Informe de Lectura Economia y Sociedad
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ABRIR LAS CIENCIAS SOCIALES. AUTOR: IMMANUEL WALLERSTEIN
MARIA ELENA ARCE G. LICENCIATURA EN HISTORIA
El autor es sociólogo, referente de la sociología histórica, con vinculación al estudio de los
grandes procesos históricos. En el texto leído encontramos como tesis central del autor la
existencia de una relación estrecha entre el desarrollo del capitalismo y los procesos históricos y
el de las ciencias sociales, identificándolas en forma inseparable con la construcción del mundo
moderno y su idea de infinitud del progreso.
El autor plantea una cronología de las ciencias sociales, comenzando en el siglo XIX,
caracterizado por la disciplinarización y profesionalización del conocimiento, surgido de la
necesidad urgente de legitimar las transformaciones políticas, organizar y racionalizar el cambio
social, dar un sustento a la unidad e identidad de los nacientes Estados naciones. Este desarrollo
de las ciencias sociales se produce en aquellos países donde el moderno sistema capitalista había
alcanzado un importante desarrollo. El afán de expansión capitalista, unido siempre a la idea de
progreso infinito y dinámico, enfrentó a los países modernos con el resto del mundo, el que fue
objeto de estudio de las ciencias sociales, determinando que los otros pueblos se encontraban
inmovilizados, no habiendo alcanzado la modernidad. Esto sirvió para legitimar en la
diferenciación el proceso de colonización y conquista, “la evidente superioridad de la sociedad
europea de la época era la culminación del progreso”. Para lo anterior adquirieron importancia la
historia y la antropología.
Siguiendo en la cronología podemos decir que a principios del s.XX las distintas disciplinas de
las ciencias sociales se institucionalizan y buscan distinguirse entre ellas delineando sus campos
de estudio. Se establece una clara delimitación entre las ciencias naturales que estudian sistemas
no humanos y las sociales que estudian a las sociedades humanas civilizadas.
Las ciencias sociales hacia 1940 se encontraban asentadas, pero nuevamente hay cambios en el
mundo, Europa ha sufrido una masacre con las guerras mundiales y el desarrollo del nazismo y
fascismo, es evidente que la idea de modernidad y progreso infinito trastabilla. Luego se produce
la llamada guerra fría, la población se expande junto a su capacidad productiva a niveles
insospechados y se multiplica la cantidad de científicos sociales profesionales. Los pueblos no
europeos se reafirman políticamente y con ello se produce el cuestionamiento de los fundamentos
de las ciencias sociales erigidos en las décadas anteriores. La guerra fría hace surgir polos
centralizados de desarrollo científico. Este escenario cuestiona la validez de las distinciones entre
las ciencias sociales, surgiendo los estudios de áreas con una base geográfica, de carácter
multidisciplinario, con evidentes motivaciones políticas. Asimismo, la separación en el estudio de
occidente y de áreas no occidentales, tuvo connotaciones políticas. Concretamente para los
historiadores surgió la duda acerca del hecho de que si las naciones no occidentales, como África,
tenían o no historia. Si bien, las áreas no occidentales eran iguales a las occidentales, se
diferenciaba por encontrarse en etapas diferentes del camino de la modernidad. Surge el concepto
de desarrollo, y el compromiso político de los Estados con éste, pasa a justificar la inversión de
fondos públicos en las ciencias sociales.
Los cambios sociales ocurridos a partir de 1945, que producen la pérdida del dominio indiscutido
de Occidente en el mundo, engendraron acérrimas críticas al parroquialismo de las ciencias
sociales, que se oponía a la idea de universalismo necesaria para la legitimación de ellas. Lo que
se presentaba como aplicable a todo el mundo, con pretensiones normativas y de comunidad,
constituía la opinión de una minoría, que había llegado a dominar el mundo del conocimiento por
su dominio político y económico. La verdad universal cambia con los cambios en la constelación
del poder. Las principales críticas vinieron de grupos feministas y otros que desafiaban el
eurocentrismo, que demandaron un apertura de las ciencias sociales a la reflexión sobre la
diferencias, reclamando inclusión como parte de una demanda descolonizadora. Se debe excluir
de las ciencias sociales la mención del otro, ya que el otro es parte de nosotros, objeto de estudio,
se debe propender a un universalismo pluralista.
A partir de la década de 1960 se produce una superposición entre las disciplinas, volviéndose
estas más heterogéneas y adoptando nombres interdisciplinarios. Lo anterior por la necesidad de
incluir como objeto de estudio todos los procesos sociales
Desde 1960 hasta la fecha surge como desafío a la división del conocimiento el tema de la
complejidad, que busca hacer compatibles la idea de ley natural con la idea de incertidumbre e
irreversibilidad, que han transformado a la ciencia natural, considerada más dura y más precisa
que la filosofía, las artes o las letras en una ciencia más “blanda”. Un segundo desafío lo plantean
los llamados estudios culturales, que resaltan los estudios de género y no eurocéntricos, el
análisis histórico local y la estimación del valor asociado a las realizaciones tecnológicas. Por
último, los estudios culturales se han reafirmado gracias al surgimiento de intereses ecológicos
que cuestionan el mérito del progreso tecnológico. Lo anterior disminuyó la división entre los
supercampos de las ciencias sociales y de las humanidades, produciéndose formas de
cooperación. La división entre ciencias naturales, sociales y humanidades, ya no es tan evidente,
pasando las ciencias sociales a tener un papel conciliatorio entre las humanidades y las ciencias
naturales.
Surge para el autor, luego del análisis cronológico del desarrollo de las ciencias sociales, que da
cuenta de la imposición de intereses políticos a la actividad intelectual; la necesidad de una
restructuración del área que combine distintas perspectivas de género, raza, clase y culturas
lingüísticas, de una forma real, para lo que es importante rechazar la distinción ontológica
moderna entre el ser humano y la naturaleza, abordándolos a ambos en toda su complejidad.
Asimismo, el rol del Estado, como frontera natural de la vida social, de suma importancia en los
albores de la modernidad, ha sido cuestionado por desilusionados individuos, que buscan reducir
el estadocentrismo. El autor plantea la importancia de la universalidad y objetividad en las
ciencias que propone restructurar, debiendo incluirse en ellas la mayor cantidad de experiencias
históricas y cuidar el equilibrio entre el universalismo y el particularismo, respectivamente.
El autor concluye con un rápido diagnóstico de la situación actual (1995) de las ciencias sociales
en las distintas regiones del mundo y concluye que se está en un momento en que la estructura
disciplinaria existente de las ciencias sociales ha sido cuestionada, y propone llevar adelante
ciertos procesos por parte de los administradores de estructuras de conocimiento, que
contribuirán a la reestructuración de las ciencias sociales, tales como la expansión de
instituciones que agrupen a a estudiosos sobre puntos específicos y urgentes, el establecimiento
de programas de investigación integrados, el nombramiento conjunto de profesores y el trabajo
adjunto para estudiante de posgrado.
Me parece que el autor no resuelve a cabalidad el tema central del texto, ya que si decimos que el
desarrollo y desenvolvimiento de las ciencias sociales ha ido de la mano de los distintos procesos
históricos, como un campo influenciable y una herramienta utilizable por los grupos de poder de
turno, las conclusiones propuestas para una reestructuración de las ciencias sociales, debiera
concentrarse primeramente en generar aquellas que puedan dotar de la suficiente autonomía
moral y económica a aquellos que tienen como objeto de estudio al ser humano y sus procesos.