Ensayo Final
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DEVENIR SER DEL ARTE: MUERTE Y MERCANTILIZACION DEL
ACONTECIEMIENTO
Nada (ni siquiera Dios) desaparece ya por su final o por suMuerte, sino por su proliferación, contaminación, saturación yTransparencia, extenuación y exterminación, por una epidemia
De simulación, transferencia a la existencia secundaria de la simulación.Ya nó un modo fatal de desaparición, sino un
modo fractal de dispersión.
Jean Baudrillard
La transparencia del mal
Debray inicia el capítulo Una religión desesperada acercándonos a la extensa disertación
sobre las múltiples y constantes muertes del arte y entendiendo éste como la institución
occidental que se denomina a sí misma “Arte”. Sin embargo es comprensible que el arte
occidental cumple su destino al “morir” para crearse Otro, pues una obra solo se convierte
arte justamente por su renuncia a la obra. Así podríamos decir que el arte es porque
renuncia a ser, obedeciendo de esta manera a una suerte de estado cíclico de las cosas que
son y son en tiempo presente infinito; no existe un lugar más prodigo de vida que la
muerte.
A lo largo de la historia de la humanidad el arte cumple siempre diversas funciones dentro
de la existencia social de las personas, yendo desde el arte del siglo 15 que expresaba la
sensibilidad histórica y los dilemas estéticos de la época hasta de la renuncia del arte a su
carácter funcional dando como resultado una transformación de la concepción del arte lo
que permitió el surgimiento de este como expresión (y más propiamente de la institución
Arte). Por ello en el siglo XX el arte renuncia incluso a su posibilidad expresiva para
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introducirse en la búsqueda de lo formal y el estilo como objeto y fin en sí mismo; siendo
ésta una enésima “muerte”, el nacimiento del anti-arte.
Pero hay algo en común en todas las escenificaciones de fin del arte: su mercado. El arte
vende los boletos de entrada al suceso de su propia muerte para nacer Otro. De esta manera
la obra de arte deviene signo monetario y adquiere su valor no por su singularidad de arte
sino por su precio en el mercado. El arte que se suponía sería el lenguaje universal
alrededor del cual se congregarían las diversas sociedades ha terminado por ser uno más de
los elementos de diferenciación social; de tal manera que solo acceden al arte quienes
tienen la capacidad de adquisición y supondríamos bajo esa lógica que quien no posee los
presupuestos económicos para su acceso tampoco poseen los presupuestos cognitivos
necesarios para hacerlo.
Para explicar lo anterior me remito al documental Exit through the gift shop dirigido por
Banksy donde el surgimiento de un movimiento de “arte callejero” que opera de manera
contra ideológica no es considerado arte sino un amaño de revolución clandestina, hasta el
momento en que se convierte en acontecimiento, y produce obras que son objeto de interés
monopólico y se hace por lo tanto susceptible a las propiedades del dinero: avaluable,
tenible, vendible, cedible, intercambiable. Vemos como las intervenciones en la ciudad de
artistas como Shepered o el mismo Banksy se conectan con la subjetividad del público
desprevenido, esta “forma del arte” replica la prosaica del transeúnte ahondando en los
dilemas morales y sociales tan bien disimulados por los medios y los mecanismo de
estructuración social donde la realidad que se vive es apenas una de las miles realidades
que están siendo, así pues estas manifestaciones comienzan a generar rumor y se
convierten en un tipo de poder, más desde la institución “Arte”, el Street art es ilegal y
debe continuar en la subalternidad a manera de contracultura.
Hasta aquí surgen preguntas como. ¿Poner el arte en un lenguaje cotidiano, llevarlo a
puntos comunes de la vida social de las personas es ilegal? Si bien las relaciones de este
“arte” con el contexto buscan un alejamiento de las instituciones artísticas, produce como
efecto nuevas discursividades en que las lecturas semánticas y estéticas entran en pugna
con los diferentes tipos de organización social, ¿es esta característica la que seduce tanto a
las esferas de la elite del arte? Si pensamos que la contemporaneidad asume el espacio
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público como lugar de des-construcción social donde están en juego relaciones,
identidades, poder e imagen, ¿Deben las obras de arte ser susceptibles a convertirse en
signo monetario?
Ahora bien el arte que deviene valor comercial responde a las demandad de la publicidad
que se hace de sí mismo. Es decir una obra de arte existe con el fin de materializar la
publicidad que se hace de ella. Vemos el caso de Míster Brain wash quien no es un artista
pero se construye como tal desde la publicidad que hace de sí mismo y de su obra.
Convierte el Street art en un acontecimiento, y lo más importante, pone valor monetario a
sus piezas, por lo cual éstas comienzan a ser percibidas como obras de arte con valor para la
vida social del momento. MBW tiene éxito porque sus obras respondían a lo que la
publicidad ofrecía, tanto así que su Street art al igual que pasa con banksy y otro artistas
pasa de la calle al museo (asumiendo que el museo es el lugar donde el verdadero arte
sucede) convirtiéndose en objeto mercantil, que si bien lo pensáramos como lo expone
debray cumple con los requisitos para ser llamado arte.
La relación del museo como institución canónica donde sucede el “arte” en relación a la
producción artística contemporánea termina por volverse un lio de multiplicidad, pues en
tanto las manifestaciones del arte asumen nuevos roles, formas y lugares, la relación del
museo con el mercado y sus exigencias lo obliga a renovarse y reinventarse para hablar y
otorgar valor a las obras de arte ya no como lenguaje histórico sino como lenguaje
histórico-estético.
Por parte de los artistas es evidente que muchos se resisten a entrar en el museo aun
suponiendo que su obra solo “cobrara vida” en esas instituciones, porque de alguna u otra
manera ingresar al museo resulta ser una suerte de negociación para que un producto sea
obra de arte, pero el museo contemporáneo deviene en virtud de su mercantilismo otra
nueva forma de muerte del arte, haciendo de las obras lugares de lo efímero puesto que al
igual que los productos de alto consumo, la obra de arte deviene en si características como
tiempo de vida útil, anti-historicidad etc. Dando como resultado la literalidad de la obra de
arte contemporáneo en el museo como es nombrada: “exposición temporal”.
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En este punto es preciso preguntarnos por la ética del sentido-estético del arte, estamos ya
sumergidos en la mercantilización del arte e incluso podemos decir que estamos a las
puertas de una mercantilización a la cual llamamos arte, cuál es el interés real del museo
entonces, ¿ rellenar sus exposiciones con las obras del momento que circulan como los
rumores, sin importar su construcción, o sus antecedentes hitorico-ideologicos? (sin negar
que la producción contemporánea del arte hable de un momento estético e ideológico del
hombre).
El carácter de “obra de arte” ¿lo determina entonces el valor mercantil y la capacidad
negociable de la manifestación? ¿Es acaso solamente una excentricidad magnética para las
esferas de poder y dinero?
Pese a esta mercantilización del arte este no puede apartarse del contexto socio-político, no
puede perder su sentido crítico y la capacidad cíclica de cuestionar la existencia, puede que
estemos frente a una producción virulenta de manifestaciones artísticas que puedan o no
llegar a ser nombradas como arte, pero ellas siguen en una confrontación constante con la
realidad pese a que estén sesgadas por las normas y exigencias del mercado.
Entretejido en este discurso se devela a nosotros el lugar inminente de la transformación del
arte, nuestra concepción de él, y las maneras en que se “adquiere”, seguramente en poco
tiempo la adquisición del arte no se limitara solamente a la posesión de la obra, es tan
dueño de la obra de banksy quien paga por ella a quien como simple transeúnte se detiene
para morar en ella, a fin de cuentas no es el valor monetario el que significa o no “obra de
arte”. El momento justo en que un grafiti trastoca la cotidianidad y los ritmos del colectivo,
se está siendo “arte” y desde ambas partes se posee, por un lado la fuerza mística y
transhumana de la obra de arte que habla del estado metafísico del mundo, y por otro en el
que observa donde quizá, podríamos apuntar, sucede el acto de fabulación, entonces el
acontecimiento está siendo en él, así desdibujamos los límites que preceden clasificaciones
mercantilismo y demás, y podemos empezar a vislumbrar una nueva era para más muertes
y renaceres del arte..