgimiento de la patria»,protagonizado por quienes tenían «lailusión de una España grande, justa,libre en sus acciones, sin ingerencias[sic] extranjeras». De momento, pues, niuna palabra de la religión, aunque el díaanterior en ABC había hecho unamención indirecta al catolicismo comocaracterística plenamente española.[17]
Igualmente, el día 22, desde Radio
Tetuán, Franco había afirmado que elmovimiento insurgente, lejos debanderías políticas, solo pretendíahablar en nombre de la patria y paratodas las clases sociales: «es unmovimiento nacionalista español hechosólo para salvar a España».[18]
Hasta al menos el día 23 de julio,además, se mantuvo el ¡Viva laRepública! como lema final. Si loscatólicos, además de las «personas deorden», eran invocados para apoyar alos insurgentes, como hacía el ABC deSevilla al celebrar el día de Santiago el25 de julio, lo eran ante todo para que«todos sin excepción brinden su
concurso personal a las autoridadesmilitares y al Ejército que lucha parasalvar a la Patria de que caiga en lasgarras de la AntiPatria».[19] Por su parte,el diputado aragonés y veteranodebelador de los nacionalismosseparatistas Antonio Royo Villanovaaclamaba desde el periódicoPensamiento Alavés al ejército comosalvador de «la Patria y la Nación»,frente al peligro de «sufrir la vergonzosahumillación de una intervenciónextranjera» a través de la infiltraciónmoscovita: mientras las «masas delFrente Popular repiten como grito deguerra ¡Viva Rusia!, el Ejército español,
identificado con el sentir nacional,seguirá diciendo ¡Viva España!».[20] LaComandancia Militar de Tenerife, através del antiguo periódico republicanoLa Tarde , apelaba el primero de agostoal apoyo de los «tinerfeños, nobles ypatriotas», en nombre de España y laRepública, para un programa deregeneración autoritaria en el que«gobernarán españoles, por España y aldictado de los intereses fundamentalesde España, no por Moscú y para eltriunfo de una quimérica causainternacional».[21] Días después insistíaen que el ejército interpretaba elauténtico sentir del «pueblo español»
frente a la «complicidad de los “cucos”y de los traidores rusos», y se alzaba endefensa de la «independencia total» deEspaña.[22] El 5 de agosto, en fin, elperiodista gallego Pepe Cao afirmabaque los milicianos vigueses irían a lalucha por la causa de España y suunidad nacional, con el objetivo deconseguir «que España libre, Españagrande y España digna no cese de serjoyero de admiraciones» en elexterior.[23]
La patria, como recipientepolisémico pero de gran capacidad demovilización afectiva, era el supremoelemento que permitía incorporar
voluntades, desde los monárquicosalfonsinos a los falangistas y losrepublicanos más conservadores. Y elnacionalismo servía como mantounificador de diferentes sensibilidadespolítico-ideológicas y cementohomogeneizador de diferencias, ademásde instrumento de movilización, al igualque —con valencias distintas— en lazona republicana. Esto eraparticularmente útil en un momento deincertidumbre tanto sobre cuál había deser el modelo político que imperaría enla nueva España, como sobre el mismodevenir del conflicto. El periodistatinerfeño y republicano de orden Felipe
P. Ravina lo expresaba así el 14 deagosto de 1936. La rápida formación demilicias mostraba que existía unajuventud que anteponía la patria a todaotra causa. Y de esa juventud saldría unnuevo impulso patriótico, inconcreto ensus fines, pero con un comúndenominador, el anhelo de que la naciónrecuperase su grandeza:
Para lograr que la España deantaño vuelva a ocupar en elconcierto mundial el rango que lecorresponde; para conseguir que lacordialidad de hermanos retorne alcorazón de los españoles, y enesfuerzo común se labore en todoslos órdenes, resurgiendo en una
Patria próspera, laboriosa y feliz, paratodo esto … lucha con fe yentusiasmo en la persecución de unnoble fin. Y a la vanguardia de esteEjército salvador marcha la juventud,la savia nueva, sin pensar fijamente enestos momentos en su ideario, en suspostulados, sino fija la vista en elsanto ideal de la Patria. En elmomento del triunfo, hombres sabiossabrán estructurar la nueva España, ytodos los hijos acataremos la nuevaley, sin partidismos ni banderías …Hay algo que está por encima deideologías y partidos: la Nación …Cuando llegue el momento dereconstruir el país, llegará el instantede defender cada uno su ideologíadentro de una sabia ecuanimidad,juntamente con un máximo respeto
para toda una orientacióncomprensiva y equitativa; capital ytrabajo aportarán sus iniciativas, y deun conjunto armónico, justo ycristiano, surgirá una Patriagrande.[24]
Casi un año después, sin embargo, aotros veteranos republicanos de ordencomo Alejandro Lerroux todavía lesquedaba el argumento de la invocación ala patria para adherirse a Franco. Peroen ese momento, hasta un viejoanticlerical como él tenía que incluir lacoletilla de la «patriótica cruzada».[25]
Es verdad, con todo, que todavía habíaen 1937-1938 quien eludía referirse a laCruzada y hablaba de la guerra como
una reconquista de España para laauténtica patria. El mismo Queipo deLlano, en un discurso pronunciado enSevilla el 20 de abril de 1937, seguíainvocando únicamente el amor a laPatria como denominador común delbando rebelde.[26] Y lo mismo hacía ellíder falangista Raimundo FernándezCuesta en 1938.[27]
No todos los órganos de prensafueron tan explícitos en apelar a unaidea de nación suprapartidaria,reconciliadora y de tintes solomoderadamente cristianos comofundamento de una nueva España. Perouna tónica semejante se registró en las
semanas sucesivas en buena parte de laprensa y publicística del territorio leal,a pesar de que la temática religiosa y ladenominación de la guerra comocruzada en defensa de la fe, al lado dela nación, comienza a ganar espacio enproclamas y discursos públicos desde latercera semana de agosto. Si elnacionalismo y la idea de defensaunitaria frente a un invasor extranjeroque propiciaría la disgregación interiorhabían sido un primer leitmotiv deldiscurso de los insurgentes, a partir demediados de agosto se le uniríaprogresivamente la religión. Sobre todo,desde que se difunden las primeras
manifestaciones de apoyo emitidas porlos arzobispos de Pamplona y Vitoria el6 de agosto, la oportuna difusión de lanoticia de la caída de unas bombas en labasílica del Pilar el 3 de ese mes, y lapastoral del obispo de Pamplona el 23de agosto, en la que se afirmabaexplícitamente que el movimientomilitar recién principiado «no es unaguerra, es una cruzada».[28] Aun así, elboletín oficial de la Junta de Defensa deBurgos no mencionó de modo sustantivola religión como causa por la que luchanlos sublevados hasta el 8 de septiembre.E, incluso, cuando revistasconfesionales como El Eco Franciscano
de Santiago de Compostela manifestabansu alborozo en agosto de 1936 por elgolpe de Estado, saludaban en él en unprincipio no el ideal de restitución de lafe religiosa, sino de modo preeminenteel retorno de la «Madre España» a suhogar, frente a quienes habían usurpadoese hogar «llevados del odio y de lasaña de una sangre que misturaron conoro de judío y con tierra de bajosinstintos», o sea, Rusia.[29] Sin embargo,en septiembre la citada revista abría conun editorial cuyo expresivo título era:«¡España es católica!», y el mismoeditorialista firmaba un poema en el quecantaba a los milicianos nacionales que
perseguían a la «fiera judío-soviética»cual émulos de «Bailén y las Navas»por una causa: «la España deCristo».[30]
Es cierto que en varias ciudades ypueblos como Salamanca, la mismaNavarra o en La Rioja, la movilizacióndel clero a favor de los insurgentes, laprofusión de manifestaciones religiosasy la rápida santificación de la guerrapatriótica, así como la glorificación del o s héroes caídos como mártires quepurificaban los pecados de España, fueun fenómeno que alcanzó gran intensidadapenas dos semanas después de iniciadala rebelión, como lo fueron las
proclamas de Aniceto de CastroAlbarrán a favor de la causa santa de losnuevos defensores de la patria frente alos «hijos de Rusia».[31] A pesar de ello,y visto globalmente, en los primerosmomentos de la guerra civil, lapresencia de lo religioso ocupabatodavía un lugar subordinado a la patriaen la jerarquía discursiva y en laretórica de los sublevados: lo principalera la nación.
A partir de principios de septiembrede 1936, en todo caso, la exaltación dela nación y la defensa de la cosmovisióncatólica fueron los principaleselementos comunes del discurso
compartido por todos los sectoressociopolíticos que apoyaron elalzamiento. No llegaron a constituir unasíntesis ideológica plenamente estable ycoherente durante los años de guerra,pero algunos de sus elementosintegrantes conformarían el grueso de ladoctrina que sería posteriormentedenominada como Nacional-Catolicismo. Durante los primerosmeses de la guerra, el pensamientocatólico-tradicionalista que habíacuajado durante los años republicanosalrededor de revistas como AcciónEspañola se orientó hacia unaconvergencia con una concepción
aparentemente nueva, cuyo surgimientodata de los años de guerra y cuyaconsolidación tiene lugar tras 1940.[32]
Esta nueva concepción consistía en unacombinación de un «Estadomilitarizado», una nación cuarteleradefinida como totalitaria —en sucesivosesfuerzos teóricos que buscarán una víaespañola, propiamente cristiana, altotalitarismo— por sus defensores ypropugnada por el fascismo español,con el concepto católico-tradicionalistade nación. Según este último, Españacomo nación había sido forjada por laacción combinada de la fe católica y lamonarquía, tras siglos de reconquista de
su territorio contra los árabes invasores,y habría alcanzado su punto culminante,su edad de oro, durante la épocaimperial, bajo la égida de la monarquíay al abrigo de su expansión europea yultramarina.
IV.
El sentimiento patriótico fue unleitmotiv invocado de manera inmediatapor los sublevados, antes que la religióny después fundido con la religión, peroen una relación tan imbricada con ellaque, para la mayoría de los combatientes
voluntarios que compartían los valoresdel bando franquista, no había diferenciaentre una y otra. Se pueden establecer,con todo, diferencias entre una parte delos voluntarios falangistas, además delos intelectuales y propagandistas decamisa azul, para quienes la patriaprecedía a Dios, siendo la religión unaparte importante, pero no exclusiva, dela tradición y del carácter nacionalespañol; y los tradicionalistas y demilitancia católica, para quienes Diosprecedía a la nación y esta cobraba susentido por ser el solar preferido deDios en la Tierra.
Por supuesto, el fenómeno del
voluntariado en las tropas insurgentesdurante los primeros meses de guerraobedeció a una combinación deelementos, desde la adhesión entusiastaen defensa del orden social, lapropiedad y la religión, siendo la patriael corolario de todo ello, hasta ladefensa de la nación frente a unai n v a s i ó n externa pero tambiénhorizontal, que la librase de todos losextranjeros y extranjerizantes (rusos yarrusados) que habían abrazado credosopuestos a la auténtica tradiciónnacional.[33] En todo caso, y pese a laevidencia a lo largo de la guerra de quelos combatientes del ejército franquista
se enfrentaron a una mayoría deespañoles del otro bando, la imagenmetafórica y movilizadora de la guerracomo una empresa de reconquista frentea un extranjero, real o imaginado, ysubsumido igualmente bajo la etiquetapolisémica de rojo,[34] no dejó de tenerefectividad. Por ejemplo, y de creer enel testimonio de algunos corresponsalesde guerra adscritos al bandorepublicano, como el cubano Pablo de laTorriente-Brau, hubo ocasiones en quelos soldados franquistas creyeronrealmente, al menos en un principio, quesus oponentes eran auténticos rusos. Así,una unidad de la fuerza expedicionaria
republicana comandada por AlbertoBayo que operó en Mallorca en agostode 1936 fue atacada por tres compañíasrebeldes al grito de «¡Viva España!¡Mueran los rusos!». Tras sermasacrados, sin embargo, muchos de losheridos y prisioneros franquistas sesorprendieron al escuchar que lostemidos «rusos» hablaban catalán…[35]
Y, de hecho, el bando difundido porradio por el gobernador civil deMallorca, Luis García Ruiz, el 17 deagosto, además de condenar el intentoanexionista de Cataluña para imponer alas islas «una mortificante tutela»,afirmaba explícitamente que «la hez de
la infrahumanidad» que invadía la islase componía de «extranjeros de todalaya, principalmente de rusos yfranceses, hombres sin patria, sin fe ysin conciencia».[36] La prensa franquistase refería con suma frecuencia en susnoticias sobre el curso de la guerra a losretrocesos de las tropas «rusas» osimplemente se denominaba al oponentecomo «rusos» o «rojos rusos»,incluyendo muchas veces a losdirigentes del gobierno de la República,que también pasaban a ser denotadoscomo «el ruso…».[37] Esporádicamente,además, los combatientes republicanoseran aludidos como «rusos» en los
testimonios epistolares procedentes delbando rebelde.[38] Y quizá también porello, a menudo los desertores de lasfilas republicanas se presentaban en lastrincheras franquistas al grito de VivaEspaña y Muera Rusia.[39]
El antiseparatismo y elantiautonomismo de los insurgentesfueron dos de sus móviles principales.Sin embargo, es de destacar que hastaabril de 1937 todavía había en laretaguardia insurgente quienes pensabanque subsistiría en la Nueva Españaalguna forma de autonomía regional, ode descentralización más o menoscorporativa. Un buen ejemplo era el
líder de la Comunión Tradicionalista J.del Burgo, en un folleto datado el 10 demarzo de 1937.[40] En las circunstanciasexcepcionales de la guerra, laDiputación de Navarra asumiócompetencias extraordinarias. Y en laiconología y lemas de las brigadasrequetés navarras jugaban una parte nodesdeñable la invocación a los Fueros yla bandera navarra. Igualmente, lapropaganda rebelde utilizó conmoderación algunos topoi regionalistasy localistas para intentar convertirlos enmitos movilizadores de la población,tolerando incluso un cierto uso de losidiomas distintos del castellano en la
propaganda y en la literatura religiosa ypopular, como fue el caso en Galicia oen las Baleares, e incluso se apreciabaen las crónicas de El Tebib Arrumi.[41]
A eso se añadía una idea que calóhondamente entre los publicistasinsurgentes: la auténtica España sehallaba en las provincias, en los pueblosy las regiones; la decadencia yextranjerización se ubicaban en lasurbes, y de modo especial en la rojaMadrid, que había de ser redimida porla sana provincia, como bien expresaba,entre otros, el director del periódico ElNorte de Castilla y decididopropagandista del carácter netamente
nacional de la rebelión Francisco deCossío.
Sin embargo, entre 1937 y 1938 sefijaron las posiciones a este respecto delnuevo Estado franquista. Homogeneidadlo más absoluta posible, y ningúnresquicio a una descentralizaciónadministrativa o hacia una toleranciahacia formas de autonomía más o menosrevestidas de vuelta a la tradición. Si enla prensa falangista hubo a mediados de1937 algunos debates relativos a laposibilidad de tolerar el uso auxiliar y/ovehicular de las lenguas vernáculas enlos primeros niveles de la enseñanza,con el argumento de que así se favorecía
la preservación y transmisión de laauténtica tradición española, acabó porimponerse la posición castellanista aultranza. Esta abogaba por unahomogeneidad absoluta en lo lingüísticoy lo cultural, con una posiciónjerárquicamente subordinada, aunque nodel todo irrelevante, de las identidadessubnacionales. Frente a estas últimas semanifestó una vieja contradicción delpensamiento tradicionalista y autoritarioespañol, e incluso de la corta tradicióndel pensamiento falangista: si lasprovincias y el centralismo borbónicono gustaban por ser extranjerizantes yliberales, y las regiones históricas eran
el depósito de la auténtica tradiciónhispánica, por otro lado se temía elespectro del resurgimiento delseparatismo en algunos territorios,donde el sentimiento de identidadnacional diferencial se sabía derrotado,pero no muerto. Se impuso, por lo tanto,la opción más segura: un Estadocentralizado, con las provincias comointermediarias. Y esta fue la versióntriunfante tras 1938.
7
Con el cuchillo entrelos dientes:
el mito del «peligrocomunista»
en España en julio de1936
Fernando Hernández SánchezUniversidad Autónoma de Madrid
U NO DE LOS MITOSautojustificativos que el
franquismo exhibió con profusión fue elde que la sublevación militar fue larespuesta a un inminente levantamientocomunista, urdido con la asesoríatécnica de agentes de la Komintern(Internacional Comunista) y preparadopara comienzos del verano de 1936. Unmovimiento que supondría laculminación de toda una estrategia dedestrucción de las esencias patriasllevada a cabo por la República desdesu misma instauración y que conduciríaal aherrojamiento del país a losdesignios de una potencia extranjera. En
este sentido, el anticomunismo sirviópara legitimar la insurrección contra elgobierno legítimo, presentándola comouna contrarrevolución preventiva. A estefin se elaboró un discurso interesado enmagnificar la fuerza, implantación einfluencia del comunismo español y enleer su estrategia en términosconspirativos.
Ya en su momento, la inversión de lacarga de la responsabilidad del estallidode la guerra civil fue desmontada por elhistoriador norteamericano Herbert R.Southworth: «De todos los argumentosempleados por los que hicieronpropaganda a favor de Franco durante y
después del conflicto —sostiene esteautor—, el más embrollado y absurdoera el que se basaba en ciertos“documentos secretos” que“demostraban” que, en vísperas de larevuelta militar de julio de 1936, elpartido comunista de España,confabulado con los socialistas y hastacon los anarquistas españoles, ademásde con comunistas y socialistasextranjeros y con los líderes de laKomintern, tramaban una rebeliónarmada para apoderarse del gobiernodel país, que ya estaba en manos delFrente Popular».[1] Su opinión fuecorroborada por un testigo directo de
aquella época, el embajadornorteamericano Claude Bowers, quienno dudó en afirmar: «A aquellos quefuera de España después tuvieron queescuchar con machacona insistencia lacalumnia fascista de que la rebelión erapara impedir una revolución comunista,puede sorprenderles saber que durantetres años y medio nunca oí semejantesugestión de nadie, mientras, por elcontrario, todos hablabanconfidencialmente de un golpe de estadomilitar».[2]
Las pruebas que los partidarios de laexistencia del complot comunistaaportaron en apoyo de sus tesis
consistieron en cuatro «documentossecretos» que describían la organizaciónde un movimiento sedicioso para lainstitución de un gobiernorevolucionario a finales de la primaverade 1936. El Documento I, tituladoInforme confidencial n.º 3, conteníaórdenes y contraseñas para unlevantamiento de toda la izquierda quetendría lugar entre el 10 de mayo y el 2de junio de 1936. En el Documento II(Informe confidencial n.º 22/11 ) sedetallaban los nombres de los miembrosdel futuro gobierno revolucionario y delas autoridades militares y provincialesque constituirían el «soviet nacional»
(sic), y se pasaba revista, asimismo, a lamagnitud de las fuerzas implicadas en laoperación. El Documento III(pomposamente denominado Informereservado) describía una reunióncelebrada, supuestamente, en Valenciael 16 de mayo de 1936 y a la quehabrían asistido un delegado de laKomintern, representantes de lossindicatos franceses, algunos españolesy dos emisarios rusos. En este encuentrose trazaron planes para un movimientorevolucionario que estallaría amediados de junio. El Documento IV,por último, contenía instruccionesgenerales para la «neutralización del
Ejército y sus oficiales».[3]
La difusión de este tipo depropaganda no era un fenómeno nuevo nipeculiar de España. Entre 1919 y 1922(el denominado «trienio bolchevique»),la conflictividad en Andalucía extendióel temor a un contagio del ejemplosoviético. La dictadura de Primo deRivera invocó una difusa impunidad dela propaganda comunista entre losmotivos para su instauración, a pesar deque el PCE contaba solo con un puñadode activistas en 1923.[4] En otros paísesel «peligro rojo» fue instrumentalizadocontra cualquier corriente de izquierda:una falsificada «carta de Zinoviev» —
por entonces secretario de la Komintern— contribuyó a la derrota de loslaboristas británicos en las eleccionesde 1924. La prensa americana agitó elespantajo de los inmigrantesradicalizados para barrer alsindicalismo, como ocurrió durante elproceso de Sacco y Vanzetti. EnAlemania, los nazis acusaron al PartidoComunista (KPD) del incendio delReichstag para ponerlo fuera de la ley.
UNA JUSTIFICACIÓN DE IDA Y VUELTA
La apelación al «coco comunista»
fue un procedimiento retórico querecorrió la propaganda de adelantehacia atrás, convirtiéndose en el deusexmachina de la explicación delconflicto. Dado que antes de la guerra elPCE apenas era una fuerza marginal enel espectro político republicano, sufulgurante ascenso posterior fueutilizado como muestra de lasubordinación de la República a unasupuesta hegemonía comunista resultantede su eficaz infiltración en los resortesmedulares del aparato del Estado. Talcircunstancia no habría podido darse sila República, por su propia naturaleza,no se hubiera mostrado proclive a
albergar en su seno el huevo de laserpiente. Por ello, lo que ocurriódurante la guerra por combinación dedeterminadas circunstancias, únicamenteexplicables en su contexto, se convirtióen un modelo interpretativo extrapolablea todo el periodo republicano concebidocomo una antesala para la implantacióndel comunismo en España. La idea fueampliamente difundida por la literaturade combate franquista, tanto por losturiferarios de primera hora (JoaquínArrarás, Manuel Aznar)[5] como por elcomisariado policíaco-propagandísticodel periodo de la autarquía (EduardoComín Colomer, Mauricio Carlavilla,
Maximiano García Venero) [6] o el fielfuncionariado de la autocraciadesarrollista (Ricardo de la Cierva,Ángel Ruiz Ayúcar).
Los dicterios franquistas contra elenemigo interior no habrían logradoerigirse en categorías aceptables por lahistoriografía occidental a no ser por losafanes de la Guerra Fría. Desde unaóptica poliédrica se configuró un marcoexplicativo en cuyos vértices se situaronlas ideas de engaño, expansionismo,contrarrevolución táctica y totalitarismo.El interés del momento, la confrontaciónbipolar, añadió las primeras lecturashacia delante del conflicto español.
Benjamin Gitlow bosquejó elinquietante paisaje geoestratégico quehabría resultado de una victoriacomunista, metonimia que ya habíaabsorbido por completo la naturaleza dela causa republicana:
Si Franco hubiera sido derrotadouna España comunista podría haberproporcionado al mundo comunistauna superestructura de control sobrela Península Ibérica, un equilibrio defuerzas en Europa Occidental, accesoal Mediterráneo y al océanoAtlántico, un puente hacia África, yen la frontera, Francia, dondesimultáneamente los comunistasfranceses participaban en el gobiernodel Frente Popular, podría haber
sucumbido a la dominacióncomunista; una España comunistapodría impulsar un régimencomunista en su patio trasero,Portugal, un país que no le gustaba algobierno soviético; proporcionaría alos comunistas acceso a los ricosyacimientos de mineral tanesenciales para la producción dematerial de guerra, e influencia sobrelos países de habla hispana delhemisferio occidental.[7]
Fue Burnett Bolloten quien, con suartefacto ideológico del «grancamuflaje», edificó un monumentointerpretativo acerca del objetivocomunista de implantar una versiónavant la lettre de las «democracias
populares» y servir, de paso, a laestrategia estaliniana en Occidente bajola capa de la sedicente defensacoyuntural de la legalidad burguesarepublicana.[8] Uno de los albaceas deesta línea, Stanley G. Payne, valoró lasupuesta moderación del PCE duranteestos años no como un intento, enabsoluto, de preservar la democracia ode llevar a cabo una contrarrevolución,sino como una tentativa de evitar que «laextrema izquierda revolucionaria sedescontrolara totalmente mientras serealizaba el programa del FrentePopular, preparatorio de otros futuroscambios más decisivos».[9] Obsérvese
la fundamentación, tan querida a lacorriente neofranquista hoy tan en boga,de la amenaza revolucionaria implícitaya en el propio pacto constitutivo delFrente Popular, contemplado como unartefacto de la estrategia globalestalinista. En sus últimaselucubraciones en esta línea, Payneestimula las papilas de sus lectores conla caracterización de la SegundaRepública como una «democracia pocodemocrática», y su absolución a lossediciosos del 18 de julio, ya que no fueuna rebelión contra la democracia«porque como tal ya no existía enEspaña».[10] Hay que convenir en que
ahora, como entonces, considerar que laRepública española había constituido unensayo anticipado de las dictadurascomunistas implantadas al Este delTelón de Acero tuvo efectos emolientespara las conciencias laceradas de losintelectuales del Mundo Librenecesitados de justificar por qué esterecompuso sus relaciones con Franco yle proporcionó el oxígeno necesariopara la perpetuación de su dictadura.
EL DISCURSO DEL MIEDO
No hubo que esperar al triunfo del
Frente Popular para que la derechapintara su discurso con tintesapocalípticos. En la campaña electoralde 1936, financiada por Juan March ycon asesoramiento del aparato depropaganda nazi, la CEDA imprimiómiles de carteles y millones de folletosen los que se presentaban los comiciosen términos de lucha agónica entre lasupervivencia y la destrucción nacional.Los mensajes eran terroríficos: si laizquierda ganaba las elecciones, lasconsecuencias serían «armamento de lacanalla, incendio de Bancos y casasparticulares, reparto de bienes y tierras,saqueos en forma, reparto de vuestras
mujeres».[11] Tras las elecciones, sepublicaron panfletos apócrifosprovocadores, atribuidos a la UGT, enlos que se detallaban planes minuciosospara la revolución y listas negras de losenemigos de la izquierda.[12]
El triunfo del Frente Popular agudizólos mensajes apocalípticos. Según elembajador norteamericano, Bowers,«una noche, un miembro de mi embajadame telefoneó, todo alarmado, que lasiglesias estaban “ardiendo por todaspartes”… y que el ministro sueco,notoriamente reaccionario, había dichoque “tendremos suerte si pasamos estanoche sin que haya derramamiento de
sangre”».[13] Para Bowers, erameridianamente claro que se estabainstrumentando una campaña para dar laimpresión de que el país se hallaba enestado de anarquía:
Aquí, en una disputa sobrecuestiones políticas, un hombre fueapuñalado en un bar; allí, a uncentenar de kilómetros, una docenade jóvenes socialistas y fascistas seenzarzaron en una lucha y algunos deellos fueron heridos; en otra parte, ungrupo de campesinos entró en lastierras de un miembro de la nobleza ycortó algunos árboles; lejos de allíestallaba una pequeña huelga queafectaba a una ciudad; en Pamplona,una iglesia fue saqueada por vulgares
criminales forasteros. Todos estosincidentes eran cuidadosa ysistemáticamente compuestosdiariamente y publicados en losperiódicos antidemocráticos bajo untitular permanente: «Desórdenessociales en España». La prensaextranjera daba la mayor importanciaa esto. Era como si en los EstadosUnidos … todas las peleas, todas lasmuertes, todos los robos, crímenes,huelgas, no importa lo insignificantesque fuesen, se anotaran y publicaranen la primera página del The NewYork Times bajo el título permanente:«Desórdenes sociales en los EstadosUnidos».[14]
La intensidad de la propagandaascendió a extremos truculentos: «Me
enteré —continuaba Bowers— defantásticas historias de derechistasdecapitados en la soñolienta Murcia…cuyas cabezas eran conducidas por lascalles clavadas en picas; de fascistas ymonárquicos asesinados, y cuyoscuerpos habían sido echados como“comida para los cerdos”; de motoristasdetenidos en las carreteras y obligados apagar grandes sumas por el permiso deviajar».[15]
Recurriendo a la estrategia delladrón que alerta a voces de laconcurrencia de otro al que perseguirpara encubrir su propio delito, GilRobles puso toda la carne en el asador
para «desgastar a las izquierdas en elParlamento» con sus tonantes discursosrepletos de supuestos crímenes yatrocidades. Según reconoció en cartapersonal a Franco en 1942, desdeoctubre del 34 pasó a considerar que«estaba abierto el camino a laintervención de las fuerzas armadas ylegitimado plenamente el empleo de lafuerza para restaurar el orden social ypolítico. No se divisaba más soluciónque la militar, y la CEDA se dispuso adarle todo el apoyo posible». A pesarde que otras fuerzas presentes en laconspiración recelaron del contactoorgánico con la CEDA, por su pasada
línea accidentalista, Gil Roblesreconoció que algunos de sus miembros,«incluido alguno de mi secretaríaparticular», fueron contactados por losgolpistas, y que él mismo, al saber loque se preparaba, cooperó «con elconsejo, con el estímulo moral, conórdenes secretas de colaboración eincluso con auxilio económico, tomandoen no despreciable cantidad de losfondos electorales del partido».Colaboró en otras tareas que calificaba,modestamente, como «secundarias»:haber intentado proporcionar inmunidadparlamentaria a Franco y Godedpresentándolos a candidatos por Cuenca,
un contacto realizado con el líder de loscarlistas, Fal Conde, en San Juan de Luza instancias del general Mola, y ciertasdiligencias hechas en Francia para laconsecución de un avión destinado aFranco en Canarias. En cualquier caso,Gil Robles reivindicó su lugar entre losconspiradores de la primavera del 36:«Así como recabo para mí la íntegraresponsabilidad de las resolucionestomadas en el orden político, reclamo enjusticia para los afiliados [de la CEDA]el honor de la actuación más intensa enla preparación del Alzamiento, tanto enMadrid como en provincias».[16]
Mientras se armaba la trama civil
auxiliar del auténtico peligro en ciernespara el régimen republicano, el golpemilitar derechista, otros sectores seaprestaban para bendecir las armas delos alzados, aunque ello les llevase aincurrir en falsos testimonios. En laCarta colectiva del episcopado de 1937,el cardenal Gomá, volviendo la vista aaquellos meses, afirmó: «El 27 defebrero de 1936, a raíz del triunfo delFrente Popular, el Komintern rusodecretaba la revolución española y lafinanciaba con exorbitantes cantidades.El 1.º de Mayo siguiente centenares dejóvenes postulaban públicamente enMadrid “para bombas y pistolas,
pólvora y dinamita para la próximarevolución”».[17]
Representantes diplomáticos,particularmente británicos, dieronpábulo a la intoxicación. En mayo de1936, el cónsul en Vigo envió a Londreslos planes comunistas para la toma delpoder mediante el asalto a los cuartelesy la liquidación de los enemigos declase.[18] Reunidos en la Casa delPueblo de Madrid, los «consejerostécnicos soviéticos» habrían transmitidolas órdenes de ejecución a la UGT paraque esta, a su vez, hiciera cumplir tansiniestros planes a los «pioneros». Estosarrojados activistas debían encargarse
de instrumentar las acusacionesoportunas para detener a las autoridadeslocales y gubernamentales sospechosasde trato con los fascistas; reforzar«grupos de choque y vigilancia» en loscuarteles y sublevar a la tropa;confeccionar listas de personas a las quedebían liquidar personalmente, enparticular generales y oficiales; ocuparpuntos estratégicos para neutralizar elcontraataque de fuerzas enemigas;emplazar ametralladoras y transportarbombas de mano; uniformar a lascorrespondientes milicias a su cargo;detener y fusilar, en cuanto estallara larevuelta, a todos los individuos, civiles
y militares, incluidos en las listasnegras; ejercitarse en la lucha callejeraal abrigo de la noche, conducir cochesarmados y enlazar mediante patrullasmotorizadas; y, entre otras cosas más,ocupar almacenes comerciales, incautarabastos y sumir en el hambre a laburguesía y al viejo ejército. Hercúlea ypérfida misión la encomendada a los«pioneros», término repleto deresonancias que para el cónsul británicodebía encubrir a la flor y nata delactivismo bolchevique. En realidad, enel esquema organizativo comunista deentonces, los «pioneros» eran los niñosde 8 a 12 años.[19] Las abracadabrantes
historias de las huchas petitorias parapólvora revolucionaria y de los temiblesinfantes rojos resultan aún másestrafalarias cuando, como descubre elprofesor Viñas en otro capítulo de estelibro, los monárquicos de Calvo Soteloestaban cerrando por aquellas fechas unacuerdo de suministro de aviones deguerra con su correspondienteequipamiento y munición con la Italia deMussolini. Y sin necesidad de recurrir acuestaciones o días de la banderita.
EL PCE Y EL FRENTE POPULAR
Hasta 1935, los comunistasespañoles habían seguido fielmente lalínea sectaria de la Komintern, queexcluía cualquier alianza con«republicanos reaccionarios»,«socialfascistas» y «anarquistaspequeñoburgueses». Pero las enseñanzasde la fracasada revolución de octubre de1934, junto a las de otras recientesexperiencias europeas —elaplastamiento de la insurrección deViena, la amenaza de las Ligas deextrema derecha en Francia—, abrieronel camino para que Moscú formulara unanueva estrategia unitaria, materializadaen el acercamiento de sindicatos y
partidos obreros y en la postulación delos Frentes Populares Antifascistas.[20]
En agosto de 1935 se celebró el VIICongreso de la Internacional Comunista.De forma coetánea, se produjeron losprimeros movimientos de losrepublicanos de izquierda y lossocialistas para dar respuesta a lademanda social de una recuperación dela «República del 14 de abril», a lo quese unió un amplio movimiento por laamnistía para los presos de Asturias. Laformulación de una amplia coalición porparte de Azaña y Prieto y laaproximación táctica de un Caballerosumido en la lucha por el control del
socialismo marcaron el proceso degénesis del Frente Popular en España.El 19 de diciembre el partido españolcomunicó a Moscú la aceptación críticade un bloque electoral de izquierdas,pero declarando su disposición a«luchar junto con la izquierda por unfrente unido proletario, por las alianzasobreras».[21]
Durante las semanas previas lascomunicaciones que el tutor de laInternacional ante el PCE, el argentinoVictorio Codovilla, remitió a Moscúpermiten conocer los meandros delproceso de conformación del programa.Las negociaciones del pacto no
resultaron fáciles. Los republicanos noquerían que los comunistas participaranen las discusiones. Largo Caballero nopresionó en absoluto para que lasdeliberaciones se efectuasen entre todoslos representantes de las fuerzaspolíticas participantes. Según Uribe,«asomaba ya la oreja de su singularconcepción del PC; nos considerabaúnicamente como una fuerza de apoyopara el PS y especialmente para él, parasus planes».[22]
Entre las propuestas programáticasque propuso el PCE figuraron que elgobierno disolviera los partidos conformaciones paramilitares, y la
expropiación sin indemnización de lastierras de los grandes terratenientes y suentrega gratuita a los obreros agrícolas ycampesinos. Los socialistas eran, sinembargo, partidarios de la socializaciónde la tierra. El manifiesto conteníacuestiones que iban más allá delprograma electoral, como el rápidoestablecimiento de relaciones con laURSS.[23]
En cuanto a las candidaturas,Vidarte, en nombre de los socialistas,planteó la incorporación de candidatoscomunistas en las listas comunes entérminos de lograr un número dediputados «no menor que el necesario
para tener derecho a constituir minoría yparticipar en las comisiones, es decir10. Con esto, ellos, los socialistas,tendrían un apoyo en las comisiones quees donde se elaboraban los proyectos».Uribe refirió que la intensificación de lacampaña y el entusiasmo desatadoestaban llevando a un incrementoconsiderable del número deafiliaciones.[24] No se daban datos, peroalgo más de un mes después, en un Plenodel Comité Central con delegados de 47provincias se informó que el partidocontaba con 50 348 miembros y estabaen rápido crecimiento. La mayoría delos nuevos afiliados procedían de las
regiones agrícolas, y más de la terceraparte eran mujeres. La JuventudComunista tenía en ese momento 32 600militantes.[25]
Desde febrero, a la grave situacióneconómica hubo que sumar la crisisartificial creada tras el triunfo electoralde las izquierdas. Previendo laaplicación de la reforma agraria, losgrandes terratenientes decidieronabandonar las faenas agrícolas para lasiguiente temporada. Se detectaron fugasde capitales, retirada de fondosbancarios, torpedeo contra el valor de lapeseta y la amenaza de un cierrepatronal si el gobierno obligaba a las
empresas a pagar las indemnizacionesreconocidas a los represaliados deoctubre.
La constitución del nuevo gobiernoAzaña fue objeto de valoracionesconfusas por parte de la Komintern. Sien primera instancia se consideró nocomo un gobierno de Frente Popular,sino como un gobierno burgués deizquierda,[26] Moscú consideró sinembargo que debía ser apoyado contralos ataques y un posible golpe de Estadoreaccionario para garantizar que pudierallevar a cabo el programa electoral delFrente Popular, sin perjuicio de que elPCE mantuviese una acción
independiente y se reservase el derechoa criticar y a recurrir a la movilizacióncuando las medidas gubernamentalesfueran dirigidas contra los intereses delas clases trabajadoras.[27]
Las semanas siguientestranscurrieron bajo el signo de lapresión popular para que el gobiernollevase a cabo reformas profundas, converosímiles amenazas dedesbordamiento.[28] Se recrudeció lalucha interna en el PSOE, en la que lafacción caballerista parecía abonarse aun radicalismo que podía terminar conla ruptura del bloque popular. El PCE,según informó Codovilla a Dimitrov,
apostaba por el programa de larevolución democrático-burguesa (alque atribuyó, de forma sin dudaexagerada, un aplastante apoyo demasas).[29] Sobre el palpitante tema dela reforma agraria, los comunistasapoyaron las ocupaciones de tierra deforma organizada como manera deobligar al Instituto de Reforma Agraria aacelerar sus pasos, pero limitándose«solo [a] ocupar la tierra de laexnobleza, de los terratenientesreaccionarios importantes, de la Iglesia,tierras excomunales, etc. Lo mismo conlos almacenes de grano». El partidohacía todos los esfuerzos «para
consolidar las posiciones conquistadas ypara apoyar, pero no precipitar, luchasprematuras».
En el rampante clima de tensión aque estaba conduciendo la actuación delos grupos de pistoleros falangistas,convenía mantener la cabeza fría. No setrataba de responder al atentado con elatentado, sino de impulsar el desarrollode organizaciones de autodefensa comolas Milicias Antifascistas Obreras yCampesinas (MAOC), que dotadas dearmas cortas y con una rudimentariainstrucción militar cumplían misiones deprotección en manifestaciones y actos demasas.[30] A principios de abril,
Dimitrov y Manuilski comunicaron sualarma por la irresponsabilidad de lossocialistas de izquierda —junto con losinevitables «trotskistas»—, con susintentos de destruir el Frente Popular; yde los anarquistas, de los que se temíau n putsch, y cuyas actividades habíanderivado en la proliferación de choquesentre las masas y las fuerzas de ordenpúblico y en «los exagerados intentos deincautación de propiedades».[31] LaInternacional Comunista realizó unllamamiento dramático a su secciónespañola para que no cayera en ningunaprovocación, ya que «sería perjudicial ala revolución en este momento y podría
solo favorecer el triunfo de losantirrevolucionarios». Había queimpedir que se produjera una rupturacon los republicanos burgueses deAzaña, ni siquiera darles el pretextopara que se apoyasen en elementosreaccionarios. Se debían emplear todoslos medios para acelerar la realizacióndel programa del FP, particularmente lacuestión agraria. La directriz terminabahaciendo hincapié en la necesidad deapartar el espantajo del peligro rojo:
En todas las actividades delpartido que realicéis se debe resaltarque la creación del poder soviéticono está en el orden del día, sino que,por el momento, es solamente
cuestión de establecer un estadodemocrático que haga posible ejerceruna barrera contra el avance delfascismo y la contrarrevolución, ypara fortalecer en general lasposiciones del proletariado y susaliados.[32]
Por más que se llamase a lacontención, la presión popular seguíaaumentando. Durante el desfile del 14 deabril, al paso de unidades de la GuardiaCivil, sectores del público, con lospuños en alto, prorrumpieron en gritosde «¡UHP!». Asturias quedaba todavíamuy cerca. Poco después, pistolerosfalangistas dispararon contra lapresidencia, resultando muerto un
alférez del Cuerpo.[33] Su entierroderivó en nuevos tiroteos y en eldesencadenamiento de una huelgageneral en Madrid. El PCE hizo todo loposible por evitarla y, aunque no seatreviera a manifestar en público sudisconformidad con el paro, instó elretorno al trabajo en pos de evitar, acualquier precio, que degenerara enincidentes violentos en los que lasmasas fuesen arrastradas por losanarquistas, que pretendían convertir lahuelga general en indefinida.[34] Laactitud comunista de apoyo al gobiernose reiteró en el mensaje en que se dabacuenta del final del paro, dos días más
tarde. El PCE se atribuyó, junto con lamayor parte de los socialistas, el méritode la orientación imprimida a lamovilización, de protesta contra lasactividades de los grupos fascistas yapoyo a las fuerzas de policía. Nosignificaba ello que no hubiese habidoen el seno del propio partidocontradicciones e incomprensioneshacia una línea tan moderada. «Enalgunos casos —se informó— la presiónde los socialistas de izquierda y losanarquistas se ha hecho sentir ennuestras filas, y para no parecer menos“revolucionarios”, se han hecho algunasconcesiones». Se hizo necesario, para
ajustar el rumbo, discutir las directricesde la IC en el Buró Político con elobjeto de confirmar definitivamente lalínea táctica del partido en estemomento, y lograr que todos losmiembros la entendieran.[35]
Mientras tanto, se profundizó en laestrategia unitaria, dependiente en buenaparte de las tensiones internas y deljuego de tendencias en el PSOE. Loscomunistas fijaron la fecha de sucongreso el 12 de julio, unos díasdespués del congreso socialista, paraorientarse hacia la fusión de ambasorganizaciones. Entre los dirigentescomunistas locales se extendió la
impresión de que los socialistas deizquierda maniobraban para evitar lafusión y la adhesión a la IC, porque loque deseaban era exclusivamente laentrada en masa de los comunistas en elpartido socialista para incrementar lafuerza de su plataforma fraccional.[36] Lalucha entre facciones socialistas estabaponiendo en riesgo la unidad del FrentePopular y la estabilidad del gobierno.Con la elevación de Azaña a lapresidencia de la República, tras ladestitución de Alcalá-Zamora,Caballero y la UGT declararon suvoluntad de separarse del FrentePopular. En vista de la gravedad de la
situación, Codovilla mantuvo unaentrevista con Caballero, a quien,después de alguna discusión, logróconvencer de que la ruptura sería ungrave error y le comprometió a no solono quebrar la alianza, sino fortalecerla,y a preservar el frente unido de lospartidos obreros y la UGT.[37]
El clima de tensión no cedía enintensidad. En unos casos se reactivaronviejos episodios de violencia entrecampesinos y fuerza pública. El 29 demayo de 1936, en Yeste (Albacete) seprodujo un enfrentamiento de estanaturaleza que culminó con un balancede 18 muertos (17 vecinos y un guardia
civil), más de 17 heridos y un grannúmero de detenidos.[38] Dimitrov hizollegar a Díaz un cable en el queconcedió «extraordinaria importancia alos hechos que han ocurrido en laprovincia de Albacete … porque estasacciones perjudican al FP, comprometenal gobierno y favorecen a loscontrarrevolucionarios». Recomendótomar las medidas necesarias para queestos acontecimientos no volvieran aocurrir y la formación de una comisiónparlamentaria para investigar ydescubrir a los autores «de esta criminalprovocación».[39]
En otros casos, la violencia era
resultado de la rivalidad entre laspropias organizaciones obreras. El 10de junio de 1936 fue muerto de undisparo, durante un paro convocado porel Sindicato de Pescadería de la CNT,el concejal comunista de Málaga AndrésRodríguez, opuesto a lasreivindicaciones de los huelguistas. Aldía siguiente, cuando salía de sudomicilio para asistir al sepelio, fuetambién asesinado el presidente de laDiputación Provincial, el socialistaAntonio Román Reina.[40] ElSecretariado de la IC instó nuevamente,para rebajar tensiones, a la apertura deuna comisión de investigación y al
diálogo al máximo nivel entre las doscentrales obreras para acabar con lashostilidades.[41]
La agudización de las tensionessociales y políticas y la preparación delV Congreso que el PCE debería celebrara partir del 12 de julio hicieron queMoscú convocara a los dirigentes delpartido al Presídium del ComitéEjecutivo de la IC, en la sesión del 22de mayo de 1936.[42] En esta reunión,Hernández presentó a la Internacional elprograma del próximo cónclave, en cuyoorden del día figuraría como ejeprincipal la formación del Partido Únicodel Proletariado.[43] Comenzó pasando
revista a la situación del país en losconvulsos meses de la primavera de1936. Las elecciones, a pesar de loscondicionamientos en contra —laderecha hizo campaña con el lema:«Votar al Frente Popular es votar aDimitrof [sic], votar por España ycontra Dimitrof»—, habían sido untriunfo de las masas antifascistas,gracias fundamentalmente a la políticade Frente Popular, que el PCE no dudóen arrogarse como propia. Ahora, lasituación obligaba al partido aplantearse la reorganización de laeconomía del país sobre una nueva base.Sorprende que el programa formulado
por el dirigente comunista tengaevocaciones casi keynesianas. Enconcreto, postuló la nacionalización dealgunas industrias, en primer lugar la delcarbón, para después obligar a lasindustrias del transporte, ferrocarril,barcos, etc., a consumir carbón nacional.En el campo, cuya situación eraexplosiva, propuso llevar a cabo unacampaña de agitación nacional bajo ellema «Es necesario salvar al país delhambre», planteando la medida deexpropiar las tierras que no setrabajasen para ser distribuidas entre loscampesinos, con el compromiso deentrega por parte del Estado de stocks
de semillas y la habilitación de créditosal consumo. Para aliviar la situación delcampo y la de los obreros sin trabajo, elPCE proponía realizar un vasto plan deobras públicas, de irrigación, deelectrificación, construcción de caminose higienización de los pueblos, para locual sería necesaria una fuerte inversiónestatal, cuyos fondos procederían de unimpuesto progresivo sobre la propiedadrústica y sobre la renta en general, sobrelos beneficios de los bancos, lassociedades anónimas y las grandesindustrias. Si ello no bastaba, seríanecesario un empréstito forzoso sobre elBanco de España y los grandes
capitales.Adecuándose rápidamente a la nueva
estrategia, el PCE iba ganandoaceleradamente espacios derespetabilidad, incluso entre las fuerzasrepublicanas que detentaban el gobierno,llegando a la conclusión de que, sinolvidar que el gobierno no era más queun gobierno republicano de izquierda, osea, burgués, «podemos seguir un grantrecho del camino en común, paramejorar las condiciones de vida, detrabajo, de cultura y bienestar de lasmasas laboriosas de nuestro país yasestar golpes serios a las fuerzas de lareacción y el fascismo».
Al calor del antifascismo crecían lasdinámicas unitarias entre lasorganizaciones marxistas de la clasetrabajadora española. Tras la fusión dela comunista Confederación General delTrabajo Unitaria (CGTU) con la UGT,esta central sindical contaba con 745 000 obreros industriales, unos 253 000 campesinos y más de 200 000obreros en trance de afiliación. La CNT,que declaraba 559 000 adherentes,también se reforzaba aunque no al ritmoimpetuoso de la UGT. El gran éxitounitario lo constituyó la creación de laJuventud Socialista Unificada (JSU).[44]
Desde el punto de vista orgánico, el
resultado de la fusión iba más allá de lamera suma de efectivos,desencadenando efectos sinérgicos: si laJuventud Comunista tenía antes del 16de febrero 14 000 miembros y en elmomento de la fusión contaba con 50 680; y la JS contaba con unos 65 000,dos o tres semanas después de la fusiónla Juventud Unificada tenía ya 140 000miembros. A ellos había que añadir«decenas de miles de pioneros, entre 40 000 y 50 000 mujeres y unos 30 000jóvenes en la Federación DeportivaObrera».
Las relaciones con el PartidoSocialista fueron objeto de especial
atención, particularmente con el sectorque seguía a Largo Caballero. «Nuestrosesfuerzos tienden a acelerar sucomprensión de los problemas ya que noolvidamos que ha de ser con estasfuerzas con las cuales hemos de crear elpartido único revolucionario delproletariado en España». Loscomunistas eran conscientes de que elpeligro de la escisión se habíaacentuado considerablemente en elPSOE: «En toda la prensa se habla de laposibilidad de la ruptura del PS y de lacreación por parte de Prieto de unpartido de tipo republicano radicalsocialista con las fuerzas que él
acaudilla y algunas otras fuerzas delcampo republicano». El PCE secomprometió a emplear todos susesfuerzos en impedir, en la medida desus posibilidades, la escisión del PS y a«apoyar la labor de depuración de loselementos derechistas y de la parte máspodrida del centro procurando salvar ala masa de obreros que siguen a loslíderes centristas (Asturias) porque sonla masa de obreros revolucionarios quepueden y deben marchar en conjunto conla izquierda del partido socialista paraformar con nosotros el partido único delproletariado».
En lo tocante a las propias fuerzas,
el PCE señalaba que antes de laselecciones de febrero el partido teníaalrededor de 20 000 miembros; en elmes de mayo tenía registrados 83 967.Era, en expresión de Hernández, «elcomienzo de la trasformación de nuestropartido en un gran partido de masas.Como tarea nos hemos dado la dealcanzar los 100 000 afiliados para lafecha de la celebración de nuestro VCongreso».[45] El reclutamiento másimportante procedió de las zonasagrícolas y de las ciudades de tiposemiindustrial (Málaga, Sevilla, Jaén,Valencia, Badajoz, etc.), y de loscentros mineros (Asturias y, en menor
medida, Vizcaya). La mayoría de losnuevos miembros eran obreros de laUGT y solo una mínima parte no habíanestado organizados con anterioridad.Era escaso el número de nuevosadheridos procedentes del PSOE, «yaque el partido no hace una campañaespecial para lograr miembros del alaizquierda del PS puesto que laperspectiva es la de fusionar sus fuerzasy las nuestras» y mucho más escaso aúnel de procedentes del anarquismo.
El análisis de Hernández sobre lospeligros que se cernían a corto y medioplazo sobre el gobierno combinó apartes iguales preocupación,
apreciaciones clamorosamente erróneasy declaraciones de profundización en lalínea frentepopulista. En cuanto alproblema del peso de los sectoresreaccionarios en el ejército y sucapacidad para desencadenar unlevantamiento lo consideró preocupante,si bien se dejó llevar por lo que juzgaba«un cierto desplazamiento de laoficialidad hacia el Frente Popularcomo asimismo hacia nuestropartido».[46] Con respecto al futuro,consideraba que
la lucha actual está planteada entrefascismo y antifascismo, entrerevolución y contrarrevolución, lucha
que aún no está terminada ni decidida.El Partido se desarrolla rápidamente,pero la dirección no olvida que loséxitos logrados no están aúnconsolidados definitivamente.Justamente porque la lucha tiene estecarácter todavía en nuestro país espor lo cual nosotros no planteamoscomo perspectiva inmediata lainstauración del poder soviético sinola lucha por la consolidación de laRepública democrática, es decir, quetomamos la orientación de laterminación de la Revolucióndemocrático burguesa, punto en elcual discrepamos de los socialistasque estiman aún en su inmensamayoría que el problema actual es lalucha directa por la dictadura delproletariado y por el socialismo.
Con este conjunto analítico el PCEconsolidó una transformaciónfundamental. En menos de una década —si se considera en un tiempo «largo»—o de un lustro, mirándolo a corto plazo,el partido comunista había pasado deocupar un lugar marginal, alojado en elextremo radical, violento y sincapacidad alguna de influencia en elsector político de la izquierda, limitadoa un puñado de activistas con unaestereotipada, escasa e ineficazpercepción de la realidad, a ubicarse enun espacio de centralidad, al calor delmovimiento unitario desplegado por laoposición a la extensión del fascismo en
la segunda mitad de los años treinta.
EN DEFENSA DE LA REPÚBLICA
En los días previos a la sublevaciónmilitar el PCE y la Kominternmantuvieron constantemente contactosradiados. El 13 de julio Codovilla elevóun mensaje a Manuilski en el que, trasvalorar como enormemente grave lasituación creada por los asesinatos delteniente Castillo y del líder reaccionarioCalvo Sotelo, y asegurar que loscomunistas españoles contribuirían areforzar el Frente Popular y apoyar la
posición del gobierno, consideraba, sinembargo, que el principal peligro delmomento procedía de una posiblecolusión entre la errada táctica de loslíderes anarquistas de prolongar lashuelgas con la idea de confrontar a lostrabajadores con el gobierno y la actitudprovocativa de los grupos fascistas quesembraban la violencia en las calles.[47]
Coincidía en ello con la apreciación delgobierno de Casares Quiroga y delpresidente de la República, Azaña, querecelaban más de una situacióninsurreccional multifocal delanarcosindicalismo que de unasublevación militar, con el consiguiente
cálculo erróneo acerca del verdaderoorigen del peligro y sus posterioresconsecuencias catastróficas.
El 17 de julio, mientras ellevantamiento daba sus primeros pasosen el protectorado de Marruecos,Manuilski y Dimitrov dirigieron nuevasinstrucciones a Codovilla y al BuróPolítico del PCE, mediante las queaconsejaron, en primer lugar, «preservarintactas, y a toda costa, las filas delFrente Popular», empleando todas lasformas de presión sobre el gobierno —reuniones, resoluciones…— con el finde provocar un rechazo decisivo delfascismo, y para conseguir medidas
enérgicas por parte del gobierno contralos insurgentes. Todavía se prestabaespecial atención al vector anarquistacomo agravante de la situación,indicando que «es necesario tomarmedidas preventivas con gran urgenciacontra los intentos putchistas de losanarquistas, tras los cuales se oculta lamano del Fascismo».[48]
El 19 de julio, Moscú reiteró lalínea de defensa de la República y delFrente Popular proponiendo, si erapreciso, la formación de un nuevogobierno con la incorporación de todaslas fuerzas políticas, comunistasincluidos.[49] El 23 se insistió en que lo
más importante era la preservación y elrefuerzo del Frente Popular. La directriza los comunistas españoles fue tajante:«Debéis actuar exclusivamente bajo labandera de la República».[50] Esemismo día 23 el Secretariado de laKomintern discutió la situación enEspaña a partir de un informe de ErnöGerö («Pedro», futuro asesor delPartido Socialista Unificado deCataluña, PSUC). En esta reunión seacordaron las instrucciones que sehabrían de transmitir a España y que,tras ser sometidas por Dimitrov a laaprobación de Stalin, constituyeron lalínea oficial de Moscú respecto a los
inicios del conflicto español.[51] Seríaun error, comenzaba Dimitrov,considerar que los acontecimientosmarchaban hacia una pronta destrucciónde los rebeldes y, en consecuencia,lanzarse «a por todas». En las presentescircunstancias, proponer la creación desoviets y tratar de establecer unadictadura del proletariado en Españaconstituiría un error fatal. Las consignas,pues, eran: defender la República; noabandonar las posiciones del régimendemocrático en España; mantener launidad con la pequeña burguesía, loscampesinos y los intelectuales radicales,consolidando y reforzando la República
democrática, mediante la destruccióntotal de los elementoscontrarrevolucionarios.
El 24 se transmitió a España uncable que enumeraba las tareasineludibles: concentrarse en el asuntofundamental del momento, la rápida ydefinitiva liquidación de la insurrecciónfascista; fortalecer la unidad del FrentePopular; no minimizar las dificultades nilos nuevos riesgos; no abandonar lasposiciones del régimen democrático yno aventurarse fuera de los límites de ladefensa de la República. Asimismo sedesaconsejaba, si no era absolutamentenecesario, que los comunistas
participasen en un hipotético gobierno, yhacerlo solo «si es urgente yabsolutamente necesario para aplastar lainsurrección». Se mantuvo de esta formala línea de apoyar desde fuera, sinformar parte de ellos, a los gobiernos deFrente Popular, evitando las tentaciones,alimentadas por un romanticismorevolucionario, de avanzar posicioneshacia una solución de caráctersoviético.[52]
En las semanas siguientes, el PCEculminó la tarea de caracterizar elmomento como «una guerra nacional…en defensa de “todas las conquistasdemocráticas, [de] todas las libertades
populares”».[53] El 9 de septiembre, enun mitin ante el Comité Provincial deMadrid para explicar la posición ante elnuevo gobierno de unión nacionalpresidido por Largo Caballero y quecontaba, por primera vez en la historia,con dos ministros comunistas, AntonioMije empleó un término incluyente, conun significado interclasista que,alejándose definitivamente del discursoexclusivamente proletario tradicional,definiría durante la duración de lacontienda a la base social a la quepretendía representar el PCE, el «pueblolaborioso».[54] Era en su representaciónque el Partido Comunista, como parte
integrante del gobierno, quería impulsarun programa consistente en: 1) dominarcompletamente la sublevación militar; 2)reorganizar el Ejército popular; 3)resolver el problema de la tierra; 4)aniquilar el poder económico y políticode la Iglesia; 5) el mejoramiento delnivel de vida de los trabajadores, conestablecimiento de un salario mínimo,seguros sociales de paro, enfermedad yvejez; 6) la plenitud de derechos paraCataluña, Euskadi, Galicia ydemocratización de Marruecos, y 7) lalucha por la paz mundial.
El PCE culminó así la misión desintonizar su línea política interior con
la diseñada desde Moscú. Al menos porel momento, los objetivos de la luchaestaban claros, como señaló algúnobservador extranjero: «El PCE no cree,en las actuales circunstancias, en laviabilidad y las posibilidades de unaRepública soviética española; consideraque, a la vista del estado de Europa ylos riesgos de una cruzada antiobrera, elpaso por la fase de una Repúblicademocrática fuertemente escorada a laizquierda es inevitable, por un tiempomás o menos largo».[55]
CONCLUSIONES
En términos reales, el PCE no fueuna amenaza para la estabilidad delsistema republicano antes de julio de1936. Desde que en el VII Congreso dela IC (1935) los comunistas adoptaron lapolítica de Frente Popular, consistenteen acordar amplias alianzas con lasocialdemocracia y los partidosrepublicanos burgueses, la revoluciónproletaria desapareció del horizonteinmediato relegada por la urgencia decombatir al fascismo. En el planodiplomático, la URSS apostaba por elestablecimiento de un sistema colectivode seguridad basado en la alianza conFrancia para frenar el expansionismo
alemán, lo que pasaba por no inquietar alas democracias occidentales conpostulados radicales.
A estos fines, la táctica defendidapor los comunistas españoles consistióen apoyar al gobierno integrado por losrepublicanos contra un posible golpe deEstado reaccionario y garantizar laejecución del programa electoral delFrente Popular. Los comunistasprocuraron por todos los medios dotarde estabilidad a los gobiernosrepublicanos de preguerra, denunciandola impaciencia de los socialistas deizquierda y la tendencia aldesbordamiento de los anarquistas, de
los que se temía un putsch o laprovocación a las fuerzas de ordenpúblico. Pugnaron por mantener a todacosta la tendencia unitaria, tanto en elFrente Popular como en la aproximacióna los socialistas (con el ingreso de sussindicatos —la CGTU— en la UGT, yde sus juventudes en la JSU).
No existía un peligro de revolucióncomunista en la primavera de 1936. Sílo había, como los hechos posterioresdemostraron y como la nuevadocumentación relevante de épocademuestra, un avanzado plan golpista dederechas, con una bien relacionadatrama civil y el inestimable apoyo de la
Italia fascista. El PCE, por su parte, notenía peso numérico, influencia políticani parlamentaria suficientes como paraconstituir una fuerza dispuesta al asaltodel poder o para inducir a otros atomarlo. Ni la línea política de laKomintern ni las prioridadesgeoestratégicas de la URSS apuntaban aldesencadenamiento de una revoluciónproletaria en España. Fue,paradójicamente, la sublevación militarla que propició tanto el estallido de larevolución social, al desarbolar elEstado republicano, como elespectacular desarrollo del PCE, que sefijó como objetivo prioritario
reconstruirlo.
8
Las reformas de laprimavera del 36
(en la Gaceta y en lacalle)
Francisco Sánchez PérezUniversidad Carlos III de Madrid
EL MITO DEL GOBIERNOREVOLUCIONARIO Y LAS MASAS
INCONTROLADAS
«Moriré matando frente a estegobierno dictatorial, marxista yterrorista». Esta frase tan contundente nofue lanzada en la primavera de 1936 envísperas de la guerra civil, sino que erala manera en que se despachaba elpropietario del Asador Guadalmina deMarbella, en febrero de 2011, paraprotestar por la prohibición de fumar enrecintos públicos, aplicada por elgobierno de José Luis RodríguezZapatero.[1] No crean que estasdeclaraciones fueron una excepción.Abundaron y abundan en los medios (y
en la calle) comentarios y visiones muysimilares y aún más denigratorias sobreeste y otros asuntos. A algunos puedenparecerles exageradas, pero sureiteración y acumulación, pues haycadenas enteras de televisión y radio,así como varios periódicos ymuchísimas páginas web, que se nutrende estas lindezas, podrían hacer pensar aun lector de, pongamos el año 2091, quealgo muy grave sucedía en España, quejustificaba cuando menos la violencia, opor qué no, una rebelión. Y de hechopara todos estos opinantes y tertulianos,así es, de forma implícita y a vecesexplícita. Pero sabemos que en 2011 no
ha habido tal rebelión, lo que quitahierro a ese tipo de declaraciones: nohan sido la causa de una guerra (aunquepodría argüirse que quizá sí de un climay hasta de un resultado electoral).Parecería necesario advertir encualquier caso a los historiadores del2091 que, para poder deslindar larealidad de la ficción, no se basasensolo en los discursos, las percepciones,las identidades, la propaganda, losmedios, la construcción de mitos, losimaginarios colectivos y los miedosirracionales para explicar qué es lo querealmente pasaba en España. Y eso valepara ese año, pero también para 2011 y
1936, entre los que sí existe unacoincidencia y es que el gobierno era ungobierno que podríamos llamar deizquierdas.
Porque en 1936 sí hubo una guerra, ymucha gente ha explicado su causa ybasado su origen en tales percepciones,discursos e imaginarios, con losconsiguientes peligros. Uno, esidentificarse con ellos, creyendo quereflejan fielmente la realidad (en lugarde deformarla o reinterpretarla). Esdecir, como muchos hablaban de caos,desorden, anarquía, persecución políticaa cargo del gobierno y/o revolución(tanto detractores como partidarios de
ella), pues debe ser porque esto era asíen mayor o menor grado. No hay másque hablar. Otro es creer que la realidades el discurso, o incluso que este generaaquella: es decir, como en una profecíade autocumplimiento, basta conasegurar, repetir y creer firmemente queen España hay caos, desorden,revolución y/o persecución política acargo del gobierno, para que existan enla mente de las personas (y en particularde los golpistas y sus apoyos), porque loimportante no es la realidad, sino laconstrucción de la creencia (en realidaduna ficción), que es el motor de laacción. El tercero es creer que todo lo
que ocurrió en la guerra, en particular enla zona republicana, ya había sucedidoantes de julio de 1936: lascolectivizaciones de tierras y fábricas,las policías políticas y los centros dedetención (las mal llamadas checas), losasesinatos políticos sistemáticos, larevolución social, las matanzas defrailes, la omnipresencia de milicianosen las calles. Estas argumentacionesabundaron en los mitos construidos yadurante la guerra en el bando franquista,para justificar el golpe (presentadocomo un mal menor), y se constituyeronen una seria y poderosa tradiciónhistoriográfica posteriormente, que aún
conserva buena salud. Es más, esrecurrente entre muchos historiadoresmezclar lo de antes y lo de después dejulio de 1936 sin solución decontinuidad, como si existiese unalógica que lleva inexorablemente de unacosa a la otra.
Como la responsabilidad históricadel golpe (y después la responsabilidadde la guerra, derivada de aquel, peroque no es un sinónimo) se hizo recaerpor los vencedores en los desmanes dela República y en particular de losgobiernos de esta en sus últimos meses(los gobiernos Azaña y CasaresQuiroga), hasta llegar a la construcción
de un mito sobre la primavera del 36(«primavera trágica» como algunosgustan de denominarla), siempre esconveniente reparar en qué es lo quepasaba en realidad. O dicho de otromodo, contra qué se sublevaron algunosmilitares (con el apoyo de civiles).Decir que ellos pensaban que había unarevolución en marcha que aspiraban ayugular es insuficiente. Conviene saberqué tipo de revolución era, o a qué lellamaban así. En realidad en este libro,y en otros capítulos, se abunda en laconspiración militar y civil, a la queaquí no nos referiremos, donde quedaclaro que ya estaba en marcha como
mínimo desde el momento en que seanuncia la victoria electoral de lacoalición de izquierdas. Es decir, elmero hecho del cambio de gobierno yapone en marcha esos mecanismos.Desde ese punto de vista habría sidototalmente indiferente la laborgubernamental. El contraargumentohabitual es que si las políticasgubernamentales hubiesen sido másmoderadas y menos radicalizadas laconspiración no habría echado raíces,no habría atraído suficientes militares (uopinión pública) a su causa y no habríapodido siquiera plantearse el golpe.También hay otro muy popular: son los
desmanes referidos al orden público y ladebilidad del gobierno para hacer frentea los revolucionarios (cuando no sucomplicidad directa) los que obligaron aciertos militares a salvar España y a laderecha antiliberal a hacerse golpista(por encontrarse acosada). O explicadode otra forma, ciertos líderes obrerosdescerebrados (aquí suele hacer suaparición Largo Caballero)contribuyeron a crear el ambiente parael golpe de julio (y la guerra posterior).Algunos llegan a aseverar poco menosque lo deseaban, basándose, cómo no,en discursos y citas dispersas (elsíndrome de «ansias de guerra civil» lo
llamo yo).Aquí se plantean dos problemas
entrelazados, relacionados, perodistintos. Por un lado, se encuentra lapolítica estrictamente gubernamental. Esdecir, ver qué reformas se llevaron acabo, o más bien qué medidas deurgencia se tomaron, sobre tododerogaciones, decretos y proyectos deley, pues estamos hablando de solocinco meses, un periodo muy corto paraque el Congreso pudiese aprobar leyesalternativas a las del bienioradicalcedista (aunque alguna hubo,como se verá). Por otro, lo que ocurríaen la calle y el campo, es decir, la
movilización política y social, tema muyamplio, en particular el muy debatido dela violencia de esos días, y qué relacióntenía con lo anterior. Si era incitado poraquel, lo apoyaba o se oponía a él, algosiempre muy complejo. Para ver esarelación nos vamos a centrar sobre todoen la política que podríamos llamar«social» de las Cortes del 36, lasreformas agraria y laboral, que son lasque mejor podrían caracterizar a ungobierno de «revolucionario» o«socializante». La política másrelacionada con las movilizaciones delmundo del trabajo, sociolaboral ysindical, en particular las huelgas e
invasiones de fincas, componentesclásicos del mito de la primavera del36. Es decir, con buena parte del núcleoduro de lo que se pedía en la calle. Nose van a tratar las políticas con elejército, las laicistas, la educativa o ladescentralización del Estado, sobre lasque se dirán más cosas en otras partesde este libro. Tampoco el tema delorden público y la violenciasociopolítica como tales porque setratan en otro lugar.
En cualquier caso sí hay unaestrecha relación entre este problema yla movilización de esos días, que fuemuy elevada. Y parece responder en
líneas generales al precio que pagaronlos militantes izquierdistas, y enparticular obreros y jornaleros, porexpresar abiertamente susreivindicaciones y ocupar con susprotestas los espacios públicos. Véanselos datos exhaustivos (extraídos de laprensa, incluida la conservadora de todaíndole) que ha expuesto EduardoGonzález Calleja en otro lugar: casi dostercios de las víctimas por motivospolíticos y sociales de las que más omenos se conoce la autoría, fueronasesinadas por derechistas (la mayoríafalangistas) y por las fuerzas de ordenpúblico en el ejercicio de su labor (180
de 287). Para que quede claro a quiéndisparaban estas últimas y de cómopuede crearse un mito sobre un casoexclusivamente particular, baste un dato:los «policías y militares de izquierda»(es decir, con motivaciones políticasajenas a sus tareas ordinarias) causaronun único muerto. Es de suponer, aunqueel estudio no lo dice, que se trata deCalvo Sotelo.[2] Es obvio que en losasesinatos no se termina el tema de laviolencia y su visibilidad: también estánlas agresiones, las provocacionesverbales, los asaltos y los incendios, ydada la gran movilización de lasizquierdas que supuso el triunfo de
febrero de 1936 y el espíritu revanchistaque latía en ellas desde octubre de 1934,resulta evidente que fueronacompañantes asiduos de muchas de susdemostraciones y reivindicaciones.
El problema de la relación entre lasinstituciones y la movilización social ypolítica radica en el hecho de que elgobierno nacido de las elecciones del16 de febrero era un gobierno de centro-izquierda o izquierda liberal (o si seprefiere de «izquierda burguesa», comoles gustaba decir en el movimientoobrero), mientras que buena parte de lamovilización popular que lo apoyaba (yque presuntamente había votado a la
coalición de izquierdas que conocemoscomo Frente Popular) recaía sobre lospartidos y sindicatos obreros, incluidala CNT, que no era una organización quehubiese suscrito en ningún caso elprograma del FP. En este básicamente sebuscaba volver a la política del primerb i e n i o 1931-1933, para salir delimpasse en que se había metido laRepública, y borrar en lo posible lassecuelas de octubre de 1934 (con unaamnistía tanto legal como laboral queabarcaba el levantamiento anarquista dediciembre de 1933). Como es sabido, ypor razones varias, no todas atribuiblesal mismo chivo expiatorio (es decir, a
Largo Caballero) se decidió que elgobierno fuese solo de republicanos, loque daba imagen y garantía demoderación. Los republicanos decentro-izquierda tenían además entretodos ellos el grupo parlamentariodecisivo para controlar las Cortes: entreUnión Republicana e IzquierdaRepublicana tenían 135 escaños (a losque se podrían sumar los 21 de EsquerraRepublicana) frente a los 99 socialistasy 17 comunistas (menos de la mitad dela mayoría de izquierdas), situación muydiferente por ejemplo de la francesa(más de la mitad socialista ycomunista).[3]
Pese a ser un gobierno moderado,con un apoyo parlamentario pocorevolucionario (podríamos añadir laposición del PCE en ese momento, quepodría definirse incluso como«contrarrevolucionaria»), el franquismoconstruyó el mito del gobierno delFrente Popular mezclando los recuerdosde la guerra y los gobiernos de LargoCaballero y de Negrín, con los gabinetesque precedieron al golpe de Estadocomo si formasen parte del mismoentramado. Y aunque el golpe no selanzó contra un gobierno marxista, sí lopresentaron muy pronto como ungobierno ilegítimo de origen y de
ejercicio, mitos que suelen aparecertambién en la publicística neofranquistaactual.
LO QUE OCURRIÓ EN LAS ELECCIONES:LOS TÓPICOS DE LA DESLEGITIMACIÓN
La ilegitimidad de origen se achacósobre todo a las elecciones a dos vueltasel 16 de febrero y el 4 de marzo, quehabrían sido fraudulentas. Esteargumento, aparentemente muy feble,pues quien controlaba el proceso, losgobiernos civiles y el gobierno mismoera el centro-derecha o derecha liberal,
que representaba en ese momentoPortela Valladares, sigue apareciendosin embargo acá y acullá entrehistoriadores y publicistasconservadores, y aparentemente es untrasunto del resultado electoral de abrilde 1931, que ilegitimaría a toda laRepública, al haber sido eleccionesmunicipales y al haberlas ganado segúnellos los monárquicos.[4] Yo diría que sehan usado básicamente cuatro elementos,más o menos combinados, para intentardeslegitimar estas elecciones: el de lasmovilizaciones populares, el tema de lasactas y la anulación de las elecciones enCuenca y Granada, el de lo ajustado del
resultado (achacada la mayoría del FP ala ley electoral republicana) y el basadoen lo que hizo parte de la derecha trasfebrero, la política de inhibición oretracción electoral comodeslegitimación de las instituciones.
El argumento de las movilizacionespopulares es similar al de abril de 1931:la muchedumbre obliga a irse al rey y noel resultado electoral. En este caso lasturbas obligarían a un irregular traspasodel poder de Portela a Azaña en tresdías, sin esperar a que se constituyeranlas Cortes, y cuando aún faltaba lasegunda vuelta por celebrarse. Enrealidad todo esto se produce tras la
victoria del FP, no antes, y con laintención de evitar que eldesbordamiento popular llegase amayores (lo que no se evitó del todo porla defección de los gobernadores civilesportelistas entre otras cosas). Parahacerse una idea de lo que se pretendíaevitar, basta imaginarse qué habríasucedido en España si el traspasogubernamental hubiese durado lo que enFrancia, un mes (entre el 3 de mayo y el4 de junio, empezando las huelgas antesincluso de que Blum llegase al poder).La segunda vuelta solo ocurrió en cincoprovincias y afectó a muy pocosescaños.
Con respecto a la anulación de laselecciones de Cuenca y Granada,repetidas el 6 de mayo, el resultado,fuera cual fuere, no podía alterar elresultado gran cosa. La anulación sehizo por haberse detectadoirregularidades (fraudes, compra devotos). Desconozco la profundidad delfraude en Cuenca pero en Granadaexisten estudios locales que hablan depucherazo integral (que significa en lajerga de los estudios electorales, 100%de votos hacia la misma candidatura) en18 pueblos y pucherazo técnico (másdel 90%), en otros 28.[5] En amboscasos habían ganado las derechas pero
en la repetición la CEDA decidiópresentarse con Falange. En el primercaso el centro-derecha y el FP seunieron y ganaron la elección; en elsegundo finalmente la CEDAFalange seretiró, con lo que el Frente Populararrasó. Otra cosa distinta es si laizquierda podía haberse ahorradoprovocar dicha repetición, puesto que noera ya decisiva.
El tercer argumento suele ser el delo ajustado del resultado electoral, muycercano en votos, pero a causa de la leyelectoral, una diferencia muy grande enescaños. Esto es una matización que seencuentra a menudo, más que una
invalidación del resultado, pero sobre laque se trabaja para negar tal victoria delas izquierdas o que esta fueserepresentativa.[6] El FP y su variantecatalana alcanzó el 47% de los votosmás o menos y se impuso en 31circunscripciones en primera vuelta,más Castellón en segunda (es decir en32), y en particular en todas las grandesciudades (Madrid, Málaga, Sevilla,Zaragoza, Barcelona, Bilbao, Murcia yValencia). Esto hoy, y en casi todos lospaíses, sería una mayoría absolutabastante amplia. Además, tenía másvalor al ser la primera vez querealmente un gobierno perdía las
elecciones en España desde que habíasufragio masculino (es decir, desde1869, y no desde 1890 como se sueledecir erróneamente). Es unaperogrullada decir que había un 53% devotantes que votaron otras cosas. Sí,pero no votaron todos a la mismaopción. Se suele aducir desde el clásicoestudio de Tusell[7] que las derechaslograron el 46% de los votos, con laintención de mostrar una supuestapolarización de la vida española, peroesto solo es así si sumamos los votos detodas las coaliciones en las que estuvopresente la CEDA, porque en unascircunscripciones fue sola, en otras en
coalición con el centro-derecha (laderecha liberal) y en otras con susaliados monárquicos y fascistas eincluso en Cataluña con la Lliga.Mezclar todo eso como si fuera lomismo es abusivo. Porque si lo fuerahabrían hecho al menos un programacomún, algo que no existió. Y de hechosin el apoyo de los partidosrepublicanos liberales moderados o decentro, las derechas antiliberales por sísolas únicamente ganaron en 15circunscripciones. De habersepresentado exclusivamente solas suresultado habría sido seguramente muyinferior (como lo habría sido en el caso
de los socialistas, por ejemplo). Dehecho hubo siete circunscripciones enlas que ganó el centro aliado a laderecha y en una, Lugo, incluso el centroaliado al FP (votos que, por cierto,suelen sumarse al centro, en lugar de ala izquierda). Sobre el PNV, que ganóen dos, baste decir que fue un buenaliado del FP antes y después de julio.
Achacar además la diferencia enescaños (mucho mayor que en votos) ala maligna ley electoral republicana dejulio de 1933 y a sus fallos, es cuandomenos risible, cuando no era sino unaremodelación de la monárquica ymaurista de 1907, sin artículo 29, sin
voto exclusivamente masculino y enparticular sin las circunscripcionesuninominales, para sustituirlas por lasprovinciales con lista (como ocurre hoy)y las urbanas de más de 150 000habitantes (como no ocurre hoy). Yestaba diseñada para garantizarmayorías en torno a coalicioneselectorales, antes y después de febrerode 1936. Habida cuenta de laatomización de partidos y lainestabilidad gubernamental que existía(en particular con la mayoríaradicalcedista entre 1933 y 1936),podría imaginarse la que hubiera habidocon un sistema menos mayoritario o si se
prefiere proporcional (que es el quequería la derecha de entonces), como elde la República de Weimar, que facilitóla llegada de Hitler al poder con solo el33% de los votos.
Por último, la política de inhibicióno de retracción, como se llamaba en els iglo XIX (donde se puso mucho enpráctica), consistía en no presentarse aelección alguna con la intención dedeslegitimar las instituciones, y laderecha antiliberal, capitaneada por laCEDA, la puso de manifiesto en todaslas oportunidades que se presentaron: yanos hemos referido a la repetición de laselecciones en Cuenca y Granada, que no
se tomó en serio; en las elecciones acompromisarios para la presidencia dela República (el 26 de abril), la CEDA,los monárquicos y los carlistas noparticiparon, aunque sí lo hicieron elcentro derecha de Miguel Maura, elPartido Radical, la Lliga y el PNV (sologanó la oposición en Soria y Navarra);en las votaciones parlamentarias GilRobles y los suyos solían ausentarse dela sala sistemáticamente.
Esto dejó sus secuelas, pues cuandohubo oportunidad de realizar eleccionesmunicipales, las primeras que se habríancelebrado en toda España bajo la nuevalegislación republicana, no se
realizaron, entre otras cosas, por el pocoentusiasmo general: disensiones en el FPsobre la confección de las listas, pocointerés de Gil Robles, que amenazabacon no presentarse, y en particular lafrontal oposición de Alcalá-Zamora, quetenía pesadillas con los ayuntamientosespañoles convertidos en pequeñossoviets.[8] Cuestión que resultabaprimordial para dar legitimidad a losequipos municipales republicanos y quesolo se había resuelto durante laRepública con continuosdesplazamientos y ocupaciones de losayuntamientos (muchas veces porgestoras) al albur del cambio de poder
en Madrid (y en los gobiernos civiles).Se llegaron a convocar (Decreto de 17de marzo; Gaceta de Madrid, enadelante GM, de 18 de marzo) para el12 de abril, con segunda vuelta el 26 deabril (salvo en Sevilla capital), pero sesuspendieron el 3 de abril (GM del 5 deabril) y nunca se celebraron.
LO QUE REALMENTE SE HIZO: LAREFORMA AGRARIA, ¡AHORA SÍ!
La ilegitimidad de ejercicio de losgobiernos Azaña y Casares Quirogapara los sublevados del 18 de julio en
principio se basaría en su imposibilidadde controlar el orden público y larevolución, no respetando la legalidad yla propiedad.[9] En esta línea las críticasde los contemporáneos a las medidasgubernamentales apenas pasan decriticar la revisión de actas de losdiputados electos o la destitución deAlcalá-Zamora (temas más bienparlamentarios), que algunos (incluido,claro, el propio Alcalá-Zamora) siguentildando de anticonstitucional, aunqueestuviesen de acuerdo en este puntotanto tirios como troyanos y la respuestaa este supuesto acto ilegal fuese derribaral régimen entero y cargarse la
Constitución en su integridad. Puedeargumentarse que los golpistas de juliolo que buscaban básicamente no eraacabar necesariamente con la Repúblicasino con el gobierno de izquierdas, puesla trama conspirativa se hallabaestrechamente ligada a ese cambio y enparticular al desplazamiento de loscentros de poder de los militaresantiazañistas (o gilrroblistas) comoFanjul, Goded, Mola o Franco. Pero esmuy importante señalar que el nuevogobierno suponía el retorno de lalegislación del primer bienio, vistacomo una seria amenaza para ciertossectores sociales. Aun así, no parece
que la labor de los gobiernos Azaña-Casares, aunque basados en un programareformista, fuese un mero revival delprimer bienio.
Y esto por dos factores principales.Por un lado, las medidas legales deestos gabinetes, pese a extenderse tansolo por seis meses, fueron bastantenotables (otra cosa sería su aplicaciónreal a medio plazo). En esta faceta esmuy destacable particularmente lalegislación en materia laboral y agraria,es decir, lo que podría llamarselegislación puramente social, que lesdebía parecer la más urgente, puesaceleró notablemente su ritmo, se
incrementó la voluntad política dellevarla a cabo sin demora y dilaciones,y se contaba con una dilatadaexperiencia por todo lo que habíasucedido entre 1931 y 1936, enparticular de los errores cometidos y delos fallos, agujeros legales y trabas en lapráctica de todas estas medidas. Esto setraducía en un amplio conocimiento delobstruccionismo parlamentario y lasresistencias sociales que había generadola legislación reformista en todo esetiempo. Para evitar lo primero secontaba con una mayoría parlamentaria,amplia y bastante sólida, pese a lasapariencias (y los augurios de ruptura,
que comenzaron muy pronto). Entérminos de amplitud, coherencia yfidelidad no parecía desde luego menossólida que las mayorías de bieniosanteriores. Véanse por ejemplo losrelativos pocos problemas que tuvo elgobierno con los diputados socialistas ycomunistas (aliados) y de centro-derecha (adversarios) por los sucesosde Yeste, que fueron tan o más gravesque los de Casas Viejas tres años atrás,con 18 muertos (todos campesinosmenos un guardia civil).[10] Paracombatir la resistencia social sedesplegó, paralela al reformismo delgobierno pero con relativa
independencia, una gran movilizaciónreivindicativa, pocas veces vista enEspaña, buena parte de ella sindical yrelacionada con estos temas laborales ysociales, y que aunque poco deseada porlas autoridades, sirvió de presión yacicate muy eficaz para acelerar elproceso legislativo pero desde fuera (enla línea de la nueva táctica de la UGT deLargo Caballero, pero no está tan claroque siguiéndola). Esto es lo que muchosvisualizaron como una «revolución» ocomo «el desbordamiento del gobierno»y que otros han interpretado como la«inconsciencia» sindical (con la ventajaen particular de saber lo que ocurrirá
después). En Francia la victoria del FP(y en este caso con un gobiernosocialdemócrata) también fue saludadacon un despliegue movilizador, conmuchas y evidentes diferencias, peroque presionó de forma eficaz yconsiguió (o contribuyó a lograr) loscélebres acuerdos de Matignon, quedifícilmente habría firmado la patronalfrancesa si Léon Blum solo hubiesecontado con sus sugerencias y amenazaspor toda arma.[11] También es lícitopreguntarse si la valoración que hace lahistoriografía francesa de estamovilización, en general bastantepositiva, incluso haciendo hincapié en el
aspecto festivo, no habría sido muydiferente si en Francia hubiese habidoinmediatamente después una guerra civily una dictadura de cuarenta años.[12] Oviceversa, si la militarada en Españahubiese fracasado.
Pese a que la sombra de la guerra esalargada, puede hacerse un balance delo que se intentaba con la nuevalegislación en su contexto. Que sepretendía dar un nuevo impulso a lasreformas laboral y agraria y combatir elparo obrero quedó muy claro desde lacomposición de los nuevos gabinetes,independizándose de inmediato los tresministerios estrella en este campo:
Obras Públicas (segregado deComunicaciones), Trabajo, Sanidad yPrevisión (de Justicia), y Agricultura(de Industria y Comercio), con lo que sevolvía al organigrama de diciembre de1931, suprimido en septiembre de 1935por la política de «economíaspresupuestarias» de Chapaprieta.[13]
Gran parte del peso de la nuevalegislación cayó en la reactivación de lareforma agraria, encarnada en la figuradel ministro de Agricultura MarianoRuiz Funes (de IR), que ocupó la carterade forma ininterrumpida en todo elperiodo, con Azaña y con Casares eincluso después de julio (y del gobierno
relámpago de Martínez Barrio) conGiral (solo cuatro ministros conservaronla cartera tanto tiempo). Su manoderecha en esta tarea fue AdolfoVázquez Humasqué, al frente delInstituto de Reforma Agraria (IRA).Vázquez Humasqué era un técnico conun currículum muy combativo en esamateria, que le había enfrentado con elmismísimo Alcalá-Zamora en el primerbienio y había provocado su destituciónal frente del IRA, que había dirigidoentre octubre de 1932 y febrero de1933.[14] Por ello su retorno era toda unadeclaración de intenciones, como hanhecho ver distintos especialistas:[15] el
IRA se hizo más ejecutivo que nunca(Decreto de 7 de mayo, GM de 8 demayo), presto a actuar con un registro dela propiedad expropiable y unos plazosburocráticos concluidos.
Entre las medidas se puedendestacar:
a) La actuación sobre los arriendos ydesahucios: se suspendieron por decretolos desahucios para los arrendatarios,colonos o aparceros de fincas rústicas,si no eran por falta de pago (28 defebrero, GM del 29 de febrero),englobado más tarde en un proyecto deley de revisión de desahucios de fincasrústicas (16 de abril, GM del 19 abril),
convertido en ley en 2 de junio (GM del4 de junio, con rectificaciones del 5 dejunio). Esto anulaba uno de los efectosmás perniciosos de la ley sobrecontratos de arrendamiento de 15 demarzo de 1935 que permitía anular loscontratos con la excusa del cultivodirecto y que había permitido laexpulsión de los yunteros extremeños.Después aparecieron un proyecto de leyde arrendamientos de fincas rústicas (29de abril, GM de 3 de mayo), que deberíahaber sustituido a aquel, y un proyectode ley sobre adquisición de propiedadde arrendatarios y aparceros (18 deabril, GM del 19 de abril), que permitía
el acceso a la propiedad de las fincas alos que las hubieran cultivado 12 o másaños, con derecho a comprarla a plazoso por censo reservativo.
b) La condonación de multas por losjefes de servicios forestales a losinfractores de la legislación de Montes(9 de mayo, GM del 12 de mayo),generalmente invasores de fincas yladrones de leña y caza, siempre que noreincidiesen en el plazo de dos años(pues de otro modo pagarían las multascondonadas).
c) Los decretos de yunteros,[16]
emitidos con urgencia porque seacababa el nefasto invierno 1935-1936 y
había que hacer las labores debarbechera. El primero del 3 de marzo(GM del 5 de marzo), de aplicación enCáceres y Badajoz, buscaba reponer enposesión de la tierra a los que ya latrabajaban como tales yunteros duranteel año agrícola 1933-1934 o siguientes,expulsados de allí por el arbitrio delpropietario y no por falta de pago. Elsegundo del 14 de marzo (GM del 17 demarzo) daba a todos los campesinos deCáceres y Badajoz con yuntas laposibilidad de «entrar en posesión deuna suerte de tierra», con preferencia losdesahuciados y expulsados, comoocupación temporal hasta su
asentamiento definitivo.d) Una nueva intensificación de
cultivos, siguiendo la exitosaexperiencia de noviembre de 1932 dedar tierras por decreto a toda velocidad:se expresó en el Decreto de 20 de marzo(GM del 28 de marzo) que permitía losasentamientos rápidos e inmediatos (120 000 campesinos en 600 000hectáreas). Esto se hizo acogiéndose a lalegislación del segundo bienio, pues seaprovechó para ello la cláusula de«utilidad social» de la ley Velayos (elartículo 14 de la llamada ley deReforma de la Reforma agraria de 9 denoviembre de 1935), que abría el
portillo para la ocupación temporal, quepreludiaba el asentamiento definitivo.Este decreto, nada arbitrario, hablaba decuatro supuestos para realizar laexpropiación: gran concentración de lapropiedad, censo campesino elevado enrelación con los habitantes, reducidaextensión del término en comparacióncon el censo campesino y predominiodel cultivo extensivo. Las fincasquedarían «ocupadas temporalmente, entanto se incoa el expediente deexpropiación de las mismas». Eso es loque hicieron miles de campesinosextremeños (sobre todo en Badajoz) enel ínterin (el 25) entre la firma del
decreto (el 20) y su publicación(demorada ocho días), un clásicoejemplo de la retroalimentaciónexistente entre legislación ymovilización. Frente a los que creen queel gobierno fue desbordado por estasinvasiones, se ha destacado que «en sulógica interna, esta acción colectiva nohacía sino cumplir el programa delFrente Popular»,[17] pues se centraba enfincas susceptibles de expropiaciónseñaladas por el propio IRA, y que eltira y afloja entre la FETT, el sindicatoagrario ugetista, que tenía prisa, y lasautoridades del IRA (y los gobernadoresciviles), que pedían orden y paciencia,
fueron continuos y los desalojos,constantes, manteniéndose «unadmirable sentido común» y «elequilibrio entre legalidad ylegitimidad», en lo que de otro modopodría haberse convertido en un baño desangre.[18]
e) Sustitución de la ley de 1935 porla reforma agraria original de 1932 yproyecto de una nueva ley de bases: serepuso la ley de septiembre de 1932 (el18 de junio; GM del 19 de junio) y sepresentó un nuevo proyecto de ley deBases de la Reforma Agraria (16 deabril, GM 19 abril), que garantizaba lasindemnizaciones en todos los casos.
f) Ayudas a los yunteros asentados yfinanciación de la reforma por la víafiscal: se dieron normas parasubvencionar el utillaje y las semillas,básicamente ayudas económicas deurgencia (decreto de 25 de abril; GM 28de abril) y permiso para hacer obras demejora en los asentamientos (10 dej ul i o , GM 11 de julio). Dada lasituación prekeynesiana del Estadoespañol, es muy notable en esta línea elproyecto de ley de recargo progresivosobre la contribución territorialcorrespondiente a la riqueza rústica (7de mayo, GM de 8 de mayo), que eximíaa los pequeños propietarios y capas más
modestas de la clase media campesina,pero gravaba con toda intención lasgrandes concentraciones de la propiedadhasta hacerlas prohibitivas. Con ello sebuscaba no solo financiar la reforma ylas indemnizaciones, sinoprobablemente otros proyectos de obraspúblicas, edificios escolares yprogramas contra el paro (es decir deampliación del gasto público), en unalínea moderna de redistribución de larenta, que además podía erosionar laconcentración terrateniente.
g) Por último, se encuentra elproyecto de ley sobre rescate yreadquisición de bienes comunales por
parte de los municipios (16 de abril,GM del 19 de abril), que proponíarevisar los despojos sufridos por losayuntamientos desde la desamortizaciónde Madoz de 1855. En principio elproyecto señalaba que sería «gratuitopara las entidades rescatantes» siempreque se hubiesen enajenado sin trámiteslegales, es decir, «sin título escrito deenajenación». Para comprender en todasu extensión lo que eso quería decirbasta con pasarse por el Archivo deProtocolos Notariales de Madrid y verque buena parte del patrimonio de algúngrande de España a finales del siglo XIXno tenía contrato alguno de compra que
le diese legitimidad. Este proyecto, queya había causado la caída de VázquezHumasqué en 1933, se incluía en elprograma de la coalición de izquierdasde enero de 1936 (se «dictarán normaspara el rescate de bienes comunales»),entró en comisión el 16 de abril, perosolo se empezó a debatir a mediados dejunio (coincidiendo con los incidentesde Yeste, provocados por la invasión deantiguas fincas del común) y se habíaaprobado el primer artículo el 10 dejulio. En él se afirmaba que losmunicipios «rescatarán o podránadquirir las fincas tanto de comunescomo de propios y los derechos reales
impuestos sobre las mismas que leshayan pertenecido en propiedad,posesión o aprovechamiento conposterioridad al 2 de mayo de 1808»,[19]
con lo que se pretendía revisar todo elproceso de despojo municipal ycampesino del siglo XIX.
Estas medidas se pueden definir dedistintas formas, pero resultaban unaimportante amenaza y ataque a losintereses de la oligarquía agraria ypodían suponer un cambio radical en laestructura de la propiedad en pocosaños. No es extraño que la mayor partede los historiadores que se han acercadoal tema de la reforma agraria y las
movilizaciones campesinas, desdeMalefakis a hoy, hayan ligado estostemas al origen de la guerra civil. Lavoluntad política de acelerar y llevar acabo estas reformas sin las dilaciones yvericuetos de los años anteriores ibamás allá de simplemente recuperar lalegislación. De hecho se habíaaprendido de los errores y fallos deantiguas leyes. Por ejemplo, no serestableció la ley de TérminosMunicipales de septiembre de 1931 o almenos no hubo ninguna prisa enreponerla. Hay que recordar que fue muycriticada en general por sus errores y fuede las primeras leyes en ser retocada y
después abolida por el gobierno radical(mayo de 1934).
Para entender con propiedad lo quesupuso la primavera de 1936 en estamateria, hay que recordar que losprimeros asentamientos de campesinos«solo pudieron hacerse en octubre de1933, a un mes de que triunfaranpartidos o coaliciones en cuyo programaelectoral figuraba la anulación oreducción de la reforma agraria», esdecir, añadiría yo, con un gabinete queni siquiera presidía ya Azaña desdeseptiembre.[20] El balance de laprimavera ya ha sido hecho: «se habíanmultiplicado por cinco los
asentamientos respecto al periodo 1932-febrero de 1936, sobrepasándose los 150 000 campesinos a los que se habíadado trabajo y … a punto de asentar aotros 25 000».[21]
Es obvio que estas medidas agrariasno fueron el motor de las conspiracionesque desembocan en julio de 1936, peropudieron servir de acicate paraindecisos y terratenientes amenazadospara colaborar en ellas y sin duda fueronuna importante motivación paracolaborar en el triunfo del golpe. Erauna amenaza real y basada en hechos yen medidas tangibles arraigadas en elreformismo republicano llevado a sus
últimas consecuencias, y que quitabaargumentos políticos a la izquierda másradical, en lugar de animarla a«acciones revolucionarias» para las queestaba imposibilitada.[22] Esta era larevolución que había que anular, la de laGaceta.
LO QUE REALMENTE SE HIZO: LASRELACIONES LABORALES, EL PARO
Con respecto a las medidas másestrictamente laborales (aunque algunasde ellas también eran de aplicación en elcampo) el impulso legal no fue tan
rotundo, pero no es despreciable, junto aotro paquete de medidas sociales másgenerales.[23] Se actuó en tres campos:la readmisión de despedidos, que estabaenglobada en el tema de la amnistía (eneste caso se trataría de una amnistíalaboral), el estudio de medidas dereducción del paro (en colaboración conObras Públicas), incluida la reducciónde jornada (que para los sindicatos erala misma cosa), y el restablecimiento delas relaciones laborales del primerbienio y sobre todo de los juradosmixtos (que para los sindicatos suponíannuevas bases de trabajo más favorablestras un parón de más de un año).
Para el primer aspecto hubieron decrearse comisiones para lasreadmisiones «con motivo de huelgaspolíticas, a partir de 1 de enero de1934» (Decreto del 28 de febrero, GMdel 29 de febrero),[24] con el objetivoespecífico de reponer las plantillas queexistían el 4 de octubre de 1934.Muchos obreros ya habían sidoreadmitidos, pero habían perdido suantigüedad y en muchos casos suscondiciones de trabajo anteriores aoctubre.[25] Las indemnizaciones noabarcaban todo el tiempo del despidopues no podían ser superiores a seismeses de salario y se realizarían listas
de «obreros colocados en sustitución delos huelguistas y que rebasen lasexpresadas plantillas». Se creó unacomisión en cada capital de provincia ytres especiales en Madrid. El nivel ycomplejidad de la represión en lacapital fue extraordinario, cuando huboque ampliar las comisiones a 14 porramas de industria (10 de marzo, GM de11 de marzo), más otra solo para losferroviarios, para atender las numerosasreclamaciones.
En el segundo capítulo se unió larestauración de los horarios anteriores aoctubre de 1934 (pues algunos habíansido suprimidos por legalismos
discutibles), lo que podría entrar en elcapítulo de la amnistía laboral, conmedidas contra el paro y de estudio dela reducción de la jornada. En parte a lalógica de la restauración de horariosrespondió el Decreto de las 44 horassemanales para los metalúrgicos (5 demarzo, GM del 7 de marzo), que habíansido aprobadas por los jurados mixtosde Barcelona, Zaragoza, Valencia yMadrid, pero que los gobiernosradicalcedistas habían anulado ennoviembre de 1934 (pasando de nuevo alas 48 horas). Pero solo en parte, porqueel alcance de las 44 horas era ahora todaEspaña. Nueva fue sin embargo la
reducción de la jornada ordinaria de laminería del carbón a 40 horas, con unmáximo de 44 horas para laboresespeciales (Decreto del 18 de junio, GMdel 21 de junio), que ya se hizo bajo lapresión de diversas huelgas en el sectorminero con ese objetivo. El horizonte delas 40 horas, la «semana de dosdomingos», que lograron lostrabajadores franceses por entonces anivel nacional, era algo que sevislumbraba como posible, comodemuestra la convocatoria para el 7 deseptiembre de una «Conferencia para lalimitación de jornada», para «estudiarlas posibilidades de la implantación de
la jornada de cuarenta horas de trabajosemanales» (7 de julio, GM del 10 dejulio). Que nunca se celebrara dichaconferencia no quiere decir que elhorizonte de las 40 horas no existiese ylos huelguistas de mayo-julio lo sabían(eso es lo que se concedió por ejemploa los de la construcción de Madrid),aunque entre los peones y albañiles dela construcción y los jornaleros delcampo abundaba la reivindicación delas 36 horas. Que el tema de la jornadase ligaba al asunto del paro, y no soloentre los sindicatos, lo demuestra elpreámbulo de dicho decreto: «aconsecuencia … de la grave crisis
económica que atraviesa el mundoentero, se ha producido e incrementadoel paro obrero involuntario en extensióny duración jamás conocidas … Lareducción de la jornada de trabajo enEspaña disminuiría seguramente la cifrade los parados forzosos».
Poco podían hacer contra el paro deotro modo los nuevos gobiernosrepublicanos en el contexto de laspolíticas prekeynesianas de la época,basadas en la deflación y la contraccióndel gasto público y los impuestos(ejemplificadas en las podas y recortesde Chapaprieta en 1935). Aun así, comoen otros casos, se apoyaron en la
legislación del bienio anterior, como laley Salmón de 25 de junio de 1935, quereformaron (pero no derogaron) pordecreto el 23 de junio (GM del 26 dejunio con rectificación el 1 de julio),ampliándolo al ámbito de los edificiospúblicos (incluidos hospitales yescuelas). Convertido en ley el 13 dejulio (GM del 15 de julio), respetaba enlo esencial la ley del ministro cedista.También intentaron facilitar créditos alos ayuntamientos con ese fin ypromovieron un ambicioso proyecto deley de obras en el extrarradio de Madrid(4 de mayo, GM de 6 de mayo), que seconvirtió finalmente en ley el 18 de
junio (GM del 19 de junio), cuando lahuelga general de la construcciónmadrileña ya estaba en marcha, sinembargo.
En ese sentido, y en mi opinión, loque se retrasó más e impacientó a lostrabajadores, y en particular a losugetistas, fue la reimplantación de losjurados mixtos, y con ellos la vuelta alas relaciones laborales anteriores aoctubre de 1934. Los plenos de esasinstituciones habían sido suspendidospor Decreto de 13 de diciembre de1934, y una nueva ley de jurados mixtosse había promulgado el 16 de julio de1935. Independientemente de las
modificaciones legales, las presidenciasy vicepresidencias habían sido purgadasde socialistas y ugetistas (sustituidos porjueces y fiscales) desde fecha tantemprana como el 10 de enero de1934[26] y al no haber elecciones paravocales ni plenos prácticamente ya en1935 dejaron de funcionar. Aunque ya elgobierno Portela había restablecido losplenos (22 de enero de 1936, GM del 24de enero), era imposible que colaborasela UGT con ellos en esa situación. Elestar fuera de estas instituciones y lareacción patronal de 1934-1935contribuyeron también sin duda a loscambios estratégicos de la UGT frente a
las huelgas. Enrique Ramos y Ramos,ministro de Trabajo (de IR), volvió aconvocar a plenos, destituyó y nombró anumerosos presidentes y vicepresidentesde jurados mixtos y abrió el plazo paranuevas inscripciones en el censoelectoral social, pero sin reponer lalegislación anterior. Hubo que esperar asu sustitución por Joan Lluhí (deEsquerra Republicana) el 13 de mayo ynada menos que al 30 de mayo para quese decidiera el gobierno a derogar la leyde 1935 y poner en vigor la denoviembre de 1931, lo que suponía elcese inmediato de los funcionariosjudiciales y fiscales que los presidían
(GM del 2 de junio). Aun así, esto nosolucionaba todo y a partir del 7 dejunio se fueron abriendo los plazos parala elección de vocales en jurados mixtosde toda España (empezando, comopuede verse en la Gaceta, por ordenalfabético con las provincias queempezaban por A, B, C, etc.) ynombrando jurados mixtoscircunstanciales para intentar resolverlos conflictos ya en marcha,particularmente en Madrid: el de laconstrucción (a partir de 15 de junio,GM del 16 de junio), el de la madera(30 de junio, GM del 11 de julio) o elde la hostelería (15 de junio, GM del 20
de junio), aunque este ya se habíaterminado por entonces. Un tercer vectorlo abrió la necesidad de aprobar nuevasbases de trabajo a nivel nacional paragremios como la banca (convocatoria deconferencia del 12 de junio) o la «granindustria química» (convocatoria deconferencia del 3 de julio quefuncionaría como jurado mixtocircunstancial). Las elecciones parajurados mixtos en muchas provinciasnunca se llegaron a celebrar, al menosantes del 18 de julio.[27]
Este vacío legal de más de tresmeses facilitó los acuerdos de la UGTcon otros sindicatos como la CNT y el
STV (Solidaridad de TrabajadoresVascos), reacios los primeros a acudir alos jurados mixtos y reacios lossegundos a acudir a las huelgasreivindicativas. Buena parte de lashuelgas planteadas entre mayo y julio enlas ciudades, cuando repuntaron endistintas zonas, se plantearon con la ideade lograr unas nuevas bases de trabajofavorables aprovechando la oportunidadque se presentaba, con la esperanza deque fuesen convalidadas por los nuevosjurados mixtos, o en su defectomejorasen sustancialmente lascondiciones sufridas tras octubre. Encualquier caso, cuando se intentó
resucitar el tejido mediadorprácticamente comenzaba la huelgageneral de la construcción de Madrid,una de las más colosales de esos meses(el 1 de junio). La coincidencia no fuecausal y los periodistas le preguntaban aJoan Lluhí si la restauración de la leyLargo Caballero de jurados mixtosencauzaría la huelga de la construcción,a lo que «contestó que ese es su deseo, yque con vistas a ello se ha llevado muyrápidamente la aprobación de la citadaley».[28] Aunque esto no eraresponsabilidad enteramente de Lluhí, elrestablecimiento de los jurados mixtos,«a la antigua» se podría decir, se dilató
en exceso y solo se puso en marcha conla presión de las huelgas encima.
Como puede colegirse, y con losdefectos que se quiera, no puedenafirmarse sin más dos cosas muy tópicasy habituales: que el gobierno nocumpliese estrictamente el programa deenero de 1936, que es en líneasgenerales, como se ha expuesto aquí, loque estaba haciendo en estas materias, yque el gobierno no tuviese suficientevoluntad política para llevarlo a cabo.La impresión es que todo iba bastantemás deprisa que en el primer bienio, enparte por las lecciones de laexperiencia, en parte por la gran presión
de la movilización política y social, muyaguda y elevada. Por lo tanto no pareceen absoluto, como a veces se ha dicho,en particular por cronistascontemporáneos suyos, que ni gobernabani llevaba la iniciativa legislativa (deconsuno con las Cortes).[29] Otra cosa esque no gustase lo que legislaba o quepareciese que iba a la deriva del oleajepopular por la considerable presiónpopular y sindical que estabarecibiendo. Dicha presión, que hacía deacicate pero a la que tambiénparcialmente animaba la propia laborgubernamental, es decir, la granoportunidad política que se presentaba,
podía verse entonces y muchos la venhoy como un estorbo y un inconvenientepara ejercer esa misma labor. Y eso porlos incidentes violentos que provocabade continuo y la imagen anárquica y deimpotencia que a veces daba, enparticular, aunque no únicamente, entrelos medios conservadores, muydispuestos a vender ese discurso, atroquelarlo después tras la guerra y amitificarlo durante décadas sin ningunaoposición, llegando sus ecos hasta hoy.Pero la experiencia previa de los queprotagonizaban esa movilización, y enparticular los trabajadores urbanos yagrarios de mayor o menor cultura
sindical, les indicaba que sin suagitación nada se movería en las altasesferas y que la legislación se quedaríaen papel mojado. Esa es la granparadoja de la época: que losbeneficiarios de la tarea del gobiernoestaban convencidos de que sin sumovilización no habría tales beneficios,se retrasarían mucho o serían tanfrágiles como los bandazos electoralesmostraban. La violencia que generaba,difícil de eludir en una democracia deentreguerras como la española,provocaba esa visualización de la«rebelión de las masas», el ectoplasmade la revolución que tanto temían las
clases dominantes, la clase mediaconservadora y, entre otros, losmilitares.
EL CAMPO SE MUEVE: LA PRESIÓN DELOS CAMPESINOS Y SUS NUEVASTÁCTICAS
Por tanto, la otra gran novedad delperiodo residió en la formidablemovilización sociolaboral, campesina eindustrial, que de alguna manerarespaldaba al gobierno, pero a la vezamenazaba con desbordarle y que nohabía tenido parangón en la historia de
España hasta el momento (podríaargüirse que sí contra el gobierno, perono, más o menos y con los matices quese quieran, a su favor). Como ya se hamencionado, las protestas,movilizaciones, ocupaciones de fincas yhuelgas (por limitarnos al repertoriosociolaboral más ortodoxo) ibanestrechamente unidas en ocasiones a lasiniciativas legislativas. Por motivos debrevedad no puedo analizar conexcesivo detalle aquí lo que he llamadoen otro lugar «las protestas deltrabajo»,[30] pero sí conviene recordaralgunas conclusiones que completan loaquí expuesto y, espero, contribuyan a
hacerlo más comprensible.El mito de la oleada de huelgas sin
parangón en el campo español en 1936,y a falta de unos datos más precisos,debe desmontarse, o al menos matizarse.Las huelgas agrarias abundaron en elprimer bienio (con gobiernorepublicanosocialista, no se olvide) ypor tanto no se ajusta a los hechos que laUGT, o si se prefiere la FETT, fuese unsindicato moderado, que simplemente seradicaliza a partir de noviembre de1933 por motivos puramente políticos(la salida socialista del gobierno, elcaballerismo). La mayoría de losestudios locales que pueden consultarse
apuntan a que el número de huelgasagrarias entre 1931 y 1933 (enparticular ese año y ese verano, muyconflictivo) fue mayor que en 1936.Aunque 1936 solo es un semestreincluye los meses más conflictivos parala negociación de las condiciones de lacosecha (junio-julio). En la Granadarural se pasó de 31, 29 y 24 huelgas enlos tres primeros años de la República a6 en 1936; en el Jaén rural (unaprovincia de gran activismo socialista)hubo 57 y 87 en 1932-1933 y 14 en1936; en el campo cordobés, 69, 30 y 95en el primer trienio, 24 en 1936; en elsevillano, 75 y 60 en 1932 y 1933 frente
a 22 en 1936; en La Rioja «en realidad,el número de huelgas no es mucho máselevado que el que hemos visto en otrosveranos anteriores».[31] Desaparecidaslas insurrecciones en pro del comunismolibertario, también se redujeron lasmasacres tipo Castilblanco, Arnedo,Casas Viejas y Villanueva de la Serena.En esta línea el número de detenidos porla Guardia Civil en el primer semestrede 1936 (más de 25 109 hasta junio) esla mitad que en las mismas fechas de1933 (50 432) y 1934 (51 570), y solomil más que en 1932, año no obstantecuyo total arroja más de 60 000detenidos. Datos difícilmente
explicables en un estado de completaanarquía rural. Raramente se argumenta,sin embargo, que entre enero y junio de1933 o 1934 en España se viviese en unestado de subversión y violenciapermanente y sin igual, pero, claro,habría sido muy distinto siinmediatamente después hubieseestallado una guerra civil.[32]
Eso no quita para que hubieseincidentes estrictamente sociolaboralesgraves en el campo de al menos trestipos. En primer lugar, parece que enprovincias o comarcas casi vírgenes enconflictividad rural en años anteriorespuede que repuntasen las huelgas e
incidentes, hasta entonces exóticos, alcalor, o como se decía en el argothuelguístico al humo, de lo que habíasucedido en otras partes. O simplementeporque las organizaciones sindicales ycon ellas las reivindicaciones yrepertorios tardaron más en arraigar enestas zonas. Por ejemplo en Castilla-León o en Castilla-La Mancha (Albaceteo Ciudad Real).[33] En segundo lugar, enbuena parte el modus operandi de lashuelgas retrocedió ante las entradas entierra ajena, motivadas por el impulsodel IRA a la moribunda reforma agrariay los asentamientos rápidos, la presióndel paro rampante, agravado por las
lluvias de principios de 1936, y larepresión sobre los sindicatos agrariosdesde junio de 1934, y ni mucho menosreconstruidos del todo hacia julio de1936. En esas condiciones era paraellos menos costoso refinar ciertasprácticas de jornaleros y yunteros, esdecir, laborar en fincas que no eran desu propiedad, que organizar un paro,mientras que la restauración en buenamedida en 1935 del orden tradicional enel campo y la desaparición de lashuelgas conllevó la proliferación de lasprácticas endémicas de la protestasocial tradicional en el campo español,como los delitos y robos en las fincas,
que al parecer se incrementaronnotablemente en la mayoría de los casosbien estudiados. Estas incursiones enpropiedad ajena yo las he clasificado deforma simplificada en invasiones (a labusca de sustento directo, es decir, fruta,espigas, leña o caza), sin sustrato legalalguno pero más toleradas; trabajos altope (en su acepción sureña significaemplear toda la mano de obra que unafinca puede asumir, a la búsqueda dejornal), que se podía apoyar en las leyesde Laboreo Forzoso y las Comisiones dePolicía Rural (sobre todo con alcaldessocialistas), y ocupaciones (conintención de roturar y por tanto
quedarse), necesitadas para prosperarde respaldo legal, que podía dar el IRAa través de la ley de Reforma Agraria, laintensificación de cultivos, las cláusulasde «utilidad social» o el rescate decomunales («que lo que era del comúnvuelva al común», según lareivindicación secular campesina). Enellas el objetivo prioritario eran lasfincas susceptibles de entrar en esossupuestos.[34]
No quiero decir que este repertoriono existiese ya, pero sí que se extendiócon singular éxito, profundidad yextensión. Epítome de lo antedicho, y esel tercer tipo de conflicto, sería el
incidente del 29 de mayo en Yeste,choque entre campesinos y GuardiaCivil y masacre que podría compararsea las mencionadas de años anteriores.Ocurrió en Albacete, una de lasprovincias menos conflictivas de laRepública hasta entonces.Significativamente fue la consecuenciade una ocupación de una finca que habíasido comunal en el pasado (o así almenos lo consideraban los campesinos),ahora en manos del cacique del pueblo.Bueno, en realidad el origen es undesacato a los guardias civiles posterioral desalojo de la finca. En cualquiercaso, el incidente que provoca la
matanza muestra hasta qué punto sehabía avanzado en este aspecto, pues fueun enfrentamiento desgraciado justocuando la mediación ante los agentes dela Guardia Civil para la liberación deunos jóvenes parecía haber dado susfrutos y todo ocurrió lejos de ladisputada finca que había motivado todoel pleito.[35]
LA CALLE SE MUEVE: LA PRESIÓNSINDICAL EN LAS CIUDADES. EL ICONODE MADRID
Con respecto a las huelgas en
industrias y ciudades, como ya hereferido, la coyuntura facilitó elentendimiento entre las organizacionessindicales: permitía que la CNT,enemiga de los jurados mixtos, sesumase a la unidad de acción con otrossindicatos, y que la STV, beneficiada dela neutralización de la UGT en los años 1934-1935, pero que a la vez no habíaapoyado claramente a los gobiernosradicalcedistas, fuese a la huelga enunión de la UGT (y la CNT, algoinsólito) en Vizcaya y Guipúzcoa.[36]
Todo esto, como es obvio, alimentadopor el entusiasmo de la «reconquista» defebrero de 1936, el espíritu revanchista,
que no debe menospreciarse, y lastendencias unitaristas, fortalecidas porel mito de octubre y de la UHP. Laflexibilidad de la UGT, punto deencuentro más o menos natural de estastendencias, llegó a tal punto que laautonomía de las secciones locales de laUGT a la hora de declarar huelgasalcanzó su grado máximo durante laprimavera de 1936. Esto fue criticadoabiertamente por el sector prietista delPSOE, pero también por el PCE (y mástarde por numerosos historiadores), quelo interpretaron como undesbordamiento de las bases, unapérdida de identidad de la Unión a favor
de la CNT y una estrategia deliberadade radicalización pueril quedesestabilizaba al gobierno.[37] Encualquier caso, parece evidente que laUGT durante la primavera de 1936 y encasi todas las provincias sufrió unauténtico aluvión de afiliación, peroademás de «reafiliación» (trabajadoresque habían abandonado temporalmenteel sindicato en el bienio anterior peroque retornaban ahora) y de absorciones(no solo de la CGTU, el sindicatocomunista, sino también de sindicatosautónomos y de cuello blanco, porejemplo en Cataluña). Este dato esfundamental para entender cómo las
tácticas y estrategias de la UGTtradicional debieron de alterarseindudablemente en las ciudades ante talcrecimiento de la afiliación en flecha,que amenazaba con romper todas lascosturas del sindicato. El crecimientougetista es muy detectable incluso en lospropios feudos de la CNT, como Sevilla(podría hablarse de sorpasso) oCataluña, allí dirigida por comunistasexcenetistas.[38] Esto coincide con loque sabemos de la CNT, bastante máspragmática que cinco o tres años antes,en franco retroceso no solo en Sevilla yBarcelona, sino también en Valencia, yun tanto descolocada tras octubre de
1934 y ante los puños en alto que selevantaban por doquier.[39]
Sin duda esto contribuyó a que enaquellas ciudades donde la hegemoníacenetista aún era importante, comoZaragoza, Barcelona o incluso Sevilla,el despliegue de conflictos fueracomparativamente menor que en otraszonas y de mucha menor violencia queen las auténticas batallas campales delprimer bienio, siguiendo la pauta quevimos para las huelgas agrarias. Elnúmero de huelgas en Zaragoza en 1936fue de una (de ferroviarios) frente a másde 30 todos los años en 1931, 1932 y1933; en Sevilla hubo 13 huelgas,
concentradas en mayo y junio (frente a67 en 1931 o 27 en 1933), y 9 de ellasen conflictos muy localizados, sin unasola huelga general, algo excepcional enSevilla, donde hubo 15 huelgasgenerales entre 1931 y 1934 (12 soloentre 1932 y 1933).[40] Por el contrario,la ofensiva de la CNT en Madrid, através de sectores menos cualificadoscomo la hostelería o la construcción,aumentó su presencia de formarelevante, cuando menos.[41] Encualquier caso, la ecuación seguíasiendo la tradicional, cuanto mayorcrecimiento de la UGT frente a la CNTmenos huelgas y más moderadas, por lo
que la radicalización sindical ugetista de1936 es cuando menos discutible (otracosa serían las Juventudes Socialistas,luego JSU). Por lo tanto, puedeconcluirse que la recuperación sindicalfue muy rápida a través de unamilitancia de aluvión, que amenazó conromper el equilibrio sindical en algunaszonas (no siempre en el mismo sentido),y que extendió las huelgas (como en elcampo) a sectores de la produccióninéditos en su faceta reivindicativa oasociativa hasta la fecha (de mano deobra femenina, como las sastras yperfumistas de Madrid, pero tambiénmasculina, como los toreros de la Plaza
de las Ventas, los marinos de Vizcaya olos dependientes y oficinistas deMálaga).[42]
En buena parte de las huelgas lapreocupación por liberar el mayornúmero de trabajadores del drama deldesempleo (y la certeza de que lasinstituciones eran impotentes en estecampo) se convirtió en una prioridadsobre cualquier otra. Tradicionalmente,el desempleo no proporcionaba elmedio más adecuado para lacombatividad sindical al obstaculizarlas huelgas y debilitar a lasorganizaciones, enfrentando a unoscolectivos de trabajadores con otros,
sindicados o no. La competencia sobreel puesto de trabajo se agravó por elretorno de los represaliados ydespedidos de octubre, que exigían enprimer lugar el despido de los«nuevos», generalmente menoscualificados, peor remunerados yprotegidos por sindicatos católicos, másdóciles. A estos trabajadores se lesexigía la afiliación en los sindicatosdominantes y que esperasen en ellos su«turno». Buscar soluciones para el paroa través del reparto del trabajo y lareducción del horario se convirtió entema sindical casi prioritario, enparticular en el caso de la CNT, que no
admitía la intervención de lasinstituciones. La CNT además teníabuena parte de su clientela en losbarrios periféricos de las grandesciudades, de inmigración más o menosreciente y con peores condiciones dehabitabilidad, poblados de trabajadoresde baja cualificación.[43]
Lo expuesto anteriormente sirve paracomprender la novedad, la virulencia yla audacia de ciertas tácticas yprácticas, vistas incluso por veteranosdirigentes sindicales comomaximalistas. Se hicieron sentir enparticular a partir de mayo, cuandomuchos despedidos ya habían sido
readmitidos y las organizaciones yahabían tenido tiempo de reorganizarse yplantear nuevas bases de trabajo ydemandas salariales. Por ejemplo, lapresión de los parados y el cierre deempresas en crisis creó unamovilización novedosa, aunque muyminoritaria, como es la huelga de brazoscaídos, nombre dado en España a lashuelgas con ocupación del centro detrabajo (en Francia sur le tas, ycaracterística allí de las huelgas de laprimavera/verano), que se dieron en elmetal, los astilleros de Cádiz y algunasgrandes fábricas y minas. Los sindicatosmás afectados por el paro y más
radicalizados presionaban en torno altema de las 36 horas, que ligabanindefectiblemente al reparto del trabajo.Esta jornada, que ya formaba parte delas reivindicaciones agrarias, seconvirtió en un objetivo de laconstrucción, antes incluso de recibir elplacet del Congreso cenetista deZaragoza en mayo de 1936. En doshuelgas en particular las 36 horas fueronel meollo de sus peticiones: en Madrid,donde ya formaba parte de las nuevasbases de trabajo en abril, y que encallóen una colosal (unos 80 000trabajadores de Madrid y alrededores) ylarguísima huelga, comenzada el 1 de
junio y aún sin solucionar del todo el 18de julio; y en Sevilla (en junio), pero eneste caso siguiendo las directrices deZaragoza, donde pudieron aprobarse sinconflicto, algo que demostraba quizá elescepticismo patronal sobre lasposibilidades reales de que seaplicase.[44]
En este contexto altamentecompetitivo entre sindicatos por captarmilitancia, las dimensiones deldespliegue huelguístico y la aparición dela violencia en el transcurso de lashuelgas dependieron sobre todo de esecomplicado equilibrio de fuerzas entresindicatos, la capacidad de
colaboración y/o competencia entreellos, el grado de desconfianza en losjurados mixtos (lo que favorecía laacción directa y el acercamiento a laCNT) y la virulenta presión de losdesempleados. Los casos más graves depugna intersindical se dieron en Madrid,pero sobre todo en Málaga. En Madridse derivó del desenlace de la huelga dela construcción, cerrada en falso por laoposición del sindicato cenetista local aaceptar la decisión del jurado mixtoc r e a d o ad hoc (es decir,«circunstancial») y un laudo ministerialque concedía, entre otras cosas, las 40horas (procedimiento que sí había
aceptado, aún en otro contexto, con ungobierno radical en febrero de 1934).Esto separó a los dos sindicatos,mientras los trabajadores dirimían susdiferencias a tiros (al igual que en lahuelga del mismo sector en septiembrede 1933), como había sucedido ya en lahuelga de camareros de mayo-junio.Pero nada comparable a lo de junio enMálaga, donde los asesinatos desindicalistas ugetistas y cenetistas sehacían en los propios domicilios,teniendo como telón de fondo el controlde la distribución del pescado en laciudad.[45]
Pero, en cualquier caso, no existió
una dirección unificada y con un mínimode coordinación del movimiento, por loque la virulencia de la oleadahuelguística es muy desigual, y desdeluego está muy lejos de ser como lafrancesa, hasta cierto punto bastanteespontánea, pero donde además lostrabajadores ocupaban fábricas, tallerese incluso tiendas y grandes almacenes.Destacan poderosamente sin embargoalgunas localidades y en particularMadrid por la violencia en la pugnaintersindical antecitada y sobre todo porla visibilidad de la capital, que parecíaanunciar para un futuro (interrumpidopor la guerra y la dictadura) el liderazgo
y la centralización de las protestaslaborales en la línea de lo que ocurríacon París desde principios de siglo.[46]
En este sentido Madrid, la capitalpolítica, se convirtió en los crucialesmeses anteriores a la guerra en laimagen y escaparate privilegiado deestas huelgas, pero es que además allí sevisualizaban algunos de los elementosmás perturbadores de la violenciapolítica (atentados políticos ymagnicidios, activismo falangista,pistolerismo sindical y de las milicias) yen particular del envalentonamiento yrebelión de los de abajo, que tantoimpresionaba también en el campo. En
los meses de junio y julio llegaron aestar en huelga en Madrid más de 100 000 personas simultáneamente ypodían verse plazas de toros repletas depeones y albañiles, asambleas al airelibre con miles de personas en la CiudadUniversitaria alzando su mano paravotar, grupos de mujeres levantando elpuño ante los estupefactos viandantes,petardos y pedradas en los escaparates yterrazas de bares y restaurantes, todosalpicado con entierros multitudinariosde mártires con uniformadosescoltándoles y realizando el saludo a laromana o con el puño en alto.
Que fuese precisamente en la capital
de la República, una ciudad que sehabía visto durante décadas comocortesana y abúlica, donde ahora laviolencia y la lucha de clases sevisualizaban mejor, dejó su memoria enEspaña durante décadas y su sombra seprolongó más allá de la guerra y sudesenlace. Este era el centro del turbiónde anarquía y la capitana de larevolución que teóricamente venían acercenar ciertos militares. Fueprecisamente la ciudad ante la quefracasaron y este hecho conllevó unaprolongada guerra civil. La imagen deMadrid y su abusiva proyección a todaEspaña tuvieron un gran peso en la
difusión y construcción posterior delmito de la anarquía y la revolución queasolaban el país. Pero más allá delalboroto de la calle, en Madridresonaban los ecos de la Gaceta yacallarlos era el objetivo supremo.
U
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La «primaveratrágica» de 1936
y la pendiente hacia laguerra civil
José Luis LedesmaUniversidad de Zaragoza
NA LEYENDA NEGRA. No pareceexagerado describir así la imagen
tétrica que ha oscurecido durantedécadas la Segunda República y todavíamás sus últimos cinco meses. Sonbastante conocidos sus recurrentesargumentos: la guerra civil fue«consecuencia del fracaso de laRepública»; las «razones profundas» dela contienda estuvieron «en el colapsode la República, la destrucción de lademocracia a lo largo de la primaverade 1936 y en el proceso revolucionario»abierto en el PSOE; hubo todo un«desmoronamiento» y «crecientedesaparición de la legalidadconstitucional» como consecuencia delestallido de una «situación
prerrevolucionaria»; y esa situación seveía en «la politización de la Justicia»,en la «ilegalización y disolución degrupos y partidos políticos» de derechaso en «la manipulación del procesoelectoral» de febrero. Estosentrecomillados no provienen de algúnpanfleto de propaganda de la propiaguerra ni de las incontables páginas queel franquismo dedicó después ajustificar sus orígenes. Ni siquiera loshemos tomado de la variopinta literaturaensayística que desde principios desiglo a esta parte recicla los mitosfranquistas. No hace falta irse tan lejos.Pueden encontrarse hoy en día firmados
por un historiador en destacados mediosde comunicación, por ejemplo en unafecha tan significativa como el 75.ºaniversario del inicio de aquel conflictoarmado.[1]
Pero tan revelador como eso es cuálsigue siendo, como tres cuartos de sigloatrás, la columna nuclear de eseargumentario. La clave última de todo eltramo final de la República estaría en la«gran oleada de huelgas … confrecuencia acompañadas por laviolencia», la avalancha de «incendios ydestrucción de la propiedad», la«ocupación ilegal y violenta deiglesias», la conculcación del orden
público y la «subversión de las Fuerzasde Seguridad». De hecho, lo que hubo enlos meses previos a la guerra no habríasido una reforma, «sino un procesoprerrevolucionario violento», y lacontienda no la ocasionaron con suimpaciencia las derechas; al contrario,lo que habrían mostrado fue«paciencia», porque durante cinco añosno reaccionaron «con violencia a laviolencia». Dicho de modo más tajante,«el factor determinante del colapsorepublicano fue la gran extensión de laviolencia política».[2]
Semejante descripción de los mesesprevios a la guerra civil choca
frontalmente con el grueso de lahistoriografía que ha estudiado eseperiodo durante las tres últimasdécadas. Pero por eso mismo resultasignificativo que siga ofreciéndose 75años después. Lo es de la pervivenciade la mitografía franquista en general, yen particular de ese cuadro de unainsoportable «primavera trágica» tantrufada de sangre y muerte que habríasupuesto una imparable pendiente deviolencia hacia la guerra. Y lo estambién de cómo la historiografíaacadémica no tiene fácil extender susresultados frente a otros relatos máspublicitados desde distintos sectores
mediáticos y políticos. Las páginas quesiguen proponen una mirada a laviolencia existente durante los mesesque mediaron entre las eleccionesganadas por el Frente Popular y elestallido de la guerra. O, para ser másexactos, tratan de revisar el tópico de lasupuesta deriva violenta que habríaprecipitado el conflicto bélico, paradiscutir lo que había en él de real, dehipérbole o de pura fabulación. Ha sidoy es aún una clave axial de lasrepresentaciones más comunes sobre laprimera mitad de 1936, y aun delconjunto del quinquenio republicano, ysupone un nudo gordiano en toda
discusión sobre los orígenes de laguerra civil.
EL CULTIVO Y ARRAIGO DE UN TÓPICO
La visión sanguinolenta de la etapaconocida como del Frente Popular, oprimavera de 1936, fue la másrecurrente cuando la propaganda deFranco se refería a los meses previos ala guerra. Es donde más y mejor se hanreconocido siempre los enemigos de laRepública. En realidad, ni siquiera hizofalta esperar al inicio del conflicto. Esaimagen formaba parte del discurso
político de las derechas durante losmismos meses a los que se refería. Laimagen fue difundida a los cuatrovientos por la prensa conservadora y loslíderes de la oposición parlamentaria.Son bien conocidos los discursos en lasCortes de Calvo Sotelo, el 15 de abril, ode Gil Robles el 16 de junio, quepintaban un panorama apocalíptico. Unmes después, con el primero reciénenterrado, el segundo aportaba laversión luego más repetida. Denunciabael «estado de anarquía y subversión» enque vivía España, aportaba una nuevacontabilidad de actos de violencia«plenamente comprobados» y acusaba a
las izquierdas de excitar a «una políticade exterminio» y de conformar ungobierno «del fango y de la sangre».[3]
El estallido de la contienda, pese a laorgía de muerte que desató, no minimizóel espacio que ocupaba el tópico de lasviolencias previas. En sus mismosalbores, aparecía al comienzo delprimer mensaje radiado de Franco,conocido como «Manifiesto de LasPalmas», o del bando de Queipo deLlano en Sevilla, y siguió haciéndolodespués en un sinfín de declaraciones odocumentos, como por ejemplo la CartaColectiva que los obispos españolesdirigieron al mundo católico en 1937.[4]
Acabada la contienda en 1939,tampoco la posguerra extinguió lostópicos sobre la preguerra. Sobre todocuando aún no podía esgrimir unalegitimidad de ejercicio, la dictadurainsistió hasta la saciedad en sulegitimidad de origen, la victoria en laguerra civil. Como para eso había quehacer «justa» esa guerra, nada mejor quesubrayar la supuesta ilegitimidad de laRepública contra la que se produjo elgolpe y se libró la contienda. Y a eserespecto, lo dejó muy claro la comisiónque creó el Ministerio de Gobernaciónpara demostrar la «ilegitimidad de lospoderes actuantes en 18 de julio». El
fa mo s o Dictamen que recogía sustrabajos dedicaba una de sus cuatrosecciones a la «ilegitimidad de origen»y otra a la «ilegitimidad en el ejerciciodel poder», y dos de los tres apartadosde la segunda se dedicaban a su vez alos «incendios, despojos y asesinatos»que el gobierno «tolera y alienta» y alatentado contra Calvo Sotelo. Es más, lorelacionado con este tópico ocupa hastacuatro de los siete argumentos que seesgrimen en las conclusiones paraexplicar la ilegitimidad de la República.El balance final era nítido: ante esailegitimidad, el «Alzamiento» no era unarebelión, sino apelar a «resortes legales
de fuerza» para «restablecer la moral yel derecho».[5] A ello conducía el troposobre la primavera sangrienta. Setrataba de pintar un cuadro tétrico de laetapa final de la República basado en elcaos, la anarquía y la persecución contralas derechas para hacer de ella unrégimen ilegítimo. En tal caso, lo que síresultaba lícito era rebelarse contra ellay quedaban justificadas la guerra civil,la dictadura resultante e incluso la ferozviolencia que ejercieron desde elprincipio los sublevados. Porque elrazonamiento ex post facto se cierraalegando que las violencias desatadasen la zona republicana desde el 18 de
julio eran la mejor prueba del carácterde guerra de clases del «FrentePopular» desde febrero, y que losepisodios violentos que tuvieron lugarentre uno y otro mes eran meros avancesque prefiguraban el «terror rojo» quetraería la guerra.
A partir de ahí, y siguiendo elmodelo del Dictamen, ocurrió con eltropo de la primavera sangrienta lo quecon el resto de las mixtificacionesfranquistas: que todos los instrumentosdel «Nuevo Estado» se pusieron alservicio de difundir su relato mítico.Los botones de muestra podrían serinnumerables. Muchos están en letra
impresa. Ahí están los relatos oficialessobre la guerra, como la célebreHistoria de la Cruzada española, o elalud de publicaciones de la literaturaheroica, martirial y memorialística deposguerra, muchas de las cualesencuentran que los horrores de la «zonaroja» y la «persecución religiosa» de laguerra civil ya se habían iniciadodurante los meses anteriores al 18 dejulio. Parecidas imágenes difundíanpublicaciones de carácter divulgativo,caso de algunas de las entregas de lacolección «Temas Españoles». [6] Claroque no les iba muy a la zaga unaliteratura con pretensiones de
academicismo y que se decía«histórica», y eso vale tanto si nosreferimos a obras de los años cincuentay primeros sesenta como si hablamos dela historiografía franquista que impulsóel Ministerio de Información y Turismoentrada esa última década. Porque,aunque limados los excesos de laretórica de posguerra, manteníaincólume la lectura en clave de«primavera trágica», «ambiente deguerra civil», «convivencia imposible»,«estado de paroxismo» o «profundanaturaleza cancerosa» del ordenpúblico.[7] Ahora bien, las vías detransmisión del tópico también
alcanzaron otros mecanismos desocialización de mayor alcance comolos noticieros del No-Do, el «cineheroico» de los años cuarenta, laliteratura fascista de posguerra y laenseñanza. El plan de estudios de 1938estipulaba que de la República y sutramo final interesaban «sus desastres,sus desórdenes, sus crímenes», y fueprecisamente eso lo que los manualesescolares de Historia y de Formacióndel Espíritu Nacional revelan que semostró sobre ese periodo a por lo menosuna generación de niñas y niños.[8]
Ninguna política de propagandapuede ser examinada en términos de
mera asunción pasiva por parte de lapoblación. Para ser eficaz, debecontemplar una mínima adecuación a larealidad que se moldea y ha de servirsede lenguajes que sean reconocibles poraquellos a quienes se dirige. Encualquier caso, muchos indiciossugieren que el tropo de la violenciadesbocada del Frente Popular arraigó.Fueron tantos los medios destinados apropagarlo, y tan largos los años durantelos cuales no hubo canales públicospara contestar el relato franquista, quelogró en buena medida sus objetivos yacabó permeando toda representación delos orígenes de la guerra civil. De
hecho, la trascendencia del tropo ha idomás allá, pues se ha convertido encolumna vertebral de algo que superaese relato y a quienes se identifican conél: la leyenda negra de la República.Ocurre además que ha llegado hasta hoymismo incluso en sus versiones másdisparatadas. Véase si no su presenciaen la para-historiografía del malllamado revisionismo neofranquista —mal llamado no por faltar a lo segundosino por venirle grande lo primero—.Los retratos que exhibe del tramo finalde la República son tan sanguinolentosque no tienen nada que envidiar a lapropaganda posbélica.[9] Pero no están
solo en los libros. Quizá ningún caso tansintomático como un documental sobre«El asesinato de Calvo Sotelo» emitidopor Telemadrid en julio de 2011, quemuestra el estallido de la guerra civilcomo la inevitable consecuencia de eseatentado. Cualquier otra coordenada delperiodo, contextualización o fenómenoparalelo —como la nimiedad de unaconspiración militar arrancada mesesatrás— simplemente desaparecen.
ESCARBAR BAJO EL TÓPICO
Una mirada superficial podría hacer
creer que todo esto pertenece al campode la propaganda y que bastaría conoponerle los resultados de lainvestigación histórica. No es siempretan sencillo. El guionista de esedocumental recién mencionado, como elautor del artículo de prensa citado alarrancar este capítulo, es historiador.Sin las estridencias de lo anterior, eltropo de la primavera violenta estátambién presente en una parte de lahistoriografía.
Lo está para empezar, en una versiónminorada, en la historiografía clásicasobre la República y la guerra civil,sobre todo la hispanista. Autores como
H. Thomas, Jackson, Payne o Broué yTémime, y luego otros muchos, dejaronen cueros las mixtificaciones franquistasy obligaron al régimen a modernizar susrelatos históricos. Sin embargo, lanaturaleza de síntesis, el «primado de lapolítica» y su uso preferente de fuenteshemerográficas y autobiográficas quecaracterizan a sus obras hicieron quesobredimensionaran la «atmósfera deviolencia» y «odio de clases» quevomitaban discursos parlamentarios,periódicos y memorias. El resultado esque hacen a menudo suyas las ideas dela primavera trágica y la «pendiente dela violencia».[10] Pero eso refleja a su
vez otro problema de fondo. Destilan uncierto teleologismo, que consiste encontemplar la República desde elprisma de la guerra civil y consideraresta como su ineluctable destino. Así,ante una guerra inevitable, el periodoanterior se concibe como la marchahacia la catástrofe. Pierde su autonomíapara reducirse a mero prólogo, preludioo primer acto de la guerra, y se hace másvisible aquello que prefigure susupuesto fracaso y su abrupto final ymucho menos todo lo demás.[11]
Pero el tópico aparece además sincortapisas en un grupo de autoresrecientes. Aunque en ocasiones
comparten obras colectivas y foros dediscusión con los para-historiadorespseudorrevisionistas, lo cierto es que sumanejo de fuentes primarias y respeto alas convenciones académicas impidenque puedan ser identificados sin más conellos. Pero su revisión tiene menos derenovación que de regreso a antiguosargumentos: las elecciones de febrero ylos meses siguientes habrían tenido lugaren un país sumido en una sangría dehuelgas y actos violentos que hacían deaquel «un periodo de crispación social»en el que «buena parte de España estabaen pie de guerra». Imperaba un«dominio absoluto del terror» y una
«metodología prerevolucionaria» y,como resultado, a mediados de julio, elgobierno «capitaneaba la revolución y laanarquía que se acercaban» y, ante la«violencia imperante», habían«desaparecido el Estado de Derecho yel imperio de la ley». Al margen dellenguaje trufado de símiles ligados alfuego y la sangre, quizá el mejor retratode esta lectura sea cómo un autor titulasus capítulos sobre el periodo: «ElApocalipsis huelguístico» y «Laviolencia: el imparable camino hacia laGuerra Civil».[12] Con todo, es S. Paynequien ofrece la versión más acabada.Además de volver a pintar el fresco de
una «generalización de la violencia» quehabría continuado «sin descanso» hastael final, da varios pasos más allá.Responsabiliza de casi todo a losrepublicanos por haberse embarcado enun «pacto diabólico con losrevolucionarios» que tendía a «laeliminación de la democracia y de lasfuerzas conservadoras de la política ysus instituciones». Encuentra que «lamayor parte de la violencia» venía delas izquierdas, porque «asumieron enprimer lugar la iniciativa» de usarlafrente a las derechas y porque la deestas era mera «respuesta» y la mayoríade las víctimas «fueron derechistas o no
simpatizantes de la izquierda». Ysugiere que, sin todo ello, el golpe deEstado de julio no se habría producido,porque solo se solventaron dudas ydivisiones «conforme avanzaba elproceso revolucionario» y semultiplicaban los actos violentos. Tan esasí que presenta el asesinato de CalvoSotelo como «el catalizador necesario»para transformar «una conspiracióninane en una poderosa rebelión» yafirma que se alzaba no contra unademocracia electoral, «porque eso ya noexistía en España», sino contra una«situación prerevolucionaria» de«coacción, ilegalidad y aumento de la
violencia».[13]
Así las cosas, ¿qué hay de cierto enel tópico? Entre el grueso de loshistoriadores, quedan sobre esto pocasdudas: hay bastante más de sinécdoque,hipérboles y fábula que de fotografíareal. Nutriente real para el tópico eranlas duras huelgas, episodiosanticlericales, enfrentamientos yatentados de esos meses. Pero la lecturacatastrofista que se hizo de esa situaciónreal es desproporcionada, veía asabiendas la paja solo en el ojo ajeno yestaba guiada por una estrategia deacoso y derribo al gobierno y a lapropia República. Eso es lo que se
desprende de sólidas investigacionesque llevan ya tiempo desechando lasviejas imágenes y ofreciendoexplicaciones de mayor consistencia.Ante el cuadro de las dos Españasfrente a frente , sabemos que habíatantas disensiones en el seno de los dosgrandes bloques improvisados para lapelea electoral que no está claro si loque definía el panorama político era lapolarización o más bien una agudafragmentación. Contra el supuestoradicalismo del gobierno, estahistoriografía concluye que no seencaminó por vía revolucionaria algunay que se limitó a retomar la senda
reformista del primer bienio. Y frente alconsabido cuadro de la «primaveratrágica» como escenario de una sangríainsoportable, se ha puesto énfasis en lasexageraciones de las retóricasmaximalistas y en la importanteresponsabilidad que cupo también a laestrategia desestabilizadora de algunasformaciones de la derecha, y se hasubrayado que la acción colectivaviolenta había alcanzado ya su pleamary estaba desde mayo en reflujo enfrentes como el anticlericalismo o lasinvasiones de fincas.[14]
Arrumbar el tópico no quiere decirque no haya bajo él una parte de verdad.
Soslayarla sería tan torpe como abrazarlos viejos clichés, al menos por dosrazones. Una primera razón para nohacerlo es que afrontar críticamente loque de real hay tras el relato franquistano es darle más cuerda sino antes biencontribuir a desactivarlo. Toda vez quesu abultada carga de exageraciones ymanipulaciones ha sido evidenciada porla historiografía, convendría no ir alextremo contrario y sugerir la imagensimplificadora de una República delFrente Popular aconflictual, aceptadapor casi todos y acosada apenas porunos cuantos espadones, prelados ypolíticos derechistas. Tal cosa sería
conceder a los mitos originarios delrégimen de Franco tanta importanciacomo para que tres cuartos de siglodespués sigan orientando —ahora comoreferente en negativo— la investigaciónhistórica. Eso es más de lo que merecen,y menos de a lo que debería aspirarnuestra literatura histórica.
La otra razón la verbalizaba, entreotros muchos ejemplos posibles, unmilitar republicano que evocaba pocodespués aquella primera mitad de 1936:«sería estúpido pretender que Españaera una Arcadia feliz en la que nopasaba nada», porque se tenía más bienla sensación de «vivir sobre un volcán».
Son muchos los testimonios que sugierenalgo parecido, y no es necesario recurrira los mil veces citados discursos de GilRobles y Calvo Sotelo o a las soflamasde los medios conservadores. Nisiquiera es preciso remitirse a lasamargas palabras que dedicaron a laúltima República hombres más o menosligados a la «tercera España» comoMadariaga, Ortega y Gasset, Pérez deAyala, Unamuno, Álvarez-Mendizábal oincluso Alcalá-Zamora.[15] También loshay en lo más granado de la izquierdadel arco político. El propio Azañadeploraba en febrero que su gobiernonaciera «con chamusquinas», y un mes
después lamentaba que «vamos cuestaabajo por la anarquía persistente enmuchas provincias» y «la brutalidad deunos y otros», y añadía que todo esoestaba creando «pánico» entre el«hombre neutro». En su famoso discursoen Cuenca, Indalecio Prieto enarbolabaun «¡basta ya!», contra «la sangríaconstante del desorden público sinfinalidad revolucionaria inmediata» ycontra la «anarquía desesperada» a laque conducía. Estrenando jefatura degobierno el 19 de mayo, CasaresQuiroga impelía a las organizaciones deizquierda a no imponer «huelgaspolíticas fuera de la ley», incautaciones
y, en suma, «actos de violencia que seanun trágala al Gobierno o una coacción»,con lo que hacía evidente que existían.A finales de junio, Miguel Maurareprobaba los «excesos y desmanes» yla sensación de que ya no se perseguíanlos incendios, asaltos, homicidios yagresiones a la fuerza armada. Y entradojulio, El Socialista censuraba que «elejercicio de la violencia como políticade partido» se estuviera extendiendohasta el punto de conducir a un«gangsterismo político». La mayoría deesos testimonios eran públicos, ergopodían estar sujetos a objetivospolíticos y tácticas de partido. Pero
también los hay privados yconfidenciales. Tampoco debe tomarsepor norma, pues se refiere a una de lasáreas más conflictivas, pero esreveladora la situación que describía elgobernador de Sevilla al ministro deGobernación: «envalentonamientoextraordinario de los elementosproletarios; estupor de los otros;anarquía en suma, y tanto mayor amedida que los pueblos distan de lacapital».[16]
Pero tanto o más significativo es elcontundente cuadro que, al menos hastadonde podemos recopilarlos, muestranlos datos y las cifras. Desde las
estimaciones lanzadas entonces por loslíderes de la oposición hasta hoy mismo,han sido varios los intentos de ponderarlas dimensiones de aquella violencia.Sobre todo se ha atendido al recuento desus víctimas mortales, que desde luegono es la única variable pero sí la mássignificativa y fácilmente mensurable.Las primeras estimaciones seriassituaron el obituario de los cinco mesesentre las elecciones de febrero y elinicio de la guerra civil en torno a los270 asesinados, aunque otro posterioreleva el cómputo a 454. El balance másreciente y fiable ofrece un total de 351víctimas mortales causadas en conflictos
de naturaleza político-ideológica,sociolaboral y simbólico-identitaria.Con una cifra así, la evidencia seimpone. Ningún otro país de la EuropaOccidental y Central registró, sin guerrade por medio, un periodo de cincomeses tan violento durante los añosveinte y treinta, ni siquiera la Italia de1921, los inicios de la Alemania deWeimar o la I República austriaca. Yalgo parecido cabe decir respecto delresto del siglo XX español: excluyendopor supuesto las mucho más sangrientasguerra civil y posguerra franquista, solola revolución de octubre de 1934 superaen víctimas a la larga primavera del 36,
cosa que no hacen la «Semana Trágica»de 1909, la huelga generalrevolucionaria de 1917, el pistolerismobarcelonés de los años siguientes o elterrorismo de la transiciónposfranquista.[17]
CONFLICTOS Y VIOLENCIAS ENTREFEBRERO Y JULIO DE 1936
La reciente investigación muestrapor tanto un panorama contundente. Sinembargo, revela asimismo que toda esaindudable violencia no fue una realidadhomogénea y unívoca, que presenta
distintos rostros, ritmos y dinámicas yque no puede ser capturada con losviejos clichés. En este caso, habríaquizá tres razones para desconfiar deestos últimos. Por un lado, que fueronpropagados por la misma publicísticaque no tuvo reparos en fabricar fábulas yburdas engañifas como la de la supuestaconspiración para instaurar en veranodel 36 una dictadura de obedienciasoviética. Por otro, que tampoco debenser verdades de fe las declaraciones delos contemporáneos en este casoofreciendo fotografías fúnebres delperiodo. Y es que, como nos recuerda unautor francés hablando precisamente del
Frente Popular galo, los historiadores nopueden seguir sin más a los políticos dela época estudiada, de derechas o deizquierdas, y «deben someter sus asertosa crítica».[18] Y por último, y sobretodo, que todo indica que las cosasfueron distintas de cómo las presenta eltópico de la pendiente violenta hacia laguerra.[19]
Si sometemos a escrutinio susdistintos argumentos, un primer punto ocuestión a abordar es que los últimosestudios matizan notablemente ladescripción de la primera mitad de 1936como escenario de un clima irrespirablede conflictividad anárquica y violencia
generalizada. Las cifras son las cifras yno tendría sentido minimizar latrascendencia de lo ocurrido. Ahorabien, tampoco se debe perder de vistaque, a la hora de evaluarlo, entonces ydespués, a sus dimensiones se unieronuna cierta sobreexposición y alguna queotra confusión. Porque confundir lascosas es, para empezar, meter en elmismo saco, por un lado, la ampliaconflictividad sociopolítica delmomento, con muy distintos ritmos yactores, y por otro sus mucho menosnumerosas derivas violentas. La primeraconstituyó un fenómeno de inusitadaamplitud y era el fruto de la gran
oportunidad política favorable que seabrió con la victoria del Frente Popularpara todo tipo de demandas ymovilizaciones, porque habíaorganizaciones que podían canalizarlasy un gobierno que al menos hasta mayolas permitía. Toda esa acción colectivase manifestó a menudo en «oleadas demovilización» y con una «enormepresencia» popular en la calle que paramuchos podían parecer amenazadoras,sugerir desorden y describirse entérminos de «masas» caóticas yagresivas. Pero en su mayor parte, sobretodo en las áreas urbanas, su móvil erareclamar de las autoridades derechos,
reformas, reconocimiento político ointervenciones favorables en terrenoscomo el laicismo o las regulacioneslaborales y, en su mayoría, su formatoinicial era el de la protesta ritualizada ylas acciones pautadas sin violencia.[20]
Por su parte, esta última debeexaminarse desde coordenadasespecíficas. En primer lugar, laviolencia de esos meses no fue evaluadasolo por su ya de por sí gravosodespliegue real. Fue ademássobredimensionada por la indudableatención mediática que recibió, por elinacabable eco que le dieron lospolíticos y medios conservadores y por
su particular concentración en algunasciudades. En ese sentido, Madrid resultócrucial. Coincidieron allí, por un lado,que fue de largo la ciudad que registrómás víctimas, cuadruplicando a lasegunda (44, 12,5% del total), y algunosde los episodios más llamativos (casode los ocho muertos del 16 de abril o elasesinato de Calvo Sotelo). Y, por otro,su propio carácter de capital, lo queimplicaba la presencia de poderosascajas de resonancia como las Cortes y laprensa nacional y una mayor capacidadpara crear escándalo por producirseante las narices de los centros del poderpolítico. En segundo término, fue una
realidad mucho más acotada que elgrueso de las acciones colectivas. No sepuede equiparar la «enorme presencia»en la calle con un pretendido ambientede omnipresente violencia. Esta noacompañó a todos los conflictos. Segúnuno de sus mejores estudiosos, «lasacciones pacíficas fueron mucho másnumerosas, aunque con menor alarma yrepercusión mediática que lasviolentas», y se añade a ello que,cuando la movilización derivaba enchoques sangrientos, eso obedecía nopocas veces a la entrada en escena deelementos externos como las fuerzas deorden público. Por si fuera poco, una
parte significativa de la acciónvirulenta, la de los atentados, noprocedía directamente de lasmovilizaciones masivas sino queconstituía una violencia «diferenciada,inconexa, dispersa».[21]
De modo que el grueso de laviolencia del periodo no nacía de unsupuesto gran conflicto o guerra socialdesatada que inundara todo el país yapuntara a la conquista o derribo delEstado. Era más bien la manifestación,frecuente pero en modo algunosistemática, de una conflictividadfavorecida por la estructura deoportunidades. Una conflictividad en la
que se conjugaban en diferentes dosislos vectores político-institucionales eideológicos —la competencia política ola presión al Estado para acelerar ofrenar reformas— y las reivindicacionesestrictamente sociolaborales ysindicales, y que presentaba unpanorama muy heterogéneo en elespacio, el tiempo y la actividadeconómica.[22] Dos fenómenos tansignificativos como los conflictosagrarios y las huelgas pueden plasmarlo.Ambos albergaron en su seno o en susmárgenes acciones violentas y son conseguridad los que más aportaron a laimagen del desorden insoportable y el
descenso a los infiernos.De una parte, el conjunto de huelgas
que se produjeron en los ámbitosurbanos. Sobre el contexto ymotivaciones de esas movilizaciones sehabla en otro capítulo de este libro, perocabe hacer aquí un par deconsideraciones. Lo que se registró en laprimavera del 36 fue toda una «oleada»de paros obreros e incluso, de mayo ajunio, un auténtico «frenesíhuelguístico». El fenómeno alcanzó unamayúscula trascendencia pública, y esono fue así solo por el número deconflictos, sectores y trabajadoresafectados. Se debía a la sensación de
desorden que produjo que, en algunasciudades, hubiera distintos parossimultáneos que lo detenían todo.Obedecía a la notable visibilidad que ledio tener su epicentro también en lacapital estatal, como ocurría al mismotiempo en París sin por ello conducir aun golpe militar. Y tenía que ver con losepisodios violentos que acompañaron avarias huelgas, así como con el hecho deque en algunos de ellos se produjeronluchas fratricidas entre la CNT y laUGT, que en Madrid o Málaga llevaronla lucha por el espacio sindical adisputarse calles y tajos a tiro limpio.En todo caso, el fenómeno huelguístico
se caracteriza por no haber alcanzadoapenas a varias áreas del país, incluidaslatitudes tan convulsas en años pasadoscomo Barcelona, Zaragoza, Oviedo oBilbao. Y lo define también que no todoen él era politización, al menos no en unsentido restringido del término. Más alláde las retóricas de algunos líderesobreros, tenía como clave central undoble eje. Por un lado, y acaso sobretodo, una dimensión sociolaboral,porque la mayoría de los paros nacíancomo modos de presión sobre laaplicación de la legislación laboral ysobre la negociación de las bases detrabajo. Y por otro, como se ha
estudiado para el coetáneo caso francés,una «dimensión ética» e identitaria, enel sentido de que las huelgas afirmabanla identidad, peso y dignidad de la claseobrera en cuanto grupo social generadorde trabajo, riqueza y progreso social.[23]
Algo similar desprende laconflictividad en el agro peninsular. Lavictoria del Frente Popular extendióexpectativas de cambio que fueronpercibidas por muchos como la ocasiónde retomar las políticas reformistas de1931. Las fincas de la «extinguidanobleza», se escribía desde tierrasabulenses al ministro de Agricultura,podrían «mitigar la dolorosa y trágica
miseria» de los campesinos de la zona yeso mostraría «que no era propagandaelectoral las promesas que se noshicieron por el Frente Popular». Deretomarlas y de superarlas, porque lashuelgas del primer bienio y el«revisionismo» del segundo habíanradicalizado a sectores campesinos dezonas como Andalucía. De hecho, lo quese superaba era la propia legalidadcuando se ocupaban tierras, seejecutaban labores impuestas a lospatronos, se amenazaba a estos o no seacataba a las autoridades. Algunosautores encuentran en los ámbitoslocales políticas simbólicas de
«exclusión de identidades enemigas»contra los sectores conservadores,movilizaciones «de desquite» y, almenos en el sur, una intensa «atmósferade revancha y de “justicia popular”».[24]
Y aunque el fenómeno se acota adeterminadas latitudes meridionales,otros muestran que incluso se abrió lapuerta para la creación de unas«milicias rojas» que, con carta blancagubernamental, impusieron «por laviolencia o la amenaza de ella»condiciones laborales y salarios«insoportables» para los propietarios,así como controles de carreteras, peajes,multas, coacciones y hasta detenciones
irregulares a los refractarios a esascondiciones.[25]
Lo que no está tan claro es que esoconstituyera todo un escenario deverdadera revolución social, porquetodos esos «poderes emergentes decarácter popular» carecían de un«proyecto político común» que llevara a«asumir el control a escala nacional, osiquiera regional, provincial ocomarcal», y porque socialistas, PCE yCNT no estaban por entonces «encondiciones o con voluntad de impulsary vertebrar una auténtica ofensivarevolucionaria». Lo que había tras elenorme número de huelgas agrarias y la
«aceleración» de la reforma agraria,palabrería de dirigentes y prensa departido al margen, podría resultardecepcionante para quien busquemaximalismos apocalípticos. Por unlado, la favorable oportunidad políticapara la protesta y la decisióngubernamental, real o retórica, derevitalizar las reformas. Por otro, elmarco de un mercado laboraldramáticamente depauperado por lacrisis económica y el paro, y el intentopor parte de los sindicatos de recuperarcapacidad de intervención en suregulación. Ni que decir tiene quetambién el deseo de esas organizaciones
y sus bases en el sentido de reconquistarlo perdido durante el bienioradicalcedista, consolidar conquistaspara prevenir una nueva marcha atrás eincluso vengarse de las posicionesintransigentes de los medios patronales.Y por último, la impaciencia ydesconfianza, o las presiones desdeabajo nacidas de las condicionesimpuestas por el duro invierno anterior,los plazos de la sementera y la propiahambre, que «todo lo marcaba». Soncuestiones en apariencia prosaicas peropueden explicar por ejemplo unepisodio como la ocupación de 3000fincas del 25 de marzo, con el que «la
realidad se anticipó a la legalidad queno acababa de llegar». Hay aún otroargumento, y no menor. Las cifras sonsolo cifras pero también dicen cosas, yuna de ellas rebate otro lugar común. Elsur peninsular concentró el grueso deesa acusada conflictividad agraria, tantopor el número como por la intensidad delos litigios y luchas agrarias. Pero deltotal de víctimas que produjo laviolencia en todo el país entre febrero yjulio, y contra lo que cabría esperar, lamitad meridional supera solomínimamente a la septentrional.[26]
Otro cliché que tampoco sale muybien parado en la reciente investigación
histórica, segunda gran cuestión desde laque abordar este tema, es que laviolencia de aquel periodo fuera unasuerte de «persecución» comandadadesde el propio gobierno. Lejos denuestra intención defender a unosejecutivos que incurrieron en erroresestratégicos que resultarían fatales.Cierto es que se adoptó una políticagubernativa rigurosa con formaciones dela extrema derecha como Falange, cuyosdirigentes y afiliados fueron llenando lascárceles. Suele citarse a ese respecto lavoluntad de ser «beligerante con elfascismo», expresión de CasaresQuiroga en las Cortes el 19 de mayo, el
caso de Asturias y su gobernador civilRafael Bosque, o el de Valladolid, encuya prisión llegaron a juntarse casi 150falangistas detenidos. Sin embargo, hayun abismo entre todo eso e inferir laexistencia de todo un programarepresivo. El fin de esa política parecíaser no tanto aplastar a la oposicióncuanto obedecer a la fijación de Azañapor «consolidar» la República. Talobjetivo, poco subversivo, pasabaporque no se desmandara el ordenpúblico y por aumentar las basessociales del régimen. Y para ello seoptó por una doble estrategia. Por unlado, frenar en seco a los grupos
armados vinculados a la extremaderecha, cuya táctica violenta ydesestabilizadora era manifiesta. Porotro, evitar entrar en colisión con lasorganizaciones que sostenían algobierno para conjurar el riesgo deenajenárselas, y con ellas a sus bases.Algo similar puede decirse sobre elgravísimo asesinato de Calvo Sotelo. Sumuerte a manos de elementos de lasfuerzas de orden público fue con razónun escándalo inaceptable. Peor todavíapintaban las cosas con el hecho de queen el grupo que dio muerte al políticogallego hubiera civiles ligados a lasmilicias socialistas, lo que para algunos
parecía probar la deriva subversiva delEstado, o que desde este no se actuarade inmediato contra los responsables delhecho. Pero ni eso ni el desafortunadorifirrafe previo que Casares Quirogatuvo con la víctima en sedeparlamentaria autorizan a llamarlo«terrorismo de Estado», aunque solo seapor una razón: no se cometió siguiendoórdenes del ministerio sino más bien, loque no es poco, por propia y brutaliniciativa de un grupo de guardias ymandos vinculados al sector más radicaldel socialismo.[27]
Cosa distinta es que la políticagubernamental fuera parcial, arriesgada
y hasta contraproducente. Parcial porqueresultaba más dura con la extremaderecha que con el lado opuesto delespectro político. No en vano, so riesgode perder la calle, las autoridadessancionaron movilizaciones y prácticasque se saltaban la legalidad. Y por lomismo, para mantener el discurso derepresentación del «pueblo» que leshabía llevado al triunfo electoral, noprescindieron del lenguaje de«republicanización» del Estado y «esinnegable» que el gobierno y otrosgrupos políticos y sindicales«desplegaron políticas de exclusión».Contraproducente porque, aunque se
ganó un inicial margen de confianza porlos sindicatos y pudo funcionar en áreascomo Barcelona y Zaragoza, a la postreesa política no logró sus objetivosglobales: no integró en el proyectorepublicano a quienes estaban a suizquierda —o no tuvo tiempo de hacerlo— ni evitó que se le atacara conviolencia por el flanco derecho, habidacuenta que el acoso a Falange ladespeñó por la senda del terrorismo yno desmanteló la conspiración militarque estallaría en julio. Y arriesgadapuesto que es muy posible que, enmateria de orden público, se concedierauna autonomía temeraria a mandos
policiales y ayuntamientos identificadoscon las organizaciones del FrentePopular e incluso, en algunas áreasrurales del mediodía peninsular, a suscasas del pueblo, sindicatos y«milicias» locales. Eso sí, habrá querecalcar que no parece que esapermisividad alcanzara a todo el país.Tampoco en general alanarcosindicalismo, cuya principalcabecera afirmaba en junio que, si habíadicho ser beligerante contra el fascismo,en la práctica «el Gobierno esbeligerante … a la CNT».[28]
Sea como fuere, todo ello revelaproblemáticas diferentes que no tienen
que ver con una sistemática políticarepresiva contra la oposición. Nisiquiera con amparar las violenciasajenas, porque eso sería mezclar esacitada autonomía, que de mejor o peorgrado se otorgó, y una menos claratolerancia expresa hacia los asesinatos.Más allá de la agresividad verbalimperante en las Cortes, no hay pruebaalguna de actuación directa de losgabinetes de Azaña y Casares Quirogaen la violencia que salpicó el país. Lasmismas declaraciones que antesrecogíamos, de ellos dos y de otrosprohombres republicanos, no muestransolo que proliferara tal violencia. Como
otras muchas similares, indicanasimismo que las autoridadesrepublicanas y el socialismo centrista ladesaprobaban, fuera por razones éticas oestrategias políticas, y que eranconscientes de su fuerza corrosiva paracon la República. Lo apuntaba Azaña yaen febrero al referirse a las«chamusquinas» de ese mes: «elresultado es deplorable. Parecenpagados por nuestros enemigos».[29] Ala relevancia de la anotación se sumaque, como en este caso, esosdiagnósticos se hacían no solo de cara ala galería, sino también en formatos tanprivados como un diario, y que habrá
que tomarse en serio este tipo detestimonios, al menos tanto como los quepintaban en los mítines, el Parlamento ola prensa un cuadro infernal de anarquíay persecución.
Y hablando de esta última, se añadetambién que las chamusquinas a las quealudía el político alcalaíno eranepisodios anticlericales, y la«persecución» contra la Iglesia católicaha sido considerada paradigmática de lavirulencia frentepopulista. Sería necioignorar el papel de los republicanos yde la izquierda obrera en el conflictoanticlerical, por las arraigadas culturaspolíticas anticlericales que les
identificaban, por sus no siempreirreprochables políticas laicistas y porla aplicación local de las mismas amenudo sectaria. Una de las másevidentes muestras del vuelco en elpoder municipal tras las elecciones defebrero y de las nuevas movilizacionespopulares fueron acciones que buscabanreducir la presencia simbólica delcatolicismo, como prohibir lasprocesiones o el toque de campanas.Claro que eso apunta a una realidad queni mucho menos estuvo siemprecontrolada por el poder central, y nofaltan los indicios de que la legislaciónen este terreno se vio «desbordada» por
las presiones desde abajo y que lasautoridades dejaron hacer en esteterreno creyendo atenuar así otrasdemandas y formas de conflicto. En todocaso, resulta también útil recordar quela marea anticlerical estaba en reflujodesde mayo. Por no hablar de que algunaresponsabilidad cabía a la jerarquíaeclesiástica y a las organizacionescatólicas en el agravamiento del litigio,siquiera fuera por su cerril resistencia acualquier tipo de reforma, por haberllevado a una suerte de identificaciónentre la Iglesia y la derecha política ypor nuclear a su alrededor la«comunidad católica» que se construyó
como gran frente opuesto a la«comunidad popular» y a la mismaRepública.[30]
En realidad, las problemáticas a lasque aludíamos parecen apuntar a unacuestión no tanto de voluntad cuanto delastres y déficits en las capacidades,recursos, coordinación y eficacia delpoder central. Como es sabido, el delorden público fue «uno de los grandesproblemas» con los que tuvo que lidiarla República, siguió siendo una gran«asignatura pendiente», y el periodo delFrente Popular «condensó» todas laslacras que se arrastraban al respecto.Crear la Guardia de Asalto había
supuesto la aparición de un cuerpo másmoderno y leal al régimen republicano,pero no pudo ser suficiente para lanecesaria renovación de los mecanismosde coerción en un marco tan convulsocomo la República. Las sombras y retosno eran pocos. Ahí estaban la falta demedios y adecuada preparación de loscuerpos policiales, su arraigadaconcepción militarizada del ordenpúblico y la acusada politización queexperimentaron (en particular la dudosafidelidad republicana de la GuardiaCivil, y los vínculos de parte de laoficialidad de Asalto con partidosobreros). Así que no podía ser la
confianza lo que mejor definiera larelación entre el Frente Popular y susmandos, o entre la población y loscuerpos policiales. Claro que tampocofaltaron los problemas en el sentidocontrario. Conviene incluir en el análisisel impacto de la experiencia diaria delos miembros de esos cuerpos a la horade modelar sus actitudes políticas yrelaciones con la población, así como elhecho de que sufrieron la inseguridad ydesautorización resultantes del escasorespaldo político que se les brindó decara a defender la legalidadrepublicana. Se podría decir que lasautoridades pecaron por omisión.
Dejaron que el orden público se lesfuera a menudo de las manos, porqueevitarlo suponía poner a las policíasfrente a sus propias bases electorales,pero tampoco evitaron la subordinacióndel poder civil al militar, hasta el puntode que un autor encuentra que losgobiernos fueron en ese terreno«rehenes» de militares golpistas, oproclives a serlo.[31] En todo caso, lasfuerzas que debían ocuparse del ordenpúblico no resultaron un valladar seguroy eficaz para asegurarlo, y mucho menosun instrumento fiable del gobierno.Como muestra, todos los botones que sequiera, porque las sospechas y poca
fiabilidad se iban confirmando, junto amuchos otros episodios menores, con elasesinato de Calvo Sotelo, con suinoperancia para desarticular las tramasconspirativas o con la persistencia degravosos errores como la masacre deYeste.
De modo que no es fácil encontraruna dirección desde arriba de laviolencia, ni tampoco una actitud deamparo o explícita tolerancia. Pero elcaso de Yeste conduce además a otramanera de ver el problema. Confrecuencia se ha planteado si no hubo almenos desgobierno o incluso blandurapor parte del poder ejecutivo y sus
mecanismos de coerción. Tampoco estáclaro que hubiera tal cosa. Aunque fuerauna gestión fallida, los gobiernos deAzaña y Casares no se quedaron cortosa la hora de hacer prevalecer laautoridad gubernativa suspendiendo lasgarantías constitucionales. Alegando lagravedad de la situación, prorrogaron elestado de alarma desde que el primerollegó al poder en febrero hasta que elsegundo lo abandonó el 18 de julio yllevaron a cabo un sinfín de cambios degobernadores civiles. Más aún, RafaelCruz extrae la conclusión opuesta: másque desgobierno, lo que registraron esosmeses fue «un aumento del poder
despótico del Gobierno» a golpe dedecreto y legislación parlamentaria y através del «control político y policial»dirigido por el Ministerio deGobernación, gobernadores y alcaldes.Lejos de ser un fenómeno aleatorio, esamayor aplicación del «poder despóticodel Estado» fue proporcional a suincapacidad para implementar laspolíticas reformistas. Sin unaAdministración ni mecanismos deresolución de conflictos eficaces, «elproceso de “negociación” másutilizado» fue el control policial delespacio público, por lo general con un«despliegue desproporcionado de
fuerza». Y eso habría tenido unresultado previsible: que los medios deorden público fueran los mayoresactores de la violencia letal, porque amenudo esta última era resultado demovilizaciones pacíficas en las queirrumpían las fuerzas policiales. Seacomo fuere, habría aún otro aspecto aconsiderar, y es que la sublevación llegócuando se empezaba a corregir el«fracaso» del orden público. A partir demayo, parecía tomar cuerpo elcompromiso gubernamental derestablecer el principio de autoridad,algo que implicaba que el programa delFrente Popular tuviera como escenario
cada vez menos la calle y más elgobierno y la actividad legislativa, y quese traducía en la menor permisividadhacia las movilizaciones callejeras. El«Alzamiento» de julio cortó en seco eseproceso y hace que sea imposibledilucidar hasta dónde habría podidollegar.[32]
Un tercer punto desde el que afrontarlas violencias del Frente Popular es sutipología. La imagen más usual sobreellas ha sido la de unas prácticasvirulentas organizadas, en el sentido demuy ligadas a las principalesformaciones políticas en liza y a susgrupos armados y milicias, y guiadas
por la polarización ideológica entre lasderechas e izquierdas que habrían deguerrear a partir de julio. Los datos queaporta González Calleja suponen unnuevo mentís a los tópicos. Habría sidoen su conjunto «una violenciafuertemente atomizada ydesestructurada», porque las«masacres» fueron la excepción y lanorma «la confrontación de carácterindividual», el constante pero lentogoteo de muertes aisladas. Hasta 182 delos 236 incidentes que se saldaron conmuertos tuvieron una sola víctima,mientras que apenas son 20 los queregistraron más de dos asesinados y solo
se superan los cinco en Logroño el 14de marzo, en Madrid el 16 de abril y enYeste a finales de mayo (18). Lacasuística de los episodios letalesmuestra algo más. El atentado o larepresalia entre grupos políticosorganizados, pistoleriles e inclusoparamilitarizados, tuvo una notableincidencia, sobre todo en ciudades comoSevilla, Santander y Madrid; o comoValladolid, ejemplo de cómo su grupofalangista había adoptado comoestrategia «la práctica habitual de unaviolencia ciega» y, con la respuesta dela izquierda, empezó el siniestro juegode la acción-represalia.[33] Sin embargo,
esta forma de violencia no vale comoepítome de toda la que hubo en estosmeses. Las víctimas de esos casosrepresentan menos de un tercio del totaly apenas superan a las provocadas porepisodios impremeditados entreindividuos o grupos con bajo nivelorganizativo. Es más, el balance que sepuede extraer es que lo que predominófueron los «enfrentamientos de pequeñosgrupos descoordinados». Todo estotiene por lo demás una lectura en clavede la cartografía de la violencia. La granexposición y eco que rodeó a la que tuvolugar en las grandes ciudades llevó suimpacto bastante más allá de sus
dimensiones reales. De igual modo queveíamos un equilibrio entre los nivelesviolentos de las mitades norte y sur,también lo hay entre los de las áreasurbanas y rurales, aunque con una ciertaprevalencia de los pequeños núcleos oagrociudades sobre las capitales ygrandes urbes. De hecho, eso permitiríahablar incluso del «caráctermarcadamente localista» de laviolencia, lo cual apunta a actos lesivos«más espontáneos y menosorganizados».[34]
En cuarto lugar, es no menosimportante atender a los rostros de laviolencia, a los perfiles de sus víctimas
y victimarios. Ya veíamos que el tópicodescribe una violencia dirigida por lasizquierdas contra las derechas. Lasestadísticas más cuidadas y fiablesapuntan en otra dirección. Por lo quehace a los perpetradores de losepisodios violentos, cabría hablargrosso modo de tres grandes gruposbastante equilibrados. Siguiendo denuevo los datos de González Calleja, losindividuos y formaciones de las distintasizquierdas serían causantes del 28,4%de las muertes; sobre aquellosvinculados a las derechas pesarían el29,6%, casi la mitad de ellos atribuiblesa Falange; y otro 21,6% sería imputable
a las fuerzas de orden público, aunqueotros autores cargan sobre estas unporcentaje mayor que haría de ellas elprincipal agente ejecutor de laviolencia.[35]
Es necesario además añadir que,como en Yeste, la mayoría de losenfrentamientos achacables a esoscuerpos —sobre todo la Guardia Civil— tenían a menudo como víctimas agrupos e individuos poco estructuradosque protestaban de modo pacífico y sinarmas y que desde luego no solíanproceder de las clases propietarias.Porque todavía más revelador resultafijarse en los rostros de las víctimas.
Aquí el equilibrio es desde luego menory desmiente la idea de una persecuciónimplacable a las derechas. Vinculadas aestas estarían nada menos que el 29% delas víctimas, pero las que eran militanteso simpatizantes de las izquierdasalcanzan un mínimo del 42%. Se trataademás de un «cálculo conservador»porque se les podría sumar buena partede otro 23% de víctimas con identidadpolítica desconocida pero que cayeron amanos de las fuerzas policiales enconflictos protagonizados sobre todopor grupos ligados a sindicatos ypartidos de izquierda. El dato final loaporta lo que se sabe sobre el perfil
socioprofesional de los muertos. Es muydefinitorio que el grupo más castigado—cuadruplicando las cifras delsiguiente— es el de los obreros,jornaleros y empleados, y lo es al menostanto la muy reducida representación depropietarios, empresarios yarrendatarios.[36]
VIOLENCIAS PARA ANTES Y DENTRO DEUNA GUERRA
Con todo, más o menossobredimensionada, dirigida desdearriba o no, organizada o espontánea, y
con unos u otros rostros, ¿qué impactotuvo aquella oleada de conflictos yenfrentamientos de los meses de febreroa julio? Lo ha destacado lahistoriografía reciente: es cuando menosdudoso que la «primavera trágica»condujera de modo ineluctable hacia lacontienda y hacia sus terrores del«verano caliente». Ahora bien, seríaingenuo quedarse solo en eso. Haydemasiados indicios que sugieren que laconvulsa etapa del Frente Popularplanteó serios retos a la estabilidad dela República. La repercusión de lasmovilizaciones y episodios violentosabrió importantes grietas en la
legitimidad de los gobiernos de esosmeses. Los conflictos y violenciasdieron argumentos a las críticas quevenían desde la derecha política, losgrupos de presión oligárquicos y laIglesia católica, y munición a losdiscursos sobre la polarización yextremismo de la República. Porejemplo, los conjugados en clave detemor, porque, como viera ya Azaña, larebelión militar se había «incubado alcalor del miedo» y porque el «coco dela revolución social … le quitaba elsueño a mucha gente pacífica».Historiadores posteriores también sehan referido al «terror psicológico»
experimentado por las derechas. El«impacto psicológico acumulativo» detodos estos episodios, publicitados porla retórica antirrepublicana, contribuyóa despertar el miedo en los sectoresconservadores y la «prevención» enunas izquierdas que veían a todas lasderechas como un todocontrarrevolucionario, y de este modotuvieron un rol «nada desdeñable en ladeslegitimación del régimen» y en la«creación del ambiente de rebeldíaprevio al golpe militar».[37]
Son precisamente esos elementossobre los que pivota una visióncomplementaria que aparece en la
bibliografía actual sobre la primeramitad de 1936, y en general sobre laSegunda República y los orígenes de laguerra civil. Quienes la desarrollan noson un grupo homogéneo dehistoriadores, pero les une componeruna mirada diferente a la más asentadaentre sus colegas. Una mirada que cabríadenomi nar revisionista, aunque surevisión no tiene nada que ver con loque vomita la ensayística prêt-à-porterneofranquista y sí con la reformulaciónde análisis y preguntas que implica pordefinición la historiografía. En esesentido, su objetivo no es impugnar elconjunto de lo escrito sobre el periodo
por esa disciplina. Su crítica se dirige alos aspectos más toscos y las lagunas delo que consideran una visióncondescendiente con el régimenrepublicano y con sus apoyos políticos ysindicales. De acuerdo con estosautores, la España de la SegundaRepública en general, y de sus últimosmeses en particular, no era un escenariounívoco de caos y terror y no habíaningún tipo de conspiraciónjudeocomunista. Sin embargo, tampocoera una balsa de aceite o el oasis de unademocracia amenazada únicamente porel asedio de la derecha. Para ellos, lanecesaria refutación de la leyenda negra
sobre la República no debería conducira instalarse en una mera«republicolatría», en una memoriapositiva que se ligue a «polémicasideológicas actuales».[38]
Resumiendo de modo sintético estaspropuestas, un primer argumento sería elque insiste en la centralidad de laviolencia, considerada como «el rasgomás destacado de la vida nacional entrefebrero y julio de 1936». Según esteanálisis, la República habría sido toda«una época de violencia» y esta seríauna «variable fundamental» paracomprender el periodo y lo que leconfirió «singularidad». Pero peor
habría sido su tramo final. Frente a losanálisis que «se empeñan en rebajar»las «aristas conflictivas de aquellaprimavera y la responsabilidad de lasizquierdas en ellas», los meses previosa la guerra habrían pasado en medio deun «clima de violencia, de coacciones,desbarajustes e ingobernabilidad», conuna «violencia difusa» cuya presencia sehabría hecho, por ejemplo en losámbitos rurales, «cotidiana, permanente,prácticamente diaria».[39]
En segundo lugar, ese cuadro nohabría tenido su único origen en losenemigos de la República, porque a estay a sus apoyos alcanzaban también los
lastres que arrastraba la políticaespañola y que febrero puso en primerplano. Es algo que remite a lo apuntadopor otros estudiosos, por ejemplo alseñalar que en la España de los añosveinte y treinta habitaban tentacionesviolentas e insurreccionales, fruto a suvez de la falta de una «cultura cívica» yuna mínima «lealtad sistémica» y de lapresencia de una «cultura de guerra»como «uno de los marcos definitorios dela política española» contemporánea. Ya eso mismo se apunta cuando se afirmaque ni siquiera los dirigentes másconspicuos de la República, comoAzaña, estaban exentos de afanes
exclusivistas ni prescindían del recursoa «acudir a todos los medios en [su]defensa».[40] Pero aquí esas trabas sehacen vector explicativo fundamental.La principal de ellas sería el «déficitdemocrático» que, como en la mayorparte de la Europa de esos años,compartían la mayoría de los actorespolíticos tanto a diestra como asiniestra. Buena muestra de ello seríanla lábil lealtad hacia las reglas de unademocracia pluralista, el «rápidodeterioro de las prácticasparlamentarias y electorales» y ladesigual actitud de las autoridadesrespecto de unas formaciones y otras,
que serían a su vez la traducción de unconcepto del régimen de 1931 y unmarco institucional que llevaban«implícita la exclusión de losadversarios» si no aceptaban «laspremisas de la revolución republicana».Es más, dos autores ven incluso toda una«dictadura en los pueblos» meridionalesde signo revolucionario y, de modo másgeneral, un «cerco global al mundoconservador bajo las lógicas deexclusión que sostuvo la izquierdarevolucionaria, ante la pasividad o laimpotencia» del gobierno.[41] Con todo,las mejores plasmaciones de ese déficitserían, de una parte, el éxito entre tirios
y troyanos de culturas políticas que«animaban o justificaban la violencia yla victoria total sobre el adversario»,fácilmente discernibles en laintransigencia de discursos políticos quea menudo adquirían retóricas bélicas; y,de otra, las propias prácticas violentasde esos meses. A mayor abundamiento,esa violencia no vendría sobre todo deun supuesto plan desestabilizadorderechista. La de efectos mástraumáticos era la protagonizada porgrupos y «milicias» de izquierdas en lasáreas urbanas y sobre todo rurales, yobedecía a una «lógica deacción/reacción» nacida de la ocupación
de la calle y las tierras, del mercado detrabajo y de las instituciones por lasentidades del Frente Popular.[42]
Fueron efectos traumáticos porque,según un tercer argumento que resultacentral en esta lectura del FrentePopular y desafiante respecto de otras,la violencia de aquel periodo fuedeterminante en el hundimiento de laRepública. Ya veíamos quehistoriadores pasados y presentes se hanreferido al impacto emocional quehabían producido los enfrentamientos deesos meses. Estos por sí solos no podíandestruir el régimen de 1931, pero otracosa es si se añadía a ello definirlos y
presentarlos como una amenaza para laintegridad individual o colectiva.[43] Laapuesta pasa aquí por poner en el centrodel análisis que ese clima de violencia yrevolución minó gravemente la solidezde la República, erosionando susapoyos y lanzando a crecientes sectoresdel país a «poner sus esperanzas» ensoluciones de tipo militar o de sesgofascista, siquiera fuera por ese «efectosustancial a la condición humana» quees el miedo. Con ello, aunque lacontienda nunca fuera inevitable, esosepisodios y las retóricas bélicas habríanhecho más difícil estabilizar el régimeny llevaron a que el enfrentamiento
armado se contemplase cada vez más«como un desenlace probable». SegúnRanzato, la violencia izquierdista deaquella primavera y la errática respuestadel gobierno ante ella generaron un«sentimiento de desamparo, miedo,terror» que arrojó a muchos en brazosde opciones antirrepublicanas. Pero esono se habría limitado a los estratosprivilegiados de la sociedad. Para elhistoriador italiano, lo que llama «elpeso de la violencia en los orígenes dela Guerra Civil» se debe en primer lugaral hecho de que esa grande peur alcanzóasimismo al grueso de las clasesmedias, pequeños propietarios y
votantes moderados del Frente Popular.La conclusión sería que las«microguerras civiles» que salpicaronel país, sobre todo en los marcos localesrurales, engrosaron las filas y lacapacidad de los enemigos de laRepública de cara a plantear y venceruna «macroguerra civil». Dicho demodo más contundente, la violencia deesos meses fue «no solo una premisa,sino una causa directa» de la propiaguerra.[44]
Premisa, causa directa de lacontienda, e incluso avance y anticipodel rostro más amargo que trajo esaguerra: el de las violencias que se
desataron en ambas retaguardias desdeel inicio mismo del conflicto. Ese seríael cuarto gran argumento de estaliteratura histórica. Una vez más, poconuevo bajo el sol. Payne había sugeridoya nada menos que una línea directaentre «la violencia de los izquierdistasen la República» y los «asesinatosmultitudinarios» de la guerra. De modomás ecuánime e informado, otrosencuentran algo por lo demás evidente.Aunque desde luego hubo un enormecambio cuantitativo y cualitativo entrelas prácticas represivas de antes ydespués del 17 de julio del 36, unasangría tan brutal como la iniciada ese
día no pudo brotar de la noche a lamañana. Sería ingenuo tratar deentenderla «sin atender a las pautas decomportamiento violento de épocasanteriores», a las continuidades quepresenta con estas y a los odios,identidades y discursos previos que laguiaron. Aquí se da una arriesgadavuelta de tuerca a esa idea. Según unautor, la violencia del periodorepublicano «creó el ambiente que seproyectó luego en el terror de lasretaguardias», y las matanzas de laguerra fueron «el punto de llegada, laculminación», el «fruto de losenfrentamientos» y de las retóricas de
exclusión anteriores.[45]
Todos estos argumentos y propuestasde análisis también pueden ser sujetos acrítica. Al igual que parten de los puntosdébiles que encuentran enplanteamientos que consideranprorrepublicanos, tampoco pueden estarlibres a su vez de puntualizaciones ydiscusión. De hecho, interrogarlosenriquece el debate, porque con ellos sípuede darse tal cosa, y nos sugieren unasúltimas consideraciones sobre este tema.
Para empezar, recalcar laimportancia de la violencia durante laetapa del Frente Popular es necesariopara responder a una realidad
insoslayable. Pero tampoco sería buenorectificarla ahora como si fuera lo únicoocurrido, ni desligarla del marco en quese produjo. Por una parte, aquilatar losfenómenos violentos a partir de susobituarios es tarea irrenunciable, perosolo una parte de la historia. Sin añadirotras perspectivas, puede llevar a aislarla violencia de las muchas otras formasde acción colectiva y prácticas políticascon las que interactúa y de lasrepresentaciones que se forjan de ella.No se trata solo, que también, de que suimpacto resultara sobredimensionadopor su visibilidad mediática y por suconfusión con el alud de movilizaciones
en su mayoría pacíficas. Ocurre ademásque tendió a verse como un fenómenohomogéneo, cuando lo que define a laviolencia de esos meses es su extremadiversidad, en tanto que provenía de unavariopinta conflictividad multisectorialvinculada no solo a la lucha político-ideológica sino también a distintosterrenos sociales, laborales, simbólicosy geográficos. Por otra parte, todoanálisis se quedaría cojo si se pierde devista el contexto en el que se produjeronlos episodios lesivos. El marco de unaEspaña que trataba de democratizar suEstado y sociedad en plena pleamar deproyectos políticos antidemocráticos; el
de un régimen republicano con tantos omás enemigos y obstáculos externos quedéficits y errores internos; el de unaprimavera, tras un invierno cuyameteorología no había dado tregua,cruzada por el paro, el hambre y lasurgencias, y definida por unaoportunidad política de apertura radicala todo tipo de movilizaciones ydemandas colectivas; y, comoplataforma subyacente, una Europa deentreguerras «en la que la simbiosisentre cultura, política y violenciamodeló profundamente las mentalidades,las ideas, las representaciones y lasprácticas de sus actores».[46]
Por lo mismo, conviene subrayar, ensegundo lugar, que la brutalización de lapolítica no era patrimonio de lasopciones conservadoras y que la dudosasocialización democrática oscurece laactuación de las organizaciones deizquierda y sus bases, si bien eso abre asu vez una serie de interrogantes. Uno deellos es hasta qué punto podemos valuarlas actitudes políticas de hace 75 años apartir del concepto de democracia quese puede tener en el presente. Desdeluego tal cosa tiene el riesgo de incurriren un anacronismo, por no hablar de lassombras que rodean al propio modeloactual de democracia a tenor de sus
asignaturas pendientes o su incapacidady supeditación ante actores económicosque escapan al control ciudadano. Perolas preguntas persisten aunquedescendamos a cuestiones menostrascendentales. Quedaría así por ver silas «milicias rojas», el cerco al mundoconservador y la situaciónprerrevolucionaria que se hanencontrado en determinadas áreasrurales del sur peninsular puedentomarse o no como norma en el conjuntodel país, porque los estudios sobre otrasregiones apuntan más bien en otradirección. Faltaría determinar cómoincorporar eso a una mirada más amplia
donde esté también la graveresponsabilidad de los grandespropietarios en la llamada «guerrasocial» que se produjo en esas mismasregiones, su cerril bloqueo a unareforma agraria que —con todas suscarencias y errores— buscaba paliar laterrible miseria a la que condenaba ellatifundio a decenas de miles defamilias, y, en general, el sinfín de otrasformas de violencia cotidiana yestructural derivadas de lasdesigualdades y humillaciones de unorden social y económico brutalmenteinjusto.[47] Restaría dilucidar en quémedida cabe equiparar las violencias
protagonizadas desde uno y otro lado delas divisorias políticas y sociales ycómo insertar en ese análisis la largalabor de justificación y preparación deun asalto a la República llevado a cabodesde sectores políticos, militares yeclesiásticos y por parte de lo que PaulPreston ha llamado «teóricos delexterminio». Y habría que seguirtomando en serio, al menos tanto comoen el caso de la izquierda, la concretaviolencia desplegada desde la derecha,aquello que José Antonio llamara enjunio del 36 «santa cruzada deviolencia» y de la que el monárquicoAntonio Goicoechea destacaba la
«necesidad ineludible de organizarla».Porque no era solo una suma deepisodios inconexos sino que, comoreconocía el propio general Mola, «seha intentado provocar una situaciónviolenta entre sectores políticosopuestos para, apoyados en ella,proceder». Y proceder significaba loque definía un dirigente de la patronalagraria andaluza de modo nítido: laúnica manera de tratar el problema delos elementos de izquierda era «laviolencia mediante la sublevaciónarmada».[48]
En tercer lugar, no cabe duda de quelos litigios y agresiones de la primavera
ahondaron las trincheras políticas,sumaron adeptos a las estrategias eimaginarios antirrepublicanos yalimentaron así las condiciones deposibilidad de la posterior guerra.Ahora bien, redescubrir tal cosa no quitaque la relación entre violencias previasy contienda, todo lo crucial quequeramos, sigue siendo indirecta. Dosson los mediadores que intervienen aquíentre las unas y la otra. Por un lado, losestudiosos sugieren que lo quecontribuyó a crear una atmósferaprebélica no fueron tanto los propiosepisodios virulentos cuanto el miedoque generaron en determinados sectores
sociales. Sería bueno a ese respectoprecisar si la violencia que generó esemiedo fue la que tuvo lugar realmente ola que se creyó o se hizo creer queexistió. Si nos referimos a lo primero,no está toda la que fue, porquequedarían fuera de la foto laprotagonizada por las derechas y sufunción de provocar la de las izquierdas.Si hablamos de lo segundo, a lo anteriorse añade que no fue toda la que está,porque sabemos que se percibió aúnmás violencia de la que hubo y se dabarazón a lo que escribía en la Romaclásica Tito Livio: «el miedo estásiempre dispuesto a ver las cosas peores
de lo que son». En ese sentido, seimponen al menos tres consideracionescomplementarias. Una es que, en esapercepción, se mezclaban lo violentocon las huelgas y acciones colectivaspacíficas, y que se vio sometida a talsobreexposición que «el temor a laviolencia y el desorden nacía de lo quese leía que pasaba en otros lugares» yque el primero se extendió allí donde nohabía de los segundos. Otra es que esaimagen era en parte también el resultadode una estrategia política de los mediosconservadores destinada a deslegitimara los gobiernos republicanos. Esopasaba por construir «un clima de
temor» y amenaza basado en nocionesfuertes como «anarquía» y«persecución», destinado aresponsabilizar de ello a las autoridadesy con vistas a que, «aterrorizada por elespectro del desorden», la opiniónpública aceptara soluciones de fuerzacomo la que pergeñaban los militaresgolpistas.[49]
Y la que resta es una observaciónmás general. Resulta imprescindibleatender al nivel de las percepciones y delas emociones. Las unas soninseparables de los hechos socialespuros y duros para entender cómo estosoperan e influyen en su preciso entorno
histórico y qué respuestas individuales yacciones colectivas generan, y de lasotras puede decirse que son parteconstitutiva de toda razón práctica eincluso «el soporte principal de lasnormas sociales». Pero no hay queperder de vista la parte que ambastienen de construcción ni su relativadistancia y maleabilidad respecto de larealidad que las nutre y a la queatribuyen significados. Como se haestudiado desde diferentes disciplinas,las emociones no son meras réplicasmecánicas a estímulos externos, sino quese sustentan en informaciones e ideasprevias y no siempre personales. Así,
por ejemplo, el temor se funda siempre«en creencias derivadas de experienciaspropias, ajenas o divulgadas conprofusión hasta convertirse en un lugarcomún», sobre todo cuando la amenazaque se percibe es incierta, «abstracta,indefinida y simbólica» y afecta acuestiones y significados vitales «comoquiénes somos y cuál será nuestrofuturo».[50] No en vano, la experienciahistórica parece mostrar que los grandesmiedos colectivos surgen precisamenteen coyunturas de cambio político, socialo cultural acelerado, como la Francia de1789, las posguerras mundiales delNovecientos o en general la Europa de
entreguerras, sobre la que un estudioconcluye algo que interesa aquí: que losmedios de comunicación desempeñaronun papel predominante a la hora deincitar pánicos. También muestra que laamplia presencia pública de grupos yorganizaciones populares tendió agenerar entre la gente de orden «pánicomoral» y a atizar el miedo a larevolución, sobre todo tras la que triunfóen la Rusia de 1917. Eso sucedió, sin irmás lejos, en la España del «trieniobolchevique» y a lo largo de laRepública. Y ocurrió en Francia durantela misma primavera de 1936 y la delaño siguiente, que el escritor Georges
Bernanos describió como «primavera deguerra civil» y en términos de «miedo,miedo, miedo». Pero en ninguna de esascoyunturas la cosa tuvo que acabar enacciones «salvadoras» como la desatadaen España en julio del 36.[51]
De hecho, esa sublevación es elsegundo elemento mediador que filtra elsupuesto cauce entre las violencias depreguerra y la contienda. Establecer unnexo causal directo entre las primeras yla segunda resulta problemático almenos por dos razones. De una parte, essolo una verdad a medias, porque laconspiración que inauguró la guerraechó a andar ya al conocerse el
resultado de las elecciones de febrero,antes de que tomaran cuerpo violenciasy desórdenes. En realidad, los planesconspirativos y la deslegitimación de laautoridad mediante la creación delmiedo por la anarquía reinante, pudieronser dos estrategias relativamenteautónomas aunque coincidentes en eltiempo y reforzadas mutuamente. Hayademás motivos para creer que lo queles interesaba frenar a quienes tramaronla sublevación no eran en realidad losepisodios violentos, o al menos no tantocomo las reformas que implementabanlos ejecutivos frentepopulistas —máslesivas para sus intereses a medio y
largo plazo— y la consolidación de laRepública que las acogía. Siempreresulta más presentable justificar unaofensiva armada frente a un supuestocaos anárquico que contra las políticas,todo lo discutibles que se quiera, de ungobierno salido de las urnas.[52] Pero larelación causal entre los desórdenesprimaverales y la guerra llegada con elestío es problemática también porquepodría dejar entrar por la puerta de atrásmiradas teleológicas. El problema noestá, porque a estas alturas pocos lorebaten, en perder de vista que en ningúnmomento la guerra fue la única salida ytodos los escenarios eran posibles hasta
que estalló la rebelión.[53] Está más bienen que buscar el citado nexo causallleva implícitamente a contemplar loocurrido durante la primera solo através del tamiz, y con el lastre, delverano bélico, y a su vez eso podríahacer ver tanto clima violentoprecisamente porque escudriñamos losorígenes de la santabárbara que sabemosdetonaría poco después, e inclusominimizar lo que esta tuvo de auténticoparteaguas entre dos universos tandiferentes como la paz y una guerratotal.
Lo cual nos conduce de regreso, encuarto y último lugar, a la relación entre
las violencias anteriores y posteriores al16 de julio. Lo veíamos ya más arriba:sería absurdo tratar de explicar latormenta que se desató ese día en todo elpaís como una mera explosión quebrotara de la nada con la guerra y sinanclaje ninguno con el pasado cercano.Los odios, venganzas, sueños justicierosy pesadillas depuradoras estallaron contanta potencia que forzosamente teníanun recorrido anterior. Y para ello nohace falta remontarse a los arcanos de lahistoria sino a los años y meses previos,cuyos conflictos, retóricas yenfrentamientos cavaron líneas defractura, identidades, discursos,
experiencias de miedo y venganza eincluso tipologías violentas por cuyocurso discurrirían las prácticasrepresivas de la guerra. Lo que estámenos claro es que estas últimas fueranla culminación o el fruto de lo anterior,porque el proceso fue «más complejoque una relación puramente mecánica decarácter causal» entre unas y otras.[54]
En ese sentido, es una variable deanálisis que apuntaría también a unaverdad a medias si no se liga a su otramitad, a saber, la cesura que supuso elinicio de un contexto de enfrentamientoarmado generalizado. A la postre, elmayor y más trascendental fenómeno de
violencia que hubo durante los mesessiguientes a las elecciones de febrerofue una conspiración militar y laconsiguiente rebelión abierta contra elrégimen republicano. Hasta entonces,abundaban las excusas, «razones» yganas para echarse al cuello delcontrario, y se contaba además con unacierta práctica, pero no cabe duda deque había al menos tantas en el sentidocontrario, y en todo caso lo anterior nimucho menos bastaba para desencadenaruna carnicería como la del verano de1936. Aunque con menos sangre de pormedio, similares conflictos, crisis,fracturas políticas y lenguajes guerreros
existían en otros países de Europa, comoen la ya citada Francia de esos meses,sin que por ello sus habitantes selanzaran a una degollina (o al menos nohasta que cubriera su cielo la guerramundial en 1939).
Ese algo más que hacía falta, elpunto de no retorno, lo que hizo que laviolencia invadiera el país fue un golpemilitar que devino en guerra. Lo que sedice y publicita por ahí obliga arecordar todavía que una orgía de sangrecomo la que arrancó en julio del 36nunca se habría producido sin esacoyuntura bélica. La primera ruptura fuela propia rebelión, que por si fuera
poco, de acuerdo con las tristementecélebres instrucciones de su «director»el general Mola, debía ser «en extremoviolenta para reducir lo antes posible alenemigo».[55] Y vaya si lo fue. El asaltosangriento a la República puso laviolencia homicida à l’ordre du jour,entre los sublevados y entre quienes seles oponían, mucho más que todo lo quehubiera sucedido antes. Pero la puntillavino con el éxito solo relativo de esegolpe y su conversión en guerra, quesupuso un cambio radical en laestructura de oportunidades, un vuelcoen los cálculos de coste/impunidad de laacción violenta e incluso toda una
cesura antropológica respecto delperiodo precedente. Entonces sí, brotóun torrente de muerte que siguió demodo masivo las fracturas, retóricas yodios previos, y se hizo terrible realidadlo que hasta entonces había sido solouno de los escenarios posibles. La luchaa muerte del nuevo marco activó y sirvióde catalizador de las más sangrientastendencias anteriores. Las dinámicaspolíticas, sociales y psicológicas quedefinen a toda contienda fratricida —polarización de las identidades,espirales de miedo-odio, privatizaciónde la violencia, etc.— les ofrecieron elterreno mejor abonado para su
crecimiento y proliferación. El déficitdemocrático, la tradición insurreccional,la paramilitarización de las fuerzaspolíticas, las identidades maniqueas, elpretorianismo agresivo del ejército, lasretóricas bélicas y de exclusión, laseducción despertada por los modelospolíticos totalitarios, la fe en lacapacidad regeneradora de laviolencia… Todas esas realidadesprevias, que convivieran hasta entoncescon otras de distinto signo,experimentaron al calor de la guerra unsobredimensionamiento radical ynutrieron y guiaron las violencias quedesplegaron ambos bandos
contendientes.Pero, incluso así, sigue siendo cierto
que hubo en todo ello mucho más deruptura que de consecuencia ycontinuación. Una ruptura, por supuesto,de tipo cuantitativo. Las dimensiones delas violencias de años y mesesanteriores a la guerra resultanminúsculas comparadas con lo que vinoahora. Varios días durante las primerassemanas del conflicto superaron por sísolos las 351 muertes violentas que sehabían producido a lo largo de los cincomeses del Frente Popular. Y ruptura,también, de índole cualitativa. Una cosaeran disturbios, huelgas, ocupaciones
ilegales de fincas, actuacionesarbitrarias, miedos y más de doscientoschoques mortales, por muy grave queesa situación fuera, y otra muy distintalas matanzas que inauguraron lasublevación y la guerra. Una prueba deello es, entre otras, que no existe unacorrelación significativa entre las áreasque registraron más violencia durante laSegunda República y las que ya en plenaguerra alcanzaron mayores intensidadesrepresivas. El vendaval bélico se llevópor delante todo aquello que podríaapuntar en direcciones menos radicales,con lo que por ejemplo se enterró lacultura abolicionista y la pena capital se
hipertrofió hasta trascender el ámbitopunitivo para entrar a formar partecentral de los repertorios de acciones deguerra y represión política. El golpe deEstado y el inicio de la luchatransformaron las estrategias, formas yfunciones de la violencia, y el abanicode sus actores y víctimas se extendió avastos sectores de la población hastaentonces no afectados directamente porella. Lo que hasta el 16 de julio fueraarma de los sectores máscomprometidos en las luchas partidariasy sociales mudó tras ese día eninstrumento al alcance de cualquiera. Deultima pasó a prima ratio de las
relaciones políticas. Lo intuyeronalgunos contemporáneos: podía haber yhabía muchos problemas, pero elremedio de un levantamiento armadoque devino en brutal guerra era muchopeor que el mal; lo llevaba alparoxismo. Y lo interpretan loscientíficos sociales: todo contextobélico inaugura escenarios y lógicas quedifieren radicalmente de las situacionesde paz. Lógicas que no siempre siguenlas grandes causas de la contienda, porcuanto se nutren también de dinámicasde tipo «endógeno» como lasrepresalias, el control militar de losterritorios y los móviles privados. Y
escenarios que multiplicanexponencialmente la presencia de lamuerte, porque tienen siempre comodenominador común lo que ya viera otroclásico, en este caso el griegoTucídides: ser el reino de laviolencia.[56]
Así las cosas, si hubiera que buscarresponsabilidades, no hay demasiadasdudas. Gobernantes republicanos,organizaciones políticas y sindicales ysus bases populares, autoridades localesy «milicias rojas», huelguistas einvasores de fincas aportaron yerros,radicalismo, retóricas intransigentes,quizá tanto como desde el otro lado de
la divisoria política y social. Peroquienes inauguraron ese marco bélicoque multiplicó los estímulos y episodiossangrientos no se sentaban en el bancoazul del Congreso, no iban a mítinessindicales ni calzaban alpargatas deesparto. Portaban trajes a medida,camisas azules, relicarios y sobre todouniformes militares. Esa es, aunqueresulte clásica y poco sofisticada, laconclusión de esta historia. O es almenos la de quien esto firma y en estemomento, porque el conocimiento delpasado es un proceso inacabado quesigue, evoluciona y a veces da girosinesperados a golpe de investigación,
contraste de resultados y discusión.Como hemos visto, de ello hay en lo quese refiere al tramo final de la Repúblicay los orígenes de la guerra civil, hasta elpunto de que está generando un espaciode debate y controversia. Lasconclusiones serán diferentesdependiendo de la teoría de la historia yla sociedad de cada cual, o en funciónde hasta qué punto se opta por juzgar elpasado desde valores de nuestropresente o por una pretendida asepsiamoral, y también cambiarán si el marcogeográfico de estudio es Andalucía o LaRioja, La Mancha o Salamanca, Madrido Zaragoza. Pero esas diferencias son
materia prima de la historia. De hecho,distinguen el estudio crítico de esta delo que hacen polígrafos, historietógrafose incluso algunos historiadores que,menospreciando la obra de sus colegas,desentierran rancios argumentos de lapropaganda franquista. Por ejemplo, elde una sangrienta primavera de 1936cuyas violencias arrastraban al paíshacia los infiernos de no se sabe bienqué oscura revolución o apocalipsis; unrelato que, nostálgicos y crédulos almargen, en realidad ya no valdría nipara cuento infantil de miedo.
Anexos
Documentoselaborados por el
general de brigadaEmilio Mola Vidal,
comandante militar deNavarra, para la
preparación del golpede Estado de julio de
1936
FUENTE: Copias de documentosfacilitados por el teniente coronel donEmiliano Fernández Cordón referentes ala preparación y desarrollo delAlzamiento Nacional: Archivo GeneralMilitar de Ávila, Fondos de la GuerraCivil, armario 31, legajo 4, carpeta 8(proporcionadas por el profsorFernando Puell de la Villa para estaobra).
INSTRUCCIÓN RESERVADANÚMERO 1
Las circunstancias gravísimas porque atraviesa la Nación, debido a unpacto electoral que ha tenido comoconsecuencia inmediata que el Gobiernosea hecho prisionero de lasOrganizaciones revolucionarias, llevanfatalmente a España a una situacióncaótica, que no existe otro medio deevitar que mediante la acción violenta.Para ello los elementos amantes de la
Patria tienen forzosamente queorganizarse para la rebeldía, con elobjeto de conquistar el Poder e imponerdesde él el orden, la paz y la justicia.
Esta organización es eminentementeofensiva; se ha de efectuar en cuanto seaposible, con arreglo a las siguientesbases:
Base 1.ª La conquista del Poder hade efectuarse aprovechando el primermomento favorable, y a ella han decontribuir las Fuerzas armadas,conjuntamente con las aportaciones queen hombres y material y elementos detodas clases faciliten los grupos
políticos, sociedades e individuosaislados que no pertenezcan a partidos,sectas y sindicatos que recibeninspiraciones del extranjero,«socialistas, masones, anarquistas,socialistas, comunistas, etc.».
Base 2.ª Para la ejecución del planactuarán independientemente, aunquerelacionadas en la forma que más abajose indica, dos organizaciones: civil ymilitar. La primera tendrá carácterprovincial; la segunda, la territorial delas Divisiones orgánicas.
Base 3.ª Dentro de cada provincia,Comité provincial (primer orden)
compuesto por un número de miembrosvariables elegidos entre los elementosde orden, milicias afectas a la causa ypersonas representativas de las fuerzas oentidades económicas de composiciónlo más reducida posible. A estosComités compete:
a) Designar el Comité suplente,organizar los del partido judicial(segundo orden) y dictar las normaspor que se han de regir estos y los deayuntamiento (tercer orden), queserán organizados por los de segundoorden.
b) Nombrar presidente, secretarioy agente de enlace con los Comitésmilitares de guarnición oterritoriales, según que la provincia
no sea o sea cabecera de Divisiónorgánica.
c) Tener designados losindividuos con instrucción militar,pertenecientes o no a las miliciascontrarevolucionarias, que les pidanlos Comités militares, por conductode los agentes de enlace, parareforzar los Cuerpos armados en elmomento de la movilización, en lainteligencia de que dichos individuoshan de estar dispuestos a la lucha y amorir por nuestra Santa Causa.
d) Tener designado el personaltécnico y obrero que en el momentooportuno ha de encargarse de losservicios municipales, correos,teléfonos, telégrafos, estaciones,radios (estos tres últimos bajo ladirección de ingenieros militares, si
los hubiera), agua, luz, gas,electricidad, panificación y demáspara la vida regular de toda población,en inteligencia que en primer términohabrán de ser empleados losfuncionarios u obreros que prestenservicios en ellos y sepan con todaseguridad que han de ser entusiastascolaboradores.
e) Tener preparado el personalauxiliar de la policía gubernativa endonde convenga incrementar lasplantillas o sustituir total oparcialmente los funcionarios de laescala técnica.
f) Tener preparadas las personasque han de hacerse cargo delAyuntamiento de la capital y aprobarlos nombres que propongan para losde los pueblos.
g) Hacer rápidamente lasestadísticas de vehículos de tracciónmecánica y de sangre y tenerdesignados los que han deincorporarse a las unidades armadas,a petición de los Comités militares,desde luego con sus conductores.
h) Organizar la defensa contra lasalteraciones del orden público en laspoblaciones donde no haya fuerzasarmadas. Podrán delegar esta defensaen los pueblos en los Comités desegundo y tercer orden.
i) Tener designadas, de acuerdocon el jefe del Comité militarterritorial, la persona que alproducirse el movimiento ha deencargarse del Gobierno Civil de laprovincia (siempre que sea posible espreferible que de dicho Gobierno se
encargue el jefe más caracterizado dela Guardia Civil; si no es persona decarácter, es preferible una personacivil).
j) Prestar cuantos auxilios lespidan las autoridades militares, unavez producido el movimiento,especialmente todo lo referente alabastecimiento de tropas y ganado.
k) Facilitar los recursos que seannecesarios tanto antes como despuésdel movimiento. Estos siempre hande estar justificados y ser lo máslimitados posible, porque laesplendidez conduce al abuso.
NOTA.— Lo de los COMITÉS DESEGUNDO Y TERCER ORDEN no espreceptivo. Se organizaránúnicamente en aquellas provinciasque por su especial situación política
lo permitan. Ahora bien, sí habrá deorganizarse COMITÉ en todasaquellas poblaciones donde hayaguarnición, aunque no sea de capitalde provincia.
Base 4.ª En la capitalidad de cadaDivisión orgánica actuará un COMITÉMILITAR (regional), compuesto de losjefes más caracterizados de cada Armaafectos a la CAUSA y presidido por elde más categoría. En las guarnicionesdonde no exista cabecera de División,también habrá un Comité local,compuesto de análoga forma ydependiente del regional. Donde no hayamás que un Cuerpo, el Comité lointegrarán las tres personas de mayor
categoría comprometidas. LosCOMITÉS MILITARES TIENEN PORMISIÓN:
a) Tener dispuestos los bandosdeclarando el estado de guerra, lostalonarios de requisición y estudiadala movilización, en inteligencia deque los Cuerpos del Ejército habránde ser incrementados en un 25 por100 a un 75 por 100 de su efectivocon el personal facilitado por losComités civiles. En las poblacionesen que sea posible se nombrarán losCOMITÉS SUPLENTES, para el casode que fueran arrestados oinutilizados los anteriores citados.
b) Tener estudiado y solicitadopreviamente en los COMITÉS
CIVILES DE PRIMER ORDEN losvehículos y conductores para eltransporte de tropas y material, bienentendido que, en principio, habrá detenerse preparado el transporte de lasdos terceras partes de las tropasmovilizadas de cada guarnición, consu material y víveres, teniendopresente que en todo transportehecho con camiones se necesita unareserva de vehículos equivalente a lacuarta parte del número preciso, yque cada 50 carruajes se necesita unareserva móvil de gasolina de millitros y cien de lubrificantes.
c) Estar en relación, por conductodel miembro que se designe, con elagente de los COMITÉS CIVILES DEPRIMER ORDEN.
d) Escribir, transmitir y ejecutar
la orden de movilización y avance.e) Entenderse, por conducto de su
presidente, con el jefe director delmovimiento, o con la persona que lerepresente.
f) Organizar la defensa militar delterritorio y el avance sobre elobjetivo que se indique con arreglo alas instrucciones que reciba de ladirección o de las que le dicte supropio juicio, si no las hubieserecibido.
g) Buscar el apoyo de la Armadaen los puntos en que esto seaconveniente, e incluso sucolaboración.
h) Solicitar de los COMITÉSCIVILES los auxilios necesarios quese indican expresamente en la base3.ª, reduciendo a lo estrictamente
necesario los de orden económico.
Base 5.ª Producido el movimiento ydeclarado el ESTADO DE GUERRA, seprocederá en el acto a refundir en unosolo los COMITÉS CIVILES Y MILITARES ,en los lugares donde haya guarnición,para proceder de común acuerdo, segúnlas inspiraciones y órdenes que recibandel Director del movimiento. Llegadoeste caso, los COMITÉS PROVINCIALESCÍVICO-MILITARES quedaránsubordinados al de la capitalidad de lacabecera de la División.
Se tendrá en cuenta que la acción hade ser en extremo violenta para reducirlo antes posible al enemigo, que es
fuerte y bien organizado.Desde luego serán encarcelados
todos los directivos de los partidospolíticos, sociedades o sindicatos noafectos al movimiento, aplicándolescastigos ejemplares a dichos individuospara estrangular los movimientos derebeldía o huelgas.
Base 6.ª Conquistado el Poder, seinstaurará una Dictadura militar quetenga por misión inmediata restablecerel orden público, imponer el imperio dela Ley y reforzar convenientemente alEjército, para consolidar la situación dehecho, que pasará a ser de derecho.
Base 7.ª Los alféreces y suboficialesque tomen parte en el movimiento seránrecompensados con el empleo inmediatoo destino civil, si así lo desean, desueldo equivalente al del empleo-recompensa que se les ofrece. Los cabosde análoga circunstancia percibirán unagratificación en metálico de caráctervitalicio o colocación civil decorosa;los soldados, seguridad de trabajo conjornal remunerador en las provincias dedonde son naturales.
Base 8.ª La organización ha dellevarse a cabo en el plazo máximo deveinte días, porque las circunstancias
así lo exigen.
Base 9.ª Los COMITÉS CIVILES sólohan de tener conocimiento de suorganización particular.
EL OBJETIVO, LOS MEDIOS Y LOSITINERARIOS
La capital de la nación ejerce ennuestra Patria una influencia decisivasobre el resto del territorio, a talextremo que puede asegurarse que todohecho que se realice en ella se aceptacomo cosa consumada por la inmensamayoría de los españoles. Estacaracterística tan especial tieneforzosamente que tenerse en cuenta entodo movimiento de rebeldía contra el
Poder constituido, pues el éxito es tantomás difícil cuantas menos asistencias seencuentren dentro del casco de Madrid.Es indudable que un hombre que pudieraarrastrar esta guarnición por entero, o ensu mayor parte, con la neutralidadefectiva del resto, sería el dueño de lasituación, y sin grandes violenciaspodría asaltar el Poder e imponer suvoluntad. Esta importantepreponderancia de Madrid hace quemientras unos hombres siganencastillados en los Ministerios sean losdueños absolutos del país.
Desgraciadamente para los patriotasque se han impuesto en estos momentos
trágicos la obligación de salvar a laPatria, volviendo las cosas a su justomedio, en Madrid no se encuentran lasasistencias que lógicamente eran deesperar entre quienes sufren, más decerca que nadie, los efectos de unasituación político-social que está entrance de hacernos desaparecer comopueblo civilizado, sumiéndonos a labarbarie. Ignoramos si falta caudillo o sifaltan sus huestes; quizás ambas cosas.
De las consideracionesanteriormente expuestas se deducen doshechos indiscutibles: primero, que elPoder hay que conquistarlo en Madrid;segundo, que la acción sobre este punto,
desde fuera, es tanto más difícil cuantomayor sea la distancia desde donde hade iniciarse la acción. Es absurdo, portanto, creer que la rebeldía de unapoblación, por importante que sea, niaun la de una provincia, es suficientepara derribar un Gobierno: los sucesosde 6 de octubre confirman cuantodecimos.
Claro es que si los movimientos deíndole conservadora no hallasen, comorespuesta inmediata, en el proletariado,la huelga general revolucionaria, cabríalevantar las masas de patriotas de unaregión y lanzarlas íntegras contra lacapital con razonables posibilidades de
vencer; pero la actitud de la claseobrera obliga a distraer gran número defuerzas en el mantenimiento del orden, y,como es consiguiente, para lograr unosefectivos capaces de poderlos enfrentarcon las fuerzas, tanto organizadas comoirregulares, que pueda presentar lacapital se necesita que la rebeldía,desde el primer momento, alcance unaextensión considerable.
A la vista del mapa de España,tenida en cuenta la distribución ycapacidad ofensiva de las unidades denuestro Ejército y el momento político,que da a las masas proletarias una moraly una fuerza ofensiva considerables, se
estima imprescindible, para que larebeldía pueda alcanzar completo éxito,lo siguiente:
1. Que se declaren en rebeldía lasDivisiones 5.ª, 6.ª y 7.ª, con eldoble objeto de asegurar el ordenen el territorio que comprenden ycaer sobre Madrid.
2. Que las fuerzas de laComandancia Militar de Asturiastengan a raya a las masas de lacuenca minera y puerto de Musel,y que parte de la 8.ª División yguarnición de León refuercendichas tropas.
3. Que la 3.ª División secundetambién el movimiento y dispongados columnas: una para remontarla costa levantina hasta Cataluña,si fuera preciso, y otra paralanzarla sobre Madrid en ataquedemostrativo.
4. Que la 4.ª División se haga cargodel mando y gobierno de la regióncatalana y tenga a raya a lasmasas proletarias de Cataluña,coadyuvando de esta forma almovimiento general.
5. Que permanezcan en actitudpasiva las fuerzas que guarnecenBaleares, Canarias y Marruecos;
pero que en el caso probable deque el Gobierno acuerde traer a laPenínsula fuerzas de choque acombatir a los patriotas, dichasfuerzas se sumen al movimientocon todos sus cuadros.
6. Que las 1.ª y 2.ª Divisiones, si nose suman al movimiento, por lomenos adopten una actitud deneutralidad benévola, y desdeluego se opongan terminantementea hacer frente a los que luchan porla causa de la Patria.
7. La colaboración de la Marina deGuerra, la cual debe oponerse aque sean desembarcadas en
España fuerzas que vengandispuestas a oponerse almovimiento.
8. La colaboración de las masasciudadanas de orden, así comosus milicias, especialmenteFalange y Requetés.
9. Las líneas naturales de invasiónde la División Tercera, Quinta,Sexta y Séptima son:
DE LA TERCERA: La carretera deValencia a Madrid por Tarancón.
DE LA QUINTA : La carretera deZaragoza a Madrid por Guadalajara.
DE LA SEXTA : Burgos-Aranda de
Duero-Puerto de Somosierra-Logroño-Soria-El Burgo de Osma-Riaza-Puertode Somosierra-Pamplona-Tudela-Soria,etc.
(Las fuerzas procedentes de Logroñoy Pamplona pueden ir, si se estimaoportuno, por Almazán y Jadraque, acaer sobre Guadalajara).
DE LA SÉPTIMA: Valladolid-Segovia. Luego sobre Villalba porNavacerrada o Somosierra.
Madrid, 25 de mayo de 1936.
EL DIRECTORINSTRUCCIÓN RESERVADA
NÚMERO 2
1. Las fuerzas que forman parte delas columnas de avance irán racionadasde pan para un día y de ración para dos,como mínimo. El ganado llevará piensopara dos días.
2. Como se tienen noticias de que elGobierno piensa utilizar los camionesblindados recientemente adquiridos paralas Tropas de Asalto, que según
informes son 26 en toda España, y quecasi su totalidad están en Madrid, ycomo se carece de ametralladorasantitanques, se tendrá presente que atoda columna en camiones que cuentecon artillería habrá de preceder uncamión que lleve una pieza emplazadaen la plataforma y dispuesta de maneraque pueda disparar a vanguardia, para locual, si es necesario, se desmontará latechumbre del baquet que protege alconductor. Estas piezas irán preparadaspara hacer fuego.
3. No se hará fuego sobre losaviones, nada más que en caso de que
estos bombardeen las tropas propias.
4. Las marchas por carretera encamiones deberán emprenderse en lasúltimas horas de la tarde o después demedianoche, con objeto de burlar lavigilancia de la aviación, que solamentepuede observar durante el día.
5. Al encontrarse con una columnade fuerzas de otra cuya actitud se ignora,se hará alto y no se aproximará a ellahasta tener la seguridad de que sontropas amigas. Para ello se usará deparlamentarios, a ser posible desargentos u oficiales.
6. Se evitará durante las marchasalojar las tropas en casas particulares.Serán preferidos locales en los cuales,por lo menos, pueda alojarse unaCOMPAÑÍA o unidad análoga.
Durante los estacionamientos semontará siempre el conveniente serviciode seguridad.
INSTRUCCIÓN RESERVADANÚMERO 3
1. Tener redactado y, a ser posible,cifrado de antemano el telegramaordenando a las guarniciones de laDivisión la declaración del estado deguerra y movilización. Estos telegramasdeberán confirmarse por escrito y serenviados mediante agentes civiles omilitares de absoluta confianza.
2. No se dará cumplimiento aninguna orden verbal que no sea
transmitida por persona conocida deantemano, o debidamente autorizada porescrito firmado por quien la remite.
3. Tener redactado y, a ser posible,cifrado de antemano telegrama dandocuenta a las Divisiones cómo y por quése ha iniciado el movimiento. En estostelegramas no se detallarán los planesde movilización ni movimiento defuerzas, pero sí el objetivo final.
4. Se ha de procurar por todos losmedios, en el momento de declararse elestado de guerra, que el COMITÉ CIVILtenga preparada gente para que aplauda
con entusiasmo a las fuerzas, para queestas se vean asistidas por el pueblo.Será conveniente que se den vivas alEJÉRCITO, a la MARINA y ESPAÑAREPUBLICANA.
INSTRUCCIÓN RESERVADANÚMERO 4
Para el régimen de tiempo se tendrápresente lo siguiente:
1. La hora inicial será aquella enque se comience el movimientopor la División que tome lainiciativa en el sector deValladolid-Burgos-Zaragoza.Para ello, el general jefe decualquiera de las Divisiones 5.ª,6.ª y 7.ª, al dar cuenta con arreglo
al párrafo 3.º de la INSTRUCCIÓNRESERVADA NÚMERO 3, dirá lahora en que va a declarar elESTADO DE GUERRA: ESTA ES LAHORA INICIAL (HI).
2. La primera etapa de las fuerzasdeberá estar realizada, por lotanto, a la hora HI más TREINTA YSEIS horas. La confronta de estaetapa debe hacerse a la hora HImás TREINTA Y SEIS más UNA.
3. La segunda etapa deberá estarrealizada a la hora HI másTREINTA Y SEIS másVEINTICUATRO másVEINTICUATRO. La confronta de
destacamentos, a esta hora másDOS.
Por el mando de la 5.ª División setendrá en cuenta lo siguiente:
1.º Aprovechando el primerincidente que se produzca se declararáel estado de guerra en todo el territoriode su mando, enviando previamente alas demás Divisiones el telegrama quepreviene el párrafo tercero de laINSTRUCCIÓN RESERVADA NÚMEROTRES. Procederá en la misma forma tanpronto tengan noticias de que se handeclarado en rebeldía fuerzas
pertenecientes a la 4.ª o 6.ª Divisiones,hayan recibido o no el telegrama a queacaba de hacerse referencia…
2.º Inmediatamente de declarado elestado de guerra y tan pronto se tengaconocimiento ha secundado la provinciade Navarra, se enviará, escoltado por undestacamento compuesto de unacompañía de Infantería, dosametralladoras y una sección de laGuardia Civil, un convoy de camionessobre Sangüesa con seis mil (6000)fusiles y un millón (1 000 000) decartuchos «Máuser». Este convoy serárecogido por un destacamento de igual
efectivo que se habrá enviado dePamplona, permaneciendo el procedentede Zaragoza en Sangüesa hasta queregresen los camiones de vacío, queescoltarán hasta el punto de origen.
3.º Simultáneamente aldestacamento, y a ser posible antes,saldrán dos compañías de Infantería, unasección de ametralladoras, otra demorteros de 50 milímetros, al mando deun jefe, para Tudela, donde se le unirándos compañías y una sección demáquinas procedentes de Estella. Lamisión de estas fuerzas es la de enlaceentre las Divisiones QUINTA Y SEXTA
(5.ª y 6.ª) y cerrar el paso sobre Navarrapor la carretera de Madrid, así comofacilitar la marcha sobre Soria de lacolumna de Navarra.
4.º En Zaragoza, al mando de ungeneral o coronel, se organizará unacolumna que se compondrá por lo menosde dos escuadrones de Caballería,cuatro batallones de Infantería yservicios. Esta columna podrá serincrementada por las organizaciones depatriotas no encuadradas en lasunidades.
5.º Los elementos de esta columna sefraccionarán en forma que las primeras
tropas se hallen en la zona de Calatayudantes de las treinta y seis (36) horassiguientes de haberse iniciado elmovimiento. A su llegada a este puntoenviarán un destacamento de enlace aCardejón, donde confrontará con otroque las columnas de Pamplona yLogroño enviarán desde Soria.
6.º Veinticuatro (24) horas mástarde, la vanguardia de la columna sehallará en Medinaceli, enviando otrodestacamento a ALMAZÁN, dondeestablecerá contacto con otro de lascolumnas de Pamplona y Logroño, quese hallarán ya en BURGO DE OSMA.
7.º Veinticuatro (24) horas despuésla vanguardia de la columna se hallaráe n GUADALAJARA, donde concentrarátodos sus elementos para caer sobreMadrid.
8.º Si las tropas de Madrid avanzansobre el puerto de Somosierra oestuvieran establecidas ya en él, esmisión de la columna de Zaragozaamenazar sus comunicaciones,marchando parte de ella porTORRELAGUNA A EL MOLAR,VENTURADA O LOZOYUELA.
LA COLUMNA DE LA SEXTA División,o parte de ella, ha de marchar a caer
sobre Madrid por SOMOSIERRA.
9.º Si el trasporte por ferrocarril esposible, se procurará que un fuertedestacamento llegue a las inmediacionesd e GUADALAJARA lo antes posible, encuyo caso este destacamento ejercerá lamisión de extrema vanguardia.
10.º El ganado que no pueda sertransportado irá en jornadas ordinariaspor carretera.
11.º Se procurará llevar en camionespor lo menos los tiros de una pieza porcada batería transportada.
12.º Se tendrá muy en cuenta en lasmarchas cuanto se previene en lasINSTRUCCIONES RESERVADAS NÚMERODOS (2).
13.º El jefe de la División y los delas columnas resolverán por sí las dudasque se les presenten con arreglo a suleal saber y entender, teniendo porpremisa llegar cuanto antes a la capitalde la República, lo que será suobsesión.
14.º Caso de fracasar el movimiento,el repliegue se hará sobre el Ebro,debiendo tener presente que en la línea
ZARAGOZA-MIRANDA habrá deextremarse la resistencia, y queNAVARRA será el reducto inexpugnablede la rebeldía.
Madrid, 31 de mayo de 1936.
EL DIRECTOR
INSTRUCCIONES ESPECIALESPARA LA PROVINCIA DE NAVARRA
1.º Declarado el estado de guerra, ydentro de las dieciséis (16) horassiguientes a la inicial, habrá situado elBatallón de Estella una compañía defusiles con dos máquinas y demáselementos que se citan en el artículo 7.ºde las DIRECTRICES para la 6.ª División;otra agrupación de composición análogamarchará a Rincón de Soto. Ambas sepondrán a las órdenes del jefe que se
indica en el artículo 7.º antes citado, ytienen por misión obstruir (no destruir)las carreteras de Soria a Tudela y deSoria-Alfaro-Rincón, impidiendo elpaso a Navarra, tanto por carreteracomo por vía férrea, de fuerzasenemigas. Destacamentos de patriotas loimpedirán por el puente y barca deCastejón, por la de Azagra, San Adriány Lodosa; otro destacamento seestablecerá en Mendavia.
2.º Las otras dos restantescompañías del Batallón de Montaña deEstella cumplirán lo que se determina enl a s DIRECTRICES ANTES CITADAS ,
teniendo en cuenta que deben quedar ensu poder los elementos de transporte,por si tuvieran que proseguir la marchaa Bilbao. Con la P. M. del Batallón yelementos de patriotas se cuidará delorden público en Estella.
3.º En cuanto a Pamplona, aseguradoel orden público, organizará unacolumna compuesta de una sección deZapadores, el Batallón de Montaña yotro del Regimiento 23, la que avanzarásobre Logroño, debiendo estar en estaplaza antes de las veinticuatro horas deiniciado el movimiento, donde seincorporará una batería transportada.
4.º Inmediatamente de declarar elestado de guerra se enviará desdePamplona una compañía de Infanteríadel Regimiento 23, con una sección dela Guardia Civil, a Tudela, para recogeren dicho punto y escoltar hasta laCiudadela un convoy de 10 camionesprocedente de Zaragoza, con armamentoy municiones de fusilería.
5.º Las tropas y el ganado iránracionados en la forma prevenida en miinstrucción anterior.
6.º En cuanto a lo preceptuado en elartículo 21 de las DIRECTIVAS, se hade tener presente que a las tropas de
Infantería sólo han de seguirlas unnúmero reducido de mulos y loscaballos asignados a los jefes yayudantes. Estas fuerzas no llevaránningún ganado transportado.
7.º Aparte de los destacamentos depatriotas que se mencionan en el párrafoprimero del primero de esta orden, sesituarán otros en Liédana, Sangüesa,Zúñiga, Alto de Carrigorri,inmediaciones de Betelu, Leiza, Ezcurray Vera.
DIRECTIVAS PARA LA 7.ª DIVISIÓN
Por el mando de la 7.ª División setendrá en cuenta lo siguiente:
1.º Aprovechando el primerincidente favorable que se produzcadeclarará el estado de guerra en todo elterritorio de su mando, enviandopreviamente a las demás DIVISIONES eltelegrama que previene el párrafo 3.º del a INSTRUCCIÓN RESERVADA NÚMEROTRES (3). Procederá en igual forma tan
pronto tenga noticia se han declarado enrebeldía fuerzas pertenecientes a la 5.ª o6.ª Divisiones, haya recibido o no eltelegrama a que acaba de hacersereferencia.
2.º Inmediatamente de declarado elestado de guerra y cumplido lo quedispone el párrafo primero de laINSTRUCCIÓN RESERVADA NÚMEROTRES (3), se procederá con arreglo a laINSTRUCCIÓN RESERVADA NÚMEROUNO (1) y muy especialmente a la Base5.ª
3.º Ante el planteamiento de huelgageneral, con motivo de la declaración
del estado de guerra, se comunicará alos obreros la orden de reintegrarse altrabajo, advirtiéndoles que de nohacerlo se ejercerán ejemplares castigosen los más destacados miembros de ladirectiva del sindicato correspondienteo partido político. Puede asegurarse quecon este enérgico sistema ninguna huelgadurará más de veinticuatro horas…
4.º Declarado el estado de guerra seprocederá a incrementar las plantillas delos Cuerpos armados en la forma quepreviene el apartado a) de la BASE 4.ª del a INSTRUCCIÓN RESERVADA NÚMEROUNO (1).
5.º Independientemente que por elmando de la División se atienda alrestablecimiento del orden público enlas capitales de provincia y pueblosdonde se alterase, enviandodestacamentos motorizados de efectivomotorizado, si no bastasen las fuerzas dela Guardia Civil se organizará unacolumna cuyo efectivo mínimo lo debenconstituir dos escuadrones de sables yuno de armas automáticas, deCaballería; tres batallones de Infantería,un grupo de artillería ligera delRegimiento 13 (una bateríatransportada) y otro del número 14(también una batería transportada), una
batería del Regimiento pesado número4, dos compañías de ametralladoras delbatallón número 2, dos compañías dezapadores y los servicios.
6.º Las vanguardias de las distintasagrupaciones que constituyen estacolumna se hallarán, a las treinta y seishoras de iniciado el movimiento,ocupando la línea de Ávila-Villacastín-Segovia. A la misma hora se encontraráen Valbuena de Duero un pequeñodestacamento procedente de Valladolid,que habrá de confrontar con fuerzas deCaballería del regimiento que en laactualidad guarnece Palencia; dicho
destacamento se replegará a su basecuando las indicadas fuerzas sigan lamarcha hacia el S. E.
7.º Veinticuatro horas más tarde lasfuerzas de la 7.ª División habrán detener ocupados los puertos deGuadarrama y Navacerrada,prosiguiendo la concentración lo másrápidamente posible para, sin pérdidade tiempo, situarse en la línea Escorial-Collado Villalba-Morazarzal, con locual amenazará Madrid y al mismotiempo la retaguardia de las fuerzas quehayan podido enviarse por el Gobiernopara cerrar el paso a la columna de
Burgos, que, por la distancia que tieneque recorrer, no podrá hallarse en lazona Riaza, Cerezo de Arriba, Cerezode Abajo y Castillejo hasta las ochenta ycuatro horas de haberse iniciado elmovimiento.
8.º El mando de la 7.ª División debedarse cuenta de que de la rapidez conque avance y, sobre todo, ocupe lospasos de Guadarrama y Navacerradadepende en gran parte el éxito de lacolumna de Burgos, que ha de caersobre Madrid por Somosierra, por cuyomotivo debe estar muy al tanto de losmovimientos de las fuerzas de la
guarnición de Madrid, que porAlcobendas y El Molar posiblementeavanzarán a ocupar dicho paso,enviando, si preciso fuere, un fuertedestacamento motorizado sobreLozoyuela.
9.º Si la columna de la 7.ª Divisiónno encuentra resistencia debe avanzar enseguida con elementos motorizados asituarse en la línea Torrelodones-Colmenar Viejo, dejando la artillería notransportada convenientementeemplazada en los pasos de la sierra deGuadarrama por donde su columna hayacruzado la divisoria.
10.º Las baterías transportadasúnicamente conducirán en camiones lostiros correspondientes a una pieza.
11.º Se tendrá presente en lasmarchas cuanto se previene en laINSTRUCCIÓN RESERVADA NÚMERO DOS(2).
12.º El ganado que no pueda sertransportado irá a su destino porjornadas ordinarias, salvo el caso pocoprobable de que pueda utilizarse elferrocarril.
13.º El jefe de la División y los delas columnas resolverán por sí las dudas
que se les presenten con arreglo a suleal saber y entender, y han de tener porúnica obsesión llegar cuanto antes a lacapital de la República.
14.º Caso de fracasar el movimiento,el repliegue se hará sobre el Dueroprimero y sobre el Ebro después,debiendo tener presente que en la líneaZaragoza-Miranda ha de extremarse laresistencia y que Navarra habrá de serel reducto inexpugnable de la rebeldía.
15.º Caso de que en cualquiera delas provincias que integran la zona de la7.ª División hubiese un levantamientoarmado de carácter civil perteneciente a
elementos de las milicias patriotas, lasfuerzas del Ejército no desobedecerán laorden de marchar contra ellos, sino queaprovecharán esta circunstancia parabuscar su contacto y ponerse de su parte,pues hay que apoyar con toda decisión alos buenos españoles que se sublevancontra un estado de cosas que nos van asumir en la ruina, la desolación y eldescrédito.
Madrid, 31 de mayo de 1936.
EL DIRECTOR
EL DIRECTORIO Y SU OBRAINICIAL
Tan pronto tenga éxito elmovimiento nacional, se constituirá unDirectorio, que lo integrará unpresidente y cuatro vocales militares.Estos últimos se encargaránprecisamente de los ministerios de laGUERRA, MARINA, GOBERNACIÓN YCOMUNICACIONES.
EL DIRECTORIO ejercerá el Podercon toda su amplitud; tendrá la iniciativa
de los Decretos-Leyes que se dicten, loscuales serán refrendados por todos susmiembros.
Dichos Decretos-Leyes seránrefrendados en su día por el Parlamentoconstituyente elegido por sufragio, en laforma que oportunamente se determine.
Al frente de los ministerios noconsignados anteriormente figuraránunos consejeros técnicos, quienesejercerán las funciones que hoy tienenlos ministros.
Los Consejos que celebre elDirectorio podrán ser ordinarios yplenos.
Los primeros los integrarán el
presidente y vocales; los segundos, loscitados y los consejeros técnicos.
Los primeros Decretos-Leyes seránlos siguientes:
1. Suspensión de la Constitución de1931.
2. Cese del Presidente de laRepública y miembros delGobierno.
3. Atribuirse todos los poderes delEstado, salvo el judicial, queactuará con arreglo a las Leyes yReglamentos preestablecidos queno sean derogados o modificadospor otras disposiciones.
4. Defensa de la dictadurarepublicana. Las sanciones decarácter dictatorial seránaplicadas por el Directorio sinintervención de los Tribunales deJusticia.
5. Derogación de las Leyes,Reglamentos y disposiciones queno estén de acuerdo con el nuevosistema orgánico del Estado.
6. Disolución de las actuales Cortes.7. Exigencia de responsabilidades
por los abusos cometidos desdeel Poder por los actualesgobernantes y los que les hanprecedido.
8. Disolución del Tribunal deGarantías.
9. Declarar fuera de la Ley todas lassectas y organizaciones políticasque reciben su inspiración delextranjero.
10. Separación de la Iglesia y delEstado, libertad de cultos yrespeto a todas las religiones.
11. Absorción del paro y subsidio alos obreros en paro forzosocomprobado.
12. Extinción del analfabetismo.13. Creación del Carnet electoral. En
principio no tendrán derecho a éllos analfabetos y quienes hayan
sido condenados por delitoscontra la propiedad y laspersonas.
14. Plan de obras públicas y riegosde carácter remunerador.
15. Creación de comisionesregionales para la resolución delos problemas de la tierra, sobrela base del fomento, de lapequeña propiedad y de laexplotación colectiva donde ellano fuere posible.
16. Saneamiento de la Hacienda.17. Ordenación de la industria de
guerra.18. Restablecimiento de la pena de
muerte en los delitos contra laspersonas, siempre que produzcanla muerte o lesiones queocasionen la inutilidad para elejercicio de la profesión de lavíctima.
EL DIRECTORIO se comprometerádurante su gestión a no cambiar en sugestión el régimen republicano,mantener en todo las reivindicacionesobreras legalmente logradas, reforzar elprincipio de la autoridad y los órganosde la defensa del Estado, dotarconvenientemente al Ejército y a laMarina para que tanto uno como otra
sean suficientes, creación de miliciasnacionales, organizar la instrucciónpremilitar desde la escuela y adoptarcuantas medidas estimen necesarias paracrear UN ESTADO FUERTE YDISCIPLINADO.
Madrid, 5 de junio de 1936.
EL DIRECTOR
INSTRUCCIÓN RESERVADANÚMERO 5
Por información reservada recibidase sabe que el Gobierno, conocedor delmovimiento, pretende oponerse a élutilizando las fuerzas que juzga muyafectas, cuales son: la Aviación (deGetafe y Alcázares) y las Fuerzas deasalto. Su acción piensa realizarla casiexclusivamente sobre la línea del Ebro,porque cree que es en Navarra dondeexiste el foco más importante de la
rebeldía. Sobre la acción de la aviaciónpoco hay que decir: primero proclamascon falsedades y luego el bombardeo demucho ruido y poco efecto. En cuanto alos guardias de asalto, parece intentanemplearlos como infanteríatransportada, llevando en extremavanguardia los camiones blindados quetienen en la actualidad en número deveintiséis.
Para neutralizar estos mediosofensivos se tendrá presente:
1. Que no contando nuestra aviacióncon otras bombas que las deONCE KILOS y siendo este
proyectil de escasa potenciadestructora, aunque de gran efectomoral, convendrá advertir a latropa y personal paisanomilitarizado no se dejeimpresionar por las detonaciones.
2. Los transportes de fuerzasdeberán hacerse, siempre que seaposible, desde la caída de latarde al amanecer. Nuestrosaviones, por carecer en casi sutotalidad de equipos completos deiluminación, son inofensivosdurante la noche.
3. No debe olvidarse que en todacolumna que disponga de
artillería debe llevarse un cañónemplazado en plataforma ydispuesto en condiciones talesque pueda hacer fuegoinmediatamente sobre loscamiones blindados de losguardias de asalto.(Se están haciendo gestiones paraconseguir sean inutilizados dichoscamiones).
4. Durante los estacionamientos, y aprudencial distancia de las tropas,se interceptarán las carreteras concarros, vallas o postes, y a lasinmediaciones de estosobstáculos y a prudencial
distancia se montarán puestosarmados, los cuales tienen laobligación inexcusable de romperel fuego contra las fuerzas deladversario que no se entreguen ala primera intimación.
5. A las fuerzas enviadas por elGobierno que pasen a nuestrasfilas se les obligará a ir envanguardia de las propias, delantede la plataforma del cañón, puesasí se podrá comprobar cuál es suconducta. Una vez experimentadaconvenientemente su lealtad,podrían alternar con las demásfuerzas en el orden de marcha.
6. En ningún caso debe darse créditoa las noticias que, valiéndose dela radio y otros medios dedivulgación, dé el Gobierno, conobjeto de hacer decaer la moralde las fuerzas y organizaciones depatriotas.
Ha de advertirse a los tímidos yvacilantes que aquel que no está connosotros está contra nosotros, y quecomo enemigo será tratado. Para loscompañeros que no sean compañeros, elmovimiento triunfante será inexorable.
Tan pronto se reciba copia delmanifiesto que se dará a la opinión con
motivo del movimiento, se procederá atirar un número de ejemplares en cadalocalidad (de momento es preferible enmulticopista y no en imprenta) a falta defecha y firma, ejemplares que seránrepartidos y publicados en losperiódicos el día del movimiento, unavez llenado el requisito de poner lafirma.
Madrid, 20 de junio de 1936.
EL DIRECTORDese copia de esta circular a losrepresentantes de todos los Cuerposcomprometidos.
INSTRUCCIONES PARA LASFUERZAS DE LA ARMADA
El Ejército tiene la seguridadabsoluta de que, en momentos tandifíciles para la Patria, la Armadaespañola se pondrá al lado de sushermanos para luchar, con objeto delograr salga la nación del estadodeplorable en que se encuentra en laactualidad y cooperar con ellos arestablecer el orden público y crear unEstado fuerte y respetado donde reine la
paz y la justicia.
BASE NAVAL DE EL FERROL .— Ellevantamiento de las fuerzas de laArmada deberá ser simultáneo con lasde Ejército de las Divisiones 6.ª y 8.ª,debiendo atender con las unidades deque se puede disponer a los siguientescometidos:
1. Asegurar el orden público en ElFerrol, reduciendo a laimpotencia al personal que sedeclare en contra del movimiento.
2. Vigilar la costa, en la forma enque le sea posible hacerlo, desdela desembocadura del Miño a la
del Bidasoa, muy especialmenteel sector comprendido entreAvilés y Pasajes de San Juan,impidiendo todo desembarco defuerzas enemigas y, muyespecialmente, el contrabando dearmas que no vayan expresamenteconsignadas al Ejército de lospatriotas.
3. Dos unidades pequeñas habrán decooperar con las fuerzas delEjército al mantenimiento delorden público en Bilbao. Laacción de su artillería sobre lacuenca minera puede ser enextremo eficaz.
4. Otras dos unidades podrían, a suvez, ser convenientes en Gijón ySantander, especialmente en elprimer punto.
Tan pronto se inicie el movimiento,el mando de las fuerzas navales de ElFerrol destacará dos oficiales de enlaceal cuartel general del Ejército deoperaciones. Estos oficiales, de norecibir orden expresa en contrario, irána Burgos, en donde les dirán el punto enque se halla el cuartel general o líneapor la que se desplaza este.
BASE NAVAL DE CÁDIZ .— Procederáen la forma en que se indica en la
segunda parte del apartado a) anterior,en su base, y actuará de acuerdo con lastropas de África, con las cuales sepondrá inmediatamente en contacto parafacilitar los embarques, transportes ydesembarques en los puertos que leindique el jefe de las fuerzas de tierra.
BASE NAVAL DE CARTAGENA .—Actuará en forma análoga que la anteriory, además, tendrá la vigilancia de lacosta de Levante desde su base hasta elgolfo de Rosas. Dos unidades sedestacarán a Barcelona y una aValencia, procurando mantener contactocon el mando militar de los patriotas,
dentro de la independencia de susservicios.
FUERZAS NAVALES DE ÁFRICA .— Sucometido principal es escoltar lostransportes de tropas y facilitar elembarque y desembarque de ellas.
Madrid, 20 de junio de 1936.
EL DIRECTOR
DIRECTIVAS PARA MARRUECOS
Ha de procurarse por todos losmedios organizar dos columnas mixtassobre la base de la Legión, una en lacircunscripción oriental y otra en laoccidental, que desembarcarán,respectivamente, en Málaga y Algeciras,aunque conviene, hasta el momentopreciso, hacer creer que los puntos dedesembarco son Valencia y Cádiz.
Esto es muy interesante para el felizéxito de la operación.
Jefe de todas las fuerzas deMarruecos será, hasta la incorporaciónde un prestigioso general, la persona aquien va dirigida esta instrucción.
Como la dirección del movimientotiene absoluta confianza en dicho jefe,deja en absoluto a su albedrío losdetalles de ejecución, así como el dereforzar la guarnición de Málaga con lasque crea necesarias para garantizar elorden público; pero sí ha de tenerpresente:
1. Que el movimiento ha de sersimultáneo en todas lasguarniciones comprometidas y,
desde luego, de una granviolencia. Las vacilaciones noconducen más que al fracaso.
2. Que inmediatamente ha deproceder al embarque y trasladode fuerzas a los puntos indicados,en inteligencia de que se tienecasi la seguridad absoluta de queeste solo hecho será suficientepara que el Gobierno se dé porvencido.
3. Solicitará la colaboración de laescuadra y tendrá tomadas lasdisposiciones convenientes parainutilizar la aviación que no seaafecta. La artillería antiaérea de
los barcos actuará al primerintento de agresión.
4. La marcha de las columnas, unavez desembarcadas, ha de serrápida y sobre Madrid,procurando durante el avancearrastrar todas las fuerzas cívicassimpatizantes con el movimientosalvador de la Patria.
5. No debe olvidar el jefe laconveniencia de llevar las fuerzasconvenientemente abastecidas,con suficientes municiones ynumerario para satisfacer en elacto los gastos que convenga nodejar pendientes.
No olvidarse que el dinero abretodas las puertas.
6. Oportunamente se enviará avisode estar preparados y, después,día y hora del movimiento.El telegrama de estar preparadosdirá: MIL FELICIDADES ENNOMBRE DE TODA LA FAMILIA,EDUARDO. A lo que contestará elDirector con un telegramafechado en Ceuta y firmado porJUAN, por el que se comprendaestá dispuesto, poniendo en eltelegrama un texto cualquiera.El movimiento se avisará por untelegrama que dirá: DÍA (tal)
LLEGARÁ A ESA FULANITO,RUEGO SALGAS A RECIBIRLE.Firmado EDUARDO. El nombre defulanito indicará por el número deletras la hora, que será la de lamañana si no lleva apellido; si sepone apellido, se refiere a latarde. Ejemplo: DÍA OCHOLLEGARÁ A ESA NICASIO, RUEGOSALGAS A RECIBIRLE. FirmadoEDUARDO, que quiere decir: queel movimiento habrá de realizarseel día 8 a las 7 de la mañana.
7. Habrá de tenerse presente que,desde luego, el movimiento seproducirá donde está el Director
y que, por lo tanto, no debehacerse caso de las noticias quepara quebrantar la moral hagacircular el Gobierno por radio uotros medios.
8. Inmediatamente de producido elmovimiento en Marruecos habráde comunicarse al Director, porel medio más rápido, incluso, sies posible, por avión, que puedetomar tierra en el aeródromoinmediato o en el eventual queexiste cercano a la capital en queeste se fecha.
Le ruego acuse inmediatamente
recibo de estas instrucciones si estáconforme con ellas.
NOTA.— De estas instrucciones sólotienen conocimiento: el destinatario, elDirector y una tercera persona queejerce de coordinador. SON, POR LOTANTO, ABSOLUTAMENTE RESERVADAS.
Peloponeso, 24 de junio de 1936.
EL DIRECTOR
INFORME RESERVADO
La dirección del movimientopatriótico estima necesario dirigirse alos compañeros comprometidos con élpara ponerles al corriente, con todalealtad, de ciertos hechos demostrativosde que el entusiasmo por la causa no hallegado todavía al grado de exaltaciónnecesario para obtener una victoriadecisiva y de que la propaganda no haalcanzado un resultado halagüeño.
1. Está por ultimar el acuerdo con
los directivos de una muy importantefuerza nacional indispensable para laacción en ciertas provincias, pues lacolaboración es ofrecida a cambio deconcesiones inadmisibles, que nosharían prisioneros de cierto sectorpolítico en el momento de la victoria. Elllamado «Pacto de San Sebastián» estáaún demasiado reciente para que losespañoles lo hayan olvidado, así comolas dolorosas consecuencias que hatraído para España. Nosotros nopodemos en forma alguna hipotecar elporvenir del nuevo Estado.
2. Oficiosidades de ciertos
elementos, sin otra representación que lasuya personal, han hecho que hayatenido que dictar el director de ciertafuerza combativa una orden terminantepara que sus afiliados sólo se entiendancon quienes deben entenderse. Hoy,como no podía menos de suceder, lainteligencia es absoluta.
3. Se ha intentado provocar unasituación violenta entre dos sectorespolíticos opuestos para, apoyados enello, proceder, pero es el caso que hastaeste momento —no obstante laasistencia prestada por algunoselementos políticos— no ha podido
producirse, porque aún hay insensatosque creen posible la convivencia con losrepresentantes de las masas quemediatiza el Frente Popular.
4. Se ha podido apreciar, connotoria contrariedad, que en ciertacapital de provincia en que todos sehallaban de acuerdo y unidos parasalvar a la Patria, ha bastado lapresencia de una sola persona opuesta anuestros ideales para que el panoramahaya cambiado radicalmente. Eso esprueba de que el ideal no estabaarraigado y de que el entusiasmodemostrado era ficticio, caso que no es
el único.
5. Se tiene conocimiento también deque determinadas instrucciones han sidoconocidas tan pronto circularon porquienes debían ignorarlas, lo que esprueba evidente de que falta discrecióno existen traidores.
Podríamos ir dictando más hechosanálogos. Hace falta, por tanto, que losexaltados se revistan de paciencia y deque todos se dediquen con el mayorentusiasmo a captar voluntades y adescubrir a los indiscretos o traidores,para que tanto unos como otros recibansu merecido.
También ha de tenerse presente quetodo está ya en marcha y que no ha decundir el desaliento aunque seaninutilizadas las personas que llevan ladirección, por importante que sea elpapel que tengan o se les atribuya. Losque queden deben proseguir la obrainiciada. ¡¡VIVA ESPAÑA!!
Madrid, 1 de julio de 1936.
EL DIRECTOR
Autores
ÁNGEL VIÑAS
Licenciado y doctor en CienciasEconómicas con premio extraordinarioen ambas ocasiones por la UniversidadComplutense. Técnico comercial yeconomista del Estado con el númerouno de su promoción. Ex asesorejecutivo del ministro de AsuntosExteriores. Ex director en la ComisiónEuropea. Ex embajador de la Unión
Europea ante Naciones Unidas. GranCruz de la Orden del Mérito Civil entreotras condecoraciones, españolas yextranjeras. Catedrático, sucesivamente,de las Universidades de Valencia,Alcalá de Henares, UNED yComplutense. Fue el primer historiadoren lograr acceso a los archivos delfranquismo. Toda su obra, muy extensa,está basada en evidencia primariarelevante de época desde La Alemanianazi y el 18 de Julio o El oro españolen la guerra civil hasta su reedición yactualización del libro de Southworthsobre el bombardeo de Guernica. Entresus títulos destacados se encuentran El
oro de Moscú; Guerra, dinero,dictadura; Franco, Hitler y el estallidode la guerra civil; En las garras deláguila; una trilogía sobre la Repúblicaen guerra (La Soledad de la República,El escudo de la República, El honor dela República), amén de coda (Eldesplome de la República, conFernando Hernández Sánchez) y síntesiso La conspiración del general Franco.
FERNANDO PUELL DE LA VILLA
Doctor en Historia por la UNED;coronel del Ejército; profesor de
Historia Militar y miembro del ConsejoEditorial del Instituto UniversitarioGeneral Gutiérrez Mellado de la UNED.Ponente en numerosos congresos,seminarios, y mesas redondasnacionales e internacionales. Directivode la Asociación Española de MilitaresEscritores (AEME) y socio de la deHistoriadores del Presente. Pertenece alos consejos de redacción de lasRevistas de Historia Militar,Universitaria de Historia Militar yRúbrica Contemporánea. Ha sidodirector general de la Presidencia delGobierno y ha estado destinado en elMinisterio de Defensa, en el Estado
Mayor Central y en la DivisiónAcorazada. Autor de los libros Atlas dela Guerra Civil española (1931-1945):antecedentes, operaciones y secuelasmilitares (2010 digital y 2007);Historia del ejército en España (2009,2005, 2003 y 2000); Historia de laprotección social militar (1265-1978):de la Ley de Partidas al ISFAS (2008);El Desastre de Cuba, 1898: LasGuásimas, El Caney, Las Lomas de SanJuan (2005); Gutiérrez Mellado: unmilitar del siglo XX (1912-1995)(1997), y El soldado desconocido: de laleva a la «mili» (1700-1912) (1996), yde medio centenar de capítulos en obras
colectivas y numerosos artículos enrevistas académicas y profesionales.
JULIO ARÓSTEGUI SÁNCHEZ
Tristemente fallecido a punto de verla luz este libro, ha sido catedrático deHistoria contemporánea en laUniversidad Complutense de Madridhasta 2009 y Catedrático Emérito hasta2012. También ejerció su magisterio alo largo de su periplo vital en laUniversidad Carlos III de Madrid,Salamanca y Vitoria. Ha trabajado entemas como el carlismo, el movimiento
obrero, la República, la guerra civilespañola, la época de Franco, la teoría ymetodología historiográficas y laHistoria del presente y la memoriahistórica. Fue Premio Nacional deHistoria en 1981 por una obra colectivay dirigió hasta su muerte la CátedraComplutense Memoria Histórica delS i g l o XX y la revista electrónicaHispania Nova. Entre sus publicacionesmás recientes como autor o coordinadorse encuentran: Largo Caballero. Eltesón y la quimera (2013), Franco: larepresión como sistema (2012), Elúltimo frente. La resistencia armadaantifranquista en España, 1939-1952
(2008), España en la memoria de tresgeneraciones: de la esperanza a lareparación (2007), Por qué el 18 dejulio… y después (2006), Guerra Civil.Mito y memoria (2006), La repúblicade los trabajadores: la SegundaRepública y el mundo del trabajo(2006) o La Historia vivida. Sobre laHistoria del presente (2004).
EDUARDO GONZÁLEZ CALLEJA
Doctor en Historia contemporáneapor la Universidad Complutense, esprofesor titular en la Universidad Carlos
III de Madrid. Sus investigaciones hanversado sobre la teoría de la violenciapolítica y su desarrollo histórico en laEspaña contemporánea, la evolución delos grupos de extrema derecha yfascistas en la Europa de entreguerras,las imágenes del Mediterráneo en lacultura española, la acción política ycultural del franquismo y de la actualmonarquía democrática hacia AméricaLatina, la emigración política españolaen el tránsito del siglo XIX al XX, lahistoria del deporte, la teoría y lahistoria del terrorismo y la historiasocial y política de los instrumentosestatales de orden público. Entre sus
últimos libros figuran:Contrarrevolucionarios.Radicalización violenta de lasderechas españolas durante la SegundaRepública (2011); Los totalitarismos(2012) ; Nelle tenebre di brumaio.Quattro secoli di riflessione politicasul colpo di Stato (2012); Ellaboratorio del miedo. Una historiageneral del terrorismo, de los sicariosa Al Qa’ida (Crítica, 2013); Lasguerras civiles. Perspectiva de análisisdesde las Ciencias Sociales (2013) yMemoria e Historia. Vademécum deconceptos y debates fundamentales(2013).
HILARI RAGUER I SUÑER
Monje de Montserrat, doctor enDerecho (Barcelona) y Diplome d’Études Supérieures en SciencesPolitiques (París), ha publicadonumerosos libros y artículos sobre eltema de la Iglesia y la guerra civil.Obras principales La Unió Democràticade Catalunya i el seu temps (1931-1939) (1976); La espada y lacruz (La Iglesia 1936-1939) (1977);Salvador Rial, vicari del cardenal de lapau (1993); El general Batet. Francocontra Batet: crónica de una venganza
(1996); La pólvora y el incienso. LaIglesia y la guerra civil española 1936-1939 (2001, 2008; edicióninglesa: Gunpowder and incense. TheCatholic Church and the Spanish CivilWar, 2007), Carrasco i Formiguera.Un cristiano nacionalista (1890-1938)(2002), Réquiem por la cristiandad. ElConcilio Vaticano II y su impacto enEspaña (2006); Arxiu de l’Esglésiacatalana durant la guerra civil (2003 yss.).
XOSÉ M. NÚÑEZ SEIXAS
Es doctor en Historia contemporáneapor el Instituto Universitario Europeo deFlorencia, catedrático en excedencia dela misma materia en la Universidad deSantiago de Compostela, además decatedrático de Historia contemporáneade Europa en la Ludwig-Maximilians-Universität de Múnich. Se haespecializado en el estudio comparadode nacionalismos ibéricos y europeos,además de en estudios migratorios y enhistoria cultural de la guerra. Susúltimos libros son Patriotas ydemócratas (2010), Nacidos paramandar (2012, junto con Ludger Mees,ed.) y La sombra del César. Santiago
Montero Díaz, una biografía entre lanación y la revolución (2012).
FERNANDO HERNÁNDEZ SÁNCHEZ
Profesor de la UniversidadAutónoma de Madrid y de enseñanzasecundaria. Doctor en Historia por laUNED, es especialista en la historia delmovimiento comunista en España. Hapublicado artículos sobre este tema enrevistas como Historia del Presente,Espacio, Tiempo y Forma, CuadernosRepublicanos, Ebre38, Historia16 o LaAventura de la Historia. Es autor de los
libros Comunistas sin partido: JesúsHernández, ministro en la GuerraCivil, disidente en el exilio (2007) yGuerra o revolución: el PCE en laguerra civil (Crítica, 2010). Es coautor,junto con Ángel Viñas, de El desplomede la República (Crítica, 2009).También ha colaborado en En elcombate por la Historia (2012). Esmiembro de la Asociación deHistoriadores del Presente einvestigador del Centro deInvestigaciones Históricas de laDemocracia Española (CIHDE-UNED).
JOSÉ LUIS LEDESMA
Es profesor ayudante de Historiacontemporánea en la Universidad deZaragoza, y ha sido previamenteinvestigador en el Instituto UniversitarioEuropeo (Florencia, Italia) y en laUniversidad de Yale (Estados Unidos).Es autor de Los días de llamas de larevolución: violencia y política en laretaguardia republicana de Zaragozadurante la guerra civil (2004), coautord e Violencia roja y azul. España 1936-1945 (Crítica, 2010) y de Manuel
Buenacasa: militancia, cultura yacción libertarias (2005), así comocodirector de La Guerra Civil enAragón (2006, 12 vols.) y coeditor deCulturas y políticas de la violencia.España siglo XX (2005), Avenida de laRepública (2007), La II República en laencrucijada: el segundo bienio (2009)y La República del Frente Popular:reformas, conflictos y conspiraciones(2010).
FRANCISCO SÁNCHEZ PÉREZ
Profesor titular de Historia
contemporánea en la Universidad CarlosIII de Madrid, ha trabajado la historia delos movimientos sociales y políticos y lahistoria urbana y de Madrid en el sigloXX. Entre las obras recientes de las quees autor o en las que ha colaborado sepueden reseñar La España del Frente Popular/L’Espagne du Front Populaire(2011) , L’écho de l’événement. DuMoyen Âge à l’époque contemporaine(2011), La España del Frente Popular.Política, sociedad, conflicto y culturaen la España de 1936 (2011), 14 deabril: la República (2011), Getafe1939/1979: de la dictadura a lademocracia (2010), La República del
Frente Popular. Reformas, conflictos yconspiraciones (2010) o La protesta deun pueblo. Acción colectiva yorganización obrera, Madrid 1901-1923 (2006).
Notas
¿UNA GUERRA REALMENTEINEVITABLE?
[1] «Por lo general», no quiere decir queno siga habiendo alusiones a semejantemito. Véase este recientísimocomunicado de finales de noviembre de2012 de la Fundación NacionalFrancisco Franco: «desde la nada en laque había sumido nuestra patria larevolución comunista que convirtió laRepública en patrimonio delestalinismo». Sin embargo, es de notarque incluso esta Fundación ya nomenciona a la guerra civil sino a laRepública totalitaria misma como origende la legitimidad de Franco, y además secita la «presión fiscal irrisoria» y la
«protección social de los trabajadores»como uno de sus logros (quizá paramolestar al gobierno actual). Puedeverse enhttp://www.fnff.es/NUEVO_COMUNICADO_DE_LA_FNFF_707_c.htm.<<
[2] La entrevista a Fraga de MaríaAntonia Iglesias en El País, 12 deagosto de 2007. El testimonio de RoblesPiquer en la sección de «Cartas aldirector» de El País, 20 de enero de2012. <<
[3] Ejemplo evidente y reciente de queese es precisamente el objetivo explícitode este tipo de exposiciones a día dehoy, es Álvarez Tardío, Manuel, y ReyReguillo, Fernando del (eds.), Ellaberinto republicano. La democraciaespañola y sus enemigos (1931-1936),Barcelona, RBA, 2012, en su«Introducción», pp. 11-29, a cargo delos mismos autores. Aunque el libro essobre la República, ya en el tercerrenglón se menciona la Constitución de1978, «que va camino ya de los cuarentaaños» (p. 11), «muy valiosa desde unaperspectiva histórica» porque «los
españoles son afortunados aunque sudemocracia no sea todo lo “popular”que algunos, los menos, anhelan» (p.13), representa «la normalidaddemocrática que se había instalado porfin en el país, una vez asegurada laalternancia pacífica en el poder ysuperados los planteamientos cainitasdel inmediato pasado» (p. 23), y es que«estamos [los autores] plenamenteconvencidos de que todos partimos deuna consideración positiva de lademocracia parlamentaria y conocemoslos fundamentos liberales quecoadyuvaron a que esta, finalmente,triunfara frente a los totalitarismos» (p.
27). Hacen abierta propaganda de lasmonarquías constitucionales frente a lasrepúblicas, porque garantizan mayordemocracia y estabilidad y «un consensosocial amplio» (p. 28), incluida la deAlfonso XIII, «cuando los políticosespañoles se habían acostumbrado aconvivir dentro de un mismo marcolegal, renunciando al recurso a laviolencia para obtener el poder» (p. 15;esta visión tan «ingenua» olvida que yalo tenían). Todo esto es propaganda (queno historia), muy legítima comoopiniones personales. Lo malo es queacusan a la historia que hacen otros de«militante» (p. 24) y «presentista» (p.
19). Vaya desfachatez. <<
[4] No ahondaremos en estainterpretación peculiar de la historiaeuropea, que va más allá del alcance deeste libro, pero recordemos que es másque abusivo equiparar en el periodo deentreguerras revoluciones de ampliabase popular (al menos en sus primerosaños) como la rusa y la turca,acontecidas en países en guerra, deenorme inestabilidad y que no eran enabsoluto democracias liberales bajoningún patrón posible de entonces ni deahora (el Imperio zarista y el Imperio ycalifato otomano), con las innumerablesdictaduras derechistas que se instalaron
por todo el resto de la Europacontinental. Estas por lo general nonecesitaron de ninguna insurrecciónarmada para hacerse con el poder sinoque demolieron las institucionesliberales (monárquicas o republicanas)desde dentro y porque estas se lopermitieron o consintieron. Obviamenteel franquismo sería una excepción y esoes lo que hay que explicar. Es como sien una urbanización hubiera 99 casaspintadas de blanco y una de rojo y veinteaños después encontramos 95 de negro,cuatro de blanco y una de rojo (la mismarecalcitrante de siempre), y viene undecorador y dice que ha sido un periodo
de dura confrontación entre el rojo y elnegro en los gustos de los propietarios.Una confrontación un poco desigual.Esta tesis tampoco explica por qué lalógica solución contra el comunismo eradestruir la democracia liberal (lo queresulta incongruente pues era su mejorantídoto). También se olvida que cuandohubo una más o menos real expansióndel comunismo fuera de la URSS (enEuropa, en Asia), es decir, después de1945, no creció el fascismo sino que sedesarrollaron y fortalecieron lasdemocracias del bienestar como lasconocemos hoy. <<
[5] Esta mecánica maniquea forma partede una cosmovisión más amplia, porquealgunos no solo se la aplican a los añostreinta sino a la situación de lahistoriografía española actual sobre laSegunda República, que, empleando suspalabras, viene sufriendo desde los añosnoventa una «involución intelectual»,por culpa según ellos de la «memoriahistórica». Véase ibídem, donde sedistingue a los buenos historiadores,entre otros, los propios autores, claro,de los malos, los historiadores«neofranquistas» y los«frentepopulistas». Estos últimos, según
ellos, idealizan la República, hacentrampas con sus enfoques y manipulanlas fuentes. ¿Con qué fin? Agárrese ellector: «el cuestionamiento del marcoconstitucional de la España actual, laimpugnación de la forma en que se llevóa cabo la transición a la democraciadesde la dictadura del general Franco»,p. 24. <<
[6] Es muy significativo a mi entender yejemplificador de los cambios políticosque ha vivido el país en los últimosveinte años (básicamente un retrocesomuy constatable de la hegemoníasocialista y de muchas de sus ideas-fuerza) que en las historias de laRepública clásicas de cuando yoestudiaba (los años ochenta) su centromotor venía a ser el tándem Prieto-Azaña (lo que yo llamo, si se mepermite la expresión, el paradigmaexplicativo jacksoniano, aludiendo auno de sus principales promotores,Gabriel Jackson) y que ahora se intenta
situar más a la derecha, en el tándemLerroux-Alcalá-Zamora. Véase en estalínea Townson, Nigel, La República queno pudo ser. La política de centro enEspaña (1931-1936), Madrid, Taurus,2002. <<
[7] Paradigma de esta presentación es elplan general y el diseño de ReyReguillo, Fernando del (dir.), Palabrascomo puños. La intransigencia políticaen la Segunda República española,Madrid, Tecnos, 2011, donde solo seexcluye del desolador panorama de«intransigentes» a «las opcionesinequívocamente democráticas, aquellasque aceptaron la República y que laconcibieron como un marco deconvivencia susceptible de construirseentre todos los españoles», p. 36. Estasopciones son más o menos las citadas enel texto, aunque en «Revisiones y
anatemas. A vueltas con la IIRepública», Historia Social, 72, 2012,pp. 155-172, tal autor parece que dejatambién fuera al PNV, p. 161 (pero enPalabras… no figura entre losestigmatizados). Por otra parte pareceincreíble que en un libro sobre laintransigencia y la intoleranciaaparezcan la policía y los sindicatospero ni la patronal, ni el ejército ni laIglesia, que, por lo que aparenta, notuvieron ninguna influencia política consus discursos y actitudes en los añostreinta. <<
[8] Hay otros términos parecidos, perode menor utilidad para esta obra, como«totalitarismo» o «terrorismo». Elsegundo directamente y que sepamos noestaba socializado (que no es lo mismoque inventado o acuñado) en los añostreinta, aunque luego se ha usado deforma retroactiva para explicar lasoleadas de atentados políticos desde elanarquismo del XIX hasta hoy. Elprimero estaba más difundido, perogeneralmente en el sentido que usabanlos creadores del vocablo, los fascistasitalianos (y sus imitadores) para hablarde su propio Estado y no en sentido
peyorativo precisamente. No estabasocializado ni mucho menos parareferirse a la URSS, como hoy se hace,por no entrar en más polémicas, algoque aquí no podemos sino apuntar. Asíque, independientemente de lo que ellector de hoy pueda pensar sobre loscomunistas, ellos no se veían a símismos en los años treinta comototalitarios, mientras que los fascistas sí.Para los que no lo crean, el términoaparece en los veintisiete puntos de laFalange de 1934 (punto 6). No semoleste el amable lector en buscarlo enningún programa o manifiesto comunistade la época. Es curioso en cualquier
caso que a Franco, que usó el término deforma constante al menos antes de 1945para referirse a su propio Estado, se lehaga pasar ahora por «autoritario»(como si fuese Miguel Primo de Riverao Gil Robles). Su hagiógrafo delDiccionario Biográfico de la RAH, LuisSuárez, intenta nada menos quecontradecirle. Es como si dijese:«Excelencia, excelencia, se equivoca,no ha querido decir totalitario, sinoautoritario». Franco sabía bien lo quedecía. Los que afirman quepersonalmente no era un fascistaaciertan; que no lo fuese su régimen, almenos hasta 1945, es otra cuestión (la
ONU lo definió y condenó como«fascista», sin ambages; al parecer no seenteraban en ese organismo). No voy aentrar en si era un genocida o no. Enrealidad ni falta que le hacía: losasesinatos atribuibles a su figura enperiodo de paz superaron a los decualquier dictador europeo del siglo XX,salvo Stalin. <<
[9] Todo lo que suena a popular yasambleario se convierte para algunosipso facto en totalitario. La sombra delos soviets sigue siendo alargada. <<
[10] Esto no es baladí: un alumno mío mepreguntó que cómo Thomas Jefferson,siendo tan demócrata, podía teneresclavos, y otra alumna cómo KarlMarx, siendo de izquierdas, pudo ser tanmachista, tener un hijo con su criada ydesentenderse del asunto. En el fondoestos alumnos pensaban que talespersonajes eran hipócritas. Lo que esseguro es que no eran anacrónicos. <<
[11] Los datos en la magnífica tesisdoctoral de Baby, Sophie, Violence etpolitique dans la transitiondémocratique espagnole, Université deParis I, 24 de noviembre de 2006. Elperiodista Mariano Sánchez Soler en Latransición sangrienta. Una historiaviolenta del proceso democrático enE s p a ñ a (1975-1983), Barcelona,Península, 2010, deja el número en tornoa los 600 muertos hasta 1983. <<
[12] Aquí hemos pasado deleconomicismo más ramplón queexplicaba todo por la evolución de losprecios del pan o de los salarios (comosi por el hecho de ser pobre uno pueda osepa movilizarse) a que se prescinda dela economía como un estorbo. Es deesperar que dentro de setenta años nohagan lo mismo los historiadores paraexplicar la irritación que se vive en laépoca actual. Pero no debe descartarse,habida cuenta de que al parecer es muyconveniente estudiar el periodo deentreguerras solo basándose en la«historia política empirista» (sea lo que
sea lo que esto signifique). VéaseÁlvarez Tardío y Rey Reguillo (eds.),El laberinto…, p. 21. Esta metodología,y como guía para los desorientados,supone rechazar y marginar de formaexplícita (lo dicen ellos mismos) lasaportaciones de la economía, lasociología, la antropología, los estudiosculturales y del lenguaje, las teoríasposmodernas y por supuesto el malvadomarxismo. Naturalmente que es posibleestar en las antípodas de semejanteconcepción, que hace tabula rasa delprogreso historiográfico de los últimoscuarenta años (si no más). <<
[13] Y que, pese a la neutralización delfascismo y el golpismo, tardaron muchotiempo en construirse, bastante más delo que se afirma, y muchísimo más enaceptar que el poder pudiera ejercerlola izquierda obrera. Ni mucho menos sefirmó un pacto en dos días: en Francia yen Italia la izquierda políticahegemónica fue marginada del poderdesde 1947 hasta los años ochenta comomínimo (más de treinta años). Dealternancia nada. En Alemania tuvo algomás de suerte: solo tardó veinte años enentrar en una coalición de gobierno yveinticinco en conseguir la cancillería
(tras haber prometido no ser marxistanunca jamás). <<
[14] Recordemos la prevención que noshacía Pablo Sánchez León sobre losestudios «ahistóricos» de personas ysociedades: «El procedimiento básicopara hacer inteligible el pasado como sise tratase del trasunto de una realidadactual consiste en presentar a aquellosque vivieron bajo aquella repúblicademocrática como esencialmenteanálogos a los que lo hacen bajo estamonarquía constitucional», en «Laobjetividad como ortodoxia: loshistoriadores y el conocimiento de laguerra civil española», Aróstegui, Julio,y Godicheau, François (eds.), Guerra
civil. Mito y memoria, Madrid, MarcialPons/Casa de Velázquez, 2006, p. 124.<<
[15] La afirmación de que la izquierdaobrera es antidemocrática puede verseen Álvarez Tardío y Rey Reguillo(eds.), El laberinto…, p. 25, criticandoa los que hacen «el milagro de convertiren demócratas a la corrienterevolucionaria del socialismo, a losmilitantes de la FAI, a los trotskistas o alos amigos del estalinismo,considerados en su conjunto más comoantifascistas que como totalitarios». Loque sí resultaría un milagro es que losanarquistas fuesen totalitarios. Dospáginas después, sin embargo, terminanreconociendo (y por tanto
contradiciéndose) que había otroconcepto distinto de la democracialiberal aunque la conceptúannegativamente, claro, como una«democracia concebida en términospatrimonialistas so pretexto de lanecesidad de impulsar cambiosrevolucionarios en el país, aunque conel resultado paradójico de excluir a unaparte sustancial de la sociedad de esenuevo régimen» (p. 27). Atención a estetérmino-comodín de «exclusión», queusan para definir las políticasrepublicanas en este y en otros librossuyos, porque también les vale ahorapara definir las políticas de Franco.
Medite el lector sobre este luminosopasaje muy clarificador y que llamapoderosamente la atención, usado paradefinir el franquismo: «una largadictadura, que excluyó cuando menos ala mitad del país» (p. 12). Si el términotanto vale para una cosa como para laotra como mínimo nos parece pocoriguroso, cuando no directamente falaz.<<
[16] El original es de 1932 pero yo heutilizado la reimpresión facsímil deMadrid, EDAF, 2011. No se usa lapalabra «democrática» hasta la página27, precisamente para explicar lamonarquía de Amadeo, y luego en la p.31 para la Primera República. <<
[17] Como es sabido, el concepto de«revolución burguesa» no es marxista enabsoluto sino que lo acuñaron loshistoriadores liberales de la Revoluciónfrancesa de la primera mitad del sigloXIX para informar de lo que estabapasando: los Mignet, Lamartine,Michelet, Thiers, Guizot, Thierry,Cousin, etc. <<
[18] Celia en la revolución, al pareceracabado como borrador en 1943.Manejo la edición de Madrid, Aguilar,1987. <<
[19] González Calleja, Eduardo,Contrarrevolucionarios,Radicalización violenta de lasderechas durante la SegundaR e p ú b l i c a , 1931-1936, Madrid,Alianza, 2011, p. 21. Por eso estoyplenamente de acuerdo con ese título,pese a las objeciones que en algunaocasión se le han hecho. Por ejemplo,Elorza, Antonio, en su crítica/reseña dellibro en «Subversivos de derechas», ElPaís, 14-01-2012, que prefiere«reaccionarios». <<
[20] Es muy comprensible que en Españael tema de la violencia política y lademocracia sea algo muy sensible,habida cuenta de la persistencia delterrorismo de ETA hasta casi hoy(aunque, dicho sea de paso, nació en elfranquismo y alcanzó su máximoparoxismo asesino durante la transicióndemocrática precisamente). Pero eso nolegitima a los historiadores que abordanlos temas de la violencia política ysocial para que en lugar de intentarhacerlos comprensibles para laspersonas actuales, se dediquen arepetirnos la Causa General que montó
Franco durante y después de la guerra.<<
[21] De hecho es muy singular que en elcitado libro para niños de Seró se teníaen 1932 una visión de entreguerras muydiferente a la prodigada hoy por muchasobras. Tras hablarnos del desastre de«la guerra maldita de 1914» Seró decía:«la guerra mundial ofreció lacompensación, a tan triste y caro preciolograda, de la liberación de Europa.Determinó que la Europa monárquica setrocara en la presente Europarepublicana», El niño republicano…, p.212. Hoy, jugando con ventaja, pocossuscribirían lo de la liberación. Nopodía haber una visión de la revolución
más optimista. <<
[22] «Al fin de ese orden autocrático eimperial [en 1918] le sucedió desde elprimer momento una época dedemocracias parlamentarias yconstituciones liberales y republicanas.Eso que a algunos les parecía una“aceptación universal de la democracia”duró sin embargo, muy poco, amenazadapor la revolución, los disturbiossociales y el fascismo», en Casanova,J u l i á n , Europa contra Europa 1914-1945, Barcelona, Crítica, 2011, p.12. Lo que no nos dice con suficienteclaridad en mi opinión es a quécondujeron esas amenazas sin apenas
excepción tras el final de la guerra.Siempre a lo mismo (o a algo similar).<<
[23] En la traducción de Mardrus/BlascoIbáñez no es la popular botella, sino unjarrón de cobre, pero el resultado es elmismo, El libro de las mil noches y unanoche, Madrid, Cátedra, 2007, pp. 128-132, vol. I. El relato enlaza conotros hasta perderse (como andando lascallejas de una ciudad árabe), siguiendoel patrón habitual, pero en esas páginasestá el cañamazo de la historia. <<
[24] Sobre estas cuestiones, entrepolitológicas y filosóficas, remito comoejemplo de a qué me refiero a dospensadores, uno extranjero y otroespañol, que disertan sobre estos temas,incomparablemente mejor. Por un lado,Todorov, Tzvetan, Los enemigosíntimos de la democracia, Madrid,Galaxia Gutenberg, 2012, que semuestra enormemente crítico con lademocracia actual, que afirma que hapervertido sus principios y que hoy esun ideal por el que hay que luchar(sustituyendo a la revolución, lo que sinembargo muchos veteranos del 68 han
echado en cara con aires desuperioridad al movimiento del 15-M).El caso de Todorov es especialmentesignificativo al haber tenido que huir delsocialismo real del este de Europa,sistema que rechazaba. Como autordoméstico, Sánchez-Cuenca, Ignacio, enMás democracia, menos liberalismo,Madrid/Buenos Aires, Katz, 2010,donde critica a los que adelgazan laconcepción de la democracia hastareducirla únicamente a la «tolerancia»al adversario, anegando así el«potencial radical» y de transformaciónque lleva intrínseco, frente a lo que hoypasa por tal, las democracias realmente
existentes. <<
[25] En cualquier caso,independientemente de lo que se piensesobre la figura de Santiago CasaresQuiroga, no se merecía la biografía querecibe en el Diccionario BiográficoEspañol de la RAH, con afirmacionestan disparatadas como que fue«presidente del último Gobierno de laSegunda República» (p. 159), o «habíadispersado [el Gobierno] a todos losmilitares peligrosos para evitar quetrabajaran juntos: Franco en Canarias,Mola en Navarra, Sanjurjo en Portugaly Yagüe en Marruecos» (p. 161). Elsubrayado es mío pero la autora de la
entrada se llama Ángeles Hijano Pérez.<<
[26] Referencia inexcusable paracualquier interesado por la guerra civiles su trilogía, formada por Viñas, Ángel,La soledad de la República: elabandono de las democracias y elviraje hacia la Unión Soviética,Barcelona, Crítica, 2006; El escudo dela República: el oro de España, laapuesta soviética y los hechos de mayode 1937, Barcelona, Crítica, 2007; Elhonor de la República: entre el acosofascista, la hostilidad británica y lapolítica de Stalin, Barcelona, Crítica,2008. Convertida a la postre entetralogía en colaboración con
Hernández Sánchez, Fernando, Eldesplome de la República, Barcelona,Crítica, 2009. <<
[27] Pese a lo que aseguran algunos, noes un término en modo alguno aséptico ysu significado histórico (normativo, esdecir muy cargado de valores) no puedeescamotearse afirmando simplementeque «alzamiento, golpe de Estado,levantamiento, movimiento ysublevación … desde el punto de vistagramatical, son similares» (AlíaMiranda, Francisco, Julio de 1936.Conspiración y alzamiento contra laSegunda República, Barcelona, Crítica,2011, p. 14). Si lo son, ¿por qué nousaron los franquistas para su golpe lostérminos «rebelión» o «sublevación»,
que sin embargo reservaban paraejecutar a sus oponentes? En la mismalínea, el profesor Alía justifica el uso de«bando nacional … por ser el términomás comúnmente utilizado» (p. 14). Silo unimos al anterior ya tenemos el«alzamiento nacional». Y digo yo,utilizado, ¿cuándo? Yo estudié en launiversidad en los años ochenta y jamásoí llamarlo así a mis profesores.Durante la guerra y bastante después,también se usaron mucho «ejércitorojo», «leales» o «facciosos», y«Caudillo» o «Generalísimo» paradesignar al dictador. Creo que parte deltrabajo de los historiadores es
precisamente acabar con esta neolenguade los vencedores, de origen franquista,que además no se corresponde con loshechos o simplemente los maquilla aconveniencia. Entristece ver cómohistoriadores serios actuales la adoptande forma tan acrítica. <<
[28] Chamberlain continuó como premierdesde el principio de la guerra(septiembre de 1939) hasta mayo de1940 y tuvo que ser destituidoprácticamente por una revuelta de supropio partido, apoyado por laboristas yliberales, para poner a Churchill en sulugar. Durante esos nueve meses,durante la llamada phony war («guerrasimulada» o «fingida»), siguiópensando, como la mayoría de los tories(de hecho, continuó liderando elpartido), que el principal peligro seguíasiendo Stalin y que se podría pactar conHitler o hacerle recapacitar. <<
[29] Bien es verdad que la izquierdaeuropea tampoco se la tomó en serio, deforma suicida en algún caso (Alemaniael más famoso), por lo menos hasta1934, pero en cualquier caso reaccionóantes, entre otras razones, por un agudoinstinto de supervivencia. <<
[30] Un ejemplo reciente sería el delantiguo aspirante a liderar el PartidoRepublicano estadounidense, Buchanan,Patrick, en Churchill, Hitler and theUnnecessary War: how Britain lost itsEmpire and the West lost the World ,Nueva York, Crown, 2008. <<
[31] Viñas, Ángel, La conspiración delgeneral Franco y otras revelacionesacerca de una guerra civil desfigurada,edición ampliada, Barcelona, Crítica,2012. <<
[32] Véanse los datos (p. 131) en PradaRodríguez, Julio, «Violencia política yprotesta social durante la primaveratrágica. Su contribución a la estrategiadel “cuanto peor, mejor”», pp. 121-136,en González Calleja, Eduardo, yNavarro Comas, Rocío (eds.), LaEspaña del Frente Popular. Política,sociedad, conflicto y cultura en laEspaña de 1936, Granada, Comares,2011. <<
[33] De ahí su posterior mitificación,visible aún hoy, cuando esto escribo(julio de 2012), en la recepción por lascalles de Madrid de la marcha de losmineros en huelga. <<
[34] Y de paso dicha hipótesis hacecomprensible por qué la prácticatotalidad de dichos proyectosrevolucionarios no rompieron totalmentecon la legalidad republicana, nisustituyeron o disolvieron lasinstituciones burguesas, algo impensablee n cualquier revolución obrera, consupresión del Estado o con dictadura delproletariado, la conciba Bakunin, Lenin,Trotsky o Mao. Muy al contrariointentaron convivir con esa legalidad yen el caso de las instituciones inclusoparticipar en ellas. <<
[35] «Puestos a comparar lo ocurridoaquí con el terror rojo bolchevique oincluso con el nazi, como algunos hacen,merece la pena destacar que, alcontrario que en ellos, en este caso losreveses bélicos no inauguraron ningunaradicalización homicida [sino alcontrario]», en Ledesma, José Luis,«Sobre revoluciones, violencias y laEspaña republicana en guerra», enMorente, Francisco (ed.), España en lacrisis europea de entreguerras.República, fascismo y guerra civil,Madrid, Los Libros de la Catarata,2011, pp. 96-120 (en p. 119). Ahí en
cualquier caso sí quizá habría que haceruna puntualización sobre el avance delas tropas de Franco y la retirada delgobierno a Valencia en el verano-otoñode 1936 (cuando se produjeron lasmayores matanzas en zona republicana),que sí fue vivido por muchos como unaderrota inminente de la República, y lasreacciones y represalias que suscitó estehecho, tal y como ilustra Preston, Paul,El holocausto español. Odio yexterminio en la Guerra Civil ydespués, Barcelona, Debate, 2011, enparticular pp. 385-508. <<
[36] No hay que olvidar que en lasguerras carlistas, también civiles, huboepisodios de violencia y represiónpolítica que parecieron espeluznantespara la época (aunque no era entoncessin embargo la época de la guerra total,por lo que su amplitud y virulenciatenían que ser forzosamente diferentes),incluidos el asesinato de religiosos enMadrid de 1834, el saqueo de Cuencade 1874 o los fusilamientos punitivoscontinuos de supuestoscolaboracionistas y de sus familiares deuno u otro signo. <<
[37] De hecho no es evidente querevolución y violencia sean sinónimos,sino más bien parece que lasrevoluciones «son violentas porquetienden a producirse en el contexto másamplio de enfrentamientos armadosgeneralizados …, que más a menudo[que no] les sirven de detonante, peroque en todo caso inoculan en ellas lasleyes de hierro de la guerra», Ledesma,José Luis, «Sobre revoluciones…», p.108. <<
[38] Véase la nota 19 en este mismocapítulo. <<
[39] Ya hemos comentado que la formaen que llegaron al poder Mussolini yHitler no fue con una insurrecciónarmada y ocupando violentamente elpoder (aunque usaron obviamente laviolencia como intimidación y paracrear el «estado de necesidad»), sinodesde dentro de las instituciones(liberales por cierto) y respetando lalegalidad. El poder en gran medida seles entregó, no lo «tomaron». Italia erauna monarquía, mientras que Alemaniaera una república. Mejor ejemplo deaccidentalismo no cabe. <<
[40] Para más amplia información puedeverse, por ejemplo, Raguer, Hilari, Lapólvora y el incienso: la Iglesia y laGuerra Civil Española (1936-1939),Barcelona, Península, 2001. <<
[41] Véase también Casanova, Julián, LaIglesia de Franco, Barcelona, Crítica,2005. <<
[42] Como es sabido, tampoco se lo tragóGeorge Bernanos, voz autorizada comocatólico, militante de extrema derecha ysimpatizante de los sublevados en 1936,que se quedó horrorizado de lo que vioen Mallorca y que le pareciódirectamente sacrílego (Les grandscimetières sous la Lune, publicada en1938, y como tantas obras críticasescritas por católicos, prohibida bajo elfranquismo). <<
[43] Dicho autor ha abordado el tema delnacionalismo en la guerra civil y enambos bandos, preferentemente enNúñez Seixas, Xosé Manoel, ¡Fuera elinvasor! Nacionalismos y movilizaciónbélica durante la guerra civil española (1936-1939), Madrid, Marcial Pons,2006. También en «La nación contra símisma: nacionalismos españoles durantela Guerra Civil (1936-39)» en Taibo,Carlos (coord.), Nacionalismo español:esencias, memorias e instituciones,Madrid, Los Libros de la Catarata,2007, pp. 75-111. <<
[44] Hernández Sánchez, Fernando,Guerra o revolución. El PartidoComunista de España en la guerracivil, Barcelona, Crítica, 2010. <<
[45] Gil Robles, José María, porejemplo, se refiere al «equívocointrínseco del Frente Popular, quetransformó una simple alianza electoralen un conglomerado de partidos con elpropósito de gobernar la República» ymuestra su sorpresa por ello, «ya que elseñor Azaña, desde la presidencia delConsejo, no parecía hallarse dispuesto adividir el Frente Popular», No fueposible la paz, Barcelona, Ariel, 2006,pp. 628 y 616. En opinión de la mayoríade los líderes de centro derecha yderecha, el gobierno no debía sentirseobligado a colaborar con las fuerzas
sociales a su izquierda aunque hubieselogrado el poder gracias a ellas y creíanque si colaboraba con ellas no era porconvicción sino porque era rehén suyo ypor tanto de las fuerzas«revolucionarias». Opinión que siguesosteniendo hoy más de un historiador.<<
[46] Similar pero con distintosequilibrios internos, claro. Más sobre elparticular y un intento de comparaciónlo he abordado en Sánchez Pérez,Francisco, «La primavera de 1936:algunas observaciones sobre Francia yEspaña», en Ballarín, Manuel, yLedesma, José Luis (eds.), La repúblicadel Frente Popular. Reformas,conflictos y conspiraciones, pp. 97-120, Zaragoza, Fundación Rey Corral deInvestigaciones Marxistas, 2010. <<
[47] Por ejemplo Ranzato, Gabriele, «Elpeso de la violencia en los orígenes dela guerra civil de 1936-1939», Espacio,Tiempo y Forma, Serie V, HistoriaContemporánea, t. 20, 2008, pp. 159-182: «la violencia que se vafraguando o se desata a partir de lavictoria electoral del Frente Popularquizás se podría juzgar no sólo unapremisa, sino una causa directa de laguerra civil misma», p. 160. Másadelante afirma que la conspiraciónmilitar no hizo «inevitable» la guerrasino que se necesitan «otros factores»,básicamente la violencia de las
izquierdas y «el estado no neutral»,porque no estaba del lado de «laconservación» sino de «la revolución»,p. 166. Su hipótesis no nos explica laincongruencia de que la mayoría de losasesinados (casi dos tercios) enaquellos meses pertenecían a esos«revolucionarios», bien asesinados porpistoleros derechistas (que el Estado«revolucionario» no podía o sabíareducir), bien por fuerzas de ordenpúblico (es decir, las mismas fuerzasdel Estado «revolucionario»). Unahipótesis que no explica adecuadamentelo que pasa se cae por su propio peso.<<
[48] La identificación de este periodo conla «revolución» se ha mitificado tantoque cuando me he referido en algunaocasión en clase a que el contenido delprograma de enero de 1936 difícilmentecabría etiquetarlo como revolucionario,un alumno me dijo que «eso era muysubjetivo». Es significativo sobre laimagen proyectada hoy sobre el periodo.<<
[49] Como es sabido incluía cláusulasdonde se advertía claramente que no eraun programa «socialista» y que losrepublicanos discrepaban de lasaspiraciones socialistas en varias cosas(nacionalización de la tierra y la banca ysubsidio de desempleo). Lo mismo hacíael programa francés del Rassemblementpopulaire, que dejó fuera el tema de lasnacionalizaciones (aunque no el deldesempleo), pero no porque lossocialistas franceses fueran menosradicales que los españoles, sino porpresión no solo republicana sinotambién comunista. Con todo, esto no
impidió que se hicieran algunasnacionalizaciones, pero hubo queesperar al término de la Segunda GuerraMundial, lo que no convirtió a Francia(ni tampoco a Italia) en una Repúblicapopular o comunista. El destino de unaRepública victoriosa tras la guerra civilprobablemente no habría sido muydiferente en mi opinión. En contra de loque afirma Payne. <<
[50] Sánchez Pérez, Francisco, «Lasprotestas del trabajo en la primavera de1 9 3 6 » , Mélanges de la Casa deVelázquez, 41-1 (Dossier La Españadel Frente Popular), 2011, pp. 77-101.<<
[51] Esto no era nuevo y ocurrió inclusocon gobiernos mucho menos proclives atomar iniciativas en ese ámbito, aunqueigualmente en coyunturas que abríangrandes oportunidades políticas ysociales, como la de 1917-1923, que yaestudié para Madrid, donde se produjola misma compleja dialéctica entre lasiniciativas municipales ygubernamentales y la movilizaciónsociolaboral de la ciudad: SánchezPérez, Francisco, La protesta de unpueblo. Acción colectiva yorganización obrera. Madrid, 1901-1923, Cinca/Fundación Francisco
Largo Caballero, Madrid, 2006.Especialmente significativo de cómofunciona esta dialéctica es que enEspaña el gobierno Romanones aprobóen abril de 1919 las míticas ocho horaspara la industria inmediatamente tras elconflicto de «La Canadiense» y con unahuelga general en Barcelona. <<
[52] Ledesma, José Luis, «De prólogo aespacio de debate: la etapa del FrentePopular y la historiografía», en Ballarín,Manuel, y Ledesma, José Luis (eds.), Larepública del Frente Popular…, pp. 165-203. En otro trabajo ya citado aquíaborda de forma extraordinaria lascomplejas relaciones entre violencia yrevolución en la guerra civil, «Sobrerevoluciones…», op. cit. <<
[53] Por ejemplo, en Rey Reguillo,Fernando del (dir.), Palabras comopuños…, dedicado expresamente a estetema de la violencia, en la partededicada a «los socialistas» (cuyaautoría es del mismo coordinador) elmás sesudo y extenso texto programáticoque se nos presenta es uno sobre el usode la dinamita y las barricadas (p. 213),mientras que en la parte consagrada a laCEDA (que podría ser su equivalentepor la derecha) Álvarez Tardío seesfuerza en presentárnosla comodemocristiana y seráfica. Su problema alparecer era la «heterogeneidad». <<
[54] Un ejemplo práctico de lo que digo ypara el lector poco avezado en estostemas: mientras César Vidal a menudodescribe a Hitler en sus programastelevisivos como «socialista» sin más(por lo cual un alumno mío perplejovino a preguntarme en clase qué es loque quería decir con semejanteafirmación), Fernando del Rey nos habla(por su boca o citando a otros autoresque cree que avalan tal opinión) de«heterodoxos orígenes marxistas delprimer fascismo», de «herejías delsocialismo» (para el bolchevismo y elfascismo) y de que «el fascismo y el
comunismo (con sus correspondientescompañeros de viaje) pudierancompartir afinidades sustanciales». Lacursiva es mía, porque me parece unaexpresión clave y creo entender que serefiere a los compañeros de viaje deambas ideologías. Mira por dónde nosenteramos así que Largo Caballero yFranco tenían afinidades sustanciales.Estas expresiones (y otras en la mismadirección) en «La democracia y labrutalización de la política en laEuropa de entreguerras», en Palabrascomo puños…, pp. 32-33. <<
[55] Sobre este tipo de enfoque para laretaguardia republicana y su objetivopolítico implícito («cuestionar lavalidez de la etapa republicana comosistema democrático»), véase elmemorable trabajo de Gómez Bravo,Gutmaro, «Terror rojo, violenciarevolucionaria, y el fin del mundo en laretaguardia republicana», Historia delPresente, 19, pp. 155-162. Autorescomo Fernando del Rey o Julius Ruiznos presentan «un clima deenfrentamiento prebélico que ya no sólopresenta el golpe como una “reacciónlógica”, sino que además pretende
demostrar que el importante grado deorganización de la violencia republicanaposterior a este, nacería de su propioaparato de orden público. El terror, apesar de ciertas diferencias, seríaequiparable en ambas zonas y seguiríalas mismas tácticas exterministas».Como afirma con gran perspicacia elprofesor Gutmaro, consumadoespecialista en represión política, DelRey habría convertido los «paisanos enlucha» en «asesinos». <<
[56] Aunque aseguro que ha habidomuchas polémicas más citaré unaespecialmente ilustrativa, por no afectara historiadores y por ser entre dospersonalidades que podríandenominarse «de izquierda», laentablada por Javier Cercas y JoaquínLeguina en las páginas de El País.Leguina: «Pero es que la izquierda, engran parte, hizo lo mismo [renegar de lademocracia], tomando la deriva“revolucionaria”» («Enterrar a losmuertos», 24-4-2010). Cercas: «que losdos bandos contribuyeron por igual a ladestrucción de la democracia y que por
tanto comparten por igual laresponsabilidad política de la guerra …es una puñetera mentira» («La puñeteraverdad», 6-6-2010). Leguina: «ello noexonera de responsabilidad por suserrores a los partidos republicanos y,menos aún, a los termocéfalos yantidemócratas» («Y vuelta la burra altrigo», 10-6-2010). <<
[57] Sobre el particular Aróstegui, Julio,y Godicheau, François (eds.), Guerracivil. Mito y memoria… <<
[58] Como los protagonistas que pueblanlos relatos de Chaves Nogales, Manuel,A sangre y fuego. Héroes, bestias ymártires de España. Nueve novelascortas de la guerra civil y larevolución, Madrid, Asociación deLibreros de Lance de Madrid, 2004(aunque hay más ediciones). Obra queescribió a partir de enero y marzo de1937 y que recomendamos a cualquierlector que quiera una recreación(literaria, claro) de cómo operaba larepresión política en la retaguardiadurante la guerra en sus primeros cincomeses. Esto último conviene no
olvidarlo, en particular en la retaguardiarepublicana, porque la guerra duró másde treinta. <<
1 . LA TRAMA MILITAR DE LACONSPIRACIÓN
[1] Un análisis más pormenorizado deesta cuestión en Puell de la Villa,Fernando, «Julio de 1936: ¿Un Ejércitodividido?», en Martínez Reverte, Jorge(coord.), Los militares españoles en laSegunda República, Madrid, PabloIglesias, 2012, pp. 77-98. <<
[2] Ley Constitutiva del Ejército, 19 dejulio de 1889, art. 1.º, Gaceta deMadrid (GM), n.º 201, y ley 17/1989,de 19 de julio, reguladora del régimendel personal militar profesional,disposición derogatoria 1, BoletínOficial del Estado (BOE), n.º 172. <<
[3] Cebreiros, Nazario, «El Ejército ylos separatistas», La CorrespondenciaMilitar, Madrid, 19 de mayo de 1932, p.4. <<
[4] Puell de la Villa, Fernando, Historiadel ejército en España, 2.ª ed., Madrid,Alianza, 2009, pp. 135 y 136. <<
[5] Puell de la Villa, Fernando, «Elpremilitarismo canovista», en Tusell,Javier, y Portero, Florentino (eds.),Antonio Cánovas y el sistema políticode la Restauración, Madrid, BibliotecaNueva, 1998, pp. 289-312. <<
[6] González-Pola de la Granja, Pablo,La configuración de la mentalidadmilitar contemporánea (1868-1909),Madrid, Ministerio de Defensa, 2003,pp. 236-241. <<
[7] Mas Chao, Andrés, La formación dela conciencia africanista en el ejércitoespañol, Madrid, Servicio Geográficodel Ejército, 1988. <<
[8] Puell de la Villa, Fernando, «LasFuerzas Armadas en la crisis de laRestauración: las Juntas Militares deDefensa», en Hernández Sánchez-Barba,Mario, y Alonso Baquer, Miguel (dirs.),Historia Social de las Fuerzas ArmadasEspañolas, Madrid, Alhambra, 1986, t.V, pp. 108-126. <<
[9] Lleixá, Joaquim, Cien años demilitarismo en España: funcionesestatales confiadas al ejército en laRestauración y el franquismo,Barcelona, Anagrama, 1986, p. 79. <<
[10] González Calleja, Eduardo, Larazón de la fuerza: orden público,subversión y violencia política en laEspaña de la Restauración (1875-1917), Madrid, CSIC, 1998, pp. 107-111. <<
[11] Southworth, Herbert R., El lavadode cerebro de Francisco Franco:conspiración y guerra civil, Barcelona,Crítica, 2000, p. 178, y SalasLarrazábal, Ramón, Historia delEjército Popular de la República,Madrid, La Esfera de los Libros, 2006,t. I, p. 129. <<
[12] Resulta muy ilustrativo al respectocomparar un comentario de Cánovas,fechado en 1857: «Jamás alcanzarán [lasletras] ventaja, en el aprecio yconsideración de los hombres, alejercicio de las armas» («Unaexpedición a Pavía», en Estudiosliterarios, Madrid, Biblioteca UniversalEconómica, 1868, t. II, p. 246), con elque, treinta años después, salía de lapluma del general Fernando Fernándezde Córdoba: «Al predominio delejército iba, pues, sustituyéndose lasupremacía del abogado, del escritor operiodista» (Mis memorias íntimas,
Madrid, Sucesores de Rivadeneyra,1889, t. III, p. 470). <<
[13] Puell de la Villa, Fernando, Historiade la protección social militar (1265-1978): de la ley de Partidas alISFAS, Madrid, Instituto Social de lasFuerzas Armadas, 2008, pp. 153-196.<<
[14] Tejedor González, Federico,Campaña de prensa en la preguerra deCuba y su influencia en losacontecimientos, s. l., s. n., s. a. <<
[15] Gómez Hidalgo, Francisco,Marruecos: la tragedia prevista,Madrid, Imp. de Juan Pueyo, 1921, pp. 291-293. <<
[16] Alpert, Michael, La reforma militarde Azaña (1931-1933), Madrid, SigloXXI, 1982. <<
[17] Mola Vidal, Emilio, «El pasado,Azaña y el porvenir: las tragedias denuestras instituciones militares», enObras completas, Valladolid, LibreríaSantarén, 1940, pp. 941 y 942. <<
[18] González Duro, Enrique, Laparanoia, Madrid, Temas de Hoy, 1991.<<
[19] Lezcano, Ricardo, La ley deJurisdicciones 1905-1906: una batallaperdida por la libertad de expresión ,Madrid, Akal, 1978. <<
[20] «Contra unos y contra otros», LaCorrespondencia Militar, Madrid, 29de enero de 1909, p. 1. Las palabras encursiva figuran en el texto original. <<
[21] «Contra el separatismo catalán. Endefensa de la dignidad de España», LaCorrespondencia Militar, Madrid, 27de enero de 1919, p. 1. <<
[22] «Mensajes de felicitación», LaCorrespondencia Militar, Madrid, 30de enero de 1919, p. 1. <<
[23] Pabón, Jesús, Cambó, Barcelona,Alpha, 1969, t. 1/II, pp. 85-95. <<
[24] «Libertad, pero disciplina», LaCorrespondencia Militar, Madrid, 17de abril de 1931, p. 1. <<
[25] La Correspondencia Militar,Madrid, 16 de junio de 1932, p. 1. <<
[26] Cebreiros, Nazario, «El Ejército ylos separatistas», La CorrespondenciaMilitar, Madrid, 19 de mayo de 1932, p.4. <<
[27] «Interesa al Gobierno», ABC,Madrid, 28 de junio de 1934, p. 15. <<
[28] «Dos inminentes peligros paranuestra Patria», La CorrespondenciaMilitar, Madrid, 23 de agosto de 1931,p. 1. <<
[29] ABC, Madrid, 20 de mayo de 1932,p. 16. <<
[30] Montes, Eugenio, «En voz alta»,ABC, Madrid, 25 de mayo de 1934, p. 3.<<
[31] «Intervención del diputado Sr.Albiñana», ABC, Madrid, 10 denoviembre de 1934, p. 5. <<
[32] ABC, Madrid, 7 de marzo de 1935,p. 5. <<
[33] «Súbditos de Rusia», ABC, Madrid,29 de enero de 1936, p. 30. <<
[34] «Cuando gobiernan las izquierdas»,ABC, Madrid, 31 de enero de 1936, p.18. <<
[35] Los peligros judeo-masónicos. Losprotocolos de los sabios de Sión.Edición completa con estudios ycomentarios críticos de M. E. Jouin,traducción española del Duque de laVictoria, Madrid, Fax, 1927 (reeditadaotras seis veces hasta 1936). El capitánJosé Luis Montesino-Espartero Averlyheredó el título de duque de la Victoriaen 1957 al morir su tío sin sucesión; suhermano Pablo fue asesinado enMenorca en agosto de 1936. <<
[36] Southworth, op. cit, pp. 189-266. <<
[37] ABC, Madrid, 15 de febrero de1936, p. 39. <<
[38] Southworth, op. cit., pp. 22-27. <<
[39] La primera vez que se refirió a ellosfue el 5 de junio de 1936: «Se dice queen Madrid el Consejo Revolucionario espresidido por el trío Largo Caballero,Francisco Galán, Hernández Zancajo»,le oyó decir su secretario BernardoFélix Maíz (Mola, aquel hombre:diario de la conspiración 1936,Barcelona, Planeta, 1976, p. 142). Erancasi los mismos términos utilizados enel llamado Documento II, Informeconfidencial n.º 22/11: «La Plana mayordel movimiento estará constituida porLargo Caballero, Hernández Zancajo yFrancisco Galán», ápud Southworth, op.
cit., p. 25. <<
[40] Copias de documentos facilitadospor el teniente coronel don EmilianoFernández Cordón referentes a lapreparación y desarrollo del AlzamientoNacional. Archivo General Militar deÁvila (AGMAv), Fondos de la GuerraCivil (FGC), 31, 4, 8. <<
[41] Documento II, Informe confidencialn.º 22/11, ápud Southworth, op. cit., p.25. <<
[42] Claridad. Diario de la Noche,Madrid, 30 de mayo de 1936, p. 8. <<
[43] Declaración del testigo CarlosLázaro Muñoz, coronel de Infantería,Archivo Histórico Nacional (AHN),Fondo de la Causa General (FCG),1513, 18, 2. <<
[44] Muñoz Bolaños, Roberto, «LaGuerra Civil española: Una síntesishistóricomilitar», en Recio Cardona,Ricardo (ed.), Rojo y Azul: imágenes dela Guerra Civil española, Madrid,Almena, 1999, pp. 7-12. <<
[45] Ansaldo, Juan Antonio, ¿Paraqué…?, Buenos Aires, Ekin, 1951, pp. 24-50. <<
[46] Declaración del testigo CarlosLázaro Muñoz, coronel de Infantería,Archivo Histórico Nacional (AHN),Fondo de la Causa General (FCG),1513, 18, 3. <<
[47] Maíz, op. cit., pp. 63 y 64. <<
[48] Lizarza, Antonio de, Memorias de laconsp i r ac i ón 1931-1936, Madrid,DYRSA, 1986, p. 27. <<
[49] Luca de Tena, Juan Ignacio, Misamigos muertos, Barcelona, Planeta,1973, p. 190, y Goded, Manuel, Unfaccioso cien por cien, Zaragoza,Talleres Editoriales Heraldo, 1938, pp. 17-21. <<
[50] El 27 de junio de 1932, el generalRafael Villegas, jefe de la I DivisiónOrgánica, concentró tres regimientos enel campamento de Carabanchel pararealzar la clausura de las maniobras defin de curso de las academias militares,acto presidido por Goded. Ambosgenerales se mostraron muy críticos conla política militar de Azaña y con elestatuto catalán, que en esos momentosse debatía en las Cortes, y Godedfinalizó su discurso con un «¡VivaEspaña, y nada más!», omitiendo elpreceptivo «¡Viva la República!». Elteniente coronel Julio Mangada, cuyas
simpatías republicanas eran por todosconocidas, permaneció sentado y nocontestó al viva de Goded. Este le afeósu conducta y Villegas le arrestó, ante locual se despojó de la guerrera y lapisoteó. Azaña describió detalladamenteel incidente en su diario (Barcelona,Crítica, 2000, pp. 540-543) y el hijo deGoded ofreció la versión de su padre enla obra citada en la nota anterior, pp. 16y 17. <<
[51] Sobre el prestigio de Goded entresus compañeros de armas, que paramuchos superaba al del propio Franco,véase Zugazagoitia, Julián, Guerra yvicisitudes de los españoles, Barcelona,Tusquets, 2001, p. 76. <<
[52] No hay acuerdo sobre la fecha defundación de la UME. Algunos autoresse atienen al testimonio del generalRicardo Rada (AHN, FCG, 1513, 19) yla sitúan en el otoño de 1933: CachoZabalza, Antonio, La Unión MilitarEspañola, Alicante, Egasa 1940, p. 7;Martínez Bande, José Manuel, Los añoscríticos: República, conspiración,revolución y alzamiento, Madrid,Encuentro, 2007, pp. 201 y 202, y AliaMiranda, Francisco, Julio de 1936:conspiración y alzamiento contra laSegunda República, Barcelona, Crítica,2011, pp. 30 y 42. Otros, en cambio,
apuestan por 1934, fecha aportada poruno de los afiliados, el comandanteArsenio Fernández Serrano (AHN, FCG,1515, 2): Castillo, José del, y Álvarez,Santiago, Barcelona, objetivo cubierto,Barcelona, Timón, 1958, p. 143. <<
[53] Alia, op. cit., p. 74. <<
[54] «Aquella tarde, hallándose Portelaconferenciando con Martínez Barrio, sele acercó el general Pozas, directorgeneral de la Guardia Civil, y le dijo:Sr. Ministro, le molesto para un asuntode extraordinaria gravedad. Acabo desaber por persona de toda confianza, queel general Franco y el general Godedestán conspirando para dar el golpe deEstado». Iribarren, José María, Con elgeneral Mola, Zaragoza, Ed. delHeraldo de Aragón, 1937, p. 12. <<
[55] AHN, FCG, 1513, 18 y 1515, 2,ápud Alia, op. cit., p. 75. <<
[56] La Voz , Madrid, 21 de febrero de1936, p. 3. <<
[57] «Prometo por mi honor servir bien yfielmente a la República, obedecer susleyes y defenderla con las armas».Decreto de 22 de abril de 1931, art. 2,GM, n.º 113. <<
[58] Iribarren, op. cit., p. 14, nota 1. <<
[59] Decreto disponiendo que losascensos que por circunstancias yservicios de campaña se concedieron alos Generales, Jefes, Oficiales, clases ysoldados del Ejército desde 13 deSeptiembre de 1923 se clasifiquen ycalifiquen del modo que se indica, 3 dejunio de 1931, y ley declarando sujetosa revisión los empleos concedidosdespués del 13 de Septiembre de 1923 alos Generales, Jefes y Oficiales delEjército como recompensa por méritosde guerra, 8 de junio de 1935, GM, n.os
155/1931 y 163/1935. <<
[60] Sobre la UMRA, véase Alpert,Michael, El Ejército Popular de laRepública, Barcelona, Crítica, 2007, pp.17-22. <<
[61] El general Sánchez-Ocaña fuedestituido el 18 de julio de 1936 y, alfinalizar la guerra, se reincorporó alejército con el empleo de general dedivisión. En 1952, el ministro delEjército, Agustín Muñoz Grandes, leascendió a teniente general por estar enposesión de la medalla militarindividual, con antigüedad y efectoseconómicos de 27 de septiembre de1940. Decreto por el que se concede elempleo de teniente general, en situaciónde reserva, al general de División donJosé Sánchez de Ocaña Beltrán, 14 dejunio de 1952, BOE, n.º 176. <<
[62] Decretos por los que se nombraInspector general de Carabineros algeneral de división don Gonzalo Queipode Llano y Sierra, 15 de febrero de1935, y general de la quinta Divisiónorgánica al general de División DonMiguel Cabanellas Ferrer, 11 de enerode 1936, GM, n.os 48/1935 y 12/1936.<<
[63] Rojo, Vicente, Historia de la guerracivil española, Barcelona, RBA, 2010,p. 78. <<
[64] Maíz, op. cit., p. 63. <<
[65] Martínez Bande, op. cit., p. 208. <<
[66] Iribarren, op. cit., p. 15. Resultasignificativo que Mola, a través de estaobra, que revisó y corrigiópersonalmente, ofrezca un nuevo indiciode ser el autor de los «documentossecretos» de la Komintern, quecontemplaban la primera y tercera de lascondiciones exigidas por Franco paraactuar. Su primo, sin embargo, diríaaños después que las condicionespuestas por aquel para intervenir fueronla disolución del ejército o la de laGuardia Civil (Franco Salgado-Araújo,F r a n c i s c o , Mis conversacionesprivadas con Franco, Barcelona,
Planeta, 1976, pp. 216-217). Eltestimonio de Iribarren parece bastantemás fiable en su condición de testigopresencial de la conversación mantenidaentre Franco y Mola el 16 de agosto de1936, donde ambos rememoraronpormenorizadamente la citada reunión.<<
[67] Martínez Bande, op. cit., p. 209. <<
[68] La relación entre Sanjurjo y Mola noera buena, debido a su cercanía aBerenguer, enemistado con Sanjurjodesde 1931. Además, Mola habíacomenzado a actuar sin su conocimiento.No obstante, el 29 de mayo Sanjurjoaceptó el papel que desempeñaba, acondición de que le reconociese comolíder indiscutible de la conspiración.Mola, al comprender que la figura deSanjurjo era la única que todos losimplicados respetaban, por suantigüedad y prestigio profesional,aceptó subordinarse a él. <<
[69] «Instrucción reservada número 1»,AGMAv, FGC, 31, 4, 8. <<
[70] Decreto n.º 1, constituyendo unaJunta de Defensa Nacional, que asumelos Poderes del Estado y representalegítimamente al País ante las potenciasextranjeras, 24 de julio de 1936, BoletínOficial de la Junta de DefensaNacional, n.º 1. <<
[71] Ley de Orden Público, 28 de julio de1933, GM, n.º 211. <<
[72] Maíz, op. cit., p. 114. <<
[73] «El objetivo, los medios y lositinerarios», AGMAv, FGC, 31, 4, 8. Enel anexo final de la obra se incluye latranscripción completa de los docedocumentos redactados por Mola parapreparar el golpe de Estado. <<
[74] «Instrucción reservada número 2»,ibídem. <<
[75] «Instrucción reservada número 3»,ibídem. Las mayúsculas en el original.<<
[76] «Instrucción reservada número 4»,ibídem. <<
[77] «Directiva para el mando de la 5.ªDivisión», «Directivas para la 7.ªDivisión» e «Instrucciones especialespara la provincia de Navarra», ibídem.<<
[78] Muchos testimonios avalan elrepublicanismo de Mola y su intenciónde que el régimen surgido del golpefuese similar al entonces vigente endiversas repúblicas europeas, comoAlemania, Austria o Portugal. Véase,por ejemplo, Ansó, Mariano, Yo fuiministro de Negrín, Barcelona, Planeta,1976, p. 28; Serrano Súñer, Ramón,Entre el silencio y la propaganda ,Barcelona, Planeta, 1997, p. 212, oCabanellas, Guillermo, Cuatrogenerales, Barcelona, Planeta, 1977, t.I, p. 321. <<
[79] «El Directorio y su obra inicial»,AGMAv, FGC, 31, 4, 8. <<
[80] Maíz, op. cit., p. 115. <<
[81] El teniente coronel Galarza, jefe dela red de enlaces de la UME, de la quese servía Mola, le informó de que elgobierno estaba al tanto de la conjura yde que habían llegado a su poder variosde los documentos que había redactado.Maíz, op. cit., p. 202. <<
[82] «Instrucciones para las Fuerzas de laArmada» e «Instrucción reservadanúmero 5», AGMAv, FGC, 31, 4, 8. <<
[83] «Directivas para Marruecos»,ibídem. <<
[84] «Informe reservado», ibídem. <<
[85] Maíz, op. cit., p. 219. <<
[86] Maíz, op. cit., p. 175, y Viñas,Ángel , La conspiración del generalFranco y otras revelaciones acerca deuna guerra civil desfigurada,Barcelona, Crítica, 2011, pp. 7 y 20. <<
[87] Maíz, op. cit., p. 270. <<
[88] Maíz, op. cit., p. 281. <<
2 . LA CONNIVENCIA FASCISTA CON LASUBLEVACIÓN Y OTROS ÉXITOS DE LATRAMA CIVIL
[1] Mi agradecimiento a los profesoresDavid Burigana, Lucio Ceva, MauroCanali y Morten Heiberg (que hanmejorado la primera versión de estetrabajo en multitud de aspectos), asícomo al excelente traductor DiegoEchauz, al infatigable doctorandoMiguel Íñiguez y al mejordocumentalista que conozco, RaúlRenau, por su inapreciable ayuda.Varios amigos y compañeros, losembajadores Ignacio Rupérez y JuanAntonio Yáñez Barnuevo y el Dr.Francisco Bataller leyeron un borradorprevio y me indujeron a ajustar mi
argumentación. <<Este capítulo se escribió en
condiciones de salud precarias. Mis másexpresivas gracias corresponden a laprofesora Myriam Delhaye, quien alfrente de su maravilloso equipo delHospital Erasme de Bruselas logrósacarme de una situación difícil traslargas semanas de hospitalización. Unaexperiencia purificadora quizá, sin dudanecesaria, pero dura.
Debo recordar el constante apoyomoral de mi familia y amigos, entreellos los de Editorial Crítica, y denumerosos académicos, enuniversidades españolas y extranjeras, o
de viejos compañeros de lucha enBruselas. Sin tal apoyo, en primer lugarde Helen, Laura y Daniel, larecuperación hubiera sido mucho máspenosa. A todos, mi reconocimiento y alos lectores mis disculpas por loseventuales errores que hayan podidodeslizarse. No soy supermán.
La investigación en sí, financiadaíntegramente con fondos propios, nohubiera sido posible sin la ayuda delpersonal de la Fundación UniversitariaEspañola, que cuenta con uno de losarchivos privados mejor organizados yde más rápido servicio que conozco enEspaña. Mencionar a doña Isabel
Balsinde y doña Pilar Benito es no soloun imprescindible deber sino unauténtico placer. También agradezco suayuda a Pilar Casado, del archivo delMAEC.
[2] Sánchez Asiaín, José Ángel, Lafinanciación de la guerra civilespañola. Una aproximación histórica,Barcelona, Crítica, 2012, reconoceabiertamente la importancia de lacontribución carlista. Pero esta no setradujo en el suministro de armamentomoderno y dirimente. <<
[3] Esta tampoco es una tesis nueva. Yala señaló, por ejemplo, Anson, LuisMaría, Don Juan, Barcelona, Plaza &Janés, 1994. Lo que ocurre es que no sehabía demostrado todavía hasta quépunto llegaron los monárquicoscalvosotelistas. <<
[4] En función del papel del historiadorcomo forense de la acción humana en elpasado, a tenor de la sugerente idea demi buen amigo Santiago Gómez Reino.<<
[5] Para esencialmente la dimensiónfinanciera debe subrayarse la notableaportación de Sánchez Asiaín. <<
[6] Mi interpretación se encuentra en lasantípodas de la clásica, que sigueMartínez Reverte, Jorge (coord.), en Losmilitares españoles en la SegundaRepública, Madrid, Editorial PabloIglesias, 2012, p. 21, quien entre otraslindezas se olvida de los monárquicosalfonsinos y afirma que Mola no contabacon los civiles. <<
[7] En su magnífica obra El Gernika deRichthofen, Gernika, 2012, quederrumba multitud de mitos franquistas yneofranquistas. <<
[8] El último que conocemos es Marco,José María, Una historia patriótica deEspaña, Barcelona, Planeta, 2011, p.512, para quien el Frente Popular era, enla percepción socialista (sic) ycomunista, una herramienta más parahacer la «revolución socialista» (sic)frustrada en 1934. Pero no mencionapara nada lo que ya se sabe desde hacemuchos años del vector fascista. Lainterpretación de la evolución políticaespañola en el siglo XX que ofrece talautor causa rubor. Como ejemplo de lapermanencia del mito sovietista en lamemorialística, Robles Piquer, Carlos,
Memoria de cuatro Españas.República, guerra civil, franquismo ydemocracia, Barcelona, Planeta, 2011,p. 211. <<
[9] Que la hubo es indudable. En ocasióndel acuerdo secreto con Italia de marzode 1934, el general Emilio Barreraagradeció al Duce «la ayuda italianaprestada al golpe de Estado del 10 deagosto» de dos años antes. SánchezAsiaín, p. 1131. <<
[10] Es molesto para quien esto escribetener que autorreferenciarse. Pero ellector puede comprobar que ya hacemuchos años, y sin conocer lo que hoyconozo, aludí literalmente «a la delicadacadena de contactos previos con lasaltas jerarquías del Estado fascista».Viñas, Ángel, Franco, Hitler y elestallido de la guerra civil, Madrid,Alianza, 2001, p. 403. <<
[11] Sobre el caso alemán, véase másadelante. <<
[12] Para el caso italiano puede hoyconsultarse fácilmente el ensayo deBerneri, Camillo, Mussolini a laconquista de las Baleares y otrostextos, con prólogo de Paco Madrid,Madrid, La Malatesta editorial, 2012.Para el alemán véase su equivalente enhttp://www.cedall.org/documentacio/IHL/Elfascismo al desnudo.pdf. <<
[13] Heiberg, Morten, Emperadores delMediterráneo. Franco, Mussolini y laguerra civil española, Barcelona,Crítica, 2004. Se citará por la ediciónde Barcelona, Planeta/De Agostini,2006, pp. 33-38. <<
[14] González Calleja, Eduardo,Contrarrevolucionarios,Radicalización violenta de lasderechas durante la SegundaR e p ú b l i c a , 1931-1936, Madrid.Alianza, 2011, p. 119, resume lacoyuntura: varios exministrosprimorriveristas recibieron encargospara proseguir los contactos. Parece serque incluso hubo una entrevista conMussolini. <<
[15] Agradezco esta información aMiguel Íñiguez Campos, doctorando enla Facultad de Geografía e Historia dela Universidad Complutense. No se haencontrado constancia de que Azaña,presidente del gobierno a la recepciónde este telegrama, tuviese la menorpreocupación, tres años más tarde,cuando también ocupaba el mismocargo, por los manejos conspiratorialesdel grupo de dirección del BloqueNacional, encabezado por Calvo Sotelo.<<
[16] En Mussolini contra la SegundaRepública. Hostilidad, conspiraciones,intervención (1931-1936), Valencia,Edicions Alfons El Magnànim, 1986,que por desgracia, y salvo algunaexcepción, no ha logrado penetrar en unsector de esa historiografía extranjeraque todavía goza de gran predicamentoentre las filas de los neoconservadoresespañoles. <<
[17] Este autor es uno de los pocos queargumenta con razón que el acuerdo de1934 sí tuvo consecuencias. En el actaoficial de la reunión, Mussolini aparecediciendo: «Yo, cuando ayudo, ayudo deverdad». <<
[18] Lo sostiene en numerosas obras cuyaargumentación se repite casi como gotasde agua. Por ejemplo, El colapso de laRepública, Madrid, La Esfera de losLibros, 2005, pp. 85 y s., o ¿Por qué laRepública perdió la guerra?, Madrid,Espasa, 2010, p. 65. La última de quetengo noticia es The Spanish Civil War ,Cambridge University Press, NuevaYork, 2012, p. 64, donde afirma quepara 1935 se había convertido en «letramuerta». <<
[19] En lo cual le sigue una significativacohorte. Incluso un autor italiano, pocodado a la investigación de archivo:Ranzato, Gabriele, El eclipse de lademocracia, Madrid, Siglo XXI, 2006,p. 295. Las dos obras colectivas másrecientes que conozco y que tambiénpasan por el vector italiano como elrayo de sol por el cristal son: ÁlvarezTardío, Manuel, y Rey Reguillo,Fernando del (eds.), El laberintorepublicano. La democracia española ysus enemigos (1931-1936), RBA,Barcelona, 2012 y Rey, Reguillo,Fernando (dir.), Palabras como puños.
La intransigencia política en laSegunda República Española, Madrid,Tecnos, 2011. <<
[20] Más justa es la valoración deHeiberg, p. 39: «entre 1931 y 1936 lapolítica exterior italiana tuvo dos caras:un respeto oficial por la Repúblicaespañola … y una agresiva estrategiaoficiosa con el propósito de acabar conella». <<
[21] En la hoy olvidada obra del generalRedondo, Luis, y del comandanteZavala, Juan de, El Requeté (LaTradición no muere) , Barcelona, AHR,1957, pp. 275 y s., se recoge que seimportaron armas italianas, que fueronllegando de la forma más rara einverosímil, y que unos doscientosoficiales de requetés se entrenaron cercade Roma. Como se ve, todo muy normaly acorde con los estándares de buenaconducta entre estados. De destacar esque los preparativos se orientaban,según tales autores, a prevenir larevolución marxista que se avecinaba.
Los carlistas recibieron, además, mediomillón de pesetas que compartieroncomo buenos hermanos con losmonárquicos. El tema de las armas se haaclarado algo y, según Sánchez Asiaín,p. 87, no parece que finalmente llegaran.Para nuestra argumentación este tema noes importante. Existe otro tipo deevidencia mucho más reveladora yrelacionada con otras armas que nofueran solo mosquetones, bombas demano y ametralladoras ligeras. <<
[22] Le spie del regime, Bolonia, IlMulino, 2004. <<
[23] González Calleja, p. 186, muestraejemplos en los que suministrosprometidos italianos no se enviaron. <<
[24] Este tema lo alumbré en LaAlemania nazi y el 18 de julio, Madrid,Alianza, 1974, pp. 152-1954. Saz, pp. 140-142, González Calleja, p. 274, ySánchez Asiaín han ampliado lainformación. La subvención se inició enjunio de 1935 a razón de 50 000 lirasmensuales (30 000 pesetas) y se redujoa la mitad a partir de febrero de 1936.El líder fascista ingresó en prisión enmarzo. En total debió recibir unas 270 000 pesetas de la época, unos 4millones de euros actuales en términosde «capacidad relativa de gastoequivalente», según la fórmula de
Sánchez Asiaín, pp. 89-91 y 948 y s. <<
[25] Entre ellos, por ejemplo, Zavala,José María, La pasión de José Antonio,Barcelona, Random House Mondadori,2011, para quien, sin duda, los amoríosdel jefe falangista son mucho másimportantes históricamente. <<
[26] Anson, pp. 124, hace suya la tesis deRicardo de la Cierva que subraya laimportancia de su actividadconspiratoria, pero no aporta evidenciaempírica. Se limita a afirmar que todaslas corrientes de la conspiración leacataban como jefe. La UME, la junta degenerales; también Mola, Goded,Cabanellas, Queipo de Llano, Varela,Franco, Orgaz y Aranda. Sindocumentar. <<
[27] Según Heiberg/Agudo, pp. 30-34,Ernesto trabajaba para los servicios deinteligencia de la Regia Aeronautica(SIA), el SIM y la policía política(POLPOL). En Barcelona solía estarsupeditado al jefe local del SIM queactuaba bajo la cobertura de vicecónsul,el coronel Emilio Faldella (mucho másconocido durante la guerra civil). Elembajador en Roma, Gabriel Alomar,había señalado a Carpi como contactocon el general Barrera y los mediosantirrepublicanos. Lo más sugerente,para nosotros, es la colaboración deCarpi con la SIA y con el SIM, menos
con la POLPOL, que se ocupaba decontrarrestar las actividadesantifascistas en el exterior. El profesorBurigana me alerta sobre el hecho deque Carpi solía jactarse también de susbuenos contactos con el cardenal Pacelli(futuro Pío XII) y, a la sazón, secretariode Estado del Vaticano. <<
[28] FUE: PSR 1/12-360. <<
[29] Que yo sepa, los anarquistas noencontraron ninguna documentación deambos servicios (que habría sidoenviada a Roma o destruida in situ). Lautilizada por Berneri, de carácteresencialmente consular con copias a yde la embajada bastante pueriles, estrivial. <<
[30] Pp. 104-107 y 1137-1141. Pocoantes el agregado militar en TángerGiuseppe Luccardi, agente del SIM,había telegrafiado el 6 de junio que elmovimiento militar y falangista parecíainminente. Heiberg, p. 51. <<
[31] Algo que se omite en la más recienteliteratura, como hace Pedro CarlosGonzález Cuevas en su contribuciónsobre los monárquicos a la obra dirigidapor Del Rey. <<
[32] En este sentido entendemos queBullón de Mendoza, Alfonso, JoséCalvo Sotelo, Barcelona, Ariel, 2004, p.657, no está demasiado afortunado alafirmar que «a diferencia de LargoCaballero en 1934, Calvo Sotelo no fueel organizador de un golpe de Estado».Excusar al «protomártir» es una líneaque recorre cierta literatura. VegasLatapié, Eugenio, Memorias políticas,Barcelona, Planeta, p. 275, afirma quefue a verle, «bien entrada la primaverade 1936», para que le autorizase amencionar su nombre ante los militares.Se encontró con Sainz Rodríguez y Jorge
Vigón, secretario del Bloque Nacionalcalvosotelista. Sobre el líder socialistael lector puede consultar la recientebiografía que le ha dedicado JulioAróstegui. <<
[33] Afirma Sainz Rodríguez, Testimonioy recuerdos , Barcelona, Planeta, 1978,p. 232: «Por este conducto de ErnestoCarpi cruzamos frecuentemente notasconocidas por el Gobierno de Italia; yosabía que eran recibidas por Italo Balboy que él obtenía la respuesta oconformidad del Gobierno. Así seintercambiaron una serie de informesrespondiendo a las comunicaciones opropuestas que Carpi me transmitía. Porfin llegamos a un acuerdo en el que sefijaba que, en el caso de que por lascircunstancias políticas de Españahubiese un alzamiento contra la
República, el Gobierno de Italia leauxiliaría, prestándole apoyo inclusomilitar si ello llegara a ser necesario …Este documento lo negociaba yo … conautorización y en nombre deGoicoechea, Calvo Sotelo y Rodezno».Esto lo menciona Bullón de Mendoza, p.475, sin comentario alguno, como sifuera una cosa de lo más normalita. A loPayne. <<
[34] Volveremos a este tema másadelante. Aquí queremos, simplemente,estimular el sentido de intriga en ellector. Heiberg, Morten, y Ros Agudo,Manuel, La trama oculta de la guerracivil, Barcelona, Crítica, 2006, p. 33,desestiman que Carpi pudiera ser elportador de un nuevo «convenio», tal ycomo afirmó Sainz Rodríguez, porque aél no se refirió el italiano en unmemorándum muy detallado que dejó enla secretaría particular de Mussolini enfebrero de 1942. Sánchez Asiaín, p. 82,les sigue. A pesar del respeto que deboa los tres autores, no estoy demasiado
conforme con sus tesis porque, como elpropio Heiberg ha reconocido después,existen otras posibilidades, sobre todosi no fue Carpi el correo a Roma desdeBarcelona. Para mí que Sainz Rodrígueztuvo cierto recelo a dar demasiadainformación y, como veremos másadelante, no se atrevió a ofrecer lamenor insinuación sobre el resultadofinal. Sus razones no las he vistodocumentadas. <<
[35] FUE: PSR1/12-530. <<
[36] Sobre Luccardi, véanse Heiberg/RosAgudo, pp. 34-37. <<
[37] Según Sainz Rodríguez, pp. 247-252,la muerte en accidente de Sanjurjocambió el curso de la historia. Losmonárquicos se habían situado detrás deél porque estimaban que, tarde otemprano, restablecería la monarquía.No contaban entonces con el «factorFranco». <<
[38] Con el fin de sacarle los colores, nodeseamos omitir el nombre del autor detamaña tergiversación: Emilio HerreraAlonso. <<
[39] Sin embargo, Vegas Latapié, 1983,p. 291, cuenta que él y José María deAreilza discutieron en junio de 1936acerca de la posibilidad «de un golpe defuerza revolucionario conforme almodelo ruso» (sic). Jorge Vigón lesugirió que se dirigiera al general FidelDávila, en la reserva, para informarsesobre los acontecimientos que seesperaban. <<
[40] La carta está reproducida enEscribano, Julio, Historia viva en lascartas de Pedro Sainz Rodríguez, 1897-1986, Madrid, La Esfera de losLibros, 2011, pp. 73 y s., sin indicaciónde origen. Se encuentra en FUE: PSR1/12-353. <<
[41] Sainz Rodríguez contó en algunaocasión a Vegas Latapié y a otros quesolía ir a Roma para llevar informesconfidenciales sobre la situación enEspaña al cardenal Pacelli, secretariode Estado del Vaticano y posterior papa:Los caminos del desengaño, Madrid,Tebas, 1987, p. 64. <<
[42] FUE: PSR1/12-288. <<
[43] González Calleja, pp. 186, 260 y355. <<
[44] La primera, pero casi imperceptible,referencia que hemos encontrado a talempresa en la literatura española sedebe a Cabrera Calvo-Sotelo,Me r c e d e s , Juan March, Madrid,Marcial Pons, 2011, p. 284. <<
[45] Anson, p. 125, señala que en lasúltimas semanas antes del golpe SainzRodríguez había estado en contacto conFranco reiteradamente y que este últimole había hecho saber que su deseo eraconvertirse en Alto Comisario deEspaña en Marruecos. Sainz Rodríguezme había dicho lo mismo personalmentecuando me entrevisté con él en Madriden los años setenta. <<
[46] Heiberg/Ros Agudo, pp. 38 y s. <<
[47] No pensamos que Carpi estuvieramezclado en estas negociaciones pero síque la carta de Goicoechea a Mussolinipudiera ser consecuencia del éxito en suevolución. En una conspiración quebuscaba el apoyo extranjero hasta losespañoles más locuaces sabríanresguardar secretos esenciales. Cabrera,p. 284, menciona unos contratos, sinmás. <<
[48] Payne, 2012, p. 68, es de quienesafirman que las relaciones de losconspiradores militares con los paisanoseran escasas. <<
[49] FUE: PSR 1/12-309. Podría tratarsetambién de una corrupción intencionadadel segundo apellido del hijo de March,Juan March Servera. <<
[50] Incorporado al círculo deconspiradores monárquicos, mesesdespués de la «Sanjurjada», por JorgeVigón, que a su vez estaba ligado aAcción Española. Vegas Latapié, 1983,p. 152. <<
[51] Sainz Rodríguez, pp. 243 y s. Otrode quienes participaban en talescontactos con los militares fue eldiplomático José Antonio Sangróniz,que se trasladó a Tenerife para informara Franco de los pormenores del golpecuando estaba a punto de estallar. Unacasualidad. Bullón de Mendoza, p. 657,afirma que Calvo Sotelo también teníacontactos con los conspiradoresmilitares (algo conocido desde hacetiempo) pero ¡hay que salvar al«protomártir»!, se abstienecuidadosamente de ir más allá. <<
[52] Si, como sospechamos, los contactosoperativos con Italia ya habían dadocomienzo, Orgaz pudo muy fácilmentedecir algo a Franco. Si no, más adelantequizá lo hicieran otros. En estaperspectiva el amable acercamiento deFranco al cónsul fascista en Santa Cruzdurante el desfile militar del 14 de abriladquiere un carácter ominoso.Carantoñas políticas simplemente. Losdiplomáticos no eran vías de contacto.<<
[53] Naturalmente podríamos introducirtambién el «factor chapuza», es decir,que Calvo Sotelo, Goicoechea yMola/Goded hubiesen dejado a lositalianos que decidieran por sí mismossobre lo que quisieran suministrar. Paraapuntalar esta teórica alternativa senecesitaría, sin embargo, una basedocumental más precisa. Nos pareceimposible que los conspiradores noaportaran ninguna sugerencia. Al fin y alcabo quienes ponían en peligro susvidas eran ellos. <<
[54] Nada original al respecto. CalvoSotelo y muchos de los ilustrespensadores de la extrema derechahabían abrevado en los odres de susequivalentes franceses e italianos. <<
[55] En la Instrucción reservada n.º 4,fechada el 31 de mayo, Mola había sidopesimista: «caso de fracasar elmovimiento, el repliegue se hará sobreel Ebro, debiendo tener presente que enla línea Zaragoza-Miranda habrá deextremarse la resistencia y que Navarraserá el reducto inexpugnable de larebeldía». <<
[56] Como es notorio, el avancehistoriográfico depende en buenamedida de su descubrimiento. El clásicotrabajo sobre la intervención fascista deJohn F. Coverdale no dio con loscontratos por lo que pudo trazar uncierto paralelismo con el caso alemán encuanto a la intervención en España. Lascríticas de tal autor a quienesmantuvieron la existencia de contactosoperativos previos a la sublevaciónentre los conspiradores y la Italiafascista resultan hoy desprovistas detodo fundamento. <<
[57] Sánchez Asiaín, p. 155, citando aHugh Thomas recoge unas confidenciasque a este hizo en 1975 en Londres donJuan de Borbón, en el sentido de que supadre el exrey había estado implicadohasta el cuello en la sublevación. ¿Porqué no habría de estarlo? Es difícil queaquellos monárquicos que queríanrestaurarle en el trono no le informaran,en líneas generales, de cómo iban lascosas. <<
[58] Bullón de Mendoza, pp. 634-637. <<
[59] Tal detalle también se obvia en lalarguísima hagiografía de Calvo Sotelo(más extensa aún que la de Franco) en elDiccionario Biográfico Español,debida a José Rodríguez Labandeira,que sigue al anterior historiador.Naturalmente, no falta la alusión a quesu asesinato (técnicamente homicidio)precipitó la fecha del pronunciamiento(sic). Algo similar afirma Payne, 2012,p. 69: «The kidnapping and murder ofCalvo Sotelo had an electrifying effect,providing the catalyst to transform alimping conspiracy into a powerfulrevolt…». «Limping» significa que
renqueaba. Nada más lejos de larealidad, aunque podría argumentarseque quizá algunos se hubiesen echadoatrás de no contar con la ayuda italianaya negociada. <<
[60] En Viñas, 2012, p. 248, se harecogido la opinión del representantepara España de la gran empresabritánica Riotinto, Ulik de B. Charles,quien en enero de 1936 comentó alembajador británico que, en caso deperder la derecha las elecciones, CalvoSotelo se lanzaría más pronto o mástarde a un golpe de Estado y que, adiferencia de Gil Robles, tenía maderade dictador. Si esto lo veía hasta unmero observador inglés, ¿qué cabríapensar de las percepciones italianas? <<
[61] Bullón de Mendoza, pp. 649, 653 y655. <<
[62] Sainz Rodríguez, pp. 214 y s. y 249.Figuró entre quienes hicieron gestionesante las autoridades tras la desapariciónde Calvo Sotelo y llevaron a hombros elféretro en el entierro (algunos dicen queescribió las famosas frases que entoncespronunció Goicoechea). Poco despuésse trasladó a Burgos para recibir algeneral Sanjurjo. Al encuentro en elrestaurante del Pardo también se refiereBullón de Mendoza, p. 668, que detallapormenorizadamente el último día devida del «protomártir» y su sepelio. <<
[63] Hay una escuela secundaria y unacalle con su nombre en la hoy ciudad deSesto Calende, cerca del Lago Mayor enla provincia de Varese en Lombardía,donde tenía su sede la SIAI. <<
[64] Sobrevivió a duras penas al colapsoitaliano en la Segunda Guerra Mundial,se declaró en bancarrota en 1951,reanudó sus actividades en 1953, seconcentró cada vez más en laconstrucción de helicópteros y terminóintegrándose en el grupo Augusta en1983. Todas las referencias a la SIAI sehan obtenido de diversas páginas deinternet italianas. <<
[65] En FUE: PSR 7/115 se encuentra eloriginal. La referencia a la gasolinaetilada es muy importante porque lospocos aviones que suministró Francia ala República en agosto no contaban conreservas y tuvieron que permanecerlargo tiempo inutilizados hasta que LéonBlum consintió en vender algunascantidades. <<
[66] Este fue el tipo de aparato con el queBalbo cruzó el Atlántico. <<
[67] Los originales de estos contratos seencuentran en FUE: PSR 58/6. Elformato del segundo anejo del cuartocontrato difiere de los que contienen losotros tres. Las razones no estánexplicadas salvo que sea el resultado deque los productos que en él figuran seaplican a la gama entera de aviones,como parece deducirse del texto y delprecio fijado en el contrato. Estosignifica que el número de equipos,sobre todo motores, que se reflejan enlas demás listas ha de multiplicarse casipor 40. Aun así, nos abstendremos dehacerlo por razones de prudencia pero
el lector debe saber que nuestras cifrasson, por consiguiente, mínimas y muyconservadoras. <<
[68] Cabrera, p. 284, los cifra en «casiveinte millones de liras». <<
[69] Podemos tirar a la papelera laafirmación de Sainz Rodríguez,retomada por incontables autores, deque los doce SM 81 costaron un millónde libras. Las elucubraciones delgeneral de División del Ejército delAire Salas Larrazábal, Jesús, Guerraaérea, 1936/39, Madrid, Instituto deHistoria y Cultura Aeronáuticas, 1998,vol. I, p. 119, carecen de todofundamento. Es preciso hacer uso, decara a establecer las equivalenciasoportunas, de los tipos de cambio que nosean los de la Bolsa de Madrid en laépoca ya que los pagos se hicieron en y
desde el extranjero. <<
[70] Utilizamos el tipo de conversión de1935 (15,08 pesetas = 1 euro), SánchezAsiaín, pp. 949-951. <<
[71] Sobre los productos poco podemosañadir a la impresión que se desprendede las listas: iban del material mássofisticado posible a artículos quecabría denominar de la «ferretería de laesquina». De lo que no cabe duda es deque el conjunto iba destinado a asegurarla operatividad máxima de los aviones.<<
[72] Howson, Gerald, Aircraft of theSpanish Civil War , Londres, Putnam,1990, y Abellán García-Muñoz, Juan,Galería de aviones de la guerra civilespañola, Madrid, Ministerio deDefensa, 2003, que contiene erroresimportantes. <<
[73] Los datos referidos a Goded aquí ymás adelante están tomados de laexcelente tesis doctoral de MerinoSánchez, Jacint, Cataluña, julio de1936. Consejos de guerra y balance dellevantamiento militar: el generalManuel Goded Llopis, UAB, 2010, aquien agradezco su conocimiento. <<
[74] Un cambio respecto a lo que habíaprevisto en su Instrucción reservada n.º2: «No se hará fuego sobre los avionesnada más que en caso de que estosbombardeen las tropas propias». OMola no era muy sagaz (algo que nocabe descartar) o entonces todavía nolas había tenido todas consigo. Ya concierta experiencia el 15 de agostoescribió a Franco que «hemos tenidoque pagar a precio de oro aviones deescaso valor militar, cosa que me hevisto precisado a hacer para mantener lamoral de esta gente que si no vuelan porencima de ellos se me arrugan». Franco
Salgado-Araujo, Francisco, Mi vidajunto a Franco, Barcelona, Planeta,1977, p. 351. <<
[75] FUE: PSR 1/12-530, documento 1.Cabrera, p. 283, solo cita la últimaoración. En lo que se refiere a la «santacausa» y a la defensa de la civilización,se entiende que cristiana y occidental,Mola fue un consumado hipócrita. A noser que quisiera reedificarla sobre milesy miles de cadáveres. A la mayor gloriade Dios y de la Patria. <<
[76] En la Instrucción reservada n.º 5,firmada el 20 de junio, Mola era todavíamuy negativo. La aviación propia nocontaba con otras bombas que las deonce kilos, de escasa potenciadestructora aunque de gran efecto moral.Convenía advertir a la tropa y alpersonal civil militarizado que no sedejara impresionar por las detonaciones.Los aviones españoles, que carecíancasi en su totalidad de equiposcompletos de iluminación, eraninofensivos durante la noche. Lostransportes de tropas debían, enconsecuencia, hacerse preferentemente
desde la caída de la tarde hasta elamanecer. <<
[77] Los precios del material aeronáuticoitaliano (y alemán y soviético) durantegran parte de la guerra civil seabordarán en una obra del autor, Lasarmas y el oro, de publicacióninmediata. El profesor Burigana me diceque la sobrefacturación no es unacaracterística de la política de preciositaliana pero que la tentación podríahaber sido grande en el caso de la ayudaa Franco, en particular para beneficiar alas empresas suministradoras. <<
[78] Según afirma Vegas Latapié, 1983,p. 24, que le contó el piloto, amigo suyo.<<
[79] Todo lo que antecede está tomado dela tesis de Merino. El caso recuerda elcomportamiento de Franco con la viudadel general Amado Balmes. <<
[80] No ignoro que la masiva literaturaexistente parte del supuesto de la tumbaabierta pero lo hace ignorando laoperatividad de la conexión fascista o,simplemente, negándola. Agradezco aMorten Heiberg que me llamara laatención sobre este aspecto. <<
[81] El primer capítulo de la obra deMallet, Robert, Mussolini and theOrigins of the Second World War, 1933-1940, Nueva York, Palgrave-Macmillan, 2003, resume en nuestraopinión perfectamente los grandesparámetros del debate que haactualizado Heiberg. <<
[82] Nosotros también nos alejamos demuchos autores italianos como, porejemplo, Collotti, Enzo, que solo seapoya en este punto en la documentacióndiplomática. Véase Fascismo e politicadi potenza. Politica estera, 1922-1939,Milán, RCS Libri, 2000, pp. 286 y ss.<<
[83] Gooch, John, Mussolini and HisGenerals. The Armed Forces andFascist Foreign Policy, 1922-1944,Cambridge, Cambridge UniversityPress, 2007, p. 345. Naturalmente, losescenarios de guerra (Kriegsspiele) nosignifican planes para un conflictoconcreto. <<
[84] Comunicaciones al autor en mayo de2012. El ingeniero aeronáutico yexoficial italiano Alfredo Logoluso,Fiat CR. 32 Aces of The Spanish CivilWar, Oxford, Osprey, 2010 (cito por laversión italiana Gli Assi del Fiat C 2nella guerra civile spagnola, Gorizia,Libreria Editrice Goriziana, de 2012, p.10), menciona la SIAI y el hecho de quelos 12 SM se consignaron como«vendidos a adquirientes privados». <<
[85] Bolín debió anticipar talesobjeciones en sus lectores porque, segúncuenta, inmediatamente convenció aFranco de que donde mejor podríaactuar era en Italia. Y Franco aceptó. Elproblema es que la nota la redactó paralos tres países y que, por muyapresurado que estuviera, no se leocurrió escribir una alternativa máscontundente. Todo ello es muysospechoso y nos hace pensar que Bolínse inventó parte del episodio. <<
[86] Sainz Rodríguez, pp. 242 y s. Quelas cosas no fueron como se afirmahabitualmente se desprende de una nota,sin fecha, enviada a dicho autor por Juande la Cierva: «Le ruego que venga averme esta noche, en compañía deVíctor Urrutia, a eso de las 10 y ½. Niuna palabra a los demás que están ahí»(subrayado en el original). FUE: PSR1/530, doc. 5. <<
[87] A no ser que fuera un añadido de unperiodista falto de cualquier tipo deescrúpulos. La letra del pedido esdiferente de la del resto de la nota y noparece ser de Franco. Sobre Bolín hayuna caracterización muy dura enSouthworth, Herbert R., La destrucciónde Guernica, París, Ruedo Ibérico,1977 (acaba de publicarse mi ediciónactualizada de esta obra). <<
[88] El mentiroso Bolín no tuvo el menorinconveniente en pensar que susnumerosos lectores serían unosimbéciles. En la Piazza Venezia,escribe, se acercó a uno de loscentinelas y, tan pancho, le dijo quequería ver al Duce. Naturalmente no ledejaron entrar. <<
[89] Ello no obstante, como siempre haycrédulos, numerosos autores se lo han«tragado». Entre ellos figura en lugardestacado Salas Larrazábal, p. 108. <<
[90] FUE: PSR1/12-530, doc. 4. <<
[91] Cabrera, p. 283, se limita amencionar la carta. <<
[92] Escribano, Julio, Pedro SainzRodríguez. De la Monarquía a laRepública, Madrid, FUE, 1998, p. 283,recuerda que al día siguiente de la cartade Goicoechea, 22 de julio, Mola sereunió con varios monárquicos y lesindicó que tenía necesidad de ayudaextranjera. Por ello, afirma, Goicoecheafue a Roma y José Ignacio Escobar aBerlín. Nos parece que talesafirmaciones ocultan varias distorsionesa las que aludiremos más adelante. <<
[93] Carrubba dio una copia delmemorándum, no publicado, a MortenHeiberg, quien me lo ha comunicado. Lareferencia al mismo se hace con elpermiso y autorización de los dosautores citados, a quienes agradezco suamable cooperación. <<
[94] Por ejemplo, el suministro de unaparato emisor de radio con potenciasuficiente para cubrir toda España; queun interceptador italiano «cubriese»Radio Madrid de la misma forma queRadio Moscú «cubría» Radio Sevilla yque se obstaculizara la llegada aBarcelona de un barco que(presuntamente) llevaba a Barcelonamaterial cedido por Francia. Obsérveseque en el memorándum no hay la menorreferencia a algo que es impensable queno se hubiera suscitado: una explicacióna Ciano de cómo estaba la situación o delos objetivos que perseguían los
sublevados. No hay constancia de queninguno de los dos emisarios hubieseencontrado a Ciano anteriormente, quellevaba de ministro unas pocas semanas.<<
[95] Sacanell, Enrique, La conspiración.1936, Madrid, Síntesis, 2008, pp. 30 y s.<<
[96] Citado en Gallego, Ferran, «Laevolución política de la zonasublevada», en Viñas, Ángel (coord.),En el combate por la historia,Barcelona, Pasado&Presente, 2012, p.329. <<
[97] Los monárquicos compartierondestino con amplios sectores de laCEDA y, en especial, de su ramajuvenil, la JAP, profundamentefascistizada. Véase, en particular, Lowe,S i d , Catholicism, War and theFoundation of Francoism. TheJuventud de Acción Popular in Spain, 1931-1936, Brighton, Sussex AcademicPress, 2010. Sin querer entrar enanalogías aventuradas, también tras elintento fallido del 23 de febrero de 1981se ocultaban agendas políticas muydispares. De haber tenido éxito, ¿cuálesse hubieran impuesto? <<
[98] Esto nos conduce a la hipótesis de siSangróniz no sería el canal por mediodel cual Franco se enterase, en Tenerifey pocos días antes de la sublevacióncomo muy tarde, de los contactosmonárquicos con Italia. <<
[99] Viñas, Ángel, El honor de laRepública, Barcelona, Crítica, 2009, pp.230 y s. <<
[100] Anson, p. 126. Vegas Latapié, 1987,p. 24, recuerda que tras enterarse delaccidente percibió con claridad que«había cambiado por completo el rumbode la historia de España … Fue sin dudala causa de que se le facilitara al generalFranco su inesperado encumbramiento ala más alta jefatura del Ejército y delEstado». <<
[101] El caso típico fue Goicoechea,nombrado gobernador del Banco deEspaña. Julio Gil Pecharromán en suentrada del Diccionario BiográficoEspañol recuerda que su único gesto de«rebeldía» estribó en unirse a un grupode procuradores en Cortes monárquicosque en 1943 escribieron a Francopidiendo la pronta restauración de lamonarquía. ¡Ja, ja! <<
[102] Correspondió precisamente a SainzRodríguez, como ministro de EducaciónNacional en el primer gobierno deFranco (31 de enero de 1938 a 27 deabril de 1939), llevar a cabo lacontrarreforma educativa en losdiversos tramos (enseñanza primaria,bachillerato y universidad) que anuló laesencia misma de la modernizaciónrepublicana. Impidió a Españareencontrarse con la modernidad durantedécadas a favor de un proyectoideológico alternativo capaz de fusionarel fascismo con un catolicismo detradición hispana al servicio de un
Estado totalitario en cuya cima seubicaba la Corona. Véase LópezBausela, José Ramón, Lacontrarrevolución pedagógica en elfranquismo de guerra. El proyectopolítico de Pedro Sainz Rodríguez,Madrid, Biblioteca Nueva/Ediciones dela Universidad de Cantabria, 2011, pp. 296-306. <<
[103] FUE: PSR 14/2. «Historia de lagestión realizada en Roma en julio de1936 para la adquisición de aviones».Tal vez para despistar, Sainz Rodríguezno tuvo inconveniente en reproducirla ensus memorias, pp. 385-387. El númerode historiadores, incluso recientes, a losque tal nota ha desorientado, es muyconsiderable. <<
[104] Se encuentran en una notamanuscrita en FUE: PSR 1/12-529.Goicoechea solo estuvo el 25 y 26 dejulio. Bolín del 21 al 29. SainzRodríguez permaneció en Roma del 25de julio hasta el 4 de septiembre. <<
[105] Por el contrario sí suena a ciertoalguno de los motivos que explican lavisita de Goicoechea: «el general Mola… creía que [era] la única persona conautoridad cerca del Duce para obtener elconcurso anhelado». No he encontradoconstancia de que Goicoechea seentrevistara con Mussolini, comohubiese sido de esperar. ¿O es que ya nofuncionaban los contactos, fuera delMinisterio de Exteriores, que habíanacompañado la negociación y firma delos contratos? <<
[106] A través de las contradicciones conotras versiones divulgadas por«testigos». Saz, pp. 187 y ss., en unexcelente ejercicio de crítica de las«fuentes» entonces disponibles. <<
[107] Normalmente se presume que elemisario en cuestión debió de ser Carpipero ¿y si no hubiera sido así y delcorreo se hubiese hecho cargo algúnotro agente del SIM desde Barcelona?Conviene notar que en una entrevista deCarpi con Mussolini que Heiberg haexhumado, el primero no mencionó paranada el incidente. <<
[108] A muchas de las cuales ya dediquécierta atención en mi lejana tesisdoctoral, que apareció, tras eliminar loque podría chocar con la censura deentonces, bajo el título La Alemanianazi y el 18 de julio, Madrid, Alianza,1974. Una de las interpretaciones quedeseché fue, precisamente, la de losanarcosindicalistas alemanes (grupoDAS) que luego algunos han revividotan tranquilos. <<
[109] La crispación en España. De laguerra civil a nuestros días, Barcelona,Planeta, 2008. <<
[110] Aparecida, en versión abreviada,como La Alemania nazi y el 18 de julio,Madrid, Alianza, 1974. <<
[111] Resucitada por Martín de Pozuelo,Eduardo, y Finestres, Jordi, en «Losnazis alentaron a Franco», en LaVanguardia. Magazine , 21 dediciembre de 2008, y con mayor aparatoen «Els papers secrets del Partit Nazi aCatalunya», en Sàpiens, julio de 2009.El primer autor continúa en la mismabrecha en Los secretos del franquismo.España en los papeles desclasificadosdel espionaje norteamericano desde1934 hasta la transición, Barcelona,Libros de Vanguardia, 2007, pp. 25-37.Insiste en el tema, con varios disparatesfactuales, en El franquismo, cómplice
del holocausto (y otros episodiosdesconocidos de la dictadura),Barcelona, Libros de Vanguardia, 2012,p p . 156-169. Himmler, nada menos,aparece como el Deus ex machina sifuera cierto. La fuerza probatoria detodo su alarde documental no hamejorado nada respecto a lasalegaciones de los tiempos de guerra.Un eventual contacto conspirativo através de alguna filière nazi enBarcelona no sería en teoría imposiblepero, si tal fue el caso, no tuvo el menorefecto en el plano operativo.Desgraciadamente Sánchez Asiaín, pp.841 y s., ha dignificado tan absurdas
interpretaciones. <<
[112] En la literatura científica ya handesaparecido las alegaciones, corrientesen el pasado, de que la organización deCanaris había estado metida hasta elcuello en los preparativos del golpe.Uno de los últimos proponentes de talesteorías, sin el menor apoyo documental,fue el antiguo agente secreto, escritor yescenarista cinematográfico LadislasFarago, cuyas tesis demolí en 1974. <<
[113] Lo que sería interesante esdeterminar si cuando la Abwehr y elSIM empezaron a colaborar en Españadurante la guerra civil se intercambiarono no informaciones sobre lo que ambosservicios sabían de los antecedentes. <<
[114] AGMAV: caja 1635, carpeta 8,página 1. <<
[115] Testimonio verbal de Bernhardt,que en este caso consideramos fiable, apesar de todas las reservas que nossuscita tal protagonista. Ladocumentación de la reunión deBayreuth y sus antecedentes no se halocalizado. <<
[116] Viñas, Ángel, 2001, pp. 327, 340-347, 350-368. Es de lamentar queSánchez Asiaín, pp. 841-843, hayapreferido ignorar una versióndocumentada y optado por otra que no loestá. Zavala, por su parte, pp. 147 y s.,acumula disparate tras disparate. <<
[117] Para todo este episodio, hoyolvidado, véase Viñas, Ángel, 2001, pp.407-410. <<
[118] Los han abordado autores tandiversos como Douglas Little, JillEdwards, Enrique Moradiellos, Jean-François Berdah y Glyn Stone, pero sinhaber podido explotar a fondo la basedocumental hoy disponible y con elénfasis más bien puesto en la partebritánica, no en los conspiradores. <<
[119] La justificación de las afirmacionescontenidas en este párrafo se encuentraen el capítulo II de Viñas, Ángel, Laconspiración del general Franco,Barcelona, Crítica, 2012 (versiónrevisada y ampliada). <<
[120] Andrew, Christopher, The Defenceof the Realm. The Authorized History ofMI5, Londres, Allen Lane, 2009, pp.179 y ss. <<
[121] No deja de ser curioso elparalelismo, en materia de dificultad deacceso a la información, en los casosdel Reino Unido y de Italia. En ambos,las lagunas se acentúan en la medida enque nos acercamos a los núcleos durosde la conspiración, sobre todo enmaterias relacionadas con la trama civil.Una casualidad. <<
[122] Steiner, Zara, The Triumph of theDark, European International History 1933-1939, Londres, Oxford UniversityPress, 2011, p. 202. Desgraciadamente,esta obra contiene numerosísimoserrores en relación con la guerra civilespañola. <<
[123] Wake, Jehanne, Kleinwort Benson.The history of two families in banking,Nueva York, Oxford University Press,1997, p. 251. Sánchez Asiaín, p. 183,piensa que debió tratarse de 1937, perono lo justifica. En agosto de 2012 Ms.Wake, a quien le estoy muy agradecido,me confirmó por correo electrónico quelos datos que ofrece en su obra seajustan a sus fuentes de información. <<
[124] No sería justo olvidar que estemismo autor, al detallar algunas de laspequeñas operaciones de adquisición dearmas en el exterior de cara a lasublevación, efectuadas sobre todo porlos carlistas, pp. 98-100, reconoceobviamente que hubo financiación paratodo ello, «pero hoy no se dispone deinformación precisa para cuantificarla».<<
[125] Vegas Latapié, Eugenio, Memoriaspolíticas, Barcelona, Planeta, 1983, p.151. <<
[126] A decir verdad, y como ha reveladoSánchez Asiaín, la discusión de ciertosplanes para derrocar la nacienteRepública se inició el mismo 14 deabril de 1931. Su traducción en el planoeconómico se hizo rápidamente. <<
[127] Saz, pp. 168 y s. La peticióneconómica la denegó Ciano, reciénllegado al Ministerio de NegociosExtranjeros. González Calleja, p. 355.<<
[128] Sospechamos que los conspiradoresmonárquicos tenían muy claro quenecesitaban dinero para atender a loscompromisos romanos. Sánchez Asiaínlo duda, p. 71, pero afortunadamenteaduce señales que van en otro sentido.Por ejemplo, el hecho de que March yMola se vieran frecuentemente enBiarritz, p. 119, en los meses anterioresa la guerra. ¿Es verosímil que March nole dijera nada? <<
[129] FUE: PSR 1/12-530, docs. 14, 15,16 y 17. Es en estos documentos dondese identifican los tipos de cambioutilizados, que fueron 100 francosequivalentes a 83,60 liras y una libraesterlina equivalente a 63,80. <<
[130] FUE: PSR 1/12-530, doc. n.º 11. Alep i sod i o stricto sensu se refiereCabrera, p. 295, con documentación delAMAEC. Hasta ahora la mejorreconstrucción de la aportaciónfinanciera de March a la conspiración esla de Sánchez Asiaín, pp. 167-225. <<
[131] Sánchez Asiaín, pp. 191 y s., que harecopilado la información disponible enla literatura, no ha arrojado más luz. Lasafirmaciones posteriores de Ciano deque Italia no había recibidoabsolutamente ningún pago por su inicialayuda no son correctas. <<
[132] AMAEC: legajo R-458, E2. <<
[133] Los suministros en agosto sehicieron a bordo de los navíos Nereide,Santamaría, Delia, Morandi y Nereideen los días, respectivamente, 6, 8, 13, 19y 20. Hubo dos expediciones en vuelosdirectos, una en torno al 13 y la segundael 30 de agosto. Los importescorrespondientes ascendieron a: 10 617 979, 12 033 395, 1 364 000, 4 372 241 y 3 848 496 para los barcos.Para los vuelos fueron de 3 506 515 y 6 030 000 liras. Las referencias setoman de la contabilidad italiana que seencuentra en AMAEC: legajo R-1720. E11. Agradezco a la amabilidad
desbordante de Miguel Íñiguez Camposque me la proporcionara. <<
[134] Franco. Caudillo de España, nuevaedición revisada y ampliada, Barcelona,Grijalbo, 2002, pp. 154-157. <<
[135] En abril de 1942 GeminianoCarrascal, exdiputado a Cortes yexsecretario de la minoría popularagraria, entregó al fiscal delegado parala instrucción de la Causa General deMadrid unas cuartillas en las que GilRobles consignó el 27 de febrero delmismo año todo cuanto sabía de losantecedentes del «AlzamientoNacional». Entre sus aportacionesdirectas figuró «el intento de cubrir algeneral Franco con la inmunidadparlamentaria mediante su elección conel general Fanjul por la provincia deCuenca». AHN, CG, legajo 1513, exp.
40, cuyo conocimiento agradezco a lagenerosidad del Dr. FernandoHernández Sánchez. <<
[136] Cabrera, p. 294. Wake lanzó la tesisde que previamente se habría preparadoun primer avión para el viaje de Franco,que hubo de regresar a Londres porquelos franceses le retuvieron tras unaterrizaje forzoso. La ha retomadoSánchez Asiaín, p. 189. El problema esque dicha versión no encaja con loshechos. Wake ignora, en particular, queel avión no tenía capacidad desobrevolar Francia sin repostar en ruta,para lo cual necesitaría los documentosapropiados. No faltaron al DragonRapide. No otorgamos, pues, la menorcredibilidad a dicha versión, retomada
por tal autor, p. 189. <<
[137] En el alucinante programa emitidopor Telemadrid el 13 de julio de 2011sobre la muerte («asesinato») de CalvoSotelo. <<
[138] Cualquier lector puede comparardos interpretaciones totalmenteopuestas: la de Payne, en versión 2012que es la más reciente, y la de Lowe. Ytal vez se preguntará: ¿se refieren ambosal mismo país? <<
[139] Publicada en el Diario delCongreso de los Diputados, legislaturade 1933, número 218, apéndice 4. Llevafecha de 5 de julio de 1935. <<
[140] Del partido agrario. Centralistafuribundo. Dimitió como ministro deMarina en septiembre de 1935 por noestar conforme con la cesión a Cataluñadel control de sus carreteras. <<
[141] El líder de la CEDA lo reconocióen su aportación a la Causa General. «Amí me incumbía entre tanto la tarea dedesgastar a las izquierdas en elParlamento y de coordinar las fuerzasdel partido, harto quebrantadas despuésde nuestra experiencia de legalidad».Muy fino. <<
[142] Redondo y Zavala, pp. 248 y s. <<
[143] Ambos episodios en GilHonduvilla, Joaquín, Marruecos: ¡17 alas 17!, s. l., Guadalturia, 2009, pp. 117y s. y 124. <<
[144] Un excelente resumen de la«estrategia» gubernamental, compartidaen general por la izquierda de la época,para hacer frente a la inminente amenazase encuentra en Juliá, Santos, «LaRepública enfrenta la rebelión militar»,en Villa Rodríguez, José (ed.), El golpe.75 años (1936-2011), Sevilla, Memoria,Libertad y Cultura Democrática, 2012.<<
[145] Saz, p. 184, y Heiberg, pp. 58 y s.De notar es que los británicosinterceptaron varios mensajes deLuccardi y, en general, del consuladoitaliano en Tánger, por lo que desde elprimer momento conocieron ciertasinterioridades de la incipiente ayudafascista a los sublevados. <<
[146] En su carta al conde de los Andes,ya mencionada. El dicterio figura enella. Es falso de toda falsedad que losfranceses hubieran suministrado armas alos republicanos para entonces, a pesarde las bobadas que dice Abellán. Eneste sentido diremos con toda claridadque el eximio general Jorge Vigón, unode los conspiradores, no tuvoinconveniente en mentir como un bellacoen sus memorias de 1957. SánchezAsiaín, p. 164. Lo lógico. <<
[147] Heiberg, pp. 60 y s. <<
[148] En este trabajo no podemos abordar(ya lo han hecho otros autores) lasmúltiples dudas que surgieron en elMinisterio de Negocios Extranjeros enun contexto internacional tan impactadocomo el de la segunda mitad de julio.Los informes del SIM sobre la posturade las potencias probablementeinfluyeron de manera decisiva en laactitud de Mussolini. <<
[149] FUE: PRS 1/12-530, doc. N.º 13.Está ya publicada en Escribano, 2011, p.76. <<
[150] Saz, pp. 252 y s. Quienes siguenrepitiendo el cuento chino de que losdoce Savoia importaron un millón delibras se copian unos a otros y noreconocen que tal montante era unaimposibilidad absoluta, como sedesprende del manifiesto de la carga. <<
[151] Sainz Rodríguez conservó el detallede las bombas: 20 000 de 2 kg, 5000 de10, 1000 de 50 y 200 de 250. FUE: PSR58/6. Para una descripción de laoperación, véase Heiberg/Ros, pp. 41-43. <<
[152] Lo que antecede se desarrolla másampliamente en un libro de próximaapar ición, Las armas y el oro,Barcelona, Pasado&Presente, 2013. <<
[153] Reeditado hace pocos años yampliado con un artículo conexo delautor y presentado brillantemente porPaul Preston. De relecturaimprescindible. <<
[154] Que ya puso en solfa Southworth en1977, detallando las variadísimas ycontradictorias versiones que De laCierva dio sobre el tema de Guernica,siempre sin el menor adarme de apoyodocumental. <<
[155] A tenor de lo que se ha argumentadoen este capítulo alguien podría pensar,para tratar de ser lo más históricamentecorrecto posible, en una cierta idea.Añadir en tamaño reducido unareproducción del morro y de la carlingade un SM 81 (o de un «chirri») algigantesco monumento que se erigió aCalvo Sotelo en la madrileña Plaza deCastilla. Otros podrían argüir que conbastante menos de lo que él hizo porderribar la democracia en Españamuchos fueron ejecutados tras losconsejos de guerra incoados por lasautoridades republicanas, como ocurrió
paradigmáticamente en Barcelona. <<
[156] Andrew, pp. 104-105. TheGuardian, 13 de octubre de 2009. <<
[1] La traducción de los originales enitaliano, cuyas hojas van firmadas porPedro Saínz Rodríguez y Luigi Capè, hasido realizada por Diego Echauz,licenciado en Filología Clásica,absolutamente bilingüe en ambosidiomas. <<
[2] A mano en el original, al igual quelos equivalentes en el resto de loscontratos. <<
[3] Sic, en lugar de «segundo». (N. delT). <<
[4] A mano en el original. <<
[8] Repetición en el original. (N. del T).<<
[9] Sic, en lugar de «segundo». (N. delT). <<
[10] Sic, en lugar de «segundo». (N. delT). <<
[11] Sic, en lugar de «segundo». (N. delT). <<
3 . UNA IZQUIERDA EN BUSCA DE LAREVOLUCIÓN [EL FRACASO DE LASEGUNDA REVOLUCIÓN]
[1] A título ilustrativo puede señalarseque el Diccionario de la LenguaEspañola de 1737 (Diccionario deAutoridades) recogía como primeraacepción de la palabra el movimiento dela esfera celeste y una segunda como«inquietud, alboroto, sedición,alteración». A partir de 1780, ademásde recogerse las acepciones anteriores,se incluía una nueva tal como «mudanzao nueva forma en el estado o gobiernode las cosas», asimilándola a mutatio.En el siglo XX se incluye «cambioviolento en las instituciones políticas deuna nación». En la versión actual se
añade «económicas y sociales» a lasinstituciones políticas. La evoluciónamplificadora de los significados delconcepto queda, pues, patente. <<
[2] Véase Gaeta, Franco, Democrazie etotalitarismi dalla prima alla secondaguerra mondiale, Bolonia, Il Mulino,1982; Cabrera, Mercedes, y otros,Europa en crisis, 1919-1939, Madrid,Editorial Pablo Iglesias, 1991. <<
[3] Sternhell, Zeev, La droiterévolutionnaire. Les origins françaisesdu fascisme, París, Seuil, 1978. <<
[4] Me he referido a ello en un textoanterior, Aróstegui, Julio, «De laMonarquía a la República: una segundafase en la crisis española deentreguerras», en Morales Moya,Antonio, y Esteban de Vega, Mariano(eds.), La Historia contemporánea enEspaña, Salamanca, Ediciones de laUniversidad de Salamanca, 1996, pp. 145-158. <<
[5] Tuñón de Lara, Manuel, y otros, Laguerra civil española, cincuenta añosdespués, Barcelona, Labor, 1985 (3.ª:1989), especialmente pp. 47 y ss. <<
[6] Una de las primeras visiones de esteproceso en el largo plazo fue laelaborada por Brenan, Gerald, Ellaberinto español. Antecedentessociales y políticos de la guerra civil,París, Ruedo Ibérico, 1962, cuyaprimera edición británica apareció en1950. <<
[7] La crisis española del siglo XX es unasunto histórico relativamentefrecuentado también en el que merece lapena citar dos obras tempranas y de muydistinto presupuesto y conclusiones:Rama, Carlos, La crisis española dels iglo XX, México, Fondo de CulturaEconómica, 1962, y Payne, Stanley G.,La revolución española, Barcelona,Ariel, 1970. De carácter distinto a losdos citados es la de Broué, Pierre, Larevolución española (1931-1939),Barcelona, Península, 1977. <<
[8] Véase la completa exposición quehacen de este hecho Elorza, Antonio, yBizcarrondo, Marta, Queridoscamaradas. La InternacionalComunista y España, 1919-1939,Barcelona, Planeta, 1999, pp. 141 y ss.De ahí está tomada la cita quetranscribimos. Véase igualmente elescrito del destacado dirigentecomunista en estos años Bullejos, José,La Komintern en España. Recuerdos demi vida, México, ImpresionesModernas, 1972. <<
[9] Munis, Grandizo, Jalones de derrota,promesa de victoria. Crítica y teoría dela revolución española (1930-1939),Bilbao, Zero, 1977, pp. 11 y ss. <<
[10] Morrow, Felix, Revolución ycontrarrevolución en España. Laguerra civil, Madrid, Akal, 1978 (laedición original de ese libro es de1938). <<
[11] Una recopilación de tales textospuede verse en Trotsky, León, Larevolución española (1930-1940).Barcelona, Editorial Fontanella, 1977, 2vols. Edición, Prólogo y Notas de PierreBroué. Los primeros escritos de Trotskyson anteriores al 14 de abril. No esmenos ilustrativo el trabajo del propioBroué, Pierre, op. cit. <<
[12] Maurín, Joaquín, «Los orígenes delgolpe de Estado», en La Nueva Era, n.º2, noviembre de 1930. Este texto fueincluido como capítulo en su obra Loshombres de la Dictadura. <<
[13] Maurín, Joaquín, Revolución ycontrarrevolución en España, París,Ruedo Ibérico, 1966, p. 76. Como essabido, la primera edición del ensayo deMaurín apareció en 1935 con el títuloHacia la segunda revolución. <<
[14] Domingo, Marcelino, ¿A dónde vaEspaña? Prólogo de Gregorio Marañón,Madrid, Editorial «Historia Nueva»,1930. Por cierto, el prólogo de Marañónhace un encendido elogio del socialismoy de la juventud socialista. <<
[15] Tuñón de Lara, Manuel, «La revistaNueva España: una propuesta deintelectuales de izquierda en vísperas dela República», en García Delgado, JoséLuis (ed.), La crisis de la Restauración.España entre la Primera GuerraMundial y la II República, Madrid,Siglo XXI, 1986, pp. 403-416. <<
[16] Azaña, Manuel, Obras Completas,México, Oasis, 1968, 4 vols., vol. II.Las citas en la páginas 13 y 20. <<
[17] Ehrenburg, Ilya, España, Repúblicade trabajadores, Madrid, Hispamerca,1976, pp. 22 y passim. El libro fueescrito en 1932. <<
[18] Borkenau, Franz, El reñideroespañol. Relato de un testigo de losconflictos sociales y políticos de laguerra civil española, París, RuedoIbérico, 1971, p. 55 (la edición original,The Spanish Cockpit, apareció enLondres en 1937. Gerald Brenanprologaría la edición de 1943 y HughThomas la nueva española de 2001). <<
[19] «Con el Rey o contra el Rey», enPrieto, Indalecio, Convulsiones deEspaña. Barcelona, Fundación IndalecioPrieto-Editorial Planeta, 1990, vol. 6,pp. 155-177. <<
[20] Alocución en la Casa del Pueblo deMadrid, publicada en El Socialista de14 de enero de 1930. <<
[21] Para las citas referentes a LargoCaballero, consúltese Aróstegui, Julio,Largo Caballero. El tesón y laquimera, Barcelona, Debate, 2013,recientemente publicada. <<
[22] Abad de Santillán, Diego, «Ante unarevolución inevitable y ante un granpueblo que va a romper sus cadenas»,Tierra y Libertad (Barcelona), año II,n.º 25, 8 de agosto de 1931. Recogidoen Abad de Santillán, Diego, Elanarquismo y la revolución en España.Es c r i t os , 1930-1938. Selección yEstudio preliminar de Antonio Elorza,Madrid, Ayuso, 1976, pp. 78-85. <<
[23] Circunstancia esta que afecta delleno a la mayor parte de los autores deuna obra reciente, Rey, Fernando del( d i r . ) , Palabras como puños. Laintransigencia política en la Segundarepública española, Madrid, Tecnos,2011. Obra que pretende hablar de«palabras», por tanto de lenguaje ydiscurso político, se olvidaabsolutamente de toda consideraciónsobre la importancia de la semánticapolítica. La cuestión es especialmentevisible en la Introducción del libro,debida a su director, y en el tratamientode los grupos políticos de la izquierda,
entre los que, por cierto, brilla laausencia de un estudio imprescindiblesobre las posiciones de la izquierdaburguesa representadas por Azaña y susseguidores. Parece creerse que ellenguaje político no ha evolucionado entres cuartos de siglo, de forma que alenjuiciar el lenguaje de los años treintadesde los valores particulares dellenguaje político de hoy se comete unanacronismo clamoroso. Unas mínimascautelas técnicas, una pequeña atenciónal valor y contexto de las «palabras»podrían, al menos, haber enmascaradoalgo la frondosa predicación ideológicade la que está teñido casi todo el texto
con pocas excepciones. Véanse lasobservaciones de Francisco Sánchez enla Introducción a este volumen. <<
[24] En este sentido, la vieja diatriba queLenin plantease en El Estado y laRevolución, acerca de la verdaderafunción de la revolución y de su alcance,sigue siendo un texto de referenciaineludible, con especial interés en loreferente a la Comuna de París, que losclásicos del marxismo consideraron unejemplo ajustado de revolución«popular». Véase la edición de Madrid,Editorial Ayuso, 1973. <<
[25] Es importante señalar que todoanálisis fructífero de las dimensionesdel lenguaje político, incluido elrevolucionario, no debe prescindir hoyde los instrumentos que proporciona unacategorización como la de la Historia delos Conceptos, encrucijada entre elanálisis histórico del acontecimiento, ellingüístico y el social. Una primerareferencia en Koselleck, Reinhart yGadamer, Hans Georg, Historia yhermenéutica, Barcelona, Paidós, 1997,con una interesante introducción, aunquevertida fundamentalmente hacia lofilosófico, de Villacañas, José Luis, y
Oncina, Faustino. Una contribución deinterés, igualmente, en Historia de losconceptos, Ayer (Madrid), 53, 2004. Aalgunos de los autores del libro citadosen la nota 23 les habría sido muyprovechosa, cautelarmente al menos, lalectura del texto introductorio de esaúltima obra y, seguramente, no menos lade Fernández Sebastián, Javier,«Historia de los conceptos. Nuevasperspectivas para el estudio de loslenguajes políticos europeos», Ayer(Madrid), 48 (2002), pp. 331-364. <<
[26] Consúltese la obra citada en la nota20. <<
[27] Archivo de la Fundación PabloIglesias, AH-25-11. Su fecha era 1 deenero de 1936. No consta quién fue suredactor, aunque puede que lo fuese LuisJiménez de Asúa, primer firmante. Estepárrafo se contextualiza en la diatribasobre las interpretaciones de lainsurrección de octubre. La cartaabierta, pues eso era, apareciópublicada junto a otros documentos en elfolleto Por la unidad y disciplina delPartido. Historia de una dimisión,Madrid, Gráfica Socialista, s. a., 1936.<<
[28] Véase a este propósito GonzálezCalleja, Eduardo, La violencia en lapolítica. Perspectivas teóricas sobre elempleo deliberado de la fuerza en losconflictos de Poder, Madrid, CSIC,2002, especialmente p. 492. <<
[29] La fecha exacta de esa aparición fue1967. La obra puede verse en variasediciones españolas como Los orígenessociales de la dictadura y lademocracia. El señor y el campesino enla fundación del mundo moderno,Barcelona, Península, 1976 (2.ª). Nomenos interés presenta otra obra delmismo autor para el tema que nos ocupaaquí : Injustice. The social bases ofObedience and Revolt, Londres,MacMillan Press, 1978. <<
[30] Remitimos de nuevo a este efecto aGonzález Calleja, La violencia…, p.491 y ss. También el recopilatorioTeoría e historia de las revoluciones enZona Abierta (Madrid), 36-37, 1985,con colaboraciones de Aya, PérezLedesma, Goldstone, Stedman Jones,entre otros. <<
[31] Como texto más indicativo Tilly,Charles, Las revoluciones europeas, 1492-1992, Barcelona, Crítica, 1995.Un texto clásico y fundamental del autore s From Mobilization to Revolution,Nueva York, Random House, 1978.Entre sus seguidores Tarrow, Sidney:Power in movement. Social movements,collective actions and politics,Cambridge University Press, 1994. En lalínea de Moore, Skocpol, Theda, SocialRevolutions in the Modern World ,Cambridge University Press, 1994. Unestudio relativamente crítico de lasaportaciones del análisis estructural de
las revoluciones en Casanova, Julián,«Revoluciones sin revolucionarios.Theda Skocpol y su análisis históricocomparativo», Zona Abierta, 41-42, 1986-1987. <<
[32] Payne, Stanley G., La Europarevolucionaria. Las guerras civiles quemarcaron el siglo XX, Madrid, Temasde Hoy, 2011. El título es yasuficientemente explicativo. En realidad,las guerras civiles que se mencionan nose ubican en el periodo 1918-1939 yconviene leer su introducción titulada«Revolución y guerra civil como formasde conflicto». El autor está pensando enla guerra civil española, con evidentesintenciones preconcebidas. En cualquiercaso, lo que más sorprende de la obrade este profesor norteamericano, másallá de sus abundantes disparates
históricos, que han aumentado en su obracon el paso del tiempo, es la absolutasuperficialidad de sus argumentaciones,la confusión y la falta completa de rigorde su terminología. Baste decir que la«revolución» está siempre acompañadaen su texto del recuento de violenciasparticulares, asesinatos políticos ydesórdenes públicos. Es decir, lo mismoque manejaban loscontrarrevolucionarios de los añostreinta. Nos referiremos después a ello.<<
[33] Payne, La Europa…, p. 209. <<
[34] Véase Cánovas Cervantes, Salvador,Rutas de la revolución española,Madrid, Editorial Tierra, 1931.También del mismo autor, Procesohistórico de la Revolución Española.Apuntes de «Solidaridad Obrera»,Madrid, Júcar, 1979 (edición originalde 1937). <<
[35] Sus propias memorias son una fuenteimportante aunque no siempre fiable:García Oliver, Juan, El eco de lospasos. El anarcosindicalismo en lacalle, en el Comité de Milicias, en elgobierno, en el exilio, París, RuedoIbérico, 1978, pp. 103-140 para elpasaje comentado. García Oliver narraque en 1931 «hice una glosa delconcepto de “gimnasia revolucionaria”»(p. 116) y luego que «la táctica de la“gimnasia revolucionaria” alcanzó unpunto álgido en 1933» (p. 130). <<
[36] Lorenzo, César M[artínez], Lemouvement anarchiste en Espagne.Pouvoir et révolution sociale, SaintG e o r g e s d’Oléron, Les ÉditionsLibertaires, 2006, p. 106. Se trata de unareedición notablemente ampliada de suobra Los anarquistas españoles y elpoder. Desgraciadamente apenas se hadifundido en España. <<
[37] Una división que se consumaría en el«Congreso del Conservatorio», de juniode 1931, en Madrid, donde a decir deCésar M. Lorenzo, triunfaron loselementos «revisionistas». Pero la FAIno declinó. Diez meses después losenemigos del insurreccionalismopublicaron el Manifiesto de los Treinta,de donde el nombre de treintistas.Lorenzo, C. M., Le mouvement…, pp.100 y ss. Véase también la breve perocomprehensiva síntesis sobre elanarquismo en tiempos republicanos enCasanova, Julián, «Los anarquistasfrente a la República burguesa», en
Viñas, Ángel (ed.), En el combate porla Historia, Barcelona, Pasado yPresente, 2012, pp. 168-185. <<
[38] Los entrecomillados proceden deAbad De Santillán, El anarquismo…, p.77. <<
[39] Guillamón, Agustín, Los Comités deDefensa de la CNT en Barcelona (1933-1938), Barcelona, Aldarull, 2010.<<
[40] La Ponencia fue publicadaseparadamente: Confederación Nacionaldel Trabajo, Ponencia sobre laconstitución de los Comités deDefensa, s. l., s. n., 1934. Una ampliatranscripción de las actas en ElCongreso Confederal de Zaragoza.CNT, Bilbao, Zero, 1978. En elCongreso se operó la vuelta a laorganización de los Sindicatos deOposición o treintistas. <<
[41] Cruz, Rafael, El Partido Comunistade España en la Segunda República,Madrid, Alianza, 1987, p. 118. <<
[42] Ibárruri, Dolores (dir.), Guerra yrevolución en España, 1936-1939,Moscú, Progreso, 1967 y ss. 4 vols., I,p. 31. <<
[43] Dellacasa, Gianfranco, Revolución yFrente Popular en España, 1936-1939,Bilbao, Zero, 1977, p. 68. Dellacasa,italiano, escribe en los primeros añossesenta desde una posición a laizquierda del comunismo oficial deentonces. <<
[44] Pagès, Pelai, El movimientotrotskista en España (1930-1935). LaIzquierda Comunista de España y lasdisidencias comunistas durante laSegunda República. Barcelona,Península, 1977, especialmente pp. 129y ss. <<
[45] El texto «El proletariado españolante la revolución» fue publicado enforma de folleto a fines de 1931. Estárecogido en Nin, Andreu, Losproblemas de la revolución española (1931-1937). Prefacio y compilación deJuan Andrade. París, Ruedo Ibérico,1971, pp. 58 y 71. <<
[46] Elorza y Bizcarrondo, Queridoscamaradas…, p. 351. <<
[47] Véase a este efecto Heywood, P., Elmarxismo y el fracaso del socialismoorganizado en España, 1879-1936,Santander, Universidad de Cantabria,1990. <<
[48] Para la caracterización correcta dellatifundismo desde el punto de vista desu historia socioeconómica es muyimportante Martínez Alier, Joan, Laestabilidad del latifundismo, París,Ruedo Ibérico, 1968. <<
[49] Según comentan Elorza yBizcarrondo, Queridos camaradas…, p.150, y nota 15, el dirigente de la ICManuilski, interrogando al secretariocomunista español Bullejos y a sucompañero Adame, pretendía confirmarsu idea de la semejanza de lasestructuras de Rusia antes de larevolución y las de España en 1931, ypara ello preguntaba sobre la existenciaaquí de privilegios exclusivos de cazapara los grandes propietarios (como losseñores feudales), aduanas interiores yservidumbre personal. Bullejosrespondía entonces hablando de los
latifundios hasta que Manuilski leespeta: «hay más feudalismo en Españadel que usted cree». <<
[50] El mejor análisis de la época hechodesde la óptica del socialismo sobre lanaturaleza del capitalismo español es elde Ramos Oliveira, Antonio, Elcapitalismo español al desnudo,Madrid, s. n., 1935. También, del mismoa uto r , La revolución española deoctubre, Madrid, Editorial España,1935. Ramos estaba muy lejos de creer,tras un notable análisis de la economíaespañola, que las reminiscenciasfeudales fueran una característicadefinitoria. <<
[51] Maurín escribió bastante sobre latáctica de la Alianza Obrera y, enparticular, sobre su importancia en larevolución de octubre. Véase su citadaRevolución y Contrarrevolución…, pp.124 y ss, y también su artículo «LaAlianza Obrera. Orígenes,características y porvenir», en La NuevaEra, 2.ª época, 1, enero de 1936. Existetambién el extenso y digresivo libro deAlba, Víctor, La Alianza Obrera.Historia y análisis de una táctica deunidad en España, Madrid, Júcar, 1978.<<
[52] Ibídem, p. 110. <<
[53] Maurín, Revolución yContrarrevolución…, las citas en laspáginas 208, 217-218, 221. <<
[54] Véase, como introducción general alasunto, Aróstegui, «Los socialistas en laSegunda República: una victoria conalto costo», en Viñas, Ángel (dir.), En elcombate por la historia…, pp. 155-168.<<
[55] Tal fue la tesis que mantendría en unlibro provocador Serrano Poncela,Segundo, El Partido Socialista y laconquista del Poder, Barcelona, L’Hora, 1935, pp. 37 y ss. En el Prólogo a eselibro, Luis Araquistain discutíaseveramente tal visión. <<
[56] Largo Caballero, Francisco,Discursos a los trabajadores: unacrítica de la República, una doctrinasocialista, un programa de acción.Prólogo de Luis Araquistain, Madrid,Gráfica Socialista, 1934. <<
[57] El mejor estudio por el momento deesta fase de la historia del socialismo,pese a los años transcurridos desde supublicación, con el punto de mira centralen la supuesta dicotomíademocracia/revolución es el deBizcarrondo, Marta, «Democracia yrevolución en la estrategia socialista enla Segunda República», en Estudios deHistoria Social (Madrid), n.º 16-17,1981, pp. 227-459. <<
[58] Es un término que acuñó Ruiz,D a v i d , Insurrección defensiva yrevolución obrera; el octubre españolde 1934, Barcelona, Labor, 1988. <<
[59] González Calleja,Contrarrevolucionarios.Radicalización violenta de lasderechas durante la SegundaR e p ú b l i c a , 1931-1936, Madrid,Alianza, 2011, p. 230. <<
[60] El hecho de octubre cuenta con unaamplia bibliografía de diverso tipo,incluida la testimonial. Nos limitamos aseñalar aquí un estudio colectivo deinterés, «La revolución de julio de 1934en Asturias», Estudios de HistoriaSocial (Madrid), IV, 31, 1984. <<
[61] Es de muy grande utilidad larecopilación de los textos fundamentalesde esas reflexiones que presentaBizcarrondo (ed.): Octubre del 34:reflexiones sobre una revolución ,Madrid, Ayuso, 1977, con una excelenteIntroducción de la autora y textos deprocedencia socialista, comunista yanarquista, que no podemos glosar aquí,de los que el más resonante fue Octubre,segunda etapa, publicado por lasJuventudes Socialistas. <<
[62] Un artículo fundamental de LuisAraquistain fue «¿Qué partido obrerodebe dirigir la revolución?», Leviatán(Madrid), 34, mayo de 1936, donde seresumía la polémica. <<
[63] A este efecto, resulta muy relevanteel intercambio de artículos en agosto de1935 entre Santiago Carrillo y JoaquínMaurín en La Batalla, órgano del BOC.Carrillo proponía el ingreso del BOC enel socialismo, pero Maurín entendía quehabía demasiados puntos de disidenciaentre las ideas de unos y otros. Textosrecogidos en Alba, Víctor, Larevolución española en la práctica.Documentos del POUM. Introducción yselección de Víctor Alba, Madrid,Júcar, 1977, pp. 52-71. <<
[64] Richards, Vernon, Enseñanzas de larevolución española, Barcelona, CampoAbierto, 1977. <<
[65] Op. cit., en nota 15, p. 175. <<
[66] Broué, «Los órganos de poderrevolucionario. Ensayo metodológico»,en Broué, Pierre; Fraser, Ronald, yVilar, Pierre, Metodología histórica dela guerra y la revolución españolas,Barcelona, Fontamara, 1982, p. 41. <<
[67] Koestler, Arthur, La escriturainvisible, Madrid, Alianza, 1974, p. 44.La observación de Koestler es citadatambién por Jellinek, Frank, La GuerraCivil en España, Madrid, Júcar, 1977,p. 14. La edición original de Jellinekapareció en Londres, Victor Gollancz,en 1938. Su versión definitiva es de1969. <<
[68] Estos falsos documentos fueron yapublicados por el diario socialistaClaridad, en mayo de 1936. Luego hansido utilizados y citados muchas veces ydemostrada su falsedad. Su estudioexhaustivo puede verse en Southworth,Herbert R., El lavado de cerebro deFrancisco Franco. Conspiración yguerra civil. Prólogo de P. Preston,Barcelona, Crítica, 2000, pp. 19-186.<<
[69] Sobre la trascendencia en losorígenes de la sublevación de lasviolencias y desórdenes en el periododel Frente Popular se ha escrito bastanteúltimamente y con bastante más rigor,para acabar mostrando que laconspiración y sublevación no tuvieronun origen directo en esas violencias ydesórdenes sino en causas de más largorecorrido. Pero la situación deinestabilidad del periodo fue unexcelente elemento de justificación ypropaganda para los sublevados y surégimen posterior, al que se sumaría lanegación de la legalidad del resultado
de las elecciones de 16 de febrero.Véanse, entre el grueso de lo publicado,el texto de Cruz, Rafael, En el nombredel pueblo: república, rebelión yguerra en la España de 1936, Madrid,Siglo XXI, 2006. El exhaustivo deGonzález Calleja,Contrarrevolucionarios…, pp. 307-388, los colectivos La España del FrentePopular, Mélanges de la Casa deVelázquez (Madrid), Nouvelle Série, 41-1, 2011 (con textos sobre el asuntode la violencia social y política deGonzález Calleja y Francisco SánchezPérez) y Ballarín, Manuel, y Ledesma,José Luis (eds.), La República del
Frente Popular. Reformas, conflictos,conspiraciones, Zaragoza, FundaciónRey del Corral de InvestigacionesMarxistas, 2010, con textos importantesde Sandra Souto, Rafael Cruz, GabrielCardona o Francisco Sánchez Pérez. <<
[70] Destaca esto Alía Miranda,Francisco, Julio de 1936. Conspiracióny alzamiento contra la SegundaRepública, Barcelona, Crítica, 2011.Véanse especialmente sus pp. 47-72. <<
[71] González Calleja,Contrarrevolucionarios…, p. 388. Lossubrayados son del autor. <<
[72] Bolloten, Burnett, El Gran Engaño.Las izquierdas y la lucha por el poderen la zona republicana, Barcelona, Luisde Caralt, 1965, p. 17. Tras numerosasediciones y cambios en el título, laúltima versión del libro, ya muyampliada, se tituló de una manera muchomás realista, La Guerra civil española,revolución y contrarrevolución ,Madrid, Alianza, 1989. Sobre el origen,vicisitudes y reacomodaciones de laobra de Bolloten escribí una extensareseña hace años: «Burnett Bolloten y laguerra civil española. La persistenciadel “gran engaño”», Historia
Contemporánea (Bilbao), 3, 1990, pp. 151-177. Haciendo buena referencia del«camuflaje» de Bolloten, Herbert R.Southworth dedicó un erudito estudio a«“El gran camuflaje”: Julián Gorkin,Burnett Bolloten y la guerra civilespañola», en Preston, Paul (ed.): LaRepública asediada. Hostilidadinternacional y conflictos internosdurante la guerra civil, Barcelona,Península, 1999, pp. 265-310, donde sedaba cumplida cuenta de las andanzasintelectuales y propagandísticas deBolloten en relación con la guerra civil,inspirando o escribiendo él mismo obrascon el nombre de otros. <<
[73] Payne, La Europa revolucionaria…,especialmente en pp. 252 y ss. <<
[74] Ello en una obra temprana del autor,La revolución española…, con fuentesde la fiabilidad de G. M. de Coca oJesús Hernández, entre otras, en las queno tiene desperdicio en absoluto elcapítulo «La ominosa primavera de1936», pp. 191 y ss. Lo de los títulosescatológicos para la primavera de 1936es otra constante de esta historiografía,pues se convierte en «trágica» en la obrade Ricardo de la Cierva. <<
[75] La Europa revolucionaria…, pp.252 y 253. Los subrayados son nuestros.<<
[76] Jellinek, La guerra civil…, p. 14.<<
[77] Borkenau, El reñidero español…,pp. 55 y ss. <<
[78] Ibídem, p. VII. <<
[79] Ibídem, p. 226. <<
[80] Estas observaciones finales enibídem, pp. 227 y 230. Borkenauescribiría luego en Gran Bretaña, en1938, un trabajo sociológicocomparativo sobre la revolución en laComuna de París, Rusia y España. <<
[81] No obstante, Bernecker, Walther L.,«Juntas Populares y ComitésRevolucionarios en los siglos XIX y XX.Continuidades y discontinuidades»,Historia Contemporánea (Bilbao), 4,1990, pp. 289-318, analizó latransformación experimentada por eljuntismo de un siglo al otro. <<
[82] Una reciente y completa visión deconjunto del caso catalán en PozoGonzález, Josep Antoni, Poder legal yPoder real en la Cataluñarevolucionaria de 1936. El Gobiernode la Generalidad ante el ComitéCentral de Milicias Antifascistas y losdiversos poderes revolucionarioslocales, Sevilla, Espuela de Plata, 2012.<<
[83] Casanova, Julián, Anarquismo yrevolución en la sociedad ruralaragonesa, 1936-1938, Madrid, SigloXXI, 1985. Ledesma, José Luis, Losdías de llamas de la revolución.Violencia y política en la retaguardiarepublicana de Zaragoza durante laguerra civil, Zaragoza, InstituciónFernando el Católico, 2003. <<
[84] Con independencia del ya citado deJulián Casanova, hay algunos trabajossobre el fenómeno colectivista enAragón, en general teñidos demilitantismo, pero aceptables.Enumeremos los de Graham Kelsey,José Borrás o Félix Carrasquer. <<
[85] Peirats, Josep, La CNT en laRevolución Española, París, RuedoIbérico, 1971, 3 vols. El relato de losucedido desde el 20 de julio, a partirde 1, p. 157. Pozo González, Poderlegal y poder real…, p. 218. Lorenzo,Le mouvement…, pp. 159-196.Naturalmente estos hechos son narradospor más de un memorialista: GarcíaOliver, Miravitlles, etc. <<
[86] Todo ello en Abad De Santillán, Elanarquismo…, pp. 348-354. <<
[87] Sobre el texto de Nin, véase el yac i t a d o Los problemas de larevolución…, p. 176. Resulta, pues, queNin había dicho esto veinticinco añosantes de que más aviesamente, desdeluego, y no sabemos en qué sentido, lodijese también Bolloten. Otros textos deNin y resoluciones del POUM seencuentran recogidos en Alba, Larevolución española en la práctica…,pp. 88 y ss. <<
[88] La bibliografía sobre lascolectivizaciones es también muyextensa y no ha dejado de crecer.Seguimos creyendo que, pese al paso delos años, el estudio más completo yfundamentado que se haya hecho delfenómeno revolucionario colectivista esel de Bernecker, Walther L.,Colectividades y revolución social. Elanarquismo en la guerra civile s p a ñ o l a , 1936-1939, Barcelona,Crítica, 1982. Existen algunas síntesis,de tono militante pero valiosas, comolas de Mintz, Frank (La autogestión enla España revolucionaria); Souchy,
Agustin, y Folgare, Paul(Colectivizaciones. La obraconstructiva de la revoluciónespañola), las diversas de José LuisGutiérrez Molina y muchos estudios decarácter regional o local. Del casoaragonés hemos hablado ya. El procesode este cambio fue descrito en unexcelente libro por un testigo de loshechos, Perez Baró, Albert, Trentamesos de col·lectivisme a Catalunya (1936-1939), Barcelona, Ariel, 1970,con un prólogo de Juan Velarde que fuesuprimido en todas las edicionesposteriores, catalanas y castellana(1974). La última de ellas, Trenta
mesos de col·lectivisme a Catalunya,cinquanta anys després, Barcelona,Edicions 62, 1986, con presentación deJosep Tarradellas, aporta nuevos datos yapéndices y es la que manejamos aquí.El estudio se centra sobre todo en lasmedidas políticas y legislativas. <<
[89] Véase un tratamiento reciente ycompleto del asunto en Gabriel, Pere,Un sindicalismo de guerra, 1936-1939.(Historia de la UGT, 4), Madrid, SigloXXI, 2011, pp. 241-320. <<
[90] Claudín, Fernando, La crisis delmovimiento comunista. 1: de laKomintern a la Kominform, París,Ruedo Ibérico, 1970, pp. 161 y ss. <<
[91] Richards, Enseñanzas de larevolución…, pp. 182 y ss. <<
[92] Broué, «Los órganos de poderrevolucionario…», op. cit., p. 44.Apoyándose en Trotsky, Broué advierteque en toda revolución hay un punto departida de dualidad de poderes. <<
[93] Kaminski, Hans Enrich, Los deBarcelona. Prólogo de José Peirats.Barcelona, Ediciones del Cotal, 1976, p.140. Según Kaminski eran palabras deNin. <<
[94] Entrevista del periodista y agentesoviético Mijail Koltsov a LargoCaballero, en Koltsov, Mijail, Diario dela guerra de España, Madrid, Akal,1978, p. 86. La entrevista en una versiónparticular fue publicada también enClaridad, 15 de septiembre de 1936.Aquí se insistía en la reorganización delas fuerzas militares y en la políticainternacional. <<
[95] El Socialista en un suelto publicadoel día 5 de septiembre recogía lasnoticias dadas por otros periódicos,desde Claridad a Informaciones. Lacita de Payne en La Europarevolucionaria…, p. 249. La cursiva esnuestra. <<
[96] Berneri, Camillo, Guerra de clasesen España, 1936-1937, Barcelona,Tusquets, 1977. La carta en pp. 222-230. <<
[97] Payne, La EuropaRevolucionaria…, pp. 12 y 24. Elespacio dedicado al conflicto españolen esta obra no puede ser másrevelador: casi ciento cincuenta páginasde un total de cuatrocientas. <<
[98] Hacemos alusión al título de la obrade Viñas, Ángel, La soledad de laRepública. El abandono de lasdemocracias y el viraje hacia la UniónSoviética, Barcelona, Crítica, 2006. <<
[99] Un conjunto de documentos sobre elConsejo que incluyen informes yreferencias a su desmantelamiento en«Consejo de Aragon», I y II. Cuadernosde la Guerra Civil, Madrid, FundaciónSalvador Seguí, 1987-1989, 2 cuads.Por el ejecutor militar deldesmantelamiento del Consejo, Líster,Enrique, Nuestra guerra. Memorias deun luchador, Madrid, Ediciones Silente,2007, pp. 219 y ss., donde empiezanarrando el origen de la misión que se leconfió. <<
[100] Abad de Santillán, Elanarquismo…, p. 351. <<
[101] Abad de Santillán, Por quéperdimos la guerra. Una contribucióna la historia de la tragedia española,Madrid, Gregorio del Toro, 1975. Dehecho este libro no es sino una inmensadiatriba contra los comunistas. GarcíaPradas, José, Cómo terminó la guerrade España, Buenos Aires, Imán, 1940.Prólogo de Abad de Santillán. <<
[102] Borkenau, El reñidero…, pp. 233-235. <<
[103] Dellacasa, Revolución…, p. 138.<<
[104] Richards, Enseñanzas…, pp. 126-127. <<
[105] La polémica en el interior delanarquismo está documentadasuficientemente. Compárense los librosde Peirats, La CNT…, en su volumen II,pp. 111 y ss., y Lorenzo, Lemouvement…, desde p. 343, teniendo encuenta que Lorenzo, hijo del principalinductor del colaboracionismoanarquista con el gobierno, HoracioMartínez Prieto, tratará este asuntomucho menos críticamente. <<
[106] Mintz, Frank, y Peciña, Miguel, Losamigos de Durruti, los trotskistas y lossucesos de mayo, Madrid, CampoAbierto, 1978. Recoge un buen númerode documentos, artículos y octavillas delgrupo. El periódico desde el que LosAmigos difundieron sus posiciones fueLa Noche. <<
[107] La bibliografía sobre los sucesos demayo es ciertamente abundante también,con la peculiaridad de que los escritosde carácter político y testimonial estánabsolutamente tintados por la ideologíaque los soporta. Los de procedenciaanarquista son los más numerosos. Unade las últimas síntesis académicas es lade Gallego, Ferran, Barcelona, mayo de1937, Barcelona, Debate, 2007. <<
[108] Bernecker, Colectividades yrevolución social…, p. 442. <<
[109] Richards, Enseñanzas…, p. 161.<<
4 . LA RADICALIZACIÓN DE LASDERECHAS
[1] Arranz Notario, Luis, «Modelos departido», en Juliá, Santos (ed.), Políticaen la Segunda República, Ayer, 20,1995, pp. 81-110. <<
[2] CEDA (Madrid), n.º 7, 15-VIII-1933,p. 5. <<
[3] Gil Robles, José María,«Antidemocracia», La Gaceta Regional(Salamanca), 8-IX-1933, declaracionesrecogidas en: «En España es difícil quearraigue el fascismo», El Debate(Madrid), 15-IX-1933, pp. 3-4. A eserespecto, el líder japista José M.ª PérezLaborda dijo en un mitin en el cine de laÓpera de Madrid el 21-I-1934 que lasJAP no eran fascistas porque «noaceptan la violencia como sistema»(Informaciones, 22-I-1934). <<
[4] Gil Robles, op. cit., p. 49, nota 7. <<
[5] «Conclusiones aprobadas en lareunión del Consejo Nacional de JAP enToledo», JAP (Madrid), n.º 7, 19-I-1935, p. 3. <<
[6] En el artículo «Ambiente militarista»,JAP, n.º 6, 5-I-1935, p. 7, Gil Roblesencomendaba a la JAP la tarea decolaborar en la campaña en pro de unejército fuerte y la exaltación de lasglorias patrias. En la misma revistaaparecieron numerosos artículos sobrela reorganización de las diferentesarmas del ejército. <<
[7] «¡Revisión constitucional!» y«Nuestro antiparlamentarismo», JAP, n.º4, 8-XII-1934, pp. 1-2 y 7. <<
[8] Gil Robles, José María, No fueposible la paz, Barcelona, Ariel, 1968,pp. 145-148. <<
[9] Maeztu, Ramiro de, «La MonarquíaMi l i tar», Criterio (Buenos Aires), 11IX-1930, cit. en Maeztu, Ramiro de,Liquidación de la Monarquíaparlamentaria, Madrid, EditoraNacional, 1957, p. 193. <<
[10] Diario de Sesiones en Cortes, 6-XI-1934, cit. por Payne, Stanley G.,Ejército y sociedad en la Españal i beral (1808-1936), Madrid, Akal,1977, p. 424. En un discursopronunciado durante un banquete a lasminorías monárquicas celebrado enMadrid el 12-I-1936, Calvo Soteloexpuso su teoría más acabada del papelpolítico a jugar por las FuerzasArmadas: «Para que la sociedad realiceuna defensa eficaz necesita apelartambién a la violencia. ¿A cuál? A laorgánica; a la fuerza militar, puesta alservicio del estado … Dirán que hablo
en pretoriano. Tampoco me importa …Hoy el Ejército es base de sustentaciónde la Patria, ha subido de la categoría debrazo ejecutor, sordo y mudo, a la decolumna vertebral, sin la cual no seconcibe la vida … Cuando las hordasrojas del comunismo avanzan, sólo seconcibe un freno: la fuerza del Ejército yla transfusión de las virtudes militares—obediencia, disciplina y jerarquía— ala sociedad misma, para que ellasdescasten los fermentos malsanos. Poreso invoco al Ejército y pidopatriotismo al impulsarlo» («Homenajea las minorías monárquicas», LaNación, 14-I-1936, pp. 4-5). <<
[11] Sobre la «vía griega» a larestauración, resultan pertinentes lasconsideraciones que hace GilPecharromán, Julio, Conservadoressubversivos. La derecha autoritariaa l f o n s i n a (1913-1936), Madrid,EIDEMA, 1994, pp. 260-261. <<
[12] El original del pacto, en el Archiviodel Ministero degli Affari Esteri(Roma), Archivio di Gabinetto, bobina9: Ufficio di Coordinamento: fascicolon.º 44. Corrispondenza relativa alrapporti con la Spagna durante la GuerraCivile. Una copia en castellano, enArchivio Centrale dello Stato (Roma),Segreteria Particolare Del Duce,Carteggio Riservato, caja 71, Spagna,Sottofascicolo 5: Personale. <<
[13] Solidaridad Obrera (Barcelona), 19-I-1935. Sobre esta peculiar milicia,véase también Ansaldo, Juan Antonio,¿Para qué…? (De Alfonso XIII a JuanIII), Buenos Aires, Ekin, 1951, pp. 95-105, e Iturralde, Juan de (seud. del P.Juan Usabiaga), El catolicismo y lacruzada de Franco, vol. I: Quiénes ycon qué fines prepararon la guerra ,¿Viena?-Bayona-Toulouse, Egui Indarra,1956-1965, pp. 131-132. <<
[14] Antonio Goicoechea a Mussolini(Burgos, 21-VII-1936), en FundaciónUniversitaria Española, Archivo PedroSainz Rodríguez, carp. 1/12-530:«Gestión de Italia, Cartas y Documentos(Copia de originales)». <<
[15] El documento de compra de materialbélico a Italia por Pedro SainzRodríguez, fechado el 1-VII-1936, encaja 7, carp. 115. <<
[16] Véase González Calleja, Eduardo,«Puños y pistolas. Doctrinas yjustificaciones de la violencia en elfascismo español durante la SegundaR e p ú b l i c a » , B u l l e t i n d’HistoireContemporaine de l’Espagne (Aix-en-Provence), n.º 44, 2.º trimestre 2010,pp. 233-261. <<
[17] Sobre este carácter de «reciénllegado» del fascismo y susconsecuencias políticas, véase. Linz,Juan J., «Political Space and Fascism asa Late-Comer: Conditions Conducive tothe Success or Failure of Fascism as aMass Movement in InterWar Europe»,en Larsen, Sten Ugelvik, Hagtvet, Bernt,y Myklebust, Jan Peter (eds.), Who Werethe Fascists. Social Roots of EuropeanFascism, Bergen-Oslo-Tromsø,Universitetsforlaget, 1980, pp. 153-189.<<
[18] Véase «Carta al comandanteFranco», La Conquista del Estado(Madrid), n.º 9, 9-V-1931, p. 1. <<
[19] Carta a Julián Pemartín, 2-IV-1933,en Primo de Rivera, José Antonio,Obras. Edición Cronológica.Recopilación por Agustín del RíoCisneros, 6.ª ed., Madrid, Almena,1971, p. 49. <<
[20] Discurso de la fundación de FalangeEspañola (29-X-1933), en ibídem, pp. 61-69. <<
[21] F. E. (Madrid), n.º 8, 1-III-1934, p.5. <<
[22] Discurso en el Parlamento de 6-X-1934, en Primo de Rivera, op. cit.,p. 333. Esta identificación entre sentidoreligioso (ascético) y militar(sacrificial) como «únicos modosenteros y serios de entender la vida»aparece también en el discursofundacional de FE (29-X-1933) y en elde clausura del II Consejo Nacional deFE en el cine Madrid (17-XI-1935), enibídem, pp. 68 y 721, respectivamente.<<
[23] Sainz Rodríguez, Pedro, Testimonioy recuerdos , Barcelona, Planeta, 1978,pp. 221-222. <<
[24] Una buena síntesis de los preceptosfundamentales de la «moral» (servicio,imperativo poético y disposicióncombativa) y de los elementos del«estilo» falangista (sobriedad,veracidad, alegría, cortesía, orgullo), enPemartín Sanjuan, Julián, Teoría de laFalange, Madrid, Editora Nacional,1942, pp. 26-32 y 35-36. <<
[25] Gil Robles, No fue posible…, p.443. <<
[26] Sobre el efecto del miedo durante laprimavera de 1936 en perspectivacomparada, véanse González Calleja,Eduardo, «El poder del miedo. El temory la intimidación como instrumentos deacción política», en Berthier, Nancy, ySánchez Biosca, Vicente (eds.),Retóricas del miedo. Imágenes de laGuerra Civil española, Madrid, Casade Velázquez, 2012, pp. 13-28, y «Laconstrucción social y política del miedoen la primavera de 1936», Bulletin d’Histoire Contemporaine de l’Espagne, n.º 48, 4.º trimestre 2012, enprensa. <<
[27] Jiménez Campo, Javier, El fascismoen la crisis de la II República, Madrid,CIS, 1979, p. 46. <<
5. «ESPAÑA HA DEJADO DE SERCATÓLICA» . LA IGLESIA Y EL«ALZAMIENTO»
[1] Arxiu Vidal i Barraquer , I, n.os 166 y168. <<
[2] Vidal i Barraquer a Pacelli, AVB I, p.318. <<
[3] Cárcel Ortí, Vicente, La II Repúblicay la Guerra Civil en el Archivo SecretoVaticano, I/1-2, Documentos del año1931, Madrid, Biblioteca de AutoresCristianos, 2011. <<
[4] Véase Casula, Carlo Felice,Domenico Tardini (1888-1961). L’azione della Santa Sede nella crisifra le due guerre, Roma, Studium, 1988.<<
[5] Cárcel Ortí, Vicente, op. cit., p. 196.<<
[6] Gil Robles, José María, No fueposible la paz, Barcelona, Ariel, 1968,pp. 31-34. <<
[7] Citado entre otros por Mola, Emilio,Memorias de mi paso por la DirecciónGeneral de Seguridad, t. III, Elderrumbamiento de la monarquía,Madrid, Bergua, s. a., pp. 155-163. <<
[8] Martínez Cuadrado, Miguel,Elecciones y partidos políticos enEspaña (1868-1931), Madrid, Taurus,1969, t. II, pp. 853-857 y 998-1000. <<
[9] Por eso Gomá, en un escrito alprincipio de la guerra, se muestracontrario a que Franco tenga derecho depresentación, porque dice que no quiere«obispos Romanones» (esto es,escogidos por el gobierno no entre los«íntegros» o integristas, sino entre losque aceptaban la dinastía liberal). <<
[10] Carta de Fernando de los Ríos alnuncio Tedeschini, 24 de abril de 2011,en Cárcel Ortí, Vicente, op. cit., I, 1, p.250. <<
[11] Documento conservado en elArchivo Central de la Policía deMadrid, sin clasificar aún. Agradezco alSr. Miguel Ángel Camino del Olmo,antiguo director de aquel archivo,habérmelo comunicado. <<
[12] Sobre la guerra de los cristeros, laobra fundamental es Meyer, Jean, Lacristiada, Madrid, Siglo XXI, 1979-1980, 3 vols. <<
[13] Testimonio de su hijo, el Dr. VicençCapdevila, pbro., profesor emérito de laFacultat de Teologia de Catalunya.Todos los videntes de Ezkioga veían ala Virgen empuñando una espada. Iruritavisitó Ezkioga vestido de seglar. <<
[14] Testimonio de Ramon Vila d’Abadal, hijo del político Dr. Lluís Vila d’Abadal. <<
[15] Acta notarial de 3 de junio de 1933.<<
[16] Carta de Gil Robles a Mola, 29-XII-1936, reproducida en Maíz,Bernardo Félix, Mola, aquel hombre,Barcelona, Planeta, 1976, pp. 230-235.<<
[17] Bernanos, Georges, Les grandscimetières sous la lune, París, Plon,1938, p. 93. <<
[18] AVB, Vidal i Barraquer a Pacelli, 6-XII-1933. <<
[19] Madrid, Fax, 1934. Prólogo dePedro Sainz Rodríguez. Sobre estecanónigo, véase Robledo, Ricardo,«“¡Dios se ha hecho generalísimonuestro!”. Dichos y hechos de CastroAlbarrán, magistral de Salamanca(1896-1981)», en Robledo, Ricardo(ed.), Esa salvaje pesadilla. Salamancaen la guerra civil española, Barcelona,Crítica, 2007. «El recorrido por subiografía —dice Robledo— recuerda alde tantas otras que hicieron de la luchacontra la República el motivo de su viday creyeron, cuando se acercaba latransición, que se había traicionado
aquel compromiso». <<
[20] Burgos, Editorial Española, 1938.<<
[21] Esta doctrina ha sido la oficial de laIglesia católica hasta que el ConcilioVaticano II declaró que la libertadreligiosa no es un mal menor, sino unaexigencia de la auténtica fe. <<
[22] Montes, Eugenio, «RehaciendoEspaña», en Acción Española, VIII(1933), pp. 681-686. <<
[23] Vegas Latapié, Eugenio, Memoriaspolíticas. El suicidio de la monarquía yla Segunda República, Barcelona,Planeta, 1983, pp. 310-311 y 315. <<
[24] Estas instrucciones tal vez ayuden aentender el alcance de la encíclica dePío XI, en marzo de 1937, sobre loscristianos en México, publicada casisimultáneamente con la que condenabael comunismo y la que denunciaba elnazismo. La Santa Sede habíadesautorizado la rebelión de los«cristeros», pero ahora decía a losobispos mexicanos: «Vosotros habéisrecordado a vuestros hijos más de unavez que la Iglesia fomenta la paz y elorden, aun a costa de graves sacrificios,y que condena toda insurrección violentaque sea injusta, contra los poderes
constituidos. Por otra parte tambiénvosotros habéis afirmado que, cuandollegara el caso de que esos poderesconstituidos se levantasen contra lajusticia y la verdad, hasta destruir aunlos fundamentos mismos de laAutoridad, no se ve cómo se podríaentonces condenar el que los ciudadanosse unieran para defender a la Nación ydefenderse a sí mismos por medioslícitos y apropiados contra los que sevalen del poder público para arrastrarlaa la ruina». Pero añadía esta defensaviolenta: «no es en manera ninguna de laincumbencia del Clero ni de la AcciónCatólica como tales instituciones;
aunque también, por otra parte, a uno yotra pertenece el preparar a loscatólicos para hacer recto uso de susderechos, y defenderlos con todos losmedios legítimos, según lo exige el biencomún» (Acta Apostolicae Sedis, 1937,p p . 200-211). Antonio Magaz,representante entonces de Franco ante elVaticano, se lamentaba de que enaquella «Pascua de las tres encíclicas»no hubiera una sobre España, pero¿apuntaba el Papa al alzamiento españolhablando de México? <<
[25] Véase Batllori, Miquel, Obracompleta, vol. XVIII, L’Església i la IIRepública espanyola, Valéncia, Tres iQuatre, 2002, p. 135. <<
[26] Véase la obra fundamental deChristian Jr., William A., El Reino deCristo en la Segunda República. Unahistoria silenciada, Barcelona, Ariel,2011. Ampliación y puesta al día de unaobra anterior: Las visiones de Ezkioga:la Segunda República y el Reino deCristo, Barcelona, Ariel, 1997. <<
[27] Arrese, Domingo de, Profecías de laMadre Rafols, Barcelona, Subirana,1939, p. 15. <<
[28] Christian Jr., William A., op. cit., p.48. <<
[29] Ibídem, pp. 91-93. <<
[30] Todavía hoy se pueden ver enWikipedia opiniones vehementementecontrapuestas sobre Ezkioga. <<
[31] Ridruejo, Dionisio, Escrito enEspaña, Buenos Aires, Losada, 1962, p.150. <<
[32] El Diluvio, 27 de enero de 1934.Debo la referencia a José RaimundoBartrés. <<
[33] Cierva, Ricardo de la, «DoñaCarmen y la estabilidad», en Ya, 21 deoctubre de 1973. <<
[34] Vidal i Barraquer a Pacelli, 29-VI-1937. AVB, parte aún inédita. <<
[35] Arbeloa, Víctor Manuel, La Iglesiaen España ayer y mañana, Madrid,Cuadernos para el Diálogo, 1968. Lacensura destruyó toda la edición, pero elautor pudo salvar un ejemplar, quedepositó en la biblioteca de la Abadíade Montserrat. <<
[36] Edición catalana, Les duestradicions. Història espiritual de lesEspanyes, Barcelona, Claret, 1977, p.167. <<
[37] Cardó, Carles, El gran refús,Barcelona, Claret, 1994, p. 67. Con unapresentación del profesor RamonSugranyes de Franch, albacea intelectualy espiritual de Cardó, y un apéndicedocumental con la correspondencia deCardó con monseñor Montini y conMaritain sobre la publicación de laHistoire spirituelle des Espagnes. <<
6 . NI ROTA NI ROJA: EL PELIGROSEPARATISTA Y LA INVOCACIÓN A LANACIÓN EN EL GOLPE DE ESTADO DEJULIO DE 1936
[1] Buena parte de los postulados aquíexpuestos se hallan en nuestro libro¡Fuera el invasor! Nacionalismos ymovilización bélica durante la guerracivil española (1936-1939), Madrid,Marcial Pons, 2006, pp. 177-327. <<
[2] La Nación, 11-XI-1935. Citada enRubio Cabeza, Manuel, Las voces de laRepública, Barcelona, Planeta, 1985, p.147. Calvo Sotelo repitió laargumentación en un debateparlamentario con los representantes delPNV el 5 de diciembre de 1935. <<
[3] Citado por Zugazagoitia, Julián,Guerra y vicisitudes de los españoles[1940], Barcelona, Crítica, 1977, p.454. <<
[4] Cf. Núñez Seixas, Xosé Manoel, ySevillano, Francisco, «Introducción: LasEspañas y sus enemigos», en Núñez ySevillano (eds.), Los enemigos deEspaña. Imagen del otro, conflictosbélicos y disputas nacionales (siglos XVI-XX), Madrid, CEPC, 2010, pp. 13-27. <<
[5] Para una visión de conjunto, véaseNúñez Seixas, Xosé Manoel,«¿Autodeterminación, federalismo ocafé para todos? La cuestión nacionaldurante el periodo del Frente Popular(enero-julio de 1936)», en Ballarín,Manuel, y Ledesma, José Luis (ed.), LaRepública del Frente Popular:Reformas, conflictos y conspiraciones,Zaragoza, Fundación Rey del Corral deInvestigaciones Marxistas, 2010, pp. 35-58. <<
[6] Véase Sevillano Calero, Francisco,Propaganda y medios de comunicaciónen el franquismo (1936-1951), Alicante,Universidad de Alicante, 1998, pp. 55-57 y ss., así como Radio Nacional deEspaña, Guerra Civil y Radio Nacional.Salamanca 1936-1938, Madrid, InstitutoOficial de Radio y Televisión, 2006. <<
[7] Sainz Rodríguez, Pedro, Testimoniosy recuerdos , Barcelona, Planeta, 1978,p. 263. <<
[8] Moure-Mariño, Luis, La generacióndel 36. Memorias de Salamanca yBurgos, Sada-A Coruña, Eds. do Castro,1989, pp. 128-129. <<
[9] Véase por ejemplo Carro, V. Diego,La verdad sobre la guerra española ,Zamora, Tipografía Comercial, 1937,pp. 35-40. <<
[10] Citado por G. Nerín, La guerra quevino de África, Barcelona, Crítica,2005, p. 196. <<
[11] Reproducidos en Publicaciones de«La Tarde». En Tenerife planeó Francoel Movimiento Nacionalista (Anécdotasy escenas de la estancia delGeneralísimo en Canarias y su salidapara Tetuán) , Santa Cruz de Tenerife,Imprenta El Productor, 1937, pp. 108-113. <<
[12] Véase «Nota oficial del generalFranco», ABC (Sevilla), 23-VII-1936, p.5. <<
[13] El texto del bando de guerra y de laproclama, que parece responder a laslíneas maestras de los borradoresprevios elaborados por el general Mola,se encuentra en Pérez Madrigal, Joaquín,Augurios, estallido y episodios de laGuerra Civil (Cincuenta días con elEjército del Norte), Ávila, ImprentaCatólica y Enc. de Sigirano Díaz, 1938(6.ª ed.), pp. 115-131. <<
[14] Cf. el manifiesto reproducido enPérez Madrigal, op. cit., pp. 149-155.<<
[15] Cf. carta del general Sanjurjo a FalConde y Mola, 9-VII-1936, reproducidaen Lizarza Iribarren, Antonio de,Memorias de la conspiración. 1931-1936, Pamplona, Gómez, 1969 (4.ªed.), pp. 126-28. <<
[16] Diario de Burgos, 27-VII-1936. <<
[17] Textos reproducidos en Espinosa,Francisco, La justicia de Queipo,Barcelona, Crítica, 2006, pp. 289-298,así como «El pensamiento y el propósitodel general Queipo de Llano», ABC(Sevilla), 22-VII-1936, p. 1. <<
[18] Citado por Garitaonandía, Carmelo,«La sexta columna: La propagaciónradiofónica de la Guerra Civilespañola», en VV. AA., Propaganda enguerra, Salamanca, ConsorcioSalamanca, 2002, pp. 87-107 (cita en p.95). <<
[19] Cf. ABC (Sevilla), 24-VII-1936, p.5. <<
[20] Royo Villanova, Antonio, «ElEjército y la Patria», PensamientoAlavés (Vitoria), 31-VII-1936, p. 1. <<
[21] «Noticias facilitadas por laComandancia militar», La Tarde (SantaCruz de Tenerife), 1-VIII-1936, p. 1. <<
[22] «Noticias facilitadas por laComandancia militar», La Tarde , 5-VIII-1936, p. 1; F. P. Ravina, «Delmomento. Haciendo patria», La Tarde , 26-VIII-1937, p. 1, y Á. Acosta,«Ofrenda a España (De nuestro redactorjefe)», La Tarde, 31-VIII-1936, p. 1. <<
[23] P. P. K. O., «En las horas de lucha.Primero España libre, después Españagrande y siempre España digna», Farode Vigo, 5-VIII-1936, p. 8. <<
[24] F. P. Ravina, «Del momento.Actuaciones patrióticas», La Tarde , 14-VIII1936, p. 1. <<
[25] Carta de Alejandro Lerroux aFranco, 18-VII-1937, reproducida enPalacios, Jesús, Las cartas de Franco.La correspondencia desconocida quemarcó el destino de España, Madrid, LaEsfera de los Libros, 2005, p. 73. <<
[26] Véase ABC (Sevilla), 21-IV-1937,pp. 5-6. <<
[27] Reproducido en Dieciocho de julio:Tres discursos. Serrano Súñer.Fernandez Cuesta. GeneralísimoFranco, S. l., Eds. Arriba, 1938, p. 29.<<
[28] Véase Sabín Rodríguez, JoséMa nue l , La dictadura franquista (1936-1975). Textos y documentos ,Madrid, Akal, 1997, p. 280, así comoCasanova, Julián, La Iglesia de Franco,Madrid, Temas de Hoy, 2001, pp. 53-64. <<
[29] Pazos, M. R., «¡Bienvenida seas, ohMadre!», El Eco Franciscano, LIII:1023, 1 y 15-VIII-1936, p. 339. <<
[30] Pazos, M. R., «España católica» y«Española», El Eco Franciscano, LIII:1024, 1-IX-1936, pp. 379 y 392. <<
[31] Véase Vincent, Mary, Catholicism inthe Second Spanish Republic. Religionand Politics in Salamanca, 1930-1936,Oxford, Clarendon Press, 1996, pp. 245-256. Varios llamamientospublicados por la prensa de Burgos ySalamanca insistían desde fines de julioen la fe católica como motor de lasmotivaciones patrióticas de losvoluntarios, o bien se aludía a la defensade Dios. Pero su presencia todavíaparecía ocupar un lugar más biensubordinado a la patria en la jerarquíadiscursiva. Para el caso de La Rioja,donde desde fines de julio la religión
comienza a ocupar un papel protagonistaen la esfera pública de la movilizacióninsurgente, véase Gil Andrés, Carlos,Lejos del frente. La guerra civil en laRioja alta, Barcelona, Crítica, 2006, pp.275-276. <<
[32] Véase Saz, Ismael, España contraEspaña. Los nacionalismos franquistas,Madrid, Marcial Pons, 2002. <<
[33] Véase por ejemplo Alcalde, Ángel,Lazos de sangre. Los apoyos sociales ala sublevación militar en Zaragoza. LaJunta Recaudatoria Civil (1936-1939),Zaragoza, Institución Fernando elCatólico, 2010. <<
[34] Véase Sevillano, Francisco, Rojos.La representación del enemigo en laguerra civil, Madrid, Alianza, 2007. <<
[35] Carta del 28-X-1936, en TorrienteBrau, Pablo de la, Peleando con losmilicianos, Barcelona, Laia, 1980, pp. 113-123. <<
[36] Citado en Quintana, Lorenzo, Dospáginas de la historia de unarevolución. Mallorca siempreespañola. Días rojos en una ciudadbética (Impresiones, enseñanzas ycontrastes), Cádiz, EstablecimientosCerón, 1937, pp. 37-38. <<
[37] Véanse por ejemplo las noticias deguerra del periódico donostiarra Unidada lo largo de los seis primeros meses de1937: constantemente, el enemigo esaludido como «rojo ruso», «ruso», juntoa «marxista» o simplemente «rojo».Además, se anuncian capturas dedirigentes «rusos» y se presenta todatoma de material del enemigo comoespecíficamente «ruso». Inclusodirigentes republicanos como Álvarezdel Vayo son aludidos como «rusos»(Unidad, 13-II-1937, p. 2). A partir demediados de 1937, sin embargo, seempieza a generalizar la denominación
«rojo» para designar al contrario, sinque desaparezca del todo la constante«rusificación» semántica del oponente.<<
[38] Véase un ejemplo, correspondiente aun combatiente franquista en el frentedel Norte, en septiembre de 1936, enCervera Gil, Javier, Ya sabes miparadero. La guerra civil a través delas cartas de los que la vivieron,Barcelona, Planeta, 2005, pp. 86-87. <<
[39] Véase ibídem, pp. 198 y 261. <<
[40] Burgo, Juan Ignacio del, ComuniónTradicionalista. Ideario, Pamplona, s.ed., 1937, pp. 6-7 y 13-14. Otro ejemploeran los juristas de Zaragoza SanchoIzquierdo, Miguel; Prieto Castro,Leonardo, y Muñoz Casayús, Antonio,Corporatismo. Los movimientosnacionales contemporáneos. Causas yrealizaciones, Zaragoza/Granada,Editorial Imperio, 1937, p. 189. <<
[41] Para más detalles, véase NúñezSeixas, Xosé Manoel, «La Españaregional en armas y el nacionalismo deguerra franquista, 1936-1939», Ayer, 64,2006, pp. 201-231. <<
7 . CON EL CUCHILLO ENTRE LOSDIENTES: EL MITO DEL «PELIGROCOMUNISTA» EN ESPAÑA EN JULIO DE1936
[1] Southworth, Herbert R., El lavado decerebro de Francisco Franco.Conspiración y guerra civil, Barcelona,Crítica, 2000, p. 22. <<
[2] Bowers, Claude, Misión en España, 1933-1939. En el umbral de la 2.ªGuerra Mundial, México, Grijalbo,1955, p. 220. <<
[3] Southworth, op. cit., p. 23. <<
[4] El manifiesto fundacional de ladictadura del 13 de septiembre de 1923no dudó en incluir, entre los variopintosmales que acosaban a la Patria, la«impune propaganda comunista». Desdeentonces se convertiría en una constantedel discurso reaccionario. <<
[5] Arrarás, Joaquín, Historia de laCruzada española, Madrid, EdicionesEspañolas, 1939-1943; Aznar, Manuel,Guerra y victoria de España (1936-1939), Madrid, EditorialMagisterio Español, 1942. <<
[6] García Venero, Maximiano, Historiade las Internacionales en España,Madrid, Ediciones del Movimiento, 1956-1957, 3 tomos. <<
[7] Gitlow, Benjamin, The whole of theirlives, Boston, Americanist Library,1965, pp. 271-272. <<
[8] Bolloten, Burnett, La Guerra Civilespañola: Revolución ycontrarrevolución, Madrid, Alianza,1997, pp. 167-169. <<
[9] Payne, Stanley G., Unión Soviética,comunismo y revolución en España.Barcelona, Random House Mondadori,2003, p. 372. <<
[10] Payne, Stanley G., ¿Por qué laRepública perdió la guerra?, Madrid,Espasa, 2010. <<
[11] Preston, Paul, La destrucción de lademocracia en España. Reacción,reforma y revolución en la SegundaRepública, Madrid, Turner, 1978, p.279. <<
[12] Ibídem, p. 294. <<
[13] Bowers, Claude, op. cit., pp. 203-204. <<
[14] Ibídem, p. 206. <<
[15] Ibídem, p. 216. <<
[16] La carta de Gil Robles a Franco,fechada en Lisboa el 27-II-1942, seencuentra en Archivo HistóricoNacional, FC-Causa General, 1513,Exp. 40, imágenes 6 a 10. <<
[17] Southworth, op. cit., p. 54. <<
[18] Viñas, Ángel, La conspiración delgeneral Franco y otras revelacionesacerca de una guerra civil desfigurada,Barcelona, Crítica, 2011, pp. 213-216.<<
[19] Sobre la «galaxia PCE», véaseHernández Sánchez, Fernando, Guerra orevolución. El PCE en la guerra civil,Barcelona, Crítica, 2010, p. 301. <<
[20] The National Archives [en adelanteTNA], HW 17/26, 1774/Sp.,12/11/1934 y TNA, HW 17/26,1773/Sp., 9/11/1934: «El 12 denoviembre tendrá lugar unamanifestación por el Frente Unido enParís, en conexión con el mitin de laSegunda Internacional. Enviad … uno devuestros representantes». <<
[21] TNA, HW-26, 5994/Sp. 19/12/1935.<<
[22] Archivo Histórico del PCE(AHPCE), Tesis, manuscritos ymemorias: Memorias de Vicente Uribe ,60/6, sin paginar, Praga, 1959. <<
[23] TNA, HW-26, 5901/Sp., 16/1/1936.<<
[24] TNA, HW-26, 5232/Sp., 4/2/1936.<<
[25] TNA, HW-26 5631/Sp., 31/3/1936.<<
[26] TNA, HW-26, 5300/Sp., 26/2/1936.La argumentación se basaba en que: «1.Las organizaciones de los trabajadoresno están representadas en este gobierno,solo el partido republicano [sic]. 2. Estegobierno no ha entregado tierra de lospropietarios, el estado y la iglesia a loscampesinos. 3. Necesariamentevacilará». <<
[27] TNA, HW-26, 5308/Sp., 26/2/1936.<<
[28] «La situación política es lasiguiente: El gobierno Azaña, bajo lapresión política de las masas, estállevando a cabo el programa del bloquepopular, y va más allá … La situaciónrevolucionaria se desarrollarápidamente. La solución del problemade la tierra por métodosrevolucionarios, no pasará muchotiempo en plantearse con el desarrollode la lucha, así como el problema delpoder.» TNA. HW-26, 5382/Sp.,4/3/1936. <<
[29] «En la manifestación del 1 de marzoen Madrid, en la que tomaron parte másd e 500 000 personas, nuestros sloganssobre la revolución democrático-burguesa fueron aclamados por unainmensa mayoría de los manifestantes.»TNA. HW-26, 5382/Sp., 4/3/1936. <<
[30] Souto Kustrín, Sandra, Y ¿Madrid?¿Qué hace Madrid?: movimientorevolucionario y acción colectiva (1933-1936), Madrid, Siglo XXI, 2004,p. 182. El propio PCE reconocía que eldesarrollo de las MAOC se había hecho«con gran negligencia», al menos hasta1934, y es probable que su organizaciónestuviese territorialmente muy limitada.<<
[31] TNA, HW-26, 5811/Sp., 26/4/1936.<<
[32] TNA, HW-26, 5810/Sp., 9/4/1936<<
[33] Los sucesos están prolijamentedescritos en La Vanguardia de los días15 al 19 de abril. También hacereferencia a ellos Tagüeña, Manuel,Testimonio de dos guerras , Barcelona,Planeta, 2005, pp. 93-94. <<
[34] TNA, HW-26, 5743/Sp., 16/4/1936.<<
[35] TNA, HW-26, 5733/Sp. 18/4/1936.<<
[36] TNA, HW-26, 5808/Sp., 27/4/1936.<<
[37] TNA, HW-26, 5923/Sp., 9/5/1936.<<
[38] Sepúlveda Losa, Rosa María, «Laprimavera conflictiva de 1936 enAlbacete», en Pasado y Memoria.Revista de Historia Contemporánea, n.º2, 2003, edición digital:http://publicaciones.ua.es/filespubli/pdf/15793311RD26129438.pdf.Véase también Espinosa, Francisco, Laprimavera del Frente Popular. Loscampesinos de Badajoz y el origen dela guerra civil (marzo-julio de 1936),Barcelona, Crítica, 2008, pp. 172 y ss.<<
[39] TNA, HW-26, 6098/Sp., 2/6/1936.<<
[40] Brenes Cobos, Sergio, «AndrésRodríguez, concejal comunista deMálaga (1931-1936)», en RevistaJabega, n.º 88, Centro de ediciones dela Diputación de Málaga, 2001. Edicióndigital:http://www.cedma.com/archivo/jabega_pdf/jabega88_71-81.pdf. <<
[41] «Díaz [José], Luis [VictorioCodovilla]. Estamos enormementeperturbados por la feroz lucha desatadaentre trabajadores de la UGT y la CNTque ha tenido lugar en Málaga y en otrasprovincias. Os invitamos a hablar conCaballero para que eleve unaproposición en nombre de la UGT alcomité nacional de CNT con el objetode abrir una comisión parlamentaria deinvestigación y conciliación con el finde liquidar las hostilidades entre lospartidarios de las dos organizaciones enMálaga.» TNA, HW-26, 6199/Sp.,21/6/1936. <<
[42] TNA, HW-26, 5834/Sp., 1/5/1936.«Díaz, Luis. Luis debe venirinmediatamente con información de lasituación. Sería bueno que viniera con éluno de los miembros del BP, si no haydificultad. Dios». <<
[43] El informe, en castellano y francés,se encuentra en Moscú, en el RGASPI,495, 245, 124. Agradezco lacomunicación de sus ideas principales ala generosidad del profesor ÁngelViñas. <<
[44] Para este proceso, véase Vinyes,Ricard, La formación de las JuventudesSocialistas Unificadas (1934-1936),Madrid, Siglo XXI, 1978. <<
[45] Los acontecimientos, tal comoocurrieron, iban a desbordar lasprevisiones: a raíz del levantamientomilitar, los afiliados pasaron a ser 118 763; casi un año más tarde, enmarzo de 1937, alcanzaba el cuarto demillón. AHPCE, Film XVI, 1937. <<
[46] En el entierro del capitán Faraudo,instructor de milicias asesinado porfalangistas, Hernández puso demanifiesto que los comunistas «nosomos enemigos de los militares ni delejército, ni queremos destruir ladisciplina sino simplemente depurarlosde todos los elementos fascistas». <<
[47] TNA, HW 17/27, 6459/Sp.,13/7/1936. <<
[48] TNA, HW 17/27, 6485/Sp.,17/7/1936. <<
[49] TNA, HW 17/27, 6481/Sp.,20/7/1936. «Díaz y Luis. … Si elgobierno, a pesar del apoyo de lasmasas del FP, vacila, será necesarioplantear la cuestión de formar ungobierno para defender la República ysalvar al pueblo español con laparticipación de todos los partidos delFP, comunistas y socialistas». <<
[50] TNA, HW 17/27, 6518/Sp.,23/7/1936. <<
[51] La nota de Dimitrov conteniendo lasdirectrices fundamentales fue visadafavorablemente por Stalin el día 23, ytransmitida a Madrid al día siguiente.Dallin, Alexander, y Firsov, Fridrikh I.,Dimitrov & Stalin, 1934-1943. Lettersfrom the soviet archives , YaleUniversity Press, 2000, p. 45. <<
[52] TNA, HW 17/27, 6524/Sp.,21/7/1936. <<
[53] Mundo Obrero , 18 de agosto de1936. <<
[54] «Nuestro partido se ha transformadoen el eje de la situación, en el elementovital alrededor del cual las diversascapas sociales del pueblo laboriosoencuentran la garantía de la solución asus problemas». Mundo Obrero , 9 deseptiembre de 1936. <<
[55] Bloch, Jean-Richard, Espagne,Espagne!, París, 1936. Citado enSerrano, Carlos, L’enjeu espagnol. PCFet Guerre d’Espagne, París, EditionsSociales, 1987, p. 24. <<
8 . LAS REFORMAS DE LA PRIMAVERADEL 36 (EN LA GACETA Y EN LA CALLE)
[1] El Mundo, edición digital Andalucía, 11-II-2011. <<
[2] Las conclusiones son mías, pero losdatos están en González Calleja,Eduardo, «La necrológica de laviolencia sociopolítica en la primaverade 1936», Mélanges de la Casa deVelázquez, 41-1 (Dossier La Españadel Frente Popular), 2011, pp. 37-60.Se suele aducir que había tal censura deprensa en la época (a cargo delgobierno, naturalmente) que la únicamanera que tenían los españoles deenterarse de la oleada de caos yviolencia que se vivía en el país era através de los discursos parlamentariosde Gil Robles y Calvo Sotelo. Lo cierto
es que el profesor González Calleja nosmuestra que la prensa reflejó más de350 asesinados. Parece que la supuestacensura roja no hacía muy bien sutrabajo. <<
[3] Para una comparación de resultadoscon la victoria del FP francés en mayode 1936, véase Sánchez Pérez,Francisco, «La primavera de 1936:algunas observaciones sobre Francia yEspaña», en Ballarín, Manuel, yLedesma, José Luis (eds.), La Repúblicadel Frente Popular. Reformas,conflictos y aspiraciones, Zaragoza,Fundación Rey Corral deInvestigaciones Marxistas, 2010, pp. 97-120. <<
[4] El peregrino argumento se basa enque salieron más concejalesmonárquicos que republicanos, algobastante probable, pero lo que no sedice es a cuánta poblaciónrepresentaban esos concejalesmonárquicos, pues los republicanosganaron 40 de las 50 capitales deprovincia y las grandes ciudades. Esdecir, votaron República más del 60 por100 de los votantes que pudieronhacerlo. Solo en Madrid y sirva deejemplo: el doble de población en lacapital elegía 50 concejales, mientrasque la mitad en la provincia elegía más
de 1600. El propio rey o Romanones (esfamoso el caso de Guadalajara) se lotomaron como un plebiscito y elresultado fue claro. Todo esto amén dela comparación entre la pureza delsufragio en ciudad y campo y el famosoartículo 29 de la ley electoral maurista(fueron elegidos sin pasar por las urnasun 37 por cien de los concejales, lamayoría monárquicos). <<
[5] López Martínez, Mario, Ordenpúblico y luchas agrarias enAndalucía. Granada, 1931-1936,Madrid, Ediciones Libertarias, 1995, p.428. Eso sí, este autor señala parecidaso mayores irregularidades a favor delcentro-derecha allí en noviembre de1933. <<
[6] Un ejemplo de esto nos lo da eltestimonio en 1968 de Gil Robles, JoséMaría: «no es cierto que las derechasperdieran las elecciones», No fueposible la paz, Barcelona, Ariel, 2006,p. 521. Pero eso está escrito tras laguerra. Sin embargo no es perceptible enla prensa conservadora de febrero, quereconoce la derrota de las derechas deforma paladina en todos los casos. <<
[7] Tusell, Javier, Las elecciones delFrente Popular en España, Madrid,Cuadernos para el Diálogo, 1971, 2vols. <<
[8] Los «extremistas» (es de suponer quesocialistas y comunistas) ganarían «esasvotaciones por medio del terror, izaríanla bandera roja sobre los Ayuntamientosy exigirían la capitulación de lospoderes de la República», Alcalá-Zamora, Niceto, Memorias, Barcelona,Planeta, 1998, p. 406. Es otro caso derelato sobre la República con la guerracivil en la cabeza. <<
[9] Apenas hay más referencia a la laborlegislativa de la primavera de 1936 enel famoso Dictamen de la Comisiónsobre ilegitimidad de poderesactuantes en 18 de julio de 1936 (hechopúblico en abril de 1939), queilegitimaba los gobiernos de laprimavera. <<
[10] Requena Gallego, Manuel, Lossucesos de Yeste (mayo 1936) ,Albacete, Inst. de Estudios Albacetenses(CSIC), 1983. <<
[11] Un balance resumido de estosacuerdos, firmados el 7 de junio, solotres días después de la toma de posesiónde Blum, en medio de la mayor oleadade huelgas jamás vista en Francia, juntoa la aprobación de un paquete de leyessociales (desde el 11 de junio):contratos colectivos, sindicalismo libre,aumentos de entre el 7 y el 15 por cien,vacaciones pagadas de 15 días y semanade 40 horas (la semana de «dosdomingos»). Más sobre el caso francés yel español en Sánchez Pérez, Francisco,«La primavera de 1936: algunasobservaciones…». <<
[12] Un ejemplo de ese tipo de enfoque«francés» en Tartakowsky, Danielle, LeFront Populaire. La vie est à nous ,París, Gallimard, 1996. <<
[13] Que defendía ardorosamente, poreso se le conocía por «Chupa-y-aprieta», pues él se situaba en lasantípodas de Keynes hacia 1936:«empezaron por restablecer todos losministerios y centros que con tantotrabajo había yo podado en nuestraexuberante burocracia … Desapareciótoda contención en los gastos»,Chapaprieta, Joaquín, La paz fueposible. Memorias de un político,Barcelona, Ariel, 1972, p. 414. <<
[14] Su destitución vino propiciada por elincidente del decreto sobre comunalesde 21 de enero de 1933 (GM del 22 deenero), que apareció en la Gaceta comofirmado por Alcalá-Zamora comopresidente de la República, cuando esteno lo había firmado y se oponíataxativamente a él, como afirma élmismo: «audaz e insensato», «insólitodecreto», que «era nada menos que laexpropiación no indemnizada de lapropiedad española» e«inconstitucional», Memorias…, pp. 274-276. Se trata de una muestra de porqué don Niceto fue destituido en 1936,
pues habría sido muy complicado llevara cabo el programa del FP en estamateria con (o mejor, contra) sus vetos.De hecho también vetó en el mismísimomarzo de 1936 otra medida agraria conlos mismos argumentos (p. 404). <<
[15] Una síntesis de la política agraria dela primavera de 1936 en Riesco Roche,Sergio, en «La aceleración de laReforma Agraria durante el FrentePopular», en Ballarín, Manuel, yLedesma, José Luis (eds.), La Repúblicadel Frente Popular. Reformas,conflictos y aspiraciones, Zaragoza,Fundación Rey Corral deInvestigaciones Marxistas, 2010, pp. 83-96. También en Robledo, Ricardo,Los ministros de agricultura de laSegunda República (1931-1939)(política y sociedad en la España dels i g l o XX), Madrid, Ministerio de
Agricultura, 2006. <<
[16] Los yunteros se diferencian de losjornaleros en que aportan un capitalmóvil, sus yuntas, con las que puedenarar y laborar, pero no poseen tierra (ono la suficiente para que su familiasobreviva todo el año), por lo que debentrabajar en situación de arriendo oaparcería. Se les pudiera considerarpequeños empresarios agrarios. Paramás detalles Riesco Roche, Sergio, «Lacuestión yuntera en Extremadura durantela II República», Historia social, 65,2009, pp. 41-64. <<
[17] Riesco Roche, Sergio, La reformaagraria y los orígenes de la GuerraCivi l (1931-1940), Madrid BibliotecaNueva, 2006, p. 303. <<
[18] Espinosa, Francisco, La primaveradel Frente Popular. Los campesinos deBadajoz y el origen de la guerra civil(marzo-julio de 1936), Madrid, Cátedra,2007, p. 134. En esta obra se demuestraque la intención del IRA de demostrarque la reforma agraria se llevaba a cabode verdad y con resultados y la de laFETT de demostrar que eran susmovilizaciones las que «empujaban» alas autoridades a tomarse la reforma enserio eran complementarias. Otra cosaes que en opinión del autor «en lapráctica sus perspectivas [de loscampesinos] … desbordaban
ampliamente los planteamientosreformistas del programa del FrentePopular» (p. 106). <<
[19] Riesco Roche, La reformaagraria…, p. 324. <<
[20] Robledo, Ricardo, «La reformaagraria de la Segunda repúblicaespañola: ideas y hechos», Ponenciapresentada al XV Encuentro deEconomía Pública, «Políticas públicasy migración», p. 3. Puede verse enhttp://campus.usal.es/~XVEEP/PAPERS/V3S5/XVEEP-31%20ROBLEDO.pdf. Por ello elsegundo bienio es el bifaz, de dos filos:se ejecuta la ley de bases (en 1934) perodespués se destruye (en 1935). Esto sedebió en principio a la presencia deCirilo del Río, hombre de Alcalá-Zamora, en el Ministerio de Agriculturahasta octubre de 1934, y no, como
afirma Townson, a una defensa de losradicales de la política de la izquierda[Townson, Nigel, La República que nopudo ser. La política de centro enEspaña (1931-1936), Madrid, Taurus,2002, pp. 297-298]. A esos mismosradicales no les preocupa que luego otroministro, Velayos (de los agrarios),destruya tal política. Es de suponer queeso pertenece a una coherenciaintrínseca de lo que él llama «políticasde centro», que a mí se me escapa. <<
[21] Riesco Roche, «La aceleración de laReforma…», p. 95. <<
[22] «Los grupos vencedores en laselecciones, y los que se aprovecharondel triunfo de la coalición de izquierda,no solo se encontraban privados de losrecursos necesarios, sino que lesfaltaban argumentos políticos paraintentar una acción revolucionaria»,Cruz, Rafael, «El repertorio frenético.La ocupación de la calle en la primaverade 1936», Historia y política, 16, 2006,pp. 11-32. <<
[23] Por ejemplo: las medidas de panbarato, como la libertad de contrataciónde trigos y la supresión del régimenproteccionista de tasas y compras desobrantes de las cosechas (8 de abril,GM del 9 de abril); la creación delConsorcio de Panadería de Madrid,presidido por el gobernador civil, paracontrolar la industria del pan «arcaica,insalubre y antieconómica» y que «notengan preponderancia los elementospatronales» (Decreto de 14 marzo, GMdel 17 de marzo) y la tasa de pan defamilia, que había sido eliminada el 19de enero de 1934 (en piezas menores de
un kilo), del 24 de marzo (GM del 31 demarzo). La preocupación por laintervención sobre precios (proyecto deley para creación de una «Juntareguladora de precios de artículos dealimentación, vestido, habitación ymateriales de construcción» de 7 dejulio, GM del 10 de julio) y alquileres(condonación de alquileres en Sevilla alos obreros en paro forzoso de 9 dejulio, GM del 10 de julio, causada porla negativa de los arrendatarios apagarlos) puede incluirse también eneste ámbito. <<
[24] Resulta del todo incongruenteafirmar que la coalición de izquierdasincumplía su programa porque en lugarde amnistiar solo a los represaliados deoctubre de 1934 retrotraía la amnistía alos sucesos de diciembre de 1933, comoafirman algunos autores [Macarro Vera,José Manuel, Socialismo, República yrevolución en Andalucía (1931-1936),Universidad de Sevilla, 2000, p. 418],porque esa fecha estaba más queexplícita en su programa de enero de1936, pues la fecha de referencia (tantopara delitos como para despidos pormotivos político-sociales) era
«noviembre de 1933». <<
[25] Sobre esto conviene recordar laOrden de 3 de septiembre de 1935 (GMdel 4 de septiembre): «los obreroscontratados nuevamente después de lahuelga ilícita o movimiento subversivo yque con anterioridad a estos hechoshubiesen venido prestando servicios almismo patrono o Empresa, seconsiderarán como nuevos empleados uobreros» (p. 387). <<
[26] En el Decreto del gobierno radical(GM del 11 de enero de 1934) en suartículo 2.º se prohibía expresamente elacceso a esos cargos a «los que notengan más de treinta años de edad; losque hayan sufrido condena por delitoscomunes; los miembros de Sindicatos,Sociedades u organizaciones patronalesu obreras de cualquier orden o alservicio regular de agrupaciones de estaíndole, o que hayan pertenecido a dichasorganizaciones y su servicio, salvo sihubiesen sido dados de baja en lasmismas cuatro años antes de sunombramiento». Como puede verse se
equiparaba a los menores y a losdelincuentes con los sindicalistas y porende, los socialistas. Por cierto, no solose les impedía el acceso futuro, sino quese cesaba en el plazo de diez días acualquiera que cumpliese esosrequisitos (art. 3.º). <<
[27] Por ejemplo, en Albacete, «seconvocaron nuevas elecciones para latotalidad de jurados de la industria;aunque colegimos que su trascendenciafue prácticamente nula si tenemos encuenta que se realizaron cuando ya erareal la situación de guerra yrevolución», Oliver Olmo, Pedro,Control y negociación: los juradosmixtos de trabajo en las relacioneslaborales republicanas de la provinciade Albacete (1931-1936), Albacete,Instituto de Estudios Albacetenses,1996, pp. 111-112. <<
[28] ABC, 24 de mayo de 1936, p. 34. <<
[29] Por ejemplo, que se produjo «unverdadero colapso de la vidaparlamentaria», la «inacción», «lentitudlegislativa», «marasmo parlamentario»,«esterilidad parlamentaria», Gil Robles,op. cit., pp. 660-662. <<
[30] Sánchez Pérez, Francisco, «Lasprotestas del trabajo en la primavera de1 9 3 6 » , Mélanges de la Casa deVelázquez, 41-1 (Dossier La Españadel Frente Popular), 2011, pp. 77-101.<<
[31] Granada en López Martínez, op. cit.,p. 156. Córdoba en Pérez Yruela,Manuel, La conflictividad campesina enla provincia de Córdoba (1931-1936),Madrid, Servicio de PublicacionesAgrarias, 1979, pp. 277-282. Jaén enCobo Romero, Francisco, Conflictorural y violencia política. El largocamino hacia la dictadura. Jaén, 1917-1950, Universidad de Jaén, 1998,p. 252. Sevilla en Pascual Cevallos,Fernando, Luchas agrarias en Sevilladurante la Segunda República, Sevilla,Diputación, 1983. La Rioja en GilAndrés, Carlos, Echarse a la calle.
Amotinados, huelguistas yrevolucionarios (La Rioja, 1890-1936),Prensas Universitarias de Zaragoza,2000, p. 256. En la misma líneaCasanova, Julián, De la calle al frente.El anarcosindicalismo en España (1931-1939), Barcelona, Crítica, 1997,p. 149: «Que aquel no fue un periodoálgido de conflictividad social en elmundo rural es algo, por otra parte, quehan constatado estudios monográficosrecientes. Ni el número ni el tipo deconflictos fue más elevado y acusado delo que había sido de 1931 a 1934». <<
[32] Detallado por meses en Espinosa,Francisco, op. cit., p. 176. Robledo,Ricardo, «La reforma agraria de laSegunda república…», p. 16, aportaincluso una tabla gráfica donde seresalta aún más un dato similar. Encualquier caso, es de suponer que a losque creen que es la República quien traela anarquía y la violencia este argumentono les diga nada. <<
[33] Véase Oliver Olmo, Pedro, cit.;Ladrón de Guevara, M.ª Paz, Laesperanza republicana. Reformaagraria y conflicto campesino en laprovincia de Ciudad Real (1931-1939),Diputación de Ciudad Real, 1993;Hermida Revillas, Carlos, «Huelgascampesinas en Castilla La Vieja y León,1900-1936», en Castillo, Santiago, yOrtiz de Ortuño, José María (dirs.),Estado, protesta y movimientossociales, Bilbao, Universidad del PaísVasco, 1998, pp. 613-624. <<
[34] Más detalles en Sánchez Pérez,Francisco, «Las protestas deltrabajo…», pp. 88-90. <<
[35] Véase Requena Gallego, op. cit. Lafinca era propiedad del clan de losAlfaro, llamados por Requena«institución caciquil», p. 63. EdmundoAlfaro fue votado por todos loselectores (!!!) del municipio de Yeste enlas elecciones de junio de 1931. <<
[36] Véase Sanfeliciano López, MaríaLuz , UGT de Vizcaya (1931-1936),Bilbao, UGT, 1990, y Barruso, Pedro,El movimiento obrero en Guipúzcoadurante la II República.Organizaciones obreras y dinámicasindical (1931-1936), San Sebastián,Diputación Foral, 1996. <<
[37] El punto de vista de Prieto másdivulgado sobre esta cuestión es el delmitin de Cuenca del 1 de mayo, enPrieto, Indalecio, Siento a España:discurso, Ediciones La Motorizada,1938. <<
[38] Para Sevilla, Macarro Vera, JoséMa nue l , La utopía revolucionaria.Sevilla en la Segunda República, Montede Piedad y Caja de Ahorros de Sevilla,1985, pp. 49-56. Para Cataluña,Ballester, David, Marginalidades yhegemonías: la UGT de Cataluña (1898-1936). De la fundación a la IIRepública, Barcelona, Ediciones delBronce, 1996, pp. 209-210. <<
[39] Casanova, Julián, De la calle alfrente…: «indicios de la parálisis de laorganización anarcosindicalista en 1935hay muchos», p. 139. <<
[40] Dato de Zaragoza en BuenoMadurga, Jesús Ignacio, Zaragoza, 1917-1936. De la movilización populary obrera a la reacción conservadora ,Zaragoza, Inst. Fernando el Católico,2000, p. 283. El de Sevilla en MacarroVe r a , La utopía…, pp. 7279. Lashuelgas generales en p. 91. Paraestablecer comparaciones adecuadas,solo en la «semana sangrienta» de juliode 1931 fueron asesinadas en Sevilla 20personas con 40 heridos (por 4 muertespor atentado en tres meses de 1936), p.465. <<
[41] Para Madrid, Juliá Díaz, Santos,M adr i d , 1931-1934. De la fiestapopular a la lucha de clases, Madrid,Siglo XXI, 1984. <<
[42] La anécdota del conflicto taurino lacuenta Gil Robles, op. cit., p. 643. Esmuy significativo que del «aluvión dehuelgas» que cita este político,contemporáneo de «esos días deanarquía», amén de muchas citas deprensa sobre el caos y algunas anécdotasque es de suponer le relataron (un paroen un cine lleno, etc.), solo mencionacomo de peso la de la construcciónmadrileña. <<
[43] Auténtico libro de referencia sobreel particular es Oyón, José Luis, Laquiebra de la ciudad popular. Espaciourbano, inmigración y anarquismo enla Barcelona de entreguerras, 1914-1936, Barcelona, Ediciones delSerbal, 2008. <<
[44] Para la de Sevilla, Bernal, AntonioMiguel; Gutiérrez, José Luis, y Alarcón,Manuel Ramón, La jornada de seishoras, 1936: movimiento obrero yreducción de la jornada de trabajo enel ramo de la construcción de Sevilla,Córdoba, Centro Andaluz del Libro,2001. Para las huelgas en Madrid,Sánchez Pérez, Francisco, «Unlaboratorio de huelgas: el Madrid delFrente Popular (mayo-julio de 1936)»,en Chaput, Marie-Claude (ed.), FrontsPopulaires: Espagne, France, Chili,París, Université París Ouest NanterreLa Défense, 2007, pp. 155-172. <<
[45] Velasco Gómez, José, Luchaspolíticas y sociales durante la II.ªRepública en Málaga, 1931-1936,Málaga, Diputación Provincial, 2005.<<
[46] Sobre el nuevo papel que se arrogaMadrid como capital de la protestaurbana a la altura de 1936, véaseSánchez Pérez, Francisco, «Madrid,capital de la protesta: de agosto de 1917a julio de 1936», Cuadernos deHistoria Contemporánea, 2007, pp. 301-311. Sobre sus precedentes, que seremontan, como no podía ser de otromodo, a los años anteriores a ladictadura de Primo de Rivera, SánchezPérez, Francisco, La protesta de unpueblo. Acción colectiva yorganización obrera. Madrid, 1901-1923, Madrid, Cinca/Fundación
Francisco Largo Caballero, 2006. <<
9. LA «PRIMAVERA TRÁGICA» DE 1936 YLA PENDIENTE HACIA LA GUERRA CIVIL
[1] Palacios, Jesús, «Los orígenes de laGuerra Civil», en el diario El Mundo,18VII-2011, p. 15. <<
[2] Ibídem. Como aquí, también ÁngelViñas opina que el principal argumentojustificador del golpe militar es hoy eltópico de la falta de orden público yexceso de violencia: La conspiracióndel General Franco, y otrasrevelaciones acerca de una guerra civildesfigurada, Barcelona, Crítica, 2011,p. 288. <<
[3] ABC (Madrid), 16-IV-1936, pp. 22-29; 17-VI-1936, pp. 20-22; y 16-VII1936, pp. 17-23, además de GilRobles, José María, No fue posible lapaz, Barcelona, Ariel, 1968, pp. 765 yss. <<
[4] ABC (Sevilla), 23-VII-1936, pp. 1-2,y ABC (Madrid), 18-VII-1961, p. 55;Ortiz Villalba, Juan, Del golpe militar ala guerra civil. Sevilla 1936, Sevilla,RD editores, 2006, pp. 367-368; laCarta Colectiva, en Heraldo de Aragón(Zaragoza), 6-VIII-1937, pp. 8-9. <<
[5] Estado Español, Dictamen de laComisión sobre ilegitimidad depoderes actuantes en 18 de julio de1936, Madrid, Editora Nacional, 1939(cita en p. 104; lo anterior, en pp. 9-10, 66-67 y 102-104). Los cuatroargumentos relacionados con el tópicoson que el Estado estaba «al servicio dela violencia y del crimen», el asesinatode Calvo Sotelo y que, al armar alpueblo, el gobierno amparara miles deasesinatos y atentados a la propiedadtras el 18 de julio. <<
[6] Véase por ejemplo Arrarás, Joaquín(dir. lit.), Historia de la Cruzadaespañola, Madrid, Eds. Españolas, 1939-1944, vol. II, t. ix; Lacruz,Francisco, El alzamiento, la revolucióny el terror en Barcelona , Barcelona,Librería Arysel, 1943, pp. 3 y ss;Pensado, Berta, Historia de la SegundaRepública, Madrid, PublicacionesEspañolas, 1956 (v. gr . p. 27); García,Regina, El bulo de los caramelosenvenenados, Madrid, PublicacionesEspañolas, 1956. <<
[7] Entrecomillados de Cierva, Ricardode la, Historia de la guerra civilespañola, t. I, Perspectivas yantecedentes 1898-1936, Madrid, SanMartín, 1969, pp. 577, 688 y 699; ySalas Larrazábal, Ramón, Historia delEjército Popular de la República,Madrid, Ed. Nacional, 1973, vol. I, pp.57 y 63. Véase también, v. gr ., SevillaAndrés, Diego, Historia política de lazona roja, Madrid, Rialp, 1963 [1954],pp. 183-253; Montero Moreno, Antonio,Historia de la Persecución religiosa enEs paña , 1936-1939, Madrid, BAC,1961. <<
[8] Lo del plan de estudios, en VallsMontes, Rafael, Historia y memoriaescolar. Segunda República, GuerraCivil y dictadura franquista en lasaulas, Valencia, PUV, 2009, p. 21. <<
[9] V. gr . Moa, Pío, El derrumbe de laSegunda República y la guerra civil,Madrid, Encuentro, 2009 [2001], pp. 323-395; Vidal, César, Paracuellos-Katyn. Un ensayo sobre el genocidio dela izquierda, Barcelona, Random HouseMondadori, 2006 [2005], pp. 107-119;Navarro Gisbert, José A., ¿Por quéfracasó la II República?, Barcelona,Áltera, 2006; Guillamón, VicenteAlejandro, El caos de la II República.Breve historia de los hechos queantecedieron a la guerra civil, Madrid,Libros Libres, 2006. <<
[10] «Por la pendiente de la violencia» esel título del epígrafe que Carr,Raymond, dedicaba a los meses delFrente Popular en su obra de 1966, y asísigue en la edición actualizada de 2009:España 1808-1975, Barcelona, Ariel,2009, pp. 531-539. Wilson, Hugh R.llevaba la expresión al título de su libro:Descent into Violence: Spain. January-July 1936, Devon, Arthur H. Stockwell,1969. Lo de atmósfera de violencia yodio de clases, por ejemplo en Jackson,Gabriel, La República española y laguerra civil, Barcelona, Crítica, 1976[1965], pp. 185 y 201. <<
[11] Payne, Stanley, titula «¿Por quéfracasó la República?» el capítulo finald e La primera democracia española.La Segunda República, 1931-1936,Barcelona, Paidós, 1995. PamelaRadcliff insiste en ese fracaso y en queal final «la guerra civil eraprácticamente inevitable»: De lamovilización a la Guerra Civil.Historia política y social de Gijón (1900-1937), Barcelona, Debate, 2004[1996], p. 294. Gil Pecharromán, Julio,e n Historia de la Segunda Repúblicae s p a ñ o l a (1931-1936), Madrid,Biblioteca Nueva, 2002, denomina su
epígrafe sobre ese periodo «Hacia laguerra civil», mientras que Benassar,Bartolomé, lo sitúa en la parte de sulibro dedicada no a la República sino ala propia guerra civil: El infiernofuimos nosotros. La Guerra Civile s p a ñ o l a (1936-1942…), Madrid,Taurus, 2005 [2004]. <<
[12] Blázquez Miguel, Juan, Españaturbulenta: alteraciones, violencia ysangre durante la II República,Madrid, M.ª Dolores Tomás, 2009, pp. 579-623 y 624-690. Las otras citas, enid., «Conflictividad en la España delFrente Popular (febrero-julio de 1936)»,Historia 16, 328 (2003), pp. 80-81 y 85;Cárcel Ortí, Vicente, Caídos, víctimas ymártires. La Iglesia y la hecatombe de1936, Barcelona, Espasa, 2008, p. 116;Martín Rubio, Ángel D., «La represiónrepublicana», en Alfonso Bullón deMendoza, Alfonso, y Togores, Luis(coords.), La otra memoria, Madrid,
Actas, 2011, pp. 57-125 (aquí pp. 61-62); Togores, Luis, Historia de laGuerra Civil española, Madrid, LaEsfera de los Libros, 2011, p. 50. <<
[13] Payne, Stanley, El colapso de laRepública. Los orígenes de la GuerraCivil (1933-1936), Madrid, La Esferade los Libros, 2005, pp. 297, 300, 340,395, 442, 460, 466 y 468; id., ¿Por quéla República perdió la guerra?,Madrid, Espasa, 2010, pp. 53, 60, 65 y71 (reproducido con leves diferenciase n La Europa revolucionaria. Lasguerras civiles que marcaron el sigloXX, Madrid, Temas de Hoy, 2011, aquípp. 228, 237 y 239). Payne llega asostener en las tres obras que el hechode nombrar a militantes de izquierdadelegados especiales de policía guarda
«similitud con la política del gobiernode Hitler» (El colapso, p. 344). <<
[14] A modo de balance, véase GonzálezCalleja, Eduardo, «Violencia y tópicosde la primavera de 1936», en Chaput,Marie-Claude (ed.), Les FrontsPopulaires: Espagne, France, Chili,París, Université París Ouest Nanterre,2008, pp. 115-153; id., «El FrentePopular libre de mitos», La Aventura dela Historia (Madrid), 148 (2011), pp. 36-41; Cruz, Rafael, En el nombre delpueblo. República, rebelión y guerra enla España de 1936, Madrid, Siglo XXI,2006; Ballarín, Manuel, y Ledesma, JoséLuis (eds.), La República del FrentePopular. Reformas, conflictos y
conspiraciones, Zaragoza, FundaciónRey del Corral, 2010. <<
[15] Véase la reciente edición de los«diarios robados» de Alcalá-Zamora,Niceto, Asalto a la República. Enero-Abril de 1936, Madrid, La Esfera de losLibros, 2011, que se presenta comobaluarte frente a los extremos y endefensa de la ley y el orden. Lo delmilitar republicano, en Martín Blázquez,José, I Helped to Build an Army: CivilWar Memoirs of a Spanish StaffOfficer, Londres, Secker & Warburg,1939, p. 67. <<
[16] Cit. en González Calleja, Eduardo,«La dialéctica de las pistolas. Laviolencia y la fragmentación del poderpolítico durante la Segunda República»,en Muñoz, Javier; Ledesma, José Luis, yRodrigo, Javier (coords.), Culturas ypolíticas de la violencia. España sigloXX, Madrid, Siete Mares, 2005, pp. 101-146 y p. 137. Lo anterior, en Azaña,Manue l , Obras completas, Madrid,CEPC, 2007, vol. 5, pp. 634, 641 y 645;Prieto, Indalecio, Discursosfundamentales, Madrid, Turner, 1975,p. 271-272; La Vanguardia , 20-V-1936,p. 24; Payne, Stanley, El colapso, p.
453; y El Socialista, 7-VII-1936, p. 6.<<
[17] González Calleja, Eduardo, «Lanecrológica de la violenciasociopolítica en la primavera de 1936»,Mélanges de la Casa de Velázquez , 41,1 (2011), pp. 37-60 (aquí 38-39). Losotros cómputos, en Cibrián, Ramiro,«Violencia política y crisisdemocrática: España en 1936», Revistade Estudios Políticos, 6 (1978), pp. 81-115 (273 víctimas); Payne, Stanley,El colapso, p. 536 (circa 300); Cruz,op. cit., p. 167 (262); Blázquez, Miguel,«Conflictividad», e id. , Españaturbulenta, p. 716. <<
[18] Prost, Antoine, Autour du FrontPopular. Aspects du mouvement sociala u XX e siècle, París, Seuil, 2006, p.125. <<
[19] En el balance que sigue, nosbasamos en una amplia panoplia detrabajos recientes de los principalesespecialistas en el tema. Entre ellos,debo destacar como fuentes básicas losde González Calleja, Eduardo, «Ladialéctica de las pistolas», «Lanecrológica de la violencia», «Violenciay tópicos», y Contrarrevolucionarios.Radicalización violenta de lasderechas durante la SegundaR e p ú b l i c a , 1931-1936, Madrid,Alianza, 2011, pp. 307-388; Cruz, op.cit., pp. 107-204; id., «El repertoriofrenético. La ocupación de la calle en la
primavera de 1936», Historia yPolítica, 16, 2 (2006), pp. 11-31;Sánchez Pérez, Francisco, «Lasprotestas del trabajo en la primavera de1 9 3 6 » , Mélanges de la Casa deVelázquez, 41, 1 (2011), pp. 77-101;Rey, Fernando del, «Reflexiones sobrela violencia política en la II República»,en Gutiérrez, Mercedes, y Palacios,Diego (eds.), Conflicto político,democracia y dictadura. Portugal yEspaña en la década de 1930, Madrid,CEPC, 2007, pp. 17-97. <<
[20] Cruz, En el nombre del pueblo, pp.111 y ss., 160-165; id., «Júbilo,enfrentamiento y violencia en lamovilización de 1936», en Ballarín yLedesma (eds.), La República delFrente Popular, pp. 121-137 (aquí 125-126). <<
[21] Citas en Cruz, En el nombre delpueblo, pp. 158 y 164; GonzálezCalleja, «Violencia y tópicos», p. 120.El dato sobre Madrid, en id., «Lanecrológica», pp. 45-46; y lo deAndalucía, en Cobo Romero, Francisco,«El control campesino y jornalero de losayuntamientos de la Alta Andalucíadurante la crisis de los años treinta(1931-1939)», en Hispania. Revistaespañola de Historia, 201 (1999), pp. 75-96. <<
[22] Como ejemplo de esa conflictividadde origen a menudo sindical, laboral yreivindicativa, véase Ballarín, Manuel,La razón en marcha. Crónica delFrente Popular de Zaragoza, Zaragoza,Fundación Rey del Corral, Zaragoza,2004, cap. V. <<
[23] Prost, op. cit., pp. 34-37 y 71-103.Para todo lo anterior, Sánchez Pérez,Francisco, «Las protestas del trabajo»;id., «Madrid, capital de la protesta: deagosto de 1917 a julio de 1936»,Cuadernos de HistoriaContemporánea, vol. extraordinario(2007), pp. 301-312; id., «Unlaboratorio de huelgas: El Madrid delFrente Popular (mayo-julio de 1936)»,en Chaput (ed.), op. cit., pp. 155-172.<<
[24] Cruz, En el nombre del pueblo, p.164; id., «El repertorio frenético», p.27; González Calleja,Contrarrevolucionarios, p. 308.También Ranzato, Gabriele, La grandepaura del 1936. Come la Spagnaprecipitò nella guerra civile, Bari,Laterza, 2011, pp. 210-211. La carta alministro, de 8 de abril de 1936, cit. enRobledo, Ricardo, y Espinoza, Luis E.,«“¡El campo en pie!”. Política y reformaagraria», en Robledo, Ricardo (ed.),Esa salvaje pesadilla. Salamanca en laguerra civil española, Barcelona,Crítica, 2007, pp. 3-51 (aquí p. 33). <<
[25] Ranzato, La grande paura, e id., «Elpeso de la violencia en los orígenes dela guerra civil de 1936-1939», Espacio,Tiempo y Forma, Serie V, HistoriaContemporánea, 20 (2008), pp. 159-182 (aquí 159-160), aunque haynumerosas pistas parecidas en Macarro,José Manuel, Socialismo, República yrevolución en Andalucía (1931-1936),Sevilla, Universidad de Sevilla, 2000,v. gr. pp. 414-415; y Rey, Fernando del,Paisanos en lucha. Exclusión política yviolencia en la Segunda Repúblicaespañola, Madrid, Biblioteca Nueva,2008. <<
[26] Para esto y la falta de situaciónrevolucionaria, González Calleja,«Violencia y tópicos», p. 121 y «Lanecro-lógica», p. 46. Las citas sobre el25 de marzo y el hambre, en Espinosa,Francisco, La primavera del FrentePopular. Los campesinos de Badajoz yel origen de la guerra civil (marzo-julio de 1936), Barcelona, Crítica, 2007(pp. 125 y 271). Lo de la aceleración, enRiesco, Sergio, La reforma agraria ylos orígenes de la Guerra Civil.Cuestión yuntera y radicalizaciónpatronal en la provincia de Cáceres (1931-1940), Madrid, Biblioteca Nueva,
2006, pp. 285-325, e id., «Laaceleración de la Reforma Agrariadurante el Frente Popular», en Ballarín yLedesma (eds.), La República delFrente Popular, pp. 83-96. <<
[27] Gibson, Ian, La noche en quemataron a Calvo Sotelo, Barcelona,Argos Vergara, 19825; Romero, Luis,Por qué y cómo mataron a CalvoSotelo, Barcelona, Planeta, 1982;Semprún, Alfredo, El crimen que desatóla Guerra Civil, Madrid, Libros Libres,2005. La táctica desestabilizadora de laextrema derecha, en González Calleja,Contrarrevolucionarios, pp. 310-329 y370 y ss., y lo de Valladolid, en MartínJiménez, Ignacio, Violencia política enel Valladolid republicano (1931-1936),Valladolid, Ateneo Republicano, 2008,p. 139. <<
[28] Solidaridad Obrera, 2-VI-36. VéaseCasanova, Julián, De la calle al frente.El anarcosindicalismo en España (1931-1939), Barcelona, Crítica, 1997,pp. 142-152. Las políticas de exclusión,en Cruz, En el nombre del pueblo, p.191. <<
[29] Azaña, Manuel, op. cit., vol. 5, p.634. <<
[30] Cruz, En el nombre del pueblo, pp.124 y ss., 186-187 y passim; Ranzato,La grande paura, pp. 213-231; y lo dela legislación desbordada, en BarriosRozúa, Juan Manuel, Iconoclastia (1930-1936). La ciudad de Dios frentea la Modernidad, Granada, Universidadde Granada, 2007, pp. 208-249. Véasetambién López Villaverde, Ángel L., Elgorro frigio y la mitra frente a frente.Construcción y diversidad territorialdel conflicto político-religioso en laEspaña republicana, Valencia,Ediciones Rubeo, 2007; Cueva, Julio dela, y Montero, Feliciano (eds.),
Laicismo y Catolicismo. El conflictopolítico-religioso en la SegundaRepública, Alcalá de Henares,Universidad de Alcalá, 2009. <<
[31] Bahamonde, Ángel, «Partes deguerra antes de la guerra», Mélanges dela Casa de Velázquez, 41, 1 (2011), pp. 61-76. Los entrecomillados previos, enGonzález Calleja, «La necrológica», p.37 e id., «La lógica de las pistolas», p.114, pero véase también Palacios,Diego, «Ansias de normalidad. Lapolicía y la República», en Rey,Fernando del (dir.), Palabras comopuños. La intransigencia política en laSegunda República española, Madrid,Tecnos, 2011, pp. 596-646 (aquí 638 yss.) y, para la experiencia de loscuerpos policiales, Blaney JR., Gerald,
«The Civil Guard and the SecondRepublic: A Reassessment», en ÁlvarezTardío, Manuel, y Rey, Fernando del(eds.), The Spanish Second Republicrevisited. From Democratic Hopes toCivil War, 1931-1936, Brighton, SussexAcademic Press, 2011, pp. 202-217. <<
[32] Cruz, En el nombre del pueblo, pp.118 y ss., 164-166, 176-180 yentrecomillados en 335-336; id., «Elrepertorio frenético». Para lo último,Palacios, Diego, «Ansias denormalidad», pp. 645-646. <<
[33] Martín Jiménez, op. cit., pp. 163 y167, donde se añade que el grupojonsista-falangista disfrutaba de laconnivencia de parte de los cuerpos deseguridad y de la judicatura. <<
[34] González Calleja, «La necrológica»,pp. 43-45. <<
[35] Es el caso de Rafael Cruz, paraquien la distribución es de 20%imputables a las izquierdas, 17% a lasderechas y hasta 43% a las distintaspolicías del Estado. González Calleja,«La necrológica», pp. 49-51. El resto demuertes corresponden a victimarios queno se han podido identificar. <<
[36] Ibídem, pp. 47-49. Sobre laadscripción política de las víctimas, losdatos de Cruz son algo diferentes: 19%eran de derechas y hasta 56% deizquierdas: En el nombre del pueblo,pp. 167-168. <<
[37] González Calleja,Contrarrevolucionarios, p. 387; id.,«Violencia y tópicos», p. 122. El «terrorpsicológico», en Malefakis, Edward,Reforma agraria y revolucióncampesina en la España del siglo XX,Barcelona, Ariel, 1971, p. 444 nota, y lode Azaña en La velada de Benicarló.Diálogo de la guerra de España,Madrid, Castalia, 1974, p. 100. <<
[38] Rey, Fernando del, «Introducción»,en id., (dir.), Palabras como puños, pp.1742 (aquí p. 35). Lo de«republicolatría» es de Malefakis,Edward, «La II República española, ¿unrégimen diferente?», en Townson, Nigel(di r. ) , ¿Es España diferente? Unamirada comparativa (siglos XIX y XX),Madrid, Taurus, 2010, pp. 167-198(aquí p. 190). <<
[39] Entrecomillados en Rey, Fernandodel, «Reflexiones sobre la violencia»,p p . 18-19 y 79; id., «La SegundaRepública y la violencia. Entre lacultura política y la acciónrevolucionaria», en Rivera, Antonio, yCarnicero, Carlos (eds.), Violenciapolítica. Historia, memoria y víctimas,Madrid, Maia · Instituto Valentín deForonda, 2010, pp. 63-99 (aquí pp. 64,67) ; id. , Paisanos en lucha, p. 493;Ranzato, Gabriele, «De la Républiqueespagnole à la guerre civile: le rôle dela violence», en Prezioso, Stéfanie, yChevrolet, David (eds.), L’heure des
brasiers. Violence et révolution au XXesiècle, Éditions d’En Bas, Lausanne,2011, pp. 225-236 (aquí p. 228). <<
[40] Ucelay-Da Cal, Enric, «Buscando ellevantamiento plebiscitario:insurreccionalismo y elecciones», Ayer,20, 1995, pp. 49-80 (aquí p. 54);González Calleja, «La cultura de guerracomo propuesta historiográfica: unareflexión general desde elcontemporaneísmo español», HistoriaSocial, 61, 2008, pp. 69-87 (p. 76);Juliá, Santos, Vida y tiempo de ManuelAz a ñ a 1880-1940, Madrid, Taurus,2008, p. 363. <<
[41] Rey, «Reflexiones», p. 43; VillaGarcía, Roberto, «The Failure ofElectoral Modernization: The Electionsof May 1936 in Granada», Journal ofContemporary History, 44, 3 (2009),pp. 401-429 (aquí p. 401); Macarro, op.cit., p. 428; Rey, Paisanos en lucha, p.511. Para el «anticlericalismo radical»,véase ibídem, pp. 511-520 y en generalÁlvarez Tardío, Anticlericalismo ylibertad de conciencia. Política yreligión en la Segunda RepúblicaE s p a ñ o l a (1931-1936), Madrid,C. E .P. C., 2002. <<
[42] Ranzato, «El peso de la violencia»,pp. 162 y ss., y Rey, Paisanos en lucha,p. 542. Lo anterior, en id.,«Introducción», p. 40, en el librofundamental para al argumento de laextensión de la intransigencia política ylas culturas violentas (Palabras comopuños) y Álvarez Tardío, Manuel, yVilla García, Roberto, El precio de laexclusión. La política durante laSegunda República, Madrid, Encuentro,2010 (cita en p. 13). En este, como enlos otros argumentos, hay poco nuevobajo el sol, pues ya se esgrimíanentonces: Mendizábal, Alfredo, Aux
origines d’une tragédie. La politiqueespagnole de 1923 à 1936, París,Desclée de Brouwer, 1937, pp. 240-242y 249-259. <<
[43] Cruz, En el nombre, pp. 191 y ss. <<
[44] Ranzato, «El peso de la violencia»(citas en pp. 160 y 181); id., La grandepaura del 1936 (cita p. 168) y «De laRépublique espagnole». Lo anterior, enMacarro, Socialismo, República, p. 468y Rey, «Introducción», p. 41, quientambién se refiere al «peso de laviolencia» en el camino a la guerra en«Reflexiones», pp. 28-29. Sin lasmismas implicaciones, tambiénGonzález Calleja se refería a una«reedición de la grande peur del“trienio bolchevique”» en «La dialécticade las pistolas», p. 137. <<
[45] Rey, «Reflexiones», pp. 29 y 84-85.Véase también id. , Paisanos, pp. 560-561. Lo anterior, en Payne, Elcolapso, p. 456, y González Calleja,«Experiencia en combate. Continuidad ycambios en la violencia represiva(1931-1939)», Ayer, 76, 2009, pp. 37-64 (cita en p. 64). También Ledesma,«Qué violencia para qué retaguardia o laRepública en guerra de 1936», Ayer, 76,2009, pp. 83-114 (aquí pp. 88 y ss). <<
[46] Traverso, Enzo, A sangre y fuego.De la guerra civil europea (1914-1945), Valencia, P. U. V., 2009, p. 11 yCasanova, Julián, Europa contraEuropa, 1914-1945, Barcelona, Crítica,2011. El carácter heterogéneo de laviolencia, en González Calleja, «Ladialéctica de las pistolas». <<
[47] Véase Preston, Paul, El holocaustoespañol. Odio y exterminio en laGuerra Civil y después, Barcelona,Debate, 2011, pp. 27-190, v. gr . p. 183;también Diez, Xavier, Venjança declasse. Causes profundes de laviolència revolucionària a Catalunyael 1936, Barcelona, Virus, 2010. <<
[48] Citas en Preston, El holocaustoespañol, pp. 177, 179, 184 y 188, y lode «teóricos del exterminio» en pp. 71-92. <<
[49] Preston, El holocausto español,citas en pp. 168 y 183, y Cruz, En elnombre, pp. 191-193. Lo de Tito Livio,en Camps, Victoria, El gobierno de lasemociones, Barcelona, Herder, 2011, p.173. <<
[50] Esto último, en Lazarus, Richard S.,y Lazarus, Bernice N., Pasión y razón.La comprensión de nuestras emociones,Barcelona, Paidós, 2000, pp. 69-70 yCamps, El gobierno de las emociones,p. 28. El entrecomillado anterior, enElster, Jon, Sobre las pasiones.Emoción, adicción y conducta humana,Barcelona, Paidós, 2001, p. 98. Véasetambién Goodwin, Jeff, Jasper, James, yPolleta, Francesca (eds.), PassionatePolitics: Emotions and SocialMovements, Chicago, The University ofChicago Press, 2001, en particular lascontribuciones de los editores («Why
Emotions Matter», pp. 1-24) y Calhoun,Craig («Putting Emotions in theirPlace», pp. 45-57). <<
[51] Lo de los mass media deentreguerras, en Bourke, Joanna, Fear. ACultural History, Londres, Virago,2005, pp. 167-192, y el concepto depánico moral, en Ealham, Chris, Lalucha por Barcelona. Clase, cultura yc o n f l i c t o , 1898-1937, Alianza,Barcelona, 2005, pp. 45-53 y 236-256.Véase también García, Hugo, «Historiade un mito político: el peligrocomunista en el discurso de lasderechas españolas (1918-1936)»,Historia Social, 51, 2005, pp. 3-20 yCruz, «¡Luzbel vuelve al mundo! Lasimágenes de la Rusia Soviética y la
acción colectiva en España», en Cruz,Rafael, y Pérez Ledesma, Manuel (eds.),Cultura y movilización en la EspañaContemporánea, Madrid, Alianza,1997, pp. 273-304. Bernanos, en su Losgrandes cementerios bajo la luna,Barcelona, Lumen, 2009, p. 114. <<
[52] Para un autor, el rescate de loscomunales, que se estaba tramitando acomienzos de julio y la oligarquíaagraria «no estaba dispuesta asoportar», no fue ajeno al estallido de larebelión ese mismo mes, y tampocosería casual que uno de los primerosresultados del triunfo de la rebeliónfuera la «restauración del viejo ordenagrario»: Riesco, «La aceleración», p.95, y La reforma agraria y losorígenes, pp. 285 y ss. Véase Malefakis,Reforma agraria, pp. 442 y ss. yAróstegui, Julio, Por qué el 18 dejulio… y después, Barcelona, Flor del
Viento, 2006, pp. 244-245, para quien laconspiración antirrepublicana«prácticamente nada tuvo que ver con elproblema de la violencia». Las dosestrategias, en Cruz, En el nombre, p.190. <<
[53] Casanova, Julián, República yguerra civil, Barcelona/Madrid,Crítica/Marcial Pons, 2007, p. 164. <<
[54] González Calleja, «Experiencia encombate», p. 64. Fechar la cesura entrepaz y guerra el día 16 de julio (no el 17ni el 18), en Viñas, La conspiración. <<
[55] Véanse en el anexo de este libro lasInstrucciones de Mola. <<
[56] Kalyvas, Stathis, La lógica de laviolencia en la guerra civil, Madrid,Akal, 2010 [2006], pp. 41-43 y passim;Tucídides, Historia de la Guerra delPeloponeso, Madrid, Alianza, 2008, pp.311-312 y 314 (libro III, § 82 y 83). Lode la pena capital, en Oliver, Pedro, Lapena de muerte en España, Madrid,Síntesis, 2008, pp. 125-126; y lo delremedio y el mal, en Mendizábal, op.cit., p. 264. <<