¿Nuncapositivo?

Guía para

Vivir Mejor

Carmen¡Caray, qué negatividad, o como se llame lo que le pasa a Juana! Si no la conociera desde hace tanto tiempo pensaría que es una amargada. Y lo peor es que va a conseguir que nos amarguemos todas las de la cuadrilla de paseo o que huyamos de ella como alma que lleva el diablo.

Comprendo que ha tenido algunas experiencias bastante fuertes, pero es que todo se lo toma a la tremenda y con una visión de lo más negativa. En lugar de tomarse las cosas por el lado positivo, siempre lo hace por el negativo. Para ella la botella siempre está medio vacía; ni por asomo se le ocurre imaginarla medio llena.

Que si los hijos, que si las arrugas, que si la peluquera no hace bien su trabajo, que si en la tienda le cobran de más… No hay forma de escucharle que algo le ha salido bien. Todo es para ella una desgracia.

Juana se pasa la mayor parte del tiempo dándole vueltas a lo que cree que las demás personas piensan de ella. Es desesperante. Para hacerle ver lo que está viviendo le hemos dicho, medio en broma, medio en serio, que parece una pitonisa. ¡Sólo le falta la bola de cristal! Lo peor del asunto es que cree que los pensamientos hacía ella de las demás personas son siempre negativos. Como si con sólo verle la cara a la gente pudiéramos conocerla. ¿Qué le hará creer a Juana que todo lo que piensan de ella es un desastre?

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El único que la saca de esa nube gris en la que pasa tanto tiempo es su marido, que la conoce bien y no acepta su pesimismo. Con un par de bromas termina consiguiendo que se ría de sí misma.

Las amigas nos hemos confabulado contra el espíritu negativo de Juana y ahuyentamos toda sombra de negatividad en nuestras vidas. De otra manera, no podríamos vivir. De entrada, nos hemos propuesto destacar en nuestras conversaciones las cosas positivas que nos va dando la vida. Lo negativo no, que bastante tenemos con superarlo. ¡Lo positivo!

Si la pensión no nos llega para todo lo que quisiéramos, pues nos organizamos para sacarle chispas a lo que tenemos. Si creemos que alguien nos critica, nos armamos de valor y le preguntamos si ha visto en nosotras algo que no le gusta y si lo podemos mejorar; es decir, lo hablamos. Si hemos sentido que alguien nos ha hecho una faena, pues lo aclaramos y pasamos página. Si tenemos propensión a criticar, nos proponemos superar esta fea costumbre y pensamos que si una persona actúa de un modo que no nos gusta, tendrá alguna razón que no conocemos.

Así que hemos iniciado la campaña “Guerra a la negatividad”. Seguramente seremos más felices y la convivencia mejorará mucho en el vecindario, en nuestra cuadrilla de paseantes, en el grupo de gimnasia, en la familia… en todas nuestras relaciones.

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No se lo reproches y proponle actividades positivas.

Ofrece apoyo emocional: ten paciencia, muestra afecto y dale ánimo.

Inicia un diálogo con tacto y cuidado, en el momen-to y el lugar adecuados.

Escucha más y habla menos, para entender cómo se siente.

Procura ayudar a la otra persona, utilizando pala-bras más positivas para intentar cambiar su visión negativa de la situación.

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T xominDesde que le prejubilaron, Eduardo se ha vuelto el mayor de los pesimistas. “¿Vamos a la playa?”, le propones. “¿Para qué?”, responde. “¿No son suficientes las arrugas como para buscarse un cáncer de piel?”. “Entonces, ¿vamos a comer un buen menú del día?”, sugieres. “Yo ya no estoy para esos trotes. A esta edad todo hace daño”, suele ser su respuesta. “Ya no es como antes”.

Parece que nada puede salir bien. Siempre vive ahogándose en un vaso de agua. Para que no nos arrastre a los demás de tanto escucharlo hablar y pensar de esta manera, le he propuesto que todos los días escriba en una agenda un pensamiento positivo, algo que puede hacer y que le causará bienestar. Que se acuerde no sólo de las cosas malas que le han sucedido en la vida, sino también de las buenas.

Últimamente, le ha dado también por creer que está enfermo. Desde que se le cayó la taza de café encima, cree que se ha vuelto torpe con las manos y que ya no puede hacer casi nada. Todo quiere que se lo hagan. Se ha convertido en una persona triste, huidiza, siempre con la queja en la boca, maldiciendo su suerte permanentemente y viéndolo todo negativo a más no poder. Es como si le hubie-sen robado el sentido de las cosas y de la vida, y ya no le quedara si no esperar.

Lo positivo de todo esto es que sigue saliendo con la cuadrilla, seguimos encon-trándonos en los lugares de costumbre y no falta a la partida de cartas… Eduardo piensa que no sirve para nada, que es un inútil y que va acabar sus días sintiéndose un trasto.

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Aproveché un día que estábamos solos para charlar de tú a tú. Empezó a contarme su historia y cómo está viviendo su prejubilación. Que se siente un inútil y que no sabe qué hacer con tanto tiempo. Molesta en casa, y en la calle se encuentra como desprotegido y solo. Que traga horas y horas de televisión porque “qué quieres que haga a mi edad, si ya no sirvo para nada”. Que si un amigo suyo nada más jubilarse se murió; que si su vecino tenía no sé qué enfermedad… En fin, ¡todo alegrías!

Le escuché atentamente, traté de comprenderle y no le puse ninguna pega a sus argumentos. Luego, después de un silencio largo, le dije que aunque al principio me sentía bien, me había costado acomodarme a la situación de jubilado. Pero que había que echarle ganas a la vida y afrontar el futuro de forma positiva. Que evitara pasar el día “rumiando” sobre lo negativo de hacerse mayor. Convertir los achaques, las limitaciones, las pérdidas y todo lo malo que conlleva el proceso de envejecimiento en una queja permanente es un modo seguro de acabar convirtién-dose en un “peso” tan insoportable para los demás como para sí mismo.

Le invité a mirar la vida en positivo y a valorar todo lo que tiene: familia, salud, tiempo disponible… Y le animé a organizar su vida, a sacudirse de encima la pasi-vidad. Le dije lo importante que habían sido para mí mi pareja, mis hijas y nietos, mis amigos, las actividades en las que participaba… Le recordé que las amistades son para algo más que para tomar vinos y jugar a las cartas, que podemos orga-nizar nuestras vidas de forma creativa, y así encontrar cada día razones para vivir.

Compartí con él que si ese sentimiento de desánimo persistía una vez pasado un tiempo, le convenía hablar con su doctora para evitar caer en un círculo vicioso. Hicimos cuatro chistes, le invité a un café y nos fuimos a dar una vuelta al frontón, a ver a las chavalería.

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Invítale a ver las cosas en forma positiva.

Pídele que se centre en todo aquello que tiene, en lugar de en aquello que le falta.

Evita que se aísle y anímale a mantener sus amistades, aunque le de pereza.

Ponte a su disposición para que no se encierre en casa, y acompáñale a pasear, a ir al Centro Social...

Si su situación persiste, acompáñale a hablar con un profesional que le ayude a superar su situación.

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Frente a los pensamientos negativos, lo más efectivo son los pensamientos positivos.

Las personas que lo ven todo negro tienen predispo-sición a sufrir más problemas de salud, tanto física como mental.

Pensar en positivo es bueno para el propio bienestar, y para una vida familiar más saludable. Al entregarse a los pensamientos negativos, se activa una actitud antisocial que hace cada vez más difícil disfrutar de la convivencia con tus amistades, familiares y conocidos.

Incluso siendo consciente de las peores situaciones a las que sea preciso enfrentarse, pensar en positivo facilitará las relaciones con las demás personas, hará más feliz a la familia, mejorará la salud,…

Una persona puede aprender a ser positiva y a reducir sus pensamientos negativos. Inténtelo, y si no lo con-sigue, sería conveniente que pidiera ayuda.

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Hazte más presente en la vida de tus amigas y amigos, pero sin agobiarlos.

Escucha, pero escucha con atención. No resulta conveniente aconsejar y enjuiciar permanentemente a las demás personas.

Impulsar un grupo de ayuda mutua es una buena manera de salir de situaciones de pesimismo.

No te encierres. Haz el esfuerzo de salir y no dejes de lado a tus amistades y vecinos.

Si algún amigo o amiga entra en un periodo de tristeza o se ha instalado en una situación de permanente pesimismo, acompáñale y establece una estrategia para sacarle de casa, con tacto y cariño.

A veces, puede ser conveniente acompañar a las personas con estados de ánimo negativos a los servicios de salud o a los servicios sociales.

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PARA ACTUAR

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Vivir Mejor es una colección de doce guías centradas en todo aquello que una persona mayor puede hacer para cuidarse, cuidar a las personas con las que comparte su tiempo y participar de forma activa en la vida social.

En cada guía, un hombre y una mujer imaginarios narran en primera persona su experiencia relacionada con el tema del que se trate (la salud, la amistad, el amor, la familia, etc.). A continuación se presentan diversas propuestas para pensar y para actuar.

El contenido de la guía que tiene en sus manos se centra en el pensamiento positivo.

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