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  • LA EFICIENCIA ECONOMICA: UN ANALISISECOLOGICO DE LA FRAGILIDAD DEL PILAR

    BASICO DE LA CIENCIA ECONOMICA

    Joaqun Romano Velasco

    RESUMEN.La economa del bienestar ha inspirado buena parte de la lite-ratura econmica predominante. La estabilidad de las construcciones cientficasefectuadas bajo esta forma de pensamiento depende de la solidez de los dos cri-terios bsicos que la fundamentan: la eficiencia y la equidad. Nos preguntamosen este artculo si los argumentos esgrimidos en torno a la eficiencia son ciertosde una forma racional y absoluta o simplemente nos interesa creer que lo son.La eficiencia econmica cuando es puesta a prueba desde una ptima ambientalnos ayuda a revelar cuan frgiles son algunos de los fundamentos y principiosde la economa actual; y como, defectos, generalmente derivados de la impa-ciencia humana, se asientan en la economa normativa ondeando como virtudesde una nueva cultura, en la que ingenuamente la perfeccin se asocia con lacapacidad de llegar a valorarlo todo monetariamente.

    1. INTRODUCCION

    Hemos estudiado con cierto dogmatismo las teoras normativas y positi-vas que fundamentan la Economa pblica, y quizs hayamos perdido conello algunas posibilidades en nuestras investigaciones. La lgica de lainvestigacin cientfica que propugnaba Popper(1968) 1 , se asentaba en lacontrastacin emprica de teoras, reafirmndolas, rechazndolas o sustitu-yndolas, persiguiendo con ello Ia construccin de mejores teoras, capa-ces de explicar ms hechos, de hacer predicciones ms detalladas y sugerirnuevas contrastaciones ms severas. En este sentido, las teoras econmi-cas del bienestar e incluso las ms modemas de la Eleccin Colectiva , handejado sin resolver la crisis medio ambiental que sufre el planeta y su expli-

    1 Popper, K. R.: The logic of Scientific Discovery. Hutchinson; 1968. (Trd.: La lgi-ca de la investigacin cientifica. Madrid: Tecnos;1971.).

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    cacin a cerca del papel que corresponde al sector p blico en esta crisis noha resultado demasiado convincente para muchos, particularmente los eco-logistas, que defienden el carcter integrado y la sensibilidad de los siste-mas vitales, creados en un proceso evolutivo de miles o millones de arios.

    Con este trabajo vamos a revitalizar una vieja confrontacin entre laeconoma y la ecologa, de cuya importancia daba cuenta Pearce(1976) 2 enlos siguientes trminos: si son compatibles estas ciencias algo no marchabien, y si son incompatibles, necesitamos saber cul es la disciplina quedeberemos utilizar al planear el uso de los recursos y la eliminacin delos residuos. Si la ecologa est en efecto sesgada falsamente hacia laspolticas conservacionistas, las polticas ecolgicas reducirn innecesa-riamente los niveles materiales de vida; si la economa es errneamenteoptimista, el uso de los principios econmicos como gua de la planeacinpuede involucrar algunos riesgos para la calidad de la vida y quizs aunpara la supervivencia. As pues, es muy importante que sepamos quintiene la razn.

    Nuestra pretensin aqu es mucho ms modesta que la de argumentarquin tiene razn, nicamente quisiramos alentar un debate que echamosen falta en el desarrollo de la economa p blica. Con ello queremos, de unlado, afirmar el sentido crtico que han de disponer los investigadores paracontribuir a mejorar las teoras, el cual ha de ser transmitido a los alum-nos, por quienes desemperien adems labores docentes, toda vez que nues-tra experiencia personal es que los razonamientos de los maestros se olvi-dan tan pronto como se aprenden, en tanto que las refiexiones a las quellegue el propio alumno, le acompariaran toda la vida. De otra parte, qui-siramos que esta crtica fuera constructiva, de suerte que este trabajo seconvierta en un ejercicio de anlisis del que se extrajesen otras pautas operspectivas desde las que considerar la actuacin del sector p blico.

    Tampoco pretendemos abordar en toda su amplitud este debate, en elque aparecen implicadas muchas otras ciencias, de naturaleza tan disparcomo la biologa, geologa o la filosofa. Ni si quiera en el especficombito de la economa p blica podemos considerar todos los aspectosimplicados, nicamente aludiremos a las metodologas propuestas para lavaloracin de los recursos naturales en los anlisis de eficiencia.

    Con esta disposicin el trabajo se ocupa de cuatro cuestiones. Losargumentos que han esgrimido economistas y ecologistas en defensa desus teoras constituyen el primer tema de atencin, lo cual nos permitirconocer los principios en los que se soportan los dos puntos de vista desdelos que abordamos la evaluacin de la eficiencia, y por tanto disponer deuna primera pauta de evaluacin. En segundo lugar, consideramos las dis-tintas tcnicas desarrolladas por los economistas para la valoracin de loscostes y beneficios del control de la calidad ambiental, y la someteremos

    2 Pearce, D.: Environmental economics. Longman Group Limited: London; 1976.(Trd.:Economa Ambiental. Mejico: Fondo de Cultura Econmica;1985.).

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    al juicio de los ecologistas. En tercer trmino, haremos una refiexin acerca de la actualizacin considerada en estas tcnicas, lo cual nos intro-duce al problema de eficiencia intergeneracional, en el que se ha centradobuena parte del debate ambiental. Concluiremos finalmente, en un cuartoapartado, con una discusin a cerca de la fuerza de la duda creada por lasposiciones ecologistas, y sus consecuencias en la toma de decisin y com-portamiento del sector pblico.

    2. ECONOMIA Y ECOLOGIA: COMPATIBILIDADY CONFRONTACION

    Distinguir entre economistas y ecologistas quizs no sea muy acertadoen el estado actual del debate sobre el medio ambiente, pero una exagera-cin en la definicin de las posiciones adoptadas nos puede ayudar muchoa presentar de una forma clara las implicaciones entre eficiencia econmi-ca y eficiencia medio ambiental. El modo en que consideramos a los eco-nomistas responde a la definicin de Pearce y Turner(1992) 3 , para los quelos economistas son los individuos que determinan el valor instrumentalde las cosas. Un valor aparece cuando es satisfecha una necesidad o unapreferencia. Un valor se pierde cuando aparece una necesidad negativa ouna preferencia negativa, es decir cuando hay insatisfaccin. Los valorespositivos son conocidos como ventajas y los negativos como costes. Losvalores son instrumentales, es decir son atribuidos por los individuos yresiden en los individuos, para ciertas cosas. La definicin de los ecologis-tas, en paralelismo con la anterior, se refiere a los individuos que concedenun valor intrinseco a las cosas, es decir consideran que las cosas no cons-cientes tambin son capaces de dar valor (Regan, 1981)4.

    El debate entre ecologistas y economistas desde que formalmente sereconoce, a principios de los arios 60, ha experimentado cambios muynotables, impulsados quizs ms por la marcha de los acontecimientos quecomo resultado del propio debate. Entre los arios 60 y 70 la confrontacine incompatibilidad de las propuestas de economistas y ecologistas era bienpatente. De un lado, ecologistas como Rattray Taylor(1970) 5 oMcHarg(1969) 6 cuestionaban una economa basada en poner precio a todoy mercantilizar todo el mundo, incluyendo los recursos naturales; de otrolado, economistas como Downs (1973) 7 hacan la siguiente critica: la

    3 Pearce, D. W. y Tumer, R. K.: Evaluation des avantages et prise de decisin dansle domaine de l'environnement. Pars: OCDE; 1992.

    4 Regan, T.: The Nature and Possibility of an Environmental Ethic. EnvironmentalEthics. 1981; v.3: pp.19-34.

    5 Rattray, Taylor, G.: The Doomsday Book. Londres: Panther; 1970.6 McHarg, I.: Design with Nature. Nueva York: Natural History Press; 1969.7 Downs, A.: The political economy of improving our environment. en: J. Bain.

    Environmental Deacy. Boston: Little Brown; 1973.

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    naturaleza esencialmente conservadora y poco orientada hacia objetivosconcretos de la ecologa como ciencia o modo de pensamiento la vuelvepoco adecuada como la base del desarrollo de las polticas centrales delmundo moderno.

    Entre los arios 80 y 90 se produce un cambio en el enfoque de los eco-nomistas, lo que Pearce y Warford (1993) 8

    han denominado la segundarevolucin medio ambiental, centrada en lograr un crecimiento compatiblecon un camino benigno para el medio ambiente, acurindose el trminodesarrollo sostenible, que describe un proceso de desarrollo en el cual labase de los recursos naturales no puede deteriorarse. Ello supone un acer-camiento de economistas a posiciones ecologistas, que sin embargo losecologistas parecen desderiar, no tanto por su concepcin como por suimplementacin, que la convierte en una versin camuflada del tradicionalmodelo de desarrollo. Se trata no obstante de una posicin muy distinta,toda vez que en esta fase las partes parecen estar llamadas sino a entender-se, cuando menos a escucharse.

    Un poco de la historia ms elemental puede aclaramos este dilema quedivide a ecologistas y economistas. Cuando nuestros antepasados comen-zaron a poblar la tierra no saban nada sobre la productividad de los eco-sistemas, ni sobre la energa solar almacenada, y su n mero era muy esca-so. Su supervivencia se debi al desarrollo del cerebro, lo que les convirtien buenos depredadores, extendindose por todo el planeta, pero sufranlas restricciones de combustible que les impona su lugar en la cadena ali-menticia, por lo que nunca eran demasiados en el mismo lugar. Como hasugerido Wynne-Edwards(1962) 9, el hombre al igual que otras muchasespecies posean en esta etapa un mecanismo regulador que adecuaba eltamario de su poblacin al nivel de combustibles disponibles, fue quizscuando surgieron los primeros derechos territoriales y la formacin depueblos y razas. El descubrimiento de la agricultura permiti a los hom-bres salvar las presiones a las que las restricciones alimentarias les some-ta, abandonando con ello nuestro puesto en la cadena alimenticia, pasn-do de crecer como los depredadores a crecer como los herbvoros.

    En un paso ms, el hombre descubri la energa slida, el carbn, elpetrleo y otros regalos fortuitos de energa solar almacenada, lo cualpermiti la construccin de mquinas capaces de reconstruir todo el proce-so de la naturaleza a nuestra conveniencia. Fue la revolucin industrial. Deeste modo, si necesitamos agua, no es preciso esperar a que llueva, cons-truimos una mquina que bombee el agua, la alimentamos con petrleo y

    8 Pearce, D. W. y Warford, J. J.: World without end: economics, environment, andsustainable development. New York: Oxford University Press; 1993. (Resumen Trd.: Elmundo sin fin: Economa, medio ambiente y desarrollo sostenib/e.Washington, D.C.:Banco Mundia1;1994).

    9 Wynne-Edwards, V. C.: Animal Dispersion in Relation to Social Behaviour. Edim-burgo: Oliver and Boyd; 1962.

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    ella lo distribuye adems por la tierra, justo en el momento preciso. Sinecesitamos nitrgeno para nuestras plantas, no es necesario esperar que lanaturaleza realice el ciclo por el que las plantas obtienen el nitrgeno, ayu-dados de una mquina, obtenemos los fertilizantes artificialmente y losdistribuimos en la cantidad precisada. Con ello hemos pasado a tener elcontrol de la cadena alimenticia, de modo que merced a la industrializa-cin ahora nos regimos por nuestras propias leyes, creadas a travs denuestra sociedad y nuestra cultura.

    Esta breve historia nos conduce a centrar el debate en la siguiente pre-gunta: ifflemos superado los problemas de suministro de los insumos ener-gticos y materiales, escapando con ello a las leyes de la naturaleza y enconsecuencia podemos crecer y crecer sin lmites?. En una inevitable sim-plificacin, podemos extraer de las lecturas econmicas, la idea de que enlos ltimos arios se han desarrollado tcnicas de evaluacin de costes ybeneficios para proveer una calidad ambiental que permiten optimizar eluso de los recursos naturales, incluso de los recursos no renovables, comoel petrleo, el gas natural o el carbn, en los que residen nuestros proble-mas, toda vez que su imposibilidad de recuperacin impide garantizar per-manentemente su suministro. Las tcnicas econmicas permiten determi-nar la obtencin de la cantidad ptima de contaminacin, as como la tasade extraccin a la que el agotamiento del recurso es ptima, momento enel cual el problema se habra minimizado, toda vez que el comportamientodel mercado ante la escasez del insumo, habra propiciado a travs delmecanismo de precios la generacin de una tecnologa de sustitucin.

    Los economistas utilitaristas saben, igual que los ecologistas, que lanaturaleza es un mundo de racionalidad, austeridad y perfeccin, en el quela equidad no existe, y los mrgenes en los que el hombre puede moverseson muy estrechos, quizs tanto como los que los primeros humanos tuvie-ron que sufrir. Por ello ven en la sustitucin de las leyes de la naturalezapor las de los hombres una clara ganancia de utilidad. Adems nuestrasposibilidades de crecer en trminos reales son aun muy amplias y extensi-bles a todos los pases, merced al progreso tecnolgico. Como ejemplo deello, los avances en telecomunicaciones estn permitiendo reducir despla-zamientos y costes de transporte, y su imparable evolucin va a permitir lareduccin de muchos otros consumos en un futuro. Nuestra capacidad decrecimiento esta muy ligada a nuestras posibilidades de ser eficientes tc-nica y asignativamente, y el papel que en este sentido juega el sectorpblico es muy amplio, tan amplio como el catalogo de fallos que la eco-norna pblica normativa atribuye al mercado, as como los relativos a lospropios fallos del sector pblico, evidenciados por la escuela de la Elec-cin Colectiva.

    Los ecologistas mantierien sin embargo una posicin muy distinta anteeste interrogante. Para ello emplean un sistema de valor diferente, pese aque su terminologa tenga un significado muy prximo al sistema emplea-do por los economistas. Los ecologistas miden los resultados de un ecosis-

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    tema o sistema de seres vivientes en relacin con su ambiente en trminosde la productividad de la biomasa, dnde la biomasa representa la medidade la cantidad de materia orgnica existente en el sistema, o riqueza delmismo, y la productividad es el saldo de la agregacin de materia orgnicaal sistema, o lo que es lo mismo la diferencia entre ingresos y gastos denutrientes a lo largo de un periodo determinado.

    Con esta unidad de medida parece que no salen las cuentas. Impulsadopor el crecimiento econmico derivado del control de la cadena alimenti-cia, la poblacin mundial ha aumentado de una forma alarmante, y siguehacindolo a un ritmo de 95 millones de personas todos los arios, sinembargo, en trminos de biomasa, la productividad del sistema es negati-va, la tierra esta perdiendo 24.000 toneladas anuales de suelo agrcola cadaario, de manera que en la ltima dcada se ha perdido un 7 por 100 deltotal de las tierras de cultivo. Los ecologistas advierten la contradiccinentre el crecimiento econmico y el crecimiento biolgico, entre la efi-ciencia econmica y la eficiencia ambiental; y si seguimos emperiados enmantener estas unidades de medida del desarrollo, la insostenibilidad delaumento de la poblacin con las tasas de destruccin de biomasa va a pro-vocar un conflicto, una amenaza a la supervivencia, que en muchos sitiosha empezado a estallar yalo.

    El mundo que los economistas nos presentan parece haber escapado alas leyes de la naturaleza. Si consideramos la poblacin ocupada en el sec-tor primario en los pases ms desarrollados, se tiene la sensacin de quesolo una pequeria parte vive de la agricultura, en Alemania un 3,4 por 100,en Estados Unidos un 2,8 por 100 y en el Reino Unido tan solo un 2,1 por100. Pero esto es solo una ilusin, la realidad es que todos seguimosviviendo de la agricultura, y esta depende de la productividad del sistema,de manera que en nuestra creencia de que las leyes de la naturaleza puedenser sustituidas por las leyes de los hombres, ignoramos que nuestra sabidu-ra es mucho ms limitada que la de aquella, de modo que dnde debierareinar el orden, en no pocas ocasiones impera el caos, identificado por loseconomistas como una ineficiencia, un fallo del mercado, para cuyacorreccin se legitima la intervencin del sector p blico.

    La productividad del sistema no ha sido el nico argumento de los eco-logistas para contradecir los postulados de los economistas, han existidomuchos otros, entre los que destacan los que relacionan la diversidad delsistema con su estabilidad, de manera que la reduccin de especies queconlleva la agricultura de monocultivo moderna, ha minado la capacidadde resistencia de nuestro sistema a las agresiones, en particular a las deri-vadas de la contaminacin que acompaa la actividad humana. Es un pro-blema de tiempo, nuestro sistema puede admitir un cierto nivel de conta-

    10 Meadows (1972) en su obra clsica titulada Los lmites al crecimiento mantiene, este criterio, justificando que un determinado nivel de crecimiento es insostenible a menos

    que se preserve el medio ambiente

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    minacin, y adaptarse al mismo en un proceso evolutivo, pero el hombreno tiene la paciencia de la naturaleza, y no puede esperar a que el ciclonatural vaya asumiendo la contaminacin, de manera que con su propiociclo de produccin y consumo, la contaminacin cada vez disminuye msla estabilidad del sistema, y en trminos econmicos produce unos costesmarginales sociales crecientes, adems de afectar a todo el sistema, y nosolamente a la utilidad de los individuos que padecen la contaminacin,como propugnan los economistas.

    Pese al aparente acercamiento advertido en los ltimos aos entre eco-logistas y economistas, esta discusin pone de manifiesto la falta de enten-dimiento existente an entre ambos. No poda ser de otro modo, toda vezque los objetivos perseguidos en sus estudios son muy distintos. Podemosaceptar que maximizar el bienestar es un objetivo loable, pero cuando loseconomistas hablan de bienestar en realidad quieren decir satisfaccin, taly como sugiere Galbraith(1991), en tanto que los ecologistas propugnanun concepto de bienestar a largo plazo, cuya expresin ultima es la desupervivencia. Existe una sutil diferencia entre satisfaccin y superviven-cia, que podemos apreciar siguiendo a Edel(1973), para el que la supervi-vencia... es una cuestin de todo o nada, no una cuestin de grado. Enconsecuencia, la ecologa se ha interesado menos que la economa en ladeterminacin del nivel exacto de la produccin ptima. En cambio, se hainteresado ms que la economa en la determinacin de la forma en quelos sistemas pueden cambiar o aun perecer.

    A travs de teora del notario, Naredo demuestra que, al igual que en laprovisin por el mercado del bien vivienda es el notario el individuo quemayor valor monetario introduce en el precio final con relacin al valorfsico o intelectual realizado, en la economa mundial existen pases, comoJapn, EE.UU. o Europa, y sectores econmicos, como el financiero, quemantienen la misma posicin que el notario. Con ello se advierte que qui-zs los economistas estn definiendo el optimo en la posicin del notario,lo que lleva a calificar de inconsistente estos planteamientos. Si todosalcanzramos la posicin del notario no se haran las casas, no se aprovi-sionaran los bienes que satisfacen las necesidades humanas; y si la tecno-loga lograra hacerlo, los combustibles slidos con los que funcionan lasmquinas, o la misma materia prima, pronto se agotaran. Jocosamentepodemos decir que para los ecologistas, las teoras de los economistas nosesos tienen

    Cabra recoger aqu muchas otras expresiones del enfrentamiento entreecologistas y economistas, que pese a su actualidad remonta sus orgenesal mismo momento en el que nacen las ideas de produccin y crecimiento,en el siglo XVIII (Naredo, 1990), y que si ahora parecen imperar las tesisde los economistas, y es a los ecologistas a los que corresponde demostrary convencer de sus argumentos, ello no ha sido siempre as. Cuando afinales del Siglo XIX y principios del XX se asentaban los principios de laeconorra actual, su implantacin no estuvo exenta de una discusin cuya

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    fuerza transciende a nuestros das, tal y como puede verse en la crtica deGeddes a Walras (Martnez Alier y Schl man, 1992).

    Nuestra intencin en este trabajo no es movernos en los extremos deldebate, toda vez que ello nos llevara a dos artculos totalmente distintos,sino en un intervalo intermedio, en el que se produzca alg n elemento deentendimiento que tomar como punto de partida y referencia en nuestroanlisis acerca de las implicaciones medio ambientales sobre la economapblica. Puesto que quizs como hemos sealado las diferencias se produ-cen ms en el mbito de la eficacia que de la eficiencia, de los objetivos quede los criterios con los que han de alcanzarse, podemos tomar el rumbo delas tcnicas de anlisis para la toma de decisin, y seguir los pasos desde ladoble perspectiva ecolgica y econmica, lo cual seguramente no nos va adesvelar quien tiene razn, pero con la misma seguridad podemos valorarmuy positivamente las lecciones extradas de este ejercicio.

    3. VALORACION ECONOMICA VERSUS ECOLOGICA DE LOSRECURSOS NATURALESEl tpico de que la materia no se crea ni se destruye, solamente se

    transforma, puede ofrecer una primera impresin de que las actividades deproduccin o consumo humanas constituyen meras transformaciones deunos materiales en otros, y por tanto son neutras respecto al ecosistema.Pero un anlisis ms riguroso, nos pone de manifiesto que de hecho en lanaturaleza no existen transformaciones neutras ni ecolgica ni econmica-mente. Ecolgicamente, o bien son positivas, contribuyendo a mejorar lacapacidad del ecosistema frente a las agresiones exteriores, o es negativa,interfiriendo en este caso sobre las interrelaciones de las especies en lasque se basa la supervivencia del ecosistema, lo que com nmente identifi-camos como contaminacin (Naredo y Valero, 1989). Para los economis-tas, igualmente estas transformaciones de input en output, generan unaganancia o una prdida susceptible de ser valorada monetariamente,pudiendo ser incluido en este clculo incluso el valor de los subproductosy de las comnmente identificadas externalidades, dentro de cuya catego-ra se incluye la contaminacin.

    Si bien la propia definicin de contaminacin parece sugerir que desdeel mismo instante en que se produce se origina un problema sobre el eco-sistema, los mismos ecologistas han advertido que la estabilidad del siste-ma nicamente se ve afectada cuando ste se ve sometido a un nivel decontaminacin en el que se muestra incapaz de asimilarlo, desencadenan-do un proceso dinmico de destruccin de las especies que lo integran. Elproblema medio ambiental se conduce entonces a determinar cual es elnivel de actividad humana compatible con la asimilacin del sistema.

    La comparacin entre las posiciones que ecologistas y economistasmantienen acerca del nivel de actividad econmica compatible con la pre-servacin del medio ambiente. ha guiado la b squeda de un mtodo en el

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    que traducir y poder contrastar sus distintas interpretaciones. Para los eco-nomistas, el anlisis que ha constituido el n cleo de toda la economa decorte neoclsico, ha servido tambin para el desarrollo de la economaambiental y de los recursos naturales. Con esta referencia Pearce, (1973,1974a, 1974b) ha realizado una serie de investigaciones dirigidas ha eva-luar la llamada brecha ecolgica, creada por la diferencia entre los nive-les mximos de produccin ecolgicamente sanos y los niveles de pro-duccin dictados por las consideraciones del ptimo de Pareto.

    La lectura de esta diferencia es de una gran transcendencia. Por unlado, si aceptamos el ptimo econmico, estaremos asumiendo el riesgode que se desencadene un proceso dinmico de dest uccin de las especiesy cada de la produccin en el tiempo, lo que se ha calificado como unestado de apocalipsis. De otro lado, si asumimos el ptimo ecolgico,estaremos renunciando a un beneficio presente, lo que puede representaruna disminucin de bienestar innecesario, mxime si tenemos en cuenta ladificultad para determinar la capacidad de asimilacin del sistema y lasposibilidades tecnolgicas para reducir la contaminacin. La decisin deuno u otro nivel puede llevarnos a consecuencias tan importantes que esnecesario detenerse en su anlisis, es decir considerar los peligros que nosadvierten los ecologistas , y los que plantean los economistas.

    Llegados a este punto en la confrontacin entre economistas y ecolo-gistas, nos preguntamos si hay un punto de entendimiento entre ambos enel que poder hacer coincidir el optimo econmico con el nivel ecolgica-mente sano. Como revela Pearce(1976) esto slo sucede si la funcin deCMgE se eleva verticalmente, o bien si la funcin de contaminacin dis-minuye su pendiente, lo cual precisa la introduccin de nuevas tecnolgi-cas para ajustar convenientemente la funcin de contaminacin, hecho queresulta muy difcil de controlar. Para Pearce(1976), el tomar como funcinde CMgE la vertical no es absurdo en absoluto, tal evento significara pre-sumiblemente que los costos sociales son infinitos, y hemos sugerido questa es una referencia a la crisis ecolgica en el sentido de alguna desin-tegracin del sistema de sostenimiento de la vida.

    Desde esta perspectiva podemos conducir el problema al desacuerdoexistente entre economistas y ecologistas en la evaluacin del costeambiental, y al estudiar el problema hemos de observar nuevamente queestas posiciones lejos de mantenerse invariables, han cambiado substan-cialmente. Lo primero que advertimos es la creciente complejidad en losanlisis, cada vez rodeados de un aparato matemtico ms sofisticado, locual se puede leer, en unos casos, como una reaccin de defensa ante lascrticas a los mtodos convencionales, que han permitido a muchos econo-mistas alcanzar mucho xito y prestigio en su profesin, quizs en el afnhumano de premiar a quien justifica nuestros intereses, sean o no lcitostica y moralmente; y tambin en aquel comportamiento tan humano dereconocer las contribuciones cientficas en la medida que nos ofrecen laposibilidad de escapar a las leyes de la naturaleza. Otra lectura ms simple

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    nos evela un acercamiento de los economistas en sus anlisis a las posi-ciones de los ecologistas, aunque estos no acepten an los resultados desus anlisis, ni siquiera la metodologa desarrollada, que por otra parte esobjeto de una amplia discusin incluso entre los economistas. Los econo-mistas que durante muchos arios asignaron un valor nulo a los recursosnaturales, o en el mejor de los casos un valor de uso, debido a m ltiplesrazones ligadas a sus caractersticas de bienes colectivos no productivos,sin ser bienes pblicos puros al existir una rivalidad en su empleo, a laausencia de un coste directo de produccin, y en general a la falta de unindicador del valor en trminos del bienestar, han corregido sus anlisis,toda vez que su pulatina extincin produca una disminucin en los nivelesde bienestar muy superior a la que reflejaban las reducciones monetarias.

    Esencialmente estas investigaciones econmicas se han centrado en lacomparacin de los beneficios y los costes monetarios de la contamina-cin, en un anlisis que expuesto de un modo simplificado, pretende llegara obtener los valores estndar de la calidad medio ambiental, correspon-dientes al optimo de actividad econmica, a partir de la definicin de lasfunciones de costes marginales sociales del control de la polucin, y debeneficios marginales sociales derivados del control de la contaminacin(Baumol y Oates, 1971; Pearce, 1976).

    Los economistas se han enfrentado a este problema con una desigualintensidad segn se trate de evaluar los costes o los beneficios de la cali-dad ambiental. Como seriala Oates (1992), mientras la medida de controlde los costes es una tarea nada simple, los economistas medio ambientaleshan centrado ms su atencin del lado de los beneficios. Conocer las tc-nicas ms satisfactoriamente empleadas para la valoracin de los benefi-cios del control, va a sernos muy til para determinar quizs no tanto elgrado en el que los economistas se estn acercando a los ecologistas, comoa las posibilidades y confianza que merece esta economa . Las tcnicas devaloracin ambiental ms ampliamente empleadas han sido las denomina-das: Coste del Viaje, Evaluacin Contingente y de los Precios Hednicos.

    Uno de los mtodos ms antiguos es el denominado de Coste del Viaje,propuesto por Hotelling en 1949, en respuesta a una demanda de serviciosrelacionados con la gestin de parque naturales en Estados Unidos. Se pre-tenda comparar los beneficios llammosles recreativos de estos parquescon los productivos derivados de su explotacin comercial, por ejemplopara la industria maderera. Este mtodo es muy utilizado en la actualidad,no solamente con la finalidad de valorar desde la perspectiva recreativa unespacio natural, sino adems para valorar las mejoras sobre ese espacio(Romero, 1994). La justificacin de este xito se atribuye a la simplicidady la lgica del razonamiento en el que se basa y a la facilidad de su puestaen prctica (Desaiges y Point, 1993). Aunque han aparecido numerosasversiones de este mtodo, sus fundamentos tericos se hallan en que lainformacin del coste que asumen los usuarios o visitantes de por ejemploun paraje, permite definir la funcin de demanda de los servicios prestados

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    por ese recurso natural, y conocer el deseo de pagar del consumidor, quese toma como referencia de la utilidad reportada.

    Los analistas econmicos han planteado las m ltiples limitaciones queeste mtodo tiene para valorar los beneficios concedidos a la preservacindel medio ambiente. Tcnicamente los resultados de este rritodo solamen-te pueden ser aceptados en el caso de recursos naturales muy especficos,que tienen generalmente un marcado carcter local. Adems, no permitedeterminar otros valores que los estrictos de uso, la fiabilidad de los resul-tados se condiciona al mtodo de obtencin y tratamiento de los datos,generalmente costoso, y la medida del bienestar social se basa en la rentadel consumidor de Marshall (Pearce y Turner ,1992).

    Un segundo mtodo de evaluacin fue propuesto por Ciriacy-Wantrupen 1952, y planteaba la posibilidad de obtener una referencia del valor deuna mercanca para la que no existe mercado, como el disfrutar del airelimpio o de un paraje natural, a partir de una simple entrevista que de unmodo ms o menos directo obtuviese de los individuos la respuesta a cercade la cantidad que estaran dispuestos a pagar para una mejora ambiental,o en su caso de la que estaran dispuestos a aceptar como compensacin deun perjuicio. Este mtodo conocido como de Evaluacin Contingente, hasuscitado un inters muy especial en la literatura econmica, tal y comohan serialado Mitchell y Carson (1989): Se trata ciertamente del mtodode valoracin de activos naturales ms frecuentemente empleados estosltimos arios, al permitir medir los beneficios de uso y de no uso.

    Inicialmente su aplicacin se limit a la evaluacin de activos naturalesde uso recreativo (Davis, 1964), pero debido a su sencillez y la alta fiabili-dad de sus resultados se a extendido a otros activos, tales como la gestinde residuos (McClelland et. al, 1989), la calidad del aire (Johanson, 1987),la visibilidad (Schulze et al., 1983; McClelland et al., 1991), la estabilidaden los suministros de agua (Howe et al., 1990), y otros diferentes tipos derecursos ambientales. Adems ha dado lugar quizs ms que ning n otromtodo al desarrollo de una amplia discusin terica, en buena parte para-lela a la del Propio mtodo, destacando la referida a la comparacin entrela disponibilidad a pagar y la disponibilidad a aceptar por un cambio en lacalidad ambiental. El resultado de este mtodo puede variar sensiblementesegn la pregunta se formule en unos trminos u otros, tal y como hademostrado Hanemann (1990), para el que esta diferencia puede ir desdecero, en el caso de que la elasticidad demanda de la renta para la funcinde dario sea cero, o si este dario es un perfecto substitutivo para un bienprivado, hasta infinito, cuando la elasticidad de sustitucin entre el dario yun bien privado sea cero.

    Aunque la eleccin entre preguntar la disponibilidad a pagar o a acep-tar constituye la principal dificultad que ha de ser resuelta, esta no es lanica que se presenta. El hecho de que este mtodo ofrezca valoracionesex ante del cambio en el bienestar debido a un cambio en la calidadambiental, nos plantea la dificultad del tratamiento de valoracin en el

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    contexto de incertidumbre en el que se presenta (Oates, 1992). Adems, laexperiencia ha mostrado que los riesgos de errores inherentes al mtodopueden ser muy grandes. Desaiges y Point(1993) han conducido estoserrores a los siguientes: errores ligados a la muestra, al sistema de cuestio-nario y al comportamiento de los individuos.

    Por ltimo, consideramos el mtodo de los Precios Hednicos, inicial-mente sugerido por Ridker en 1967, basndose en la hiptesis de que lavariacin en los precios de las viviendas segn su localizacin poda serutilizado para estimar el valor que los individuos atribuan a un cambio dela calidad del aire. Desde entonces toda una literatura ha venido a confir-mar esta hiptesis. Freeman(1979) y Johanson(1987) han contribuido sig-nificativamente al desarrollo de la metodologa que soporta esta tcnica, ysu aplicacin prctica se ha conducido a distintos campos, tales como lacalidad del aire (Anderson et al., 1971; Brookshire et al., 1982), los efec-tos del ruido (Nelson, 1978), la calidad del agua (David, 1968), o el accesoa las riveras (Brown y Pollakowski, 1977).

    Las dudas expresadas por los ecologistas sobre estos mtodos, as comosobre otros ms perfeccionados pero que tienen esta misma orientacin yfundamentos, van ms all de las simples objeciones de orden prctico ytcnico de los economistas. Se han vertido todo tipo de criticas sobre estosmtodos de calcular los beneficios del medio ambiente, pero generalmenteestas criticas se hayan cargadas de juicios de valor, representando una cali-dad ms descriptiva que analtica, por ello quizs convenga centrarnos aquen la posibilidad de aceptar la solucin de los economistas.

    En un nivel estrictamente tcnico, los economistas han llegado aresultados muy satisfactorios cuando sus anlisis se han aplicado a deter-minados darios ambientales, fundamentalmente los que originaban unosconcretos y muy localizados perjudicados, tales como el dario de la polu-cin sobre la salud, el turismo, la agricultura o la visibilidad, pero muycuestionables para otros darios ambientales, en el que los perjudicadosno son individuos que puedan alzar sus voces, como los darios sobre lasespecies, o bien en el que los individuos no dispongan de un gobiernocon autoridad sobre todo el espacio afectado al que dirigir sus protestascomo en el caso de problemas internacionales del tipo agujero en la capade ozono o recalentamiento global.

    En el caso de la evaluacin de los beneficios asociados al controlambiental o la reduccin de la contaminacin sobre los ecosistemas, Oatesy Cropper (1992) han serialado la existencia de dos importantes problemasconceptuales. El primero es definir la materia prima a ser evaluada paradeterminar en que medida la reduccin de la polucin aumenta la pobla-cin de animales o la estabilidad de un ecosistema. Los dos enfoques quehan seguido los anlisis, el enfoque to down, que responde al valor depreservacin de un determinado ecosistema en su conjunto, y el enfoquebottom up, que hace esta aproximacin a partir de valorar la preserva-cin de particulares especies que integran este ecosistema, han llegado a

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    resultados muy diferentes, dando mucho ms valor este ltimo al ecosiste-ma, lo cual plantea una inmediata cuestin de los dos resultados esel correcto?. El otro problema alude a la falta de informacin de los indivi-duos para valorar correctamente los ecosistemas. Mientras que los indivi-duos pueden conocer con cierta exactitud los beneficios que el controlambiental tiene sobre su salud o el ocio, existe una gran imprecisin a lahora de determinar los beneficios de un ecosistema, siendo muy vulnera-bles a la propia metodologa aplicada.

    Al margen de la discusin entre economistas, plantebamos una segun-da cuestin a cerca de la crtica de los ecologistas sobre la forma en quelos economistas conciben la funcin de beneficios marginales de la calidadambiental. i,Podemos aceptar que la utilidad marginal de una mejora o uncontrol ambiental es inversamente proporcional a la calidad ambiental?;seguramente s, en la lgica individual, toda vez que los individuos tiendena conceder ms valor a una cosa por el hecho de no tenerla y ambicionarla,que por tenerla, incluso aunque exista un riesgo de perderla. Se trata delprincipio que hace funcionar la sociedad de consumo, y conforme a l laracionalidad y eficiencia individual lleva a conceder ms valor al medioambiente en la medida en que este se degrada, es decir se hace ms escaso.Sin embargo, colectivamente esta lgica no parece sostenerse, lo que losindividuos pueden querer a titulo personal puede no coincidir con lo quedesean colectivamente. Hay una doble moral en los individuos, seg n res-pondan a intereses personales o colectivos, lo que Sagoff(1981) ha deno-minado las preferencias del ciudadano y las preferencias del consumidor,distincin crucial en estos argumentos ecologistas, sobre los que posterior-mente volveremos. Aqu, nicamente plantear que si colectivamente losindividuos buscan ideales comunes, puede asignarse un valor constante albeneficio marginal de la calidad ambiental;, es decir, no parece eficiente oracional que por tener una alta calidad ambiental, se este valorando margi-nalmente menos una accin en defensa del medio ambiente, que si se dis-pone de un bajo nivel ambiental.

    Tambin existe la posibilidad de que los economistas hayan interpretadomal la naturaleza del fallo del mercado en relacin a la contaminacin, demodo que no estamos tanto ante un problema de extemalidades, como de unbien publico sin coste de produccin, o quizs ms claramente ante un pro-blema de informacin imperfecta sobre sus consecuencias. La informacindebe ser entendida tanto en el nivel de comunicacin del problema, sus cau-sas y consecuencias, como de formacin en los comportamientos individua-les. Sirva de distincin entre estos dos niveles lo que sucede en materia delimpieza de los parques. Los usuarios pueden conocer la agresin que supo-ne el dejar los residuos de un da familiar en el campo, bien por carteles opor campaas en este sentido, pero ser su formacin la que finalmentedetermine su conducta laxa o escrupulosa de dejar o no la basura.

    Esta formacin exige de programas que comienzan en los primerosaos de escuela, y faciliten una valoracin integra y critica de los efectos

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    de su propio comportamiento. Quizs en este caso los mtodos utilizadospor los economistas puedan tener un cierto margen de confianza, toda vezque los individuos perfectamente informados sern menos vulnerables ensu valoracin del entorno por las circunstancias que les rodeen, tendrnmayor estabilidad y sus comportamientos sern ms predecibles. Conse-cuentemente, podemos pensar que en una sociedad bien formada la ticacolectiva e individual respecto al medio ambiente pueden coincidir, y ade-ms esta conceder un valor constante al beneficio que proporciona el con-trol ambiental.

    Lo expuesto en este apartado obviamente no ha resuelto las dudas quepresenta la valoracin de activos ambientales y la definicin del estndarde calidad ambiental, simplemente se han expuesto los mnimos elementosde juicio para sembrar una duda en los valores de los beneficios y costes alos que llegan los economistas, abriendo una oportunidad a otros razona-mientos, procedentes de las ciencias de la naturaleza fsica y humana.

    4. LA CONSIDERACION DE LA TASA DE DESCUENTO EN ELANALISIS ECONOMICO

    El hecho de que los mtodos de valoracin ambiental empleados porlos economistas se funden en las hiptesis bsicas de la economa del bie-nestar, supone admitir las siguientes hiptesis bsicas:

    Las preferencias individuales constituyen la referencia a tomar paradefinir los objetivos ambientales.

    El individuo es el mejor juez de sus preferencias.Ello ha llevado a centrar en los anlisis la cuestin sobre el conoci-

    miento de las preferencias de los individuos, para lo cual es comn distin-guir los estudios de tipo dinmico, en los que las preferencias se ven afec-tadas por la variable tiempo, y los de naturaleza esttica o de cortetransversal, basado por lo general en encuestas que proporcionan informa-cin directa de las preferencias individuales en un momento dado.

    La mayor parte de los anlisis ambientales realizados hoy son de carc-ter dinmico, en los que, en trminos economtricos, aparece alguna de lasvariables endgenas afectadas por algn retardo como variable explicativa,y en ocasiones, las perturbaciones se ven afectadas por alg n proceso auto-rregresivo(Aznar Grasa, 1978). Parece evidente que la valoracin que haga-mos de la utilizacin de los recursos naturales se encuentra estrechamentevinculada al uso que en el pasado hayamos hecho de los mismos, y portanto los beneficios y costes otorgados al control de la calidad ambientaltienen su origen en acciones que se han sucedido a lo largo del tiempo. Losresultados no son ajenos a cuestiones como la evolucin de la tecnologa,los riesgos de irreversibilidad, o los cambios en las valoraciones socialesdebido a la influencia de las situaciones de riqueza o nivel de desarrollo.Para los ecologistas, el argumento ms contundente que marca la diferenciaen favor de los anlisis dinmicos es que en ellos podemos tener en cuenta

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    a las generaciones futuras. Aunque sin necesidad de identificarse con laposicin de los ecologistas, parece existir en la literatura econmica unacoincidencia en la relevancia del tiempo (Arrow y Fisher, 1974; Buhl,1985; John y Pechenino, 1994).

    La discusin surge sin embargo en el modo en que han de considerarseo tratarse las variables en razn del tiempo. La complejidad y transcenden-cia del tema hace que nadie se ponga de acuerdo, ni los econorr stas conlos ecologistas, ni economistas y ecologistas entre si. De nuevo nos limita-remos a presentar aqu los argumentos ms significativos en los debatesabiertos.

    Los economistas utilitaristas atribuyen a los individuos preferencias enla explotacin o consumo de los recursos naturales similares a los de cual-quier otro bien. Preferimos disfrutar el consumo ahora que en el futuro, yno hay razn para que no sea as con relacin a los recursos ambientales.La cuestin es estimar el valor actual concedido a un determinado valor defuturo, es decir, la tasa a la que descontamos los flujos de beneficios y cos-tes generados en el tiempo a consecuencia de una actividad humana conimpacto ambiental.

    Estos economistas definen una tasa de actualizacin distinta seg n lanaturaleza privada o social del proyecto. Para los primeros, la tasa privadade descuento puede asociarse a una tasa financiera cuya referencia nos lada el tipo de inters que el individuo podra obtener de su ahorro, o el quetendra que pagar en caso de endeudamiento. En los segundos, la tasasocial de descuento no permite una definicin y una estimacin tan clara,manteniendo que al nivel de la sociedad en su conjunto existe una tasa dedescuento, es decir, se descuenta el futuro (Romero, 1992). Los dos enfo-que seguidos en el clculo de la tasa de descuento han sido los que deter-minan el deseo de la sociedad por un consumo presente frente a un consu-mo futuro, conocido como la tasa marginal social de preferencia temporal,y aquel criterio basado en el coste de oportunidad, o en el rendimiento noobtenido a causa de la no realizacin de la actividad desplazada por laefectivamente realizada (Albi, et al.;1994), denominada tasa marginalsocial de rendimiento de la inversinn.

    Desde una perspectiva econmica menos ortodoxa y ms ambiental,Pearce y Warford (1993) 12 , han presentado las objeciones a estos mtodosde descuento, as como a los argumentos en contra de la actualizacinesgrimidos por los ecologistas, tomando para ello como referencia loscinco aspectos siguientes: las preferencias de los individuos en el tiempo,las preferencias sociales en el tiempo, el coste de oportunidad del capital,el riesgo y la incertidumbre, y los intereses de las generaciones futuras.

    11 De la importancia y significacin de estos enfoques da cuenta la amplia literaturadedicada a la tasa social de descuento: Marglin (1963a, 1963b);Sen (1967, 1982); Lind(1986); Albi et al. (1994); Dasgupta et al. (1972).

    12 Pearce, D. W. y Warford, J. J.: Op. cit.

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    La.s preferencias individuales en el tiempoLa tasa a la que los individuos descuentan privadamente se ve influida

    por la impaciencia que caracteriza el comportamiento humano, a la que sepueden atribuir la irracionalidad de las decisiones que afectan al medionatural (Krutilla y Fisher, 1985). Aceptar como valor de actualizacin estatasa en los proyectos privados que inciden en el entorno da lugar a proble-mas de distinta naturaleza, relativos a la inconsistencia de las preferenciastemporales de los individuos con la maximizacin del bienestar a lo largode su vida, el impulso y el deseo de acceder a polticas p blicas que satis-facen necesidades no prioritarias, y la transposicin de los juicios de valorpersonales por influencia de una sociedad que aumenta su satisfaccin entanto alcanzan un alto estatus, prevaleciendo la satisfaccin de necesidadessegn van surgiendo hoy, sin pensar en las del futuro.

    b) Preferencias sociales en el tiempoLa tasa social de preferencia temporal es la medida en que el bienestar

    social o la utilidad del consumo cae con el tiempo. La formulacin emple-ada para el clculo y el estudio del comportamiento de esta tasa es lasiguiente:

    i = ng + z

    Donde: z: Tasa de preferencia individual, o de descuento privadog: Tasa de crecimiento del consumo real per capitan: Elasticidad de la utilidad marginal del consumo.

    La polmica ha surgido en torno al valor que g y Z toman en esta fr-mula. Los ecologistas critican la presuncin que hacen los economistas deque g toma un valor positivo, toda vez que crecimientos constantes nopodrn mantenerse en el futuro toda vez que el medio natural impone cier-tos lmites, como los que se derivan de su capacidad de asimilar los resi-duos de los procesos de produccin y consumo. Las consecuencias de notomar en cuenta estos lmites pueden verse en los casos del efecto inverna-dero o del agujero de la capa de ozono. Adems los problemas de creci-miento de ciertas regiones muestran que g puede tomar un valor negativo.Con relacin a la variable Z, los ecologistas han considerado que cuando seesta produciendo una clara degradacin ambiental y la renta se mantieneconstante o cae, los valores de esta variable pueden no ser relevantes paradeterminar

    c) Coste de oportunidad del capitalLos ecologistas han intentado desacreditar el descuento a partir del cri-

    terio del coste de oportunidad manteniendo como principales argumentos,en primer lugar, que la tasa de descuento valorada como un coste de opor-

  • La eficiencia econmica: un anlisis ecolgico de la fragilidad del pilar bsico... 529

    tunidad implica que los beneficios son siempre reinvertidos a dicho tipo,lo cual frecuentemente es incierto, dado que bien pudieran dedicarse alconsumo. En segundo lugar, que el coste de oportunidad expresa una com-pensacin intergeneracional, es decir lo que paga la generacin actual a lasgeneraciones futuras por el dario causado. Los proyectos generan un bene-ficio que puede ser usado para compensar a las vctimas del futuro y estoes suficiente para garantizar su eficiencia. El problema esta en que se con-funde la compensacin actual con la potencial compensacin requeridapor las generaciones futuras.

    d) Riesgo e incertidumbreDeterminar la tasa social de descuento requiere superar al menos tres

    claras incertidumbres que la rodean, relativas, en primer lugar, al riesgo demuerte de los individuos, en el que se soporta la aludida impacienciahumana y la ignorancia de que frente a la mortalidad de los hombres, lahumanidad ha de ser inmortal. Esto plantea una clara distincin en el hori-zonte de decisin pblico y privado; as como otro tipo de pautas de actua-cin. Pero la mortal condicin humana no esta exenta de incertidumbres yriesgos, quizs lo nico cierto es que todos algn da habremos de morir, yque el modo en que vivamos afecta a ese da, a la duracin de nuestra vida.Por ello, en segundo lugar, debemos reconocer un diferente tratamientodel riesgo o incertidumbre cuando las decisiones afectan a aspectos tanbsicos y fundamentales para la vida como los alimentos, el agua, el aire ola energa. Por ltimo, el riesgo y la incertidumbre afectan de forma muydistinta a los diferentes costes y beneficios de un proyecto, por lo que unatasa nica de descuento no parece aceptable, y m ltiples tasas de descuen-to complicaran extraordinariamente los clculos.

    e) Intereses de las generaciones futurasEl altruismo aparece definido como la utilidad que la generacin

    actual obtiene de la utilidad en el consumo de las generaciones futuras.Esta definicin sirve para apuntar que cuando una generacin no es nadaaltruista, la tasa de descuento se estimar exclusivamente pensando en suconsumo o en su retiro en el futuro, establecindose una tasa cuya aplica-cin lleva a resultados ineficientes, en tanto no maximiza la utilidad en ellargo plazo; en tanto no garantiza la supervivencia de la humanidad. Con-secuentemente, el altruismo afecta a la definicin de la tasa de descuento yla eficiencia, siendo necesario conocer esta incidencia para determinarcorrectamente la tasa de descuento.

    Se destacan tres argumentos empleados para el conocimiento de estaincidencia. Un primer argumento se ofrece a partir de la distincin plante-ada a cerca de dos contextos en las decisiones individuales, el privado, enel que las decisiones reflejan intereses propios y particulares, y el p blico,que refleja los intereses de otros individuos, de otros seres y de las genera-

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    ciones futuras. En la medida en que cada individuo esta seguro de que losdems tienen en cuenta otros intereses distintos de los propios, manifestaruna mayor disposicin a hacer transferencias en favor de terceros y de lasgeneraciones futuras, y en consecuencia, las tasas de descuento socialsern menores que las privadas o de mercado.

    Con una referencia ms clara a los intereses de las generaciones futu-ras, aparece citado el argumento de la corresponsabilidad ofrecido por Sen(1967). Siguiendo este argumento el mercado asigna ratios de descuentobasndose en el comportamiento individual, pero el Estado es una entidaddistinta e independiente, responsable de salvaguardar el bienestar colectivoy el de las generaciones futuras. Igualmente formulado por Sen (1967), sevalora finalmente la ineficiencia de la tasa de descuento del mercado apartir de la denominada paradoja del aislamiento, basada en el conocidodilema del prisionero. Cuando los individuos tienen un estricto dominio delas estrategias llegan a producir un resultado que es Pareto inferior. Podralograrse un nivel superior de bienestar mediante la colaboracin, pero lacolaboracin solo se da de un modo forzado, toda vez que cuando los indi-viduos no pueden apropiarse de todo el beneficio de sus inversiones actua-les para si mismo o sus descendientes, no estarn incentivados a efectuartransferencias intergeneracionales, aun cuando estas aseguren la supervi-vencia.

    Pese a la interesante significacin del altruismo y su incidencia en laeficiencia, en la prctica se presentan muchos problemas para su concre-cin, relacionados con la implcita e incierta presuncin que se hace acerca del modo en que podemos evaluar la actual generacin lo que quie-ren las generaciones futuras y la importancia que darn a las cosas. Elhecho de que no se hayan tenido en cuenta ni el comportamiento pblicode los individuos, ni el criterio del Estado, ni las bases del contrato socialpara la supervivencia, puede servir para rechazar la tasa de descuento delmercado, pero no resuelve el problema de como introducir los intereses delas generaciones futuras.

    En algunos temas ambientales especficos se han realizado interesantesaportaciones al respecto. Pearce y Warford (1993), consideran los casos delos darios irreversibles y de la gestin de los recursos naturales. En el pri-mer caso Krutilla y Fisher (1985) han incorporado la irreversibilidad a lametodologa del Anlisis Coste Beneficio, pero en contraste con las consi-deraciones anteriormente efectuadas, no han ajustado la tasa de descuento,esta ms bien ha sido tratada convencionalmente, esto es, se ha igualado auna medida del coste de oportunidad del capital. La irreversibilidad de unaaccin, como por ejemplo la inundacin de un valle o la deforestacin deun bosque tropical, lleva a conceder un mayor valor a los beneficios deestos parajes naturales, incluso cuando no se piensen usar (valor de exis-tencia). El efecto neto de un aumento en el precio de este rea, suponga-mos un g por 100, siendo la tasa de descuento de un r por 100, es que elbeneficio es descontado a una tasa de r-g por 100. Para Pearce y Wardford

  • La eficiencia econthnica: un anlisis ecolgico de lafragilidad del pilar bsico... 531

    (1993) el ajuste es similar a bajar la tasa de descuento, pero no distorsionala localizacin de recursos en la economa como usando tasas de descuen-to variables.

    En el caso de la gestin de los recursos naturales, se advierte la compleji-dad de establecer la relacin entre la tasa de descuento y la conservacin delos recursos naturales. Sin embargo, el hecho advertido por Clark (1980) deque la combinacin de altas tasas de descuento y precios altos de estosrecursos representan el optimo para el extincin de los mismos, particular-mente de las especies, ha llevado a plantear dos consideraciones bsicas enla definicin de las polticas de gestin ambiental. En primer trmino, lasinversiones en actividades que explotan recursos naturales han de prestarespecial atencin a como la tasa de descuento repercute en los beneficios ycostes a lo largo del tiempo. En segundo lugar, la tasa de descuento, cuandolos recursos estn en manos privadas, se definirn al margen de criteriossociales, por lo que los gobiernos deben modificar esta tasa privada en favorde preservar los recursos, an arriesgando sus niveles de crecimiento.

    Estas consideraciones resultan en la prctica muy difciles de mantener,por que el gobierno retardara el desarrollo cuando seguramente es msdeseable; y adems, tendra que definir los criterios para calificar a un pro-yecto de ambiental, o de inters especial en razn de su transcendenciasobre el entorno. Estas decisiones se encuentran con problemas a la hora deseleccionar los proyectos calificados de especiales, influir en las decisionesprivadas, cuando se trata de proyectos privados, y establecer por ltimo latasa de descuento que garantice la anhelada preservacin del entorno.

    En todo este examen que Pearce y Warford (1993) hacen de las teorasa cerca de la actualizacin, tanto las realizadas en su favor por economis-tas utilitaristas, como las efectuadas en su contra por los ecologistas, sub-yace una reprobacin a los primeros por su falta de sensibilidad con losintereses de las generaciones futuras, y a los segundos, por su falta de con-viccin en los argumentos esgrimidos. La solucin que proponen consisteen imponer limitaciones en funcin de la sostenibilidad, facilitando parasu articulacin los principios siguientes:

    La importancia de evaluar el patrimonio ambiental y sus servicios La necesidad de asegurar que las inversiones verdaderamente acre-

    cientan la masa de capital generado por el hombre La necesidad de contemplar normas mnimas de conservacin cuan-

    do el capital ambientales crtico.La forma tan sinttica de presentar estos principios no permite tener

    una respuesta clara al modo en que puede ser incluida la sostenibilidad enla evaluacin de proyectos. Quizs aunque les prestsemos mayor atencintampoco encontraramos una respuesta a las discusin entre ecologistas yeconomistas, toda vez que la idea de sostenibilidad parece dar la razn alos ecologistas y a la vez justificar a los economistas, por lo que se mueveen un terreno nada seguro.

  • 532 Joaquin Romano Velasco

    Llegados a este punto y dado que al sujeto decisor no pueden presen-trsele las alternativas en este nivel de incertidumbre o confusin, por quees tanto como no decir nada que pueda ayudarle en su funcin, parecenecesario cuando menos indicarle que en funcin del horizonte temporalmarcado en su objetivo as le convendr atender, para el corto plazo, laspropuestas de los economistas utilitaristas, para el medio plazo, la de loseconomistas ambientalistas, y para el largo plazo, la de los ecologistas.

    Tambin es importante advertirle que la historia del hombre y de losseres vivos que pueblan la Tierra ha dejado una clara leccin: quienes hanactuado con criterio de actualizacin han limitado su existencia. Esto seaprecia tanto para las especies como para las culturas, y en este ltimocaso parece que una cultura como la actual, que tiene como objetivo lasatisfaccin y como medio para conseguirla el consumo, no puede niextenderse a todas las personas, ni perdurar indefinidamente all donde seest dando. El fundamento de esta cultura, tanto ms satisfaccin cuanto elbien consumido sea ms escaso, con independencia de su carcter vital,nos hace pensar en la escena bblica del paraso perdido merced al consu-mo de lo prohibido, simblicamente representado entonces en una manza-na, y que hoy tomara la forma de cualquiera de los m ltiples productosmaterialistas e innecesarios para la vida que la sociedad del desarrolloofrece, a cambio de la destruccin del hbitat natural.

    La amenaza de la actualizacin a la que el hombre somete sus proyec-tos, no solamente se cierne sobre cuestiones tan especficamente medioambientales, sino tambin sobre otras genricas a la misma especie huma-na. La actualizacin como pauta de comportamiento ha dado lugar a curio-sas paradojas, quizs una de las ms significativas sea la concerniente a ladecisin de las parejas sobre su descendencia o el n mero de sus hijos, yla influencia ejercida en ella por el criterio establecido para sostener en elperiodo de vejez a las personas, seg n sea el de la proteccin del Estado oel de la proteccin de la familia.

    La proteccin del Estado a las personas que por razones de edad hansalido del mercado laboral constituye la forma ms generalizada en lospases desarrollados, y en ellos los hijos pasan a tener un valor casi exclu-sivo de presente, por lo que la utilidad marginal de estos cae exponencial-mente, hasta el punto de no garantizar ni siquiera una tasa de natalidadacorde con la sostenibilidad de la poblacin. Es el fenmeno del cambiodemogrfico, que constata la inversin de la pirmide de poblacin, msestrecha ahora en las edades ms jvenes, y ms ancha en la poblacin demayor edad; fenmeno ampliamente estudiado en la literatura econmicae intensamente debatido en la economa p blica l3 . En las economas mstradicionales, representadas por las ms subdesarrolladas, no hay ms

    13 Una muestra de este debate puede verse en las Actas del 48 Congreso del Institu-to Internacional de Finanzas P blicas, celebrado en 1992, con el ttulo: El papel de la poli-tica presupuestaria durante el cambio demogrfico (Wolfe, 1993)

  • La eficiencia econmica: un anlisis ecolgico de la fragilidad del pilar bsico... 533

    posibilidad para garantizar la vejez que aplicar un criterio de acumulacinbasado en los propios hijos, de modo que en estas sociedades, y en el nivelen el que se ha logrado disminuir la mortalidad infantil, el fenmeno quese produce es el de super poblacin.

    Desde luego hay otros factores que determinan estos fenmenos,pero lo que queremos destacar es que con estos resultados y en unaseconomas tan cerradas como las actuales al movimiento de personasentre pases subdesarrollados y desarrollados, existe una clara amenazaal crecimiento a medio plazo y a la supervivencia a largo plazo. Nadasorprendente por otra parte si tomamos la referencia de otras especies.No solamente los depredadores como el len o las guilas tendran pro-blemas, sino los mismos herbvoros si aplicasen alg n tipo de actualiza-cin hoy no existiran, y por su puesto su extincin sera cosa de pocosarios si esta actualizacin recayese sobre sus propios descendientes, susgeneraciones futuras.

    5. CRITERIOS DE DECISION AMBIENTAL Y COMPORTAMIENTODEL SECTOR PUBLICO

    Una vez determinados los flujos de costes y beneficios de un proyecto,y actualizados a una calculada tasa de descuento, el Anlisis Coste-Benefi-cio (ACB), establece como ltimo paso la definicin de una regla de deci-sin que facilite una medida de la eficiencia asociada a dicho proyecto.Esta regla de decisin resulta de la aproximacin que hace el ACB al pro-ceso intuitivo seguido por el sujeto decisor, de manera de en ella se facilitauna simple comparacin entre los costes y beneficios, para lo cual se handispuesto unas sencillas frmulas, del tipo ratios beneficios-costes, ValorNeto Actual (VAN) o Tasa Interna de Rendimiento (TIR). Aun cuandoestas reglas normalmente han llevado a resultados muy similares, ha sidola regla del VAN la ms utilizada por los analistas, al ofrecer una mayorconfianza (Dasgupta, Marglin y Sen, 1972)14.

    El VAN de un proyecto se define como la diferencia agregada de losbeneficios sobre los costes, de modo que para proyectos de tamao fijo ydentro de un presupuesto variable, cualquier proyecto cuyo valor neto pre-sente sea superior a cero es potencialmente aconsejable (Albi et al.,1994) 15 . La expresin algebraica de esta regla es la siguiente:

    Bt CtVAN > 0

    (1 +

    14 Dasgupta, P. S.; Marglin, A. y Sen, A. K.: Guideline for Project Evaluation.United Nations Development Organization; 1972.

    15 Albi, E. et al.: Teora de la Hacienda Pblica. 2a. ed.Barcelona: Ariel: 1994.

    (1)

  • 534 Joaquin Romano Velasco

    Donde: B = Beneficios.C = Costes ligados a los recursos.r = Tasa de actualizacin.

    Esta es la frmula descrita en la literatura econmica ms ortodoxasobre el ACB, pero desde una perspectiva ambiental se conviene en esta-blecer una distincin entre costes ligados a los recursos, tales como elsuelo, la mano de obra o el equipamiento, y los costes o ventajas ligados almedio natural. Adems, dado que la repercusin ambiental de un proyectotiene lugar de una forma continua en el tiempo, se apunta la convenienciatcnica de aplicar la siguiente expresin (Pearce y Turner,1992 )16:

    f (Bt - Ct - Et) e-rt > 0 (2)Donde: E = Costes( ventajas) ligados al medio naturalLa determinacin ms precisa de los costes en los proyectos llev a la

    especfica consideracin de los recursos naturales afectados, expresndosecomo un componente singular en la ecuacin (2). Ello contribuy a impul-sar nuevas investigaciones tericas y empricas para valorar de un modoms realista este componente, destacando en este sentido las aportacionesde Weisbrod (1964) 17 y Krutilla (1967) 18 , que propusieron tomar en cuentalos valores de no uso de los recursos naturales, en sus formas de valor deopcin y valor de existencia, conectando adems con el concepto de exce-dente del consumidor introducido por Dupuit en 1844 y difundido porMarshall en su obra clsica Principles of Economics.

    Aproximarse a la realidad siempre supone aumentar la complejidad delanlisis, no obstante parece que con estos nuevos conceptos lo que gana-mos en realismo supera claramente a lo que perdemos ante la complejidadariadida. Al descomponer en sus componentes la variable Et, la ecuacin(2) que expresa la regla de decisin, podra tomar bsicamente dos formasdistintas. Cuando se considera un mundo determinista, en el que no hayninguna incertidumbre, respondera a la siguiente expresin:

    S Bt - Ct - (VUt + VEt) e-rt > 0 (3)Donde: VU = Valor de uso del medio natural

    VE = Valor de existencia del medio natural.

    La introduccin del valor de existencia ariade una dificultad no del todoresuelta por los mtodos de valoracin de los recursos naturales, anterior-

    16 Pearce, D. W. y Turner, R. K.: Op. cit.17 Weisbrod, B. A.: Collective-Consumption Services of Individual-Consumption

    Goods. Quarterly Journal of Economics. 1964; v.78: pp. 471-477.18 Krutilla, J. V.: Conservation Reconsidered. American Economic Review. 1967;

    v.47: pp. 777-786.

  • La eficiencia econmica: un anlisis ecolgico de la fragilidad del pilar bsico... 535

    mente considerados, pero abre la posibilidad de introducir un reconocidovalor de preservacin, tanto para los usuarios reales o potenciales, quepueden atribuir un valor con independencia de la utilizacin que hagan delrecurso, como para los no usuarios, los cuales con el simple conocimientode su existencia expresan una disposicin favorable a su conservacin.

    En un paso ms en la aproximacin a la realidad de la medida de la efi-ciencia que nos da la regla de decisin, se ha planteado introducir la incer-tidumbre en el anlisis. No parece posible conocer con exactitud los efec-tos que en un futuro producir una determinada accin, de manera que si alos componentes de la ecuacin (3) se les esta dando un valor ex ante, seesta propiciando un margen para el error directamente imputable a laincertidumbre que les rodea. Pearce y Turner (1991) 19 clasifican estasincertidumbre segn recaigan sobre la oferta de los recursos naturales, quees una incertidumbre sobre la conservacin de la disponibilidad del patri-monio en cuestin, y la que se refiere a la demanda de estos recursos, des-crita como la incertidumbre sobre el hecho de que un individuo hayaexpresado el valor de disposicin del bien en cuestin en el momento desu utilizacin futura.

    Descubierto el error de no considerar la incertidumbre, nuevamente sepresenta la dificultad de su correccin, es decir, la modificacin en la ecua-cin de referencia para que sea mejorado el resultado ofrecido por la reglade decisin. Sin representar una solucin consensuada, desde la introduc-cin del valor de opcin por Weisbrod (1964) 20, esta parece ser la quemayor confianza ha ofrecido a los analistas21 . La expresin de la regla dedecisin en la que se considera la incertidumbre sera la siguiente:

    Bt Ct (VUt + VOt + VEt) e-rt > 0 (4)

    Donde: VO = Valor de opcin del medio natural.

    Con la inclusin de este nuevo componente la regla de decisin permi-te tener mayor seguridad en la actuacin, toda vez que se tiende a fortale-cer la disponibilidad del recurso natural en el futuro. Tambin se facilitaque el sujeto decisor manifieste su aversin al riesgo, aunque en este casose abrira la posibilidad de dar un valor negativo al valor de opcin, locual no parece muy aconsejable, recomendndose entonces utilizar laecuacin (3).

    Los economistas finalmente parece han conseguido su propsito defacilitar una medida de la eficiencia de un proyecto, que advierta la conve-

    19 Pearce, D. W. y. Tumer, R. K.: Op. cit.20 Weisbrod, B. A.: Collective-Consumption Services of Individual-Consumption

    Goods. Quarterly Journal of Economics. 1964; v.78: pp. 471-477.21 De hecho es empleada en trabajos de autores como Pearce y Turner, 1991; Bihop,

    1982;Freeman,1985; Pummer y Hartman, 1986;Smith,1987.

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    niencia o inconveniencia del mismo, incluso desde la perspectiva ambien-tal. Podramos an extendernos ms presentando la rica literatura econ-mica dedicada a esta finalidad utilitarista de obtener una medida que nosmarque el rumbo a seguir en nuestro comportamiento, o en la misma lneasobre la que efecta objeciones y correcciones de orden prctico y tcnicoa los resultados en base a su validez, fiabilidad o aplicabilidad, pero nues-tro propsito no es profundizar en este enfoque, sino descubrir la existen-cia de otros alternativos. Hay otra literatura dedicada a establecer unaregla de decisin basndose en los procesos fsicos que tienen lugar en lanaturaleza, y que nos advierte el arma de doble filo que se esconde tras laregla de decisin de los economistas, por lo que quizs sea necesarioinformar al sujeto decisor de otras alternativas u otros aspectos a tener encuenta.

    Recoger aqu cada una de estas corrientes excede este trabajo, y segura-mente tambin nuestro conocimiento y comprensin, pero creemos decierta utilidad exponer la censura a que han sido sometidos estos plantea-mientos por la ortodoxia econmica, simplemente por el hecho de servirsede procedimientos distintos en la defensa de sus argumentos. Hay unaclara contradiccin entre lo que se propone y lo que se acepta en esta orto-doxia; por un lado, se seala la importancia de guiar o informar con estosmtodos la intuicin del sujeto decisor, que en las organizaciones p blicassuelen tomar la forma de cargos polticos, nombrados en las democraciasen virtud de un proceso electoral, y que han de elegir las actuaciones aseguir en coherencia con la voluntad de los electores; pero por otro lado,se rechaza cualquier orientacin que no proceda del esquema convencionaladmitido.

    Imaginemos que en un proceso electoral ha resultado elegido un parti-do que ha mostrado una sensibilidad real con el entorno y las generacionesfuturas, i,podra el sujeto decisor admitir la regla de decisin que ofrece elACB convencional, en el que la mxima eficiencia se describe en trminoseconmicos y no coincide con la que se tendra en trminos ecolgicos?.Abriendo an ms las posibilidades, si el partido ganador en el procesoelectoral tuviera una interpretacin de los intereses de la sociedad distintosde los que resultan de la suma de los intereses de cada uno de los indivi-duos que la integran, es decir donde los responsables polfticos y los legis-ladores entendiesen su papel como conductores de la sociedad a partir dedeterminados valores y principios colectivos y no individuales con los questa se identifica (Sagoff, 1981)22 , nada ilgico por otra parte, dado que elpoltico puede comportarse con la referencia bien de una sociedad quetransciende en su vida a la de los individuos que la componen, o bien conla referencia del propio ciclo electoral. En esta situacin, ,podra el sujetodecisor la regla de decisin en la que la mxima eficiencia se corresponde

    22 Sagoff, M.: Economic Theory and Environmental Law. Michigan Law Revievv.1981.

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    a la de las economas individuales, pero no se tiene en cuenta la de las eco-nomas colectivas, o en su caso las economas partidistas?.

    Nuevamente estamos ante una cuestin fcil de plantear pero muy dif-cil de resolver. Reconocerlo quizs sea el primer paso en su solucin, demanera que es importante advertir que seguramente se ha llegado demasia-do lejos en la divisin cartesiana de las ciencias, y si lo que realmente sepretende es informar al sujeto decisor urge una colaboracin interdiscipli-nar; abrir las vas de comunicacin entre los tcnicos econmicos y deotras especialidades, de manera que al sujeto decisor se le faciliten infor-maciones sino consensuadas al menos debatidas, y no las que proceden dedos bandos distintos, que le plantean la eleccin entre uno u otro. Es laguerra de trincheras, a la que alude Naredo (1992)23 , que surge ante cual-quier confiicto ambiental, a modo de frente inamovible entre dos tipos derazones que, muy simplificada y torpemente, se califican de econmicasfrente a las ecolgicas o ambientales, y dado que la lgica intrinseca alcomportamiento delos recursos es una sola, de esta confrontacin nosurge nada positivo. La complementariedad de estos enfoques podragarantizar la eficiencia en los resultados a nivel social, pero las barrerasacadmicas y mentales dificultan hoy por hoy su convivencia.

    Esta es la principal conclusin del trabajo, y una vez llegado a ella pareceque no resta sino transmitir una invitacin a conocernos mejor y abrir nues-tras investigaciones y enseanzas econmicas a otras corrientes; otras pers-pectivas que permiten conocer mejor las dimensiones de la realidad, por queseguramente nos movemos en un solo plano, ignorando la multidimensiona-lidad que requiere la correcta administracin de los recursos escasos, a laque se dedica la econorra. No nos resistimos, sin embargo, a recoger final-mente algunos comentarios que nos han sugerido las opiniones de nuestrospropios estudiantes cuando presentbamos este tema.

    Una primera cuestin planteada ha sido que pese a reconocer el intersde otras propuestas o reglas de decisin diferentes de las ortodoxas, la uto-pa o el individualismo en el que se fundamentan las invalida para la prc-tica. Nadie hace algo por nada, y si al productor se le quita el incentivo demaximizar el beneficio o al consumidor el de maximizar su satisfaccin, elsistema entrara en una espiral de subdesarrollo, en la que paulatinamentese disminuyen las posibilidades de utilidad, quizs similar a la que aventu-ran los ecologistas, pero mientras aquella se producir con toda seguridady rapidez, la situacin de holocausto por la degradacin ambiental o laextincin de los recursos naturales es tan solo potencial y a muy largoplazo. En otras palabras, se viene a decir que el planteamiento de los eco-nomistas se impone por que expresa un funcional sistema de incentivos, entanto que el de los ecologistas se ignora por que no explcita claramentelos incentivos motrices de la sociedad.

    23 Naredo, J. M.: La economa en evolucin. Historia y perspectivas de las categor-as del pensatniento econmico. Madrid: Siglo XXI; 1987.

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    En la literatura que da contenido a estos dos enfoques se presentan losincentivos que ofrece cada uno para conducir el sistema, y quizs sea msfcil, o cmodo, identificarse con el de los economistas, pero es errneoserialar que los ecologistas no facilitan incentivos claros. Por otra parte, lateora del notario de Naredo, anteriormente expuesta, nos muestra que losincentivos en los que se basa el funcionamiento de la sociedad utilitaristaen la que nos encontramos, encierra una evidente trampa. En apariencia elincentivo que se ofrece a productores y consumidores(trabajadores), esque a mayor esfuerzo mayor recompensa, a mayor utilidad que se aportamayor retribucin se recibe; pero en la prctica hay determinados puestosque consiguen grandes ganancias con poco esfuerzo y baja aportacin deutilidad, representado simblicamente por el puesto de notario, pero quese puede extender a otras profesiones, otros sectores econmicos, e inclu-so a ciertos pases. De manera que si los ecologistas no presentan unincentivo viable, los economistas tampoco, dado que una sociedad en laque todos los miembros alcanzan el estatus del notario no puede funcionar,y en todo caso con este incentivo sera muy ineficiente.

    La segunda consideracin ha llevado a establecer un cierto paralelismoen la discusin entre economistas y ecologistas y la que en su da se plan-te entre capitalismo y socialismo, de manera que si con la perspectiva quehoy nos ofrece la historia podemos afirmar que el sistema de planificacinno ha dado buenos resultados en la prctica, pese a la cierta lgica de susfundamentos, por razones similares podemos afirmar que el enfoque de losecologistas nos puede llevar a un nuevo fracaso. Debemos serialar a esterespecto las grandes diferencias existentes entre socialismo y ecologismo(Jimnez Herrero, 1992) 24 ; para nosotros, el primero funciona bajo el lemade cada uno segn sus posibilidades y a cada uno segn sus necesidades,en tanto que el planteamiento de los ecologistas se basa en las propiasleyes de la naturaleza, presentndonos un mundo de racionalidad y austeri-dad, en el que la equidad es una consecuencia pero no constituye el centrode una poltica.

    Por otro lado, debemos apuntar que las denominadas economas capita-listas, resultado de la aplicacin de las teoras utilitaristas, no existen. Enellas el sector pblico adquiere un protagonismo superior al de cualquierotro agente privado, tanto por la va de la regulacin como de la produc-cin pblica de bienes y servicios. De hecho los gastos p blicos represen-tan casi el 50 por 100 del producto nacional en los pases ms desarrolla-dos, y su mano alcanza a todos los sectores productivos. Hoy no es posibleen estos pases construir una casa, fabricar un vehculo, o producir un ali-mento sin la correspondiente autorizacin administrativa. Consecuente-mente podemos afirmar que implicar a los gobiernos en la firme preserva-cin de los recursos y del medio natural no es sinnimo de socializar el

    24 Jimnez Herrero, L.: Medio ambiente y desarrollo alternativo. Madrid: lepala;1989.

  • La eficiencia econmica: utz andlisis ecolgico de la fragilidad del pilar bsico... 539

    Estado, sino ms bien de conferirle una responsabilidad actualmente eludi-da, o cuando menos errada, como demuestra la vitalidad que cobran losfallos del sector pblico analizados por la escuela de la Eleccin Colecti-va, cuando los conducimos al campo ambiental. Nos encontramos con quetambin el comportamiento del sector pblico responde a la teora delnotarios; de hecho la estabilidad laboral que ofrece la condicin de funcio-nario y al capacidad de legitimar un acto que tiene el poltico constituyenidnticos pilares a los que soportan el estatus del notario.

    Por ltimo hemos reflexionado a partir de un simple ejercicio realizadoa los estudiantes. Sintticamente, este ejercicio consista en preguntarlescolectivamente primero sobre un proyecto que afecte a un entorno, porejemplo la construccin de una presa en la Amazonia que inundase tierrasde selva que formaban un ecosistema. Ofrecida la valoracin econmica yecolgica, la decisin colectiva se vea influida ms por los resultados alos que llegaban los ecologistas que los economistas. En una segunda pre-gunta, cambiamos el escenario de anlisis y les planteamos la posibilidadde captar u obtener individualmente todo el beneficio econmico netogenerado por el proyecto, de tal manera que el rechazo del proyecto, man-teniendo su criterio ecolgico, no impeda que otro individuo aceptase elcriterio econmico, realizndose el proyecto y apropindose del beneficioeconmico, con lo que el individuo que lo rechazase, podra tener segura-mente la conciencia tranquila, pero con la misma seguridad se quedaracon el bolsillo vaco y adems sin el ecosistema defendido. En este caso,individualmente casi todos decidieron seguir la regla de decisin de loseconomistas.

    Este ejercicio tiene muchas lecturas, la ms obvia es la demostracinque hace de la existencia en un individuo del ciudadano y el consumidor,tal y como serialaba Sagoff (1981) 25 . Tambin muestra la fragilidad de losprincipios con los que decide el hombre; si unos jvenes desinteresadoscambian su altruismo por utilitarismo, no se puede esperar que los indivi-duos con intereses en el mercado o en el sector pblico incorporen elaltruismo entre sus principios de comportamiento. i,Debemos deducirentonces que no podemos hacer nada por cambiar nuestro destino?, perso-nalmente nos resistimos a dar la razn a los que nos sugieren que, el hom-bre es como es, e intentar descubrir sus vicios y miserias o el trgico finalde sus acciones, es como dar vueltas a una rosa para intentar mejorarla,finalmente solo conseguiremos clavarnos alguna de sus espinas.

    25 Sagoff, M.: Op. cit.