La Vizcaya de La Cantabria

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ORIGENES E HISTORIA DE LA FAMILIA SÁINZ-TRÁPAGA Y TRÁPAGA DE ROZAS Martín Sáinz-Trápaga Castell Email: [email protected] VI.II EL SEÑORIO DE VIZCAYA – LA CANTABRIA DE LA VIZCAYA Mucho hay escrito sobre La Vizcaya, pero desgraciadamente, lo “nuevo” ensombrece y distorsiona lo mucho que la historia antigua y su lógica nos aporta de estos territorios y como su dedicación e intervención ayudaron y potenciaron la actual configuración de la peninsula. Siempre sin querer desmerecer el origen incierto, antiguo, muy antiguo, anterior a la conformación de los reinos modernos de la España penínsular y a la realidad de su vinculación a la primero Corona de Asturias de Santillana, de Castilla y de León desde el s.IX y al reino de Navarra y Aragón, intermitentemente, para volver al de Castilla que posterirmente se inominó como reino de España desde el s.XVI hasta nuestros días. Esta realidad, oculta en su origen, otras más complejas, como la que se refiere a las distintas y diversas castas y linajes de sus habitantes, fruto de la convivencia de muy diferentes tribus, fundamentalmente celtas y vasconas que habitaron en sus territorios y que por diversos motivos, lograron mayor expansión territorial, desde sus ámbitos de origen y en otros casos, terminaron desdibujándose en el general, o extinguiéndose. Así, vardulos, berones, autrigones, caristios y vascones, entre otras tribus celtas y vasconas, ocuparon un territorio, mucho más extenso del que la geografía actual circunscribe al actual Pais Vasco; Santander, Vizcaya, Guipuzcoa, Palencia, Burgos, La Rioja y parte de Navarra y la vinculación de Valladolid para la defensa de sus fueros, fueron parte del ámbito del Ducado de Cantabria, que a lo largo de su historia, han mantenido en su toponimia, en sus costumbres, etnografía y archivos documentales muestras de ésta vinculación. El revisionismo histórico en el que nos encontramos inmersos desde el s. XX, pugna por destacar e imponer una de sus muchas realidades primigenias, como justificación del todo; la vascona, aún habiendo constituído ésta solo una parte. Esto desmerece y enmascara la realidad, necesitando, para trazar un origen paralelo, ageno al documentado y fehaciente, recurrir al absurdo del mito, la fábula y el romanticismo, por carecer de datos que sobreponer o referencias ciertas de apoyo, en un continuo intento de vasconizar lo vizcaíno, en vez de defenderlo y presumirlo en su complejidad, así como el fruto de su realidad y puesta en valor de su herencia cultural e histórica. Parte de esta deformación se entiende por la apropiación del término “Cantabria” como el que refiere, vincula y apropia exclusivamente en la actualidad, a la actual provincia de Santander, y esto es un error, que desmerece la importancia que La Cantabria y concretamente la Cantabria de La Vizcaya que en su todo tuvo. Las lenguas euskericas, son un patrimonio del territorio vizcaíno pasado y actual, pero con muy diferente realidad sociales y geográfica a la que hoy en día se pretende relacionar. Lo euskara se confunde con lo celta y lo castellano se euskariza o elimina. Lo vizcaíno, de lo que parece solo interesa la referencia al Fuero, sucumbe en beneficio del término Vasco, siendo este segundo una parte del primero y no alreves… La propia Casa de Vizcaya, en la Chancillería de Valladolid distinguía desde sus orígenes, entre la dumentación y libros de insertos de hidalguía y pleitos de la Vizcaya y los de la Casa de Guipuzcoa y esto no era baladí, pues la clara justificación era el diferente origen de sus linajes. Bueno, no quiero ponerme estupendo, porque reconozco mis limitaciones y éste no pretende ser un tratado histórico, sino una presentación ligera de las realidades de los ámbitos en los que nuestra familia tuvo sus orígenes y desarrollo vital.

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ORIGENES E HISTORIA DE LA FAMILIA SÁINZ-TRÁPAGA Y TRÁPAGA DE ROZAS

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VI.II EL SEÑORIO DE VIZCAYA – LA CANTABRIA DE LA VIZCAYA Mucho hay escrito sobre La Vizcaya, pero desgraciadamente, lo “nuevo” ensombrece y

distorsiona lo mucho que la historia antigua y su lógica nos aporta de estos territorios y como su dedicación e intervención ayudaron y potenciaron la actual configuración de la peninsula. Siempre sin querer desmerecer el origen incierto, antiguo, muy antiguo, anterior a la conformación de los reinos modernos de la España penínsular y a la realidad de su vinculación a la primero Corona de Asturias de Santillana, de Castilla y de León desde el s.IX y al reino de Navarra y Aragón, intermitentemente, para volver al de Castilla que posterirmente se inominó como reino de España desde el s.XVI hasta nuestros días.

Esta realidad, oculta en su origen, otras más complejas, como la que se refiere a las

distintas y diversas castas y linajes de sus habitantes, fruto de la convivencia de muy diferentes tribus, fundamentalmente celtas y vasconas que habitaron en sus territorios y que por diversos motivos, lograron mayor expansión territorial, desde sus ámbitos de origen y en otros casos, terminaron desdibujándose en el general, o extinguiéndose.

Así, vardulos, berones, autrigones, caristios y vascones, entre otras tribus celtas y

vasconas, ocuparon un territorio, mucho más extenso del que la geografía actual circunscribe al actual Pais Vasco; Santander, Vizcaya, Guipuzcoa, Palencia, Burgos, La Rioja y parte de Navarra y la vinculación de Valladolid para la defensa de sus fueros, fueron parte del ámbito del Ducado de Cantabria, que a lo largo de su historia, han mantenido en su toponimia, en sus costumbres, etnografía y archivos documentales muestras de ésta vinculación.

El revisionismo histórico en el que nos encontramos inmersos desde el s. XX, pugna por

destacar e imponer una de sus muchas realidades primigenias, como justificación del todo; la vascona, aún habiendo constituído ésta solo una parte. Esto desmerece y enmascara la realidad, necesitando, para trazar un origen paralelo, ageno al documentado y fehaciente, recurrir al absurdo del mito, la fábula y el romanticismo, por carecer de datos que sobreponer o referencias ciertas de apoyo, en un continuo intento de vasconizar lo vizcaíno, en vez de defenderlo y presumirlo en su complejidad, así como el fruto de su realidad y puesta en valor de su herencia cultural e histórica.

Parte de esta deformación se entiende por la apropiación del término “Cantabria” como el

que refiere, vincula y apropia exclusivamente en la actualidad, a la actual provincia de Santander, y esto es un error, que desmerece la importancia que La Cantabria y concretamente la Cantabria de La Vizcaya que en su todo tuvo.

Las lenguas euskericas, son un patrimonio del territorio vizcaíno pasado y actual, pero con

muy diferente realidad sociales y geográfica a la que hoy en día se pretende relacionar. Lo euskara se confunde con lo celta y lo castellano se euskariza o elimina. Lo vizcaíno, de lo que parece solo interesa la referencia al Fuero, sucumbe en beneficio del término Vasco, siendo este segundo una parte del primero y no alreves… La propia Casa de Vizcaya, en la Chancillería de Valladolid distinguía desde sus orígenes, entre la dumentación y libros de insertos de hidalguía y pleitos de la Vizcaya y los de la Casa de Guipuzcoa y esto no era baladí, pues la clara justificación era el diferente origen de sus linajes.

Bueno, no quiero ponerme estupendo, porque reconozco mis limitaciones y éste no

pretende ser un tratado histórico, sino una presentación ligera de las realidades de los ámbitos en los que nuestra familia tuvo sus orígenes y desarrollo vital.

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La romanización de Hispania tuvo entre las etnias del norte peninsular un carácter menos profundo y extenso que la del resto del territorio hispano. Estas tribus estaban incluidas en la provincia Tarraconense, y entre ellas, eran las cántabras y las astur-montañesas las que más se resisitieron al dominio del imperio romano, pues se dice que estando organizadas, recelaban y no encontraban motivo para aliarse con los romanos. Las tribus vasconas, sinembargo estaban ligadas a Roma por una relación de amistad y colaboración parecida a la de los galaicos, a diferencia pues de las cántabro-astures que obligó al “Imperio” a emprender una de las campañas más largas de su historia.

El interés principal de la metrópoli romana por estas tierras de terreno muy abrupto y no

apto para la agricultura extensiva, estaba en la explotación minera de las menas auríferas y férricas del norte, tales como las de Las Médulas o de Cabárceno, La Trasmiera y Las Encartaciones, para lo que había que adecuar y asegurar las rutas de transporte y en la defensa de sus aliados contra las incursiones de saqueo de las tribus cántabras. Y tambien sus puertos como el de Gijón, Santander, Laredo y Castrourdiales, junto con el de Bilbao y Avilés, que completaban las comunicaciones del Imperio, tanto comerciales como militares con el mar del Norte.

El declive de Roma y la paulatina descomposición del Imperio hasta su colapso,

ejemplificado con la desaparición de las ciudades romanas de Julióbriga y Flavióbriga, supondrá la recuperación de la independencia de los pueblos del norte peninsular de ese poder central, aunque como señaló Guinea, aún siendo muy improbable que regresasen a su antiguo sistema de organización social y cultural, por la romanización, algunas de las tradiciones indígenas se habían incorporado al ámbito social y político. Hay que añadir que la sangría que supusieron para la población indígena las guerras cántabras —muertos en combate, exterminio de los varones capaces de pelear y la deportación para trabajar como esclavos— junto con la obligación subsecuente de abandonar los castros de las alturas para concentrarse en las tierras llanas, más fáciles de controlar, tuvo como consecuencia la despoblación de buena parte de dicho territorio.

En el prólogo de "Las glosas Emilianenses", Ramón Menéndez Pidal apunta la hipótesis

de que antes de la irrupción visigoda ya existía durante el s.V una demarcación militar romana entre los astures, la Tierra de Campos, la Rioja Baja y el mar Cantábrico y fueron precisamente los Campi Gothorum, establecidos al sur de esa marca, lugar de asiento de los visigodos en el s.VI. La presión visigoda sobre las tribus cántabra provocó probablemente en dichos territorios entonces, una sobrepoblación de los montes cántabros, que obligaba a las subsiguientes incursiones de saqueo en el llano, lo que lo definieron como territorio inestable e inseguro.

Fue por dicha razón y con el fin de manter apaciguado y organizar dicho territorio, que los

visigodos permitiero de echo mantener la figura de un Dux Provinciae, figura política que estaba en La Cantabria ya establecida desde almenos la época romana, y que procedía de los linajes de los oriundos señores y habitantes de dichas tierras. Con rango castrense, se erigía como la máxima autoridad administrativa y judicial de la provincia y de la que dependían los comites y los iudices. La delimitación de las funciones del Dux era compleja, pues reunía en torno a su figura, tanto los poderes heredados de las estructuras provinciales romanas, como la nueva organización goda.

Hasta el momento sólo se han identificado con certeza como los duques más antiguos de

La Cantabria, al dux Francio, D. Favila, al dux Pedro, que casó con la hija de D. Pelayo y a su hijo Alfonso, que más tarde conoceremos como Alfonso I el Católico. De los demás posibles duques citados en cronicones, aveces aun siendo documentos fehacientes, son simples falsificaciones y no se han encontrado documentos de contraste con información suficientemente fiable…

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Escribe D. Juan de Arce y Otálora, uno de los más afamados cronistas de la Corte del s.XVI, que Sant Millán (en castellano Vizcaíno), que en latín aparece como Aemilianus - San Emiliano, que este fue natural de Castilla la Vieja, de la tierra de La Rioja, en tiempos de Athanagildo, rey de los Godos, hacia el año 560 de nuestra era. Siendo Emiliano pastor, conoció a un hermitaño llamado Félix, quien será conocido como San Felices de Bilibio (acordémonos de la iglesia de San Felices en Quintana de Soba), y quien le enseñó la doctrina y costumbres. Tras su muerte, quedó Millán con el hábito de éste en lo alto del monte, que entonces llamaban Distercio y Idubeda por los más antiguos, a tres leguas de las vertientes de Nájera, recluído en una cueva y alejado del mundo. Allí, en la cumbre o cogolla construyó su oratorio y en soledad, durante cuarenta años dedicó su vida a la contemplación. Fue llamado contra su voluntad por el obispo de Tarazona D. Didimo, que habiendo oído hablar muy bien de él, le ordenó clérigo, mandándole servir en la iglesia de Birgegio a predicar. Volvió poco después de nuevo a su oratorio donde dicen vivió 100 años más, y poco antes de morir le fue revelada la destrucción de La Vizcaya.

Llegada la Pascua de Resurrección, envió llamar o acudió San Millán ante los principales

de La Vizcaya (Sic) del Dux de La Cantabria, cuyo castillo estaba situado a pocas leguas en la orilla derecha del Ebro, en la población del mismo nombre, pidiéndoles que hiciesen penitencia y dejasen sus vicios. San Millán, por ello fue reprendido por el sacerdote Abundancio, e invitado a abandonar la fortaleza, y éste les profetizo que serían de los que más sufrirían los males de tal revelación. Poco tiempo despúes, cuando se produjo la toma de la fortaleza por parte de Leovigildo, estos serán decapitados a las puertas del castillo, como quedó inmortalizado en uno de los arcones que se conservan en el monasterio de San Millán.

Según las diferentes crónicas, no queda claro si estos acudieron a su llamada o fue él

quien se presentó ante las murallas de la fortaleza de La Cantabria de La Rioja. San Millán murió poco tiempo después en los brazos del cura Aselo, y los de Virgegio le

sepultaron en su oratorio. Hicieran las visitas a su tumba tantos milagros y fuera tal su fama, que los monjes de San Benito decidieron edificar allí un monasterio y lo llamaron de San Millán de Suso y posteriormente, fueron enterrados allí los 7 infantes de Lara y su Ayo Nuño Salido y el hermano del Conde Fernán González, D. Tello.

Y esto escribió Juan de Otárola que dijo recoger de los cronicones del obispo D. Braulio

de Zaragoza, y de San Alphonso en los Claros Varones y de D. Juan de Maldonado y de San Braulio y de los sacerdotes Firmiano, Citonato, Sophronio y Geróncio y de Dña. Potamia señora de sangre ilustre de aquella época. Y estos no fueron los únicos cronistas de aquellos tiempos.

Según Orlandis, que apoya esta tesis, La Vizcaya de tiempos de San Millán, llevaba,

desde hacía mucho tiempo, una vida independiente, al margen de la autoridad visigoda, regida por sus jefes naturales que integraban el “senatus”, que era su “asamblea suprema”. En la cuaresma del año 574, La Vizcaya de La Cantabria fue victima de la última de las profecías de San Millán que hemos comentado, y entre los años 574 y 586 fue conquistada y “destruída” por Leovigildo.

El rey godo Leovigildo, procesaba la religión tradicional de los visigodos, el arrianismo

cristiano. Pero su hijo Hermenegildo, tras su matrimonio con la princesa franca Dña. Ingundis se convirtió al catolicismo. Esto provocó que el reino, que ya entonces se encontraba debilitado por muchas disensiones civiles, se fraccionara entre los partidarios de Arrio y los nuevos cristianos de San Pedro, que estaban apoyados por Miro, rey de los suevos-francos. Y esto es lo que ocurrió entonces: el territorio peninsular se vió fraccionado entre la cornisa cantábrica, desde Asturias de Santillana hasta los pirineos junto con la Sabaria leonesa, mientras que el resto se mantuvo fiel a Leovigildo y a los Arrianos. Finalmente, Leovigildo terminará reunificando su reino, aplacando a sangre la rebelión de su hijo Hermenegildo.

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En 573 Leovigildo conquista Sabaria y D. Juan de Bíclaro vuelve a informar en su crónica, de las mismas matanzas de campesinos y de diversos estragos. Al año siguiente, el monarca visigodo lanza una campaña más ambiciosa contra otros pueblos del norte peninsular, reconquista La Cantabria, que se había posicionado del lado de Hermenegildo y que dice -por aquel entonces se extendía desde la costa de Vizcaya, la zona próxima a lo que hoy es Santander, hasta el valle del Ebro y el área de La Rioja-.

En 575 una expedición visigoda tomará los montes Aregenses y capturarán a Aspidio,

señor de la zona, Alcaide de la fortaleza de La Cantabria. De este modo el dominio godo llegará a extenderse por la zona noroeste peninsular, hasta lo que actualmente es hoy la región oriental de Orense.

En aquellos tiempos, bajo los reinados de Leovigildo y Sisebuto, según cuenta la crónica

de Fredegario debió ser D. Francio Dux (duque) de Cantabria, quien tenía su castillo en la población de Cantabria de Rioja. Esta era una fortaleza amurallada sobre la orilla izquierda del Ebro, frente a Logroño, muy próxima a Nájera.

Dos serían entonces las poblaciones principales de la provincia del Dux de La Cantabria:

Peña Amaya, en el extremo occidental del territorio y la Fortaleza de Cantabria, situada cerca de la actual Logroño. La oriental y la occidental, ambas próximas a los límites de su demarcación como provincia. Las dos ciudades como decimos fueron tomadas entre los año 573 y 575 por Leovigildo, como nos vuelve a referir la crónica del obispo Braulio de Zaragoza, (631-651), relatandonos en su conocida obra sobre la vida de San Millán, la predicación que este santo hizo en la ciudad de Canabria de La Rioja, donde se presentó ante el Senado cántabro, y realizó ante los Señores de La Vizcaya, una exhortación a sus habitantes para que se convirtieran. Puesto que los habitantes de Cantabria hicieron caso omiso de los consejos de San Millán, al año siguiente fue destruida por las tropas de Leovigildo como contábamos.

El mismo año, en los días de Cuaresma, le fue revelada también la destrucción de Cantabria; por lo cual, enviando un mensajero, manda que el Senado se reúna para el día de Pascua. Reúinense todos en el día marcado; cuenta él lo que había visto, y les reprende sus crímenes, homicidios, hurtos, incestos, violencias y demás vicios, y predícales que hagan penitencia. Todos le escuchan respetuosamente, pues todos le veneraban como a discípulo de nuestro Señor Jesucristo; pero uno, llamado Abundancio, dijo que el Santo chocheaba por su ancianidad: mas él le avisó que por sí mismo experimentaría la verdad de su anuncio, y el suceso lo confirmó después, porque murió al filo de la vengadora espada de Leovigildo. El cual, entrando allí por dolo y perjurio, se cebó también en la sangre de los demás, por no haberse arrepentido de sus perversas obras; pues sobre todos pendía igualmente la ira de Dios.

Vita Sancti Aemiliani, XXVI. San Braulio. La ciudad de Cantabria de la Rioja, fue arrasada y no volvió a ser reconstruida, aunque

todavía circulan por La Rioja y Navarra tradiciones e historias relativas a ella: La arqueta de marfil del Monasterio de Yuso contiene imágenes relativas a la predicación de San Millán en la ciudad, y el poeta castellano Gonzalo de Berceo (1198-1264) informó de dichos hechos en su biografía en verso sobre San Millán.

Esta tesis la mantienen el historiador Sánchez Albornoz que considera a La Rioja como

la zona nuclear del ducado de Cantabria, y José Luís Martín, que distingue entre el territorio de los cántabros, (actual Cantabria) y La Cantabria, que ocupaba todo el valle alto y medio del Ebro, incluida La Rioja y parte de la ribera Navarra. La Cantabria de La Vizcaya, como territorio ocupado por los cántabros vizcaínos en su expansión. No opina lo mismo la historiografía actual, de Santander…

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Lo que no está en discusión es la desaparición del ducado, que años más tarde fue restablecido por el rey Ervigio (680-687). En el momento de la invasión árabe estaba al frente de él, el mismo Duque Petris, Pedro hijo de un noble godo, con sede probablemente en Tricio, población muy próxima a Nájera. Siglo y medio después, la Crónica de Alfonso III de León, presenta al Duque Pedro, como padre de Alfonso I de Asturias, apodado El Católico (693-757), rey de Asturias de Santillana, casado con Ermesinda hija del rey D. Pelayo.

Según otros cronistas, con los que coincidirá también Lópe García Salazar, el Ducado

de La Cantabria, tras la invasión musulmana, en la que por cierto, arrasaron también la fortaleza de Amaya estaba regida a finales del s. VII por Lupo VII, un noble godo, que distribuyó entre sus hijos la administración del teritorrio, obstentando los tres simultáneamente el título de Dux de la siguiente forma:

D. Andeca: duque de lo que hoy coincidiría aproximadamente con las Encartaciones de Vizcaya, la vasconia oriental (parte de Guipuzcoa) y La Rioja.

D. Beremundo: duque de Asturias de Santillana, oeste de Orense, Palencia y parte de Santander.

D. Pedro: duque de las zonas lindantes con las Cuatro Villas de la Costa (San Vicente de la Barquera, Santander, Laredo y Castro-Urdiales) y la antigua región de La Bardulia (Burgos).

Otra crónica dice, que la división se produjo mucho más tarde, cuando Sancho García de

Pamplona junto con Ordoño II de León, en el 923 recuperaron Nájera, La Rioja Media y Alta a los musulmanes, pasando estos territorios a denominarse Reino de Nájera y que éstos acordaron fuera gobernado por D. Sancho García de Pamplona, junto con los vínculos aportados por su mujer Dña. Oneca Sánchez, hermana de Ramiro II rey de León, que eran las posesiones de La Vizcaya y El Duranguesado. Desde entonces los territorios de la antigüa Cantabria de La Vizcaya, situados entre el actual Pais Vasco y el ámbito oriental de la provincia de Santander, pasarán a innominarse como Señorío de Vizcaya, pues eran sus notables, en tradicición quienes lo administraban.

Tal sentencia concuerda con la crónica Pinatense: Aquesti rey Sancho señorió Nauarra, et Aragon, et el ducado de Cantabria, et todas las tierras que su

agüelo Sancho Abarca señorió et conquirió, et por su muller señorió Castiella, et Leon entro Portogal, porque por sucesion fraternal le era prouenido. Et por la su probeza et virtud que en él era, Gascoña se sometió al su principado; et subjugó aqui el comte de Sobrarbe el cual fue su vasallo, et lo reconocieron por senyor.

Crónica pinatense. San Juan de la Peña. s.XIII.

Todo lo anterior justificaría entonces que D. Munio Núñez “Rasura”, fuera Dux de La

Cantabria pues sabemos que fue señor y conde de Amaya, donde nació probablemente a finales del año de 789, siendo soberano de Castilla el conde D. Rodrigo I (Frolaz), su abuelo y siendo éste quien le encargará volver a fortificar el sitio de Amaya.

Sebastián, obispo de Salamanca, que escribiera su cronicón a finales del s.IX, habló de

La Vizcaya como de uno de tantos distritos del Reino de Asturias de Santillana. La cito cuando trataba de las hazañas de D. Alonso I el Católico, para referir que no había necesitado poblarla, porque siempre había sido poseída por sus moradores, luego ya tenía señores. Nada dijo de ella relativo a tiempos posteriores; sin duda por no haber ocurrido cosa que mereciese atención particular.

Sampiro, obispo de Astorga, que continuó aquel cronicón en el s.X, comenzando por el

reinado de D. Alonso III el Magno, no mencionó La Vizcaya y es de creer que por igual motivo.

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En vano encontramos historiadores que traten en profundidad de ella entre el s.X y el s.XIV, hasta que D. Lucas de Tuy y D. Rodrigo Ximenez, en la Crónica General, la nombraron durante el reinado de D. Alfonso I, para ampliar la narración del obispo de Salamanca; y de los tiempos de D. Alonso II el Casto, para decir que los Vizcaínos concurrieron a la batalla de Roncesvalles, como otros muchos de las provincias de su reino. Durante el reinado de D. Alfonso III no hicieron más mención de Vizcaya estos autores. Si en cambio, el Cronicón de Meya en el s.X, y la escritura de Sobrado en el s.XIII, pero tampoco contaron sucesos del tiempo de D. Alonso III.

D. Pedro, conde de Barcelós, hijo del rey de Portugal D. Dionis, escribió en el s.XIV su

obra: “Tratado de la familia de Haro y señores de Vizcaya”, libro como consta en su prólogo, enmendado y corregido por su editor, Lavaña y ciertos genealogistas contratados por este último, por lo que no se puede derimir fidelidad al texto original o fijar responsabilidad al relato que contiene.

D. Pedro de Barcelós, o su editor, novelaron en él una fábula, con el fin de dotar y

conformar de un origen extraordinario y régio, al gusto de los lectores de la época, el origen del Señorío, suponiendo nada menos que una guerra abierta contra todo el poder del rey D. Alonso III y donde su ejército, dicen, “fué destrozado con mortalidad tan grande, que corrió la sangre a ríos, dejando teñidas las montañas, y dándole al campo de batalla el nombre de Arrigorriaga, que significa Tierras bermejas”, allí, dice, quedó muerto el infante de Asturias D. Ordoño, hijo del rey. Tras dicha victoria, por el mando de un capitán vizcaíno llamado D. Zuria, éste fue elegido como señor de Vizcaya bajo la condición de conservarles sus fueros, usos y costumbres, exenciones y libertades, asignándole los habitantes de las tierras, determinadas rentas para su manutención y limitando sus facultades de manera, que no pudiera resolver cosa grave sin el consentimiento de los naturales del lugar… y dice:

“Vizcaya fué señorío aparte antes que hubiesen reyes de Castilla y después estuvo sin señor.

Había en Asturias el conde don Moñino, (Munio Núñez “Rasura” Conde de Castilla) que vexando a aquella tierra la obligo a pagarle cada año una vaca, un buey y un caballo blanco. (este tributo de los lugares de realengo lo observaremos comúnmente hasta el s.XV). Poco después de este acuerdo llego allí una nave en que venia un hombre bueno, hermano del rey de Inglaterra, expulso de allá, y se llamaba Fron: traía consigo a Fortun Eroes su hijo; supo de aquella gente la contienda con el conde don Moñino: díxoles quien era, y que si le aceptasen por señor, los defendería. Hiciéronlo ellos así; y estando ya en posesión del estado, llegóse el tiempo de pagar al conde D. Moñino el tributo que él envío a pedir. Respondiole Fron, que viniese él a pedírselo. Juntó sus gentes el conde, y Fron con sus vizcaínos le salió al encuentro cerca de la aldea de Busturia; a dónde el conde quedo vencido y muerto; y por la mucha sangre que se derramó por allí, se dio al campo el nombre de Arrigorriaga, que en vascuence quiere decir piedras bermejas. Muerto D. Fron, quedo su hijo Fortu Froes señor de Vizcaya que casó con Dña. Elvira Bermuiz y tuvo a D. Lope Ortiz, señor de Vizcaya, que se halló con el conde Fernán GonzáIez en la batalla de Almanzor. Tuvo a D. Diego López, señor de Vizcaya, que tuvo a D. Enegues Ezquerra, señor de Vizcaya, que tuvo a Dña. Moñina Enegues, que casó con D. Fernando hijo del rey de Navarra, quien tuvo en su mujer Dña Menina a don Lope el Lindo, señor de Vizcaya que casó con doña Orlanda Trastamirez, y tuvo a D. Diego López el Bermejo, señor de Vizcaya, que casó con doña Nela y tuvo al conde D. Lope, que yace en San Millán de La Cogolla y que casó con Dña Cicuyo, y que tuvo a don Diego López el Rubio, que murió en mil ciento sesenta y dos, y casó con Dña. Almisena y tuvo al conde D. Lope, señor de Vizcaya, llamado de Náxera que murió a seis de mayo de mil doscientos y dos. Hizo moneda llamada lobis."

Leído este relato y si pedimos testimonio o corroboración de antiguo de tan distinguido

suceso, éste no existe. Sobre la guerra contra las huestes de D. Alonso III, dirigidas por D. Moñino, la procedencia de Zuria y la conformación de dicha república, no hay escrito, historiador o cronista que lo justifique, recurriendo quien lo defiende como comodín a la tradición inmemorial. Y si exáminamos esto, se descubre que ningún crédito merece el escrito de estos genealogistas o del portugués del s.XIV, en sucesos históricos de quinientos años anteriores a su época, que no resultan de historia alguna y están referidos con el único objeto de dar como he dicho, a los origines de los señores de Vizcaya origen real, extraordinario, mítico y nada vulgar.

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La muerte del infante D. Ordoño en la supuesta batalla de Arrigorriaga es rotundamente falsa, porque D. Ordoño sobrevivió a su padre y fué rey de León; sobre el conde D. Muíño, citado por D. Pedro de Barcelós, de quien dice se pretendían liberar los vizcaínos por sus “excesivas", “martingalas”, claramente se trata del conde D. Munio Núñez, conde de Castilla (899- 909), duque de Vizcaya, hijo de de Nuño Muñoz y nieto de Munio Núñez y Argilo su mujer, ambos duques de La Cantabria de Vizcaya, y éste conde de Castrijeriz y señor de Amaya…

Sobre Zurias, Lópe Zurias, del que si hay constancia de su existencia, aunque

desmitificada, pues su nombre sería Lópe Sarracines Zuria hijo de D. Sarracinez Nuñez que casó con una mujer de origen, dicen si, sajón, de cabellos rubios y de ahí el Zuria (Rubio-Blanco). Entonces, su procedencia tal como relata el portugués en sus escritos, estaría aportando una mitificación que rallaría en lo astracano… Pues según el conde de Barceló, el padre de Lópe Zuria, habría sido nada menos que un corsario de Busturia que raptó a una princesa escocesa… “Toma pán y moja…”

La ilustrísima Casa de Haro tuvo tantos timbres y honores verdaderos, que no necesitaba

de lo fabuloso o fingido. Sus repetídos enlaces con la casa real de Asturias, León, Castilla y Navarra y el haber producido señoras dignas de ser como fueron, progenitoras de numerosos monarcas, sobra para blasonarla como una de las primeras de los reinos penisulares; pero habiendo sido en todos los siglos muy frequente por parte de los cronistas, novelar y adular a los grandes señores, haciéndoles creer que sus familias descendían de reyes y linajes poco ortodoxos, no faltaba quien tuviera el capricho de novelar la independencia de Vizcaya y para ello elegir la estrambótica figura de un señor, hermano del rey de Inglaterra, desterrado y fugitivo de aquel reino, (menuda familia), para venir a ser en la península progenitores de los señores de Vizcaya…

Evidentemente, nada tenía de increíble la expresión de D. Pedro de Barceló de que

Vizcaya fué señorío aparte, antes que hubiese reyes en León o Navarra, porque sobre estos, tras la caída del reino Visigodo solo el incipiente asturleonés comenzaba a consolidarse con D. Pelayo, y Navarra no se intituló hasta el s. IX.

Ciertamente la administración del territorio cristiano libre y el reconquistado, se

conformaba en señoríos de behetría, cuya categoría de señorío era el más noble de cuanto pudiera haber entonces, porque provenia de la elección entre los naturales, hijosdalgo y limpios de sangre del lugar.

Tres clases de behetría o señoríos, hubo antes que reyes en la península: Una popular, en que los naturales del país elegían por señor a un caballero avecinado u

originario, del mismo pueblo o distrito; otra familiar, gentilicia o de linaje, en que los naturales elegían por señor al que fuese individuo de tal o cual familia; y otra libre y general que llamaban de mar a mar, porque escogian a quien querían sin limitación de familia ni país.

Lope García Salazar, en el s. XV, un siglo después, “beberá” de este libro a la hora de

plantear los orígenes del señorío. Si nombrará a los Sarracinez, pero se cuidará de indagar y a ñadir a D. Muiño, como nexo de todos ellos. Agregará ligeras modificaciones, más basadas en dar coherencia a la interrelación de éste con su linaje y sus Casas afines, que de desmentir o corregir los errores cronológicos, mitos y fábulas de los lances y personajes, que D. Pedro de Barcelós y su editor interpretaron como más “comerciales” y del gusto de sus posibles lectores, en una época de librillos de azañas, gestas y romances de caballería...

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La Vizcaya pues, o quizás debiéramos decir en origen, los territorios de La Cantabria de La Vizcaya que recayeron en el primer señor que fue innominado Señor de Vizcaya, desde origenes remoto, estaban sujetos a los reyes de Asturias de Santillana con anterioridad al rey Alfonso III de Asturias y a Sáncho Garcés de Pamplona. De cierto, que tras el matrimonio de D. Alfonso III el Magno, con Dña. Ximena de Oneca Sánchez, hija de D. García Iñiguez, primer rey de Navarra en el 852, es cuando se inicia el nuevo cosido del territorio entre los dos incipientes reinos modernos peninsulares: León y Castilla por un lado y Pamplona y Aragón por otro. La explicación, es el continuo baile de territorios que los matrimonios e intrigas entre las dos dinastías se va produciendo, en donde las posesiones periféricas a Pamplona y Burgos, van pasando por herencia o lid del control del uno al otro. Pero curiosamente, los señores de Vizcaya, cuando se producen las desvinculaciones de los diferentes reinos o principados a los que se deben, mantienen siempre una indefinición diplomñatica hacia dicho vasallaje durante dicho tiempo. Breves serán siempre los de vasallaje a Navarra con excepción de algunos territorios de Álaba y Guipuzcoa, por sus abscricción de sus linajes con intereses en Castilla, con excepción también del Duranguesado.

Es por esto y en el caso que nos ocupa que el Señorío de Vizcaya, durante el reinado de

Alfonso VII de Castilla y León y Sancho VII de Navarra, quedó partido “ambiguamente” durante gran parte del s.XIII, manteniéndose en Navarra el Duranguesado, pese a que había sido aportación castellana y utilizando a su conveniencia el señor de Vizcaya la jurisprudencia de uno u otro reino para sus intereses, como en el caso de la concesión de fueros a sus villas, en los que aleatoriamente se dirigía a Logroño, Burgos, Pamplona o a Valladolid según conveniencia para la publicación o ratitificación de los Fueros que concedía.

La Vizcaya, por ser marca o frontera primero entre las facciones visigodas y después entre

los reinos cristianos y musulmanes, pasó a innominarse condado desde tiempos remotos y sus señores utilizaban dicho título de “condes” más como mérito, que como título de realengo. Pero título esteril sería, si no hubiera habido rey que lo refrendase, y el término de república, que se acuñó durante el s.XIV, no refería más que la particular forma de organizar su administración, heredada de las tradiciones romanas, su res pública y su “senatus”, que era su “asamblea suprema desde donde rendicán las cuentas a sus reyes, si estas las hubiera, pues sus fueros les dotaban de cierta autonomía e independencia sobre lo propio, sin cuestionar nunca el vasallaje debido.

D. Ínigo López Esquerra habría nacido hacia el año 1045 (1015) y por ser zurdo, fue

apodado "el Zurdo", o lo que es lo mismo “El Ezquerro” en castellano vizcaíno. La tradición dice, que era hijo natural de Lópe Fortu, de quien se dice fue un noble elegido por los vizcaínos como jefe militar para dirigirles en su lucha contra los leoneses en la mítica batalla de Arrigorriaga o Padura. Tras la batalla, estos decidieron nombrarle su Señor. En la misma batalla, dicen murió el Señor de Durango (Sancho Nuñez de Estiguiz, falleció hacia el 960) y por haberse casado Lópe Fortu (Jaun Zuria) con su hija, pasó Iñigo a ser también señor del Duranguesado. (Quien casó con Sancha (Dalda) Sánchez, fue Lópe Sarracinez)

Tambiés esto es inexacto y cronológicamente imposible. Existieron muchos más señores

entre ambos, como hemos comentado. Entrando en el fondo de las afirmaciones de D. Pedro de Barceló y de Lópe García Salazar, de nuevo, resultan estas afirmaciones ademas de enrevesadas sorprendentes. Para ambos, Lópe Fortu, quien sería el padre de Zuria, procedía de una familia de nobles Ingléses o Escocéses, fugitivos, es decir que habían huído de su reino, no sabemos por qué. ¿Un desconocido sajón o normando que arribó a las costas cantábricas y prometió ayudarles contra el sometimiento de D. Moñino, de quien dicen fue conde de Asturias y quien dicen les acuciaba con vagos impuestos...?

¿Quién puede defender, en una época en la que la nobleza y los naturales de la tierra

llana, se habían mantenido desde la hégira, resistiendo al musulman invasor; ¿Defendiéndose de los piratas berberiscos, sajones y normandos que infestaban sus costas y provocaban el saqueo y el bloqueo comercial de sus puertos, que un extranjero para más señas sajón y fugitívo, se erigiera

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como su caudillo?. Además, en una behetría consolidada, donde casas, linajes y familias prominentes eran ya celosas de sus leyes y de que su cumplimiento limitara los desmanes y garantizaran los derechos de los hijosdalgo y sus gentes llanas sobre reyes o extranjeros o invasores.

Flaco favor se le haría a la memoria de los vizcaínos la de que un extranjero, prófugo, sin

hacienda ni gente de armas propias, sin probanza, les suplantase en sus responsabilidades, obligaciones y derechos y que éste les confirmara en sus posesiones…

La Vizcaya era señorío con libertad de elegir por señor o representante, a quién quisieran

por el mero hecho de ser behetría. Si su primer señor, que ya sería “el ciento” fue inglés, escoces, vizcaíno, montañés, castellano, leonés, navarro o asturiano, es por ello irrelevante; y sobre si aquel debiera prometer conservar los buenos usos, costumbres y fueros a los electores, esa era una obviedad, que iba de suyo, y que la propia Junta de Avellaneda o Guernica vigilaría, sin perjuicio que el alto y supremo vasallaje del rey, cuya potestad soberana se ejercitaría en sus funciones, si se requiroese que esta complementase a la de la behetría.

El término res pública, que no república, es en todo punto anterior a cualquier escrito hasta

que en el s.XV, república lo utiliza Lope García de Salazar, pero no es contradicción mezclar república con vasallaje a un rey sea este castellano, leones o navarro. Pues lo que pretenden estas res públicas es distinguir entre el control y dominio de lo propio de lo del monarca, y asi, al hablar de condes, señores y otros reconocimientos regios, podemos entender esa convivencia y complementación entre República y Reino.

Eran res pública, por tanto, porque tenían señor; es decir, su administración no recaía

directamente en el absoluto de la monarquía, sino en el representante de los hijosdalgo (tenedores de las tierras), que administraban directamente su común, pero de la misma manera, éstos rendían vasallaje al rey, y éste juraba el respeto a sus atribuciones y autogobierno en lo propio. El Rey, no se sometía al Fuero, el Rey aceptaba cual era su limitación legislativa, aunque incluso presidía cuando sus obligaciones se lo permitían las Juntas de Nobles en Guernica.

Volviendo a las inconsistencias de D. Pedro de Barceló y a otras que amablemente Lope

de Salazar nos endulzó en sus relatos, como cuando cita a “los hermanos cristianos de Escocia que arribaron por la costa de Castrourdiales, en socorro contra el invasor musulmán”, Lope no dice nada de que arribasen en defensa de los “naturales” contra los “naturales”, ni que lo hicieran muchos como colonizadores buscando nuevas tierras donde medrar, y a esto se suma la reinterpretación de algunos revisionistas e historiadores modernos durante el s.XIX, que le dieron una nueva vuelta de tuerca, vasconizando a Lópe Sarracines (el Rubio) como Jaun Zuria (el Señor Rubio) y eliminando así esa referencia extranjera y “vasconizando” su origen, sin poder dar mayor justificación del mismo.

Lópe Zuria, (el Rubio), apodo que si la crónica y leyenda fue cierta, tenía que ser hijo de

Dña. Zuria, (la Rubia), mujer de Lópe Sarracines, e hija de Ivar Fortunez y Fargusina Mac Alpine, infanta de Escocia… En fin…

Según el conde D. Pedro Alfonso de Portugal, conde de Barcelós en el s.XIV, dice haber

sido un caballero llamado Fron, hermano del rey de Inglaterra, desterrado de aquel reíno; para Pedro Salazar de Mendoza, clérigo secular del s.XVI, que D. Lope Zuria fue de origen vizcaíno, hijo de D. Lope Ortáz el Corsario, señor de la torre de Altamira en Busturia, y de Dña. María, infanta de Escocia, y marido en primeras nupcias de Dña. Iñiga, hija del conde D. Zenón y en segundas de Dña. Dalda, hija de D. Sancho Estiguiz Ortuñez, señor de la merindad de Durango: para Florian de Ocampo, cronista de Carlos I en el s.XVI hijo de un caballero montañés un Sarracinez; para fray Francisco de Sota, cronista de Carlos II en el s.XVII, Lope Sarracinez,que dice era castellano, originario de las montañas cantábricas, descendiente de los príncipes antiguos de Cantabria y pariente de los condes de Asturias de Santillana y para Juan Ramón de Iturriza en el

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s.XVIII, que el elegido fué Ozmin o Ozpin, natural de Vizcaya, cabeza y pariente mayor de Meacaur de Morga, marido de doña Ceta, señora del territorio de Forua;

Esto se debería de aclarar completamente, si presentamos el linaje de los Sarracines: D. Alvaro Sarracinez, en el s.X se confirmó y tomó posesión como señor de Álava, de la

escritura del lugar de Arce (Arcemuñóz), donde se hallaba el monasterio de Santa María. Fué hijo de D. Sarracino Alvarez, que también lo confirmó y dicho Alvaro Sarracinez, contemporáneo de Fernán González, su primo. Su hijo D. Lope Sarracinez, sería conde de Vizcaya, tronco común de las casas de Vizcaya y Álava. Cualquiera que combine las escrituras, verá que Alvaro Sarracinez fundó para sus descendientes de su Casa Solar, vinculo y mayorazgo con los señoríos de las tierras de Salinas de Añana, Valdegobía, Quartango, Lacozmonte, La-Ribera y las comarcas occidentales de Álava.

Y si leemos el testimonio fehaciente, de D. Munío Rodríguez que fue conde de Vizcaya

y confirmó en el año 834 los fueros de Valpuesta dados por el rey Alfonso II, bisabuelo materno de Fernán González y primo de Sarracino Nuñez que fue padre de Lope Sarracinez, conde y señor de Vizcaya…

Munío fue padre de Munío Núnez “Rasura” que casó con Dña. Argilona y realizó la

repoblación, defensa y fortificación de Castrogeriz desde Amaya. Amaya! Recordamos la capital occidental del Ducado de La Cantabria. Munío, sucedió al conde Diego Porcelos a su fallecimiento en Cornudilla el 1 de marzo de 899 como conde de Castilla y Señor de Vizcaya, mientras gobernaba Burgos D. Gonzalo Fernández…

“Yo Sarracino Núñez, hijo segundo del conde de Amaya y juez de Castilla, Munio

Sánchez, nacido hacia el 840 fui el verdadero señor de Vizcaya, cuyo señorío heredo por muerte de mi padre en partición con mis hermanos”.

Sobre D. Munio Núñez Rasura, sabemos que fue señor y conde de Amaya, donde nació

probablemente a finales del año de 789, siendo soberano de Castilla el conde D. Rodrigo, su abuelo. Su padre D. Ñuño Rodríguez, confio su educación a Mauro, monje de San Martín de Tama. Ingresó en las milicias siendo muy joven y pronto su nombre fue respetado en la sociedad y en el ejército. Los continuos choques que sostenían los Castellanos contra los Sarracenos para mantener su libertad e independencia, y para extender sus dominios, acreditaron a Muñio de buen soldado, y sus consejos en la dirección de los negocios de la Provincia de buen político.

No tenia aun treinta y cinco años, cuando junto con su mujer Dña. Argilona, dio fueros a

su Villa de Brañosera estableciendo en ella un gobierno sabio, que después influyó en el general de Castilla y le sirvió á él mismo como de norma en el desempeño de su famosa judicatura de Castilla.

Muerto D. Alfonso II el Casto y llamado á la sucesión de la Corona de Asturias su primo

D. Ramiro, conde de Castilla por su segunda mujer Dña. Urraca Paterna, heredera de su padre el Conde D. Diego Rodríguez, temerosos los Castellanos de que con la falta de sus verdaderos dueños se suscitasen en Castilla iguales alborotos y levantamientos á los que se experimentaban en Asturias y Galicia por no, tener a la vista legítimo señor que les gobernara, acordaron entre sí elegir dos hombres rectos, que con absoluto poder les administrasen justicia, y amparasen sus tierras de semejantes insultos y de las continuas correrías de los Moros.

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Juntos pues a este efecto todos los ricoshombres, hijosdalgo de Castilla y los procuradores de los Concejos de La Bardulia, a propuesta de D. Suero Fernández, fueron nombrados, Munio-Núñez Rasura y Lain Calvo sus representantes ante el Rey.

“Resistiéronse uno y otro, exponiendo con vigor su insuficiencia para el desempeño de un

cargo tan importante; pero firmes los congregados, insistieron en su resolución hasta que por los dos les fue otorgada la gracia de admitirle. Confirmaronles los Condes en esta elección por ser los Soberanos de Castilla; y en virtud de tan sagrados y legítimos títulos ejercieron su autoridad Nuño y Lain, con poder supremo y absoluto en las ausencias de los Condes, y limitado a la administración de justicia cuando estos Soberanos residían en Castilla.”

Las circunstancias en que se hallaban por entonces los Castellanos exigían que uno de

estos insignes varones, en quienes habían depositado su confianza, atendiese peculiarmente a los negocios de la guerra; y habiéndose encargado de ellos a Lain, cayó todo el peso del gobierno político sobre Munio. No es posible caracterizar con hechos particulares la conducta de este supremo Magistrado en su judicatura; pero la general opinión no interrumpida, la tradición constante entre los Castellanos sostenida por documentos auténticos, y el Fuero de Castilla formado por el del Aibedrio, en que Munio Núñez tuvo la mayor parte, son testimonios de su mucha sabiduría y de su prudencia. Burgos, Capital y Corte de Castilla, aunque fundada algunos años después de la muerte de Munio-Nuño, por su conde Soberano D. Diego Rodríguez Porcelos, le miró no obstante como a su escudo, y atribuyó á su sabio gobierno establecido su conservación y subsistencia. Así lo acredita, entre otros documentos menos públicos, la inscripción con que se consagró á su memoria la efigie de este ilustre Magistrado, que hoy se conserva pintada al fresco en la sala capitular de la torre antigua de dicha Ciudad, llamada de Santa María, que es la misma que posteriormente se puso al pie de una estatua de piedra que se le dedicó también, y colocó en la fachada de la propia torre, y es la siguiente:

Nuño Rasure civi sapientiss. Cuitatis Clifeo.

No se sabe exactamente cuando murió Munio Nuñez Rasura; pero según la memoria

para la fundación hecha, o que debió hacerse, por su nieto D. Fernán González, Señor de Lara, en la antigua Parroquia de Santiago de dicha Ciudad, que es sin duda la que está unida hoy a la de Santa Águeda o Gadea, fue en el año de 862.

D. Fernán González, según la crónica de Nájera, fue hijo de los condes Gonzalo

Fernández y Muniadonna, nieto paterno de Fernando Núñez y Gotina y bisnieto de D. Munnio Núñez Rasura, y Argilona.

Dicho esto, queda contrastada la existencia y procedencia de D. Munío como

administrador de La Vardulia y lo que si contrastamos, es que el primer señor de Vizcaya durante la Alta Edad Media, y dicho esto, no por ello el primero, fue un tal Lope (el Blanco o el Zuria), seguramente, Lópe Sarracinez el Blanco y esto sería lo que quiso decir y no supo D. Pedro de Barcelós…

Cierto también es, que apartir de él, se instituyo la tenencia del título de señor de Vizcaya

como hereditario, entre los primogénitos de las Casas que lo representaban, dependiendo eso si, de la aprobación del monarca del reino al que en ese momento estuviera abscrito el territorio.

El veintiocho de octubre del 938, D. Lope Sarracinez, acompaña a su primo Fernán

González, su primo, conde de Castilla y Álava, a la batalla de Hacinas contra el caudillo cordobés Almanzor, en las cercanías de la población burgalesa del mismo nombre, como relata en la crónica general, Abenhax, historiador árabe, como escribió Luis del Marmol, en una campaña que duró casi un año y en la que éste falleció.

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Lópe I de Vizcaya el Ezquerro, el Blanco, sería hijo de Sarracino Núñez o quizás de un hijo de éste, Munio y su nieto, también también será “ezquerdo” y lo llevará como apodo, D. Iñigo.

Íñigo López Esquerra pasó entonces a ser Señor de Vizcaya, añadiendo al Duranguesado

y a los territorios de Vizcaya que representaba, las Encartaciones, lo que acordaron con él los reyes de Castilla y León para su tenencia y gestión, permutándolos por otros territorios que había recibido de estos, como premio a las conquistas al invasor musulmán. En tiempos de D. Alfonso VI de Castilla. Añadió además por su matrimonio con Dña. Toda Alvarez de Santillana, Lanestosa y otros territorios personales. y los dotó aprovechando el fuero de Logroño de los mismos derechos. Fue el primero en nominarse con rango de título Conde de Vizcaya, por el rey de Castilla.

D. Iñigo López Ezquerra empezó actuándo como conde de facto, que no de título, del

Señorío de Vizcaya, pero con obediencia a Castilla y no a Navarra como algunos interpretan. Aunque de cierto fue maestre de sala de D. García VI. Casó con Dña Toda Fortunez, prima hermana suya y a su vez hija de D. Fortun Ortiz, señor de Cameos y Cantabria y de la infanta de navarra Mencía Garcés, hermana de su madre Dña. Munia. Probó su fidelidad a Castilla en el año de 1124 en batalla contra el rey Alfonso I de Aragón y Navarra, donde falleció.

A partir de Iñigo López Ezquerra, el título de Señor, se convirtió en hereditario y el motivo

no fue otro que, la importancia que ésta casa obtuvo por la tenencia en propiedad de multiples villa y territorios y el favor real de Castilla. La escasa influencia que los navarros lograron asentar en los territorios que estos controlaban, potenciaban la independencia y capacidad de D. Iñigo para administrar el territorio. A la muerte de Sancho IV de Navarra, Iñigo López Ezquerra, juró fidelidad plena al rey de León y Castilla, D. Alfonso VI, al que siempre rindió vasallaje, pero con el que la diplomacia le obligaba a mantener cierta ambigüedad, por ciertos territorios del Duranguesado y Álava de influencia navarra. D. Iñigo entregó a D. Alfonso como muestra de su servicio, la fortaleza de Bilbao. D. Iñigo, como comentamos falleció batallando contra Alfonso I de Navarra por lo que el señorío pasó a manos del reino de Navarra, quienes pusieron al frente del mismo, a los Ladrón e Iñiguez, hasta que Castilla pudo recuperlos de nuevo.

En 1176 Navarra y Castilla firmaron la paz con un laudo arbitrado por Enrique II de

Inglaterra delimitando las fronteras de los reinos, quedando la margen izquierda del Nervión y la raya con el río Bayas en el reino de Castilla, mientras que la Vizcaya oriental, el Duranguesado y gran parte de Álava en el de Navarra. Alfonfo VIII de Castilla restituyo a los Haro al frente del Señorío, en la persona de Diego López II de Haro (El Bueno), aunque este por diversos desacuerdos – fundamentados en sus fracasos en las campañas militares, hacia la corona – los enormes costes que esto le supusieron y las críticas del rey, le hicieron durante unos pocos años mantener esa posición ambigüa que su padre ya había adoptado, hasta que definitivamente se sometió de nuevo plenamente a Castilla en 1206.

Se inició entonces un periodo de inestabilidad en la titularidad del señorío, entre intrigas y

pugnas por el control de las posesiones reales en el Señorío por parte del Infante D. Juan y Lópe Díaz III de Haro, cuyo desenlace será la muerte de Lópe Díaz en Alfaro, ante el rey Sancho IV en 1288. El señorío pasará entonces tras una pugna entre su hermano Diego López V de Haro y sus hijos: Diego López IV de Haro y María Díaz de Haro. Será María Díaz de Haro quien ostente el título y quien estaba casada con D. Juan de Castilla. Su hijo Juan el Tuerto heredará el título aunque será su primo Diego López de Haro “El intruso” quien finalmente se lo usurpe. Juan morirá asesinado por mandato del rey Alfonso XI por otras intrigas en 1326…

Se entiende pues, que en 1334, el rey Alfonso XI de Castilla acudiera a la Junta de

Guernica, a Jurar el Fuero, en un momento en el que el propio Señorío pasaba por una compleja situación, entre pugnas sucesorias entre la propia familia de Haro, desconfianzas, múltiples asesinatosy ajustes de cuentas y la división interna entre los propios vizcaínos… Alfonso XI, además, estaba casado con la primogénita de la Casa de Lara y la de Vizcaya.

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Finalmente, en 1370 el infante D. Tello, hijo natural de Alfonso IX y Leonor de Guzmán

heredará el título de Señores de Vizcaya y a partir de alli, su hermano Juan I. Desde entonces, el señorío permanecerá hasta nuestros días ligado a la familia real directamente; primero a la de Castilla y desde Carlos I a la que se renominó como de España, siempre cumpliendo la premisa exigida a la hora de tomar posesión del título, de que el Señor que lo pretendiera, jurase defender y mantener los fueros del territorio (fueros de Vizcaya). En el que los vizcaínos se amparaban para proteger, definir y dirimir sus derechos y diferencias y establecían sus propios juzgados.

“Sólo después de jurar «so el árbol» se es señor; sólo legislando «so el árbol» se hace

ley; sólo convocado «so el árbol» un hombre puede ser acusado y condenado o absuelto de modo legal”

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Genealogía del Señor de Vizcaya:

Títulos y mayorazgos

Títulos y mayorazgos

Reino de Vinculación

Duque de La Cantabria y La Vizcaya

Desconocido Castillo de Cantabria Castillo de Amaya

Athanagildo Rey Godo

Duque de La Cantabria y La Vizcaya Señor de Amaya Señor de La Cantabria

Don Fracio 530-578

Castillo de Cantabria de Rioja Castillo de Amaya

Leovigildo Rey Godo (Funda Victoriaco y Olite) Hermenegildo Rey Godo

Duque de La Cantabria y La Vizcaya Señor de Amaya

Recaredo 590 Gundemaro 610 Recesvinto Chinsasvinto Wamba 672

Duque de La Cantabria y La Vizcaya Señor de Amaya

Don Favila Hijo de Don Pelayo

Elvigio Rey Godo 680-687 Don Pelayo de Asturias

Duque de La Cantabria y La Vizcaya Señor de Amaya

Don Pedro (Petris)

La Bardulia Las cuatro Villas La Vizcaya

Alfonso I El Católico Fruela I de Asturias.

Rey de Asturias de Santillana Rey de Asturias de Santillana

Don Favila de Asturias -739 Alfonso I el Católico 693-757

Rey de Asturias de Santillana

Alfonso I El Católico 693-757

Ermesinda (Hija de Don Pelayo y hermana de D. Favila)

Aurelio Nuña Sigerico Rodrigo I Frolaz D. Gonzalo

Rey de Asturias de Santillana Rey de Asturias de Santillana Señor de Lara

Alfonso I el Católico 693-757

Duque de La Cantabria y La Vizcaya Señor de Amaya Señor de Lara

Rodrigo I Frolaz 762-800

Sancha Diego Rodriguez I Sancho Mitarra Munío Rodriguez

Conde de Castilla Duque de Gascuña Señor de Amaya

Fruela I de Asturias 722-768 Aurelio de Asturias 740-774 Silo de Asturias 742-783

Duque de La Cantabria y La Vizcaya Señor de Amaya

Munío Rodriguez “Nuño” 788-840

Munío Nuñez Nuña Elvira

Alfonso II el Casto 760–842

Conde de Castilla y Amaya 840-871

Juez de Castilla Señor de Amaya Señor de Brañosera -Ambrosero Señor de Castrojeriz

Munío Nuñez “Rasura” 789 Fortificación de Castrogeríz Defensa de Amaya

Argilona-Argilo Muniadona (Caso con García I de León) Gonzalo Sarracinez Tello Sarracinez Munio Sarracinez Fernán Núñez “El Negro” Sarracino Núñez

Casa de Fernán Glez. En la corte de Castilla Conde de Vizcaya Señor de Álava Señor de Vizcaya

Alfonso II el Casto 760–842 Diego Rodríguez Porcelos Conde de Castilla Gonzalo Fernández Gobernador de Burgos

Señor de Vizcaya 871-917

Señor de Amaya Conde de Divina-Álava

Sarracino Núñez 850-917 (En 871 consta como señor de Vizcaya) (En la crónica de 970 consta como señor de Vizcaya)

Aldonza Velaz (hija de Vela Ximenez conde de Alava) 897+

Lope Sarracinez (Alvarez) Alvaro Sarracinez

Sarracino Álvarez Vela Álvarez

Diego Sarracines

Señor de Vizcaya Señor de Álava

Alfonso III el Magno 848-20 de diciembre de 910 Diego Rodríguez Porcelos conde de Castilla

Señor de Vizcaya 917-939

Lope Sarracinez Álvarez

Dña. Zuria ¿? (La Rubia hija de Ivar Fortunez el corsario y Fargusina Mac Alpine, infanta de Escocia)

Lópe Sarracinez – Zuria ¿?

1º Señor de Vizcaya 917-939

Conde de Vizcaya Caballerizo mayor en 927

Lópe Sarracines Zuria (Lópe Zuria - el Blanco/Rubio) 876-938 En la toma de Lara en 905 En la batalla de Las Hacinas en 938 donde falleció

Iñiga de Cantabria (Hija del conde D. Zenón señor de la Casa de Eilón)

Sancha (Dalda) Sánchez (Primos hermanos - Hija del Señor de Durango Sancho Nuñez Estiguiz)

Munio I López o Lope III Lopa López

Alfonso III el Magno 848-20 de diciembre de 910 Fernán González

2º Señor de Vizcaya 940-950

Conde de Vizcaya

Munio I López (Manso López) debe ser Munio Sarracinez 897-950

Elvira Bermudez (Prima segunda. Hija de Bermuy Lainez) Hermana de Fernán González

Velazquita Sánchez (4ª Infanta de Navarra hija del 1º rey de Navarra Sancho Garcés) Caso hacia 924

Iñigo I López (Fortun) Munia

Orbita López Lópe Nuñez Aznar Momez (López) Velazquita Momez (López)

Señor de Vizcaya Señor de Vizcaya

Ramiro II rey de León Sancho Garcés 1º rey de Navarra, casado con Toda Aznarez hermana de Oneca Sánchez, reina de León.

3º Señor de Vizcaya 950-990

Señor de Baracaldo Señor de Somorrostro

Iñigo I López (Fortun el Ezquerdo) 920-990

Sin descendencia

4º Señor de Vizcaya 990-1015

Lópe Nuñez 955-1015

Munia Garcés (Hija de Garcia V rey de Navarra)

Iñigo II López Sancho López García/Fortun/Velasco/Munio/Lópe/Galindo Gotona/Mencía//Iñiga/Toda

VI Señor de Vizcaya Señor de Vizcaya

Garcia V rey de Navarra

5º Señor de Vizcaya 1015-1076

Maestre Sala de D. García VI Conde de Vizcaya por Castilla

Iñigo II López Ezquerra (El Ezquerro-Zurdo) (Iñigo López de Vizcaya) 974-1124

Fallece en la batalla

Toda Fortúnez (Su prima hermana) Casada hacia 1051 <1076+

1.5) Lópe Iñiguez 2.5) Sancho Iñiguez 3.5) García Iñiguez 4.5) Galindo Iñiguez 5.5) Fortún Iñiguez

Señor de Vizcaya Casa de Abalos (4) Casa Salcedo y Salazar y Botiller Mayor (5) Casa de Bazán y Señor de Oca y Álava

Sancho el Mayor de Navarra Sancho V el de Peñaler de Navarra Sancho García conde de Castilla

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contra Alfonso I de Aragón y Navarra

6.5) Munia Iñiguez (6) Sra. de Castrourdiales Ruesga y Soba

6º Señor de Vizcaya 1076-1078

Sancho López

1.6) Iñigo Sánchez 2.6) García Sánchez

Señor de Llodio Señor de Orozco

7º Señor de Vizcaya 1078-1093

Señor de Hornillos Señor de San Juan de Llorente Señor de Lanestosa Señor de Najera

Lópe III Iñiguez (Lópe Díaz el Rubio) 1052-1093+ para Castilla a la muerte de Sancho V de La Rioja, Alava, Guipuzcoa

Tecla Díaz de Velásco (Toda Álvarez de Santillana) Hija de Diego Álvarez de Oca y Sancha Díaz de Velasco. Casada <1069

Señora de las Encartaciones Señora de Lanestosa

1.7) Diego López 2.7) Sancho López 3.7) Toda López 4.7) Sancha López 5.7) Teresa López 6.7) Goda López

Señor de Vizcaya Señor de Poza Señora de Angunciana Señora de Mena y Ayala

Alfonso VI de Castilla 1109+

Sancho V el de Peñaler de Navarra

8º Señor de Vizcaya 1093 – 1124

Señor de las Encartaciones Señor de Haro

Diego López de Haro (El Blanco) 1075-1124

María Sánchez Ordoñez de Lemos Hija de Sancho Sánchez, conde de Erro y Tafalla princesa de León Casada <1121

Elvira García Hija del conde García Ordoñez y Urraca Garcés Casada <1140

1.8) Lópe IV Díaz de Haro 2.8) Sancho Díaz de Haro 3.8) Gil Díaz de Haro 4.8) Nuño Díaz de Haro 5.8) Sancha Díaz de Haro

Señor de Vizcaya Señor de Tobia y Butrón Señor de Fenestrosa y 1º de la Casa de Hinestrosa Señora de Frías, Llodio y Álava

Dña. Urraca de Castilla 8 de marzo de 1126+ Alfonso VII de Castilla

1 de agosto de 1157+ Vizcaya Occidental

Juan II de Castilla y León Sancho VII el Sabio de Navarra

Vizcaya Oriental (Duranguesado)

9º Señor de Vizcaya 1124 a 1170

Alférez de Fernándo III I Conde de Haro Señor de las Encartaciones

Lópe IV Díaz de Haro 1122-6 de mayo de 1170 Batalla de Tamara

Aldonza Ruiz de Castro Casada <1154

1.9) Diego López de Haro 2.9) Lópe López de Haro 3.9) Sancho López de Haro 4.9) Rodrigo López de Haro 5.9) Mencía López de Haro 6.9) Pedro López de Haro 7.9) Martín López de Haro 8.9) Alonso López de Haro 9.9) Urraca López de Haro

Señor de Vizcaya Señor de Almenara II Casa de Ayala Señor de Avellaneda Señor de Villandrado Reina de Léon

Sancho de Castilla 31 de agosto de 1158+ Alfonso VIII de Castilla 1214+ Fernando II de León Fernando III de Castilla Sancho VII el Sabio de Navarra Vizcaya Oriental (Duranguesado)

10º Señor de Vizcaya 1170-1214

II Conde de Haro Alférez de Alfonso VIII Señor de las Encartaciones Señor de Durango

Diego López de Haro (el Bueno) 1156

María Manrique de Lara Hija del conde D. Manrique

Toda Pérez de Arazuri Hija de D. Pedro Ruiz de Azagra señor de Albarracín

Lópe Díaz de Haro Lópe Ruiz de Haro Pedro Díaz de Haro Urraca Díaz de Haro Aldonza Díaz de Haro María Díaz de Haro Teresa Díaz de Haro Mencía Díaz de Haro

Señor de Vizcaya Señor de Los Molares Señora de Lara Señora de Los Cameros

Fernando III de Castilla 1214+ Alfonso VIII de Castilla

11º Señor de Vizcaya 1214-1236

III Conde de Haro Alférez de Fernando IIII Alcalde mayor de Castilla Señor de las Encartaciones Señor de Durango Señor de Orduña Señor de Valmaseda

Lópe Díaz de Haro y Manrique (Cabeza Brava) 1170-1236

Batalla de Las Navas de Tolosa Conquista de Baeza

Urraca Alfonso de León (Hija del rey Alfonso IX de León) Hermanastra de Fernando III el Santo

Diego López de Haro Alfonso López de Haro Lópe López de Haro Fernando López de Haro Manrique de Haro Berenguela López de Haro Mencía López de Haro

Fernando III de Castilla 1214+