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Epigenética transgeneracional MONOGRAFIA FINAL DE GRADO Mª VANESA BONETTO SOBOT - 4.300.732-6 TUTORA: ASIST. MAG. MARIANA ZAPATA MONTEVIDEO, FEBRERO 2018

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Epigenética transgeneracional

MONOGRAFIA FINAL DE GRADO

Mª VANESA BONETTO SOBOT - 4.300.732-6

TUTORA: ASIST. MAG. MARIANA ZAPATA

MONTEVIDEO, FEBRERO 2018

1

CONTENIDO

Resumen…………………………………………………………………………………………………..2

Introducción……………………………………………………………………………………………….3

Epigenética y Psicología………………………………………………………………………………...4

Adaptabilidad como resultado de la experiencia. Neuroplasticidad…………………………….….7

Se graban debilidades pero también fortalezas. Resiliencia……………………………….……...10

Transmisión Intergeneracional y Transgeneracional……………………………………………….15

¿Qué y cómo se transmite?........................................................................................................19

Reflexiones finales……………………………………………………………………………………...25

Referencias bibliográficas……………………………………………………………………………...27

2

RESUMEN

La presente monografía da comienzo con definiciones y desarrollo de terminología

conocida y utilizada desde hace años pero que hoy se encuentran en pleno auge de estudio.

Dentro de ellas la epigenética, a grandes rasgos relaciona la recíproca influencia entre genes y

ambiente, dando lugar a reprogramaciones cerebrales (mediante neuroplasticidad) que serán

transmitidas entre (inter) y a través (trans) de las generaciones.

El ambiente – entorno puede presentar experiencias estresantes y/o traumáticas que

pueden ser superadas, logrando el individuo adaptarse, en este caso se habla de resiliencia, en

tanto que si esto no sucede se instaurarán vulnerabilidades.

Los aprendizajes adquiridos, así generen fortalezas o debilidades, dejan una huella que

será transmitida inter y transgeneracionalmente por diferentes vías que el padre del

psicoanálisis, Sigmund Freud, ya trabajaba desde el siglo XX.

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INTRODUCCION

¿Somos más que nuestros genes? ¿Cuánto influye el entorno?

A raíz de estas interrogantes es que surge la temática del trabajo final de grado, en el

que se pretende mostrar que los genes son condicionantes pero no absolutamente

determinantes, exponiendo cómo la influencia de factores ambientales y estilos de vida

interactúan constantemente, generando cambios transmisibles entre y a través de las

generaciones.

Poder clarificar situaciones, sensaciones de experiencias aparentemente propias, pero

que en realidad no fueron vividas, esclarecer cómo la vida de antepasados influye en la vida de

varias generaciones, que heredarán fortalezas y debilidades sobre las cuales se cimienta su

personalidad y psiquismo.

Si bien es claro que al llegar al mundo ya preexisten, características, rasgos, y

funciones, predeterminadas por los genes y el grupo de pertenencia, tomar conciencia de los

mismos permite favorecer cambios.

Dado que para poder entender las huellas que son transmitidas más allá de los genes

es fundamental la interacción con el ambiente, es que se dará comienzo exponiendo

definiciones de epigenética y neuroplasticidad, esta última favorece la reconfiguración y

adaptabilidad a las experiencias externas e internas. Si bien se graban y transmiten

debilidades, también se pueden adquirir fortalezas, por lo tanto se hará un repaso por lo que es

la resiliencia. A modo de cierre se presentaran los modos de transmisión, inter y

transgeneracional, así como también se especificará, qué y cómo se transmite.

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EPIGENETICA Y PSICOLOGIA

A lo largo de la vida el organismo se desarrolla en interacción constante con factores

ambientales. La Epigenética muestra cómo estos factores no genéticos regulan la actividad del

genoma, estableciendo cambios heredables, sin que se produzcan modificaciones en la

secuencia del ADN, refiere a la necesidad de estudiar eventos más allá del gen o por encima

de ellos (Casanova, 2015).

En el siglo XX Conrad Waddington pone en uso el término epigenética como “la rama de

la biología que estudia las interacciones causales entre los genes y sus productos que dan

lugar al fenotipo” (citado en Jablonka & Lamb, 2002, p. 83). Todo ser nace, crece, se reproduce

y muere en constante interacción con el ambiente en el que vive jugando un papel crucial en

casi todos los procesos biológicos.

Holliday (1987), planteó la incidencia de la epigenética en la herencia de enfermedades

y diferenció dos niveles en la actuación de los genes, primeramente la transmisión del material

genético de una generación a otra, la genética. En segundo lugar, cómo ellos se desempeñan

durante el desarrollo del organismo, desde la fecundación del óvulo, la epigenética.

Investigadores más contemporáneos como el Dr. Esteller, define la epigenética como,

“lo que manifiesta cómo actúan los modos de vida sobre nuestros genes. La epigenética sería

algo así como el interlocutor del ambiente con la genética. El diálogo entre el “Ambioma” con

nuestro genoma” (en Celnikier, 2007). Es pertinente aclarar que el ambioma se conforma por

elementos no genéticos presentes en el entorno del individuo que unido al genoma contribuye

al desarrollo y construcción del ser humano (Mora y Sanguinetti, 2004).

Prosiguiendo con Esteller (2017) en su libro, No soy mi ADN, explica que el genoma

solo se compone de una décima parte del material genético de los progenitores que da

tendencias a ser de determinada forma y/o a desarrollar una determinada enfermedad.

De acuerdo a la explicación anterior, se entiende que los patrones heredaros son los

que minoritariamente marcan el destino, si bien los programas se encuentran en los genes, los

factores ambientales son los encargados de activar o desactivar su expresividad.

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Es en esta unión entre ambioma y genoma, que Soria (2005) denomina la actuación de

los modos de vida sobre los genes como “la encarnación del entorno”, por lo que expone que

“la suma de las partes es un macrosistema, diseñado para ser modificado por la experiencia

(…) si bien el ajuste interior es esencial para nuestra supervivencia, la totalidad se regula desde

afuera” (p. 3).

En palabras de Celnikier (2007), siempre se ha creído que se heredan los genes de

padres y abuelos de forma inalterada sin importar las experiencias de vida, pero en la

actualidad se conoce que los factores externos en los que vivieron también pueden afectar a

los descendientes, la influencia del entorno y vínculos tempranos (familia - sociedad) son

factores que propician un desarrollo saludable o vulnerable.

Dentro de los factores epigenéticos se contempla también el comportamiento, es decir

que la singularidad con la que es afrontado un evento o situación particular no dependerá de

las predisposiciones genéticas sino de la apreciación emocional y cognitiva que genera el

estímulo, dependiendo de asociaciones vividas que se vinculan íntimamente con el entorno en

que se vive y el cual influye inevitablemente, como lo expone Dubourdieu (2014).

Partiendo de los supuestos anteriores, ninguna situación o problema puede ser

entendida aisladamente, como Capra (1998) presenta, todo fenómeno se encuentra

interconectado y es interdependiente, lo que llama “concepción sistémica” en la cual han de ser

considerados los patrones, relaciones y contextos para intentar comprender el problema.

Los procesos epigenéticos tiene lugar desde el período prenatal influyendo

notoriamente en el desarrollo posterior del recién nacido, Soria (2010) relata que una madre

que sufre hambruna inevitablemente no proveerá el suficiente aporte calórico al feto que

deberá adaptarse generando un cambio en su metabolismo de forma permanente, lo que deja

una huella de programación vital y su metabolismo será de por vida ahorrativo. Este ejemplo

clarifica cómo el ambioma (hambre) se trasladó al epigenoma y genoma, encarnando los

modos de vida sobre los genes.

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Sobre la base de las ideas expuestas, se entiende que desde el período prenatal se va

generando una red vincular que hace parte al sujeto de una historia singular que contiene las

vivencias y creencias de sus antepasados y que de la mano con sus experiencias propias y

aprendizajes van conformando comportamientos.

De este entramado entre el individuo y su entorno es que Winnicott (1993) plantea el

desarrollo psíquico y crecimiento emocional, en el que intervienen factores heredados y

ambientales. Justifica que cuando nace el niño/a depende completamente del medio (madre-

cuidado parental) y si el cuidado recibido no es el apropiado se generarán inconvenientes en el

desarrollo del psiquismo. El autor no dice que el ambiente produce conflictos psíquicos, sino

que, un buen desarrollo del psiquismo se relaciona directamente con el sostén recibido del

ambiente por el niño/a, en tanto que las fallas o carencias en esta instancia dificultan la

integración psíquica.

La epigenética tiene relevancia en el desarrollo humano en general y en el psicológico

en particular, transformando la concepción lineal y dependiente de lo genético a lo psicológico,

al revelar que eventos ambientales y psicológicos también pueden regular la actividad

genómica sin implicar modificación en la secuencia del ADN y superando la separaciones

herencia-medio y genotipo-fenotipo (Casanova, 2015).

En líneas generales, los mecanismos epigenéticos juegan un papel mediador entre los

eventos ambientales y psicológicos que promueven un desarrollo normal o alterado con

implicaciones tanto a lo largo de la vida como a nivel inter y transgeneracional. Si bien la trama

genética está predeterminada es necesario el entorno para su estimulación y correcto

desarrollo, especialmente durante los primeros años de vida, etapa en la que las primeras

relaciones sociales, los vínculos parentales, la exploración del entorno, entre otros, son

experiencias que imprimen huellas epigenéticas que regularán la expresión y cognición.

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ADAPTABILIDAD COMO RESULTADO DE LA EXPERIENCIA. NEUROPLASTICIDAD

Por años el sistema nervioso fue considerado como una estructura rígida sin posibilidad

de cambio (Orozco, 2016), como un órgano determinado y organizado definitivamente con

redes de neuronas fijas que una vez establecidas en el comienzo del desarrollo se mantendrían

de forma incambiable por el resto de la vida (Ansermet & Magistretti, 2006).

Hoy día se conoce que la estructura cerebral es transformable, la red neuronal posee

plasticidad, la cual se puede alterar a pesar del condicionamiento genético y la influencia

vincular de los primeros años de vida, esta adaptabilidad del sistema nervioso es conocida

como neuroplasticidad.

Bonet (2016) presenta al cerebro como supervisor y regulador de su mundo interno,

además decodificador y organizador de los estímulos externos, adaptándose estructural y

funcionalmente por su capacidad coordinadora, neuroplasticidad, mediante la cual se moldea la

respuesta de acuerdo a procesos fisiológicos, estímulo internos, externos y mentales

optimizando las funciones generales.

A lo largo de la vida del individuo se dan transformaciones que lo van determinando,

construyendo un rastro, que perdura en el tiempo y hace único al sujeto mediante mecanismos

de plasticidad, según lo exponen Ansermet y Magistretti (2006), siendo la experiencia la

encargada de alejar al sujeto de un destino genético, “la plasticidad sería, entonces, ni más ni

menos que el mecanismo por el cual cada sujeto es singular y cada cerebro, único” (Ansermet

& Magistretti, 2006, p. 9 -10).

Dicho de otro modo, cada ser es una creación del entrecruzamiento entre la biología

con la que llega al mundo, el ambioma en el que se cría y la capacidad tanto psíquica como

mental que va formando y moldeando de acuerdo a las experiencias de vida que dependen de

factores genéticos, epigenéticos y ambientales.

Kandel (2001) los vestigios de la experiencia se inscriben mediante la plasticidad en la

red neuronal que es la base de la memoria y aprendizaje, el pasaje de información entre las

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neuronas mediante las sinapsis, sufre una remodelación constante en función de la experiencia

atravesada (en Ansermet & Magistretti, 2006).

La plasticidad cerebral o neuroplasticidad, es el modo en que el entorno modifica el

sistema nervioso, de esta manera cada ser humano aprecia el mundo y se desenvuelve de

forma heterogénea, dependiendo del contexto en el que se encuentra inmerso y que lo estimula

constantemente, generando aprendizajes y adaptaciones al entorno a través de la continua

reforma de las sinapsis a lo largo de toda la vida, lo que quiere decir que la conducta de un

individuo se origina por mecanismos genéticos y del desarrollo que actúan sobre el cerebro

(Kandel, 2006 en Alcover y Mazo 2012).

El individuo reacciona desde su material genético y condicionamientos ambientales,

según LeDoux (1999) la calidad del vínculo temprano, su alimentación, el entorno social, se

expresan con pensamientos, emociones, acciones. Cada individuo es fruto del pasado

evolutivo que lo va formando dado que se va adaptando continuamente, se amolda en la

medida en que el mundo en el que funciona cambia.

El sujeto está determinado por sus características biológicas, aspectos psicológicos y

por el entorno social (bio-psico-social) por lo que se va construyendo entre estas diferentes

dimensiones interconectadas entre sí, en constante cambio y adaptación del cerebro a las

exigencias del medio. El ser humano es multidimensional, es a la vez, biológico, psíquico,

social, afectivo y racional, pero funciona como una unidad en la que se procesan todas las

dimensiones para la construcción de su identidad (Morin, 1999).

En el campo individual, hay una unidad/diversidad genética. Todo humano lleva

genéticamente en sí la especie humana e implica genéticamente su propia

singularidad anatómica, fisiológica. Hay una unidad/diversidad cerebral, mental,

sicológica, afectiva, intelectual y subjetiva: todo ser humano lleva en sí cerebral,

mental, sicológica, afectiva, intelectual y subjetivamente caracteres

fundamentalmente comunes y al mismo tiempo tiene sus propias singularidades

cerebrales, mentales, sicológicas, afectivas, intelectuales, subjetivas... (Morin,

1999, p.27)

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La neuroplasticidad cerebral es modulada por todas las dimensiones antes señaladas

actuando el cerebro como un centro organizador del conocimiento, el comportamiento y la

acción, así como también integrador de las esferas genética, cultural, social y fenotípica (Morín,

2005).

Experiencias vinculares que promuevan bienestar, confianza y seguridad se traducen

en experiencias de placer y bienestar, en el caso inverso surgirá insatisfacción y estrés

emergiendo estados de ansiedad y depresión, las experiencias de los primeros años en

conjunto con las tendencias genéticas inciden en el remodelamiento neuronal (Dubourdieu,

2014).

En síntesis, cada experiencia es interpretada de acuerdo a cada vivencia, por lo que es

de fundamental importancia vínculos, entornos que originen seguridad, valoración, confianza

desde la etapa prenatal donde se comienza a formar la base de la forma de aprender, actuar,

pensar y proceder, contemplando, como lo expone Dubourdieu (2014), las predisposiciones

genéticas, relaciones sociales, así como también circunstancias del presente, asociaciones

con el pasado y expectativas futuras.

El niño/a que crezca en un ambiente desfavorable y falto de estimulación se encuentra

en una situación dañina dónde se ve afectado su desarrollo, si bien el cerebro es flexible,

responde de acuerdo a las experiencias ambientales y se adapta, pero si este no es favorable,

tiene mayor probabilidad de que se presenten vulnerabilidades.

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SE GRABAN DEBILIDADES PERO TAMBIEN FORTALEZAS. RESILIENCIA

En concordancia con lo hasta aquí expuesto, la epigenética favorece la adaptación a los

estímulos, involucrando procesos como la neuroplasticidad que moldea la respuesta de

acuerdo al perfil genético y el ambiente, instaurándose así vulnerabilidades pero también

fortalezas, resiliencia.

Resiliencia y vulnerabilidad resultan pues, de cambios plásticos, las huellas que

va dejando la vida en el cerebro, la mente y el cuerpo, en una integración

biopsicosocial que también incluye aspectos culturales de la compleja vida social

de los seres humanos, que le confieren aspectos particulares y también generan

los procesos patológicos del cerebro y la mente que le son propios. El fenotipo

resultante nos conforma en un “yo” irrepetible, ontológico y único: la persona

humana. (Zieher, 2009, p. 9-10, en D´Alessio, 2009)

Durante la estructuración del aparato psíquico se transita un proceso constructivo de

aceptación de la realidad consiguiendo sobrellevar las frustraciones que conlleva, a lo largo de

toda la vida persiste la tensión vincular entre la realidad interna con la realidad externa, en este

proceso de evolución e historia de vida se optimizan recursos permitiendo sobreponerse a

situaciones adversas, generándose habilidades resilientes, así como también vulnerabilidades,

siempre de acuerdo a la variable genética y ambiental (D´Alessio, 2009).

La resiliencia es entendida como una habilidad innata exclusiva del ser humano que

permite recuperarse, sobreponerse y adaptarse sin que su funcionamiento habitual se vea

alterado, Cyrulnik (2001) la postula como un proceso, donde la evolución y el curso de su

propia historia vital son resilientes, no la persona, echando por tierra las suposiciones que

afirmaban que un niño en situación de marginalidad tiende o está condenado a ser un adulto

fracasado.

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Es un proceso en el que se enlazan diversos elementos, por ello Cyrulnik (2001) utiliza

la metáfora del tejido, donde la resiliencia se teje en contacto con un otro que sostiene

permitiendo iniciar un proceso de resiliencia, este otro que da sostén lo denomina tutor de

resiliencia, es el punto de apoyo que da iniciación a la reconstrucción y permite seguir

proyectándose a futuro a pesar de acontecimientos desestabilizantes y/o condiciones de vida

adversas.

La resiliencia es un proceso, un devenir del niño que, a fuerza de actos y de

palabras, inscribe su desarrollo en un medio y escribe su historia en una cultura.

Por consiguiente, no es tanto el niño el que es resiliente como su evolución y su

proceso de vertebración de la propia historia. (Cyrulnik, 2001, p. 214)

Lista (2008) postula la resiliencia como un fenómeno de los seres vivos que con sus

capacidades de adaptabilidad pueden enfrentar adversidades, aprendiendo de ellas y hasta

mejorar, en el hombre depende de factores biológicos (dentro de ellos la epigenética),

psicológicos y sociales. Luego de una experiencia traumática el sujeto se recupera pero

quedan secuelas, aunque el individuo pueda volver a un equilibrio bio-psico-social, aquí lo que

expone Cyrulnik (2001) “lo que hay es una perentoria obligación de metamorfosis” (p. 124), si

bien utiliza el tejido como proceso de reconstrucción, también puntualiza que no existe

reversibilidad posible después del trauma, el desarrollo continúa pero la herida dejó una huella

que lo hará diferente.

Retomando a Lista (2008) presenta pilares de resiliencia que contribuyen a disminuir la

vulnerabilidad, las divide en psicosociales como una buena autoestima, la creatividad, el buen

humor, optimismo, y social cultural como la solidaridad, identidad colectiva, entiende que las

personas abarcan un espectro desde máxima vulnerabilidad a máxima resiliencia de acuerdo a

variables genética, epigenéticas, psicológicas, sociales y culturales.

Se consigue entender entonces que la resiliencia es una capacidad humana que

contribuye a minimizar y hacer frente a las desdichas de la vida, siendo parte del proceso

evolutivo pero que necesita guías para que se pueda dar, por ejemplo, que el entorno sea

favorable, contenedor, tener habilidad de relacionamiento.

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Rutter (1986), en el estudio del concepto de resiliencia refiere a los aportes que entrega

el enfoque psicobiológico, es decir la interacción repetida que se da entre las personas y el

medio ambiente subrayando el rol que tienen los individuos frente a lo que les ocurre, a su vez

señala que la resiliencia no está atada a la fortaleza/debilidad de cada ser, sino a cómo se

afecta o reacciona a estímulos estresantes, la forma de enfrentar la situación, lo que él

denominó negociación (en Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997).

Parafraseando a Rutter (1992), la resiliencia es un conjunto de procesos, que posibilitan

tener una vida sana, viviendo en un medio insano, estos procesos tanto intrapsíquicos como

sociales se dan a lo largo de la vida en el inter juego de atributos del niño/a y el ambiente

familiar, social y cultural, por lo que no es una característica con la que se nace, es un proceso

interactivo con el medio (en Kotliarenco, et Al., 1997).

Jerez (2009) indica que la resiliencia individual influye en el grupo al que pertenece, por

lo que se pueden generar conductas resilientes colectivas, así como lo individual influye en el

grupo, lo mismo se da a la inversa, habla de una intrincada dialéctica de elementos resilientes

individuales y grupales, complementarios e interdependientes, arribando al pensamiento

complejo de Morin y dos de los siete principios que definió, Jerez acentúa el principio sistémico

y hologramático, el primero relaciona el conocimiento de las partes con el conocimiento del

todo, y el segundo incide en que las partes están dentro del todo y el todo está en cada parte.

Parece claro que resiliencia no es mera resistencia ni vuelta a un estado anterior al

efecto de lo disruptivo lo que implica ser cuidadoso con el sentido de su definición

original tomada de la ingeniería de los metales. No es tampoco un rasgo de

personalidad que –innato o adquirido– se sostenga permanentemente y garantice

respuestas resilientes a cualquier tipo de adversidad. No es necesariamente

ausencia de sintomatología ni condiciones maravillosas ni geniales de existencia.

No es resignación o conformismo social y tampoco necesariamente reivindicación

o beligerancia permanente. No puede ser reducida a las nociones psicoanalíticas

de negación, sublimación o reparación. (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld, 2011, p.111)

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Se ha demostrado que “no se nace resiliente ni se adquiere de forma natural, esto

depende de la interacción de la persona y su entorno humano” (Prada, 2005, p.17). El modo de

interacción entre el niño/a y su cuidador principal durante la infancia temprana contribuyen

notablemente al desarrollo de la resiliencia. El niño/a es completamente dependiente por lo que

Bowlby, fundador de la teoría del apego, sostiene la importancia de la necesidad humana de

formar vínculos afectivos estables con los cuidadores o figuras parentales como necesidad

primaria en la especie humana que proporcionen protección y seguridad y que a su vez

garantiza la supervivencia (Vernengo, 2006).

Cyrulnik (2015) habla de nicho sensorial indispensables para el desarrollo del niño/a,

que contemplan los comportamientos cotidianos vitales para la supervivencia del recién nacido

(alimento, seguridad, higiene), siendo el cuerpo del que brinda estos cuidados, el tutor de

desarrollo, que con su voz, su olor, su forma de acariciar va grabando sensaciones en la

memoria del niño/a ya desde el embarazo. Prosigue explicando que este nicho sensorial se

combina con la historia de los padres, dado que si en su infancia ellos tuvieron un apego

seguro quedó una huella que se reproduce y proporciona al infante un entorno estable, seguro

y dinámico. El nicho también puede ser frío y distante, si los tutores de desarrollo recibieron

afecto de forma más distante, adquiriendo el infante factores de vulnerabilidad, ante esta

pobreza de recursos un trauma se genera frente al menor obstáculo.

En esta experiencia interactiva, vínculo afectivo con su entorno inmediato (figura de

apego - medio ambiente) en busca de contacto, es que se estructura el apego, como determina

Dio Bleichmar (2005) es un sistema motivacional con base biológica que a través de los

estímulos sensoriales innatos asegura el niño/a la aproximación al cuidador y constituye los

deseos de contacto y seguridad afectiva.

Tras los constantes encuentros entre el niño/a y la figura de apego es que se conforman

patrones de apego, Ainsworth y Wittig (1969) los postulan a partir de la observación en

múltiples niños/as, siendo un patrón de apego seguro cuando ante amenazas que atenten

contra su seguridad encuentra en el otro la contención suficiente que internalizar como

disponibilidad de cuidado lo que le proporciona seguridad para continuar su actividad

exploratoria del ambiente físico y social (en Dio Bleichmar, 2005).

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En tanto que, sí ante una amenaza la figura de apego ignora o impide el intento de

aproximación no suscita seguridad, ante la repetición de la interacción fallida promueve un

apego inseguro que puede ser evitativo, no demostrando angustia ante la separación de su

figura de apego como estrategia de adaptación y evitar el sufrimiento, o ambivalente en el que

se muestra sufrimiento, no encuentran consuelo en la figura de apego, permaneciendo

igualmente aferrados sin realizar actividades exploratorias en su presencia (en Dio Bleichmar,

2005).

Main y Solomon (1986) describen un cuarto patrón de apego denominado

desorganizado, cuando la figura de apego por su propia historia personal genera miedo al

niño/a, lo que conlleva a la confusión por la experiencia de agresividad y la contradicción de si

cuenta o no y puede pedir contención o no (en Villero y Rodríguez, 2015).

El apego seguro es un recurso del ser que colabora para afrontar las experiencias

estresantes, considerándose la base de la resiliencia, “un claro facilitador de la aparición de

resiliencia es la presencia, en el desarrollo del niño, de una relación emocional estable con al

menos uno de los padres o con algún adulto significativo” (Prada, 2005, p. 18), el apego seguro

promueve la neuroplasticidad que favorecerá su adaptación progresiva a actividades cada vez

más complejas.

La vulnerabilidad o la resiliencia “dependerán de factores constitucionales propios y de

factores del medio que condicionarán a nivel biológico, mental e incluso social, la capacidad de

los sujetos de sobreponerse a la adversidad o incluso superarla” (Forcada, 2012, p. 58).

Del mismo modo que la resiliencia, la vulnerabilidad también varía de acuerdo a la

singularidad de cada historia de vida y la red de vínculos que componen su entorno, en otras

palabra existe una predisposición a nivel genético, ambiental y fenotípico, que condiciona la

respuesta de acuerdo a las característica intrínsecas (genética), del entorno (epigenética) y la

interacción con el mismo (ambioma).

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TRANSMISION INTERGENERACIONAL Y TRANSGENERACIONAL

Repasando lo anteriormente desarrollado, la construcción psíquica el niño/a se va

formando e influenciando por el vínculo imprescindible con su/s figuras de apego, generalmente

los padres, quienes a su vez fueron influenciados por los suyos y así repetidamente, además

de ser, desde antes de nacer, parte de un grupo de forma impuesta, en el cual existen reglas,

creencias, hábitos y roles asignados; es decir que dicha construcción se dará en función de lo

heredado genética y epigenéticamente, así como también de cómo influencia el entorno sobre

él e inversamente.

La vida psíquica de todo niño/a, como lo expresa Tisseron (1997), se cimenta en la vida

de sus padres y a través de ellos por la de sus descendientes, en esta dinámica se realiza la

transmisión (prefiere usar el término influencia) que en gran parte no es de forma consciente.

Durante el desarrollo el psiquismo se consolida influenciado por todo el entorno en el que vive

inserto, no solo de sus allegados, de esta manera es que se da la “constitución de los objetos

internos del niño sin que en ningún momento se trate de ‹‹trasmisión›› propiamente dicha” (p.

12).

La transmisión psíquica se relaciona según Granjon (1994) con el mito de progreso,

evolución y continuidad, entre y a través de las generaciones, transmisión es transferir, pasar

algo que es recibido y apropiado por otro el cual queda ligado a quién se lo transmitió, entonces

el sujeto adquiere por imposición este algo (pensamientos, afectos, historias) que lo hace

singular. La transmisión psíquica intergeneracional es un trabajo de ligaduras y

transformaciones que sitúa a cada generación y cada sujeto en una cadena, en la que se crea

su propia subjetividad, forma su historia y se convierte dueño de su herencia. Una generación

necesita otra que la antecede, y a su vez, instaurar una nueva generación para que siga

persistiendo, según la autora.

Freud (1913 - 1914) habla de una psique colectiva (de masas) que da continuidad a la

transmisión psíquica, “si los procesos psíquicos no se continuarán de una generación a la

siguiente, si cada quien debiera adquirir de nuevo toda su postura frente a la vida, no existiría

en este ámbito ningún progreso ni desarrollo alguno” (p.159), continúa, todo proceso deja una

huella, aunque se intente borrar, por lo que ninguna generación puede ocultar a la siguiente las

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vivencias que lo marcaron. El mismo autor en 1914 habla de la doble obligación de todo ser de

ocuparse de él mismo y además de la cadena de la cual es parte sin su consentimiento,

debiendo cumplir con los deseos de sus progenitores, teniendo la carga de tener que alcanzar

todas las metas que ellos no lograron.

En resumen, la transmisión además de ser inevitable dada la pertenencia al grupo,

cultura, sociedad, (ambiente - ambioma) desde el momento de la concepción, también es

necesaria para dar continuidad al desarrollo de la humanidad, viviendo el sujeto las

experiencias propias pero también sobrellevando situaciones no resueltas de otras

generaciones que forman parte de su psiquismo y lo predetermina, por lo que con base en todo

lo que recibió (historia genética, vincular, emocional, duelos) se debe reinventar y estructurar a

sí mismo mediante identificaciones que incorpora para transformarse.

Estudios realizados por Abraham y Torok (1961-1975) permiten diferenciar los

conceptos de transmisión trans e intergeneracional, la primera se daría en generaciones sin

contacto directo, abuelos e incluso ancestros no conocidos pero que marcaron la psique de los

padres, son secretos, eventos no hablados, mientras que la segunda se produciría entre dos

generaciones con contacto directo, es decir, de padre a hijo, en este caso las transmisiones son

pensadas y habladas, son costumbres familiares, habilidades, manera de ser (en Tisseron,

1997).

Klengel, Dias y Ressler (2016), con base en trabajos que sugieren que factores de

riesgo adquiridos pueden transmitirse a través de las generaciones (tanto en humanos como en

roedores), al igual que Abraham y Torok, distinguen la transmisión intergeneracional de la

transgeneracional, existiendo en la primera una transmisión directa de una generación a la

siguiente, en tanto que en la segunda si bien no existe una exposición directa, los efectos

ancestrales aún están presentes.

Por su lado, Gomel (1997) al referirse a la transmisión, habla del enlace de

generaciones que hace a cada sujeto un eslabón de la herencia en el complejo camino de la

transmisión familiar, con sus singularidades y tensiones que conforman y enmarañan el

entramado vincular, señala que la transmisión es la forma de legar para que no sean

silenciadas otra generaciones, siendo la realidad psíquica la encargada de demostrar que la

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herencia no se recibe pasivamente dado que es necesario una elaboración y apropiación del

sujeto.

La realidad material según la misma autora, pasa entre las generación por medio del

aparato social, ideológico, cultural, por la oralidad, la escritura y la afectividad, en tanto para la

transmisión de la realidad psíquica (deseo inconsciente y su fantasía) cita a Freud, “...en la vida

psíquica del individuo pueden tener eficacia no sólo contenidos vivenciados por él mismo sino

otros que le fueron aportados con el nacimiento, fragmentos de origen filogenético, una

herencia arcaica (…) lo que se reconoce como el factor constitucional en el individuo” (en

Gomel, 1997, p.25).

Retomando a Abraham y Torok (1961-1975), en el estudio de influencias psíquicas inter

y transgeneracionales, proponen la introyección en relación a la re-elaboración psíquica, la

renovación de la vida psíquica de manera satisfactoria, si la introyección no es posible, se

produce sufrimiento psíquico dado que no se logró la elaboración y apropiación. Cuando el

acontecimiento (sentimiento, emoción, pensamiento) es condenado al secreto, se genera una

cripta que en quien la posee genera un fantasma, influenciando sobre él o los integrantes de la

generación siguiente expresado en el dicho; “cargar con el muerto”.

Ordenando lo antes dicho, en la primera generación, el acontecimiento está presente,

pero no puede mencionarse por su carga vergonzosa, un indecible que causa patologías en la

segunda generación, donde pasa a ser un fantasma innombrable, el niño/a criado por el adulto

poseedor de la cripta-fantasma desconoce el contenido pero lo presiente, (conduciendo a

dificultades en el pensamiento, aprendizaje, fobias), en la tercera generación los

acontecimientos ya no son innombrables, pero produce sensaciones, imágenes bizarras,

emociones, que no guarda relación con su vida psíquica (Casanova, Glusman, Jaroslavsky,

2002).

En esta tercera generación, “el descendiente puede registrar en sí mismo, sensaciones,

emociones, imágenes, potencialidades de acción, angustias sin nombre, síntomas corporales

que le parecen bizarros, desarrollar síntomas desprovistos de sentido y que no se explican

sólo por su propia vida psíquica” (Nachi, 1995, en Werba 2002, p. 298-299), de esta manera el

individuo que ya no vive, permanece vigente a través de afectos, sentimientos.

18

Kaës (2010), el ser parte y heredero de formaciones psíquicas que lo anteceden más

las otras propias del grupo, lo convierte en sujeto de grupo, sujetado a éste por sus beneficios

pero también por necesidades individuales de sobrevivencia en las primeras etapas de vida

que conlleva sujetamiento siendo motivo de conflictividad psíquica del sujeto del grupo y

determinante de su estructura. Aunque esté influenciado, también es actor que hace su propia

actuación, el “sujeto en su sujetamiento al grupo se inscribe en la línea de pensamiento de

Freud cuando esboza la dinámica epigenética propia del sujeto: el heredero es un actor” (p.

62).

Todas las experiencias de los antepasados, la calidad de vida, traumas, vida

intrauterina, entre muchos otros, con factores que se graban epigenéticamente y son

transferidos a los descendientes, inter y transgeneracionalmente.

19

¿QUE Y COMO SE TRANSMITE?

Entonces, todo individuo es una pieza de un puzzle desde antes del nacimiento por lo

que está asignado a cumplir con un rol, objetivos del grupo de pertenencia, que transmite

creencias, aspiraciones, ideologías, defensas, encrucijadas, y desde aquí se ha de reinventar y

hacer su propio camino, sobre la base del legado genético adquirido de sus ancestros así como

también del material epigenético de padres, abuelos, bisabuelo, que aunque no formen parte

del ADN, son transmitidos inconscientemente como se expondrá en los siguientes párrafos.

Kaës (2009) retomando la transmisión habla del sujeto como servidor, beneficiario y

heredero que se va formando en los vínculos y alianzas de pertenencia así como también en

los grupos dónde se constituye y es parte constitutiva, siendo el sujeto un sujeto del vínculo,

por lo que denomina “vínculo a la realidad psíquica específica inconsciente construida por el

encuentro de dos o varios sujetos” (p. 11).

En tanto que en esta transmisión inconsciente que se genera en todo grupo, familia,

como lo expone Kaës (2010), el sujeto pasa a ocupar el lugar que le fue asignado en dos

dimensiones, la actual en el que vive y la que ya viene evolucionando en el tiempo generando

efectos y siendo transmitida de generación en generación, “en estas configuraciones, el sujeto

mismo se representa directamente o a través de sus delegados (…) sea de estructuras

primeras, ya-ahí y actualizadas por la epigénesis, sea de construcciones obtenidas por la

introyección de los objetos perdidos y reconstruidos en la psique” (Kaës, 2000, p.59)

Es en este tejido de vínculos que el individuo se va empapando de creencias, afectos,

recuerdos de quienes los rodean (ambiente) a la misma vez que va generando su propia

individualidad,

…nacemos prematuros, estamos envueltos en cuidados físicos e

indisociablemente psíquicos, de pañales, de brazos que nos sostienen, de una piel

que nos da calor y se adosa a la nuestra, de olores e imágenes, de baños de

palabras y de discursos. En resumen de todo un tejido de vínculos, que se ligan

adentro de nosotros mismos y con los otros, formando aglutinamientos y nudos

20

que no cesan de hacerse y de deshacerse durante toda nuestra vida. (Kaës 2009,

p. 10-11)

Continuando con el encadenamiento psíquico entre generaciones y la forma de

transmitir es que Freud (1913 - 1914) narra que si bien la comunicación directa y la tradición es

una forma de transmitir y que además asegura la continuidad, no considera que sea suficiente,

por lo que propone la transmisión por identificaciones con modelos parentales (historia) y la

transmisión de huellas mnémicas fruto de relaciones con generaciones precedentes

(prehistoria), herencia arcaica.

Identificación es un “proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto,

una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de

éste. La personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones”

(Laplanche y Pontalis, 2004, p.184).

La identificación no es simple imitación, sino que es la apropiación de algo en común

que permanece en lo inconsciente y que produce un enlace, es “la más temprana

exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona (…) es ambivalente; puede darse-

vuelta hacia la expresión de la ternura o hacia el deseo de eliminación” (Freud, 1921, p. 99).

Freud en El Yo y el Ello, en relación a las identificaciones ejemplifica que puede darse la

personalidad múltiple cuando el yo se fragmenta en identificaciones separadas unas de otras

por resistencias, identificaciones singulares que lleva a conflictos entre sí, las identificaciones

originadas en la edad más temprana, serán universales y duraderas, formando y fortaleciendo

el yo (Freud, 1923).

Las identificaciones suponen un modo de producción de subjetividad fundada en

identificaciones en el seno familiar ocupando un lugar, “las relaciones interpersonales

internalizadas – resultado de identificaciones –, juegan un fuerte papel en los conflictos

intrapersonales” (Nussbaum, 2009, p. 155).

21

Para Kaës (1998) la identificación es el proceso medular de transmisión, dependiendo

de la naturaleza del objeto, su modo de transmisión y viceversa, siendo lo que se transmite de

un espacio psíquico al otro, configuraciones de objetos psíquicos como afectos, fantasías y

representaciones,

lo que se transmite sería así preferentemente lo que no se contiene, lo que no se

retiene, lo que no se recuerda: la culpa, la enfermedad, la vergüenza, lo reprimido,

los objetos perdidos y aún en duelo (…) lo que se transmite no es solamente algo

de lo negativo, sino también aquello que asegura y garantiza las continuidades

narcisistas, el mantenimiento de los vínculos intersubjetivos, la conservación de

las formas y de los procesos de conservación y de complejización de la vida:

ideales, mecanismos de defensa, identificaciones, pensamientos de certezas,

dudas”. (p. 183)

Green (1986) habla de inmortalidad relativa en relación a la transmisión, dado que

cuando el individuo muere, un porcentaje sobrevive en la herencia que pudo transmitir a su

descendencia, todo individuo solo puede transmitir un segmento ya que es solo un fragmento,

“en la identificación, la cualidad imaginaria desaparece en beneficio de ser como-el-objeto; o

sea que la identificación suprime la distancia que separa el objeto (percibido o representado)

del yo” (p. 134).

Otra forma de transmisión que mencionaba Freud (1913 – 1914) se da cuando los

ancestros se mantienen en el presente, empujando el desenlace de patologías por la represión,

huellas mnémicas (inscripciones de acontecimientos que pueden permanecer en el

inconsciente) de lo vivenciado, recuerdo, memoria, olvido, historia de antepasados, herencia

arcaica.

Freud (1913) en relación a la transmisión de huellas mnémicas hace mención a la

psique de masas donde los procesos anímicos se vivencian como individuales, con esto

explica, por ejemplo, la persistencia de la conciencia de culpa por generaciones que ni

conocieron el acto de desenlace, a pesar de la herencia de predisposiciones psíquicas es

22

necesario acciones individuales para despertar una acción eficaz “cada hombre posee en su

actividad mental inconsciente un aparato que le permite interpretar las reacciones de otros

hombres, vale decir, enderezar las desfiguraciones que el otro ha emprendido en la expresión

de sus mociones de sentimiento” (p. 160).

Así sea transmisión intergeneracional, donde lo transmitido es modificado, o transmisión

transgeneracional, donde lo transmitido es no transformable por lo que no es integrado

psíquicamente, es que Granjon (1994) menciona que la culpa, la vergüenza, alguna muerte-

delito, todo es transmitido, no pudiendo ser extinguido y obligando la transmisión de la huella

con sus mecanismos de defensa que evita que sea conocido, sabido o dicho.

Ruiz (2007) en relación a la transmisión de la vida psíquica entre las generaciones

expone que se perpetúa a través de alianzas y pactos inconscientes que ubican al sujeto en

una historia que es paralelamente suya y de sus parientes, “lo que se transmite de un espacio

psíquico a otro son básicamente configuraciones de objetos psíquicos (afectos, fantasmas,

representaciones) o sea objetos munidos de sus vínculos” (p. 118).

Siguiendo con Ruiz (2007), convoca a Kaës con el pacto denegativo, en el cual se

generan represiones, rechazos, que hacen a la constitución y conservación de vínculos del

sujeto, es decir a renuncias, sacrificios necesarios para asegurar la continuidad de, por

ejemplo, la pareja, luego menciona el contrato narcisista también desarrollado por Kaës, donde

el acuerdo inconsciente entre el niño/a y su grupo familiar es recíproco, desde el nacimiento es

requerido para repetir y continuar la identidad familiar, deberá “compartir y aceptar estos

enunciados, a veces al costo de su integridad psíquica y también somática en la medida que el

discurso generacional puede contradecir sus propias percepciones internas y externas” (p.

118).

Freud (1914) con la concepción del narcisismo establece que el mismo se sostiene en la

generación que lo antecede, dado que el infante ha de realizar todos los sueños que los padres

no cumplieron, teniendo que ser su propio fin y además ser el eslabón de una cadena

generacional en la que se encuentra inmerso inconscientemente. Antes de nacer ya se es parte

de vínculos preexistentes, imaginarios e identificatorios.

23

Cuando la transmisión psíquica se repite sin poder reelaborar la huella se habla de una

identificación alienante, donde se produce un efecto de repetición de contenidos que intentaron

ser ignorados, haciendo suyo algo que en parte no le pertenece, al asumir estas proyecciones,

poner en hechos esas vivencias que fueron desmentidas por los padres (Nussbaum, 2009).

Green (1986) en la identificación alienante “sólo existe el sentimiento de un cautiverio

que despoja al yo de él mismo y lo aliena en una figura irrepresentable” (p. 176), el sujeto va

tras un objeto que no puede aceptar pero tampoco eliminar quedan en un límite, ni

completamente adentro, pero tampoco completamente afuera.

Existen contenidos, afectos que pasan de una generación a otra, quedando incrustados

en una relación de continuidad que Haydée Faimberg, en Chait Trachtenberg (2012) lo define

como telescopaje y lo ejemplifica con las matrioskas, debido a que cada una contiene dentro de

sí a otra, y a su vez ésta contiene a otras y así repetidamente. El telescopaje de generaciones

se da en “identificaciones alienantes donde tres generaciones están condensadas” (Faimberg

en Chait Trachtenberg, Cezar, Zympek, Mainieri y Pereira, 2000, p. 252).

No sólo la familia próxima nos antecede y nos instituye en nuestro modo de ser.

Los antepasados que contribuyen a la conformación de la subjetividad son

múltiples, tenemos diversas tradiciones detrás de nosotros, no una sola; hay una

circulación de prohibiciones y significados entre generaciones, transmisión y

repetición de encrucijadas que nos vienen de nuestros antecesores más lejanos.

Estas devienen determinantes del modo en que se constituye cada individualidad

dentro de la trama familiar que la precede y a su vez prefigura a la que la sucede.

(Nussbaum, 2009, p. 158)

Gomel (1997) sobre la transmisión a través de las generaciones, propone la vía de lo

simbólico, lo imaginario y lo silenciado, o no representado. Por lo simbólico entiende la

jerarquía del linaje familiar, relaciones genealógicas y reglas que traspasan todas las culturas

que se asientan en el psiquismo más allá de un contexto. Lo imaginario engloba lo social y

24

familiar, cargado de valores, vínculos, ideologías, creencias culturales, que van a definir la

identidad del sujeto.

Para finalizar y continuando con Gomel, lo silenciado son los duelos y traumas que no

han sido elaborados, secretos que por deshonra no se procesó en la generación que lo

vivenció entonces se van transmitiendo a través de las generaciones. La transmisión tiene que

ver en cómo es recibido el legado, de qué manera lo hace su yo, con qué se queda y qué

desecha, siendo la transmisión un proceso que se construye entre las generaciones.

Seguimos la cadena de las generaciones y pagamos las deudas del pasado,

mientras no se ha “borrado la pizarra”, una “lealtad invisible” nos incita a repetir,

que lo queramos o no, que lo sepamos o no, la situación agradable o el

acontecimiento traumático, o la muerte injusta, incluso trágica o su eco. (Nice –

Hyères, en Schützenberger, s.f, p. 6)

De acuerdo con la cita anterior, para poder ser libres de todo pasado y cortar con la

repetición es necesario entender porqué y así logra vivir sin las cargas de otros, ya que ni

siquiera se recuerda lo reprimido, sino que se repite sin conocer el pasado que intentó ser

olvidado por otros.

25

REFLEXIONES FINALES

Desde la Epigenética se consideran las formas de interacción que se dan entre los

genes y el medio ambiente (entorno - ambioma) de manera continua, resultando en

modificaciones a nivel de la expresión genética, siendo la epigenética propuesta como un

“traductor entre el medio ambiente y la genética” (Esteller, 2014, p. 5), las experiencias de vida

que atraviesa todo individuo van grabando rastros para toda su vida así como también para su

descendencia.

A raíz de la afirmación de Esteller (2017) quien asevera que un elevado porcentaje de

las enfermedades humanas son debidas al ambiente y hábitos dañinos, se entiende que el

sujeto es en gran medida responsable de su bienestar o su desdicha, dado que de él depende

permanecer o alejarse de entornos poco enriquecedores que pueden dificultar su próspero

desarrollo.

Si bien se pueda arribar a esta enunciación, es indiscutible que el niño/a cuando llega al

mundo es completamente dependiente de un otro que le asegure su supervivencia, por lo tanto

no siempre se es libre de elegir el entorno y mucho menos de alejarse.

En respuesta a la información y estimulación que ofrece el entorno se van adquiriendo

conocimientos, elaborando la estructura y el funcionamiento cerebral, de gran importancia en el

niño/a que aprende en buena medida por imitación, además es la etapa (pero no la única)

donde se produce mayor actividad sináptica, siendo esta neuroplasticidad la base primordial de

aprendizajes que serán de por vida (Ansermet y Magistretti, 2006).

El entorno puede proveer situaciones dañinas, atentando el bienestar e incluso la vida

misma, creando vulnerabilidades superables, como lo menciona Lista (2008) por mecanismos

resilientes fundados desde lo psicológico, social y cultural, es decir que obedece a la

interacción del ser con su ambiente como figuras de apego, ambiente afectivo, que aumentan

en el desarrollo de habilidades resilientes como por ejemplo, buena autoestima, capacidad

empática, optimismo.

26

Las vivencias y experiencias que se acumulan en el transcurso de la vida, se transmiten

entre y a través de las generaciones, asegurando la continuidad y conservación de vínculos

dentro del grupo familiar (Freud, 1913 - 1914). Como se expuso, en la transmisión

transgeneracional generalmente el legado es de carácter negativo, es decir, algún evento con

una gran carga de emociones que no se expresó ni entendió en el momento que fue vivido,

quedando incrustado en el inconsciente y así, transmitido de generación en generación

(Abraham y Torok, 1961-1975).

Este legado es transmitido como Nussbaum (2009) plantea por repeticiones de

reacciones emocionales, que denotan la no elaboración, por ejemplo, de un duelo, obligando a

repetirlo, identificaciones con miembros del mismo clan, apropiándose de situaciones,

emociones comunes inconscientes, “contenidos que han pretendido quedar ignorados por

generaciones predecesoras” (p .154).

La carga heredada es más compleja en la tercera generación, dado que no hay

conexión con la situación y la comunicación no se da verbalmente dificultando la comprensión

lo que acarrea comportamientos y reacciones fuertes e incomprensibles acompañadas en

ocasiones de la necesidad de venganza (Werba 2002).

A modo de cierre, la genética es importante pero más aún lo es el entorno en el que

transcurre la vida dado que somos la consecuencia de nuestros estilos de vida, de la

interacción diaria con infinitos elementos no genéticos que nos rodean, desarrollan, construyen

e imprimen cicatrices que son imposibles de ocular a la descendencia, pero que a su vez son

parte del desarrollo y evolución (Esteller, 2014, p. 5).

27

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