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    No pienso separar carisma y espiritualidad zaccariana por ser dosaspectos de la misma realidad que nacieron y crecieron juntos. Yesto, dentro de una historia que quiero estudiar con respecto a la

    verdad, para no correr el riesgo de dar una visinsesgada.

    Agradezco a quienes trabajaron este tema apartir del P. Soresina, primer historiador sin que lo pre-tendiera, y a la vez al P. Gabuzio en su historia, a laAnglica Sfondrati, a la annima Anglica hasta nues-tros PP. Premoli, Giuseppe Cagni y Franco Ghilardottiy el P. Sergio Pagano que pudo conocer de primeramano los documentos de los Archivos secretos delVaticano, y tambin a la profesora Elena Bonora en su

    obra: I conflitti della Controrifoma; santit e obbedienza nellesperienza religiosa deiprimi barnabiti, Firenze, 1998).

    No pretendo dar la ltima palabra sobre el tema, pero s aportar un granito de

    arena, siempre con afn a la verdad, en la reconstruccin de nuestro carisma y es-piritualidad.

    El plan de este trabajo es mostrar, a travs de la historia con personas y acon-tecimientos como signos de un Plan de Dios, la riqueza de nuestra espiritualidaden la renovacin de la Iglesia pre y post-tridentina a travs de Antonio M. Zaccaria.Para una debida comprensin de tal riqueza, una entre las tantas que florecieron enel siglo XVI, abordar:

    El contexto religioso apelando al testimonio de Fray Bautista sobre el clero desu tiempo y del Papa Adriano VI (1522-1523), dado por el historiador prof-doctor Hermann Tuchle: Reforma y Contrarreforma, tomo III, Madrid, 1966,pp. 161-162;

    La historia evolutiva de nuestro carisma en el perodo 1530-1539, tal como lo

    vivi Antonio M. Zaccaria como fundador de Clrigos regulares, Anglicas yLaicos de S. Pablo;

    La dimensin paulina sobre la base de las Cartas del S. Fundador.

    I. CONTEXTO RELIGIOSO.

    Dimensin Paulina en laDimensin Paulina en laDimensin Paulina en laEspiritualidad ZaccarianaEspiritualidad ZaccarianaEspiritualidad Zaccariana

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    1. El contexto que ofrece Fray Bautista de su tiempo es sencillo y claro.Cuntos cristianos modernos -escribe- son externamente santos!... Inter-namente son esponjas y caas vacas, sujetas atodo viento de tentacin... Cuando considero al cle-ro que est vaco como una caa (el subrayado esmo), que presenta a Cristo la esponja de sussbditos tibios y speros como vinagre por los ma-los ejemplos(el subrayado es mo), me parece quese a de beber a Cristo no para calmar su sed, sino

    para mofarse de l. (1)2. El Papa Adriano VI (1522-1523), en la instruccin dada al legado y redacta-

    da sin duda por l mismo, que fue el primer paso de la Contrarreforma...,cargada con la culpa de la Iglesia confiada a l y confesaba sus culpas anteDios y ante los hombres, prometiendo penitencia y satisfaccin. Hizo decla-rar ante el pueblo alemn lo siguiente: Dirs... que confesamos abiertamen-te que Dios permite esta persecucin de su Iglesia a causa de los pecadosde los hombres, y en especial de los sacerdotes y prelados (el subrayado esmo)... La Sagrada Escritura dice bien alto que los pecados del pueblo tie-nen su origen en los pecados eclesisticos... Sabemos tambin que en estaSanta Sede se han cometido, desde hace aos, muchas cosas execrables;abusos en cosas espirituales, incumplimiento de los mandamientos, msan, que todo ha ido cada vez peor. Por ello no es de extraar que la enfer-

    medad se haya propagado de la cabeza a los miembros de los papas y pre-lados. Todos nosotros, prelados y clrigos, nos hemos apartado del caminode la justicia, y desde hace mucho no hay uno solo que practique el bien...Prometers, en nuestro nombre que emplearemos toda nuestra capacidadpara mejorar en primer trmino la Corte romana, de la cual han tomado ori-gen tal vez todos estos males. Entonces, lo mismo que ha salido de aqu, laenfermedad, saldr tambin la curacin. Nos consideramos obligados a lle-var a cabo tales cosas, tanto ms cuanto que todo el mundo anhela una re-forma de este tipo...

    Esta consideracin, escribe el autor del artculo, supera por sucarcter categrico y clsico, incluso la peticin de perdn hecha por PauloVI en el Concilio Vaticano II (2).

    3. Los grandes desafos de la fe, los hacen a los santos- ms indispensables

    que nunca. Es una leccin de la historia. Si entre los siglos XIII y XIV, pocade graves crisis y decadencia del clero en todos sus niveles, la Iglesia se re-puso a la larga, es porque, paradjicamente, nunca hubo tantos santos nitantas escuelas de santidad en el pueblo cristiano como en ese tiempo (3).Antonio M. Zaccaria es uno de esos santos.

    II. HISTORIA DE LOS ORGENES DEL

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    CARISMA Y ESPIRITUALIDAD BARNABITICOS.

    La historiografa barnabtica asigna a S. Antonio M. Zaccaria el ttulo del fun-dador de los Clrigos regulares, las Anglicas y los Laicos de San Pablo: trescolegios en un mismo carisma y espiritualidad paulina.

    Proponindonos como objetivo la reconstruccin histrica del carisma bar-nabtico a la luz de la verdad, su origen y desarrollo ve involucrados a AntonioM. Zaccaria, las figuras de Fray Bautista, de Ludovica Torelli, condesa de Guas-talla y, ms tarde, Bartolom Ferrari y Jaime Antonio Morigia. Hay un plan deDios, pero su concrecin se realiza por pasos que se dan con miras a la renova-cin espiritual del pueblo cristiano.

    Para facilitar la visin de sus orgenes, sealaremos sus etapas cronolgicas:

    1530: No se conoce casi nada sobre las circunstancias y la fecha precisa enque se encontraron Fray Bautista y la condesa de Guastalla (4). A fines de losaos 20, un ardiente desprecio del mundo comenz a inspirar las acciones dela seora de Guastalla la que, reformando en todo la casa, el gobierno, la pro-

    pia vida y la de la familia, por no decir de lacorte, se mortific... en el vestir, en el co-mer, en los adornos y en la conversacin yse someti a la obediencia de aquel severopadre espiritual que la mortificaba en to-do (5).

    Desde los aos 30, en las actas nota-riales aparece como Paula alias Ludovi-ca (6). Era una convertida que estaba po-niendo todas sus energas, medios y cono-

    cimientos al servicio de nuevos ideales(7). Al comenzar este ao, Fray Bautis-ta acompaa a la condesa a Miln para las nuevas fundaciones cerca de S. Am-brosio (8). Era chocante ver a un fraile caminar por la ciudad de Miln con unanoble dama, aunque vestida humildemente, para la compra de unas casas (9).

    Cuando la condesa adquiri las casas cerca de S. Ambrosio, el fraile viva yaentre el castillo de Guastalla y la residencia milanesa de la dama, fuera de suconvento (10). De ah un spero conflicto con su convento.

    El 31 de mayo Antonio M. Zaccaria escribe la primera carta que poseemos, alpadre Fray Bautista en Miln. Esta carta, cuyo autgrafo fue descubierto por elP. Enrico Barelli en 1780 en el archivo del colegio de la Guastalla (11), revisteuna peculiar importancia, ya que da por descontado un encuentro anterior entreambos: el autor y su destinatario. Ms an, se capta una relacin de filiacinespiritual entre l y Fray Bautista (12) y un fuerte vnculo del religioso con laTorelli, tan temido por Carafa (13). No es todo. Antonio M. Zaccaria siente unagran inquietud: la santidad y, agrega: La Victoria de s mismo, me ver obliga-

    Los grandes desafos de la

    fe, los hacen -a los santos-

    ms indispensablesque nunca...

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    do a escribirla con hechos y no conla pluma. Y tanta es la veneracinpor su director espiritual ms queseptuagenario que le pide: no meabandone, querido padre, y sea us-ted mi santo (el subrayado es mo)ante Dios, que me saque de mis im-perfecciones, pusilanimidades y so-berbia. Al encomendarse l y su ma-

    dre a las oraciones de la condesa ydel dominicano, se percibe una rela-cin que de personal pasa a ser fa-miliar.1531: El proyecto se ensancha. Lasegunda carta a los futuros cofunda-dores (4 de enero de 1531) suponeun intercambio de ideas a partir deun ideal comn que, a partir de la de-cisin de ellos, se concretar ms

    tarde en una experiencia de vidacomn, regular y apostlica. En talsentido se capta la tensin a la santi-dad imitando la obediencia de Cristoy la invitacin que hace el Fundador:Arrojemos toda irresolucin si la hahabido, y corramos como locos noslo a Dios sino tambin a nuestroprjimo....

    Entre marzo y julio salan los trata-dos Obra utilsima del conocimientoy victoria de s mismo y laPhilosophia divina, ambos apoya-dos por el beneplcito de los inquisi-dores (14). En este ao el fraile hab-a ya compuesto todos sus tratadosde perfeccin, pero la ltima obra, elEspejo interior, redactada algunosaos antes, habra quedado largo

    tiempo indita, y sera publicada slo en 1540 (15).Sin entrar en un anlisis de dichos tratados, hay que recordar que el ltimo

    era reservado para los perfectos y perfectsimos... y deba llevar a trmino laanulacin de la propia voluntad. No se puede ni se debe interpretar en un con-notativo negativo sino a la luz del amor a Cristo crucificado, tal como lo proponaAntonio M. Zaccaria en sus constituciones (cap. VIII), a saber: en unaverdadera imitacin de Cristo crucificado (el subrayado es mo). Ni se puedeolvidar que Antonio M. Zaccaria haba solicitado las lneas programticas de lasConstituciones a Fray Bautista (16).

    Una digresin sobre Fray Bautista.

    Las vicisitudes del dominicano fuera de su convento, que pasaba entreGuastalla y Miln en la casa de la condesa, suscitaron rumores que llegaronhasta Roma. El papa Clemente VII intervino con el breve de 20 de agosto de1530, dirigido a los dominicos encargndoles de reconducir a Fray bautista a laobediencia del convento. Se movi la condesa y el mismo papa. El breve del 10de julio de 1531 dirigido a ella misma a favor del dominicano ordenaba a sus co-hermanos a que no molestarn ms a Fray Bautista (17).

    Entre ambas intervenciones pontificias el obispo teatino, Gian Pietro Carafaescribe con dureza a Fray Bautista. Lo define frailecito... prevaricador y fugiti-

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    vo y lo reprocha por su doctrina sobre el camino estrecho. Aquellos vuestroscaminos... no son caminos sino precipicios y ruina (18).

    Qu debe haber probado Antonio M. Zaccaria a raz de esta carta? Pues,entre l y el dominicano haba una sintona de ideales. En esto comparto la in-terpretacin dada sobre la frase ltima de la primera carta de Antonio M. Zacca-ria: La victoria de s mismo me ver obligado a escribirla con los hechos y nocon la pluma, sugiriendo entre otras cosas... la hiptesis de una redaccincomn, justamente como deba haber acontecido en la elaboracin de las prime-ras constituciones (19). Y la sintona la vivirn nuestros padres; lo que Fray

    Bautista haba predicado, los Barnabitas haban tratado de ponerlo porobra (20).

    Una segunda digresin sobre la experiencia de los aos 30 y 31.Esta fueobjeto de medidas represivas y sospechada hereja (21). Parece que se confi-gur -etapa previa al carisma Barnabita- por el cenculo de jovencitas que lacondesa haba reunido cerca de S. Ambrosio, con la asistencia (y quiz por elconsejo de Fray Bautista y Antonio M.) , y que se agrav en 1531 con la publica-cin de los tratados de Fray Bautista al suscitar las reacciones del clero milansy de no pocos nobles, heridos en su orgullo por la condesa de Guastalla y su in-separable maestro cremasco (22). Ms an, por la doctrina enseada por FrayBautista, la que, sometida a un atento examen, result en todo ortodoxa(23).

    Me imagino como debe haberse quedado Fray bautista al verse considerado

    como autor de una doctrina hertica: la de la libertad de espritu que, en elproficiente lo independizaba ante cualquier gran maestro. An la Iglesia o cual-quier otra institucin no habra podido juzgar la intencin del hombre espiritualy, fijndose en lo exterior, -en la corteza-, se habra engaado. El obispo tea-tino, Carafa, haba censurado tal doctrina (24). Refirindose a una carta de FrayBautista al noble verons, Francesco Capello, lo disputa en buscar la causa delpensar mal de otros y, que an cuando se vieran las obras, no se debe juzgar laintencin (25).

    Me pregunto: era sta la doctrina verdadera de Fray Bautista?Un detalle: el 4 de diciembre Antonio M. expresa su voluntad. Quiere intro-

    ducir un da dedicado a la conversin de S. Pablo en la Iglesia de S. Donato(Cremona). Es un elemento que tiene su importancia.

    La misa perpetua en honor de la conversin de S. Pablo nos documenta

    que, aun antes de fundar a Barnabitas y Anglicas, Antonio M. llevaba devocinal gran Apstol (26).1532: El carisma barnabtico an no nace.

    La situacin delineada en el ao anterior sigue adelante. Una muestra nos lada Gian Marco Burigozzo en su Crnica milanesa. Recuerda que un ancianocarmelita predic en el Duomo en contra de ciertas sinagogas que se hacanhacia S. Ambrosio, ya sea de hombres como se mujeres, casadas y solteras; la

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    sinagoga era para gran ruina de estaCuidad, y amenazaba (el subrayadoes mo) con estas palabras... Estofue el primer domingo de cuaresma,el 25 de febrero (de 1532). Sin em-bargo, la semana siguiente que co-menz a dolerse de lo que dijo, o seade aquella sinagoga, en tal formaque comenz a alabar (el subrayado

    es mo) aquella compaa de la quehabl arriba (27).Por otro lado no se puede, con cri-

    terio desapasionado, catalogar comofluida tal experiencia religiosa de lanaciente congregacin y discutible supertenencia a la Iglesia ni mucho me-nos definirla como secta en su ser yactuar cuando la aprobaron sus re-presentantes eclesisticos: Mons.Landini, sufragneo del Arzobispo deMiln, Mons. Melchor Crivelli, inquisi-dor del estado de Miln y Mons. Juan

    M. Tosi, Vicario general. Pues bienconoca la situacin eclesial Mons.Landini quien, tras el examen de losescritos de Fray Bautista, no titubeen presentar al autor como capitn,no menos experimentado que docto,y sus tratados como ortodoxos paraque pudieran ser ledos por sencillosy doctos de la necedad elegida deDios(el subrayado es mo) para con-fusin de la sabidura del mun-do (28). Y sobre qu base se podr-a objetar el juicio que da Mons. Lan-

    dini al definir la doctrina de Fray Bau-tista como sana probatsima, e imi-tadora de aquella de nuestro jefe Je-sucristo? (29)

    1533:El 18 de febrero en Boloa, elPapa Clemente VII dirige a los PP.

    Bartolom Ferrari, Antonio M. Zacca-ria y a otros compaerosentre ellosMorigia- el Breve de aprobacin. Es-ta fecha ser considerada como elnacimiento oficial de la congregacinde los Barnabitas (30).

    De un anlisis objetivo del docu-mento, vemos el tenor de la splicade los Nuestros y de la respuesta del

    Papa.En la splica salta a la vista elespritu y la finalidad que se propon-an los Nuestros. El espritu que losmueve es la humildad, y la finali-dad, an muy general, la de llegar aser ms dignos de los premios de lavida eterna y poder servira la salva-cin de las almas de ellos y de losotros (el subrayado es mo paradestacar la tensin a la santidad enel apostolado). Concretamente dese-an:

    emitir la profesin de los tresvotos en las manos del vene-rable Arzobispo de Miln o desu Vicario General (nota elsentido eclesial en la obedien-cia);

    y a la vez morar y permane-cer en algn lugar de la ciu-dad o de la dicesis milane-sa.

    sta es sencillamente su splica:

    poder partir.

    En su respuesta, el Papa les con-cede complacido, con el don de unagracia especial, que puedan libereet licite:

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    emitir la profesin en las ma-nos del Arzobispo o Vicario, y,a quienes quisieran convertirsea ellos en las manos de uno deellos, o sea el Prepsito de lacongregacin;

    cohabitarse ac in communi vi-vere, sub obedientia tamen Or-dinarii loci, in ipso loco per voseligendo;

    darse estatutos y ordenanzaspara el estado provechoso y di-reccin suya y de sus cosas,que no sean contrarios a los sa-grados cnones, como tambincambiar o sacarlos totalmente yen lugar de ellos, hacer los nue-vos.

    Con este Breve pontificio estaba dadala autorizacin para vivir una vida comn.Slo (en septiembre) Antonio M. Zaccariay Bartolom Ferrari iniciaron la vida encomn (31). Morigia, hasta todo junio de1534 habit en S. Pedro intus vineam, cerca de la Puerta Vercellina. El primerdocumento que lo muestra de praesenti habitando in domibus ecclesiae sanc-tae catharinae es un acto notarial del 24 de julio de 1534 (32).

    1534:El 1 de enero muere Fray Bautista, ms que septuagenario. El juicio ms certero, pienso, slo lo puede dar quin vivi con l y lo conoci

    a fondo. El dominicano fue severamente criticado en vida por su estilo y su doc-trina. Antonio M. Zaccaria no teme en colocarlo en el mismo plano que el de S.Pablo. Uno y otro nuestro bienaventurado Padre -el Padre Fray Bautista- noshan mostrado tal magnitud y noble amplitud de nimo hacia el Crucificado, yhacia las penas y oprobios de nosotros mismos, y hacia la ganancia y perfeccinconsumada del prjimo... (33).

    Con la muerte de Fray Bautista algo pasa. Nuestro Fundador lo da a entenderen su carta a Piccinini que resida en la casa de la condesa en Miln (16 de ene-ro de 1534) cuando le encomienda mantener secretas las cartas escritas por l.En efecto, en ese ao, que vea crecer el nmero de clrigos milaneses y el gru-po de las jovencitas recogidas por la condesa de Guastalla en la casa cercanaa S. Ambrosio, se desatar una persecucin en contra de ellos, considerados

    Breve de aprobacin de la Orden,otorgada por S.S. Clemente VII.(Boloa, 18 de febrero de 1533)

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    como una secta por las pblicas mortificaciones a las que se sometan libre-mente: los padres como las personas (nobles) que seguan la disciplina deellos (34) y por el clima de sospecha que envolva la figura de Fray Bautis-ta (35). El mismo Fundador ser tratado por el clero milans en cierta maneracomo falso profeta (36).

    El 4 de octubre el Santo pronunci un acalorado sermn para animarlos en lahora de la persecucin. Si P. Gabuzio (37) reconstruye tal sermn sobre textospaulinos casi uno tras otro (38) y agrega: Bautista Soresina sola decirnos queaquella exhortacin se haba grabado en su mente para siempre, es porque es-

    taba convencido que tal es nuestra tradicin como l la transmite. Elegimos, di-ce, a tan grande Apstol como gua y padre y profesamos seguirlo...Cuando les pregunt si queran permanecerpadres y hermanos- o dejar la

    vida iniciada, a estas palabras recordaba P. Soresina- se levantaron todos y,postrados en tierra, protestaron querer morir por amor a Cristo... y caminar por lava del desprecio (39).

    El da siguiente, en el Senado se inici el proceso contra la condesa y sucompaa... (40) Casi todos los senadores estaban en contra de los Pa-dres...Finalmente... se levant el Presidente Secco y en respuesta... trajo las pa-labras de la Sabidura (5,4-5): As por aquel entonces y por un tiempo ms, losPadres no se vieron ms molestados (41).

    1535:El 15 de enero, el nuevo Papa, Paulo III, diriga a la condesa de Guasta-

    lla la bula de fundacin de un monasterio femenino en la ciudad de Miln, parael cual, dentro del mismo ao, fue encontrada una sede en la zona de Porta Lu-dovica (42).

    Durante el verano 35, a la splica presentada por Antonio M. Zaccaria y Fe-rrari, Paulo III responda con el envo deuna Bula que ampliaba de manera significa-tiva las concesiones anteriores de Clemen-te VII (43).

    En otoo, la condesa Torelli y lasjovencitas que antes se reunan en las ca-sas cerca de S. Ambrosio, se trasladaron.Inicindose la construccin de la Iglesia ymonasterio de S. Pablo converso (44).

    El 24 de julio el Papa Paulo III envauna Bula a los amados hijos, Antonio M.Zaccaria y Bartolom Ferrari, pbros. cre-mons y milans.

    Creo necesario un anlisis a fondo

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    segn mis capacidades- para visuali-zar a fondo el carisma y espirituali-dad barnabticos. Porque el sentido ycontenido del documento pontificiova ms all de ciertos elementos quese elencan al afirmar: la bulaampliaba de manera significativa lasconcesiones anteriores de ClementeVII. A saber: exencin de la jurisdic-cin episcopal, facultad de erigir unaiglesia, asignacin a la nueva ordende privilegios y gracias propios de losCannigos regulares de la Congre-gacin lateranense (45). Se tratabasubstancialmente de un documentomuy parecido al que fue emanadodos aos antes por la chancillerapontificia a favor de los teatinos, laorden fundada por Tiene y Gian Pie-tro Carafa (46).

    Antes de entrar en el anlisis deltexto, cabe sealar dos cosas impor-tantes en cuanto al contenido y encuanto a la forma.

    En cuanto al contenido: mientrasel Breve anterior concierne el aspec-to regular, pues, como Ferrari y An-tonio M. Zaccaria solicitaban, el Papales otorga el que puedan consagrar-se a Dios dentro de ciertos elemen-tos comunes a toda vida religiosa, laBula especifica el aspectoapostlico-clerical.

    En cuanto a la forma: el documen-to pontificio no parte de cero, sinoque se refiere al anterior y es siem-pre una respuesta a una splica.

    Entrando de lleno en el anlisis deltexto preguntmonos qu solicitabannuestros Padres, pues ah estribanuestra identidad en la Iglesia unavez que sea confirmada por el Papa.

    A la luz del texto los Nuestroshumildemente solicitaban:

    emitir los tres votos de la vidareligiosa in unum bajo el acos-tumbrado y comn hbito clerical(el subrayado es mo), viviendoin communi ac de communi, sir-viendo a Dios humilde y devota-mente, bajo la humilde e inme-diata sumisin al Papa y a la Se-de apostlica;

    llevar una vida clerical y la escu-cha de las confesiones y admi-nistracin de los Sacramentos ya los estudios de la SagradaTeologa y de los SagradosCnones para el progreso devuestras almas y de los otros fie-les en Cristo (el subrayado esmo e indica, si bien implcita-mente, la tensin a la santidad).Aqu est delineado el carismabarnabtico: ser Clrigos regula-res con tensin a la santidad, atravs de su vida religiosa yapostlica.

    El Papa gustoso (libenter)aprueba para que puedan los Nues-tros emitir su profesin, morar subsolito et communi habitu clericali,subque nomine el nuncupatione Cle-ricorum regularium (el subrayado esmo), in communi ac de communi vi-ventes, sub nostra et huius SanctaeSedis Apostolicae inmediata subiec-tiones et speciali protectione (el sub-rayado es mo) ad quinquennium,elegir cada ao al Superior que se lellamar Prepsito y pueda ser confir-

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    mado usque ad triennium, recibir y, despus de una prueba anual, admitir a laprofesin... Siguen unas disposiciones reglamentarias de carcter litrgico acer-ca de la celebracin de misas, breviario, administracin de sacramentos y dis-pensas que puede dar el Superior a Clrigos y compaeros enfermos.

    Al deseo expresado por los Nuestros (habere cupitis), movidos por un espe-cial afecto(el subrayado es mo) y devocin porel maestro de los gentiles, Pa-blo: construir como primer templo(el subrayado es mo) una iglesia sub eiusnomine etiam Apostlica auctoritate insignitam, el Papa ordena sub ipsius Paulinomine et invocatione habere liceat et denominare, ac ab aliis denominari et ap-

    pellari mandamus. Consonancia plena con lo expresado en Cartas.Al final, Paulo III concede a los Nuestros que gocen tambin de los privile-gios, exenciones... y gracias espirituales y temporales que gozan y gozaran losCannigos regulares de la Congregacin lateranense.

    1536:Todo pareca bien encaminado con la aprobacin pontificia, cuando unaserie de hechos contrastantes intervino. Las maquinaciones humanas no hicie-ron sino purificar el carisma paulino.

    Las diez religiosas dominicanas voluntarias de S. Lzaro que, por concesindel Papa (breve del 28 de agosto de 1535 a la condesa) se haban trasladado enuna noche de los primeros das de febrero 36, cuatro das despus intervena elCapitn de justicia para sacarlas yentregarlas, unas a sus familias y

    otras al monasterio de origen. Elxodo total era... un verdaderoescndalo (47).

    A fines de febrero 36, las primerasseis Anglicas toman el hbito (48).Ms an, a travs de la distribucinde los oficios empieza a perfilarseuna estructura jerrquica al interior delas comunidades (49).

    El 15 de abril fue elegido Prepsito P. Morigia (50), por exhortacin y obra deAntonio M., primer Fundador (51), quin mantuvo la vigilancia de todo e ins-truy en el gobierno a Morigia (52).

    El 26 de junio, Paulo III en su breve encargaba al Obispo de Mdena, Gio-

    vanni Morone y al provincial dominicano de Lombarda, Tommaso Beccadelli, dediligenter inquirere y punire la nueva previtatem a Sathana seminatam (53);el 12 de julio la orden era dada a otros dos prelados. Lo que importa sealar esque haba llegado a odos del Papa que nuper Mediolani... nonnulla conventicu-la quorundam nibilium utriusque sexus inventa sunt, quandam sectam, quodamBaptistae de Crema nuncupatam, tenentes et observantes, in qua multae here-ses ab Ecclesia damnatae praesetim Beghinarum et Pauperum de Lugduno nun-

    Si P. Paolo Melso en el acto de

    su profesin escribi: IesusChristus Crucifixies amor

    meus(...), es que nuestros Pa-

    dres anunciaban a un Cristo cruci-

    ficado por amor a l y a quienes lo

    escuchaban.

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    cupatae continentur (54).Sobre las comunidades milanesas -de Barnabitas y Anglicas- cay una

    nueva tempestad que se concret poco despus en un verdadeo proceso, quese desarroll en Miln ante Mons. Giovanni M. Tosi, Vicario general, MelchorCrivelli, Inquisidor, y un representante laico del Senado, Francesco Casati (55).

    El proceso, en realidad, iba en contra de las fundaciones de la condesa y dela doctrina de Fray Bautista, cuya heredad espiritual, bien viva en los grupos demujeres y hombres de la curia papal haba identificado con los pobres de Lyony las Beghinas de medieval memoria, estaba condenada. El motivo de tales acu-saciones no es posible precisar porque las Actas de los archivos de la inquisi-cin local fueron destruidas a fines del S. XVIII. De todos modos, el proceso mi-lans 36 se concluy el 21 de agosto del 37 con la plena absolucin de la con-desa, de Antonio M. y compaeros ex capite innocentiae, pero la memoria deFray Bautista qued in exsecratione en algunos ambientes eclesisticos mila-neses y ms an en la curia romana (56).

    En octubre las Anglicas se trasladan de la casa de la Torelli cerca de S.Ambrosio a la nueva sede. La casa quedaba vaca, la concede a los Barnabitas(57).

    En este ao, Antonio M. Zaccaria haba introducido en Miln una obra de pe-culiar importancia: la Congregacin de los casados o Laicos de S. Pablo. No sepuede dar con exactitud el nombre de quienes la integraron, pero con la mayorprobabilidad estn Bernardo Omodei, Gabriele Casati, Domenico Sauli, Gian

    Luigi Trotti di Castellazo, il marchese del Vasto, Giovanni Pietro Besozzi, Fran-cesco Sfondrati, Giacomo Filippo Sacco e Alessandro Archinto (58).

    Signo de Dios: la misin en Vicenza. En este sentido vale la frase pues,mientras la comunidades paulinas eran tachadas de hereja, y se realizaba unproceso en contra de ellas, el cardenal Nicol Ridolfi, Obispo de Vicenza, pideinsistentemente a Antonio M., con algunos de sus padres y algunas Anglicas,para renovar la piedad del pueblo y la reforma de dos monasterios.

    1537: Primera experiencia religiosa en el apostolado: Vicenza. El 26 de mayo elfundador escribe la 5 carta a las Anglicas, corona y gloria ma para preparar-las adecuadamente a la misin (59).

    En julio exactamente el dos del mes- el primer ncleo de paulinos se dirigia Vicenza al gobierno de la casa de convertidas fundada por Magdalena Valma-rana: entre ellos estaban la Negri, la Torelli y el p. Zaccaria; despus residi ahlargamente el p. Ferrari (60). Las comunidades paulinas se establecen en Vi-cenza (61).

    Tal como declara la Sfondrati, el primer lugar pues donde se hizo gran frutofue un monasterio de convertidas de Vicenza que desde el ao 37, al comienzodel verano, se vio obligada (la Torelli), por el obispo (Ridolfi) y por muchsimos

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    muy nobles amigos suyos que la haban conocido en el mundo y en la profesinespiritual, a tomar el gobierno para sacar muchos desrdenes que haba y laayuda de muchas almas bien dispuestas, que anteriormente haban sido conoci-das y encaminadas por aquel padre de santo Domingo... (Fray Bautista) ya nom-brado donde estaban las jovencitas nobles... (62).

    La interpretacin del apostolado de los primeros Barnabitas en las ciudadesventean que, filtrado por esquemas de una edad sucesiva, habra sido falsea-do(el subrayado es mo) en sus caractersticas, dimensiones y fines, como Bar-nabita que soy no puedo aceptarla, es sesgada. Los motivos que me mueven a

    hacer tal afirmacin son: se trataba en realidad de difusin substancialmente flui-

    da su desarrollo habra sido segn lneas de interpretacin,

    diferentes de aquellas dadas por la interpretacin tradicionalque introducira un salto difcilmente colmable entre la an-mica (el subrayado es mo) experiencia religiosa tendientetotalmente a una bsqueda de perfeccin individual (el sub-rayado es mo) que se haba desarrollado en Miln, y la ac-cin desarrollada despus en territorio vneto al servicio deobispos y lugares piadosos (63);

    por ser destinados a estas misiones como subrayaba la

    autora de la Historia- los hombres y las mujeres mejores,los ms cualificados y principales clrigos de dicha con-gregacin... (64). En Vicenza no se ocupaban slo de lasconfesiones de las convertidas, sino de muchos nobles deambos sexos que deseaban semejante gracia y comodi-dad... (65)

    Esta interpretacin sesgada" no es serena ni seria, pues sealeja del espritu que animaba a los Nuestros: Barnabitas y

    Anglicas. El apostolado de los Barnabitas jams presion o coart la libertadde las personas. Si P. Paolo Melso en el acto de su profesin escribi: IesusChristus Crucifixues amor meus (24 de diciembre de 1543), es que nuestrosPadres anunciaban a un Cristo crucificado por amor a l y a quienes lo escucha-

    ban.Si los paulinos fueron llamados por Mons. Giberti, gran espejo de los prela-

    dos y luminaria ardiente de la Santa Iglesia en Verona (1543) y el ao siguienteen Venecia (66) y ms tarde por el cardenal s. Carlos Borromeo y s. Franciscode Sales, es porque se destacaban por su santidad y obediencia en la expe-riencia religiosa dentro de la Iglesia.

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    La experiencia religiosa barnabtica no sera plena si no se subraya el ejerci-cio de las XL horas de las que Antonio M. Zaccaria no fue institutor pero granpromotor. Segn Burigozzo (67) fue en mayo de este ao que se inici en elDuomo de Miln la exposicin de las XL Horas, que fue trasladndose a diferen-tes iglesias de las ciudad. De Fray Bono se sirvi mximamente Antonio M.Zaccaria para instituir la oracin de las XL Horas en Miln y en otros luga-

    res (68).Fue en Vicenza donde el Santo Fundador laintrodujo (69).

    1538: Carisma en prueba: al exterior y al in-terior, necesitado de continua evaluacin yprofundo reforzamiento.

    Al exterior, la carta sexta (8 de octubrede 1538), Antonio M. La escribe al p. Ferrariy a las Anglicas para que no se perdierande nimo, sino que esperaran contra spemen la ayuda divina (70).

    Al interior, la carta sptima (3 de no-viembre) a los PP. Morigia y Soresina es unllamado a una experiencia religiosa radical a

    travs de la fidelidad a los principios orientados dados, pero enconciencia. Es bueno -escribe- tener la obediencia escrita o lasorientaciones de nuestros superiores escritas, pero la virtud devuestro corazn debera regiros por el conocimiento inserto en ly no tener ms necesidad de escritos. Si fueren generosos,aprenderis a regiros por vosotros mismos sin leyes externas, pe-ro s teniendo la ley de vuestros corazones, caminaris para cum-plir no la palabra externa, sino la intencin (el subrayado es mo).Este llamado a una experiencia religiosa radical, que no podaevitar ser escndalo para la gente y necedadpara la opinin demuchos (71) deba asociarse en sus cartas a la exhortacin decontentar el deseo de nuestro divino padre (Fray Bautista) quien

    (como se recuerdan) quera que furamos plantas y columnas dela renovacin del fervor cristiano (72).1539: Dentro de una actividad febril y agotadora (en la carta del 8 de octubre de1538 el Santo confiesa su cansancio), se percibe en nuestro Fundador la pre-ocupacin por la formacin de Barnabitas, Anglicas y Laicos de San Pablo: porla santidad (73).

    Hay dos episodios cuyo recuerdo no podemos soslayar: uno, el de la Anglica

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    sa, orden despus a las novicias que cada una escupiera en el rostro de la ma-estra, puesto que a causa de su gran tibieza y negligencia no haban sacado fru-to de tan excelentes plticas espirituales. Al resistirse aqullas, al final con suautoridad las oblig a llenarla de escupos, quedando no menos mortificadas lasnovicias que la maestra, debido a que el Padre acostumbraba acompaar estasacciones con duras reprensiones a las novicias.

    El segundo, lo relata el mismo Bonsignore Cacciaguerra en la autobiografa(74). Lo precedemos por unas consideraciones introductorias. En la poca desu estada en Miln, a fines del ao 30, -P. Cagni afirma que l estaba ennuestra casa el 5 de junio de 1539, como resulta de un instrumentio notarial ex-tendido por Giampiero Besozzi en esa fecha- Cacciaguerra no era an sacerdo-

    te, pero deba ser sonsiderado como hombre espritual y no desprovisto de le-tras. Las pruebas que lo sometieron en San Pablo decapitado bajo la gua deAntonio M. Zaccaria, lo disuadieron probablemente de hacer una opcin religio-sa que lo habra ligado a la orden, aunque sus relaciones con los Barnabitasquedaron buenas y duraderas(el subrayado es mo). En la autobiografa escritaen vulgar, narrada en tercera persona bajo el pseudnimo de peregrino, que-daba indita hasta la publicacin en el siglo XVIII, el presbtero sens muchos

    Paula Antonia Negri, y el otro, de Bonsignore Cacciaguerra.El primero, lo escribe el p. Soresina y p. G. Cagni anota que no es recogido

    por ninguno de nuestros historiadores, pero no es inverosmil. Una vez en unaconferencia espiritual que (Zaccaria) hizo a las monjas de San Pablo, pidicuenta a la Anglica Paula Antonia Negri, que era maestra de novicias, qu ejer-cicios haba dado a sus novicias. Informado cumplidamente por ella de cada co-

    San Pablo se aprarece a San Antonio M. Zaccariay a los cofundadores.

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    aos despus habra fijado el re-cuerdo de la experiencia transcurri-da entre aquellos hombres verda-deramente terribles... en mortificar alas personas que caan en sus ma-nos.

    Como botn de muestra tomemosuno. Sucedi un da que en el re-fectorio, durante la mesa comn,Antonio M. Zaccaria dirigindose aun sacerdote genovs, husped delos clrigos y haciendo seas al pe-regrino como si lo mofase, dijera:Padre, nosotros tenemos a un san-to a la mesa... Arroja a los espritusy ha escrito sobre el Gnesis. Des-pus de mandar a alguien a tomar ellibro lo dio en manos al peregrino y,quedndose as un poco, el mayor(Antonio M. Zaccaria ) le dijo rido-se: Lalo!, y as, habiendo ledouna parte, el mayor le dijo: No leams!... En esto, un novicio que es-

    taba debajo de l... se levant de lamesa y arrodillndose dijo a su ma-yor: Me parece que el peregrino hatenido soberbia, porque leyendo sevolvi rojo en la cara, y todos mos-traban que haba dicho la verdad, yesto fue para mortificarlo, pues nopoda ver: tena mala vista (75).

    El episodio aqu relatado fue unaprueba de las tantas a las que fuesometido Bonsignore Cacciaguerrapor los Nuestros. Pero, si se quieretener una apreciacin serena decmo nuestros Padres trataban aquienes deseaban ser de los Nues-tros, leamos el dilogo ltimo que esmuy luminoso.

    Queriendo el peregrino retornara Roma, rog a aquellos reverendos

    Padres (el subrayado es mo) quetuvieran en bien decirle la causa porla cual eran tan contrarios y bruscos (el subrayado es mo), uno de ellosle dijo: Nosotros lo hemos hechopara vuestro bien: para probar unpoco vuestra paciencia y para ver loque haba en vuestro corazn. Us-ted debe saber que nosotros cura-mos con lo contrario (el subrayadoes mo)... An solemos tentar a loshombres (el subrayado es mo) paraque progresen y las virtudes enellos se vuelvan ms perfectas, sino resisten, confiesen su enferme-dad y sanen, como hace el mdico.

    Y, si por tanto pegar y mortifi-car, replic el peregrino, alguien seretira de Ustedes...? Aquel sacerdo-te le contest: Nosotros no damosmedicinas que cada uno en su esta-do no pueda soportar y no lo hagancrecer....

    El peregrino entonces com-prendi que todo lo que haban di-cho y hecho era todo para su bien;que se haba equivocado al decirque alguna de aquellas cosas... nole gustaban porque eran buenas;que no le tocaba a l juzgar...

    Al declarar el peregrino: No mesiento por ahora de quedarme; quie-ro estar en Roma, pocos das antesde partir, quien de ellos le dijo:Djeme su fe , quien una virtud,quien otra.

    Y el peregrino, extrandose alverlos tan buenos y que tanto sehumillaban, contest que era propiode Dios dar gracias, y que ellos nonecesitaban cosa que l tuviese,pues eran ms ricos que l, y

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    abrazndose con ellos, despus se fue a Roma (76).Los episodios mencionados reflejan la metodologa que usaba Antonio M.

    Zaccaria en sintona plena con la doctrina de Fray Bautista.Curar con lo contrario y tentar a los hombres: dos formas aplicadas por el

    Fundador, que para una recta interpretacin han de ser consideradas a la luz delEvangelio segn la mentalidad y modos de expresin del siglo XVI. As enseala hermenutica vlida para todo el texto. Ahora bien, Jess, que es el camino,la verdad y la vida (77) ensea en el Evangelio que es el camino estrecho quelleva a la vida y espacioso el que lleva a la perdicin (78). Y con su lenguajeexigente no titubeaba en decir: Si alguno viene donde m(el subrayado es mo)y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sushermanas y hasta su propia vida, no puede ser discpulo mo (79). En estas pa-labras, pide un desprendimiento completo e inmediato, pero voluntario y libre (elsubrayado es mo), como le pidi al joven rico: Si quieres ser perfecto... (elsubrayado es mo).

    sta es la lgica de la mortificacin cristiana, entendida y promovida por Anto-nio M. Zaccaria y Fray Bautista, pues ambos se haban empapado del espritude S. Pablo, el gran apstol que en el anuncio de Cristo Crucificado, subraya lalibertad humana al acogerlo y vivir su misterio. La virtud verdadera exige alhombre voluntario, en vez, la virtud aparente hace al hombre hipcrita (80).Donde est el Espritu del Seor, all est la libertad.

    Ambos, p. Zaccaria y Fray Bautista, como dije, se haban empapado del esp-ritu de S. Pablo. Pues, como escribi p. Soresina, Antonio M. era muy devoto y

    gran imitador del apstol S. Pablo. Tena continuamente entre sus manos suscartas y al leerlas, experimentaba un gran gusto. Las lea casi cantando. En es-cribir, tena un estilo parecido al de S. Pablo. Sus discursos estaban elaboradosy tejidos con doctrina y expresiones del mismo Apstol, y por eso antes de morirse le apareci S. Pablo, segn l mismo estando enfermo en cama dijo al p. So-resina, preguntndole si deseaba ir con l, a los que el Padre contest con mu-cho gusto, y as se muri de esa enfermedad. Tena anhelos de escribir acercade S. Pablo, mas se lo impidieron las continuas ocupaciones (el subrayado esmo) y la muy temprana muerte (81).

    Carisma y espiritualidad paulina han de pasar siempre por la incomprensinhasta la persecucin.

    As fue la experiencia del Santo durante toda la dcada del 30 hasta su muer-

    te.Aunque el Fundador no haga la menor alusin de lo que sufri, no cabe la me-

    nor duda de que toda censura que acometi la persona y doctrina de Fray Bau-tista y por ende sus comunidades, no haya calado hondo en su corazn. A pesarde todo, segua adelante hasta caer agotado en sus fuerzas fsicas. Es digno demencin el hecho de que Cacciaguerra, persuadido por un sacerdote amigo su-

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    yo, se haya trasladado a Guastalla, donde se enferm gravemente un suyo(Antonio M.) que quiso que lo acompaara hasta Cremona, su patria.

    Al agudizarse ms el estado del enfermo, el amigo or ofrecindose l por elSanto y Dios lo escuch al sobrevenirle una gran fiebre que le dur quincedas. En la tarde de la misma en que muri el Santo, vio su alma en el cielo, ypor dos veces lo sinti como hecho seguro (82).

    A los 37 aos de vida, acota p. Soresina, vino a morir p. Zaccaria, en el dade la octava de los ss. Apstoles Pedro y Pablo. Su muerte fue conforme a lavida de santo que llev. Tuvo la visin de S. Pablo, segn antes dijo (83).

    CONCLUSIN:Por barnabita que soy, amo al S. Fundador y a nuestra Congre-gacin. Agradezco a los cohermanos que trabajaron para entregarnos una visinserena de los orgenes de nuestra modica Congregatio sub Pauli apostoli nomi-ne ac patrocinio instituta (84): son los Padres Giuseppe Cagni, Franco Ghilar-dotti, Antonio Gentili y Sergio Pagano. Cierto, la documentacin relativa a losorgenes es escasa, tal como lo declaraba nuestro historiador al afirmar que losnuestros plurium facerent, minimum de se loquerentur aut scriberent (85).

    Me permito acentuar algunos aspectos sobre Antonio M. Zaccaria, Fray Bau-tista y nuestra Congregacin.

    Antonio M. Zaccaria es el fundador de Barnabitas, Anglicas y Laicos de S.Pablo. Ms an es un santo. Su figura, como religiosae perfectionis studiosissi-mus (86), no fue deformada por nuestros historiadores al relegar al silencio losdos episodios sobre la maestra de las novicias (87) y Bonsignore Cacciaguerra

    (88) por una metodologa aplicadapor el Santo en el proceso formati-vo con respecto a ellos. Actualmen-te es inadmisible, como lo es, en lahermenutica de los textos, no to-mar en cuenta que antistitum ab-sentia et incuria sacerdotum, chris-tianus populus laboraret (89). Yante esta realidad, el Fundador sepropuso como finalidad de la vidaconsagrada la santidad que debaperfilarse como un camino radical ytotal entrega de las personas aDios, con estas caractersticas:mortificaciones pblicas y domsti-cas, establecidas consensu veliussu Zachariae que los Nuestrosspontesubibant (el subrayado esmo) (90), humildad y obediencia

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    que no se identificaba con la anula-cin de la voluntad individual, sinocon vivir enamorados de la Cruz ydel Crucificado (91) y las colacionesfrecuentes, destinadas a tratarbreviter et simpliciter (92) temas deespiritualidad concreta, a revelar susviciosas propensiones, a buscar -eran nobles, por naturaleza deseo-

    sos de gloria y honor-, para vaciarsede orgullo, ser despreciados y vili-pendiados (93). En esta lnea estnlos pecados de humildad comoconfes S. Ignacio de Loyola (94).

    Nuestro principio dice p. Soresi-na- fue hacer mortificaciones pbli-cas por Miln y en casa (95). Puesdice el S. Fundador la virtud sin con-trarios (el subrayado es mo) es deningn o poqusimo valor ms cuan-to ms grandes contrarios tiene, sevuelve tanto ms preciosa (96).

    Fray Bautista: como lo estimara y

    venerara el Fundador, su hijo enCristo, haban pasado unos momen-tos dolorosos al ser consideradossecta -lo subraya al colocarlo en elmismo plano que S. Pablo- y no porsus escritos, sino por su vida santa(el subrayado es mo). Uno y otronuestro beato Padre -el Padre FrayBautista- nos ha mostrado (el subra-

    yado es mo) tal magnitud y nobleamplitud de nimo hacia el Crucifica-do... Toda crtica estoy seguro-, laperdon...

    Nuestra congregacin, en ladcada del 30 y ms all, fue cuanti-tativamente pequea, mientras otras

    como los Jesuitas- siempre mscreciente (97). Entonces como aho-ra, nuestra minima Congregatio sealegra vehementer in Domino deque para propagar longe lateque lagloria de Dios, haya commilitiones

    ac socios de otras rdenes fortiores

    et mejores (98).NOTAS:

    1. Philosophia divina, p. 752. pp. 161-162

    3. Segundo Galilea, el Pozo de Jacob, Santiago de Chile, 1994, p. 9)

    4. Elena Bonora, p. 137.

    5. Elena Bonora, p. 125; Sfondrati, Hist., ms., p.8.

    6. Prmoli, Storia, p. 5; Elena Bonora, 235, nota 106.7. Elena Bonora, p. 125.

    8. P. Sergio Pagano, La Condanna delle opere di Fray Battista di Crema, p. 225 en Bar-

    nabiti Studi, 1997.

    9. Cfr. P. Giuseppe Cagni, Spunti e documenti per una biografa crtica di Antonio M.Zaccaria, en Barnabiti Studi, 1997, pp. 431-432.

    10. Elena Bonora, p. 137.

    11. Cfr. P. Virginio Colciago, Gli Scritti, Roma, 1975.

    12. Cfr. P. G. Cagni en Barnabiti Studi, 1997, p. 423.

    13. P. Sergio Pagano, en Barnabiti Studi, 1997, p.224., nota 9.

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    14. Elena Bonora, p. 139.

    15. Ib., p. 151.

    16. Cfr. P. Gabuzio, Hist. Congreg. Clericorum Regularium Sancti Pauli, p. 44.17. Cfr. Elena Bonora, p. 144, nota 55.

    18. Elena Bonora, p. 144; Cfr. P. Sergio Pagano, 1997, p. 222.

    19. Elena Bonora, p. 213.

    20. Elena Bonora, p. 145.

    21. Ib., p. 186.

    22. Cfr. P. Sergio Pagano, p. 226-227.

    23. Cfr. Ib., p. 287.

    24. Cfr, P. Sergio Pagano, p. 230.25. Elena Bonora, p. 146; P. Sergio Pagano, p. 230.

    26. Cfr. P. G. Cagni Barnabiti Studi, 1997, pp. 424; 429.27. Barnabiti Studi, 1997, p. 432, nota 169.

    28. Cfr. Elena Bonora, pp. 142-143.

    29. Ib. p. 142.

    30. Ib. p. 185.

    31. Elena Bonora, p. 204, nota 11.

    32. Ib., p. 205, nota 12.

    33. Carta 5 del 26 de mayo de 1537. Una revalorizacin profundamente documenta-da es el trabajo del P. Sergio Pagano: La condanna delle opere di Fray Battista

    di Crema, en Barnabiti Studi, 1997, pp. 221-310.34. Attest., pp. 70-71.

    35. Cfr. Elena Bonora, p. 187.36. Ib. p.237.

    37. Hist., pp.52-56.

    38. P. G. Cagni, en Attest. P. 72.

    39. Attest., p. 72: Cronacheta C.40. Cfr. Anglica Sfondrati, Historia, p. 28. 41. Attest., p. 73.

    42. Elena Bonora, p. 188.

    43. Ib., p. 188; Aparte se ver el contenido de la Bula.44. Ib.

    45. Elena Bonora, p. 188 y nota 232.

    46. Ib.

    47. Elena Bonora, p. 194.

    48. Ib. P. 207, nota 21.

    49. Ib. P. 208.50. Cronachetta A, f. 2v; Prmoli, Storia, I p. 37.51. Gabuzio, Hist., p. 60.

    52. Attest. p. 62.

    53. Elena Bonora, p. 189.

    54. Prmoli, Storia. P. 464.

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    55. Elena Bonora, p. 189.

    56. Cfr. P. Sergio Pagano, p. 235; Attest.

    pp. 72-73.57. Cfr. Prmoli, Storia, I, p. 37.58. Cfr. Prmoli, Storia, I, p. 37.59. Elena Bonora, p. 236.

    60. Elena Bonora, p. 375; Cfr. Prmoli, I, p.378, nota 2.

    61. Elena Bonora, p. 377.

    62. Sfonfrati, Historia, ms., pp. 60-61.

    63. Elena Bonora, pp. 375,377.64. Sfondrati, Historia, ms., p. 68.

    65. Sfondrati, Historia, ms., pp. 60-61.

    66. Cfr. Elena Bonora, p. 375.

    67. Crnaca, p. 194.68. Arisi, Cremona literata, t. II, p. 139.

    69. Cfr. Prmoli, Historia, I, p. 39.70. Cfr. Prmoli, Historia, I, p. 3971. Sfondrati, Hist., ms., p. 14.72. Elena Bonora, p. 236, nota 112.

    73. Cfr. ltimas cartas de la 7 a la 11.74. Cfr. Prmoli, Storia, I, pp 474-479.75. Elena Bonora, pp. 239-240.

    76. Prmoli, Storia, I, pp. 478-479.77. Jn 14,26.

    78. Mt 7,14.

    79. Lc 14,26.

    80. 2Cor 3,17; Const. XIII

    81. Attest. p. 66.

    82. Cfr. Cacciaguerra, Vida, c. 31, p. 127

    en Prmoli, Storia, I, p. 481.83. Attest., p. 73.

    84. P. Gabuzio, Historia, p. 26.

    85. Ib, p. 59.

    86. P. Gabuzio, Hist. P. 59.

    87. Cfr. Attest. del P. Soresina.88. Cfr. Autobiografa

    89. P. Gabuzio, Hist. P. 38.90. P. Gabuzio, Hist. , p. 49.

    91. Philosophia divina, p. 3v.92. P. Gabuzio, Hist., p. 46.

    93. Cfr. P. Gabuzio, Hist., p. 45-46.

    94. Cfr. Elena Bonora, p. 273.

    95. Cronachetta c.f.1v.

    96. Const. XVIII, 2; Gli Scritti, p. 290.97. Elena Bonora, p. 286

    98. P. Gabuzio, Hist., p. 40.

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    El fervor, entendido como firme, constante y entregada adhesin a un proyecto de vi-da, es seal de vitalidad interna de una institucin o de una comunidad y eficaz veh-culo de difusin, es decir de que otros que an no pertenezcan a un proyecto se dejen

    interrogar y posteriormente entusiasmar por el mismo. Los miembros de un grupo o de un proyec-to se transforman naturalmente en credencial de los mismos. Desde afuera no es raro que se esta-blezca si la propuesta vale o no la pena a partir de cmo es el comportamiento de sus adherentes.As lo experimentaron, por ejemplo, los observadores del talante de las religiones clsicas que cons-tatan el fenmeno de los templos vacos fruto del cansino despliegue de las religiones tradiciona-les, mientras se vuelve plaga -siempre a su juicio- el cristianismo, sin duda impulsado por dedicacinhasta heroica de sus miembros.

    Eco de este fenmeno percibimos en el NuevoTestamento con la presentacin del listado improbablede conversiones: Hch 4, 4; 5, 14; 8, 12; 17, 12... . La ex-presin que se encuentra en Hch 5, 13 hace ms evi-dente que el proceso de conversin no estaba exento

    de riesgos, y sin embargo la vitalidad de la nueva pro-puesta estimula ms all de los peligros.Esta hemorragia hacia la nueva supersticin

    asoma en los juicios de los no-cristianos que deben en-carar este fenmeno. As Tcito en su clebre texto delibro XV de los Annales: aunque por entonces se reprimi algn tanto aquella perniciosa supersti-cin (exitiabilis superstitio), tornaba otra vez a reverdecer, no solamente en Judea, origen de este mal,pero tambin en Roma... que posteriormente habla de una multitud infinita (multitudo ingens); igualsustrato se puede percibir en las observaciones de Plinio en su carta a Trajano (1): es que el conta-gio de esta supersticin ha invadido no slo las ciudades, sino hasta las aldeas y los campos; mas, alparecer, an puede detenerse y remediarse. Lo cierto es que, como puede fcilmente comprobarse,los templos, antes ya casi desolados, han empezado a frecuentarse, y las solemnidades sagradas por

    largo tiempo interrumpidas nuevamente se celebran y que, en fin, las carnes de las vctimas para lasque no se hallaba antes sino un rarsimo comprador tienen ahora excelente mercado. De ah puedeconjeturarse que muchedumbre de hombres pudiera enmendarse con slo dar lugar al arrepenti-miento. Con bastante ms irona Tertuliano corrobora que el crecer de los cristianos haba dejadodesiertos los templos: Por cierto los ingresos de los templos merman cada da ms. Cuntos yadepositan alguna moneda en las alcancas de los templos? (2).

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    Claramente los Padres de la Iglesia y losApologistas de igual modo hacen hincapi en lafuerza del testimonio como manera de provocarla reaccin de los observadores. El Martirio dePolicarpo seala: soportaban con tanta energa,que hasta los espectadores expresaban compa-sin y lloraban (3). La Carta a Diogneto haceuna presentacin parecida en el famoso captuloV, descriptivo de la realidad cristiana: Obedecen

    las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes ensus propias vidas. Aman a todos los hom-bres... (4) y lo remata poco antes indicando quese mantienen al margen de la insensatez.. de laexcesiva meticulosidad y orgullo (5). El serenoAtengoras recuerda: Estamos a tal punto re-pletos de caridad que no amamos exclusivamen-te a los amigos, porque el Evangelio dice: Si ama-ran a quienes los aman y prestaran a quienes les prestan,qu salario tendran?Si somos as y si esa es nues-tra conducta... no se nos creer piadosos? (6).Del mismo modo, Tefilo de Antioqua en su

    Tercer libro a Autlico contrasta la conducta delos cristianos con su vida ejemplar a las aberra-ciones de los que los precedieron; entre los cris-tianos en efecto reina la sabidura (7), tiene vi-gencia la continencia, se custodia la unidad delmatrimonio, se cuida la castidad, se censura lainjusticia, se lucha contra el pecado, se practica lajusticia, se observa la ley, se practica la piedad, sereconoce a Dios, la verdad preside, la gracia am-para, la paz protege, la palabra santa dirige, la sa-bidura ensea, la vida preside, Dios reina (8).Minucio Flix en forma explcita atribuye a la

    conducta cristiana su crecimiento: Si nosotrosaumentamos de da en da, esto no es prueba delocura, sino testimonio de mrito; es que conuna conducta honesta, quien ya pertenece, perse-vera; quien an no pertenece ingresa para au-mentar el nmero (9); lo mismo viene expresa-

    do en la airada reaccin de Cecilio poco antes:Como el mal es ms fecundo que el bien y lasmalas costumbres se acrecientan de da en da, seincrementan por todo el mundo los oscuros sa-grarios de esta conjura impa (10). En formatransversal Tertuliano deduce la alta testimoniali-dad de los cristianos por el hecho que Nern lospersigui: Si el origen de nuestra condena brotade Nern, hay motivo para gloriarse: quien lo

    conoce entiende bien que Nern no poda per-seguir sino algo grandemente noble (11). Y elmismo en forma hiperblica marca este creci-miento inusual fruto precisamente de lo slidode la fe y de lo luminoso del testimonio: Somosrecin de ayer, y ya llenamos todo lo de ustedes,las ciudades, las islas, las fortalezas, los munici-pios, los poblados, los mismsimos campamen-tos (militares), las tribus, las decurias, la corte, elsenado, el foro; les dejamos justo los tem-plos (12). Mientras la firmeza de los cristianos,especialmente ante las persecuciones, al dar fe de

    su fidelidad tiene efecto multiplicador: Cuantoms nos siegan, tanto ms crecemos... muchosde sus escritores exhortan a soportar el dolor...sin embargo, no logran congregar con sus pala-bras tantos discpulos como los cristianos atravs de la escuela de los hechos. Su mismaobstinacin, que ustedes deploran (13), operacomo maestra. En efecto, ante ese hecho, quinno se ve impulsado a preguntarse qu hayah? (14). Parece notorio para los cristianos, enel tormentoso perodo de su implantacin, quesu tarea consista en procurar a todos la docu-

    mentacin de su vida y de su doctrina (15), queera lo que sealaba la primera carta de Pedro(1Pe 2, 12).

    A la vez, desde el inicio, los escritoreseclesisticos perciben que cada crisis de fidelidado baja en la calidad de vida de las comunidades

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    produce un testimonio adverso. Incluso Orge-nes y Cipriano no trepidan en sealar comocausa verdadera de las persecuciones que recru-decen contra los cristianos el debilitamiento delbrillo de su fe, la tibieza. Habr que decir quenuestros pecados quedan ennosotros, visto que ya no seofrecen para nosotros sacrificiosde mrtires. Ya no merecemos

    padecer persecuciones por Cris-to... Puede ser tambin queAqul que todo lo prev sepaque no seramos capaces de en-frentarnos al martirio (16);Con dolor digo que con fre-cuencia vemos a los que han recibido el santobautismo volver a los negocios del mundo, a losatractivos de las pasiones y a beber el sabroso

    cliz de la avaricia (17). Justino despliega en tododetalle los distintos y mltiples ingredientes de esatibieza que consiste en acomodarse y mimetizarseen todo y con entusiasmo, digno de mejor causa,al estilo de vida de los paganos, lo que termina

    acobardando de modo que en elmomento de la valenta su... firme-za en la fe es tal que la abandonanantes an de probar el primer sus-

    to en una descripcin que, de noser tristemente trgica, llega a serirnica: Algunos no esperaronsiquiera a ser interrogados pararenegar de su fe. Hubo muchosderrotados antes de la batalla...

    Corran espontneamente a la plaza, se apresura-ban a la muerte espiritual... Unos hasta implora-ban para que su muerte espiritual no fuese pos-

    tergada... (18). Aqu estamos en el tercer siglo, pero ya antes el andar de la carta a los Corintios deClemente Romano juega sobre el brillo dado a esa Iglesia en los tiempos del fervor, mientras quedaajada -de la misma manera como ocurre en muchos casos anteriores- cuando la envidia engendra latibieza, es decir el acomodo al comn modo de vivir.

    Quizs nos cueste aceptar que la Iglesia entera y las porciones de ella van en un constantebalanceo entre fervor y tibieza; esto significa que si el fervor y fidelidad no estn adquiridas una vezpara siempre, lo que debe impulsarnos a cuidarlos y profundizarlos, tampoco la tibieza es una lpidadefinitiva sobre el ser de la Iglesia. La conversin es lo que consiente revertir los estragos de la tibie-za. Ya la visin segunda del Pastor de Hermas, despus de la dolorosa presentacin del deterioro delfervor de la familia de Hermas, expresa una firme conviccin que ser posible que se conviertande corazn y alejen del mismo corazn los titubeos (19). Es el bautismo laborioso, uno de losttulos que en la patrstica recibe la penitencia, tanto efectiva como sacramental, y que con propiedadpuede atribuirse al proceso perenne de cambio y adecuacin que comporta la profesin religiosa.

    Tibieza y fervor ocupan un lugar importante en la propuesta espiritual de Antonio M. Zac-caria. Por eso mismo no ser la primera vez que algn barnabita escarbe en ellos. A parte lo poconovedosa que pueda ser la aproximacin, sin embargo, puede revestir saludable utilidad un recorri-do atento sobre riesgos y beneficios que respectivamente pueden encerrar.

    Antes que nada para el Fundador ,tanto el fervor como la tibieza, no son engendros repenti-nos ni productos espontneos. As asigna a la colacin (20) la tarea de dedicarse a buscar sus cau-

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    sas (21). Son entonces algo ms que apretar los dientes o no; son fruto de minuciosas opciones queponen a Cristo y su llamado como referente constante y como criterio que juzga lo que decidimos yhacemos. De esta manera fervor o tibieza terminan siendo sinnimo de presencia o ausencia deCristo.

    Para nosotros, adems, el fervor ms que posturas exteriores es actitud y tensin interior. Esms bien discreto sin duda: es decir con recia tensin y rigor interior sin necesitar -o ms bien siendosospechoso- de teatralidad (22).

    No se trata slo de un problema personal, es que el tibio tiende a arrastrar al resto u obstacu-lizarlo: los tibios libran crueles batallas contra los fervorosos (23).

    El crecer continuoes el antdoto cierto contra la tibieza. Como tam-poco el fervor es adquisicin definitiva y la tibieza acecha esta constantezaccariana de la mirada puesta al frente, buscando siempre crecer es re-medio a los embates de la tibieza como recomienda a los espososOmodei: mi deseo es que crezcan de virtud en virtud. Pues si se de-jan atrapar por este vicio de la tibieza, jams lograrn ser hombresespirituales; seguirn siendo hombres terrenales, o bien unos fariseos,ms que cristianos -para decirlo todo con una palabra apropia-da (24). La misma preocupacin expresa al Soresina en el cual veracomo una traicin que no creciera cada da, aunque fuera por simpledescuido y no por malicia (25). La conviccin de Zaccaria que no cre-cer es decrecer, es absoluta; en lugar de crecer y avanzar hasta la per-

    feccin ms consumada, slo lograran correr el riesgo de decaer hastael infierno de la imperfeccin ms relajada (26), que es el conceptocon el que concluye el sermn sobre la tibieza: Y no avanzar en el cami-no de Dios o detenerse, es volver atrs (27)... De igual modo el hombre en la vida espiritual: o creceen la virtud, o -al no crecer- se estanca en el vicio, y as se alej de la virtud y volvi atrs (28).

    El riesgo de la tibieza que ataca no debe producir afn, nerviosismo ineficaz o dar palos deciego, por eso habr que pedir al Espritu la superacin de esas actitudes de aficionados aparente-mente deseosas de perfeccin y realmente ineficaces (29).

    La tibieza es una preocupacin constante en los maestros de vida espiritual. Juan de la Cruzpor ejemplo la considera como una total falta de gusto por las cosas de Dios como por las de la na-turaleza, es decir un letargo casi total donde, a diferencia de la sequedad, ni siquiera asoma pena porno sentir nada (30). Quizs algo parecido al socorrido "no estar ni ah" de jvenes y menos jvenes

    de hoy, esa actitud que todo achata. Sera engaoso pensar que en la vida religiosa no se d cuandola experiencia nos muestra a muchos religiosos tambin viviendo casi al da sin anhelo y esperanzaya, casi ornato. Podra decirse que la forma ms cierta en que puede atacar a un religioso esta tibiezaes la que define as Juan de la Cruz: cumplir muy mal con ellas [las cosas espirituales], ejercitndolasms por cumplimiento o por fuerza, o por el uso que tienen en ellas, que por razn de amor (31).En algunos casos, agrega el santo, esta actitud brota de la demolicin de la esperanza, del estar de

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    vuelta de todo, hasta llegar a ridiculizar las pro-fecas, reducidas a fbulas sin contenido (32).Pero el mismo Juan de la Cruz conoce tambinde otra tibieza, provocada por una cesin a losapetitos y que impide todo crecimiento en la vir-tud ytedio espiritual(33).

    Para san Antonio Mara la tibieza es es-tancamiento y arregln con la mediocridad. Deah que el anhelo de crecer es eficaz antdoto

    contra ella; no anida la tibieza all donde se aspi-ra a ms. Antonio Mara no se cansa de insistiren la gradualidad, sospechoso como la Biblia y lamejor tradicin espiritual con los anhelos desme-didos; as exalta la precaucin pedaggica de dis-tinguir entre mandato y consejo, para que -estabilizados en los primeros- a travs de los se-gundos se alcanzara perfeccin (34). AntonioMara tiene clara conciencia que un hilo muy del-gado sostiene este andamiaje: esta sabia actitudpedaggica de crecer de a poco evitando losarrebatos inconsultos, cuando se pierde de vista

    que su finalidad es alcanzar la perfeccin en for-ma gradual, se vuelve acomodo. Pero el santoconfa que, estando alerta, se lograr el fruto quepretende: a la perfeccin, no de un salto que ma-rea, sino con un camino progresivo que consoli-da y afirma. Es la amarga experiencia de Pedro,pronto en altisonantes adhesiones y posterior-mente casi ridculo en su balbuciente negacin(cfr. Mt 26, 33; Jn 13, 37; Mt 26, 69ss y parr.).Esta modestia o sentido de la medida es unaconstante en la Biblia y espiritualidad y me agra-da insistir algo en ella.

    Es interesante este equilibrio requeridoen la misma vida religiosa. En Israel no gustanlos que extreman sus prcticas religiosas borde-ando el fanatismo. El hombre justo es piadoso,el que gusta aparentar -adems de potencialmen-te hipcrita- es... fantico. Es decir se sostiene un

    camino intermedio y se odian los excesos: Noseas demasiado tzadik (justo) (Qo 7,16). La co-munidad cristiana est dispuesta a aceptar la per-secucin por su modo de vida, que provocaruna molestia mayor o menor dentro de la socie-dad (cosa que puede llegar a la persecucin vio-lenta o, al menos, a ser una cua); pero lo que notiene que hacer es provocar eso por impruden-cia, ni intentar convencer a gente que se sabe que

    est en actitud completamente contraria y demodo consciente. Hay otro dicho en el Evange-lio de Mateo, que dice: "Sean cautos como ser-pientes e ingenuos como palomas": se deca quela serpiente, cuando la apaleaban, esconda la ca-beza (la parte ms vital) y por eso tena fama deprudente. Es decir, no hay que provocar situa-ciones extremas (35). "No den lo sagrado a losperros, ni echen sus perlas a los cerdos, no seaque las pisoteen y, adems se vuelvan y les des-trocen a ustedes". Primero, que no van a apre-ciar nada: lo que para ustedes es un valor supre-

    mo, para ellos es despreciable. No se puede pro-poner el mensaje para que se ran: tiene que ser agente que tenga cierta disposicin a recibirlo, pe-ro no a los que van a despreciarlo. Es demasiadosagrado y valioso para eso. Adems, es que, co-mo eso "toca a lo vivo", puede ser que se vuel-van contra ustedes y los destrocen. No hay por

    ... habr que pesquisar a Diosen la vida para que, eventual-mente, lo encontremos despusen las alturas delEspritu y en lacontemplacin ms fina

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    qu provocar la persecucin. La Tor pide que el hombre se atenga a los preceptos que le da. No esnecesario ser ms religioso que la Tor. No ser ms papista que el Papa, como sealal a sabidura popular o con la gradualidad que requiere San Anto-

    nio M. Zaccaria, recomendando, por ejemplo: antes de dar elpaso y caminar por la va de la perfeccin, como se proponeesta nuestra .N.- es necesario que guardes antes los diez Man-damientos, que pienso no guardas (36) e incluso la primacade la caridad sobre algn extraordinario espritu que uno pu-diera adquirir: Quieres, pues, ascender a la perfeccin?

    Quieres adquirir algo de espiritualidad? Quieres amar a Diosy ser su queri- do y buen hijo? Ama al prjimo, orintate hacia el prjimo,dispn tu nimo para hacer el bien al prjimo y no ofenderlo (37).

    Resumiendo:

    a) En el buscar a Dios hay que apuntar muy alto, claro; y partir con la conviccin que a esteDios que se busca se le encontrar. Un pequeo problema puede surgir en determinar dndey con qu profundidad queremos encontrarlo. En lo exterior o en lo interior, en la cotidiani-dad o en los brillos de la contemplacin. En el Nuevo Testamento o en el Antiguo. Hay quemirar con atencin y cuidado la maa que se ha multiplicado especialmente a partir de la mala

    digestin del mii-Concilio

    Vaticano II de considerar los dos Testa-mentos como contrapuestos y excluyentesuno del otro. Parte esto de la conviccinque nos resulte ms inmediatamente com-prensible el Dios del Amor del Nuevo ynos resulte ajeno el Dios de la ira del Anti-guo. Habr que reconocer hidalgamenteque igual nos cuesta adorar a Dios en elcorazn o reconocerlo presente en lascreaturas. Es peligroso, para encontrar aDios, familiarizarse (o suponer familiari-dad) con profetas y apstoles, antes de

    haber comprendido la santidad terrenal delos patriarcas. Incluso puede venir la tenta-cin de seleccionar dentro del Nuevo Tes-tamento y creer que fueran ms acordes anuestra estatura el Tabor y el Getsemanque las bodas de Can. Sin temor habr

    que pesquisar a Dios en la vida para que,

    eventualmente, lo encontremos despusen las alturas del Espritu y en la contem-placin ms fina (38). Esto de paso puedeayudar para que en la Comunidad nadiepresuma lnea directa con Dios. ".. la ora-cin no es un lugar de abstraccin o dedisertacin teolgica. Para rezar no es ne-cesario salir de s mismo y refugiarse en unmundo espiritualizante. Basta con rezara partir de lo que uno vive, de lo que unosiente" (39). Para todos el camino paraencontrarlo es la vida, y nada ms que la

    vida.

    b) Insistimos sobre esta bsqueda de Diosen lo cotidiano, especialmente lo cotidianode la fe. Las expectativas de una renova-cin espiritual y pastoral deben partir de la

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    capacidad de infundir nuevo impulso a las actividades que normalmente componen el ar-mazn de nuestra existencia en la fe. Puede tomarse como referente la historia de Esdras y elproceso de refundacin del pueblo a la vuelta del cautiverio en Babilonia. La simple recon-frontacin con la ley, bien conocida, determina un cambio radical en la estructura ntima y enla actitud externa del pueblo. Leyendo Ne 8 se ve este itinerario y, en mi opinin, debe hacer-se paradigmtico para la revitalizacinde nuestras comunidades. Tengo la im-presin que el frecuente recurso a even-tos supuestamente extraordinarios nos

    hace perder la riqueza escondida en loordinario, adems de exponer a una in-necesaria y matadora dispersin. Hastala alegra de la identidad reencontradaen este episodio se manifiesta con ges-tos muy "materiales" como el comer yel beber. El esfuerzo cotidiano en Anto-nio Mara Zaccaria es casi un dogma. Varios tienen sensibilidad a este espritu que revuela enel hondo Antiguo Testamento, espritu que da alma a lo modesto, injustamente consideradoslo basto umbral del Nuevo. La lcida Gabriela as lo marca, este espritu que espoesapor-que hacetodo el da y todos los das una pieza de la nueva creacin:

    Dichoso yo si, al fin del da,un odio menos llevo en m;si una luz ms mis pasos guay si un error ms yo extingu (40).

    En la participacin a esta diaria tarea se juega no slo la calidad de la respuesta cristiana y delespesor humano, sino el mismo existir:

    A quien falte se le vuelvede ceniza el corazn... (41).

    c) Este mismo texto nos sugiere que, de todas maneras, el buscar a Dios y su encuentro deben

    determinar un cambio. Sera extrao que uno se encaminara en esta aventura y probara susresultados y su vida siguiera como si nada. Consideremos tambin los cambios de nombreque normalmente Dios impone a los que se topan con l: Abrahn, Israel, Mara.

    d) Tomando en cuenta que buscar a Dios no da segura garanta de su encuentro (no porqueDios no quiera, sino por nuestros torpes medios), sin embargo, lo que da sentido a una exis-

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    tencia es esta bsqueda!!En este mbito es esencial descubrir los modos de conectarse con Dios, reconociendo quegusta expresarse en la silenciosa conviccin ms que en el estruendo. Buena parte de labsqueda y del verdadero fervor dependern del reconocer ese silbo de aire delgado, comollama Juan de la Cruz al susurro en el que Elas reconoce la presencia divina (42). Lo demssera perderse en frascherie, frivolidad o la nada misma como la define Antonio Mara (43).

    Seal y medio confiable para afirmar el fervor y vencer la tibieza es la capacidad de aceptar y,mejor, querer las humillaciones, ese camino de la cruz que sobre su propia entrega y sacrificio labra

    un ser y un mundo mejor, y que sugiere se ensee a los novicios: Les ensear y har comprenderque nunca se establecer en sus corazones la Humildad, madre y custodia de las Virtudes, hasta que

    por largo tiempo, con gran afecto y agudo de-seo no hayan recibido con agrado persecucio-nes, irrisiones e humillaciones, porque necesa-riamente permanecer tibio quien busque evi-tar los oprobios y las penas (44). No puedesoslayarse que se da la estrecha sucesin deamaritudo eterna como consecuencia de ladulcedo temporaliscomo ya declara la pgi-na sobre el rico y Lzaro en el Evangelio (45).

    Volvamos, entonces al fervor. Es con-

    viccin firme del Fundador que con ese ingre-diente la vida de la Iglesia va teniendo un brillo

    especial. Se trata del minucioso trabajo de superacin y entrega que toma a pecho las cosas que sehacen y nada realiza por mera rutina, sino entregndole alma. Por eso el fervor va unido a la fatiga(46), es un compromiso estable (47), nada parecido a la "vol" de un momento.

    Y tanta relevancia tiene que se transforma en el horizonte del compromiso apostlico queAntonio Mara ha deducido de Bautista de Crema: no hacer nada por mera costumbre o inercia si-no recordar que el motivo de todo el movimiento es transformarse en plantas y columnas de la re-novacin del fervor cristiano (48). As como nos decamos al inicio: fervor por dentro que sudaafuera.

    La insistencia sobre el fervor nace tambin de la conviccin que perdicin y salvacin nollegan al hombre -casi un sorteo-, sino que las labra con su compromiso. La tradicin cristiana, y no

    slo en cosas de detalle, sino como global opcin antropolgica, est ajena a la idea de hado o desti-no ineludible de la suerte humana. Nada es fatal, todo es opcin y responsable decisin. As a losnefitos se les promete precisamente la libertad del influjo de las estrellas: Nosotros estamos porencima del hado y conocemos no los dmones de las plantas, sino al nico infalible Seor del mun-do (49) que no encasilla; ms bien propone y otorga energa. Justino en su primera apologa afirmaque los bautizados ya no son hijos de la obligacin (50). As para el creyente la opcin personal y la

    Una perspectiva

    "No basta con decir que el envo deldiscpulo es la prolongacin, en el tiempo y en elespacio, del envo del Hijo. Mejor sera decir queel discpulo es la transparencia visible de Cristo

    presente que sigue siendo el verdadero y nicoenviado"

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    sed de nadie;

    d) distraerse del centro o irse por las ramas. Tentacinengaosa, sutil, no fcil de identificar y que puede insinuar-se incluso en el ministro que toma muy en serio la vida es-piritual. Lo retratan bien el reproche de Jess a la Iglesia defeso (Ap 2, 3ss): "Eres constante y has soportado muchopor mi nombre sin cansarte. Pero tengo que recriminarteque has abandonado tu amor de antes... convirtete". Es elriesgo de servir la causa del Reino con extrema generosidady dedicacin, pero dejando que se enturbie el trato personalcon Jess. La primaca no la tiene la persona de Jess -l y

    providencia de Cristo toman el lugar del hado,que no tiene leyes, es decir sera incomprensiblee irresistible capricho (51).

    Concluimos indicando algunas posiblescausas "actuales" de la tibieza, fruto de un inade-cuado enfrentamiento o resolucin de las tenta-ciones del ministro, que son las misma que en-car -con xito- Jess en el inicio de su ministe-rio:

    a) la del protagonismo -que tendr dos posi-bles vertientes- la personal [es uno y no yaDios el que cumple la historia de la salva-cin] y la institucional o corporativa[cuando es el instituto, la orden o, peor,una determinada accin y de una precisamanera lo que proporciona el camino]. Esel desmentido de la proftica intuicin delBautista por la cual es necesario que yodisminuya para que Cristo crezca o la in-termitente (frecuente intermitencia) apari-

    cin de la trgica tentacin de enmendarla plana a Dios que tan dramticamenteexpresa Dostoyewsky (52). En sntesis esponer al centro nuestro "yo" o nuestro"nosotros". Aqu va a las pailas el que "si

    el grano de trigo no muere..." y as escase-an los frutos verdaderos;

    b) la falta de comunin. No es en verdad casinunca una franca divisin; es el estilo indi-vidualista, competitivo, poco cooperador,de indiferencia hacia los dems. No abier-ta divisin, sino carencia de comunin, esmirada restringida, un corazn que no se

    ha dilatado a los horizontes del Reino, queno ha entendido ese "slargatevi" tan pecu-liar de Antonio Mara;

    c) la mediocridad espiritual, el vaco interiorque persiste incluso entre afanes titnicos,obras vistosas e iniciativas brillantes. Es elDios mudo ya que ha sido sustituido porproyectos y empresas, pero sin anhelo in-terior. Es la aridez que desemboca en tris-teza y auto-complacencia o auto-compasin dependiendo de si se est en la

    cresta de la ola o en el hundimiento. Lamediocridad espiritual est en las antpo-das de la misin, porque es misin -es de-cir hacer algo supuestamente por Dios-sin vnculo con la vertiente... no apaga la

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    el amor a l- sino el servicio a l. Es centrarse en el servicio, olvidando a quien se sirve. Unpeligro constante para los obreros evanglicos consiste en dejarse implicar de tal forma en supropia actividad por el Seor que se olviden del Seor de toda actividad (53).

    All algunas razones como para poner atencin a la tibieza que acecha, pero no necesariamentedebe ganar, y al fervor que es esencial para una vida cristiana slida, pero puede enfriarse o hasta des-perdiciarse en algo puramente exterior.

    P. Giulio Pireddu

    NOTAS:

    1. Lib. X, carta 962. TERTULIANO,Apologeticum, XLII, 8.3. Martirio de Policarpo, II, 2.4. Diogn. V, 10.5. Diogn., IV, 6.6. ATENGORAS, Splica..., X II, 3, donde -por supuesto- cita Lc 6, 32. 34; Mt 5, 42. 467. Esa que Unamuno as seala referida a algunos que estima particularmente seeros en la vida de la

    humanidad: hombres cargados de sabidura ms bien que de ciencia en el captulo 1 de El sentidotrgico de la vida.

    8. TEFILO, III a Autlico, 15.9. MINUCIO FLIX, Octavius31.

    10. MINUCIO FLIX, Octavius9, donde Cecilio reconoce como una tragedia el crecer en nmero

    de los cristianos a los que atribuye el juicio comn de la gente que especula sobre su manera dereunirse: las casas privadas -siempre ms- en las que los fieles se renen de noche [latebrosa el lucfu-

    ga natio].11. TERTULIANO,Apologeticum, V, 3.12. TERTULIANO, Apologeticum, XXXVII, 4 que suena as: Hesterni sumus, et vestra omnia implevi-

    mus, urbes, insulas, castella, municipia, conciliabula, castra ipsa, tribus, decurias, palatium, senatum, forum; solavobis relinquimus templa. Interesante notar que el celoso Tertuliano no cejar en hacer observacionesparecidas a la Iglesia cuando le parecer que ya no responde a sus ideales de santidad y tambin enese caso sealar que, habiendo perdido la integridad, no le quedar ms remedio que vaciarse.

    13. pertinaciam certe et inflexibilem obstinationem debere puniri estima Plinio en su escrito a Trajano[Epist., X, 96].

    14. TERTULIANO,Apologeticum, L, 13. 14s.15. JUSTINO, I Apol., 3.16. ORGENES, In Numeros, Hom., X, 2.17. ORGENES, In Iesu nave, Hom., IV, 2.18. CIPRIANO, De lapsis, VIII. La descripcin de los rasgos de la tibieza estn al captulo VI y IX. 19. Pastor de Hermas II,4. En II,2-3 se presentan las cadas de tono de su familia. El autor usa el

    trmino , que se encuentra con frecuencia en este libro por ser el defecto que ms

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    combate, y significa: el espritu incierto, dividido entre dos tendencias contrarias, falto de sinceridad, desganado,que quiere servir a dos patrones, que no sabe asirse a la fe con decisin. El trmino tiene tradicin en la pri-mera Iglesia y lo encontramos en Sant 1, 8; 4, 8; en la Didaj 4, 4; la carta de Bernab 19, 5, en laI de Clemente 11, 2; 23, 2. 3; en la II de Clemente 11, 2. 5; 19, 2.

    20. Trmino, del latn collatione, que en su tercera acepcin es Conferencia o conversacin quetenan los antiguos monjes sobre cosas espirituales.

    21. ZACCARIA, Antonio, Lettere, Sermoni, Costituzioni, Roma 1996, p. 118; tr. esp. Constituciones,Provincia chilena 1984, p. 18.

    22. Sospechaque ya el Evangelio expresa suponiendo que el afn farisico de aparentar devocino caridad brota de su efectiva ausencia. ZACCARIA, cit., p. 129; tr. esp., Constituciones, cit., p. 31.

    23. ZACCARIA, cit., p. 142; cfr. p. 138; tr. esp. Constituciones, cit., p. 47; cfr. p. 42.24. ZACCARIA, cit., p. 38; tr esp. Las Cartas, Provincia chilena 1984, p. 51.25. ZACCARIA, cit., p. 35; tr. esp. Las Cartas, cit., p. 46.26. ZACCARIA, cit., p. 33; tr. esp. Las Cartas, cit., p. 44.27. S. Bernardo, Ep. 385: P.L. CLXXXII, 587.28. ZACCARIA, cit., p. 97; tr. esp. Los Sermones, Provincia chilena 1983, p. 74.29. ZACCARIA, cit., p. 21; tr. esp. Las Cartas, cit., p. 24.30. JUAN DE LA CRUZ,Noche oscura, 1, 1, 9-3.31. JUAN DE LA CRUZ, Subida al monte Carmelo, 3, 19, 6.32. JUAN DE LA CRUZ, Subida al monte Carmelo, 2, 19, 4.33. JUAN DE LA CRUZ, Subida al monte Carmelo, 1, 12, 4; cfr. 3, 22, 1-2; 3, 25,1.34. ZACCARIA, cit., pp. 95. 96; tr. esp. Los Sermones, cit., pp. 72. 73.35. La imprudencia, resultado de un celo excesivo o desmedido, no gustaba tampoco a la comu-

    nidad cristiana en sus comienzos, cuando -podra parecer- todo era martirio y lucha. Al contra-rio, la cristiandad primitiva desaprueba el celo in temperante. En el martirio de San Policarpoencontramos este testimonio: Uno solo, un frigio de nombre Quinto, que haba llegado hacepoco de la Frigia, a la vista de las bestias salvajes, fue presa de pnico. ste era uno que se habaentregado espontneamente al tribunal e impuls a otros a que hicieran lo mismo. El procnsul,con mucha insistencia, logr inducirlo a prestar juramento y a ofrecer incienso. Por eso, herma-nos, nosotros no aprobamos a los que ofrecen espontneamente; porque el Evangelio no ense-a aquello [Martirio de Policarpo, IV]. Jess haba dicho: Cuando los persigan en una ciudad, huyan aotra(Mt 10, 23) y l mismo haba dado ejemplo quedndose en Galilea y evitando la Judea, por-que los judos tramaban matarlo (Jn 7, 1). Slo un movimiento hereje, los montanistas, prohbela fuga ante la persecucin [Tertuliano, De fuga, 4], mientras san Policarpo y -un siglo ms tarde-san Cipriano consienten esconderse por medio de la fuga ante la persecucin.

    36. ZACCARIA, cit., pp. 49-50; tr. esp., Los Sermones, cit., p. 10.37. ZACCARIA, cit., p. 79; tr. esp., Los Sermones, cit., p. 49.

    38. Recordamos de nuevo lo que seala S. Antonio M. Zaccaria en el Sermn sobre el primer man-

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    * Dimensin Paulina en la

    Espiritualidad Zaccariana (P. Lorenzo Baderna) 3

    * Credenciales y Desmentidos (P. Giulio Pireddu) 23

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