La Jiribilla de Papel, nº 077, mayo 2008

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    Cuatro siglos de tradicin literariaEspejo de paciencia: ingredientes pal ajiacoDENIA GARCA RONDASorpresas en el Espejo...CINTIO VITIERNovedades poticas en los 60 del siglo XVIIIAMAURI GUTIRREZEl Puerto Prncipe de Don SilvestreROBERTO MNDEZ MARTNEZ

    Periodismo siglo XXI: del Acta diurna urbis a InternetRAFAELDE GUILA

    Encuentro con...

    Pedro lvarez TaboUn pas no puede perder su historiaYINETT POLANCOPoesaEspejo de pacienciaSILVESTREDE BALBOAY TROYADE QUESADAMemoriasLa partida de Varela y la llegada de MartELIADES ACOSTA MATOSLa crnicaLorca enva y recibeAMADODEL PINOLa miradaEl paradigma mutiladoANDRS D. ABREUParbola de los abrazosCARIDAD BLANCODE LA CRUZEn proscenio

    Tubo de ensayo, espacio de la posibilidad y lo visibleWILLIAM RUZLa ButacaCine pobre: el destino de los perseverantesSERGIO BENVENUTO

    Marta Rojas. Leyenda vivaNANCY MOREJNCosas de MartaPEDRODE LA HOZ

    AprendeA guitarra limpia. El jardn de las delicias de la trovaBLADIMIR ZAMORA CSPEDESLa otra cuerdaSilvio, el futuro est aseguradoGUILLE VILARNarrativaSalvador Golomn

    ALEXIS DAZ-PIMIENTA

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    Al comenzar nuestra literatura un libro se brinda conun ttulo de una fascinacin mgica y severa. Es un ttuloque hay que ir a buscarle par en la sabidura china [...] oen la gran secularidad que una la fuerza medioeval con

    la elegancia del flamgero o del curvo [...] Comenzar unaliteratura con un ttulo de tan milenario refinamiento comoEspejo de paciencia, ttulo que menos que un esqueletoregala una nadera, nos sobresalta y acampa, nos maravillay aguarda.

    JOS LEZAMA LIMA

    Introduccin a un sistema potico. En: Tratados en La Habana, La Habana,

    Imprenta car, Garca, S.A, 1958, p. 24

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    Ilustraciones: Edel Rodrguez (El Mola)

    DeniaGarca Ronda

    unque no creo que Espejo de paciencia (1608),el poema pico-heroico de Silvestre de Balboa,sea tan deleznable desde el punto de vista litera-rio, como algunos creen, me parece que la en-trada a l no debe ser por la puerta del anlisis

    potico en cuanto a su composicin, recursos, etcterasino por la antropologa, la sociologa, y aun lo econmi-co-poltico. Esto da por resultado, segn mi criterio, el co-nocimiento y el disfrute de un documento de extraordinariovalor, incluso para comprender la paulatina evolucin dela personalidad nacional, e incluso de la conciencia iden-titaria.

    Sin olvidar diferencias clasistas y de otra ndole, el con-glomerado social que se lanza, en 1868, a tratar de com-pletar, con la independencia, el proceso nacional cubano,es ya un pueblo nuevo, segn la clasificacin de DarcyRibeiro; es ya un resultado cubanode la amalgama quese ha ido sintetizando a travs de la experiencia colonial.

    En tal resultado, ha tenido no poca importancia, ademsde la coexistencia e interactuacin de los distintos gruposetnoculturales, el espacio natural en que estas se han rea-lizado: la posicin geogrfica, la insularidad, lo tropical,la exuberancia de la flora, la mansedumbre de la fauna.Como ha dicho Jos Juan Arrom, en su conceptualizacindel criollo americano, el ambiente geogrfico primario,como el social, ejercen un influjo decisivo en el modo deser, de pensar, de hablar, de estos hombres `nuevos delNuevo Mundo1.

    En el caso especfico de Cuba, por la variedad y fuerzade sus races etnoculturales y por el ambiente geogrfico

    primario, el ser nacional ha resultado, segn la felizmetfora de Fernando Ortiz, un verdadero ajiaco. Si-guiendo esa metfora, se puede pensar que en Espejo depaciencia, el modesto, pero no tan ingenuo poema de

    Cuba festeja en este ao cuatro siglosde fecunda tradicin literaria. Como puntode arranque, los estudiosos han escogidoel ao 1608, cuando se redacta en PuertoPrncipe el primer texto conservado: el poemapico Espejo de paciencia. De este modo,el escribano canario Silvestre de Balboa ylos seis parientes o amigos que festejaronel suceso con sendos sonetos laudatorios,se convierten en el primer crculo letradoinsular. A partir del hallazgo de la obra porel erudito Jos Antonio Echeverra y su di-

    vulgacin desde las pginas de la revistaEl Plantel, en 1838, las letras cubanasganan un punto de arranque y una demar-cacin temporal visible.

    Sin embargo, la pieza no ha estadolibre de cuestionamientos, si su autentici-dad ha sido suscrita por figuras tan respe-tables como Nstor Ponce de Len, JosMara Chacn y Calvo, Felipe PichardoMoya, Cintio Vitier y Enrique Sanz, no hanfaltado otros que teman su condicinapcrifa, desde 1914, cuando CarolinaPoncet, en su tesis El romance en Cuba,seal la posible condicin de apcrifos,no solo del poema en cuestin, sino de laHistoria de la Isla y Catedral de Cuba delObispo Morell de Santa Cruz, donde el textofue insertado.

    Un punto de vista semejante ha sidosuscrito en aos recientes por LeonardoPadura, a partir de su conocimiento dela psicologa pragmtica del crculo de

    Domingo del Monte. El animador de lasparadigmticas tertulias y sus amigos esta-ban empeados en fundar una literaturanacional, lo mismo que elaboraban unaidea patricia y utpica de la patria cubana.En la medida en que pudieran escribir unahistoria de nuestra cultura al margen de lahistoriografa oficial espaola, estaban otor-gando antigedad y ttulo de nobleza a laIsla. A diferencia de otras naciones ameri-cana como Mxico y Per, no posean unagran civilizacin aborigen en la que apo-

    yarse para sus empeos nacionalistas. Delsiglo XV al XVII haba una gran laguna enla cultura insular. Si no haba modo de en-contrar por las buenas productos de la sen-sibilidad local que apoyaran sus teoras, erapreciso inventarlos, y la erudicin, el inge-nio y cierto espritu bromista les ayudaronquiz a elaborar un apcrifo literario,con muy buena fortuna.

    Fueron as las cosas? No hay muchosestudiosos que suscriban esta novelescahiptesis, que convertira al Espejo... en unasuperchera interesante, al modo de la Cr-nica de Hernando de la Parra, redactadapor el erudito Joaqun Jos Garca, parallenar la laguna de los primeros aos de lahistoria habanera. Sin embargo, pesa sobremuchos la sospecha de que, aunque lamayor parte del texto sea autntico, Eche-verra y sus amigos hicieron en l posiblesinterpolaciones, como las estrofas dedi-cadas a elogiar a Salvador, el etope

    matador del corsario, muy tiles parafundar una tradicin abolicionista de cuyapropaganda se ocupaban por esos aos,bajo la tutela de agentes britnicos.

    Pero los misterios del Espejo... no tienenfin. Para despejar las sombras que sobrel arrojara la doctora Poncet, el poeta yarquelogo camageyano Felipe Pichar-do Moya le dedic al poema un Estudiocrtico que vio la luz en 1942. En l, ade-ms de la relacin de peripecias deltexto desde su descubrimiento, aade

    una pretendida confirmacin genealgi-ca de la existencia de sus autores, deri-vada de los archivos de una damaprincipea, Doa Cupertina de Varona,viuda de Meso, aunque no cit textualmen-te los documentos en su estudio. Paracolmo, cuando, dcadas despus, un his-toriador de la ciudad de Camagey pidia las hijas de Cupertina el acceso a talarchivo de genealogas, estas le contes-taron que tal cosa no exista, que Pichar-do haba exagerado el alcance de lospapelitos de mam. Por cierto, estospapeles corrieron el mismo destino mis-terioso de otras pruebas relacionadas conel poema y desaparecieron sin rastro trasla extincin de la familia Meso. A esasprdidas, se suman otra, constatada porCintio Vitier: la de las copias de Echeve-rra, que Julio Ponce de Len depositaraen el Archivo Nacional y no han dejadorastro all.

    El historiador Manuel Moreno Fraginals,acostumbraba a repetir que ese texto noera ms que un poema escrito por uncontrabandista, sobre un Obispo contraban-dista, liberado por otros contrabandistas,pero esa visin economicista dejaba fuerala poesa y las intrigas. El dossier que in-cluimos en este nmero nos conduce de lamano de Cintio Vitier por las detalladasperipecias del hallazgo del texto y por losms sutiles detalles que avalan el valor deesas octavas reales. El lector podr disponer

    as de un texto capital sobre el tema, escritopor su autor en 1960 para acompaar lareedicin de este monumento literario e in-cluido en 1988 en su volumen Crtica cubana.

    Completan el conjunto un artculo deRoberto Mndez que se ocupa del contex-to geogrfico y social en que debi redac-tarse el poema, as como un anlisis deDenia Garca Ronda y Ana Cairo, sobre lasimplicaciones sociolgicas e histricas dela obra, y su condicin de punto de partidapara obras literarias posteriores como la no-vela Concierto barroco, de Alejo Carpentiery la pieza teatral Azogue, de GerardoFulleda Len.

    Aunque nuestra literatura, si fuera afundarse sobre estrictos conceptos devalor, arrancara con la figura de Jos MaraHeredia, tiene algo de apasionante que lohaga a partir de un enigma, de esos queanimaron a Umberto Eco a escribir El pndu-lo de Foucault.

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    Silvestre de Balboa, se encuentran, en primera ebullicin,muchos de los ingredientes del ajiaco nacional cubano.

    La crtica y la historiografa literaria, sobre todo lascubanas, se han encargado de sealar y valorar los ele-mentos que pudiramos llamar de protocubana en elpoema de Balboa, como la apasionada simpata por lanaturaleza insular, la legitimacin de lo criollo, el apego ala circunstancia cercana, la sntesis de lo recibido de latradicin occidental y de los elementos autctonos; a ms

    de la narracin de la actividad conjunta de espaoles,criollos blancos y negros, aborgenes, y aun naturales depases europeos no espaoles. No pretendo, por tanto, enesta apresurada exposicin, insistir en lo ya conocido, niaportar elementos nuevos a la investigacin, sino escogeralgunos de los aspectos protoplasmticos presentes en elpoema, para compartir algunas reflexiones sobre ellos.

    Nada ms justo que empezar por el autor, y por decirque doy por legtima su autora del poema, aunque elfantasma de la posibilidad de un apcrifo fantasma di-vertido, qu duda cabe agite de vez en cuando su s-bana y sus cadenas, y que ltimamente, incluso, se lequiera quitar su primogenitura en cuanto a obras docu-mentadas de la literatura de la Isla.

    El canario Silvestre de Balboa Troya y Quesada formaparte de una inmigracin confirmativa de la continuadatransculturacin. Tiene razn Enrique Sanz cuando sea-la las diferencias entre los primeros colonizadores, de con-dicin aventurera, y los que, sobre todo despus de

    concluida la conquista de Amrica, se asientan definiti-vamente en la Isla y contribuyen a la conformacin delser nacional2. Entre ellos se cuentan, desde muy al prin-cipio de la colonizacin, y progresivamente hasta bien en-trado el siglo XX, los canarios. No hay que olvidar su improntaque dura hasta hoy mediante sus descendientes en elperfil nacional cubano. La condicin de poeta de Balboa lepermite expresar no solo la identificacin de intereses inme-diatos entre los nacidos en Cuba y los inmigrantes asenta-dos en ella, sino el influjo que el entorno natural pudo teneren su asimilacin afectiva al nuevo espacio y nuevas cir-cunstancias. Sin proponrselo, l mismo es un ejemplo dela capacidad integradora de la Isla. Es ya un aplatanado,ms cerca de lo cubano que de su lugar de origen.

    Tampoco sospech Balboa que inaugurara toda unalnea no solo potica de identificacin hombre cuba-no/naturaleza cubana, que recorre prcticamente todonuestro discurso literario. Dentro de esa lnea, la mitifica-

    cin del entorno natural ocupa un lugar privilegiado.Balboa no tena conocimiento de las cosmogonas in-dgena y africana; la Isla misma careca de una tradicinhistrico-cultural. No cabe esperar entonces que el autorpudiera captar y expresar determinados encuentros demitos occidentales con los locales, prcticamente borra-dos en cuanto a lo indgena y todava informes en cuantoa los aportados por los africanos. Sin embargo, opone, apartir de la inevitable tradicin clsica, una visin mitol-gica nueva, transgresora del propio modelo en el que seapoya: visin sustentada en el fiestn de la alharaca exce-siva de la fruta, como dira Lezama Lima 3.

    En catica enumeracin, portadas por ninfas, apare-cen en Espejo de paciencia las frutas cubanas guan-banas, gegiras, caimitos, mameyes, pias, aguacates,pltanos, mamones en una alabanza que, en el futuro,estara muy unida a las manifestaciones literarias de laIsla, desde los dieciochescos Zequeira y Rubalcaba,transgresores como Balboa, esta vez de los cnones neocl-sicos, hasta la barroca Corona de frutas, de Lezama.

    No solo las frutas aparecen en goloso despilfarro en elpoema; tambin una fauna autctona, sobre todo acuti-ca, y flores o ramas de rboles cubanos. El regusto que seaprecia en el narrador al enumerar frutas, animales,flores y yerbas no se limita a lo que puedan denotar demanjares o de belleza; sino que sugiere una fruicin porel juego fontico de sus nombres, casi siempre indgenascomo lejano antecedente de las descripciones de rbo-les en Diario de campaa, de Jos Mart, en combina-cin con los clsicos de los personajes mitolgicos.

    Como ha explicado Cintio Vitier, al introducir esostrozos agrestes de naturaleza indgena en su canto, Balboano estaba copiando ni siguiendo una corriente favorecidapor la poca [] Sus plantas no son ciertamente las deVirgilio y Plinio. Sinti la tierra y la puso, para honrarla, enlas manos ilustres de las ninfas4. No estaba copiando,sino inaugurando una tradicin de mitificacin de la Isla,

    que se proyectara hasta nuestros das.Fundador es igualmente el gesto de Balboa de

    tratar, no solo esos dones, sino los acontecimientosde la historia que transcurre en ese espacio natural.

    La seleccin, como asunto, de un suceso de indudable signifi-cacin para el conglomerado humano de la Cuba de princi-pios del siglo XVII (el secuestro de un obispo por un pirata), porla contradictoria relacin de sus vecinos con contrabandistas ypiratas5, y por la importancia social y espiritual del secuestra-do, indica el inters por lo circundante, lo propio; y un afnpor hacer trascender, mediante la literatura, un hecho local.

    Esa voluntad testimoniante se une a un orgullo por lopropio; lo que se concreta en la aseveracin del hablante deEspejo de paciencia: Que nuestra Troya hoy es el Bayamo;frase que inevitablemente hace recordar la que pronunciaraJos Mart en 1890: Nuestra Grecia es preferible a la Greciaque no es nuestra6.

    Uno de los mayores mritos de Espejo de paciencia encuanto a lo que estamos tratando est en el censo depersonajes representativos de la poblacin de una villacolonial en la Cuba de principios del siglo XVII, y en eltratamiento de ellos, que presenta una cierta homologacon la situacin futura de los sectores representados tantoen la pirmide social, como en la integracin del sernacional.

    Algunos crticos hablan de un sentido democrti-

    co en el poema; criterio sustentado en la unidad,para el enfrentamiento al pirata, de hombres de dis-tinta procedencia y condicin social. Veamos el desfi-le de los hombres de Gregorio Ramos antes de la

    batalla contra Gilberto Girn: dentro de los 24 va-lientes insulanos no se cuentan y, por tanto, no sepresentan con sus nombres, los cuatro etiopes de colorde endrina, a pesar de que es uno de ellos, el negroSalvador (no Golomn, que era el nombre de su padre),el que da muerte al pirata. Este detalle adems deservir de argumento a los que opinan que las dos es-trofas laudatorias a Salvador, fueron aadidas por JosAntonio Echeverra, descubridor del poema demues-tra, en el texto, la falta de personalidad jurdica de loscuatro negros y su posicin subordinada dentro delcuadro poblacional presentado; lo que se ratificaen algunos otros fragmentos del poema. El motivode elogio a Luis de Salas, por ejemplo, es precisamen-te, la actuacin de sus esclavos en la batalla:

    Oh, Luis de Salas, provisor honrado,benvolo, corts, sabio y prudente,que hasta tus esclavos en la tierrasirven a Dios y al Rey en paz y en guerra.

    Se hace evidente en el poema y no solo en el frag-

    mento citado que los esclavos fueron al combate lleva-dos por sus amos, y no democrticamente convocados.

    No obstante la discriminacin que se evidencia haciala raza negra nada extraa en una obra que refleja una

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    sociedad que ya iba siendo esclavista, el hecho de dedi-car seis estrofas a las acciones de Salvador y el reconoci-miento de su valor y audacia, es un punto a favor deBalboa. No hay que olvidar que en relacin con el Reysobre los sucesos que redundaron en la muerte de GilbertoGirn, el obispo Fray Juan de las Cabezas y Altamirano nomenciona al esclavo. La ausencia de Salvador en esa rela-cin, si bien despierta sospechas sobre la autenticidad delpoema, no les resta significacin a sus acciones dentro de

    la obra literaria, sino todo lo contrario.Un caso distinto, pero igualmente relacionado con larealidad nacional futura, es la presencia de al menos dosindgenas en el desfile previo a la batalla: Juan Gmez yRodrigo Marn, quienes, ya con nombres castellanos, sontratados con igual deferencia que el resto de los comba-tientes blancos.

    Hacia 1604 (fecha de ubicacin de la historia presen-tada), la poblacin indgena cubana haba sido merma-da en una proporcin enorme, y los que sobrevivieronestaban siendo aculturados paulatinamente por la estruc-tura colonial, no solo en el sentido jurdico, sino a travsde la convivencia y el continuado mestizaje. En 1534,Manuel de Rojas, gobernador de la Isla, informaba al reyde personas amancebadas y abarraganadas con sus propiasnaboras, y aun con sus esclavas y con hijas de espaoles ymujeres de esta tierra, con tanta paz y sosiego como siestuvieran en ley de bendicin.

    Eliminadas las encomiendas en 1543, el proceso de

    asimilacin debi hacerse ms firme, hasta que los rema-nentes de la raza indgena fueron desculturados de suindianidad, como ha expresado Darcy Ribeiro7, y fundi-dos sin apenas dejar huellas en la amalgama nacional.

    A principios del siglo XVII tal proceso tena casi cienaos. Juan Gmez y Rodrigo Marn todava son indios,pero ya visten a la europea, ya desfilan en condicin deigualdad con los principales hombres de la villa, e inclusotienen a otros indios, innominados, bajo sus rdenes (JuanGmez con los indios que all trujo). Son esos indiossimples conocidos o tienen algn vnculo de dependenciaeconmica con l? Ello no lo explica el texto; pero pareceestar clara la diferente posicin social de Gmez y Marnrespecto a los otros indgenas guerreros, los que, porcierto, pusieron el nico muerto de la escuadra de GregorioRamos.

    Algunos otros misterios reviste el mencionado desfile:no sern indios o mestizos ese Martn Garca, adornado

    con una pluma, o ese Juan Guerra, con mil plumas deaves peregrinas? A qu se deben los dos puntos coloca-dos despus del verso Y Rodrigo Marn, indio gallardo:para aadir, sin otras explicaciones, cuatro negros de colorde endrina? Son acaso esclavos del indio? De todosmodos, al igual que los indios de Juan Gmez, de ellos nose describen sus armas, sus vestidos u otro elemento queno sea su color.

    Hay otros no menos importantes ingredientes del ajia-co cubano que lamentablemente no puedo desarrollar aqu,porque tendra que demorarme en aspectos histricos; peroque, por lo menos, apuntar. Uno es la presencia en aguasde Manzanillo (Manzanilla, dice Balboa) de supuestos italia-nos y portugueses, que para muchos crticos no son otracosa que judos camuflados, y que son los garantes de loscriollos en las transacciones con los contrabandistas y pira-tas, acciones que realizaban cotidianamente ante el desampa-ro a quelos conden la Corona espaola, y que Balboadescribe sin ningn tipo de temor:

    Aqu del Anglia, Flandes y Bretaaa tomar vienen puerto en su marinamuchos navos a trocar por cuerossedas y paos y a llevar dineros.

    No hay que insistir, por sabido, en que Anglia, Flandesy Bretaa, eran protestantes, y tradicionales enemigosdel imperio espaol. Esto se relaciona con una caracters-tica que ha identificado al cubano de todas las pocas,

    hasta hoy: su capacidad de encontrar soluciones a susproblemas de supervivencia por cualquier va.

    Otro ingrediente que dejo para otra ocasin es el usodel humor, aspecto poco abordado por los especialistas.La descripcin del secuestro de Altamirano, desnudo,envuelto en una sbana, y sin oponer ninguna resisten-cia, ni siquiera oral, y su valoracin como una muestra depaciencia cristiana, pudieran considerarse sinceras en elhablante; pero el discurso del obispo que se opone tanto

    al de Gregorio Ramos, basado en San Ignacio de Loyola(que un buen morir cualquier afrenta dora) como al deGilberto Girn (Que con la vida al fin todo se alcanza)que refiere al estereotipo de hedonistas de los franceses,mueve a reflexiones acerca de la seriedad o la stira deBalboa en su tratamiento.

    En mi lectura, el tratamiento del obispo por Balboa es,por lo menos, ambiguo. Contra la tradicin pica, la figu-ra central (Altamirano) no es el hroe de las acciones. Noes su actividad, sino su contrario, lo que lo caracteriza.Balboa convierte, por lo menos en apariencia, en virtudesde norma cristiana la pasividad del obispo ante su secues-tro, y organiza su personaje a partir de adjetivaciones,muchas veces hiperblicas. La comparacin igualitaria conun modelo inalcanzable en este caso Cristo desar-

    ticula la verosimilitud de la valoracin del personaje, mscuando las escenas de su secuestro y su traslado a la navede Girn estn expresadas aun si no hubiera estado enla intencin del autor como una farsa que provoca, almenos en el lector actual, un resultado cmico.

    Su significacin en la obra, sin embargo, no es poca.Altamirano representa la ideologa en la que se sustentael sistema de valores ticos de la joven colonia y, sobretodo, personifica la religin de la que son fieles los baya-meses. En el poema se desarrolla una oposicin entre lanecesidad de supervivencia, que crea una conciencia prag-mtica, significada en el comercio de rescate explcitoy apenas criticado en el texto, y la voluntad de recons-truir un estatus, violado por la accin del pirata, y de de-fender valores ideales trascendentes. Esto hace que,tericamente, la oposicin se plantee en los trminos decatolicismo/hereja, aunque la accin de Girn no tuvieranada que ver con lo religioso. Tal oposicin dialctica prag-matismo-idealismo ser, en el plano psicosociolgico del

    cubano, uno de los factores de nuestro desarrollo comonacionalidad.

    Otras fulguraciones de lo cubano aparecen en Espejode paciencia: el lenguaje apegado a la oralidad, la ruptu-ra de lo trascendente o solemne mediante un toque hu-morstico o familiar, la tendencia a la hiprbole, laproyeccin de una tica no dogmtica, dada con un tonopopular y una estructura sentenciosa. Y ms, que el espa-cio de que dispongo no me permite desarrollar aqu.

    Basta, sin embargo, con lo apuntado, para vislumbrarlos primeros atisbos de lo cubano en el entraable poemapico de Silvestre de Balboa, que inicia lo que para laexpresin americana peda Lezama: reconstruir, conplaterescos asistentes de uno y otro mundos, una de esasfiestas regidas por el afn, tan dionisiaco como dialctico,de incorporar el mundo, de hacer suyo el mundo exterior,a travs del horno transmutativo de la asimilacin8.

    1. Jos Juan Arrom, Criollo: definicin y matices de un concepto, Certi-dumbre de Amrica, Madrid, Gredos, 1971.2. Enrique Sanz, Silvestre de Balboa y la literatura cubana, La Habana, LetrasCubanas, 1982.3. Jos Lezama Lima, Corona de frutas, Imagen y posibilidad, La Habana,Letras Cubanas, 1981.4. Cintio Vitier, Primera leccin, Lo cubano en la poesa, La Habana, Artey Literatura, 1970.5. Vase Csar Garca del Pino, El obispo Cabezas, Silvestre de Balboa y loscontrabandistas de Manzanilla, Biblioteca Nacional, a. 66, v. XVII, n. 2,mayo-ago., 1975, pp. 13-54.6. Jos Mart, Nuestra Amrica,Obras completas, t. V, La Habana, EditorialNacional de Cuba, 1965.7. Darcy Ribeiro, El pueblo latinoamericano, revista Casa de las Amricas,La Habana, No. 187, abril-junio, 1992.8. Jos Lezama Lima, La curiosidad barroca, Confluencias, La Habana,Letras Cubanas, 1987.

    Uno de los mayores mritos de Espejo de paciencia,en cuantoa lo que estamos tratando, est en el censo de personajesrepresentativos de la poblacin de una villa colonial en laCuba de principios del siglo XVII

    El obispo pide en las tres estrofas de su discurso-ple-garia, que Dios le salve la vida, bajo el pretexto de quetiene cosas que hacer en la Iglesia. El principio cristianoHgase tu voluntad, proveniente de las palabras deCristo en la cruz y que siglos despus el poeta Plcidoasumira ante su inmediato fusilamiento, en el obispotiene connotaciones oportunistas. Dice Altamirano:

    Pero si tu piedad quiere y consienteQue tenga esta prisin por beneficio,A todo estoy sujeto y obediente,Y como Isaac humilde al sacrificio.Mas acordaos, Seor, que estoy ausenteDe la Iglesia, mi esposa, y que mi oficioEs enmendar, cual veis, faltas y sobras;

    Y el verdadero amor se ve en las obras.(el nfasis es mo. dgr)

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    Cintio Vitier

    n noviembre de 1838, en la tercera entrega deEl Plantel, revista que publicaba con Ramn dePalma, el poeta, novelista y erudito Jos AntonioEcheverra ofreci las primeras noticias concretasde Espejo de paciencia.1 Su artculo se propone

    centralmente dar a conocer y comentar la Historia de laisla y catedral de Cuba, del obispo Pedro Agustn Morellde Santa Cruz, de la cual haba encontrado, ya veremosen qu circunstancias, una copia incompleta. Dos sondice las obras del Illmo. Morell: la primera, una Rela-cin de las tentativas de ingleses en Amrica , que no helogrado ver: la segunda, titulada Historia de la isla y cate-dral de Cuba, que escribi siendo den de aquella iglesia,se reduce a una cronologa de sus obispos hasta 1732,bien que yo no he conseguido reunir ms que tres cuader-nos en folio, que solo alcanzan al ao de 1659: de esta esde la que voy a ocuparme. Despus de hacerlo con bas-tante extensin y juicio sagaz, escribe Echeverra, cerran-do de este modo su memorable artculo, en el que descubrepara nuestras letras la primera historia y el primer poemaque nos hayan sido conservados:

    He dicho que una de las fuentes que acuda elSr. Morell eran los versos histricos. Dgalo si no, un poemaque ntegro traslada, y que en gracia de su antigedad yde las galas poticas que brillan en l de cuando encuando, quiero dar conocer al pblico, presentndolealgunas muestras. Titlase Espejo de paciencia, y lo es-cribi en 1608 en octava rima, Silvestre de Balboa Troyay Quesada, natural de la Gran Canaria, y vecino dePuerto-Prncipe. Visitaba su dicesis por el mes de abrilde 1604, el obispo D. Fr. Juan de las Cabezas Altamira-no, la sazn que en el puerto de Manzanillo estabaanclado un bergantn al mando del arrojado pirata francsGilberto Girn. Supo ste que el Pastor estaba en lashaciendas de Yara, cinco o seis leguas de la costa; y conla esperanza de un buen rescate, determin apoderarsede su persona. Pensarlo y hacerlo fu una misma cosa:amaneca apenas, cuando Gilberto y los suyos dieronsobre los que saboreaban en Yara el sueo de la ma-drugada.

    Por de contado que jente tan sobrecojida no dio muchoque hacer a los piratas; quienes, con mil denuestos y tro-pelas, se llevaron al obispo, y un Cannigo que lo acom-paaba. No haba echado mal sus cuentas Gilberto: losvecinos de aquellos alrededores, dolidos de tan triste lance,comenzaron tratar del rescate, y al cabo se concerten 200 ducados, mil cueros, y otras vituallas,

    que esto del dar allana inconvenientes,y ablanda todo genero de jentes.Salieron las ovejas recibir en la playa su resca-

    tado pastor, con notable gusto de todos, menos delpobre cannigo que qued en rehenes hasta cumplir lotratado; y como era de ley que en los cantos picoshubiese su parte maravillosa y sobre-natural, vinierontambin darle la bienvenida todas las nyades, na-peas, faunos y semicapros del cortijo, distinguindose

    en especial las bellas amadrades, que

    bajaron de los rboles en naguasde virij cargadas y de jaguas

    Fuerzasdel consonante lo que obligas! A que tanbuen trovador como Silvestre de Balboa Troya y Quesada,disfrazase con tan estorbosa vestimenta las ninfas delos bosques, que no s cmo se desenredaran de susfaldas en los saltos de rama en rama que las impulsa sunatural condicin!Cada cual fue presentando al obispoen muestras de regocijo, y con acatamientos, quin unaguanbana, quin un pltano, este un tabaco, la otra unaviajaca, hasta que

    ...de los estanques del contornovienen las lumnades, tan hermosasque casi en el donare y rico adornoquisieron parecer celestes diosas;y por regaladsimo sobornole traen al buen obispo entre otras cosasde aquellas hicoteas de Masabo,que no las tengo y siempre las alabo:en lo que parece que no iba errado el Sr. Balboa, segnalgunas autoridades gastronmicas.

    Libre ya el obispo, parece que no faltaba ms quecumplir la paga: pero es el caso que haba pechos hidalgosen Bayamo, y entre ellos el de Gregorio Ramos, mozo deespritu; quin parecindole vergonzoso dejar impune el aten-tado del pirata, reuni, con la ayuda de Jcome Milans,24 mancebos, flor y nata de la valenta de aquellos campos.Antes de acometer la empresa, hizo Ramos resea de su es-cuadrn.

    Iba delante el capitn famosocon su espada en la cinta, y en la diestrauna lanza que cuasi competacon la famosa de oro de ArgaliaJcome Milans, que donde quierapudiera parecer con su alabarda,pas, y por morrin una monterade pao azul con una pluma parda.A su lado con l Martin Garca,con un chuzo escojido entre cincuenta,con su pluma de gallo en el sombrero,mas galan que Reinaldos ni Rujero.Diego con Baltasar de Lorenzanapasaron cada uno con su punta,gallardos mas que el sol por la maanacuando sale galan y agua barrunta.Pisando con furor la tierra llana,donde antes haba estado con su yunta,pas Pedro Vergara el de los grillos,con su aguijada al hombro, y dos cuchillos .............................................................Luego pas con gravedad y pesoun mancebo galn, de amor doliente,criollo del Bayamo, que en la listase llam y escribi Miguel Baptista .

    Emboscronse luego en unas arboledas de la playa delManzanillo, y con cierto ardid consiguieron que Gilberto Girnbajase tierra; pero no solo, sino con el Cannigo, y lo que es

    mejor, con 26 de los suyos bien armados, y dispuestos cualquierlance. Cayeron sobre ellos los del acecho, trabndose unaencarnizada lidia, en que por una y otra parte hubo loablesproezas, y cuyo fin sabr el que siguiere leyendo.

    Andaba entre los nuestros dilijentesun etope digno de alabanza,llamado Salvador, negro valiente,de los que tiene Yara en su labranza,hijo de Golomon, vieio prudente;el cual armado de machete y lanza,cuando vido Gilberto andar brioso,arremete contra l cual len furioso.Don Gilberto que vido al etope,se puso luego punto de batalla,y se encontraron; mas qued del golpedesnudo el negro, y el francs con malla.

    Andaba don Gilberto ya cansado,y ofendido de un negro con vergenza,

    que las ms veces vemos que un pecadoal hombre trae lo que nunca piensa;y vindolo el buen negro desmayado,sin que perdiese punto en su defensa,hizose afuera, y le apunt derecho,metindole la lanza por el pecho.Mas no la hubo sacado, cuando al puntoel alma se sali por esta herida,dejando el cuerpo plido y difunto,pagando las maldades que hizo en vida.Luego uno de los nuestros que all juntoestaba con la mano prevenida,le corta la cabeza; y con tal gloria voces aclamaron la victoria.Oh Salvador criollo, negro honrado!Vuele tu fama, y nunca se consuma;que en alabanza de tan buen soldadoes bien que no se cansen lengua y pluma.Y no porque te doy este dictado,ningun mordaz entienda ni presumaque es aficin que tengo en lo que escribo un negro esclavo, y sin razn cautivo. Y t, claro Bayamo peregrino,ostenta ese blasn que te engrandece;y este etope, de memoria digno,dale la libertad pues la merece.De las arenas de tu rio divinoel plido metal que te enriquecesaca, y ahorra antes que el vulgo hable, Salvador el negro memorable.

    As pag su arrogancia el pirata, cuya sangrienta ca-beza presentaron los monteros al ilustre prelado, que alverla, rog al Seor por la salvacin de su nima, encami-nndose todos en seguida al Bayamo. All fueron los rego-

    cijos, los cuentos y los parabienes,que la alegra tras de suerte amarga,suele ser habladora y manilarga;

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    y como todos eran cristianos viejos, se dirijieron la igle-sia para dar gracias Dios por su victoria, donde ya aper-cibidos el sacristn y otros cantores, entonaron un motete,cuya msica es lstima que no se conserve; con lo que da fina su poema el buen Balboa, y yo tambin este artculo,mas largo y menos sabroso que su poema. Hemos citadontegro el comentario de Echeverra porque, siendo elprimer testimonio de la existencia del poema, tiene unvalor de fuente incluso para la fijacin del texto en los

    pasajes que reproduce, y porque el enjuiciamiento crtico,aunque muy rpido y sumario, acierta a dar una imagensuficiente del Espejo... y seala ya algunos de sus mo-mentos ms valiosos o caractersticos. Es evidente, porlo dems, que Echeverra dista mucho de exagerar la im-portancia del poema, ni aun considerando el lugar y lafecha en que fue escrito. El tono de sus palabras en ben-volo y risueo, como si le hubiese contagiado la sonrisade Balboa cuando dice al lector: No te pido que encu-bras mis faltas, que bien s que por mucho que te lo ruegueno lo has de hacer...

    Ms de medio siglo despus, en una disertacin ledaen la Sociedad Literaria Hispano-Americana de Nueva York,bajo el ttulo de Los primeros poetas de Cuba, reproduci-da por la Revista Cubana en mayo de 1892, Nstor Poncede Len vuelve a ocuparse con algn detenimiento delEspejo... Refirindose a la Historia..., de Morell, decla-ra: Poseo una copia, tal vez la nica completa que exis-te, transcrita por mi ilustre inolvidable amigo Don Jos Antonio

    Echeverra, del original, en malsimo estado, que por 1837exista en la biblioteca de la Sociedad Econmica, de donde,segn me han dicho, ha desaparecido. El obispo, que eramuy aficionado la literatura, encontr ese poema en losarchivos del obispado, y lo intercal ntegro en suHistoria... Pasa en seguida a describir la copiaen cuestin, dando cuenta, cosa que no hizoEcheverra, de los seis sonetos laudatoriosque preceden al poema. Grande fu mi ad-miracin aade al descubrir que en 1608,cuando Puerto Prncipe era un villorrio quedifcilmente contena 3 000 habitantes en sujurisdiccin, haba ya entre ellos un poeta deaspiraciones picas, y seis sonetistas, quepor lo menos, saban las reglas del arte m-trica, como lo demuestran sus obras.Muchos aos hace que ando buscan-do algunos datos sobre esa constela-

    cin de siete poetas y dir lo pocoque acerca de ellos he podido descu-brir y que ha escapado investiga-dores tan concienzudos comoGuiteras, Pezuela y Calcagno. In-mediatamente relaciona las noti-cias allegadas por l sobre Balboay los seis sonetistas: estos datoshan sido ampliamente superadospor la investigacin de Felipe Pi-chardo Moya, en nuestros das.Despus de recorrer el poema ycitarlo abundantemente, conclu-ye Ponce de Len: Consideroeste poema tanto ms importan-te, cuanto que l solo represen-ta todo el movimiento literariode Cuba desde su conquista en1511 has ta med iados de lsiglo XVIII, es decir, 250 aos,que no existir ese poema,presentaran el vaco ms absoluto.Despus de este gran esfuerzo,las musas cubanas cayeron denuevo en profundo silencio; aca-so no fu as, acaso se escribimucho y probablemente muymalo, pero nada he podido en-contrar escrito desde 1608, fechadel poema, hasta mediados delsig lo pasado, de cuya poca se con-servan algunas composiciones deD. Jos Sur y guila, que debe-mos agradecer la laboriosidad delSr. D. Manuel Dionisio Gonzlezque las salv del olvido.

    Por fin en 1929 la Acade-

    mia de la Historia public loscuadernos que se conservabande la Historia de la isla y cate-dral de Cuba, en cuyo Libro

    Segundo, Artculo VI, aparece el Espejo de paciencia. Dosaos antes (1927) haba aparecido el poema solo en lasegunda edicin de la Bibliografa cubana de los siglosXVII y XVIII, de Carlos M. Trelles, y un ao despus deesta, es decir, en 1928, Jos Manuel Carbonell lo re-produjo en el primer tomo de su Evolucin de la culturacubana. En el prlogo a la edicin de la Academia, Fran-cisco de Paula Coronado expone las vicisitudes de la Histo-ria..., de Morell en estos trminos: No sabemos cmo,

    de quin, ni si completa o descabalada, consigui la So-ciedad Patritica una copia de la Historia..., de Morell, ycuando la Seccin referida (es decir, la de Historia) tuvoque abandonar sus propsitos, por causas que son conoci-das de sobra, anduvo esa copia rodando por el archivo dela Sociedad, hasta que fue a parar sobre uno de los estan-tes de la biblioteca, donde cubierta de polvo y comida porla polilla, hubo de hallarla un buen da del ao de 1836 elinsigne escritor y esclarecido patriota don Jos AntonioEcheverra, de grata memoria. As me dijo repetidas vecesel licenciado don Nstor Ponce de Len que el doctorEcheverra le haba referido siempre su hallazgo. Transcri-bi sin demora ninguna el autor discreto de Antonelli, consu letra clara y elegante, a ciento quince pliegos de papelespaol escritos por las cuatro caras, los tres nicos cua-dernos que, con gran trabajo, logr reunir de los muchosde que se sabe se compona la obra; y previsor estuvo,porque la copia de la Socie-dad Patritica no tard

    en desaparecer porcompleto. Conservla suya el doctorEcheverr a

    como oro en polvo, al travs de su agitada vida, don-dequiera que el destino le condujo; y despus de su muerte,acaecida en Nueva York en la madrugada del 12 de marzode 1885, sus hermanas, en cumplimiento de su ltima vo-luntad entregaron el manuscrito de Morell de Santa Cruz,junto con otros muchos no menos valiosos, al notable his-torigrafo habanero don Nstor Ponce de Len, uno de losmejores amigos de Echeverra. Guard el seor Ponce laHistoria de la Isla y catedral de Cuba en su rica biblioteca

    privada durante 14 aos, y al fallecer en esta ciudad en1899, para desgracia de las letras patrias, a las que tantohabra podido ilustrar todava, hered el manuscrito, contodos los papeles que conservaba su ilustre padre, el seordon Julio C. Ponce de Len y Bachiller, antiguo emigradorevolucionario y jefe que fue del Archivo Nacional de Cuba.A la generosidad de este buen amigo nuestro debe-mos la fortuna, que le agradecemos en el alma, de poderpublicar hoy la Historia..., tan en vano buscada, del obis-po Morell de Santa Cruz, para que sacien su curiosidad,por tanto tiempo reprimida, los amantes de este gnero deestudios.

    Coronado en este prlogo se ocupa exclusivamentede la Historia..., y de su autor, limitndose a una escuetamencin del Espejo... como nuestro primer monumentoliterario, que acrece la importancia del manuscrito. Encuanto a la primera, rectifica la fecha que le atribuyeEcheverra, aceptando con slidas razones la propuestapor Domingo del Monte, o sea, que la Historia... fue ter-

    minada hacia 1760; extendindose despus en la biogra-fa de Morell, no exenta de relieve y colorido, como lo

    prueba su actitud frente al conde de Albemarle du-rante la ocupacin inglesa, episodio ver-sificado por el presbtero Diego deCampos en ligeras dcimas.

    Llegamos finalmente a la edicin yestudio crtico del Espejo... realizado por

    Felipe Pichardo Moya en la coleccin deCuadernos de Cultura del Ministerio de Edu-

    cacin, en 1942. De este ejemplar traba- jo de investigacin y crtica nos

    ocuparemos detenidamente al consi-derar el enjuiciamiento sucesivo delpoema. Aqu solo queremos indicarque Pichardo repite y confirma losdatos aportados por el prologuistade la edicin acadmica sobre las

    vicisitudes de la Historia..., deMorell, y en nota al pie de la pgi-na ocho precisa lo siguiente: Exis-ten hoy en nuestro Archivo Nacionaldos copias del Espejo de paciencia.Una, la que est insertada en loscuadernos de la Historia..., de Morell,copiados por Echeverra. Otra encuadernillo aparte, atribuida tambina Echeverra, y donada por don JoaqunLlaveras, jefe del Archivo, a quienespecialmente agradecemos las fa-cilidades que nos dio para la con-feccin de este trabajo. Y en lanota preliminar al texto del poe-ma, despus de repetir las noti-cias anteriores, aade: Estaltima copia (es decir, el `cuader-nillo aparte) parece haber sido lautilizada por la Academia de laHistoria al publicar en 1929 elEspejo..., junto con la Historia...,de Morell. As lo indican algu-nas notas del Cuadernillo, y algnverso en l defectuoso, que se en-cuentran igualmente en la publi-cacin de la Academia, y no enla copia inserta en los cuadernosde la Historia... Esta copia parecems antigua y cuidada y su textoes el que nosotros seguimos en esteCuaderno de Cultura, anotando lasvariantes que ofrece el Cuadernilloen realidad de poca importancia.

    Resumiendo, pues, tenemoslos siguientes datos, al parecer in-

    dubitables:

    1- El 30 de julio de 1608,en Puerto Prncipe, segn la

    fecha de su Carta Dedicatoriaal obispo Altamirano, Silvestre

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    de Balboa Troya y Quesada termin su poema titulado Espejode paciencia.

    2- Hacia 1760 el obspo Pedro Agustn Morell de Santa Cruzdio fin a su Historia de la isla y catedral de Cuba, en cuyo LibroSegundo, Artculo VI, insert el texto del Espejo..., del cualhaba llegado a sus manos una copia, no sabemos cmo.

    3- En 1836 Jos Antonio Echeverra encontr en la bi-blioteca de la Sociedad Econmica una copia incompletade dicha Historia..., incluyendo el Espejo..., hallazgo que dioa conocer en su propia revista El Plantel, en noviembrede 1838.

    4- Echeverra hizo copia del manuscrito hallado en laSociedad Econmica, el cual pronto desapareci. La copiade Echeverra pas a Nstor Ponce de Len, de este a suhijo Julio, el cual lo puso a disposicin de Francisco dePaula Coronado, quien en 1929, en unin de JosAntonio Rodrguez y Garca, director de Publicacionesde la Academia de la Historia, realiz la primera edicin dela Historia... El Espejo... apareci aparte, dos aos antes,en la Bibliografa de Trelles, y uno, en la Evolucin de lacultura cubana tambin segn Pichardo, por la gene-rosidad de Julio C. Ponce de Len.

    5- En 1942 Felipe Pichardo Moya afirma que en elArchivo Nacional existen, y l ha utilizado personalmen-te, no ya una, sino dos copias del Espejo de paciencia: laincluida en la Historia... y otra en cuadernillo aparte, tam-bin atribuida a Echeverra. Y para ms laberinto, asegu-ra que, contra toda lgica, esta ltima fue la incluida enla edicin acadmica de la Historia...

    Ahora bien, en los momentos en que se escribe estarelacin de naufragios, no existe en el Archivo Nacionalninguna copia de la Historia..., de Morell ni del Espejo...,de Balboa, como tampoco en los archivos de la Academiade la Historia ni en la valiossima biblioteca particular quefuera de Francisco de Paula Coronado, donde nicamen-te hallamos la reproduccin mecanogrfica del texto delpoema, que sirvi para la edicin de 1929. Los manuscri-tos tantas veces aludidos, y hace tan pocos aos consulta-dos por Felipe Pichardo Moya, no han dejado ni rastros enlos tarjeteros de las instituciones encargadas de su custo-dia. Al no aparecer en el Archivo Nacional ni en la Acade-mia de la Historia (ni, desde luego, en la BibliotecaNacional, ni en la Sociedad Econmica), o se han perdido

    definitivamente por un accidente fortuito, o ser cosa

    de echarse a buscarlos en colecciones privadas o extran- jeras. No estar de ms recordar que esos documentos,que tcnicamente pueden considerarse originales, pertene-cen a la nacin. Su prdida constituye un verdadero escndalo.

    []

    Mi valoracin personal puede verse en la primera leccinde Lo cubano en la poesa. De ella solo quiero recordarlos siguientes prrafos:

    Lo que suele considerarse un extravagante desacier-to en el poema de Balboa la mezcla de los elementosmitolgicos grecolatinos con la flora, fauna, instrumentosy hasta ropas indgenases lo que a nuestro juicio indicasu punto ms significativo y dinmico, el que lo vincularealmente con la historia de nuestra poesa.

    Aunque de un modo tosco, Balboa presiente uno delos problemas esenciales de nuestra lrica en los siglos XVIIIy XIX, a saber: la situacin de la concreta naturaleza insu-lar (ntese que todava no aparece el paisaje, gananciaromntica) dentro de la tirnica naturaleza ideal o con-vencional de los modelos europeos. Esa lucha entre ladesarmada realidad inmediata y el mil veces ilustreformato mitolgico del humanismo versificante, la resuel-ve Balboa de un modo primario y pueril: por la simpleyuxtaposicin de los elementos, lo que produce un efecto

    inesperadamente barroco y con frecuencia cmico. Peroen esa misma extraeza y comicidad que provoca el

    desenfadado aparejamiento de palabras como Sti-ras, Faunos, Silvanos, Centauros, Napeas, Ha-madrades y Nyades, con guanbanas,caimitos, mameyes, aguacates, siguapas, pi-tajayas, vijir, jaguar, viajacas, guabinas, hi-

    coteas, patos y jutas, se esconde en germen(sin intencin ni conciencia del autor, por la sola

    fuerza de los nombres) un rasgo elemental de locubano, y es la suave risa con que rompe lo apara-toso, ilustre y trascendente en todas sus cerradas

    formas.La intemperie insular, con su fiel fonetis-

    mo indgena, irrumpe en el poema disipan-do de pronto dos seriedades superpuestas:la mitolgica y la pico-heroica. Al no trai-cionar la flora y fauna de la isla, al atre-verse incluso a vestir a las Hamadrades conlas naguas tanas y mezclar con los albo-gues, tamboriles y adufes, las marugas ylas tipinaguas en el festejo agreste,dando un ejemplo inslito en su poca,Balboa abre ya la brecha, aunque torpemen-te, para un primer acercamiento a nues-

    tra realidad natural por encima o por debajode tantas influencias clsicas, espaolas eitalianas acumuladas en su formacin. Este

    aspecto del Espejo... el fenmeno culturalque significan las divinidades clsicas de los

    bosques ofreciendo al obispo `de aquellas hico-teas de Masabo/ que no las tengo y siempre lasalabo (con ripio y todo), o bien `con muchascortesas/ muchas iguanas, patos y jutas, meparece ms importante que el cuadro histricoy social que se desprende del poema, sin negar

    su significacin. Comienza aqu adems el tema delos frutos y animales de la tierra, el tema que ser tratadohasta el cansancio, de la cornucopia frutal y los rbolescubanos; y el procedimiento enumerativo, con ligera oninguna adjetivacin, como si lo ms elocuente fuera elsabor y color fontico de los nombres mismos.

    Finalmente, dos rpidos apuntes sobre el valor moral ypsicolgico del poema.

    1- Hay un rasgo caracterstico en el Espejo... que noha sido suficientemente subrayado por la crtica, y es su

    tono sentencioso, de llana sabidura popular, manifestadopor la extraordinaria abundancia de reflexiones mora-les prcticas, verificadas con entera naturalidad. Decimosprcticas, porque no se trata de las reflexiones sobrela Mudanza, la Justicia, la Fortuna, la Codicia, etctera,habituales en La Araucana y poemas similares. Balboamoraliza como un vecino cualquiera, en estilo coloquial,sacando las sentencias del acervo comn y cotidiano, hechode acarreos seculares. La sabidura que exhibe no sirvepara elevarse a grandes perspectivas, sino para vivir conmodesta dignidad y conocimiento de la naturaleza huma-na. Generalmente aparecen dichas reflexiones al final delas octavas, enlazadas sencillamente con la palabra que,y demuestran que Balboa, aunque por sus aspiraciones cultasy homricas se atrevi al gnero pico-heroico, empedradode falsedades y afectaciones, por el fondo de su espritu esta-ba ms cerca del tono y el sabor de la poesa popular, delromn paladino. Lo que adems armoniza plenamente conel sentido democrtico del Espejo... (en la buena tradicin deBernal Daz y de Ercilla), donde europeos, criollos, indios y

    La intemperie insular, con su fiel fonetismo indgena,irrumpe en el poema disipando de pronto dos seriedadessuperpuestas: la mitolgica y la pico-heroica.

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    africanos, seores y siervos, pudientes y humildes, se confun-den en una misma causa, igualados por la necesidad, y es elnegro esclavo Salvador quien cosecha las mayores alabanzas.

    Veamos una lista de reflexiones, espigadas a travs detodo el texto, demostrativa de nuestra observacin:

    Que un obstinado corazn sin frenopocas veces se inclina a lo que es bueno.

    Que tarde al bien se determina el hombre.

    Que el hombre noble y de alta cortesaaun de quien no conoce se confa.

    Que esto del dar allana inconvenientes,y ablanda todo gnero de gentes.

    Pero nunca quisieron los traidores,que el ruin jams de nadie hace confianza.

    Que no hay mayor dolor para un discretocomo deber a ruines sin respeto.

    Que la resolucin no admite excusa.

    Porque segn se dice comnmentesi se pierde una vez se cobra tarde;y es muy cuerdo y de la edad madura

    no perder ocasin ni coyuntura.

    Que la necesidad todo lo iguala.

    Que quien en un trabajo est metidotienta para salir todos los vados.

    Que las ms veces vemos que un pecadoal hombre trae a lo que nunca piensa.

    Que de la muerte fiera el trago amargoal ms valiente quita la braveza.

    Que el miedo de morir y dar la cuentahace mudar al hombre los intentos,y mejora la vida y pensamientos.

    Que as castiga Dios los atrevidos

    que ponen mano o lengua en sus ungidos.Que la alegra tras de suerte amargasuele ser habladora y manilarga.

    2- Tambin ha pasado inadvertida la verdad psicol-gica que revela un paralelo entre los discursos de Grego-rio Ramos y de Gilberto Girn a sus hombres respectivos.El espaol cifra todo su orgullo en la honra de un buenmorir y sabe que est en el nervio de la raza enardecer-se ante la perspectiva de una muerte con honor. Hay milejemplos de esta tradicin espaola en las crnicas y lospoemas de la Conquista. La muerte es la clave de la vida;el triunfo no ocupa el primer plano, casi se desdea. Por

    eso el estribillo de Ramos es este: Que un buen morircualquier afrenta dora:Esta causa es de Dios: si l es servidoque le sacrifiquemos nuestra vida,qu mejor ocasin que la de ahora?Que un buen morir cualquier afrenta dora.

    El francs, en cambio, para encender el valor de sushombres, apela a la vida y a las dulzuras de la patria. Nopuede darse mayor anttesis. El uno dice: si sois valientes,moriris bien; el otro arguye: si sois valientes, viviris ypodris retornar a la douceFrance. Por eso el estribillo deGirn es este: Que con la vida al fin todo se alcanza:

    Acordaos de la Patria deseaday de nuestros amigos y parientes...................................................Si a vida tan save y regalada

    queris volver, obrad como valientes,sin que perdis un punto la esperanza;que con la vida al fin todo se alcanza.

    Cuntas sorpresas nos esperan todava en el Espejo...?

    1. Un ao antes, Palma haba publicado en el Aguinaldo habanero, ciertoescrito titulado Un episodio de la historia de la isla de Cuba. 1604, en elcual relataba, con rasgos entre histricos y novelescos, el percance del obis-po. La trama de su narracin, as como muchos de los pormenores, descrip-ciones y smiles, estn t omados del Espejo... (No todos por cierto: ignoramosde dnde sac Palma, como no fuera de su fantasa, e! nombre del navo,El Gaviln, y el minucioso retrato de Girn: un hombre como hasta de35 aos de edad, de noble porte y bello rostro, si bien la poblada barbaque se lo cubra, y la accin del sol que haba sufrido en estos climas, juntotal vez con lo perverso del espritu, daban un cierto aire de siniestro y fosco su semblante.) Sin embargo, Palma no nombra el poema ni su autor,limitndose a aludirlos con estas palabras que, seguidas de! soneto de

    Rodrguez de Sifuentes, dan trmino a su breve artculo: Gran ruido hizopor aquella poca este acontecimiento, hasta el punto que un ingenio deCanarias, residente en Puerto Prncipe, se sinti inspirado, y cant muymenudamente todo el hecho en octavas rimas, dndole cada uno el lugarque se mereca, para encomendarlo la posteridad en sus versos. Quisira-mos dar conocer nuestros literat os esta anticualla, para que juzgasen delestado de la poesa cubana en aquel tiempo; pero no poseyndola, nosconformamos con poner por conclusin un soneto, que entre otros hizo enelogio del poeta un regidor de la villa del Bayamo nombrado Juan Rodrguezde Sifuentes.

    Fragmento del prlogo.Espejo de paciencia, El principe jardinero y fingido Cloridano.Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1975.

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    l canon de la literatura del siglo XVIII est anmuy lejos de alcanzar una definicin clara comoocurre en el caso de nuestro siglo XIX. Los estu-dios decimonnicos son mucho ms exhaustivosque los dieciochescos. Si bien todo lo relaciona-

    do con esta ltima centuria, conocida por la historiografamundial como el Siglo de las Luces, se considera medie-val por buena parte de la historiadores de esa etapa en

    Cuba. No obstante, recientes investigaciones han echadopor tierra este manejado clich. Vanse, por solo citar unejemplo, los libros consagrados a la industria azucarerade Mercedes Garca.

    Hace ya varios aos abr una carpeta en la cual colec-cionaba composiciones poticas coloniales anteriores alsiglo XIX y no compiladas en los dos repertorios ms cono-cidos: Coleccin de poesas. Arregladas por un aficionadoa las musas (1833), de Jos Severino Boloa, y Antologade la poesa cubana. Tomo I. (1965), de Jos Lezama Lima.Tambin es preciso mencionar a La literatura en el PapelPeridico de la Havana (1990), de Roberto Friol, CintioVitier y Fina Garca Marruz, o Flor oculta de la poesacubana (1978), de estos dos ltimos autores. La finalidadera reunirlas en un volumen que rescatara lo mejor de laversificacin colonial cubana que va desde el Espejo depaciencia (1608) hasta la aparicin de los tres manue-les a principios del siglo XIX. Con el paso de los aos,

    me percat de que se trata de una obra cuyos exten-sos lmites no aprobara ninguna editorial y,siguiendo el consejo oportuno de la Dra. AnaCairo, me concret en el perodo del cual tena

    Amauri Gutirrez

    hallazgos ms sorprendentes y redefinidores de la imagenque se tiene de la cultura inmaterial de nuestro siglo XVIII.Me refiero a la dcada del 60.

    Este ltimo momento va signado por la toma y ocupa-cin de La Habana por los ingleses considerada pormuchos como uno de los hechos histricos ms destaca-dos de la Cuba colonial. Respecto a este ltimo suceso seconocen los siguientes poemas: Dolorosa mtrica espre-cion del Sitio, y entrega de la Havana, dirigida a N. C.Monarca de S. Dn. Carlos Tercero (sic) q. Gue. por Bea-triz de Jstiz y Zayas, Relacion y diario de la prision y des-tierro del Ilustrisimo Seor Don Pedro Morell de Santa Cruzpor P. Diego de Campos, En regocijo de haberse libertadoLa Habana del poder de los ingleses, que fue tomada porellos el dia 6 de junio de 1762, por medio de la capitula-cin verificada el 2 de julio de 1763 escrita por J. C. yrecogida por Jos Severino Boloa, Carta testamentariade la M. N. L. ciudad de la Habana con su ltima volun-tad y Dcimas dl ao 1762 acerca de la entrega de laHabana los ingleses hasta su restauracion, en que fuGobernador D. Sebastian Pealver y el Conde de Alve-marle, ambas annimas y salvadas gracias a Bachiller yMorales. Estas dos ltimas han sido citadas fragmenta-riamente por Enrique Sanz en Literatura cubana de 1700a 1790 (1985). Por solo citar un ejemplo de la repercusinde la poesa en los destinos polticos y sociales de la Cuba

    dieciochesca, la historiografa espaola ms reciente leatribuye a Dolorosa mtrica esprecion del Sitio la respon-sabilidad de cambiar la resignacin de la Corona espao-la frente a la prdida de La Habana por los ingleses y la

    apertura de un juicio sumarsimo para delimitar las culpasde los implicados. En este caso, la poesa movi la poltica.

    A la lista anterior, habra que aadir dos textos capita-les: La Guirnalda de La Habana y En elogio de Don Luisde Velasco, capitan de navio, que muri gloriosamentedefendiendo el Castillo del Morro en La Habana, y enhonor de la Corona de Espaa. El primero es un textoannimo compuesto por las tropas inglesas para ser can-

    tado al ritmo de la meloda Boyn Water. El segundo es elprimer pliego suelto potico de tema cubano conocido,que fue impreso en Sevilla aproximadamente en 1763.Est compuesto por un soneto y dos poemas en latn. Lapieza la adquiri hace unas semanas el investigador, bi-bligrafo y coleccionista cubano Emilio Cueto, residenteen Washington D.C., en Antiques Book procedente deuna librera especializada en Argentina. No aparece re-pertoriada en ninguna de las bibliografas cubanas escri-tas hasta el momento.

    Buena parte de los impresos de los siglos XVI al XVIIIen la Pennsula Ibrica y en el Nuevo Mundo eranpliegos sueltos cuya finalidad semejaba mucho a ladel cartel actual. Se pona en la puerta de las iglesias olos conventos, en los tablones de las universidades o losedificios pblicos. Se daba as testimonio de actos cultu-rales y polticos. El suelto forma parte de lo que hoy daconocemos como efmera de papel. Es decir, aquellas pu-

    blicaciones que estn destinadas a ser usadas y desecha-das posteriormente como invitaciones, boletas de sorteosy los carteles mismos. Por ello, se trata de piezas verda-deramente raras.

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    Precisamente, las nicas dos piezas de esta tipologade impreso hechas en Cuba y que se conocen hasta lafecha, tambin son propiedad de Emilio Cueto. Uno estdedicado al Conde de Ricla y otro a Alejandro OReilly,ambos de 1764, los cuales no han sido registrados conanterioridad en ninguna de las bibliografas cubanas. Seadquirieron a travs del anticuario neoyorquino H. P. Graushace unos 20 aos. Haban sido propiedad de un talGiuseppe de la Somaglia quien fuera probablemente un

    militar de la parte de la Pennsula Itlica perteneciente ala Corona espaola. Se trata de dos textos que se compu-sieron para un homenaje que la Real y Pontificia Universi-dad de La Habana le dedic a los dos polticos.

    Las novedades de la dcada no terminan aqu. Lasms significativas son, sin duda, TRAGICA DESCRICION,QUE BOSQUEXA LA MOMENTANEA LAMENTABLE defo-lacion de la mui Noble, y mui Leal Ciudad DE SANTIAGODE LA ISLA DE CUBA, Caufada por el horrendo Terremotoacaecido las once, y cinquenta y mas minutos de lanoche del Miercoles once de Junio de mil fetecientos fe-fenta, y feis por el santiaguero Miguel Joseph Serrano quienfuera sacerdote jesuta y Potica Relazion Christiana, yMoral, con Exemplares de las Divinas, y Humanas Letras, sobre los Extragos que en la Ciudad de la Havana, y susPartidos, hizo la Expantosa, Formidable Tormenta de Biento,y Agua que se levant, el Dia Quinze del Mes de Octubre,de Este presente ao, de Mill Setezientos, Sesenta y Ochopor Juan lvares de Miranda quien fuera Teniente de In-

    fantera y lleg destacado a la Isla de Cuba desde la Flo-rida a causa de su delicada salud.

    Ambos autores estn ausentes del Diccionario de lite-ratura cubana y les han dado a nuestras letras las obrasms extensas del siglo XVIII cubano. El primero impresoen Mxico solo conozco tres ejemplares del mismo: Uni-versity of California (Berkeley, Bancroft Library), HarvardUniversity (Houghton Library) y Fondo Reservado de la Bi-blioteca nacional de Mxico. Gracias a la gentileza deesta ltima institucin y a la ayuda de los amigos, he lo-grado una copia completa del mismo. Segn Trelles, hubouna reedicin del mismo en 1827 en La Habana pero esteejemplar no ha sido ubicado en ninguna de las bibliotecasconsultadas. Est compuesto por 64 dcimas y el segundopor 66 octavas reales. Este ltimo hallado en el Archivode Indias en Sevilla por la historiadora Mercedes Garca.lvarez de Miranda hace la nica crtica a la esclavitudconocida de la literatura dieciochesca. Abre en nuestras

    letras la recurrente temtica del huracn y a su vez elpoema de Serrano inaugura la lrica del catastrofismo quedio las obras de mayor extensin del siglo XVIII cubano. Elmanuscrito de lvarez de Miranda es el hallazgo ms sig-nificativo de nuestras letras desde la publicacin del poe-ma de Miguel de Campos por Jos Lezama Lima en suAntologa de la poesa cubana. El autor de Paradiso dio aconocer un texto del cual se conoce un nico ejemplar yque hoy pertenece a manos privadas. Se desconoce suparadero preciso y contiene uno de los ms valiosos gra-bados sobre la toma de La Habana por los ingleses. Setrata del grabado del Obispo Morell al ser expulsado porAlvemarle de Cuba que ha sido reproducido en variasocasiones.

    La polmica acerca del catastrofismo se convirti enuno de los temas esenciales de los siglos XVII y XVIII porsus implicaciones teolgicas y filosficas. Hubo en Iberoam-rica varios terremotos que afectaron a diversas urbes yque dejaron una profunda huella en el pensamiento eincluso han sido reflejados en obras literarias. Si en el chi-leno el Obispo Gaspar de Villarroel interpret el cataclis-mo no en clave de castigo, sino como una prueba paralos fieles, en el de la capital portuguesa la reaccin fue

    muy distinta1

    . Coincidi el temblor con la celebracin dela Misa de Todos los Santos y las velas encendidas en lasiglesias y las casas particulares extendieron el fuego portoda la urbe. Los catlicos culparon a los judos y los angli-canos a las faltas morales de los catlicos alegando queel nico templo que haba quedado en pi era protestan-te. Si para la teologa catlica de entonces el mal fsicoera un resultado del mal moral, los habitantes de la ciudaderan los causantes de esa ira divina2.

    La discusin no solo fue teolgica, los filsofos tambinse hicieron eco de ella. En Cndido, de Voltaire, su prfi-do protagonista, tras escapar de Lisboa despus del terre-moto, se pregunta irnicamente y atnito, desatentado,confuso, ensangrentado y palpitante: Si este es elmejor de los mundos posibles, cmo sern los otros?.Literatura y catastrofismo van de la mano en esta obrarepresentativa de la literatura dieciochesca. Detrs de estecomentario, se percibe una crtica a Leibniz quien en 1710haba afirmado: El Ser perfecto, en virtud de su perfec-

    cin misma, debe crear el mejor de los mundos posibles,por lo cual se entiende aquel mundo que contiene elmximo de realidad, el mximo de esencia.3.

    Este alto nivel de discusin filosfica y teolgica sehizo eco en la Pennsula Ibrica durante el siglo XVIII, eincluso antes, y sobresale la figura de Fray Benito Jerni-mo Feijoo quien dio a la imprenta su Nuevo systhemasobre la causa physica de los terremotos (1756).

    No debe extraarnos entonces que 11 aos despusde los sucesos de Lisboa el obispo Morel en una cartapastoral viera al terremoto de Santiago de Cuba el 11 de junio de 1766 como una consecuencia del mal moral

    de sus habitantes. De este documento, Jos Antonio Sacoha dicho: De las fervorosas declamaciones del venerablePrelado contra los pecados reinantes en aquellos tiempos,puede barruntarse el estado de las costumbres, y el esp-ritu de la sociedad que alcanzaron nuestros abuelos; peroen grave error incurriramos, si tomsemos a la letra lasexageraciones de la Pastoral, arrancadas, sin duda, por elterror que aquella catstrofe haba infundido en todas lasalmas. Aparece la causa moral como justificacin de

    un fenmeno natural que es enviado por dios a los cuba-nos para castigarlos por sus pecados. Luego la interpreta-cin teolgica de la catstrofe purificadora de las faltashumanas procede del discurso eclesiolgico. Segn Saco,el mismo Morel vio en la toma de La Habana una prefigu-racin de las plagas divinas con las cuales deban serazotados los cubanos4.

    A este grupo de textos escritos en Cuba o presumiblemen-te cubanos, se suma otro conjunto de textos compiladosde autores espaoles del siglo XVIII que versificaron sobrela toma de La Habana por los ingleses. Me refiero a Nico-ls Fernndez de Moratn, Juan de Iriarte y Garca Huerta.Todo lo anterior permitir dar a la imprenta una antologade la dcada del 60 del siglo XVIII que redefinir el canonliterario del perodo y abrir nuevas lneas de investiga-cin desde el punto de vista editorial y temtico.

    1. Jurado, Juan Carlos. Terremotos, pestes y calamidades. Del castigo a la

    misericordia de Dios en la Nueva Granada. Siglos XVIII y XIX. Religiosidad ycostumbres populares en Iberoamrica. Universidad de Huelva, 2000, Actasdel I Encuentro Internacional Celebrado en Almonte- El Roco (Espaa) del19 al 21 de febrero de 1999, pp. 257-2642. Priores, Mary del. O mal sobre a terra. Uma histria do terremoto deLisboa. Topbooks Editora, Ro de Janeiro, 2003.3. Leibniz. Ensayos de Teodicea, Parte I, pp. 8-11.4. Todas las citas son de: Saco, Jos Antonio. Coleccin de papeles cientfi-cos, histricos, polticos y otros sobre la Isla de Cuba . T. II. Imprenta deDAubusson y Kugelmann, Pars, 1859. p. 399.

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    Roberto Mndez Martnez

    a historiografa cubana acept durante dcadasla afirmacin de que los siglos XVI y XVII eranprcticamente imposibles de estudiar, pues deellos apenas quedaban unas pocas evidenciasarqueolgicas y contados documentos, ms o

    menos fragmentarios. Eso motiv que aunque se acepta-ra el poema Espejo de paciencia como una importanteevidencia cultural, se le ubicara en una especie de tiempofabuloso cuya descripcin habitualmente se eluda. Msan, en reiteradas ocasiones he escuchado a conferencis-tas y profesores referirse al Puerto Prncipe en el que compu-sieran el texto Silvestre de Balboa y sus amigos sonetistas,como una villa de caserones coloniales, templos monu-mentales y calles adoquinadas por las que rodaban airo-sas volantas, es decir, la imagen decimonnica que haresultado decisiva para la fisonoma de la ciudad actual.Cmo era realmente aquella Santa Mara del Puerto delPrncipe en el ao de 1608?

    La primera constatacin es que la villa ni siquiera habanacido en el emplazamiento que tiene hoy. Durante msde 400 aos, se acept como indiscutible el hecho deque Diego de Ovando, Vasco Porcayo de Figueroa, MartnMndez y otros aventureros, desembarcaron en la bahade Nuevitas y en el da de la Virgen de la Candelaria,Patrona de Islas Canarias, el 2 de noviembre de 1514celebraron, en un lugar que se ha querido identificar comola Punta del Guincho, la tradicional ceremonia en que,despejada una porcin de terreno, base de la futura Plazade Armas, se lea el decreto de fundacin a nombre delRey de Espaa. En las ltimas dcadas, sin embargo, lahistoriadora Hortensia Pichardo ha sembrado la duda alrespecto, al considerar que la tal fecha fue parte de unainformacin falsa ofrecida por los adelantados a la Coro-na, para justificar sus acciones en estas tierras y que lavilla solo naci a la luz al ao siguiente.

    Por si esto fuera poco, en 1516 tuvieron los pri-mitivos principeos que mudarse tierra adentro,segn el obispo Morell de Santa Cruz por el azotede las hormigas, aunque otros sealan como ms

    probable la escasez de agua potable en la zona del Guincho,as como la proliferacin de mosquitos y jejenes. El nuevopunto escogido fue el casero aborigen de Caonao,donde unos aos antes haba tenido lugar una horriblematanza dirigida por Pnfilo de Narvez. Segn la tradi-cin, all arraig la villa hasta fines de 1527, cuando tuvolugar en ella una sublevacin de aborgenes, quieneshartos de los malos tratos de los encomenderos, selevantaron en armas y expulsaron a los ocupantesblancos, los cuales, adems de cuantiosas bajas, solo pu-dieron salvar una cruz de madera y la campana de la

    Parroquial Mayor.Estos hechos resultan muy oscuros a la luz de la histo-

    ria. El emplazamiento exacto de Caonao sigue en discu-sin entre los arquelogos, pero adems, cmo es posibleque un grupo de hombres, famosos por su arrojo y crueldad,dotados de cabalgaduras y armas de fuego, fueran derro-tados de ese modo y tuvieran que salir, despus de msde una dcada de estar all asentados, perseguidos porlos casi inermes aborgenes?

    La leyenda viene a suplir lo que la historia no explica yas, como en una especie de folletn romntico, vemosavanzar a los fugitivos hacia el centro de la regin, dondegobierna el bondadoso cacique Camagebax, quien aco-ge con amabilidad a los refugiados a pesar de ser verdu-gos de su propia raza y les entrega un rea, equidistantede los ros Hatibonico y Tnima, para que funden denuevo a Puerto Prncipe. Entonces, los recin llegados plan-taron all la cruz de madera que vena de Caonao y traza-

    ron de nuevo la plaza central donde se levantaran losbohos que tendran la funcin de Casa Consistorial, Parro-quial Mayor, residencia del Gobernador, as como el cuartely crcel. Todava hoy, una gran cruz adosada a un muro de

    la calle General Gmez, esquina a Prncipe, viene a recor-darnos aquel momento.

    Segn viejas consejas locales, los espaoles paga-ron con ms crueldad la inconsciencia de sus anfitrio-nes, el cacique Camagebax fue asesinado y lanzadodesde un cerro de Cubitas y su sangre torn rojas parasiempre las tierras de la regin, mientras que su hija,la princesa Tnima, se lanz a las aguas del ro quetom su nombre, para impedir que uno de esos blancosla poseyera a la fuerza. Una maldicin pesaba sobrela tercera fundacin de la trajinada villa.

    La poblacin a la que lleg el poeta a fines delsiglo XVI tena apenas unas seis dcadas de fundada.En 1570, el obispo Juan del Castillo informaba quetena 25 vecinos pobres aunque esta cifra no incluasino a los cabezas de familia blancos. Pero en el terri-torio, una vez fracasado el intento de desarrollar unaeconoma minera, el crecimiento de la ganadera debigenerar un rpido auge econmico pues Don PedroValds, gobernador de la Isla aseguraba en 1605 quetena 150 casas. Es lugar de gente rica. Tiene muchoshatos de ganado mayor y algunos hidalgos conocidosen l.

    De todos modos, el aspecto urbanstico de aquellugar segua siendo muy humilde. En la Plaza de Armas,lugar donde se aposentaba la Casa del Cabildo, la Parro-quial Mayor y las residencias de los vecinos principales,los edificios eran de paredes de embarrado y techo deguano o tejas. Partan de all las primeras calles traza-

    das: Mayor, Candelaria, San Diego, en las que ibanemplazndose los habitantes segn un estricto sentido jerrquico: se era ms notable en la medida en que laresidencia estuviera ms prxima a la Plaza.

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    No haba alumbrado pblico. Los vecinos, si salan desu casa despus del crepsculo llevaban acompaamien-to de criados con hachones o linternas sordas. Las callesestaban sin adoquinar y en poca de lluvias se convertanen verdaderos barrizales. El agua se obtena de los rosHatibonico y Tnima y sus afluentes, o de los pozos queiban excavndose en los patios de las casas, muy pocosde los cuales resistan las prolongadas sequas. Muchosvertan las aguas negras y desperdicios domsticos a las

    calles y tom siglos el que dejaran de hacerlo, a pesar delas prohibiciones del Cabildo.En las casas, el mobiliario, aun en los ms afortuna-

    dos, era muy primitivo: algunas sillas, bales para guardarlas principales pertenencias y hamacas para dormir.Las vajillas, salvo para los que guardaban alguna lozaespaola, eran de barro o madera y la alimentacin comnse compona de tasajo, carne de cerdo, casabe, algunapesca y viandas. Los vecinos deban poseer algn arca-buz, tizona o al menos machetes para las frecuentes alar-mas, fueran a causa de incursiones de indios sublevadosen los campos o corsarios y piratas que irrumpieran en elpoblado.

    Como en la mayora de las villas cubanas de la pocano haba escuelas, ni sociedades de recreo; la primeraconocida en Puerto Prncipe surge a mediados del siglo XVIII.La msica se limitaba al canto gregoriano en las misassolemnes y a algn lad o vihuela que pudiera taer algnvecino.

    El analfabetismo era muy elevado no solo entre losservidores aborgenes o esclavos africanos, sino en lospropios seores. De ah la importancia del escribano queno solo se ocupaba de asuntos legales, sino que redacta-ba la mayora de los mensajes oficiales y hasta privadosde los habitantes. Era un cargo de importancia singular,que se obtena habitualmente comprndolo, como hizo elpropio Balboa, quien lo obtuvo hacia 1619 y desempe

    durante aos, de lo que da fe un tomo de su Escribanaque se conserva todava, como la pieza ms antigua, enel Archivo del Museo Provincial Ignacio Agramonte, deCamagey.

    Las costumbres en aquellos tiempos patriarcales eranbastante simples: los vecinos se levantaban antes del albay tras el desayuno los hombres deban irse a atender susfincas o sitios y las mujeres a las tareas domsticas.El almuerzo se serva sobre las 11 y despus de la sobreme-

    sa vena una prolongada siesta. Tras ella era que se reci-ban visitas, hasta la hora conocida como de la oracin,al oscurecer, en que se serva la cena y seores y servido-res se iban a la cama no ms all de las nueve de lanoche, despus de dejar bien atrancadas sus casas, queno volveran a abrir hasta el otro da, salvo que hubiera untoque de rebato por incendio o incursin de piratas.

    El crculo donde se gest Espejo de paciencia y los seissonetos que lo acompaan era esencialmente un grupode parientes y amigos, de cierta ilustracin, que por ellodiferan del resto de los vecinos. Cristbal de la Coba eracuado de Balboa hermano de su esposa Catalina ytambin del sonetista Bartolom Snchez, desposado consu otra hermana, Blasina. La familia de la Coba era natu-ral de Canarias, como Antonio Hernndez, otro de losautores de poemas laudatorios, y el propio Silvestre.Todos saban leer y escribir y ms an, tenan lecturassingulares para aquellos parajes: Fray Luis de Len, Lopede Vega, Barahona de Soto, quiz Ercilla. Los libros pasan

    de mano en mano y en las visitas, se escuchan las octavasms recientes y se van esbozando los endecaslabos obse-quiosos de los sonetos. En todo eso hay como un juego:ellos han decidido, de consuno, convertir un hecho ms omenos vulgar en el tema de un poema pico al modo deTasso o Ariosto. Todos, de un modo u otro participan en elcontrabando que tiene lugar en la villa de Bayamo y sabencmo ocurrieron en realidad las cosas, mas el juego

    retrico, la fantasa desbocada y hasta la inocultable iro-na hacen que en el papel aparezca ese divertimento fan-tstico con el que comienzan nuestras letras.

    Hoy Balboa se nos antoja el seor barroco de que noshablaba Lezama en La expresin americana, aquel quedisfruta de las letras y el arte tanto como de un banquetede frutas y mariscos tropicales y que, como en tan humil-de ciudad no puede levantar los templos floridos de Limao Oaxaca, lo hace sobre el papel, en estrofas delirantes

    que muchas veces debieron hacer rer a sus contertulios.La ciudad en que se escribi tan donoso poema ya noexiste. El propio Balboa la vio desaparecer. A fines de1616 un levantamiento de esclavos quem el rstico ca-sero y volatiliz la mayor parte de las riquezas de losvecinos y los archivos primitivos. Segn el historiador JorgeJurez Cano, al ao siguiente volvi a plantearse el es-quema de la ciudad, pero no exactamente en el mismolugar, sino donde hoy est la plazuela de Maceo.

    Pero la novela de Puerto Prncipe continuaba, de peri-pecia en peripecia. En 1668 la poblacin recibi la visitadel corsario Henry Morgan quien de nuevo le dio fuegodespus de saquear los bienes de los residentes y estos,ya acostumbrados a la vida itinerante, se encargaron dereedificar el sitio, ubicando su centro un poco ms all,cerca de donde hoy se levanta el parque Agramonte. Ls-tima que Balboa hubiera muerto hacia 1644, porque deotro modo quiz nos legara un nuevo poema sobre losincendios de la ciudad, en que la comparara con las me-

    morables Troya y Cartago.

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    Han transcurrido ms de dos milenios desde que CayoJulio Csar ordenara publicar el Acta Diurna. Corra elao 59 a.n.e. y el romano que pulverizara las bases mismasde la Repblica hizo publicar la primera de las crnicasdiarias. El acta diurna, commentaria Senatus haca pbli-cos los hechos del Senado; el acta diurna urbis lo acaeci-do en las asambleas populares, los tribunales, losnacimientos, muertes, matrimonios y divorcios.Cayo Julio Csar, desde luego, dgase claramente, inau-gur la era del periodismo occidental llevado por el em-puje de sus ms rotundos intereses personales y polticos.Muchas han sido las lluvias y las aguas desde entonces.1

    Entre el Foro romano, lugar de cita diaria de miles deciudadanos de la Roma antigua y ese otro Foro, cita diariade millones de humanos, que es la Red de Redes, medianms de 20 siglos. Tecnologa e intereses parecen ser loselementos que desde los inicios han marcado con huellaindeleble el derrotero y la historia misma del periodismo.La flamante y cada vez ms asombrosa tecnologa delsiglo XXI ha multiplicado ad infinitum el acta diurna cesa-riana; los intereses de los nuevos csares, sin embargo,estn ah, intactos, infinitamente multiplicados.

    El corpus: periodismo y tecnologa La tecnologa ha resultado el cuerpo mismo que ha

    llevado sobre su piel cada una de las letras que el perio-dismo ha transmitido a los humanos. Fue la tecnologa laque posibilit el dominio del papiro, del pergamino, fue latecnologa la que ms tarde condujo al dominio del papel,reto ineludible lo fue la obtencin barata y fcil de este

    soporte. Lo anterior abri las puertas hacia el sacro altarque Gutenberg haba erigido en 1450, la imprenta, unade las creaciones de mayor impacto en los dos ltimosmilenios.2 La palabra escrita alcanzara todos los sitios,urbi et orbi, comenzaban a no importar las fronteras,los hombres podran leer cuanto se imprimiera. La premi-sa: saber leer, y, desde luego, tener el peculio necesariopara, una vez en posesin del arte de la lectura, lograrejercerlo. Ah, s, el dinero, no olvidemos el dinero; el mis-msimo Gutenberg debe, en aras de hacer realidad su in-vento, pedirlo prestado a Juan Fust, un prestamista al quese ve obligado a reconocer como socio. JohannesGutenberg, el alemn que nos legara la imprenta, aca-b sus das arruinado. Modernos mulos de Juan Fust sostie-nen hoy el poderoso y multimillonario entramado meditico.En 1885, con la linotipia de Ottmar Mergenthaler, seperfecciona el proceso. Las invenciones sucesivas deltelgrafo, el telfono, la fotografa,3 la radio y la televisinrepresentaron impactos tan vastos y decisivos para el arte

    de difundir noticias como un da lo fue la imprenta all enla tudesca Maguncia. Con el telgrafo y el telfono seganaba en inmediatez; si anteriormente deba aguardar-se el arribo de viajeros que portaran las primicias, talesartilugios permitieron transmitirlas a enormes velocida-des por un cable. El mundo, inexorable, se mova a pasosagigantados hacia los escuetos lmites de la hoy llamadaaldea global.

    En los ltimos 20 aos, la revolucin tecnolgica haresultado tan vasta y profunda que el impacto se extiendesobre cada una de las actividades humanas dominndolotodo (y a todos) en una sinergia de proporciones inconmen-surables cuyos efectos son todava ms vastos y profun-dos. El imponente desarrollo alcanzado hoy en materiade electrnica, telecomunicaciones y ciberntica, bastecitar apenas esos tres dominios, deja sentir su peso comonunca antes lo hizo alguna otra tecnologa sobre el oficiode obtener, difundir y recibir informacin. A casi siete

    siglos de la sacra creacin de Gutenberg se est anteposibilidades endemoniadamente superiores atodo cuanto pudo ser imaginado. El mundo, an-tes lo suficientemente vasto como para que mi-

    llones tardaran meses en conocer lo sucedido apenas aunos cientos de millas, deviene ahora aldehuela en la quelo sucedido en el ms remoto paraje del planeta es cono-cido en escasos minutos por el resto de la especie. Desdeel living room, degustando un refrigerio diet, millones dehumanos beneficiados por la tecnologa se horrorizan anteel desastre planetario o disfrutan una transmisin vana ybanal de MTV. Extraamente el refrigerio que se consu-me puede que resulte fabricado por una empresa cuyodueo (o accionistas) coincida con el dueo (o accionis-tas) de la agencia difusora de la noticia que se recibe.Otros millones de seres, infortunadamente muchos ms,

    a horcajadas sobre el hambre y la pobreza ms atroz malvi-ven (y sobre todo malmueren) al margen de una revolu-cin tecnolgica que nada ha representado para ellos.

    Si la imprenta y la linotipia nos acercaron un da a loshechos desde las letras; si el telgrafo y el telfono permi-tieron transmitir noticias a despecho de las grandes dis-tancias; si la fotografa apareci sobre los diarios para llevara los ojos imgenes de lo sucedido en dplice abordaje deun mismo hecho; si la radio nos hizo escuchar la voz mismade cada historia; si el gramfono, la cinta magnetofnicay el casete permitieron encerrar voces en el reducido es-pacio de un simple receptculo; si la televisin y el cinehicieron concurrir sonido e imagen en lo que por aquellosmticos das pareca ser magia sin igual; si el telgrafoinalmbrico y el fax continuaron reduciendo pasmosamenteespacios, a menos de una dcada de haber cruzado elflamante prtico del mtico siglo XXI (tan insuperablementemtico a nuestros ojos como lo fue el hoy lejano 1950 para

    los asombrados testigos de las primeras transmisiones te-levisivas) la trada que emerge desde la alianza de lastelecomunicaciones, la electrnica y la ciberntica se eri-ge como summum de todas las posibilidades: por arte debirlibirloque se integra todo lologrado por cada una delas tecnologas anteriores para que letra, voz e imagen seimbriquen en una novsima e impresionante trada deasombros.

    Indudablemente el impacto involucra (y genera un mar-cado proceso de transformacin) los tres rdenes de todomensaje humano: emisor, mensaje y receptor. Nuncaantes la tecnologahubo de colisionar con tal fuerza mutan-te sobre esos tres mbitos. El emisor est hoy obligado aoperar y dominar las muy variadas y complejas tecnolo-gas. El mensaje es hoy multifactico, concilibulo de im-genes, palabras, audio, todo top quailty, low noise, dolbysistem, ADSL, multimedia, hipertexto, hipermedia, enci-clopedias, download, youTube, link, blogs, (posibilidadesan insospechadas para un hombre de la octava dcada

    del siglo XX) pululan al alcance del homo ciberneticus dehoy. No ser preciso trasladarse a la biblioteca de unauniversidad de prestigio en cualquier capital del mundo;bastar consultar, Internet mediante, la muy lejana y pro-lija base de datos. No ser preciso tomar un jetcomercialen funcin de entrevistar a la persona deseada; bastar lavideoconferencia, la webcam, el mail. No se precisarportar grabadora, videocmara o cmara fotogrfica, nose necesitar ms tarde una cabina telefnica o un telgra-fo, ah est la magia de la telefona mvil, pequeoartilugio en un bolsillo, y he ah que imagen, sonido yletras vuelan a la antpoda. CNN o cualquier otro superem-porio meditico se encargar de hacer aparecer la primi-cia en las pantallas de millones de televisores o PC entodo el mundo. Y el receptor, ah, el receptor, ah est,infoxicado, agobiado, ahogado, sepultado, no poco idioti-zado ante tanta informacin, tanta imagen, letra y sonidoque no alcanza a digerir. Y es que ya no se trata del re-

    ceptor antediluviano, aquel que en la citylondinense, anteuna taza de t, se dispona a abrir las pginas de The Times,se trata de un receptor que tiene sobre s la mayor mon-taa de informacin de toda la historia, un receptor

    que debe dominar modernas tecnologas: navegar en In-ternet, abrir un hipervnculo, acceder a un link, descargararchivos en diferentes formatos, consultar mltiples y, amenudo, contradictorias fuentes, enciclopedias, multime-dia, hipertextos, informacin cuyo nivel de especializa-cin no tiene precedentes, un receptor que lucha (no pocasveces infructuosamente) por forjarse una opinin indepen-diente, libre, a despecho del agobio, del sepulcro, del aho-go, del cada vez ms reducido tiempo, del cada vez mayorestrs, un receptor que dista mucho ya de aquel romanoque una maana acudi al Foro para, por encima de algnhombro, afanarse en leer acerca de cierta embajada que

    march al pas de los partos en el rgido latn del actadiurna urbis. Hoy la profesin del reportero a la vieja usanzacomienza a ceder espacio; emerge el llamado provee-dor de contenido, seor que armado de su PC se hundeen multitud de datos, concluye entrevistas, se hace deimgenes, asiste como espectador a magnas citas, y todoello cmodamente sentado en su living room.

    El hombre del siglo XXI se alejar cada vez ms deaquel romano del Foro, cada vez ms del gentleman dela city. El entramado tecnolgico lo acercar a todos losForos y a todas las citys del mundo. En el futuro (parece)todo ser posible. Incurrir en vaticinios podra, en escasosaos, hacernos militar en la odiosa legin de los carentesde imaginacin.

    El nima: periodismo y poder mediticoLa intuicin y el genio poltico llevaron a Cayo Julio

    Csar a emplear el acta diurna en funcin del logro de sus

    intereses. El invasor de las Galias estuvo muy lejos de ima-ginar el poder de las grandes corporaciones que hoy do-minan el mundo de la informacin. El leitmotiv de CayoJulio, sin embargo, es hoy para ellas un dogma. Si bien latecnologa signa profundamente (y, sin duda, signar cadada ms) el mundo del periodismo el enorme poder alcan-zado por estas grandes corporaciones lo define (y lo defi-nir incuestionablemente) quin sabe si en mayor medida.Desde finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX tuvolugar un vasto proceso de creacin de esas corporacio-nes4, en las ltimas dcadas hemos sido testigos de sudesenfrenado crecimiento, auge rematado por un alud demegafusiones globales que no cesa an en nuestros das.El 99,9 % de todo este engranaje se concentra, dramti-camente, en el Primer Mundo, para colmo en poco msde una decena de naciones.5

    Este engranaje no es en modo alguno una entelequiade etrea e impoluta imparcialidad; tiene, lgicamente,intereses polticos, postulados ideolgicos y motivaciones

    econmicas. Si Montesquieu elabor la teora de la triparti-cin de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), basesobre la cual se levantaron las llamadas democraciasmodernas, muy pronto la prensa hubo de constituirse, desdeel poder que dos mil aos antes intuyera el genio deCsar, como el Cuarto Poder. Mas Montesquieu (comoantes Csar) no alcanz a entrever la capitis diminutio delestado en la sociedad posindustrial, o posmoderna, o comodemonios decidan llamar apocalpticos o integrados,como los nombrara Humberto Eco, a esta falacia que hoydice gobernar los destinos humanos. Tanto ha menguadoel poder del estado contemporneo que se rebautizan losotrora poderes del excelso Montesquieu; Ignacio Ramonetsostiene lcidamente que hoy la prensa, el vastsimopoder meditico, se levanta como el segundo de los po-deres, tan solo aventajado por el poder econmico y fi-nanciero. El periodismo deriva hacia un escenario en elque parece descendern cada vez ms las influencias

    gubernamentales para ver crecer los dictados de las grandescorporaciones mediticas globalizadas. Corporaciones quelo mismo lanzan al mercado alimentos, aviones decombate o noticias.6

    Rafael de guila

  • 8/2/2019 La Jiribilla de Papel, n 077, mayo 2008

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    Informacin es poder, reza el adagio. Si nunca antessemejante volumen de informacin hubo de contar conplataformas tecnolgicas de tan prodigiosas posibilidades,si nunca antes semejante volumen de informacin y tanprodigiosas plataformas se concentraron en tan pocasmanos, debe concluirse que nunca antes tales manos con-centraron tanto poder. Poder que, dicho sea sin sonrojos,suele servir a intereses cada vez ms lejanos al reclamode las grandes mayoras. Y es que nunca antes (oh, sacras

    contradicciones que animan este mundo nuestro) goz elreceptor de tanta informacin y fue menos poderoso, nunc