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20 21 na ciudad sin memoria histórica corre el peligro de quedarse en el olvido y perder su patrimonio tangi- ble e intangible. De allí los incesantes esfuerzos por rescatar los documentos históricos y geográficos de ciudades y territorios en sus más diversas manifes- taciones. En este sentido, Cuenca ha tenido espe- cial cuidado en recuperar la memoria de varias de sus manifestaciones culturales, artísticas, literarias; pero hacía falta recuperar su memoria física expre- sada en planos e imágenes que son representaciones gráficas a menor tamaño que las reales y que sirven para plasmar y analizar el elemento registrado, lo cual ha sido utilizado para organizar su territorio. Había que levantar la historia física de Cuenca a través de sus planos e imáge- nes, y de esta manera se acometió la paciente y persistente tarea de recorrer archivos, museos, bibliotecas, mapotecas, casas particulares, en busca de algún plano importante que requería estar en la colección. Y esa persistencia dio sus frutos: se logró armar la memoria histórica y geográfica de los planos e imágenes de Cuenca que, con el apoyo de la I. Municipalidad, tenemos la satisfacción de presentarlos al público. Los planos de Cuenca revelan que la ciudad hace honor a su nombre: una superfi- cie terrestre cóncava, rodeada de montañas, fue fundada en un sitio maravilloso. Los incas primero, y luego los españoles, escogieron una “llanura grande como el cielo” (la Guapdondélig cañari) para ubicar un centro poblado que posteriormente se convertiría en ciudad Patrimonio de la Humanidad. Su territorio fue organizado por los incas como un lugar ceremonial y sagrado emplazado en Pumapungo, como magistralmente lo grafica Max Uhle en 1923. Posteriormente los españoles la organizan aguas arriba del río Tomebamba como ciudad administrativa estruc- turada en damero, con una Plaza Mayor desde donde se distribuían los solares para el Cabildo, la Iglesia, la Real Hacienda, los propios de la ciudad y los con- quistadores; dejando los extramuros para los conquistados. A partir de la fundación española de 1557 se inicia un proceso de poblamiento y de crecimiento físico por los cuatro puntos cardinales de la Plaza Mayor, que fueron cuidadosamente recogidos en mapas, planos, litografías, fotografías y hermosas representaciones artísticas; trabajos que fueron oportunamente complementa- dos con estudios históricos de la ciudad, donde se destaca la “Monografía His- tórica de Cuenca” del cronista de la ciudad: Víctor Manuel Albornoz Cabanillas, y “Cuenca: su geografía urbana” de Julio Carpio Vintimilla, entre otros. Los documentos que se exponen en este libro son fruto de una recopilación de varios años en centros de documentación y colecciones particulares, entre ellas: la Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit de Quito, la Biblioteca del Banco Central del Ecuador sede en Cuenca, la Biblioteca de la Ilustre Municipalidad de Cuenca, El Archivo Nacional del Ecuador, El Archivo de la Cancillería del Ecuador, el Archivo de la Casa de la Cultura, Núcleo del Azuay, los Archivos del Ilustre Municipio de Cuenca y los estudios de personas dedicadas a reunir información sobre el tema, como Miguel Díaz Cueva, Carlos Jaramillo Medina, entre otros. Este estudio ha servido para clasificar y sistematizar los planos de Cuenca que estaban dispersos en diferentes lugares. Algunos ya fueron publicados en estu- dios específicos. El trabajo tiene el objetivo de recuperar la memoria histórica y geográfica de la ciudad, permite realizar investigaciones de cada uno de los documentos, comple- tar la colección de imágenes urbanas, así como hacer análisis comparativos entre diferentes épocas, visualizando el crecimiento y el cambio de la ciudad. En las intervenciones del espacio público ayudan a reconocer cómo estaba con- formado el territorio, su tamaño, límites, contornos, elementos incorporados, el papel que cumplía en la urbe, así como encontrar información valiosa para ver cómo se trasformaba la ciudad de acuerdo a las necesidades de los pobladores, a los intereses de los políticos o de ambiciones particulares. Los materiales gráficos y escritos que se presentan constituyen un significativo so- porte físico para la historiografía de Cuenca; buscan desempolvar el pasado para evidenciar cómo se estructuró espacialmente la urbe y los elementos que la confor- maron. Ellos pretenden responder a las preguntas: por qué se cerró tal calle, por qué se cambio la planificación de un sector, por qué se localizaron los equipamientos públicos en ciertos lugares, por qué se permitieron los cambios de Ordenanzas o reglamentos para ciertos lotes, vías, edificaciones; por qué han existido diferencias en el tratamiento y ocupación de los espacios ciudadanos y los de la ciudad. No hay que olvidar que cada documento expresa y manifiesta una determinada ideología, donde existe cantidad de intereses manifiestos y ocultos, que es nece- sario descubrirlos y analizarlos para comprender cómo se ha construido la ciudad presente. Estamos en la obligación de reinterpretar el pasado, que se lo conoce con una visión parcializada, con todas sus incertidumbres, para comprender y construir una ciudad alternativa. Por eso es necesario recuperar y recopilar la mayor cantidad de materiales escritos y gráficos que nos permitan observar la ciudad e interpretarla desde un punto de vista crítico y propositivo. El presente estudio está estructurado en tres partes: la primera hace una aproxi- mación a la cartografía existente, que muestra la pertenencia de la ciudad a un entorno amplio y diverso, con la revisión de algunos mapas coloniales de la Au- diencia de Quito, que ubican la posición de Cuenca perteneciente a un territorio mayor. La lectura de varios mapas del Ecuador de los siglos XVIII y XIX, que por su importancia ameritan su presentación, permiten observar la ubicación de la urbe y acercarnos a una descripción de algunas de las representaciones de la provincia del Azuay, en la que se evidencia su referencia al entorno urbano. La segunda parte es la más extensa y de mayor profundidad: es una visión his- tórico crítica de planos, documentos e imágenes de Cuenca, en donde se descri- ben, desde el presente, las representaciones hechas en diferentes épocas, dando énfasis a una observación directa de los elementos que la estructuran, puntuali- zando los autores, la procedencia, los elementos de interés y los materiales con que fueron hechos; acompañados de un breve texto histórico de los que escriben sobre la época de referencia del plano. La colección de los planos e imágenes están ordenados de manera cronológica; sin embargo, pueden tener una lectura aleatoria. La diagramación del libro permite diferentes entradas de lectura y de observación. La tercera parte es un compendio de trece representaciones artísticas de diferentes épocas, que ilustran algunos momentos de la ciudad, desde variadas visiones y téc- nicas artísticas como la pintura, la fotografía, la cerámica, entre otras. Esta sección busca servir de complemento a los materiales recopilados en esta publicación. Existen textos como la Acta de Fundación de Cuenca en la provincia de Tomebam- ba, que son incluidos textualmente, sin cambiar la traducción realizada por Jorge A. Gárces, o citas que las hemos transcrito literalmente, respetando su contenido, haciendo pequeños cambios de ortografía, en los casos que considerábamos es- trictamente necesario. A manera de conclusión, se destacan algunas representaciones de la ciudad de diferentes épocas, se menciona cómo los planos sirven de instrumento para el diseño urbano. Se culmina este texto con una visión actual y propuestas para la ciudad que se aproxima. Hemos creído conveniente incluir, a manera de anexo, y para completar el estu- dio, un texto compilatorio en el que se describen los nombres de las calles en los diferentes años y las variaciones establecidas en el Centro Histórico de Cuenca. Esperamos haber cumplido con el compromiso de entregar a la ciudad de Cuenca una recopilación sistematizada de planos e imágenes que forman parte de su me- moria histórica y geográfica. Nuestro agradecimiento sincero a quienes hicieron posible esta investigación y publicación. Boris Albornoz Introducci n U

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na ciudad sin memoria histórica corre el peligro de quedarse en el olvido y perder su patrimonio tangi-ble e intangible. De allí los incesantes esfuerzos por rescatar los documentos históricos y geográficos de ciudades y territorios en sus más diversas manifes-taciones. En este sentido, Cuenca ha tenido espe-cial cuidado en recuperar la memoria de varias de sus manifestaciones culturales, artísticas, literarias; pero hacía falta recuperar su memoria física expre-

sada en planos e imágenes que son representaciones gráficas a menor tamaño que las reales y que sirven para plasmar y analizar el elemento registrado, lo cual ha sido utilizado para organizar su territorio.

Había que levantar la historia física de Cuenca a través de sus planos e imáge-nes, y de esta manera se acometió la paciente y persistente tarea de recorrer archivos, museos, bibliotecas, mapotecas, casas particulares, en busca de algún plano importante que requería estar en la colección. Y esa persistencia dio sus frutos: se logró armar la memoria histórica y geográfica de los planos e imágenes de Cuenca que, con el apoyo de la I. Municipalidad, tenemos la satisfacción de presentarlos al público.

Los planos de Cuenca revelan que la ciudad hace honor a su nombre: una superfi-cie terrestre cóncava, rodeada de montañas, fue fundada en un sitio maravilloso. Los incas primero, y luego los españoles, escogieron una “llanura grande como el cielo” (la Guapdondélig cañari) para ubicar un centro poblado que posteriormente se convertiría en ciudad Patrimonio de la Humanidad. Su territorio fue organizado por los incas como un lugar ceremonial y sagrado emplazado en Pumapungo,

como magistralmente lo grafica Max Uhle en 1923. Posteriormente los españoles la organizan aguas arriba del río Tomebamba como ciudad administrativa estruc-turada en damero, con una Plaza Mayor desde donde se distribuían los solares para el Cabildo, la Iglesia, la Real Hacienda, los propios de la ciudad y los con-quistadores; dejando los extramuros para los conquistados.

A partir de la fundación española de 1557 se inicia un proceso de poblamiento y de crecimiento físico por los cuatro puntos cardinales de la Plaza Mayor, que fueron cuidadosamente recogidos en mapas, planos, litografías, fotografías y hermosas representaciones artísticas; trabajos que fueron oportunamente complementa-dos con estudios históricos de la ciudad, donde se destaca la “Monografía His-tórica de Cuenca” del cronista de la ciudad: Víctor Manuel Albornoz Cabanillas, y “Cuenca: su geografía urbana” de Julio Carpio Vintimilla, entre otros.

Los documentos que se exponen en este libro son fruto de una recopilación de varios años en centros de documentación y colecciones particulares, entre ellas: la Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit de Quito, la Biblioteca del Banco Central del Ecuador sede en Cuenca, la Biblioteca de la Ilustre Municipalidad de Cuenca, El Archivo Nacional del Ecuador, El Archivo de la Cancillería del Ecuador, el Archivo de la Casa de la Cultura, Núcleo del Azuay, los Archivos del Ilustre Municipio de Cuenca y los estudios de personas dedicadas a reunir información sobre el tema, como Miguel Díaz Cueva, Carlos Jaramillo Medina, entre otros.

Este estudio ha servido para clasificar y sistematizar los planos de Cuenca que estaban dispersos en diferentes lugares. Algunos ya fueron publicados en estu-dios específicos.

El trabajo tiene el objetivo de recuperar la memoria histórica y geográfica de la ciudad, permite realizar investigaciones de cada uno de los documentos, comple-tar la colección de imágenes urbanas, así como hacer análisis comparativos entre diferentes épocas, visualizando el crecimiento y el cambio de la ciudad.

En las intervenciones del espacio público ayudan a reconocer cómo estaba con-formado el territorio, su tamaño, límites, contornos, elementos incorporados, el papel que cumplía en la urbe, así como encontrar información valiosa para ver cómo se trasformaba la ciudad de acuerdo a las necesidades de los pobladores, a los intereses de los políticos o de ambiciones particulares.

Los materiales gráficos y escritos que se presentan constituyen un significativo so-porte físico para la historiografía de Cuenca; buscan desempolvar el pasado para evidenciar cómo se estructuró espacialmente la urbe y los elementos que la confor-maron. Ellos pretenden responder a las preguntas: por qué se cerró tal calle, por qué se cambio la planificación de un sector, por qué se localizaron los equipamientos públicos en ciertos lugares, por qué se permitieron los cambios de Ordenanzas o reglamentos para ciertos lotes, vías, edificaciones; por qué han existido diferencias en el tratamiento y ocupación de los espacios ciudadanos y los de la ciudad.

No hay que olvidar que cada documento expresa y manifiesta una determinada ideología, donde existe cantidad de intereses manifiestos y ocultos, que es nece-sario descubrirlos y analizarlos para comprender cómo se ha construido la ciudad presente. Estamos en la obligación de reinterpretar el pasado, que se lo conoce con una visión parcializada, con todas sus incertidumbres, para comprender y construir una ciudad alternativa. Por eso es necesario recuperar y recopilar la mayor cantidad de materiales escritos y gráficos que nos permitan observar la ciudad e interpretarla desde un punto de vista crítico y propositivo.

El presente estudio está estructurado en tres partes: la primera hace una aproxi-mación a la cartografía existente, que muestra la pertenencia de la ciudad a un entorno amplio y diverso, con la revisión de algunos mapas coloniales de la Au-diencia de Quito, que ubican la posición de Cuenca perteneciente a un territorio mayor. La lectura de varios mapas del Ecuador de los siglos XVIII y XIX, que por su importancia ameritan su presentación, permiten observar la ubicación de la urbe y acercarnos a una descripción de algunas de las representaciones de la provincia del Azuay, en la que se evidencia su referencia al entorno urbano.

La segunda parte es la más extensa y de mayor profundidad: es una visión his-tórico crítica de planos, documentos e imágenes de Cuenca, en donde se descri-ben, desde el presente, las representaciones hechas en diferentes épocas, dando énfasis a una observación directa de los elementos que la estructuran, puntuali-zando los autores, la procedencia, los elementos de interés y los materiales con que fueron hechos; acompañados de un breve texto histórico de los que escriben sobre la época de referencia del plano. La colección de los planos e imágenes están ordenados de manera cronológica; sin embargo, pueden tener una lectura aleatoria. La diagramación del libro permite diferentes entradas de lectura y de observación.

La tercera parte es un compendio de trece representaciones artísticas de diferentes épocas, que ilustran algunos momentos de la ciudad, desde variadas visiones y téc-nicas artísticas como la pintura, la fotografía, la cerámica, entre otras. Esta sección busca servir de complemento a los materiales recopilados en esta publicación.

Existen textos como la Acta de Fundación de Cuenca en la provincia de Tomebam-ba, que son incluidos textualmente, sin cambiar la traducción realizada por Jorge A. Gárces, o citas que las hemos transcrito literalmente, respetando su contenido, haciendo pequeños cambios de ortografía, en los casos que considerábamos es-trictamente necesario.

A manera de conclusión, se destacan algunas representaciones de la ciudad de diferentes épocas, se menciona cómo los planos sirven de instrumento para el diseño urbano. Se culmina este texto con una visión actual y propuestas para la ciudad que se aproxima.

Hemos creído conveniente incluir, a manera de anexo, y para completar el estu-dio, un texto compilatorio en el que se describen los nombres de las calles en los diferentes años y las variaciones establecidas en el Centro Histórico de Cuenca.

Esperamos haber cumplido con el compromiso de entregar a la ciudad de Cuenca una recopilación sistematizada de planos e imágenes que forman parte de su me-moria histórica y geográfica. Nuestro agradecimiento sincero a quienes hicieron posible esta investigación y publicación.

Boris Albornoz

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I PARTE

APROXIMACIÓN A LA CARTOGRAFÍA DEL ENTORNO DE CUENCA

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a presentación y análisis de los planos de Cuenca requieren contextualizarse en espacios mayores, ya sea a nivel nacional, provincial o cantonal. Para el efecto, se ha pedido a varios autores que presenten una visión de la cartografía en el Ecuador; además, se ha logrado recopilar algunos valiosos planos de los alrededores de Cuenca, que permiten ubicar his-tóricamente el entorno de la ciudad objeto del pre-sente estudio cartográfico.

En esta sección no se trata de profundizar en los documentos presentados, sino de darle un contexto al territorio donde se ubica la ciudad de Cuenca. Además, sirve para mostrar las diferentes maneras de representar el territorio y sus po-blaciones, siendo un muestrario que ayuda a comprender cómo el mismo queda impregnado y los nudos en las representaciones cartográficas.

Los documentos que incluye esta sección comprende: “Los mapas coloniales de la Audiencia de Quito”, trabajo elaborado por Alfonso Ortiz Crespo; “Los mapas del Ecuador en el siglo XIX”, estudio realizado por Maritza Aráuz; y “La visión his-tórica de algunas representaciones del cantón Cuenca”, investigación preparada por María Cecilia Achig y Gabriela Barzallo.

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a ciencia cartográfica se desarrolló lentamente en el mundo y no será sino con los nuevos descubri-mientos geográficos, a partir de la segunda mitad del siglo XV, que obviamente, se vio la necesidad de perfeccionarla, consiguiendo cada vez mayor preci-sión, pues el mundo hasta entonces conocido por los europeos se ensanchó extraordinariamente.

Para esto, no solamente se perfeccionaron diferen-tes instrumentos de medición, muchos de ellos creados para medir ángulos rela-tivos de la posición de los astros, que se convirtieron en referentes para marcar rumbos junto con la insustituible brújula, sino que también se analizó cuidadosa-mente la forma de representar sobre un papel, no únicamente el relieve del suelo, sino también, tomando en cuenta la distorsión que implicaba trasladar a un plano la superficie curvada de la esfera terrestre.

Esta brevísima explicación, permite entender por qué recién en el siglo XVIII aparecen los primeros mapas generales de la antigua Audiencia de Quito. De hecho, ya en el siglo XVI se venían elaborando planos generales de los nuevos descubrimientos euro-

peos y conforme llegaban nuevos datos, referencias y crónicas, el perfil de la costa del Pacífico aparecía paulatinamente, de manera casi mágica, dibujado de norte a sur.

Los primeros mapas parciales de nuestro territorio tuvieron que ver con las rutas de navegación y especialmente importante fue el levantamiento de cartas con-fiables que permitieran el acceso seguro al puerto de Guayaquil, señalándose los bajíos, bancos de arena y profundidad del mar.

El mapa más antiguo y completo del territorio del antiguo Ecuador es el levanta-do por el misionero jesuita alemán, padre Samuel Fritz a finales del siglo XVII y grabado en Quito en 1707 por el P. Juan de Narváez de la misma Orden, con el título de El gran río Marañón o Amazonas con la misión de la Compañía de Jesús. Reconociendo su valor científico, La Condamine consiguió que se lo entregaran y luego de su viaje de regreso a Europa a través del Amazonas, en los años 1743 y 1744, lo depositó en la Biblioteca Nacional de París.

Con la información que recabó en su travesía, La Condamine publicó un nuevo mapa del curso del Amazonas, corrigiendo al del P. Fritz.

Los mapas colonialesde la Audiencia de Quito

Alfonso Ortiz Crespo

EL GRAN RÍO MARAÑÓN O AMAZONAS CON LA MISIÓN DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS.P. SAMUEL FRITZ, QUITO, 1707

El mismo académico francés, sirviéndose del plano antes señalado y de otras fuentes cartográficas e informaciones, así como de sus propias observaciones y las de Maldonado, publicó en París en el año 1751 la Carte de la Province de Quito, la cual sirvió para precisar geográficamente muchos lugares y corregir di-versos errores, convirtiéndose en la gran fuente de información para la posterior cartografía de esta porción de la América Meridional.

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CARTE DE LA PROVINCE DE QUITO, CHARLES MARIE DE LA CONDAMINE, PARÍS, 1751

Con La Condamine viajó a Europa el científico y geógrafo Pedro Vicente Maldo-nado, quien había nacido en Riobamba el año 1704. Autodidacta, por su cuenta había realizado diversas exploraciones hacia la Amazonía y Esmeraldas, recopi-lando infinidad de datos geográficos y coleccionando mapas. Falleció en Londres en 1748 y en homenaje a su memoria, La Condamine editó en París en 1750, un año antes que su propio mapa, la Carta de la Provincia de Quito, casi idéntica al del geodesta francés, pues utilizaron la misma información.

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CARTA DE LA MERIDIANA MEDIDA EN EL REYNO DE QUITO,JORGE JUAN Y ANTONIO DE ULLOA, MADRID, 1748

Como sabemos, junto a los miembros de la Academia de Ciencias de París, estuvieron los guardiamarinas españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, quienes, en contacto con los científicos franceses perfeccionaron sus conocimientos, en especial en las ciencias cartográficas. La Carta de la meridiana medida en el Reyno de Quito, concluida en 1744 y editada en Madrid en 1748, es una joya cartográfica de gran precisión, que da cuenta de la geografía del callejón interandino, desde Mira, al norte, hasta Portete, en el sur, dibujándose la intrincada red de triángulos principales y secundarios que permitieron la medida geodésica de varios grados de la meridiana en el Ecuador.

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MAPA DE UNA PARTE DE LA AMERICA MERIDIONAL,FRANCISCO DE REQUENA, RÍO MARAÑÓN, 1783

La definición de la frontera entre las posesiones de España y Portugal, en la Amé-rica Meridional, no importó a las autoridades coloniales sino hasta finales del siglo XVIII, pues según palabras de un virrey del Perú “… aquellos bosques nada producían al rey de España: que en lo dilatado de las Indias había bastantes tie-rras para entrambas coronas…”

La suscripción del Tratado de San Ildefonso en 1777, buscaba la fijación de lími-tes entre las dos coronas. La dirección de la misión española fue encomendada al ingeniero militar Francisco de Requena, quien produjo en el año 1783 un plano de toda la porción norte de la América del Sur y que fuera perfeccionado más tarde y luego reproducido litográficamente en Nueva York en 1788.

No podemos terminar este brevísimo recuento de los mapas del siglo XVIII, sin mencionar el que trazó en 1789 el P. Juan de Velasco para su Historia del Reino de Quito y que no conocerían sus compatriotas, más de medio siglo después...

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urante el siglo XIX se publicaron algunos mapas que muestran el territorio del Ecuador, ya sea como parte de Colombia, luego de la emancipación de España o como república independiente después de 1830 1. No obstante, son dos cartas, la de Villavicencio y la de Wolf, las que marcaron la cartografía del siglo XIX. A continuación intentaré explicar por qué.

La Carta Corográfica de la República del Ecuador de Manuel Villavicencio (1822-1871)

El autor de la primera geografía del Ecuador, Manuel Villavicencio, nació en Quito hacia 1822. En 1840 ingresó a la Universidad Central en donde siguió cursos de Farmacia y de Química hasta graduarse de licenciado en 1844. Sus estudios lo incli-naron a las Ciencias Naturales, recorrió gran parte del país y recolectó especímenes valiosos para su pequeño museo y datos para la primera geografía del Ecuador. Continuó sus estudios en la Facultad de Medicina y Cirugía en el mismo centro de

educación. Mientras realizaba estos cursos, la Junta de Gobierno de la Universidad le confió las cátedras de Química y Botánica. Sin embargo, su deseo era realizar in-vestigaciones en el campo y recoger material en el que expondría la fauna y flora, la mineralogía y la etnografía ecuatorianas. Emprendió viajes por varias regiones del Ecuador. En 1852 fue nombrado por el presidente Urvina, Gobernador de la Provincia de Oriente. Aquí recolectó plantas medicinales, insectos, aves, reptiles, tomó datos sobre los pueblos indígenas de la zona y registró cuidadosamente los accidentes geográficos que encontraba y las observaciones que realizaba. 2

A su regreso a Quito creó en su finca “Yavirac” un museo de entomología, en el cual se podían observar también aves y reptiles disecados. Además organizó la informa-ción recogida en sus viajes, buscó textos que le fueran útiles para completar sus apuntes geográficos y así emprendió la tarea de escribir una geografía del Ecuador. Tuvo como mecenas para la publicación de su obra al ciudadano argentino, cónsul de su país y de Chile en Guayaquil, Juan Antonio Gutiérrez3, quien costeó el viaje de Villavicencio a Nueva York para que dirigiera personalmente la impresión de la geo-grafía y el mapa en el establecimiento de Robert Craighead, en 1858. Este mismo año fue de realizaciones para Villavicencio, puesto que también se graduó de doctor.4

Los mapas del Ecuadoren el siglo XIX*

Maritza Aráuz**

Acerca de su obra apunta: “A este tratado acompaño una carta geográfica en grande escala: ella es mi especialidad, ya por el trabajo que me ha costado, ya por el tiempo que he gastado en componerla, y ya sobre todo, por que carecien-do de cartas modernas y verídicas, me ha sido indispensable hacer personal-mente la medida de algunos lugares”.5 Para la elaboración de esta carta, escala aproximada 1:1’400.000, se fundamentó en los mapas levantados por Maldona-do, Humboldt, Wisse, los académicos franceses así como las cartas de náuticas elaboradas por Fitzroy y Kellet. Villavicencio intentó en este mapa “Fijar lo más exactamente posible los límites de nuestro territorio, aunque este punto no deja de ser oscuro y contener algunas dudas por cuanto ellos no están determinados de un modo preciso por tratados con las naciones limítrofes; siendo esta la causa de que las veamos avanzar diariamente sobre nuestro suelo”6.Y para la demarca-ción de los límites con las naciones vecinas se apartó no sólo de los linderos que comúnmente adoptaban las cartas extranjeras sino también de los que señala-ban los antiguos derechos territoriales del Ecuador:

“En mi carta del Ecuador me he separado, como dije, de todas las opinio-nes, desmembrando de él cuanto he creído necesario para satisfacer las necesidades de sus vecinos y conservando lo que juzgo indispensable a su existencia. Por amor a la paz y buena armonía de los pueblos, he sen-

tado mi opinión, que en nada afecta los derechos perfectos del Ecuador a las desmembraciones de que daré razón a su tiempo. El parecer mío es el de un ciudadano sin pretensiones, que solo indica a los gobiernos, sin atentar a sus derechos, lo que es natural y provechoso para el más pronto arreglo de una cuestión odiosa.” 7

En efecto, para la época en la que escribe Villavicencio, las aspiraciones territo-riales del Ecuador, como las traza en su mapa, comprendían por el norte la “Cor-dillera de Caquetá”8 y por el sur la “Cordillera de Namballe” seguida de una línea que incluía para el Ecuador las inmensas provincias de Jaén y Maynas, todo este territorio al sur del Marañón. La frontera con el Brasil estaba determinada, según las mismas máximas aspiraciones, por una línea recta que unía al Putumayo con el Amazonas, cerca de la confluencia de ambos. A Villavicencio, en cambio, le parecía “Más racional señalar aquella [frontera] que, armonizando con las ne-cesidades impuestas por la naturaleza, dejase a cada país limítrofe el uso de las tierras y aguas que les son indispensables. Así, queda en mi carta perteneciendo al Perú, la embocadura de todos los ríos afluentes del Amazonas, que pasan por el suelo de esta república; y a Nueva Granada la cordillera comprendida entre el Napo y el Putumayo de cuya navegación reporta algunas ventajas la sola provin-cia de Pasto” 9.

* Este estudio se ha basado en los mapas custodiados en la Mapoteca del Ministerio de Relaciones Exteriores del Ecuador, entidad que conserva un invaluable fondo cartográfico sobre el Ecuador y otras regiones del planeta.** Master en Historia Latinoamericana por la Universidad Internacional de Andalucía, España; candidata al Doctorado en Historia en la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador1 Véase el Mapa general de Colombia, de Alejandro de Humboldt, de 1825; la Carta de la República de Colombia, de José Manuel Restrepo, de 1827.2 Carlos Manuel Larrea, “Manuel Villavicencio y la Geografía del Ecuador”, Boletín de Informaciones Científicas Nacionales, No. 84, enero-marzo 1958, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1958, pp. 335-338.

El mismo texto fue publicado en el Boletín de la Academia Nacional de Historia, No. 90, julio-diciembre de 1957, pp. 259-265.3 Emilio Murillo Ordóñez, “El Geógrafo Manuel Villavicencio y Montúfar”, en Homenaje al Señor Doctor Don Manuel Villavicencio en el Centenario de la publicación de su “Geografía del Ecuador”,

Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay, 1958, p. 15.4 Carlos Manuel Larrea, “Manuel Villavicencio y la Geografía del Ecuador”, op. cit., pp. 337 y 343-344. Cabe resaltar que en estos años era rector de la Universidad Gabriel García Moreno.

5 Manuel Villavicencio, Geografía de la República del Ecuador, New York, Imprenta de Robert Craighead, 1858, p. III.6 Ibid., p. VI.7 Manuel Villavicencio, Terrenos Baldíos del Ecuador, Guayaquil, Imprenta del Progreso, 1858, p. 5.8 La visión de Villavicencio terminó imponiéndose, pues esta cordillera constituye el divortium aquarum entre los ríos Putumayo y Napo, accidente geográfico que fue fijado como límite entre el Ecuador y Colombia en

el Tratado Muñoz Vernaza-Suárez, de 1916.9 Manuel Villavicencio, Geografía de la República del Ecuador, op. cit., p. VII.

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De hecho, las aspiraciones de Ecuador estaban fundamentadas en la cédula de erección de la Audiencia de Quito, del 29 de agosto de 1563 10, y en el Tratado de San Ildefonso de 1777 por medio del cual se delimitaban los territorios de España y Portugal. También, cabe resaltar que estas aspiraciones no tomaban en cuenta el Tratado de Guayaquil de 1829, puesto que nunca llegó a delimitarse en el terreno, y de este modo el Ecuador podría apelar a la mencionada cédula que le otorgaba ingentes comarcas. En cambio, la delimitación propuesta por Villavi-cencio en su carta es precisamente la idea original, inédita y realista que pone a consideración de sus compatriotas.

El mapa de Villavicencio, más que su Geografía, ha recibido a través del tiempo numerosos reproches e inclusive invectivas de personas que, por no haber mirado el mapa y leído el texto a la vez, no han entendido el propósito principal de su carta. Así, Teodoro Wolf esgrime elementos técnicos que desacreditan el mapa de Villavicencio, pues desfigura notablemente la costa y hasta las partes mejor conocidas del interior para la época en la que fue dibujado. “La provincia del Oriente es un mamarracho fantástico, y en donde quiera que quiso corregir el mapa de Maldonado, lo sembró de errores enormes [...] Villavicencio no era el hombre llamado a reformar el mapa del Ecuador, porque no poseía ni los princi-pios más elementales de geografía [...]”11

Sin embargo, el valor de su carta radicó en proponer una delimitación según linderos naturales o arcifinios que fueran fácilmente reconocibles y, por tanto, incontrastables y así detener el avance de sus vecinos a regiones que sí podían serle útiles al Ecuador y a las cuales el Estado ecuatoriano pudiera llegar de ma-

nera tangible. Además, cuando propugna las “desmembraciones” de territorios que según documentos coloniales pertenecían al Ecuador, no evidencia, al con-trario de lo que se podría pensar en primera instancia, debilidad de espíritu o una inclinación servil hacia los países colindantes, sino un conocimiento concreto, cabal, luego de años de recorrer el país de las posibilidades reales de que esas zonas le sean útiles al Ecuador y de que éste pueda tener presencia real en tan alejados e ignotos parajes:

“Para el que no conoce esos horrorosos desiertos, las impenetrables montañas que componen los territorios ecuatorianos del lado de la Nue-va Granada, y que por su misma naturaleza no pueden sernos útiles; pa-recerá un mal la cesión que de ellos propongo; pero el que, reconociendo ningún fruto que de esas regiones podemos sacar, el que medite en el gran beneficio que, cediéndolas, hacemos a nuestros hermanos de Pasto, únicos que pueden utilizarlas [...]”12

La Carta Geográfica del Ecuador de Teodoro Wolf

Teodoro Wolf (1841-1924) nació en Bartholoma, Rauhen Alb. En 1857 ingresó al Instituto de los jesuitas de Gorhein en Siegmaringen, como novicio. En 1862 el Provincial de la Orden Jesuita en Alemania, preocupado por el avance de la teoría del transformismo desarrollada por Darwin13, eligió a Wolf, entre otros talentosos escolares pertenecientes a su Orden para que estudiara ciencias naturales en la Universidad de Bonn, para que obtuvieran elementos para combatir esa teoría.

Por estos años Wolf salió vencedor en un concurso de historia natural con su trabajo “Contribuciones para la historia del desarrollo de las orquídeas” que fue publicado posteriormente y que constituye su primer estudio científico. En 1864 interrumpió sus estudios al ser enviado como profesor al colegio de Maria-Laach, en donde enseñó botánica, zoología y geología y tuvo tiempo para trabajar en sus propios estudios. En 1868 inició sus clases de teología.14

En 1869 el presidente Gabriel García Moreno, valiéndose de su cordial relación con Pío IX y con el General de la Compañía de Jesús, invitó a los jesuitas para que establecieran la Facultad de Ciencias.15 Los sacerdotes de la Compañía de Jesús aceptaron el llamamiento para hacerse cargo de la Escuela Politécnica que García Moreno pensaba fundar en Quito. En agosto de 1870 llegaron los primeros profesores: Teodoro Wolf, que había sido recientemente ordenado, Juan Bautista Menten y Luis Sodiro. Wolf tomó a cargo las cátedras de mineralogía, geología, minería e idiomas.16

En 1871 publicó veinticinco artículos en el periódico quiteño “El Nacional”, sobre la tierra y el hombre, geología, volcanismo, terremotos y otros temas dictados en las clases de la Politécnica. Entre 1872 y 1874 editó varios estudios sobre la geografía y la geología de diversas regiones del Ecuador. Este último año progra-mó un viaje a las Islas Galápagos, al cual iría con el presidente García Moreno,

a fin de comprobar la teoría de Charles Darwin acerca de la evolución de las especies. Cuando empezó a exponer estas ideas se granjeó la desconfianza de los miembros de su propia comunidad, constituida mayoritariamente por jesui-tas españoles, que veían en ellas una antítesis del creacionismo. En noviembre del mismo año abandonó la orden de Ignacio de Loyola17. A pesar de su salida de la Compañía de Jesús, Wolf siguió manteniendo un buen ascendiente con los gobernantes del Ecuador. Así, en 1876 el jefe supremo del Ecuador, general Ignacio de Veintemilla, auspició sus estudios geográficos y geológicos sobre las provincias de Loja, Azuay y Esmeraldas, que se publicaron en 1879 con el título de Viajes Científicos por la República del Ecuador18.

El mapa del Ecuador elaborado por Teodoro Wolf, escala 1:445.000, fue contra-tado durante los gobiernos de los presidentes José María Plácido Caamaño y Antonio Flores Jijón. Se culminó en 1892 junto con el libro destinado a acompa-ñarlo19. Es sin lugar a dudas el mejor referente de la geografía del Ecuador que se había realizado hasta ese momento. Los mapas anteriores, inclusive el de Pedro Vicente Maldonado, Carta de la Provincia de Quito y de sus Adjacentes, impresa en 1750 y el de Villavicencio que habían sido las cartas obligadas de consulta sobre la geografía del Ecuador, el último a pesar los yerros mencionados ante-riormente, ya no satisfacían las exigencias de su tiempo. Wolf aquilata su mapa y evidencia que:

10 Delineada en los mapas del ingeniero español Francisco de Requena, de 1779 y del padre Juan de Velasco S. J., de 1789. El mapa y la historia del padre Juan de Velasco fueron realizados después de la expulsión de los jesuitas de las colonias españolas ocurrida en 1767 y publicado en el año 1789.

11 Teodoro Wolf, Geografía y Geología del Ecuador, Leipzig, Tipografía de F. A. Brockhaus, 1892, p. 568.12 Manuel Villavicencio, Terrenos Baldíos del Ecuador, op. cit. p. 40.

13 El transformismo es la noción de que las estirpes van cambiando sus características a lo largo del tiempo de una manera fundamentalmente gradual. Lo que ahora designa el término evolucionismo fue señalado durante mucho tiempo, hasta bien entrado el siglo XX, como transformismo.

14 Agustín N. Martínez, 60 Años de Recuerdos. El Doctor Teodoro Wolf, en Anales de la Universidad Central, T. LII, No. 87, Quito, Imprenta de la Universidad Central, 1934, pp. 9-12.15 Julio Tobar Donoso, García Moreno y la Instrucción Pública, Quito, Imprenta de la Universidad Central, 1923, p. 218.16 Ibid., pp. 219-222.17 Agustín N. Martínez, op., cit., pp. 5 y 14-17.18 Teodoro Wolf, Viajes Científicos por la República del Ecuador. Relación de un viaje geognóstico por la Provincia de Loja, Guayaquil, Imprenta del Comercio, 1879, p. III. Ver también de la misma colección

las relaciones geognósticas por las provincias de Azuay y Esmeraldas, publicadas en la misma editorial y en el mismo año.19 Teodoro Wolf, Geografía y Geología del Ecuador, op.cit., pp. III, IV.