Ignorancia y nesciencia en la era de la información

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Ignorancia y nesciencia en la era de la información. Decir que vivimos en la era de la información se ha convertido en algo común. No hace falta convencer a casi nadie de que la información es un bien valioso, que sirve para muchos objetivos y, que, entre ellos, figura el de sacarnos de nuestra ignorancia. Con todos los datos en la mano se está en óptimas condiciones de elegir bien en todos los sentidos, incluido el moral. Pero la cuestión problemática no está en aceptar la utilidad de la información. Está en considerar si con eso basta. La palabra nesciencia se emplea para describir a los que no saben aquello que no están obligados a saber. Y ese es el auténtico significado de nesciencia (que proviene de la palabra latina nescientia, lo contrario de la ciencia). Por oposición, seré la ignorancia una falta de respeto a la inteligencia ya que niega el saber de lo que se está obligado a saber. Esa es la diferencia entre ignorancia y nesciencia. Decía Ortega y Gasset que vivir es sentirse fatalmente forzado a ejercitar la libertad, a decidir lo que vamos a ser en este mundo. Ni un solo instante se deja descansar nuestra actividad de decisión. Incluso, cuando nos abandonamos a lo que sea que quiera venir, hemos decidido no decidir. No es que no se deba hacer lo que le dé a uno la gana, sino que lo único que cabe es negarse a hacer eso que hay que hacer. De modo que podemos perfectamente desertar de nuestra obligación de saber aquello que deberíamos, prefiriendo el ignorante actuar por reflejo. En función del conocimiento en la era de la información, basta tener la suficiente iniciativa de buscar un tema a profundidad y podemos literalmente destruir nuestra ignorancia sobre cualquier tema. No es lo mismo ser ignorante en la época en la que no existía la imprenta, cuando los libros eran sumamente caros y sólo algunos privilegiados podían tener acceso al conocimiento. El poder del conocimiento estaba bajo el régimen de la suerte y la burguesía. Hoy, si consideramos el precio de un libro usado o el precio y disponibilidad de la Internet, podemos decir que la mayoría de la gente puede tener acceso a toneladas de información. De donde surgen algunas implicaciones. La realidad nos empuja muchas veces a actuar a pesar de la inseguridad que provoca la diversidad informativa, ¿cómo distinguir los datos útiles de los que no lo son?, ¿cómo garantizamos la veracidad de los contenidos? o ¿qué capacidades debemos desarrollar para asimilar la información? El volumen de información disponible aumenta tanto o más que las capacidades y herramientas (técnicas y cognitivas) para administrarla, procesarla y asimilarla inteligentemente. Hay tanta información, que debemos de comenzar por aceptar que NO debemos de estar enterado de todo, sino sólo de lo que más nos interesa. Es imposible leer todo, por lo que es importante establecer criterios de prioridad para seleccionar el contenido que nos parezca vital y que potencialmente pueda generar valor a nosotros y a quien nos rodea. Sin duda el punto neurálgico en lo que a información se refiere es el de comprobar la veracidad de los datos, lo cual es prácticamente imposible fuera de asegurar la fuente de origen. Pero sí podemos tratar de luchar en contra de las tendencias que prevalecen hoy en día como que: nuestra atención selectiva se ha tornado menos selectiva que antes, leemos cada vez menos –con menos atención– y concluimos suponiendo más, contamos con una mayor tolerancia hacia el contenido superficial, a muchos les basta

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Ignorancia y nesciencia en la era de la información.

Decir que vivimos en la era de la información se ha convertido en algo común. No hace falta convencer a casi nadie de que la información es un bien valioso, que sirve para muchos objetivos y, que, entre ellos, figura el de sacarnos de nuestra ignorancia. Con todos los datos en la mano se está en óptimas condiciones de elegir bien en todos los sentidos, incluido el moral. Pero la cuestión problemática no está en aceptar la utilidad de la información. Está en considerar si con eso basta.

La palabra nesciencia se emplea para describir a los que no saben aquello que no están obligados a saber. Y ese es el auténtico significado de nesciencia (que proviene de la palabra latina nescientia, lo contrario de la ciencia). Por oposición, seré la ignorancia una falta de respeto a la inteligencia ya que niega el saber de lo que se está obligado a saber. Esa es la diferencia entre ignorancia y nesciencia.

Decía Ortega y Gasset que vivir es sentirse fatalmente forzado a ejercitar la libertad, a decidir lo que vamos a ser en este mundo. Ni un solo instante se deja descansar nuestra actividad de decisión. Incluso, cuando nos abandonamos a lo que sea que quiera venir, hemos decidido no decidir. No es que no se deba hacer lo que le dé a uno la gana, sino que lo único que cabe es negarse a hacer eso que hay que hacer. De modo que podemos perfectamente desertar de nuestra obligación de saber aquello que deberíamos, prefiriendo el ignorante actuar por reflejo.

En función del conocimiento en la era de la información, basta tener la suficiente iniciativa de buscar un tema a profundidad y podemos literalmente destruir nuestra ignorancia sobre cualquier tema.

No es lo mismo ser ignorante en la época en la que no existía la imprenta, cuando los libros eran sumamente caros y sólo algunos privilegiados podían tener acceso al conocimiento. El poder del conocimiento estaba bajo el régimen de la suerte y la burguesía. Hoy, si consideramos el precio de un libro usado o el precio y disponibilidad de la Internet, podemos decir que la mayoría de la gente puede tener acceso a toneladas de información. De donde surgen algunas implicaciones.

La realidad nos empuja muchas veces a actuar a pesar de la inseguridad que provoca la diversidad informativa, ¿cómo distinguir los datos útiles de los que no lo son?, ¿cómo garantizamos la veracidad de los contenidos? o ¿qué capacidades debemos desarrollar para asimilar la información?

El volumen de información disponible aumenta tanto o más que las capacidades y herramientas (técnicas y cognitivas) para administrarla, procesarla y asimilarla inteligentemente. Hay tanta información, que debemos de comenzar por aceptar que NO debemos de estar enterado de todo, sino sólo de lo que más nos interesa. Es imposible leer todo, por lo que es importante establecer criterios de prioridad para seleccionar el contenido que nos parezca vital y que potencialmente pueda generar valor a nosotros y a quien nos rodea.

Sin duda el punto neurálgico en lo que a información se refiere es el de comprobar la veracidad de los datos, lo cual es prácticamente imposible fuera de asegurar la fuente de origen. Pero sí podemos tratar de luchar en contra de las tendencias que prevalecen hoy en día como que: nuestra atención selectiva se ha tornado menos selectiva que antes, leemos cada vez menos –con menos atención– y concluimos suponiendo más, contamos con una mayor tolerancia hacia el contenido superficial, a muchos les basta

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con solo leer sinopsis de artículos, o asumimos que la inteligencia colectiva es sinónimo de veracidad y que la inteligencia colectiva, aunque de un conocimiento específico muy pobre, es suficiente para cualquier fin.

En pocas palabras y contemplando la vida acelerada que llevamos la mayoría de las personas, podemos evidenciar que en concreto sabemos generalidades de todo y nada a profundidad. Esto no es nada nuevo, lo que es nuevo es que actualmente con la disponibilidad de la información en cualquier momento que se desee o requiera y el fenómeno de que, para quienes tienen cierta habilidad de búsqueda, pueden tener acceso a cualquier clase de información específica, la ignorancia se nos antoje una decisión voluntaria, tal y como nos lo planteara Ortega y Gasset.

Asimismo, la nesciencia se diluye en las redes sociales, que son excelentes herramientas de propagación de enormes cantidades de conocimiento de poco profundidad y de dinámica vertiginosa pero que nos proporciona una diversidad informativa inimaginable.

Por lo anterior, el concepto planteado por Ana Ornelas de “ignorancia construida” se reafirma catastróficamente, ya que si con mera voluntad podemos desacreditar cualquier información oficializada a partir de los contenidos a los que se tiene acceso con las nuevas y accesibles tecnologías de la información, aún sigue siendo ignorancia ante la mayoría, por no provenir de la fuente acostumbrada. Tal como lo planteara el duque François de la Rochefoucauld: “Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe y saber lo que no debiera saberse”.

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Ignorancia y nesciencia en la era de la información.

1. Vivimos en la era de la información. 2. La información es un bien valioso. 3. Sirve para sacarnos de nuestra ignorancia. 4. Con información podemos elegir bien, inclusive moralmente. 5. Pero, ¿basta con sólo tener información?

6. Nesciencia es NO saber lo que se está obligado a saber. 7. Proviene del latín: nescientia = lo contrario de la ciencia. 8. Ignorancia es negarse a saber lo que se está obligado a saber. 9. Decía Ortega y Gasset (español): “Vivir es estar forzado a ejercer nuestra libertad de decidir”. 10. Nunca deja uno de tomar decisiones. 11. Hasta cuando queremos no decidir, ya lo hemos hecho. 12. Sólo voluntariamente podemos renunciar a nuestra obligación de saber lo que deberíamos.

13. Basta tener la iniciativa de buscar sobre un tema para destruir nuestra ignorancia.

14. No era igual ser ignorante en épocas sin imprenta, libros caros y sin acceso al conocimiento. 15. El conocimiento estaba bajo el régimen de la suerte y la burguesía. 16. Hoy la mayoría de la gente tiene acceso a mucha información. 17. Pero, surgen implicaciones.

18. Debemos actuar a pesar de la inseguridad de tanta información. 19. ¿Cómo distinguir los datos útiles de los que no lo son? 20. ¿Cómo garantizamos la veracidad de los contenidos? 21. ¿Qué capacidades debemos desarrollar para asimilar la información?

22. El volumen de información aumenta más que la capacidad técnica y cognitiva. 23. NO debemos de estar enterados de todo, sólo de lo que más nos interesa. 24. Debemos establecer criterios de prioridad para seleccionar el contenido vital 25. Y pueda generar valor a nosotros y a quien nos rodea.

26. Comprobar la veracidad de los datos es imposible fuera de asegurar la fuente de origen. 27. Luchar en contra de las tendencias que prevalecen hoy: 28. Somos menos selectivos 29. Leemos con menos atención 30. Concluimos suponiendo más 31. Somos más tolerantes al contenido superficial 32. Asumimos que la inteligencia colectiva es sinónimo de veracidad 33. Y que la inteligencia colectiva es suficiente para cualquier fin.

34. Podemos decir que sabemos generalidades de todo y nada a profundidad. 35. Esto no es nada nuevo 36. Lo nuevo es que teniendo acceso a toda la información elijamos ser ignorantes.

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37. La nesciencia se diluye en las redes sociales 38. Excelentes herramientas de propagación de conocimiento de poco profundidad 39. Dinámica vertiginosa 40. Proporciona una gran diversidad informativa.

41. El concepto de “ignorancia construida” (Ana Ornelas) se reafirma 42. Si sólo con voluntad podemos desacreditar cualquier información oficial. 43. A partir de las tecnologías de la información. 44. Aún sigue siendo ignorancia ante la mayoría. 45. Por no provenir de la fuente acostumbrada. 46. Rochefoucauld: “Hay tres clases de ignorancia”: 47. No saber lo que debiera saberse, 48. Saber mal lo que se sabe y, 49. Saber lo que no debiera saberse.