Liahona Noviembre 2006

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LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS • NOVIEMBRE DE 2006 Discursos de la Conferencia General Discursos de la Conferencia General

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Revista Liahona de La Iglesia de JESUCRISTO de los Santos de los Ultimos Dias

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L A I G L E S I A D E J E S U C R I S T O D E L O S S A N T O S D E L O S Ú L T I M O S D Í A S • N O V I E M B R E D E 2 0 0 6

Discursos de la ConferenciaGeneral

Discursos de la ConferenciaGeneral

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José Smith, por Grant Romney Clawson, en base a la obra de William Rogers, quien se cree que fue el artista original.

El presidente John Taylor (1808–1887) escribió sobre el profeta José Smith: “José Smith, el Profeta y

Vidente del Señor, ha hecho más por la salvación del hombre en este mundo, que cualquier otro que ha vivido en él,

exceptuando sólo a Jesús... Vivió grande y murió grande a los ojos de Dios y de su pueblo” (D. y C. 135:3).

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2 Informe de la Conferencia GeneralSemestral número 176

SESIÓN DEL SÁBADO POR LA MAÑANA

4 Testificamos al mundoPresidente Gordon B. Hinckley

6 Él sana a los que están cargadosÉlder Dallin H. Oaks

9 El templo tiene que ver con lasfamiliasÉlder Richard H. Winkel

11 La primera generaciónÉlder Paul B. Pieper

13 La fe, el servicio y la constanciaÉlder David S. Baxter

15 El poder de la pacienciaÉlder Robert C. Oaks

17 ¡Oh, sed prudentes!Élder M. Russell Ballard

20 El discipuladoPresidente James E. Faust

SESIÓN DEL SÁBADO POR LA TARDE

23 El sostenimiento de los oficiales de la IglesiaPresidente Thomas S. Monson

24 Las Santas Escrituras: El poder de Dios para nuestra salvaciónÉlder Robert D. Hales

28 El domingo llegaráÉlder Joseph B. Wirthlin

31 ¡Miren hacia la eternidad!Elaine S. Dalton

33 La Expiación puede purificarnos,reivindicarnos y santificarnosÉlder Shayne M. Bowen

35 La ley del diezmoÉlder Daniel L. Johnson

37 El poder de un testimonio personalÉlder Dieter F. Uchtdorf

40 La Expiación puede asegurar tu pazy tu felicidadÉlder Richard G. Scott

SESIÓN DEL SACERDOCIO

43 El quórum del sacerdocioÉlder Henry B. Eyring

46 “Seamos hombres”Élder D. Todd Christofferson

49 El gran plan de felicidadÉlder Marcus B. Nash

51 ¡Él confía en nosotros!Élder Stanley G. Ellis

53 Nutrientes espiritualesPresidente James E. Faust

56 Fieles a nuestra responsabilidad del sacerdocioPresidente Thomas S. Monson

59 “¡Levantaos, hombres de Dios!”Presidente Gordon B. Hinckley

SESIÓN DEL DOMINGO POR LA MAÑANA

62 Qué firmes cimientosPresidente Thomas S. Monson

69 El plan de salvaciónÉlder L. Tom Perry

72 Tres toallas y un periódico de 25centavosObispo Richard C. Edgley

74 “Mirad a vuestros pequeñitos”Margaret S. Lifferth

76 “El grande y maravilloso amor”Élder Anthony D. Perkins

79 El recogimiento del Israel dispersoÉlder Russell M. Nelson

82 La fe que mueve montañasPresidente Gordon B. Hinckley

SESIÓN DEL DOMINGO POR LA TARDE

85 Una defensa y un refugioPresidente Boyd K. Packer

89 “Y no hay para ellos tropiezo”Élder David A. Bednar

92 El ser receptivos al EspírituA. Roger Merrill

94 El acercarnos más a ÉlÉlder Craig A. Cardon

97 Cómo llegar a serinstrumentos en las manos de DiosÉlder Don R. Clarke

99 Que te conozcan a TiÉlder Keith R. Edwards

102 Por tanto, proponedesto en vuestroscorazonesÉlder Larry W.Gibbons

104 “De nuevo llegaron profetas a la tierra”Élder Jeffrey R. Holland

107 Comentarios finalesPresidente Gordon B. Hinckley

REUNIÓN GENERAL DE LA SOCIEDAD DESOCORRO

108 Envueltas para siempre en Su amorBonnie D. Parkin

111 Cómo recordar el amor del SeñorKathleen H. Hughes

113 “Dirigir la mirada hacia Cristo y acudir y venir a Él”Anne C. Pingree

115 “Entre los brazos de su amor”Presidente Gordon B. Hinckley

64 Autoridades Generales de La Iglesiade Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días

119 Enseñanzas para nuestra época

120 Se dirigen a nosotros: Hagamos dela conferencia parte de nuestra vida

122 Guías de fuentes de consulta para elSacerdocio Aarónico y las MujeresJóvenes

125 Presidencias Generales de lasOrganizaciones Auxiliares

126 Noticias de la Iglesia

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SÁBADO POR LA MAÑANA, 30 DE SEPTIEMBRE DE 2006, SESIÓN GENERALPresidió: Presidente Gordon B. Hinckley.Dirigió: Presidente Thomas S. Monson.Primera oración: Élder Merrill J. Bateman.Última oración: Élder Richard J. Maynes.Música por el Coro del Tabernáculo; CraigJessop y Mack Wilberg, directores; RichardElliott y John Longhurst, organistas:“Levántate, oh Dios, y brilla”, Hymns, Nº265; “Pedimos hoy por ti”, Himnos, Nº 12,arreglo de Wilberg, inédito; “Quienes nosbrindan su amor”, Himnos, Nº 188, arreglode Cundick, publicado por Jackman; “OhDios de Israel”, Himnos, Nº 5; “Cuando hayamor”, Himnos, Nº 194, arreglo de Wilberg,inédito; “Israel, Jesús os llama” Himnos,Nº 6, arreglo de Wilberg, inédito.

SÁBADO POR LA TARDE, 30 DE SEPTIEMBREDE 2006, SESIÓN GENERALPresidió: Presidente Gordon B. Hinckley.Dirigió: Presidente Thomas S. Monson.Primera oración: Élder Dale E. Miller. Últimaoración: Élder Gene R. Cook. Música por uncoro combinado del Centro de CapacitaciónMisional de Provo; Douglas Brenchley, direc-tor; Linda Margetts, organista: “Fe en cadapaso”, Dayley, arreglo de Nally, inédito; “Tanhumilde al nacer”, Himnos, Nº 120, arreglode Kasen, publicado por Jackman; “Banderade Sión”, Himnos, Nº 4; “La luz de la verdad”,Himnos, Nº 171, arreglo de Duffin, inédito.

SÁBADO POR LA TARDE, 30 DE SEPTIEMBREDE 2006, SESIÓN DEL SACERDOCIOPresidió: Presidente Gordon B. Hinckley.Dirigió: Presidente Thomas S. Monson.Primera oración: Élder Clate W. Mask Jr.

Última oración: Élder W. Craig Zwick. Músicapor un coro del Sacerdocio de Melquisedecde Brigham City, Utah; N. GeoffreyAnderson, director; Clay Christiansen, orga-nista: “Un ángel del Señor”, Himnos, Nº 9;“Jehová, sé nuestro guía”, Himnos, Nº 39,arreglo de Wilberg, inédito; “A Cristo ReyJesús”, Himnos, Nº 30; “Divina Luz”,Himnos, Nº 48, arreglo de Wilberg, inédito.

DOMINGO POR LA MAÑANA, 1 DE OCTUBRE DE 2006, SESIÓN GENERALPresidió: Presidente Gordon B. Hinckley.Dirigió: Presidente Gordon B. Hinckley.Primera oración: Élder Carl B. Pratt. Últimaoración: Élder W. Douglas Shumway. Músicapor el Coro del Tabernáculo; Craig Jessop y Mack Wilberg, directores; John Longhurst,organista: “Qué firmes cimientos”, Himnos,Nº 40; “La oración del alma es”, Himnos,Nº 79; “Mi Padre Celestial me ama”,Canciones para los niños, pág. 16; “Ya re-gocijemos”, Himnos, Nº 3; “Preciosa es Tumorada”, Brahms, editado por Jessop;“Elevemos nuestros himnos”, Himnos, Nº46, arreglo de Wilberg, inédito.

DOMINGO POR LA TARDE, 1 DE OCTUBREDE 2006, SESIÓN GENERALPresidió: Presidente Gordon B. Hinckley.Dirigió: Presidente Thomas S. Monson.Primera oración: Élder Jay E. Jensen. Últimaoración: Élder Donald L. Staheli. Música porel Coro del Tabernáculo; Craig Jessop yMack Wilberg, directores; Bonnie Goodliffey Linda Margetts, organistas: “Vi volar a unángel fuerte”, Hymns, Nº 15, arreglo deWilberg, inédito; “Tan sólo con pensar en ti”,Himnos, Nº 76, arreglo de Wilberg, inédito;

“Hijos del Señor, venid”, Himnos, Nº 26; “Te damos, Señor, nuestra gracias”, Himnos,Nº 10, arreglo de Wilberg, inédito.

SÁBADO POR LA TARDE, 23 DE SEPTIEMBREDE 2006, REUNIÓN GENERAL DE LA SOCIEDAD DE SOCORROPresidió: Presidente Gordon B. Hinckley.Dirigió: Bonnie D. Parkin. Primera oración:Julie Hales. Última oración: Denise I. Hales.Música por un coro de la Sociedad deSocorro de las estacas de Salt Lake City,Utah; Elizabeth Ballantyne, director; BonnieGoodliffe, organista: “Alabemos al Señor”,Hymns, Nº 70, arreglo de Wilberg, inédito;“Cuando siento Su amor”, Perry, publicadopor Prime Recordings (solo: MelindaLockwood); “Bello Salvador”, Children’sSongbook, pág. 62, arreglo de Wilberg, iné-dito (flauta: Jeannine Goeckeritz; trompeta:Bonnie Schroeder); “Oh Jesús Santo”,Willcocks, publicado por Sacred Music Press(Arpa: Tamara Oswald).

LAS GRABACIONES DE LA CONFERENCIA A DISPOSICIÓN DEL PÚBLICOEn los centros de distribución se puedenconseguir las grabaciones de las sesiones dela conferencia por lo general menos de dosmeses después de la conferencia.

DISCURSOS DE LA CONFERENCIA ENINTERNETPara tener acceso a los discursos de la con-ferencia en varios idiomas, por medio deInternet, vaya al sitio www.lds.org. Haga clicen “Gospel Library” y después en “GeneralConference”. Luego escoja el idioma quedesee.

MENSAJES DE LA ORIENTACIÓN FAMILIAR Y DE LAS MAESTRAS VISITANTESPara los mensajes de la orientación familiar yde las maestras visitantes, sírvase seleccionaruno de los discursos que mejor satisfaga lasnecesidades de las personas a las que visite.

EN LA CUBIERTACristo con un niño, por Carl Heinrich Bloch.

FOTOGRAFÍAS DE LA CONFERENCIALas escenas de la conferencia general, quese efectuó en Salt Lake City, las tomaronCraig Dimond, Welden C. Andersen, JohnLuke, Matthew Reier, Christina Smith, LesNilsson, Scott Davis, Amber Clawson, RodBoam, Emily Leishman, Geoffrey McAllistery Dustin Fife; en Bahamas, Bookie Joseph;en Brasil, Laureni Fochetto; en Camboya,Trevor Wright; en México, Cristian Barragáne Israel Gutiérrez; en Filipinas, Danny Soletay L. Carvel Whiting; en Rusia, VladimirEgorov; en Escocia, Mark Finch Hedengreny en Tonga, Mele Nau.

Resumen de la Conferencia GeneralSemestral número 176

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LOS DISCURSANTES PORORDEN ALFABÉTICOBallard, M. Russell, 17Baxter, David S., 13Bednar, David A., 89Bowen, Shayne M., 33Cardon, Craig A., 94Christofferson, D. Todd, 46Clarke, Don R., 97Dalton, Elaine S., 31Edgley, Richard C., 72Edwards, Keith R., 99Ellis, Stanley G., 51Eyring, Henry B., 43Faust, James E., 20, 53Gibbons, Larry W., 102Hales, Robert D., 24Hinckley, Gordon B., 4, 59,

82, 107, 115Holland, Jeffrey R., 104Hughes, Kathleen H., 111Johnson, Daniel L., 35Lifferth, Margaret S., 74Merrill, A. Roger, 92Monson, Thomas S., 23,

56, 62Nash, Marcus B., 49Nelson, Russell M., 79Oaks, Dallin H., 6Oaks, Robert C., 15Packer, Boyd K., 85Parkin, Bonnie D., 108Perkins, Anthony D., 76Perry, L. Tom, 69Pieper, Paul B., 11Pingree, Anne C., 113Scott, Richard G., 40Uchtdorf, Dieter F., 37Winkel, Richard H., 9Wirthlin, Joseph B., 28

ÍNDICE DE TEMASAdversidad, 6, 13, 85, 99Albedrío, 89Amor, 9, 74, 108, 115Apostasía, 79Aprendizaje, 92Arrepentimiento, 31, 33, 40,

49, 113Atracción hacia personas del

mismo sexo, 6Autosuficiencia, 115Bendiciones, 35Caridad, 15, 97, 113Compasión, 108Conferencia general, 104,

107Confianza, 56Constancia, 13Convenios, 51, 79Deber, 56Diezmos, 35Dignidad, 31, 51, 53, 56, 59Discipulado, 20Ejemplo, 11Escrituras, 24, 53, 62, 92, 111Esperanza, 28, 76Espíritu Santo, 37, 92, 97, 111Espiritualidad, 53Expiación, 6, 33, 40, 99Familia, 9, 85Fe, 13, 35, 53, 62, 82, 115Felicidad, 40, 49Hermandad entre

mujeres, 108Hombría, 46Honradez, 72Instrucción, 59, 115Integridad, 46, 72Jesucristo, 6, 15, 24, 28, 46,

69, 76, 113Libro de Mormón, 24

Llamamientos, 17Mandamientos, 102Moralidad, 102Muerte, 28Naturaleza divina, 76Niños, 74Normas, 85, 102Obediencia, 11, 20, 40, 97Obra misional, 4, 69Ofensa, 89Oración, 62, 82Ordenanzas, 11, 94Paciencia, 15, 89Paz, 40, 107, 111Perdón, 33, 76, 89Pioneros, 82Plan de salvación, 49, 69Pornografía, 6, 59Profetas, 104Progreso de la Iglesia, 4Protección, 74Prudencia, 17Pureza, 31Recogimiento de Israel, 79Rectitud, 94Responsabilidad, 46Restauración, 79Resurrección, 28Sacerdocio, 43, 51, 53, 56,

59, 94Sacrificio, 20, 82Sanar, 6Servicio, 13, 17, 43, 53,

56, 62Sociedad de Socorro, 115Soportar, 99Templos, 4, 9, 31Tentación, 49Testimonio, 37, 62, 104Unidad, 43Valía individual, 76

LIAHONA, noviembre de 2007Vol. 30, Número 11 26991-002Publicación oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santosde los Últimos Días, en el idioma español.La Primera Presidencia: Gordon B. Hinckley, Thomas S. Monson, James E. FaustEl Quórum de los Doce Apóstoles: Boyd K. Packer, L. Tom Perry, Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard, Joseph B. Wirthlin, Richard G. Scott, Robert D. Hales, Jeffrey R. Holland, Henry B. Eyring, Dieter F. Uchtdorf, David A. BednarEditor: Jay E. JensenAsesores: Gary J. Coleman, Yoshihiko Kikuchi, Gerald N.Lund, W. Douglas ShumwayDirector administrativo: David L. FrischknechtDirector editorial: Victor D. CaveEditor principal: Larry HillerDirector de artes gráficas: Allan R. LoyborgEditor administrativo: R. Val JohnsonEditora administrativa auxiliar: Jenifer L. GreenwoodEditores adjuntos: Ryan Carr, Adam C. OlsonEditora auxiliar: Susan BarrettPersonal de redacción: Christy Banz, Linda Stahle Cooper,David A. Edwards, LaRene Porter Gaunt, Carrie Kasten,Melvin Leavitt, Melissa Merrill, Michael R. Morris, Sally J.Odekirk, Judith M. Paller, Vivian Paulsen, Jennifer Rose, Don L. Searle, Richard M. Romney, Janet Thomas, PaulVanDenBerghe, Julie Wardell, Kimberly WebbSecretaria principal: Monica L. DickinsonGerente de mercadotecnia: Larry HillerDirector administrativo de arte: M. M. KawasakiDirector de arte: Scott Van KampenGerente de producción: Jane Ann PetersPersonal de diseño y de producción: Cali R. Arroyo,Collette Nebeker Aune, Brittany Jones Beahm, Howard G. Brown, Julie Burdett, Thomas S. Child, Reginald J. Christensen, Kathleen Howard, Denise Kirby,Randall J. PixtonDirector de impresión: Craig K. SedgwickDirector de distribución: Randy J. BensonCoordinación de Liahona: Enrique Resek, Diana R. TuckerPara saber el costo de la revista y cómo suscribirse a ella fue-ra de Estados Unidos y Canadá, póngase en contacto con elCentro de Distribución local o con el líder del barrio o de larama.Los manuscritos y las preguntas deben enviarse a Liahona,Room 2420, 50 East North Temple Street, Salt Lake City, UT 84150-3220, USA; o por correo electrónico a: [email protected] (un término del Libro de Mormón que significa “brú-jula” o “director”) se publica en albanés, alemán, armenio,búlgaro, camboyano, cebuano, coreano, croata, checo, chi-no, danés, esloveno, español, estonio, fidji, finlandés, francés,griego, haitiano, hindi, holandés, húngaro, indonesio, inglés,islandés, italiano, japonés, kiribati, latvio, lituano, malgache,marshallés, mongol, noruego, polaco, portugués, rumano,ruso, samoano, sinalés, sueco, tagalo, tailandés, tahitiano,tamil, telugu, tongano, ucraniano, urdu, y vietnamita. (La fre-cuencia de las publicaciones varía de acuerdo con el idioma.)© 2006 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. Impreso en los Estados Unidos de América.El material de texto y visual de la revista Liahona se puedecopiar para utilizarse en la Iglesia o en el hogar, siempre queno sea con fines de lucro. El material visual no se puedecopiar si aparecen restricciones en la línea de crédito delmismo. Las preguntas que tengan que ver con este asunto sedeben dirigir a Intellectual Property Office, 50 East NorthTemple Street, Salt Lake City, UT 84150, USA; correo electrónico: [email protected] aparece en Internet en varios idiomas en el sitiowww.lds.org. Si lo desea, pulse “Gospel Library”, luego“PDF”. Ahora haga clic en la cubierta que está debajo deLiahona “International” y después pulse “Select a language”.Para los lectores de México: Certificado de Licitud de título número 6988 y Licitud de contenido número 5199, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y revistas ilustradas el 15 de septiembre de 1993. “Liahona”© es nombre registrado en la Dirección de Derechos deAutor con el número 252093. Publicación registrada en laDirección General de Correos número 100. Registro delS.P.M. 0340294 características 218141210.For readers in the United States and Canada:November 2006 Vol. 30 No. 11. LIAHONA (USPS 311-480)Spanish (ISSN 0885-3169) is published monthly by TheChurch of Jesus Christ of Latter-day Saints, 50 East NorthTemple, Salt Lake City, UT 84150. USA subscription price is $10.00 per year; Canada, $12.00 plus applicable taxes.Periodicals Postage Paid at Salt Lake City, Utah. Sixty days’notice required for change of address. Include address labelfrom a recent issue; old and new address must be included.Send USA and Canadian subscriptions to Salt LakeDistribution Center at the address below. Subscription help line: 1-800-537-5971. Credit card orders (Visa,MasterCard, American Express) may be taken by phone.(Canada Poste Information: Publication Agreement#40017431)POSTMASTER: Send address changes to Salt LakeDistribution Center, Church Magazines, PO Box 26368, Salt Lake City, UT 84126-0368

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Mis hermanos y hermanas, alreunirnos en otra conferenciageneral, me agrada informar

que el progreso de la Iglesia continúatanto en fortaleza como en influencia.Hace unos 24 años, en 1982, anotéesto en mi diario: “Para la conferenciageneral de octubre habrá en funciónmás de 300 enlaces de comunicaciónde nuestro servicio de vía satélite. Esosignifica que tendremos más de 300centros de estaca, donde nuestra gen-te pueda reunirse a lo largo de la na-ción y participar de la conferencia”.

Se me ha informado que ahora hay6.066 ubicaciones con recepción deseñal de satélite de la Iglesia en 83 pa-íses. Cuán agradecido estoy de que,junto con el aumento en números,

también exista un aumento en la ca-pacidad de llegar a los Santos de losÚltimos Días en el mundo y comuni-carnos con ellos.

Ahora bien, desearíamos tener másbautismos en Estados Unidos yCanadá, pero lo mismo se puede de-cir de cualquier otro lugar del mundo;no obstante, la mies es mucha, conmiembros en unas 160 naciones.Donde no hace mucho había muy po-cos Santos de los Últimos Días, hoyen día existen barrios y estacas fuertescon un liderazgo de hombres y muje-res fieles y capaces.

Aunque haya limitaciones en nues-tra habilidad para viajar donde sea po-sible, eso se compensa con lacapacidad de la Primera Presidencia,de los miembros de los Doce y de losSetenta de dirigir la palabra vía satélitea un gran número de estacas en elmundo.

Las circunstancias cambian, peronuestro mensaje no cambia; damostestimonio al mundo de que los cielosse han abierto, que Dios, nuestroPadre Eterno y Su Hijo, el Señor resu-citado, han aparecido y han hablado.Damos nuestro solemne testimoniode que se ha restaurado el sacerdociocon las llaves y la autoridad de lasbendiciones eternas.

Hace poco dedicamos el nuevoTemplo de Sacramento, California, el7º de ese estado y el templo número

123 en el mundo. También, hemosefectuado la palada inicial para otrotemplo en la zona de Salt Lake.

Nos deleita anunciar que la renovación del Tabernáculo de SaltLake avanza según lo previsto y queen la próxima primavera el coro delTabernáculo reanudará sus trasmisio-nes semanales en ese excepcional

Testificamosal mundoP R E S I D E N T E G O R D O N B . H I N C K L E Y

El Señor bendice generosamente a Su Iglesia, y nuestrodeber es hacer todo lo que podamos para que ésta sigaadelante.

SESIÓN DEL SÁBADO POR LA MAÑANA3 0 d e s e p t i e m b r e d e 2 0 0 6

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y maravilloso edificio.La Iglesia está llevando a cabo un

gran proyecto de reforma con el in-terés de proteger los entornos de laManzana del Templo. Aunque el cos-to será grande, éste no se emplearáde los gastos de los fondos de losdiezmos.

Sin embargo, la fidelidad de

nuestra gente continúa demostrándo-se en el pago de diezmos y de ofren-das de ayuno.

En general, sólo puedo informarque el Señor bendice generosamentea Su Iglesia, y que nuestro deber eshacer todo lo que podamos para queésta siga adelante.

Ahora, hermanos y hermanas,

después de que cante el coro, escu-charemos las palabras de nuestroshermanos y hermanas y al continuarcon esta maravillosa conferencia, rue-go que el Espíritu del Señor dirijatodo lo que se haga y se diga, y quenuestro corazón y nuestra mente sellenen hasta rebosar, en el nombre de Jesucristo. Amén. ■

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El Salvador dijo: “Venid a mí to-dos los que estáis trabajados ycargados, y yo os haré descan-

sar” (Mateo 11:28).Muchas personas llevan cargas pe-

sadas. Algunas han perdido a un serquerido o deben cuidar de un disca-pacitado; algunas han sufrido un di-vorcio; otras ansían un matrimonioeterno; algunas se encuentran atrapa-das en las garras de las sustancias oprácticas adictivas como el alcohol, eltabaco, las drogas o la pornografía;otras tienen severas discapacidades fí-sicas o mentales. Algunas se enfrentana la atracción hacia personas del mis-mo sexo; otras experimentan terriblessentimientos de depresión o inepti-tud. De una manera u otra, muchosllevan pesadas cargas.

Nuestro Salvador nos extiende atodos esta amorosa invitación:

“Venid a mí todos los que estáistrabajados y cargados, y yo os harédescansar.

“Llevad mi yugo sobre vosotros, yaprended de mí, que soy manso y hu-milde de corazón; y hallaréis descan-so para vuestras almas;

“porque mi yugo es fácil, y ligerami carga” (Mateo 11:28–30).

Las Escrituras contienen innumera-bles relatos donde el Salvador sanó alos que llevaban cargas pesadas; Élhizo que el ciego viera, que el sordooyera; que el paralítico, el atrofiado oel mutilado fuesen restablecidos; quelos leprosos fuesen limpiados y quelos espíritus inmundos fuesen echa-dos. Con frecuencia leemos que lapersona a la que se curó de esas do-lencias físicas era “sanada” (véanse,Mateo 14:36, 15:28; Marcos 6:56;10:52; Lucas 17:19; Juan 5:9).

Jesús sanó a muchas personas deenfermedades físicas, pero no negó lacuración a aquellos que buscaban ser“sanados” de otros padecimientos.Mateo escribe que Cristo sanaba todaenfermedad y toda dolencia entre losdel pueblo (véase Mateo 4:23; 9:35).Las multitudes lo seguían y Él “sanabaa todos” (Mateo 12:15). Esas curacio-nes ciertamente incluían a aquelloscuyas enfermedades eran emociona-les, mentales o espirituales. Él los sa-naba a todos.

En uno de sus primeros sermonesen la sinagoga, Jesús leyó en voz altade esta profecía de Isaías: “…Porcuanto me ha ungido para dar buenas

nuevas a los pobres; me ha enviado asanar a los quebrantados de corazón;a pregonar libertad a los cautivos, yvista a los ciegos; a poner en libertada los oprimidos…” (Lucas 4:18). Aldeclarar que había venido a cumpliresa profecía, Jesús afirmó, específica-mente, que curaría a los que tuviesendolencias físicas y que también libera-ría a los cautivos y a los oprimidos, yque sanaría a los desconsolados.

El Evangelio según Lucas contienemuchos ejemplos de ese ministerio.Relata la ocasión en que “se reuníamucha gente para oírle, y para que lessanase de sus enfermedades” (Lucas5:15). En otras oportunidades, indicaque Jesús “sanó a muchos de enfer-medades” (Lucas 7:21) y que “sanabaa los que necesitaban ser curados”(Lucas 9:11). También describe cómouna gran multitud de personas deJudea, de Jerusalén y de la costa deSidón vino a un lugar llano “para oírley para ser sanados” (Lucas 6:17).

Cuando el Salvador se apareció alos justos en el Nuevo Mundo, pidióque se le acercaran los cojos, los cie-gos o los que tuviesen otras dolenciasfísicas. Extendió la misma invitación alos que “[estuvieran] afligidos de ma-nera alguna” (3 Nefi 17:7). “Traedlosaquí y yo los sanaré”, dijo (versículo 7).El Libro de Mormón relata cómo lamultitud se acercó con “todos los quepadecían cualquier aflicción” (versículo9). En ese grupo debió haber personascon todas las variedades de afliccionesfísicas, emocionales o mentales y en laEscritura se testifica que Jesús “los sa-naba a todos” (versículo 9).

El Salvador nos enseña que en elmundo tendremos tribulación, peroque debemos confiar, ya que Él ha“vencido al mundo” (Juan 16:33). Suexpiación es lo suficientemente pode-rosa no sólo para abarcar y pagar elprecio del pecado, sino también parasanar toda aflicción terrenal. En elLibro de Mormón se enseña que:“…él saldrá, sufriendo dolores, aflic-ciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabraque dice: Tomará sobre sí los doloresy las enfermedades de su pueblo”

Él sana a los queestán cargadosÉ L D E R D A L L I N H . O A K SDel Quórum de los Doce Apóstoles

El poder sanador del Señor Jesucristo… está a nuestroalcance para toda aflicción de la vida terrenal.

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(Alma 7:11; véase también 2 Nefi9:21).

Él conoce nuestras angustias y estáallí para ayudarnos. Al igual que elbuen samaritano de Su parábola,cuando nos halla heridos al costadodel camino, Él venda nuestras heridasy cuida de nosotros (véase Lucas10:34). Hermanos y hermanas, el po-der sanador de Su expiación es paraustedes, para nosotros, para todos.

Su poder sanador, que todo loabarca, se invoca en las palabras desúplica de nuestro himno “Paz, cálmense”:

Cristo, con grandes angustias inclino ante Ti mi faz.Dolores mi alma acongojan. Oh mándame tu solaz.Olas de males me cubren, vénceme su furor,y perezco, perezco, oh Cristo. Oh sálvame del dolor.(Himnos, Nº 54).

Podemos ser sanados por mediode la autoridad del Sacerdocio de

Melquisedec. Jesús confirió a SusDoce Apóstoles poder “para sanartoda enfermedad y toda dolencia”(Mateo 10:1; véanse también Marcos3:15; Lucas 9:1–2), y ellos salieron“anunciando el evangelio y sanandopor todas partes” (Lucas 9:6; véansetambién Marcos 6:13; Hechos 5:16).Los Setenta también fueron enviadoscon poder y dirección para sanar a los enfermos (véanse Lucas 10:9;Hechos 8:6–7).

Aunque el Salvador podía sanar atodos los que quisiera sanar, ése no es el caso de los que poseen la autori-dad del sacerdocio. La voluntad deAquél a quien pertenece el sacerdociolimita el ejercicio de tal autoridad porparte de los mortales. Por lo tanto, senos indica que algunas personas a lasque los élderes dan una bendición nosanan debido a que están “señalad[as]para morir” (véase D. y C. 42:48). De manera similar, cuando el apóstolPablo deseó ser sanado del “aguijónen la carne” que lo abofeteaba (2 Corintios 12:7), el Señor rehusócurarlo. Pablo escribió más adelante

que el Señor le explicó: “Bástate migracia; porque mi poder se perfeccio-na en la debilidad” (versículo 9).Pablo respondió obedientemente:“…de buena gana me gloriaré másbien en mis debilidades, para que re-pose sobre mí el poder de Cristo…porque cuando soy débil, entoncessoy fuerte” (versículos 9–10).

Las bendiciones para sanar vienende muchas maneras, cada una adapta-da a nuestras necesidades individua-les, que son conocidas para Él, quienmás nos ama. A veces “la curación”sana nuestras enfermedades o levantanuestras cargas; pero, otras veces senos “sana” al otorgársenos fortaleza,comprensión o paciencia para sopor-tar las cargas que llevamos.

El pueblo de Alma se hallaba bajo el yugo de opresores inicuos.Cuando oraron para ser liberados, elSeñor les dijo que con el tiempo loslibraría, pero, mientras tanto, les ali-viaría las cargas “de manera que nopodréis sentirlas sobre vuestras espal-das, mientras estéis en servidumbre;y esto haré yo para que me seáis

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testigos… que yo, el Señor Dios, visi-to a mi pueblo en sus aflicciones”(Mosíah 24:14). En ese caso, al pue-blo no se le quitaron las cargas, sinoque el Señor los fortaleció “de modoque pudieron soportar sus cargas confacilidad, y se sometieron alegre y pa-cientemente a toda la voluntad delSeñor” (versículo 15).

La misma promesa y el mismoefecto se aplica a ustedes, madres queson viudas o divorciadas, a las perso-nas solteras que se sienten solas, a losque cuidan a otros y se sienten cansa-dos; a los que tienen alguna adicción,y a todos nosotros, cualesquiera seanuestra carga. “Venid a Cristo”, dice elprofeta, “y perfeccionaos en él”(Moroni 10:32).

A veces tal vez nos desesperemosporque nuestras cargas son demasia-do pesadas. Cuando parezca que latormenta ruja en nuestra vida, quizásnos sintamos abandonados y clame-mos como los discípulos durante latempestad: “Maestro, ¿no tienes cui-dado que perecemos?” (Marcos 4:38).En momentos como esos, debemosrecordar Su respuesta: “¿Por qué es-táis así amedrentados? ¿Cómo no te-néis fe?” (versículo 40).

El poder sanador del SeñorJesucristo, ya sea que quite nuestrascargas o nos fortalezca a fin de perse-verar y vivir con ellas como lo hizo elapóstol Pablo, está a nuestro alcancepara toda aflicción de la vida terrenal.

Después de hablar en una confe-rencia general sobre la maldad de lapornografía (véase “La pornografía”,Liahona, mayo de 2005, págs. 87–90),recibí muchas cartas de personas quellevaban la carga de esa adicción.Algunas de esas cartas eran de hom-bres que ya la habían superado. Unode ellos escribió:

“Hay varias lecciones que heaprendido de la experiencia de salirde las tinieblas de un pecado tan adic-tivo que domina de manera tan abso-luta la vida de los que atrapa. (1) Setrata de un problema grave que es in-creíblemente difícil de superar… (2) [La] fuente más importante deapoyo y de fortaleza en el proceso

de arrepentimiento es el Salvador…(3) El estudio diario y profundo de lasEscrituras, la asistencia frecuente altemplo y la participación en la orde-nanza de la Santa Cena de manera se-ria y contemplativa, son todas partesindispensables del proceso de un ver-dadero arrepentimiento. Supongoque esto se debe a que todas esas ac-tividades sirven para aumentar y forta-lecer nuestra relación con el Salvador,nuestra comprensión de Su sacrificioexpiatorio y nuestra fe en Su podercurativo” (Carta del 24 de octubre de 2005).

“Venid a mí”, dijo el Salvador “…yhallaréis descanso para vuestras al-mas” (Mateo 11:28–29). Ese hombre,que llevaba pesadas cargas, se volvióal Salvador, y también lo podemos hacer nosotros.

Una mujer, cuyo matrimonio se vioamenazado por la adicción que su es-poso tenía por la pornografía, descri-bió cómo lo ayudó durante cincodolorosos años hasta que, como elladijo: “Por medio del don de la glorio-sa expiación de nuestro amadoSalvador y de lo que Él me enseñó so-bre el perdón, finalmente [mi esposo]es libre, y yo también”. Como alguien

que no necesitaba ser limpia de peca-do, sino que sólo buscaba la libera-ción del cautiverio de un ser amado,ella escribió este consejo:

“Estén en comunión con elSeñor… ¡Él es su mejor amigo! Él co-noce sus sufrimientos porque ya losha sentido por ustedes. Él está prestoa llevar esa carga. Confíen en Él lo su-ficiente como para poner la carga aSus pies y permitir que la lleve.Entonces la paz de Él reemplazará suangustia, desde las profundidadesmismas de su alma” (Carta del 18 deabril de 2005).

Un hombre le escribió a unaAutoridad General sobre la forma enla que el poder de la Expiación lo ayu-dó con su problema de sentir atrac-ción hacia personas del mismo sexo.Se le había excomulgado por seriastransgresiones que infringían sus con-venios del templo y las responsabili-dades hacia sus hijos, tuvo queescoger entre intentar vivir elEvangelio o seguir en un curso con-trario a sus enseñanzas.

“Sabía que sería difícil”, escribió él,“pero no me imaginaba por lo quetendría que pasar”. En la carta descri-be el vacío, la soledad y el increíbledolor que experimentó en lo profun-do de su alma al tratar de regresar a laIglesia. Oró fervientemente pidiendoperdón, a veces durante horas.Recibió fortaleza a través de la lecturade las Escrituras, de la compañía deun obispo amoroso y de bendicionesdel sacerdocio; pero, lo que finalmen-te marcó la diferencia, fue la ayudadel Salvador. El hombre explicó:

“[Fue] sólo por medio de Él y deSu Expiación… Ahora siento una in-mensa gratitud. A veces mis sufri-mientos han sido casi más de lo quepodía soportar, y aún así, tan peque-ños comparados con lo que Él sufrió.Donde antes había tinieblas en mivida, ahora hay amor y gratitud”.

Agrega: “Algunas personas dicenque es posible cambiar y que la tera-pia es la única respuesta. Saben mu-cho sobre el tema y pueden ayudarmucho a los que luchan con ese pro-blema…, sin embargo, me temo que

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olvidan incluir a nuestro PadreCelestial en el proceso. Si va a suce-der un cambio, sucederá de acuerdocon la voluntad de Dios. También mepreocupa que muchas personas seconcentren en las causas de la atrac-ción hacia personas del mismosexo… No hay necesidad de determi-nar por qué tengo esa debilidad.Desconozco si nací con ella o si hubofactores ambientales que contribuye-ron a ello; el hecho es que tengo esteproblema en mi vida y lo que importaes lo que haga con él de aquí en ade-lante” (Carta del 25 de marzo de2005).

Las personas que escribieron estascartas saben que la expiación deJesucristo y el remedio que brinda ha-cen mucho más que proporcionarnosla oportunidad de arrepentirnos denuestros pecados. La Expiación tam-bién nos da la fortaleza para soportar“dolores, aflicciones y tentaciones detodas clases”, ya que nuestro Salvadortambién tomó sobre sí “los dolores ylas enfermedades de su pueblo”(Alma 7:11). Hermanos y hermanas, sisu fe, sus oraciones y el poder del sa-cerdocio no los sanan de las afliccio-nes, el poder de la Expiación conseguridad les dará la fortaleza para so-brellevar la carga.

“Venid a mí todos los que estáistrabajados y cargados”, dijo elSalvador, “y yo os [daré]… descansopara vuestras almas” (Mateo11:28–29).

Al enfrentarnos con los desafíos dela vida terrenal, ruego por cada unode nosotros, como el profetaMormón oró por su hijo Moroni, que“Cristo [los] anime, y sus padecimien-tos y muerte… y su misericordia ylonganimidad, y la esperanza de sugloria y de la vida eterna, reposen en[su] mente para siempre” (Moroni9:25).

Testifico de Jesucristo, nuestroSalvador, que nos invita a todos venira Él y a ser perfeccionados en Él.Jesús vendará nuestras heridas y sana-rá a los que se hallan con pesadas car-gas. En el nombre de Jesucristo.Amén. ■

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Como acaba de mencionar, elpresidente Gordon B. Hinckleydedicó el templo número 123

de La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días enSacramento, California. Ese hermosotemplo presta servicio a más de80.000 maravillosos y entusiastasmiembros de la Iglesia de Sacramentoy sus alrededores. Lo visitaron más de168.000 personas en el transcurso dela recepción al público a quienes seles dijo que los miembros puedenacercarse más al Salvador Jesucristoen esos magníficos edificios que encualquier otra parte del mundo.Nuestros miembros saben que, me-diante el Señor, pueden sentir la paz yla esperanza que les sustentará a ellosy a sus familias en el mundo atribula-do de hoy.

Al ir al templo, amarán a su familia

con un amor más profundo del quejamás hayan sentido. El templo tieneque ver con las familias. A medidaque mi esposa Karen y yo redobla-mos nuestro servicio en el templo,nuestro amor mutuo y el amor quesentimos por nuestros hijos han au-mentado. Y eso no es todo: ese amorse extiende a nuestros padres, her-manos, hermanas, tíos, tías, primos,nuestros antepasados y, en especial, anuestros nietos. Ése es el espíritu deElías, el espíritu de la obra de historiafamiliar que, inspirado por el EspírituSanto, hace volver el corazón de lospadres hacia los hijos y el corazón delos hijos hacia los padres. Gracias alsacerdocio, el esposo y la esposa sesellan el uno al otro y los hijos se se-llan a sus padres por la eternidad, demodo que la familia es eterna y no seseparará al morir.

Cuando mi esposa y yo éramos jó-venes padres con niños pequeños encasa, los desafiamos a memorizar losArtículos de Fe. El premio, o recom-pensa, por memorizarlos todos erauna velada con papá. Estábamos muycomplacidos porque los tres mayorescumplieron con el desafío. Cuandonuestro hijo de siete años memorizólos trece Artículos de Fe, nos sentamospara elegir una noche y una actividadque pudiésemos realizar juntos. Yo es-taba tan ocupado con el trabajo, loscompromisos sociales y las responsabi-lidades de la Iglesia que no podía fijaruna noche para salir con mi hijo hastados semanas después. Él se sentía

El templo tiene quever con las familiasÉ L D E R R I C H A R D H . W I N K E LDe los Setenta

Al ir al templo, amarán a su familia con un amor másprofundo del que jamás hayan sentido.

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sumamente desilusionado.Sin embargo, averigüé que en

la ciudad donde vivíamos había unabolera, o cancha de bolos, que perma-necía abierta toda la noche. De inme-diato elegimos una fecha y decidimosiniciar la actividad a las cinco de lamañana. El plan era levantarnos a lascuatro, desayunar e irnos.

Cuando llegó el día, sentí que al-guien me tocaba el hombro muy demadrugada y mientras intentaba abrirlos ojos, oí la voz de mi hijo que de-cía: “¿Ya es la hora, papi?”. Miré el des-pertador y ¡sólo eran las dos de lamañana!

“Vete a acostar, hijo”, le dije. “Aúnno es hora”.

Una hora después, pasó lo mismo:

“Papi, papi, ¿ya es hora de irnos?”.Después de decirle por segunda vezque se acostara, resultaba imposibleno percibir su emoción.

Así que nos levantamos a las cuatrode la mañana, comimos algo y nos fui-mos a la bolera. Lo pasamos muybien.

Me gustaría poder decir que tuveactividades frecuentes y memorablescomo ésa con todos mis hijos, perono puedo. Soy uno de esos padresque muchas veces desea retrocederen el tiempo y hacer las cosas de otramanera.

Al igual que ustedes, no quieroperder a ningún hijo; deseo estar con toda mi familia para siempre. Eltemplo nos da a todos la esperanza

de continuar y de mejorar nuestra relación, aun después de esta vida.

Los sellamientos conferidos en el templo prometen, además, otras bendiciones.

El profeta José Smith dijo (y jamásenseñó una doctrina más consolado-ra) que “el sellamiento eterno de pa-dres fieles y las divinas promesas quese les hayan hecho por su valienteservicio en la causa de la verdad lossalvarían no sólo a ellos, sino tambiéna su posteridad. Aunque algunas ove-jas se descarríen, el ojo del Pastor estásobre ellas, y tarde o temprano senti-rán los tentáculos de la DivinaProvidencia extenderse hacia ellas yacercarlas de nuevo al rebaño. Ellosvolverán, ya sea en esta vida o en lavida venidera. Tendrán que pagar sudeuda a la justicia; sufrirán por sus pe-cados y tal vez anden por caminos es-pinosos; pero si esto finalmente losconduce, como al hijo pródigo, al co-razón y al hogar de un padre amorosoque perdona, la dolorosa experienciano habrá sido en vano”1.

¿No es esa declaración una noticiamaravillosa para todas las familias conhijos sellados a ellas?

Examinemos otras bendiciones quenos brinda el templo. La casa del Señores un refugio del mundo. Los miem-bros de Sacramento compartieron losiguiente con los asistentes a la recep-ción al público: “A veces nuestra menteestá tan abrumada con problemas yhay tantas cosas que exigen nuestraatención que no logramos pensar conclaridad. En el templo, el polvo de ladistracción parece asentarse, la nieblay la bruma parecen disiparse y ‘vemos’cosas que antes no veíamos”2.

El salón celestial del templo es,concretamente, un lugar de paz, tran-quilidad y belleza. Es un remanso depaz donde se puede reflexionar, con-templar, orar, meditar y sentir el amorde nuestro Padre Celestial y delSalvador. Al reflexionar y meditar enel templo, nuestros pensamientos secentran de manera natural en nuestrafamilia.

En 2 Samuel 22:7 leemos las palabras de David: “En mi angustia

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invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios,él oyó mi voz desde su templo, y miclamor llegó a sus oídos”. El temploes un lugar de revelación personalque nos bendecirá en nuestras mayordomías.

El presidente Hinckley nos ha di-cho que: “Así como nuestro Redentordio Su vida como sacrificio vicario portodos los hombres, y al hacerlo llegóa ser nuestro Salvador, así tambiénnosotros, en una pequeña medida, alllevar a cabo la obra vicaria en el tem-plo, llegamos a ser salvadores paraaquellos que están en el otro lado,quienes no tienen modo de progresara menos que los que estén en la tierrahagan algo en beneficio de ellos”3.

Éste es un servicio sumamente im-portante ya que nuestros amados her-manos y hermanas que ya partieronde esta vida quedan, literalmente, másvinculados a nosotros.

El templo es un lugar para conoceral Padre y al Hijo, un lugar donde ex-perimentar la presencia divina. El pro-feta José Smith suplicó: “[Les]ruego… que [sigan] adelante… quesigan adelante hacia la perfección yque escudriñen más y más los miste-rios de la Divinidad” 4. ¿Dónde debe-mos escudriñar? En la casa de Dios.

Ruego que nos convirtamos en unpueblo que va al templo y que lo ama.Testifico que el templo tiene que vercon las familias. También testifico quetodo en el templo da testimonio deJesucristo. Allí se siente Su ejemplode amor y servicio. El templo es Susanta casa. Sé que Él es el Hijo deDios, nuestro Salvador y Redentor,nuestro Mediador y nuestro Abogadoante el Padre. Nos ama y quiere quenuestra familia sea feliz y estemos jun-tos para siempre. Él desea que todosseamos activos en Su templo.

En el nombre de Jesucristo,amén. ■

NOTAS1. Doctrina de Salvación, tomo II, págs.

84–85.2. “Ama el Pastor las ovejas”, Liahona, mayo

de 2003, pág. 62.3. Discursos del presidente Gordon B.

Hinckley, tomo II, págs. 322–323.4. Véase Enseñanzas del Profeta José Smith,

pág. 450.

L IAHONA N OV IEMBRE DE 2 0 0 6 11

Hace varios días, mientras con-versábamos sobre los discur-sos durante una comida

familiar, Clarissa, nuestra hija de treceaños, que estaba preparando un dis-curso para la reunión sacramental denuestra rama en Moscú, manifestócierta inquietud. Le aseguré que todoiba a estar bien y le expresé mi propiainquietud diciéndole que por lo me-nos ella no tendría que hablar antemiles de personas en la conferenciageneral. Clarissa, por su parte, metranquilizó y aconsejó diciendo:“Todo saldrá bien, papá. Tú sólo ima-gínate que es una rama grande”.Hermanos y hermanas, en verdad us-tedes son una rama muy grande.

He decidido dirigir mis palabras deesta mañana a los que son la primera

generación de miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos delos Últimos Días, a ustedes que sonlos primeros de su familia en escu-char y abrazar el mensaje de que elEvangelio de Jesucristo ha sido res-taurado en la tierra en nuestros días yque contamos con profetas, videntesy reveladores. Ustedes fueron humil-des, ejercieron la fe, se arrepintieronde todos sus pecados, tomaron sobresí el nombre de Jesucristo a través delbautismo por inmersión y recibieronel Espíritu Santo1. Al ser los primerosde su familia en aceptar el Evangelio,ustedes pasan a ser la primera gene-ración, una generación elegida pormedio de la cual las generaciones pasadas, presentes y futuras seránbendecidas2.

No siempre es fácil pertenecer a laprimera generación de miembros dela Iglesia. Tendrán que caminar pordonde nadie de su familia ha camina-do antes. Las situaciones a su alrede-dor pueden ser difíciles. Quizástengan pocos o ningún amigo o fami-liar que les comprenda y les dé suapoyo. En ocasiones pueden sentirsedesalentados y se preguntarán si todoesto vale la pena. Mi propósito en estamañana es confirmarles que sí.

Aquéllos de ustedes que son la pri-mera generación de miembros ocu-pan un lugar especial e importante enla Iglesia y en sus respectivas familias.¿Sabían ustedes que los miembros

La primerageneraciónÉ L D E R PA U L B . P I E P E RDe los Setenta

Al ser los primeros de su familia en aceptar el Evangelio,ustedes pasan a ser la primera generación, una generaciónelegida por medio de la cual las generaciones pasadas,presentes y futuras serán bendecidas.

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de primera generación suponen másde la mitad de los miembros de laIglesia?3 Tal vez, desde el comienzo de la Iglesia, la primera generación demiembros no haya constituido unporcentaje tan grande del total demiembros de la Iglesia como en la ac-tualidad. Su fe y sus testimonios sonuna gran fortaleza y una bendiciónpara otros miembros. Por medio deustedes, nosotros obtenemos unacomprensión más profunda de losprincipios del Evangelio y nuestrostestimonios se fortalecen.

Ustedes aportan una gran fortalezaa la Iglesia cuando se valen de sus tes-timonios, sus talentos, sus destrezas ysu vitalidad para edificar el reino ensus barrios y ramas. Ustedes son gran-des ejemplos de cómo compartir elEvangelio, de cómo servir una misión,de cómo enviar a sus hijos a la misióny de cómo recibir a los miembrosnuevos. Ustedes tienden la manoamablemente a su prójimo, lo edificany lo bendicen mediante el servicio ins-pirado. Gran parte de lo que se lograactualmente en la Iglesia no podríahacerse sin sus esfuerzos.

Más importante aún, por ser la primera generación de miembros, ustedes ocupan un lugar importante

en su familia; para ellos, ustedes sonejemplos de un verdadero discípulode Jesucristo. Tanto si sus familiaresson miembros de la Iglesia como sino lo son, cuando ustedes vivan elEvangelio en su hogar, ellos sentiránel amor del Salvador gracias a ustedes.Ellos saben que ustedes están embar-cados en algo bueno, aun cuando nolo entiendan o no tengan la fe sufi-ciente para aceptarlo. Sean pacientesy amables; oren cada día para sabercómo servir a su familia y el Señor lesayudará y les bendecirá para que seanuna buena influencia en su familia alser constantemente buenos y rectos.Así establecerán pautas de fidelidad yde rectitud, unas pautas que daránforma a su vida, aunque lo más im-portante es que serán pautas para sufamilia y para su posteridad.

Por ser la primera generación, ustedes también son la llave para de-rramar las bendiciones del Señor so-bre los miembros de su familia quehayan fallecido sin haber recibido elEvangelio ni las ordenanzas de salva-ción. Ustedes tienen la maravillosaoportunidad y el privilegio de comen-zar esa obra a favor de ellos. Sus antepasados están ansiosos de queustedes encuentren sus nombres y

ellos les ayudarán cuando busquenlos registros de ellos. Cuando ya se-pan quiénes son, su vida digna lespermitirá asistir al templo y efectuarlas ordenanzas esenciales por ellos.Dichas ordenanzas les unirán a susantepasados y traerán un gran poderespiritual a la vida de ustedes.

Al ser ustedes la primera genera-ción de miembros, cada decisión quetomen es importante. Las decisionesque aparentan ser pequeñas e insigni-ficantes influirán en las generacionespasadas y futuras, así como en su pro-pia vida. A Chris, un joven que era elprimero de su familia en pertenecer ala Iglesia, se le invitó a beber alcoholen el trabajo el día después de su bau-tismo y allí estaban todos sus amigosbebiendo; había una considerablepresión. Nadie más sabía que se habíabautizado el día anterior y hecho pro-mesas al Señor. Chris tomó la deci-sión de no beber y ellos lo trataronmal. Más tarde, al reflexionar sobreaquel momento, escribió: “Han pasa-do cuarenta años desde que hiceaquellas promesas [bautismales] ypuedo decir con sinceridad que…guardé la Palabra de Sabiduría…Ciertamente, si hubiera aceptado[aquel] trago, jamás habría podidocumplir con la Palabra de Sabiduría”4.

Pero Chris guardó las promesas desu bautismo. Más tarde, conoció a unamiembro fiel de la Iglesia, con la quese casó, y juntos criaron a ocho hijosen el Evangelio. Ahora, en la sexta ge-neración, sus descendientes fieles secuentan por centenares y decenas deellos han prestado servicio misional yhan dado a conocer el Evangelio amuchas personas. Su dedicación a lahistoria familiar ha brindado las ben-diciones del Evangelio a centenaresde personas. Una pequeña decisióntomada por un miembro de la prime-ra generación supuso una gran dife-rencia para miles de personas.

¿Pueden ver ahora por qué la pri-mera generación de miembros es tanimportante? ¿Entienden el lugar tras-cendental que ocupan y la buena in-fluencia que pueden ser? Por favor,nunca subestimen quiénes son y el

Una familia llega a su centro de reuniones en Filipinas.

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poder que tienen para ser una buenainfluencia en otras personas. Satanásentiende quiénes son y hará todo loposible para tentarlos a que tomendecisiones equivocadas. En ocasiones,a pesar de nuestros mejores esfuer-zos, todos cometemos errores.Afortunadamente, el Señor tiene pre-parado el camino para que podamosvencerlos mediante el arrepentimien-to y la confianza en la Expiación de SuHijo. No se desanimen si cometen unerror; el arrepentirse y seguir adelan-te quizás sean las pautas más impor-tantes que puedan forjar en laprimera generación. Tengan pacienciay avancen siendo obedientes.

En la Iglesia leemos y hablamosmucho sobre los pioneros de los pri-meros años de la historia de laIglesia. Ellos, al igual que ustedes,fueron miembros de la primera gene-ración; vivían cada día haciendo fren-te a los retos de la familia, el trabajoy la fe. Llevaron una vida normal ybuena, fueron fieles al servicio de laIglesia y bendijeron a sus familias.Cuando se caían, se levantaban y se-guían adelante. Ahora, aquellos quedescendemos de ellos los recorda-mos con reverencia y gratitud por sufidelidad.

El legado de ellos, también puedeser de ustedes por ser la primera ge-neración de miembros. Sean fieles,sirvan a su prójimo, bendigan a su fa-milia y tomen decisiones correctas.Ustedes son la primera generación,una generación escogida para bende-cir a las generaciones pasadas, pre-sentes y futuras, y nosotros leshonramos; las generaciones pasadas yfuturas les honrarán. Pero lo más im-portante es que Dios les honrará porser fieles en la primera generación. Enel nombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase Artículos de Fe 1:4; D. y C. 20:37.2. Véase 1 Pedro 2:9.3. Según la División de Registros Estadísticos

y de Miembros de la Iglesia, los miembrosde primera generación constituían el 64%del total de miembros de la Iglesia en juliode 2006.

4. History of Heinrich Friedrich ChristianPieper and Emma Frieda Alber and TheirFamily, 1987, pág. 29.

L IAHONA N OV IEMBRE DE 2 0 0 6 13

Hace treinta y nueve años, dosmisioneros del Señor llamarona la puerta de la vivienda de mi

familia en Glasgow, Escocia. Su inteli-gencia, humildad y fe nos conmovie-ron profundamente. Siempre queestaban en casa sentíamos amor ypaz; era un sentimiento de absolutabondad.

Su enseñanza era personal, sinceray nos resultaba familiar. Sencillamentesentimos que era verdad, y unas se-manas más tarde fuimos bautizados yconfirmados; los miembros y los líde-res de nuestra nueva familia de laIglesia nos acogieron de inmediatocon amistad y amabilidad.

Así comenzó nuestro trayecto en elEvangelio, el cual ha enriquecido ybendecido cada aspecto de nuestravida, dándonos un objetivo y una guía

profundos, perdurables y de tranquili-dad. Hoy compartiré tan sólo tresprincipios básicos del Evangelio quese aprenden a lo largo del camino,con la esperanza de que sean de ayu-da para los nuevos miembros de laIglesia.

El primero es el poder motivador ytransformador de la fe en Jesucristo,que es como oxígeno espiritual.Cuando permitimos que la fe fluya li-bremente en nosotros, ésta despiertay aviva nuestros sentidos espiritualese infunde vida a nuestra alma.

A medida que la fe fluye, llegamosa estar sensiblemente en armonía conlos susurros del Espíritu; nuestramente se ilumina, nuestro pulso espi-ritual se acelera y nuestro corazón seenternece.

La fe alimenta la esperanza.Nuestra perspectiva cambia; nuestravisión se aclara; empezamos a buscarlo mejor, y no lo peor, en la vida y enlos demás. Adquirimos un sentidomás profundo del propósito y del sig-nificado de la vida; la desesperaciónda paso al regocijo.

Dicha fe es un don del cielo, peropuede buscarse y cultivarse. Como seindica en el diccionario bíblico en in-glés, a menudo: “La fe se aviva al escu-char el testimonio de los que tienenfe”1. Después, la fe se nutre a medidaque nos permitimos creer. Como to-das las demás virtudes, la fe se fortale-ce cuando se ejerce, a medida quevivimos y actuamos como si nuestra

La fe, el servicio y la constanciaÉ L D E R D AV I D S . B A X T E RDe los Setenta

Al cultivar nuestra fe, al progresar por conducto delservicio, y al permanecer constantes y fieles, pase lo quepase, sentiremos el amor del Salvador.

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fe ya fuera profunda. La fe es el resul-tado del deseo justo, de la creencia yde la obediencia.

Eso se manifiesta en el Libro deMormón, en el ejemplo del padre delrey Lamoni, que oyó el testimonio deAarón y estuvo dispuesto a creer y aactuar, lo cual lo condujo a decir enhumilde oración: “Si hay un Dios, y sitú eres Dios, ¿te darías a conocer amí?, y abandonaré todos mis pecadospara conocerte”2.

Lo mismo puede ocurrirnos a no-sotros si permitimos que el espíritude testimonio nos conmueva, si cree-mos, si deseamos, si meditamos y sibuscamos: si cultivamos nuestra fe.

Segundo, progresamos cuando ser-vimos. El presidente George AlbertSmith enseñó: “Lo que embellecenuestra vida no es lo que recibimossino lo que damos”3.

El servicio desinteresado es un an-tídoto maravilloso para los males quebrotan de la epidemia mundial de lasatisfacción personal. Algunos seamargan o se inquietan cuando consi-deran que no se les presta suficienteatención, cuando podrían realzar suvida si sólo prestaran más atención alas necesidades de los demás.

La respuesta yace en ayudar a solu-cionar los problemas de los que nosrodean en vez de preocuparnos por

los nuestros; en vivir para aligerar lascargas, aun cuando nosotros mismosnos sintamos abrumados; en poner elhombro a la lid en vez de quejarnosde que las oportunidades de la vidaparecen esfumarse.

El ofrecer nuestra alma al serviciode los demás nos ayuda a superar lasangustias, las preocupaciones y losdesafíos. A medida que concentramosnuestras energías en aliviar las cargasde los demás, ocurre algo milagroso:nuestras propias cargas disminuyen,llegamos a ser más felices y nuestravida adquiere mayor significado.

Tercero, el ser discípulos no nosgarantiza que no tendremos tormen-tas en la vida. Aun al seguir adelantecuidadosa y fielmente por el senderoestrecho y angosto, nos encontramoscon obstáculos y desafíos. Hay días,quizás incluso meses y años, en losque la vida simplemente es difícil.Experimentamos una considerablecuota de adversidad, de pena, de sole-dad, de dolor y de sufrimiento, y a ve-ces parece que recibimos más de loque nos correspondería.

¿Qué podemos hacer cuando nosgolpea la adversidad? Sólo podemoshacer una cosa: permanecer firmes yperseverar hasta el fin; permanecerfirmes, constantes y fieles. La verdade-ra tragedia de los torbellinos de la

vida surge sólo cuando dejamos queéstos nos aparten de nuestro caminocertero.

En esos momentos de crisis y dedesafíos, algunos eligen abandonar lafe justo cuando más necesitan asirsede ella. Pasan por alto la oración en elmomento preciso en que necesitanintensificarla. Echan a un lado despre-ocupadamente la virtud justo cuandodeben valorarla. Abandonan a Diospor el temor, tan humano, pero erró-neo, de que Él nos ha abandonado.

La verdad es que nuestra única se-guridad, garantía y esperanza es asir-nos constantemente a lo que esbueno. Cuando los vapores de tinie-blas nos rodean, sólo estaremos per-didos si elegimos soltarnos de la barrade hierro, que es la palabra de Dios.

La parábola del Salvador sobre elhombre prudente que edificó su casasobre la roca tiene poder precisamen-te porque ilustra que también el hom-bre prudente padeció desafíos en lavida. Descendió la lluvia, vinieron ríosy soplaron vientos; y aún así sobrevi-vió a todo eso porque había construi-do sobre cimientos firmes y, antetodo, permaneció allí cuando vino latormenta.

En su descripción de un peregrino,o del progreso de un discípulo, JohnBunyan escribió:

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“Quien quiera ver valorimportante,

déjenlo venir aquí, ¡adelante!Aquí una persona será

constanteno importa los desafíos que

enfrente,no hay nada que lo desalienteen su intento de ser un buen

caminante4”.

El apóstol Pablo exhortó a los colo-senses: “…[permaneced] fundados yfirmes en la fe, y sin moveros de la es-peranza del evangelio que habéisoído…”5.

A la gente de Corinto le dio estepoderoso testimonio:

“Estamos atribulados en todo, masno angustiados; en apuros, mas nodesesperados;

“perseguidos, mas no desampara-dos; derribados, pero no destruidos”6.

¿Qué hizo posible que mantuvieranesa perspectiva? Pablo dio la razón:“Porque Dios, que mandó que de lastinieblas resplandeciese la luz, es elque resplandeció en nuestros corazo-nes, para iluminación del conocimien-to de la gloria de Dios en la faz deJesucristo”7.

Mi testimonio es que, al cultivarnuestra fe, al progresar por conduc-to del servicio, y al permanecerconstantes y fieles, pase lo que pase,sentiremos el amor del Salvador.Nosotros mismos nos ponemos en la situación propicia para tener acce-so a la amplitud y a la magnitud delas bendiciones de la Expiación; exis-te una transformación: pasamos deser miembros a ser discípulos.Somos fortalecidos, purificados, renovados y sanados espiritual yemocionalmente.

De eso testifico, en el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Bible Dictionary, “Faith”, pág. 669.2. Alma 22:18.3. En Conference Report, abril de 1935,

pág. 46.4. The Pilgrim’s Progress, 1997, pág. 295;

traducción libre.5. Colosenses 1:23.6. 2 Corintios 4:8–9.7. 2 Corintios 4:6.

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Cuán agradecido estoy por lasEscrituras de los últimos díasreferentes a valores cristianos

fundamentales.En el Libro de Mormón se nos da

una visión de la relación que hay en-tre la paciencia y la caridad. Mormón,después de haber señalado que si unhombre “no tiene caridad, no esnada; por tanto, es necesario que ten-ga caridad”, procede a nombrar treceelementos de la caridad, o sea, elamor puro de Cristo. Me parece muyinteresante que cuatro de los treceelementos de esa virtud que es nece-sario tener se relacionen con la pa-ciencia (véase Moroni 7:44–45).

Primero, “la caridad es sufrida”; deeso se trata la paciencia. La caridad“no se irrita fácilmente”, es otro as-pecto de esa cualidad, al igual que la

caridad “todo lo sufre” y, finalmente,la caridad “todo lo soporta” es, desdeluego, una expresión de la paciencia(Moroni 7:45). De esos elementos determinantes es obvio que si la pa-ciencia no adornara nuestra alma, ca-receríamos seriamente de una actitudsemejante a la de Cristo.

En la Biblia, Job nos ofrece el clási-co retrato de la paciencia. Tras haberperdido su vasto imperio, incluso asus hijos, Job pudo, gracias a su in-quebrantable fe, proclamar: “Jehovádio, y Jehová quitó; sea el nombre deJehová bendito”. Durante toda su tri-bulación y dolor “no pecó Job, ni atri-buyó a Dios despropósito alguno”(Job 1:21–22).

Cuántas veces oímos al alma opri-mida preguntar neciamente: “¿Cómoha podido Dios hacerme esto?”, cuan-do en verdad deberían orar para reci-bir fortaleza para “sufrir” y “soportartodas las cosas”.

Los ejemplos más grandes de pa-ciencia se encuentran en la vida deJesucristo. Su prolongado sufrimientoy resistencia se demuestran mejor enesa atroz noche en Getsemaní cuan-do, en Su padecimiento expiatorio,dijo: “Padre mío, si es posible, pase demí esta copa; pero no sea como yoquiero, sino como tú” (Mateo 26:39).Realmente padeció, sufrió y soportótodas las cosas.

Al estar clavado en la cruz en el Calvario, Cristo continuó dando Su ejemplo perfecto de paciencia

El poder de la pacienciaÉ L D E R R O B E R T C . O A K SDe la Presidencia de los Setenta

La paciencia se podría considerar como una virtud que dalugar a otras, y que contribuye al progreso y a la fortalezade virtudes tales como el perdón, la tolerancia y la fe.

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cuando pronunció las singulares pala-bras: “Padre, perdónalos, porque nosaben lo que hacen” (Lucas 23:34).

Esos ejemplos de paciencia tienenmayor significado para nosotros cuan-do consideramos la difícil admoniciónque se encuentra en 3 Nefi: “Por lotanto, ¿qué clase de hombres habéisde ser? En verdad os digo, aun comoyo soy” (3 Nefi 27:27).

Varios pasajes de las Escrituras su-brayan la importancia de la paciencia.Permítanme mencionar algunos:

“[Que] todo hombre sea prontopara oír, tardo para hablar, tardo paraairarse” (Santiago 1:19).

“Con todo, el Señor considera con-veniente castigar a su pueblo; sí, élprueba su paciencia y su fe” (Mosíah23:21).

En Mosíah, el rey Benjamín nos en-seña que seremos un hombre naturalenemigo de Dios hasta que nos some-tamos al influjo del Santo Espíritu pormedio de la paciencia y de otras virtu-des más.

José Smith declaró: “La pacienciaes divina” (History of the Church,Tomo VI, pág. 427).

¿Es la paciencia importante y digna de que la consideremos y la

procuremos? En verdad lo es si evita-mos estar en la denigrante clasifica-ción de “nada” que se utiliza paracatalogar a los que no tienen caridad;lo es si deseamos ser menos hombresnaturales enemigos de Dios; lo es sideseamos ser celestiales y esforzarnospor llegar a ser conforme a la manerade Cristo.

El hombre impaciente y natural nosrodea. Lo vemos manifestado en losreportajes de padres que, en un ata-que de furia, maltratan a un niño, in-cluso hasta la muerte. En lascarreteras, los casos de impaciencia alconducir un vehículo, o de la ira al vo-lante, dan como resultado accidentesviolentos y, en ocasiones, la muerte.

En un nivel menos dramático, peromucho más común, tenemos estalli-dos de mal genio y las palabras áspe-ras que se dicen cuando hay filas deespera muy largas que no avanzan, in-terminables llamadas telefónicas devendedores, o niños que son reaciosen responder a nuestras instrucciones.¿Les suena familiar alguno de ellos?

Afortunadamente, hay casos degran paciencia que pocas veces apare-cen en los reportajes, pero que sonmaravillosos. Hace poco, asistí al

funeral de un amigo de toda la vida.Su hijo relató un hermoso ejemplo dela paciencia de su padre. Cuando elhijo era joven, su papá era dueño deuna concesionaria de motocicletas.Un día recibieron una remesa de nue-vas y relucientes motocicletas, y lasalinearon todas en la tienda. El mu-chacho hizo lo que cualquier jovenci-to hubiese querido hacer y se subió ala que estaba más cerca de él. Inclusola encendió. Entonces, cuando deci-dió que ya casi se había excedido delos límites de lo que le era permitido,saltó para bajarse. Para su consterna-ción, al hacerlo, hizo caer la primeramotocicleta y, luego, en efecto domi-nó todas se cayeron, una tras otra. Supapá escuchó el estrépito y se asomópor detrás del tabique, donde trabaja-ba. Sonriendo lentamente le dijo:“Bueno, hijo, más vale que arregle-mos una y la vendamos, para poderpagar el resto”.

Creo que la respuesta de mi amigopersonifica la paciencia de los padres.

La paciencia se podría considerarcomo una virtud que da lugar a otras,y que contribuye al progreso y a lafortaleza de virtudes tales como elperdón, la tolerancia y la fe. CuandoPedro le preguntó a Cristo cuántas ve-ces debía perdonar a su hermano,Cristo respondió: “Setenta veces sie-te”, en vez de sólo las siete que Pedrohabía propuesto (Mateo 18:21–22).Perdonar setenta veces siete definiti-vamente requiere una gran medida depaciencia.

El élder Neal A. Maxwell enlazó lapaciencia con la fe cuando enseñó: “La paciencia está estrechamentevinculada con la fe en nuestro PadreCelestial. En realidad, cuando somosimpacientes indebidamente, estamosinsinuando que sabemos lo que esmejor, aun más que Dios o, por lo me-nos, estamos afirmando que nuestrohorario es mejor que el de Él” (Neal A.Maxwell, “Patience”, Ensign, octubrede 1980, pág. 28).

Nuestra fe puede aumentar sólo siestamos dispuestos a esperar con pa-ciencia a que los propósitos y los pla-nes de Dios se desenvuelvan en

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nuestra vida, según el horario de Él.Dado que la impaciencia es tan na-

tural, ¿cómo fomentamos la virtud di-vina de la paciencia? ¿Cómoconvertimos nuestro comportamien-to de hombre natural al del paciente y perfecto ejemplo de Jesucristo?

Primero, debemos entender que esnecesario hacerlo si deseamos disfru-tar plenamente de las bendiciones delEvangelio Restaurado. Tal compren-sión podría motivarnos a:

1. Leer cada una de las Escriturasque se encuentra en la Guía para elEstudio de las Escrituras, bajo la pala-bra “paciencia” y entonces reflexionaren cuanto a los ejemplos de la pacien-cia de Cristo.

2. Evaluarnos a fin de determinaren qué nivel estamos en la escala de lapaciencia. ¿Cuánta más paciencia de-bemos tener para llegar a ser máscomo Cristo? Esta autoevaluación esdifícil. Podríamos pedir a nuestro cón-yuge o a otro de nuestros familiaresque nos ayudara.

3. Ser sensibles a los ejemplos, tanto de la paciencia, como de la impaciencia que ocurren a nuestro al-rededor todos los días. Debemos es-forzarnos por emular el ejemplo delas personas que consideremos queson pacientes.

4. Renovar cada día nuestro cometi-do de llegar a ser más pacientes, y asegurarnos de hacer participar ennuestro proyecto de paciencia alfamiliar que hayamos seleccionadopara ello.

Esto parece requerir mucho traba-jo, pero, alcanzar cualquier meta quevalga la pena requiere de trabajo ar-duo y el superar al hombre natural, yel esforzarse por llegar a ser máscomo Cristo en nuestra paciencia esun objetivo muy apropiado. Es miruego que continuemos en este cami-no con diligencia y dedicación.

Testifico que Jesús es el Cristo yque Él está a la cabeza de esta Iglesia ynos guía por medio de un profeta vi-viente y que Él bendice cada esfuerzonuestro por llegar a ser más comoCristo. Lo testifico en el santo nombrede Jesucristo. Amén. ■

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Hermanos y hermanas, al estu-diar recientemente el Libro deMormón, me llamó la atención

una de las enseñanzas del profetaJacob. Como recordarán, Jacob erauno de los dos hijos del padre Lehinacidos en el desierto después deque la familia partiera de Jerusalén.Jacob fue testigo de milagros y pre-senció también la división de su fami-lia causada por la desobediencia y larebelión. Jacob conocía y amaba aLamán y a Lemuel, así como conocía yamaba a Nefi, y la disensión entre és-tos le afectaba de manera íntima ypersonal. En lo que a Jacob concernía,no era un asunto de ideología, filoso-fía o incluso de teología, sino que setrataba de la familia.

La tierna angustia del alma de Jacobes evidente ya que le preocupabaenormemente que su pueblo “[recha-zara] las palabras de los profetas” encuanto a Cristo y “[negara]… el poder

de Dios y el don del Espíritu Santo…[e hiciera] irrisión del gran plan de re-dención” (Jacob 6:8).

Y entonces, justo antes de despe-dirse, pronuncia siete sencillas pala-bras que constituyen el texto básicode mi mensaje de esta mañana. Lasúplica de Jacob fue: “¡Oh, sed pru-dentes! ¿Qué más puedo decir?”(Jacob 6:12).

Ustedes que son padres y abuelosentienden cómo debió sentirse Jacoben aquel entonces. Él amaba a su pue-blo porque, además, también era sufamilia. Les había enseñado tan clara-mente como había podido y con todala energía de su alma. Les advirtió ine-quívocamente lo que podía suceder sielegían no “[entrar] por la puerta es-trecha, y [continuar] en el caminoque es angosto” (Jacob 6:11). No sa-bía qué más decir para advertir, instar,inspirar y motivar; así que, de manerasencilla y profunda, dijo: “¡Oh, sedprudentes! ¿Qué más puedo decir?”.

Me he reunido con miembros de laIglesia en muchos países del mundo yme impresionan el ánimo y la energíade muchos de ellos. Se está llegandoal corazón de la gente y su vida estásiendo bendecida, y la obra avanzacon dinamismo, algo por lo que mesiento profundamente agradecido; sinembargo, veo que como miembros dela Iglesia debemos ser muy prudentesen todo lo que hagamos.

El Señor, en Su infinita sabiduría,ha ordenado que Su Iglesia funcionecon un ministerio laico; eso significaque se nos ha mandado velar los unospor los otros y servirnos mutuamente.

¡Oh, sed prudentes!É L D E R M . R U S S E L L B A L L A R DDel Quórum de los Doce Apóstoles

Ruego que nos centremos en las maneras sencillas de serviren el reino de Dios y nos esforcemos siempre por cambiarvidas, incluso la nuestra.

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Debemos amarnos unos a otros como nos aman nuestro PadreCelestial y el Señor Jesucristo.Nuestros llamamientos y nuestras circunstancias varían de cuando encuando, lo cual nos brinda oportuni-dades singulares y diversas de servir yprogresar. La mayoría de los líderes ymaestros de la Iglesia están anhelosa-mente consagrados en el cumplimien-to de sus responsabilidades; algunosno con tanta eficacia como otros, escierto, pero casi siempre hay un es-fuerzo sincero por ofrecer un serviciosignificativo en el Evangelio.

En ocasiones, hay personas queconcentran tanta energía al prestarservicio en la Iglesia que sus vidas sedesequilibran y comienzan a creerque los programas que administranson más importantes que las personasa las que sirven. Complican su servi-cio con adornos y ornamentos inne-cesarios que ocupan demasiadotiempo, cuestan mucho dinero y ab-sorben muchísima energía. Se niegana delegar o a permitir que otras perso-nas progresen en sus respectivas res-ponsabilidades.

Como consecuencia de dedicar

demasiado tiempo y energía a su servicio en la Iglesia, los lazos familia-res eternos pueden deteriorarse y el rendimiento laboral se ve afecta-do. Eso no es bueno, ni desde elpunto de vista espiritual ni de ningu-na otra índole. Si bien puede haberocasiones en las que los llamamien-tos de la Iglesia requieran mayor es-fuerzo y una atención poco común,debemos esforzarnos por mantenerel equilibrio de las cosas. Jamás de-bemos permitir que nuestro serviciosustituya la atención que precisanotras importantes prioridades denuestra vida. Recuerden el consejodel rey Benjamín: “Y mirad que sehagan todas estas cosas con pruden-cia y orden; porque no se exige que un hombre corra más aprisa de lo que sus fuerzas le permiten”(Mosíah 4:27).

Permítanme sugerirles seis mane-ras de prestar servicio bien y con prudencia.

Primero: céntrense en las personasy en los principios, no en los progra-mas. Una de las cosas más importantesque hacemos mediante el Evangelio deJesucristo es edificar a las personas. El

servir adecuadamente a los demás re-quiere esfuerzo para comprenderloscomo personas: su personalidad, suspuntos fuertes, sus inquietudes, sus es-peranzas y sus sueños, a fin de facilitar-les la ayuda y el sostén adecuados. Siles soy sincero, es mucho más fácil ad-ministrar programas que entender yservir de verdad a la gente. El objetoprincipal de las reuniones de líderesde la Iglesia debe ser cómo ministrar ala gente. La información y la coordina-ción más rutinarias pueden ahora tramitarse a través de llamadas telefó-nicas, mensajes de correo electrónicoo del correo postal para que las agen-das de las reuniones de presidencia yde consejo se centren en las necesida-des de las personas.

Nuestra meta debe ser siemprevalernos de los programas de la Iglesiapara edificar, alentar, ayudar, enseñar,amar y perfeccionar a la gente.“Recordad que el valor de las almas es grande a la vista de Dios” (D. y C.18:10). Los programas son herramien-tas. Su administración y dotación depersonal no debe tener prioridad so-bre las necesidades de las personas ala que deben servir y bendecir.

Miembros de la Primera Presidencia esperan al comienzo de una sesión de la conferencia: el presidente Gordon B. Hinckley

(al centro); el presidente Thomas S. Monson, Primer Consejero (a la derecha); y el presidente James E. Faust, Segundo

Consejero (a la izquierda).

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Segundo: sean innovadores.Cuando trabajamos para magnificarnuestros llamamientos, debemos buscar la inspiración del Espíritu a fin de solucionar los problemas de la forma que será de más provechopara las personas a las que servimos.Contamos con manuales de instruc-ciones cuyas pautas se deben seguir;pero dentro de ese marco dispone-mos de importantes oportunidadespara pensar, ser creativos y utilizarnuestros talentos personales. La ins-trucción de magnificar nuestros lla-mamientos no es un mandato deadornarlos y hacerlos complejos.Innovar no significa, necesariamente,expandir; muchas veces equivale asimplificar.

Dado que el principio eterno delalbedrío nos otorga la libertad de ele-gir y pensar por nosotros mismos, de-bemos ser cada vez más diestros en lasolución de problemas. Tal vez come-tamos algún error, pero en tanto siga-mos las pautas y los principios delEvangelio, aprenderemos de esoserrores y tendremos mayor compren-sión de las personas y seremos máseficaces al servirles.

Ser innovador también significaque no se nos tiene que decir todo loque debemos hacer. El Señor dijo:“No conviene que yo mande en todaslas cosas; porque el que es compelidoen todo es un siervo perezoso y nosabio” (D. y C. 58:26). Hermanos yhermanas, confiamos en que haganuso de la inspiración; confiamos enque lo hagan dentro del marco de lasnormas y los principios de la Iglesia.Confiamos en que sean prudentes aldeliberar en consejo para contribuir aedificar la fe y el testimonio de laspersonas a las que sirven.

Tercero: dividan el trabajo y dele-guen responsabilidades. Existe una di-ferencia entre el ser responsable deque se haga un trabajo y el hacerlouno mismo; por ejemplo, han queda-do atrás los días en que el presidentede un quórum de élderes sienta la ne-cesidad de terminar de hacer él mis-mo las visitas de orientación familiarque los demás no hayan hecho. Eso

se aplica igualmente a las presidentasde la Sociedad de Socorro en relacióncon las maestras visitantes. Eso nosólo es imprudente, sino que no esorientación familiar ni visitas de maes-tras visitantes. La orientación familiarno tiene que ver con cifras ni infor-mes de visitas a los hogares; las visitasy las cifras no son más que unidadespara medir. La orientación familiar tie-ne que ver con el amor por la gente,con dar servicio y cuidado a los hijosde nuestro Padre Celestial.

Es necesario dar asignaciones, de-legar responsabilidades y permitir quelos miembros cumplan con sus ma-yordomías de la mejor manera posi-ble. Aconsejen, asesoren, persuadan,motiven, pero no realicen el trabajopor ellos. Permitan a los demás pro-gresar y progresar, aunque ello signifi-que obtener resultados menosperfectos en los informes.

Cuarto: eliminen la culpa. Esperoque no haga falta decir que la culpano es una técnica de motivación apro-piada para los líderes y maestros delEvangelio de Jesucristo. Siempre de-bemos motivar con amor y apreciosinceros, en vez de crear sentimientosde culpa. Me gusta la expresión: “en-cuentra a alguien que esté haciendoalgo bueno”.

Aun así, hay personas que tienensentimientos de culpa debido a suservicio en la Iglesia; dichos senti-mientos pueden surgir cuando nues-tro tiempo y atención se debatenentre las exigencias y las prioridades.Como seres mortales, no nos es posi-ble hacer todo a la vez; por tanto, de-bemos hacer todas las cosas “conprudencia y orden” (Mosíah 4:27).Con frecuencia, ello implicará desviarprovisionalmente nuestra atenciónde una prioridad a favor de otra. Aveces las exigencias familiares reque-rirán nuestra plena atención; otrasveces las responsabilidades laboralesserán lo primero, y habrá ocasionesen que así será con los llamamientosen la Iglesia. El buen equilibrio se lo-gra al hacer las cosas en el momentopropicio, sin demorar nuestra prepa-ración ni aguardar al último minuto

para cumplir con nuestras responsa-bilidades.

Además de eso, debemos recordarque Cristo vino para erradicar la culpaal perdonar a los que se arrepienten(véase Alma 24:10). Vino a traer paz alalma atribulada. “La paz os dejo”, dijo.“Mi paz os doy; yo no os la doy comoel mundo la da. No se turbe vuestrocorazón, ni tenga miedo” (Juan14:27). Mediante Su milagrosa expia-ción nos insta: “Llevad mi yugo sobrevosotros… y hallaréis descanso paravuestras almas” (Mateo 11:29).

Cuando el poder de la Expiacióncomienza a obrar en nuestra vida, lo-gramos entender que el Salvador yacargó con el peso de nuestra culpa.Oh, que seamos lo suficientementesabios para entender, para arrepentir-nos según sea necesario, y para des-pojarnos de nuestra culpa.

Quinto: con detenimiento debe-mos dividir nuestros recursos detiempo, ingresos, energía e interés.Me gustaría compartir con ustedes unpequeño secreto. Algunos ya lo handescubierto; si no es así, es tiempo deque lo sepan. No importa cuáles seanlas necesidades de su familia ni susresponsabilidades en la Iglesia, noexiste tal cosa como “he terminado”.Siempre habrá más de lo que poda-mos hacer; siempre habrá otro asuntofamiliar que exija atención, otra lec-ción que preparar, otra entrevista querealizar, otra reunión a la que asistir.Sólo tenemos que ser prudentes paraproteger nuestra salud y seguir el con-sejo que el presidente Hinckley hadado con frecuencia, de que nos limi-temos a hacer las cosas lo mejor quepodamos.

A mi entender, la clave reside enconocer y comprender nuestras pro-pias capacidades y limitaciones, y en-tonces medir nuestro ritmo, distribuirel tiempo, la atención y los recursoscon prudencia para ayudar a los de-más, incluso a nuestra familia, en subúsqueda de la vida eterna.

Sexto: unas palabras a los líderessobre el asignar responsabilidades alos miembros y en particular a losconversos recientes. El presidente

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Hinckley dijo que cada miembro nue-vo de la Iglesia necesita una responsa-bilidad. Puede asignarse cualquierresponsabilidad siempre que ésta noabrume a los nuevos miembros; antesbien, debe darles suficiente oportuni-dad de sentirse cómodos en la Iglesiaal aprender su doctrina y trabajar jun-to con miembros que sean amigables.Eso debe anclarlos al Evangelio res-taurado al hacer crecer su testimonioy brindarles un servicio significativo.

Hermanos y hermanas, ruego quenos centremos en las maneras senci-llas de servir en el reino de Dios y nosesforcemos siempre por cambiar vi-das, incluso la nuestra. Lo más impor-tante en nuestras responsabilidadesde la Iglesia no son las estadísticasque se informan ni las reuniones quese llevan a cabo, sino que la gente —ala que se ministra individualmente,como hizo el Salvador— haya sidoedificada, haya recibido aliento y, al fi-nal, haya cambiado. Nuestra labor esayudar a los demás a hallar la paz y elgozo que sólo el Evangelio puede dar-les. En seis palabras, Jesús resumió laforma en que podemos lograrlo,cuando dijo: “Si me amáis, guardadmis mandamientos” (Juan 14:15).

La actualidad se asemeja mucho ala época de Jacob. Mi consejo escomo el de él: “que os arrepintáis yvengáis con íntegro propósito de corazón, y os alleguéis a Dios como él se allega a vosotros” (Jacob 6:5).Hermanos y hermanas, sean pruden-tes con sus familias, sean prudentes alcumplir con sus llamamientos en laIglesia, sean prudentes con su tiempoy al equilibrar todas sus responsabili-dades. ¡Oh sean prudentes, mis ama-dos hermanos y hermanas! ¿Qué máspuedo decir?

Humildemente ruego que Diosnos bendiga con sabiduría para amara Su Hijo Jesucristo, y con prudencia,para ayudar a llevar a cabo Su obra.Testifico que Él vive, que ésta es SuIglesia y que estamos en Su obra. Quela paz del Señor esté con nosotros, yque continuemos sabiamente connuestras responsabilidades. En elnombre de Jesucristo. Amén. ■

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Una gran multitud seguía alSalvador cuando ministrabaen las costas del mar de

Galilea, y para que más gente pudie-ra oírlo, se subió a la barca de Pedroy pidió que lo alejaran un poco de laorilla. Al concluir Sus palabras, ledijo a Pedro, quien había estado pes-cando toda la noche sin éxito, quese adentrara en el lago y arrojara lasredes en aguas más profundas.Pedro obedeció, y atrapó tantos pe-ces que las redes se rompieron; lue-go llamó a sus compañeros, Santiagoy Juan, para que fueran a ayudarlo.Todos estaban sorprendidos por lagran cantidad de peces que habíanatrapado. Jesús le dijo a Pedro: “Notemas; desde ahora serás pescadorde hombres”. Lucas nos dice: “Ycuando trajeron a tierra las barcas,dejándolo todo, le siguieron”1. Así se convirtieron en discípulos delSeñor.

Las palabras discípulo y disciplinaproceden de la misma raíz latina disci-pulus, que significa alumno. Ese tér-mino resalta la práctica o el ejercicio.La autodisciplina y el autodominioson características constantes y per-manentes de los seguidores de Jesús,como lo demostraron Pedro, Santiagoy Juan, quienes “dejándolo todo, le siguieron”.

¿En qué consiste el discipulado?Básicamente en obediencia alSalvador, aunque incluye muchas co-sas, como la castidad, el diezmo, lanoche de hogar para la familia, laobediencia a todos los mandamien-tos o el despojarse de cualquier cosaque no sea buena para nosotros.Todo en la vida tiene un precio. Si setiene en cuenta la gran promesa delSalvador de recibir paz en esta vida yla vida eterna, el discipulado es unprecio que vale la pena pagar; es unprecio que no podemos darnos ellujo de no pagar. En comparación,los requisitos del discipulado sonmucho menos que las bendicionesprometidas.

Los discípulos de Cristo reciben elllamamiento no sólo de abandonar lascosas del mundo, sino de llevar lacruz diariamente. Llevar la cruz signifi-ca obedecer Sus mandamientos y edi-ficar Su Iglesia en la tierra, así comotener dominio de uno mismo2. Jesúsde Nazaret nos enseñó: “Si algunoquiere venir en pos de mí, niéguese así mismo, tome su cruz cada día, y sí-game”3. “Y el que no lleva su cruz yviene en pos de mí, no puede ser midiscípulo”4.

El discipuladoP R E S I D E N T E J A M E S E . FA U S TSegundo Consejero de la Primera Presidencia

Una de las mayores bendiciones de la vida y de laeternidad es ser contado como uno de los devotos discípulosdel Señor Jesucristo.

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La letra de una hermosa canciónde la Primaria resuena en todo aquelque sigue al Maestro:

Yo trato de ser como Cristoy hacer lo que hizo Él.El mismo amor que él mostróyo quiero mostrar también5.

Consideremos algunas de las cosasque hizo Jesús y que nosotros pode-mos imitar:

1. Jesús “anduvo haciendo bie-nes”6. Todos podemos hacer algobueno cada día, por un familiar, un

amigo o hasta por alguien descono-cido, si tan sólo buscamos esas opor-tunidades.

2. Jesús fue el Buen Pastor que cui-daba de Su rebaño y se interesaba porlas ovejas perdidas7. Podemos buscara las personas que están solas o a losmenos activos y ofrecerles nuestraamistad.

3. Jesús tuvo compasión por mu-chas personas, incluso por un pobreleproso8. Nosotros también podemosser compasivos. En el Libro deMormón se nos recuerda que debe-mos “llorar con los que lloran”9.

4. Jesús dio testimonio de Su mi-sión divina y de la gran obra de SuPadre. En cuanto a nosotros, todospodemos “ser testigos de Dios entodo tiempo”10.

5. Jesús invitó “a los niños venir a[Él]”11. Nuestros hijos necesitan nues-tra atención y amor, así como nuestrocuidado.

Los verdaderos seguidores delSalvador deben estar preparados paradar la vida, y algunos han tenido elprivilegio de hacerlo. En Doctrina yConvenios se nos aconseja:

“Ningún hombre tema dar su vidapor mi causa; porque quien dé suvida por mi causa, la hallará de nuevo.

“Y el que no esté dispuesto a dar su vida por mi causa no es mi discípulo”12.

En el libro de Hechos leemos el re-lato sobre Esteban, el discípulo queera “lleno de gracia y de poder, [y] ha-cía grandes prodigios y señales entreel pueblo”13. Esteban se encontró conun grupo hostil en Jerusalén que loacusó falsamente de blasfemia auncuando fue transfigurado delante deellos. Esteban testificó de la divinidaddel Salvador y cuando llamó a la mul-titud al arrepentimiento, varios lo ata-caron. “Pero Esteban, lleno delEspíritu Santo, puestos los ojos en elcielo, vio la gloria de Dios, y a Jesúsque estaba a la diestra de Dios”14. Ycuando estaba a punto de morir acausa de que lo apedreaban, las últi-mas palabras que salieron de sus la-bios fueron: “Señor, no les tomes encuenta este pecado”15.

En los primeros días de la Iglesiaen México, dos fieles líderes que erandiscípulos de Cristo se convirtieronen mártires a causa de su creencia.Sus nombres eran Rafael Monroy yVicente Morales.

Durante la revolución mexicana,Rafael Monroy era el presidente de lapequeña Rama San Marcos, México, yVicente Morales era su primer conse-jero. El 17 de julio de 1915, ambosfueron apresados por los zapatistas yse les dijo que serían liberados encuanto entregaran sus armas y re-nunciaran a su extraña religión. El

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hermano Monroy les dijo a sus cap-tores que no tenían armas y sacó unaBiblia y un Libro de Mormón del bol-sillo, y agregó: “Caballeros, éstas sonlas únicas armas que llevo conmigo;son las armas de la verdad contra el error”.

Al no encontrar arma alguna, am-bos hermanos fueron cruelmente tor-turados para obligarlos a confesardónde ocultaban las armas. Pero nolas había. Fueron escoltados a lasafueras del pueblo, donde sus capto-res los sujetaron a un fresno frente aun pelotón de fusilamiento. El oficiala cargo les ofreció la libertad si renun-ciaban a su religión y se unían a los za-patistas, a lo que el hermano Monroycontestó: “Mi religión vale para mímás que la vida, y no puedo renunciara ella”.

Se les comunicó que iban a ser fu-silados y se les preguntó si tenían al-guna petición. El hermano Rafaelpidió que le permitieran orar antes de ser ejecutado. Allí mismo, en pre-sencia de sus ejecutores, se arrodilló,y con una voz que todos pudieron oír,pidió a Dios que protegiera y bendije-ra a sus seres queridos, así como a su pequeña rama que iba a quedar sin su líder. Al término de la oración,empleó las palabras del Salvadorcuando fue colgado en la cruz y rogópor sus ejecutores: “Padre, perdóna-los, porque no saben lo que hacen”16.Entonces el pelotón de fusilamientodisparó contra los hermanos Monroyy Morales17.

Hace unos años viajé a México parareorganizar una presidencia de estaca.Mientras dirigía las entrevistas tuve el privilegio de conocer a uno de losdescendientes de Rafael Monroy.Quedé impresionado por su fuertetestimonio y su grado de dedicaciónal Evangelio. Cuando le pregunté quéhabía pasado con el resto de los des-cendientes del hermano Monroy, medijo que muchos habían sido misione-ros y que seguían fieles en la Iglesia.

En los primeros días de la Iglesia,hubo otros discípulos, además deJosé Smith y de su hermano Hyrum,que también dieron su vida por el

Evangelio de Jesucristo. La fidelidadde Edward Partridge, el primer obis-po de la Iglesia, es evidente enDoctrina y Convenios18. El 20 de juliode 1833, Edward estaba sentado encasa con su débil esposa, que acababade dar a luz. Tres integrantes de unpopulacho irrumpieron en la casa y lo arrastraron a la calle y luego a la plaza, donde ya se encontrabaCharles Allen. Una turba de unas 300personas exigió, a través de un porta-voz, que Edward y Charles renuncia-ran a su fe en el Libro de Mormón oabandonaran el condado. EdwardPartridge respondió: “Si he de sufrirpor mi religión, no es más de lo queotros han sufrido antes que yo. Nosoy consciente de haber ofendido anadie en este condado, por lo que noadmito que deba irme. No he hechonada que resulte ofensivo. Si ustedesme lastiman, estarán lastimando a un hombre inocente”. Entonces elpopulacho embadurnó a Edward y aCharles de pies a cabeza con brea ca-liente que tenía carbonato de pota-sio, un ácido que deshace la carne, y luego les lanzaron plumas que sepegaron a la brea19.

Años más tarde, el profeta JoséSmith describió la muerte de Edward,a la edad de 46 años, con estas pala-bras: “Perdió la vida en las persecucio-nes de Misuri, y su sangre, junto conla de otros, será demandada de lasmanos de sus enemigos”20. EdwardPartridge dejó un legado que perduraen una numerosa y recta posteridad.

Sin embargo, a la mayoría de noso-tros no se nos requiere morir por laIglesia, sino vivir por ella. Para mu-chos, llevar cada día una vida cristianapuede llegar a ser más difícil que entregar la vida. Durante la guerraaprendí que muchos hombres erancapaces de grandes actos de desinte-rés, heroísmo y nobleza sin importar-les su vida. Pero al término de laguerra, y tras haber regresado a casa,no eran capaces de soportar las cargasde la vida cotidiana y se convirtieronen esclavos del tabaco, el alcohol, lasdrogas y la inmoralidad, lo que al finallos llevó a perder la vida.

Algunos pueden decir: “Soy unapersona sencilla, desconocida y pocoimportante. Soy nuevo en la Iglesia ymis talentos y habilidades son limita-dos. Hay poco que pueda aportar”. O tal vez digan: “Soy muy viejo paracambiar. Ya he vivido la vida. ¿Por quédebería hacerlo?”. Nunca es demasia-do tarde para cambiar. El discipuladono significa cargos importantes, rique-za ni un conocimiento avanzado. Losdiscípulos de Jesús procedían de orí-genes muy variados. Sin embargo, eldiscipulado sí requiere que erradique-mos la transgresión y disfrutemos de lo que el presidente Spencer W.Kimball llamó “el milagro delperdón”21. Eso sólo se obtiene pormedio del arrepentimiento, por elcual abandonamos el pecado y decidi-mos cada día ser seguidores de la ver-dad y la rectitud. Jesús enseñó: “¿Quéclase de hombres habéis de ser? Enverdad os digo, aun como yo soy”22.

Muchos creen que el precio deldiscipulado es demasiado alto y gra-voso. Para algunos significa renunciara demasiado, pero la cruz no siemprees tan pesada como parece. Por me-dio de la obediencia desarrollamosmás fuerza para llevarla.

“Venid a mí todos los que estáistrabajados y cargados, y yo os harédescansar.

“Llevad mi yugo sobre vosotros, yaprended de mí, que soy manso y hu-milde de corazón; y hallaréis descan-so para vuestras almas;

“porque mi yugo es fácil, y ligerami carga”23.

Seremos verdaderos discípuloscuando podamos decir con certezaque Sus caminos son nuestros cami-nos.

Las bendiciones del discipulado es-tán al alcance de todo el que esté dis-puesto a pagar el precio. Eldiscipulado da sentido a nuestra vidapara que, en vez de vagar sin rumbo,caminemos con firmeza por el sende-ro estrecho y angosto que nos llevade regreso a nuestro Padre Celestial.El discipulado nos brinda consuelo,paz de conciencia y gozo al servir, locual nos ayuda a ser más como Jesús.

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Gracias al discipulado del Salvadorllegamos a comprender y a creer, ennuestra mente y en nuestro corazón,los principios y las ordenanzas salva-doras de La Iglesia de Jesucristo delos Santos de los Últimos Días.Gracias al discipulado llegamos aapreciar la profunda misión del pro-feta José Smith, quien restauró di-chos principios en nuestra época.Nos regocija que las llaves del sacer-docio y su autoridad hayan pasadopor todos los Presidentes de laIglesia, desde el profeta José Smithhasta nuestro profeta actual, el presi-dente Gordon B. Hinckley.

Estamos agradecidos porque comodiscípulos del Salvador disfrutamoscon alegría, felicidad y plenitud de Supromesa de “paz en este mundo”24.Gracias a nuestro discipulado pode-mos recibir la fortaleza espiritual quenecesitamos para enfrentar los retosde la vida.

Una de las mayores bendiciones dela vida y de la eternidad es ser conta-do como uno de los devotos discípu-los del Señor Jesucristo. Tengo unprofundo testimonio de esa verdad,de la cual testifico en el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase Lucas 5:1–11.2. Véase Alma 39:9, nota “b” al pie de página.3. Lucas 9:23.4. Lucas 14:27.5. “Yo trato de ser como Cristo”, Canciones

para los niños, págs. 40–41.6. Hechos 10:38.7. Véase Mateo 15:24; Juan 10:1–12.8. Véase Marcos 1:40–42.9. Mosíah 18:9.

10. Mosíah 18:9.11. Marcos 10:14.12. D. y C. 103:27–28.13. Hechos 6:8.14. Hechos 7:55.15. Hechos 7:60.16. Lucas 23:34.17. Véase Rey L. Pratt, “A Latter-day Martyr”,

Improvement Era, junio de 1918, págs.720–726.

18. Véase D. y C. 124:19.19. Véase B. H. Roberts, A Comprehensive

History of the Church, tomo 1, pág. 333;Andrew Jenson, Latter-day SaintBiographical Encyclopedia, 4 tomos,1901–1936, tomo 1, pág. 220.

20. History of the Church, tomo 4, pág. 132.21. Véase El milagro del perdón, pág. 370.22. 3 Nefi 27:27.23. Mateo 11:28–30.24. D. y C. 59:23.

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¡Qué hermoso que cantaron!Espero que se hayan fijado en laplaca misional de cada uno de

ellos, quienes, muy pronto partirándel Centro de Capacitación Misional asus asignaciones por todo el mundo.Mis hermanos y hermanas, el presi-dente Hinckley me ha pedido queahora presente a las AutoridadesGenerales, a los Setenta de Área y alas presidencias generales de las orga-nizaciones auxiliares de la Iglesia parasu voto de sostenimiento.

Se propone que sostengamos aGordon Bitner Hinckley como profe-ta, vidente y revelador y Presidentede la Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días; aThomas Spencer Monson como

Primer Consejero de la PrimeraPresidencia; y a James Esdras Faustcomo Segundo Consejero de laPrimera Presidencia.

Los que estén de acuerdo, sírvansemanifestarlo.

Los que estén en contra, si los hay,por la misma señal.

Se propone que sostengamos aThomas Spencer Monson comoPresidente del Quórum de los DoceApóstoles; a Boyd Kenneth Packercomo Presidente en Funciones delQuórum de los Doce Apóstoles; y alos siguientes como miembros de esequórum: Boyd K. Packer, L. Tom Perry,Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard, Joseph B. Wirthlin,

El sostenimiento de los oficiales de la IglesiaP R E S I D E N T E T H O M A S S . M O N S O NPrimer Consejero de la Primera Presidencia

SESIÓN DEL SÁBADO POR LA TARDE3 0 d e s e p t i e m b r e d e 2 0 0 6

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Richard G. Scott, Robert D. Hales,Jeffrey R. Holland, Henry B. Eyring,Dieter F. Uchtdorf y a David A.Bednar.

Los que estén de acuerdo, sírvansemanifestarlo.

Contrarios, si los hubiera.Se propone que sostengamos a los

consejeros de la Primera Presidencia ya los Doce Apóstoles como profetas,videntes y reveladores.

Los que estén a favor, sírvanse manifestarlo.

Opuestos, si los hubiese, por lamisma señal.

Se propone que relevemos a los élderes Ronald T. Halverson, Dale E.Miller, H. Bryan Richards, Donald L.Staheli, David R. Stone, H. BruceStucki, Robert J. Whetten y Richard H.Winkel como miembros del SegundoQuórum de los Setenta.

Todos los que deseen unirse a nosotros para expresar agradecimien-to a estos hermanos, sírvanse manifestarlo.

Con el mismo agradecimiento que-remos también extender el relevo aCésar A. S. Milder, Hyae-Kee Min y aMasayuki Nakano, como Setentas deÁrea.

Todos los que deseen unirse a no-sotros en ello, sírvanse manifestarlo.

Se propone que sostengamos aErich W. Kopischke como un nuevoSetenta de Área.

Todos los que estén a favor, sírvanse manifestarlo.

Los que se opongan, por la mismaseñal.

Se propone que sostengamos a lasdemás Autoridades Generales, a losSetenta de Área y a las presidenciasgenerales de las organizaciones auxi-liares tal y como están constituidas actualmente.

Los que estén a favor, sírvanse ma-nifestarlo.

Contrarios, si los hay, pueden ma-nifestarlo.

Todo indica que el sostenimientoha sido unánime y afirmativo,Presidente Hinckley.

Gracias, hermanos y hermanas,por su fe y oraciones constantes. ■

24

Las Santas Escrituras son la pala-bra de Dios que se nos ha dadopara nuestra salvación. Las

Escrituras son de importancia primor-dial para recibir un testimonio deJesucristo y de Su Evangelio. LasEscrituras que Dios nos ha dado enestos últimos días son: El AntiguoTestamento, el Nuevo Testamento, elLibro de Mormón, Doctrina yConvenios y la Perla de Gran Precio.Esos sagrados registros dan testimo-nio del Salvador y nos conducen haciaÉl. Por esa razón, grandes profetas,como Enós, rogaron con fe al Señor

que preservara sus escritos.¿Serían tan amables de abrir el

Libro de Mormón? Vean la portada. Enella dice que éste fue “escrito por víade mandamiento, por el espíritu deprofecía y de revelación”; que ha“[aparecido] por el don y el poder deDios”, y que su interpretación es “porel don de Dios”: por el Espíritu Santo.Muestra “cuán grandes cosas el Señorha hecho” y nos ha dado “para que[conozcamos] los convenios delSeñor”, para que no seamos “dese-chados para siempre”. Y lo más im-portante, que se ha escrito paraconvencernos “de que Jesús es elCristo, el Eterno Dios”.

Pasen la página y vean la introduc-ción. Aquí aprendemos que este regis-tro profético es “escritura sagradasemejante a la Biblia”. Éste contiene“la plenitud del evangelio eterno…describe el plan de salvación, y [nos]dice… lo que [debemos] hacer paralograr la paz en esta vida y la salvacióneterna en la vida venidera”. Promete a cada uno de nosotros que “todosaquellos que quieran venir [alSalvador] y obedecer las leyes y las ordenanzas de su evangelio podránsalvarse”.

¿Cuál es la función primordial de

Las SantasEscrituras: El poderde Dios paranuestra salvaciónÉ L D E R R O B E R T D. H A L E SDel Quórum de los Doce Apóstoles

Los sagrados registros dan testimonio del Salvador y nosconducen hacia Él.

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este sagrado libro en nuestros días?¿Cuál es su mensaje acerca del propó-sito de todas las Escrituras?

En la primera página del libro 1 Nefi —que es el primer libro delLibro de Mormón— leemos que, alre-dedor del año 600 a. de C., Dios le or-denó a Lehi que huyese al desiertojunto con su familia. Pero Lehi no ha-bía llegado muy lejos cuando el Señorle mandó que hiciera regresar a sushijos. ¿Para qué? Para recuperar lasEscrituras, las planchas de bronce, lascuales eran tan importantes que loshijos de Lehi arriesgaron la vida y per-dieron todas sus posesiones materia-les con el fin de recuperarlas. Fue laayuda del Señor y la fe de Nefi lo quehizo posible que las planchas llegarande forma milagrosa a sus manos.Cuando Nefi y sus hermanos regresaron, Lehi, su padre, se regocijó.Comenzó a examinar las SantasEscrituras “desde el principio” y “des-cubri[eron] que eran deseables; sí, de

gran valor… por motivo de que [Lehiy su posteridad podrían] preservar losmandamientos del Señor para [sus]hijos”1.

De hecho, las planchas de bronceconstituían un registro de los antepa-sados de Lehi, de su idioma, de su ge-nealogía y, más importante aún, delEvangelio que habían enseñado lossantos profetas de Dios. Al examinarlas planchas, Lehi aprendió lo mismoque todos nosotros aprendemos al es-tudiar las Escrituras:

• Quiénes somos.• Quiénes podemos llegar a ser.• Las profecías que se han dirigido

a nosotros y a nuestra posteridad.• Los mandamientos, las leyes,

las ordenanzas y los convenios quedebemos cumplir para lograr la vida eterna.

• La forma en que debemos vivirpara perseverar hasta el fin y regresarjunto a nuestro Padre Celestial conhonor.

Esas verdades resultan tan esencia-les que el Padre Celestial concediótanto a Lehi como a Nefi visiones enlas que se representaba gráficamentela palabra de Dios como una barra dehierro. Tanto el padre como el hijoaprendieron que aferrarse a esa guíafirme, recta y completamente dignade confianza es la única manera depermanecer en el sendero estrecho yangosto que conduce a nuestroSalvador.

Varios capítulos del Libro deMormón están dedicados a la formaen la que Nefi y Lehi llevaron a lapráctica esta lección, la de examinarlas Escrituras y citarlas. No hay dudade que ellos deseaban que, tanto sufamilia como nosotros, comprendiéra-mos la importancia de las Escrituras,en particular la de las profecías deIsaías acerca de la restauración delEvangelio y de la salida a luz en nues-tros días del registro de ellos, el Librode Mormón.

Misioneros en São Paulo, Brasil, muestran sus ejemplares del Libro de Mormón.

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26

El Libro de Mormón relata de quémanera ciertas civilizaciones tomaronen cuenta o hicieron caso omiso delas Escrituras, comenzando con la fa-milia de Lehi. El Señor mandó a Lehique huyese de Jerusalén, ya que laciudad sería tomada por los babilo-nios, y que atravesara el mar en direc-ción a la tierra prometida en un barcodiseñado según un modelo divino. Noobstante, los hijos de Lehi se dividie-ron en dos grupos. Los que siguierona Nefi, que era justo —los nefitas—conservaron las Escrituras cuando sesepararon de los lamanitas, y “la luzde la sempiterna palabra [de Dios]iluminó sus almas”2.

Pero Lamán y Lemuel —y sus des-cendientes los lamanitas— rechaza-ron las Escrituras y caminaron en laoscuridad de la ignorancia, de la con-tención y la destrucción. Alrededordel año 400 d. de C., también los nefi-tas llegaron a rechazar la palabra deDios, degeneraron en la incredulidady fueron destruidos, concluyendo deese modo aproximadamente 1.000años de civilización nefita.

El libro de Éter narra la historia deotra civilización, la de los jareditas,

quienes habían partido del ViejoMundo en la época de la Torre deBabel, alrededor del año 2.200 a. deC. El Señor les indicó que atravesaranel mar en dirección a la tierra prome-tida en grandes embarcaciones, cuyodiseño siguió un modelo divino.Siempre que los jareditas eran justos,recibían bendiciones; pero cuando re-chazaban la palabra de Dios y se nega-ban a arrepentirse, el Espíritu delSeñor cesaba de luchar con ellos. Alfin, terminaron por abandonar lassendas del Señor y, alrededor del año600 a. de C, se aniquilaron entre ellos,dando fin a unos 1.600 años de civili-zación jaredita.

Lehi llegó a la tierra prometida máso menos durante la época de la des-trucción de los jareditas. Años des-pués, otra civilización más, la deMulek y sus seguidores, llegó tambiéna la tierra prometida. Ese grupo en-contró al último sobreviviente y regis-trador de los jareditas, un rey llamadoCoriántumr. Los mulekitas no habíanllevado consigo ningún tipo de escri-turas, de modo que cuando Mosíah y los nefitas los encontraron, al cabode 400 años, los mulekitas habían

alterado el idioma y perdido la fe ensu Creador. No sabían quiénes eran.Cuando los mulekitas supieron que elSeñor había enviado a los nefitas conlas planchas de bronce, que contení-an los registros de las Escrituras de losjudíos, se regocijaron y se unieron a lacivilización nefita.

El destino de estas civilizaciones,tal como se registra en las Escrituras,es un testimonio a todo el mundo: sino tenemos la palabra de Dios, o si nola escuchamos ni nos aferramos a ella,nos desviaremos por sendas extrañasy nos perderemos como individuos,familias y naciones.

Al igual que una voz que clamadesde el polvo, los profetas del Señorclaman también en la tierra hoy día:¡Aférrense a las Escrituras! Afiáncensea ellas, caminen según sus dictados,vivan de acuerdo con sus preceptos,regocíjense en ellas; deléitense enellas; no sólo les den probaditas. Ellasson “el poder de Dios para salvación”3

y nos guiarán de regreso a nuestroSalvador Jesucristo.

Si el Salvador se hallase aquí pre-sente en la carne, nos enseñaría ba-sándose en las Escrituras, del mismomodo en el que enseñó cuando moróen la tierra. Mientras se hallaba en lasinagoga de Nazaret, “se le dio el librodel profeta Isaías… y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido estaEscritura delante de vosotros”4. Másadelante, cuando los saduceos y losfariseos le hicieron una pregunta decomplicada respuesta, “respondiendoJesús, les dijo: Erráis, ignorando lasEscrituras y el poder de Dios”5.Después de resucitado, en el caminode Emaús, Sus discípulos “se decían eluno al otro: ¿No ardía nuestro cora-zón en nosotros, mientras nos habla-ba en el camino, y cuando nos abríalas Escrituras?”6. Tanto a los discípulosde ese entonces como a los de ahora,Sus palabras resuenan: “Escudriñadlas Escrituras; porque…ellas son lasque dan testimonio de mí”7: un testi-monio fruto del Espíritu Santo, pues“por el poder del Espíritu Santo po-dréis conocer la verdad de todas lascosas”8.

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Hermanos y hermanas, les testificoque las Escrituras han sido “guardadasy preservadas [para nosotros] por lamano del Señor…para un sabio pro-pósito suyo”9. Lehi profetizó “que estasplanchas nunca perecerían, ni jamás eltiempo las empañaría”10. El Señor hizoconvenio con Enós de que preservaríay sacaría a luz las Escrituras en el “debi-do tiempo de él”11. Acerca del Libro deMormón, el profeta Moroni registróque estaba “escrito y sellado, y escon-dido para los fines del Señor, con obje-to de que no fuese destruido”12. LasEscrituras que tenemos contienen pro-fecías y promesas, y éstas se han cum-plido en nuestros días.

¡Qué gloriosa bendición! Porque sideseamos hablar con Dios, oramos; ysi deseamos que Él nos hable, escu-driñamos las Escrituras, porque pormedio de Sus profetas recibimos Suspalabras. De modo que Él nos enseña-rá a medida que prestemos atención ala inspiración del Espíritu Santo.

Si no han escuchado Su voz hablarles últimamente, diríjanse a lasEscrituras con un nuevo enfoque y oí-dos prestos. Ellas son nuestro salvavi-das espiritual. Durante el aislamientoprovocado por la Cortina de Hierro,los Santos sobrevivieron porque escu-charon Su voz mediante las Escrituras.Asimismo, en otras partes del mundo,cuando los miembros no podían asis-tir a la Iglesia por un tiempo, siguie-ron adorando a Dios porque oyeronSu voz por medio de las Escrituras.Durante las guerras que tuvieron lu-gar el siglo pasado y en los conflictosdel presente, los Santos de los Últi-mos Días sobreviven porque oyen Su voz por medio de las Escrituras. El Señor ha dicho: “Se darán lasEscrituras… para la salvación de misescogidos; porque oirán mi voz y meverán, y no estarán dormidos, y so-portarán el día de mi venida; porqueserán purificados, tal como yo soypuro”13.

Hace más de dos milenios, Isaíasescribió sobre la palabra de Dios: “Ve,pues, ahora, y escribe esta visión enuna tabla delante de ellos, y regístralaen un libro, para que quede hasta el

día postrero, eternamente y parasiempre”14. Ese tiempo es ahora, estemundo necesita las Escrituras hoy.Antes de la venida del Salvador, fuenecesario que se enseñara la ley pre-paratoria de Moisés a todos los hijosde Dios; la cual permitía: “ojo por ojoy diente por diente”15. Son muchoslos que en este mundo todavía vivende acuerdo con ese temible código, yla prueba de ello está en todas partes.

Con firmeza declaramos que la res-puesta al terror, la destrucción e in-cluso el genocidio de estos últimosdías, se encuentra en las Escrituras. El Evangelio del Antiguo Testamentose cumplió en el Nuevo Testamento.Las profecías de la Biblia acontecieronen lo que es el Libro de Mormón.Doctrina y Convenios y la Perla deGran Precio dan testimonio de la ple-nitud del Evangelio que se halla ahorasobre la tierra.

Desde Génesis hasta Malaquías, ydesde Moisés hasta Abraham, se haprofetizado la venida del Salvador.Desde el libro de Mateo hasta el deApocalipsis; desde Nefi a Moroni ydesde José Smith hasta nuestro ama-do profeta de hoy día, el presidenteGordon B. Hinckley, todos los profe-tas han testificado que Jesucristo, eltan esperado Mesías, ha venido y vol-verá a venir. En Él “las cosas antiguashan pasado, y todas las cosas se hanvuelto nuevas”16. Por medio de lasSantas Escrituras, Su nuevo y sempi-terno Evangelio proclama: “…Amarása tu prójimo como a ti mismo” 17;“…Amad a vuestros enemigos, bende-cid a los que os maldicen, haced biena los que os aborrecen, y orad por losque os ultrajan y os persiguen”18; y“…a vosotros os es requerido perdo-nar a todos los hombres”19. Pues éstees el Evangelio de nuestro Salvador,quien es ungido para “sanar a los que-brantados de corazón… pregonar li-bertad a los cautivos y… poner enlibertad a los oprimidos”20.

Al final del Libro de Mormón,Moroni contempla en sentido figura-do al remanente de su pueblo. Él eraconsciente de que la extinción deellos podría haberse evitado si no

hubiesen olvidado la Santa Palabra deDios y perdido el Espíritu del Señor.¿Por qué es de extrañarse entoncesque Moroni haya escrito dirigiéndosea nosotros, a ustedes y a mí, rogándo-nos que reclamáramos las bendicio-nes de las Escrituras?:

“Y cuando recibáis estas cosas, qui-siera exhortaros a que preguntéis aDios el Eterno Padre, en el nombrede Cristo, si no son verdaderas estascosas; y si pedís con un corazón sin-cero, con verdadera intención, tenien-do fe en Cristo, él os manifestará laverdad de ellas por el poder delEspíritu Santo;

“y por el poder del Espíritu Santopodréis conocer la verdad de todaslas cosas”21.

Hermanos y hermanas, vivimos enlos últimos días, en la era del cumpli-miento de los tiempos. Debemos re-cordar que tenemos control sobre loque somos, independientemente delo escarpado que pueda resultar estemundo. Al igual que aquellos de quie-nes se habla en 1 Nefi, los leales y fieles serán capaces de soportar losdardos encendidos del adversariocuando éste quede suelto sobre la tie-rra22. A pesar de toda la agitación delmundo, cuando el Salvador venga aSu templo, como lo hizo en la épocadel Libro de Mormón, quienes hayansido leales y fieles estarán allí. Ruegoque podamos estar entre ellos; en elnombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. 1 Nefi 5:10, 21.2. Alma 5:7.3. D. y C. 68:4.4. Lucas 4:17, 21.5. Mateo 22:29.6. Lucas 24:32.7. Juan 5:39.8. Moroni 10:5.9. Alma 37:4, 14; véase también 1 Nefi 9:5;

Palabras de Mormón 1:7.10. 1 Nefi 5:19.11. Enós 1:16.12. Libro de Mormón, portada.13. D. y C. 35:20–21.14. Isaías 30:8.15. Mateo 5:38; véase también 3 Nefi 12:38.16. 3 Nefi 12:47.17. Mateo 22:39.18. Mateo 5:44; véase también 3 Nefi 12:44.19. D. y C.64:10.20. Lucas 4:18.21. Moroni 10:4–5; cursiva agregada.22. Véase 1 Nefi 15:24.

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28

Estoy agradecido por estar conustedes y fortalecerme con sustestimonios. Más allá de lo que

se puede decir, agradezco sus ama-bles palabras de apoyo, sus expresio-nes de amor y sus oraciones.

Hoy me gustaría compartir algunosrecuerdos personales.

Nací de buenos padres. De mi padre, Joseph L. Wirthlin, aprendí losvalores del trabajo arduo y de la com-pasión; él fue obispo de nuestro ba-rrio durante la Gran Depresión ysentía una preocupación especial poraquellos que sufrían. Ofreció su ayudaa los necesitados no porque era sudeber, sino porque tenía un deseosincero de hacerlo.

Bendijo y cuidó incansablementela vida de muchos en necesidad. Paramí, él era un obispo ideal.

Los que conocían a mi padre sabí-an lo activo que era. Alguien me dijoque él podía hacer la labor de treshombres; siempre tenía algo que

hacer. En 1938, tenía un buen nego-cio cuando recibió una llamada delPresidente de la Iglesia, Heber J.Grant.

El presidente Grant le dijo que esedía iban a reorganizar el ObispadoPresidente y querían que mi padrefuera consejero de LeGrand Richards.Eso tomó a mi padre por sorpresa ypreguntó si podía orar al respecto.

El Presidente dijo: “HermanoWirthlin, quedan sólo 30 minutos an-tes de la siguiente sesión de la confe-rencia y quiero descansar un poco.¿Cuál es su respuesta?”

Naturalmente mi padre dijo que sí.Sirvió 23 años, 9 de ellos comoObispo Presidente de la Iglesia.

Mi padre tenía 69 años cuando mu-rió. Yo estaba con él cuando sufrió uncolapso de manera repentina; pocodespués falleció.

A menudo pienso en mi padre y loextraño.

Mi madre, Madeline Bitner, fueotra gran influencia en mi vida. En sujuventud, fue una buena atleta y cam-peona de carreras. Siempre fue buenay amorosa, pero su ritmo era agota-dor. A menudo decía: “Dense prisa”; yal oírla, apresurábamos la marcha. Talvez ésa fue una de las razones por lasque yo corría tan rápido cuando juga-ba al fútbol americano.

Mi madre tenía grandes expectati-vas para sus hijos y esperaba lo me-jor de nosotros. Puedo recordarladiciéndonos: “No seas un don nadie;debes mejorar”. Llamaba don nadiea alguien perezoso que no trataba de vivir de acuerdo con su potencial.

Mi madre falleció a los 87 años; amenudo pienso en ella y la extrañomás de lo que puedo expresar.

Mi hermana menor, Judith, era au-tora, compositora y maestra. Le gusta-ban muchas cosas que incluían elEvangelio, la música y la arqueología.El cumpleaños de Judith era unos díasantes que el mío. Todos los años, yole daba un flamante dólar como rega-lo de cumpleaños; a los tres días ellame daba cincuenta centavos como regalo de cumpleaños.

Judith falleció hace pocos años; laextraño y a menudo pienso en ella.

Esto me lleva a mi esposa, Elisa.Recuerdo la primera vez que la vi. Parahacerle un favor a un amigo, fui a sucasa a buscar a su hermana, Frances.Elisa abrió la puerta y, al menos paramí, fue amor a primera vista.

Pienso que ella debió haber senti-do algo, pues se puso un tanto ner-viosa y, a pesar de que estudiaba"letras", balbuceó: "Sabía que tú...eras... sido tú".

Elisa más tarde se licenció en letras.Hasta hoy atesoro esas palabras

como las más hermosas de la lenguahumana.

Le gustaba jugar al tenis y su saqueera como un rayo. Intenté jugar al te-nis con ella, pero finalmente desistí aldarme cuenta de que no podía golpe-ar lo que no podía ver.

Ella fue mi fortaleza y mi gozo. A causa de ella, soy un mejor hombre,esposo y padre. Nos casamos, tuvi-mos ocho hijos y estuvimos juntosdurante 65 años.

A mi esposa le debo más de lo quepuedo decir. No sé si ha habido unmatrimonio perfecto, pero desde mipunto de vista, pienso que el nuestrolo fue.

Cuando el presidente Hinckley ha-bló en el funeral de mi esposa, la her-mana Wirthlin, dijo que es devastadorperder a quien se ama, consume el alma.

Estaba en lo cierto. Así como Elisafue mi mayor gozo, hoy su partida esmi mayor pesar.

He pasado muchas horas de sole-dad pensando en temas eternos. He

El domingo llegaráÉ L D E R J O S E P H B . W I R T H L I NDel Quórum de los Doce Apóstoles

Por motivo de la vida y el eterno sacrificio del Salvador del mundo, nos reuniremos con aquellos a quienes hemos amado.

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contemplado los principios consola-dores de la vida eterna.

En mi vida he oído muchos discur-sos sobre la resurrección. Como uste-des, puedo repetir lo ocurrido aquelprimer domingo de Pascua. En misEscrituras, he marcado pasajes acercade la resurrección y tengo a manomuchas de las declaraciones clave deprofetas de los últimos días en cuantoal tema.

Sabemos lo que es la resurrección:la unión del espíritu y el cuerpo en suforma perfecta1.

El presidente Joseph F. Smith dijo:“a aquellos de quienes nos separamosaquí, los volveremos a encontrar y aver como son. Nos reuniremos con elmismo ser idéntico con el que nosasociamos aquí en la carne”2.

El presidente Spencer W. Kimballlo amplió cuando dijo: “Estoy segurode que si podemos imaginar lo me-jor de nosotros de manera física,mental y espiritual, así es como volveremos”3.

Al resucitar “…este cuerpo terrenalse levanta como cuerpo inmortal…no [podemos] morir ya más” 4.

¿Pueden imaginarlo? ¿Vida en lomejor de la vida? ¿Siempre sanos, sin

dolor, sin las cargas que tan a menudonos acosan?

La resurrección es el centro denuestras creencias como cristianos.Sin ella, nuestra fe no tiene sentido. El apóstol Pablo dijo: “…si Cristo noresucitó, vana es nuestra predicación,vana es también [nuestra] fe” 5.

En la historia del mundo ha habi-do almas sabias y nobles, muchas delas cuales dijeron tener conocimien-to especial de Dios; pero cuando elSalvador se levantó de la tumba, hizoalgo que nadie había hecho antes;hizo lo que nadie más podía hacer.Rompió los lazos de la muerte, nosólo para Él sino para todos los quehan vivido, los justos y los injustos6.

Al levantarse de la tumba, siendolas primicias de la resurrección, Cristohizo que ese don estuviera disponiblepara todos. Y con ese acto sublime,alivió el pesar devastador que ator-menta el alma de los que han perdidoa sus seres queridos.

Pienso cuán oscuro fue aquel viernes en que levantaron a Cristo en la cruz.

Aquel viernes terrible la tierra tem-bló y se oscureció; tormentas aterra-doras azotaron la tierra.

Los hombres inicuos que deseabansu muerte se regocijaron. Ahora queJesús había muerto, era seguro quelos que lo seguían se dispersarían;aquel día, los inicuos se sintierontriunfantes.

Ese día el velo del templo se rasgóen dos.

María Magdalena y María, la madrede Jesús, estaban abrumadas por eldolor y la desesperación. El maravillo-so hombre al que habían amado yhonrado pendía sin vida en la cruz.

Aquel viernes, los apóstoles esta-ban desolados. Jesús, su Salvador, elhombre que había andado sobre elagua y levantado a los muertos, Élmismo, estaba a merced de hombresinicuos. Los apóstoles contemplabanimpotentes como Él era vencido porSus enemigos.

Aquel viernes, el Salvador de la humanidad fue humillado, herido einjuriado.

Fue un viernes lleno de pesar de-vastador que atormentaba las almasde quienes amaban y honraban alHijo de Dios.

Creo que de todos los días desdeel comienzo de la historia del mundo,aquel viernes fue el más tenebroso.

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Pero el pesar de aquel día no perduró.

La desesperación no tardó en desa-parecer, puesto que el domingo, elSeñor resucitado rompió los lazos dela muerte; salió de la tumba y apare-ció gloriosamente triunfante como elSalvador de toda la humanidad.

En un instante, se enjugaron las lágrimas que habían sido derra-madas. Los labios que habían susu-rrado oraciones de aflicción ahorallenaban el aire con alabanzas, puesJesús el Cristo, el Hijo del Dios vi-viente, estaba de pie ante ellos comolas primicias de la resurrección, laprueba de que la muerte es sólo elprincipio de una existencia nueva ymaravillosa.

Cada uno de nosotros tendrá suspropios viernes, días en los que eluniverso mismo parece deshecho ylos pedazos de nuestro mundo yacenesparcidos hechos trizas. Todos en-frentaremos esos momentos difícilescuando parece que nunca volveremosa ser los de antes; todos tendremosnuestros viernes.

Pero les testifico en el nombre deAquél que conquistó la muerte: el domingo llegará. En las tinieblas denuestro pesar, el domingo llegará.

No importa nuestra desesperación,no importa nuestro pesar, el domingollegará. En esta vida o en la próxima,el domingo llegará.

Les testifico que la Resurrección noes una fábula. Tenemos los testimo-nios personales de quienes lo vieron aÉl. Miles, tanto en el Viejo como elNuevo mundo, fueron testigos delSalvador resucitado. Palparon las heri-das de Sus manos, de Sus pies y de Sucostado, y al abrazarlo, lloraron lágri-mas de un gozo incontenible.

Después de la Resurrección, losdiscípulos cobraron nuevas energías.Viajaron por el mundo proclamandolas gloriosas nuevas del Evangelio.

Si hubieran querido, podrían haberdesaparecido y haber vuelto a dedi-carse a sus profesiones y vida anterio-res y, con el tiempo, la asociación que habían tenido con Él se habría olvidado.

Ellos podrían haber negado la divi-nidad de Cristo; sin embargo, no lohicieron. Ante el peligro, la ridiculiza-ción y la amenaza de muerte, entra-ban en palacios, templos y sinagogaspara proclamar intrépidamente queJesús es el Cristo, el Hijo resucitadodel Dios viviente.

Muchos de ellos ofrecieron comosu testimonio final sus preciadas vi-das. Murieron como mártires y con eltestimonio del Cristo resucitado ensus labios hasta que perecieron.

La Resurrección transformó la vidade quienes fueron testigos de ella.¿No debería transformar la nuestra?

Todos nos levantaremos de la tum-ba. Ese día, mi padre abrazará a mimadre; ese día, una vez más, abrazaréa mi amada Elisa.

Por motivo de la vida y el sacrificioeterno del Salvador del mundo, nosreuniremos con aquellos a quieneshemos amado.

Ese día conoceremos el amor de nuestro Padre Celestial; ese díanos regocijaremos en que el Mesíasvenció todo para que vivamos eternamente.

Debido a las ordenanzas sagradasque recibimos en los santos templos,nuestra partida de esta breve vida te-rrenal no puede ya separar las relacio-nes que se han unido con hiloshechos con vínculos eternos.

Es mi solemne testimonio que la

muerte no es el fin de la existencia.“Si en esta vida solamente esperamosen Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres”7, enseñó el apóstol Pablo.Por causa del Cristo resucitado“Sorbida es la muerte en victoria”8.

Debido a nuestro queridoRedentor, podemos elevar la voz, aunen medio de nuestros viernes más te-nebrosos y proclamar: “¿Dónde está,oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh se-pulcro tu victoria?”9.

Cuando el presidente Hinckley ha-bló de la terrible soledad que recaesobre quienes pierden a quienesaman, también prometió que en laquietud de la noche una voz apacible,inaudible, susurra paz a nuestra alma:“Está todo bien.”

Estoy agradecido sobremanera porlas doctrinas sublimes y verdaderasdel Evangelio y por el don del EspírituSanto que ha testificado a mi alma laspalabras de consuelo y paz prometi-das por nuestro amado profeta.

Desde las profundidades de mi pe-sar, me he regocijado en la gloria delEvangelio. Me regocijo en que se eli-gió a José Smith, el Profeta, para res-taurar el Evangelio en esta últimadispensación. Me regocijo en tenerun profeta, el presidente Gordon B.Hinckley, quien dirige la Iglesia delSeñor en nuestros días.

Que entendamos y vivamos en gra-titud por los invalorables dones querecibimos como hijos e hijas de unamoroso Padre Celestial y por la pro-mesa de ese día luminoso en que noslevantaremos triunfantes de la tumba.

Que siempre sepamos que no im-porta cuán tenebroso sea nuestro vier-nes, el domingo llegará; es mi ruego,en el nombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase Alma 11:43.2. Enseñanzas de los Presidentes de la

Iglesia: Joseph F. Smith, 1998, pág. 97.3. The Teachings of Spencer W. Kimball, edita-

do por Edward L. Kimball 1982, pág. 45.4. Alma 11:45.5. 1 Corintios 15:14.6. Véase Juan 5:28–29.7. 1 Corintios 15:19.8. 1 Corintios 15:54.9. 1 Corintios 15:55.

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Cuando nació nuestro primernieto, toda la familia salió parael hospital a toda prisa. Fue una

experiencia increíble para mí ver anuestro hijo mayor, Matthew, soste-niendo a ese nuevo y precioso niño.Al estar frente al ventanal de la habita-ción de los niños recién nacidos connuestro hijo menor, Chad, miramos alos ojos de ese nuevo y pequeño espí-ritu, tan limpio, tan puro, que habíavenido del cielo tan recientemente.Parecía que el tiempo se hubiera dete-nido y por un instante pudimos ver elgran plan eterno. Lo sagrado de lavida era claro como el agua, y le susu-rré a Chad: “¿Entiendes por qué estan importante mantenerse limpio ypuro?” Él respondió con reverencia:“Sí, mamá, lo entiendo”.

Ese momento fue tan trascenden-tal que deseo que cada hombre y

mujer joven, cada uno de los jóvenesadultos y, en realidad, cada uno denosotros sienta y sepa la importanciade llevar una vida digna y pura.Nuestra dignidad personal es lo quenos calificará para llevar a cabo nues-tra misión terrenal individual.

Nuestra misión personal comenzómucho antes de que llegásemos a latierra. En la vida preterrenal, fuimos“llamados y preparados” para vivir enla tierra en un tiempo en que las ten-taciones y los desafíos serían másgrandes. Eso fue “por causa de [nues-tra] fe excepcional y buenas obras” ypor “escoger el bien”1. Entendimos elplan de nuestro Padre y supimos queera bueno; y no solamente lo elegi-mos, sino que también lo defendi-mos. Sabíamos que nuestra misiónterrenal estaría llena de tentaciones,pruebas y dificultades; pero tambiénsabíamos que seríamos bendecidoscon la plenitud del Evangelio, profe-tas vivientes y la guía del EspírituSanto. Nosotros sabíamos, y com-prendíamos, que nuestro éxito enesta tierra dependería de nuestra dignidad y pureza.

¿Qué significa ser digno? En elLibro de Mormón, el padre de Lamonisuplicó: “¿Qué haré para lograr estavida eterna de que has hablado?”2.Entonces el rey hizo un compromisocon el Señor cuando dijo: “…abando-naré todos mis pecados para conocer-te”3. Una vez que el padre de Lamonicomprendió quién era y el gran plandel que formaba parte, la dignidad se

convirtió en el deseo de su corazón.Para ser dignos, tomamos decisio-

nes que nos permiten regresar a lapresencia de nuestro Padre Celestial.Hacemos aquellas cosas que nos cali-ficarán para reclamar todas las bendi-ciones que Él tiene preparadas paranosotros. Ésa es la razón por la queestamos aquí en la tierra: “para ver si [haremos] todas las cosas que elSeñor…[nos] mandare”4. Es mediantenuestra fe en el Señor Jesucristo que podemos resistir la tentación5.Nuestra fe nos permitirá rechazar elmal y éste llegará a ser repugnantepara nosotros porque “la luz se allegaa la luz” y “la virtud ama la virtud”6.

El volverse sin mancha del mundorequiere no sólo fe, sino arrepenti-miento y obediencia. Debemos vivirlas normas y hacer aquellas cosas quenos darán derecho a la compañía y ala guía constante del Espíritu Santo;porque el Espíritu no puede habitaren templos inmundos7.

Un joven que conozco dijo: “Esmuy difícil. El vivir las normas en mimundo no es algo realista; es muy difí-cil”. Aun así, al saber que somos hijose hijas de Dios debemos esforzarnospor ser dignos. Otro grupo de jóvenesadoptó el siguiente lema: “Puedo ha-cer cosas difíciles”. Ellos entienden suidentidad, su misión, su fuente deguía, y reciben fortaleza al guardar losconvenios. También comprenden quecuando cometen un error, ¡ellos pue-den cambiar! Satanás desea que cadauno de nosotros piense que el arre-pentimiento no es posible. Eso es ab-solutamente falso. El Salvador haprometido el perdón8. Cada semana,el participar dignamente de la SantaCena hace posible que cada uno denosotros llegue a ser limpio y purocuando hacemos convenio de “[recor-dar] siempre [al Salvador], y… guar-dar sus mandamientos”9. El Evangeliode Jesucristo es un Evangelio sencillo,y se nos han dado las herramientasque hacen que el camino sea estrechoy angosto. El camino es claro: “Porquemi yugo es fácil, y ligera mi carga”10.

Hace treinta y ocho años, el presi-dente Gordon B. Hinckley nos casó, a

¡Miren hacia la eternidad!E L A I N E S . D A LT O NSegunda Consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes

¿Entiendes por qué es tan importante mantenerse limpio y puro?

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mi esposo y a mí, en el Templo de SaltLake. El consejo y la dirección que élnos dio aquel día se han convertidoen una fuente de luz en nuestra vida.Cuando salimos del templo como ma-rido y mujer, fuimos a un parque cer-ca del templo y escribimos en undiario las palabras de sabiduría quehabíamos recibido. Él nos aconsejóque siempre recordáramos hacernuestras oraciones, por la noche ypor la mañana; que oráramos comopareja y como familia. Nos aconsejóque siempre pagáramos un diezmoíntegro. Nos aconsejó que leyéramoslas Escrituras diariamente y que apli-cáramos los principios en nuestravida. También nos aconsejó que nosmantuviésemos dignos, él dijo: “Vivansiempre de tal manera que cuandonecesiten las bendiciones del Señorpuedan recurrir a Él y recibirlas

porque son dignos”. También nos dijo:“Vendrán tiempos en su vida en losque necesitarán bendiciones inmedia-tas. Tendrán que vivir de una maneratal que se les concedan, no por miseri-cordia, sino porque son dignos”. Enaquel entonces no comprendía quésignificaba eso; pero durante los 38años subsiguientes, le hemos pedido anuestro Padre Celestial muchas “ben-diciones inmediatas”. Diariamente,esas “costumbres santas y rutinas rec-tas” nos han ayudado a estabilizarnosen el sendero que nos lleva de regresoa la presencia de nuestro Padre, y hoydigo: “Te damos, Señor, nuestras gra-cias que mandas de nuevo venir profe-tas con tu evangelio guiándonos cómovivir”11.

La dignidad personal es esencialpara entrar en Sus santos templos y, finalmente, llegar a ser herederos de

“todo lo que [el] Padre tiene"12. ElSeñor ha dicho: “Deja que la virtudengalane tus pensamientos incesante-mente; entonces tu confianza se forta-lecerá en la presencia de Dios”13.Cuando hacemos esto, podemos en-trar en los santos templos de Dioscon confianza y con la seguridad deque somos dignos para ir adonde elSeñor mismo va. Cuando somos dig-nos, no sólo podemos entrar en eltemplo, sino que el templo puede en-trar en nosotros. Las promesas delSeñor de salvación y felicidad llegan aser nuestras, y nuestra misión terre-nal llega a ser de Él.

El mes pasado nuestro hijo menor,Chad, fue al templo con una bella ydigna jovencita para casarse por estavida y por toda la eternidad. Cuandola tomó de la mano y se arrodillaronen el altar, miré los espejos que se encuentran a ambos lados y, una vez más, sentí deseos de susurrar:“¿Entiendes por qué es tan importan-te ser limpios y puros?”. Pero esta vezno tuve que recordárselo, porque elEspíritu se lo susurró.

A la juventud bendita: ¡miren porlas ventanas de la eternidad! Véanse austedes mismos en los santos tem-plos del Señor; véanse viviendo vidasdignas y puras. ¡Las generaciones fu-turas dependen de ustedes! Testificoque la dignidad es posible debido alpoder redentor y habilitador de la ex-piación de Jesucristo. Ruego que sepueda decir de cada uno de nosotros:“Andarán conmigo en vestiduras blan-cas, porque son [dignos]”14, en elnombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase Alma 13:3.2. Alma 22:15.3. Alma 22:18.4. Abraham 3:25.5. Véase Alma 37:33 y 3 Nefi 7:18.6. Véase D. y C. 88:40.7. Véase Helamán 4:24.8. Véase Para la Fortaleza de la Juventud,

2001, pág. 30.9. Moroni 4:3.

10. Mateo 11:30.11. “Te damos, Señor, nuestras gracias”,

Himnos, Nº 10.12. D. y C. 84:38; véase también los vers.

35–37.13. D. y C. 121:45.14. Apocalipsis 3:4; véase también el vers. 5.

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En Idaho Falls, Idaho, hay unhermoso aeropuerto. Uno delos más grandes de la región,

este aeropuerto permite un acceso fácil a la parte alta del valle del ríoSnake. Recuerdo que de joven regre-sé de Chile a este mismo aeropuertoy saludé a mi familia después de ha-ber prestado servicio misional pordos años. Escenas similares han teni-do lugar miles de veces en este aero-puerto al responder los santos fielesal llamado de servir. Esa es una parteútil e integral de la ciudad y de la región.

Cerca del aeropuerto se encuentraotra parte útil y hermosa de la ciudad:el parque Freeman. El río Snake correa lo largo de este parque por más detres kilómetros, donde hay tambiénun camino para peatones que lo cruza y que bordea el río por varioskilómetros.

El parque Freeman cuenta con varias hectáreas de verde césped, concanchas de béisbol y de softball, concolumpios para los niños, con lugarestechados y con mesas para reunionesfamiliares, y bellos caminitos bordea-dos de árboles y arbustos para que sepaseen las parejas. Desde el parque,mirando río abajo, uno puede ver elmajestuoso Templo de Idaho Falls,blanco y puro, asentado en terrenoelevado. El sonido de las aguas tumul-tuosas del río Snake abriéndose pasoa través de los afloramientos de lavanatural, hace de este parque un sitiomuy atractivo. Es uno de mis lugarespreferidos para caminar con mi espo-sa, Lynette; descansar, contemplar y meditar; es muy tranquilo e inspirador.

¿Por qué hablo del aeropuerto re-gional y del parque Freeman de IdahoFalls? La razón es que ambos se cons-truyeron sobre el mismo tipo de

terreno; estos dos lugares tan hermo-sos y útiles se habían empleado ante-riormente como basureros públicos.

Un basurero municipal es donde la basura se entierra entre capas detierra. Según la definición del diccio-nario Webster, un basurero es: “un sis-tema que se emplea para deshacersede la basura, enterrando los residuosentre capas de tierra con el fin de re-llenar un terreno bajo” (Merriam-Webster’s Collegiate Dictionary, 11 ed., 2003, pág 699).

Otra definición de un basureromunicipal o público es “un lugar don-de la basura se entierra y se reivindicael terreno”. La definición de reivindi-car es: “liberar de una conducta equi-vocada o incorrecta,… rescatar de unestado indeseable” (pág. 1039).

He vivido en Idaho Falls casi todami vida, y he contribuido con unagran cantidad de basura a esos basu-reros por más de cincuenta años.

¿Qué pensarían los gobernantes dela ciudad si me apareciera un día conuna escavadora en una de las pistasdel aeropuerto de Idaho Falls o enmedio de campos de césped del par-que Freeman y empezara hacer hoyosgrandes? Y si me preguntaran qué estoy haciendo, les diría que quierosacar toda la basura que he acumula-do durante años.

Pienso que me responderían queno habría forma de que yo pudiera de-terminar cuál es mi basura y que éstase ha reivindicado y enterrado hacemucho tiempo. Estoy seguro de queme dirían que no tengo ningún dere-cho de escarbar para sacarla, y quedestruiría algo muy hermoso y útilque ellos habían hecho de mi basura.En conclusión, no creo que estuvieranmuy complacidos conmigo. Supongoque ellos se preguntarían por qué al-guien quería destruir algo tan bello yútil al intentar sacar basura vieja.

¿Es posible rescatar una vida quepor falta de autocontrol se ha conta-minado con tanta basura que pareceimposible que ésta pueda obtener elperdón? ¿Y qué tal de alguien que estáhaciendo un esfuerzo honrado, peroque ha vuelto a caer tantas veces en el

La Expiación puedepurificarnos,reivindicarnos ysantificarnosÉ L D E R S H A Y N E M . B O W E NDe los Setenta

La expiación de Jesucristo está al alcance de cada uno de nosotros. Su expiación es infinita.

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pecado que siente que no hay modode quebrar ese círculo vicioso? O, ¿deaquella persona que ha cambiado suvida pero que no puede perdonarse así misma?

Al hablar de la expiación deJesucristo, el profeta Alma enseñó alpueblo de Gedeón:

“Y él saldrá, sufriendo dolores,aflicciones y tentaciones de todas cla-ses; y esto para que se cumpla la pala-bra que dice: Tomará sobre sí losdolores y las enfermedades de supueblo.

“Y tomará sobre sí la muerte, parasoltar las ligaduras de la muerte quesujetan a su pueblo; y sus enfermeda-des tomará él sobre sí, para que susentrañas sean llenas de misericordia,según la carne, a fin de que según lacarne sepa cómo socorrer a los de supueblo, de acuerdo con las enferme-dades de ellos.

“Ahora bien, el Espíritu sabe todaslas cosas; sin embargo, el Hijo de Diospadece según la carne, a fin de tomarsobre sí los pecados de su pueblo,para borrar sus transgresiones segúnel poder de su redención; y he aquí,éste es el testimonio que hay en mí”(Alma 7:11–13).

Al hablar también de la Expiación,Jacob, el hermano de Nefi, enseñó:“Por tanto, es preciso que sea una ex-piación infinita, pues a menos quefuera una expiación infinita, esta co-rrupción no podría revestirse de inco-rrupción. De modo que el primerjuicio que vino sobre el hombre ha-bría tenido que permanecer infinita-mente. Y siendo así, esta carnetendría que descender para pudrirse ydesmenuzarse en su madre tierra,para no levantarse jamás” (2 Nefi 9:7).

La expiación de Jesucristo está alalcance de cada uno de nosotros. Suexpiación es infinita y se aplica a to-dos, incluso a usted, ésta puede puri-ficar, reivindicar y santificar; incluso austed. Eso es lo que infinito significa:total, completo, todo, para siempre.El presidente Boyd K. Packer ha ense-ñado: “No existe ningún hábito, niadicción, ni rebelión, ni transgresión,ni apostasía, ni crimen exento de lapromesa de un perdón completo. Esa es la promesa de la expiación deCristo” (véase, “La luminosa mañanadel perdón”, Liahona, enero de 1996,pág. 22).

De la misma manera que un basurero requiere una labor y una

atención dedicadas, la aplicación labo-riosa de capa tras capa de relleno conel fin de reivindicar las tierras bajas,nuestra vida también requiere delmismo cuidado, la aplicación conti-nua de capa tras capa del don sanadordel arrepentimiento.

De la misma forma que los líderesde la ciudad de Idaho Falls se sentirí-an muy mal de que una persona trata-ra de sacar su basura vieja, nuestroPadre Celestial y Su Hijo Jesucristosienten un gran dolor cuando escoge-mos permanecer en el pecado, siendoque el don del arrepentimiento haceposible que por medio de la expia-ción seamos puros, reivindicados ysantificados.

Si aceptamos agradecidos y utiliza-mos ese don preciado, podemos dis-frutar de la belleza de una vida útil, laque Dios ha reivindicado mediante Suamor infinito y la expiación de Su Hijoy nuestro hermano Jesucristo.

Testifico que Jesús es el Cristo, elhijo del Dios viviente, que Su expia-ción es real y que por medio del mila-gro del perdón, Él puede hacer quecada uno de nosotros sea puro nueva-mente, incluso usted. En el nombrede Jesucristo. Amén. ■

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Deseo que mis palabras esta tar-de sean una invitación paraaquellos que aún no han obte-

nido un testimonio personal del pagode un diezmo íntegro. Se utilizan mu-chas razones para no pagar el diezmo,tales como emergencias médicas,deudas, reparaciones de la casa o elautomóvil, gastos educativos y segu-ro. Éstas y otras razones son muy rea-les y las vivimos y afrontamos a diariomuchos, si no todos nosotros. Estascargas reducen nuestros limitados re-cursos económicos que, si no los cui-damos sabiamente, harán que nos seaimposible cumplir con nuestra obliga-ción del pago del diezmo al Señor. Elincumplimiento de esta ley eterna nodebe tomarse a la ligera; ya que nosólo puede afectar nuestro crecimien-to y desarrollo espiritual sino tambiénlimitar las bendiciones físicas y tem-porales que de lo contrario podría-mos disfrutar.

Como dijo el presidente SpencerW. Kimball en una ocasión: “Aquí el

Señor pone en claro que el diezmo esSu ley y que es un requisito para to-dos los que le siguen. El vivir esta leyde Dios es un honor y un privilegio,una seguridad, una promesa y unabendición para nosotros. El no cum-plir completamente con esta obliga-ción es negarnos a nosotros mismoslas promesas y hacer caso omiso deun asunto que es de gran importan-cia. Es una transgresión, no un descui-do sin consecuencias”1.

Entonces, ¿qué es el diezmo? ElSeñor nos ha dado Su definición: “Yesto será el principio del diezmo demi pueblo. Y después de esto, todosaquellos que hayan entregado estediezmo pagarán la décima parte detodo su interés anualmente; y ésta lesserá por ley fija perpetuamente”2.Tengan a bien notar que el diezmo noes una simple ofrenda voluntaria, nitampoco es la vigésima parte o cual-quier otra fracción de nuestro interéso ingreso anual.

El presidente Howard W. Hunterdeclaró lo siguiente: “La ley dice clara-mente ‘la décima parte de todo su in-terés’. El interés significa ganancia,remuneración, utilidades. Es el sueldode un empleado, la ganancia de laoperación de un negocio, las utilida-des que se reciben de lo que uno pro-duce o la remuneración que recibeuna persona de cualquier otra fuentede ingreso. El Señor dijo que es ‘per-petuamente’ una ley fija como lo hasido en el pasado”3.

¿Cómo se utilizan los diezmos?Los fieles miembros de la Iglesia pa-gan el diezmo a un miembro de lapresidencia de su rama o al obispadode su barrio. Bajo la dirección del

profeta del Señor, estos fondos se re-cogen y se usan para financiar el creci-miento y el desarrollo de la Iglesia entodo el mundo. Algunos ejemplos deluso del fondo de los diezmos son laedificación de templos, el apoyo de laobra misional en todo el mundo, laconstrucción y el mantenimiento delos centros de reuniones y otros pro-pósitos que lo ameriten.

¿Por qué requiere el Señor que Su pueblo pague el diezmo? El Señores nuestro Padre y Él nos ama comotal. Puesto que Él nos ama, desea bendecirnos tanto temporal como espiritualmente. Escuchen lo que di-cen algunas de Sus declaraciones talcomo se registran en las Escrituras:“Escuchad y dad oído, oh pueblo mío,dice el Señor y vuestro Dios, vosotrosque me oís, y a quienes me deleito enbendecir con la mayor de todas lasbendiciones…”4. Y en otra: “Porqueasí dice el Señor: Yo, el Señor, soy mi-sericordioso y benigno para con losque me temen, y me deleito en hon-rar a los que me sirven en rectitud yen verdad hasta el fin”5.

Con el fin de otorgar Sus bendicio-nes a Sus hijos de una manera justa eimparcial, el Señor ha instituido leyesque gobiernan las bendiciones que Éldesea que todos nosotros disfrute-mos. Él ha revelado este principio aSu profeta de la Restauración: “Hayuna ley irrevocablemente decretadaen el cielo antes de la fundación deeste mundo, sobre la cual todas lasbendiciones se basan; y cuando reci-bimos una bendición de Dios, es por-que se obedece aquella ley sobre lacual se basa”6. Y de nuevo: “Yo, elSeñor, estoy obligado cuando hacéislo que os digo; mas cuando no hacéislo que os digo, ninguna promesa tenéis”7.

El Señor sabía desde el principioque nosotros, Sus hijos, afrontaríamosadversidades temporales y espiritua-les durante esta vida terrenal. De he-cho, estas adversidades son una partefundamental de esta probación terre-nal. Él sabía que necesitaríamos Susbendiciones a lo largo de nuestravida, no sólo con el fin de superar

La ley del diezmoÉ L D E R D A N I E L L . J O H N S O NDe los Setenta

Les invito a que pongan su confianza en el Señor y, como Él mismo lo ha dicho: “Probadme ahora en esto”.

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nuestras pruebas personales, sinotambién para disfrutar de cierto gradode comodidad y aun de prosperidad.

Por lo tanto, la ley del diezmo seinstituyó desde el principio. Sabemospor las Escrituras que Abraham fuebendecido por su obediencia a estaley y ahora tenemos esta misma ley taly como se la reiteró el Salvador a loshabitantes del continente americanodurante Su visita, hace casi 2.000 años:

“Traed todos los diezmos al alfolípara que haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice elSeñor de los Ejércitos, si no os abrirélas ventanas de los cielos, y derramarésobre vosotros una bendición tal queno haya donde contenerla”8.

¡Qué maravillosa ley! Él, quien tie-ne no sólo el poder y los medios parabendecir a Sus hijos, tanto temporalcomo espiritualmente, sino que tam-bién tiene el deseo de hacerlo, nos haproporcionado la llave de las bendi-ciones que necesitamos y deseamos.Esa llave es la ley del diezmo. De he-cho, como lo declaró el presidenteJames E. Faust: “Algunos tal vez pien-sen que no pueden pagar el diezmo,pero el Señor prometió que prepararáun camino para que guardemos todos

Sus mandamientos. Al principio, elpagar el diezmo requiere un esfuerzoextra de fe… Aprendemos acerca deldiezmo al pagarlo; de hecho, creoque es posible salir de la pobreza si uno tiene la fe para devolverle al Señor parte de lo poco que tenemos”9. Hermanos y hermanas,sólo nos queda obedecer la ley.

Ahora la invitación: A aquellosque aún no pagan un diezmo íntegro,los invito a que comiencen desde hoya pagarlo, por medio de su líder localdel sacerdocio. Les invito a que pa-guen primero su diezmo al Señor an-tes de cumplir con cualquier otraobligación económica. Les invito aque pongan su confianza en el Señory, como Él mismo lo ha dicho:“Probadme ahora en esto”10. Al hacer-lo y al poner la obligación que tienencon el Señor como prioridad, antesque todas las otras obligaciones eco-nómicas, llegarán a ser testigos delpoder incomparable del Señor, al“abrir las ventanas de los cielos” y de-rramar bendiciones hasta “que nohaya donde contenerla”11. Entonceshabrán obtenido su propio testimo-nio de esta ley sagrada del diezmo y,al seguir siendo obedientes a ella, los

acercará más que nunca al Señor.A quienes pagan el diezmo, los feli-

cito por su fidelidad. Ustedes ya sontestigos y tienen su testimonio perso-nal sobre el cumplimiento de las pro-mesas del Señor para todos aquellosque obedecen ese mandamiento y,cada vez que pagan su diezmo, sucompromiso personal con el Señoraumenta.

Les doy mi testimonio personal de la ley del diezmo y de la realidadde las promesas que el Señor ha dadocon respecto a esta ley. Sé por expe-riencia personal que las bendicionesen verdad se reciben, y por ello mesiento muy agradecido. En el nombrede Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase “Probadme ahora en esto”, Liahona,

octubre de 1981, pág. 3.2. Véase D. y C. 119:2–33. En Conference Report, abril de 1964,

pág. 35.4. D. y C. 41:1.5. D. y C. 76:5.6. D. y C. 130:20–21.7. D. y C. 82:10.8. 3 Nefi 24:10–12; véase también Malaquías

3:10–12.9. “Abrir las ventanas de los cielos”, Liahona,

enero de 1999, págs. 67–68.10. 3 Nefi 24:10; véase también Malaquías 3:10.11. 3 Nefi 24:10; véase también Malaquías 3:10.

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L IAHONA N OV IEMBRE DE 2 0 0 6 37

En el Libro de Mormón, leemosacerca del joven Nefi, a quien elSeñor le mandó que construye-

ra un barco. Él fue diligente en obede-cer ese mandamiento, pero sushermanos se mostraron escépticos;“…cuando vieron mis hermanos queestaba a punto de construir un bar-co”, él escribió, “empezaron a mur-murar contra mí, diciendo: Nuestrohermano está loco, pues se imaginaque puede construir un barco; sí, ytambién piensa que puede atravesarestas grandes aguas” (1 Nefi 17:17).

Pero Nefi no se desanimó. No teníaexperiencia en la construcción de bar-cos, pero tenía un firme testimoniopersonal de que “el Señor… [prepara-ría] la vía para que [cumpliesen] loque les [había] mandado” (1 Nefi 3:7).Con ese poderoso testimonio y esamotivación en su corazón, Nefi

construyó un barco en el que cruzaronlas grandes aguas, a pesar de la granoposición de sus infieles hermanos.

Permítanme compartir con ustedesuna experiencia personal de mi juven-tud sobre el poder que tiene un moti-vo justo.

Tras la agitación de la SegundaGuerra Mundial, mi familia terminó enla Alemania del Este, que estaba ocupa-da por Rusia. En el cuarto grado de laescuela, tuve que aprender ruso comoprimer idioma extranjero; era muy difí-cil debido al alfabeto cirílico, pero conel tiempo llegué a dominarlo.

Cuando cumplí once años, tuvimosque abandonar Alemania del Este re-pentinamente debido a la orientaciónpolítica de mi padre. Ahora tenía queasistir a una escuela en Alemania delOeste, que en esa época estaba ocu-pada por Estados Unidos. Allí, en laescuela, todos los niños tenían queaprender inglés y no ruso. Aprenderruso había sido difícil, pero inglés meresultaba imposible. Tenía la impre-sión de que mi boca no estaba hechapara hablar inglés. Mis profesores hi-cieron lo imposible, mis padres sufrie-ron y yo sabía que, sin duda, el idiomainglés no era para mí.

Pero entonces algo cambió en mijuventud. Casi todos los días iba hastael aeropuerto en bicicleta y observabael aterrizaje y el despegue de los avio-nes. Leí, estudié y aprendí todo lo quepude encontrar sobre aviación: mimayor deseo era llegar a ser piloto.Me imaginaba a mí mismo en la

cabina del piloto de un avión comer-cial o de un avión de combate. En loprofundo de mi corazón, sentí queaquello sí era para mí.

Luego supe que para ser piloto te-nía que saber hablar inglés. De la no-che a la mañana, para sorpresa detodos, pareció que mi boca habíacambiado. Fui capaz de aprender in-glés. Aun así, me costó gran esfuerzo,perseverancia y paciencia, pero, ¡pudeaprender a hablar en inglés!

¿Por qué? ¡Gracias a un motivofuerte y justo!

Nuestros motivos y pensamientosson los que, al final, repercuten ennuestras acciones. El testimonio de laveracidad del Evangelio restaurado deJesucristo es la fuerza motivadora máspoderosa de nuestra vida. Con fre-cuencia Jesús recalcó el poder de losbuenos pensamientos y de los moti-vos adecuados: “Elevad hacia mí todopensamiento; no dudéis; no temáis”(D. y C. 6:36).

El testimonio de Jesucristo y delEvangelio restaurado nos ayudará aconocer el plan específico que Diostiene para nosotros y a actuar deacuerdo con ello; nos brinda la seguri-dad de la realidad, de la veracidad yde la bondad de Dios; de las enseñan-zas y de la expiación de Jesucristo ydel llamamiento divino de los profetasde los últimos días. Nuestro testimo-nio nos motiva a vivir en rectitud, yuna vida recta hará que nuestro testi-monio sea cada vez más firme.

¿Qué es un testimonio?Una definición de testimonio es:

“Una solemne atestación en cuanto a la verdad de un asunto”; procededel término latino testimonium y lapalabra testi que significa testigo(“Testimony”, http://www.reference.com/browse/wiki/Testimony;Merriam-Webster’s CollegiateDictionary, 11th ed., 2003, “testi-mony”, pág. 1291).

Para los miembros de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últi-mos Días, el término testimonio esuna palabra entrañable y familiar ennuestras expresiones religiosas. Es

El poder de untestimonio personalÉ L D E R D I E T E R F. U C H T D O R FDel Quórum de los Doce Apóstoles

Nuestro firme testimonio personal nos motivará a cambiary después a bendecir al mundo.

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tierna y dulce, y siempre conlleva cier-to carácter sagrado. Cuando hablamosdel testimonio, nos referimos a senti-mientos del corazón y de la mente, enlugar de una acumulación de hechoslógicos y estériles. Es un don delEspíritu, una atestación del EspírituSanto que indica que ciertos concep-tos son verdaderos.

Un testimonio es el conocimientoseguro o la certeza que viene delEspíritu Santo acerca de la veracidad yde la divinidad de la obra del Señoren estos últimos días. Un testimonioes “la convicción permanente, vivien-te y conmovedora de las verdades re-veladas del Evangelio de Jesucristo”(Marion G. Romney, “Cómo obtenerun testimonio”, Liahona, noviembre1976, pág. 1, cursiva agregada).

Al testificar, declaramos la veraci-dad absoluta del mensaje delEvangelio. En una época en la quemuchos perciben la verdad como algorelativo, una declaración de veracidadabsoluta no es algo muy popular, niparece ser políticamente correcto nioportuno. Los testimonios de las “co-sas como realmente son” (Jacob 4:13)son audaces, verídicos y vitales por-que tienen consecuencias eternaspara la humanidad. A Satanás no ledisgustaría que declarásemos el men-saje de nuestra fe y la doctrina delEvangelio como algo que cambia enbase a las circunstancias. Nuestra fir-me convicción de la veracidad delEvangelio es un ancla en nuestra vida;es estable y fidedigna como la EstrellaPolar. Un testimonio es algo muy per-sonal y quizás un poco diferente paracada uno de nosotros, ya que cadauno es una persona única; sin embar-go, un testimonio del Evangelio res-taurado de Jesucristo siempre incluiráestas verdades claras y sencillas:

• Dios vive, Él es nuestro amorosoPadre Celestial y nosotros somos Sushijos.

• Jesucristo es el Hijo del Dios vi-viente y el Salvador del mundo.

• José Smith es el profeta de Dios por medio de quien se restauróel Evangelio de Jesucristo en los últimos días.

• El Libro de Mormón es la palabrade Dios.

• El presidente Gordon B.Hinckley, sus consejeros y los miem-bros del Quórum de los DoceApóstoles son los profetas, videntes yreveladores de nuestros días.

A medida que adquirimos un cono-cimiento más profundo de esas verda-des y del plan de salvación por elpoder y el don del Espíritu Santo, po-dremos llegar a “conocer la verdad detodas las cosas” (Moroni 10:5).

¿Cómo obtenemos un testimonio?Todos sabemos que es más fácil ha-

blar de un testimonio que adquirirlo.El proceso para recibirlo se basa en laley de la cosecha: “Pues todo lo que elhombre sembrare, eso también sega-rá” (Gálatas 6:7). Nada bueno vienesin esfuerzo ni sacrificio. Si tenemosque esforzarnos para adquirir un testi-monio, eso nos hará, a nosotros y anuestro testimonio, aún más fuertes;y, si compartimos nuestro testimonio,éste aumentará.

Un testimonio es una posesión muypreciada, pues no se adquiere sólo me-diante la lógica o la razón, no se puedecomprar con posesiones terrenales nise puede dar de regalo, ni se puedeheredar de nuestros antepasados. Nopodemos depender del testimonio deotras personas; sino que debemos sa-ber por nosotros mismos. El presiden-te Gordon B. Hinckley ha dicho: “TodoSanto de los Últimos Días tiene la res-ponsabilidad de llegar a saber por símismo, y con certeza, sin lugar a du-das, que Jesús es el Hijo resucitado yviviente del Dios viviente” (véase “Notengáis miedo de hacer lo bueno”,Liahona, julio de 1983, pág. 124).

La fuente de ese conocimiento se-guro y de esa firme convicción es larevelación divina, “…porque el testi-monio de Jesús es el espíritu de laprofecía” (Apocalipsis 19:10).

Recibimos ese testimonio cuandoel Espíritu Santo se comunica connuestro espíritu. Recibiremos una certeza firme y apacible que será lafuente de nuestro testimonio y con-vicción, sin importar nuestra cultura,

raza, idioma, posición social o econó-mica. Esos susurros del Espíritu, másque sólo la lógica humana, serán elverdadero fundamento sobre el cualedificaremos nuestro testimonio.

La esencia de ese testimonio serásiempre la fe en Jesucristo y el conoci-miento de Él y de Su misión divina,quien en las Escrituras dice de Sí mis-mo: “Yo soy el camino, y la verdad y lavida” (Juan 14:6).

Por lo tanto, ¿cómo recibimos untestimonio personal que esté arraiga-do en el testimonio del EspírituSanto? El método se describe en lasEscrituras:

Primero: Deseo de creer. En elLibro de Mormón se nos exhorta:“…si despertáis y aviváis vuestras fa-cultades hasta experimentar con mispalabras y ejercitáis un poco de fe…aunque no sea más que un deseo decreer” (Alma 32:27).

Habrá quien diga: “Yo no puedocreer; no soy religioso”. Piensen enesto: Dios nos promete ayuda divinaaun cuando sólo tengamos el deseode creer, pero debe ser un deseo realy no uno fingido.

Segundo: Escudriñar lasEscrituras. Háganse preguntas, estú-dienlas, escudriñen las Escrituras enbusca de respuestas. Una vez más, en el Libro de Mormón se nos da unbuen consejo: “Si dais lugar para quesea sembrada una semilla en vuestrocorazón” por medio del estudio dili-gente de la palabra de Dios, la semi-lla buena “empezará a hincharse en vuestro pecho,” si no la rechazanuestra incredulidad. Esa semillabuena comenzará a “ensanchar[vuestra] alma” y a “iluminar [vues-tro] entendimiento” (Alma 32:28).

Tercero: Hacer la voluntad de Dios;guardar los mandamientos. No bastacon entrar en un debate intelectual sideseamos saber por nosotros mismosque se ha restaurado el reino de Diosen la tierra. El estudio ocasional tam-poco es suficiente. Nosotros mismosdebemos actuar; eso significa aprendery después hacer la voluntad de Dios.

Debemos venir a Cristo y seguirSus enseñanzas. El Salvador enseñó:

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“Mi doctrina no es mía, sino de aquelque me envió. El que quiera hacer lavoluntad de Dios, conocerá si la doc-trina es de Dios, o si yo hablo por mipropia cuenta” (Juan 7:16–17; cursivaagregada). Y también dijo: “Si meamáis, guardad mis mandamientos”(Juan 14:15).

Cuarto: Meditar, ayunar y orar.Para recibir conocimiento del EspírituSanto, debemos pedírselo a nuestroPadre Celestial. Debemos confiar enque Dios nos ama y que nos ayudará areconocer los susurros del EspírituSanto. En el Libro de Mormón se nosrecuerda:

“…cuando leáis estas cosas… re-cor[dad] cuán misericordioso ha sidoel Señor con los hijos de los hombres,desde la creación de Adán hasta eltiempo en que recibáis estas cosas, yque lo meditéis en vuestros corazones.

“…pregunt[ad] a Dios el EternoPadre, en el nombre de Cristo, si noson verdaderas estas cosas; y si pedíscon un corazón sincero, con verdade-ra intención, teniendo fe en Cristo, élos manifestará la verdad de ellas porel poder del Espíritu Santo” (véaseMoroni 10:3–4).

Y el profeta Alma dijo:“He aquí, os testifico que yo sé

que estas cosas… son verdaderas. Y ¿cómo suponéis que yo sé de sucerteza?

“…he aquí, he ayunado y orado…para poder saber estas cosas por mímismo. Y… el Señor Dios me las hamanifestado por su Santo Espíritu; y éste es el espíritu de revelación”(Alma 5:45–46).

Mis amados hermanos y hermanas,Alma recibió su testimonio medianteel ayuno y la oración hace más de dosmil años, y nosotros podemos tener la misma sagrada experiencia hoy día.

¿Y para qué sirve el testimonio?Un testimonio proporciona la debi-

da perspectiva, motivación y el ci-miento sólido sobre el cual edificaruna vida útil y de progreso personal.Es una fuente constante de confianza,un compañero fiel y verdadero en lostiempos buenos y en los malos. Untestimonio nos brinda una razón paratener esperanza y alegría; nos ayuda acultivar un espíritu de optimismo y defelicidad que nos permite regocijar-nos por las bellezas de la naturaleza.

Un testimonio nos motiva a escogerlo justo en todo momento y en todacircunstancia; nos motiva a acercar-nos más a Dios, y a permitir que Él se acerque más a nosotros (véaseSantiago 4:8).

Nuestro testimonio es un escudoprotector y, al igual que una barra dehierro, nos conduce a salvo a travésde la oscuridad y la confusión.

El testimonio de Nefi le dio el valor para defender sus principios yllegar a ser contado como uno queobedece al Señor. No murmuró, nodudó ni temió, fueran cuales fueranlas circunstancias. En los momentosdifíciles, dijo: “Iré y haré lo que elSeñor ha mandado, porque sé que el Señor…prepa[rará] la vía para que[lo] cumplan” (1 Nefi 3:7).

Al igual que el Señor conocía aNefi, Dios nos conoce y nos ama. Éstaes nuestra época; éstos son nuestrosdías. Nos hallamos en medio de la ac-ción. Nuestro firme testimonio perso-nal nos motivará a cambiar y despuésa bendecir al mundo. De ello testifico,dejándoles mi bendición en calidadde apóstol del Señor, en el nombre deJesucristo. Amén. ■

Después de una sesión de la conferencia, los miembros y los misioneros de la Estaca Tecnológico, Chihuahua, México posan

para una fotografía.

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Nuestro Padre Celestial deseaque cada uno de nosotros dis-frute de paz y felicidad en la

vida terrenal. Nuestro Maestro,Jesucristo, y Sus profetas han ense-ñado cómo obtener esa paz y esa feli-cidad, aun en un mundo cada vezmás difícil, con crecientes conflictosy una gran cantidad de tentacionesatrayentes.

Por medio de una analogía demontañismo, les ilustraré la formaequivocada de encontrar paz y felici-dad, y después, la manera correcta deobtenerlas. Hay quienes tratan de es-calar un peñasco difícil mediante un

método llamado “soloing”, que impli-ca que el escalador asciende solo, sinequipo ni acompañantes ni protec-ción segura; sólo cuenta con su habili-dad y su capacidad. Lo hace por laemoción de vivir al borde del peligro,arriesgándolo todo y lo hace a pesarde la posibilidad de que, en cualquiermomento, puede caerse y lastimarsegravemente o perder la vida. Sonigual que muchos que afrontan losdesafíos y las tentaciones de la vidasin la seguridad que brinda el seguirlos mandamientos de Dios y la guíadel Espíritu. En el difícil mundo dehoy, es casi seguro de que infringiránleyes decisivas con consecuencias do-lorosas y destructivas. No trates de vi-vir “solo” en tu vida, lo más probablees que caigas en transgresión.

Hay una forma más segura de escalar montañas. Cuando un par deescaladores se dispone a realizar unascenso difícil, el primer escalador oprimero de la cordada escala una pa-red rocosa colocando anclajes a cortadistancia uno del otro. La cuerda laenlaza al anclaje por medio de unmosquetón. La seguridad la brinda un compañero, al que se le llama elsegundo de la cordada o asegurador,quien se coloca en un lugar bien se-guro. El primero está protegido al

ser asegurado por el segundo escala-dor, quien controla con cuidadocómo soltar la cuerda gradualmente.De esa forma, el primer escalador ase-gura su protección mientras asciende.Así, si inadvertidamente diera un pasoen falso, el anclaje pararía la caída sinque tuviera grandes consecuencias. El segundo no sólo asegura al prime-ro, sino que, al comunicarse entreellos, le brinda también aliento concomentarios y señales. Su meta es lade tener una experiencia segura yapasionante, al vencer un gran desa-fío. Ellos ya han probado las técnicasque emplean y el equipo que utilizan.El equipo esencial cuenta con un ar-nés seguro, una cuerda de buena cali-dad y en buenas condiciones, unavariedad de anclajes para insertar enla roca, una bolsa de polvo de tizapara sujetarse mejor y botas o zapatosespeciales, adecuados para la escala-da, que el primer escalador utilizapara agarrarse a la superficie de unaroca empinada.

Ellos han estudiado las reglas y lastécnicas de montañismo; han recibidoinstrucción de escaladores con expe-riencia y han practicado para sentirsecómodos con los movimientos y eluso apropiados del equipo. Han plani-ficado una ruta y han determinadocómo trabajarán juntos. Cuando elprimero ha subido lo suficiente y en-cuentra un lugar conveniente y bienseguro, comienza a asegurar o a “be-lay” al segundo escalador tirando dela cuerda, mientras éste va subiendoel “largo” o extensión de ésta. Cuandoel segundo ha alcanzado al primero,se repite el mismo proceso. Uno ase-gura o “belay” mientras el otro escala,colocando anclajes cada tanto, comoprotección, por si se produjera unacaída inesperada. Aun cuando la técni-ca de escalada parece ser muy arries-gada y peligrosa, esas precaucionesaseguran una experiencia emocionan-te, que logra el objetivo al seguir losprincipios correctos.

En la vida real, los anclajes son lasleyes de Dios que te proporcionanprotección para todos los desafíosque tengas que afrontar. La cuerda y

La Expiación puedeasegurar tu paz y tu felicidadÉ L D E R R I C H A R D G. S C O T TDel Quórum de los Doce Apóstoles

La verdadera felicidad perdurable, conjuntamente con la fortaleza, la valentía y la capacidad de vencer lasdificultades más grandes, la obtendrás a medida quecentres tu vida en Jesucristo.

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los mosquetones que aseguran lacuerda al anclaje representan la obe-diencia a esos mandamientos. Unavez que tú aprendas esos manda-mientos, los sigas practicando y ten-gas un plan para evitar el peligro,tendrás un medio seguro para obte-ner protección contra las tentacionesde Satanás. Tú cultivarás una fortale-za de carácter que te protegerá con-tra la transgresión. Si das un paso enfalso, eso no tiene por qué ser unproblema permanente en virtud de laseguridad o de la ayuda que te da elarrepentimiento.

Permite que el Salvador sea el “pri-mero” en tu vida. Él ha dicho: “Yosoy… la Roca del Cielo… quien entrepor la puerta y suba por medio de mí,jamás caerá”1. El Redentor te conduci-rá seguro a través de los obstáculosmás difíciles. Sus leyes son anclajesseguros de protección que disipan eltemor y aseguran el éxito en lo quede otro modo sería un mundo peli-groso. Es por seguro que una vida así,te proporcionará paz y felicidad.

La verdadera felicidad perdurable,conjuntamente con la fortaleza, la

valentía y la capacidad de vencer lasdificultades más grandes, la obten-drás a medida que centres tu vida enJesucristo. La obediencia a Sus ense-ñanzas proporciona un ascenso segu-ro en la escalada de la vida, y esorequiere sacrificio. Aunque no existaninguna garantía de que los resulta-dos se consigan de un día para elotro, existe la seguridad de que, se-gún el tiempo del Señor, recibirás las soluciones a tus problemas, pre-valecerá la paz en ti y será tuya la felicidad.

Las dificultades que afrontes y lasexperiencias que tengas para tu pro-greso tienen como propósito ser es-cenas que representas en el escenariode una vida plena de paz y felicidadcontinuas. La tristeza, las penas y ladesilusión son incidentes de la vida, yno tienen como propósito ser la esen-cia de la vida misma, y no estoy mini-mizando la magnitud de lo difícil quepodría llegar a ser alguna de ellas.Cuando la lección que debas apren-der sea muy importante, las pruebaspueden extenderse por largos lapsosde tiempo; sin embargo, no debes

permitir que éstas se conviertan en elcentro de atención de todo lo que ha-ces. Tu vida puede y debe ser maravi-llosamente reconfortante. Son tucomprensión de las leyes de Dios y laaplicación de éstas lo que te darán unpropósito glorioso, a medida que va-yas ascendiendo y conquistando lasdificultades de la vida. Esa perspectivahace que los problemas queden confi-nados a su verdadero lugar, el de serpeldaños en el sendero del progresoy de los logros.

El Señor se centra en tu progreso ydesarrollo personal. Cuando permitesde buena voluntad que Él te guíe através de cada experiencia de progre-so que te salga al paso, sea ésta de tuagrado o no, tu progreso se acelera.Confía en el Señor; pide que elEspíritu te guíe para conocer Su vo-luntad y disponte a aceptarla. De esemodo, serás merecedor de una felici-dad más grande y de los logros másaltos de esta experiencia terrenal.

La paz y la felicidad son los precia-dos frutos de una vida recta, y sóloson posibles en virtud de la expiaciónde Jesucristo. Te explico:

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Cada uno de nosotros cometeerrores en esta vida que dan como re-sultado el quebrantar las leyes eter-nas. La justicia es la parte del plan defelicidad del Padre Celestial para man-tener el orden. Es como la ley de gra-vedad para un escalador, siempre estápresente. Es una amiga si observas lasleyes eternas pero actúa en tu perjui-cio si haces caso omiso de ella. La jus-ticia garantiza que recibas lasbendiciones que te hayas ganado alobedecer las leyes de Dios, pero tam-bién requiere que satisfagas toda leyque violes. Cuando tu obedeces las le-yes de Dios, eres bendecido, pero nohay forma de guardar créditos adicio-nales con el fin de satisfacer las leyesque infrinjas. Si no se satisfacen, las le-yes que se quebranten pueden hacerque tu vida sea miserable e impedirteregresar a Dios. Sólo la vida, las ense-ñanzas y en particular la expiación deJesucristo te libran de lo que sería unasituación terrible.

Las demandas de la justicia por lainfracción de una ley se satisfacen me-diante la misericordia, la que se obtie-ne por medio de la obediencia y delarrepentimiento continuos a las leyesde Dios. Ese arrepentimiento y esaobediencia son absolutamente esen-ciales para que la Expiación realice sumilagro pleno en ti. El Redentor pue-de pagar la deuda que demanda lajusticia y concederte el perdón me-diante el camino misericordioso de tu arrepentimiento. Por medio de la

Expiación, tú puedes vivir en un mun-do donde la justicia se asegura de quemantengas lo que consigas por mediode la obediencia. Mediante Su miseri-cordia, puedes resolver las conse-cuencias de las leyes infringidas.

La Expiación fue un acto generosode infinitas consecuencias eternas queobtuvo solo y dolorosamente el Hijode Dios2. Mediante ella, el Salvadorrompió las ligaduras de la muerte, lo que hace que se justifique que elRedentor nos juzgue en el Final. LaExpiación puede evitar que pases unaeternidad bajo el dominio de Satanásy abre las puertas de la exaltación paratodos los que sean merecedores delperdón, por medio del arrepentimien-to y de la obediencia.

El meditar sobre la grandiosidad de la Expiación evoca los sentimien-tos más profundos de reverencia, deinmensa gratitud y de profunda hu-mildad. Esas impresiones te propor-cionan una motivación poderosapara guardar Sus mandamientos yarrepentirte constantemente de loserrores, para recibir así mayor paz yfelicidad.

Yo creo que no importa cuán dili-gentemente trates, es imposible quecon tu mente humana puedas com-prender el significado eterno de laExpiación ni cómo se cumplió en suplenitud. Sólo podemos apreciar, enuna medida muy pequeña, cuánto do-lor, angustia y sufrimiento le costó alSalvador y cuán difícil fue para nuestro

Padre Celestial ver a Su Hijo experi-mentar el incomparable desafío de Suexpiación. Pero aún así, debes estudiarcon cuidado la Expiación para com-prenderla tan bien como te sea posi-ble, y aprender que debes vivir Susmandamientos para disfrutar de paz yfelicidad en la vida terrenal. Con losmiembros obedientes de tu familia, teserá posible vivir con Él y con tu PadreCelestial para siempre.

Lehi enseñó a su hijo Jacob:“…ninguna carne puede morar en lapresencia de Dios, sino por medio delos méritos, y misericordia, y graciadel Santo Mesías”3.

Jesucristo poseyó los méritos queningún otro ser poseía. Antes de na-cer en Belén, Él era un Dios, Jehová.Su amoroso Padre no sólo le dio Sucuerpo espiritual, sino que Jesús eratambién Su Unigénito en la carne.Nuestro Maestro vivió una vida per-fecta y sin pecado, y por consiguienteestaba libre de las demandas de la jus-ticia. Él es perfecto en todo atributo,entre ellos el amor, la compasión, lapaciencia, la obediencia, el perdón yla humildad. Cuando nos arrepenti-mos y lo obedecemos, Su misericor-dia paga nuestra deuda con la justiciay, dado que aún nuestros mejores es-fuerzos por obedecer Sus enseñanzasserían insuficientes, es en virtud de Sugracia que nos salvaremos, “despuésde hacer cuanto podamos”4.

Testifico que con un sufrimiento y una agonía imposibles de imaginar,a un precio incalculable, el Salvadorse ganó el derecho de ser nuestroRedentor, nuestro Mediador y nuestroJuez Final. Yo sé que Él vive y que teama. Haz siempre que Él sea el “pri-mero” en tu vida. El anclaje seguro deSus leyes te asegurará la seguridad yel éxito al escalar los desafíos que va-yas a afrontar. No caerás en transgre-siones graves, y la tuya será una vidade paz y de felicidad coronada con laexaltación en el reino celestial. En elnombre de Jesucristo. Amén. ■NOTAS

1. Moisés 7:53.2. Véase D. y C. 133:50, 52–53.3. 2 Nefi 2:8; cursiva agregada.4. 2 Nefi 25:23.

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Agradezco estar con ustedes enesta gran reunión del sacerdo-cio. Todos somos miembros de

un quórum del sacerdocio. Tal vez noles parezca extraordinario, pero paramí sí lo es. Fui ordenado diácono enel Sacerdocio Aarónico en una peque-ña rama de la Iglesia en la que habíauna sola familia. No teníamos un cen-tro de reuniones, por lo que nos reu-níamos en nuestra casa. Yo era elúnico diácono y mi hermano el únicomaestro.

Por lo tanto, sé lo que es ejercer elsacerdocio solo, sin servir con otraspersonas en un quórum. Era feliz enaquella pequeña rama sin quórum,pues no tenía forma de saber lo queme estaba perdiendo; entonces, mi

familia se mudó al otro lado del conti-nente, donde había muchos poseedo-res del sacerdocio y quórumesfuertes.

Con los años, he aprendido que lafuerza de un quórum no proviene delnúmero de poseedores del sacerdo-cio que haya en él, ni tampoco vieneautomáticamente de la edad ni la ma-durez de sus miembros. Antes bien, la fuerza de un quórum procede, engran medida, de cuán íntegramenteestén unidos sus miembros en recti-tud. La unidad de un quórum fuertedel sacerdocio no se parece a nadaque haya experimentado en un equi-po o club deportivo ni en cualquierotra organización del mundo.

Las palabras de Alma, registradasen el libro de Mosíah, son las que me-jor describen la unidad que he senti-do en los quórumes más fuertes delsacerdocio:

“Y les mandó que no hubiera con-tenciones entre uno y otro, sino quefijasen su vista hacia adelante con unasola mira, teniendo una fe y un bautis-mo, teniendo entrelazados sus cora-zones con unidad y amor el uno paracon el otro”1.

Alma incluso dijo a su pueblocómo reunir los requisitos para esaunidad. Les dijo que no debían predi-car nada excepto el arrepentimiento yla fe en el Señor, que había redimidoa Su pueblo2.

Lo que Alma estaba enseñando, yasí sucede en cualquier quórum delsacerdocio que he visto unido, es que los corazones de los miembroscambian gracias a la expiación deJesucristo. Así es como sus corazonesse entrelazan.

Entendemos entonces por qué elSeñor encomienda a los presidentesde quórum que dirijan en la formaque lo hace. En la sección 107 deDoctrina y Convenios utiliza casi lasmismas palabras para describir los de-beres del presidente de cada quórum.El presidente del quórum de diáco-nos debe enseñar a sus miembros sudeber “conforme a lo indicado en losconvenios”3. El presidente del quó-rum de maestros debe enseñar a susmiembros sus deberes como “se indi-can en los convenios”4. Al presidentedel quórum de presbíteros, que es elobispo, se le manda “presidir a cua-renta y ocho presbíteros, sentarse enconcilio con ellos y enseñarles los de-beres de su oficio, cual se indica enlos convenios”5.

Al presidente del quórum de élde-res se le encomienda de esta manera:

“Además, el deber del presidentedel oficio de los élderes es presidir anoventa y seis élderes, sentarse enconcilio con ellos y enseñarles deacuerdo con los convenios”6.

Es fácil entender por qué Diosquiere que se enseñe a Sus quórumes“de acuerdo con los convenios”. Losconvenios son promesas solemnes.Nuestro Padre Celestial nos prometea todos la vida eterna si hacemos con-venios y los guardamos. Por ejemplo,recibimos el sacerdocio con el conve-nio de ser fieles al ayudarle en Suobra. Las personas a las que bautiza-mos en Su Iglesia prometen tener feen Jesucristo, arrepentirse y guardarSus mandamientos. Todo conveniorequiere fe en Jesucristo y obedienciaa Sus mandamientos a fin de facultar-nos para el perdón y un corazónpuro, necesarios para heredar la vidaeterna, el mayor de todos los donesde Dios.

Tal vez se pregunten, “¿Quiere eso decir que todas las lecciones del

El quórum del sacerdocioÉ L D E R H E N R Y B . E Y R I N GDel Quórum de los Doce Apóstoles

La fuerza de un quórum procede, en gran medida, de cuáníntegramente estén unidos sus miembros en rectitud.

SESIÓN DEL SACERDOCIO3 0 d e s e p t i e m b r e d e 2 0 0 6

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quórum deben ser sobre la fe y elarrepentimiento?” Claro que no, perosí significa que el maestro y los queparticipen deben desear siempre lle-var el Espíritu del Señor al corazón delos miembros que hay en el aula paragenerar fe y la determinación de arre-pentirse y ser limpios.

Ese deseo sobrepasa las paredesdel salón donde se reúne el quórum,pues en un quórum realmente unido,ese deseo se extiende a los miembrosdondequiera que se encuentren.

Vi eso hace unos años en un quó-rum de diáconos al que se me llamó aenseñar las clases. De vez en cuando,algunos diáconos no asistían a las reu-niones del quórum. Yo sabía que laenseñanza en ese quórum, y en todoquórum, era responsabilidad del pre-sidente que tenía las llaves, quien de-bía sentarse en concilio con todosellos. Por tanto, he adquirido el hábi-to de pedir consejo de aquel a quienDios ha dado el mando, y le pregunté:“¿Qué cree que debo enseñar?, ¿cuáldebería ser mi objetivo?”.

Aprendí a seguir su consejo, por-que sabía que Dios le había dado laresponsabilidad para enseñar a losmiembros de su quórum. Un domin-go, supe que Dios había honrado elmandato que había dado a un presi-dente de quórum. Yo enseñaba a losdiáconos, cuando me fijé en una sillavacía en la que había un aparato paragrabar, y vi que estaba encendido.Después de la reunión, el joven queestaba sentado junto a la silla recogióel aparato y, cuando se disponía a sa-lir, le pregunté por qué había grabadonuestra clase. Sonrió y dijo que otrodiácono le había dicho que no iba aestar en el quórum ese día, así que lellevaba la grabadora a su casa paraque pudiera escuchar la lección.

Yo había confiado en la responsabi-lidad que le había sido dada a un jo-ven presidente de quórum, y la ayudadel Cielo llegó. El Espíritu inspiró alos miembros de esa habitación y en-vió a uno de ellos a un amigo para tratar de fortalecer su fe y guiarlo alarrepentimiento. El diácono que lleva-ba la grabadora había aprendido de

acuerdo con los convenios y tendió lamano para ayudar a su amigo y com-pañero del quórum, de acuerdo conlos convenios.

A los miembros de un quórum delsacerdocio se les instruye de diversasmaneras, no sólo a través de las cla-ses. El quórum es una unidad de ser-vicio y los miembros aprenden alservir. Un quórum puede brindar ma-yor servicio que el que pudieran darsus miembros individualmente, y esepoder se multiplica sin importar lacantidad de miembros. Cada quórumdispone de un líder con autoridad yresponsabilidad para dirigir el serviciodel sacerdocio. He visto el poder quese genera cuando se llama a los quó-rumes a ayudar cuando se produceun desastre. Una y otra vez personasque no son de la Iglesia me han ex-presado su sorpresa y admiración porla eficacia de la Iglesia para organizar-se para ayudar. A ellos les parece unmilagro. En todo servicio del sacerdo-cio, el milagro del poder surge cuan-do los líderes y los miembros honranla autoridad de los que dirigen el ser-vicio en los quórumes del sacerdociopor toda la tierra.

Los milagros de poder se llevan acabo cuando los quórumes brindanservicio a los demás o cuando ese ser-vicio lo reciben los propios miembrosdel quórum. Un presidente de quó-rum de diáconos se reunió temprano

un domingo con sus consejeros y elsecretario del quórum antes de la reu-nión de quórum. Después de consi-derarlo en consejo con espíritu deoración, se sintió inspirado a llamar aun diácono para que invitara a la si-guiente reunión del quórum a otrodiácono que nunca había asistido.Sabía que el diácono que nunca habíaasistido tenía un padre que no eramiembro de la Iglesia y que su madretenía escaso interés en ella.

El diácono asignado aceptó el lla-mado de su presidente de comunicar-se con el joven y fue a verlo. Yo leobservé marcharse con actitud reacia,como si se tratara de una tarea difícil.El joven al que invitó a acompañarle al quórum había asistido sólo unascuantas veces antes de que su familiase mudara. Muchos años después, mehallaba en una conferencia de estaca amiles de kilómetros del lugar dondese había reunido aquel quórum dediáconos. Entre una reunión de laconferencia y otra, un hombre al queno conocía se me acercó y me pre-guntó si conocía a cierta persona.Mencionó un nombre; se trataba deljoven al que el presidente del quórumde diáconos había llamado para bus-car y cuidar de una oveja perdida.Aquel hombre me dijo: “¿Podría darlelas gracias de mi parte? Soy el abuelodel chico al que invitó al quórum dediáconos hace años. Ahora ya es gran-de, pero todavía me habla del diáconoque lo invitó a ir a la Iglesia con él”.

Tenía lágrimas en los ojos, y yotambién. Un joven presidente dequórum había sido inspirado a ayu-dar a un miembro perdido de suquórum enviando a un joven con lamisión de servir. Aquel presidentehizo lo que el Maestro hubiera he-cho, y en el transcurso, capacitó a unnuevo poseedor del sacerdocio en su deber de servir a los demás, deacuerdo con los convenios. Se entre-lazaron corazones que todavía seguí-an conectados después de más deveinte años y a miles de kilómetrosde distancia. La unidad del quórumperdura cuando se edifica en el servi-cio y a la manera del Señor.

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Una de las características que distin-gue a un quórum fuerte es el senti-miento de hermandad que reina entresus miembros. Se preocupan los unospor los otros y se ayudan mutuamente.Los presidentes de quórum puedenforjar mejor esa hermandad si recuer-dan por qué el Señor desea que hayaunidad en el quórum. Obviamente espara que se ayuden mutuamente; peroes más, mucho más: es para que seedifiquen y se animen unos a otros aservir en rectitud con el Maestro en Suobra de ofrecer la vida eterna a los hi-jos de nuestro Padre Celestial.

El comprender eso cambiará nues-tra manera de intentar forjar herman-dad en el quórum. Por ejemplo,podría incluso cambiar la forma enque un quórum de diáconos juega albaloncesto. Quizá los miembros espe-ren forjar la hermandad más que sóloganar un partido. Podrían invitar a unjoven al que siempre se excluye por-que no juega muy bien. Si acepta y va,los miembros del quórum probable-mente le pasarán la pelota un pocomás, al ver que tiene la oportunidadde marcar un tanto, especialmente aljoven que probablemente no meta lacanasta. Veinte años después quizá norecuerden si ganaron esa noche, perosiempre recordarán cómo jugaronjuntos y por qué, y de quién era elequipo. Fue el Señor quien dijo: “Y sino sois uno, no sois míos”7.

El entender por qué el Señor deseaque haya hermandad puede cambiarla forma de organizar una fiesta delquórum de élderes. Yo fui a una fiestaque planeó un hombre que era con-verso. Encontrar el Evangelio habíasido lo mejor que le había sucedido,así que invitó a los amigos y vecinosque todavía no eran miembros de laIglesia. Aún recuerdo el sentimientode hermandad que reinaba mientrasconversábamos con ellos sobre lo quela Iglesia significaba para nosotros. Enaquella fiesta sentí más que herman-dad con los hermanos del sacerdocio.El Maestro invitó a Sus discípulos a Suprimer Quórum de los Doce duranteSu ministerio terrenal de esta forma:“Venid en pos de mí, y os haré

pescadores de hombres”8. De modoque aquella noche en la fiesta, sentíque me encontraba en la hermandaddel Maestro y Sus discípulos, llegandoa ser lo que Él desea que seamos.

Fui bendecido con ese mismo sen-timiento de hermandad por parte deun líder del sacerdocio cuando yopertenecía al Sacerdocio Aarónico. Élsabía cómo forjar una hermandadperdurable en el sacerdocio. Acordócon el dueño de un terreno arboladoque pasáramos la tarde cortando ma-dera y la juntáramos en haces paraque las viudas tuvieran con qué haceruna lumbre en invierno. Todavía re-cuerdo la afectuosa hermandad quesentí con mis hermanos del sacerdo-cio. Pero recuerdo aún más el senti-miento de que estaba haciendo loque el Salvador haría, por lo que sentíhermandad con Él. Podemos forjaresa preciosa hermandad en nuestrosquórumes durante esta vida y poseer-la después por siempre, en gloria y enfamilias, si vivimos de acuerdo con losconvenios.

Ruego que acepten la invitacióndel Señor de estar unidos, de ser unoen nuestros quórumes del sacerdo-cio. Él ha señalado la senda y nos haprometido que, con Su ayuda, losquórumes buenos pueden llegar a ser

quórumes excepcionales. Es lo quedesea para nosotros, y yo sé que ne-cesita quórumes más fuertes parabendecir a los hijos de nuestro PadreCelestial, de acuerdo con los conve-nios. Tengo fe en que lo hará.

Sé que nuestro Padre Celestial vive.Sé que Su Hijo, Jesucristo, expió nues-tros pecados y los de todas las perso-nas que conocemos. Él resucitó; Élvive; guía Su Iglesia y posee las llavesdel sacerdocio. Mediante la inspira-ción que comunica a los que poseenllaves en la Iglesia, Él llama a cada pre-sidente de cada quórum del sacerdo-cio. Testifico que el sacerdocio le fuerestaurado a José Smith con todas susllaves. Y testifico solemnemente queesas llaves han llegado hasta la actuali-dad al Presidente de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los ÚltimosDías, que es el presidente de todo elsacerdocio en toda la tierra.

Lo testifico en el sagrado nombrede Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Mosíah 18:21.2. Véase Mosíah 18:20.3. D. y C. 107:85.4. D. y C. 107:86.5. D. y C. 107:87.6. D. y C. 107:89.7. D. y C. 38:27.8. Mateo 4:19.

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Hace años, cuando mis herma-nos y yo éramos niños, nuestramadre se sometió a una gran

operación quirúrgica para erradicarun cáncer. Estuvo muy cerca de morir.Fue necesario extirparle mucho tejidodel cuello y del hombro, y durantemucho tiempo fue muy doloroso paraella usar el brazo derecho.

Una mañana, a un año de la opera-ción, mi padre la llevó a una tienda deartículos eléctricos y le pidió al geren-te que le mostrara cómo usar unaplancha para ropa que él tenía. Se lla-maba Ironrite. La máquina se operabadesde una silla, para lo cual se presio-naban unos pedales con la rodillapara bajar un rodillo acojinado contrauna superficie caliente de metal y ha-cerlo girar, y por allí se hacían pasarlas camisas, pantalones, vestidos y de-más prendas de ropa. Como podránimaginar, esto facilitaba el planchado(y era mucho, pues en nuestra familiaéramos cinco varones), en especial

para una mujer con un uso limitadode su brazo. Mi madre se sorprendiócuando papá compró la máquina y lapagó en efectivo. A pesar del buen in-greso que él tenía como veterinario,la operación de mamá y los medica-mentos los habían dejado en una si-tuación financiera difícil.

De camino a casa, mi madre estabaalterada: “¿Cómo podremos pagarla?¿De dónde salió el dinero? ¿Cómo nosarreglaremos a partir de hoy?” Papá lecontó que durante casi un año no ha-bía almorzado para ahorrar el dinerosuficiente. “Ahora cuando planches”,le dijo, “no tendrás que dejar de ha-cerlo e ir al dormitorio a llorar hastaque se te pase el dolor del brazo”. Ellano sabía que él se había dado cuenta.En ese tiempo yo no me percaté delsacrificio y del acto de amor de mi pa-dre por mi madre, pero ahora que losé, me digo a mí mismo: “He ahí a unhombre”.

El profeta Lehi suplicó a sus hijosrebeldes diciendo: “Levantaos del pol-vo, hijos míos, y sed hombres” (2 Nefi1:21; cursiva agregada). Por su edad,Lamán y Lemuel eran hombres, peroen términos de carácter y madurez es-piritual, aún se comportaban comoniños. Murmuraban y se quejaban sise les pedía hacer algo difícil; no acep-taban la autoridad de nadie para co-rregirlos; no valoraban las cosasespirituales; y con facilidad recurríana la violencia y eran buenos para hacerse las víctimas.

Actualmente vemos las mismas actitudes. Algunos actúan como si lameta del hombre debiera ser su pro-pio placer. Las costumbres morales

liberales permiten que el hombre se“libere” de la obligación, por así decir-lo, por lo que muchos consideran que es aceptable tener hijos fuera delmatrimonio y cohabitar en vez de ca-sarse1. Se considera inteligente esqui-var los compromisos, pero sacrificarsepor el bien de otros es ingenuidad.Para algunos, una vida de trabajo y delogros es algo opcional. Un psicólogoque estudia el creciente fenómeno delo que él llama “jóvenes en neutral”describe este panorama:

“Justin asiste a la universidad uno o dos años, malgasta gran cantidad deldinero de sus padres, pero se aburre y regresa a vivir con ellos nuevamente,a ocupar su antigua habitación, la mis-ma habitación que tenía mientras asis-tía a la secundaria. Ahora trabaja 16horas a la semana en una tienda o me-dia jornada en otro lugar.

“Sus padres están desesperados.‘Justin, tienes 26 años. No estudias,no tienes una carrera; ni siquiera tie-nes novia. ¿Qué piensas hacer?¿Cuándo sentarás cabeza?’

“ ‘¿Cuál es el problema?’, preguntaJustin. “No me han arrestado, no les pido dinero. ¿Por qué no se tran-quilizan?’2.

¿Qué me dicen en cuanto a las as-piraciones de él?

Nosotros, los que poseemos el sa-cerdocio de Dios, no podemos darnosel lujo de andar a la deriva. Tenemostrabajo por hacer (véase Moroni 9:6).¡Debemos levantarnos del polvo de laautocomplacencia y ser hombres! Esuna hermosa aspiración que un jovendesee ser un hombre, fuerte y capaz;que pueda construir y crear cosas; quesea una contribución para el mundo.Para los que ya somos mayores, es unamaravillosa aspiración convertir en re-alidad la visión de la verdadera hom-bría en nuestra vida y ser modelospara aquellos que busquen en noso-tros un ejemplo.

En gran medida, la verdadera hom-bría se define en nuestra relación conlas mujeres. La Primera Presidencia yel Quórum de los Doce Apóstoles noshan mostrado el ideal que debemosbuscar, con estas palabras:

Seamos hombresÉ L D E R D. TO D D C H R I S TO F F E R S O NDe la Presidencia de los Setenta

Nosotros, los que poseemos el sacerdocio de Dios... ¡Debemoslevantarnos del polvo de la autocomplacencia y serhombres!

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“La familia es ordenada por Dios.El matrimonio entre el hombre y lamujer es esencial para Su plan eterno.Los hijos tienen el derecho de nacerdentro de los lazos del matrimonio, yde ser criados por un padre y una ma-dre que honran sus promesas matri-moniales con fidelidad completa…Por designio divino, el padre debepresidir sobre la familia con amor yrectitud y tiene la responsabilidad deprotegerla y de proveerle las cosas ne-cesarias de la vida”3.

Al paso de los años he visitado alos miembros de la Iglesia en mu-chos países, y a pesar de las diferen-cias en circunstancias y culturas, adonde he ido me ha impresionado lafe y la capacidad de nuestras muje-res, incluso de algunas muy jóvenes.Muchas de ellas poseen fe y bondadextraordinarias. Conocen lasEscrituras. Son muy desenvueltas y tienen confianza. Me pregunto: ¿tenemos hombres que igualen aesas mujeres? ¿Nuestros hombres jóvenes se están convirtiendo en

compañeros dignos que esas mujerespuedan admirar y respetar?

El presidente Gordon B. Hinckley,al hablar en una reunión similar a éstaen abril de 1998, dio un consejo espe-cífico a los hombres jóvenes:

“La joven con la cual se case se ju-gará la suerte con usted …En granforma, [usted] determinará el restode su vida…”

“Esfuércense por conseguir unainstrucción académica. Obtengantoda la capacitación que puedan. Elmundo les pagará mayormente se-gún lo que piense que valen. Pablono se anduvo con rodeos cuando leescribió a Timoteo: ‘…porque si al-guno no provee para los suyos, ymayormente para los de su casa, hanegado la fe, y es peor que un incré-dulo’ (1 Timoteo 5:8)”4.

La integridad es fundamental paraser hombres. Integridad quiere decirser veraces, pero también significaaceptar la responsabilidad y honrarlos compromisos y convenios. El pre-sidente N. Eldon Tanner, que fue

consejero de la Primera Presidencia, y un hombre de gran integridad, co-mentó acerca de una persona que lefue a pedir consejo.

‘“No hace mucho tiempo, un jovense me acercó y me dijo: ‘Hice un tratocon un hombre que requirió que yole hiciera ciertos pagos anualmente.Estoy atrasado y no los puedo hacer,pues si los hago, perderé mi casa.¿Qué debo hacer?’

“Yo lo miré y le dije: ‘cumple contu compromiso’.

“ ‘¿Aún a costa de mi casa?’“Entonces le dije: ‘No estoy hablan-

do de tu casa. Estoy hablando de tucompromiso; y creo que tu esposapreferiría tener un esposo que cum-ple con su palabra, que cumple consus obligaciones… y vivir en una casaalquilada que tener una casa propiacon un esposo que no cumple consus convenios y promesas’”5.

Los hombres buenos a veces co-meten errores. Un hombre íntegroafrontará y corregirá sus errores hon-radamente, y ése es un ejemplo que

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respetamos. En ocasiones los hom-bres intentan pero fallan. No todos losobjetivos dignos se alcanzan a pesarde los mejores y más sinceros esfuer-zos. La verdadera hombría no siemprese mide por los frutos del trabajo deuna persona, sino por el trabajo en sí:por el esfuerzo que uno hace6.

Aun cuando hará algunos sacrifi-cios y se negará a sí mismo algunosplaceres al tratar de honrar sus com-promisos, un hombre verdadero viveuna vida gratificante. Da mucho, perorecibe más, y vive feliz con la aproba-ción de su Padre Celestial. La vida dela verdadera hombría es la buena vida.

Pero más importante aún, cuandoconsideramos la admonición de ser hombres, debemos pensar enJesucristo. Cuando Pilato hizo traerante él a Jesús, quien llevaba la coronade espinas, él declaró: “¡He aquí elhombre!” (véase Juan 19:4–5). Tal vezPilato no comprendía completamenteel significado de sus propias palabras,pero el Señor efectivamente repre-sentó ante el pueblo de entonces yante nosotros hoy, el máximo ideal dela hombría: ¡He aquí el hombre!

El Señor preguntó a Sus discípulosqué clase de hombres habían de ser yluego contestó: “En verdad os digo,aun como yo soy” (3 Nefi 27:27; véasetambién 3 Nefi 18:24). Esa es nuestrabúsqueda final. ¿Qué hizo Él que no-sotros, como hombres, podemosemular?

Jesús rechazó la tentación. Cuandolo enfrentó el gran tentador, Jesús “no

[cedió] a [las tentaciones]” (Mosíah15:5). Él rebatió con el pasaje de lasEscrituras: “No sólo de pan vivirá elhombre, sino de toda palabra que salede la boca de Dios” (Mateo 4:4). Losmandamientos del Evangelio y lasnormas son también nuestra protec-ción y, al igual que el Salvador, pode-mos sacar fuerza de las Escrituras pararesistir la tentación.

El Salvador fue obediente.Abandonó completamente al “hom-bre natural” (Mosíah 3:19) y cedió Suvoluntad a la del Padre (véase Mosíah15:7). Fue bautizado para mostrar“que, según la carne, él se humillaante el Padre, y testifica al Padre quele sería obediente al observar susmandamientos” (2 Nefi 31:7).

Jesús “anduvo haciendo bienes”(Hechos 10:38). Usó los poderes divi-nos del santo sacerdocio para bende-cir a los necesitados, “como sanar alos enfermos, resucitar a los muertos,hacer que los cojos anden, y que losciegos reciban su vista, y que los sor-dos oigan, y curar toda clase de enfer-medades” (Mosíah 3:5). Jesús dijo aSus Apóstoles: “Y el que de vosotrosquiera ser el primero, será siervo detodos. Porque el Hijo del Hombre novino para ser servido, sino para servir,y para dar su vida en rescate por mu-chos” (Marcos 10: 44, 45). Como Susconsiervos, podemos llegar a sergrandes en Su reino por medio delamor y del servicio.

El Salvador fue intrépido para opo-nerse al mal y al error. “Y entró Jesús

en el templo de Dios, y echó fuera atodos los que vendían y comprabanen el templo… y les dijo: Escrito está:Mi casa, casa de oración será llamada;mas vosotros la habéis hecho cuevade ladrones” (Mateo 21:12–13). Llamóa todos a que se arrepintieran (véaseMateo 4:17) y fueran perdonados (vé-ase Juan 8:11; Alma 5:33). De igualforma, nosotros debemos ser firmespara defender las cosas sagradas ypara elevar la voz de amonestación.

Él dio Su vida para redimir a la hu-manidad; y seguramente, nosotrospodemos aceptar la responsabilidadde quienes Él ha confiado a nuestrocuidado.

Hermanos, seamos hombres, tal como Él lo es. En el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase, por ejemplo, James E. Faust, “Los

desafíos con los que se enfrenta la familia,”Reunión Mundial de Capacitación deLíderes, 10 de enero de 2004, págs. 1–2;Eduardo Porter y Michelle O’Donnell,“Middle-aged, No Degree, No Wife”, NewYork Times, tal como se publicó en TheAtlanta Journal-Constitution, 6 de agostode 2006, pág. A7; Peg Tyre, “The Troublewith Boys”, Newsweek, 30 de enero de2006, págs. 44–51.

2. Leonard Sax, “Project Aims to Study YoungMen Stuck in Neutral”, The WashingtonPost, tal como se publicó en DeseretMorning News, 3 de abril de 2006, pág.A13. “De acuerdo con el Departamento deCensos, un tercio de los hombres jóvenesde entre 22 y 34 años [en los EstadosUnidos] todavía vive con sus padres, y esoes un aumento de casi un cien por cientoen los últimos 20 años”.

3. “La Familia: Una proclamación para el mun-do”, Liahona, octubre de 2004, pág. 49.

4. “Sean dignos de la joven con la cual se vana casar algún día”, Liahona, julio de 1998,págs. 53–56.

5. En Conference Report, octubre de 1966,pág. 99; o Improvement Era, diciembre de1966, pág. 1137.

6. A finales de la década de 1830, después quelos santos abandonaron Kirtland, el Señorllamó a un hombre llamado Oliver Grangerpara que regresara y procurara arreglar algu-nos asuntos inconclusos de la PrimeraPresidencia. En una revelación al profetaJosé Smith, el Señor dijo: “Por tanto, [OliverGranger] luche seriamente por la redenciónde la Primera Presidencia de mi Iglesia, diceel Señor; y cuando caiga, se levantará nueva-mente, porque su sacrificio será más sagra-do para mí que su ganancia, dice elSeñor… Por consiguiente, ningún hombremenosprecie a mi siervo Oliver Granger,sino descansen sobre él para siempre jamáslas bendiciones de mi pueblo” (D y C117:13, 15; cursiva agregada).

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Cuando era diácono, como mu-chos de ustedes, mi padre y yosolíamos escalar la montaña

hasta un arroyo para pescar truchas.En una ocasión, mientras mi padre co-locaba el cebo en el anzuelo de micaña, me dijo que yo debía clavar elanzuelo en la boca del pez cuandoéste intentara tomar el cebo o el ani-mal se escaparía. No entendí lo quequería decir con las palabras “clavar elanzuelo”, así que me explicó que eranecesario que el anzuelo se clavara fir-memente en la boca del pez cuandoéste picara el cebo para evitar que losoltara con sus sacudidas. El anzuelose clavaría en su boca si yo tiraba de lacaña cuando él intentara llevarse elcebo. Tenía tantas ganas de pescar unatrucha que permanecí junto al arroyocon todos los músculos en tensión

esperando cualquier movimiento reve-lador en el extremo de la caña que meindicara que había un pez intentandopicar el cebo. Al cabo de unos minutosnoté que la punta de la caña se movíae instantáneamente tiré de ella haciaatrás con todas mis fuerzas, dispuestoa entablar una intensa lucha con elpez. Cuál no sería mi sorpresa cuandola pobre trucha, bien clavada en el an-zuelo, salió disparada del agua y, trasvolar sobre mi cabeza, acabó dandocoletazos en el suelo detrás de mí.

Saqué dos conclusiones de aque-lla experiencia. Primera: un pez esinfeliz fuera del agua. Si bien susagallas, aletas y cola funcionan muybien en el líquido elemento, resultaninútiles en tierra firme. Segunda: eldesafortunado pez que atrapé aquéldía murió porque se le engañó al ha-cérsele creer que algo peligroso, in-cluso mortal, merecía la pena o eralo bastante interesante para justificarel examinarlo de cerca e incluso dar-le un bocado.

Mis queridos hermanos delSacerdocio Aarónico, hay un par delecciones que podemos aprender detodo esto. Primera: un propósito bási-co de la vida de ustedes, como lo en-señó Lehi, es “[tener] gozo” (2 Nefi2:25). Para tener gozo, necesitan en-tender que, por ser hijos de un PadreCelestial, han heredado rasgos divinosy necesidades espirituales. Así comoun pez necesita agua, ustedes necesi-tan el Evangelio y la compañía del

Espíritu Santo para ser verdadera yprofundamente felices. Dado que us-tedes son progenie de Dios (véaseHechos 17:28), es incompatible consu naturaleza eterna hacer el mal ysentirse bien; sencillamente, es impo-sible. Por así decirlo, en su ADN espi-ritual está escrito que tendrán paz,gozo y felicidad únicamente en la me-dida en que vivan el Evangelio.

Por otra parte, al grado que elijanno vivir el Evangelio, serán tan desdi-chados como un pez fuera del agua(véase Mosíah 4:30). Como le dijoAlma a su hijo Coriantón:

“He aquí, te digo que la maldadnunca fue felicidad. Y así, hijo mío, to-dos los hombres que se hallan… enun estado carnal… se encuentran sinDios en el mundo, y han obrado encontra de la naturaleza de Dios; portanto, se hallan en un estado que escontrario a la naturaleza de la felici-dad” (Alma 41:10–11).

Quiero subrayar que estar “sinDios en el mundo”, o sea, negarse avivir de acuerdo con Su Evangelio ypor tanto carecer de la compañía delEspíritu, equivale a encontrarse en unestado contrario a la felicidad. De he-cho, el Evangelio de Jesucristo es el(fíjense que está en singular, lo cualequivale a decir que es el único)“plan de felicidad” (Alma 42:8). Si us-tedes eligen cualquier otro estilo devida o intentan cumplir únicamenteaquellas partes del Evangelio que lesparezcan convenientes, esa elecciónles privará del pleno y resplandecien-te gozo y felicidad que nuestro amo-roso Padre Celestial y Su Hijo hanprevisto para ustedes.

Pues bien, la segunda lección de miexperiencia con la pesca es la siguien-te: así como el pez en un arroyo de lamontaña debe tener cuidado con losatractivos cebos puestos en su caminopara intentar sacarlo del agua, noso-tros debemos ser prudentes a fin deevitar que nos arranquen de una vida feliz y centrada en el Evangelio.Recuerden que, como bien observóLehi, el diablo “busca que todos loshombres sean miserables como él”, yobtiene el “poder de [cautivarnos]”

El gran plan de felicidadÉ L D E R M A R C U S B . N A S HDe los Setenta

Así como un pez necesita agua, ustedes necesitan elEvangelio y la compañía del Espíritu Santo para serverdadera y profundamente felices.

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(2 Nefi 2:27, 29) cuando participamosen lo impuro y lo inicuo. Así que no sedejen engañar para mordisquear si-quiera las cosas impuras, porqueSatanás está listo para clavar el anzue-lo. Es precisamente ese riesgo real deque Satanás, sutil o repentinamente,clave el anzuelo lo que llevó al profetaMoroni, que vio nuestros días (véaseMormón 8:35), a advertirnos con ahín-co: “no [toquéis] el don malo, ni lacosa impura” (Moroni 10:30; cursivaagregada).

Hay mucho de malo e impuro en lamúsica, en internet, en las películas,en las revistas, en el alcohol, en lasdrogas y en el tabaco. Mis queridos yjóvenes amigos, ¡ni siquiera se les ocu-rra tocar las cosas malas e impuras!Camuflado en su interior hay un an-zuelo que queda clavado, con mayorsutileza y rapidez de la que se imagi-nan, y su proceso de extracción puederesultar terriblemente doloroso. Almadijo que, para él, el proceso del arre-pentimiento fue “casi hasta la muerte”(Mosíah 27:28); y en efecto fue así,cuando dijo que no podía haber cosa“tan intensa ni tan amarga como fue-ron [sus] dolores” (Alma 36:21).

Quizá algunos de ustedes hayanparticipado en cosas malas e impuras.Obtengan esperanza en el hecho

histórico y doctrinal de que la fe deAlma en el Señor le llevó al arrepenti-miento y de que, como resultado di-recto de dicho arrepentimiento, sintiótal felicidad mediante el poder de laexpiación de Cristo que, según suspropias palabras, “no puede habercosa tan intensa y dulce como lo fuemi gozo” (Alma 36:21). Eso mismo ex-perimentarán ustedes si buscan alSeñor a través del arrepentimiento.

Todos necesitamos arrepentirnosen un grado u otro. Arrepentirse sig-nifica hacer en su vida los verdaderoscambios que el Señor desea que haga-mos para ser felices. El arrepentimien-to es el gran principio facultador delEvangelio: cuando la fe en el Señor dalugar a un cambio personal, esa ac-ción, como dice Helamán, “[les] con-duce al poder del Redentor, para lasalvación de sus almas” (Helamán5:11). Al esforzarse por cambiar, re-cuerden que nuestro amorosoSalvador, como dijo Alma, tiene “todopoder para salvar a todo hombre quecrea en su nombre y dé fruto dignode arrepentimiento” (Alma 12:15).¡Qué doctrina tan poderosa, liberado-ra y esperanzadora!

El profeta José Smith aprendió deprimera mano que el Señor esperaque evitemos la infelicidad al vivir de

acuerdo con el Evangelio y desea quecomprendamos que podemos arre-pentirnos. Cuando perdió las 116 pá-ginas del manuscrito de la traduccióndel Libro de Mormón al dejarse per-suadir por los hombres, José se sumióen la tristeza. El Señor le dijo: “Tú de-biste haber sido fiel; y con su brazoextendido, [Dios] te hubiera defendi-do de todos los dardos encendidosdel adversario; y habría estado conti-go en todo momento de dificultad (D. y C. 3:8). Ocurre lo mismo concada uno de ustedes, jóvenes: seanfieles y la mano del Señor les sosten-drá. Al profeta se le recordó en aque-lla ocasión que, al igual que ustedes,sería perdonado si se arrepentía.Piensen en el gozo que debió sentircuando el Señor le dijo: “Mas recuer-da que Dios es misericordioso; arre-piéntete, pues, de lo que has hechocontrario al mandamiento que te di, ytodavía eres escogido” (D. y C. 3:10).

Esta tarde les invito ustedes a viviren armonía con el Evangelio para serrealmente felices, les invito a evitar lamaldad y la infelicidad que ésta aca-rrea y, si han participado en cosasmalas o impuras, les invito a hacerlos cambios que el Señor desea quehagan por su propia felicidad; y testi-fico que Él les permitirá alcanzar eléxito en virtud de Su incomparablepoder.

Si aceptan esta invitación, cosecha-rán la felicidad duradera y cimentaránsu vida sobre la roca de nuestroRedentor, para que cuando los dardosdel diablo y las tormentas del mundoles asolen, el diablo, como enseñóHelamán, no “tenga poder para arras-traros al abismo de miseria y angustiasin fin, a causa de la roca sobre la cualestáis edificados, que es un funda-mento seguro, un fundamento sobreel cual, si los hombres edifican, nocaerán” (Helamán 5:12; cursiva agre-gada). Doy mi ferviente testimoniodel Señor Jesucristo: Él es la Roca, elúnico cimiento seguro para ser sana-dos y ser felices. Él vive, tiene todopoder en el cielo y en la tierra, cono-ce sus nombres y les ama. En el nom-bre de Jesucristo. Amén. ■

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Hace varios años, mi esposa y yofuimos llamados a presidir laMisión Brasil São Paulo Norte.

El llamamiento significaba que íbamosa estar en el exterior por tres años.Debido a nuestra situación familiar yempresarial, sentimos que no debía-mos vender nuestra casa ni nuestronegocio en Houston.

Al comenzar los preparativos preliminares, fue evidente que necesi-taríamos un poder notarial, un docu-mento legal que otorga a otra personala autoridad para hacer cualquier cosaen nuestro nombre. La persona quetuviera ese documento podría vendernuestra casa u otros bienes, pedir dine-ro prestado en nuestro nombre, gastarnuestro dinero e incluso, ¡vender elnegocio! La idea de darle tanto poder yautoridad a otra persona sobre nues-tros asuntos nos infundía temor.

Decidimos darle el poder notarial auna persona de confianza, un buenamigo y socio que ejerció muy bienese poder y esa autoridad. Hizo loque habríamos hecho nosotros si hubiésemos estado allí.

Hermanos, piensen en lo que elSeñor nos ha dado: ¡Su poder y auto-ridad, el poder y la autoridad para ac-tuar por Él en todo lo relacionado conSu obra!

Con ese poder del sacerdocio y ladebida autorización de los que tienenlas llaves, podemos realizar las orde-nanzas de salvación en nombre de Él:bautizar para la remisión de los peca-dos; confirmar y conferir el EspírituSanto; conferir el sacerdocio; ordenara los oficios del sacerdocio y efectuarlas ordenanzas del templo. En Sunombre podemos administrar SuIglesia. En Su nombre podemos ben-decir, hacer la orientación familiar yaún sanar a los enfermos.

¡Cuánta confianza ha depositado el Señor en nosotros! Imagínense, ¡Él confía en nosotros!

Antes de recibir el sacerdocio ya senos había preparado y probado me-diante la fe en Jesucristo, el arrepenti-miento, el bautismo y la recepción deldon del Espíritu Santo. Al momentode ser ordenados, variaba nuestro ni-vel de experiencia, pero el procedi-miento divino era el mismo. Los queejercían las llaves del sacerdocio ora-ron acerca de nosotros y nos entrevis-taron. Los miembros de nuestraunidad nos sostuvieron y fuimos

ordenados por alguien que tenía laautoridad y que estaba autorizadopara hacerlo.

El Señor es prudente con Su sacer-docio; ejercer Su poder y autoridad esuna responsabilidad sagrada.

¡Qué maravilloso habernos ganadola confianza de Dios! ¡Él confía en us-tedes! ¡Él confía en mí!

Cuando recibimos el sacerdocio, lohacemos mediante convenio, o sea,una promesa mutua. Él promete ben-decirnos, pero bajo ciertas condicio-nes. Nosotros prometemos cumpliresas condiciones y, al hacerlo, elSeñor cumple siempre Su palabra ynos brinda la bendición, por lo gene-ral, más de lo que acordó. Él es muygeneroso.

Cuando recibimos el Sacerdocio deMelquisedec, recibimos lo que se lla-ma “el juramento y el convenio” delsacerdocio. Le prometemos al Señordos cosas y Él nos promete dos cosas.Prometemos ser “fieles hasta obtenerestos dos sacerdocios” y fieles en“magnifica[r] [nuestro] llamamiento”.Él promete que seremos “santificadospor el Espíritu”. Luego, después dehaber sido fieles en todo hasta el final,Él promete que “todo lo que mi Padretiene [nos] será dado” (véase D. y C.84:33–41).

El Señor bendice a Sus hijos me-diante el servicio del sacerdocio. Paraayudarnos a tener éxito en el serviciofiel, nos da directivas y amonestacio-nes; lo ha hecho en las Escrituras ycontinúa guiándonos a través denuestros líderes y de la inspiración delEspíritu Santo.

En las Escrituras hay muchos pasa-jes de instrucción y amonestación alos poseedores del sacerdocio. Unode los mejores es la sección 121 deDoctrina y Convenios. En unos cuan-tos versículos el Señor nos enseñaque el sacerdocio sólo se puede ejer-cer con rectitud. Debemos tratar a losdemás con persuasión, paciencia ybondad. Él nos recuerda la importan-cia de la caridad y la virtud para con-tar con la compañía constante delEspíritu Santo.

Esa sección también nos advierte

¡Él confía ennosotros!É L D E R S TA N L E Y G. E L L I SDe los Setenta

Cada uno de nosotros algún día estará ante Dios para darlecuentas de nuestro servicio en el sacerdocio.

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de actitudes y hechos que harán queperdamos el poder del sacerdocio. Si“aspiramos a los honores de los hom-bres”, intentamos “encubrir nuestrospecados, satisfacer nuestro orgullo onuestra vana ambición” o buscamos“ejercer control” sobre los demás, per-demos el poder del sacerdocio (véan-se los versículos 35–37). Desde esemomento, practicaremos la superche-ría sacerdotal, habremos abandonadoel servicio a Dios y nos habremospuesto al servicio de Satanás.

Conviene que los poseedores delsacerdocio estudien con regularidadla sección 121. Es fácil de entenderporque nuestros profetas modernoshan hecho hincapié en la necesidadde mantener nuestra dignidad y noshan dado Para la fortaleza de la ju-ventud como guía para ayudarnos.

Una razón por la que debemosmantener la dignidad es que nuncasabemos cuándo necesitaremos usarel sacerdocio.

Cuando nuestro hijo Matthew te-nía cinco años, se cayó del trampolínmás alto de la piscina comunal del ba-rrio y se pegó en la orilla de hormi-gón o concreto, fracturándose elcráneo y sufriendo conmoción cere-bral. Lo llevaron por helicóptero alCentro Médico de Houston para reci-bir tratamiento de emergencia. Yo necesitaba inmediatamente la ayudadel sacerdocio. Nuestro maestro

orientador y nuestro líder del sacerdocio eran dignos y estaban preparados. Me ayudaron a darle aMatthew una bendición y se recuperótotalmente.

Tenemos que estar preparados entodo momento; como se dice en es-cultismo: “Siempre listos”.

Ciertamente queremos evitar la su-perchería sacerdotal, pero el apóstolPablo nos advirtió de otro peligro.Nos advirtió que en nuestros días ha-bría quienes “tendrán apariencia depiedad, pero negarán la eficacia deella” (2 Timoteo 3:5).

Como poseedores del sacerdocio,¿cómo podemos tener apariencia depiedad, pero negar la eficacia de ella?¿Podría ser que no utilicemos el sacer-docio que poseemos, que sólo visite-mos a las familias pero no demos elmensaje de la orientación familiar, quesólo oremos en una ordenanza o enuna ordenación en lugar de dar unabendición, que hagamos la obra delSeñor sin primero orar para conocerSu voluntad y hacerlo a Su manera?

Recuerden el consejo que nos dioel Señor a través de Nefi: “nada debéishacer ante el Señor, sin que primerooréis” (2 Nefi 32:9).

Hace años fui llamado a servircomo consejero de la presidencia de la Estaca Houston Norte, Texas.Estaba estudiando la parábola de lostalentos. Recuerdan la historia. Un

hombre tenía que irse, y confió susbienes a sus siervos. Uno recibió cin-co talentos, el segundo dos y el últi-mo uno. A su regreso, pidió que lerindieran cuentas.

Al siervo que recibió cinco y de-volvió diez, y también al que tomódos y devolvió cuatro, se los declaróbuenos siervos y fieles. Pero el quecaptó mi atención fue el siervo querecibió uno, lo cuidó y se lo devolvióa salvo a su señor. Me sorprendió larespuesta del señor: “Siervo malo ynegligente… quitadle, pues, el talen-to… y al siervo inútil echadle en lastinieblas de afuera” (véase Mateo25:14–30).

Esto pareció ser una reacción severa hacia el que parecía tratar decuidar lo que se le había dado; pero el Espíritu me enseñó esta verdad: ¡ElSeñor espera que haya una diferencia!En ese momento supe que cada unode nosotros algún día estará ante Diospara darle cuentas de nuestro servicioy mayordomías en el sacerdocio.¿Marcamos una diferencia? En micaso, ¿era la Estaca Houston Norte,Texas, mejor después de mi relevoque cuando fui llamado?

Afortunadamente el Señor nos en-seña cómo ser fructíferos y tener unabuena influencia. “El que permaneceen mí, y yo en él, éste lleva muchofruto…” (Juan 15:5). Si ejercemos Susacerdocio a Su manera, siguiendo lainstrucción que recibamos de Sussiervos y de Su Espíritu, ¡seremos sier-vos buenos y fieles!

¡Mis queridos hermanos del sacer-docio, el Señor Jesucristo, nuestroSalvador y Redentor, vive! Él nos co-noce y nos ama. Depositó Su confian-za en nosotros al darnos el poder y laautoridad de Su sacerdocio. Yo soytestigo de esa verdad. Ruego que use-mos Su poder y autoridad para hacerSu voluntad a Su manera.

Al escuchar a los presidentesHinckley, Monson y Faust, doy mi tes-timonio personal de que cada uno deellos es un profeta, vidente y revela-dor. Estoy deseoso de escuchar suconsejo. En el nombre de Jesucristo.Amén. ■

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Mi abuelo acostumbraba llevarel ganado a pastar cada vera-no en los verdes y frescos

valles de la sierra al este de nuestropueblo en el centro de Utah. Sin em-bargo, el ganado ansiaba y necesitabalos nutrientes adicionales que se obtie-nen al lamer la sal de grano que se ex-traía de una mina que se encontraba acierta distancia. Para reabastecer la sal,mi abuelo llenaba unas albardas de sal de grano y las colocaba sobre un robusto caballo al que yo llamabaLenturón, y con buena razón. Mi abue-lo me montaba sobre Lenturón con lasalbardas cargadas de sal, me daba lasriendas para que guiara al caballo mon-taña arriba y yo iba detrás del abueloque montaba su propio caballo.

Mi caballo, Lenturón, era lento,pero yo no lo forzaba debido a la

carga pesada que llevaba. Nos tomabaun día entero subir la montaña y des-cargar la sal de grano del animal en elsalegar. A medida que el día se torna-ba más cálido, las piernas sudorosasme ardían cada vez que rozaban con-tra la sal de grano en las albardas. Mesentía feliz cada vez que cruzábamosun arroyuelo y podía desmontar y la-varme y secarme las piernas para ali-viar el ardor.

Mi abuelo siempre cantaba. Másque nada cantaba himnos, pero habíauna canción que me impresionaba engran manera y que decía “Dime conquién andas y te diré quién eres”.Ahora que lo recuerdo, el llevar la salal valle en la montaña era una expe-riencia divertida, a la vez que los nutrientes adicionales de la sal fortale-cían al ganado.

Un nutriente provee el valor nutritivo que fomenta el crecimientoy la curación tanto de los animalescomo de los seres humanos. El gana-do de mi abuelo ansiaba los nutrien-tes que se encuentran en la sal, perolos seres humanos necesitan algomás: necesitan ser reabastecidos espi-ritualmente, porque “la vida es másque la comida”1 y “espíritu hay en elhombre, y el soplo del Omnipotentele hace que entienda”2. El espíritu hu-mano necesita amor; también necesi-ta ser “nutrido con las palabras de lafe y de la buena doctrina”3.

El alimento espiritual nos preparapara el bautismo. Esta preparación

incluye humillarse ante Dios, tener“corazones quebrantados y espírituscontritos”, arrepentirse de todosnuestros pecados, y estar “dispuestosa tomar sobre [nosotros] el nombrede Jesucristo” y manifestar “por[nuestras] obras que [hemos] recibi-do el Espíritu de Cristo”4.

Nuestro nutriente espiritual másimportante es el testimonio de queDios es nuestro Padre eterno, queJesús es nuestro Salvador y Redentory que el Espíritu Santo es nuestroConsolador. Este testimonio se nosconfirma mediante el don del EspírituSanto. Del testimonio obtenemos losnutrientes espirituales de la fe y laconfianza en Dios, los cuales traen lasbendiciones del cielo. Los nutrientesespirituales nos llegan de diferentesfuentes, pero, debido al poco tiempoque tengo, me gustaría mencionar solamente tres.

Hace algunos años, un joven que iniciaba su último año de estu-dios secundarios tomó la decisión de nutrirse mediante el estudio de lasEscrituras durante media hora todoslos días. Al comenzar a leer el NuevoTestamento encontró una piedra detropiezo. No sintió el gozo espiritualque esperaba y no recibía entendi-miento. Se preguntó a sí mismo:“¿Qué estoy haciendo mal?”. Entoncesrecordó algo que había sucedido en laescuela. Él y unos amigos habían esta-do contando chistes; algunos de loscuales no eran muy graciosos, pero sívergonzosos. No sólo había participa-do, sino que también había agregadoalgunos comentarios de mal gusto. Alrecordarlo, su vista se posó en estaspalabras de Mateo: “Mas yo os digoque de toda palabra ociosa que ha-blen los hombres, de ella darán cuen-ta en el día de juicio”5. Él supo que elEspíritu lo había dirigido para que le-yera esas palabras en esa ocasión.Colocó la Biblia a un lado y ofrecióuna oración de arrepentimiento.

La respuesta a su pregunta “¿Quéestoy haciendo mal?” es sencilla. Leíalas Escrituras, las marcaba e inclusolas disfrutaba, pero no vivía el consejoque se da en ellas. Al reiniciar su

NutrientesespiritualesP R E S I D E N T E J A M E S E . FA U S TSegundo Consejero de la Primera Presidencia

Debemos aumentar nuestros nutrientes espirituales,nutrientes que vienen del conocimiento de la plenitud delEvangelio y de los poderes del santo sacerdocio.

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lectura de las Escrituras y tratar de vivir de acuerdo con el ejemplo deCristo, pronto se dio cuenta de quémanera algunos aspectos de su vidaempezaron a cambiar para bien6.Al incorporar las Escrituras a su vida,había agregado un nutriente espiritualimportante.

En nuestro entorno físico incierto,debemos aumentar nuestros nutrien-tes espirituales, nutrientes que vienenpor medio del conocimiento de laplenitud del Evangelio y de los pode-res del santo sacerdocio. Cuando di-cho conocimiento penetra nuestraalma, no sólo nos acercamos más aDios sino que también deseamos ser-virle a Él y a nuestros semejantes.

Hace algunos años, un quórum depresbíteros decidió reunir alimentospara los necesitados como proyectode servicio. Jim, uno de los presbíte-ros, estaba emocionado de poder par-ticipar y estaba decidido a juntar más

alimentos que los demás. Llegó el mo-mento de que los presbíteros se reu-nieran en la capilla. Todos salieron almismo tiempo y regresaron a unahora determinada por la tarde. Parasorpresa de todos, el carrito de Jimestaba vacío. Él estaba un poco serio yalgunos de los jóvenes se burlaron. Alver esto, como sabía que Jim tenía uninterés especial en vehículos, el ase-sor le dijo: “Acompáñame afuera, Jim.Quiero que veas mi automóvil, meestá dando algunos problemas”.

Al llegar afuera, el asesor le pregun-tó a Jim si estaba molesto. Él dijo: “No,en realidad no; pero cuando salí a jun-tar los alimentos realmente recibí mu-chos. Mi carrito estaba lleno, pero deregreso a la capilla me detuve en lacasa de una mujer divorciada que noes miembro de la Iglesia pero que vivedentro de los límites de nuestro ba-rrio. Toqué a su puerta, le expliqué loque estábamos haciendo y me pidió

que pasara. Empezó a buscar algo paradarme. Abrió el refrigerador y pudever que estaba casi vacío. Las alacenasestaban vacías. Finalmente encontróuna pequeña lata de duraznos.

“Yo casi no podía creerlo. Tenía to-dos esos niños a su alrededor que ne-cesitaban alimento y ella me entregó lalata de duraznos. La tomé, la puse enmi carrito y seguí mi camino. Iba a me-dio camino cuando sentí un calor queme envolvía y supe que debía regresara esa casa. Le di toda la comida”.

El asesor dijo: “Jim, nunca olvidescómo te sentiste esta noche, porquede eso se trata todo esto”7. Jim habíaprobado el nutriente del servicio desinteresado.

Se reciben muchos nutrientes espi-rituales al servir en una misión, cuan-do se está totalmente absorto en laobra del Maestro. Vienen al ayudar alas personas a despertar espiritual-mente de manera que puedan aceptarel Evangelio. Hace más de un siglo,cuando el élder J. Golden Kimballpresidía la Misión de los Estados delSur, convocó a los élderes a una reu-nión. Debían reunirse en un lugar retirado del bosque para tener privaci-dad. Uno de los élderes tenía un pro-blema en una de sus piernas. Le dolíay estaba hinchada casi al doble de sutamaño, pero el élder insistió en asis-tir a esa reunión especial del sacerdo-cio en el bosque, así que dos éldereslo llevaron en brazos hasta el lugar dela reunión.

El élder Kimball preguntó a los misioneros: “Hermanos, ¿qué estánpredicando?”.

Ellos le dijeron: “Estamos predi-cando el Evangelio de Jesucristo”.

Les preguntó: “¿Están diciendo a lagente que tienen el poder y la autori-dad para sanar a los enfermos pormedio de la fe?”.

Ellos contestaron: “Sí”.“Entonces”, continuó, “¿por qué

ustedes no lo creen?”.El joven de la pierna hinchada dijo:

“Yo sí lo creo”. He aquí el resto de lahistoria tal como la relató el élderKimball: “[El élder] se sentó sobre un tronco y los élderes se colocaron

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a su alrededor. Ellos lo ungieron y yosellé la unción, y sanó ahí mismo en lapresencia de ellos. Fue muy impresio-nante; ungimos a todos los demás él-deres que estaban enfermos, y todosfueron sanados. Salimos de esa reu-nión del sacerdocio y los élderes reci-bieron sus asignaciones, y se sentíaun gozo y felicidad que no se puedendescribir”8. El nutriente de la fe fue re-novado en ellos y su celo por la obramisional se reanimó.

Los nutrientes espirituales, los cua-les nos mantienen espiritualmente sa-nos, pueden perder su potencia y sufuerza si no vivimos dignos de la guíadivina que necesitamos. El Salvadornos ha dicho: “Vosotros sois la sal dela tierra; pero si la sal se desvaneciere,¿con qué será salada? No sirve máspara nada, sino para ser echada fueray hollada por los hombres”9.Debemos mantener la mente y elcuerpo limpios de cualquier forma deadicción y contaminación. Nunca es-cogeríamos comer alimentos que sehan echado a perder o contaminados.De esa misma forma selectiva, debe-mos tener cuidado de no leer ni vercosa alguna que no sea de buen gus-to. Mucha de la contaminación espiri-tual que llega a nuestra vida nos llegapor medio de internet, los juegos decomputadora, los programas de tele-visión y las películas que son provoca-tivas o que representan gráficamentelos atributos más bajos del género hu-mano. Debido a que vivimos en dichoambiente, tenemos que aumentarnuestra fuerza espiritual.

Enós dice que su alma tuvo ham-bre y que clamó todo el día, aun cuan-do ya había anochecido, suplicandopor su alma10. Ansiaba los nutrientesespirituales que sacian la sed de ver-dades espirituales y como el Salvadordel mundo le dijo a la mujer junto alpozo en Samaria: “El que bebiere delagua que yo le daré, no tendrá sed ja-más; sino que el agua que yo le daréserá en él una fuente de agua que sal-te para vida eterna”11.

Esta noche nos hemos reunidocomo sacerdocio de Dios en esta vas-ta congregación, tanto aquellos que

se ven como los que no se ven, y es-pero que sea porque queremos sernutridos espiritualmente. Espero quesiempre tengamos hambre y sed deescuchar la palabra del Señor por me-dio de Sus siervos, los profetas, y queseamos saciados cada semana cuandoasistimos a la reunión sacramental yrenovamos nuestros convenios.

Cada uno de ustedes, jovencitosdel Sacerdocio Aarónico, tiene dentrode sí todos los elementos esencialespara su destino eterno. Esos elemen-tos, algunos de ellos latentes, se tie-nen que fortalecer y nutrir desde elexterior. Algunos de ellos son físicos;algunos son espirituales. El espírituhumano necesita saber acerca de sujornada eterna: saber de dónde viene,por qué se encuentra en este estadomortal y a dónde debe ir finalmentepara recibir gozo y felicidad y realizarsu destino. El abastecer a nuestro es-píritu de nutrientes espirituales dura-rá para siempre e irá con nosotros alas eternidades. Tal como Amulek en-señó: “El mismo espíritu que poseavuestros cuerpos al salir de esta vida,ese mismo espíritu tendrá poder paraposeer vuestro cuerpo en aquel mun-do eterno”12.

Hermanos, agradecemos su devo-ción y su rectitud. Ustedes cumplencon sus llamamientos en los quóru-mes, las ramas, los barrios y las esta-cas tan bien que la Iglesia crece y la

obra de Dios sigue adelante en todoel mundo. Por medio del sacerdocioustedes pueden bendecir, en el nom-bre del Señor, a sus familias y a otraspersonas que se lo pidan o que se lesasignen para bendecir. Esto es resulta-do del albedrío divino que el Señornos ha confiado, pues Él ha prometi-do: “A quien bendigas yo bendeciré”13.

Hermanos, espero que seamos fie-les y leales a todos nuestros convenios.Ruego que nos comprometamos total-mente en todas nuestras relaciones fa-miliares, especialmente con nuestraesposa, pero también con nuestros pa-dres, hijos y nietos. Que siempre ex-presemos nuestro testimonio personalde la veracidad de esta obra, todos losdías de nuestra vida. Que sigamos ade-lante en rectitud como humildes sier-vos del Señor, lo ruego en el nombrede Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Lucas 12:23.2. Job 32:8.3. 1 Timoteo 4:6.4. D. y C. 20:37.5. Mateo 12:36.6. Carl Houghton, “What Am I Doing Wrong?”,

New Era, septiembre de 1987, pág. 12.7. Robert B. Harbertson, “The Aaronic

Priesthood: What’s So Great about It”, NewEra, mayo de 1990, pág. 49.

8. En Max Notan, “J. Golden Kimball in theSouth”, New Era, julio de 1985, pág. 10.

9. Mateo 5:13.10. Véase Enós 1:4.11. Juan 4:14.12. Alma 34:34.13. D. y C. 132:47.

Jóvenes filipinos se reúnen para la conferencia.

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Hace unas semanas en una reu-nión de ayuno y testimoniosde nuestro barrio, observé a

un niño en la última fila tratando de adquirir valor para compartir su testimonio. Hizo dos o tres intentos de pararse, pero luego se sentó.Finalmente se decidió, echó los hom-bros hacia atrás, caminó con valor porel pasillo hacia el estrado, subió losescalones, fue hacia el púlpito, apoyósus manos, miró a la congregación ysonrió; luego, se dio vuelta, bajó losescalones y caminó por el mismo pa-sillo hacia donde estaban su madre ysu padre. Al mirarlos a ustedes en este inmenso Centro de Conferenciasy pensar en aquellos que están

escuchando, entiendo mejor las acciones de ese niño.

Mis hermanos, me honra tener elprivilegio de dirigirles la palabra estatarde. He contemplado sobre lo queles podría decir esta noche y he recordado una Escritura favorita enEclesiastés: “Teme a Dios, y guardasus mandamientos; porque esto es el [deber] del hombre” (Eclesiastés12:13). Amo y aprecio la noble palabradeber.

El famoso y legendario generalRobert E. Lee, de la Guerra deSecesión de los Estados Unidos, de-claró: “Deber es la palabra más subli-me de nuestro idioma… uno nopuede hacer más, ni tampoco desearáhacer menos” (John Barlett, FamiliarQuotations, 1968, pág. 620).

Cada uno de nosotros tiene deberes vinculados con el sagrado sacerdocio que posee. Ya sea que poseamos el Sacerdocio Aarónico o el de Melquisedec, se espera muchode cada uno de nosotros. El Señormismo resumió nuestra responsabili-dad cuando, en la revelación sobre elsacerdocio, nos exhortó: “Por tanto,aprenda todo varón su deber, asícomo a obrar con toda diligencia en el oficio al cual fuere nombrado” (D. y C. 107:99).

Espero con todo mi corazón y con toda mi alma que cada joven que

reciba el sacerdocio lo honre y sea fiela la confianza que se le deposita cuan-do se le confiere.

Hace cincuenta y un años escuchéa William J. Critchlow Jr., en esa épocapresidente de la estaca Ogden Sur, yque después sirvió en calidad de ayu-dante del Quórum de los Doce, diri-girse a los hermanos en la sesióngeneral del sacerdocio de una confe-rencia y contar un relato acerca de la confianza, el honor y el deber.Permítanme compartir ese relato conustedes, pues, su sencilla lección seaplica a nosotros hoy en día, tal ycomo en aquel entonces.

“El joven Rupert se detuvo al ladodel camino a contemplar a una canti-dad fuera de lo común de personasque pasaban apresuradas. Al pocorato, reconoció a un amigo. ‘¿Haciadónde van todos con tanta prisa?’,preguntó.

“El amigo se detuvo. ‘¿Te enteras-te?’, le dijo.

“ ‘¿De qué?’, contestó Rupert.“‘Verás’, continuó el amigo, ‘¡el rey

ha perdido su esmeralda real! Ayerasistió a la boda de un noble y llevabala esmeralda en una delgada cadenitaatada al cuello. De alguna forma la es-meralda se soltó de la cadena y todosla buscan porque el rey ofreció unarecompensa… a quien la encuentre.Vamos, date prisa’.

“ ‘No puedo ir sin pedirle permisoa mi abuela’, titubeó Rupert.

“ ‘Entonces, no te puedo esperar;deseo encontrar la esmeralda’, con-testó su amigo.

“Rupert regresó de prisa a la caba-ña que se encontraba a la entrada delbosque en busca del permiso de suabuela. ‘Si lograse encontrar la esme-ralda, nos mudaríamos de esta chozatan húmeda y compraríamos un terre-no en la ladera de la montaña’, le dijoa su abuela.

“Pero su abuela movió la cabeza enseñal negativa. ‘¿Qué harían las ove-jas?’, preguntó. ‘Ya están inquietas enel corral esperando que las lleves apastar; y por favor no olvides llevarlasa beber cuando el sol brille en lo altodel cielo’.

Fieles a nuestraresponsabilidaddel sacerdocioP R E S I D E N T E T H O M A S S . M O N S O NPrimer Consejero de la Primera Presidencia

Es en el hacer y no sólo en el soñar que se bendicen vidas,que otras personas reciben guía y se salvan almas.

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“Lleno de tristeza, Rupert llevó lasovejas a pastar y al mediodía las guióhasta el abrevadero del bosque, don-de se sentó sobre una roca, junto alarroyo. ‘¡Si tan sólo hubiera tenido laoportunidad de ir a buscar la esmeral-da del rey!’, pensó. Al volver la cabezapara mirar el fondo arenoso del arro-yo, repentinamente fijó la vista en elagua. ¿Qué era eso? ¡No podía ser!Saltó al agua y sus dedos agarraronalgo verde, con un pequeño trozo decadena dorada que se había roto. ‘¡Laesmeralda del rey!’ gritó. ‘Debe ha-berse caído de la cadena cuando elrey, montado a caballo, galopaba porel puente que cruza el arroyo, y la co-rriente la trajo hasta aquí’.

“Con ojos relucientes, Rupert co-rrió hacia la choza de su abuela paracontarle sobre su gran hallazgo.‘Bendito seas, hijo’, le dijo ella, ‘peronunca la habrías encontrado si no hu-bieras cumplido con tu deber, el depastorear las ovejas’. Rupert sabía queeso era verdad” (Conference Report,octubre de 1955, pág. 86; la divisiónde los párrafos, las mayúsculas y lapuntuación se han cambiado).

La lección que se debe aprenderde ese relato se encuentra en un ver-so popular: “Haz tu deber, que es lomejor; deja el resto para el Señor”(Henry Wadsworth Longfellow, “TheLegend Beautiful”, en The CompletePoetical Works of Longfellow, 1983,pág. 258).

A ustedes que son o han sido pre-sidentes de quórumes, permítanmesugerirles que su deber no terminacuando el periodo de su oficio con-cluye. Esas relaciones con los miem-bros de su quórum, su deber haciaellos, continúan durante toda la vida.

Cuando poseía el oficio de maestroen el sacerdocio Aarónico, se me lla-mó a servir en calidad de presidentedel quórum. Con la ayuda y el ánimode un dedicado e inspirado asesor dequórum, trabajé diligentemente paraasegurarme de que cada uno de losjóvenes asistiera a nuestras reunionescon frecuencia. Dos de ellos presenta-ron ser un desafío singular, pero connuestra perseverancia, amor y un

poco de persuasión, comenzaron aasistir a las reuniones y a participar enlas actividades de quórum; sin embar-go, con el tiempo, al mudarse del ba-rrio para seguir con los estudios y portrabajo, cada uno de ellos nuevamen-te volvió a la inactividad.

A lo largo de los años, he visto aesos dos amigos en diversas reunio-nes. Cuando los veo, les pongo mimano sobre el hombro y les recuer-do: “Todavía soy tu presidente dequórum, y no desistiré, para mí, túeres muy importante, y quiero quedisfrutes de las bendiciones que vie-nen al ser activo en la Iglesia”. Ellossaben que los amo y que nunca jamáslos abandonaré.

Para los que poseemos el sacerdo-cio de Melquisedec, nuestro privilegiode magnificar nuestros llamamientosestá siempre presente. Somos pastoresal cuidado de Israel. Las ovejas ham-brientas levantan la cabeza, listas paraque se les alimente del pan de la vida.

Hace muchos años, en una nochede brujas, tuve el privilegio de ayudara una persona que por un tiempo sehabía descarriado del camino y quenecesitaba una mano de ayuda pararegresar. Manejaba de regreso a casadesde la oficina; era bastante tarde;había estado haciendo tiempo paradejar que mi esposa se encargara delos visitantes que vendrían a pedirdulces. Al pasar el hospital St. Mark’sen Salt Lake City, recordé que Max, un

buen amigo, yacía enfermo en esemismo hospital. Cuando nos conoci-mos, años atrás, nos dimos cuenta deque habíamos vivido en el mismo ba-rrio aunque en diferentes épocas.Cuando nací, Max y sus padres se ha-bían mudado del barrio.

Esa noche de brujas, estacioné elauto y entré al hospital. Al preguntarel número de su cuarto al encargado,se me informó que cuando Max habíaingresado en el hospital, había decla-rado que no era SUD, sino que era deotra Iglesia.

Entré al cuarto de Max y lo saludé.Le dije cuán orgulloso me sentía deser su amigo y cuánto me preocupabapor él. Hablé de su carrera en el ban-co y de sus actividades fuera del traba-jo como director de orquesta. Meenteré de que se había ofendido porun par de comentarios de otras perso-nas y que había decidido asistir a otraIglesia. Le dije: “Max, tú posees el sa-cerdocio de Melquisedec. Me gustaríadarte una bendición esta noche”. Elaceptó, y se efectuó la bendición; des-pués, me informó que su esposa,Bernice, también estaba muy enfermay que, de hecho, se encontraba en elcuarto de al lado. Invité a Max paraque me acompañara a darle una ben-dición. Me pidió que lo ayudara, le ex-pliqué como hacerlo y él ungió a suesposa. Hubo lágrimas y abrazos pordoquier después de que sellé la un-ción con Max, sus manos sobre la

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cabeza de su esposa junto a las mías;lo cual hizo de esa noche de brujasuna que siempre recordaremos.

Al salir del hospital esa noche, medetuve y le dije a la recepcionista que,con el permiso de Max y de su espo-sa, los registros personales de ellosdeberían corregirse para reflejar sumembresía en La Iglesia de Jesucristode los Santos de los Últimos Días.Esperé y observé hasta que el cambiose había efectuado.

Mis dos amigos Max y Bernice seencuentran ahora del otro lado delvelo, pero pasaron los últimos días de su vida activos y contentos, y reci-bieron las bendiciones que procedende tener un testimonio del Evangelioy de asistir a la Iglesia.

Hermanos, nuestra tarea es llegar aaquellos que, por cualquier motivo,necesiten nuestra ayuda. Nuestro de-safío no es insuperable; estamos en laobra del Señor y, por lo tanto, tene-mos derecho a la ayuda del Señor,pero debemos intentar. En la obra,Shenandoah, hay una frase que inspi-ra: “Si no lo intentamos, no lo hare-mos; y si no lo hacemos, ¿para quéestamos aquí?”.

Es nuestra responsabilidad vivirnuestra vida de modo que cuando senos pida efectuar una bendición delsacerdocio o ayudar en cualquier as-pecto, seamos dignos de hacerlo. Senos ha dicho que, en verdad, no po-demos escapar de los efectos denuestra influencia personal. Debemos

asegurarnos de que nuestra influenciasea positiva y edificante.

¿Están limpias nuestras manos? ¿Espuro nuestro corazón? Al mirar haciaatrás en las páginas de la historia, en-contramos una lección sobre digni-dad en las palabras del agonizanterey Darío. A Darío, por medio de losritos debidos, se le había reconocidocomo el legítimo rey de Egipto; a suadversario, Alejandro Magno, se lehabía declarado hijo legítimo deAmón. Él también era faraón.Alejandro, al encontrar al derrotadoDarío al borde de la muerte, le pusolas manos sobre la cabeza para curar-lo, mandándole ponerse de pie yasumir nuevamente su posición derey, diciéndole: “Juro ante ti, Darío,por todos los dioses, que hago estocon sinceridad y sin engaños”.

Darío le reprochó suavemente:“Alejandro, hijo mío,… ¿crees que pue-des tocar los cielos con esas manos?”(Adaptado de Abraham in Egypt, porHugh Nibley, 1981, pág. 192).

El llamado del deber puede llegarsilenciosamente a medida que noso-tros, que poseemos el sacerdocio, res-pondemos a las asignaciones querecibimos. El presidente GeorgeAlbert Smith, aquel modesto pero efi-caz líder, y octavo Presidente de laIglesia, afirmó: “El deber de ustedeses primeramente aprender lo que elSeñor desea y después, por el poder yla fuerza de Su santo sacerdocio, mag-nificar su llamamiento en la presencia

de sus semejantes de tal manera quela gente esté dispuesta a seguirles”(Conference Report, abril de 1942,pág. 14).

¿De qué manera puede uno magni-ficar un llamamiento? Sencillamenteprestando el servicio que le corresponde.

Hermanos, es en el hacer y no sóloen el soñar que se bendicen vidas,que otras personas reciben guía y sesalvan almas. Santiago declaró: “Perosed hacedores de la palabra, y no tansolamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22).

Ruego que todos los que nos en-contramos reunidos esta noche enesta asamblea del sacerdocio haga-mos un esfuerzo renovado para mere-cer y recibir la guía del Señor ennuestra vida. Hay tantos por ahí queruegan y oran para recibir ayuda; es-tán aquellos que están desalentados,aquellos que desean regresar peroque no saben por dónde comenzar.

Siempre he creído en la veracidadde las palabras: “Las bendiciones másgratas de Dios siempre se reciben delas manos de los que le sirven aquí en la tierra” (White Montgomery,“Revelation”, en Best-Loved Poems ofthe LDS People, ed. Jack M. Lyon yotros, 1996, pág. 283). Tengamossiempre manos prestas y limpias, ycorazones dispuestos para que poda-mos participar en proporcionar loque nuestro Padre Celestial desea queotros reciban de Él.

Deseo terminar con un ejemplo demi propia vida. Tuve en preciado ami-go que parecía experimentar más delos problemas y de las frustracionesde la vida de los que podía soportar.Finalmente, fue hospitalizado porcausa de una enfermedad incurable;yo no sabía que él se encontraba allí.

Mi esposa, la hermana Monson yyo habíamos ido a ese mismo hospi-tal a visitar a otra persona muy enfer-ma. Al salir del hospital, y mientrasnos dirigíamos al lugar donde había-mos estacionado el auto, sentí la clara impresión de que debía regre-sar y averiguar si por casualidad miamigo Hyrum estaba internado allí.

Misioneros posan afuera de un edificio de la Iglesia en Camboya.

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Al verificar con un empleado en la re-cepción, me informó que, en efecto,Hyrum era uno de los pacientes quehabía estado allí por unas cuantas semanas.

Nos dirigimos a su habitación, lla-mamos a la puerta y entramos. No es-tábamos preparados para la escenaque nos esperaba. Había arreglos deglobos por todas partes. En la paredhabía un gran cartel que decía “Felizcumpleaños papá”. Hyrum estabasentado en la cama, con los miembrosde su familia a su lado. Cuando nosvio, exclamó: “Hermano Monson,¿cómo supo que hoy es mi cumplea-ños?” Sonreí, pero dejé la preguntasin responder.

Aquellos que estaban en ese cuartoy que poseían el Sacerdocio deMelquisedec rodearon a ese hombre,su padre, su abuelo y mi amigo, y sele dio una bendición del sacerdocio.

Luego de derramar lágrimas, de in-tercambiar sonrisas de gratitud, y dedar y recibir abrazos de ternura, meincliné hacia Hyrum y le susurré:“Recuerda las palabras del Señor, por-que te consolarán. Él te prometió: ‘Noos dejaré huérfanos; vendré a voso-tros’ ” (Juan 14:18).

El tiempo sigue su curso; el deberestá a la par de esa marcha; el deberno se opaca ni disminuye; los conflic-tos catastróficos vienen y van, pero laguerra emprendida por las almas delos hombres continúa sin menguar.Como el llamado del clarín llega lapalabra del Señor a ustedes y a mí, ya los poseedores del sacerdocio entodas partes; reitero esa frase: “Portanto, aprenda todo varón su deber,así como a obrar con toda diligenciaen el oficio al cual fuere nombrado”(D. y C. 107:99).

Hermanos, aprendamos nuestrosdeberes; seamos siempre dignos deefectuar esos deberes y, al hacerlo, si-gan los pasos del Maestro. Cuando aÉl le llegó el llamado a servir, contes-tó: “Padre, hágase tu voluntad, y seatuya la gloria para siempre” (Moisés4:2). Ruego humildemente que haga-mos lo mismo, en el nombre deJesucristo. Amén. ■

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Hermanos, se ven como un sa-cerdocio de mangas remanga-das; todos vestidos de blanco

y listos para trabajar. ¡Y ha llegado elmomento de ponerse a trabajar!

¡Qué vista tan maravillosa! El ma-ravilloso Centro de Conferenciasestá totalmente lleno y nuestras pa-labras se transmiten a todo el mun-do. Ésta probablemente sea lacongregación más grande de posee-dores del sacerdocio que haya tenido lugar. Los felicito por su presencia esta tarde.

Recientemente vi en la televisiónun concierto del coro de hombres deBYU; entonaron un emotivo número,intitulado “¡Levantaos, hombres deDios!”; escrito en 1911 por William P.Merrill, y he descubierto que una ver-sión se encuentra en nuestro himna-rio en inglés, aunque no recuerdohaberlo cantado antes.

La letra lleva el espíritu de los anti-guos himnos ingleses escritos porCharles Wesley y algunos otros. El texto dice:

¡Levantaos, hombres de Dios!Despojaos de vilezas. Dad corazón, alma, mente y fuerzay al Rey de Reyes servid.

¡Levantaos, hombres de Dios!en unido batallón.Llegue el día de hermandady acabe la noche del error.

¡Levantaos, hombres de Dios!la Iglesia os espera; de fuerza carece para la tarea,¡dadle fuerza en su labor!

¡Levantaos, hombres de Dios!Andad por Sus caminoscomo hermanos del Señor.¡Levantaos, hombres de Dios!(Véase “Rise Up, O Men of God”,Hymns, Nº 324; véase la terceraestrofa en The Oxford AmericanHymnal, ed. Carl F. Pfatteicher, 1930,Nº. 256.)

Las Escrituras son muy claras enla forma en que se aplican a cadauno de nosotros, mis hermanos. Porejemplo, Nefi cita a Isaías, diciendo:“Oh, si hubieras escuchado mis man-damientos: habría sido entonces tupaz como un río, y tu rectitud cuallas ondas del mar” (1 Nefi 20:18; véa-se también Isaías 48:18).

Las palabras de Lehi son un claro

“¡Levantaos,hombres de Dios!”P R E S I D E N T E G O R D O N B . H I N C K L E Y

Este sacerdocio conlleva la gran obligación de que seamosdignos de él.

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llamado para todos los hombres y jo-vencitos del sacerdocio. Con granconvicción, él dijo: “Despertad, hijosmíos; ceñíos con la armadura de larectitud. Sacudíos de las cadenas conlas cuales estáis sujetos, y salid de laobscuridad, y levantaos del polvo” (2 Nefi 1:23).

Esta tarde, en esta vasta congrega-ción, no hay ningún hombre ni nin-gún jovencito que no pueda mejorarsu vida; y eso tiene que suceder.Después de todo, poseemos el sacer-docio de Dios. Si somos jovencitosque hemos recibido el SacerdocioAarónico, tenemos derecho a la mi-nistración de ángeles para guiarnos,dirigirnos, bendecirnos y proteger-nos. ¡Qué cosa tan extraordinaria ymaravillosa! Si se nos ha conferido elSacerdocio de Melquisedec, se noshan dado las llaves del reino que con-llevan poderes eternos, de los que ha-bló el Señor cuando colocó las manossobre la cabeza de Sus discípulos.

Este sacerdocio conlleva la granobligación de que seamos dignos deél. No podemos permitirnos tenerpensamientos impuros; no debemosver pornografía; nunca debemos ser

culpables de abuso de ninguna clase.Debemos estar por encima de esascosas. “¡Levantaos, hombres de Dios!”y dejen atrás esas cosas y el Señorserá su guía y apoyo.

El profeta Isaías dijo: “No temas,porque yo estoy contigo; no desma-yes, porque yo soy tu Dios que te es-fuerzo; siempre te ayudaré, siemprete sustentaré con la diestra de mi jus-ticia” (Isaías 41:10).

A algunos de ustedes, jovencitos,parece que les encanta vestirse demanera desaliñada; sé que es un temadelicado, pero creo que no es propiode los que han sido ordenados al san-to sacerdocio de Dios el vestirse así. A veces la manera de expresarnos vade acuerdo con la forma en que vesti-mos. Al hablar, usamos malas palabrasy tomamos el nombre del Señor envano; Dios ha hablado claramente encontra de eso.

Estoy seguro de que han oído esterelato del presidente Spencer W.Kimball, pero me tomo la libertad derepetirlo. Él estaba en el hospital,donde le habían operado. Un enfer-mero lo había colocado en una cami-lla y lo estaba transportando, cuando

al entrar en uno de los ascensores,chocó con la camilla y profirió unamaldición en la que usó el nombredel Señor.

El presidente Kimball, sólo semi-consciente, dijo: “¡Por favor, por favor!Los nombres que usted ultraja son losde mi Señor”.

Hubo un silencio sepulcral, y des-pués el joven susurró en tono sumiso:“Lo siento”. (Véase Enseñanzas de losPresidentes de la Iglesia: Spencer W.Kimball, pág. 174.)

Quisiera informarles en cuanto aotro asunto que me tiene sumamentepreocupado. Mediante la revelación,el Señor ha mandado que Sus hijosadquieran toda la instrucción que lessea posible. Él ha sido claro acerca deeso. Sin embargo, se está generalizan-do una tendencia inquietante. El her-mano Rolfe Kerr, Comisionado deEducación de la Iglesia, me informaque en los Estados Unidos aproxima-damente el 73% de las jóvenes se gradúan de la secundaria y en compa-ración, sólo lo hacen el 65% de los jó-venes. Es más probable que sean losjóvenes en lugar de las jóvenes losque abandonen sus estudios.

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Aproximadamente el 61% de los jó-venes se inscriben en una universidadtan pronto como se gradúan de la se-cundaria, comparado con el 72% delas jovencitas.

En 1950, el 70% de los que estabaninscritos en universidades eran hom-bres y el 30% eran mujeres; para elaño 2010 se calcula que el 40% seránhombres y el 60% serán mujeres.

Desde 1982, cada año las mujereshan adquirido más licenciaturas quelos hombres, y más títulos de maestríadesde 1986.

Es claramente obvio, por estas es-tadísticas, que las jóvenes están supe-rando a los jóvenes en la búsqueda deprogramas educativos. De maneraque les digo a ustedes, jovencitos, le-vántense y disciplínense para aprove-char las oportunidades educacionales.¿Desean casarse con una joven cuyainstrucción haya sido muy superiorque la ustedes? Hablamos de “estarunidos en yugo igual”; pienso que esose aplica al asunto de los estudios.

Además, la instrucción que recibanfortalecerá su servicio en la Iglesia.Hace algunos años se realizó un estu-dio que indicaba que cuanto más ele-vada es la instrucción, tanto mayor esla fe y la participación en las activida-des religiosas.

Anteriormente mencioné la porno-grafía, que fácilmente se convierte en una de las peores adicciones.Permítanme leerles una carta que recibí de una de sus víctimas:

“Quisiera contarle algo que no he podido contarle a nadie. Soy unhombre de treinta y cinco años. Lamayor parte de mi vida adulta hesido adicto a la pornografía. Me damucha vergüenza admitirlo… peroen la mayor parte, este vicio es tanfuerte como el alcoholismo o la adic-ción a las drogas…

“La razón principal por la que le escribo es para decirle que la Iglesiasiempre puede hacer más para acon-sejar a los miembros a evitar la porno-grafía. Cuando vi por primera vez esaclase de material, yo era un niño. Unprimo mayor abusó de mí sexualmen-te y se valió de la pornografía para

atraer mi interés. Estoy convencidode que el haber estado expuesto a esaedad al sexo y a la pornografía es laraíz de mi vicio.

“Pienso que es una ironía que losque apoyan el negocio de la porno-grafía digan que es un asunto de libertad de expresión. Yo no tengo li-bertad. He perdido mi libre albedríoporque no he podido superar esto.Para mí es una trampa y no veo la for-ma de liberarme de ella. Le ruego contodas mis fuerzas que exhorte a loshermanos de la Iglesia, no sólo a evi-tar la pornografía, sino también a eli-minar de su vida todo lo que déorigen a esos materiales pornográfi-cos. Además de las cosas obvias,como los libros y las revistas, es nece-sario que cancelen los canales de pelí-culas de la televisión por cable. Séque muchas personas que tienen esosservicios afirman que a ellos les es po-sible eliminar las cosas malas, peroeso no es cierto…

“La pornografía y la perversión hanllegado a ser algo tan común en nues-tra vida que las fuentes de ese mate-rial están por todas partes. Me heencontrado revistas pornográficas allado del camino y en los basureros.Debemos hablar con nuestros hijos yexplicarles lo malas que son esas co-sas y alentarlos a evitarlas si algún díallegan a tenerlas frente a ellos…

“Por último, presidente Hinckley, leruego que ore por mí y otras personasde la Iglesia que tengan este problema

para que tengamos el valor y la fuerzapara superar esta horrible aflicción.

“No me es posible firmar mi nom-bre; espero que usted lo comprenda”.

La computadora es un instrumentomaravilloso cuando se usa como esdebido; sin embargo, cuando se usapara dedicarse a la pornografía, o en-trar en salas de chat, o para cualquierotro propósito que conduzca a prácti-cas o pensamientos inicuos, se debetener la suficiente autodisciplina paraapagarla.

El Señor ha declarado: “Depuraosde la iniquidad que hay entre voso-tros; santificaos delante de mí” (D. y C. 43:11). Nadie puede malen-tender el significado de esas palabras.

Además, dice: “Los elementos sonel tabernáculo de Dios; sí, el hombrees el tabernáculo de Dios, a saber,templos; y el templo que fuere profa-nado, Dios lo destruirá” (D. y C.93:35). En esto no hay nada impreci-so. El Señor ha dicho en términos cla-ros que debemos cuidar nuestrocuerpo y evitar lo que pueda dañarlos.

Él nos ha hecho a todos una granpromesa; Él dijo: “Sé humilde; y elSeñor tu Dios te llevará de la mano y dará respuesta a tus oraciones” (D. y C. 112:10).

Y agregó: “Dios os dará conoci-miento por medio de su SantoEspíritu, sí, por el inefable don delEspíritu Santo, conocimiento que nose ha revelado desde el principio delmundo hasta ahora” (D. y C. 121:26).

Todos haríamos bien en estudiar lavida del Maestro y tratar de seguir Suspalabras y Su ejemplo. Del mismomodo, haríamos bien en estudiar lavida del profeta José Smith; por me-dio de su ejemplo, todos aprendería-mos mucho en cuanto a nuestrapropia conducta.

Mis hermanos, testifico de la vera-cidad de estas cualidades eternas.Testifico que si nos esforzamos pormejorar nuestra vida, el resultado seráevidente. Dios los bendiga a cada unode ustedes, mis amados hermanos.Testifico de estas cosas, en forma hu-milde y agradecida, en el sagradonombre de Jesucristo. Amén. ■

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Mis queridos hermanos y her-manas, tanto los que se en-cuentran al alcance de mi

vista como los que se hallan reunidospor todo el mundo, les pido su fe ysus oraciones al cumplir con la asig-nación y el privilegio de dirigirles la palabra.

En 1959, poco después de habercomenzado mi servicio como presi-dente de la Misión Canadiense, cuyaoficina central se encontraba enToronto, Ontario, Canadá, conocí a N. Eldon Tanner, un distinguido canadiense que tan sólo unos mesesdespués sería llamado al cargo deAyudante del Quórum de los DoceApóstoles, más tarde al Quórum delos Doce y posteriormente como

consejero de cuatro Presidentes de laIglesia.

Cuando le conocí, el presidenteTanner era presidente de la gran em-presa Trans-Canada Pipelines, Ltd., y presidente de la Estaca Calgary,Canadá, país donde lo conocían como“Sr. Integridad”. En aquella primerareunión, hablamos, entre otras cosas,de los fríos inviernos canadienses du-rante los que rugen las tempestades ylas temperaturas bajo cero se mantie-nen a lo largo de semanas, y donde losvientos glaciales bajan la temperaturaaún más. Le pregunté al presidenteTanner por qué razón los caminos ylas carreteras de la parte occidental deCanadá se conservan básicamente in-tactos durante semejantes inviernos,casi sin indicios de resquebrajadurasni grietas mientras que en muchas re-giones donde los inviernos no son tanfríos ni tan crudos la superficie de lascarreteras se llena de baches.

Él me explicó: “La respuesta yaceen la profundidad de la base de losmateriales de pavimentación. Paraque el pavimento se conserve firme eintacto, es preciso afirmar los cimien-tos con varias capas profundas. Si loscimientos no tienen la profundidadsuficiente, la superficie del pavimentono resiste las temperaturas extremas”.

A través de los años, he reflexiona-do muchas veces en aquella conversa-ción y en la explicación del presidente

Tanner, dado que reconozco en suspalabras una sustancial aplicación anuestra vida. Planteado con sencillez,si no tenemos un cimiento profundode fe ni un sólido testimonio de laverdad, tendremos dificultades parasoportar las rigurosas tempestades ylos vientos glaciales de la adversidadque inevitablemente le sobrevienen acada uno de nosotros.

La vida terrenal es un periodo de prueba, el tiempo para probarque somos dignos de volver a la pre-sencia de nuestro Padre Celestial. A fin de ser probados, debemos ha-cer frente a problemas y dificultades.Éstos podrán derribarnos y la super-ficie de nuestra alma podrá agrietar-se y desmoronarse si nuestrocimiento de fe y nuestro testimoniode la verdad no están firme y profun-damente establecidos en nuestro interior.

Podremos depender de la fe y deltestimonio de los demás sólo por untiempo limitado. Al final, tendremosque contar con nuestro propio, firmey profundamente establecido cimien-to, o no podremos resistir las tormen-tas de la vida, las que, de cierto,sobrevendrán. Tales tormentas pre-sentan diversas formas. Podríamos enfrentarnos con el pesar y con lacongoja de ver a un hijo escoger apar-tarse del sendero que conduce a laverdad eterna y preferir viajar por lassendas peligrosas del error y de la desilusión. La enfermedad podría sobrevenirnos a nosotros o a un serquerido, trayendo consigo el sufri-miento y a veces la muerte. Los acci-dentes podrían dejar sus crueleshuellas o acabar con la vida. La muer-te sobreviene a los ancianos al cami-nar con sus pasos vacilantes, pero lamuerte también llama a los que ape-nas han llegado a la mitad del viaje dela vida y suele acallar la risa de niñospequeños.

A veces no vemos ninguna luz al fi-nal del túnel ni ninguna alborada querompa las tinieblas de la noche. Nossentimos rodeados del dolor de cora-zones desconsolados, de la desilusiónde ver sueños que se hacen añicos y

Qué firmescimientosP R E S I D E N T E T H O M A S S . M O N S O NPrimer Consejero de la Primera Presidencia

Podemos fortalecer nuestro cimiento de fe y nuestrotestimonio de la verdad a fin de no flaquear ni desfallecer.

SESIÓN DEL DOMINGO POR LA MAÑANA1 d e o c t u b r e d e 2 0 0 6

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Arriba, de izquierda a derecha: hermanas en Filipinas; miembros

tonganos llegan en bote para asistir a una sesión de la conferencia;

una niña en San Petersburgo, Rusia; el calzado de los miembros

afuera de un centro de reuniones en Camboya.

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de la desesperación de ver esfumarselas esperanzas. Nos sumamos a la sú-plica bíblica: “¿No hay bálsamo enGalaad?” (Jeremías 8:22). Nos inclina-mos a ver nuestras propias desgraciaspersonales a través del distorsionadoprisma del pesimismo. Nos sentimosabandonados, desconsolados y solos.

¿Cómo podemos edificar un ci-miento firme que resista tales vicisitu-des de la vida? ¿Cómo podemosmantener la fe y el testimonio indis-pensables para llegar a experimentarel regocijo prometido a los fieles? Espreciso realizar un esfuerzo constantey tenaz. La mayoría de nosotros he-mos experimentado inspiración contal fuerza que ello nos ha hecho de-rramar lágrimas y sentir la determina-ción de permanecer siempre fieles.He oído decir: “Si tan sólo pudieseconservar siempre esos sentimientos,nunca tendría dificultades para hacerlo que debo”. Sin embargo, esos sen-timientos suelen ser efímeros. La ins-piración que sentimos durante estassesiones de la conferencia podrá dis-minuir y esfumarse al llegar el lunes yenfrentarnos con la rutina del trabajo,

de los estudios y del dirigir el hogar yla familia. Esas cosas podrán trasladarfácilmente nuestra mente de lo santoa lo mundano, de lo que eleva a loque, si lo permitimos, comenzará asocavar poco a poco nuestro testimo-nio y nuestro firme cimiento.

Naturalmente, no vivimos en unmundo donde experimentemos nadamás que lo espiritual, pero sí pode-mos fortalecer nuestro cimiento de fe y nuestro testimonio de la verdad a fin de no flaquear ni desfallecer.Podrían ustedes preguntar: ¿Cómo sepuede adquirir y mantener con la ma-yor eficacia el cimiento necesario parasobrevivir espiritualmente en el mun-do en que vivimos?

Quisiera sugerirles tres pautas que nos servirán de ayuda en nuestrabúsqueda.

Primero, fortalezcan su cimientopor medio de la oración. “La oracióndel alma es el medio de solaz” (“Laoración del alma es”, Himnos, Nº 79).

Cuando oremos, comuniquémo-nos de verdad con nuestro PadreCelestial. Es fácil que nuestras oracio-nes se vuelvan repetitivas y que

pronunciemos palabras sin pensarcasi en lo que decimos. Si recordamosque cada uno de nosotros es literal-mente un hijo o una hija espiritual deDios, no hallaremos dificultad algunapara acercarnos a Él en oración. Élnos conoce, Él nos ama y desea lomejor para nosotros. Oremos con sin-ceridad y con sentido, oremos con acción de gracias y pidamos lo quenecesitemos. Escuchemos la respues-ta de nuestro Padre, a fin de recono-cerla cuando se manifieste. Si lohacemos así, seremos fortalecidos ybendecidos. Llegaremos a conocerle aÉl y lo que Él desea para nuestra vida.Si le conocemos, si confiamos en Suvoluntad, el cimiento de nuestra fe sefortificará. Si alguno de nosotros hasido lento en escuchar y obedecer elconsejo de orar siempre, no hay mo-mento mejor para comenzar a hacerloque ahora mismo. William Cowper in-dicó: “Satanás tiembla cuando ve derodillas al más débil de los santos” (enWilliam Neil, Concise Dictionary ofReligious Quotations, 1974, pág. 144).

No descuidemos nuestras oracio-nes familiares, puesto que éstas son

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eficaces para disuadir del pecado y,por lo tanto, son la fuente más benéfi-ca de regocijo y felicidad. El antiguorefrán sigue siendo cierto: “La familiaque ora unida permanece unida”.Cuando damos a nuestros hijos elejemplo de la oración, les ayudamos acomenzar a edificar su propio cimien-to profundo de fe y el testimonio queles hará falta tener a lo largo de todasu vida.

Mi segunda pauta: Estudiemos lasEscrituras, “de día y de noche [medi-temos] en [ellas]” como aconseja elSeñor en el libro de Josué (1:8).

En 2005, cientos de miles deSantos de los Últimos Días aceptaronel desafío del presidente Gordon B.Hinckley de leer el Libro de Mormónantes del final de año. Creo que di-ciembre de 2005 ha marcado un ré-cord sin precedentes del total dehoras dedicadas a cumplir puntual-mente con dicho desafío. Fuimosbendecidos tras llevar a cabo esa ta-rea, dado que se fortaleció nuestrotestimonio y aumentó nuestro cono-cimiento. Quisiera instar a todos, y amí mismo, a proseguir leyendo y estu-diando las Escrituras, a fin de enten-derlas y de aplicar a nuestra vida laslecciones que se encuentran en ellas.

Parafrasearé las palabras del poetaJames Phinney Baxter:

El que aprende y aprende sin llegarnunca a entender

Es como el que ara y ara sin llegarnunca a sembrar.

(“The Baxter Collection”, BaxterMemorial Library, Gorham, Maine)

El dedicar cada día al estudio de lasEscrituras ciertamente fortaleceránuestro cimiento de fe y nuestro testi-monio de la verdad.

Recordemos el regocijo que expe-rimentó Alma cuando viajaba hacia elsur, de la tierra de Gedeón a la tierrade Manti, y se encontró con los hijosde Mosíah. Alma no los había vistodesde hacía algún tiempo y se alegrómuchísimo de ver que “aún eran sushermanos en el Señor; sí, y se habíanfortalecido en el conocimiento de laverdad; porque eran hombres desano entendimiento, y habían escudri-ñado diligentemente las Escrituraspara conocer la palabra de Dios” (véase Alma 17:1–2).

Ruego que nosotros también co-nozcamos la palabra de Dios y que dirijamos nuestra vida de acuerdo con ella.

Mi tercera pauta para edificar unfirme cimiento de fe y de testimoniotiene que ver con el servicio.

Cuando me dirigía a la oficina unamañana, pasé junto a una tintoreríaque tenía un cartel en la ventana quedecía: “Lo que cuenta es el servicio”.El mensaje de aquel cartel sencilla-mente no se me iba de la mente. Y desúbito me di cuenta del porqué: Enrealidad, el servicio es lo que cuenta,vale decir, el servicio al Señor.

En el Libro de Mormón leemos delnoble rey Benjamín. Con la verdaderahumildad de un líder inspirado, él ex-presó su deseo de servir a los de supueblo y conducirlos por las sendasde la rectitud. En seguida, les dijo:

“Por haberos dicho que había em-pleado mi vida en vuestro servicio, nodeseo yo jactarme, pues sólo he esta-do al servicio de Dios.

“Y he aquí, os digo estas cosas paraque aprendáis sabiduría; para que se-páis que cuando os halláis al serviciode vuestros semejantes, sólo estáis alservicio de vuestro Dios” (Mosíah2:16–17).

Ése es el servicio que cuenta, elservicio al que todos hemos sido llamados: el servicio del SeñorJesucristo.

A lo largo del sendero de la vida,observarán que no son los únicos via-jeros. Hay otras personas que necesi-tan su ayuda; hay pasos que afirmar,manos que estrechar para brindarlesayuda, mentes que alentar, corazonesque inspirar y almas que salvar.

Hace trece años tuve el privilegiode dar una bendición a una hermosajovencita de doce años llamada JamiPalmer. Acababan de diagnosticarlecáncer y se sentía asustada y descon-certada. Posteriormente fue sometidaa una operación quirúrgica y a unadolorosa quimioterapia. Hoy está li-bre del cáncer y es una radiante y her-mosa joven de veintiséis años que halogrado mucho en la vida. Hace untiempo, me enteré de que, en su horamás sombría, cuando el futuro le pa-recía lúgubre, se le comunicó la nece-sidad de realizar varias operacionesen la pierna donde tenía localizado el

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cáncer. Tendría que olvidarse de la excursión que su clase de las MujeresJóvenes había planeado desde hacíamucho tiempo para ascender por el escarpado sendero hasta la“Timpanogos Cave”, una cueva encla-vada en las Montañas Wasatch, a unossesenta y cinco kilómetros al sur deSalt Lake City, Utah. Jami les dijo a susamigas que tendrían que ir sin ella.Estoy seguro de que lo dijo con emo-ción en la voz y desencanto en el co-razón. Pero las otras jóvenes lerespondieron enérgicamente: “¡No,Jami, tú vienes con nosotras!”.

“Pero si no puedo caminar”, fue laangustiada respuesta.

“Entonces”, le contestaron las ami-gas, “¡te llevaremos nosotras!”. Y así lohicieron.

Hoy, la excursión es sólo un recuer-do, pero en realidad es mucho másque eso. James Barrie, poeta escocés,dijo: “Dios nos ha dado recuerdospara que tengamos rosas primaveralesen el invierno de nuestra vida” (para-fraseando a James Barrie, en LaurenceJ. Peter, compiladores, Peter’sQuotations: Ideas for Our Time, 1977,pág. 335). Ninguna de esas valiosísi-mas jóvenes olvidará jamás aquel díamemorable en el que nuestro amoro-so Padre Celestial las contempló des-de los cielos con una sonrisa deaprobación y contentamiento.

Cuando el Señor nos llama a Suobra, nos invita a acercarnos más a Él,y nosotros sentimos Su Espíritu.

Al establecer el firme cimiento denuestra vida, recuerde cada uno denosotros la preciosa promesa delSeñor:

Pues ya no temáis, y escudo seré,que soy vuestro Dios y socorro

tendréis;y fuerza y vida y paz os daré,y salvos de males… vosotros seréis.(“Qué firmes cimientos”, Himnos,Nº 40)

Que cada uno de nosotros se haga merecedor de esa bendición, rue-go humildemente, en el nombre deJesucristo, nuestro Salvador. Amén. ■

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Al asistir a una reunión sacramen-tal durante los meses de vera-no, tuve el placer de escuchar

los discursos de tres estudiantes quehabían vuelto de la escuela a sus hoga-res durante el verano. Me interesó es-pecialmente uno de los discursos.

Durante las vacaciones de veranoella había trabajado en un restauranteal que iban muchos camioneros. Unode ellos, que tenía una ruta fija, se de-tenía a comer el mismo día de cada se-mana. Como se veían con regularidad,tuvieron la oportunidad de entablarconversaciones cortas. Él le preguntóa la joven dónde vivía y ella le respon-dió que estaba en casa durante el vera-no, para ganar un poco de dinero yregresar a la universidad en el otoño.La siguiente pregunta de él fue: “¿Aqué universidad asistes?”. Ella respon-dió con orgullo: “A BYU, en Idaho”.Como él quería saber más acerca de launiversidad, la conversación derivó en

una charla sobre el Evangelio. Lo pri-mero que hizo la jovencita fue ense-ñarle acerca de la Palabra de Sabiduría,y tuvo éxito, pues lo convenció de quedejara de fumar.

Luego, el horario de trabajo de lajoven cambió y ya no tuvo oportuni-dad de verlo, así que le escribió unanota y le adjuntó un folleto misionalde la Iglesia sobre el plan de salva-ción. Después de varios días recibióuna nota del camionero que simple-mente decía: “Usted ha creado unmonstruo”. Gracias a aquella jovenci-ta, él halló información que le hizopensar en los cambios que debía ha-cer en su vida. No sé el resultadocompleto de esos pequeños encuen-tros entre la camarera y el camionero,pero evidentemente, ella había in-fluenciado en su vida.

La joven prosiguió explicando lo fácil que es enseñar las bellezas delEvangelio a las personas. Nuestras actividades cotidianas cuentan conoportunidades para abrir nuestraboca y compartir con las personas lasverdades del Evangelio que los ben-decirán ahora y en las eternidades.

Mucha gente se pregunta: “¿Dedónde venimos? ¿Por qué estamosaquí? ¿A dónde vamos?”. NuestroPadre Eterno no nos envió a la tierraen un viaje sin propósito y carente de significado. Él nos proporcionó un plan para seguirlo. Él es el autorde ese plan que se diseñó para el progreso del hombre y por últimopara su salvación y exaltación. Cito de la guía misional Predicad MiEvangelio:

El plan de salvaciónÉ L D E R L . TO M P E R R YDel Quórum de los Doce Apóstoles

No se nos ha dejado solos para vagar por el mundo sinconocer el plan maestro que el Señor ha diseñado para Sus hijos.

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“Dios es el Padre de nuestro espíri-tu; somos literalmente Sus hijos y Élnos ama. Antes de nacer en esta tierravivíamos como hijos espirituales denuestro Padre Celestial; sin embargo,no éramos como nuestro PadreCelestial ni podíamos llegar a sercomo Él ni disfrutar de todas las ben-diciones de las que Él disfruta sin laexperiencia de vivir en la vida terrenalcon un cuerpo físico.

“Todo el propósito de Dios —Suobra y Su gloria— es permitirnos acada uno disfrutar todas Sus bendicio-nes. Él ha proporcionado un plan perfecto para lograr Su propósito.Nosotros entendimos y aceptamos

ese plan antes de venir a la tierra”(pág. 48).

Sin embargo, aún hay mucha genteen el mundo que sigue luchando paraencontrar las respuestas a las pregun-tas más básicas de la vida. Los clamoresde “He aquí” y “He allí” son cada vezmás fuertes y, muchas veces, más con-fusos. La tecnología ha multiplicadoesa confusión al propagar esos mensa-jes a través de las ondas y de la grancantidad de cables que ahora cubren latierra. Hay tantos medios para transmi-tir una mayor cantidad de mensajes diversos, que supongo que no es deextrañar que las personas estén con-fundidas. Siglos atrás Pablo predijo:

“Porque vendrá tiempo cuando nosufrirán la sana doctrina, sino que te-niendo comezón de oír, se amontona-rán maestros conforme a sus propiasconcupiscencias, y apartarán de la ver-dad el oído y se volverán a las fábulas”(2 Timoteo 4:3–4).

No necesitamos que se nos con-funda. Con la intención de guiarnos, elgénero humano ha vuelto a recibir lasrespuestas a las desconcertantes pre-guntas sobre el propósito de la vida.

Supimos del plan de salvación por primera vez antes de nacer, en lo que las Escrituras llaman nuestroprimer estado (véase Abraham 3:26).Sabemos muy poco sobre lo que ocurrió en ese primer estado, pero sísabemos que vivimos allí como espíri-tus, hijos de nuestro Padre Celestial, yque progresamos al punto de prepa-rarnos para tener la oportunidad dealbergar a nuestro espíritu en uncuerpo terrenal. Nosotros también sa-bemos que nuestro Padre celebró ungran concilio para explicarnos el pro-pósito de esta vida. Tuvimos la opor-tunidad de aceptar o rechazar el plande salvación, el cual no se nos obligóa aceptarlo. La esencia del plan de sal-vación consiste en que el hombre ten-dría la oportunidad de trabajar en latierra por su propia salvación, con laayuda de Dios. Se escogió a un líderque nos enseñaría cómo seguir elplan y nos redimiría del pecado y de la muerte. El Señor le explicó a Moisés: “Pero, he aquí, mi HijoAmado, que fue mi Amado y miEscogido desde el principio, me dijo:Padre, hágase tu voluntad, y sea tuyala gloria para siempre” (Moisés 4:2).

Jesucristo, nuestro HermanoMayor, se convirtió en el líder defen-sor del plan preparado por el Padre, ynosotros aceptamos el plan y las con-diciones. Al tomar esa decisión nosganamos el derecho a venir a la tierray entrar a nuestro segundo estado.

Dios creó a Adán y a Eva a Su pro-pia imagen, con cuerpos de carne yhuesos, y los colocó en el Jardín deEdén. Se les dio a escoger entre que-darse en el jardín o participar del fruto del árbol del conocimiento del

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bien y del mal y tener la oportunidadde experimentar la vida terrenal.Aceptaron el desafío, participaron delfruto y así se convirtieron en seres su-jetos a la muerte física. A causa de laelección que hicieron, ellos sufriríantodas las pruebas y las dificultades dela vida terrenal.

La vida terrenal tiene dos propósi-tos. El primero es que podemos tenerexperiencias que no obtendríamos deninguna otra manera. El segundo esobtener tabernáculos de carne y hue-so. Ambos propósitos son vitales parala existencia del hombre. Somos pro-bados para ver si haremos todas lascosas que el Señor nos mandó hacer.Estos mandamientos son los princi-pios y las ordenanzas del Evangelio,que constituyen el Evangelio deJesucristo. Todo principio y ordenan-za está relacionado con el propósitode nuestra prueba, que no es otroque prepararnos para regresar a nues-tro Padre Celestial y llegar a ser máscomo Él. El élder Bruce R. McConkiedijo lo siguiente en cuanto a seguir elcamino estrecho y angosto:

“Pienso que lo que todos debemoshacer es determinar dónde nos halla-mos en cada ámbito de la vida terre-nal. Luego, basándonos en losconceptos generales, que son claros ysimples, tomamos la determinaciónde cómo vivir en éste o en ése ámbitoa fin de sobrepasar el estado de pro-bación y superar la prueba de estavida. Si tomamos las decisiones co-rrectas, recibiremos un galardón eter-no; si no, obtendremos un lugarinferior y menor en los reinos que sehan preparado.

“…Todo miembro de la Iglesia quese halle en el sendero estrecho y an-gosto, que se esfuerce, luche y deseehacer lo correcto, aun cuando esté le-jos de la perfección en esta vida, si fa-llece mientras se halla en ese senderoestrecho y angosto, tendrá la vidaeterna en el reino de su Padre” (TheProbationary Test of Mortality, dis-curso pronunciado en el Instituto deReligión de Salt Lake, 10 de enero de1982, págs. 8–9).

Todo esto es posible gracias a

Jesucristo. Él es la parte central delplan eterno del Padre, el Salvador fuepresentado como el rescate de la hu-manidad. Dios envió a Su Hijo Amadopara vencer la caída de Adán y Eva. Élvino a la tierra como nuestro Salvadory Redentor; Él venció los obstáculosde la muerte física por nosotros al en-tregar Su propia vida. Cuando Él mu-rió en la cruz, Su espíritu y Su cuerpose separaron; al tercer día Su espírituy Su cuerpo fueron reunidos eterna-mente, para no separarse nunca más.

La vida en la tierra tiene una dura-ción limitada. A todos nos llega el mo-mento cuando, al morir, el espíritu y elcuerpo se separan; pero, gracias a laresurrección de Jesucristo, todos resu-citaremos, ya sea que hayamos hechoel bien o el mal en esta vida. La inmor-talidad es el don dado a cada hijo te-rrenal de nuestro Padre Celestial. Lamuerte debe verse como la puerta auna vida nueva y mejor. Mediante lagloriosa resurrección, el cuerpo y elespíritu se reunirán; tendremos uncuerpo perfecto e inmortal de carne yhueso que nunca más estará sujeto aldolor ni a la muerte. Mas la gloria querecibamos en la vida venidera depen-derá de nuestro desempeño en estavida. Sólo por medio del don de laExpiación y de nuestra obediencia al

Evangelio podremos regresar y vivircon Dios nuevamente.

Después de la resurrección delSalvador, Sus apóstoles salieron a predicar este glorioso mensaje a las naciones de la tierra; viajaron extensamente para enseñar sobre lamisión de nuestro Salvador. Un granmovimiento cristiano comenzó a ex-tenderse por muchas naciones; perola Iglesia se sumió gradualmente enuna apostasía general durante la cualse perdió la sucesión del sacerdocio, y la autoridad para efectuar las orde-nanzas espirituales dejó de existir sobre la tierra.

Con el tiempo surgieron hombresinspirados que iniciaron una reforma.El presidente Gordon B. Hinckleydescribió esa época como el alba deun día más brillante, él dijo:

“No obstante, de algún modo seencendió una luz en ese largo períodode oscuridad; la era del Renacimientotrajo consigo un florecimiento del co-nocimiento, las artes y la ciencia, y sesuscitó un movimiento de hombres ymujeres valientes e intrépidos que le-vantaron la vista al cielo en reconoci-miento de Dios y de Su Hijo divino; loconocemos como la Reforma.

“Entonces, después de que muchasgeneraciones hubieron andado por latierra, muchas de ellas en conflictos,odio, tinieblas y maldad, llegó el gran-dioso nuevo día de la Restauración.Aquel glorioso Evangelio se introdujocon la aparición del Padre y del Hijo aljoven José. El alba de la dispensacióndel cumplimiento de los tiempos sealzó sobre el mundo. Todo lo bueno,lo bello, lo divino de todas las dispen-saciones pasadas fue restaurado enesta época tan extraordinaria” (“Yarompe el alba,” Liahona, mayo de2006, pág. 83).

Después del glorioso aconteci-miento de la Primera Visión, el profe-ta José Smith recibió el sagradoregistro del Libro de Mormón, lo queproporcionó un nuevo testamento denuestro Señor y Salvador y de Su mi-sión para las personas de la tierra.

Por lo tanto, vemos en el eternoplan de nuestro Padre, que Su amor

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no tiene límites y abarca a cada unode Sus hijos. Todos los hombres tie-nen el mismo origen y la misma posi-bilidad de cumplir con su destinoeterno.

Amulek, un profeta del Libro deMormón testificó que las palabras de Cristo nos traerían la salvación, el dijo:

“Y ahora bien, hermanos míos,después de haber recibido vosotrostantos testimonios, ya que las SantasEscrituras testifican de estas cosas, yoquisiera que vinieseis y dieseis frutopara arrepentimiento.

“Sí, quisiera que vinieseis y no en-durecieseis más vuestros corazones:porque he aquí, hoy es el tiempo y eldía de vuestra salvación; y por tanto,si os arrepentís y no endurecéis vues-tros corazones, inmediatamente obra-rá para vosotros el gran plan deredención.

“Porque he aquí, esta vida es cuan-do el hombre debe prepararse paracomparecer ante Dios: sí, el día deesta vida es el día en que el hombredebe ejecutar su obra” (Alma34:30–32).

No seamos más llevados por do-quiera de todo viento y doctrina mun-dana (véase Efesios 4:14). Declaramosal mundo que los cielos se han abier-to y que la verdad del plan eterno deDios se ha revelado nuevamente algénero humano. Vivimos en la dis-pensación del cumplimiento de lostiempos. Vivimos en un día en el quelas Escrituras testifican del gran planque el Señor ha dado a Sus hijos des-de el principio de los tiempos hasta lapresente y última dispensación. Laevidencia se encuentra bien docu-mentada; no se nos ha dejado solospara vagar por el mundo sin conocerel plan maestro que el Señor ha dise-ñado para Sus hijos. Él mismo ha he-cho un convenio solemne de darnoslas bendiciones del cielo de acuerdocon nuestra obediencia a Su ley. Oh,recuerden, recuerden que estas cosasson verdaderas, pues el Señor Diosnos ha revelado estas verdades eter-nas. En el nombre de Jesucristo.Amén. ■

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Ante esta enorme audienciamundial, y con cierta discre-ción, hago una confesión per-

sonal. Lo hago como introducción aun tema que desde hace un tiempohe estado meditando seriamente. En1955, después de mi primer año deestudios universitarios, pasé el veranotrabajando en el nuevo hotel JacksonLake Lodge, en Moran, Wyoming. Mimedio de transporte era un automóvilHudson de 1941, con 14 años de anti-güedad, que debería haber pasado a mejor vida hacía 10 años. Entreotras características del auto, la parte inferior del vehículo se había oxidadotanto que, de no haber sido por una

tabla de madera prensada o contra-chapado, literalmente podría habertocado la carretera con los pies. Lopositivo era que a diferencia de otrosautomóviles de 14 años de ese perío-do, no gastaba aceite, aunque sí teníaque echar agua, muchísima agua, alradiador. Nunca pude darme cuenta adónde iba el agua y por qué el aceitese ponía cada vez menos espeso ymenos espeso y más limpio y más limpio.

Al terminar el verano y como pre-paración para el viaje de 298 kilóme-tros que me separaba de mi casa, llevéel automóvil al único mecánico deMoran. Después de una rápida inspec-ción, me explicó que el motor estabaagrietado y el agua se filtraba al aceite.Eso explicaba el misterio del aceite yel agua. Pensé: “Si consigo que el aguapase también al tanque de la gasolina,quizá ahorre en combustible.

Ahora, la confesión: después de lle-gar a casa de milagro, mi padre salió yme recibió muy contento. Después de intercambiar abrazos y bromas, mipadre echó un vistazo al asiento deatrás del vehículo y vio tres toallas deJackson Lake Lodge, de las que no sepueden comprar. Con una mirada dedesilusión, sencillamente me dijo:“Esperaba más de ti”. Yo no pensabaque lo que había hecho estuviera tan

Tres toallas y un periódico de 25 centavosO B I S P O R I C H A R D C . E D G L E YPrimer Consejero del Obispado Presidente

Cuando somos fieles a los sagrados principios de lahonradez y la integridad, somos leales a nuestra fe y anosotros mismos.

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mal. Para mí, esas toallas eran sólo unsímbolo de mi trabajo de verano enun hotel de lujo, un rito de iniciación.Sin embargo, al llevármelas sentí quehabía perdido la confianza de mi pa-dre y me sentí desolado.

El siguiente fin de semana, ajusté latabla de madera al piso del automóvil,llené el radiador de agua, y emprendíel viaje de 595 kilómetros que me lle-vaba de regreso al hotel Jackson LakeLodge para devolver tres toallas. Mipadre nunca me preguntó por quévolvía al hotel y nunca se lo expliqué.No fue necesario. Para mí fue una lec-ción cara y dolorosa sobre la honra-dez que he recordado toda la vida.

Lamentablemente, dos de los prin-cipales valores ausentes hoy en díason la honradez y la integridad. A lolargo de los años, se han puesto aldescubierto la falta de honradez y mal comportamiento de un númerocreciente de empresarios, y como re-sultado de eso, miles de leales emple-ados con mucha antigüedad hanperdido su medio de vida y sus pen-siones. Algunos han perdido sus ca-sas, han tenido que dar un giro a suprofesión y a los planes de toda unavida. Leemos y escuchamos que en laescuela muchos hacen trampa, conuna mayor preocupación por las no-tas o los títulos que por el aprendizajey la preparación. Vemos a estudiantesque han hecho trampas en la Facultadde Medicina y ahora realizan interven-ciones complicadas a sus pacientes.Las personas mayores caen víctima deestafadores y, a menudo, pierden sucasa o los ahorros de su pensión. Esafalta de honradez e integridad siem-pre se basa en la codicia, la arroganciay la falta de respeto.

En Proverbios leemos: “Los labiosmentirosos son abominación aJehová; pero los que hacen verdadson su contentamiento” (Proverbios12:22).

Mormón escribió lo siguiente so-bre los conversos lamanitas conoci-dos como el pueblo de Anti-Nefi-Lehi:“Y se hallaban entre el pueblo de Nefi,y también eran contados entre el pue-blo que era de la iglesia de Dios. Y se

distinguían por su celo para con Dios,y también para con los hombres; pueseran completamente honrados y rec-tos en todas las cosas; y eran firmesen la fe de Cristo, aun hasta el fin”(Alma 27:27; cursiva agregada).

Hace aproximadamente unos 30años, en mi etapa profesional en elmundo de los negocios, unos compa-ñeros y yo llegamos al AeropuertoO’Hare de Chicago, Illinois. Uno deellos acababa de vender su empresapor decenas de millones de dólares:en otras palabras, no era pobre precisamente.

Al pasar junto a una máquina dis-pensadora de periódicos, esa personametió una moneda en la ranura, abrióla puerta de la máquina y comenzó aentregarnos ejemplares del periódico

que no había pagado. Cuando me en-tregó uno, puse una moneda en lamáquina y, tratando de no ofenderlepero de hacer hincapié, le dije de bro-ma: “Jim, por 25 centavos, puedoconservar mi integridad. Si fuera undólar, no lo sé, pero por 25 centavos,creo que sí”. Verán, yo recordaba bienla experiencia de las tres toallas y deun Hudson destartalado del año 1941.Unos minutos después, pasamos jun-to a la misma máquina expendedora,y noté que Jim se había apartado delgrupo y estaba metiendo monedas enla máquina. Les cuento este incidenteno para presentarme como un ejem-plo de honradez fuera de lo común;sencillamente, lo hago para recalcarlas lecciones de las tres toallas y de unperiódico de 25 centavos.

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Nunca habrá honradez en el mun-do de los negocios, ni en las escuelas,ni en el hogar ni en ningún otro lugarhasta que haya honradez en el cora-zón.

A menudo, las lecciones importan-tes y duraderas se enseñan con ejem-plos tan sencillos como tres toallas oun periódico de 25 centavos. Me pre-gunto cómo sería el mundo si a tem-prana edad se enseñaran en el hogarlecciones de honradez tan sencillascomo la de “ama a tu prójimo como ati mismo” (véase Mateo 22:39; Marcos12:31) y “haz a otros lo que quierasque ellos hagan contigo” (véaseMateo 7:12; Lucas 6:31). Me preguntodónde estarían hoy miles de emplea-dos privados de sus trabajos y suspensiones si ciertos empresarios delas altas esferas hubieran tenido atemprana edad experiencias con trestoallas o periódicos de 25 centavos.

La honradez es la base de una vidaverdaderamente cristiana, y para losSantos de los Últimos Días es un requi-sito importante para entrar al santotemplo del Señor. Es parte inherentede los convenios que hacemos en eltemplo. Cada domingo, al participar delos santos emblemas del cuerpo y lasangre de Cristo, renovamos conve-nios básicos y sagrados, que incluyenla honradez. Tenemos la obligación sa-grada no sólo de vivir los principios dela honradez, sino también vivir deacuerdo con ellos, quizás con ejemplostan sencillos como tres toallas o un pe-riódico de 25 centavos. La honradezdebe ser uno de los valores fundamen-tales que rigen nuestra vida cotidiana.

Cuando somos fieles a los sagradosprincipios de la honradez y la integri-dad, somos leales a nuestra fe y a no-sotros mismos.

Ruego que se conozca a los Santosde los Últimos Días por ser de las per-sonas más honradas del mundo y quese pueda decir de nosotros como sedijo del pueblo de Anti-Nefi-Lehi, quesomos “completamente honrados yrectos en todas las cosas; y… firmesen la fe de Cristo, aun hasta el fin”(Alma 27:27). En el nombre deJesucristo. Amén. ■

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Al prestar servicio en este llama-miento, he encontrado nuevasamistades: Eliza puede cantar

muchas canciones de la Primaria.Lucas está aprendiendo los Artículosde Fe en español; Caitlyn es tímida,pero inquisitiva. En la Primaria mesenté al lado de Martha y ella metomó del brazo. Estos niños reflejan laluz del evangelio en su rostro.

¿Quiénes son los niños que vivenen la casa o en el vecindario de uste-des? Véanlos; piensen en ellos. ElSalvador nos enseña que para entraren el reino de Dios debemos volver-nos como un niño, “sumiso, manso,humilde, paciente [y] lleno deamor…” (Mosíah 3:19).

Pero no importa con cuánta fe ven-gan los niños a nosotros, hacen frentea los desafíos de un mundo caído.¿Qué hay que hacer para que esos

niños conserven la luz de la fe en sumirada? Sabemos que en la vida de unniño nada puede reemplazar a una fa-milia recta, en el mundo actual, los ni-ños necesitarán no sólo una madre yun padre dedicados, sino que necesi-tarán que cada uno de nosotros losproteja, les enseñe y les ame.

Hermanos y hermanas, proteger alos niños significa proporcionar un am-biente que invite al Espíritu en la vidade ellos y lo reafirme en su corazón.Eso elimina automáticamente cual-quier forma de indiferencia, descuido,maltrato, violencia o explotación.

Y si bien las condiciones de depravación son más graves, tambiénprotegemos a los niños de otras condi-ciones perjudiciales, como las expecta-tivas demasiado altas o demasiadobajas, del consentirlos de manera exce-siva, de demasiadas actividades y delegocentrismo. Cualquier extremo en-torpece la facultad del niño de recono-cer al Espíritu Santo, de confiar en Él yde ser guiado por Él.

Los niños son receptivos a las ver-dades del Evangelio más que en cual-quier otra época, y la protección de laniñez es, literalmente, la oportunidadque se tiene una vez en la vida de en-señar y de fortalecer a los niños paraque elijan lo correcto.

Es fácil saber qué enseñar. LasEscrituras y nuestros profetas nos di-cen claramente lo que debemos ense-ñar a nuestros hijos. Nefi lo resumeen este versículo: “Y hablamos deCristo, nos regocijamos en Cristo,

Mirad a vuestrospequeñitosM A R G A R E T S . L I F F E R T HPrimera Consejera de la Presidencia General de la Primaria

En el mundo actual, los niños necesitarán… que cada unode nosotros los proteja, les enseñe y los ame.

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predicamos de Cristo, profetizamosde Cristo,… para que nuestros hijossepan a qué fuente han de acudir parala remisión de sus pecados” (2 Nefi25:26).

Sabiendo que debemos enseñaracerca de Cristo y de Su Evangelio,¿cómo lo hacemos? Empecemos porseguir el consejo de nuestros profetasy darnos el tiempo en nuestro hogarpara realizar la oración familiar, el es-tudio de las Escrituras y la noche dehogar. ¿Hemos oído ese consejo tan-tas veces que nos parece demasiadosencillo?, o ¿estamos tan ocupadosque el añadir una cosa más parecealgo muy difícil? Les testifico que incluso cuando nuestra adoración fa-miliar parezca ineficaz, la simple obe-diencia invita a las bendiciones delSeñor.

De hecho, la obediencia personal yel ser un ejemplo en todos los aspec-tos de nuestra vida son lecciones su-premas del Evangelio para nuestroshijos. De modo que estudiemos,aprendamos y pongamos el Evangelioen práctica. No podemos enseñarprincipios que no conozcamos y queno practiquemos. Los niños disciernen

más rápido de lo que pensamos la clase de personas que somos y lo quehay en nuestro corazón.

De modo que amen a los niños.Recuerdo haberme sentido amadacuando era niña y, por esa razón, mefue fácil creer que el Salvador tambiénme amaba. Los niños florecen enaquellos hogares en los que los pa-dres entienden que “tienen la respon-sabilidad sagrada de educar a sushijos dentro del amor y la rectitud”(“La Familia: Una proclamación parael mundo”, Liahona, octubre de2004, pág. 49).

Pero todos podemos ayudar. Esténal tanto de los niños a su alrededor ysepan cómo se llaman; después visi-ten, escuchen, afirmen, guíen, edifi-quen, presten servicio y compartan sutestimonio. Su amor podrá llevar a unniño hacia el amor del Salvador.

Vasily es un niño que se pasa la ma-yor parte del tiempo en las calles, sinel apoyo de sus padres en su búsque-da de la verdad; él encontró una pe-queña rama de la Iglesia en el puebloy asistió a todas las actividades que allíse efectuaban. Llevó también a sustres hermanitos y a otros amigos que

lo acompañaron a la Primaria. De he-cho, en un tiempo, la Primaria másgrande de esa región la integrabanesos niños que no son miembros dela Iglesia. Ellos se sintieron atraídos ala verdad, y la luz del Evangelio co-menzó a reflejarse en sus semblantes.Todos los miembros de esa pequeñarama, incluso la juventud, los jóvenesmayores, misioneros, maestros y líde-res del sacerdocio acogieron a esosniños, los protegieron, les enseñarony los amaron. Piensen en los niños de su vecindad o clase de la Primaria.¿Quiénes son los niños de su barrio orama? ¿Hay alguno que los necesita,como Vasily?

Cuando pienso en esos niños pe-queños y en otros como ellos, me llenade esperanza el relato de la visita delSalvador al continente Americano.Recordarán que antes de la aparicióndel Señor hubo tempestades, terremo-tos, incendios y tres días de densa os-curidad (véase 3 Nefi 8). Muchas vecesme he puesto a pensar en los niñosque vivieron estos acontecimientos ysólo me imagino el temor y la preocu-pación que sentían los padres.

Y luego apareció el Salvador y

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mandó a la multitud “que trajesen asus niños pequeños” a Él (3 Nefi17:11). ¡Cuán ansiosos debieron estaresos padres por llevar a sus hijos alSalvador! Entonces vieron cómo elSalvador lloró por sus niños, los ben-dijo uno por uno, oró al Padre porellos e hizo que bajaran ángeles paraque les ministraran (véase 3 Nefi17:21,24). Este relato nos recuerdaque el Salvador es el gran protector, elmaestro supremo y la fuente eternade amor y sanidad.

Al encontrarnos rodeados de la os-curidad actual, también se nos mandatraer a nuestros niños al Salvador, ycomo nos ha recordado el élderBallard: “…fue a nosotros a quienesDios llamó para que rodeáramos a losniños de esta época con amor y con laluz de la fe, como también con el co-nocimiento de saber quiénes son enrealidad” (véase “Mirad a vuestros pe-queñitos”, Liahona, octubre de 1994,pág. 40).

Hermanos y hermanas, como ma-dre y líder de la Primaria, sé que esalabor con los niños no es fácil. Elproteger, enseñar y amar a los niñospuede ser difícil, a menudo desalen-tador, a veces agotador y de vez encuando pasa mucho tiempo antes de que veamos los frutos de nuestrosesfuerzos; pero precisamente porqueno es fácil traer a los niños alSalvador es que debemos venir a Él nosotros mismos.

Al acudir a Él y a Su Espíritu paraque nos den ayuda, presenciaremosun milagro. Reconoceremos quenuestro corazón está cambiando yque nosotros también estamos siendo“sumisos, mansos, humildes, pacien-tes [y] llenos de amor” (Mosiah 3:19).Nosotros también reflejaremos la luzdel Evangelio en nuestro semblante;nosotros llegaremos a entender estaspalabras del Salvador: “Y cualquieraque reciba en mi nombre a un niñocomo este, a mí me recibe” (Mateo18:5).

Amo al Salvador y testifico de Supoder redentor por mí, por ustedes ypor nuestros niños. En el nombre deJesucristo. Amén. ■

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Los niños, de pura fe proclaman:“Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo

Jesucristo, y en el Espíritu Santo”1.Pero algunas veces los jóvenes y losadultos, no sentimos el poder de esasimple declaración.

Satanás es el “enemigo de toda rectitud”2; por lo tanto siembra dudasacerca de la naturaleza de la Trinidady de nuestra relación con los integran-tes de Ella. Jesucristo profetizó que en los últimos días aún los mismos escogidos serían engañados3. Con-sideremos tres ejemplos de cómoLucifer está “armando asechanzas ytrampas para enredar a los santos deDios”4.

Las trampas de la falsa ineptitud.Una persona joven y fiel siente que no

puede cumplir las expectativas deotras personas. En el hogar y en la es-cuela, rara vez se la elogia y a menudose la critica. Los medios populares ledicen que ella no es demasiado lindani demasiado inteligente y cada día,esta hermana justa, se pregunta si ellaes una persona digna del amor denuestro Padre Celestial, del sacrificioexpiatorio del Salvador o de la guíaconstante del Espíritu.

La trampa de la imperfección exa-gerada. Un destacado misionerosiente que es incapaz de cumplir conlas expectativas de Dios. En su mente,este élder digno imagina a un PadreCelestial estricto sujeto a una justiciairrevocable; a un Salvador capaz delimpiar las transgresiones de otraspersonas, pero no las del élder, y a unEspíritu Santo que no desea acompa-ñar a una persona imperfecta.

La trampa de la culpa innecesa-ria. Una mujer de mediana edad, quees una madre abnegada, una amigacariñosa, una servidora fiel de laIglesia y asiste al templo con frecuen-cia; pero en su corazón, esta hermanano puede perdonarse a sí misma lospecados que cometió hace años, delos cuales ella se ha arrepentido y sehan resuelto totalmente con los líde-res del sacerdocio. Ella duda de quesu vida sea aceptable alguna vez anteel Señor y ha perdido las esperanzasde la vida eterna en la presencia denuestro Padre Celestial.

“El grande ymaravilloso amor”É L D E R A N T H O N Y D. P E R K I N SDe los Setenta

La fe como la de un niño en el amor perfecto de nuestroPadre Celestial y de Jesucristo “partirá por medio” lastrampas de Satanás con respecto a la ineptitud, a lasimperfecciones y a la culpabilidad.

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Si ustedes tienen algunos pensa-mientos y sentimientos similares a losde estos buenos santos, los invito aque se vuelvan como niños pequeñosy sientan otra vez “el grande y maravi-lloso amor manifestado por el Padre yel Hijo en la venida del Redentor almundo”5; la fe como la de un niño enel amor perfecto de nuestro PadreCelestial y de Jesucristo “partirá pormedio”6 las trampas de Satanás conrespecto a la ineptitud, a las imperfec-ciones y a la culpabilidad.

Proverbios nos enseña: “Porquecual es su pensamiento en su cora-zón, tal es él”7. Permítanme sugerirles,además de sus oraciones constantes,del estudio de las Escrituras y de laasistencia a la Iglesia y al templo, cin-co cambios en sus pensamientos y ensu corazón para que sientan más pro-fundamente el amor entrañable deDios.

Primero, véanse a ustedes mismoscomo hijos preciados de un amorosoPadre Celestial. Nuestros niños can-tan con confianza: “Soy un hijo deDios, Él me envió aquí”8. Los niñospequeños sienten y saben lo que qui-zás ustedes hayan olvidado. Ustedesson hijos e hijas amados del PadreCelestial, creados “a su imagen”9

y de un inmenso valor, tanto que

Jesucristo dio Su vida por ustedes.Dios el Padre es misericordioso y

tiene un amor infinito por ustedes apesar de sus faltas. Sólo la voz deSatanás les hará sentir que no valennada. En contraste, el Espíritu Santoles hará sentir la “tristeza que es se-gún Dios”10, llevándolos al arrepenti-miento de una manera que los llenaráde esperanza en un cambio positivo.

Cuando se sientan sin valor, “[recuerden] que el valor de las almas es grande a la vista de Dios”11.Absténganse de pensar o de decir re-petidamente palabras negativas sobreustedes mismos, porque hay una claradiferencia entre la humildad y la hu-millación. Vean cuáles son y utilicensus talentos especiales en lugar deconcentrarse en sus debilidades.

Segundo, pongan sus cargas enJesucristo. Cuando se sientan abru-mados por las expectativas y los desa-fíos, no peleen esa batalla solos. Siganel ejemplo de los niños pequeños yarrodíllense en oración.

Jesucristo nos ha mandado:“Elevad hacia mí todo pensamiento;no dudéis; no temáis”12. La duda, eltemor y las inquietudes nos indicanque estamos tomando todas las car-gas y las preocupaciones de la vida so-bre nosotros. Cuando los invadan los

pensamientos de que son ineptos, di-gan con confianza: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”13. Luego,cuando hagan “con buen ánimo cuan-ta cosa esté a [su] alcance”14, puedenconfiar en que el Señor hará el resto y las cosas resultarán bien.

El Salvador nos prometió: “Venid a mí todos los que estáis trabajados ycargados, y yo os haré descansar”15. A medida que ustedes “echa[n] sobreJehová [sus] carga[s]”16, sentirán lapaz del Espíritu17.

Tercero, perdónense a ustedesmismos los pecados y las imperfec-ciones. El Padre Celestial no esperaque sean completamente perfectosen esta vida. Él sabía que Sus hijos co-meterían errores a medida que apren-dieran de las experiencias de la vidaterrenal. Pero “de tal manera amóDios al mundo”18 que en Su plan defelicidad proporcionó un Salvador misericordioso.

Jesús dijo: “Yo, el Señor, perdonaréa quien sea mi voluntad perdonar,mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres”19.Comiencen por perdonarse a ustedesmismos y perdonen a los demás. SiDios no recuerda más los pecados delos que nos hemos arrepentido20, entonces ¿por qué deberíamos

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recordarlos nosotros? Eviten perder el tiempo y las energías reviviendo elpasado.

Para perdonarse a ustedes mismosy a los demás deben creer en la expia-ción de Jesucristo. El profeta Zenósoró: “Estás enojado, ¡oh Señor!, conlos de este pueblo, porque no quie-ren comprender tus misericordiasque les has concedido a causa de tuHijo”21. Nuestro Padre Celestial se en-tristece cuando le ponemos límites alpoder del sacrificio expiatorio de SuHijo. A medida que ejerciten su fe enJesucristo, pueden hacer que sus cul-pas se “retiren”22. Si la culpabilidadpermanece después de un arrepenti-miento sincero, confíen en sus líderesdel sacerdocio cuando ellos les decla-ran que ustedes son dignos23.

Cuarto, tengan esperanza en lavida eterna. Si se imaginan que suspecados anteriores, las imperfeccio-nes en el carácter y las malas decisio-nes les impiden recibir todas lasbendiciones de Dios, consideren lasexperiencias de Alma padre. Al refe-rirse a sus años de juventud como unsacerdote inmoral para el inicuo reyNoé, Alma admitió, “yo mismo caí en

la trampa e hice muchas cosas abo-minables a la vista del Señor, lo queme ocasionó angustioso arrepenti-miento”24. El arrepentimiento deAlma fue tan completo y la expiaciónde Jesucristo tan infinita que Almallegó a ser un profeta y se le prome-tió la vida eterna25. Al hacer lo mejorpor ser obedientes y para arrepentir-se, ustedes también pueden recibirun lugar en el reino celestial por me-dio de la expiación y la gracia deJesucristo26.

Quinto, encuentren gozo cada día.Una de las maneras de encontrargozo es el servicio, ya que cuando es-tán ocupados ayudando a los demás,se angustiarán menos por sus propiasflaquezas. El Salvador sabiamente en-señó: “Porque todo el que quiera sal-var su vida, la perderá; y todo el quepierda su vida por causa de mí y delevangelio, la salvará”27.

Van a experimentar mayor gozo ensu vida cuando erradiquen el pesimis-mo que aumenta a través de los añosy lo sustituyan con el optimismo quetienen los niños. El optimismo es unavirtud que nos permite ver las manosamorosas de Dios en cada detalle de

nuestra vida. Uno de mis himnos fa-voritos aconseja: “Bendiciones cuentay verás cuantas bendiciones de Jesústendrás”28.

Testifico que nuestro PadreCelestial, en su grande y maravillosoamor, tiende su mano a cada uno deSus Hijos. Testifico que Jesucristo es“poderoso para salvarnos”29 de nues-tras ineptitudes, imperfecciones y pe-cados. Doy mi testimonio sobre elEspíritu Santo, quien acompañará alalma imperfecta y arrepentida. A uste-des, fieles y dignos santos que luchancon las trampas del diablo en los últi-mos días30, que “Dios os conceda quesean ligeras vuestras cargas medianteel gozo de su Hijo”31. En el sagradonombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Los Artículos de Fe 1:1.2. Alma 34:23; véase también Hechos 13:10;

Mosíah 4:14; Moroni 9:6.3. Véase Mateo 24:24; véase también José

Smith—Mateo 1:22, 37.4. Alma 10:17.5. D. y C. 138:3.6. Helamán 3:29.7. Proverbios 23:7.8. “Soy un hijo de Dios”, Himnos Nº 196.9. Génesis 1:27; véase también Alma 22:12;

Eter 3:15–16; D. y C. 20:17–18; Moisés6:8–10; Abraham 4:26–27.

10. 2 Corintios 7:10.11. D. y C. 18:10.12. D. y C. 6:36; véase también Isaías 41:10;

Mateo 10:31; Lucas 8:50; D. y C. 50:41;122:9.

13. Filipenses 4:13; véase también 2 Corintios12:7–10; Hebreos 11:33–34; 1 Nefi 7:12;17:3; Jacob 4:7; Alma 26:12; Eter 12:27.

14. D. y C. 123:17.15. Mateo 11:28.16. Salmos 55:22.17. Véase Gálatas 5:22; véase también D. y C.

19:23.18. Juan 3:16.19. D. y C. 64:10.20. Véase D. y C. 58:42; véase también Salmos

25:7; Isaías 43:25; Jeremías 31:34; Hebreos8:12; 10:17; Alma 36:19.

21. Alma 33:16.22. Véase Enós 1:3–8; véase también Alma

24:10; 36:16–19.23. Véase Marvin J. Ashton, “La dignidad perso-

nal”, Liahona, julio 1989, pág. 25.24. Mosíah 23:9.25. Véase Mosíah 26:20.26. Véase Tito 3:7; 1 Pedro 5:10; 2 Nefi 2:6–8;

10:24–25; 25:23; Enós 1:27; Moroni 7:41;D. y C. 138:14.

27. Marcos 8:35; véase también Alma 36:24–25.28. “Cuenta tus bendiciones”, Himnos, Nº 157.29. 2 Nefi 31:19; véase también Isaías 63:1;

Alma 7:14; 34:18; D. y C. 133:47.30. Véase 2 Timoteo 2:26.31. Alma 33:23.

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Mis amados hermanos y her-manas, gracias por su fe, porsu devoción y por su amor.

Compartimos la inmensa responsabi-lidad de ser quienes el Señor deseaque seamos y de hacer lo que Él de-sea que hagamos. Somos parte de ungran movimiento: el recogimiento delesparcido Israel. Hablo hoy de estadoctrina por motivo de su singularimportancia en el plan eterno deDios.

El convenio de AbrahamEn la antigüedad, el Señor bendijo

al padre Abraham con la promesa dehacer de su posteridad un pueblo escogido1. Hay referencias a ese con-venio a lo largo de las Escrituras.También se le hicieron las promesasde que el Hijo de Dios vendría por el linaje de Abraham, de que se

heredarían ciertas tierras, de que na-ciones y pueblos de la tierra seríanbendecidos por medio de sus des-cendientes, y aún más2. Aunque algu-nas partes de ese convenio ya se hancumplido, el Libro de Mormón ense-ña que ese convenio de Abraham ¡secumplirá sólo en los últimos días!3.Además, subraya que nosotros nosencontramos entre los del pueblodel convenio del Señor4. Nuestro esel privilegio de participar personal-mente en el cumplimiento de esaspromesas. ¡Qué época tan emocio-nante para vivir!

Israel fue esparcidoComo descendientes de

Abraham, las tribus del antiguoIsrael tuvieron acceso a la autoridaddel sacerdocio y a las bendicionesdel Evangelio, pero, con el transcur-so del tiempo, los del pueblo se re-belaron, mataron a los profetas yfueron castigados por el Señor. Dieztribus fueron llevadas cautivas aAsiria, desde donde se perdieronpara los registros de la humanidad(obviamente, las diez tribus no están“perdidas” para el Señor). Las dostribus que quedaron permanecieronun breve tiempo hasta que, a causade su rebelión, fueron llevadas cauti-vas a Babilonia5. Una vez que regre-saron, fueron favorecidos del Señor,pero una vez más, no le honraron: lerechazaron y le difamaron. El amoro-so Padre, entristecido, juró: “os es-parciré entre las naciones”6 y así lohizo; entre todas las naciones.

Israel será recogidoLa promesa de Dios del recogi-

miento del esparcido Israel ha sidoigualmente categórica7. Isaías, porejemplo, previó que en los últimosdías el Señor enviaría “mensajeros ve-loces” a la esparcida “nación de eleva-da estatura y tez brillante”8.

Esa promesa del recogimiento, quese encuentra por todas las Escrituras,se cumplirá tan ciertamente como secumplieron las profecías del esparci-miento de Israel9.

La Iglesia de Jesucristo en elmeridiano de los tiempos y laapostasía

Antes de Su crucifixión, el SeñorJesucristo estableció Su Iglesia, la cualcomprendió apóstoles, profetas, se-tentas, maestros, etc.10. Y el Maestroenvió a Sus discípulos a todo el mun-do a predicar Su Evangelio11.

Con el paso del tiempo, la Iglesiaque estableció el Señor cayó en la de-cadencia espiritual. Sus enseñanzasfueron modificadas y sus ordenanzas,cambiadas. Llegó la gran apostasíacomo lo había predicho Pablo, quiensabía que el Señor no vendría “sin queantes [viniese] la apostasía”12.

Esa gran apostasía siguió el mode-lo que había puesto fin a cada una delas dispensaciones anteriores. La pri-mera dispensación tuvo lugar en laépoca de Adán. Posteriormente, vi-nieron las dispensaciones de Enoc,de Noé, de Abraham, de Moisés yotras. Cada profeta tuvo el encargodivino de enseñar acerca de la divini-dad y de la doctrina del SeñorJesucristo. En cada dispensación,esas enseñanzas tuvieron por objetoayudar a las personas, pero la deso-bediencia de éstas tuvo como resul-tado la apostasía. De ese modo,todas las dispensaciones anterioresestuvieron limitadas tanto con res-pecto al tiempo como al lugar.Estuvieron limitadas con respecto altiempo debido a que cada una termi-nó en apostasía, y estuvieron limita-das con respecto al lugar ya que serestringieron a un segmento relativa-mente pequeño del planeta Tierra.

El recogimiento del Israel dispersoÉ L D E R R U S S E L L M . N E L S O NDel Quórum de los Doce Apóstoles

Ayudamos a congregar a los escogidos del Señor en los doslados del velo.

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La restauración de todas las cosasAsí vemos que era necesaria una

restauración total. Dios el Padre y SuHijo Jesucristo llamaron al profetaJosé Smith a ser el profeta de esta dis-pensación. Todos los poderes divinosde las dispensaciones anteriores debí-an restaurarse por conducto de él13.Esta dispensación del cumplimientode los tiempos no había de ser limita-da en lo referente a tiempo ni a lugar,puesto que no terminaría en aposta-sía y llenaría todo el mundo14.

El recogimiento de Israel: parteintegral de la restauración de todaslas cosas

Como profetizaron Pedro y Pablo,todas las cosas habían de ser restaura-das en esta dispensación. Por consi-guiente, debe venir, como parte deesa restauración, el largamente espe-rado recogimiento del Israel disper-so15. Es el preludio indispensable dela segunda venida del Señor16.

Esta doctrina del recogimiento esuna de las enseñanzas importantes deLa Iglesia de Jesucristo de los Santosde los Últimos Días. El Señor ha di-cho: “…os doy una señal… que recogeré a mi pueblo de su larga dis-persión, oh casa de Israel, y establece-ré otra vez entre ellos mi Sión”17. Lasalida a luz del Libro de Mormón esuna señal para el mundo entero deque el Señor ha comenzado a recogera Israel y a cumplir los convenios que

hizo con Abraham, con Isaac y conJacob18. No sólo enseñamos esta doc-trina, sino que tomamos parte en ella.Lo hacemos al ayudar a congregar alos escogidos del Señor en los dos lados del velo.

El Libro de Mormón es fundamen-tal para esta obra, pues proclama ladoctrina del recogimiento19; motiva a las personas a aprender acerca deJesucristo, a creer en Su Evangelio y a unirse a Su Iglesia. De hecho, si noexistiera el Libro de Mormón, el pro-metido recogimiento de Israel no sellevaría a cabo20.

Para nosotros, el honrado nombrede Abraham es importante. Éste semenciona en más versículos de lasEscrituras de la Restauración que entodos los versículos de la Biblia21.Todos los miembros de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últi-mos Días están vinculados conAbraham22. El Señor reafirmó el con-venio de Abraham en nuestra épocapor medio del profeta José Smith23.En el templo, recibimos nuestras má-ximas bendiciones como descendien-tes de Abraham, de Isaac y de Jacob24.

La dispensación del cumplimientode los tiempos

Esta dispensación del cumplimien-to de los tiempos fue prevista porDios como el tiempo del recogimien-to, tanto en el cielo como en la tierra.Pedro sabía que, tras un período de

apostasía, vendría la restauración. Él,que estuvo con el Señor en el Montede la Transfiguración, dijo:

“Así que, arrepentíos y convertíos,para que sean borrados vuestros pe-cados; para que vengan de la presen-cia del Señor tiempos de refrigerio,…

“a quien de cierto es necesario queel cielo reciba hasta los tiempos de larestauración de todas las cosas, deque habló Dios por boca de sus san-tos profetas que han sido desde tiem-po antiguo”25.

En los tiempos actuales, los após-toles Pedro, Santiago y Juan fueronenviados por el Señor con “las llavesde [Su] reino y una dispensación delevangelio para los últimos tiempos; ypara el cumplimiento de los tiempos”,en la cual Él juntaría “en una todas lascosas, tanto las que están en el cielo,como las que están en la tierra”26.

En 1830, el profeta José Smithsupo del mensajero celestial llamadoElías, quien poseía las llaves para lle-var a cabo “la restauración de todaslas cosas”27.

Seis años después, se dedicó elTemplo de Kirtland. Tras haber acep-tado el Señor esa santa casa, vinieronmensajeros celestiales con llaves delsacerdocio. Se apareció Moisés28 y“entregó las llaves del recogimientode Israel de las cuatro partes de la tie-rra, y de la conducción de las diez tri-bus desde el país del norte.

“Después de esto, apareció Elías yentregó la dispensación del evangeliode Abraham, diciendo que en noso-tros y en nuestra descendencia seríanbendecidas todas las generacionesdespués de nosotros”29.

En seguida, vino Elías el profeta yproclamó: “He aquí, ha llegado plena-mente el tiempo del cual se habló porboca de Malaquías, testificando que él[Elías el profeta] sería enviado antesque viniera el día grande y terrible delSeñor, para hacer volver el corazón delos padres a los hijos, y el de los hijos alos padres, para que el mundo enterono fuera herido con una maldición”30.

Esos sucesos ocurrieron el 3 de abril de 183631 y así se cumplió la profecía de Malaquías32. Se

Miembros y misioneros en su centro de reuniones de Nassau, Bahamas.

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restauraron las sagradas llaves deesta dispensación33.

El recogimiento de las almas al otrolado del velo

Felizmente, la invitación a “venir aCristo”34 también puede hacerse a losque han muerto sin conocimiento delEvangelio35. Parte de la preparaciónde ellos requiere la obra terrenal deotras personas. Recogemos datos paralos cuadros genealógicos, preparamosregistros de grupo familiar y efectua-mos vicariamente la obra del templo afin de recoger a las personas para elSeñor y en sus familias36.

Participar en el recogimiento: uncometido por convenio

Aquí en la tierra, la obra misionales de importancia fundamental parael recogimiento de Israel. El Evangeliodebe llevarse primero “a las ovejasperdidas de la casa de Israel”37. Por lotanto, siervos del Señor han salido aproclamar la Restauración. En muchasnaciones, nuestros misioneros hanbuscado a los dispersos de Israel; loshan cazado “por las cavernas de lospeñascos” y los han pescado como enlos tiempos antiguos38.

La opción de venir a Cristo no de-pende del lugar donde se viva, sinoque es asunto de dedicación indivi-dual. Las personas pueden “[ser lleva-das] al conocimiento del Señor”39 sindejar su tierra natal. Cierto es que, enlos primeros días de la Iglesia, la con-versión solía comprender también laemigración. Pero en la actualidad, elrecogimiento se lleva a cabo en cadanación. El Señor ha decretado el esta-blecimiento de Sión40 en cada lugardonde Él ha dado a Sus santos su nacimiento y su nacionalidad. LasEscrituras predicen que las personas“[serán reunidas] en las tierras de suherencia, y [serán establecidas] en to-das sus tierras de promisión”41. “Cadanación es el lugar de recogimiento desu propia gente”42. El lugar de recogi-miento de los santos brasileños esBrasil; el lugar de recogimiento de los santos nigerianos es Nigeria; el lu-gar de recogimiento de los santos

coreanos es Corea, y así, sucesivamen-te. Sión es “los puros de corazón”43.Sión es cualquier lugar donde hayasantos justos. Tanto las publicacionescomo las comunicaciones y las congre-gaciones han llegado a tal punto deadelanto que casi todos los miembrosde la Iglesia tienen acceso a las doctri-nas, a las llaves, a las ordenanzas y a las bendiciones del Evangelio, vivan donde vivan.

La seguridad espiritual siempre de-penderá de la forma en que se viva yno de dónde se viva. Los santos de to-dos los países tienen el mismo dere-cho a recibir las bendiciones del Señor.

Esta obra de Dios Todopoderosoes verdadera. Él vive. Jesús es elCristo. Ésta es Su Iglesia, restauradapara llevar a cabo su destino divino,incluso el prometido recogimiento de Israel. El presidente Gordon B.Hinckley es el profeta de Dios hoy endía, y de ello doy testimonio en elnombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase Génesis 12:1–2; D. y C. 132:29–32;

Abraham 2:6–11.

2. Véase Génesis 26:1–4, 24, 28; 35:9–13;48:3–4; Juan 8:33, 39; Hechos 3:25; 1 Nefi17:40; 2 Nefi 29:14; Jacob 5; Éter 13:7–8;D. y C. 52:2.

3. Véase, por ejemplo, 1 Nefi 15:12–18.4. Véase 1 Nefi 14:14; 15:14; 2 Nefi 30:2;

Mosíah 24:13; 3 Nefi 29:3; Mormón 8:15;D. y C. 133:26–34.

5. La tribu de Leví suministró los sacerdotesentre los del pueblo y no fue contadacomo tribu ni recibió heredad. A los doshijos de José, Manasés y Efraín, se les die-ron tierras por herencia y fueron contadosentre las tribus en lugar de su padre José. Así se conservó la cantidad de docetribus.

6. Levítico 26:33; véase también Jeremías9:16.

7. Véase Génesis 22:16–18; 3 Nefi 20–22;Abraham 2:10–11.

8. Isaías 18:2, 7.9. Véase Levítico 26:44; Deuteronomio

4:27–31; 28; 29; 30:2–5; Nehemías 1:9;Isaías 11:11–12; Jeremías 31:7–8, 10–12;Ezequiel 37:21–22; Amós 9:14–15; Mateo24:31; Jacob 6:2; véase también Russell M.Nelson, “El éxodo se repite”, Liahona,abril de 2002, págs. 30–39.

10. Véase Lucas 10: 1, 17; Efesios 4:11;Artículos de Fe 1:6.

11. Véase Mateo 28:19–20; Marcos 16:15.12. 2 Tesalonicenses 2:3.13. Véase D. y C. 128:18; 132:45.14. Véase Isaías 27:6.15. Véase 1 Nefi 15:18; véase también la

portada del Libro de Mormón, segundopárrafo.

16. Véase D. y C. 133:17.

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17. 3 Nefi 21:1.18. Véase Génesis 12:2–3; 26:3–4; 35:11–12;

y los encabezamientos de los capítulos 21 y 29 de 3 Nefi.

19. Las doctrinas referentes al esparcimiento yal recogimiento de la casa de Israel se en-cuentran entre las primeras lecciones quese enseñan en el Libro de Mormón: “…des-pués que la casa de Israel fuese esparcida,sería de nuevo recogida… las ramas natura-les del olivo, o sea, los restos de la casa deIsrael, serían injertados, o llegarían al cono-cimiento del verdadero Mesías, su Señor ysu Redentor” (1 Nefi 10:14).

20. Véase Bruce R. McConkie, A New Witnessfor the Articles of Faith, 1985, pág. 554.

21. Abraham se menciona en 506 versículos delas Escrituras; 216 se encuentran en laBiblia y 290 en las Escrituras de laRestauración.

22. El convenio también se puede recibir poradopción (véase Mateo 3:9; Lucas 3:8;Gálatas 3:26–29; 4:5–7; Abraham 2:9–10).

23. Véase D. y C. 124:58; 132:31–32.24. Véase D. y C. 84:33–40; 132:19; Abraham

2:11.25. Hechos 3:19, 21.26. D. y C. 27:13. Pablo también profetizó de

nuestra época que el Señor se había pro-puesto “reunir todas las cosas en Cristo, enla dispensación del cumplimiento de lostiempos, así las que están en los cielos,como las que están en la tierra” (Efesios1:10).

27. D. y C. 27:6.28. Es apropiado que Moisés, que fue el que

condujo por primera vez a los hijos de Diosa la tierra de su herencia, haya sido el queentregó a la Iglesia restaurada las llaves delrecogimiento de Israel. Moisés ministró aPedro, Santiago y Juan en el Monte de laTransfiguración, y allí les confirió a ellos lasmismas llaves del sacerdocio durante la épo-ca de éstos. En la conferencia de la Iglesiade abril de 1840, el profeta José Smith desig-nó a Orson Hyde para que fuese a Jerusaléna dedicar la tierra para el regreso de los judí-os y del Israel esparcido44. El domingo 4 deoctubre de 1840, el élder Hyde se arrodillóen el monte de los Olivos y dedicó aquellatierra para el recogimiento de los judíos y deIsrael en su antigua heredad.

29. D. y C. 110:11–12.30. D. y C. 110:14–15.31. Es notable el hecho de que Moisés, Elías y

Elías el profeta hayan venido el domingode la Pascua de Resurrección, al comienzode la Pascua judía.

32. Véase Malaquías 4:5–6.33. Véase D. y C. 110:16.34. Jacob 1:7; Omni 1:26; Moroni 10:30, 32;

D. y C. 20:59.35. Véase D. y C. 137:6–8.36. Véase 1 Corintios 15:29; 1 Pedro 4:6.37. Mateo 10:6; 15:24.38. Véase Jeremías 16:16.39. 3 Nefi 20:13.40. Véase D. y C. 6:6; 11:6; 12:6; 14:6.41. 2 Nefi 9:2.42. Bruce R. McConkie, en Conference Report,

Mexico City Mexico Area Conference, 1972,pág 45.

43. D. y C. 97:21.44. Véase 2 Nefi 9:2; 10:7–9; 25:16–17, 20;

3 Nefi 21:22–28; D. y C. 29:7–8.

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Mis hermanos y hermanas, per-mítanme hablarles primerode un asunto personal.

El Presidente de la Iglesia pertene-ce a toda la Iglesia y su vida no essuya. Su misión es la de prestar servicio.

Como todos ustedes ya saben, es-toy un tanto entrado en años. Cumplílos 96 el pasado junio. Me he enteradopor varias fuentes de que se especulabastante acerca de mi salud y me gus-taría aclararles cómo está en realidad.Si llego a durar unos meses más, habréservido a una edad más avanzada quecualquier otro presidente de la Iglesia.No lo digo con jactancia sino lleno deagradecimiento. El pasado enero seme sometió a una seria intervenciónquirúrgica. Fue una experiencia difícilpara alguien como yo, que nunca anteshabía estado hospitalizado; después,

surgió la pregunta de si debía o no re-cibir más tratamiento médico; y optépor hacerlo. Los médicos dijeron quelos resultados habían sido milagrosos;pero yo sé que éstos se debieron a lasmuchas oraciones que ustedes ofrecie-ron por mí, por lo que me siento pro-fundamente agradecido.

El Señor me ha permitido vivir,aunque no sé por cuánto tiempo.Pero sea cual sea, seguiré dando lomejor de mí para realizar la obra quese me ha encomendado. No es fácilpresidir una Iglesia tan grande y com-pleja, donde la Primera Presidenciadebe estar al tanto de todo. Sin suaprobación, no se toma ninguna deci-sión importante ni se realizan gastosde los fondos. La responsabilidad y elestrés son grandes.

Pero seguiremos adelante hastaque el Señor lo desee. Como dije enla conferencia de abril, estamos enSus manos. Me siento bien, tengo una salud considerablemente buena;pero, cuando llegue el momento deque deba haber un sucesor, el cambiose hará sin dificultades y de acuerdocon la voluntad de Él, porque ésta esSu Iglesia. Por tanto, seguimos adelan-te con fe; y la fe es el tema del cualdeseo hablarles esta mañana.

Desde sus comienzos, esta Iglesiaha avanzado por medio de la fe. La fe era la fortaleza del profeta José.

Me siento agradecido por la fe quele hizo ir a la arboleda para orar. Mesiento agradecido por su fe al traduciry publicar el Libro de Mormón.

La fe que muevemontañasP R E S I D E N T E G O R D O N B . H I N C K L E Y

Lo que más necesitamos es una mayor fe. Sin ella, la obrapodría quedar estancada; pero con ella, nadie puededetener su progreso.

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Agradezco que él haya acudido alSeñor en oración, en respuesta a lacual se otorgó el Sacerdocio Aarónicoy el Sacerdocio de Melquisedec.Agradezco que por medio de la fe, élorganizara la Iglesia y la guiara por elcurso correcto. Le doy las gracias porel don de su vida como testimonio dela verdad de esta obra.

La fe también fue el poder que im-pulsó a Brigham Young. Muchas vecespienso en la fe extraordinaria que éltuvo para traer a un numeroso grupode personas para que se radicara enéste, el Valle del Lago Salado. Él cono-cía muy poco de la zona; nunca la ha-bía visto, salvo en visión. Me imaginoque se había informado un poco,pero no sabía casi nada sobre la clasede suelo que tenía ni del agua ni delclima, pero aun así, cuando lo vio porprimera vez desde lo alto, dijo sin du-dar: “Éste es el lugar, sigamos adelan-te” (B. H. Roberts, A ComprehensiveHistory of the Church, Tomo III, pág. 224).

Y así ha sido con cada uno de lospresidentes de la Iglesia. Al afrontaruna terrible oposición, seguían ade-lante con fe; ya fueran los grillos quearruinaban la cosecha; la sequía o unahelada tardía; la persecución del go-bierno federal; o algo más reciente,como la necesidad urgente de exten-der ayuda humanitaria a las víctimasdel maremoto, de terremotos o deinundaciones en diversas partes;siempre ha sido lo mismo. Los depó-sitos de Bienestar se vaciaron, se en-viaron millones de dólares en efectivopara socorrer a los necesitados, sinimportar si eran miembros de laIglesia o no; todo se hizo con fe.

Éste es un año conmemorativo im-portante en la historia de la Iglesia,como todos saben. Es el ciento cin-cuenta aniversario de la llegada de lascompañías de carros de mano deWillie y de Martin, y de las compañíasde carromatos de Hunt y de Hodgettque las acompañaban.

Mucho se ha escrito sobre ello, yno es necesario que entre en detalles.Ustedes conocen muy bien la historia.Es suficiente decir que quienes

emprendieron el largo viaje desde lasIslas Británicas hasta el Valle del GranLago Salado, lo hicieron con fe. Teníanmuy poco o nada de conocimiento decon qué se iban a encontrar; pero si-guieron adelante. Empezaron el viajecon gran esperanza, pero ésta comen-zó a apagarse gradualmente a medidaque se dirigían hacia el Oeste. Al co-menzar el tedioso viaje siguiendo elcurso del río Platte y después por elvalle Sweetwater, la fría mano de lamuerte cobró muchas víctimas. Se ra-cionaban los alimentos, los bueyesmorían, los carros se rompían, y elabrigo y la ropa que poseían eran ina-decuados. Las tormentas rugían y ellosbuscaban refugio, pero no hallabanninguno. Las tormentas bramaban a sualrededor; literalmente se morían dehambre. Muchos fallecieron y fueronenterrados en la tierra congelada.

Por fortuna, Franklin D. Richards,que venía de Inglaterra, pasó junto aellos. Él tenía un carruaje ligero tiradopor caballos y le era posible viajar mu-cho más rápido. Llegó al valle por estamisma época. La conferencia generalestaba en sesión. Cuando BrighamYoung recibió la noticia, inmediata-mente se puso de pie ante la congre-gación y dijo:

“Ahora daré a este pueblo el tema yla idea al que se referirán los élderescuando hablen hoy y durante la con-ferencia, y es éste: el 5 de octubre de1856, muchos de nuestros hermanosy hermanas están en las planicies concarros de mano, muchos a más de milkilómetros de este lugar, y es precisotraerlos aquí; tenemos que enviarlessocorro. El tema será: ‘¡Hay que traer-los aquí!’. Deseo que los hermanosque vayan a hablar comprendan que

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el tema es la gente que se encuentraen las planicies y la idea que le debeimportar a la gente de esta comuni-dad es la de enviar por ellos y traerlosaquí antes de que llegue el invierno…

“En este día, les pido a los obispos,y no voy a esperar hasta mañana nihasta el día siguiente, que consigansesenta yuntas de buenas mulas ydoce o quince carromatos. No quieromandar bueyes, sino buenos caballosy mulas; se pueden encontrar en esteterritorio y es imprescindible conse-guirlos. Además, doce toneladas deharina y cuarenta carreteros… sesen-ta o sesenta y cinco yuntas buenas demulas o de caballos con arreos…

“Les diré a todos” dijo, “que su fe,su religión y las declaraciones religio-sas que hagan no salvarán ni una solade sus almas en el Reino Celestial denuestro Dios, a menos que pongan enpráctica estos principios que les ense-ño. Vayan y traigan a esa gente que seencuentra en las planicies y ocúpenseestrictamente de aquellas cosas quellamamos temporales o deberes tem-porales; si no, la fe de ustedes habrásido en vano; las predicaciones quehayan oído serán vanas para ustedes,y se hundirán en el infierno si no ha-cen lo que les he dicho” (Deseret

News, 15 de octubre de 1856, pág.252; véase también Doctrina yConvenios y la Historia de la Iglesia,Doctrina del Evangelio: Manualpara el maestro, págs. 235–236).

De inmediato se ofrecieron caba-llos, mulas y fuertes carromatos. Seconsiguió harina en abundancia; y sejuntó ropa abrigada y de cama. En undía o dos, los carromatos cargados se dirigían hacia el Este a través de laespesa nieve.

Cuando el grupo de rescate encon-tró a los atribulados santos, era comosi fueran ángeles del cielo. La gentederramaba lágrimas de gratitud. A losque viajaban en carros de mano, lospusieron en los carromatos para po-derlos traer más rápido a la comuni-dad de Salt Lake.

Unas doscientas personas murie-ron, pero se salvaron mil.

Entre las que se encontraban en lasplanicies en situación desesperada es-taba la bisabuela de mi esposa que eraparte de la compañía de carromatosHunt.

Hoy, desde la tumba de mi esposaen el cementerio de Salt Lake City, seve la tumba de su bisabuela, MaryPenfold Goble, quien murió en brazosde su hija al entrar al valle, el 11 de

diciembre de 1856. La enterraron aldía siguiente. Ella había perdido a tresde sus hijos durante el largo viaje y lahija que sobrevivió tenía los pies se-riamente congelados.

¡Qué historia! Está llena de sufri-miento, de hambre, de frío y demuerte. Está repleta de relatos de ríoscongelados que tuvieron que vadear,de huracanadas tormentas de nieve,de la larga y lenta subida por entre lacadena montañosa. Al pasar este añoconmemorativo, puede que muchode eso se olvide, pero tenemos la es-peranza de que se relate una y otravez, para que las futuras generacionesrecuerden el sufrimiento y la fe dequienes vivieron antes. La fe de elloses nuestra herencia. Su fe es un recor-datorio para todos nosotros del pre-cio que pagaron por la comodidadque hoy disfrutamos.

Sin embargo, la fe no sólo se mani-fiesta por medio de grandes hechosheroicos, como la llegada de los pio-neros en carros de mano. También sedemuestra en hechos pequeños perosignificativos. Permítanme relatarlesuno.

Durante la construcción delTemplo de Manti, Utah, hace unos120 años, George Paxman trabajabacomo ebanista. Él y su joven esposaMartha tenían un hijo y otro venía encamino.

Cuando George fue a poner unade las pesadas puertas del lado estedel templo, se le estranguló una her-nia causándole un dolor terrible.Martha lo acostó en un carromato y lollevó hasta el pueblo de Nephi, dondelo subió al tren y lo llevó a Provo. Allíél murió; y rehusando a casarse denuevo, ella quedó viuda por 62 años,y ganó su sustento tejiendo.

Voy ahora a desviarme de esta na-rración para contarles que cuando yome comprometí con mi esposa, le diun anillo; y cuando nos casamos, unaalianza de oro, los que usó por años.Un día, me di cuenta de que ella selos había quitado y que en su lugar tenía esta pequeña alianza de oro que había pertenecido a su abuela. El anillo se lo había dado su esposo

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George, y éste era el único recuerdoque le había dejado. Un día de prima-vera, mientras Martha limpiaba lacasa, sacó los muebles afuera con elfin de hacer una limpieza a fondo.Después de airear la paja del colchón,se dio cuenta de que el anillo habíadesaparecido. Buscó minuciosamentepor todos lados, ya que era el únicorecuerdo físico que tenía de su amadoesposo, y rastrilló con los dedos lapaja, pero no lo pudo encontrar.Entonces, con lágrimas en los ojos, sehincó y oró para que el Señor la ayu-dara a encontrar el anillo. Cuandoabrió los ojos, miró hacia abajo y allíestaba.

Ahora lo tengo en mi mano. Es de-masiado pequeño para que lo veantodos. Es de oro de 18 quilates, viejo,gastado y deforme; pero representa lafe, la fe de una viuda que rogó alSeñor en un momento de aflicción.Tal fe es la fuente de la actividad; es laraíz de la esperanza y de la confianza.Es esa fe sencilla la que tanto necesita-mos todos.

En la obra de la gran causa que llevamos a cabo, lo que más necesita-mos es una mayor fe. Sin ella, la obra podría quedar estancada; perocon ella, nadie puede detener suprogreso.

El Salvador dijo: “Si tuviereis fecomo un grano de mostaza, diréis aeste monte: Pásate de aquí allá, y sepasará; y nada os será imposible”(Mateo 17:20).

A su hijo Helamán, Alma le mani-festó: “Predícales el arrepentimiento yla fe en el Señor Jesucristo; enséñalesa humillarse, y a ser mansos y humil-des de corazón; enséñales a resistirtoda tentación del diablo, con su fe enel Señor Jesucristo” (Alma 37:33).

Que el Señor nos bendiga con feen esta gran causa de la que somosparte. Que la fe sea como una velaque nos guíe con su luz durante la no-che; y que vaya delante de nosotroscomo una nube durante el día.

Por ello ruego humildemente en elsagrado y santo nombre de Él, que esla fortaleza de nuestra fe, sí, el SeñorJesucristo. Amén. ■

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El 26 de julio de 1847, durante el tercer día en el valle (el se-gundo había sido domingo),

Brigham Young, con miembros de losDoce y algunos otros hermanos, as-cendieron a una cima a dos kilóme-tros y medio de distancia de dondeestoy en estos momentos, la que con-sideraron un buen lugar para alzar unestandarte a las naciones. Heber C.Kimball llevaba puesto un pañueloamarillo, que ataron al bastón deWillard Richards y ondearon en altocomo un pendón a las naciones.Brigham Young llamó a esa cimaEnsign Peak1.

Después descendieron adonde es-taban sus desgastados carromatos, las escasas pertenencias que habían

transportado más de tres mil kilóme-tros y los fatigados viajeros. No eransus posesiones lo que les dio fuerza,sino lo que sabían.

Sabían que eran apóstoles delSeñor Jesucristo; sabían que habíanrecibido el sacerdocio por conductode mensajeros angelicales; sabían queposeían los mandamientos y los con-venios que brindan la oportunidad dela salvación y la exaltación eterna paratoda la humanidad. Poseían la seguri-dad de que tenían consigo la inspira-ción del Espíritu Santo.

Se ocuparon en arar huertos yconstruir refugios contra el inviernoque estaba a las puertas. Se prepara-ron para recibir a los que aún estabanen las llanuras y que llegarían a esenuevo lugar de recogimiento.

Una revelación, escrita nueve añosantes, se dirigía a ellos: “Levantaos ybrillad, para que vuestra luz sea un es-tandarte a las naciones;

“a fin de que el recogimiento en latierra de Sión y sus estacas sea paradefensa y para refugio contra la tem-pestad y contra la ira, cuando sea de-rramada sin mezcla sobre toda latierra” (D. y C. 115:5–6).

Ellos debían ser la “luz”, el “estandarte”.

El estandarte o la norma que se ha-bía establecido mediante la revelaciónse encuentra en las Escrituras, me-diante las doctrinas del Evangelio de

Una defensa y un refugioP R E S I D E N T E B OY D K . PA C K E RPresidente en Funciones del Quórum de los Doce Apóstoles

Nos referimos a la Iglesia como nuestro refugio, nuestradefensa. Hay seguridad y protección en la Iglesia.

SESIÓN DEL DOMINGO POR LA TARDE1 d e o c t u b r e d e 2 0 0 6

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Jesucristo. Los principios de la vidaque seguimos, según el Evangelio, se basan en la doctrina, y las normascoinciden con los principios. Estamoscomprometidos a las normas median-te los convenios, que se reciben por medio de las ordenanzas delEvangelio según las administran aque-llos que han recibido el sacerdocio ylas llaves de autoridad.

Aquellos fieles hermanos no eranlibres, ni lo somos nosotros, de alte-rar las normas ni de pasarlas poralto; debemos vivir de acuerdo con ellas.

No es un remedio ni un consuelodecir simplemente que éstas no tie-nen importancia, ya que todos sabe-mos que sí la tienen, porque todos“los hombres son suficientemente ins-truidos para discernir el bien del mal”(2 Nefi 2:5).

Si hacemos todo lo que esté anuestro alcance, no debemos desalen-tarnos. Si fracasamos, como muchoslo hacemos; o tropezamos, lo que po-dría ocurrir; siempre está el remediodel arrepentimiento y del perdón.

A fin de evitar toda clase de inmora-lidad, debemos enseñar a nuestros

hijos las normas morales. Los maravi-llosos poderes que llevan en el inte-rior de su cuerpo terrenal “se debenutilizar sólo entre el hombre y la mu-jer legítimamente casados, como es-poso y esposa”2. Debemos sertotalmente fieles en el matrimonio.

Debemos guardar la ley del diez-mo. En la Iglesia llevamos a cabonuestras responsabilidades. Cada se-mana nos reunimos en la reunión sa-cramental para renovar los conveniosy ganarnos las promesas de esas sen-cillas y sagradas oraciones del pan ydel agua. Debemos honrar el sacerdo-cio y ser obedientes a los convenios ya las ordenanzas.

Aquellos hermanos del Ensign Peaksabían que debían vivir de manerasencilla y retener la imagen de Cristoen sus rostros (véase Alma 5:14).

Comprendían que las estacas habí-an de ser una defensa y un refugio,pero en esa época no había ni una es-taca sobre la tierra; ellos sabían quesu misión era establecer estacas deSión en cada nación de la tierra.

Tal vez se preguntaron qué clase deira o tempestad se podría derramarpor la que no hubiesen pasado ya.Habían soportado despiadada oposi-ción, violencia, terrorismo; sus hoga-res habían sido incendiados y se leshabía despojado de sus posesiones.Una y otra vez fueron expulsados desus hogares, y en aquel entonces ellossabían, tal como lo sabemos ahora,que no habría fin a la oposición. Lanaturaleza de dicha oposición cambia,pero nunca termina. No habría fin a laclase de desafíos que enfrentarían losprimeros santos. Los nuevos desafíosserían diferentes, pero ciertamenteno serían menores que aquellos porlos que habían pasado.

Hoy día, el número de estacas deSión asciende a miles, y las hay portodo el mundo; el número de miem-bros asciende a millones y sigue au-mentando; y no se detendrá, porquees la obra del Señor. Actualmente losmiembros viven en 160 naciones y ha-blan más de 200 idiomas.

Algunos miembros viven callada-mente con temor de lo que nos espera

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a nosotros y a la Iglesia en un mundoen el cual la moralidad y la espirituali-dad se oscurecen cada vez más. Si noscongregamos en la Iglesia, si vivimoslos sencillos principios del Evangelio,si vivimos vidas castas, si guardamosla Palabra de Sabiduría, si cumplimoscon nuestros deberes en el sacerdo-cio y de otra índole, entonces no te-nemos por qué vivir con temor. LaPalabra de Sabiduría es la clave tantopara la salud física como para la reve-lación. Eviten el té, el café, el licor, eltabaco y los narcóticos.

Podemos vivir donde deseemos,hacer lo que esté a nuestro alcancepara ganarnos la vida y vivir de unamanera modesta u opulenta. Somos li-bres de hacer lo que nos plazca connuestra vida, confiando en la aproba-ción, e incluso en la intervención, delTodopoderoso, seguros de tener guíaespiritual constante.

Cada estaca es una defensa, un refu-gio y un estandarte. Una estaca dispo-ne de todo lo necesario para lasalvación y la exaltación de las perso-nas que estén dentro de su influencia;y los templos están cada vez más cerca.

No ha habido fin a la oposición; hahabido malas interpretaciones y tergi-versaciones tanto de nosotros comode nuestra historia, algunas de ellasmal intencionadas y ciertamente con-trarias a las enseñanzas de Jesucristo ySu Evangelio. A veces los clérigos, in-cluso las organizaciones religiosas, seponen en contra de nosotros; hacenlo que nosotros nunca haríamos; no-sotros no atacamos, ni criticamos ninos oponemos a los demás, como lohacen con nosotros.

Aun hoy día, hay historias ridículasque se han transmitido y repetido tan-tas veces que se llegan a creer; una delas más absurdas es que los mormo-nes tienen cuernos.

Hace años, me encontraba en unsimposio en una universidad deOregón. Estaban presentes un obispocatólico, un rabí, un ministro episco-pal, un ministro evangelista, un cléri-go unitario y yo.

El rector de la institución, el doctor Bennett, fue el anfitrión de un

desayuno. Uno de ellos me preguntóa cuál esposa había llevado. Les dijeque sólo tenía una para elegir. Por un segundo, pensé que se me habíaescogido para ridiculizarme; entoncesalguien le preguntó al obispo católicosi a él lo acompañaba su esposa.

La siguiente pregunta me la hizo eldoctor Bennett: “¿Es cierto que losmormones tienen cuernos?”.

Sonreí y dije: “Me peino de maneraque no se vean”.

El doctor Bennett, que estaba total-mente calvo, puso las dos manos en lacabeza y dijo: “¡Entonces yo nuncapodría ser mormón!”.

Lo más raro de todo es que las per-sonas supuestamente inteligentes afir-man que no somos cristianos, lo cualdemuestra que saben muy poco onada en cuanto a nosotros. Hay unprincipio cierto que dice que no pue-des elevarte a ti mismo degradando alos demás.

Algunos piensan que nuestras ele-vadas normas impedirán el progreso.Es justamente lo contrario. Las nor-mas elevadas son como un imán, y to-dos somos hijos de Dios, atraídos a laverdad y a lo bueno.

Hacemos frente al desafío de criarfamilias en el mundo entre nubes deiniquidad, cada vez más tenebrosas.Algunos de nuestros miembros estánpreocupados, y a veces se preguntan:¿Hay algún otro pueblo, estado o paísdonde haya seguridad, donde se pue-da encontrar refugio? La respuesta,por lo general, es que no. La defensay el refugio se encuentran donde vi-ven nuestros miembros hoy en día.

En el Libro de Mormón se profeti-za: “Sí, y entonces empezará la obra, yel Padre preparará la vía, entre todaslas naciones, por la cual su pueblopueda volver a la tierra de su heren-cia” (3 Nefi 21:28).

Aquellos que salen del mundo paraentrar en la Iglesia, que guardan losmandamientos, honran el sacerdocioy son activos en la Iglesia, han encon-trado refugio.

Hace algunas semanas, en una denuestras reuniones, el élder Robert C.Oaks, uno de los siete Presidentes de

los Setenta (general jubilado, conde-corado con cuatro estrellas y coman-dante de las Fuerzas Aéreas de laOTAN en Europa Central), nos hablóde un acuerdo que firmaron diez na-ciones a bordo del buque de guerra elMissouri en la Bahía de Tokio, el 2 deseptiembre de 1945, lo que dio fin a laSegunda Guerra Mundial. En ese mo-mento algunos de nosotros nos en-contrábamos en Asia. El élder(General) Oaks dijo: “Ni siquiera mepuedo imaginar una situación hoy díaen la que se pudiese llevar a cabo unareunión de esa naturaleza o se pudie-se firmar un acuerdo para terminar laguerra contra el terrorismo y la iniqui-dad en la que nos vemos envueltos.No es esa clase de guerra”.

No debemos temer, incluso en unmundo donde las hostilidades nuncaacabarán. La guerra de la oposiciónque se profetizó en las revelacionescontinúa en la actualidad. Debemosser felices y positivos; no debemos te-mer, ya que el temor es lo contrariode la fe.

Sabemos que la actividad en laIglesia se centra en la familia.Dondequiera que se encuentren losmiembros en el mundo, deben estable-cer una familia donde a los hijos se lesacoja y atesore como “herencia deJehová” (Salmos 127:3). Una familiaSanto de los Últimos Días digna es unestandarte y una norma para el mundo.

No sólo debemos mantener lasmás elevadas normas, sino que cadauno de nosotros debe ser un estan-darte, una defensa, un refugio.Debemos dejar que “alumbre [nues-tra] luz delante de los hombres, paraque vean [nuestras] buenas obras, yglorifiquen a [nuestro] Padre que estáen los cielos” (Mateo 5:16; véase tam-bién 3 Nefi 12:16).

Todas las luchas y los esfuerzos delas generaciones pasadas han traído laplenitud del Evangelio de Jesucristo anuestros días, la autoridad para minis-trar y los medios necesarios para lo-grar el ministerio. Todo ello se une enesta dispensación del cumplimientode los tiempos, en la cual se llevará acabo la consumación de todas las

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cosas y la tierra se preparará para lavenida del Señor.

Todos somos parte de esta obra, tal como lo fueron aquellos hombresque desataron aquel pañuelo amarillodel bastón de Willard Richards y des-cendieron del Ensign Peak. Aquel pa-ñuelo, que ondeaba en lo alto, marcóel gran recogimiento que se habíaprofetizado tanto en las Escrituras antiguas como en las modernas.

Nos referimos a la Iglesia comonuestro refugio, nuestra defensa. Hayseguridad y protección en la Iglesia, yse centra en el Evangelio de Jesucristo.Los Santos de los Últimos Días apren-den a mirar dentro de sí mismos paraver el poder redentor del Salvador detoda la humanidad. Los principios delEvangelio que se enseñan en la Iglesiay que se aprenden de las Escrituras seconvierten en una guía para cada unode nosotros de manera individual, ypara nuestras familias.

Sabemos que los hogares que establezcamos, y los de nuestros des-cendientes, serán el refugio del quese habla en las revelaciones: la “luz”,la “norma”, el “estandarte” a las

naciones y el “refugio” contra las tem-pestades (véase D. y C. 115:5–6; Isaías11:12; 2 Nefi 21:12).

El estandarte al que todos debe-mos acercarnos es Jesucristo, el Hijode Dios, el Unigénito del Padre, cuyaIglesia ésta es, cuyo nombre porta-mos y cuya autoridad llevamos.

Miramos hacia delante con fe.Hemos visto muchos acontecimientosen nuestra vida y están por ocurrirmuchos más que pondrán a pruebanuestro valor y aumentarán nuestrafe. Debemos “[gozarnos y alegrar-nos], porque [nuestro] galardón[será] grande en los cielos” (Mateo5:12).

Defendamos con determinación lahistoria de la Iglesia y no nos avergon-cemos “del evangelio [de Jesucristo],porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”(Romanos 1:16).

Haremos frente a los desafíos, por-que no podemos evitarlos, y enseña-remos el Evangelio de Jesucristo, yenseñaremos de Él como nuestroSalvador y nuestro Refugio, nuestroRedentor.

Si un gastado pañuelo amarillo fuelo suficientemente bueno para ser unestandarte al mundo, entonces loshombres comunes que poseen el sa-cerdocio y las mujeres y los niños co-munes de familias comunes, queviven el Evangelio de la mejor maneraque les es posible en todo el mundo,pueden resplandecer como un estan-darte, una defensa y un refugio contralo que se derrame sobre la tierra.

“Y hablamos de Cristo, nos regoci-jamos en Cristo, predicamos deCristo, profetizamos de Cristo y escri-bimos según nuestras profecías, paraque nuestros hijos sepan a qué fuentehan de acudir para la remisión de suspecados” (2 Nefi 25:26).

Esta Iglesia prosperará; prevalece-rá; de ello estoy absolutamente segu-ro. Testifico de ello en el nombre deJesucristo. Amén ■

NOTAS1. Véase Journal of Wilford Woodruff, 26 de

julio de 1847, Archivos de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los ÚltimosDías; véase también B. H. Roberts, AComprehensive History of the Church,tomo 3, págs. 270–71.

2. “La Familia: Una proclamación para el mun-do”, Liahona, octubre de 2004, pág. 49.

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En esta ocasión, ruego que elEspíritu Santo nos preste ayudatanto a mí como a ustedes al

repasar juntos importantes principiosdel Evangelio.

Una de mis actividades preferidascomo líder del sacerdocio es visitar a los miembros en sus hogares.Disfruto en particular de saludar a losmiembros a los que se suele describircomo “menos activos” y de conversarcon ellos.

Durante los años en los que fuipresidente de estaca, acostumbrabaponerme en contacto con alguno delos obispos y le solicitaba que, trasorar sobre ello, seleccionase a perso-nas o a familias a las que podríamosvisitar juntos. Antes de salir, el obispoy yo nos arrodillábamos para suplicara nuestro Padre Celestial que nos

diese orientación e inspiración tanto anosotros como a los miembros a losque iríamos a ver.

Nuestras visitas eran sencillas yprecisas. Expresábamos a los miem-bros afecto y gratitud por la oportuni-dad de encontrarnos en su casa, y lesreiterábamos que habíamos llegadohasta allí como siervos del Señor co-misionados por Él. Además, les ponía-mos de relieve el hecho de que losechábamos de menos y de que los ne-cesitábamos, al mismo tiempo queellos necesitaban las bendiciones delEvangelio restaurado. Al principio dela conversación, yo solía hacerles unapregunta como ésta: “Por favor, ¿nosayudarían a entender por qué razónno están participando activamente enlos programas de la Iglesia y, porende, de sus bendiciones?”.

Cabe decir que he hecho centena-res de visitas por el estilo. Cada perso-na, cada familia, cada hogar y cadarespuesta eran diferentes. No obstan-te, a través de los años, he descubier-to un factor común en muchas de lasrespuestas a mis preguntas. A menu-do, me daban respuestas como las siguientes:

“Hace varios años, un hermanodijo algo en la Escuela Dominical queme ofendió, por lo que desde enton-ces no he vuelto a Iglesia”.

“Nadie de esa rama me saludó ni seacercó a mí y me sentí como un intru-so. Me sentí ofendido por lo pocoamistosos que son en esa rama”.

“No me pareció bien el consejoque me dio el obispo. No volveré aponer un pie en ese edificio mientrasél ocupe ese cargo”.

Y así, mencionaban muchas otrasrazones por las que se habían ofendi-do, desde diferencias doctrinales en-tre los adultos hasta el haber recibidoinsultos y burlas crueles de los jóve-nes y el haber sido excluido por ellos.Pero el factor reiterativo era: “Me sen-tí ofendido por…”

El obispo y yo los escuchábamoscon atención y con sinceridad, y enseguida, uno de nosotros les pregun-taba acerca de su conversión alEvangelio restaurado y de su testimo-nio de éste. Mientras conversábamos,a esas buenas personas se les llenabanlos ojos de lágrimas al recordar el tes-timonio confirmador del EspírituSanto y describir sus anteriores expe-riencias espirituales. La mayoría de laspersonas “menos activas” a las que hevisitado tenían un testimonio percep-tible y tierno de la veracidad delEvangelio restaurado. Sin embargo,no estaban participando en las activi-dades ni en las reuniones de la Iglesia.

A continuación, yo les decía algoasí: “Permítame llegar a entender bienlo que le ha ocurrido. Por motivo deque alguien en la Iglesia le ha ofendi-do, usted no ha sido bendecido me-diante la ordenanza de la Santa Cena yse ha apartado de la compañía cons-tante del Espíritu Santo; debido a quealguien en la Iglesia le ha ofendido, seha separado de las ordenanzas del sa-cerdocio y del Santo Templo; además,ha interrumpido su oportunidad deprestar servicio al prójimo y de apren-der y de progresar. Y está dejando ba-rreras que impedirán el progresoespiritual de sus hijos, de los hijos desus hijos y de las generaciones que lesseguirán”. En muchas ocasiones, laspersonas se quedaban pensando unosmomentos y, en seguida, respondían:“Nunca he pensado en ello de esa manera”.

Al llegar a ese punto, el obispo y yoles hacíamos la siguiente invitación:“Estimado amigo: Hemos venido hoya aconsejarle que el momento de

Y no hay para ellostropiezoÉ L D E R D AV I D A . B E D N A RDel Quórum de los Doce Apóstoles

Mediante el fortalecedor poder de la expiación deJesucristo, ustedes y yo seremos bendecidos para evitarsentirnos ofendidos y triunfar sobre la ofensa.

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dejar de sentirse ofendido es ahoramismo. No sólo nosotros le necesita-mos a usted, sino que usted necesitalas bendiciones del Evangelio restau-rado de Jesucristo. Por favor, regrese yhágalo ahora”.

Escojan no sentirse ofendidosCuando creemos o afirmamos que

se nos ha ofendido, solemos quererdecir que nos hemos sentido insulta-dos, maltratados, desairados o quenos han faltado al respeto. Y, desdeluego, al relacionarnos con las demáspersonas, vamos a ser objeto de ex-presiones torpes que nos hagan sentirvergüenza, de observaciones carentesde escrúpulos y maliciosas, por lasque podríamos sentirnos ofendidos.No obstante, básicamente, es imposi-ble que otra persona los ofenda a ustedes o que me ofenda a mí. De he-cho, creer que otra persona nos haofendido es fundamentalmente falso,

puesto que el sentirnos ofendidos esun sentimiento que escogemos expe-rimentar y no un estado inferido a no-sotros ni impuesto sobre nosotrospor otra persona o cosa.

En la espléndida distribución de to-das las creaciones de Dios, existentanto las cosas que actúan comoaquéllas sobre las cuales se actúa (véa-se 2 Nefi 2:13–14). Los hijos y las hijasde nuestro Padre Celestial hemos sidobendecidos con el don del albedríomoral, la capacidad de actuar y de escoger independientemente.Habiendo sido dotados del albedrío,ustedes y yo venimos a ser agentes, yante todo hemos de actuar y no per-mitir tan sólo que se actúe sobre no-sotros. El creer que alguien o algopodrá hacernos sentir ofendidos, irri-tados, lastimados emocionalmente oamargados disminuye nuestro albe-drío moral y nos transforma en obje-tos sobre los cuales se actúa. Sin

embargo, en calidad de agentes, uste-des y yo tenemos el poder de actuar yde escoger la forma en la que reaccio-naremos ante una situación agravia-dora o hiriente.

Thomas B. Marsh, que fue el pri-mer Presidente del Quórum de losDoce Apóstoles en esta dispensación,escogió sentirse ofendido por unasunto tan insignificante como la natade la leche (véase Deseret News, abrilde 1856, pág. 44). Brigham Young, encambio, fue severa y públicamente re-prendido por el profeta José Smith,pero escogió no sentirse ofendidopor ello (véase Truman G. Madsen,“Hugh B. Brown—Youthful Veteran”,New Era, abril de 1976, pág. 16).

En muchos casos, el escoger sentir-se ofendido es síntoma de un mal es-piritual mucho más profundo y másgrave. Thomas B. Marsh permitió quese actuase sobre él y lo que al final sedesprendió de ello fueron la apostasíay el sufrimiento. Brigham Young fueun agente que ejerció su albedrío yactuó en conformidad con principioscorrectos, y llegó a ser un instrumen-to poderoso en las manos del Señor.

El Salvador ha sido el mayor ejem-plo del modo en que debemos reac-cionar ante sucesos o situacionespotencialmente insultantes.

“Y el mundo, a causa de su iniqui-dad, lo juzgará como cosa de ningúnvalor; por tanto, lo azotan, y él lo so-porta; lo hieren y él lo soporta. Sí, es-cupen sobre él, y él lo soporta, pormotivo de su amorosa bondad y sulonganimidad para con los hijos delos hombres” (1 Nefi 19:9).

Mediante el fortalecedor poder dela expiación de Jesucristo, ustedes yyo seremos bendecidos para evitarsentirnos ofendidos y triunfar sobre laofensa. “Mucha paz tienen los queaman tu ley, Y no hay para ellos tro-piezo”, es decir, no hay ofensa paraellos (Salmos 119:165).

El laboratorio de aprendizaje de losúltimos días

Tal vez consideremos que la capaci-dad de superar la ofensa está fuera denuestro alcance; sin embargo, dicha

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capacidad no está reservada ni cir-cunscrita a líderes destacados de laIglesia como Brigham Young. La natu-raleza misma de la expiación delRedentor y el propósito de la Iglesiarestaurada tienen por objeto ayudar-nos a recibir precisamente esa clasede fortaleza espiritual.

Pablo enseñó a los santos deEfesos que el Salvador estableció SuIglesia “a fin de perfeccionar a los san-tos para la obra del ministerio, para laedificación del cuerpo de Cristo,

“hasta que todos lleguemos a launidad de la fe y del conocimientodel Hijo de Dios, a un varón perfecto,a la medida de la estatura de la pleni-tud de Cristo” (Efesios 4:12–13).

Por favor, fíjense en el empleo deldinámico vocablo “perfeccionar”.Como lo describió el élder Neal A.Maxwell, la Iglesia “no es una casa dereposo para los que ya son perfectos”(“El hermano ofendido”, Liahona, julio de 1982, pág. 78), sino que laIglesia es un laboratorio de aprendiza-je y un taller de trabajo en el que ad-quirimos experiencia al practicar losunos con los otros en el proceso con-tinuo de “perfeccionar a los santos”.

El élder Maxwell también explicócon profunda comprensión que eneste laboratorio de aprendizaje de losúltimos días que se conoce como laIglesia restaurada, los miembros deella constituyen “el material clínico”(véase “Jesus the Perfect Mentor”,Ensign, febrero de 2001, pág. 13) quees esencial para el progreso y la supe-ración de las personas. La maestra visi-tante aprende su deber al prestarservicio y al querer a sus hermanas dela Sociedad de Socorro. El maestroinexperto aprende valiosas lecciones alenseñar tanto a los miembros de la cla-se que participan como a aquellos queprestan poca atención y de ese modollega a ser un maestro más eficaz. Unnuevo obispo aprende a ser obispopor medio de la inspiración y del traba-jar con los miembros del barrio que leapoyan de todo corazón, aun cuandoreconocen sus flaquezas humanas.

El comprender que la Iglesia es unlaboratorio de aprendizaje contribuye

a prepararnos para la inevitable reali-dad: de alguna forma y en algún mo-mento, alguien en esta Iglesia hará odirá algo que podrá considerarseofensivo. Un suceso así ciertamente leocurrirá a cada uno de nosotros e, in-dudablemente, más de una vez. Auncuando las personas no tengan la in-tención de lastimarnos ni de ofender-nos, actuarán alguna vez con falta deconsideración y de tacto.

Si bien ustedes y yo no podemosejercer control en las intenciones nien el comportamiento de las demáspersonas, sí determinamos la formaen la que actuaremos. Les ruego querecuerden que tanto ustedes como yosomos agentes dotados de albedríomoral y que podemos escoger no sen-tirnos ofendidos.

Durante un peligroso periodo deguerra, hubo un intercambio de epís-tolas entre Moroni, capitán de losejércitos nefitas, y Pahorán, juez supe-rior y gobernador de la tierra. Moroni,cuyo ejército padecía porque el go-bierno no les había proporcionadoayuda suficiente, escribió a Pahorán“por vía de reprobación” (Alma 60:2)y le acusaba severamente de insensi-bilidad, desidia y negligencia. Pahoránhubiera podido sentirse fácilmenteofendido por el mensaje de Moroni,pero escogió no ofenderse y le res-pondió en tono compasivo, descri-biéndole la rebelión que había habidoen contra del gobierno y de la que

Moroni no estaba al tanto. En su epís-tola le decía: “He aquí, Moroni, tedigo que no me regocijo por vuestrasgrandes aflicciones, sí, ello contristami alma… Ahora bien, me has censu-rado en tu epístola, pero no importa;no estoy enojado, antes bien, me re-gocijo en la grandeza de tu corazón”(Alma 61:2, 9).

Uno de los grandes indicadores denuestra propia madurez espiritual sepone de manifiesto en la forma en laque reaccionamos ante las debilida-des, la inexperiencia y las acciones po-tencialmente ofensivas de los demás.Algún objeto, algún suceso o algunaexpresión podrá ser insultante, peroustedes y yo podremos escoger nosentirnos ofendidos, y decir junto conPahorán: “no importa”.

Dos invitacionesDoy fin a mi mensaje con dos

invitaciones.

Invitación Nº 1 Los invito a aprender acerca de las

enseñanzas del Salvador con respectoal trato entre las personas y a aplicar-las a episodios que podrían interpre-tarse como ofensivos.

“Oísteis que fue dicho: Amarás a tuprójimo y aborrecerás a tu enemigo.

“Pero yo os digo: Amad a vuestrosenemigos, bendecid a los que os mal-dicen, haced bien a los que os aborre-cen, y orad por los que os ultrajan yos persiguen;

“Porque si amáis a los que os aman,¿qué recompensa tendréis? ¿No hacentambién lo mismo los publicanos?

“Y si saludáis a vuestros hermanossolamente, ¿qué hacéis de más? ¿Nohacen también así los gentiles?

“Sed, pues, vosotros perfectos,como vuestro Padre que está en loscielos es perfecto” (Mateo 5:43–44;46–48).

No deja de ser interesante que a laadmonición: “Sed, pues, vosotros per-fectos…” preceda de inmediato elconsejo sobre el modo en que debe-mos actuar ante los que nos hacenmal y nos ofenden. Evidentemente,los estrictos requisitos que llevan a la

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perfección de los santos comprendenasignaciones que nos ponen a prue-ba. Si alguna persona dice o hace algoque consideramos insultante, nuestraprimera obligación es negarnos a sen-tirnos ofendidos y, en seguida, comu-nicarnos en privado, con sinceridad ydirectamente con esa persona. Esemodo de actuar invita a la inspiracióndel Espíritu Santo y permite que seaclaren los conceptos erróneos, y queal mismo tiempo, se comprendan lasverdaderas intenciones.

Invitación Nº 2Es probable que muchas de las

personas y de las familias que tienenmayor necesidad de oír este mensajereferente al escoger no sentirseofendidas no estén participando connosotros en la conferencia de hoy.Me imagino que todos nosotros co-nocemos a miembros que se mantie-nen alejados de la Iglesia por motivode que han escogido sentirse ofendi-dos y que serían bendecidos si volvieran.

Por favor, ¿seleccionarán a algunapersona a la que visitarán e invitarán avolver a adorar al Señor con nosotros?Quizá podrían llevarle una copia deeste mensaje, o tal vez prefieran anali-zar los principios que hemos exami-nado hoy. Y, por favor, recuerden quetodo esto debe expresarse con amor ycon mansedumbre, y de ninguna ma-nera con espíritu de superioridad mo-ral ni de orgullo.

Al responder a esta invitación con fe en el Salvador, les testifico yles prometo que se abrirán puertas,será llena nuestra boca, el EspírituSanto dará testimonio de la verdadeterna y el fuego del testimonio sereavivará.

Como Su siervo, hago eco de laspalabras del Maestro, cuando Él decla-ró: “Estas cosas os he hablado, paraque no tengáis tropiezo [ofensa]”(Juan 16:1). Doy testimonio de la rea-lidad y de la divinidad del Salvador vi-viente y de Su poder para ayudarnos aevitar el sentirnos ofendidos y a supe-rar las ofensas. En el sagrado nombrede Jesucristo. Amén. ■

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Una mañana, cuando servíacomo misionero en Beaumont,Texas, mi compañero enfermó

y tuvo que descansar. Siguiendo elconsejo de nuestro presidente de mi-sión ante tales situaciones, puse unasilla junto a la ventana abierta denuestro apartamento, ubicado en elcuarto piso, y comencé a leer el Librode Mormón.

En seguida me sumergí en lasEscrituras y, al cabo de un rato, lle-gué a Alma capítulo 29, versículos 1 y 2:

“¡Oh, si fuera yo un ángel y se meconcediera el deseo de mi corazón,para salir y hablar con la trompeta deDios, con una voz que estremeciera latierra, y proclamar el arrepentimientoa todo pueblo!

“Sí, declararía yo a toda alma,como con voz de trueno, el arrepen-timiento y el plan de redención: Quedeben arrepentirse y venir a nuestroDios, para que no haya más dolor so-bre toda la superficie de la tierra”.

Al meditar en las palabras deAlma, éstas se convirtieron en algomuy personal. Mi compañero y yohabíamos tocado cientos de puertasen Beaumont, ofreciendo dar nues-tro mensaje, aunque con poco éxito.En mi mente, comencé a imaginarqué pasaría si yo fuese un ángel y pu-diese llamar al arrepentimiento conuna voz que hiciese temblar la tierra.Miré por la ventana hacia abajo y vi ala gente que iba y venía por la calle.Me imaginé qué pasaría si me pusie-se allí mismo de pie brillando comoun ángel, con las manos en alto, y leshablara con una voz de trueno. Meimaginé que los edificios temblabany que la gente caía a tierra. En talescircunstancias, pensé que quizás,¡surgiría en ellos el repentino deseode escuchar lo que yo tenía que decirles!

Pero luego leí el siguiente versículo:

“Mas he aquí, soy hombre, y pecoen mi deseo; porque debería estarconforme con lo que el Señor me haconcedido” (versículo 3).

Fue una lección de humildad dar-me cuenta de que el Señor ama a to-dos Sus hijos y tiene un plan para Su

El ser receptivos al EspírituA . R O G E R M E R R I L LPresidente General de la Escuela Dominical

Si nos concentramos en buscar y en recibir el Espíritu, nospreocuparemos menos de que el maestro o el orador captennuestra atención y nos importará más prestar atención alEspíritu.

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obra. Mi trabajo consistía en hacer miparte.

También continuó la lección de hu-mildad al darme cuenta de algo más.En aquel momento yo supe que loque leía no era ficción, sino que erareal. De manera tranquila y callada,mientras leía, me había llenado de luz y de la comprensión de que Almaera una persona real, que había vivi-do, y que él también había tenido el profundo deseo de dar a conocer el mensaje del Evangelio a otras personas.

Si en aquel momento me hubiesenpreguntado: “¿Sabes que esto es ver-dad?”, habría contestado: “¡Sin ningu-na duda!”. En aquel instante se mehizo manifiesto que estaba recibiendoun testimonio espiritual de la veraci-dad del Libro de Mormón.

Al reflexionar en aquella experien-cia, y en otros muchos testimoniosque he recibido desde entonces, he llegado a comprender mejor lovitalmente importante que es recibirpor medio del Espíritu. Con frecuen-cia nos concentramos, y así debe ser,en la importancia de enseñar pormedio del Espíritu; no obstante, debemos recordar que el Señor le ha dado igual relevancia, si acaso no mayor, al hecho de recibir por medio del Espíritu (véase D. y C.50:17–22).

Esa recepción es una de las características fundamentales delEvangelio. Se expone en la misma or-denanza por medio de la cual somosconfirmados miembros de la Iglesia.En esta ordenanza se nos dice “recibeel Espíritu Santo”. Ésta es una invita-ción formal a actuar para recibir estegran don.

A medida que he ido compren-diendo este principio, he descubiertoque las Escrituras están repletas de ladoctrina del recibir. Tal y como ha in-dicado el presidente Boyd K. Packer:“Ningún otro mensaje aparece en lasEscrituras más veces ni en más varia-das formas que el que dice ‘pedid yrecibiréis’ ” (“La reverencia inspira larevelación”, Liahona, enero de 1992,pág. 23).

En la esencia misma de nuestraprobación terrenal, se halla la opciónde recibir a Jesús como el Cristo. Elapóstol Juan enseñó:

“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

“Mas a todos los que le recibie-ron… les dio potestad de ser hechoshijos de Dios” (Juan 1:11–12).

Uno no puede menos que pregun-tarse cuántos son los dones y las ben-diciones que nos rodean, pero que no recibimos. El Señor ha dicho:“Porque, ¿en qué se beneficia el hom-bre a quien se le confiere un don, sino lo recibe? He aquí, ni se regocijacon lo que le es dado, ni se regocijaen aquel que le dio la dádiva” (D. y C. 88:33).

Durante las reuniones de la Iglesia,durante el estudio de las Escrituras,tanto personal como en familia, e in-cluso en el día de hoy, al escuchar alos profetas y apóstoles del Señor, al-gunos “recibiremos” más que otros.

¿Por qué? He llegado a la conclusiónde que quienes en verdad reciben ha-cen al menos tres cosas que quizás losdemás no hagan.

En primer lugar, buscan. El mundoen el que vivimos es un mundo domi-nado por el entretenimiento, un mun-do “espectador”. Sin darnos cuenta,quizás acudimos a la conferencia oasistimos a la Iglesia con la actitud de:“Aquí me tienen; ahora, inspírenme”.Llegamos a ser espiritualmente pasivos.

Si nos concentramos en buscar yen recibir el Espíritu, nos preocupare-mos menos de que el maestro o elorador capten nuestra atención y nosimportará más prestar atención alEspíritu. Recuerden que “recibir” esun verbo, es un principio de acción,es una expresión fundamental de la fe.

En segundo lugar, los que reciben,sienten. Aun cuando la revelaciónacude a la mente y al corazón, la

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mayoría de las veces se siente.Mientras no aprendamos a prestaratención a esos sentimientos espiri-tuales, por lo general, ni siquiera re-conoceremos al Espíritu.

En una reciente conversación quetuve con una de mis nueras, ella men-cionó que incluso podemos ayudar alos niños más pequeños a discernirestos sentimientos que proceden delEspíritu. Podemos hacerles preguntascomo éstas: “¿Qué sientes cuando lee-mos juntos esta Escritura?”; “¿Quépercibes que te está diciendo elEspíritu que hagas?”. Ésas son buenaspreguntas para todos; demuestran eldeseo de recibir.

En tercer lugar, los que reciben pormedio del Espíritu tienen la inten-ción de actuar. Tal y como indicó elprofeta Moroni, para recibir un testi-monio del Libro de Mormón, debe-mos pedir “con verdadera intención”(véase Moroni 10:4). El Espíritu ense-ña si tenemos la sincera intención dehacer algo con respecto a lo que haya-mos aprendido.

Al volver a leer lo que escribí en midiario, con objeto de comprender yde aprender más de la experienciaque tuve como misionero, me hedado cuenta de que aunque ya habíaleído el Libro de Mormón antes, loque ocurrió en Beaumont aquella ma-ñana fue diferente porque yo tambiénera diferente. Aun siendo inexperto,al menos en aquella ocasión, yo inten-taba con toda sinceridad buscar y sen-tir, y mi intención era actuar con fe deacuerdo con lo que había aprendido.Ahora sé que esos testimonios están adisposición de todos nosotros de for-ma habitual, si es que los recibimos.

El Libro de Mormón es la palabra deDios. Jesús es el Cristo. El Evangelioha sido restaurado y en verdad noshallamos en presencia de profetas yapóstoles modernos.

Ruego que en este día y siempre,aprendamos a recibir de un modomás eficaz, a fin de que nos regocije-mos tanto en el don como en “aquelque… dio la dádiva”.

En el nombre de Jesucristo. Amén. ■

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Hace años, nuestra joven familiase mudó a una casa situada enlo que entonces era la urbani-

zación más nueva de nuestro vecinda-rio, la cual tenía una vista de lasmontañas del este. Un lunes por lamañana, al terminar de vestirme yapresurarme para ir al trabajo, nuestrohijo de seis años, Craig, vino a vermetrayendo de la mano a su hermanoAndrew, de cuatro años. Con determi-nación, Craig me miró y dijo: “Papá,ayer en la Primaria la maestra nos dijoque si tienes el sacerdocio puedes mo-ver montañas. Se lo he dicho a Andypero no me cree. Tú tienes el sacerdo-cio, ¿verdad, papá?”. Entonces se vol-vió, señaló la ventana, me miró denuevo y dijo: “¿Ves aquellas montañasde allí? ¡Demuéstraselo papá!”

Esto dio pie a una hermosa expe-riencia. Me sentí muy agradecido portener hijos que estaban comenzandoel proceso de aprendizaje sobre el sa-cerdocio que continuaría durante elresto de su vida.

Aunque el Señor verdaderamenteenseñó a quienes Él otorgó el sacer-docio que moverían montañas1 pormedio de la fe, y hay citas registra-das de que esto sucedió2, lo que yoquisiera hacer es aportar más luzacerca de ese aspecto de la doctrinadel sacerdocio que acerca más a laspersonas a Dios, concediéndoles laoportunidad de llegar a ser como Ély de vivir eternamente en Su presen-cia. Esta doctrina se aplica tanto alos hijos como a las hijas de Dios.Por lo tanto, es mi oración que loque voy a compartir sea de ayudapara ambos.

En 1823, el ángel Moroni se apare-ció a José Smith y le citó varios pasa-jes de las Escrituras, entre ellos elsiguiente de Malaquías: “He aquí, yoos revelaré el sacerdocio por mediode Elías el profeta”3. Este es el primerregistro con referencia al sacerdocioen esta dispensación que anticipó unproceso que se revelaría durante lasdécadas venideras.

En 1829, Juan el Bautista restauróel Sacerdocio Aarónico4 y poco des-pués le siguieron Pedro, Santiago yJuan para restaurar el Sacerdocio deMelquisedec5.

El acercarnos más a ÉlÉ L D E R C R A I G A . C A R D O NDe los Setenta

El sacerdocio, mediante las obras del Espíritu, conduce alas personas más cerca de Dios a través de la ordenación,de las ordenanzas y del refinamiento de la naturaleza delas personas.

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En 1836, Moisés y Elías restaura-ron las llaves del recogimiento deIsrael y de la dispensación delEvangelio de Abraham6, seguidos des-pués por Elías, quien restauró las lla-ves del sellamiento. La revelaciónconcluye con estas palabras dirigidasal profeta José: “Por tanto, se entre-gan en vuestras manos las llaves deesta dispensación” 7.

Una vez que toda la autoridad, losoficios y las llaves del sacerdocio seencontraban de nuevo sobre la tierra,en 1841, el Señor recalcó al Profeta laimportancia de construir templos, enlos cuales el Señor pondría a disposi-ción de Sus hijos e hijas las ordenan-zas del sacerdocio mediante las cualesse prepararían para regresar a Su pre-sencia8.

Él declaró: “Edifíquese esta casa…para que en ella pueda yo revelar misordenanzas a mi pueblo; porque mepropongo revelar… cosas que perte-necen a la dispensación del cumpli-miento de los tiempos”9.

Poco antes en Kirtland, el Señorhabía enseñado al profeta José acercadel juramento y el convenio del sacer-docio, le explicó las condiciones pormedio de las cuales se logran las ben-diciones prometidas10. En Nauvoo, seprofundizó en la comprensión del al-cance y poder eterno del sacerdocio11

para bendecir a todos Sus hijos fieles,ya sea en esta vida o en la venidera12.Si bien el sacerdocio se otorga a loshijos dignos de Dios, Sus hijas tam-bién forman parte de Su “pueblo”, alcual Él revela las ordenanzas de Su sa-cerdocio. Y la bendición prometidade “todo lo que [el] Padre tiene”13

está al alcance, tanto de los hombrescomo de las mujeres, que ejerzan la feen Jesucristo, reciban las ordenanzasy perseveren en la fe hasta el fin. “Así que, en sus ordenanzas [delSacerdocio de Melquisedec] se mani-fiesta el poder de la divinidad”14.

La ordenanza suprema del templosólo está al alcance del hombre y de lamujer cuando se sellan para formaruna unidad familiar eterna. En virtudde esta ordenanza del sacerdocio y detodas las demás, las familias de la

tierra serán benditas15. Esta ordenanzaselladora es tan esencial para los pro-pósitos del Señor que Él ha prometi-do que los fieles que no se sellen enesta vida sin error alguno de su parte,recibirán esta bendición en la vida ve-nidera16. Ninguna otra doctrina de lareligión confirma más plenamente elamor inconmensurable de Dios porSus hijos y Sus hijas.

El sacerdocio también tiene el poder de cambiar nuestra propia naturaleza. Tal como Pablo escribió:“Aquéllos a quienes se ordena a estesacerdocio llegan a ser a semejanzadel Hijo de Dios” 17. Esta semejanzano sólo se basa en la ordenación y la ordenanza, sino también en el

perfeccionamiento del corazón de laspersonas, algo que se produce “con eltranscurso del tiempo”18 a medidaque nos “somet[emos] al influjo delSanto Espíritu, y [nos despojamos]del hombre natural”19. Cuando se or-dena a un hombre al Sacerdocio deMelquisedec, éste entra en un “or-den”20 en el que puede refinarse mediante el servicio a los demás, especialmente al de su propia familia,y ser bendecido con la compañíaconstante del Espíritu Santo21.

El Señor nos instruyó a todos cuan-do Él enseñó que la injusticia de losposeedores del sacerdocio pone fin alpoder o la influencia celestial, mien-tras que la rectitud los fortalece.

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Declaró que las cualidades que “enno-blece[n] grandemente el alma” son la“persuasión… longanimidad, benigni-dad, mansedumbre… amor sincero…bondad y… conocimiento puro”22.Después añadió estas instructivas pa-labras: “Deja también que tus entra-ñas se llenen de caridad para contodos los hombres, y para con los dela familia de la fe, y deja que la virtudengalane tus pensamientos incesante-mente; entonces tu confianza se forta-lecerá en la presencia de Dios; y ladoctrina del sacerdocio destilará so-bre tu alma como rocío del cielo”23.

Resulta significativo que, tras invi-tarnos a mostrar caridad “para con to-dos los hombres”, el Señor añadiera lafrase “y para con los de la familia de lafe”. ¿Por qué? ¿Acaso “los de la familiade la fe” no estaban ya incluidos en“todos los hombres”? Reflexionen enlas implicaciones que esto tiene cuan-do la frase se interpreta en el sentidomás específico de “nuestros propioshogares de fe”. Lamentablemente, enla Iglesia hay algunas personas quedemuestran mayor caridad hacia losque no son miembros de su familiaque hacia su propio cónyuge e hijos,hermanos y padres. Quizás demues-tren una bondad fingida en públicomientras que en privado siembran ycultivan semillas de contención, reba-jando a aquellos que deberían ser susseres más allegados. Estas cosas nodeberían existir.

Luego, el Señor habló acerca de lospensamientos que se engalanan, quese embellecen y que se preservan in-cesantemente mediante la virtud.Tales pensamientos aborrecen el pe-cado24, permiten que nuestro hablarsea “sí, sí; no, no”25, libres de la mali-cia. Perciben los aspectos positivos y el potencial de los demás, sin que-darse limitados a sus inevitables imperfecciones.

El versículo concluye con una her-mosa e instructiva referencia al proce-so de destilación. Para comprendermejor la aplicación de estos principiosen el refinamiento de nuestra vidapersonal, piensen en dos vasos deagua con el mismo aspecto exterior

que se colocan en un cuarto con unahumedad elevada. Después de un pe-riodo de tiempo, el agua comienza acondensarse en uno de los vasos por-que se encuentra a una temperaturadiferente, debido a unos preparativosprevios que no eran evidentes en unprincipio, mientras que el otro vasopermanece seco y sin ningún efecto.Sin forzarla, la humedad “fluirá ha-cia”26 un vaso mientras que el otro norecibirá nada. De manera similar, lascualidades que ennoblecen grande-mente el alma, la caridad hacia los demás, especialmente hacia nuestrafamilia, y los pensamientos engalana-dos mediante la virtud ajustan nuestratemperatura espiritual para que ladoctrina del sacerdocio destile sobrenuestra alma.

Así es como el sacerdocio, median-te las obras del Espíritu, conduce a laspersonas más cerca de Dios a travésde la ordenación, de las ordenanzas ydel refinamiento de la naturaleza delas personas, lo que brinda a los hijosde Dios la oportunidad de llegar a sercomo Él y vivir eternamente en Supresencia, haciendo de ésta una obramás gloriosa que mover montañas27.

Concluiré uniendo mi oración a la de Thomas Kelly como la editóParley P. Pratt:

Cual rocío que destilaen la yerba del vergel,Tu palabra salvadorallega a tu pueblo fiel.

Deja, Padre bondadoso,tu doctrina destilar,bendecida para darnosel eterno bienestar28.

En el nombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. Véase Mateo 17:20.2. Éter 12:30, Moisés 7:13, véase también

Jacob 4:6, Helamán 10:9.3. José Smith—Historia 1:38.4. Véase D. y C. 13.5. Véase D. y C. 18:9; 27:12.6. Véase D. y C. 110:11–12.7. D. y C.110:13–16.8. Considerando las instrucciones que el

profeta José Smith dio en el cuarto del segundo piso de su almacén de Nauvoo,vemos que el Señor restauró las ordenan-zas del templo sobre la tierra antes de revelarlas o ponerlas a disposición de Supueblo en el Templo de Nauvoo, así comosigue haciéndolo en nuestros días en to-dos Sus templos, otorgando al mismotiempo revelación e inspiración persona-les. (véase History of the Church,tomo V, págs. 1–2.)

9. D. y C. 124:40–41 (cursiva agregada); véase también vers. 31–32, 34,39.

10. Véase D. y C. 84:33–42.11. Véase D. y C. 128:8–9.12. Véase D. y C. 137:7–9; véase también

Predicad Mi Evangelio, 2004, pág. 88.13. D. y C. 84:38.14. D. y C. 84:20.15. Véase Abraham 2:11.16. “Los profetas han declarado que, sin lugar

a dudas, a los hijos e hijas de Dios no seles negará ninguna bendición si lo aman,tienen fe en Él, guardan sus mandamien-tos y perseveran fielmente hasta el fin”, M. Russell Ballard, “La igualdad a pesar delas diferencias”, Liahona, enero de 1994,pág. 105. “Todos los que se hagan merece-dores de esas bendiciones [el sellamientoen el templo y una familia eterna] las ten-drán en el tiempo preciso del Señor, yasea aquí o en la vida venidera”, élderRichard G. Scott, “La fuerza de la recti-tud”, Liahona, enero de 1999, pág. 81.

17. Traducción de José Smith, Hebreos 7:3; véase también Moisés 1:6.

18. Moisés 7:21.19. Mosíah 3:19.20. Alma 13:2, 16; D. y C. 107:3.21. Véase D. y C. 20:77, 79; 121:46.22. D. y C. 121:41–42.23. D. y C. 121:45.24. Véase Alma 13:12.25. Mateo 5:37.26. D. y C. 121:46.27. Moisés 1:39.28. “Cual rocío, que destila”, Himnos, Nº 87.

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Mi abuelo materno, AlmaBenjamin Larsen, tenía sólo34 años cuando, al despertar

una mañana, advirtió que casi no veíanada. Poco tiempo después de eso,perdió la vista por completo. Mi abue-lo había servido en una misión y siem-pre había sido un fiel miembro de laIglesia. Era un granjero que tenía unaesposa y tres hijos, y no imaginaba lavida privado de la vista. La esposa ylos hijos pequeños de mi abuelo sevieron enfrentados con la tarea de tener que llevar las cargas extras deayudar en la granja, y el dinero era escaso.

Durante ese tiempo de oscuridadfísica, muchas personas llegaron a serinstrumentos en las manos de Diospara ayudar a mi abuelo ciego. Un he-cho que produjo un gran impacto so-bre ellos ocurrió en 1919. Aquél fueun año de muchas dificultades econó-micas para todas las personas del pue-blo de mi abuelo. Se embargaban lasgranjas por omisión del pago de lasdeudas vencidas y los comercios sedeclaraban en quiebra. El préstamohipotecario de la granja era considera-ble y el abuelo recibió una notifica-ción del banco que le indicaba quetendría que pagar la suma de $195.00a fin de aplazar el embargo un añomás. Para él, tener que pagar esa can-tidad de dinero era como si le hubie-sen pedido una libra de su propiacarne. Prácticamente todos se encon-traban en la misma situación, por loque parecía imposible conseguir todoese dinero. Aun si hubiera reunidotodo lo que la granja producía —loscaballos, las vacas y la maquinaria—,no habría podido venderlos por$195.00. El abuelo le pidió a un veci-no que le matase y descuartizase doso tres de las vacas y las vendió, e hizolo mismo con algunos otros produc-tos. Había prestado dinero a sus veci-nos y ellos acordaron devolvérselo

hacia el final del año, pero ningunode sus deudores podía pagarle. La si-tuación económica del abuelo erasombría.

El abuelo contó esto en su diariopersonal: “Nunca olvidaré aquella no-che fría, justo antes de la Navidad de1919. Ya se veía que íbamos a perderla granja. Mi hija Gladys me puso unpapel en la mano y me dijo: ‘Esto hallegado hoy en el correo’. Se lo llevé a su madre y le pregunté qué era.Esto fue lo que mi esposa me leyó:‘Estimado hermano Larsen: He estadopensando en usted todo el día. Mepregunto si estará pasando por pro-blemas económicos. Si es así, tengo$200.00 que le puedo facilitar’. La car-ta la firmaba ‘Jim Drinkwater’. Jim eraun hombre pequeño de cuerpo y li-siado, y hubiera sido la última perso-na sobre la tierra que se habríapensado tuviera tal cantidad de dine-ro. Esa misma noche fui a su casa, y élme dijo: ‘Hermano Larsen, esta maña-na he recibido un telegrama del cieloy no he podido dejar de pensar en us-ted en todo el día. Estaba seguro deque usted tenía penurias económi-cas’. El hermano Drinkwater me diolos $200.00; enviamos $195.00 a laempresa hipotecaria y, con los cincodólares que sobraron, compramos bo-tas y ropa para los niños. Ese año sívino Santa Claus”.

En seguida, el abuelo expresó sutestimonio: “El Señor nunca me hadesamparado. Él ha enternecido elcorazón de otras personas de la mis-ma forma en la que enterneció el corazón del hermano Drinkwater.Testifico que la única seguridad y pro-tección que he tenido en la vida hanvenido mediante el esfuerzo por guar-dar los mandamientos del Señor y elapoyar y el sostener a las autoridadesde esta Iglesia”.

Muchas veces he pensado en JimDrinkwater y me he preguntadocómo llegó él a ser alguien en quienel Señor pudiera confiar. Jim era unhombre pequeño y lisiado en quienDios confió para ayudar a un granjerociego que tenía una cuantiosa deuda ytres hijos. He aprendido muchísimo

Cómo llegar a serinstrumentos en lasmanos de DiosÉ L D E R D O N R . C L A R K EDe los Setenta

Una persona no tiene que tener un llamamiento en laIglesia, ni recibir una invitación para ayudar a alguien, ni siquiera gozar de buena salud para llegar a ser uninstrumento en las manos de Dios.

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de la experiencia de mi abuelo conJim Drinkwater. He llegado a enten-der que una persona no tiene que te-ner un llamamiento en la Iglesia, nirecibir una invitación para ayudar a al-guien, ni siquiera gozar de buena sa-lud para llegar a ser un instrumentoen las manos de Dios. ¿Cómo, enton-ces, ustedes y yo llegamos a ser ins-trumentos en las manos de Dios? Losprofetas y las Escrituras nos enseñanla manera de hacerlo.

Antes que nada, debemos sentiramor por los hijos de Dios. Cuando el intérprete de la ley le preguntó al Salvador: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento?”, el Salvador respondió:

“Amarás al Señor tu Dios con todotu corazón, y con toda tu alma, y contoda tu mente.

“Este es el primero y grande mandamiento.

“Y el segundo es semejante:Amarás a tu prójimo como a ti mis-mo” (Mateo 22:36–39).

Joseph F. Smith dijo: “La caridad oel amor es el principio más grandeque existe. Si podemos extender unamano de auxilio al oprimido, si pode-mos ayudar a los que se encuentrandesanimados y afligidos, si podemoselevar y mejorar la condición del serhumano, nuestra misión es hacerlo; elhacerlo es una parte esencial de nues-tra religión” (Conference Report, abrilde 1917, pág. 4). Cuando sentimosamor por los hijos de Dios, se nosbrindan oportunidades de prestarlesayuda durante su viaje de regreso a Supresencia.

Las experiencias misionales de loshijos de Mosíah también nos ayudan acomprender cómo podemos llegar aser instrumentos en las manos deDios. “Y sucedió que viajaron muchos

días por el desierto” (Alma 17:9).Debemos estar dispuestos a viajar. Loshijos de Mosíah estuvieron dispuestosa salir de su entorno y a llevar a cabotareas nada agradables. Si Ammón nohubiera estado dispuesto a viajar a unatierra extranjera, en la que vivía unpueblo salvaje y empedernido y feroz,nunca habría encontrado ni ayudado aLamoni y su padre, y muchos lamani-tas nunca habrían aprendido acerca deJesucristo. Dios nos ha pedido queviajemos, que salgamos a la misión,que aceptemos llamamientos, que in-vitemos a alguien a la Iglesia y queayudemos a alguien que lo necesite.

En su empeño por ayudar a sushermanos lamanitas, los hijos deMosíah también aprendieron acercade la importancia del ayuno y de laoración: “Ayunaron y oraron muchopara que el Señor concediera que unaporción de su Espíritu los acompaña-se y estuviese con ellos, a fin de quefuesen un instrumento en las manosde Dios para llevar a sus hermanos,los lamanitas, si posible fuese, al co-nocimiento de la verdad” (Alma 17:9).¿Realmente deseamos ser instrumen-tos en las manos de Dios? Si es así,nuestro deseo impregnará nuestrasoraciones y constituirá el punto cen-tral de nuestros ayunos.

Tras haber perdido la vista, miabuelo ayunó y oró para que, en casode que tuviera que permanecer en laoscuridad, el Señor le diera paz. Éldijo que casi en menos de una hora“se iluminó mi mente y las nubes deoscuridad se disiparon”. Comenzó aver de nuevo, no con los ojos físicos,sino con los ojos espirituales.Posteriormente, a Alma BenjaminLarsen se le llamó a ser patriarca y sir-vió en ese oficio durante 32 años. Talcomo los hijos de Mosíah, mi abueloayunó y oró, y, como resultado, se leconcedió la oportunidad de bendecira miles de los hijos de Dios.

Nosotros, al igual que JimDrinkwater y mi abuelo, también de-bemos ser receptivos a las impresio-nes del Espíritu Santo, para que,cuando sintamos el deseo de ser uninstrumento en las manos de Dios,

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recibamos revelación. El profeta Alma,hijo, nos cuenta acerca de las revela-ciones que él recibió: “Sé lo que elSeñor me ha mandado, y en ello meglorío… sí, y ésta es mi gloria, quequizá sea un instrumento en las ma-nos de Dios para conducir a algúnalma al arrepentimiento; y éste es migozo” (Alma 29:9). Alma había recibi-do una revelación en cuanto a lo quedebía hacer.

Tengo una libreta que llevo conmi-go, donde anoto la inspiración y lasimpresiones que recibo del Espíritu.Esa libreta no parece muy importan-te, pues se gasta y, de vez en cuando,hay que cambiarla por otra. A medidaque los pensamientos acuden a mimente, los anoto y luego trato de lle-varlos a cabo. He descubierto quemuchas veces, al haber puesto enpráctica alguno de los puntos de milista, mi acción ha resultado ser larespuesta a la oración de alguien.También ha habido ocasiones en lasque no he llevado a cabo alguno delos puntos de mi lista y he descubier-to, más adelante, que había alguien a quien habría podido ayudar y no lo hice. Cuando recibimos impresio-nes acerca de los hijos de Dios, sianotamos los pensamientos y la ins-piración que recibimos y los obede-cemos, la confianza que Dios tieneen nosotros aumenta y se nos danmás oportunidades de ser instru-mentos en Sus manos.

Como dijo el presidente Faust:“Ustedes pueden ser poderosos ins-trumentos en las manos de Dios paraayudar a llevar a cabo esta granobra… Ustedes pueden hacer algopor otra persona que nadie más pue-da hacer…” (“Instrumentos en lasmanos de Dios”, Liahona, noviembrede 2005, pág. 115). Dios valora muchí-simo a los que ayudan a Sus hijos. Losinvito a todos ustedes, y a mí mismo,a seguir el consejo de los profetas y aconvertirnos en instrumentos en lasmanos de Dios, y, de ese modo, acontarnos entre Sus tesoros por ha-ber ayudado a Sus hijos.

En el nombre de Jesucristo. Amén. ■

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El coro ha cantado “Tan sólo conpensar en ti”1. En el Libro deMormón, Nefi, al hablar en

cuanto al Mesías, profetiza:“Y el mundo, a causa de su iniqui-

dad, lo juzgará como cosa de ningúnvalor; por tanto, lo azotan, y él lo so-porta; lo hieren y él lo soporta. Sí, es-cupen sobre él, y él lo soporta, pormotivo de su amorosa bondad y sulonganimidad para con los hijos delos hombres”2.

El enorme e intenso padecimientodel Salvador fue por nosotros, para evi-tar que tuviéramos que sufrir como Élsufrió3; sin embargo, el sufrimiento esparte de la vida y pocos se librarán desus garras. Puesto que es algo que cadauno de nosotros ha vivido, está vivien-do o pasará por ello. En las Escriturasse sugiere que, si abordamos el

sufrimiento, el dolor o el pesar con-centrándonos en Cristo, aprendere-mos lecciones espirituales. En laantigüedad, Pablo escribió que nues-tros sufrimientos podrían ofrecernos la oportunidad de conocer mejor alSalvador. Pablo escribió a los romanos:

“El Espíritu mismo da testimonio anuestro espíritu, de que somos hijosde Dios.

“Y si hijos, también herederos; he-rederos de Dios y coherederos conCristo si es que padecemos juntamen-te con él, para que juntamente con élseamos glorificados”4.

Ahora bien, no se enseña que per-sona alguna busque la adversidad y elsufrimiento; más bien es la actitudcon la cual encaramos nuestras difi-cultades y pruebas la que nos permiteconocer mejor al Salvador. La expe-riencia nos enseña que el sufrimientoes una de las vivencias que vendrá sintener que buscarlo.

Permítanme utilizar un ejemplo personal: Hace algunos años, cuandonuestro primer hijo tenía más o menosun año, yo fui la causa de un sufrimien-to aparentemente innecesario. Asistía-mos a la universidad y una nochehabía estado jugando en el suelo conél; entonces salí de la habitación parair a estudiar y, al cerrar la puerta detrásde mí, él intentó alcanzarme, levantóuna mano por sobre su cabeza y metióuno de los dedos entre las bisagras dela puerta. Al cerrar la puerta, su dedosufrió una grave herida.

Que te conozcan a TiÉ L D E R K E I T H R . E D W A R D SDe los Setenta

Si abordamos el sufrimiento, el dolor o el pesarconcentrándonos en Cristo, aprenderemos leccionesespirituales.

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Fuimos deprisa a la sala de emer-gencias del hospital y se le suministróanestesia local; el doctor llegó y nosaseguró de que podía solucionarse.Aunque parezca extraño, en ese mo-mento lo único que mi hijo de un añoquería era que lo sostuviera su papá.Mientras me veía en la sala, resistíatodo esfuerzo de someterse a la deli-cada cirugía; pero cuando salí de lasala, se calmó y el médico pudo proceder.

Durante la operación, yo estabapreocupado y me acercaba a la puertaentreabierta y miraba alrededor paraver cómo iban las cosas. Quizás poralguna sensación inadvertida, al es-piarle en silencio desde un rincón queestaba detrás de él, él asomaba la ca-beza para ver si yo estaba allí.

En uno de esos momentos, al verque tenía el brazo extendido y la cabe-za inclinada en busca de su padre, mepuse a pensar en otro Hijo, el que te-nía los brazos extendidos clavados enla cruz, y que buscaba a Su Padre, y vinieron a mi mente las palabras:“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me

has desamparado?”5. Lo que era unmomento muy traumático en mi vida,de pronto llegó a ser muy sagrado.

Las Escrituras se refieren a un gru-po de hombres y mujeres que parecí-an siempre mantener su menteenfocada en Cristo; personas que, sinimportar qué herida o injusticia lavida les deparara, permanecían fielesy dispuestas a perseverar. Me refiero aAbraham, quien fue desposeído de latierra de su herencia y se le mandó sa-crificar a Isaac; a José, quien fue ven-dido a la esclavitud por sus hermanosy fue encarcelado por honrar la virtudy la castidad, y abandonado en la pri-sión debido a un sirviente desconsi-derado; a Ruth, la joven viuda ydestituida, pero constante y leal a susuegra; a los tres profetas llamadosNefi; a los dos llamados Alma y, porsupuesto, al profeta José Smith.

Para mí, es particularmente notable la perseverancia de Nefi.Soportando constantemente la ira desus hermanos, fue atado cuatro díasen el barco que les traía a la tierraprometida. No podía moverse y, en el

cuarto día, cuando parecía ser que es-taban a punto de ser tragados por elocéano, sus hermanos, temiendo quefueran a perecer, “desataron las liga-duras de [sus] muñecas, y he aquí, és-tas estaban sumamente hinchadas; ytambién se [le] habían hinchado mu-cho los tobillos, y el dolor era grande.

“No obstante, acudía a [su] Dios y lo alababa todo el día, y no [murmuraba]…”6.

Recordemos, sin embargo, que fueNefi quien escribió: “…lo azotan, y éllo soporta; lo hieren, y él lo soporta.Sí, escupen sobre él, y él lo sopor-ta…”7 Nefi lo entendía.

Aunque el propósito del sufrimien-to no siempre es aparente cuandoéste ocurre, el profeta José tuvo unaexperiencia espiritual singular mien-tras estaba en la cárcel de Liberty. ElSeñor lo consoló:

“Hijo mío, paz a tu alma; tu adver-sidad y tus aflicciones no serán másque por un breve momento;

“y entonces, si lo sobrellevas bien,Dios te exaltará; triunfarás sobre to-dos tus enemigos”8.

“…entiende, hijo mío, que todasestas cosas te servirán de experiencia,y serán para tu bien.

“El Hijo del Hombre ha descendi-do debajo de todo ello. ¿Eres tú mayor que él?”9.

Al ser llamados a soportar el sufri-miento, a veces provocado intencio-nal o negligentemente, se nos colocaen una posición única: si así lo desea-mos, puede permitírsenos tener unnuevo conocimiento de lo que elHijo de Dios padeció. En tanto queAlma nos dice que Cristo sufrió todolo que ninguno de nosotros tendráque sufrir nunca para saber cómo socorrernos10, también lo contrariopodría ser verdad: que nuestro sufri-miento nos permita percibir la di-mensión y la magnitud de Susacrificio expiatorio.

El meditar en cuanto a aquel inci-dente con mi propio hijo hace ya tan-tos años me ha ofrecido nuevosdiscernimientos y, quizá, un profundoentendimiento de la magnitud y mag-nificencia de la Expiación. Aprecio

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profundamente que el Padre estuvieradispuesto a permitir que Su Hijo su-friera por mí y por cada uno de nosotros. He obtenido una nuevacomprensión personal de la profundi-dad y amplitud de la Expiación. Nome imagino permitir de forma volun-taria que mi hijo sufriese aun en tanmínima manera; y nuestro Padre “detal manera amó… al mundo, que hadado a Su Hijo unigénito…”11

Aunque nunca hemos hablado so-bre ello, también mi hijo tendrá laoportunidad de apreciar el pasaje enel que el Salvador explica: “He aquíque en las palmas de las manos te ten-go esculpid[o]; delante de mí estánsiempre tus muros” 12.

Aunque no deseo sugerir que laherida que tuvo mi hijo puede com-pararse con las de la santa Expiación,la cicatriz que le quedó en su manocontinúa visible para él y, si deseahacerlo, puede emplearla como unrecordatorio de las cicatrices que elSalvador tenía en las palmas de Susmanos, habiendo sufrido por nues-tros pecados; él tiene la oportunidadde entender, a su propia manera, elamor que el Salvador tiene por noso-tros habiéndose sometido volunta-riamente para ser atormentado,golpeado, quebrantado y herido por nosotros.

Aunque el sufrimiento puede pro-porcionar discernimiento, debemostener cuidado de no comparar, sinomás bien de valorar. Siempre habrádiferencias infinitas entre nosotros ynuestro Salvador. Su comentario aPilato: “Ninguna autoridad tendríascontra mí, si no te fuese dada…”13 nosrecuerda una vez más el deseo y la na-turaleza voluntaria de Su sacrificio.Nunca podremos resistir la profundae intensa naturaleza o la magnitud deSu padecimiento, “padecimiento quehizo que yo, Dios, el mayor de todos,temblara a causa del dolor y sangrarapor cada poro y padeciera, tanto en elcuerpo como en el espíritu”14, pero, asemejanza de Nefi, podemos tener unmayor aprecio por lo que Él hizo ysentir que Su espíritu nos socorre, yconocer al Salvador en un sentido

muy real, y “ésta es la vida eterna, que[le conozcamos a Él]”15.

Doy testimonio de que Jesucristoes el Salvador del mundo; que me-diante Su padecimiento y Su expia-ción podemos recibir la remisión denuestros pecados y ganar la vida eter-na. Doy testimonio de Su tierna yamorosa bondad; Él es el Unigénitodel Padre y en todas las cosas hizo lavoluntad de Su Padre, en el nombrede Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. “Tan sólo con pensar en ti”, Himnos, Nº 762. 1 Nefi 19:9.3. Véase D. y C. 19:16–19.4. Romanos 8:16–17.5. Mateo 27:46.6. 1 Nefi 18:15–16.7. 1 Nefi 19:9.8. D. y C.121:7–8.9. D. y C. 122:7–8.

10. Alma 7:11–12.11. Juan 3:16.12. Isaías 49:16.13. Juan 19:11.14. D. y C. 19:18.15. Juan 17:3.

Una familia en São Paulo, Brasil.

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Para alguien como yo, con for-mación médica, comprender lacomplejidad, el orden y la ar-

monía del cuerpo humano refuerzami fe en el Creador. Yo creo en Dios yen que Él nos creó.

La alternativa a no creer en unCreador es creer que la vida surgiócon cierta espontaneidad y por acci-dente. Yo no creo en eso.

Si Dios nos creó, no sería lógicoque nos dejase solos; tiene sentidoque nos haya dado orientación, y par-te de esa guía la hemos recibido enforma de mandamientos.

Los mandamientos no tienen porobjeto ser una carga ni restringirnos;por lo contrario, son postes indicado-res colocados por un Padre Celestial

omnisciente para evitar que tengamosproblemas, brindarnos una felicidadplena en esta vida y llevarnos a salvode regreso a Él.

En un discurso pronunciado en1994, en la Universidad BrighamYoung, el rabino Harold S. Kushnerdijo:

“Soy judío ortodoxo y cumplo conlas leyes de alimentación de la Biblia.Supongo que muchos de ustedes cre-en que me paso el día diciéndome:‘¡Vaya! Me encantaría comerme unaschuletas de cerdo, pero ese Dioscruel no me deja’. Pues no. La verdades que… me paso el día diciéndome:‘¿No es increíble? Hay cinco mil millo-nes de personas en este planeta yDios se preocupa por lo que almuer-zo… y por el vocabulario que utilizo’.

“…No me siento menos porque seme diga que hay ciertas cosas que nopuedo hacer ya que están mal. Al con-trario, me siento mejor”1.

El élder Henry B. Eyring lo dijo aúnmucho mejor en la transmisión de laprimera reunión mundial de capacita-ción de líderes: “El Señor nos ha dadoSus normas de dignidad, pero no lasha dado para alejarnos de Él, sinopara acercarnos más a Él”2.

Hermanos y hermanas, el guardarlos mandamientos marca la gran dife-rencia en esta vida y en la venidera.Para ser dignos del reino celestial ydel gozo que hay en él, ¡debemos

guardar los mandamientos!La única norma válida para noso-

tros es una norma celestial. EnDoctrina y Convenios leemos:“Porque el que no es capaz de obede-cer la ley de un reino celestial, nopuede soportar una gloria celestial”3.¡Es así de simple! Sin embargo, no esnecesario esperar para disfrutar delgozo celestial. Vivir los mandamientosnos brinda gozo aquí y ahora.

Mi temor es que hay demasiadosentre nosotros que no están total-mente comprometidos a vivir todoslos mandamientos. Esos santos no es-tán dispuestos a alejarse totalmentedel mundo, sino que se aferran a él.

En la sesión del sacerdocio de unaconferencia regional cantamos el him-no “Oh, élderes de Israel”, cuyo estri-billo dice: “Adiós, oh Babilonia; vamosya a marchar”4. Después del himno, elélder Neal A. Maxwell dijo que despe-dirse de Babilonia es uno de nuestrosretos; a muchos nos gusta tener unacasa de veraneo allí5.

No podemos tener un pie en laIglesia y otro en el mundo; una de lasrazones es porque la Iglesia y el mun-do se están distanciando con rapidezy perderemos el equilibrio.

Ya sabemos que “ninguno puedeservir a dos señores”6. Me temo quehay quienes tratan de hacer lo que elpresidente Marion G. Romney definiócomo “tratar de servir al Señor sinofender al diablo”7.

El Salvador enseñó: “Vosotros soisla sal de la tierra; pero si la sal se des-vaneciere, ¿con qué será salada? Nosirve más para nada, sino para serechada fuera y hollada por los hom-bres”8.

¿Cómo se desvanece nuestra sal?Una forma es cuando dejamos de serdiferentes del mundo. Muchos dentrode la Iglesia se mueven lentamentehacia el mundo y se parecen y se vuel-ven cada vez más como él. Debemosdejar de movernos hacia el mundo.

El élder Robert D. Hales dijo: “LosSantos de los Últimos Días no tienenque parecerse al mundo ni entrete-nerse como él. Nuestros hábitos per-sonales deben ser diferentes, al igual

Por tanto, proponedesto en vuestroscorazonesÉ L D E R L A R R Y W. G I B B O N SDe los Setenta

No podemos tener un pie en la Iglesia y otro en el mundo.

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que nuestros pasatiempos”9.En esta época de relativismo mo-

ral, debemos estar preparados paradar un paso al frente y decir: “Estoestá bien y esto está mal”. ¡No pode-mos dejarnos llevar por la corriente!Obviamente, no estoy sugiriendo quenos mudemos al desierto y cerremosla puerta con llave. Podemos estar enel mundo, ir a la escuela, trabajar, per-tenecer a organizaciones comunitariasdignas, etcétera; pero debemos afe-rrarnos a las normas del Señor.

Tengo un buen amigo que es unmédico de renombre y que escribe unartículo de salud en una publicaciónnacional con regularidad. Con fre-cuencia habla sobre nutrición, pero élmismo tiene un problema: le gustanlas rosquillas; son deliciosas, pero nose consideran uno de los alimentosmás nutritivos.

Para solucionar ese dilema, elaborólo que él llama la teoría de nutrición80/20, que dice: si uno come bien unochenta por ciento del tiempo, puedecomer lo que quiera el veinte porciento restante.

Tal vez eso esté bien referente a lanutrición, pero el principio 80/20 noes aceptable en cuestiones tales comoel juego de azar, la pornografía o lahonradez. Hermanos y hermanas, enocasiones, ¿somos miembros de laIglesia 80/20?

Piensen en la mujer que santifica eldía de reposo, a menos que necesitealgo de un comercio. O en el hombreque es honrado en todos sus tratos,salvo cuando no resiste la tentaciónde exagerar sus deducciones tributa-rias porque así ahorra más de mil pe-sos. O en el padre que es amable ybondadoso con su esposa y sus hijos,salvo cuando ha tenido un mal día enel trabajo.

Hermanos y hermanas, vendamosnuestra casa de veraneo en Babilonia.No seamos “casi” Santos de los Últimos Días, sino “cien por ciento”.

En la Traducción de José Smith deLucas 14:28, en inglés, el Señor dice:“Proponed esto en vuestros corazo-nes: que haréis las cosas que os ense-ñe y os mande”. Me encanta el verbo

“proponer”. Hermanos y hermanas,ruego que nos lo hayamos “propues-to”. Existen bendiciones preciadasque sólo se reciben cuando uno en-trega su corazón a Dios por completo.

El presidente Heber J. Grant expre-só: “No hay sino un camino seguropara los Santos de los Últimos Días, y ése es el camino del deber. No estan sólo tener un testimonio; no esrecibir manifestaciones maravillosas;no es saber que el Evangelio deJesucristo es verdadero;… no es saber en realidad que el Salvador es el Redentor ni que José Smith fue Suprofeta lo que nos salvará a ustedes y

a mí, sino el hecho de guardar losmandamientos de Dios y de llevar lavida de un Santo de los ÚltimosDías”10.

Jovencitos y jovencitas, a medidaque comiencen a establecer sus prio-ridades en la vida, recuerden que loúnico que les dará seguridad verdade-ra en ella será el vivir los mandamien-tos. La seguridad financiera y laposición en la sociedad no tienen unvalor real y no hay rectitud en ellos.Se los aseguro a ustedes.

Ustedes vivieron con su PadreCelestial en la vida preterrenal, estu-vieron allí con Él. El espíritu de

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ustedes sabe lo que es vivir en un rei-no celestial, por lo que nunca serándel todo felices mientras vivan en unentorno que no sea celestial. Ustedessaben demasiado y ésa es una de lasrazones por las que para ustedes lamaldad nunca será felicidad11. Quégran cosa es decidir al principio de lavida, de una vez por todas, lo que ha-rán y lo que no harán en cuanto a lahonradez, la modestia, la castidad, laPalabra de Sabiduría y el matrimonioen el templo.

Hermanos y hermanas, permanez-can en el sendero estrecho y angosto.No, permanezcan en medio del sen-dero estrecho y angosto. No vayan sinrumbo, no se alejen, no jueguen coneso, tengan cuidado.

Recuerden: no coqueteen con elmal. Manténganse alejados del terre-no del diablo y no le concedan ningu-na ventaja. El vivir los mandamientosles proporcionará la felicidad que de-masiadas personas buscan en otroslugares.

Como enseñó el élder Nelson esta mañana, ésta es la plenitud delEvangelio de Jesucristo. Ésta es SuIglesia. ¡La Restauración sí sucedió!No hay razón para vacilar.

Sé que el presidente Gordon B.Hinckley es el profeta del Señor en laactualidad; siento gratitud por estar asu lado y le agradezco sus enseñan-zas, su liderazgo y su maravillosoejemplo de fortaleza. Sé que Dios vivey que es nuestro Padre. Testifico queJesús es el Cristo. En el nombre deJesucristo. Amén. ■

NOTAS1. “The Human Soul’s Quest for God”,

Brigham Young Magazine, febrero de 1995,pág. 26.

2. Reunión mundial de capacitación de líderes, enero de 2003, pág. 13.

3. D. y C. 88:22.4. Himnos, Nº 209.5. Véase The Neal A. Maxwell Quote Book,

ed. Cory H. Maxwell, 1997, pág. 25.6. Mateo 6:24.7. “The Price of Peace”, Tambuli, febrero de

1984, pág. 6.8. Mateo 5:13.9. “Gifts of the Spirit”, Ensign, febrero de

2002, pág. 17.10. “The President Speaks”, Improvement Era,

noviembre de 1936, pág. 659.11. Véase Alma 41:10.

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Poco después de que nuestraamiga Carolyn Rasmus se unióal cuerpo docente de la

Universidad Brigham Young, un gru-po de colegas docentes la invitaronun sábado a escalar las montañas deProvo. Carolyn no era miembro de LaIglesia de Jesucristo de los Santos delos Últimos Días, pero se había senti-do particularmente aceptada en sunuevo círculo de colegas, por lo quese unió a la escalada.

A medida que subía el sol, tambiénascendían los excursionistas por la la-dera de la montaña. Entonces, cuandoeran más o menos las diez, el grupoempezó a buscar dónde sentarse.Carolyn pensó: “¡Qué bueno! ¿Cómosabían que tenía que descansar?”, yella también buscó un lugar cómodopara estirar las piernas; pero en esedescanso en particular los participantes

parecían más serios que de cos-tumbre; algunos sacaban lápiz y papel,mientras que uno sintonizaba conatención una radio de transistores.

Lo que ocurrió después cambiaríasu vida para siempre. Una de sus ami-gas le dijo: “Carolyn, tenemos que ex-plicarte algo: éste es el primer sábadode octubre, y para nosotros eso signi-fica no sólo un clima hermoso y el bri-llante follaje del otoño, sino tambiénla conferencia general de la Iglesia.Como Santos de los Últimos Días, noimporta dónde estemos o lo que este-mos haciendo, nos detenemos y escu-chamos; así que nos vamos a sentaraquí, entre los robles y los pinos, mi-raremos hacia el valle y escucharemosa los profetas de Dios durante un parde horas”.

“¡Un par de horas!”, pensóCarolyn. “No sabía que había profetasde Dios que todavía vivieran”, dijo, “y,¡de verdad no sabía que había tantospara que les tome dos horas!” Lo queno sabía era que se detendrían denuevo a las dos de la tarde por otrasdos horas, y que la invitarían paraque, al día siguiente, escuchara la con-ferencia en casa durante otras cuatrohoras más.

Y el resto ya es cosa sabida. Con elobsequio de parte de sus alumnos, deun ejemplar de las Escrituras encua-dernado en cuero, con el amor deamigos y de familias del barrio al queempezó a asistir, y con las experienciasespirituales que desearíamos que tu-vieran todos aquellos que entran en la

De nuevo llegaronprofetas a la tierraÉ L D E R J E F F R E Y R . H O L L A N DDel Quórum de los Doce Apóstoles

No es algo insignificante que la Iglesia declare al mundo laprofecía, la videncia y la revelación, pero lo hacemos.

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luz del Evangelio, Carolyn se bautizó yse le confirmó miembro de la Iglesia y,como suele decirse lo demás fue his-toria. Al enterarse aquel día en cuantoa la conferencia general, sentada en loalto de la montaña que tiene pintadoel emblema “Y” de la universidad, lahermana Rasmus había visto su propiocumplimiento personal de la invita-ción profética de Isaías: “Venid, y su-bamos al monte de Jehová, a la casadel Dios de Jacob; y nos enseñará suscaminos, y caminaremos por sus sen-das. Porque de Sion saldrá la ley, y deJerusalén la palabra de Jehová”1.

Se acerca el fin de otra maravillosaconferencia general; hemos sido ben-decidos al oír mensajes de nuestros lí-deres, entre ellos y especialmente, oíral presidente Gordon B. Hinckley, elhombre al que sostenemos como eloráculo de Dios en la tierra, nuestroprofeta viviente, vidente y revelador.Como lo han hecho los profetas des-de la dispensación de Adán hastanuestros días, el presidente Hinckleynos ha congregado, en sentido figura-do, en una especie del equivalenteglobal del valle de Adán-ondi-Ahmán,y nos ha amado, enseñado y conferi-do su bendición2.

Puedo decir, sin temor a equivocar-me, que la oración que todos los her-manos y hermanas han tenido alhablar este fin de semana es que laconferencia general haya sido tan edifi-cante y, de ser necesario, que haya te-nido un impacto tan grande en nuestravida como lo tuvo para la hermanaRasmus y para innumerables miles deotras personas que semestralmenteresponden al llamado de nuestro him-no: “Dios manda a los profetas, quepredican la verdad; debemos escuchar-les y Su nombre alabar”3.

En mi propia expresión de testimo-nio y de gratitud por los mensajes ypor el significado de la conferenciageneral, quisiera sugerir tres cosasque se declaran a todo el mundo enestas congregaciones semestrales.

Primero, se declara con entusias-mo y sin lugar a dudas que hay unprofeta viviente de nuevo sobre la tie-rra que habla en el nombre del Señor.

¡Y cuánto necesitamos esa guía!Vivimos días turbulentos y difíciles;vemos guerras por el mundo y dificul-tades nacionales. Nuestros vecinosafrontan aflicciones personales y pesa-res familiares. Muchísimas personaspasan por muchas clases diferentesde temor y tribulación. Eso nos hacerecordar que cuando los vapores detinieblas envolvieron a los viajeros enla visión de Lehi del árbol de la vida,rodearon a todos los participantes,tanto a los justos como a los injustos,al joven junto con el anciano, al nue-vo converso y al miembro de muchotiempo. En esa alegoría, todos hacenfrente a la oposición y a las penalida-des, y únicamente la barra de hierro—la palabra declarada de Dios— puede guiarlos con seguridad. Todosnecesitamos esa barra; todos necesita-mos esa palabra. Nadie está segurosin ella, porque si no se tiene, cual-quiera puede “[caer] en senderosprohibidos y [perderse]”4, así se indica

en el registro. Cuán agradecidos nossentimos por haber oído la voz deDios y sentido la fuerza de esa barrade hierro en esta conferencia estosdos días pasados.

No muy seguido, pero durante eltranscurso de los años, algunas fuen-tes han sugerido que las AutoridadesGenerales, en sus declaraciones, noestán al tanto de lo que está pasando,que están desconectados de los temasactuales, que algunas de sus normas yprácticas son obsoletas y que no sonpertinentes a nuestros días.

Siendo el menor entre los que us-tedes han sostenido para presenciardirectamente la guía de esta Iglesia,digo con todo el fervor de mi almaque jamás, ni en mi vida personal niprofesional, me he relacionado conningún grupo que esté más al tanto,que conozca profundamente los pro-blemas que afrontamos, que estudiede manera más detenida las cosas delpasado, que sea más receptivo a lo

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nuevo, y que sopese de manera máscuidadosa, seria y devota todo lo de-más. Testifico que la comprensiónque este grupo de hombres y mujerestiene de los asuntos morales y de lasociedad excede al de cualquier orga-nización de investigación o de grupode expertos de los que conozca quetrate asuntos semejantes en cualquierparte de la tierra. Expreso mi testimo-nio personal de lo buenos que son,de lo arduo que trabajan y de cuánhumildemente viven. No es algo insig-nificante que la Iglesia declare al mundo la profecía, la videncia y la revelación, pero lo hacemos; es luzpura que brilla en un mundo oscuro,y su resplandor procede de estas sesiones de conferencia.

Segundo, cada una de estas confe-rencias es un llamado para actuar, nosolamente en nuestra propia vida, sinotambién a favor de los que nos rodean,aquellos que son de nuestra propia fa-milia y fe, como los que no lo son. Estamañana, el presidente Hinckley nos re-cordó, en forma conmovedora, queéste es el 150 aniversario del viaje de

las compañías de carros que, mientrasse estaba llevando a cabo la conferen-cia general de octubre de 1856, aquíen el valle de Lago Salado, se arrastra-ban a través de los últimos kilómetroscongelados de Nebraska y que prontoquedarían varados en la infranqueablenieve de las tierras elevadas deWyoming. Nos citó el mensaje inspira-do del presidente Brigham Young a lossantos en esa conferencia general desimplemente “ir y traer esas personasque están en las planicies”5.

Tan ciertamente como el rescatede aquellas personas necesitadas fueel tema de la conferencia general deoctubre de 1856, es también el temade esta conferencia, y de la últimaconferencia y la de la primavera si-guiente. Tal vez en esta conferenciano afrontemos ventiscas ni sepulturasen terrenos congelados, pero los ne-cesitados aún están allí: el pobre y elfatigado, el desalentado y el desani-mado, los que “[caen] en [los] sende-ros prohibidos” que mencionamosanteriormente, y las multitudes que“no llegan a la verdad sólo porque

no saben dónde hallarla”6. Están allícon las manos caídas y las rodillas debi-litadas7 y el mal tiempo se avecina. Úni-camente los pueden rescatar aquellosque tienen más, que saben más y quepueden ayudar más. Y no se preocu-pen por preguntar: “¿Dónde están?”.Están por todas partes; a nuestra dere-cha y a nuestra izquierda, en nuestrovecindario y en el trabajo, en toda co-munidad, municipio y nación de estemundo. Tomen su yunta y su carroma-to, cárguenlo con su amor, su testimo-nio, y un saco de harina espiritual, ydespués tomen cualquier rumbo. ElSeñor los guiará hacia los necesitadossi tan sólo adoptan el Evangelio deJesucristo que se ha enseñado en estaconferencia. Abran el corazón y lamano a los que están atrapados en elequivalente del siglo 21 de Martin’sCove y Devil’s Gate [lugares históricospor los que pasaron esas compañías].Al hacerlo, honraremos la repetida sú-plica del Maestro a favor de las ovejas,las monedas y las almas perdidas8.

Por último, una conferencia gene-ral de la Iglesia es una declaración atodo el mundo de que Jesús es elCristo, que Él y Su Padre, el Dios yPadre de todos nosotros, se aparecie-ron al joven profeta José Smith encumplimiento de esa antigua promesade que el Jesús de Nazaret resucitadovolvería a restaurar Su Iglesia en la tie-rra y que “[vendría] como [esos san-tos judíos] le [habían] visto ir alcielo”9. Esta conferencia, y toda otraconferencia similar a ésta, es una de-claración de que Él condescendió envenir a la tierra en la pobreza y la hu-mildad para afrontar el dolor y el re-chazo, la desilusión y la muerte a finde que pudiésemos ser salvos de esamisma suerte a medida que se des-pliega nuestra eternidad, para que“por su llaga [seamos] nosotros cura-dos”10. Esta conferencia proclama atoda nación, tribu, lengua y pueblo laamorosa promesa Mesiánica de que“para siempre es su misericordia”11.

A todos ustedes que piensan queestán perdidos o sin esperanza, o quepiensan que han cometido demasia-dos pecados graves por demasiado

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tiempo, a todo aquel que le preocupeque está abandonado en alguna partede las invernales llanuras de la vida yque en el trayecto haya destrozado sucarromato, esta conferencia exclama avoces el repetido mensaje de Jehová:“Mi mano todavía está extendida”12.“…Les extenderé mi brazo”, dijo,“[aunque] me [negaren]. Sin embar-go, si se arrepienten y vienen a mí,seré misericordioso con ellos, porquemi brazo está extendido todo el día,dice el Señor Dios de los Ejércitos”13.Su misericordia perdura para siemprey Su mano todavía está extendida. Suamor es el amor puro de Cristo, la ca-ridad que nunca deja de ser, esa com-pasión que perdura aun cuando todaotra fuerza desaparezca14.

Testifico de este Jesús misericordio-so que tiende la mano y rescata, queésta es Su Iglesia redentora, basada enSu amor redentor, y que, tal como lodeclararon aquéllos del Libro deMormón: “…llegaron entre el puebloprofetas, enviados del Señor [para de-clararlo… [Sí] de nuevo llegaron pro-fetas a la tierra”15. Testifico que elpresidente Gordon B. Hinckley es entodo respecto, de pies a cabeza, unprofeta como ellos, uno cuya vida yvoz atesoramos y por quien tanto he-mos orado. Él ahora dará por conclui-da esta congregación semestral. Poresa bendición, y por todas estas bendi-ciones y por muchas más, doy graciaspersonalmente en esta conferencia ge-neral, en el nombre de Jesucristo.Amén. ■

NOTAS1. Isaías 2:3.2. Véase D. y C. 107:53–56.3. “Dios manda a profetas”, Himnos, Nº 11.4. 1 Nefi 8:28; véase también versículos

23–24.5. Deseret News, 15 de octubre de 1856, pági-

na 252; véase también LeRoy R. Hafen yAnn W. Hafen, Handcarts to Zion, 1960,págs. 120–121.

6. D. y C. 123:12.7. Véase D. y C. 81:5.8. Véase Lucas 15.9. Hechos 1:11.

10. Isaías 53:5.11. Véase Salmos 136:1.12. Véase Isaías 5:25; 9:17, 21.13. 2 Nefi 28:32.14. Véase Moroni 7:46–47.15. Éter 7:23; 9:28.

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Mis amados hermanos y her-manas, qué milagro son estasconferencias. No hay nada en

el mundo con lo cual se comparen. Elpensar que estamos reunidos aquí eneste gran salón de conferencia y quelo que decimos se transmite por todoel mundo para que las personas decada continente adoren juntas al Diosviviente, en verdad es un maravillosomilagro. Todos los que han tomado lapalabra lo han hecho muy bien. Ojaláhubiese habido tiempo para oír a todas las Autoridades Generales.Lamentablemente, no ha sido posible.Los representantes de las organizacio-nes auxiliares nos han inspirado consus mensajes.

Las oraciones nos han inspiradodel mismo modo. La música ha sidosimplemente magnífica.

Estamos tan agradecidos por esteformidable Centro de Conferencias,

este gran salón donde nos reunirnos, ypor la tecnología que ha permitidoque nuestras palabras se transmitanpor toda la tierra a nuestros miembrosen muchas tierras y en diversos climas.

Ojalá hubiese paz en la tierra, y rogamos constantemente para que la haya.

Ahora, nuestros amados compañe-ros, dejamos con ustedes nuestroamor y nuestra bendición. Que elEspíritu del Señor more en sus hoga-res y que el amor reine en sus relacio-nes familiares.

Rogamos por esto, al despedirnosde ustedes durante otros seis meses,en el sagrado y santo nombre denuestro Redentor, y con ustedes deja-mos nuestro amor y nuestra bendi-ción, en Su nombre, sí, el SeñorJesucristo. Amén. ■

Palabrasde clausuraP R E S I D E N T E G O R D O N B . H I N C K L E Y

Dejamos con ustedes nuestro amor y nuestra bendición.Que el Espíritu del Señor more en sus hogares.

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Cuando recibí este llamamiento,le supliqué a mi Padre Celestialque me ayudara a saber lo que

necesitaban las hermanas de laIglesia. Recibí la fuerte impresión deque nosotras, Sus hijas, necesitamossaber que Él nos ama; necesitamos sa-ber que Él ve lo bueno en nosotras. Elsentir Su amor nos alienta a seguiradelante, nos asegura que somos Sushijas y nos confirma que nos valoraaun cuando tropezamos y atravesa-mos contratiempos pasajeros.

Fue al expresar mi testimonio en lasesión del domingo por la tarde de laconferencia general de abril de 2002,que sentí confirmada la veracidad de

este mensaje. Esa mañana se me co-municó que el élder David B. Haighttal vez no participara en la conferen-cia y que si eso sucedía, yo dispondríade cinco minutos para expresar mitestimonio. Ese día oré más de lo quese imaginan por el élder Haight. Alverlo entrar en el centro de conferen-cias esa mañana, empecé a tranquili-zarme, hasta el momento en que élsalió mientras cantaba la congrega-ción. Al encontrarme ante el púlpitoesa tarde, ¡la pantalla del telepromterestaba en blanco!, pero el mensajeque acudía con insistencia a mi mentey a mi corazón era que las mujeres ne-cesitaban sentir el amor del Señor ensu diario vivir. Era el mensaje que sa-bía que tenía que transmitir aquel día,y aún lo sigue siendo.

La forma tierna y personal en quehan respondido a esa instrucción meha conmovido. Gracias por decirnoscómo les ha bendecido ese mensaje.Sus palabras han corroborado el hecho de que cada una de nosotrastiene el derecho, y la necesidad, de sentir el amor del Señor en su vida.

Nuestro Padre Celestial nos amabaantes de que viniésemos a la tierra.Hermanas, sé que Él nos ama, asícomo también Su Hijo Jesucristo. Eseamor jamás cambiará: es constante;

ustedes pueden contar con él; debe-mos confiar en él.

Así como el lema de la Sociedad deSocorro nos recuerda que “la caridadnunca deja de ser”, debemos tener laconfianza de que el amor de Cristonunca nos dejará. Todo lo que hace-mos en la Sociedad de Socorro debereflejar el amor de nuestro Salvador yel de nuestro Padre Celestial. Ese granamor debe ser la fuente de nuestramotivación para servir a los demás;debe ser tanto nuestro punto de par-tida como nuestro destino.

Sé de una joven madre con cincohijos pequeños que llamó a una her-mana mayor, a quien consideraba suvaliosa guía, y le preguntó: “¿Meacompañaría en una caminata?”. Suamiga sabía que eso significaba quenecesitaba hablar con alguien. Haciala mitad del recorrido, la joven madrepor fin dijo: “No puedo creer que miPadre Celestial me ame; he cometidomuchos errores en mi vida. No creoque sea digna de Su amor; ¿cómo po-dría Él amarme a mí?” Hermanas, ellaera una mujer que había hecho con-venios en el templo y era activa en laIglesia. No obstante, se sentía indignade Su amor. La hermana mayor res-pondió rápidamente: “Naturalmenteque la ama; es Su hija”.

¿Rechazamos con frecuencia elamor del Señor, que derrama sobrenosotras en una abundancia muchomás grande de la que estamos dis-puestas a recibir? ¿Pensamos que de-bemos ser perfectas a fin de merecerSu amor? Cuando permitimos estar“para siempre [envueltas] entre losbrazos de su amor”1 nos sentimos se-guras, y nos damos cuenta de que nonecesitamos ser perfectas de inmedia-to. Debemos reconocer que la perfec-ción es un proceso. Éste es unEvangelio de progreso eterno, y debe-mos disfrutar el trayecto. Eterno signi-fica “sin comienzo ni fin”, de modoque el estar rodeadas de Su amor estáa nuestro alcance cada día; es cons-tante, aun cuando no lo reconozca-mos. Me encanta la descripción quehizo Nefi de este gran don: “El amorde Dios… se derrama ampliamente

Envueltas parasiempre en Su amorB O N N I E D. PA R K I NPresidenta General de la Sociedad de Socorro

Hermanas, sé que [nuestro Padre Celestial] nos ama, asícomo también Su Hijo Jesucristo. Ese amor jamáscambiará: es constante.

REUNIÓN GENERAL DE LA SOCIEDAD DE SOCORRO2 3 d e s e p t i e m b r e d e 2 0 0 6

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en el corazón de los hijos de los hom-bres; por lo tanto, es más deseableque todas las cosas… el de mayorgozo para el alma”2. Testifico que esverdad.

Sé que entre nosotras quizás hayaalgunas que tengan dificultad en ima-ginarse cómo es el sentir el amor delSeñor. Piensen en una madre con surecién nacido. La calidez, la seguridad,el amor y la paz del abrazo de una ma-dre nos ayudan a entender lo que sesiente al estar envueltas en los brazosdel amor del Señor. Una joven adultade la Sociedad de Socorro escribió:“Únicamente debido al amor de mimadre llego apenas a comprender lamagnitud y el poder del amor delSalvador”.

Madres, ¿se dan cuenta de lo impor-tantes que son al enseñar esa verdad asus hijos? Al envolver a sus hijos con suamor, ellos percibirán destellos delamor del Señor. El presidente GordonB. Hinckley nos amonesta: “Amemos alSeñor nuestro Dios y amemos a SuHijo, y agradezcamos siempre Su amorpor nosotros. Aunque cualquier otroamor falle, ese amor que Dios nos tie-ne, resplandeciente, trascendental yeterno, y el amor de Su Hijo, que dioSu vida por cada uno de nosotros,siempre permanecerán”3.

La madre que sabe la relación queella tiene con Dios ayuda a sus hijos aconocerlo y a estar rodeados de Suamor. Me conmovieron las palabrasque una hija compartió en el funeralde su madre de cien años de edad:“Cuando yo era una jovencita que tra-taba de planificar mi horario de cla-ses, iba a la cocina donde mi madreestaba planchando. Yo le mencionabaposibles opciones para mis estu-dios… y ella escuchaba atentamente.Hablábamos en cuanto a las posibili-dades… a lo que respondía: ‘Y bien,Cathy, ¿has orado al respecto?’ Eso meparecía algo vergonzoso; vacilaba y lecontestaba: ‘¿Hay que orar por todo?’A lo que simplemente respondía: ‘Yolo hago’”4.

Esta hermana escuchaba; ella com-partió su fe en el Señor, puso el ejem-plo, expresó sus expectativas para que

su hija se volviera continuamente alSeñor. Cuando nos volvemos al Señor,sentimos que Su amor nos une más.Madres, enseñen a sus hijos a incluirsiempre al Señor en sus vidas y ayú-denlos a reconocer Su amorosa influencia.

Mi madre y yo recibimos juntasnuestra bendición patriarcal; yo teníaveinte años de edad y ella cuarenta ynueve. Nunca olvidaré ese día; cómo elpatriarca colocó las manos sobre la ca-beza de ella y le dijo de las muchas ve-ces que se le había preservado la vidatras una racha de fiebre reumática, en-fermedades del corazón y muchasotras enfermedades. Él narró la vida demi madre, enumerando las ocasionesen que había bendecido a los demás.Le dijo lo que el Señor tenía en mentepara ella y le dio guía en cuanto a loque debía hacer. Yo conocía la vida de

mi madre, y escuchaba a ese patriarcadescribirla sin conocerla. Esa experien-cia fue un testimonio para mí de queDios vive, de que nos ama y de quenos conoce personalmente. Ese díainolvidable, sentí el amor del Señorpor mi madre, y por mí.

La evidencia más grande del amordel Salvador por nosotros es Su expia-ción. Su amor rebosa de paciencia,gracia, longanimidad, misericordia yperdón.

Ahora, en calidad de abuelas, tene-mos la sagrada responsabilidad de en-volver a nuestros nietos con amor.Cuando una niña de tres años le faltóal respeto a su abuela, ésta le dijo:“Ésa no es la manera de hablarle a tuabuela, porque tú y yo seremos ami-gas durante millones y millones deaños”. ¿No es algo maravilloso serabuelas? Recuerden, hermanas, el

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amor y los convenios nos unen en fa-milias eternas.

Muchas veces el amor del Señor se recibe mediante otras personasque responden a la inspiración delEspíritu. ¿Oímos y seguimos esa inspiración?

Debido a reveses económicos, unahermana tuvo que abandonar su que-rida casa y su barrio después de vivirallí durante veintidós años, lo cual fuemuy doloroso. El primer domingo queasistió a su nuevo barrio, dijo: “Mesentía muy sola, a pesar de que cono-cía a algunas personas. Esa mañana fuiuna de las primeras en la Sociedad deSocorro; al estar sentada, observé a lashermanas que entraban y tomaban susasientos. Todas parecían necesitartoda la fila entera, no sólo un asiento;no se sentaban cerca de las demás, ytampoco se sentaron a mi lado; mesentía abandonada”. Hermanas, ¿porqué nos hacemos eso unas a otras? Lahermana continuó: “Entonces llegóLisa; se le iluminó el rostro cuando me vio, se apresuró hacia donde yo estaba, se sentó a mi lado, pasó el

brazo a mi alrededor y me dio unfuerte abrazo. Es sorprendente lo mucho que algo tan pequeño puedesignificar. Su cordialidad, y también su amor, disiparon mi soledad”.

Temo que a veces vemos el amordel Señor sólo en los sucesos impor-tantes de nuestra vida, pero tambiéndebemos percibir Su amor en las co-sas pequeñas. No subestimen la fa-cultad que tienen para compartir elamor del Señor mediante un hechosimple y genuino como el sentarse allado de una hermana y hacerla sentirbienvenida.

¿Sienten ustedes el amor del Señoren su vida? La forma en que yo sientaSu amor puede ser diferente de la forma en que ustedes lo perciban. La clave es que lleguen a entendercómo recibir ese amor; y una vez que lo perciban, estén dispuestas acompartirlo.

En calidad de presidencia visitamosla devastada Costa del Golfo tras el hu-racán Katrina. Una tarde, en una char-la fogonera, me encontraba ante elpúlpito y sentí la inspiración de que

todas las hermanas presentes necesi-taban que alguien literalmente les ten-diera la mano y las fortaleciera.Después de la reunión, la hermanaHughes, la hermana Pingree y yo noscolocamos en puertas diferentes yabrazamos a cada hermana, a medidaque iban saliendo. Simplemente dese-ábamos expresarles nuestro amor. Acualquiera de esas hermanas que nosestén escuchando esta noche, les digoque salimos de esa capilla sintiéndo-nos renovadas a causa del amor deDios que ustedes compartieron connosotras. Gracias por cuidarse unas aotras, y ¡por cuidarnos a nosotras tres!

En mis oraciones matutinas, le pidoa mi Padre Celestial que me llene deSu amor a fin de realizar Su obra conmás devoción. Sé que he sido bendeci-da a causa de esta súplica diaria. Comohermanas de la Sociedad de Socorro,debemos esforzarnos por manifestar elamor de Cristo, que siempre se esfor-zó por complacer a Su Padre, al hacerSu voluntad. Hermanas, debemos ha-cer todo lo posible por seguir Su ejem-plo supremo —demostrar ese amor ennuestros pensamientos, nuestro ha-blar, nuestras acciones— en todo loque hagamos y seamos. No debemospermitir que ni el orgullo ni la vanidad,ni el egoísmo ni los objetivos persona-les se interpongan en que tendamosuna mano de amor a los demás. Demanera sencilla y profunda, debemospermitir que el amor de Dios nos en-vuelva a nosotras mismas, y eso lo lo-gramos al abrazar la expiación eternadel Salvador; entonces podremos expandir ese círculo para incluir anuestra familia y a todas las demás personas. Ese círculo es, de verdad, el cielo.

Mis queridas hermanas, que elSeñor las bendiga para que a diariosientan Su amor a medida que guar-dan Sus convenios, ejercen la caridady fortalecen a las familias. En el nom-bre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. 2 Nefi 1:15.2. 1 Nefi 11:22–23; cursiva agregada.3. “Las palabras del Profeta actual”, Liahona,

diciembre de 1996, pág. 8.4. Correspondencia personal.

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L a pintura de Cristo con unmanto rojo, de MinervaTeichert, pareció ser la perfecta

para representar la Escritura que ele-gimos para esta tarde: “Estoy parasiempre envuelto entre los brazos desu amor” (2 Nefi 1:15). Con los brazosextendidos hacia nosotras, se vecómo Cristo nos da una bienvenida;así como cuando invitó a los nefitas“Levantaos y venid a mí” (3 Nefi11:14), nos invita a cada una de noso-tras, a ir de una en una hacia Él, paraque también sepamos que Él es “elDios de toda la tierra, y que [ha] sidomuerto por los pecados del mundo”(3 Nefi 11:14). Al aceptar esta invita-ción, comprendemos qué se siente alestar envueltas entre los brazos de Su amor.

Estoy segura de que todas ustedes,en un momento u otro, se han sentido

envueltas entre los brazos de Cristo;pero si son como yo, habrá momentosen que sientan temor, en los que el es-trés y el ajetreo de la vida parezcanabrumadores, y se sientan sin la guíadel Espíritu; quizás hasta piensen quehan quedado desamparadas. Cuandoexperimento esos sentimientos, el me-jor remedio son los recuerdos de losmomentos en que la paz de Cristo meha fortalecido. Por lo tanto, esta tardelas invito a recordar conmigo lo quees sentir el amor del Señor en su vida ya sentirse envueltas entre Sus brazos.

Mi madre falleció cuando yo erauna madre joven, cuando aún necesi-taba de su apoyo y de sus consejos.Ella sobrevivió sólo seis semanas des-pués de habérsele diagnosticado cán-cer. Al principio me preocupaba mipadre, pero sentía gratitud porquemamá no había sufrido mucho y por-que su fallecimiento había sido unadulce experiencia para nosotros. Peropocas semanas más tarde, llegaban elDía de la Madre y su cumpleaños, yempecé a extrañarla muchísimo.Deseaba que me rodeara con sus bra-zos y deseaba saber que ella estababien. Quería decirle que la amaba y laextrañaba.

Una noche, mientras oraba y llora-ba (lo cual hacía a menudo en ese entonces), sentí cómo el consuelo llenaba mi cuerpo de una manera sú-bita y poderosa. Ese sentimiento merestableció y me brindó paz. Aunquefísicamente no duró mucho, fue in-mensamente reconfortante. Sabía que

era el amor del Señor que me envol-vía para brindarme paz y fortaleza. Esemomento tan importante ha perma-necido en mi memoria como un regalo que desenvuelvo y recuerdocuando la vida se torna difícil.

En ocasiones, sin que haya necesi-dad, también he experimentado esosmomentos de amor y la paz resultan-te de éstos de forma inesperada, sintener ningún problema o asunto enparticular que haya estado afrontan-do. Un apacible domingo de otoño,estaba sentada en mi silla para leer lasEscrituras mientras veía cómo caíanlas hojas amarillas del duraznero (me-locotonero) del vecino. Al levantar lavista de las Escrituras, y sin ningúnaviso, me llenó un sentimiento de pazy satisfacción; fue un momento fugaz,pero el recuerdo del amor que sentíha perdurado. Al llegar los momentosde dificultad, el recordar es un don dela memoria.

Siento el amor del Señor en mivida todos los días al buscarlo, y sien-to que me rodea con Sus brazos. Veola evidencia del amor del Señor enmis caminatas matutinas en las que elaire es puro y el primer rayito de solse asoma por el oriente. Siento Suamor cuando un versículo de lasEscrituras emerge en mi mente conuna nueva perspectiva. Reconozco Suamor en las buenas hermanas de laSociedad de Socorro que me enseñano en las maestras visitantes que estánpendientes de mí. Siento Su presen-cia cuando se me conmueve el cora-zón al escuchar música hermosa o al oír un discurso memorable.Hermanas, el Señor está por doquiercuando abrimos los ojos y el corazónhacia Su amor.

Sin embargo, hay mujeres entre us-tedes, estoy segura, que ahora se pre-guntan: “¿Cuándo tengo tiempo paracaminar en la mañana? ¿Cuándo fue laúltima vez que tuve diez minutos detranquilidad para leer las Escrituras?”o “¿Cuándo fue la última vez que tuveun día sin dolor, o que estuve sin pre-ocupaciones, o sin penas?” En verdadreconozco que a veces la vida tiene laapariencia de un enorme cúmulo de

Cómo recordar el amor del SeñorK AT H L E E N H . H U G H E SPrimera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

Debemos procurar conocer el amor del Señor y sentirlo en nuestra vida.

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obligaciones, frustraciones y decep-ciones; pero el Señor está allí, sincambiar nunca; aún con Sus brazosabiertos. Cuando nos sintamos abru-madas debemos recordar la paz de laque Él nos ha hablado en ocasionesanteriores. Su paz brinda consuelo yfortaleza; lo cual el mundo no puedebrindarnos.

En calidad de mujeres fieles de LaIglesia de Jesucristo de los Santos delos Últimos Días, hemos sido bendeci-das con el Espíritu Santo. Al invitar alSalvador en nuestra vida, el EspírituSanto nos testificará del amor que elPadre y Su Hijo, nuestro Salvador, sien-ten por cada una de nosotras. Pero elsentir ese amor no depende sólo denuestro deseo, sino también de los he-chos que se nos han dado a conocer yque debemos hacer: la oración sincera,que es específica y humilde, seguidapor escuchar tranquilamente las res-puestas del Señor; el estudio regularde las Escrituras y tiempo para meditarlo que hemos leído; y finalmente, el te-ner la disposición de reflexionar sobrenuestros sentimientos y pensamientos,y confiar en la promesa del Señor deque “[hará] que las cosas débiles seanfuertes para [nosotras]” (Éter 12:27).Al estudiar y meditar, tenemos dere-cho a tener acceso a las impresionesdel Espíritu, y al prestar más atención a

éstas, reconoceremos lo que el Señorhace por nosotras día tras día; lo en-contraremos, tal como dijo el élderNeal A. Maxwell: “en los pequeños de-talles de nuestra vida” (“Becoming aDisciple”, Ensign, junio de 1996, pág.19). Y cuando reconocemos esas co-sas, sentimos Su paz y nos damoscuenta de que ciertamente nos senti-mos envueltas en los brazos de Suamor.

En la Reunión mundial de capacita-ción de líderes, de enero de 2004, elpresidente Gordon B. Hinckley amo-nestó a las mujeres de la Iglesia a“permanecer firmes e inquebranta-bles” en contra de la maldad que cre-ce en el mundo (“Standing Strongand Immovable”, Reunión mundialde capacitación de líderes, 10 deenero de 2004, pág. 20). Hermanas,ésa es la razón por la que debemosprocurar conocer el amor del Señor ysentirlo en nuestra vida. Ésa es la ra-zón por la que debemos recordar yatesorar nuestras propias experienciasjunto con Su paz y la fortaleza queemana de ellas. Ése también es el mo-tivo por el que debemos relatar nues-tras experiencias de fe y detestimonio a nuestros hijos y a los queno tienen padres ni seres queridos.

Nuestras familias necesitan la pazde Dios, y si nosotras no podemos o

no queremos invitar al Señor en nues-tra vida, entonces nuestra familia seconvierte en un reflejo de nuestrapropia confusión. Se ha pedido que lamujer tenga la tarea de cuidar conamor a la familia, pero también debe-mos ser firmes. Debemos tener ci-mientos sólidos sobre los que nuestrohogar se mantenga de pie. Nuestra fa-milia necesita que le hablemos paz dela misma forma en la que el Señor noshabla a nosotras. Nuestro hogar debeser el aposento en el que la familia ylos amigos deseen estar, donde todoel que entre halle la fortaleza y el tem-ple para hacer frente a los crecientesdesafíos en un mundo cada vez máslleno de maldad. Nuestros hijos nece-sitan oír que “hablamos de Cristo…nos regocijamos en Cristo, [y] predi-camos de Cristo” (2 Nefi 25:26) paraque sepan a qué fuente han de acudirpara hallar la paz “que sobrepasa todoentendimiento” (Filipenses 4:7).

Hermanas, recuerden que la invita-ción del Salvador es clara y directa, yde importancia para nosotras; es cons-tante: “Venid a mí todos los que estáistrabajados y cargados… Llevad miyugo sobre vosotros… porque… lige-ra [es] mi carga” (Mateo 11:28–30).Ésa es la promesa del Señor tanto paramí como para ustedes.

Es mi oración que cada una denosotras recordemos los momentosen que el Señor nos ha hablado Supaz y nos ha envuelto en los brazosde Su amor. Y de la misma manera,si alguna de ustedes no lo ha sentidopor un tiempo, busquen verlo y sen-tirlo al efectuar las tareas cotidianas.Al hacerlo y al pasar los días, los me-ses y los años de su vida, los recuer-dos de esos lazos con el Señorconstituirán dulces regalos paraabrirlos una segunda vez o muchasmás, para fortalecerlas durante losmomentos difíciles.

“Mi paz os doy”, promete el Señor,“yo no os la doy como el mundo lada” (Juan 14:27). Paz y fortaleza, ésees nuestro anhelo, y lo podemos lo-grar. Sólo tenemos que dirigirnos hacia Sus brazos extendidos. En elnombre de Jesucristo. Amén. ■

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En la magnifica pintura deMinerva Teichert, Cristo conun manto rojo, con las marcas

de los clavos en las manos y con losbrazos abiertos, se muestra en todaSu majestuosidad. Con ternura y com-pasión dirige Su mirada hacia las mu-jeres que tratan de llegar hasta Él.

Me encanta el simbolismo de lasmujeres que extienden su mano paratocar al Salvador. Deseamos estar cer-ca del Salvador porque sabemos queÉl nos ama y desea envolvernos “parasiempre en los brazos de Su amor”1.Su mano puede curar cualquier do-lencia, sea espiritual, emocional o físi-ca. Él es nuestro Abogado, el GranEjemplo, el Buen Pastor y el Redentor.

¿A dónde más podríamos dirigir nues-tra mirada, a dónde más podríamosacudir, a dónde más podríamos venir,sino a Jesucristo, “el autor y consuma-dor de la fe”?2

Él dijo: “Sí, en verdad… si venís amí, tendréis vida eterna. He aquí, mibrazo de misericordia se extiende hacia vosotros; y a cualquiera quevenga, yo lo recibiré”3. Su promesanos invita no sólo a extender nuestramano hacia Él, sino también a dar los importantísimos pasos siguientes:Venir a Él.

Esta doctrina es sumamente motivadora y alentadora. El Mesíasextiende Su brazo de misericordia atodos, siempre dispuesto a recibir-nos, si es que decidimos venir a Él.Si venimos al Salvador con “íntegropropósito de corazón”4, sentiremosSu amorosa mano en las formas máspersonales.

“Una mujer”5 tomó esa decisión ysintió Su poder: “Una mujer que pa-decía de flujo de sangre desde hacíadoce años, y que había gastado enmédicos todo cuanto tenía, y por nin-guno había podido ser curada,

“se le acercó por detrás y tocó elborde de su manto; y al instante sedetuvo el flujo de su sangre.

“Entonces Jesús dijo: ¿Quién es elque me ha tocado? Y negando todos,dijo Pedro y los que con él estaban:

Maestro, la multitud te aprieta y opri-me, y dices: ¿Quién es el que me hatocado?

“Pero Jesús dijo: Alguien me ha to-cado; porque yo he conocido que hasalido poder de mí.

“Entonces, cuando la mujer vioque no había quedado oculta, vinotemblando, y postrándose a sus pies,le declaró delante de todo el pueblopor qué causa le había tocado, ycómo al instante había sido sanada.

“Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salva-do; vé en paz” 6.

Me he preguntado qué habría ocu-rrido si esa mujer aquejada por el flujode sangre no hubiese creído en elSalvador lo suficiente como para llevara cabo el esfuerzo necesario para tocarel borde de Su manto. Entre aquellamultitud, me imagino que llegar a es-tar tan cerca de Él le habrá requeridoun gran esfuerzo. No obstante, “nodudando nada”7, ella persistió.

De forma similar, debemos demos-trar que la fe en el Señor se ha aden-trado en nuestro corazón lo suficientecomo para motivarnos a actuar.

Una amiga me habló de una oca-sión en la que se sentía inconsolable.Era tal el dolor que la afligía, debido auna tragedia ocurrida en la familia,que cierto día ni siquiera fue capaz desalir de casa. Inesperadamente, unahermana de la Sociedad de Socorrollamó a su puerta y le dijo: “Sentí queme necesitabas”. Esa hermana no hizopreguntas ni indagó los detalles; sóloabrazó a mi amiga y le dijo: “¿Quieresque ofrezcamos una oración?”.Después de orar, la hermana se mar-chó. Ese amable detalle y delicada ac-titud fue de gran ayuda para sanar elcorazón herido de mi amiga.

Esa amorosa hermana de laSociedad de Socorro no sólo escuchóal Espíritu, sino que actuó conforme aesa inspiración. En un sentido real, ellademostró que la virtud de las doctrinassalvadoras había llegado hasta su cora-zón a tal grado que todos los días seempeñaba en ser más como Cristo.Sus actos reflejaban su comprensiónparticular de que “la caridad nuncadeja de ser” 8.

Dirigir la miradahacia Cristo yacudir y venir a ÉlA N N E C . P I N G R E ESegunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

El Mesías extiende Su brazo de misericordia a todos, siempredispuesto a recibirnos, si es que decidimos venir a Él.

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De los millares de ustedes, fieleshermanas de la Sociedad de Socorroque, al igual que esa compasiva her-mana, reflejan el “eterno” amor deCristo,9 que es la caridad, el presiden-te Gordon B. Hinckley ha dicho:“Innumerables son las obras de esasnotables, magníficas y generosas mu-jeres al prestar socorro a los afligidos,al atender a los enfermos, al dar ale-gría y consuelo a los que sufren pesa-res… al levantar a los que han caído,infundiéndoles fortaleza, aliento y eldeseo de seguir adelante”10.

Esa misma voluntad para seguiradelante hacia nuestro Salvador a ve-ces requiere de un arrepentimientoinmediato. Se trata de reconocer quehemos cometido errores o que nohemos hecho lo que debíamos paraanimar o ayudar a alguien. Esas recti-ficaciones en nuestros pensamientos,palabras y obras son esenciales paratodos los que desean venir a Cristo.

Representan decisiones individualessobre cómo podremos tocar la vidade los demás, en sentido literal y figurado.

Nos acercamos al Salvador a medidaque envolvemos a los demás en losbrazos de nuestro amor, o no lo hace-mos; aliviamos las heridas emocionaleso físicas, o no lo hacemos; dirigimosuna mirada amorosa más bien que crí-tica, o no lo hacemos; pedimos per-dón por el daño que hemos causado,aunque no haya sido intencionado, ono lo hacemos; realizamos el difícil tra-bajo espiritual de perdonar a los quenos han ofendido, o no lo hacemos;corregimos enseguida nuestros erro-res o negligencias en nuestros tratoscon los demás en cuanto nos damoscuenta de ellos, o no lo hacemos.

Al igual que ustedes, yo sé qué sig-nifica realizar rectificaciones esencialesen el rumbo que tomamos. Recuerdouna ocasión en la que, sin querer,

ofendí a una hermana de mi barrio.Tenía que arreglar el asunto, perodebo admitir que mi orgullo me impi-dió ir a ella y pedirle perdón. Ya fuesepor mi familia, otros compromisos,etc., el caso es que encontré el modode posponer mi arrepentimiento.Estaba segura de que las cosas se arre-glarían solas, pero no fue así.

En la quietud no de una noche,sino de varias, me desperté con la cla-ra comprensión de que no iba por elcamino que el Señor deseaba que to-mase. No estaba obrando conforme ami fe de que Su brazo de misericordiaen verdad se hallaba extendido haciamí, siempre y cuando actuara de laforma correcta. Oré para recibir fuer-za y valor, me humillé y fui hasta lacasa de esa hermana y le pedí perdón.Esa experiencia resultó ser algo dulcey benéfico para ambas.

A veces, una rectificación de rumbo es algo tan inmediato como

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detener nuestro apresurado paso ha-cia la salida después de las reunio-nes de la Iglesia y, en vez de ello,cruzar el vestíbulo para saludar auna solitaria hermana que sabemosque hablará por largo rato con noso-tras. Con frecuencia, será algo a largo plazo como el superar el resen-timiento hacia los miembros denuestra familia que nos tratan de for-ma desconsiderada, todo ello mien-tras procuramos edificar vínculospositivos. Normalmente, esas rectifi-caciones de rumbo, que son casoscruciales de arrepentimiento, “da[n]fruto apacible de justicia…”11.

Al buscar ese fruto de justicia, noes de extrañar que, al igual que lasmujeres de la extraordinaria obra dearte de Minerva Teichert, extendamosnuestras manos con fervor y adora-ción por el Salvador, pues nosotrossabemos que Él extiende “su brazo demisericordia hacia aquellos que po-nen su confianza en él”12. Y debido aque esa gloriosa promesa es verdade-ra, ¿a dónde más podríamos dirigirnuestra mirada, a dónde más podría-mos acudir, a dónde más podríamosvenir, sino a Jesucristo, la Luz delMundo, el Cordero de Dios, nuestroMesías?

Yo sé que “[surge] el Hijo deJusticia, con salvación en sus alas”13

no sólo para esa mujer en particularaquejada por el flujo de sangre, sinotambién para cada una de nosotras. Élnos guiará, nos bendecirá y nos con-gregará, si decidimos venir a Él. Es miruego que podamos hacerlo todos losdías de nuestra vida.

En el nombre de Jesucristo. Amén. ■

NOTAS1. 2 Nefi 1:15.2. Hebreos 12:2.3. 3 Nefi 9:14.4. 3 Nefi 10:6.5. Marcos 5:25.6. Lucas 8:43–48.7. Santiago 1:6.8. Moroni 7:469. Véase Moroni 8:17

10. “Mormón debe significar ‘muy bueno’ ”,Liahona, enero de 1991, pág. 66.

11. Hebreos 12:11.12. Mosíah 29:20.13. 3 Nefi 25:2.

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Mis queridas hermanas, quégran oportunidad se me hadado de dirigirme a ustedes

en esta gran conferencia de laSociedad de Socorro. Esta noche he-mos escuchado discursos maravillo-sos impartidos por mujeres de gran fey capacidad. Quiero que la presiden-cia de la Sociedad de Socorro sepaque tenemos plena confianza en ellasy que las apreciamos en todo respec-to. Estamos agradecidos por el temaque han escogido del Libro deMormón, de 2 Nefi: “Para siempre[envueltas] entre los brazos de suamor” (véase 2 Nefi 1:15). Las muje-res de la Sociedad de Socorro están li-teralmente envueltas para siempreentre los brazos de nuestro Señor.

A mi juicio, ésta es la mejor organi-zación de mujeres en todo el mundo.Es una creación divina. José Smith ha-bló y actuó en calidad de profeta

cuando la organizó en 1842. En aque-lla ocasión dijo: “La organización de laIglesia de Cristo nunca fue perfectahasta que se organizó a las mujeres”(Sarah M. Kimball, “Early Relief SocietyReminiscences”, 17 de marzo de 1882,Relief Society Record, 1880–1992,Archivos de La Iglesia de Jesucristo delos Últimos Días, pág. 30).

Hoy en día, la Sociedad de Socorrocuenta con alrededor de cinco millo-nes de miembros; está organizada enmuchas naciones, enseña en muchosidiomas e incluye a todas las mujeresde la Iglesia de 18 años en adelante.Entre ellas hay mujeres jóvenes solte-ras, mujeres que nunca se han casado,mujeres viudas o divorciadas, mujerescon esposo y familia, mujeres de edadavanzada, muchas de las cuales hanperdido a su compañero eterno.

Una vez, un amigo de otra fe reli-giosa me dijo: “SUD significa Servicio,Unidad y Devoción”. ¿Qué representarealmente la Sociedad de Socorro?¿Qué significa? Permítanme hacer al-gunos comentarios al respecto.

La Sociedad de Socorro significaamor. Qué maravilloso es ser testigodel amor que existe entre buenas mu-jeres que se relacionan entre sí con lazos de amor, amistad y respeto mutuos. De hecho, esta organizaciónes el único medio que muchas muje-res tienen para establecer vínculos deamistad.

Las mujeres tienen el instinto natu-ral de extender la mano con amor a losafligidos y los necesitados. El programade bienestar de la Iglesia se caracteriza

Entre los brazos de su amorP R E S I D E N T E G O R D O N B . H I N C K L E Y

Ésta es la mejor organización de mujeres en todo el mundo.Es una creación divina.

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por estar basado en el sacerdocio,pero no podría funcionar sin laSociedad de Socorro.

La Sociedad de Socorro significainstrucción. Cada mujer de estaIglesia tiene la obligación de obtenertoda la instrucción posible, ya queello enriquecerá su vida, incrementa-rá sus oportunidades y le brindaráaptitudes laborales por si llegara anecesitarlas.

La semana pasada recibí una cartade una madre soltera, y quisiera leer-les una parte. Ella dice lo siguiente:

“Han pasado diez años desde queusted mencionó a nuestra familia enla conferencia general de octubre de1996… El consejo y el ánimo que nosdio a mí y a otras hermanas solas hansido un modelo que he seguido enmi vida diaria. La frase que se ha con-vertido en mi lema y consigna [es]:‘Pongan su mejor esfuerzo’, y eso eslo que mis hijos y yo procuramos hacer.

“Mis cuatro hijos terminaron losestudios preuniversitarios y se gra-duaron de seminario; dos de ellos sir-vieron en una misión de tiempocompleto. Todos trabajamos paranuestro sostén y seguimos leales y fie-les al Evangelio. Nos sentimos muy

bien al saber que hemos logrado salir adelante por nuestra cuenta en estosúltimos años… Hay un cierto senti-miento de logro cuando podemosotra vez depender de nosotros mis-mos y proveer para las necesidadesde la familia…

“Me sentí motivada a regresar a launiversidad. Es un gran desafío traba-jar tiempo completo y asistir a clasesnocturnas, pero ha ampliado mi pers-pectiva de la vida y me ha ayudado aser una persona mejor. Mi familia, losmiembros del barrio y mis compañe-ros de trabajo me han apoyado, y estediciembre me graduaré.

“Al meditar en mi bendición pa-triarcal y al ayunar y orar al respecto,pude fijar unas metas realistas, lascuales me han servido de guía paramantenerme apegada a los principiosdel Evangelio. Asisto a mis reuniones,oro a diario y pago el diezmo.Tomo… muy en serio mi llamamientocomo maestra visitante…

“La Iglesia es verdadera, y es unhonor y un privilegio encontrarmeentre los miembros dignos y bendeci-dos de La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días. Recibimosguía mediante la inspiración de unamoroso Padre Celestial que nos

conoce y que quiere que progrese-mos. Le doy las gracias por sus ama-bles palabras de ánimo de hace diezaños y por las muchas palabras de ins-piración que mediante Sus siervos re-cibimos continuamente del Señor. Séque soy una hija de Dios y soy bende-cida por ser miembro de Su Iglesia”.

La Sociedad de Socorro significaautosuficiencia. El mejor almacena-miento de alimentos no está en losgraneros, sino en las latas y los frascossellados que están en casa de nuestragente. Qué maravilloso es ver latas detrigo, arroz y frijol debajo de las camaso en las despensas de mujeres quehan asumido la responsabilidad delplan de bienestar. Esos alimentos talvez no tengan buen sabor, pero lesnutrirán si tienen que utilizarlos.

La Sociedad de Socorro significasacrificio. Siempre me conmueve estepoema sencillo de Anne Campbell,donde al hablar de su hijo, ella dice:

“Eres el viaje que nunca realicélas perlas que nunca compré.Eres mi bello lago italiano;mi pedacito de cielo lejano”(“To My Child,” citado en Charles L.Wallis, ed., The Treasure Chest, 1965,pág. 54).

Muchas de ustedes son madres yson responsables de criar y educar asus hijos. Cuando sean mayores y ten-gan el cabello blanco, no les importa-rá la ropa elegante que se hayanpuesto, ni los automóviles que hayanconducido, ni la casa grande en la quehayan vivido. Su pregunta más urgen-te será: “¿Cómo han sido mis hijos?”.

Si han sido buenos, se sentiránagradecidas; pero si no, tendrán pococonsuelo.

Una vez escribí: “¡Que Dios lesbendiga, madres! Una vez que se hagaun recuento de todas las victorias ylas derrotas de los hombres, cuandoel polvo de las batallas de la vida co-mience a asentarse, cuando todo porlo que trabajamos con tanto esfuerzoen este mundo de conquista se desva-nezca ante nuestros ojos, ustedes es-tarán allí, deberán estar allí como la

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fortaleza para una nueva generación,en la marcha siempre progresista dela raza humana” (One Bright ShiningHope, 2006, pág. 18).

Hace algunos años, el élder Marion D. Hanks dirigió una mesa re-donda en el Tabernáculo de Salt Lake,en la que participó una joven atractivay capaz, divorciada, y madre de sietehijos, entre siete y dieciséis años deedad. Dijo que una noche cruzó la ca-lle para llevarle algo a su vecina.Escuchen sus palabras, tal como lasrecuerdo.

“Al volverme para regresar a casa, vila casa toda alumbrada; podía aún es-cuchar el eco de las voces de mis hi-jos que me habían dicho al salir hacíaunos minutos: ‘Mamá, ¿qué vamos acenar?’ ‘¿Me puedes llevar a la biblio-teca?’ ‘Necesito ir a comprar una car-tulina esta noche’. Cansada y agotada,miré la casa y vi la luz encendida encada una de las habitaciones. Penséen todos los niños que estaban en

casa esperando a que yo llegara paraatender sus necesidades. Mis cargasparecían más pesadas de lo que podíasoportar.

“Recuerdo haber mirado el cielo a través de mis lágrimas, y dije:‘Querido Padre, hoy no lo puedo ha-cer; estoy demasiado cansada. Nopuedo ir a casa y atender sola a todosmis hijos. ¿No podría ir a quedarmecontigo sólo una noche? Regresarépor la mañana’.

“En verdad, no escuché la respues-ta con los oídos, pero sí con la mente.Y la respuesta fue: ‘No, pequeña, nopuedes venir ahora conmigo porquenunca querrías regresar. Pero yo puedo ir a ti’ ”.

Hay muchas mujeres como esa madre joven que se encontraba sola y desesperada pero que afortunada-mente tenía suficiente fe en el Señor,que podía amarla y ayudarla.

La Sociedad de Socorro significa fe; significa darle prioridad a lo más

importante; significa cosas como elpago del diezmo.

El élder Lynn Robbins, de losSetenta, cuenta este relato de un presidente de estaca de Panamá.

Siendo joven, y habiendo regresa-do hacía poco de la misión, encontróa la joven con la que quería casarse.Eran felices, pero pobres.

Entonces llegó una época difícil enla que se les acabó la comida y el di-nero. Era un sábado y literalmente notenían nada para comer. René se an-gustió porque su esposa tenía ham-bre. Decidió que no quedaba otraalternativa más que usar el dinero deldiezmo para comprar comida.

Al salir de casa, su esposa lo detuvoy le preguntó a dónde iba. Él le dijoque iba a comprar comida. Ella le pre-guntó de dónde había conseguido eldinero. Él contestó que era el dinerodel diezmo. Ella dijo: “Ese dinero esdel Señor; no lo usarás para comprarcomida”. La fe de ella era más fuerte

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que la de él. Él devolvió el dinero yesa noche se fueron a dormir sin comer.

A la mañana siguiente no desayu-naron, y fueron en ayunas a la Iglesia.René le entregó el diezmo al obispo,pero el orgullo le impidió decirle queestaban necesitados.

Después de las reuniones, él y suesposa emprendieron el camino acasa. No habían avanzado mucho,cuando un miembro nuevo, que erapescador, los llamó desde su casa yles dijo que tenía más pescados de losque iba a utilizar. Envolvió cinco pes-cados pequeños en un periódico, yellos se lo agradecieron. Al seguir sucamino, otro miembro los detuvo yles dio tortillas; después alguien máslos detuvo y les dio arroz; otro miem-bro los vio y les dio frijoles.

Cuando llegaron a casa, tenían sufi-ciente comida para dos semanas. Sesorprendieron aún más cuando abrie-ron el paquete y encontraron dos pes-cados sumamente grandes y no loscinco pequeños que pensaron quehabían visto. Cortaron los pescadosen porciones y los guardaron en elcongelador de la vecina.

Ellos siempre han testificado que a partir de ese momento nunca han

pasado hambre.Mis queridas hermanas, todas esas

maravillosas cualidades que distin-guen a la Sociedad de Socorro repre-sentan el estar “envueltas parasiempre entre los brazos de Su amor”.

Esto es lo que todos deseamos; eslo que todos anhelamos; es por loque todos oramos.

Ahora, mis queridas hermanas,para concluir quiero recordarles queno son miembros de segunda clase enel reino de Dios, sino Su creación di-vina. Los hombres tienen el sacerdo-cio, y la función de ustedes esdiferente pero también muy impor-tante. Sin ustedes, se frustraría el plande felicidad del Padre y no tendría sig-nificado. Ustedes conforman el 50%de los miembros de la Iglesia, y sonmadres del otro 50%. Nadie puede tomarlas a la ligera.

El otro día recibí una carta de unaestimada amiga; se llama Helen y suesposo se llama Charlie. Entre otrascosas, me escribió lo siguiente:

“Hoy, Charlie y yo ofrecimos undiscurso en la reunión sacramental.En mi discurso, mencioné el consejoque usted me dio cuando me graduéde la Escuela Secundaria Idaho Falls ehice planes para asistir al Ricks

College. Usted me dijo que debía asis-tir a la Universidad de la Iglesia enHawai, en donde tendría más oportu-nidades de conocer a un joven de as-cendencia china y casarme con él.

“Seguí su consejo y fui a Hawai,donde conocí a Charlie y me casé conél. Hemos estado casados 37 años ytenemos cinco hijos. Todos ellos hanservido en misiones. Tres de nuestroshijos se casaron en el Templo deHawai. Tenemos dos hijos solteros, yesperamos que pronto encuentrenuna pareja digna para llevar al templo.Tenemos seis nietos adorables y vie-nen en camino dos más.

“He sido bendecida con un esposofiel que honra su sacerdocio y que hasido digno de servir al Señor comoobispo, presidente de estaca y presi-dente de misión. He tenido el privile-gio de apoyarle en todas susasignaciones de la Iglesia. Yo he sidopresidenta de la Sociedad de Socorrodurante casi cinco años.

“Hoy, al contar mis muchas bendi-ciones, no pude evitar pensar en lagran influencia que usted ha sido enmi vida. Quiero que sepa que seguí suconsejo y que, debido a ello, he sidoabundantemente bendecida. Le agra-dezco que se haya tomado el tiempopara seguir mi progreso desde quesalí de Hong Kong para venir aEstados Unidos”.

Eso es lo que la Sociedad deSocorro hace por las mujeres; les dala oportunidad de progresar y culti-varse; les da categoría como reinasde su propio hogar; les da un lugar yuna posición en los que progresan alponer en práctica sus talentos; les daguía y motivos de orgullo en la vidafamiliar; les da un mayor aprecio por compañeros e hijos buenos yeternos.

¡Qué organización tan gloriosa esla Sociedad de Socorro! No hay nadaen el mundo que se le compare.

Que el Señor les bendiga a cadauna con las maravillosas cualidadesque provienen del ser activas en la or-ganización de la Sociedad de Socorro,lo ruego humildemente, en el sagradonombre de Jesucristo. Amén. ■

Hermanas de San Petersburgo, Rusia, se reúnen para asistir a la reunión general

de la Sociedad de Socorro.

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Las siguientes instruc-ciones para las leccio-nes del Sacerdocio

de Melquisedec y de laSociedad de Socorro para el cuarto domingo reempla-zan a las que se impartieronen Información para los lí-deres del sacerdocio y delas organizaciones auxi-liares sobre los cursos deestudio, 20005 al 2008.

Las reuniones delSacerdocio de Melquisedecy de la Sociedad de Socorroque se llevan a cabo el cuar-to domingo del mes se de-ben concentrar en las“Enseñanzas para nuestraépoca”. Todas las leccionesde “Enseñanzas para nues-tra época” deben enseñarseen base a los discursos dela conferencia general másreciente que aparezcan enla revista Liahona. Esosejemplares se publican en mayo y noviembre. Los

discursos también se pueden acceder en línea (en muchos idiomas) enwww.lds.org.

Cada lección se puedepreparar basándose en unoo más discursos. Los presi-dentes de estaca y de distritopueden elegir cuáles discur-sos se deberán utilizar, opueden asignar esa respon-sabilidad a los obispos y a lospresidentes de rama. Esos lí-deres del sacerdocio debe-rán hacer hincapié en quelos hermanos del Sacerdociode Melquisedec y las herma-nas de la Sociedad deSocorro estudien los mismosdiscursos el mismo domin-go. Los maestros deberánacudir a sus líderes en buscade consejo en cuanto a al-gún hincapié especial.

Se insta a las personasque asistan a las leccionesdel cuarto domingo que lle-ven a la clase el ejemplar de

la revista de la conferenciageneral más reciente. Los líderes de barrio y de ramase deberán asegurar de quetodos los miembros tenganacceso a las revistas de laIglesia.

Sugerencias parapreparar una lecciónbasándose en losdiscursos• Ore para que el Espíritu

Santo esté con usted amedida que estudie y en-señe el(los) discurso(s).Es probable que a vecesse sienta tentado a dejarde lado los discursos dela conferencia y prepararla lección utilizandootros materiales. Sin em-bargo, los discursos de laconferencia constituyenel curso de estudio apro-bado. La asignación queusted tiene es la de ayu-dar a otras personas aaprender el Evangelio y avivirlo, tal como se ense-ñó durante la conferen-cia general de la Iglesiamás reciente.

• Repase el(los)discurso(s) para buscarprincipios y doctrinasque satisfagan las necesi-dades de los miembrosde la clase. Asimismo,busque en el(los) discur-so(s) relatos, referenciasde las Escrituras y decla-raciones que le serán deayuda para enseñar losprincipios y las doctrinas.

• Haga un bosquejo de la

forma en que desea en-señar los principios y lasdoctrinas; en ese bosque-jo se deberán incluir pre-guntas que les ayuden alos miembros de la clasea hacer lo siguiente:–Buscar los principios ylas doctrinas en el(los)discurso(s) que esté enseñando.–Pensar en el significadode los principios y lasdoctrinas.–Compartir su entendi-miento, ideas, experien-cias y testimonio de losprincipios y las doctrinas.–Aplicar en su vida esos principios y esasdoctrinas.

• Repasar los capítulos31–32 de La Enseñanza:el llamamiento más importante.

“Lo más importante esque los miembros sientanla influencia del Espíritu,aumenten su comprensióndel Evangelio, aprendan aaplicar los principios delEvangelio en su vida y for-talezcan su compromiso devivir el Evangelio” (Guíapara la enseñanza, 2001,pág. 13).

Sírvase enviar comenta-rios sobre “Enseñanzas para nuestra época” aCurriculum Development,50 East North TempleStreet, Room 2420, Salt LakeCity, UT 84150–3220, USA;e–mail: cur–[email protected]. ■

Enseñanzas para nuestraépoca

Meses

De noviembre de

2006 a abril de 2007

De mayo de 2007 a

octubre de 2007

Materiales para las lecciones del cuarto domingo

Discursos publicados en la revista Liahona

de noviembre de 2006*

Discursos publicados en la revista Liahona

de mayo de 2007*

*Estos discursos se pueden acceder en línea (en muchos idiomas) en www.lds.org.

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Las ideas siguientes pueden re-sultarles útiles para su estudiopersonal o para analizar durante

la noche de hogar. (Los números en-tre paréntesis indican la página dondecomienzan los discursos referidos.) Lalista de relatos también puede servirde ayuda.

PARA LOS NIÑOSBusca las palabras

1. Llena los espacios en blanco:“Les testifico que la Resurrección noes una ______”. (Pista: Busca en eldiscurso del élder Joseph B. Wirthlin,pág. 28.) ¿Qué significa esto? ¿Cómo

puede un testimonio de laResurrección cambiar tu manera devivir día a día?

2. ¿Qué hicieron los excursionis-tas del discurso del élder Jeffrey R.Holland cuando llegó la hora de laconferencia general? (Pista: El discur-so comienza en la página 104.) ¿Quépuedes hacer tú cuando sea la horade la conferencia general?

3. Así como Pahorán en el Libro deMormón, nosotros no tenemos queser maleducados cuando alguien seagrosero con nosotros. ¿Qué le debesdecir a alguien que sea maleducadocontigo? (Pista: Busca en el discursodel élder David A. Bednar, pág. 89.)

Actividades1. El presidente James E. Faust en-

señó que ser un discípulo significaobedecer al Salvador, y agregó: “Lasbendiciones del discipulado están al al-cance de todo el que esté dispuesto apagar el precio”.

Dobla una hoja de papel por la mitady en una carilla escribe lo que debes“pagar” para ser un discípulo deCristo, como por ejemplo, estudiar lasEscrituras, asistir a la Iglesia, decir laverdad o ser amable. En la otra carillaanota las bendiciones que se recibenal seguir a Cristo, como por ejemplo,gozo, paz, protección, guía y relacio-nes familiares eternas. Cada vez quedebas escoger entre el bien y el mal,recuerda la lista de bendiciones y lovaliosas que son para ti.

2. La hermana Elaine S. Daltondijo: “A la juventud bendita: ¡mirenpor las ventanas de la eternidad!Véanse a ustedes mismos en los santos templos del Señor; véanse vi-viendo vidas dignas y puras. ¡Las ge-neraciones futuras dependen deustedes!”. Haz un dibujo de ti al ladodel templo o pega una lámina de untemplo en un espejo en el que te veascada día y recuerda diariamente tusmetas justas y cómo debes conservar-te digno para alcanzarlas.

PARA LOS JÓVENES1. ¿Hay

miembros detu clase oquórum que tengan

problemas? ¿Qué puedes hacer paraayudarles? Lee lo que dijeron el presi-dente Thomas S. Monson y el élder

Henry B. Eyring respecto a cumplircon nuestro deber y cuidar de

nuestros semejantes. (56 y 43)2. Lee el relato del obispo

Richard C. Edgley sobre las to-allas del hotel. (72) ¿Qué ejem-plos de integridad puedes

compartir que sean de tu propiaexperiencia? Decide ahora mismo

Se dirigen a nosotrosHagamos de la conferencia parte de nuestra vida

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R E L AT O S PA R A L E E R Y C O M PA R T I REn los discursos que comienzan en las páginas que se enumeran a continuación,encontrarás relatos y conceptos para compartir.

Un padre y su hijo juegan a los bolos a las 5 de la mañana, 9Un padre tiene paciencia cuando su hijo derriba unas

motocicletas, 15El martirio de Rafael Monroy y de Vicente Morales, 20Un diácono graba la lección del sacerdocio para otro diácono, 43Un padre se sacrifica para comprar una máquina de planchar para

su esposa, 46Marcus B. Nash pesca un pez, 49Un niño es bendecido tras caer de un trampolín, 51Un presbítero entrega a una madre sola la comida que ha recogido, 53Un muchacho encuentra la joya del rey mientras cumplía con su deber, 56Thomas S. Monson recibe la impresión de visitar y bendecir a un amigo que está

hospitalizado, 56Unas jóvenes llevan a Jami Palmer de excursión, 62Una camarera conversa sobre el Evangelio con un camionero, 69Richard C. Edgley devuelve las tres toallas que se había llevado, 72Un hombre rico se apropia de los periódicos de una máquina

expendedora, 72Martha Paxman halla el anillo de boda que había perdido, 82Las compañías de los carros de mano son rescatadas en las

planicies, 82Los líderes de los pioneros alzan un estandarte a las naciones, 85Un hombre es inspirado a ayudar a un granjero ciego, 97Una mujer escucha la conferencia general mientras está de excursión con unos

amigos, 104Una joven madre se siente indigna del amor de Dios, 108Una mujer siente que debe visitar a una afligida hermana de la

Sociedad de Socorro, 113Anne C. Pingree pide perdón a la persona que ofendió, 113Una madre sola y con siete hijos ora por una noche de

descanso, 115Un matrimonio joven paga el diezmo y no pasa hambre, 115

ser honrado en tus tratos con tus se-mejantes.

3. Pregúntate si tienes una actitud“aquí me tienen; ahora, inspírenme”.De ser así, ¿cómo puedes cambiar?Repasa el discurso del Presidente ge-neral de la Escuela Dominical, el pre-sidente A. Roger Merrill, sobre cómoobtener más provecho de los discur-sos y de las lecciones. (92)

4. ¿Cuálesson algunos delos males que de-bes evitar a fin de noalejarte de “una vida feliz y centrada en elEvangelio”? Lee sobre el“anzuelo” que se escondetras las cosas impuras, quese mencionan en el discurso

del élder Marcus B.Nash, pág. 49.

PARA LOS ADULTOS1. ¿Por qué el presidente Gordon

B. Hinckley espera que la próxima ge-neración recuerde a los pioneros?¿Cómo honramos nuestro “legado”, esdecir, los fieles sacrificios de los prime-ros Santos de los Últimos Días? ¿Qué

podemos hacer para edifi-car sobre la obra que ellosiniciaron? (82)

2. ¿De qué manera influyó en la vida del élderJoseph B. Wirthlin y de su esposa la comprensiónque ellos tenían sobre la

Expiación? (28) ¿Cómo consoló esacomprensión al élder Wirthlin tras el fallecimiento de su esposa? Pienseen compartir el discurso del élderWirthlin con alguien que conozca yque haya perdido a un ser querido.

3. Lea el relato del élder Robert C.Oaks sobre el niño que derribó lasmotocicletas. (15) ¿Cómo reaccionó elpadre del pequeño? ¿De qué manerapuede ser usted más paciente con sus

familiares y sus semejantes?¿Qué cuatro sugerencias

compartió el élderOaks para ser más

pacientes? ■FOTO

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Las siguientes fuentes de consultase pueden utilizar para comple-

mentar las lecciones del SacerdocioAarónico: Manual 2 y de las MujeresJóvenes: Manual 2, pero no para reemplazarlas. Las referencias aCumplir nuestro deber a Dios se refieren a las guías del SacerdocioAarónico: Cumplir nuestro deber aDios, y las referencias de El ProgresoPersonal se refieren al cuadernillo ElProgreso Personal para las MujeresJóvenes. Algunas de las actividadesenumeradas en las guías Cumplirnuestro deber a Dios y en ElProgreso Personal se pueden realizardurante el tiempo de la lección, oalentar a los miembros del quórum o de la clase a que las terminen encasa. Aparecen sugerencias adiciona-les en la revista Liahona, en la página1, y en La enseñanza: El llamamien-to más importante.

Tenga a bien enseñar las leccionesen el orden en que aparecen impre-sas. El manual no contiene una lec-ción específica para la Pascua deResurrección. Si usted desea enseñaruna lección especial sobre la Pascuade Resurrección, considere utilizar lasEscrituras, discursos de las conferen-cias, artículos de la revista Liahona,láminas e himnos que se centren enla vida y la misión del Salvador.

Para buscar en línea algunas delas guías de fuentes de consulta enotros idiomas, vaya a www.lds.org yhaga clic en el mapa del mundo yluego seleccione el idioma. Haga clicen la revista Liahona y después enel ejemplar de noviembre de 2006.Para la versión en inglés de las guíasde fuentes de consulta, vaya awww.lds.org y luego haga clic en“Gospel Library”. En la columna dela derecha hay enlaces que llevan alas guías de fuentes de consulta másactuales.

Las futuras guías de fuentes deconsulta se imprimirán en los ejem-plares de mayo y de noviembre de larevista Liahona. Las revistas de laIglesia (en algunos idiomas) se en-cuentran en www.lds.org.

Guía de fuentes deconsulta para lasMujeres Jóvenes:Manual 2

Para utilizar en 2007, lecciones1–25Lección 1: Acerquémonos más aJesucristo

Gordon B. Hinckley, “Creo en es-tos Tres”, Liahona, julio de 2006, pág. 2. Utilice las secciones de este ar-tículo sobre Jesucristo, para comple-mentar “Es preciso que toda jovencitaconozca a Jesucristo”.

Dieter F. Uchtdorf, “Los atributosde Cristo: el viento que nos impul-sa”. Liahona, noviembre de 2005,pág. 100. Utilice los tres últimos párrafos del artículo para dar puntofinal al análisis sobre el llegar a sercomo Cristo.

Keith B. McMullin, “Tan sólo conpensar en Ti”, Liahona, mayo de2004, pág. 33. Utilice este artículopara complementar la sección “Todajovencita puede acercarse más alSalvador si se esfuerza en ello”, El Progreso Personal, Experienciascon el valor “Fe”, Nº 5.Lección 2: Los dones espirituales

Julie B. Beck, “Un derramamientode bendiciones”, Liahona, mayo de2006, pág. 11. Utilice este artículocomo un ejemplo del don de sanar.

El Progreso Personal, Experienciascon el valor “Valor individual”, Nº 7.Lección 3: La edificación del Reinode Dios

Stephen B. Oveson y DixieRandall Oveson, “La consagraciónpersonal”, Liahona, septiembre de 2005, pág. 16. Utilice este artículo con la pregunta “¿Qué queremos decir cuando hablamos de sacrificio?”

Kathleen H. Hughes, “Para quetodas lleguemos a sentarnos juntasen el cielo”, Liahona, noviembre de2005, pág. 110. Utilice ejemplos delartículo para ilustrar las maneras en que podemos sacrificarnos por la Iglesia.

Lección 4: El obedecer los manda-mientos nos ayuda a cumplir connuestra función sagrada

Gordon B. Hinckley, “¿Cómo pue-do convertirme en la mujer en quiensueño?”, Liahona, julio de 2001, pág.112. Utilice este artículo a lo largo detoda la lección, con el fin de explicarel valor divino.

Jeffrey R. Holland, “A las mujeresjóvenes”, Liahona, noviembre de2005, pág. 28. Utilice el consejo delÉlder Holland sobre cómo ser unamujer de Cristo para intensificar eltema de la sección sobre la obedien-cia a los mandamientos.

Elaine S. Dalton, “Sigan adelante ysean firmes”, Liahona, mayo de 2003,pág. 105. Utilice los relatos de este ar-tículo para ilustrar cómo cumplir connuestras funciones divinas.

El Progreso Personal, Experienciascon el valor “Naturaleza divina”, Nº 2.Lección 5: El ambiente del hogar

Susan W. Tanner, “Fortaleciendo a las futuras madres”, Liahona, juniode 2005, pág. 16. Incluya los cincopuntos del artículo para ilustrar cómouna mujer joven puede enriquecer elambiente del hogar.

Julie B. Beck, “Corazón de ma-dre”, Liahona, mayo de 2004, pág.75. Utilice este artículo en el análisissobre la función de la madre.

El Progreso Personal, Experienciascon el valor “Naturaleza divina”, Nº 3.Lección 6: Compartamos los que-haceres del hogar

L. Tom Perry, “La solemne respon-sabilidad de amarse y cuidarse el unoal otro”, Liahona, junio de 2006, pág.56. Al comienzo de la lección, utilicela sección del artículo titulada “Hacerparticipar a nuestros familiares”.

El Progreso Personal, Experienciascon el valor “Buenas obras”, Nº 1.Lección 7: Contribuyamos al amory a la armonía del hogar

Susan W. Tanner, “Te dije…?”Liahona, mayo de 2003, pág. 73.Considere utilizar este artículo comointroducción a la lección.

El Progreso Personal, Experienciascon el valor “Valor individual”, Nº 3.Lección 8: Mejoremos nuestras técnicas de comunicación

“Preguntas y respuestas”,Liahona, febrero de 2004, pág. 30.Utilice las sugerencias que están alcomienzo del artículo, en la secciónde la lección “Podemos ayudar a me-jorar la comunicación interpersonalen nuestra familia”.

El Progreso Personal, Normaspara la fortaleza de la juventud, “Ellenguaje”.

Lección 9: Las jóvenes pueden serpacificadoras en el hogar

Susan W. Tanner, “Yo soy la luzque debéis sostener”, Liahona, mayode 2006, pág. 103. Considere utilizarel relato de Raluca en vez del relatoque se incluye en la lección.

El Progreso Personal, Experienciascon el valor “Naturaleza divina”, Nº 7.Lección 10: El sacerdocio: una granbendición

James E. Faust, “La restauraciónde todas las cosas”, Liahona, mayode 2006, pág. 61. Utilice este artículoal comienzo de la lección.

Julie B. Beck, “Un derramamientode bendiciones”, Liahona, mayo de2006, pág. 11. Utilice este artículo alenumerar las bendiciones que se reci-ben por medio del sacerdocio.Lección 11: Reconozcamos y agra-dezcamos la labor del obispo

Gordon B. Hinckley, “Los pasto-res de Israel”, Liahona, noviembre de2003, pág. 60. Reemplace la primeracita, con la descripción que hizo elpresidente Hinckley sobre las cualida-des del obispo.Lección 12: La bendición de padre

L. Tom Perry, “El ser padre, un lla-mamiento eterno”, Liahona, mayo de2004, pág. 69. Analice del artículo lasección “La función del padre”, en lasección de la lección “Un padre pue-de bendecir a sus hijos por medio delsacerdocio”.

Merrill J. Bateman, “El sacerdocio,las llaves y el poder para bendecir”,Liahona, noviembre de 2003, pág. 50.Considere agregar el relato del élderBateman acerca de Michael, al anali-zar la bendición que se recibe al co-mienzo del año escolar.Lección 13: La bendición patriarcal

Julie B. Beck, “Ustedes son de no-ble linaje”, Liahona, mayo de 2006,pág. 106. En las citas que lean en voz alta, incorpore el consejo de lahermana Beck sobre la bendición patriarcal.

“Acerca de las bendiciones patriar-cales”, Liahona, marzo de 2004, pág.18. Utilice las respuestas que se danen el artículo para responder a laspreguntas de las mujeres jóvenes so-bre la bendición patriarcal.

El Progreso Personal, Experienciascon el valor “Valor individual”, Nº 6.Lección 14: Las bendiciones deltemplo

Russell M. Nelson, “Los jóvenesadultos y el templo”, Liahona, febre-ro de 2006, pág. 10. Realce el análisissobre la revelación con la sección delartículo “La revelación continua”.

El Progreso Personal, Experiencias

Guía de fuentes de consulta para el Sacerdocio Aarónico y las Mujeres Jóvenes

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L IAHONA N OV IEMBRE DE 2006 123

con el valor “Integridad”, Nº 1.Lección 15: El matrimonio en eltemplo

Gordon B. Hinckley, “El matrimo-nio que perdura”. Liahona, julio de2003, pág. 2. Considere sustituir lasección del artículo “Cásense correc-tamente y vivan con rectitud”, con elrelato del élder LeGrand Richards.

Robert D. Hales, “Cómo preparar-se para un matrimonio celestial”,Liahona, febrero de 2006, pág.16. Alterminar la lección incluya los conse-jos del élder Hales sobre cómo esta-blecer un curso eterno.Lección 16: El diario de historiapersonal

Gordon B. Hinckley, “Buscad el reino de Dios”, Liahona, mayo de 2006, pág. 81. Comparta las ano-taciones del diario del presidenteHinckley, en la sección de la lecciónsobre el consejo profético de llevarun diario personal.Lección 17: Cómo llevar registrosde historia familiar

James E. Faust, “El prodigio queson ustedes”, Liahona, noviembrede 2003, pág. 53. Relate la experien-cia del presidente Faust para recal-car el propósito de la familia,durante la primera sección de la lección.

Boyd K. Packer, “Su historia fami-liar: Cómo empezar”, Liahona, agos-to de 2003, pág. 12. Utilice la secciónde este artículo “Cómo empezar”como complemento de la sección“Los registros de la familia comienzancon el cuadro genealógico y el regis-tro de grupo familiar”.

Henry B. Eyring, “Teniendo entre-lazados sus corazones”, Liahona,mayo de 2005, pág. 77. Utilice el artí-culo como introducción a la secciónde la lección “Tu puedes ser el esla-bón que una a tu familia pasada y futura”.

El Progreso Personal, Experienciascon el valor “Valor individual”, Nº 5.Lección 18: Un legado de tradicio-nes rectas

Ronald A. Rasband, “Nuestra nue-va generación”, Liahona, mayo de2006, pág. 46. Agregue el relato delbautismo por los muertos al relatodel presidente Kimball.

H. Ross Workman, “Rompamoslas cadenas del pecado”, Liahona,julio de 2006, pág. 36. En la secciónde la lección “Hagamos una distin-ción entre las buenas tradiciones ylas del mundo”, utilice el análisis sobre la libertad en contraste con del cautiverio, que hace el élderWorkman.

Lección 19: Preparémonos para enseñar

M. Russell Ballard, “Cómo crearun hogar en el que se comparta elEvangelio”, Liahona, mayo de 2006,pág. 84. Considere compartir las ide-as del artículo en la sección de lalección “Podemos adquirir destrezasque nos sirvan para enseñar elEvangelio”.

M. Russell Ballard, “Uno más”,Liahona, mayo de 2005, pág. 69.Incluya la lista del artículo de lo quedeseaban saber los misioneros delCCM, después de la representaciónque está en la introducción de la lección.

Shanna Butler, Adam C. Olson y Roger Terry, “Predicando SuEvangelio”, Liahona, septiembre de2005, pág. 10. Utilice las ideas de lasección “Preparar, Preparar, Preparar”del artículo, para realzar la aplicaciónde la lección.Lección 20: La obra misional

Thomas S. Monson, “El profetaJosé Smith: Maestro mediante elejemplo”, Liahona, noviembre de2005, pág. 67. Utilice los principiosdel carácter del presidente Monsonpara mejorar el análisis acerca de loimportante que es el ejemplo en laobra misional.

Dallin H. Oaks, “Compartir elEvangelio”, Liahona, enero de 2002,pág. 7. Utilice la sección del articulo“Cómo hacerlo” como complementodel análisis sobre cómo una mujer jo-ven se prepara para compartir elEvangelio.

El Progreso Personal, Experienciascon el valor “Buenas obras”, Nº 7.Lección 21: Escribir a los misioneros

David A. Bednar, “Llegar a ser mi-sioneros”, Liahona, noviembre de2005, pág. 44. Utilice la sección del ar-tículo que sea más apropiada, paraanalizar las responsabilidades de unmisionero.Lección 22: Consultemos al Señor

Joseph B. Wirthlin, “Cómo mejo-rar nuestras oraciones”, Liahona,agosto de 2004, pág. 16. Utilice lasección del artículo “Un modelo de oración”, en el análisis sobre laoración.

El Progreso Personal, Experienciascon el valor “Fe”, Nº 1.Lección 23: El ayuno nos trae bendiciones

Joseph B. Wirthlin, “La ley delayuno”, Liahona, julio de 2001, pág.88. Utilice este artículo como comple-mento de las respuestas a las pregun-tas que las mujeres jóvenes hagansobre el ayuno.

Ronald T. Halverson, “Se abrie-ron los cielos”, Liahona, agosto de2004, pág. 42. Considere utilizar este relato en vez del relato deMatthew Cowley.

El Progreso Personal, Experienciascon el valor “Integridad”, Nº 6.Lección 24: La revelación en el diario vivir

James E. Faust, “Comunión con el Espíritu Santo”, Liahona, marzo de 2002, pág. 2. En la segunda sec-ción de la lección utilice el análisis del presidente Faust sobre cómo recibir revelación personal.

Dallin H. Oaks, “Ocho razonespara recibir revelación”, Liahona,septiembre de 2004, pág. 8. Utilice estas ocho razones para dar término a la lección.Lección 25: La ley del sacrificio

M. Russell Ballard, “La ley del sa-crificio”, Liahona, marzo de 2002,pág. 10. Utilice este artículo comocomplemento de la primera parte de la lección.

Won Yong Ko, “El sacrificio es un gozo y una bendición”, Liahona,noviembre de 2005, pág. 92. Utiliceeste artículo en la conclusión de lalección, como ejemplo del por quéel sacrificio nos trae bendiciones.

Guía de fuentes de consulta para el SacerdocioAarónico: Manual 2

Para utilizar en 2007, lecciones1–25Lección 1: ¿Quién soy yo?

James E. Faust, “¿Quiénes creenque son?—Un mensaje para la juven-tud”, Liahona, junio de 2001, pág 2.Utilice este artículo como comple-mento de algunas partes de la lección.

Joseph B. Wirthlin, “El crecerdentro del sacerdocio”, Liahona, ene-ro de 2000, pág. 45. Utilice este artí-culo para que le ayude en el análisisde cómo llegar a ser como nuestroPadre Celestial.

Cumplir nuestro deber a Dios(presbítero), “Desarrollo académico,personal y de orientación profesionalo vocacional”, Nº 7.Lección 2: Conozcamos a nuestroPadre Celestial

Gordon B. Hinckley, “Pensa-mientos inspiradores”, Liahona,marzo de 2006, pág. 2. Utilice la sección “Crean en Dios” como intro-ducción de la lección. Utilice “Unreal sacerdocio” y “Sean leales a laIglesia” con la sección de la lecciónacerca de las responsabilidades del sacerdocio.

James E. Faust, “Que te conozca-mos a ti, El único Dios verdadero, y aJesucristo”, Liahona, febrero de 1999,pág. 2. Utilícelo como complementoa lo largo de la lección.

Elaine S. Dalton, “Él [los] conocepor su nombre”, Liahona, mayo de2005, pág. 109. Utilice este artículocomo complemento de la secciónacerca de que Dios los conoce a cadauno por su nombre.Lección 3: La fe en Jesucristo

Gordon B. Hinckley, “Creo en estos Tres”, Liahona, julio de 2006,pág. 2. Al comienzo de la lección, utilice este artículo como comple-mento a la sección “Debemos tenerfe en Jesucristo”.

Earl C. Tingey, “El gran plan de felicidad”, Liahona, mayo de 2006,pág. 72. Utilice este artículo para explicar la Expiación.

“Del huerto a la tumba vacía”,Liahona, abril de 2006, pág. 8. Utiliceeste artículo como complemento alanálisis de la Expiación.

Cumplir nuestro deber a Dios

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(diácono), “Desarrollo espiritual”,números 1 y 2.Lección 4: La compañía del EspírituSanto

Joseph B. Wirthlin, “El inefabledon”, Liahona, mayo de 2003, pág.26. Utilice este artículo para explicarel don del Espíritu Santo y cómo actúa.

David A. Bednar, “Para que siem-pre podamos tener Su Espíritu connosotros”, Liahona, mayo de 2006,pág. 28. Utilice este artículo comocomplemento a lo largo de toda lalección.

Carlos E. Asay, “La compañía delEspíritu Santo”, Liahona, agosto de1988, pág. 34. Utilice los pasos quemenciona el élder Asay para explicarporqué debemos tener el Espíritucon nosotros.Lección 5: El albedrío

Robert D. Hales, “Para actuar pornosotros mismos: El don y las bendi-ciones del albedrío”, Liahona, mayode 2006, pág. 4. Utilice este artículo alprincipio de la lección para explicar elalbedrío.

Wolfgang H. Paul, “El don del al-bedrío”, Liahona, mayo de 2006, pág.34. Utilice este artículo como comple-mento de la lección.

“Mantente libre”, Liahona, febre-ro de 2003, pág. 33.Lección 6: El prestar servicio a lamanera de Cristo

Gordon B. Hinckley, “La necesi-dad de más bondad”, Liahona, mayode 2006, pág. 58. Utilice los ejemplosde bondad del presidente Hinckleycomo complemento de la lección.

Joseph B. Wirthlin, “La virtud dela bondad”, Liahona, mayo de 2005,pág. 26. Al comienzo de la lección,

utilice los ejemplos de bondad quemenciona el élder Wirthlin.

Cumplir nuestro deber a Dios(maestro), “Desarrollo cívico y so-cial”, Nº 3; (presbítero), “Desarrolloespiritual”, Nº 9.Lección 7: La importancia eternade la familia

Thomas S. Monson, “Cómo llegara ser lo mejor de nosotros mismos”,Liahona, abril 2006, pág. 2. Cuandoanalicen qué aprendieron de sus res-pectivas familias los miembros de suclase, lea la sección “Escojamos elsendero de la familia”.

M. Russell Ballard, “Lo más impor-tante es lo que perdura”, Liahona,noviembre de 2005, pág. 41. Utiliceeste artículo como complemento dela introducción de la lección.

Ronald A. Rasband, “Nuestra nue-va generación”, Liahona, mayo de2006, pág. 46. Comience la leccióncon la experiencia espiritual que el él-der Rasband y su familia tuvieron enPreston, Inglaterra.

Cumplir nuestro deber a Dios(diácono), “Desarrollo social y cívi-co”, Nº 4.Lección 8: La espiritualidad

Dieter F. Uchtdorf, “En alas deáguilas”, Liahona, julio de 2006, pág.14. Como complemento del relato ydel análisis, utilice la sección de este ar-tículo “Deben aprender a controlarse”.

“Despojémonos del hombre natu-ral”, Liahona, julio de 2006, pág. 30.Utilice este artículo como comple-mento de la lección.Lección 9: El arrepentimiento y laexpiación de Jesucristo

Boyd K. Packer, “No recordarémás sus pecados”, Liahona, mayo de2006, pág. 25. Utilice este artículo

como complemento durante el análi-sis sobre Alma y Corianton.

Jeffrey R. Holland, “Las cosas des-trozadas pueden repararse”, Liahona,mayo de 2006, pág. 69. Utilice el se-gundo punto que da el élder Hollandsobre por qué el venir a Cristo dapaso al arrepentimiento.

Richard G. Hinckley, “El arrepen-timiento, una bendición del sermiembro de la Iglesia”, Liahona,mayo de 2006, pág. 48. Considere uti-lizar el relato del arrepentimiento dela investigadora, en lugar del relatoque se encuentra en la lección.Lección 10: El estudio de lasEscrituras

L. Tom Perry, “Las bendiciones deleer el Libro de Mormón”, Liahona,noviembre de 2005, pág. 6. Utiliceeste artículo como complemento delanálisis acerca de Nefi, de Lehi y delas planchas de bronce.

Cumplir nuestro deber a Dios(diácono, maestro, presbítero),“Actividades familiares”, Nº 1.Lección 11: Satanás y sus tentaciones

James E. Faust, “La voz delEspíritu”, Liahona, junio de 2006, pág. 2. Utilice la sección del artículo“Escuchemos las voces de rectitud”, enel análisis de cómo resistir a Satanás.

Dallin H. Oaks, “No se dejen en-gañar”, Liahona, noviembre de 2004,pág. 43. Utilice el análisis del élderOaks sobre los métodos que tieneSatanás para engañar al analizar “Laintención de Satanás es destruirnos”.

Cumplir nuestro deber a Dios(maestro), “Desarrollo espiritual”, Nº 5.Lección 12: La oración

Joseph B. Wirthlin, “Cómo mejo-rar nuestras oraciones”, Liahona,agosto de 2004, pág. 16. Considereutilizar “Un modelo de oración”, enlugar del relato que está al comienzode la lección.

Cumplir nuestro deber a Dios(diácono, maestro, presbítero),“Deberes y normas del sacerdocio”,Nº 3.Lección 13: El ayuno

Carl B. Pratt, “Las bendiciones deun ayuno”, Liahona, noviembre de2004, pág. 47. Utilice las descripcio-nes que hace el élder Pratt sobre elayuno, al analizar “El ayuno implicamás que estar sin comer”.

Ronald T. Halverson, “Se abrieronlos cielos”, Liahona, agosto de 2004,pág. 42. Considere utilizar este artícu-lo en lugar de uno de los relatos de lalección acerca del ayuno.

Cumplir nuestro deber a Dios

(diácono), “Actividades del quórum”,Nº 2.Lección 14: La obediencia a Dios

Henry B. Eyring, “La preparaciónespiritual: Comiencen con tiempo yperseveren”, Liahona, noviembre de2005, pág. 37. En la sección de la lec-ción “La obediencia resulta en liber-tad y felicidad”, analice las manerasque nos da el élder Eyring, sobrecómo podemos prepararnos ahora.

Cumplir nuestro deber a Dios(presbítero), “Actividades familiares”,Nº 1.Lección 15: La exaltación mediantela obediencia a los convenios

Richard J. Maynes, “Guardemosnuestros convenios”, Liahona, no-viembre de 2004, pág. 92. En el análi-sis de la lección de cómo guardar losconvenios, incluya el ejemplo de losAmonitas.

Cumplir nuestro deber a Dios(presbítero), “Actividades del quó-rum”, Nº 1.Lección 16: Los diezmos y lasofrendas

Earl C. Tingey, “El establecimientode normas eternas”, Liahona, octu-bre de 2004, pág. 20. Considere utili-zar el análisis del artículo acerca delos diezmos y de las ofrendas, paradar comienzo a la sección de la lec-ción “Debemos aprender a pagardiezmos y ofrendas”.

Stephen B. Oveson y DixieRandall Oveson, “La consagraciónpersonal”, Liahona, septiembre de2005, pág. 16. En la introducción dela lección, utilice la sección del artícu-lo “Más que el diezmo”, antes del re-lato del presidente Packer.

Kathleen H. Hughes, “De las cosaspequeñas”, Liahona, noviembre de2004, pág. 109. Comience la secciónde la lección acerca de las bendicionesde los diezmos, compartiendo la sec-ción correspondiente del artículo.

Cumplir nuestro deber a Dios(diácono), “Deberes y normas del sa-cerdocio”, números 7 y 9; (maestro,presbítero), “Deberes y normas delsacerdocio”, Nº 8.Lección 17: La bendición patriarcal

Julie B. Beck, “Ustedes son denoble linaje”, Liahona, mayo de2006, pág. 106. En la pregunta Nº 8del cuestionario, incluya el consejode la hermana Beck acerca de cómoprepararse para recibir la bendiciónpatriarcal.

“Acerca de las bendiciones patriar-cales”, Liahona, marzo de 2004, pág.18. Utilice la información del artículocomo complemento de las respuestasa las preguntas del cuestionario.

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L IAHONA N OV IEMBRE DE 2006 125

Cumplir nuestro deber a Dios (presbítero), “Actividades familiares”, Nº 3.Lección 18: Los deberes del maes-tro en el Sacerdocio Aarónico

“La restauración del sacerdocio”,Liahona, abril de 2004, pág. 30.Utilice el análisis del artículo sobrelos deberes del maestro para realzar la sección de la lección sobreeste tema.

Cumplir nuestro deber a Dios (maestro), “Desarrollo espiritual”, Nº 1.Lección 19: Un corazón quebranta-do y un espíritu contrito

D. Todd Christofferson, “Cuandote hayas convertido”, Liahona, mayode 2004, pág. 11. Utilice el análisisque se hace en el artículo acerca detener un corazón quebrantado y unespíritu contrito para realzar la sec-ción de la lección “Una nueva formade sacrificio”.

Robert K. Dellenbach, “Por sacrifi-cios se dan bendiciones”, Liahona,noviembre de 2002, pág. 33. Incluyael análisis que se hace en el artículosobre el sacrificio, con el fin de am-pliar la sección de la lección “Un corazón quebrantado y un espíritucontrito”.Lección 20: La preparación de laSanta Cena

James E. Faust, “Real sacerdocio”,Liahona, mayo de 2006, pág. 50.Utilice el relato de los diáconos negli-gentes en la sección de la lección “La administración reverente de laSanta Cena”.

Robert C. Oaks, “¿Quién sigue alSeñor?”, Liahona, mayo de 2005, pág.48. Utilice la primera mitad del artícu-lo como complemento de la sección“La Santa Cena es una ordenanza sagrada”.

Cumplir nuestro deber a Dios(diácono), “Actividades del quórum”,Nº 7.Lección 21: La preparación para re-cibir el Sacerdocio de Melquisedec

James E. Faust, “La llave del cono-cimiento de Dios”, Liahona, noviem-bre de 2004, pág. 52. Al concluir lalección, analice los tres requisitos delartículo de cómo magnificar el sacer-docio.

Russell M. Nelson, “Llaves del sa-cerdocio”, Liahona, octubre 2005,pág. 26. Incluya la definición del élderNelson acerca de las llaves al analizarlos privilegios del Sacerdocio deMelquisedec.

Cumplir nuestro deber a Dios(presbítero), “Actividades del quó-rum”, Nº 4.

Lección 22: La dirección patriarcalen el hogar

James E. Faust, “El padre dedica-do”, Liahona, septiembre de 2006,pág. 2. Utilice la sección del artículo“Cómo fortalecer al padre” al analizarcómo dar apoyo a los padres.

F. Melvin Hammond, “Papá, ¿estásdespierto?”, Liahona, noviembre de2002, pág. 97. Incorpore este artículocuando analicen las diferentes mane-ras de preparar a un hombre jovenpara tener una familia en el futuro.

Cumplir nuestro deber a Dios(maestro), “Desarrollo espiritual”, Nº 11.Lección 23: La preparación eficien-te para una misión

Richard G. Scott, “El poder dePredicad Mi Evangelio”, Liahona,mayo de 2005, pág. 29. Utilice este artículo a lo largo de toda la lecciónpara analizar la importancia de fami-liarizarse con el manual Predicad MiEvangelio.

David A. Bednar, “Llegar a ser mi-sioneros”, Liahona, noviembre de2005, pág. 44. Al comenzar la lección,analice los consejos del élder Bednaracerca de cómo prepararse para unamisión.

Cumplir nuestro deber a Dios (diácono), “Desarrollo espiri-tual”, números 9 y10; (maestro),“Desarrollo espiritual”, números 8 y 9; (presbítero), “Desarrollo espiritual”, Nº 8.Lección 24: Las bendiciones del trabajo

Dieter F. Uchtdorf, “Ver el fin des-de el principio”, Liahona, mayo de2006, pág. 42. Reemplace el relato dela condesa con el relato de la lavande-ría que da el élder Uchtdorf.

W. Rolfe Kerr, “El siervo inútil”,Liahona, octubre de 2003, pág. 26.Considere reemplazar la primera citade la lección, con el relato de la gran-ja que ofrece el élder Kerr.

Cumplir nuestro deber a Dios(maestro), “Desarrollo académico,personal y de orientación profesionalo vocacional”, Nº 4; (presbítero),“Desarrollo académico, personal y de orientación profesional o voca-cional”, Nº 3.Lección 25: El desarrollo de la pu-reza mediante la autodisciplina

James E. Faust, “El enemigo inte-rior”, Liahona, enero de 2001, pág.54. Reemplace la primera cita con elanálisis que hace el presidente Faustsobre nuestro propio enemigo.

Cumplir nuestro deber a Dios (maestro), “Desarrollo espiritual”, Nº 5. ■

Presidencias Generales de lasOrganizaciones Auxiliares

Charles W. Dahlquist IIPresidente

Dean R. BurgessPrimer Consejero

Michael A. NeiderSegundo Consejero

A. Roger MerrillPresidente

Daniel K. JuddPrimer Consejero

William D. OswaldSegundo Consejero

Bonnie D. ParkinPresidenta

Kathleen H. HughesPrimera Consejera

Anne C. PingreeSegunda Consejera

Susan W. TannerPresidenta

Julie B. BeckPrimera Consejera

Elaine S. DaltonSegunda Consejera

Cheryl C. LantPresidenta

Margaret S. LifferthPrimera Consejera

Vicki F. MatsumoriSegunda Consejera

ESCUELA DOMINICAL

SOCIEDAD DE SOCORRO

MUJERES JÓVENES

PRIMARIA

HOMBRES JÓVENES

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Durante la ConferenciaGeneral Semestral nú-mero 176, el presiden-

te Gordon B. Hinckleyanunció que tanto él como laIglesia gozan de buena salud.

“Me siento bien, tengouna salud considerablementebuena”, dijo el profeta de 96años.

El presidente Hinckley citólas palabras de sus médicos almencionar que su recupera-ción de la intervención delpasado enero y los tratamien-tos posteriores habían dadoresultados “milagrosos”. Aprincipios de noviembre, elpresidente Hinckley se con-vertirá en el Presidente de laIglesia de más edad en la his-

toria de la Iglesia restaurada.El presidente David O. McKay(1873–1970) falleció a los 96años y 132 días. El presidenteHinckley celebró sus 96 añosel 23 de junio pasado.

Más de 100.000 personasasistieron a las sesiones efectuadas en el Centro deConferencias de Salt LakeCity, y millones más las vieronen todo el mundo. Los discur-sos se tradujeron a 85 idio-mas, siendo el turco laincorporación más reciente.

El presidente Hinckley in-formó del progreso de laIglesia durante la sesión delsábado por la mañana. “Sólopuedo informar que el Señorbendice generosamente a Su

Iglesia”, dijo el presidenteHinckley. “Nuestro deber eshacer todo lo que podamospara que ésta siga adelante”.

Los templos números 123y 124 de la Iglesia se dedica-ron recientemente enSacramento, California, y enHelsinki, Finlandia, respecti-vamente. El presidente

Hinckley señaló que ahora laIglesia cuenta con 6.066 re-ceptores de satélite en 83 paí-ses, en comparación con los300 que poseía en 1982.

El presidente Hinckleytambién explicó que elTabernáculo de Salt Lake, eledificio de la Manzana delTemplo desde dónde el Coro

126

El presidente Hinckley y laIglesia gozan de buena saludPor Kate McNeil, revistas de la Iglesia

Parte superior: Los miembros aguardan en la Manzana del

Templo para asistir a la conferencia. Arriba: Los presidentes

Gordon B. Hinckley y Thomas S. Monson, de la Primera

Presidencia, saludan a los asistentes a la conferencia.

N O T I C I A S D E L A I G L E S I A

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Elisa Young RogersWirthlin, esposa del él-der Joseph B. Wirthlin,

del Quórum de los DoceApóstoles, falleció el 16 deagosto de 2006 por causas re-lacionadas con su edad.

El élder Wirthlin comentóal referirse a su compañeraeterna, en la sesión del sába-do por la tarde de la conferen-cia general (véase la pág. 28]):“Ella fue mi fortaleza y migozo. A causa de ella, soy unmejor hombre, esposo y pa-dre... A mi esposa le debo másde lo que puedo expresar. Nosé si existe un matrimonioperfecto, pero desde mi pun-to de vista, pienso que elnuestro lo fue... Así comoElisa fue mi mayor gozo, hoysu partida es mi mayor pesar”.

hermana cultivó un granamor por ese país y su gente.

Durante su servicio en lasorganizaciones auxiliares de la Iglesia, se sentía profunda-mente conmovida cada vezque se le presentaba la opor-tunidad de brindar ayuda a lasfamilias que padecían debidoa alguna enfermedad u otrasnecesidades. Con la filosofíade que el mejor lugar para ser-vir es aquel en el que se está,la hermana Wirthlin disfrutóde cada oportunidad parabrindar todo de sí misma.

En su casa, en un lugar es-pecial, hay una antigua sillaque le entregó su madre y enla que solía sentarse para leerlas Escrituras y otros materia-les de lectura en busca deconsuelo, ánimo y gozo. Lahermana Wirthlin tambiéndisfrutaba de otras activida-des, como jugar tenis, tejer ycaminar. Disfrutaba de la rela-ción que ella y su esposo tení-an con sus 8 hijos, 46 nietos y49 bisnietos. ■

Se anuncia elnuevo lemade la Mutualpara 2007

Alo largo del año 2006,los jóvenes de la Iglesiacompartieron sus talen-

tos y testimonios al centrarsus actividades en el lema dela Mutual “Levantaos y brillad,para que vuestra luz sea unestandarte a las naciones” (D. y C. 115:5).

En el 2007, el tema se cen-tra en la fortaleza espiritualindividual. El nuevo lema pro-cede de una revelación querecibió el profeta José Smithdurante su momento de ma-yor desesperación en la cárcel

L IAHONA N OV IEMBRE DE 2006 127

Elisa Young Rogers Wirthlin

Elisa Rogers, fue la más pe-queña de cuatro hijos y nacióel 22 de junio de 1919 en Salt Lake City. Ella y el élderWirthlin se casaron en elTemplo de Salt Lake el 26 demayo de 1941, ceremonia

que ofició David O. McKay,quien para ese entonces eraconsejero de la PrimeraPresidencia. El élder Wirthlinfue llamado a servir comoApóstol en 1986.

La hermana Wirthlin esdescendiente directa de lospioneros que llegaron a Utah.Su padre, Orson MadsenRogers, fue nieto de AureliaSpencer Rogers, la primerapresidenta de la Primaria, lacual se organizó en Utah en1878. Su madre, BerniceYoung, era nieta de JosephYoung, hermano del presi-dente Brigham Young.

La hermana Wirthlin se gra-duó en la Universidad de Utahen educación empresarial ytrabajó como secretaria en laoficina administrativa de launiversidad hasta que tuvo suprimer hijo. Posteriormente,ayudó a su esposo desde sucasa con el trabajo de oficina,en tanto que él se encargabadel negocio de la familia.

Los hermanos Wirthlin tie-nen siete hijas y un hijo.Todos ellos asistieron a la es-cuela de educación primariade Uintah, y a las escuelas se-cundarias Roosevelt y East, las mismas a las que asistió lahermana Wirthlin cuando erajoven. Mientras sus hijos esta-ban en edad escolar, la her-mana participó activamenteen la Asociación de Padres yMaestros, y como miembrodel club de ópera, impartióuna clase de iniciación deópera para niños.

No viajó mucho mientrassus hijos eran pequeños y subió por primera vez a unavión cuando ya tenía 50años. Desde entonces viajó amuchos países con su esposopara cumplir con las asigna-ciones de la Iglesia. La familiaWirthlin residió en Alemaniadurante cinco años, donde la

Fallece Elisa Young RogersWirthlin

del Tabernáculo transmitíapor lo general su programasemanal Música y Palabrasde Inspiración, está en reno-vación y explicó que volverá aabrir sus puertas en la prima-vera de 2007. Mientras tanto,el coro ha estado realizandola transmisión de su progra-ma desde el Centro deConferencias.

Durante la sesión del sába-do por la tarde se procedió al relevo de ocho miembrosdel Segundo Quórum de losSetenta, de su servicio detiempo completo como Auto-ridades Generales de la Iglesia.Los hermanos relevados fue-ron los élderes Ronald T.Halverson, Dale E. Miller, H. Bryan Richards, Donald L.Staheli, David R. Stone, H. Bruce Stucki, Robert J.Whetten y Richard H. Winkel.

Además, se llamó a Erich W.

Kopischke, de 49 años, deFrankfurt, Alemania, comoSetenta de Área. Ese mismosábado fueron relevados tresSetentas de Área: los élderesCésar A. S. Milder, Hyae-KeeMin y Masayuki Nakano.

En el año 2006, se cum-plen 150 años de la llegada de los pioneros de carros demano al Valle del Lago Salado.

“La fe de ellos es nuestraherencia”, expresó el presi-dente Hinckley acerca de lospioneros. “Su fe es un recor-datorio para todos nosotrosdel precio que pagaron por la comodidad que hoy disfru-tamos”. Para concluir, dijo:“En... [esta] gran causa... loque más necesitamos es unamayor fe. Sin ella, la obra po-dría quedar estancada; perocon ella, nadie puede dete-ner [el] progreso [de laIglesia]”. ■

Page 130: Liahona Noviembre 2006

de Liberty: “Deja que la virtudengalane tus pensamientosincesantemente; entonces tuconfianza se fortalecerá en lapresencia de Dios” (D. y C.121:45).

En una declaración con-junta, las presidencias de lasMujeres Jóvenes y de losHombres Jóvenes señalanque los jóvenes y las jovenci-tas que padecen debido a lainseguridad y a las dudas, ha-llarán esperanza en el nuevolema de la Mutual. “La con-fianza ‘en la presencia deDios’ es la verdadera confian-za”, dice el documento. “Sitienen confianza en la presen-cia de Dios, podrán sentirlaante cualquier persona”.

Dado que “Jehová mira elcorazón” (1 Samuel 16:7), losjóvenes con pensamientos

virtuosos confiarán en que elSeñor los acepta y, con mayorprobabilidad, vivirán una vidavirtuosa. Las presidencias delas Mujeres Jóvenes y de losHombres Jóvenes alientan alos jóvenes a buscar guía parallevar una vida virtuosa en elfolleto Para la fortaleza dela juventud (36550 002).

¿Cómo pueden los jóve-nes engalanar sus pensa-mientos por medio de lavirtud? El presidente James E.Faust, Segundo Consejero dela Primera Presidencia, diceque “la virtud tiene muchasdefiniciones, como la exce-lencia moral, el actuar y elpensar correctamente, labondad del carácter o la casti-dad” (“Cuán cerca de los án-geles”, Liahona, julio de1998, pág. 105).

“Muchas personas no entienden plenamente el significado de virtud”, dijo el presidente Faust.“Comúnmente se entiendeque quiere decir ser casto, o moralmente limpio; pero la virtud, en su sentido máscompleto, comprende todaslas características de la recti-tud que nos ayudan a formarnuestro carácter” (“Las virtudes de las hijas rectas de Dios”, Liahona, mayo de 2003, pág. 108).

El élder Joseph B. Wirthlin,del Quórum de los DoceApóstoles, explicó cómo influ-ye la rectitud en nuestra con-fianza: “Cuando hacemos locorrecto, no nos sentimos tímidos ni vacilantes al necesi-tar la guía divina, pues sabe-mos que el Señor contestará

nuestras oraciones y nos ayudará” (“La integridad”,Liahona, julio de 1990, pág. 41).

Una vida virtuosa invita lacompañía del Espíritu Santo,lo cual nos brinda la inspira-ción del Señor y el tener con-fianza en Su presencia.

En la carta del 1 de agos-to de 2006, en la que se co-munica el tema de la Mutualdel año 2007, la PrimeraPresidencia alienta a los líderes de los HombresJóvenes y de las MujeresJóvenes a recalcar el tema en los ejercicios de aperturade la Mutual y en las demásactividades.

En el ejemplar de enerode 2007 de la revista Liahona,encontrarán más fuentes derecursos sobre el tema. ■

128

Representación del profeta José Smith durante su reclusión en la cárcel de Liberty, donde recibió las revelaciones que se

encuentran en Doctrina y Convenios 121 y 122. El tema de la Mutual de 2007 procede de D. y C. 121:45.

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Page 131: Liahona Noviembre 2006

El ascenso sagrado, por David Linn

El 23 de octubre de 1856, la compañía de carros de mano de Willie hizo su ascenso de ocho kilómetros

por la empinada ladera montañosa en medio de la nieve y del huracanado viento. A pesar de estar envueltos

con acolchados, muchos fallecieron; sin embargo, la compañía siguió adelante con esperanza.

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Page 132: Liahona Noviembre 2006

A su hijo Helamán, Alma le manifestó: ‘Predícales el

arrepentimiento y la fe en el Señor Jesucristo; enséñales

a humillarse, y a ser mansos y humildes de corazón;

enséñales a resistir toda tentación del diablo, con su fe en el

Señor Jesucristo’ (Alma 37:33). Que el Señor nos bendiga con fe

en esta gran causa de la que somos parte. Que la fe sea como

una vela que nos guíe con su luz durante la noche; y que vaya

delante de nosotros como una nube durante el día”, dijo el

presidente Gordon B. Hinckley durante la sesión del domingo

por la mañana de la Conferencia General Semestral Nº 176.

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