Las Lanzas Del Crepusculo. Relatos Jibaros. Philippe Descola

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TraduccióndeV¡¡-em¡Cnsrelló-Jonrnr

v Rrcnn¡oIsARLucfA

PHILIPPEDESCOLA

LASLANZASDELCREPUSCULO

Relatos jíbaros.AltaAmazonia

FoNoo o¡ Curn;nnEcoNórr¿lce

MÉxco- ARc¡NrlNR- Bn¡ ur- CoroMslA- Cslle - EspnñeEsrnoos UNloosoe AvÉp¡c¡ - Gunrer\ rRr \- Psnrl - V¡ Nezur u

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Primera edición en francés, 1993Primera edición en español, 200

Título original: Le¡ lance¡ du crcplsatbISBN de la edición original: 2-259-02351-7@ Librairie PIon, 1993

D. R. @ 2005, Foruoo DE Cuurun¡ EcoNóvlc¡ DE ARGENINA, S.A.El Salvador 56G5; l4l4 Buenos [email protected] / www.fce.com.arAv. Picacho

Ajusco 227;14200 México D.F.

ISBN: 950-557-633-l

Fotocopiar libros esrá penado por la ley.

ial por cualquier medio de impresión o digital, ena, en casrellano o en cualquier orro idioma, sin Ia

Iuln¡so EN LA ARGENTIN A - hR¡NTED tN AR1ENT¡NAHecho el depósito que marca laley 11.723

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Para Anne Cbristine

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Anhu nanhi winiau¿i, ucbi, rchirad

Pee awemarataEt¡a uchirua, anbu nanki winiawaiPee dwemarata

Emesaha tarudua,4yawaitram haimp ia, uc h i, u c h iruaNateru hamia waitma h a imp iaAah aah weaharne

Uwi uwi upajkitia.

La.hnza del crepúsculo viene, hijo, hijo mlo

¡Rápido, esquívalaLa,brva penerranre viene, hijo, hijo míoMi hijo Sol, la lanza del creprisculo viene hacia ti¡Rápido, esquívala

La "dalina", así la llaman,

Que no te acqche, hijo, hijo mío

Que no haga de ti la visión de los trances del natemAlejándote poco a poco

Que cada uno de rus pasos se disfrace de palmera chonta.

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1. El tenitorio jíbaro en Arnérica del Str.Mapa de Patrick Mérienne a partir de documento¡ d¿ pbilippe Descola.

2. Las nibusjibaras.Mapa de Patrick Mérienne a partir de documento¡ de philippe Descola.

ECUADOR

NN n.h, ,=:',TT[l,[Tl sr'r . ffi xandosrr¡

7 Agu run El canetos

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PRÓLOGO

Los parriculares denen a bien ir y veni¡ pareceque Ia filosoflano viaja.

Dir*rrorobrrrlT);:L' ;r:;;;:ffi

AuNpeRe eurEN L AS ABoRDEstN rREvENCToN$,las fronteras de la civilizaciónofrecen raramente un rostro amable. Es verdad que en esos lugares ran pococivilizadosse juega a escala planetaria un conflictomuy real. Iniciadohace yamás de un siglo, enfrenta a un puñado de minorías tribales al gran número delos que aspiran a desalojarlos de sus últimosrefugios, legióndispar en la que se

mezclan y se oponen campesinos miserables necesitados de tierras y grandespropietariosde ganado y de plantaciones, buscadores de oro o de piedras pre-ciosas y muldnacionales del peróleo, de la explotaciónforestal del rrópico o dela extracciónminera. Las líneas del frenre donde se llevaadelante esta conquistasin gloriapresentan en todas partes el mismo aspecro desolador; poblaciones enla anarquía de lo provisorio,y a menudo al margende la legalidad nacional,perpetúan comoun signo distintiyosu ererna ausencia de urbanidad. Es enAmazonia, :u.J, vez, donde su bastardla es más manifiesta. DelOrinocoa losAndes yde los Llanos de Colombiahasta las planicies del Oriente boliviano,alpie de altas tierras superpobladas y en la orillade ríos navegables, alrededor depistas de

^terrizajeimprovisadas y a lo largo de rutas recientemenre trazadas,

miles de pueblitos idénticosbrotan sin fin,cada dla un poco más tenraculares ycadadíaya un poco más descalabrados, pero imporentes aún para digerir la granselva. Demasiado caóticos como para sostener mucho tiempola curiosidady de-masiado corrompidos comopara despertar la simpatía, esas aldeas de toldos on-dulados expresan una visión degradada de los mundos cuya confrontaciónorga-ntzan, mezclade nosralgiapor una culturaeuropea desde hace largo tiempoolvi-dada y de prejuiciosperezosos sobre lo desconocido que se encuenrra muy cerca.

Las investigaciones etnográficassuelen empezar en sombríos observatorios,Yo comencé lamía en Puyo, una aldea de colonos englutidaen un presenre singracia d, pie de la verrienteorientalde los Andes delEcuador. Para quien viene

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LAS[,C.NZASDELCREPÚSCULO

de E'uropa, e incluso de las viejas ciudades coloniales que anidan en ros a.rtosvalles de Ia cordille¡a,puyo ofrece ra sorpresa d. u, ,,,r,do sin verdadero pasa-do' E¡ efecto, esta pequeña capitalprovincialno riene rres cuarros de siglo;pero los más antiguos puesros de^u^n^d.^

de occidente en la precordilleraamazónica no han renido prácticamenremeJor suerre, y eso que fueron funda_dos bajo carlos v con estas aldeas de paso, condenadas a recomenzar cotidia-namente el esfuerzo irrisorioo trágico á.,o p.i. .. esrablecimiento, ra historiase ha mostrado muy ingrat .No l.s ha dejadá en herencia ni memoriacolectiva

ada da restimonioaho¡a de su antigüe_ohecidos en archivos ignorados. Cie¡tas

nocidas en el siglo xv por todos los hom_n atención sobre mapas tan bellos como

sta sin precedenre. Jaén, Logroño,Borja,

coquehacíanafl orarranostargiao., ?:;ll-':::i':;'¿' .ff:J:,i.T-.'fl;memoria de los hombres más que gracias l p...r d.cosmógrafos: cercados tras el primerimpulsode la invasi

dos de los conquistadores fueron ..drr.ido, a cenizas unnadie se romó el uabajo de ir a verificarsu permanencia, prosiguieronen losatlas una existencia tanto más indebida.,r rrro que sus dimensiones gráficasestaban hechas a la medidadel vacío inmenso que se les daba la funcióndecubrir'Para animar el gran espacio virgende tierras inexploradas,el copistainscribía en letras enormes el nombre d.1d. , exangües, adornando sus alre-dedores con miniaturas de animares imaginarioso pequeñas selvas muy civili-zadas' sin noticiade que sus habitante, h bi ., sido d;ezmados por la peste y losataques de los indígenas, un grupo de casuchas miserabres acrediraba tener Iamisma escala que Burdeos o Filadelfia.Esrosártines de Ia conquista han orvi-dado la gloriadiscreta de su primeresrablecimienro; su pasado no

existe másque en la imaginaciónde los amanres de viejosmapas y en las fichas de unpuñado detán heridos njerros urbanos es-

nes y los m moria de sus oríge-

Indiferenteal riempo, puyo lo era también a su enrorno inmediato. creíaque iba a se a en el recorridode una ruta transirable queconduce enserva amazó fl::fl..' ,1i:r*,::ff;:::l,LT:*1impaciencia. Necesitaba, anres que nada, recolectar informaciónsobre la loca_

PRÓLoGo 15

lización de los jíbaros achua¡ que pensaba visitar y ponerme aI ran¡o de losmedios que habría de emplear para conracrarme con ellos. Todo lo que sabía alllegar era que su presencia había sido señalada sob¡e el curso inferiordel ¡íoPaxaza, a muchos cientos de kilómetros de allí, enun reducidomonte total-mente virgende caminos o riberas navegables. sin embargo, para mi gran sor-presa, la mayoría de la gente que interroguéen Puyo me dijoignorar totalmen-re a los achuar. El dueño de la pensión familiardonde me alojaba con micom-pañeraAnne chrisrine, los clientes de la fonda donde comíamos, los funcionariosde las administraciones municipalesy provinciales, los agentes de organismosgubernamentales, rodos esos personajes con los que un visirante de paso rrabafácilmenteconversación en una pequeña a.ldea de provinciaparecían no haberjamás oído hablar de la tribumisteriosa que queríamos enconrrar. Golpeadospor la descorazonadora idea de perseguir una quimera, nos llevóvarios díascomprender que nuesrros inte¡locutores ignoraban todo de la selva y de sushabitantes; a unas horas de marcha desde la aldea, comenzaba un mundo en elque nunca habían puesro los pies. La lectura previa de algunas monografíasetnológicas sobre la Amazoniaecuatoriana

-inhallablespara quienes

moran enel país donde las investigacioneshabían sido llevadas a cabo- me habían permi-tido saber más sobre los indígenas que quienes vivían casi en conracro con ellos.

Los habirantes de Puyo compensaban su ignorancia de la realidad vecina con

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T,c.S LANZASDELCREPÚSCULO

sobrehumanos del mago salvaje: todos esos mitos se han perpetuado en las obrasde divulgacióndesde el siglo xvrhasra nuesrros días sin que las desmenúdas recu-rrentes de la experienciahayan podidodisipar un poder de fascinaciónque rienesu fuente más allá de toda realidadve¡ificable.

El abismo irreducribleque consraré entre mi saber libresco y racionalistasobre los indiosde la Amazoniaecuatorial y el universo legendariodel que noshablaban los habitantes de Puyo se rransformó para mí en la primera ilustraciónde una ley implícitade la práctica etnográfica.Arriesgándomea formularlaparódicamente con la concisión del lenguajede los físicos, podría ser enunciadaasí: Ia capacidad de objetiación es inversamente proporcionala la disrancia delobjeto observado. En otros términos: cualro más grande sea la separación geo-gráficayculturalque instaure el etnólogo enrre su medio de origen y su rerre-no de elección, tanto menos sensible será a los prejuiciosalimenrados por lospobladores localmente dominanres en el encuenrro con las sociedades margina-les que él esudia. A pesar de su aspecto civilizado,aquéllos no le serán másfamiliares que ésras.

Es cierto que una educación sólida en un gran país cosmopolita no proregesiempre a los ingenuos de las seducciones fácilesde la quimera. Así, poco tiempoantes de nuestra llegadaa Puyo, en el otoño de 1976, las autoridades ecuatorianashabían promovidouna imporranteexpedicióninrernacional con el finde explo-tar una profundagruta siruada en la precordilleraamazónica, en el corazón delterritoriode los jíbaros shuar. A una colección heteróclita de experros en todos losgéneros Jonde faftaba, sin embargo, un etnólogo-, los responsables habían creí-do convenientesumar la cooperaciónde un comando de fuerzas especiales britá-nicas y un astronauta mundialmenteconocido. No se sabe si los milira¡esestabanencargados de proteger a la expedición contra las incursiones evenruales de losindios de la región -sometidos hacía más de cuarenta años a la pacificaciónmisio-nera- o si debían cumpliruna misiónmás heroica, cuya naruraleza dejaba enrre-ver la presencia del astronauta. El

rumordifundidoen publicaciones de grantirada por un hábilcha¡latán europeo pretendía, en efecro, que esa grura conteníavestigios de una civilizaciónexrrarerresrre. Grabadas sobre una materia descono-cida, figuras exrrañas brillandoen la oscuridad narraban todas las etapas de unafundación prometeica de nuesrra civilización.Y comoIa prácrica de la revoluciónorbital aparenremenre debía predisponer al hombre de la Nas,c, a establecer rela-ciones armoniosas con seres venidosdel cosmos, se apelaba sin duda a su experrasabiduría en caso de encuenrros inopinados. Los resultados de la expedición fue-ron magros a la luz de los medios desplegados: algunos tiesros arqueológicosde

PRÓLOGO t7

una cultura ya identificada, resros de vasijas de las que se habían desprendido losindios vecinos y un mejor conocimientode la vida ínrima de rroglodicascaverní-colas que anidaban de a miles en aquellas concavidades.

Esta anécdota ilustra de manera ejemplar cómo se perpetúan y se enriquecenlas leyendas que occidenre ha tejidoen rorno del mundo amazónico. sobre unviejo fondo heredado de los primeros cronisras de la Conquisra,cada siglo hadepositado su lote de inverosimilitudes,reinterpretando los exrraños posrulados

de Ia naturaleza america¡a según los mitos propiosde la época; desde las Amazo-nas con el seno cortado hasra súcubos voladores, rodas las figurasde nuesrroimaginariohan enca¡nado a su rurno en el bestiario maravillosode la gran selva.Hasra los pensadores más eminentes han suspendido a veces sus faculrades críti-cas ante las aberraciones referidas por viajeroscrédulos, transformando entonceslas apelaciones a su autoridad en verdades científicasque los observadores escru-pulosos vacilan en poner en duda públióamenre.Hegel proporcionael mejorejemplo:en la época en que Alexandre von Humboldtpublicabasus notablesdescripciones naturalistasy antropológicas del continenreamericano, el ilusrefilósofovolvióa da¡ vida en sus cursos a una viejacreencia, popularizada porBuffon,según la cual el indígena del NuevoMundoes un ser física y espiritual-mente disminuidoen raz6ndela inmadurez del medio físico donde se desarrolla.La evoluciónde la etnología ha vuelro ahora imposibles tales torpezas, aun enuelos filósofosmás indiferentes a las humanidades periftricas.sin embargo, las fá-bulas en las cuales la comunidad de esrudiosos ha dejado de creer continúanpropagáadose bajo la pluma de polígrafosdel misterio y del exotismo. Tiavestidasen una nube de esoterismo o salpicadas de esos detalles presuntarnenre vívidosque arrebatan inmediatamente la conviccióndel lector, ofrecen a amplias mayo-rías las apariencias de la verdad. Se las encuenrra esparcidas en las ediciones popu-lares hasta en los puestos de diarios de Puyo, firmementeubicadas enre los ma-nuales escolares y las revisras femeninas.

Los mitossuscitados por la Amazonia parecen así lleva¡una doble vida:recogidos por exploradores negligentes de los hombrecitosblancos quemalvivenen las estribaciones de Ia jungla,acaban por reencont¡ar su caminohasta el lugar de su producción, santificados por la seguridad de lo impreso.Regurgitados de nuevo por fabuladores aurócronos, podrán enronces ser relata-dos en una varianrediferenreal próximoescriba de Ia aventura que pase porallí-Pero, a diferenciade los mitosame¡indios que se han enriquecido en elcurso de los siglos con episodios burlescos o trágicos inrerpoladospor narrado-res inspirados, esta ernología imaginaria ve su conrenidopoético empobrecerse

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tASTANZASDELCREPÚSCULO

a medida que las exigencias de la racionalidadmoderna le imponen el yugo dela semiverosimilitud.

Inmunizadospor las lecruras anreriores contra las habladurías de los tartarines,,de Puyo, buscamos desesperadamenre el esbozo de unaducirnoshasta los achuar. Había aprendido que los etnóprimeros al teatro de sus investigaciones

y que a menudodos en los furgones de las potencias coloniales; pero mi generación no conocía decolonias más que lo que la mala conciencia de algunos de nuestros maestros nospodía haber enseñado. Recordaba que siempre había soldados o misionerospara abrir Ia ruta de una expedición etnográfica; en esra pequeña aldea de unarepública independienre,ni unos ni orros hacían falta.

Pero respec_to de los nes quePodrían nuesuamisión.su belicismoosrensivo se alimentabade la proximidaddel enemigohereditarioperuano, que había anexado en los años cuarenra la parre más gran-de de la Amazoniaecuaroriana; consideraban, pues, como sospechoso a todoextranjero que deseara desplazarse por aquellos rerritoÍiosen litigio.Afortuna-damente, los oficialesde esas tropas de elite estaban fascinados por el mitode la

salvoconductos indispensables para ir a visitarlos.Los misionerosestaban más al ranto de las realidades indígenas: como es acos-

tumbrado en América Latina,el Estado ecuatoriano reposaba enreramente sobreellos para el encuadramiento de las poblacionesaurócronas. La entrevista con losdominicos fue muy amable, pero poco productiva. Establecidos hacía más de tressiglos en la región,habían ciertamenre oído hablar de los achua¡ si bien sus ten-tativas por evangelizarlos habían fracasado. sin embargo, un libritoque habíaconsultado anres de nuesrra partida me hizo alimentar Jg,rn, .rp...nr . A fin.,del siglo xx, un dominicofrancés había en efecto tomado conracro con esosmismos indios enrre los cuales pensábamos establecernos. su empresa pastoral sehabía limitadoa enviar regalos de pacotillaal jefe de una pequeña tropa de guerre-ros acarreados a duras penas a la casa de un converso. El abate pierre había queda-

do vivamente impresionado por el aspecro feroz de esos salva.jes, entregados porcompletoa los placeres de Ia guerra y la empresa de satán; de regreso .i Fr .,.ir,publicóuna obra edificante sobre sus avenruras entre ros jíbaros, mezclando há-bilmente la apología misionera con la más negra pintura de las cosrumb¡es de losindios,sin duda con en el finde suscirar vocaciones de apostolado exóricoentrelos jóvenes lectores de las bibliotecasparroquiales.pero la exhortación no ruvoeco y' cerca de un siglo más rarde, esos famosos jíbarosdel río capahuari nohabían enconrrado jamás entre los dorninicos ar pastor q,r. .ru.r,ro misione¡ollamaba a grandes voces. Resignados a no obtener de los predicado¡es de santoDomingolas luces etnográficas que ese precedente literariome había permitidoesperar, nos tornamos hacia confesiones mucho menos hmiliares.

En contraste marcado con Ia desidia totarmente latina de los dominicos,Iosmlslonefosprotestantes continua¡on a tambor batiente la conquista de las al_mas. De tendencia estrictamente fundamentalista, estos evangelistas estadouni-denses combinaroncuriosamenre una adhesión directa a la literalidaddel Anti-guo Testamento con el dominiode ]as tecnologías más modernas. La mayoríavenía de pequeñas aldeas del bibte bett, armados

de una buena conciencia in-quebrantable y de una teología rudimentaria, persuadidos de ser ros únicosdepositarios de los valores crisrianos en orras partes abolidos. Ignorando porcompleto el ancho mundo a pesar de su rrasplante, y tomando por un credouniversal los artículosde mora.len curso en los Esrados unidos rurales de suinfancia,se esforzaron con gran energía en expandir por todos rados los princi-pios salvadores. Esas convicciones¡ústicas eran servidas por una flo,ill,d.pequeños aviones, una poderosa radio, un hospiralultramoderno yvehículostodo rerreno; en síntesis, el equipamienrocompleto de un batallón d. ..rrrr-dos e nviado tras las líneas enemigas. AItratar d. rrb., si su empresa se exrendíahasta los achuar, nos encontramos con una nube da ,..p,r.rc , cortésmente

evasivas; como en cada uno de nuest¡os pedidos de indicaciones en los círcurosoficialesde Puyo, se nos hizo senrir er rigero carácter inoporrunode nuestragestión' En la ocupación bien reglada de sus dispositivos,los miritares y losmisionerostienen sin duda mejores cosas que hacer que aplacar la curiosidadociosa de etnólogos extranjeros. Sin embargo, llegamos r b., que un pequeñogrupo achuar del capahuari había aceptado dos o tres años atrás un conracropacífico con los pastores evangelistas. Incruso, habían desb¡ozado una pequeñapista de arcrrizqe en operación desde hacía poco. Compreramente trarrquiro. ,lmenos en cuanto a la existenciade esos indiosevanescenres, tropezamos con elrechazo educado de ser transporcados hacia ellos: los p.qrenos aviones

PRÓLoGo

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IASTANZASDELCREPÚSCULO

monomotores de la misiónno aterrizaban allá más que una o clos veces por añoy era imposibieorganizar próximamenteun vuelopara nuescro solo uso.

Mientras todos estos contratiempos rerrasaban la fecha de la gran partida,yo traraba, para consolarme, de ejercirar mi mirada de aprendiz de ernólogosobre los habirantes de Puyo. Después de todo, renía en esta pequeña aldea dela precordille¡aamazónica el pretextode una observación etnográfica un pocodesencantada, pero llena de enseianzas; por un paréntesis, que esperaba breve,mi curiosidad

podría enconrrar allíun terreno de diletanciasin duda más exó-tica que las grandes ciudades francesas donde muchos de mis colegas ejercían susagacidad.

oficialmenre fundada en 1899 por un padre dominico, Puyo no era hasta prin-cipios de los años sesenra más que un gran callejón,cálidamenre replegadoalrededor de las construcciones en madera de la misión,que se conecraba hacíauna decena de años, a través de una mala ruta de tierra, con Ambaroen losAndes. Los colonosvinieronluego, atraídosen número creciente por el milagrode una Amazoniapródiga, pero no alteraronel aspecto rústico y desordenado deesta aldea comerciante, que depende aún para su aprovisionamiento, como parala persistencia de su confort moral, del cordón umbilicalque la une a las gran-des ciudades de la sierra central. simple rerminal de una sociedad urbana ymercantilde la cual conserva restos dispares, Puyo se aplica a imita¡ las manerasandinas para exorcizarmejor el salvajismode la jungla tan próxima.La mayoríade las casas abrigan en su planta baja un bazar pintarrajeado en tonos pastelcuyas vitrinasofrecen, a la mi¡ada de los paseantes, Ios atributossimbólicos dela pequeña burguesía ecuaroriana:pisapapas eléctricos, radiocasetes, chucheríasde porcelana, bebidas alcohólicas importadas... Largas aceras de cemento rema-tadas por galerías de madera permiten deambularanre estos tesoros sin expo-nerse a los torrenciales chaparrones de la ra¡de. La calle también está dedicada

al negocio: limpiabotas:unararea de Sísifo en esre mundo de barro y polvo-,mercaderes de frutas tropicales,vendedores de cigarrillosy de golosinas esperanplácidamenre un muy pequeño beneficio. Reconocibles por su gran trenza y susombrero gris, los indios de la regiónde Otavalo llevande puerra en puerrabultos de vestimenras singularmente inadaptadas al clima:pesados ponchos delana azul y camisetas de colores chillones. A la vuelta de cada conversación, laoreja indiscreta capra un leitmoriv:sucre, sucre, suere , la unidadmonerarianacionalque, repetida por miles de bocas con una satisfacción golosa, es lacantinela de esta ciudad de comerciantes.

PRÓLoGo

El hedor de Puyo es característico de todas las aldeas amazónicas: una sutilcombinaciónde carne asada al aire libre, fruras rancias y tierra mojada,sazona-da a la ocasión por los gases pestilentes de un enorme camión o de un ómnibusbamboleante. Sobre el fondo de esta emanación compuesra, las casas añaden elolortípico de su intimidad,una mezcla en la que predominan el querosén y Iamadera mohosa, siempre inseparables en su composiciónolfarivapuesto que elpetróleo, expandidocon liberalidadsob¡e los tabiques y los zócalos, riene por

tarea protegerlos de una polvareda insidiosa. Esra acre hediondez acoge al com-prador a la entrada de los bazares, como para introducirlomejor en una leoneramuy diferente de la opulenra ostentación de las vitrinas.Relegados en una me-dia penumbra, y e\ perfecto conrraste con los televisoresy las máquinas deescribir exhibidas en lugares de hono¡ humildes mercancías se amonronan so-bre estanterías cojas o se ensarran en guirnaldas que cuelgan del techo: marmi-tas de aluminio,machetes, hachas de hierro, azuelas, anzuelos, hilos de pescar...En la parte de adelanre, la bisutería rutilanrede objetos de prestigio; en la tras-tienda, los modestos urensilios desrinados a los indios; mejorque un largo dis-curso, esta disposiciónde las mercancías señala que Puyo es una ciudad condoble rostro, que saca una parte de su riqueza de los habitantes de la gran selvacuya presencia tan próxima finge ignorar.

Almirar de más cerca a los que pasan, se percibe enseguida que se desplazande maneras muydiferenres. Los comercianresblancos y mestizos, los funciona-rios de las oficinasgubernamentales y los empleados de los bancos y cooperari-vas, ciudadanos de Puyo hace una generación a lo sumo, se consagran a susasuntos con la expresiónde personas importantes.Los más augusros o los másricos circulanpomposamente en coche para recorrer las cincocuadras donde seconcentran sus actividades. En este país, donde Ia gente acomodada no puedeaspirar más que a poseer una pequeña camioneta, debido a los pesados impues-ros a la importación,el automóviles el emblema por excelencia del estarus

social. Las grandes Toyota todo rerreno de las administraciones confieren, pues,un presrigio envidiablea quienes las utilizan;fuera de los horarios laborales,sirven sobre rodo para llevar de paseo a las familiasde los jefes de negocios a lolargo de las tres calles principales de la ciudad, en una ronda ma.iestuosa y rriun-fal que no deja de evocar la altivezrranquilaque acusaban antaño los elegantesen sus coches de tiro porla Avenue du Bois.

En medio de esta danza auromóvil, transparenres a la mirada de los blancos yenfundados en sus vesrimenras nuevas, Ios indiosdeambulan en pequeños gru-pos. Las botas de caucho que se han calzado para honrar las aceras de la ciudad les

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T,q'S IANZASDELCREPÚSCULOPRÓLOGO 23

La mayoría de las familiasquechuas están unidas a uno u otro de los comer-

nacional. Esta úlrimaventaja es porranre, porqueuna buena parte de sus visitas a de obtener de lasautoridades un rírulode propie comienzode losaños sesenra, a insrancias del gobierno, una flora de pequeños campesinos seesparce sobre el oriente -así se acostumbra a denominar l"Amazoniaecuaro-riaH [ .üilx:,1,il::qffiL:i.::Tr:ía, los viejos autobuses que hacen el serviciode la

sierra conducen a Puyo pobres diabros, coaccionados a lanzarse a lo desconoci-do para salir del desasrre de su existencia anterior. AJgunos son contratados porel Estado, que los asigna a proyecros de colonizacióndirigidos;orro, rog.".,furrivamentepequeños dominios en ras rierras indígenas. Escos coronos salvajesrraran enseguida de hacer validarsu ocupación por el InstitutoEcuatoriano dela Reforma Agrartay la Colonización;allí la obtienen sin gran dificultad,pueslas inmensas selvas del oriente son igualmente "eriales", constiturivas del patri-monio del Estado, cuya posesión puede ser concedida a quien la demanda.

con pocas excepciones, los indios de esta parte de ra Amazoniaecuarorianano rienen ningún títulosob¡e los ter¡iroriosque ocupan desde hace va¡ios si-glos, su soberanía de facto permanece sin varor frente al apararo jurídicode lanación que los domina. Esra irrisoriareforma agraria,que despoja a los indios,que ya carecen de todo, en el dudoso beneficiode los excluidos de la sierra,expone a los canelos de los alrededores inmediatos de puyo a una consranrearne..aza de expoliación.Los colonos, aterrorizados por un entorno poco fami_liar, jamás se avenruran muy lejos en ra selva; más alrá de un día d. -"..h"desde el centro urbano, el flujocolonizadorse

esranca, como si el impulso quehabÍa adquirido aI bajar de las montañas de repente se hubiera perdido. pero enla proximidadde la ciudad, los conflictosrelativosa las haciendas son perma-nentes y los indiosno pueden proregerse más que efectuando ante las "uto.idr-es las mismas gestiones que sus invasores. semana tras semana, deben afronta¡la humillaciónde tener que mendigar ante burócraras arroganres el derecho dequedarse en sus territoriosancestrales o hacer antecámara en las oficinas deabogados especializados. La instrucción de demandas por la vía normal puedeprolongarse durante años; en caso de juicio,una ,ida enrera no es suficienrepara hacer valer sus derechos: farta siempre un documento, una firma,unagarantía cualquiera para rerminar la pesadilla.

Aquíes donde una relación de padrinazgo puede ¡evela¡se útir. si consigueun compadre mestizo o blanco con cuña -un come¡ciante de preferencia-, elindio extiende su red social hasra los márgenes del poder administ.ativo.sospe-cha que la influenciade su protector es a menudo ilusoriay que la paga dema-siado caro al aceptar tácitamenre hacerse embaucar en cada una de sus transac-ciones comerciales.Los mercaderes piensan, en efecro, que la docilidadaparen-te de los canelos frenre a esre intercambiodesigual se de be a un desconocimientode los principiosde funcionamientode una sociedad civilizada.La sarisfaccióningenua que demuestran sus victorias mercanriles sobre los indiosreputadosignoranres recibe una justificaciónimplícita:el pequeño comercio tiene una

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tAS TANZASDELCREPÚSCULO

funciónciviiizadora,y como el aprendizaje de las leyes dei me¡cado es una obrade largo aliento,es legítimoque los mercaderes se cobren su apostolado deaquellos que educan. Los indiosson más lúcidos en su pragmarismo, pues hancomprendidopronto que para sacar ventajas en esra cultura del provecho, hayque dar a veces un poco para no perder mucho;fingirignorar las pequeñasesrafas del acuerdo es esrablecer una base de negociaciones con los blancos yprevenirse, tal vez, contra el robo de rierras.

Muchomás allá de los canelos, a varios días de marcha de puyo,deberíacomenzar el territoriode los achuar, si uno creyera al menos en las raras obras

de emología que hacen menciónde ellos. Su lengua no es el quechua, sino undialectojíbaro muy próximo,al parecer, del que hablan losshuar de laprecordillera sudecuato¡iana.Los etnólogos nos enseñan que los jíbaros se divi-den en cuatro tribus, Ios shua¡ los aguaruna, los achuar y los huambisa, de lascuales sólo las dos primeras han recibidola atención de los esrudiosos, y que, sibien todas poseen una misma filiaciónlingüísticay elementos culrurales comu-nes, se disdnguen claramente unas de otras por ciertos rasgos de su organiza-ción social, de su cultura marerialy de su sistema de creencias. A caballo sobrelos confinesamazónicos de Ecuador y Perú, su país es grande como Portugal,pero menos poblado que un barrio parisino;cada tribuocupa allíun rerrirorioclaramente delimitadoque defiende del acceso de los orros.Muyaislados, yprobablemente muchomenos numerosos que los shuar y los aguaruna, los achuarviviríansobre el ríoPastazay sus afluentes, en una jungla apaisada sembrada depanranos. Como su región es de dificilacceso y su reputación belicosa es apa-rentemente merecida, estos jíbaros estarían exrremadamente aislados del mun-do exteriorhasta el presente, al contrariode sus congéneres shuar someridos a Iainfluenciaacuhuralizadora de las misiones desde hace muchas décadas. Estepoco era todo lo que se sabía de los achuar en la época y lo que nos habíaimpulsado, a mi compañera y a mí mismo, a querer llevaradelante una investi-

gación etnográficade larga duración.

Diffcilmentese me creerá si digoque no fue la fascinaciónpor sus cabezasreducidas lo que me condujo a los jíbaros. Con los pigmeos, losesquimales ylos hotentotes, Ios jíbaros forman parte de esas 'tociedades primitivas inscriptasdentro del repertorio del imaginariooccidental, porquese han transformadoenarquetipos de la extravagancia exórica,cómodamente identificablespor unacostumbre o un carácter físicofuera de lo común. Evidentemente, Ia notorie-dad de los jíbaros no data de hoy. Desde el primer rerciodel sigloxx, la fascina-

PRÓLOGO

ciónpor esta tribu ha cautivado a Europa, pero ha permanecido circunscripta,ranro entonces como ahora, a sus únicos trofeos.La sociedad viva intrigabamenos que el procedimiento empleado por ella para producir esa incongruen-cia anatómica que los cónsules bien intencionadosno dejaban de enviar a losmuseos. Faltos de observación directa de los métodos de reducción, los estudio-sos se veían por su parte reducidosa especular sobre las récnicas udlizadas,objetos de innumerables debates en la Sociedad de Antropologíade parís, en

los cuales se ilustró notoriamente el gran Broca.Algunosmédicos Iegistas ensa-yaron recrear empíricamenteel procedimiento y terminaron produciendo ca-bezas reducidas presentables. Pero en lo que se refiere a los jíbaros, se ignorabacasi todo ¡ si no hubieran pracricado la reducciónde cabezas, probablementehubieranpermanecido en la misma oscuridadque cientos de orras tribusamazónicas, con una cultura igualmenreoriginal,pero desprovisras de esa sin-gular competencia taxidé¡mica.A fines del siglo xrxeran, en efecto, uno de losraros pueblos de la región que habían resisrido vicroriosamenre a más de tressiglos de dominacióncolonial,y el mundo no conocía de ellos más que sustrofeos macabros, trocados en Ia linde su terriroriopor hachas de hierro y pun-tas de lanza con algunos mestizos aventureros. En resumidas cuentas,

la pro-ducción autócronase volviómuy parsimoniosa para sadsfacer el gusto crecientede coleccionadores advertidos.En Ecuador y en colombia,taxidermistas pocoescrupulosos se abocaron a fabricar cabezas ¡educidas en gran cantidad concadáveres de indiosobtenidos fraudulenta-menre en las morgues. ofrecidas alos turistasde paso por elCanal de Panamá, junrocon sombreros de paja yfalsas alhajas precolombinas, esos siniestros despojos exhibieronsu faz enigmá-tica en las vitrinasde los viajerosculros de preguerra, al costado de una ranagrao de una máscara africana, falsos tesrimoniosapergaminados que ilustran muybien hasta el presente los malos pretexros de Ia curiosidadetnográfica.

La gran mayoría de las cabezas reducidas aurénricas provenía de la tribushuar, la más numerosa de Ios cuarro grupos de dialectos jíbaros y la más próxi-ma también a los Andes meridionalesde Ecuador. El aislamiento en el cualhabían logrado acanronarse durante tanto tiempo comenzó a quebrarse en losaños treinta bajo el impactode misionerossalesianos que se desvelaban hacíauna veinrena de años por aproximárseles. Los shuar eran aún de muy difícilacceso en la época, puesro que hacía falta casi una semana de mula sobre unespantoso rastro de montaña para dirigirsede la ciudad andina de Riobambahasta Macas, la úlrimaaldea mesriza en los confines de su rerritorio.pero elcamino era pavoroso, ya algunas familiasshua¡ se habían reagrupado alrededor

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t.A,S TANZASDELCREPÚSCULO

de puestos misioneros, ya un puñado de colonos empezaba a descender a lastierras bajas, llevados por los salesianos que contaban con su presencia paraofrecer a Ios jíbaros un modelo ejemplar de vidacivilizada.La ruta quedaba, así,allanada para los etnógrafos y los aventureros que, con algunas pocas excepcio-nes, se contentaron durante mucho tiempo con saquear las franjas del enclaveextremadamente pequeño que los salesianos habían establecido en el inmenso

dominioselváticoocupado por los shuar.De esas excursiones en tierras misione¡as nació una multitudde obras, más

notables por el exceso de sus hipérboles que por Ia calidad o la originalidaddelas descripciones. obligadopor escrúpulos de conciencia profesional a consul-tar esta indigesta literaturade viaje, encontré en todos lados las mismas anécdo-tas trilladas, las mismas informaciones e¡róneas o aproximativas,la mismaverborragiainsípida revistiendoalgunos datos etnográficosrudimenrarios sonsa-cados a los salesianos. En medio de ese fárrago, la obrade Rafael Karsren desta-ca singularmente por la finura, la precisión yla calidad de las obse¡vaciones. EnIos años veinte, el gran americanista finlandéshabía efectuado largas estadíasentre los shua¡, los aguarana y los canelos; había elaborado una monografíadescriptiva que habría de constituirdurante mucho tiempola única referenciaetnográfica fiable sobre los grupos jíbaros, una obra casi inhallable,ya que ha-bía sido publicadapor una oscura sociedad científicade Helsinki.Una foto lomuestta ceñido en una suerte de raje de cazabávaro, caJzado con polainas yllevandocorbata, destacándose con solemnidad profesoralsobre un segundoplano de bananos y palmeras. Con ese atavío incómodo, sin embargo, el sabioescandinavo derrotaba a la selva con seriedad y determinación,y su libroapenasdeja adivinar por partes las dificultades y los peligros que debió encontrar en superiplo, un felizconrrasre con la mezcla de patetismo y autoglorificaciónqueexha.la ordinariamentela prosa de los exploradores delpaís jíbaro.

A fines de los años cincuenra, un etnólogo estadounidense tomó el relevo.MichaelHarner residió varios meses entre los shuar, de los cuales esrudiabaparticularmentela organizaciónsocial y el sistema chamánico, pero como sinduda no hablabael jíbaro y no practicó una verdadera observación participan-re, el libroque publicó renía más el aspecto de un carálogo de informacionesque el de un auténtico análisis antropológico. Si su trabajo completaba eldeKarsten sobre ciertos punros, dejaba en la sombra los principiosmismos delfuncionamientode la sociedad shuar. Es verdad que esos principiosparecíanparricularmentedifícilesde ser llevados a la luz. La lectura de Karsten y deHarner daba a los jíbaros la imagen perturbadora de una encarnación amazónica

PRÓLOGO

del hombre en estado de naturaleza, una especie de escándalo lógicoconfinadoa la utopía anarquista. Ninguna de las grillas deinterpreraciónempleadas porlos etnólogos parecía adecuada para dar cuenta de ello. Alvivirmuy dispersosen grandes familiascasi autárquicas, los shuar estaban evidentemen¡e despro-visros de codas las institucionescencrípetas que aseguran, por lo general, la co-hesión de las colectividades tribales. AJ ignorar los mandatos de la vida en co-mún ligados al hábitat ciradino,esta multitudde casas independientes prescin-día mrrybien de jefes políticose, incluso, de las unidades intermedias -clanes,linajes o clases de edad- que perperúan un mínimode equilibrioinre¡no enotras sociedades sin Escado. A ese soberano desprecio por las reglas elementalesde funcionamientode una totalidadsocial se agregaba el ejerciciopermanenre yentusiasra de la guerra de venganza generalizada. No contentos con librarunaguerra intensa entre tribus a semejanza de otras etnias amazónicas, los jíbaros seembarcaban constantemente en conflictosmortales entre vecinos próximosyparientes. salvo la lenguay la cultura,el único lazo que reunía a esa colecciónde casas diseminadas en la junglaparecíareducirse a la famosa guerra de todos

contratodos , en

lacual

ciertos filósofosdel contrato social, con Hobbes a lacabeza, habían creídover la principalcaracterísrica de la humanidad en el esra-do de naruraleza. Ahora bien, la permanencia endémica de Ia guerra intrarribalno permitíaverla como una patologíao una disfunciónaccidental de la socie-dad; no podía rampoco represenrar la supervivencia de un hipotéticoestadonatural del tipo imaginadopor los filósofosclásicos, puesro que todo pareceindicarlo contrario: que la guerra es una invenciónrelativamente tardía en Iahistoriade la humanidad.

si bien aportaba datos inreresantes sobre las motivacionesy la organizaciónde los conflicrosenrre los shuar, MichaelHerne¡ estaba lejos de haber penerra-do el enigma de esta guerra intesrina erigida en única instituciónde un puebloen apariencia desprovisto de toda orra regla social. A principiosde los añossesenta' los jíbaros presentaban así la curiosa paradoja de permanecer, respecrode lo esencial, en los márgenes del conocimientoetnográfico mientras desper-taban con su nombre un eco familiara toda Europa, expuesros como estabanhacía casi un siglo a la reputación siniestra que conrinuaban propagando losexcursionistas de la aventura exótica. Era este desfase singular enrre la ignoran-cia y la notoriedad el que había aguijoneado nuesrra cu¡iosidad, y no ,rna fasci-nación cualquiera respecto de los trofeos humanos. Es más, Ios raros trabajosantropológicos serios sobre los jíbaros conce¡nían exclusivamentea los shuar ydejaban en la oscuridad a las otras tribusmás difícilmenteaccesibles. De los

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IAS TÁNZASDEL CREPÚSCULO

achuar no se sabía nada en Ia época, a no ser que vivíanal esre de los shua¡ queeran sus enemigos heredi¡ariosy que no entraban en conracto con los blancos.La ruta estaba abierta para tratar de resolve¡ el enigma sociológicoque nuesrrospredecesores no habían podido esclarecer.

Las informacionesespigadas en las bibliotecasespecializadas del viejocon-tinenteconfe¡ían a los achuar la distinciónde lo desconocido, un privilegiot¡ansformado en rareza en el mundo amazó¡ico. Veníamos de aprender en Puyo

que sus líneas de defensa después habían sido un poco traspasadas por los evan-gelistas estadounidenses y también,mucho más al sur, por un padre salesiano,sin que el grueso de la tribucediera aún a las sirenas misione¡as. Para efectua¡nuestros primerospasos en este terra incognit4lo más cómodo parecía ir a

visitarde entrada a los achuar que vivlansobre el Capahuari, unafluenre de laribera nortedel río Pastaza; estos indios habían comenzado a recibir reciente-mente la visita episódica de shuar conversos enviados como esclarecedores porlos protestantes y se podía esperar que manifestaran la misma tolerancia respec-to de nosotros. Dado que no podíamos dirigirnoshacia elloscon el confort deun avión de ia misión, tuvimosque realizar un vasto periplo:ganar a pie lamisión dominicade Canelos sobre el Bobonaza, luego bajar en piragua hastauna aldea quechua de Montalvoe interna¡nos en la selva hacia el sur para alcan-zar el Capahuari.

El trayectohasta Montalvono parecía presentar grandes dificultades;habíasido allanado con anterio¡idadpor una coho¡te de misioneros, de aventureros yde soldados. El Bobonaza es, en efecto, la única rutade agua navegable enpiragua de esta porciónde la Amazoniaecuatoriana ¡ desde la segunda mitaddel siglo xvn, sirvióde enlace entre la misión de Canelos y el cursoinferiordelPastaza, donde se habían establecido los jesuicas de Maynas. M:ísallá de Iamisiónjesuítica, el Pastaza se unía al Marañón y, por tanto, a la red fluvialdelAmazonas; si uno se embarca en una piragua en Canelos, en un poco más de un

año puede esperar llegar hasta el lito¡alatláncico.Algunosde nuest¡os predecesores sobre esca interminable avenida acuáticahabían obtenido a partir de su viaje gran notoriedad en París; el abate Pierre,por supuesto, pero rambién el explorador BertrandFlorno¡que había recorri-do el Bobonaza en los años treinra y sobre todo, muchoanres que ellos, laextrao¡dinariaIsabelleGodindes Odonnais. Esta trágica heroínade un granamor conyugalera la esposa de un miembrosubalterno de la misión geodésicaenviada a Quitopor Luis XVpara medir aIIí un arcode meridianoen la latituddel ecuador. En el mes de octubre de 17 69 , ella decidió uni¡se a su marido que

la esperaba en Cayena, pero no tomó la ruta entonces normalde circunnavega-ción por el Pacífico y el Adántico,sino que corró derecho a t¡avés del continen-te. Embarcada en una piragua en Canelos con sus dos hermanos, su pequeñosobrino, un médico, un esclavo negro, rres doncellas y numerosos baúles, laintrépida doña Isabelle habría prontode viviruna rerrible avenruraen el cora-zón del actual territoriode los achuar.

Sus infortunioscomienzan cuando las piraguas indígenas abandonan la pe-

queia flota al abrigo de la noche, luego de dos días de descender el Bobonaza.Como nadie es cap^z de maniobraresta embarcación que soporta una carga ranpesada, deciden desembarcar a toda la compañía y despachar al médico y alesclayo negro para que vayan a solicirarayuda a la misión de Andoas, a variosdías de navegación río abajo. Tianscurridasmás de rres semanas sin noticiasdelos dos emisarios, Isabelle y su familiaconsrruyen enronces una balsa improvi-sada para tratar de ganar Andoas. Con las primeras remadas, la balsa se dislocapor completoy, aunque rodo el mundo se salva a duras de penas de los remoli-nos, los víveres y el equipaje desaparecen en la carásrrofe. No queda más que;.iyatzarpenosamente a lo largo del Bobonaza, sobre Ias orillasabruptas y cu-biertas de unavegetación inextricable,rurnándose parallevaraI niño. Para eco-nomizarsus fuerzas ya bastante debiliradas,los náufragos prueban corrar losmeandros tomando los recodos en línea recta. Esta iniciativales es funesta por-que pierden rápidamente el hiloconductor del río y se exrravían en la jungladonde van a morirunos después de otros de agotamiento y de inanición.

Isabelle Godin de Odonnais es Ia única que sobrevive.ya sin ropa y sincalzado, debe despojar el cadáver de uno de sus hermanos paravestirse. Llegaincluso a divisarel Bobonaza, cuyo curso sigue duranre nueve días antes deencontrarse con indiosconversos de la misiónde Andoas que la conducen al fina buen puerto. sus sufrimienroshan terminado, pero no su periplo;aún le haráfalta más de un aáo para reunirse con su esposo en el oüo exrremo del Amazo-

nas. Propalada de boca en boca a lo largo del río, la hisroria de esta heroínainvoluntaria se había convertido enrre ranro en leyenda, enriqueciéndose deepisodios fabulosos y de anécdotas escabrosas que conrrasran fuerremenre consu austera modesria. El recuerdo de esta epopeya se ha desvanecido ahora de lamemoria de los ribe reños con ranta seguridad como el campamenro establecidohace dos siglos por los náufragos del Bobonaza. Sólo perdura en las ensoñacio-nes de un etnólogo la evocación fugaz de una mujer en harapos abriéndosecaminoen la selva desesperadamenre vacía, en la que él mismo se apronta alngresar.

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30 LAS TANZASDEL CREPÚSCULO

Un poco más de veinticincoaños anres de esros aconrecimientos, Cha¡les deLa Condamine,el miembromás ilusrre de Ia misión geodésica, también habíaexplorado los territoriosamazónicos de la Audienciade Quito.lJnavez acaba-das las medidas de rriangulacióny los relevamienros asrronómicos que lo ha-bían tenido ocupado en los Andes, el célebre geógrafo se propuso regresar aFrancia por el Amazo nas y trazar, de paso, una carta exacta del río. Iniciado en

el mes de mayo de 1743, stt viaje se desarrollómás fácilmente que el de lainfortunadaIsabelle. Había optado por la ruta, harto frecuentada en Ia época,que conducía de Loja,en la Sierra, a Jaén, sobre el Marañón,bordeando através de un largo rodeo la tena incognita habitada por los jíbaros. Por orraparte, apenas si hace mención de ellos en su relación de viaje, señalando sim-plemente el terror que le inspirana los ribereños del Marañón expuesros re-gularmente a sus incursiones morríferas. La condamine no se inquieta en ab-soluto,preocupado por establecer con exactitud el curso del río, su profundi-dad y la fuerza de su corrienre. Es verdad que los siete años pasados en losAndes para cerciorarse minuciosamentede la formay de la dimensióndel pla-neta lo habían predispuesro a las aventuras más extravagantes. con sus estudio-sos compañeros Louis Godin, Pierre Bouger yJoseph deJussieu, se había copa-do con todos los obstáculos, había experimentadotodos los inconvenientes,había sufrido todas las vejaciones a las cuales podía exponerse una expedicióncientíficaen los confines del mundo civilizado.

Apasionadospor la matem ática,la botánica o la asrronomía, esros tres jóve-nes académicos no estaban en absoluto mejorpreparados para afrontar las difi-cultades prácticas de su empresa de Io que lo estaba yo. Lejos de las satisfaccio-nes austeras del trabajo de gabinete, para cumplirsu misión habían debidoconvertirse a su turno en agrimensores y en alpinistas, en contramaestres y e ndiplomáticos. Habían tenido que mosrra¡se zalameros con las autoridades colo-niales que los sospechaban de espionaje

y consumirse en enredos administrati-vos cadavez que regresaban en busca de reposo a Quiro después de una campañade mediciones.cubiertos de juiciosy amenazados de expulsión,parrían enron-ces a acampar en las monrañas, expuestos al fríoy al hambre, rodeados de in-dios hosdles y silenciosos, para llevar a término ese proyecroinsólitoque debíacambiar el conocimientode la tierra. semejantes en esro a los etnólogos moder-nos, la aventurano era para ellos un finen sí, sino el aguijón que punzaba susinvestigaciones y a veces obstaculizaba su buen desarrollo;la admirían comocomponente inevitable de su trabajo de campo, oscuramenre deseada, aL vez,antes de emprenderlo, sin perjuiciode experimentar cierroencanto cuando

cada tanto un incidenteinesperado pero placentero rompía su labo¡iosa ¡utina.En esa comarcale)ana donde antaño me habían precedido, aquellos sabios ju-veniles del reino de LuisXVse hallaban presenres en mi espíritu, sin dudaporque tenía necesidad de encontrar en su conducta el modesto consuelo deuna gloria precedente.

El oficiode etnólogo presenra en efecto una curiosa paradoja. EIpúblicolopercibe como un pasatiempo del explorador erudiro,mientras que sus prácticasse imaginanenmarcadas más bien en Ia prudente comunidad de aquellos queBachelard llamaba los trabajadores de campo. Nuesrro universo familiarsonmenos las estepas, las junglas o los desiertos que las aulas donde se dictan cursosy el combate nocrurnocon la página en blanco, ordalía infinitamencerepetida yen otro modomás temibleque cualquier encuenrro cet^ a catacon un anfitriónpoco ameno del bestiario amazónico. En una formaciónconsagrada en lo esen-cial a la práctica lúdica de las humanidades, nada prepara al etnógrafoneófitopara esos episodios de camping incómodo en que algunos quieren ver la ma¡cadistinrivade su vocación. si ral vocación existe, nace más bien

de un sentimien-ro insidioso de inadecuaciónaI mundo, muy poderoso como para ser alegre-menre superado, pero muy débilcomo para que conduzca a grandes rebeliones.culdvada desde la infanciacomo un refugio, esta curiosidad distante no esprivativade la etnología; otros observadores del hombre hacen de ella un usomás esp a-lentos que nos hacen falta: a disgusro enIas gran nos hace bien pasar por esra obldienciaservil a I los poetas y losnovelisras. La observaciónde las culturas exóticas se convierte entonceste al etnólogo enrrar en el mundo de la uropla inspiración. Canalizando en las redes de la

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ciónal purgatorio de los concursos de oposición.Estaba por lo demás bastantesolo en esta evasión. Dedicados alcultointransigentede la epistemología, miscondiscípulos considerabanlas ciencias socialescomo una forma de distracciónmuy poco rigurosa, deplorablementedesprovistade esa ciendficidad que atis-baban en la fÍsica a¡istotélicao en los textos matemáticos de Leibniz.Miinteréspor Ia etnología me daba así una reputaciónde futilidadsimpática,sancionadapor el apodo anodino de el emplumado .

Sin embargo,Quien me había guiado por este camino era un anciano denuestra escuela. Encargado durante algunos meses de la enseñanza de antropo-logía económica,Maurice Godelier habíaintroducidoen nuestros muros elcebo de una legitimaciónde las ciencias sociales. Con la aureola de prestigio desu primerlibro,este joven caimán mostraba que era posible emprender unanálisis riguroso de la articulaciónentre economla ysociedad, inclusoen aque-llospueblos arcaicos cuyas institucionesestán desprovistas de la transparenciafuncionala la que la disección sociológica del mundo moderno nos ha acos-tumb¡ado. Insatisfecho por la exégesis filosóficay la sumisiónexclusivaaltrabajo de la teoría pura, decidí finalmente abandonara mis camaradas en sufervormetafísico. En lugar de disertar sobre las condiciones de producción dela verdad, iba a internarmeen la tinieblasdel empirismoy esforzarme por darrazón de los hechos sociales.

A instancias de MauriceGodelier, emprendí entonces un peregrinaje al Collégede France para consultar a Claude Lévi-straussen su sa¡rtuario. La altivez discretadel bachillerno me era de ningunaayuda en una circunstancia tan formidable:ante la idea de abordar a uno de los grandes espíritus del siglo,estaba inmerso enun terror sin precedente. Tias haberme instalado en lo más profundo de un gransillónde cuero cuyo asiento superaba apenas el ras del suelo, el fundadorde laantropología estructu¡al meescuchó con una cortesÍa impávidadesde lo alto deuna sillade madera. La comodidad del sillónen el que estaba hundidono ayuda-

ba a disiparmi nerviosismo;me encontraba como sobre una parrillapuesta alrojoante el silencio atento demi examinador. Cada vez más persuadido de lainsignificanciade mis p¡oyectosa medida que los exponía, consciente de inte-rrumpircon mipalabrería tareas de la m:ís alta importancia,concluícon algunosbalbuceos aquella lección de nuevo tipo. Para mi gran sorpresa, el examen fuecoronado con éxito: prodigándomeánimos conamabilidad, ClaudeLévi-Suaussaceptó orientar mis investigaciones y dirigirmi tesis.

Poco preocupado de reproduciren etnología el género de abstracciones queme había alejado de la filosofía,estaba resuelto a imponerme de golpe el ejerci-

PRÓLOGO

cio de una investigación monográfica.Ese ¡itode pasaje que sanciona la entradaen nuestra cofradiapuede adopta¡formas muy diversas ahora que la antropolo-gía social ha anexado campos cadavezmenos distanres. Cierra idea romándcade esta experiencia iniciática,alimentada por los grandes clásicos franceses yanglosajones de la etnografia exótica, me impedían dirigirla mirada sobre unabar¡iada obrera, una empresa multinacionalo una aldea de la Beauce. Aspirabaa sumergirmeen una sociedad donde nada fuera evidenre y cuyos modo de

vida, lengua y formas de pensamiento no se me tornaran progresivamenteinteligiblesmás que después de un largo aprendizajey una pacienre ascesis ana-lítica;un universo social milagrosamenre cerrado, en suma, corrado a la medidade un aprendizaje individualy cuyos elemenros dispares pudieran ser poco apoco reunidos en una elegante consrrucción por quien supiera tomarse el traba-jo de desenredar la madeja. Tal proyecto exigía por orra parre hacer obra depionero: debía rechazar la ayuda de una erudición previa y animarme a carar elgenio de un pueblo librey solitarioque la colonizaciónno hubieraaún altera-do. De rodos los grandes continenres ernográficos, la Amaeoniame parecía lamás propicia para acoger ese desafio intelectualcuya grandilocuencia yo asumíaperfectamenre. Por cierto, la hisroriano es una desconocida en esra región delmundo y, desde hace mucho tiempo, pasea su cortejo de conmociones, modifi-cando a su modo unpaisaje étnico cuya aparenre perennidad da cuenta menosde un deseo que tendrían los indiosde perpetuarse idénticosa sí mismos desdela noche de los dempos que del defecto de perspectiva tempora,lal cual la po-breza de las fuentes ant.iguas condena a los estudiosos. Aquí,como en orraspartes, los aislados no son tales más que porque son aprehendidos con lasanteojeras de lo instantáneo y en la ignorancia o el olvidode rodo lo que alrede-dor de ellos condicionasu supervivencia.

La Amazonia,sin embargo, no es Áfricaoccidental o Asia meridional; suspueblos no han sido segmentados y reorganizados por el orden de las casras y de

los Estados conquistadores, no han sido fragmentados y vueltos a organizar porel tráficode esclavos, no han deambulado como nómades a lo largo de inmen-sas rutas de comercio ni han conocido las estrictas jerarquías políticas fundadassobre el tabicamientode las funciones y de la capacitación, y sobre rodo, no hansido atravesados por la expansión imperialde las grandes religiones.La ausenciade esos flujosunificadoresy la fo¡midabledesagregación causada desde hacecinco siglos por las epidemias hacen de la Amazoniacontemporánea una super-posición de sociedades en miniarura que arrae a los etnólogos prendados de lasingularidad.En una carrera en la que a uno se lo identificaante todo por el

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34 LASIANZASDELCREPÚSCULO PRÓLOGO

pueblo que esrudia y donde las afinidades inreleccuales nacen a menudo de lacomplicidadque suscitan experiencias ernográficas comparables, es muy raroque la elección inicialde un conrinente de investigaciónsea frutodel azar. cadaregión del mundo y cada especie de sociedad despiertan sus vocaciones propiasen función de los cara.eres, tipologíasutil que la práctica misma del trabajo decamPo se encarga de afirmar. Así como las querellas entre escuelas que animanla disciplinaa menudo no expresan

más que una incomprensiónmutua entrediferentes estilos de relación con los otros, las dirr.rg..rci s teóricas ocultan,bajo la cáscara de los conceptos, incompadbilidadesmás fi.¡ndamentalesen lasmaneras de ser en el mundo.La Amazoniadesconcierta a los ingenieros de lamecánica socia-ly a los temperamenros mesiánicos; es el campo Je elección demisántropos razonables que disfruran en er aislamiento de los indiosel eco de supropia soledad, ardientes por defenderlos cuando son amenazados en su super-vivencia,su culrura o su independencia, no por el deseo de guiarloshacia undestino mejor, sino por no rolerar que se imporrg a orros la gran ley común a lacual ellos mismos siempre han tratado de sustraerse.

A estas disposicionespersonales se agregaban no obstante algunos argumen-tos científicos. Alexaminar la lirerarura americanista, había quedado *.p...r-dido por los vacíos de conocimienroque dejan transparentar Ios inventariosetnográficos de las cuencas del Amazonas y der orinoco.A pesar del pillajey delos genocidios a Ios cuales sus habitanres habían sido sometidos duranre cuarrosiglos, esta gran selva abriga aún ernias aisladas de las cuales no se conoce másque el nombre y la localizaciónaproximada.craude Lévi-straussmismo haseñalado a menudo a sus colegas la necesidad de desarrollar investigacionessobre esta área culturaldonde había hecho sus primeras armas y que Ie h¿bíaproporcionadoluego una gran parte de los mitos analizados en su obra. parti-cularmenteatenro a la mitologíajíbaray conscienre de la urgencia de la tareapor cumplir,me había inciradoa realizar sin

dilaciónmiproyecto de invesriga-ción sobre los achuar en proceso temporariode asimilación.Luego de obtenerpor su intermediosubsidios para una misión del cenrre Nationalde la Recherchescientifique,me hallaba finalmentedotado del sésamo obligatoriode todas rasinvestigaciones ernográficas.

E¡a este viático, a fin de cuentas demasiado modesto, lo que me estaba gastandoen Puyo en los preparativosde mipartida. como los achuar se .n.o.t. b .,fu.rde los circuitos monerarios, precisábamos adquirirpequeños objetos de truequecon los cuales podríamos remunerar su hospiralidad.En pa¡ís me habían aconse-

jado procurarmeperlas de vidrio.Fabricados por talleres checoslovacos con eldestino exclusivode los mercados exóticos, esos aderezos eran dificilesde conse-guir en AméricaLatina,donde los indios continuabancomo en el pasado con-siderándolos bienes preciosos y extremadarnenre deseables. Con un bono de com-pras debidamente estampilladopor la agencia contable del collége de France, mehabía aprovisionado de boca.les multicoloresen una pequeña denda situada de-

trás de la Bastilla,Ia misma quizá que había visitadoen orro tiempo mi padrino deresis antes de pardr con rumbo a Brasil. Encontraba irreal la idea de que próxima-menre necesiraría distribuiresa pacotilla,a la manera de loiexploradoresbarbu-dos que veía en los grabados de viaje del sigloxx, dominandolas cascadas delZambeze desde lo a-lto de su palanquín o parlamentando con los cafres en laspuerta de un hraaldeÁfricameridional.Bos preparativosanac¡ónicos daban eltono de antiguos viajes y me procuraban un placer paródico, más inspiradoporlas reminiscencias deJulio Verne que po¡ los tétricos recuerdos del scoutismo. porfidelidadliteraria,en suma, al espíritude Ias expediciones etnográficas de preguerra-y a modo de homenaje a Henri Michaux,que nos había precedido ya en esepaís-, habíamos llegado a Ecuador al ritmolenro de un carguero,

y der.mb rc*-mos nuesrras ma-leras y nuesrros bolsos en ese puerro de Guayaquil donde nadaparecía haber cambiado desde la escala de paul Morand.

Alentrar en conracto con los prosaicos comercianres de puyo, mis prejui-cios novelescos habían sufrido los correctivos de la realidad: nuesrros smcbs d.evidrieríaserían cie¡tamente bien acogidos, pero nos aseguraban que los indiosapreciaban rambién los artículos de ferrerería. por cierto, no se sabía nada pre-ciso sobre los gusros de los achuar en la materia, pero todo parecía indicarquese ajustarían a los de los canelos, que frecuentaban los bazares de la ciudad. Apartirde los consejos de los tenderos, compramos piezas de tejidopara hacerpaios --contadas en uaras,la medida del AntiguoRégimen-, líneas de pesca de

nailony anzuelos, macheres y hachas de hierro, cuchillos y agujas, sin mencio-nar una buena provisiónde espejos y de birreres para satisface, i .oqu.,.rí,d.la mujeres jóvenes.

Mientrasconstiruía con mérodo mi fondo de vendedor fluvial,acumulandotodas esas baratijas en Ia celda de hormigón sobrecalefaccionada que nos servíade cuarto en el hocel Europa, la ocasión de una partida inmediata p r Montdvosobrevino inopinadamente.un pequeño avión de las Fuerzas Aéreas Ecuaroria-nas debía salir al día siguiente para reabastecer el puesto milirar;nos ofrecíandos lugares en ese vuelo, lo cual nos ahorraba el largo descenso del Bobonaza enpiragua.

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A las primeras luces del alba nos presenramos en el aeródromode shell-Mera ubicado a unos kilómerrosde Puyo a.l pie de un circoabrupto dominadopor los picos de la cordille¡aoriental.Excepcionalmente el cieloestaba despe-jado aquella mañana y se disringuía hacia el sur el cono envuelro en nubes delvolcán Sanga¡ iluminadopor los rayos del amanecer y suspendido como unagigantesca isla florantecoronada de humaredas sobre la barrera aún oscura delas primeras estribaciones.

A medida que nuesrro avión tomaba altura despegandode la precordilleraazulada hacia el sol cegador de la mañana el coherenre ordenamienro de las plan-

taciones cedía el lugar a la desprolijidadde roturamienros dispersos. Aquíy alláel techo de zinc de un colono aparecía como una mancha brillante.Los claros sefueron tornando cada vez más raros y las úlrimas trazas del frente pionero acaba-ron por abismarse en un mar de pequeñas colinas verdes ondulandodulcementehacia un horizonte indistinto.Bajo nuestras alas la selva ofrecía la imagen insólitade un inmenso rapiz grumoso de brócolis engalanado de grandes ramos de pal-meras con matices m:ís pálidos. En unos minuros de vuelo habíamos dejado atrásun paisaje apenas bosquejado pero donde la acción de los hombres se hacía legi-ble en rasgos familiares para penetrar en un universo anónimo e infinitamenrerepetido desprovistodel meno¡ signo de reconocimiento. Ningúnagujero nin-guna desgarradura en ese manto vegetal a veces bordado de plata por el reflejodelsol en los meandros de un pequeño curso de agua. Ningúnindiciode vida sobrelas playas ningúnhumo solitario ningúnelemenro que dejara rransparenrar unapresencia humana bajo ese palio monórono.

Yo estaba dividoentre la angustia de tener que caminarpronto por elsotobosque de ese inmenso desierto y la exaltación de percibiral finla verdade-ra Amazonia esa selva profunda de Ia que había acabado por dudar de queexisriera realmente. Tiasvivirun tiempoen Puyo uno puede imaginar que todala junglaes a Ia imagen de sus alejados arrabales desmalezados una semisabana

salpicada de bosquecillos residuales y de tallos de cañas exhibiendosobre suscostados desnudos las llagas fangosas de la erosión. Sin embargo habíamosabandonado aquella linde degradada en ran poco tiempo comoun barco zarpadel puerto para conquiscar las aguas lib¡es de alta mar.

Bogábamos sobre ese océano hacía casi una hora cuando Montalvoapare-ció delante de nosotros enrranre color paja en una cu¡va delBobonaza. A lolargo de ia pista de arerrizaje un alineamiento de barracas recrangulares cubier-tas de telas indicaba el puesto militar mientras que las pequeñas chozas contecho de palmas de los canelos se disrribuíanen guirnaldasobre el conrornodel

gran claro y a lo largo de las orillas delrío. Un capitán y sus dos lugartenientesnos recibieronde manera ¿fable felicesde romper el mortal redio de aqueliaguarniciónentregada a las marchas con una distracción inesperada. Como co-rrespondía ignoraban todo de los achuar del Capahuari; después de largos con-ciliábulos terminaron por asignarnos dos guías canelos que se harían cargo deconducirnos aJláala mañana siguiente. Caminando rápido podríamos alcan-zar nuestra meta en dos días por un sendero que usaban a veces los indiosde

Montalvopara efectuar trueques con Ios achuar.La siesta y el atardecer se pasaron discutiendo en el comedor de oficiales las

bondades de París Ios méritos del general De Gaulle¡ de manera inevirablelas hazañas de la LegiónExtranjera.Solo en un rincón un muyjoven lugarte-nienre leía MeinlGmpfenuna edición en castellano que manifiesramente ha-bía sido de mucha udlidad.como todos los oficiales del ejérciro de infanteríaecuato¡iano nuestros anfirrionesestaban obligadosa efectuar una parre de suservicio en los puestos del Oriente vecinos de Perú; provenientes de las clasesmedias de las grandes ciudades de la sierra y de la costa del Pacífico experimen-taban aquel episodio de purgatorioamazónico en un aislamiento resignado ranpoco familiarizadoscon la selva y con los indios cercanos como si se enconrra-ran a bordo deun buque faro en medio del Atlánrico.Aquellas horas demundanalidades militaresparecían sacadas de una novela coloniala lo SomersetMaugham: no teníamos nada que decirnos los unos a los otros pero comoéramos los únicos blancos socialmente aceptables en cienros de kilómetrosa laredonda había que manrener esa fachada de urbanidad obligatoriaque da tes-timoniode la complicidadde los civilizadosenrre los salvajes.

Desde la aurora nos sumergimos sin rransiciónen el orro campo para des-cubrir ese continenre paralelo que habíamos elegido hacer nuestra pareja variosaños. Nuestros dos guía quechuas nos hicieronarravesar el Bobonaza engulli-dos por las brumas matinales a bo¡do de una pequeña piragua inestable; luegose detuvieronen una casa indígena que dominaba la ribera. Repartidoel carga-mento una mujercanelos les sirvió varias calabazas de chicha de mandiocamientras conservaban con ella en quechua probablemenre sobre nosotros. Enel momento de parrir ella vació el contenido de su calabaza sobre uno de ellossoltándole unas frases irónicasque suscitaron la hilaridadgeneral. No habíamoscomprendidonada de lo que decían no habíamos comprendidonada de lo quehacían: era una situaciónetnográfica ejemplar.

Después de haber atravesado el huerto que bordeaba la casa comenzamos ainternarnos en lajunglapor un pequeño repecho cenagoso ya empapados por

r

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rtl.S TANZASDELCREPÚSCULO

PRÓLOGO

las gocitas de rocío que habían chor¡eado ras hojas de mandioca a nuesrro paso.De aquella primera caminara por la selva que debía ser seguida por ranras orras,no guardo en el presente más que ,., ,..r..do confirso.ñr.r,.o, guías adopra_ron un r¡anco corro pero muy rápido, su acada paso para asegurar mejor el punro dedo vinop¡onro a poner fina mis veleidadnas una hora después de haber partido de

Monialvo,el send.ero se había vuertocasi indiscernible:avanzaba con las anteojeras de un cabailo de tiro,los ojosfijosen el suelo, apenas consciente del revátijovegeral que desfiraba en el lími-te de mi campo visual, rrarando de poner mi, pi.s exacramente en la huela delguía que me precedía, sin lograrcon todo erit . riempre las raíces o Ios resbalonessobre el suelo arcilloso.El relieve era muy accidentado y no dejábamos de subiro de bajar pequeños montículos.r. .páor, separados po. .,rrro, de agua. Va_deamos los arroyos pataleando en la corrien,. .ür , p.ro lo, ríos más p.lf.r.rdo,debían ser franqueados sobre rroncos de árboles fl.*ibl.,y resbaradizos, únicosindicios de un trabajo del hombre sobre este rastro informe.

Hacia el arardece¡ uno de los guías maró un rucán con mi fusily nos deru-vimospoco después para prepararlo. un pequeño refugio con techo fue erigidocon algunas esracas y helechos rbo..r...,.,y ,. d.rpr-u-óel ave para ponerraaI asador' uno de los canelos conservó el l rgo picomurticolo,pr. h .., ,r.,cebador, mientras que el orro se adjudicaba ñt..rg,r, que quería urilizarcomoingredientede un brebaje afrodisíaco. Escogida por nuesrros acompañantes, esapequeña Presa no me pareció, sin embargo, particularment. ,rot bl. por susvirtudes gastronómicas; lo enconrrab, má1 ,dioro en una pajarera del Jardindes Plantes que en un pore de arroz tibio.

A las seis de la mañana volvimosa partir, andando como aurómatas bajouna lluviatorrencia.lapenas tamizada por I A mirad de lajornada alcanzamos por finel Capahuari.

que rodos losque habíamos atravesado anteriormente y c e altas mesetasón impenetrable.El sendero torcía ríolanicie, adhiriéndose estrechamenre aua. Aquíy allá, la montaña escarpadas laterales que era preciso descender

para franquear algún arroyo afluente. Las nubes se habían disipado y en la selvaembotada por el calor del mediodíareinaba un profundosilencio, p..r*p.r-tu¡bado de cuando en cuando por el gorgoteo d. lo, remolinosq,.r. .^urrb ,r.,árbol muerto obstruyendoel lecho dJ ,ao.

seguíamos la orilladel capahuari hacía al¡ededo¡ de diez horas cuando seescuchó a lo lejos el aullidode un perro, primer signo de una presencia humanadesde Monta-lvo.Casi enseguida, er sendero desembocó .r, .,., gr ., craro plan-tado de mandioca, resplandecienre de luz frente a r, p.ru-b.,áel sotobosque;en el medio se levantaba una casa oval con recho de palmas, desprovista deparedes exterio¡es' A1 aproxrmarnos,una jauría de perros famélico, formóuestro alrededor un círculo amenazante; los niños pequeños que jugaban en

un arroyo corrierona refugiarse en la casa, dejando a uno de .lro. s.ntádo .r, .lsuelo y bañado en lágrimas,demasiado asustado como para poder huir. Bajoel enramado del techo, dos mujeres vestidas con paños d. algoáa., nos conrem-plaban en silencio;una de ellas lucía un cañito hincado .r, .r l bioinferiory surosrro esraba cubierto de dibujos rojos y negros. Los hombres estaban ausenresy ellas nos hicieron entender sin equivocación que debíamos proseguirnuesrrocamino'A pesar de la fatiga, que se había vuerto de pronto -á. per..ptibre po.la esperanza decepcionada de un alto, hubo que inrernarse de nuevo en la selva.

El sol comenzaba a caer cuando Ilegamos a una pequeña expranada ¡oturadarodo a lo largo que debía

servir de campo de arcrrizalea ros aviánes de la misiónevangelista.A unos cienros de metros más abaio de la pista se levantaba unacasa más grande que la que habíamos vistoanteriormente,en ra cua-l se distin-guía un grupo de hombres conversando. Tenían largos cabe[os recogidos enuna cola de caballoy sus caras estaban tambiénpi.rt^ár, con esrrías roj as; ,Igr-nos de ellos exhibían un fusilsobre las rodillas. Nos habían divisado hacía mu-cho tiempo,pero ignoraban sobe¡biamenre nuesrra presencia, fingiendoestarabsorbidos en su cha¡la.

Tras acercarse a unos veinte pasos de Ia casa, nuestros dos guías descargaronsus fardos y cambiaron unas palabras en quechua con un homire jov.n que nosobservaba desde el interior,un poco aparrado de los orros. Lr.gá, rolriéndor.hacia nosotros, los canelos nos anuncia¡onque habíamos rlegadJ a ro de sfajari,un achuar famoso en todo el Capahuari, y que debían ..g..r' . al insranre haciaMontalvoahora que su misiónestaba cumplida.sorprendidos por esta partidarepentina, les pedí que aJ menos les expricarana los achuar po. q,re .., b '..o,allí.Pero se contentaron con sacudir la cabeza con un aire molesro; a fuerza depresionarlos, te¡minaron por confiarmeque preferían pasar la noche en la servaa dormi¡entre los achuar. Después de esta observaciónun poco inquietanre, sealejaron rápidamenre en la di¡ecciónde donde habíamos venido, ,i., ,rl,rd .os indios que continuaban discutiendocompretamente al margen, con indife-rencia. Era el anteúlrimodía de occubre del año r976, fiexade san Bienvenido.

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PzuueRa peRt¡

ADAPTARSE A LA SELVA

Totalmente múltiple aquf, la Fecundidad es elalma de la Naturaleza yhace a su conservación.Cada especie nos da una lección constante e

invariable: los hombres que no la siguen soninútiles sob¡e la tie¡ra, indignos del dimenroque les proporciona en común, y el cua.l noobstante tienen la ingratitud de no emplear sino

Piua su ProPlo sustento.

Brnó¡¡ or LnHoNtar.tDiálogos con ur, tah dje

FN

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3. El territorio ¿cbuar en EcuadoxMapa de Patrich Mérienne a partir de documento¡ de philippe Descola

I. APRENDIZAJES

'§7'aJnruREGRESó DEL BAño ajustándose su viejo itip, un paño a rayas verricales

de bandas rojas, amarillas, blancas y azules que le llegaba a la mitad del muslo.como la mayoúa de los hombres del lugar, lleva normalmenre un shorr o unpantalón, y reserva su vestimenra tradicional para uso doméstico. Las aguaspardas y turbulentas del capahuari corren ai pie de la casa, pero *na pequeñaentrada en la orilla permite bañarse sin peligro: el flujo de la corriente es deteni-do por un enorme rronco acostado a flor de agua a través del lecho, del que losniños se sirven como de un trampolín. otros leños salpican de taludes la ver-tiente escarpaday ayudan a acceder al río sin resbala¡ sobre la pendienre arcillo-sa. Amarrada con una gran liana a las ¡aíces de una cepa de miraguano, unapiragua de madera ahuecada se halla a medias inclinada sobre la orilla; su popahorizontal dominando el río ofrece un emplazamiento para lavar la ropa blancay la vajilla o para llenar grandes cantimploras en fo¡ma de pera. Decenas demariposas amarillas revolorean sobre esta lavadora flotante y sobre el limo delrío, donde disputan a colonias de hormigas minúscuias los residuos de la úldmacomida. La gente de aquí llama Kapawi a este curso de agua aI que los mapasecuarorianos y los quechuas de Montalvo denominan Capahuari, por alrera-ción de una palabra achuar, ella misma abreviación de Kapawientza, ',el río delos hapawi , una especie de pez chato.

Es el atardecer, pero el calor es aún fuerte, apenas atenuado por una peque-ña brisa que circula libremente en la casa sin mu¡os. Adentro, la media p..r,r--bra es at¡avesada en sentido

oblicuo por haces luminosos que estrían l ti..r,batida, iluminando a veces un delgado hilo de humo o una gran mosca dorada.vista desde el interior, la vegetación del huerto y de la selva se ale.ja bajo la líneasombría del enramado del techo como un paño continuo de verdes brillantesen camafeo. Este segundo plano puntillista vuelve por contrasre la morada másoscura y unifica en un dominante sepia la arena ¡osada del suelo, el mar¡ónennegrecido de la caña, el pardo opaco de las vigas y el ocre vivo de las grandesvasijas donde fermenra la mandioca.

\Tajari se sentó en silencio sobre la pequeña silla de madera tallada que leestaba ¡eservada: un disco cóncavo establecido sobre un asiento piramidal y

a O S¡tio de población achuar (período 1g7Z-1gZB)

* Misión católica-

Desplazam¡entos en piragua

-Frontera ---- Desplazamientos a pie 9 39

43

ADAPTARSE A LA SELVA

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adornado con un rombo sob¡esalienre que represenra una cabeza de repti.l. Esun homb¡e de t¡einra años, de cabellos espesos y algo enrulados, nariz aguileñay Ia mirada irónica bajo cejas como de carbón, preciso en sus movimientos apesar de una leve corpulencia. Tias haber parddo a cazat con su ce¡barana desdeel alba, había regresado hacíapoco, cargando sobre su espalda un gran pecarí delabios blancos. A su llegada, muje res y niáos esraban

"tó.ritor,fi.rii..rdo indife-

rencla anre esa presa de ca.lidad. Había depositado su carga sin decir palabra aIos pies de Senu¡, la más anciana de sus .rporrr, y había ido a bañarse en elKapawi después de haber colocado cuidadosamenre su cerbatana en posiciónve¡tica-l en un pequeño porraracos fijado sobre uno de los pilares qu. ,orti.n..,i1

*:r Senur 1o siguió poco después exhibiendo .l p.carí, que éliabía despe_llejado y trozado con una vieja l:ímina de machere afilada .o-o u.r, navqa.

_ Ahora, \ü/ajari tiene los ojos fijos en el suelo evitando mirar en mi dirección,los codos apoyados sobre las rodillas, aparentemenre perdido en una medita-ción profunda. su rostro parece más cobrizo que de costumbre porque el bañoha hecho desaparecer del rodo Ia tintura.o., l" qu. se había pintad.o antes de ira cazar. Estoy frente a él en un pequeño banco de madera reservado a los visi-tantes, apoyado en uno de los postes del antetecho, en el borde de la casa. calco

mi actitud sobre la suya y hago como si lo ignorara, sumergido en un vocabula-rio jíbaro confeccionado por un misionero salesiano .or, ñrr., pastorales.Con voz sonante, el amo de casa exclama de repente: ,,¡Nijiamanch

wari,jilm.anch, j;amanch, jiamanch ". Es el momenro para que las mujeres sirvan lachicha de mandioca, nijiamanch, brebaje unruoso y levemente alcoholizadoque constituye la bebida habitual en la vida cotidiana. Mis compañeros nobeben nunca agua pura y la chicha de mandioca sirve tanto p"r"

"pl"c". l" ,.d.como para llenar el estómago y lubricar las conversaciones. ljnos días de fer-mentación suplementaria la convierren efun brebaje fuerte que se consume enlibaciones repetidas en ocasión de las fiestas. como senur estaba ocupada endestripar el pecarí al borde del Kapawi, es su hermana Entra, l" segund, esposa,quien acude hacia su marido con un pininhia, una gran copa d.e barro cocidoesma-lcada de blanco y finamente decorada con morivos geométricos rojos ynegros. con una mano hundida en el líquido blancuzco, trirura la pasta demandioca para diluirla mejor en el agua, y de tanto en ranto retira las largasfibras que sobrenadan. La chicha de calidad debe ser homogénea y sin grumos,c¡emosa al paladar y para nada acuosa. pero \Tajari ignora ra copa que le extien-de su mujer ¡ sin mirarla, murmura como una reprimenda.. .¡eprrt t",,.el blan_co", Tias ofrecerme el pininkia, Entza le exriende ,r.,^ ,.grr.rd" copa a.$7.ajari, Dibujo de Philippe Munch a partir de los docamento¡ de Philippe Descola.

46 ADAPTARSEAIASELVA

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p-ues se haila aposrada unos pasos derrás de él con una gran ca.rabazalena dechicha que amasa maquinalmente,Iistapara volver a servirnos. Con el antebra-zo replegado sobre su opulento p..ho pr., proreger la chicha de los mosquitosque nos persiguen a esta hora der día y er vientre redondo echado hacia adelantecomo una mujer encinta, rodea de atencrones a su esposo con una mirada satis-fecha.

código de conveniencia precisode una cultura empieza siemprechazarlacopa ofrecida por una

anfirión, quien sentiría así que,^ r;o::;lT;.t1.;;:ffi::f:ñ:ü:lsegún se dice, sólo los moribundo,y ü, enemigos declarados desdeñan ernijiamanchque se les presenta, y esta conducra, ranro de unos como de orros, esla más segura revelación de su verdadera condición. Sin embargo, no hay queaceptar el pininkiacon precipitación:una gran reserva es aquí de rigor¡ enningúncaso, el exrraño a ra casa debe nirara ra cara ar muje.q.,.. ,.-1, ,i*.,bajo pena de pasar por un seductor. La necesidad de evitarálql;.. .o.rooovuelve las libaciones tanto más espaciadas,

pues es impropiopara un hombretocar la chicha de mandioca ,ob.. l c, ,I 1 , mujeres .o.rii.rrr.,ejerciendo sudominiohasta la ingestión. Así, y como a menudo es el caso, cuando un insectoatraído por esra pequeña charca rechosa se debate en ras angustias del ahogo, nohay otra. solución que soplar suaveme rte sobre ra superfi cie d.l líq,ridop .pe^rmitirleconseguir apoyo sobre el perímetro de la copa. Apl d i po. lo.esfuerzos del bebedor, la dueña de casa se aproxlmaenronces para liberarlodelmoscardón inoportunoy rritura de nuevo en su pininki.l, p ra fermentada.Girando la cabeza con ostenración en la direcciónopuesta i**,r¡.,y con unamplio gesto, el invitadoofrece la copa para sus.manipulaciones.Con un movimientoidéntico, acomfañado d. l, pro.r,rn.iación de la pala-

bra familarapropiada, se le pide ,r.r . .ió., srpl._.nt ri .D.rputJ.',, ,.r_cera ronda' la corresía y un sentido exhibicionistade la frugalidri.*ig.r,q,r. ,.opongan leves negativas a un nuevo trago, así como ras ,.gI , d. Ia holpitaridadimponen a las mujeres ignorar esas manifesraciones d. colt.sía. L^p.ot.rt . ,.hacen más enérgicas a medida que el número de vueltas aumenta, p..o p.._ _necen sin efecto' Apenas se admire que un hombre pueda beber menos de unamedia docena de copas sin ofender g. rr.',..rr. a la d^ueña de . r O.r. t . 0..0 _a; sin embargo, cuando varias mujeres sirven simurtáneam..ra.,., lí.iaoi.rrol-ver uno de los pininkiaantes de ese fatídicoumbral. En las excusa, rr yqu. a .

APRENDIZAJES

muchas muestras de inventivay de una gran vehemencia en su formulaciónpara satisfacer el amor propiode la despensera de chicha y verse lib¡adode suinagotable pininkia.

Las esposas son las amas absolutas de este pequeño juego que, a pesar de lapasión insaciableque los achuar demuesrran por su bebida, puede rerminarporparecerse al supliciodel embudo. Los chasquidosde lengua enrusiasras del prin-cipiodan pronto lugar a manifestaciones

disc¡etas de aerofagia, el estómago seinflacomo un globo, la ligeraacidez del brebaje proyoca una salivacióndes-agradable y el irreprimibledeseo de eliminarel líquidoacumulado en la vejigadebe se¡ dominadopor decoro. Cuando las mujeres están de mal humor, elencanto del conviteacaba por desvanecerse y su falsa solicirudse rransforma enel imparable exutorio de una relaciónde fuerzas desigual enrre los sexos.

Nada semejante ocurre hoy, afortunadamente. como \Tajariestá atareadolejos de casa durante todo el día, la sesión vespertina de nijiamanches uno delos raros momenros en los que puedo ejercer mi profesión, esto es, hacer hablara quien en la jerga de nuestra disciplinarecibe el nombre más bien desagradablede informante.A decir ve¡dad, hice muy mal en considerar a \Tajaricomo uninformante, comparable con esos personajes oscuros que, en las novelas poiicialeso de espionaje, desgranan sus confidenciasen sitios discretos. sin duda, debe-mos esta nada elegante herencia terminológicaa la rradiciónde los etnólogosafricanistas de preguerra-siempre rodeados de boys, mozos de equipa,jes e intér-pretes-, que remuneraban a los sabios indígenas por sus ho¡as laborables desdela veranda, como se le da la propina al jardinero.por cierto, los etnógrafos de laAmazonia no están impregnados de angelismo y tambiéndistribuyenmonedaspor toda clase de buenas y malas razones: no se ingresa en la intimidaddeperfectos desconocidos sin retribuirde un modo u orro su buena yoluntadoasegurarse por ofrendas adelantadas que a uno no lo pondrán en la puerra.

Fue nuesrra apuesra dirigirnosal Kapawisin provisiónalguna de alimentos,pero ampliamente provistosde pequeños objeros de trueque. §7ajari,por Iodemás, no se equivocó cuando, la tarde de nues¡¡o primerencuenrro, nos invitóa vivircon é1. Tias Ia partida precipitada de los dos guías quechuas haciaMontalvo,el jovenachuar que había conversado con ellos en su lengua nossugirióen un español extremadamente rústicoque ingresáramos en el interio¡

había adquiridoe obra para unate del terrirorio

mos pasar allí algunos días para aprender el jÍbaroy él dedujo de ello que éra-

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ADA?TARSE A LASELVA APRENDIZAJES

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-Sí, bien.-Yla señora, ¿está bien?-Sí, está bien.

-¿Y esto qué es? -digo,seia.lando su silla.-Es un chimpui.

§flajarime respondió con una larga frase en la que creí disdnguir que 'huesrrosantepasados" y "mipadre" han encontrado desde toda la eternidad inconcebiblesenrarse sobre otra cosa que no fuera un chimpui.Es el círculovicioso típicode laexplicaciónpor la rradición,de la cual el etnógrafono puede salirmás que por unaacció¡de arrojoo inventando una interpretacióncomplicadapero verosÍmil.EIegímás bien la audacia que Ia imaginación,me acerqué al chimpuide \Wajari,toque elpequeño rombocon formade cabeza de reptil y reped mi pregunra.

-¿Yesto qué es?

Siguió una nueva glosa. No retengo más que las primeras palabras, yd.ntdnanake, que, tras consulta febrildel diccionario,aparenremente significan"cabezade caimán'. W'ajaricondnúa con entusiasmo un comentarioque llega a ser paramí perfectamente ininteligible.Para resperar al menos las apariencias, punrúosu discurso con interjecciones vigorosamente aprobatorias, "¡Es verdad, es ver-dad ", "¡Biendicho ",como les he escuchado hacer a los achuar durante susdirílogos.Interiormente,esroy rabioso; lo que §[i'ajaridesgrana ante mí concom-placencia es, sin duda, el mitodel origen de su pueblo, y he olvidadoencendermi grabador. El protocolosoberbio de las investigacionesernográficas lamenra-blemente se hunde, mi charla dirigidase encamina aL fracaso, la indagaciónde

Ia radición oral se anega en las arenas de la incomprensión.Miposiciónaldva respecto de los intérpretes y de aquellos que los utilizan

comienza a resquebrajarse; más vale, quizá,lasumisióna inrerpretaciones incon-t¡olables de especialistas indígenas de la vulgarizacióncultural que esta ignoranciapersistente engendrada por la barrera lingüística.Pero no renemos opción. EIespañol de Tseremp es demasiado rudimentariopara que lo convirtamos en rra-ductor y aquí nadie es bilingüe.A decir verdad, mi dificulradpara ver en '§Tajarialinformantepatentado de los manuales de ernografía es atribuible,en lo esencial,a que no entiendo una gora de las informaciones que me proporciona. Tengo laimpresiónde que él cumple bien su papel sin haberlo aprendido, mienrras que yodefraudo

el mío pese a esrar cuidadosarnenre preparado.Un mutismorecíproco se instala de nuevo y yoapaciguo mis escrúpuloscientíficoscon el recuerdo de un consejo que Claude Lévi-suauss me dio antesde mi partida.Luegode haberlo agobiado con el detalle de las técnicas de inves-tigación que pensaba emplear y los problemas suriles que me permitiríanresol-ver, concluyó nuesrra conversación con estas simples palabras: "Déjese llevarpor el terreno".En esa situación, no había orra cosa que hacer.

senur regresó del Kapawir¡as haber corrado el pecarí en cuarros y lavado lastripas. Antes de comenzar la preparación del animal, puso primeroel hígado y Ios

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ADAPTARSEATA SELVAAPRENDlZAJES

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APRENDlZAJES

cas las hojas delgadas y enlazadas de las palmaras chonras. pe¡didoen esta luju-ria de pasteles, un minúsculocúmulovela en elna veneciana puesra sobre Ia cima de 1., árb"l::?il:"r::H:;,1#::;aire hace aún más esráticas las masas vegetales confundidas en un primer planoúnico que se destaca sobre la tela celeste como un deco¡ado sin profundidad.

Sumergida en verdes monóronos, la naturaleza es aquí poco propiciaparadesencadenar

la emulación pictórica;no despliega su mal gusto más que alcrepúsculo, yenronces se adecua a la estética de Baudelaire,sobrepasando en suartificiolos colo¡idosde los más horriblescromos. una agitaciónexcepcionalde los anfitrionesde la selva acompaña esta b¡eve lujuriade cromatismo; losanimales diurnos se preparan ruidosamentepara dormirmientras las especiesde las tinieblas se despierta n pare c^zar con apetitos carnívoros.Los olores tam-bién son más nítidos, pues el calor del finde la tarde les ha dado un cuerpo queel sol no ha tenido la capacidad de disipar. Entumecidosdurante la jo..rada forla uniformidadde los estimulantes narurales, los órganos sensibles son de pron-to asaltados al crepúsculo por una mulriplicidadde percepciones simukáneasque hacen muy dificiltoda discriminaciónentre la vista, el oído y el olfaro. conesta brutal exciraciónde los sentidos, la transición enrre el día y la noche adquiereen la selva una dimensión particular,como si la separación entre el cuerpo y suentorno se aboliera por un corto momento ante el gran vacíodel sueño.

Es la hora tan esperada en que por finpodemos bajar ra guardia. La miradaatenta que posamos sobre nuestros anfitrionesnos es devuelta evidentementecon constancia y ese pequeño juego de observación recíproca conoce su rreguaa la caída de la noche. Los niños, en particular,dejan de espiarnos para comen-tar nuestros menores actos y gestos con susurros ahogados en risas. A esta horaestán ocupados en cazar chicharras con un pequeño tubo de bambú provistodeun pistón que dispara bolitas de arcillaseca por compresión. se escuchan susa-laridos de alegría en los bosquecillos que bordean

la ¡ibera cuando logran al-canzar unos de sus blancos. Senur les grita: "¡cuidadocon las ,..pi..rt.rl,,,lue-go masculla en la semioscuridad mientras atiza un fuegoy -dJi.. probable-mente su inconcienciafrente a los peligros de la selva. En voz baja, ÁabloconAnne christine de los acontecimientos de la jornada, de la lentirudde nuestroprogreso y de todo lo que hemos dejado atrás. sin esre rerorno a la intimidadque nos es ofrecidocada noche, soportaríamos sin duda menos fácilmentelascontrariedades de nuestra vidanueva, y confieso que me pregunro a veces dedónde algunos de nuesrros colegas han podidosacar la f,r..r"d. ánimo parapermanecer solos varios años en condiciones similares-

5t¡iñones a asar sobre una, pequeña brocheta para servirrea su esposo. Invitados eneste caso a compartirro,,lodegustamos con gran pracer puesto q,ra, an una cocinadonde Ia insipidez de ro hervido reina sir igui, ro, despojos de ra caza son los únicos

ha¡ consrruidoenrre tanro una parrilladea ahuma¡lae ya ha sido

y un buen trozo de espinazo, d¿índole er resro " ,l'.,T':::esposas.Para las necesidades de.la cena, cada mujer selecciona.r'p.drro de carneque pone a cocer a fuego lento en una marmita de mandioca o de taró. unadespués de la otra, vienen a depositar a nuesrros pies una porción de puchero enr1yo.s talhau,grandes platos de tierra cocida barnizados de negro. para.leramente,'§f'ajariha sido atendido e inviraa sus hijos adolescentes, ciri*ir y n"anram, acompartrrsu ración, mientras que Senu¡

dor a sus hijos respectivos para'un pequecomen a veces juntas, por lo común caday a la de su progenie: incruso en el seno de Ia famiria,el hecho de que seanocasionalmentecomensares. no entraña compartirlos alimentos.

Nuestros achuar,evidenremente' no han oldo nunca hablarielcomunismoprimitivo.una calabaza con agua circula a manera de parangana p"., l^ ablucionespreparatorias a la comida;un sorbo para enjuagarr. i"bo.", luego un sorbovertido en un delgado hilopara l"r"r..1",*r.or.El dueño de casa me invitaenronces a empezar con la expresión esrereotipada: "¡come la marrdioca ,,, a lacual hay que responder con consentimiento forzadoy el asombro fingidoded.escubrirde pronto a los pies los platos humeantes. La mandioca dulce es eralimento básico de los ".h,r"¡sinónimo,r.r..*..hode comida como i ...t p..,en F.rancia, y acompañado inclusode un trozo de carne, se invitará a consumirpor litotesiempre esra modesra ración.Es de buen rono por parre der invitadocontinuarun rato rechazando esta ofrenda, como si estuviera harto y fueraincapaz de ingerirbocado, y sólo agobiado por ras reglas de cortesía debe unoresolverse a picotear los platos h"ra"-..rr.rr..,Iaboriosamen,.ig.ro."d;.Terminada la comida, re carabazacon agua circulad. .rr.rJ y ahora roca aMirunikservir la inevitablechicha d. -"iio.". \Tajari .o.rr.ro a media voz

ramanch, lo cual me dispensa de ot¡aEl sol se abisma detrás de la selva conbandonando tras de sí un degradé decortan finamente en sombras chines_

ADAPTARSEA LASELVA

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sin duda fatigado por su jornada de caza,wqarino parece esra noche dis-puesto a velar' La señal de acosrarse es dada cuando me indicael lecho de lasvisitas con Ia simple orden: "¡Duermer".concrariamente a muchas otras ¡ribus

Los lechos de los habitantes de la casa están circundados po¡ rres planchasde listones de madera: en esra habiración sin tabiques, Io. l.chos ofr...., ,.,

chotacabras. Y es de esta manera casi incongruenreque el llanto de un niño o elgemido de un perro convocan Ia proximidadde un unive¡so familia¡mient¡asla noche suprimeaquí las consrrucciones pacientes de la humanidad.

Thburctechimpui del dueño de crun.Ilu¡tracióndel autor

II. TEMPRANOEN IAMAÑANA

UNRrspr,qNooR TEMBLoRosoda un lengüerazo por el inrerio¡del techo de hojasde palmera, capturando en su campo la disposiciónen damero de las planchasy de los cabrios. Atravesada ocasionalmente por una sombra giganresca, unasuave luz anaranjada afirmapoco a poco los detallesde la estructura de maderaal ritmoregular de un aliento experro: en la noche aún oscura, una mujer vienea reanimar el fuego. Quedan dos largas horas antes del alba, pero los habirancesde la casa ya se despiertan para las rutinas de un nuevo día. La movilizaciónnoes ni inmediata ni general y la humedad penerranre no incitamucho a perder eltiempo:fuera de Senur y de ]üZajari,nadie rodavía se ha levanrado. Algunascabezas de niños despeinadas surgen de las camas cerradas, luego vuelven asumergirse en el calor mullidoen el que es tan lindo remolonear. El dueio decasa se ha sentado en su chimpui,dando su ancha espalda al calor revigorizante

del hogar. Su esposa regresa del río, surgiendo de la oscuridad con una granvasija de agua fresca. Chiwian,un muchacho de unos quince años, va a unirse asu padre en silencio y se sienta como él de espaldas al fuego, a caballo sobre unode los leños.

Sobre el hogar del tankamasb, Senur dispon e el ltuhunt,una gran copa negrade boca muy ancha. Este recipiente, provistode un pie hueco en formadehuso, está destinado a la preparación de la ualut, vÍa infusiónelaborada conuna planta cultivadaque perrenece a la misma familiade la célebre yerba matede los argentinos. El bulbodel fondo contiene las hojas y la extremidad esr¡echaoficiade filtropara impedirlesque se expandan en la cocciónmientras uno sesirve a volunrad con unas pequeñas calabazas oblongas. como 'w.ajari me hainvitadoa unirme " é1,

"br,-rdonocon pesar la uanquilidadde mi lecho para ir

a cumplircon mi deber juntoal fuego. La wayus es más que un té marinal, esuna institucióndel mismo orden que la chicha de mandioca, pero somerida aun protocolomenos estricro. Sólo los hombres consumen esta infusióndulzo-na de propiedades ligeramente emécicas, que cancela por un tiempo, en Ia inci-midad del finde Ia noche, el formalismoampuloso de la etiquera diurna.

AI invicara un visitancemasculino a sentarse junto con él ce¡ca del fuego, eldueño de casa suprime por un momenrola invisibleba¡rera que confina a los

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ADAPTARSEA LASELVATEMPMNOEN LAMAÑANA

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TEMPMNOEN LAMAÑANA 55

extranjeros en los lindes der espacio doméstico.De forma casi eríptica, la casaachuar esrá, en efecro, separada a lo i rdivideen dos parres que Ia

reservado alasociabi Lugaramashocupa aproximadam la casa, desde una de las extremidades ensEmicírculohast¿ los primerospilares que sostienen la esrrucrura. Allíse sienta§Tajari en su chimpuicomo en un rrono, allí duermen ro, irrrritrdo,y Ios ado_

én se encuent ra el tuntui, un tambor muymantenido en posición semivertical por

tal que une las arrardas. por razones ri:ilTl.Tfi:fil ',J.,.,,TI .l ,;ilindrode sonido cavernoso se encuentra, a su vez, prolongado en ambas ex-tremidades por rombos en formade cabeza de r.púI. É, .r r Ik m rh,.r du.node casa y sus invitadosdisponen cada uno d. ,r., hogr. formado por rres gran-des hños en estrella. Las maderas sereccionadas son particurar^..r,.densas y seconsumen muy lentamente; para reanimar la llama, basta poner ao aorr, arolas extremidades de los rroncos, agregaralgunas ramasy atizarunos insrantes elfuego que se esrá incuba.rdo.ErtJ. ñog .; masculinosesrán eximidos der ser-vicioprosaico de la cocina y sirven úniámente para calentar ras horas frescas dela noche y recibiral círculode bebedores de wayus.

Por conrrasre, el ekenr es er ámbirode ras mujeres y de Ia vida de fam,ia. Lascamas de la' casa están erigidas en el perímetro, mientras que el cenrro estáocupado por hogares culinariosy por una importantebatería de muits,esasgrandes vasijas de tierra cocida do.rd. ,. dej, f.r-.nt rra mandioca. canastose las viguetas, fuera del alcance de la

a de los niños. Sobre cañizos de made_domésticos, los paqueres de arcillayde sal gris producidos por los shuar

s de algodón: todo el modesto batibu_Petificados ante la idea de compromerer por un gesto intempestivora ama-bilidadde la acogida que nos .r, b ..r.*rir,p..o instruidos iambiéh por lalectura de nuesrros antecesores enrre los.iíb .;;,o ;; ¿;;;;r. il 'r.-.,

convlyenclaque permi ten desplazar-habitaciónabierra y cuyo interiorse

ocolo impone accesos y áreas diferen_an miembrosde la casa o extranjeros.

El ekenr, en principio,me está prohibido,como a todos los visiranres masculi_nos, y tengo que limitarmis movimienrosa la parte del tankamash que me estáasignada, salvo cuando \Tajari me invitacerca de su hogar par beber la wayus.Las mujeres y las hijas del dueño de casa están obrigadas también a hacerlo,puesro que no at¡aviesan la línea imaginariaque las separa del tankamash a noser para las necesidades de su oficio,es decir, servir las comidas a los hombres yofrecerles la chicha

de mandioca. vajari,por supuesro, dondequiera que esté seencuentra en su casa en este espacio que él mismo construyó,privilegiode lacondiciónmasculina que se extiende a sus hijos mayores.

Anne christinedebe a su esraruro un poco particular el goce de una granlibertadde movimiento.En tanto mujer, tiene libre acceso al ekent, donde p runa parte del día con las esposas de'§?'ajari,pero Ias obligaciones que se impo-nen a su sexo están en cierta medida oblite¡adas por la extrema distancia queintroduce suorigen exrranjero.Mientrasque la mujer de un visitante no escomúnmenre admitidaen el tankamash sino para comparrir por la noche lacama con su marido, Anne Christinepuede elegir a gusto ir a unirse con lasmujeres en su gineceo u ocupar un lugar discreto a mi lado, como ro haría unadolescente de visita a su padre. Ellarespeta con buen humo¡ las apariencias deesta sumisiónque le abre las puertas de dos mundos, uno de los cuales me estácasi irremediablemente cerrado.

lwajaricuenta a chiwianuna larga hisroria que comienza con la fórmulayaunchu, esa apertura universalde los mitos y de los cuentos que podría traducirsepor hace mucho tiempo . Las peripecras parecen numerosas, salpicadas poronomatopeyas expresivas o cambios de ritmomelódico,y echo pestes contra laincompetencialingüísticaque priva a mi cu¡iosidadde ese probable tesoro dela culturajíbara. cautivado por el ¡elatode su padre, el joven paanram se haunido también a nosorros. sin embargo, la misma cu¡iosidadno anima porigual a los orros miembrosde la casa: senur se vorvió

a acosrar y las otras dosmujeres todavía no se han levantado. Dominando Ia escena desde sus platafor-mas, juegan con sus hijoso conversan con ellos en voz baja.

En efecto, rodo un mundo reroza en los peah, como se llama a esras camascerradas. Cada una de ellas acoge

_auna esposa y su progeniturade baja edad o

sea, aveces, cuarro o cinco hijos.Estos abandonan el lecho marerno recién a los12 años: los varones van a dormire n el tankamash y ras chicas disponen enron-ces de una cama propiaen el ekent. En cuanro a \ü7ajari,h c. ho.,o. cada nocheal peak de una esposa diferente según una rotaciónque mi contabilidadmiou-ciosa afirma equitariva. Las mujeres casadas son así dueñas de un pequeño terri-

56 ADAPTARSEA TASELVA

to¡iobien separado donde viene a t ó d

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to¡iobien separado donde viene a arracat su esposo nómade y coleccivo.Esteterriroriose proyecra'además, más ailá de los límicesder peak, en las regras deexclusividadque gobiernan ei uso de los objetos domésricos. senur, En,,a yMirunikdisponen cada-una de un fuego .uli.rr.ioque sfajari debe alimencaryendo a buscar pesados leños .., .l bos[,r.. Lo, ,rr..rririo,Ámésrico,y las he-tramrentas que no fabrican elras mismas -macheres, olas de hoj^r^ti,esracasPara cavar- están también escrupulosamente repartidos. Er únrco instrumenrode cocina cuya utilizaciónco^p .t.n es er morteropara la mancrioca, granplaca redonda y ligeramentehueca, confeccionada .o., ,r.r raiz abrlar.La cama de cada esposa está flanqueada por orra en miniarura donde yacemedia docena de perros -rlhrmorad.,y fl .o..Las jaurías son aquí asuntoexciusivo de las mujeres, que las poseen .á., o.g,rllo,las educan .o., .,.o. y l*adiestran.con competencia. Las alimentan ,r-úé., con cuidado, con un sabro-so puré.de batara dispuesro en caparazones de rorruga. La flacurapenosa deestos pobres piojososno es, pues, resultado de la parsimoniade sus amas, sinodel temible vigorde los parásitos que los afligen. A pesar de su columna verre-bral saliente y de su rabo descarnaáo, lo, p..á, .hur. son sabuesos valientes ytenaces. Realizan, además, una guardia eficaz de las casas, rodeando a los intru-

sos con vueltas amenazadoras de las que es a vecesdificilsalir sin ser lastimado.Raramenre se los deja vagar en libertady, paraprevenir peleas, las jaurÍas de lasdiferentes esposas quedan atadas en ,,r pr , fo.-as respectivas por correas decofteza..

Hundidoen una pequeña hamaca colgada de los monranres de la camacerrada, el bebé de Entza se puso a [o¡ar. su madre lo hamaca con ra punta delpie, a la lez :ue despioja tranquilamenteIa cabellera de una chiquira; rarareauna canción de cuna para calma¡lo.Ante la falta de resulrados, Entza abandonaenseguida su recreo higiénicopara romar el bebé y darre er pecho. pero apenaslo alza da un gritoy se precipita hacia nosorros. La cabecita está sucia d. ,r.,gr.,

o parece por contrasre de una palidez

f i H:'::JJ :,:J;'.','j ' 'lj::mordedu¡a señara el crimen arroz: un H:Ti?;ffiXlXIii#ihe' Aunque sin gravedad, la herida h r^r,g. doen abundancia; en efecto, eranimal.nomuerde más que superficiaJme.r, .,p..o deposita una secreción queanestesia a su víctimae impideque ra sangre-se coagule. Estos vampirossonaPenas más grandes que un ratón y su punción nocrurna no trae consecuencias;

sin embargo, si vuelven a molestar a un bebé ya flaco, acaban provocandounasuerte de anemia que puede resultar mortal.

Es la segunda vez desde el iniciode nuestra estadía que el bebé es atacado ysu padre parece muy perturbado. MientrasEntza le lavala cabeza con aguacalienre, \Wajari lo hace saltar gentilmente sobre sus rodillaspara tratar de cal-mar su llanto, luego lo levanta bien alto con sus brazos y Ie chupa el pene.Nuestro huésped ofrece en el ejerciciode su ternura parerna una curiosa mezclade fterza bruta ydelicadeza. El torso musculoso y el cuello poderoso, los rasgosdela caraviriles y afirmados subrayan por contraste la gracia casi femenina delos cabellos negros que barren sus hombros. El bebé se ha calmado y lanzagorjeos de placerjugando con la melena sedosa de su padre; rrata de agarrar losdientes de jaguar que este úldmollevaen un collaro las cinras multicoloresqueenvuelven sus puios. En esta cultura donde el cabello largoy los adornos pre-ciosos son atributos de los hombres, el bebe juguetea con tVajaricomo si se trata-ra de una hermosa madre burguesa de cabellera perfumada y collar brillante.

¿Qué pensar frente a este cuadro conmovedorpero sin laafectación de lasiniest¡a reputaciónque se les dio a esros guerreros reductores decabezas? Porcierto, .§l'ajarino es siempre tan cariñosocon su progenie y es necesaria unaocasión algo excepcionalpara verlo jugar así con un bebé. En cuanro un niñoempieza a caminar, y sobre todo si se trata de una niña, adopta respecto de éluna actitudmás mesurada y se abstiene a partirde entonces de todo abrazo.Pero este pudor del gesto no oculta el orgulloafecruoso de su mirada cuandocontempla con impasibidad a su pequeña horda. Es como p . .é., q*ehemosdado con los únicos indígenas pacíficosde esta sociedad considerada sanguina-ria y que se esfuerzan por representar ante nosotros una ficciónrousseaunianaque nada en la literaturaetnográfica dejaba prever.

La luminosidad lechosa del alba comienza a suplantar el resplandor de loshogares. La bruma que sube del ríoenvuelve con su vellolos conrornosdel

huerto y ahoga en una curiosa uniformidadlos primeros fuegos de un sol aúninvisible.A veces, un desgarro deja enrrever la copa de un árbol, pero el sueloestá tapizado de una nube algodonosa que enrolla sus bollos al¡ededor de lavegetación como humo de teatro. El ricode la wayus se encamina hacia suinevitable conclusión.Las vi¡tudes de esta infusiónno son solamente sociales,son primeroy ante todo eméricas. Bebida en pequeñas cantidades, la wayus noejerce ningúnefecto particular.Pero, al igualque la chichade mandioca, se labebe aquí sin descanso hasta vaciar la gran copa negra, y una náusea persistentese instala de inmediatosi no se aliviaal estómago de esra susrancia líquida.

ADAPTARSEA LASELVA TEMPRANOEN LAMAÑANA

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TEMPRANOEN LAMAÑANA

Acompaño enronces a \Tajari entre los arbusros que bordean er Kapawiy ha-ciéndome cosquillas en la campanilla,como se debe, con una p.qu.f, pluma,me entrego en medio de los vapores del alba a la cosrumbre cotidiana d.el vómito.Los hombres no empezarían la jornada sin esta enérgica purgación que devuelveal organismo la virginidaddel estómago vacío. A tr"r¿, á. 1".*p,rkia.,purifica-dora de los residuos fisiológicos, los achuar han enconrrado un medio cómodopara abolirel pasado y renacer cada mañana al mund.o con

la frescura de laamnesia corporal.Wajari no regresa conmigo a la casa, sino que me anuncia con voz serena

que va a defecar en el río. La purificacióndebe perseguirse hasra su rérmino conuna inmersión en las aguas aún muy frías der Kapawiy la evacuación en lacor¡iente de los últimos desechos. por nuesrra naciente camaradería deberíaacompañarlo en esra actividad que los hombres unidos por el afecto realizansiempre en tándem, pero no he aceptado hasta ahora esta sumisión excesiva alas obligaciones de la observación participante. Ligeramente río abajo de rapequeña ensenada destinada a Ias actividades hogareñas, \Tajari hace un reyue-lo del diablo:golpea el agua con las manos ululando de manera sostenida, gritoque se alza enrre Ios vapores del río como una sirena de niebla. se interrumpepor momenros para decir triunfalmenteen un alarido: "¡soy\wajari ¡soy\Tajarir¡Soy fuertel ¡Soy un jaguar que anda en la noche ¡Soy una anaconda ,,. El con-traste es sobrecogedor con la dulzura de los cuadros domésticos precedentes.Desvanecido el tierno padre, desaparecido el anfitriónconsiderad.o: ahora es elguerrero quien exalta su gloriaen el alba arenra.

Goteando y temblando, \Wajari regresa de su barahola con la seguridad deuna virilidadreafirmada. Y como una prueba sólo tiene gracia si se la comparte,embarca en sus brazos tres o cuatro cachorros parair aarrojarros a.l Kapawi.Losperros deben educarse como los hombres, y no hay nada como un baño parafortificarsu coraje. Chiwian y paanram, sin embargo, no parecen querer seguira su padre en esas abluciones ascéticas en que se forjan 1". c,rdidad.s de lacondición masculina. No por esro es reprendida su moliciepues, a partir de losdoce o trece años, los varones parecen aquí libres de su persona: \Tajari nuncada órdenes a sus hijos ni les levanta la voz.

A los desdichados cachorriros no les sienta bien ese tratamiento de favor;ladran penosamenre cada vez que su inflexibleamaesrrador ros devuelve a-l ríocon enérgicas expresiones de aliento. Tiritando de frío, suben finalmentehasrael ta.lud tropezando, pero para chocar conrra una nueva prueba. Sin duda inspi-rado por sus gemidos, el agamí que cuida la casa ha decidido, no sabemos por

qué, cerrarles el paso. Del tamaño de una gallina, pero de patas muy largas, esrepá)aro se deja domesticar muy fácirmenre cuando ., .rprrr"do;orr..r;.o., ,r.,"distinciónarroganre, pasea enronces por ros arrededores de la morada un ere-gante plumaje gris ceniza de reflejos verde oliva. A pesar de su apariencia pon-derada y delicada, el agamí adora jugar al cancerbero, senarando la rregada deun extranjero con el griro penetranre e indignado que re ha varido su nombre.

El de vajari está sujeto a mañas: inrerrumpe a veces su patrufla de dandi paralanzarse muy vulgarmente sobre el animal o el visitante que le desagrada. Esdifícildeshacerse de sus araques histéricos y los pobres c*.ho..ito.prJ"n po, l"cruel experiencia. Entretanto, las jaurías se han puesto a ]adrar .o.rr., la impú-dica ave; el tirícautivo brinca hacia rodos rados rrepado a su hamaca dandogritos sobreagudos y los bebés asustados hacen oír su llanto convulsivo.senurtermina por saltar lanzando imprecaciones para separar I a riía abastonazos y elodioso animal reroma su guardia con una satisfacción sarcástica.

El sol disipó la bruma de la que no quedan más que algunos jirones enreda_dos en el linde del bosque. El cielo muy despejado *.rurr.i",rrr, ,,r.ra jorn"d"de calo¡, aunque éste no se haga sentir antes de la media mañana. son las seis ymedia en mi reloj y el desayuno se anuncia aI finbajo ra forma de una yuertageneral de chicha de mandioca, acompañada para beneficio nuestro con unplato de taros hervidos. §Tajari se limita a los ríquidos. según su costumbre, nocomerá nada antes del final de la tarde, cuando tenga lugar ra única comidacotidiana verdadera que debe esrar compuesra por algún plato de animal decaza o de pescado para calificarsecomo tal. Un pequeño tentempié d.e mandio-ca asada, de dioscórea o de raro viene a veces a saciar un po.o .r hambre ypermite esperar la cena, pero debe ser comido como quien no quiere y casideprisa y corriendo. La glotonería es despreciada aquí y se recuerda consrante-menre a los niños pequeños que tienen que moderar su gura naturar. puesroque la comida es tan variada como

abundanre, no es el ñntasma del hambre loque engendra esca discreción, sino el sentimiento de que la temperancia bajotodas sus formas es la virtudejemprar de los grados superiores de la humanidad.con excepción de la chicha de mandioca, de la que se puede engullircanrida-des considerables, los modale-s de ra mesa imponen a ros hombres una fachadade frugalidad tanto más ostentadora cuanro ,ro,,..oro, son los tescigos.

A caballo en su chimpui, \Tajari se ha ianzado en su aseo .o.r-r" ..rir-,aplicación que una corresana veneciana. Después de haberse peinado cuidado-samenre el cabello, lo divideen dos rrenzas a un rado y a-otro der flequilroespeso que le come las cejas. En cada uenzahay enredado un gran cordón de

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aigodón rojo, mientras que su larga cola de caballo esrá atada por una cinratejida de motivos geométricos, que lleva en sus exrremidades plumas de cucánrojas y amarillas que forman en su nuca como un ramillere. Toma luego sus

learis, dos delgados tubos de bambú de unos treinta centímerros de largo ador-nados con un motivo de rombos grabado al fuego; cada tubo esrá remarado poruna ¡oseta de plumas y una larga mecha de cabello negro. Habiendo humedeci-do con saliva los bambúes para hacerlos deslizar mejor, §Tajari retira los dos

bastoncillos que lleva en los lóbulos de las orejas para introducir delicadamenteen los agujeros este voluminoso juego de alhajas. Pide entonces a unas de sus

hijas que vaya a buscar una vaina en el arbusto de rucú que bordea la casa, comocorresponde para un cosmético utilizado cada día por todos. Con un tallo mo-jado en el jugo rojo de la vaina, se dibuja en el rosrro un motivo complicado a

Ia vez que se examina con mirada crítica en el pequeño espejo que le di hace

unos días. Fina.lmente satisfecho de su apariencia, nuestro huésped roma su

gran machete, me invita a quedarme en la casa, y se va con paso alegre a visitara su cuñado Pinchu que lo ha invirado a desbrozar un nuevo huerto. Una largajornada de ocio forzado se abre anre mí.

III. RUMORES PUEBLERINOS

Ln lrtn¡¡, rlNe que cayó toda la noche ha cedido su lugar a una de esas mañanas

destempladas en que levantarse se convierte en un acto de coraje.'W'ajari renun-

ció muy afortunadamente a su habitual lavado de estómago y su baño se desa-

rrolló sin alboroto. En este momento está ocupado revolviendo su pitiah, un

canasto trenzado con tapa muy cerrado donde guarda sus efectos personales y

del que saca una abominable camisa de nailon abigarrada al estilo hawaiano.

Tias sacudirla enérgicamente para hacer caer a las numerosas cucarachas que

habían encontrado refugio en ella, Ianza un " tu-tu-tu-ti' r-nelodioso para invi-tar a las gallinas a picotear los insectos enloquecidos que huyen a roda velocidad

a un lado y a otro. A pesar de la vulgaridad de su vestimenta, Vajari no parece

ridículo, a lo sumo incongruente. Y si tiene esta deferencia hacia la elegancia

lrirtor" de los trópicos es en honor de su hermano Titiar que nos ha pedido que

fuéramos hoy a ayudarlo a construir su casa.

Titiar vive en la otra orilla, no muy lejos de aquf. Las lluvias de estos últimos

días han hecho subir brutalmente el nivel de las aguas, y el gran tronco por el

cual se atraviesa comúnmente el Kapawi quedó sumergido, por lo que atravesa-

mos el río en la pequeña piragua sacudida por la corriente. La casa del hermano

de §Tajari se alza sobre una Bran rerrazaatenosa en la confluencia del Kapawi y

de un arroyo de aguas transparentes, encajonada en un pequeño barranco fron-doso. Está flanqueada por el esqueleto de una gran estructura de madera ya

armada por completo, pero aún desprovista de su techo de palmera. AI contra-

rio de la de nuestro anfitrión, la casa está rodeada por paredes de bosque de

palmeras, interrumpidas en cada una de las extremidades por una puerta plena.

De su intimidad así disimulada, no se percibe por el momento más que grandes

Bfltos.Entramos por la puerta del tankamash, puntuando nuestra llegada con el

saludo rautológico habiual: "¡Estoyllegando ". Hace falta un ins¡ante para acos-

tumbrarse a la penumbra y distinguir la guirnalda de invitados que tapiza el

muro del tanka.mash frente a la silueta de Titiar que reina desde su chimpui.Después de navegar en medio de una profusión de pininkia llenos hasta el ras,

colocados en el mayor desorden en el piso y sobre los bancos, nos hacen un

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ADAPTARSE A TA SELVARUMORES PUEBLERINOS

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pequeño lugar en la hilera de los visitantes. rvajari no es el único que se puso laropa del domingo: varios hombres osrenran camisas que harían honor a unaescuela de samba. Estas vesriduras lla-marivas conrrasran con la sobriedad. de lacontinencia, el formalismo de las actitudes y el exorismo de los adornos. Todoslos hombres tienen el rostro delicadamente adornado con pinturas de rucú,algunos llevan tubos karis en las orejas y ostenran coronas de plumas de tucán odiademas de plumas de ara.

Titiar es un hombre bello, delgado, con ojos de terciopelo, de elocuciónlenta y melodiosa, cuyo porre osrensiblemente seg,ro parece rraicionar pormomentos una secreta aprensión. En este momentoestá manteniendo una con-versación con Tsukanka, un 'viejo temible de unos 50 años, petiso, fornido,con cara de gárgola, feliz poseedor de sers esposas y más gruñón que un agamí.Nunca lo vi reír o sonreír, cosa que tal vez sea mejor ya que sus dientes reveladosa veces brevemente están cubiertos por un barniz negro que los vuelve semejan-tes a una boca de lobo. sean cuales fueren las circunstancias, Tsukanka hablamuy rápido y muy fuerte, con una viorencia apenas contenida que hace olvidarsu baja talla' Se lo ve más formidable ahora que se ha lanzado en er di:íIogoordinario de las visitas, eI

yaitiat cbicba¡,2 o discurso lento,, que, conrrariamen-te a Io que su nombre pareciera indicar, se desarrolla ,r., ,it^o que mis oídosinexpertos juzgan exrremadamente veloz.

El discurso lento es un modo canónico de conversación entre dos hombres,una suerte de responso que se desarrolla según una línea melód.ica específica,marcado por fórmulas estereotipadas que sirven para seña.lar las diferentes eta-pas del di:ílogo y las alternancias de palabra enrre ambos interlocutores. Esraforma de expresión se usa sobre todo para entrar en tema en ocasión de lasvisitas de parientes cercanos; pero también, en cuanto una cha¡la normar co-mienza a rratar sobre un rema grave o importanre, es decir, susceptibre de pro-vocar un conflicto, Ios hombres caen de manera automática en las entonaciones§ostenidas y las frases repetitivas caracrerísticas del discu¡so lento. Ahora bien,como las conversaciones sobre bueyes perdidos parecen ser aquí desconocidas ylas ocasiones de conflicto no parecen futar, la comunicación enrre los hombrescobra por lo general la forma de un intercambio dialogado, más o menos a-lerta oacompasado, según la prosodia musical del discurso lenro más o menos afirmada.

_ Los jefes de familia presenres esrán estrechamenre emparentados. El dueñode casa se ha casado con una hermana de Tsukanka, q,r. i rr., está casado condos hermanas de Titiar. según la lógica der sistema de parentesco jíbaro, estarelación de alianza recíproca es extensiva a wajari, puesro que es hermano de

Titiar. Naanch es un hermano encroncado (hana) de\Tajari y de Titiar, puessus respectivos padres eran hermanos; se llaman, por lo tanto, .,hermano,,

y seconsideran como tales. Pero \Tajari también se ha casado con una hermana deTseremp; esre último, al igual que sus dos hermanos Tarir y pinchu, se encuen-tra así unido colectivamente a'§l'ajari, Tidar y Naanch. por lo demás, Tlerempes el marido de una hija de Gukanka y desea romar por segunda esposa a la

hermana de ésta. Mukuimp, por su parre, es el yerno de .Vajari; po. .l jregoextensivo de las categorías de consanguinidad y de afinidad, ,.rul, enroncesque cuenra con rres suegros . Finalmente, Thyujin y Kuunt son hermanos, y alser su hermana una de las esposas de Naanch, denen también a \Tajari y a Titiarpor cuñados; Tsukanka es también su suegro, ya que Táyujin está casado conuna de sus hijas. Los hombres de esta pequeña colectividad no se dirigen unosa orros por su nombre, sino por uno de los cuatro rérminos de parentesco quedenotan los entrelazamientos de sus relacione s: latsur o ..hermano,' (hijos demismo padre o misma madre o de hermanos de mismo sexo), sairuo 'primo-cuñado (marido de la hermana, hermano de la esposa o hijo de hermanos desexo opuesto) , jiichur o tío-suegro (padre de la esposa, hermano de la madre omarido de la hermana del padre) y aweruo yerno-sobrino (esposo de la hija,hijo de la hermana o hijo del hermano de la esposa).

Me he sentado aI lado de Tseremp. De unos veinte años de edad, no muy altopero bien plantado, tiene ese temperamenro simpático y entusiasta que vemosgeneralmente enrre nosorros en los jóvenes jefes de scouts.E ,,, .rpráor rústicome explica que ese núcleo de parentesco ha venido a establecerse aquí hace treso cuarro años a instancias de \Tajari y de Titiar. Las familias vivían anres disper_sas en toda la región del alto y medio Kapawi, a uno o dos días de marcha unasde otras, con lo cual sus relaciones se limitaban a visitas muy esporádicas a pesarde la proximidad de su parentesco. Los hombres del Kapawi mantenían hacíamucho tiempo relaciones

de hostilidad con los shuar del Macuma, a unos diezdías de marcha hacia el noroeste, y cuando estos úlrimos fueron .,pacificados,,

por misioneros protestantes en los años cincuenta, mis compañe.o, to- ro., l,costumbre de ir de tanto en tanto a lo de sus antiguos a.r.-igo, para trocar suscerbatanas y su curare por sal, herramientas merálicas y fusiles. ios misiorerosestadounidenses vislumbraron de inmediato el partido que podían sacar de losintercambios ocasionales entre sus feligreses y aquellos indios rebeldes enrrelos cuales no habían logrado hasta enronces estabrecerse. confiaron, pues, aunos shuar adoctrinados la tarea de convencer a sus socios comercia-les del Kapawique abandona¡an sus guerras intestinas, que se reagruparan como pueblo y que

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navegable A decir verdad sólo la últimade estas operaciones exige una mano

RUMORESPUEBLERINO.S

L di ibilid dd l l l i i

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navegable. A decir verdad sólo la últimade estas operaciones exige una manode obra exterior a la familia;en los otroscasos un hombrey sus hijos basranpara la obra;el trabajocolectivoes un modo para ganar tiempo y ahorrar es-frerzo- Esta ayuda no esrá somerida a una conrabilidadminuciosa que imponeuna estricta reciprocidaden la cantidad de jornadas de trabajo conlas que sebenefician unosy ot¡os. Pero como los parientes se deben asistencia rechazaruna invitaciónestá mal visro más aún cuando con charlas y bebida ésta pro-porciona Ia ocasión de una agradable ruprura en la monoroníade la vida do-méstica.

El deseo de buena convivenciase vuelvemenos agudo ahora que los achuardel Kapawise reunieron alrededor de la pista de arcrrizaley pueden visirarsecotidianamente sin esfuerzo. Hasta hace cuatro o cinco años esros hombresdebían caminar durantevarios días para dar la vuelta de las invitaciones en lo desus parientes diseminados en la selva; y como el rrabajo en común era por esomenos frecuente se prolongaba en cambio por más tiempo y conclulacon unagran fiesta de bebida en la que se bailaba hasta el alba. Al huirdel aislamienrodel hábitat disperso en esre pequeño pueblo cuya única calle conduce al cielolos achuar están descubriendo que cierta promiscuidadpuede volver insulsas

las alegrías de la vida mundane.Es Tsukanka y no Titia¡quien toma finalmentela iniciativade volveraltrabajo. En ningúnmomenroel dueño de casa dio instrucciones a los que ha-bían venido a ayudarlo a no ser para invitarlosa hace¡ una pausa. Las únicasórdenes que he oído hasta el momenro son las que los maridos dirigena susesposas y en el plano formalen todo caso los hombresparecen formarunacomunidadde pares. Titiarmanda justamenre a las mujeres que lo acompañena ir a buscar los fardos de palmas de hampanahque cortó en el bosque a más deuna hora de aquí; este trabajo de carga es la única operación que recae sobre lasmujeres en la construcciónde Ia casa.

Dos especies de pequeñas palmeras son empleadas para cubrirlos techoskampanak y turujt que perrenecen a Ia misma familiabotánica y tienen laparricularidadde crecer en colonias lo que vuelvemás fácil su colecra. Aunqueestas plantas sean muycomunes se necesitan grandes cantidades para hacer untecho y los bosquecillosmás cercanos son rápidamente agotados; por eso cuan-do el techo de palmas comienza a pudrirse después de unos doce años sóloqueda mudarse a un nuevo sitio.Sin ernbargo como la antigua morada deTitia.rno tiene más de ocho o nueve años él cuenra con recuperar una parte de lapaja con Ia que está cubierta para Ia que esrá construyendo ahora.

La disponibilidadde las palmas y la resistencia del techo son los principalesrecursos que condicionanel ciclo de cambios de hábitar. pase lo que pase unhombre debe reconst.uir su casa cada doce o quince años; si quedan colonias dekampanak o de turujien las proximidades y si ninguna guerra imponeunalejamiento tácricodel terriroriode los enemigos edificará la nueva casa junroa la antigua con el finde poder continuar explotando sus cultivosde mandio-ca. En caso conrrario deberá seleccionar orro sitio para habitar a uno o dos díasde marcha y emprender una laboriosamudanza: desbrozamiento

denuevos

huertos trasplante de esquejes consrrucciónde la casa y de su mobiliarioetc.En Capahuari este ciclo seminómade ha sido inrerrumpidorecientemenre porel reagrupamientoen pueblo pero esra alteraciónde las formas de hábitat co-mienzayaa plantear algunos problemas; Tidar se quejaba de tener ahora que irbastante lejos para enconrrar las palmeras para cubrirel recho y las especies demadera apropiadas para la esrrucrura de madera. En esre bosque donde losrecursos naturales son abundanres pero están muy dispersos la concenrraciónde las casas y el paso a una vidasedentaria provocan rápidamente perturbacio-nes en los modos rradicionalesdel uso de la naturaleza cúyo costo mis compa-ñeros empiezan a calcular; por más generosa que parezca la naturaleza en estas

latitudes soporra mal las presiones demográficas aún modestas.como varios fardosde kampanak ya estaban depositados bajo el armazón

el trabajo puede continuarse sin Ti¡iar.cada palma es atada separadamenre auna plancha por su pecíolo de modo que se monta sobre la anterior. La coloca-ción comienzacon las planchas del anretecho luego aya¡zahaciala techumbrepues cada nueva franjade palmas recubre parcia.lmenre la hilera inferiordemodo que se asegure una impermeabilidadperfecra.

El ritmode traba.io disminuyóconsiderablemenre y aprovecho para pedirlea teremp precisiones sobre las animadas conversaciones que se desarrollaron ala mañana en la casa. como lo sospechaba se esrá tramando una vendetta pero

los protagonisras no escán todavía claramenre definidos pues las circunsranciasdel casu¡ bellisiguen siendo oscuras. La primera parte del caso es conocida portodos: cierto Ikiamque vivÍaen la desembocadura del copataza sobre el pastazaa tres días de marcha de aquí hacia el noroesre fue abandonado hace unosmeses por su esposa Pinik a quien le pegaba. Probablemente en complicidadcon alguno de sus parientes ella se escapó en piragua por el pastaza corrienreabajo durante variosdías hasta un pequeño grupo de casas achuar situado en laconfluencia de ese río conel bajo Kapawi.un ral sumpaish vivíaen esos parajesy se enamoró en el acto de la fugitivaa la que tomó por esposa.

ADAPTARSE A tA SELVA RUMORES PUEBLERINOS 7t

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Dos discursos lentos se mantienen simultáneamente, uno entre Titiar y Naanch,otro entre Tbukanka y valari. Fingiendo ignorar las palabras paralelas, cadauno de los interlocutores se desgañita escupiendo sin detenerse. La expulsióncont¡olada de la saliva es uno de esos talenros sociales que se practica en ocasiónde las visitas, exutorio de estilo para Ia acidez de la chicha de mandioca fermen-tada. Con los discursos lentos, sin embargo, la escupida adquiere un verdaderovalor semánrico. con un codo apoyado sob¡e

la rodilla y la mano cubriendo laboca, el vigoroso o¡ador descubre a la mi¡ada la desnudez de sus dienres; lasfrases en cadencia se expanden en Ia casa disimulando su origen demasiadohumano, como escapadas de un bozal. En intervalos regulares, dos dedos verti-cales aprisionan los labios como para silbar y dirigen a varios merros la eleganreparábola de un chorro de saliva. cuanto más serio es el tema discutido, más seacelera el ritmo de los salivazos, animando con un bombardeo continuo el es-pacio inmóvil donde se enfrentan dos inrerlocutores fijos como estaruas. Laescupida punrúa, subraya y da énfasis; su silbido confiere una suerre de rima alos diáJogos. A medio camino entre Ia palabra y el gesro, esta modesra funcióncorporal queda aquí elevada a la altura de un artificio retórico.

El caso Ikiam está en el centro de todo este bulricio codificado. Aún enausencia de un morivo plausible, los partidarios de la culpabilidad de Kawarunchson los más numerosos; la vindicta con que lo acosan es manifiesta-mente ante-rior al crimen que sería el pretexro. Dos vecinos de Kawarunch están en elorigen de las acusaciones que recaen sobre él: Tirkupi y \Tashikta viven en ladesembocadura del Sasaima y alcanzaron una gran reputación gracias a sus ha-zañas guerreras. l]no y otro son 'tuñados de Kawarunch, pero ahora se llevanbastante mal con é1. No obstante, esre temible t¡ío realizó varios raids contra losachuar del sur anres que la discordia no minara su facción; la gente de capahuarique está aliada con ellos honran a Tükupi y a'washikta con el nombr e de f utmt, gran hombre , con el cual se designan a los líderes milirares

más valientes yexperimentados; Kawarunch, en cambio, no es más que mamhartin, mata-dor , pues asesina sin bravura, dejando la gloria de los enfrentamientos directosa favor de la cautela de las emboscadas.

Todas estas evaluaciones sobre la culpabilidad de unos y otros tienen que vercon Io que los achuar llaman pase cbicham, las palabras malas , una bruma derumores, de acusaciones y de mentiras a medias particularmente favorable alsurgimiento de las guerras . La gran dispersión del hábitat favorece la deforma-ción sistemárica de las noticias más anodinas que diferentes visirantes rerrans-miten de casa en casa. Estos mensajeros más o menos bien intencionados inter-

La continuación del uaudeuille, del que nadie esraba informado aquí, fuerelatada esra mañana por tyujin, el yerno de Tbuk¿nka, de regreso i. u^visita a su hermano Narankas en el sasaima. Enfu¡ecido por sus c,r-ernos, Ikiamdecidió el mes pasado ir a asesinar a ra infiel y a su nuevo marido. Había saridosolo en piragua una hermosa mañana, con un fusil y una buena provisión depólvora y de plomo, y desde enronces no lo habían vuelto a ver. Nadie dudaaquí de que Io mataron, pero dos versiones contradicrorias se enfrentan en cuanroa la identidad del asesino. Algunos piensan que lo mató Sumpaish, que es lomás verosímil. Perfectamenre consciente de las consecuencias probables de sumatrimonio, el nuevo esposo de pinik estaría en alerta y debía haber sorprendi-do a Ikiam mienrras rondaba la casa. según otro rumor difundido por ü g.n..del sasaima, el marido celoso habría sido asesinado por uno de sus cuñados, untal Kawarunch, que vive a orillas del pastaza u' Jí de navegación corrienteabajo desde su casa. Kawarunch habría disparado a Ikiam ,á.p...ir-..t.,mientras éste pasaba en piragua delante de su casa para ir a cumplir su venganzaen el bajo Pasraza. La presunra culpabilidad de Kawarunch no está fundada enningún otro indicio que el de su fama de hombre irascible; según Tseremp, es

un tipo peligroso con no pocos asesinaros en su haber. como los achuar delCopataza parecen querer monrar un raid de venganza, y todo el mundo encapahuari está lejanamenre emparentado tanto con la víctima como con uno uotro de los presuntos asesinos, se trara de saber de qué lado se va a poner cadauno de los hombres.

El regreso de Tidar y de una de sus dos esposas bajo una montaña de palmasanuncia la cercanía del fin del trabajo de la jornada. Luego de ,.r.,

grrd.ci-i..r-o colectivo, el dueño de casa invita enseguida a todo el mundo a ir a la antiguacasa donde nos espera una copiosa comida preparada por ras muchachas enausencia de su madre- Además de los chorros de nijiamanch, el responsabre deuna invitación debe ofrecer también a quienes lo ayudaron ,.r.r b,r..r cena, es

decir, carne en abundancia. Tidar ¡ecorrió los bosques dos días seguidos previen-do su pequeña festividad, trayendo por lo demás un magro borín: dos saimiris,un agutí, un tucán. Recibí las manos de uno de los monos, unos puñitos negrosy retorcidos que nadaban en una sopa grasosa como resros de un fesún caníbal.Esta porción selecta es reservada a los huéspedes que se desea honra¡ y es larazón por la cual tengo que chupar estas rrisres falanges con la convicción de losinvitados bien educados.

IJna nueva vuelta de chicha de mandioca sigue a la cena; mucho másalcoholizada que la anterior, contribuye pronto a enardecer las conversaciones.

ADAPTARSE A tA SELVA

pretan los hechos en función de sus estrategias personales y transportan las

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y pcalumnias más inverosímiles hacia aquellos que no piden más que creeries. ycuando una vieja animosidad encuentra un nuevo foco de maledicencias parareavivar su ardo¡, cuando una venganza dife¡ida por mucho tiempo conquistanuevamente su actualidad por un pretexto reciente, entonces la vida de unhombre no depende sino de la prudencia de todos y cada uno de los insrantes.

Las genealogías que hemos comenzado a ¡elevar son testimonio en su crude-za estadística de la amplitud de esas guerras de vendetra: en la generación que

acaba de desaparecer, un homb¡e de dos ha muerro en combate. Detrás de lafachada serena de nuestros anfitriones, derrás de la rurina amable de su vidacotidiana, se perfila poco a poco un mundo más tumultuoso. Nadie sienre lanecesidad de disimular sus ecos, tal vez en razón de mi presunra incornpren-sión, pero más seguramente porque ia muerte violenta se encuentra aquí en eicruce de caminos de todos los desrinos individuales.

Bol pininkia para beber chicba dt mandiocaI ttstració n de I au ¡or.

IV. CALMA

¡Dos rrarsr,s YA QUE ESTAMOS EN C,q.p,otHu¡m El tiempo parece perfectamente

inmóvil, sin espesor y sin ritmo, aI acecho del acontecimiento. Sólo las rutinas

biológicas animan un poco el continuo de nuestra existencia; su alteración, a

veces, introduce una nota de fantasía. El ají que asfixia, la linda oruga que se

quema en el ácido, Ios mosquitos que impiden el sueño, los ácaros que devoran

las piernas y el bajo vientre, las picaduras infectadas que supuran, los piojos que

picotean la cabeza,la micosis que hace heder los pies, el cólico que retue¡ce las

tripas, en fin, todas esas afecciones habituales de los trópicos contribuyen a

subrayar una suerte de exterioridad de nuestros cuerpos donde se alojan dolores

sucesiyos. ¡Agradezcamos a nuestra naturaleza animal por suplir con este corte-

jo de novedades los ciclos imperceptibles de una naturaleza vegetal perpetua-

mente idénticat Semper uirens, siempre verde, dicen los botanistas para calificar

a esta selva que jamás se despoja para renacer, cuyas flores modestas y sin atrac-rivo evocan, a lo sumo, una banal función reproductiva. Est¿mos acostumbra-

dos a medir el tiempo por los cambios de color de las estaciones; ¿cómo podría-

mos entonces aprehender el paso del tiempo sin contrastes cromáticos?

A esta ausencia de variaciones estacionales, los indios de la Amazonia res-

ponden de manera volunta¡ista: la yuxtaposición de los colores vivos es, en esta

región del mundo, un atributo de la cultura que asegura su preeminencia sobre

una naturaleza inmutable con el juego de francas discontinuidades. Adornos de

plumas rojas, amarillas y azules, pinturas de rucú, collares de perlas de vidriode colores fuertes, pulseras y taparrabos mulricolores amplifican en los hom-bres el cromatismo de una fracción del orden animal encargado de animar dis-

cretamente la naturaleza con libreas coloridas. En un universo monocromo,aras, tucanes, momots o gallitos de ¡oca se singularizan por el brillo de su apa-

riencia, y cuando los indios imitan su oscentación multicolor ornándose con su

plumaje recompuesto, lo hacen con el afán de considera¡los de cierto modocomo pares. Además de un plumaje original que los predispone a servir de

materia prima para la confección de los emblemas más característicos de la vidasocial, los pájaros poseen algunas cualidades propias que los aproximan a los

hombres. Las etapas de su crecimiento y las modificaciones radicales que resul-

/a

ADAPTARSEATA SELVA CALMA

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tan de ellas -diferencias entre el pichón, el joven y el adulro,el cambio deplumaje, ei dimorfismod. lor r.*or, .t.._ ro., prrricularmenteapcas para signi_fica¡ los cambios de esrarus cuya expresión son ros riros de p o;.. ño ., ,o.-prendenre, por lo ranto, que la iniciaciónde los .dol.r..nr.i lr.rrt.rd, u.rsociedad de guerreros o a una camada, el acceso a ra jefatura o ra culminacióndel aprendizaje chamánrco se representen frecuentemente en la Amazonia conun adorno de plumas bien distintivo.El apego de las parej as, los cuidados de lospadres a su nidada, las rnanifesta.iones d.-dt.uismo o ra organización muyregulada de las especies sociables presenran rambién muchas i rogi ,con losm-odos de expresión de la afectividadhumana. El canro de los pája'ros, en fin,ofrece una complejidad melódicacasi sin igualen el mund.o íi*,, y .ro,gorjeos que los indiossaben reproducir con una exactitud conmovedoraevocanuna capacidad para formular mensajes que está muy próximader Ienguaje delos hombres' En la mayoría de ras culturas amazónicas, cierros pájaros de plu-maje excepcional,como los aras y los tucanes, son así metáforr,.j._pl ..,d. lcondiciónhumana en el corazón mismode Ia natura.leza. pero ya arrojen subrillosobre un pájaro o un adorno de prumas, estas oposiciones de corores enque se expresa el sello de lo social se dejan ver

según una contigüidad instantá-nea; no podrían marcar una periodicidadtemporalque se ha v-uerto invisibreafalta de ilustraciones.Por cierro,hay días de sor y días de lruvia.Los primeros son inrerminable-

mente dilatados en la luz cruda del cenit qu..o,,. I*anticipacionesaregres dela mañana y los placeres sociales d. r t i.. Los segundos, como en todas par-tes' son tan sólo días de lluvia,morosos y domésticos. ciertos días de sor seoscurecen en la rarde bajo nubes tormenrosas; el chaparrón brutal dura apenasun momenro y se evapora pronro sob¡e la tierra recalentada. A veces, los dias deIluviaconocen rambién un parénresis; una hendidura súbita viene hacia el me-diodíaa interrumpirun.pequeio diluvioque parecía ererno. En uno y otrocaso' un arco iris signa lo inesperado de su presencia. Es una metamorfosisceleste de la anaconda, la gran serpiente de agua cuya piel irisada evoca, mez_clándolos, todos los colores del p.irmr.Co-l .lla,

ugur. el peligroy su pre_sencia es saludada con el rérminopatun,,,ma)presagio,,, te-ibl._Át. u._r_ado por las mujeres. El arco iris es rambién.i ,igno de la transición, der inter-valo, de la duración momenráneamenre co¡tada;lo,.olor., que exhibe marcanuna discontinuidadúnica en el desarrolro homogéneo d.r ,i.-po.pero esreespejismo irisado es ran fugaz que se orvidaIa cesura que renía por funciónindicar:vuelve la lluviao el sol ¡ecobra sus derechos.

El diario de campo es nuesrro calendario de Robinson.como en un barco,enero o juliopierden su sabor estacional y no son más que los parámetros de losdías que pasan. La crónica minuciosa de lo cotidianose despoja así de rodoreferente cósmico y se pone únicamente a.l servicio del rirmo de la vida social.Las peleas de familia,las acusaciones de brujería y las historiasde cazaformansu rrama principal,puntuada episódicamente por el rumor frenético de unaguerra en gestación.

Estos pueblos de la soledad, como los llamaba chateaubriand,tienen unaexistencia sociallimitadaa una cantidad muy pequeña de acontecimientosquese producen en un círculo muy estrecho de relaciones; su pasado se remontarararnenre más allá de los recuerdos de infanciay se borra rápidamente en elmundo muy cercano de la mitología.Pocos achuar conocen el nombre de susbisabuelos, y esra memoria de la tribu,que se despliega a lo sumo en cuarrogeneraciones, desaparece periódica-menteen la confusióny el olvido.Las ene-mistades y las alianzasque los hombres han heredado de sus padres esfuman lasconfiguraciones más antiguas que los padres de sus padres habían esrablecido,pues ningún memoria.lisrase preocupa por celebrar los importanreshechos rea-lizados por aquellos

cuyo nombre ya no evoca nada a nadie. Fuera de los ríos,espacios fugaces y en renovación perpetua, ningún lugar es nombrado aquí. Loslugares de hábitat son transitorios,rararnenre ocupados por más de quince añosantes de desaparecer sin más bajo la selva conquisradora, y el recuerdo aún deun cla¡o se desvanece con la muerte de quienes lo desbrozaron. ¿cómo nohabrían de parecernos enigmáticosesros nómades del espacio y del tiempo anosorros, que damos tanto valor a la perpetuación de los linajes y de los terru-ños y que vivimos,en parre, con el patrimonioy el renombre amasados pornuestros antepasados?

En este universo social exiguoy sin profundidad,el acontecimienro másinsignificanteacaba por adquiriruna de un pe-rro durante Ia caza cobra el mismo re o un pro-yecto de casamiento, y son todos por entos y deinterpretaciones circunsranciadas. Como la rutina de los trabajos cotidianos esinmutablea Io largo del año, es en la sucesión de los temas de conve¡sacióndonde se siente pasar el tiempo, como se deshoja poco a poco una lenta crónicade informacionesgenerales. Las guerras, el abandono de una pareja o las mu-danzas a un nuevo sitioson los tiempos fuerres que marcan esta sociabilidadmonótona. Las historias de vida que hemos comenzado a recoger se resumen,así, en una seguidillade accidentes caó¡icos: nacimientoen un lugardesapare-

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ADAPTARSEA t-{SELVA

Aprovechandoun aterrizaie de la i t d

TRATICOS

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Aprovechandoun aterrizaie de la avioneta de 1os misionerosesradounidensesen la pista de Capahuari -cuyo único motivoparecía ser confirmarel rumor deque estábamos instalados allÍ-,consegui-or,.n efecto, embarcarnos en el vue_Io siguiente hacia el aeródromo de shll-lr¿era.como no esrábamos enreradosdel paso del avión,nos habíamos precipitadohacia la pista ar oír que se acerca-ba' Yo estaba pardcipando de una tallcolectiva y, como rodos los hombrespresenres' tenía el rostro unrado con dibujos de rucú. El piloto,un coloso rubioy rosado de ropa inmaculada,

miróde arriba abajo .t., .r., consrernaciónasqueada a ese vagabundo hirsuro ypintarrajeadoqu., .i., embargo, se expresa-ba en inglés; finalmente, se resignó a negociar nuesrro transporte, a precio cos-toso, hacia la higiene civilizadaqr. , .,,o necesitába-mos evidentemente. Trashaberse negado inicialmente a conducirnoshasta Ios achua¡ los evangeristas,sin.duda, habían optado por tolerarnos en su zona de influencia,puesro quenada les permitía oponerse; sería de mala voluntadahora ¡ehusarnos er socorrode su avioneta.

El pequeño cessna blanco y rojohabía regresado efecdvamente a capahuariel día acordado' Como tar espectáculo .r pJ.o común, Ia mayoría de los habi-tantes del pueblo había.invadidola pisra p . rr.r.ro, partir;hombres y adoles_centes fanfarroneaban alrededor de la avionera inmóvil,mienrras q,r. í , ^u¡.-es conversaban enrre ellas, en cuclillas,a una buena distancia.É., .r. ,I.gr.alboroto, nadie nos había manifestadoningún sentimiento particurar. En ermomento de subir a la carlinga, de repente .. hiro el sirencio;se oyó entonces,como un lejano murmullo,Ia voz temblorosa de las viejas que írlmodi b .,melancólicamente cantos diversos.

Esa estadía de diez días en puyo nos permitióreconsrituirnuesrras provisio-nes de rega-los y de medicamentos,y .o-p.r, un motorcito fuera de bordausado yvarios toneles de carbu¡ante. El t. .rsporte por avión de todo ese apro-üsionamiento volvíaposible ahora una 1 .g .rt dí entre los achuar, ya quecapahuari podía servir de base para expediJones

en piragua hacia regiones deacceso dificilque los misionerosaún no habían pisado.A nuesrro regreso en la comunidad, los hombres no habían podido esconder

su asombro: a pesar de nuestras promesas de regresar lo más p-.rao posibre, noesperaban volvernos a ver. Fuera de un salesiano-l.gerrd .io, ..,,.ry l.;á. en el sur,no tenían conocimientode ningún blanco que hubiera ,iridorárrto tiempocon los achuar' Nuestra primera estadía y 1., p r..í bastanre notable por suduración como para excluirtoda idea d. i.olo.rgr.ión.Arregresar entre eilos, yal rraer, como habíamos conyenido, ,lgr.ro,oü¡.,o, _ rr,.rÁ.turrdosque nos

decían necesitar, les dimos un giro diferente a nuesrras relaciones: evidente-mente, Yakum yAnchumir(el nombre indígena de Anne chrisrine)no estabanahí de paso, y habrÍa que conrar en adelante de manera duradera con ellos.

La gente de capahuari seguía sin comprender el motivode nuestra largavisita, pero éste había terminado por convertirse para ellos en una preocupa-ción secundaria que se borraba poco a poco anre la realidad de nuestra partici-pación en sus acrividades cotidianas. Habían percibidocon basranre rapidez

que no éramos misionerosprotestantes en razón de nuestro gusto manifiestopor el rabaco; fundándose en razones teológicas bastante misteriosas, los evan-gelistas proscriben,en efecto, el uso de esre consuelo que tanto debemos a losamerindios. Thmpocopodíamos ser misioneros católicos, pues habían oído de-cirque eran hombres solita¡ios a quienes la ausencia de pene los hacía incapacesde vivircon una mujer. No teníamos objetivos colonizadoresexplícirosy habíarehusado, incluso, la propuesta que me habían hecho hacia el finalde nuestraprimera estadía de hacer un hue¡to y construiruna casa, lo cual sin duda contri-buyó a acreditar la idea de que volveríamosa partirrápidamente. En fin, lalengua que hablábamos enrre nosorros no tenía la sonoridad del español, ydebíamos por lo tanto perrenecer a una tribu muy alejada,

probablementeemparentada con la de los misionerosestadounidenses, pero que se distinguíade ésta por costumbres particulares. Alser imposibledefinirnuesrra identidadpor referencia a tipos existenres, la gente de Capahuari había resuelto conside-rarnos como una nueva variedad de existencia de blancos, originalsin duda, afalta de comparaciones accesibles. AIregresar entre ellos, agregábamos la di-mensión de la duración a esre esquema inicial.Todo parecía indicarque esraría-mos allípor mucho tiempo, y lo que se manifesraba en las primeras semanascomo una curiosidadrara y temporal por su idioma, sus mitos o el nombre desus abuelos, debía ahora se¡ considerada como una volunradduradera de com-partir su vida.

El viaje a Puyo había tenido orro efecto, más inesperado, sob¡e nuesrrasrelaciones con los indios. Lejos de difuminarlos rudimentos de jíbaro que untrabajo lingüísticosistemárico nos había permiridoadquirir,esre corre de algu-nos días, por el contrario, nos hizo at¡avesa¡ un umbral en la comprensión de lalengua. obligados desde el descenso de la avioneta a sostener di:íJogos en achua¡habíamos consrarado con sorpresa que esra hazaíase había cumplido muy na-turalmente por una parte y por otra. Este sentimiento de una desgarradurasúbita en la bruma de las palabras no había cesado desde enronces de volversemás fuerte. Por cierto,el rigorciencíficonos obligaba a registrar con el grabador

ADAPTARSE A IA SELVA TRAFICOS

e\cepciór. a esta regla del rrueque concierne a los medicamencos corrientes de

i id b i di ifi d

las palabras que no resistían el resumen o el conrrasentido, con el fin de poder¡ranscribi¡las y traducirlas con mayor reflexión; en cambio la charla idi

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los cuales hemos constituido un ¡tocb importanre y diversificado, y que por

supuesro dispensamos gratuitamente a todos aquellos que vienen a consultar.

Puede parecer paradójico, o mezquino, utilizar a conciencia los cánones de

ltreciprocidad indígena para reclamar a los achuar objetos inúdles para nuestro

conforr material, a cambio de esos indispensables bienes manufacturados que

nos cuestan tan poco. Por módico que sea, el subsidio de la República francesa

nos permitiría disuibuir las baratijas de Puyo con Jiberalidad sin esperar otra

compensación que nuestra alimentación cotidiana y un techo para guarecer-nos. Sin embargo, al elegir vivir como los indígenas, habíamos resuelto adoprar

osrensiblemente sus modos habituales de comportamiento, primero para ha-

cernos aceptar, pero también para que nuestra presencia no perturbara dema-

siado el frágil equilibrio de su independencia. Ahora bien, Ios achuar admiten

que ciertos objetos tienen un valor y que no pueden darse por nada. Establecen

claramente una distinción entre las cosas que no pueden ser objeto de una

rransacción, porque son como prolongaciones de la persona -los huertos de

mandioca, la casa y su mobiliario, el alimento y el trabajo-, y las cosas cuyo

valor es objetivable pues son independientes de la gente que las posee, y por lo

ranrosusceptibles de convertirse indiferentemente en cualquier

equivalente queposea las mismas propiedades: es el caso de los bienes intercambiados enrre los

indígenas -armas, curare, sal, adornos, perros, piraguas, erc.- o de aquellostrocados en ambos sentidos con los regatones de Montalvo -herramienras, te-Ias, utensilios, pieles de pecarí, de jaguar o de ocelote, etc.-. Ciertas cosas de laprimera categoría pueden ser intercambiadas entre sí, sin que eso implique unareciprocidad estricta, puesto que su indistinción respecto de aquellos que las

dispensan impiden que se las pueda cuantificar; ofrecer una comida o parrici-par en una tala forma parte de las obligaciones mutuas enrre parienres y no se

somete entonces a una estricta contabilidad. A pesar de la ausencia de moneda,Ios objetos de la segunda categoría están someridos, en cambio, a las reglas de

una circulación completamente ortodoxa en el sentido de que no tolera flujosde mano única. Pueden transcurrir varios meses, incluso varios años, entre losdos momentos del intercambio, pero la duración no borra la obligación deentregar un bien de valor más o menos equivalente al del objero obrenido.

Circuscribiéndonos a los modelos de intercambio culturalmenre sanciona-dos por los achuar, prevenimos los motivos de conflicto que una distribuciónmasiva e indiscriminada de objetos manufacrurados habría podido proyocar:celos ante un trato supuestamente desigual, exigencias desproporcionadas, per-

y con mayor reflexión; en cambio, la charla cocidianase nos había vuelto en gran parre accesible, ¡eveiando a nuestros oídos de repen-te despiertos un correjo de frases generalmenre marcadas con el sello de la ma_yor banalidad.

Más que todos lo demás, Vajari quedó sorprendido de nuesrro regreso. Mehabía encargado a.lgunos mandados .n p,ryo _,,r, filo de hacha, .r.r r pi.r^ d.cotonada, macheres y manras-, y yo re había pedido a cambio qu.

^.'..r...r .na cerbarana nueva que.él desdnabad ,.r.qr..

yohabía.,r,,,ilido escrupulo-§amenre con mi parte del mercado, pero §rajari, entre tanto, como manifiesta-

mente no contaba con volverme a ver, había dado su cerbatana a un quechuadel Bobonaza a cambio de dos o rres marmiras usadas. sin exigirle la conrrapar-tida' y con una osrentación perversa, entregué enronces a mi anfirión er peque-ño fardo de suministros que cada ,r.,o h úí renido el gusco de conremprar arsalir de la avionera.

su falta a Ia puntillosa eriquera de los intercambios sumió a \Tajari en unaprofunda consrernación, sobre todo porque todos los hombres de Ia comuni-dad estaban informados de ella. ylo,

.h,rrr son rigurosos en mareria de reci-procidad y no admiten que sus transacciones internas sean manchadas condesequilibrios demasiado vistosos. cada uno sabe quién le debe a quién, ya quela ausencia de moneda no impide para nada que todo el mundo conozca lacotización oficiosa de los objetos comúnmente t.o. dor. para ocuhar su confu-sión, \Tajari me había invitado en er acto a que volviéramos a insrararnos en sucasa y se había dispuesto con diligencia a f bricar una arjaba que debía compen-sar la cerbarana desaparecida- En el ciclo eterno de los do.r., y contradones,había tomado únaventaja que nos garanrizaríaal menos por un tiempo el techoy la comida.

Cuando un achuar nos pide un machece, un cuchillo, un corre de rela operlas de vidrio, nosotros le pedimos una compensación: un bor de rierra coci-da pininkia,

un poco de curare, una calabaza,,rr, . n r,o a veces, o ,n llo..rotradicional de poco varor. No usamos en absoluro esos objetos comunes y habi-tua-lmente gastados que los indios, por lo demás, reemplazan con rapidez; poreso se apilan en un gallinero abandonado ar borde de la pisra de aterrizaje,esperando una hipotérica t¡ansferenc.ia hacia la civilización do.rd. ,. ,,rpo.r.que los regalaremos a nuestros parientes. Los achqar encuenrran una ventaja enesas conrrapartidas más bien simbólicas a bienes muy codiciados, y nosorrosevrtamos así yernos someddos a pedidos excesivos o injusrificador. L, ú.ri.

ADAPTARSEA LASELVATRÁ-F]COS 83

turbaciónde los circuitos tradicionales,etc Como la gente de capahuari

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senur está inclinadaencima de una marmita donde está dejando macerar laralladurade una variedad de estramonio destinada, especialmente, a fortificarel carácter de los perros. La ingestiónde esra preparación p¡ovoca un estadodeliranteacompañado de efectos alucinatoriosextremadamenre poderosos, enrazón de las fuertes dosis de atropina y de escopolamina que el estramoniocontiene en esrado natu¡al. La genre de Capahuari cultivadive¡sas variedadesde estramonio en las proximidadesde su casa, cada una de las cua.les está desti-nada a un uso particular:el esr¡amonio para soplar a los pajaritos , cbinhituhutaimaihiua, ¡efuerza la potencia del cazador cuando sopla en su cerbarana;el estramonioagua-celeste , Yr-imaihiu4es utilizadoen emplastos para cu-rar heridas gangrenadas, que pueden ser de guerra, o bien consecuencia de unamordedu¡a de serpiente; el gran estramonio , T uunt maikiua, provoca durantevarios días un violentodelirio,marcado por fases alternadas de narcosis y deexcitación,en el curso del cual los achuar entran en conracto con los espírirusancestrales arutam; por último,el estramonio de los perros , lawa maihiua,está destinado a mejorar su aliento, su coraje y su tenacidad, sumergiéndolosmomentáneamente en un estado de hipersensibilidad que exalta todas susfacultades.

La destinataria del tratamienro es una perra flaca, de colo¡ indefinible,queresponde aI nombre marcial de Mabanch,la serpiente punta de lanza cuya mor-dedura puede provocirIa muerte en algunas horas. contrariamentea lo que sepodía esperar, la desdichada no se identificacon su temible homónimo;es rantemerosa y debilucha que avergonzaría a su dueña. La languidezde la perrasería el ¡esultado de una licuefacciónde la médula causada por un pedo detamanduá. según una creencia muy común en Amazonia, las flatulenciasdeeste animal son consideradas más peligrosas para los perros que le siguen lapista que sus garras afiladas que incitanal jaguar a evita¡loprudentemenre. Escierto que con su inmenso hocico tubular de donde sale como un dardo unaserpentina movediza, este gran oso hormigueroparece condenado a tal encogi-mientode las vías superiores que quizás está destinado por la natura.l eza a ex-presarse en el único registro de la analidad.Lafuerzaletalde sus pedos aseguraaI tamanduá una impunidad total, como a todos los animales que huelen mal ,y cuya carne, en consecuelcia, es declarada nauseabunda. Los más notoriossonel tamanduá, el tapir, el coatí, el opossum, lazarigúeya,el cervatillocolorado, laanaconda, a-l mismo tiempoque las aves rapaces y las especies carnívoras engeneral. A este club de fétidos se oponen globalmenre los animales que huelenbien y que a esre títulodeben el honor de servirde animales de caza a los

circuitos tradicionales,etc. Como la gente de capahuari noconoce la experiencia de la caridad, nuesrras pequeñas rransacciones nos permi-ten exhibirun comporramientofácilmentereconocible respecto del mundo delos objetos; vuelve nuestra presencia menos exótica y nuesrro caráctermás previ-sible'Yás allá de la paridad de actitudes que instaura, esta adhesión evidente a lasreglas del rrueque es también ra única manera de procurarnos recho y comida.AIigual que todas las sociedades donde no reina un mercado formado¡de precios,los achuar excluyen, en efecto,

las transacciones lucrativasbasadas en alimenros.Interpretadaa veces como un ferizmedio de preservar ra soridaridad de una colec-tiüdad de iguales, pues imposibilitaen r,, ,*o er comercio con bienes indispen_sables para la supewivencia, esra proscri ificultamucho lasubsistencia del etnólogo. ¿para qué le s puede conseguircomida? El alimento y la hospitalidad se a los parientes devisita, pero los achuar no tienen previsro que los extranjerospuedan acceder aellos por medio de dinero. Fascinante p ., ,r espírituencanrado por la morarantigua, esra ignorancia del mercantirismoconduce a muchos ,.ro.a¡o.,., d. ..-tómago: cuando nadie se preocupa por el plato vacío de ,r.ro, ,ro, po.remos aextraiar las comodidades de un mundo donde el d.inero permit.obr..r., todo.

. . Gracias a.l trueque, sin embargo, nos convertimo, .., ,,rrtit,rtosde parientes.Así como los achuar reciben .r, ,,, . r a visitantes lejanamente .-p ...,,rdo.que aprovechan su esradía para dedicarse a ros inrercambios,.ro, oto.g*r^hospitalidadindispensabre aI buen funcionamien, d;i;.i;;;; ,..l*--as' Acogidosy alimentados por \Vajari, le damos simplemente por sus objetoscompensaciones más generosas que a los ot¡os achuar. Era, pl,rrái sistemáticaque agregamos a la reciprocidadse ha vuelto,así, una manera comprendida por1 1 u-no de negociar nuesrra acogida, salvando las apariencias de la gratuidadde los bienes de subsistencia.

T'a ausencia temporariade'vajaridistendióun poco radisciprina de ra casa. Escierto que llueve sin cesar. La estación de rrs fu..t., lruvias,sin embargo, aúnno ha comenzado, pero el clima del A-ltoAmazonas es nororiamente errático enrazón de la formidable barrera de los Andes que obstaculiza con sus picos rosgrandes flujosque vienen del este. L , -uj.r., decidie¡on, ..rao.r..r, que noiríana empaparse en el huerto. euedan, á..rá., abundantes p.ovisiones dechicha de mandioca;sin duda, ,ro hubier n resistido durante -u.ho tiempo ala sed inextinguibledel dueño de casa, pero pueden perfectamente sarisfacer

hasta mañana nuestra apetencia más modesta.

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ADA?TARSEA LASELVA

Miperra de Patukam, hija de tapi¡ corredora de bosques

TRÁfICOS

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j p ¡ corredora de bosques,Siempre mi perrita,hija de tapir, corredora de borq.r.., nieta de tapi¡ corredo¡a ción de este primosalvaje, inútilpara los hombres, como empiezan los anenr

dirigidosa los auxiliares menos sanguinariosdel cazador. Gran devoradorde

gallinas,el ayra manifiesta, por su parte, todas las cualidades de la astucia y dehabilidad de una garduña, a la que algo se parece además, aunque es muchomás grande. En fin,si Makanch es llamada hijade tapir ,es para que susmamas se hinchen de leche al modo de ese corpulentosímbolo de mate¡nidadejemplar que amamanta a su cría durante largos meses después de haberlo lleva-do en su vientre pormás de un año.

Como Ia imagen de sus múltiplesdestinatarios, los anenr cubren un regisrroexrenso de circunstancias. Pero es aún difícilhacerse una idea exacta pues, contra-riamente a los mitos que pertenecen al patrimonio común,estos cantos mágicostodos disdntos son tesoros individualescelosamente guardados y que deben tenerpor único auditorioa los seres que invocan.No se los canra, pues, en público,sinoen privadoo mentalmente, sin que nada lo muesrre en la actitud. Necesitamosuna diplomaciaprodigiosa para almacenarlos en el grabado¡ y con la condiciónde satisfacer la curiosidad de los que quieren entregarlos medianre la escucha degrabaciones de sus predecesores en el confesionariomagnético.

Pero esto no quiere decirque nos hayamos vuelto traficanres de anent, puessu divulgaciónse hace con el consentimientode aquellos que aceptan confiár-noslos. Además, la simple audición de los canros mágicos nopermite apropiár-selos; aún queda saber para qué sirven y en qué ci¡cunstancias utilizarlos,con-diciones que su contenido muy alegórico no permite por lo general adivinar.Cuando su modo de empleo me es revelado, es con la seguridad de que mimáquina no gira ¡ sospecho, para anenr a los cuales sus poseedores dan pocovalor. Sin embargo, el grabador juega también un papel positivode revelador,puesto que otorga a los anent su verdadera dimensiónal sustraerlos de la clan-destinidad errática de una memoria individual.Las palabras empleadas en losencantamientos son consideradas, en efecto, como verdaderas encarnaciones delas entidades a las cuales se refieren,susritutos invisiblesy a pesar de eso casimateriales, que el cantor o la canrora se apropia y emplea como un talismánpara actuar sobre el mundo. Po¡ esta razón, losanent pueden transmitirse comocosas, y es también por esta razón que su realización concrera e impersonal,bajo la forma de una huella magnética confinada en una caja, no disminuyeenabsoluto su eficacia, sino que confirma más bien a los ojos de los indígenassucualidad de objetos mágicos.

Con algunas variacionesesrilísticas, las palabras de los anent no difierendelvocabulario ordinariomás que por las virtudes que les atribuyen,metamorfosis

/de bosques,Alverte, la mujer Sunka, la mujerSunka se alegraC¡iaturadomésdca de la mujer NunkuiTú que tejes afinidades, tú que rienes amigos entre aquellos que van en bandaYendo así, m.iperra tayra, mi p.qu.ñ, p.ri. ,ryrr.

Comenzamos hace poco a.medir la importancia que los achuar otorgan a esrasbreves invocaciones cantadas a las que [ - n anent, gtaciasar hecho de que unpredicador shuar que estuvo de prro .., Crp^hurrijo, * ¿r., ^.1 rrOU,traducir al español las grabacione, qu. h úír-os realizado. Los anent sirven

y a los seres de la naturaleza en un ronodo de humildad.A los primeros se soli--plantas o animales_ se les ordena que

m e n re a I o s h um an o s : p erm i ren r.h,. J:n ::':ri:t:#;:' ;:ltHili:11_cia destinararios fuera del área de escucha.on .l fir,de modificarsus sentimien-tos' sus acciones o inclusosu destino. poreste medio se puede despertar erarnot supera¡ las peleas entre parientes, fortalecer l ._o.rí .o.ryrgi,,1.;r.los peligros que rondan a un ser queridoo prevenirlos riesgos del abandono.

Asiduas de la desdicha, las viudas ro., .*p..r ,en este úrtimo registro que adop-tan casi maquinalmente cada vez que una partida reaviva lo.-...r.ráo.

d. ,,.,abandono; sus voces temblorosas ii.ror,,rn, prueba emotiva de esto cuandopa¡trmos en avión.como muchas manifestacionesde ra afectividadachua¡ ros anent se carac-terlzan por un gran pudor de expresión: es raro que er objetivobuscado o er serque se signados. Aunque se dirigea Makanch,el

:::::de sus inquietudes sino por combinacio_

c u ar i dades des eabr es en carn adas, . ;,'il;'Jffiffi*:Í:;: ffi:lili:ptitudp.ara la caza en jauría son evocadas por la referencia a los perros dePatukam , esos pequeños perros salvajes,g..riuo,y rebeldes a toda domestica-ción que atacan en banda a animales muy-gr .rd.,como el tapir. A pesar de laausencia reconocida por los achuar d. todo p r.ntesco genético entre los perrosdomésticos y los perros salvajes, estos últimosson concebidos como el arqueri-po hacia el cual deberían tender los perros de caza,y es siempre con la invoca_

ADAPTARSEA Lq. SELVA

que los transforma en elementos de una suer¡e de lengua natural en que lascosas los seres y las propiedades son llamadas por un nomb¡e dife¡ente d l qu

TRAIICOS

vierte a los mejores sabuesos en bienes extremadamente preciosos. Si los cacho-rros son regalados entregados en general a cambio de nada por no haber reve-

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y p p llamadas por un nomb¡e dife¡ente d.l qu.llevan en ia ¡ealidad -pero en realidad su ve¡dadero nombre el que las definepara siempre-. Para evitar toda confusión cada anenr es por lo ranto adaptadoa una situación dererminada con gran precisión: por ejempro sembrar maízcolocando varios granos en el mismo hueco plantar un esqueje de mandioca ofar¡orecer la bajada de leche de una perra. por Io demás el canto es consideradoverdaderamenre eficaz sólo si está acompañado de pensamientos afecruosos por

la persona que lo ha enseñado ya que la intencionalidad propia de su carácrermágico es amplificada así por una intencionalidad de naruraleza emotiva. Las

para enfrentar la condición de mujer casada.

afecto banal que comúnmenre se siente por un animal de compañía sino másbien del deseo consrante de verlo superar a sus congéneres. El perro achuar no esun confidenre sino una suerre de proyección simbólica de ras aptitudes de suama. una mujer es juzgada de la manera como las cuaridades consriurivas de Iacondición femenina se vuelven más o menos manifiestas en los productos de sutrabajo. Perros lindos y valientes un huerro opulento una chicha de mandiocauntuosa una alfarería fina y delicadamente adornada relas de interesantes moti-

El valor de un perro no se mide únicamente con la vara de la consideraciónpersonal; se define cambién en función de una jerarquía de mercado que con-

g g g piado todavía sus cualidades intrínsecas los perros adultos se truecan a una coti-zactón vartable según su estatuto y su origen. Los más famosos y los menos

comunes son los perros bastante valientes y ágiles para perseguir a los ocelotes e

incluso a los jaguares; se los adquiere sin vacilación a cambio de una piragua o

de un fusil de carga por la culata. Esta paga ext¡aordinaria -la fabricación de

una piragua exige varias semanas de trabajo continuo- es en parte justificable

por las ganancias que el nuevo propietario da por descontado obtene¡ en elcomercio ilegal de pieles; pero t¡aduce también el valor desproporcionado que

ios hombres dan al combate con el jaguer ese animal de reputación legendaria

cuya piel asienta una fama de gran cazador. Encarnación de todas las virtudescombativas y símbolo de todos los peligros el gran felino es un predador uni-versal que compite con los hombres y los mata a yeces; es el auxiliar de los

chamanes como la anaconda y comparte con ella el privilegio de inspirar unremor respetuoso en parte fundado en las capacidades de meramorfosis que se

le atribuyen.Los perros que vienen de lejos son también muy apreciados independiente-

mente de sus virtudes aparentes; los achua¡ se esfuerzan por conseguirlos en las

¡tnias vecinas que hacen lo mismo con ellos. Bastardos de razaindefinible que

: .rcan vagarnente a un galgo venido a menos Ios perros de los shuar y de los -;uelos se parecen mucho sin embargo a los de los achuar; incluso son cazado-

res menos buenos pues no pueden ejercitarse en su región de origen donde los

grandes animales de cazahan desaparecido bajo la presión del frenre de coloni-zacíóny de la expansión demográfica. Esta circulación canina no es pues ex-

plicable objetivamente por las cualidades de los sabuesos de lejana procedencia;proviene de un fenómeno más general que parece propio de todos los gruposjíbaros: la valorización fantasmática de ciertos objeros mareriales o inmate¡iales

-los poderes chamánicos por ejemplo- a los cuales una fuente excranjera ga-

runrl7.aría una potencia y cualidades muy superiores a las de objetos idénticosaccesibles localmente. Esta dependencia consentida ante el excerior no puede

sino incitar al trueque puesto que las cosas que se poseen son necesariamente

menos estimables que aquellas cuyo simple movimiento en el espacio habrá de

cargar de méritos.Con excepción de los cachorros los perros de las mujeres son negociados

por los hombres únicos amos de los intercambios en la esfera de los objetos de

valor. Una mujer no posee verdaderamenre la jauría sino que su usufrucro le es

90 ADAPTARSE A LA SELVA

concedido por el marido, guien siempre puede tomar uno de sus miembros

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p uno de sus miembrospara trocarlo. En la práctica, es basrante raro que un hombre despoje a su espo-sa de un perro a1 que ella está apegada sin da.le r seguridad d.

rgo . -bio ..,el futuro de valor equivalente, ya otro perro, ya ouo objeto d. ,rro exclusivocomo una rrenza de perlas de vidrio. Esra imbricación de los derechos sobre elperro refleja bien el esraturo ambiguo del animar: siruado enreramenre en ladependencia de las mujeres, criado, cuidado, arimenrado y adiestrado por ellas,sirve sobre todo a los

hombres en una de las acciones más distintivas de sucondición.La ambigüedad del perro se expresa también en orros registros. socializado

en lo más cercano de la humanidad, dado que es er único aniiar que duerme enuna cama y come alimento cocido, el perro revela, sin embargo, ,r.r rr,u.rl.rbesdal por su falta de discriminación arimentaria y sexuar: come rodos ros dese-chos' incluso los excrementos, y se acopra indiferenremenre con sus progenito-res sin resperar la prohibición del incesto que rige a la sociedad. Ade-ár, .,llamado con el mismo término genérico q,r. d.rigr* al jaguar ya algunos otrosfelinos, )tawa, arya esencia y .o-por,áiento compartiría. Este sarvajismoparticipativo es desviado, sin embargo, en provecho ie ros hombres, pues elperro representa simultáneamente el arquetipo de Io doméstico, tanhu,.pit.toque le es agregado para distingui.ro de sus prJro. pri-o, indomables. Recibe,además, un nombre propio, privilegio que no se le concede a ninguno de losanimales domesticados. En la intersecciJn de lo natural y de lo cultu.ar, de lomasculino y de lo femenino, de lo social y de lo bestii, el perro es un serheterogéneo e inclasificable; su posició. .*t. ñ, en el bestiario;ib ro señara,probablemenre, una llegada tardía en la selva de la flanura, .o-o .i su lugar enlas jerarquías animales aún no esruviera firmemente establecido-

VI. LA MAGIA DE LOS HUERTOS

Los omrocos DE r.{s vErADAs se volvieron más sueltos. solo con \Tajari junto alhoga¡ nos buscamos a cada vuelra de palabra, como suspendidos entre el sueñoy el alba por el círculo de fuego que nos aísla de las dnieblas. con voz baja perointensa, §Tajari me deralla un sueño que acaba de contarle a Entza en Ia intimi-dad de la cama cerrada. Nunkui, el espíriru de los huerros, se le ha aparecidoesta noche bajo la forma de una enanira achaparrada con el rosrro untado derucú; sentada sobre un tronco con la inmovilidad serena de un sapo, estabarodeada de un halo rojo muyvibrante. \Tajari estaba sorprendido, pues Nunkuivisita más bien los sueños de las mujeres a las que ayuda con sus precepros enlos trabajos del huerto. Luego de pedirle que la siguiera, lo condujo hasra unaorilla escarpada del Kapawi; allí, con un movimienro enérgico del mentón, le

indicó un afloramiento pedregoso prolongado por un pequeño desprendimien-to. En medio de las piedras, un punro comenzó a brillar con un resplandorrojizo como la extremidad ardiente de uno de esos grandes cigarrillos que \Tajarise arma con hojas de maíz seco. con voz suave, Nunkui murmuró enroncesuna pequeña canción yEntza apareció a su lado; luego desaparecieron súbita-mente, junto con la mancha de fuego en el desprendimiento. Según \Vajari,este sueño excepcional es el presagio, o mejor aún la prefiguración, del hallaz-go de una piedra de Nunkui. También llamadas nantdr, estos poderosos en-cantamienros favorecen el crecimiento de las plantas cultivadas transmitién-doles Ia energía que guardan dentro de sí; las mujeres valoran celosamente suposesión, que dará a sus huertos una opulencia osrenrosa, fuente de prestigioy de envidia.

AI levantarse el sol, luego de comer sólo un plato de batatas, partimos enbusca de la piedra mágica. §Tajari la encuenrra en el lugar indicado, a tan sólotres meandros río abajo de la casa. Es un pequeño pedazo de silicaro cuyo colorrojizo presenta en un lado y otro punros brillances. Entza, aquien está destina-do, lo envuelve cuidadosamenre en una rela de algodón y lo coloca en un bolpininkia que guarda en su canasro; Iuego, regresa a la casa, carga al bebé enbandolera, toma su machete y un tizón, libera a los perros, hace señas a suchiquilla de seguirla, y toda la compañía se dirige hacia el huerto. Anne chrisrine

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ADAPTARSEA LASELVA 93

la acompaña y yo las sigo argunos pasos con una desenvo.r¡ura simulada: Ioshombres no son bienvenidos .n lo, Lr..ror.

t.A,MAGIADE LOSHUERTOS

bre entre su dominioy el de Mirunik.Por el lado que bordea la selva, una hilerade bananos señala el findel espacio domeñado

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Por supuesto, son los hombres Ios que desbrozan ios claros, pero después de latala de los grandes árboles con hacha y el desmalezami.ntod. ros bosquecillosresiduales con machete,

ipdT^ las mujeres para la quema; cuando ur .rp.ralfomb¡a de cenizas recub¡e el futu¡ohu.r,o,^r, úrtimacontribuciónes plantarlas hileras de bananos que delimitaránlas parceias de las diferenr...o.rporl .T.r,este gesto simbóiicoque define la apropiaciónsocial del huerto, ,. ,.¡i. ., de r,

estaca Paraes de man-un aParen-Ios maníes

y los ananás' No queda más que colocar aquellos árboles cuyos frutos de tempo-un poco monótona:palmeras chonta, aguacates,cacaos y guayabos. Ésros son plantados más bien

queescapaala jurisdicció ffi1',' t:1'.i :l_:,i:lll;i,j'f;,1::Í.:::propias parcelas. Es rambiénalrí donde se encuenrran las plantas q* . d ,rrrousa comúnmente: el pimienro,el_rabaco, el algodón,

lo, rburto, de clibadiumyde barbasco --cuya savia asfixiaa los peces .., i*p.r.^, con raíces envenenadas-,las calabaceras, el rucú y Ia yag*p r pintrrr..l ,or,.o ¡ finalmente, las diferen_tes especies simples y las plantas narcóticas,como er .rr' ..rorrio.En plena madu-rez, el huerto cobra el aspecto de un vergel exrendido en una huerra en c¡ecimien-to' Los altos tallos de los papayos dominan un desorden impresionante;los taroscrecen como monstruosos ramos de hojas de se¡illa, los ba¡anos se confunden yse tuercen bajo el peso de enormes regímenes de planrainas, los zapalros se arnon-tonan como pelotas a Ios pies de rroncos calcinados, r s ,lfoml.r,de maníeslimitancon los bosquecillos de caña de azucar,las ma¡antáceas prosperan a lolargo de los grandes rroncos acostados que han subsistido d. h rir, y po. ,od ,

partes los a¡busros de mandioca despliegan como renráculos sus hojas co' d.dor.Enrza se ha derenido a la sombra de un zapote silvestre,que se salvó de latala por sus f¡uros suculenros. Ama¡¡a su b.bé a una hamaca, atada en la otraPunta a un poste clavado en la tierra; luego enciende un fuego rápidamente conalgunas ramas ennetrecidas que ,ob..riu i.ro.,a la quema. Allíestá en su reino,en el corazón de la parcela que ha creado, delimiradadenuo der gran huerto dela casa por un pequeño sendero que la separa d.e Senur y po . un inmensocaPoquero abaddo cuya parre superior erige una barrera más a-rta que un hom-

de bananos señala el findel espacio domeñado.Es tiempo ahora de ocuparse de Ia piedra de Nunkui.Entza toma el bol pininkia

que la contiene, lo recubre con otro pininkiade dimensiones idénticasy ocultaeste pequeño receptáculo al pie de un tronco.Aprisionadode este modo, el nantareprcerá su acción benéfica sin peligropara el bebé. Estas piedras mágicas, enefecto, están dotadas de una vida autónomaque les permite desplazarse por símismas; si se las delara vagar al aire libre,se acerca¡ían subrepticiamente a los

niños para chuparles lasangre, Afortunadamente,Entza conoce un anent que sumadre le ha enseñado en el pasado para amansar a estas sanguijuelasmineralespara que no ataquen a los humanos. En respuesta a esta invocación,Ios nantarcomienzan a enrojecer como brasas atizadasylaenergía fecundadora que extraende Nunkui se difundeen las plantas. Para optimiza¡estas condiciones propiciatorias,es conveniente tambiénhumedecer los nantar caníbales con infusiones de rucú,sustituto metaforico de la sangre que tanto les gusta.

Pero las piedras de Nunkuino garantizan por sí solas el oficiode Ia horticul-tura; hace falta tambiéntranspirar. Progresando en cuclillasen círculosconcéntricos,Entza se ha puesto a desbroza¡ con el machete. DÍa tras día, arranca

las malas hierbas que disputan el terreno a las plantas cultivadas. Esta pacientelabor ocupa la mayorparte del tiempo pasado en el huerto. La tradición míticacuenta que estas matas de gramíneas parásitas nacieron de las plumas de Colibríque las expandió por la superficiede la tierra para castigar a los humanos por unexceso de esmero hortícola. Comosus hermanas'§fl'ayusy Mukuntdesobede-cieronpor no haber cumplidosu promesa de cultivarsin esfuerzo y se habíandeslomado al plantar la mandioca, ignorandosus consejos, Colibrílanzó unamaldiciónque acabó con el traba.io fácil: enadelante, los hombres deberánsufrirduramente para desmalezar los huertos y las mujeres esta¡án condenadasa sacar las hierbas perpetuamente.

Aunquehaya sido sancionado por un irasciblepájaro-moscamítico, este

imperativo culturalobedece menos a razones prácticas que a preocupacionesestéticas. El íntimoorgullode una mujerachuar es presentar ante la miradacrítica de sus colegas un huertoperfectamente dominado dondeninguna plan-ta adventiciatraiga el recuerdo del desorden caótico deIa junglacercana. Laaparente confusión vegetal que impresionaal principioal observador neófitoes, en realidad, productode un sabio equilibrioentre grupos de plantas muydiversas por sus formas y sus exigencias, dispuestas en macizos de afinidadesque separan pequeñas corrientes arenoses diseñadas tan meticulosamente como

ADAPTARSE A LA SELVA rA MAGI,A DE LOS HUERTOS

un jardín .iaponés. Por cierro, el desbrozamiento prolonga un poco la vida del que robaba mandioca desde hacía un tiempo en el jardín de senur No tardó

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p g poco la vida delhuerto anres de que el agoramienro de ..ro. ,r.lo, po.o f..til., acabe por vor-ver inevirable su abandono, después de tres o .urr.o ,ño, de culrivo. sin embar-go, el cuidado maniático con que los achuar emprenden la tarea parece respon-der, sobre rodo, a su gusro por la composición vegetar y la armoná ho.tícora, talcomo lo prueban a contrario las numerosas etnias amazónicas que se abstienende escardar las parcelas quemadas sin por eso exponerse al hambre.

Fuera de este trabajo de mantenimiento fastidioso y en parre superfluo, laho¡ticultura ropical exige en verdad pocos esfuerzos. Aquí no es necesarioremover la tierra, binar los terrones, regar o cubrir con paja los plantones, abo-nar los suelos, arrancar los brores inútiles o luchar .o.rur'lo, p^rásitos. La ma-yoría de las plantas se multiplican por vía vegeta tiva; ya.on .r ,.r.j., en el tailo,como la mandioca, ya planrando un reroño, por ejemplo d. brr".ro, ya t^m_bién enterrando un fragmento de tubércolo .o.no es er caso de la dioscórea. Lamandioca, que constituye, en sus muy numerosas variedades, el grueso de laalimentación cotidiana, es el sueño del horrelano despreocupado. ó"d" prr.rtaprovee enrre dos y cinco kilos de raíces que un golpe de machete afcanza adesenterrar; una vez recogidas, dos golpes J. .,r.hill" p.rmiten darre aI tailo laforma de un palito que, colocado en la tierra sin ,rn c,rid"do particular, pronrose- cubrirá de hojas y ofrecerá un nuevo rote de raíces dentro i. dgrrrror'-.r.r.AI igual que la dioscórea, esra pranta acomodaticia soporra ser dejada en l"tierra mucho más allá de su período de maduración sin que sus raíces se echena p_erder' vuelve inútil, pues, el almacenamiento de los ariientos, puesro que, adiferencia de las temporadas muertas que conocen los cultivador., d. ..r."r..,, h::*: constituye aquí una reserva de planras feculentas de pie donde esposible abasrecerse durante rodo el ,ño ,.gú, Ias necesidades.

Existen algunos aficionados furtivos a los tubé¡culos, pero sus depredacio-nes resultan ser bastante modestas. Las pacas, los acuchis y sobre rodo los agutíesson los excavadores

nocturnos que más asiduamente visitan el huerto en buscade su porción de raíces. contra sus daños rápidamente descubiertos, los hom-bres no están desvalidos: se monran rrampas eficaces en los caminos que rrazanestos grandes roedores cuya carne algo grasa es muy apreciada. La más comúnes un pequeño túnel de ramas sobre el que cuelga un rronco pesado; alintroducirse en esra rrampa a la que lo conduce l" .,rti.," d. ,r, trry.cto, .lanimal tropieza con un palo que provoca la caída de la masa.

A veces, se prefieren represalias más direcras. Así, la otra noche, \Tajari mepidió prestada la linterna para apostarse con su viejo fusil aI acecho de un agutí

que robaba mandioca desde hacía un tiempo en el jardín de senur. No tardó en

dispararle, desperrando a toda la casa con una deflagración terribie. Al placerdel acecho, siempre vivaz en un cazador, se sumaba Ia satisfacción de cobra¡selr,avenga[za gastronómica con esra especie de gran cobayo alzado sobre patas

de comadreja. Antes que cercar sus huertos, los achuar prefieren dejar libreacceso a los predadores con los que ellos mismos se alimenran, admitiendo confilosofía que forma parte de la naturaleza el hecho de que un cebo pueda ser

ocasionalmente mordisqueado.El sol ya ha pasado el cénit y Entza acabó de escardar. con Ia ayuda de su

hijita Inchi, de seis o siete años a Io sumo, junta las ma.las hierbas y las amon-rona sobre el fuego que despide enseguida espesas volutas de humo blanco.como todas las niñas, Inchi ha sido iniciada desde muy pequeña en las rareas

disdntivas de la condición femenina: horticultura, cocina, limpieza, faena deagua, cuidado de los niños... Es sobre todo en esre último ámbito donde ella es

útil, acunando al bebé mientras la mad¡e trabaja o apartando de él las moscasinoportunas; pero si Ia ayuda que brinda a Entza es aún modesta, aprende juntoa ella su papel de furura esposa y de buena hortelana. La simplicidad de los

modos culrurales hace olvidar que el huerto es un universo muy complejo dondecoexisten m.illares de plantas de un cenrenar de especies, de las cuales algunas,como Ia mandioca o la batata, comprenden va¡ias decenas de variedades. para

dominar esta sociedad vegetal sobre Ia cual sus esposos ignoran casi todo, lasmujeres necesiran un saber botánico pacientemente acumulado desde la infancia.

En contraste, el hermanito de Inchi se encuenrra rotalmente lib¡e de obliga-ciones. Unkush pasa sus jornadas haciendo lo que quiere, sin que a nadie le pasepor la cabeza ir a pedirle siquiera un favo¡ por pequeño que sea. Este ociovaronil continua¡á toda la adolescencia. En inestable equilibrio sobre un rron-co, por el momento está ocupado vareando papayas con un largo basrón. Losfrutos del huerto están destinados principalmenre a los niños y éstos no dejande servirse cedavez que les viene en gana. Pero las papayas no están maduras y¡esisten con obstinación los golpes que les da el muchacho; arrasrrado por suimpulso, termina por caer sob¡e una plantación de porotos de la que ,. 1.r".r,"gritando un "¡cltuwa " asqueado.

siempre acompañada por Inchi, Entza se dirige hacia una planta de man-dioca que examina con ojo c¡ítico. Es una va¡iedad nueva que ha plantado haceunas semanas a partir del esqueje que le dio su hermana Chawir que vive aJ

borde del Pastaza. sus raíces son mucho más gruesas que las de las variedadescultivadas en Capahuari y su sabor un poco insulso la destina únicamenre a la

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ADAPTARSEA IASELVA

rla' nlnguna ascensión a-l empíreo, ninguna distinciónde ras esencias funda aquíel orden humano por l l j i dJo d i

TAMAGIADE LOS HUERTOS

mandioca chupa la sangre de los humanos y muy especialmente la de su proge

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el orden humano por el alejamienro dJo, dioses. Miscompaíeros no agradecena Nunkuipor su acro creador, no le rinden acciones de gracias po, ,,,r'".ro.d.bondad; en suma, no han contraído con ella esas deudas morales inextinguibresque vuelven ran exigentes las religiones de la trascendencia.

Este espíritubonachón reside en er subsuero de ros huertos donde vera por erbienestar de sus hijosvegetales, sin ofrecer a los humanos rigor aparente por raofensa que antaño padeciera

uyush. Las mujeres se aseguran de su presenciacantándole anenr y tienen con elra un conrraro impríciropor la tutela conjuntade las plantas cultivadas. Gracias a un asiduo t."br;o,.., .f..,o, los achua¡ hanIogradomanejarl . .

vegetales qu. r," lnlaturas

fora del"Éu.n";" ,';-T;cantante se idendfica con ella explícitamente, como si deseara captar las virtu-des de su modelo. La auto¡idad marerna ejercida por Nunkuisobre su progenievegetal es concedida así idealmenr. ,las m,rjer.s que saben esrabrecer con esreespíriu relaciones de concordia. La horticulturase p¡esenra, en suma, como lareiteracióncotidiana del acto de engendiamienroen er curso der cuar Nunkuidjo. nacimiento a las plantas .ultir"á",por intermediode su hijaUyush.Muylógicamente,las plantas son tratadas .o..ro hijos por las mujeres que se ocupande ellas y aparecen en los anent como los hijos adoptivos de Nunkui.

Tál desveio honícola traduce, sin duda, ,r.r. difi.,rlr"dtécnica muy real: laor los achuar se reproducen mediantera existiry perperuarse dependen de losa mandioca no regresa a estado salvajemuere pronro y sin posreridad bajo el

ada por la junglaque la rodea. La horti_iacióndia.lécticadonde la mandioca se

desudescendencia.Estecanibalismor.r:,';:'Jf:"':;i"1-r:'""'"I;m;*imis compañeros, 9ue conciben" ra -".rdroc"como a un ser animado, dotado deun alma wahan, que llevaen los espacios cultivados una vida de famiriacompre-

tamente ortodoxa' Aunque se encuerrren bajo los auspicios de Nunkui,ros anentdestinados al huerto están destinados di¡ecrame.rrea esre pequeño pueblo de lamandioca para incitarloa crecer y a multiplicarseen armonía.

Estos hijos frondososdevorados po, q,ri.r.,los crían saben encontrar unacompensación a su destino: al igual que las piedras de Nunkui, se cree que Ia

mandioca chupa la sangre de los humanos, y muy especialmente la de su proge-nie. se le imputa a menudo la anemia de los niños de pecho cuando los murcié-lagos vampiros no pueden ser considerados responsables; contrariamente a estosúltimos,la mandioca no deja huellas, puesro que bebe por simple conracro de sushojas omnipresenres. Por esra razón, a los achuar les gusta desplazarse en sushuertos sobre aquellos grandes rroncos que quedan después de la tala, sanruariosalzados por encimade un mar solapado de mandioca, que hacen oficiode sende-ro para los visitantes.obligados a un conraoo cotidianocon la planta vampírica,las mujeres y sus hijos son evidenremente los más expuestos. se vigilaa.[os niños

Atrauiésalode inmediatoAldecir esto, los he oído regenerarseAlcaos rocoso, me lo estoy imaginandoNosotros, nosotros mismos, al t,enir a tomhr,

lot he oído regenerarseRuedo, raedoLos he oído regenerartc, haciendo despeñar el cao¡ rocosoMipequeño huerto que se regenerL me lo estoy imaginandaLos escombros rocosos, me los estoy imaginando.

La orden inequívoca. De su buena ejecución depen_de chupar la sangre de los intrusos, la planra adquie-re raíces se hinchan y se vuelven inalte¡ables comoun caos rocoso cuyo gigantesco desprendimienrofue quizás provocadopor lacantora. Pero estas exhortaciones no son siempre oídas. Hace unos días, Entzadesenter¡ó una raíces estriadas

de rojo que interpretóinmediatamenre comohuellas de la sangre que la planta había bebido. Esra amenaza la vuelveparticu-Ia¡mente cauta, sobre todo porque el peligrose ve ahora ",rm..rtrdopo. l,fresca presencia del nantar, cuyas propensiones caníbales ella rodaví, ná ,"b.manejar bien.

La horticulturap¡esenra una curiosa paradoja: de una actividadbonachonay desprovisra de incidentes, los achuar han hecho una suerre de guerrillacon-sanguínea regulada por un peligrosoequilibriode las sangrías. La madre senutre de sus hijos vegetales, que a su vez roman de su progenie humana la

ADAPTARSE A tA SELVA

sangre que necesitan para su crecimienro. La fecundidad de los nanrar es pro-porcional a su nocividad vampírica y Nunkui misma declina sus atributos en

d

T.A,MAGIA DE LOS HUERTOS

do los héroes míticos aún no habían f¡accionado al se¡ vivo en los diferenresórdenes en los que ahora escá encarnado. Es el caso, por ejemplo, de la pobre

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todas las tonalidades del rojo. Primero, el rojo bermellón del rucú, con el quelas mujeres se untan el rostro para agradarle; luego, el rojo amarronado del cucúde la mandioca o el rojo anaranjado de la pequeña boa wapau, dos animalesconsiderados como auxilia¡es o encarnaciones de Nunkui, que las mujeres arraenhacia sus jardines por medio de anenr seducrores; también el rojo encarnado dela flor salvaje keabu cesa, cuyo bulbo se ralla dentro de una infusión de rucú y se

vierte sobre los esquejes de mandioca en la primera plantación.Este disc¡eto ritual que Anne Ch¡istine ha podido observar hace poco en el

nuevo huerto de Suwitiar, la joven esposa de Mukuimp, suele ser guiado poruna vie.ia experimentada. Le habían pedido a Surudk que oficiara: quebradasobre su bastón, con los pechos colgando y la na¡iz carcomida por la leishmaniasis,ofrecía una triste imagen de decrepitud y esterilidad. Era ella, sin embargo,quien vaciaba sobre gavillas de rallos de mandioca la cal,abaza que contenía elagua enrojecida, era ella la que exhortaba a las plantas a beber ese susriruro desangre humana con el fin de proteger en el futuro a los niños despreocupadosque se acerquen a ellas. La menopausia ha excluido a Surutik del ciclo de lafertilidad y justa-mente por ello puede transmitir sin peligro a la mandioca elersatz de esa sangre que en ella se ha secado. Una mujer más joven se habríavisto expuesta a una punción subrepticia, dado que los esquejes prefieren lasangre fresca de su ama anres que la pálida imitación que se les ofrece.

La sangre existe en el mundo como una fuente de energía limitada y su pérdi-da progresiva es lo que engendra la senectud; pero aquello que unos han perdidono puede más que ser aprovechado por los demás, en un sutil sistema de vasos

comunicantes. La relación de las hortelanas con la mandioca es, así, del mismoorden que la extraña asociación que liga a ciertos insectos con sus "madres". Miscompaieros suponen, en efe cto, que los anofeles y los mosquitos viven en miríadassobre animales-madres, que rienen Ia apariencia de grandes perros, con los que

viven en simbiosis, chupándoles su sangre permanenremente y reinyectándoles laque toman de ot¡o. El vampirismo de la mandioca y de las piedras de Nunkui nosería sino un restablecimiento de los equilibrios naturales en un gran circuito deinte¡cambio fisiológico, que une a las mujeres y a sus hi.ios humanos y vegetales

para la necesaria conservación de la sangre en cantidad finita.Felizmente, no rodas las plantas del huerto manifiestan las peligrosas dispo-

siciones de la mandioca. Muchas encre ellas, sin embargo, esrán dotadas de unalma wakan, único indicio que subsiste ahora de su humanidad anterior, cuan-

muchacha'§7.ayus, condenada por Colibrí por su excesivo celo a rransfo¡marseen ese arbustillo homónimo cuyas hojas sirven para preparar la infusión que se

bebe antes del amanecer. Es el caso rambién de las dos hermanas Ipiak (rucú) ySua (yagua), a quienes una voracidad sexual imposible de satisfacer condujo a

metamorfosearse en esos cosméticos naturales con los que los hombres se ador-nan el rostro. Naanch me conró hace poco su edificanre historia.

Los ancianos decían que exisría en el pasado una joven mujer llamada Sua, queahora conocemos como una planta para pintarse; ella tenía una hermana llama-da Ipiak. Ambas eran solteras y les ocurrió lo mismo que a nosorros, los hom-bres, cuando no tenemos esposa y renemos muchas ganas de una mujer; con lasmujeres sin marido, es exactamenre igual. Deseaban mucho poseer a un hom-bre ¡ junras, se pusieron a la búsqueda. Habían oído hablar de Nayap (unvencejo de cola bifurcada) como de un verdadero macho y decidieron ponerse a

buscarlo para desposarlo. Lo encontraron en un camino de la selva, cuando élhabía partido a cazar pájarcs con la cerbarana. Les preguntó: "¿Adónde van?", yellas respondie¡on, "fb"mos a tu casa". Entonces Nayap les dijo: "Está bien, mi

madre se ha quedado en casa para moler maí2, ivaya.n con ella ". Agregó: "Unpoco más lejos el camino se bifurca; en el camino que conduce a mi casa hayuna pluma caudal del loro yz say en el camino que conduce a lo de mi hermanoTsuna (sanies) hay una pluma caudal del ctctt ikianchim; ¡rengan cuidado de noequivocarse de camino ". "De acuerdo", dijeron ellas, y se echaron a andar. pero

Tsuna se enconr¡aba det¡¿ís de ellas y había oído todo. Excitado por esas bellasjóvenes, decidió desposarlas y regresó a roda velocidad para inverrir las plumascaudales; las jóvenes romaron el camino equivocado. Nayap, que no sospechabanada, regresó a su casa a la urde con mucha carne para las dos hermanas; lepregunró a su madre: "¿Las mujeres aún no han llegado?", y ella respondió: "Nohe visto a ninguna mujer". Entonces Nayap exclamó: "¿eué ha pasadó enton-ces?

Me dijeron que venían aqul y les indiqué el camino"; agregó: "Thl vez fue-ron a lo de mi hermano Tsuna'; estaba muy disgustado y decidió olvida¡se delasunro. Duranre ese riempo, ambas mujeres habían llegado a lo de la madre deTisuna; ella estaba maleando arcilla para hacer vasijas. sorprendidas, re pregun-taron: "¿Eres la madre de Nayap?". "Sí, sl, soyyo", se apuró en responder.'Lasdos hermanas se insrala¡on y espera¡on el rerorno de Nayap. Cayó la noche y élaún no había vuelto; pregunraron a la vieja: "¿Y tu hijo dónde está?,, y ellarespondió que había ido a cazar pájaros. Velaron hasta basmnre tarde, y la viejaIes dijo que se acosraran en el peak. Tluna finalmente llegó en plena noche; su

ADAPTARSEA T.A, SELVA

aspecto era ran repugnanre que renía vergüenza de mostrarse a la luz del díal

rAMAGTADE LOS HUERTOS

colinas, se bur.larían de nosor¡as y tendríamosvergüenza. ¿o bien podríamos

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Regresaba de la ceza con las manos ,".í".y apenas traía algunos cangrejos delrío' pero no se veÍa a causa de la oscuridad. contó sus proezas de cazador mien-t¡as comían los cangrejos y su madre decía ent¡e dientes: ,,Los pájaros que ma_taste son viejosy duros".Tsuna fue entonces a acosrarse entre las dos hermanasy la noche enrera pasó ent¡e caricias y juegos eróricos;agotadas, Sua e Ipiaksedurmie¡onpoco anres del alba. Cuando ,. d..p..,".on, ya era de día y su com_pañero había desaparecido; en[onces se

dieron cuenta de q,re s. hrlirb"ncu_biercas de una especie de sanies pegajosa y fétida.Las dos he¡manas se pregunra_ban qué había ocurrido y decidieron no dormirla noche siguiente.curido ,.encontraron nuevamente acostadas con Tsuna lograroncansarro canto con susca'cras que pronro se quedó dormido;cuando apareció el alba, descubrieron sucuerpo repugnanre cubierto de sanies. Se alejaron raudamenre y se oculraronpara observar. Cuando Tsuna se despertó, su madre le dijo: ,,Hijomío, ¡estásempezando a perder la vergüenza ".Arverse reprendido, Tsuna se levanró de unsalto, empuñó su cerbarana y parció corriendohacia la selva. como habia olvi_dado su aljaba, no se at¡evió a regresar y Iamó a su madre para que se ra alcan-zara; luego desapareció. Ambas he¡manas decidieron ir a lo de Nryap; pe.o ésteestaba furioso pues se daba cuenra por su olo.r nauseabundo qu"ir,

¡á.,r..r.,,.

habían acostado con Tsuna. Nayap les ordenó que fueran a bañarse para lavar lasanies que las cubría. Después del baño, se frota¡oncon hojas pofu_rd",yregresaron a la casa; pero todavía despedían exhalaciones infeccas y Nayap re-chazó sus proposiciones.Entonces, Sua e Ipiakse pusieron a buscar a otro hom_bre. Llegarona lo de una viejacuyo hijo.o -o.r*.uo.o;tenía una talla m.inús_cula, pero poseía un pene gigantesco que llevabaenroscado alrededor del cuer-po como una cuerda. Su madre lo renía encerrado en una gran vasi.famuitsapoyada sobre un estante encima de la cama. Ignorandoesto, las dos hermanaspreguntaron dónde estaba y la vieja respondió: "Mihijoha ido a matar enemi-gos, todavía no ha vueho".,,Esrá bien _dijeron_vamos a quedarnos aquÍ paratomarlopor esposo." Todos los días pedían noticias del hijo,y l"..,rd.. ..rion-día: "Nosé cuándo va a

regresar". Ahorabien, cada noche, el homúnculo sacabasu inmenso pene del muits, lo desenroscaba hasra la cama más abajo y copulabacon las dos hermanas do¡midas.A la mañana, éstas se daban .u..r,"d. q,.r.hii1"":,i"p.r,.trád"., pe¡o no comprendían cómo. Una vez que la vieja habíasalido al huerto, las dos jóvenes se pusieron a revisar la casa y desc,rbrieronelmuits con el hijomonstruoso. Habiéndolo encontrado, decidieron matarlo;pusieron agua a hervi¡ la volca¡onen la vasija y el hijomurió escaldado. Sua eIpiakemprendie¡onnuevamente su búsquedr llor"ndá;no sabían dónde ir, puesningún hombre las quería. Mientrasandaban, decían: .,¿En qué podríamosmetamorfosearnos? ¿Thl vez en colina?No, pues los hombres .o...r, po. 1",

¿o pconverrrrnosen ¡anas en un gran pantano? ¡No, eso también sería vergonzoso¿Por qué no nos transformarnos en una gran llanu¡a aluvial?Esto no conviene,pues los hombres se mofarían de nosorras diciendo que nadie se ha transforma-do en llanura".Alfinal,Sua tomó una decisión:"Lomejorsería que me con_vie¡ca en sua, pues incluso .los homb¡es jóvenespodrían decir a sus esposas:'Dame Sua para pintarmeel rostro', y celebrarían mi nomb¡e.,, Luego Sua pre-guntó a su hermana: "Yrú, hermanita,

¿en qué quieres transformarte?',Ipiakrespondió: "Ybueno, enronces yo voyaconverri¡meen Ipiak,pues incluso loshomb¡es jóvenes di¡án a su esposa: 'Dame Ipiakpara pintarme er rostro', ycelebra¡án minombre".Sua se alzó con roda su akura y separó las pie¡nas; dioun gran gritoy se convirtióenlaplanta sua (yagua). Ipiakse acuclillóen el sueloy se convirtióen la planta ipiah (ruci).Por esra ¡azón el rucú es un arbusto bajomientras que la yagua tiene un talle esbelto. se confundían ran[o con la vegera-ción que los pájaros mismos las sobrevolaban sin remor. Toda clase de genteacudió entonces a visitar.las para pintarse; Yakum ("monoaullador")fue untadode ¡ucú por Ipiak,al igual que Kunamp("ardilla");Chuu ("mono lanudo,') fueadornado por Sua, que le puso yagua en Ia cabeza, las manos y los pies. y cuan-do se ha.llaron todos embellecidosde este modo, se meramorfosearon.Es todo.

Envilecidas por los pretendientes horriblesque ellas habían soliciradosin pu-dor, rechazadas por un bello hombrede pene bifurcadoal que desagradaba sulibertinaje,despreciadas por todos aquellos cuya virilidadcodiciaban, sua eIpiak aprendieron duramente la modestia. Altomar por su cuenra la iniciarivadel casamiento, se exponían a la vergüenza de un deseo demasiado manifiestoyse condenaban a que fuera engañado o burlado sin cesar. Este excesivo amorpor los hombres ruvo en adelante un solo modo de expresarse: arrapar lo máscerca posible el rostro y el cuerpo de aquellos que se negaban a poseerlas yembellecer con su mácula rransfigurada a todos esos amantes desdeñosos. y sieste mitoconfie¡e cierta grandeza

trágica a los modesros arbustos de cosméticaque bordean la casa, enuncia también una mo¡al puritana destinada a las muje-res achuar. Los cánones del buen comportamientoy las exigencias de las buenascostumbres imponen a ésras una conducta reservada de la que no deben alejarsebajo pena de ser borradas de la humanidad.Al igual que el gato de chester, quese desvanece lenramente en el follajedejando subsistir su sonrisa enigmática, lasdos mujeres ávidas de sexo desaparecieron en el reino vegetal legando a loshombres sus pigmentos, símbolospor excelencia de una domesricaciónde lanaturaleza con fines sociales.

ADAPTARSE A TA SELVA

Pero no todas las plantas del huerto han conocido tan d¡amáticos destinos: labatata y la calabaza tienen un alma femenina y el banano un a-lma masculinapero no se les conoce un pasado mítico. Sus atributos de género evocan igualmen-

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p p g gte Ia sexualidad pero son más prosaicamente de¡ivados de homologías metonímicascon los órganos de la reproducción recordados en ocasión de juegos de palabrasllenos de sobreentendidos. Esra humanización de la mayoría de las planras culti-vadas significa que éstas son receprivas a las invocaciones anent que se les dirige.El alma wakan de la que están doiadas es una facultad de entendimiento; las

vuelve aptas para comunicarse enrre ellas en el seno de una misma especie y les

permite comprender los mensajes de las mujeres que las cultivan como las exhor-taciones de Nunkui o de sus animales familiares. Sin embargo únicamenre en lossueños y los trances alucinatorios esros seres vegeta.les pueden recobrar su aparien-cia humana perdida en el pasado y dialogar con los achuar en su lengua.

Esta animación de los vegerales no es propia sólo del huerto. Al igual que las

graciosas hamadríades de la antigüedad o ios alisios melenudos de las leyendas

germánicas numerosos árboles de la selva disimulan bajo su porte frágil o ma-jestuoso una conciencia a flor de corteza. Son las c¡iaturas de Shakaim herma-no o esposo de Nunkui según las interpretaciones que cultiva la jungla comouna gigantesca plantación e indica a los hombres los lugares más apropiados

para abrir claros. Los límites de la naturaleza son así alejados por esra socializa-ción de los vegetales pues la selva tan salvaje en apariencia no es más que el

huerto sobrenatural donde Shakaim ejerce su ralenro de horticultor. Al crea¡

claros para instalar sus cultivos Ios hombres no hacen más que sustituir las

plantaciones de Shakaim con las de Nunkui unas y otras domesticadas en pro-vecho propio por espíritus complacientes.

Senu¡ vino a unirse a Entza junto al fuego que se esrá apagando suavemente.

Apuntando con su machete con aire amenazador un bosquecillo de bananosescuálidos ésta fa¡fulla con voz gutural como suelen hacer las mujeres ofendi-das por la indiferencia o las bromas de su marido.

-Mis bananos están enfermos hermanita; hace una luna ya que se secan y seconsumen de calor. ¿No estarán muriendo a causa de Ios celos?

-A ver hermanita tal vez no estás equivocada.

-Mis batatitas son como grandes papayas del Pastaza mis raíces de mandio-ca son redondas como el vientre de un tapir rodos mis pequeños comesribles se

multiplican. Siendo una mujer Nunkui ¿cómo los hijos de mi huerto habríande morir? ¿No serán los celos de una malvada los que hacen perecer a mis pe-

queños bananos? ¿No mueren por maldición? Dibujo dt Philippe Munch a partir de los documentos de philippe Descola.

ADAPTARSE A tA SELVALA MAGIA DE LOS HUERTOS

sube desde el fondo en torbellinos, como nubes acuáticas donde se refracta laluz en mil pequeños destellos suspendidos Tejida de acontecimienros insignifi

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La palabra está dicha, yuminkramu,ra mardición de una mujer envidiosa tarvez se ha abatido sobre l h t d E íd

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luz en mil pequeños destellos suspendidos. Tejida de acontecimienros insignifi-cantes, esta agiración apacible conduce aEntza de regreso a casay suspende eidi:ílogo inte¡ior que manriene en su huerro.

Mttits, uaso defermentación para la chich¿ de mandioca.Ilustración del autor.

vez se ha abatido sobre el hue¡to de Enza, traída por anenr ran secreros queninguna mujer admite conocerlos. Senur, la mayor y confidente, le prodigaconsejos y consuelo.

-Quizá dices la verdad, hermanita; así actúan las marvadas po¡que sus co-mestibles son raquíticosi piensan con celos para decir: ,,Las plrntrs i. -i h.¡_mana son bellas y múltiples, ¡vamos a ver cómo se arruinan sus planras ,,. Hay

que pensar para confirmarlo, hermanira; ¿no se trataráde alguna que vino a tuhuerto? No será alguna que dijo: "Hermanita, tus bananos son hermosos comolos de los Kukam, río abajo, los míos son gráciles como ros winchusalvajes delborde del agua; por compasión, ¡dime cómo ros has hecho crece¡I". Una marva-da no pronuncia palabras directas, hermanita, y en su corazónhay celos; re-cuerda, hermanita, recuerda quién te ha visitaio con palabras si.ruosrs; eila,seguramenre ella, re ha lanzado la maldición.

Enza deberá ahora pasar revista en su memoria a todas las mujeres quevinieron a ver su huerto; entre ellas se esconde la que, por medio d. ,lrbrnr",excesivas, mostraba sus celos. por medio de un anent destinado a esta circunstan-cia, tendrá que devolver al huerto de la que Ie ha echado esa suerre la mismamaldición que afecta a sus bananos. Esta justicia disuibutiva a veces no acierra enel blanco, pero se trara de un efecro inevitable de todas las brujerías domésticx.

La tarde ya está avanzada y los trabajos del huerto se encaminan hacia sufinal. Mientras Senur regresa a la casa, Entza desentierra media docena de raícesde mandioca y vuelve a plantar rápidamente los tallos tras haber apirado lasraíces en su canasro. Agrega algunas bataras y dos grandes dioscóreas, luego sedirige al río para lavar y pelar los trrbér.rrro.I.nos de tierra. IJna vez realizadaesta tarea, deja el canasro en la casa y lleva a sus hijos a bañarse al río. En elcamlno se cruza con Vajari que, muy gallardo, con la ce¡batana al hombro,regresa trayendo colgados de su espalda dos monos aulladores de grandes ojosvacíos' Bastante

lejos río abajo, un humareda espesa se "rr" p...ror"-ente delnuevo terreno desbrozado de Tseremp, haciendo llegar hasta aquí su olor abosque verde quemándose. l]na pareja de aras se dirige pia.rdo hacia el ponien-te, demasiado alto como para poder dispararles; es señal, dicen, de qu. ,rrr"mujer achuar fue secuestrada por guerreros shuar y que la llevan

",, .^r". un

pequeño pez-garo se enganchó en la línea de chiwian; da vueltas a un lado yotro en el agua con los bigoces temblando y acaiapor se¡ arrojado en la oriila,donde es muerro de un bastonazo. Los niños se salpican riendo en el agua. supiel luce como cuero barnizado. Bajo sus movimienros desordenados, l, ,r..,^

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VII.SUEÑOS

Hecs ercuNos DfAseuE ESTAMos INsrArADosEN Lo DE plNcnu,el hermano deMirunik.su gran casa, situada un poco más arriba sobre la otra orilladel Kapawi,está

muy cerca de nuestra antigua morada. Desde aqul se oyen las vociferacionesde wajari durante sus baños matinales, del mismo modo que desde su casapodíamos escucha¡ la flauta de Pinchu aravesando melancólicamentelas bru-mas del alba. sin embargo, no ha sido la atracción por un alma musicalni lascomodidades de una casa más espaciosa lo que hizo que nos mudáramos a lo dePinchu, sino la obligaciónde diversificarnuestros menrores y no defraudar aalgunos hombres que nos han ofrecidosu hospitalidad con repedda insistencia. §Tajari tomó nuestra decisión con buen ánimo, sobre todo porque se lleva muybien con su cuñado. ciertamenre, lamenta nuestra ida, en parte por mis peque-ños regalos, en parte porque nos convertimos en sus mascotas y en pa¡te tam-bién porque nuestra presencia continua en su casa era al mismo tiempo unaocasión o<cepcionalde distraccióny una señal de distinciónde la cual sacabadiscretamente partido frente a los otros hombres. Es posible, por último,que §7 ajari comparta el sentimientode amistad naciente que experimento hacia él yque las palabras afectuosas que nos ha prodigado antes de partir no hayan sidodictadas por el protocolo de la hospitalidad.

En conrrasre con.§ü ajari, Pinchu es de complexióndébil y exuberante en susmovimientos.sus delicados miembros de músculos muy finos y un andar des-garbado le dan cierto aire de dandi, subrayado por una sonrisa seducrora y unosalargados ojos colorde avellana que mantiene constantemente entrecerrados.sus dos esposas también contrasran palmo a palmo. Mientrasyatris pasea, con

una gracia lánguida, un admirable rostro de Gioconda iluminadopor unasemisonrisa misreriosa, sanramik está llena de la vivacidadhombruna propiade las muchachas robustas. Las cintis que lleva ceñidas a los tobilloshacensob¡esalir con mucha gracia Ia curva de sus pantorrillas, atrayendo la miradafurtivade los visitantes masculinos. La casa está hecha a imagen de esrasanfitrionas admirables: semejante a orras por su arquitecrura y mobiliario,sinembargo rodo parece más eleganre y mejor acabado, sin duda en razón de unequilibriosutil de las proporciones. En una sociedad donde el respero de la

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ADAPTARSEA IASELVA

cradición vuelveinconcebibleerigiruna casa que no se conforme almodelocanónico, la originalidady el amor por lobellopueden enconrrar satisfacción

di d l i i l d

SUEÑOS

delpezbajo la superficiedel agua. Nosotros,Ios hombres comunes, no las ve-

mos, Pero las oímos volar'l é i d

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por medio de relaciones armoniosas entre los elementos estructurales, aun cuandoestán dispuestos de manera simple.

Pinchu se leva¡ta un poco más tarde que §7ajari, es decir, rararnenre antes de lacuatro de la madrugada, pero presra a las libaciones de wayus una atención igual-mente ceremonial. Santamikfue quien preparó esra mañana la infusión, fran-camente contenta de ver a su "hermano"ba¡budo plegarse a esta cosrumbre. Headquirido esta hermandad ficticiagracias a las propiedades clasificatoriasdel siste-ma de parentesco jíbaro, que a cualquier interlocutorpermite deducir mi relaciónpor derivaciónlógica de ora relación ya conocida. Ahorabien, como'§l'ajarimellamaba "hermano",he heredado de él un parentesco infinitamenteextensibley mehe convertido ipso facto en el "cuñado" de Pinchu ¡ por reversión, enel "herma¡ro"de sus esposas. Bte pequeño ejerciciode permutacióntestimoniaque hemos rermi-nado por adquiriruna posiciónreconocibleen el juego de relaciones enrre nuesrrosanfitriones y, por ende, el principiode una o<istencia socialmenre aceprada.

En este momento, nuestro anfitriónestá pensativoy silencioso, bebiendoapequeños sorbos la infusióndulzona. Escucha con aire preocupado los silbidosmisteriosos que atraviesanla noche

más allá de la casa. No son grirosde animalesrapaces ni el ulular de la lechuza; se diría más bien el zumbido muyagudo de unbumerán proyectado en el espacio a toda velocidad.

-Oye, cuñado, oye. ¿Oyes alláaribajaij,juij,jui|-Sí, cuñado, oigo.

-Son tsentsak que pasan. Esas pequeñas flechas vienen de lejos, del Kupatentzao de Kunampentza. Alláhay chamanes malvados que nos quieren comer. Aquíno tenemos chamanes. Por eso nos matan con sus tsentsak: ¡tsab se clavan enIos brazos, ¡lraÉlseclavan en las piernas, Trraálse clavan en la pa¡za y nos morimosenseguida.

-¿Es cierto,cuñado, que no hay chamanes aquí?

-Mira,cuñado: Mukuimp,el yerno de tu hermano \Vajari,algo sabe. Aun-que no mucho, no ha aprendido demasiado. No puede lucharcon armas igua-les contra Chaluao Yuu. No tiene los tsentsak de los quechuas. Sólo puedeescupir flechillas quese sacan fácilmente del cuerpo.'

-¿Es verdad, cuñado, que las flechillasde los chamanes son como las flechillasde las cerbatanas?

-Sí, son del mismo tipo. Pero sólo los chamanes pueden verlas cuando hanbebido eInatetn. Las ven en los cuerpos donde se han clavado, como el reflejo

,yo t"mbiénhe adquiridoel hábito de comenzar mis frases con el término de

parenresco adecuado y de adornar mis respuestas con esa letanía de interieccio-

n.s obligrto.ias sin las cuales un diáiogo perdería su razón de ser. Encuentro en

ello, lo ,-..o.ror.o, un placer algo satírico: esos añadidos retóricos que dan testi-

moniodel tono personal de Ia conversación y que le otorgan su rasgo de vera-

cidad esrán ,".r ..r.^ de los discu¡sos estereotiPados de los pieles rojas de los

dibujos animados que a veces tengo la impresiónde atenerme a las convencio-nes de Ia ficciónmás que a las reglas de una sociabilidadreal'

Evidentemenre, el paso de las flechillaschamánicas ha perturbado mucho a

pinchu, que ha caído en un silenciomoroso. Yatris y Santamikcuchichean en

un rincón y comentan probablemente el episodio, Pero no llegoa distinguir1o

que dicen. Intento reanimar Ia conversación'

-¿Qué vas a hacer hoY?

-hé alaselva; llevaré a los perros de paseo. Tuve un steío huntuhnar: cemi-

naba por la selva y oía que unos hombres se acercaban' Me escondí y vi a una

parrida de shuar con sus fusiles.Estaban pintados para la guerla, Peto ^vanz '

t"rr.^filasin mayores precauciones, haciéndose los matamoros; rePetían:"¡Ma-

taré ¡Mataré ¡MataréI".Venían a atacarnos; ése, cuñado, es un buen sueño

kuntuknar para ir a la selva. ¡Yo también me voya medir hoy

contrariamente a lo que podría dejar prever su mensaie explícito,este sueño

no anuncia una escararnuza con los guerreros, sino el encuentro de una manada

de pecarís de labios blancos. Los kutuknar son augurios favorablesparalacazay

sg significadolatente se interpreta poruna inversión, término a término, de su

contenido manifiesto.Un sueño es generalmente definidocomo kuntuknar si

pone en escena seres humanos agresivos o Pafticularmente inofensivos,enigmáti-

cos o muy numerosos, desesperados o seductores. Así, soñar con una mujer de

buen cuerpo que invitaal coito exhibiendo su sexo o con una masa de Personas

que se bañan ruidosa.menteen la ribera anuncia un encuentro con pecarís delabios blancos, mientras que un sueño en el que un hombre coléricoaParece

profiriendoalnenazas debe ser consideradocomo un signo favorableparalacaza

d. p.."rí,con collar. La interpretación reposa sobre homologíasdiscretas de com-

portamientoo de apariencia: Ia vulvaentreabierta simboliza la carcasa desrripada

áel p.carí y una acritudbelicosa evoca el temPerarnento batallador de estos ani-

mal.s, mie.rtras que el chapoteo en el agua de una muldtud remite al tumultocausado por una manada cuando atraviesa el curso del río'

ADAPTARSEA tA SELVA SUEÑOS t13

propiedades de Io inconscience que se manifiestan en el sueño. como orras

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tan las mujeres de una pardda cuando uno de ros hombres cae muerto. soñarcon un bebé grasoso y rollizose transforma, por una metáfora casi caníbal, enseñai de un carnoso agutí; una cara macilentr.r,irt^.., sueños se convierte en elpalmito pálido del zapallo; la mirada de un guerrero impasibre pintado conrucú evoca un jaguar agazapado anres de saltar, mienrroqu. ,r., hombre debarba rojiza presagia un mono au[ad.or. Esre úrtimosueño se ha vuelto másprobable desde que mi presencia re ha dado un soporre concrero y me agradapensar que, visitando las noches de mis compañeros, ar menos contrib,ryoa r,,confianza en sueños abundantes en trofeos.

La inrerpretaciónde los kuntuknar medianre un proceso de la naturaliza-ción mecaforicade la humanidad no es más que una de I s form s posibres deinversiónque definen su contenido augural. Así, soñar que se dispara apájaro§que están posados en las ramas es un signo favorabre p r r p.ro; d.r -ir-oodo, un sueño en el que se captura un pez anuncia un éxito enla cezacre aves.El entrecruzamiento de términos es aquí sistemático: el animal aéreo, inmóvilyvisib.le,

que un dardo mara a disrancia, se convierte en animar acuático, móvil einvisible,cuya caprura se asegura directamente con una línea o un arpón. otraforma de inversión se opera en la capacidad de Ia mujeres d. t..r.. sueñoskunruknar para su marido: un sueño q,r. ,.p..r..r,a una activid.adtípicamentefemenina se rra¡rsformará en un presagio favo¡able paralaacción, .-i.r..rt._mente masculina, de dar muerre a un animar. La inrerpretaciónestá fundadatambién sob¡e similitudesgestuares o visuares muy renues: cuando una esposastieña que ensarta perlas, significaque próximamenre tendrá que vaciar ros in-testinos de un animal abatido; si sueña que enhebra ,rgodi.r, seguramenredesplumará el vienrre blanco de una o. ; si .,r.ñ qr. [.r, un cesto repleto demandioca, anuncia que deh^erá cargar sobre ,u .rpid. un pecarí

- ,^dopo, ,,,

esposo' Las imágenes de enf¡entamienro, de seducción o d. d.rtr.r*qu. io',i-nan los sueños masculinos ceden su lugar aquí a visiones domésricas más apaci_bles' en concordancia con una org .,ir .ió., cocidianá de las rareas donde lasmujeres reinan sobre el universo del hogar y no se avenruran en Ia selva más quecomo auxiliares de los cazadores.

Alrransponer el conrenidode los cuad.ros oníricos para converri¡rosenaugurios favo¡ables ala caza, los achuar utirizan con mucha imaginación las

conscienre. Los achua¡ no se equivocan aI atribuirmenos importanciaa lostérminos puesros en relación en el sueño que a la relación que el sueño expresa,relación de carácrer puramenre lógicoy que se presta fácilmenre a esaspermutaciones por homología, inversióno simerría en las cuales encuenrra su

Tál sis¡ema de interpretación resulta alavez muy normativo y completa_menre abierto, pues selecciona, en el material infiniramenrediversificado de lossueños s que reglas de conversión simples permiten do_tar de n este sentido, los ejemplos de kuntuknar querecojo mañana no deben ser tomados como elementos

de un vasto cuadro de correspondencias enrre símbolos oníricos estereotipadosy categorías de presagios, sino como tesdmonios de la inventivade mis anfitrio_nes en el ejerciciode facultades analíticas solicitadas permanenremente por eldeseo de asegurarse una posesión sobre el futuro.

Aunque hace rato que ha despuntado er alba, pinchu no muesrra inrenciónde partirde caza. Es cierto que ha empezado a caer con persistencia una de esaslluvias finas que duran toda el día y humedecen hasta la médula. El rirmo de lasrondas de chicha de mandioca no parece menguar y pinchu bebe con abundan_

ADAPTARSE A I-{ SELVASUENOS

Los mismos perros y anima-les predadores no podrían caprurar sus Presas sin ha-

ber sido adverridos por un sueño, ese disparador de lo imaginario que somete a su

i h l d ñ d l l Esta exigencia previa no define tanto un resulta-

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capricho a los dueños de la selva. Esta exigencia previa no define tanto un resulta-

do como hace posible una acción; el kuntuknar no asegura un éxito automático,

sino que es indispensable para que éste sobrevenga. En tal sentido, una cacería

comienza bastante antes de zambullirse en la penumbra neblinosa del sotobosque,

ya que lo que ia desencadena es Ia divagación en los laberintos del sueño. siempre

se puede decidir no hacer caso a las incitaciones del sueño si las circunstancias son

desfavorables: indisposición pasajera, compromisos Previos' lluvias torrenciales 'En este senrido, la caza no puede reducirse al cumplimiento ordenado del presa-

gio que la hace posible; como todas las actividades en las que se comPrometen los

achuar, exige un saber complejo, cualidades físicas y la ayuda de medios mágicos,

sin contar con esa dosis de buena suerte que los ingredientes precedentes no Po-

drían compensar totalmente-

Jorge Luis Borges acostumbraba la-mentar que la lengua española, a diferen-

cia del francés, no distinguiera réue de sommeil, en castellano, para ambos tér-

minos se ls sileño. Cronista meticuloso de Ios universos oníricos, Io desespera-

ba tal confusión entre la realidad fantástica de los sueños y esa Pequeña muerte

cotidiana que ellosvienen a animar. sin embargo, semejante imprecisión

terminológica no encubre, necesariamente, que uno se privilegie sobre el otro.

Por el contrario, Ios achuar, que sostienen la misma indistinción, señalan de

este modo que el dormir no es más que un largo sue-no (hara es el término

empleado para lo uno y para Io otro). En el momenro en que Ia conciencia

,despierta queda abolida, el alma abandona el cuerpo inerte para vagabundear

en un mundo paralelo, cuyos ecos todavía vibrantes guarda al despertar.

sin duda, la memoria onírica muy vivaz de la que dan testimonio los achuar

es en parre el resultado de un sueño discontinuo, fragmentado en cortos episo-

dios que interrumpen los llantos de un niño, un ruido sospechoso, el aullido de

un perro o la sensación de incomodidad provocada por un fuego agonizante

que no contribuye a disipar el fresco de la noche, Al salir de cada una de estas

pequeñas excursiones del alma, el contenido de los sueños es brevemente

rememorado, incluso comentado en voz baja en la cama cerrada, de modo que

el despertar definitivo ofrece una rica materia de imágenes propicias a la exége-

sis. Esta ocupa las corras horas que preceden el alba y reviste aun mayor impor-

tancia en tanto mis compañeros consideran casi todos los sueños como Presa-

gios de acontecimientos futuros. Común a muchas civilizaciones Premodernas,

este servilismo del porvenir por medio de una hermenéutica de los sueños fue

o cultural, como Io salado, 1a?ahu,1o azucarado' Tumin' y lo pimentoso' tar*'

La esencia volátil del veneno de Ia carne impone a los hombres Precauciones

complprimerolacastidad'asimiladaaunaretenc , y segundo la interdicción de consu-

mir Io izados por alguno de los sabores que

le son antitéticos. La susceptibilidad caprichosa del curare condena así a los

manera manifiesra Ia indecisión de su esposo como una señal de que renuncia-

ba por este día a sus Proyectos de ctza'

a conversaf.

El sueño kunruknar es, Pues, una condición necesaria de|a caza, Pero no una

condición suficienre: ,t...s i , Porque ningún hombre irá a internarse en la jun-

gla si él o su esposa no ha recibido en el curso de Ia noche el augurio discreto que

]rr,r.r.i la cazaycuya interpretación al despertar rige el desarrollo de la jornada'

ADAPTARSEAIASELVA

observada muy rempranamenre entre los jíbaros: ¿acaso un conquistadordelsiglo xvr no había escrito que su religiónse limitabaa "un engaño hecho desueños y con a-lgunos cantos de pájaros"? Sin embargo, bajo la fórmulalacónicadel soldado se adivina un resro de verdad: ese mundo invisible l l ñ

mana levanraba vuelo pesadamenre. Escuché largo rato su grito:wiaa, wiaa,wiaa. cuando e¡a más joven, todavía no había desposado a santamik, soñétambién que copulaba con una mujermuy hermosa y de pielpálida, que me

f

SUENOS

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del soldado se adivina un resro de verdad: ese mundo invisibleal que los sueñosdan acceso es aquel donde los espíritus turelares, los se¡es de la natu¡alezaylospersonajes de la mitologíase hacen visiblesa los hombres en toda inmanencia,en la aboliciónde las constricciones del espacio y del tiempo.

El ocio pasajero de Pinchu y su humorcomunicarivome incirana avanzaren la exploraciónde los meandros de los presagios oní¡icos. Las interpretacio-nes de sueños que recojo cada dÍa dejan entrever, en efecto, otras dos categoríasde sueños, tan corrientes como los kuntuknar,denominadas respecrivamenteharamp rar y m es e hramp rat

-Mesekrampra¡es cua¡do soñamos con cosas que anuncian una desgracia, talvez Ia enfermedad o la muerte. También Ia guerra, cuando soñamos con enemi-gos que vienen a matarnos, o cuando soñamos que nos topamos de repenre conellos en el camino.Los que nos combaten son como fieras. ¿No son asesinoscomo el jaguar o la anaconda? cuando sueño con el jaguar que ronda alrededorde la casa rugiendo, juum, juum, juum,para degollar a los perros, sé que delmismo modo vienen desde río abajo a rodea¡nos para aracar. Yahora, cuando

sueño que la anaconda se enrosca sobre mí para asfixiarme, quizá me vaya a morirde golpe. ¿No me marará, acaso, Pujupar con su fusil,escondido en la orilladelrío? Del mismomodo, cuando sueño que los pecarís de labiosblalcos, antes decargar en manada, hacen taash, taash, golpeando los colmillos,y el viejomachonegro, el más feroz, nrge antes de atacar, entonces es Ia guerra que se anuncia.Disparo sobre los pecarís, pero son numerosos, como nuestros enemigos.

-¿Entonces mesekramprar es siempre para anunciar la guerra?

-No, ¡atiéndeme Yo soy fuerte, no tengo miedo de morir;¡que lo vengan aver mis enemigos Yo he matado a orros; ¿acaso soy una mujer para tener miedode que me maten? Mesekramprar es el mal agüero (pasun),la muerre por male-ficioso enfermedades. Estamos tristes porque pensamos con cornpasión ennuestras mujeres y en nuesrros niños cuando sufren. ¿Qué podemos hacer con-tra los chamanes malvados? Tirs medicamenros, rus inyecciones,¿qué puedenhacer contra las flechillastsenrsak? Algunossueños nos hacen sufrirporque nopodemos hace¡ nada cont¡a lo que presagian. sueño que mis hijospierden suscabellos y que sus dienres se descarnan; talvezvayana morir. Lo mismosucedecuando sueño que como una sopa de larvas de palmera. cuando mi padre fuemuerto,.juntoa.l Kashpaentza, poco antes soñé que un marail con cabeza hu-

qestrechaba fuerrementeenrre sus muslos. Después de habe^on"do con eso fuimordido por una serpiente punta de lanza enmedio de un lodazal; durante unrato largo estuve como muerro, mi pierna estaba llena de gusanos. un chamánde Bobonaza me había herido. ¡Asíes, cuñado

El sueño de mal agüero se presenta como una especie de kunmknarinverti-do: anunciode muerte

y de calamidades, expresa la ma.ldad de los hombres pormedio de imágenes extraídas de la naturaleza salvale, mientras que el sueño decaza propone su catálogo de presas a través de la exhibiciónde una humanidadfamiliar.No obstante, la transposición es reversibleen los raros casos en que losanimales se presentan en la posiciónde agresores, ya que la desgracia que pue-den provocar es siempre revelada por un sueño que los .*cluye.-Así,ra morde-dura de una serpiente se perfilaen la analogía transparenre del coatí, como en elsueño de una picadura anodina causada por el uso incorrectode una aguja, deun anzuelo o de una flecha.Delmismomodo, el araque muy improbable de unaanaconda aparece en un sueño de asfixiapor un mosquitero. previendo unpeligro naturalcon un sueño salpicado de acdvidades propiamentehumanas, laexégesis achuar vuelve a poner en pie, sin embargo, el orden de responsabilida_des. Los jaguares, las anacondas o las serprentes venenosas son, en efecto, Iosauxilia¡escelosos de los chamanes, y la amenaza que hacen planear sobre los hom_bres no es más que la expresión de un peligromás real, del cual consienten sersus instrumentos.Los sueños de mal agüero dan testimoniode que la naturale_za es menos de temer que Ia animosidadde los otros. En este reatro oníricodelinforrunio,los animalesno aparecen más que con un carácter figurativo:sirvende metáfo¡as para enemigos humanos que se puede., .,o..rb.i.;y cuando, aveces, el rrabajo de interpretacióndescifraen ellos peligros anónimos, tambiénéstos son Ia metáfora de un personaje temible:el chamán.

con excepción de la muerre violenra,se.iuzga que toda desgracia provienede un chamán si su gravedad, o simplemente su persisten.i",pr.,.l. disociarlodeuna causalidad más ordinaria.Enfermedad, accidenre, melancolía, mal de ojo oempacho no son caprichosdel destino, sino manifesraciones de un designiomalévolo que los sueños anuncian sin precisar siempre la fuente. El chamán es,pues, implíciramentedesignado por la mayoría de los sueios que presagian laadversidad, aun cuando su inrerpreraciónse limitea develar L hosrrlii"dd.esos animales que aquí se sabe que lo secundan. Esta atribuciónauromática

ADAPTARSEA LASELVA SUEÑOS

de alimentos y de chicha de mandioca sobre sus tumbas; si no, no nos dejan en

paz. Los muertos son infelicesy se aPegan a nosotros'l l d ñ ?

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venenosas presagia, por eiemplo, una epidemia. Esta exégesis que recogí hace

tiempode labios de'wajari me colmó de asombro. Los venenos de Ia pesca y las

enfermedades epidémicas poseen, en efecto, propiedades análogas: su acción es

súbita y los estragos qu€ causan ent¡e las filas de los peces o de los hombres con-

trastande modo espectacular con las formas de monalidad m:ís habituales. Ahora

Altornarse explícitaen un presagio achuar, la relaciónestructural aislada por el

análisis de un materialmitológicoextraño a la cultura jíbara adquirió Ia densidad

contundente de Io vivido:me enconrraba en esa situaciónbien conocida por los

man el trabajo de campo con el placer de un hallazgo'

-El sueño verdadero,penhe haramprar,es unavisitadel alma a nuestros fami-

liares. Vemos a aquellos que conocemos y les hablamos como a ti' aquí Presente'En cambio, Ias personas que se nos aparecen en los kuntukna¡o los meselramprarson desconocidos, sus rostros son anónimos. cuando mi hermano parte de visita

lejos de aquí, pienso en él con afecto, pero estoy inquietoPorque temo que esté

muerto. Me viene a visitaren sueños y yo estoy contento, Porque entonces sé que

anda bien; al despertar, estoy lleno de nostalgia,Porque el sueño me recordó su

ausencia. otras veces soñamos con los muerros, poco después de que se han ido.

Los difuntosvienen a quejarse anre nosorros: gimenpor su soledad y piden comer

con insistenciaporque siempre tienen hambre. Entonces hay que llenar los potes

-¿Pueden los muertos causarles daño?_sí. Tiatan de llevarnos, quieren hacernos como ellos; es muy peligroso so-

ñar con muerros, nos debilita y podemos morir también. Después, cuando el

tiempo ha pasado, ya no pueden hacer nada conrra nosotros. ¡Escucha Io que

voya decirte Ocurrióhace mucho tiempo.Mihermano Tseremp disparó sobre

tn iwianchjapa (un venado rojo, semejanre a un pequeño cervadllo);disparó

cuarro veces seguidas y el venado conrinuabacorriendo.Mihermano era muyjoven entonces ¡ envalentonado, no respetó los consejos de los ancianos. Noso-

iro, .ro maramos a los venados rojos porqueen ellos van a veces a alojarse las

almas de los muerros. ¿Cómo vamos a comer a los muertos? Además, sólo los

malvados hieren a un animalsin uldmarlo. ¿Por qué vamos a hacer sufrira

aquellos que tienen un alma como nosotros? Van a ver a su chamán para hacer-

Se cUrat pero nos gUardan rencory evitan, en Consecuencla, exponerse a noso-

tros. Por eso algunos cazadores vuelven a menudo con las manos vacías. Luego

de agotar su provisiónde pólvora, mi hermano regresó a Ia casa de su suegro

Tisukanka, porque justo acababa de casarse. vivíanentonces muy lejos de aquÍ,

junto al Chundaikiu.Tleremp romó los perros y acabó por acorralar al venadoy matarlo. Cuando tra.ieronal animal, vieron que su carne no se cocía: era unIwianch,el espíritude un muerto. Esa misma noche, Tsukanka fue visitadoen

sueños por el muerto, un ral Tiriars; tenía la cabezaensangrentada y se quejaba

con amargura de la agresión que había sufrido.Tiriats estaba muerto desde

hacía mucho tiempo; vivía junto al Ishpingoy Tsukanka Io conocía de antes

porque habían hecho la guerra juntos contra los de la o¡ra orilladel Pastaza- En

cambio, Tseremp nunca había visto al tal Tiriats. El muertoIe dijoa Tisukanka

que debía educar a su yerno;que no debía disparar a los venados Iwianchen los

que encarna el alma de los difuntos.Tsukanka, tú sabes, habla fuerte; a Ia maña-

na siguiente, le dio una leccióna T3eremp; escaba furioso ysu reprimenda durómucho tiempo. Mihe¡mano estaba molesto y, por poco, abandona a su mujer.

-¿Los enemigos que has matado vienen también a visitarteen sueños?

-Sí, y les rememos. Cuando uno los mara, su alma está sedienta de vengan-

za, se convierteen emesah, "el daÁino".Emesak viene a atormentar al que lomató en su sueño, io aterroriza; lo hace soñar cosas horribles. A veces, emesak

toma la formadel muerto pa,ra ame¡1azar y causar miedo;otras veces, Provocatambién accidentes. Poco a poco, "el dañino"se debilicay desaparece de los

sueños. ¿En qué se transforma? No 1o sé.

ADAPTARSEA LASELVA

A diferenciade los presagios oníricoskuntuknar y mesekramprar que ponenen escena cuadros silenciosos, el sueño karamprar es rodo un diáIogo de almas.Los primeros son incerpretables a pardr de indiciosvisuales anónimamenre pre-sentados mientras é i ifi d i di

SUEÑoS

res, representantes , genios personales, auxiliares mágicos,etc. Estas entidade almente perceptibles sólo en el singularestado de clarivide el sueño o las drogas alucinógenas; des-

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sentados, mientras que éste encuenrra su significadoinmediaroen los mensajesverbales que son su razón de ser. Estos sueños conversados requieren una iden-úficaciónprevia del interlocurory permiten proseguir con é1, en el sueño, unarelacióninterrumpidapor una ausencia temporaria o definidva.Los muercosmismos no visitanmás que a los conocidos: así, Tiriatsvino a importunara sucompañero de armas y no a-l joven

mequetrefe que ro había agredid.o bajo suatavío animal. Fuentes de rrisreza,de nostalgia y sobre todo de ansiedad, lasincursiones oníricas de los difuntos en el mundo de los vivosles parecen a losachuar un ma] necesario. Esta salida modesta en una condiciónpoco deseablees en suma la garanría de que los muertos han cruzado compleramenre las fron-teras de la exisrencia humana, más allá de las cuales ya no son percepriblesmásque los ecos lejanos de su insatisfacción. El mismoprincipiod..n..gr.rr emesakes en Bran parre desarmado frente aI matador victoriosoque ha provocado suaparición.Por cierto, el fanrasma de la víctima sacia su reyancha poblando depesadillasespantosas las noches de su asesino, pero esos inconvenientesmuy pasa-jeros pesan poco frente aI gloriosohecho de armas del que son .o.rr..,r..,.i .

En los difuntos recae, enronces, la iniciativade abolir puntualmenre una sepa-ración que juzgan sin duda más dolorosa que ros vivos,rápidamente olvidadizosde las penas de la desaparición. sin embargo, las visitas de los muerros en lossueños no son siempre experimentadas con inquietudo fatalidad;a yeces of¡ecenla ocasión de reunir de nuevo brevementedestinos divergentes,sin exponerse atribulacionesde la especie de las de orfeo. Entza relataba hace poco u., ,rr.ñoconmovedoren el que un hijomuerro aI nacer se le aparecía ba.io la forma d.e unjoven lleno de r¡isteza:emergiendo de la lindedel huerto donde ella uabajaba, seprecipitaba en sus brazos para un abrazo muy fugaz. Esos sueños se le repetíanperiódicamenre,y el chico se presentaba c adavezcon una apariencia ligeramentemodificadapor las etapas

de un crecimienroque la muerre no había inrerrumpi-do. Aquelfeto sin nombre, sust¡aído a la vida social por un nacimienro premaru-ro, proseguÍa su madu¡ación inútil,ma¡cada por nosrálgicos reencuenrros con lamadre que no había conocido. pa¡a é1, como para Entza, el sueño se habíatransformado en el últimorecurso de una imposibleconsolación.

Además de permidr dialogarcon el alma vagabunda de los vivosy los muer-tos, los sueños karamprar son también un medio de comunicaciónprivilegiadocon seres maravillososinsralados en las lindes de la humanidad:espíritus tutela-

embarazada de las limitacionesde Ia sensibilidad corporal, el alma puede diva-gar a su antojo y transporrarse a orros planos de las realidad por lo comúninaccesibles.Este traslado es menos un éxtasis que un refinamiento de la luci-dez, una purificaciónrepentina de las condiciones físicasdel ejerciciode la visra yde la palabra. El sueño permite, en efecto, una superación transiroriade las

constricciones del lenguaje: insraura una comunidad de lenguaje con todos esosseres desprovistos por naruraleza de capacidad de expresión lingüística,peroque pueden gracias a él revestirsu esencia de una apariencia permeable al en-rendimientohumano. Es el caso, por ejemplo, de los nantar, esos encantos de lahorticultura,peligrosamentevampíricos,que se materializana veces en sueñosbajo el aspecto de una muchacha que se queja a su ama de no tener conoci-mientossuficientes sobre rucú.

El sueño es una demostración práctica de lo arbitrariode las fronterasontológicas: receprivas a los anent que se Ie dirigen, pero incapaces de respon-derles en la lengua de los hombres, las entidades de la naturajeza eligen la vía de lossueños para afirmar que no están mudas. Bajo la ilusiónde distincionesdeforma se percibe un continuodonde los seres están ordenados menos por susmodalidades de existencia que por sus diferentes mane¡as de comunicar.Esteefecto de inmanenciase expresa de la mejor manera en las relaciones con losespíritus turelares, ya que por el sueño se confirmaregularmenteel presenti-miento de su acción benéfica.Nunkuiy shakaim son, sin duda, los más regula-res de estos consejeros nocturnos que dispensan sus ¡ecomendaciones a los achuar.Tales visitas son esperadas e, incluso, buscadas: antes de emprender una tareaimportante odelicada -allanar un nuevo huerto, para un hombre, o sembraruna planta difícii, para una mujer-,Ios esposos se absrienen, por ejemplo, detoda relaciónsexual, pues se atribuyea los placeres ca¡nales el alejamienro de los

sueños y el impedimento a los espírirus de dar sus consejos. AImenos tantocomo Ia caza,la horticulturaes una actividaden parre onírica, cuya exigenciaprevia reposa, paradójicamenre, en una sublimacióncompartida.

si bien todos los sueños son de augurio, no rodos presagian de la mismamanera. Algunosson la condiciónnecesaria de una acción futu¡a a los fines dealgo positivo(kuntuknar),otros (mesekramprar), el indiciode aconrecimienrosdesgraciados o conflictivospor venir.sin embargo, tanto los sueños de cazacomo los sueños de guerra o de muerte adquieren su verdadero significadopor

ADAPTAiISEA tASELVA SUENOS

medio de un trabajo de exégesis matinal que reduce su contenido imaginadoa

,rn, fór*,rl,Iógica de inversiónsimétrica:los at¡ibutos de los seres naturalest i humanos mientras que las actividades

afinidad pzradójicademétodos relaciónlargo

;;; pr.r.tttid'enrre el mito en un mismoi inte ' Inconsciente

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son traduciblesen comportamienroshumanos, mientras que las actividades

.ultur i.,proporcionan el registro de relaciones con animales. La interpreta-

.ión .r rq.,i est¡icramenre metafórica.En cambio, el sueio verdadero, karamprar,

., int.ligibl.sin mediación, ya que, contrariamente a los otros, se define por un

.n.u..r,ro dialógico.El mensaje que anuncia es entonces directamente revelado

Dor un personaje conocido,si bien lejanoen el

esPa de

io, ,.r.r. La interpretación,en este caso' no es ya

Sin emba¡go, en todos los casos, los sueños O tino

introduciendo en la vida cotidianaun determinismoPuntillosoque un simple

J.r*.n,idode Ia realidad bastaría para poner en duda. Como todas las técnicasa a un mínimode eficacia Pa¡a asegurar

iencia de ese eleme nto azatoso que hace

os de su memoriaonírica;meticulosa-o de interpretación permite, pues, adap-

tar el contenido de los sueños a las necesidades del momento. Es el caso de los

su.ño, krntrrkrrary mesekramprar, que se definen como tales en el momento de

1^.xég.ri,po, las gfandes Posibilidadesde inversiónque sugieren' Estos reservoiios

¿..J.,iformproponen imágenes oníricas manipulablessegún reglas elementalesj. r.r*u,^.iónque les permiten recibirun significadoinmediatamente práctico.

Al,..hrrr la ayuda de una clave de sueños en que cada símbolo inscriptoen un', nrrroriomantendría

una traducción constante' los achuar se han dado en reali-

iia un ¡,rptiocampo de maniobra. Cualquier elemenco del sueño se convierte

sn ,ignificrnt.con ral que pueda sufriruna transformaciónreglada: inversión

.r,r.-.onri.r.rrtey contenido, transPosición de códigos naturales y culturales,

homologías de forma o de comportamiento, etcétera'

L, irit.rpr.taciónachuar de los sueños presenta, así, curiosas analogías con el

mérodo de análisisestructulal de los mitos empleado por Lévi-Strauss'Mientras

nr,. Oon. de manifiestolos problemas intelectuales que el mitotrata de resolver'

.rruiirn¿olas relaciones entre propiedades latentes reveladas en personajes, si-

, ..t ^., y encadenamientos de secuencias narrativas, aquélla diseca el material

onírico para extlaer ciertas relaciones elementales, ellas mismas sugestivas Por

i * f i,de orras relaciones que un acontecimiento deseable o temidopodría'riu**iiou.Elinvestigadordescompone los datos del mitopara descubrir en é1

l, io,.ulr.i¿n de una relaciónde ideas; los achuar descomponen las imágenes-no.,rrn$

en unidades lógicas mínimas para extraer indicacionespráctica.s. Esta

;;;;r;; i de lo sensible a io inte ' Inconsciente

,-ritt¿r¡e inconsciente colectivoestarí ntigüidado la

¿.rr .tó que por el uso de procedimienros idénticosde codificaciónde la diver-

sidad de lo real en sistemas elementales de relaciones'

Si bien Ia oniromancia achuar Presenta rasgos comunes con el análisis esttuc-

,urd d. los mitos, difiere en cambiode Ia interpretaciónpsicoanalítica de los

,u.nor. Esta divergencia tiene que ver en principiocon que Freud -y más aún

fung- no Pone en duda la concePc

dose por lo demás en el fondocom

del psicoanálisiscree en la posibilid

lencias entre ciertos tipos de imágenes

tatfialezageneralmente sexual. A pulsiones en todas partes idénticas corresPon-

dería, términoa término,un registro finitode producciones imaginariascomu-

nes a toda la humanidad; un diccionariotransculturalde símbolos, en suma,

científicamenresanrificadopor el diván.Los achuar han explorado una vía dife-

rente. Lejos de dar r los símbolosque pueblan sus sueños un significadoconstan-

,., ,. .rÁ..r n,por el conrrario, en hacerlos desaparecer por detrás de las opera-ciones lógicas que los hacen manifiestos:no es la cualidad metafóricade los obje-

ror roñ do, la que adquiere valor adivinatorio,sino los atributosmetafóricos de

sus relaciones. Alotorgar prioridada Ia forma sobre el fondo, al acordar una

precedencia a ias propiedades de los signos sobre sus conrenidos figurativos,mis

comp ñ.ros vuelven la espalda a la hermenéutica de los símbolos, cuya paterni-

dad, por una disposiciónde espíritu propia de su época, Freud atribuyósin más a

los pueblos primitivos,Para no tener que acePtar su carácter relativo'

Ilustracióndel dutor.

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I

VIII. CACERfA

El sr,Nomo sERrENTEA Ar BoRDE DEL ACANTIT-4.Do, separado del vacío por una

estrecha cortina de vegetación que apenas deja filtrar la luz exangüe del alba.

Aqul y allá, un hueco abierto por un desprendimiento permite vislumbrar aba-jo el valle en el que fluye el Kapawi. Al fondo de la depresión que delimita los

bordes abruptos de la meseta, al,ca¡zan a distinguirse, entre franjas de bruma,las manchas más claras de los huertos y algunos techos de palmas, de los cuales

se eleva perezosamente un hilo de humo. A lo lejos, donde corre el río, el ruidoregular de una cascada resuena con claridad insólita. Delante de mí, Pinchuma¡cha con pasitos rápidos en la penumbra, cargando su gran cerbatana en

equilibrio sobre la espalda y el carcaj bamboleando sobre los riñones. Sanramikme sigue, a¡mada de un pequeño machete, manteniendo corta la correa de lague dran cinco perros que me huelen los ralones. Antes de que despunte el dlahemos salido al encuentro de una manada de pecarís.

Pinchu se levantó muy remprano y me confió que había tenido un sueñokuntukna¡ favorable al pecarí de collar: en el curso de una ronda de bebidas,cuando todos estaban pasablemente ebrios de chicha de mandioca fermentada,una violenra disputa había estallado enüe él y \Vajari. Luego de intercambiaralgunos insultos, los cuñados se habla amenazado con sus armas. La escena soña-da me sorprendió mucho porque que era del rodo improbable: los dos hombresmostraban por lo común signos de una complacida afinidad y nunca arreglaríanuna discusión a los golpes. Los achuar precisamenre desprecian a sus vecinosquechuas del norte porque no se atreven a disparar a sus enemigos, pero se batena los puños entre sí, sin dignidad y sin vergüenza, como niños o perros carnorreros

que deben separarse a golpes de bastón. Ese tipo de familiaridad violenra provocahorror aquf, donde la enemisrad más exrrema se expresa siempre a la distancia delcañón de un fusil. Los sueños ofrecen evidentemenre salidas cómodas a rodosestos pugilistas reprimidos, a quienes una puntillosa sangre fría les impide montaren cólera: descriptas sin peso en la inocencia del sueño, las mil tensiones acumu-ladas en la vida social se convierten en pretexros para salir de caza.

Aunque desarrolló su interpretación del kuntuknar sin reticencia, pinchu nodijo en verdad g,,eiríaacazar: el sueño indicaba el encuenrro con una manada de

r25

126

pecarís, pero nada decia acerca de la suerte que se le reservaba. Después de la

.hl.h, de mrndioc" que bebió de prisa al final de la noche, el dueño de casa

ó "¡Llevemos l " La orden de

CACERIA

valles escarpados donde corren riachos de agua clara, casi bucólicos en su mur-

mullo cristalino. Ei calo¡ comienza a esparcirse y con el sudor, las moscas se

pegan en racimos a Ia piel, disipando toda ilusión romántica. En tanto, la selva

ADAPTARSE A I,A' SELVA

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simplemente se levantó y gritó: "¡Llevemos a pasear a los perros ". La orden de

,.gui.lo e staba dirigida a santamik, pues había pasado la noche con ella y Yatris

lo había acompañado a la selva rres días antes. Los achuar se cuidan de no

alardear sobre sus proyectos de caza, a ral punto que la palabra misma no existe

y es reemplazada por múltiples perífrasis en las que Ia idea de la muerte es

sisremáticamente desterrada. Esta tartufería semántica vale como precaución:no hay que arriesgarse a irrirar a los espíritus que velan por los animales'

Convertidos en automáticos por la costumbre, tanto el sueño adivinatorio

como la censura de las intenciones son medidas propiciatorias de las que Pinchu

hubiera podido hoy disculparse. En efecto, esas circunsPecciones se alimentan

de una ce¡tidumbre: una manada de pecarís ha merodeado ayer no lejos de

Kusutka, al borde de los pequeños Pantanos donde están las palmeras cubiertas

con lonas. Al final de Ia tarde, luego de una especie de cosecha, con el canasto

lleno de trozos de liana machappara hacer el curare, Pinchu vio el suelo remo-

vido por los morros y el cieno aún fresco ie de los

,.o.,-.. Siguió un buen rato las huellas hacia el

Achuentza: se trataba de una gran manada a de ani-

males, con algunos machos todavía jóvenes. No tenía tiempo y debió regresar

hoy todos los recaudos. EI primero fue interpretar en

al caer el sol, un anent especialmente destinado a lla-

rable precaución que busca reducir doblemente el azar,

ya que, suprimiendo los riesgos del sueño, se previene contra los riesgos de la'ru

. Lo.. ho-b.., buscan, de este modo, asegurarse un sueño favorable que

vendrá a revelar Ia resolución ya tomada, sea porque la ausencia de cazahace

murmuraf a las mujeres, sea porque las huellas frescas de Ia presa han sido

recientemenre localizadas. Poco antes de dormir, esta técnica de autosugestión

induce una imagineríamenral y una predisposición emotiva muy propicias para

determinismo introducido por la oniromancia en los asuntos de la vida corriente.

El sendero abandona bruscamente la cresra del cerro, se hunde hacia el oeste

y se rofna más bien una pequeña huella indisCinta, un matorral serPenteante

.obr. ,rrla alfombra de hojas muertas. La planicie está regularmente cortada por

p g p

p".... .rir"da como un rosal: en todos Partes no hay más que ángulos agudos'

.rpirr". en abundancia, ramas que azotan, raíces con las que se tropieza' hormi-

gas hostiles o lianas que enredan. Esos obstáculos, que apenas se evitan en terre-

no llrno, se vuelven inextricables sobre los desniveles abruptos de las crestas

dond.e una delgada superficie de hojas recub¡e üaicioneramente toboganes de

arcilla. ¡Sobre todo cuando no hay de dónde asirse para no resbalar La rama

de auxilio que uno agarca d'azar trasPasa la manos con sus agujas o exhibe una

colonia de hormigas; la liana de la que uno se toma como de un pasamanos

cedeyhace llover pequeñas cosas que pican en el cuello; el bello tronco liso que

se pisa para pasar se deshace bajo la presión, minado por la podredumbre' Mien-

a.", p"ii.ro .r, el brrro, levanto a cada paso enormes rerrones de arcilla embuti-

dos en mi. suelas gastadas. Por delante, Pinchu sube las pendiente con ligereza

sobre la punta de sus pies prensiles.

Este paisaje caótico que recorremos a grandes pasos, dando innumerables

rodeos, f".... ."., familiar a mi guía como el de una caminata realizada miles

de veces. Como un campesino querecuerda las anécdotas que se relacionan con

una fuente, una cruz o una encrucijada, Pinchu puntúa nuestra ruta con Pe-

queños relatos graciosos o trágicos: en ese barranco, la otra vez, Tsukanka cayó

en una emboscada; rras escapar milagrosamente al fuego de los fusiles, huyó

precipitadamente con las nalgas al aire, dejando su itip colgado de las espinas;

allá, al pie de ese capoquero, Thyujin permaneció varios días esperando las vi-

siorcs arutam, ebrio de tabaco verde y de estramonio; en una saliente del Chirta,

en la confluencia con ese pequeño arroyo, Tarir preparó una piragua de gran

tamaño y tuvo que hacer venir gente de todas partes para jalarla contra la co-

rriente hasta el Chirta.Aparentemente desierto, este territorio está, sin embargo, recorrido por mil

acontecimientos que, más que los lugares mencionados, dan a la selva anónimala susrancia histórica de sus puntos de referencia. Es verdad que a dos horas de

marcha de la casa de Pinchu aPene,s estamos todavía en su Patio trasero' Fran-

queado hace poco, el chirta representa la frontera del espacio doméstico donde

,rror nlas mujeres y los niños: bajo este aire vienen a recolectar la miel silves-

tre, a levantar los frutos de estación o Pescar con raíces venenosas en los torren-

tes. Un poco más aIIá comienza el verdadero coto de caza, e\ dominio de lo

inhabirado. Hacia el poniente se precisan dos horas para llegar a la casa más

ADAPTARSEALASELVA

próxima,la de Kawaruncha o¡illasdel pastaza. Ties días se necesiran hacia elnorte para aJcanzar la casa de yaur, en la desembocadura del Kupatentza. AIsudesre, es aun peor: el sendero que conduce en una semana a 1o de Nayapisepierde en la confluencia del Kapawiy del chundaikiu.En .r¡^,i.r-..rridrd.,

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y ¡ , ,vacías, el encuentro con un hombre nunca es forruiro.

Atravesamos el Kusutka a media mañana y modificamosnuesrra rura haciael sur, sobre una quebrada apenas perceptibre.Es una de ras sendas de caza dePinchu, bien marcada aquí y allá po¡ una rarna corrada, cuyas hojas desentonanent¡e el follajecircundanre:un caminosin iógica aparenre ni destino.con elpaso muy circunspecto desde hace argún raco, mi menror se ha detenido aJ piede un árbol e investigasu correza.

-Han pisado allí -dice envozbala.-¿Quiénes, los pecarís?

-No,no, los papagayos.Haciéndome señas para que lo siga con prudencia, pinchu rrepa a una pe-

queña colina, interrumpiéndose de a tramos para señararm. u.rrigio,de cacaosilvestrebajo ciertos árboles.

-Los papagayos están engolosinados _susurra con voz risueña.santa'mik se ha quedado at pie del monte con sus perros. Arnegar a la cima,

percibimos a lo lejos movimientosdeso¡denados .r, I .op de uúrborgigan-tesco: confusamente entrevistas, decenas de formas rojizas se agitan sin r-ecelo.Pinchu coloca una flechillaen su cerbatana, desliza orras dos .n ,u .rp.rr.*b._llera para tenerlas inmediatamente a mano y avanzacon precauciónhasta el piemismodel árbol donde cuelgan los monos lanudos. Llama¡los.papagayos,, fueuna típica broma para engañar su atención porque, aI parecer, ii*Á'ur,firrooído para reconocer su nombre. Llevando\a c^brrhacia arriba, la pesada cer-batana completamenre vertical,pinchuha soprado sin un ruido su iri^.,drr-do y recargado enseguida' El proyectilse ha clavado en el tórax de ,.r' m .hogordo que, sorprendido, se Io arranca con un golpe seco. No imporra, porque lapunta untada de curare se ha quedado en la he¡ida: .l .*tr.rno¿e u neclitt*había sido cuidadosamenre corrado anres con la mandíbulade piraña que pinchulleva siempre guardada en su carcaj.

En el momenroen que se ubica para rirarre a un segundo animal, er aulridomuy lejano de un perro provocauna conmoció.,.r, .l grupo; los monos gran_des se dispersan en todas las direccionesy el que h. J.giao pinchu ,. por,.fuera de alcance. Tiarando de despertar ru .uriorid.dp r =tir rr..or, ,u ...b -tana, Pinchu exclama con voz dulce pero gutural: ,, Chaar, chaar, chaai, . Es el Dibujode Ph;lippeMuncha partirde los documentos de Philippe Descok.

130

llamado a reuniónpropiode la especie. Un segundo aullidoarruinó los efectos

y todo el grupo empfendióbrutalmenre Ia huida. sólo permaneció la primeravíctima, a horcajadas y abrazando en un remblor convulsivouna gran rama

CACERTA

sión de una vid¿ no puede dejar de suscirar. Ante la inocenciamanifiestade

cada presa, es necesario que, todas juntas en el seno de cada esPecie, den naci-

miento a la imagen vindicativade un censor.d

ADAPTARSEA LASELVA

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víctima, a horcajadas y gsecundaria, con el rabo vigorosamente enrollado al¡ededor de un cronco. La

muerte no tarda en sobrevenir, pero no resuelve el problemadel cazador. ConIos ojos abiertos, el animalquedó obstinadamente agarrado a su rama, tetanizado

por la agonía en un abrazo definidvo.Por encima de grandes contrafuertes

tabulares, el árbol presenta un largo üonco rectilÍneo totalmente desprovisto de

apoyo; rrepar es manifiesramenteimposible sin un hacha para tallar las muescas.

Viendo su presa fuera de alcance, Pinchu entona entre dientes un anent resig-

nado; pero la interpretaciónmágica queda sin efecto: el mono peludono cae.

-¡Tcha ¡soplé para nada Mipequeño curare ha succionado Ia sangre del

mono que va a ser para los buit¡es; se van a saciar con ranra grasa. Después de

todo, ¿fue por az{ que tuve un kuntuknar sobre los monos lanudos? Así es.

¡Vamos, cuñado No hay que demorarse, Porque el amana podría vernos'

EI amana de los monos lanudos es una esPecie de prototipo,un macho

canoso, muy viejopero gigantesco,siempre hábil para susrraerse a los ojos de

los cazadores. Encarnando en el más alto punto las aptiudes de la especie,

constituye la figura emblemática, un poco a la manera de Ias esencias nominalesde la filosofíaplatónica que se perpet;an en el imperiode las ideas como mode-

Ios perfectos de los elementos del mundo. El amana vela bonachón sobre sus

congéneres: gracias a su poder de ubicuidad,espía las intenciones de los cazado-

res fanfarrones y advierte a los otros simios de las amenazas que pesan sobre

ellos. No obstante, no se opone ala caza, pero pide que se desarrolle dent¡o de las

reglas: así, abandonar un cadáver a los pájaros calroñeros comPorta una falta de

dignidady la partida precipitadade Pinchu aParece como la prueba de su mtles-rar, como el reconocimiento implícitode una derogación ala ética' dela caza.

La existencia misma del amana reposa en parte sobre esta necesidad de ofre-

cef un espejo individuala los remordimientosdel cazador. Aunque cacen todos

Ios días por placer ranro como por necesidad, mis compañeros no son indife-rentes al hecho de dar muerte a seres con plumas y con pelos que detentan una

afecrividadmuy humana. Ahorabien, una especie animalnunca es una carego-

rÍa abstracta por medio de Ia cual el pensamiento subordina pequeñas diferen-

cias de apariencia entre ciertos individuosa semejanzas generales más esenciales

que los distinguen colectivamente de otras formas de vida. Alanimar esta clase

puramente nominal mediante un ser que la representa toda entera, se vuelve

posible dar una expresióndinámicaa sendmienros ambivalentes que la supre-

Alvolver, encontramos a Santamik retando a uno de sus Perros con una

varilla,en un tumultode chillidose imprecaciones: '§7'ampuash, aún joven e

inexperimentada,no pudo resisrir al placerde iadrar a un ratón que se asomó

enrre las hojas muertas, provocandoasí la huida de los monos alarmados. Apesar de su mal humor, Pinchu no dice nada, dejando a su mujer la responsabi-

lidad de amaestrar a su jauría.Las primeras señales de pecarís de collar aparecen a.l borde de un afluente

pantanoso del Kusutka:después de rodar en el fango negruzco, los animales se

han frotado con fuerza en los estípites de las palmeras, dejando supurar de su

glándula almizclerael ac¡e efluvioque los distingue. Su paso es recienre: las

burbujas fermentan todavía en el fondode las madrigueras irisadas y el olorpoderoso de los porcinosflotaen el aire, exhalado por el cieno podrido.La

huella no es fiicilde seguir, pues los pecarís se han internado en el Pantano Pocoprofundo, agrupados sin duda alrededor del viejoque conduce la manada. Los

perros son ahora muy útiles para olfatearel camino seguido por los cerdos en

ese lodazal glauco que engulletras de sí toda señal de paso. Con el machete

vigorosamente empuñado y los ojosbrillanres deexcitaciónbajo el flequillorenegrido, Santamikofrece la imagen de una Diana tropical;anima a su jauríarepidendo en voz baja pero apremiante: " ¡Sih ¡sihli'exPresión de aliento que

precede la estampida final.De tanto en tanto, Pronunciasuavemente el nom-bre de la perra que marcha ala cabeza,la negra Shuwinia.

Alllegara un islotecubiertode helechos arborescentes, Pinchu hace deteneral grupo con un ampliomovimientodel brazo y señala con el mentón un Puer-co echado dominando las aguas negras.

-¿No oyes? Hacen tush, tush, tusb.

En efecto, con claridad se percibe el chasquido de los colmillosque se

entrechocan como un sordo fondo de matracas: Ios animales han encontradouna dotación de frutos de cáscara dura.

Pinchu da sus últimas instrucciones a Santamik antes del ataque final:

-Te quedarás atrás con los perros; cuando escuches a los animales correrhaciendo juu, juu, juu, soltarás a Shuwiniay un Poco después a los otros; toda-vía no son muy corajudos; no vaya a ser que se hagan destripar.

EI brazo del pancano está cubiertopor un silencio absolutoPara Sran alegriade los mosquitos que, por nubes, aprovechan Para Picarnos con toda impuni-

ADAPTARSEA IASELVA

dad. Los pe carís esrán muydispersos, como siempre que se detiene n a forralear:eso reduce el peligrode que la piara entera cargue sobre nosorros.

EI primer puerco que enconrramos esrá solo en un pequeño claro, a unost¡einta metros: con Ia cebeza maciza bien subrayadapor el collargrisáceo, la pe-

CACERÍA t33

Pinchu exr¡ae la glándula almizclera situada en la base del rabo y la frotaenérgicamente en los hocicos de los perros para impregnarlosde .r. oio. p..r.-rrante, que es como el epíteto del pecarí. Luego les arroja esas especies de riño-nes malolientes, no ya para habituar su olfatoal cerdo salvaje i rop r que al

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la.mbre lacia erizada sobre el rabo, labestia empuja con ligerosgruñidos escarban-do bajo las raíces de un :írbolacostado sobre el sueio. Disimuladopor un tronco,Pinchu le apunta sin prisay le dispara su da¡do en el flanco,en la confluenciadelpernil, lomás cerca posibledel corazónpara que el cura¡e acrúe rápidamenre.Elanimalescapa enseguida dando aullidosguturales, desencadenando una confu-sión indescriptible.Pinchu selanzaaperseguiriopor el bosquecillo,vociferandopara llamar a los perros, mientras que los ot¡os chanchos huyen al azar, regresan-do sobre sus pasos y enr¡ecruzá¡doseen rodas las direcciones, atemorizados en supánico ciego por los ladridos frenéticosde la jauría. siguiendo a pinchucon graresfuerzo por los lagos del sorobosque, Io alcanzo a poca distancia, en el momenroen que, paralizado por el veneno, el pecarí se desmorona brutalmente sobre suspatas delanteras, con las üaseras sacudidas por violentascoces.

En tanto el tumultose despeja: a lo lejos no se oye más que el conciertofuriosode los perros, manifiestamente inmóvilesante una presa abatida. Aban-donando a la bestia en sus sob¡esaltos, reunimos la jauría. con el pelo erizado yenseñando los colmillos,Ios perros forman un semicírculoamenazanre a la en-trada de una cavidad apenas visibleentre las raíces de un árbol enorme, dedonde brotan chasquidos de mandíbulas. La cabeza asoma fuera de la madri-guera cada vez que shuwiniahace gesro de aproximarse,cortando el aire consus colmillosagudos antes de volvera ponerse enseguida a cubierro.culpablede habe¡ hecho huir a los monos, la joven tvampuash gime dulcemente a inter-valos, con ei lomoabierto por una laceración profundaque limpiacon peque-ños lamidos dolorosos. Aprovechandouna estocada del animal hábilmenre es-quivadapor shuwinia,Pinchu le clava una flechillaen el cuello.La caza seterminacon ese golpe de gracia porque lapiara ha sacado ahora mucha venrajacomo para esperar voive¡a atraparla antes de que caiga la noche.

Tias la fanfa¡¡iade la caza, eI descuartizamientodel animal parece más bienuna recaída prosaica. Los dos pecarís son desollados a campo abierto, mientrassantamik hunde sus manos en Ia cavidad humeante para exrraer la ¡isrradetripas azuladas. Por lo común, Ios intestinos no son comidadesdeñable, perocada animal supera los treintakilosy hay que poder alivianar la cargadebido allargo trayecto de regreso. El hígado es, por el conrrario,cuidadosamenrecon-servado: asado en brochecas, recompensa al cazador por sus esfuerzos.

, ya para habituar su olfatoal cerdo salvaje, ,i.rop r, que, aldevorar el órgano del que emana su pestilencia nativa,adquieran ,rn po.o d. ,,,ferocidad.Almenos según Gaston phoebus, que lo evoca e., ,r.,

.rrig'.rotratadode monrería, los cazado¡es del pars de oc siguen fielmente .r, .or,,ro't.e cuandocazan eljabalí.En tierra.)íbara, como enrre los comanches o en el país de Foix,

la incorporaciónde los humores del animal sirve para cebar periódicamenrealos perros muydomesticados¡ puesro que hace de su besriaridadreconquistadaun arma más afilada,este distanciamienrolos lleva a servir mejor a lo, ho-bre,a los que se han apegado demasiado.

uno de los pecarís es despedazado sumariamente: la cabeza, el lomo, la pance-ta y los pernilesson enrolladossanguinolentos en largas hojas de palmera y colo_cados en la cesta de santamik.pinchu ata las cuatro paras del ouo animrlcon unaIiana y esdba todo sobre su espalda con una banda de correza que le ciñe el pecho.Así enjaezados, mis anfitrionesvuelvena partir con paso rápido hacia la casa,a¡rhelando sin duda con nostalgia dulces rerozos que mi curiosidadha vueltoimposibles.Las confidenciasque he podido obtener de ros hombres jóvenes sonen efecto coincidenresaI respecto: la cazapermite a los esposos librarsea los pla_ceres de la ca¡ne sin temor de rener que refrenarapetitos cuya expresión vivaz seríainescrupulosaen el recintomuypobladodel hogar. cuando un hombre inyitaauna de sus esposas a acompañarlo a la selva, teniendo el cuidadode resperar elturno de cada una para no exponerse a la córera de todas, es también p r s tirfa-cer las obligaciones conyugales. Esta sexualidad silvesre .ro ., prob bl.menreporpura curiosidad:en una soledad inmensa, pero bajo la mirada de la naturaleza, aveces al lado de Ia presa abatida, los esposos abrazados buscan tal vez en su placerredoblar la exciraciónde la cazay su paroxismomortal.

con diez horas de ma¡cha en las piernas vorvemosa enéonrra¡nos finalmen-

te con Ia casa. Relajado por el baño y aregre por er espectácuro de ros pecarísamontonados sobre un ahumade¡o, pinchu está con ánimo de .o.rr.rr r,-¿Cómo es, cuñado, el amana de los pecarís de collar?-Elverdadero amana es Jurijri,la madre de los pecarís. Jurijri,sabes, es

pálidocomo tú; tiene barba y cabellos largos; y habla todas las lenguas, la nues_tra, el quechua, el español y cu lengua rambién, Ia que hablas cÁ Anchrrmir.Jurijrilleva boras, un casco de hierro y una espada. En la nuca tiene una bocacon dienres muy grandes, pero no se ve a causa de los cabeflos; con esa boca se

t34 ADAPTARSE A LA SELVA

come a la gente, a aquellos que se burlan de Ia presa, a aquellos que matan a los

animales porque sí, sólo por placer. Jurijri vive bajo la tierra; hay muchos Jurijri

aIlá abqoy salen por las madrigueras y los árboles huecos. Los pecarís de collar

CACERIA

cerdo, de una vaca o de un conejo. Tal robinsoneada hubiera sido utópica,

porque stlacazaexige el adiestramiento como su prolongación simbólica, Ia

domesticación es su negación. Lacríaimplica una relación de suieción recípro-li

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q yviven con ellos; como perros, pululan alrededor de sus casas'

Ahora comprendo mejor esta insistencia furtiva que tenían al principio los

adolescenres para examinarme el occipucio: ¡buscaban los caninos Preparado

p ^loscazadores de cabezas, yo mismo e¡a tomado Por un

Oaente en las entrañas de Ia tierra, metáfora siniestra del

t tos atavíos de un conquistador' Un Poco en toda la

Amazonia, los indígenas conciben a los pecarls como chanchos domésticos co-

locados bajo la férula de feroces amos sobrenaturales, que los tienen a veces

encerrados en vastos cotos de donde son soltados cada tanto para afrontar los

proyectiles de los cazadores. Nunca se mara a un animal pof azar: se precisa el

consentimiento de su guardián invisible, siempre pronto a no entregar a sus

bestias si piensa que se les ha faltado el respeto.

Muy curiosamente, el eiemplo ofrecido por los espíritus protectores de las

fieras casi no fue imitado por los narivos, que no han intentado domesticar

realmente a las especies salvajes que podían presrarse a ello. Por cierto, recogen

las crías de los animales que han cazado y las tratan por lo general con el afecto

liares, ni siquiera cuando sucumben a una muerte narural. Pocas especies se

muestran verdaderamente dóciles a vivir en el universo de los hombres, y ciertas

casas de capahuari parecen un arca de Noé donde cohabitan sin entusiasmo los

representanres más disímiles de la fauna amazónica: aras, titís, tucanes, monos

capuchinos, paPagayos, pacas, agamíes, churucos, etc' Pinchu mismo está ob-

seiionado con un pequeño pecarí que, en perjuicio de los perros, Pasea Por su

casa con tanta libertad como el compañero de san Antonio'

La experiencia empírica del adiesrramiento no ha conducido a los indígenas

de la selva a procurar una verdadera domesticación, esto es, la reproducción

controlada por el hombre de ciertas especies: aparte de los que trajo Ia Conquis-

ta, la Amazonia está vacía de animales domésticos. Las razones son sin duda

más culturales que técnicas. Ciertas espe

tradas, como el pecarí, el tapir o el agu

por prestarse a una cría en semicautivida

ca con el animal, viendo cada uno en el ot¡o la fuente prosaica de su alimenta-

ción y de su bienestar; fundada en parte en el agradecimiento del estómago,

esta dependencia mutua adopta la máscara de una convivencia sin sorpresas, en

Ias antípodas del fervor lúdico que anima al cazador amerindio en Ia satisfac-

ción coddianamente renovada de su placer.

La ausencia de animales domésticos locales Palece tanto menos atribuible a

una falta de competencia que al hecho de que los amerindios son grandes expe-

rimentadores de lo viviente, atentos a sus propiedades múltiples y viejos maes-

tros en los trabajos prácticos de genética vegetal. Hace más de cinco mil años

que Ia cultura de la mandioca nació en la Amazonia, seguida de inmediato por

la de cientos de especies que comPortan innumerables variedades adaptadas a

Ias más pequeñas variaciones de sol y de clima. Pero, contrariamente a lo que ha

pasado en el cercano Oriente, esta muy antigua domesticación de una amplia

gama de plantas no ha te nido aquí por corolario la domesticación de los anima-

les. Es verdad que aquí habría sido prácticamente redundante, ya que, a seme-

janzadelos achuar, numelosas tribus amazónicas se representana las fieras de la

selva como ya sujetas a espíritus que Ias Protegen y, Por tanto, en un estado

insuperable de domesticidad. Someterlos a la cría ha debido parecer a los

a.merindios una empresa inútil, incluso peligrosa, en razón de conflictos de

atribución o de precedencia que no habrían dejado de surgir con los criadores

sobrenaturales, evidentemente celosos de sus prerrogativas sobre las fieras. Los

animales domésticos no podrían Pertenecer simultáneamente a diversos amos;

y si los espíritus aceptan en ciertas condiciones que los hombres vengan a cezar

entre sus rebaños silvestres para alimentarse, no soportarían sin duda Yerse to-

talmente saqueados. Lacazaprocede, así, de un derecho de usufructo temporario

que los guardianes de las fieras desean ver constanremente renegociado; supone

una ética del contrato y una filosofia del inte¡cambio inconmensurable con la

mora.l dulzona del establo y del gallinero.

-¿Qué anent cantas, cuñado, cuando vamos a cazar monos lanudos?

-Escucha, es así:

Pequeño amana, pequeño amana, si los dos somos amana, ¿cómo vamos a hacer?

Me oscurezco como el Shaam, como el Shaam

Pequeño amana, pequeño amana, ¡envíame a tus hijosl

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t36ADAPTARSE A LA SELVA

Sob¡e este mismo montículo, que griten churururui, churu¡urui, churururui,Que digan waanra, waanra, waanra, sacudiendo las ramas.

¡He aquí una hábil súplica, que juega de canro en ranro con el equívoco d.e lasid dfi i P i d f ó

CACERfA r37

Mientras conversamos, el pecarí de la casa llegó trorando para echarse a mispies en un hueco del suelo, donde la rierra removi da abrazabaesrrechamente suforma. Repantingado sobre el flanco en su mancha arenosa, el animal habíallamado mi atención con pequeños golpes de mor¡o en la suela de mi calzado:

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idendficaciones Primero, identificación con el amana de los monos lanudos,animal ejemplar que represenra los inte¡eses de la especie y cuya complicidad elcazador requiere como norma entre personas respetables. segundo, id..rtifi."-ción con el shaam, uno de los espíritus que velan arentamenre por los destinosde las fieras. De esre invisible habitante de los pancanos o de lo, borqu., or.,r-ros, del que se dice que lleva su corazón en bandolera sob¡e el p..ho .oo'o ,rr*medusa palpitante, se conocen sólo los gemidos quejumbrosos que deja brotrren el crepúsculo.

-Y cuando el mono lanudo ha quedado enganchado enrre las ramas, ¿quéanent cantas?

¡Cuñadito, cuñadiro, cuñadito, bájame la ramalMi anzuelo, mi flecha, ¿cómo, cómo, cómo no te han traspasado?Ven a mí, cuñadito, te he matado en tie¡ras lejanas.

Animal emblemático a semejanzadel rucán, el mono lanudo es represenradopor el cazador como un cuñado, es decir, un proveedor o donante á. m,rj.r.s.

Esa relación de alianzaentre los achuar, que ciñe a las parres a una deuda muruainextinguible, no está exenta de preocupaciones: los enemigos potenciales sereclutan, en efecro, entre los parientes por alianza. El comportamiento de loscuñados, hecho de dependencia recíproca y de amenidades indispensables, ofreceasí un modelo de camaradería ambiguo, propia para definir la ¡elación equívo-ca que liga al cazador con su presa. Esta afinidad retorcida .o.rt."rt, fo., .lespíriru de conce¡tación igua.litaria que marca la invocación al amana: este últi-mo es un par al que se le pide que se libre de sus dependienres.

-Pe¡o el mono lanudo está mue¡to. ¿cómo puede escuchar tu anent?

-Está muerto, es verdad. sin embargo, su wakan está aún cerca de é1. Losanent que le cantamos no se escuchan del mismo modo que tú me estás escu-chando ahora; ellos no escuchan las palabras que pronunciamos. Los pensa-mrentos que ponemos en nuestros anent entran en el wakan de aquellos a losque invocamos y allí se establecen, como en una casa. Entonces, sin sabe¡lo en¡ealidad, aquellos para los que canramos quieren lo que nosotros queremos; sepliegan a nuesrros pensamientos porque nuesrros deseos mismos los habitan.

como de costumbre, deseaba que le rascara el lomo. El diálogo prosiguió pues,mienrras paseaba la punta de mi borceguí por su rabadilla erizada. cuandointerrumpo a veces mi caricia, la bestia se endereza a medias para mirarme conaire indignado y sus gruñidos de placer son reemplazados por gruñidos menosamenos. Cansado de este ejercicio, he terminado

por ponerme de pie. El pecaríse levanta entonces y viene a frotarse pesadamente en mis panrorrillas, con sus

ojitos abotonados fijos sobre mí y toda su tiranía de un animal familiar. Justodet¡ás de nosotros, un gran marco de madera está apoyado contra los posresque sostienen el anretecho, exponiendo al sol del atardecer la piel de la besdatraída por Pinchu. Grotescamente extendida por las lianas que Ia atan, aúnjaspeada aquí y allá de manchas sangrientas donde se aglutinan moscas verdes,los despojos de su congénere dejan a mi atormentador indiferenre.

IX EL ESPEJO DE IAS AGUAS

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IX. EL ESPEJO DE IAS AGUAS

\7,r1¡ru v Mu«ul dero del pequeño embalse' ha-

bl n .ler ndo l nuo de la caída del agua'

-En mi cesta, de piel blanca, con unos pechos

junto a mí.'

-quié., sabe. EI cuñado Tsunki tal vez pueda regalarme varias muchachas.

de un hombre. La angostura está bien elegida para la represa temporaria que

lvajari y Mukuimp han construido Para Pescar con lianas venenosas. Plantados

..r rrr.dio del Kusutka, cuatro caballetes mantienen un fuerte travesaño horizon-

tal, unido en sus exrremos a los árboles de las riberas; sobre el travesaño reposa

una serie conrinua de pieles sólida-mente fijadas en el Iecho del río y formando un

brante de agua y forma una cascada. Esta construcción tan elegante como inge-

niosa se funde en el paisaje selvático del que Parece seI una prolongación natural,

no tanro un obsráculo a la perezosa serenidad del curso de agua, sino más bien un

modo de subrayarla con un susurro argentino'

139

ADAPTARSE AIA

SELVAEL ESPEJO DE tAS AGUAS

lianas venenosas en ríos lejanos sin cener que acarrear largas distancias fardos de

raíces de lonchocarpus. Estos retiros discretos sirven, además, de refugioremporario durante las guerras, pues por lo general no hay ningún senderodiscernible que permita acceder a ellos. Sin embargo, los achuar consideran las

d i i l d ó

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loggias de caza principalmente como lugares de recreación. La armósfera devacaciones que reina aquí desde ayer da testimonio de ello: cada uno se ocupade sus cosas con una indolencia marcada, en medio de estallidos de risa y debromas de niños que corran el formalismo a veces ampuloso de la habitualetiqueta doméstica.

Támbién durante la siesra, \W'ajari y Mukuimp fabricaron sus arpones en ape-nas media hora. Con la ayuda de un machere bien afilado que golpeaban con unapiedra, tallaron dos grandes clavos de carpinrero traídos por §Tajari de su viaje a

Montalvo, desgajando un espolón punriagudo en cada uno de los lados paraformar dos púas. Las astas fueron hechas en unos minutos con varillas bien dere-chas de taun, ag$ereadas en uno de los exrremos para colocar allí la punta móvil,mientras que el cordel que la unía al asra fue trenzado en un santiarnén con fibrade palmera chambira. Esta facultad que rienen mis compañeros de improvisar enel instante muchas cosas que necesita¡ no cesa de maravillarme: un arpón depesqr, una tabla a manera de balsa para arravesar un ancho río, una cuerda para

arnarrar una piragua, una larga pértiga para empujarlo, una cesta para transporrarun cargarnento imprevisto, un tela¡ o un lecho para las visitas, todo confecciona-do sobre la marcha cuando las circunsta¡rcias lo exigen y abandonado a menudoenseguida que se lo deja de usar. Es cierto que el equipamiento material de losachuar puede parecer rudimentario a ojos no advertidos; pero detestan cargarutensilios que su ingeniosidad y una pizca de tiempo les permite recrear en todomomento. Esta sabia disposición ha sido mal interprerada por nuesrra civiliza-ción técnica: desde los comienzos de la era colonial, ella alimenta las acusacionesde imprevisión que dirigimos a todos los pueblos que han rechazado la acumula-ción de objetos para rrabar su libertad de movimiento.

'§?'ajariy Mukuimp terminaron de obturar el vertedero con

una cerca flexi-ble que impide el paso de los peces, pero deja filtrar el agua. Los dos hombres se

dirigieron enseguida río abajo para sumergir una parre del veneno para pescamientras yo fui andando con las mujeres hasra un depósito intermedio a unostrescientos metros de Ia represa. Las raíces del lonchocarpus están a.montonadassobre un zócalo de leños al borde del río y mi trabajo -esta operación no puedeser cumplida más que por un hombre- consiste en martillarlos con un pequeñorronco con el fin de exprimir el jugo blancuzco. Las mujeres entre tanto derri-

noche, nos acostamos en el suelo sobre un corchón de hojas de palmera, enyuel-tas unas en orras a la mane¡a de cebollas, al pequeño abrigo de un muro quelinda con el río.

cazuna suerre de loggia de

delne a pernocrar al bordecon mandioca, bananos

t42

baron con el hacha dos palmeras vecinas; acabada mi tarea, nos instalamos

cómodamente sobre la orilla para comer los palmitos mientras esperábamos Ia

llegada de la capa tóxica. Justo delante, un gran hoezín encaramado a una tama

q e sobresalía sobre el río nos insultó con una voz de matraca agitando su

EL ESPE]O DE t.A,S AGUAS 143ADAPTARSE A LA SELVA

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que sobresalía sobre el río nos insultó con una voz de matraca, agitando su

penacho miserable; su carne nauseabunda lo salva de la olla, pero no de las

onomatopeyas vejatorias que las mujeres le replican. Sin duda atraído por el

jaleo, un pajarillo tota.lmente desplumado sale de su nido en plataforma, obsce-

no en su inhábil desnudez rosácea. un coco lanzado por Mirunik le hace perder

el equilibrio y cae como una piedra en el río, donde se pone enseguida a nadar

con una facilidad soberbia, antes de volver a hacer pie en los sarrillos de la orilla

ayudándose con los pequeños garfios que posee sobre las alas a semejanza de los

murciélagos. Fruro de la ociosidad, la animosidad jocosa de las mujeres al en-

contrarse con el pequeño hoazín es menos cruel que experimental: nunca se

deja de pedir a la naturaleza una confirmación de sus ra¡ezas.

Poco después, §Tajari y Mukuimp nos recibieron muy excitados: el veneno

que habían echado al agua río ar¡iba estaba por llegar. En efecto, una capa

lechosa afluía del último meandro, opacando el agua hasta aquí perfectamente

transparente. Los dos hombres echaron entonces en sus cestas las raíces que yo

había arrancado y las empaparon luego en el Kusutka, removiéndolas en todoslos sentidos para que el jugo se esparciera completamente. Hecho esto, todo el

mundo se metió en el río poco profundo, los hombres y los adolescentes con

arpones o machetes y las mujeres con cestas, y comenzamos a descender lenta-

mente hacia la rePresa.

Llamado barbasco en el español de la Precordillera de los Andes, el

lonchocarpus y su primo el clibadium provocan la asfixia de los peces en las

aguas que contaminan, pero no tienen efectos duraderos si consiguen escapar;

de ahí la necesidad de Ia represa y de capturar rápidamente las presas antes de

que se recuperen. De hecho, el río enseguida se vuelve un hervidero de burbujas

de plata, de decenas de peces saltando en todos los sentidos, dando brincos

desesperados para escapar a Ia sofocación. Numerosos son los que encallan en lavegetación tupida de las orillas donde mujeres y niños no hacen más que reco-

gerlos. Al pie de la represa, un enorme pez gato se sacude golpeando Ia cola,

justo al lado de Mukuimp, que blande triunfalmenre una raya venenosa en la

punta de su arpón, aliviado sin duda de haber escapado a su temible dardo

filoso. Llevando como collar una media docena de pececitos ensartados por las

agallas en una liana, Chiwiü trata de tumbar a Salfotazos una Piraña obstina-

damente vivaz. Hay que cuidarse de hacer movimientos torpes al arraparla:

uno caPture todos los Peces que Pueda sin ser

ventuales en el reparto Esta empresa llevada a

pues, el individualismoPuntilloso

que gobier-

cientos Peces.

E,t^-o. a mediados de enero, es decir, según los indígenas, en los últimos

días de descenso de las aguas antes del comienzo de las fuertes lluvias que dura-

sionero después del d.escenso de las aguas; en los pequeños ríos de planicie,

como el Kusutka, cuyo curso rfansparenre se ha vuelto sencillo vadear; en las

ralnu "'I ieuradse rru uof,Eru"lgosnd es :un8e ¡a ope¡oJ arl aW ¿EUEUEIutlse osed anb o¡ .-rcruorr EsrJuos Eun uo) aJrp eur- or8ans .otsu. sz¡1?_'sopeunf, seua.tof sns ap ofico8a¡ue¡B e¡¿d

elurtu"soprnr opue¡dos en8e 1a ua -rz¡ndocap sotsa8 af,ErI:osor3uaf,rlJournq apaq)ou ?lsf, gtsl durn{nry.?pE1atu?ursep rrotle esardar q ap ofuqe o¡: o¡odun'ísarqluoq artua g? E ^ 1os l ll

sgndsap satad sol uzurd¿ apuop .s?JEtsa arqos sop?tuoru opra^ ?rap¿u ep sauol-sl¡ sepuzrS 'sorepEtunqEop"lrrqpJurg sa:afnur se¡ .sa:e8or¡ ,o¡ ,p ,_rr,rg

'IeJatrJ ua ¡tuarue,rrsa¡8ordrprlraauof,uort?ro^Jp rp?Jo3utaur Etsa ua etsnf seu uolsa¡dxa ns r?Jtuo)uE outs e,rpod ou seJop?zruolotrsns ¡od so18rs sorre,r. alEg apsop sopnauros uos sapuv sol Jp so^n?u soT f ET ?

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ísarqluoq artuasoureg?q E soure^ ,1os ap soler sorunll so1 opun¡oarrordy.JBze

Ia EJalot ou reJncrtrrdEf,rslJetsa ,EuJapourErtualfel ?aluaur?Ir"rluo¡f 'xxoÉls lep alu¿Junrrr orusnulsod 1ep ezuelauas y .rrdo:deasa1 anb zsnec ¿un a¡arnba: onaJe ?pzl apuop souaugual sol ap uororrurself,Eunua JtnIP? so1 rod ersand ¿sor:nurur

uorfu¡r'EI .r,Ia aJ sorJol'ur^rp,socnce¡d osorlSgu soralqo sol '¡eur8lrougrf,utsrpurue¡B zun ep orruap soursof, Iap sorp¿rsesol s"pot atuerxrtuaraJlpurop,Etf,auo¡.e,*l¿dr¡rr¡edrgoso¡g zBe,t eun relagar apsolal 'ezaprnleu ?rto ap saprpardo:d ue;rrqlgxa¿lcuasa¡d rr, ,orr*rg,sol apuopsetuaJaJrp sorurruop ¿ zpaldure ras epand ou sa:z¡n8urs sef,rlsrJatleJef, sns ap uorf,-ury ua aruaurE¡erua u,rrsa anb socr3Dadsa souJruousJ o soralqo aJrua af,alqErsaanb pzpr¡esnzf, ap ugrf,plalEI Íotf,utsaoúsrurrurarepun :od opl8ar ,etsa sauotc-¿If,os'B selsa ua ocr8eu¡ olualr¡¡esuadIa

.¿uEJtrqJE pzprauzruodsaap sercuarredeoltg 'osotcualrs o1 f orouos ol ,lr^gtuo1 d ocrtrrsa ol .of¿q o¡ d or¡e o1 ;r¡qlrrr.,r,ol lelglsloJ'of,nEnf,¿o¡ I oar,er ol :sor¡EJruof soT ep 'oururar ? ourruJal ,uolcunfuo¡Eun aP Pnlrr^ns a¿¡rxa zad ,{'orc d arlua Eprf,alqElse uorf,ElerEI ,sogens souarf,ua anb pnBJ :rurlnrunlsof,rrJuo sor8rsa¡d sol rp ugrf,?to¡d¡atur11 zco,ta anbPlueu oruanurprlordun u¡8as rnrrreu so1 ap rrdord rDErUa?l augap opzunsapEr{el as anb osn p I ocr8etu oluarurettrtf,ua 1ap ua8r-ro Ia )rtu) ugrsJa^ur E-I

'o¡¡o ¡od olJlnlpsnso osn ns Japuatxa ou¿^ ua se I .opznuocua

"q ol as anb 1a ua lBluru?pp o ¡olo]ns ap .EurroJns ep uorf,unJ ua Ep?urrrrretaplzpcrr:edua esard ?un aJqos uorf,f,EJttap rapod un otf,aJe ua eesod Jnru?u?PEJ 'uylntlap EZn rl ¿ op"unsap Err"lsa otuanu?¡uz)ua lanbz anb osn¡curJIoPUPrf,unuE'o8ze1¡eq alsa ap souans ue of,od rf,Er{opnre^pE ?rqEr{al,,,s?saldsEI ap sa¡peru,, snrrr,rdsa sol ep oun ,{uEsEruVanb ugrtualurrru ? ap?u? rrzíe¿¡'atuaf,ulrtuocetuets?q uU p I ol¡o¡ua¡ed arre uo3 .ecsad 11 ErEd sop?a]durauos soraJJru?ru

sol ap f sorelydsol ap uauer^o¡d onb so¡lanbe anb se¡tuonu'eze) t\ ¿ ra?rr? rrzd socr8yursarErlrxnrap ua^rrs sacad so1 ua sopelruoJua sol-nll9lsol '?JoPE r?nl{f"otualruesuad 1a anb srclrgruatsrs sauoTsJa^al s?sa ap Bunro¿'Ezer ep oznllrr{ur.,tflM?uun ap Et?l aS 1<¡ttt"ltnruo¡¡¡7a¿ ¡y¿ ,, :uot?)eJ-srtBsuol rqan:de I oralqo Ia eJqos etuetsur un ¿urlf,uras rrzlr¿¡ ,op?tpsuo3'ole? zad u¿:3 un ap stu?lrue s"lep of,?s enb rpraroloJ uorJalruof,eganbad¿un reuruJexa ¿¡¿d ea¡et ns otuo¡d ap adrun:ralur rnuas .op"rf,? solJeq"q ap

p p p sapuv sol Jp so n?u soT IEnf, ET ?prpald urs uo,zroldxe EI :?rf,uatoduo orergsrd uos soru.lq ,oJ.opo, ,,ll rpnpuls uort¡ou3\ erln ep papr EIrrlrupEe:rd sopemd-ard p¡4 'soue e ?l oqleq uer¡ sonua8ul sa:operoldxasounS¡y '¡zug usrpqru?loprqoadsos .,, ,prrop sauor8-ar s.trartrua esr?rntua^E "prlydIardap argruoq un ¿¡ed oso:Bllad lnur sa anbopour 3p 'sof,uElq soro ep solrrnSurrsrp¡¡lur¡ad epeu enb sosorpo f selqrtuaruel uos uszr8 ap sopr^g soruouep sol<or?lclrtdsoprurc11.sorlurrtrEsuof, atueru-aluau¿ru¡ad op"lualurpJas aqep anb o¡a¡z ap rpolowosonJtsuotu ,opunuJIa rrgos rapod ns op,alq"tsau,r{so)u?lq sol srlenl se1 r serce,' s¿csalu¿Bl,szulnbgtusEI arqrrsnquo¡ r alurcl¡qnrap r,uorsr^o¡dr ¿¡¿d p"prperue ua^¡rss?rq.f,ru secrrcgrdsrlsa enb uopualard soun,¡y .ro¡, o*o,,iop,rplrrr*.ou¿¡ntdzc anb sopz'r:Bsap sol E s,t*rrJ?ru.rp,rrr8 .r, ,rro, oprrrrrr,¡ ,rrr.,rordas anb .seua8rpur so1 ap eser8 11 rod alqercesur otrladE ,rn ,orrr_.d soluelqsol E JsE afnqrrte ,ere¡rprooard EI ap snqrrt s?sorerünu rod zprrrcdwot,Eurpu,Erf,uaaJf, zlal,rzu¡ 'psJa^run sa uorf,f,eJte

¿tsa anb u¿rrrrtsosrua3¡pur sol ,a¡¡edulto ro¿ '"zolleqep f pnps ap sou8ls otuof,satepro8a¡ sod¡anc ,o1, l rr.pro8"1 saP?Palfos s?,sJ uapJf,uoc anb ro¡e,r Ia ef,np?Jt I oruslloqrreu-r1ap sepue8rxa

sEI ap yrIE s¿ur oqf,nru rrr ¿se¡3 e1 rod orsnS pls,soraurnu ocod uos BlraruoraP sauolsEf,o se1 anb otu?nf,Eper)rpof, s¿ru olu¿lI .so)psgruop sepu¡ru? ,p rr¡r¡E Er"rse zsz:8 z1 .puorf,rp?rtorpuuau¡E opuntu 1ap arrzd ue¡B'ua I ¡nby'osJor Ie arqos sefuorue Elnrunl,p.uru¿ arsa ¡nb rsrrS ap zdtc e¡eg ?r E Er)uaJ-aJaJ ua 'ír.opnuElouour Jp eszr8 e1 ep odruarr,, Ia uEru?fi.Ef,ruJo]EU?uorsrce¡dap op,prnl ue:8 un uoJ

',rnr{f,,so1 anb uorf,?tse EI rzuo^uoJ ozreu-r ap rrrred

z olos I ,o¡ad1a r?rqruEf,e¡ed sasetu ort?nr o sart ap E^,?lo¡el¡nuad op opor:ad

un ap ur81es sesa:d sr¡ anb oslca¡d sE .serop¿zztr so1 r:rd salq?osep rr*'r"rrrdu3 uJtJar uo) Js soprJtnu -rofauraruelape uJ sapruru? sol .?rr"tuaurp ¿rf,uep-uedap ap ¿urpef, u¿¡B run ue E^los EI ap satu?trq?q sol sopot r aun anb zpzzrl-¿¡auaB uorcepardap ap eorSoi¿tsa un8 ,s I .¿¡ouan¡asuof uE .opexauz elzg se1ou orrolEf,rtsaruoporua8 Ia anb ¡r¡uau?l uarErl ."Jrgru?y)o EUTJEII.afrn8z sz¡-au:¡ed sz1 'z8ur 1a I uzd Io9:f1a

,r¡rpeue-r8rl .rrrrrr,rircorelorol1a o o8ueru¡a 'arodzz I3 otuol 'szun8p I .elueru¿au¿r1n-r, ,o,.,r3 sns ut3lpord sa¡cadsaap seue)aq .lrrq? rp uU ? Eq?f,? I argural,rou ap sop?rpau ? Ertrrur es enb ¿l

srt SVNDVS\ilEC OT3dS3 -I3Y,{-ISS]flV SSUVJ-¿VCV

ADAPTARSE A LA SELVA EL ESPEJO DE tAS AGUASt46

Tsunki me frotó con hierbas piripiri;me hizo una enorme verga Para que me la

pudiera follar, porque en su vulva, tu sabes' uno puede mecer Ia cabeza'

-¿Y quién es .sa mujet Tsunki de Ia que hablas siempre? ¿Acaso Scwitiar no

te basta que quieres además otra mujer?

pasaba haciendo temblar la tierra' Una noche, una nutria gigante se me aPare-

ció .., ,,r.ñor, luego se transformó en un hombre de cabellos muy largos' hasra

la cintura. La nutria me pidió convertirse en mi amik' mi amiga ceremonial' y

me promerió ayudarme , l,r.h . contra Ia anaconda. si no quieres transfor-

j t hijos '

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q q

-A I mrrj., T.unki nunca la he visto' pero Nayapi' que vivió en Ia desembo-

cadura del Chundaikiu en las tierras bajas' me ha contado' Una noche vio en

sueños a un viejo amable de cabellos muy largos que le dijo: Dame a tu hija' te

daré la mía a cambio Para que puedas desposarld'' El viejo volvió a hacer en

sueños varias veces el *irrno.ptJido' EraTsunki' Una mañana' después de unode esos sueños, Nayapi Parti¿ de caza río arriba del Chundaikiu' Allá vio a una

mujer desnud d. on btlltz extraordinaria que se bañaba en una cascada; su

piel era muy blanca y su larga cabellera de un negro perfecto' Se le.ofreció

ii.i.r,do qrr..raa cambio de su hija' Sin vergüenza' entreabrió los muslos para

exhibir su batatay sacó Ia lengua como lo hacen las mujeres que quieren nues-

tra verga; pero como .. *t ftutki' un ser de las aguas' Nayapi tuvo miedo y

,. - rlh¿. La volvió a ver otra veces en sueños y ella continuó acosándolo. una

vez se le apareció en una playa del bajo Kapawl no le.ios de donde la vio Táish;

salía del b no y j,rgab, .o. t to' hermosos cachorros negros' Se le aproximó y

sefrotaron

la nariz; entonces Nayapi hizo el amor con ella' Después de eso' la

mujerTisunki lo siguió a todas Partes; en sueños le dijo que vinieramás a menu-

do a visitarlr, qrl.-lo .chab d. ,.r.nor. Tüvo un hijo de Nayapi y los cachorros

crecieron; ahora son grandes jaguares negros' Vive en el Chundaikiu aI pie de Ia

colina, justo bajo Ia casa' Ct do una de las mujeres de Nayapi no quiere salir

d.e caza,él dice: No importa, tengo una mujer Tsunki que me acompaña con

sus perros .

La noche casi ha caído cuando entfamos Para secarnos junto al fuego de los

ahumadores.UnolorexquisitodepescadoahumadoexhaladelcamPamento.Los perros gimen lastimeros delanre de este festín al que no serán convidados'

mientrasquelosniños,sumidosalcontrarioenunmutismoextático'miranla

grasa gotear lentamente sobre las llamas crepitantes'-Dime, hermano, ¿hay muieres Tsunki también aquí o en Capahuari?

-Hay muy po. , -tt responde'§V'ajari-' pues los ríos son rápidos y Poco

profundos; en otro tiempo h bit b río abajo'.sobre Ia ribera' cerca de la actual

. r d.Nayapi.Cr ndoib abaiarmeantesdelalba'escuchabagenteconver-sando ba.io eiagua, exactamente como nosotros en el mornenro de la wayus; se

oía también el repiquetear de un tambor tuntui' Cuando construí mi casa allá'

había una anaconda que vivía en un pequeño lago más abajo; era feroz y se la

* *. .., mi amik -decía ella-, la anaconda se comerá a tu mujer y a tus hijos

Así que acepré; ¿cómo iba a poner en peligro a todos los míos? Tsunki mantuvo

,., pdrbr.y.to se volvió a ver a Ia anaconda' En sueños' Tsunki venía a menudo

uirit r-. y yo irué no volver a cazaf jamás nutrias Por temor de matar a mi

amik. Ella me decía: si muero, ru también morirás enseguida'.Y entonces Tii

vino a visirarme y me contó que había matado dos nutrias gigantes Poco antes

de Ilegar a mi casa, Pero que no había podido recuperarlas porque se habían ido

piq,l.. Después d. ..o' mi amiga nutria nunca más regresó a verme; sin duda'

Tii la había matado.

-¿Entonces Tsunki puede también transformarse en anaconda?

-No, no creo. Anaconda es una criatura doméstica de Tsunki' Ie obedece en

todo como un perro. Yuu -tú no Io conoces, vive sobre el Kunampentza-visitó

hace algunos años a Tsunki en su casa y las anacondas eran allí muy numerosas;

ar'r'rro *rr.ho miedo. Yuu se encontró con Tisunki Porque es un chamán podero-

so, w urttishin; ve lo que nosotros no vemos' Había heredado un pequeño

refugio sobre la orilla del río y solía retirarse allí regularmente Para tener visio-

.r..; r. h .t*ba de tabaco y de natem también' Una noche' me contó' una joven

Tsunki vino a buscarlo en sus visiones, pero no se trataba de una fiecuentadora ,

como Ia de Nayapi. Le di.io que su padre quería conocerlo para conversar' y Io

condujo l f. d; del río, allá donde hay un gran remolino, envolviéndolo en

,r, I rgo. cabellos. Yuu dijo que, en el agua, Ios Tsunki tienen casas como las

,r,r.rarl y ellos mismos son semejantes a los humanos; incluso tienen huertos'

El viejo Tsunki estaba instalado sobre una anaconda enrollada e hizo sentar a

Yuu sobre una gran tortuga, que sacó la cabeza para mirarlo fijamente con sus

o.ios redondor, á.ro, Tsunki estaban sentados sobre un caimán a 1o largo de los

muros y enormesjaguares negros lo rodearon ladrándole como Perros'

¡Eurekal El enigma de la cabeza de caimán esculpida sobre el chimpui de

'§r jrri ha sido en pafre resuelro, ese enigma que hace algunos meses me había

dado la humillante medida de mi incapacidad para comprender la significación

de un detalle ran trivial como la forma de una empuñadura. Resuelto en Parte,

porque si ahora es claro que los taburetes y los bancos de los que se sirven mis

.o.rrprn.ro, son figuraciones simbólicas de animales empleados como asientos

po. Ls G.r.rki en sus mansiones acuáticas, 1a, rczón de este paralelismo entre los

ADAPTARSEA IASELVA

dos universos no aparece inmediatamente.Aquíse encuentra con los límitesexplicativosde la etnografla, es deci¡ con los límites de lo que un informantecomplacienre es capaz de presentar de manera sintérica y explícitaa parrir denormas de cohe¡encia que sirven ordinariamente en su culturapara dar unsencido a los comportamientos.

EL ESPEJO DE TAS AGUAS

escandaliza cuando un sociólogo nos explica los mecanismos de reproducciónde nuesrras elites o cuando un lingüistanos muesrra ras distincionesimplícirasque gobiernan la organización de los tiempos verbales del francés. Admidmosque esros sabios, cada uno en su dominio, manejan un saber especializado,susceptible de arrojarsobre nuestra realidad coridianauna luz enreramenre ori

t49

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Loque los etnólogos llamanun sistema de representación no es general-mente sistemáticomás que para el observador que lo reconsrruyey saca de él lasestrucru¡as; en efecro, la lógica subyacente aislada por el análisis eruditoaflorarararnente a la conciencia de los miembros de la culturaestudiada; no pueden

formularla,así como un niñopequeño no es capaz de uaducir en reglas lagramática de una lengua que sin embargo domina.EI ejerciciode formalizaciónal cual me he abocado para intentarcomprender la oniromanciaachuar provie-ne de esta empresa de explicaciónde lo implícitoque caracre riza por sí mismoel enfoque ernológico.A diferenciade Ia etnografia, que registra e interpreta, laetnología se esfuerza en sacar ala];..,z los principiosque gobiernan el funciona-miento de diferentes sistemas identificablespor hipótesis en el seno de cadasociedad -el sistema político,el sistema económico,el sistema simbólicoo elsistema de parentesco-, abriendo así la vía a la comparacióncon otras culturas.ciertamente, cada sociedad es ir¡educriblea las orras; consriruye una rotalidadcuya comprensión se empobrece cuando se la descompone,

porlas necesidades

del análisis, en subsistemas ¡elativamenteaurónomos, yuxtaposiciónde combi-naciones formales que conrrasra seguramenre con Ia mirada globaly subjetivaque tiene el observador sobre el genio de un pueblo. Esta pérdida de sentido esel precio

^ pag t por una comprensión mayor del hecho social. Enefecto, si losfenómenos sociales y culturalesparecen dotados de una singularidadobstinadaque a primera vistalos hace inconmensurabies enrre sí, las lógicasque organi-zan su diversidadderivan quizá de un o¡den menos caórico, pues rienen propie-dades comparables de las que cabe esperar formularun día los principiosdecombinación.Es al menos Ia utopía fundadorade nuestra vocación.

La obsesión de dar razón, para emplear una viejafórmulaplatónica, les ha

validoreproches a los etnólogos. ¿No se han mofado muchas veces de sus pre-tensiones de conocer, mejor que los hombres y las mujeres que habían estudia-do, los reso¡tes fundamentales de una culturacon la cualno habían tenido másque un contacto demasiado breve? Se ha querido ver en esra ambiciónunaprueba del desprecio que estos profesionales de la alteridad sentirían por elsaber reflexivode las socied¡des que prerenden explicar.Pero la volunraddesuperar el sentido común no es patrimonioexclusivode los etnólogos. Nadie se

p j sob e nuestra realidad coridianauna luz enreramenre ori_ginalque nuesrro mero conocimiento intuitivosería incapaz de aporrar. ¿porqué asombrase, entonces, de que algunos de nosotros hayan elegido elucida¡ lodesconocidono aquí en Ia esquina y en nuestra lengua, sino más allá de losmares y en idiomascon consonancia extrañas? A veces se pretende que las socie-dades sin escrirura gozan del privilegiode ser enteramenre rransparentes para sÍmismas, pero que siendo demasiado extrañas a nuestra manera de ver no pue-den más que pe¡manecer para siempre opacas. Lejos de combati¡ eficazmenreelernocentrismo,esta idea romántica lleva a reconsrituir el andguo hiaro entreNosorrosy los otros. Bajo la máscara del respeto por una dife¡enciaculturaljuzgada demasiado vasra para ser verdaderamenre comprendida, resurgen esasincompatibilidadesque se creían superadas enrre conocimientosensible y co-nocimiento científico,enrre mentalidadprelógicay pensamientoracional,en-tre salvajes y civilizados.He aquí cómodas disdnciones de naturaleza que unracismo siempre dispuesto esraría felizde ver repuestas aJ gusto del día.

La descripciónque §lajariy Mukuimphacen del universo de los Tisunkiesrepresentarivade la materia prima de la que somos generalmente tributarios aledificarnuesrras interpreraciones: confidencias recogidas aJazar delas circuns_tancias, teñidas de anécdotas y declaraciones de propósitos, que mezclanbravuconadas pintorescas con pruebas flagrantes de ignorancia,entrecorradasde ¡eminiscencias míticas y suposiciones filosóficas;tales .datos etnográficos,,son cualquier cosa menos un sabe¡ constiruido.Figuración...o-p.r.rápo. ,r,observador singular más que copia fielde un irreal inasible, forman la paletaun poco sucia de la que nace, por medio de pinceladas sucesivas, una cosmologíaimpresionista. Los espíritusacuáticos juegan de manera velada un papel impor-rante en esra reoría del mundo, ya que encarnan manifiestamence a los

ojos demis compañeros rodos los preceptos de una sociabilidadideal: el matrimoniopor amot la esposa consumada alavezcomoarnante y como socia en el uaba-jo, la deferencia afectuosa frente al suegro, tanto como las características envi-diables de la felicidadfamiliary de la afinidad afectiva de la que los Tsunkiofrecen el modelo sin defecro. En el seno del panreón de los espíritus, esrosseres hogareños son, además, los únicos que vivenen una casa verdadera. con-trariamente a los Shaam, Amasank, Jurijri,Tidpiuru orros Iwianch-calaíta

I

r50 ADAPTARSE A tA SELVA

deforme y malévola de la corte de los milagros condenada a morar bajo tierra o

erraf en los bosques y los pantanos- Ios espíritus de las aguas resPetan la eti-

quera de la vida social; presentan a los hombres siempre dispuestos a dejarse

caurivar una apariencia seducrora como su signo distintivo. Al sentarse sobre Sr cuNo q PARTE

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caurivar una apariencia g

simulacros de tortugas o de caimán los indígenas no hacen sin duda otra cosa

flejo acaba por confundirse.

HISTORTAS DE AFINIDAD

En la selva así como en la sociedad la felici-

dad de un individuo puede ser más o menossospecho

s en rodahumana

llmites mfu allá de los cuales hay casi tan poco

para perder corno Para ganar.A.BAT¡ RAYNAL

Historiaflosófca de ks Indids

X.AMISTADESSELECTIVAS

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T¡.lsn ll¡cóANTES DEev¡n R cep¡.uuARrpara visirara Tárir,su amigo ceremo-nial. Le llevócinco días remontar el Kapawisobre una miserable piragua, consu mujerMamati

ydos

perros. Es un hombre endeble de miembrosasombrosa-mente delgados y rosrro astuto bajo un flequilloaterciopelado, que anda siem-pre con paso precavido,como si temiera manchar sus pies menudos. Todo elmundo ya sabe que Táish ha traído a Th¡ir unmagnífico mayn aharu, uno deesos fusiles que se cargan por la culata y que codician todos los hombres decapahuari. Procedentes de Perú, pero de fabricaciónestadounidense, esras ar-mas disparan cartuchos de 16 y son incomparableme nte superiores a los fusilesecuatorianos que se cargan por el cañón. Unos y orros son llamadosaharu, wtérmino que deriva probablementede arcabuz, antigua arma de fuego españo-la. No obstanre, los dos tipos de armas se distinguenpor su origen inmediato

aharu, en refencia alnombre que los achuar dan a esra otra rribu.Desde que llegó Taish, Tárir lo ha arrastrado a una ¡onda de visitas munda-

nas, ya que rodos aquí están naturalmente ávidos de conocer las noticias quecirculan río abajo y se muesrran interesados a más no poder en los chismessobre las suerre y la desgracia de unos y orros.Hace más de un año que nadie seha aventurado río abajo del Kapawio lo ha remonrado, de modo que Taishasume con una suerte de delectación morosa el papel de mensajero, y pese a que

sus pobres ralentos de narrador no lo predisponen para ello, la siruación lepermite pasar sus días en libaciones repetidas.Flanqueado porTárir,que no deja de exhibircon arroganciaconmovedora el

caíón lustroso de su bello akaru, el viajeroes presentado en Io de Titiar, a quien\Í ajariy yo hemos venido a visitar.Eligereferirnosel últimoepisodio del follerínIkiam,ese hombre de copataza cuya desaparición misteriosa alimenta desde hacealgún tiempo ya los rumores más conr¡adictorios.yaur, el hermano de Ik.iam,parecía convencido de la culpabilidadde sumpaish, el hombredel bajo Kapawi

1I

AMISTADES SELECTIVAS r55t)4 HISTORIAS DE AFINIDAD

junto al que Pinik, la mujer fugidva de la víctima, había hallado un nuevo hogar.

En ausencia de pruebas, pues el cadáver nunca fue encontrado, Yaur supuso que

su hermano había cometido alguna imprudencia rratando se vengarse de su mu-

por varios resrimonios, para satisfacción aparente de Kawarunch, que rehizo el

lrrgo ,rry..,o en senrido inverso para avisarle a Yaur de los resultados de sus

rransacciones. Hasta ahora, el misterio de Ikiam sigue sin resolverse.

La estadía deTaish en Capahuari nos ofrece una buena ocasión para recoger

b I región de donde es oliSinario el visitante y que nosotros

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sumpaish probablemente había eliminado a su hermano en legítima defensa.

Matar a Sumpaish era aho¡a un empresa arriesgada, pues el hombre estaba

doblemente en guardia; era también exPonerse a las represalias de sus parientes

que no habrían de dos' la

farte Iesionada pu lo que

los achuar llaman inter-

cambio de bienes y la vendetta, es decir, el intercambio de mue¡tos, están, en

efecto, regidos por principios idénticos; el mismo término, tumash, se emplea

en el trueque para designar Ia obligación de dar a c¿mbio un objeto de valor

equivalente al que se ha recibido ¡ en los conflictos, para caracterizar la sirua-

.iár, .., que se exige al matador rener que pagar Ia vida que ha tomado con la

suya propia o con un fusil, este mismo llamado tumash. Yaur había, Pues, en-,ug do a su cuñado Kawarunch ir a exigir en su nombre a Ia gente del bajo

Kapawi la entrega de un fusil en compensación'

Al elegir a Kawárunch como intermediario, Yaur tal vez hubiera podido

poner un fin ostensible a los rumores que acusaban a este personaje controvel-

ii¿o d. ser el asesino de Ikiam, rumores difundidos Por los propios vecinos de

Kawarunch, sus cuñados Tukupi y §V'ashikta, hombres de renombre que mu-

chos en capahuari sólo querían creer. Acompañado de Narankas, un hermano

del Táyujn de capahuari, Kawarunch había descendido el Pastaza hasta la desem-

bocadura del Kapawi para dirigirse primero a lo de Tii, su amigo ceremonia.l,

desarrollado, ésre había partido .iustamente con la bella Pinik para Ponerse a

resguardo de un posible ataque del cornudo vengarivo en lo de un pariente que

,i.,ri *uy lejos de allí, junto al bajo Kurien¿a. Esta coartada fue confirmada

informaciones sobre Ia región de donde es oliSinario el visitante y que nosotros

deseamos explorar Próximamente gracias aI moto¡ fuera de borda que trajimos

de nuestro breve viaje a Puyo. Aún nos hace falta una embarcación, pero tengo

muchas esperanzas de recuperar para nuestro uso una gran piragua fabricada el

año pasado por los hombres de Capahuari, a instancias de los evangelistas esta-dounidenses, para llevar Ia santa palabra a sus hermanos de río abajo, eterna-

menre sumidos en las tinieblas del paganismo. Este Proyecto, más tarde aban-

donado, habría permitido a los miembros de Ia comunidad ir a intercambiar

objetos a las tierras bajas, pues los gringos debían obligatoriamente Proveer un

moror. Según todas las apariencias, el fracaso de la experiencia fue a consecuen-

cia de que los achuar del bajo Kapawi mantienen ellos mismos redes de inter-

cambio con los achuar y los mayn de Perú, que los dispensan, Pues, de tener

que pasar por los misioneros para aprovisionarse de bienes manufacturados. De

esra cruzada abortada quedan la piragua y su vocación, ahora principalmente

comercial, de instaurar un medio de unión con el bajo del río, vocación que

nuestro fuera de borda ha relanzado oPortunamente.

El interés que despertamos en los achuar de río abajo se debe al hecho de que su

región parece consdruir una especie de reserva cultural, protegida hasta el Presente

de incursiones misioneras por un acceso particularmente difícil. EI hábitat a.llí está

muy disperso: descendiendo el Kapawi se encuenrra primero la casa de Taish, a

alrededor de tres días de aquí, Iuego una sucesión discontinua de viviendas a lo largo

del río hasta su desembocadura, del mismo modo que a orillas del Pastaza y de sus

afluentes. Pues hay allí una población bastante numerosa, pefo repardda en una

selva parcialmente pantanosa, apartada de las grandes vías navegables e inaccesible

por avión a falta de pistas de arerrizqe. SegúnTaish, el bajo Kapawi por el momento

está en paz: to obstante, una guerra causa estraSos un Poco más aleste,

entrela

gente del Apuperrtz y Ia del Kurienza, con ya muchas víctimas.

Nuestra curiosidad es superada por Ia que muestran los hombres de capahuari,

muy arentos a toCo Io que les refiere Taish de la situación que prevalece río abaio.

La perspectiva de reanudar, gracias a nuestro motor, las relaciones de intercambio

con el bajo Kapawi después de un largo período de interrupción los incita, en

efecto, a informarse 1o mejor posible de la situación actual de individuos que

conocen personalmente o, por así decir, con los que están a menudo lejanamente

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HISTORI,AS DEAfINIDAD

que el lazo de amistad ceremonial excluya a los extranjeros, ya que no es nor-

malmente admitido más que entre miembros que hablan el idioma jíbaro. Cier-

ramente, la palabra amih es empleada en ocasiones como signo de respeto para

dirigirse a ciertos blancos, misioneros o regatones, pero sin que ello implique de

dh ió l i d bli i t i l

prorección y asistencia durante las guerras, sistema judicial en sociedades alta-

L..r,..o.rfli.tivas, pues dispone para cada uno zonas de neutralidad acriva o de

alianza potencial. Enrre los pueblos del centro del Brasil, en cambio, donde

cada miembro de la aldea se ve encerrado desde su nacimiento en una intrinca-

d d i t sociales en oposición complementaria l espo-

AMISTADES SELECTIVAS

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parte de uno o de otro Ia adhesión al sistema de obligaciones que caracteriza la

relación. Ciertos achuar septentrionales que tienen contactos regulares con los

quechuas cristianizados o con los mestizos de Montalvo eligen, por Io demás,

formalizar las relaciones comerciales que mantienen con los achuar por medio

del compadrazgo.Tal como son concebidos por los achuar, los compromisos

recíprocos de los kumpa (compadres) se reducen a hacer observancia de un

código mínimo de buena conducta para la práctica del trueque.

En contraste con el padritazgo ,la relación de amistad ceremonial no ad-

quiere su sentido más que en el seno de la cultura jíbara, es decir, entre gente que

habla la misma lengua y comParte los mismos valores, cuyos principios de con-

ducta y sutilezas de comportamiento remiten al mismo código social; en definiti-

va, entre quienes adhieren a una misma ética del honor Persond. Los amik no son

sólo socios comerciales, por más que esta función tiende a prevalecer en la defini-

ción que dan espontáneamente los indígenas, sino que están también unidos por

deberes más exigentes:prestarse asistencia y refugio en caso de guerra, oficiar de

intermediario ante sus enemigos recíProcos y garanLízarse mutualnente su salva-

guarda durante visitas a territorio hostil, obligaciones todas cuyo buen cumpli-

mienro supone evidentemente cierta proximidad geográfica, social y cultural. Por

sorprendenre que pueda parecet mi cooptación en un sisrema ra¡ cerrado no es

completamente inesperada; proviene del deseo de participar un Poco en el disfru-

te de mis supuesras riquezas y del hábito que Anne christine y yo hemos adopta-

do de respetar las buenas cosrumbres y los modales achuar; este hábito es exceP-

cional, a juzgar por el comportamiento de los raros blancos que nuestros anfitrio-

nes han podido conocer, y ha debido germinar en sus espíritus la idea de que yo

no eludiría compromisos más exigentes.

La amistad ceremonial es muy común en el mundo amazónico, y ésta es

otra razóI. para pensar que la variante jíbara del fenómeno no debe nada a los

conquistadores ibéricos. EI contenido de esta institución es muy cambiante

según las culturas. Generalmente, funciona como un instrumento de comercio

a larga distancia y un mecanismo de redisribución económica, como la forma-

lización de un lazo de amistad que garantiza la seguridad de los intercambios

enre socios que pertenecen, a menudo, a rribus hostiles. Mucho más raros son

los casos en que, como entre los jíbaros, Ios amigos ceremoniales se garantizan

da red de agrupamientos sociales en oposición complementaria -clanes, espo-

sos ceremoniales, tipos de edad, sociedades de guerieros-, la amistad formal

pierde su carácter de afinidad electiva Para convertirse en una relación colectiva

como las orras, heredada también de los padres. se resume, entonces, en una

serie de deberes estrictarnente codificados resPecto de ciertos individuos: pro-veer a su arreglo, maquillarlos para las ceremonias u organizar su entierro. Por

último, algunas tribus tupí han olientado la institución en una dirección opuesta,

ya que, Iejos de transformarla en soporre de obligaciones casi litúrgicas, la con-

.ib.., .o-o una dichosa comunidad de cuerpo y espíritu que se extiende natu-

ralmente a los esposos: las amistades se sellan entre las parejas casadas y entrañan

el libre acceso nocturno a Ia hamaca del compañero de sexo oPuesto'

La reciprocidad sexual de ciertas sociedades tupí subraya con brillo un rasgo

por lo demás presente en la mayor Parte de las formas de amistad ceremonial

amazónicas: éstas se desarrollan al margen de las relaciones sociales ordinarias,

como una alternativa o quizás un antídoro. En esta región del mundo, en efec-

to, Ia vida pública y privada tiende a organizarse a parrir de una división funda-

mental entre dos clases de Personas: los parientes consanguíneos y los parientes

por alianza, las personas que son para mí como hermanos y hermanas y aque-

llos entre quienes me es permirido encontrar un cónyuge. Las propiedades del

parentesco por clasificación, propio de este tipo de sociedad, son tales que, por

el juego de derivaciones lógicas barajadas a parrir de un pequeño núcleo de

relaciones genealógicamente atestiguadas, cualquier miembro de Ia tribu será

necesariamente para mí, ya un pariente, ya alguien afín. G¡acias a su relativa

abst¡acción, estas dos categorías mutuamente excluyentes encuentran un cam-

po de aplicación potencial que supera largamente Ia mera esfera social para

englobar idealmente Ia totalidad del universo: así, mis compañeros conciben lahorticultura sobre el modelo de una relación de consanguinidad entre las muje-

res y las plantas que cultivan, mientras que la caza Pasa Por el establecimiento

de un lazo de alianza entre los hombres y las presas. La amistad ceremonial

viene a quebrar esta simetría un Poco exigente al inuoducir un tefcer tipo de

relación que combina ciertas propiedades de las otras dos. Comparable a la

afinidad por la que se supone una distancia relativa entre los socios que han

sellado un pacto, pero maravillosamente a salvo de ias obligaciones contraídas

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SI

t62

cenrra-lizadoluego en ciudades como Tarapoto o Iquitospor los fegatones, que

aseguran enseguida su difusiónhacia los indígenas de la fronte¡aA cambio de estos bienes tan diversos, los achuar entregan generalmente a sus

amigos lejanos dos clases de objetos por los cuales son justamente reputados en

b d l Ak A i b y coronas de plumas tauasap En

AMISTADESSELECTIVAS

tes. Nada impedirla,por ejemplo, a los shuar o los quechuas fabricar cerbata-

nas, curare o rawasap, pues todo indica que lo hacían aún en un pasado recien-

te: la materia prima es reducida pero no ha desaparecido, y la récnica podría ser

fácilmentereavivada. Si no lo hacen, es porque en principioencuentran unaventaja en obtener estos productos difícilesy de fabricaciónlenta a cambio de

HISTORIASDE AFINIDAD

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buena parte de la Aka Amazonia: cerbaranas y coronas de plumas tauasap. En

ambos casos se trata de una verdadera producciónpara Ia venta, destinada entera-

mente al negocio intertribal.Cada hombre de Capahuari fabricaal menos una

media docena de cerbatanas Pot año y todos los hogares contienen por locomún

varias de esas armas en diferentes estadios de terminación, desde la materia primaapenas desguazada -largas planchas de madera de palmera que es necesario secar

más de un año antes de comenzar a lab¡arlas en forma de semicírculo-hasta un

tubo acabado que no espera más que su boquillade femur de jaguar. Los tawasap

no podrían ser producidos con tal ritmoporque sus sedosas plumxamarillasyrojas provienenexclusivamentede un pequeño mechón situado en la base del

cuello del tucán, por lo que son necesa¡ias varias decenas de estos infortunados

volátilespara la confecciónde este adorno masculino.Es verdad también que el

valor de un tawasap es muy superioral de una cerbatana: el primero puede

intercambiarse por un fusila cartucho flamanteo por una bella piragua, mientras

que Ia segunda no valdrá más que una miserable manta de nylon oun par de

camisas. Mis compañeros pfocuran también a sus amik shuar y a sus kumPa

quechuas ciertos recursos naturales que se han tornado faros en el territoriode

esas tribus: trozos de ciertas especies de árboles apropiados para la fabricaciónde flautas y cerbaranas, pedazos de palmera iniayapanconfeccionar flechillasyfibrade hapohparasrtsastas,dientesdedelfindeaguadulcequesirvendeamuletos

parala cazay para la pesca, etc. Por último,y como ellos mismos mantienen una

situación de monopolioen las redes de difusiónde bienes venidos del Perú, los

habitantes de Capahuari son proveedores obligados de ios shuar y de los quechuas

para Ia famosa tríada de riquezas: curare, shauk y mayn akaru

Aunque parece obedecer a la sabia racionalidad de los manuales de econo-

mía, esta divisiónregionaldel intercambiodonde cada uno exPortalía sus Pro-ductos y sus recursos especializados Para comPensar las desigualdades de Ia na-

turaleza yde la indusriaes en realidadmás comparablea una manera artificiosa,

destinada a perpetuar relaciones diplomáticas enrre Estados beligerantes Fuera

de Ia sal -que ciertamente no riene equivalenre, aunque existen en el Perú re-

cursos afternativosexplotados desde tiempos milenarios-, todos los bienes in-dígenas trocados entre amik lejanos podrían en efecto ser producidos Por aque-

llos que buscan adquirirloso ser reemplazados por sustitutos muy convenien-

ventaja en obtener estos p oductos ychucherías relativamente a buen precio yporque su acceso es fácil.Excepto este

simple motivode interés, el reparto entre tlibusde especialidades artesanales ycomerciales conduce igualmentea hacer del trueque un instrumento forzoso de

interacciónregional: por medio de él se rejen relaciones du¡ables de dependen-cia recíproca entre gruPos de hombres que podrían perfectamente viviren au-

tarquía. Fundado sobre una escasez artificialmentemantenida, codificado en

las obligaciones mutuas de los amik, alimentado Por los rodeos erráticos del

capitalismo mercanril,el intercambio a larga distancia responde, Pues, tanto a

una necesidad económica como a Ia voluntad políticade mantener relaciones

entre gente que se aPrecia bastante poco.Sin embargo, el comercioentre amigos no hace desaparecer los enfrentamien-

tos intertribales;Ios precede y los prolonga, los orienta en algunos casos y en otros

contribuye,incluso,a eliminarlos.Desde tiempos inmemoriales, los shuar del

alto Macuma son los enemigos tradicionales de los achuar del Kapawi,al mismotiempo que sus ,ocio, áe rrueque: hasta hace unos diez años, Ios shuar asolaban el

Kapawien busca de cabezas para reducir ylos habitantes de Capahuari lanzaban

naruralmente hacia el Macuma sus expedicionesde represalia. Estas relaciones

hostiles no impedían, aparentemente, a los amik de las dos tribus visitarsecon

toda confianza,y en cada caso el anfitrióngarantizaba personalmente Ia seguri-

dad de su invitadornientras duraba su estancia, incluso Io escolraba a su regreso

hasta los límitesen los que Ia salvaguarda de uno poníaen peligrola seguridad del

otro. Los amigos ceremoniales gozan así de garantías de inmunidadgeneralmente

acordadas a los diplomáticos.Se sabe que se t¡ata de un estatus cómodo perafu a

espiar a los enemigos, discutir con ellos sobre la suspensión temporaria de las

hostilidadeso revocar una alianza. Por tales inte¡mediariosse establecieron hace

mucho tiempo los primeros contactos entre los misionerosevangelistas dei Macuma

y los achuar del Kapawi,iniciativapor la cual estos últimosacabaron Por conver-

tirse, precisamente a fin de preservar el aprovisionamientode bienes manufactu-

rados que una menofpermeabilidadde Ia fronteracon el Perú tornaba en adelan-

te incierta.Si deudas de muerte y deudas de riqueza se combinan para formar la

trama de la relacióngenefal entre las tribus, ellas nunca coexisten en un vÍnculosingularde amiscad entre un shuar y un achuar: el compromiso de trocar objetos

HISTORIAS DE ATINIDAIJ

excluye rodo ¡ecurso alavenganza. Presenre en todalaAmazonia, esca paradójicaasociación entre guerra y come¡cio es, tal vez, el medio de ¡esolver una contradic-ción, común a rodos los pueblos de la región, entre ei irreprimible deseo de auto-nomía demostrado por vecinos que se asemejan mucho y la necesidad, propia detoda agrupación humana, de definir su identidad colocándose como término deuna relación de intercambio con orros.

AMISTADESSELECTIVAS

-El amik de mi he¡mano Wajari, él rambién, aprende ei modo de compor_tarse prescriro por los antepasados; sabe leer y escribir, sabe rodo lo que sabenIos blancos y u) vez él también ha ido a Ia luna; sin embargo, él rambién quiereconocer lo que los padres dicen que hay que hacer, porque es correcro condu-cirse así.

g

165

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Ta] conuadicción gobierna también Ia elección de un amik achuar "a buenadis¡ancid', es decir, fue¡a del ci¡culo de los famlliares, pero aún suficientementepróximo como para que se pueda esperar movilizar su apoyo activo en una

vendetta. Es el caso, paraTarir, de Taish o de twashikta: al perrenecer a ¡edes deparentesco y de afinidades disrinras de la suya sin esrar rotalmenre separados, yal vivir a algunos días de marcha a lo sumo, es decir, en una ¡elariva vecindad enIa escala del país achua¡ obrarían como enemigos perfectos en las guerras intes-tinas de las tribus si la amisrad ceremonial no los hubiera t¡ansfo¡mado enaliados potenciaies. Aún más que en las relaciones inte¡tribales, este tipo de lazoamik udliza las apariencias de un intercambio económico para revesrir una vo-luntad de diversificar alianzas; permite también subrayar los contornos de unaposición social a través de relaciones de antagonismo y de intercambio produc-toras de alteridad. A cada género de enemigo corresponde, así, un género deamigo, sutil disposición que da la sal a la vida social y la anima cocidianamentede las picantes ince¡tidumbres de una política a la flo¡enrina.

La relación amik es ceremoniosa ranro como ceremonia-t. Exhibe en el másalto grado el formalismo que rige toda sociabilidad masculina, combinación deretórica ampulosa y de posruras convenidas que evoca ir¡esistiblemente los peo-res clichés de la literarura de exploración. Tendré que esrar muy arenro, enron-ces, a emplear con'wajari las fórmulas de co¡tesía apropiadas ¡ de modo másgeneral, deberé ejercirarme en cada ocasión en el manejo del lenguaje floridoque debe emplearse en las conve¡saciones ent¡e homb¡es.

Titia¡, sin duda el más pomposo de los achuar de Capahuari, ofrece en esremomento una ilustración de ello: iuego de que casi todas Ias visitas han aban-

donado su morada, aprovecha paralanzar una arenga a su yerno chumapi, unmuchacho de l7 o l8 años.

-Mi yerno, ahora que te he entregado a a y esramosbien todos junros; así debe ser. ¿Nuestros p yerno debehabita¡ con su suegro y prestarle asistencia? ? Nosorros,los achuar, hacemos como dicen los padres.

-¡Es verdad, es verdad, suegrol

-Así es, suegro. ¡Perfectol

-¿un yerno no debe ayudar a su suegro acaso? ¿Acaso debe decir malas pala-bras sob¡e su suegra? ¿Acaso debe darle la espa.lda a su suegro cuando los enemigoslo amenazan? No, un yerno que no se pusiera al servicio de su suegro sería comoel rarón que viene a devorar los cacahuates, un ladrón de mujeres, un hombre sinpalabra.

-¡Eso es, suegro Un ladrón de mujeres, un hombre sin palabra.

-Los jóvenes de hoy no respera. lo que dicen los padres; se hacen los colibríescon las hijas, sólo quieren acosrarse con ellas: ¡tsah tngolpe por aqu í, ¡tsahlun golpepor allá. ¿No es vergonzoso comportarse así? No quieren compromoterse con unamujer, porque no quieren taba)ar. ¿No hay que desmaleza¡ un huerro para suesposa acaso? ¿Acaso no hay que caza¡ paraella? ¿Acaso no hay que darle shauk?

-Bien dices, suegro.

-Yerno, ¿no has visto que el gallinero esrá en ruinas?

-Absolutamente en ruinas.

quechuas ahora? ¿No necesiramos camisas y mantas?

-Muy cierro, suegro.

-¡Eso es, suegro, como buitres ¡Algunas como águilasl

-Veamos, veamos, yerno; maiana te invito, si te parece bien, a reparar elgallinero conmigo.

-¡De acuerdo, de acuerdo

s rápidamente de

¡Pensar que hasta

ue se conversaba

t66 HISTORIAS DE AFINIDAD

XI. VISITA A LA GENTE DEL RIO

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desde Ia mirad de la tarde por un morivo del que ya nadie se acuerda, y a pesar de

que uno a uno hayan intentado sin éxito consolarla. Apenado, \Tajari va a parla-

mentar extensarnenre con su niñita con voz mimosa. En esta sociedad Particular-

menre sosrenida sobre los conflictos, se toman muy en serio los empaques de los

niños, como si fuera imperativo localiza¡ todo resentimienro duradero en el seno

de Ia familia a fin de expulsar la agresividad hacia objetos exteriores.

Desde la casa, vemos pasear a Naanch por Ia otra orilla del río, cargando un

ocelote de buen tamaño sobre los hombros; es al menos el tercero que ha matado

en unas horas.'§ü'ajari está un poco ofendido, Porque uno de sus Pe[ros ha sido

pedido que interceda ante su Tanas jaguar Para que salve a mi perro' ¡Ya ves' un

hombre verdadero debe tener amik de toda clase

parn confeccion tlt

prnn de los

UNn nrrn FORTIFICACIóN DE TRoNCos DE PALMEM protege la casa, pero la puerta

abierta, tallada en una sola pieza de madera, invita a ent¡ar. El pequeño ¡ecinro

delimitado por la empalizada está desierto, empapado por la lluvia y sembrado dedesechos domésticos: vasijas cascadas, alfombras de palmas, canastos en desuso,

leños de calefacción amontonados en deso¡den. A su vez, la morada está rodea-

da por un muro de listones de palmera, interrumpido del lado del tankamash

por una puerta baja, que se hacía más estrecha por las planchas móviles aPenas

apartadas que la cerraban habitualmente. Tsukanka, \Tajari y Mukuimp pasan

delante de mí por este agujero oscuto, mientras que Auju, Senur y Entza per-

manecen en el exterior en compañía de Anne Christine. En medio de los ladri-dos furiosos de los perros atados y de las imprecaciones de las mujeres que los

reprenden, nos acomodamos en los hutanh áe los visitantes. Al entrar, cada uno

de nosotrogpronunció la fórmula acostumbrada ¡Winiajai "Voy''. Sentado en

su chimpui, pero evitando cuidadosamente mirarnos, Kawarunch respondió a

cada uno: ¡Winitia "Ven".

El rostro anguloso del dueño de casa está recubierto de un sanguinolento

maquillaje de rucú. Con el fusil descuidadamente apoyado entre las piernas,

ligeramente dado ,uelta para no vernos, ordena a sus mujeres que nos traigan

chicha de mandioca. Un largo silencio se instala mientras degustamos el

nijiamanch, interrumpido por chasquidos de lengua aprobatorios. Imitando a

Ios otros visitantes de Capahuari, extiendo mi bol con un gesto amplio a través

de la puerta para que Anne Christine, que está afuera en cuclillas con las demás

mujeres, pueda también calmar su sed; detrás de su mirada impasible, adivino

el atisbo de una sonrisa irónica.Girando con rodo su cuerpo para enfrentarse a nosotros, Kawarunch fija de

repente su mirada en la de Tisukanka. Entonces comienza aquella extrao¡dinaria

pieza de bravura de Ia retó¡ica achua¡, el gran diálogo de visita, el aujmatin o

"conversación".

-Cuñado, ¿has venido?

-¡Aih-¡Haa

t67

)

)

HISTOR]ASDEA¡]NIDAD

-¡Aih G:.iado, he venido.-iAth-¡HaaEn una confusión basrante difícilde desenrrañar pues cada uno se expresa

con voz estentórea, ambos hombres se ponen entonces a pronunciar simultá-neamente fórmulas casi idénticas.Tsukanka marca un ligerotiempode atraso

VISITAALA GENTEDF.LRfo

-¡Tia,tsa, tta, ttaa

- ¡Haa isin enteratme de las novedades, me quedo en casa

-¡Aih-¡Para decirme esas info¡macionesque me traes, de modo que vienes para míl-¡Haa iBsverdadCasi idéndcos por su significado,pero variando ligeramenreen su expre-

169

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g prespecto de Kawa¡unch,como en un canto en canoD.

-¡Aih ¡Aih 1cuñado Nosotros, los achuar, estando allídonde esramos. ¡Aib¡cuiado A1permanecer en nuestra pequeia casa, rosorros, verdaderos achuar,

¿no nos hallamospresenres? Así permanec emos. ¡Maah De igualmodo, escan-do sentado, tú vienes a mí, ¿no acruamos nosotros de igualmodo? Alpermane-cer de igualmodo en nuestra casa para esperar al que viene, como nuestrosancianos, actuamos así, ¿no se debe actua¡ de ígual modo? ¡Aih

Luego de esta conrienda introducto¡ia,el diálogopropiamente d.icho co-mienza; adopra la fo¡ma de una letanía salmodiada según un ritmomuy vivo,pues cada frase corta se desa¡rollaen un crescendo continuo, para volvera descen-ier brutalmente, y con una fuerte acentuación, hacia una nota apenas inferiora lade Ia partida. El inte¡locutorpuntúa el finde cada uno de estos decrescendoscon una vigorosa interjecciónde consentimiento;puede también entremezclarun b¡eve comentario, enunciado en Ia misma escala

melódica,pero acortada.Tias habe¡se medido brevemente al comienzo del aujmatin, tanto Kawarunchcomo Gukanka eviran ahoramira¡sea los ojos. con el codo apoyado sobre unarodillay la mano ahuecada delante de la boca, está uno ligado al otro solamentepor el contrapunto de voces porentes privadas de ahora en más de todo origenvisible.Se tiene la sensación de un enfrentamientodialécticobien codificado;después del carácte¡ repentinodel primerconracro visual,conviene ocultar lafuente fisica del discursoy de las miradas, para dejar a las palabras, ya inmateriales,el cuidado de entregar las verdade¡as intenciones de los dos rivales en elocuen-cia. Única excepción hecha a esta disimulaciónde todos los componenres cor-porales del diálogo:los chorros de saliva que Kawarunchy Tsukanka emiren a

inrervalosregulares aprisionando sus labios enrre dos dedos. Estos proyectilesacompañan a las palabras en su trayectoriay afirmansu veracidad.

-¡Yhas venido rú para actuar como corresponde, de modo que permanezco-¡Es verdad

-¡Para comenzar ahacer lo que debo, de modo que esroy presente-¡Cuñado, estás presenre para míl-¡Haa Nosorros que sabemos acrua¡ de ese modo. ¡y éll ¡y éll

Casi p g ,p g en su expresión, los clichés se enganchan en una cadencia acelerada hasta que Kawarunchinterrumpe de repente el balanceo armoniosode sus frases para largar una ftr-mula semejante a las otras, pero dicha en un tono perfectamente monocorde.Es la señal que indicaque le toca a tukanka tomar la palabra. Con tantoímpetucomo convicción,éste arranca a los alaridos en la misma vena, mienrrasque Kawarunchsubraya a su vez las banalidades del visitanre con aprobacionesenrusiasras. Y el di:ílogocontinúaen esra alternancia convenidade tomas depalabra, sin que despunre el motivode nuesrra presencia, a no ser de maneraalusiva.Perdida en medio de una avalancha de afirmaciones estereoripadas so-bre las ocasiones de visita y las reglas inmemorialesde la hospitalidad,Ia infor-mación realmente intercambiadapor los dos hombres es mínima:Tsukankaestá de vialeparu visitara su amik \Tashikta,a quien espera enconrrar en sucasa; sÍ, este úldmo está en casa; la región de capahuari se encuentra actual-

menre sin conflictos;buena noricia,la región del sasaima también.Finalmenre,cerca de veinre minutos después del iniciodel aujmarin, la conclusiónllega deboca de Tsukanka en una gama constantemente ascendente.

-Luego de haber conversado de este modo, como conviene que hagan loshombres de verdad, ¡haa iYeamo.s Debiendo partirtras haberte visitado, nosvolveremosa ver otra vez. ¡Ahora tengo que dejarte

-¡Bien ¡Bien-iAihuna pausa se instala entonces; Kawarunchconversa con sus esposas, mien-

tras los hombres de capahuari inrercambianalgunas banalidades con un ronode alegría forzada.Anfitrióny huéspedes se ignoran de nuevo deliberadamenre.Luego, el dueño de casa gira hacia \w'ajariy comienza otro aujmatin. El conre-nidode éste es tan pobre como el del primero:\flajarianuncia que irá a visitara su suegro Tukupi,en compañía de su yerno Mukuimp,de su amik yakum -unmiembrode la misreriosa rribudelos pransis que ha venidopara aprender lalengua de los verdade¡os hombres- y de su yanas Anchumi¡.Nuestra presenciano parece asombrar a Kawarunch,que se absriene co¡tésmente de hacer pre-guntas a1 respecto.

VISITAAIAGENTEDEI-RIO

Mientrasel diálogo desarrolla sus alternancias repetidas, mi mente aún ador-

mecida por la fatiga de Ia marcha se Pone ^vagarcon el corre r de las impresio-

nes dejadas por el viaje.salimos de capahuari ayer al alba, caminando casi sin

p a^, h r,, el crepúscrrloa través de una selva densa, extremadamente acciden-

t d, y d.r.rperadamente vecía. A pesar de micorta exPe¡iencia de trampero'd di i l b d P t t que seguía

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efatod^víabastante incapaz de discernirla quebrada serPenteante que seguía-

mos en fila, los hombres ala cabezay vigilandodesde at¡ás para proteger a las

mujeres de un eventual secuesrro por un espíritu maligno Iwianch.Para mi

satisfacción morbosa, los achuar perdieronel camino rePetidas veces, y se vie-

ron obligados a derenerse para discutir la direcciónque debían seguir. Hacia la

noche, encontramos una ruidosa pandilla de monos aulladores y, por milagro,

le acerté a uno con el primer disparo para la cena. Pasada bajo un rudimentario

refugio de palmas, la noche fue fría, lluviosay poco reparadora. Nuestro calza-

do y nuestra ropa, empapados por haber vadeado varios ríos, exhalaban olor a

podrido;vesrirnos con esos sudarios helados en la bruma del amanecer no con-

tribuÉa forta.lecer la vocación que nos había conducido hasta allí.

Hacia la mitad de la mañana, entrarnos en el gran Pantano del MenteKusutka

que alravesarnos chapoteando con el agua por encima de las rodillasdurante más

á. u.r hora, blandamente chupados a cada paso en las deglucionesdel fondode

Iimoy tropezando sin cesar con raíces o rarnas muertas invisiblesen el agua negra.Bajo las raíces levantadas de los mangles, al pie de los aguajes y de gigantescos

helechos arborescenres, la calma superficie se agitaba Por momentos Por una

inquietantevidaanimal que mantenía a todos en alerta. Por su inhumanidad

primordial,el pantano se confundía poco a poco con las imágenes de las enciclo-

p.dir. d. mi infancia, donde ilustradoresinventivoshacían conviviren un deco-

rado antediluvianolos especímenes más temiblesde la megafauna del C¡etáceo;

alelado por el extremo cansancio de la caminata, sin duda no me habría sorPren-

dido ver surgir tiranosauriosy teranodontes de detrás de un tronco musgoso.

Alsalir del brazo del río, debimos además subir un monte escarPado cuya

línea decresta seguimos por un riempo, antes de descender la otra ladera por

una corrienre resbaladiza en Ia pendiente del acantilado.Y de rePente, se hizo

la luz:por un hueco iluminadodescubrimos un paisaje sin fin,horizontal yapacible. E¡a la Ilanura del Pastaza, recortada por los entrelazamientos de los

br ro, -rr.r.os del río yde los canales en un rosariode islas bajas bordeadas de

playas de guijarros grises. En las más vastas de las lenguas de tierra arenosas

,iri^d*po. lo, caprichos del río crecían bambúes giganres y bosquecillos de

cañacoros, refugioschirriantes de miríadas de chorlitos;alzadas en sus Patasibttjode PhilippeMuntha pnrtirde los dontmentos de PhilippeDestok

HISTORTASDEATINIDAD VIS]TAAIAGENTE DELRiO t7f

delgadas, unas zaidas las costas de las aguas calmas,indife¡entesa nuestra sta escena edénica qrr. .o.r,r"r-taba tanro con el tufo ya no sabía qué -i.r¡ súbira-mente desbordado por un cielo inmenso que atravesaba una caravana de nubesaborregadas. El t¡onar lejano del río se sumaba a la amplicuddel especráculo,agrandando el ho¡izontecon su porenre respiración.

Para medirmiemoción h d

de Kawarunch,y le ha pedido hace poco que reclamara el tumash a Sumpaish,el otro presunto culpable.

Las circunstancias deeste tenebroso asunro se encuefltranen el inte¡iordecada uno, pero nada se manifiestaen los aujmarinsucesivos de los que soytestigo. Lo que la "conversación"tiene de particulares, en efecto, el hecho deque excluye roda conversación verdadera: el encadenamiento de las formulas

d

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Para medirmiemoción, hay que comprender que nuesrro universo estabaconfinado desde hacía meses a claros implacablemente ce¡¡ados por una vegera-ción vertical,sin puntos de vista ni líneas de fuga, el firmamentoreducid.oauna ventana

minúscula, ocultada demasiado tempranopor la caída de la noche.

otra orilla,'§Tajaripronuncióun lacónico:"¡Es hermoso ",único juicioestéticoque yo le haya oído hacer sobre un paisaje. Algunosminutos más tarde llegába-mos a lo de Kawarunch.

Est. corrr.¡r"ahora con Mukuimp,manifiestamentemenos hábilque sushe¡manos en el ejercicio retórico: sus tiradas son menos lr.g"s,m"nch"d","

modo de dirílogocasi natural para todos los hombres, la conversaciónno es derigormás que para las visitas a las casas distantes, ya sea por la geografia,por lagenealogía o por la sospecha de enemistad. Esros tres criteriosde desconfianza

culpabiiidadse confirmara, Tsukanka esraría obligadoa ayudar a los padres desu mujeravenga¡se dé nuest¡o anfit¡ión,cosa que no parecen estar dispuestos ahace¡ en lo inmediato,puesro que Yaur, el hermano de Ikiam,es además amik

esrerotipadas, de las cuales muchas no tienen sentido,laanáforasistemática, larepeticióndel mismo verbo en varios modos, el empleo de sinónimosy el usode la paráfrasis contribuyena una redundancia exrrema del discurso donde

flotan,apenas, algunas briznas de significació.r.É.r"s se reducen a Ia afirmaciónrepetida al infinitode los valores'cardinalesde la cultura achuar: la necesidad delas visitas, las reglas de hospitaiidad,el deber de asiscencia entre parientes y laobligaciónde bravura en los hombres. como el tiempo de la palabra de cadainterlocutorestá además limitadopor la prosodia de la alternancia,se yuelyeimposiblehacer una pregunra o desarrollarun rema que escape a esros tópicos:contrariamentea lo que ocurre en un intercambio normal, aquí no se podríaorientarel diáIogo haciaun rema deseado o dejarloderivar hacie una direccióninesperada. El aujmatin es una forma de intercambiove¡bal donde la semánticadesempeña un papel muy menor.Los mensajes que circulanno se encuentrantanto contenidosen las palabras, sino más bien en Ia interacciónmisma queestán llevandoa cabo, en la puesta en escena minuciosamente codificadaque haceque se enfrenten dos personas que rengan alguna razón paradesconfiar uno deotro y que encuentran eD esra entrada en tema la oportunidad de espiarse mu-tuamente. De allí laimporrancia de las actitudes, de la entonación, del or-den de las inrerpelaciones,de la sucesión regulada de los episodios,de la exhibi-ción de los adornos y de las armas, en fin,de todo aquello que constituyeelenrorno del diálogo. Laconversación es tanto un combate retórico como uninsrrumentode mediaciónpor el cual individuosque mostraban aI principioposiciones exrremadamenrealejadas son conducidos de manera progresiva,porla reiteración conjuntade un c¡edo comparrido,a reduci¡ la disranciasocial que

los separaba. A su rérmino,la jerarquía de los protagonistas queda esrablecida ya partir de entonces puede renacer una sociabilidadnormal.Nuestro anfiriónterminóde someter a Mukuimpa la rorturay, como me

había cuidado muchode no cruzar su mirada para evitar a mivez ser interpela-do, Tsukanka puede exponer el prosaico objeto de nuesrra visita:necesitamosque Kawarunchnos ayude a cruzar el Pastaza en su piragua para ir a ver aTukupi y a \Tashikta en la otra orilla.

t

riú:

t74

partimos poco después, caminando por un laberinto de arenales y de islotes

hasta el brazo principal del río que arlastra con gran esrruendo fragmentos de

selva en sus torbellinos de agua morena. Se necesitan dos viajes para que todos

arraviesen aquel obsráculo formidable . Le ftágllembarcación es sacudida como

una cáscara de nuez por un movimiento irresistible y fue salvada varias veces de

l d P d K h Al d b en

VISITAA IA GENTE DEL RIO

llera tiene reflejos rubios cobrizos, casi vene cianos. Un hombre joven esrá senta-

do a algunos pasos de él en un chimpui más sencillo; es Naychap' su hijo ma-

:HTrt:;tantes se encuentran Presentes: Asamat,

HISTORIAS DE AFINIDAD

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zozobr^r gracias a un golpe de remo exPerto de Kawarunch. Al desembarcar en

una pequeña ensenada dominada Por caPoque¡os,'§(/'ajari me cuenta con tono

despreocupado que durante una travesía antefiol Ia piragua que maniobraba su

amigo Picham se había puesto conrra la corriente y había acabado Por volcarse.El río los había arrastrado varias centenas de metros antes de que Pudieran tocar

rierra en un afloramiento pedregoso y la pequeña Nawir, llevada río abajo por

las aguas, había estado mucho tiempo sin conocimienro.

Dejamos Ia piragua sólidamente atada y reromamos nuesrra progresión por

brazos muertos tapizados de arenales para llegar, tras una hora de marcha, a una

playa tranquila donde desemboca un sendero. Los hombres proceden entonces

a un arreglo meticuloso: después de haberse peinado, dividen su cabello en tres

colas envueltas en unos cordones; luego se ponen las coronas tawasap y las

camisas coloridas que llevaban guardadas en Sus sacos de red. Pinchando uno

por vezcon un palillo una minúscula calabazede cosméticos llena de un polvo

a base de rucú molido, nos pinramos la cara. Terminé adoptando el motivo

llamado de la anaconda compuesro por una doble cruz sobre la nariz, una

ancha franja que encierra pequeños trazos sobre las mejillas y una elegante red

de líneas que parte de las comisuras de los labios y de la base de la nariz hasta

unirse con el lóbulo de las orejas. Anne Christine no tiene esta suerte Puesto

que, como las otras mujeres, debe conformarse con una ornamentación más

modesta, como ser una media luna rodeando un punto sobre cada pómulo.

con el fin de tomar ventaja, §7'ajari toma prestado mi fusil, ya que ha dado el

suyo hace poco a uno de sus amik. En este aparejo espléndido llegamos final-

mente a lo de Tukupi.

El huerto pareceinmenso y se encuenrra junto a un gran arroyo de agua

clara, el sasaima. visible de lejos, la casa es más grande que todas las que he

visto hasta ahora. Aunque los perros nos hayan oído llegar hace mucho tiempo,

\Tajari señala nuestra presencia como se debe, llevándose el cañón del fusil a la

boca para emitir un mugido de cuerno de ceza. El dueño de casa reina

majestuosamenre en su chimpui: achaparrado y musculoso, tiene entre 40 y 50

años de edad, y emana de él una impresión de fuerza contenida que subraya

una cara cuadrada encima de un mentón voluntarioso. Curiosamente, su cabe-

tantes Presentes:

que descubro rápidamente Por sus gruñidos guturales que es sordomudo' y

vashikra, un inmenso grandulón de rostro seco e impasible como un condo-

tiero, que conversa en voz muy alta con el dueño de casa' Poco después de

.r,r.r,r^ llegada se interrumpen y Tirkupi hace servir la chicha de mandioca;

luego interpela a Tsukanka Para un au.imatin Particularmente impetuoso' Apli. d ,

profusamente sobre rodo el rostro en grandes trazos pastosos, las

pi.r,r.rrm d.e estos achuar del río son más groseras que las que están en boga en^c p hrrri;

la alfarería también es menos fina, apenas realzada Por unos torPes

..roai ror. Esta esrética primitiva que recusa toda complejidad ornamental con-

cuerda bien con la elocución ferozy enrrecorrada de ios hombres del lugar, así

como con la vigilancia de sus actitudes. El conjunto sugiere un estilo distintivo

nuevo para mí y más conforme con los que la literatura relata de los jíbaros,

mezcla de violencia conreniday de orgullo sin igual. con excepción deTisukanka,

mis compañeros de viaje parecen, además,estar un poco intimidados porTirkupi,

especia-lmente \wajari, cuya habitual simplicidad casi se ha disuelto ante un

suegro tan formidable'

Mi amik adquirió esta relación por alianza en circunstancias bastante mar-

ciales. Hace siete u ocho años, en efecto, Ti-rkupi y twashikta habían emprendi-

do unavendetta sin cuartel contra dos hermanos, Jimpikit yTiriruk, que vivían

a una jornada de marcha más al este. como las parentelas movilizadas por una

y orra parre resuharon de fuerza casi pareja, ninguna ventaja decisiva hacía

inclinar la balanza de los combates. Tirkupi y \Tashikta decidie¡on entonces

pedir refuerzos a los aliados del Kapawi, entre los que se contaban Tlukanka,

\Tajari y su hermano Titiar. vinieron también algunos del Surikentza, mucho

más al sur. Tras varias muerres de cada lado, Ios de Sasaima acaba¡on por triun-far: Tiriruk y Jimpikit murieron, al igual que Yurank, yerno de este último,

abatido por chumpi, un hombre del surikentza que había matado a su herma-

no en orra ocasión. A1 regresar de un raid, el partido victorioso se encontró por

casualidad con las mujeres de la facción vencida mientras pescaban con lianas

venenosas; fueron secuesrradas en bloque. Kawarunch tomó a Atinia, Kayuye

tomó a Nuis y Tukupi tomó a Tsicsink, la viuda de Jimpikit. Esta última estaba

T76 HISTORTAS DEATIN]DAD

acompañada por sus hijas, dos de las cuales eran muy jóvenes, Enüa y Chawi¡y siguieron a su madre a lo de Tukupi. La cercera, Senur, era la esposa ie yurrnk.Para recompensar a'§fl'ajari por su conducta valerosa, y po.q.,. Chumpi noreclamaba a Senu¡ para sí, Tukupi ororgó la viuda .,, ,,,lL, que Ia llevó aKapawi para converrirla en su segunda.rf or . con senur venía también su hijaSuwitiar -que §Tajari dio más rarde como esposa a Mukuimp_, su joven hijosumpa, y la madre de Yurank, Awas .rt, q,r. ,i r. acrualmenre en Io de Mukuimp.

177

roda autoridad efecriva desgranan sin tregua discursos edificances que nadieescucha. A diferencia de esos sermoneadores impotentes, el juunr hace siemprepesar su poder de convicción sobre un interlocuror en parricular, cuya adhesió^o desconfianza puede medir. Hábil maniobrador, que sabe recurrir a la mentiracuando hace falta, apegado con pasión a Ia gloria y al prestigio de su facción, esun promocor de guerra y no un hacedor de paz.

Dicha carrera no puede f t d á l d d

VISITAA LA GENTE DEL Rfo

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q , o de Mukuimp.Por el secuestro de Tsitsink, Tukupi se había convertido automáricamente en el padre de senur, Enua y chawi¡ ras hijas que había tenido de un primerlecho; por esre motivo, cuando wqari,de üsita con senur en ro de su suegro,,,conoció a Entza, consiguió sin gran dificultad obtenerla como rercera esposa.Estos aconrecimienros trágicos parecen, sin embargo, muy lejanos, y la armoníaptesente de las casas de wa.iari y de Mukuimp no permite para nada adivinar quecuatro de las cinco mujeres que ras habitan f,r..o., originalmente prisioneras deguerra, atribuidas sin más a uno de los que contribuyeron

r.ri.r* a sus pa-dres, sus hijos y sus esposos. La dislocación engendrada por la vendetta en ravida cotidiana de las familias, los crímenes, las separaciones y los secuesr¡os quelos enlutan periódicamente son de este modo atenuados, en parte, por el tratoafectuoso que reciben los caurivos: acros de violencia al principio, . io, y rdop-ciones forzadas, acaban por amansar las enemistades p r d , d¡olri¿rrdol , .onel tiempo en una intimidad doméstica, acaso mejor acordada de este modo quesi hubiera nacido de un libre consenrimrenro.

. La gente de capahuari considera a Tirkupi como er gran hombre (juunt)de toda la región del sasaima. Este rérmino de respeto designa un homb..valeroso (haharam), reconocido por sus pares como líder de una facción deguerreros en razón de su inteligencia tácrica y der carisma que emana de supersona' En una sociedad donde todos los hombres adurtos son igur.res y nodependen sino de sí mismos, donde el supremo valor mascurino es la bravuraen el combate, y donde los riesgos de recibir una d.escarga de plomo de impro-viso son grandes, no es fácil adquirir y conservar trr pr..-in..rcia. Además deun coraje sin mácula, probado p9r numerosas hazañas individuales, es necesa_¡io cierro don de expresividad tearrar y un indudabre tarento de o¡ador. El do-minio de la palabra dialogada sirve, en efecro, para convence¡ seducir e impo-nerse, para intimidar a través de la manifestación de una fuerza de alma pococomún a los aliados reticenres y a los potenciales enemigos. La elocuencia ar-diente del gran hombre no apunta a promover el bien p,i1li.o, la a¡monía o ravirtud, como ocurre en orras tribus sudamericanas, dond.;.f., desprovisros de

Dicha carrera no puede ser efectuada más que con Ia activa complicidad denumerosas esposas. La aptitud para mancomunar alrededor de sí un grupo de pa-rientes y de aliados suscepribles de compromererse por un favor ,,rporr. q,,. ,.dé prueba de una hospitalidad consrante. El concurso de las mujeres aparececomo indispensable en esta mareria, puesro que son ellas quienes se ocupan delas comidas y dispensan la inagotable chicha de mandioca. Es necesario cam_bién ser buen cazador y conservar algo de carne fresca o ahumada, pues noservir carne a un invitado sería una falta de honor. El grado de munificencia deun gran hombre se mide muy concreramenre en el tamaño de sus huertos, en ladimensión de su vivienda, en la diligencia de sus esposas y en la abundancia delo que caza, elementos que contribuyen a su capacidad de acomodar en todaci¡cunstancia a numerosos yisitantes.

obtener mujeres es también resultado de la estraregia polírica del líder comoun medio de llevar a bien sus empresas. La vendetra ofrece, por supuesro, laocasión de apropiarse de las esposas de los orros sin deber nada a., di., p,.r.rtoque las obligaciones de asistencia que se conrraen habitualmenre con lo,

fi.r.,e encuenrran en este caso suspendidas por el esrado mismo de hostilidad queha vuelto posible el rapro. La prácricasistemática del levirato, que permite a unindividuo desposar a las viudas de sus he¡manos, consriruye rr.r,biZn un mediocómodo de agrandar la familia en una sociedad donde muchos hombres mue-ren sin haber alcanzado la madurez. Gracias a esta insritución que la Biblia nosha vuelto familiar, el más bravo o el más aforrunado d. ,rn g.,rpo de hermanosadquiere progresivamenre la fertilidad y el trabajo d. ,u, .un.das, a la vez quesuma ciertas condiciones sociales para convertirse en juunt. sin embargo, como

el joven achuar no parre a la guerra sino cuando ya se ha casado, y g..r.l.d*..rr.bajo el mando de su suegro, el ciclo de los casamienros arranca comúnmenre encircuns[ancias menos dramáricas. La elección de una primera esposa obedece auna regla muy simple: un hombre debe romarla enrre las hijas de sus tíos marer-nos o de sus rías parernas, y las mujeres que responden a esra categoría ¡ec.iben,por parte de é1, el nombre de waje. cuando el casamiento con una ve¡daderawaje resulca imposible, hay que buscar enrre primas más lejanas, nacidas de

VISITA A tA GENTE DEL RIO178 HISTORIAS DE AI]INIDAD

los hermanos y hermanas de las parejas de los primos de sexo oPuesto al de sus

padres. Así, Tirkupi se casó primero con su waje Yapan, hija de la hermana de su

paclre, luego con Shamich, también waje, pero ya más lejana, pues es la hrja del

hermano del padre de Yapan. Después se casó con Yamanoch -viuda del her-

mano de Yapan (casamiento algo irregular)-, con Tsitsink -que se la quitó a

Ji iki con Pirisant viuda de su hermano §rampush, muefto en una ven-

de sus aliados privilegiados engrosarán también el grupo de aquellos a los que

podrá solicitar ayuda, sin por ello obtener automáticamente, en esre último

. ro, ,r, adhesión. Por último, a medida que va entrando en años, el juunt

acaba por disponer de un pequeño grupo de dependienres que tienen para con

él una relación de juramento de fidelidad personal: en primer lugar, sus hijos,

pero también sus yernos, obligados por la costumb¡e a vivir varios años en la

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8/18/2019 Las Lanzas Del Crepusculo. Relatos Jibaros. Philippe Descola

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Jimpikir-, con Pirisant -viuda de su hermano §rampush, muefto

detta-y finalmente con Ishkui, que le había raptado aTiriruk, pero que ésre

luego recuperó.

EI casamiento entre primoscruzados

-segúnla terminología en uso de los

etnólogos- es común en numerosos pueblos en todas las latiudes. Contraria-

menre a lo que nuest¡as propias cosrumbres podrían inducirnos a pensar, no se

rrata de una unión entre consanguíneos, Puesro que en dicho sistema los her-

manos de mi madre, Ias hermanas de mi padre y sus hijos son considerados

parientes por alianza, mienrra.s que los hermanos de mi padre, las hermanas de

mi madre y sus hijos son considerados como mis parientes de sangre. Para los

achuar, el casamiento con la waje contribuye a estrechar periódicamente los iazos

ya firmes entre parentelas vecinas, que pueden reproducirse y perpetuar sus

alianzas en un círculo de endogamia muy restringido. El reencadenamiento de

los casamientos en el seno de una red social cuyos miembros están unidos por

uno o varios lazos genealógicos tiende a fijar un entramado de solidaridades

familiares, constantemente mantenidas por las obligaciones de asistencia mu-

rua que se deben parientes y aliados en grado próximo. La indefectible compli-

cidad que une a \Tashikta y a Tirkupi en las guerras de vendetta se encuentra,

pues, fundada en una compleja int¡incación de sus relaciones de afinidad, por

numerosas razones: la madre del primero era la hermana del padre del segundo,

se han dado recíprocamenre sus hermanas como esposas, el hijo del hermano

de Tirkupi, adoptado por esre último tras la muerte de su padre, se ha casado

con Ia hija de'§?'ashikta, y el hijo de éste se ha casado con la hija de chawir, que

Tukupi había raptado junto con su madre Tisitsink'

pa¡a convertirse en el pivote de una facción algo duradera el gran hombre

debe consrituir, con el correr del tiempo, una parentela más amplia que aquella

que heredó de sus parienres. sus hermanos y uno o dos sólidos afines -como.vashikta para Tukupi- fo¡man su núcleo de partida, al que vienen a sumarse

progresivamente alianzas más diversificadas. con el fin de tener acceso a un

extenso grupo de cuñados suscePtibles de asistirlo, es necesario antes que tome

esposas en varias familias cliferentes y que Ponga a otros en obligaciones cianclo

a sus hermanas en matrimonio. Los afines de sus hermanos y los consanguíneos

pero.rr d. su suegro o en una proximidad inmediata. Los hijos del gran hombre no

están obligados a tal regla de residencia, y acaso en esta excePción a la norma

común se manifiesta la singularidad del estatuto de líder: con el fin de conser-

var durante el mayor tiempo posible el apoyo de sus hijos varones, se las arregla-

ráparacasarlos con huérfanas o hijas de un hombre lejano y marginal, incapaz

de resistir a las presiones de un aliado tan temible. En esto también Tukupi

ofrece la ilustración ejemplar de un ¡ecorrido sin tacha ya que, contando entre

sus parienres y los de su cuñado \Tashikta, acrualmente puede disponer del

concufso acrivo de media docena de hombres de su generación y de unos diez

jóvenes guerreros, hijos, yernos o sobrinos.

La construcción de las redes de alianze y su movilización en ocasión de Ias

vendertas se facilitan por el hecho de que los parientes y los aliados más próxi-

mos no viven más lejos de una jornada de marcha o de piragua unos de otros.

Lo ideal es casarse tan cerca como sea posible, gene alógica y geográficamente, es

decir, en el seno de un área de vecindad cuya configuración y cuyos habitantes

le resulten a uno familiares desde la infancia. Es lo que ya sugerían las biografías

de mis compañeros de Capahuari, y que confirma ahora, punto Por Punto,

rodo lo que sabemos sobre la región del sasaima. Aquí la novedad reside en Ia

evidenre dimensión política del papel de Tukupi, reconocido como jefe de gue-

rra por una buena parte de los hombres de su parentela, y por lo tanto situado

mejor que ninguno para encarnar frente al exte¡ior la identidad social del te¡ri-

torio al que da vida con su presencia. Naanch y Tisukanka desempeñan, sin

duda, un poco esta función de grandes hombres en Capahuari, aunque de ma-

nera muy atenuada pues, desde que la influencia misionera comenzó a sentirse

en su región, ningún conflicto de envergadura les ha permitido confirmar su

prestigio con un papel efectivo de líderes de facción.

Aprovechando una interrupción en la serie de conversaciones entle Tukupi ylos hombres de capahuari, \flashikta se vuelve hacia Kawa¡unch y lo interpela

violentamente en el modo del discurso lento. Le pregunra si los rumores que lo

señalan como el asesino de Ikiam son fundados, le reprocha con tono amargo

HISTORIAS DE ATINIDAD

que perturbe lapaz de la región, lo acusa de engañar ayau¡ el hermano de lavíctima, con discursos amargos que 1o incriminan a é1, \Tashikca, y roma a

Tisukanka por testigo de la gravedad de cales alegatos. Esta virulencia especracu-lar se exhibe manifiestamenre para nosorros: dado que \Tashikta no vive muylejos de Kawarunch, es poco probable que haya esperado hasta hoy para debadrcon él un asunro que se remonta a varios meses atrás. Bajo la mirada bu¡lona deTükupi, Kawarunch se disculpa con vehemencia, invocando el lazo sagrado que

VISITAA TA GENTE DEL RfO

de mandioca, y el crecimiento tupido de los bananos. contrariamenre a la tie-rra compacra y pesada de capahuari, el suelo de aquí es negro y liviano y suferrilidad es regenerada por el limo del río; después de rodos esos chapoteos enel barro de las colinas y el fango de los pantanos, ofrece a mis pies al fin desnu-dos y martirizados por las ampollas una alfombra maravillosa, cáliday elástica.

una suculenta comida nos espera en lo de \nashikta, la primera desde antesd ayer: pecarí ahumado t d í

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, el lazo sagrado quelo une a su amikYaur e impucando a\flashikta la responsabilidad de los proble-mas que podrían surgir después de tan exo¡bitantes calumnias. como el furo¡de los dos hombres es crecienre, Tsukanka

acaba por inrervenir para calmar losánimos, a fterza de senrencias tranquilizadoras sobre la necesidad de evitar ladiscordia entre parientes y sobre el buen comporramiento que conviene obser-yar du¡anre los diálogos.

Evidentemenre, Kawarunch es la oveja negra de la región de sasaima. cuña-do de Tirkupi y de'§Tashikta, anres fue su a.liado en vendetras, pero permaneceahora por su cuenra, aislado en la orra o¡illa del pasraza por una bruma demaledicencia. se dice que cierto Tüntuam lo acompaña en su desgracia; aunquesea primo de Tirkupi y hermano entroncado de \Tashikta, su relación se haenfriado con ellos y visita con f¡ecuencia a Kawarunch, con cuya hermana esrácasado. La facción que un gran hombre como Tirkupi es susceptible de movilizaren ocasión de un conflicto no inregra a rodos los hombres del área de vecindaddonde ejerce su influencia. siempre habrá algunos miembros de su parentelaalejados de él por un resentimiento recíproco y que se negarán, en consecuen-cia, a prestarse a su juego. Las va¡iables de la antipatíay dela rotal libertad deacción que se le reconoce a cada uno contribuyen, sin duda alguna, a prevenir elcumplimiento de un verdadero poder local, impidiendo a cualquiera que seaejercer una autoridad durade¡a sobre parientes perperuamente dispuestos adesunirse. A pesar del temor resperuoso que suscica, a pesar del prestigio que lorodea, a pesar de los guerreros a los que puede solicitar asistencia, Tukupi no esun jefe, pues nadie está obligado a somererse a su ascendienre.

Después de que \Tashiktanos invitara a ir a visitarlo, nos despedimos larga-mente y partimos dec¡ás de é1, con excepción de Kawarunch, que regresa a su

casa lleno de rabia. con la mi¡ada alerta y el fusil cargado, washikta nos cond.u-ce durante un buen rato a través de la selva aluvial de altu¡a antes de entrar enotro gran hue¡to. Mis compañeros de viaje comenran con enrusiasmo la exube-rancia y la variedad de las planras cultivadas, subrayando el vigor de los maníesy de los porotos, la akura de los cacaos, la diversidad de los tipos de pimiento y

de ayer: pecarí ahumado a punto y una sopa de maníes con hojas de mandiocahervidas a modo de espinacas. Auju se niega a comer a pesar de las exhortacio-nes discreras de Tsukanka. Mukuimp me explicará un poco más rarde que,

como sospechaba que w'ashikra había matado a Ikiam, remía envenenarse alcomer carne del animal muerro por el fusil que supuesramente había servidopara asesinar a su río. El apetito de los demás invitados no se ye refrenado porese contagio inst¡umental que afecta exclusiva-mente a los consanguíneos de lavlctima. se piensa, en efecto, que el arma se nutre de la sangre de los seres quemata y que éstos se encuentran parcialmente conraminados; ahora bien, comose considera que los parientes comparten la misma sangre, ésta no debe ponerseen conracto consigo misma por el intermedio de un anima-I, pues se corre elriesgo de ocasiona¡ graves perrurbaciones fisiológicas. En esta inmunología alrevés, lo idéntico es lo patógeno, de allí el rabú con el fusil, que los achuarllaman kinchimiartin.

Numerosas son las mujeres ata¡eadas en la casa. De las siete esposas que tuyo\Tashikta, dos han muerro en guerras y orras dos en una epidemia d. , .r.n-pión; la última, una jovencita particularmente afable, contribuye sin duda aconsolar sus días de vejez. contrariamente a los otros niños que quedan acanro-nados en el ekent, una niñita de 6 o 7 años sirve la chicha de mandioca; esráarreglada como una adulta; pinturas de rucú, rorsada de shauk, numerosas mu-ñequeras y tobilleras tejidas. Es la mujer de samiruk, el yerno del dueño decasa, un muchacho alto y fuerte, cuya jovialidad no parece alte¡ada por .la abs-rinencia que debe cumplir hasra la primera mensrruación de su joven esposa. Elmatrimonio con niñas impúberes es apreciado por mis compañeros, pues segúnparece suscira un apego duradero al esposo, forjado en un perlodo de la vida enque el aprendizaje del rol conyugal se confunde todavía con el juego. como lascompetencias domésticas de la pequeña no están muy afirmadas, pirisanr, lamadre de samiruk, se hace cargo de la inrendencia. Esta vieja gorda que estásiempre sonrienre es la viuda de \íampush, el hermano de Tukupi, qu. .r,.último había romado por esposa después del asesinato de .u prime. ..r rido, .roestá ve¡daderamenre repudiada, pero parece más feliz e.ierciendo su solicirud

182 HISTORIASDE ATINIDAD

marerna en lo de \Tashikta que viviendoen lo de un esPoso que ya está bien

XII.ELAMOREN PLURAL

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oscuridad. cómplicey Ia satisfacción de los vientres satisfechos han distendido

la atmósfera de manera PercePrible.'§?'ashikta elige este momento Para entre-

garle aTsukanka su fusil.-¡Toma, mi amik,

-¡Está bien, está bi nte el obsequiado'

No parece estar Par por la sospecha de que §Tashikta

haya podid ma. A pesar de la grave insinuaciónque

implicasu Por su Parte, no se ha dejado vencer:

acuclillada una mirada indescifrable sobre el tubo

reluciente.

§r,e¡err sALtÓ MUyGALIARDOde su baño vesPertino con Entza; desde Ia casa de

picham, en la que estamos instalados, Ios veo juguetear comodos tortolitosa lo

largo del sendero arenoso que viene del Pastaza, no muy lejano de aquí. si

Va¡^riha solicitado la hospitalidad de Picham durante nuestra estancia en

S"r"i-",se debe a que esre últimoes su amigoy a que comParten el temible

privilegiode ser ye¡nos de Tirkupi:chawir,Ia esposa de nuestro anfitrión,es

h..*"rr"de Senur y de Entza, las rres gracias consagradas porTi-rkupijuntocon

su madre Tsitsink. Esta últimavive ahora con Chawir,y la evidente felicidad

que estas mujeres sacudidas por el destino experimentan Por estar reunidas

i.rfund.también una amistosa complicidaden las relaciones entre \Wajari ypicham. Además, el amo de casa es de temple jovial;se trata de un hombre

robusto de unos 30 años, que llevacoquetamente el itipen todas las circunstan-

cias: con su rostro regular pero macizo, que enmarca una Iarga cabellera, me

hace acordar irresistiblemenre a un jugador de rugby travestido de mujer.Tiayendode la oreja a una Enrza muy risueña, \Tajari entra con paso triun-

fal en la casa:

-Mira,mi amik, el gran Pez que he caprurado; ¡no ha podido resisrira migran anzuelo

Senur interviene,burlona:

-Sin embargo, tu anzuelo no tiene mucha carne Para cebar; ¡tal vez harías

mejor en capturar un coatíTodo el mundo estalla en risas, particularmenrePicham, queacompaña sus

carcajadas de varios ¡he1t ya reperidos, signo de perfecra alegría.. La imagen es

muy ajustada: el pene dei coatí está dotado de un hueso largo y finoque le

asegura una rigidez constante. Esta pardcularidad anatómica impresiona laimaginaciónde los indios y los hombres sacan provecho de ella paraconfeccionarse un filtro,raspando el hueso en una cocción de tabaco verde;

bebida en el momenro oporruno, consideran que la mezcla sirve para prevenir

o paliar toda disfunciónviril.El chiste de senur me ha sorprendidopor su audacia: refleja la armonía que

reina en la familiade tüflajari,al mismo tiempo que cierta libertadde tono per-

183

185

HISTORLAS DE AFINIDAD

ceprible enrre mis amigos desde nuestra llegada a sasaima, como si esra escapa-da de algunos días hubiera bastado para arenuar la púdica discreción que cons-uiñe habirualmenre las relaciones enrre los sexos. En público, los esposos per-manecen separados, se hablan poco y raramente usao términos de afecto; inclusoIos cónyuges que se llevan muy bien se absrienen de bromear delanre de espec-tadores. Tá1 conrención no es mojigarería; más bien ¡esulra de la aurocensura deuna sexualidad vigorosa, cuya manifestación muy desabrida parecen temer: roda

EL AMOR EN PLURAL

baros amorosos en el recinto superpoblado del hogar. Así, cuando un hombreIleva a una de sus esposas de cace¡ía o a bañarse en un sitio apartado, las ocras noignoran nada de los piaceres que se prodigan. si el marido respera escrupulosa-mente r le una regu-laridad lica da. Segúnme ha osa acer valer

lí it t sus deseos agarrando el d d

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ironía un poco osada enrre un hombre y una mujer es, en efecro, interpretadade inmediato como una invitación a hace¡ el amo¡.

Los chistes verdes también son mal recibidos enrre los hombres,pues dan aentende¡ que uno se burla ofensivamenre de su vi¡ilidad. "¿soy acaso una mujer

para que me habies así?", decía el orro díaTarir con severidad, al dirigirse a sujoven hermano Tseremp que, haciéndose el gracioso, le ofrecía su pene a carn-bio de un curare. semejante remor de ver atenuadas las diferencias entre lossexos sin duda explica por qué la homosexualidad visible o clandestina pareceaquí desconocida. Ciertamenre, como en todas partes, los adolescentes suelendespertar al sexo sobre el cuerpo ya familiar de sus compañe¡os. cuando dosmuchachos de tukanka fueron sorprendidos hace algún tiempo intentandosodomizarse, todo el mundo puso ei grito en el cielo, si bien con un tono dechanza' que desmentía la gravedad supuesra de su torpeza. Al padre no le gustó

nada y la seve ra paliza que les infligió constituye ral vez la razón por Ia cual estetipo de inclinación conrinúa siendo reprimida. por otro lado, los achuar reperi-das veces me han hablado con verdade¡o ho¡ror de la existencia de "hombr.r-mujeres" entre los quechuas de Bobonaza, homosexuales que hacen alfarería,trabajan en los huertos, preparan la comida y se comporran como auténticasesposas. La reprobación que ral comporcamiento suscica entre mis compañerosno expresa una moral rígida, sino más bien la repugnancia ante la confusión dedominios y categorías cuya absolura separación es juzgada necesaria para labuena marcha del mundo.

La broma de senur da res¡imonio rambién de las buenas relaciones quemanriene con su hermana. Evidentemenre, \flajari y Entzavenían de

hacer elamor en una playa soliraria y su alegría de amantes satisfechos empujó a senura recordar irónicamente sus propios derechos sobre la vi¡ilidad del hombre queambas mujeres comparren. Ninguna clase de despecho, más bien la afirmaciónde una complicidad enlre esposas respecco de la sexualidad exigida. Los celosamenazan siempre la concordia de'las uniones polígamas; el cumplimiento deldeber conyugal ¡eclama cie¡tas precauciones, fundamentalmente evitar los ar¡e-

explícitamente sus deseos agarrando el sexo de su esposo cuando se presentauna ocasión de intimidad. Thles privaciones resultan raras y provocan un granrencor. La modestia exige, en efecto, que las mujeres más bien sean pasivas

du¡anre el acto sexual, su goce pleno y rápido parece no necesirar esas sutilezaseróricas que Murkum descubre con esrupor c¡ecienre a medida que mis pre-guntas sisremáticas le revelan la inventiva de otras culturas en la materia. Escierto que, dada la a.lta concentración de insecros desagradables y plantas hosti-les, la natura.leza no incita en esras latitudes a prolongar el amor al ai¡e libre másallá dela medida.

satisfacer los deseos carnales de una esposa es rambién conrribuir a su do-

-Al principio, uno riene que enfadarse mucho. Le dije: "si no vienes conmi-go' ite mato en el acto " Tirvo miedo y me siguió. En los primeros tiempos, lavigilaba sin cesar, la acompañaba hasta cuando iba a orinar o defecar. L, ,.o--pañaba cuando iba a buscar mandioca al huerro, no la abandonaba. Ella llorabamucho, no hablaba y quería huir a lo de su hermano; entonces la amenacé otrayez corr mata¡la í que lehice el amor sin con lospuños; pero las car. Asíque la "trabajé" bien y rápidamente se habituó a mí.

La idea de que la sexualidad conrribuye a la adaptación de las mujeres norefleja únicamenre una ilusión de los hombres, pronros, como se sabe, a disfra-zar Ia dominación que ejercen sobre sus compañeras detrás de fanrasmas quequieren creer disipados. Las mujeres consienren hasta cie¡to punro esta visión

ELAMOREN PLURALr86 HISTORIASDEAF]NIDAD

naturalista de las relaciones conyugales; les gusta rePlesentarse como mascotas,

incapaces de sobrevivirsolas en ei vasto mundo ydependientes de la Pacienciay Ia ternura de su señor para desarrollarse Plenamente. La poesía estremecedora

de esta identificaciónse mide escuchando los anent que las esPosas cantan en la

soledad de su huerto para tlatarde influirsobre los sentimientosde su maridosin que él tome conciencia He aquí uno por ejemplo donde Mamati se com-

mediodepresiónsinembargotemible,yaque,acorazedoensuvirilidadsober-Uir, .f p L*hombre t'o 'Átí'Proveerse é1 mismo el alimento sin perder Ia

;i;;; Expresión clásica del mal humor de los esposos, la reticenciao el

,rihuode las esposas a preparar la comida conducen en ge neral al esposo volu-

ti. o ,.ru, brutala un rápido arrepentimiento.Existen, evidentemente, anent

masculinos apropiados p t' t't 'itt' cióncorriente' como éste en que Titiarbus-

j ill b d d

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sin que él tome conciencia. He aquí uno, por ejemplo,donde Mamati se com

para implícitamenrecon un ramarindo o un saimiri,pequeños monos que los

achuar de todas las edades llevan agarrados a las piernas o a los cabellos:

Mipadrecito, mi padrecito, mi padrecito, me gustan tus pequeños muslos

Mipadrecito, tus muslitos me atraenMipadrecito querido, converso con tus pequeños testículos bronceados

Mipadrecito, me reriro de tus pequeños muslos, Ies hablo y los quiero tiernamente

Mipadrecito, me place ru pequeño escuPrta.,o

Mipadre querido, tus muslosme atraenMe gusta tu pequeño torso, me falta cuando lo abandono'

convención común a todos los anent femeninos,el empleodel término pa-

dre,' para designar al esposo corresponde a un signo de respeto; sugiere también

que el sometimientoa Ia autoridad del marido es una Prolongación de la tutelaparerna sobre las hijas. Inclusoen el contexto tiernamenteeróticode un anent,

que en principiose guarda en secrero, las deferencias debidas al jefe de familiacondenan rodo Lrsode apodos cariñosos. A la inversa, padres y maridos no

dudan en llamarcon nombres afectivos a sus hijas y esposas: mosquita o

muslito a las primeras; desechito o ratoncitd'a las segundas'

La dominaciónmasculina no es ran completa como los hombres gustan

imaginaro como las mujeres consienren dejar que se lo crean. Las esposas go-

zal^, en principio,de la independencia episódica que les confie¡en ciertos domi-

nios reservados. Ante todoestá el huerto, espacio propiobañado de Ia bienaven-

turada protecciónde Nunkui,teatro de una sociabilidadsin restricciones que

reúne a los niños, los amigos íntimos y las plantas, refugio donde purgar lossinsabores de las crisis conyugales y los duelos. Tambiéh está el ekent, asiento

por excelencia de la vida doméstica, donde las mujeres, más que confinadas, se

hallan atrincheradas, y de donde excluyen a todos los hombres con excepción

del esposo, discreto visitantenocturno de un gineceo que aveces consigue aislar

eficazmente. Dueñas y señoras de Ia cocinay de la chicha de mandioca, las

mu.ieres manrienen, en el grado de solicitudcon que arienden al marido, un

itt ción. i.rp.*r,L pi.d d dt 'u mt'jtacomparándose con un pajarilloabandonado:

l ucólera, tu cólera dolo¡osa ha hecho esto de mí

SinnadaquecomelJmequedosentado,abandonado,invocandoaladivinidadSecando mis plumas alborotadas, me acurruco

A causa de tu cólera, tu cólera dolorosa, a causa de tu cólera, de tu rechazo a

/alimentarme,

Me quedo sentado, solo y lleno de vergüenza' invocandoa la divinidad

E t rn ¿rbol deshojado, secando mis plumaselborotadas' me acurrucosin consuelo'

Una mu.ier maltratada no está sola en su resentimiento'El comPromiso que se

exige a los jóvenes maridos de vivirvarios años en casa de sus suegros, que los

.ifig ,ráar, .o.t deferencia a sus esPosas continuamente' y el hecho de ser

.r.rit do,a cada raro pof una dueña de casa atenta, teje alrededor de ellos tal

red de exigencias morales que muy Pocos se animan' en estas condiciones' a

brutalizara su esPosa. Co., todo, ése fue el caso de Antunish'un hermoso

muchacho de mirada lánguida que acababa de llegar a Capahuari desde el alto

CopatazaparahuirdelavidaimposiblequelehacíallevarsusuegroPorquegolp. b a s, hija; irasciblepero seductor, Antunish se escapó con una hermosa

ir,r.t..h, a Ia que había conseguido dominar a su antojo'Aun cuando el joven

esposo gana u.r, i.rd.pe.,dencia ardientemente esperada al fundarsu propio

hog,,,*selibradelavigilanciadiscretadelosparientesdesumujer,enespe-cial de los hermanos, que le hacen saber con claridadsu disgusto si se enteran

de que su hermana es maltratada. El padre de Tseremp tuvo esta fatal experien-

cia: a pesar de las reprimendas de sus familiares'golpeaba tantoa una de sus

,.,,r¡.r., que ella ,.rbó po, enfermarse y morir'lo cual Provocó Ia cólera de un

p ri.nr. qr.r. lo m tó poco después' Es que una mujer nunca Pertenece comPle-^tamente ,t *rrido,que debe transigir sin cesar con aquellos que se la han

dado y conservan sobre ell' derechos inextinguibles'La únicamane¡a de no

.or,a.^., esta deuda PerPetua es casándose con huérfanas' recurso sin gloriay

propio de los mezquinos (suri),hombres de corazón seco que pueden reinar

HISIORIAS DE A-FINIDAD

despócicamente y sin f¡eno sobre las muchachas abandonadas de la mano de lafortuna. Las desdichadas a las que ningún parienre puede defender son parricu-larmenre dependientes de los anent para conjurar a un esposo poco amabre opara provocar su remof, como el siguienre canto desolado, donde Mamaci da aentender que es una Jurijri, un espíritu subterráneo, amo de los animales quedevoran los cazado¡es muy ávidos:

Mi

cumplir de mala gana el servicio gue le ha sido requerido, el marido mortifica-do no tiene otro recurso que dirigirle una breve mirada asesina. Sin duda por-que muy pocas se arriesgan a ir más lejos, la mayoría de las mujeres son hábiles

parainfligir humillaciones siienciosas. Por ejemplo, la vida de un cazador des-

afortunado o torpe es muy difícil: nunca se comenta a su regreso si trajo o no

una presa; pero cuando vuelve con las manos vacías, ¡qué silencio pesa de pron-to en la casal ¡Con qué rostros bruscamente duros se topa por una esperanza

EL AMOR EN PLURAL 189

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Mi esposo, me haces enojar ranroHaciendo remblar Ia tierra, desapareciendo en el sor, pa*iré junto con mis

Haciendo temblar la tier¡a, me iré/pequeños hijos

to en ¡Con q topa por una esperanza

frusrada ¡Cuánta necesidad de fregar los platos para ocultar los murmullosLa edad y el estatus secundan el temperamento de ciertas mujeres de perso-

nalidad vigorosa que los hombres consideran casi como sus iguales. Tal es elcaso generalmente de las esposas que han llegado a la madurez, matronasdespóticas de una corte de hijas, terror de sus yernos, mujeres acostumbradas a

hablar sin rodeos y que no vacilan en inmiscuirse en las conversaciones de los

hombres mientras sirven la chicha de mandioca o en hacer comenrarios a vozen cuello desde las profundidades del ekent. En lugar de fingir ignorarlas oresponderles en broma, Ios maridos y sus huéspedes toman muy seriamenteestas intervenciones del gineceo. La mujer de carácter es a menudo una primeraesposa o taimiat, azar cronológico que la invisre de cierta preeminencia en elhogar. También puede suceder, sin embargo, que una segunda esposa, mayorque la tarimiat, acabe por ejercer un mayor ascendienre que ésta; de hecho es

lo que ocurre en casa de'§ü'ajari donde, a pesar de su precedencia en el matrimo-nio, Mirunik ocupa una posición más discreta que Senur y sufre las consecuen-cias de la complicidad exclusiva que reina enrre esra úldma y su hermana Entza.De todos modos, la tarimiat generalmenre se esmera por manrener su rango: las

otras mujeres le hablan con respeto, sobre todo si son mucho más jóvenes, ygozade prerrogativas formales, como repartir la presa cuando el hombre ha idosolo de caza o hacer prevalecer su punro de visra duranre la distribución de

parcelas en un nuevo huerto.A medida que nuevas mujeres vienen a engrosar el hogar, las más ancianas

ganan en autoridad lo que pierden en resrimonios de afecto. La jusrificación de

la poligamia por los hombres no riene ambages: por atracriva y rierna que sea

una joven esposa, acaba por arenuar los ardores eróticos del hombre que nuevoscebos deben entonces desperrar. Esre acostumbramiento sexual sobreviene a

intervalos regulares; el ciclo de los esponsales no es refrenado más que por elvigor del marido y por su capacidad para obtener y enrrerener a nuevas mujeres.Tseremp, que ha tenido roce con el vasto mundo en los campamentos perrole-ros, resume bie n la filosofía de esta nupcialidad repeririya: "¿Por qué los blancos

"Ysin embargo sabía que esco rerminaría así ya que me encolerizo contra mi mujer,,Eso dirás, mi padrecito

Siempre re enfadas conmigoNo provoques mi cólera

Junto con mis pequeños hijos, pardré haciendo rembla¡ la tierraMi padre que languidecerá de mí, ruego de gira¡ de pronco, der resentimiento a

/la nostalgia de mis pequeños hijos.

una visica. si el dueño de casa se enoja, inútilmenre por lo general, manifiesracarecer de la tranquila seguridad que disringue

"lo, ,.rd*á.ros hombres; no

reaccionar le hace aparece¡ por el contrario, como un débil, incapazsiquiera deda¡ órdenes a su farnilia. Cuando la esposa al fin consiente en levanrarse para

EL AMOR EN PLURAL90 HISTORIAS DE AFINIDAD

dicen que no hay que rener varias mujeres? EIIos tienen esposas y Pagan para

acostarse con puras; nosotros, los achuar, no cambiamos de muje res, agregamos

otras,,. Y repite, en referencia evidente a su propia suerte: Es muy duro no

rener más que una sola esposa; hay momentos en que no se le puede hacer el

amor: cuando ha dado alrLzy todavía no está'secd, cuando tiene la'sangre de

la luna' o está enferma; con varias esPosas no se sufre '

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la luna o está ;

Agregar mu.ieres , tal como se designa el matrimonio polígamo' permite

también al marido superar una primera unión desdichada evitando el repudio

de la esposa, cosa que lo pone a salvo de la ira del suegro. La iniciativa provienea veces de la misma esposa: chumapi, el yerno de Titiar, que se acuesta discre-

Umenre con la hermana menor de Pincian, su muje¡ cree que esta última,

quizá por inst uso a la muchacha en sus brazos con el fin

á. oblig rlo e así la delanrera, la tarimiat prepara el futu-

ro: obtiene la andonada si su marido se cansa de ella ¡antes de ver que un día le es impuesta una extraña, ella misma elige una parien-

te próxima con la que sabe cómo enrenderse. La maniobra de Pincian, sin em-

bargo, firrd-enre ha fracasado, porque la pequeña hermana arde de amor Pla-

tónico por el bello Antunish, a pesar de los favores que le concede a Chumapi y

ma esposa y no pierden ocasión de vengarse amonestando a la joven' a quien

suelen acusar de desatender las tareas domésticas. A la inversa, y porque los

hombres tienden a compensar su tibieza mediante distribuciones más genero-

sas de shauk, marmitas o tejidos, Ias jóvenes casadas se quejan de que la tarimiat

recibe un tratamiento preferencial. EI desacuerdo entre las esPosas raramente se

rransforma en guerrilla abierta -el marido vela por ello-, pero engendra un

ambiente rezongón que el observador percibe rápidamente. Así ocurre en casa

de Titiar, cuyas dos esposes, \rawar y §7irisam, se llevan notoriamente mal; laprimera, una mujer muy flaca de rosrro bilioso y arrugado por la amargura,

.o.r,r.r,, en todos los aspectos con la segunda, una robusta mattona de apa-

riencia bonachona, pefo siempre dispuesta a dar gritos. En este hogar donde

reina Ia discordia, los perros pelean todo el día, sin duda sensibles a la antipatía

entre las respectivas amas. Los hijos de ambos lechos disputan por cualquier

nimiedad; cada mujer defiende a sus retoños a los alaridos y critica Ia mala

educación de los otros pillos. La madre de \íawar masculla en su rincón, mien-

los hombres se arrogan el derecho de aporrear a sus esPosas si éstas les causan un

disgusto. Más allá de s' una.mu'ier no tiene mu-

.hJ, r..rr.ro, individ emotivo que sea' el anent

no produce siempre s es una solución arriesgada;

HISTORIASDE A.FINIDAD ELAMOREN PLURAL 193

lnsrrucclones, no prepararon los paquetes de pasta de mandioca indispensablesparala alimentaciónde la expedición.Mudode furia,debió aprazar L p rtidbajo la miradadivertidade los demás homb¡es.

tar la violenciaconyuga.l delos achuar menos como la expresión de una bruta-lidadnatural que como una manera de socializara las mujeres a los golpes,análoga en su intención a la adaptación simbólicapor medio de la sexualidad.Laidea, por orro lado muy común,de que ellas se encuenrran más bien del ladode la naruraleza supone, en efecto, que los hombres deben no sólo educar a lasmujeres para la vida coddiana -la buena esposa debe ser unuim, receptiva alaprendizale -,sino tambiénmarcarlas con los estigmas de una ley masculina

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mencia conyugal con carcajadas. El realismoera sobrecogedor: los hombres apo-rrean a sus esposas golpeándolas en la cabeza con el plano del machere; más rara_mente, y en accesos de rabia menos controlados,con el firode la hoja, que corraprofundamenreel cuero cabelludo y baña de sangre er rosrro de la inforrunada.

El espectáculo de una mujergolpeada pone a prueba el deber de neutralidadque se im e las culturascuyalógica se e rar su moral a gen_te que no de los misionerosque estas brutalidades susciran la reprobaciónde los blancos, por lo que losachuar de capahuari se abstienen de maltratara sus esposas en nuestra presen-cia, puesro que no es convenienrepara un hombrerenunciar ar dominiode sífrente a un extraño en Ia casa. De modo que nos hemos informado d.e tares

hábito de burlarme de sus preceptos absurdos.Esta lecciónde relativismoculturalme desconcer tó y, paratratar de superar

la indignaciónque la repeticiónacaba además por neutralizar, llegué irrt..p..-

p , g yposrulada como encarnación de la cultura. Así como, en numerosas sociedades,los tatuajes y las escaras dan testimonio-sobre un cuerpo considerado demasia-

do desnudo, demasiado natural o demasiado visible-de las dimensiones socia-les de la persona y de las obligacionescolectivasque la constiruyen,así las cica-trices con las que los maridos rayan el cráneo de sus compañeras serían como latraza indeleble de una domesticaciónbien llevada.

Miscompañeros de ambos sexos creen, además, que todos Ios hombres sonpor remperamenro hajen, predispuestos a la cólerd'.No hay nada naru¡al enesta propensión:desde la más tierna infancia,las crisis de rabia de los varonesson acogidas con diverddaindulgencia,incluso aprobadas de manera discretacomo índice de su fuerza de carácter, mientras que las niñas son severamentereprimidas si llegan perder la reserva que se repura conveniente a su estado. Lafuriasería, pues, una especie de fatalidadpropia de la condición

masculina: noun motivode orgullo,pues da testimonio de la falta de dominiode sÍ, perotampoco un handicap real., ya que ella alimenta el coraje del guerrero. De he-cho, los homb¡es cultivansu cólera como se culrivaun don, tratando con laedad de adaprarla a las circunstancias y de controlar la expresión teatral, sinintenrar prevenir el estallido.Ahorabien, no siempre es posible canalizar laviolenciahacia una hostilidadde buen gusto: la ricualizaciónde la guerra y lasinevitablesconsideraciones estratégicas introducen generalmente un plazo de-masiado largo entre la ira de un hombre ofendidoy su efusión en los combares.En una sociedad donde la dominación masculina es muy marcada, las mujereséntonces se transforman por proximidaden vÍcrimasde ese rasgo de caráctersupuestamenre innatode sus compañeros, cuando éstos no pueden emplearlocon fines más gloriosos.satisfactorias quizá para el espíritu,estas explicacionesme resultan, a decir verdad, un débil consuelo moral. Tiatar de aplacar pormedio de interpretaciones¡azonables el sentimiento de rebeliónqu. sur.it .,prácticas reñidas con sus convicciones es, sin embargo, la única ayuda con laque cuentan los etnólogos, condenados por lanaturaleza de la rarea que cum-plen a no ponerse en censores de aquellos que nos han concedido ,u .árrfi rrr .

HISTORIAS DE Af INIDAD EL AMOR EN PLURAL

Evidente y detestable, la violencia muy común de los esposos no excluye la

delicadeza de sentimientos, incluso una concepción casi romántica de la sensi-

bilidad amorosa. Así, no obstante la actitud fanfarrona que adoptan deliberada-

mente, los jóvenes están sujetos a accesos de languidez en los que se sumen en el

deseo insatisfecho de una caricia femenina. Como eljoven Chateaub¡iand, erran-

do en los bosques de Combourg en busca de su inasible Sylphide, Pasea su

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melancolía por Ia selva, aspirando a encontrar un amor correspondido para

desahogar en él los excesos de un cariño sin objeto. Su sentimentalidad confusa

se puede acomodar a relaciones efímeras y clandestinas con muchachas de suedad o con mujeres más maduras, sin que estos amores pasajeros constituyan

un modo de desembarazarse de un tormento más abstracto. "Hacer el colibrí",

tal como se designa el donjuanismo juvenil, no deja de tener emoción en razón

de los riesgos que se corren: un marido celoso enseguida lo despacha a uno de

un tiro y terminar con la virtud de una virgen se paga a menudo con la vida si

sus hermanos lo quieren por algún motivo. Sin embargo, esta sexualidad ado-

lescente no libera a los jóvenes de su malestar, pero éste ya se desarrolla en otro

registro: la iniciación a los placeres eróticos se asimila al juego y raramente

desemboca en apegos duraderos.

En su forma más extrema, Ia aflicción arnorosa se vuelve una melancoiía pato-

lógica, reconocida como un ttastorno de la personalidad y causado, como es debi-

do, por un chamán malévolo. Ella afecta sobre todo a las personas jóvenes, hom-

bres o mujeres, casados o no. Hundiéndose en el abatimiento y el disgusto consigo

mismo, en particular al crepúsculo, la víctima se agita en pulsiones suicidas y

desesperaciones incontrolables. Shakaim, yerno aun casi adolescente de Naanch,

me confesó sus desvenruras en capahuari: con el corazón henchido de una inde-

finible insatisfacción, contempla cada día el alba y la caída del sol llorando silen-

ciosamente, persuadido contra toda evidencia de que su joven y tierna esPosa ya

no lo ama. Con unavoz entrecortada de sollozos, me habló del irreprimible deseo

de abandonar a su familia política, con la mirada puesta sobre el horizonte, pro-

mesa de un más allá radiante que rorna menos penosa su condiciónpresente.

Preocupado por el estado lamentable de Shakaim, Naanch ¡esolvió conducir a su

yerno a Montalvo para que un chamán lo libere de su neurastenia.

Que el amor sea una tensión hacia una plenitud inaccesible más que un

estado de felicidad satisfecha se encuenrra bien .xpter"do en la semántica del

término que le es más próximo en achuar: aneamu combina estrechamente

afecto, quere¡ ternura, anhelo y deseo de la presencia del ser querido. Su órga-

no es el corazór., ininti, asie¡ro del pensamiento, de las emociones y de la inten-

físicas que Io vuelven de uto de un aPego a virtudesmorales y sociales precis mbre' las mujeres aprecian

la elocuencia, el coraje, I gozoso' el talento musical'

Ia excelencia enla caza y la destreza técnica, mientras que en las mujeres se

valoran la modestia sonriente, la disponibilidad, la dulzura, la aptitud para

retlizarlas tareas domésticas, Ios méritos de ia horticultura y Iavirtuosidad en

el tej o unos como otras' findmente, deben poseer un

reper anent. Tan prosaicas como pueden Parecer algunas

de su , en conjunto, la imagen deseable de la que se nutre

el ideal amoroso.

Los anent, verdaderas glosas poéticas de la vida cotidiana, incluso revelan

mejor que nada esta idea de que el amor es ante todo un rapto de esPeranza, un

arrebaro nosrálgico alimentado por Ia distancia. Así ocurre, por ejemplo, en el

siguiente, que canra chawir con el fin de apresurar el retorno de su marido, que

ha parrido en un iargo viaje o a Ia guerra, y estimula el afecto del esPoso ausente

por medio de la evocación de una seParación definitiva:

Mi padrecito, mi padre querido, mi padre, mi padrecito,

Esperándome sin tregua en el camino, mi padre querido, esperándome sin tregua en

/el camino,,Estaba verdaderamente a tu lado, esraba verdaderamente en tus brazos, lo vi

/perfectamente, perdí a mi mujer," dice é1, plantado en el camino

Mi padreciro, muy impaciente, inmóvil, ardes por mí,

Pero desaparecí, mi padreciro, te dejé, mi padre querido, me esfumé

"¡Bueno, ya voY

"¡Mi propia mujer, desvanecida ", se lamenta é1, plantado

"¡Bueno, ya voy " de repente en alerta

"¡Bueno ¿Qué me Pasa?"

Te quedas allí, el espíriru en Fuga, mi padre, mi padre querido, plantado allí'

/perdidamente deseoso de estar a mi lado

196 HIsToRIAs DE ATINIDAD

"Mi mujer querida", te imaginas guardando mis d.ijes en una canasra"Muerta ella, ¿qué va a ser de mí? Estoy solo con sus recuerd.os en una canasra

¡Bueno Sin embargo, me enojaba con mi mujerAhora que los pequeños tesoros de mi mujer huyeron al fondo de.l canasro, me

/quedaré solosu hueno volverá a ser yermo, y yo, como un hombre, me iré a e¡ra¡ en tierras lejanasMoriré en soledad

¡Bueno Sin mi mujer, mejor morir, diréMi

Laimagen condensa dos motivos caracre¡ísticos del lenguaje de la afectividad:

el crepúscu.lo es el momento noscálgico por excelencia, breve interludio donde el

pensamienro se rransporra más fácilmente hacia aquellos que esrán lejos y citacotidiana de los ausentes en cuerpo o de corazónpara ese diálogo sin eco que es

el anent. En cuanto al tucán, simboliza de manera brillante la belleza viril, lapotencia sexual y la armonía conyugal. según \Vajari, el pájaro era en orro riem-po un hombre común y es Ia bella Sua Ia que, tras ado¡narlo con genipa, rucú y

ELAMOR EN PLURAI- 197

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Mi muje¡ en verdad, esrá muerra por mi causaEn el huerco de mi esposa, ese hue¡ro que era el suyo, en el huerro de mandioca

/donde ella ya no estará, así la he rratado,,sobre estas palabras, se queda en el camino, esperándome erguido, solo en su

/deseo ardiente.

Narcicismo desgarrador que esra delectación en la pena imaginada de un espo-so que se encuenrra de repenre frente a su felicidad rruncada y a una soleda.J. taninsoportable que lo conduce al suicido, "la e¡rancia en rierras lejanas" que evocala búsqueda de la muerte en un enfrentamiento temerario con los enemigos.Los hombres, para quienes la ausencia es más que un estímulo, no son menosNarciso que sus compañeras, si bien en un registro muy diferente. como testi-monio, este anent cantado por Jempe a su esposa que permanece en casa:

Tú, tú, como un vuelo de tucanes en el crepúsculo, y tú mi mujer"Es de verdad la tumba del dia", piensas quizá

¡Pero soy yol ¡Soy yolEs mi cabeza brillante que se aproxima, llego radianceAmarillo incandescente, vengo a riCanrando kirua, kirua, me ab.ismo en el sol ponienteQuédate pues contemplándome, mi muje¡ mi mujer, tú, tú sola"Es de verdad el crepúsculo", piensas quizáPero soy yo que vengo a tiM.i cabeza rueda hacia ri

Llego radiante, llegoFija en mí tus ojos impasiblesBajo ru mirada intensa, me abismo en el sol poniente.

La melancolía y el deseo que experimenra [a esposa soliraria no son causadospor el sol cuya desaparición contempla, sino por los tiernos pensamienros de sumarido lejano que se presenra en el cielo bajo la forma de un vuelo de rucanes.

yal,godón,le da su apariencia actual; cuando la pequeña ave canra, lo hace paraagradecerle a Sua su arreglo.

Estas cantilenas son emocionantes, se dirá, pero ¿cómo pueden los achuarexperimenrar un amor verdadero cuando no han dicho esta boca es mía en matri-monios ante todo dererminados por las reglas de la costumbre y Ialey del másfuerte? De hecho, el hábito que renemos en occidente de considerar la eleccióndel cónyuge como resultado de las solas inclinaciones individuales libremenreexpresadas hace poco aceprable para muchos que un amor conyugal pueda ex-pandirse dent¡o del marco de un marrimonio arreglado. Esta situación, que enEuropa era, hace no ranro tiempo, la de las familias nobles y Ia de numerosassociedades campesinas, es sin embargo menos exigente de lo que parece.

La obligación de casarse con perso[as que enrran en la caregoría waje -enorros términos, con los hi.ios de mis tíos marernos y de mis tías

paternas- no es,en primer lugar, absoluta: algunos achuar se permiten no cumplirla. por orrolado, la dimensión de las familias es ral que casi todo el mundo ingresa en esacategoría en al menos una decena de cónyuges potenciales, y muchos más si se

toma en cuenra los waje "por clasificación", es decir, descendienres de herma-nos y de hermanas de cónyuges de hermanos de sexo opuesto a mis padres. Esta¡etahíla de "primos" y de "primas" se frecuenra desde la infancia por medio devisitas y el desarrollo de afinidades y enemistades que, llegada la adolescencia,desembocan en sentimien¡os más duraderos de afecto o de antipatía. Confiadaa un padre en el caso de un varón y a una madre en el de una niña, la riernainclinación que una a dos criacuras apadrinadas como primos termina sin difi-cultad en un matrimonio por amor. El círculo de relaciones abierto a los jóve-nes achuar es, en segundo lugar, muy esrrecho: la gran dispersión del hábirat, lahostilidad que reina enrre los diferenres grupos de vecinos y la inseguridad quese de¡iva de esto, la ausencia de ocasiones que podrían reunir a un gran númerode niños y niñas de la misma edad, todo concurre a limirar las elecciones delcorazón sin que los interesados rengan conciencia de esta restricción, vividacomo tan natural como para nosotros es la diversidad de relaciones. Agregue-

EL AMOR EN PLUFáT,

r98 HISTORTAS DEAfINIDAD

mos que la poligamia o el repudio permiten a los hombres escapar a una Prlme-

,, u.rió., d.safo.t,,.rad , ^it tt 'que las mujeres tienen una ayuda más cir-

cunspecta en el divorcio o el adulterio' Nada' en el fondo' distingue tanto la

,id,moror

de los achuar de la de una humanidad aparentemente más liberal'

La parejaque formamos Anne Christine y yo contribuye ciertamente a que

resultemosmenosexóticosalosojosdelosindios:díatrasdía,Iesdevuelvela

dosfisicamenteporvariosmesesdevidaenlaselva,dejéescaparenlacorrtentei .r,. úitimo i bón, 1o cual derivó en una agria disputa' efusión previsible de

urr -o.A dem si,do baja' Una piragua arribó en ese momento con una fami-

li^ d. ,.hu . que desconocíamos: primero contemplaron con evidente aPren-

,. .r.,p...á.uloinéditodeestaquerellaentreblancos,quizálosprimeros0 . *rr . Cuando comprendieron que se trataba de una escena de la vida

.o.ryrrgrl, los visitantes partiero risa de alivio que acabamos

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j ,imagen de una unión afectiva y social, tanto más fácil de identificar cuanto que

,ro,-.rforr.r.ros

de seguir en público las reglas de comportamiento matrimonial

prescritas por las buenas costumbres' Me compadecen un Poco Por no tener

*,i, qu. t^ ,ol esPosa, y algunos hombres me han hecho entender que les

g.rr. .í darme una á. ,.r, hi; ', situación muy ventajosa para ellos a la vista de

mis riquezas suPuestas' ya que, como todos los yernos' estaría desde entonces

sometido a Ia tutela d. ái ,.,tgto y obligado a residir en su casa' Hasta aquí he

evitado tener que vérmelas tát' t malvado evocando la figura temible del

padre de Anne Christine y su cólera si se enteraba de que huía de mis obligacio-

n., ,.rp..,o de él poniéiome a las órdenes de otro hombre' La condición de

.ni p...; .r, ,.gún las mujeres, envidiable: mientras Anne Christine se ganó

rápidamente su estima dominando la mayor parte de las habilidades propias de

,r, gé.t..o, mi incapacidad persistenteen la

lT y ^icomplexión enclenque

p .-....t hacer de mí un partido Poco apetecible'

Si bien nuestra -o.,og ^i está desprovista de mucho de los atractivos que

los achuar asocian cor, .l m t'i^onio, no obstante nos humaniza y hace nues-

tra adaptación menos problemática' EI celibato' es en efecto' una incongruen-

.i ; obf.to de una conmiseración irónica cuando es atribuido, como en el caso

delossalesianosporejemplo,aunaenfermedadfísica'puedetambiéndesper-tar la sospech, .u^rrdo *t ñt circunstancias pasa.f eras' Tal estado' propio de

numefososetnólogossobreelterreno,tornaavecesdifícilsuinserciónsocial.Uncolegaitalianodevisitaentrelosachuardelsurmehablabadeladescon-fi .ra d-. la que había sido objeto al llegar a una casa y de las precauciones

extremas que necesitó tomar Para conversar con una mujer sin que se le atribu-y.rrn r.d,r.toras segundas ittttt io t'' En cambio' una relación conyugal osten-

.ibl. p.opor.io.r, .lo, achuar la ocasión de responder a través de la observación

i , pr.g.r.ra . que se hacen sobre nuestras costumbres y atemPera ligeramente

,rs inq.ri.trrdes en cuanto a nuestra condición de exrranjeros' Tuvimos una

verificaciónexpérimentalmásbiengraciosahacepoco.MientrasAnneChrisrine

t,volavábamosnuestrosharaposenlasaguasfangosasdelPastaza,rodeadosdenui,csdemosquitos,fatig dotdelamarchadelosdíasprecedentesydebilita-

.o.ryrrgrl,

..-pi,i.na . El incidente fue do y alimentó durante unos

días la ironía benevolente de Ia

El hecho de que vivamos bajo la for izadora de una pareja' inclu-

so sin hijos, contribuye a hacer menos visibles para los indios nuestras Persona-

ird d.. ,.rp..ti,r r, borradas detrás de Ia figura sin sorpresa de una relación

inscripta en un reperrorio. Esta indiferenciación aparente resulta también de la

identidad de nuestros comportamientos conscientes e inconscientes, en Ia si-

tuación excepcional de soledad de a dos en la que nos encontramos. La fuerte

connivencia afectiva y cultural que nos une, a Anne christine y a mí, y que nos

hace reaccionar frente a los hechos de manera aparentemente similar, el empleo

enrre nosorros de una lengua que ningún otro sef conocido habla, el dominio

conjtrgado de ciertas hrbilid d.. parriculares -la escritura, la fotografía o la

,gri'- ..rr.r. -, la posesión,en fin, de objetos de uso idénticos Pero fuera de lo

.l_ú.r, desde bolsas de dormir a galochas, todo contribuye a que los achuar

nos perciban como una categoría genérica de humanidad más que como indivi-

dtro, .l^.^.n.nte separables. A quienes se sorprendan de no encontrar más a me-

nudo a mi compaiera en estas páginas, tengo Pues que confesarles que la mi¡ada

puesta sobre ,toro,ro, ha debido colarse en mi esc¡itura y que' si bien soy el único

.n rora.n.. l pluma de esta crónica, somos dos los que aquí expresamos emoclo-

nes, experiencias y conocimientos indisolublemente comPartidos'

XIII.IMÁGENESDELAFUERA,IMÁGENESDELADENTRO

G ANncoNrecrMrENToAvER poR r {MAñANA:la avionetad l Missionnar A iacion

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Tisukanka akitiai, 0n amcntü marculinos- Colocados atraue¡ando el lóbulode ld oreja o fiadosbajo k corona tuuas?, ettátt hecho¡ de un ¡abo karis l€mdtddo conun rdmo de plumas de rucán y

an mechón de cabellos bumanos.)Ilu¡tr¿cióndel ¿utor.

GnANncoNrecrMrENToAvER poR r.{MAñANA:la avionetadel MissionnaryAviacionFellowshipha arerrizado en capahuari para rraer a un predicador estadouni-

dense. Don Jaime, pues así se llama,es un hombre rubio y cuadrado, con in-creíbles patillas a la ElvisPresle¡ que da la mano enérgicamenre y riene Ia mira-da intensa y al,go vacía de los grandes convencidos. Además de sus heladeras, sulecho de campaiay todo el aparejo rutilanteque juzgó necesario para su con-fort duranre los dos días de su visita, traía un grupo electrógeno y un proyecrorcon el finde ilust¡ar sus enseñanzas bíblicas medianre funciones de cine. Chunji,que se siente mal desde hace va¡ias semanas, quería aprovechar el vuelo de re-greso para ir a hacerse arender en el hospitalevangelisra de puyo;pero cuandose enteró de que el pequeño cessna debía detenerse anres en la pista delKunampentza, decidióque era mejor ir allí, pues en ese sitiovivenvarioschamanes de gran repuración. A pesar de los gringos bien pensantes que ven enel chamanismo una manifestaciónsatánica particularmenre abominable, el aviónde la misión sirve así regularmente de ambulancia para conducir a los clienteshasta los chamanes indÍgenas, que se han convertidoen los principalesbenefi-ciarios delsiscema de transporre aéreo implementadopor quienes militanporsu desaparición.

La llegadadel predicadores para rodos nosorros una ocasión inesperada dedisuacción.Es dificilimaginarel inconmensurableabur¡imienroq,r. prd...-mos a veces en capahuari, este pueblitosin aperrura al mundo, donde desfilanlas mismas caras día ras día para distraernos con las mismas historias. La rurinade nuestro trabajo de investigaciónnos permite disipar un poco la monoronía de

nuestra existencia con alguna ocupación sistemática, pero ésta no riene nadamuy exitante: en mediodel fárragode informacionesque acumulamos mecódi-camente, hay muy pocas que nos procuren la satisfaccióninrelectualde unverdadero hallazgo. si no se produjeranalgunos incidentes que nos recordarannuestra situación bastante excepcional-la picadura de Anne Christinecausadapor un escorpión disimuladamenteagazapado en su bolsa de do¡mir,o mi an-gustia e I día en que, por haber tenido la mala idea de ir a cazar solo, di vuelras y

201

IMÁGENESDELAFUERA,IMÁGENESDELADENTRO

202 HISTORIASDE AFINIDAD

vuehas en la junglahasta que Wajari me encontró en el crepúsculo-,podríamosperfecramente creer que somos empleados en el esrudio de un pequeño escriba-

no de provincia.Los indiosparecen sufrirel aburrimientotanto como nosotros

-un poco menos, tal vez, gracias a la diversiónque les brindamos- y hasta he

llegado a preguntarme si las vendettas que Puntúan su vida no rePresentan paraellos una forma de escapar de vez en cuando de Ia gris cotidianidad.

D g i d t la prestación del pastor no respondió a nuesttas exPe cta

os y de no vengarse de las ofensas' fue

a Por estos hombres y mujeres educa-

ndetta. La cuestión era tanto más deli-conocido del predicador- todavía no

onocía la identidad del asesino' Nues-

mado a ciertos hombres de Capahuari

, mientras otros experimentaban dudas

SumPaish el hombre del bajo KaPawi

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Desgraciadamente, la prestación del pastor no respondió a nuesttas exPe cta-tivas. La tarde se prolongó en se rmones interminables.Don Jaime leyó pasajes

del Nuevo Testamento traducido al jíbaroPor los misioneros dei SummerInstituteof Linguisticsy los comentó sin mayor inspiraciónante una piatea

numerosa pero poco atenta. A pesar de su terribleacento del Midwest,hablaba

muy correctamente el shuar estandarizado de los evangelistas, a los cuales los

achuar de Capahuari habían terminado poracostumbrarse escuchando 1as au-diencias de la radio protestante de Macuma en rústicos aParatos a transistores

distribuidospor Ia misión. Si los indios comprendíanlas palabras de su homi-Iía, lejos estaban de captar su sentido: comoPara los achuar Ia toma de Ia pala-

bra está ordenada según reglas estrictas de alternancias dialogadas, les resulta

difícilinteresarse en un discurso sin interlocutorpreciso. Incluso en Ia enseñan-

za tradicional,cuando un padre cuenta un mitoa sus hijos, se dirige especial-

mente a uno de ellos y espera que éste intervengaen el curso de Ia narraciónpuntuándolacon manifestacionesde interés o con Preguntas precisas. Además,

tanto el shuar como el achuar son lenguas fuertemente acentuadas que los in-dios hacen sonar de maravillas modulando sus frases con amplias variaciones

melódicas, salpicadas por exclamaciones y onomatoPeyas explosivas con que se

reaviva la atención del auditor. Nada de esto hay en el discurso monocorde de

don Jaime; pacienremente adquiridaen una escuela bíblica de oklahomaciry,su elocuencia religiosa caía en medio del batifondo de los apartados como unmonólogosin verdade¡o destinatario.

El tema de los sermones también estaba mal elegido. Creyendo ilustrar eI

pode r de Dios pormedio del relato de la resurrecció n de Lázaro, noconseguía

más que perturbar a los indios quetemen' por encima de todo, a la pertinazobstinación de los muertos en querer regresar entre los vivos. Evocadacon el

mismo espíritu apologético, la caminata sobre las aguas del lago Tiberíades era

recibidapor especulaciones a media voz acerca de la posible conexión entreCristoyTsunki,el espíritu de los ríos, maestro últimode esos poderes chamánicos

que el hijode Dios debía poseer también, sin duda, para realizar ranras curas

milagrosas. En cuanto a la exhortacióntantas veces rePetida por don Jaime de

SumPaish, el hombre del bajo KaPawi

a de Ikiam,era nuevamente objeto de

la misión de buenos oficios llevada porno de la víctima-que io de.iaban fue¡a

de cuestión. Según Antunish'que había regresado recientemente de una corta

. ¿ .., lo d. Io' parientes dtl Cop ' Yaur se había enterado por Tukupi

l. lr. S,r-p.ish se jactaba de haber matado a Ikiam' TükupiIo habría oído' en

ocasióndeunavisitaalbajoKapawi'afirmarfanfarronamentequenotenía- i ¿. Yaur y que después de haber matado al primer hermano no vacilaría

.r, - ,r, el segundo' La m''ltiplic^ciónde los potenciales culpables' pues' vuel-

.,,,. .*plorirr.l-a situación, y' t t cada uno elige su camPo en función de un

pasado de rencores acumulados'Dos o tres himnos que don Jaime se esforzaba sin mucho éxitoen hacer

balbucearalosniñosdebíanconcluir:staconsternadorasesióndefe.Despuésde los paganos, los no creyentes: luego de preguntarme si no tenía miedo de que

los comunistas romaran iróximamenreel poder en Francia para exrirpar el cris-

rianismo, el misione¡omt inviróa meditar acerca de un pequeño panfleto traí-

do especialmenre para mi edificación.se trataba de una historieta, fabricada en

Estados unidos pero traducida al español. La historiacomenzaba en un aula de

colegio;1 , pri-.r., filas estaban ocupadas Por una banda de hippieshirsurosy

,n,rg .i..r,or, de negros patibularios y de granu.ias achanchados' con los pies

,obL.l banco y un cigarrilloen la b ca; un profesor rechoncho y grasienco'

dueño de Ia narizg..,Árrd y del labiocolgante que ranro afe ccionan 1os libe-

los antisemitas, estaba plantado debajo de un pizarrónque rePresentaba a un

mono comiendo una ban .r , coronado con Ia leyenda Nuestro antepasado '

Era, como ya se habrá adivinado,una clase sobre la evoluciónde las especies. EI

by..,o .o.r..rr.o de los impíos era interrumpidoenseguida Por un inmacuiado

jo,..' ,io surgido de la últimafila,que tenía la cabeza aureolada de iuz y blan.

ií*r.t Biblia'Bajo los chiflidosde los demás alumnos y las amenazas del profe-

sor, se dedicaba a refi,rtarpacientemente los Íirndamentos científicosdel darwinismo

)

)

HISTORIASDE ATINIDAD

apoyándose en una interpretaciónliteralde ra creación tomada del Génesis ¡como conrÍaejemplo, en algunas supercherías pareontorógicas demostradas.Pronramenre excluidode la clase, entregaba su ejemplar d. r giblr,aJ profesorantes de sali¡y éste, escrupuloso a pesar de rodo, aLhojear er texto , g.rdo .nun momenro de curio.sidadociosa acababa por convencerse de que l, áoctrinacreacionista estaba bien fundada. sus rasgos semlras se atenuaron progresiva-mente por la revelacióndivina.El docente proclamaba ar consejo d. ,i-irrir-tración del colegiosu nueva fe y sus deseos de no enseñar más una doctrinaerrónea El desdichado era inmediatamenre d did I i

IMAGENESDELAFUEM,IMAGENESDElADENTRO 2o5

Mukuimpcraiga el natem. Natem es el nombre dado por las tribus jíbaras a unbrebaje alucinógeno conocidobajo diversas apelaciones indígenas en una granparte de Amazonia (ayabuasca en Ecuador y en Perú, caapi et el Amazonascentral, ygé desde Colombiahasta el Orinoco,etc.); se lo prepara a partir deciertas lianas silvestres del género Banisteriopsis.Los achuar aclimataronvariasespecies en sus huertos, de las cuales las dos principales,na,tem (Banisteriopsiscaapl y yaji (probablemenre Banisteriopsisrusbyana), son regularmenre utiliza-das tanto por los chamanes como por rodos aquellosque desean rransportarse a

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errónea. El desdichado era inmediatamenre despedido; Iuminosoy casi ran ariocomo el muchacho que lo había convertido,era asesinado en la puerta del cole-gio por la horda furiosade sus ex alumnos. La úrtima imagen águ. b, la apo-teosis: un ángel deslumbranre conducía el alma del profesorh .i ,r.,destino defelicidad,mientras el instrumento de su sarvacióncontemplaba la escena conbeatitud.Propiamente edificado, pero sln rencot compré un Nuevo Testamen-to en jíbaro a un don Jaime encantado.

La sesión de la noche fue un poco menos tediosa: en una casa abandonada a-lcostado de la pista, el misionero grarificóa un públicoabsolutamenre anonada-do con varias películas producidas por la Livingchrisr series Inc. En un esce-nario de desierro y de cactus más parecido a Arizonaque a Galilea,un puñadode jóvenes adetas rubios de ojos azules, vestidos con ganduras y falditas multi-colores, se esmeraban en representar sin gran

talento pero con conviccióna,rgu-nos episodiosselectos de los Evangelios. A pesar de los comenrarios en shuar dedon Jaime, los achuar no comprendían nada de los episodios reconsrruidos, ysu curiosidad se hallaba estimulada más bien por los paisajes y los rrajes. senca-do a mi lado, Mukuimpme hacía cada tanro pregunras irónicas. ¿por qué rospanheri:ta (evangelistas) quieren que nos co¡temos er pero y .ro, po.rg -o. p rr-talones, si sus jefes llevan el cabello largo yviscen itip?¿po. q,rJ nos pide., querenunciemosa be ber nijiamanch,si Jesús ha multipricadolos jarros de nijiamanchen ocasión del matrimonio?¿Por qué no se Io ve aJesús camin r.obre 1 , aguas?,,Cuando después de casi dos horas de proyeccióndon Jaime propuso .,,o1.,,.,asar todas las películas, me escabullí discretamence con Anne Chrisrine.

Mukuimpme esperaba a Ia salida y me dijoen yoz baja: Mañana, ven a vernuesrro cine . Ante mi incomprensión,agregó: Mañana, beberemos natem eDlo de cu amik'.

El día declina rápidamenre y mienrrasallá, cerca de la pisra, don Jaime se prepa_ra para una segunda funciónde cine, nosorros esperamos en lo de \yrrajarique

p p q q pla sazón a la parte ordinariamente invisibledel mundo. La preparaciónes acce-sible para todos:se seccionan las lianas en varios trozos, se las

muele en unmortero y se las coloca cuidadosamente en el fondode una marmita;en estaetapa, se agregan hojas de yaji, luego se recubren con una segunda capa de tallosde natem; debe cocinarse todo a fuego lento durante al menos tres horas hastaobtener un líquidoviscoso de color amarronado.

A decir verdad, la invitaciónde Mukuimpno es espontán. . El es el únicochamán de Capahuari, sin que por ello tenga el aspecro ausrero que uno imagi-naría asociado al oficio;es una suerre de niño espigado, lento y casi torpe en susmovimientos,pero con la mirada chispeante llena de ironíaycon una respuesrasiempre a mano, quizás para disimularsu secreto tormento:acaba de nacer suoctava hija y aún no riene ningún varón.Mukuimphabía mosrrado ¡eticenciaen hablarme de su función,en parre a causa de la reprobación virulenta expre-sada por los misioneros evangelistas a propósitodel narem y del cha-manismo,un sentimientoque creÍa naruralmente compartidopor todos los blancos. Parasuperar sus prejuicios, creí apropiadoinvocarel hecho de que en mi país deorigen esas práccicas eran comunes y que yo renía una gran familiaridadconellas. Mukuimpme declaró entonces que, para aprender a conocer los poderesde los que disponía, debÍa emb¡iagarme con natem ; ahora bien, temía que yofueraincapazde lograrlo,que sucumbiera en la experiencia,y que mi hermanode Francia' vinierahasta aquí a vengarse de él por mi muerte. Con el findesondear los misterios del chamanismo achua¡ me vi obligadoa aferrarme a mifanfarronería

ycomo ya conocía a,

graciasa

la literaturaernológica, los objeri-vos y los efectos de la ingestión de natem, me jacté de superar la prueba sindificultad.Cuando Mukuimpme preguntó si yo estaría dispuesto a cantar du-rante el trance) acepté gustoso a pesar de mis mediocres talentos musicales, cosaque parecía haberlo decidido.De hecho, rodo Capahuari hacía correr el rumorde que esa noche iba a cantar en Io de lVajari,sin que yo alcanzaraa compren-der por qué era un acontecimiento.

tMÁGENESDELAFUERA,lMÁGENESDELADENTRO

HISTORIASDE AFINIDAD

Mukuimpllega cuando ya ha caído la noche, trayendo la marmita de natem

y vn tsayantar, especie de arco musical comPuesto de un junco tensado Por una

tri¡-,ade opossum que vibra en la boca como un birimbao;viene acompañado

por Piniantza que trae sr arawir, una vihuela de dos cuerdas que se toca con unarco y que parece lejanamente inspirada en el violíneuroPeo. ¡Entonces no

cuentan sólo con mi don para animar la reuniónSin ceremonia, \Vajari,Mukuimp,Piniantza yyo mismobebemos Ia canti-

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dad de media taza de natem antes de enjuagarnos Ia boca con agua calience.

Apartada,en compañía de las demás mujeres, Anne Christine está a cargo del

grabador. Debo luchar algunosinstantes contra una violenta náusea, pues ladecocción es terriblementeamarga; es, según parece, el signo de su potencia, al

igual que otras sustancias calificadas como "fuertes", tales como el curare, el

tabaco, el veneno de pesca o el estramonio.Nos instalamos confortablementeba.io la galería de la casa, frente a-l Kapawi

de donde se eleva una bruma perezosa, suficientemente ligera para cubrir Ia

vegetación de la otra orillabañada por la luna llena. Mukuimpy Piniantzacomienzan a tocar sus respectivos instrumentos, sin ponerse de acuerdo, me

parece, pero con efectos bastante similares: la misma impresión' aJ principiofastidiosa,de una colonia de abejorros enloquecidos girando dentro de una

botella al son de un chirridoacaba cediendo el lugar a una armonía más sutil.Suspendido en la música, el tiempoparece dilatarse aI ritmode un inmensoorganismo,como si la selva entera respirara apaciblemente con un bajo conti-nuo, mientras mi cuerpo temblo¡osose despliega Poco a poco bajo las alas del

tónico, en espirales inmóvilesy sin embargo siempre más vastas' A pesar de mismiembros pesados e incómodos, me abro al mundo y me vuelco en él; meyuelvofuenre y receptáculo de mil sensaciones a Ia vez agudas e indistintas, y el

único recuerdo de mi identidad física que conservo es una persistente crispa-

ción de Ia mandíbula.En este magma exrravaganre, mi espírituflotacon totallucidez.

Invitadoa cantar por Mukuimp,sin inhibiciónalguna y con hilaranre gra-

vedad, enrono algunos estrofas de Brel y dos o tres blues emergidos de mime-moria.¡Milagrode los narcóticos Me felicitaroncon comentarios de aprecio

por miperformance,en Ia que se reconocieronindudables cantos de natem'

Pero la embriaguez cobra Pronto otro viso. Bajo la luminiscenciaserena de Ia

noche, unos círculos fosforescentes comienzan a girar sobre sí mismos; luego se

monra uno encima de otro y se desdoblan para convertirse en figurasde color,jaspeadas, incandescentes, en perpetuas transformaciones caleidoscópicas. To-

HISTORIAS DE A.FINIDAD

XIV CAMINO HACIA EL BAJO

Dssperrnns¡ EN Lo DE N cv¡.pr fue más bien desapacible. Llegamos ayer a lacaída del sol y nos hicieron acosrar en una delgada lirera de hojas de banano

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apoyada directamente sobre la rierra batida irrisoria prorección contra los po-zos que aresran el suelo. Hay dos camas en el tankamash pero están alzadas

amás de dos merros de akura. A los adolescenres que las conscruyeron no lesgusra prestar su lecho a los visitantes y saben que gracias a esre estraragema norendrán que hacerlo: jamás se arriesgarían a ofrecer un eventual puesro de rirode altura a exrranjeros que son siempre sospechosos de tener malas intenciones.Los anofeles de los cuales no hay huella en capahuari o en sasaima aparecie-ron además desde que alcanzamos las tierras bajas del río obligándonos a unsueño fraccionado enrre períodos de sudación sin picaduras en el fondo de labolsa de dormir y momentos de frescura urticante fuera de su prorección. paracolmo de males Masurash el yerno de Nayapi decidió hacia las dos d.e lamadrugada que había dormido lo suficienre; apoderándose sin pedirla de la radio

de Ts r lo más discordanre de Io que la música popular delos A ede producir. El pichón esrá convencido de que lacasa to gracias a sus atenciones admira silenciosamenresu aptitud para dormir poco virtud altamente valorada por los achuar cuandose muestra con menos ostentación. Como nadie se ocupó de desanimar almuchacho debimos padecer su exhibición de virilidad con estoicismo hastaque Nayapi nos invitó al fin a ir a beber Ia wayus.

Hemos dejado capahuari hace cinco días para la larga expedición en pira-gua que estaba preparando desde nuesrra breve esradía en puyo y que debería

riesgo de naufragar en bancos de limo. sin embargo los remolinos son frecuen-tes y vuelven la maniobra tanro más delicada cuanro que la embarcación cargael peso de media docena de toneles de carburanre r¡aídos a capahuari por elavión de la misión. El agua casi llega hasta el borde y el mínimo chapoteo

209

zt0

inunda el fondo, lo que nos obliga a achicar sin cesar con una calabaza. Tseremp

y su medio hermano Tarir, que conocen bien el río, han aceptado ser de la

parrida; rras ayudarme a modificar el cuadro de la piragua para adaptar el pe-

queño moror fuera de borda, se han familiarizado con una notable rapidez a su

manejo. Estoy contento de haber convencido a Tarir de acompañarnos: es un

hombre alto y delgado, de unos 30 años, de aspecto algo discreto y conversa-

ción monótona, Pero sabio en sus juicios y ponderado en sus actos'

CAMINO HACTA EL BAJO

HISTORIAS DE AfINIDAD

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No es sólo por r^zones climáticas que nuestra salida cae en momento oPor-

tuno. Despuésde la sesión de natem en Io de\la) ari, comenzó a correr el rumor

en Capahuari de que yo estaba dotado de poderes chamánicos pues, bajo el

poder de la droga, había cantado anent particularmente destacados. Lejos de

",.n,r",la supuesta eficacia de mis desdichadas canciones, el hecho de que fue-

ran incomprensibles para los indios no hacía más que confirmar el crédito que

éstos les otorgaban; en verdad, los chamanes mismos acostumbran a mezclar el

quechua con el achuar en sus canros, porque creen que obtienen su poder y su

saber de fuentes que son tanto más formidables cuanto que vienen de más lejos.

Me habían solicitado en muchas ocasiones que asistiera a Mukuimp en sesiones

de cura chamánicayvarios hombres, entre los que se contaba el propio Mukuimp,

querían a cualquier precio que les cediera algunas de mis flechillas mágicas

tsentsak, aquellos proyectiles invisibles almacenados en el cuerPo del chamánque le sirven para embrujaf o curaf. A pesar de mis embarazosas tentativas de

explicar que los tsentsak de mi país eran de una naturaleza diferente y que se

volvían inoperantes tan lejos de su país de origen -embarrado en esta fábula

que creia inocente, ya no podía desdecirme-, Ias ofertas no cesaban de aumen-

tar. Tias cada uno de mis rechazos me ofrecían objetos cadavez más preciosos:

coronas rawasap, perros de caza, incluso un fusil. Mis negativas no hacían más

que confirmar a los habitantes de Capahuari la sospecha de que era un chamán,

f.ro d. una especie probablemente temible, puesto que ni a regañadientes aceP-

taba negociar mis tsentsak y utilizarlas para el bien común. Era urgente, pues,

que me largara por un tiemPo.

El descenso fue difícil porque el lecho del Kapawi estaba regularmente obs-

truido por árboles enofmes arrancados a las márgenes por las crecidas. cuando

quedaba algún espacio entre el rronco y la superficie del río, había que desca¡-

gar l, pir"lr" Para hacerla Pasar Por debajo del obstáculo' con el riesgo de

sum.rgirlr; cuando el árbol se hallaba parcialmente inmerso, Tseremp y Tarir se

turnaban para tallar con el hacha un pasaje hasta el nivel de agua, Iuego, toman-

do mucho impulso y llevando el motor al máximo, nos precipitábamos a través

aqtí.y allápor las siluetas altas de las palmeras y los capoqueros'

¡Ni huella de presencia humana a lo largo de esta sinuosidad acuática de

interminable monotía En un momento, nos detuvimos al pie de una terracita

donde §(i'ajari había vivido diez años atrás; no había rastro de su estadía en estos

nos lanudos consideró que no debía move¡se al vernos pasar y hubiera podido

sin dificultad dispararle a uno para Ia cena. IJn poco más tarde, algunos capibaras

o carpinchos que chapoteaban en el limo nos habían contemplado gruñendo

con placidez. En dos ocasiones, unos caimanes que descansaban aI sol sobre

troncos se bañaron tranquilamente a algunas brazas de nuesrra piragua.

Poco anres de la noche, establecimos un camPafirento rudimentario sobre una

mafgen elevada. sin parecer para nada molesto por la lluvia cerrada que había

comenzado a caer, Tarir encendió un fuego en un abrir y cerrar de ojos con made-

ra muerra que rezumaba humedad y uno solo de mis fósforos. A pesar de los

millares de á¡boles que nos rodeaban, tuvimos que dar un gran paseo para recoger

suficientes rarnas no demasiado podridas; Por esta razón, lteremp descortezó un

árbol en pie con el fin de que muriera lentamente y Pudiera servir de combustible

en un alto ulterior, uno de los muy raros gestos de previsión a largo plazo que

haya visto efectuar a un achuar. La lluvia no cesó en toda la noche. Poco antes del

amanece unasensación de humedad súbitamente mísvivaznos despertó del todo:el río había subido por lo menos tres metros durante la noche y el agua invadía

poco a poco el refugio. La piragua que habíamos dejado más abajo, atada a una

liana muy larga, se balanceaba ahora cerca de nosotros.

EI segundo día de viaje fue casi idéntico aJ primero, más difícil quizás, a

causa de los troncos que la crecida acarreaba sin ton ni son y que, más de una

vez, estuvieron cerca de hacernos zozobrar. La lluvia caía sin detenerse, trans-

CAMINO HACIA EL BAJO

formando la piragua en una bañera de agua sucia que era necesario achicar a

cada instante. Hacia la noche, el paisaje comenzó a cambiar: después de la

confluencia con el Ishpinkiu, el río se había vuelto más ancho y menos sinuoso,

la corriente se había calmado. Las ¡iberas ya no eran tan escarpadas y se abrían

a veces sob¡e canales que conducían a vaslos meandros cubiertos en parte de

vegeración. Habíamos llegado a esa parte de su territorio que los achuar llaman

paha, tierr.as chatas, o más simplemente, tsumu, río abajo .

Después de una noche sin problemas, retomamos el curso en adelante más

213

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uanquilo del Kapawi para llegar a lo de Táish en la noche. Nos recibió muy

cortésmente,pero sin excesivo entusiasmo: su

amik Tárir no le había rraídonada. Partimos nuevamerte en la tarde del día siguienre, y llegamos ala caída

del sol al pie de una gran casa fortificada, en 1o alto de una colina que cae sobre

el río, a la cual conducía una escalera de leños casi vertical. En esta especie dereducro y en compañía de sus dos hermanos era donde vivía Sumpaish, el hom-bre del que se sospechaba que había matado a Ikiam después de casarse conPinik, la mujer fugitiva. Sumpaish estaba de visita en lo de Nayapi, pero Kajekuiy Tisamarin nos ofrecieron para la noche una hospitalidad un poco esrudiada.Apostado en lo alto del repecho, un niño vigilaba el Kapawi permanenremenre

¡ cuando regresó al crepúsculo, los hombres hicieron una barricada delante dela puerta de la empalizada con una esraca de esraño. Tras una serie de aujmacin

Iargos y ceremoniosos, nos aseguraron que sumpaish nada tenía que ver con elasesinato de Ikiam y que, por lo demás, iba a llevar a cabo el tumash junto conYaur, no por el precio de Ia sangre de su hermano, al que no había matado, sinocomo legítima compensación por Pinik, que normalmente tendría que haberlesido atribuida aYaur por levirato, aun si ella hubiera abandonado a su esposo yencontrado otro marido antes de que todos estos acontecimientos hubiesentenido lugar. Informados por el inrermediario de Anrunish acerca del rumorTükupi , según el cual Sumpaish hacía alarde de haber asesinado a Ikiam, Tariry Tseremp ya no sabían qué pensar.

Kajekui, Tlamarin y sumpaish formaban un trío un poco singular. sarvocircunstancias excepcionales, en efecto, es raro que un

grupo de hermanos casa-dos resida durante mucho riempo bajo el mismo techo, puesto que los achuarodian Ia promiscuidad de la vida colecriva y temen ias peleas que puede suscirar,aun enrre los parientes más cercanos. Necesidades defensivas conducen a yeces

a regrupamienros remporales, pero el presente caso es muy diferente, pues lostres hermanos vivían juntos mucho antes de que sumpaish estuvieia en peligro.su aislamienro social y geográfico parece buscado a propósito: Kajekui es viudo

Dibujo de Philippe Munch a partir de los documentos de pbilippe Descok

CAMINO HACIAEL BAJO 215

214 HISTORIAS DEA-FINIDAD

de una huérfana, Tisamarin recogió a una mujer abandonada por su marido ySumpaish, una fugitiva, Io que les evita con seguridad todo sujetamiento a un

suegro, pero los priva también de la eventual asistencia de una red de afines.

Para reforzar esta prudente asociación, Sumpaish y Tlamarin son amik, como

Pinchu yTarir, aunque no tengan mayores ocasiones de intercambios que ellos.

Una hermana de mediana edad completa el aislado grupo fraterno; viuda de un

chamán de renombre, libre de cuerpo y de palabra, Nakaim cría a los hijos de

j k i d junto é ti i tí l g domésticas d

upada Por una red de Parientes a los

es que Por la solidaridad. Varias horas,

o principal de hábitat, seis o siete casas

metros, a lo largo de una sección de río

s habitantes de un área tal de vecindad

entre ellos y se definen colectivamente

a que los baña y o¡dena sus trayectos:

gente del Kapawi corriente arribi' a la

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Kajekui y desempeña junto a é1, con tierna simpatía, las cargas domésticas de

una esposa. Las malas lenguas, en este caso Thish y sus mujeres, murmuran que

sumpaish está además muy íntimo con la hija de su hermana, una encanradora

adolescente llamada\leek, y que desea tomarla por esPosa. Sin estar verdadera-

mente prohibida -en la lógica achuar,'§?'eek no es una consanguínea, ya que es

hija de un cuñado de sumpaish- la unión proyectada es considerada, sin em-

bargo, como muy irregular. En Ia cima de esta pirámide de promiscuidad, Ia

vieja madre ofrece a unos y otros una atención un Poco chocha.

Por pereza social o gusto por la tranquilidad, por afecto real, ta-l vez, y deseo

de regresar a Ia intimidad de una infancia despreocupada, ciertos achuar eligen

el repliegue dentro de un utóPico entre nos , lo más cercano a un incesto

imposible pero secreramenre soñado. Casi incesto, pues las esPosas sin parien-

tes son prácticamente consanguíneas, dado que nada en ellas recuerda Ia exte-rioridad de la relación por la cual se sellan las relaciones entre familias: no son

hermanas de aliados y casi son hermanas por alianza. Cuasi incesto también es

esta asociación de las viudeces, en que hermanos y hermanas que se educan

desde Ia infancia jugando entre sí los papeles Prescritos a las parejas casadas

reencuentran, tras la muerte de sus respectivos cónyuges, la complicidad por Ia

que sintieron nosralgia toda Ia vida. cuasi incesto, al fin, es este matrimonio

proyectado entre un tío y su sobrina uterina, que anula la transmisión normal

de las alianzas de generación en generación privando a un hiio de Ia esposa que

su padre se ha apropiado. La cerrazón sobre sí supone el abandono de las am-

biciones. Ya no hay medios, enronces, de enrrar en la política de la afinidad para

converrirse e n un hombre consecuenre y resperado manipulando a sus cuñados.

pero la seguridad, si se Ia estima, tiene este precio: en estos reriros apartados de los

grupos, el eco de las guerras no llega sino débilmente, y no faltó más que el

capricho de sumpaish enamorándose de una mujer fugitiva para que esra fami-

lia de misántropos timoratos se vea tocada por la hostilidad del mundo'

Para vivir felices, vivamos ocultos' Los marginales, tales como Sumpaish y

sus hermanos, Jáish también en menor medida, se establecen muy frecuente-

gente del Kapawi corriente arribi a

lgunas semanas visitamos en Sasaima a

io social achuar cobra así la apariencia

stante denso en el corazón de Io que se

podría llamar un país , y se vuelve más disperso en sus contornos hasta disol-

i.rr. .., las vastas tierras deshabitadas que Io separan de otros conjuntos socia-

les idénticos, pero porencialmente hosdles. Por inmensos que sean estos Paí-

ses,, -en ciertos casos, ce rca de un millar de kilómetros cuadrados-, carecen de

una identidad susrancial, puesto que su geogfafia existe en función de las únicas

parrorr*, que las pueblan en un momento dado; existen en tanto extensiones de

I.l.,r..,r,r.lo, t.r.rpo.d-..rte discontinuas por la costumbre que tienen aquellos

que viven allí de reconocerse como na a pequeña

por.ió., de una gigantesca red hidrográuy general

enrre las regiones del alto y las regiones amPoco se

diferencian unos de otros Por fronteras rían carac-

ferizar acada uno de ellos Por un tipo de paisa.ie particular. Ni siquiera consti-

tuyen unidades territoria.les homogéneas; su máximo despliegue no es más que

l rr-, de los recorridos de caza individuales de los hombres que residen allí y

no coincide con un ámbito de uso exclusivo, apropiado y administrado en co-

mún. Rodeados por vastas tierras de nadie de seguridad, sus límites son Poco

nítidos y evolucionan al ritmo de los desplazamientos de estas familias amantes

de la soled.ad que se insralan en los confines Para sustraerse de los enfrentamientos

entre las facciones.

Sin embargo, el aislamiento no siempre Protege de las alternativas de Ia

política; prr.d. in.lu.o resultar peligroso: afdLe¡ze de vivir demasiado alejados

i. ,r, p ...r.Ia, de escatimar mezquinamente su aPoyo en los conflictos' los

-..girrrl., corren el riesgo de ser sospechosos y, como Kawarunch en Sasaima'

.. .Jn,ri.r,.., en blanco de cábalas, generalmente a instancias del juunt local

que ve con desagrado que ciertos hombres de su entorno sean impe rmeables a

* i.,flrr..r.i . un país , en definitiva, está comPuesto de parientes, vecinos,

2t6 H]STORIASDE ATINIDAD CAMINOHACIAEL BAJO

encerrado en su casa fortificaday no salía sino para atacar por sorpresa. AsÍ fuecomo mató a tu he¡mano Kayuye.

-Dices la verdad -declara entonces Tarir-. Después de la muerte de miher-mano, decidí acabar de una vez por todas con Puanchir y vine a visitara Naanch.Naanch aceptó ayudarme y reunió a sus parientes: mi hermano pinchu, miscuñados \W'ajariy Titiaa también a Kuniach,y Entsakua, un hijoverdadero deTiriruk,pero que también era hermano enrroncado de Naanch.

-Así es -retomó Nayapi-.Puanchirera rambién mihermano entroncado,,,h t d ti i l di ió

217

)

)

)Nada de marginal en Nayapi. Esre un poco grueso

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8/18/2019 Las Lanzas Del Crepusculo. Relatos Jibaros. Philippe Descola

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pero he aceptado participaren el asunto con la condición de no dispararle, puesquería vengar a mi

padreasesinado

por Tiriruk.Entonces Kuniach,que eravecinode Puanchir, fue a visitarloen compañía de Entsakua. Nosorrosestába-mos todos escondidos en el bosque en el límitedel huerto. En un momento,una mujer vinoa hacer pis justo delante de nosorros, pero no nos vio.Entsakuale pidióa Puanchi¡ que le contara cómo había asesinado a Kayuye;quiso versufusil,aquel con el que había disparado. Puanchir no desconfiaba: ¿cómo hubie-ra podido desconfiar de un hi.iode su aliado Tiriruk?Le dio entonces el akaruque llevabay no abandonaba jamás. Entsakua simulóapunrar a un papagayopara apreciar la línea de mira; luego, dándose vuelta de repenre, disparó sobrePuanchir, que esraba desarmado. Pero Puanchir no murió,pues su aruram erapotente; todo ensangrentado, inrentóarrancar el fusilde las manos de Entsakua.Kuniachenronces rambién le disparó, pero seguía sin morir.AI oírlos disparos,nos precipitamosen la casa y todo el mundo, salvo yo, descargó su arma sobreé1. Alfin murió.

-Perfectamenre -agrega Ta¡ir con tono satisfecho-. Esraba tan desrrozadoque ya no se lo reconocía.

-AIirnos -prosigue Nayapi-,nos llevamosa Mirijiaala mujer de puanchir.Naanch me habia asegurado que podría toma¡la si acompañaba a la expedición;por eso Ia ves aquí, a mi mujercita, preparándonos de comer. Con mis dosmujeres, Nusiriy Mirijiar,me inscalé enronces a orillasdel Kapawi,río a¡¡ibade donde viveahora Taish. Luego me casé con Makatu, luego con Ampiur;ambas huérfanas. Pero

Nusiriesraba

celosa, no soportaba que tuviera tres nue-vas mujeres. Entonces se buscó un amanre. Me enfurecíy la golpeé muchísimo.Poco después se suicidóabsorbiendo sunhipi,un ve.o.eno que se encuentra en laselva. Después de esro, mi hermano tü[isum fue asesinado porTümink,que viveal otro lado del Pastaza. Mihermano era chamán, es cierro, pero Tüminklo hamatado sin razón. Poreso bajé hasta aquí, para preparar mi venganza. Aquí seestá más cerca de Tümink;caminandoa buen paso, se llega en dos días. Luego

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g y p s e , un poco grueso,que pasa sin previo aviso de la insp jovialidad,parecehaber repartido su vida entre las gu azón; tomando Iawayus, a mi pedido, nos hizo un relaro muy picaresco.

tantemente me hacía insinuaciones.Yo no la amaba. De Anasat también me

gos. como se había quedado solo, era muy difícilde matar pues permanecía

HISTORIASDE AfINIDAD

convinecon Kamijiu,que vivía a orillas del Ishpinkiu,que vendría a unírsemepara hacer la fortificación.Mihermano \7isumera vecino de Kamijiuy se

decían cuñado uno a otro. Pero Kamijiutardaba en llegar; tal veztenía miedo.Entonces me avisaron queKamijiuse quería casar con miwaje Kapai¡Ia viudade mi hermano. Ellano quería: como Kamijiuy mihermano se llamaban cu-ñado , ella era una hermana para Kamijiu.Debía casarse conmigo; nosotros,los achuar, ¿no debemos acaso desposar a las viudas de nuestros hermanos,nuestras pequeñas waje ? Pero estaba muy ocupado forcificandomi casa y bus-

ungfos€roelrorenlaeleccióndenuestrotelrenodeinvestigaciónynuestros;;i t no eran tales? Sin embargo' los quechuas de Montalvollamabanachuar

;l;;. * de capahuari; estos últimoshablaban una Iengua sensiblemente dife-

'**¿.rshuardescritoporlosmisionerossalesianos,yciertosrasgosdesuJ;r se distinguÍan de lo que conocíamos además de los shuar. Acabamos

;;;. .rt q,r. lJ, indiosde Capahuari constituíanuna suerte de minitribu'ni

i. t , ,tr . ni de los achuar, sino sometidos a su influenciaconjunta' Esta

i t ió parecíaconfirmada por el hecho de que'§7'ajari y los otros llama-

CAMINOHACIAELBAJO

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nuestras pequeñas waje ? Pero estaba muy ocupado forcificandomi casa y buscando un medio de vengarme de Tumink;por eso no fui a busca¡ a mi waje pararraerla aquí. Siendo así las cosas, me enteré de que Kamijiuse había casado conmiwaje Kapair. Yo estaba furiosoy mandé avisar a Kamijiuque íbamos a me-dirnos. ¿Cómo no iba a matarlo? Kamijiuno quería la guerra. Hace algunaslunas, me envió el tumash parami waje,un mayn akaru. Tirminktambién hamuerto: dicen queChiriap lo embrujó.He perdonado a Kamijiupues ha cum-plidocon el tumash, pero si veo a mi waje Kapair, la mataré. Así es. AhoravivimoseÍ pM.

AIamanecer, las mujeres nos sirven un caldo de mandiocadonde flotanalgunos fragmentos de un esquelético pájaro trompeta. Nayapinos invitaa

comer y agrega con aire gracioso: ¿No tienen quizá la costumbre de comerse a

sus semejantes? . Miscompañeros ríen sin muchoentusiasmo, pero el rostroenfurruñado de Tarir muestra bien que está ofendido poresta observación queTseremp enseguida me ayuda descifrar.A la gente del bajo Kapawi le gustaburlarse de ciertos hombres de Capahuari que, bajo la influenciaconjunta de

Ios misioneros evangelistas y de Ios quechuas, abandonaron la ornamentacióntradicionalcon que se reconoce a los verdaderos achua¡. Es con toda evidenciael caso de Tarir yTseremp: con su larga cabellera amputada, sin adornos de

plumas ni pinturas, desprovistos de shauk y de pulseras tejidas, parecen taninsulsos como el pájaro trompeta y están ya en parte domesticados porlos blan-cos como aquél por los indios.

Es cierto que uno puede preguntarse cuá.I es la esencia de un auténtico achua¡.

¿El dialecto que habla? ¿Su manera de arreglarse? ¿Ciertas costumbres paticuiaresque lo vuelvendiferente de otros jíbaros? El problema no es retórico yse nos haplanteado en cuanto llegamos. Preocupados por confirmarque estábamos entrelos achuar, interrogábamos a unos y a otros con mucha ingenuidad para Pre-guntarles qué eran: sbuaritjaí' , respondían con bella unanimidad, soy shuai' .

La respuesta despertaba nuestra perplejidaddado que shuar es el nombre quelos etnógrafos dan habitualmente a la tribujíbara vecina. ¿Habíamos cometido

i.rt.rp..r ió.,parecíaconfirmada por el hecho de que §7 ajari y

fr.L.fr * los habit .,tes del bajoKapawio de la otra orilladel Pastaza, lo

cual contribuyó en gran medida a nuestro deseo de abandonar el primer lugar

dorrd. hrbir-oscaído para ir a instalarnos en Io de aquellos otros indios más

.1 r -..r,. idenrificables.Nuestro viaje a sasaima nos sacó del error, Puesto

que ranto allá como aquí, a orillasdel bajo Kapawi'es a la gente de Capahuari

, I q,r. designan como achuar , mientras que los que nos presentaban en

ó prirrrr.i.o-,,,o h,r . se proclamaban en realidad shuar como Io habían he-

cho nuestros primerosanfitriones'Nuestra ots.sió., clasificatoria,típica de los etnógrafos neófitos, nos impi-

dió ver aquello que hubiéramos debido sospechar desde hacía tiempo: las defi-

niciones de la identidad se realizan aquí por oposiciones distintivas,y un mis-

mo calificativoétnico puede cambiar de referente en funcióndel contexto ysegún el término con el que se lo contrastaimplícitamente'La cosmol ogía'iíbara

se organiza como una .boat t ti',por especificacionesprogresivasde pares

antiréricos.Lt categoriamás englobado. ., L de las personas , aenfi. Ésfa

reagrupa a todos los seres provistos de un almd' (wakan)'es decir' capaces de

.ori.rrri. .r.,pues esrán dorados de intencionalidady son suscePtibles de verse

afectados por los mensajes que se les destinan: los humanos' desde ya' pero

también muchos animales y plantas, Ios espíritus de la selva y del río, por últi-mo, ciertos objetos mágicos o profanos' El ienguaje no es indispensable para

definirla cualidad d. lo, ,..,.t., ya que una informaciónpuede ser transmitida

por imágenes o sonidos que se sabrán decodificar;esto ocurre' notablemente'

..r .do lrpírit.r,o fantasmas o ciertas especies natu¡ales aParecen en el curso de

los sueños o de las visiones inducidas por los narcóticos. Los shuar, es decir, la

gente,,, constiruyenun conjuntoparticularde aents caracterizado por la facul-

tad de hablar: corresponde en una primera aproximacióna lo que nosotros

entendemos por género humano. Pero como Ia universalidad de esta categoría

no tiene senrido para los jíbaros, tienden a emplear la palabra shuar en un

sentido estricto con el único finde designarse a ellos mismos, Porque están

HISTORIAS DE A-FINIDAD CAMINO HACIA EL BA-JO

presión descriptiva acltuar, contracción de acbu shuar,"lagente de los aguajes"

(achu), epíteto que evoca Ios numerosos pantanos que cubren su te¡ritorio, así

como Ia palmera que constituye el principal ornamento. Los achuar mismos

hacen referencia a otros grupos de vecindad de su propia tribu por medio de

calificativos geográficos -hupatza ¡huar, "la gente del Copataza'; hanus sbuar,

"la gente del Pasraza', etc.-, reservando el término achuar para designar a los

enemigos potenciales o reales, pero emparentados, y que no pueden por ello ser

llamados shiwiar dado que hablan el mismo dialecto. De allí nuestro error ini-i l P la incertidumbre que suscita el caso Ikiam sembró bl l

221

convencidos -al igual que muchos orros pue bros- de que ¡epresenran la enca¡_nación perfecta y excrusiva de todos ros arributos de la humanidad.Sea cual fue¡ les e

jíbaro se define, ^:^"que habla

son shuar tambiopos miembros

males, pero shuar en un grado menor.:';u" de las dife¡en.i", -ái'j ;.J;grandes que sus culturas manifies¡an en ¡eración con ra norma jíbara. para subra_de ellos té¡minos pafticulares; apdch,los mestizos, y comprende

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cial. Por la incertidumbre que suscita, el caso Ikiam sembró problemas en las

redes deaJianza de la región, y es por eso que la gente de

Capahuari llamabaachuaralade Sasaima y a la del bajo Kapawi y ésros les devolvían con la mismamoneda: pese a que indique una pertenencia étnica común, el uso del términose convierte paradójicamente en el índice de una desconfianza recíproca. Quégrande fue el alivio que sentí el día en que Titiar, para destacar las venrajas quetendría si me hiciera amik de su hermano, declaró solemnemente: "¡Nosotros,

los achuar (achuartihia), acostumbramos a hacer así ". Este ripo de afirmación,sin embargo, es rara: sin duda porque su identidad tribal reposa menos sobre

un repertorio de costumbres conscienremente aprehendido que sobre cierraconfiguración de relaciones con los demás, los achuar no tienen necesidad algu-na de reafirmar quiénes son a propósito de cualquier cosa, y dejan el cuidado de

hacerlo a sus vecinos próximos y lejanos, etnólogos incluidos.La notable diferencia de la que dan prueba respecro del pasado contribuye a

volver extraña a los achuar Ia idea de que podrían acaso compartir un desrinocolectivo. Individualistas declarados y amnésicos por vocación, viven muy biensin memoria histórica, y todo recuerdo de los aconrecimientos que pudieronhaber afectado a las generaciones anteriores es cuidadosamenre borrado en unolvido desenfadado. Su mitología misma es muda en cuanro al origen de su

tribu y dice poco sobre los comienzos de la humanidad. Contrariamente a lospueblos del noroeste del Amazonas, cuyos miros ¡etrazan de manera obsesivalos mínimos detalles de la génesis del universo, que se dedican a justificar contoda suerte de circunstancias significarivas la jerarquía de los pueblos, sus

loca-lizaciones y sus arributos, que hacen remirir sus éxitos y fracasos presentes a

algún acto fundador de un héroe muy ajetreado, que interpolan sin cesar nue-vos episodios para dar cuenta del modo de aparición del úlrimo gadgettraídopor los blancos, en oposición a esros manlacos de Ia explicación total, pues, losachuar no buscan dar al mundo una coherencia que manifiestamen e no tiene.Su mirología es descosida y se compone de breves fábulas donde son evocados,

, y comprende"lguno,saasah (los indios sa.lasaca de los An_

quechuas del Napo); hirinhu,,,gringo,,,I blanca, con algunas va¡iedades, talescomo panheritra (los evangelistas esradounidenses), paati (rosmisione¡os caró_licos)' pransis ("franceses" -de creación recienre, como es de imaginarJ o tam-bién humpania("laComparíía', esa extraña tribu altament. -.."'nir"d, qu. d.tanto en tanto viene a hace¡ exproraciones en Ia serva, abrir rutas o cortar árbo_les)' ciertos pueblos no se reconocen en ningún otro conjunto más vasto, ya

Porque sus representantes son_ demasi rdo pocos para que se pueda saber conqué relacionarlos --<s el caso de ros nihru,lo, .r.g.o, de la costa der pacífico,vrstos a veces en campamentos petrole rario, una vecin_dad demasiado inmediata Ies confiere(los zaparo), hantuash(l.oscandoshi), ,-|il:);;ri(#waorani --conocidos como misu aents,.,los que andan desnud.r,,_), q";i;; ".h.",onsideran como salvajes apenas salidos de ia animalidad.

En su uso co¡riente, entoncesr sbuar significa ese prorotipo de humanid.adque son los jíbaros, y fue ran sóro por conJención que el término acabó desig-nando a la tribu única de los 'thua¡". Los achuar ,aman a esros últimos condive¡sos nombres compuesros con el susranr ivo shuaryrr., ."lifi.r,iuo ,."*.rn_o - mu ral a s b uar, " la gente de las colinas,,, m a /zuma s h ua4,,la gente d.i lii".,rmr,,,manhusas sbuar, "la gente del Mangosiza,, erc._, expresiones que se refieren,pues, a grupos regionales particurares y no a los shuar en r"nto rrib,r. El únicotérmino que podría emplearse a esre efecro es en sí mismo paradójico: sr¡iwiar,cuya alteración por parre de los españores es probabr.-*,. .t orrg* a. t"palabra ")ibaro", designa, en efecto,

"l.orr;r.rroie los enemigo, O* i""Ut", ,r.,dialecto jíbaro disrinto que el propio. E.,,or,..r, los shua*oí 4JU.t.*.,,. ti"_mados shiwia¡ por los achuar, plro .rro, úlrimos son calificados del mismomodo por los shuar, quienes usan rambién para referirse a elos mismos la ex-

CAMINOHACIAEL BAJOHISTORTAS DEATINIDAD

sin exhaustividad ni continuidadnarrativa, unos pocos acontecimientos quecondujeron a la emergencia de ciertas artes de la cultura, a la implementaciónde una mínima organización delcosmos, a la aparición de dos o tres propieda-des de la condición humana o a la adquisiciónpor medio de un animalo unaplanta de su aspecto definitivo.Por cierro, los mitos de esce últimotipo son losmás numerosos: constituyen los diferentes capítulosde una histo¡ia natural queretrata la diferenciaciónde las especies a partir de un estadio originariodondetodos los seres estaban dotados de lenguaje y de apariencia humana Si se las

detécnicasmásconcretas,comolosanent,lainterpretacióndelossueños'losencantamientos mágicos o el respeto de los rabúes'

Inútiicomosaberpráctico,lamitologíaserelatamásbienenPretéritoim-perfecto que en Pretérito indefinido'La

p^r^ n^d^ acabada y se hace sentir hast

.orrcé.rtri.r, en el agua calma: nadie ha

ondas que ésta ha causado son tan nítidas

¿ ,.rr . Los mitos achuar no responden a una duración lineal como Ia que

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todos los seres estaban dotados de lenguaje y de apariencia humana. Si se las

toma al pie de la letra, estas historias no forman un relato sistemático de lac¡eación cuyas peripecias se desarrollan en secuencias ordenadas a la manera delGénesis bíblico. La existencia de Ia mayoría de los seres y de las cosas es dadadesde toda la eternidad, y nadie aquí se pregunta si Colibríse ha convertidoenpájaro antes de que Ipiak se transformara en arbusto o si Sol ha subido al cielocuando los achuar ya existían. Estas acciones, desde ya, transcurren en un tiem-po diferente, una época borrosa donde las distinciones de apariencia y Ia topo-grafía del universo no estaban aún establecidas, pero en un tiempo todavíasuficientementepróximo del presente para que, tal como me pareció que elmito de Nunkui lo revelaba, los personajes que lo pueblan continúen intervi-niendo en la vida cotidiana. Los héroes de la mitología viven siempre junto a los

hombres, en la selva, bajo las aguas o en los huertos. En cuanto a las plantas y aIos animales, ¿cómo dudar de que sigan siendo personas pese a su nuevo avatatsi en ellos la comunicación no ha sido abolida?

La inmanencia de los seres míticos vuelve en gran parte innecesario el cono-cimientode la historias que narran sus hazañas. En este ámbito, el saber es

compartido de manera muy despareja; no porque constituya un tesoro esotéri-co reservado a algunos, sino que las circunstancias o Ias disposiciones persona-les así Io han decidido. Tukupiofrecióhace poco una bella ilustraciónde esto:

como su ostensible tradicionalismome había de.iado esperar una profusión de

mitos ricos y originales, cual no fuemi decepción cuando me confesó su igno-rancia. ¿Cómo hubiera podido yo aprender los ¡elatos del pasado, los yaunchuaujmatsarnu? , declaró con tono gruñón. Cuando era niño, mi familiaestaba

involucradaen guerras perpetuas; a la hora de la wayus, debíamos permanecerquietos en la casa para estar atentos a los enemigos. ¿No tenían mis padres otraspreocupaciones para tomarse el tiempo de contarnos los relatos del pasado?Tal laguna no tiene consecuencias. Los achuar son pragmáticos y el comercioque mantienen con los espíritus o los seres de 14 naturaleza no les Parece quedependa de un conocimiento de su génesis mítica, sino más bien del dominio

¿ ,experimenta nuestra conciencia subjetiva' cuyo testimonio nos es provistopor

.ii.rr.¡..i-iento,día tras día, de los seres y de las cosas' Tampoco inrroducen

,r.r, á*poralidadcíclica, aquel viejo sueño de un eterno relorno a los oríge-

^., O,r. .o*prrtí^nlos mayas y los estoicos' La idea según la cual sucesiones

idéniicas de acontecimientos pueden renovarse a intervalos regulares suPone

que se ha impuesto un orden al tiempo' una divisiónen períodos' ya que Ia

r'.p.ti.iónd.l p rrdo en el futuro es, como se sabe' una creencia particular de

io, pt.blo. *p .io., do' por Ia astronomía y-por

la ciencia calendaria' Ahora

bien, mis compañeros .,o h tt caso de la duración y de su cómputo; ellos

Iimitansu cronología al lapso de un año cuya recurrencia muy discreta se seña-

ia, a mediados de junio, tá'l 1 'p tición poco antes del alba de las Pléyades'

que permanecen ausentesdel horizonte no ses'

' Ño, el tiempo del mito estaría más bien tá en la física

contemporánea Por un camPo de gravitaci 'ra del espa-

.io.ti.mpo, en funciónde las densidades relativas de materia, engendra ritmos

dif.r..rte, del paso del tiempo según los Puntos de observación' de igual modo

losseresdelmitosedesplazanenunatemporalidadparalela,perosuficiente.mente elástica como pr.. qt en clertas ocasiones pueda coincidircon la nues-

tra. La comunicaciónestablecida con estos personajes a través de los sueños' de

las visiones o de los anent Presentaría, entonces' alguna analogía con la travesía

de Io que ciertos cosmólogot to ttrnporáneos llaman agujeros de gusano '

esosextrañostúnelesmatemáticosqueconectanregionesextremadamentedis-tantes del universo. El útmirloyunchu 'en el pasado ' con el que comienzantodoslosmitosyquedefineinclusosugéneronarrativo_..losrelatosdelpasa-do - no debe tomarse en sentido literal:no constituye la marca de Ia ruptura

entreelPresenteyunpasadofabuloso,sinoiaintroduccióndeunadistanciaentredos moádid des de existencia regidas por eícalas diferentes del tiempo. Nicon-

temporánea ni pasada, la mirología achuar no es un simulacro de conciencia

histórica.Talconcepcióndeldevenirvasindudaacontracorrientedenuestra

HISTORIASDE AfINIDAD

propia fascinaciónpor la historia, de la idea según la cua.l la temporalidad seconstruye sobre una distinciónabsoluta enrre Io que fue y lo que será, dado queel presente no existe para nosorros más que por la abolicióninexorabledelpasado de1 que procede, pasado de errores y de supersticiones, cuyo registro yreconstituciónestár a cargo de especialistas patenrados para mantenerlomejora la distancia, en Iaseguridad de Ia memoria colectiva. Esta idea del tiempocomo una flecha irreversibleno caracreriza propiamente más que al períodomoderno; derivaprobablemente delcorte que hemos instaurado hace algunossiglos entre el mundo de la nacu¡alezay delos objetos y el de los hombres, corte

CAMINO HACIAEL BAJO

cocia y se lo comía durante el dÍa. E¡amuy glotón.A fterza de ser comidos,estábamos por desaparecer completamente.Fue entonces cuando Pensamosen encontrat un medio para desembarazarnos de los ajaimp.Basilisco (sumpa)

estaba entonces furioso con Ajaimpy queria mararlo;en ese momento,estaba

aprendiendo a usar el tashimpiu (un arco musical que se toca con un arco).Basiliscoestaba extendido en el suelo y tocaba el tashimpiu:suniaa, suniaa,hacía sonar su instrumenro para atraer a Ajaimp. Ajaimpoyó esos sonidosmelodiosos y se sintiómuy contento. Se acercó a Basilisco."¿Qué haces? -preguntó-. Yo también quiero aprende¡." Entonces Basiliscole mostró:"To-

el arco y lo deslizas hacia ti así T Recuéscate y haz sonar stmiaa

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g ¡ y de os objetos y e de os o b es, corteque todos los pueblosanteriores nos habían ahorrado, así como se dispensabande Ia nociónde progreso de la cual es co¡olario.

La intemporalidadde los mitos achuar sufre una excepción con un conjuntode ¡elatos dedicados a las fechorías comeridas antaño por una raza de gigantescaníbales, Ios ajaimp, de los cuales los hombres, no sin dificultad,consiguierondesembarazarse. Únicos seres de la mitologíaque han desaparecido definitiva-mente de lafazde la tierra, Ios ajaimp son criaturas de los tiemposanriguos,pero cuya ¡ealidad estaría basada en resrimonios aún tangibles, puesto que losachuar Ies atribuyen la paternidad de las hachas de piedra pulidaque encuen-tran ocasionalmentecua¡do desbrozan sus huertos. Sin embargo, de creerenlos relatos de exploración de la preguerra, el uso común deestas "hachas de

ajaimp" se remonta entre los jíbaros a lo sumo hasta tres generaciones atrás: elinvencode una prehistoria fantástica se ha creado así al precio de un olvidodeesta historia más prosaica que rraman en orras partes los recuerdos de familia.

Hace algunas semanas en Capahuari, Naanch me había dado su versión del finde la era de ios ajaimp.

Antaño,existía gente como nosorros; su nombre era ajaimp. Eran muchosmás numerosos que nosotros. En el pasado, no éramos valientes; Ios ajaimpacostumbrabar, comernos. Los ajaimp habian encontrado una a¡rimaña:ha-cian huertos, como los nuestros, luego plantaban a¡bustos d,e zarza kurihrialrededor, y cuando alguienpasaba, quedaba arrapado en las espinas. Ajaimpiba regularmentepara ver si un animalhabía caído en la rrampa. Si era unhombre, Ajaimplo mataba y lo llevaba ensu bolsa para comérselo. Acrual-menre, nosotros también ponemos trampas en nuestros huertos para matar a

Ios pájaros y a los agutís. fuihacían los ajaimp.Ajaimpdecía: "Las za¡zaskurikriatraparon a alguienmás". Lo mataba con su lanza, le co¡taba [a cabezay lo traía a casa. Ajaimptenía una gran marmita;cuando mataba a alguien, lo

mas el arco y lo deslizas hacia ti, así. ¡Toma Recuéscate y haz sonar stmiaa,

¡uniaart también".Ajaimp hizocomo le decía Basilisco, perocon un movi-miento torpe de arco su panza estalló y mu¡ió.Así matamosal primerajaimp.Grtllo(tinkisbap)tambiénquería matar ajaimp.Grillodo¡mía en la ceniza ¡al despertarse, cantaba sbir¡bir.Un día, se le ocurriócambiar de apariencia.Se colocóen Ia ceniza oscura y, en poco tiempo,su caparazón se peló porcompleto; se vio entonces con hermosos atavíos, como una Persona. Otro día,G¡illohizo lo mismo. Ajaimp,que lo oía cantar, se acercó y le preguntóquéhacía. Grillole explicó a Ajaimpque él también podía cambiarde aparienciasi Io deseaba. Grillole aconsejó a Ajaimpque se envolvieraen hojas y se acos-tara en el hogar, luego ledijo:"Canta como yo, sasaasbip-sasaaship". Ajaimpcantó, sasaaship4asaaship, pero su caparazón se prendió fuego y perecióque-mado. Saimi¡i (tsere) también soñaba con matar a los ajaimp.Paseaba entrelos árboles cantando, krua-krua-hrua.En esa época, para escapar de los ajaimp,la gente rrepaba a los árboles, pero Ajaimpabatía los árboles con un hacha ylos mataba a todos. Un día que Ajaimpestaba abatiendo un á¡bolcerca de unrío para atrapar a la gente que se había refugiado ené1, Saimi¡ise acercó y leofreciósu ayuda: "Dametu hacha, abuelito, sé manejarla mejorque tú".Saimirigolpeóel á¡bol terriblemente, perohabía reemplazado el hacha de piedra durapor una piedra pómez.Los que se hallaban en el á¡bol estaban aterrorizadosyse decían ent¡e ellos: "Este tipo va a der¡ibarnuestro árbol";pero Saim.i¡i les

hacía señas de complicidadcon la mirada; susur¡aba:"¡No,no ¡No teman ".Ajaimpno veía nada de todo esto porque no sacaba la vista a la gente, rela-miéndose. A la vez que golpeaba el á¡bol con la piedra pómez,Saimiridecía:

'Abuelito,el tronco esrá bien cor¡ado, nova a ta¡dar en caerse." Luego, conun gesto vivaz,Saimiriarrojó elhacha de Ajaimpal río y exclemó'."iMaj.abuelito, elhacha se me escapó de las manos en el momento enque iba a

terminar; se cayó al río". "Lohas hecho a propósito-exclamóAjaimp-,¡bús-cala aho¡al" Saimirisimulaba intentar agarrar el hacha bajo el agua, pero enrealidad la empujaba cada vez más lejos, hasta hacerla caer en un profundoagujero dondevivíannumerosas anacondas. Ajaimpse dio cuenta de que ja-

HISTORIAS DE AF]NIDAD

más podría recuperar su hacha y estaba furioso con Saimiri. Al regresar al

árbol, Ajaimp vio que la gente había aprovechado para huir. Lleno de rabia,

Ajaimp estaba por matar a Saimiri, pero éste le dijo: 'Abuelito, puedes ven-garte de otra manera; mejor aplástame la verga'. Fue lo que hizo Ajaimp y la

verga de Saimiri quedó completamenre chata. Ot¡o día, Saimiri estaba co-

miendo frutos de caimiro, Ajaimp lo vio y le pidió. "¿Quieres más, abuelito?",dijo Saimiri. "He sembrado muchos caimitos allá, cerca del barranco; están

muy maduros. Mañana, si quieres, iremos con roda tu familia para recoger-

los " Al día siguiente fueron rodos Ajaimp con sus hijos Saimiri subía para

CAMINO HACIA EL BAJO

irreversibilidad del fin de los ajaimp: en este episodio excepcional, ia evocación

de acontecimientos originarios se borra detrás del cuadro de los últimos mo-mentos de una épocay el relato mítico se convierte brevemente en leyenda.

La mañana y^ está muy avanzada, pero ni Nayapi ni mis compañeros parecen

apurados por ocuparse de otra cosa, demasiados felices de conversar vaciando

razones de nijiamanch. Masurash es el único que no está en sintonía: recostado

sobre su peak, el yerno de Nayapi se queja de dolores de vientre y de un fuerte

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los. Al día siguiente, fueron rodos, Ajaimp con sus hijos. Saimiri subía para

buscar un fruto, luego volvía abajar para darle uno aAjaimp, luego subía otravez, y así sucesivamente. Pero como los Ajaimp eran muy glotones, se impa-

cientaban; querían abatir los caimitos para saciarse. Saimiri les dijo: "Si abati-mos los árboles, nunca más tendremos f¡uros; será mejor que rrepen ustedes

mismos para recogerlos". Aho¡a bien, Saimiri había hecho hendiduras en los

üoncos, y cuando todos los ajaimp subieron, los caimitos se abatie¡on en el

barranco bajo rodo su peso. Acercándose al precipicio, Saimiri griró: 'Abueli-to, ¿estás vivo?". Al no oír nada, decidió descender para confirmarlo, a la vez

que llamaba a los ajaimp. Cuando esruvo abajo, Saimiri se lamentó con ronoirónico: "¡Abuelito, abuelito No sabía que terminaría así, mi abuelito comíafrutos del caimito Si estuviera vivo, se burlaría de mí; .imita¡ía mis lamentosapachiru see, apachiru see." Al decir esto, Saimiri movía su verga bien erecta

como un perro agita el rabo. Los ajaimp se había golpeado el cráneo y su

cerebro estaba desparramado por rodas las rocas. Mienrras se seguía burlandode ellos, Saimiri sumergía su dedo en e[ cerebro y se lo chupaba. Por elloSaimiri tiene ahora un cerebro ran voluminoso. Fue así como se terminaronlos ajaimp.

A diferencia de otros mitos, éste da cuenta de una desaparición y no de una

transformación, ya que la muerte de los Ajaimp no viene acompañada por una

metamorfosis de los seres que han conrribuido con su astucia. Basilisco, Grilloo Saimi¡i están dotados, en efecto, de facultades compuestas; semejantes aún a

los hombres por el lenguaje y el dominio de las técnicas, ya pos€en las caracte-

rísticas de su especie: un canto particular para cada uno, Ia muda para el grillo,la impudicia para el saimiri. Esta mezcla de atributos es única en Ia mitologíajíbare,ya que la pérdida del uso de la pa.labra y la adquisición de un mensaje

sonoro estereotipado son propios de la mutación al estado animal cuyas cir-cunstancias habitualmente narran los mitos. Todo ocurre aquí como si la inde-

terminación de los demás personajes del mito y la imprecisión con la que se

sitúan en la escala temporal no.sirvieran más que para destacar mejor la

dolor de cebeze,justas retribuciones, a decir verdad, por el ruido nocturno que

nos ha infligido. Como su estado no mejora, terminamos ocupándonos de é1.

Masurash padece aparentemente hujamab, una indisposición causada por los

pensamientos burlones que dirige sobre uno el entorno y por el indefiniblesentimiento de vergüenza que provocan. La cura es administrada rápidamente:

de a uno tomamos lacabezede Masurash sobre nuestras rodillas y le escupimos

en la boca un trago ac¡e de jugo de tabaco verde que aspira de inmediato en los

senos nasales; Iuego, mientras un espeso moco verde que aspira enseguida le

-chorrea por Ia nariz, le soplamos encima de la cabeza repitiendo: " bujamah

*uajaí' , "curo el kujamak". Esta operación poco apetitosa debe se¡ repetida portodos los miembros de Ia casa, dado que el kujamak no puede tratarse eficaz-

mente más que por aquel o aquella que lo ha causadoa

pesarde

sí. Viendo elentusiasmo con el que cada uno lo ejecuta, sospecho que todos los presentes

debieron bu¡larse esa noche, en su fue¡o interior, de la exhibición de vi¡ilidaddel joven fanfarrón.

XV. A CADA CUAI LO QUE SE DEBE

Esrn v¡ñaNa ES uNA DE LA MUJEREs oE, Nlvert la que se siente mal. Makatu sufre

de un dolor agudo en la ardculación de la espalda, identificada como tampunclt,

una enfermedad cuyo origen parece tan exc¡año como el del kujamak, del que

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ayer Masurash fue blanco. Hay riesgo de pescarse el tampunch cuando uno se

sirve de un objeto prestado o regalado; en el caso de Makatu, el agente

inc¡iminado es un machete que Tseremp le obsequió a su regreso y que ella ha

utilizado ayer en el huerto. El tampunch debe ser sanado por la persona que es

involuntariamente responsable y lo porta en estado latente, ya que se lo ha

contagiado con anterioridad en condiciones idénticas, aunque no necesaria-

mente con el mismo objeto. Cadavez que se instala en un nuevo portado¡ el

tampunch vuelve a se¡ virulento; el que lo ha transmitido debe entonces apla-

carlo,ya que su cuerpo es el medio familiar donde el dolor estaba antes dormi-do. Es Io que hace Tiseremp al soplar sobre la espalda de Makaru y al frotarlaIigeramente luego con una ortiga, antes de masajearla con las dos manos bajo la

vigilancia atenta de Nayapi. El tampunch se transmire por conracro como en eljuego de la mancha, y expresa bastante bien, en un registro físico, el carácterinextinguible de los compromisos que derivan de una deuda, incluso irrisoria.Sea quien fuere el que lo ha prestado o regalado, el objero causanre del malsuscita en el beneficiario una obligación moral que jamás podrá ser borrada porla devolución: antes que constituir la compensación, un sufrimiento pasajero

subraya esta insolvencia de principio.El kujamak y el tampunch son parce de un conjunro más vasto de desór-

denes orgánicos llamados iniaptin y provocados forruitamen¡e por la acciónde un miembro del entorno de la víctima, que desde ese momenro debe repa-¡arlo. Es también el caso de los cabellos de serpiente , jintiash napiri,

qrese

manifiestan por medio de una fuerte fiebre, pero cuya etiología y rraramienroson muy semejantes a los del kujamak. La incidencia de escos problemas pa-rece crecer durante los viajes -nuestra reciente estadía en Sasaima esruvo sal-picada de ellos-, sin duda porque la tensión engendrada por excursiones en

las que cada uno teme por su seguridad encuenrra en estas agresiones benig-nas una efusión cómoda.

)10

EI comportamiento de alguien próximo puede ser el origen involuntario del

de bilitamiento de un lactante. Se cree que cuando un hombre toma una setun-da esposa mientras la primera amamanta todavía a su bebé, ésta verá su leche

enrarecerse o cortarse, afectando de este modo la salud del niño. Designado porla expresión su mujer se agota , nulae pimpiruaz, esre efecro desafortunado de la

lubricidad masculina remite probablemente a un principio de la mecánica de

los humores al cual adhieren muchos pueblos y que sostiene que la lactancia de las

mujeres depende de la cantidad de esperma que ellas reciben. Dado que la

A CADA CUAL LO QUE SE DEBE

brasas ardienres sin quejarse y las pasa luego a lo largo del cuerpo del enfermo

antes de recorrerlo con un tizón' En cuanto al tapimiury al pajum' atañen en

aparietciaa otra categoría etiológica, conocida en toda la América indígena e'

ii.l,rro, en Europa: Ia del pavor súbiro ; la fuente del mal es aquí idéntica a la

Jel.toplido y el método de curación se funda también en Ia reunión de prin-

cipios opuestos. lJn niño se pesca ei pajum cuando experimenta un gran temor'

po, lo g..r.. i luego de una breve visión aterradora que sólo él ha tenido, en

'r^r¿n i.su imperfecta separación respecto de un medio ambiente donde vagan

d toda clase aunque invisibles para los otlos en tiem-

HISTORIAS DE AFINIDAD

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fisiología de la reproducción pone límites aI ejercicio de la virilidad, el remedio

se dirige más a paliar el resultado que a prevenir la causa: el padre debe chuparIos puños del lactante con la boca llena de jugo de tabaco verde.

Cualquiera que sea su modo de preparación, el tabaco está dotado de toda

clase de propiedades extraordinarias para los achua¡. La exhalación de humosobre las partes enfermas, las refresca y las anestesia, al mismo tiempo que sirve

de vehículo a sustancias o a principios inmateriales rransferidos del paliativo al

paciente; un papel idéntico juega como infusión, pues el jugo de tabaco formauna especie de caparazón invisible que protege temporalmente de agresiones

exteriores Ia región del cuerpo donde es aplicada; ingerido como bolitas, fun-ciona a la manera de un imán interno que permite aspirar y neutralizar ciertos

males; bajo todas sus formas, en fin, favorece la agudeza de los sentidos y desa-rrolla Ia lucidez. Al soplar el jugo de tabaco sobre su hijo, el padre le transmite

un poco de su energía vital allí donde tiene más chance de fortificarla, ya que

los puños son a la vez articulaciones frágiles:puntos de debilidad en un cuerpo

al borde de desfallecer- y el asiento del pulso, es decir, el sitio por excelencia

donde la separación entre el interior y el exterior del organismo es abolido y el

pasaje del uno aI otro se vuelve posible.

Para explicar el origen de una serie de problemas graves que afectan a los

niños, Ios achuar invocan esta vez la influencia accidental, no de un ser huma-

no, sino de un espíritu. Se supone que los niios son vulnerables porque sus

límites corporales aún no son muy fijos, dado que su estado de inacabamiento

los hace, de alguna manera, permeables a todas las incidencias de su entorno.Esto es lo que pasa con el soplido , nasema¡ un enfriamiento causado por el

contacro con la sombra helada de un muerto y que se manifiesta sobre todo pormedio de diarreas claras. El tratamiento, tal eomo he podido observar en

Capahuari y Sasaima, se basa en la receta rillada pero espectacular de la anula-

ción de los contrarios, ya que para eliminar el frío se recurre a la aplicación de

algo caliente. La persona que Ia ejecuta se frota las manos repetidas veces con

enridades monstruosas de toda clase, aunque invisibles para los otlos en tiem

pos normales. De naturaleza casi material, ia imagen

,,.grtiro fotográfico y Provoca una fuerte fiebre que s

recer refrescando su cuerPo con el hu ro del tabaco'

debe invertir incluso el sentido del cigarrillo, colocando la punta incandescente

en el interior de su boca para separar la fuente ab¡asadora del refresco buscado.

El tapimiuA qr¡e se cura de manera idéntica, resulta también de una aparición

.o.rrid.r d esPantosa Para los niños muy pequeños, que son los únicos en

renerla y q,r. J mismo tiempo son incaPaces de comprender su naturaleza; se

.. ,, d.i ,l*, d. un difunto o de un moribundo, entrevisto en las cercanías de

una sepukura recienre o posado al borde del lecho de muerre. como el wakan

,brndo.r* el cuerpo tiempo antes de la muerte clínica, vaga Por la casa y luego

en los alrededores de la tumba, anres de desaparecer en un ciclo de metamorfo-

sis. La visión suscita una sensación de opresión que se traduce en serias dificul-

tades respiratorias.

Más lr ve aun es la posesión delibe¡ada de un niño por el wakan de un

muerro, suerte de contagio espiritual llamada imimketin. EI wakan de los achuar

se corresponde bastante bien con lo que la filosofia occidental y la teología

cristiana llaman alma; es un componente de la persona, dotado de una existen-

cia propia y suscepdble de separarse de su soporte, temPoralmente durante los

,,r.ño, y los transes visionarios o definitivamente durante la decrepitud física,

la enfermedad o la destrucción de las funciones vitales que extin8uen todo de-

seo de vivir. Así como alguien que duerme se mantiene en un estadovegetativo

cuando su wakan emprende viajes nocturnos, el organismo de quien agoniza

sigue un tiempo su rura cuando sus facultades conscientes Io han abandonado.

L -rr.rt. no es padecida, sino que resulta de alguna manera de una decisión

voluntaria del wakan de dejar fuera de uso los restos donde se había establecido

poco después de la concepción del fe¡o. Esta separación está Para él cargada de

ao.rra.rr..r.i s. En efecto, el wakan mantiene con el cuerpo una relación en

)z) HISTOzuASDE AFINIDAD

espejo, como dan testimoniolos significados del términoen orros conrexrosdonde puede designar la sombra proyectada' o el reflejoen el agua . Indisociablepor naturaleza de lo que represenra, el alma es menos un doble o una copia queun reverso o una proyección, por cierco susceptible de distanciarse, llegada Iaocasión, del cuerpo cuya conciencia forma, pe¡o que pierde su razón de ser ytodo acceso a la vida de los sentidos cuando es separada para siempre de laperso'ra que habitaba. Por eso, Ios mue¡tos son eternos insatisfechos; ciegos ymudos, hambriencosy sedientos, sexualmente frustrados, conservan como una-huella las pulsiones de una sensibilidad que ya no rienen los medios de saciar.un niÁopequeño es para ellos una ganga: su permeabilidad a las influencias del

A CADA CUAL LOQUE SE DEBE

mucho, es porque, en esta afección como en la mayoría de los desa¡reglos delcuerpo y del espíritu,hay que designar un responsable, por improbableque sea.

Prácricamente, mis compañeros no conciben que haya causas natu¡ales delmal y el infortunio,los cuales hacen depender de acciones involuntariaso deli-beradas de ocros. Este determinismometiculosamente codificado les evita agre-gar un tormentomo¡alsob¡e sus dolores físicos, ya que los protege tanto delsenrido de la culpa, inculcadopor las religiones de la salvación, como delsend-miento de injusticia,experimentado por espíritus más laicos cuando son toca-dos de manera inexplicable porla enfermedad.

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un niÁopequeño es para ellos una ganga: su permeabilidad a las influencias del

entorno y el inacabamientode su wakan lo vuelvenun receptáculo soñado,donde el alma de los difuntosrecientes puede volvera enconrrar una ventana almundo. La cohabiración de dos wakan tiene efectos dramáticos sobre la saluddei poseído, que es por completo ab¡asado por la fiebrey sucumbe pronto si noes tratado. Es necesario untarlo de ceniza tibia,quizá para reforzarcon un se-gundo revestimiento una envolturacorporalmuyporosa; pero la cura no siem-pre es efectivay repetidas veces, mienrras relevaba la genealogía de una familia,me enteré de niños que habían muerro así.

Los espíritusson responsables de muchos ot¡os males cuyo modo de trans-misiónestá a menudo rodeado de miste¡io.El caso de panhies ejemplar. pese asu rareza relativa,las anacondas ate¡¡orizana los achuar por múltiplesrazones,en particularporque se las acusa de ser la causa de la enfermedad que ileva sunombre, panki,pero cuyo mecanismo de propagación nadie me ha explicado;es culpa de panki, eso es todo. Estos grandes reptiles tienen un esratus ambiguodentro de la especie animal, ya que sirven de auxilia¡esa los chamanes y no sesabe qué son en realidad: anaconda verdadera, espíritu disfrazado o acaso en-ca¡nación pasajera del wakan de su amo. La única cosa que se sabe con seguri-dad de ellos es que son maléficos.concrariamente a los problemas precedentes,cuya idenrificacióny rerapia reposan sobre fo¡mas de contagio definidas demanera iiteral,si no siempre plausible, el origen de panki es ampliamenteme-tafó¡ico. Los síntomas, más que las causas, apunran hacia la anaconda; panki se

manifiesta en hinchazones, ya del estómago, ya de las arciculaciones,que pre-sentan analogía evidente con el vientredistendido de la serpiente al digerirsupresa. En consecuencia, el tratamiento ignora toda ¡eferencia aJ agente presu-mible del mal para acorarse aI dominiode las ¡ecetas probadas: emplastos dehojas de mandioca y es.rramonio, f¡icciones de pimienroy, ererna panacea, jugode tabaco. si la anaconda jrcga aquí el papel de villanosin que nadie se lo crea

Luego de algunas ho¡as sin que eldolorde Makatuse atenúe, Nayapi piensaahora que el diagnóstico iniciales erróneo y que su mujerpadece en realidad deun mnchi, un sortilegiochamánico. Nuestro mismoanfitriónes un tanto chamán,io suficiente, según sus dichos, para ver el aura coloreada que envuelve a suscompaíeros cuando se encuentra bajo la influenciadel natem; intenta entonceschupar los tsentsak, las flechillasmágicas alojadas en la espalda de Makatu,no sinhaber absorbido antes una copa llena de jugo de tabaco por la na¡iz.El asunro es

eficazmente conducido,aunque sin gran convicción;Nayapi sabe muy bienquele da la tallapara enfrentarse a un tunchialgo cenaz. Su cambio de opinión ilustrala elasticidad de la clasificación de losdesórdenes orgánicos y el pragmatismo

que la gobierna. Misinrerlocutores distinguensin dudas dos grandes categoríasde males: los tunchi,provocados y sanados por los chamanes, y los sunhur, es

decir, todo el resto. No obstante, la diferenciadepende del contexroy no abarcaen ningún caso una disdnciónmarcada entre brujeríi'y enfermedad . De he-cho, la mayoríade los sunkur resultan, en últimainstancia,de las a¡timañas de unhombre o de un espíritu y, como los tunchi,pueden ser remitidosa una causaexterna; sobre todo, cualquier sunkur que no cede rápidamenre al traramientoapropiado es reinterpretado como un tunchi.Los achuar buscan ¡esultados in-mediatos y no admiten que un remedio pueda tener un efecto diferido. Unejem-plo similaral de Makatu me fue provisro enCapahuari, donde una muchachaque se había arañado el párpado con una rama había sido declarada vÍcrimade untunchi porque su ojo estaba aún un poco rojo al día siguientea pesar de la com-presa que le habían aplicado.No son los síntomas losque permiten reconocereltunchi,sino más bien su ¡esisrencia a las récnicas no chamánicas de curación, auncuando su origen accidental esté probado.

Sin embargo,Ias plantas medicinalesno faltan y el conocimientode suspropiedades escá bastante equitativamentereparrido.Como ernólogo concien-

zudo, he establecido una lisca de las simples y de sus usos, procurando identifi-car en cada caso su filiación botánica. A esta altura de mi inventario, sé que la

farmacopea achuar comporta al menos una treintena de especies. Una docena

son cultivadas o aclimatadas en los huertos y responden a las necesidades más

corrientes. Asimismo se encuentran allí muchas plantas exóticas, tales como el

jengibre, recientemente obtenido de los shuar y muy en boga para los dolo¡es

de estómago, así como también las variedades comunes ent¡e la mayoría de los

pueblos de Ia precordillera: los inevitables piripiri, esos súchiles cuyas raíces yh l d t l d d d i l di t í I di

A CADA CUAL LO QUE SE DEBE 235

La relariva indiferencia de los achuar fesPecto de sus remedios vegetales -en

I.IISTORIAS DE Af INIDAD

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hojas son empleadas contra las mordeduras de serpiente, la disentería, Ia diarrea

de los lactantes o como reconstituyente de las parturientas; diferentes especies de

gramíneas llam adas chirichiri, utilizados como cataplasma o como infusión contra

el dolor de cabezao las infecciones intestinales; dos plantas de la familia de los

amarantos, hantse para las hinchazon es y pirisuh para aclararse la garganta; sesa,

una malva considerada eficaz como vermífuga; yapaipa, una hierba para com-

bati¡ la gripe y los dolores de estómago; la ortiga vulgar, con Ia cual la flagela-

ción es soberana contra los dolores musculares y los reumatismos; sin contar las

plantas polivalentes, como el estramonio (de hecho, varias especies de Daturayde Bragmansra), habitualmente consumido por sus propiedades alucinógenas,

pero que se Io ingiere también para curar las heridas infectadas y la gangrena o

que se friccionan sobre Ia piel para reabsorber los moretones, oel

genipaque,

además de su función cosmética, sirve corrientemente de astringente para lim-piar las llagas. La selva es todavía más rica: hojas, corteza, tallos, raíces, resina,

lárcxy frutos de una veintena de especies pueden ser aprovechadas como coc-

ción, compresa, emplasto o loción para cutar los males más diversos, el paludis-

mo, Ias aftas, los parásitos y las úlceras tropicales, así como las mordeduras de

serpiente, Ia bronquitis, las hemorragias uterinas o el pian. En síntesis, un teso-

ro de remedios vegetales, cuyos análisis farmacológicos revelarían sin ninguna

duda las virtudes curativas, pero que raramente he visto utilizar por mis arifi-

rriones en lo cotidiano. Su saber en la materia es más bien teórico y reñido de

escepticismo: cada cual sabrá describirme los tsuah ( remedios ) m:is corrientes,

sin pretender, sin embargo, hacer un uso regular ni tener una fe excesiva en su

eficacia terapéutica. Los achuar tienen, por lo demás, la misma actitud frente a

los tsuak que nosotros traemos: nos los piden constantemente, pero más por la

atracción de la novedad que por real convicción de sus efectos benéficos, y esto

a pesar de las curaciones espectaculares que hemos obtenido con dosis ínfimas

de antibiótico o incluso de aspirina. En realidad, el único tsuak que emplean

con constancia para cualquier afección es el tabaco.

das entonces como derivadas más bien de una clase particular de tunchi que

afecta sobre la superficie de los cuerpos y que Plovoca .-a semejanza de afeccio-

nes más graves pero menos comunes, tales como la leishmaniasis o Ia lepra-

,r.r v riá d inferior de chamanes, los chamanes con baba' (maen uwisbin)-

Es de una frontera definida entre sunkur y tunchi

prove terapéutica parece derivada en grados diversos

del m lo que todo el mundo me ha dicho, esto se basa

en un mecanismo muy simple: un chamán actúa a distancia por medio de pro-

intención malévola, una enfermedad es siempre imputable, en un momento u

otro de su evolución, a Ia acción de un individuo claramente diferenciado; debe

ser tratado, enronces, ya por el responsable de su desencadenamiento, ya por

una persona que presenra con ésre alguna afinidad adquirida o ya Por alguien lo

suficienremente extranjero Para sef percibido como más alejado del paciente

que la fuente presumible de sus sufrimientos'

Nadade todo esto me ha sido contado en estos términos por los hombres y

Ias mujeres con los que comparro la existencia. Después de haberlos agobiado

de demandas de explicación en nuestro f¡enesí de saber durante los primeros

meses, terminamos por comprender que aprenderíamos más escuchando sus

conversaciones coridianas que interrogándolos a propósito de todo. Pese a mis

precauciones, las preguntas que hago corren el riesgo de orientar a partir de su

formrrla.ión, o simplemente a causa de la ignoracia que traducen, Ia naturaleza

HISTORIASDE AFINIDAD

de las respuesras que me van a brindar. un ejemplo humillante me hizo da¡mecuenta del problema.Tras haber observado duranre las primeras semanas denuesrra estadía en Capahuari una gran línea en ztgzaggrabada a fuego sob¡e lapiragua de Pinchu, le pregunté si era la imagen de una anaconda. Mipreguntano era infundada, dado que la anaconda con frecuencia es represenrada en laAItaAmazoniacon una línea quebrada, mientras que muchos miros de la ¡e-gión hacen de esta serpiente una metáfora de la piragua; acepté con satisfacciónel sí Iacónicode Pinchu y consigné la informaciónen mi diario.Hace unriempo pude medir hasta qué punto estaba equivocado.En la iconografíaachuar-sobre las a.lfarerías o los brazaleres rejidos, por ejemplo,o en el juego de cor-

A CADACUALLO QUE SE DEBE

Hemos señalado que nadie en Capahuari se curaba a sí mismo, ni siquiera

Mukuimp,el chamá¡: era siempre un hombre o una mujer de otra familia quien

administraba el tsuak, o más comúnmente el t¡atamiento con tabaco en los seres

humanos y en los perros. Adem:ís era evidente que ciertas Personas eran más

solicitadas que otras, dado que se les atribuían talentos particularespara sanar tal

o cual afección; Ios buenos oficiosde Naanch y de Tsukanka e¡an requeridospara

curar el pajum, mientras que los de'§l'ajari lo eran para el panki.Aun cuando no

eran chamanes, habían adqqiridosu poder de otro curandero completamente

especializado. La distanciadeb a primera cosa

q r r l pidióaTaish cuando aTárir fue que

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sobre j , por ejemplo,o en el juego de cor

del-, el zigzag represenra a la constelación de orión, es decir, dos líneas verrica-les y una diagonal que unen todas las estrellas del grupo, ya que el dibujoesextensible a voluntadmediante la suma del mismomorivo.En cuanro a larelaciónpoco evidenreque podría existi¡e nt¡e orión y una piragua, su clave esproporcionadapor un mito.Éste relata cómo un grupo de huérfanos, los Musach,tras escaparse en una balsa de la casa de su padrasrro, acaban por llegar al sitiodonde el río se une con la bóveda celeste y empiezan a ascender; los Musach setransforman en las Pléyades y su balsa en Orión.El periploacuático recomienza,sin embargo, cada año, cuando, hacia mediados de abril, las pléyades desapare-cen del horizonteoccidentai y se abisman ¡ío arriba sobre su balsa orión,parateaparecer hacia el oriente en el transcurso del mes de junio,aI

términode sudescenso hacia la nacienre de las aguas. ¿cómo explicarlea un extranjero obtu-so, que además aperas habla la lengua de uno, estas conexiones suriles de lasque ni siquiera uno mismo es muy consciente? Pinchu habrá preferidoasenrir ami pregunta y yo se lo perdono.

como todo trabajo intuitivo,la interpretación etnológica deriva de unamultitudde pequeias observaciones acumuladas en la memoriay que llevan auna existencia ociosa hasta el día en que un hecho nuevo, pero necesariamenteespectacula¡ permite a algunos de ellos obtener una masa crítica;un o¡den sedelinea de prontosin que se lo haya buscado, iluminandocon su evidenciaretrospectiva una parre del fárrago recopiladohasra enronces. Es ciertoquetrabajar en rándem to¡na más fiícilel proceso de investigación,ya que Annech¡istiney yocomparamos constantemenre nuestras impresiones y dudas, ypodemos, Ilegado el momenro,ponei a prueba la ve¡osimilitudde nuesr¡a exé-gesis. Así,y no gracias a las eÍposiciones sistemáticas de un informantede pri-mera calidad, es cómo se ha formadoen mí una idea un poco genera-l del modocomo los achuar conciben laenfermedad.

q,r. r. l. pidióaTaish q

.ipr..,di.r una cura de paju mismo hechose produjo,aunque esra vez para el panki,con Antikiu,un hombre del Kurientza

que había pasado una temporada en casa de Titiar.Nuestroviqe asasaima precisó estas impresiones confusas. La gente de la

región les pedía sin cesar a Tisukanka y a'§l'ajari queintervinieranpara curar los

sunkur más diversosy repetidas veces insistieronPara que yo asistie¡a. Mukuimp,por su lado, se ocupaba de los tunchideclarados, ya que no hay ningún chamán

en sasaima. Además pude asisdr a la transmisióndel poderde curar el pajum,concedida por Tsukanka a Tirinkias,joven yerno de Picham, a cambio de dos

gallinas. Nada más decepcionante por lo demás, aunque típicode todos esos

pequeñosrituales expeditivosque hacen el pan cotidianode Ia etnología: mien-

tras que Tirinkias,sentado a sus pies, le tendía sus manos, Tsukanka dispusodiez bolirasde tabaco seco -ocho pequeñas en las junturasde los dedos y dos

grandes sobre las palmas- y luego, tomándolas una a una, las metió en la boca

del joven, que se las tragó; después de pasar las manos sobre las de Tsunkaka,Tirinkiasse friccionóenseguida los brazos y finalmentehizosonar cada uno de

los dedos del viejotirandode Ias falanges. Comentario malhumo¡adode

Tsukanka: El tabaco bebe el pajum cuando se ba¡re con las manos . ¡Se com-prenderá por qué me abstengo, en general, de pedir explicacioneslMukuimpagregó que se procede así duranre la iniciaciónde un chamán, a veces con pi-miento en lugarde tabaco.

Las curas que observamos apelan en grados diversos a esas técnicas que lla-marnos mágicas a falta de mejor nombre y que están lejos de ser patrimonioexclusivode los chamanes: barrer (japirtin)para disipar o paliarla enferme-dad, soplar (umpuntrutin)el aire o el tabaco sobre el cuerPo del paciente o

sobre un líquidoque él deberá ingerir, chupar (mubuntratin) la parte queduele para exrraer el mal o transmirirsu fuerza, recitar fórmulasestereotipadas,

A CADA CUAL LO QUE SE DEBEI{ISTORIAS )EAFINIDAD

erc. Los tsuak más comunes, incluidos ent¡e ellos los que provienen de nuestro

botiquín, no pueden ser entregados sin tomar precauc.iones... Quien los recibe,

pero también y sobre todo quien los administra deben esrar en ayunas y obser-

var la dieta por algún tiempo, incluso plegarse a los tabúes alimentarios propios

de cada enfermedad. No hay nada ve¡daderamente depurativo en estas pres-

cripciones: la creencia en la eficacia de una terapia no depende ranto de las

propiedades inherentes al remedio como de las cualidades de quien lo adminis-:uay de las condiciones en las cuales se desarrolla la escena. En síntesis, luego de

aprender la lección mientras observaba a Nayapi babear jugo de tabaco sobre la

aiaria hasta no hace mucho tiempo en

resencia de anofeles y la dei paludismo

an atentos del reino naturai' Lo que los

defecto de atención que la imposibi-

dable, pero sin motivaciones ProPlas'

an vasta; el contagio derivado de una

na filosofía que atribuye a los hombres

racias.

-rubéola, varicela, tos ferina o gripe-

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aprender la lección mientras obse vaba Nayapi babear j g de tabaco sobre la

espalda de su esposa, casi todas las enfermedades son sortilegios en potencia ydeben ser curados como tales. Los tratamientos por medio de las plantas sim-

ples no son más que paliativos dentro de esta medicina, más a gusto con los

procedimientos psicosomáticos que con las recetas del herbo¡ista.

Las epidemias mismas no son indemnes a las influencias maléficas. Por cier-

ro, se acepta con naturalidad que un chamán dificilmente pueda afectar a una

multitud de personas sólo con sus tsentsak: necesitaría demasiados. Esclareci-

dos por un gran número de experiencias dramáticas, mis compaíeros admitenpor orro lado el principio del contagio, dándole a veces en su totalidad vectores

sorprendentes. Desde ayer, por ejemplo, Tiseremp y Tarir no dejan de recrimi-narme por los peligros que les hice correr al llevarlos a una región infestada de

chuhucb, como llaman ellos al paludismo. Hemos tomado, sin embargo, las

precauciones usuales y les he de dado una dosis de nivaquina normal. Pero la

idea de un tratamiento preventivo les parece absurda y se sienten inermes frente

a una enfermedad que saben incurable, ya que han podido constatar que, si los

chuhucb ttuah-los suyos como los de los blancos- pueden curar una crisis de

fiebre, no impiden su recurrencia. Según ellos, antes no había chukuch en la

región del bajo Kapawi y fue un achuar proveniente de Perú el que lo trajo al

Chirta, un afluente del Huasaga a cinco o seis días de marcha desde aquí; al ir a

visitar a un amik junto al Chirta, Kamijiu Io llevó consigo a la ribera del

Ishpinkiu, de allí se trasladó hasta un poco río abajo de donde nos encontramos

por medio de'§Tinchikiut en cuya casa se lo pescó Nayapi. La genealogía es

impecable y los agentes humanos están bien identificados, pero allí se detiene

roda analogía. Mi mención de los mosquitos es recibida con una risotada gene-

ral. Los kirinku tienen verdaderamente una imaginación fértil: todos saben que

el chukuch es transmitido por medio de la alimentación, especialmente la chi-

cha de mandi oca,Id. caia de azúcar y los frutos cultivados. La interpretación de

mis anfitriones no es más improbable que esas vagas emanaciones mefíticas que

tambiénseconsideraquesontlansmitidasalcomPaftira]imentos.LanoticiaseJlron¿. ,.tormente desde que un caso se declara y rodas las visitas son enronces

suspendidas, aunque, gút'tl testimonio de los achuar' el reagrupamiento del

;;ú;r, .r, l ald. .',,.iá inevitable el contagio' Tal es el argumento principal

i para no imitar el ejemplo de Ia gente de

sunkur, la enfermedad roja ) desapare-

dad absoluta') causa grandes estraSos'

ca, quizás, que se le atribuya a veces su

desencadenamienro a Ia acción de un chamán. Eso es lo que deduzco de una

historiaqueTarirmecontóPocoantesdellegaralodeTaish,mientraspasába.mos delante de un rerreno

úr.rdo.r do

muy anriguo al borde del Kapawi. Siete

uochoañosatrás,varioshomb¡esquevivenactualmenteenCapahuaricons-truyeron su casa en ese sitio' Ahora bien' no lejos de allí vivía un poderoso

.h -á.quechua,llamadoMukuchiwa,quevioconinquietudestaconcurren.

.ir r.p..rtir,. robre su coto d'e caza' Envió una anaconda invisible a instalarse en

1 , o.illas del pequeño poblado y contaminar a los recién llegados con una gripe

implacable, con la finalidad de hacerlos huir

otro chamán quechua de formidable rePutac

cazó enel curso de un trance memorable' La

Por un súbito descenso de las aguas del río, no resolvió nada; la gripe estaba

m.,ybi..,esrablecidaylossobrevivientesescaParonrápidamentesindarsetiempo

p r ..,,.rr ralosmuertos'Poresteartificiooriginal'lacreenciaenelpoderi.tfi.rito de ios chamanes y Ia especificidad del modo de propagación de las

epidemias se encuentran reconciliados'

Algunos sunkur considerados contagiosos escaPan totalmente a Ia grilla de

-i -o=d.rto saber médico. Tal es el caso muy común del blanqueo (putsumar)'

una especie de anemia que afecta a pequeños y grandes y sobre el que se sostiene

con firmeza qu. ,. prop ga a la velocidad de Ia iuz, o el de la carcoma (mamu),

240 H]STORIAS DE AIINII]AD A CADA CUAL LO QUE SE DEBE 24r

cubren todo el bajo Kapawi y puede cootar; si lo necesita, con un respaldoapreciable en un conflicto. El rrueque no es más que un prerexro paragranjear-se su apoyo tejiendo lazos de obligaciones muruas donde el detalle de las cosasintercambiadas imporra muy poco. Tesrimonio de ello, por ejemplo, es el inrer-cambio rápidamente operado en las posiciones de parenresco de unos y de orros.Puesto que todos los achuar son idealmente parientes, los hombres de la misma

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afinidad simbólica, es decir, fundada sobre compromisos recíprocos de asisten-cia idénticos a los que unen a los parientes próximos po. a]ianz . La propuestafue aceptada por Nayapi, que respondió de la misma manera, preludio quizás alestablecimiento de un lazo amik que vendrá a formalizar de manera más esrric-ta el acuerdo proyectado.

mane¡a aparentemente espontánea, ya que es muy raro escuchar formular un

pronto de las obligaciones derivadas de una deuda ¡ en consecuencia, el recha_

bien que él codicia -un fusil, por ejempro, o una piragua-, hará saber a rodosque su vida se halla expuesra porque no tiene fusil o que esrá condenado a lainacción porque no dispone de una piragua, noticia que llegará pronro a oídos

HISTORIAS DEAFINIDAD

de la parte concernida. La transferencia podrá ocurrir, enronces, en el curso de

una visica aparentemente fortui¡a y sin que haya mediado un pedido expreso.

La rxeza de los bienes intercambiados, las diferencias de estarus enrre los

acreedores y el complejo entrecruzamiento de las deudas rornan el tráfico de

dones y contradones más complejo de lo que que parece, forzando a cada uno a

efectuar elecciones entre obligaciones contradictorias. Las t¡ansacciones recien-tes de Tseremp proporcionan una bella ilustración. Hace un tiempo, Tiseremp

recibió del padre de su mujer, Tsukanka, un fusil con varilla que había obtenidode su amik Vashikta durante nuestra estancia común en Sasaima. Tisukanka le

A CADA CUAL LO QUE SE DEBE

individuos cuyo apoyo descuenta, más cerca con su cuñado Titiar y más lejos

con su nuevo aliado Nayapi. Por cierto, Tlukanka vuelve a encontrarse mo-

menráneamenre endeudado yTseremp es de nuevo su deudor; no es muy grave,

pues un yerno está de todos modos etelnamente en deuda fesPecto de su cuña-

do po, ia mujer que ha recibido en matrimonio

Sin duda habría sido más f,ícil Para todo el mundo transferir la deuda y que

Tseremp o Nayapi reintegraran di¡ectamente a W.ashikta, Puesto que uno y

otro lo conocen. Pero nada se¡ía más extraño a la filosofía achuar de intercam-

bio que tal compra de créditos. A diferencia de1 capiralismo mercanril, donde el

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hizo saber aTseremp que necesitaba un buen perro de caza,ya que \fashiktahabía formulado indirectamente ese deseo. Antes de embarcarse con nosorros

para la expedición al bajo Kapawi, Tseremp contaba con obstener ese perro de

Nayapi; se lo habría dado enseguida a Tisukanka, quien, a su vez, se lo hab¡íadado a su amik W ashikta en compensación por el fusil. Nayapi esraba endeuda-

do con Tlseremp porque este último Ie había hecho conseguir ese mismo fusilpor intermedio de Taish con el fin de saldar una deuda que databa de va¡iosaños y muy probablemente también para preparar el terreno de una fururaalianza a sellar durante nuestro paso. Sin embargo, el asunto se complicó por-que Teremp acariciaba la esperanza de ser contratado como mano de obra al

fin de nuestro viaje por una compañía petrolera que realizaba prospecciones al no¡tede Montalvo; así, no podría hacer traer el perro a Capahuari antes de muchotiempo. Para resolver el problema, Tberemp le dio a Gukanka una radio que

había recibido de su amik Titiar, el marido de su hermana, Ia cual a su vez lahabía obtenido de un amik shuar que se Ia había comprado a un misionero

evangelista. Tsukanka, que no tenía ningún interés en una radio, pues lo que su

amik\flashikta deseaba era un perro, Ie sugirió entonces a Tseremp recuperar la

radio, venderla en el campamento petrolero y enviarle el dinero por avioneta a

un amik shuar de Tsukanka; este último compraría el perro entre los shuar yTsukanka iría a buscarlo. Esa admirable combinación se desmoronó ayer por la

mañana, cuando Tseremp le dio la radio a Nayapi. Tiseremp codiciaba, en efec-

to, una gran piragua que Nayapi está terminando de const¡uir; regresará a bus-carla en unos meses, la ¡raerá a Capahuari y se la obsequia¡á a Titia¡ en contra-parte de la radio. En vano se buscará una racionalidad económica o una moti-vación mercantil en ese ballet que hace que dos a¡tículos de pacotilla pasen de

mano en mano a lo largo de interminables senderos y de ríos crecidos. Ningunaganancia material es previsible al final, en todo senrido provisorio, de la cadena

de transacciones, pero Tseremp, al hacer esto, habrá reforzado los lazos con

q

movimienro de objetos engendra Iazos contractuales entre los que ParticiPan de

él y donde las relaciones entre individuos se establecen a través de las cosas en

razón del beneficio que cada una de las etapas de su circulación permite acumu-

lar, el trueque al que se entregan mis compañeros rePosa sobre una ¡elación

personal y exclusiva entre dos socios solamente, cuyo intercambio de bienes

proporciona la ocasión más que Ia finalidad. Tal relación no podría ser entendi-

da río arriba o río abajo por ninguno de los que se han servido o se se¡virán de

esos mismos bienes con el fin de PerPetuar, ellos también, una relación del

mismo tipo. Además de que tal sistema no afecta en nada al valor de los objetos

intercambiados, que permanece constante cualquiera sea el número de manos

enrre las cuales pasan, previene la constitución de verdade¡as redes comerciales.

El amik de mi amik no es mi amik; de hecho, a menudo es mi enemigo.

La ausencia de toda conexión entre los diferentes pares de socios que

interca-mbian hace que los bienes puedan circular a través de distancias conside-

rables, pero no las personas; desde el momento en que un achuar ha abandona-

do el límite del territorio de su amik más lejano, vuelve a encontrarse en terreno

enemigo. Esta situación resrringe considerablemente los via,ies y pone obstácu-

los a quienes aspiran a desplazarse; de allí el interés que Tseremp y Tarir de-

muestran por acompañarnos: según ellos, nuesrra presencia es una garantía para

su protección, dado que los milita¡es de Montalvo les han dado a entender a los

achuar que los dejan en libertad de guerrear entre sí a condición de que no

impliquen en sus asuntos a los blancos. El aislamiento extremo en que los jíbarosse encuentran desde hace varios siglos sin duda es debido, en parte, a esta limi-tación de los desplazamientos y aI repliegue sobre sí que ella entraña. A diferen-cia de otros pueblos de la Amazonia, los del O¡inoco o del Ucayali especial-

mente, que emprenden periplos en piragua de va¡ios cientos de kilómetros para

intercambiar sal, curare o plumas, muchas veces hasta puestos de mercado do-tados de un verdadero estatuto de ext¡aterrirorialidad, ningún sistema de salvo-

HISTORIAS DE AFINIDADA CADA CUAL LO QUE SE DEBE

ron pescar. Cuando Ikiam apareció, ena¡bolando ferozmente su rawasap y suspinturas de guerra, \Tashikta y Narankas lo llamaron desde la orilia para con-versar; él les explicó sus proyecros y deploró que su hermano yaur se hubieranegado a acompañarlo. Los dos cómplices comparcieron su infortunio y le pro-pusieron da¡le una buena mano. como se acostumb¡a en casos parecidos, don-de se imitan de algún modo los combates por venir, cada uno se puso a blandirsu fusil haciendo declaraciones encendidas; saltando con cadencia en un pie yen otro, exaharon la unión y celebraron por adelantado sus hazañas. Cuando laexcitación llegó a arma al aire, pronto seguidopor Ikiam; era lo ró a mansalva sobre el pobre

245

conduc¡o ha permiddo nunca a las expediciones comerciales arravesa¡ la ciuda-dela jíbara Ninguna huella existe aquí de esas vasras confederaciones interétnicasque se han ido insinuando en orras parres a ro rargo de las rutas der trueque.

I a sies¡a trae una sorpresa y |a clavede un largo misterio. Tii viene a devolve¡lela visita a Nayapi en calidad de vecino para confiarre una misión: yaur, el cuña-do de Tii, llegó ayer a su casa desde el bajo Copataza para¡ecramarle a sumpaishel tumash que esre último le debe en compensación por la viuda de su hermanoikiam, y Tii desea que Nayapi sirva de inre¡mediario ante Sumpaish para lanegociación. Yaur quiere un fusil y dos cajas de cartuchos, qr. fo, ot¡o ladotrene posibilidades de obtener

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pimbécil ahora sin rpo lleno de piedras al río.

si la considero retrospectivamenre, esta historia ilusrra de maravilla la ma-nera tragicómica en que los rumores, las falsas noticias y las hipocresías se com-binan para formar la trama de la venderra. Desde el origen, hubo quienes sa-bían y quienes no sabían, los primeros mienriendo a los segundos, acrivamenteo por omisión, por razones en cada caso diferentes. Así, cuando Thyujin, deregreso de Sasaima, trajo Ia noticia de la desaparición de Ikiam bien al principiode nuestra esradía en capahuari, debía ya conocer a los culpables, ya que venía depasar varios días en lo de uno de ellos, su propio hermano Narankas; sin embar-go, fue él quien le sugirió a su suegro Tsukanka las dos hipótesis en boga porentonces en

Capahuari: la varianre Sumpaish y la variante Kawarunch. ¿Temíaser excluido si se ente¡aban de que su hermano se había mezclado en el asesina-to del tío de Auju, la madre de su esposa? Durante nuestra visita en sasaima,\Tashikta se cuidó mucho de revelar su papel en el asesinato de Ikiam delantede la gente de capahuari, sosteniendo la duplicidad hasra el punto de dar a suamik Tsukanka el arma de la que se había servido, el mismo fusil que se hallaahora en manos de Nayapi. sólo Auju dudó de \washikta, sin poder apunralarsus sospechas. Pero el verdadero blanco de las bromas fue el desdichadoKawarunch; único hombre de Sasaima que se manruvo en la ignorancia de loque había pasado realmente, se por el mismo que lohabía cometido y que tuvo el pla esta calumnia graciasa la complicidad acriva de Tükup pi no dejó de disemi-nar esras imputaciones falsas, sin dudapara proteger a§Tashiktay a ujukam, enparticular cuando afirmó anre Yaur que Sumpaish se había jacrado delanre suyode haber marado a su hermano. El colmo del ridículo fue alcanzado porKawarunch cuando se dirigió hacia el bajo Kapawi en compañía de su cuñadoNarankas para reclamarle a Sumpaish de parte de yaur un fusil en compensa-

trene posibilidades de obtener,ya que Tsamarin declaró .rr .rdo p rrr.ro, po..r,casa que con gusro le daría su fusil a su hermano sumpaish si yaur reclamaba el

rumash. En el estilo ampuloso propio de este género de conversación, dondecada uno se extiende interminablemente sob¡e los motivos y las justificacionesde los diferentes protagonisras, ambos hombres deveran po.o io.o todo, lo,detalles del caso Ikiam'.

se ¡ecordará que Ia histori a empezó hace unos meses con la huida de pinik,harta de los malos rraros de su marido; descendiendo el pasraza en piragua,desembocó en el bajo Kapawi donde Sumpaish la tomó por esposa. Muy deci_dido a vengar esta afrenra, Ikiam partió con er propósito de marar a.ra parejailegítima, pero desapareció de golpe, sin dejar huenas. Alora bien, ,..-i.rr,.-mente se reveló que Sumpaish no ruvo nada que ver en esra desaparición y queel verdadero instigador fue el propio padre depinik, u., pod..oso chamán conei nombre de ujukam. Primero, favoreció ra huida de pinik procurándole unapiragua, he¡ido de ver a su hija golpeada por su yerno bajo su propio techo pesea habe¡le dirigido consr,rnres reprimendas. como Ikiam clamaba a yoz en cue-llo que iba a perseguir a la joven y matarla, Ujukam se puso de acuerdo ensecreto con su cuñado \Tashikta de sasaima para que el hombre fuera intercep-tado en el cu¡so de la ruta y puesto fuera de juego. por ro que se dice, fue tanropor amor paternal como por la sa.lubridad pública; él mismo chamán, Ikiamtenía una repuración execrable y se lo acusaba de repartir tunchi a diestra ysiniestra, embrujando

incluso a los perros por pura mardad. En razón del c¡édi-to que se le daba como chamán, Ujukam estaba bien ubicado para propagartales alegaciones, probablemente motivadas en parre po. .l d.r.o d. quebn , Lca¡rera de un rival. La víspera de la partida de Ikiam, Ujukam previno a washikta,que en compañía de su cuñado Narankas se apostó desde el alba del día siguien-te sob¡e la ribe¡a del brazo principal del pasraza. para más verosimilitud, fingie-

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XVI. FIESTA DE BEBIDA

Jat-m,t poR rAS MUJERES y EMpUJADA poR Los HoMBRES, la piragua ayanzaalgunosmerros en medio de un concierro de gritos antes de detenerse de través. Nayapi yTsamarin reriran los leños sobre los cuales Ia embarcación se desliza, los disponendelanre de la proa y todos se consagran de nueyo al esfuerzo. Hace ya casi rres

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horas que acarrearnos este fa¡do por un sendero muy estrecho, abierro a golpes demachete, desde la pequeña colina donde Nayapi derribó el enorme t.on.o d. ..-dro-acqien el cual talló su piragua. El chundaikiu está a unos cien merros, perorodavía vamos a necesitar un buen tiempo antes de echarla al agua en ese pequeñoafluenre del Kapawi. Toda una mulrirud ha venido de los al¡eded.or., pr." .lipiakratatuin, la invitación lanzada por Nayapi: además de Makatu y Mirijia¡ susmujeres, están Táish y su hermana Mamays, unaviuda muy lengua larga, Kajekui,Tsama¡in y su mujer, Tii y su esposa Ishtik, dos aáua¡ de rio abajo, \Tinchikiur ySamik acompañados de sus mujeres, e incluso tres quechuas, Isango, Chaago yDahua, flanqueados por sus respectivas esposas. Nayapi nos ha páiao que nosquedásemos unos días más en

su casa para ayudarlo a terminar su pi.rgr", oú;.to d.gran satisfacción paraTseremp, que podrá verifica¡ sus cualidades y rr* d.f..,or, y"que descuenta que Nayapi se la regalará. Mi compañero celebra también por ade_lanrado la pequeña fiesta que el dueño de casa habrá de da¡ esta ta¡d. p"r" ,g."d....a sus inyitados y espera que mitigue un poco su celibaro forzado.

A pesar de la dureza del trabajo, la armósfera es alegre. Empapados de sudorbajo un sol infernal, hombres y mujeres parecen haber abando.r"¿o .., el esfuerzoen común esa reserva un poco ampulosa q,e marca habitualmente las relacionespúblicas entre los sexos. fusas y bromas surgen a cada insrante, en un quien damás continuo.

-somos nosotras, las mujerciras las que hacemos todo -dice Mamays-; tira-mos, tiramos y los hombres caen en nuesrra red; siendo mujeres Tsunki, ¿cómopodrían resistirnos?

. -¡Pobre Nayapi -agregó Isango, el quechua-, necesira a su mujercitaTsunki,desde que no puede follar más con Makatu y Mirijiar

-Dices eso -responde vivamenre su esposa-, pero a ri también te gustaría tenervarias mujeres, como los achua¡. ¡Thl vez mira¡ías menos a las -uj".., á. los demás

249

250 HISTORIAS DE AFINIDAD FIESTA DE BEBIDA

Los quechuas han ido demasiado lejos y un silencio molesto se instala de

inmediato. La broma de Isango es una alusión un Poco pesada a la castidad que

un hombre se impone cuando construye una piragua, sin lo cual ésta quedaría

inestable, al igual que una pareja que rueda abrazada en Ia cama. Demasiado

explícitamente sexual en su formulación, chocó a los achuar, que en general

desprecian la excesiva licencia de tono y de actitud de los quechuas, notable

durante los trabajos colectivos.

Isango es un hombre de baja estatura, que ronda los 30 años, un Poco encor-

vado, enjuto y musculoso como un adeta, con ojos vivos y astutos que son prueba

chicham orcodoxo. Al igual que Isango, muchos entre ellos son chamanes famo-

sos, ya que los achuar atribuyen a los quechuas, en parricular a los que trabajan

paraelejérciro, poderes más extendidos que los propios en ese ámbiro'

Haciala mitad de la tarde, la piragua llega al término de su recorrido. Las

mujeres simulan al principio su Puesta en el agua, lanzado con ímpecu un Peso

imaginario hacia el pequeño río donde se arrojan ¡odas a las carcajadas. Hijas de

Tlunki, el espíritu de las aguas, amansan con su presencia el nuevo medio don-

de el t¡onco vaciado comenzará de ahora en más una segunda vida. con gran

e§fuerzo, la embarcación es echada luego al chundaikiu, donde flora en perfec-

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de su don de gentes. Desempeia la función de tambero Para un minúsculo desta-carnento de soldados situado en Ia confluencia del Kapawi y del Pastaza, llamado

Capitán Chiriboga, nombre de un hé¡oe de la guerra de l94l contra Perú. Un

tambero es una suerte de peón militar; Isango tiene a cargo el mantenimiento de

la ruta que conduce desde este puesto avanzado hasta la guarnición de Montalvo

en cuatro o cinco días de marcha fonada. Sucedió en este sitio a su padre Etsa, un

shuar del Macuma emigrado a Canelos donde se casó con una quechua, y el

principal arresano de la creación del destacamento hace unos doce años. Obsesio-

nados por la idea de controlar Ia frontera con Perú, una línea ficticia que at¡aviesa

Ia jungla deshabitada, Ios militares ecuatorianos han distribuido dos o tres desta-

carnentos en unas chozas levantadas al borde de los principales ríos que llevan a su

poderoso vecino, no más de unos quince hombres, en todo el territorio achuar,

para cerca de 150 kilómetros de límites. La instalación de esta fuerza por comple-

to simbólica fue poiible gracias a la colaboración de los quechuas de Montalvo

que construyeron los puesros y abrieron las rutas de acceso; atienden todas las

necesidades de los pobres conscriptos, demasiado asustados ante Ia idea de per-

derse en la selva o de ser asesinados por los achuaf como para salir de sus refugios.

Oficialmente cristianizados, Prudentemente monógamos, con manejo del espa-

iol y en apariencia respetuosos de las autoridades, los quechuas ofrecen auxiliares

de lujo al ejército ecuatoriano, muy desconfiado de los achuar a quienes considera

como salvajes de costumbres repugnanres y de jerigonza incomprensible, dema-

siado propensos a traicionar a su patriá nominal, Pues muchos de ellos vivenen

rerrirorio peruano. Cada destacamento es atendido por dos o tres familias de

quechuas que manrienen buenas relaciones con los achuar de los alrededores. se

trata a menudo de mestizos culturales, es decir, indios de origen shuar o achuar

que se han civilizado hace una o dos generaciones adoptando la lengua y las

costumbres de los quechuas. Hablan bien el jíbaro y conocen sus sutilezas retóri-

cas, de lo cual Isango dio una prueba esta mañana al mantener un diálogo yaitias

to equilibrio, para el alivio manifiesto de su ProPietario.Una visita nos espera en lo de Nayapi: un regatón de Montalvo, llamado

Jaramillo, ha venido a reclamar una deuda al dueño de casa. Como todos los

mensajeros fluviales de la región, el hombre Practica el enganche, una fo¡ma de

crédito donde se les adelanta a los indios bienes manufactu¡ados a cambio de un

reembolso ulterior en mercancías naturales, generalmente productos de Ia cose-

cha cuyo valor comercial es muy superior al de los objetos entregados. Hace

algunos meses, Nayapi recibió tres o cuatro piezas de tela de algodón de parte

de Jaramillo, que le había pedido a cambio un quintal de fibras de palmera

marfil; de esta planta muy común en la región, se obtienen crines resistentes

empleadas en Ia Sierra para la fabricación de escobas. Con un valor aproximado

de 50 kilos, el quinral es aquí más una unidad de volumen que una unidad de

peso, definida por un cubo cuyo lado es medido Por una Yara que si¡ve de unidad

de referencia; hacen falta muchas palmeras marfil para alcanzar un quintal yaún más trabajo para extraer las fibras del estiPe y Peinarlas prolijamente. Nayapi

no ha realizado siquiera la tercera parte del quintal convenido, lo cual no Parece

molestarle ni tampoco hace enojar a Jaramillo. Quizás Por ser demasiado aco-

modaticio para los negocios, este último tiene además un asPecto muy lascimo-

so. Descalzo, vestido con una camisa rota y un pantalón viejo como el mundo,

apenas se distingue de los indios Por una piel un poco más clara; por lo demás,

domina bien el quechua y comprende el achuar. No tiene motor en la piragua y

se desplaza con una pértiga ayudado por un peón quechua, en medio de unfárrago de paquetes de crines y de bultos de pieles de pecarí que va colectando

por el camino en Io de sus deudores. Semanas de esfuerzo, de palabras y de

intemperies para llevar a Montalvo un magro bocín.

Sorprendido de encontrar blancos en el corazón de la región achuar y al

principio un poco desconfiado, Jaramillo rerminó entregándose a las confiden-

cias. Obligado a dejar su provincia natal de Loja para escaParse de una vendetta

HISTORIASDE A,FINIDAD

política asesina, se refugióen Montalvoun hermoso díade 1949 rras un periplode varios .í.r.r po. los Andes y la selva. La Amazoniae¡a en esa épo.. ,,.,santuario para los homb¡es que esraban fuera de la ley y los .ep.obrdos d. rod,índole: como en la Legión Exrranjera,no se hacían p¡egunras indiscretas a losaventurerosque buscaban allíuna nueva exisren cia. La pista de aterrtzale a]'nno había sido abierra y Montalvoapenas conraba con un puñado de sordados ydos o tres blancos que subsistían con er come¡cio con ros indios.Jaramilo sepuso al serviciode uno de esos regarones, Jaime cevaflos, y prontose casó conl¿ hija de éste. No podía elegir mejor: ahora muy mayot don Jaime es unafiguralegenda¡ia en toda la región al norre del pasraza, estimado tanro por ros

FIESTADE BEBIDA 253

cumplimiencode un designiode juventud,una vida librey avenrurera conducidaa la manera de un soliloquiobajo el refugiode Ia gran selva. ltapero por vocacióny comerciantepor necesidad, este pez chico de la rrara es acepcado por los achuarcon ecuanimidad, acaso porque reconocen en é1, como en su suegro, todos lossignos de un escepticismomo¡al demas.iado profundo como para que se encuen-rre duraderamente alienado por el gusto del poder o el espíritu lucrativo.

Jaramilloregresó a Capitán Chiribogacon las manos vacías, tras una corraamonesración pronunciada sin conviccióny recibidasin inquietud.Puede co-menzat el namper. En vistas de la fiesta, las mujeres de Nayapi han preparadoenormes cantidades de chicha de mandioca que dejaron fermentarduranre va-

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pocos blancos que residen allícomo por ros indios,a ros que conoce más omenos a todos personalmenre. Es el últimosob¡eviviente de los tres hombresque fundaron Montalvodu¡ante la primera Guerra Mundialcomo puesro denegocios para la colecta del caucho; sus dos patrones, JuanJerez yÁngelMonralvo,abandona¡on el tráficode balata en los años treinta, cuando se volviómenos¡entable' Don Jaime era su agenre entre los indios y recorría la selva en todas lasdirecciones, tan a gusro con los quechuas como con los achuar, cuya lenguadomina, brindándoles hospitalidaden Montarvoy recibiendoa cambio la delos_achuaren sus giras; por último,'padrinode una multirudde niños cuyospadres están ligados a él por un r¡amado de obrigacionesrecíprocas.

Adiferenciade muchas regiones del AItoAmazonasdonde el boom d.el cat-cho fue un episodiode pesadilla para los indios, reducidos a trabajar como

esclavos y sucumbiendo por millares bajo los malr¡aros de mi.licias, .,g,ri.r -rias, los achuar y los quechuas del interiorde Montalvono ruvieronque sufrirexacciones durante ese período siniestro.Don Jaime, ciertamenre, prrcricab,elenganche para obtener sus ba-las de lárex, pero daba a cambio obj.,o, .r,.,esconocidos, sobre todo armas y herramientas metá.licasq,r. ,. uolri.ronmuycodiciadas. Se encuenr¡an aún en algunas casas achuar fusil.s Mannlicherdes-tartalados, restos de la G¡an Guer¡a destinados por el tratado de versalles aterminarentre los indiosuna larga existencia asesina.

El confliccode lg4lcon perú puso fina esra prosperidad común al broquearIas vías fluvialesque permitíanrransporrar er caucho hacia Iquiros,de donde eraexporrado por el Amazonas haciá Eu¡opa y Américadel Norte.Don Jaime seconformócon los producros cosechados, que son menos luc¡ativos, lrevados enpiragua desde Montalvohasta la misión dominicana de canelos y de allíhacia losAndes por malos caminos de mula. Jaramiiloretomó ho* l port, de lo que diceconsiderar una misióncivilizadoramás que un negocio,y que es .., ..Jidrd .I

rios días con jugo de caña de azicar para alcoholizarlamás. Los hombres esránsentados en semicírculo sobre troncos en el tankamash, mientras que las muje-res reunidas en el ekent van y vienenincesantemente para que beban directa-menre de las calabazas. A diferenciade las visitas normales en que a uno leofrecen un pininkiapara saborear a gusro, es imposibleescapar a la embriaguezdurante un narnpet ya que las mujeres le enchufan a uno su recipiente entre loslabios con alegría sardónica y lomantienen inclinadohasta que su conrenidohaya desaparecido por completoen la garganta. Annechristinese diviertemaliciosamenre secundando a las anfitrionas,para gran asombro de los hom-bres a quienes de inmediatoles gusta esta novedad. Pinra tras pinta de una

chicha de sabor agridulce se rragan así en medio de sofocaciones y con perjuiciode la ropa que recoge Io que sobra de cada rrago. Es inconcebiblesusrraerse aesas repetidas vuelras; el objetivode la borrachera no consiste en saborear labebida sino, como suele ocurrir enrre los pueblos bebedores de cerveza,en con-sumir la mayor canridad posible en el riempo más breve con el finde alcanzar laembriaguez. Ért .ro se hace esperar: el murmullode las conversaciones se vuel-ve más animado y la elocuciónmenos clara, una vaga sonrisa iluminaojos tur-bios, Ias bromas se ponen más pesadas y las risas, más enfáricas.

La mayoríade los invitadosse ha vesrido con su ropa de gala. Muchos hom-bres se peinaron con la tawasap y algunos se han colocado torsadas de shauk ocollaresde dientes de jaguar; samik enarbola incluso

t¡hunch wearmu

qte lecuelga del cuello:una larga banda tejida, adornada con una mezcla de esquilasde nupir, Ios fruros secos de una especie de capoquero, y de colgantes hechoscon monedas enganchadas a huesos de tucán; el conjuntorinrineade maneraencanradora con cada movimientodel torso. varias mujeres rienen tambiéncinturones de nupir y crepitan comolas cortinas de mostacillasen el Mediodíafrancés. Contrariamente a los hombres que llevansus shauk basranre sueltos,

254 HISIORIASDE AFINIDAD

las mujeres los tienen en¡olladosen hileras apretadas alrededor de los puños ydel cuello, a la manera de collaretesalegremente coloridos.Algunas se han colo-cado finos lab¡etes bajo el labio inferior,que se mueven sobre el menrón ysubrayan el dibujode la boca mucho mejorque un maquillaje.Esta ventaja noes ignorada por quienes la adoptan; Irarit,la jovencísimamujerde Vinchikiuajuega con su varillade una manera deliciosamente provocativa, haciéndolagi-rar, dando golpecitos y retirándola para chupetearla con cara ingenua bajo lamirada furtivapero concupiscente del pobre Tseremp.

Samik ha comenzado a tocar el tsayanta¡ el arco musica-I. Así comoestá en

FIESTA DE BEBIDA

Mujerde orro rio, inclinada, inclinada sobre el agua, en el desvío del sendero,/plantada allí me lloraba

¡Ha hail ¡Ha ha hai

ürj.. ,poy"d, sobre la superficiede las aguas, conmigo te llevaré, le decía yo,/planrada, plantada allí, me llo¡aba

¡Ha hail ¡Ha ha haiMujerde otro río, inclinada, inclinada sobre el agua, plantada allí, me llo¡aba

¡Ha hail ¡Ha ha hailMujerapoyada sobre la superficiede las aguas, mujer de labios provocativos,

/plantada allí, me lloraba

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concordancia con las alucinaciones del natem,Ia música es también propiciapara Ia euforia del alcohol,agridulcey monótona, acunando al espírituador-mecido al que despierta de repente con una disonancia.A pedido de sus invira-dos, Nayapientona uÍ namPet con voz firme.

Cacica de copete vibrantede amarillo,soy el cacique que viene de lejosPor el camino, por el camino, vibrantede amarillo,te había encontrado

¿Y qué vas a hecerme?, me preguntabas, me preguntabas

¡Ha hai ¡Ha ha haiEra eso mismo, eso mismo eraCacica de las colinas, iba, iba hacia tierras lejanas y en el camino te he enconrrado

Ya me habían rechazado, tan solo, tan soloEn el camino al haberte encontrado, de pie, de pie en el camino, los pechos te

/he chupeteadoTan so[o, tan solo,sin embargo, por el camino mismo, en todas partes sobre tu

/cuerpo mi mirada se detuvo

¡Ha ha ¡Ha ha haiCacica de las colinas,cacique de las akuras, por el camino te he encontradoCon exceso de amarillo,¿qué vas a hacer?, me has preguntadoY yo,llevado, conducido,transportado, todaenrera te he concemplado

¡Ha hai ¡Ha ha haiY túal volvera rus tierras, a tus mismas rierras,¿a mi nidono vas a disparar?

¡Hahai

¡Haha hai

¡Hahai

¡Haha hai

En el ekent, las mujeres murmuran riendo y Mirijiarse adelanta para respondera Nayapi.

En el desvío del sendero, plantada allí,ella me lloraba¡Há hai ¡Ha ha hai

¡Ha hai ¡Ha ha hai ¡Ha hai ¡Ha ha hai

,,¡ljianprami ¡Ijiamprami ',gritan los hombres, "¡bailemos,bailemos " "Es

.r,r.r*,música la que hace bailar a las mujeres; ¡ellas sólo saben cantar " Sin

duda aguijoneada por la observación, le bella Iraritse lanzaen un nemPet de

ritmomás vivoque los anteriores'

Cuando todos van a baila¡, yo solamente hago lo mismoCuando todos los tatús van a bailar, yo solamente hago como ellos

Cuando los acuchis van a bailar, yo solamente hago como ellos

Cuando los agutíes van a bailar, yo solamente hago como ellos

Cuando la achira florece, yo solamente hago lo mismo¡Ha hai ¡Ha ha haiCuando los tarús van a baila¡, yo me quedo quietaCuando Ios acuchis van a bailar, también estoy quieta

Cuando los agutíes van a baila¡ también estoy quiera

Cuando los cervatillosvan a bailar, también estoy quietaYyosoy lo que hago

¡Ha hail ¡Ha ha hai ¡Ha hai ¡Ha ha hail

Contrariamente a 1os anent, monólogosdel alma cuya eficaciamágica rePosa

sobre una intencionalidadsecreta, los nampet son cantos profanos y públicos,

que exalran el amor y sus excesos mediante figuras alegóricas sutiles y codifica-das como las de la poesía del amor coftés. El encuentro accidental en un cami-no, el desprecio de sí mismo, la soledad del viajero,las imágenes bucólicas, el

spleen de los amantes, las meráfo¡as tomadas de Ia vida de los pájaros, el mi.sre-

rio del río se cuenta entre los tIoPos más comunes que un auditorio conocedoraprecia como expresión de evocaciones de diferentes registros de Ia pasión amo-rosa. si namper comparre la raíz de namper, la fiesta de la bebida, se puede ver

256 HISTORIASDEAFINIDAD

aquí que no se rrara de una canción para beber, sino de una especie de madrigal,a veces en parre improvisado,y que está en concordanciacon la embriaguezsólo porque ésta libera, po¡ un momenro, de la timidezque experimentan hom-bres y mujeres para expresar en públicosenrimienros d.mrsiadopersonales.

Puesto en ritmocon la copla de Ira¡it,Nayapi se apodera de su trmboryexho¡ta a todo el mundo a baiia¡. sosreniendo el insrrumento bajo su brazoizquierdo,lo golpea con un palilloen un ri¡mode cuar¡o tiempos y'comienzaaB¡raa " paso,regula¡ airededor de los pilares principalesd.1"."r".Después dealgunas vacilaciones,Tii lo sigue, provistoigualmentede su rambo¡;enseguidase les une samikque continúa tocando su rsayanrar, luego \Tinchikiurcon supinhui,una larga flauta travesera

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de dos agujeros ..r..r"d. para ra ejecución dela música de danza -a diferencia de la flauta cofia.?eemque, por su parte, estáconsagrada a los anenr-. sobre e1 fondo regular d. los golpes d-. r"o,bor, las dosmelodías se cruzan a¡moniosamente, ya que el arco musical formaun continuomodulado al unísono con la flauta, pero del que ésta se despega por momenrosen bruscas variaciones de intensidad hacia los agudos. ro.o , po.o, casi todoslos hombres se suman a esra ronda sonámbula. Imitoa ros que ,ro ri..r.., instru-menros golpeándome la panzahinchada por ra chicha ar mismo ritmoque losque rocan el tambor. Las mujeres, por su lado, no cesan su oficioy discribuyenal vuelo inextinguibleslibaciones.

Designando a Makatu con un imperioso golpe de palillo,Nayapi la invitaaatravesar el espacio deambulatoriode los hombres para bailar .o., él .., el cen-tro de Ia casa. Acompañada de los ¡pai ¡pai fervientes de la asistencia, seranzaen una se¡ie de medias vuelras saltadas, con las piernas juntas y el cuerpo ligera-mente inclinadohacia adelante, apoyando bien las manos sobre los muslos. Encada uno de sus pequeños brincos,la marrona rejuvenecidaen un instante muevela cabeza de un ¡evés brusco, acariciando el aire con su cabello desatado en unmovimientoa la vez incitante y lreno de abandono. Nayapise limiraa darvueltas a su alrededor más bien pomposamente, sin dejar d. to.",el tambor.otra pareja enseguida los sigue, luego otra más, y llega el momenro en queAnne Chrisriney yo no podemos dejar de ejecutar unos pasos de baile, máspróximos a

una salsa tropicalque a un ijiampramuortodoxo,pese a lo cual essaludado con un conciertode exclamaciorr., ..rt,rrirrtrr.En la casa apenas iluminadapor el resplandor tembroroso del fuego y de ras

antorchas de copal, mi¡adas fugaces, roces discretos y apartados d. Á i.rrr".,r.comienzan a ponerle sa.l a la fiesta. En esra sociedad donde el ad.ulteriode unaesposa es un riesgo para su vida, el juego de la seducción y el comportamiento

Dibujode PhilippeMuncha partir de los dtcumentosde philippeDescola.

HISTORIAS DEA,FINIDAD

público de los amantes requieren grandes dosis de d "lmulo y de fineza. La mane-

ra como una mujer sirve un bol de chicha a un hombre arreglándoselas para

encontrar su mano, como lo lla-ma a media voz por su nombre y no por el térmi-no de parentesco adecuado, un ligero movimiento de los labios hacia el elegi<[,r,

pequeños obsequios dados por un hombre a espaldas del marido o el modo ccrno

él se desvaloriza en una conversación, son algunos de los indicios casi impercepti-

bles de los impulsos del corazón que los in¡e¡esados están preparados para com

prender. La discreción es más rigurosa en tanto que constituye en sí misma unpoderoso factor de arracción: el comportamiento modesto y reservado de una

j id d l h b ti l t d l ti t l

FIESTA DE BEBIDA 259

En verdad, los quechuas Parecen más atados a una suerte de alquimia

ho-.opáti." y literal fundada en la derivación directa de las cualidades de una

,,-rr,".r.i"t más vitaiistas, Pues' que los achuar, para quienes los encantos son

sobre todo condensados de relaciones abstractas que sintetizan a una escala

..du.id" las relaciones que desean establecer con los hombres y los animales.

EI materialismo de los quechuas va de Ia mano con una sociabilidad más

extrovertida. Tanto hombres como mujeres, esta noche son los más ruidosos,

sus ocurrencias son siempre salaces, y su comPortamiento es casi un flirteo-

Como Isango tomó a la mujer de Tii de Ia cintura para hacerla bailar, sobrepasó

los límites de Ia licencia festiva y un vivo altercado se produce ahora entre am-

f l i t I

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mujer es considerado por los hombres como un estimulante del erotismo, tal vez

por un efecto de contraste con el cuadro del placer que se prometen da¡le.

Por Io demás, hombres y mujeres se esmeran en suplir los caprichos de la

inclinación con todo un arsenal de filtros. Estos últimos son ingredientes clási-

cos de la vida amorosa en una buena parte del A.lto Amazonas donde son cono-

cidos con el nombre quechua de p tuanga; Ios achuar los llaman musaP o semayuh.

Los musap más corrientes son plantas con las que las mujeres se perfuman para

atraer los favores o de las que colocan un ínfimo pedazo dentro de la pininkiacuando ofrecen la chicha de mandioca a un visitante. Los más buscados son

preparaciones hechas con pájaros: el corazón yel cerebro del pitilo, un pajarillode mal augurio con pico rojo vivo cuyo silbido suave y agradablemente modu-

lado Ie vale su nombre achuar de pees-a-pees, y sobre todo, la lengua del rucán,

larga, delgaday espinosa, que se extrae si el animal ha caído de espaldas con las

alas desplegadas, y con la condición de enterrarlo luego profundamente en esta

misma posición. Estos dos pájaros tienen estatus muy diferentes en la gramáti-

ca de las cualidades sensibles. El pitilo es también llamado "páqaro espíritu ma-

ligno", iwianch chinhi, pues es una de las encarnaciones posibles del alma de los

difuntos, asociado al loco deseo de seducción que anima a los muertos y que

los impulsa, bajo sus diversos avatares, a atraer hacia ellos a las mujeres y a los

niños para distraerse de su desesperante soledad. En razón de su coqueto atuen-

do y de una vida amorosa que se reconoce como idéntica a Ia de los homb¡es, el

tucán simboliza, en cambio, Ia virilidad triunfante; se comprende fácilmenteque cuando se halla con su enorme pico alzado hacia el cielo, los achuar le

encuentren un simbolismo fálico inmediato.Mis compañeros, sin embargo, son menos aficionados a los amuletos y a las

pociones mágicas que sus vecinos quechuas. Uno de los filtros que estos últi-mos consideran más poderoso para atraer a las mujeres, la vulva de un delfín de

agua dulce llevada como pulsera, sería, según Tleremp, una risible superstición.

bos hombres. Sus actitudes son fuertemente contlastantes: mientras que Isango,

rojo de cólere, sacude los puños, aPenas contenido por Chango y Dahua' Tii

p.r.n".r... rígido y de brazos cruzados, con la cara extremadamente pálida, y

...i," .o., una voz fuerte un monólogo sobre el resPeto que se Ie debe, entre-

mezclado con llamados a la guerra tal como [a hacen los hombres de verdad'

Los achuar detesran las peleas a mano desnuda que son moneda corriente entre

los quechuas y no responden a la provocación más que Prometiendo vengarse

próximamente, promesas tanto más inquietantes cuanto que' en su fría deter-

minación, se vuelven a menudo efectivas. Como en la mayoría de las riñas que

estallan en ocasión de fiestas de bebida, el antagonismo entfe los dos hombres

preexisre al motivo benigno de la disputa: Isango y Tii sondos chamanes en

situación de rivalidad profesional, según Tarir, y la gran rePutación del primero

hace sombra a los mediocres logros del segundo. contrariamente a lo que pien-

san los misioneros evangelistas, que abominan de este tipo de festividades por-

que según dicen suscitan conflictos y divisiones, la embriaguez es aquí tan sólo

u., ,.lr.l^do, de tensiones más profundas, cuya expresión se ve inhibida co-

múnmente por las imposiciones del código social. Suprimir los namper, como

1o desean, tendría como consecuencia volver aún más imprevisibles asesinatos

que una exposición pública de los disensos contribuye acaso en parte a prevenir.

Las relaciones entre achuar y quechuas esrán, por Io demás, cubiertas de

ambigüedad. Su afinidad es manifiesta, puesto que los quechuas de la selva son

en su mayoría ex jlbaros fundidos en el curso de los dos últimos siglos en eI

mehing-potdelas misiones dominicanas, donde aprendieron la lengua vehicular

que hablan ahora conservando a 1a vez numerosos elementos de su cultura de

origen. Este movimiento de rransmigración étnica ha hecho que los jíbaros

conrinúen encarnando ante los ojos de los quechuas los valores que ellos mis-

mos han perdido cuando eligieron ir junro alos blancos, en buscade esaexpe-

HISTORIAS DE A-FINIDAD

riencia del vasto mundo que ros primerosaho¡a res envidian sec¡eramenre. Losquechuas admiran, pues, las virtudes guerreras de los achuar, la virilidad osren_

tosa de los hombres, sus aptitudes de cazadores y su resistencia frsica, en fin,todas esas cualidades de puebro libre y orguiloso por las que sienten nostalgia;c¡itican, en cambio, su dupricidad y su rempera-..,to l.roro y sanguinario,contrapartes negativas de un "sa-lvajasismo" aún encero. A ra inversa, ro, u..hu.sson vistos por los achuar como holgazanes, borrachos y cobarder, i..r,o, ylinFácicos a más no poder, a causa de un régimen alimentario indiscriminado,esa gente sin principios que se rebaja, vea usted, hasra comer perezosos, zarigüeyasu osos hormigueros; se les reconoce, sin embargo, conside¡abl., pod.r.,chamánicos, a ral punto que jovencitos achua¡ son a veces enviados

" " dlo de unos kumpa quechuas de su padre l fin d d " ^

XUI. EL ARTE DE ADAPTAR A LOS ENEMIGOS

DEspuEs DE FIESTA obligada, Tseremp está de un humor sombrío y opone esra

maia¡a un muro de obstinación contra el que chocan mis argumenros. Desdehace días insisto para que nos pongamos en marcha, con el deseo de proseguircuanro antes un periplo apenas comenzado, pero él se encuentra muy a gusro

en lo de Nayapi y no acepta con facilidad avenrurarse enrre genre que no cono

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" "p...rd.. lo de unos kumpa quechuas de su padre con el fin de educarse .., 1", _".r.r^y en la lengua de esos indios "blancos", y con la esperanza de que hereden aigúndía, al casarse con la hija de un chamán, la sabiduría d. ,,, ,r_,.g.o. El pasaje deuna cultura a orra sigue siendo, pues, de mano única, pero su f"crlidrd p.ot.giasin duda ai conjunto de los achua¡ de arteraciones demasiado prof,rrrd"q a aque-llos que sienten la atracción del cambio, res basta con arravesar unas decenas dekilómetros para enconrra¡ en un país quechua yafamlriarramáquina bien acei-rada de su conversión.

Hace mucho ya que pasó la medianoche y el barullo se ha calmado al fin,mientras cada uno apacigua sus rencores o su chicha en er d.esorden del despuésde fiesta. El tsayantar

de samik sigue vibrando dulcemente en medio de rosronquidos y de las conversaciones en voz baja, mientras que de más abajo, des-de el río, llegan ruidos de baño y risas contenidas. Ado¡mecido encima de unahoja de banano, Tiseremp, moroso, no ruvo buena suerre.

en lo de Nayapi y no acepta con facilidad avenrurarse enrre genre que no cono-ce en absoluto. Más allá de Capitán Chiriboga, enrraremos en terrirorio desco-nocido para mis compañeros de capuahari y deberemos solicitar la hospitali-dad a enemigos potenciales. Además del miedo recurrenre al paludismo, Tserempteme ahora ser asesinado por esros lejanos achuar, sin razón más precisa que las

disposiciones sanguinarias que les adj udica. Intento una y orra vez Ia persuasióny el halago, apelo a su amor propio y hiero su vanidad, me burlo de su cobardíay lo amenazo con difundir en todas partes Ia noticia, le explico, sin cree¡lodemasiado, que nuestra presencia es una garanría de seguridad, le recuerdo, porfin, que su cuñado'§?'ajari le ha confiado nuesrra salvaguarda. para mi granexasperación, no hace nada. De pronro, tengo un rapto de inspiración. Uno delos hombres que deseo visirar es Nankid, el asesino de su padre, que vive en uncompleto aislamiento junto a un pequeño afluente del corrientes. Ahora bien,como ya he averiguado con discreción, Geremp no sólo no traró de vengarse,pues era demasiado joven para ello en esa época, sino que nunca reclamó eltumash a Nankiti. He aquí, pues, el aguijón: por cierro, es un arma de doblefilo, ya que nada dice que Nankiti acogerá sin disgusto esre reclamo tardío; noobstante, como me he cuidado de presenrar mi propuesta anre un amplio pú-blico, Tseremp no puede ya echarse atrás sin desprestigiarse.

A diferencia de \(ajari, a quien le iba muy mal el calificativo, Tleremp es enmuchos aspectos 1o que la literarura ernográfica llama un informanre rípico, un

intermediario acreditado al cual lo predestinan su his¡oria y su rempe¡amento,pero es un papel que nunca ha podido desempeña¡ pues está dotado de unespíritu demasiado calculador para inspirar una amistad du¡adera. Asruto másque inteligente, loco por las novedades y fascinado por los extranjeros, ha rrara-do de caprar nuestra confianza desde el principio, mostrándonos su gusto por elcotilleo, su deseo de dependencia y esa mirada disrante, incluso desengañada,

261

HISTORL/\-SDE A-FINIDAD

sobre su propia cultura que la faltade estima donde la tienen los suyos habíapoco a poco agudizado. Huérfano a una tierna edad, fue recogidopor su "pa-drino"Cevallos en Moncalvo,donde aprendió el quechua y algunos modales deIos blancos, antes de regresar a lo de su medio hermanoThriren la adolescencia.Arrancado de su medio de origen y de los consejos de sus parientes durante losaños crucialesen que los jóvenes achuar hacen el aprendizajede sus habilidadesde adulto, Tberemp es mal cazador y peor orado dos defectos de educaciónimposiblesde remontar. A pesar de sus esfuerzos, ye nunca pudo encontrararutam, experiencia iniciáticaaterrorizadora que atraviesan todos los jóvenes ysin Ia cualno podrían pretender ser hombres completos.

A d h l

tres hombres estaban tan enardecidos echándose en cara acusaciones descorte-

EL ARTEDE ADAPTARA LOS ENEMIGOS

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Aunque consciente de no ser por entero un achuar, Tseremp no desea vol-verse quechua, lo cual lo deja en los limbosde una idenddad evanescente, mo-tivode una intermitente insatisfacciónfelizmente atenuada por una naturalezajovial.La distancia que exhibe frentea una cultura en la que no ha encontradosu lugar dirigesin duda su deseo de llegar a ser ante mí el intermediariobusca-do. Pero desgraciadamente, su saber está salpicado de lagunas para que sea ad-mitidosin desconfianza; es más, su invitacióna Ia connivenciame irritaengrado sumo, ya que presume de prejuicioscompartidosy de una condescen-dencia común con respecto a aquellos de los que se espera que sea el intérprete.Sin embargo, esta disponibilidadcómplice se nutre de nuestra propia impoten-

cia, condenados como estamos a basarnos en Ia asistencia remunerada de Tiseremppara un viaje queninguno de nuestros otros compañeros,ni siquiera miamik\Vajari, juzgaron oportuno emprender con nosotros. Defraudadoen sus pro-puestas de buena fe, Tseremp ha alimentado ciertodespecho aI respecto f, quizádesde esta mañana, el iniciode un resenrimiento.

Una visitade Tiiuae oportunarnente Ia diversiónde una noticiasensacio-nal: Kawarunchacaba de ser asesinado por Narankas y su hermano Nurinksa.Ninguna duda se cierne aquÍ sobre la identidad de losasesinos ni sobre las

circunstanciasdel drama, cuyopretexto es también una mujer. Desbordadaporel mal carácre¡ de su esposo Naranksa, Iyun se refugió hace unas semanas en Iode su padre Tuntuam, un sordomudo comoel hermano de Tirkupi.Furioso poreste abandono, Narankas se fue a buscar a su hermano Nurinska sobre elChinkianentzapara que lo ayudase a matar a su suegro, vuelto responsable de lafuga de su hija.Recorrieron toda la regiónpara encontrar a Tuntuam, que se

había ausentado de su casa,y llegaron incluso muyal sur, hasta el Surikencza,donde el sordomudo solía ir a hacerse curar por el gran chamán Chumpi.Frus-trado en su venganza, Narankas cayóun día de improvisosobre Kawarunch,

Kunamp,Awiritiur,Tsuink, Yaur y seum están reunidos en lo de Tuntuam y tan-

t."n .l t.rr.rrode las alianzas: dicen poder conrar con la ayuda de 'wajariy

es la marca del kakaram,el valiente.

intercambiar una palabras en voz baja. Tseremp se acuerda entonces de que

rengo una grabación de Kawarunchy el conciertode lamentos y amenazas se

detiene en el instante en que Nayapi pide escuchar Ia cinta. Nuestro grabador

tiene una funciónmensajera que facilitanuestro ¡ecibimientoentre los achuar

que no conocemos; dondequiera que vamos registramos noticias.ysaludos para

iarie.rte, lej".ros,acompañadas de recomendaciones de trata¡nos bien, que hasta

265264 ELARTE DE ADAPTARA LOS ENEMIGOS

aliaday mipadre Churuwiame había enseñado cómo urilizarla:"¡7iak lecla-va.slalanza en el pie y derribas a tu enemigo con un golpe seco; una vez caído,

icómo se va a defender?".Pe¡o la lucha era larga y difícil,ya que se ploregíanbie.,, i.,.[rso de rodillas.El hombre que tejiaestaba refugiadoa cierta dis¡anciade la casa, con la espalda contta un gran árbol, y entre varios t¡arábamos dealcanzarlocon un golPe. Pero era muy fuerte ¡ empujándonos con su escudo,nos de¡ribóa todos, ¡tuPej iTodos al suelo Allevantarnos, sólo vimos el escu-do apoyado contra el árbol; el homb¡e había huido.Algunos de nosor¡os ano-.faron sus lanzas sobre los enemigos que escapaban, pero corrían grandes riesgos

al hacer eso, ya que se descuidaban de su hombre, que podía venirpor atrás ymacarlos fácilmente.Por esra razón, mi padre Churuwiame recomendó pelear

únicamentecuerpo a cuerPo Durante este ataque Uwa consiguióescapar Ha-

H]STORIASDE AFINIDAD

aquí han tenidoefecto. Hacer habra¡ a un muerro no es más que una facetanueva en su papel de cartero magnético.

pasado, cuando aún no estaba casado, acompañé a mila guerra contra.los shiwiar.En e.l pasado no tenÍamoso con la lanza. Los shiwiar fabricabanesctdos tuntar

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únicamentecuerpo a cuerPo. Durante este ataque, Uwa consiguióescapar. Ha-biendo logradomarar a su h.ijo,Shi¡machi se puso a gritar: "¡Chut ¡chut ¡chutl".Nos dispersamos en orden para encontrarnos en el sitioconvenido.Allí,Shirmachiesmba de pie, blandiendo su lanza: "¡Lohe matado, lo he marado ".El regreso fue todavíamás largo,porque Uwareco¡ría los caminos con sus gue-rreros para tendernos emboscadas y debíamos ma¡char a tiencas por la selva. Alsegundo día, vimos una piara de pecarís que se desplazaba hacia el oriente y laseguimos a buena distancia;como son muyariscos, nos habrían dado alarma sihubieran percibidoa ios hombres. Rato después, volvimosa combatircontralos mismos.Un achua¡ del Kapawi,Thasham, nos invitóa hacer la guerra, po¡-que los shiwiarhabían capturado lacabeza de su hermano parahacer rna t¡antsa.Eramos muchos, armados con lanzas y escudos, y fuimosa ataca¡los.

En elcamino, los encontramos sob¡e una playapedregosa al bo¡de del Pastaza; ellostambiénhabían partido para tomarnos por sorpresa. En el pasado, combaría-mos mucho sobre las playas, combatíamosdu¡amente, no como ahora con fusi-les. Ahora uno dispara, bien emboscado, muy tranquilamenre. ¿Eso es hacer laguerra? Nosotrospeleábamos cugrpo a cuerpo durante días enreros, bajo un solterrible,sin bebe¡ ni comer. Cuando un enemigo se senría desfallece¡ se arroja-ba al agua para huir. Eramos varios contra Uweitiy here aqui que se precipiraenel río con su lanza, abandonando su escudo. Nadó vivamenterío abajo. Enton-ces Shi¡machime dijo:"¡Chuwa ¡Dame tu lanza, cuñadol ¿Por qué te quedashablando sinhacer nada? ¡Dame tu lanza Es más corta que la mía". Desde laribera, Shirmachiarrojó la lanza sobre Uweitique se alejaba: ¡rzplSe clavó en suespalda. Enronces Shi¡machi se vanaglorió:"¡Yo,yo, yo, yosoy asil ¡Hai ¡Hai¡Hai ¡Te lo dije ".Con la lanza clavada en la espalda, Uweirise puso a gemirdedolor, ¡ararau, ararau Estaba a punro de ahogarse. Enronces Shirmachise echóa nadar hacia Uweiti;dereniéndose a algunos brazos de disrancia,lo desafió:"¡Yosoy asíl ¡Hai ¡Hai ¡Hai ',Asi te quería ver ".Shirmachino había llegadoasacarse la lanza de Uweitide.l muslo.Pero guardó la suya consigo y rraró de darle

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HISTORIASDEA-FINIDAD

gen desde hace décadas, ent¡e los shua¡ de mayor edad, descripciones precisasde los riruales de tsantsa en ios cuales estos ú.ltiáosparticiparone., ,,, jrrr..rt,rd.se sabe desde hace mucho que la preparación de l, . b.2 no riene en sí mirmnada de mis¡e¡ioso. No bien muerro, el enemigo es d.ecapitado y los atacantes serepliegan hacia un lugarconvenido, suficientemente a.lejado del teatro de loscombates para que la continuaciónde ras operaciones pueda desarroflarse sinmucho peligropara ellos. A1lÍpractican una incisiónen la cabeza d.esde la nucahasca Ia coronillay se le exrraen er cráneo, los maxilares, er cartílago de la narizy la mayoría de ios músculos, antes de hace¡la herviren un Árr^i, p .quitarlesu grasa. La piel es enronces rellenadade a¡ena caliente y comienz, acontraerse y a endurecerse

a medida que er agua se evapora de los iejidos.Fina-lizada esta fase preliminar l g ru l* i i

EL ARTEDE ADAPTARA LOS ENEMIGOS

atabacados , t¡aanhram, en razón de la gran cantidad de jugode tabaco verdeque ingierena lo largo del ritual;un maestro de ceremonias, el wea, términocomúnmente empleado comoseñal de respeto para dirigirseal suegro y quehace de ese personaje un encarnación de la afinidad;la esposa del wea, encarga-da de dirigirel coro de ujaj femeninos y que recibe ese nombre; el portador deu1,aj , ujajan-ju,un hombre que oficiade intermediarioenrre el ujaj,de unaparre, y el wea y los atabacados , de la otra, ya que estos últimosno pueden enningúncaso comunicarsedi¡ectamente con el resto de los participantes;porúltimo,toda una serie de grupos ceremoniales de papel mucho menot entre losque se destacan los iniciados , amihiu,es decir, elconjuntode los que ya hanparticipadoen un ciclo completode la gran fiesta , ylosyahu, guerreros encar-

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medida q g p iejidos.Finalizada esta fase preliminar, los guerrero. .,ru.l .,a su te¡¡itoriocuan to antes y seconfinanen una esrricta ¡eclusiónen el cu¡so de la cuar prosiguen la disecaciónde la cabeza, ¡omando cuidado de ¡emodera¡ los rasgos de la víctima cadavezque la piel se esrrecha; la incisiónposterior es enseguida recosida, ros ojos y laboca son suturados y el interiorde la tsantsa es ¡ellenrdode kapok.

El rirualque comienza enronces es más enigmático,pero .o.rrti,rry.ra únicaclave de Ia que disponemos para comprender esta práctica desconcertanre, cuyaexégesis explícitalos shuar mismos no proporcion n.Érte se desa¡rolla en dosepisodios de varios días cada uno, separados por un intervalode aproximada-mente un año y llamados respecrivamenre ,,su sangre misma,,, numpenh, y,,larealización ,amiamu.Las ceremonias consisren en un encaden mienlode figu-ras coreográficas y corales regularmente repecidas, primeroen la morada delgran hombre que dirige el raid, luego en ra del asesino: las principares son erwaimianch,una ronda cantada al crepúsculoen rorno l, rr .rtr , ,.g,,rid porcantos ajr¿j ejecutados por las mujeres desde la caída del sol hasta .lib , y .rufinma'una especie de procesión que acompaña a la tsantsa en ocasión de cadauna de sus enrradas ce¡emoniales en la casa enrre una hilera de escudos golpea-dos en staccato por los homb¡es para simurar el t¡ueno. Además de esras mani-festaciones propiamente litúrgicas,a los hombres y las mujeres les gusca tam-bién danzar y canrar namper durante los goces más profanosy

bu.rd- rrt.m..,teociados de chichade mandioca que se desa¡rollana ra ho.. á. ra siesra, cuandoningún ritoparticular está previsto.

. Los principalesprotagonis¡as de la gran fiesca son: Ia rsanrsa misma, suce-sivamente designada por las expresiones 'perfil y cosa branda,,; un rríoquecomprende aI asesino, una pariente consanguínea -su mad¡e o su hermana- yuna aliada, en general su muje¡ que responden colectivamente al nomb¡e de

participado un ciclo completo gran fiesta , ylosyahu, g encargados de imitarel rugidodel trueno.

Entre los cantos y las danzas, dive¡sos oficiantesrealizan una multituddeoperaciones particulares: se indica en Ia tsantsa las caracte¡ísticas sociales y es-

paciales del ter¡itorioa donde fue transportada; se Ia o¡na y Ia recuece en uncaldo genésico poéticamente llamado agua de las est¡ellas ; las mujeres la ro-cían de esperma metafórico;el asesino es primero aislado como una besda sal-varcy fél.áa, luego purificadoy decorado con nuevas pinrurasdespués de queha ido a la selva en busca de una visiónde arutam bajo el efecro del esrramonio;el wea y él se rocían mutuamente el interiorde los muslos con sangre de gallo

para figuraruna menstruación; es sometido a los ritos habiuales del duelo -cortede cabellos y marcas de yagua sobre el rostro-; int¡oduce hongos en una chicha demandioca especial para hacerla fermentar, poniéndose así en el lugar de lasmujeres, cuya saliva cumple la misma función;se sacrifican y se consumenpuercos como sustitutos , imiab,de los enemigos, etc. En suma, duranre va-rios días y noches se desarrolla una especie de epifanía barroca, cargadade alu-siones esotéricas a la muerte y al renacimienro,a la fecundidady al alumbra-miento, al salvajismo caníbaly a las reglas inmemorialesde la armonía social.

De esta gran fiesta , cuyo ceremonialy complejidadsimbólicahan admira-do los mismos misioneros,¿qué se puede sacar como enseñanza? Primero,quela tsantsa no es un trofeo ordinario.Adiferenciade lo que ocurre entre otrospueblos cazadores de cabezas, la tsantsa no es un botín que da testimonio deuna hazaña y del que se deshacen sin miramientosal findel rirual;no es tampo-co una especie de amuleto, fuentede energía y de poder que permitiríagran-jearse los espÍritus, atraera los animales d.e cazao multiplicarla fertilidadde loshue¡tos. A cien leguas del vitalismorobusto de los feriches,este objetosin sus-rancia y sin contenido funcionamás bien como unoperador lógico,una marca

EL ARTE DE ADA.PTARA LOS ENEMIGOS

HISTORIAS DEA-FINIDAD

abstracta de identidad suscepdble, por su abstracción misma, de ser empleadaparala fabricación de idenridades nuevas. Es lo que da su razón de ser a lareducción; mientras que las cabezas trofeos ordinarios , capturadas por orrospueblos amazónicos, se demacran bajo el efecto del clima y pierden así su fisio-nomía original, Ia tsanrsa perpetúa, gracias al tratamiento que sufre, la repre-sentación de un rostro reconocible. En consecuencia, la miniarurización de Iacabezano es más que un efecto secundario, y sin duda no buscado como tal, deuna técnica de conservación que busca preservar los rasgos del decapitado de lacorrupción de la carne.

La fuente de realismo de la que da testimonio la preparación de la cabeza

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puede parecer paradójica si se piensa que la gente a la que se recurre para latsantsa son generalmente desconocidos. Es una regla inmutable de la caza decabezas que sus víctimas sean jíbaros, pero jíbaros de otra tribu, con los que noexista ningún lazo de parentesco, que hablen ot¡o dialecto y cuyo patrimonio se

ignore; en suma, enemigos genéricos y no adversarios individuales, muy lejanospara ser idénticos a sí mismos y, sin embargo, bastante próximos para no ser

percibidos como toralmente diferentes. La tsanrsa no podiía ser, por Io ranto, laefigie condensada de una persona parricular; más bien es la representación for-mal de una existencia singular, simbolizable por medio de cualquier rostro dis-tintivo desde el momento que provienen de un jíbaro no parienre. Todos losjíbaros comparten la idea de que la identidad individual está conrenida menosen las características ffsicas que en cierros atributos sociales de Ia persona: elnombre, la manera de hablar, la memoria de las experiencias compartidas y las

pinturas faciales asociadas con el encuentro de un aruram. La fase preliminardel ritual consiste en despojar a la tsantsa de referencias residuales que le impi-dan encarnar una identidad jíbara genérica: nunca se la llama por el nombre

-en caso de que sea conocido- de aquel a quien ha sido sustraída; su cara es

ennegrecida para obliterar Ia memoria de los motivos que se insc¡ibían en ella;

todos sus orificios son cosidos, condenando así los órganos de los senridos a

una eterna amnesia fenoménica; finalmente, es sometida a un aprendizaje de su

nuevo espacio social,paseada en

lacasa

por los puntos cardinales y familiariza-da, según la formula de los cantos, con su tierra de adopción .

La despersonalización a la cual se somete Ia tsantsa se asemeja a la adulreraciónde un documento de idenddad por un falsificado¡: Ia autenticidad del documen-to es aquí atesriguada por la permanencia del rostro, signo de procedencia legíti-ma del soporte de identidad y equivalente ftsico del número de código adjudica-do a cada uno por Ia seguridad social o los registros electorales. El trabajo del

HISTORIASDE AfINIDAD ELARTEDE ADAPTARA LOS ENEM]GOS 273

huambisa, estas guerras no tenían ot¡o finque capturar cabezas en ocasiónde losraids alargadistancia enrre jíbarosd...ono.ido,y sereccionados para Ia comodi_dad esrrarégica del objetivo.Los muerros de la vendetta, en cambio, rro erandecapitados, pues e¡an impropiosde figuraren el ¡ituar de rsantsa como embre-

mas de a-lte¡idad,en razónde su parentesco incluso lejano con los asesinos.si la caza de cabezas y ra venderta declinan la enemistad en diferentes regis-tros' ambas están afinadas, sin embargo, en ra misma crave: bajo diversas moda-lidades, el enemigo se presenra siempre como un afín, pues ros conflictosinter-

nos de la rribuestallan entre parientes por arianza, reales o ,,enrroncados,,,aveces en el inreriorde u.n mismo ,,país,, y muy a menudo entre dos grupos devecindades limírrofes,algunos de cuyos miemb¡osestán emparentados por el

matrimonio'se trata, pues, de asunros de familia,como ilusrran las muertes deIkiamy Kawarunch En i t h l d d

rema de Ia afinidad:entre robar mujeres y niños a aliados potenciales que lavendecra ha excluidodel número de parientes y robar idenridades producrorasde niños a no parientes con los que se simulauna afinidad ideal, la diferencia es

de grado, no de naturaleza. Esta últimapieza falca, sin embargo, enrre los achuar.Afaka de practicar lacaza de cabezas, simplemente parecen haber aplicado asus guerras contra los shuar la filosofiaque gobierna la vendet¡a, asombrosadesaparición en una culturapor lo demás ran vivaz,pero cuyo vacío ha sidocolmadoqrizá por un sustitutoque queda por descubir.

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,Ikiamy Kawarunch.En ciertos casos, ras hos¡ilidades se desencadenan enrreparentelas más a-lejadas, pero enronces por historiasde mujeres: ,r.rr..po. qu.,huyendo de un marido irascible,encuenrra lejos un nuevo cónyuge, o bien unaviudaque se casa con un achuar en segundas nupcias sin resperar las obligacio-nes del levirato'Dado que los lazos enrre los dos'paises .o.r po.o -.no, q.r.inexistentes, el pago de un tumash se revela casi imposibre fJr, d. un media-dor dispuesto a arriesgar su vida enrre semidesconocidos.Táres conflicrospue-den tomar una amplitudconsiderabrey desembocar en enfrentamienros mu-cho más farales que los de la gu.r., ..r,.. tribus, ya que los jefes de faccionesopuestas recufren a sus redes de alianza en las regiones

vecinas para formarcoalicionesque tenderán a acrecentarse cadevezque un muerto nuevo venga aestimular el deber de venganza en parentelas ,^Á^u*más alejadas del nudoinicialde enemistad. A pesar de la distancia geográfica y grrr^íógrr^enr¡elosdos bloques a-iiados, la afinidad es ro que ,quid.fi.,. p.ii.iprt.ri..,tesu rera-ción' una afinidadmás potencial que instituida,)¡a 9ue un marrimonioirregu-la¡ estáen el origen y los raptos recíprocosde mujeres y de niños en el curso delos raids conrribuyen a mantenerla; pero una afinidadáe principiop.r. ,odo,como da testimonioel nombre coleccivamenre d.ado lor ldr.ro.iir, nrn ,rrr, los dadores de mujeres . La afinidadreal de ros enemigos más próximos, de loscuñados muy a menudo, y la afinidadporenciald. lo, .n._igo,l.jrno, .ro ,.distinguenmás que por una inversión, qu.rl que separa una alianza de marri-monioconsentida pero no realizada de una alia¡za de mat¡imoniorealizadapero no consentida.

Con su extraña uniónmorganárica entre una comunidadvictoriosay unenemigo ge nérico y desconocido, er rirualtsanrsa remara esta va¡iación sobre el

rl

XUII. ESCENAS EN UNA CASA DE GUERRA

Poco ¡¡r¡,s DEL MEDloDiA, justo después de haber vadeado el Yukunentza, dimos

.o.r.t p.l*., signo de hostilidad: en el camino que conduce a la casa de Nankiti,

..r.on,r Ilro, una rama tirada en el suelo que obstruía el paso; lleva unos veinte

rrau.ho, cuyo rojo vivo salta a los ojos comomanchas de sangre en Ia sombra

d l t b Es la advertencia destinada a Ia gente del Apupentza contra

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,del sotobosque. Es la advertencia destinada a Ia gente del Apupentza

Iugar de donde venía el enemigo, para e

q,_i. l^od.rnización

de las armas no ha alterado: ¡quienquiera que atfaviese

jr. b rr.. está en peligro de muertel teremp está a Punto de dar marcha

atrás, prefiriendo renunciar al tumash que cuenta reclamar a Nankiti por el

..i-.., de su padre anres que seguir arriesgando su vida en esta región de con-

flicto. Tarir no dice nada, pues no quiere Pasar Por pusilánime' pero sé que me

acompaña en esta visita contra su deseo. Afortunadamente, estamos con Kayap,

un he¡mano entroncado de Nankiti que nos si¡ve de gxay, esperamos, de

salvoconducto. sus palabras tranquilizado¡as, combinadas con mis exhortacio-

nes medio convencidas, acaban por persuadir a Tseremp que continúe' Anne

Christine se quedó en la casa de Kayap aI borde del Bobonaza' ya que los hom-

bres juzgaron poco conveniente que fuera a una casa de guerra'

Hace ya varias semanas que hemos parrido de lo de Nayapi, descendimos

por el Kapawi hasta el Pastaza, luego exploramos las riberas y los afluentes del

gr^r, ,ío hasta la desembocadura del Bobonaza, que hemos remontado durante

áos dí s para llegar a lo de Kayap. En el camino, hemos visitado unas diez casas,

algunas p.of,r.rd .rr.r,te aisladas en la parte alta de pequeños ríos' o en un déda-

lJd. p*t .ros y de canales inaccesibles, salvo en piragua; fuimos bien recibi-

d,os, a veces con resquemor, y algunos hombres ocultaron mal un asombro lle-

no de sospechas ante los primeros kirinku que veían en su vida' AI penetrar

cadayezmás en una región desconocida, llego a ver Capahuari como una esPe-

cie de pueblo naral y a sus habitantes como mis compañeros de siempre, pues el

resto del mundo me parece ahora sumamente lejano. Hace meses que hemos

275

HISTORIASDE AFINIDAD ESCENASEN UNACASADE GUERRA 277

perdido el recue¡do de las comodidades más modestas cle la civilización:unjabón, ropa nueva, un espejo, un denrífrico,todas estas amenidades nos pare_cen tan exóticas como productos de lujoen una sociedad condenada a Ia mise-

un sentimientode aventura que contrasta con Ia monotonía de nuestra antigua

Awananch defiende de las tsentsak enviadas por otros chamanes; Nankitiy suparentela se encargan a cambio de liquidara los e nemigos de su acólito.

Awananch logró convencer a Nankitide que Peas era responsable de los diver-sos males que han golpeado ¡ecientemente a varios miembros de su grupo. Hacerres meses, aproximadamence, Nankitifue entonces a ver a Peas con el pretexto dehacerse trat'lry, una vez te¡minada la cura, permaneció en su casa por una noche.AIdía siguiente,Yankuam se unióa él y le pidióa Peas que rrarara a su esposa;mienrras el chamán, con Ia cabeza volcada hacia arrás, aspiraba jugo de tabaco porlamlizparaponerse en condiciones,Yankuam le disparó a mansalva, seguido porNankitiy los demás miembros de su facciónque habían pasado la noche escondi-

dos cerca de allí. Según la formulaempleada por Kayap: "¡Tánro le dispararon ared jo a la mitadl" Los del Apupentza l l

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que contrasta con Ia monotonía de nuestra antiguavida pueblerina,puesro que cada día aporta una nueva cosecha de descub¡i-mientos y, a veces, de peligros,privilegiosde exploradores que se han vueltomuy raros a expedición con las ilusiones de la proeza.

De la v y los del Apupenza sabemos algo más desdehace unos ó en una riva.lidadentre dos .hÁ".r.sd. ,._nombre, Peas y Awananch,juunr de peso en sus respectivos territorios,Apupentzay chirra, pequeños afluentes de la margen oriental del Bobonazaseparados por un día de marcha. como una mujerenferma fue a consultar aAwananch y éste no logró restablecerla, acud de peas parahacerse atender y éste la curó en el acto, pero uperioridad,lo que provocóel celoso furorde su colega. el ¡umor deque los éxitos de Peas eran Éácilmente explicablespues era él mismoquien em-brujaba a la gente previamente;por lo tanto, no Ie cosraba .r"d^.*r.".,.u,propias tsentsak del cuerpo de los pacientes, ganando así riqueza y consideración.No satisfecho con lanza¡ tan graves acusaciones, Awananch había convencido aNankiti,un hermano "entroncado",de monta¡ w raid paramarar a peas.

Nankitiy los suyos, que la gence de aquí llama mayn shuar, consrittuyenunpequeño grupo muy aisiado que encontró refugio en el yursuenrza, un afluenredel corrientes, después de las complicaciones con ros miliraresperuanos; casi

no tienen con[acro algunocon los achua¡ de la región,con excepción deAwananch y de su parenrela, con quienes han estrechado lazos de afinld"ddes-licidadéntr nda_procas que dad,olíticas,ent gran

guerrero: se proregen recíprocamente, cada uno en su esfera de competencia.

Peas que se redujo a la mitadl .Los del Apupentzaromaron muymal la cosa;Türipiur,hermano de la víctimay también ch¿mán, hizo llegar una declaraciónde guerra a Awananch y a Nankitipor mediode un joven mensajero: "Hanma-tado amihermano Peas nanbami(porgusto); erachamán, pero chamán tsuahratin(curandero)y no chamán uawehratin(brujo); ino somos hombres, tal vez ¡En-tonces midámonosl¡Peleemos y veremos quién quedal".La parentela de Awananchse había reagrupado aI borde del Bobonaza para alejarse del teatro de operacionesy acababa de terminar la consrrucción deuna casa fortificada;Nankitidijoalprincipioque estaba dispuesto a negociar, que había hecho un acto de salud públicacontra un malchamán, pe¡o que se podría enconrrarun arreglo

para el tumash. Setrataba, en ¡ealidad, de una ascucia para ganar tiempo pues acababa de rransforma¡su casa en campo amuralladoy toda su parentela se había ¡eunido con él ailí.

continuamosnuesrro camino con precaución por miedo de las rrampas. Elacceso a las casas de guerra está protegido por coda clase de dispositivosquefuncionancon lianas invisibles:puede ser un listón de madera flexible,provisrode puntas afiladas, que se clava en la cinturadel enemigo, o una pértigasolapadamente colocada en el sendero que lo hace a uno caer de cuclillas,conlos testículos aplastados, o a veces un simplefusildisimuladodetrás de un ar-busto cuyogatillose dispara con el menormovimiento,o también la clásicafosa provisra de estacas afiladas,comúnmente empleada para los jaguares y losocelotes demasiado golosos con las gallinas. Dicen, incluso,que los chamanesestablecen barreras de flechillasmágicas en los senderos por los que deben pasarsus enemigos, obligándolos a dar grandes desvíos en la selva. Hacia la mitaddela tarde, pasamos delante de una casa abandonada en un huerto prácticamentesin cultivar;todo el mobilia¡ioha desaparecido y hasta los peak fueron desman-telados. Poco después, orra casa ofrece el mismo aspecro de desolación. según

HISTORIAS DE ATINIDAD

Kayap, sus habitantes se han refugiado en lo de Nankiti y regresan a su casa

muy ocasionaimente, en columnas armadas y precedidas por perros, para ir a

buscar mandioca en los antiguos huertos.

Caminamos haciendo todo el ruido posible, hablando fuerte e intercam-

biando bromas forzadas, para que los cazadores ocultos no nos confundan con

una expedición enemiga ace¡cándose a escondidas. Mucho antes de que la casa

fortificada estuviera a la vista, Kayap señaló a lo lejos nuestra llegada soplando

por el caño de su fusil como en una trompa, luego cada uno de nosotros modu-

ló el largo grito con que se anuncian las visitas, revelando también cuántos

éramos. La empalizada aparece en Ia cumbre de una colina bien contorneada,ran alta vista desde abajo que la cima del techo apenas la supera Una puerta de

ESCENAS EN UNA CASA DE GUERM

|aa]rivezcompiteconlaaprensión'Considerandosindudaqueyafuimossuficien.puso, ordenó que nos sirvieran la chicha

e de ios aujmatin se desarrolla entonces

proximidad genealógica; así, Nankid se

o con TiseremP, y es pronto imitado por

e que los hombres más jóvenes se dirijan

ios aujmatin en simultáneo. Como de

motiYos de nuestra visira en estos inter-

a intención descabellada del kirinku de

enconüarse con un hombre cuya reputación de bralura se extiende sob¡e todo el

ú4o noUo.r- , halago circunstancial que yo mismo repito a Nankiti en un yaitiasd l j ti h logrado finalmente domina¡

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ran alta vista desde abajo que la cima del techo apenas la supera. Una puerta de

madera maciza, por el momento entreabierta, da acceso a este pequeño fortín,reforzado en el interior por una segunda hiiera de estacas que vuelve a la empa-

lizada más hermética e impide que se pueda pasar desde el exterior el caño de

un arma. La puerta se encuentra frente al tankamash, donde unos seis hombres

sentados en sus chimpui nos esperan en silencio. Del lado del ekent, se abre

otra puerta sobre un estrecho pasaje que baja al Yutsuentza entre dos muros de

leños cuya base está plantada en el agua. Flanqueando cada una de las puertas,

dos pequeñas plataformas a las que se puede acceder por medio de troncos

provistos de entalladuras sirven de puesto de vigilancia, momentáneamente

desocupados a no ser por un gallo que nos enf¡enta con arrogancia.

El recibimiento es glacial. IJna vez que se reconoce nuestra presencia con la

invitación a pasar, nos hacen esperar media hora antes de servirnos algo para

beber, mientras los hombres de la casa conve¡san como si no existiéramos. Es-

tán allí Nankiti y su hermano entroncado Supinanch, dos hombres de edad

madura, de cabello muy largo y rostro severo, Chinkim, hijo de Supinanch,

Yankuam, su ye rno, y Tenrets, su sobrino, así como también Kuji, un yerno de

Nankiti. Dos muchachos de unos 20 años, también sobrinos de Supinanch, no

tienen derecho al chimpui, lo que significa que son solteros. Todos tienen la

cara pintada con dibirjos de rucú, a veces combinados con motivos negros tra-

zados con yag:r,, y cada unolleva

unfusil sobre las rodillas o apoyado sobre Ia

pierna; Yankuam enarbola, incluso, una carabina a repetición de gran calibre yuna cartuchera bien provista cuelga de su cuello. Cerca de diez mujeres se en-

cuentran en actividad en la penumbra del ekent, rodeadas Por una retahíla de

niños que nos miran azorados.

Nankiti es un hombre bien proporcionado, de nariz chata y mentón cuadrado

en un rostro muy pálido, impávido en su continencia pero no en su mirada, donde

.¡i.t rrn t Uorioso, versión menor del aujmatin que he logrado finalmente domina¡

un poco. Impermeable a Ia alabanza' el no acePta

,rr'r.rrra. pr.r..rcia más que a disgusto' tant cubieno la

identidad deTseremp, debe habe¡ adivinr A pesar de

la presencia de K y p, remimos que pura y simplemente nos cerrara la Puerta oPo-

nié.rdono5 ut atsanmartiz, ese monólogo virulento con el cual se rechaza una visita

indeseable en el umbral de la casa, rarísima manifestación de desconfianza' y de

antipatía que sólo Ta¡ir recuerda haber padecido una vez' EI protocolo de hospitali-

d d., po, el momento respetado, pensamiento traaquilizador en 1o inmediato,

pero que no Prometenada acerca de nuestra futura suerte'

L ,ro.h. ya ha caído cuando se rerminan los aujmatin. Nankiti le pide a

Kayap noticias de Awananch y de su parentela, Pero no se inicia conversación

alguna con nosorros, a pesar de la cu¡iosidad de los más jóvenes por mí y contfa-

,ir-..rc. a la costumbre que tienen los achuar de atemperar la aridez de los dizílo-

gos ceremoniales con pa-labras más lib¡es intercambiadas en su conclusión- La

I*^., g. r,d., aunque está atiborrada de decenas de peak, jarros en cantidad,

hogares de cocina y pilas de mandioca, todo un batiburrillo de utensilios, de

cesros y de herramientas, sin contar una multitud de perros, atados a todos los

pilares disponibles en jaurías separadas. cada uno de los seis grupos familiares

que se hallan reunidos dentro de Ia empalizada conserva, en efecto, su autono-

mía. cada mujer continúa cocinando para su propia familia y cada hombre cazapara ella, independencia alimencaria que mitigan, sin embargo, constantes inter-

cambios de comida que se han vuelto indispensables por las dificultades de abas-

tecimiento en esre clima de inseguridad. Es lo que se puede apreciar gracias a la

magra comida que nos sirve la mujer de Nankiti, unos pedazos de mandioca

hervidos con un poco de pimiento. LJna vez liquidada Ia cena, se atrancan las

HISTORLASDEAI'INIDAD

puerras con un t¡avesaño y ios perros son largados denc¡o dei recinto,mientrasyo' respondiendo a la inviraciónde Nankiti-¡ionru-rorrrnl-meesfuerzo po¡ con_ciliarel sueño en er piso de tier ra barid r, .od."doder rumor indir,i;;;;.cuaren_ra personas de todas las edades.

Hacia las tres de la madrugada, meinfernal los perros ladra¡r fi.uiosameconcierrode las mujeres que gritan connen los achuar ". Los niños lloranal u

ffid'aton los jaros y los.chimpui,

usas pa¡a ser comprendidas.Un

vigitanciaparaescrura¡ros¿:::ffi;n r;lj#n: 1;

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g p ¡ ¿:::ffi;n.,.r;lj#n:.1;de los lamenros de Ias nbres descargan *;"'.:1 ,,:;';tJ.Ll[r*;ffi;?T,""ü:Iahora reanimadas, Nankiriavanza enronces hasta Icomienza a dectama¡ conrra er enemigo salta¡do ;ffi1J;::J:zpotente v dura

¡Shuaraiti ¡shuaraiti ¡shuaraiti¡uatska ¡winiti,utitziti,winiti¡shuar jintiatarutchik,shaar ttnttchiÉ¡turah

¡haa ¡iar apatuk iimiarapatuh ¡maniaratjai

¡haa ¡paara suruitia ¡paara suntitia ¡paara suruitin ¡paara runtitia¡baa ¡aisbmanhchint, yamai,yamai,'iuatska ¡inr,;,;;r:;;;;;r,;"iif*r,,rr,¡hame ¡kame ¡niish, baa ¡niisba, .*iisha,kame ¡mesera ehematish, t,*t¡;,rr;nol /)):rli o

uainhitai ¡awainhitai ¡auainkitai ¡awainhitaitahun pujajai¡1awa

¡waurshi ¡waurshi ¡waurshi ¡uaurshi ¡watrnhiai marish, haa jimiarapanh jimiarapattk ui:ha wdrinlereta,ti mesetnah ¡nu mesenzah ¡nu mesetiah ¡pujajai ¡pujajai/¡p ujajai ¡p e aja i ¡p ujajaaa i

S u n yde inrimidación,asom_b rá omento mi alarnra con Iail , d ¿e las edad.es heroicas:Dibtjode Ph;lippeMtncha partir de los documentos de philippe Descola.

HISTORIAS DE AFINIDAD

¡Gente ¡Gente ¡Genrel

¡a ver ¡que venganl ¡que vengan ¡que vengan ¡que vengan

por el camino, ¿no ha venido gente, no ha venido acaso?

¡así es, entre nosotros dos ¡entre nosotros dos ¡entre nosorros dos ¡entre nosotros

/dos

¡te mataré

¡haa ¡mujer ¡en mi pitiak

¡haa ¡tráeme las balas ¡tráeme las balas ¡tráeme las balas ¡tráeme las balas

¡haal ¡hombrecillos ¡a ver, ahora, ahoral ¡escrutemos el caminol ¡escrutemos el

/camino iescrutemos el camino

¡ahora bien, puesl ¡ahora bien, pues ¡é1, haa ¡y él,y é1, ahora bien, pues aunque/esté lisro para el ataque h l

ESCENAS EN UNA CASA DE GUERRA

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/esté lisro para el ataque, ¡haalcon una descarga de nuestros fusiles en el camino, ¡detengámoslo ¡hagimoslo

/huir ¡hagámoslo huir ¡hagámoslo huirly yo, y yo, con esa misma bala estoy a¡mado

¡haa jaguar ¡.iaguar ¡jaguar ¡jaguar

¡haa ¡enfurecido ¡enfurecido ¡enfurecido ¡enfurecidoaunque él mismo haya querido Ia guerra, ¡haa ¡entre nosotros dos ¡entre nosotros

/dos , Y Yo,

no pienso más que en pelear, ¡de inmediato , en esa guerra, ien esa guerta, en esa

lgterra, en esa guerra ¡ahí esto¡ ahl esto¡ ahí estoy, ahí esto¡ ahí estoooy

Como ningún signo de hostilidad provenía del exterior, el tumulto acabó porcalmarse y esperamos el alba en un silencio tenso, en cuclillas junto a los fuegos.

Al despuntar el día, los vigías avisan que los alrededo¡es están desiertos y Nankitise ayenrura afuera con algunos hombres, no sin antes haber soltado a los perros.

Todo parece apacible y los sigo yo también, contento por una vez de mi emba-

razoso firsil. Enseguida resuena un grito: "¡Shuar nawe ¡Shuar nawe ¡Irttnui ""¡Huellas ¡Huellas ¡Hay muchas ". Nuevamente, Nankiti se lanza en un

impikmartin desenfrenado; una vez te¡minada su declamación, se calma de

inmediato y hasta me, dirige una sonrisa, Ia primera que le veo desde nuestra

llegada: "Yen, juuntur-me dice-, ¡esperemosl".Comienza una larga jornada en Ia casa fortificada. Las mujeres y los niños

parten en bandas a hacer sus necesidades, proregidos a la distancia por un hom-bre armado; los imito en compañía de Tárir yTseremp, luego la puerta vuelve a

cerrarse, y apenas se ent¡eabre para que Tentets y Yankuam reconozcan el terre-

no y sigan Ia pista de los visitantes nocturnos. Los niños están extrañamente

silenciosos, ocupados en tareas domésticas y triviales, como trenzar un cesto,

y su pista, tras haber dado muchos rodeos, se dirige en línea recta Para el lado

i.l Apupe.rt a, probable indicación de que ahora han regresado a sus casas.

La vida colectiva en una casa fortificada, que a veces puede durar dos o tres

años, impone a los achuar penosos esfuerzos. A causa del peligro coftstante en

q,r. ,. .rr.,r.rrrran, es absolutamente imposible moverse de allí, salvo para los

)aidS dreste modo quedaninterrumpidos temporariamente el circuito de los inter-

cambios y el tráfico comercial en el momento justo en que la necesidad de

armas y de municiones es más urgente. El abastecimiento o¡dinario se vuelve

también difícil; la gente de Nankid agrandó su huerto y empezó a Plantar man-

desaparece casi de Ia alimentación cotidiana Porque los hombres dejan de cazar

regularmente en cuanto los animales abandonan las inmediaciones de Ia casa'

Nankiti y sus parienres organizan a veces \ia caza durante la noche, pero losresultados son muy aleatorios, pues la presa es ubicada por el sonido ¡ con

excepción de los hocos nocturnos, todas las especies que se cazan habitualmen-

te esrán durmiendo. Quedan los peces, mediocre provisión que el Yutsuentza,

un río muy pequeño, no entrega más que mezquinamente. Hacen falta ciertos

p.odr.,.,o, de Ia selva, indispensables para la economía doméstica: el kapok, la

H]STORIAS DE ATINIDAD ESCENAS EN UNA CASA DE GUERRA 285

arcilla para Iaalfarería,las piantas para confeccionar el curare, ias fibraspa¡a lasflechiilas o el chambira para rrenzar hilos; monrar una expedició., pr. i,

ecolectarios es desguarnecer las deFensas de la casa y exponer la vida de lasmujeres y los niños. satisfacer las necesidades naturales rambién se convierte enuna empresa de riesgo: ¡cuántas veces me contaron el rapto de una mujer quesalió para alivia¡se en el linde¡o del hue¡tol ¡En cuanto se cier¡an las puercas, nihablar de ir a hacer pisl EI corredor fortificado que conduce al yursuentz per-mite ai menos lavarse, pero en medio de un amonronamiento de inmundiciasque provienen de codos los desechos de la cocina. En cuanro a los placeres de lacarne, deben ser puesros encre paréntesis por un tiempo, ya que la superpoblaciónde la casa no permite hacer el amor en paz y los embates en ra serva ,o., ,hordemasiado peligrosos. Tseremp comenra esra vida en cámara renra con una ima-gen evocadora: son como perezosos que tardan dos días para cambiar de rama

Ia que la frecuentación constante puertas adentro del fortín da visos de verosi-militud, cuando no oportunidades de sucumbir.

La casa de guerra es un mal necesario, pues Ia vendetta no deja a nadie afuera.

Basta con estar emparentado con el asesino y vivir en su vecindad, o también

con perrenecer de manera visible al entorno del gran homb¡e de quien el crimi-

nal es familiar, para ser conside¡ado solidario con sus actos y convertirse en

blanco de una venganza indiscriminada. Esta presunta complicidad estrecha

periódicamente en la adversidad a parentelas a veces poco unidas y lleva a los

menos beligerantes a buscar Ia seguridad de una defensa colectiva en cuanro las

cosas empiezan a cambiar de color. Sin embargo, el deseo de protección no es

suficiente por sí solo para lograr reunir gente que preferiría vivir separada; hace

faita el carisma de un gran hombre para que parientes esparcidos en una zona

i d d lig en na verdadera facción: él q ien t l i i i ti

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g como perezosos que tardan dos días para cambiar de ramay defecan sólo en cada luna nueva . Es posible, po. lo d.-ár, que las virrudes decontinencia tan valoradas por ios achuar no sean más que la expresión, bajo laforma de un imperativo moral, de una necesidad d. ..rr..^ rr. para esra vidaascécica que la guerra impone a todos reguiarmente.

Lo más penoso para los indios en esra exisrencia de siciados es Ia promiscui-dad. El desagrado que sienren por compartir con orros la intimidad de su hogartransfo¡ma a la casa fo¡dficada en un lugar de prueba permanenre, porque es-tán obligados a someter su habitual libertad de acción a las exigenci , ¿.t u1..,común y a compromererse a

evitar fricciones que su sentido impetuoso de laindependencia provoca en todo momenro. El ejemplo de capahuari muestraque el aprendizqe de las relaciones de vecindad puebrerina no se realiza sinproblemas' ¿Qué deci¡ enronces, de las tensiones originadas po¡ una conviven-cta iorzada en un espacio minúsculo y perfectamenre cerrado, donde bulle,además, la inquierud consranre de un ataque? Hay que vigirar a los niños paraque sus discusiones no se transformen en peleas entre padres listos para tomarparddo por sus hijos; las mujeres deben comparrir sus utensirios y curdrrse detodo comentario poco amable sob¡e sus respecrivas aptirudes; Ios hombres, igualesen principio, son sensibles a rodo Io que podría sugerir una precedencia, io quelos lleva a aumenrar el formalismo ceremonioso de sus ¡elaciones cotidianas.Sin embargo, los mo¡ivos de envidia abundan, puesro que esos hombres sehallan someridos a circunstancias excepcionales propicias parahazaiasde todotipo, que iluminan bajo la luz más cruda las disparidades natu¡ales en el valor,la astucia, lafterza o la destreza. pe¡o sobre todo los ceros causan esrragos,porque hombres y mujeres sienten muruas sospechas de infidelidad, siruación a

de vecindad se coaliguen en una verdadera facción: es él quien toma la iniciati-va de agruparlos en su casa pata construir fortificaciones cuando juzga que unenf¡entamiento de envergadura parece inevitable, sea porque ya se ha cometido

un primer crimen, sea potque un diferendo motivado o no con hombres de unterritorio vecino conduzca a una situación volátil. Como ocurre en torno de

Nankiti, el núcleo principal de la facción está compuesto por dependienres

directos -hijos, yernos, hermanos menores- a quienes se suman algunos con-sanguíneos y aliados de probada lealtad, hermanos entroncados o cuñados de sangre , es decir, aquellos hijos de mi tío materno o de mi tía paterna con

cuya hermana me casé y que se casaron con la mía. Porque él sigue siendo el dueño de casa', jea nurintin, y todos los demás, sus invitados, y porque ram-bién todo el mundo confla en sus cualidades reconocidas de liderazgo militar, eljuunt está invesrido de un rol preeminente; se convierte en el mesetan chicharu,literalmente el heraldo de la guerra'. Es él quien orgariza la defensa del forrín,es él quien regula los problemas de intendencia, es él quien planifica y conducelos raid¡, y por último, es él quien busca establecer alianzas con grandes hom-bres vecinos o se esfuerza, en caso de necesidad, por encontrar puntos de acuer-do con el enemigo. La vendetta se vuelve en gran medida su asunro personal,aun si el crimen inicial que la desencadenó fue ¡esultado de un conflicro que nole concerniera directamente. Haya disparado o no el tiro fatal, sus adversarios loconside¡an el responsable directo de cada muerte ocurrida en sus filas, acusa-ción que contribuye a perpetuar figuras casi legendarias por la amplitud de las

hecatombes que se les imputa. Cuando recojo genealogías, por ejemplo, siem-pre me señalan al principio a uno u otro de cuatro o cinco personajes comoasesino de tal o cual pariente, miencras que una investigación más minuciosa

HISTORIASDE AfINIDAD

muestra a menudo que el culpable efectivo es un miembro más oscuro de sufacción.Esca función catalizadora del gran hombre se revela también a contra-rioctando muere en combate, yaque su grupo se desbanda casi de inmediatopara refugiarse lejos del teatro deoperaciones.

EI ascendiente que ejerce el juuntdurante la guerra.jamás se convierte porelloen una verdadera dominación sobre los miembrosde su entorno. Si mues-tra signos evidentes de apuntar solamente a su propiagloria, involuc¡ándose sinrazón valedera en renovados enf¡entamientos contra enemigos siempre diferen-tes, sus partisanos acabarán por abandonarlo uno por uno, cansados de la inse-guridadperpetua en que los condena a vivir. Hayun caso célebre en los anales

de la región, el de Pujupat, un viejojuuntde la orillasu¡ del Pastaza que guerreósin discriminación contratodo el mundo y ha matado con sus propias manos

ESCENASEN UNACASADE GUERRA

ivada de un soPorte efecrivo, tiende a

e permite ceracterizar la relaciónconFundada en una amnesia deliberada de

casamiento, esta consustancialidad se

con aquel cuyo destino se comParte ynguirse de sí; así es como un hombretes muerto en combate diciendo: ¡Tal

mehamatadol,,.Concadanuevapérdidaentremisprójimos,muereunaPartede mí que debo hacer ¡evivirmediante Ia venganza'

I.rrtrrr*.rrrode una coagulaciónfamiliarque no existe sin él más que en

estado pocencial, el gran hombre no podría existirfuera del contexto codificadof í i t i

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sin discriminación contratodo el mundo y ha matado con sus propias manos

-sin duda posibleaquí- a cerca de veinte personas, un matador loco (waumak)según mis compañeros, que desnudaba a las mujeres y les separaba los muslospara dejar expuesto su sexo, que no vacilaba en aceptar contratos para liqui-dar a gente desconocida para é1, y que viveahora recluidoen su casa fo¡tificada,teniendo a sus hijos por única compañía, únicoshombres con los que puedecontar todavía para quelo protejan ycacen para é1.

Sembrar el terror noes la manera como el gran hombre gana una adhesiónduradera, sino mediante la persuasión y el ejemplo. Debeimpresionarcon suvalor y su fuerza de alma y, sobre todo, manejar hábilmentea los parientes,asumiendo respecto de los suyos la figurade padre o de hermano mayorde laque deriva una autoridad ya familiarpara todos. AIllamara sus guerreros mishijos , a menudo expresado con el término nrtm?aaru, el mayor , contribuyecon su comportamientoa borrar las relaciones de afinidad en elseno de suparenrela agrupada y a reforzar la idea según la cual ésta obtiene su unidad, e

incluso su sustancia, de una consanguinidad ideal. A falta de clanes o de linajesque perpetúen a través del tiempo una identidadcorporativa de fronteras socia-les y terrirorialesclaramente establecidas, los achuar tienden a concebir las rela-ciones entre loshabitantes dispersos de un mismoterritoriosobre el modelodelos lazos de sangre, aun si lo que en realidad estructurasu solidaridad soncasa-

mientos que se repiten de generación en generación. Enconsecuencia, elutópi-co entre-nos de estos grupos de vecindad se afirma nuevamente de modo perió-dico en la convivenciade las casas fordficadas, cuandopeligrosy hazañas com-partidas dan a cada uno la ilusiónde experimentar en lo cotidianola comunidadreencontrada de una gran familia.Suegros, cuñados y yernos desaparecen delcampo de referencias socialespara transformarse en consanguíneos de elección,

d.l p ...rr.r.o y de esta aspiración a una fusión consanguínea cuya quintaesencia

expresa por un momenro.su dominioy eventual ascenso están, Pues, estrecha-

,n..r.. Ii-ir dospor los modelos de autoridad internos de la familia:autoridad

del padre sobre sus hijos, del marido sobre sus esPosas y del suegro sobre su

yer.ro, único, precedentes caPaces de dar al ejerciciotemporal de su mando una

,pr.i..rci d. Iegitimidad.Asumiendoen Ia guerra un rol preeminente, el juunt

.ro .r,á guiado por una enrrega altruistaa la Cincinnatus.Está impulsadocom-

p1.. -Á..po, st ,mbición, pero una ambición de prestigio y de considera-

ci¿.r,

dmitüapor todos por ser comPartida Por cada uno, y no la ambiciónde

un poder sin freno que nadie está dispuesto a concede¡le y cuya naturaleza yalcance sería probablemenre itcapaz de imaginar.Lejos de tener un estatuto

aparre -el término jefe no tiene traducción en jíbaro-,alca¡zó simplemente

l pl.r realizacióndel ideal de virilidada.l que la mayoría de los hombres aspi-

,*.c.l.br do y respetado por su bravura, dueño de su destino, reinando sob¡e

numerosas mujeres, vasros huerros y yernos que le deben obediencia, hábilpara

establecer alianzas y de este modo hacer llegarsu influenciamás allá de los

límiresde su familia,es la imagen de un éxitoaccesible a todos antes que una

amer.a:za insidiosa para la libertad.oscilando enrre la anarquía bien arempefada de los tiempos ordinariosy

una solidaridadde facciones fomentada Por un hombre cuya autoridad se ve

limitadapor las circunsrancias, los achuar han instituidouna formade organi-zación políticaque prorege la independencia de cada uno sin llegar a la disolu-

ción del lazo social. Hablarde democracia para definirestas coa.liciones libertarias

sería muy exagerado; primero porque las mujeres son excluidas de la conduc-

ción de los asunros exreriores, y luego porque no existe un ideai de la cosa

públicao del bien comírnsusceprible de trascender los intereses Particulares ni

una autoridadindiscuriblecapaz de dar cuerpo a un proyecro semejance. Estasdos condiciones serían cont¡adictoriascon el mantenimientode la soberanÍareconocida a cada jefe de familia.Ent¡e los achua¡ como en las democracias

ESCENAS EN UNACASADE GUERRA

co arr ar.ezca. Por lo tanto, Tseremp debe presentar su pedidoahora o nunca.Mienrras cada uno saborea la wayus a pequeños sorbos, desarrolla un hisrorialderallado de sus quejas, con voz menuday llorosa, como si no creyera que elrumash que reciarna estuviera bien fundado. El padre de teremp, Kiriminr,vivíaantaio a orillasdel alto Kapawi,no lejos de un tal Sharian con cuya her-mana se había casado; este último,después de las infidelidadesde su mujersobre las cuales los hermanos de ésta no parecían tener nada para decir, fueanimado por un gran resentimiento contra sus aliados y abandonó a la infielpara instalarse lejos, aJ borde del bajo Corrientes, donde se casó con una herma-na de Nankiti.Ahora bien, Kiriminttenía la cosrumbre de pegarle a su mujer,

lo cual llegóa oídos de Sharian, que le hizo saber a su cuñado que debía cesar dema-[tratara su hermana. Elpadre de Tseremp no consideró esras reconvenciones,

HISTORIASDEAFIN]DAD

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los demás, el único freno que tienen para exaltarse a sí mismos es Ia ausencia ensu propio seno de un púbiico para aplaudirlos.

una magra comida, los perros puerras adentro, y todo el mundo se acuesta a-l

caer la noche, salvo Nankid,que va a su pequeña cabaña con una calabaza dejugode tabaco para buscar, según Tari¡ Ia asistencia y el auguriode su aruram.

al punto que después de una golpiza particularmente violenrasu esposa se en-fermóy murió.Casi aI mismo tiempo,el hermano de Nankiri,cierto Unupi,fue a consultar a orillasdel alto Kapawial hermano de Kirimint,Mashinkiash,un chamán de renombre; sin embargo, lejos de restablecerse, Unupisucumbióen cuanto regresó a su casa, y se imputóla responsabilidada Mashinkiash.Nankitiy Sharian organizaron, pues, un raid para marar a Mashinkiashy ven-gar solidariamente las dos pérdidas que habían sufrido,pero no tuvieron éxito,porque fueron descubiertos. Enrretanro, Kirimintfue a atenderse a orillasdelBobonaza con un chamán llamadoKanmash;Sharian fue informado sobre supresencia, probablemente gracias aI mismo Kanruash, y amorinóa Nankitiparallevar a cabo su venganza. Fue en lo de Kantuash donde Nankitimató a Kirimint.

Para apoyar su pedido de compensación, Tseremp emplea dos tipos de argu-mentos: primero,la injusticiade matar a un hombreque no había causadoningún perjuicio directoa Nankiti,por no ser él mismo chamán y no poder serconsiderado responsable de las actuaciones de su hermano chamán; en segundoIugar, y sobre codo, su t¡istedestino de huérfano, llevadode casa en casa, yrecogidofinalmente por los apach lejos de su rierra neta].Es ciertoque loshuérfanos, sobre rodo de madre, se quejan aquí de una infanciadesdichada; noporque sean maltratados o se les escatime la comida, sino por el hecho de que

no reciben ni el afecto nilaatención que necesitan, dado que nadie se preocupapor ellos.Esta soledad conduce a veces a los más jóvenes a suicidarse comiendotierra;queda en los adultos un suf¡imientomuy vívidopor el que responsabilizana aquellos que los han privadode sus padres. Tseremp es más elocuente al des-cribirsu triste condición,a pura pérdida, aparenremente; en ningún momenrodel alegaco Nankirise conmueve con su sufrimiento,ni siquiera riene el gesro

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XIX.SENDEROSDE IAREVEI-ACIÓN

El s¡Np¡no AlENAsALIANADo seextiende y desemboca en un pequeño clarodesmalezado. En cuclillasen el centro bajo un refugiode palmeras, Pakunt nosve aproximarnossin decir palabra;tiembla,completamente desnudo, con elcuerpo cubierto de rasguños, Ios cabellos enmarañados con restos vegetales; su

rostropálido está vacío de expresión, como agrandado por sus ojos dilatados

que nos miran fijos sinparecer vernos. Hace cuatro días que Pakunt 'pardó porel sendero" según la expresión consagrada; retirado solo en el fondo de la selva

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el sendero , según la expresión consagrada; retirado solo en el fondo de la selva,sin nada para comer ni beber, ingiriósin respiro el est¡amonioy el jugo detabaco con el fin de ser visitado por la visiónde un arutam. Los accesos muydespejados forman parte de la puesta en escena: arutam no se aparece más quea los que le han preparado un pasaje espacioso y sin obsráculos, un "camino"precisamente, al borde del cual elsuplicante, aposrado en su "reclinatorio"(ayamt), espera la llegada del fantasma vagabundo. He acompañado a mi anfi-triónTünkidesde su casa a dos horas de aquí, porque este últimose empezó ainquietar de no ver volvera Pakunt. Lostrances inducidospor el esrramonio

pueden ser violentosy conducir a los alucinados a errar corriendopor la selvasin reparar en los peligros que losacechan; una mala caída o ahogarse no esránexcluidos,ni siquiera para los que, como Pakunr, han sobrellevadoya la pruebacon éxitorepecidas veces. Pese a los araiazos y el short hecho trizas que agiracon sus manos, el joven parece estar muy cansado y le anuncia a Tunkicon vozfirme:"¡Pai ¡hanutmjai ¡waimiahjai "."Esrá bien, he tenido la visión, lo en-contré."

Pakunt "partiópor el sendero" porque acaba de marar a un hombre; necesi-taba, pues, renova¡ su visiónde arucam bajo pena de ser abandonado por sufuerza vitalen un momento tan crítico. Elasesinato se produjo pocos días des-pués de nuestra llegada a lo de Tunki,un muy importanrechamán, hermano

demi amigo Mukuimpde Capahuari, quiendesde hace riempo me insraba a visi-tar, sobre el Kunampentza,a este hermano mayorque le enseñó poco más omenos todo lo que él sabe en materia de curandería. Había aplazado el proyectoporque el Kunampentza se halla en el límireseptentrional del territorioachua¡muy lejos de las regiones que renemos la costumbre de frecuentary donde

293

SENDEROS DE IAREVEIACIÓNVISIONES

queda mucho trabajo por hacer antes de comenzar una investigaciónmás pro-funda sobre el chamanismo.

Más de ocho meses han transcurridodesde el finde nuestra expedición enpiragua con Tseremp yTarir, duranre los cuales hemos pasado largas tempora-das en lugares ya familiares, Capahuariy Sasaima, entrecortadas por pequeñosviajes a regiones limítrofes,sobre el Copataza o el alto Pastaza. Pronto ha¡á dosaños que vagamos entre los achuar del norte; somos conocidos más o menos enrodas partes y nadie se sorprende ya de nuestra presencia. Locual no deja decausar problemas: todo el mundo supone que estoy interio¡izadoy cada unoespera de mí que tome en serio las obligacionesdel parentesco ficdcioen el queme he insertado y que me pliegue a tal o cual facción enconflicto.Eso fue loque ocurriócuando aterrizamos en avioneta en Conambo, hace unos quince

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q , qdías, con el finde conocer aTünki.

Sobre el curso medio delKunampettza, elrío de la ardilla',Conambo se

reduce a una pista de aterrizaje, construidahace una decena de años en ocasiónde una efímera tentativa de explotaciónpetrolera, en torno de la cual algunasfamiliasachuar y quechuas fueron recientemente reagrupadas. Anuestra llega-da, la mayoríade las casas achuar estaba desierta en razón de un grave conflictoque enfrentaba a dos grupos de parientes unidos por el matrimonio;una de lasfacciones se había refugiadosobre el.§7'ayusentza, un pequeño afluentedel Pindo

Yacu, a dos días de marcha hacia el norte, mientrasque la otra, bajo la conduc-ción de Tünkiy de Mukucham, se había replegado a orillas del Kunampentza,a un día de navegación río arriba de la aldea y en un sido bien elegidopues elrío, fricilde controlar, constituye la única víade acceso. Sabiendo de mi amistadcon Mukuimpy enterado de que había venido a ver a su hermano, unpatientede Tirnkique se encontraba en Conambo ese día nos embarcó en su piraguapara llevarnos a lo de nuestro anfirrión.

Como de costumbre, el conflictohabía empezado por un problema conyu-gal: harta de ser maltratada por su esposo Chuchukia,Chayukabandonó a sumarido y se refugió entresus hermanos. Como varios niños habían muertobruscamente en lo de estos últimos, se comenzó a acusat a Mashu, padre de

Chuchukia y cha-mán reputado, de habérselos comido para vengarse de Iadefección de su nuera. La hija de Chayuk, queestaba casada con un sobrino entroncado de Chuchukia,abandonó también a su maridopor consejo de sumadre, anulando los lazos instiuidospor el matrimonioentre dos grupos deafines. Los niños se quedaron además con sus padres respectivos, contrariamen-te a la costumbre en casos similares, dejandoa su madre desesperada y sin gran

lios en su vieja casa.

trocitode carne. Pero durante algunas lunas todavía, se verá constreñido a co-

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sobre sí mismo para emprender su búsqueda solo. sus efectos sociales son in-mediaramente sensibles: busca procurarse un fusil,puede romar una mujer ¡sobre todo, es frecuenlemente invitadoa parricipar enlosraids por el padre desu esposa, bajo cuya conducciónhace su aprendizaje de guerrero. Aruramope-ra, en efecto, comoun estimulancede la valentía que el .ioven puede manifestaren los combates; noobstante, la influenciade arutam se disipa en el momenroen que mata a un enemigo y necesira entonces 'partirpor el sendero" para unnuevo encuentro. Todos los hombres que participan en una expedición victo-riosa se encuentran por lo demás en Ia misma situación, porque el acto de matara un enemigo es un asunro colectivo: inmediatamentedespués que un miem-bro ha hecho un disparo mortal, todos descargan su fusilsobre la víctimaaba-tida y por medio de este acto se convierten solidariamente en coasesinos, lo que

SENDEROS DE IAREVELACIÓN

accedenmezclandoenelestramoniounpocodenatem'subrebajealucinógenoparricular,encuentro que consolida su sistema de protección contra chamanes

enemigos acentuando sus propias disposiciones ofensivas' Así como después de

ilJ;;.; rruramun hombre normal arderá por probar en combate su valentía

,.rnrrt"¿.,un chamán visitadoPor su arutam esPecífico se consumirá de ganas

¿. .*t. sus Proyecdles invisiblessin controlarmucho el destino'

ño obr,"nte, la energía de la visiónmovilizadano es orientada hacia la sola

exaltación de Ia supremacía del yo; ella anima también' en 10 cotidiano'una

u'r'Jat.norryduradera. Este aspecro de arutam es patente en los beneficiosque

f",a"i.r.,á,r".., de su experienciavisionaria."Partirpor el sendero" es me-

nos importante Parauna mujer que Para un hombre' que debe establecer su

tf"ris"S*el campo de batalla y reanudar los hilos de su vida cadavez que ha

' l b ' I l t b todo a

VISIONES

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qpermite a la gente joven, aún inexperta, comenzar muy pronto a acumular he-chos de armas.

Mis compañeros creen que la influenciade arutam desaparece ran pronrocomo se ha matado, dejándolo a uno en un estado de languidez exrrema,atenazado por un hambre insaciable, sin otra voluntad que el deseo de "partirpor el sendero". Es entonces urgente ir en busca de arutam puesto que se cae eneste estado vulnerable en el momento preciso en que se está más expuesto a lasrepresalias de parte de los parientes de la víctima.Ahora bien, el encuentro de

un nuevoarutam parece no sólo restaurar las fuerzas delvencedor, sino tambiénacrecentarlas de manera gradual en cada experienciavisionaria,de manera quelos hombre mayores que han varias veces "pa¡ddo por el sendero" son conside-rados invencibles. Viejosvalienres, tales como Tbukanka y Naanch en Capahuari,o Tirkupiy \ü/ashikta en Sasaima, mueren por cierto como todo el mundo, peronunca, se dice, de una muerre accidental o por violenciafisica: logransobrevi-viraun cuando están acribilladosde perdigones y, si acaban por morirse, es me-nos en razón de sus heridas que porque un chamánlos ha debilitadoenviándolesun tunchi,único métodopara desembarazarse de adversa¡ios ran formidablesquese ha renunciadoa matarlos por medios más di¡ectos.Una se¡ie de cara a cara conarutarn en Ia somnolenciadel "reclinatorio"tiene de este modo como resukadouna acumulaciónpersonal de pode¡ razón por la cual se designa a menudo a losgrandes guerreros con Ia expresiónhanuraur, "los que saben dormir".

Puesto que en primer lugar losefectos se miden en la guerra, aruram ha empe-zado ligado a la liberaciónde una fuerza interioren acros de violenciacodificados.Pero éstos no se circunscribensiempre a hechos de armas. Tirnkime cuenra queIos chamanes tienen relaciones con una especie particularde arutam a Ia cual

tf rit","do.No todas se someten, Por tanto' a la prueba' Ia cual atrae sobre todo a

l*.rooras de los hombres kakaram, "los fuertes", es decir, que han encontrado

*-.roro,aruram. Además de la longevidad,ellas ganan así Ia seguridad de

urr, p.rf..,"realizaciónen los dominios que conciernen a Ia competencia fe-

-.rrin",el dominiode las plantas cultivadasy su transformación, la alfarería,el

rejido,el adiestramientode los Perros, etc' Sin duda' Ia emulaciónjuega un

prp.l an el deseo de una esposa de conocer a un arutam' no tanto para tivalizar

.o., ,,, maridoen una improbable guerra de sexos' sino para establecer una

forma de paridaden las biografiasconvergentes, cuya comPlementariedadacen-

túa Ia garantía de una doble revelación.Así, como los hombres, ciertas mujeres

*rrn,. ,rlr.^ente al "reclinatorio"para tomar ailí el estramonio, con la asisten-

cia de su madre o de una hermana en general mayor. Habitualmente,Ies ocurre

que encuentran al arutam en sueños y sin estimulantes, especialmente cuandoji.rd..,a su marido o su cariño se ve enajenado por un violentodesacuerdo' El

distanciamiento temPorarioo definitivode un cónyuge Parece actuar sobre

ellas a la manera del asesinato para un hombre; se trata de un acontecimienro

singulary cargado de pasión, que clausure un período de Ia vida cuyo desarrollo

f.rJtr"r"dopo. .l ,r,rtr^y que impone con ese hecho la refundaciónde un

destino personal bajo los auspicios de una nueva predicción'

Delimitarel aruram por sus efectos, como he tratado de hacerlo hasta aquí, noes suficientepara acceder a Ia comprensión de los principiosque lo constituyen'

una primera pregunra se impone: ¿quién es este'Anciano" portador de una ¡eve-

laciónvital?.se puede, en una aproximacióninicial,definirlocomo un antePasa-

do. Es un muerto relativamentefeclente o cuya memolia aún no se ha perdido, lo

que asegura Ia invocaciónde su nombre; un pariente en general' a veces lejano'

VISIONES SENDEROS DE TAREVETACIÓN 301

Anrepasadosmíos,

¿adónde se han ido ustedes?

Hundidoen el desamparo, despierto cu compasiónEn mi fuero íntimo,sólo pregunto: ¿a dónde te has ido?Yo el hijode la Pata de oceloteDiciendoasí, el oído atentoA ri que declaras: como una bolade fuego,voyhaciéndome la costumbre,Hundidoen el desamparo, despierto tu compasiónViniendocomo una bola de fuego

¡Cae, cae sob¡e mí Así resplandeciente, así iluminadoTú a quien ningunopuede superarYo mismo soy aquélComo el niño llevado por su madre, así soy yoMiabuelo a quien nadie superaHaciéndome emerger todo esbelto

pero muy a menudo originariodel mismo terrirorioque el visionario,un perso-naje estimado en vida,especialmente por su iongevidad.Los antepasados mascu-

linos se manifiestana los homb¡es, ro, ".r,.pr."áo,f.*..ri.,osa las mujeres y rosantepasados chamanes a los chamanes. A falta de linajes cla¡amenre esrablecidos,los'Ancianos"no son todos consanguíneos, aun cuando es co¡riente que un pa-dre fa-llecidohace poco se reveie como aruram a su hijomayor después i. h"b.ri.indicado en su lecho de muerte los lugares en los que tendría oporrunidaddeenconrrarlo. Cada arutam ha exis¡ido,pues, en un pasado próximo;a veces se loha conocido bien, incluso amado, lo que explica la benevolenciade ra que datestimoniouna vez superado el terrorque causa su primera aparición.

¿Es, enronces, un fantasma? En ¡ealidad no, si me atengo a ras explicacionesde Tunki:"Lapersona (aencs) que ves no es Ia verdadera f..ro.r., ra ve¡dade¡apersona ha desaparecido par4 siempre, lo que ves es su aruram".¡cáspita "sinembargo l digo 'aruram Anciano d l i * i d l

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Todo perfumado, habiéndome vueltotodo perfumado.

Como en todos los anent de este tipo,arutarn es invocadopor un término deparentesco afectuoso, "abuelito",que expresa la idea de una filiacióndi¡ecta conlas generaciones precedentes cuya desaparición se añora, tal como lodemuestra ellamento: "antepasados míos, ¿a dónde se han ido ustedes?". El suplicantese hacehumilde,busca atraer la conmiseraciónde a¡utam subrayando su abandono y susoledad, mendigando su protección ysu contacto tranquilizadora semejanza de

un lactante que reclama a su madre. La presencia de arutam se manifiesta a lamarrera de una iluminación,moral y concreta a Ia vez, que Ia imagen de la bola defuego(payar) viene a ilustra¡ oportunamente.Allíes donde se opera la metamor-fosis:una personalidad nueva surge de la experiencia visionaria("haciéndomeemerger todo esbelto"),como purificadapor un baño lustral-el tema de la ablu-ción es común en esos anent- y así transformada enun ser "todo perfumado".

Un anent de Pinchu permite aclarar otros puntos.

AbuelitoqueridoSimplementeinsuperableCon el uyun de miabuelito, flicflac oscilando,flicflac oscilando voy¡Escucha mi bamboleo ¡Escucha mibamboleo¡Escuchal ¡Escúchame marchar ¡Escucha ¡EscuchalEn la esperanza que me trae, en la esperanza que vuelve a darme, voy hacia mi

/abuelol{aciael insuperable, tododerecho, todo derecho, voyMidesamparo despierta la compasión

embargo -le digo- aruram es un Anciano, uno de los parientes *,r..io,d. lo,achuar; ¿qué es, por tanro, el aruram de ese aruram?,,Ti¡nkime responde: .,Lapersona que tú ves es una imagen (wakan) de arutam; la persona no exisre más,Pero aruram existe para siempre; aruram ve con los ojos de esa persona, hablacon la boca de esa persona, porque aruram es invisible;p*r"d".r. a conoce¡,arutam se asemeja a la persona, pero la persona está muerta,,. He aquí unaentidad que parece ererna pero muy localizaday que no existe en el mund.omásque por sus obras, noción compleja, si las ha¡ y muyapropiada para removermis recuerdos filosóficos.

Abandonemosun instante las cuestiones de ontologíay volvamos a Io gueIos achuar esperan del encuent¡o con arutam. Los beneficiosque se descuentande ello son conocidos, ¿pero de qué operación justamente resultan? En ese do-minio,como en muchos otros, los canros anent proporcionan una clave preci-sa, si no fácilde utilizar.Para hacer advenir la visión que espera, el suplicanreinvoca en efecto a aruram por medio de un anent de un tipoparricular,comoeste cantado por Yaur en Copataza.

Abuelito,abueliroHundidoen el desamparo, despierto tu compasión

Yo mismo soy aquélYo el hijode la pata de oceloteDiciendo así, el oído arentoTú a quien ninguno puede superarDiciendoasí, el oído alertaAntepasados míos, ¿a dónde se han ido?

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304 VISIONESSENDEROS DE TAREVELACIÓN

modar bajo un términoúnicoy en una experiencia perceptiva sin paralelo unvasro registro de ideas de sentimientos y de deseos donde se afirmacierra con-cepción achua¡ de la condición humana. La fiterzade convicciónde este sím-bolo se debe a que se manifiesta ante todo bajo la especie de una visión alayezindividualy colectivamente tenidapor verdadera que se puede roca¡ oír apro-piarse y guardar en la memoria aunque sin dominarlacompletamenre. A seme-janzade los anent inmutables en cuanto a su formay función la visióndearutam es un cuasi objeto; entidadinmaterialpero real por los efecros que pro-duce existente indudablemente desde tiempos inmemorialeses concedida a

Ios hombres y a Ias mujeres por un ar¡endamientocemporario a finde que susdepositarios perpetúen la demostraciónde su eficacia instalándolopor ur pe-ríodo en el corazón de sus propias aspiracrones.

A rravés de este soporre figurarivo se transparenta rambién una aproxima-ió igi id I causalidad B j f d d

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ción originaide Ia causalidad. Bajo su formadesencarnada aruram es una pu¡avirtualidadde destino un principiomoto¡ sinafectación parricularni existen-cia visible;no se actuaiiza de manera episódica sino a rravés de la sucesión debiografíasparciales cuyo develamiento permite. Arutames por tanto objetode acción tanto comoagente constanremente revitalizadopor aquellos que élmismo anima siempre singular pero repecible al infiniroun patrimoniomísri-co sobre el cual nadie tiene posesión y cuya salvaguarda es función del deseo decada uno de poseerlo una y orra vez. Admirabledispositivode anulación del

tiempo para una sociedad indiferenre al pasado: un presenre sin profundidad seve asÍ constantemente renovado por un poderoso mecanismo de continuidadque garantiza desde la noche de los tiempos a cada generación nueva compar-tir los mismos arutam que aquellos de los cuales las generaciones precedenteshabían ya sacado partido; de este modo contribuyea perperuar en fragmentosde existencia discontinuosel mismofundamento colectivode una idenddadcompartida.

según lo que relatan los ernógrafos de ouas tribus jíbaras el arutam de los achuarparece diferirdel aruramde los shua¡ que difierea su vez de lo que los aguarunaIlaman ajutap. Thles divergencias de interpreraciónno derivan sólo de los pre-juiciosteóricoso de la filosofiaesponránea que cada uno de nosorros inyecta ensus descripciones;dan testimonio también de una indererminaciónterritorialde esta nocióncompleja cuyo contenido parece haber sido moduladoen direc-ciones opuestas por cada tribuen funciónde sus idiosincracias sociológicasehistóricas. Si los obse¡vadores concuerdan sob¡e las ci¡cunstanciasen las cualeslos jíbaros ¡ecibieron una revelacióndel fanrasma de un anrepasado en cambio

Como muchos símbolos que la radiciónha santificado para no rene¡ queescla¡ecerlos arutam es un concepto deriberadamenre vago que permite aco-

I

306

ranto la incidenciade este encuentro como las características mismas asignadasa este antepasado son muy disímiles.La variance aguarunase declina sobreelmodo meno¡: ajutap es el instrumento trascendente de una predicciónde éxitoen Ia guerra cuya rememoración públicaantes de un combate estimula la valentíade su beneficiario;la visión, sin embargo, noestá desprovista de toda sustancia,

ya que se transformaen un nuevo espíritu ajutapcon la muerte del visionario.Para los shuar, la visiónde atutam permice adquirirun almd' nueva, otorgadapor un antepasado ignoto,la cual tiene por efecto principalsuscitar un irrepri-mible deseo de matar. La víspera de un ataque, cada guerrero describe su visiónpúblicamente, causando la partida de su alma arutam; el debilitamientoqueresulta de ello es progresivo, pero el hombre debe buscar cuanto antes un nuevoarutam, a falta delcual su vidaestaría en peligro.Encontrar muy Pronto un

t permite además bloquear la disipacióngradual del poder de la antigua

SENDEROS DE TA REVETACIÓN

de los afines verdaderos. La elección entre una u otra de estas combinaciones

;;;i., sin duda de la contingencia histórica'Largo tiempo sometidos a los

;;;;;- incesantes de los shuar que los superaban en número' los achua¡ acaba-

,on po, retirarse a zonas más refugiadas para huirde la peiigrosaproximidadde

,irl' ..rnor.Esta clausura sobre sí mismos provocóprobablemente la

permutación;incapacesPorlazonesmilita¡esdecontinuarcon]lacazadecabe-i^r,trrU.t^nsido condenados a valerse de sus propios recursos' requiriendode

^r,ro-elmismoservicioqueenotrotiemPoPrestbanlostsantsadesusene-migos: brevemente, Permanecer idénticos a sí mismos sin nunca deber nada a

nadie.

VISIONES

a.--

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arutam permite, además, bloquear la disipacióngradual del poder de la antiguaalma arutam, contribuyendo a una acumulaciónde poder en ocasión de cadaadquisiciónconsecutiva.A la muerte de un guerrero, éste produce tantas almas

arutam como haya incorporado en el cu¡so de su vida. Nada semejante ocurreentre los achuar que conozco, ya quela acumulaciónde energía se produce enel mismo arutam y no en el cuerpo de los hombres; además, mis compañerossostienen que los arutam existen en número infinito,que están vinculadosalterritoriode un grupo local y que le revelan al suplicante su antigua identidad.

Contrariamentea lo

quepasa en las otras tribus, los mismos arutam se incorpo-

ranr pues, generación tras generación, en los habitantes de los mismos territo-rios y contribuyenpor este medio, a pesar de la amnesia genealógica,a PerPe-ruar en sustancia Ia identidad distintivade las parentelas.

Aparentementeexclusiva de los achuar, la transmisión de arutam Por unprincipiode descendencia continua es quizá Ia alternativaque han encontradoala caza de cabezas. Tanto la captura de las tsantsa como la incorporaciónde

arutam apuntan a consolidar, por medio de la guerra, la consanguinidad imagi-naria de grupos de vecinos, reproduciendoen su seno especies de manchonesde personas desprovistos de los estigmas de la afinidad.El rirualde tsantsaconvierteun enemigo no pariente en un hijoconsanguíneo, mientras que un

lazo de filiaciónsimbólicacon los mismos abuelos arutarn transformatodoslos miembros de una parentela en un grupo solidario ydependiente del princi-pio ancestral que los define como una colectividadidealmenteconsanguínea.Los ingredientes y los objetivosson los mismos,sólo cambian los medios de

conseguirlo: o bien la alteridad produce de por sí la instituciónde una afinidadsin verdaderos afines, o bien el sí reitera el sí porque se finge ignorar Ia afinidad

Brazalete de algodón lleuado por los hombres dapués de haber encontrado 4 driltam(e I motiuo en zigzag es llamado u:.unmÁmu)'

Ihstracióndel autor.

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310

iniciación, es decir, antes de tomar natem y obtener de él una provisión de

rsentsak. Tirnki pareció dudar de que uno pudiera aprender algo acerca delchamanismo de manera tan abstracta; pero el saber que de buen grado me

dispensa desde hace unos días no puede ser aprovechado sin los útiles que lovuelven eficaz y tanto él como yo sacamos ventaja de ello: halagado por micuriosidad, Tirnki me entrega sin protestar los sec¡etos de su oficio, pues sabe

que necesitaré comprarle sus tsentsak a buen precio si quiero poder servirme de

ellos; por mi parte, acumulo informaciones preciosas sin arriesgarme mucho a

hacerme una mala fama por causa de brujería.

TLnki ha dejado de tocar y desciende ahora hacia el río; enseguida escucho

que se zambulle. La música de su tsayantar le ha permitido despertar las flechillasque riene almacenadas en su cuerpo y hacerlas vibrar al unísono, del mismo

modo que el cristal vibra al sonido de ciertas notas de violín Presentada como

EL CANTO DEL CHAMAN

a silbar e ntre dientes una barrido' La sostiene unos mlnu-

tos; luego, sin dejar nunc ki' empieza a cantar con una voz

casi indistinta la letra de

'ili tstt mai- tsum, ts um ai -a i'a i - tsu ma i -ai -ai

Tiumai, uuma i, tsumai-tsum

Tiumai, tsumal ttumai- tsum

Tiumai' t¡umai, wL ui, wi, ui, wi, wi, wi

Thtmai, tsumai, trumai-ts am, tsilmaL tsumai-tsum

Wi, wi, wi, wi-nid um-pun-krun e-ken-tan'ku

IVi, wi, wi, wi, wi, ttti, wi e'he-nait-ja"'

Ahora Ia voz se inflama, Sana en Precisión y en intensidad:

VISIONE.S

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modo que el cristal vibra al sonido de ciertas notas de violín. Presentada comouna empresa de "seducción" de sus propios tsentsak, la excitación musical se

dirige a una clase de flechillas, llamadas "flechillas del ratón limpiador", entsaya

laua ttentsahn, que entran en resonancia con la música o el canto del chamány contribuyen a su armonía interior. Pa¡a activar a-l máximo su frecuencia, el

uwishin debe también poder fijar largo tiempo su espíriru en imágenes con

zumbido -colibríes o libélulas en vuelo estacionario, por ejemplo-, combinan-do todos los sentidos en la experiencia del trance para hacer del cuerpo unagran vibración inmóvil. Tirnki refuerza con su baño el "enfriamiento"

queel

natem ha iniciado; se aplica a dominar con el frescor del agua ese hormigueoorgánico que forma en él un viviente caparuzón que tiembla en silencio. EI ríoes, además, el lugar de elección de las criaturas auxiliares del chamán, que pue-de convocarlas sin decir palabra, sumergiéndose en su medio originario comoun inmenso diapasón que propaga ondas concéntricas.

Tias secarse delante del fuego, Tirnki se pone a soplar sobre el torso de'§7'isui el

acre humo de un gran cigarro que su paciente preparó desmigajando un carozo de

rabaco en una hoja seca de banano. Luego se apodera del ¡hinhi¡hinhi, un mano-jo de hojas crujientes confeccionado parala circunstancia, y comienza a frotarrítmicamente con ellas la parte que le duele. Esta primera fase de la cura busca

anestesiar las flechillas maléficas alojadas en el cuerpo de \íisui: dopadas por elhumo, descubiertas por la cadencia soporífera del shinki-shinki, éstas se encume-

cen de frío, pierden su virulencia y resultan más fáciles de arrancar. En el silencio

de la casa, el chac-chac-chac-chac ininterrumpido del manojo de hojas ejerce unefecro apaciguador que yo también siento; dilata el tiempo por repetición y causa

un agradable torpor. En este momento en que la atención divaga, Tirnki empieza

Iwianch, iwianc h i, j i- irtan

lVihia en- het' ki-nia- hu'nu-na- kun

lYi h ia en- het-bi-nia' hu nu-nt- d-l-a

Ajathe hurat, a-j at- ke hu-ra-ra-ra-rat

Urat k in ia um-P u ar- w it-j a iUratkinia um-puar-wit-j ai-j ai-j ai-j ai-j ai'Wi, wi, wi, ttti, wi, wi wi..'

como en los anent más comunes, la expresión es alegórica y cargadade imáge-

Yo, tsumai, tsumai...

¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo, Yo

Tiumai, tsumai...

Yo, yo, yo, miencras hago penetrar miproyectil

Yo, yo, yo, yo, yo, yo, Yo, estoY en armonía

Haciendo surgir mis espíritus Iwianch

Los haré traspasar la ba¡rera de dardos

Los haré franquear el muro de flechillas

Les dejaré vía libreDe este modo soplo, Yo, Yo, Yo...

ELCANTODELCHAMÁN

Lanzandomi proyectilsopladoHundiéndolotodo, saturándolo todoSoplo, yo, yo, yo...Tarairira, tara, tariri-ri-ri-ri-riTú el ext¡aordinarioTárairira,tara, tariri-ri-ri-ri-¡iTan notable como tú, yo soploTsunki, Tbunki,espíritus míos, yo los convocoAb¡iéndomepaso con violencia,soplo, soplo

¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo, yoTsumai, tsumai...Yo, yo, yo...Como un río que rebalsa sus orillas, cubrotodo con mi oleaje, desbordo por

/todos ladosInmóvilaquí mismo

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Inmóvilaquí mismoEscuchándome en las profundidades,soplo

¡Yo, yo, yo, yo,yo, yo,yoHasta los csentsak incrustadosfuera de alcance, yo losarranco con un golpe

/seco, soplandoAbriéndomepaso, seduzco por completoal exrrañoque se ha invitadoen ru

/cuerpo, soplando, soplando, iyo, yo, yo, yo, yo,yo, yolTaruiria, tara, tariri...Gumai, tsumai...Haciendo penetrarmi soplido,haciéndolo deseable, me dedico a soltar la presaMe ocupo de liberar completamente,absolutamente,abriendo una salida¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo,yolGumai, rsumai... yo, yo...rari-ri-ri,rari-ri-riSupai, supai, supai, supai, supai, yo, yo...Como el propio Tsunkisé hablar, yo, yo,yo...En tu cabeza que duele toda, en tu cabeza doloridaPor bien incrustadoque esré ru dolor, Ioarranco con un golpe secoDejándote perfectamentebien, canro y canro, soplo ysoploTarairira, ta¡a,tariri...yo, yo...ri-ri-ri-riAlpasuk de las entrañas de Ia rierras, a él rambién lo convoco, yo, yo, yo...

A la muerte alejo ahora, la ba¡¡o con mimanojo, con orgullo¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo,yolComo los pasuk de los grandes árboles, como los pasuk todos rayados, estoy

Inmóvil,llevoel pasuk como collar ya la muerte-,r'ill.:'#"1:rIiffI/lejos,yo, yo, yo, yo...

Dibujode PbilippaMrLncha parrirde los d.ocumentos d,e philippeDescola.

314 VISIONES

Tárairira, tara...Tsumai, tsumai...Arrayendosin descanso al pasuk de los cielos, alque sangra completamentePortándolo s.in cesar alrededor de mí como un co.llarA la mue¡te misma barro con mi manojo,así le hago a la muerte que te habita, así

/le hago a la muerte a la que me revelo, yo,yo,yo...Superpoderoso, yo, yo... rsumai... ta¡airira...Con el pasuk de las entrañas de la tierra, con el pasuk mu.lticolor,me hago un collarInmóvil,te paso el collary, reparando tu falta de apetito, yo, yo, yo,te dejo

/recompuesto, yo, yo, yo...tsumar, tsumal...Pasuk de las entrañas de la tierra, a ti te haré venirEl multicolor,a ti te llamoA ti re hablo, conmigo llevotodas las criaturas del natemEso hago, iyo yo yo yo, yo, yo,yo

EL CANTO DELCHAMAN

De aquel que se llama Puerco esPín de los cielos me apodero para hacer una

/coronadedardosyllgardecididamenrel¿muertedetucabezaMe recorren estremecimientos,tsumai' rsumai"'

Tsunki ha resPondido a mi llamado

En esta marmita de oro donde tu alma fue encerrada, con audacia, hago huir a

/la muerte

Vistiéndome de nuevo, todo revestido de nuevo, guiado por eI narem,

/me decoro con ellos como con un collar, iyo, yo' yo' yo'yo'yo'yoTsumai, tsumai"'Tú ciñes con el arco a los espíritus Iwianch

volviendosin descanso sobre mí mismo,llamo a la muerte y me apodero de ella

¡Yo, Yo, Yo, Yo, Yo, Yo, YoIn,.,p.lo sin tregua a los espíritus Iwianchy mi voz los hace temblar

Los hago venir, barriéndote con mi manojo, Para que te dejen eD Paz"'

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g , iyo,yo,yo,y , y , y ,yTsumai, tsumai...A aquel que está casi fue¡a de alca¡ce lo luzco sinembargo como collarInmóvil,estoy aquí mismo donde Tsunki se apresta a hace¡ su obra, allá donde

/escá por romper la c¡ecienreA mis espíritus lwianchlos hago azularse en mi alma, los hago azula¡se

Los hago salir coleando "¡puririri ",¡yo, yo, yo,yoTsumai, tsumai...A aquel que se llama Tisunki,a ése lo voy a hacer veni¡ en la creciente que ruge

/"¡shakaaal"Sin descanso vo¡ haciendo romper mi creciente en su corazón mismo, la

/creciente de mi propiorío, llamando sincesar a la creciente, haciendo rugir/las aguas, voy remando

Tengo el poder de las aguas crecidas, sin cesar llamo al desbordamiento de las aguas

Formidable soy, como el oleaje que arrasrra los guijarros, asegurandosin parar mi/victoria,rodo oloroso, todo perfumado,yo Tsunki hago olas, yo,yo,yo...

Tlumai,tsumai...Me hago como un puerco espín, llevando las espinas como collar, revistiéndome

/de pinches, esroy totalmente cubie¡to de ellos

A tu muerte misma la voy a estaquear a lo le.ios, confiando en mi intrepidez

¡Yo,yo, yo, yo, yo, yo,yo

Habiendo llamado al alma que está aquí, me apodero de ella y la retengo firmemenreEn la tinta de oro me expandoImbuidode mi valentía, estoy orgulloso de míOrnado de collares, revestido como puerco espín, barro la muerte con mi

/manojo, intrépidoy confiado

¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo,yo

g

Tunkicanta casi durante una hora con una hermosa voz ronca de barítono. A

veces se interrumpepara reromar la melodía silbando o Para exhalar ruidos

exüañoscomo si r

los movisis que Tirnkisufr y comentario' el canto se

dirige tanto a los quien describe' como un

coro descarnado, cuerPos del chamán y su

Paciente.El 'viaje" ha comenzado bajo el efecro del narem y el alma de Ti.rnkiestá en

cierro modo desdoblada, incluso dispersa en múltiplesfragmentos, no obstante

solidarios. La voz firme y bien impostada induce y controla la Puesta en acción en

su garganta y su pecho con un disposirivo que transforma su organismo en un

fortíndesde el cual lanza los ataques contra los auxiliaresdel chamán enemigo;

sus ojos esctutan el cuerpo del enfermo y lo de una

radiogra.fía,lostsensak que son Ia fuente esPlaza

también en el espacio a una velocidadprod criatu-

ras cuya asistencia busca o a aquellos espíritus cuyos Poderes obtiene,mientras

que, como un avión de observación que sobrevuela las líneas enemigas, esPía en la

noche los movimienros de los esbirros de su adversario que acuden PÑa feforz.,f

sobre el pacienre su nefasta empresa. De üí esra acumulación de imágenes dis-

continuas, tesdmonio en el anent de Ia multiplicidadde operaciones violentas a

Ias cuales Tunki se consagra pese a su inmovilidadtranquilizadora.

\,.ISIONES ELCANTODELCHAMÁN

iguales para su familiaterrestre y su familiaacuática, que mostraba ante susuegro de las profundidades un resPeto impregnado de reconocimiento, con-cernía invariablementea los uwishin,a veces aPenas delineados como Nayapi,pero definidosen su estatuto por esta relación particularcon los espíritus de las

aguas. Un miroque nos contaron presenta una versióncasi canónica de esta

relación de connivencia.

En ot¡o tiempo,la mujer Sua vivíaa orillasde un lago. Una noche soñó con unhombre muy hermoso ¡ a la mañana, su corazón estaba acongojado por eldeseo de volvera verlo.Este hombre era Tsunki. Se llevóconsigo a la mujer Suay la condujoal fondodel lago.Allíse dice que Gunki la hizo senta¡se sobre un

caimán; la mujer Sua tenía miedo porqueel caimán no dejaba de chasquear losdientes, asÍ que Tsunki le dio un bastón para que le golpeara el hocico cuandoab¡iese la boca; viendo que el caimán se ponla nervioso, Gunkihizo sentar

l j S b t b d d ll i tióbi Allí

317

Los dos estribillosdominantes - tsumai, tsumai... y 'larairira,tari-ri-ri -son las únicas alusiones algo esoréricas del canro. La primera hace referencia alrumdlnombre dado al chamán por los cocama, lejanos vecinos sureños de losachuat cuya reputación en mareria de chamanismo se exrieode a través de rodaIaA-lcaAmazonia.El té¡mino es también conocido enrre los shipibo ylos conibode Ias planicies aluvionales del ucayali,a más de milkilómetrosde aquí, ydesigna la facultadque rienen sus propios chamanes de desplazarse bajo lasaguas a gran velocidad, hazaña envidiable que asegura su fama enrre los colegasaún más allá de las fronte¡as de perú. En cuanro aJ, tari-ri-ri...']se rrata de unafórmulaclásica de los canros chamánicos, propiade los ind.ios quechuas deNapo, de los cuaies Ti.rnkihabría adquiridoalgunos de sus tsentsak; el estribillo

invocade manera estilizadael espíritu Jurijri,alayezuna de las niadres de laspresas encargadas de velar sob¡e los animales y uno de los servidores más fielesde los uwishin.Incomprensibles para los profanos, estas combinaciones de citasj

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enronces a la mujer Sua sobre una torruga cbarapa, donde ella se sintióbien. Allípudo por finobservar a su gusro; vio todos los animales familiaresde Gunki, las anacondas azul noche enrolladas de manera compacra, los jaguares negrosatados a postes con los perros; todos aquellos animales olfateaban a la mujer Suamostrándole los colmillosyTsunki les hablaba consranremenre para que se es-tuvierantranquilosy no úararan de devorarla.La mujer Sua viviómucho riem-po con Tsunki.Durante ese riempo,su madre la buscó por todas partes lloran-do; pensaba que su hija había sido comidapor una anaconda. Pero al cabo de un

tiempo,la mujer Sua regresó; se había

converridoen una uwishinmuy podero-sa. Entonces Ie dijoa su mad¡e: Tsunki me ha traido;me dijoque iríamos a

visitar a mi familia .Luegole conró a su mad¡e que bajolas aguas, en las pro-fundidades,existían grandes aldeas de piedra; la gente se desplazaba en piraguastan rápidas como las nuestras. La noticiase expandió, peronadie quiso creerla.EIla invitóentonces a sus padres a acompañarla hasra orillasdel lago y les dijo: Ahora me voy para beber chicha de maí2 . Penerró en el agua, sin mojarse; enel momento en el que su cabeza estaba por desaparece¡ pidióque le abrieran lapuerta; rodo el mundo sintióel ¡echinar de una puerta que se abría y a los perrosladrar en el fondo del lago; de esre modo la genre se convencióde que ella decíala verdad. Largo rato después, resurgió del lago, ebriade chicha de maí2, sinestar mojada, y se puso a vomitarchicha de maí2. Así conocimosel maíz; antes,no había maiz aquí. Fue la mujerSua quien lo rrajode las profundidades.Comoera una uwishinmuy poderosa, la gente un día dijo: Hay que marar a la mujerSua, porque es una hechicera, wawekrarin ; ella contestóenronces: Ya que es

así, me voy, voy a reunirme con mi esposo Tsunki , ydesapareció para siempreen el [ago.

juegan un poco el papel del latín de cocina enrre los anriguos medicasrros: notanto un artificiopara descubrir la pólvora,sino una reafirmaciónde la perre-nencia a una comunidad más vasta, unificada pese a las rivalidades por unacomún adhesión al lenguaje iniciáticode la corporación.Aunque haya viajadopoco, el chamán es un individuocosmopolitapor naturaleza. Cons[anremenreal acecho de ideas nuevas y de modas metafísicas, se esfuerza por romper elaislamientoétnico y lingüísricocon un gran tráficode meráforas y de imágenesque recoge al azar, sin saber el origen o el alcance, pero con la conciencia confu-sa de comparti¡con las culturas distantes de las que provienen algo así como unfondo de inventarioen común. De ahí, sin duda, l ,..,rr...rt.presencia delmundo acuático en el arsenal del chamanismo amazónico: aislado sobre su pe-queño segmenro de río, cada chamán se sienre conectado con una multituddecolegas desconocidos por mediode una red fluviarque cubre millonesde kiló-metros cuadrados, a rravés de la cual él mismoy sus espírirus familiaresrienenIa capacidad de desplazarse como en una red telefonica especializada.

De esra preponderancia de las aguas, el anent de Tirnkiof¡ece varias ilustra-ciones' En la poderosa alegoría de la crecienre que desborda rugiendo a Io largodel canto como una me¡onimia del sumai,pero rambién en ¡eferencia a los

espíritus tunki,esros seres semejantes a los hombres que llevan bajo la super-ficiede las ríos una exisrenciapor completo idén¡icaa la suya son, parece, losdepositariosde los poderes chamánicosy los garantes de su probada eficrcia.Laanécdora, referida a nosorros muchas veces, de un hombre que llevabaunadoble vidacon una bella Tsunki y renía hijoscon ella, que cazaba en parres

EL CANTO DEL CHAMANVISIONES

Con la diferencia de que los proragonistas cambian de sexo, el mito se asemeja

basrante a todas las anécdotas que nos han sido relatas repetidas veces como si

se hubieran desarrollado realmente en el espacio paralelo del sueño. Es cierto

que las mujeres chamanes son poco frecuentes; viudas, en generaL, o solteronas

por devoción a su función, compensan un celibato terrestre con una unión con

Gunki más exclusiva que la doble vida llevada por sus colegas mascuiinos con las

criaturas del río. El mundo de los sueños no está muy lejos del mundo de los

mitos, con el cual comparte ciertas reglas de construcción. Pero, al conrrario de

los sabios del siglo )cx, que veían en el segundo un reflejo del primero, es proba-

ble que lo inverso prevalezca aquí y que el viaje de la mujer Sua a la aldea de las

profundidades de las aguas proporcione la materia de todas esas aventuras de

concubinato onírico con Tisunki que a los uwishin les gusta contar. De hecho,

los fieles auxiliares de los chamanes son hasta hoy aquellas criaturas acuáricas de

elegan pequeias ta¡eas de

reservorio de atributos m

su comportamiento- con

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las que Tisunki se rodea en el mito y a las que la heroína se adapta no sin terror:

el jaguar melanita, felino magnífico y raro con la piel de un negro sedoso, la

anaconda azul noche -hintia panhi, a la que los naturalistas llaman boa arco

iris -, un repdl de azul irisado tan profundo que parece expandir la oscuridad a

su alrededor, del mismo modo que una llama emite luz. Siguiendo su ejemplo,

Tsunki las hace azularse en su alma, es decir, las camufla en las tinieblas para

sustraer a Ia vista del chamán enemigo las operaciones que él lleva adelante,

dado que la noche que nos rodea no es suficiente para ocultar nada a los ojos de

un uwishin aguzado por el natem. Este léxico de la disimulación puede, por lo

demás, extenderse aI placer y Ia tinta de oro que nuestro anfitrión vierte sobre

su paciente no es sino una metáfora modernista de la negrura tornasolada pro-

pia de Ia gran serpiente.

Aunque pertenecen al bestiario amazónico, el jaguar negro y la anaconda

son invisibles y no prestan juramenro más que a los chamanes que los tratan

como animales domésticos: cada uwishin posee su anaconda -más poderoso, el

jaguar negro ocupa Ia cima de la jerarquía- instalada para siempre en una caver-

na subacuática al pie de la casa. El animal es un conductor de influjos -ayudadopara ello por su facultad de transportar consigo una penumbra protectora-, al

mismo tiempo que el vehículo a r¡avés del cual el alma del chamán puede en-carnar temporalmente para ir a espiar lejos del teatro de sus artimañas. La ana-

conda parece inmortal, al menos dotada de una longevidad excepcional. Un día

§Tajari me señaló un peñasco que dominaba un profundo meandro del Kapawi

donde, según dijo, vivíaparasiempre la a¡aconda de su padre, un uwishin muy

reputado antes de su muerte, unos diez años atrás. La sujeción de la anaconda a

traban alianza con los uwishin pero que no están esclavizados a ellos, se oPone

un conjunto heteróclito de servidores subalternos, enteramente sometidos a Ia

voluntad de sus amos, cuyas órdenes cumplen a manera de zombis. Además de

Tsunki, Ios primeros engloban los espíritus que velan por los destinos de los

animales, las famosas madres de las presas , cuya intercesión es tan necesaria

paralacaza: Amasank, el cazador de tucanes que se desplaza por le bóveda de

ios árboles sobre puentes de cerbatanas; Jurijri, el conquistador políglota, bar-

Tunki los considera menos como simples auxiliares que como colegas eminen-

res cuya colaboración busca arraerse. No obtiene de ellos beneficios Particulares

para la caza, d.e la que demasiado a menudo regresa con las manos vacías. Los

uwishin no reciben, en efecto, la ayuda de las madres de Ias presas más que

para asuntos relativos a su oficio, sabia limitacióna

unpoder ya considerable de

actuar sobre los otros que los éxitos constantes en \a cazavolve¡ían imposible

de tolerar por la masa de los que se encontrarían excluidos de ello'

En cambio, no hay restricción alguna en el empleo de los pasuk de segundo

rango, seres muy diversos por su apariencia, pero todos fieles en el cumplimien-

to de los designios de aquellos que los controlan. Dos de ellos son Particulal-

menre remibles: Titipiury NikruIwianch.El primerosólo

esvisiblea loschamanes, a quienes se les aparece como un hombre vestido con una bata blan_

ca, sin duda una exrrapolaciónfantástica de las de esos misionerosdominicosque desde hace varios siglos se afanan en vano por establecer contacto con losachuar. Titipiurronda en torno de ias casas ala caídade la noche, siendo reco_nocible por todos por su gritomelancólico,'piia-piia-piia...,lque siembra unaintole¡able inquietuden ei corazón de los que Io escuchan. cuando rodo elmundo duerme, y no hay ningúnfuego para mantenerlo a distancia,viene adevorar el hígado de las víctimas que le fue¡on señaladas por su amo, haciéndo-se norar menos que un murciélagovampiroque chupa la sangre de una personadormida. Titipiurconsrruye también, sobre los caminos cercanos de la casa,

t¡ampas invisiblesque acribillancle flechillasa ios que caen en ellas. En uno yen otro caso, sobreviene una muerre rápida. NikruIwianches igualmenteterri-ble, pero menos discretoen su manera de matar: es un negro hercúleo, con una

ELCANTODELCHAMAN

ches, adecuad as parasignificarpor la rereza de su aspecto la misteriosa malevo-lencia de la que son instrumento.Asimismo,las disposiciones naturales de cier-

hecho pueda p aÍecer, arca\car de cuajo un árbol Para que caiga inopinadamente

sobre el viaiero'pero el pasuk es también una suette de instrumento intelectua-lque puede

escapar a toda representación figurativa;en tal caso es el principioactivo de las

flechillas,aquello por Io que éstas obtienen cohesión y un objeúvo en común:algo a;ícomo un Pastor que guía a su rebaño, desc¡ito a veces -para simplificarlaimagen-como un homúnculoque estaría ligado al chamán por un senrimienrocercano a la piedad filial.Considerado bajo este aspecto, el pasuk represenra una

VISIONES 321

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gran espada en la mano y calzado con enormes botas, que sorprende a sus presascuando están solas; las tumba a golpes de puño, las desnuda y les obtura todoslos orificioscorporales suturándolos con bastoncillospuntiagudos. según pare-ce, la muerre es también rápida.

NikruIwianches una va¡iedad un poco fuera de lo común de la raza de losiwianch,seres anrropoides, de color sombrío, en los que se marerializa,bajociertas circunsrancias, el alma de los muertos. vagamente hostiles a los vivos,aunque no son por naruraleza

malévolos, les gusta asusrar a las mujeres y losniños que rapran, o bien se divie¡renhaciendo caer los objeros y rompiendolavajilla.Los grandes chamanes ejercen sobre estos pohergeisttropicales una in-fluenciaque, llegada la ocasión, emplean con el finde indicarlecuáles son laspersonas a las que les gusrarían que molestaran:uniónde dos espírirustraviesamenre malignos más que complicidaddeliberada para cometer el mal.Dado que designa una entidad incierta y más bien maléfica, el término Iwianches utilizadoen el lenguajecorrienre como un tipode funda semántica que per-mite cubrirlas realidades más diversas con un velo inquietante.Así es como elarsenal de flechillasmágicas de las que dispone cad¿ uwishines a menudo lla-mado Iwianch,1o mismo que los hechizos que ellas pueden causar o los diversosanimales que rienen por funciónvehiculizarlashasca su blanco. Tal es el caso devarias especies de pájaros, -los búhos y los pitilos,llamados iwianchchinhio pájaros Iwianch'-,los monos arañas, los sakis de cabeza blanca, lospuercoespines o las arañas, conjunto de criaruras ya longilÍneasy negras, ya dotadas deun ¡ostro trisce o de una imperiosa rigidez,ya ganchudas,ya cargadas de pin-

ce ca o p p pmanera sintédca de clasificarlas diferenteé categorías de flechillasmágicas segúnel motorque da unidad a su comportamiento,una clase de prototipoideal de lamisma naturaleza que el amana, individuoejemplar que sintetiza a su vez y tra-dúa lCIcaracterísticas físicas y morales de cada especie animal.

El anent de Tirnki notiene por funciónúnicamente convocara sus pasukmayores y menores, ni poner en marcha sus tsentsak para que éstas levantenalrededor de su paciente un escudo prorecror.Lavozsegura y dominante, la

exaltaciónde su propiopoder que repire como un esrribilloyo,yo,yo... , elrebajamiento de su adversario,cuyas flechillasmágicas conquista por obra de laseducción, y hasta el ritmoapaciguador del shinki-shinki,rodo contribuye arranquilizara'§7'isui,a convence¡lo de que esrá en buenas manos, a inducirensu espíricu lasprimiciasde un alivioy muypronro, quizá, de una curación.

Tias concluirsu canro expirando algunos rugidos del más bello efecto, Tünkise vuelve hacia lamujer de \7isui;con un rono pausado que conrrasra perfecca-mente con el estado de exalración mística en el que se enconrraba hace unosinstantes, se pone a interrogarlasobre los síncomas de su esposo. El ejercicio seasemeja a lo que los médicos llamananamnesis. ¿Desde cuándo sufre? ¿En quécircunstancias precisas comenzó a sentir el dolor?

¿Quédijoo hizo justo anres?

¿Qué ha soñado desde entonces? ¿Con qué se ha tratado? Los chamanes no seconsagran sistemáricamenre a esre género de investigación,pero siempre quefuitestigo, sus pregunras esraban dirigidasal enrorno y no al paciente mismo.obviamente, las respuesras de wisuipodrían ser falaces y sugeridaspor el cha.mánenemigo, quien, después de a¡rasar el cuerpo del enfermo,estaría quizá en con-

322 VISIONES

dicionesya de someter su alma al imperiode su voluntad.Así es como me han

contado, en Coparaza,la historia de una muchacha que un uwishinacabó por

hechizar completamente; habiéndolaatemorizado con esa misteriosa melan-

.olí .r.p,rr.rria¡ de la que sufría el yerno de Naanch en Capahuari' le dictó los

anenr desesperados que ella cantaba ala caídadel sol y en los cuales hacía res-

ponsable de su suerte a un rivalque la atormentaba; envalentonado Por su

i*i,o,y luego de que un tercer chamán se revelara impotente para curar los

acceso; de neurastenia de Ia desdichada, el uwishinno dudó en hacer que su

vícrimacantase en públicoburlescos anent en ios cuales ponía en ridículoa su

colegay exaltaba sin tapujos su propia destreza como hechicero'

Las informacionesque Tunki recoge conscientemente de la mujerde §ü'isuisiiven menos para establecer su diagnóstico que Para confrrmarlo;cantando' ha

Iocalizado.n .l hig.do de \risuimanojos de flechillascuya naturaleza'y Proce'd t t k

ELCANTODELCHAMAN

a un tunchienviado por Mashu, quien habría dado el últimoimpulso a Ia

l..t6n¿. Ia enfermedad aumentando su vi¡ulenciahasta imprimirleun desen-

mún contra el cual no podían hacer nada. Según los uwishin,es fácildistinguir

una enfermed.ad de un hechizo: mientras que las tsentsak son visiblesen el

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dencia haverificado. Finalmenre, su convicciónrepara en algo: se trata de tsentsak

del tipo tseas, curare , cuyos efectos son semejantes a un envenenamlento' que

p.r,.n...., sin ninguna duda a chuchukia, el hijodel chamán Mashu' matado

po, prk,r.rthace poco. chuchukia habría recuperado los Iwianchde su padre

p rr r.ngrrr. de'§í'isui,aliado marginal de Ia coalición de asesinos y mal prote-

gido .o.ri., las agresiones chamánicas, pues no viveen el entorno inmediatode

Tunki.Los datos corresponden, lo mismo que la marca de las tsentsak de

Mashu -su forma,su manerade reaccionar- con las cuales Tunki ya ha tenido

que vérselas en el pasado. El previsibleveredicto es recibidopor todos casi con

alivio.Es raro que un uwishinno confirme los presentimientosde su paciente; si

uno va a consultarlo, en definitiva,es Porque la ayuda esperada de la farmacoPea

indígena se ha revelado inoperante, prueba de que el mal es propiamente un

,,-,r,Ái,un hechizo, y no un sunkur, una enfermedad' La distinciónentre

estas dos categorías es 1o suficienremenre elástica Pafa que a veces sea abolida.

En conambo, pero también en copataza, las afecciones más benignas se con-

sideran en principiocomo tunchi:una migraña,una indigestión,un dolor de

dientes ,o., trr, do, con técnicas chamánicas' ya que el uso de remedios vege-

tales casi ha desaparecido. Los chamanes son tan numero§os en estas dos loca-lidades -y en conambo Ia discordia intestina es muy aguda- que la tendencia

de los achuar etÍat?Lrcada sunkur como un tunchi en potenciase encuentra

aquí realizada en el rechazo de creer siquiera en la existencia de enfermeda-

d., .o-,rr.r,,. Incluso la muerte reciente de una niña de Mukucham a conse-

cuencia de ros convulsa -un sunkur no obstante ortodoxo- ha sido atribuida

bastará al chamán, cuando lo dicten las circunsrancias y si codo se encuentra de

su parre, para dar un veredicto de tunchisin que tenga concienciade estar

entregándose a una suPerchería.La decisión de confiarel nomb¡e del responsable de un tunchi es aun más

delicada de tomar y depende, aquí también, del grado de compromisodel chamánen Ios asunros de su paciente. Técnicamente, Ia imputaciónno Pfesenta dificul-tad. Los rsenrsak esrán unidos por larguísimoshilos plateados a quien los ha en-

viado,que así continúa guiándolos a distancia, lazos que sólo los uwishinpueden

\r.r..r .rdo han bebido narem y que comparan con los filamentos irisados de una

tela de araña colgahdo a la luz. Siguiendo estos hilos hasta su fuente lejana e

identificandoal mismo tiempo a los pasuk enemigos que se encargan de proteger

esas líneas de relecotnando, los chamanes experimentados son en principiocapa-

ces d.e reconocer al agresor. Tomar la responsabilidadde revelar su nombre es por

completo otro asunto. A menos de esta¡ como Tünki,di o en

un conflictoque puede agudizar a voluntaddesenmasca que

todo el mundo sospecha, el chamán evita,en efecto, el ene-

mistad morral de aquel que habría de señalar y sobre el cual ios parientes de su

paciente buscarán vengarse. Por eso los uwishinque tienen una vasta clientela

declinan en general Prestar ese servicio, o bien, cuando una fuerte presión se

ejerce sobre ellos, se hacen pagar muy caro para ejecutarlo'

324

sabiendo ahora a qué arenerse, Tunkicomienza la segunda fase crucialdelt¡atamiento.Recoge un ca¡ozo de tabaco que maceró en un bol de agua, expri-me el jugo en su boca y bebe varios sorbos, 1o que requiere -como me mosrró laexperiencia-un estómago bien fuerte. Toma entonces un nuevo trago de jugode tabaco que conserva en su boca y se pone a chupar largamenre el flanco detüfiisui;iuego, alcabo de una sonora gárgara, regurgita el líquidoy sopla en sumano plegada. Tras repetir esta operación unas diez veces, Tirnkipronuncia un"¡pai "sarisfechoymuesrra al audito¡ioen el hueco de su mano el resultado deIa cura: una media docena de pequeños trozos de vidrioopacados por el tiem-po. Sopla, finalmente,sobre el cuerpo dei paciente repetidas veces y luego de-clara terminado el tratamiento.

El procedimienro,que no ha durado más de cincominutos, había sido des-critopreviamenre por TLnki.AIabsorber jugode rabaco, se ha fabricadounaespecie de cubierta viscosa en la boca y la garganra que impidea las tsentsak queél aspira del cuerpo de'Wisui d d propio h tó d

EL CANTODELCHAMÁN

Falta Ia regurgitaciónde ias tsentsak presentadas en

público,efectivamente

un simple ejercicio de prestidigitación,ya que Tunkipreviamente ha colocadocon discreciónlos trozos de vidrioen su boca, como me advirtiócon todaingenuidad. Formuladas con el tono de complicidadpaternalista de un maescro

que revela a su aprendiz los pequeños trucos del oficio,sus razones no son sinembargo deshonrosas. Aligualque algunos de nuestros médicos, que dicen lomenos posible a sus enfermos, ya sea por simple pereza o porque losjuzganincapaces de entender sus explicaciones, elchamán prefiere una mistificaciónsin consecuencia a una exposición fastidiosade la mecánica de las tsentsak.Pues estas "flechillas"que Tünkiha exc¡aído en realidadno las ha escupido ensu mano, sino infladoen su puño, donde va a conservarlas para su propiouso,

junto con algunas de las tsentsak personales que Ie serviránde guardia. Conestas tsentsak podrá, si Io desea, hechizar él mismo a sus enemigos. No le gusta-ráexplicaresto al enfermo, sino que simplemente le enseñará algunos pequeños

fil hill

VISIONES 325

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él aspira del cuerpo de Wisui descender a su propio pecho y a su estómago, dedonde se¡ía muy difícilrecuperarlas y donde podrían cometergraves daños,incluso provocarle lamuerte. La extracción de flechillases una operación muydifícilen la que el chamán se arriesga a rransformarseen vícrimade los proyec-tilesmaléficosque chupa, lo que explicael cuidado que les presra para ponerlasen condicionesñvo¡ables a lo largo de todo el canto.Por otro lado, se rratamenos de una verdadera succión que de una especie de arracción magnética.Disponiendoél mismo de tsentsak del tipo rseas, idénticas a las

que ha clavadoen \flisuiy que conserva por lo común en su cuello y en su tó¡ax, Tunkienvíasus propias flechillasa adherirse sobre las flechillasenemigas para que éstas lasaprehendan como con un imány las conduzcan a su boca. Atrincheradodetrásde un muro circularde tsentsak, no Ia entreabre más que para disparar susflechillasy recuperarlas una vez cumplidasu misión. Tal operación sóloes posi-ble porque las tsentsak aracanres fueronenrumecidas y desorientadas por eltratamiento precedente, del mismo modo que los hilos que las unen a su amofueron seccionados por las tsentsak de Tirnkiy los pasuk que velan sobre ellasdispersados por los suyos. Pero lo más imporranreen roda esta cirugía simpáti-ca es poseer tsentsak de la misma naruraleza que las que están en la causa del

mal: ellas acompaiarán a sus congéneres en razón de esta homologíaperfecta,engañadas por una apariencia idéntica y'deseosas de adherirse a las orras sinmaldad. Un'chamán, por ranro, sólo puede acceder a un plenodominiode suar¡e si es capaz de movilizaruna variedad suficiente de especies de rsencsak parapoder hacer frente a Ia gran diversidad de proyecrilesque tendrá que exrraer.

objetos -insectos, filosde cuchillo,pilas usadas a veces- cuya materialidadaho-ra inofensiva tranquiliza mejorque todos los discursos.

Si Tunki recurre a pequeños fraudes, es sobre todo porque las muy viejaspalabras de la lengua cotidianason impotentes para expresar de orro modo queno sea metafóricamente elconjuntode experiencia físicas y menrales por lasque el chamán atraviesa en el curso de la cura, una combinaciónde vibracionescardíacas más o menos acordes a la cadencia del canto, impresiones extremada-

mente vivas de traslación yde desdoblamiento, alteraciones sensoriales suscica-das seguramenre por la droga, pero domesticadaspoco a poco en el curso de lainiciación,de modo tal que acaban por amoldarse a las palabras y a las imágenesempleadas tradicionalmentepor esra cultura para codificarla práctica chamánica.Las tsentsak, por ejemplo,no son verdaderas "flechillas",ni siquiera invisibles.Son principiosanimados o autómaras incorpóreos, tan poco representables comolas misceriosas entelequias de la filosofíaclásica y que, a falta deun conceptomás abstracto para designarlas, llevan por analogía el nombre muy concreto deaquello a lo que pueden ser comparadas por sus efectos. Delmismomodo,tunchi noes sino el nombrede una pequeña araña; hábil para deslizarse portodas partes arrastrando consigo su hiloconductor, permire significarmejor lafacultad que tienen los chamanes de enviar sus sortilegios a espaldas de las víc-timas y continuar controlándolasa distancia. Descritaa parrir del vocabulariocomún y traduciendo acciones, propiedades, comportamientos, relaciones defuerza de las que la naturaleza o las técnicas constituyenel modelo, el aparatomaterial del chamanismo sólo tiene existencia literalpara los profanos, quienes

326 VISIONES

ignoran sus sutilezas y a quienes se les hace creer, para ahorrar largas explicacio-nes, que las fórmulas empleadas para describirsus mecanismos rerratan fiel-mente la manera como éstos funcionan. No me parece dudoso que, baio lasinfluenciasconjugadas del natem y de su aprendizaje, Ios chamanes percibanbien esta imbricaciónde fenómenos demasiado complejapara ponerla en pala-bras de manera integral.No es, pues, por cha¡latanería que éstos recurren a

pequeños artificios osimplificanen metáforas accesibles las operaciones queejecutan, sino porque hay un exceso de sentido en la experiencia total del tranceque el discurso ordinariono tiene la facultadde exponer de modo adecuado.De ahí Ia insistencia de Mukuimpy de Tirnkipara que ingiera natem a finde

ver esta parte indecible del chamanismoque mi sesión de alucinaciónen lode'\fajari,por fútilque me haya parecido en el momento, ha contribuidoa

esclarecer un poco.

}C(I.ARTESANOSDE LO IMAGINARIO

§llsulp¡.mó AYERA rAMAÑANApara conambo, manifiestamente envalentona-j ,-n ,in antes haber entregado su cerbatana aTilnkicomo pago por sus bue-

n , n.ior.otro cliente lo ha sucedido esta tarde, un quechua llamado sampico

ou. uir. a tres días en Piragua río como un fisicocul-

lurtr,r,Sampicoes también

chame de rsentsak a lo de

nuestro anfitrión,que €s su compadre' ebie¡on entonces el

natem cuando ceyólanoche; Ti-rnkiretomó su tsayantar Para tocar un momen-

to, luego Partieron juntosa baiarse en el ¡ío'

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to, luego PartieronLo, *..r,.rkde los achuar, de los shuar y de Ios quechuas son en principio

diferentes y no pueden ser extraídas más que por chamanes de la tribu de

donde ellas provienen, razón por la cual se lecurre a Yeces a los serviciosde un

extranjero .án .l fi.,de embrujar a un enemigo cercano; de este modo uno se

r.gr'rmde que no podrá ser cu¡ado Por un chamán local'Los mecanismos

g.ri.r l.,dei chamanismo, sin embargo, son idénticosen las t¡es culturas, yi d i-pidea un pracricanre experimentado extender su registro adquiriendo

rsentsak exóticas gue le abrirán una clientelamás allá de las fronteras de sugruPo.-

Con toda evidencia, Tirnkiy sampico intercambian sin cesar tsentsak a cam-

bio de supai -sus homólogosen quechua-, emP¡esa casi inifinitavista la canti-

d d .o.,rid..^blede clases distintasque existen. Mianfitriónpretende poseer

una coiección de cuarenra especies, que designa metafóricamente con el nom-

bre de un animal,una planta, un obieto,o una cualidad, de los cuales cada una

exhibiría por analogía una propiedad visible;entre las que más usa están las de

tipo gimnoto,por su poren¡e descarga eléctrica; las del tipocaniru, ese minriscrrlo

p.r.*ao .o., di.n,.,que riene fama de introducirseen Ios orificiosnaturales de

Ios bañistas; Ias del tipo raya, Por su temibledardo; el tipomono araña' por el

vigorde su cola prensil;Ias del tipo colibrí,por su pico afiladoy la velocidad de

,rr-,d.rpl rr..rientos; las del tipoáguila harpía, por la potencia de sus garras; las

del ripo tucán, por su enorme pico; las del tipo sanguijuela (se comprenderá

fácilmentepor qué); Ias del tipo chonra, por las largas espinas de esra palmera;

las del tipo Éz ichip, tnaplanta de hojas extremadamente cortantes; las del tipo

327

VIS]ONESARTESANOSDE LO IMAGINARIO 329

esr¡amonro, porque esra droga "vueiveloco"; las del ripoespejo, en razón delbrillode ia luz ¡ef¡actada; las der dpo frío,que congera los huesos; las del tipoama¡ilio,por la vibraciónde este coior; o también las del tipomahina, rérminocon el cual se designan esos zumbanres generadores eréc¡ricos cuyo manejo porparte de los misioneros es fuente perpetua de admiraciónp"r, ro, achuar. cie¡-tas tsenrsak tienen también funcionesespeciales; roborativas,como aquelasque se inyectan en los pulmones de ros hombres que se quejan por la farta dealiento paralacerbarana, o del ripo espantapájaror,

"l-odo i. rqu.[r, que sonenviadas al rerritoriode los enemigos, en las salinas de caza o'las colad.as depecaríes, para espanrar a los animales y hacerlosabandona¡ ra región.

cada especie de rsentsak viveen su propia "baba-madre", *lrr,una salivapegajosa donde crece

como el fero en el líquidoamniótico y que e[ chamánhace subirdei tórax hasra la boca cuando le hace fa.rta. El áj.r.i.ro requierecierta experiencia; buena parre del apreodizale del novato ..r .l .u.ro de la ini-ciaciónconsisre en manejar la regurgiraciónde las babas de tsentsak que su

próximos por su funcióna los namur empleados en la caza: cada uno es apro-piado para un ripode tsentsak cuyos poderes concentra y activacuando esrámacerándose en el .jugode tabaco du¡ante la sesión chamánica.

Si la transmisiónde las tsentsak a Sampico se realiza con velocidad,es por-que éste ya es un chamán confirmadoy domina bien las récnicas para controlarlas flechillase impedirlesvolverde inmediaroa lo de su antiguopropietario.Ocurre de modo totalmente disrintocon una primera iniciación,empresa delargo alientoy de éxito siempre alearorio,que exige del novato mucha abnega-ción y unavoluntadinquebrantable.Fue lo que pude saber ayer, cuando Tunkime relató su primera experiencia.

Decidí conve¡rirme en uwishindespués de mi casamiento. Misuegro habíamuerroembrujado, luegomi cuñado; luego, mi hijotambiénmurió,siendoaún un bebé de pecho; un malignouwishinhabía enviado tsentsak a los pechosd i j N j i l b bé ió á id d

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g g babas de tsentsak que suiniciador le ha insuflado,con ayuda de grandes libaciones de una mezcla dechicha de mandioca y de jugo de tabaco. Exisren también babas sin tsentsak,reservadas a chamanes de pequeña envergadura, ros "chamanes de baba,; rasutilizanpara provocar y curar lesiones externas que a pesar de que sean a vecesPenosas o espectaculares -abscesos en los senos, úlceras, l.p.r, l.irh-aniasis,erc.- no dejan de ocupar un lugarbasrante bajo en la jerarluía de las tunchi,pues no desembocan en una muerre rápida. Como las ,r..rrrrlrotales, cada unade estas babas no puede ser neurralizadamás que por una baba der mismoripo.se dice ¡ambiénque las babas de los chamanes son un poderoso filt¡oamorosoque depositan en los jarros de chicha a espaldas de las mujeres cuyos favo¡esdesean gana¡se. A)uzgar por las recriminaciones discretas qrr. e.r.r. christinerecoge enrre las mujeres de Tünki,ésre parece obcener una gran ventaja.

La rransmisiónde las tsenrsak en sampico se ejecuta r.ápidamente: soste-niendo la cabeza de su kumpa, Tunkile sopla humo de trb".o.., la coronilla,luego dentro de la boca. se trata de flechiilasdel riporelámpago, utilizadascomo un obus para hacer explota¡ la casamata invisiblede un uwishinenemigoo para destrui¡tsentsak coriáceas en el cuerpo de un pacienre. Tirnki,muyiiberal,le entrega

además a Sampico er namu¡ correspondienre a esras rsentsak,que esruvo hasra enronces en remojo en un bol dejugo de rabaco; es un guijarronegro y casi ¡edondo con un agujero en er medioa r¡avés del cua.l ,J p,r.d.soplar para dirigirmisilescon más precisión.Tunkime ha mostrado hace^ pocosu colección de namur chamánicos, guijarros de fo¡mas originalesy de piritas,

de mimujer Najariy el bebé murió rápidamente mamando las csentsak. ¿euépodía hacer? Me sentía imporente contra las runchi.¿Debía acaso esperar a quenos exrermina¡ana todos? Entonces fuien l¡usca de sharian para yo tambiénaprender. La primeranoche, bebí el natem con Sha¡ian y romamos jugoderabaco por la nariz; me sopló tsencsak sobre la coronillay los hombros, enrre losdedos rambién;cadavez me soplaba rsenrsak diferenres. Luego,me rransmitiósus babas en la boca, y me decía sus nombres: "¡Tomala baba de la anaconda¡Toma la baba del arco iris ¡Toma la baba de hierro ".Tenía náuseas y queríavomitartodo. Entonces,permanecimosen vela, y durante toda Ia noche roca-mos el tsayantar para agrada¡ a las tsentsak. Las primeras noches no hay quedormi¡si no las tsentsak piensan que uno es un cadáver y regresan a aquel que lasha entregado. Aldía siguienre, no comíni bebí nada; no podía hablar, pueslas tsentsak se habrían escapado si yo hubiese abierro la boca; rampocodormí,fue muy difícil.Bebimos de nuevo el narem y sharian canró todos sus anenu yoaprendÍa silbando. Pe¡manecÍ senrado toda la noche y me pinchaba el muslocon una espina de chonta para no quedarme dormido. AIdía siguienre, rampo-co comí ni bebÍ nada; estaba muy débil y pasé rodo el día acosrado, fumandoconsan[emente. A la noche, tomamos nuevamente el natem y comencé a apren-der los anent de sharian. Aquellanoche pude dormi¡pues los tsentsak ya se

habian acostumbradoa mí. Aldía siguienre, volvía ayunar; pasé el día recosra-do en un peak porque habíaperdido todas mis fue¡zas; fumaba y dormía. Erúltimodía, sharian me dio de beber chicha de mandioca mezclada con jugodetabaco y luegoruve que comerpimientos, los pequeños pimiemosyantana,losmás fuerres. Miestómago estaba revuelto y las babas me venían a [a boca; estuvea punro de escupir todo, pero logré tragarlo de nuevo. Entonces sharian me dijo

ARTESANOS DE LO IMAGINARIO 33],

330 VISIONES

que ahora sería capaz de soplar mis rsentsak. Su mujer me sirvió bananas ypescadiros hervidos; no había comido nada hacía varios dlas; después de esto fuia tomar un baño, porque rampoco me había aseado; apestaba como una zarigüeya.

Permanecí por algún riempo más en lo de Sharian y me sopló otras tsentsak.

Después regresé a mi casa.

-¿Cuánto pagaste por eso?

-Mucho, pues Sharian era un chamán de mucha fama; le di un tawasap y

una cerbatana. Hay que tener cuidado, porque cuando uno no da lo suficiente

a[ que nos rransmite sus tsentsak, puede hacerlas volver; algunos, incluso, en-

vían tunchis para vengarse.

-¿Yempezaste ensegu.ida a tratar gente?

-No, enseguida no; primero, las tsentsak tenían que acostumbrarse de ver-

dad a mí. Durante más de una luna me quedé en mi casa sin moverme más que

un tatú; no iba a cazar; tomaba el agua de rabaco casi todos los dias. Sharian me

h bí di h t hi h d di í di

, tal es el caso del tatú o del Pez tuamPi\ntes cortantes, pues podrían secciona¡

rsentsak; cierros animales, por último,es, como el saki de cabeza blanca, ese

consumo sería casi un acto de caniba-

te la iniciación y durante un período

s los animales de carne negra -pecarí,tc.-, los mismos de ios cuales hay que

tam, ya que el aprendizaje chamánico

rsona y requlere, en consecllencla, un

ual se debe evitar Ia ingesta de carnes

tán igualmente proscripras Por razones

similares, dado que Io dulce y los condimentos amenazan con su sabor picante

el medio neurfo en que deben desarrollarse las tsentsak. Por fin, toda una serie

tillri

ü.l

ll,l

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había dicho que no tomara chicha de mandioca y apenas comía pescaditos.

Duranre varias lunas, no pude hacer el amor. Mi mujercita Najari estaba furio-

sa; encima, no tenía carne para comer. Fue muy difícil, Pero como quería ser de

los que saben, resistí.

El aprendizaje chamánico supone una alteración de la ecología del organismo,

la c¡eación de un nuevo medio interno para recibir a esos residentes caPrichosos

que son las tsentsak, cosa que sólo puede lograrse al precio de una rigurosa

ascesis. El término mismo que designa a la iniciación, ijiarmak, deriva de la

palabra ayunar , ijiarma, a la que se agrega el sufijo -h, w marcador modal

que indica que una acción ha sido ¡ealizada tras una sucesión de operaciones;

dicho de ocro modo, convertirse en uwishin, es alcanzar un estado de equilibrio

o de acomodamiento con las tsentsak mediante la depuración Progresiva del

cuerpo. Se llega a eso no solamente pasando privaciones, sino rambién con el

esrricto respeto de un régimen alimentario maníacamente definido. En una

cultura donde el acto más banal -semb¡ar maíl, fabricar curare, administrar un

remedio a un perro- exige evitar ciertos alimentos, se comprenderá que los

chamanes estén, aún más que los demás, sometidos a las exigencias de una dieta

de complejidad bizantina.Tienen proscriptos para siempre ciertos alimentos que comen los profanos:

pequeñas criaturas ágiles y siemPre en movimiento como el sapayu, la ardilla o

el mono tití de bigotes, que podrían perturbar con su agitación la convivencia

inestable con las tsentsak; otros están prohibidos porque enarbolan un caPara-

zón y son portadores de la amenaza de una incapacidad para alcanzar las tsentsak

de animales esrán prohibidos por razorles más particulares: el papagayo Porque

vuela muy alto y como fuera del aicance de las tsentsak; el yawa aikiam' vn grafr

pez-gato r.ror. do, Porque evoca el manto del jaguar en adelante asociado al

.frrri¿.r, Ias larvas de palmera, que perforan la made¡a podrida al igual que las

tsentsak en el cuerpo de los hombres'

De esto resulta un régimen de una consternadora insipidez, a base de plan-

rainas y d.e palmiros hervidos, que generalmente se comen fríos -y las plantai-

nas, sin semillas-, acompañados a veces de pescaditos, que una regla cuya razónnadie ha sabido darme obliga que se lleven a la boca con unas varillas, ya que el

conracro directo con los dedos es considerado nocivo. En cuanto a la castidad

prolongada -principal obstáculo para abrazar la profesión, según dice la gran

^ yorí^-, equivale en cie¡to modo a un ayuno, Puesto que el consumo de

una mujer es aquí, como en muchas otras cukuras, metafóricamente asimilado

al consumo de un alimento. Mi tibia resolución se quebró, debo decirlo, ante el

formidable aparejo iniciárico que me describió Tunki y Ie declaré, en definitiva,

que no me sentía preparado para convertitme en uwishin'

Aún más que en otras circunstancias en que también intervienen, Ias prohi-

biciones alimentarias que acompañan el acceso a la función chamánica son un

medio de marcar de manera más o menos duradera una diferencia de estatutos'

Cada rabú en sí es, en efecro, relativamente arbitrario; tal animal que se suPone

portador de una cualidad parricular podría ser reemplazado por tal otro que la

exhibe igualmenre o, incluso, puede servir, si se busca más allá en su apariencia

o en su comporramlento, como soporte para otra cua-iidad contradictoria res-

'il:i.l,',i

332

pecto de la primera. El contenido de la relación esrablecida en[re un animal y la

disposición nefasta que se supone que induce importa menos que la colecciónde los anima.les cada vez más disímiles empleada para significar negativamenreun estado que les es anritético. Po¡ irracionales que puedan parecer, los tabúesse presenran como un efecto de¡ivado del pensamiento clasificarorio. AI poneren evidencia un sistema de propiedades concretas significadas por un conjuntorestringido de especies naturales, propiedades que subrayan que cualquier hombreno es igual a cualquier orro, pues la ca¡ne de cie¡ros animales le está prohibidatemporaria o definitivamente, los tabúes son testimonio de una voluntad deconferir orden y lógica al caos del mundo social y natural a parrir de las únicascaregorías de la experiencia sensible. En una cultura marcada por la excraordi-na¡ia uniformidad de esras condiciones,

el evi¡ar cierras comidas permite insti-tuir entre los individuos esas pequeñas discontinuidades internas indispensa-bles para la vida social, sin por ello comp¡omerer la igualdad de todos condistinciones demasiado acenruadas.

ARTESANOS DE LO IMAGINARIO

remprana se revela inútil si no es seguida por un reaprovisionamiento continuo

d. ,r.rrrrk en lo de proveedores tan diversificados como sea posible. Mi amik

lwaiari, cuyo padre era probablemente el chamán achuar más poderoso en el

.,o.r. d.l Pastaza, fue abandonado poco a Poco Por todas las tsentsak que éste le

había insuflado antes, Por no haber elegido seguir en la adolescencia la carrera

que su familia había esperadoen un uwishin común,

h y q,r. visitar entre cinco o s después del aprendizaje

inicial, mucho más cuando se quía' La emPresa cuesta

muy caro y conduce a una suerte de selección por la riqueza; mezquinamente

VIS]ONE.S

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Pese a sus poderes especiales y a su régimen alimentario parricular, los uwishinno son individuos aparre. No es un signo electivo o una revelación lo que esráen el origen de su vocación, sino una crisis moral, desencadenada por el terriblesentimienro de impotencia que experimentan frenre a una cascada de falleci-mientos entre sus prójimos o cuando ellos mismos se ven golpeados en la ju-ventud por una larga enfermedad que un chamán consigue curar. La curiosi-dad, ciertamente, juega su papel, y el deseo de asegurarse algún control sob¡e el

otro, sentimie ntos muy natura.les en Ia especie humana que no son expresión deuna persona.lidad patológica a ia cual la práctica del chamanismo of¡ecería unasalida reconocida por la sociedad.

Es verdad que la función se r¡ansmire a veces de manera casi he¡editaria.Ciertos uwishin comienzan a aprovisionar a sus hijos de tsenrsak desde su tier-na infancia, cuando aún son bebés de pecho, soplándoles las flechillas en lospechos de Ia madre, que a su vez se las pasa aJ bebé con Ia leche. Ti:nki hacomenzado hace un tiempo a da¡ tsentsak a su hijo Sunri, de 12 años, puesteme mo¡ir de un tunchi en su combate contra los chamanes del \Tayusentza ydesea asegurarse con esto de que los suyos seguirán beneficiándose con alguna

protecciónsi

élllegara

a desaparecer. De hecho, los uwishin más poderosos sonaquellos que comenzaron desde la infancia a acumular tsenrsak y que, en razónde esta larga familiaridad con las herramienras de su oficio, saben mejor que losdemás controlar su comportamiento a veces imprevisible. por eso, ciertos achua¡envían a sus jóvenes varones, y a veces a sus hijas, a aprender junto con renom-

yretribuidos por sus pacientes, los pequeños chamanes no llegan a acumular

suficientes bienes como para obtener de los colegas Prestigiosos las tsentsak que

les hacen falta precisamente Para afi¡mar su notoriedad. A medida que crece la

repuración, se debe desembolsar cadayez más para conseguir rsentsak raras y

preciosas que constituirán piezas selectas en la panoplia. Tirnki, por ejemplo,

que frre hasta el Napo, a más de trescientos kilómetros de aquí, para abastecerse

en lo de un gran chamán quechua, tuvo que darle una calabaza de curare, una

corona de plumas tawasaP, una ce¡batana, un Perro de cazay un fusil de cartu-chos, en fin, una pequeña fortuna para Ia escala achuar. El valor de las tsentsak,

por lo demás, está bastante estandarizado según su categoría, y Chalua, un

chamán quechua del Bobonaza, ha exigido Por Parte de nuestro anfit¡ión las

mismas cosas a cambio de flechillas muy especiales provenientes de los achuar

de Perú. Tunki aún no ha cerminado de saldar esta úldma comPra y lo veo

debatirse en una lógica de expansión por endeudamiento que nos resulta por

cierto familiat, pero que sorprende un Poco encontrar aquí. Un chamán del

Copatazame dijo que renovaría sus provisiones de tsentsak en sueños y después

de haber tomado jugo de tabaco poco antes de acostarse; mientras dormía era

visitado por difuntos uwishin, a los que él había conocido personalmente, quie-nes le transmitían gratis lo que otros paga.n a muy alto precio. Como su noto-

riedad era además de las más modestas, Ilegué a Ia conclusión de que había

encontrado ese procedimiento por fa-lta de recursos suficientes para cont.inuar

ejerciendo sus funciones.

774 ARTESANOS DE LO IMAGINARIOVISIONES

El precio y la supuesta eficacia de las tsentsak crecen en proporción a ladistancia de su origen, a tal punto que ciettos chamanes quechuas del Bobonaza

acuden actualmente a lo de los indígenas de Otavalo, en los Andes del no¡te,

para abastecerse. ¿Cuál es la fuente primera de estas tsensak en flujo perpetuo?

Los espírirus de las aguas Tsunki, sin duda, pero son más bien ios creadores, yno los proveedores; vista la ubicuidad que les es atribuida, no hay razón para

creer que hayan entregado más a los achuar que a la muldtud de pueblos que

bordean los ríos. ¿Provienen entonces justamente de las etnias vecinas, y parti-cularmente de los quechuas, cuyas flechillas son tan apreciadas por los achuar?

¿Pero los quechuas mismos de dónde las obtienen? Es la pregunra que le he

planteado a un quechua del Napo, que conocí un día en Puyo, y cuyo padre era

un chamán de ¡enombre. Me respondió con una anécdota. Un día que estaba

de caza con su padre , siendo aún muy pequeño, se desató una tormenta violen-ta y una multitud de animales los rodeó súbitamente; fascinado por esta opor-

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tunidad única, el padre disparaba a los animales, pero cuando su hijo se acerca-

ba para recogerlos, se desmayaban de manera brutal. Entre tanto, llegó una

banda de hombres blancos y rubios, vestidos como misioneros josefinos, que se

llevaron al padre; éste estuvo ausente durante más de un mes; todo el mundo lodaba por muerto hasta que regresó una hermosa mañana declarando que había

bebido alahuascarcdos los días con sus captores y que ahora se había converti-do en un gran chamán.

Por lo tanto, los poderes chamánicos más poderosos provienen, en definiti-va, de los blancos, de esos maestros de la escrirura de pálido cabello que son los

más exóticos de todos los extranjeros, razón de la insistencia con la que mis

compañeros me pedían que les cediera mis hipotéticas tsentsak o, en su defecto,

que asistiera a Mukuimp en sus curas. Tirnki me lo ha confirmado explícita-menre, no sin agregar una precisión disparatada: nuestra inmunidad a las tsentsak

de los achuar es resultado no sólo del hecho de que nuestras tsentsak son más

fuertes que las de ellos, sino también porque comemos cebolla, dado que las

flechillas autóctonas son alérgicas a ese modes¡o bulbo, como los vampiros de

los Cárpatos son alérgicos al ajo.

Si Ios quechuas sirven de intermediarios en Ia cadena de provisioneschamánica, es porqu€ en este ámbiro -como en otros- representan para los

achuar una especie de sustitutb de los blancos. ¿Qué duda podría caber, si los

chamanes quechuas más notables del Bobonaza están casi todos empleados en

el ejército ecuatoriano? -i -b.ro, o suboficia.les de carrera, llevan al margen de

los acantonamienros una doble vida ignorada por sus superiores; soldados pun-

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340 VISIONES

para alcarúar la cura? si es compartida con los pacientes, ¿cómo no podría

logiarlo?Muy a menudo, los males que afligen al cliente de un chamán son imagina-¡ios o del tipo psicosomárico. He visto varias veces personas prácticamente alborde de la muerte, que renunciaron a la voluntad de vivi¡ de ran convencidasque estaban de que nada podría iibe¡a¡las de su hechizo , y acerca de las cualesyo habría apostado que se encontraban en perfecto esrado de salud, dada laausencia de síntomas preocupanres. Conducidos por uno de los suyos a Io deun uwishin de renombre a cuya casa llegaban con infinita dificultad, regresabanpocos días después a buen paso y con el rosrro floreciente, liberados de untormen[o que sin lugar a dudas nunca había tenido susrenco orgánico. por cal-mar la angustia de los que los consultan, por liberarlos de Ia a.lienación ter¡ibledel ca¡a a cara con el dolor y lo desconocido, Ios chamanes llegan incluso a

provoca¡ una mejoría temporai en las personas verdade¡amente enfermas, encuyo caso todo deterioro posterior no es atribuido a un signo de fracaso, sino aun nuevo hechizo sin ¡elación con el primero. Contrariamente a lo que piensan

)OüI. PAIABRAS DEL EVANGELIO

pane pl_ eUE Lo vE poR PRIMERA vgZ, el padre Albo Presenta un contraste muy

curioso. Tiene la fisionomía del clérigo; los ojos de límpida ingenuidad detrás

de los anreojos remendados, la barba rubia despeinada,la espalda ligeramente

encorvada, lapalidezylaseriedad del rostro, todo esto evoca las noches en vela

pasadas con arduos textos y la serena transparencia de la fe. Por ello sorprende

u.r rrp.rp,r.rtos sobre esta apariencia benigna los habirualessignos

distintivosdel guerrero achuar: la corona de plumas que recubre en Parte el cabello largo,

los dibujos de rucú sobre los pómulos, un hermoso paño itip llevado con toda

naturalidad, anchas tiras envolviendo sus muñecas, atributos y ornamentos que

ifi l h b b i l

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¡ con el primero. Contrariamente a lo que piensancon cierta ingenuidad los misioneros católicos, que imputan el presenteme¡cantiiismo de los chamanes jíbaros a una lamenrable degradación de losvalores antiguos, parece que el consuelo brindado por la cura es proporcional a

su precio. cada cual sabe aquí que la cura es ranro más rápida cuanro más caraha costado, puesto que los chamanes comprendieron lo que los psicoanalistashan descubierto ta¡díamenre, a sabe¡ que literalmente hay que dar todo de sí

para transformar una siruación de dependencia en la condición de su propiasalvación.

comúnmente magnifican y prolongan a hombres cobrizos y musculosos, pare-

cen aquí, sobre la carcezaalgo frágil del salesiano, piezas tomadas de un ridículo

atavío. Sólo Ie falta el fusil a este viril equipamiento, suplantado Por una cruz

discreta que cuelga del cuello. Sin embrago, cualquier sentimiento de incon-

gruencia se desvanece en cuanto el padre Albo se pone a hablar: la voz ligera-

mente cascada modula de maravillas los staccato del jíbaro, cerrada y firme como

Ia de un gran hombre, contribuyendo con su autoridad llena de vigor a hacer

olvidar el aspecto casi grácil del misionero italiano. Su manera de andar con

pequeños pasos cortos y apurados, sus actitudes, la manera en que bebe la chi-

cha de mandioca, cada uno de sus gesros, en fin, son testimonio de que ha

sabido dominar con las costumbres de la selva un cuerpo que desde hace mu-cho tiempo ya ha olvidado las modestas comodidades del seminario. Lo cono-cíamos de nombre desde hacía mucho, por Io cual nuestto encuentro con él no

podía menos que ser un aconcecimiento.

Hace dos días que el padre Albo, o mejor dicho, Ankuaji, según el nombreindígena que se eligió, IIegó a Sasaima. Acompañaba a Kaniras, un hombre de

Pumpuentza, que vino a negociar el tumash por el asesinato de Kawarunch a

manos de Narankas, Nurinksa y Kuunt hace algunos meses. A dos días de mar-cha de aquí hacia el sudeste, Pumpuentza es un pueblo reciente, del mismo tipoque Cipahuari, pero formado bajo el auspicio de los salesianos, cuyo primerrepresentante en establecerse en lo de los achuar del su¡ fue el padre Ankuaji.Como la mayoría de los achuar septentrionales, la gente de Sasaima se inclina

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VISIONES 345

Poco antes de ia hora convenida para la conve¡sació., argunos hombresdesembarcan en lo de Tukupi,como para una visitaforruira;el ambiente esalegre, ya que todos nos preparamos para un espectácuio fuera de lo común.Tukupiesbozó una sonrisa irónica cuando le comuniqué el deseo der paari:¿cómo un blanco podría conduciresre diálogo ceremonial para er que ros jóve-nes muchachos se enrrenan asiduamente du¡ante años y que varioshomb¡esmanejan mal? sin embargo, el desempeño der padre Ankuajies desiumbran¡e.Encadena sin rregua períodos plagados de virruosidadessin¡ácticas;ni una vaci-lación, ni un farfullo,ni una reperición, a pesar de ra ba¡rera casi conrinua deinterpolacionesque Ie opone Tirkupi;este último,inciuso,en un momenroparece perder pie, y el único contrapunroque ha-lra es repe tir incansablemen¡esu

propionombre. Es cierto que el salesiano no improvisa, sino que ree unaujmatin que ha compuesro para esre cipo de ci¡cunstancias; Io hace al modo d.eun actor consumado y. sin que parezca que mira su hoja. Si su expresión es,como siempre, muy redundante, el mensaje bo¡da de manera originarun remaevangélicosobre el habiual fondo común d ti i 'A b

PALABRASDELEVANGELIO

sravecrisis de identidad, latente sin duda desde hace tiempo, Pero que la maes-

\ría reúricade su interiocutorPuso de repente al desnudo'

Con mucha inteligencia,Tükupicomprendiórápidamente que no tenía sen-

ridooponerse a los misioneros cuya acción se volvíacada vez más perceptible en

los lindes de su dominio.Hace dos años, había ¡erminado aceptando las pro-Duesras de Ios evangelistas estadounidenses de Macumay consinrióque envia-

,"n u., predicador shuar que se esforzaba con dificultadpor organizar una es-

cuela. Pu¡amente táctica, su decisión le había permiddo consolida¡gracias a unapoyo exrerio¡ Ia legitimidadde una posiciónconseguida por sus propios mé-ritos, haciendo uso de todo el registro de cualidades que se esperan de un granhombre. Nada había cambiado para ély seguía manipulando a los demás con

una habilidad consumada; daban testimoniode esto los asesinatos de Ikiamyde Kawarunch,que no habrían podido ser cometidos sin su consentimiento¡para el segundo al menos, probablemente sinsu instigación.A pesar del formi-dable aparato técnico de los blancos, a pesar de su poder de control sobre rique-

d i fi it T k i b id d i i

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evangélicosobre el habiual fondo común de ras noticiasde guerra: 'Acabo deenterarme de que mi ancesr¡o murió;Ios malvados lo han matado; murióporti"'"'A esro, y para hacer buena lecra, Tukupiresponde con blando arrepenti-mienro: 'Antes maté enemigos, ahora no hago más ra guerra; sóro para defen-derme...". un silenciomuy largo se insta.ra *b.. .l finardei di,írogo. De esreformidableenfrenramienrode ca¡acteres y de capacidades que constituye elaujmarin,el padre Ankuajisale como vencedor indiscutible.

Pasaron algunos días, el padre Ankuajise marchó t¡as haber convencidoa pichamde que fuera a Pumpuentza a negociar er tumash, y ra monotoníade la vidacotidiana acabó por imponerse. sin embargo, Tirkupiparece incómodo,in-quieto, huraÁo;sin salir de su casa, pasa de un momenro de malhumor amura_Iladoderrás de un murismorefunfuñóna otro de impulsos de afecro casi pater-nal en que viene a sentarse a mi lado para hacerme preguntas muy personales,cosa que no acostumbraba antes, porque más bien manifestaba una soberanaindiferenciasobre el mundodei que proveníamos. Lo que lo fascina es sobretodo midiariode trabajo de campo, y me pide q,.r. l. trrd.rrrca página porpágina' A la noche, cuando reporro ala]fuzde Ia rin¡e¡na sosrenida en la a-xira lasinformacionescosechadas durante ra jornada, me mira con soñadora arención yme inrerpela para que le lea lo que esroy escribiend.o. poco a poco, con el correrde las confidencias y de las preguntas, la explicaciónde ,r., .o,,po.,rmienroacaba por presenrárseme: la visitader padre Ankuajiprovocó ..,^T,rkrrpiur*

zas evidentemente infinitas,Tukupi estaba convencido de que su preeminenciaen el sistema políticotradicional no podría ser puesta en cuestión por esos

intrusos tan ignorantes de su cultura, po¡que estaba muy seguro de su pasadoglorioso,de su carisma a toda prueba ¡ sobre todo, del poder de conviccióndesu elocuencia. ¡Yresulta que ahora este pequeño paati con su pedacito de papello había jaqueado en un arte en el que se jactaba de no tener rival

Esta amarga experiencia obligaa nuesrro anfirrióna reconsiderar las tran-quilas certezas que hasta ahora manejaban su vida:para los achuat Ia virtuosidadde un discurso dictado por la inspiraciónde aruram, revelador del carácter ypoderosa palanca para actuar sobre el alma ajena; para los blancos, el socorro dela escritura, un procedimientoque por cierto les había permitidoenunciar enjíbaro el único mi¡odel que parecían dispone¡ pero que parecíaimpropioparacualquierotro uso que no fuera fijaren el único librodel que ruviera conoci-miento,y en una lengua muy simplificada,un mensaje de lo más esotérico queno despertaba en él eco alguno. No obstante, la prueba del aujmatinhabíaminadoesta Bran división tranquilizadora.Tükupi se da cuenra ahora de que laescritu¡a puede desbordar del libroen el que ella se enconrraba amablemente

confinada, que incluso se halla muy cerca de invadi¡su dominioreservado,sumergiendo con su poderosa instrumentaciónlos antiguos fundamenros de suautoridad. La visiónde arutam, esa revelación fugazy secrera donde se forrale-cía Ia palabra, perdería aho¡a toda jusrificación;sería suplantada prontopor la"visión"de un papel, operación mucho más eficaz puesro que es renovable en

74b

cualquier circunstancia y accesible al primer cara páiida que pase por ahí. No se

debe malinterpretar esro. Tukupi no ve nada de profano en Ia lectu¡a que hizo

el padre Ankuaji de su notable aujmatin, sino ante todo un perturbador parale-

Io con las condiciones de ejercicio de su propia elocuencia. Como no puede

imaginar que el complejo contrapunto del diálogo ceremonial pueda estar ver-

daderamente codificado por la escritura, él considera la hoja de papel como una

suerte de talismán, dotado de una autonomía propia. Al igual que arutam, le

parece que el texto existe al modo de una iluminación muy personal, y no como

soporte ancilar de una inspiración preexistente.

La paradoja de esta terrible contrariedad es que se opone a lo que el padre

Ankuaji siempre deseó. Al adoptar el hábito y las costumbres de los achuar, alexpresarse en su lengua y según los cánones de la retórica tradicional, busca,

desde ya, ganarse su confianza; pero también y sobre todo celebrar públicamen-te su cultura y sus instituciones en esta fase delicada de los primeros contactos

en la que muchos pueblos ceden al abatimiento y al desprecio de sí mismos

PATABRAS DEL EVANGELIO )4/

los héroes de la mitología en hipóstasis de los atributos de la Santa Trinidad,

innovaciones bien incencionadas que apuntan a afirmar la prefiguración de la

oresencia divina en Ia religión autóctona. Pero este sincretismo deliberadamen-

,. bur.rdo priva de hecho a los achuar -mucho más seguramente que ia orto-

doxia bíblica- de rodo lo que su relación con 1o sobrenatural tiene de original.

Para los predicadores protestanres, tales prácticas confinan a la idolatría.proregidos de la duda que acosa ci¡cunstancialmente a los mi.sioneros salesianos,

y convencidos de que la toralidad del mensaje cristiano reside en la literalidad

de las Sanras Escrituras, no aspiran más que a libera¡ a 1os achuar del dominio

del Diablo con recetas simples a prueba de rodo: condenar sin vueltas la mayo-

ría de los rasgos de su cultura que darían cuenta de su presencia e imponerlessus preceptos y el modo de vida que ellos mismos creyeron poder tomar de Ia

Biblia. A causa de su desmesura, dicho proyecto parece destinado al fracaso; no

se rransforma de una día para el otro a un guerrero jíbaro en un fiel de las

f d li d l N t é i f d U lt ió d t l

VISIONES

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en la que muchos pueblos ceden al abatimiento y al desprecio de sí mismos.

Ahora bien, lejos de disipar en Tukupi un eventual sentimiento de alienación,

este blanco que rivaliza con él en lo que éste todavía creía privativo de los indios

sólo consiguió hacerle medir súbitamente toda la extensión de su impotencia.

La evangelización destila sin cesar malentendidos como éste, aun cuando está

animada por las mejores intenciones. Que no se sorprendan los ingenuos: el

reconocimiento de la singularidad ajena a la que aspiran los etnólogos y un

buen número de misioneros no se lleva bien con el deseo de compartir sus

convlcclones,

Pese a su deseo de no alterar la vida y la cultura de los achuar, pese también

a las pocas conversiones que registra, el padre Ankuaji perturba probablemente

más que los fundamentalistas estadounidenses los valores tradicionales de las

cuatro o cinco comunidades donde ejerce su misión pastoral. A diferencia de

los protesrantes, en primer luga¡ reside permanentemente entre sus parroquia-

nos; como un cura de campo, inrerviene sin cesar parazanjar sus diferendos e

inclinar la balanza en sus decisiones, argumentando aquí contra un proyecto de

casamiento polígamo, allá contra una resolución de venganza, obstáculo discre-

to pero eficaz para el libre juego de las instituciones sociales y de la política de

Ias facciones. A pesar de las fuertes reticencias de la jerarquía salesiana, emPren-

dió la tarea de adaptar el culto y la teología católicas a las exigencias de su

sacerdocio. La celebración de la misa con los ornamentos y las sustancias indí-

genas, el uso de anent y de nampet con fines litúrgicos, paralelos audaces entre

cier¡os ritua-les jíbaros y las fiestas del calendario romano, la t¡ansformación de

iglesias fundamentalistas de la Norteamérica profunda. Una aculturación de tal

amplirud es casi inconcebible, pues los pasrores evangelistas no visitan a sus

fieles más que episódicamente y son, por lo tanto, incapaces de influir de mane-

ra duradera sobre ellos e, incluso, de comprender que la fachada de fe exhibida

cadavez que pasan por aquí es la mejor garaltí^ de poder retomar el curso de

una existencia satánicd' en cuanto se vuelven a ma¡char.

La actitud de los achuar no procede más que a medias de una voluntadconsciente de disimulo y a veces ocurre que se niegan a la conversión por autén-

tica sinceridad. Fue lo que pude constatar en Conambo durante una asombrosa

experiencia de quiproquo cultu¡al. En los últimos días de nuestro paso por lo de

Tünki, un misionero estadounidense había programado un gran bautismo co-

lectivo, para exorcizar sin duda la influencia del Diablo, cuya huella aparecía

manifiestamente en el asesinato de Mashu. El día señalado, las facciones rivales

se habían encontrado en el pueblo, observándose con hostilidad unos a otros de

cada costado de Ia pista donde el misionero debía aterrizar, con los fusiles disi-mulados al alcance de Ia mano. Para gran decepción del pastor, y a pesar de una

vigorosa imprecación, sólo algunas mujeres lo acompañaron hasra el río para el

bautismo. Sin embargo, las razones que me daban los hombres para no conver-tirse en yus shuar, personas de Dios , probaban precisamente que tomaban Ias

conseiuencias de este sacramento muy en serio. Al volverse cristianos, me de-

cían, deberían privarse de los socorros del chamanismo y de las ventajas de la

poligamia, abstenerse de fumar y de beber chicha de mandioca y, sobre todo,

renunciar a la vendetta, lo cual les parecía inimaginable en las circunstancias

348 VISIONES PATABRASDELEVANGELIO

presen[es. con toda lógica,consideraban que el castigo ererno con que los ame-

nazaba el misionerovalía solamente Para los creyentes que habían pecado, yque al negarse a recibi¡el bautismo podían seguir infringiendosin perjuiciolas

múltiples prohibicionesque les presentaban.Sin embargo, tal rigor interprecativoes bastante raro. Los Pocos achuar que

prerenden ser yus shuar llegaron a la nueva religiónmenos por la gracia de la

revelaciónque por conveniencia. Es el caso de Tseremp, cuyo fracaso para en-

conrrar aruram y el poco presrigiodel que goza enrre los suyos Io condujeron a

buscar entre los evangelistas el signo de una elección que su cultura le negaba.

Convencidode gozar de una protecciónespecial del Señor, trata a sus conciu-dadanos con la misma condescendencia apiadada con que éstos Io agobian,

acrirud queno contribuye a mejorar su repuración puesto que su profundaignorancia teológica le impidetodo proselitismoeficaz. otros, la mayoría,se

sienten atraídos por las ventajas económicas que calculan obrene¡ de los misio-nefos protestantes. No es que éstos sean tan generosos, sino que ies gusta des-

l i di l l ió de una mentalidadde empresarios incitándolos

lslesiasfundamentalistas obtiene gran Parte de su éxito inclusoen los Estados

ünidor, recuerda mucho al "cultodel carguero" al que se enrregan ciertas socie-

J"¿., ¿. Melanesia, ritualprofecicodestinado a desviar hacia sus pueblos aque-

llo,b"..o,y aviones cargados de mercaderías cuyos beneficios los blancos han

monopolir"docon mucho esmero. Sin embargo, mientlas que en Oceanía los

ancesrros permanecen sordos a las súplicas, y las instalaciones ocasionales erigi-

das para recibir a los cargueros quedan desesperadamente vacías, en Copataza

los i.qrr.ño, aviones de la misión protestante aterrizan a la sazón para desem-

brri",-.r.rderías; es cierto que hay que comPrarlas, Pero su mera llegada es

lesrimonio,pese a rodo, de un principiode eficaciade la oración.

EI abastecimienro celesre de Copataza concuerda muy bien con un pequeño

mito,relacado por Mukuimp,que justificala presente desigualdad entre losindios y los blancos en la distribuciónde las riquezas: 'Antes, Ios ancestros de

Ios blancos y los de los achuar eran idénticos; un día, vinoun avión; los ancestros

de los achuar ruvieron miedo de subir al avión; Ios que subieron al avión se

i i en blancos; aprendieron a fabricartodo con máquinas mientras

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pertar en los indios la eclosión de una mentalidadde empresarios, incitándolosa conformarculturas de renta o a desarrollar la colecta de productos buscados

en los mercados, que comercializan gracias a sus avioneras. A cambio de esto,

venden al costo los objetos manufacturados que los achuar necesitan, haciendocorrocircuitoen las redes de los regatones, Para gran disgusto de estos últimos.

La iniciaciónpráctica a los mecanismos de la libre empresa ha alcanzado

hasta ahora sólo a una minúsculaminoría,y produce comportamientos más

cercanos ala magia que a la economía política.En copataza, el pueblo más

abierto al comercio misionero,una incógnitavuelve obsesivamente en todas las

conversaciones: ¿qué hay que hacer para poder beneficiarse con Ia "riqueza de

Díos"(1us huitf.La evidente abundancia de los bienes materiales de la que

disponen los predicadores estadounidenses no puede provenir sino de la rela-

ción tan especial que mantienen con esa divinidadmisteriosa a la cual es indis-pensable acercarse para sel favorecido con idén¡icas ventajas. Los misioneros

recomiendan el diálogodirectocon Dios medianre la oración,con lo cual en

principionada se opondría , q,r. Él haga lloversus favores sobre los indios con

la misma generosidad. como consecuencia, en varias viviendasde copacaza

donde nos hemos alojado, al caer la noche el señor de Ia casa se entregaba a unejercicioreligiosode lo más interesado. Con los ojos cerrados y la frente arruga-

da por la concentración, hacÍa subir al cielo una interminable letanía de pedi-dos: "Yus, ¡dame vacas Yus, ¡dame un fusil Yus, ;dame remedios Yus, ¡dameperlas de vidriol".Este tipode peciciones, de las cuales la propaganda de las

convirrieronen blancos; aprendieron a fabricartodo con máquinas, mientras

que los achuar debían hacer rodo penosamente con sus propias manos". Este

*iro-qu. yo sepa, el único en rratar dicho tema- da testimonio en su desen-

vuelta concisión del poco interés que los achuar sienten por Ia génesis de las

diferencias entre los pueblos ¡ más generalmente, de su indiferenciapor las expli-

caciones históricas retrospecrivas.Su origenes sin duda reciente, ya que el tér-

minoempleado por Mukuimpy por sus compañeros para designar el avión,

wapur,hace referencia a Ios pequeños vapores que, hacia fines del siglopasado,

comenzaron a remonrar los ríosmás meridionales del país jíbaro desde las fac-

rorías del Marañón, vehículos episódicos de un comerciode inrercambioacep-

tado con fatalidad,como lo son Ias avionetas evangélicas para los achuar con-remporáneos. La moralejade la histo¡iacarece de amargura: los indios no se

esfuerzan ahora por convertirse en blancos al aceptar ahora las facilidades del

rransporte aéreoy al intentar ca¡alizar sus ventajas por medio de repetidas ora-

ciones; buscan más bien, ahora que les es dada una segunda oporrunidad, co-

rregir unpoco las consecuencias de una elección inicialdesafo¡tunada.A los ojosde los achuar, además, el arractivo querevisre Ia oracióndebe

provenirde las afinidades manifiesrasque tiene con lavisiónde arutam. Comoésta, se trata de una relación místicay personal con un principioProtectot,periódicamenre reactivado por medio de una comunicacióninmediata, y cuyos

efectos se sienten a través de un ostensible éxito en las realizaciones profanas. Lasemejanza enrre ambos pedidos de intercesión valida así la tesis de los salesianos

VISIONFS

según la cual Iavisiónde arutam se halla en el corazón de la religiosidadiíbara,pero no, como lo piensan, porque prefiguraIa existencia de Ia revelacióndivina,sino más bien porque vuelveaceptable una interpretación literale interesadadel sentimiento religioso.

Hasta Ias sesiones de cultoorganizadas por los misione ros protestantes sonaprovechadas por los achuar para satisfacer ambiciones de lo más terrenales. Ala pastoral itinerante del padre Ankuaji,los predicadores estadounidenses pre-fieren, en efecto, reuniones episódicas, mantenidas enuno de los pueblos queestán bajo su control, hacia el cual conducen gratuitamenteen avioneta a todoslos yus shuar que lo solicitan.Estas conferencias evangélicas ofrecen una mag-

nífica ocasiónde hacerse sin dificultadnuevos amik,de trocar a gusto, de nego-ciar matrimonios,de establecer alianzas políticas, de intercambiarnoticias o de

consultar unchamán de renombre. Aunqueprobablemente tengan concienciade todo esto, Ios pastores optan por cerrar los ojos;es posible, incluso, quesaquen provecho de Ia situación, dejando que se cimienten en estas congrega-

PAIABRASDELEVANGELIO

bían aprendido a despreciar. Alprincipiomuy occidentalizados en su aparien-

l d j l d l d b i t

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saquen provecho de Ia situación, dejando que se cimienten g gciones periódicas redes de solidaridadmucho más vastas que las que derivan deljuego normal de las relaciones de parentescoy de vecindad, ¡edes en las queentonces se conviertenen los principales mediadores. Las complicidades que se

traman son tanto más eficaces cuanto que reposan sobre el viejoprincipiose-

gún el cual los enemigos de mis enemigos son mis amigos: acercan a hombresoriginariosde localidades muy distantes, casi desconocidos, separados en gene-

ral por núcleos de adversarios comunes, pero contra los cuales, a causa de Iadistancia precisamente, no habían pensado en coaligarse. De ahí el aspecto de

mosaico que reviste Ia geografia de las influenciasejercidas respectivamente Porlos católicos ypor los protestantes. Los achuar no hacen su elección en funciónde conviccionespersonales entre las dos religionesen competencia, ni tampococomparando las ventajas materiales que unay otra estarían en condiciones de

ofrecerles, sino siguiendo la inclinaciónde sus enemistades tradicionales. ComoIos enemigos de ayer -y a menudo también los de hoy- pueden agruparse baiola férulade una misma organizaciónmisionera, la afiliaciónreligiosa cobraelcarácter de un automarismo ineluctable; como lohizo Tukupi, bastará con cons-

tatar quelos adversarios hereditariosde Pumpuentza han pasado bajo la égida

de los salesianos para ceder de inmediato a las solicitudes de los evangelistas. Lafalta de ecumenismo delos misioneros se une a Ia parcialidad de los indios paraextender a escala de Ia tribu,bajo la especie de una guerra de religión,el meca-nismo de una hostilidadsecular entre grupos de vecindad decididamentehosti-les a cualquier convivencia.

.i y ,l, comportamienro, estos productos ejemplares del descerebramiento

*irion.rose han instaiado con una comodidaddesconcertante en las costum-

sin embargo, a Ín Íiz,| el esquematismo conel

quese considera aún demasiado

a menudo Ia imposiciónde Ia paz blanca en las mino¡ías tribales. Raramente

la aculturaciónes una occidentalización,salvo en sus manifestaciones más su-

perficiales:uso de una lengua euroPea, uso de camisa y pantalón' empleo de las

té.ri.^, implementadas en los países industrializados, no han convertidoa los

shuar a los sistemas de valores y a los modos de vida que comParten las naciones

modernas de Europa y de Américadel Norte. No es la cultura de occidente

-si existe tai abstracción- lo que se les Presenta como modelo' sino la cultura

popularde sus conciudadanos en ese pequeño país del Tercer Mundo del cuai

han sido miemb¡os sin saberlo. Las nuevas referencias de los shuar convertidos,

aquello con 1o que aspiran identifica¡se,son ios usos corrientes entre las pobla-

ciones rurales de Ecuador, sus músicas y sus danzas, sus hábitos alimenrarios, suhabla característicadonde el español se mezcla con el quechua, sus instirucio-nes comunirarias y Ia moral social que las gobierna, en suma, toda una red de

códigos y de signos de reconocimiento típicos, ran poco familiaresPara unoccidental comopara la culturajíbara. Estas variaciones en los grados de exotis-

752 VlSIONES

mo no nos disculpan de nuesc¡a responsabilidad colectiva en la destrucción en

el curso de los siglos de milla¡es de socieda.des de las cuales cada una contribuía

de mane¡a original con la indispensable diversidad de los modos de expresión

de Ia condición humana; sin embargo, se Puede encontrar un consuelo si se

p.iensa que nuestro planeta no se ha convertido todavía verdaderamente en un

pueblo; a 1o sumo en una suerte de ciudad tentacular, donde sobre los escom-

bros de las chozas que poblaban su periferia se consrruyen cada día nuevos

barrios de personalidad cada vez más contrastada.

)C(II. MUERTOS YVIVOS

Mucso ANTES DEL ALBA, fui despertado por los lamentos desgarradores de las

mujeres explotando de pronto en la casa: iNubucbiru ¡nuhuchirua ¡iakai-i-i-i-i , ¡nukuchiru , ¡nuhuchirua ymaihia jarutha-yi-i'i-i-i.LaviejaMayanch aca-

ba de morir. Hacía mucho tiempo que estaba enferma ¡ cuando nos fuimos a

acostar, todo el mundo Presentía que el fin estaba próximo. Tirripiur estuvo en

vela la mayor parte de la noche; cada vez que emergía de un sueio difícil, lo veía

sentado en su chimpui, el rostro apenas dibujado por la lumbre del fuego, aten-

to a Ia respiración sibilante de su he¡mana agonizante. De unos 50 años, Mayanch

había sido recogida por Turipiur después de enviudac hace dos o tres años, y se

había ganado el cariño de todos los miemb¡os del hogar. Desde mi llegada a lo

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Thmbor un¡ti, modelad.o en un tronco udciado.

Ilu¡tración del autor.

de Tirripiur, hace casi un mes, práctica.mente había dejado su peak, debilitándo-

se día a día. No me pidieron que la curara y tampoco tomé la iniciativa: la

mujer presentaba todos los síntomas de una tuberculosis avanzada contra la

cual una inyección de antibióticos no hubiera tenido ningún efecto duradero.

Además hubie¡a corrido el riesgo de verme acusado de su muerte, como ocurre

a menudo con los chamanes consultados en situaciones terminales en las que el

paciente expira poco después de la curación. Su impotencia es entonces el indi-cio de una complicidad con el chamán agresor, razón por la cual los practican-

tes experimentados se abstienen de tratar casos desesperados. El peligro era tan-to más real aquí cuanto que Mayanch había sido cuidada exclusivamente por su

he¡mano Tirripiur, un uwishin famoso. ¿No hubiera vacilado en hacer caer so-

bre mí, pese a nuestras relaciones aparentemente buenas, toda la carga de su

fracaso?

Hermano del chamán Peas asesinado hace un tiempo por Yankuam, Türipiures un homb¡e flemático de unos 40 años, grande y seco como un garrotazo, de

mirada pensativa y gescos mesurados. Condujo la expedición abortada por las

represalias, de la que tuve noticias en Io de Nankiti, y contra él estaba dirigidoel raidgte Nankiti se aprestaba alanzar cuando dejé precipitadamente su mo-rada hace casi un año. Después me enteré de que este último episodio de ven-

detta no había cenido consecuencias. Nankiti y sus guerreros fueron arrastrados

por Ia crecience del Apupentza, un afluente que corre a cien metros de aquí y

353

VISIONES MUERTOS YVIVOS154

recibidas con educada indiferencia: ¿no se ha obrado siem-fiebre? Desde ayer ala mañana, las mujeres comenzaron a

ra intermitenre, tratando a Ia anciana como si ya hubiera

expirado. Estás muerta, hermanita, estás muerti le decían triscemente, mien-

,.r, .11^ hablaba todavía y pedía comer. Es cierto que morir es Para los achuar

una acción acumulativa y casi voluntaria. Las expresiones estar enfermo , jaawai,

y ^sa PaI

p relieve a

y renuna

i rrida. Ya se está un Poco muerto antes de

enfermo es concebido como un difunto en potencia y un difunto como un

enfermo comPleto'

Ante diversos signos inequívocos, se supo ya que Mayanch había comenza-

do a descomponerse, todavía no en su carne, sino en su Persona, cuyos diferen-

res aüiburos teroman poco a poco su independencia. Hace dos días, un sobrino

búh d l

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pó poco a Poco.Desde hace una semana' sin embargo, el humor de la casa se ha ensombrecido

de Tirripiur encontró el cadáver de un pequeño búho a unos pasos de la casa;

¡mae ajahratinl , át1o Türipiur enseguida: ese mal augurio anunciaba el fin

próximo, ya que el búho es una de las formas en las que se encarna el alma de

Io, .rrrr..ro.. Todo el mundo supo que el wakan de Mayanch había abandonado

ya su cuerpo para.rransformarse en Iwianch, un Iwianch por cierto invisible,

pero cuya presencra se hacía senrir cada día. unas veces era el ruido de unos

paso, ,lred.dor de la casa o cierros golpes en Ia puerta de Ia empalizada enmedio de la noche; orras, una ma¡mita que, sin explicación, se volcaba sobre el

fuego o un bol que caía de lo alto de una viga. Aunque Mayanch continuaba

gozando aparenremenre de la mayoria de sus facultades, ya no era para sus

parientes próximos más que un autónlata privado de pensamiento y de sensibi-

Iidad emotiva. Su deseo mismo de alimentarse era interpretado como una con-

firmación de esta desposesión espiritual, pues una de las principales caracterís-

ticas del Iwianch es pfecisamente un hambre insaciable. Adelantándose varios

días a la cesación de las funciones vitales, la evasión del wakan y sus manifesta-

ciones torpes en el recinto de la casa indicaron a todos que la vieja se había

unido al mundo de los difuntos.Sobre la verdadera naturaieza de esta transmutación, como sobre el desCino

más general del aima después de Ia muerte, los achuar profesan las opiniones

más diversas, como he podido consrata¡lo estos úlrimos días interrogando a ios

habitantes de la casa de Turipiur a proPósito de Ia suerte reservada a Mayanch.

La incertidumbre de mis compañeros respecro de los mecanismos de descom-

MUERTOSYVIVOS356 VISIONF-S

posiciónde la persona no hace más que reflejarsu perfecta indiferenciapor Ia

mane¡a como ésta se constituye. Hombres y mujeres coinciden en ciertos prin-cipios generales acerca de Ia fab¡icación de un niño:en el úteiode la madre, elpadre deposita un "huevo"minúsculo contenidoen su semen, que deberá ali-mentar y fortificara Io largo de toda su gestación, y particularmenteen el cursode los últimosmeses, con aportes regulares de esperma. La mujer no juega sinoun papel subalterno en la ma¡e¡ia como receptáculo pasivo; sin embargo, es a

ella a la que se le impura la esterilidad, que resulraría de una incapacidad de

proveer al "huevo"el entorno propiciopara su evolución. Se admite que el

embrión está dotado de un wakan desde su concepción, pero nadie parece saber

de dónde procede ni se preocupa por elloen lo más mínimo.Tal desinterés es

por lodemás comprensible, vista la ausencia en esta sociedad de todo principiode filiación:los padres no transmiten ninguna prerrogativaa sus hijos con ex-cepción delnombre -el de un abuelo en general- y a veces un ratuaje en elrostro, marcas de individuaciónmás que símbolos de una continuidadlinealcon las generaciones precedentes. Contrariamente a lo que Pasa en muchas

ninguna predeterminación del wakan' pequ iay de afec-

rividadque no es mas que un predicado de wakan des-' gra al acabar la

I caduca.e, el wakan abandona el cuerPo Pocon Iwianchque acosa la morada hasta Ia

i';il;'"T:ff:':;Í,:tli:'il'Iorganismode los seres human<¡s' la especie cuya forma toma dePende de la parte

;.Í;;.;r; donde residía inmediatamenre anres de su partida: si estaba en el híga-

;;,;" birho; ,i estaba en el corazón' un pitilo;si estaba en los oídos -o en los

pulmones,según dalgunas veces en la

es constitutivade I

son asimismo designadas con el términ

.nodo .u ,oport. fi ,rr"tit'o'El wakan de los hombres se encarna en los machos de

Al ' l t i '

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g p q Pasasociedades premodernas, el nacimientono equivale a la incorporaciónen unclan o un linaje conintereses bien definidos, noconfiere privilegiossobre un terri-torio osobre un patrimonio,no abre el acceso a cargos o títulos,no imPonedeberes particulares ante una divinidad localo un altar doméstico;es el desa-

rrolloinicialdado a una virtualidadde existenciaque deberá todo a sus propiasobras. Una teoría elaborada de las sustancias y de los principiosformadores de

la persona es, por tanto, superflua;dado que el padre y la madre no rePresentanmás que lo que son y no gruPos responsables de hacer prevalecer algún derecho

sobre su descendencia, no hay ninguna necesidad de desembrollar su herenciarespectiva en la génesis de un niño.

En el momento del nacimiento,el wakan es fluidoy plástico; se desarrolla al

mismotiempoque el cuerpo, de acuerdo con el grado de experiencias emotivasy perceptivas que Ie delinearán poco a Poco una fisonomíapropia en la que se

expresará el carácter de cada cual. El wakande un bebé no Ie otorga ningunasingularidad,a 1o sumo la potencialidad de facultades características de los seres

con lenguaje; su identidad no está contenida en potencia,rnucho menos stl

destino. Identidad y destino se forjan a través de los encuentros sucesivos conarutam, motor impersonal y abstracto, temporalmenteeficaz, pero nunca defi-nitivamenteincorporadopor lo caprichosode sus apariciones y Por no Pertene-cer a nadie en particular. Generación tras generación,arutam permitea las

personalidades expandirse y adquirirsu relieve en la condiciónhumana, sin

l".rp..l.y.l d. l"-.,¡eres, en las hembras' Algunoscteen' Pot el contrario'que

.i *i* ,.gr.r"a la placenta d.el muerto, enterrada antaño cerca de su casa natal

y que allí llwa,para toda la eternidad, la mientras que

ír, dif.r.r,a., p..t., d. su cuerPo se conv etamorfosean

en animales s.gún l"s mismas reglas prec ianch' bajo su

apariencia humanoide al menos, serían fabricadosen la selva por los pájaros car-

pirra.ror.Otros afirman que el wakan se esfuma en el volcán Sangay -una creen-cia transmiridapor Ios shuar, probablemente de origen misionero-,mienuas que

el hígado ,. ,r"trforn1".íaen Iwianch, ya bajo Ia formade un ser grande' velludo'

^rryfl".oy de cabezasimiesca, ya como uno de los animales anteriormente evo-

.ár. S. dice cambién que al wakan Ie gusta encarnarse en los búhos y los páiaros

carpinteros con el find. ,..,rp.r",Ia visión,ya que se lo considera ciego desde

qr'riab"r,do.r" el cuerpo; estos pájaros prestarían, Pues' sus ojos a los muertos y no

...*trrñoque un achuar, al escuchar a un pitilosilbarsuTars-t-?eetcafacferíslico,

se ponga a mascullar bajando Ia cabeza: "¡Te viene a molestar aquel que te ha

t.ihir"¿ot,,.Algunos confiesan, finalmente,ignorarlotodo acera del destino del

alma después de Ia muerre y me presiolan paraque los iluminesobre la cuestión.

Ens.guiJa, cada uno parece borda¡ de acuerdo con su inspiración'un tapiz co-

mún a todos, el cual es más un ejerciciode imaginaciónpara pasar un buen

momento queuna incerrogaciónangustiante que requiera una resPuesta orto-

doxa y socialmenteestablecida.

358 VISIONES

De todas las figuras de ultratumba, Ia del Iwianch es la más original. Sus

fronteras ontológicas son muy imprecisas, ya que tiene un uso alavez genérico

y particular: el Iwianch designa las diversas manifestaciones, esPecialmente ani-

males, del alma de los muertos --el cervatillo rojo es llamado "cervatillo-Iwianch";

el pitilo, "gorrión-Iwianch"- y el aspecto maléfico del arsenal mágico de los

chamanes, al mismo tiempo que un ser singular, vagamente humanoide, cuya

malevolencia sin gravedad motiva probablemente los otros significados nefas-

tos asociados al término. Con certero olfato etnográfico, los misione¡os han

traducido Iwianch por "demonio", reproduciendo en esta analogía el flujosemántico del concepto jíbaro.

Bajo su forma humanoide, Iwianch presenta muchos rasgos paradójicos. En

primer Iugar, y cualesquiera que sean las divergencias de interpretación respecto

de los mecanismos que lo producen, su existencia no parece ser puesta en duda

por nadie. Ahora bien, este fantasma es muy a menudo invisible y su presencia

es identificable sobre todo por los efectos que ella produce: ciego, se desplaza de

h b b l

MUERTOS YVIVOS 359

existiendo, sigo existiendo ". Los áiños se divirrieron mucho y, muy cansados,

acabaron por quedarse dormidos. Aprovechando [a ocasión, el abuelo devoró

roda la reserva de carne de la casa. Al volver Ios padres, los niños dijeron: "¿Sa-

ben? Et abuelo vino y nos dio guiso de comer". ¿De qué abuelo están hablando?

El abuelo está muerto desde hace años", respondieron los padres' Los niños

afirmaron que el abuelos les había dicho: "ustedes son mis nietos". "¡Tonterías

El abuelo desapareció hace mucho tiempo; fue Iwianch qu.ien vino a verlos",

rerrucaron los padres. Preocupado, el padre decidió esconderse en lo alto de una

viga para ver lo que se tramaba en su ausencia. En eso llegó el viejo, con los

cabellos enmarañados; se puso a preparar un guiso e inviró a los niños a comer.

Mient¡as todos estaban comiendo, el abuelo se sacó un ojo y lo echó en el guiso

para salarlo; un momenro después lo retiró y lo colocó sobre uno de los leños

del hogar para que se secase. Al ver esto, el padre exclamó en su fuero íntimo:"',Así que es él el que saquea nuestras reservas de alimentos ". Luego, valiéndose

de un bastón, iogró alcanzar el ojo sin que nadie se diese cuenta y lo puso eo el

fuego, donde estilló. "¡Chaal'l "¿Qué fue eso?", exclamó el abuelo; "quizás un

poco de musgo que se ha prendido fuego; me da miedo". Después de haber

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mane ra errática por la casa y tropieza con los objeros; hambriento, roba la co-

mida; sexualmente frustrado, se dedica a acariciar en la noche a las mujeres

dormidas; terriblemente abandonado, rapta a los perros para tener compañía.

En la selva misma, se anuncia sobre todo con su grito característico, chihiur'chihiur, o con el ruido de una rama quebrada bajo unos pasos, como si ese

muerto tímido sintiera repugnancia de revelar a los vivos el horror de su figura.

Es cierto que a veces se manifiesta a las mujeres y a los niños, pero sin que éstostengan inmediatamente conciencia de qué se trata. Los niños sólo ven en él a

un desconocido en principio amigable; seducidos por el atractivo de las cosas

prohibidas, se dejan arrastrar por este nuevo compañero de juego en largos paseos

por la selva, sumiendo a sus padres en una loca inquietud. Los jóvenes firgitivos

que he podido interrogar no conservan, por Io demás, sino un recuerdo muyvago

de su experiencia, menos traumático para ellos que para su entorno.

Un mito que me contó \flajari pinta muy bien Ia atmósfe¡a más bien afec-

tuosa de esta camaradería entre los muertos y los niños.

Se cuenta que en otro tiempo, en una casa donde los padres estaban ausentes,

un abuelo difunto visitó a sus nietos. Tomó la carne que había eo Ia reserva ypreparó un güiso; luego llamó a sus nie[os: "¡Vengan a comer ". Después de

darles de come¡ los invitó a jugar con é[; los niños comaron flechillas de cerba-

tana, las encendieron en el hogary pusieron el fuego en su cabeza de pees-apees

(pirilo); mientras su cabeza ardía como una antorcha, cantaba: "¡Niños, sigo

terminado de come¡, el abuelo quiso recuperar su ojo, Pero no lo encontró'

Muy ansioso, buscó por todos lados; luego, como oyó lavoz de los padres que

volvían, se despidió de sus nietos y se alejó diciéndoles: "Wee, wei'(sal, sal)'

Interrogados por sus padres, los niños declararon que el abuelo se había ido para

siempre. Pasado el tiempo, el episodio acabó por ser olvidado. Un día, una vieja

que estaba en el huerto con sus hijas fue sorprendida por un fuerte chaparrón.

Decidió ent¡ar de nuevo en Iacasa para secarse, mientras sus hijas se quedaron

en el huerto para pelar y lavar las raices de mandioca. Temblando de frío, la vieja

llegó a la casa y se encont¡ó allí con un hombre echado en una cama delanre de

un crepitante fuego. "¿Quién eres?", pregunró; pero el hombre no respondió'

Espantada, la vieja cogió un tizón; en ese momento, e[ hombre se arro.ió sobre

ella, la hizo rodar sobre el suelo y le arrancó un ojo que colocó en su órbita vacía.

Luego se marchó satisfecho, dejando a la vieja sin vida. Enseguida se dieron

cuenra de que el muerto había venido a arrancarle un ojo a la vieja. El padre de

los niños se asombró: "Sin duda fue el abuelo. ¿Quiere decir que está vivo?"'

Decididos a mata¡lo, el padre reromó su puesro en 1o alto de la viga. Poco des-

pués el muerro apareció de nuevo, preparó un guiso e inviró a los niños a comer.

saló el alimento con su ojo, pero inmediaramente volvió a colocarlo en la órbi-

ta. Debidamente instruidos por su padre, Ios n.iños se insrala¡on al¡ededor del

abuelo ¡ desplazándose insensiblemente, lo forzaron a acercarse cada vez más al

hoga¡ hasta qr.r. se p...,dió fuego. Los niños gritaron enronces: "¡Abuelo, abue-

[o, te quemas ". "Pero, no, niños, sólo me balanceo." Al decir esto, vio que su

cuerpo comenzaba lentamente a consumirse- Entonces resolvió irse: "Niños,

VISIONES

me despido de ustedes; pórtense bien, porqueme voy para siempre . Luegose

alejó consumiéndose poco a poco, hasta llegara Ia parce más espesa de la selvadonde su cuerpo ardiente prendiófuego lavegeración antes de converrirseen

Como da tesrimonioel mito, las mujeres son rraradas por los Iwianchcon me-nos simpatía que los niños. Sus encuentros con fantasmas parecen desarrollarseprincipalmenteen la noche, bajo la forma íntima o brutal de un contacro fÍsicoy no visual.De la primerade estas confronraciones fuimosen Saisaima tesrigosperplejos. Haciala medianoche, toda la casa de Picham, donde nos hospedába-mos entonces, fue despertada por los gemidos penosos de Asamat, hermano deTükupiy sordomudo de nacimiento.Parecía pedirnos cigarrillos,lo que confir-

mó Picham,habituado como todos los habirances de Sasaima al lenguaje gestualque permitecomunicarse con Asamaty su esposa, igualmenre sordomuda, len-guaje que una larga herencia localde esta invalidezha tornado posible codificaren un repertorioelemental, perpetuado y enriquecido de generación en genera-ción. Alsalir de la casa para satisfacer una necesidad narural, la esposa de Asamar

habíadesvanecido unos instanres después de haberla soñado? A no ser que se

compartala c¡eencia de nuestros anfirrionesen Ia existenciade los Iwianch-1oque no parecíaplantear problemas a algunos mlsronerosProtestantes-, es nece-

sario admitirque la reiación de los achua¡ con estos visitantes del más allá esta-

ba estructurada por un tipode comunicación que poco tenía que ver con la

expresión verbal.Es principalmentea través de un juego sutil entre ver y no ver, y explotando

Ia.gama de incompatibilidadesposibles entre los diversos tipos de sensación,

que las interacciónes entre los vivosy los muertos Parecen tener su valorde

ilusióny de verdad. Privados de visión, los muertos se obstinan en querer ver a

los vivosgracias a los ojos de los animales en los que encarnan; afalta de ellos,

y aprovechando la oscuridad de la noche, buscan tocara las mujeres sin hacersever, pero sin disimulartampoco su naturaleza, revelada Por sus artimañas; acti-tud inversa de la que tienen respecto de los niños, ante quienes se dejan ver sindar a conocer su identidad. Los vivos,por su parte, hacen Io contrariode los

muertos, pues se esfuerzan precisamente Por no ver a estos últimos; desviando

MUERTOSYVNOS

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había sido sorprendida aparentemente por un Iwianchque, después de haberlaatrapado por detrás, le había dado dos bofetadas anres de desaparecer. Comosolía ocu¡rirleen casos parecidos, la pobre se desmayó tan pronrocomo hubocomenzado a describi¡ consignos su aventura a su marido. EI estuporen quecayó no podía ser disipado más que soplando sobre su cabezatabaco, del queAsamat se encontraba momentáneamente desprovisco; Io proveímos de él ense-guida y ella recuperó [a conciencia.

El acontecimientonos había sumergido enun abismo de especulaciones.

¿Cómo era posible queseres privados de nacimientode toda comunicaciónve¡bal se representasen a otros seres, también, por Io común, invisibles y mu-dos? ¿Qué concepción tenían Asamaty su esposa de un fanrasma cuyos atribu-tos sólo podían ser interpretados de modo imperfectomediante un código ru-dimenta¡iocon el cual les habían transmitidociertos rasgos de su cultu¡a a losdos so¡domudos? Un poco a la mane¡a de los jeroglíficos,su lenguaje reposabaen efecto sobre un principiomimético,pues cada entidad significantese expre-saba por medio de una imagen analógica esquemarizada en dos o rres gesros,

una imagen que obtenía, por tanto, su perrinencia y su porencia evocado¡a delhecho de que el referente al cual ¡emitía era siempre observable en elentornosocial y natural inmediato.¿De qué manera, al finde cuenras, había podidoAsamat adivinarla experienciaque su esposa acababa de suf¡ir,dado que ésta se

muertos, p p Porla mirada cuando se encuentran con un Iwianch-animal, porejemplo, y evitan-do dejarse embarcar en una situación de comunicacióncon los fantasmas.

Sin embargo, no todos triunfandel mismo modoen este juego de las escon-didas donde se trata de no ser visto por aquellos que aspiran a verlotodo, noviendo a aquellos quequieren ser vistos. Sinduda porque dominanel discurso de

ün modo más firme,Ioshombres llegan con frecuenciaa adelantarse a cualquier

intercambiode miradas con los Iwianch,estableciendo de entrada la preeminen-cia del regiscro sonoro sobre el registro visual: no bien unruidocaraccerísticooído en la selva deje presagiar la proximidadde un fantasma, el cazador produ-cirá un chasquido o una detonación-rompe una rama o descarga su fusil-,tomando la iniciativade responder al ruidocon otro ruidopara evitar caer enuna fascinación hipnótica. Aesto agrega generalmente la exclamación: ¡Y yosoy un hombrel , afirmandode este modo la irreductiblediferencia de estatutoentre los vivosy los muertosy restableciendo entre ambos, por medio de Iapalabra, la indispensable distancia queuna ilusiónvisual amenazó en un mo-mento abolir. Entrampado porun registro de comunicaciónque cont¡ola mal,el Iwianchdesaparece entonces sin revelarse.

Con las mu,ieres, los Iwianchadoptan una táctica diferente: aprovechan,porel contrario,que la noche los hace invisibles paramanifestarse a ellas por mediode un concacto flsicoy no visual.El tibiocalor femenino los atrae, pero el calorexcesivo de los hogares Ios repele, raaón por la cual es imprudentealejarse mucho

MUERTOS YVIVOS 363

367 VIS]ONES

los sentimientos. La relación aberranre en la cual se han dejado encerrar ias aísla

por un tiempo de la comun cuando vuelven a ver su

..,.,o..to Ia quimera se disipa, as, incapaces de expresar-

se, con todas las facultades de ión normal por la palabra

y Ia mirada anuladas de hecho por las caricias que han soportado' De ahí la im-

portancia del tabaco, estimulante de la clarividencia y auxiliar de Ia concent¡a-

ción; sobre una carne que un control imperfecto ha tornado vulnerable, restaurala dominación del wakan, fuente de la vida y del lenguaje'

Los niños se encuenrran mucho más desarmados que las mujeres frente aI

Iwianch. su wakan aún incompleto los vuelve permeables a las influencias del

medio y están pronros a ceder a los espejismos de la percepción, incapaces de

interpretarse en términos de verdad o de error, salvo que se les atribuya a los

.h,rr.una teoría del conocimiento objetivo idéntica a la nuestra. Ahora bien,

cadayezme parece más evidente que la materia o los seres no tienen para ello.s

una exisrencia en sí, independientemente de las representaciones que el espíritu

pueda formarse de ellos a través de los sentidos. A diferencia de las filosoffas del

,uj.,o qrr. han permitido en Occidente el desarrollo de las ciencias positivas, al

institui¡ una separación radical entre las palabras y las cosas, entre las ideas

abst¡acras del entendimiento y Ia realidad que ellas aprehenden, los achuar no

conciben el trabajo del wakan como una puesra en forma de un mundo de

sustancias preexistente. Sin duda más próximos e., ello al inmate rialismo de un

Berkele¡ parecen basar la existencia de las entidades cognoscentes y de los ele-

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opefar una discriminaéión enrre las sensaciones diversas que los asaltan. Por eso

,álo .llo,los fantasmas pueden develar una apariencia que parecerá normal a

verdadero y a Ia palera maravillosa de una sensibilidad inocente, hasta que esta

coexisrencia imposible acabe por provocar la mue¡te del niño y una nueva ex-

pulsión del fantasma en Ia mblantes'

Estos diferentes tipos de los muertos Parecen orde-

narse alrededor de una serie inuo del campo visual y el

discontinuo de los sonidos y de las sensaciones táctiles. La existencia falaz de los

fanrasmas se refuerza o se disipa según haya homología o ruPtura en el campo de

comunicación que busc ellos una

continuidad visual por que' a la

inversa, los Iwianch, alna brusca

discontinuidad perceptiva que impedirá por un tiempo a sus víctimas tolerar la

conrinuidad de la mirada de los vivos. Gs niños, Por su Parte, no pueden se¡ sino

los mejores interlocutores de los

des por un desa¡rollo inacabado,

privación de todo cuerPo real ha

Berkele¡ p

mentos de su entorno apenas sobre el acto de percepción; para parafrasear la

célebre formula del obispo i¡iandés, son las cualidades sensibles las que consti-

tuyen en un mismo movimiento las cosas mismas y el sujeto que las percibe. A

falta de gozar de todos los privilegios de la sensación, ios Iwianch son un poco

menos reales que los vivos, no captan más que ciertos aspectos y ellos mismos

no son más que imperfectamente discernidos por ios muertos; los fantasmas

existen en ciertos momentos y para ciertas Personas, ya que ese modo de ser

intermitente y subjetivo le otorga a cada uno el placer de creer en los fantasmas

sin haber experimentado nunca su presencia.

Toda Ia cosmología achuar deriva de esta concepción relacional de la creen-

cia. Lajerarquía de los objetos animados e inanimados no está aquí fundada

sobre los grados de perfección del ser o sobre un cúmulo progresivo de propie-

dades intrínsecas, sino sobre la variación en los modos de comunicación que

permite la aprehensión de cualidades sensibles desigualmente distribuidas. Alcont¡ario del platonismo ingenuo que se ha imputado algunas veces a los jíbaros

1ue opondría el mundo verdadero de las esencias, accesible por medio de lo.s

sueños y las visiones alucinógenas, al mundo ilusorio de Ia existencia cotidiana-,me parece que los achuar estructuran el universo en función del tipo de inter-

cambio que pueden establecer con los huéspedes más diversos, investidos en

consecuencia de una mayor o menor realidad existencial según el género de

percepción a la que se prestan y por la que son a cambio reconocidos.

MUERTOS YVIVOSVISIONES

Dado que la categoría de los se¡es de lenguaje engloba Ios espíritus, las plan-

cas y los animales, todos dotados de un wakan, esta cosmología no discriminaentre los humanosy los no-humanos; sólo introducedisCincionesde orden

según los niveles de comunicación.En la cima de Ia pirámideestán los achuar:

éstos se ven y se hablan en la misma lengua. Entre los miembros de las diferen-

res tribus jÍbaras hay también interlocuciónrecíProca, PeIo en dialectosque Porser, grosso modo, inteligiblespor todos no son menos diferentes y Permiten,dado el caso, el equívoco fortuitoo deliberado. con los apach -blancos o

quechuas-, también es posible verse y hablarse simultáneamente, a pesar de

que haya apenas una lengua en común -el achuar, el español o el quechua-cuya matriz, insuficientepara uno de los inte¡locutores,torna a veces difícilIa

conco¡dancia de sentimientos yde voluntades y

Poneen cuestión, en conse-

cuencia, esta corfespondencia de facultades que revela la existencia de dos seres

sobre un plano de la realidad. A medida que nos alejamos del dominiode las

personas completas , las distincionesde Ios campos perceptivos se acentúan.

Así, los humanos pueden ver las plantas y los animales que -se cree- pueden ver

l h b cuando poseen un wakan; pero si los achuar les hablan

Desde el alba, las mujeres comienzan a PreParar el cuerpo' Mayanchestá cuida-

i*..r,. peinada;Ia han vestidocon su más bello tarach, \e colgaron en el

.rat l ,...rr d shauk amarillos que tanto quería y su cuñada le ha dibujado

.on ,rr.|.ien el rostro el motivode las Pieyades y de Orión:dos grupos de

pequeños Puntos en cada pómulo,bordeados por dos bandas que encierran'un, lrrr., qrr.brrd que redondea el contornoexteriorde las mejillas,desde la

boca hasca la sien. La mue¡ta es enseguida acostada boca arriba sobre su peak,

con la piernas juntas y los brazos ceñidos a Io largo del cuerpo, y cubierta luego

por ur1 manta a modo de sudar eres se dispersan enton-

.., por lo, huertos para recotrer familiares que Mayanch

fr..u..r, b ; la vista de su pequeña parc a, la orillaa la que solía

i¡ a lavar las raíces, el camino que tomaba al arardecer encorvada con su cesta

ba.io el brazo reav.ivan recuerdos dolorosos que se traducen en un crescendo del i.rr,o.Acalladoy refractado por la bruma que esta mañana envuelveel paisa-

je, este concierto de voces roncas Por Ia aflicciónparece de una desgarradora

irrealidad.Turipiurse ha quedado en la ca§a en compañía de sus yernos, con la mirada

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a su vez a los hombres cuando poseen un wakan; pero si los achuar les hablan

plenitudmás que en el curso de los sueños y de los trances visionarios'Final-

mente, ciertos elementos del paisaje -la mayoríade los insectos y peces, de las

hierbas y helechos, de los guijarros,erc.- son visiblespara todo el mundo, pero

no se comunicancon nadie a falta de un wakan propio;en su existencia incon-

secuente y genérica, corresponden sin duda para los achuar a lo que nosotros

llamaríamos la naturaleza.Muybien, se me dirá, ¿pero de dónde ext¡ae usted esta exégesis cosmológica?

¿se la comunicóun sabio indígena? ¿se la transmite por tradiciónoral? Eviden-

temente no. Miscompañeros no elaboran una teoría reflexivade sus modos de

conocimientoen mayor medida de Io que nosotros mismos somos conscientes

al utilizarel principiode cont¡adiccióno del rercero excluidoen Ia mayorÍa de

nuesrros juicios.Y como el sentido común de unosno es el de los otros, hace

falta que los etnólogos usen llegado el caso las armas de los filósofosPara cazar

en tierras que estos últimosno frecuentan en absoluto'

pfyayelrostro compungido. Por momenros, les habla de su infanciacon Mayanch,

p.rá ,,, voz de pronto se quiebra pese a sus esfuerzos y su rostro se cubre de

lágri^ ,que no intenta secar. El especráculo resulta tanto más emotivocuanto

que Turipiurnormalmentehace gala de una sangre fría imperturbable.comoiodo, Io, gr .rdes hombres, eierce sobre sus pasiones un controlasiduo v nada

hasta hoy parecÍa capaz de mermarsu sonrienre ecuanimidad.Hace

Pocome

dijocon sinceridad evidente que le era indiferentemoriren un enfrentamiento

con la banda de Nankitiy que, Iuego de haber matado a varios hombres, su

turno debía llegar un día. sin embargo, probablemente la conciencia íntimaque riene de su fuerza permiteaTuripiurmanifestar su pena sin falsavergüenza.

§i. drrd , de su virilidad,sin sentirque pone a prueba su entereza moral,no

reme que su llanto se inrerprete como un signo de debilidad.Repetidas veces he

visto a los hombres expresar sin reservas su emoción. Hace unas semanas, Porejemplo,un visiranrede Kurienrzavinoa conrarleaTüripiurcómo su mujeracababa de abandonarlo para fugarse con un amante, de.iándolosolo con tres

niños pequeños. Describió su desamparo en términosPatéticos, con Ia voz

enrrecorrada por accesos de lágrimas que retenía a duras penas. Nadie pensó enponerloen ridículoy cuando, después de su partida, se comentó su infortunio,fue un tono de gran piedad; no la piedad pervertidaen la que la conmiseración

se mezcla con condescendencia, sino más bien ese sentimiento esPontáneo de

VISIONES MUERTOS YUVOS 367

identificacióncon el otro en el cual Rousseau veía el fundamento más sólido de

1as virtudes sociales.

Desde la llegada de los parientes, sin embargo, el tono ha cambiado por

compieto. El cadáver se descubre un momento delante de cada uno; las mujeres

se lamentan entonces ruidosamente, mientras que ios hombres contemplan ei

cuerpo en silencio. Los hermanos, los cuñados, los yernos y los sobrinos se

reúnen poco a poco en torno del dueño de casa para comentar el hecho. El

dolor de Ti-rripiur se transforma en furia y acusa ahora abiertamente aAwananch

de haber hechizado a su hermana. "¿Cómo iba a mori¡se? Su arutam era dema-

siado fuerte para que ella muriera; ¿no había encontrado un arutam después de

la muerte de su marido? ¡Las tsentsak la han carcomidol Yo, Tirripiur, las he

visto " Tirripiur es apoyado con convicción y cada uno le asegura su solida¡i-dad: no se puede dejar impune un crimen tan gratuiro y que se suma al asesina-

to de Peas; esa gente quiere liquidarnos a todos; nosotros tamPoco tenemos

miedo de hacer la guerra... Atentas a lo que dicen los hombres a pesár del con-

trapunto continuo de endechas, las mujeres también se Ponen a tono. La esposa

un chimpui en el fondo de una pequeña fosa circular que Protege un cerra-

miento á. pi.l.r, con los codos sobre las rodillas y \a cabeza aPoyada en las

manos, cubierto con su tawasap y ciñendo sus cinturones, mantendrá sus fac-

ciones macabras hasta qué la techumbre se derrumbe sobre sus huesos blanque-

cinos y comiencen a desaparece¡ bajo el avance conquistador de la vegetación,

las trazas del sicio que allí se levantaba'

Kaitian y Kashpa llegan cargando sobre la espalda el ataúd tallado a la ma-

nera de una pequeña piragua, Ilamado hanu. sor. seguidos en desorden por

otros parientes qu ro. Hasta Senkuan está aquí, a pesar de

que vive a cuarro cha: luego de escuchar en medio de la

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de Türipiur se lanza a una especie de melopea imprecatoria donde la evocación

entristecida de la difunta se transforma rápidamente en anatemas contra el

chamán odioso que, desde lejos y aprovechándose tramposamente de la seguri-

dad de que goza, se burla sin vergüenza de su dolor. El hogar entero bulle ahora

en recriminaciones. Compartiendo Ia pena pero no la animosidad, envidio casi

a mis compañeros esta facultad para transferir la culpabilidad del duelo a un

chivo expiato¡io, admirable recurso para aquellos a quienes les hace falta el

consuelo de una vida eterna, pero que se paga, es cierto, con una guerra civil

permanente donde la muerte acaba por adquirir más relieve que la vida.

Las visitas se dispersan hacia el fin de la mañana. Kaitian y Kashpa Parten a

derribar '¡n shimiut, árbol de madera blanda que han de cortar para hacer el

ataúd. Mashiant, Yakum y yo nos ocuPamos de cavar Ia tumba en el emplaza-

miento mismo del peak de Mayanch que desmantelamos. El trabajo es duro

porque sólo contamos con machetes Para picar el suelo compacto de la casa ycon las planchas del lecho a manera de palas pala sacar la tierra. Ti-rripiur quiere

una fosa profunda y precisamos transpirar más de tres horas para excavar hasta

Ia altura del pecho.Las mujeres y los niños son enterrados tan sólo a unos pies debajo del peak

en el que acostumbraban dormir, único espacio que, en la vida como en la

muerte, les pertenece en propiedad en el seno de la morada común. Resulta

muy distinto en el caso de un hombre. Toda la casa es su dominio; es el origen

q,oah.,r^" frr.rt. que arutam abandona el cuerpo de un

moribundo, parrió al alba para enterarse de las noticias. Mayanch está envuelta

en su cobija, con lianas alrededor de los pies, del cuello y la cintura, y acostada

en el kanu recubierto con Ia corteza de shimiut, sostenida por esPinas de chonta

a manera de clavos. Dos hombres la bajan a Ia fosa, con los pies orientados

hacia el levante,deslizando el ataúd sobre unos leños para evicar todo contacto

con la tie¡¡a. En el fondo del agujero se coloca un plato de llantén, una pequeña

caJabazade cacahuetes y un bol de chicha de mandioca. Las láminas del peak

son dispuestas luego sobre tres travesaños empotrados con fuefza en las pare-

des, formando así una especie de techo encima del kanu. Tirripiur da entonces

la señal de sepultar el cuerpo arrojando un puñado de tierra en Ia fosa, después

de lo cual cada uno de nosotros hace lo mismo, con el fin de que, con ese gesto,,,nuesrros wakan no se unan en la tumba con el wakan de la muerti'. cub¡imos

la excavación y luego apisonamos el suelo; excepro la diferencia de color de

tierra recientemente removida, no subsiste ninguna otla marca de ia presencia

de Mayanch bajo nuestros pies. Todo en la sepulturaparece estar hecho para

que la muerta no se eternice en su estancia subterránea: provista de bebida yalimento, protegida de los derrumbes en su pequeña cámarafuneraria, su cuet-

po se ha aligerado y se ha facilitado su Partida.Los participantes van ahora a una pequeña playa a orillas del Apupentza

guiados por Merekash, la esposa de Turipiur. Es una mujer enérgica de unos

MUERTOS YVIVOS368 VISIONES

40 años, de cabellos y tez muy oscuros, que combina con mucho encanto un

rostro impasible con ia acritud vivaz y jovial de una niña. Empieza por frotar-nos la espalda y e1 torso con un pu6.ado de hierbas chirichir, los hombres

primero, las mujeres después; los niños reciben masajes en todo el cuerpo.

Luego la concur¡e ncia se dirige en correjo hacia el río y nos sumergimos unos

segundos, comprendidos enrre nosotros los bebés que se ponen a ber¡ear en

coro al salir de este bañ.o forzado. Cada uno lava entonces sumariamente sus

vesrimenras escurriéndolas en las orilia. Merekash amontona los puñados de

chirichir de los que se ha se¡vido en una gran cd,abazay la suelta en medio del

Apupentza donde pronto es arrastrada por la corrienre. Esca purificación nos

ha desembarazado del patsah,la contaminación del cadáver, noción vaga en

Ia cual se mezclan las influencias nefastas que se desprenden de la muerta

misma y las entidades virulenras que esrán en el origen de su deceso -quizásunkur, seguramenre rsencsak-, ahora liberadas de su mórbida tarea y ávidas

de perjudicar a alguien de nuevo. No es imposible, si bien nadie me Io ha

confirmado, que el ataúd en forma de piragua permita a la difunta empren-

der un viaje místico río abajo ya que el cuerpo contaminante se une en su

los más tercos y excePtuando sólo a los niños muy pequeños' a quienes les sopla'J-^fu^de

cabaco en la coronilla. Enel momento es doloroso, pero el ardor y la

,..r]^.ió.t de quedarse ciego se disipan después de unos minutos en un torrente

l".ri-d. Esce pequeño ritual desagradable no aPunta tanlo a arrancar mares de

estimular su cla¡ividencia para que no

eños, en mesekramprar que presagian

: il:"H "1T; ;::i;ff J:,*11:1,la imagen de Mayanch debe ser borrada para siemPre, lo mismo que su recuer-

do. CI,,o para seáalar mejor este ostracismo, Metekash reúne las hojas de

banano con-su cosecha de cabellos y las arroja aI río con el peine ylacalabazade

tabaco.

Ahora bien, la colación que sigue no es triste. consiste exclusiva-rnente en

corazones de palmera, que simbolizan la abundancia y la longevidad. En cam-

bio, la sal esrá proscrita por su consistencia desmenuzable que sugiere lo efíme-

ro y la descomposición. De vez en cuando, un comensal tira con un gesto am-

plio ,r., puñado de comida por encima de la espalda para alimentar al wakan

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der un viaje místico río abajo, ya que el cuerpo

deriva perezosa con el pausak soltado al borde del agua. sobre el camino de

regreso, Metekash ha dispuesto un viejo cesto lleno de palmas secas al que

prende fuego; en fila india saltamos a rravés de la espesa humareda blanca,

para impedir, así, que el wakan de Mayanch nos siga hasta Ia casa. EI alma de

la muerra es, en efecro, mucho más temible que el pausak de su cadáver y

todos vamos a abocarnos ahora a la tarea de hacerla huir'vesddos con fopas secas, nos reunimos en Io de Turipiur. sobre un largo

mortero de mandioca, hay puestas dos hojas de banano; están destinadas a

recoger los mechones de cabello que Metekash nos va a cortar. Le toca el PaPel

de maesrra de ce¡emonias, por un lado porque es la cuñada de la difunta, por

orro, y sobre todo, porque siendo ya de edad madura su longevidad le garanriza

una buena protección contra los peligros que corre al dirigir los ritos funerarios.

Ella comienza por Turipiur; Ie clava un peine sob¡e el occipucio que él toma

para peinarse y seleccionar un largo mechón que su mujer cortajea con un

cuchillo. Todos los hombres pasan por eso, yo en último luga¡ luego las mu.ie-

res y los niíos; una cuñadade Ti.rripiur hace lo propio con Metekash. Me expli-

can ese gesro como una especie de conjuro, "para que la muerte se aparte de

nosorros". Mecekash bebe después un rrago de una cala\aza en la que macera

rabaco ve¡de y lo escupe en los ojos de su marido; para mi gran consternación,

conrinúa en el mismo orden que ances, abriendo por la fuerza los párpados de

p , , p

i-r"mb.i.nto de Mayanch, un poco como se le arroja un pedazo a un perro. Se

habla de rodo salvo de Ia muerce y cada cual regfesa a su hogar ala caíde dela

noche como si nada especial hubiera pasado. Türipiur embadurna entonces de

manchas negras las mejillas de los miembros de Ia casa con un Poco de yagua:

no es un signo de duelo, sino un camuflaje para engañar a los Iwianch hacién-

donos tan negros como ellos. Luego llega el momento un poco temido de acos-tarse. Muchos deben cantar en su fuero íntimo esos anent de los que Mukuimp

me había hablado, conminaciones paréticas dirigidas a la difunta y cuyos estri-

billos declinan la repulsión bajo todas sus fo¡mas: "¡No me llames más hijo (ni

hermana, ni padre)l ¡Te has perdido ¡Ahora has partido para bien ¡No me

mires ¡No te lleves mi alma ¡Sobre todo, no te lleves mi almal"'

A quienes esramos imbuidos del culto del recuerdo y veneramos a los muer-

tos sin escatimar, esra acrirud puede parecernos chocante. No hay que ver indi-

ferencia en esra expulsión de los difunros fuera de la memoria de los vivos, sino

la idea de que los vivos sólo pueden ser en verdad tales si los muertos io están

completamence. Aho¡a bien, la frontera que los separa no está siempre clara-

menie delimitada,.ni es instantáneo el pasaje de un estado al otro; éste se realiza

gradualmente en el curso de un peligroso período liminar que ve a los seres

q,reridos del casi desaparecido amenazados de comparrir su suerte, como blan-

cos de sus insinuaciones consranres, obligados a disolverlo en un olvido volun-

)/u VISIONES

tario, para que, desvaneciéndose de sus pensamientos, pueda ilevara su térmi-no el proceso de su extinción.Lejos de ser una facultad que se cultiva, la memo-ria es aquí una fatalidad queacontece, una excitacióndel espíritu desencadena-

da por los otros, y los ritos funerarios se emplean sobre todo para impediral

muerto ejercer esta petición de recuerdo y no Para conmemorarlo'No por ellotoda reminiscenciase borra, pero se recuerdan menos la persona y los senti-mientos que ésta despertaba que aquello porlo cual estaba vinculada a uno, su

posiciónen la parentela, las obligacioneso los de¡echos inmediatosque su de-

función ac rrea, tales como el deber de ve Íg fizao el levirato.Por esta represiónde las emociones, el difunropronto se rransforma en una pura abstracción,preparando así el terreno a la amnesia colecrivaque escamotea en algunas déca-

das a las generaciones precedentes, privadas de memorialen el espíriru de loshombres como han estado privadas de una tumba con su nombre.

Por este motivo,sin duda, mis preguncas sobre el des¡ino del wakan suscitan

respuesras contradictoriaso confesiones de ignorancia. Para mis compañeros,los mue¡tos son peligrosos pofque son radicalmente diferentes: ninguna conti-

)C(IV. DESENIACE

Covo ues DE Dos Años DE coNVIVENCIAcon los achuar me habían enseñado a

descifrar los signos anunciadores de sus acciones colectivas, no tuve muchadifi-cultad estos últimosdías para adivinar los acontecimientos que la muerte de

Mayanchiba a acarrear. Hace una semana que hemos ente¡rado a la hermana de

T[ripiury la agitación haido in crescendo. Los hombres se visitan unosa otros a

toda hora del día para largos conciliábulosa

los que no estoy invitado,Perocuyas

resonancias caPto a Io lejos. En lo de mi anfitrión,en cambio, todo está calmo;

como mi presencia debe molesta¡loen esta circunstancia,Tirripiurno recibe casi

a nadie y pasa el tiempogalopando de casa en casa. Se retira también cada noche

para soñar en un refugioal borde del Apupentza, evidentementePara consultarsu arutarr mientras que las mujeres han comenzado a PreParar grandes cantida-

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nuidad une su existencia fantasmática y asocial con la de los vivos,ningunaesperanza en una recompensa o un castigo viene a tender un Puente entre el

más allá y aquí abajo, ningún destino de antepasado Por esPerar, ningún privi-legio por transmitirPara,perpetuar un nombre o un linaje,ningún consuelo

por esperar de imposiblesreencuenrros. si bien los pueblos especulan de un

modo o de otro sobre Ia permanencia de una parcela del yo y se esmeran Porprecisar las modalidades de esra sobrevida según la condicióny los méritosde

cada uno, la ruptura es aquí rotal.ImPorta demasiado poco saber Io que pasa

realmenre en el mundo en negarivo,salvo para proregerse de aquellos que han

ido a parar allí un corto tiempo antes de desvanecerse Pafa siemPre. El fatalismode los achuar frente a la idea de su propia muerre sólo se vuelvemás notable. Aesa nada que les tiende los brazos y que no redime su purgatoriode Iwianch,no

oponen en definitivamás que la satisfacción de haber vividomucho y,para los

hombres al menos, haber matado mucho.

su arutarr, mientras que las mujeres han comenzado a PreParar grandes

des de namuh, una especie de licorde mandioca muy alcoholizado, destilado a

parrirde una pasta fermentada que se deja gotear lenta.menteal fondo de los

muits,y del que sé que constituyeel indispensable ingrediente del a¡remat, el

ritualde partida a la guerra. Ayer, el curso de los acontecimientos se precipitó;Turipiurme anunció que probablemente fuera a ausentarse algunos días, agre-

gando con voz pareja,ycomo si acabara de pensarlo, que le gustaría mucho qüe leprestara mi fusiI.Es una bellaa¡ma de doble cañón, objeto de admiración cons-rante por parte de los hombres, pero de la que dije al principioque en absoluto

iba a entrar en el circuitode intercambios con el pretexto de que yo mismo lahabía tomado prestada del padre de mimujer. Adivinandoel uso al que TuripiurIa iba a destinar, rechacé amablemente su pedido. ¿Acaso no necesito mi fusilparair de caza? ¿Y quién va a alimentar a la ge nte de la casa si él se va? Ti-rripiuraceptóde buen grado,dado que ninguno de nosotros se engaña resPecto de las intencio-nes del ot¡o: ambos sabemos que aquí no hay peor cazador que yo, ni nadiemenos entusiasta para encontrar las presas. Esa misma noche, una pequeña bandavenía a instalarse para pasar la noche: Yakum y Mashianc, los yernos de Tirripiur,Kaitian yKukush,sus hijos entroncados , y Pikiur,su cuñado. Turipiur,por suparte, partióhacia su soñadero , con una caJabazade jugo de rabaco en la mano.

Nos despertamos a eso de las tres de la mañana con los golpes que Türipiurda

a la puerta de la empalizada paraque lo dejen entrar. De golpe anuncia con voz

371

177

fiierre:"Paant ka.rampratjal', "¡He.soñadoclaramentel".Salgo de mi bolsa de

dormirde pésimo humor: dormimospoco, porque los hombreshablaron entre

ellos en vozbqay con un tono de excitación contenida hasta muy entrada la

noche. No intenté captal su conversación ni quise uni¡me a ellos. Micuriosidad

se ha debilitadoen gran parre en el curso de los últimosmeses; a Pesaf de lo que

se viene, no puedo deshace¡me de una fatigadesengañada, de un sentimiento de

d{n-uahasta de irritación,f¡ence al comporta-mientodemasiado previsiblede esta

g..r,. ql'r. se esfuerza ahora por asombrarme una vez más, como si la culpa de ya

no tener sorpresas rccayeta sobre ellos y no sobre mí, que me invitéa vivircon

ellos. La ausencia de Anne Christiney ia faltade un alter ego con quien conversar

tienen mucho que ver con midesencanto, pero mucho más tiene que ver ese

desgaste del deseo de comprender que, mejor que los plazos fijados por un calen-

drriod. investigación, da la hora del findel "campo".El desalientoya se haapoderado de mí en el curso de los aios anteriores; me Pregunté varias veces qué

esraba haciendo aquí, desperdiciando mi vida en un rearro oscuro PaIa acumular

millaresde observaciones que no serán de ninguna utilidada nadie. Sin embargo,

nunca había tenido como hoy el sentimientode hastío de haber fracasado' másl

DESENLACE

sobre el otro. MayaProa anuncia el mocivo de su venida:

¡un hombre me ha matado, hermano ¡un hombre me ha marado ¡A ver ¡Para

que me asistas, para que corra sangre, vine ¡Vine,vine ¡Hermano, un hombre

me ha matado ¡Para que me ayudes, acudo a ti ¡Para que me Presces tu mano

fuerte, voy ¡Voy, vo¡ voy Y yo, Para que me reconforten,¡voy ¡Yyo' para

desencadenar la guerra en tu compañía, vengol ¡Vengo ¡Vengo, vengo, vengol¡Haa iBso hay que hacerl ¡Haa iAmí,que soy juunt,por qué me hicieroneso

¡para declarar esto vengo ¡Aver ¡Tú también,ayúdamel ¡Aver ¡Que así sea

¡Que así sea, digo...

Sobre este monólogo,Turipiurborda su contraPunto:

VISIONES

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por deber que por pasión de conocer' Disueltoen la banalidad de lo cotidiano'lo

exóticoha perdido la frescura de su miste¡io;es hora de empacar'

En contraste con mi melancolía, una gran agitación se apodera de Ia casa'

Las mujeres reavivanlos fuegos, encienden antorchas y van a buscar agua a1 río;

los hombres se sacan las cintas de las muñecas, se Ponen las tawasap y se pintan

lael rostro de rojo y negro, intercambiandobromgran masacre de pecaríes que Yan a llevar a cabo. de

voces en el exterior del recinto, seguidopor el lar ue

sop sil para anunciar su llegada' La puerta' una vez abier-

tá, grupo de hombres en actitudmarcial; el resplandor

vac da a sus armas brillosmetálicos y destaca el rojo y el

amarillode las coronas de plumas, que llevan hundidas hasta los ojos como

cascos tornasolados. Están Mayaproa, Chuint,Kashpa y Nayash, los cuatro

hermanos de Türipiur,Utitiaj,el yerno de Mayaproa, y su hijoIrarat' soltero yque no tiene aún 20 años. En segundo plano, una masa indistintade mujeres

llevando tizones en llamas esPera en silencio.En el interiorde la empalizada, los hombres de la casa se Ponen en filapara

recibira los visitantes que entran uno detrás de otro, con Mayaproa ala cabeza'

Es un hombre de baja esrarura y rosrro duro pero vibrante de energía conteni-

da, extrañamenre vestido con unpanralón de grandes cuad¡ados escoceses. Los

Sobre este monólogo,Turipiurborda

¡Aver ¡Eso está descontado ¿Para verme tal vez viniste? ¡Está bien ¡A ver ¡AquÍestoy ¡Aquíestoy ¡AquÍestoy ¡Amí rambién me ha macado un hombrel¡Her-manito, he abandonado e.l natem ¡A ver ¡Ahoravoy a poner a Prueba mi fuerza

',A ver ',Ahoravoy a tomar mi lanza

Esre inrercambio continúa durante un dempo, Iuego, como al finaldel aujmatin,los dos hombres mezclan sus voces para concluir.

-¡Que así sea ¡Digo-¡Aver ¡Ahoraviniste

-¡Si es así; más tarde seguiremos conversando

-¡Hemoshecho Io que debíamos ¡Hemos hablado bien ¡Ahora, partamos

-¡De acuerdo, de acuerdo

con un mismoimpulso,Ios vipitantestoman sus fusiles y comienzan a saltar unpaso adelante, un paso atrás, simulandodar culatazos cadenciosos en la cara del

que rienen enfrente, impasible. Entremezclansus Pasos de esgrima con excla-

maciones fe¡oces lanzadas a un rirmode dos tiempos, y el segundo, fuertemen-te acenruado, punrúa el movimienrohacia adelante del cuerpo y delf:usll."¡Thi-

baa ¡Th-tar ¡Titi-hi¡lis+i ¡ls+a ¡Warish-tai ¡Warish+a "

DESENLACE

Frente a este baller furioso,Türipiury sus compañeros PermanecenlmPer-

su interlocutory de sus vecinos, mientras las mujeres alrededor los estimulan:

fuerte que los de enfrente. Las mujeres comienzan a circular entre los ProtaSo-nistas, haciéndoles beber a chorros grandes tragos de namuk. Pronto les toca a

los visirantes reromar el primer papel, luego de nuevo a los de Ia casa; Ios cam-

bios de mano se repiten así a intervalosregulares en una excitacióncreciente

aguijoneada por un torrente continuode alcohol'- É di i bi i i d durar cerc de una hora

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Ér,. .or.rtate discursivobien sincronizadova a durar cerca de una hora.

Comienza entonces una rercera fase, más próximaa un diálogo ceremonial

clásico por su esrructura y su inspiración.Dando pequeños saltos en el lugar,

con el fusilsostenido por el brazo, Mayaproa iniciauna arenga de entonación

viva y entrecortada, encadenando en ráfagas sucesivas pequeñas frases de cuarro

o cincopalabras, con una disminuciónde tono marcada en la últimasílaba de

cada serie:

¡Así ¡Hermano ¡EstoY ¡En vela

¡Asi ¡Yol¡Esroy ¡En alerta

¡Hermano ¡Ve ¡Ha dicho

¡Así ¡Yo ¡Irél¡Vel ¡Avisitar ¡Los Parientes',Así ¡Hermano maYor ¡Ha Pedido¡Mimayor ¡Ha pedido ¡Que lleve ¡La noticia

¡Para hacerlosl ¡Sufrirbien ¡Vengol

¡Con ¡Estefusil ¡De verdad ¡Capitán

¡Pero yo ¡Como aquellos ¡De antes

¡Pero yo ¡Como ellos ¡Hago¡Hermanol ¡La guerral ¡Meenseñó

¡Con éll ¡Lossenderos ¡Recorrí¡Yyo ¡Claramente ¡Habiendohabladoibujo de PhilippeMuncb n partirde los documentos de Philippe Ducola

3/O VISIONES

¡Sabiendo ¡Correrl¡Los senderosl

¡Para ¡Llevarl¡Laguerra¡Así ¡Hermano ¡Vengo

A Io largo de este juramentode fidelidad,Tirripiury sus compañeros le respondena Mayaproacon las exclamaciones aprobadorasusuales: "¡Yotambién estoy aquí1",'¡Hry ","¡Estábien, está bienl","¡Bebamosl","¡Ahorabien, puesl", "¡Pongámo-nos a pruebal", "¡Dicesla verdadl ¡Verdad, verdad, ve¡dadl", "¡Que así seal".

Türipiurtoma luegola alternancia, con el mismostaccato que Mayaproa,pero un tono ligeramente más arriba:

¡Yyo

¡Hermano ¡También ¡EstoyaquÍ

¡Yo ¡Siendol ¡Elmayorl ¡Por los senderosl ¡Voyl¡Yo ¡Aver ¡Por los senderos ¡Los conduzco¡Yo también ¡Hermano ¡Misancestros ¡Son valienresl

¡Asíhe dichol¡Yo también ¡En alerta ¡Estoyl¡Esras palabras ¡Mías ¡Est{nllenas ¡De vigorL

l

DESENLACE

üah^zana. El anemat Pone en escena esta agregación y le da cimiento, en un

movimientoen tres etaPas que recomPone de manera miméricalas diferentes

fases de un conflicto.La primera parteestablece una conjunciónent¡e dos gru-pos de hombres decididos a llevar adelanteuna guerra de común acuerdo, cuya

solidaridad se construye Poco a poco alrededor de una exPosicióndialogada de

los motivos de la venganza que manifiestan laidentidad de los Puntos de vista yIa comunidad de los intereses. Es inmediatarnente seguida por un Período diqn-rn-

tivo,el más espectacular, en el que cada grupo asume, de manera alternada, las

posicionesde agresor y de agredido en una versióncontrolada de un verdadero

combate. El últimomomento regresa hacia la conjunciónpor la exaltación de

la unidad reconquistada y el anuncio del destino alque se va a someter a los

enemlgos.

Sin duda, el anemat trabaja con la materiabruta de la emoción.Haciendoenrrar en calor a los espíritusy a los cuerpos, así como obligándolosa la impa-sibilidadfrente a las amenazas, el ritopredispone útilmenteal combate; es proba-ble que contribuyatambién a estimular el aru¡amde cada uno, preparando laexplosiónparoxísticadelamatanzaquejustificarásueficaciaydirigirásudesapa-rición Pero es sobre todo una fo¡midablemáquina de ilusión porquemezcla

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¡Que sea ¡Laguerral ¡Así ¡Digoyo

El diálogocontinúa,a veces difícilmentecomprensible porel torrente de in-terjeccionesque provienen de los hombres de la hileraopuesta. TuripiuryMayaproa toman cada uno dos veces la palabra antes de concluirsegún la

manera convenida.-Hemos hablado bien, más tarde conversaremos a gusto.-Aho¡aque vinisrea mí, ¡marchémonos-¡Está bienl ¡Está bien-¡Está bienl ¡Está bienEn el momento en que se apagan ias úldmas palabras, todos los hombres

descargan su fusilen un ensordecedor tiro de salva, punro finalde este simula-cro de combate y preludio a-l verdade¡o enfrenramienco.

Conversación ceremonial, pase de a¡mas coreografiado que prepara al cuer-po a cuerpo, uniónde las voluntades donde se expresa el valorde cada uno, elanemat es todo esto a la vez. Pero es también unode Ios pocos ritos colectivosque esta sociedad individualistase ha otorgado, un ritode enfrentamientodon-de la celebraciónde una unión temporal no aparece posible más que a expensasde un enemigo común.Escar juntospara los achuar es ances que nada estarjuntos algunos contra algunos otros en una coagulación efímera del lazo social,reunión circunstancialque sólo autorizanla sed de revancha y la atracciónde

rición.Pero es sobre todo una fo¡midablemáquina de ilusión, porquemezclauna muldplicidadde sentimientos individualesvariados y confusos, y les da laapariencia de un resultado homogéneo. El odio,el interés, la esperanza de unvictoria,la pena, el miedo, el deseo de hacerse ilustre,presentes en cada uno delos protagonistas en grados diversos, son domesticados por la fragmentaciónextrema de las palabras y de los gestos rituales que se repiten incansablementecon ínfimas variacionés. lianspuestas en una serie de actos elementales de pro-gresión insensible, comoIa sucesión de las imágenes que componen una pelícu-la de cine, e inscriptacada una en su lugar en el ordenamiento de las secuenciasdel anemat, estas pasiones contradictorias pierdensu heterogeneidad y sus ata-duras personales para vaciarse sin obstáculos en el escenario de una comúnvoluntad de vencer.

El día no está muy lejos y el namuk sigue corriendo a cho¡ros. "¡Bebamos,bebamos ", repiteTuripiurdando el ejemplo, mientras losguerreros que per-manecieron de pie engullen un tragotras otro en medio de exclamaciones dealegría. En efecto, es mal presagio para la expedición parrir sin haber terminadoIa provisiónde licorde mandioca. Los muits estarán vacíos poco antes del alba.Los hombres más jóvenes se encargan de los grandes paquetes de pasta de man-dioca fermentada envueltos en hojas de banano que estiban sobre la espaldacon una correa. Tienen allícon qué hacer chicha parados o tres días, único

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DESENIACE 381

remo que sea más bien un efecto de mi creciente desapego resPecto de los achua¡.

Esta relativa indiferenciaque me llevaa no hacer demasiadas preguntas, unaintegración-"yo..r, la casa debido a micelibato temporal,Ia facilidadcon la

que me pliegoa las cosrumbres locales, la máscara de amable comprensiónque se

ha convertidoen una segunda naturaleza, todo esto contribuye a que mi Presen-

cia sea más disc¡era y a que mi posición de testigo no ten8a consecuencias.

Hacia ia noche, las esposas de Mayaproa vienen a visitarnos,seguidas por las

de Chuinty Kashpa, luego otras más. Todas las mujeres adultas de la vecindad

se encuentran pronlo reunidas en la casa, cerca de quince en total,he¡mosamente

ataviadas con sus collares de shauk y ostentando sus más bellos ta¡ach' Algunas

llevancinturones de danza shakap Plovistos de campanillas de nupir que resue-

nan en cada movimiento.A

Pesarde las circunstancias, su humorno es lúgu-

bre: rodas esras mujeres charlan a cual más bebiendo litrosde chicha de man-

dioca. El efecto de Ia bebida en los estómagos en ayunas se hace sentir Por lo

VISIONES

El cema principalretoma, de nuevo en canon:

Igual al jaguar Genku-Tsenku,igual a él

Rodeando el obstáculo, ha venidoDespedazando a los pequeños, vino a míMihijovino a mÍ, infinitamentedesmultiplicadoEnseguida vino a mi, con el rostro exangüe.

De nuevo el estribillo,como un mar de fondo surgiendo de la casa, semejante

en su fuerza emotivaa los yu-yu estridentes de las mujeres árabes' El círculo se

quiebra entonces para formaruna procesión donde Ushpa y Katip, los dos ado-

1.r...r,.r, ocupan las respectivas extremidades. En un tumultoindescriptible,la

hilera se desplaza con granmovimientode izquierdaa derecha, arrastrada porUshpa, que grita "¡Yeesti ¡Teesti ¡lteesti "('iquesevaya "),mientras que en otro

.*,r.rnosu hermano le hace eco: "¡Au ¡au ¡au " (iésel");su duo da cadencia al

fondo conrinuodel coro de las mujeres: "¡Ha-hubeu-beu-heu ¡Ha-huheu ¡Hubeu-huheu ¡Ha-bubeu-beu-heu ". La procesión se deriene un instante, luego

recomienza de lo lindoen sentido inverso ahora bajo la conducción de Katip,

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primeras palabras de un canto ujaj, y es seguida de inmediatoen orden desfasa-

áo po, Ias otras mujeres, al modo de un canon de voces múltiples:

Igualal jaguar Tisenku-Tsenku, igual a él

Así es, hijo,hijomíoHechizando al mono lanudo, rodeándolo completamente' ha venido

Ha mo¡didoa sus pequeños y le hizo lamer la sangre

Enseguida, vino a mí,Con el rostro exangüe, vinoa mí'

Sigue un estribilloretoriladoen coro, serie de expiraciones Potentes perfecta-

^..rt. ,in.ro., izadas,la¡zadas con una voz de pecho como una vibracióncon-

rinua y casi animal de las que solamente se modulan las últimassílabas:

¡Uheu-heu-heul¡Uheu ¡Uheu-hail¡A-haal¡A-hu ¡Ahu-hai¡Ahaa ¡Hu-hu-hai

recomienza de lo lindoen sentido inverso, ahora bajo la conducción de at p,que descarga a su vez un lanzamientoininterrumpidode ¡leesti ¡yee*i Desptésde muchos cambios de dirección, rodo el mundo se detiene un momen[o sin

aliento, luego las mujeres vuelven a armar el círculoPara un nuevoujaj:

La lanza-pato llega¡Esquívala enérgicamenteLos de las tierras bajas, los de las tierras bajas han sembrado la muerte detrás de ellos

¡Uheu ¡Uheu ¡U-hahai¡Uheu-heu-heu ¡Uheu ¡Uheu-hail¡Hermanito,hermanitomío, esquívala enérgicamenceLa lanza-pato llegaHermanitode las rierras bajas, viene claramente hacia mí

¡Esquívalaenérgicamente, esqulvala

¡Uheul ¡Uheu ¡U-hahail¡Uheu-heu-heul¡Uheul ¡Uheu-hai

La procesión recomienza, pero Metekash me pide que reemplace a Katip'En el

resplandor rojizode las antorchas, enganchado a una filade mujeres frenéticas

y al únisono de su potente estribillo,me Pongo, Pues, a galopar a un lado y a

otro desgañitándome con convicción.Caigo por un breve instanre en la cuenta

382 VISIONESDESENLACE

Ambos somos hábiles Para esquivar

Nuestros plumajesson dorados por la luz¡Uheu-heu-heu ¡Uheul ¡Uheu-hai

¡A-haal¡A-hu ¡Ahu-hai¡Ahaa ¡Hu-hu-hai

de la ironía de haber necesitado tantos años de estudiosa PreParación Para ter-minar aquí, tan lejos de las salas austeras de la Escuela Normal,desempeñandoel papel de un niñoen un ritual .iíbaro del que los hombres habitualmenteestán

excluidos.El ujajes ei equivalentefemenino delanemat, un ritocolectivodonde las

esposas y las mujeres de los guerreros expresan su solidaridadcircunsrancial en

un coro ininterrumpidoque realizan desde Ia caída del sol hasta el alba durante

Ias noches en que sus hombres se encuenttan en el sendero de la guerra. Iden-tificándose con los objetivos del conflictoy buscando orienrar su curso, las

mujeres encadenan sin tregua encantamientos alegóricos queaPuntan a advertiryprevenir a los combatientes de los peligros quelos amenazan y a Protegerlosde

ellos, profilaxismágica subrayada con el estribilloque se repite incansablemen-rc, 'ujajai","advierto,aviso".Lejos deatemperar la violenciade los guerreros,

sus compañeras se esfuerzan pol estimularla, usando las mismas imágenes bru-tales que los anenr masculinos, agregando incluso,a veces, elementos de regis-

tro sanguinario: Ios hombres son asimiladosa jaguares, a anacondas, a aves

l d b d como fi desgarrando sus presas con

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rapaces, solapados en una emboscada como fieras, desgarrando a sus presas con

sus dientes, cebándose con su carne y relamiéndose con su sangre. Los ujaj más

comunes, sin embargo, son aquellos que incitan a los combatientes a cuidarsede la muerte que los acecha. Értr.r siempre designada con las mismas metáfo-

ras, anhu nanhi, "lanza del crepúscul o" , uad nanhi, "larvahueci' (fix1|),patu

nanhi, "lanza-pato" (una jabalina de pesca con Punta en forma de rombo),acompañada por la exhortaciónque se repire: "¡Esquívalaenérgicamentel"'Si

se complacen describiendoen términos crudos el destino fatal reservado a los

enemigos, el enunciado del peligro que corren los suyos sólo puede ser evocado

alusivamente, conjurando así Io que todas temen sin atreverse a decirlo.sin descanso, la ronda de las ujajconrinúa, alzando su barrera prorecrora

contra las lanzas portadoras de cadáveres.

Mujerque so¡ mujer-golondrinaque soyTallo en la hileras de los camaronesMujerque soy, mujer-golondrinaque soy

Tálloen las hileras de los camaronesLos plumajesde Ios dos son dorados por la luz

¡Uheu-heu-heu ¡Uheu ¡Uheu-hai¡A-haa ¡A-hu ¡Ahu-hai¡Ahaa ¡Hu-hu-hailMujerque so¡ mujer-golondrinaque soy

a acechar el sueño del asesino; arormenrando noche tras noche aJ objeto de su

resenrimiento con sueños de mal agüero, se vuelve una fuentepeligrosa de de-

bilitamientoque expone a la contaminaciónmediante las sunku¡ y facilitael

hechizo. como impide Ia pérdida de energía, la abstinencia sexual después de

un crimenpreviene en p ; también esrabiliza el arutam

nuevalnente adquirido, a Poco en el mejor antídoto

contra el dañino, de aho designios por algo más fuerte

que é1 y condenado a regresar a la nada con Ia desapariciónde su ¡azón de ser'

Las voces comienzan a ponerse roncas, las procesiones se vuelven más pere-

tanto, Untsumak les rlas desPabi-

ladas y esrimular su alegorías' de

imágenes sueltas, de do que Pare-

VISIONES DESENTACE

ce mosrrar roda una gama de propiedades deseables o nocivas. Mi cabeza, ale-

argadacon el esfuerzo de Iavíspera y la recurrencia de los esrribillos, capta aquí

y a1lá frases fugitivas, jirones de una extraña trova sin pró1ogo ni continuación.

"¡Muéstranos el perezoso muertol ¿No es tiempo de festejar?" "Expandido sobre

el suelo, apenas remblo¡oso, mi hermano se ha vuelto anaconda azul noche."

"Mujer-golondrina, espero acompañado." "Perdiéndose en las profundidades

para escapar alaraízvenenosa, el pez wampi ha descargado su fusil." 'Abriendo

y cerrando convulsivamente sus garfios, mi hermano el milano se afroja sobre

su sobrirro." "voy con paso decidido, golpeando el suelo con las paras del ror-

do"... Aprovechando un descanso que se otorga Untsumak y poseído, a pesar de

mi fatiga, por un repunte de curiosidad, busco junto a ella algunas aclaraciones:

¿por qué perezoso? ¿Por qué el hermano milano se lleva al sob¡ino? ¿Por qué el

pez wampi es llamado suegro? ¿Qué representa el to¡do? Y sob¡e todo, ¿a quién

se dirigen los cantos? A diferencia de los anent, en efecto, los términos de pa-

rentesco se encadenan aquí con Ia mayor confusión, mezclando afines y con-

sanguíneos en acciones oscuras en las que se distingue con dificultad quién hace

qué. Pero ella no sabe. Aprendió las ujaj de su madre, exactamente como tusbimp,

el pájaro carpintero de cuello dorado se las ha enseñado antaño a los hombres

rereniendo de este edificio grandioso nada más que restos fielmente transmiri-

dos conel co¡rer de las generaciones y dispuestos con fervor cadavez que las

circunstancias mandan revivir una función cuya ple nitud original se ha desva-

necido. Para ellos, como para mí, sólo permanece la emoción de un pensamien-

ro enre ramente desplegado en el instante, negándose con obstinación a llamar a

las cosas por su nombre por miedo de que una insistencia demasiado vivaz les

quite color o las vuelva eternas, pensamiento del roce, del reflejo, de la vibración,

rorrente en el espesor de un mundo en flujo donde Ia muerte misma debe ataviar-

se con los destellos del poniente Para enfrentar la continuidad del tiempo:

Lalanza del crepúsculo llega, hijo, hijo mío

¡Rápido, esquívalal

La lanza hueca llega, hijo, hijo míoMi hijo Sol, la lanza del crepúsculo viene a ti¡Rápido, esquívala

El emesak, así lo liaman,

Que no re aceche, hijo, hijo mío

Que no obtenga de ti la clara visión de los trances del natem

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el pájaro carpintero de cuello dorado, se las ha enseñado

a fin de que permanezcan fteradel alcance de emesak, al igual que la anaconda

refugiada bajo las aguas en la seguridad de su escondrijo.

vana victoria de la escritu¡a sobre los capfichos de la memoria, sé probable-

mente más que Untsumak acerca del significado y del origen del ritual que ella

conduce. En los cantos plotectores que estas mujeres repitendesde hace horas

sin manejar su contenido, reconozco Ios remas principales de las ujaj que puntúan

entfe los shuar el rito de la tsantsa, pacientemente recogidos PoI un misionero

salesiano y de los que he tomado conocimiento hace poco. cada categoría de

animal está asociada en las ujaj a oficiantes: el perezoso simboliza la cabeza

reducida y el emesak que emana de ella; las aves rapaces, las golondrinas y los

tordos figuran el grupo de los "atabacados", cuyo asesino forma el pivote; la

anaconda, los felinos y los wampi simbolizan a aruram montando guardia para

alejar a emesak; los diversos términos de parentesco designan las posiciones que

los actores del rito ocupan por turnos en este largo trabajo de metamorfosis de

las idenridades que desembocará en el nacimiento de un niño perfectamente

consanguíneo. En esce contexro ceremon.ial, las ujaj cobran su rel.ieve, secuen-

cias o¡denadas de una vasta liturgia que los animales contribuyen a llenar de

senrido y cuyaeficacia en parte aseguran. Pero de la gran fiesta de tsantsa que

han debido pracricar en ot¡os tiempos, los achuar perdieron hasta el recuerdo,

Alejándote poco a poco

Que cada uno de tus pasos se disfrace de palmera chonta.

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188 TAS IANZASDELCREPÚSCULO

uno se dan entonces librecurso; algunas veces se desemboca en versiones tan

contrastantes de una misma cultura queaPenas se la reconoce bajo la pluma de

sus diferentes exégeras. Alconstruir la figuraciónde una sociedad con los úni-cos recursos de Ia escritura, los etnólogos no pueden ofrecer una copia fielde la

realidad obse¡vada, sino más bien una especie de modelo reducido, que rePro-

duce con ciertaverosimilitudla mayoría de los rasgos característicosdel proto-tipooriginal,el cual, por evidences razones de escala, nunca podrá ser íntegra-

mente descrito.

Que nadie se intranquilice:no he imaginadolos acontecimientos y Ios per-

sonajes que forman la trama de este relaCo; todas las escenas se desarrollaron

exacramenre en el orden cronológicoque las refiero,en los lugares donde las

sitúo, con los protagonistas cuyos comPortamientosdescribo y cuyos nombres

únicamente he cambiado, para no indisponerpor si acaso a sus descendientes ypor si esros últimos, con los progresos previsiblesde la escolariz^ción,llegana

leerme un día. Pero a esta parte de verdad se agregan dos recursos literariosque

los etnólogos están condenados a emplear aunque nunca quieran admitirlo:lacomposición,que selecciona en la continuidadd9 lo vividorrozos de acción

que son considerados más significativosque otros, y la gene¡alización,que inviste

EPfLOGO 389

fundamentodel análisis-, me he tomado el cuidado de no derivar proposicio-

nes generalesmás que de la exposición de los casos que

ProPorcionaronIa ma-

reria de mi reflexión.Ahora bien, el desarrollo mismode la estadía en el te¡reno

se encarga de guiar los progresos en la inteligibilidadde una cultura: sin domi-nio de la iengua, durante los primerosmeses uno está sordo y mudo,condena-

do a observar las actitudes, los modos de uso del espacio, las técnicas, laritualizaciónde la vida cotidiana,demasiado atento a los sonidos, los olores yun entorno poco familiares,tratando de adaptarel cuerpo propioa hábitos,

precauciones y formas de sensibilidad nuevas. De esta inmersiónen Ia materia-lidad no se emerge sino progresivamente, cuando los diálogos a medias se vuel-ven por fincomprensibles, revelaciónanáloga a Ia apariciónrePentina de subtí-tulos en una películaextranjera, donde la sola expresividad de los actores ape-

nas permitíaimaginarpreviamente el desarrollo. Toda la complejidadde Ia vidasocial se deja entonces entrevet a1 principiono en sus reglas, sino a través deljuego de estrategias individuales,de conflictosde interés, de ambiciones con-trariadas, en la expresión de las pasiones y en Ia dialéctica delos sentimientos.Muchomás tarde, por fin,cuando se adquiere cierto manejode Ia lengua y larepeticiónde cierras creencias y de ciertos rituales han disipadoIa extrañeza,

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que so g q y gesos fragmenros de comporramientosindividualesde un sentido en PrinciPioexrensible a toda la cultura estudiada.

Entre las miles de páginas de los cuadernos que llevédurante mi trabajo de

campo -filtroya por sí mismas de aquello de lo que era resrigo y sólo reflejo de

las situaciones en las que el azar me había colocado- ruve queelegir escenas,

diálogos, individuos;lo que significóeliminarorros que un observador diferen-

te hubiera podido ,iuzgar significativos.Debí romper el hilodel tiempo y yuxta-poner' gracias -';:,T;':::::r,::5::ü*:1Lthechos dispares que

s esc¡itores naturalistas- Como ellos, enente los materiales b¡utos de sus invest

de su contexto enunciados, hechos y conductas que presentará luego como

obras más académicas: mientras éstas analizan extensamente en abstracto un

fenómeno cuhural que a veces apoyan sobre un ejemplo-arcificiode mécodo

que evita mosrrar que la ilustraciónes en realidadel punto de partida y el

p ypermiriendohablar de ello a fondo conla ilusión casi de ser miemb¡o, enton-ces, y sólo entonces, se vuelve posiblepenetrar en los meandros de los modos depensamiento. Estas etapas obligadas de la investigación etnográficase mani-festaban cla¡amente en las viejas monografías, bajo la forma de un plan convencio-

nal en ties partes -la economía,la

sociedad, la religión-que,pese a ser ingenuas

ytorpes a la hora de interpretar una cultura comouna totalidad indisociable,nodejaban de respetar la adecuación entre la manera como se conocen y la maneracomo se presentan los resultados de esre conocimiento.Que nadie se sorpren-da, pues, si encuentra en este libroalgunos resabios de esco.

La composiciónlitera¡iareorganiza lo real para volverlomás accesible, y a

veces más digno de interés, pero no modificapara nada la sustancia de loshechos. Cuando se aplica a devela¡ su significación, la interpretaciónles da a

cambio una nuevadimensión;por obra de la invención,se despliega sin verda-deras garantías de no precipitarseen Io imaginario. La etnologíaque analizauna cultura no se apoya, como la sociología, en un apatato estadístico que pre-

dice la norma según la frecuencia de las situaciones; es tributariade susinferencias, intuitivamenteconstruidas a partirde una nube de observacionesparciales y fragmentos de discursos proporcionadospor un puñado de indivi-duos. En este libro,como en toda obra de etnología, Io singular sirve, pues,

IASLANZASDELCREPÚSCULO

consranremenre de rrampolín a lo universal. ¿cómo se puede pasarsin dema-

siado fraude de la parte al todo, de la déclaración rüTajari me dijoque a Ia

proposición los achuar piensan que , y de esta proposición a la explicación.,los achuar piensan esro por al razói'). En primerluga¡ verificandoque la

interpretaciónque he creído poder sacar de lo que me ha dicho tüTajaricuenta

con la adhesión de Naanch o de Tsukanka, o al menos que ella no es explícita-

menre puesra en duda por ellos. Pero asimismo ysobre todo, se logra probando

su validezpor comparación. Interpretár un fenómeno culturales Ponerlo en

relación con otros fenómenos de la misma naturaleza que han sido ya descritos

en los pueblos vecinos; también es medir su variación en referencia a lo que

nosorros mismos sabemos de su modo de expresión en nuestra propia cultura'

La conciencia del tiempo, la unión de un hombre y de una mujer, los juegos depoder o el sentido de la muerte forman parlos pueblos, y es la distancia que experimede vivircada uno de los pequeños desafío

Ilegamos a aprender de los otros lo que constituye el verdadero motor de la

etnología. Una larga estadía en una sociedad exótica provoca casi automática-

EPILOGO

nacidas del desajuste manifiestoenrre lo que descubrimos poco a poco y1o quehasta entonces habíamos tenido, más o menos lnconsclentemente, por unrver-sal. Esas convicciones son tanto más fuertes cuanto que proceden de nuestra

propiavivenciade la alteridad, de la fuerza de evidenciaque suscita el movi-miento de identificacióncon una manera de ser en el mundo temporalmencedominante;así, ellas se vuelven tanto más legítimas cuantoque otros antes que

nosotros, en otras regiones del mundo, las han experimentadoya con igualvigor.Cuando trazo el balance de las lecciones íntimas adquiridas por mi vidaentre los achuar, me doy cuenta de que casi todas tienen una va.lidez antropológi-ca que trasciende el particularismode las circunscancias de suformulación.

La primera de estas lecciones,y la más importantequizás, es que la natura-leza no existe en todas partes y para siempre; o, más exactamente, que esta

separación radical, establecida muy antiguamente por Occidente,entre el mundode la naturaleza y el mundo de los hombres no tienegran significadopara otrospueblos, que confieren a las plantas y a los animales los atributos de la vidasocial, considerándolos como sujetos antes que como objetos,y que no pueden,en consecuencia, expulsarlos a una esfe¡a autónoma, librada a las leyes de la

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menre una especie de rerorno sobre sí de efectos paradójicos: al tomar distancia

de los modos de vida y las institucionesque nos han moldeado, éstos revelan

rápidamente su carácter; esta certeza renovada de que nuestra mirada es domes-

ticada por un sustrato culturalmuy particularnos evira considerar con condes-

los juiciosque abrimos sobre las cosrumbres de los otros están ampliamente

determinados, tanro en la vida como en Ia ciencia, por nuestra historia indivi-dual. A Ia manera de los achuar, que disciernen los niveles de realidad según los

campos de percepción y los tipos de comunicaciónque les corresponden, la

etnología no cree en correspondencias inmutables entre las palabras y las cosas.

su trabajo no puede disociar la descripción de la invencióny, si no implicaIa

falsedad, alcanza antes bien verosimilitudque verdad'

¿Quiere decir que la etnología no sería más que una hermenéutica de las.ultu.r. y que se revelaría incapazde producirproposiciones generales sobre el

hombre en sociedad? No lo creo, ya que probablemente la subjetividadmisma

de nuestro enfoque le asegura un alcance más vasto. El ejerciciodel

descentramiento permite, en efecto, adquiriralgunas conviccionesrústicas,

macemática y ala esclavización progresivapor la ciencia y la técnica. Decir quelos indiosestán cerca de la natu¡aleza es una formade contrasentido, ya que,al darles a los seres que Ia pueblan una dignidadigual a la suya, no adoptanrespecto de ellos una conducca verdaderamente diferente de la que mantienen

entresí.

Paraestar cerca de

la naturaleza hace falta que haya naturaleza, excep-cional disposiciónpara la cual sólo losmode¡nos se han sentido capaces y quevuelve sin duda más enigmática y menos amable nuestra cosmología compara-da con la de todas las culturas que nos han precedido.

Los achuar me han enseñado igualmente que era posiblevivirel propiodestino personal sin el auxiliode una trascendencia divinao histórica,los dosbrazos de la alternativa en la que nos debatimos desde hace más de un siglo. Elindividuoen su singula¡idadno está dete¡minadopor un principiosuperior yexterior, no es regidopor movimienroscolecrivosde gran amplitudy de largaduraciónde los que no tiene conciencia, ni es definidopor su posiciónde ntrode una jerarquía social comple.ia que daría senridosegún el lugar dondeel azar

Io ha hecho nacer. Ni la predestinación, ni el mesianismo de los movimienrosde masas, ni la preeminencia deltodo sobre las partes juegan aquí un papel queno sea el desempeñado por la capacidad que cada uno tienede afirmarsepor susactos según una escala de fines deseables por todos comparridos.Pero a dife¡en-cia del individualismo moderno,producto del rebasamienro por algunos pocos

tAS TANZASDF,L CREPU.SCUI-O

de una condición en otros riempos común a todos, este individualismoes encierto modooriginal.No está fundado en una reivindicaciónde la igualdadsocial o económica, ya que no sucede a un sistema de desigualdad; tampoco veen el individuola fuenre de todo vaiorni el motor de toda innovación,puesuna adhesión compartidaa un código de comportamientoconsiderado eternoexcluyeque cualquiera pueda desmarcarse de él o esrablecer nuevas reglas deconducta. A imagen de esa lanza del crepúsculo queameflaza aquí y allá aaquellos que han obtenido renombre matando a un enemigo, el destino de cadauno es inmanente a sus obras, pero en cierto modo idénticopara todos.

Lo más dificilpara mí fue sin duda admidr que se pueda tener una represen-tación no acumulativadel tiempo, tal como la idea de progreso es hija de nues-tra época. Sabía, por cierto, que la concepciónde un tiempo orientadono es

universal y que la fe en el devenir históricoes una. invención muyreciente. Pesea mi saber, y pese al escepticismoque me habia infundidorespecto de los espe-jismosde ia ideologíacontemporánea, me costó mucho comprender de ot¡omodo que en forma abstracra el sistema de temporalidades múltiples que go-bierna la vida de los achuar. Allíalcancé los límitesde lo que es posible esperarde la identificacióncon los ot¡os: de todos los atavismos que recibimos de nues-

EPfLOGO

el único legado de una misma cradiciónculturalo lingüística, los jíbaros noconciben su etnia comoun catálogo de rasgos distintivosque otorgarÍansus-

tag,ciay eternidad a un destino compartido.Su existencia común no exrrae susenrido de Ia lengua, de la religióno del pasado, ni siquiera del apego mísricoa

un cerritorioencargado de encarnar todos los yalores que instituyensu singula-ridad;ella se nutre de una misma forma de vivirel vínculo social y la relacióncon los pueblos vecinos, en oportunidades ciercamente sangrienca en su expre-sión coddiana, no por condenar a los otros a la inhumanidad, sino por su agudaconcienciade Io que es necesario para la perpetuación de sí, ya se trate de amigoo de enemigo. Los achua¡ me ofrecieronasí la demostracióna contrariode quelos nacionalismos étnicos, en toda la barbarie a veces de sus manifeshciones,son menos una herencia de las sociedades premodernas que un efecto de la

contaminación de los antiguos modos de organización comunitariapor las doc-trinas modernas de la hegemonía estatal. Lo que la hisroria ha hecho, ella puededeshacerlo, prueba de que el tribalismode las naciones conremporáneas no es

una fatalidad y de que nuestra actual manera de simbolizarla diferencia con Iaexclusiónpodrá quizá dejar lugar undía a una sociabilidadmás frarerna.

Estas enseñanzas, y algunas otras más que dejo al lector el cuidado de dedu-cir nacieron de ese movimientode ida yvuelta entre identificacióny alreridad

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tra cultura,el modo de captar la duración resulta ser el más rápidamenteindisociablede nuestra aptitudpara conocer. La forma misma enla que losachuar se representan sus relaciones con lo sensible y con lo inteligibleme fuemenos dificilde comprender -si es que aI respecto no me he equivocado de

cabo a rabo- porque Ia filosofiame enseñó a reflexiona¡sobre la relatividadde las ceorías del conocimiento.Ese bagaje críticome fue de preciosa ayudapara superar las evidencias del sentidocomún y descubrir un modonuevo, sino enteramente original,de organizar la convivenciaentre las exigencias delentendimientoy las propiedades de la ma¡eria. Enél descub¡í con placer que lascreencias aparentemente i¡racionalesprestan una sutilatención a las relacionesentre las categorías de la sensibilidad,los hechos del lenguaje y la escala de seres,

dentro de un sistema de pensamiento puesto en acto coridianamente por hom-bres vivos-tan exóticos y poco numerosos como sean- y no imaginado por unpensador del pasado, reconfo¡tantealternativaal dualismo desesperante en el cualcierto pensamiento mode¡noha querido confina¡nos.

Esta manera de los achuar de vivirsu identidad colecriva sincargar con unaconciencia nacional es también unaiección de esperanza. Contrariamente almovimiento histó¡icoe ideológicode emancipación de los pueblos que, a partirdel sigloxvttten Europa, quiso fundar las reivindicacionesde autonomía sobre

cir, nacieron de ese movimientode ida yvuelta entre identificacióny alreridadque la experiencia etnográficaocasiona. Idenrificacióncon sentimienros,coninterrogaciones morales, con ambiciones o con disposicionesde espíritu que se

cree reconocer en los orrosporque uno mismoya las ha sentido, pero a lascuales los modos de expresión a primera vista exrrañosconfie¡en enseguida unmodo de exte¡ioridadobjetiva.Ahorabien, este develamientoviene a acruarsobre nuestros propios marcosculrurales, iluminandode pronto por analogía elpunto de vista particular que traducen. ¿La etnología nosería, enronces, sinouna estérica del relativismo,ya que ofrece como un contrapeso apegado al pasa-do y desencanrado a los valo¡es positivos de nuesrra modernidad? Es una quejaque se le hace a menudo. ¿Cuántas veces se nos ha reprochado promover ladisolución de losgrandes principioscuya universalidadpregona Occidente,con ei pretexto deque nos negamos a establecer una jerarquía segura entre lasdiversas formade vivirla condiciónhumana? De nuesrra afirmaciónde que laciencia no provee ningúncriterioque permita aseverar que cal culcura sea infe-

rioro superior a tal otra, nuestros censores concluyen un insidiosotrabajo deerosión contra Ia idea de libertad,el respeto de la persona humana, la igualdadde derechos, las exigencias de razón o, incluso, las grandes obras de arre y delespírirude Ias cuales nuestra civilizaciónpuede legítimamenreenorgullecerse.

,94 tAS IANZASDELCREPÚSCULO

Llevadosde nuesrra admiración por los pueblos que estudiamos, nos habríamos

vueltoincapaces de discernir, convencidos de que en materia de expresión artísti-

ca, de reglas sociales o de érica individualtodo vale y merece ser igualmente de-

fendido.Tal actiruddesconoce Ia naturaleza de nuestra emPresa. Por su ambiciónde

proporcionar alguna luz sobre las razones que presiden la distribuciónde las

dif....,ci ,culturales, la etnología no Puede erigiren normas intemporales cier-

ras formas de comportamiento,ciertos modos de pensamiento, ciertas institu-ciones que, pese a estaf ahora ampliamenteextendidos, no rePresentan sino

una de las múltiples combinaciones posibles de la manera de ser en sociedad.

No obstante, esre relarivismode método no implicaun relarivismomoral; in-

cluso es quizás el más bello antídoto contra éste. ¿Qué mejor forma, en efecto,de clasifica¡lo esencial y lo accesorio en todo lo que conformanuestra Persona-Iidad social que ser trasplantados de repente a una tribuexótica donde no se

puede confiarmás que en sí mismo? ¿cómo no inrerrogarse entonces sobre lo

que hace nuesrra identidad,sobre lo que nos empuja a acruar y sobre lo que nos

..prg.rr, sobre los motivos que justificannuesrro apego a ciertos va.lores de

id d d ig que nos conducen rcchaz t otros? Có no

EPÍLOGO

insiste en ver en las ciencias humanas sólo un depósito de técnicas subalte¡nas

que permirendiagnosricar las dolencias de la sociedad moderna. Aldesempleo,

al desequilib.ioNorte-Sur o la desertización de las praderas, Ios achuar no of¡e-

cen evidentemente ninguna solución.Pero ciertas Preguntas que han intentado

resolver a su manera no constituyenmenos una experienciade pensamiento de

verdadera grandezapara quien quiere reflexionar profundamenrey sin prejui-cios sob¡e nuestro porvenirinmediato. La superación de una dominación fre-

nédca de la naturaleza, el borramientode los nacionalismos ciegos, una manera

de vivi¡Ia autonomía de los pueblos en que se combina Ia conciencia de sí y el

respero de la diversidad cultural, los nuevos acomodamientos con esta prolife-ración de objetos híbridosque se han convertidoen prolongaciones de nuestro

cuerpo: todas estas apuestas concretas de nuest¡a modernidad ganarían al serconfronradas por analogía con las concepciones del mundo que pueblos como

los achuar se han forjado.Por cierto, ninguna exPe¡iencia histórica puedetrans-

ponerse y la etnología no riene por vocación ofreceruna selección de modos de

vidaalternativos.Sin embargo, proporciona un medio Para tomar distancia

respecto de un presente pensado con demasiada frecuencia como eterno, sugi-

riendo por ejemplo los múltiplescaminos que nuesrro furu¡olleva consigo.

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nuestra comunidad de origen yque nos conducen ^ rcchaz t otros? ¿Cómo no

estar lúcido respecro de las razones primeras que nos hacen amar tal paisaje o ta1

libro,tal fragmentode música o tal cuadro cuya falta agudiza nuestro recuerdo?

¿cómo no medir, mejorque aquellos que nunca han esrado privados de ellos, el

atractivo de esos placeres familiares cuya nostalgia nurca hubiéramos creído

senrir y que rejen la trama discreta de nuestra singularidadcultural?Lejos de

conducirmea la muy improbable adhesión a creencias y modos de vida dema-

siado alejados de Ios que han formado mi sensibilidad y mi iuicio,mis pocos

años de coexistencia con los achuar me han enseñado, Por el contrario,Ias

virtudes de esta mirada críticaque nuestra civilizacióntardíamente ha sabido

dirigirsobre el mundo y sobre ella misma, renrarivaoriginal,Y qúiz^sin prece-

d..rt. .., la historia, de fundar la conciencia del otro sobre el develamientode

sus propias ilusiones.Del etnocentrismocomún a todos los pueblos hemos

hecho, en definiriva,una carta de triunfo,y si podemos esperar darle un sentido

a la miríadade costumbres y de instituciones de las que nuestro planeta brinda

resrimonio,es a condiciónde admitirnuestra deuda con aquellas quenos dis-

ringueny que nos ofrecieron esta capacidad única de considerarlas, a todas ycada una, manifestaciones legítimas de una condicióncomPartida'

Bellas lecciones filosóficas,me dirán, pero sin ninguna importanciareal para

los problemas más urgentes de nuesrro mundo contemporáneo. sin duda, si se

riendo, por ejemplo, los múltiplescaminos que nuesrro furu¡olleva consigo.(Inos cuantos miles de indiosesparcidos en una selva lejana va-len más que mu-chos tomos de prospectivas aventuradas, y si sus tribulacionesactuales sólo susci-

tan la indiferenciade una humanidad demasiado impaciente para amarse bajo

otros rostros, sepalnos

Imenos reconocer que en su destinO Por tanto tiempo

divergente del nuestro se perfila quizáuno de los que nos están Prometidos.

ORTOGRATÍA

El jlbaroes una lengua aislada tradicionalmenteno escrita de tipoaglutinante

es decir donde las palabras están formadas por una rúz a la cual se aSregan

cadenas de sufijos que constituyentanto marcas de funciones sintácticas como

especificaciones de modo de aspecto de resultado... Las publicaciones misio-

neras y el material didácticoempleado para la alfabetizaciónemplean en el

presente un modo esrándar de transcripcióndel .ilbarobasado en la fonología

áel español; aunqu€ esta cranscripción es fonéticamente poco rigurosa ha sidoadoprada en este Iibropara adaptarse aI uso.

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397

GLOSARIOS

Vocl¡ul-¡,p¡o REGIONALo ctENTfFICo

Acsrnn: Renealmia alpina, planta cultivadade la familia delas cingiberáceas(kumpiaen achuar)

Acucnl:Myo?roctat1., roedor parecidoal agutÍ, pero más pequeño (shaahenachuar).

ArfN:pariente por alianza o susceptiblede casamiento.ArrNroeo:vínculo de alianza real o potencialque une a los afines.Ac.rr¿l:Psophia crePitans, pájaro-trompeta (cbiraiaen achuar).Acunlr:Mauritiafbxuosa,palmeratoldo, de frutos comestibles, vegetacióntí-

pica de los pantanos (achuen achuar).AcurRuN,q.:tribu jíbara de Perú.

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Acwf: Dasy?rocta sP., roedor del tamaño de un conejo de carne suculenta (losachuar distinguen dos especias: hayhy yhits).

ANrúes:indios de la región de Andoas, sobre el Pastaza, en Perú.Ayenunsc¡,: brebaje alucinógenopreparado con la liana Banisteriopsis,término

de origen quechua usado en Ecuador y Perú.Bel-u:ttipo de caucho natural de calidad inferiora la goma de la héuea bra¡ilirnsis.BRR.BASco:nombre genérico de los peces que se pescan en Ia AItaAmazonia.C.¡.cleur,: Psarocoliusdecumanu¡, pájaro negro concuello amarillode la familia

de los ictéridx(chuu.,ien chuar).CRIvlro:Pouteria caimito, sapotácea cultivadapor sus fruos (1aas en achuar).CtNx:Heliconiasp., especie silvestre de musácea, también llamadabanano-

marrón por su parecido con el banano cultivado.C.tNoosul:tribude lengua candoa, culturalmentepróximaa los jíbaros, de la

regióndel baj o Pastaza, Perú.CnNotnu:Vandelliawieniri, minúsculopez parásito (hanir en achuar).CaNeLos: indios de lengua quechua de Ia región del alto Bobonaza,en Ecuador.C¡.plsARA:también llamado carpincho;roedor muy grande, del tamaño de un

Iechón, que vive en manadas a orillasde los ríos.Croto-ec,t¡ú:Cedrela sp., árbol utilizadopara la fabricaciónde piraguas.

399

TAS LANZASDELCREPÚSCULO

CHevelRA:palmera Astrocaryamcharnbria,los frutos son comesribles y las fi-bras sirven paratrerrzar cuerdecillas(mataen achuar).

Culttvoyl:Anona sqildmosa,árbol culcivadopor sus frtos (heach en achuar).CuoNrR:Bactris gasipaes, palmera culrivadapor sus frutos (uwien achuar).CLIsADlurr4:planta cultivada que se utilizacomo veneno de pesca (masuenachuar).Co¡^rl:Na¡ua nasua, peqtrcio carnívo¡ode pelaje gris oscuroy cuello anillado

en blanco y negro (husbi en achuar).Coc,qun: tribude lengua tupi sobre el bajo Ucayali, enPerú.Coupnon¡,zco:lazo de parenresco espiritualinstituidoen oportunidad del bau-

tismo de un niño.Cottp¡.oRr:términopara dirigirse recíprocamenre enrre hombres vinculados

por el compadrazgo.CoNepRrus: especie de zorrino grande que vive en las orillasde los ríos.ENcnNcn¡,:adelanto a créditode objetos manufacturadosconsentidos a los

indiospor los comercianres regarones a cambio de los producros de la cose-cha; las rasas exorbirantes hacen la deuda casi inexdnguible.

EsrnavoNlo:nombre comúnde varias especies de Datura culdvadas.Gr,.qN¡olrro:especie de Passiflor4ásbol con fturoscomestibles (muncbijenachuar).Ho¡zrN:Opisthocomushoazin, pájaro que anida en los árboles a orillasde los

GLOSARIOS

M¡w:tribu jíbara del Perú, también llamada mayras.MoNoLANUDo:LagothrixcanA,moflogrande con pelaje rojoy cara negra(chuu

en achuar).Mopso: gran mariposa de alas azules y negras, común en roda la AItaAmazonia.N.eneN.¡tt-t L:solanum coconilla,especie cultivada de fruros comesribles, típica

de las regiones tropicales de Ecuador (hahuch en achuar).P¡c¡: Cuniculus paca, roedor semejante a un cerdo muy grande.PA¡mo TRoMPETA:ver Agamí.P¡ruenn MARFIL:ver Lhrina.Pru-v¡n¡,ToLDo:ver Aguaje.Pestllo: música popular tÍpicade los Andes de Ecuador.Pev*pájaro del género Penélope, del tamaño de un faisán (aunts en achuar).Plsnr,qco: términoquechua para designar a cierros

blancos con fama de matara los indios para exrraerle su grasa (Ecuador, Perú, Bolivia).PIrtLo:Pitylus grossus, pájaro gris oscuro con pico rojo, delramaño de un mirlo

(p ees -a-p ees en achuar).PoNco: fosa profunda animada de remolinossituada en el estrechamiento del

Iecho de un río al arravesar un desfiladero.Pnruos cRUZADos:para un hombre o para una mujer, todos los hijosde las

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rÍos (sasa en achuar).Hueu¡lse: tríbu jlbara de Perú.INce: género de leguminosa, silvestre y cultivada,cuyos frutosson comesribles.IsHplNco:Mctandracinnamonoides,losfruros de esra especie silvestre cuyosa-

bor es semejante al de la canela son unos de los principalesproducros delcomercio de interc¿mbioen la Amazoniacentral ecuaroriana.

l¿ulsres: tribude lengua quechua, región delHuallaga medio, en Perú.l¿¡R¡r: bastoncilloornamenral clavado en un pequeño orificioperforadobajo

el labio inferior.LelrRtto:obligaciónpara un hornbre de casarse con las viudas de sus hermanos.LI-eruN¿;Phytelrphas sp., palmera marfil,Ias fibras inrernas del estipe sirvende

pelo de escoba y el carozo de los frutos proporéionaun marfilvegetal; im-portante en el comercio de intercambioen la AIta Amazoniay sobre el liro-ral del Pacífico(chaapi en achuar).

LoNcuoc¡,npus: leguminosa cuhivada, empleada como yeneno de pesca (timiuen achuar).

MRR¡,Nrg:Maranta ruiziana,planta cultivada,también conocidacon el nom-bre de arrow-toot (chihierl achuar).

j jhermanas del padre y de los hermanos de Ia madre.

Pruuos pARALELos:para un hombre o para una mujer, todos los hijosde loshermanos del padre y de las hermanas de la madre.

PuseNc,q.: filtroa.moroso, términoquechua usado en Ecuador y perú.

Quecnue, (o quichua): lengua hablada por varios millonesde personas de losAndes y de la precordilleraamazónica en Ecuador, en Perú y en Bolivia.

Refc¡s vENENosAS:la pesca con raíces venenosas, común en toda AméricadelSur, se practica con diferentes especies de venenos vegetales.

R¡cnróN:vendedor ambulante fluvialque pracrica el comercio de rrueque conlos indios (ver Enganche).

Rvcú: Bixa orelkna,planta cultivadaque sirve para hacer tinturaroja.s.¡ut'¿lRr:mono ardilla muypequeño, de pelaje gris rojizoy cuello largo (tsenkusb

en achuar).st«t: Pithecia monacbus, mono de pelo largo negro amarronado y cabeza blanca

(sepur en achuar).SHuex: tribujíbara de Ecuador.Suml: espíritu,en quechua; designa especialmente las flechillas mágicas y los

espíritus auxiliaresde los chamanes.

402 LAS IANZAS DEL CREPIJSCULO

T¡¡,1¡,N¡ún: Thmandua tetradactyla, especie de oso hormiguero.

T¡v¡,zur.lo: Saguinus illigeri, pequeño mono negro con bigotes blancos (tsepien

achuar).

T.eMsenO: indígena empleado por el ejército para el mantenimiento de las pistas.

Ttuw: ThYra barbara, mustéIido muy sanguinario del tamaño de un hurón grande.

YRcu¡.: Genipa americana, planta culdvada que sirve para hacer una tintura

tegra (sua en achuar)'§?'¿.oR¡,Nl: tribu de lengua aislada; más conocida bajo el nombre Auca ( salvaje

en quechua); Amazonia central ecuatoriana.

Z¡r,,qnO: tribu de lengua aislada, actualmente extinguida; sólo subsisten algunos

individuos casados con quechuas; Amazonia central ecuatoriana.

VocesumRro /onno (ecuunt)

Acnu: palmera toldo o aguaje.

A¡Nrs: persona , toda entidad dotada de un alma rttahany considerada capaz

de comunicación y de entendimiento; engloba tanto a los seres humanos

GLOSARIOS 403

ArslNvermN: monólogo ceremonial por el cual el dueño de casa rechaza unavisita.

Au;uerlN: conversación ; gran di:ílogo ceremonial con la visita.CH,q.RRpR: gran tortuga de agua (Podocnemis expansa).

Cultr.lpul: taburete esculpido del dueño de casa.

CsruculR.l: juncos; diferentes especies de gramíneas utilizadas en la farmacopea.

Cuurucn: paludismo.E«Exr: parte femenina de Ia casa.

Eueser: el dañino ; principio inmaterial salido de un enemigo muerto en la

guerra y que viene a molestar a su asesino.

I¡evnneltu: danza festiva.

Itr¡r¡u«ElN: grave desorden orgánico provocado por la incorporación del almade un muerto por un niño.

Ivplrc'¿exrlN: monólogo ceremonial empleado paralanzar invectivas al adversa-

¡io en ocasión de un combate o para dar a entender a un enemigo que su

presencia ha sido descubierta.

INLtw¡.: palmera Maximiliana regia; especid,mente empleada para la confec-

ción de dardos de cerbatana.

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como a las plantas, los animales y los objetos'

A¡.ur.an: personaje de la mitología; raza de gigantes caníbales hoy desaparecida.

A;ur,tr,: equivalente del arutarn entre los aguaruna.

Axnnu: fusil, del español arcabilz.

Av,qN¡,: individuo que representa el prototipo de cada especie de animal y se

encarga de velar por sus congéneres; el cazador debe granjearse sus favores.

AMARAN: especie de hormiga venenosa; personaje de la mitología en el origen

de Ia muerte definitiva.A¡,tx,tNx: uno de los espíritus madres de las presas , Particularmente encarga-

do de velar sobre los tucanes.

Awrc a-migo ceremonial.

AnrNr: encantamiento cantado, utilizado en todas las circunstancias de la vida

cotidiana y rirual para obtener un resultado deseable o granjearse los favores

del destinatario.

ApeCH: término genérico que designa a los quechuas y a los blancos hispanohablantes.

Al¡vrn: viola de dos cuerdas, probablemente copiada del violín euroPeo.

AnUTRU: principio inmaterial que se encarna en el fantasma de un antepasado

en el curso de un trance inducido por alucinógenos y que confiere fuetzay

protección al destinatario de la revelación.

IprnxR.ettrul¡l: invitación'; trabajo colectivo concluido con una fiesta de bebi-da ofrecida por el beneficiario de la ayuda.

Irr: paño masculino de algodón.

Ivr¡,NcH: espíritu de los muertos encarnado en los animales o los fantasmas

antropoides; término genérico que designa ciertas manifestaciones nefastas

del mundo sobrenaturales y de Ia práctica chamánica.

Juru¡ru: uno de los espíritus madres de las presas ; caníbal, barbudo y troglodi-ta, está más particularmente encargado de velar sobre los monos.

JuuNr: gran hombre ; término de respeto que designa a los grandes guerreros

líderes de facción.

Ker¡,n¡¡r,t: hombre valeroso.

K.lvlr: tipo de árbol utilizado para la fabricación de esa¡dos tantar.

KrvpRNR«: H1ospatha, g., pequeña palmera empleada en la cobertura de los

techos.

K¡,¡¡rs¡: amarantácea cultivada que se utiliza en la farmacopea.

Kenruur,,q,R: sueño de comunicación con un ser espacial u ontológicamente dis-

tante.

Knr¡s: tubos ornamentales masculinos que traspasan el lóbulo de las orejas.

KrpuNru: blanco no hispanohablante, del español gringo.

LAS TANZASDELCREPÍ]SCULO

Ku¡eluar: indisposiciónprovocada en una persona por los pensamienros bu¡lo-nes que dirigesobre ella su entorno.

Kuup,r:del español coMpADM.KuNruN:pil.meraJessenia weberbaueri; frutos comestibles.KuNruru¡.R:sueño de buen augurio paralacaza.Kus¡R:pez de del úpo Brycon (cbaracidae).KuteNx:pequeño banco de madera reservado a las visiras.MlcHlp:Iiana del úpoPhoebe utilizadaen la confeccióndel curare.MetN: gusane¡a'; lesión consideradacontagiosa, característicapor las necrosis

y las ulceraciones.Mes¡rn¡,-up¡.n:sueño de mal agüero.Mults:vaso de fermentaciónpara la chicha de mandioca.MusRcu:constelación de Pléyades

y personajes de la mitología.MusRp:filt¡oamoroso.N¡vppn:fiesta.N¡uprr:canto de fiesta de bebida.N.cMur:chicha de mandioca muy fermentada consumidaen ocasión del ritual

anemat áe partida a la guerra.N¡¡¿uR:concreción pétrea encontrada en el cuerpode cierros animales, y que

p.qus,l«: contaminación que emana de un muerto.Pe.rx: lecho de láminas de palmera o de bambú.

Pr,pu: flaura corta destinada a ejecutar los anentPlNlNruR:bol en tierra cocidadecorado que se utilizapara beber la chicha de

mandioca.PrNrur:varias especies de piperáceas cultivadas que se utilizanen la farrnacopea;

flauta travesera de dos agujeros.Plgsur: Abhernanthera knceokta, amaranrácea utilizada en la farmacopea.Ptru,r: cesto con tapadera donde los hombres colocan sus efectos personales.Pn¡Nsls: francés , del espaí,ol francés.PursuM.qR: blanqueo ; especie de anemia considerada contagiosa.Srneu: uno de los espíritus madres de las presas ; viveen los pantanos y se

manifiesta sobre todo por gemidos escuchados en la bruma.sHereru: esplritu amo de la selva; creador y horticultorde las plantas salvajes.Sruxep: cinturónfemenino de fiesta provistode campanillas.Sru,urc:perlas de vidrio.Snlulr¡r:Apeiba membranacea, árbol de Ia familiade las tiliáceas.sulNru-ssrxrc:escobilladel chamán, confeccionada con una piperácea silvestre

del mismo nombre.

GLOSARIOS 405

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sirve de amuleto de caza o de pesca.N.eNren:piedra mágica que sirve de a.muletopara el cukivode los huertos.Nes¡,v,q.n: soplido ;resfrío causado en el niño porel contacto con la sombra de

un muerto.

Nlt¡lr¿:brebaje alucinógenode los chamanes, preparado a parrirde la lianaBaniteriopsis.

Nt¡mueNcH:chicha de mandioca.NuNxul:personaje de la mitología;creadora y ama de Ias plantas cultivadas.NuplR.: sapotácea cuyosfrutos secos son utilizadoscomo campanillas.Pe,trt: misioneros salesiano s; del espaiol padre.Pn¡ulut: pasmo súbito ;desorden orgánico causado en los niños por una visión

espantosa, generalmente de una entidad sobrenatural.PeN«¡Rrstt: misionerosprotestanres; delespañol eaangelista.PeNrl:anaconda.

PeNru: tipode chamán'pa¡ricularmenreraro y famoso, capaz de ser poseídopor el espíritu de los muertos.P,qsux: términogenérico que designa a los espíritus auxiliaresdel chamán.PnsuN: califica todo acontecimientoconsiderado de mal agüero.

surwnn: enemigo uibal jíbaro;designa a todo jíbaro que habla otro dialecroque el propio y con el que no es reconocidolazo alguno de parentesco.

sr-¡NI«pr:a¡a-áa seMticavenenosa, a ve@s conslunida por las mujeres para suicidarse.SuNrcun: enfermedad ; todo desorden orgánico de origenno directamente

cha-mánico.TRcs¡.u: platohecho de tierra cocida barnizado de negro.T¡¡¿pucn: indisposiciónprovocada en una persona por el uso de un objero que

Ie ha sido prestado o regalado.TRNrsu:empalizada protecrora hecha de rroncos de palmera erigidaalrededor

de las casas fortificadas.T¡,NxR¡,rRsH:parre masculina de la casa.TRNren: escudo de guerra de forma redonda.T¡,prulun: pasmo súbito ; desorden orgánico provocadoen el niño por la vi-

sión del alrna de un muerro.

TRR¡cu:pieza de algodón utilizadapara confeccionarel paño femenino(parnpayia).TRp¡vrnr:primeraesposa.TesHlvptu: instrumento musicaltocado con un arco.

406 tASTANZAS DELCREPÚSCULO GLOSARIOS

TAUN:APidosPerma megahcarpon, apocinácea cuyo tronco finoy derecho sirve

para hacer percas y astas.Tnw,qs¡r,' corona de plumas de tucá¡ negras, rojas y amarillas; ornarnento masculino.

Trtrptun:espíritu familiarde los chamanes; devora el hígado de sus víctimasdormidas.

TseNts,c.: cabeza reducida de un enemigo;elemento principaldel rittaljuuntnam?er ( la gran fiesta ).

TsRy¡.NtRx:arco musical unade cuyas extremidades está colocada en Ia boca,

que cumple la funciónde arco de resonancia.TsEts: curare.TsE¡¡ts,u: dardos de cerbatana y flechillas mágicas de los chamanes.

Tsue«: remedio .TsuR«nRTIN:calificaal chamán curandero .TsuNru: espíritus del río; creadores y depositarios de los poderes cha.mánicos.

Tumsu: deuda ; se emplea en el contextodel trueque diferidocomo en el delavenganza.

Tuxcul: hechizo ; calificatodos los desórdenes orgánicos flsicos provocadospor los cha.manes.l l

'ülavpl:pez del ripo Brycon.

.X/¡uv¡,x:loco, insensato; persona con comporramientoimprevisiblee incon-venlente.

§lawexnqlN:califlca al chamán hechicero .-WRyus:especie cultivadade llex, infusiónhecha con hojas y bebida con la aurora.\/EA:maestro de ceremonia en el ritualdela tsantsa (cabeza reducida) entre los

jíbaros shuar.tWINcnu:palmera cana.Yllrl¡,scHICFIAM:discurso lento ; pequeño diáiogoritualcon la visita.Y.rrucu:Hyeronimaalcborneoides,euforbiácea cuyos frutos son parricularmen-

te apreciados por los tucanes.

YRN,ts:término empleado por un hombre para dirigirsea la esposa de su amigoceremonial y por una mujer para dirigirsea la esposa del amigoceremonialde su marido.

Y,rprup,q.: especie de Wrbena culdvada que se utilizaen la farmacopea.Y¡,uNcnuAUJMATsAMU: discurso de otro tiempo ; mito.Y.t»rz*jaguar; nombre genérico de diversas especies de felinos; perro doméstico.Y.trxrletrr¡,r¿: pez-gato moreado (pimelo didae).

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Tulrul:gran tambor fabricadocon un tronco vaciado; ubicado enel unhama¡h,sirve para comunicarse entre las casas y para llamaraJ arutam.

Tunu¡l: Hyospatba tessmanni, pequeña palmera empleada para Ia cobertura de

los techos.

U¡e¡: ritual de proteccióny de estimulaciónde guerreros llevado a cabo por susmujeres durante todas las noches cuando éstos hart partido a la guerra; can-to en canon típicode ese ritual.

UwtsutN:chamán.lJyuN:cartera de red o de piel llevada enbandolera por los hombres en Ia caza

o en la guerra.UyusH: una especie de perezoso (Cboloep hofmannicapitali);hijade Nunkui

en la mitología.'§7'n¡e: cónyuge potencial para un hombre o para una mujer;entran en esta

categoría los primos y las primas c¡uzados (hijosde las hermanas del padre yde los hermanos de Ia madre) como,

Paraun hombre, las esposas de un

hermano y, par:- una muje¡ los hermanos de su marido.'§(/'¡.xrN: alma ; principioespiritual propiode las personas y que permite la

comunicación,el entendimiento y la intencionalidad;facultad atribuida a

los seres humanos tanto comoa las plantas, los animales y los objetos.

Yus: Dios, del espaiol dios.

ENSAYOBIBLIOGRÁFICO

He desdnado este libroa lectores muy diversos que espero hayan encontrado enél con qué mantener su interés. Con el finde que sea accesible a un público deno-especialistas, he omitidoespecialmente en el texto las noras, las referenciasbibliográficas,las discusiones de escuela, los rérminos técnicos, los diagramas,en breve, todo el eparato erudito que a menudo intimiday repele al profano enlas obras más clásicas de emologla.La pequeña guía que sigue busca corregirun

poco esta desenvoltura proporcionando una lista de lecturas complementarias aaquellos que deseen profundizarsu información.Las referencias comentadasson aquí presentadas capítulo por capítuloen el orden de los temas abordados.

Pnóloco

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Existe una abundante literatura sobre los mitos suscirados en occidente por eldescubrimiento de los naturales de América. Jean-Paul Duviols,LAmériqueespagnolz uue et réaée: les liures de uoyage de Christopbe ColombI Bougainuille,Parls, Promodis,1986, yTzvetan Todorov, La conquéte de lAmirique:k questionde l'autre, París, Seuil, i 982 [trad. esp.: La conquista de América:el problema delotro,Madrid,,Siglorc«, 1987],constiruyenbuenas introduccionesal tema. Lasdos sumas de AntonelloGerbi,desaforrunadamente no traducidas al francés,son las obras de referencia indiscutiblessobre la cuestión: La naturadelb Indienoue,Milán-Nápoles,Riccardo RicciardiEditore,1975 ftrad.esp: Lanaturale-za de l¿s India¡Nueua¡, México,Fondo de CulturaEconómica,19781, y Ladisputa d.el Nuouo Mondo,1955[trad.esp.: La disputa d¿l Nueao Mundo,Méxi-co, Fondo de CulturaEconómica, 1960].Publicada en l9l3,laobra de G.Chinard es siempre de acrualidad: LAmériqueet le réue exotiquedans k lixératurefrangaise des xtte. )(wile.siicles,Paús, Hachetre. Sobre la percepción de los

indios de Brasilpor los franceses del sigloxvr, se consulrará con interés: BernadetteBucher, La sauuage aux seins pendanfi,París, Herma¡n,1977, y FrankLestringant, L'atelierdu cosmographe, ou I'irnage du monde I la Renaissance, pa-rís, AlbinMichel,1991, El pequeño librode AlainGheerb rant, LAmazone, un

409

TAS LANZASDELCREPUSCULO

géant blessé, París, Découvertes Gallimard,1988, le vendrá muy bien al lector

urgido.Alexandrevon Humboldt,géografo, naturalista y etnólogo auant lalettre, es sin duda el primer estudioso en presentar una visióncientíficamoder-na de Ios indiosde Américadel Sur hacia finesdel sigloxvlll;se leerá con interéssu Volage dans lAmériqueéquinoxiah,ParÍs, Maspero, 1980 [trad.esp.: DelOrinocoal Amazonas:uiaje a ks regiones equinoccialesdel nueao continente,Bar-celona, Guadarrama, 1982; Labor, 1988]. Aunque losnumerosos librosdeHumboldtsobre América tuvieronun gran éxitoen toda Europa, Hegel noparece haber sacado provechode ellos; la imagen negativa, y comPletamenteimaginaria que este últimopresenta de los amerindios en La rai¡on dans I'bistoire.Introductioná h phitosopbie de l'bistoire,París,Union Générale d'Édidon, 1965

[trad. esp.: Lecciones sobre k flosofiade h historia uniaer¡al, Madrid,Alianza,1980],es sin duda una herencia de Buffon(De l'homme,París, Maspero,L97l),él mismo influenciadopor los relatos tendenciososde los jesuitas del Paraguay.

Sobre la ciudad de Puyo y sobre los canelos de lengua quechua queviven ensus alrededores, se podrán leer las dos monografias etnológicas de No¡man\Thitten:Sacha Runa. Etbnicityand Adaptation ofEcuadorianJungh Quichua,Urbana, Universiryof IllinoisPress, 1976, y Sicuanga Runa. The Other Side ofD l i A i E d U b U i i f Illi i P 1985

ENSAYOBIBLIOGRÁFICO

fía de Rafael Karsten, The Head-HuntersofWesternAmazonas: the Lifeand Cubure

of the Jibaro Indians ofEastern Ecuador and Perz¿, Helsinki,Societas ScientarumFennica, 1935; prosigue con el librode Matthew Stirling, Hi:toricalandEthnograpbical Note¡ on the Jiuaro Indiaa¡'§?'ashington, SmithsonianInstiturion,1938,y acaba con el de MichaelHarne LesJiuaros, homme¡ des cascade¡ ¡aoéelParís, Payot, t977 (Ia edición origindestadounidense data de 1972, pero lainvestigaciónetnográficafue llevada a cabo esencialmente hacia fines de losaños cincuenta).El segundo período comienza en la década del setenta con laafluencia de etnólogos de todas las naciona.lidades, muy pocos de los cuales, sinembargo, han publicado monografias.Entre éstas cuentan: MichaelBrown,Tsewa's Gifi.Magicand Meaning in an AmazonianSociety, §7'ashington,

Smirhsonian InstitutionPress, 1985,

y Unapaz incierta,

Lima, cAel,s.d., sobre

Ios jíbuos aguarana; PhilippeDesc ola, La nature donertique. Symbolisme et praxisdtns l'écologiede¡ Acbuar, París, Éditionsde Ia Maison des Sciences de l'Homme,1986, sobre los usos y concepciones de Ia naturaleza entre los jíbaros achuar, yCharlotteSeymour-Smi¡h,Shiutiar, Idenidad.átnical cambio en el río Corrientes,

Quito-Lima,coedición Abya-Yala-cnep, 1988,sobre los jíbaros en dicha regiónde Perú. A partirde fines de los años setenta, Ios misionerossalesianos en Ecuador

l jesuitas P ú comen aron ig almente bli d manera sistemática en

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Deuelopment inAmazonianEcuador Urbana,Universiryof IllinoisPress, 1985.La literatura sobre los jíbaros es inmensa: una bibliografíapublicadaen 1978reseña más de 1.300 títulosde artículos o de opúsculos, a los que hay queagregaf unos buenos cincuenta publicados después. En lo esencial, se trata de

relatos de exploraciones abortadas, de documentos administrativoso misione-ros, o bien de especulaciones ociosas sobre las cabezas reducidas escritaspormédicos militaresretirados. Las razones de este entusiasmo maniáticopor escri-bir son múltiples:las cabezas reducidas, obviamente,pero también la resisten-cia victoriosaopuesta durante más de cuatro siglospor los jíbaros a la presenciade blancos sobre un territoriogrande como Portugal¡ sin embargo, próximode las ciudades importantesde Ios Andes. Este aislamiento salvaje los convirtióen objeto de especulaciones intelectuales ranto más prolijascuanto más diftcil¡esultaba su abordaje. A esto se añade una masa demográficaconsiderable, yaque, con una poblaciónde cerca de 70.000 personas actualmente, aún consti-tuyen el mayor conjuntoérnico culturalmentehomogéneo de la Amazonia.Sobre la imagen de los jíbaros en el mundo hispanoamericanoy en Europa,podrá leerse el artÍculode Anne ChristineTaylor,"'Cetteatroce républiquede

la forét'... Les origines duparadigme jivaro",Gradhiua, 3, 1987. La etnologíade los jíbaros ha conocidodos períodos. El primerocomienza con la monogra-

y los jesuitas en Perú comenzaron igualmentea publicar de manera sistemática enespañol los materiales etnográficos recopiladoscon ocasiónde su sacerdocio. Lasiega es particularmente rica en el dominiode la mitologíay del ritual;haré refe-rencia a ella repetidas veces en el curso de este ensayo.

El abate Frangois Pierre publicóel relato de sus aventuras sobre elBobonazaen su Voyage d'expbrationchez les tribus sauaages de I'Equateur,París, Bureaux del'année dominicaine, 1889. El descenso del mismoBobonaza es descritoporBertrand Flornoyen sus Volages en Haut-Amazona,Río de Janeiro, Adanta Edi-tora, 1945 [trad. esp.: AboAmazonas, Santiago de Chile, Col.Viajes y Panora-mas, ztG-zAG,1940].En cuanto alas desventuras de IsabelleGodin des Odonnais,fueron relatadas por su marido Louisen una larga carta incorporadaa un librode Charles-Marie de La Condamine, Relationabrégée d'un uoyage fait dansI'intérieurde lAmériqueméridionale...,París, Veuve Pissot, 1745. FlorenceTiystram ha presentado un relatoimaginadodel periplode los académicos fran-ceses, Le procés da hoiks, París, Seghers , 1979l' no sería demasiado aconsejar sulectura.Una selección de textos de La Condamine recientemente publicadadará por lo demás una idea de lo que fue su viajepor los ríos Marañón yAma-zooas, Voyage sur lAmazone,París, Maspero, I981. Finalmente,no hay mejorinvitaciónaviqar a Ecuador que el diariopublicado porHenri Michauxdes-

pués de su estadía en ese paísGallimard,1968 (1 ed., t929)

Tusquets, 1983].

tAS LANZAS DELCREPIJSCULO

en 1928: Ecuador.[crad. esp.: Ecuador.

Journal de aoyage, Pari,s,

D iariode uiaje, Barcelona,

Cnplrulosr, tr y rrr

He dedicado largos análisis al simbolismode la casa achuar como a sus récnicasde construcciónet La nature domestique, op. cit., capítrtlo4. Sobre los efectossociológicosy ecológicos inducidos por el pasaje de un hábitat disperso a unhábitat artificialmentereagrupado como aldea, se podrá consultar PhilippeDescola, Ethnicitéet développementéconomique , en Indianité,etbnocide,indigénismeen Amériquektiz¿, Toulouse-Parfs, Éditionsdu cNlS, 1982, y Fromscattered to nucleated setdements: a process of socio-economic change amongthe Achuar ,en Norman \Thitren(dir.),CulturalTiransformationsand Ethnicityin Modern Ecuador, Urbana, Universiryof IllinoisPress, 1981.

EI sistema de parentesco jíbaro da cuenra de un ripoque los etnólogos lla-man dravidiano ,porque fue primero descriro en Ia Indiadel Sur, pero que seencuentra en otras regiones del mundo y especialmente en gran parte de IaAmazonia Está fundado sobre una forma de clasificarlos parientes que disdn

ENSAYOBIBLIOGRAFICO

tnalizado en Philippe Descola, Te¡ritorialadjustments amongthe Achuar ofEcuador , Informaüons sur le¡ Sciences Sociale¡,21 (l), 1982, y Anne Christine

Ttylor, The marriage alliance andits structuralvaria¡ions inJivaroansocieties ,Informationssur les Science¡ Sociales,22 (3), 1983.

Cepfrulov

La importanciadel cromatismo en el pensamiento amerindioha sido puesta a

la luz por Claude Lévi-Srrauss en loscuatro tomosde sw Mltthohgiques,París,Plon, 1964, 1966, 1968 y 197 |,y muy particularmenteen el tomo I, Le cruetle cuitltrad,.esp.: Mitohgicas: Lorudo y lo cocido, México,Fondo de CulturaEconómica,1968].

Cnplrulov

El intercambiode bienes desempeñó un papel central en varias sociedadespremodernas sin tener nunia una finalidaddirecramente económica.El prime-ro que llamó laatención sobre esta cuestión fue MarcelMauss en su célebre

413

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Amazonia.Está fundado sobre una forma de clasificarlos parientes que disdn-gue entre losprimosparalelos (hijos de los herma¡ros del padrey de las hermanasde la madre), asimilados a hermanos y hermanas y rratados como consanguí-neos, y los primoscruzados (hijos de las hermanas del padre y de los hermanos

de la madre),considerados como afines, es decir, comoparienres por alianzacon los que el matrimonioes posible.Aparrir de esta relación central,todas laspersonas unidas por un lazo genealógico con un individuocualquiera puedenser clasificadas por él en dos categorías, los consanguíneos y los afines. Así, untío paterno será un consanguíneo, mientras que un tío maternoserá un afín;lamujer de un tío paterno será una consanguínea, miencras que el marido de unatía paterna será un afín, etc. Ent¡e los achuar, el matrimonioestá prescrito enüeprimosctuzados, Io que conduce a perpetuar generación tras generación losciclos de alianza en elseno de un mismo núcleo de parentesco (una parentela).La residencia después del matrimonioes llamada uxorilocal,es decir, que elyerno debe obligatoriamenteestablecerse en la casa de los padres de su esposa.Sobre los sistemas de parentesco d¡avidianos engeneral, puede leerse LouisDumonc,Drauidienet Kariera.L'alliancede mariage dans l'Inde duSud et enAu¡tralie,París-La Haya, Moutoo,1975. El sistema de parenresco achuar es

ro que llamó laatención sobre esta cuestión fue MarcelMauss en su célebre Essai sur le don (reeditado en Sociolo§e et anthropologi¿,París, puF, 1968-1969 [trad. esp.: Sociologíay antopología, Madrid,Tecnos, 1971]. Asimismose

podrá consultar:KarlPolanyiy C. Arensberg (dirs.), Les systimes économiquet

dans l'histoireet k théorie, París, Larousse,1975 (1'ed. estadounidense, t957);MarshallSahlins, Áge de pierre, á.ge d'abondance,Pails, Gallima¡d,1976 (1 ed.estadourriden se, 1972); MauriceGodelie¡ De la monnaie et de ses fétiches(reeditado en Horizon, trajets marxistes enanthropologie,París,Maspero,1973,caplrulo 4);ArjunAppadurai (dir.),The SocialLifeof Things:CommoditiesinCulturalPerspeaiue, Cambridge, Cambridge UniversityPress, 1986, y CarolineHumphreyyS. Hugh-Jones (dirs.),Barte¡ Exchange andValue. AnAnthropobgicalApproacb,Cambridge, Cambridge UniversiryPress, 1992.

Sobre los procedimientosde clasificaciónde los objetos naturales en la obraen las sociedades sin escritura, se puede leer Claude Lévi-Strauss, La penséesauaage, París, Plon, 1964

krad-esp.: Elpensamiento saluaje, México,Fondo de

Cultura Económica,1970); yo he dedicado un largo estudio a los sis¡emas declasificaciónachuar de las plantas y de los animales en La ndture ¿omestique, o1t.

cit.,capíulo 3. Fi^ayanlisis de los cantos mágicos anent en Anne Christine

t.A'STANZASDELCREPÚSCULO

Táyloa Jivaroan magical songs: achuar anentof connubial love ,Amerindia,S,

ParÍs, 1983, y Philippe Descola, La nature domestique, op. cit.,passim, para losjíbaros achuar, y en MichaelBrown,TiewalsGifi,op. ch., pássim, para los jíbarosaguaruna.

C,qpfrulovr

Para un estudio técnico de la horticulturasobre parcelas quemadas, el trata-mientode las plantas cultivadas y el simbolismodel huerto entre los achua¡puede recurrirse a P Descola, La nature dornestique, op. cit., capítulo5. El desa-

rrollosobre Nunkui, la maestra mlticade los huertos, subraya, contra las teoríasde la trascendencia de las religiones primitivas(por ejemplo,MarcelGauchet,Le désenchantement du monde. Une bistoirepolitiquede la religion,París,

Gallimard,1985, pero también los misioneros salesianos), que los héroes de lamitologíajíbara son inmanentes al mundo, que se distinguenpoco de los hom-bres y no son ni superiores ni exteriores a ellos. Este rasgo es probablementecaracterístico de todos los politeísmos, como sugiere MarcAugé en su Génie dupaganisme París Gallimard 1982 [trad esp : El genio del paganimo Barcelo-

ENSAYOBIBLIOGM-FICO

con esre úldmo awor (La potiirejalouse, París, Plon, 1985)[trad.esp.: La alftreracelosa,Barcelona, Paidós, 1986] en su críticade la perspectiva freudiana (S.Fretd, L'interpretationdes réaes, pur, 1967; ed. original,1899) [trad. esp.: Lainterpretaciónde los sueños, en Obras comPletaL t. IY-v,Amorrortu,Buenos Ai-res,19791.

Cepfrulovll

He dedicado un largo estudioa las técnicas achua¡ de cazay d, simbolismode larelacióncon los a¡imales en La nature d.ornestique,o?. cit., capítulo6. Sobre las

razonesculturales que han impedido la domesticación de los animales por los indí-

genas de laAmazonia,podría consultarse:Philippe Erikson, De l'apprivoisement)l'approvisionnement:chasse, alliance et familiarisationen Amazonie

. amérindienne , Techniques et Cultureg,1987, y P Descola, Généalogie desobjets et anthropologie deI'objectivation , enB. Latoury otros (dir.),L'intelligencedes techniques, París, La Découverte,1993.Lafiguradel Señor delos Animaleses común desde Siberia (por ejemplo, RoberteHamayon,La chasse

t l'áme úquissse dirne tbéorie du chamani¡me sibéien París Société d'Ethnologie

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paganisme, París, Gallimard,1982 [trad. esp.: El genio del paganimo, Barcelo-na, Muchnik,1993).

Clpfrulovrt

La etnología reconociómuy prontola importanciacrucial que las sociedades

premodernas otorgaban a los sueños y a su interpretación.Los primeros teóricosde Ia disciplinase esforzaron en explicarcon referencia a la actividad oníricatantola religiónprimitiva-por ejemplo, EdwardTáylor, La ciuilisationprimitiue,Pails,Reinwald,1876-1878 (ed. originalinglesa, 1871)- como la mitología-KarlAbraham,CEuares com?lltell. Réue et m1the, París, Payot, 1965 (l^ed., 1909)-.Existe una abundante literaturasobre la cuestión, queexPresa Puntos de vista a

menudo inconciliables;se hallará un eco en dos obras recientes: MichelPer¡in,Les practiciens du réue. (Jn exemple decltamanisme,París, t'uF, l992,yB.Gdlock(dir.), Dreaming. Anthropologicaland PsycbologicalInterpretations,Cambridge,CambridgeUniversiryPress, 1987. Mianálisis delsistema achuar de interpre-tación de los sueños se inspira en el método estructuralde análisis de los mitospuesto a punto por Claude Lévi-Strauss(Mitohgicas,op. cit.); coincidetambién

t l áme. úquissse dirne tbéorie du chamani¡me sibéien,París, Société d Ethnologie ,

1990) hasta Tierra delFuego; se hallará un estudio del fenómeno en Américadel Sur en OttoZelies, '§7ildund Bushgeister in Südameriki',Studien zurI{uhurbunde2, xt, y una tentativa de establecer un orden comparativoen P

Descola, Societies of naure and the natu¡e of sociery , en A.Kuper (dir.),ConceptualizingSociety, Londres, Routledge,1992; véase también, para unmagistral estudio de caso en la Amazonia delNoroeste, Gerardo Reichel-Dolmatoff,Desana Le sltmbolisme uniuerseldes Indiens tuhano duVaupés,París,Gallimard,t973 led.originalen español, Simbolismode lo¡ indio¡Thhano delVaupés, Bogotá, Universidadde los Andes, 1968].

Cepfrulo rx

Para información complementariasobre las técnicas de pesca y el simbolismodel río, podrá consulrarseP Descola, La nature domestiqu+op. cit., capítulo 7;sobre los ciclosde rempero y el calendario astronómicoy climático,)dem, capi-tulo 2. Un número especial del Bulletinde I'Institutfangaisd'études andines, r.)o( (1), I 99 I, ofrece un panorama muy completo del fenóme no del pisthaco en

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420 I.ASTANZASDELCREPÚSCULO

ciente de los debates sob¡e las teorías ecológicas de la guerra, véase BrianFerguson, Game \ffars?Ecology and conflictsin Amazonia', Journal ofAnthropological

Research,45,1989; se halla¡án elemenros para una refutación críticaen P Descola,La nature domestique, op. cit., Le déterminisme famélique , enA. Cado¡er(dir.), Chasser le naturel París, Éditionsde I'euxs, 1988, y Lexplicarioncausale ,en P Descola y otros, Les idées de l'anthropolo§¿,París, ArmandColin,1988).Para Pierre Clasres, en cambio, las guerras amerindias son un mecanismo sutilde disociación internaque evitaría la emergencia del Estado (véanse sus Recherches

d'anthropologie politique,París, Le Seuil, 1980 [trad. esp.: Inuestigacionesen an-tropologíapolitica,Barcelona, Gedisa, 1981]). Otrosconsideran, incluso,lasguerras amerindias comoun inst¡umentode capitalizacióndel patrimoniogenético de los grandes guerreros (por ejemplo, Napoléon Chagnon, Lifehis-tories, bloodrevenge and warfa¡e in a tribal population',Science,239, 1988).Pese a la incompatibilidadde puntos de vista que reflejan,todas estas explica-ciones tienen por característica común reducir las guerras amerindias aunasimple función,y por tanto a una causa única, sin tomar en cuenra nunca laextrema diversidad de contextos sociológicosy culturalesde las confronracio-nes armadas. Antes que aprehender la guerra amerindiacomo un conjuntohomogéneo de fenómenos, susceptibles de ser explicados con una únicafun-ción oculta, me parece preferiblever en ella la manifestación de un tipopafiicn-

ENSAYOBIBLIOGMFICO

verdaderamente convincentes. Las descripciones minuciosas del :iiruaJ. de tsantsarecogidas por el padre Siro Pellizza¡oentre los jíbaros shuar y publicadas en espa-

ñol son de una calidad etnográficatotalmente diferente (S. Pellizzaro, Alturnpum.La reducción de l¿s cabeza¡ cortadas, Sucua [Ecuador],MundoShuar, 1980, yTiantsa. La celebración de [¿ cabeza reducida, Sucua, MundoShua¡ 1980). Explo-rando estos notables documentos, Anne Christine Thylorha propuesto reciente-menre una interpretación particularmenterica y originaldela caza de cabezas: Les bons ennemis et les mauvais parents. Le symbolismede l'allianceda¡rs iesrituelsde chasse atx tétes des Jivaros de I'Equateuf',en E. Copety F. Héritier-Augé (dirs.), Les complexitésde lalliance, tv. Économie, politiqueet fondementssynboliques de l'alliance, París, Éditionsdes fuchivesContemporaines, 1993;misconsideraciones sobre la caza de cabezas en esre librole debe mucho.

Sobre la oposiciónentre las sociedades modernas, donde el individuoes lapiedra de toque del edificiosocial, y aquellas donde sólo dene sentido yvalorensu subordinacióna una totalidadmás englobante, véase LouisDumont, Homodequa.li¡:gen¿se et épanouissement de I'idéolagieéconomique, París, Gallimard,1978,y Essais sur l'indioidualisme.Une perspectiae anthropologiquesur I'idéobgiemoderne, París, Le Seuil, 1985. El lectorpodrá constatar que mi posiciónes másmatizada que la de Dumont,ya que me parece posible hablar de valores indivi-dualistas en sociedades premodernas como las de los jíbaros.

42r

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lar de ¡elaciones sociales a través de las cuales son constanremenre negociadas yreproducidas la identidadcolectiva, las fronteras étnicas ylas posiciones estatutarias.La violenciaes sin duda una consta¡te de la naruraleza humana; ella no tiene,

pues, que ser explicada en tanto tal. Lo que merece la atención de la etnología, encambio,es la manera como cada sociedad codificasegún sus propios crirerios laexpresión individualy colectivade la violenciaconsidera¡do algunas de sus for-mas como legítimas y otras como socialmente inaceptables. Esta codificaciónconsdtuye, en eGcto, un potente revelador de la fi.losofía social de unacultura. Lacausa, los motivos o los ¡esultadosde la guerra jíbara son, por ranro, menos signi-ficadvos que Ia manera como recorra en el seno del campo social¡elaciones dea,lianza y de hostilidad que son indiciosranto para comprender mejorlos crireriosque definen la identidad y Ia alteridadcomo para establecer los límires y los alcan-ces de las redes de intercambio inte¡tribalesy de los sistemas políticos regionales.Sobre este tema, puede consultarse mi a¡tículo Les affinités sélecrives:alliance,guerre et prédationda¡s I'ensemble jibaro ,L'Homme,126-128, 1993.

La cuestión de la caza de cabezas jíbara es abordada por R. Karsten y M.Ha¡ner en sus monografías ya citadas, pero sin proporcionar inrerpreraciones

p j

Celfruloxx

Sobre arutam, puede consultarse,para los jíbaros shuar: R. Karsten, The Head-Hunter¡ ofVestern Amazonas, op.cit.,5^ parte; M.Harner, Les Jiaaros, op. cit.,capítulo4, y Les ámes des Jivaros , en R. Middleron(dir.), Anthropobgiereligieuse, París, Larousse,1974 (traducciónde un artículoaparecido en inglésen 7962), y S. Pellizzaro, Arutarn. Mitosy ritospara propiciar los espírifzs,Sucua,MundoShuar, s.d.; para los jíbaros aguaruna, el lector puede acudir a M.Brown,Tieua\ Grfi,o?. cir., capítulos2y 6,y Unapazincierta,op. ch., capítulo 11.

Cepfrulos )o(y

)«rLa literaturasobre el chamanismo es considerable, pero de una cualidadmuydesigual. Laúnica verdadera síntesis sobre la cuesdón es desgraciadamente la de

422

Mircea Eliade (Le chamanisme et les techniques archai'ques de l'extase, París, Payot,

1951) ltrad. esp.: El chamanismo y l¿s técnicas arca;cas del éxtasis, México,Fon-do de Culrura Económica, 1986];desgraciadamente, porque su Punto de visca

alayezmístico y reductor da muy mala cuenta, en verdad, de la complejidad del

fenómeno. Las tesis de Eliadehan servido de punto de partida a numerosas discu-siones críticas sobre la naruraleza del chamanismo: E. Lot-Falck, Le chamanismeen Sibérie essai de mise au point , Bulletinde lAsiedu Sud-Exe et du Monde

Insulindienv, 3, fasc. 2, 1979 Jean Malaurie, Note sur l'homosexualitéet le

chamanisme chez les Tchouktches et les Esquimaux d'Asie ,Nouaelle Reaue

d'Ethnopslchiatrie,19, 1992. Lluc deHeush, Possession et chamanisme , en

Pourquoil'épouser? Et autret essais,París, Gallimard,1971; Roger Bastide, Z¿

riue, l a transe et kfotie,París, Flammarion,1972; I. M-Lewis,Les religionsde

I'extase. Étude anthropologique de hpossession et du chamanisme,París,pur,1977(1'ed. inglesa,l97l);G. Rouget, La musique et la transe, op. cit. Segrtn algunosaurores, la definicióndel chamanismo puede oscilar entreuna simple técnica

terapéutica (M.Bouteiller, Cltamanisme et gtérison rnagique, París, rur, 1950) yuna vasra concepción del mundo que caracterizaría a gran número de pueblos(R. Hamayon, La chasse i l'áme, op. cit.).Se halla¡á una buena síntesis de los

trabajos antropológicos recientes sobre el cha-manismo en dos números especia-

ENSAYOBIBLIOGRÁFICO

Shamanism in South America,Yale, Yale UniversityPress, 1987. Dos textos de

C. Lévi-strauss son absolutamente fundamentales paracomprender ladimen-sión simbólicade Ia cura chamánica: Lefficacitésymbolique y Le so¡cier etsa magie , ambos publicados enAnthropologie structurale,París, Plon, 1958

[trad. esp.: Antropologíaestructural, Buenos Aires,¡uo¡sl, 1969). Latesis, ac-

tualmente recusada, según la cual el chamán es un neuróticoha sido sostenidapor I. M.Lewis, Le¡ reli§onsde I'extase, op. cit., y George Devereux, Essazs

dbthnopsychiatriegénérale, París, Gallimard,l970.Sobre las prohibicionesali-mentarias como instrumento de clasificación social,véase C. Lévi-Strauss, E/pensamiento saluaje, op. cit., capítulosIII,Ivy v. El chamanismo de los quechuasdel Bobonaza es abordado en las dos monografías yacitadas de N. \Whitten;elde los quechuas del Napo es tratado en el librode Blanca Muratorio,The Lifeand Times of Grandfather Alonso. Cuhureand History in the Upper Amazon,New Brunswick,Rutgers UniversityPress, 1991. Para esclarecer la diferenciaentre el trance del chamán común y la posesión que caracteriza propiamentealpanku, el lector puede remitirsea las tentativas de definicionespropuestas porM. Eliade, L. de Heusch, I. M.Lewisy G. Rouget en sus obras ya citadas.

T,c.S TANZAS DEL CREPÚSCULO

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les de la revista L'EthnograPhie:Voyages chamaniques, T4-75,1977, y Wlaguchamaniques 2, 87 -88, 1982.

Aunque el término chaman ' es de origen siberiano, Ia prácrica chamánica ha

sido observada con mayor detenimientoen Américadel Sur. Para esta región, seaconseja la lectura de D. L. Browman yR. Schwarz(dirs.),Spirits,shamans andStars. Perspecüues fom South America,París-La Haya, Mouto¡,1979; Jon C'Crocker, Viwlsouls.BororoCosmolog,,NanralsymbolismandShamanism,Ttcso¡,The UniversityPress ofA¡izona,1985; AlfredMétraux, Religionset magia indiennes

dAméique du Sud, París, Gallimard'1967 G. Reichel-Dolmatoff,Tbe Shaman

and theJaguar, op. cit.;Jean-Pierre Chaumell' Voit sauoir, potuoia op. cit.;MichelPerri¡, Les Praticiens du r?ue, op. rir., de este úhimoautor he tomado el neologis-

mo chamaneríd'. sobre el chamanismo jíbaro, pueden consulta¡se las monografías

ya citadas de R. Karsten,M. Harner y M.Brown'Los cantos chamánicos achuar no son esoréricos, a diferenciade los de los

chamanes cuna de Panamá, por ejemplo,norablemente analizados por carloseveri ( Le chemin des en métamorphoses. Un modéle de connaissance de la

foliedans un chant chamanique cuna , Rrs 3,1982). Sobre el papel central del

tabaco en el chamanismo amerindio,consúlteseJohannes'§fl'ilberL Tobacco and

C¡,pfrulo>«l

Las dificultadesdel apostolado ent¡e los achuar y los problemas de concienciaque

pueden resultar de ellos son evocados con una notable sinceridady libertadderono en el diario de un noviciosalesiano, escrito originalmentepara sí mismo,pero que sus superiores -para su propiohonor- Ie pidieronque Io publicarades-

pués de haber tomado conocimiento deél: José Arna-iot Chuint ' Lo que los

achuar me ltan enseñado, Sucua, Mundo Shua¡, 1978; el autor abandonó la ordendespués de su estadía entre los achuar. Los lectores de Tristes Tiopiques de ClaudeLévi-suauss (París, PIon, colección Terre Humaine ,1955) ftrad.esp.: Tiistes

trópicos,Buenos Aires,¡uo¡sl.,1970)se habrán dado cuenta quizás de que ialección de retórica del padre Albo(se trata evidentémentede un seudónimo) es

una especie de inversión simétrica de la Lección de escritura (op. cit., capítulo>ocvrll)donde un jefe nambilova¡a confirmasu autoridad delante de los suyos

fingiendoescribir. Dent¡o de los numerosos libros quese ocupan de los efectosideológicosde la evangelización católica entrelos amerindios, se puede lee¡ conprovecho: T. Todorov, La conquista de América, op. cit.;Serge Gruzinski,Lacobnisationde l'imaginaire.Socihé¡ indiginetet occidentalisation dansle Mexique

TAS LANZASDELCREPIJSCULO

€sPágnol xvr-xwlle siéclelrrad.esp.: La colonización de lo imaginario.Sociedadesindígenas y occidentalización en el Méxicoespañol, sighs xw-xvrt,México,Fondo

de Cultu¡aEconómica, t993) y Victor-DanielBonilla,Serf de Dieu er maitresd'Indiens. Histoiredune mission capucine en Amazonie,París,Fayard, 1972.

El librode Frank y MaryDrown,una pareja de misionerosproresranresfundamentalistas que creó Ia misiónde Macuma enrre los jíbaros shuar a finesde los años cuarenta ofrece un perfecto contrasre con el diario de J. Arnalot:laapología triunfante de la empresa evangélica esrá acompañada, obviamente, deuna verdadera repulsión por las costumbres y creencias de los indígenas (Mi¡sionamong theHead-Hunters, NuevaYork, Harper and Row, 1961). La dimensióneconómica de Ia evangelizaciónproresrante enrre los achuar es abordada en P.

Descola, Ethniciréet développemenr économiqte ,op. cit., y A.C. Taylor, God-'§7'ealrh:the Achuar and the Missions ,en N. lWhitten(dir-),CulturalTiansformations...,o?. cit. La referencia clásica en francés sobre el culrodelcargo , en Meianesiaes el librode P. Lawrence,Le cultedu cargo, París, Fayard,1974. Dos librospresentan un estudio críricoparticularmentebien informadode Ia actividad y de los métodos de las sectas fundamentalisras proresranres enAméricaLatina, y especialmenre del célebre Summer Instituteof Linguistics:PeterAabyyS. Hvalkof(dirs.),Is God anAmerican?AnAnthropob§calPerspectiueon the Mi¡sionaryVorkofthe Summer In¡ütuteofLingaistics,Copenhagve, rwcn,

ENSAYOBIBLIOGRAFICO

Clplruloro<ur

La diversidadde concepciones de la muerre y de operaciones rituales que laacompañan llamómuy remprano la arención de los etnólogos; enrre las obrasgenerales, pueden leerse especialmente: Robert Hertz, Contributioná une étudesur la représentation collectivede la morr , en Mélanges de sociologie religieuseetdefolhlore, París, Alcan, 1928; Louis-VincenrThoma s, Antbropologiede k mort,París, Payot, 1975 frrad. esp.: Antropohgíade k muerte, México,Fondo deCultura Económica, 1983];G. GnoliyJ.-P Vernant, La mort, les morts dans lessociétés anciennes, París-cambridge, Éditions de la Maisondes sciences del'Homme,Cambridge UniversiryPress, 1985; Sally Humphreysy H. King(dirs.),Mortalityand Immortality.The Anthropologrand Archaeorogyb1 Deatb,Londres, Academic Press, I 98 I ; MauriceBloch y J. parry (dirs.),Deatb and tbeRegeneration ofLrfr,Cambridge, Cambridge Universirypress, 19g2. Sobre lamuerte en las culturas indias de las cierras bajas de Américadel Sur, tres obrasson fundamentales: MichelPerrin, Le chemin d¿s Indiens mort¡.Mythetet symbobsgoajiro,París, Payot, 1976; E. Viveirosde Casrro, From the Eneru1,ipointofview, op. cit-,yManuelacarneiroda cunha, os morto¡e os outro¡. (Jma análi¡edo sistemafunerárioe da nogáo de pessoa entre o¡ índiosKrahó,sanpablo, uucr¡c,1978. Sobre los jíbaros, finalmenre,véase de A. C. Taylor, Remembering rof M i

425

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t981, y DavidStoll, Fishers ofMenor Founders ofEmpirci,Cambridge (EstadosUnidos.), CulturalSurvival,1983.

La desaparicióndefinitivade las culruras en las cuales los etnólogos se inre-

resan es regularmente anunciada desde hace casi un siglo. El ejemplorecienremás notorioes La paix bl¿nche (París, Le Seuil, 1970),donde Robert Jaulincondena en términos vigorosos el etnocidio perpetrado por Occidenre enelencuentro con minoríastribales,una emp¡esa de destrucción culrural(y de-r-siado a menudo ftsica),ahora prácricamente terminada, de Ia que la etnologíasería en parte cómplice.Se habrá comprendidoal leerme que si bien condenocon él -y con muchos otros, muy afortunadamenre- el etnocidioal que sonsometidas las culturas amerindias, mi juiciosobre su porvenir es más matizadoy menos pesimista. EI ejemplode la Federación de Cenrros Shuar, una porenreorgarización indígena creada por los jíbaros shuar en 1964 con la ayuda de lossalesianos, pone en evidencia que Ios indiosestán acrualmente en condicionesde tomar su destino en las manos inventandonuevas formas de etnicidady decoexistencia con las sociedades dominanres (véase Federación de Centros Shuar:Una soluciónoriginala un problzmaactu¿\, Sucua,Imprenta Don Bosco, i976).

forget. Mourning,memoryand identityamong the Jiva ro , Man, Zg (4), 1993.Las concepciones de la muerre son inseparables de las concepciones de la

persona: sobre este rema también, Marcel Mauss fue un pionero: Láme, le

nom er la personne , en CEurres, t. 2, parís, Les Édidons de Minuit,1969 (ted., 1929),y Une carégorie de I'esprit humain: la notionde personne, celle de'moi ',en Sociolo§e et antbropologie,op. cit (1. ed., l93g).Véase asimismoLidentité.séminaire dirigépar claude Léui-strau¡s, parís, Grasser, 1977 lrrad.esp.: La identidad,Barcelona, Petrel, l98l],especialmente los articulos deJ. c.crocker sobre los boroboro y Frangoise Héritier-Augésobre los samo, y MarcAtgé,Genio del paganismo, op. cit.ParaAmérica del sur, el lector puede remi-tirse a los libros de M.Perrin, E. vivei¡osde castro y M.Carneiro da cunhacitados más arriba, a los cuales se agrega J. c. crocke r, vitalsouk, op. cit.Ellector habrá comprendidoque las reminiscencias filosóficasme han ayudado aformularmi interpretaciónde la cosmologíay de la teoría del conocimienro

delos achuar; forman parte del bagaje común de un alumno con educación litera-¡ia. MicrÍticade la interpreraciónplatónica de la cosmolo gia jibaraapunta másparticularmentea M.Harner, Les Jiuaros, op. cit., capítulo 4.

tAS IANZASDELCREPIJSCULO

CepfTulo»<rv

No exisre una descripción deta.llada del ritualdnemat, R. Karsten hace unabreve mención de él para los jíbaros shuar (The Head-Hunters ofWestern Ama-zonas, op. cit., 4^parte, capítulo 4) . Miinterpretaciónde este ritualdebe muchoa las ideas desarrolladas por C. Lévi-Straussen la conclusió¡de L'hommenu,París, PIon, 197I[rad. esp.: Mitológica¡.tv.EI hombre desnudo, México,Siglo§t, 1976). Sobre la función de los ujajet el ritualde tsantsa, véase S. Pellizzaro,Tantsa, op. cit.

Posr-scR¡pruu

LASESCRITURASDE LAETNOLOGÍA

La etnología mantiene con la literatura relaciones teñidas de ambigüedad. Lapreocupación por la precisión, la importanciade las formulas acuñadas y lafluideznarrativa, la necesidad de traducir de la manera más jusra concepros quenunca tienen en las lenguas europeas equivalentes semánticos, rodas estas

limi-taciones, propias de una ciencia condenada a producirsenrido por lo esencialcon las palabras de la lengua ordinaria, obligana la ernologíaa cuidar su esti-lo . Sin embargo, son poco frecuentes quienes, como Claude Lévi-Strauss oMichelLeiris, hansabido hacer honor a la Repúblicade las Letras y elevar laetnología a Ia altura de un género lirerario.No es Ia intención lo que falta, nisiquiera el ¡alento. Si la mayoría de los etnólogos son novelistas fracasados,según la fórmulade Edmund Leach, la razón de ello no debe buscarse en el

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capricho de las musas. Las reglas de la escritura monográficahan sido fijadashace más de sesenta años y limitana todo etnólogo que aspira a hacerse conocerpor sus pares a un modo de expresión del que se impregnamuy pronro en su

carrera, gracias a la lectura de sus antecesores, y que acaba por parecerle natural.De ello resulta cierta estandarización de las formas de descripción,el uso casiexclusivo de categorías reconocidas por Ia profesión -el parentesco, la religiónolas técnicas- y la autocensura de juiciosdemasiado abiertamente subjetivos.Esto no tiene por sí mismonada de criricablepara una ciencia que apunra aproducir generalizaciones válidascomparando informacionesetnográficas ex-traídas de culturas muy diversas; es comprensible que tal ambiciónapele a unamanera homogénea de presentar los datos.

Alproscribirtoda referencia a la subjetividad,la etnología clásica se ha con-denado, no obstante, a dejar en la sombra lo que particularizasu enfoque en elseno de otras ciencias humanas, es decir, un saber fundado sobre la ¡elaciónpersonal y continua de un individuosingularcon orros individuossingulares,saber que resulta de un concurso de circunsranciascada vez dife¡entes, que sinembargo no esrá desprovisto de legitimidad,pero del que los profanos ignorancasi siempre en qué condicionesha sido adquirido.Los historiadoresmencio-

427

LAS LANZAS DEL CREPIJSCULO

nan mucho los archivos que han utilizado y que orros tendrán ocasión deconsulta¡ para extraer interpretaciones diferentes; los sociólogos describen los

cuestionarios y los procedimienros esradísticos que les permiten llegar a deter-minadas conclusiones; los psicólogos no vacilan en describir exrensamenre sus

protocolos experimentales; en síntesis, sólo los ernólogos se sienten liberados de

explicar cómo han podido sacar de una experiencia única un conjunro de cono-cimientos cuya validez exigen que sea aceptada por codos. EI raller del etnólogoes él mismo y su relación con un pueblo dado, sus ingenuidades y sus astucias,Ia marcha tortuosa de su intuición, las situaciones donde el aza¡ lo ha colocado,el papel que le toca desempeiar, a veces sin sabe¡lo, en las estrategias locales, laamistad que puede vincularlo con un personaje a quien converrirá en su princi-pal informante, sus reacciones de entusiasmo, de cólera o de disgusto, todo unmosaico complejo de sentimientos, de cualidades y de oporrunidades que con-fiere a nuesrro método de invesrigación su coloración particular. Ahora bien,es estaparte constituriva de nuestro enfoque científico la que los preceptos de laescritura etnológica obligan a silenciar. Por cierto, se enconrrarán siempre alcomienzo de una monografía las indicaciones de fecha y lugar, pero ellas mis-mas, desprovistas de susrancia existencial, tienen la única función de esrableceruna garantía limina¡ de verdad: He residido en tal aldea o tal comunidad en talépoca y hablo, por tanto, con conocimiento de causd'. Fuera de esta cláusula de

POST.SCRIPTUM

el que se ha dejado encetrat manteniéndome fiel a su intención primera de

Iograr ala vez instrui¡ educa¡ y distraer, hacer obra científica e interrogarse por

las condiciones de su ejercicio, retrazan un itinerario personal y dar a conocercoda la riqrezade una cultura desconocida. El futu¡o dirá si lo he logrado. Por

ahora sólo sé que tal empresa hubiera sido casi imposible fuera del marco de la

colección que la acoge. Sin verdade¡o equivalente en Francia o en el extranjero,

Terre Humaine ofrece desde hace cuarenta años un refugio prestigioso a los

etnólogos que las limitaciones del esrilo universitario dejan insatisfechos. Con-

rando con antecedentes admirables, la colección confiere un aura de legitimi-

dad a estas excursiones fue¡a de los senderos transitados; ella me ha ayudado a

vencer las reticencias que todo etnólogo experimenta para hablar de sí mismo,

ya que, por un consenso extraño en nuestra disciplina, todos están de acuerdo

en ver en la ernología menos unaserie

de obras ¡eunidas porIa

intención queun género reconocido. A diferencia de la antropología posmoderna muy en

boga en los Estados Unidos, donde Ia etnología misma se transforma en objeto

de investigación, donde la observación de sí se pone por delante de la observa-

ción de los otros para desembocar en un solipsismo narcisista que no siempre es

compensado por las cualidades del idioma, a diferencia de este nuevo avatar

egorista del etnocentrismo, Terre Humaine recuerda, Iibro tras libro, que laexperiencia singular de la diversidad de los otros es portadora de una universa-

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estilo, la evocación de las condiciones del rerreno no se rraslucen en el resro

del texto más que bajo formas alusivas, límpidas para quienes han pasado porexperiencias similares, pero sobre las cuales se¡ía considerado malsano insisrir.

Además de que introducen una limitación propiamente epistemológica enla producción científica de la etnología, las reglas canónicas de la escriruramonográfica limitan singularmente la audiencia. Sin preconizar la introspec-ción complaciente, el exotismo de pacorilla o la celebración de Ia avenrura, es

justo preguntarse por qué, salvo en muy raras excepciones, los ernólogos notienen el amplio público que los hisroriado¡es han sabido crearse. Mientras que

estos últimos -y entre ellos los más grandes sabios- escriben ranro para sus

pares como para el gran público sin abandonar no obsrante las exigencias de

rigor propias de su disciplina, los etnólogos parecen resignarse -ayudados por lalasirud de los editores- a publicar cada vez menos y para un círculo cadavezmás restringido de

profesionales. Para reaccionar contra este estado de cosas ytratar de resrituir a la literatura etnológica el enfoque subjecivo del que ha sidoprivada por las convenciones, decidí, siguiendo los consejos de Jean Malaurie,escribir este libro. Con él he apostado a que Ia etnología pueda salir del gueto en

lidad accesible a todos.

La voluntad de dirigirme a un público más amplio procede, al fin de cuen-tas, de Ia doble responsabilidad social que tiene el etnólogo: frente al puebloque le dio su confianza durante yarios años y cuya originalidad puede celebrarcon más justicia que los profesionales de Ia aventura exótica, y frente a sus

propios conciudadanos que, financiando sus investigaciones -explorador ouniversitario, siempre está al servicio del Estado-, pueden esperar de él que los

ponga al tanto de cuál es su interés. Pero la etnología es una ciencia más técnica

que Ia historia y muchos de sus desarrollos requieren un lenguaje y métodosque seguirán siendo siempre parrimonio de los especialistas. El problema de laescritura etnológica no se presenta bajo la forma de una alternativa entre publi-cación erudita y obra de divulgación, sino a través de la elección del modo de

expresión que mejor se adecua a las cuestiones abordadas y la intención busca-

da. El gran mérito de Terre Humaine es haber sabido crear un foro a la medidade aquellos que están interesados en hacer participar a una audiencia más vasra

en este modo original del conocimiento de los otros que tienen la dicha de

haber hecho su profesión.

ÍNorc¡DE PERSoNAS

AchtYzr,216I rnPi;ur,217.Anxat,216.Anchumir,79, 133, 156, 169.Ankuash,216.An:jl<tu,237.Antunish,187, 190, 203, 213.fuias, 191.Asamat, 175,360.

: Arinia,175.lrt1u,167, 172, l8l,182, 191,245.Awananch,27 6, 27 7, 27 9, 3 1 9, 339, 3 66.

Bachela¡d, 3 l.

Dahua,249,259.

Entsakua, 217.En¡za, 44, 50, 56, 57 ,77 , 9t-93, 95, 96,

99, 104, 106, 107,120,157, 167,176,183,184, 189.

Florno¡28.Freud, 123.

Gaston Phoebus, 133.Godelier,32.Godin,30.Godindes Odonnais, 28, 29.

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Bolla,48.Borges, 1 1 5.Bouger, 30.

Broca,25.

Ca¡losV, 14.Cevallos,252,262.Chalua, 110,239,333.Chango,249,259.Chawir, 95, 176,178, 183, 195.Chinkias,96.Chinkim,278.Chiriap,218.Chiwian,50, 53, 55,58, 106, r42, 166.Chumapi,164,190.Chumpi, 175, 176,262.

. Chunji,20t,378.Churuwia, 264,265.

Harner, 26.Hegel, 17.

Humboldt,17.

Ikiam,69, 70, 71, 153-155, 172, 179,181, 182, 203,213, 221,244-246,263,272,345.

Inchi,95, 165.Inkis,19l.karit,254-256.lsango,249-251,259.Ishkui,178.Ishdk, 249.lytn,262.

Jaime,201-204,252.Jaramillo,251-253.Jimpikit,175, 178.

431

t.A.S I,A.NZASDEL CREPÚSCULO

Jung,123.Jussieu, 30.

Kajekui,213,214,249.Kamijiu,216,218,238.Kantuash, 220,289.Kapair,218.Karsten,26.Kawa¡unch,70, 7 1, 128, 154, 155,167-

169, 172-175,180, 203, 215,216,240, 245, 246, 262-264,272, 341-343,345.

Kayap,275,277-279.Kayuye, 175,176.Kinintiur,216.Kirimint,289.Kuniach,217.Kuunt,63, 66, 67, 341, 342.

La Condamine,30.Lévi-Srrauss,32, 34, 49, 1 18, 122.LuisXV,28, 31.

Naanch, 63, 71, 85, 101, 166, 179, 192,t94, 216, 224, 237, 298,322, 338,

390.Najur,216.Nakaim,214.Namoch,85.Nampirach,160.Nankiti,261, 275-280,282, 283, 285,

288-290, 336, 339, 353, 354, 365,379.

Narankas, 7 0, 154, 244-246, 262, 263,341-343.

Nawir, 143,166, 174.Nayapi,r28, 146, 147, 154,209,213,

2t6-218, 227, 229, 233, 238-245,249, 25t, 253-254, 256, 261, 275,317.

Naychap, 175.Nuis, 175.Nurinksa,262, 263, 341, 342.Nusiri,216, 217.

ÍNDICEDE PERSONAS 433

Senur, 44, 49-51' 53, 55' 56' 59' 77, 83'85,86,92,95,r04, t06, t40,t45, r66,

167,t76,183,t84'185, l8B, l89.

Shakaim, 104, l2l,194.Shamich, 178' 216'Sharian, 289'329,330.Shirmachi, 176'225.Sumpa,176'225.Sumpaish, 69,70' r53' 154' 173' 203,

2É,2r4,244-246.Supinanch,278,279.Surutik,100.Suwitiar,100, 176, 188.

Taanchim,216-tish, 146, 153-156, t60, 164, 213, 2t4'

217, 237, 239, 240, 242, 249.Terir, 63, 127, 153, 156, 160, 164, 184,

210, 21t,213,214,217, 2r8, 237-24r, 243, 259, 262, 263, 27 5, 279,282,288,290,294.

Tayujin,63, 66, 67, 70, 127, 245, 263,

Tsirsink,175,176, 178, 183.Tsukanka, 62,63,66, 68' 70' 71, ll9,

127, 165, 167-169, 1.72, 173, 175,179-182, 184, l9r, r92,237,242,243,245,263, 298, 390.

Tukupi,7 1, 154, 169, 173-176, 178-1 8 1,

183, 203, 213,216, 222, 245, 262,263, 298, 342-346,350, 360.

Tumink,2l7,2l8.Tüntuam, L80,262,263.Tiuipiur,277, 336, 353-355, 365-369,

37r-373,375-379.

Ujukam,244-246.Unkush,95.Uweiti,265,266.Uwejint,191.

Verne, 35.

\ta1art, 39, 43, 44, 47-50, 52, 53-64, 7r,77, 80, 82, 9t, 94, 96, 106, 109, 1 10,

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, ,

Makatu,217, 229, 233, 240, 249, 256.Mamati, 153, 186, 188.Mamays,249,337.Mashinkiash,289.Masuk,191.Masu¡ash, 209, 227,229.Michaux,35.Mirijia¡217,249,254.Mirunik,50, 56, 77, 93, 109, t40, t42,

1 89.Morand,35.Mukuimp,63,66,100,110, 139-142,

r45, r49,167, 169,172, r73, 176,

181, 18r, 188, 204-208, 210,237,293, 294, 309, 326, 334, 339, 349,369.

Paantam, 50, 55, 58, 140, 166.Peas, 27 6, 277, 353, 366, 380.Picham, 17 4, 183, 237, 342, 344, 360.Pierre (abate), 18,28.Pinchu, 60,63,109-lll,113, 114, 116,

125-128,130-134, 137, 160,214,217,236,301.

Pincian,190.Piniantza, 206-208.Pinik,69, 70, 154, 2t3, 244, 246.Pirisant,178,181.Puanchi¡, 216,217 .

Pujupat, 116,216,286.

Samik,249, 253, 254, 256, 260.Samiruk,181.Santamik, 109-11 1, 117, 125, 126,128,

131-133, t60.

323.Tentets, 27 8, 282, 283, 336.Tii,r47, 154, 244, 249, 256, 259, 262,

263.Timias,216.Tiriats,119,120.Tirinkias,237.Tiriruk,17 5, 17 8, 216, 217.Titiar,61-64, 66-7r, 96, r53, 156, 164,

t65, 175, 187, 190, 191,2r7,22t,237,242,243,263,297.

T§amarin, 213, 214, 239,244, 249.Tsapak,191.Geremp, 47 -49, 63, 64, 66, 69, 7 0, 106,

119, r81t,187, 189, 209-21t,213,2t8, 229, 238, 240-243,249, 254,258, 260-263, 275, 279, 282-284,289,290,294,297,348.

t 18, 125, 139, 140-143,r45-147, | 49,r53, 156, r57, 160, 164-167, 169,r72, 174-176, 183-1 85, 188, I 89, 191,

197, 202, 204-206, 2r0, 21r, 217 ,

2t9, 237, 26r-263, 309, 3t8, 326,333, 335, 338, 354, 358, 390.

\Tampuash, 131,132.\lashikta, 71,154, 160,164, 169, 173,

17 5, 178-182, 792, 203, 242-246,298,342,343.

'Wawar, 190.'Week,214.lüTinchikiur,238, 249, 254, 256.' l'irisam,190, 191.

\7isum,217,218.Yakum, 67, 79, 103, 169, 263, 366, 37 |Yamanoch, 178.

434 tAS TANZASDEL CREPI]SCULO

Yankuam,277, 27 8, 282, 283, 353.

Yryan,97,178.Yat¡is, 109,117, 114, 126, 160.

Yaur, 128, 153, 154,155, 172, 180, 203,

2t3, 244-246, 263,300, 37 8.Yurank,175, 176,185.Yuu,110.

|Achúen¡za,126.,lmazonas, 17,28-30, 34 82, 205, 221,

252, 410,411, 421, 426.

, :A¡nazonia,13, l5-18, 20 22, 23, 28 33,36, 47,73,74, 83, 134, 135, 161, 162,

: 164,205,235,236 243,252,316.Ambato, 20. Andes, 13, 14,22,25, 30, 82, 142, 144

153, 161,209,220, 252, 334, 4ot,4r0,419.

Andoas, 29.Aprchentza,276.Apupcntza,1 55, 27 5 -277, 283, 29 0, 336

339, 353, 367 , 368, 371 .

ÍNucEDE LUGARES

Cayena,29.Chinkianentza, 262, 263.Chira,127,238,276.Chiwiaq264.Chundaikiu,119, 128, 146, 249, 25r .

Colombia,13, 25, 205, 417.

Copataza, 59,70, 153, 156,187,203,221, 244, 300, 322, 333, 338,343,348,349,378.

Cordillera oriental,36.Cwrrtry,47.

Ecuado¡, 13, 22, 24, 25, 28,35, 64, 161,205,351.

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Bobonaza,28,29,35-37,80, 117, 156,161, 184, 209, 275-277,279, 289,319

,323, 333-335,399 , 41 1

,423 .

Borje,74.Brasil,35,159.

Canelos, 22-24, 26, 28, 29, 35-39, 89,250,252.

Capahuari, 19, 28, 37 -39, 43, 64, 67, 69,7 0, 7 1, 7 3,7 8, 79, 82, 83, 86,95, t34,140, 146, 153-156, t60-164, 167,169, 171,r72, 175, 176, 179,181,187, 191, 192,r94,201-203,205,209, 210,2r8, 219, 22r, 224, 230,

233, 236,237,239,240, 242, 245,263, 27 5, 283, 284, 293, 294, 298,309, 322, 323, 335,341, 342, 354.

Capitán Chiriboga, 250, 253, 261.

Guayaquil,35.Guayas (golfode), 161.

Huxaga,238.

Iquitos, 162,252.Ishpinkiu,213, 218, 238.

Jaén,14,30.

Kapawi,43, 44, 47, 49, 58, 61, 63, 64,68, 69, 9r, 109, 125, 128, 146,153-155, 161, 163,r75, 176, 191,203,206, 208-210, 2r3, 215-219, 221,

237-239, 24t, 242, 244-246, 249,250, 265, 27 5, 289, 318, 338.

Kashpaentza, II6.Kunampentza, 110,1 47, 210, 293, 294.

435

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438

ga de agua dulce); coarÍ:83, 1 17, 183;colibrí:93, 101, 165, 194, 220, 327;cuco:67;delfín de agua dulce: 162,258; golondrina: 382-384; grillo52,226; grisón: 84; hoazin:142; hoco:283; hormiga:43, 127,337; jaguar:57, 58, 81, 83, 89, 90, 112, 116, 117,r46, t47, 162, 166,208,277,282,288, 290, 296, 3t7-3t9,33t, 378-381 (ver rambién cHAMANTsMo);kinkayu:84; larvas de palmera: 116,118, 331; mariposa:43,207,357;mono araña: 327; mono lanudo: I 03,

136, 1 44, 331, 380; mosquito: 46,73,100, 131, 198, 238,266;milano:384; nutria:84,147,319;ocelote:81, 89, 165, 166, 277, 300, 301, 32r;opossum: 83, 206; oso hormiguero:83, 402; paca.: 94, 134, 140; píarccarpintero: 3841' pá4aro-rrompeta (oagamf):21 8; papagayo: 128, 134,217 ,

337; pava: 85, 96:' perezoso: 13, 31

186; tapir:83, 86, 87,103, 134; ratú:207,330,337; tayra.

86, 87; tirí:50,303; rordo:384; vampiro:56, 320;zarigüeya.. 83, 84, 330.

ARv¡s:ver también cAzA,TNTERCAMBTq

(trueque), cuERM,FrsroLocfA.Fusil(o akaro) : 22, 38, 39, 63, 64, 7 O,85, 89, 94, I r l, I 16, 125, 127, r53,r54, 160-162,167, r74, 180-182,19r, 210, 217, 241, 242, 244-247,252, 264, 265, 277, 278, 280, 282,290, 299, 333, 34r, 347, 361, 371_373, 375,376, 378, 382-384.Lanze: 31 5, 337, 366, 38t, 382, 385.Escudo: 265,266,321.Cerbatana: 44,66,80, 83, 85, 101,102, 106, 125, 128, 162, 207, 327,328,330, 333, 358.

AsrRoNoufn:Orión:236, 265; Pleyades:223, 236;ver rambiéncosMoloclq,TrEMpoy DURAcTóN(calendario esta-cional) ECoLoclA Mrrolocl A(mitode

ÍNDICEDETEMAS

Auxiliaresdel chamán: 310' 315;

pasuk: 207, 313-315' 327-324; verrambién ¡¡lrv¡l-os(anaconda' j aguar)'

caz,t (madre de las presas)' EsPÍRITUS

(lwianch,TiriPiur'Tsunki)'

cwa: 210,227 , 231,232' 237 ' 277 '310,324,325, 335,336, 340', 346;

diagnóstico:2n, 240' 322'336;

narem: 233, 254, 299' 309' 31 0' 313-

3t5, 3r8, 323-327 ' 329' 335' 336',

338,339,373,385; Posesión: 23' 9 1 '| 13, 199, 231, 303,335; retribución:

327,329, 330, 332-334, 336, 339,

340; shinki-shinki:3 1 0, 3ll, 321 ; ver

rambién MAGIA(namur), uustc''l(rsayanrar), Pt ANTAS(tabaco), TRANCE

AIUCINATORIO.

Flechillasmágicas (o tsentsak): 210,

233, 27 7, 319 -321 ; baba-madre: 23 5'328-329; clasificación de las flechillas:

335 s,¿pai: 207, 313, 327 ; hechizo (o

hi) 1 45 3 | 5 322 323 340' 383;

t39, r4t, t76,201,209,2r0' 300'

366; chimpui:48,49,54'59' 6l;

pitiak:61, 280, 282,290; ver rambiénDIscuRso (diálogos ceremoniales),MUERTE(ritofunerario), SoCIABILIDAD

(visitas).Simbolismode la casa: ekent: 54,55,181, 182, 186, 188, 189,253,254'278; tankamash:53-55,61,157 ' 167 '1 82, 209, 253, 27 S;ver también cos-MoLocfA,ALIMENTACIÓN(chicha de

mandioca, wayus), socIABILIDAD(visi-

tas), gstlrus Y cuArlDADEssocIALEs.

Ctz¡: 51, 89, l15, ll9,122, 125-136'r4r, 175, t76,283,3r9.Curare (o tseas): 63, 77, 80, 81, I 14,

t26,128,130, 160, 161,206' 243,284, 322,330,333.Loggiade caze: 139-140.Magiade la ctza: 110-115, 125' 126,133,134,155,328;ver también ue-clA(anent encantamientos namur),

T.A'S LANZASDELCREPÚSCULO 439

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337; pava: 85, 96: perezoso: 13, 31,260, 384; pecerí: 22, 44, 49,77, 81,84, 85, 1 1 | , r12, 116, 125, 126,r28,

131-134, 137, 140, 181,251,265,29 5, 328, 331, 372; perro: 39, 52, 56,58,75,8r, 83, 86, 88-91,96, 100,132-134,140, 146,147, r53, 165-167, 174, 188, 190, 210, 226,237,240, 242, 278-280, 299,3t7, 330,333,J38,369 (vet también cAzA, IN-TERCAMBIo);perro salvaje: 85,86; pez-gato: 106,331; picos: 85;piraña: 128,142; pnllo:258, 357, J 8; puerco es-pín:314,3 I 5; rucán: 38,62,70,136,r45, 162, 197 , 257, 258, 327, 33r;vencejo: 101;ratón: 165,3lO;saimiri:186, 225, 226; saki 337 ; sapayú,: 7 0;serpiente: 7 4, 83, 1 17, 232, 234,236,3lB; tamanduá: 83, 85; tamarindo:

cional),ECoLoclA,Mrrolocl.A(mitodelas Pléyades), prNTUMsFACTALEs.

Auron:ver también ETNoLoGfA.

Formación:31.Vocación: 28-30.

BIocnarf.,qs:75, 76, 215, 218, 263, 267,328-330;ver también erua (arutam).

BL¡Ncos:ver RgtACIoNEscoN Los BLqNCos.

CeNr¡aI-rsrr¡o:98, 1 44, 267, 33 I ; ver tam-bién cr¡¡ve¡¡rsMo,GUERRA(caza decabezas), HUEMo(magia del huerro),PLANTAS(mandioca).

Cn¡vausr'¡o: 201, 205, 208, 234, 3lO,3t6, 325-327, 332, 333, 337, 338,347,351,421; ver también cANTBA-LISMO,ENFERMEDAD,MUERTE,POLÍTICA(gran hombre, Facción),sueño.

runchi): 1 45, 3 | 5, 322, 323, 340 383;ver también ENFERMEDAD(sunkur)'

Iniciación:327 -334.

Tipologíade los chamanes: muiereschamanes: 318; jerarquía: 328' 333,346, 363, 39 1' 39 3; Pmkr::335, 33 6;

rivalidad:259 , 276; tsuakratin: 277,

336; wawekratin:277, 317, 336; vertambiénMIroLociA(mitode origen de

los poderes chamánicos), RELACIÓN

CoN Los BLANCoS(militares,rePresen-

taciones indígenas de los blancos), aa-

LACIONES1NTERETNICAS(cocamas,conibo, Iamistas, quechuas, shipibo)'

C¡s.q.: 39, 43,44, llo.Construcción:64, 68-,69 ;ver tambiénEcolocfA,cuERn,t (casa fortificada),TMBAJO.

Mobiliario:Iecho (o Peak): 52' 55'

clA(anent, encantamientos, namur),sueño (kuntuknar).Presa: 84, 85,295, 331,379; amana:

)'30,133,135,321; madres de las Pre-sas: 145, 316,319' 320; ver tambiénEsPlzurus (Amasank,Jurijiri,Shaam).Técnicas: 128, 131, 132, 166;acecho:

94; trampa: 94, 166,277 -

C¡z¡. op cABEzAs:ver GUERRA.

CensATAN.A:ver ARMAS.

Cnv¡: 82, 135;vertambién AsrRoNoMfA.

Calendarioclimárico:41 5.

CouuNrc,rcróN:62, 720, 136' 219 ' 222,

223, 349,360-364, 390-Comunicación con los no-humanos:364; ver también AL¡'¿t,cosMoLoGÍA,PERSONA.

Lenguaje gestual de los sordomudos:360.

TAS LANZASDELCREPÚSCULO [NDICEDE TEMAS

Modalidadesperceptivas de la comu-nicación: 208, 360-363; verrambiéncoNocrMrENTo,EspfRrTUs(lwianch).

CoNocrvleNto:ver también coMUNrcA-CIÓN.

Concepciones del conocimien ro: 392.Conocimiento sensibie: 363; creencia:JOJ.

Cos¡crn: 126; miel:127; ver tambiénECOLOGIA,F{ABITAT,PLANTAS.

Cosvor-octa: t49, 150, Zt9, 363, 364,394, 425; ver también AsrRoNoMfA,CoMUNTCACTóN,MUERTE(escatolo gía),PERSONA.

Cnovar¡suo:51, 73, 41 3.Cu¡¡¡,o:ver también ADoRNo,pERsoNA,

FrstolocfA,sExuAIlDAD.Prccreación:277.Técnica del cuerpo: baño: 58, 184;golpes: 193, 194; defecación: 58; pos-ruras: 175; vómiro:58.

Cunn¡.¡:ver CAZA.

Eouc¡cróN:59; de las niñas: 95; de losniños: 58, 95; ve¡ también socrABrlr_DAD.

ENren¡¿¡o,q.o: ver también ATTMENTACIoN(prohibiciónalimentaria), cHArr,rANls-MO, MUERTE,FISIOLOGfA,PLANTAS(Of-tiga, planras medicinales,tabaco).Clasificación de las enfermedades: 229 -240; blanqueo: 239; cabellos de ser-pieme:229 ; Grrcoma:239; imimkerin:23 1; iniaptin:229; ku.jamak: 227;pajum:231, 237; paludismo (ochuch uk) : 23 4, 238, 26 | ; panki: 232,237, 308; soplido: 230, 231, 3t3;sunkur: 233, 235, 237, 239, 240, 322,323, 368, 383; rampunch: 229, 240;tapi miur:23 I ; ver rambién cn¡veNrs-trlo (hechizo).Etiologíasy cerapias: 194, Z2B-239,322,323,355; a causa de los perros:83, 85, 8 ; contagio:238-240,3t9;epidemia: 117, 118, 237-240; reme-dio (o tsuak):233-235 237 238

Esrarus YcUALIDADES5ocl1

Condiciónfemenina: 88' 95' 97 ' 98,103, lo4i feminidad: 195, 299; ver

cambién PARENTEJco (Poligamia)'Comportamientosdesviados: 263,264,286-Virilidad:58, 103, 184, 187,209,227, 230, 258, 260, 287, 365; bravu-ra7r,167,173' 176' 279 ' 280' 287,303; kakaram:176,216' 263' 264'299, 403; ver también PoLÍTICA(gran

hombre).Orfandad: 289.Prestigio: 177, 179, 180' 216,287,348-

ErNorocl¡r:17, 24, 32, 148, 237' 387'389, 390, 393-395,4r4, 4t9, 420,424; sobrelos jíbaros:26, 28, 410;et'nologla y literacura: 427 -429 ; posicióncríticade la etnología:395; etnologíay psicoaniilisis:122, 123,340;e¡no-logía estructuralista:1 18,123.Etnologíaimaginaria:aventura: 17,

77-79, r54, 163, r79, 192,20r-205,2t8, 220, 260, 263, 267,269, 320,334, 335,340-35r, 357, 358; caólicos: 7 9, 220, 340, 350; dominicos:I B,19,22,320; jesuitas: 28, 4lO,4ll;josefinos:334; protestantes: 19, 28, 39,48, 55, 63, 64, 78, 79, r92, 202, 204,205, 2r8, 220, 242, 259, 335, 342,345-348, 350,35t, 36r, 404, 424;salesianos: 25, 26, 198, 219, 267, 341,342, 347, 349, 350, 404, 4t r, 4r4.

Frcsra (o namper): 50, 68,249,253-256,257-260; ver tambiéntvtústcl(flauta,

nampet, tsayanrar), aoonNo, sENTIMIEN-ros (seducción), rnann¡o (ipial«atatuin).Denza: 255-257, 268, 269, 35 1, 380,403.Ebriedad: 253.

Frsror-ocf,t:230, 231, 355, 357 .

Sustancias corporales:113, 133, 144,182, 230,356; saliva:60, 71, 168,269, 3Z8;sangre: 93, 99-100, I 81; es-

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D¡Nza:ver FIEsrA.Dlscunso: ver rambién coMUNrcACróN,

CoNOCIMIENTO,soCrABruDAD(bromas,visi tas).

Diálogos ceremoniales: 62-64, 67, 7 O,110, 1 1 t, 164, 168, 169, 171-t73,175, 180, 244, 250,266, 278,279,282, 297, 343-346, 372, 373, 375_377 ; atsanmarcin:279 ; aujmatin: I 67-169, 172, 173, 175,213, 289, 343_346, 373; discurso lento (o yaitiaschicham):62, 172,250,279, 407;impikmartin:266, 280, 282.Recó¡ica: 64, | 64, I 67, 283, 3 45. 346.

Ecolocf¡,:330; ver rambiénHABTTAT.

Calendario de recursos: 144.

dio (o tsuak):233 235,237,238.Esplnrrus: Iwia¡ch:97, 119, 149, 17 1, 207,

258, 31t, 314, 3r5, 320, 322, 355, 357 _

363, 369, 370, 383; Nilau Iwianch: 220,320; ver también cosMoLoGÍA,coMU-NrcACróN,MrroLocfA,MUERTE.

Espírirustutelares: I 1 6, I2l ; Amasank:114, 145, r49 ,319;Jwijiri:t33, 134,149, 188, 316,319; Nunkui:86,91,93,96-98,100, 104, 12r, 186,222;Shaam: 135, \36, t49,319;Shakaim:104, l2l,194; Tsunki:139, t46, t47,1 49, 202, 249, 25r, 3 13-31 9, 334; vertambién caza (madres de las presas);char¡anismo (auxiliares

del chamán);huerto (magia).EsrÉrrc¡.:775; ver rambién NATURALEzA

(esrét.ica), ADoRNo,IINTuRASFAclALEs.

Etnologíaimaginaria:aventura: ,

428; exotismo:17, 25-27, 34, 37, 428;mitosoccidentales sobre la Amazonia:

l 5-l 8.Método etnológico:comparación:39 0 ; gener alización: 3 8 8 ; informante:47-49, 148,236,261, 428; imagina-ción: 387 -390; interpretación:237,389; memo¡ia:387 -388; objerivación:1 6; reflexividad:389, 390;relativismo:192, 393,394; temporalidad:389;verdad: 390.

Evawceuz.rcróN: 34 6, 3 5 1, 423, 424;vertambién INrrnc.tvato(comerciode in-tercambio),PoLfTrcA(gran hombre,facción), RETACToNEscoN Los BLANCos(aculturación,escritura).Misioneros:18-20, 26, 28, 47, 63, 64,

, ; g , ,perma:276.Sabores: 114, 331.

Gupnn¡,:27 , 69, 7 1 , 72, 7 5, 116, 121 ,

r4r, t55,158, 159, 164, r93,2r4,216, 265, 267, 27r-273, 276, 277,282, 284, 285, 297, 298,306, 339,377, 382, 419, 420; ver también IN-TERCAMBIO.

Caza de cabezas: 267,270-273,306,307, 420, 421; ritode rsantsa: 265-273, 306, 307, 384, 406, 407, 42r,426; shiwiar:153, 220, 221, 264; c¿'beza reducida (o tsantsa): 384,406,407,421;ver tambiénALMA,cANIBA-LISMO,IDENTIDAD,PERSONA, FISIOLOCIA,

RELACIONESINTERETNICAS.

LAS TANZASDELCREPÚSCULO ÍNDICEDETEMAS 443

Técnicx de gu er ra: 264, 266; ctsa for-rificada:213, 216, 217, 263, 277,27 8,282-284, 286, 354; uampas: 277,320;verrambién HABITAT,suEño.Riro de grerra: 372, 373, 376-377,380-382; anemat: 290, 37 1, 37 3, 37 6,377,382, 404, 426; qq:268,269,380-384,406,426; ver también¡rua(emesak), DlscuRso.Vendetta: 69, 72, 154, 164, 17 5-180,202, 203, 216,245, 25r, 267, 27r-273, 276, 285, 309, 342,347, 351,3 53; asesinato: 7 6, 293, 299, 304, 338;

rapto de mujeres:76, 177, 246,272,284; rumash: 1 54, 173, 213, 218,244,246, 26r, 272, 275, 277, 288-290,341, 342, 344,406; v enganza; 27, 7 0,72, 95, 1 19, 120, 154, 160,164, 217,246, 262,272, 287, 289,343, 346,37 O, 377, 37 8, 37 9, 406, 419 ; ve¡ ra¡n-bién cncMANrsMo,pARENTEsco (afini-dad, consanguinidad),polfrlCA(gran

Técnicas hortícolas:93, 94, 283, 284,desbrozado: 93, 94; parcelamien¡o:67,77, 78, 91-93;parásitos: 94; planta-ción:91, 92; ver tambiénATTMENTA-

CIÓN,ECOLoGIA,PLANTAS,TRASAJo.

IoeNro¡o:ver AIMA, rNDnaDUALtsMo,pER-

SONA.

Identidad étnica: 218, 221, 27 1, 305,307,393; ver rambiénnrsroRlA,REI-A.-

CIONES INTERÉTNICAS.

Iuv¡s¡Ncr,t:116, 120,272; ver rambiénCOMUNICACIÓN,COSMOLOGIA.

INcesro: ver PARENTESCo.INorvroueusvo: 1 43, 279, 280, 287, 303,

346,392; ver también GUERRA,polf-TICA,ESTATUS Y CUALIDADESSOCIALEJ.

INrerc¡r¿oto:dimensionespolíticas delin-tercambio: 240-243;diüsión¡egional delos intercambios:162-164; teo¡ía delcambio: 246,247 ; valordel cambio: 8 1,

82, 88-90, 161,162,243,333;ve¡ ram-

Anent: 86, 87 (definición);8B (eficacia

mágica):93,lO4, 106 121 126 130

210, 223, 255, 256, 305 364, 369 ; de

amor: 186, 187,195 197; de arutam:

300,301;de chamán: 311, 315 322

329; de caze:. 137, 135, 136; de guerra:

37 8, 37 9 ; de jardinerit:97 -99.

Encantamientos: 91, 223; d e cna:\|J,162; de Pesca: 91 93,99, 100,

121.Filtrosde amor: 38, 184 256-258,328,329.Piedras mágicas: namur de chamán:

328, 329;namur de caza: 1 45; nantar:9r,93,99 100,121.

Mpvorua:ver TIEMPoY DUMCIÓN.

MIUT¡,N¡S:VCTRELACIONESCON LOs BI CN-

cos.MlsloNpnos: ver EVANGEUTACIÓN.

Mu¡nrr:116, 117, 122, 231 232,353,356, 357; concepción de la muerte:

355; ver también AIMA,cI{AMANISMo,

Instrumen tos: a¡awir: 20 6, 402; fla.u-

ta: 109, 126, 162,256,405; tambor:t9, 54, 146,256,352 406; tsaYantar:206, 254, 256, 260, 309, 3r0, 327,329, 406; tuntui:54, 146, 352, 406;ver también cuAMANIsMo(cura), rres-r,t (danza).

Mnoroci.a:34, 7 5, 116, 221-224,226,347, 364, 402, 404, 406, 4rt, 414,41 8; mitoy sueñ.o: 122, 723, 318; vertambién EspfRITUs,HIsroRlA,TIEMPoY

DURACIóN(temporalidad).Mitos:de Ajaimp:224-227, 402; de

Colib¡í:93, 101; de lwianch: 358-360;de Nunkui:96,97; origen de la desi-gualdad entre los indiosy los blancos:348, 349; origende los podereschamánicos: 317, 318; origen de lamuerte definitiva:337; de las Pleyades:235, 236;de Sua Y de IPiak:1 0 1, 1 03.

N,qruRALrzA:y cultura:73,74, 104,111,

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8/18/2019 Las Lanzas Del Crepusculo. Relatos Jibaros. Philippe Descola

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hombre, facción).

HÁnr.,rr:27, 68, 69, 7 l, 7 5, 84, 85, 155,197,215,239, 412.Territorialidad:127, 155, 215,216,286,303,350; ver también cezr, (loggiade caza), Ecot-ocf,¡r,IoLITIC(facción).

Hrsronlr224, 392, 393;ver rambién¡oeN-TIDAD,Mlrolocla(mirode Ajaimp),TIEMPOY DUMCIÓN,

Huenro: 39, 82, 9l-107, 139, 140, 180,186,283,284,365.Magiade los huertos: 91-93,96-100,103, 104, 106;rirode plantación:100;

ver también cANIBALlsMo,EsPfzuTUs(Nunkui),MAGIA(anent, nantar), tll-rolocfA(mito de Nunkui),PINTURAS

FACTALES,suEño.

bién aooru.ro (perlas de vidrio,rawasap),AuMEr.rrAcróN(sal), cez,r, (curare), ner,r-

CIONES INTERETNICAS,SoCIABILIDAD(amistad ceremonial).Comerciode intercambio2l-23, 34,35, 77, 103, 1 61, 250-252, 283, 348-349; enganche: 251, 252, 400, 401;regatón: 250-252,401; deuda:163,241, 242, 246, 247, 400, 406; ver ram-bién cu¡nne (tumash).Reciprocidad:80-82.Tiueque: 34, 37, 47, 80-82, 89, 154,r56, 158, t60, 163,24t,243, 246,40r , 406, 416, 4r9 .

M¡cr¡:145, 146;ver también caze, (ma-gia de caza), cHAMANlsMo,HUERTos(magia de los huertos).

355;ENFERMEDAD,GUERRA, MITOLOGfA(mito de origen de la muerte), uet aro

Y DURACIÓN(memoria).Difuntos:118-120, 231 232,2583oo, 304, 320, 321, 333-335, 354,355,358-363,369-370; ver tambiénEsPINrus(Iwianch).Duelo: 269, 366, 365, 368, 369.Escatología: 120, 355-357, 369 37 0.

Rito funerario:263, 264, 337, 365370; conraminación: 368, 383.Suicidio:191, 196, 217 218 289,290.

Músrc¡.:254-256,310, 3t1, 394, 401,417.Cantos: nampet: 254, 255, 268 346404;ver tambiénMACIA(anent), cuE-nn.t (uiaj).

112, 117, 1 18, 121, 122, 226-228,364, 379,39 I ; estética de la naturale-

za:50,51,772.Nounne: 270, 356, 357; ver tambiénIDENTIDAD,PERSONA.

Ocro:140, 147; ver también fiesta, tra-bajo, sociabilidad.

Juego51,92.

P.qn¡,Nresco: 31, 62, 63, 86, 110, 1i 1,

r48, 157, 159, 160, 164, 241, 258,270-272, 287, 288, 294, 30r, 303,309, 338,350, 384, 400, 405, 412,

416,427.Afinidad:34, 63, 86, 93, 123 125,136, 149, 151, 157, 159, t60, 164,172, 178,r97, 2r4, 235, 241, 259,

44544 T.{SLANZASDELCREPIfSCULO ÍNDICEDETEMAS

269, 27 t-273, 276, 286, 287, 306,349, 399 .

Consanguinidad: 63, 157, 159,286,306.Filiación:301, 306, 356.Matrimonio:incesto: 90, 214; Ievirt-¡o: 1.77,213,272, 370, 400; poliga-mia: 189,198, 347; reglas de marri-monio:175, 176, 178, 179, 18t, 184,1 85, 1 90, 197, 198, 21 4, 339 ;tarimiat:189, 190, 405; wqe 177,178, 197,218,406.Té¡minosde parenresco: 63,157 ,384;primos cruzados: 178, 401,412.

P¡sca: 35, 85,92, 112, I 18, 127, 139-t41,143, 145, 162, 191, 206, 4oO, 401,404,415; arpón: 85, 112,141,142,240; ver también ANTMALEJ,EspfRrrus(tsunki),uecra. (encantamientos),r,ux-ras (clibadium,lonchocarpus).

PrNrun¡sFACIALES:43, 44, 77, 79, 91, 174,t7 5, 253, 27 8, 289, 290, 365, 369, 372,37 3; ver rambiénpr-R¡¡r¡s (yagua, rucú).

maní): 1 65, 264, 367; cacao: 92, 128,180; caimito:92, 226, 399; calabaza:37, 46, 50, 53, 67, 80, r00, 104, 114,

166, 174, 210,253, 288, 333, 367_369, 371; caña de azicar: )2,2J8,253; capoquero:92, 127, 174,211,253; chirimoyo:92; chirichiri:234;clibadium:9 2, 142, 400; esrramonio:83, 85, 92, r27, 206, 232, 234, 269,293, 295, 296, 299, 328, 400; grana-dilla:144; gtayaba:97,92; igname: 9 I ,

92, 59, 94; inga 92, 744, 400; kapok:162,166,268, 283; lonchocarpus: 1 40,141, 142,400;machap: t26, 404;

maíz:54,88,91, 101, 317,330; mar:,-go silvestre: 744; maní: 54,92,97 ,180,I 8 1 ; mandioca: 37 -39, 43, 44, 46, 48,50, 53-57, 59, 67, 69-72, 81, 82, 88,92-100, 1 04, 106, r07, | 12-r | 4, 1 19,125, 126, r35, t40, t67, 175, 177,181, 185, 186, 188, 189,192,196,2t8, 232, 238, 253, 258, 264, 268,269, 278, 279,283,290,295, 328_

2)5 ; ¡eun: | 41, 406; w aYus: 53-5 5' 57'93, 1Or, 1 t0, | 46, 209, 21 6, 222' 283,289, 407; Yagta: 92, 101, 103, 269,

278,290, 369, 402' 4t9; Yaii:205;zapote:92,144.Plantas medicinal,es: 233.

poltrrcA:33,160, 163, 164, 172,177,t79, r94, 2r4, 2t5,240, 241' 252'276,287, 288, 346, 348, 350,35r;ver también GUERRA,ru tr,tt, r'e-RrN-

TEsCO,ESIA-IUsY CUALIDADESSOCIAIES

(prestigio).

Facción:7 1, 17 5'180, 277, 285,286,294, 309, 339, 343, 354, 403.Gran hombre (o juunt):71,176-180,216, 268, 285-287, 338, 34r, 345,403,416.

P¡.¡s¡cro:74,91, 112, 113, 115, 116,I 1 8, 1 20, 1 45, 288, 309, 377 ; ver tar¡.-bién cuenne, MUERTE,suEño.

Compadrazgo: 22, 23,1 5 B, | 60 - I 62,252, 259-262,332, 333.Exploraciónde la AIa Amazonia: 28,30.Milita¡es:16, 18, 19, 37,71,243,250,267,276,307, 410.Represenraciones indígenas de losblancos: 78-80, 133, 134, 144, 145,169, 17 r, 199, 220, 261,262, 318-320, 334, 335,339, 348-350;apach:44, 220, 289, 333, 364, 402; pishtaco:144, 401.

Etnias: aguaruna: 24, 272, 305, 306,399, 402, 414, 417,421; alamx:22;ancuas: 333, 334; candoshi: 220,399;canelos: 22-24, 26, 28, 29,35-39, 89,250, 252, 399, 410; cocanter; 1 61, 220,316,400; conibo:316; huambisa: 24,27 2, 400; larnisras: I 6 1, 400; mayn: 28,t 53, r55, 156, 161, 162, 218, 27 6, 40t ;

Auroridad:16, 17, 22, 23, 30, 66, 98, R¡ucloNes INTER.ÉrNICAs:1 60-1 64, 220;177,180, 186, 188, 189,250,267, ver también cHAMANISMo,INTERCAM-

286-288,34t,342,345,423. BIo, cuERM.

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8/18/2019 Las Lanzas Del Crepusculo. Relatos Jibaros. Philippe Descola

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PERsoN¡.:concepciones de la persona: 2 I 9,230-232, 27 0-27 3, 299 -306, 354-

357, 364;aents:

219, 220, 300, 337,402; destino:288, 304, 356, 391 ; vertambién alma (arutam), guerra (cazade cabezas), identidad,muerte (esca-

tología),parenresco (filiación).Pnacu¡,: 67, 89, I 62, 17 4, 236, 241-243,

249-251.Puq¡rns:

kpecies: achira: 255, 399; aguacate: 92;algodón: 39, 54, 60, 91, 92, ll2,197,251, 307, 403, 405; anani:.)2; árbolde pan: 144; bambú: 51,52,60,66,97, 17 l, 405; banano: 26, 85, 92-94,104, 106, 140, 181, 209,260,290,310, 368, 369, 377, 399;cacahuere (ver

330, 337, 341, 347, 359, 365, 367,368, 371, 377, 379, 380, 404, 405;

marante: 400; ortiga: 229,234, 337;palmera aguaje (ver palmera toldo):r44, 17 | , 22r , 399, 401, 402; palme-¡a chambira: 141, 744,284, 400; pal-mera chonta: I l, 51, 92, 182, 2l l, 327,329,367,385, 400; palmera kunkuk:140, 309; palmera llartoa:144, 400,401; palmera marfil;251, 400, 401;palmera toldo:399, 401,402; papaya:95,104; papa dulce; 92,104, 139, t4O;pimienta:331; piripiri:146, 234;plátano(ver banano); roct:,: 60, 62, 73,78,91-93,100, 101, t03,1t2, t2t,167, 174,181, 197, 278,34t,365,401; sunkipi:217, 405; taro: 59, 97,

Pnogl¡¡cIoxrsALIMENTARIAS:ver ATIMEN-

TACIÓN.

QuecHues: ver REIACtoNEsINTERÉ,TNICAs.

R¡ucloN¡s HoMBRE-MUJER:ver socIABtLI-

DAD.R¡ucloN¡scoN Los BtANCos:ver también

EVANGEUZACIÓN,INTERCAMBIO(COMCT.

cio de intercambio).Aculturación: 259-262,346, 347,350, 351; escritura:345-346.Colonización:23,33,89, 161; boomdel caucho: 252; coúLic¡os tericoriales:23,27,272,323; exploaciónpetro-lera: 13, 48,294; pueblos de frontera:r3-15,19-22.

quechuas: 22,24,28,37,39, 43, 47,66, 80, 110, 125, t33, t5B, t61-163,

1 65, 184, 210, 218-220, 239, 240, 249 -252, 258-260, 262,29 4, 31 6, 323, 327,333-335,351, 364, 399402, 410, 419,423; shipibo:3 1 6; shua¡: 16, 24-28, 48,54, 63, 64,86, 89,106, I l 1, r53, 161-163, 19 t, 202, 204, 218-221,234, 240,247, 250, 264, 267, 268, 27 | -27 3, 27 6,280, 282, 305-307, 327, 335, 345, 347,348, 350, 351, 357, 384, 40t, 407, 416,417, 42r, 423, 424, 426; rupí: I 59, 41 6;waora¡i:220, 402; aparos: 220402; vertambién shiwiar (cueent).

Rttos: ver HUERTo (ritode planración),cuERRA(rirode guerra, rito de tsantsa),MUERTE(ritofúnebre).

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Segunda parteHlsronles DE AFINIDAD

X. Amistades selectivas.. ....................... 153XI. Visita a la gente del río......... ...........167

XII. El amor en plural.......... .................... 183XIII. Imágenes del afuera imágenes del adentro .........201XIV. Camino hacia el bajo .......................209XV. A cada cual Io que se debe ............ ......................229

XVI. Fiesta de bebida ............249XVII. El arte de adaptar a los enemigos ................ ........261

XVIII. Escenas en una casa de guerra .........275

449

T.A'S TANZAS DEL CREPI]SCULO

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Esta edición de Las l¿snzas del oepúscrta, de Philippe Descola,se terminó de imprimir en el mes de febrero de 2005

en Grafi nos l-antadrid, 1 57 6,Villa Ballester, Buenos Ai¡es, Argentina.