La Antropologia en El Peru - Carlos Ivan Degregori-Pablo Sandoval

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LA

ANTROPOLOGA EN EL

PER:

del estudio del otro a la construccin de un nosotros diversoCARLOS IVN DEGREGORI PABLO SANDOVALINSTITUTO DE ESTUDIOS PERUANOS [email protected]

ResumenSTE ARTCULO PRESENTA UN PANORAMA DE LA HISTORIA DE LA ANTROPOLOGA EN EL PER, TOmando en cuenta sus distintas etapas: 1) el indigenismo literario; 2) la influencia del culturalismo estadounidense; 3) el impacto de las teoras del desarrollo; 4) la influencia del marxismo; y 5) la bancarrota del llamado paradigma andinista. Se sostiene a lo largo del artculo que el aporte central de la antropologa peruana fue contribuir a la articulacin nacional -mediante las monografas etnogrficas- explorando territorios ignotos tanto en el sentido literal como geogrfico de la palabra, como tambin en sentido metafrico: incursionando en mbitos socioculturales y temporales antes desconocidos. PALABRAS CLAVE: indigenismo, antropologa, Per, andinismo, historia intelectual.

E

ANTHROPOLOGY FROM

IN

PERU:

THE STUDY OF THE OTHER

TO THE CONSTRUCTION OF A DIVERSE US

Abstract

T

PERU, TAKING INTO ACcount its distinct phases: 1. Literary indigenism, 2. The influence of north American culturalism, 3. The impact of development theories, 4. The influence of marxism, and 5. The bankrupcy of the so-called Andeanist paradigm. We argue that the central contribution of Peruvian anthropology was towards national articulation - by means of ethnographic monographs- exploring undiscovered territories both in the literal and geographical sense of the word, as well as metaphorically: going into sociocultural and temporal ambits previously unknown. KEY WORDS: Indigenism, anthropology, Peru, andeanism, intellectual history.HIS ARTICLE PRESENTS AN OVERVIEW OF THE HISTORY OF ANTHROPOLOGY IN

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tudio de las sociedades lejanas y diferentes (Aug, 1995: 12). Podramos definir entonces a la antropologa clsica como la ciencia o el estudio del otro, el radicalmente diferente, el nooccidental. Por qu el inters en estudiarlo? Mencionemos aqu slo los dos extremos. Uno: estudiarlo para dominarlo mejor, pues la antropologa surgi en el periodo de la expansin imperial europea y luego estadounidense. En el otro extremo, conocerlo para idealizarlo como el buen salvaje. Entre ambos, lo mejor de la antropologa clsica contribuy a ampliar el concepto mismo de humanidad, fomentando la tolerancia y reconociendo positivamente la diversidad cultural en tiempos en que cobraba auge el racismo cientfico. Sin embargo, nadie puede escapar totalmente a su poca. Por eso, en las etnografas clsicas descubrimos con frecuencia la tendencia a construir al otro fuera de la historia, exotizndolo y esencializndolo, sea como el buen salvaje que debe ser protegido en su pureza o como el primitivo destinado a desaparecer (Said, 1990; y para el contexto andino, Starn, 1992). Casi siempre varn, blanco, ciudadano de estados imperiales, difcilmente el etngrafo poda evitar mirar, o fotografiar, con un ojo imperial al otro que era su objeto de estudio (Poole, 1998; Pratt, 1993).

E

L QUEHACER ANTROPOLGICO PRIVILEGI DURANTE MUCHO TIEMPO EL ES-

ANTROPLOGOS EN AMRICA LATINA

LA

PERIFERIA:

QU PASA CUANDO EL OTRO NO EST EN UNA ISLA LEJANA, UNA SELVA IMpenetrable o algn desierto calcinante, sino dentro del propio pas, literalmente a la vuelta de la esquina o incluso dentro del propio antroplogo? En otras palabras, qu pasa cuando los otros, antes objeto de estudio, se convierten ellos mismos en cientficos sociales? Si la antropologa clsica fue un producto de la expansin noratlntica hacia el resto del mundo, en Asia y frica fue hija de los procesos de liberacin nacional, y en Amrica latina de los de construccin nacional (Cardoso de Oliveira, 2001: 77; Stocking, 2001: 287). Al igual que en cualquier parte, la antropologa en Amrica latina enfrenta peligros y ofrece posibilidades. Desde siempre e inclusive hoy, los antroplogos sureos estudiaban fundamen-

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talmente sus propios pases, lo que les daba y les sigue dando la ventaja comparativa de un conocimiento localizado, una capacidad de descripcin densa difcilmente igualable por los profesionales forneos. Pero la cercana al rbol puede bloquear la visin del bosque. Por otro lado, al concentrarse en su propio pas pueden perder la perspectiva comparada, una de las condiciones centrales de produccin de conocimiento de la disciplina. Finalmente, el o la antroploga estudia su propio pas, pero no necesariamente su propia (sub)cultura. Cuando la antropologa esencializa al otro lo ve como homogneo y monoltico, aun cuando en realidad no lo es. Lo probamos los propios antroplogos de la periferia, intelectuales diferenciados del resto de la poblacin, a veces no slo por educacin o clase social, sino por pertenencia tnica o racial, como sucede con frecuencia en Per, donde la comunidad acadmica tiende a reproducir las brechas y las exclusiones que atraviesan el conjunto del pas: entre universidades nacionales y privadas, entre Lima y provincias, en cierta medida entre andinos y criollos (Degregori y Sandoval, 2006). Durante largo tiempo, sin embargo, a la antropologa latinoamericana la impuls la nostalgia o el anhelo narcisista, en cierto sentido nacionalista, de (re)construir un nosotros homogneo. Mencionemos tres corrientes en las que puede rastrearse este deseo: 1) el indigenismo; 2) el paradigma de la integracin nacional de los estados populistas; y 3) el de la revolucin. Todos tenan en comn una visin unificadora de 1. Vanguardista porque, en mayor o menor mela cultura y una concepcin van- dida, quienes saban cul deba ser el rumbo y diseaban los proyectos, sea de modernizacin, guardista del cambio social1. construccin nacional o revolucin, eran ncleos Estas diferentes aproximacio- de intelectuales, de polticos o de ambos; prones influyeron y se entrecruzaron yectos cuya estructura bsica homogeneizadora era compartida en la antropologa latinoamerica- mico/poltico. por casi todo el espectro acadna en diferentes grados y pocas. Pero aun cuando marcada por sueos que una vez en el poder se revelaran imposibles y etnocidas, la antropologa no fue slo y en muchos casos ni siquiera principalmente un instrumento del poder. Si la ubicamos en su contexto histrico, encontramos produccin de conocimiento crtico sobre nuestras realidades y puntos de fuga hacia otros horizontes.

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MIRADAS

CRUZADAS: LOS ORGENES

DE LA ANTROPOLOGA EN EL

PER2

N EL CASO PERUANO, LO MEJOR DE LA ANTROPOLOGA CONTRIBUY A AMpliar la foto de familia, a transformar la comunidad imaginada llamada Per. El pas concebido en un principio por sus elites como occidental y criollo, fue cediendo as paso a otro ms contradictorio pero tambin ms plural. El aporte central de la antropologa en sus primeras dcadas (1940-1960) fue contribuir a la articulacin nacional mediante las monografas etnogrficas explorando territorios ignotos tanto en el sentido literal y geogrfico de la palabra, como tambin metafrico: incursionando en mbitos socioculturales y temporales desconocidos. En esos tiempos, y quin sabe si an hoy, cuando salan a hacer trabajo de campo en comunidades lejanas, los antroplogos peruanos se sentan y tenan mucho de exploradores en un pas donde la exploracin haba estado principalmente a cargo de extranjeros, mientras los hijos de las elites criollas tendan a comportarse como extranjeros en un pas extrao3. Viajeros y traductores transculturales, 2. Para esta seccin tomamos en cuenta balances en las dcadas de 1930-1950 los anteriores como Salomon (1982, 1985), Montoya coleccionistas y estudiosos del (1975), Murra (1984), Osterling y Martnez (1985), Urrutia (1992), Poole (1992), Rivera (1993), Marzal folklore, por ejemplo, incor(1993), Ansin (1994), Guerrero y Platt (2000), Burga poraban a la cultura nacional las (2005) y Bonilla (2005). manifestaciones de los denomi3. Por ello, a principios del siglo veinte Jos de la Riva Agero, hijo de familia aristocrtica, conmocion nados hoy grupos subalternos. a su generacin cuando al terminar sus estudios Viajeros en el tiempo, arquelouniversitarios decidi recorrer el Per en vez de viajar gos y etnohistoriadores, por su a Europa, como era costumbre por esos aos. lado, incorporaron a la historia nacional los miles de aos previos a 1532. Pero comencemos por el principio y avancemos en orden, precisando, ampliando y cuestionando tambin estas afirmaciones iniciales, tal vez demasiado celebratorias.

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Cronistas, exploradores y viajerosSI LA ANTROPOLOGA SURGE DEL ENCUENTRO CON EL OTRO, ENTONCES LOS precursores ms antiguos de la antropologa peruana los encontramos en tiempos de la conquista. Cronistas tratando de

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hacer inteligible la radical otredad del Tawantinsuyu; frailes doctrineros elaborando los primeros diccionarios de las lenguas quechua y aymara; burcratas visitadores que al entrevistar a los seores de la tierra o censar a sus sbditos para convertirlos en tributarios acumulaban material etnogrfico sobre flamantes subalternos (Brading, 1991, captulos II-IV y VII; Pagden, 1988). En sus sugerentes reflexiones sobre la antropologa mexicana, Lomnitz (1999: 83) subraya que: la tensin entre el mundo de lo conocido y la seduccin de experiencias exticas que no pueden ser narradas, es el contexto originario de nuestras antropologas (vase tambin Lomnitz, 2001a). Pero esta traduccin intercultural entraa peligros. Los evangelizadores, por ejemplo, se encontraban tensionados por el peligro de la corrupcin de los signos o de la moral. En qu medida estaban traduciendo adecuadamente las categoras cristianas? Hasta qu punto la traduccin no significaba el primer paso hacia la reafirmacin de la cultura nativa y la perversin de la doctrina cristiana? Adems, el proceso de aprendizaje implica, necesariamente, someterse a una lgica ajena aunque sea de manera provisional (Lomnitz, 1999: 81-82). Esta misma mezcla de fascinacin y horror la encontramos en Per en figuras como Francisco de vila (1573-1647), jesuita cusqueo extirpador de idolatras y recopilador al mismo tiempo de las historias de los dioses y hroes, y la vida de los hombres de Huarochir en la poca prehispnica () una especie de Popol Vuh de la antigedad peruana; una pequea Biblia regional () (Arguedas, 1966: 9). No obstante, aqu pronto aparecieron otras voces, otras miradas cruzadas que nos ofrecen relatos contradictorios, ausentes en el recuento de Lomnitz, en el cual corrupcin parece ser un camino de un solo sentido. En el caso peruano, el Inca Garcilaso de la Vega (1616/1960) emplea la misma palabra para referirse a los espaoles que: corrompen () casi todos los vocablos que toman del lenguaje de los indios de aquella tierra, comenzando por el nombre mismo del Per, y que malinterpretan la verdadera historia de los incas. Pero en lo que se refiere a la acepcin moral y religiosa de la palabra corrupcin, Garcilaso vacila. Corrige a Cieza, quien llama demonio a Pachacmac, la gran divinidad pan-andina, pues: por ser espaol no saba la lengua tan bien como yo, que soy indio inca (Libro II, captulo 2). Mas a continuacin aade que:

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() por otra parte tienen razn porque el demonio hablaba en aquel riqusimo tiempo hacindose Dios debajo deste hombre, tomndolo para s. Pero si a m () me preguntasen ahora: cmo se llama Dios en tu lengua?, dira Pachacmac, porque en aquel general lenguaje del Per no hay otro nombre para nombrar a Dios sino ste, y todos los dems () o no son del general lenguaje o son corruptos () (Ibdem: Libro segundo, captulo II: 134-135).

Divinidad o demonio? En su vacilacin queda delineado uno de los dilemas que recorre la antropologa y buena parte de la cultura peruana hasta nuestros das. Son los dilemas de un mestizaje que est lejos de ser armnico y sin contradicciones4 y se presenta ms bien plagado de 4. Sobre las dificultades del Inca Garcilaso para desgarramientos, suturas y tenasumir su identidad mestiza, vase entre otros: siones al filo de dos mundos. Hernndez (1993). Sobre una crtica al concepto mismo de mestizaje: Cornejo Polar (1994). Qu pasa cuando el otro est dentro de nosotros mismos? La pregunta vale no slo para Garcilaso, sino tambin para los cronistas indgenas como Santa Cruz Pachacuti o Guamn Poma de Ayala y su Carta al Rey, monumental hbrido de castellano y quechua, de escritura e iconografa. En esta carta, perdida hasta 1908, encontrada en Copenhague y publicada por primera vez en 1936 por el antroplogo y lingista francs Paul Rivet, Guamn Poma nos ofrece: la nica contribucin etnogrfica entre los cronistas (Murra, 1980: xvii). Son famosas sus crticas a la administracin colonial, incluyendo a los frailes, pero en lo referente a las idolatras:Su ambivalencia es notable. Defiende el uso de los bailes y las canciones andinas que otros tratan de prohibir. Pero al igual que su contemporneo, el sacerdote cusqueo Francisco de vila, Waman Puma denuncia a los ydlatras entre los seores andinos. Su obra, como la de vila, prepara el terreno para las grandes campaas de extirpacin de las religiones andinas () (Ibdem).

Lo cual mostrara que a pocas dcadas de la conquista exista ya un cierto marco discursivo hegemnico, que defina los asuntos centrales alrededor de los cuales y en cuyos trminos puede tener lugar la contestacin y la lucha (Joseph y Nugent, 1994: 20). La identidad mestiza y el reclamo indgena se construyen apelando a smbolos e instituciones que surgen de los mismos procesos que han subordinado a estos grupos.

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Ms que un repaso exhaustivo de ese primer momento precursor de la antropologa, nuestro inters ha sido mostrar que desde muy temprano se complejizan y matizan las oposiciones dominacin/resistencia, Andes/occidente, tradicin/modernidad, y se erosionan tambin las fronteras entre nosotros y los otros. Luego del gran impulso explorador asociado a la conquista y a la bsqueda de El Dorado, el fuego se apaga. Entre el rentismo y la rutina colonial, el elan protoantropolgico queda fundamentalmente en manos de misioneros en la amazonia. La rebelin de Juan Santos Atahualpa en la dcada de 1740, que expulsa a los franciscanos de su ltima frontera amaznica, y la expulsin de los jesuitas pocas dcadas ms tarde, constituyen un eplogo de ese primer periodo y consolidan el predominio de una voluntad de ignorar. Las grandes rebeliones de Tpac Amaru y Tpac Ccatari en 1780 repliegan todava ms a espaoles y criollos tras los muros de la ciudad letrada. No es tanto un repliegue fsico, en tanto las guerras de la independencia y las guerras entre caudillos que marcan las primeras dcadas republicanas se desarrollan en escenarios rurales, pero s en la actitud frente al otro indgena, sintetizada en la reimplantacin del tributo, medida poscolonial emblemtica (Mndez, 2005). Son exploradores y viajeros, en su gran mayora extranjeros, quienes animados con los principios de la ilustracin europea toman la posta como precursores de la antropologa hacia fines del siglo dieciocho y durante el diecinueve (Degregori, 2000). Ni el avance del liberalismo ni la abolicin del tributo en la sexta dcada del siglo diecinueve implican un cambio significativo en la actitud de las elites oligrquicas, que desde el principio haban preferido, parafraseando a Arguedas, rescatar al indio histrico pero ignorar al indio actual (Mndez, 1996). El liberalismo signific ms bien la expansin de la gran propiedad terrateniente, en lo que ha sido denominado metafricamente una segunda conquista de los Andes (Larson, 2004). Pero a pesar de su envoltura arcaica, el contexto en que se da la ofensiva latifundista era radicalmente diferente, y tuvo por tanto consecuencias distintas, entre ellas el surgimiento del indigenismo, acicateado adems por la expansin del mercado y la derrota de Per ante Chile en la guerra del Pacfico (1879-1883).

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Los indigenismos y el nacimiento de la antropologaEL INDIGENISMO CUESTIONA LA VISIN EXCLUYENTE, QUE DEJABA FUERA DE la comunidad imaginada nacional a las mayoras indgenas o las incorporaba como sustrato servil, cuando no degenerado5. Desde fines del siglo diecinueve y durante la primera mitad del veinte, el indigenismo como reivindicacin del indio actual y de su incorporacin como base fundamental de la comunidad imaginada peruana se abri campo, con altibajos, en la conciencia, la cultura y la poltica peruanas6. La bibliografa amplia y variada sobre el indigenismo nos presenta un movimiento heterogneo y complejo, que abarca varios registros filantrpico, social, poltico y artstico y atraviesa diferentes coyunturas (vanse, Martnez y Samaniego, 1977; Cornejo Polar, 1980, 1994; Franco, 1990; Kristal, 1991; Lauer, 1997). Existe cierto consenso, adems, en que tras la reivindicacin indigenista subyace una visin urbana de los Andes (Kristal, 1991): paternalista, extica y en muchos casos con una con5. Para Manuel Gonzlez Prada, uno de los cepcin homogeneizante de la precursores del indigenismo, esa servidumbre fue una de las causas de la derrota en la guerra construccin nacional alrededor del Pacfico a finales del siglo diecinueve. Afirma del mestizo o del indgena. Pero Gonzlez Prada: Alguien dijo que el Per no la antropologa peruana, surgida es una nacin sino un territorio habitado () cabe, por ahora, una buena dosis de verdad. Si como disciplina universitaria el Per blasona de constituir una nacin, debe en 1946, es hija del indigenismo manifestar dnde se hallan los ciudadanos, los y, por tanto, es necesario ubicar elementos esenciales de toda nacionalidad. Ciudadano quiere decir hombre libre, y aqu vegetan los inicios de nuestra disciplina rebaos de siervos (en Garca Salvattecci, 1972, sobre ese trasfondo. captulo 10). 6. Aqu hacemos un uso extensivo del trmino Lauer (1997) hace una disde Benedict Anderson (1993), tomando en contincin interesante entre un sideracin las crticas que se le ha formulado indigenismo mayormente sociodesde la historia y la antropologa. Al respecto, vase Hobsbawm (1995), Chatterjee (1993) y Lompoltico y otro cultural: literario, nitz (2001b). plstico, arquitectnico o musi7. Esta importancia la atestiguan, entre otros, los cal. El primero tuvo su auge desde textos reunidos por Aquzolo (1976) en La polmica del indigenismo, que hacia 1927 involucr a fines del siglo diecinueve hasta la grandes nombres de la intelectualidad peruana dcada de 1920. Fue movilizador, como Jos Carlos Maritegui, Luis Alberto Snchez y Jos ngel Escalante. modernizador y reivindicativo, y lleg a ocupar un lugar importante en el debate nacional7. En sus franjas ms radicales, ese indigenismo asumi rasgos utpicos y hasta apocalpticos, como

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en Tempestad en los Andes de Luis E. Valcrcel8, o simplemente radicales como en El nuevo indio de Uriel Garca (1930). De manera subordinada, muchas de sus ideas fueron incorporadas en los programas polticos que Vctor Ral Haya de la Torre y Jos Carlos Maritegui9 elaboraron hacia el final de esa dcada, buscando: una nueva ocupacin de los espacios centrales de la cultura poltica (Lauer, 1997: 32). Por contraste, el indigenis- 8. Por ejemplo, dice Valcrcel (1970): Un da alumbrar el Sol de sangre, el Yawar Inti, y todas mo cultural, que Lauer llama las aguas se teirn de rojo. El vencido alimenta en indigenismo 2: ms que una silencio su odio secular, calcula framente el inters de cinco siglos de crueles propuesta subversiva o negadora compuesto milln de vctimas blancas?agravios. Bastar el (p. 24). de lo criollo, era una buena idea 9. Vctor Ral Haya de la Torre y Jos Carlos nacionalista cuyo momento pa- Maritegui fueron los fundadores de los dos reca haber llegado, un esfuerzo primeros partidos ms influyentes en las siguientes dcadas, el Apra (Alianza Popular Revolucionaria por expandir lo criollo por los Americana) y el Partido Socialista, posteriormente bordes (Ibdem: 46-47); un in- Partido Comunista. tento ms de lo no-autctono por asimilar lo autctono, que sera una constante desde la colonia y que: ha terminado trazando una clara deriva de incorporacin de lo no-criollo a lo criollo (Ibdem: 16). As, con sus filos contestatarios atenuados y tras varias mutaciones, el indigenismo fue recuperado y usado como una suerte de teln de fondo en los discursos oficiales hasta la dcada de 1980. El historiador Jorge Basadre presenta el contexto en el que se da el trnsito del indigenismo 1 al 2. As, mientras: () la dcada de 1920 a 1930 represent un considerable incremento en la imagen del indio en la conciencia de la intelectualidad peruana (). Correspondi al periodo de 1931-1942 una etapa de reafirmacin hispnica (Basadre, s. f.: 33). Fue durante esos aos, segn Macera (1969: 92) los peores de la historia republicana del siglo XX, que la antropologa se gest como disciplina universitaria. La contraofensiva hispanista se dio en un clima mundial de ofensiva conservadora, cuando no fascista. El clima de las primeras dcadas del siglo veinte, en el que el entonces denominado problema indgena se abre espacios en la agenda nacional, cede paso a otro en el cual es posible que el filsofo y pedagogo Alejandro O. Deustua afirme que:El Per debe su desgracia a esa raza indgena, que ha llegado, en su disolucin psquica, a obtener la rigidez biolgica de los seres que han cerrado definitivamente su ciclo de evolucin y que no

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han podido transmitir al mestizaje las virtudes propias de razas en el periodo de su progreso (Deustua, 1937, citado en Degregori et al., 1979: 234).

El indigenismo es por entonces una idea a la defensiva, que se repliega hacia el pasado y hacia los mrgenes de la vida nacional. Valcrcel se concentra en La etnohistoria del Per antiguo mientras el indigenismo como movimiento se refugia en mbitos e instituciones que no desafan explcitamente al poder, como la Escuela de Bellas Artes o el Museo de la Cultura Peruana. All madura la antropologa. Pues aun cuando a la defensiva, el grupo antropolgico da sus batallas, y aprovechando una coyuntura nacional e internacional favorable logra la institucionalizacin de la antropologa como disciplina universitaria. La segunda guerra mundial acababa de finalizar y la guerra fra an no haba comenzado. En el Per, bajo la presidencia de Jos Luis Bustamante y Rivero (1945-1948) se viva una corta primavera democrtica. Luis E. Valcrcel, cuyo indigenismo ya haba perdido el filo utpico de Tempestad en los Andes, fue nombrado ministro de Educacin en 1945 y bajo su gestin se cre en 1946 el Instituto de Etnologa y Arqueologa de la Universidad de San Marcos. Paralelamente se crea tambin la carrera de antropologa en la Universidad San Antonio Abad del Cusco10. Para esa poca, Valcrcel y los otros indigenistas buscaban legitimar la antropologa como una ciencia aplicada, alejndola de las generalizaciones, los utopismos y las panaceas (Valcrcel, 1964: 12). El periodo que se extiende en10. Aun cuando segn Valcrcel (1947), ya en la tre las dcadas de 1920 y 1960 puede dcada de 1930, con la llegada de Harry Tschopik (1946) para hacer trabajo de campo en Quispileerse como el trnsito largo y dicanchis (Cusco): puede decirse que comenzaron fcil del paradigma modernizador las actividades etnolgicas en el Per (p. 16). As mismo, con la publicacin en 1946 del Handbook excluyente de la oligarqua a otro of South American Indians bajo la direccin de mucho ms inclusivo, populista Julian Steward, se potencian los trabajos antroo nacional popular. Parte de ese polgicos en los Andes, liderados todava por antroplogos extranjeros. trnsito es el desarrollo de un indi11. Para el indigenismo y la antropologa mexicana genismo estatal, que se remonta a en el periodo posrevolucionario puede verse, los gobiernos de Augusto B. Legua Knight (1990). (1919-1930) pero que hasta la dcada de 1940 tiene un carcter intermitente y perifrico dentro de la accin del estado. A partir de mediados del siglo veinte se va consolidando, bastante plido si lo comparamos con Mxico, pero ms sostenido que en las dcadas previas, y menos perifrico11.

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Nuevamente, Mxico aparece como punto de referencia y contraste. All, la antropologa vivi su edad de oro dentro de lo que Bonfil (1970) llam un largo y cmodo matrimonio con el estado posrevolucionario, populista e integrador, que comenz a agriarse recin con la masacre de Tlatelolco de 1968. En el Per la relacin con el estado por esos aos era ms bien diplomtica, casi de compromiso. Si la edad de oro de la antropologa mexicana estuvo vinculada estrechamente al estado, en el Per lo estuvo ms al financiamiento de fundaciones filantrpicas de Estados Unidos, como la Fundacin Rockefeller, el Smithsonian Institution o el Social Science Research Council, y a instituciones acadmicas europeas como el Instituto Francs de Estudios Andinos (Ifea), fundado en 1948. Con ellos trabajan las universidades y tambin, desde bastante temprano, las organizaciones no gubernamentales (ONG). La tenue relacin de la antropologa con el estado durante esas primeras dcadas fue, a la vez, su fortaleza y su debilidad. Debilidad, porque debi luchar por hacerse a un espacio social, conseguir recursos y legitimarse ante el poder. Fortaleza, porque no se vio tan aprisionada por el cors de los proyectos estatales y pudo fluctuar con algo ms de libertad entre la experiencia transcultural y la bsqueda de legitimidad ante un estado y una cultura hegemnica en la que prevaleca el paradigma modernizador y su correlato homogeneizador expresado en el concepto de aculturacin (Aguirre Beltrn, 1967). Entre el descubrimiento y la integracin, repitiendo el viejo dilema conocer/destruir, el o la antroploga aparecen como personajes liminales, fronterizos, no del todo incorporados a la dinmica de un estado que tampoco se anima por completo a una integracin a fondo de los pueblos indgenas. Esa etapa discurre entre informes burocrticos para el Ministerio de Trabajo y Asuntos Indgenas y la inmersin de los jvenes antroplogos de las primeras promociones en un mundo poco conocido todava. Tal vez buscando acercarse a la experiencia de los clsicos antropolgicos en islas lejanas o tribus aisladas, esos jvenes eligen para escribir sus tesis las comunidades ms apartadas, donde piensan encontrar relictos prehispnicos (e. g., Matos Mar, 1949; Matos Mar (ed.), 1957; y Avalos de Matos, 1952). Hay un arco temporal que va desde esas primeras tesis hasta los proyectos de la Universidad de San Marcos en el valle de Lurn (Matos Mar et al., 1959) y posteriormente en el valle de Chancay, en que predomina ese espritu explorador

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que Montoya (1995) celebra en su elogio de la mochila (Matos Mar y Ravines, 1971; vase tambin la lista de tesis en Rodrguez Pastor, 1985). El mismo espritu se vive paralelamente en Cusco bajo la direccin de scar Nez del Prado; y en Ayacucho, donde Efran Morote Best dirige seminarios de investigacin en los que se forman sucesivas promociones de antroplogos. Las tres grandes materias de esas primeras dcadas fueron los estudios holsticos de comunidades, los estudios folklricos y los proyectos de antropologa aplicada. En los dos primeros subyace esa tensin en la cual el antroplogo, muchas veces provinciano, busca al otro, con frecuencia lo exotiza, pero al mismo tiempo se siente parte de l, y pretende acercarlo, aculturarlo. Esta ltima pulsin se expresa abiertamente en la llamada antropologa aplicada, influida por las teoras de la modernizacin, el desarrollismo y el funcionalismo. Esos programas fueron criticados por su vinculacin o coincidencia con los intereses del poder imperial y su escaso efecto de demostracin. Adems, para estas corrientes tradicin y modernidad son polos contrapuestos y excluyentes. Pero lo que ms llama la atencin en el proyecto Vicos, auspiciado por la Universidad de Cornell, no est en la propia comunidad de Vicos sino fuera de ella, en las movilizaciones masivas que ocurren en los Andes por esos mismos aos, en las que miles de campesinos organizados recuperan entre 1958 y 1964 cientos de miles de hectreas de tierras que les haban sido usurpadas. As, los campesinos indgenas, sin la intervencin de proyectos de 12. Para una bibliografa detallada sobre este desarrollo, hirieron de muerte al proyecto vase Dobyns y Vzquez (1966). Un balance crtico en Stein (2000). Recientemente, latifundio de manera bastante inlos propios comuneros publicaron Memorias de cruenta, dada la magnitud de las la comunidad de Vicos (2005). movilizaciones y lo sensible que segua siendo el problema de la propiedad de la tierra (Guzmn y Vargas, 1981; Remy, 1990)12.

PUNTOS

DE FUGA Y NUEVOS HORIZONTES

E

SA TENSIN ENTRE LA SEDUCCIN DE LO EXTICO Y LA NECESIDAD DE

asimilarlo tiene relacin con la forma como se plantean las relaciones entre lo que Lomnitz llama ciudadano normativo, en este caso criollo o mestizo urbano y los otros:

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Puede decirse que el indio en Mxico era el otro del ciudadano normativo, de manera comparable al modo en que el negro, el indio o el mexicano fueron los otros del ciudadano normativo en Estados Unidos de principios y mediados de siglo (). Sin embargo, gracias a la revolucin mexicana, existe una importante diferencia (): el indio en Mxico fue ubicado como el sujeto mismo de la nacionalidad, sujeto que sera transformado por la educacin y por la mezcla racial. As, la antropologa mexicana fue indigenista en tanto fue una antropologa modernizadora que funcion dentro de una frmula nacionalista particular (Lomnitz, 1999: 87-88).

Sin revolucin social de por medio, en el Per el indio tarda y quiz nunca llega a ubicarse en la raz misma de la nacionalidad, con excepcin parcial de los aos del gobierno del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975), cuando el indio dej de llamarse indio, para tomar el nuevo, y supuestamente ms honorable nombre de campesino. Pero para el indigenismo, y luego para la antropologa de los primeros tiempos, era obvio que el indgena se ubicaba all. Tal vez por eso, aun cuando el pas viva un proceso acelerado de modernizacin, urbanizacin y articulacin, los antroplogos reproducan en cierta medida, en otro contexto y con menos dramatismo, los viejos dilemas de Cieza de Len, Garcilaso de la Vega y Guamn Poma, sin lograr escapar del paradigma dominante homogeneizador, pero encontrando resquicios para dejar constancia de, producir conocimientos sobre, y expresar simpata por la diversidad cultural. A lo largo de la dcada de 1960, la contundencia de la realidad incidi cada vez ms en la disciplina, hasta hacerla desbordar los marcos de esa primera etapa indigenista y exploradora, enmarcada mal que bien dentro del culturalismo, en la cual el folklore era el tema privilegiado, las comunidades el mbito central y el trabajo de campo, sacralizado como rito de iniciacin, el mtodo principal. Ese desborde se da por acumulacin conforme nuevos mbitos, asuntos e influencias se incorporan a la antropologa. Entre los nuevos temas se destacan los primeros estudios urbanos sobre barriadas y clubes de provincianos realizados a fines de los aos 1950 (Sandoval, 2000); la etnohistoria, que hacia mediados de la dcada de 1960 produce una gran trasformacin, no slo en nuestro conocimiento del siglo diecisis, sino en nuestra aproximacin al mundo andino contemporneo (Murra, 1975; Thurner, 1998); los estudios amaznicos, que avanzan hacia territorios geogrfica y acadmicamente muy poco conocidos (Varese,

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1968). Por otra parte, los mbitos se ensanchan. De los estudios de comunidades aisladas se pasa a proyectos de investigacin en las que Matos (1969) llam microregiones. Las influencias tericas cambian y se amplan. John Murra (1975) refuerza la influencia de la ecologa cultural e introduce el sustantivismo; Tom Zuidema el estructuralismo (1962). Pero la gran ruptura la produce la teora de la dependencia, primera corriente terica surgida en Amrica latina que alcanza impacto mundial en las ciencias sociales. Su influencia se advierte, por ejemplo, en los estudios que la Universidad de San Marcos, la Universidad de Cornell y el Instituto de Estudios Peruanos desarrollan en el valle de Chancay entre 1964 y 1969 en un proyecto titulado Proyecto de estudio de cambios en pueblos peruanos. Podramos decir, simplificando, que este proyecto empez funcionalista y termin dependentista (vase, por ejemplo, Matos Mar et al., 1969; Fuenzalida et al., 1970; Degregori y Golte, 1973; y las tesis de Bonilla, 1965; Fonseca, 1966; y Celestino, 1970). La teora de la dependencia introdujo temticas hasta entonces descuidadas por la disciplina, como el conflicto, la dominacin y el poder. Ella impacta en la antropologa y la sociologa peruanas cuando las jvenes disciplinas emprendan el trnsito de las descripciones a las interpretaciones de alcance nacional. Fue, en ese sentido, un momento excepcional en el que las ciencias sociales buscaron por primera vez ocupar espacios centrales en la cultura y la poltica. Mencionemos las interpretaciones tericas sobre las relaciones intertnicas de Enrique Mayer (1970) y Fernando Fuenzalida (1970), la interpretacin sobre el poder local tradicional de Julio Cotler (1968), visualizada en la figura del tringulo sin base y el momento ms antropolgico del socilogo Anbal Quijano (1964), con sus reflexiones sobre el proceso de cholificacin en el Per, que hoy podra leerse como la irrupcin de una diversidad que ya no era necesario ir a buscar a lugares remotos, sino que se haca presente con gran vitalidad en todo el pas. Por la va del nfasis en el conflicto y la trasformacin estructural, o por la del nfasis en la diversidad cultural, la antropologa indigenista y culturalista de los primeros tiempos llegaba a sus lmites, desbordada por la realidad y por las experiencias y esperanzas de nuevas promociones de antroplogos/as, en alto porcentaje provincianos. Por ambas vas pareca avizorarse la posibilidad de un salto a otro paradigma que superara por fin la oposicin excluyente tradicin/modernidad, o el dilema

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conocimiento/destruccin. Pero el gran salto hacia un nuevo paradigma se frustr. Jos Mara Arguedas es la figura emblemtica de una de las posibilidades de trnsito, y de su frustracin. De manera intuitiva, agnica, tanto en sus trabajos antropolgicos como literarios, l avizora la posibilidad de un nosotros diverso ms all de los desgarramientos coloniales y del mestizaje homogeneizante. A partir de su experiencia vital y recogiendo lo mejor del culturalismo y la teologa de la liberacin, Arguedas logra intuiciones que lo convierten en precursor de una interculturalidad sustentada tericamente y popularizada recin diez o quince aos despus de su muerte13. Es el Arguedas obra que al recibir en 1968 el premio 13. La Entre antropolgica de Arguedas es numerosa. otros trabajos, vase: Arguedas (1957, Inca Garcilaso de la Vega se defi- 1964, 1968a y b). ne como un individuo quechua moderno, lo que dentro del esquema de la modernizacin sera la cuadratura del crculo. l que afirma: yo no soy aculturado, yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en espaol y en quechua; y proclama su anhelo de vivir feliz todas las patrias. Si algn horizonte abri la antropologa peruana en medio siglo de existencia, podra sintetizarse tal vez en estas frases de Arguedas (1968b):No hay pas ms diverso, ms mltiple en variedad terrena y humana; todos los grados de calor y color, de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de smbolos utilizados e inspiradores. No por gusto, como dira la gente llamada comn, se formaron aqu Pachacmac y Pachactec, Huamn Poma, Cieza y el Inca Garcilaso, Tpac Amaru y Vallejo, Maritegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del seor de los Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4.000 metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogaran; picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aqu a alguien resulta algo escandaloso.

Finalmente, en noviembre de 1969 Arguedas se quit la vida. Podramos decir que, cual personaje en busca de autor, sus intuiciones, y sus angustias, no encontraron un sujeto social organizado con quien dialogar y del cual alimentarse, derivando en una suerte de indigenismo sin indgenas. No haban surgido an los movimientos tnicos que poco despus haran su aparicin en Bolivia, Ecuador y ms tarde en Guatemala, Mxico y otras partes del continente.

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Y el contingente de jvenes que hubieran podido ser fermento de un movimiento equivalente en el Per, si bien simpatiz con Arguedas, se vio seducido por otra propuesta para superar los dilemas de la antropologa y la cultura peruana mediante transformaciones estructurales por la va de la revolucin, luchando ya no slo por ocupar lugares centrales en la vida cultural y poltica del pas, sino por el poder estatal. Esa propuesta fue el marxismo. Pero el que se difundi durante los aos 1970 en las universidades peruanas era un marxismo demasiado dogmtico y economicista, que no dejaba oxgeno para la cultura14. Un marxismo que no llega a concretar su promesa en el plano acadmico, porque lo 14. Quedan como figuras solitarias Rodrigo devora la ideologizacin. Es un Montoya, quien trata de lograr un dilogo casi marxismo de manual (Degreimposible entre los conceptos de cultura e ideologa (1980); Csar Fonseca, haciendo dialogar algo gori 1990), que deja a un lado la ms exitosamente el sustantivismo y el marxismo investigacin emprica, reemplaen la antropologa econmica (1972), al igual que varios de los discpulos de Murra que aparecen zndola por la lectura reverencial, entre los autores de Reciprocidad e intercambio ni siquiera de los clsicos, sino en los Andes. Para un anlisis ms amplio de este de los manuales de marxismo de punto vase Degregori (1995). la Academia de Ciencias de la URSS, que al condensar supuestamente toda la verdad vuelven superflua la investigacin. Las otras corrientes antropolgicas tampoco quedaron libres del predominio abrumador de los anlisis estructurales, pues muchos de quienes no se encuadraron dentro de los marcos marxistas devinieron estructuralistas levistraussianos, con dificultades para integrar la historia en sus anlisis, donde a veces pareca que no hubieran transcurrido ms de cuatro siglos desde la invasin europea (e. g., Ortiz, 1973; y Ossio, 1973). Hasta que, en medio de la violencia poltica desencadenada en el pas a partir de 1980 por el Partido Comunista del Per-Sendero Luminoso (PCPSL), la antropologa culturalista pero tambin el indigenismo y el marxismo de manual enfrentaron su bancarrota. Esa bancarrota tuvo un nombre emblemtico: Uchuraccay.

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BANCARROTA

DEL ESCENCIALISMO

Y EL ECONOMICISMOL 23 DE ENERO DE 1983 SE DIO A CONOCER LA MUERTE DE UN NMERO INDEterminado de cuadros de PCP-SL en Huaychao, comunidad de las alturas de Huanta (Ayacucho). La noticia pareca confirmar el rumor de que ciertas comunidades se estaban enfrentando al PCP-SL. Ocho periodistas interesados en averiguar lo ocurrido viajaron a la zona pero fueron asesinados en Uchuraccay, comunidad vecina de Huaychao15. 15. Sobre la historia de Huaychao, Uchuraccay y Ante el impacto nacional de otras comunidades llamadas iquichanas, vase, la masacre, el gobierno nombr entre otros, Mndez (2005). Sobre la masacre, Del Pino (2003); as mismo: Comisin de la Verdad y una comisin investigadora pre- Reconciliacin (CVR, 2003: tomo V). sidida por Mario Vargas Llosa. La comisin incorpor como asesores a reconocidos antroplogos, colocando de esta forma bajo los reflectores de la opinin pblica a una profesin que se haba especializado en el estudio de las comunidades indgenas. En efecto, como explic despus Fernando Fuenzalida (Ossio y Fuenzalida, 1983: 6), los antroplogos aceptaron respondiendo a un compromiso moral y profesional en tanto los sucesos haban ocurrido en una comunidad y no en otra parte. Sin embargo, su presencia termin dando respaldo cientfico a un conjunto de conclusiones muy discutibles. El informe presentaba una reconstruccin bastante aproximada de los hechos: los campesinos asesinaron a los periodistas. Pero la Comisin explicaba la tragedia principalmente por el supuesto aislamiento secular de esas comunidades de altura, presentadas como pobres, primitivas y arcaicas respecto de la cultura occidental propia de la sociedad nacional (Vargas Llosa et al., 1983: 23 y ss.). En ningn momento el informe describe Uchuraccay, debido a que la presencia de los antroplogos se restringi a la visita de algunas horas que realiz la Comisin Vargas Llosa, y al hecho de que Uchuraccay, como seala Millones (1983: 85), no haba sido objeto de ningn estudio sistemtico. Como resultado, los informes antropolgicos producidos especialmente el de Ossio y Fuenzalida (1983) echaban una mirada culturalista, centrndose en describir la condicin genrica de esas comunidades como indgenas y tradicionales, recurriendo a algunos datos histricos y, sobre todo, al repertorio convencional de la antropologa sobre el otro indgena dentro de una visin dualista que distingua un

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Per oficial de otro Per profundo16. Pero esa visin haba sido superada por los propios estudios antropolgicos desde la dcada de 1960, sobre todo en las monografas del proyecto del valle de Chancay. Aun cuando desde la propia antropologa se propusieron bastante temprano lecturas distintas, fueron fundamentalmente periodsticas (e. g., Degregori y Urrutia, 1983; Lumbreras, 1983; y Montoya, 1983, 1984). Recin en 1992 se public en ingls un excelente artculo de Enrique Mayer, y en 2002 la Comisin de la Verdad y Reconciliacin hizo una investigacin sobre el caso con nuevos materiales etnogrficos y de archivo (CVR, 2003, tomo V, captulo 2.4.)17. All se ratifica que 16. El primero en establecer esta distincin fue el los comuneros asesinaron a los historiador Jorge Basadre en 1943. Sin embargo, periodistas en un contexto de l la hizo para subrayar la distancia entre el estado (pas legal) y la nacin compuesta por levantamiento de ciertas comutodo el pueblo (pas profundo). Ms an, Basanidades de las alturas de Huanta dre niega que un abismo cultural separara a los indios de los mestizos o a la sierra de la costa contra Sendero Luminoso, que (Mayer, 1992: 192). cont luego con el aval de las 17. Este informe parti de un trabajo previo de Fuerzas Armadas, pero se aclara Ponciano del Pino (2003). que en la comunidad haba una escuela unidocente, cuatro pequeas tiendas, los comuneros migraban a la selva del ro Apurmac y Huanta, varios eran bilinges. En general, Uchuraccay estaba lejos de la imagen de distancia y aislamiento que present el Informe Vargas Llosa. Con el caso Uchuraccay termina una manera esencialista de entender a las comunidades y los pueblos indgenas como reductos congelados de una tradicionalidad ubicada fuera del tiempo y al margen del pas. Pero tambin el marxismo economicista y dogmtico enfrent su bancarrota en Uchuraccay. Porque era cierto que algunas comunidades de esa zona haban decidido levantarse contra la opresin de un partido que en el transcurso de la dcada de 1980 llev la lgica del marxismo de manual a extremos demenciales. El Partido Comunista del Per-Sendero Luminoso criticaba al nacionalismo mgico-quejumbroso de Jos Mara Arguedas (El Diario 9. 6. 1988: 12, citado en Degregori, 1990: 213). Durante la dcada de 1980, llev a cabo varias incursiones vengativas contra Uchuraccay hasta terminar, en los ltimos aos de su guerra, multiplicando sus ataques a comunidades de los Andes y la amazonia, cuando estas se negaban a ponerse del lado de las leyes de la historia que el partido supuestamente interpretaba. As, la ceguera ante la cultura en general y la cultura

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andina especficamente, contribuyeron en grado importante tanto a la derrota de PCP-SL como a la bancarrota del marxismo de manual (Degregori, 1990).

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REGRESO DEL ACTOR Y LA CULTURA

dcada de 1980 en el Per, la profesin fue encontrando nuevos rumbos y enterndose tardamente de los debates que transformaban la disciplina en el resto del mundo. Tuvo lugar entonces un doble regreso: el del actor (vase, Touraine, 1987), y el de la cultura. Privilegiar el estudio de los actores sociales signific tambin el regreso de la historia. Ambos haban sido expulsados, tanto de los modelos simples y elegantes del estructuralismo levistraussiano, como de un marxismo que conceba a los actores como meros portadores de estructuras, destinados a interpretar un libreto generado en el plano de las relaciones econmicas. Autores como E. P. Thompson (1979) advirtieron que los actores se constituan en la historia y podan salirse del libreto que especialmente el marxismo les tena asignado18. Fue lo que Jos Nun (1989) llam la rebelin del coro. Curiosamente, a pesar de que la respuesta campesina a SL constituira un tpico ejemplo de rebelin del coro, los estudios sobre la violencia poltica que sacuda el pas y que adems tenan como escenario principal a las comunidades campesinas y nativas, quedaron mayoritariamente en manos de antroplogos extranjeros19, mientras en Per se multiplicaban los estudios sobre los denominados nuevos movimientos sociales, en contraposicin a los que se organizaban alrededor de reivindicaciones clasistas como el movimiento 18. La influencia de este viraje puede verse con sindical o el campesino. ms claridad en el proyecto multidisciplinario De estos nuevos movimientos desarrollado en la dcada de 1980 en el Instituto los de mayor impacto poltico y de Estudios Peruanos, llamado Clases populares y urbanizacin en el Per, cuyos resultados ms potencial terico resultaron los antropolgicos pueden verse en Golte y Adams tnicos y los de gnero. A dife- (1987) y en Degregori, Blondet y Lynch (1986). rencia de otros pases de Amrica 19. Para una crtica a los modelos explicativos violencia poltica desarrollados por algulatina, en Per los estudios sobre de lainvestigadores extranjeros, vase Poole y nos etnicidad, racismo y movimien- Rnique (1991). tos tnicos fueron bastante tar- 20. Entre los pocos, vase la investigacin de dos20. Mientras en otras partes Callirgos (1993).

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IN EMBARGO, EN MEDIO DE LA VIOLENCIA Y LA CRISIS QUE SIGNARON LA

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de la regin surgan movimientos como el katarismo en Bolivia, la Confederacin de Nacionalidades Indgenas (Conaie) en el Ecuador, el movimiento maya en Guatemala, el zapatismo y otros movimientos tnicos menos mediticos en Mxico, Colombia y el Cono Sur, en Per los movimientos tnicos se fortalecan en la amazonia, mas no entre quechuas y aymaras de los Andes (vanse: Degregori, 1998; Pajuelo, 2003; y desde la sociologa Cotler, 2005; Quijano, 2006). Los estudios de gnero, por el contrario, irrumpieron con gran vitalidad, impulsados por el auge de movimientos de mujeres, as como por el desarrollo de la teora feminista. En la dcada de 1990 el asunto se refuerza con la creacin del diploma de estudios de gnero en la Pontificia Universidad Catlica; y de la maestra en estudios de gnero en la Universidad Mayor de San Marcos, que incluy con fuerza en aos recientes estudios sobre masculinidades y sobre diversidad sexual21. El regreso de la cultura llev a retomar las antiguas preocupaciones de los estudios folklricos, pero redefinidos a partir de la dcada de 1980 como estudios sobre cultura popular contrapuesta a la cultura dominante22. Ms recientemente, otras aproximaciones vinculadas a las vertientes ms interpretativas, simblicas y reflexivas de la antropologa, as como a 21. Entre los trabajos destacados en este asunto los estudios subalternos, superan vanse: Anderson, J. (1993, 1997), Fuller (2003), la dicotoma entre dominacin Oliart (1995). y resistencia23. Parcialmente al 22. Los estudios clsicos de folklore privilegiaban las dimensiones expresivas de la cultura msica, margen de estos desarrollos, a artesanas, narrativas, rituales, teatro, imagipartir de la dcada de 1980 se nando una cultura rural singular, autntica, e ignorando en gran parte la dinmica sociopoltica retoman con sorprendente regums amplia en la que estaban incorporadas las laridad los Congresos de folklore, comunidades rurales y sus experiencias culturales frecuentes hacia mediados del (Joseph y Nugent, 1994: 17). Si se toma en cuenta esa dinmica ms amplia, entonces queda exsiglo pasado. En tanto convocan plcita la distribucin desigual del poder cultural. principalmente a profesionales Cuando ello sucede, el objeto de los estudios folklrico entra en proceso de redefinicin. Una de provincias, queda por estudiar discusin sobre esta temtica puede encontrarse en qu medida, en medio de la en Llorns (1983). profundizacin de las brechas 23. Vanse los estudios sobre msica, danzas, entre universidades limeas y folklore y performances rituales en las fiestas comunales andinas de Ral Romero (1993 y 2001), Zoila provincianas, nacionales y priMendoza (2000 y 2006), Gisela Cnepa (2001). vadas, los Congresos de folklore y los del Hombre y la cultura andina vuelven a representar, como en la dcada de 1930, una lnea de resistencia de las elites de provincias contra la concentracin de

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prestigio y poder cultural alrededor de Lima (Macera, 1969), pero esta vez mucho ms a la defensiva. Por otro lado, por esos aos la antropologa emprende con retraso el camino del campo a la ciudad, siguiendo a su objeto de estudio rural que haba protagonizado migraciones masivas desde mediados del siglo pasado. Si bien desde ese entonces se haban hecho estudios de antropologa urbana (Altamirano, 1980), a partir de los aos 1980 ellos se multiplican. Predomina primero lo que se ha llamado antropologa en la ciudad, es decir, estudios sobre migrantes que llegan a las ciudades, sus redes, asociaciones, su xito como movimiento barrial o como microempresarios, hasta llegar al estudio de las migraciones transnacionales24. Conforme pasan los aos, se desarrolla la antropologa de la ciudad, que estudia sujetos netamente urbanos en ciudades que experimentan transformaciones vertiginosas en su cultura y sensibilidad. Un amplio abanico de temas se despliega: nuevas identidades y mentalidades, cultura popular urbana, religiosidad, violencia, organizaciones e identidades juveniles, consumo y diferenciacin, entre otros (vase Sandoval, 2000). As, si una de las dicotomas clsicas de la agenda antropolgica se sustent en la dualidad urbano-rural, hoy esa divisin es menos ntida y ms compleja (Diez, 1999; Urrutia, 2002)25. 24. Vanse, entre otros, Altamirano (1984), Berg Por ltimo, otros temas se y Paerregaard (eds.) 2005, Golte y Adams (1987), vinculan ms directamente con la Adams y Valdivia (1991), Degregori et al. (1986), Huber (1997). actividad profesional, que pasa de 25. El panorama ms completo sobre los cambios la vieja antropologa aplicada de en la sociedad rural peruana puede encontrarse mediados de siglo a la ingeniera en las publicaciones del Seminario Permanente social desde el estado de la dca- de Investigacin Agraria (Sepia), que se viene editando desde 1985. http://www.sepia.org.pe/ da de 1970 y posteriormente a los web/frames.html trabajos de promocin en ONG, que se convierten en principal lugar del ejercicio profesional. Cobran importancia asuntos como la ecologa, y desde la antropologa econmica se contribuye al debate sobre desarrollo sustentable (Mayer, 1994, 2004). Por su parte, conforme el estado se aleja del paradigma homogeneizador para incorporar la diversidad cultural a las polticas sociales, varios temas sufren virajes importantes. A partir del tema socializacin, que era un pequeo acpite en las monografas de la primera poca, se desarrollan los estudios sobre antropologa y educacin (Ames, 2000; Ansin, 2003), que introducen el debate sobre interculturalidad e impulsan los programas de educacin bilinge intercultural. Viejos temas como el

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derecho consuetudinario y la medicina folklrica se convierten en justicia y salud alternativos (Polia, 1994), que se toman cada vez ms en cuenta en el delineamiento de polticas sociales, para no mencionar la dimensin profesional de los estudios de gnero, que se convierten en un enfoque que atraviesa todos los temas y polticas pblicas.

DEL

PARADIGMA HOMOGENEIZADOR A LA

CONSTRUCCIN DE UN NOSOTROS DIVERSOL TIEMPO QUE MULTIPLICA SUS POSIBILIDADES, ESTE NUEVO DESPLIEGUE DE la disciplina abre flancos peligrosos, pues se produce en un momento en el cual se ensanchan las brechas entre Lima y las provincias, universidades nacionales y privadas, investigacin y promocin; en otras palabras, entre el vector acadmico y el profesional de la antropologa. Se estara reproduciendo as la dinmica inclusin/exclusin que caracteriza el actual proceso de globalizacin. Esta produce una minora global, capaz de incorporarse en comunidades acadmicas transnacionales; y una mayora localizada, que opta a veces por la especializacin regional como refugio y enfatiza unilateralmente la profesionalizacin, olvidando la dimensin acadmica crtica en aras de un pragmatismo que, paradjicamente, no viene tanto de un sector acomodado, sino de sectores con gran necesidad de hacerse lugar en un mercado de trabajo restringido (Degregori y Sandoval, 2006). Si hay algn tema en la antropologa peruana en el que se concentran riesgos y potencialidades desde la dcada de 1990 es el de la diversidad cultural y en conceptos como multiculturalismo e interculturalidad. El multiculturalismo como reivindicacin del derecho a la diferencia ha sido clave para fortalecer la autoestima de grupos discriminados, conquistar derechos y desarrollar programas de accin afirmativa. Pero tiende a concebir y ayuda a construir comunidades homogneas, ntidamente demarcadas y cerradas en s mismas. Partiendo del supuesto de que cada grupo as delimitado existe como tal desde antes de entrar en relacin con los otros, como si fueran bloques discretos preconstruidos, su ideal es la equidad en la relacin entre grupos y la tolerancia hacia los otros, ms que el enriquecimiento y la transformacin

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mutua a partir de la interaccin entre diferentes. Para algunos, el multiculturalismo y la poltica de reconocimiento que de l se deriva pueden terminar resultando funcionales al capitalismo multinacional26. En este panorama, a fines de la dcada de 1970, surge desde Amrica latina y Canad un concepto distinto: la interculturalidad. El trmino comienza a usarse en el campo de la educacin bilinge, en contraposicin a la nocin de biculturalidad surgida en Estados Unidos27. Una larga historia de contactos, intercambios y puentes tendidos a pesar de las desigualdades de riqueza y poder entre las diferentes culturas llevan a que se imagine otra posibilidad: eliminar la desigualdad en los intercambios, mas no los intercambios mismos. Eliminar la dominacin sin aspirar a esa separacin clara y tajante entre 26. Reducindose, por ejemplo, a una suerte de culturas. Surge as la nocin de programa que prescribe cuotas de representatividad en museos, universidades y parlamentos interculturalidad. El concepto (y que se) arrincona en lo local sin problematizar desborda los marcos educativos e su insercin en unidades sociales complejas de ingresa al debate sobre diversidad gran escala (Garca Canclini, 2004: 22). O, como menciona Zizek (1998: 172): El respeto cultural, enfatizando la nocin de multiculturalista por la especificidad del otro es proceso relacional, ubicndose precisamente la forma de reafirmar la propia superioridad. Segn Favre (1998), por ejemplo, en la historia y sorteando los incluso los movimientos indgenas surgidos en las esencialismos, avanzando de la ltimas dcadas en Amrica latina son funcionamera tolerancia a la posibilidad les a la nueva etapa neoliberal y al fin del estado de bienestar o del estado populista. de enriquecimiento mutuo entre 27. La propuesta de educacin bicultural se ubidiferentes cada vez ms conec- caba dentro de los marcos del multiculturalismo tados por la globalizacin (vase y supona: que un mismo sujeto poda recurrir a elementos, conceptos y visiones de dos culturas Hopenheyn, 2004)28. diferentes e incluso de colectivos social y poltiEn estas reflexiones sobre camente contrapuestos y en conflicto y separar claramente, y a voluntad, entre una cultura y interculturalidad se encuentran otra (Lpez, 2000: 2). El currculo escolar deba ecos de la utopa arguediana comprender, por tanto, contenidos provenientes para nada arcaica como la de la cultura escolar hegemnica y de la subordinada: pero no necesariamente relacionndolos imagina Vargas Llosa (1997) de ni estableciendo puentes entre ellos sino, ms unir el caudal de las diferentes bien, separndolos con la misma claridad con culturas del Per sin que ello que se intenta distinguir entre una lengua y otra cuando se desarrollan programas educativos signifique la aculturacin de los bilinges (Ibdem). subalternos. Las propuestas de 28. Para la discusin en el Per, vase entre otros: Arguedas aparecen incipientes Aikman (2003), Fuller (ed.) (2003), Heise, Tubino y Ardito (1994), Godenzzi (ed.) (1996), Poole (2003), por tempranas, por haber sido Romero (1999). formuladas en el Per prereforma agraria, marcado todava por el contraste jerrquico entre seores y siervos. Arguedas siente la angustia de no poder escapar

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a la dialctica del amo y el esclavo, vergenza de pertenecer al universo de los dominantes y desesperacin por su insensibilidad ante la riqueza cultural del otro dominado. Lo cual nos lleva a plantear que la interculturalidad slo puede plasmarse entre ciudadanos con iguales derechos y si existen mnimos de equidad econmica. Esta discusin tuvo repercusiones en los estudios etnogrficos, en especial desde la dcada de 1990, cuando la antropologa peruana vuelve a recibir una fuerte influencia estadounidense, en especial de sus vertientes ms interpretativas y simblicas29. Desde all, as como desde los estudios subalternos, se replantean las relaciones entre cultura y poder desde una mirada histrica (Poole, 1997; De la Cadena, 2000), o incorporando los desarrollos ms recientes de la etnografa (Del Pino, 2003; Starn, 1999; Jimnez, 2005; Sendn, 2003; Wilson, 2001). Este nuevo panorama temtico, con sus propias genealogas tericas, aproximaciones metodolgicas y estrategias etnogrficas es el trasfondo de este posible trnsito del paradigma indigenista al paradigma intercultural (De la Cadena, 2006). Cabe resaltar, sin embargo, una caracterstica de esta nueva aproximacin a las relaciones entre cultura y poder: la ausencia o en todo caso la escasez de estudios sobre el conflicto armado interno que estremeci al pas entre 1980 y 1999, y de sus secuelas, especialmente en el mbito rural 29. Para un buen recuento de los cambios tericos y entre los pueblos indgenas, y metodolgicos en la antropologa estadounique siempre fueron escenarios dense pueden revisarse Ortner (1984, 2006) y Silverman (2005). y temas privilegiados por la 30. Segn la CVR, 75% de vctimas mortales del antropologa30. Esta escasez se conflicto armado interno tena al quechua como siente an ms porque el Informe idioma materno, cuando en el censo nacional de 1992, durante el pico del conflicto, slo 17% final de la Comisin de la Verdad de peruanos y peruanas lo tenan. As mismo, (CVR), que trabaj en el pas entre el Informe final seala que 65% de las vctimas 2001 y 2003, seal con claridad son rurales. la exclusin, la discriminacin 31. Vase, especialmente, los captulos 1 y 2.2 del tomo VIII del Informe final, as como las veintitrs tnica y cultural, as como el ramonografas que aparecen en el tomo V del cismo, entre las causas importanmismo. tes para el desencadenamiento del conflicto y como factores actuantes a lo largo del mismo31. Salvo excepciones, como el libro del antroplogo y retablista ayacuchano Edilberto Jimnez (2005), los trabajos sobre el conflicto armado interno y sus secuelas han corrido a cargo de crticos culturales, psiclogos sociales o antroplogos y antroplogas peruanas que estudian o trabajan en el extranjero.

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En este contexto, qu papel debe desempear a la antropologa peruana en una sociedad posconflicto cuyas elites exhiben nuevamente una voluntad de ignorar, expresada no slo en el modelo neoliberal, sino en la negativa beligerante a siquiera debatir los hallazgos de la CVR, optando ms bien por exhibir agresivamente un racismo que pensbamos se haba replegado del espacio pblico desde la dcada de 1970? Cmo re-situar la antropologa andina en un debate sobre las antropologas transnacionales y el sistema mundo? (Ribeiro y Escobar (2006). Son preguntas sobre las cuales tienen la palabra las jvenes promociones de antroplogos/as.

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La antropologa en el Per: del estudio del otro a la construccin de un nosotros diverso

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Recibido: 17 de junio de 2007. Aprobado: 15 de octubre de 2007.