Gatopardo Ecuador Marzo

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www.gatopardo.com GATOPARDO 19 AGENDA PÚBLICA Ícono Gatopardo L a misma historia irrita la vigencia. Cuando el hombre se enfrenta al hecho artístico, no hay nada que interrumpa su continuidad en el habitus. El Ecuador del siglo pasado tuvo en su seno —según la crítica internacional— al mayor de los pintores que plasmó la esencia menos patentada de la identidad nacional: el sufrimiento de su gente. A partir de Oswaldo Guayasamín, la memoria histórica del país sudamericano comenzó con la diáspora que sacudió las conciencias de sus habitantes y del mundo. El conocido Pintor de Iberoamérica, mención otorgada en la IX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y Presidentes de Gobierno Pretexto artístico Oswaldo Guayasamín fue el artista que transgredió la técnica para destacar su lenguaje estético como bandera de la justicia y la memoria trágica de los pueblos. realizada en La Habana (1999), intervino en el quehacer del arte desde los ocho años, etapa en que sus creaciones le concedían algún rédito para sobrevivir. Las ganancias de su padre, José Miguel, quien trabajaba en actividades que no se enmarcaban en las de un oficio de tinte académico, soportaban la carga del hogar. Para Dolores Calero, su madre, el dato para sobresalir no existe. El joven Oswaldo creció junto con sus nueve hermanos en un ameno ambiente familiar que —como muchos indígenas de Quito— sostenía la tristeza de sus días. La costumbre impide el surgimiento de nuevas voces. Los capítulos de la vida de Guayasamín atraviesan por momentos que el país aún pronuncia para no olvidar, como la Guerra de los Cuatro Días, que pretendía desestabilizar el gobierno de Arroyo del Río. Luego de estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Quito, su primera exposición la realizó en 1942, cuando tenía 23 años. El descontento por salirse del corpus de cualquier manifestación provocó el inicio de su carrera. Sin continuar con el guión narrativo, el maestro Oswaldo realiza la gira imperativa que cualquier otro creador hubiese hecho con el fin de darle a su muestra la característica necesaria para conseguir la fama universal: la exhibición pública. De México a la Patagonia —como decía él, aunque en realidad fue del Ártico a la Antártida— se conocía de su estilo (confundido entre el indigenismo y el cubismo), marcado por una protesta y solidaridad ante la crueldad humana. La existencia de Guayasamín tenía la lógica de la cosmovisión andina, que no acepta la muerte, sino el resurgimiento de la especie. A 14 años de su ausencia, la declaración de sus murales, dibujos, esculturas y grabados tiene el espíritu autóctono de la tierra que reverdece con el más necio de sus hijos, quien fijó la mirada de todas las voces y dejó perenne una versión indiscutible del arte: patrimonio de los pueblos. por pedro puertero

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AGENDA PÚBLICA — Ícono Gatopardo

La misma historia irrita la vigencia. Cuando el hombre se enfrenta al hecho artístico, no hay nada que interrumpa su continuidad en el habitus. El Ecuador del siglo pasado tuvo en su seno —según la crítica internacional— al mayor de los

pintores que plasmó la esencia menos patentada de la identidad nacional: el sufrimiento de su gente. A partir de Oswaldo Guayasamín, la memoria histórica del país sudamericano comenzó con la diáspora que sacudió las conciencias de sus habitantes y del mundo.

El conocido Pintor de Iberoamérica, mención otorgada en la IX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y Presidentes de Gobierno

Pretexto artístico

Oswaldo Guayasamín fue el artista que transgredió la técnica para destacar su lenguaje estético como bandera de la justicia y la memoria trágica de los pueblos.

realizada en La Habana (1999), intervino en el quehacer del arte desde los ocho años, etapa en que sus creaciones le concedían algún rédito para sobrevivir. Las ganancias de su padre, José Miguel, quien trabajaba en actividades que no se enmarcaban en las de un oficio de tinte académico, soportaban la carga del hogar. Para Dolores Calero, su madre, el dato para sobresalir no existe. El joven Oswaldo creció junto con sus nueve hermanos en un ameno ambiente familiar que —como muchos indígenas de Quito— sostenía la tristeza de sus días.

La costumbre impide el surgimiento de nuevas voces. Los capítulos de la vida de Guayasamín atraviesan por momentos que el país aún pronuncia para no olvidar, como la Guerra de los Cuatro Días, que pretendía desestabilizar el gobierno de Arroyo del Río. Luego de estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Quito, su primera exposición la realizó en 1942, cuando tenía 23 años. El descontento por salirse del corpus de cualquier manifestación provocó el inicio de su carrera. Sin continuar con el guión narrativo, el maestro Oswaldo realiza la gira imperativa que cualquier otro creador hubiese hecho con el fin de darle a su muestra la característica necesaria para conseguir la fama universal: la exhibición pública.

De México a la Patagonia —como decía él, aunque en realidad fue del

Ártico a la Antártida— se conocía de su estilo (confundido entre el indigenismo y el cubismo), marcado por una protesta y solidaridad ante la crueldad humana.

La existencia de Guayasamín tenía la lógica de la cosmovisión andina, que no acepta la muerte, sino el resurgimiento de la especie. A 14 años de su ausencia, la declaración de sus murales, dibujos, esculturas y grabados tiene el espíritu autóctono de la tierra que reverdece con el más necio de sus hijos, quien fijó la mirada de todas las voces y dejó perenne una versión indiscutible del arte: patrimonio de los pueblos.— por pedro puertero