LCDE078 - Glenn Parrish - El Transplantador

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EL TRASPLANTADOR

El trasplantadorGlenn ParrishLa Conquista del Espacio/078CAPTULO PRIMERO

La seora Grunnan se removi inquieta en su asiento.

Y bien, profesor? dijo.

Milner Barlattery contempl especulativamente a la mujer que tena frente a s, mientras se daba golpecitos en los dientes con el mango del lpiz que le serva para hacer notas.

Mabel Grunnan era una anciana que rondaba ya los ochenta aos. Se mantena bien, incluso teniendo en cuenta su edad, pero los estragos causados en su rostro y en su cuerpo por el implacable paso de los aos resultaban patentes.

Seora Grunnan dijo Barlattery al cabo, no hay tratamiento rejuvenecedor que pueda aplicarse a su caso. Es posible prolongar los aos de su existencia, suprimir algunas arrugas de su cara por medios quirrgicos..., pero ni su rostro ni su cuerpo volvern a tener la apariencia que tenan hace cincuenta aos. Ni siquiera hace treinta.

Mabel no se inmut.

Vendera mi alma al diablo por volver a tener aunque slo fuese cuarenta aos dijo.

Barlattery solt una risita.

Mi querida seora Grunnan, el diablo ya no aparece por la Tierra para comprar almas humanas dijo. En todo caso, son los hombres quienes se la ofrecen.

Dejmonos de disquisiciones. Nos apartamos del tema principal de la conversacin dijo Mabel, secamente.

Tiene usted razn, seora. Lo que me pide usted es un imposible... por medios qumicos o quirrgicos. Pero hay otros medios que podran devolverle a usted el aspecto y la lozana de sus veinticinco aos.

Pagara veinte millones por conseguirlo exclam la visitante, con gran vehemencia.

Le costar un poco menos dijo Barlattery, riendo con suavidad. Pero, eso s, tendr que hacer todo cuanto yo le ordene.

S, doctor. O debo decirle profesor?

Barlattery se encogi de hombros.

Tengo el ttulo de doctor en Medicina, especializado en psiquiatra y geriatra. Muchos me llaman profesor porque durante aos ejerc la enseanza en algunas universidades. Es indiferente, seora.

Muy bien, doctor. Qu debo hacer, pues?

Barlattery consult una hoja de papel que tena sobre la mesa.

Antes de seguir adelante, debo decirle que, en efecto, volver a tener veinticinco aos, pero cambiar por completo de personalidad. Mabel Grunnan dejar de existir.

De acuerdo. Qu ms?

La frase dejar de existir es ms bien una definicin metafrica que real. Usted seguir viviendo, pero...

El psiquiatra habl largo y tendido durante algunos minutos. Mabel le escuchaba con profunda atencin.

Barlattery termin su parlamento. Entonces, Mabel hizo una pregunta:

Me garantiza usted los resultados, doctor?

Absolutamente respondi el interpelado, con gran nfasis.

Entonces, no se hable ms. Har todo lo que usted me indique y pagar la cuenta sin rechistar. El dinero no me importa en absoluto, spalo bien de una vez doctor.

Es maravilloso poder hablar as suspir Barlattery. Ahora bien, respecto a su nuevo cuerpo, prefiere que se lo proporcione yo o querr encargarse usted de este asunto?

Mabel mir fijamente a su interlocutor.

Un hombre ambicioso, pero si me proporciona lo que quiero, sus cualidades no me importan en absoluto, pens.

Preferira que lo hiciese usted, doctor respondi. Imagino que usted sabr elegir mucho mejor que yo.

Barlattery inclin la cabeza.

Gracias por la confianza que me demuestra, seora Grunnan contest. Si no tiene inconveniente, antes de una semana podr ensearle tres o cuatro muestras para que elija la que ms le agrade.

Y una vez elegida la muestra, cundo se iniciar el tratamiento, doctor?

Inmediatamente, seora Grunnan.

Tres das ms tarde, Mabel Grunnan recibi una llamada personal.

Estaba en uno de los salones de su lujosa residencia.

Conect el videfono, con pantalla cromtica, y a travs de la misma, vio la imagen del psiquiatra.

Le voy a ensear las muestras, seora dijo Barlattery.

Mabel contuvo el aliento, mientras el galeno situaba delante de la pantalla, sucesivamente, tres o cuatro fotografas de gran tamao y a todo color.

Esta dijo Mabel, de pronto.

La fotografa tena al pie la cifra tres.

Muy bien, seora dijo Barlattery. La felicito por su eleccin. Venga maana a la clnica y daremos comienzo al tratamiento.

Barlattery cerr la comunicacin. Hizo girar su silln y se encar con el hombre que tena a su lado.

Qu le parece, Harthon? pregunt.

Harthon Feydus, ayudante de Barlattery sonri:

La seora Grunnan ha sabido elegir contest.

Y tom la fotografa nmero tres.

Con mirada crtica, contempl la imagen de la hermosa muchacha que apareca en la cartulina.

Bonita cara y bonito cuerpo elogi. Cmo se llama?

Betty Key, Harthon. Vive en Southside Barland, nmero ochenta y nueve.

Muy bien, doctor contest Feydus, lacnicamente.

* * *

Dos meses ms tarde, Mabel Grunnan se contempl ante el espejo de cuerpo entero que tena en su habitacin.

Ya no soy aquella vieja arrugada se dijo, satisfecha de la esbeltez de su figura. Ahora soy Betty Key... Me llamo Betty Key... Betty Key...

Lanz una alegre carcajada.

Y tengo veinticinco aos! casi grit, exultante de alegra.

El espejo le devolva la imagen de un cuerpo sin tacha, rematado por un rostro de singular encanto, en el que lucan dos ojos muy azules y una frondosa cabellera rubia.

Con mi tipo y mi experiencia... el mundo ser mo!, exclam.

La cabeza le doli de repente. Fue un sbito ramalazo, que pas casi en el acto. Pero durante aquellos cortos segundos, Mabel vio ante s una infinidad de deslumbrantes puntos de todos los colores del arco iris.

Fue una cosa rpida, sentida y no sentida. Mabel no le dio la menor importancia.

De pronto, llamaron a la puerta.

Un momento! grit Mabel; ahora Betty Key.

Corri a la butaca y se envolvi en la bata que haba dejado sobre una silla.

Pase!

Barlattery entr en el cuarto.

Cmo est, seora Grunnan? salud, con la sonrisa en los labios.

Doctor, ahora soy Betty Key le record ella.

Barlattery se peg una palmada en la frente.

Es verdad, qu poca memoria tengo exclam. Cmo se siente?

Perfectamente, doctor. Cundo puedo abandonar la clnica?

Ahora mismo, si usted lo desea, seorita Key. Una, brillante sonrisa apareci en los ojos de la nueva mujer.

No tardar ni diez minutos en salir de aqu asegur.

Muy bien, seorita Key.

Barlattery empez a dar media vuelta. Betty le llam de pronto.

Doctor!

El galeno se volvi de nuevo hacia ella.

Qu le sucede? pregunt, extraado.

Haba un brillo extrao en los ojos de la joven. Sbitamente, lanzando un ronco aullido, Betty se precipit sobre el tocador y agarr unas tijeras.

Betty! chill el psiquiatra.

Las tijeras se hundieron profundamente en su yugular. Betty chillaba de un modo desaforado.

Una y otra vez, hundi las tijeras en el cuello del doctor, aunque ste ya no se mova. Sus gritos llamaron la atencin de Feydus y de algunas enfermeras.

Feydus se arroj sobre la joven, intentando reducirla, pero lleg demasiado tarde.

* * *

Con gesto un tanto preocupado, Payne E. Ardliss ley los peridicos al da siguiente:

Drama en una clnica psiquitrica!

Betty Key, internada en la clnica del doctor Barlattery, sufri un repentino acceso de locura y atac con unas tijeras al director de dicho centro, que muri casi instantneamente a consecuencia de las heridas recibidas. Acto seguido, la paciente se arroj por una ventana al vaco, muriendo en el acto.

Un poco ms adelante, el peridico traa otra noticia:

Harthon Feydus, director accidental de la clnica Barlattery, recibi ayer a los familiares de la distinguida dama Mabel Grunnan, a quienes comunic la triste situacin en que se halla sta, sumida en una amnesia total e irrecuperable. Uno de nuestros redactores se entrevist con el doctor Feydus, quien amablemente corrobor las informaciones anteriores. El doctor Feydus manifest que est haciendo todo lo posible por volver a la normalidad a la seora Grunnan, pero que lo estima clnicamente imposible...

Ardliss cerr el peridico y mene la cabeza.

Lastimoso, realmente lastimoso, se dijo.

Haba estado a punto de ingresar como colaborador en la clnica Barlattery, pero tras mucho pensarlo, haba decidido establecerse por su cuenta.

Su consulta era modesta, pero poco a poco se iba abriendo paso en su profesin. En algunas ocasiones, un comisario de polica, amigo suyo, le haba confiado algunos casos de pacientes relacionados de un modo u otro con la ley, casos que Ardliss haba resuelto con notable brillantez.

La amnesia de la seora Grunnan se le antojaba perfectamente lgica.

Hoy da existen muchos remedios para prolongar la existencia se dijo, pero a veces fallan... y a los ochenta aos, un caso como el de Mabel Grunnan no resulta extrao en absoluto.

CAPTULO II

El viejo tosa lastimosamente. Violentos temblores sacudan su cuerpo cada vez que le acometa un acceso de tos.

De qu me sirve el dinero? se lament Jack Stuyvenz, amargamente. Todo el oro del mundo no me devolver la juventud perdida.

Stuyvenz estaba sentado en la terraza de un caf. A su lado haba un atildado caballero, que lea el peridico apaciblemente.

La tos de Stuyvenz llam la atencin del lector.

Perdone que me inmiscuya en sus asuntos, seor dijo el caballero del peridico, pero esa tos no me agrada en absoluto.

Le importa a usted mucho? contest Stuyvenz, hoscamente.

Tal vez sonri el otro. Me interesa de una manera profesional, porque soy mdico.

Escuche, joven, con el dinero que tengo yo, podra tener a mi servicio a un batalln de matasanos, pero ni uno solo conseguira curarme esta maldita tos..., ni tampoco los aos que tengo y que son la causa de ella.

Es cuestin de opiniones, seor... Oh, perdn, no me he presentado. Soy el doctor Feydus.

Me llamo Jack Stuyvenz. Y bien, doctor?

Feydus sac una tarjeta.

Si quiere curarse esa tos, para siempre subray significativamente, vaya maana a mi clnica. Tendr mucho gusto en recibirle a las tres en punto.

Stuyvenz mir fijamente a su interlocutor.

S, ya s que desconfa de m aadi Feydus, pero le dir una cosa: no le pasar minuta de honorarios, si no curo esa tos tan rebelde de un modo radical.

Est bien. Por probar una pcima ms, que no quede accedi Stuyvenz, finalmente.

* * *

El doctor Ardliss se encontr aquella tarde con su amigo el polica.

Hola, Barry salud, a la vez que le daba una palmada en el hombro. Cmo marchan las cosas?

Mal suspir el polica, a la vez que se encaramaba en un taburete, frente a la barra en que se haba producido el encuentro. Tengo los pies hechos polvo.

Eso lo da el oficio, no? sonri Ardliss. La barmaid se acerc y le encarg dos tazas de caf. Cul es tu caso ahora, Barry?

Un triple asesinato: esposa, suegro y suegra.

Caramba! El tipo se ha quedado solo, ayudando a descongestionar la poblacin humana coment Ardliss, humorsticamente.

Lo hizo a sangre fra declar el comisario. Escap, naturalmente, y sospechamos que cambi el aspecto de su cara.

Slo lo sospechis?

Barry Marne removi el azcar de su taza.

Haba un mdico que se dedicaba a cambiar las caras de algunos tipos que queran evadir la accin de la justicia. Por mucho dinero, claro, y el asesino lo tena. Ese mdico apareci con el cuello rebanado... lo poco que qued despus del incendio que destruy su casa.

Pero hay algo que no se puede cambiar: las huellas dactilares, no es as?

Ahora hay quien tambin lo hace suspir Marne. Claro que con el tiempo, las huellas primitivas vuelven a surgir en los pulpejos de los dedos, pero de momento les ayuda a mantenerse ocultos. Sin embargo, existe un procedimiento mucho mejor para saber si el sospechoso es la persona que se busca.

Cul, Barry?

El registro de su encefalograma, tomado en reposo, bajo los efectos de una inyeccin tranquilizante, semiadormecedora, no hipntica. Cada ser humano da una grfica distinta y propia, inconfundible y peculiar. El procedimiento es an ms seguro que el de las huellas dactilares, en el que, como sabes, a veces se dan casos de duplicidad. Es un porcentaje de uno entre muchos millones,' pero por el otro procedimiento no hay error, porque cada electroencefalograma es distinto, debido a que el potencial elctrico del cerebro nunca es el mismo en ningn caso.

Ya entiendo dijo el psiquiatra.

Pero si no hay grabacin previa del E. E. G. se lament Mame, el procedimiento no sirve. Ms o menos, todos tenemos las huellas dactilares registradas en alguna parte. Pero, cuntos tienen registrado un E. E. G.?

S, es verdad. Barry, siento lo que te est sucediendo. Qu le sucedera a tu hombre si le atrapases?

Pena de muerte respondi el polica escuetamente.

* * *

Harthon Feydus mir de hito en hito al hombre que tena frente a s durante unos segundos. Luego, dijo:

Puedo hacer de usted un ser completamente distinto del que es ahora. Usted tiene setenta y seis aos y est hecho una ruina fsica. Con mi tratamiento, le convertir en un hombre de treinta, aproximadamente.

Dar resultado? pregunt Stuyvenz ansiosamente, entre golpe y golpe de tos.

Garantizado asegur Feydus, con gran nfasis. Pero deber hacer todo cuanto yo le ordene.

Eso ni se duda, doctor. Cundo empezamos?

En primer lugar, examinemos crudamente la realidad. Est usted dispuesto a pagar dos millones por su transformacin?

Stuyvenz solt una risita.

De qu me sirve el dinero ahora, si no lo puedo disfrutar? exclam sarcsticamente. Ha dicho dos millones?

Al contado dijo Feydus, sin pestaear.

Al contado confirm Stuyvenz.

Bien, solucionado este pequeo inconveniente...

Feydus tom unas fotografas que tena sobre la mesa y se las tendi a su paciente.

Elija una apariencia personal, la que ms le guste invit.

Stuyvenz tom las fotografas y las contempl especulativamente durante algunos minutos. Al fin, separ una de ellas:

Este dijo simplemente.

Feydus cogi la fotografa y ley las notas escritas al dorso.

Muy bien, seor Stuyvenz contest. Es un aspecto magnfico, un verdadero atleta y un hombre, sin duda, con gran atractivo para las mujeres.

El visitante suspir.

En tiempos, tena que espantarlas como las moscas dijo.

Ahora podr hacer lo mismo sonri Feydus Pero tiene que saber una cosa: una vez terminado el tratamiento, usted ya no ser ms el seor Stuyvenz.

Tendr que cambiar de nombre?

Cambiar en todo. Por tanto, deber adoptar una nueva personalidad.

Si he de empezar una nueva vida, eso no me importa en absoluto respondi el anciano.

Pero no querr partir de cero sonri Feydus. Ahora es muy rico y si va a perder su actual personalidad, no debe hacer lo mismo con su fortuna. Para qu desaprovecharla?

Qu me sugiere usted, doctor? pregunt Stuyvenz.

Muy sencillo. Deposite diversas cantidades de dinero en los Bancos, preferiblemente en aquellos con los cuales no opere actualmente, a nombre de su nueva personalidad. De este modo, cuando haya terminado el tratamiento, tendr solucionados todos sus problemas econmicos.

Una buena idea, doctor aprob el visitante. A propsito, cul ser mi nuevo nombre? No me he fijado bien.

Feydus volvi a mirar el dorso de la cartulina. Seth Rodd contest. Le gusta? Stuyvenz se ech a rer.

El nombre ms horroroso me parecera encantador con cuarenta o cincuenta aos menos declar.

* * *

Diez semanas ms tarde, Jack Stuyvenz se contempl en el espejo.

Estaba asombrado.

Este soy yo?, se pregunt.

El espejo le devolvi la imagen de un hombre alto, corpulento, bien proporcionado, de pelo castao y ojos oscuros, sumamente atractivo.

Feydus tena razn; soy otro, se dijo.

Flexion brazos y piernas. Sentase joven y gil, exultante de vida.

De pronto, llamaron a la puerta.

Pase!

Feydus entr en la estancia, seguido de otro sujeto, muy alto y tremendamente robusto.

Cmo est, seor Rodd? salud Feydus. A mi ayudante ya lo conoce, creo.

Qu tal, amigo Harry? salud el paciente.

Encantado, seor Rodd dijo Harry Ball.

Stuyvenz se volvi hacia el galeno.

Y bien, doctor?

Feydus hizo un gesto con ambas manos.

El procedimiento ha terminado contest.

Entonces, puedo irme?

Cuando guste. Pero no olvide lo ms importante.

S, doctor?

Usted ya no es ni ser jams Stuyvenz. Ese nombre tiene que borrarse de su mente. A partir de ahora, se llama Seth Rodd.

Stuyvenz ha muerto! Viva Rodd! grit el hombre nuevo, rebosante de jbilo.

Feydus sonri condescendientemente.

Dos frases que lo resumen todo, aunque fsicamente Stuyvenz no ha muerto. Pero usted ya no tiene nada que ver con l. Pase lo que pase, habr de olvidar todas sus anteriores relaciones. O lo echara todo a perder.

Descuide, doctor ri el nuevo Seth Rodd. Por cierto, dnde est ahora Stuyvenz?

Feydus se acerc al videfono que haba sobre una mesa y presion tres teclas sucesivamente. La pantalla se ilumin y la figura de un hombre, sentado en un silln y cubiertas las piernas con un plaid escocs, apareci a la vista de los presentes.

Durante unos segundos, rein en la estancia el ms completo silencio. Rodd lo quebr con una pregunta:

Es curioso poder contemplar el propio cuerpo de uno y no precisamente a travs del espejo o de una fotografa. Cmo lo ha conseguido, doctor?

Usted ya conoce los resultados. Deje que guarde secreto el procedimiento, seor Rodd contest Feydus.

Entiendo, doctor dijo Rodd, muy serio de repente. Bueno, a fin de cuentas, lo que importan son los resultados.

Y el silencio aadi Feydus, significativamente. Quebrantarlo significara para m gravsimos perjuicios, pero usted no saldra mejor librado, sino todo lo contrario.

Descuide, doctor; ya no soy Stuyvenz. Ahora, y para siempre, soy Seth Rodd.

Cuando el paciente se hubo ido, Ball pregunt:

Doctor, no teme usted que se vaya de la lengua?

Feydus se ech a rer.

No temas, mi buen Harry. A l, an ms que a nosotros, le interesa callar contest.

Pero y si las cosas se pusieran feas?

Eres demasiado aprensivo dijo Feydus. Pero en tal caso, nosotros tambin cambiaramos de identidad. Y de figura humana, por supuesto.

* * *

El doctor Ardliss consult la agenda de visitas y toc una tecla de su interfono:

Lucy llam a su enfermera secretaria, es la hora de la seorita Korler.

La seorita Korler est aguardando. Ahora mismo la har pasar, doctor.

Momentos despus, se abra la puerta del despacho. Una hermosa joven, de veintitantos aos, alta y elegante, entr en la habitacin.

Doctor Ardliss? salud, tendindole una mano enguantada.

Es un placer, seorita Korler dijo el psiquiatra. Quiere sentarse, por favor?

Gracias. Le importa que fume?

En absoluto, seorita Korler. Ardliss consult una ficha. Vlania es su nombre aadi.

En efecto, doctor. Ella exhal una bocanada de humo. Vengo a plantearle un grave problema.

Usted dir, seorita.

No se trata de m. Yo no me siento, afortunadamente, enferma en absoluto, doctor.

Ardliss arque una ceja.

Cmo? pregunt cortsmente.

Ver... Vlania se removi inquieta en el asiento. Yo he vivido siempre con una anciana ta, mi nico familiar. Su nombre es Frances Tharmane y...

Y...? dijo el psiquiatra.

Ahora est internada en una clnica para enfermos mentales.

Tiene a mano el diagnstico de su mdico privado?

No, pero la visit hace pocos das y sufr una impresin terrible. La seorita Tharmane es... un vegetal viviente. Salvo las funciones naturales, ni habla, ni oye, ni mira a los que le rodean... Yo me atrevera a decir que ni siquiera piensa.

Hum! dijo Ardliss. Eso parece grave. Qu le ha dicho el mdico que la atiende?

Un caso incurable, doctor.

En psiquiatra resulta aventurado emitir un diagnstico semejante, aunque a decir verdad, la mayora de las veces se confirma. Pero, qu es lo que pretende usted, seorita Korler? Por qu ha venido a contarme el caso de la seorita Tharmane?

Deseo que usted la examine y confirme el diagnstico del doctor que la atiende o, caso de ver alguna posibilidad de recuperacin, lo intente por todos los medios a su alcance.

Ardliss se ech hacia atrs en su silln. Eso que me pide est un tanto reido con la tica profesional, seorita dijo.

Yo no veo ninguna dificultad en lo que le pido, doctor manifest la muchacha. A fin de cuentas, soy la nica pariente de la seorita Tharmane, y puesto que ella no puede decidir por s misma, yo decidir en su lugar. Si ahora a ella se le tuviera que practicar una delicada intervencin quirrgica, de inciertos resultados, y no estuviese en condiciones de prestar su asentimiento, el cirujano tendra que pedir permiso a algn familiar caracterizado. No lo cree as?

Evidentemente, sera el procedimiento correctoadmiti el psiquiatra.

Este caso es anlogo. Yo tengo pleno derecho a hacer que mi ta sea examinada por el mdico que a m me parezca ms adecuado, en ausencia de su capacidad mental para decidir. Y si es preciso, instar tal demanda por va judicial.

Muy bien, seorita Korler. Entonces, usted desea que examine a su ta para ver si puedo curarla.

As es, doctor.

Pero no podr hacerlo sin contar con el asentimiento del mdico en cuyas manos se encuentra.

De eso no se preocupe dijo Vlania. El doctor Feydus acceder, de grado o por va legal.

Ardliss mir fijamente a la muchacha.

Es usted muy decidida, seorita Korler calific. Pero no se puede decir lo mismo de su sinceridad. Por qu no habla claro? Tengo entendido que Feydus es un reputado psiquiatra. Acaso duda de su competencia profesional?

Vlania dud un momento.

Luego, dijo:

Lo que no quiero es que desvalijen a mi ta, doctor.

* * *

El barman iba a retirar ya el vaso, cuando una mano se lo impidi.

Deje quieto eso orden el comisario Marne.

El barman se sorprendi de la peticin. Marne levant el vaso cuidadosamente con dos dedos y lo mantuvo as unos instantes.

Conoce usted al hombre que acaba de marcharse? pregunt.

S, suele venir aqu con frecuencia respondi el barman.

Sabe su nombre?

Rodd, Seth Rodd. Se lo o una vez cuando hablaba con una chica, con la que qued citado...

Marne hizo un gesto de asentimiento.

No me extraa que haya cambiado de nombre... murmur. Puesto que cambi tambin de cara, era lgico que complementase su transformacin.

Cmo? pregunt el mozo.

Nada dijo Marne. Slo que si ve aqu al seor Rodd, deber guardar silencio, entendido?

Con la otra mano, ense su placa policial. El barman hizo un gesto de asentimiento.

Descuide, oficial dijo.

Comisario Marne se present el polica. Gracias por todo... y hasta la vista. Adis, comisario.

CAPTULO III

La seorita Tharmane padece una amnesia total y, en mi opinin, absolutamente irrecuperable dijo Feydus. Adems, se halla sumida en un estado paracatatnico de caractersticas verdaderamente graves. En mi opinin, es un caso incurable, querido colega.

Ardliss hizo un gesto de asentimiento.

Cmo se le presentaron los problemas, doctor? pregunt.

Degradacin progresiva. Vino un da a mi consulta, quejndose de frecuentes lagunas en su memoria. Eso, en personas de edad muy avanzada, no tiene nada de particular.

Es cierto admiti Ardliss. Siga, doctor.

Ya hay muy poco que aadir. Perdi la memoria con gran rapidez. En pocas semanas, ocho o diez, se olvid de todo, absolutamente de todo, hasta de lo ms indispensable. Por eso se halla sumida actualmente en lo que yo llamo estado paracatatnico.

Comprendo. Un enfermo, en estado catatnico, no puede hacer nada por s mismo. Es prcticamente un cadver viviente. Incluso es preciso alimentarlo por otras personas.

En efecto. Ahora bien, en el caso de la seorita Tharmane, la cosa vara ligeramente y el estado catatnico no llega a su plenitud. Sabe comer sola, si se lo ordenamos, sale a pasear, cuando le recomendamos que lo haga..., pero muy poca cosa ms. Todos los procedimientos que he empleado, desde la hipnosis al anticuado del electroshock, han fracasado.

Su nico pariente es la seorita Korler dijo Ardliss. Ella quiere que yo examine a su ta.

Feydus se ech a rer.

Conozco a esa encantadora muchacha manifest. Viene con gran frecuencia a visitar a la enferma. Bien, colega, por m no hay inconveniente en lo que me pide.

La seorita Korler quiere llevarse a la paciente a su residencia particular, doctor.

Puede hacerlo sin ningn inconveniente accedi Feydus. Ojal logre curar a la seorita Tharmane, pero repito, mi diagnstico es de un pesimismo total. Naturalmente, puedo equivocarme, aunque dudo mucho de que la seorita Tharmane logre recuperarse ya jams.

De todas formas, lo intentaremos sonri Ardliss.

Ms tarde, Harry Ball se reuni con Feydus.

Esto no me gusta, doctor.

Feydus se ech a rer.

Harry, el doctor Ardliss se ha llevado de aqu a un leo con faldas contest con suficiencia.

Vlania aguardaba con gran nerviosismo la llegada del doctor, que acompaaba a su ta, junto con una enfermera de confianza. Frances Tharmane fue conducida a sus habitaciones particulares y la enfermera se encarg de atenderla por el momento.

Gracias por haber accedido a mi peticin, doctor dijo la muchacha. Cundo iniciar el tratamiento?

A partir de maana, seorita respondi Ardliss. Creo que a su ta le convienen unas horas de descanso. No es que haya padecido en absoluto con el traslado, pero lo estimo mejor as.

Usted es el que manda, doctor. Y no se preocupe por sus honorarios.

Ardliss sonri.

Su ta me preocupa mucho ms dijo. Franca mente, no quiero darle ninguna esperanza, pero estimo que el doctor Feydus emiti un diagnstico correcto.

Es posible, aunque tambin le dir algo que hasta ahora haba callado. Antes de su enfermedad, mi ta se port de una manera muy rara, tan rara, que en diferentes ocasiones sac del Banco nada menos que diez millones de dlares, de los cuales no se ha vuelto a tener la menor noticia.

Ardliss resping.

Sospecha usted del doctor Feydus como involucrado en esa operacin financiera? pregunt.

Vlania se pas una mano por la frente.

Doctor, con los respetos debidos a su profesin, creo que ese dinero ha ido a parar a la cuenta corriente de su colega respondi.

* * *

La chica estaba encaramaba en un taburete y exhiba generosamente buenas porciones de su opulenta anatoma. El pelo, largo, brillante, pareca una llama viva.

Polly Parnell gozaba plenamente de la vida. Sentase estallante de juventud y vitalidad. La sangre le herva. Un hombre se acerc a la barra. Era alto y apuesto, de la clase de tipos por la que Polly se volva loca.

Qu tal, nena? salud Rodd.

Polly entrecerr los prpados.

Hola, Seth contest, con voz cargada de promesas. Has tardado mucho.

Me entretuve por ah contest Rodd, indiferentemente. El joyero era un mulo.

El joyero? pregunt ella, extraada.

S, el que me vendi un collar de perlas para ti.

Dnde lo tienes, Seth? pregunt Polly, muy excitada.

Rodd se toc el lado izquierdo del pecho.

Aqu, hermosa dijo. Me gustara ponrtelo en el cuello yo mismo.

Y por qu no lo haces, Seth?

Este bar est demasiado concurrido. Hemos de buscar un sitio donde podamos conversar a solas.

Polly se ape del taburete en el acto.

Yo conozco uno que...

Pero no pudo continuar. Tres hombres, dos de ellos uniformados, se les acercaron en aquel momento.

Seth Rodd? dijo el que vesta de paisano.

S, soy yo mismo contest el aludido.

Unas esposas se cerraron sbitamente sobre las muecas de Rodd.

Seor Rodd dijo el comisario Marne, con gran solemnidad, le detengo acusado de los asesinatos de su esposa Edna, de los padres de su esposa, Henry y Clara Moore, y del doctor Finney, que es quien le cambi a usted la cara por procedimientos quirrgicos. El doctor Finney sin embargo, no le cambi las huellas dactilares, las cuales corresponden a un tal Keith Moore, que es el verdadero nombre de usted.

Rodd estaba atnito.

Pero eso no es cierto! exclam. Yo no he matado a nadie.

Seor Moore, hace algn tiempo que le vengo siguiendo. El otro da me llev un vaso en el que haba impresas unas huellas dactilares. Las huellas de Rodd son absolutamente iguales a las de Moore.

Polly se senta pasmada.

Quin lo hubiera dicho? murmur.

Marne hizo las prevenciones legales de rigor a su prisionero. Abrumado, Rodd asinti de modo maquinal.

La cabeza le daba vueltas. El era Jack Stuyvenz, pero no poda declararlo. Quin le iba a creer, si el cuerpo de Stuyvenz estaba en la clnica de Feydus?

Su mente estaba en el cuerpo de Rodd, del que Feydus ignoraba era un asesino, realmente llamado Moore.

De pronto, sinti un fro espantoso. Su verdadera personalidad, no era la de Rodd, sino, la de Moore.

Y a Moore le esperaba el verdugo.

El comisario dio una orden:

Llvenselo.

Los guardias salieron del bar con el prisionero en medio. Marne se volvi hacia la joven.

Vaya esta tarde a la comisara a prestar declaracin, seorita indic.

Polly asinti en silencio, vivamente impresionada por la detencin de su apuesto acompaante.

Quin lo hubiera dicho? Mat nada menos que a cuatro personas, el to, pens para sus adentros.

* * *

Vlania esper pacientemente en la salita. Cuando vio aparecer al doctor Ardliss se puso en pie.

La joven no dijo nada, limitndose a esperar en silencio a que hablase el galeno. Ardliss sonri.

An es pronto para una respuesta concreta dijo.

Vlania expres claramente el desencanto que senta.

Yo cre que...

Seorita, llevamos apenas dos sesiones que prcticamente no han sido sino de reconocimiento previo. Es preciso tener paciencia.

S, ya me imagino. Me haba hecho demasiadas ilusiones.

Tal vez haba esperado un milagro. Esas cosas ya no se producen, seorita. La curacin de la seorita Tharmane, si llega, ser por los medios que la medicina actual permite emplear hoy da.

Debo armarme de paciencia suspir Vlania. Pero usted no me mata las ilusiones, como el doctor Feydus.

Hay muchos modos de ver una misma cosa. Quiz mi colega no ha sabido encontrar el remedio, o quiz ha visto que es imposible. Pero no se lo debe reprochar.

Otra cosa le reprochara yo dijo Vlania, con voz cortante.

Los diez millones?Ardliss se ech a rer. Seorita, por favor, hay pruebas de que fuesen a parar a las arcas de Feydus?

No, pero...

Le informaba su ta de todas las operaciones financieras que realizaba?

A m me parece muy extrao que hayan desaparecido diez millones y que, a rengln seguido, ella se haya convertido en un poste con faldas.

No sea tan suspicaz dijo Ardliss. Por qu no habla con los abogados de su ta? Quiz as obtenga las respuestas para sus dudas.

Ya lo hice una vez y no obtuve gran cosa contest Vlania.

Intntelo de nuevo aconsej l.

S, doctor.

Ardliss consult la hora.

Debe irme ya dijo. Seorita, estar ausente todo el fin de semana, en una pequea casa de campo que tengo en Riverside Hills. Mi nmero de radiotelfono, con imagen, es el OE-1414. Si necesitase algo, llmeme sin vacilar. No creo que ocurra nada durante estos tres das, pero, en fin, vale ms estar prevenidos.

Por supuesto doctor.

Vlania anot la direccin y el nmero de telfono de Ardliss. El psiquiatra se despidi de ella:

Volver el lunes por la tarde, seorita Korler.

Que tenga un buen fin de semana le dese ella.

* * *

El lunes, a las cinco de la tarde, despus de salir de su consulta y antes de dirigirse a la mansin de Frances Tharmane, Ardliss entr en un bar cercano a tomarse una taza de caf.

Barry Marne estaba sentado en un taburete, junto al mostrador. Ardliss le dio una palmada en el hombro.

Enhorabuena, sabueso dijo.

Gracias, matasanos contest el polica. Cmo van tus chiflados?

Mejoran, por supuesto. He ledo en los peridicos tu xito, al detener a Keith Moore. Te felicito, Barry.

Me cost meses, la verdad. El to supo hacerlo muy bien.

S, pero al final la dura mano de la ley cay sobre sus hombros. Ahora descansars, me imagino.

Marne lanz una sarcstica carcajada.

T te burlas de m contest. Ms me valdra haber fracasado en el caso Moore-Rodd. Me sentira ahora mucho ms tranquilo.

Por qu dices eso, Barry? se extra Ardliss.

Bueno, se han credo que soy una lumbrera, una especie de Sherlock Holmes del siglo XXI. El detective que nunca falla y cosas as, comprendes?

En todo caso, opino, no dicen ms que la verdad; y no entiendo por qu te lamentas de que reconozcan tus mritos, Barry.

Si estuvieras en mi pellejo... Pero por fortuna para ti, no lo ests. Oye, en los ltimos tiempos se han producido nada menos que doce desapariciones de otras tantas personas, seis hombres y seis mujeres. A que no eres capaz de adivinar a quin le han encomendado el caso?

Ardliss sonri.

No s, no s... Soy tan torpe para las adivinanzas, Barry... contest jovialmente. Marne emiti un bufido.

Chuck era el nombre que los amigos daban al psiquiatra, si cuando termine este maldito caso no tengo que ponerme en tus manos, es que carezco de la facultad de adivinacin. Y adivinar lo que me va a pasar, con este maldito asunto, es tan fcil! concluy el polica sus melanclicas lamentaciones.

CAPTULO IV

Le noto preocupado, doctor dijo Harry Ball.

Un poco, es cierto admiti Feydus.

Seth Rodd?

Feydus hizo un gesto de asentimiento. Delante de s tena un peridico en el cual se relataban los pormenores de la captura del peligroso criminal que haba dado a muerte a cuatro personas.

Cometimos un error dijo Feydus. No debimos haber trado aqu a un asesino.

Es cierto, pero, quin diablos iba a sospecharlo en aquel momento? Los antecedentes de Rodd eran intachables. A m no se me hubiera ocurrido ponerle la mano encima cuando an usaba el nombre de Moore. Sus asesinatos levantaron una polvareda enorme.

Ahora nos enfrentamos con un serio problema, Harry dijo Feydus. Qu pasara si a Moore se le ocurriese decir que l es Jack Stuyvenz?

Lo tenemos aqu internado. Quin se lo creera?

Feydus se acarici la mandbula pensativamente.

Mejor sera que no dijese nada, Harry murmur. Si se llegase a producir una investigacin...

Doctor, a decir verdad, quien ms me preocupa es Frances Tharmane. Qu pasar si Ardliss logra curarla?

Esa posibilidad queda descartada por completo, Harry. La amnesia de la seorita Tharmane es irreversible. Morir sin haber dicho nada de lo que le sucedi.

Ella tal vez no, pero, y la chica? Me refiero a Polly Parnell, naturalmente.

'Tampoco hablar. Sera como tirar piedras a su propio tejado, Harry asegur Feydus.

De veras? dud Ball.

S, Harry. Si Polly hablase, se efectuara una investigacin. Ella sabe que slo con mi procedimiento podra producirse el cambio de personalidad nuevamente, aunque a la inversa. Qu mujer en su sano juicio, despus de haber pasado de un cuerpo de ochenta aos, viejo, arrugado y achacoso, a uno de veinticinco, lozano y lleno de salud y vitalidad, querra volver a invertir el actual estado de cosas? Estara loca si as lo hiciese, comprendes?

Feydus continu:

Su figura actual es nuestro mejor seguro, Harry, no lo dudes. Polly no dir nada.

Pero Ardliss puede, quiz, curar a Frances Tharmane, pens Ball, desconfiado.

* * *

Ardliss hizo un gesto de pesimismo.

Seguimos igual dijo, despus de una larga sesin pasada junto a la enferma.

Vlania se sinti desalentada.

No hay curacin, entonces? pregunt.

No puedo darle esperanzas. La tratar durante una docena de sesiones ms. Por supuesto, el hipnotismo ha fracasado rotundamente por ahora manifest el psiquiatra. Y dado su estado actual, mejor dicho, su edad avanzada, no me atrevo a emplear cierta nueva droga que todava est en fase de experimentacin.

Por qu, doctor? quiso saber Vlania.

Los resultados son inciertos, adems de peligrosos. No hay garanta alguna de que el cerebro de su ta recupere la lucidez anterior y s se corre el riesgo de que muera.

Est muerta ya exclam la muchacha, con vehemencia. Por qu no intentarlo?

Seorita, sta no es una operacin de vida o muerte, en la que el nico recurso que queda al paciente es el de someterse al cirujano, pase lo que pase. Se sabe que puede morir en el quirfano, pero tambin puede salvarse, porque si no se opera morir irremisiblemente. Ahora bien, en el caso de la seorita Tharmane, el empleo de esa droga resultara criminal, porque, aunque muy pequeas, casi nulas, quedan esperanzas.

Vlania lanz un suspiro de resignacin.

Entiendo, doctor contest. Bien, siga adelante; no soy yo quien ha de imponerle el tratamiento que ha de ser aplicado a mi ta.

Ardliss sonri.

Gracias, seorita. A propsito, habl con los abogados?

S, pero estn tan in albis como yo. Fue una operacin que mi ta realiz personalmente, sin decirlo a nadie y sin colaboracin ajena. Slo ella sabe dnde estn ahora los diez millones, pero como no hay la ms remota sospecha de que hayan sido destinados a un fin criminal, y, adems, es algo que se hizo cuando gozaba de sus plenas facultades mentales, pedir la intervencin judicial sera algo completamente descabellado.

El juez dira que es preciso esperar a que recupere la salud o probar que ese dinero le fue sustrado con engaos.

Exactamente.

Muy bien, es verdaderamente lamentable, pero, una vez ms, es preciso tener paciencia. Adis, seorita Korler.

Adis, doctor.

* * *

La sombra se desliz sigilosamente por el jardn. Durante varios das, Harry Ball haba estudiado a conciencia la residencia de Frances Tharmane.

Saba perfectamente el terreno que pisaba y los lugares por donde deba moverse. Lleg al pie de uno de los muros y trep con todo sigilo por el tronco de una aosa planta trepadora que adornaba el edificio con el verdor de sus hojas.

Ball alcanz la ventana deseada y levant el bastidor con suavidad. Sin hacer el menor ruido, penetr en la habitacin.

La paciente dorma con toda tranquilidad en su cama. Paso a paso, Ball se acerc al lecho y se inclin sobre la seorita Tharmane.

Lo siento, pero no puedo consentir que ese condenado Ardliss te haga volver a la normalidad murmur.

Agarr una almohada y la puso sobre la cara de la durmiente. Las funciones fisiolgicas se desarrollaban con toda normalidad en la seorita Tharmane y empez a debatirse apenas sinti que le faltaba aire.

Pero era un cuerpo viejo y dbil, en manos de un hombre en la plenitud de su fuerza fsica. Ball mantuvo la almohada durante varios minutos, en la misma posicin, hasta que los movimientos convulsivos de Frances Tharmane hubieron cesado por completo.

Cuando Ball estuvo seguro de que la anciana haba muerto, coloc la almohada en la misma posicin, arregl cuidadosamente las ropas de la cama y se march con el mismo sigilo que a su llegada.

* * *

Barry Marne ense su tarjeta de identidad al jefe de los vigilantes de la prisin.

Keith Moore me ha llamado dijo. Tengo entendido que quiere hablarme.

As es, comisario respondi el guardin jefe. Y puedo aadir que se ha negado rotundamente a declarar los motivos de su llamada.

Muy bien, ahora los sabremos, capitn.

El capitn Larsson ech a andar. Gui a su husped a travs de una serie de largos pasillos, interrumpidos de cuando en cuando por slidas rejas de acero, y, al fin, se detuvo ante una celda situada en uno de los extremos de la galera.

Aqu es dijo.

Moore estaba sentado en su camastro. Al or la voz de Larsson se puso en pie.

Comisario, al fin ha venido! exclam.

Lo siento, Moore; no me fue posible acudir antes se disculp Marne.

El preso mir a Larsson.

Quiero hablar a solas con l expres.

Muy bien asinti el jefe de vigilantes. Hizo un gesto con la mano al funcionario qu cuidaba de la galera. Abra al comisario y retrese. Avseme cuando haya terminado la entrevista.

S, capitn contest el guardin.

Momentos despus, Marne y el preso estaban solos en el interior de la celda.

Comisario, quiero decirle una cosa habl Moore. Es cierto que me hice cambiar la cara, pero no fui yo. Fue... Bueno, qu diablos, es hora de que lo sepa todo. El cuerpo es de Moore, aunque tom luego la personalidad de Rodd, para escapar a la accin de la justicia, pero la mente es de Jack Stuyvenz. Ha odo hablar alguna vez de ese tipo?

Marne mir al preso sin pestaear.

Lneas Astronuticas Stuyvenz, entre otras cosas dijo.

Exactamente. El preso se golpe su pecho con fuerza. Ese soy yo, comisario, Jack Stuyvenz.

Hubo un instante de silencio. Luego, Marne se volvi hacia la cancela.

Vigilante, abra! llam.

Pero, es que no quiere creerme? grit el preso desesperadamente. Soy Stuyvenz, tiene que creerme, comisario.

Lstima de tiempo perdido mascull Marne, en tanto le abran la puerta.

Hay gentes que recurren a todo con tal de evitar un viajecito a la cmara de desintegracin dijo el guardin, meneando la cabeza. Haba odo las ltimas frases de Moore sin esfuerzo alguno, debido a los gritos que profera el preso.

Marne se alej, echando pestes de Moore. El preso se arroj sobre el camastro, llorando como un nio.

Soy Stuyvenz, soy Stuyvenz repeta una y otra vez. Aunque sea viejo y achacoso, quiero mi cuerpo. Quiero mi cuerpo... No me importa vivir slo unos pocos aos ms, pero quiero vivir... Quiero vivir!

El vigilante le mir con expresin entre conmiserativa y desdeosa.

Seguro que tus vctimas tambin dijeron lo mismo murmur.

* * *

Vlania firm el cheque, lo arranc del talonario y se lo entreg a Ardliss.

Sus honorarios, doctor expres la muchacha.

Gracias, seorita dijo Ardliss. Crame que lo siento de veras.

Ahora ya no se puede hacer nada por ella, doctor. Le aseguro que le estoy profundamente agradecida por todos sus esfuerzos.

Siento haber fracasado.

La culpa no fue suya, sino del miserable que la asesin.

Ardliss resping.

Seorita Korler! La muerte de su ta se debi a un colapso cardaco. As reza el certificado de defuncin de su mdico de cabecera, hombre que la conoca bien, creo.

El doctor Williams es un mulo con dos patas, carente de imaginacin. Sostengo que mi ta fue asesinada y tratar de probarlo, doctor.

No s qu decirle. A la edad de la seorita Tharmane...

El corazn no le fall. Le pusieron una almohada en la cara y pereci asfixiada.

Como lo sabe usted? se asombr Ardliss.

Vlania se toc la frente con el ndice.

Uso lo que tengo debajo contest.Y el culpable, aunque no lo haya hecho l personalmente, es el doctor Feydus.

Bien, pero, por qu habra de querer asesinar a su ta, suponiendo que ello fuese cierto?

Los diez millones, doctor dijo Vlania, rotundamente.

Usted persiste en su idea de que estn en las arcas de Feydus.

S, doctor, y nadie me har mudar de pensamiento. Guste o no guste a quien sea, seguir adelante hasta desenmascarar a ese forajido.

Ardliss pens que la muchacha se hallaba un tanto excitada, debido a la reciente muerte de la seorita Tharmane.

Si me permitiese un consejo... dijo.

No le garantizo que lo siga, doctor respondi Vlania.

Haga un largo viaje. Por qu no se decide a conocer Marte? Creo que tiene paisajes bellsimos. Es una excursin magnfica, se lo aseguro.

Vlania apret los labios.

Tengo algo ms importante que hacer en la Tierra contest.

CAPTULO V

Una vez ms, Ardliss se encontr con el polica en el bar en que ambos acostumbraban a tomar un refrigerio de cuando en cuando.

Ardliss era hbil psiclogo, y, adems, conoca a Marne desde haca muchos aos.

Te duele el estmago, seguro dijo en broma, al observar la expresin ceuda de su amigo.

Ya puedes asegurarlo, Chuck contest Marne. Estoy que muerdo.

Algn contratiempo profesional? Porque si no es as, tengo noticias de la perfecta salud de tu mujer y de los chicos.

La familia, por fortuna, est bien. El que ya no est tan bien es ese condenado Keith Moore.

El autor de los cuatro asesinatos?

El mismo, Chuck. Figrate que me enva un mensaje, dicindome que quiere hablarme con toda urgencia. Con mi mejor buena fe, acudo a la crcel, creyendo que va a decirme algo importante de veras, y sabes lo que me ha dicho ese sdico?

No, Barry. Dmelo t, por favor.

Pues me ha dicho... Marne elev los brazos al cielo. Est loco de remate, Chuck. Nada menos que asegura que l es Jack Stuyvenz, el presidente de las Lneas Astronuticas Stuyvenz. Te imaginas mayor insensatez?

Est loco de veras, Barry? pregunt Ardliss.

Y yo qu s! contest el polica, malhumoradamente. En primer lugar, es un caso que, para m, est cerrado; y en segundo lugar, tengo ahora otro no menos importante entre manos.

La desaparicin de doce personas.

Exactamente. Ando buscndolas como un loco... y acabar ponindome en tus manos, si no lo resuelvo pronto, Chuck.

Ardliss sonri.

Vamos, vamos, no es para tomrselo as dijo. Lo que pasa es que t te concentras demasiado en los problemas que se te plantean y eso puede resultarte pernicioso, porque si sobrecargas tu mente...

Pero el polica no le escuchaba.

Marne tena la vista fija en una hermosa rubia que acababa de entrar en el bar.

Era una joven alta y de formas rotundas, vestida con gran elegancia. A Ardliss le choc la atencin de su amigo hacia la recin llegada.

Marne tena una memoria fotogrfica o no hubiera podido llegar hasta el puesto que ocupaba en la actualidad. Inmediatamente, reconoci a la rubia.

Ella pas por delante de los dos hombres. Marne dijo:

Usted es Polly Parnell, seorita. La rubia se detuvo en seco y contempl al polica especulativamente.

As me llamo confirm con cierta sequedad. 0

Marne ense sus credenciales.

Ando buscndola a usted, seorita Parnell manifest. Se la dio por desaparecida. Lo saba?

Quin denunci mi desaparicin, comisario?

Sus padres, seorita Parnell.

Les he escrito recientemente. Ya no hay motivos para sentir alarma dijo Polly.

Bueno, pero... usted estuvo ausente varios meses.

Soy mayor de edad, no? Se me acusa de algn crimen, comisario?

Marne se qued desconcertado. Polly sonrea.

No tengo por qu dar explicaciones a nadie de lo que he hecho durante este tiempo contest. Pero si le interesa, le dar mi direccin.

Polly abri el bolso, sac una tarjeta y se la entreg al polica.

Ahora vivo donde indica la tarjeta manifest. Siempre que guste, puede venir a visitarme.

Soy casado refunfu Marne.

Entonces, su amigo dijo Polly con todo desparpajo. Tambin es casado? se dirigi a Ardliss.

No, seorita contest el interpelado, sonriendo.

Es amigo del comisario?

A veces. Otras, nos peleamos. Mi nombre es Ardliss, Payne E. Ardliss, pero los amigos me llaman Chuck.

Polly le estudi crticamente de pies a cabeza.

Oye, Chuck, te han dicho alguna vez que eres un buen mozo? exclam, a la vez que sonrea incitantemente.

Marne se ape del taburete.

Me voy dijo. Qu papelitos tiene que hacer uno a veces!

Y se alej, echando pestes, mientras Polly se colgaba del brazo del psiquiatra.

Llevo una temporada algo sola dijo, insinuante. Muy sola, Chuck, te lo aseguro.

Y necesitas compaa.

Polly suspir, poniendo en grave riesgo la integridad del tejido que cubra su busto de exuberantes contornos.

Lo dudas, Chuck? contest mimosamente.

* * *

Una lstima, la muerte de la pobre seorita Tharmane dijo Harry Ball.

Feydus mir a su ayudante. El tono hipcrita de Ball era claramente perceptible.

Me gustara saber que no tienes nada que ver con ello, Harry habl Feydus, recelosamente.

Ball se contempl las uas.

Cree que es un grave contratiempo la muerte de la seorita Tharmane? pregunt.

Feydus no contest. Prefera no decir nada.

Era una forma, no menos hipcrita, de no enterarse de la verdad. Pero, en el fondo, saba que Ball haba asesinado a la anciana.

Ardliss podra haberla hecho hablar, doctor dijo Ball.

No. Insisto, una y mil veces, mi procedimiento es infalible.

Su procedimiento o el del doctor Barlattery?

Feydus se qued parado.

Que quieres decir, Harry? pregunt.

Doctor, la muerte de su jefe result muy oportuna para usted, verdad? Se erigi en director de la chuica, lo que significa tambin ser el amo absoluto. Aquella chica, Betty Key, le hizo un gran favor, no es as?

Harry, ser mejor que no hablemos de este asunto rezong Feydus, presintiendo que el otro saba la verdad. Tienes alguna queja en lo referente a sus beneficios econmicos?

Hombre no; el asunto marcha a las mil maravillas..., pero, insisto, la posible curacin de Frances Tharmane, podra haberlo echado a rodar todo por tierra.

Como quieras, pero temo que no vas a poder hacer lo mismo cada vez que la familia de uno de nuestros pacientes especiales se lo lleve a su casa.

Doctor, hasta ahora las familias de nuestros clientes prefieren seguir pagando por tenerlos internados en la clnica manifest Ball. Ello les libra de muchas preocupaciones enojosas; tener en casa a un enfermo incurable es siempre molestsimo, sobre todo cuando se dispone de dinero para que otros lo cuiden. Pero aquella chica insisti en llevarse a su ta. Frances Tharmane est mejor muerta, crame.

Muy bien, no lo discutamos ms, Harry.

El interfono zumb de pronto.

Doctor, el seor Clymont espera en la antesala inform una recepcionista.

Muy bien, hgale subir a mi despacho.

S, doctor.

Feydus cort la comunicacin.

Harry, lrgate, pero no te alejes demasiado orden. Quiero tenerte a mano, entendido?

S, doctor. Otro... cliente?

El psiquiatra sonri.

Eso espero. Clymont ha cumplido ya los ochenta y cuatro aos y tiene una fortuna evaluada en no menos de cien millones, conque, imagnate.

Ball hizo un gesto harto grfico con la mano.

Apritele las clavijas, doctor aconsej cnicamente.

* * *

A travs de los barrotes de su celda, Keith Moore agarr a Marne por las solapas.

Usted es el nico que puede salvarme, comisario solloz. Nadie quiere creer que soy Jack Stuyvenz. Mi cuerpo es el de Moore, pero mi mente es la de Stuyvenz.

Los guardias llegaron, sombros y fnebres, acompaados del director de la prisin, del capelln y del jefe de vigilantes. Tambin estaban presentes el defensor del reo y los testigos sealados por la ley.

Uno de los testigos era el psiquiatra forense. Mientras Moore era conducido hacia la sala de ejecuciones, Marne hizo un aparte con el galeno.

Est loco de veras, doctor Borchs? pregunt.

El psiquiatra hizo un gesto negativo.

Cometi todos sus crmenes con plena conciencia de lo que haca respondi. Su actitud actual no es sino un claro empeo de simulacin, a fin de conseguir la declaracin de demencia y evitar as ser ejecutado. Pero no cabe la menor duda de que Keith Moore est totalmente sano de espritu.

Una idea ms bien rara coment Marne. Por qu no le dio por cazar moscas? Su locura habra sido creda con ms facilidad, no le parece?

Los tests de todo gnero que se le hicieron probaron su absoluta lucidez mental contest Borchs. No me agrada la pena de muerte, pero no poda faltar a la verdad, diciendo lo que no era cierto.

Ya estaban en la sala de ejecuciones. La cmara era un cubo de vidrio de algo ms de dos metros de lado, completamente transparente, con un silln en el centro.

Moore fue atado al silln. El director, desde la puerta, le formul una ltima pregunta, mientras el capelln trazaba una cruz en el aire:

Moore, tiene algo ms que decir, antes de que se cumpla la sentencia?

Soy Stuyvenz, lo juro! respondi el condenado.

El director se retir. Un vigilante cerr la puerta.

En cada uno de los ngulos interiores del cubo y en el techo, directamente sobre la cabeza del condenado, haba unos gruesos reflectores, con tapa externa de vidrio, de color rojo muy oscuro. Todos los reflectores, en nmero de siete, convergan sobre el centro de la cmara.

El director de la prisin volvi la vista hacia uno de los lados de la sala, en donde haba un guardin, situado junto a un tablero de mandos. El ndice derecho del guardin estaba apoyado sobre un ancho botn de color rojo.

La cabeza del director se movi una vez abajo y arrija. El ndice del ejecutor presion a fondo el botn fatdico.

Marne tena los ojos fijos en el condenado. En el ltimo instante, le vio abrir la boca y gritar:

Soy Stuyvenz!

Pero el vidrio de la cmara, de un grosor excepcional, impeda que los sonidos saliesen al exterior.

Siete proyectores concentraron su potencia desintegrante sobre el cuerpo del condenado. Stuyvenz-Rodd-Moore sinti, durante una dcima de segundo, un calor intenssimo. Viose envuelto en una roja llamarada y luego todo se hizo negro para l.

Los espectadores vieron nicamente que el condenado se converta en humo. El calor y la luz no eran ms que unas impresiones subjetivas, que slo duraron una cortsima fraccin de tiempo.

* * *

Hola, May salud Vlania Korler. Puedo pasar?

Entra, Vlania contest May McCarr. De dnde sales?

Ps! Hace tiempo que no te vea y me dije que quiz te gustara que te hiciese una visita. Te molesto?

No, en absoluto, Vlania. Mi marido est ausente y an tardar un buen rato en volver. Quieres tomar algo?

Si no te molesta, un poco de caf.

Te lo traer ahora mismo.

May se alej hacia la cocina. Vlania se reclin en el divn y encendi un cigarrillo.

Contempl abstrada las nubes de humo. May y ella haban sido aos atrs compaeras de estudios. Nunca haban dejado de relacionarse, si bien en los ltimos tiempos sus encuentros haban sido menos frecuentes.

Pero ahora, Vlania haba decidido que le convena cultivar de nuevo la amistad de May McCarr. Tena poderosos motivos para obrar as.

May vino minutos ms tarde con una bandeja en las manos.

Sigues soltera, no es as, Vlania? dijo, mientras llenaba las tazas.

Por ahora, no me quejo sonri la visitante.

Los hombres estn ciegos exclam May, alegremente. En fin, todo ser que te topes con el que te ha tocado en suerte. Entonces, caers de cabeza sin darte cuenta.

Eres muy optimista, May. Creo que voy para solterona.

Como tu pobre ta. Perdona, pero an no te he dicho nada.

No te preocupes, May, ya se me ha pasado.

La queras mucho, Vlania.

No conoca, se puede decir, a mis padres. Ella me recogi y viv siempre a su lado.

Comprendo. Creme que lo siento, Vlania.

Gracias, May. Pero hablemos ahora de ti y de tu vida.' Trabajas, me parece.

Te parece? ri la duea de la casa. Sabes que s, Vlania. No tenemos hijos... y no por falta de ganas, sino porque no vienen suspir May. Bueno, no me iba a estar todo el santo da mano sobre mano, as que volv a mi trabajo anterior. T sabes que obtuve el grado en contabilidad mercantil.

S, estabas en un Banco, creo.

Ahora soy la subdirectora de la sucursal declar May, con orgullo. El sueldo es excelente, el trabajo no mata y, en fin, as ahorramos para el da en que venga Tommy.

Quin es Tommy? pregunt Vlania, asombrada. Si tengo un chico, se llamar as respondi May.

CAPTULO VI

Me pregunto por qu Moore dira que era Jack Stuyvenz.

Ardliss se ech a rer. Los dos amigos tomaban su ya casi inveterada taza de caf en el local de costumbre.

Todava te preocupa, Barry? Obtuviste un xito notable con la captura del asesino. Se ha hecho justicia, as que no te preocupes ms de l.

Tengo que preocuparme, Chuck. A veces me daba la impresin de que era sincero.

Barry! Refrena tu imaginacin, hombre. Moore tena unos treinta aos, y Stuyvenz, si no me equivoco, setenta y seis. Moore debiera de haber pensado en otra personalidad si quera engaar a los psiquiatras forenses.

Es verdad, pero...

Marne frunci el ceo de repente. Un hombre acababa de entrar en el bar.

Una vez ms, funcion la portentosa memoria del comisario. Cuando el recin llegado pasaba por su lado, dijo:

Forbes!

El hombre se volvi.

Quin es usted? pregunt.

Marne le ense su placa.

Polica dijo. Y aadi: Soy el comisario Marne.

He cometido algn delito, comisario? pregunto Forbes.

Que yo sepa, no. Pero su hermano denunci la desaparicin de usted hace algunos meses.

Ah, s, estuve de viaje. Era un asunto reservado y no me convena la publicidad.

Ni siquiera su propio hermano deba conocer su ausencia, seor Forbes?

El hombre sonri.

Pregntele contest. Yo trabajo en una importante empresa. Ha odo hablar alguna vez del espionaje industrial?

S, claro.

Eso lo explica todo, no le parece, comisario?

S, seor Forbes suspir Marne.

Ha sido un placer, comisario declar Sid Forbes, y continu su camino.

S, era un placer, pens Bill Clymont, bajo el aspecto de un hombre de treinta aos, llamado Sid Forbes. Retroceder de golpe cincuenta aos y adoptar una nueva personalidad, resultaba fascinante.

Todava sigues con el caso de los doce desaparecidos? pregunt Ardliss.

Todava contest Marne. Y lo curioso de este asunto es que ya han aparecido tres o cuatro, cuyas declaraciones son idnticas. Han estado ausentes algunos meses y ninguno de ellos quiere decir dnde pas ese tiempo.

Se tienen noticias de que hayan cometido algn delito, Barry?

No, en absoluto.

Entonces, no te preocupes ms.

No, si yo no me preocupo, Chuck; quien se preocupa es mi jefe, el superintendente Calvin. La hija de un ntimo amigo suyo desapareci hace cuatro meses y en ese tiempo no han tenido noticias suyas. Esa chica forma parte del grupo de los doce, comprendes?

Polly Parnell entr en aquel momento, radiante de belleza, elegante y desenvuelta.

Hola, cario salud, besando a Ardliss en una mejilla. Qu tal, polizonte?

Sin saber por qu, Marne senta una instintiva antipata hacia la rubia.

Adis, Chuck se despidi.

Ardliss y Polly se quedaron solos.

Parece que no le gusto a tu amigo el polica coment Polly.

Bah, no hagas caso! dijo Ardliss. Tiene un caso complicado entre manos y eso le hace estar preocupado. Hablemos de nosotros mismos, quieres, preciosa?

Encantada, Chuck accedi la rubia.

* * *

Se oy un suave taido, repetido varias veces. Con una toalla envuelta en torno a la cabeza, cubierta con una bata de bao, Vlania cruz la sala a la carrera y lleg junto al videfono.

Instantes despus, tena en la pantalla la imagen de su amiga May McCarr.

Hola, May salud alegremente. Estaba en el bao y... Tienes noticias para m?

Algunas contest May, que apareca muy seria. Vlania, es la primera y nica vez que te hago este favor, comprendes?

No te lo pedir ms asegur la muchacha. Dime, May.

Una de las operaciones que realiz tu ta fue el ingreso de una importante cantidad a nombre de una tal Polly Parnell. La suma es muy grande, principesca ms bien, pero no me hagas darte ms datos.

Comprendo, May. Est bien, me conformo con lo que me has dicho. El nombre es Polly Parnell, no es as?

En efecto. Adis, Vlania.

Gracias, May.

Vlania cort la comunicacin y se qued pensativa durante unos momentos.

Bueno se dijo al cabo, ahora va a ser cosa de buscar a esa tal Polly Parnell y enterarse de por qu mi ta puso tanto dinero en el Banco a su nombre.

* * *

La enorme astronave descendi, apoyada en sus chorros de fuego, hasta que las patas de sustentacin se apoyaron en el suelo marciano. El comandante de la nave cort la ignicin y dejaron de salir llamas por las toberas.

Los chorros de agua de refrigeracin del suelo entraron en funcionamiento segundos ms tardes. Espesas nubes de vapor subieron a lo alto, ocultando por completo la elevada estructura de la astronave.

Finalmente, el suelo se enfri. La torre de desembarco se acerc lentamente, movindose sobre gigantescas orugas. El puente se tendi automticamente y qued apoyado en la recin abierta escotilla, situada a ochenta metros sobre el suelo marciano.

Los pasajeros empezaron a desembarcar. Cruzaban el puente y un montacargas, de amplia plataforma, los conduca a tierra. Las edificaciones de Terraport se divisaban a lo lejos, cerca del horizonte.

Uno de los pasajeros era el comisario Marne. Al polica le disgustaba enormemente, pero no le haba quedado otro remedio que desplazarse hasta el cuarto planeta del sistema.

Haba en Marte uno de los doce desaparecidos. Marne tena inters en hablar con l.

Hubo de esperar veinticuatro horas, tiempo terrestre, antes de poder dar con su hombre.

Marne lo encontr en el vestbulo del Terraport, tomando unas copas en unin de una esplndida muchacha, hija de' terrestres, pero nacida en Marte. Decase que no haba mujeres ms bellas que las que ya eran denominadas marcianas, con todo derecho y sin el menor asomo de burla.

Seor lvarez dijo el comisario.

Pedro lvarez se volvi. Era un hombre joven, alto, atltico, de rostro tostado y ojos penetrantes.

Soy yo contest.

La placa del polica sali a relucir.

Comisario Marne. Seor lvarez, tengo un especial inters en hablar con usted.

Es muy urgente, comisario?

He venido desde la Tierra slo para esta entrevista, seor lvarez manifest el polica.

Los ojos de lvarez se entrecerraron.

Puede decirme qu sucede, por favor? inquiri.

A solas contest Marne significativamente.

La marciana se alej.

Nos veremos luego, Pedro. En el sitio de costumbre se despidi.

Por supuesto, Lily. Y bien, comisario?

Marne sac una agenda de notas.

Seor lvarez, usted desapareci sin dar noticias a nadie, durante el perodo de tiempo que va desde el diecisis de enero de dos mil cuarenta y siete hasta el treinta de junio del mismo ao. Quiere decirme dnde estuvo todo ese tiempo?

Hubo un instante de silencio. Los dos hombres se contemplaban fijamente.

Y bien? dijo Marne, en vista del silencio de su interlocutor,

Tiene usted algn poder legal para obligarme a contestar a su pregunta, comisario? quiso saber lvarez.

No, pero...

En tal caso, no le dir nada. No comet ningn delito durante esos meses, nica causa por la cual obtendra usted un mandamiento judicial que me obligase a declarar lo que hice en ese perodo de tiempo. Est claro, comisario?

Clarsimo, seor lvarez suspir Marne. Pero al menos yo pens que...

Lo siento. Puesto que no es obligacin ma declarar lo que hice durante esas fechas y dado que mi conciencia est absolutamente tranquila, no le dir nada. Y para conseguirlo, tendr que probar suficientemente la comisin de algn delito, hecho que, insisto, no se ha producido.

De nuevo se produjo un intervalo de silencio. Luego, Marne dijo:

Seor lvarez, fueron doce los casos de desaparicin, de los cuales he localizado ocho. Ninguna de las ocho personas localizadas, incluyndole a usted, desde luego, han querido declarar lo que hicieron durante el tiempo que permanecieron en ignorado paradero. Poiqu? Es tan malo divulgarlo?

lvarez tena una copa en la mano y la vaci de un trago.

Adis, comisario se despidi escuetamente.

Marne agit la mano. La barman del Terraport le puso una copa delante.

El polica se senta cada vez ms preocupado. En aquellos casos de desaparicin y reaparicin presenta algo turbio, algo oculto, que ninguno de los afectados quera declarar.

Cul era el enigma del obstinado silencio que ocho personas, que no se conocan entre s, que no tenan ni haban tenido ninguna relacin previa, se empeaban en mantener a toda costa?

* * *

Usted dijo que no crea en la hiptesis del asesinato, doctor habl Vlania a travs del videfono.

Tericamente, es posible; en lalo considero improbable contest Ardliss.

Est bien. Le dir una cosa. Feydus tiene una cmplice.

Vaya sonri el psiquiatra. Cmo lo ha sabido usted?

Investigando, qu se crea? S que esa mujer recibi enormes cantidades de dinero de mi ta, antes de que acudiera a tratarse con el doctor Feydus, y lo s de buena tinta, aunque no quiero divulgar el nombre de mi informador, por no perjudicarle.

Vlania dijo informador a fin de no delatar el hecho de que las noticias se las haba facilitado una mujer. Era mejor as, pens.

Muy bien, pero, tiene la seguridad de que esa mujer est en connivencia con Feydus?

Hasta ahora, no tengo pruebas, pero las encontrar. No lo comprende, doctor? Feydus se escuda tras ella para no comprometerse. Le resultara difcil explicar por qu mi ta le entreg nada menos que diez millones.

S, parece lgico...

Lo es afirm Vlania rotundamente. Y yo acabar por desenmascarar a ese psiquiatra asesino y a la mujer que es su cmplice.

Conoce usted el nombre de la mujer, Vlania?

S. Se llama Polly Parnell.

CAPTULO VII

El puo de Sid Forbes golpe la mesa con violencia.

Hay que hacer algo, doctor dijo colricamente. Yo no tengo ganas de que ese maldito comisario descubra el pastel. Le pagu dos millones, no es as? Pues espablese y busque una solucin a este problema.

Clmese, seor Forbes...

No me da la gana contest el visitante, muy excitado. S que el comisario ha estado interrogando a otras personas que se hallan en mi caso. Cree que tengo ganas de volver a aquel cuerpo cascado y achacoso, que era el de Bill Clymont?

Bueno, tendr que pensar algo...

Y pronto, doctor, antes de que la cosa se ponga al rojo vivo. Piense en que usted tambin perdera mucho, quiz ms que yo.

Forbes se march, dando un portazo. Harry Ball entr segundos ms tarde.

Lo he odo todo dijo.

Feydus estaba muy nervioso.

Marne es un sabueso con un olfato casi infalible dijo. Si nos descubre...

Hay un medio de evitarlo, doctor manifest Ball.

Un asesinato? exclam Feydus, con visible repugnancia. Harry, sera un error maysculo, si Marne muriese violentamente.

Quin ha hablado de asesinato? ri Ball. Doctor, se ha fijado usted en la edad del comisario?

Feydus tena ante s una vieja revista, en la que apareca una fotografa de Barry Marne.

Treinta y cinco aos calcul.

Reste uno, doctor dijo Ball. Adems de joven, Marne est hecho un toro.

Tratas de sugerirme que debemos... almacenarlo?

Exactamente.

Pero si luego reapareciese...

Todos los rejuvenecidos han adoptado, de principio, las profesiones de los dueos de sus nuevos cuerpos. Luego, poco a poco, han ido abandonando el trabajo, dedicndose a vivir de las rentas del dinero que depositaron previamente a nombre de su actual personalidad. Por qu Marne no habra de hacer lo mismo??

S, pero es preciso tener en cuenta que ninguno de los otros era un funcionario que ha de justificar el tiempo de sus ausencias. La de Marne resultara injustificable.

Ahora tiene un candidato, Robert Pelt. Dele el cuerpo del comisario... Una vez lo tengamos aqu, podremos hacer, antes de iniciar el tratamiento, que pida una licencia de dos meses. Tardar usted tanto tiempo en el tratamiento?

Feydus asinti.

S, podra ser una buena solucin dijo. Ball sonri satisfecho.

Yo me encargar de traerle al comisario afirm.

* * *

Aunque Ardliss haba llegado a intimar bastante con Polly, sus relaciones, sin embargo, no haban tomado un cariz definitivo. Polly era hermosa y simptica, pero tambin voluble y demasiado viva de genio.

Adems, el psiquiatra haba hecho discretas averiguaciones por su cuenta. La vida anterior de Polly, y eso que l no tena prejuicios, haba tenido muy poco de ejemplar.

Pero antes de dar el paso de una ruptura total y vistas las noticias que le haba proporcionado Vlania, Ardliss crey conveniente sostener una conversacin con la rubia. Conoca bien su domicilio y fue a visitarla a una hora en que saba poda sorprenderla con la guardia bajada.

Polly abri la puerta bostezando aparatosamente, mal envuelto su opulento cuerpo en un peinador que no posea precisamente la virtud de la opacidad. Su bostezo se cort en seco al reconocer a su visitante.

Chuck! Pero, qu haces en mi casa, tan temprano? se sorprendi.

Ardliss solt una risita.

Temprano? Hace ya rato que dieron las doce, guapa.

Qu tardsimo es! se lament Polly. La verdad es que anoche estuve con unos amigos, y nos metimos en juerga... Era ya casi de da cuando me iba a dormir... Creo que me conviene tomarme medio litro de caf...

Lo har yo, mientras te das una ducha, Polly se ofreci el psiquiatra.

S, gracias, querido.

Polly se fue hacia el cuarto de bao con paso inseguro. Ardliss la contempl con crtica expresin.

Debi de agarrarla buena anoche murmur.

La rubia sali del bao media hora ms tarde.

Ya me encuentro un poco mejor dijo.

Aqu tienes caf y aspirinas seal Ardliss.

Polly se tom dos tabletas y una taza de caf. Luego mir a su visitante.

Est bien, Chuck dijo. De qu se trata? Porque no es tu costumbre venir a mi casa a estas horas...

Polly, el ao pasado t eras una cliente habitual de la Red Tavern, un lugar muy poco recomendable, a decir verdad.

No es ningn crimen, tampoco contest ella secamente.

Desde luego, pero entonces, tu cuenta corriente estaba a cero. Unos meses ms tarde, alguien deposit a tu nombre, en un Banco, una enorme cantidad de dinero. La persona que realiz esa operacin se llamaba Frances Tharmane.

Polly guard silencio. Su pecho opulento suba y bajaba convulsivamente.

Lo ha descubierto pens Frances Tharmane, baj la personalidad de la antigua ramera Polly Parnell.

Chuck, quieres un consejo? dijo al cabo.

S, Polly.

Sal de mi casa y no vuelvas a verme ms.

Ardliss se puso en pie.

Lo har como dices contest. A la polica, sin embargo, le gustar conocer el origen de tu actual fortuna.

El psiquiatra se dirigi hacia la puerta. Desde all, se volvi y traz un amplio crculo con la mano.

Polly, este lujoso apartamento no corresponde a lo que t eras antes dijo. No te reprocho tu antigua profesin; hay cosas que pertenecen a la conciencia personal de cada uno. Pero cuando el cambio de fortuna se debe a un delito, las cosas varan, comprendes?

Obtuve el dinero de una forma enteramente legal y te desafo a que pruebes lo contrario, Chuck contest Polly.

Tal vez lo haga. Adis.

Polly se qued sola, mordindose los labios furiosamente.

S este maldito entrometido descubre el pastel...

Su primera intencin fue correr al videfono y llamar al doctor Feydus, pero se contuvo oportunamente.

No dijo, casi en alta voz. Este es un asunto que he de resolver yo sola y sin ayuda de nadie.

Posea experiencia..., la experiencia que le daba una edad mental de ochenta aos en un cuerpo de veinticinco.

* * *

El comisario Marne dej su automvil elctrico en el estacionamiento, como tena por costumbre. Se dirigi a pie hacia el ascensor, que le llevara hasta el departamento en que viva, situado treinta pisos ms arriba, y entr en la casa.

Haba un hombre esperndole. Harry Ball ya tena una pistola en la mano.

Marne quiso reaccionar al ver el arma, pero obr demasiado tarde. La pistola de Ball vomit un chorro de gas, que le alcanz de lleno en el rostro.

El polica se tambale. Gru algo entre dientes. Ball le lanz otra descarga. Marne cay derrumbado, sin sentido, sobre el suelo del ascensor.

El coche de Ball estaba a pocos pasos de distancia. Para el atacante, no result empresa difcil trasladar el inerte cuerpo de Marne hasta el vehculo.

Ball lleg a la clnica una hora antes del amanecer. Feydus le aguardaba con impaciencia.

Todo ha salido bien, doctor sonri Ball. La carta de peticin de licencia es ahora cosa suya.

Muy bien, yo me encargar del asunto. Pero... Marne tiene esposa y dos hijos.

Usted puede hipnotizarlo para que se comporte con toda naturalidad. Ordnele que hable con ella y que le diga que finge pedir dos meses de licencia, a fin de realizar una misin muy reservada. De este modo, nos evitaremos llamadas intempestivas de la seora Marne a la Jefatura de Polica.

De acuerdo. Y cuando se haya hecho la transposicin de mentes?

Ball hizo un gesto de indiferencia.

De aqu a dos meses, tendremos tiempo de pensar en una solucin contest.

Por la maana, cerca del medioda, lleg a la clnica un sujeto llamado Robert Pelt.

Feydus recibi a su visitante con toda amabilidad. Se enter de sus pretensiones y le garantiz un resultado satisfactorio.

La fotografa del comisario Marne, tomada pocas horas antes, agrad extraordinariamente a Pelt.

Treinta y cuatro aos y una salud a prueba de bomba dijo Feydus. Qu le parece, seor Pelt?

El visitante lanz un suspiro.

Treinta y cuatro contra ochenta y dos. La cosa no ofrece duda, doctor... ni por m personalmente, ni por la cuestin econmica declar.

Feydus hizo una inclinacin de cabeza.

Los dos quedaremos satisfechos augur.

* * *

Lizzy, has visto al comisario?

La barmaid hizo un gesto negativo.

Debe de andar metido en algn caso de los complicados, doctor respondi. Hace ms de una semana que no se le ve el pelo.

Gracias, Lizzy. Ardliss abon su consumicin y sali del bar.

Senta una cierta preocupacin. No era normal que Marne faltase durante tantos das seguidos.

La casa de su amigo estaba a pocas manzanas de distancia y se sinti tentado de visitar a la seora Marne, pero, pensndolo mejor, decidi que hara una llamada videofnica. En realidad, tampoco haba motivos de grave preocupacin.

Lleg a su casa y se cambi de ropa. Busc una botella, puso unos cubitos de hielo en un vaso y se sirvi una dosis de escocs.

Al llevarse el vaso a los labios percibi un olor extrao.

Ardliss se puso rgido. Aquel olor...

Inspir un par de veces. Ya no caba la menor duda; haba cianuro en el licor.

Ardliss dej el vaso a un lado con todo cuidado. Quin diablos pretenda envenenarle?

Lo mejor sera hablar con Marne y contrselo todo, decidi. Bueno, si l no estaba en su casa, Laura, su esposa, le dira dnde podra hallarlo.

El psiquiatra fue hacia la mesita donde tena el videfono y se sent frente al aparato. Alarg una mano hacia la tecla de contacto y entonces vio algo que le hizo fruncir el ceo.

Aparte del cable de conexin, grueso, de casi un centmetro, haba un hilo muy fino que parta de la base del aparato y se perda en el suelo. Ardliss no haba visto nunca aquel cable y ello le sorprendi extraordinariamente.

Reflexion. El whisky tena cianuro. Pero el que haba puesto el veneno en la botella deba de haber calculado que poda no tomar un trago. Entonces, era conveniente asegurarse por otro medio de que iba a producirse la muerte del psiquiatra.

Una bomba?

La encontr minutos ms tarde, oculta en bajo pavimento. Era una pastilla de forma oblonga, de unos doce centmetros de longitud por ocho de anchura y tres de grueso.

El explosivo tena an su envoltura de proteccin. Sobre el papel impermeable haba un rtulo altamente significativo: Ullradinamita.

Ardliss sinti fro. Quin quera convertirle en picadillo?

La campanilla del videfono, sonando sbitamente, le hizo pegar un salto que le llev a tres metros del aparato.

CAPTULO VIII

Ardliss procur tranquilizarse y se acerc de nuevo a la mesita. La bomba estaba desconectada y ya no exista riesgo de explosin. Pero el sbito campanilleo le haba dado un susto mortal.

Presion la tecla de contacto. A los pocos segundos, tena en pantalla la cara de Vlania.

Doctor! exclam la muchacha. Qu le sucede? Est plido como un difunto...

Vlania, tengo motivos para ello. Alguien ha querido deshacerse de m respondi el psiquiatra. La transmisin era en colores naturales; por ello, Vlania haba podido apreciar su palidez.

Cmo? grit ella. Sugiere que han tratado de asesinarlo?

Exactamente. Hay cianuro en mi botella de escocs y, por si fuese poco, pusieron una bomba debajo de la mesita dnde tengo el videfono. Creo que debe de haber unos trescientos gramos de ultradinamita, lo que equivale a tres kilos del viejo explosivo ideado por Nobel.

Vlania se senta anonadada.

'Pero, cmo ha podido suceder tal cosa? exclam.

No lo s contest l. Lo nico que puedo decirle es que el olor a almendras amargas me advirti de la presencia del cido prsico en el whisky. Luego vi el cable de contacto de la bomba. Estaba empalmado a la tecla de conexin del videfono. Usted ya sabe que cuando uno quiere emplear el aparato, lo primero que hace es pulsar la tecla de conexin para dar el contacto y luego marcar la cifra deseada.

As es, en efecto convino Vlania.

Bien, la intensidad de la descarga elctrica producida por la pulsacin de esa tecla es muy dbil, aunque suficiente, sin embargo, para activar la espoleta de la bomba. Si no llego a descubrir el cable de conexin, a estas horas estoy convertido en pedacitos.

Me siento horrorizada dijo ella. Pero, no se le ocurre algn nombre?

Tal vez uno..., pero quiz me exceda en mis sospechas.

Dgalo, doctor.

Polly Parnell.

La que rob el dinero a mi ta.

Justamente. Estuve hablando con ella hace das. Se mostr muy reticente, casi hostil.

Y cree que ella...?

No puedo asegurar nada, pero su pasado tiene poco de edificante.

Parece conocerla bien observ Vlania.

A decir verdad, hace algunos meses que nos conocemos. Habamos llegado a ser bastante amigos, pero despus de lo que usted me dijo, yo investigu discretamente y averig algunas cosas desagradables sobre su pasado.

Creo que comprendo, doctor. Qu piensa hacer ahora?

Lo primero de todo, llamar a mi amigo el polica. Ms tarde, a la noche, ir a darme una vuelta por la Red Tavern.

Algn local, doctor?

S, es una taberna en donde Polly encontraba hace un ao su modus vivendi. Nunca le faltaron clientes, me entiende?

Se le entiende perfectamente, doctor. Por favor, llmeme apenas sepa algo.

Lo har, se lo prometo contest Ardliss.

Momentos despus, estaba en comunicacin con Laura Marne.

Qu tal, Laura? salud. Puedo hablar con tu esposo?

Est fuera, Chuck contest la seora Marne.

Ha ido de viaje? se extra Ardliss.

Laura se encogi de hombros.

No puedo decrtelo manifest. Hace ocho das me llam y dijo que parta para realizar una misin muy reservada. S que estar ausente ocho o diez semanas, pero no puedo aadir ms.

Es curioso murmur el psiquiatra. Laura, resulta corriente que Barry falte de casa durante ms de dos meses?

Tanto como corriente, no; ms bien infrecuente. Pero tampoco es extrao. Lo ha hecho ya en un par de ocasiones y, aunque me disgusta, s que son cosas de su profesin.

Gracias, Laura.

Ardliss cort la comunicacin.

Preocupado, pens que la ausencia de su amigo pareca un tanto oportuna en aquellos momentos.

O inoportuna, segn se mire suspir.

* * *

La fachada estaba pintada de un rojo estridente, sobre la que, en grandes letras luminosas, que se encendan y apagaban intermitentemente, se poda leer el nombre del local: The Red Tavern.

Los tiempos podan cambiar y tambin la indumentaria, pero el cambio de costumbres se produca con mucha mayor lentitud, pens Ardliss, en el momento en que franqueaba la puerta de la taberna. A la gente seguan gustndoles ciertas cosas.

El vino y las mujeres musit. Y esto, desde tiempo inmemorial.

Haba bastante gente en el local. El ambiente era el que poda esperarse de un establecimiento situado en uno de los barrios poco recomendables de la urbe.

Ardliss avanz hacia el mostrador y pidi una copa. A los pocos momentos, se le acerc una mujer.

Era joven y atractiva y vesta de un modo incitante. Mir al joven y sonri.

Tengo sed dijo insinuantemente.

Pide lo que quieras, preciosa contest Ardliss. Me llamo Chuck aadi.

Mi nombre es Abbie dijo la chica.

Una camarera puso sendas copas delante de la pareja.

Salud, Abbie dijo Ardliss.

Salud, Chuck.

Bebieron. Ardliss dijo poco despus:

Es un lugar bastante concurrido. Vienes aqu con frecuencia, Abbie? pregunt.

Bastante, Chuck.

Entonces, conocers a mucha gente.

Abbie entorn los ojos.

A quin buscas, Chuck? pregunt.

Ardliss se ech a rer.

Eres lista dijo.

Aqu se aprende rpidamente, Chuck. Cmo se llama?

Polly Parnell.

Ah, Polly. S, la recuerdo.

Hace mucho tiempo que no la ves, Abbie?

Seis o siete meses. Me la encontr un da en la calle y quise saludarla. Ella ni me reconoci siquiera. O no quiso reconocerme.

Caramba. Tan flaca de memoria es?

Abbie se encogi de hombros.

Ha prosperado contest. Por lo visto, no le gusta que le recuerden lo que haca aqu en otros tiempos.

Hace mucho tiempo de eso, Abbie?

Un ao, ms o menos. Pero un buen da, desapareci, sin decir nada a nadie, y dej de verla hasta que me la encontr, como ya te he dicho antes. Fuimos bastante amigas y nos ayudbamos mutuamente cuando alguna de nosotras andaba mal de fondos. Ha debido de hacer fortuna y vive como una princesa. Ya no quiere ni recordar las viejas amistades declar Abbie con amargura.

Alguna herencia? sugiri Ardliss.

La chica solt una estridente carcajada.

No digas tonteras! contest. Pescara a algn viejo podrido de dinero y... Bueno, es la suerte de cada una, entiendes?

De modo que desapareci sin despedirse de nadie.

As es, Chuck; de la noche a la maana, dej de venir aqu y... Oye, qu te interesa tanto de esa orgullosa?

Asuntos particulares, Abbie.

Ella le mir recelosamente.

No sers un poli, verdad?

No, pero, aunque lo fuera, has dicho algo que puedas reprocharte?

Eso es cierto admiti Abbie. Bueno, tomamos otra copa?

Bebieron de nuevo. Luego, discretamente, Ardliss puso unos billetes en manos de la joven.

Eso te demostrar que no soy un polica dijo.

Abbie mir los billetes y contuvo un gesto de sorpresa.

Rayos! exclam.

Nena, olvida que me has visto alguna vez aconsej el psiquiatra.

Crees que eso es posible? se lament ella.

Pero Ardliss se diriga ya hacia la salida. No era mucho lo que haba averiguado, aunque s tena una base para presionar a Polly en la prxima entrevista.

Cuando sala de la taberna, dos tipos que estaban sentados a una mesa y que beban parsimoniosamente, se levantaron, adoptando una actitud indiferente. Ardliss cruz la puerta y los dos hombres lo hicieron segundos ms tarde.

* * *

El psiquiatra caminaba con paso tranquilo. Era una actitud que Ardliss haba adoptado deliberadamente.

Dobl una esquina y se meti por una calle mal iluminada. A los pocos metros, encontr un portal y, saltando de costado, se refugi en el hueco.

Sonaron pasos precipitados.

Dnde est? pregunt alguien.

No puede haber ido muy lejos. Tiene que estar cerca de aqu...

Una mano sali repentinamente del portal y agarr por el cuello al que hablaba en aquel instante. El sujeto gorgote, mientras su compinche daba un salto lateral.

Ardliss dispar su puo. Un cuerpo humano se desplom instantneamente sobre la acera.

Frente a l, centelle un pual.

Ardliss sonri.

Me lo imaginaba murmur.

Y esper a pie firme la acometida del sujeto.

Cuando el pual buscaba su cuerpo, avanz la mano derecha velozmente y agarr la mueca armada de su oponente, retorcindosela rpida y brutalmente. El acero qued as encarado al cuerpo del atacante, en el que se clav hasta el mango.

Se oy una tos agnica. Ardliss solt al rufin, cuyas manos buscaron instintivamente el mango de la navaja. Pero las fuerzas le fallaron de pronto y cay de bruces sobre el asfalto.

Ardliss agarr al cado por los sobacos y lo arrastr hasta la sombra del portal. Luego se inclin hacia el otro sujeto y lo arrim a la pared.

Esper unos momentos. El hombre abri los ojos y mir torpemente a su alrededor.

Eh, Hyke, dnde ests?

Ha muerto dijo Ardliss lacnicamente.

Hubo un instante de silencio. La comprensin entr al fin en la mente del rufin, cuya mano fue veloz en busca de un arma.

Ardliss le dej que la sacara. Luego le retorci la mueca y encar la punta del acero contra su pecho.

Si empujo a fondo, seguirs la misma suerte de Hyke dijo severamente. Quieres que lo haga?

No, rayos! contest el otro, aterrado.

Entonces, tienes que contestar a dos preguntas.

El rufin baj la vista un instante y contempl la mano que aferraba su mueca con dedos de hierro. Vio tambin la navaja apoyada en su pecho y sinti miedo.

Est bien. Pregunte accedi.

Tu nombre?

Stavini.

Os pagaron para quitarme de en medio. Quin?

Stavini guard silencio. Luego, sintindose impotente para resistir, pronunci el nombre que esperaba el psiquiatra:

Polly Parnell.

Un instante despus, el puo de Ardliss se abata sobre la sien de Stavini. El rufin volvi a perder el sentido.

Ardliss le quit la navaja y la guard en el bolsillo. Luego meti a Stavini en el portal, junto al muerto.

Momentos despus y desde una cabina telefnica, llamaba a la polica. A Stavini, pens, le iba a ser muy difcil hallar una explicacin convincente para justificar la pualada que haba recibido su compinche.

CAPTULO IX

Aquella maana, el doctor Ardliss recibi la visita de un honorable miembro de la polica, el sargento W. N. Langle.

Doctor empez diciendo el sargento, sepa que mi visita es a ttulo particular. No est relacionada en modo alguno con su profesin y si vengo es porque conozco la gran amistad que le une a usted con mi jefe, el comisario Marne.

As es, sargento confirm el psiquiatra. Y, por cierto, hace muchos das que no tengo noticias de l.

Nosotros tampoco, seor. Se recibi una carta suya, solicitando una licencia de dos meses por asuntos propios. Como ltimamente haba trabajado con gran intensidad, se le concedi sin inconvenientes.

Algo de eso me dijo la seora Marne, sargento. Es cierto que se senta fatigado, al menos mentalmente?

Langle hizo un gesto ambiguo.

Es probable, aunque no lo dio a entender, doctor contest. Le not usted sntomas preocupantes? En absoluto. Me pareci normal en todo momento, si bien he de confesar que los casos en que estaba interviniendo le tenan notablemente preocupado.

A m tambin, doctor, porque yo era su ayudante principal. Conozco bien al comisario y se me antoja muy extrao que pidiese una licencia en el punto ms crtico de la investigacin.

Ha hablado usted con la seora Marne, sargento?

No, doctor, no he querido preocuparla, pero...

Yo habl con ella. Me dijo que a su esposo le haba sido encomendada una misin muy reservada y que, para cubrir las apariencias, haba solicitado los dos meses de licencia. Por lo visto, no era la primera vez que lo haca.

En este caso, y salvo la natural de costumbre, no haba reserva que justificase tanto secreto contest Langle. Doctor, estoy muy preocupado por la ausencia de mi jefe.

Ardliss se reclin en su silln.

Sargento, intervino usted en el caso Moore? pregunt.

Langle hizo un gesto de asentimiento.

En efecto, doctor respondi. Un caso ms bien extrao y que an ahora me quita el sueo a veces.

Puedo saber por qu? Cree que se cometi una injusticia al ejecutar a un asesino convicto?

No, doctor; est fuera de toda duda que Moore cometi aquellos cuatro asesinatos. Pero, era l mismo en el momento de matar a sus vctimas?

Qu quiere decir usted? pregunt Ardliss.

Bueno, doctor, usted es mucho ms competente que yo para juzgar estas cosas, pero... En fin, yo jurara que se trataba de un caso de desdoblamiento de la personalidad.

Algo as como el doctor Jekyll y mster Hyde, no? Ms o menos, slo que Moore juraba y perjuraba que l era Jack Stuyvenz. Y yo... y yo...

Langle vacilaba visiblemente.

Bueno, doctor se decidi al cabo, he de decirle que, por mi profesin, soy aficionado a los temas psiquitricos. Carezco, por supuesto, de la notoria competencia de usted, pero algo s del asunto. Y ms desde que hace unos pocos das, cay en mis manos este opsculo.

Ardliss tom el librito que le tenda su visitante. Era una comunicacin mdica, dirigida a la Academia de Ciencias y firmada por un tal mster Barlattery, doctor en medicina y especialista en Psiquiatra.

Me gusta leer estas cosas, doctor manifest Langle. Siempre se aprende algo para el mejor trato con los delincuentes y suelo husmear en una librera vecina a mi casa. Hace cuatro o cinco das encontr este opsculo. Como puede ver, data de tres o cuatro aos atrs.

Ardliss asinti.

El ttulo del librito era altamente sugerente:

TEORA DE LA TRANSPOSICIN DE MENTES ENTRE HUMANOS

Ardliss medit unos momentos. Luego mir al visitante.

Puedo quedrmelo, sargento? pregunt.

Con mucho