Le Monde Octubre

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» L. 35.00 Mensual - 12 Páginas »Edición Honduras-UNAH La fórmula para triunfar siendo minoría Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel Paradoja del sistema electoral estadounidense ¿Adiós a la lucha armada? Pags. 6 y 7 Por Christophe Ventura Págs. 4 y 5 Por Alain Gresh Págs. 12 Por Romain Migus y Julien Rebortier Pags. 10 y 11 Por Martine Bulard M ás allá de los contextos locales, las primeras evoluciones hacia pro- cesos de paz se deben a la situación internacional. En Irlanda, la di- plomacia de Estados Unidos –país receptor de una numerosa diáspora de ese país–, influyó para reforzar el proceso de desmilitarización del conflicto, iniciado en 1994 con un primer alto el fuego que permitió la apertura de discusiones y luego los Acuerdos del Viernes Santo, firmados el 10 de abril de 1998, en un período de fuerte crecimiento económico en el sur de la isla, presentado en ese momento como el“tigre celta”. Q ue nadie se equivoque. Lo que estamos presenciando es un nuevo im- pulso de la “guerra contra el terrorismo”, en la misma línea que la cru- zada iniciada por el presidente George W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. A su llegada a la Casa Blanca, Barack Obama había procedido a realizar revisiones indispensables tras los bochornosos fracasos sufridos en Irak y Afganistán. Su administración había prohibido la expresión “guerra contra el terrorismo” y, sobre todo, se había comprometido a sacar a Estados Unidos de esos dos atolladeros. Estas medidas también reflejaban un cansancio de la opinión estadounidense ante esas intervenciones tan costosas en vidas humanas y dinero. A lo largo de los primeros meses de este año, el poder venezola- no tuvo una única prioridad: mostrar unidad frente a la oposición y a los intentos de desestabilización apoyados por Washing- ton. Pero desde hace algunas semanas el mundo político vive al ritmo de la publicación de cartas abiertas de ex altos funcionarios chavistas poco preocupados por salpicar con sus críticas al actual presidente, Nicolás Maduro. No es la primera vez que el movimiento chavista experimenta controversias públicas: su historia está cruzada por rupturas, divisiones y recomposiciones. A l principio, en 2005, el TPP sólo reunía cu tro enanos políticos y comer- ciales (Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur), que intentaban resistir a la aplanadora de sus vecinos. Cuatro años más tarde, Estados Unidos retoma la idea, con la voluntad de contener el poderío de China, que se acercó a los países del Sudeste Asiático a través de acuerdos de libre comercio. Wash- ington teme perder su hegemonía en la región y arrastra tras de sí a Australia, Malasia, Perú y Vietnam, así como Canadá y México, ya vinculados por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). “Guerra contra el terrorismo”, parte III La batalla por el control de Asia-Pacífico Controversias en el Chavismo Edición 12 Octubre 2014 » Pág. 8 y 9

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Diario

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Page 1: Le Monde Octubre

Octubre 2014 Edición N°12 01

»L. 35.00 Mensual - 12 Páginas

»Edición Honduras-UNAH

La fórmula para triunfar siendo minoría

Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel

Paradoja del sistema electoral estadounidense

¿Adiós a la lucha armada?

Pags. 6 y 7Por Christophe Ventura

Págs. 4 y 5Por Alain Gresh

Págs. 12Por Romain Migus y Julien Rebortier

Pags. 10 y 11Por Martine Bulard

Más allá de los contextos locales, las primeras evoluciones hacia pro-cesos de paz se deben a la situación internacional. En Irlanda, la di-plomacia de Estados Unidos –país receptor de una numerosa diáspora de ese país–, influyó para reforzar el proceso de desmilitarización del

conflicto, iniciado en 1994 con un primer alto el fuego que permitió la apertura de discusiones y luego los Acuerdos del Viernes Santo, firmados el 10 de abril de 1998, en un período de fuerte crecimiento económico en el sur de la isla, presentado en ese momento como el“tigre celta”.

Que nadie se equivoque. Lo que estamos presenciando es un nuevo im-pulso de la “guerra contra el terrorismo”, en la misma línea que la cru-zada iniciada por el presidente George W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. A su llegada a la Casa Blanca, Barack Obama

había procedido a realizar revisiones indispensables tras los bochornosos fracasos sufridos en Irak y Afganistán. Su administración había prohibido la expresión “guerra contra el terrorismo” y, sobre todo, se había comprometido a sacar a Estados Unidos de esos dos atolladeros. Estas medidas también reflejaban un cansancio de la opinión estadounidense ante esas intervenciones tan costosas en vidas humanas y dinero.

A lo largo de los primeros meses de este año, el poder venezola-no tuvo una única prioridad: mostrar unidad frente a la oposición y a los intentos de desestabilización apoyados por Washing-ton. Pero desde hace algunas semanas el mundo político vive al

ritmo de la publicación de cartas abiertas de ex altos funcionarios chavistas poco preocupados por salpicar con sus críticas al actual presidente, Nicolás Maduro.No es la primera vez que el movimiento chavista experimenta controversias públicas: su historia está cruzada por rupturas, divisiones y recomposiciones.

A l principio, en 2005, el TPP sólo reunía cu tro enanos políticos y comer-ciales (Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur), que intentaban resistir a la aplanadora de sus vecinos. Cuatro años más tarde, Estados Unidos retoma la idea, con la voluntad de contener el poderío de China, que se

acercó a los países del Sudeste Asiático a través de acuerdos de libre comercio. Wash-ington teme perder su hegemonía en la región y arrastra tras de sí a Australia, Malasia, Perú y Vietnam, así como Canadá y México, ya vinculados por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA).

“Guerra contra el terrorismo”, parte III

La batalla por el control de Asia-Pacífico

Controversias en el Chavismo

Edición 12 Octubre 2014

» Pág. 8 y 9

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02 Octubre 2014 Edición N°12

Editorial

Correo electrónico: [email protected]

La apuesta por la

enmacipaciónPor Serge Halimi*

E l 20 de agosto de 2013, Li-bé ra t i on i n t e n t ó r e f l o t a r

su débil difusión mediante el siguiente eslogan pro-mocional: “Cuando todo va rápido, hay una única solución: ir más rápido aun”. Una mala solución, parece. Un año más tarde, las ventas del diario conti-nuaban derrumbándose, y sus directivos anunciaban la suspensión de más de un tercio de los emplea-dos del diario. Al mismo tiempo, exigían que los sobrevivientes produje-ran más contenidos “he-teróclitos” con menos periodistas. Los que se sintieron tentados a resis-tir fueron advertidos por el nuevo director general Pierre Fraidenraich: “Es esto o la muerte” (1). Pa-sarán, sin duda, las dos cosas.

El planeta padece an-gustias más profundas que esta interminable agonía de una pequeña empresa en dificultades de volumen de negocios, de clientes y de razón so-cial. Pero, aunque pueda parecer secundaria, esta historia muestra dos ele-mentos importantes pro-pios de una novela de época: una prensa escrita cuyo estado general os-cila entre la declinación y el coma, conducida por directivos que ya no creen ni en su futuro económico ni en su misión democrá-tica, y una izquierda de gobierno incapaz de ex-presar algo diferente de las pasiones mercenarias de sus adversarios (“Amo la empresa”). Libération, que sirvió de apoyo edi-torial a François Hollan-de, es presa de estas dos

Staff

Sumario

Serge HALIMI, Presidente, Director de Publicación

Alain GRESH, Director Adjunto

Bruno LOMBARD Director Gestión

Anne-Cécile ROBERTResponsable de Ediciones Internacionales y Desarrollo

Entidad EditoraUniversidad Nacional Autónoma de Honduras

Julieta Castellanos RuízRectora

Armando SarmientoDirector Honduras

Diana Perdomo Cristina AlvaradoEditoras

Lisa Marie SheranDiseño y Diagramación

Allan McDonaldIlustraciones

Francia

Honduras

Redacción:1, Avenida Stephen Pichon 75013 PARIS CEDEXTeléfono: 33.1 53-94-96-01Fax: 33.1 53-94-96-26

Blv. Suyapa, Ciudad Universitaria, Edificio Administrativo tercer piso Dirección de Comunicación Interna (DIRCOM) F.M. Tegucigalpa, M.D.C. Teléfono: (504)2232-2110

Correo electrónico : [email protected]

Contenido

La apuesta porla enmacipación

¿Adiós a la lucha armada?

“Guerra contra el terrorismo”, parte III

Pags. 2 y 3

Pag. 6 y 7

Pags. 4 y 5

Pags. 10 y 11

Pag. 8 y 9

Pags. 12

La batalla por el controlde Asia-Pacífico

La fórmula paratriunfar siendo minoría

Controversiasen el Chavismo

contrariedades. La “muer-te” que ronda en torno al diario no constituiría, pues, sino la prefigura-ción de la advertencia “la izquierda puede morir”, con la que el primer mi-nistro Manuel Valls intenta reunir en torno suyo a su último círculo de fieles.

En el caso del diario, el remedio imaginado es hacer depender su con-tinuación de cualquier otra cosa que no sea el periodismo –organización de coloquios pagados

por colectividades terri-toriales (2); “marketing cruzado” con el accio-nista principal del diario, el operador de cable y proveedor de acceso a Internet SFR-Numerica-ble; transformación de los locales del diario en luga-res de entretenimiento en un barrio “moderno” de la capital, etc.–. En cuan-to a la perspectiva de la izquierda de gobierno, se reduce a suplicarles a sus partidarios mantener el rumbo que condujo a “la extrema derecha a las

puertas del poder”, repi-tiéndoles que no hay nin-gún otro camino posible… para impedir a la extrema derecha alcanzar el poder.

Pero hace tiempo ya que únicamente cedien-do a la manía habitual del periodismo de descubrir lo inédito allí donde la gente más normal sólo advierte viejas artimañas, alguien tomaría a Laurent Joffrin –fundador de Libé-ration– como el heredero de Jean-Paul Sartre, o a Hollande como el suce-sor de Jean Jaurès (3). Si el presidente francés necesitó algo de aplomo para declarar que su “ver-dadero adversario” eran las finanzas mientras que había resuelto no hacer nada en su contra, qué decir del director de Li-bération que, en el trans-curso de la misma con-versación, proclamó que su diario es “el más libre de Francia” y advirtió a aquellos que aún trabajan allí: “No vamos a insultar a los accionistas que han invertido 18 millones en el diario” (4).

Convendría en efec-to evitarlo, sobre todo si pronto se les va a pedir más. No obstante, pues-to que “los accionistas” de los grandes medios se cuentan entre las fortunas más grandes del país, que se reparten los principa-les títulos de la prensa francesa (5), que obtienen sus recursos de los sec-tores más dinámicos de la economía mundial (in-dustria del lujo, grandes obras públicas, armamen-to, Internet, etc.) y que no cesan de desplazar sus aportes de un diario, de un canal de televisión o de un sitio de Internet a otro, dirigir sus filípicas o sus sarcasmos al actual Presidente o a sus minis-tros es criticar un espec-táculo después de haber ensalzado hasta las nu-bes a sus titiriteros.

Ante el fin de la prensa independiente

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Alimento del espíritu conservadorLos cantos de amor que los

editores destinan a sus propie-tarios –“Deseo a todos los dia-rios y a todos los medios tener un accionista como el nuestro”, expresó por su parte el director de Le Point a propósito de la fa-milia Pinalut (6)– testimonian en todo caso una inflexión preocu-pante en la relación de fuerzas entre periodistas e inversores.

Pues la prensa está hoy de-masiado maltrecha como para poder resistir a las grandes for-tunas misericordiosas que se dignan a aliviar sus déficits. Li-bération pierde cada día 22.000 euros, o sea cerca del 16% de su volumen de negocios (7). El año pasado, sólo dos de los dieciocho diarios france-ses registrados por la Oficina de Justificación de la Difusión (OJD) –Les Echos y la Gazette des courses– mejoraron su di-fusión en un 1,86% y un 2,6% respectivamente. Al mismo tiempo, doscientos cuarenta, de los trescientos uno semana-rios, mensuales, bimestrales y trimestrales mostraron un retro-ceso, a veces sensible, de sus ventas: 21% Les Inrockuptibles, 19% Marianne, y 16% Le Ca-nard enchaîné.

La desafección de los lec-tores interviene en el momento en que los ingresos publicita-rios también se suspenden –los de la prensa escrita bajaron un 27% entre 2009 y 2013–. En estas condiciones, los grandes empresarios ya no invierten en un diario con la esperanza de obtener un beneficio económi-co. “Serge Dassault, sólo con Figaro, perdió, en promedio, 15 millones de euros por año durante cinco años”, recuerda la revista Capital. “Michel Lu-cas, el dueño de Crédit mutuel, 33 millones promedio con sus nueve periódicos regionales del este de Francia. Claude Perdriel alcanzaba los 5 millones de dé-ficit, antes de ceder su Nouvel Observateur. Bernard Arnault acumuló más de 30 millones de pérdida desde la compra de Les Echos. El único sobreviviente, François Pinault, obtuvo duran-te mucho tiempo 2 o 3 millones de ganancias con Le Point, pero sufrió pérdidas en el primer se-mestre de 2014” (8).

Sin embargo, si Patrick Dra-hi decidió desembolsar 14 mi-llones de euros en el salvataje de Libération es porque espera un retorno de la inversión. “Se piensa dos veces antes de ata-car al dueño de un diario –con-tinúa Capital–. El oscuro jefe de Numericable, Patrick Drahi, sólo era un ‘nobody’ cuando tomó por asalto SFR. Gracias a eso fue atacado en todos los frentes: exilio fiscal, holdings dudosos en las Bahamas, na-cionalidad francesa incierta. De allí Libération. No es TF1, por supuesto, pero el efecto di-suasivo no es nulo. Xavier Niel, por su parte, pasó del estatuto de pirata de las telecomunica-ciones a miembro del establi-shment desde que se convirtió en copropietario de Le Monde en 2010. Y eso con poco gasto: su fortuna varía cada día en la

Bolsa en más de 30 millones de euros, la suma que invirtió en el vespertino.”

Obtener que la línea editorial de la casi totalidad de los me-dios adopte un discurso liberal y a favor de la austeridad no requiere una presión constante. La formación y la socialización de la mayoría de los periodis-tas económicos, así como la de los editorialistas, garantizan que todos ellos piensen es-pontáneamente como el Fondo Monetario Internacional, la Au-ditoría General o el empresaria-do. Así, el economista estadou-nidense Paul Krugman señala casi todas las semanas en The New York Times que todos los temores de los monetaristas fueron desmentidos, en particu-lar el de ver que el déficit pú-blico desencadena la inflación; señala, además, que todas las advertencias de los keynesia-nos fueron confirmadas, en par-ticular la idea de que las polí-ticas de austeridad paralizarían el crecimiento. Sin embargo –se lamenta– los que continúan triunfando son los primeros, sobre todo en los grandes me-dios. Ahora bien, ¿cómo dudar de que la casi desaparición de una prensa independiente o su subordinación progresiva a los grandes intereses que determi-nan la política económica y so-cial de los gobiernos alimentan el espíritu conservador de una Europa en crisis?

En Francia, el Presidente de la República lleva a cabo des-de hace dos años una política económica alineada con las recomendaciones de la pren-sa. Los resultados son en con-secuencia muy malos. Pero, lejos de estar agradecidos a Hollande por haber estado tan atento a sus recomendaciones nefastas, los editorialistas aho-ra lo conminan a acelerar en el mismo sentido, y después, con la misión cumplida, renunciar. “Ya que está derrotado para ser reelegido –lo increpa así el ex diputado socialista europeo Olivier Duhamel en Europa 1– al menos que haga las reformas hasta el fondo para dejar una huella en la historia.” Por su lado, un editorialista del Figa-ro invita enseguida –pluralismo obliga– al jefe de Estado al mis-mo sacrificio: “Hollande parece hoy privado de toda capacidad de recuperación. Estar así aco-rralado, ¿no es una razón más para jugar a todo o nada, yendo directa y valientemente hasta el fondo con una política refor-madora y liberal, aunque sea al precio de ver que su mayoría lo abandona?” (9). El “retorno” de Nicolas Sarkozy parece ga-rantizar que un enfrentamiento personalizado entre partidarios de políticas casi idénticas con-tinuará repitiendo el debate pú-blico francés durante los próxi-mos años. Y que los medios les marcarán el compás a todos, de manera compulsiva, a fuerza de sondeos y de alertas de terro-rismo.

Desde 1989, el programa de France Inter Là-bas si j’y suis permitió a un público importan-

te y socialmente diversificado escapar a tales manipulacio-nes gracias a una perspectiva diferente sobre la actualidad social pero también internacio-nal. Los periodistas de Le Mon-de diplomatique eran invitados regularmente. En junio último, argumentando la edad del con-ductor, Daniel Mermet, y las encuestas de audiencia en re-troceso, la dirección de la esta-ción cerró autoritariamente este espacio de libertad. Sin em-bargo, Radio France continúa recurriendo a periodistas expe-rimentados, como Christine Oc-krent, y a otros que acumulan fracasos bien reales, como Ni-colas Demorand, recientemente echado de la dirección de Libé-ration después de que el 89,9% de los empleados del diario hubieran reclamado su parti-da. Pero éstos forman parte de los indestructibles gracias a su fuerte adhesión a la globaliza-ción versión patronal (Ockrent) o al social-liberalismo (Demo-rand) (10). La desaparición del único programa cotidiano de la radio nacional identificado como disonante en el concierto mediático, y cuyas encuestas daban la palabra a las clases populares, constituye pues un duro golpe contra el pluralismo (11).

Nuestro proyectoLa defensa de Le Monde di-

plomatique y la ampliación de su influencia se vuelven así más urgentes. Pues bien, en 2013, la movilización de los lectores fue importante. La difusión del pe-riódico mensual (-0,61% según la OJD) resistió mejor, en efec-to, que la de la mayoría de los otros títulos de prensa. El mon-to de las contribuciones de los lectores, convertidas en un pilar esencial de nuestra economía, aumentó, por otra parte, fuer-temente y superó los 240.000 euros (contra 180.000 euros en 2013). En fin, el número de abo-nados a nuestros archivos digi-tales pasó de 0, a fines de 2012, a 6.947, en 2013, para estable-cerse en 11.382 en septiembre de 2014.

Este último ejemplo lo de-muestra: nosotros buscamos anticiparnos al estancamiento de las ventas del diario y al rol cada vez más marginal de los ingresos publicitarios en nues-tro volumen de negocios (1,6% en 2013) inventando sin cesar otros medios, incluso digitales, para dar a conocer nuestra ma-nera de ver. Medios que deben permitirnos movilizar nuevos lectores para pesar más en el debate público. Nuestro Manuel d’histoire critique, que se publi-có el mes último, se inscribe en esta perspectiva tanto editorial como política. Y es uno de los proyectos que no hubiéramos podido llevar a cabo sin el con-curso de ustedes, bajo la forma de abonos y contribuciones.

En 2013, Le Monde diplo-matique desapareció de la lista de las doscientas publicacio-nes más auxiliadas por el poder público, donde figuraba en la posición ciento setenta y ocho.

Simultáneamente, la revista Clo-ser se mantenía en esta lista (en la posición ochenta y ocho, con 533.221 euros) y el diario patronal L’Opinion hacía su entrada (12). Esta seguidilla de incongruencias subraya la necesidad urgente de considerar las subvenciones a la prensa. Deberían, en primer lugar, ser útiles a las publicaciones que contribuyen al debate democráti-co que no quieren depender del óbolo de las grandes fortunas. Estamos lejos de ello cuando Télé 7 jours, adosado al grupo Lagardère, cobra cerca de 7 millones de euros por año, y Le Monde diplomatique… 108.600. Pero, allí también, el esfuerzo consentido de nuestros lectores contribuye a equilibrar la situa-ción, puesto que dos tercios de las contribuciones que nos pa-gan les son reembolsados lue-go por el Tesoro público.

La era digital abrió un auto-servicio caótico. Se encuentran allí todos los artículos, mezcla-dos y encimados de cualquier manera en un mismo plano. Pero ya empieza a sentirse una forma de cansancio, de fatiga, ante la información superficial sin límites, el comentario inme-diato y previsible de la menor (pretendida) actualidad, las últi-mas desviaciones de palabras, los estados de ánimo ombli-guistas, los bufidos repentinos, el esplín teatralizado, las pe-queñas depresiones.

Y es allí donde nuestra singu-laridad podría resultar una ven-taja, pues nos permite escapar a la rapidez, a la saturación, a la vehemencia, a la simplificación. Pero sabemos sin embargo que hace falta adelantarnos, ren-dir cuenta de las discusiones y de los proyectos, imaginar no-sotros mismos estrategias de reconquista. Detenerse a re-flexionar, en suma, para avanzar luego con los ojos abiertos.

Aunque Le Monde diplomati-que cambió mucho desde hace sesenta años, el racionalismo equilibrado, la esperanza pro-gresista, la negativa a aullar con los lobos y los perros de ataque permanecen invariables. En una época en que existen pueblos enteros que caen en el oscurantismo, el miedo y la pa-ranoia, nosotros seguimos pen-sando que la razón, las cien-cias, la educación, el saber, la historia pueden legítimamente suplantar la emoción única, las creencias, las costumbres, los prejuicios, las supersticiones, el fatalismo. Y fundar un proyecto de liberación humana.

No estamos obsesionados con el tema de la decadencia porque continuamos apostan-do a la emancipación. Nuestros medios de proseguir este com-bate intelectual dependen tam-bién de ustedes.

1. L’Express.fr, 15-9-14. 2. Véase Julien Brygo, “Des

forums locaux pour renflouer Li-bération”,  Le Monde diplomati-que, París, septiembre de 2013.

3. Véase Pierre Rimbert, Li-bération, de Sartre à Roths-

child, Raisons d’agir, 2005 y Be-noît Bréville y Jérôme Péllissier, “L’art de tuer Jaurès”, Le Mon-de diplomatique, París, julio de 2014.

4. De esos 18 millones de eu-ros, 14 millones son aportados por Patrick Drahi, presidente de Numericable. “L’instant M”, France Inter, 16-9-14.

5. Les Echos y Radio Clas-sique pertenecen a M. Bernard Arnault (1ª fortuna francesa), Le Point a François Pinault (3ª), Le Figaro a Serge Dassault (4ª), Libération a Drahi (6ª), Le Mon-de y Le Nouvel Observateur a  Xavier Niel (7ª), Direct Matin y Canal Plus a Vincent Bolloré (10ª). Martin Bouygues (TF1-LCI), Jean-Paul Baudecroux (NRJ) y Arnaud Lagardère (Eu-rope 1, Paris Match, Journal du dimanche) se cuentan también entre las más grandes fortunas de Francia.

6. Pierre Rimbert, “La joie de servir”, Le Monde diplomatique, París, junio de 2014.

7. Según sus propietarios. 8. Capital, París, agosto de

2014. 9. Le Figaro, París, 15-9-14.10. El 5 de marzo de 2013,

en un editorial notable, el que en ese momento era director de Libération llamó a “devolver los derechos trabajosamente ob-tenidos y la protección social. Sí, habrá que fijar compromisos dentro de las empresas sin los que éstas cerrarán. Sí, para de-cirlo con estas palabras en otro tiempo altisonantes, habrá que trabajar más para ganar lo mis-mo y quizás menos. Sí, este pa-norama es mil veces preferible a la desocupación”.

11. Véase Daniel Mermet, “A Radio France, rapprocher le micro de la fenêtre”, Le Monde diplomatique, París, mayo de 2014. El sitio http://www.la-bas.org da cuenta de los próximos proyectos de Daniel Mermet. Y tres miembros de su antiguo equipo conducen en France In-ter, cada sábado a las 16 horas, el programa “Comme un bruit qui court”.

12. Véase “Le Monde diplo-matique disparaît”, La valise di-plomatique, 9 de mayo de 2014, http://www.monde-diplomati-que.fr/carnet/2014-05-09-le-di-plo-disparait

*Director de Le Monde diplo-matique.

Traducción: Florencia Gimé-nez Zapiola

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04 Octubre 2014 Edición N°12

“Guerra contra el terrorismo”, parte III

Una coalición bélica sin precedentes

Q ue nadie se equi-voque. Lo que esta-mos pre-senc ian-

do es un nuevo impulso de la “guerra contra el terrorismo”, en la misma línea que la cruzada iniciada por el presidente Geor-ge W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. A su llegada a la Casa Blanca, Barack Obama había procedido a realizar revisiones indispensa-bles tras los bochornosos fra-casos sufridos en Irak y Afga-nistán. Su administración había prohibido la expresión “guerra contra el terrorismo” y, sobre todo, se había comprometido a sacar a Estados Unidos de esos dos atolladeros. Estas medidas también reflejaban un cansan-cio de la opinión estadouniden-se ante esas intervenciones tan costosas en vidas humanas y dinero. Por último, Washington “pivoteaba” en dirección a Asia con la intención de olvidar un

poco ese “Middle East, middle of nowhere” (“Medio Oriente, el medio de la nada”) (1) que des-cribía un experto estadouniden-se: exceptuando el petróleo, la región ya no presentaba un gran interés estratégico. Pero las crisis se sucedían a diario en el Departamento de Estado y Washington no se retiró. Una prueba de esto es el uso acre-centado de los drones y asesi-natos selectivos en Pakistán, Yemen y Somalia, la supervi-vencia del campo de detención de Guantánamo, el manteni-miento de un contingente en Afganistán, el renovado apoyo a Israel durante su intervención en Gaza durante el invierno bo-real de 2014…

El discurso de Obama del 10 de septiembre pasado que anunciaba operaciones con-tra la Organización del Estado Islámico (OEI) (2) en Irak y Si-ria marca el comienzo no de la destrucción de esa fuerza, sino de una escalada cuyo final na-die puede predecir. El presiden-te de Estados Unidos privilegia la acción militar en detrimento de la acción política. En efecto, Obama no cae en el simplismo

ideológico de los neoconserva-dores y se niega, por ahora, a enviar a sus soldados (aunque ya haya mil quinientos aseso-res estadounidenses en el te-rreno). También mide mejor los obstáculos que Bush, lo cual explica su voluntad de presen-tar su accionar como sostenido por el consenso internacional. Desentendiéndose de sus res-ponsabilidades, el Consejo de Seguridad de las Naciones Uni-das adoptó el 19 de septiem-bre pasado una declaración lo suficientemente vaga para que Washington pudiera conside-rarla como una luz verde a su intervención militar y ningún go-bierno protestara.

A simple vista, la coalición de Estados creada contra la OEI parece más temible que aque-lla conformada en el pasado contra el régimen de Muamar Gadafi. Durante su cumbre en Newport (País de Gales), el 4 y 5 de septiembre de 2014, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) anun-ció que estaba conformando un “núcleo” de la coalición contra la OEI con diez países, entre los que se encontraban Francia, Es-

tados Unidos y Turquía. El 15 de septiembre, en París, veintiséis Estados –entre los que se con-taban los miembros del Consejo de Cooperación para los Esta-dos Árabes del Golfo (CCEAG) (3), Rusia y China– prometieron su participación a priori en ese esfuerzo. Argelia, tan reticente a las intervenciones occidentales en la región, apoya la coalición en Irak. Incluso Irán, que no la ha integrado, considera como un peligro mortal a la OEI y sus sanguinarios ataques contra los chiitas.

En el plano religioso, Al Azhar en El Cairo y el Consejo de los Grandes Ulemas de Arabia Sau-dita en Riad predicaron en ese sentido, y este último denunció no solo a la OEI, sino también el Hezbollah, los houthi yemenitas y las milicias chiitas iraquíes. Ni siquiera en 1990-1991, du-rante la guerra que siguió a la invasión de Kuwait por Saddam Hussein, pudo formarse una alianza tan unánime.

Los eslabones débilesSin embargo, como recorda-

ba Lenin cuando analizaba las alianzas imperialistas durante

la Primera Guerra Mundial, “una cadena vale lo que vale su es-labón más débil”. Ahora bien, la cadena que se supone debe envolver y ahogar a la OEI no tiene solamente uno, sino varios elementos frágiles.

Mientras que pertenece a la OTAN y comparte mil doscien-tos kilómetros de fronteras con Irak y Siria, Turquía aparece como el eslabón más preca-rio. Ankara primero justificó su prudencia –especialmente su negativa a permitir que Washin-gton utilice la base de Incirlik para realizar acciones militares en la zona, aunque sí lo autoriza para llevar a cabo acciones hu-manitarias y logísticas– por los cuarenta y nueve rehenes cap-turados por la OEI en el consu-lado turco de Mosul durante la toma de esta ciudad la noche del 9 de junio. La liberación de estos rehenes el 19 de septiem-bre no levantó sus reservas.

Reservas que se explican, primero, por su participación en el conflicto sirio y la prioridad dada a la caída del régimen de Bashar al Assad. Turquía permi-tió que se instalaran en su te-

Por Alain Gresh*

Los bombardeos occidentales en Irak y en Siria anuncian una larga campaña contra la Organización del Estado Islámico. La retórica del presidente estadounidense Barack Obama recuerda cada vez más a la política emprendida por su

antecesor, George W. Bush, aquella que llevó al desastre actual.

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Octubre 2014 Edición N°12 05

rritorio redes de reclutamiento para la oposición, incluida la más radical, vinculada a Al Qae-da e incluso a la OEI. Los turcos representan una de las princi-pales nacionalidades entre los combatientes extranjeros que la integran (4). Tierra de asilo para cerca de un millón y medio de refugiados sirios, Turquía teme que una intervención directa contra la OEI provoque una ola de atentados en su territorio.

La reserva más seria de Ankara respecto de la coalición tiene que ver con los kurdos. Implicada en un diálogo político interno con el Partido de los Tra-bajadores de Kurdistán (PKK), con el objetivo, principalmente, de desarmar esta organización, Ankara ve con muy malos ojos su fortalecimiento militar. Ya que, si bien en algunos casos los kurdos frenaron el avance de la OEI, no fueron los pesh-mergas iraquíes –esos comba-tientes “dispuestos a enfrentar la muerte”, como pretende su nombre– los que mayormente lucharon. Desde la casi autono-mía de la región kurda de Irak (que se remonta a la primera guerra del Golfo de 1990-1991), sus dirigentes están primera-mente interesados en los ne-gocios, en el acceso de Kurdis-tán a la independencia y en los desgarramientos que enfrentan a los dos partidos dominantes en Erbil, el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK). Fueron el PPK y sobre todo su brazo sirio, el Partido de la Unión Democrática (PYD) los que aportaron la mayoría de los combatientes. Incluso cuando estos movimientos son coloca-dos por Washington y Bruselas en la lista de las organizaciones terroristas, han tenido acceso a armas suministradas por Occi-dente a los kurdos. Una prueba más, si las hay, de que el con-cepto de “terrorismo” tiene un carácter variable y apunta ante todo a desacreditar a tal o cual organización para justificar in-tervenciones armadas.

Segundo eslabón frágil: Ara-bia Saudita. El reino tomó en los últimos meses medidas radica-les para contrarrestar a la OEI y adoptó severas leyes antiterro-ristas también utilizadas contra todos los opositores (5). El país no olvida la asesina campaña de atentados de Al Qaeda en su territorio que tuvo lugar en-tre 2003 y 2006. Riad también intenta contener las prédicas de sus religiosos. El Ministerio de Asuntos Religiosos inscribió a unos cien de ellos, con “ten-dencias extremistas”, en talle-res intensivos de reeducación bajo la amenaza de que, si no cambiaban, serían revocados (6). Restan por verse cuáles se-rán las consecuencias de esta nueva orientación sobre los religiosos nutridos desde hace décadas con el biberón de una interpretación extremista del Is-lam, la cual, además, han con-tribuido ampliamente a exportar a todo el mundo.

Como muchos líderes de la región, el rey Abdallah no con-fía en Obama. No le perdona que le haya soltado la mano al presidente egipcio Hosni Mu-barak en 2011 ni su negativa a bombardear Siria en septiem-bre de 2013. Duda de su capa-

cidad para imponer un verda-dero cambio en Bagdad, que la monarquía considera como subordinado a Teherán. Arabia se siente solidaria de los sun-nitas iraquíes, a quienes ayudó en varias oportunidades. Acusa al antiguo gobierno de Nouri al Maliki de ser, por su política anti-sunnita, el principal res-ponsable del avance de la OEI. Por último, la desconfianza res-pecto de Irán sigue arraigada y la prensa financiada por el rei-no pretende, contra toda lógi-ca, que los combatientes de la OEI podrían refugiarse en Irán (7). En efecto, está empezando a esbozarse un tímido acerca-miento entre Teherán y Riad, pero una alianza sólida aún está fuera de alcance.

Oficialmente, Irán no se ha unido a la coalición. Su nega-tiva a participar en la Confe-rencia de París del 15 de sep-tiembre –paralelamente al veto a su inclusión impuesto por Riad– debilita el frente anti-OEI. Como ha reconocido el líder de la revolución Alí Jamenei, de 75 años de edad, en la cama de hospital donde acababan de operarlo, algunos dirigentes ira-níes querían viajar a París. Pero él se opuso: “Estados Unidos tiene malas intenciones. Tiene las manos manchadas de san-gre iraquí y no podemos coo-perar con él” (8). E Irán se le-vanta, como Rusia, contra todo bombardeo de la OEI en Siria sin autorización del gobierno de Damasco.

Teherán y Washington han entablado complejas negocia-ciones en relación al programa nuclear, que deben concluir antes del 24 de noviembre. Un acuerdo permitiría a las dos ca-pitales abordar con un nuevo enfoque los casos regionales (Siria, Yemen, Líbano), pero es poco probable que la Repúbli-ca Islámica permita a Estados Unidos recobrar la influencia en Irak en detrimento suyo.

Estados Unidos no puede encontrar consuelo alguno en el paisaje político iraquí. Las milicias chiitas, muy ligadas a Teherán, publicaron un comu-nicado común alertando contra el envío de militares estadouni-denses a la región (9). La más importante, Asaib Ahl al Haq (“Liga de los justos”), creada por el ex primer ministro Al Ma-liki, mantiene bajo vigilancia al nuevo jefe de gobierno, Haider Al Abadi: se ha opuesto, con éxito, al nombramiento de los ministros de Defensa y del In-terior, que habrían debido sim-bolizar la “apertura” del nuevo poder (10). Conocida por sus ataques contra los sunnitas, denunciados como “espías”, ¿será la punta de lanza de la guerra contra la OEI?

Una reconquista pasa por la creación de un gobierno de unión nacional en Bagdad. Si bien Al Abadi, el nuevo primer ministro, ha hecho algunos ges-tos, adoptado un estilo más serio, ordenado el cese de los bombardeos en las zonas civi-les bajo control de la OEI, pa-rece incapaz de asegurar un acercamiento entre las distintas fuerzas políticas (11): las mili-cias chiitas tienen demasiado peso con respecto al ejército; los sunnitas están traumatiza-dos por la experiencia de 2006-2007, cuando participaron en la lucha contra Al Qaeda para lue-go verse marginalizados y opri-midos. En cuanto a los dirigen-tes kurdos, sólo sueñan con un Estado independiente (12). Y, desde la Constitución impues-ta por Estados Unidos en 2005, reina un sistema confesional que recuerda al que está vigen-te en el Líbano. Así, es práctica-mente imposible la emergencia de partidos no confesionales. Sin una verdadera reforma po-lítica, Irak está condenado a la división y el caos.

Si incluso con el apoyo aé-reo de Estados Unidos los ira-quíes se muestran incapaces, como puede preverse, de ha-cer retroceder a la OEI, ¿cuál

será la próxima etapa? Ante la Comisión de Asuntos Militares del Senado, el 15 de septiem-bre, el jefe de Estado Mayor del ejército, el general Martin E. Dempsey, no descartó el envío de tropas estadounidenses si la estrategia actual no funcionaba. Más brutal, el general Michael Hayden, ex director de la Cen-tral Intelligence Agency (CIA) y de la National Security Agency (NSA), había explicado el día anterior en Fox News: “Pienso que tendremos fuerzas especia-les en Irak y Siria. No creo que tengamos unidades regulares, aunque dos antiguos jefes del Centcom [United States Cen-tral Command, encargado de toda la región de Medio Orien-te] consideran que vamos en esa dirección. Por el momento, yo no estoy ahí” (13).

El rompecabezas sirioUn influyente especialista

estadounidense en cuestiones militares, Anthony H. Cordes-man, del Center for Strategic and International Studies (CSIS, Washington), si bien se man-tiene hostil al despliegue de tropas estadounidenses, obser-va: “Irak conserva unidades de combate, pero va a necesitar fuerzas especiales, tropas tipo rangers y otros expertos para coordinar, impulsar y estable-cer un lazo entre las fuerzas de tierra y las fuerzas aéreas. [...] Toda nuestra experiencia en Vietnam, Afganistán, los prime-ros meses en Irak, las tentativas de formar rebeldes eficientes en Siria y los combates de baja intensidad en Yemen confirman una lección decisiva de la histo-ria militar: las fuerzas de un país débil y dividido necesitan ayuda para poder desarrollar su cohe-sión, un liderazgo eficaz y com-petencias de combate” (14).

Si erradicar a la OEI en Irak parece fuera de alcance, ¿qué decir entonces de Siria? Tanto Washington como París se nie-gan rotundamente a rehabilitar el poder de Al Assad. Pocos observadores creen que los 500 millones de dólares votados por el Congreso para ayudar a la oposición siria moderada

podrán cambiar rápidamente las relaciones de fuerza en el terreno. Entonces, ¿quién lle-vará a cabo la ofensiva terrestre contra la OEI? El bombardeo de blancos puntuales iniciado el 22 de septiembre en Siria no ten-drá más eficacia que en Irak, y podría tener un alto costo políti-co: Teherán y Moscú se oponen y París, una de las pocas capi-tales militarmente involucradas junto a Washington, se niega a ampliar su campo de acción a Siria, puesto que ninguna reso-lución de la ONU permite justi-ficarlo.

La historia puede ofrecer al-gunas lecciones. En 1955, Was-hington enviaba a Vietnam una simple misión militar encargada de reorganizar el ejército. En 1959, ese número se elevaba a quince mil; en 1965, se contaba con más de cien mil soldados. La guerra de Vietnam duraría hasta 1975, cuando Estados Unidos finalmente aceptó que, pese al envío de una formidable armada militar, siempre es difícil decidir en lugar de un pueblo lo que es mejor para él.

1. Edward Luttwak, citado en “Le Moyen-Orient au milieu de nulle part”, Nouvelles d’Orient, 8-5-07, http://blog.mondediplo.net

2. De ahora en adelante, Le Monde diplomatique adopta esta denominación y no la de “Estado Islámico”, debido a que no se trata de un Estado.

3. Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar.

4. Véase Ceylan Yeginsu, “ISIS draws a steady Stream of Recruits from Turkey”, The International New York Times, 15-9-14.

5. Véase “La gran soledad de Arabia Saudita”, Le Monde di-plomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, mayo de 2014.

6. Sitio web de Saudi Gazet-te, 19-9-14.

7. Véase, por ejemplo, “Sau-di security officials warn Islamic State fighters may regroup in Iran”, Al-Sharq Al-Awsat, 20-9-14, citado por BBC Monitoring, Londres, 21-9-14.

8. Reza Haghighat, “‘The Americans amuse me’, says Khamenei”, 15-9-14, http://en.iranwire.com/features/6011.

9. Ahmed Ali, “The Iraqi Shi’a militia reponse to the US an-ti-ISIS collation”, iswiraq.blogs-pot.fr, 16-9-14.

10. David D. Kirkpatrick, “Shi-ite Militias in Iraq pose puzzle for US”, The International New York Times, París, 18-9-14.

11. Reidar Visser, “The new Iraqi prime minister: A change in style or substance?”, 17-9-14, www.mei.edu.

12. Véase Allan Kaval, “Las mil divisiones de Irak”, Le Mon-de diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2014.

13. www.foxnews.com14. “Iraq, Syria, and the Is-

lamic State: The ‘boots on the ground’ fallacy”, 19-9-14, http://csis.org

*De la Redacción de Le Mon-de diplomatique, París.

Traducción: Julia Bucci

Page 6: Le Monde Octubre

06 Octubre 2014 Edición N°12

La decisión del Frente de Liberación Nacional de Córcega (FLNC) de abandonar la lucha armada, después de la desmilitarización del Ejército

Republicano Irlandés (IRA) en 2005 y del movimiento Euskadi Ta Askatasuna (ETA) en 2011, puso fin a las tres últimas organizaciones

clandestinas de Europa Occidental. Sin embargo, las soluciones políticas para su reinserción en la vida democrática presentan aún resultados

inciertos.El 24 de junio de

2014, el Frente de Liberación Nacional de Córcega (FLNC) anunciaba la

decisión unilateral de iniciar un proceso de desmilitarización y una salida progresiva de la clan-destinidad. Después del adiós a las armas del Ejército Republica-no Irlandés (IRA) y del movimien-to Euskadi Ta Askatasuna (ETA), este anuncio señala el fin de las tres últimas luchas armadas de Europa Occidental, pero con so-luciones políticas todavía muy inciertas.

Los tres movimientos armados en lucha contra los Estados britá-nico, español y francés sobrevivie-ron varias décadas a otras organi-zaciones clandestinas surgidas de “naciones sin Estado” en el País Vasco, en Bretaña, en las Antillas Francesas, en Cataluña, en el País de Gales o en Escocia… También sobrevivieron a numerosas luchas armadas de extrema izquierda que marcaron la Europa de los años 70 y 80: Fracción del Ejército Rojo en Alemania, Brigadas Rojas en Italia, Acción Directa en Francia, Organi-zación Revolucionaria 17 de No-viembre en Grecia, para sólo citar las más célebres.

La permanencia del IRA, de la ETA y del FLNC se explica ante to-do por su arraigo en los respectivos territorios. Ni la represión ni las di-soluciones que decidieron los Esta-dos pudieron erradicarlos. A pesar de la estigmatización de la “opción de las armas”, estas organizacio-nes clandestinas no fueron consi-deradas “terroristas” por los cuer-pos sociales de las que surgieron. Estrechamente acopladas a for-maciones públicas o “ramas polí-ticas”, se valieron de reivindicacio-nes históricas, a pesar de algunas equivocaciones o desviaciones. Su combate les dio mucha visibilidad, obligando a los Estados a intentar distintas soluciones negociadas, interrumpidas por extensas olea-das punitivas. Sin embargo, a pe-sar de los numerosos puntos en co-mún y sus regulares intercambios, estas organizaciones tenían pro-yectos políticos diferentes (1). Su historia y su renuncia a la clandes-tinidad tienen que situarse en con-textos particulares.

El IRA, la primera de las tres or-ganizaciones en decretar el aban-dono de las armas, nació en 1919, en el contexto de la guerra de inde-pendencia (1919-1921), y emana del Sinn Fein, movimiento político

¿Adiós a la lucha armada?

Por Christophe Ventura* creado en 1905. Dividida durante la guerra civil irlandesa (1922-1923) (2), concentró sus acciones con-tra los intereses británicos, prin-cipalmente en Irlanda del Norte. A fines de los años 60, los católicos, minoritarios en el Norte, reclama-ron la igualdad de derechos civiles con los protestantes. La brutal re-presión de las fuerzas británicas en ocasión de las marchas pacíficas por esta igualdad provocó su regre-so a la lucha armada.

En Euskadi, el Partido Naciona-lista Vasco (EAJ-PNV) fue fundado en julio de 1895. Durante la Segun-da República Española, el “Estatu-to de Guernica” adoptado en 1936 acordó una auténtica “autoridad” para la región, que se convirtió en un Estado casi independiente. Pero la dictadura franquista suprimió ese Estatuto y obligó al gobierno vasco a exiliarse. En diciembre de 1958, los jóvenes opositores a los con-servadores del PNV crearon la ETA, y asestaron fuertes golpes al régi-men franquista. Más tarde, la orga-nización encontró un relevo político con Herri Batasuna, que vio la luz en 1978 y contaría con muchos fun-cionarios electos locales antes de su disolución en 2000.

El 21 de agosto de 1975, Ed-mond Simeoni y militantes de la Acción Regionalista Corsa (ARC) ocuparon en Aleria la bodega de un importante viticultor repatriado en medio de un vasto escándalo agrícola. Intervinieron importantes fuerzas del orden; dos gendarmes resultaron muertos. Una sema-na después, la ARC fue disuelta y se produjeron cruentos enfrenta-mientos en Bastia. Como reacción a esos sucesos, el 5 de mayo de 1976 se fundó el FLNC (3). A co-mienzos de los años 70 lo habían precedido organizaciones clan-destinas –el Frente Paisano de Li-beración de Córcega (FPLC) y Gh-justizia Paolina–, pero sólo tenían una existencia marginal en la pro-testa corsa, dominada por la ARC, fundada en 1967 por los hermanos Edmond y Max Simeoni, y que tras su disolución dejó lugar a la Aso-ciación de Patriotas Corsos (APC), luego a la Unión del Pueblo Corso (UPC).

La brutal represión de las fuerzas británicas

en ocasión de las marchas pacíficas por esta igualdad provocó su regreso a la lucha

armada

Después del IRA y la ETA… el FLNC

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Octubre 2014 Edición N°12 07

Desde sus inicios, la lucha que preconizaba el FLNC fue menos in-tensa que la del IRA y de la ETA. El movimiento clandestino siempre evitó las olas de atentados morta-les. Se limitó a acciones muy cen-tradas y puntuales, que en lo esen-cial apuntaban a edificios y servi-cios del Estado, o construcciones que desfiguraban el litoral corso. Es verdad que no enfrentaba las mis-mas situaciones que los vascos frente al franquismo y sus prolon-gaciones, o los irlandeses lidiando con una situación de guerra.

La deposición de las armasMás allá de los contextos loca-

les, las primeras evoluciones hacia procesos de paz se deben a la si-tuación internacional. En Irlanda, la diplomacia de Estados Unidos –país receptor de una numerosa diáspora de ese país–, influyó para reforzar el proceso de desmilitariza-ción del conflicto, iniciado en 1994 con un primer alto el fuego que per-mitió la apertura de discusiones y luego los Acuerdos del Viernes Santo, firmados el 10 de abril de 1998, en un período de fuerte cre-cimiento económico en el sur de la isla, presentado en ese momento como el “tigre celta”.

El 28 de julio de 2005, el IRA or-denó a todos sus militantes depo-ner las armas. Les pidió que lucha-ran por la reunificación de la isla y el fin de la tutela británica mediante la vía democrática. El 26 de septiem-bre de ese año, el jefe de la comi-sión de desarme, el general cana-diense John de Chastelain, anunció que el arsenal del IRA estaba com-pletamente desmantelado.

En el País Vasco, la situación política posterior al franquismo y la fuerza de la represión –a veces totalmente ilegal (4)– que aumen-tó tras los atentados islamistas en Madrid de marzo de 2004, debilitó considerablemente a la ETA. Las campañas de atentados que pro-dujeron la muerte de civiles, así co-mo el asesinato de personajes cer-canos al PNV, favorables a la paz, o de periodistas, empañaron su com-bate. Tomando en cuenta el espec-tacular crecimiento en su esfera de influencia de un discurso en favor de la paz, el 20 de octubre de 2011 la ETA anunció “el cese definitivo de su actividad armada”. Esta deci-sión deriva de un “compromiso cla-ro, firme y definitivo”, después de numerosas treguas de distinta na-turaleza. El 21 de febrero de 2013, los expertos de la Comisión Inter-nacional de Verificación del alto el fuego (no reconocida por el gobier-no español) confirmaron el inicio de su desarme. Por último, el 20 de ju-lio de 2014, la ETA anunció que ter-minó el “desmantelamiento de las estructuras logísticas y operativas vinculadas a la dirección de la lucha armada”.

El FLNC también resultó muy debilitado por las oleadas de in-terpelaciones. Los desgarramien-tos mortales de los años 90 entre movimientos clandestinos (cerca de unos veinte militantes asesina-dos) dejaron sus huellas, así como ciertas conductas cuestionables ligadas a la práctica del impuesto revolucionario. Si bien el asesina-to del prefecto Claude Erignac el 6

de febrero de 1998 no constituyó una estrategia de los movimientos clandestinos, reforzó la posición sostenida por los partidarios de re-flexionar sobre los límites de la ac-ción armada. Disminuyó el apoyo de la población y de la juventud. La situación benefició a los nacionalis-tas “moderados”.

Situaciones políticas diversasDespués del proceso de paz en

Irlanda que concluyó el 13 de oc-tubre de 2006 con los Acuerdos de Paz de Saint Andrews, el Sinn Fein gobierna Belfast con el Partido Unionista Demócrata (DUP, protes-tante). Progresó aun más en las úl-timas elecciones europeas, incluso en el Sur. La demografía dinámica de la comunidad católica conser-va la esperanza de ver concretado tarde o temprano su sueño de uni-ficación.

En el País Vasco, el adiós a las armas deriva de un proceso uni-lateral que inició la izquierda in-dependentista. No existió ningún preacuerdo con los gobiernos es-pañol o francés, aun cuando emi-sarios españoles prosiguieron ne-gociaciones discretas en Oslo, an-tes de interrumpirlas bruscamente. ETA sigue negándose a disolverse si no se satisfacen algunas de sus reivindicaciones: reunión de los presos políticos dispersos en las cárceles españolas y francesas, tratamiento prioritario de los dete-nidos enfermos y del tema de los refugiados vascos. En la escena política pública, los independen-tistas mayoritariamente clasifica-dos de izquierda progresan mucho, rivalizando con los autonomistas del PNV en el poder. El movimien-to vasco, con todas sus tenden-cias, considera que el estatuto de autonomía actual está superado y reivindica el derecho a la autodeter-minación.

En Córcega, es evidente que la decisión del FLNC no fue objeto de

debates en el seno de la esfera de influencia nacionalista. Tampoco se adoptó después de verdaderos avances políticos negociados –por ejemplo en 1981, con el primer es-tatuto de la isla o las discusiones del Estatuto Joxe en 1989–, ni si-quiera tras reunir a los militantes detenidos en la Francia continen-tal. Sólo los recientes votos de la Asamblea de Córcega testimonian una notable evolución. La inscrip-ción de Córcega en la Constitución francesa para una mayor descen-tralización, la cooficialidad de la lengua corsa, el estatus de residen-te permanente para limitar la proli-feración de viviendas secundarias (5) y un régimen fiscal específico: son reivindicaciones que hoy sos-tienen la mayoría de los funciona-rios de todas las tendencias, más allá de la representación naciona-lista, que cuenta con catorce elec-tos sobre cincuenta y uno.

En la Asamblea de Córcega, la corriente moderada, que rechaza el empleo de la violencia, ya es ma-yoritaria, contrariamente a los años 80 y 90. Incluso aumentó su poder en las elecciones municipales de 2014, en especial en Bastia, donde Gilles Simeoni, hijo de Edmond Si-meoni, se convirtió en alcalde con el apoyo de disidentes de izquier-da y derecha. La coalición Femu a Corsica de Jean-Christophe Ange-lini y Gilles Simeoni desestabiliza el ala “radical”, que teme ser margina-lizada en un momento clave para la evolución institucional de la isla. Sin embargo, está bien lejos de alcan-zarse, ya que el Gobierno no pare-ce dispuesto a ratificar los votos de

La lucha del FLNC fue menos intensa que la del IRA y la ETA.Siempre evitó las olas de atentados

mortales.

la Asamblea de Córcega. Durante su visita a la isla del pasado 12 de mayo, el ministro del Interior, Ber-nard Cazeneuve, cerró la puerta a las reivindicaciones más simbóli-cas, aunque en julio la ministra de la Descentralización, Marylise Le-branchu, moderó sus declaracio-nes.

¿Una “paz de los crédulos”?El adiós a las armas del FLNC,

un mes después de esas declara-ciones ministeriales, sorprendió a muchos observadores, incluso cuando la violencia política parecía llegar al final del ciclo. Nada permite pensar que es consecuencia de ne-gociaciones o que cambiará la po-sición del gobierno. La liberación de los militantes arrestados y el ce-se de acciones no parecen estar a la orden del día.

Se está muy lejos de la situación en Irlanda, donde toda la clase polí-tica británica acompañó el proceso de paz y permitió liberar a los de-tenidos de entonces, con la condi-ción de que convencieran al IRA de deponer las armas. Si la respuesta se limitase a migajas de poder, el futuro podría ser más sombrío de lo que piensan algunos, cándidos o cínicos. Soldados aislados o una juventud testigo de la agonía de la cultura corsa corren el riesgo de perderse en posiciones identitarias confusas o en una marginalidad que reafirma la influencia creciente de la gran delincuencia.

Porque se asiste al estableci-miento de una criminalidad orga-nizada, que evoluciona hacia un nuevo tipo de mafia, diferente de los modelos italianos e inédito en la isla. Su desarrollo es indisociable a la vez del sistema político insular, marcado por el clanismo, y de las estrategias de un Estado que con-centra su represión sobre los na-cionalistas, dejando que los grupos criminales se recompongan.

A pesar de sus errores, la lucha armada había contribuido a con-tener las fuerzas mafiosas. Hoy, Córcega languidece debido a las renuncias y al fatalismo. El flagelo mafioso dinamita todos los engra-najes de la sociedad, para en defi-nitiva regular las relaciones socia-les, económicas y políticas. Se su-ceden intimidaciones de todo tipo, presiones, imposiciones en la vida económica, asesinatos: la espiral amenaza con ser irreversible si no se reacciona a tiempo.

1. Véase Laurent Bonelli, “Ana-tomía de la lucha armada”, Le Mon-de diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, agosto de 2011.

2. El Tratado Anglo-Irlandés de Londres, firmado el 6 de diciembre de 1921, acta de la partición de Ir-landa en dos entidades distintas. Esta situación desembocó en una guerra civil entre los opositores a la partición y los que la aceptaban.

3. Edmond Simeoni, Le Piège d’Aléria, Lattes, 1976.

4. Comandados por los servicios secretos españoles, entre 1983 y 1987 los GAL secuestran, torturan y matan a veintisiete militantes de ETA, los acuerdos franco-españo-les sobre la devolución a las auto-ridades españolas de los militantes vascos arrestados en Francia coin-ciden con su desaparición.

5. Más de una propiedad de ca-da dos a orillas del mar. Los can-didatos a la compra de un bien in-mobiliario en la isla tendrán que de-mostrar cinco años de residencia efectiva permanente.

*Dirigente histórico del Frente de Liberación Nacional de Córcega (FLNC), ex miembro electo nacio-nalista de la Asamblea de Córcega (1984-1998). Último libro publica-do: Corse: Entre néo-clanisme et mafia?, Fiara Editions, Carbuccia, 2013.

Traducción: Teresa Garufi

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08 Octubre 2014 Edición N°12

Por Brentin Mock*

La fórmula para triunfar siendo

minoría

Paradoja del sistema electoral estadounidense

En marzo de 2014, se puso en juego una banca en la Cá-mara de Repre-sentantes, tras

ser dejada vacante por el repu-blicano Charles William Young, fallecido unos meses antes. La demócrata Adelaide “Alex” Sink parecía estar bien posicionada para ganar ese 13º Distrito de Florida, donde Barack Obama había resultado vencedor en 2008 y 2012: su adversario, el ex lobbysta David Jolly no era po-pular, había recaudado menos fondos, y finalmente, sólo con-taba con un tímido apoyo de su partido. “Era una de las bancas más vulnerables de los republi-canos –advertía el politólogo La-rry Sabato el 12 de marzo–. Sin embargo, lograron conservarla” (1).

Este resultado fue ampliamen-te interpretado como un refe-réndum contra la administración Obama, supuestamente debilita-da por la caótica implementación de la reforma del sistema de sa-lud, el caso de las escuchas de la National Security Agency (NSA) o incluso por una política exte-rior considerada desconcertante. Pero no es ésta la única explica-ción: el triunfo de Jolly se debe en gran medida al sistema electoral estadounidense.

Según una encuesta nacional realizada por Public Policy Po-lling, sólo el 23% de los estadou-nidenses apoya a los republica-nos (contra el 35% que apoya a los demócratas). A pesar de esta impopularidad, que no se des-miente desde hace varios años, y aun cuando obtuvieron menos votos que sus adversarios en las elecciones de 2012, los conser-vadores son mayoría en la Cá-mara de Representantes. Podrían incluso apoderarse del Senado

luego de las elecciones de medio término de noviembre próximo, si lograran quitarles seis bancas a los demócratas (2).

Estrategias republicanasEsta paradoja es producto de

dos estratagemas legislativas: la adopción de leyes que apuntan a disuadir a algunos electores de votar (voter suppression) y la manipulación de los distritos con fines partidarios (gerrymande-ring). Estos ardides sacan prove-cho de la fuerte polarización del electorado de Estados Unidos, donde los negros, los hispanos y, en menor medida, los pobres eligen a los demócratas, mientras que los hombres, los blancos y los más ricos se orientan masi-vamente hacia los republicanos (3). Así, alejando a las minorías de las urnas, o agrupándolas en

un puñado de distritos para dis-persarlas mejor en otras partes, el Partido Republicano aumenta sus posibilidades de triunfo.

La técnica que consiste en desalentar a algunos electores indeseables tiene una larga his-toria. Oficialmente, los afroesta-dounidenses gozan del derecho de voto desde 1870. Pero en los Estados del Sur, durante apro-ximadamente un siglo, se les impuso requisitos particulares (exámenes de idioma o educa-ción cívica, pago de un impues-to, etc.) destinados a reducir su porcentaje de participación. Exi-tosamente: a comienzos de 1965, los padrones electorales del con-dado de Lowndes, en Alabama, no registraban a ninguno de los doce mil residentes negros del distrito, mientras que allí figura-

ba el 118% de los potenciales electores blancos... Fue recién en agosto que la Voting Rights Act, promulgada por el presidente Lyndon Johnson, puso fin a esa discriminación. Consecuencia: mientras en 1964, el 6% de los negros de Mississippi participaba de las elecciones presidenciales, cuatro años después, eran diez veces más los que lo hacían.

Pero estas prácticas que se creían perimidas reaparecieron desde hace algunos años, bajo formas distorsionadas. En Flori-da, en las presidenciales de no-viembre de 2000, sólo quinientos treinta y siete votos separaron a George W. Bush de Albert Gore. Previamente, miles de habitan-tes –en su mayoría afroestadou-nidenses y latinoamericanos– habían sido eliminados de los

padrones electorales, con la ex-cusa de haber tenido condenas judiciales inventadas. “A miles de electores que tenían induda-blemente el derecho de votar se les negó el acceso a las urnas” (4), concluyó, después de varios años de investigación, la jurista y vicefiscal general adjunta por los derechos civiles Pamela Karlan.

Para evitar que se repitiera una situación semejante, se aprobó en 2002 una ley federal, la Help America Vote Act (HAVA). Además de crear una estructura encarga-da de velar por el buen desarro-llo de las elecciones, instauró un mejor control del voto electrónico y definió con más precisión los documentos adecuados para ve-rificar la identidad de un elector.

Pero estas disposiciones no impidieron nuevas purgas. En 2012, poco antes de la elección presidencial, el gobernador repu-blicano de Florida, Richard Scott, eliminó además de los padrones a dos mil setecientos apellidos, de los cuales aproximadamente el 85% eran hispanos y haitianos. ¿Su error? No ser ciudadanos estadounidenses. Pero la acusa-ción resultó falsa. La directora de la asociación de defensa de los derechos civiles Advancement Project, Judith Browne Dianis, expresó su preocupación en una carta a Scott: “Todos sabemos que Florida se destaca cuando se trata de eliminar a los electores provenientes de las minorías; lo demostró en 2000 y 2004, elabo-rando listas erróneas de personas condenadas por delitos, descali-ficando al pasar a decenas de mi-les de afroestadounidenses que tenían sin embargo pleno derecho a votar. Es fundamental para la integridad de nuestras elecciones [...] que Florida deje de impedir a algunos ciudadanos ejercer un derecho democrático fundamen-tal”. Ante la negativa del gober-nador, la asociación presentó una demanda judicial, y finalmente una Corte Federal declaró ilegal la purga llevada a cabo por Sco-tt... ¡dieciocho meses después de

En noviembre, las elecciones de medio término en Estados Unidos se definirán, como suele ocurrir, por un puñado de distritos donde los dos principales partidos están codo a codo. Para asegurarse el triunfo, los republicanos recurren a

diversas estrategias de disuasión de electores, al límite de la ilegalidad.

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Octubre 2014 Edición N°12 09

electores afroestadounidenses que viven en Savannah, que fue-ron reemplazados por habitan-tes blancos de los suburbios; en Florida, St. Petersburg, el distrito donde se enfrentaban Sink y Jo-lly, perdió su parte meridional, habitada casi exclusivamente por negros y reemplazada por una porción del distrito vecino, situa-do en el suburbio residencial y ocupado por blancos, etc.

Si bien la ley prohíbe a los Es-tados manipular su mapa electo-ral según criterios raciales, nada les impide basarse en criterios partidarios. Por eso, a los republi-canos les es muy fácil argumentar que, desde luego, quisieron favo-recer a su partido, pero que su delimitación nada tiene de étnica. ¿Su argumento convencerá a los tribunales? Desde hace algunos meses, los reclamos judiciales para denunciar las estratagemas de la derecha se multiplican. Flo-rida, Carolina del Norte o incluso Texas son citados a comparecer ante las cortes federales por el Departamento de Justicia o aso-ciaciones de defensa de los dere-chos civiles. A comienzos de sep-tiembre, un tribunal le ordenó a Ohio derogar su ley sobre el voto anticipado. Las demás decisio-nes recién se tomarán después de las elecciones de noviembre...

1. Larry J. Sabato y Kyle Kon-dik, “The limited meaning of Flo-rida’s special house election”, Center for Politics, 12-3-14, www.centerforpolicitcs.org

2. De las treinta y seis bancas de senadores en juego, veintiuna están actualmente ocupadas por demócratas.

3. Véase Jérôme Karabel, “Fra-caso de la estrategia sureña”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, diciembre de 2012.

4. Pamela Karlan, “Lessons learned: Voting rights and the Bush administration”, Duke Jour-nal of Constitutional Law & Public Policy, Durham (Carolina del Nor-te), 2009.

5. David Sirota, “Why the GOP is so obsessed with voter fraud”, 5-9-14, www.salon.com

6. Justin Levitt, “A compre-hensive investigation of voter impersonation finds 31 credible incidents out of one billion ballots cast”, The Washington Post, 6-8-14.

7. “Voting laws roundup 2012”  y “Voting laws roundup 2013”, Brennan Center for Justi-ce, www.brennancenter.org

8. Ari Berman, “North Carolina passes the country’s worst voter suppression law”, The Nation, Nueva York, 26-7-13.

9. Karl Rove, “The GOP tar-gets state legislatures. He who controls redistricting can control Congress”, The Wall Street Jour-nal, Nueva York, 4-3-10.

10. En los otros veintitrés Esta-dos del país, para evitar la mani-pulación electoral con fines parti-darios, el proceso de delimitación está dirigido por comisiones in-dependientes o bipartidarias.

*Periodista.Traducción: Gustavo Recalde

la elección! Mientras tanto, mu-chos Estados aprobaron, de una forma u otra, leyes destinadas a prohibir que algunos electores concurrieran a las urnas, o por lo menos a disuadirlos.

En todas partes, las justifica-ciones son las mismas: según los republicanos, Estados Unidos se-ría víctima de un fraude electoral masivo; en cada elección, dece-nas e incluso cientos de miles de inmigrantes y criminales se apro-vecharían de la flexibilidad de la legislación estadounidense para votar ilegalmente, adoptando una falsa identidad (5). Muchos infor-mes señalan que estos rumores carecen de fundamento. Entre 2000 y 2014, sólo treinta y una personas fueron declaradas cul-pables de fraude por usurpación de identidad (6). Pero poco im-porta: algunos Estados multipli-can los dispositivos para prevenir supuestamente los engaños.

Según el Brennan Center for Justice, en 2011 y 2012, diecinue-ve Estados aprobaron veinticinco leyes tendientes a endurecer las condiciones del derecho de voto. Y en 2013 las cosas incluso se aceleraron: noventa y dos leyes, en treinta y tres Estados (7). Este recrudecimiento es producto de una decisión de la Corte Supre-ma de Estados Unidos que, el 25 de junio de 2013, eliminó un obstáculo al invalidar el artículo 5 de la Voting Rights Act de 1965, que obligaba a los Estados a ob-tener la aprobación del gobierno federal si deseaban modificar su código electoral.

La medida más apreciada por los dirigentes republicanos consiste en endurecer el proce-dimiento de identificación de los electores. Hace algunos años, en la inmensa mayoría de los Esta-dos, éstos podían acreditar su identidad mediante varios do-cumentos: permiso de conducir, carnet de estudiante, permiso de portación de armas o certificado bancario con su nombre y domi-cilio. A partir de 2011, Texas quiso restringir la lista de dichos docu-mentos, autorizando solamente los permisos de portación de ar-mas (cuyos titulares votan más bien en favor de los republicanos) y los documentos de identidad otorgados por autoridades públi-cas, cuando esos documentos no son obligatorios en Estados Uni-dos y muchas personas carecen de ellos. La aplicación de esta ley fue suspendida al año siguiente por un juez federal. Según él, la medida, que corría el riesgo de castigar sobre todo a los negros e hispanos, entraba en contradic-ción con el artículo 5 de la Voting Rights Act. No bien este artículo fue considerado inconstitucional por la Corte Suprema, Texas res-tableció su ley. Mississippi y Ca-rolina del Sur hicieron lo mismo.

El 25 de julio de 2013, Carolina del Sur restringió también la lista de documentos admisibles úni-camente a los pasaportes, per-misos de conducir y documen-tos de identidad. Sin embargo, trescientos mil ciudadanos del Estado no poseen dichos docu-mentos, en particular negros, que representan el 23% de los elec-tores y el 38% de las personas que carecen de documento de identidad. Además, la nueva ley elimina la posibilidad de inscribir-se en los padrones electorales el

día de la votación. Ahora bien, se sabe que, lejos de favorecer los fraudes, esta medida aumenta la participación, en el orden del 10% según una encuesta del think tank Demos. Su eliminación corre el riesgo además de cas-tigar a las minorías: en 2012, en Carolina del Norte, los afroesta-dounidenses constituían el 33% de los electores inscriptos el día de la elección (8).

Para alejar a los indeseables del cuarto oscuro, el goberna-dor republicano de Ohio, John Kasich, no se conformó con en-durecer los requisitos de identi-ficación: redujo además el perío-do de voto anticipado. En 2004, algunos distritos del Estado –en particular en las zonas urbanas, donde viven las minorías– habían padecido colas de espera de va-rias horas, lo que desalentó a de-cenas de miles de electores. Con el fin de resolver este problema, se estableció en 2005 un perío-do de voto anticipado de treinta y cinco días para aquellos que, el día de la elección, no pudieran perder un día de trabajo o no tu-vieran quién cuidara a sus hijos.

Esta decisión se tradujo, en 2008, en una fuerte movilización de los electores negros y pobres, au-mentando el triunfo de Obama. Tras un infructuoso intento en 2012, Kasich aprovechó, en fe-brero de 2014, la brecha abierta por la Corte Suprema para redu-cir este período en una semana. Y no cualquiera: la que autorizaba a los electores a inscribirse y votar el mismo día.

Criterios racialesEstas medidas tendientes a

disuadir a los ciudadanos de concurrir a las urnas suelen ver-se acompañadas de estrategias. Según la ley, cada Estado debe, cada diez años, redefinir las fron-

teras de sus circunscripciones electorales para ajustarse a los resultados del último censo. Esta obligación esconde un objetivo importante. “Recuerde que el Partido Republicano ganó entre veinticinco y treinta bancas gra-cias al proceso de delimitación posterior al censo de 1990. Sin estas bancas, los republicanos nunca habrían sido mayoría en la Cámara de Representantes en 1994” (9), escribía en 2010 el estratega de Bush, Karl Rove. La avalancha de los conservadores en las elecciones de medio tér-mino de 2010 les dio poder para impulsar la delimitación en veinte Estados, contra siete en favor de los demócratas (10).

Ahora bien, muchos defenso-res de los derechos civiles acusan hoy a los republicanos de haber utilizado criterios raciales para re-definir los distritos. Los datos son inquietantes: la población blanca de Texas cayó del 52% al 45% entre 2000 y 2010, pero gracias a la delimitación, los blancos se tornaron mayoría en el 70% de los distritos; en Georgia, el 12º Distrito perdió cuarenta y un mil

La medida más apreciada por

los republicanos es endurecer el

procedimiento de identificación de los

electores.

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La batalla por el control de Asia-Pacífico

El 31 de julio pasa-do, al rechazar el acuerdo ideado por los expertos de la Organiza-ción Mundial del

Comercio (OMC) sobre los pro-ductos agrícolas, el nuevo primer ministro indio, Narendra Modi, le anunció al mundo el certificado de defunción de la Ronda de Doha, ya moribunda (1). Evidentemente, el objetivo –seguir subvencionan-do los cereales– es ante todo de orden interno. Pero si el caso hizo ruido –aunque no es el primer veto de India– es porque las oposicio-nes a las pretensiones de la OMC se hacen cada vez más numero-sas, ya que los países emergentes se alían en función de sus intere-ses contra los países más pode-rosos, con Estados Unidos a la cabeza. La máquina de liberalizar entonces está en gran parte blo-queada.

A modo de réplica, los países occidentales (y las multinacio-nales) optaron por tratados de libre comercio bilaterales (Unión Europea-Canadá, Estados Uni-dos-Corea del Sur...) y, sobre todo, por zonas geográficas: el Gran Mercado Transatlántico (GMT) entre Estados Unidos y la Unión Europea (2), el Acuerdo Transpacífico de Cooperación (conocido por su nombre en in-glés Trans-Pacific Partnership, TPP) entre Estados Unidos y once países del Pacífico… Con esta división del planeta en regio-nes, Washington espera llevar la batuta.

Los sueños de ObamaAl principio, en 2005, el TPP

sólo reunía cuatro enanos políti-cos y comerciales (Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur), que intentaban resistir a la aplanadora de sus vecinos. Cuatro años más tarde, Estados Unidos retoma la idea, con la voluntad de contener el poderío de China, que se acer-có a los países del Sudeste Asiá-tico a través de acuerdos de libre comercio. Washington teme per-der su hegemonía en la región y arrastra tras de sí a Australia, Ma-lasia, Perú y Vietnam, así como Canadá y México, ya vinculados por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Pero hubo que esperar hasta no-viembre de 2011 para que Japón,

en ese entonces primer socio de China, se uniera al cortejo… con cierta reticencia. Desde enton-ces, el muy nacionalista primer ministro Shinzo Abe vio allí la oportunidad de fortalecer su rol de mano derecha asiática de Es-tados Unidos.

Así, se perfila lo que los ex-pertos estadounidenses denomi-nan el “pacto comercial del siglo XXI”. El que, en caso de prospe-rar, englobaría cerca de la mitad de las riquezas producidas en el mundo, el 35% del comercio internacional y el 30% de la po-blación. Lo suficiente como para consolidar la dimensión económi-ca del “pivote asiático”, que Ba-rack Obama definió a su llegada al poder –la dimensión militar se desarrolla gracias a la ampliación de acuerdos estratégicos con Fi-lipinas, Australia, Vietnam y, por supuesto, Japón–. Como subra-ya el especialista Zachary Keck, se trata de un “plan global que apunta a intensificar el compro-miso, la influencia y el impacto de Estados Unidos en las cues-tiones económicas, diplomáticas, ideológicas y estratégicas de la región” (3) a fin de cortarle las alas a China. El siglo debe ser es-tadounidense –y no chino, como imaginan algunos–.

No obstante, de los sueños de Obama a la realidad hay un gran trecho. Su gira de primavera por sus países aliados más cer-canos (Japón, Malasia, Filipinas y Corea del Sur) no desbloqueó ninguna cuestión. Las negocia-ciones no se cerrarán antes de las elecciones de medio mandato de noviembre en Estados Unidos (véase Brentin Mock, pág. 8), y tampoco de ahí a fin de año.

De todos modos, los estadou-nidenses no escatiman recursos. Según la investigadora australia-na Patricia Ranald, Washington habría movilizado a no menos de seiscientos asesores para respal-dar a los negociadores oficiales. En cuanto al público en general, no le queda más remedio que ir a la pesca de información sobre lo que, sin embargo, es presen-tado como “el mayor libre merca-do del mundo”. El contenido de las discusiones se mantendría en secreto si no fuera por el trabajo y la tenacidad de organizaciones no gubernamentales como Elec-tronic Frontier Foundation, Public Citizen y muchas otras más, y

El “pivote asiático” estadounidense contra la “Ruta de la seda” china

Por Martine Bulard*

Frente al creciente poderío de China, Estados Unidos vuelve a impulsar el Tratado Transpacífico (TPP), que lo vincula comercialmente con la región de Asia-Pacífico. Pero contener al gigante asiático no será tan fácil. Antes deberá

enfrentar las propias resistencias internas de los países signatarios del TPP.

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de hackers como WikiLeaks. En noviem-bre pasado, al término de negociaciones infructuosas, el ministro de Comercio Ex-terior de Malasia reconocía: “Será muy difícil [llegar a un acuerdo]. Lo que reveló WikiLeaks en estos últimos tiempos no va a ayudar al proceso” (4).

Según esos documentos, prácticamen-te ningún ámbito de la vida podría escapar a las multinacionales. Como es habitual, el TPP quiere eliminar los derechos adua-neros que quedan, pero también elaborar normas comunes sobre todos los produc-tos (alimentarios, fitosanitarios, industria-les…), sobre los servicios (bancos, cajas de ahorros, de jubilaciones, seguros, etc.), sobre la propiedad intelectual, sobre la re-solución de los litigios con esos famosos tribunales de excepción que les permiten a los gigantes privados poner en tela de juicio las decisiones de un gobierno (5).

Sobre los derechos de propiedad inte-lectual, el apetito de los grandes grupos parece no tener límites. Así, para las pa-tentes “que detentan las empresas, Esta-dos Unidos propone 95 años de derechos exclusivos [y hasta] 120 años cuando los trabajos no fueron publicados” (6). Lo que, en el ámbito médico, significaría el fin de los medicamentos genéricos (actualmen-te la mayoría de las patentes son válidas por 20 años). Los fundamentalistas del mercado exigen incluso que el sistema de patentes se aplique “a los métodos de diagnóstico […], tratamiento y operaciones quirúrgicas para los seres humanos y los animales”. De esta manera, las técnicas de operación del corazón, por ejemplo, o los protocolos innovadores para la detección o el tratamiento del cáncer estarían some-tidos al pago de derechos por parte de los usuarios.

También se podría citar el patentamien-to de plantas naturales, la desaparición de las medidas de control de capitales, de etiquetado de productos alimentarios y, en particular, de los organismos genética-mente modificados (OGM). La lista, infinita, parece un inventario a la Prévert.

Las resistenciasPero hasta los gobiernos más liberales

oponen resistencias, dado que la ley del más fuerte destruye los intereses de sus propios grupos capitalistas. Canadá re-chaza ciertas extensiones del derecho de propiedad intelectual. La Asociación Médi-ca Australiana (AMA), que reúne a los pro-fesionales de la salud, le pidió al gobierno que se negara a cualquier acuerdo que “redujera el derecho del gobierno austra-liano a desarrollar una política de salud acorde a las necesidades nacionales” (7), en el ámbito de los medicamentos, la tra-zabilidad de los productos alimentarios y la lucha contra el tabaquismo. Por el mo-mento, Sidney no cedió a las exigencias estadounidenses. En Vietnam, el gobierno quiere proteger sus producciones textiles y de calzado. Singapur, Malasia y Brunei se oponen al establecimiento de cláusulas sobre la resolución de los diferendos entre inversores y Estados.

Pero es en Japón donde la resistencia parece ser más fuerte. Subvenciones, nor-mas, cuotas y derechos de aduana consti-tuyen serias barreras que los japoneses no están dispuestos a levantar tan fácilmente sólo para complacer a Estados Unidos. Es cierto que el primer ministro Abe anunció su entrada en las negociaciones con tanto entusiasmo y estruendo como discreto fue durante las elecciones de 2012 que lo lle-varon al poder. El TPP representa “nuestra última oportunidad –exclamó, lírico, en su conferencia de prensa–. Dejar pasar esta ocasión equivaldría sencillamente a empu-jar a Japón fuera de los lugares de poder del mundo” (8).

Mientras tanto, las discusiones tropie-zan con las cinco “vacas sagradas” nipo-nas: el arroz, el trigo, la carne vacuna y de

cerdo, el azúcar y los productos lácteos –o sea, 586 productos protegidos por un sistema de cuotas–. Las importaciones de arroz no pueden superar entre el 5 y el 8% del consumo interno, más allá de eso el gobierno impone derechos de aduana que pueden llegar hasta el 780%; para el trigo o los productos lácteos, estos alcanzan el 252%. Es inútil decir que su supresión resulta políticamente peligrosa. El Partido Liberal Demócrata (PLD), actualmente en el poder, sigue siendo mayoritariamen-te reticente, dado que los campesinos y sus familias constituyen una de sus bases electorales.

Sin embargo, es poco probable que Abe renuncie a hacerlo. En efecto, ve allí la ocasión para que Japón vuelva a encon-trar en Asia el lugar que le arrebató China –y claramente espera imponer las reformas que ningún gobierno logró hacer aprobar hasta ahora tanto en la agricultura como en la industria, reforzando ese discurso nacionalista–. Como las medidas tomadas para relanzar la máquina económica –las famosas “Abenomics”– no están funcio-nando (9), el primer ministro apuesta a la llegada de inversiones extranjeras directas (IED) para compensar las deslocalizacio-nes de los grandes grupos japoneses y modernizar un aparato de producción anti-cuado: las IED no representan más del 4% del producto interno bruto (PIB), frente a un promedio del 20% en los países de la Organización para la Cooperación y el De-sarrollo Económicos (OCDE).

Otro milagro esperado del TPP: la aper-tura de los mercados de terceros países para incrementar las exportaciones, en particular en los ámbitos nuclear y ferro-viario (de allí la voluntad de Mitsubishi de aliarse con Alstom), pero también y sobre todo para el equipo militar, que hasta aho-ra estaba prohibido vender al extranjero. ¿Negociará Abe, por ejemplo, la baja de los derechos aduaneros para los produc-tos lácteos o la carne vacuna a cambio del acceso a los mercados automotores extranjeros? Hay clima de acuerdo. El go-bierno japonés no disimula su voluntad de utilizar el tratado de libre comercio que se está discutiendo con la Unión Europea para doblegar a sus agricultores (más dis-puestos a aceptar las normas alimentarias

europeas que las estadounidenses), obte-ner una apertura europea para sus auto-móviles y, respaldándose en los resultados obtenidos, reclamar a Estados Unidos una baja de sus derechos aduaneros sobre los camiones (el 25%). Un billar a tres bandas. Evidentemente, con este enfoque, la firma del TPP no está a la vuelta de la esquina. Y, del lado estadounidense, no es seguro que el proyecto se apruebe fácilmente en el Congreso: los republicanos se oponen mayoritariamente, por hostilidad visceral a Obama, y una parte de los demócratas también.

Eso no impide que China tome en se-rio esas maniobras. Christian Edwards, columnista acreditado de la agencia ofi-cial Xinhua, es muy directo: “Escondidos en el envoltorio del TPP se encuentran las tuercas y los pernos de una máquina que puede imponer un marco regulatorio al estilo estadounidense, en función de las necesidades e incluso de los caprichos de las principales industrias exportadoras de Estados Unidos, las que colocan millo-nes de dólares en fondos electorales para asegurarse resultados garantizados” (10). Hubo algunas declaraciones que dieron a entender que Pekín podría unirse a las ne-gociaciones. Algunos economistas chinos están convencidos de que eso permitiría acelerar la ola de reformas y privatizacio-nes planificada por el presidente Xi Jinping y su equipo, así como apaciguar las rela-ciones con Washington.

Desde el punto de vista económico, el gobierno chino no tiene nada contra la ampliación de los ámbitos abiertos al libre comercio. Pero intenta seguir siendo due-ño de sus movimientos y conservar herra-mientas de intervención, especialmente en las tecnologías de la información y el con-trol de capitales. Desde el punto de vista geopolítico, no quiere entrar en una dis-cusión en la que el eje Washington-Tokio podría socavar (o, en todo caso, disminuir) su poder.

Entonces, elaboró su propio proyecto de Asociación Económica Integral Regio-nal (Regional Comprehensive Economic Partnership, RCEP), con los diez países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) –es decir, Birmania, Bru-

nei, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam–, así como con Japón, Australia, Nueva Ze-landa, India y Corea del Sur –ya que es-tos dos últimos no están involucrados en el TPP–. Pekín no deja de hacer notar que el conjunto totalizaría la mitad de la pobla-ción mundial y un tercio del comercio. Las conversaciones ya se iniciaron, con una atención particular por Corea del Sur.

En una situación tensa con Japón de-bido a una disputa territorial por las islas Dokdo/Takeshima y al revisionismo de Abe, preocupado por la desaceleración del crecimiento, Seúl se acercó a China, a pesar de sus desacuerdos sobre Corea del Norte. Desde entonces el presidente chi-no apremia a su vecino para que firme un nuevo acuerdo de libre comercio bilateral antes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, que en noviembre próximo reunirá en Pekín al ASEAN, todos los paí-ses vinculados por el TPP, México y Rusia –un acuerdo con Corea del Sur, tradicio-nal aliado estadounidense, constituiría un buen botín para los dirigentes chinos–.

Para evitar encerrarse en un mano a mano con Washington y dar algo de brillo a su proyecto, Xi acompañó sus ambiciones comerciales con un gran discurso sobre el renacimiento de las “Rutas de la seda”, en referencia a aquellas caravanas que desde el siglo II a.C. recorrían Asia Central o, más tarde, se lanzaban a los mares para unir China y Europa. En el mar, los márgenes de maniobra chinos parecen débiles. En tierra, el presidente Xi inició una gira por Kazajistán, Kirguistán, Turkmenistán y Uz-bekistán, a fines de 2013. En marzo pasa-do, se tomó el trabajo de visitar la terminal de una línea ferroviaria que une Duisburgo, en Alemania, con Chongqing, en China (en dieciséis días, frente a un mes en barco), pasando por Rusia, Bielorrusia y Polonia. También multiplica los acuerdos con Ru-sia. Esta versión moderna de las míticas “Rutas de la seda” ¿alcanzará para frenar al “pivote asiático” de Estados Unidos?

1. Ronda de liberalización iniciada bajo la tutela de la OMC en 2001; las negocia-ciones, suspendidas en 2006, se retoma-ron en 2013 para terminar en el “Paquete de Bali”, que India relegó en el olvido.

2. Véase Lori M. Wallach, “Un tifón ame-naza a Europa”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, diciembre de 2013, y el dossier sobre el “Grand mar-ché transatlantique”, Le Monde diplomati-que, París, junio de 2014.

3. Citado por Vince Scappatura, “The US ‘pivot to Asia’, the China specter and the Australian-American alliance” The Asia Pacific Journal, Vol. XI, N° 36, 9-9-14.

4. Citado por Pierre Demoux, “Quand WikiLeaks menace un traité économique”, Les Echos, París, 25-11-13.

5. Véase Raoul Marc Jennar, “Cinquante Etats négocient en secret la libéralisation des services”, Le Monde diplomatique, París, septiembre de 2014, y Benoît Bré-ville y Martine Bulard, “Des tribunaux pour détrousser les Etats”, Le Monde diplomati-que, París, junio de 2014.

6. WikiLeaks, “Secret TPP treaty: Ad-vanced Intellectual Property chapter for all 12 nations with negotiating positions”, 13-11-13, www.wikileaks.org

7. “Looming trade deal could be health hazard: AMA”, Australian Medical Associa-tion (AMA), Sidney, 22-7-14.

8. Conferencia de prensa en Tokio, 15-3-13, japan.kantei.go.jp

9. Véase Katsumata Makoto, “Después de la crisis, la crisis”, Explorador-Japón: El eterno resurgir, Le Monde diplomatique, Buenos Aires, julio-agosto de 2014.

10. Xinhua, 4-9-14.

*Redactora en Jefe Adjunta, Le Monde diplomatique, París.

Traducción: Bárbara Poey Sowerby

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de recurrir al Fondo Mone-tario Interna-cional (FMI) la llevó a recu-rrir a Matthieu Pigasse, di-rector gene-ral delegado del banco Lazard, co-p rop ie ta r i o del grupo Le Monde y asesor de los g o b i e r n o s ecuatoriano y argentino en la reestruc-turación de sus deudas. Al francés se le habría e n c a r g a d o contribuir al “rescate” del “Titanic boli-variano nau-fragado por el iceberg del capitalismo, la corrupción y la ineptitud” (3). Gracias a Pigasse, el 13 de junio de 2014 el vicepre-sidente para el Área Económica y ministro de Petróleo, Rafael Ramírez, se reunía con cincuen-ta inversores internacionales en los salones del Hotel Claridge’s de Londres para tranquilizarlos sobre el estado de la economía venezolana (4).

A principios de junio, otro tex-to redactado por Temir Porras, un hombre cercano a Maduro, formado en la Escuela Nacional de Administración (ENA) de París había agitado las aguas. Porras, responsable de la campaña del candidato chavista para la elec-ción presidencial de 2013, aludía a una política monetaria “más parecida al funcionamiento de un casino que al de un Banco Central” y recomendaba actuar con “pragmatismo”, “una virtud extremadamente necesaria en las circunstancias complejas que vivimos” (5).

Los “radicales” se atragantan. Basándose en un informe del Bank of America Merrill Lynch, que ve en la expulsión de Gior-dani una “clara señal de la pérdi-da de influencia del ala marxista radical” (6), los defensores más intransigentes de la integridad del proceso bolivariano analizan el episodio como la “sentencia a muerte del chavismo” por par-te de los “socialdemócratas” (7). Más de un año y medio después del fallecimiento de Chávez, y mientras persisten las dificulta-des económicas (8), la ruptura parece consumada, señal de una profundización de la crisis que atraviesa el país.

A pesar de la avalancha de artículos periodísticos, tanto en Venezuela como en el extranjero, este tipo de conflicto no resulta sorprendente en un país donde, desde hace mucho tiempo, do-minan los pragmáticos. La ilusión óptica se explica fácilmente: el chavismo nunca atrajo a militan-tes fieles a un corpus doctrinal. Por el contrario, desde comien-zos de la década de los 90, in-tegró en torno a su figura tutelar posturas políticas y corrientes de pensamiento muy diversas que tenían como base común priori-dades tales como la afirmación de un Estado fuerte y soberano o la necesidad urgente de remediar las desigualdades. Como buen estratega, el Presidente de la República lograba impulsar una línea, pese a las contradicciones –a veces profundas– entre dis-cursos teóricos y medidas con-cretas.

Continuo juego de alianzasAsí, la Revolución Bolivariana

mantuvo el viejo modelo eco-nómico rentista, confiando en la afluencia de capitales extranje-ros, especialmente en el sector petrolero, donde la explotación descansa en manos de empresas mixtas que asocian al Estado con compañías extranjeras. Durante la década de 2000, los índices de pobreza bajaron fuertemente y las desigualdades se redujeron, pero sin una transformación profunda del sistema fiscal o del aparato productivo. No sólo el aumento del consumo estimula la actividad de los importadores (y debilita las cuentas externas), sino que, aun-

que la prensa se escandali-ce contra las “ n a c i o n a l i -zaciones”, la participación del sector pri-vado se man-tiene: repre-senta entre el 58% y el 62% del Pro-ducto Interno Bruto (PIB). En síntesis, el laboratorio del “socialis-mo del siglo XXI” nunca le dio la espalda a una realpo-litik no siem-pre compa-tible con sus proyectos de transforma-ción de la so-ciedad a largo plazo.

Por lo de-más, el cha-vismo, como teoría prácti-ca del poder, se caracteriza

por un juego de alianzas que se rompen o se renuevan de modo continuo: en esas condiciones, es difícil fijar las fronteras de las diversas tendencias. Más allá de las ideologías, la proximidad, por ejemplo, entre el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, considerado como uno de los representantes de la co-rriente “de derecha”, cercana al Ejército, y diversas agrupaciones de la izquierda radical es una ilus-tración de ese movimiento perpe-tuo.

Las “polémicas internas” que surgieron recientemente en la escena pública provienen prin-cipalmente de divergencias en cuanto a la práctica de gobierno o la administración del Estado. En Venezuela, como en otras partes, estas traducen en términos fá-cilmente identificables reordena-mientos estratégicos más delica-dos de exponer a los militantes: así, “derecha contra izquierda”, “pragmático contra radical” transforman luchas de poder en nobles batallas políticas.

Ahora bien, el período actual se caracteriza por una ruptura del frágil equilibrio de ayer. Estando ausente Chávez, en el seno del PSUV se había constituido una especie de unión sagrada. Segu-ramente haya que leer desde esa óptica la avalancha de críticas dirigidas a  Giordani, cuyas de-claraciones no amenazan tanto la homogeneidad ideológica del chavismo como su unidad polí-tica.

“Tratar de encontrar, detrás del sustantivo, la sustancia”

Controversias en el chavismo

Por Romain Migus y Julien Rebotier*

A lo largo de los primeros me-ses de este año, el poder v e n e z o l a n o tuvo una úni-

ca prioridad: mostrar unidad fren-te a la oposición y a los intentos de desestabilización apoyados por Washington (1). Pero desde hace algunas semanas el mundo político vive al ritmo de la publi-cación de cartas abiertas de ex altos funcionarios chavistas poco preocupados por salpicar con sus críticas al actual presidente, Nicolás Maduro.

No es la primera vez que el movimiento chavista experimenta controversias públicas: su histo-ria está cruzada por rupturas, di-visiones y recomposiciones. Pue-den recordarse, por ejemplo, las disidencias del Movimiento al So-cialismo (2002), de una fracción de Patria Para Todos (2010) o del dirigente William Ojeda (2005). En muchos casos –signo de las fluc-tuaciones características del cha-vismo–, los rebeldes terminaron volviendo al seno de la coalición gobernante. Sin embargo, esta vez surge un hecho nuevo: el ex presidente Hugo Chávez, falleci-do en marzo de 2013, ya no está para mediar y repensar las alian-zas estratégicas.

Todo comenzó con la carta de Jorge Giordani publicada el 18 de junio de 2014 (2). La víspera, Maduro le había comunicado su destitución del cargo de ministro de Planificación, que había ocu-pado de forma casi ininterrum-pida desde que Chávez llegara al poder en 1999. Anunciando la ambición de “asumir [sus] res-ponsabilidades ante la historia”, el arquitecto de las políticas eco-nómicas bolivarianas vapuleó al presidente: “incomprensión del hecho económico”, incapacidad para “transmitir liderazgo” y falta de “coherencia”. Héctor Navarro, miembro de la Dirección Nacional del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y varias veces ministro de Chávez, le brindó su apoyo públicamente, cosa que lo obligó a dar explicaciones ante la comisión de disciplina del parti-do.

Giordani también condenó “la interferencia de asesores france-ses” que habría obstaculizado la implementación de su propio pro-grama de mayor estatización de la economía. Según el intelectual alemán Heinz Dieterich –antes cercano al poder venezolano–, el hecho de que Caracas se encon-trara en la imposibilidad política

Las contradicciones internas a la dinámica bolivariana se in-tensificaron a partir de la muerte de su promotor. Chávez perso-nificaba el Estado y el proceso político; pero lo que era evidente ya no lo es. La precariedad de la situación exige con más fuerza la consolidación de las institucio-nes (Estado, Justicia) en torno a un modelo de sociedad, por un lado, y a la clarificación del papel del PSUV, por el otro. Si el parti-do no logra imponerse como una fuerza de propuesta ideológica que ponga en debate –y defien-da– un proyecto, al movimiento sólo le quedarán líneas de fuga como horizonte. La volatilidad de la actualidad política obstaculiza el proyecto de transformación so-cial. La anomia acecha allí don-de reina la desconfianza y donde siguen siendo frágiles las institu-ciones que confieren consisten-cia a las elecciones ideológicas.

La recomposición post Chá-vez es el principal desafío del proceso bolivariano si se quiere conservar el campo de atracción social construido hasta aquí. Más allá de las Casandras que invaria-blemente predicen el fin de la Re-volución Bolivariana, quien pueda presagiar nuevas configuraciones de este proceso en perpetuo mo-vimiento requerirá de gran saga-cidad.

1. Véase Alexander Main, “El estallido venezolano”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2014.

2. Todas las cartas se pueden consultar (en español) en Rebe-lion.org.

3. Heinz Dieterich, “La caída de Giordani y el futuro de Vene-zuela”, 24-06-14, www.aporrea.org.

4. Blanca Vera Azaf, “Ramírez: Habrá convergencia en los tipos de cambio”, El Universal, Cara-cas, 14-06-14.

5. Rebelion: http://www.rebe-lion.org/noticia.php?id=185705

6. Francisco Rodríguez, “Ve-nezuela in focus. The glass is half full”, Bank of America Merrill Ly-nch, Nueva York, 12-06-14.

7. Claudio Della Croce, “Bank of America + conexión francesa ¿apuntalan el fin del chavismo?”, 28-06-14, www.aporrea.org.

8. Véase Gregory Wilpert, “Ve-nezuela se ahoga en su petróleo”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de 2013.

*Periodista e investigador del Centro Nacional para la Investi-gación Científica (CNRS) de Fran-cia, respectivamente.

Traducción: Gabriela Villalba