La rebelión del Amistad

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LA

REBELION DEL

AMISTADPatrimonio Histórico

deSierra Leona

y Estados Unidos

Por

Arthur Abraham

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INTRODUCCIÓNEn 1839 los esclavos a bordo de un barco lla-

mado Amistad se rebelaron para obtener su liber-tad mientras se los llevaba de un puerto cubano aotro. Su líder era Sengbe Pieh, joven de la etnia

mende, conocido popularmente en la historiaestadounidense como Joseph Cinque. Los

esclavos habían sido secuestrados en su mayoríaen las cercanías de la colonia de Sierra Leona y

vendidos a negreros españoles. Finalmente,quedaron libres en 1841, luego de pasar dos años

internados en Estados Unidos a la espera delveredicto de los tribunales en relación con su"rebelión". Tal fue el famoso Caso Amistad,

episodio mucho más conocido en Estados Unidosque de este lado del Atlántico. Pero el incidente

tuvo una repercusión de mucho más largoalcance en ambos lados, al influir en el desarrollode la historia norteamericana y, especialmente, enel desarrollo de la cultura afronorteamericana, entanto que, en Sierra Leona, condujo al inicio de laactividad misionera norteamericana que capacitó

a muchos de los miembros de la élite queencabezaron el movimiento nacionalista para

independizarse del régimen colonial.

CAPTURA Y REDUCCIONA LA ESCLAVITUD

Sengbe Pieh, el héroe de esteepisodio, nació alrededor de1813 en la población de Mani,en la región del Alto Mende, a

diez días de marcha del Vai o Costa delas Gallinas. Se decía que era hijo deun jefe local y que estaba casado, quetenía un hijo y dos hijas. Sengbe, queera agricultor, un día de fines de enerode 1839 se encaminaba a su labranzacuando fue capturado por cuatro hom-bres en un ataque por sorpresa,quienes le amarraron al cuello la manoderecha. Lo llevaron a una aldea cer-cana, donde pasó tres días con unhombre llamado Mayagilalo, aparente-mente el patrono de sus captores.Mayagilalo, que había contraído unadeuda con el hijo del rey vai MannaSiaka, le entregó en pago a Sengbe.Luego de pasar un mes en el pueblo deSiaka, Sengbe fue llevado a Lomboko,isla cercana a Sulina, en la costa de lasGallinas, célebre como centro de tráficode esclavos, y vendido al negrero másrico de allí, el español Pedro Blanco,cuyas actividades habían enriquecidotambién al rey Siaka.

En Lomboko, Sengbe quedópreso con otros esclavos, mientrasdurante dos meses se les unían otrosmás a la espera de que los trans-portaran a través del Atlántico. Lamayoría de los cautivos procedían de laregión del Mende, pero otros erankonos, sherbros, temnes, kissis, gban-dis (hoy serían liberianos) y lomas (hoyserían liberianos o guineanos, y se losconocía como guerzes). Algunos, queno hablaban mende, aprendieron elidioma durante su viaje forzado a travésdel país de los mendes y hacia la costa.La mayoría eran agricultores, pero sedice que otros eran cazadores y herre-ros. Esto es sorprendente, porque entoda el Africa Occidental los herrerosocupaban en la sociedad una posiciónsagrada, y no podían ser esclavizadosni muertos, incluso en guerra.

En marzo, en Lomboko, se losembarcó a todos en la goleta Tecora,que en junio llegó a La Habana, en lacolonia española de Cuba. En una subas-ta de esclavos que siguió a un avisopúblico, José Ruiz, español y dueño deuna plantación de caña, compró aSengbe y a cuarenta y ocho de suscompañeros al precio de 450 dólarespor cabeza, para que trabajaran en suplantación de Puerto Príncipe, otropuerto cubano a unos 480 kilómetrosde La Habana. Pedro Montez, otroespañol que se dirigía al mismo puerto,compró cuatro niños, tres hembras y unvarón. El 26 de junio, a los cincuenta ytres africanos se los arreó a bordo deuna goleta construida en EstadosUnidos, cuyo nombre original eraFriendship, traducido luego a Amistadcuando la nave quedó matriculadacomo propiedad de un súbdito español.Aunque España había prohibido la

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importación de esclavos a sus ter-ritorios en 1820, los dos plantadoresespañoles pudieron obtener permisosoficiales para transportar sus esclavos.Contrataron el Amistad con el capitán ydueño del barco, Ramón Ferrer.Además de los cincuenta y tresafricanos y sus dueños españoles, lagoleta llevaba una tripulación compues-ta de su capitán, Ferrer; sus dosesclavos negros; Antonio, el grumete;Celestino, el cocinero, y dos marinerosblancos. El buque transportaba tam-bién una carga de platos, telas, joyas yvarios artículos de lujo y mercancíascomunes. La carga estaba aseguradaen 40.000 dólares. Ruiz aseguró suscuarenta y nueve esclavos en 20.000dólares, en tanto que Montez hizo lomismo con los cuatro niños por 1.300dólares. ■

LA REBELIONl viaje a Puerto Príncipe se hacíanormalmente en tres días, perolos vientos resultaron contrarios.A los tres días de hacerse a la

mar, el 30 de junio, Sengbe, con unclavo suelto que había sacado de lacubierta, rompió sus cadenas y las desus compañeros. Habían sido azotadosy maltratados y, en cierto momento, seles hizo creer que al llegar se los sacrifi-caría para ser servidos como comida.Sengbe se armó a sí mismo y a losotros con cuchillos cañeros que encon-tró en la bodega. Luego los hizo subir acubierta, donde mataron al capitánFerrer y al cocinero Celestino e hirieronal español Montez. Pero Sengbe le per-donó la vida a Montez al igual que aRuiz y a Antonio, el grumete. Losamotinados perdieron a dos de lossuyos, muertos por el capitán Ferrer.Los dos marineros blancos escaparondel Amistad en un bote.

Sengbe les ordenó a los españolesnavegar hacia donde sale el sol, esdecir, hacia el este, hacia Africa. Por lanoche, sin embargo, Montez, que teníaalguna experiencia como marino, seguió por las estrellas y navegó hacia eloeste, con la esperanza de mantenerseen aguas cubanas. Pero una tormentaempujó el barco hacia el nordeste, allargo de la costa estadounidense. Lagoleta siguió un rumbo en zig zagdurante dos meses, durante los cualesotros ocho esclavos murieron de sed yexposición a la intemperie. Sengbeejerció el mando continuamente,obligando a los demás a conservar ali-mentos y agua; sólo les permitía a losniños tomar una ración completa. Parasí, tomaba la porción más pequeña. ■

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RECAPTURAfines de agosto de 1839, elAmistad navegaba a la deriva a lolargo de la costa de Long Island.Sengbe y otros saltaron a tierra

para comprar alimentos y abasteci-mientos y negociar con los marinoslocales para que los llevaran de vueltaal Africa. Pronto corrió la noticia deque navegaba por allí un barco miste-rioso con sus "velas casi hechasjirones". Era la goleta "larga, baja ynegra", cuya historia había aparecidoen los periódicos en las semanas anterio-res, mientras el barco cruzaba cerca dela costa estadounidense rumbo alnordeste. Las informaciones decíanque unos esclavos cubanos se habíanrebelado y muerto a la tripulación deun barco español y vagaban por elAtlántico como bucaneros.

El 26 de agosto, el bergantín deinspección estadounidense Washington,bajo el mando del teniente comandanteThomas R. Gedney, avistó la desmedra-da goleta cerca de Culloden Point, en elextremo oriental de Long Island. Lamarina y el Servicio de Aduanas deEstados Unidos habían emitido previa-mente órdenes de capturar el barco; yel comandante Gedney se apoderó deél y lo llevó a New London, enConnecticut, a donde llegó el día sigu-iente. De inmediato, Gedney envió unmensaje al alguacil federal en NewHaven quien, a su vez, informó al juezfederal de distrito Andrew Judson. Esteúltimo, por cierto, no era muy amigo delos negros, porque en 1833 había enjui-ciado a Miss Prudence Crandall poradmitir negros en su escuela deCanterbury, Connecticut.

El juez Judson vió el caso el 29 deagosto, a bordo del Washington y en elpuerto de New London, examinó los

documentos del Amistad y oyó eltestimonio de Ruiz y Montez, al igualque una solicitud urgente de que elbuque y su cargamento, los africanosinclusive, se entregaran al cónsulespañol en Boston. Judson puso deinmediato en libertad a Ruiz y a Montezy ordenó que a Sengbe y sus com-pañeros se los juzgara por asesinato ypiratería en la siguiente sesión del tri-bunal de circuito, que debía comenzarel 17 de septiembre en Hartford,Connecticut. A los africanos se losenvió a la cárcel del condado en NewHaven.

Entre tanto, Ruiz había rebautizado aSengbe Pieh con el nombre de "JoséCinque", para demostrar que Sengbeno había sido importado recientementey que él, Ruiz, no era por lo tanto cul-pable de violar la ley prohibicionista de1820. Cinque, que en español suenaparecido a Sengbe, pronto fue distor-sionado en la prensa para convertirseen "Cinquez", "Sinko", "Jinqua", etc.Cuando el Amistad fue capturado frentea las costas de Long Island, unreportero del New York Sun presencióel reto con que Cinque enfrentaba a suscaptores y sus repetidos intentos defuga. Sengbe saltó por sobre la borda ytuvo que ser arrastrado de nuevo albarco; urgía a sus compañeros deesclavitud a que lucharan incluso sinesperanzas de ganar, y finalmente lollevaron al buque norteamericano; sepa-rado de sus hombres, su protesta fuetan violenta que los oficiales navales le

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permitieron quedarse en la cubier-ta del Washington, desde donde, de pie,pasó toda la noche observando fija-mente al Amistad. Informó el New YorkSun:

No da señales de emoción... y dehaber vivido en los días de Grecia o Roma,su nombre habría pasado a la posteridad como el de alguien que habíapracticado la más sublime de las virtudes:el patriotismo desinteresado y el valorinquebrantable. ■

ENTRAN EN ESCENA LOS ABOLICIONISTASn ese momento, el movimientoantiesclavista estadounidensehabía caído en un caos; habíaopiniones divergentes en torno a

varias cuestiones -- la acción política,los derechos femeninos, las iglesiasnorteamericanas y la esclavitud, y lanaturaleza fundamental del gobiernonorteamericano. El Caso Amistad ofre-ció un punto focal para reagrupar lasfilas dispersas de los abolicionistas, amedida que salían en defensa de loscautivos, totalmente convencidos de suinocencia. Así lo pusieron por escritoen el Herald of Freedom:

Cinques no es pirata, ni asesino, nidelincuente. El homicidio que cometióes justificable. De haberlo hecho unblanco, habría sido glorioso. Lo habríainmortalizado. Joseph Cinques nodebe ser enjuiciado. Todos saben que

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Sengbe Pieh y los del Amistad al momento de su captura en 1839. Los Africanos habían sido secuestrados en su mayoría de la zona de la Colonia de Sierra Leonay vendidos a esclavistas Españoles.

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es inocente. No podría ser culpable.

Agregaba el periódico que el tenientecomandante Gedney carecía de autori-dad para capturar al Amistad, ya que elbarco era "la presa legítima del coman-dante Joseph Cinques... El hecho deque (la nave) pareciera "sospechosa" noes una justificación.

Esta firme convicción, sin embargo,no bastaba. Los abolicionistas teníanque escuchar de los africanos su versiónde los hechos y obtener asesoría legalpara probar su inocencia ante el tribunalde circuito. No se hacían ilusiones entorno a las dificultades. Al día siguientede las órdenes emitidas por el juezJudson, los abolicionistas de New Havense reunieron y escribieron a sus correli-gionarios de Nueva York para compro-bar la validez de los documentos delbarco, encontrar un africano que pudierahablar el idioma de los cautivos y tomarnota de su propia versión y, por último,conseguir asesoría legal calificada. Uncomité formado para defender a losdesafortunados africanos se convirtióformalmente el 4 de septiembre en el"Comité Amistad", y estaba compuesto,entre otros, por Joshua Leavitt, directordel Emancipator, órgano oficial de laSociedad AntiesclavistaNorteamericana; el reverendo Simeon S.Jocelyn, pastor de raza blanca de unaiglesia negra de Nueva York; y LewisTappan, acaudalado comerciante neo-yorkino y prominente abolicionista.Tappan emprendió una campaña endefensa de los africanos del Amistad yemitió un "Llamado a los Amigos de laLibertad":

Treinta y ocho de nuestros semejantesafricanos, secuestrados de una manerapirática de su tierra nativa, transporta-dos a través del mar y sometidos a cruel-

dades atroces, han sido arrojadosa nuestras playas, y ahora están presosen la cárcel a la espera de que se losenjuicie por crímenes que se alega hancometido. Ignoran nuestro idioma, lasprácticas de la sociedad civilizada y lasobligaciones del cristianismo. En estascircunstancias, varios amigos de losderechos humanos se han reunido paraconsultar el caso de estos hombresdesafortunados y han designado elcomité que suscribe para que empleeintérpretes y asesoría legal capacitada ytome todas las medidas necesarias paragarantizar los derechos de los acusados.Se tiene la intención de emplear trescaballeros abogados de capacidad dis-tinguida e incurrir en otros gastos nece-sarios. Dado que los pobres prisioneroscarecen de ropa, y varios apenas sitienen un harapo para cubrirse, setomarán medidas inmediatas paraproveer lo que sea necesario. Los abajofirmantes, por lo tanto, hacen este lla-mado a los amigos de la humanidadpara que contribuyan con el objeto arri-ba mencionado. Las donaciones puedenenviarse a cualquiera de los miembrosdel comité, quienes darán recibo de lasmismas y prepararán un informe públicode su desembolso.

SIMEON S. JOCELY, 34, Wall StreetJOSHUA LEAVITT, 143, Nassau StreetLEWIS TAPPAN, 122, Pearl Street

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La defensa legal estaba com-puesta por el formidable equipo deRoger Baldwin, Seth Staple y TheodoreSedgwick, que se contaban entre lasmejores mentes jurídicas de la época.Pero los abogados reconocían que

cualquier defensa que pudieranhacer tropezaba con una grave limi-tación si no se encontraba un intérpretepara que narrara el relato de los cau-tivos. Comenzó una búsqueda deses-perada, que antes que comenzara el

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Sengbe Pieh, o “Joseph Cinque”, como es conocido en los Estados Unidos. Este cuadro de Nathaniel Jocelyn fue realizado mientras Senge esperaba su juicio en New Haven, Connecticut.

juicio tuvo resultados sólo parcial-mente exitosos. Lewis Tappan trajo deNueva York a tres africanos, uno de loscuales era kissi (grupo étnico vecino delos mendes), y podía conversar muylimitadamente con los cautivos. Pero elintérprete pudo corroborar la opinión delos abolicionistas en el sentido de quelos cautivos del Amistad habían sidosecuestrados en Africa y vendidos ile-galmente como esclavos.

La cuestión que tenía ante sí elComité Amistad era delicada. Elmovimiento abolicionista, antes delincidente del Amistad, había quedadoprofundamente dividido, y este inci-dente restauró la unidad del movimien-to. Pero había algunos que simpatiza-ban con los cautivos, aunque no erande ningún modo abolicionistas. Unir elCaso Amistad a una campaña generalen pro de la abolición de la esclavitudhabría enajenado esas simpatías, con loque se hubiera debilitado la basefinanciera y moral del comité. Porejemplo, uno de los que respondieron al"Llamado" declaró claramente que era"amigo de los derechos humanos, perono abolicionista". ■

PRIMER PROCESOl 14 de septiembre todos los pri-sioneros, con excepción de unoque estaba demasiado enfermopara viajar, fueron llevados de

New Haven a Hartford, la capital deConnecticut, donde el 17 de septiembrese inició el proceso bajo la presidenciadel juez Smith Thompson. Luego detres días de batallas legales, el juezemitió su opinión: el tribunal de cir-cuito carecía de jurisdicción en lasacusaciones de asesinato y piratería,dado que los supuestos crímeneshabían sido cometidos en un barcoespañol y en aguas españolas; losdiversos reclamos relativos a lapropiedad de los "esclavos" africanos,entre ellos los de Ruiz y Montez, debíandecidirse en el tribunal de distrito, y lapetición de habeas corpus en favor delas tres niñitas fue rechazada.

Tan pronto como entró en receso eltribunal de circuito, el juez Judsoninstaló un tribunal de distrito en elmismo recinto. Decretó que losreclamos referentes a la propiedadnecesitaban más investigación, peroque los cautivos podían ser puestos enlibertad bajo fianza, basada en su valorcomo esclavos en el mercado cubano.Los abogados defensores rechazaroneste tipo de fianza, que implicaba quelos africanos a bordo del Amistad eranesclavos, y los cautivos volvieron aprisión.

El intérprete no había servido demucho durante el juicio, y el ComitéAmistad intensificó la búsqueda de otroque pudiera hablar mende con soltura.J.W. Gibbs, profesor de Teología yLiteratura Sagrada en la Escuela deTeología de Yale, se interesó mucho enlos cautivos. Aprendió a contar de unoa diez en mende y, munido de este

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nuevo conocimiento, fue hasta losmuelles de Nueva York, y allí se puso acontar en mende ante cada marineroafricano que encontraba. Sus esfuerzosdieron fruto cuando, a principios deoctubre, encontró a James Covey,marinero del buque de guerra británicoBuzzard, que podía entender lo quedecía. Covey, que era mende, habíasido capturado y vendido cuando niño,pero fue recapturado por losescuadrones navales británicos y lleva-do a Freetown, donde se lo puso en liber-tad. Aprendió a hablar inglés consoltura y se alistó en la marina británi-ca. El profesor Gibbs llevó a Covey aque viera a los cautivos del Amistad enla cárcel de New Haven, y los africanosbrincaron de contento cuando oyeron aCovey hablar en mende. Ahora podíanrelatar su versión de los hechos.

Entre tanto, el Comité Amistad noestaba satisfecho con el trato querecibían los cautivos e inició esfuerzospara proveer a su bienestar físico y suinstrucción intelectual y religiosa. Secontrató al reverendo George Day, exprofesor de la Institución deSordomudos de Nueva York, para quesupervisara la instrucción de los cau-tivos mendes que impartían estudiantesde la Escuela de Teología de Yale. Losmaestros comenzaron a enseñar conayuda de dibujos simples e idioma designos. Para ese entonces, varios delos cautivos habían muerto mientrasestaban en custodia, víctimas de losefectos de la exposición a la intem-perie, el hambre y la deshidrataciónsufridas a bordo del Amistad. ■

RECLAMOS DEL GOBIERNO ESPAÑOL

l gobierno español le habíaplanteado a Estados Unidos cier-tos reclamos, aun antes del pro-ceso celebrado en Hartford. El

ministro español, de la Barca, leescribió al secretario de Estado JohnForsyth, ex ministro estadounidense enEspaña y conocido defensor de laesclavitud de los negros, que cuando elAmistad fue "rescatado" debió haberquedado en libertad de regresar a Cubapara que los africanos que estaban abordo pudieran ser "encausados por untribunal apropiado, según las leyestransgredidas del país del cual son súb-ditos". No se había procedido así, demodo que planteó un nuevo conjuntode reclamos. Reclamó la nave y sucarga, los africanos inclusive, en nom-bre del monarca español, exigiendo quese los enviara de regreso a La Habanapara que se los juzgara, dado que"ningún tribunal de Estados Unidostiene derecho de instruir procedimien-tos contra súbitos españoles o imponer-les castigos por crímenes cometidos abordo de un buque español y en aguasdel territorio español". Para robustecersu caso, citaba artículos de tratados envigencia entre Estados Unidos yEspaña.

El presidente de Estados Unidos,Martin Van Buren, no abrigaba opi-niones firmes en cuanto a la esclavitud,pero dependía del apoyo de losdemócratas proesclavistas del Sur, cuyabuena voluntad quería conservar en lapróxima elección presidencial de 1840.Por lo tanto, le dijo a Forsyth el 11 deseptiembre que diera instrucciones alfiscal de distrito William S. Holabird de"cuidar que todos los procedimientosde su tribunal de circuito, o cualquier

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otro tribunal judicial, coloquen elbarco, la carga o los esclavos fuera delcontrol del ejecutivo federal". El presi-dente confiaba en que los tribunalesordenarían que los cautivos del Amistadfueran devueltos a Cuba, con lo que lesacarían de encima la presión políticatanto de los demócratas sureños comodel gobierno español; sin embargo,estaba dispuesto a devolver a los cau-tivos basándose en su propia autoridad,de ser necesario. Para reforzar elapoyo a una jugada potencial de esetipo y apaciguar a los españoles,requirió una opinión legal del secretariode Justicia de Estados Unidos FelixGrundy, quien declaró que los africanosdebían considerarse propiedad de aque-llos a nombre de los cuales los reclam-aba el ministro español, y que el barcodebía devolverse a Cuba con todo sucontenido. El gabinete respaldó estaopinión. ■

ESTRATEGIA DE DEFENSA LEGAL DE LOS

ABOLICIONISTASl Comité Amistad estabadolorosamente al tanto de que lapolítica del presidente apuntaba acondenar a los cautivos africanos

a la esclavitud a perpetuidad, o tal veza la muerte, y los abolicionistastrazaron una estrategia de defensa paraasegurar que el veredicto no les fueraadverso. Plantearon un caso en tornoal argumento de que los africanos noeran esclavos legalmente, por cuandose los había traído a La Habana y allívendidos en violación del Tratado AngloEspañol de 1820, que prohibía el tráfi-co de esclavos a través del Atlántico.Este tratado había quedado reafirmadoen 1835, y en 1838 lo siguió una RealOrden de la reina de España queinstruía al capitán general de Cuba aaplicar la ley "con el mayor celo".

Esta línea de defensa se fortaleciócon una declaración hecha por el doc-tor R.R. Madden, natural de Irlanda, quehabía trabajado para el gobiernobritánico en la Costa de Oro (Ghana) yen La Habana, Cuba, como comisiona-do del Tribunal Mixto para la supresióndel tráfico de esclavos. El doctorMadden reveló que el capitán generalespañol y otros funcionarios guberna-mentales en Cuba sancionaban abierta-mente violaciones flagrantes de lasestipulaciones del tratado en relacióncon el tráfico de esclavos, y que el cón-sul norteamericano en ese país,Nicholas Trist, colaboraba con ellos yrecogía enormes beneficios financierosde resultas de ese tráfico. El doctorMadden llegó a Nueva York en noviem-bre y se reunió con Lewis Tappan. Fuea New Haven a ver a los cautivos y deallí siguió a Hartford para atestiguar en

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el proceso. Dado que el juiciohabía sido diferido, tuvo que rendir tes-timonio in camera ante el juez Judson.

El doctor Madden argumentó que loscautivos del Amistad habían sidoimportados recientemente. En laslicencias que autorizaban a llevarlos deLa Habana a Puerto Príncipe, figurabancomo ladinos, es decir, como esclavostraídos a Cuba antes de 1820. PeroMadden destacó que este tipo de falsifi-cación era práctica corriente en Cuba yque los certificados de propiedad deRuiz y Montez no tenían validez legal.

En ese momento, Ruiz y Montesfueron arrestados en Nueva York bajo laacusación de agresión, secuestro y pri-vación ilegal de la libertad, planteadacontra ellos en representación de dosde los africanos. Lewis Tappan, el ver-dadero líder del Comité Amistad, fueculpado de este acto, que horrorizó alos políticamente conservadores. Lasfianzas se fijaron en 1.000 dólares poracusado. Montez pagó de inmediato ypartió hacia Cuba. Ruiz optó por ganaralgunas simpatías permaneciendo en lacárcel. El ministro español protestó deinmediato ante el Departamento deEstado con el argumento de que los tri-bunales estadounidenses no teníanjurisdicción sobre supuestos delitoscometidos en Cuba. El secretario deEstado Forsyth instruyó al fiscal de dis-trito que les ofreciera a los españolestoda la ayuda posible. A los aboli-cionistas se los acusó de "jugar con laley..." Fue un error táctico de los aboli-cionistas, y les costó algo del apoyoque tenían entre los moderados. Pero,finalmente, Ruiz se cansó de estarpreso, pagó la fianza y volvió a Cuba.En la audiencia final, tanto Ruiz comoMontes estuvieron ausentes. ■

SEGUNDO PROCESOl tribunal federal de distritocomenzó a deliberar en Hartford el19 de noviembre de 1839 paraver el caso, pero recesó en enero

debido a la ausencia de ciertos testigosprincipales. En el interín, el ministroespañol planteó una vez más susreclamos; y Forsyth prometió que, si elveredicto era contrario a los cautivos,tendría un barco listo para transportar-los a Cuba, de modo que los aboli-cionistas no tuvieran tiempo de apelar.Cuando el tribunal reinició la audienciael 8 de enero, la goleta Grampus, de lamarina norteamericana, estaba en NewHaven por instrucciones del presidente,que, según creían muchos, "llegó aextremos vergonzosos en sus persis-tentes intentos de torcer la justicia, talcomo la promulgan los tribunales". Lostres abogados de la defensa urgieron alpresidente a no hacer que el caso sedecidiera fuera del tribunal "en los rece-sos del gabinete, donde estos hombrescarentes de amigos no pueden contarcon un abogado defensor y no puedenpresentar ninguna prueba..." Los aboli-cionistas montaban guardia por turnoante la prisión de New Haven. Temíanque el presidente pudiera enviar aalguien que se apoderara de losafricanos del Amistad aun antes de queconcluyera el proceso, y estaban dis-puestos a esconder a los cautivos, deser necesario.

El 13 de enero de 1840, el juezJudson profirió finalmonte su veredicto:los cautivos del Amistad habían sidosecuestrados y vendidos como esclavosen violación de la ley española; eranlegalmente libres y debían, por lo tanto,ser llevados de regreso al Africa, dedonde habían sido sacados contra suvoluntad. Durante el proceso, Sengbe

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había causado una impresiónfavorable al rendir testimonio detalladoa través de un intérprete, parademostrar cómo él y sus compañerosafricanos habían sido secuestrados,amarrados y maltratados. La emociónse adueñó de él en cierto momento, ygritó en inglés "Déjennos libres!Déjennos libres!". Pero muchos esta-ban en contra de este veredicto libe-rador, entre ellos el presidente VanBuren, que ordenó al fiscal de distritoHolabird apelar inmediatamente ladecisión.

Entre tanto, los cautivos del Amistadcontinuaban con sus clases de lectura yescritura y doctrina cristiana. A pesarde su amarga decepción al quedar bajocustodia incluso después de unadecisión del tribunal que los favorecía,aun así siguieron estudiando con entu-siasmo. Los días comenzaban cuandoJames Covey traducía al mende ple-garias cristianas, seguidas de un brevesermón, y luego de instrucción en elidioma inglés. El mejor alumno eraKali, de once años, uno de los cuatroniños del Amistad, que aprendió a leery escribir con sorprendente rapidez.Pero todos los cautivos del Amistadaprendían con entusiasmo, y en oca-siones, al cabo del día, tratabanansiosamente de retener a sus maestrosde la Escuela de Teología de Yale,rogándoles que se quedaran con ellosun poquito más. Durante este periodo,escribió el pequeño Kali:

Hablamos un poco de norteamericano, no muy bien.Escribimos todos los días; escribimoscantidad de cartas; leemos la mayorparte del tiempo; leemos a Mateo,Marcos, Lucas y Juan y montones delibritos. Nos gustan mucho los libros. ■

EL EX PRESIDENTEADAMS Y EL TERCER

PROCESOl Comité Amistad comprendía quenecesitaba una figura pública dela más alta jerarquía para queplanteara la causa de los cautivos

africanos ante el Tribunal Supremo deEstados Unidos. Los abolicionistas per-

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John Quincy Adams, de 73 años de edad y ex-Presidente de los Estados Unidos, salió de suretiro para hablar en favor de los “Amistades”ante la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos.

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suadieron al ex presidente JohnQuincy Adams de que encabezara ladefensa. A los setenta y tres años, ycuando hacía treinta que no ejercía laabogacía, el ex presidente se mostrabarenuente a aceptar el caso, para noponer en peligro las vidas de losafricanos si no lograba ganar. Escribióen su diario:

"El mundo, la carne y todos losdemonios del infierno se alinean contracualquiera que ahora, en esta UniónNorteamericana, se atreva a colocarsebajo el estandarte de DiosTodopoderoso para terminar con el trá-fico de esclavos africanos; y ¿quépuedo hacer yo, al borde de mi septua-gésimo cuarto cumpleaños, con lamano temblorosa y el ojo empañado,con un cerebro lánguido y con mis facul-tades que me abandonan una a unacomo los dientes abandonan mi boca --qué puedo hacer yo por la causa deDios y el hombre, por el progreso de laemancipación humana, por la supresióndel tráfico de esclavos africanos? Sinembargo, mi conciencia me apremia;déjenme morir en la brecha".

Por lo tanto, Adams aceptó el sensa-cional caso, que llegó a ser llamado "eljuicio de un presidente por otro". Elabogado Baldwin preparó una elabora-da defensa y abrió el caso, pero el 24de febrero el "Viejo Elocuente", comose dio en llamar después a Adams,habló ante el tribunal durante cuatrohoras y media. El 9 de marzo de 1841,el Tribunal Supremo de Estados Unidosemitió su fallo final en el Caso Amistad:los cautivos eran libres! Adams secomunicó de inmediato con LewisTappan, el principal líder del ComitéAmistad: "Gracias, gracias a USTEDen nombre de la humanidad y la justi-cia!" ■

EL REGRESO A LA PATRIA

os africanos quedaron libres de cus todia y se los llevó a Farmington,

una de las primeras poblacionesabolicionistas de Connecticut,

donde recibieron educación de tipo másformal durante el resto de 1841. Comoel presidente Van Buren se negó aproveer un barco para repatriarlos, elComité Amistad asumió completaresponsabilidad por los africanos. Pararecaudar fondos con los cuales fletar unbarco, los abolicionistas organizaronuna gira de conferencias en los estadosdel norte; y los "Amistad" fueron depueblo en pueblo, ante audiencias quesimpatizaban con ellos, para narrar lahistoria de su odisea y exhibir susconocimientos de inglés escrito yhablado. Para ese momento, SengbePieh, o Joseph Cinque, se había con-vertido en una figura pública enEstados Unidos, y muchos estabanansiosos de ver al hombre a quienmuchos periódicos del norte compara-ban con los héroes de la Grecia y Romaclásicas.

Hacia fines de año se habían recau-dado suficientes fondos, y por 1.840dólares se fletó la barca Gentleman.

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Los treinta y cinco africanossobrevivientes viajarían a la colonia deSierra Leona, acompañados de cincomisioneros norteamericanos. Entre loscinco había dos afronorteamericanos, elseñor Henry Wilson y su esposa, quehabían enseñado en Farmington, y tresblancos, el reverendo William Raymondy su esposa y el reverendo JamesSteele. El Comité Amistad les dió a losnorteamericanos instrucciones de iniciar una "Misión Mendi" en SierraLeona. Antes de que zarpara el barco,Lewis Tappan les habló a los pasajeros,y Sengbe respondió en nombre de sus

compañeros africanos. Los periódicos informaron de una escenaprofundamente emotiva, durante la cualmuchos de los presentes lloraban abiertamente.

Cuando zarpó el Gentleman, el plande los pasajeros era el de "mantenener-se todos juntos y, en las cercanías de la aldea de Cinque, establecerse y fun-dar una nueva población, y luego per-suadir a sus compañeros de adoptar losvestidos y maneras norteamericanos".El barco llegó a Freetown a mediadosde enero de 1841, en medio de granentusiasmo. Muchos de los recién lle-gados pudieron encontrarse con amigosy, en algunos casos, con parientes.Sengbe se enteró pronto, a través dealgunos mendes recapturados, que supropio lugar de origen había sido dev-astado por la guerra y la mayoría de sufamilia había desaparecido. Por lotanto, la esperanza de situar la MisiónMendi cerca del pueblo de Sengbenunca se materializó. Al poder vincu-larse sin restricciones con muchos desus compatriotas de la colonia, algunosde los africanos del Amistad ya nodeseaban seguir con sus protectoresnorteamericanos. Ansiosos de volver asus hogares y sus familias, se fueronalejando, dejando tras sí sólo a diezadultos y los cuatro niños. El propioSengbe hizo una inversión en mer-cancías con la que se dirigió al país delos sherbro para comprar productoscon destino al mercado de Freetown. ■

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LA MISIÓN MENDI

No fue fácil encontrar un lugarpara establecer una misión, yaque la esperanza inicial de levan-tar una cerca del pueblo de

Sengbe no podía concretarse. Luegode varios intentos, el reverendoRaymond consiguió finalmente en 1844un lugar en Komende, en la regiónsherbro. Raymond atribuyó parte de suéxito a la influencia de Sengbe; y con-sideró beneficiosa la dispersión de losex cautivos, debido a que asídifundirían noticias de la misión portodas partes. De hecho, el estab

lecimiento de la Misión Mendi sedebió, en gran medida, a los esfuerzosdel reverendo Raymond, al cual hayque reconocerle ese mérito. Con eltiempo, la misión abrió filiales en varioslugares, uno de los cuales recibió elnombre de "Mo Tappan" en agradecimiento a la ayuda desinteresa-da que había dado Lewis Tappan. En1846, el Comité Amistad se transformóen la Asociación MisioneraNorteamericana, que en ese año asumió la responsabilidad financieratotal de la Misión Mendi. ■

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Los del Amistad regresan a Sierra Leona en 1842. En este cuadro de Hale Woodruff, Sengbe Pieh aparece enprimer plano con tres misioneros americanos. La barca Gentleman está en el fondo.

LAS REPERCUSIONESEN SIERRA LEONAl Caso Amistad dió impulso a laactividad misionera norteameri-cana en Sierra Leona, con todassus consecuencias positivas. La

Asociación Misionera Norteamericana,en último término, entregó a losHermanos Unidos en Cristo (UBC)todos sus puestos misioneros en SierraLeona. Además de la obra evange-lizadora, los UBC asumieron la responsa-bilidad de establecer un sistema enexpansión de escuelas misioneras en laparte sur del país, en especial entre lospueblos mende y sherbro. Seestablecieron muchas escuelas y, comoparte del adiestramiento vocacional, seintrodujeron muchas destrezas tec-nológicas nuevas. Las más célebres deestas escuelas son la Escuela de NiñasHarford, en Moyamba, y la AcademiaAlbert, en Freetown. Debe recordarseque la Academia Albert, fundada en1904, fue la primera escuela secundariapara muchachos de la parte alta delpaís (anticipándose en esas funciones ydurante muchos años a la Escuela Bo,del gobierno), y que muchos de losestudiantes de su primera época eranmuchachos que prometían como estu-diosos. El impacto a largo plazo deestos acontecimientos ayudó a crear ungrupo élite que sobresalió no sólo enSierra Leona, sino también en EstadosUnidos.

Algunos de los estudiantes quehabían recibido su educación inicial enlas escuelas de las misiones norteameri-canas en Sierra Leona pasaron aEstados Unidos para seguir estudiando,y dejaron su marca en Norteamérica.Dos ejemplos importantes son los deBarnabas Root y Thomas Tucker, aquienes, luego que completaran estu-

dios adicionales en EstadosUnidos, los empleó la AsociaciónMisionera Norteamericana -- Tucker en1862 como maestro de esclavos eman-cipados en Virginia, y Root en 1873 enla Iglesia Misionera Congregacional enAlabama, también como pastor deesclavos emancipados. Tucker sequedó en Norteamérica y fundó en1887, junto con Thomas Van Gibbs, elColegio Normal Estatal (para negros)en Tallahasee, la Florida. Tucker fue elprimer presidente del Colegio, que seconvirtió en la actual Universidad deAgricultura y Artes Mecánicas de laFlorida.

En el siglo XX, la actividad misioneranorteamericana ayudó al ascenso deuna élite nacionalista que presionó enfavor de la independencia. El doctor(más tarde ennoblecido por los británi-cos con el título de Sir) Milton Margai, yel primer presidente ejecutivo de SierraLeona, Siaka Stevens, eran ambos pro-ducto de las escuelas primarias de lamisión norteamericana en la parte surdel país y, luego, egresados de laAcademia Albert. ■

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E

EL IMPACTO ENESTADOS UNIDOS

Para el momento en que el CasoAmistad llegó a su fin, habíaenconado de tal manera los sen-timientos del norte antiesclavista

y el sur esclavista que debe ser tenidoen cuenta como uno de los aconteci-mientos que llevaron al estallido de laguerra civil norteamericana en 1860.Aunque la decisión del TribunalSupremo en el Caso Amistad no ataca-ba la esclavitud, unió a los aboli-cionistas e impidió que su movimientose desintegrara. Aun más, la obramisionera que comenzó con la libe-ración de los africanos del Amistadllevó a la fundación de la AsociaciónMisionera Norteamericana en 1846, lacual fue la sociedad abolicionista mayory mejor organizada en Estados Unidosantes del estallido de la guerra civil.Luego de la guerra, la asociaciónestableció en el Sur y en los estadosfronterizos más de quinientas escuelasy colegios para educar a los negrosrecién emancipados. Estas escuelasevolucionaron para convertirse en lasuniversidades de Atlanta, Howard, Fisky Dillard; la Universidad Hampton, elColegio Talladega, etc., a los cualesincontables afronorteamericanos lesdeben su educación superior. En con-secuencia, el Caso Amistad dió origena esta tremenda red de instituciones enel sur que educaron a los líderes delactual movimiento de los derechosciviles, entre ellos el venerable doctorMartin Luther King, Jr. ■

CONCLUSIONa rebelión del Amistad, que comenzó con la decisión de Sengbe Pieh y

otros cincuenta y dos nativos deSierra Leona de no aceptar la

esclavitud forzosa, ha tenido conse-cuencias trascendentes en dos conti-nentes. Aunque hoy sus orígenes esténcasi olvidados, los procesos que pusoen movimiento esta rebelión conti-nuarán influyendo en el curso deldesarrollo histórico tanto en EstadosUnidos como en Sierra Leona -- gra-cias, en gran medida, a la valentía deSengbe Pieh.

ANEXOCarta del Pequeño Kali a John QuincyAdams (1)

Kali era uno de los cuatro niñosmendes, y el único varón entre ellos,entre los cautivos del Amistad. Habíasido secuestrado en las calles de sualdea natal, llevado a la base de tráficode esclavos de Lomboko, y enviadoluego a través del Atlántico a LaHabana, Cuba. Más tarde, a bordo delAmistad, Kali, de diez años, ayudó encierta medida a Sengbe Pieh. Se sentócon las tres niñas y las mantuvo quietasmientras Sengbe y los otros, armados ylibres de sus cadenas, esperaban laoportunidad de saltar sobre cubierta ysorprender a sus captores. En EstadosUnidos, el pequeño Kali, a su edad tier-na y adaptable, pudo aprender a hablary leer en inglés mucho más rápida-mente que los adultos del Amistad. En1840, mientras aguardaba la decisiónfinal del Tribunal Supremo de EstadosUnidos sobre su libertad, le escribió unaconcienzuda carta al ex presidenteJohn Quincy Adams, su abogado. Lossentimientos de Kali son evidentes: su

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L

enojo por su arresto y prisión; suagradecimiento a aquellos que, como elseñor Adams, lo ayudaron a él y a suscompañeros de cautiverio; y una hondanostalgia de su tierra natal.

Cuando los cautivos del Amistadobtuvieron su libertad y partieron engira de conferencias para reacaudardinero con que pagar su pasaje devuelta a Sierra Leona, Kali fue uno delos participantes más destacados.Impresionaba a las audiencias con sucapacidad, luego de menos de dosaños de aprendizaje, de escribir correc-tamente cualquier frase que se le leyerade los evangelios. En 1842, Kali volvióa Sierra Leona con los otros. Se quedócon los misioneros norteamericanos y,finalmente, lo empleó la Misión Mende.Kali se casó, pero, joven aún, contrajouna enfermedad que lo dejó inválidopor el resto de su vida.

Señor Adams, querido amigo:

Quiero escribirle una carta porqueusted ama a los mendes, y usted lehabla al gran tribunal. Queremos decir-le una cosa. José Ruiz dice que naci-mos en La Habana, miente... Todosnacimos en Mende...

Queremos que usted le pregunte altribunal qué hemos hecho de malo.¿Para qué nos tienen en prisión losnorteamericanos? Algunos dicen quelos mendes son locos; los mendes no loson; porque no hablamos el norteamer-icano. Los norteamericanos no hablanel mende; ¿no es cierto?

Dicen cosas malas de los mendes, yno comprendemos. Algunas gentesdicen que los mendes son muy felicesporque se ríen y tienen mucho quecomer. Vino el señor Pendleton, ytodos los mendes se mostraban tristes

porque piensan en la tierra y losamigos mendes que ahora no vemos.El señor Pendleton dijo que los mendesestán enojados; los blancos temen a losmendes. Los mendes ya no se mues-tran tristes -- ese es el porqué de surisa. Pero los mendes sufren; oh, nopuedo decir cuánto sufren. Algunosdicen que los mende no tienen alma.¿Por qué nos sentimos mal, [si] no ten-emos alma?

Señor Adams, querido amigo, ustedtiene hijos, usted tiene amigos, ustedlos ama, usted sufre si los mendesvienen y se los llevan a todos al Africa.Nosotros nos sentimos tristes por nueg-tros amigos, y nuestros amigos sesienten tristes por nosotros... Si losnorteamericanos nos liberan, estamoscontentos, si no nos liberan sufrimos --sufrimos un poco por los mendes, sufri-mos mucho por los norteamericanosporque Dios castiga a los mentirosos.Queremos que usted le diga al tribunalque los mendes no quieren volver a LaHabana, no queremos que nos maten.Querido amigo, queremos que ustedsepa cómo nos sentimos. Los mendespiensan, piensan, piensan. Nadie sabequé pensamos; el maestro sabe, a él ledecimos algo. Los mendes tienenalma... Todo lo que queremos es quenos liberen.

(1) El original en inglés contienediversos errores de ortografía y sintaxisimposibles de traducir sin correr el ries-go de distorsionar totalmente el signifi-cado de la carta. (N. del T.) ■

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BIBLIOGRAFIAAbraham, Arthur. "Sengbe Pieh: A

Neglected Hero?" Journal of theHistorical Society of Sierra Leone, vol.2, no. 2, 1978, pp. 22-30.

Abraham, Arthur. "Sengbe Pieh."Dictionary of African Biography. vol. 2.Algonac, Michigan: ReferencePublications, 1979. pp. 141-144.

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Owens, William A. Slave Mutiny: TheRevolt on the Schooner Amistad.London: Peter Davies, 1953. Reprintedby Plume, 1997, as Black Mutiny: TheRevolt on the Schooner Amistad.

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SITIOS SELECCIONADOSEN LA INTERNET

AFRICAN AMERICAN ODYSSEY --PREVIEW (Library of Congress)http://lcweb2.loc.gov/ammem/aao-html/aohome.html

THE AMISTAD CASE (NationalArchives and Records Administration)http://www.nara.gov/education/teach-ing/amistad

THE AMISTAD IN THE GILDERLEHRMAN COLLECTION (GilderLehrman Institute of American History)http://www.gilderlehrman.com/HTM/amistad/index.html

AMISTAD RESEARCH CENTER(Tulane University)http://www.arc.tulane.edu/

CONNECTICUT: AMISTAD TRAIL(Mystic Media, Inc.) http://visitconnecti-cut.com/amistad.htm

EXPLORING AMISTAD: Race and theBoundaries of Freedom in AntebellumMaritime America (Mystic Seaport)http://www.mysticseaport.org/amistad.online/overview.html

LII AMISTAD HOME PAGE (LegalInformation Institute, Cornell University)http://www.law.cornell .edu/amistad/

ACERCA DEL AUTOR: Arthur Abraham esuno de los más destacados historiadores deSierra Leona. Es autor de Mende Governmentand Politics Under Colonial Rule y de Topics inSierra Leone History. Fue también editor delJournal of the Historical Society of Sierra Leone.El doctor Abraham ha dado conferencias enSierra Leona, Liberia, Holanda y Estados Unidos.Ha desempeñado varios cargos gubernamentales.

Este folleto fue comisionado por el ServicioInformativo y Cultural de los Estados Unidos enFreetown, Sierra Leona, en observancia delBicentenario de Sierra Leona y del Bicentenariode la Constitución de los Estados Unidos deAmérica.

Fue publicado por primera vez en 1987.Joseph Opala fue el coordinador de la producción editorial para la versión original. Lopublica nuevamente la Agencia de Informaciónde los Estados Unidos en 1998.

CRÉDITOS DE FOTOGRAFÍA: p.6, Sociedad Históricade Chicago, #ICHi-22004; p.8, SociedadHistórica de la Colonia de New Haven; p.13,Culver Pictures, Inc.; p.15, Los Murales Amistad,elaborados por Hale Woodruff, se encuentran en la Biblioteca Savery, en la UniversidadTalledega College, en Talledega, Alabama

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