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LA BUENA PREDICACION

LA BUENA PREDICACION

LO QUE ES Y LO QUE NO ES

Abundantemente Ilustrado de las Escrituras y la Historia

por

GLENN CONJURSKEPublicado por: Glenn Conjurske Rhinelander, WI 1984

Impreso en Estados Unidos de Norteamrica.

NOTA:Este libro no tiene derechos de autor. sese libremente por cualquier persona que as lo desee, para la gloria de Dios y el bien de las almas. Si alguien desea imprimirlo y publicar la obra entera, pueden hacerlo libremente. Solamente les pido que impriman la obra sin alteraciones e incluyan esta nota completa.

El Autor

PROLOGO:Cuando empec a escribir este libro, fue mi intencin escribir solamente unas cuantas hojas para la lectura de un amigo. Pero mi corazn estaba rebosando y no saba como detenerme. Y verdaderamente, mi corazn se ha expuesto a travs de este pequeo libro. Aqu se encuentran las meditaciones de quince aos, escritas con muchas lgrimas. Que la uncin del Espritu Santo, permanezca sobre estas pginas y sobre el corazn y la mente del lector.

Glenn Conjurske

20 de septiembre de 1983

LA BUENA PREDICACIN

Creo que la buena predicacin es algo muy fuera de lo comn en nuestros das. El estado de superficialidad, tibieza y mundanalidad que generalmente prevalece en la iglesia no hace factible producir buenos predicadores. Y la clase de predicacin que acostumbramos or actualmente no parece que va a poder poner remedio a la baja situacin que impera en la iglesia. As que la iglesia se hunde ms y ms en la mundanalidad y tibieza, mientras que el mundo entero corre hacia el infierno.

Qu labor tan solemne es predicar la Palabra de Dios en estos das! Cun intensamente debera indagar cada predicador, Qu es lo que hace una buena predicacin? Y Cmo se compara mi predicacin con ese modelo?

Ahora, debe ser evidente que la buena predicacin es aquella que cumple su propsito. Es la que hace un bien slido y permanente en las almas de los hombres. Es aquella que atrae, despierta, convence de pecado, convierte, santifica, edifica y afirma en la obra. Pero, Qu clase de predicacin har esto? Para decirlo en una forma sencilla, se trata de predicar la Palabra de Dios en el poder del Espritu Santo. Pero siendo la naturaleza humana lo que es, cada predicador ha de pensar que esa es la descripcin de su propia predicacin, aunque pocos son atrados por el, y a pocos o a ninguno despierta, convierte, o impulsa hacia la cosecha. Entonces En qu consiste la buena predicacin? Podemos considerar que se trata del contenido de la predicacin, y de la forma y del efecto de sta.

El contenido: Desde luego, debe ser la palabra de Dios. Pero esto puede dar lugar a un gran engao. Cualquier error que se comete bajo el sol, clama tener el respaldo de la Biblia. Pero tambin, hay muchos que realmente toman el contenido de su predicacin de la Biblia, pero a pesar de ello, su predicacin logra muy poco buen resultado. Porque se ocupan principalmente de puntos especulativos de la teologa, o de profeca o tipologa, descuidando los asuntos ms importantes de la ley. Adems, puede el hombre predicar la Escritura a la letra y carecer completamente del Espritu y su poder. Existen muchos predicadores muy dedicados a la predicacin y enseanza de la profeca. Y an as su mensaje poco se parece a los mensajes de los profetas. El mensaje de los profetas es fundamentalmente a lo moral, y no intelectual. Sus escritos estn llenos de reprensiones que dejan huella, de amonestaciones, de persuasiones poderosas, de razonamientos convincentes, de intercesiones tiernas. Pero lo anterior es ignorado por los predicadores modernos que se ocupan enteramente del esquema del curso de eventos futuros. Demasiado a menudo he visto con tristeza, anuncios de reuniones especiales en alguna iglesia, en la que se llevar a cabo otra Conferencia proftica Y toda mi alma grita, Es la ltima cosa que necesitan! Ya estn hartos de Profeca y planes providenciales y siguen siendo materialistas y carnales, no ganan almas, no son fervientes en la oracin y no tienen sed de avivamiento. Podrn conocer las Escrituras al pie de la letra, pero no tienen su Espritu ni su poder. Ya han sido alimentados por mucho tiempo con una dieta, designada fundamentalmente para instruir su intelecto y han sido adormecidos por ella. Estn necesitando desesperadamente esa predicacin que convencer su conciencia y agitar su corazn.

El Espritu de Dios ha venido para convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Y estas tres cosas debern ocupar una parte importante de nuestra predicacin al mundo. Observen, l no ha venido a instruir al mundo sino a convencerlo. Yo, personalmente no tengo nada que decir en contra de instruir al hombre, pero si digo que no es la primera cosa que necesitan. Todos los hombres tienen cierta cantidad de luz, pero no obedecen la luz que tienen. No actan conforme saben que deben actuar. Ellos necesitan ser movidos, despertados, y persuadidos. Tienen que sentir lo que saben. Necesitan ser convencidos! Ellos necesitan ser convencidos de estas tres cosas elementales: Pecado, justicia y juicio. La Biblia es un libro muy extenso sobre estas tres cosas. Ya sea que veamos los libros histricos del Antiguo Testamento, los Proverbios, los Profetas, los Evangelios, las Epstolas, o el Apocalipsis, la gran carga del mensaje en todos ellos es pecado, justicia y juicio. Cmo es posible que tantos predicadores puedan predicar de la Biblia semana tras semana y decir tan poco sobre estas tres cosas? Veamos cada una de ellas brevemente, y as aprendamos cual debe ser el contenido de aquella predicacin que se alinea al testimonio del Espritu Santo.

El Pecado: La buena predicacin debe tener como objetivo el producir conviccin de pecado, como la cosa primordial. La ms grande necesidad del mundo actual es la conviccin de pecado. Y que poco vemos de ello. Que raro es que veamos pecadores quebrantados y afligidos por sus pecados. Que raro es que los veamos temblando asombrados, postrndose y clamando, Qu debo hacer para ser salvo? Cuntos predicadores han predicado por aos sin haber contemplado una vez siquiera esta visin. Hubo una poca en que veamos esto diariamente en la iglesia de Dios, pero Qu pena!, tales cosas no se ven ms. La conviccin de pecado parece ser una cosa del pasado. Y cul sorpresa? Puesto que la predicacin de hoy en da ni siquiera va dirigida a producir esta conviccin. Las energas de los predicadores se pierden en refutar la evolucin, en luchar contra la irreverencia en la televisin, en tratar de acomodar los eventos en el Medio Oriente dentro del calendario de las profecas y hasta en cosas ms necesarias y provechosas que estas, descuidando as lo ms importante, tener el entendimiento para poner la conciencia del rebelde culpable, cara a cara con el Dios, tres veces Santo, y aborrecedor del pecado.

Refutamos los errores de los religiosos y sin embargo los religiosos no son salvos. Que ellos tengan conviccin de pecado y sus errores se evaporarn en el aire. Predicamos apologtica, refutamos la evolucin, proclamamos la existencia de Dios, y sin embargo los incrdulos y escpticos se quedan como estn. Pero una vez que tengan conviccin de pecado, su incredulidad saldr volando por la ventana. Apuntamos hacia una cosa equivocada al tratar con pecadores, y por lo tanto no logramos nada. Charles G. Finney, hablando de su experiencia de toda una vida como evangelista poderoso, dice:

El universalismo, el unitarismo, y realmente todas las formas de error fundamental, han dado lugar y

Desaparecido de la vista en la presencia de grandes avivamientos.

Yo he aprendido una y otra vez, que el hombre solo necesita tener realmente una conviccin de pecado por el Espritu Santo, para dejar de una vez por todas, y gozosamente abandonar el universalismo y el unitarismo (*).

Finney en otra parte relata lo siguiente: El caso de un incrdulo, conocido mo, puede servir de ejemplo para ilustrar esto. Haba vivido con dos esposas piadosas sucesivamente; haba ledo casi todos los libros existentes sobre la inspiracin de las Escrituras - haba discutido y cavilado y muy seguido pensado que l ya haba sobrepasado a los creyentes en asuntos de la Biblia; Y de hecho era el incrdulo ms sutil que yo haba conocido. Pero eventualmente, un cambio lleg a l y sus ojos se abrieron para ver la horrible enormidad de su culpa. Un da lo vi tan cargado por el pecado y la culpa que no poda levantar la vista. Inclin su cabeza sobre sus rodillas, se tap la cara y gimi en agona. En este estado lo dej y fui a la reunin de oracin. Al poco rato lleg a la reunin, como nunca haba llegado. Al salir de la reunin le dijo a su esposa:

Tu siempre me has conocido como un incrdulo de corazn duro; pero mi incredulidad ha desaparecido. No puedo decirte donde qued, todo me parece como una tontera; no puedo concebir como alguna vez pude creer y defender lo que crea. (*).

Tambin relata el caso de un universalista que lleg a la reunin armado con una pistola para matarle por haber convertido a su esposa del universalismo. Dice:

l escuch unos momentos y luego repentinamente a media reunin, cay de su asiento y grit, Ay, me estoy hundiendo en el infierno! Ay Seor ten piedad de mi! Su universalismo desapareci en un abrir y cerrar de ojos; l ve su pecado, y ahora se est hundiendo en el infierno. (**). Podra relatar otros incidentes parecidos, pero desisto. Es evidente que la predicacin que logra su propsito, es la que convence de pecado. Ahora, para producir esto, de cualquier manera, debemos apuntarnos hacia ello. Debemos dar un gran lugar al tema del pecado en nuestra predicacin, tal como lo tiene en la Biblia. Tampoco debemos estar contentos con predicar contra el pecado en una manera general, porque todo el mundo dira Amen y lo aplicara a todos sus vecinos. Debemos predicar estrechamente, de modo escrutador y especficamente, advirtiendo al pecador no solamente contra el pecado en general, sino contra su propio pecado en particular. (Ezequiel 33:8-11)- contra todos los pecados que ha cometido (Ezequiel 18:21.) Debemos hacer que el pecador entienda y sienta que su caminoes malvado, y que sus pecados son una ofensa y una abominacin para Dios. Debemos sacarlos fuera de su escondite, desnudarlos de cualquier excusa y traerlos ante Dios con la boca tapada, con auto-condenacin, y culpabilidad. Esta es la principal finalidad de la predicacin.

Frutos de arrepentimiento. Este fue el mensaje de Cristo y de todos Sus apstoles. Cristo mando que el arrepentimiento y perdn de los pecados

Justicia. La buena predicacin llevar al hombre a tener hambre y sed de justicia. Les persuadir de que no hay felicidad ni salvacin sin ella. La justicia habla de ser justos. Es ser y hacer lo correcto. Es dejar de hacer lo malo y aprender a hacer el bien (Isaas 1:16-17.) Es arrepentirse, y traer frutos de arrepentimiento. Este fue el mensaje de Cristo y de todos sus apstoles. Cristo mando que el arrepentimiento y la remisin de pecados sea predicado en Su Nombre, en todas las naciones (Lucas 24:47). El gran bulto en la predicacin del apstol Pablo (segn nos dice l), fue desde el principio hasta el final de su carrera que todos se arrepientan y se vuelvan a Dios haciendo obras dignas de arrepentimiento. (Hechos 26:20.) An as, con todo esto, hay mucho antagonismo en la iglesia actualmente, contra la predicacin del arrepentimiento y hacer obras dignas de arrepentimiento. Muchos, clamando sostener la doctrina de salvacin por fe, niegan por completo la necesidad de arrepentimiento. Otros lo definen y lo explican hasta hacerlo nulo. Existe un sentimiento general en todas partes, expresado y no-expresado, que el hombre puede ser salvo sin ser justo. Por este medio, el hombre cree sostener la doctrina de salvacin por gracia. Pero la Biblia esta explcitamente siempre en contra de eso. No sabis que los injustos no heredarn el reino de Dios? No erris (1 de Corintios 6: 9) Hijitos, nadie os engae, el que hace justicia es justo, como l es justo. El que practica el pecado es del diablo (1 Juan 3:7-8.)

Y es un hecho que los grandes predicadores del pasado, los predicadores cuyas predicaciones lograron su finalidad, han estado predicando la justicia. Juan Wesley, cuyo xito en el ministerio de la Palabra, quiz sobrepase el de otros predicadores, desde los das de los apstoles, nos dice as: Si adecuadamente juntamos la fe con las obras en todas nuestras predicaciones no nos faltar bendicin. Pero de todas las predicaciones, la que generalmente se conoce por predicacin evangelista, es la ms intil, si es no es que la ms daina; una aburrida, o bien, entretenida, declamacin sobre los sufrimientos de Cristo, o la salvacin por fe sin inculcar fuertemente la santidad. Y veo ms y ms que esto naturalmente contribuye a eliminar la santidad del mundo. (*).

Charles G. Finney dice, Debes estar dispuesto a renunciar a todos tus pecados y ser salvo de ellos, todos, ahora y en el futuro! Hasta que _____________________________________________________________

(*) The Letters of Juan Wesley, editadas por John Telford; Londres: The Epworth Press, 1931, Vol. V, Pag. 345

concedas a esto, no podrs ser salvo de ninguna manera. Muchos estaran dispuestos a ser salvos en el cielo, si pudieran conservar algunos pecados mientras estuvieran en la tierra o ms bien, creen que les gustara el cielo bajo esos trminos. Pero la verdad es, que a ellos les disgustara un corazn puro y una vida de santidad en el cielo tanto como en la tierra, y ellos se engaan completamente a s mismos al suponer que estn listos, y hasta dispuestos a ir a tal cielo que Dios ha preparado para Su gente. No, no puede haber tal cielo, sino para aquellos que aceptan la salvacin renunciando a todo pecado en este mundo. Ellos deben tomar el Evangelio como un sistema que no hace concesiones con el pecado, que contempla la liberacin completa del pecado an ahora, y provee como corresponde. Cualquier otro evangelio no es el verdadero, y aceptar el Evangelio de Cristo en cualquier otro sentido es no aceptarlo. Su primera y ltima condicin es el juramento de una firme y eterna renuncia a todo pecado (*).

D. L Moody dice, No existe eso de que un hombre vaya al cielo sin que se arrepienta. Puedes predicar a Cristo y ofrecer a Cristo, pero el hombre tiene que renunciar primero al pecado, tal como intentamos de mostrarlo anoche. Que el malvado deje su camino y el injusto sus pensamientos, y convirtase al Seor El arrepentimiento es girar, o voltear (**).

En otra parte dice, Hay algo que no puedes hacer, pecador que no te has arrepentido: no puedes entrar en el Reino de Dios. Puedes venir aqu, puedes entrar a la iglesia, pero nunca entrars al Reino de Dios sin arrepentimiento.

Dios es muy misericordioso, l est lleno de amor y me puede perdonar. Bueno, puedes seguir con esa fe, con esa ilusin, si as lo quieres; pero Dios dice que si no te arrepientes, debes morir. Dios es verdadero; El no dice lo que es falso. Pueden tomarlo a la ligera, jvenes, si as lo quieren, pero llegar el tiempo en el que, si no se han arrepentido, no habr mucha esperanza para ustedes. Deben ser fieles, deben rechazar todo lo que no es bueno y santo. (***).

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(*) Sermons on Gospel Thems, Pag. 187

(**) The Great Redemption; or Gospel Light Under the Labor of Moody & Sankey, (Sermones predicados en el Tabernculo de Cleveland en 1879); Chicago: The Century Book and Paper Co., 1889. Pags. 85-86.

(***) The Gospel Awakening (Sermones por Moody), editado por L.T.

Remlap; Chicago: J. Fairbanks & Co., Pag. 317

Charles Wesley, aunque ahora solo es conocido generalmente como escritor de himnos, fue sin embargo uno de los predicadores ms poderosos y efectivos. Escribi en su diario, Prediqu en el bosque sobre esa terrible palabra, Vende todo, con una gran asistencia. Cmo es posible que el diablo haya confundido a esos maestros, quienes, por temor a enfocarse en las obras, se niegan a exhortar esta primera obligacin universal! Si imponer las propias palabras de Cristo es predicar obras, entonces espero, siempre predicar obras. (*).

Pero actualmente vivimos en un da malo, en la cual el diablo ha confundido a la mayora de los predicadores, en la cual la gente le teme mas a la justicia que al pecado le teme ms a las buenas obras que a las obras perversas en la cual por medio de distinciones sutiles de refinamientos y dispensaciones, la mitad de la Palabra de Dios se ha omitido. Las Palabras de Cristo, en lo particular, de este modo se han hecho nulas, y se estima como un legalismo inexcusable, predicar lo que l predicaba. Sin embargo, Pablo escribe, Si alguno ensea otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Seor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, est envanecido, nada sabe (1 Timoteo 6:3-4.) Aqu se consideran tres cosas: sanas (o slidas) palabras, las palabras de Cristo Jess (naturalmente como estn registradas en los Evangelios), y la doctrina que es conforme a la piedad. Aquella doctrina que ignora o hace a un lado, las palabras del Seor Cristo Jess (en el campo del perdn o en otros campos) no es una doctrina sana, ni es la doctrina conforme a la piedad. No promueve la piedad. No promueve obras slidas y profundas en las almas de los hombres. Y observen, la doctrina que es conforme a la piedad, es la que insiste que la piedad es esencial para la salvacin. Esto es sin duda, el gran bulto de las palabras del Seor Jesucristo lo cual es la razn fundamental por la que tantos estn ansiosos por asignarlos a una dispensacin del pasado. Porque l predic que si los hombres no perdonan a su prjimo, Dios no los perdonar a ellos; que si amamos nuestra vida la perderemos y que si aborrecemos nuestra vida en este mundo, la guardaremos hasta la eternidad; que nadie entrar al reino de los cielos sino solamente los que hacen la voluntad del Padre; y otras muchas cosas como estas. Quin predica estas cosas en la actualidad?. Sin embargo, sta solo es una doctrina sana, y solamente es lo que se calcula que llevar a cabo una

(*) The Journal of Charles Wesley; Grand Rapids: Baker Book House, 1980, Vol. I, Pag. 281

obra slida y permanente en el alma de los hombres. Las predicaciones que son tan comunes en la actualidad, que ignoran o niegan todo esto, las cuales no conocen otros trminos de salvacin, mas que acepta a Cristo como tu Salvador (algo que la Biblia nunca menciona), no son la doctrina conforme a la piedad. No promueve la justicia, sino el descuido y el pecado. No despierta las almas sino que las adormece. No salva las almas, sino que las engaa y les da una falsa ilusin. Cun desesperadamente necesitamos volver a la predicacin de la justicia.

Juicio. La Biblia est llena, de principio a fin de el juicio de Dios. Sin embargo, que poco cree el mundo en esto. Durante seis milenios el diablo ha estado predicando un mensaje: No moriris O sea, Puedes pecar, y salirte con la tuya. Dios es amor y perdn, y no te llamar a cuentas. Cristo muri por tus pecados, y por lo tanto, puedes vivir en pecado e ir al cielo al final. Peca hoy, confiesa maana, y vive por siempre feliz! Y cunto ha engaado el diablo al mundo! Una multitud de personas que profesan ser cristianos han abrazado sus mentiras! Y que poca predicacin hemos odo actualmente del juicio verdadero de Dios contra el pecado. El mismo Seor predic muy frecuentemente sobre el infierno y con las ms solemnes y terribles palabras: atormentados en esta llama porque su gusano nunca morir ni su fuego se apagar tinieblas exteriores lloro y crujir de dientes - fuego inextinguible. En otra parte leemos, ellos sern atormentados da y noche por los siglos de los siglos Oh! Que tuvisemos una visin de lo que es el infierno! Esto abrira las compuertas de seriedad, de elocuencia, de lgrimas, y de intercesin poderosa en nuestras almas. Conociendo el terror del Seor, dice Pablo, persuadimos a los hombres. Si solamente el mundo pudiera tener una conviccin de la realidad, la certeza, y la severidad del juicio de Dios, habra almas arrebatadas por montones para el reino de Dios. Predicador, predica el juicio de Dios!

Pero ms all de todo esto, debemos predicar lo que propiamente llamamos Evangelio las inescrutables riquezas de Dios el tierno amor de Dios que derrite, alcanza y atrae triunfante Las verdades anteriores podrn quebrantar al pecador endurecido; el amor de Dios lo enternecer y lo ganar. Si alguna vez un hombre ha usado efectivamente la Palabra de Dios como un martillo para quebrantar corazones endurecidos, ese hombre fue Charles G. Finney. Y an leemos sobre l, como el apstol Juan, el presidente Finney hizo del amor el tema principal en su edad avanzada. Difcilmente poda referirse al amor de Dios sin llorar (*).

El mismo Finney dice, Es un hecho, que esta manifestacin de Dios en Cristo, quebranta realmente el corazn de los pecadores. Ha suavizado muchos corazones, y lo har con miles ms. Ciertamente, si lo vieras como es, y sintieras la fuerza de este amor en tu corazn, sollozaras en tu mismo asiento, te quebrantaras y clamaras Jess me am tanto as? Y yo podr seguir amando an el pecado? Ay! Tu corazn se derretira, como tantos otros se han quebrantado y derretido a travs de los tiempos, cuando han visto el amor de Jess revelado en la cruz (**).

No intento extenderme en esta parte del mensaje, porque el hecho es que en nuestros das hay generalmente un nfasis unilateral sobre el amor y la gracia de Dios, y el descuido de su justicia, santidad, y juicio. Es verdad, Dios es amor, pero tambin es cierto que, Dios es luz, s, y un fuego consumidor Esta solamente es la doctrina sana si toma totalmente en cuenta ambos lados de la naturaleza de Dios y ambos lados de Su revelacin. Esto hace una doctrina sana y esto hace una predicacin til. El gran Juan Wesley escribi a uno de sus predicadores, Veo el peligro en que ests, la cual quiz t mismo no puedas ver. No crees que es igual de agradable para m como tambin para ti predicar siempre del amor de Dios? Y no hay un momento cuando somos particularmente conducidos a eso, y encontramos una bendicin peculiar all? Sin duda es as. Pero an as, sera un error absoluto y adems contra la Escritura, no predicar algo ms. Deja que la ley siempre prepare el camino para el Evangelio. Casi nunca he hablado aqu, tan intensamente del amor de Dios en Cristo como anoche; pero solo fue despus de que haba quebrantado en pedazos a los adormecidos. Ve t y has lo mismo (***).

En otra parte dice, Creo que el mtodo correcto para predicar es este. Al empezar la predicacin en cualquier lugar, despus de una declaracin general del amor de Dios a los pecadores y Su deseo de que ellos sean salvos, predicar la ley de una manera dura, cercana, de la forma ms escudriadora posible; entremezclando el Evangelio aqu y all, mostrndolo como era, a distancia.

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(*) Charles Grandison Finney, por G. Frederick Wright; Boston y Nueva

York: Houghton, Mifflin & Company, 1891, Pag. 282

(**) Sermons on Gospel Themes, Pag. 213

(***) The Letters of John Wesley, Vol. III, Pag. 34

Despus de que ms y ms personas estn convencidas de pecado, podremos mezclar ms y ms el Evangelio para de este modo provocar la fe, para levantar a una vida espiritual a aquellos a quienes la ley ha matado; pero esto tampoco debe hacerse precipitadamente. Por lo tanto no es conveniente omitir por completo la ley; no solamente porque podremos suponer que muchos de nuestros oyentes an no estn convencidos, sino porque hay peligro que muchos de los que s estn convencidos sanarn sus heridas levemente: por lo que solamente en una pltica privada con un pecador verdaderamente convencido, deberamos presentar el puro Evangelio.(*).

Pero a este respecto, muchos predicadores pueden decir, Todo esto es muy bueno para un evangelista, pero yo no soy un evangelista. No es mi asunto salvar al perdido, sino edificar a los salvos. A tal cosa, debo decir unas cuantas palabras. Para empezar, temo que esto muy frecuentemente es una excusa por la falta de poder y de fruto. Es el trabajo de cada santo predicar la Palabra de Vida: cuanto ms entonces, los que estn comprometidos en el ministerio pblico de la Palabra. Es muy fcil decir cuando no vemos almas salvadas, Este no es mi don. Mi don es edificar a los santos. La edificacin es algo difcil de medir o contar. Muy fcilmente podemos convencernos que estamos logrando nuestra misin, cuando en realidad estamos logrando muy poco o nada. Yo estoy convencido que la predicacin que no convierte pecadores, tampoco edifica santos. No es esto lo ms sencillo y significativo de las siguientes palabras del Apstol Pablo: pero la profeca (es por seal) no a los incrdulos, sino a los creyentes. y el que profetiza edifica a la iglesia. (1 Cor. 14:22, 4.) No obstante, de ese mismo ministerio que es para provecho y edificacin de la iglesia l tambin nos dice, Pero si todos profetizan, y entra algn incrdulo o indocto, por todos es convencido, (convencido la misma palabra que se usa en Juan 16:8), por todos es juzgado; lo oculto de su corazn se hace manifiesto; y as, postrndose sobre el rostro adorar a Dios, declarando que verdaderamente Dios est entre vosotros. (Vs. 24 y 25.) La implicacin aqu es ineludible: aquel ministerio que realmente edifica a la iglesia, tambin realmente, convence y convierte a los pecadores. Esta Escritura tambin implica que es buena la predicacin que no solamente imparte instruccin acerca de Dios o Sus obras, sino la que hace que se sienta Su presencia. Esta es la clase de predicacin que edifica a la iglesia y convence

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(*) ibid., Pags. 79-80

y convierte a los pecadores.

Oswald J. Smith dice, Existen hombres que sienten tener talentos especiales para la edificacin de los creyentes, as que se entregan enteramente a levantar Cristianos en la Fe. Aqu fue donde yo me desvi. Yo sent que tena dones especiales para ensear y hablar a jvenes cristianos sobre la Vida Profunda, as que prepar un nmero de exposiciones con la idea de dedicar mi tiempo a este trabajo, hasta que Dios misericordiosamente abri mis ojos y me mostr cuanto me haba desviado del camino. No hay nada que profundice la experiencia Cristiana, edifique creyentes y los levante en Fe, tan rpida y completamente como el ver almas que son salvas. Las reuniones profundas en el Espritu Santo, en las que el poder de Dios est obrando poderosamente en la conviccin y salvacin de pecadores, har ms por los cristianos que aos de enseanza sin ello (*).

C.H. Spurgeon dice, Ahora pienso que estoy destinado a nunca predicar un sermn en que no predique a los pecadores. En verdad, pienso que un ministro que puede predicar un sermn sin dirigirse a los pecadores no sabe predicar (**).

Pero algunos predicadores dirn, Sera intil para m predicar a los pecadores, porque generalmente ninguno est presente. Generalmente predico en congregaciones compuestas solamente de creyentes. De verdad! Y podras pedir una indicacin mejor de que tu predicacin no es lo que debera ser? Para empezar, la predicacin de la Palabra de Dios en el poder del Espritu Santo es una gran fuerza de atraccin. De esto hablaremos despus. Pero adems, si aquellos santos a quienes has estado predicando fueran verdaderamente edificados, como deberan serlo, estaran buscando afuera a los perdidos. He visto suficiente de tales congregaciones que tienen slo santos algunas veces son congregaciones enteras de santos canosos quienes no han podido salvar ni a sus propios hijos.

Pero la realidad es que puede haber ms oportunidad de predicar a pecadores de lo que te imaginas. Ya que tantos predicadores, por demasiado tiempo _________________________________________________________

(*) The Revival we Need, por Oswald J. Smith; London y Edinburgo: Marshall, Morgan y Scott, Ltd. n. d., Pags. 19-20

(**) The Life and Labors of Charles H. Spurgeon, por George C. Needham; Boston: D. L. Guernsey, 1884, Pag. 39

han estado cubriendo con yeso delgado su fracaso de predicar arrepentimiento y justicia, que estoy persuadido que los miembros de muchas iglesias evanglicas y fundamentalistas, estn compuestas principalmente de personas que de hecho son inconversas, no importando lo que ellos declaren. Acaso no es indicacin de esto su manera de vivir, indefinida y mundana, su falta de amor por las cosas de Dios y el dejar de asistir a la mayora de las reuniones de la iglesia?

Bueno, pero nosotros sin demora admitimos que hay suficientes ocasiones para que prediquemos, tambin a cristianos. S! Hay mucha ocasin. No es tiempo de que se haga algo? dice Charles G. Finney. No es tiempo de que la iglesia abra brecha, que no se conforme al mundo sino que sea conforme al ejemplo del espritu de Cristo?

Reconoces que quieres que los pecadores sean salvos. Pero de que sirve, si ellos se hunden otra vez en su conformismo con el mundo? Hermanos, confieso que estoy lleno de dolor ante la conducta de la iglesia. Dnde estn los resultados de los avivamientos gloriosos que hemos tenido? Creo que han sido avivamientos genuinos de derramamiento del Espritu Santo que ha gozado la iglesia en los ltimos diez aos. Creo que los que se convirtieron en esos diez aos, estn dentro de los mejores cristianos de la tierra. Sin embargo, despus de todo, una gran parte del cuerpo de stos, son una vergenza para la iglesia. De qu servira tener miles de nuevos miembros agregados a la iglesia, solo para que fueran igual que los que estn ahora? Acaso se vera la religin honrada con esto, tomando en cuenta los hombres impos que estn en la iglesia? Una iglesia santa, que realmente est crucificada al mundo, y el mundo a ella, har ms por recomendar el cristianismo, que todas las iglesias en el pas viviendo como lo estn haciendo en la actualidad. O! Si tuviera la fuerza para visitar iglesias otra vez, en lugar de predicar para convertir pecadores, predicara para atraer a las iglesias al evangelio comn de la vida en santidad. De qu sirve convertir pecadores, solo para hacerlos cristianos como estos? (*).

Estas palabras, son demasiado ciertas y hoy en da ms que hace ciento cincuenta aos, cuando Finney las predicaba. A luz de estas palabras, no es difcil determinar cual debera ser el contenido de nuestra predicacin al _____________________________________________________________

(*) Lectures to Professing Christians, por Charles G. Finney; Londres: Milner & Company, Limited, n.d. Pags. 95 - 96

pueblo de Dios. Debemos obrar para atraerlos al espritu y poder del cristianismo del Nuevo Testamento. Debemos hacer que sus almas tengan sed del verdadero cristianismo del Nuevo Testamento especficamente que andemos como l anduvo(1 Jn 2:6); que sean perfectos como su Padre en los cielos es perfecto(Mt 5:48); que estn firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere (Col 4:12); que sean llenos de todo gozo y paz en el creer(Rom 15:13); que crezcan en la obra del Seor(1 Cor 15:58); que se exhorten los unos a los otros cada da(Heb 3:13); que sean llenos de toda la plenitud de Dios(Ef 3:19); que sean mas que vencedores en medio de la tribulacin, o angustia, o persecucin, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada(Rom 8:35-37) y as podramos seguir y seguir. Este es el espritu del verdadero cristianismo del Nuevo Testamento. Pero ay! Estas son las palabras que muy rara vez se escuchan durante la predicacin moderna. Pero poned al hombre a predicar estas cosas, no como doctrina rida, sino como realidad viva que cautive su propia alma, y los santos sern efectivamente edificados y los pecadores efectivamente convertidos.

Pero debemos seguir con la manera en que predicamos, ya que dedicamos ms tiempo del que pensaba sobre el contenido de la predicacin. Y yo considero verdaderamente que la manera reviste con ms importancia la predicacin que el contenido. Al afirmar esto no quiere decir que es aceptable predicar lo malo; pero es posible predicar lo correcto, y an as, predicarlo de tal manera que no sea de provecho alguno. Se puede predicar la verdad, y an as, hacerlo de una manera tan aburrida, rida, tibia e indiferente, que si llegara a lograr algo, sera nicamente adormecer a la gente. Por otra parte, un hombre puede ser muy indocto y an as, si ha logrado obtener un poco de verdad que trae conviccin y salvacin, a travs de su propia experiencia y si predica esa verdad en la manera correcta, lograr buen efecto y puede ser de mucho provecho. C. H. Spurgeon dice, He visto y escuchado algunos predicadores muy poco elocuentes, y que an as trajeron muchas almas al Salvador a travs de la seriedad ferviente con la que comparten su mensaje. No haba, absolutamente nada en sus sermones (hasta el vendedor de comestibles los usaba para envolver su mantequilla), pero an as esos sermones dbiles atrajeron muchos a Cristo. No fue tanto lo que los predicadores dijeron, sino ms bien la manera en que lo dijeron, lo que trajo conviccin a los corazones de los oyentes. La verdad ms sencilla era llevada de tal manera por la intensidad de la declaracin y la emocin del hombre quien lo deca, que tena un efecto sorprendente. (*).

Podramos citar muchos ejemplos para ilustrar esto, pero para establecer mejor el punto, me limitar a citar el relato de dos casos extremos a los que me he enfrentado. Bud Robinson, miembro fundador de la Iglesia del Nazareno, (fundada en 1908) cuyo ministro, ms que la de cualquier otro logr mucho xito, naci en una cabaa hecha de lea, con pisos de tierra en las montaas de Tennessee. Creci en una casa de borrachos, en la ms baja de las pobrezas. l era completamente analfabeto, tan tartamudo que hasta su nombre se le dificultaba pronunciar cuando se lo preguntaban, era sujeto a frecuentes ataques epilpticos, y era no-creyente. En tal condicin fue a una reunin en un campamento y fue convertido gloriosamente. La misma noche, recostado bajo un carretn, mirando las estrellas, demasiado feliz para poder dormir, Dios lo llam a predicar. Muy pronto l solicit un permiso para predicar en la Iglesia Metodista, y ellos no queriendo desanimarlo y suponiendo que si no haca bien tampoco hara mal, con ciertas reservas se lo concedieron. En la siguiente conferencia trimestral, report sesenta convertidos. Una persona que lo conoci dice, En esos primeros das, lo vi pararse en la plataforma, con su ropa tosca, as como su persona, tartamudeando y balbuceando en su intenso deseo de hablar, hasta que caa postrado al piso, echando espuma por la boca inconsciente. Una y otra vez lo he visto ponerse de pie con lagrimas corriendo por su cara, no pudiendo mas que decir seis palabras, Vengan a Jess, El les ama. Y la gente vena a Cristo, llenando el altar. (**).

Posteriormente, Dios lo san de su epilepsia, lo san de su tartamudeo, y le solt la lengua, hasta que lleg a ser uno de predicadores ms buscados y amados que Estados Unidos ha producido (***). Sin embargo, l tena el poder de Dios para convertir pecadores antes de todo esto, cuando solamente poda balbucear seis palabras.

El otro caso que tengo que relatar es an ms admirable. Lo relata David Marks, un predicador de gran poder y mucho fruto. Habindome retirado de la asamblea un corto trecho, escuch un sonido muy singular en el granero donde se llevaba a cabo la reunin lo cual me caus gran ansiedad_____________________________________________________________

(*) The Soul-Winner, por C. H. Spurgeon; Londres: Passmore & Alabaster, 1897. Pag. 75.

(**) Bud Robinson, por J. B. Chapman; Kansas City, Missouri: Beacon Hill Press, 1943, Pags. 171-172

(***) ibid., Pag. 172

y alarma. Regres rpidamente; y al entrar a la reunin, v a un joven al frente de el asamblea baado en lgrimas; quien con gestos y seas estaba tratando de describir el gozo del cielo y los horrores del infierno. El sonido de su voz era inarticulado, pero cambiaba con las seas que haca para expresar felicidad y desdicha. Toda la asamblea fue profundamente impresionada; ante mi asombro, descubr que este joven, aunque sordomudo, haba abierto su boca para persuadir a los perdidos, contra los caminos al infierno. Recientemente haba experimentado una esperanza en Dios y relataba su experiencia por medio de seas; mostrando su temor al castigo, mirando al fuego, y apuntando hacia abajo; y su visin del cielo, tocando cosas brillantes, doradas y apuntando hacia arriba. El deseaba y recibi el bautismo y se convirti en un miembro fiel de la iglesia. Las actividades de la asamblea le parecan tan interesantes, como a cualquier otro miembro; y aunque no poda ni articular ni or palabras, s usaba sonidos peculiares para exhortar, orar y cantar, acompandolos con gestos adecuados. Comprend que sus actividades pblicas haban sido bendecidas para la conversin de varios. (*).

Marks se refiere otra vez al mismo joven algunos aos ms tarde, esta vez predicando a una gran asamblea: Sus sonidos inarticulados sus lgrimas corriendo libremente y sus gestos tan intensos, impresionaron mucho a la asamblea, y an los corazones ms duros parecan sentir. (**).

Ahora, si predicadores como estos pueden ganar almas, no deberamos avergonzarnos nosotros, quienes no podemos lograrlo cuando estamos en pleno uso de nuestras facultades mentales y del cuerpo, y (supuestamente) con una educacin bblica y teolgica?. Pero me olvidaba. He dado estos ejemplos para mostrar que la manera de nuestro predicar es de ms peso que el contenido.

Entonces, de qu manera debemos predicar? Sin pretender agotar el tema, yo respondo, con autoridad, con sencillez, con intensidad, con solemnidad, con amor.

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(*) Memoirs of the Life of David Marks, editado por Sra. Marilla Marks; Dover, N.H.: Free-Will Baptist Printing Establishment, 1846, Pags. 39-40

(**) ibid., Pag. 241

Autoridad. De aquel que habl como nunca otro ha hablado, leemos, Y se admiraban de su doctrina; porque les enseaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas (Marcos 1:22). Una cosa est muy clara aqu: Las palabras de Cristo penetraban en el corazn de los oyentes. Ellos estaban admirados (o sorprendidos) de sus enseanzas. Eran totalmente diferentes de las enseanzas de todos los das. Eran con autoridad. Y no podramos con esto descubrir una buena razn por la cual la predicacin en la actualidad impresiona tan poco a los oyentes? Los hombres no hablan con autoridad, aunque lleven en las manos un libro infalible. Ellos, pasivamente sugieren, en lugar de proclamar poderosamente. Predican opiniones o interpretaciones en lugar de las verdades indudables que saben y sienten en el fondo de sus propias almas,. Por una razn o por otra, ya sea por tibieza, falta de visin u otra causa, al hombre le falta una conviccin slida y profunda de la verdad en su propia alma. Por lo tanto su predicacin no convence e impresiona muy poco a los oyentes. La trompeta da un sonido impreciso, y a nadie conmueve. Predican sobre Pablo y los Corintios o sobre Cristo y los fariseos, pero no toman la Palabra de Dios como una espada de doble filo, o como martillo que rompe la roca en pedazos, imprimiendo la Palabra viva y encendida de Dios en las almas de las personas que escuchan.

Martn Lutero estremeci al cristianismo porque habl con autoridad. Por este medio se opuso y estremeci hasta el fundamento la iglesia que proclam ser la nica depositaria de la autoridad de Dios. Si Lutero no hubiera hablado con autoridad, no hubiera impresionado en absoluto. l habl con autoridad porque l tena una conviccin firme dentro de su alma. La prueba de una conviccin es la siguiente: si un hombre puede sostener su doctrina slo, a cara de todo el mundo (y de toda la iglesia, tambin) y si est dispuesto a dar su vida por ella, es digna de llamarse conviccin. Y as era la doctrina de Lutero para l. Dice l: Estoy seguro que mi doctrina procede del cielo. La he hecho triunfar contra ese quien en su dedo chiquito tiene ms fuerza y astucia que todos los papas, todos los reyes, y todos los doctores que han existido. Mi dogma se levantar, y el papa caer, a pesar de todas las puertas del infierno, todos los poderes del aire, de la tierra, del mar. (*). Tales afirmaciones abundan en los escritos de Luther.

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(*) The Life of Luther, escrita por l mismo; colleccionada y arreglada por M. Michelet; traducida por William-Hazlitt; Londres: David Bogue, 1846, Pag. 126

Ahora, el hombre que tiene tal conviccin de la verdad en su propia alma, hablar con autoridad. Y el hombre que no la tenga, no hablar con autoridad, no importa que tan fuertemente trate de hacerlo, y su predicacin tendr poco efecto en los corazones de sus oyentes. Nosotros solamente podemos insinuar sobre este punto, que en este particular, como en otros de los cuales hablaremos ms adelante, la predicacin del hombre ser un fiel reflejo de l mismo. El hombre bueno, del buen tesoro del corazn saca buenas cosas(Mt 12:35). No puede levantarse por encima de lo que l realmente es. Lo que l es determinar el valor de su predicacin. Hablaremos ms sobre esto mas adelante.

Sencillez. Pablo predic, no con palabras persuasivas de humana sabidura (1 Cor. 2:4). Al principio de la carrera de Girolamo Savonarola, el gran italiano del siglo quince, uno de sus propios discpulos le hizo notar que su forma de predicar no se comparaba favorablemente con la de un gran (pero ahora olvidado) orador de esos das. A lo que Savonarola contest casi enojado, Estas elegancias y ornamentos verbales, debern dar lugar a una doctrina sana predicada con sencillez (*). Savonarola no deseaba impresionar a las personas con su predicacin sino con la verdad. Y por medio de una doctrina sana predicada con sencillez se convirti en uno de los predicadores ms elocuentes y poderosos de todos los tiempos.

C.H. Spurgeon, dijo una vez, odio la oratoria. Descender tan bajo como pueda. El lenguaje fino y de altos vuelos me parece malvado cuando las almas se estn muriendo. (**).

A. T. Pierson dijo de D. L. Moody, l haba aprendido a predicar con sencillez mejor digamos, l no haba aprendido a predicar de otra forma; y en el lenguaje natural sin afectaciones, sin corrupciones por parte de la fastidiosa cultura de las escuelas, l hablaba cara a cara con los hombres; y ellos le escuchaban. (***).

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(*) Life and Times of Girolamo Savonarola, por Pasquale Villari, traducido por L. Villari; Londres: T.Fisher Unwin, 1899, Pag. 79

(**) Personal Reminiscences of Charles Haddon Spurgeon, por W. Williams; Londres: The Religious Tract Society, 1895, Pag. 203

(***) Evangelistic Work In Principle and Practice, por Arthur T. Pierson; Nueva York: The Baker and Taylor Co., n.d., Pag. 252

Ciertamente, a no ser por la fastidiosa cultura de las escuelas, habra muy poca necesidad de hablar sobre este asunto. Pero las escuelas ministeriales, aunque designadas para ensear la manera de predicar, de hecho logran lo opuesto. Charles G. Finney dice, Estoy an solemnemente impresionado con la certeza de que las escuelas echan a perder en alto grado a los ministros. Los ministros actualmente tienen gran facilidad de conseguir informacin sobre cualquier pregunta teolgica; y estn mucho ms preparados en cuanto a la teologa, historia y el aprendizaje bblico, que lo que posiblemente lo han estado en cualquier otra poca del mundo. Y an as, con todo su conocimiento no saben darle uso a todo lo que han aprendido. Son en gran parte como David dentro de la armadura de Sal. (*).

La armadura de Sal es precisamente con lo que estamos tratando aqu, ya sea que le llamemos declamacin, retrica, homila, o el arte de predicar. Se trata de la sabidura de las palabras No de la demostracin del Espritu y de poder, ni puede contribuir una pizca para lograrlo. Dnde qued el boceto literario de Pedro cuando fueron tres mil almas tocadas en el corazn y convertidas a Cristo por medio de un discurso no premeditado? Esto fue una demostracin del Espritu y de poder, y nuevamente afirmo que toda la educacin del hombre en cuanto a la sabidura de las palabras y la excelencia del lenguaje no puede ni comenzar a lograrlo. Mientras estas cosas afecten el contenido, derrotarn su propio plan. Pondrn la armadura de Sal sobre el hombre de fe, y lejos de capacitarlo, lo estorbarn. Si los jvenes de nuestros das, fueran experimentados en los caminos de Dios, como lo fue David, si ellos hubieran aprendido la eficacia de la fe y el poder de Dios, como aprendi David, rechazaran la armadura de Sal como lo hizo David, por ser tanto innecesaria como nociva. Pone la sabidura del hombre en lugar del poder de Dios. Pero mas all de esto, es un hecho simple que los refinamientos del arte la fastidiosa cultura de las escuelas nunca conmovern a las multitudes como lo hace la sencillez de la naturaleza. Y si nosotros no predicamos para conmover a la gente, para qu predicamos? Brillantes oradores cosquillean en los odos de los cultos por algunos aos, y luego son olvidados. Pero hombres sencillos y sin afectacin que predican no con palabras de sabidura sino con demostraciones del Espritu y de poder, conmueven a las multitudes y sus nombres son inmortales.

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(*) Memoirs of Charles G. Finney, Pag. 88

Tales hombres fueron John Bunyan, Christmas Evans, D. L. Moody, C. H. Spurgeon, Gipsy Smith y Bill Sunday ninguno de los cuales posea un pice de educacin superior o de educacin ministerial. La predicacin de John Bunyan, aunque era el ejemplo de la sencillez, era poderosa y con fruto. El estudioso John Owen sola ir a escucharlo cuando predicaba en Londres. Charles II una vez le pregunt, maravillado como un hombre cortesano como era l, poda ir y sentarse a escuchar a un chambn iletrado? Si le place a su Majestad, contest Owen, si yo tuviera la habilidad para predicar como ese chambn, gustosamente renunciara a todos mis conocimientos (*). Supongo que l nunca so que eso pudiera haber sido exactamente lo que le hubiera costado.

Intensidad. La buena predicacin es la que sale del corazn. Es la que nace del sentimiento y se empapa en lgrimas. Y aqu es donde hemos llegado al centro del contenido. La emocin intensa, el sentimiento del corazn es lo ms anhelado en la predicacin. Sin estos ingredientes, aunque buena en otros aspectos, la predicacin har muy poco bien. Pero donde esto se encuentra, ir lejos para compensar cualquier otra deficiencia. Esto lo demostramos abundantemente en los dos ejemplos que mencionamos antes, de Bud Robinson convenciendo y convirtiendo a pecadores tartamudeando seis palabras, con lgrimas baando su rostro y del sordo-mudo que ganaba almas con sonidos inarticulados, con seas y gestos, derramando lgrimas. Aqu, realmente est el centro de todo el asunto; y yo creo que la ausencia de lgrimas en la predicacin de nuestros das es la indicacin ms segura que podemos tener, de la debilidad y falta de fruto. Pablo dice, no he cesado de amonestar con lgrimas a cada uno. (Hechos 20:31). l escribi a los Corintios, Porque por la mucha tribulacin y angustia del corazn, y con muchas lgrimas. (2 Cor 2:4). Escribi a los Filipenses, y an ahora lo digo llorando, (Fil 3:18). Pablo senta lo que predicaba y por lo tanto lo haca sentir a otros. A l le conmovan las verdades que manejaba, le conmovan hasta el fondo de su corazn y de su alma, y por lo tanto, l conmova a otros.

Aqu est el secreto de una buena predicacin, de una gran predicacin, de una predicacin con poder, y de una predicacin til. La promesa de xito es para l que, andando y llorando lleva la preciosa semilla. l indudablemente volver a venir con regocijo, trayendo sus gavillas, (Sal

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(*) The Life of John Owen, por James Moffat; Londres: Congregational Union of England and Wales, n.d. Pag. 65

126:6). Frecuentemente nos dicen (predicadores sin fruto), que Dios no requiere que tengamos xito, solamente que seamos fieles. No se trata esto de otra excusa para la tibieza? Dios ha prometido xito al hombre intenso y ferviente al hombre que predica con lgrimas. Y si no somos intensos y fervientes, somos fieles? Cuando Cristo envi a los doce, l les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades, (Lucas 9:1). Y an as, cuando se les present un caso real (versculo 40), no tuvieron poder y no pudieron echar fuera al demonio. Que pobre excusa en su boca, hubiera sido decir, No se requiere que tengamos xito, solamente que seamos fieles! Si ellos hubieran sido fieles hubieran tenido xito. Oh generacin incrdula y perversa! dice el Seor, (Mt 17:17); y cundo le preguntaron porqu no haban podido echar fuera el demonio, l les dijo, Por vuestra poca fe, (Mt 17:20). Si ellos hubieran tenido fe en la Palabra de Cristo, si ellos hubieran sido intensos y fervientes, si se hubieran entregado a la oracin y al ayuno, hubieran tenido xito. Es un hecho indudable que los predicadores de xito, generalmente son predicadores intensos, (aunque existen otros factores dentro del asunto), mientras mayor sea el fervor del hombre, ms grande ser su fruto.

George Whitefield fue probablemente, el ms grande predicador que ha caminado en la tierra desde los das de los apstoles. Qu hizo que lo fuera? Los sermones que predicaba eran extemporneos, frecuentemente no premeditados y l no saba nada acerca del ejercicio de planear un sermn (*) As lo dice Cornelius Winter, quien vivi bajo su mismo techo durante un ao y medio. Los sermones que se han impreso son inferiores en el contenido que aquellos de muchos otros predicadores, sin embargo cuando l los predicaba, aquellas efusiones de palabreras (como algunos las han nombrado), superaba todos los dems, y eran transportados con la demostracin del Espritu y el poder. Por qu? Cornelius Winter sigue diciendo, Casi nunca supe que l diera su sermn sin llorar, y creo que eran lgrimas sinceras. Frecuentemente su voz era interrumpida por la emocin; y lo he escuchado decir desde el plpito, Ustedes me culpan por llorar, pero cmo puedo evitarlo si ustedes no lloran por s mismos, aunque sus almas estn al borde de la destruccin? y no s en absoluto si estn escuchando su ltimo sermn! Algunas veces l lloraba excesivamente, pisoteaba fuerte y apasionadamente, y frecuentemente era tan sobrecogido que requera un

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(*) The Life of George Whitefield, por L. Tyerman; Londres: Hodder and Stoughton, 1890, Vol. II, Pag. 510.

poco de tiempo para componerse. (*). Es algo sorprendente que semejante predicacin penetraba en los corazones de la gente? Un joven indiferente que escuch a Whitefield por primera vez, describe la manera y el efecto de su predicacin: El seor Whitefield describi el personaje del saduceo, esto no me impresion. Yo me consideraba tan buen cristiano como cualquier hombre en Inglaterra. De ah prosigui con los fariseos. l describi su decencia exterior, pero coment que el veneno de una serpiente inflamaba sus corazones. Esto me sacudi un poco. Ms tarde en el curso de su sermn, se detuvo abruptamente; hizo una pausa durante unos momentos; y estallo en un mar de lagrimas; levant sus ojos y sus manos y exclam Oh, mis oyentes! La ira que vendr! La ira que vendr! Estas palabras se gravaron en mi corazn como plomo en el agua. Llor, y cuando el sermn se termin, me retir solo. Durante das enteros y semanas, no poda pensar en otra cosa. Esas tremendas palabras me seguiran a donde quiera que fuera, La ira que vendr!, La ira que vendr! (**). El joven se convirti muy pronto y ms tarde se dedic a predicar.

Charles Wesley tambin predicaba sin preparacin previa, algunas veces abra su Biblia y predicaba sobre el primer texto que se le presentara. De l leemos, Sus discursos desde el plpito no eran ridos ni sistemticos, sino que fluan de las visiones y sentimientos de su propia mente. l tena un talento sobresaliente para expresar las verdades ms importantes con sencillez y energa; y sus discursos eran algunas veces verdaderamente apostlicos, forzando la conviccin en los oyentes a pesar de la oposicin ms determinante (***).

Otra persona que lo conoca bien escribe, Su don ministerial era en un aspecto, verdaderamente extraordinario: llegaba lo ms cerca de lo que creemos que era la manera original de predicar el evangelio que yo haya visto en donde slo Dios y pecadores concienciados estaban delante de l, pareca que nada podra oponerse a la sabidura y poder con que l hablaba_____________________________________________________________

(*) ibid., pag. 511

(**) Memoirs of George Whitefield, por John Gillies (Revisado y Corregido con Large Additions and Improvements); Middletown: Hunt and Noyes, 1838, Pag. 143.

(***) The Life of John Wesley, por John Whitehead; Boston: J. McLeish, 1844, Vol. I, Pag. 228

para usar las palabras de un hombre piadoso, Eran rayos y truenos (*).Evidentemente, esto no se puede acreditar como un principio de homiltica, ya que la homiltica nunca produjo tal predicacin, y Charles Wesley nunca us la homiltica. Entonces qu? Era un hombre de espritu ferviente, como toda su vida lo testific. Su predicacin era, sobre todas las cosas, intensa. Predicaba del corazn, y muy frecuentemente, mientras hablaba, las lgrimas baaban su rostro. Enseguida su propia explicacin sencilla de su poder: Sent cada palabra que pronunci esta maana. Lo que sale del corazn, generalmente llega al corazn. (**).

El poder de Charles G. Finney es bien conocido. De su predicacion, una persona dice, Sus sermones eran como relmpagos en cadena, destellando conviccin a los corazones de los escpticos ms determinantes. (***).

De sus emociones ms intensas, leemos, Poda hacer tronar los terrores de la ley con impresionante poder y enseguida cambiar y ofrecer la misericordia del evangelio con la ternura y las lgrimas de Jeremas o de Cristo (****).

Finney describe su propia predicacin: Yo conservaba mi Biblia de bolsillo en mi mano, y les lea el siguiente texto: Porque de tal manera am Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unignito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. No puedo recordar bien lo que dije, pero yo s que el detalle principal que mi mente elabor fue el tratamiento que Dios reciba a cambio de Su amor. El asunto afect mucho a mi propia mente; y prediqu y derrammi alma y mis lgrimas juntamente Realmente, solt todo mi corazn sobre ellos Realmente, sent que yo poda hacer caer granizo y amor sobre ellos al mismo tiempo (*****)

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(*) The Life of John Wesley, por Henry Moore; Nueva York: Publicado por N. Bangs y J. Emory, para la Methodist Episcopal Church, 1825, Vol. II, Pgs. 311-312

(**) The Journal of Charles Wesley, Vol. II, Pag. 61

(***) Recollections of a Long Life, por T. L. Cuyler; Nueva York: The American Tract Society, 1902, Pag. 216

(****) Life of Charles G. Finney, por A.M. Hills; Cincinnati: Oficina del Avivamiento de Dios, 1902, Pag. 39

(*****) Memoirs of Charles G. Finney, Pags. 100, 101.

Creo innecesario citar ms ejemplos. Todos los grandes predicadores han sido predicadores intensos y el llorar en el plpito era tan comn en un tiempo como lo es el reir en estos tiempos. Ay aquellas lgrimas, aquellas lgrimas!, dice John Angell James, como nos reprenden por nuestra insensibilidad y muestran nuestras deficiencias. (*).

C.H. Spurgeon dice, Espero no estar equivocado al suponer que todos nosotros somos totalmente sinceros en el servicio al Maestro; asi que proseguir con lo que me parece ser la siguiente calificacin, en cuanto a lo humano, para ganar almas, y esto es, evidente intensidadSi un hombre ha de ser ganador de almas, debe tener dentro de l emocin intensa, igual que sinceridad del corazn. Puedes predicar las advertencias ms solemnes y las amenazas ms terribles, de una manera tan indiferente o descuidada, que a nadie afectarn en lo ms mnimo; y puedes repetir las exhortaciones ms afectuosas de una manera tan indiferente que a nadie conmovern ni para amar ni para temer. Creo, hermanos, que para ganar almas, hay mas del asunto de la intensidad, que de casi ninguna otra cosa. (**).

No deseo que me mal interpreten al atribur tanto poder a la intensidad, como si me olvidara de la necesidad de la uncin del Espritu Santo. Ni por un momento. Pero yo creo que el Espritu de Dios usa herramientas correctas. Un hombre no usa un martillo para cortar un rbol. Igual, Dios no usa un predicador tibio e indiferente para convertir a los pecadores. No quiero decir que Dios no pueda usar para nada, a tal predicador; pero no lo usar mucho. No har con l, lo que har con un hombre intenso y ferviente. Si estoy desesperado por cortar un rbol, y no puedo echar mano mas que de un martillo, podra ingenirmelas para hacer caer el rbol a golpe de martillo. Pero esto si puedo decir: No cortara muchos rboles con tal mtodo y claro que tampoco muy grandes. Y as mismo Dios podra usar un predicador aburrido para convertir a pecadores. Puede que ganara uno aqu y otro all, y los casos ms difciles ni los tocara. Donde Dios necesita que se trabaje, pone al hombre adecuado para ese trabajo. Y donde no encuentra ninguno, ninguno podr hacer el trabajo y derrama juicio en lugar de

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(*) An Earnest Ministry the Want of the Times, por John Angell James; Nueva York: M.W. Dodd, 1849, Pag. 170

(**) The Soul-Winner, Pags. 74-75

misericordia (Ez. 22:30-31). El poder del Espritu Santo no es sustituto para un hombre santo, ferviente e intenso. Llega sobre el hombre, lo unge, lo llena, no para poner a un lado el poder y las facultades del hombre, sino para usarlas.

Solemnidad. Solemnidad o seriedad, va relacionada muy de cerca con la intensidad. Puede ser que la solemnidad sea solamente una forma particular de la intensidad. No tratar de determinar eso. Creo que es bastante diferente, y bastante importante como para recibir un trato por separado. Los temas que ocupan a un predicador de la Palabra de Dios son tales que deben inspirarlo a la ms profunda solemnidad. Dios! Inmortalidad! Pecado! Santidad! Juicio! Eternidad! Seguramente no hay lugar para trivialidad aqu, y es muy vergonzoso excesivamente vergonzoso que hayan tantos chistes y risas en el plpito en estos das.

No habr risas cuando un predicador bromista se pare delante de Dios a darle cuentas de todas sus palabras vanas y de las oportunidades solemnes en congregaciones con pecadores perdidos frente a ellos que as malgastaron. No excluimos la risa del todo, ni en el plpito ni en la vida misma. tiempo de llorar y tiempo de rer (Eclesiasts 3:4). Sin embargo, en este mundo de pecado y tristezas, llorar siempre tomar la delantera en aquellos que caminan con Dios. Leemos, Bienaventurados los que lloran pero nunca Bienaventurados los que ren An ms, se nos dice, Ay de vosotros, los que ahora res! Porque lamentaris y lloraris (Lucas 6:25). Frecuentemente leemos que Cristo y Sus apstoles lloraron nunca que rieron. Ciertamente su predicacin no estaba llena de bromas tontas que en la actualidad son tan comunes en el plpito. Estas no son ni para gloria de Dios, ni para bien de las almas.

Bueno, pero el que no haya bromas y risas en la predicacin del hombre, no es seal de que sea solemne. La solemnidad descansa sobre el espritu del hombre que est delante de la presencia de la eternidad, y siente intensamente su terrible realidad. C. H. Spurgeon dice, Algo de la sombra del tremendo ltimo da debe caer sobre nuestro espritu y dar el acento de conviccin a nuestro mensaje de misericordia, o perderemos el verdadero poder de la intercesin

Aquel que intercede ante Cristo deber ser movido con la perspectiva del da del juicio. Cuando yo llego a aquella puerta detrs del plpito, y la multitud estalla frente a m, frecuentemente me siento consternado. Pensar en esas miles de almas inmortales fijando la mirada a travs de las ventanas de esos ojos melanclicos, y yo debo predicarles a todos, y ser responsable de su sangre si no soy fiel a ellos. Les digo, me hace sentir listo para devolverme (*).

Esto, mis amados, es la clase de solemnidad de la que estamos hablando. Un hombre que siente de ese modo, naturalmente comunica ese sentimiento a sus oyentes. As, leemos de John Wesley, El seor Wesley predic en la iglesia a una numerosa congregacion, serio como una tumba!, mientras pasaba cincuenta y ocho minutos tratando de imponer ese tremendo pasaje de la segunda leccin sobre Lzaro y el hombre rico. Difcilmente poda abandonar

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(*) ibid., Pag. 183

la oracin en su sermn. Ay cunto lo afectaba! (*).

La predicacin de Jonathan Edwards se caracterizaba por la solemnidad ms profunda, y esa solemnidad serva para compensar las graves deficiencias en otros puntos. Se le haba enseado a predicar en una forma que difcilmente se le puede llamar predicacin: l escriba sus sermones y se los lea a las personas y aparentemente sin fervor o emocin. Su bigrafo dice, l escriba sus sermones; con una letra tan pequea e ilegible, que solamente se poda leer si se la acercaba mucho a los ojos. Durante su predicacin, l acostumbraba pararse, sosteniendo su pequeo manuscrito en su mano izquierda, con su codo recargado en el plpito o en la Biblia, su mano derecha casi nunca la levantaba, excepto para dar vuelta a las hojas, y su persona casi sin moverse. (**).

Ms adelante leemos, No tena modulaciones estudiadas en su voz, y ningn gran nfasis. Muy rara vez haca gestos o se mova. (***).

Sin embargo, con respecto al asunto, Desde el primer paso hasta el ltimo, solamente se enfocaba hacia la salvacion de sus oyentes, (****), y aunque l se extenda fuertemente sobre el pecado, la justicia y el juicio, de cualquier manera, nunca le haca falta demostrar la ternura o afliccin del evangelio de salvacin. (*****).

Y a pesar de todas estas deficiencias, su predicacin cautivaba a las personas de un modo extraordinario, tanto as que leemos cosas como las siguientes: Difcilmente haba una sola persona en el pueblo, joven o vieja, que quedara indiferente acerca de las cosas del mundo eterno. Aquellos que haban sido los mas vanos e indiferentes, y aquellos que haban estado bien dispuestos a pensar y hablar ligeramente de la religin vital y de la experimental, ahora eran sujetos a un gran despertar. Y la labor de conversin se llevaba a cabo de_______________________________________________________________

(*)Memoirs of William Ripley; Filadelfia: J.H. Cunningham, 1827, Pag. 70.

(**) The Works of President Edwards: con Memoirs of His Life, por Sereno Edwards Dwight; Nueva York: S. Converse, 1829, Vol. I, Pags. 605-606.

(***) ibid., Pag. 607

(****) ibid., Pags. 606-607

(*****) An Earnest Ministry The Want of The Times, por John Angell James; Pag. 112.

la manera ms sorprendente y aumentaba ms y ms; las almas llegaban como rebaos a Cristo Jess. (*).

En el lado humano de las cosas, no podemos dar cuentas de tales resultados mas que viendo la intensa solemnidad que caracterizaba todas sus predicaciones. l senta las realidades de la eternidad, y por lo tanto haca que los dems las sintieran. Su bigrafo dice, Su presencia en el plpito era con gracia, y su declaracin sencilla, perfectamente natural, y muy solemne. (**). Otro escribe sobre l, Un momento extraordinario de conviccin tambin se ha dado a veces bajo el ministerio del reverendo seor Edwards de Northampton: un predicador de voz baja y moderada, con una manera natural de entregar el mensaje, y sin que su cuerpo se agite, o ninguna otra cosa para llamar la atencin, excepto su habitual y gran solemnidad, mirando y hablando como si estuviera en la presencia de Dios, con un fuerte sentir de lo que deca. (***).

Amor. No existe un poder en la tierra como el del amor. El amor gana y conquista donde todo lo dems ha fracasado. Cultistas, no creyentes, Judos y pecadores duros e indiferentes, de cualquier clase, sentirn el poder del amor. En una gran asamblea de Judos Cristianos, noventa y tres porciento de ellos testificaron que fueron animados a considerar el llamado de Jesucristo porque algn Cristiano Gentile le haba mostrado amor. (****).

Me atrevo a ofrecerles una ilustracin de esto, de mi experiencia, citando mi diario: Llegu a una casa, dnde estaban tres muchachos y una muchacha, evidentemente estudiantes. Me qued cerca de dos horas, pero mis argumentos eran deprimentes y sin ganancia, sobre todo la joven se opona____________________________________________________________

(*) A Narrative of Many Surprising Conversions In Northampton and Vecinity, por Jonathan Edwards; Worcester: Moses W. Grout, 1832, Pag. 12

(**) The Works of President Edwards, Vol. I, Pag. 605

(***) Historical Collections Relating to Remarkable Periods of The Success of The Gospel and Eminent Instruments Employed in Promoting It, recolectados por John Gillies; Glasgow: Robert and Andrew Foulis, 1754, Vol. II, Pag. 169

(****) Witnessing to Jews, por Milton B. Lindberg; Chicago: Chicago Hebrew Mission, 1951, Pag. 10

fuertemente a todo lo que yo deca. De alguna manera llegamos al tema de la persecucin, a lo que ella dijo, Si usted quiere saber algo de persecucin, lea la historia de los Judos. La mir a los ojos y le pregunt (lo que ya sospechaba), Eres Juda? Ella dijo, Si Le dije, Yo conozco la historia de los Judos y cuando la leo llro Hice una pausa y las lgrimas empezaron a correr por mis mejillas, pero continu mirndola a los ojos, y dije, Yo amo a los Judos. Y Cristo ama a los Judos. En ese momento ella fue sobrecogida de emocin y corri fuera del cuarto lo ms rpido que pudo, cerrando la puerta tras ella. Debo agregar, que se me pas apuntar que en esa ocasin cuando yo hablaba con ella, tambin ella estall en lgrimas, cubrindose la cara con ambas manos para esconderlas, mientras sala corriendo del cuarto. Si acaso ella se convirti, no puedo decirlo, ya que no la volv a ver otra vez. Pero lo tengo grabado como un ejemplo del poder del amor que conmueve los corazones, cuando ninguna otra cosa lo hace.

Cuando lo que habla un predicador sale de un corazn lleno de amor, sus oyentes lo sentirn y se conmovern con esto, aunque la mayora de ellos no puedan explicar que fue lo que los conmovi. En el diario de John Wesley leemos, Llegamos a Bolton como a las cinco de la tarde. Tan pronto entramos a la calle principal, percibimos que los leones en Rochdale parecan ovejas comparados con los de Bolton. Dificilmente haba visto tanta ira y amargura en una criatura que llevaba la forma de hombre. Nos siguieron, grotando, hasta la casa donde nos bamos a quedar; y tan pronto entramos, tomaron posesin de todas las avenidas alrededor, y llenaron las calles de un lado a otro. En ese momento uno de nosotros subi y nos dijo que la turba haba entrado en la casa. Creyendo que mi hora haba llegado, baj entre lo ms denso de la gente. Para entonces ya haban ocupado los cuartos de la planta baja. Ped una silla. El viento se haba aquietado y todo estaba calmado y tranquilo. Mi corazn estaba lleno de amor, mis ojos de lgrimas y mi boca de argumentos. Ellos quedaron sorprendidos, avergonzados, derretidos, y devoraron cada palabra. (*).

Pero, Si yo hablase lenguas humanas y anglicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o cmbalo que retie (1 Corintios 13:1). Podra complacer al odo, pero no conmover corazones ni ganar almas.

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(*) The Journal of John Wesley, Londres & Toronto: J. M. Dent & Sons, 1922, Vol. II, Pag. 128 (18 de octubre de 1749)

Pero en este, como en otros particulares, el amor debe ser real. Debemos tener el verdadero derramamiento del amor que realmente habita en el corazn. El mejor ejemplo que yo conozco de ese amor puede encontrarse en Samuel H. Hadley, superintendente durante algunos aos de Jerry McAuley Water Street Mission en Nueva York. R. A. Terry, dice de l, Era la personificacin del amor Cristiano. (*). J. Wilbur Chapman dice, Es, sin embargo, el testimonio universal de aquellos que han sido mas fieles en su asistencia a Water Street, que no era simplemente el modo en que el seor Hadley deca las cosas, sino que era l mismo lo que contaba con los hombres que estaban dispuestos a escucharlo. Durante toda mi experiencia como ministro, estoy seguro que nunca he conocido a alguien que fuera un ejemplo tan perfecto del amor de Cristo a los pecadores como l mismo, y an ahora un sin nmero de personas se levantan para llamarlo bienaventurado. (**).

Fue el poder del amor que le permiti convertir a cientos de los mas malvados y degradados hombres y mujeres. Harry Monroe, del Pacific Garden Mission en Chicago, escribe, El Captulo 13 de 1 de Corintios siempre ha sido una joya de rara belleza para m. He ledo comentarios de ste, pero nunca entend completamente su interpretacin hasta que conoc a S. H. Hadley en una convencin de trabajadores cristianos en Tremont Temple de Boston en noviembre de 1892. Y mientras que otros pudieran preguntarse el secreto de su maravilloso xito, yo descubr en esa ocasin que el posea una pasin nacida de Dios hacia las almas, que lo equipaba para lo que ha probado ser un extraordinario ministerio. (***).

Mel Trotter, del Mel Trotter Mission en Grand Rapids, escribe, Conoc por

primera vez a S. H. Hadley en Northfield, Massachusetts, hace seis aos. Lo escuch hablar en Round Top; me acerqu lo ms posible frente a l en donde pudiera ver su cara y a la primera vista, mi corazn se fue tras l y yo lo amo desde entonces. Mientras contaba la historia de su vida, llor como un nio. Yo haba padecido el mismo pecado. Inmediatamente empec a buscar el poder que l tena. Platiqu con l acerca de su trabajo y acerca de su misin, en general, pero no le dije que yo era un misionero. Quera aprender sus mtodos y el secreto de su poder.____________________________________________________________

(*) S. H. Hadley of Water Street, por J. Wilbur Chapman: New York: Fleming H. Revell Company, n.d., Pag. 167

(**) ibid., Pags. 98 99.

(***) ibid., Pag. 132.

En Chicago, el siguiente invierno en donde coincidimos en una Convencin de Trabajadores Cristianos, fui testigo de una demostracin prctica de su poder. Descubr que su poder estaba en su amor por las almas y su amor por las almas vena de su amor por Cristo y la visin que viene por el bautizo del Espritu Santo; as que yo lo razon as: para amar lo menos amable como lo hace S. H. Hadley, uno debe tener el amor de Dios derramado en su corazn por el Espritu Santo. Lo v hablando con un borracho,y me acerqu para escuchar lo que le deca, y l parado ah llorando por un extrao que estaba borracho.

Me retir de donde estaba l y me fui a solas ante Dios, y permanec ah hasta que l me dio el mismo poder. Yo sola tratar de amar a las almas y s gan algunas para Jess, pero despus de que S. H. Hadley lleg a mi vida, no tuve que tratar ms, Dios puso el amor ah. (*).

Ya sea que estemos predicando a santos o a pecadores, difcilmente puede algo exceder la importancia de hablar la verdad en amor. (Efesios 4:15). Un hombre puede predicar la verdad de Dios, y an ser tan duro y fro predicndola, que fracasa por completo en atraer, reconfortar y ganar los corazones de los oyentes. Inclusive pueden alejarlos an ms lejos de Dios. Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina (Proverbios 12:18). los entendidosensean la justicia (Daniel 12:3). el que gana almas es sabio (Proverbios 11:30). Es el amor el que atrae los corazones y gana almas y tambin edifica a los santos, ya que el conocimiento envanece, pero el amor edifica (1 Corintios 8:1).

Pero debemos continuar a los resultados de la buena predicacin. Aqu esta la mejor prueba. Sin importar que tan buena se crea que es una predicacin, si no logra su finalidad, de qu sirve? Muy frecuentemente he escuchado predicadores que se auto consuelan con el supuesto hecho que la Palabra de Dios no se les regresar vaca, sino que cumplir el proposito para lo cual fue enviada, aunque esa palabra predicada por ellos, no logre absolutamente nada. Este parecer el lenguaje de una fe piadosa, pero de hecho es el lenguaje de la

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(*) ibid., Pags. 134 - 135

tibieza. Es el lenguaje de alguien que se contenta con no tener fruto. El mismo texto de las Escrituras en manos de la fe, tendra un efecto completamente diferente: llevara al hombre a arrodillarse, a luchar con Dios con fuerte clamor y lgrimas, con gemidos indecibles, para reparar sus caminos; para usar y ser usado; hasta que pueda ver con sus propios ojos el fruto de esa palabra. He visto a un predicador pentecostal, orar por la sanidad de una mujer, que deca que no tena un diente bueno en toda la boca. La declar sana, aunque sus dientes permanecieron igual, y con seriedad inform a la gente que dicha sanidad no necesitaba ser instantnea, pero que la obra de seguro ya se estaba haciendo y que pronto tendra la boca llena de dientes sanos. Ahora, es este un lenguaje de fe o de insensatez y engao? Y an, no puedo detectar ninguna diferencia entre esto y la suposicin de muchos predicadores que la palabra que ellos predican est logrando el propsito de Dios, aunque ellos no lo vean. Elas no or as, sino que envi a su criado una y otra vez a buscar la nube, mientras el continuaba luchando con Dios. Tampoco se conformara mientras su criado le dijera no hay nada. Tampoco desistira hasta ver con sus propios ojos la nube levantndose. Y a esto Santiago le llama, orar intensamente, a esto llama oracin ferviente y eficaz. Y cuando empecemos a ver predicacin ferviente y eficaz, muy pronto veremos una pequea nube en la lejana y enseguida el cielo obscuro con nubes y viento, y muy pronto la lluvia de bendiciones cayendo sobre el suelo reseco. La buena predicacin lograr su finalidad.

Entonces que resultados estamos buscando? Para empezar, la buena predicacin atre gente. la mies es mucha mirad los campos porque ya estn blancos para la siega. Bajo la espuma y frivolidades de una vida de vanidad, bajo el orgullo y autosuficiencia de una vida sin Dios, bajo la prisa de una vida de placer, bajo la dureza de una vida de pecado, existe en cada hombre un corazn hambriento y una conciencia acusadora. pero los obreros son pocos. Cuan pocos son los predicadores que son capaces de penetrar a travs del alboroto y frivolidad, de la dureza y autosuficiencia y hablar a la misma alma del hombre! Tenemos predicadores en abundancia, pero cuan pocos pueden tomar la espada del Espritu para perforar la armadura con que los hombres se han fortificado contra Dios, y hablar a su mismo corazn y a su conciencia! An as, creo que las verdades sobre el pecado, la justicia y el juicio, as como el tierno, expectante y sufrido amor de Dios, predicados con autoridad, intensidad y amor, lograrn exactamente eso. Y cuando un hombre se levanta y sabe predicar as, atraer a la gente. Puede ser que ellos no comprendan por qu son atrados a l, pero saben e instintivamente sienten, que el predicador est limpiando las telaraas de lo ms profundo de sus corazones y almas, que les hace sentir lo que nunca han sentido antes, que los enfrenta cara a cara con estas realidades que tocan el centro de su mismo ser y son poderosamente, o quiz irresistiblemente atrados a l.

De qu manera era atrada la gente a Cristo! Lo siguieron al desierto, y permanecieron con l tres das sin comer, solamente para escuchar las palabras que salan de sus labios! Yo s que l habl como ningn otro hombre. Yo s que el Espritu Santo fue derramado en l sin medida. Pero nosotros podemos hablar la misma verdad, con el mismo Espritu, de acuerdo a nuestra medida, y porqu no vemos la misma clase de resultados, aunque en menor medida? An, porqu no los mismos resultados y hasta en mayor medida, ya que el mismo Cristo dijo, el que en M cree, las obras que Yo hago, l las har tambin; y mayores har porque yo voy al Padre. (Juan 14:12)? Cuntas veces los hombres en nuestros tiempos explican esta Escritura, diciendo que no se aplica a obras milagrosas, o a obras fsicas, sino solamente a obras espirituales? Muy bien: aqu tenemos una obra espiritual para que la ejecutes.

Pero no necesitamos establecer el asunto as, ya que es un hecho, que a travs del tiempo los servidores de Cristo han atrado a la gente precisamente como el Seor lo hizo. De Juan el Bautista, leemos, Y sala a l Jerusaln, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordn. (Mateo 3:5). Los predicadores de estos das, deben construir templos elegantes y cmodos en grandes centros urbanos, equipados con bancas acojinadas, pasillos alfombrados y aire acondicionado y adems poner juegos, dar premios y entretenimiento para atraer solamente una pequea parte de la poblacin urbana. Juan el Bautista no tena nada de esto. No construy ningn templo, no tena un ministerio de camiones, no ofreca entretenimiento o msica especial y nunca gast un centavo para promocin. Y an as la gente se juntaba para escuchar su predicacin. Y sala a l la gente sala al desierto, aunque no tenan vehculos en que transportarse. Y ellos salan por una cosa solamente: iban a escuchar la Palabra de Dios, predicada en el poder del Espritu Santo.

Leemos que cuando Pablo predicaba en cierto lugar, se junt casi toda la ciudad, para or la Palabra de Dios para que, ....viendo los judos la muchedumbre, se llenaron de celos (Hechos 13:44-45). La incredulidad pensara que esas cosas solamente eran para los apstoles y profetas, pero no es as. La Palabra de Dios predicada en el poder del Espritu Santo siempre ha atrado muchedumbres, sin importar quin fuera el predicador.

El simple mencionar del nombre de George Whitefield era suficiente para atraer a una multitud de miles de personas en cualquier tiempo y cualquier lugar. Lo siguiente lo escribi Nathan Cole, granjero y carpintero de Connecticut. l era un hombre inconverso que slo con escuchar del poder y xito de la predicacin del Sr. Whitefield en varios lugares, lo haba trado bajo conviccin de pecado y por algn tiempo tuvo el deseo de escucharlo. Un da entre 8 y 9 de la maana, repentinamente, lleg un mensajero y dijo que el Sr. Whitefield haba predicado en Harford y Wethersfield el da anterior e iba a predicar en Middletown esa maana a las diez. Yo estaba trabajando en mi campo. Dej caer la herramienta que tena en la mano y corr hacia la casa por mi esposa, dicindole que se arreglara rpido para ir a escuchar al Sr. Whitefield predicar en Middletown, luego corr con toda mi alma hacia donde estaba mi caballo, temiendo que llegara tarde. Con el caballo listo y mi esposa y yo montndolo corrimos lo ms fuerte que poda el caballo y cuando ste empezaba a perder el aliento, me bajaba y le peda a mi esposa que corriera lo ms rpido que pudiera sin parar o aflojar las riendas por m, excepto si yo se lo peda y yo corra tras el caballo hasta que me faltaba el aliento y luego montaba de nuevo al caballo, y as lo hicimos varias veces para proteger al caballo, (Lector, mire: estoy hablando de un hombre incoverso que va a escuchar el Evangelio!). Adelantbamos a cada momento como si estuviramos huyendo para salvar la vida, todo el tiempo temiendo que llegaramos demasiado tarde para escuchar el sermn, pues tenamos que cabalgar doce millas en poco ms de una hora, rodeando la casa parroquial. Cuando llegamos al punto en que faltaba media milla del camino que viene de Hartford, Wethersfield y Stepney a Middletown, en tierra alta, vi ante mi una nube de niebla levantndose. Al principio pens que sala del gran ro pero conforme iba acercndome, o un ruido como de muchos caballos que venan frente a nosotros por el camino, y esta nube era del polvo que levantaban las patas de los caballos. El polvo se levantaba sobre la punta del cerro y de los rboles; y cuando llegu a casi veinte varas del camino, pude ver a hombres y caballos atravesando rpidamente entre la nube, como sombras, mientras iba acercndome pareca como un desfile uniforme de caballos con sus jinetes, apenas dejando un espacio entre uno y otro de lo largo de un caballo, todos los caballos estaban llenos de sudor y espuma, su respiracin saliendo fuertemente por sus narices con cada brinco. Cada caballo pareca correr con todas sus fuerzas para llevar a su jinete a escuchar las buenas nuevas del cielo para la salvacin de las almas. Nosotros nos unimos al desfile, pero no omos a ningn hombre decir ni una sola palabra durante tres millas, sino que todos cabalgaban hacia enfrente con urgencia; y cuando llegamos al lugar de la reunin en Middletown haba una gran multitud, se deca que eran de tres a cuatro mil personas reunidas juntas. Mir hacia el Gran Ro y vi a los transbordadores navegando veloces ida y vuelta con ms de su capacidad y los remeros ligeros y rpidos. Pareca que todo, hombres, caballos y transbordadores, estaban luchando por su vida. La tierra y la ribera se vea negra con tantos hombres y caballos; y por todo un trecho de doce millas no v a ningn hombre trabajando en el campo, pareca que no haba nadie. (*).

Por ms de treinta aos, Whitefield predic da tras da, algunas veces dos y tres predicaciones diarias y generalmente a muchos miles de gentes.

Por ms de cincuenta aos, John Wesley predic dos y tres veces diarias, y en los breves comentarios que hace al principio de sus diarios, constantemente leemos de una inmensa multitud, una enorme multitud, miles y miles congregndose para escuchar su predicacin. Y entindase que la mayora del tiempo estas multitudes no estaban sentados en un edificio cmodo, sino de pi bajo un cielo abierto, s, muy seguido, de pi durante una hora con la lluvia cayendo sobre sus cabezas, para escuchar predicar a este hombre de Dios.

Cuando C. H. Spurgeon empez a predicar en Londres, muy pronto su nueva Capilla de Park Street, lleg a llenarse hasta la asfixia. Se hicieron arreglos para ampliarla, mientras l predicaba en el gran Exeter Hall. Pero ah, igualmente, se llen hasta la sofocacin, y Spurgeon escribi en esa ocasin, Yo estoy siempre ah pero la gente insiste hasta morir que les deje or mi voz. Es muy extrao que tal poder salga de un cuerpo tan pequeo que llena Exeter Hall hasta la asfixia y bloquea la Strand, para que los peatones tengan que desviarse y todo el dems trfico est detenido.

Creo que yo podra asegurar una gran audiencia en lo profundo de la noche y bajo una fuerte nevada. (**).

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(*) Appendix to George Whitefield Journals, The Banner of Truth Trust, 1960, Pags. 561-562.

(**) C. H. Spurgeons Autobiography, recopilada por su esposa y su secretaria privada; Londres: Passmore & Alabastger, Vol. II, 1898, Pag. 99.

Adems, el Seor bendijo la Palabra ms y ms para la conversin de los oyentes, y Exeter Hall estuvo atestada durante todo el tiempo de nuestra permanencia. Regresar a la calle de New Park, aunque ampliada, era como intentar meter el mar en una cafetera. Estbamos ms incmodos que antes. Negar la entrada a muchos cientos fue la necesidad general si no la necesidad universal y aquellos que s podan entrar, no estaban nada mejor, ya que la multitud era densa en extremo, y el calor algo terrible an al recordarse. (*).

D. L. Moody constantemente contrataba el edificio ms grande disponible para sus reuniones, o levantaba edificios temporales que pudieran contener a miles de gentes. Su poder para atraer a la gente puede ilustrarse con el siguiente incidente. Una vez l contrat un gran auditorio en Chicago para unas reuniones a las diez de la maana y tres de la tarde. Hizo esto a pesar de las objeciones de casi todos, ya que nadie esperaba que pudiera atraer tal multitud en horas de trabajo. R.A. Torrey dice, La primer maana de las reuniones, fui al auditorio media hora antes de la hora programada, e iba con temor y gran preocupacin; pensaba que el auditorio no estara ni remotamente lleno. Cuando llegu para mi sorpresa, haba una hilera de cuatro filas que se extenda desde la entrada de la calle Congress hasta la avenida Wabash, luego un espacio para dejar pasar el trfico y luego otra manzana y as sucesivamente. Entr por la puerta de atrs y ah haba personas pidiendo que los dejaran entrar. Cuando se abrieron las puertas al pblico, a la hora anunciada, tenamos un cordn de veinte policas para guardar el orden, pero la multitud era tan grande que barrieron con los policas y el edificio se llen con ocho mil personas, antes de poder cerrar las puertas. Y pienso que afuera se quedaron otras tantas. (**).

R. A. Torrey, tambin contrataba el edificio ms grande disponible y cuando no encontraba alguno suficientemente grande, levantaba uno temporal.

An as los edificios no podan contener a las multitudes. Citamos un ejemplo. La multitud inund la Phillarmonic Hall donde las reuniones se llevaban a cabo, de tal manera que tuvimos que programar reuniones dobles cada noche, la primera para mujeres y la segunda para hombres.

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(*) The Metropolitan Tabernacle. Its History and Work, por C. H. Spurgeon; Londres: Passmore & Alabaster, 1876, Pag. 73

(**) Why God Used D.L. Moody, por R. A. Torrey; Chicago: The Bible Institute Colportage Assn, n.d., Pags. 24-25

Cuando el primer servicio se estaba levando a cabo, miles estaban gritando por fuera de las puertas para que los dejaran entrar. La gente se quedaba de pi por una hora haciendo cuatro filas a los lados del edificio bajo la lluvia, esperando poder entrar. (*).

Adems, Una noche, despus de poner un aviso Auditorio lleno, una gran multitud segua esperando alrededor de las puertas. El Sr. Armstrong, un misionero de la ciudad, sali y le dijo a la gente El edificio est lleno; Por qu no se van a sus casas? Una seora parada junto a l le dijo, Por favor, seor, estamos esperando a que alguien se desmaye. El contest, Seguramente usted no quiere que alguien se desmaye verdad? No, dijo ella, pero algunas veces alguien se desmaya y estoy esperando por si pasa, para poder tomar su lugar. La intensidad de ella despert su curiosidad y le pregunt que si era cristiana. Ella contest que no. Bueno, le contest l, Probablemente pueda meterla por la puerta de atrs l lo logr y ella escuch el sermn. Despus de la reunin, l se dio cuenta que esa mujer fue una de las primeras en acercarse al frente y pblicamente confesar su aceptacin a Cristo (**).

Billy Sunday en todas partes levantaba tabernculos temporales hechos de madera. El ms grande poda contener veintids mil personas. An as, l nunca predic en un edificio suficientemente grande que pudiera acomodar a la multitud. Lo vemos atrayendo multitudes sorprendentes, no solamente una o dos veces, sino noche y da durante semanas. Vemos un gento esperando entrar al gran tabernculo antes de que termine el servicio de la asamblea anterior. Vemos toda clase de organizaciones de hombres pidiendo reservaciones. Vemos cantidad de personas de los pueblos circunvecinos, llegando en trenes. Y l est atrayendo todas estas multitudes mientras escritores de revistas y crticos de la cristiandad declaran que el plpito ha perdido su poder. Cuntos otros hombres en Estados Unidos podran atraer tal gento semana tras semana? Podra cualquier media docena de los mejores oradores del pas, juntos hacer sto?

La elocuencia de Webster y Clay hace eco en los pasillos de la universidad y en plataformas polticas, pero acaso alguna vez omos que cualquiera de ellos atrajeran decenas de miles de gentes buscando escucharlos por un perodo de _____________________________________________________________

(*) Torrey & Alexander, por George T. B. Davis; Londres: James Nisbet & Co, Limited, n.d., Pag. 101

(**) ibid., Pags. 101-102

diez semanas en el mismo lugar y sobre el mismo tema? (*).

Antes de dejar este tema, debemos, otra vez observar que simplemente el predicar la Palabra de Dios fue lo que atrajo toda esta multitud de personas. Hay un movimiento dentro de los lineamientos del Fundamentalismo que atribuye gran importancia a las multitudes, y logran reunir grupos de buen tamao, al menos los domingos. Pero no es por el simple hecho de predicar la Palabra de Dios. Ellos dan la vuelta a la tierra y mar, y no dejan ni una piedra sin voltear, buscando formas y medios para hac