Le Monde Diplomatique Honduras

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» L. 35.00 Mensual - 12 Páginas »Edición Honduras-UNAH ¿300 para 2050? Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel El auge de nuevos Estados en el mundo ¿Deshielo en el trópico? Pags. 8 y 9 Por Patrick Howlett-Martin Págs. 3, 4 y 5 Por Paul Dirkx Págs. 6 y 7 Por Dan Schiller Pags. 10 y 11 Por Sabine Cessou D ebieron pasar dieciséis años para que Estados Unidos reconociera a la Unión Soviética; veinte para que reconociera a Vietnam; treinta a la República Popular China. Cincuenta y cinco años transcurrieron desde el derrocamiento de Fulgencio Batista, y sin embargo Washington aún no mantiene relaciones diplomáticas con Cuba. Para algunos, sin embargo, no existe duda alguna: el deshielo llega finalmente a las aguas turquesas que enmarcan la isla. Su convicción se basa en gran medida en un apretón de manos: el que se dieron el presidente estadounidense Barack Obama y su par cubano Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela en Soweto, el 10 de diciembre de 2013. E n 1968, el nacionalista bretón Yann Fouéré publicaba La Europa de las cien banderas. En aquella época, ese alegato por una construcción europea fun- dada en las etnias –las“verdaderas naciones”– convencía casi solamente a los convencidos. Claramente, los tiempos cambiaron. El pasado 18 de sep- tiembre, el Reino Unido sintió pasar por Escocia el viento de la amenaza de la dislo- cación. Durante mucho tiempo los movimientos separatistas se dividieron acerca de cuestiones ideológicas y estratégicas, en particular en lo que concierne a la unificación europea L as revelaciones sobre los programas de espionaje dirigidos por la National Security Agency (NSA) generaron “cambios fundamentales e irreversibles en muchos países y en gran cantidad de ámbitos”, subraya Glenn Green- wald, el periodista de The Guardian que hizo públicas las informaciones confidenciales con las que contaba Edward Snowden. En el otoño de 2013, la cancil- ler alemana, Angela Merkel, y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se opusieron públicamente a Barack Obama al condenar los atentados a la privaci- dad de los que era culpable Estados Unidos –y de los que ellas en persona habían sido víctimas-. D akar se ha convertido en una de las diez ciudades más caras del conti- nente, según el estudio ECA International. Alrededor del actual aero- puerto, en Yoff, Ouakam, Ngor y en el elegante barrio de las Almadies, los terrenos se venden a precio de oro y el cemento corre como agua. Todos los que pueden, operadores económicos o particulares, construyen viviendas para cobrar alquileres de 150 a 1.500 euros que permiten llegar a fin de mes... En el Plateau, congestionado de la noche a la mañana, la especulación inmobiliaria tampoco decae. Europa en migajas La Explosión de Dakar El Imperio del capitalismo digital Edición 13 Noviembre 2014 » Pág. 12

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Edición Noviembre 2014

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Noviembre 2014 Edición N°13 01

»L. 35.00 Mensual - 12 Páginas

»Edición Honduras-UNAH

¿300 para 2050?

Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel

El auge de nuevos Estados en el mundo

¿Deshielo en el trópico?

Pags. 8 y 9Por Patrick Howlett-Martin

Págs. 3, 4 y 5Por Paul Dirkx

Págs. 6 y 7Por Dan Schiller

Pags. 10 y 11Por Sabine Cessou

Debieron pasar dieciséis años para que Estados Unidos reconociera a la Unión Soviética; veinte para que reconociera a Vietnam; treinta a la República Popular China. Cincuenta y cinco años transcurrieron desde el derrocamiento de Fulgencio Batista, y sin embargo Washington aún

no mantiene relaciones diplomáticas con Cuba. Para algunos, sin embargo, no existe duda alguna: el deshielo llega finalmente a las aguas turquesas que enmarcan la isla. Su convicción se basa en gran medida en un apretón de manos: el que se dieron el presidente estadounidense Barack Obama y su par cubano Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela en Soweto, el 10 de diciembre de 2013.

En 1968, el nacionalista bretón Yann Fouéré publicaba La Europa de las cien banderas. En aquella época, ese alegato por una construcción europea fun-dada en las etnias –las“verdaderas naciones”– convencía casi solamente a los convencidos. Claramente, los tiempos cambiaron. El pasado 18 de sep-

tiembre, el Reino Unido sintió pasar por Escocia el viento de la amenaza de la dislo-cación. Durante mucho tiempo los movimientos separatistas se dividieron acerca de cuestiones ideológicas y estratégicas, en particular en lo que concierne a la unificación europea

L as revelaciones sobre los programas de espionaje dirigidos por la National Security Agency (NSA) generaron “cambios fundamentales e irreversibles en muchos países y en gran cantidad de ámbitos”, subraya Glenn Green-wald, el periodista de The Guardian que hizo públicas las informaciones

confidenciales con las que contaba Edward Snowden. En el otoño de 2013, la cancil-ler alemana, Angela Merkel, y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se opusieron públicamente a Barack Obama al condenar los atentados a la privaci- dad de los que era culpable Estados Unidos –y de los que ellas en persona habían sido víctimas-.

D akar se ha convertido en una de las diez ciudades más caras del conti-nente, según el estudio ECA International. Alrededor del actual aero-puerto, en Yoff, Ouakam, Ngor y en el elegante barrio de las Almadies, los terrenos se venden a precio de oro y el cemento corre como agua.

Todos los que pueden, operadores económicos o particulares, construyen viviendas para cobrar alquileres de 150 a 1.500 euros que permiten llegar a fin de mes... En el Plateau, congestionado de la noche a la mañana, la especulación inmobiliaria tampoco decae.

Europa en migajas

La Explosión de Dakar

El Imperio del capitalismo digital

Edición 13 Noviembre 2014

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02 Noviembre 2014 Edición N°13

Editorial

Correo electrónico: [email protected]

Sabía usted que en América

Latina…Por Serge Halimi*

E n tiempos de crisis, la reelección en prime-ra vuelta de un jefe

de Estado que ya lleva dos mandatos no es algo muy común. La de Evo Morales, con el 61% de los votos, habría merecido por lo tanto destacarse más. Tanto más cuanto que su éxito electo-ral se da en un país, Bolivia, que vio desfilar a cinco pre-sidentes entre 2001 y 2005. Y que corona una caída de la pobreza del 25%, un au-mento del salario mínimo real del 87%, la baja de la edad de jubilación (1) y un crecimiento superior al 5% anual, todo desde 2006. Dado que es importante, se nos dice, volver a dar en-canto a la política, ¿por qué no dar más a conocer es-tas buenas noticias? ¿Será porque se explican por re-formas progresistas, y que sus actores son regímenes de izquierda?

ImpunidadDiscretos acerca de los logros de los gobiernos la-tinoamericanos de izquier-da, los grandes medios de comunicación también lo son acerca de… los fraca-sos de los gobiernos con-servadores. Inclusive en materia de seguridad. Este año, por ejemplo, cinco periodistas fueron asesi-nados en México, de los cuales uno el mes pasado en vivo durante una graba-ción en la radio. Atilano Ro-mán Tirado solía reclamar al aire la indemnización de ochocientas familias expro-piadas a causa de la cons-trucción de una represa. Una combatividad fatal allí donde secuestros, torturas y asesinatos se volvieron moneda corriente, en par-ticular para quien pone en tela de juicio un orden so-cial corroído y mafioso.

Los días 26 y 27 de sep-tiembre pasado, cuaren-ta y tres estudiantes de la ciudad de Iguala, en el es-tado de Guerrero, a ciento treinta kilómetros de Méxi-co D.F., protestaban contra

Staff

Sumario

Serge HALIMI, Presidente, Director de Publicación

Alain GRESH, Director Adjunto

Bruno LOMBARD Director Gestión

Anne-Cécile ROBERTResponsable de Ediciones Internacionales y Desarrollo

Entidad EditoraUniversidad Nacional Autónoma de Honduras

Julieta Castellanos RuízRectora

Armando SarmientoDirector Honduras

Diana Perdomo Cristina AlvaradoEditoras

Lisa Marie SheranDiseño y Diagramación

Allan McDonaldIlustraciones

Francia

Honduras

Redacción:1, Avenida Stephen Pichon 75013 PARIS CEDEXTeléfono: 33.1 53-94-96-01Fax: 33.1 53-94-96-26

Blv. Suyapa, Ciudad Universitaria, Edificio Administrativo tercer piso Dirección de Comunicación Interna (DIRCOM) F.M. Tegucigalpa, M.D.C. Teléfono: (504)2232-2110

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Contenido

Sabía usted que en América Latina…

El imperio del capitalismo digital

Europa en migajas

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Pags. 6 y 7

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La explosión de Dakar

¿Deshielo en el trópico?

¿300 para 2050?

ciertas reformas educativas de corte neoliberal promo-vidas por el presidente En-rique Peña Nieto. Mientras se desplazaban en micro, fueron interceptados por la policía local y llevados a un paradero desconocido. Luego, fueron presumible-mente entregados a un car-tel de droga, encargado de ejecutarlos y disimular sus restos en fosas clandesti-nas. En las últimas sema-nas, se descubren tumbas de ese tipo todo el tiempo, a veces llenas de cuerpos mutilados o quemados. Buscados por la justicia, el intendente, su esposa y el jefe de seguridad públi-ca de Iguala se dieron a la fuga.

Desde que abrió a las multinacionales el sector energético (2), Peña Nieto es adulado por la prensa

de negocios (3). Francia le entregó la Gran Cruz de la Legión de Honor. ¿Será in-terpelado algún día por sus admiradores acerca de la cuasi impunidad de la que gozan en su país las fuer-zas policiales y los funcio-narios corruptos? Pero los grandes diarios occidenta-les, los intelectuales mediá-ticos, Washington, Madrid y París quizás no saben qué preguntas hacerle al Presidente mexicano. Que imaginen entonces las que se les habrían disparado espontáneamente en sus mentes si la masacre de estudiantes hubiese ocurri-do en Ecuador, en Cuba, en Venezuela. O en esta Boli-via de la que se comenta en voz baja que acaba de ree-legir al presidente Morales.

1. Pasó de 60 a 58 años

para los hombres y de 60 a 55 años para las muje-res que tuvieron tres hijos o más.2. Véase John Mill Acker-man, “Le Mexique privati-se son pétrole”, marzo de 2014, www.monde-diplo-matique.fr3. El 28 de junio de 2013, un suplemento de Financial Times llevaba como título: “El tigre azteca empieza a afilar sus garras”. Esta operación de afilado había concluido aparentemente el 16 de diciembre siguien-te, ya que The Wall Street Journal saludó entonces, en un editorial, “El modelo mexicano”.

*Director de Le Monde Di-plomatique.Traducción:Aldo Giacometti

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Noviembre 2014 Edición N°13 03

Europa en migajas

Por Paul Dirkx*

En 1968, el na-cionalista bretón Yann Fouéré pu-blicaba La Europa de las cien ban-deras. En aque-

lla época, ese alegato por una construcción europea fundada en las etnias –las “verdaderas nacio-nes”– convencía casi solamente a los convencidos. Claramente, los tiempos cambiaron. El pasa-do 18 de septiembre, el Reino Unido sintió pasar por Escocia el viento de la amenaza de la dislo-cación. Una semana antes, res-paldado por una movilización sin precedentes en las calles de Bar-celona, el movimiento indepen-dentista-separatista (1) catalán había querido desafiar a Madrid imponiendo la realización de un referéndum acerca de la indepen-dencia. Tras la prohibición de esa votación por parte del Tribunal Constitucional, el 9 de noviembre los habitantes de Cataluña sim-plemente serán “consultados” sobre su futuro. Pero próximas elecciones podrían desembocar en una declaración de indepen-dencia si los partidos que la rei-vindican volvieran al poder. Estos acontecimientos hacen que lo impensable no sólo sea pensa-ble, sino realizable. Semejante cambio de situación no se debe tanto a la determinación de los militantes –más movilizados que nunca en todas partes del mun-do– como a factores que forman parte de un conjunto más amplio.

Durante mucho tiempo los mo-vimientos separatistas se di-vidieron acerca de cuestiones ideológicas y estratégicas, en particular en lo que concierne a la unificación europea. Los cua-tro partidos más conocidos de la actualidad, todos en el gobierno en sus regiones, ilustran esta di-versidad. La Esquerra Republica-na de Catalunya (ERC, Izquierda Republicana de Cataluña) sigue una línea socialdemócrata com-parable a la del Scottish National Party (SNP), mientras que los ca-talanistas de Convergència i Unió (CiU, Convergencia y Unión) y la Nieuw-Vlaamse Alliantie (N-VA, Nueva Alianza Flamenca) se ubi-can netamente a la derecha. Los tres primeros partidos trabajan por el renacimiento de una na-ción “antigua” cuya pertenencia al reino que los incluye sólo sería un paréntesis que hay que cerrar.

Convergen separatismos y federalismo supranacional

Paradoja: la voluntad de independencia que crece en numerosas regiones ricas de Europa puede reforzar la máquina supranacional de la Unión Europea. Al defender identidades de contornos cada vez más reducidos, algunos movimientos

regionalistas participan en la destrucción de antiguos espacios de solidaridad.

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04 Noviembre 2014 Edición N°13

La N-VA haría lo mismo si la Flan-des moderna, entidad engendra-da por un Estado en el que los flamencos ocupan una posición dominante desde hace décadas, tuviera el aura de una nación na-tural. Ahora bien, los separatistas flamencos no pudieron contar por mucho tiempo con el respaldo de un movimiento popular, ni siquie-ra con el apoyo de las esferas in-telectuales.

Pero en forma progresiva esos partidos y muchos otros se pu-sieron de acuerdo para sacar ventaja de la construcción eu-ropea y de su gobernanza. Eu-ropeizaron sus vínculos de co-laboración para constituir una corriente política activa a escala continental. El instrumento más desarrollado es la Alianza Libre Europea (ALE), que cuenta con el apoyo de los Verdes en el Par-lamento Europeo y forma con ellos un grupo que desde las elecciones de mayo de 2014 de-tenta el 6,66% de los escaños.

Separatistas, ¡uníos!Fundada en 1981 en Bastia y re-conocida por el Parlamento Eu-ropeo en 2004, está dirigida por François Alfonsi, ex presidente del Partido de la Nación Cor-sa (autonomista y opuesto a la violencia política). La ALE reúne diez formaciones regionalistas, catorce autonomistas y once se-paratistas que representan a die-cisiete Estados miembros. El 18 de septiembre, encabezando una importante delegación de la ALE en Edimburgo, Alfonsi explicaba que la movilización por Europa “la hacemos nosotros; la diná-mica ofensiva es la nuestra” (2). Teniendo en cuenta el letargo de Londres (salvo en el último minu-to) y la ausencia de un proyecto claro en Bruselas, no está del todo equivocado.

Tanto la ALE como la mayoría de las organizaciones separatistas o regionalistas tienen un discurso anclado en el presente que tien-de a tapar su propia historia. Sin embargo, no carece de interés recordar que, durante la Segunda Guerra Mundial, una parte impor-tante de los movimientos bretón o flamenco había optado por una Europa nazi, mientras que los ca-talanes o los vascos fueron dura-mente reprimidos por Francisco Franco. La ALE está logrando pu-lir su heterogeneidad a través de una comunicación con expresio-nes cada vez más tecnocráticas, democráticas y progresistas. Así, intenta introducir en la jerga eu-ropea fórmulas que presentan su causa como justa (está luchando por “naciones sin Estado”) y fiel al espíritu europeo (cada inde-pendencia es una “ampliación interna”). Esta retórica apunta a legitimar un nacionalismo en el que la etnia se eclipsa ante una comunidad histórica o incluso en el que ésta le deja lugar a una sociedad abierta a todos los ha-bitantes que estén instalados en su territorio, una “comunidad de destino”. Ese nacionalismo “cívi-co”, que sigue estando amplia-mente fundado en las nociones de territorio, tradiciones y lengua, sólo logra valerse plenamente de palabras como “república”, “pueblo”, “democracia”, etc., por medio de una distorsión al menos parcial de los valores del Esta-do-Nación al estilo francés. Si no fuera una característica gene-ral de la comunicación europea,

el discurso de la ALE impactaría por su angelismo: “Nos concen-tramos en la autodeterminación, porque pensamos que todos los pueblos tienen derecho a decidir su propio futuro. Tienen derecho a elegir democráticamente y sin condicionamientos el tipo de go-bierno y el tipo de sociedad en los que quieren vivir”.

Esta búsqueda de respetabilidad recuerda la de ciertos partidos de extrema derecha. Pero los separatistas se diferencian de estos, entre otras cosas, por su estrategia de participación en las instituciones europeas. Dado que la Unión promueve cada vez más firmemente el nivel regional en nombre del principio de subsidia-riedad. Esta piedra angular de la gobernanza europea consiste en reservar para el nivel inferior de poder lo que el nivel superior sólo podría realizar de una manera “menos eficaz” y “menos cercana al ciudadano”. Dicho principio fue inscrito en el Tratado de Maastri-cht de 1992, al mismo tiempo que la unión económica y monetaria y el Comité de las Regiones (CDR), una asamblea consultiva para to-das las cuestiones que afectan a las regiones. El CDR también debe velar por que se respeten los principios de subsidiariedad y de proximidad, y puede apelar al Tribunal de Justicia de la Unión Europea para hacerlos aplicar.

La tendencia separatista aprove-cha tanto más la tribuna que le brinda el CDR cuanto que éste busca atraer un máximo de pode-

res hacia los niveles infranaciona-les. El CDR aspira a “una Unión cada vez más estrecha y solidaria entre los pueblos de Europa” (3), noción ambigua que puede reci-bir un sentido tanto cívico como étnico. Lo esencial del discurso del CDR está a tono con los au-tonomismos y los separatismos: “Queremos que Europa […] pue-da sacar pleno partido de la di-versidad territorial, cultural y lin-güística que es al mismo tiempo su fuerza y su riqueza y signo de identidad para sus ciudadanos. […] Reivindicamos la autonomía de las autoridades regionales y locales y su derecho a disponer de los recursos financieros apro-piados […] y fomentamos el pro-ceso de descentralización”. Si bien el CDR no prepara el terreno para los nacionalismos infrana-cionales, al menos acrecienta su legitimidad. Con la Carta Europea de la Autonomía, de 1988, les ofrece un marco jurídico que un día podría resultar valioso.

Ese marco fue reafirmado en abril de 2014 por la Carta de la Go-bernanza Multinivel en Europa, redactada por el CDR bajo el im-pulso del nacionalista flamenco democristiano Luc Van den Bran-de. Su enfoque “más allá de las fronteras, procedimientos y obs-táculos administrativos conven-cionales” (4) apunta ante todo, sin nombrarlos, a los que generan los obstáculos: los Estados-Nación. La Comisión validó este enfoque por medio de su presidente, José Manuel Barroso: “Europa […] es la diversidad y la riqueza de to-

das sus regiones, de todas sus ciudades” (5). Para el presidente del Parlamento Europeo,  Martin Schulz, el CDR “evidentemen-te tiene que desempeñar un rol central en las políticas europeas”. Esta asamblea que se felicita por no haber cesado de “fortalecer su legitimidad democrática” desem-peña claramente el rol de un Se-nado de las Regiones, idea que gana terreno en Bruselas.

Ambivalencia de la UELa posición de la Unión respecto de los separatismos podría resu-mirse así: se abstiene de interve-nir en los casos que conciernen a los asuntos internos de un Es-tado miembro. Como lo indica el Tratado sobre la Unión Europea, ésta “respeta las funciones esen-ciales del Estado, en especial las que tienen como objeto garanti-zar su integridad territorial”. Así, el Estado no sólo tendría el mo-nopolio en la materia, sino que no podría recurrir a la Unión –la que, sin embargo, interviene en forma cada vez más masiva en todos los “niveles de competen-cia”, particularmente en materia presupuestaria–. Que Bruselas dé su reconocimiento a un terri-torio que se separa perjudicaría la integridad territorial del Estado en cuestión e iría, pues, en contra del Tratado. Estos últimos meses, el presidente de la Comisión Eu-ropea, Barroso, declaró que una Cataluña independiente quedaría excluida de la Unión. Y, en plena campaña por el referéndum, juz-gó que una adhesión de Escocia

sería “extremadamente difícil, in-cluso imposible”. Pero esas ame-nazas fueron tan tardías que son jurídicamente objetables. Ya que no hay ninguna diferencia esen-cial entre los Estados-Nación actuales y los Estados que los separatistas tanto anhelan, a sa-ber, Estados que coincidirían con “verdaderas” naciones –en defi-nitiva, verdaderos Estados-Na-ción–.

Así, la postura de Bruselas re-sulta ambivalente, a menos que se recuerde que la construcción europea siempre se hizo contra los Estados o, al menos, en su detrimento, a fin de permitir que el poder supranacional europeo se transformara en una estruc-tura capaz de dominarlos (6). Al “reequilibrar las gobernanzas” por medio de transferencias de competencias hacia las regiones, el principio de subsidiariedad empuja a un proceso de evapo-ración –según la expresión bas-tante pertinente de los separa-tistas flamencos– no solamente al Estado belga, sino a todos sus homólogos. Dado que, a la larga, esta evaporación afecta no sólo la capacidad de decisión de los Estados, sino su propia esencia. En síntesis, se comprende mejor que los grupos separatistas estén tan preocupados por cooperar en políticas europeas. Sin subesti-mar sus esfuerzos, aquellos que se encuentran mejor estableci-dos insistieron sobre todo a nivel

local, materializando su posición de fuerza en las urnas y ante las Cámaras.

Pero el tutelaje progresivo de los Estados también tiene una fuerte dimensión económica. Desde el Tratado de Roma de 1957, la construcción europea fue concebida en una perspec-tiva de “supresión progresiva de las restricciones” al “comercio mundial” y de dislocación corre-lativa de las estructuras naciona-les que subyacen a los sistemas económicos. La crisis financiera actual, a menudo mencionada como factor que favorece el cre-cimiento de los autonomismos, ciertamente ha debilitado todavía un poco más a las capas popu-lares abandonadas por los parti-dos políticos que supuestamente deben defenderlas. Una parte de ellas se inclinó por partidos “populistas”, categoría comodín que incluye gran cantidad de formaciones nacionalistas. Pero la crisis tiene espaldas anchas, y hay que cuidarse de naturali-zarla aislándola de las políticas públicas neoliberales con las que está vinculada. Los separatistas supieron aprovechar en grados diversos esta dinámica continen-tal con miras a ampliar de forma duradera su electorado.

Máscaras del neoliberalismoLa N-VA brinda un ejemplo em-blemático. Como la idea sepa-ratista no tiene base popular, a pesar de los elevados resultados que obtuvieron sus rivales “popu-

Una gran parte del establishment económico catalán

defiende de forma férrea un Estado catalán

“independiente”.

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listas” antiinmigrantes del Vlaams Belang, este partido conservador fundado en 2001 sobre los restos del partido nacionalista social-li-beral Volksunie (Unión del Pueblo) logró aliarse a la patronal autono-mista neerlandófona. Bélgica, ese “paraíso del liberalismo continen-tal” (Karl Marx) que entre 1860 y 1914 perteneció al grupo de las potencias económicas mundia-les, se encontró en la vanguardia de todas las iniciativas que apun-taban a acelerar la expansión del librecambismo internacional. Su rol en el establecimiento de las instituciones financieras mundia-les y en la construcción de un Estado europeo no tiene punto de comparación con su tamaño. Una única sombra en el panora-ma: la defensa de la lengua y de la cultura de las clases populares en el norte del país por parte de un “movimiento flamenco” cada vez más hostil al Estado belga. Este último intentó resolver el problema como ya estaba acos-tumbrado a hacer respecto de los grandes desafíos sociales: tercerizándolo. Pero, esta vez, no recurrió ni a los partidos políticos ni a las redes institucionales (es-cuelas, hospitales, prensa, etc.) habilitadas para gestionar una parte de la vida de cada ciudada-no en función de su pertenencia ideológica. En la década del 70, surgieron para ello nuevas insti-tuciones, llamadas “Regiones” y “Comunidades”, a las que se les concedieron competencias cre-cientes en la década del 80.

Esta federalización era anhelada por nuevas elites económicas flamencas decididas a darle a su región su lugar en la economía mundial. El objetivo era ver emer-ger, en el marco del Estado bel-ga (o no, si fuera necesario), una administración flamenca liberada del peso de los “arcaísmos” que la izquierda socialista defiende en Valonia –la que había optado por defender el federalismo por razones inversas a partir del de-clive industrial de los años 60–. La costosa federalización del país se hizo a marchas forzadas en menos de veinticinco años y coincidió con la instauración de las políticas de austeridad. Coin-cidencia que a menudo permite una instrumentalización de los “problemas comunitarios” y de las “reformas del Estado” con fines de reformas socioeconómi-cas de inspiración neoliberal (7). Como dijo un día Hugo Schiltz, el líder de ese nacionalismo flamen-co que se puede calificar como “etnoliberal”: “Federalizar es sa-near” (las finanzas públicas).

Su sucesor, el presidente de la N-VA Bart De Wever, se unió con poderosos círculos de negocios a veces abiertamente separatistas (8) exasperados por la persis-tencia del modelo social belga, uno de los más desarrollados del mundo. Con el apoyo ambiguo del partido democristiano flamen-co CD&V, la N-VA llevó adelante una estrategia doble. Por un lado, una estrategia etnicista: asquear, a fuerza de frasecitas vagamen-te racistas, a la mayor cantidad de ciudadanos francófonos de su cohabitación con “los flamen-cos”, por ende asquearlos de Bélgica, y dar crédito al mito de una Bélgica compuesta por dos democracias. Por otro lado, una estrategia etnoliberal: radicalizar lo que el CD&V había implemen-tado en el programa neoliberal, a saber, el axioma “Wat we zelf

doen, doen we beter” (“Lo que hacemos nosotros mismos [los flamencos], lo hacemos mejor”). Desde 2010, al captar sobre todo al electorado del Vlaams Belang, la N-VA se convirtió en la primera fuerza del país. Posición que con-solidó en 2014 y que la convierte en el eje del nuevo gobierno fe-deral N-VA-CD&V-liberales for-mado el pasado 11 de octubre. Ese gobierno, el primero exento de socialistas desde 1988, está obligado a endurecer las políticas sociales y económicas sin nuevas reformas institucionales. Su ar-quitecto, De Wever, describió su espíritu con estas palabras: si al término del mandato, el votante francófono “decidiera forzarnos a formar una coalición con el Parti-do Socialista [valón], creo que lo institucional estaría nuevamente allí” (9).

Las principales formaciones se-paratistas de la Unión parecen haberse puesto de acuerdo para relacionar la cuestión identitaria con la de la incapacidad que tie-nen los Estados modernos para participar en la economía euro-pea globalizada con la determi-nación presupuestaria deseada. Una gran parte del establishment económico catalán defiende de forma férrea un Estado catalán “independiente” y su capacidad para hacer reformas más firmes según las recetas neoliberales ya experimentadas por la derecha separatista de Artur Mas, que preside la Generalitat (Ejecutivo regional de Cataluña). Este último también ve en la independencia una forma de romper con la cos-tosa solidaridad nacional y bajar las cargas fiscales de las empre-sas. Tanto allí como en Flandes, pero también en Italia del Norte y en otras regiones, “Madrid”, “Valonia”, etc., se convirtieron en sinónimos de abismo financiero e hipoteca de la salud económica y social del pueblo.

En Edimburgo también resue-na un I want my money back (“Quiero que me devuelvan mi dinero”) poco compatible con el perfil de izquierda del SNP de Alex Salmond. Este partido construyó su popularidad sobre el rechazo de las políticas neo-

liberales de Margaret Thatcher y luego de Anthony Blair. Pero, sobre todo, desde la obtención de la mayoría absoluta en el Parlamento escocés en 2011, se acercó a la socialdemocra-cia. Salmond, economista y sa-gaz conocedor de los círculos financieros, logró seducir a una fracción de la patronal ilusio-nando con el control de los divi-dendos petroleros y las atenua-ciones fiscales que engendraría el nacimiento de un nuevo “ti-gre celta”. Él también polariza el debate, explicando hasta qué punto Londres grava el bienes-tar de los escoceses, hasta qué punto “una gran estrella negra” impide que brille “una nueva luz

en el norte” (10).Por último, todas esas regio-nes de producto interno bruto generalmente más elevado que la media nacional se presentan como fuerzas de cambio y pro-greso. Y lo hacen lejos de todo pensamiento etnocéntrico, pero diciéndose al servicio de Europa. Porque el “defecto de Europa es debido a los Estados-Nación”, como resume el presidente de la ALE, que se erige, así, en aliado de todos los detractores de los “egoísmos nacionales” en Bruse-las. Gran cantidad de separatis-tas, autonomistas y regionalistas comprendieron desde hace mu-cho tiempo que Europa marcha hacia el federalismo en detrimen-to de los Estados-Nación. Y tie-nen la clara intención de ayudar-la, mostrándose convencidos por su doctrina.

Asedio al centralismo“El regionalismo no es y nunca fue una amenaza, ni siquiera un mo-tivo de preocupación en un Esta-do unitario, seguro de su centra-lismo. […] Francia nunca […] se verá sacudida por partidos regio-nalistas poco poderosos”, pro-clamaba un politólogo francés en vísperas del escrutinio escocés (11). Nada es menos seguro. Ya que el proceso en curso a escala de la Unión lleva a la República Francesa a transformarse según la lógica subsidiarista. Nume-rosos instrumentos jurídicos (la Carta de la Autonomía, los crite-rios de subvención europea, etc.) obligan a los Estados miembros a una forma u otra de regionali-zación. De los veintiocho Estados miembros, cerca de veinte se di-vidieron en regiones (con compe-tencias muy amplias en cinco de ellos) y tres se federalizaron, bus-cando en particular una mejor go-bernanza económica. En Grecia, en 2010, las transferencias de po-der hacia las regiones claramente tenían por objetivo una reducción de los gastos por parte de los grupos que apuntan a mantener los compromisos económicos del gobierno.

Desde los gobiernos de Raffarin (2002-2005), la descentralización en la que estaba encaminada Francia se transformó en una re-gionalización con todas las de la ley. La nueva reforma territorial, realizada a ritmo rápido, reduce la cantidad de regiones de vein-tidós a trece. Para la ocasión, el gobierno invita a cada ciudadano a una reflexión de gran profundi-dad gracias a una aplicación para celulares: “‘Nombrá’ tu [sic] terri-torio, para poder apropiarse de los contornos de las trece nuevas regiones y proponerles nombres; ‘marcá’ tu [sic] territorio, para trazar el mapa de su área de de-sarrollo; ‘probá’ tu [sic] territorio, para probar sus conocimientos […] y comprender la reforma propuesta por el gobierno”. Más allá de esta comunicación in-fantilizante, el primer objetivo es claramente manifiesto: dotar a Francia de regiones “de tamaño equivalente a las otras regiones europeas” (12). Los legisladores, al perder de vista los dieciocho Estados miembros cuya superfi-cie es inferior aunque más no sea a tres de esas futuras regiones, más bien miraron hacia España, Italia y sobre todo Alemania.

De las veintidós regiones ac-tuales, seis quedarán intactas, entre ellas Córcega y Bretaña.

Esta última aparece como una región-guía de la reforma: París ya firmó con ella, a fines de 2013, un “pacto por el futuro” (2.000 millones de euros en ayudas y préstamos). En ese entonces, el primer ministro Jean-Marc Ayrault había anunciado que ese pacto sería completado por la reforma territorial. El segundo objetivo de esta reforma es dotar a las regiones de “herramientas para acompañar el crecimiento de las empresas”, en particular cediéndoles todas las compe-tencias en materia de políticas de formación y de empleo. El secretario de Estado a cargo de la Reforma del Estado y Simpli-ficación, Thierry Mandon, había advertido a los franceses: “Algu-nas misiones del Estado debe-rán transferirse o abandonarse” (13). La regionalización podría desembocar en una Francia de una decena de regiones-áreas de empleo, con un diálogo so-cial adaptado a las nuevas rea-lidades. Dicha regionalización introduce en el funcionamiento del Estado francés el principio de equivalencia de los “niveles de competencias” así como el principio de subsidiariedad.Habrá, pues, un tratamiento es-pecífico de los ciudadanos en función de su región, lo que de-termina la emergencia de catego-rías distintas de franceses. Eso es lo que ya muestra el “pacto por el futuro”, que, para citar a Ayrault, es “un pacto por Bretaña y los bretones” (14) –“los bretones”, y ya no los habitantes de una re-gión–. Dicho de otra manera, el Estado francés parece dispuesto a rehabilitar, en nombre de cada economía regional, ciertas cate-gorías constitutivas de una iden-tidad étnica (15). Por su parte, los separatistas incitan a París, como a Bruselas, a no detener-se en mitad de tan buen camino realizado. “Nadie discute la nece-sidad de ahorrar. Pero la debacle del Estado francés es ante todo la de un Estado centralizado a ultranza. Y el centralismo cuesta caro”, explica la federación fran-cesa de Convergencia Democrá-tica de Cataluña, la que pondera la creación de una región de Ca-taluña Norte en el Rosellón para “restaurar” un país catalán trans-fronterizo “competitivo” (16).

La experiencia muestra que una colectividad territorial fundada en una identidad raramente se con-tenta con el statu quo. La fede-ralización belga, larga tentativa de apaciguamiento de ese deseo de reconocimiento, no obstante minoritario (17), no impidió que el país, al igual que España, se encontrara al borde de la dislo-cación. El gobierno de Londres, “seguro de su centralismo”, había creído que podría hacer caer a los nacionalistas en su propia trampa al autorizar el referéndum. Hoy se ve obligado a tener que prometer lo que se parece mucho a una federalización (sobre todo fiscal) del país, destinada a contentar, sin la menor garantía de éxito, a las cuatro “naciones internas” que lo componen (Escocia, Irlan-da del Norte, Gales e Inglaterra)…

Mientras los federalistas euro-peos continúan su estrategia de “realizaciones concretas que creen en primer lugar una soli-daridad de hecho”, como decía Robert Schuman, los separa-tistas proeuropeos (pero no fe-deralistas) continúan su marcha hacia la “independencia de facto”

esperando la “independencia de derecho” (18). Dos estrategias del hecho consumado que se refuer-zan mutuamente.

1. El término “independentista” tiene el inconveniente de dar cré-dito a la tesis de una dependencia y, por lo tanto de una dominación, de una parte del país en cuestión respecto de la otra.2. Le Monde, 18-9-14.3. “Declaración de misión”, Co-mité de las Regiones, Bruselas, 21-4-09. 4. “Resolución del Comité de las Regiones sobre la Carta de la Go-bernanza Multinivel en Europa”, Bruselas, 2/3-4-14. 5. Video “20 Years of the Commi-ttee of Regions”, Comité de las Regiones, julio de 2014, disponi-ble en: www.youtube.com6. Véase Belén Balanyá, Ann Do-herty, Olivier Hoedeman, Adam Ma’anit y Erik Wesselius, Europe Inc. Comment les multinationales construisent l’Europe et l’écono-mie mondiale, Marsella, Agone, 2005; François Denord y Antoine Schwartz, L’Europe sociale n’au-ra pas lieu, Raisons d’agir, París, 2009.7. Véase La Concurrence ethni-que. La Belgique, l’Europe et le néolibéralisme, Le Croquant, Be-llecombe-en-Bauges, 2012.8. Por ejemplo, el think tank In De Warande, autor en 2005 de un “Manifiesto por una Flandes independiente en Europa” que inspiró ampliamente el programa de la N-VA.9. Bel-RTL, 10-10-14.10. Channel 4 News, 7-2-14. 11. Xavier Crettiez, citado en Le Monde, 18-9-14.12. “La réforme territoriale”, 10-10-14, www.gouvernement.fr13. Entrevista con Thierry Man-don, 2-7-14, www.lesechos.fr14. Citado en Mediapart.fr, 13-12-13.15. Alentados por París y por los acontecimientos escoceses y ca-talanes, los “Gorros Rojos” y los nacionalistas bretones organi-zaron una “marcha histórica por una Bretaña unida”, que reunió entre veinte mil y treinta mil per-sonas en Nantes (Ouest-France, 28-9-14).16. Extraído del sitio www.cdc-cat.com17. En Flandes, el separatismo se estancó alrededor del 15% desde 1995. En 2010, el 83% de los vo-tantes de la N-VA se decían hosti-les a la escisión del Estado belga (Katholieke Universiteit Leuven).18. Según las palabras del teórico nacionalista escocés Tom Nairn, citado en Keith Dixon, “Les ambi-tions du nationalisme écossais”, Le Monde diplomatique, París, septiembre de 2014.

*Docente e investigador de la Universidad de Lorraine. Autor de La Concurrence ethnique. La Belgique, l’Europe et le néolibé-ralisme, Editions du Croquant, col. “Savoir/Agir”, Bellecom-be-en-Bauges, 2012. Traducción: Bárbara Poey Sowerby

En Edimburgo también resuena un I want my money back (“Quiero que me devuelvan mi dinero”) poco compatible con el

perfil de izquierda del SNP de Alex Salmond.

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06 Noviembre 2014 Edición N°13

El imperio del capitalismo digital

Impacto demoledor de las revelaciones de Snowden

Las revelaciones, hace un año y medio, de Edward Snowden, un técnico que trabajaba para la Agencia Nacional de Seguridad, demostraron no sólo la falta de respeto del gobierno de Obama por la privacidad. Su proyección es mucho

más amplia: desnuda la estructura de las relaciones de poder a escala mundial y cristaliza las mutacionesdel capitalismo digital.

Por Dan Schiller*

Las revelaciones sobre los programas de espionaje dirigidos por la National Security Agency (NSA) generaron “cambios fun-damentales e irreversibles

en muchos países y en gran cantidad de ámbitos” (1), subraya Glenn Greenwald, el periodista de The Guardian que hizo públi-cas las informaciones confidenciales con las que contaba Edward Snowden. En el otoño de 2013, la canciller alemana, Ange-la Merkel, y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se opusieron públicamente a Ba-rack Obama al condenar los atentados a la privacidad de los que era culpable Esta-dos Unidos –y de los que ellas en persona habían sido víctimas–. La Asamblea Ge-neral de las Naciones Unidas adoptó por unanimidad una resolución que reconoce como un derecho humano la protección de los datos privados en Internet. Y, en ju-nio de 2014, el Departamento de Justicia estadounidense, respondiendo a la Unión Europea, prometió someter al Congreso una propuesta de ley que extendiera a los ciudadanos europeos ciertos dispositivos de protección de la privacidad de los que gozan los ciudadanos estadounidenses.

Pero, para apreciar plenamente la mag-nitud de la repercusión internacional del caso Snowden, hay que ampliar la lente más allá de las infracciones cometidas contra el derecho y examinar el impac-to que esas revelaciones tienen sobre las fuerzas económicas y políticas mundiales, estructuradas en torno a Estados Unidos.

Ante todo, el espionaje –una de las fun-ciones de la NSA– forma parte del poder militar estadounidense. Desde 2010, el director de la NSA también está a cargo de las operaciones digitales ofensivas, en tanto comandante del Cyber Command del ejército: los dos organismos dependen del Departamento de Defensa. “Estados Unidos podría utilizar armas cibernéticas […] en el marco de operaciones militares ordinarias, al igual que misiles de crucero o drones”, explica el almirante Michael S. Rogers, recientemente nombrado al man-do de la NSA y del Cyber Command, a The New York Times (20-6-14).

Luego, ese dispositivo militar se inscri-be en un marco mucho mayor, el de las alianzas estratégicas tejidas por Estados Unidos. Desde 1948, el acuerdo Ukusa constituye el núcleo de los programas de vigilancia de las comunicaciones mundia-les. En ese acuerdo, a Estados Unidos se lo denomina “parte primera” [first party] y a la NSA se la reconoce específicamente como la “parte principal” [dominant par-ty]. El Reino Unido, Canadá, Australia y

Nueva Zelanda representan las “partes segundas” [second parties]. Cada uno de esos países, además de comprometerse a garantizar la vigilancia de las comunica-ciones en una región dada, compartir sus infraestructuras con Estados Unidos y lle-var a cabo operaciones comunes con este último, puede acceder a la información de inteligencia recogida según modalidades fijadas por Washington (2).

Los cinco ojos del principioLos países del Ukusa –los five eyes [“cin-co ojos”], como se los suele llamar– cola-boraban en el marco de la Guerra Fría. La Unión Soviética representaba el principal adversario. Pero, frente a los avances de los movimientos anticoloniales, antiimpe-rialistas e incluso anticapitalistas en Asia, África y América Latina, Estados Unidos extendió sus capacidades de recolec-ción de información a escala mundial. Las alianzas que habían fundado ese sistema superan, pues, ampliamente el círculo de los primeros signatarios. Por ejemplo, al este y al oeste de la Unión Soviética, Ja-pón y Alemania se cuentan entre las “par-tes terceras” [third parties] del tratado. Se observará que, tras las revelaciones de Snowden, Merkel le pidió a Estados Uni-dos que compartiera con Alemania las in-formaciones con las que contaba, según condiciones similares a las que disponían las “partes segundas”. La administración Obama desestimó el pedido.

Los miembros que tienen el estatus de “partes terceras” evolucionaron a lo largo del tiempo, pero todos disponen de un ac-ceso restringido a las informaciones reco-gidas. Ese fue, durante un tiempo, el caso de Irán, bien ubicado para observar el sur de la Unión Soviética. Pero después de la revolución de 1979, Estados Unidos tuvo que encontrar una solución de reemplazo. Entonces, institucionalizó sus vínculos con la República Popular China, con la que las relaciones habían mejorado a partir de la visita secreta de Henry Kissinger en abril de 1970. La provincia de Xinjiang apare-cía como un lugar cómodo para espiar a los rusos: Deng Xiaoping, el gran artesano de la apertura de China a la economía de mercado, autorizó a la Central Intelligence Agency (CIA) a construir dos puestos de vi-gilancia, con la condición de que los admi-nistraran técnicos chinos. Estos puestos, operativos a partir de 1981, funcionaron al menos hasta mediados de los años 90.

Dado que ningún Estado posee una red de espionaje tan extensa como Estados Unidos, el argumento según el cual “todos los países hacen lo mismo” no se sostie-ne. Desde los satélites, en la década del 50, hasta las infraestructuras digitales, Estados Unidos modernizó sus sistemas de vigilancia global en varias oportunida-des. Sin embargo, desde comienzos de la década del 90, y con la caída de los re-

gímenes comunistas, la vigilancia también cambió de función. Sigue apuntando a combatir las amenazas, actuales o futuras, que pesan sobre una economía mundial construida en torno a los intereses esta-dounidenses. Pero esas amenazas se di-versificaron: actores no estatales, países menos desarrollados aunque decididos a obtener un lugar más importante en la economía mundial o, al contrario, países deseosos de emprender otras vías de de-sarrollo, y –esto es esencial– otros países capitalistas desarrollados.

Para aclarar ese desplazamiento estraté-gico, hay que destacar un aspecto eco-nómico del sistema de inteligencia es-tadounidense directamente vinculado al capitalismo digital. En estas últimas déca-das se asistió al desarrollo de una industria de la guerra cibernética, de la recolección y el análisis de datos, que no le rinde cuen-tas a nadie y de la que forma parte el ex empleador de Snowden, la empresa Booz Allen Hamilton. En otras palabras: con las privatizaciones masivas, la “tercerización de la inteligencia” se banalizó. Así, lo que de larga data era una función estatal se convirtió en una vasta empresa llevada a cabo en forma conjunta por el Estado y los grupos económicos. Como demostró Snowden, desde entonces el complejo de vigilancia estadounidense está ligado al corazón de la industria de la Net.

Hay sólidas razones para pensar que las empresas de Silicon Valley participaron de forma sistemática, y la mayoría de ellas de forma coordinada, en determinados aspec-tos de una operación top secret de la NSA bautizada “Enduring Security Framework” (Marco de Seguridad Duradera) (3). Ya en 1989, un experto en comunicaciones mili-tares se felicitaba por los “estrechos víncu-los que mantenían las compañías estadou-nidenses […] con las altas instancias de la seguridad nacional estadounidense”, por-que las compañías en cuestión “facilitaban el acceso de la NSA al tráfico internacio-nal” (4). Veinticinco años más tarde, esta relación estructural se mantiene. Aunque los intereses de esas empresas probable-mente no coincidan con los del gobierno estadounidense, es indiscutible que las principales compañías informáticas cons-tituyen socios indispensables para Was-hington. “La mayoría de las empresas que desde hace mucho tiempo le permiten a la Agencia ser la más adelantada en tec-nología y tener un alcance global todavía trabajaban con ella”, reconoció el director de la NSA en junio de 2014 a The New York Times.

¿Motores de búsqueda o de vigilancia?Contra toda evidencia, Google, Facebook y las demás niegan su implicación y fin-gen indignación. Una reacción lógica: esas empresas construyeron su fortuna sobre el espionaje a gran escala con un objeti-

vo comercial –en su propio beneficio y el de sus sostenes financieros, las grandes agencias de publicidad y de marketing–.

La recolección, masiva y concertada, de datos por parte de las grandes empresas no es un hecho natural. Hubo que hacerla posible, especialmente mediante la trans-formación de la arquitectura inicial de In-ternet. En la década del 90, mientras que la World Wide Web recién comenzaba a inmiscuirse en la vida social y cultural, las empresas informáticas y de publicidad hi-cieron lobby ante la administración Clinton para reducir la protección de la privacidad al mínimo estricto. Así, pudieron modificar la Net de forma tal de vigilar a sus usua-rios con fines comerciales. Rechazando las iniciativas de protección de los datos, por tímidas que fueran, redes sociales, motores de búsqueda, proveedores de ac-ceso y de publicidad siguen exigiendo una integración más profunda de la vigilancia comercial en Internet –esta es la razón por la que promueven el paso a la informática “en la nube” [cloud service computing]–. Múltiples empresas gigantes adquirieron el poder de acaparar la información de la población del mundo entero, durante toda la vida, a cualquier hora del día. Como ex-plica Evgeny Morozov, las estrategias de ganancia de esas empresas se basan ex-plícitamente en los datos de sus usuarios. Según los términos del fundador de Wiki-Leaks, Julian Assange, estas constituyen “motores de vigilancia” (5).

Estas estrategias de ganancia se convier-ten en la base del desarrollo del capita-lismo digital. La dinámica de apropiación de los datos personales electrónicos se

intensifica particularmente bajo el efecto de una doble presión económica y políti-ca. Por esta misma razón, se expone a una doble vulnerabilidad que las revelaciones de Snowden pusieron en evidencia.

En mayo de 2014, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea consideró que los indivi-duos tenían derecho a pedir que se retira-ran los resultados de búsquedas que re-mitieran a datos personales “inadecuados, no pertinentes u obsoletos”. En los cuatro días posteriores a esa sentencia, Google recibió cuarenta y un mil solicitudes funda-das en ese “derecho al olvido”. Más reve-lador aun, en junio de 2014, el 87% de las quince mil personas encuestadas en quin-ce países por la agencia de relaciones pú-blicas Edelman Berland coincidió en decir que la ley debería “prohibirles a las empre-

Merkel le pidió a Estados Unidos que compartiera con Alemania

sus informaciones; Obama desestimó el pedido.

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sas comprar y vender datos sin el consentimiento” de las personas afectadas. Las mismas encues-tas consideraban que la princi-pal amenaza que pesaba sobre la protección de la privacidad en Internet residía en el hecho de que las empresas podían “utili-zar, intercambiar o vender sin [su] conocimiento [sus] datos perso-nales para obtener una ganancia financiera”. Para contener el des-contento, la Casa Blanca publicó un informe en el que recomenda-ba a las empresas que limitaran el uso que hacen de los datos de sus clientes. Pese a esto, la ad-ministración Obama se mantiene inquebrantable en su apoyo a las multinacionales: “El big data será un motor histórico de progreso” (6), recalcó un comunicado oficial en junio de 2014.

El rechazo del inmenso poder de los intereses económicos y esta-tales estadounidenses sobre el capitalismo digital no solamente es perceptible en las encuestas de opinión. Para los que desde hace mucho tiempo perseveran en su oposición a las compañías estadounidenses, las revelacio-nes de Snowden constituyen una ventaja inesperada. Lo testimonia la extraordinaria “Carta abierta a Eric Schmidt” (presidente ejecuti-vo de Google) escrita por uno de los principales editores europeos, Matthias Dopfner del grupo Axel Springer. Allí, Dopfner acusa a Google, que detenta el 60% del mercado de la publicidad en línea en Alemania, de querer conver-tirse en un “supra Estado digital” que ya no deba rendir cuentas a nadie. Al explicar que Europa sigue siendo una fuerza “escle-rosada” en ese ámbito esencial, Dopfner busca, por supuesto, promover los intereses de las empresas alemanas (Frankfurter Allgemeine Feuilleton, 17-4-04).

El estancamiento crónico de la economía mundial exacerba aun más la batalla que llevan a cabo las grandes empresas y el Esta-do para acaparar los beneficios. Por un lado, los proveedores de acceso a Internet y las grandes empresas forman la guardia pre-toriana de un capitalismo digital centrado en Estados Unidos. La compañía Microsoft utiliza más de un millón de computadoras en más de cuarenta países para su-ministrar sus servicios a partir de un centenar de centros de datos. Android e IOS, los respectivos sistemas operativos de Google y Apple, equipaban, ellos solos, el 96% de los smartphones vendi-dos en el mundo en el segundo trimestre de 2014. Por otro lado, Europa exhibe resultados pobres: ya no domina el mercado de los teléfonos celulares y Galileo, su proyecto de geolocalización por satélite, experimenta numerosos fracasos y retrasos.

Una potencia prodigiosaEl capitalismo digital basado en Internet impresiona por su am-plitud, su dinamismo y sus pers-pectivas de ganancia, como lo demuestran no sólo la industria directamente ligada a Internet, sino ámbitos tan diferentes como la industria automotriz, los servi-cios médicos, la educación y las finanzas. ¿Qué empresas, im-plantadas en qué regiones, aca-pararán los beneficios anexos?

En ese nivel, el caso Snowden actúa como un elemento pertur-bador, dado que aviva la protesta

contra la dominación cibernética estadounidense. En las semanas siguientes a las primeras revela-ciones, corrieron las especula-ciones en cuanto a la influencia que tendrían los documentos publicados por Snowden sobre las ventas internacionales de las compañías estadounidenses de nuevas tecnologías. Por ejemplo, en mayo de 2014, el presidente ejecutivo del fabricante de equi-pos informáticos Cisco le escribió al presidente Obama para adver-tirle que el escándalo de la NSA socavaba “la confianza en nues-tra industria y en la capacidad de las compañías tecnológicas para vender sus productos en el mundo” (The Financial Times, 19-5-14).

Para las empresas informáticas, la amenaza que proviene del mundo político se hace más pre-cisa. Algunos Estados, invocan-do las revelaciones de Snowden, reorientan su política económica. Brasil y Alemania evalúan la po-sibilidad de autorizar únicamente a los proveedores nacionales a conservar los datos de sus ciuda-danos –una medida que ya está vigente en Rusia–. En junio pasa-do, el gobierno alemán puso fin al contrato que lo vinculaba desde hacía mucho con la compañía es-tadounidense Verizon, en bene-ficio de Deutsche Telekom. Por su parte, un líder democristiano declaró que al personal político y diplomático alemán le convendría volver a usar la máquina de es-cribir para todos los documentos sensibles. Brasil y la Unión Eu-ropea, que prevén construir una nueva red de telecomunicaciones submarina para que sus comu-nicaciones intercontinentales ya no tengan que depender de la infraestructura estadounidense, confiaron esta tarea a empresas brasileñas y españolas. De la misma forma, Brasilia recordó el abandono de Outlook, el servicio de mensajería de Microsoft, en beneficio de un sistema que utili-za centros de datos establecidos en su territorio.

En los últimos meses continua-ron las represalias económicas contra las empresas informáticas estadounidenses. Alemania pro-hibió la aplicación para compartir taxis Uber; en China, el gobierno explicó que los equipamientos y servicios informáticos estadouni-denses representaban una ame-naza para la seguridad nacional y les pidió a las empresas estatales que no los usaran más.

Para responder a este escenario, los gigantes estadounidenses de la informática no se contentan con una ofensiva de relaciones públicas. Reorganizan sus ac-tividades para mostrarles a sus clientes que respetan las legisla-ciones locales en materia de pro-tección de datos. Así, IBM prevé invertir 1.000 millones de dólares para construir centros de datos en el extranjero, con la esperan-za de tranquilizar a sus clientes preocupados por el espionaje estadounidense. No es seguro que esto alcance para apaciguar los temores, mientras que Was-hington le pide a Microsoft que entregue los correos electrónicos almacenados en sus servidores instalados en Irlanda…

Al servicio de las multinacionalesPero no hay que confundirse: el objetivo de las autoridades estadounidenses sigue sien-

do ampliar las ventajas de sus multinacionales informáticas. En mayo de 2014, el procura-dor general de Estados Unidos presentó una demanda contra cinco oficiales del ejército chi-no por ciberespionaje comercial, alegando que China se dedicaba a tácticas de competencia abier-tamente ilegales. Sin embargo, y de forma significativa, The Fi-nancial Times reveló que la de-manda presentada por los cam-peones del espionaje suscitaba conmoción en la industria alema-na, “en la que hay preocupación por los robos a la propiedad in-telectual” (22-5-14). ¿Era este el efecto que los responsables es-tadounidenses querían generar?

¿Por qué esperó Estados Unidos ese momento preciso para pasar a la acción? Desde hace años acusa a China de lanzar ataques cibernéticos contra sus empresas –mientras que el propio Estados Unidos piratea los enrutadores y el equipamiento de Internet de una compañía china competido-ra, Huawei–. Se deja entrever una motivación de orden político: en este año de elecciones de medio término, el gobierno demócrata pretende convertir a China en un predador que destruye los em-pleos estadounidenses robando la propiedad intelectual. Y, al mis-mo tiempo, esta acusación públi-ca de Pekín destaca de manera sutil que, entre aliados, el statu quo –un capitalismo digital domi-nado por Estados Unidos– sigue siendo la mejor opción.

Rozamos aquí el núcleo del pro-blema. Según sus declaraciones, Snowden esperaba que sus re-velaciones “fueran el apoyo ne-cesario para construir una Inter-net más igualitaria” (7). No sólo quería desencadenar un debate sobre la vigilancia y el derecho a la privacidad, sino también influir en la controversia sobre los des-equilibrios inherentes a la infraes-tructura de Internet.

Ya desde su construcción, Inter-net siempre favoreció a Estados Unidos. Desde la década del 90, se ha escuchado una oposición, internacional pero esporádica. Esta se intensificó entre 2003 y 2005, durante las cumbres mun-diales sobre la sociedad de la información; luego nuevamente en 2012, durante un encuentro multilateral organizado por la Unión Internacional de Telecomu-nicaciones. Las revelaciones de Snowden exacerban todavía más ese conflicto sobre la “gobernan-za global de Internet” (8). Dichas revelaciones debilitan la “capaci-dad de Washington para orientar el debate sobre el futuro de Inter-net”, explica The Financial Times, citando a un ex responsable del gobierno estadounidense para quien “Estados Unidos ya no tie-ne la autoridad moral que le per-mita hablar de una Internet libre y abierta” (21-4-14).

Después de que la presidenta Rousseff, en septiembre de 2013, condenara ante la Asamblea Ge-neral de la ONU las infracciones cometidas por la NSA, Brasil anunció la realización de un en-cuentro internacional para exa-minar las políticas institucionales definidas por Estados Unidos relativas a Internet: la “NET Mun-dial, reunión multisectorial global sobre la gobernanza de Internet” se realizó en San Pablo en abril de 2014 y reunió a no menos de ciento ochenta participantes, re-presentantes de gobiernos, em-presas y asociaciones. Pero Estados Unidos intentó neu-tralizar esta iniciativa: algunas semanas antes del encuentro, prometió, no sin establecer varias condiciones importantes, aban-donar su rol de supervisión for-mal de la Internet Corporation for Assigned Names and Numbers (Icann), el organismo que admi-nistra ciertas funciones vitales de la red. La operación fue un éxito. Tras la NET Mundial, la Software and Information Industry Asso-ciation, establecida en Estados Unidos, se felicitó: “Las decla-raciones efectuadas sobre la vi-gilancia se mantuvieron mesura-das”, y “este encuentro no les dio la ventaja a los que privilegian un control intergubernamental de In-ternet, es decir, un control ubica-do bajo la égida de las Naciones Unidas” (9).

En el fondo, son los conflictos económico-geopolíticos y los realineamientos incipientes los que determinaron el resultado del encuentro de San Pablo. Si bien Brasil volvió al regazo esta-dounidense, Rusia y Cuba se ne-garon a firmar la resolución final y destacaron que el discurso de Estados Unidos sobre la “liber-tad de Internet” sonaba hueco; la delegación india se declaró insa-tisfecha y agregó que sólo daría su acuerdo después de consultar con su gobierno, y China volvió a la carga, denunciando, no sin razón, la “ciberhegemonía” es-tadounidense (China Daily, 21-5-14). Esta opinión está ganando terreno. Tras la NET Mundial, el G-77 más China llamó a las en-tidades intergubernamentales “a discutir y examinar el uso de las tecnologías de la información y la comunicación para asegurarse su entera conformidad al derecho internacional” (10), y exigió que se pusiera fin a la vigilancia ma-siva extraterritorial.

Así, el conflicto estructural sobre la forma y la dominación del ca-pitalismo digital se acentúa. Aun-que la heteróclita coalición forma-da contra el poder y las grandes empresas de Silicon Valley haya adquirido cierta magnitud, estas últimas siguen decididas a pre-servar su dominación mundial. Según Henry Kissinger, defensor manifiesto de la supremacía de Estados Unidos, los estadouni-denses deben preguntarse: ¿qué buscamos impedir, al precio que sea, y completamente solos si es necesario?, ¿qué debemos inten-tar lograr, aunque sea por fuera de cualquier marco multilateral? Afortunadamente, los Estados, las multinacionales y sus parti-darios no constituyen los únicos actores políticos. Agradezcamos a Snowden por habérnoslo recor-dado.

1. Glenn Greenwald, Nulle part où

se cacher, JC Lattès, París, 2014. 2. Véase Jeffrey T. Richelson y Desmond Ball, The Ties That Bind: Intelligence Cooperation Between the Ukusa Countries, Boston, Allen & Unwin, 1985, y Jeffrey T. Richelson, The US In-telligence Community, Boulder, Westview, 2008. Véase Philippe Rivière, “Le système Echelon”, Le Monde diplomatique, junio de 1999.3.Véase Barton Gellman y Laura Poitras, “Codename Prism: Se-cret government program mines data from nine US Internet com-panies, including photographs, emails and more”, The Washing-ton Post, 6-6-13; Jason Leopold, “Emails reveal close Google re-lationship with NSA”, Al Jazeera America, 6-5-14, y Andrew Cle-ment, “NSA surveillance: Explo-ring the geographies of Internet interception”, conferencia pre-sentada en la Universidad Hum-boldt, Berlín, 6-3-14.4. Ashton B. Carter, “Telecommu-nications policy and US national security”, en Robert W. Crandall y Kenneth Flamm (directores), Changing the Rules, Brookings, Washington DC, 1989.5. Véase Evgeny Morozov, “De la utopía digital a la lucha social”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, octubre de 2014. Véase Julian Assange, Cyberpunks: Freedom and the Future of the Internet, OR Books, Nueva York, 2012. 6. “Big data: Seizing opportu-nities, preserving values”, Casa Blanca, Washington DC, junio de 2014.7. Citado por Glenn Greenwald, op. cit.8. “¿Quién controla Internet?”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, febrero de 2013.9. Carl Shonander, “SIIA wel-comes outcome if NET mundial global multistakeholder meeting”, 25-4-14, www.siia.net10. “Declaration of Santa Cruz: For a new world order of living well”, 17-6-14. El G-77, creado en 1964, reúne dentro de la Orga-nización de las Naciones Unidas a países en desarrollo preocupa-dos por promover intereses eco-nómico-diplomáticos comunes.

*Autor de Digital Depression. In-formation Technology and Eco-nomic Crisis, University of Illinois Press, Urbana, 2014.Traducción: Bárbara Poey Sowerby

Según sus declaraciones, Snowden

esperaba que sus revelaciones “fueran el apoyo necesario para construir una internet

más igualitaria”.

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08 Noviembre 2014 Edición N°13

Por Patrick Howlett-Martin*

¿Deshielo en el trópico?Nuevo capítulo entre Washington y La Habana

Debieron pasar dieciséis años para que Es-tados Unidos reconociera a la Unión So-

viética; veinte para que recono-ciera a Vietnam; treinta a la Repú-blica Popular China. Cincuenta y cinco años transcurrieron desde el derrocamiento de Fulgencio Batista, y sin embargo Washing-ton aún no mantiene relaciones diplomáticas con Cuba.

Para algunos, sin embargo, no existe duda alguna: el deshielo llega finalmente a las aguas tur-quesas que enmarcan la isla. Su convicción se basa en gran me-dida en un apretón de manos: el que se dieron el presidente esta-dounidense Barack Obama y su par cubano Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela en Soweto, el 10 de diciembre de 2013. El momento fue unánime-mente calificado como “histó-rico” por una prensa más bien obsesionada con una cuestión: ¿ese gesto había sido prepara-do? Imposible determinarlo a ciencia cierta; pero una serie de circunstancias sugiere que la hi-pótesis de una puesta en escena nada tiene de descabellada.

Una semana después de las exequias del líder sudafricano, un editorial de The Financial Times consideraba que “los argumen-tos en favor de una flexibilización, y luego de un levantamiento del embargo” eran “convincentes”, antes de ordenar a la Casa Blan-ca que “modificara su política respecto de Cuba” (1). Por su parte, el periodista conservador John McLaughlin reunió a dife-rentes colegas para analizar el “caso”. Todos denunciaron las sanciones, incluyendo Patrick Buchanan, ex candidato a las elecciones presidenciales del ala ultraconservadora del sector re-publicano. Sin embargo, al igual que McLaughlin, Buchanan había

apoyado en su momento a Ro-nald Reagan, para quien un acer-camiento con el régimen castrista no figuraba entre sus prioridades (2)...

En febrero de 2013, Patrick Leahy, el más antiguo del bloque demócrata en el Senado, había encabezado una misión parla-mentaria bipartidaria a La Haba-na. Un año más tarde, le envió al presidente Obama una carta abierta firmada conjuntamente con su colega republicano de Ari-zona, Jeff Flake. Ambos solicita-ban el levantamiento del embargo y la normalización de las relacio-nes, deseada, según una encues-ta del Atlantic Council de febrero de 2014, por el 56% de los ciuda-danos estadounidenses (3). Men-

cionando los intercambios y las inversiones de la Unión Europea, Canadá y los principales países del subcontinente (México, Bra-sil, Colombia), constataban: “En lugar de aislar a Cuba, no hicimos más que aislar a nuestro país con políticas obsoletas” (4).

El 16 de mayo de 2014, la subsecretaria de Estado esta-dounidense, Roberta Jacobson, dialogaba en Washington con la directora general de Estados Uni-dos del Ministerio de Relaciones Exteriores cubano, Josefina Vi-dal Ferreiro. En el orden del día: la posibilidad de un intercambio inédito de detenidos. Días más tarde, el 19 de mayo, bajo el tí-tulo “Support Cuban society”, cuarenta y cuatro personalida-

des (congresistas, ex altos fun-cionarios, oficiales de alto rango retirados, empresarios, respon-sables de fundaciones y de orga-nizaciones no gubernamentales) le enviaban a su vez una carta abierta a Obama. Allí formulaban dieciséis recomendaciones des-tinadas a desarrollar las relacio-nes con la sociedad cubana, así como los intercambios de carác-ter comercial y turístico, a pesar de la oposición del Congreso, el único autorizado para levantar el embargo. Entre los firmantes: John Negroponte, ex jefe de in-teligencia estadounidense, impul-sor a comienzos de la década de 1980, cuando era embajador en Honduras, de la política de gue-rra contra el régimen sandinista de Nicaragua, política condenada

en 1986 por dos fallos de la Corte Internacional de Justicia.

Sin embargo, en lo fundamen-tal, el dispositivo legislativo de excepción contra la isla se man-tiene. Cuba figura aún en la lista de “países terroristas”. El embar-go se extendió a las empresas ex-tranjeras (Cuban Democracy Act, 1992; Helms-Burton Act, 1996), lo que ahoga a la economía y exige a los demás países la aplicación de sanciones unilaterales contra Cuba. Disposiciones migratorias particulares recompensan a los emigrados que ingresaron clan-destinamente al territorio esta-dounidense. El Congreso vota cada año una ayuda financiera a los proyectos anticastristas de “defensa de la democracia”. Un programa de incentivos apunta desde 2006 a captar a los médi-cos cubanos contratados en el marco de acuerdos de coopera-ción en el exterior (5). Finalmen-te, Washington impulsó, durante el mandato de George W. Bush (2001-2009), la elaboración de un proyecto de transición pos Cas-tro que no ha sido cuestionado por Obama.

Antes del embargo, que data de enero de 1962, las dos ter-ceras partes de los intercambios de la isla se hacían con Estados Unidos. Actualmente, los puertos cubanos están vedados para los barcos con bandera estadouni-dense, salvo excepciones, desde 2000, para productos agrícolas y medicamentos. El organismo encargado del control de activos extranjeros (Office of Foreign As-sets Control, OFAC) en el seno del Departamento del Tesoro es-tadounidense dedica gran parte de sus actividades a hacer que se respete este embargo unila-teral. A veces recurre a medidas extremas: a lo largo del tiempo, prohibió la importación a Estados Unidos de equipos que contuvie-ran níquel proveniente de Cuba, chocolate suizo fabricado con cacao cubano, o incluso tabaco cubano, aun el adquirido en ter-ceros países o en los duty free. En enero de 2011, hizo embargar el aporte destinado a Cuba del Fondo Mundial de Lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria (Global Fund), por un total de 4,2 millones de dólares.

Multas a bancosDesde 2009, grandes bancos

internacionales debieron pagar fuertes multas por operaciones financieras realizadas con Cuba. Abonaron más de 3.200 millones de dólares al Tesoro estadou-nidense. Y el monto de las mul-tas va en aumento: 619 millones de dólares para ING en junio de 2012; 1.900 millones de dóla-res para HSBC en diciembre de 2012; 8.900 millones de dólares para BNP-Paribas en mayo de 2014 (este último monto incluye también infracciones a los em-

Un gesto de alto valor simbólico, el apretón de manos entre los presidentes Barack Obama y Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela, parece haber señalado el inicio de un proceso de normalización de las relaciones entre ambos países.

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que próximamente podría ser ob-jeto de un nuevo acuerdo marco, más flexible, con la Unión Euro-pea? Sin olvidar que Rusia ma-nifestó su interés: en febrero de 2013, su primer ministro, Dimitri Medvedev, viajó a La Habana junto con una importante delega-ción de empresarios. En cuanto a China, es el tercer socio comer-cial de Cuba, detrás de la Unión Europea...

1. “Time for US policy change on Cuba”, The Financial Times, Londres, 22-2-13.

2. “The McLaughlin Group: The Ryan-Murray budget deal, president Obama’s handshake with Raul Castro and US-Cuba relations”, Bernard Center, Poto-mac (Maryland), 17-12-13, www.bernardcenter.org

3. “Majority of Americans favor ties with Cuba, poll finds”, The New York Times, 10-2-14.

4. “Rather than isolate Cuba with outdated policies, we have isolated ourselves”, The Miami Herald, 11-2-14.

5. Véase Hernando Calvo Os-pina, “Los nuevos ‘médicos des-calzos’”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, agosto de 2006.

6. Véase Ibrahim Warde, “Vol-vieron los reguladores a Estados Unidos”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2014.

7. Cifra proporcionada por el estudio del Havana Consulting Group “Remittances to Cuba: the most powerful engine of the Cuban economy”, citado en The Miami Herald, 6-12-13.

8. Véase Renaud Lambert, “Cuba, los frijoles y la reforma”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2011.

9. Hillary Clinton, Hard Choi-ces, Simon & Schuster, Nueva York, 2014. Citado por Ignacio Ramonet, “Algo está cambian-do”, Le Monde diplomatique, edi-ción Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2014.

10. Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Comunidad del Caribe (CARICOM).

11. Hector Lemieux, “Cuba submergée par l’afflux de dollars américains”, Le Figaro, París, 4-6-14.

*Autor de La Politique étran-gère du Brésil (2003-2013). Une émergence contestée, L’Harmat-tan, París, 2014.

Traducción: Gustavo Recalde

bargos contra Irán y Sudán) (6). El propio embajador de Francia en Cuba no escapó a la OFAC: su cuenta personal en el Banque transatlantique (grupo CIC) fue embargada por la justicia esta-dounidense luego de que emitie-ra un cheque en dólares destina-do a la compra, en La Habana, de un automóvil de marca francesa para su uso personal. Una cláu-sula prohíbe además a las empre-sas de terceros países alquilar o vender a Cuba bienes o servicios cuya tecnología tenga más del 10% de componentes estadou-nidenses.

Desde luego, a partir de 2000, las leyes de excepción votadas durante la presidencia de John Fitzgerald Kennedy (1961-1963) no se respetan. La enmienda Ne-thercutt autoriza las exportacio-nes agrícolas norteamericanas. En 2012, Cuba ofrecía al sector agrícola estadounidense su cua-dragésimo tercer (sobre dos-cientos veintinueve) mercado de exportación, por un valor de 457 millones de dólares (las compras cubanas deben pagarse al con-tado). Desde la organización en La Habana, en 2002, de una feria agrícola estadounidense inaugu-rada por el gobernador de Minne-sota, se sucedieron allí los gober-nadores de Estados cerealeros, a veces muy conservadores (Mon-tana, North Dakota, Minnesota, Idaho...). Y ocasionalmente se realizan consultas bilaterales en materia de inmigración, meteoro-logía, correo postal (interrumpido en 1963) y lucha contra el tráfico de estupefacientes.

Por su parte, seiscientos mil estadounidenses de origen cu-bano viajaron a La Habana en 2013, es decir, aproximadamente dieciocho vuelos diarios. Mien-tras que los cien mil ciudadanos estadounidenses que viajan cada año con destino a Cuba deben obtener una autorización previa, los desplazamientos de los ciu-dadanos estadounidenses naci-dos en la isla no sufren ninguna restricción. El levantamiento de la autorización de salida del te-rritorio cubano, vigente a partir de diciembre de 2012, suscitó un aumento considerable de las partidas regulares: al 1º de sep-tiembre de 2013, cuarenta y sie-te mil personas abandonaron el país, la gran mayoría con destino a Florida. La legislación cuba-na ya no se opone a su regreso, con la condición de que su esta-día en el extranjero no supere los veinticuatro meses. Para los seis primeros meses del año 2013, la Sección de Intereses de Estados Unidos otorgó más de dieciséis mil setecientas visas; una cifra que aumentó un 79% con res-pecto a 2012.

Alrededor de las dos terceras partes de la población de la isla se beneficiarían con transferen-cias financieras provenientes de la comunidad cubana en Estados Unidos. Según una fuente guber-namental cubana, éstas ascen-derían a unos 2.600 millones de dólares en 2012: un aumento de aproximadamente el 13% con respecto a 2011, a pesar de una reglamentación restrictiva (7). Enfrentado a una economía fosi-lizada (excepto algunos sectores competitivos como el turismo, la cooperación médica y las biotec-nologías), y deseando movilizar a

una población que no tiene más remedio que arreglárselas como puede, el presidente Castro puso en marcha medidas de apertura económica (8). Lo cual fomenta estas transferencias financieras, que se traducen en inversiones de carácter privado: pequeños comercios, sector inmobiliario, gastronomía, hotelería domicilia-ria...

En Estados Unidos, los exi-liados cubanos se concentran en Florida, donde constituyen entre el 5% y el 8% del electo-rado igualmente repartido en-tre demócratas y republicanos. Este Estado elige veinticinco de los cuatrocientos treinta y cinco representantes en el Congreso; desempeñó un papel decisivo en las elecciones presidenciales de 2000 y 2004.

Hasta hace poco tiempo, los candidatos a la Casa Blanca es-taban convencidos de no poder pronunciarse en favor de una mejora de las relaciones con La Habana sin poner en riesgo su elección o la de los parlamenta-rios de su partido en Florida. Pero las cosas cambian. Mientras que su marido se había expresado claramente en favor del embar-go durante sus dos mandatos, Hillary Clinton, quien desea lle-var los colores demócratas a las presidenciales de 2016, escribió en su último libro: “Al finalizar mi mandato, le pedí al presidente Obama que reconsiderara nues-tro embargo contra Cuba. No servía para nada y perjudicaba

nuestros proyectos con el resto de América Latina” (9).

Los jóvenes toman distancia respecto de las decisiones po-líticas de sus mayores. Durante las elecciones presidenciales de 2012, el porcentaje de votos re-publicanos se redujo en el seno de la comunidad cubana. La Universidad de Miami acaba de publicar además los resultados de una encuesta que revela que, actualmente, la mayoría de los exiliados desea una mayor aper-tura hacia su patria de origen y se pronuncia en contra del embargo. En 1991, se trataba sólo del 13% de la población, contra el 22% en 1997, el 34% en 2004, el 46% en 2011 y el 52% en 2014 (The Mia-mi Herald, 17 de junio de 2014).

En el Congreso, los represen-tantes electos oriundos de Cuba militan sin embargo contra un acercamiento hacia la isla. Tanto se trate de los demócratas Ro-bert Menéndez, Albio Sires y José Antonio “Joe” García como de los republicanos Rafael Edward “Ted” Cruz, Marco Rubio (ambos potenciales candidatos a la Casa Blanca), Mario Rafael Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen. Cercanos a las organizaciones anticastris-tas US Cuba Democracy y Cuban American National Foundation, siguen influyendo fuertemente. Presiden, o presidieron, las Co-misiones de Relaciones Exterio-res del Senado (Menéndez) y de la Cámara de Representantes (Ros-Lehtinen).

En estas condiciones, el cam-bio esperado podría demorarse. Desde luego, bajo el impulso de gobiernos cercanos a La Habana, América Latina se dotó de organi-zaciones de integración regional que excluyen a Estados Unidos (10). Desde luego, los países del subcontinente amenazaron con boicotear la próxima Cumbre de las Américas, prevista para 2015, si Cuba no participa de ella. Des-de luego, veintidós votaciones sucesivas en la Asamblea Gene-ral de la Organización de las Na-ciones Unidas (ONU) exigieron el levantamiento del embargo (cien-to ochenta y ocho votos a favor y dos en contra en la 68ª sesión en 2013). Pero todo esto no prospe-rará mientras las consideraciones de política interior prevalezcan en Estados Unidos sobre el interés de una mejora de la relación bi-lateral.

Hecho novedoso, sin embar-go: la patronal estadounidense se muestra actualmente favorable a ello. En mayo de 2014, su mas-carón de proa, Thomas Donohue, viajó a La Habana, acompañado por una delegación de empresa-rios, con el fin de evaluar la po-lítica de apertura económica del presidente Castro. A su regreso, exhortó a Obama a “tomar nue-vas medidas de flexibilización” de manera de “abrir un nuevo capítulo en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba” (11). En efecto, ¿por qué mantenerse al margen de un mercado en el que se encuentran estrechamente asociados Brasil y Venezuela, y

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La explosión de Dakar

“¡Dakar cambió tanto que la ciudad está desconocida!” Mo-dou Lo, un “llegado de Italia”, como lo llaman en su casa,

no había pisado Senegal en doce años. Emigrado a Milán, este téc-nico de 34 años está de vuelta en casa de sus padres, en una calle arenosa del barrio de Gué-diawaye, en el norte de la capital. Está redescubriendo su ciudad y confiesa haber perdido sus refle-jos de boy Dakar, el equivalente local del titi parisino (1): “Tomé un taxi a la hora pico y estuve dos horas en el embotellamiento. Ya no tengo mis referencias para dar vuelta en el lugar correcto. Todo cambió… ¡Las casas tienen uno o dos pisos más!”

Son las 15 horas. En el patio de la casa, Modou Lo prepara los tres vasos rituales de té verde con sus amigos, sobre un fondo de radio y de balidos de corde-ros. El emigrado recibe noveda-des de cada uno. Birame, de 32 años, licenciado en inglés, está desocupado. No se hace ninguna ilusión sobre los planes del nuevo alcalde de Guédiawaye, elegido en junio de 2014: “Es Aliou Sall, el hermano del presidente Mac-ky Sall, un periodista salido de no se sabe dónde. Se va a enri-quecer y todo va a seguir igual: un solo liceo público para todo Guédiawaye, cortes de agua, de electricidad, falta de trabajo y el problema del transporte… Hemos luchado contra el nepo-tismo, pero aquí está, otra vez a nuestra puerta”.

La ciudad nueva de Guédiawa-ye fue creada a dieciocho kilóme-tros de la capital en el momento de la descentralización de 1972, para reubicar a la población que vivía en las villas de emergencia del barrio administrativo del Pla-teau. Este barrio a orillas del mar, convertido en uno de los cuatro departamentos de la región de Dakar en 1996, creció al punto de contar en la actualidad con doscientos ochenta y seis mil ha-bitantes.

Pues Dakar se extiende en todas las direcciones. Los edi-ficios crecen como champiño-nes, blancos, amarillos o rosas, a veces revestidos de baldosas, transformando las antiguas rutas

Arrollador crecimiento de la capital de Senegal

Por Sabine Cessou* enviada especial

Embotellamientos interminables, edificios vertiginosos creciendo a toda velocidad, especulación inmobiliaria… Dakar se transforma de manera caótica. La capital de Senegal, una de las diez ciudades más caras del continente, se convierte en

una gran metrópoli. Con sus zonas de sombra.

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en grandes bulevares. La ciu-dad, capital de África Occidental francesa a partir de 1902, forma-ba parte –junto con Saint-Louis, Gorea y Rufisque–, de las “cua-tro comunas” a las que el colo-nizador había atribuido un status aparte: sus habitantes eran ciu-dadanos franceses, representa-dos por un diputado en la Asam-blea Nacional. En el momento de la independencia, en 1960, solo contaba con trescientos mil habitantes, apenas el 10% de la población total. Hoy se asfixia, a pesar de la brisa marina que so-pla sobre la península. Con más de tres millones de habitantes –la cuarta parte de la población de Senegal–, la metrópoli está satu-rada. Esta ciudad “macrocéfala” donde late el corazón del país, según las palabras de su alcalde Khalifa Sall (homónimo, sin lazo de parentesco con el presidente), está inmersa en el movimiento de explosión urbana que afecta a todo el continente.

Un lugar estratégicoLa nueva Agencia Senegalesa

de Promoción Turística desea ha-cer de Dakar un lugar estratégi-co de “turismo de negocios y de congresos”. El aeropuerto de la capital –con un millón setecien-tos mil pasajeros en 2012–, es el segundo en el sur del Sahara después del de Johannesburgo. En 2015 será desplazado gra-cias a la apertura del aeropuerto internacional Blaise-Diagne, que ambiciona ser una plataforma re-gional del transporte aéreo.

Siguiendo la ruta de esta nue-va e importante infraestructura, se atraviesa Diamniadio, una po-

blación decretada polo urbano por el ex presidente Abdoulaye Wade (2000-2012), con el fin de desatascar a la capital. Situada a treinta y cinco kilómetros de Dakar, esta ciudad crucial será anfitriona, a fines de noviembre, de la cumbre de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF) en un nuevo centro de con-ferencias.

Dakar se ha convertido en una de las diez ciudades más caras del continente, según el estu-dio ECA International. Alrededor del actual aeropuerto, en Yoff, Ouakam, Ngor y en el elegante barrio de las Almadies, los terre-nos se venden a precio de oro y el cemento corre como agua. To-dos los que pueden, operadores

económicos o particulares, cons-truyen viviendas para cobrar al-quileres de 150 a 1.500 euros que permiten llegar a fin de mes… En el Plateau, congestionado de la noche a la mañana, la especula-ción inmobiliaria tampoco decae. La crisis marfileña, de 2002 a 2011, provocó el flujo de funcio-narios internacionales, de orga-nizaciones no gubernamentales (ONG) y de expatriados llegados de Abidjan.

La pequeña ciudad del tiempo de las independencias africanas ya no es más que la sombra de ella misma. Parecía más vivible, más elegante, más intelectual y quizás más auténtica a los jóve-nes que la habitaban en los años 1970-1980… Esta generación siente, por otra parte, cierta nos-talgia, como Pape Samba Kane, ex director del diario satírico Le Cafard libéré. “Hoy Dakar se re-godea en las riquezas –escribe–, la ostentación vacía, el brillo efí-mero como los cromos de los au-tos GMC. El brillo vulgar como los anteojos de sol enormes hasta en los estudios de televisión, los grandes edificios construidos a fuerza de valijas repletas de dine-ro. El Dakar de la farsa, del dinero llovido del cielo, de los adja (2) en jeans apretados, el Dakar de los restaurantes elegantes pero sin alma convive con otro, el reverso de una misma medalla, ese sub-mundo de ayer vuelto mainstreet hoy, con sus arreglos y sus desa-rreglos” (3).

La capital deslumbra, con sus facultades (setenta mil estudian-tes para una ciudad que cuenta con el 48% de menores de 18 años), la isla de Gorea, el Insti-tuto Fundamental de África del Norte (IFAN), el asiento del Banco Central de los Estados de África Occidental (BCEAO), sus confe-rencias internacionales, su Bienal de Artes y su cultura urbana. Los dakarenses sobresalen, como la joven estilista Adama Ndiaye, que organiza en varias ciudades del mundo la “Black Fashion Week”. “Cuando uno ha crecido aquí, se tiene una estética muy mestiza-da, el cine y las influencias que vienen de todas partes, orien-tales, estadounidenses y africa-nas”, observa Omar Victor Diop. Este fotógrafo de 33 años expone por todo el mundo sus retratos de artistas y de jóvenes ligados a la sociedad dakarense.

El reverso de la medalla: un tercio de la población de Dakar vive bajo el umbral de la pobre-za (contra una tasa nacional del 46,7% según las cifras oficiales). La actividad económica nacio-nal se concentra, en un 80%, en la vasta zona industrial que se extiende hacia el este, des-de el puerto de Dakar (el nove-no de África) hasta la ciudad de

Rufisque, a lo largo de la bahía de Hann. La capital atrae a la población rural continuamente, pero también a los residentes de Guinea, de Malí o de Níger. Los recién llegados se instalan cada año en villas de emergencia, de tablas y chapas de zinc, o alquilan piezas en los suburbios de Pikine o de Guédiawaye. En la estación de las lluvias, a fines de agosto, las inundaciones golpean estas dos zonas populares y superpo-bladas. Los habitantes y el poder público se ponen entonces a ex-traer el agua estancada, lo que agrava los riesgos de paludismo o de cólera. La bahía de Hann, la zona más contaminada de Sene-gal, es objeto, desde 2009, de un programa gubernamental de sa-neamiento.

¿De dónde viene el dinero?¿Cómo se administra esta ur-

banización galopante? Es difícil de ver claro, dados los múltiples niveles de decisión en una con-ducción calcada sobre el modelo

francés. Desde 1996, Dakar está dividida en diecinueve distritos comunales. Varios planes de ur-banismo se solapan, mientras que el desafío es ya urgente: Dakar contará con cinco millones de habitantes en diez años. Kha-lifa Sall, el alcalde socialista elegi-do en 2009, denuncia el “acto III” de una descentralización iniciada en 1990 y que este año transfi-rió competencias a los alcaldes de distritos, en particular para el mercado público. Por falta de medios, los proyectos lanzados por la ciudad están “a punto de ser congelados”, se inquieta, cri-ticando a la vez la competencia que se establece entre el Estado y la alcaldía a propósito de la ges-tión de este tipo de expedientes.

Proyectos inmobiliarios de alta gama se diseminaron estos últi-mos años en la ruta de Corniche, privatizando playas y obstruyen-do la vista del Océano Atlántico. La asociación SOS Littoral litiga hace tiempo contra el gran hotel Terrou-Bi, que confiscó la anti-gua “playa de los niños” y que ahora hace pagar la entrada. La cantante Aby Ndour, una de las hermanas del célebre Youssou Ndour, no podrá construir un res-taurante en Fann-Résidence, en una rotonda que es también uno de los últimos espacios verdes de este barrio a orillas del mar. Pre-sidente honorario de SOS Litto-ral y del Colegio de Arquitectos,

Se han privatizado playas y obstruido la vista del océano Atlántico con

proyectos inmobiliarios de alta gama.

Dakar se ha convertido en una de las diez ciudades más caras del continente,

según el estudio ECA International.

Pierre Goudiaby alertó al alcalde del distrito de Fann cuando, en agosto, la cantante envió topado-ras para arrasar la plaza pública. El ex alcalde le había otorgado una autorización completa, que luego le fue retirada… “Es in-dignante, pero ella tiene todos los papeles necesarios y se en-cuentra perfectamente en regla. Los alcaldes, como hay dinero en juego, distribuyen cualquier cosa y toman decisiones que no comprenden”, deplora Goudiaby, que también es un pariente del ex presidente Wade y el patrón del grupo de construcción Atepa (“el constructor”).

Muchos se preguntan de dón-de viene el dinero que permite edificar tantos edificios. En su úl-timo informe, el Grupo de Acción Internacional contra el Lavado de Dinero en África Occidental (Gia-ba) recuerda que Senegal no está libre del tráfico de cocaína entre América Latina y Europa. El do-cumento se preocupa por el “de-sarrollo explosivo de la edifica-ción inmobiliaria, especialmente en Dakar y en las zonas turísticas, que no es compatible con la reali-dad económica del país” (4).

“¡No queremos el dinero de la droga!”, exclama Goudiaby, co-nocido por sus grandes proyec-tos a través de África. Diseñó el nuevo Grand Théatre, construido cerca de la estación –un soberbio edificio de la época colonial– con financiamiento chino. Es crea-ción suya también la estatua del Renacimiento Africano, un mo-numento –de un estilo más con-troversial– de cincuenta y dos metros erigido por una empresa norcoreana en intercambio de va-rias hectáreas de terreno… “En tiempos de Senghor (5) –deplora también el arquitecto– había un consejo nacional de urbanismo dos veces por año, que unía a todo el mundo, desde el presi-dente hasta los bomberos. Las cosas estaban claras: Senghor decía que el ministro de urba-nismo era él. Este consejo no se reunió en treinta años. Resultado: ¡cada uno hace lo que quiere!” Ni siquiera el barrio elegante de las Almadies, donde viven celebrida-des como Goudiaby y el cantan-te Youssou Ndour, escapa a este caos. “Nuestro amigo Mimran [un millonario francés que opera en el sector azucarero] vio cómo frente a su jardín se levantó un edificio de ocho pisos, lo que descon-cierta un poco” continúa el arqui-tecto.

Algunos aciertos hubo en la gestión del transporte urbano, con la construcción de rutas de intersección y autopistas bajo la presidencia Wade, en ocasión de la cumbre de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) en 2008. Pero no todo fue bien pen-

sado: el túnel cavado en la ruta de la Corniche privó a los comer-ciantes del poblado artesanal, que se encuentra frente al merca-do de pescados de Soumbediou-ne, de una ruta de fácil acceso para los turistas.

Si estuvieran bien canalizados, la energía y el espíritu de inicia-tiva de sus habitantes podrían ser uno de los puntos fuertes de la gestión urbana de la capital. “Dakar está hecha de grandes poblados –subraya el arquitecto Bécaye Blondin Diop–. Todavía se los puede ver en algunos lu-gares, en Yoff, Ngor o Soumbe-dioune. Los planes de urbanismo deben tener en cuenta la manera de ser pueblerina, pero también las necesidades de los poblado-res. Todavía queda por rescatar todo el litoral norte, a lo largo de más de cien kilómetros, de Yoff a Boro, con proyectos que no son sólo elitistas.”

1. N. de la T.: equivalente del “pibe” rioplatense.

2. N. de la T.: persona de África Occidental.

3. Véase Dakar émoi (colec-tivo), Clairafrique - Vives Voix, Dakar, 2010.

4. Informe 2013 del Giaba, una estructura de la Comunidad Eco-nómica de los Estados de África Occidental (Cedeao).

5. Léopold Sédar Senghor (1906-2001) fue el primer presi-dente de Senegal independiente. Poeta, fue miembro de la Acade-mia Francesa.

*Periodista.

Traducción: Florencia Giménez Zapiola

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012 Noviembre Edición N°13

crear y reconocer un Estado no es lo mismo. Para lo primero, se requieren grupos no necesaria-mente mayoritarios pero estri-dentes y con alguna capacidad de acción colectiva. Para lo se-gundo, se requieren coaliciones sociales y políticas más amplias y activas, junto con una capacidad recursiva básica para asumir los retos fundacionales de un nuevo Estado. Para lo tercero, el papel de la comunidad internacional es crucial: en ese instante reaparece la política de poder de los Esta-dos ya constituidos y, en particu-lar, el power politics de los más poderosos que pueden facilitar o bloquear el reconocimiento de un Estado.

En América Latina, en particu-lar no ha sido habitual –en más de un siglo y medio– la configuración de nuevos Estados. Panamá, que se escindió de Colombia en 1903 gracias al papel de Estados Uni-dos, fue una excepción. Los pro-cesos de paz que siguieron a lu-chas armadas internas al calor de la Guerra Fría y en la Posguerra Fría no se basaron ni condujeron a la partición de ningún país: el último proceso de paz en Suda-mérica que se lleva a cabo entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revoluciona-rias de Colombia (FARC) busca fortalecer el Estado, ampliar la democracia y alcanzar la estabi-lidad; algo totalmente diferente del particionismo. Sí existen en la región latentes y relativamente reducidos movimientos secesio-nistas que no han tenido avances relevantes en los últimos años como las intentonas de Zulia en Venezuela y de Santa Cruz en Bo-livia, que no prosperaron.  

Ahora bien, si la incertidum-bre es la nota predominante de esta época entonces habrá que prepararse para asistir a más ini-ciativas de establecer Estados en el mundo. Y con ello habrá que esperar complejas turbulencias y reflexionar mejor sobre el devenir internacional.

Asegurar el fin de la instaura-ción de nuevos Estados –cual-quiera sea su formato próximo– es no sólo equívoco, sino torpe.

*Director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Inter-nacionales de la Universidad Di Tella.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Esta tendencia más reciente, que evidencia la aparición efec-tiva y la configuración hipotética de nuevos Estados, no es inédita si se piensa que en su inicio fue-ron parte de la ONU 51 países miembros y hoy este organismo está compuesto por 193 y que en distintos momentos históricos (el declive del colonialismo después de la Segunda Guerra Mundial y el desmantelamiento del bloque socialista con el fin de la Guerra Fría) se presentaron coyuntu-ras que facilitaron la creación y aceptación de diversos Estados independientes. En setenta años el número de Estados con asiento en la ONU se multiplicó casi cua-tro veces.

Nueva ola independentistaEsta última “ola” independen-

tista tiene, no obstante, cuatro particularidades. Primero, se ob-serva el límite que enfrentan ac-tualmente las grandes potencias (las tradicionales, las resurgidas y las flamantes) para “ordenar” de acuerdo a sus objetivos estraté-gicos las que han denominado

y aún llaman “sus” áreas de in-fluencia. Esto lo padecen Esta-dos Unidos y China por igual. No obstante, el caso más ilustrativo es el de Occidente que insiste en “moldear” de acuerdo a sus intereses y prioridades el entor-no mundial y varios escenarios regionales. Cuestionamiento, re-sistencia e impugnación se com-binan para deslegitimar de modo acentuado la realpolitik de los poderosos; sean éstos Estados o grupos transnacionales (por ejemplo, empresas petroleras y emporios financieros) o ambos. Esto es más notorio –aunque no exento de contradicciones– a lo largo y ancho del Sur y en ciertos ámbitos emblemáticos como en Medio Oriente.

Segundo, se denota la existen-cia de una inquietante insatisfac-ción con la convivencia interna en territorios que se presumía albergaban en equilibrio nacio-nes, pueblos, razas y/o culturas distintas. Sobresale así un males-tar producto, en buena parte, de que se han hecho más patentes los beneficios y costos, los gana-dores y perdedores, los incluidos

y los excluidos de una globaliza-ción dispar que ahonda las frac-turas sociales y resquebraja la coexistencia política. Lo anterior cataliza factores y sentimientos ya existentes que encuentran un momento más propicio para avanzar en una agenda pro-inde-pendencia. Esto es más elocuen-te en el Norte y, en particular, en Europa.

Tercero, el auge a favor de nuevos Estados se manifiesta en un marco internacional en el que predomina un Estado puesto en entredicho urbi et orbi. Asistimos a un universo plagado de varia-ciones de Leviatanes cojos en su legitimidad; fenómeno que tras-ciende el tamaño de los países, las condiciones macroeconómi-cas, el presupuesto de defensa, la localización geográfica de los Estados y la naturaleza de los re-gímenes políticos vigentes. Eso, a su turno, se da en circunstancias en que las fuerzas en dirección de más democracia se enfrentan a signos claros de retracción de-mocrática, ya sea formal o sus-tantiva. Esta contradicción sugie-re que no estamos, certeramente, ante la constitución de nuevos Estados sólidos, seguros y sos-tenibles; algo que, de hecho, no es una novedad pues el fin de los imperialismos del siglo XX no produjo, naturalmente, Estados plenos y pujantes. Lo central es que en estos tiempos de avance del mercado y de la desigualdad y de retroceso de la regulación y la democracia, se hace más difícil invocar una identidad comparti-da, la expectativa del bienestar y las virtudes de la estatalidad existente para evitar la tentación secesionista.

Y cuarto, los diferentes impul-sos a favor de establecer nuevos Estados se dan en un contexto muy fluido en términos del de-recho internacional. Uno de los elementos que caracterizan esta coyuntura es que la pos-legalidad tiende a expandirse. Ello apunta a una situación en la que el de-recho se tergiversa, se abandona o se quebranta y, por lo tanto, se hace escasa la rendición de cuentas hacia adentro y evidente el mayor despliegue militar hacia afuera. Lo pos-legal, de prácti-ca más evidente desde el 11 de septiembre de 2001, vulnera gra-dualmente cada vez más al de-recho y promueve, de facto, una mayor arbitrariedad en la política mundial. La fuerza de los hechos consumados parece florecer: las últimas acciones de Rusia en su entorno son apenas una muestra de algo que puede proliferar en Occidente y Oriente.

¿Futuras turbulencias?En este contexto, entonces no

es aventurado suponer que en la primera mitad del siglo XXI se podría incrementar la aparición de nuevos Estados ¿300 para 2050? Sin embargo, proclamar,

“Tratar de encontrar, detrás del sustantivo, la sustancia”

¿300 para 2050?

Por Juan Gabriel Tokatlian*

A penas hace unos pocos años –en el tránsito del siglo XX al si-glo XXI– era

usual, especialmente en Europa, hacer referencia, en ensayos aca-démicos, manifiestos culturales y discursos políticos, a un mun-do pos-moderno, pos-histórico, pos-soberano, pos-nacionalista, pos-cristiano. Ni las utopías, ni las ideologías, ni la soberanía, ni el nacionalismo, ni la religión te-nían ya mucha cabida en la vida contemporánea de los individuos y las naciones. Un corolario de ese fenómeno era que resulta-ban escasos los incentivos para impulsar y conformar nuevos Es-tados: la globalización y el mer-cado, por un lado, y el poderío de algunos países y la posibilidad de coordinar ciertas estrategias entre los más poderosos, por el otro, inhibirían el atractivo y la ne-cesidad de fundar más Estados.

Sin embargo, una sucesión de nuevos Estados –unos indepen-dientes, otros en procura de más autonomía y aun otros virtuales– se han ido asomando a comien-zos de la segunda década del siglo XXI. Sudán del Sur, Crimea y el Califato Islámico son, con ob-vias diferencias, prototipos de lo señalado.

En ese contexto, ha resurgido también la idea de la partición, concebida tanto como una forma de responder a las aspiraciones de independencia de algunos pueblos, como una modalidad tácita de resolución de conflictos con el propósito de alcanzar la paz. El reconocimiento de Pales-tina como “Estado Observador” en la Organización de Naciones Unidas (ONU), la eventual eman-cipación del Kurdistán iraquí y la potencial división de Libia cons-tituyen ejemplos que muestran el retorno de la partición como al-ternativa probable y hasta positi-va. A ello se agrega la reaparición del secesionismo, por vías no vio-lentas y en contextos democráti-cos en este caso: Escocia mostró el camino, Cataluña podría ser otro modelo.  

El auge de nuevos Estados en el mundo

Nuevos Estados, desde Sudán del Sur hasta Crimea, han ido emergiendo en los últimos años. Viejas deudas no resueltas impulsan particiones y secesiones.