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    FondecytFondo Nacional de Desarrollo

    Cientfico y Tecnolgico

    AutonomaV/SdependenciaquehacerCOMUNITARIO

    ypolticas pblicas

    AutorasMara Ins Winkler

    Katherine Alvear

    Brbara Olivares

    Diana Pasmanik

    Resultados parciales de la Investigacin Cuestiones ticas en la prctica,formacin e investigacin de la Psicologa Comunitaria en Chile.Proyecto Fondecyt N 1080528.

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    Es para m un gran placer apoyar esta investigacin. El estudio revela muchos

    dilemas ocultos que los psiclogos y las psiclogas, as como los y las trabajadores

    comunitarios enfrentan a diario. Las autoras han catalogado numerosos conflictos

    morales y ticos, en un recorrido que comprende desde pequeos o micro dilemas

    que aluden a fricciones interpersonales, pasa por ineficiencias organizacionales

    que bordean la corrupcin y culmina en cuestionamientos que ataen al compro-

    miso poltico e ideolgico. Lo que la investigacin demuestra es que la tica es

    una experiencia cotidiana. A pesar de las numerosas tentaciones para acomodarse

    a las injusticias y el status quo, los/as trabajadores/as comunitarios/as aspiran

    encontrar un espacio en que se pueda diseccionar, entender, poner en contexto ytratar honorablemente estos dilemas. No es una tarea fcil, ya que el contexto, a

    menudo, tiende a normalizar la corrupcin, la ineficiencia y la ganancia personal. Y

    as como los y las activistas por la paz y los y las agentes de cambio han luchado a

    lo largo de la historia, los/as trabajadores/as comunitarios/as en Chile luchan para

    vivir una vida digna enfrentando importantes obstculos, incluidos bajos salarios,

    una falta de reconocimiento por la sociedad en general, y el riesgo de represalias

    por denunciar situaciones de implicancias ticas.

    Para mantenerse fiel a valores y principios, se requiere ms que leccionesde tica. Como este trabajo de investigacin demuestra ampliamente, los/as psi-

    clogos/as comunitarios/as necesitan una prctica comunitaria que sea reflexiva,

    apoyadora y eficiente. Resolver los dilemas ticos debe ser una prioridad para

    nuestra disciplina y todas las disciplinas que tratan con seres humanos y el bienes-

    tar de la comunidad. Y, sin embargo, las demandas cotidianas del trabajo impiden

    tomarse el tiempo para detenerse y reflexionar sobre estos dilemas. A diferencia

    de la labor acadmica, que valoriza la reflexin y recompensa el estudio, el trabajo

    comunitario, a menudo, exige accin constante. La accin es, de hecho, valiosa

    e imprescindible, pero no sin una apropiada reflexin. El tiempo para la reflexin

    es igualmente imperativo. Debemos resistir la tentacin de caer en la dicotoma

    entre accin y reflexin. La accin sin reflexin es peligrosa y la reflexin sin

    accin es auto-indulgente. Para crear espacios de reflexin, debemos institucio-

    nalizar estructuras que nos brinden un clima de seguridad en el que podamos ser

    honestos acerca de nuestros dilemas y podamos encontrar una crtica constructiva

    y retroalimentacin.

    P r e s e n t a c i n

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    Primero de Octubre, 2009

    Isaac Prilleltensky, PhD,

    Dean and Professor

    Erwin and Barbara Mautner Chair in Community Well-Being

    School of Education, University of Miami, Florida

    Los entrevistados y entrevistadas muestran gran candor en esta investiga-

    cin. Muestran de manera convincente que sus dilemas privados tienen fuentes

    pblicas. Ninguna entidad es una isla. Las organizaciones comunitarias dependen

    de fondos del gobierno o internacionales, los que generalmente vienen con ciertas

    restricciones. Quienes financian, a menudo, son ajenos a las realidades que se

    enfrenta en el trabajo en la comunidad y tienden a minimizar los obstculos que

    enfrentan los/as trabajadores/as. Los trabajadores y trabajadoras comunitarias,

    que quieren calmar a quienes financian, a menudo tienen la necesidad de ocultar

    los dilemas que enfrentan. Para habilitar a los/as psiclogos/as y asistentes de la

    comunidad para avanzar, los organismos que financian deben ser mejores oyentes.

    Lo mismo sucede con los gerentes y directores de organizaciones, que suelen hacer

    la vista gorda a los graves dilemas ticos, por temor a la publicidad negativa.

    Al igual que frente a muchos otros problemas que abordamos, la respuesta

    a los dilemas ticos no debe ser slo reactiva, sino preventiva. Las autoras de este

    estudio han prestado un gran servicio a la comunidad de psiclogos/as comunita-

    rios/as por dilucidar los conflictos ticos prevenibles y ofreciendo recursos para su

    resolucin. He tenido el privilegio de trabajar con psiclogos/as comunitarios/as

    en distintos pases y continentes, y estoy seguro que muchos de nuestros colegasinternacionales agradecern esta investigacin. Felicito a las investigadoras por la

    claridad de pensamiento, anlisis incisivo y la presentacin sucinta. A pesar del

    desafo de dar sentido a muchas entrevistas y cientos de pginas de transcripcin,

    lograron condensar una gran cantidad de datos sensibles en bocados digeribles,

    que son fciles de absorber y de comprender. Espero que esta investigacin sea

    traducida a varios idiomas y difundida ampliamente a la comunidad mundial de

    agentes de cambio. Este es un logro intelectual y tico notable que merece ser

    ledo y enseado y publicado.

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    Enrique Saforcada, psiclogo comunitario argentino, en su libro El Factor

    Humano en la Salud Pblica, (2001), toma una frase de Goethe que nos resulta

    inspiradora para pensar el trabajo, y por ello la presentamos en este texto: mi

    obra es la de un ser colectivo, aun cuando lleva el nombre de Goethe.

    En completa afinidad, uno de nuestros colaboradores, Jorge Castillo, en su

    trabajo de tesis, dice nada de lo dicho me pertenece, sin embargo, pertenezco

    a lo dicho. Ximena Wolff, psicoanalista, que perteneci mucho tiempo a nuestroequipo de investigacin plante alguna vez, en un artculo sobre historia y tica

    en psicologa, habitamos nuestros tiempos.

    Estas palabras son para nosotras ilustradoras respecto a que el trabajo que

    presentamos a continuacin est absolutamente influido por nuestros con-textos

    y es, fundamentalmente, un esfuerzo por recoger y resaltar las opiniones, ideas y

    valoraciones de personas que se desempean en espacios comunitarios. Se trata

    de voces que se encarnan en profesionales que desempean un quehacer diario

    marcado por el contexto poltico, histrico y social y que nos dicen, con mayor o

    menor nfasis: lo profesional es personal, es poltico y es tico.

    Agradecemos, entonces, especialmente a nuestros/as entrevistados/as, por

    sus testimonios; a Pablo Cadi, Carlos Morales, Hctor Ros y Tania Velsquez,

    futuros colegas, por su colaboracin en las transcripciones, a Catalina Amigo por

    su colaboracin en la revisin final y a Francisco Rodrguez por su participacin

    en la diagramacin, as como tambin, agradecemos por sus patrocinios en el

    desarrollo de esta investigacin a la Comisin Nacional de investigacin Cientfica

    y Tecnolgica (CONICYT), al Fondo Nacional de Desarrollo Cientfico y Tecnolgico

    (FONDECYT) y a la Vicerrectora de Investigacin y Desarrollo de la Universidad de

    Santiago de Chile.

    A g r a d e c i m i e n t o s

    Mara Ins Winkler Katherine Alvear Brbara Olivares Diana Pasmanik

    Primavera 2009, Santiago de Chile.

    Debemos preguntarnos cul es el objetivo de lacomunidad cientfica. Es apoyar o criticar el orden social?

    Es consolidarlo o transformarlo?

    (Moscovici, 1972, citado en Howarth, 2006).

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    n d i c e

    Introduccin ........................................................................ 1

    Captulo 1 Quehacer ComunitarioQuin realiza qu, dnde y cmo en el quehacer comunitario? ........... 7

    Captulo 2 Representaciones de lo tico ....................................... 56

    Bibliografa .......................................................................... 82

    UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE

    FACULTAD DE HUMANIDADES

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    DEPENDENCIA

    Cuestiones ticas en la prctica, formacin e investigacin en Psicologa comunitaria es

    un proyecto de investigacin1 en el que nos planteamos indagar las principales tensiones ticas

    en las tres dimensiones en la Psicologa Comunitaria en Chile, as como tambin develar acuerdosentre los/as especialistas respecto a orientaciones o pautas ticas que debieran situarse como

    coordenadas del quehacer comunitario.

    Esta bsqueda tiene como trasfondo la consideracin que la especificidad de las pregun-

    tas y tensiones ticas en la prctica comunitaria requiere ser abordada (Pope, 1989; Montero,

    2002; Snchez Vidal, 1999; Blanco, 1987); la evidente ausencia de normativa a nivel nacional e

    internacional que oriente en la bsqueda de respuestas ante tales preguntas y tensiones (Winkler

    2001, Winkler, 2007) y preocupaciones que derivan de los cambios en la Psicologa Comunitaria en

    Chile. Su institucionalizacin tanto en lo referido a la formacin universitaria, como tambin enlo concerniente a su incorporacin en el sistema pblico (programas y proyectos gubernamentales

    y municipales) (Krause y Jaramillo, 1998; Alfaro, 2007; Asn, 2007; Zambrano y Alfaro, 2007,

    Krause, 2007; Saavedra, 2007) ha inscrito nuevas preguntas y discusiones respecto al quehacer

    comunitario.

    Abordamos las dimensiones ticas presentes en la praxis, formacin e investigacin en

    Psicologa Comunitaria consultando a diferentes actores/as: estudiantes, acadmicos/as e inves-

    tigadores/as, destinatarios/as y agentes comunitarios/as. En este trabajo presentamos resultados

    parciales, que nos muestran las representaciones acerca de la tica de quienes se desempean eneste campo profesional.

    Algunos antecedentes

    La Psicologa Comunitaria puede ser considerada un campo relativamente nuevo de accin

    psicolgica orientada a contribuir a solucionar graves problemas psicosociales. Este mbito dis-

    ciplinar de la psicologa tiene desarrollos claramente diferenciables entre Latinoamrica, Estados

    Unidos y Europa. Es as que, de un desarrollo de larga data en Amrica Latina, se trata marcada-

    mente de una praxis que surge en respuesta ante la crisis de legitimidad y significado social que

    aquejaba a la psicologa social y que apunta al cambio social (Montero, 2004; Serrano-Garca y

    Vargas, 1993). En Estados Unidos y Europa emerge ms bien como un cuestionamiento a la psi-

    cologa clnica tradicional y al modelo mdico, proponindose como respuesta ante problemas de

    accesibilidad para grandes grupos poblacionales (Hombrados, 1996; Montero, 2004).

    Desde sus orgenes, la Psicologa Comunitaria se ha caracterizado por explicitar los aspec-

    tos valricos que deben orientar su quehacer. Entre otros, podemos mencionar la importancia de

    poseer un sesgo pluricultural, el respeto al derecho a la diferencia (Rappaport, 1976), el respeto

    Introduccin

    1 Proyecto financiado por FONDECYT (N 1080528), cuyo perodo de ejecucin corresponde a los aos 2008 2010.

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    DEPENDENCIA

    por la cultura popular (Marconi, 1986), la bsqueda de justicia y equidad social (Heller, 1989,

    Levine y Perkins, 1997), la potenciacin o empowerment proporcional de los ms dbiles (Levine

    y Perkins, 1997; Montero, 1984), fomentar la participacin y la creencia en que las comunidades

    tienen sus recursos o potencialidades para identificar problemas y resolverlos (Montero, 1984;

    Snchez Vidal, 1991).

    Destaca en este contexto la propuesta de Prilleltensky (2001) de una prctica comunitaria

    basada en valores (en especial, justicia social), as como el marco de referencia que elabora, para

    elegir e implementar valores en Psicologa Comunitaria.

    As tambin, los conceptos tericos de participacin y empowerment (Rappaport, 1981;

    Rappaport, Hess y Swift, 1984; Silva y Martnez, 2007) y su alta valoracin, implican no slo un

    respeto profundo por el Otro/a, sino un esfuerzo constante por despertar y promover el poder del

    Otro/a en relacin a sus potencialidades, recursos y contexto social.

    Sin embargo, suponer que porque en el trabajo comunitario se comparte tericamente-

    un conjunto de valores, no existe el peligro constante de enfrentar situaciones de implicancias

    ticas, es una falacia. El quehacer comunitario ha sido tempranamente reconocido como fuente

    de preocupaciones ticas. Golann (1969) establece que los dilemas ticos emergen en situaciones

    que involucran lealtades mltiples y demandas en conflicto, caractersticas del trabajo comuni-

    tario. El primer anlisis de este tema2, en Estados Unidos, se aborda a travs de dos preguntas

    centrales: ante quin es responsable el/la psiclogo/a comunitario/a? y responsable de qu?.

    Estas precursoras preguntas hoy se han complejizado y remiten a temas ticos especiales para laprctica comunitaria que, en el plano de la psicologa, se articulan en torno a la cuestin acerca

    de quin es el cliente.

    En esta disciplina rara vez ocurre que los sujetos que potencialmente se deben beneficiar

    de la intervencin, sean quienes contraten y por lo tanto, tengan poder sobre- quienes van a

    realizar la intervencin. Hoy, con mayor frecuencia, sucede que las intervenciones comunitarias

    sean propuestas y financiadas por instancias gubernamentales y no gubernamentales, cada una

    con sus propios objetivos e ideologa a la base de su quehacer.

    Snchez Vidal (1999) propone distinguir conceptualmente entre destinatario (comunidades

    a los que se dirige la accin profesional) y cliente como aquella persona, grupo o institucin que

    paga o patrocina la intervencin, y que puede o no coincidir con el destinatario y propone un

    esquema de trabajo de ocho pasos para examinar las cuestiones ticas en la intervencin. Consi-

    deramos dicha propuesta un impulso importante, no obstante, como el mismo autor seala, no se

    evita las cuestiones ticas ni aporta las respuestas.

    2 Tratadas en un nmero especial del American Journal of Community Psychology (vol 17, n 2, 1989).

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    DEPENDENCIA

    Maritza Montero (2001, 2002, 2004) vuelve a posicionar el tema de la tica en la Psicologa

    Comunitaria, al agregar las dimensiones poltica y tica a las dimensiones ontolgica, epistemo-

    lgica y metodolgica desarrolladas por Guba y Lincoln (1994) en el anlisis de la construccin

    de conocimiento. En su elaboracin releva la importancia del respeto al Otro en la investigacin y

    la intervencin comunitaria. Por lo tanto, posiciona otras preguntas relevantes, y estrechamente

    asociadas a la cuestin anterior, que se materializan en: Quin financia? O Quin decide final-

    mente? Con qu objetivos? Con qu intencionalidad se elabora y aplica la intervencin?

    Buscando respuestas en el quehacer de la disciplina en Chile.

    En nuestro pas, el desarrollo de la Psicologa Comunitaria ha experimentado importan-

    tes cambios que abarcan tanto la formacin como sus prcticas. En tanto asignatura, ha sido

    incorporada en las mallas curriculares de numerosas universidades y, adems, se han creado y

    consolidado programas de formacin de postgrado. En cuanto a sus prcticas, pareciera existir uncierto consenso respecto a una progresiva institucionalizacin asociada a una cierta prdida de la

    ideologa que inspirara su impulso inicial en Chile (Krause y Jaramillo, 1998; Alfaro, 2007; Asn,

    2007; Krause 2007; Winkler, 2007).

    La institucionalizacin que se ha ido consolidando desde la restauracin de la democracia

    en Chile ha implicado una paradoja. Por una parte, se evidencia un avance en la creciente inver-

    sin en programas comunitarios en los ltimos 15 aos, que se ha traducido en un importante

    aumento en la generacin y aplicacin de programas destinados a extender la cobertura de

    apoyo social a grandes grupos poblacionales y con el compromiso de abordar problemas psico-so-ciales especficos, por ejemplo, en drogas (CONACE), en violencia intrafamiliar, y/o en embarazo

    adolescente, etc.

    No obstante, puede ser considerado un retroceso el que su origen estatal (gobierno o mu-

    nicipalidades) supone traicionar el espritu que originalmente inspir esta prctica en Chile y en

    Latinoamrica, como una prctica que reacciona no slo ante la crisis de legitimidad y significado

    social que aquejaba a la psicologa social, sino que tambin se ocupa de instalar procesos que pro-

    mueven activamente la transformacin y cambio social (Montero, 2004; Serrano-Garca y Vargas,

    1993; Asn, Aceituno, Alfaro, Morales y Krause, 1993).

    Esta institucionalizacin ha sido discutida por diversos autores/as. Castillo (2008), sinteti-

    za en un diagrama los diferentes alcances que tiene este fenmeno3.

    3 Figura reproducida con autorizacin del autor.

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    DEPENDENCIA

    Este marcado desarrollo del quehacer comunitario como parte de un sistema privado o

    estatal- que encierra ciertas ideologas y valores particulares, ha hecho necesario problematizar

    el rol profesional y tico de psiclogos/as y de otros agentes comunitarios, respecto de su rol

    como agentes de cambio social. En este sentido, por ejemplo, son ilustradores los resultados de

    un meta-anlisis de publicaciones en Chile que realiza Reyes (2007), en tanto muestran que: en

    general, las orientaciones tico-valricas de la Psicologa Comunitaria nacional de los ltimos aos

    se traducen en acciones que, desde un polo negativo, carencial y deficitario, relegan a un plano

    secundario la consideracin de aspectos promocionales y transformadores en la comunidad (p.

    134).

    Es poco lo que se ha publicado acerca de cmo estn enfrentado esta situacin quienes

    actualmente se desempean en el mbito comunitario, ya no en el margen que implic el trabajo

    en la poca de la dictadura y habitualmente en el marco de programas de ONGs, sino instalados

    ahora en los programas gubernamentales y municipales.

    Se suma a lo anterior que, en el campo de la intervencin, encontramos una praxis diver-

    sificada, que abarca el desarrollo local, la autogestin (Fals Borda, 1986), los programas de salud

    mental comunitaria (Marconi, 1986) y la implementacin de talleres (Krause y Jaramillo, 1998)

    como alternativa a la atencin individual, entre otras.

    Dado lo anterior, nos propusimos entrevistar a profesionales que se desempean en el rea

    comunitaria, tanto a psiclogos/as, como a otros profesionales afines, con el inters de recons-

    truir aspectos especficos al rol de psiclogo/a comunitario/a y su aproximacin a la tica.

    Adaptacin a lasnormas y al sistemasocial

    Prdida delcarctervanguardista yrupturista

    Naturalizacin deldiscurso disciplinar

    Nivel

    Macro Semejanza entre eltrabajo realizadopor ONGs ydepartamentos delEstado

    Prevalencia deintervenciones detipo clnico-comunitarias

    Integracin deresiduosinterventivos deotras disciplinas

    Fractura entreprofesionales "en

    terreno" ydiseadores depolticas socialesy/o acadmicos/as

    Nivel

    Medio Implementacin apartir del trabajode profesionales opracticantes conpoca experiencia.

    Trabajo clnicogrupal o"tallerismo"

    Asistencialismo

    Demostracin delimpacto segn

    indicadores,generalmente,cuantitativos

    Nivel

    Micro

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    DEPENDENCIA

    Para este efecto, empleamos un mtodo cualitativo en tanto toma el discurso como va

    de acceso a diversas y complejas realidades y que, al igual que el conocimiento, se transforman

    y construyen dinmicamente en relacin a las lgicas contextuales y los significados que dan los

    propios actores y actoras sociales desde los lugares de saber y poder en que se encuentran. La

    opcin por una metodologa cualitativa guarda relacin con la afinidad que comparte con plantea-

    mientos epistemolgicos de la psicologa comunitaria. En ese sentido, son comunes la valoracin

    de la diversidad, del contexto y la importancia de los/las sujetos sociales, en referencia a su dis-

    curso y accionar (Banyard y Miller, 1998; Stein y Mankowski, 2004).

    En coherencia con el carcter exploratorio del presente estudio, decidimos utilizar la tcni-

    ca de la entrevista en profundidad, la cual supone una situacin conversacional cara a cara, en que

    el/la entrevistado/a se sita como portador de una perspectiva que ser elaborada y manifestada

    en un dilogo con el/la entrevistador/a (Gainza, 2006).

    Efectuamos un muestreo opintico, es decir, la seleccin de informantes segn disponibi-

    lidad y conocimiento de la materia, siguiendo tambin criterios de mxima variabilidad (Patton,

    1990): experiencia, profesin, localizacin o ejercicio en espacio rural y urbano, organizacin

    privada o estatal. De este modo, efectuamos 18 entrevistas a 7 psiclogos/as y 11 agentes co-

    munitarios de distintas profesiones (cuatro asistentes sociales, dos educadores comunitarios, una

    psiquiatra, una sociloga, un tcnico en rehabilitacin, una periodista, una cientista poltica).

    Fue especialmente relevante que estos agentes se reconocieran a s mismos/as como co-

    munitarios/as; as como tambin contar con una mirada desde afuera , en el caso de dos delas entrevistadas vinculadas a organizaciones comunitarias como agentes (monitora voluntaria y

    periodista).

    Los/as participantes de acuerdo a los criterios de seleccin, poseen las siguientes caracte-

    rsticas:

    Profesin Edadpromedio

    Sexo UniversidadExperienciaen trabajo

    comunitario

    Localidad Financiamiento

    Hombre

    Mujer

    Estatales

    privadas

    5a

    os