El Trabajo Con Adolescentes en Una Sociedad Postmodern A
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El Trabajo con Adolescentes en una Sociedad Postmoderna
Por Felix Ortiz 1
Tomado de: ParaLideres.org
http://www.paralideres.org/sections/section_139.asp
1 Félix Ortiz es licenciado en historia por la Universidad de Zaragoza, máster en educación cristiana por el Southwestern Baptist Theological Seminary de Forth Worth (Estados Unidos). Es director de los ministerios juveniles de AGAPE, director asociado para España de los ministerios de Josh McDowell, pastor de jóvenes de la Iglesia Evengélica Bautista "Bona Nova" y profesor de STBE.
TABLA DE CONTENIDOS
1 - La Postmodernidad
2 - Retrato de un Joven Postmoderno
3 - El Relativismo
4 - La Nueva Tolerancia
5 - El Pluralismo
6 - Revisar Nuestras Premisas Educativas
7 - El Acompañamineto Espiritual
8 - Algunas Características de los Adolescentes Postmodernos
9 - Crear Estructuras de Credibilidad
EL TRABAJO CON ADOLESCENTES EN
UNA SOCIEDAD POSTMODERNA
Este es el primero de una serie de artículos acerca del trabajo con
adolescentes en el contexto de una sociedad postmoderna. Se trata de
una breve introducción a la postmodernidad. En sucesivos meses
iremos tratando otros aspectos del increíble reto que la
postmodernidad plantea al trabajo con la juventud. Os adelantamos el
resto de los contenidos:
I. LA POSTMODERNIDAD (JUNIO)
II. CÓMO SON LOS JÓVENES POSTMODERNOS Y LOS JÓVENES
POSTMODERNOS EVANGÉLICOS (JULIO)
III. LOS RETOS DE LA POSTMODERNIDAD I. EL RELATIVISMO
(AGOSTO)
IV. LOS RETOS DE LA POSTMODERNIDAD II. LA NUEVA
TOLERANCIA (SEPTIEMBRE)
V. LOS RETOS DE LA POSTMODERNIDAD III. EL PLURALISMO
(OCTUBRE)
VI. LA REVISIÓN DE NUESTRAS PREMISAS EDUCATIVAS
(NOVIEMBRE)
VII. EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL, UNA ESTRATEGIA
EDUCATIVA FRENTE A LA POSTMODERNIDAD (DICIEMBRE)
Fraternalmente
EL EQUIPO DE AVENTURA
EL TRABAJO CON ADOLESCENTES EN UNA
SOCIEDAD POSTMODERNA I:
LA POSTMODERNIDAD
I. INTRODUCCIÓN
A. Una de las características de nuestra sociedad es el cambio.
B. Estos cambios son tremendos y se desarrollan a una
velocidad vertiginosa.
1. Evolución del mundo nómada al sedentario.
2. De la revolución agrícola a la revolución industrial.
3. De la revolución industrial a…
C. Alguien ha afirmado que vivimos tan acelerados que cada
década se inaugura un nuevo siglo.
D. No es una sorpresa para nosotros que en estos últimos 50
años se han producido más avances e inventos que en todo el
resto de la historia de la humanidad. Pensemos tan sólo en
dos ejemplos:
1. Internet
2. Ingeniería genética
E. Los expertos hablan de que nuestro mundo vive en lo que hoy
se llama: “la crisis de las crisis”
F. Esta crisis está afectando, al menos en la sociedad occidental,
a todos los ámbitos de la vida: la familia, la escuela, la
religión, la economía, la política, la cultura e incluso la
ciencia.
G. Esta crisis enfrenta a dos grandes corrientes: modernidad y
postmodernidad.
1. En nuestras sociedad conviven los dos tipos de
cosmovisiones
2. Estas cosmovisiones están enfrentadas y en buena
parte delimitadas por las diferentes generaciones.
a. Los adultos que representan la modernidad.
b. Los jóvenes que representan la postmodernidad.
II. CÓMO SURGE LA POSTMODERNIDAD
A. Surge como un resultado de un desencanto generacional.
B. La modernidad fue el tiempo de las grandes utopías sociales.
1. Un tiempo de fe: en la libertad, la ciencia, el progreso,
el ser humano.
2. Se creía que la razón humana, la ciencia y el progreso
iban a solucionar todos los problemas del ser humano.
3. Se acabaría con la ignorancia, la servidumbre, las
supersticiones religiosas y el hombre podría ser
completamente feliz.
4. La modernidad representaba la mayoría de edad de la
humanidad.
a. Kant afirmaba: El hombre es capaz de caminar por
sí mismo sin necesidad de tutela alguna.
C. La postmodernidad surge como resultado de la frustración
que produce el fracaso de los postulados de la modernidad.
III. QUÉ ES LA POSTMODERNIDAD
A. Es una reacción que se produce cuando la humanidad
comienza a darse cuenta de que el proyecto moderno ya no
era válido.
B. Se ha afirmado que la postmodernidad se genera y nace
como consecuencia del desencanto.
1. El poeta francés Baudelaire afirmó: El progreso no es
sino el paganismo de los imbéciles.
C. La postmodernidad es el predominio de
Individual Universal
Psicológico Ideológico
Comunicación Politización
Diversidad Homogeneidad
Permisivo Coercitivo
D. La postmodernidad es el agotamiento de la razón, la renuncia
a los sistemas y las ideologías.
E. Los valores de la postmodernidad
Valores modernos Valores postmodernos
Fe Increencia
Sacralización Secularización
Absoluto Relativo
Objetividad Subjetividad
Razón Sentimiento
Ética Estética
Culpabilidad Carencia de culpabilidad
Futuro Presente
Historia Historias
Unidad Diversidad
Colectivismo Individualismo
Inconformismo Conformismo
Idealismo Realismo
Compromiso Pasotismo
Convicción Light
Esfuerzo Placer
Prometeismo Narcisismo
Seriedad Humor
Fundamental Superficial
Intolerancia Tolerancia
Necesario Accesorio
IV. CARACTERÍSTICAS DE LA POSTMODERNIDAD
A. Hedonismo
1. El fin supremo de la vida es conseguir el placer. O al
menos evitar al máximo cualquier tipo de dolor, bien
sea este físico, psicológico o moral.
2. El hombre postmoderno está convencido de que no es
posible cambiar o mejorar la sociedad. Por tanto, ha
decidido disfrutar al menos del presente.
3. Se vive en el momento presente. No se piensa ni en el
pasado ni en el futuro. Se busca la libertad y la
espontaneidad.
4. Esta actitud queda muy bien reflejada por la frase del
poeta latina Horacio: Carpen diem, carpen hora.
Aprovecha el día, aprovecha la hora.
5. Un cantante español, Joaquín Sabina es considerado
como uno de los exponentes de la postmodernidad. En
una de sus canciones afirma: …Apúntate a cualquier
clase de bombardeo, no tener otra fe que la piel, ni
más ley que el deseo.
6. Vivimos en un auténtico culto al cuerpo.
7. En la cultura postmoderna el goce es el principio y el
fin.
B. La muerte de la ética y la ausencia de reglas
1. En una sociedad postmoderna la estética sustituye a la
ética. La belleza sustituye a la moral.
2. En estos días nos encontramos ante una total floración
y multiplicación de “micro éticas” escépticas unas con
otras y desorientadas todas.
3. La postmodernidad nos ofrece el relativismo, la
pluralidad y la total tolerancia.
a. Como bien afirmó el escritor ruso Fedor
Dostoyewsky: Si Dios no existe todo está
permitido.
b. O como dice de nuevo el ya mencionado Joaquín
Sabina: Al deseo los frenos le sientan fatal ¿Qué
voy a hacerle yo, si me gusta el güisqui sin soda,
el sexo sin boda, las penas con pan?
4. No a las normas, las reglas, cualquier forma de
moralidad
Encuesta realizada en España
• 41% de los jóvenes entre 14 y 24 años se
manifestaban de acuerdo con la frase: vale lo que me
agrada. No vale lo que no me agrada.
• 27% contestó que el principio ético más importante
es: hacer lo que quieras.
• 89% considera correctas las relaciones sexuales sin
estar casados.
• 62% considera correctas las relaciones homosexuales.
5. No hay nada prohibido, lo importante es ser feliz.
C. La exaltación del sentimiento
1. En plena revolución francesa el Marqués de Condorcet
exclamó: Habrá un tiempo en que el sol brillará sobre
una tierra de hombres libres que no tendrán más guía
que la razón.
2. La modernidad llegó a hacer de la razón una diosa. De
hecho, fue entronizada como tal durante los tiempos
de la revolución francesa.
3. La postmodernidad grita: Muera la razón y viva el
sentimiento.
4. Se produce el cambio del “HOMO SAPIENS” al “HOMO
SENTIMENTALIS”
a. La famosa expresión: “Pienso, luego existo” ha sido
sustituida por: “Siento, luego existo”.
5. El racionalismo aburre a la juventud. Una pintada en
el metro de Madrid leía así: La sabiduría me persigue,
pero yo corro más.
6. El centro de la moral y la persona es el yo. Los
sentimientos y los gustos individuales configuran a la
persona, sus valores, principios y pautas de actuación.
D. La crisis de las ideas y los ideales
1. Hay una avalancha de información, pero una orfandad
de sabiduría.
2. Hay una “cultura del cleanex” en referencia a los
pañuelos de usar y tirar.
3. Hay diversidad de ideas, valores, cosmovisiones y
estilos de vida. Pero se carece de toda orientación
normativa por la carencia y la negación de la
posibilidad de todo tipo de absolutos.
4. En la cultura de la postmodernidad uno cambia de
opinión con más frecuencia que de camisa. Además
uno puede sostener ideas contradictorias y eso no
producirle la más mínima tensión.
5. El único imperativo categórico es: Haz lo que quieras,
vive feliz.
6. Volvemos a ilustrar estos principios haciendo
referencia a Sabina: Cada noche un rollo nuevo. Ayer
el yoga, el tarot, la meditación. Hoy el alcohol y la
droga. Mañana el aeróbic y la reencarnación.
E. El retorno de los brujos
1. La modernidad y su énfasis en la razón socavó los
cimientos y la solidez de las creencias religiosas. La fe
era considerada como algo irracional. La religión era el
opio del pueblo, según Marx. Una reliquia neurótica,
según Freud.
2. La postmodernidad postula el nihilismo y el
agnosticismo.
a. El agnosticismo es la imposibilidad de saber si
Dios existe o no, por tanto, es mejor hablar de
otra cosa.
b. El nihilismo es la negación de cualquier
creencia, sea esta política, religiosa o social.
3. Sin embargo, no hemos de equivocarnos. Esto no
significa que la postmodernidad sea irreligiosa.
Contrariamente ha dado pábulo a un amplio abanico
de creencias.
4. El gran vacío se intenta llenar con todo tipo de
caricaturas, en ocasiones grotescas, de lo religioso.
Nuevas formas religiosas que sustituyen al
cristianismo tradicional. Un neopaganismo.
5. La postmodernidad, en su negación de la razón se
traga lo increíble.
a. El escritor británico Chesterton decía: Desde
que los hombres han dejado de creer en
Dios, no es que no crean en nada. Ahora
creen en cualquier cosa.
6. La explosión del esoterismo, las creencias ocultas, la
astrología, la cartomancia, la quiromancia, la videncia,
las cartas astrales, la cábala, la alquimia, y un largo
etcétera.
a. Se estima que tan sólo en Madrid existen
más de 3000 brujos registrados. Muchos de
ellos se anuncian en la radio, la televisión y
la prensa.
b. En España no hay programa radiofónico y
muchos televisivos que se precien que no
tengan su brujo/a.
c. Revistas para adolescentes regalan
manuales para ser bruja. Y varios libros
dirigidos al público juvenil ponen de moda la
brujería.
7. Nuestra sociedad se vuelve cada vez más receptiva a
las soluciones de tipo mesiánico y fanático.
8. Rebrote de lo satánico.
9. Explosión de las sectas.
10. La seducción de la espiritualidad de tipo oriental.
11. La fascinación por lo extraterrestre. Recordemos las
películas Expediente X (X FILES).
12. Las nuevas religiones. La religiosidad secular:
a. La música
b. El deporte
c. El culto al cuerpo
d. La ecología
e. El consumo
13. La emoción, los sentimientos controlan y se vuelven
centrales en la experiencia religiosa. Esto afecta
incluso al cristianismo:
a. Vivencia emocional.
b. Fe a la carta. Hecha a la medida de cada
uno.
c. Fe cómoda. Sin compromiso, fuerza o
relevancia cultural o social.
(1) Dios es un Dios que no exige, más
bien ofrece y da.
(2) Las circunstancias, la motivación, las
ganas son muy importantes
d. Fe alejada de las instituciones.
e. Carente de confianza en los líderes.
RETRATO ROBOT DE JOSÉ MARÍA
AZNAR, UN ADOLESCENTE
POSTMODERNO
Este documento trata de presentar el retrato robot de un joven
evangélico postmoderno. Al elaborarlo hemos intentado plasmar 17
características. Queremos invitarte a que lo leas y trates de
identificarlas. Sin embargo, lo más importante es que al leerlo pienses
en los jóvenes de tu iglesia local, especialmente en los adolescentes, y
trates de ver hasta que punto este retrato robot refleja la realidad,
total o parcial, de la juventud con la que estás trabajando.
El propósito final es ayudarte a entender un poquito mejor cómo son y
cómo piensan esos jóvenes con los que has de llevar a cabo tu
ministerio y, que implicaciones ha de tener para tu pastoral juvenil.
Buen viaje exploratorio. FÉLIX ORTIZ, director de AVENTURA
José María tiene 16 años y está estudiando secundaria. Ha nacido en
una familia evangélica y desde su más tierna infancia acude a la iglesia
junto con sus padres. También asiste a las actividades del grupo de
jóvenes. Su situación está a medio camino entre la integración y la
marcha. No es uno de los jóvenes más fieles del grupo pero va
asistiendo.
José María podría dar las respuestas correctas a las preguntas con
relación a la fe y la experiencia cristiana. Sin embargo, su
conocimiento es bastante teórico. La iglesia le aburre y no le dice gran
cosa. No tiene una actitud negativa hacia Dios, pero lo percibe como
una realidad bastante lejana y distante de su situación cotidiana. Los
cultos se le hacen largos y pesados. Uno sabe con bastante exactitud
lo que va a suceder cada domingo.
A veces, por las noches, en la quietud de su cuarto piensa en Dios. Le
gustaría experimentar a Dios. Siempre ha oído que Jesús es un amigo
que está cerca de ti y nunca te deja. Sin embargo, nunca ha
experimentado a Dios en su vida. ¿Por qué Dios se esconde? ¿Por qué
es tan difícil conocerlo? Tiene un temor hacia el Señor, temor que le
viene de su educación familiar y vinculación con la iglesia. Varias veces
le ha pedido a Dios que sea su amigo. Pero para ser honestos, no ha
visto ningún cambio significativo en su vida.
Los adultos de la iglesia no han ayudado demasiado a hacer a Dios una
realidad cercana en su vida. Algunos domingos, mientras el pastor
predica, su mente vaga y piensa en la gente de su congregación. Le
cuesta ver una diferencia entre ellos y el resto de la gente. En su
opinión, son igual que el resto. La única diferencia significativa es que
los domingos no van al campo o a la playa.
Sabe que la Biblia es la Palabra de Dios, pero le cuesta un montón
leerla. A veces lo ha intentado, pero no la entiende y no sabe cómo
relacionarla con sus necesidades y las situaciones que vive en la vida
cotidiana.
Le gusta pasar tiempo en Internet. De hecho, es un auténtico experto.
Encuentra fabulosas las oportunidades que este medio le brinda.
“Chatea” con gente de medio mundo gracias a sus conocimientos del
inglés. Sus padres no siempre están en casa debido al trabajo, por
consiguiente, tiene una gran libertad de acción y puede pasar si quiere
un par de horas diarias conectado y navegando por la red.
Ha visitado en varias ocasiones páginas pornográficas. Está asombrado
de la cantidad de situaciones sexuales que existen y que desconocía.
En ocasiones, al visitar algunos sitios con contenido sexual explícito se
ha sentido asqueado de las perversiones que se pueden encontrar en
la red. Sin embargo, el morbo, la tentación y las hormonas hacen que
una y otra vez vuelva a esas páginas. Ha visto tanto y en tan poco
tiempo que se considera a sí mismo con bastante experiencia en el
campo de la conducta sexual. Por cierto, está muy enfadado por el
cierre de Napster. Se ha consolado encontrando otras varías páginas
donde puede descargar archivos musicales.
Los vídeo juegos y la televisión son también grandes pasiones para
José María. La supervisión paterna no siempre es la más adecuada. De
hecho, en casa, puede ver casi todo, a excepción, eso sí, de películas
con contenido sexual explícito. Pero bueno, para eso tiene Internet. Le
gustan las películas de acción, cuanto más violentas mejor. En
ocasiones, sus padres se alarman por la crudeza de las imágenes de
algunas películas. Pero su horror dura poco y nunca ha pasado de la
indignación momentánea. Cuando sus padres le llaman la atención por
la crudeza y violencia de las películas, José María siempre piensa en
cómo reaccionarían si vieran algunos de los video juegos violentos que
tiene en la computadora.
Sus series y dibujos animados favoritos son producidos en América del
Norte, pero también le gustan algunas creaciones japonesas manga.
La mayoría de su música –a excepción de algunos grupos locales- está
en inglés. No la entiende en su mayor parte pero le gusta como suena.
José Maria se sorprendería de cuán similar es y cuantas cosas tiene en
común con jóvenes de otros países y continentes. Aunque a través del
“chat” ya empieza a ser bastante consciente de ello.
Sus mejores amigos están en la escuela secundaria donde asiste. Alex,
cuyos padres están divorciados. Raquel, que vive sola con su madre
desde que ésta se separó. Carlos, que vive con dos hermanastros con
quienes se lleva fatal. Su padre se volvió a casar tras el divorcio y le
trajo a casa el regalo de sus dos hermanastros. Joaquín, con quien a
veces José María comenta en plan de broma que ellos dos son los
únicos que tienen una familia normal. Por último está Juana, que
sorprendió a todos el pasado verano declarándose abiertamente
lesbiana y enamorada de una compañera de la escuela.
La declaración de Juana abrió un gran debate en el seno del grupo de
amigos. Muchos no están de acuerdo y consideran que los muchachos
han de tener relaciones sexuales con las muchachas. Otros, consideran
que cada uno ha de hacer lo que el cuerpo le pide. La mayoría
consideran que es una opción personal que cada cual ha de tomar.
José María, por ejemplo, nunca optaría por un estilo de vida
homosexual pero respeta y considera que es una decisión que incumbe
tan sólo a Juana. Los padres de José María no pueden entender esa
actitud. En una conversación de sobremesa le explicaran claramente a
José María lo que la Biblia decía al respecto y como Dios condenaba la
conducta homosexual. Aquello no pareció afectar demasiado a nuestro
amigo. Insistió una y otra vez que él lo tenía muy claro y pensaba
seguir lo que la Biblia enseñaba, pero ¿Cómo podía juzgar la decisión
de Juana? Ella no hacía daño a nadie y era una decisión personal en la
que nadie podía meterse.
El padre de José María insistió en que la Biblia afirma que la
homosexualidad es pecado y, por tanto, lo es para todo el mundo. La
Palabra de Dios es la norma de moral que Dios ha dado a la
humanidad. Es clara y tajante al enseñarnos lo que es bueno y es
malo.
José María no puede entender como su padre es tan cerrado y poco
tolerante con sus amigos. Cada uno ha de ser coherente con lo que
piensa y no preocuparse por lo que los demás creen. Lo cierto es que
todo esto le crea a José María bastante confusión. Cuando sus amigos
le pregunta por qué deja de hacer ciertas cosas o hace ciertas otras,
no tiene una argumentación muy clara que presentarles.
De hecho, todavía le da vueltas una y otra vez en su cabeza la
pregunta de Joaquín acerca de por qué el cristianismo es la única
religión verdadera y todos los demás están equivocados. Su amigo
considera que es muy bestia el hacer una afirmación de ese tipo.
Joaquín no entiende cómo José María puede ser tan tajante y con una
sola frase dejar fuera de juego a millones y millones de personas que
creen de forma diferente y se esfuerzan por vivir de forma honesta su
fe. El propio Joaquín procede de una familia católica, aunque no
excesivamente practicante, y considera, por tanto, ofensivas hacia sus
padres las pretensiones de José María de que sólo los evangélicos
poseen la verdad.
La última preocupación de José María tiene que ver con las relaciones
sexuales. Los amigos discutieron acerca de tener relaciones, no sólo
antes de estar casados, sino incluso con un muchacho o muchacha con
quien no tienes ningún compromiso pero los dos están de acuerdo.
Aquel día José María estuvo especialmente callado. La razón, no sabía
que decir ni cómo argumentar. Estaba muy confundido y no podía ver
con claridad cuál y por qué era la postura cristiana.
José María no tiene héroes. Las personas que él y sus amigos admiran
son gente popular del mundo del deporte, la música y el espectáculo.
Sin embargo, no son auténticos héroes. Más bien, muchos de ellos son
antihéroes ya que sus vidas dejan mucho que desear desde el punto
de vista ético y moral. Incluso, en algunos casos, su inmoralidad
añade más morbo a su personalidad. No hay en la iglesia nadie que
realmente desafíe su vida y sea un buen modelo a imitar. Jorge, el
líder de jóvenes, podría serlo. El pobre, sin embargo, está demasiado
ocupado y lleno siempre de actividades.
LOS RETOS DE LA POSTMODERNIDAD I
EL RELATIVISMO
El RELATIVISMO, lo que se ha venido a llamar LA NUEVA
TOLERANCIA y finalmente el PLURALISMO son los tres grandes
desafíos que plantea la postmodernidad al trabajo con los
adolescentes, tanto en el contexto de la iglesia local como fuera de ella
al intentar ganar a los muchachos y muchachas no cristianas.
Como líderes es muy importante para nosotros, en primer lugar,
entender el significado de estos tres retos. En segundo lugar, entender
cómo afectan a los jóvenes con los que estamos trabajando y, por
último, que implicaciones se derivan a la hora de llevar a cabo la
pastoral juvenil.
En este artículo abordaremos el relativismo, el primero de estos
grandes retos. En sucesivos artículos iremos desarrollando los otros
retos y la manera de afrontarlos.
Deseamos que este artículo pueda ser de gran utilidad para todos los
líderes.
EL RELATIVISMO
I. DEFINICIÓN
La Enciclopedia Filosófica Garzanti define del siguiente modo el
relativismo:
Término con el que se puede calificar toda concepción filosófica
que no admita verdades absolutas en el campo del conocimiento
o principios inmutables en el ámbito moral.
De esta definición se implica que existen dos ámbitos básicos en el que
se desenvuelve el relativismo: el epistemológico o del conocimiento y
el de la moral.
El diccionario, por su parte, define el relativismo con las siguientes
palabras:
Una perspectiva que afirma que las verdades éticas dependen
tan sólo de los individuos o grupos que las aceptan.
Dicho de una manera más simple: “Es bueno para ti pero no
necesariamente para mí. Yo no negaré que lo sea para ti pero no
trates de imponérmelo y obligarme a aceptarlo como bueno para mí”.
Como veremos más adelante al hablar de la tolerancia, el relativista ve
la moralidad como algo totalmente abierto a la interpretación de cada
individuo. Lo correcto o incorrecto en la visión del relativista está
sujeto a cambio según las personas, o según las circunstancias dentro
de una misma persona. El relativista, como ya se indicó anteriormente,
puede sostener ideas contradictorias acerca de la moralidad y la ética
y no considerar que su contradicción sea un disparate. Véase a modo
de ejemplo la afirmación hecha por el antropólogo español Tomás
Calvo Buezas:
Del integrismo de hace unas décadas pasamos hace unos años a
un relativismo -inicialmente sano- que pareció instalarse en
nosotros. Pero ahora se ha comprobado que es importante
contar con algunos puntos de referencia y educar a los jóvenes
en un sistema de valores. Esto no supone que haya una vuelta al
pasado sino a unos valores que cada uno toma y selecciona a la
carta, como si fuera un menú.
II. EL FIN DE LA VERDAD OBJETIVA
La modernidad pretendía que los seres humanos tenían a su alcance la
habilidad para descubrir de forma racional la verdad y aplicar esas
verdades a situaciones éticas y morales. Se partía de la base que el
conocimiento podía tener las siguientes características:
• Ser cierto. Es decir, ser correcto y absoluto de forma esencial.
• Ser objetivo. Es decir, podía ser visto y analizado al margen
de la personalidad.
• Ser bueno. Es decir, la ciencia y el conocimiento combinados
tendrían un poder liberador y restaurador del ser humano.
La postmodernidad acabó con ese sueño. Afirma la imposibilidad de
conocer cualquier verdad objetiva, ya que nosotros mismos, como
observadores estamos viciados de subjetividad.
Toda “realidad” es meramente una construcción cultural y social.
Aunque teóricamente el postmoderno pueda aceptar la existencia de la
verdad absoluta, en la práctica no acepta que nadie pueda encontrarla
y tener una mínima comprensión de la misma. Las implicaciones de
estas afirmaciones son claras:
• Como mucho podemos aspirar a conocer partes de la
realidad.
• Como mucho, nuestras creencias deberían ser consideradas
en un estado de precariedad, ya que son únicamente teorías
temporales.
• Todas las afirmaciones son hechas en base a la fe. Por tanto,
ninguna afirmación puede tener una prioridad, precedencia o
superioridad sobre otra.
• Cualquier afirmación de poseer la verdad con mayúscula es
totalmente ridícula.
• Quien intente imponer sus puntos de vista sobre otro es un
ser despreciable.
• La tolerancia, como veremos más adelante, se convierte en la
principal virtud social.
El descubrimiento de la Teoría de la Relatividad ha creado un montón
de problemas para toda la física basada en las premisas de Newton y
en la creencia de la existencia de una teoría que pudiera explicar
absolutamente todo. La física cuántica se mueve en el terreno de las
contradicciones, donde la luz puede ser descrita como ondas o
partículas en función de cómo sea observada, lo cual, es una total y
absoluta contradicción. Sin embargo, ha destruido los cimientos del
pensamiento cartesiano.
Según el escritor Codrington hay tres grandes componentes dirigiendo
el gran cambio de la modernidad a la postmodernidad:
• La ruptura de las creencias y la pérdida de un consenso
universal acerca de lo que es verdadero y lo que no lo es.
• El nacimiento de una cultura global. Conforme las
cosmovisiones son más conscientes de la existencia de
otras cosmovisiones se produce la negativa, no sólo a
aceptar ninguna de ellas como absolutamente verdadera,
sino incluso la posibilidad de encontrar un método o forma
de decidir entre los valores relativos de los diferentes
sistemas.
• Una creciente polarización entre las partes con relación a
diferentes temas morales, filosóficos, educativos y
culturales.
III. LA DESAPARICIÓN DEL CONSENSO CULTURAL
No hace demasiado tiempo la mayoría de las personas en los países de
cultura occidental sabían con total y meridiana claridad qué era
correcto y qué era incorrecto. Ambas cosas estaban muy bien
delimitadas y su conocimiento al alcance de cualquiera. Eso no
significaba que todo el mundo siguiera lo correcto ¡Naturalmente que
no! Siempre ha habido personas que han decidido vivir al margen de la
legalidad y la moralidad. Pero estas personas sabían perfectamente de
qué lado vivían.
La sociedad reconocía que existían unos valores morales absolutos por
los cuales se regía. Esto era posible porque existía un consenso
cultural acerca de esos valores. Dicho consenso era provisto por la fe
cristiana que convertía la moralidad pública y privada en una única
cosa. Durante siglos, en occidente, el cristianismo proporcionó los
valores sobre los que se edificó la sociedad.
Sin embargo, eso ya no es cierto. El consenso cultural que el
cristianismo proporcionaba ya no funciona. Los valores de la cultura
judeocristiana ya no son los que fundamentan nuestra sociedad. Es
cierto que esto se da con mayor intensidad en algunas culturas que en
otras. Es cierto que la ruptura de ese consenso es más fuerte en
Europa Occidental y Estados Unidos que en otros países. Sin embargo,
parece ser un fenómeno irreversible en toda la cultura occidental.
Al respecto y de manera profética Francis Schaeffer, el gran filósofo
cristiano, en fecha tan temprana como el año 1984 escribió lo
siguiente en su libro El gran desastre evangélico:
No existe una edad de oro en el pasado que podamos idealizar –
Ya sea en los años tempranos de los Estados Unidos, la Reforma
o la iglesia primitiva. Pero hasta hace muy pocas décadas existía
algo que correctamente podía ser denominado un consenso
cristiano que dio de un modo definitivo una forma distintiva a la
sociedad occidental y a los Estados Unidos. Ahora, ese consenso
se fue para siempre y las libertades que trajo se destruyen ante
nuestros ojos. Estamos en un tiempo en el que el humanismo
está llegando a su conclusión natural en moralidad, valores y
legislación. Lo único que la sociedad tiene hoy en día son valores
relativos basados en resultados estadísticos, o la decisión
arbitraria de aquellos que tienen el poder político o legal.
¿Cuál es el resultado del rompimiento de dicho consenso? Relativismo.
Un relativismo que entre formas se expresa de la siguiente manera:
• La experiencia es la medida última de todo significado.
• Lo correcto y lo correcto es diferente y arbitrario para cada
persona.
• La moralidad y la ética son una cuestión de gustos personales y
preferencias individuales.
• No hay manera objetiva de decidir lo que es correcto e
incorrecto. Dos personas pueden definirlo de forma, no sólo
diferente, sino incluso contradictoria y ambos ¡Tener razón!
• Naturalmente, ninguna opción es mejor o más válida que otra.
IV. EL RELATIVISMO CULTURAL
¿Bajo que bases se puede culpar a los talibanes por la forma en que
trataban a las mujeres en Afganistán? ¿Quién puede afirmar que la
práctica de la oblación –mutilación del clítoris llevada a cabo entre las
niñas de muchos países de religión musulmana- sea ago incorrecto?
El relativismo cultural afirma que una cultura o sociedad define lo que
es correcto o incorrecto para las personas que forman parte de la
misma. Dicho de una manera llana, la moralidad es una construcción
social llevada a cabo por los miembros de un determinado grupo
social. Consecuentemente sólo obliga a los que voluntariamente
forman parte del mismo.
Parece coherente ¿verdad? Un grupo o cultura se pone de acuerdo
acerca de lo que sus miembros consideren correcto e incorrecto y
definen sus propios límites. Al ser algo dado por los mismos miembros,
estos límites pueden ser cambiados cuando el interés general o
simplemente la mayoría así lo determinen.
Naturalmente un grupo diferente no tiene porque aceptar ni considerar
válidos los criterios y los límites de otro grupo. Así, en el año 1994 se
celebró una conferencia mundial sobre los derechos humanos. La
conferencia estaba patrocinada por las Naciones Unidas. Varios países
asiáticos, entre ellos China, protestaron por las presiones recibidas de
los países occidentales para que se respetaran los derechos humanos
en aquellos países. Su argumentación fue la siguiente: “Los derechos
humanos son un concepto occidental. En oriente las cosas se
entienden de una forma diferente. ¿Qué derecho tienen los países
occidentales a decirnos cómo hemos de organizar nuestras
sociedades?” el razonamiento de estos países es impecable y
demuestra los límites del relativismo cultural: los valores tan sólo son
válidos para los grupos que los aceptan, pero carecen de fuerza moral
para aquellos que los rechacen por la razón que sea.
Si no hay verdades absolutas. Si la moralidad es algo que un grupo
humano se otorga a sí mismo, entonces no existe ninguna base lógica
ni racional por la cual un grupo pueda emitir un juicio sobre los valores
de otro colectivo humano simplemente porque son contrarios,
diferentes o injustos desde su perspectiva.
Vistas así las cosas no hay base humana racional para hacer un juicio
negativo de los talibanes o sobre la oblación ¿Quiénes somos nosotros
–gente externa y ajena a su cultura- para poder emitir juicios? A este
respecto, Josh McDowell en su libro The New Tolerance menciona la
increíble contradicción que tuvo que asumir una escritora feminista,
atrapada entre su feminismo y su relativismo, al tener que hacer una
valoración de la ya mencionada práctica de la oblación. He aquí el
resultado:
¿Cómo puedo yo argumentar contra una cultura que ni siquiera
he tratado de entender? ¿Es relevante que yo, que soy una
extraña, pueda encontrar dicha práctica cruel? A pesar de lo
duro que me resulta admitirlo, la respuesta es no.
Naturalmente sobran todos los comentarios.
Concluimos el apartado del relativismo cultural con una frase del
escritor y pensador cristiano Gene Edward quien al referirse a un
hipotético enfrentamiento entre los valores opuestos de dos grupos
diferentes escribe lo siguiente:
La sociedad no está sujeta a la ley moral, construye la ley moral.
Si no hay absolutos, la sociedad presumiblemente puede
construir cualquier valor que quiera y ella misma no estar sujeta
a ninguno. Todos los temas son tan sólo una cuestión de poder.
Sin absolutos morales el poder se convierte en arbitrario. Puesto
que no existe una base para la persuasión moral o la
argumentación racional, el bando con más fuerza o poder gana.
La fuerza se convierte en el único remedio para resolver los conflictos
entre los valores sostenidos por grupos diferentes cuando estos
valores son enfrentados o contradictorios. La fuerza hace que el
ganador esté en lo correcto y el perdedor en lo incorrecto. Se
convierte pues en una auténtica ley de la selva. Un imperio del más
fuerte.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
1. ¿De qué forma el relativismo afecta a la manera en que nuestros
jóvenes piensan y viven?
2. ¿Cómo el relativismo afecta al concepto de bien y mal?
3. ¿Cómo el relativismo afecta al concepto de pecado?
4. Si lo bueno y lo malo depende de la persona y el momento ¿Cómo
podemos ayudar a los jóvenes a tomar decisiones morales? ¿Cómo
podemos ayudarles a entender el concepto de pecado?
5. En tu opinión ¿Qué dificultades y/o retos plantea el relativismo a la
pastoral juvenil? ¿Qué puede hacerse para contrarrestarlos?
LOS RETOS DE LA POSTMODERNIDAD II
LA NUEVA TOLERANCIA
En el anterior artículo desarrollamos el tema del relativismo y lo vimos
como uno de los principales retos que nos plantea la postmodernidad a
la hora de trabajar con los adolescentes. En este nuevo artículo
abordaremos un nuevo desafío: la llamada nueva tolerancia.
LA NUEVA TOLERANCIA
I. INTRODUCCIÓN
La tolerancia es la segunda gran fuerza que moldea a la nueva
generación de jóvenes en nuestros países de cultura occidental.
Josh McDowell en su libro The New Tolerance describe de una manera
magistral la forma en que en los últimos años el concepto de
tolerancia ha ido cambiando en nuestra sociedad. McDowell utiliza para
ello dos términos. La nueva tolerancia en contraste con la tolerancia
tradicional.
El diccionario describe la palabra tolerancia como “respeto a las ideas,
creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias
a las propias”. La idea que transmite esta definición es la necesidad de
expresar respeto y buscar la protección de los legítimos derechos de
otras personas. Incluso, con los de aquellos con los que no estamos de
acuerdo.
Podemos creer que determinadas religiones son falsas y están
equivocadas, no están en posesión de la verdad. Sin embargo,
podemos defender el derecho de todo ser humano a la libertad
religiosa. A creer conforme a su conciencia. Además, sostener este
derecho para aquellos que creen de manera diferente a como nosotros
creemos o concebimos la fe.
Todo el mundo tiene derecho a tener su propia opinión, creencias y
estilos de vida, siempre que estos se encuentren dentro de los límites
que permiten las diferentes legislaciones. La tolerancia tradicional
quedaría bien reflejada en la frase de aquel parlamentario que en
respuesta al discurso de un contrincante político afirmó: “Estoy en el
más total y absoluto de los desacuerdos con usted y sus ideas. Ahora
bien, daría mi vida para que usted pudiera expresarlas”.
La tolerancia tradicional siempre ha buscado y expresado una
valoración del individuo, una aceptación y respeto hacia el mismo sin
que ello implicara necesariamente una aprobación o participación de
sus creencias y/o conductas.
II. LA NUEVA TOLERANCIA
La nueva tolerancia es la hija predilecta del relativismo que ha traído
consigo la postmodernidad. La verdad es una construcción social
relativa a la comunidad en que una persona participa.
Puesto que existen muchas comunidades humanas existen muchas
verdades diferentes. Hay muchas percepciones diferentes e incluso
contradictorias de la realidad, por tanto, ninguna de ellas puede ser
verdadera en el sentido último del término.
La verdad es descrita por el lenguaje y todo lenguaje es creado y
construido por los seres humanos, por lo tanto, y como conclusión
lógica, toda la verdad es una construcción humana.
Los postmodernos afirman que ya que todos miramos con ojos
diferentes y, no hay manera humana de afirmar que ni siquiera vemos
los mismos colores, mucho menos la misma realidad, no puede existir
algo como la verdad objetiva. Toda realidad es filtrada a través de los
sentidos del individuo que transmiten todas las experiencias
sensoriales de una forma subjetiva. Ni siquiera estar en el mismo lugar
al mismo tiempo, observando el mismo evento nos garantiza una
idéntica respuesta. Un ejemplo para ilustrar esta realidad serían dos
personas observando un mismo juego de béisbol. Pensemos por un
momento en que una de ellas es un auténtico experto. Por el
contrario, la otra carece totalmente de conocimiento del juego y sus
reglas. ¿No estarían experimentando la misma realidad de una forma
diferente?
¿A qué conclusión lógica nos lleva todo esto? Muy sencilla, si toda
verdad es creada por los seres humanos, y todos los seres humanos
son iguales, entonces todas las verdades son iguales. El filósofo
español Fernando Savater lo explica de la siguiente manera:
Todas las opiniones son iguales. Cada una tiene una contribución
que llevar a cabo, todas deberían ser respetadas o alabadas.
Esto implica que no existe una manera racional de discernir
entre ellas.
En su libro antes citado, Josh McDowell hace referencia a la definición
que de la nueva tolerancia hace el escritor T. A. Helmbock. Este
pensador dice lo siguiente:
Todas las creencias, valores, estilos de vida y percepciones de la
verdad de cualquier individuo son iguales. No hay jerarquía de
verdades. Tus creencias y mis creencias son iguales y toda
verdad relativa.
El escritor cristiano Josh McDowell hace el siguiente comentario a las
palabras de Helmbok:
Todo el mundo tiene derecho a sus creencias. Además, todas las
creencias son iguales. Todos los valores son iguales. Todas las
verdades son iguales.
Ahora bien, para cualquier observador de la realidad es evidente que
no todas las verdades, valores y creencias son iguales ni tienen el
mismo valor. Mucho menos que merezcan el mismo respeto y
consideración. ¿Pueden ser considerados al mismo nivel el racismo y la
fe cristiana? ¿Podemos poner al mismo nivel a los que practican el
terrorismo indiscriminado y a sus víctimas? ¿Son igualmente válidos
los valores que sostiene la Madre Teresa de Calcuta y los que
sostienen los grupos islámicos extremistas?
Nosotros podríamos afirmar sin ningún empacho que no. Sin embargo,
otra de las características de la postmodernidad es sostener puntos de
vista aparentemente contradictorios y no sentir la más mínima
aprensión al respecto.
Vive y deja vivir es el lema de estos tiempos. Permite que cada
persona tome sus propias decisiones con respecto a lo que es correcto
e incorrecto.
Ahora bien, la nueva tolerancia va un paso más allá en sus
pretensiones. No es suficiente con que cada persona tenga la libertad
para tomar las decisiones que considere más adecuadas en cuestiones
de moralidad, ética y conducta. No basta con tener la posibilidad de
decidir por uno mismo acerca del bien y del mal. Los defensores de la
nueva tolerancia exigen de los demás alabanza y el reconocimiento
explícito de que sus creencias, valores y opciones son tan válidos como
los nuestros.
Expresado con total y meridiana claridad y contundencia. Hoy en día
para ser auténticamente tolerante –siempre de acuerdo con la nueva
tolerancia- uno debe aprobar, apoyar y sinceramente refrendar
las creencias, valores y estilos de vida de los demás. Este es el
más paso más allá al que nos ha llevado la nueva tolerancia.
No solamente todas las verdades son válidas. También lo son todos los
valores y todos los estilos de vida. Nadie puede ni siquiera osar emitir
un juicio sobre la forma en que otras personas decidan vivir su vida.
Contrariamente todo el mundo debería activamente apoyar las
opciones vitales tomadas por otros.
Para el cristiano en general y la juventud en particular la nueva
tolerancia plantea serios cuestionamientos. ¿Cómo puede un joven
tomar decisiones morales si todas las opciones y posibilidades son
igualmente válidas? ¿Cómo es posible discernir cuál puede ser la mejor
opción, la más correcta desde el punto de visto moral y ético? ¿Cómo
podemos hacer ningún tipo de juicio o valoración sobre las creencias,
valores o estilos de vida de otras personas? ¿En base a qué? Si todas
las opciones son igualmente válidas ¿Cómo vamos a evangelizar si la
noción de pecado desaparece totalmente?
III. NUEVA TOLERANCIA E IDENTIDAD
El paso anteriormente descrito es muy importante y tiene tremendas
implicaciones para el cristianismo y nuestra labor de cumplimiento de
la Gran Comisión. Para poder comprender esta transición es necesario
que entendamos cómo es percibida la cuestión de la identidad en la
postmodernidad.
En la postmodernidad desaparece totalmente la diferencia entre lo que
una persona es y aquello que la persona hace, cree o los valores que
la misma sostiene en la vida. Consecuentemente, mi identidades
inseparable de lo que hago, pienso y creo. Mi identidad personal está
en completa simbiosis con mi cultura y mi conducta. La separación
forma parte de la visión de la tolerancia tradicional. Las implicaciones
que esto tiene son claras:
• Si juzgas mis creencias, valores o estilo de vida me estás
juzgando a mí mismo.
• No hay diferencia posible entre lo que soy y aquello que
pienso y hago.
• Si no puedes aceptar mi estilo de vida eres intolerante
conmigo. La vieja afirmación de “odiar el pecado pero
compadecer al pecador” es imposible. Odiar mi estilo de vida
es odiarme a mí. Yo soy la manera en que vivo.
El político francés Edgard Pisan, mencionado por Josh McDowell, hace
la siguiente afirmación:
La intolerancia… no es simplemente la falta de un sentido de
solidaridad con otras personas: es el rechazo de otros por lo que
son, por lo que hacen, por lo que piensan y, eventualmente,
simplemente porque existen.
La implicación de las palabras de Pisan son muy evidentes. Eres
intolerante si no me aceptas tal y como soy y no valores lo que hago.
La falsa premisa en la que se basa la nueva tolerancia es la siguiente:
lo que hago representa lo que soy.
En función de esta premisa nosotros no podemos condenar la
homosexualidad de una persona y al mismo tiempo mostrar amor y
aceptación incondicional por la misma. Al emitir un juicio sobre su
homosexualidad estamos lanzando un juicio sobre la misma esencia de
la persona y, por tanto, condenándola.
Las personas postmodernas no distinguen, no pueden hacerlo por
haber sido educadas bajo el paradigma de la nueva tolerancia, entre
los juicios emitidos contra su conducta y los juicios emitidos hacia ellos
como personas. Lo uno implica a sus ojos necesariamente lo otro. Aquí
se produce uno de los grandes conflictos de comunicación entre las
personas educadas bajo uno y otro paradigma. Mientras unos piensan
que aman y aceptan incondicionalmente a los otros, a pesar de que
puedan condenar sus conductas. Estos últimos reciben como una
condena y una falta de amor y aceptación incondicional cualquier tipo
de comentario, valoración o juicio sobre su estilo de vida. Es imposible
la comunicación porque las mismas palabras están cargadas de un
valor semántico totalmente diferente.
La tolerancia se convierte en la única virtud auténticamente universal.
Consecuentemente es intolerante cualquiera que afirme o, tan siquiera
pretenda, no el poseer una verdad universal y objetiva, sino incluso
aquel que tenga la desfachatez de afirmar la existencia de algo así. No
olvidemos que cualquier pretensión de objetividad, absolutismo o
dogmatismo será considerada como intolerancia. Las palabras del
profesor de filosofía Deslié Armour expresan con total claridad la
importancia de la tolerancia como la virtud más elevada a la que se
puede aspirar:
Nuestra idea es que ser un ciudadano virtuoso es ser alguien que
lo tolera todo excepto la intolerancia.
No perdamos de vista que el afirmar tener la verdad absoluta o
afirmar que otros pueden estar equivocados en sus creencias o estilos
de vida es un síntoma evidente y agresivo de intolerancia.
¿Nos cuesta ver las implicaciones que eso tiene para la fe cristiana?
Jesús afirmó ser el camino la verdad y la vida. Declaró que nadie podía
acercarse al Padre si no era a través de Él. Jesús pretende ser el único
que puede dar vida eterna y dice sin ambages que es Dios. La Palabra
de Dios se declara competente para emitir juicios no únicamente sobre
las conductas de las personas, sino también sobre las intenciones de
sus corazones. El cristianismo es políticamente incorrecto y sus
pretensiones dogmáticas de ser la única religión verdadera son
totalmente intolerables y un signo rabioso, abierto, agresivo y violento
de intolerancia hacia todos aquellos que no encajan en su estrecho
molde.
McDowell en su libro acerca de la tolerancia menciona la experiencia
sufrida por un estudiante de la Universidad de Stanford en California:
Recientemente, un decano de la Universidad de Stanford
comenzó a presionar a los grupos cristianos evangélicos para
que pararan su práctica de “hacer proselitismo entre los otros
estudiantes”. Irónicamente, lo que enfadó al decano no fue el
contenido del mensaje que estaba siendo compartido, sino la
práctica de compartirlo en sí misma. El cree que con el simple
hecho de aproximarse a alguien con el Evangelio, uno está
implicando que las creencias de esa persona son inferiores a las
propias. Tal implicación es inaceptable porque está llena de
prejuicios e intolerancia.
McDowell indica que hay cuatro elementos en la misma esencia de la
fe cristiana que la convierten en intolerante a los ojos de los
defensores de la nueva tolerancia. En primer lugar la Palabra de Dios.
Los cristianos creemos que la Biblia es la Palabra inspirada dada por
Dios al ser humano. Creemos que en ella se encuentra claramente
definida toda noción de lo correcto y lo incorrecto y, por tanto, los
seres humanos pueden construir sus vidas y culturas sobre la misma.
En segundo lugar esta la persona de Jesús y la cruz de Cristo. Ya
hemos hablado anteriormente sobre las declaraciones exclusivas y
excluyentes de Jesús. La cruz es un signo de intolerancia porque
abierta y claramente expresa y representa las afirmaciones
contundentes del Maestro de Nazaret.
En tercer lugar está la doctrina del pecado. En la Biblia se especifican
muchas conductas y actitudes de los seres humanos como
pecaminosas y, por tanto, reprobables. Pero con los principios de la
nueva tolerancia nadie puede emitir juicios morales sobre las
conductas de otras personas sin ser considerado intolerante.
Finalmente nos encontramos con la misión de la Iglesia. La iglesia está
llamada en la Gran Comisión a llevar el mensaje de salvación a todas
las naciones. La labor de hacer discípulos es considerada como
intolerancia por los practicantes y abogados de la nueva tolerancia. La
premisa de que las personas deben ser cambiadas de su “errónea”
manera de vivir es inaceptable.
IV. LAS CONSECUENCIAS DE LA NUEVA TOLERANCIA
A. La muerte de la verdad
La verdad con mayúsculas ya no existe. Como hemos dicho por activa
y por pasiva la verdad es una construcción personal y social. No hay
tal cosa como la verdad objetiva y, por tanto, esta no puede ser
conocida.
B. La muerte de la moralidad
Del mismo modo que no hay absolutos en el terreno de la
epistemología tampoco los hay en el terreno de la ética y la moral.
Como la verdad, ambas cosas son meras construcciones culturales y
sociales. Cada uno debe de tomar sus propias decisiones con relación
a lo que es correcto o incorrecto.
C. La muerte de la justicia
El escritor Don Closson dice con relación a las implicaciones que la
nueva tolerancia tiene para la justicia:
Mientras que los abogados de la nueva tolerancia pueden de
manera ocasional hacer alguna mención a la justicia, ésta no
puede ser la base o cimiento para su movimiento. Para que
alguien pueda afirmar que ciertas acciones o palabras son
injustas, debe asumir que un cierto orden moral –aparte de uno
mismo- realmente existe. La injusticia implica la existencia de la
justicia, justicia implica la existencia de leyes morales, y las
leyes implican que un dador de las mismas existe.
Con el continuo crecimiento de la nueva tolerancia la idea de justicia
se irá debilitando cada vez más hasta el punto que más y más los
legisladores y los políticos tomarán sus decisiones en base a la presión
de la opinión pública expresado por medio de encuestas de opinión y
estudios sociológicos. Esto significará también el fin de todo tipo de
ideología política. Lo importante no será hacer lo correcto, aunque esto
sea impopular. Lo que contará será hacer aquello que requiere y pide
la opinión pública, incluso si a los ojos del legislador o gobernante se
trata de algo injusto o incorrecto.
D. La pérdida de las convicciones
Josh McDowell sabiamente indica que la pérdida de todo tipo de
convicciones será otro de los resultados de la nueva tolerancia. Hemos
de reconocer que va a ser más y más difícil para nuestros jóvenes el
sostener ningún tipo de convicciones personales en un contexto en el
que todas las creencias, valores y estilos de vidas son igualmente
válidos. Precisamente una de las consecuencias de la tolerancia y el
pluralismo es la pérdida de sentido de las diferentes opciones. Todas
quedan relativizadas y diluidas.
E. La privatización de la experiencia religiosa
Las manifestaciones religiosas, especialmente las de tipo cristiano,
serán consideradas más y más como muestras de intolerancia y, por
tanto, existirá una presión cada vez mayor por parte de muchos
grupos sociales, políticos e incluso religiosos de otro signo, para que
toda manifestación pública de la fe cristiana sea mantenida
estrictamente dentro de los límites de la esfera personal y privada de
los individuos. La fe será desterrada de la arena pública e incluso los
individuos que públicamente se identifiquen como cristianos pueden
ver en peligro su progreso cultural, social y político. Esto último tiene
todo el sentido si consideramos que el ser cristiano conllevará
automáticamente el ser tildado de fundamentalista, intolerante y
absolutista.
Por otra parte, muchos cristianos aprenderán a autocensurar su fe a
fin de evitarse problemas en la vida pública. Las palabras de Pablo a
Timoteo de que todo aquel que quiera vivir piadosamente habrá de
sufrir persecución, parecen tomar una nueva y actual dimensión a la
luz de la nueva tolerancia.
F. El peligro de la desaparición de los derechos humanos
Una de las expresiones de la nueva tolerancia es el multiculturalismo.
El multiculturalismo vendría a ser a nivel social lo mismo que los
diferentes estilos de vida a nivel individual. De la misma manera que
en una sociedad existen muchos individuos diferentes y cada uno de
ellos tiene derecho a su propio estilo de vida, también a nivel global
existen muchas culturas diferentes que tienen todo el derecho a ser
como son y a impedir el ser cambiadas desde el exterior.
Tiene todo el sentido del mundo ¿Qué derecho tienen una cultura a
juzgar la forma en que otra ha decidido organizarse? Las implicaciones
de esta afirmación pueden ser más peligrosas de lo que a primera
vista uno puede suponer. De hecho, y como se menciona en el
documento sobre el relativismo, muchos países no occidentales están
cuestionando cada vez con más seriedad el concepto de los derechos
humanos por considerarlo una construcción cultural occidental ajena a
las tradiciones culturales propias.
El mundo occidental continúa insistiendo en que la Declaración
Universal de los Derechos Humanos ha de ser un absoluto ético y
moral para todo el planeta. Pero si hemos de ser sinceros dicha
afirmación carece de cualquier tipo de fundamento lógico a luz de la
nueva tolerancia.
G. El triunfo y la exaltación del sentimiento
La nueva tolerancia, con su nuevo énfasis en la identidad del ser
humano que hemos visto anteriormente, abre un camino para el
triunfo del sentimiento sobre la razón, otra, por cierto, de las
características propias de la postmodernidad. ¿Cómo puede ser
incorrecto lo que yo siento? Poner en duda mis sentimientos
equivaldrá a poner en duda mi propia identidad al emitir juicios sobre
los mismos, lo cual, como ya hemos vistos es una clara señal de
intolerancia.
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
1. ¿En qué se diferencia la nueva tolerancia de la tolerancia
tradicional?
2. ¿Por qué la nueva tolerancia es un serio reto para la pastoral
juvenil?
3. ¿De qué forma la nueva tolerancia condiciona nuestro trabajo con
los jóvenes? Por favor, sé práctico
4. ¿Qué podemos hacer para ayudar a los jóvenes a superar estos
desafíos?
LOS RETOS DE LA POSTMODERNIDAD III
EL PLURALISMO
En anteriores artículos abordamos el relativismo y la nueva tolerancia
como dos importantes retos que la postmodernidad nos está
planteando. En este artículo estaremos tratando el último de los
grandes desafíos que en nuestra opinión, el mundo postmoderno
plantea al trabajo con los jóvenes y los adolescentes de nuestras
iglesias locales. Vamos a verlo.
I. UNA SOCIEDAD PLURAL
Los padres de los adolescentes actuales fuimos educados en una
sociedad en la que no existía una pluralidad de cosmovisiones o
formas de ver la vida. La cultura judeocristiana era el eje alrededor del
cual los valores públicos y privados se estructuraban. Bien es cierto
que aquella sociedad estaba recibiendo los primeros y potentes
embates del secularismo y estaba en camino de perder su monopolio,
era no obstante la dominante y en ese contexto fuimos educados y
crecimos.
Raramente entrábamos en contacto con personas que tuvieran
una forma de vida o de entender ésta que fuera radicalmente diferente
de la nuestra. Cierto que los católicos diferían de la manera evangélica
de ver la fe, sin embargo, eran variaciones sobre una misma
cosmovisión. Hoy en día, es mucho más evidente, que hay más
similitudes en la forma de entender la vida de un católico que las que
hay con una persona que no participa de los valores culturales del
cristianismo.
Todo esto ha cambiado drásticamente con la llegada de la
postmodernidad. El pluralismo, la variedad, la heterogeneidad, la
distinción, la diferencia, son algunas de las divisas de los tiempos en
que vivimos. Al contrario del tiempo que hemos descrito
anteriormente, hoy en día, carecemos de un centro unificador y
estructurador que de coherencia y sentido a la totalidad de la vida. A
este respecto, Antonio Jimenez Ortiz en un artículo titulado Cómo
comunicar la fe a la juventud actual escribía:
“Los jóvenes padecen una aguda fragmentación interna, sin una
columna vertebral que sostenga a la persona. La desestructuración
interna genera inseguridad personal, y con frecuencia, una baja
autoestima.”
La pluralidad nos deja a merced de la elección, de la necesidad
de escoger los valores que creamos más adecuados y correctos para
estructurar alrededor de ellos nuestra cosmovisión. Pero al
encontrarnos en un contexto de pluralismo sociocultural, vemos que se
presentan ante nosotros, múltiples sistemas de valores en abierta
competencia por conseguir nuestra lealtad y compromiso.
El pensador cristiano Os Guiness afirma que el pluralismo lleva a
una relativización de todas las opciones. Todo, afirma este escritor,
acaba convirtiéndose en una cuestión de opciones o elecciones
personales. Efectivamente, cuando múltiples visiones del mundo se
enfrentan y reclaman nuestro afecto y atención, todas quedan
relativizadas, y las personas ante tal avalancha de opciones empiezan
a dudar y cuestionar el propio marco de referencia, su propia
cosmovisión personal.
En este contexto de variedad y pluralismo la postmodernidad
encuentra el terreno ideal para llevar a cabo su proceso de
deconstrucción. La deconstrucción es la negación de la capacidad del
ser humano para interpretar la realidad o hacer declaraciones de
verdad desde un punto de vista objetivo. Si la realidad objetiva no
existe, entonces todo queda relativizado, cualquier opción o
cosmovisión es tan válida como cualquier otra, cualquier religión es
válida como cualquier otra.
Estos conceptos de pensamiento pueden parecernos demasiado
abstractos o simples divertimentos intelectuales, sin embargo, han
llegado al hombre de la calle y forman parte de nuestra vida cotidiana
y nuestra forma de pensar y afrontar la realidad. Hoy en día no hay
nada incorrecto con ser cristiano, homosexual, budista, musulmán o
practicar la quiromancia. Nada está bien o está mal, todo es cuestión
de elecciones personales. La tolerancia nos lleva a afirmar que aunque
nosotros nunca vayamos a practicar una determinada opción no vamos
a negar que puede ser buena y válida para otras personas.
II. ADOLESCENTES Y PLURALISMO
Este es el contexto, el caldo de cultivo cultural y social en el que
los adolescentes del 2000 están creciendo, y nos guste o no, es el
mismo en el que nuestros hijos se están formando. Por tanto, no
debemos engañarnos, todo lo que aplica a los adolescentes de esta
generación aplica a nuestros hijos, ellos no son diferentes, son hijos de
su cultura y su tiempo.
Los adolescentes de nuestros días están acostumbrados y han
mamado el pluralismo y la diversidad desde siempre. En sus escuelas
cada vez es más normal la presencia de chicos y chicas de otras razas,
culturas y religiones. Cuando llegan a la secundaria y aún más en la
universidad, no es nada raro para ellos encontrarse con compañeros y
compañeras que tiene valores y cosmovisiones de lo más variado y
variopinto. Tener amigos homosexuales, budistas, que creen en las
abducciones, que son ateos o que practican activamente la nueva era
es algo asumido por nuestros hijos. Es cierto que muchos de ellos no
practicarán el estilo de vida de sus amigos y compañeros, pero lo
encuentran aceptable y válido para ellos y, por tanto, lo toleran y
respetan.
Los medios de comunicación y la creciente importancia e
influencia de Internet hace que nuestros hijos tengan una visión
global, y decir global, significa decir plural, como nunca antes ninguna
generación la tuvo. Los medios masivos de comunicación, de los que
son ávidos consumidores, ponen a su disposición una multiplicidad de
formas y maneras diferentes de vivir la vida. Las producciones que
consumen no son mero entretenimiento, son transmisores de la amplia
variedad de opciones vitales que nuestra sociedad brinda a sus
miembros.
Desde pequeños están acostumbrados a ver con naturalidad
parejas de hecho, monogamias sucesivas, parejas homosexuales,
parejas monoparentales, madres que acuden a bancos de semen para
poder tener hijos sin necesidad de tener que casarse o convivir en
pareja, familias mezcladas –aquellas que se forman con hijos
procedentes de matrimonios anteriores de los cónyuges, además de
los propios-
Internet les permite acceso directo e inmediato a fuentes de
información y a posibilidades de conocimiento que hace simplemente
cinco o seis años eran un sueño para la mayoría de nosotros. Todo
esto les permite vivir directa o vicariamente experiencias que antes
estaban reservadas a los adultos o a los miembros de diferentes
culturas o contextos sociales.
Nuestros hijos, crecen pues, en un ambiente en que se ven
confrontados con una gran variedad de opciones definidoras de la
realidad. Todas estas opciones compiten por su atención y lealtad.
Entre todas estas opciones el cristianismo, nuestra fe, la fe de sus
padres es simplemente para ellos una opción más en competencia con
muchas otras opciones. Además, en este supermercado de
cosmovisiones tan propio de la postmodernidad, el cristianismo no
necesariamente es a sus ojos ni la mejor, ni la más novedosa,
gratificante o atractiva de las opciones a las que dar su lealtad.
Creo que nuestra generación creció alrededor de una verdad
única. Una verdad que podías aceptar o rechazar. A la que podías dar
tu lealtad o negársela, pero al fin y al cabo era la VERDAD y como tal
la reconocíamos. Contrariamente, nuestros hijos crecen alrededor de
muchas verdades, todas con minúsculas, todas reclamando su
atención y lealtad y compitiendo por ser las mejores, las más
gratificantes y atractivas.
III. EL DESAFÍO DE LLEVAR LA FE A LOS ADOLESCENTES
Todo lo anteriormente expuesto plantea un gran reto a los
padres y educadores ¿Cómo podemos ayudar a nuestros adolescentes
a entender y aceptar el cristianismo como la VERDAD única y
definitiva? ¿Cómo podemos hacer creíble el evangelio entre tantas
opciones que compiten por convertirse en la cosmovisión que domine
sus vidas?
Hemos de notar que no estamos hablando de hacer el evangelio
atractivo en el sentido estético, lúdico o políticamente correcto del
término. Estamos planteando hacer el evangelio creíble y digno de
convertirse en la estructura alrededor de la cual los chicos y las chicas
pueden organizar su vida. Se trata, dicho en otras palabras, de
ayudarles a ver y experimentar que entre todas las opciones sólo
una relación personal con el Señor satisfacerá su necesidad de sentido,
propósito y realización.
En el anterior párrafo hay dos palabras que han sido resaltadas:
ver y experimentar. Nuestra generación es una generación
predominantemente intelectual y racional. No debemos olvidar que
hemos sido educados en la modernidad, bajo el imperio del intelecto y
la razón. Nuestros hijos son fruto de la postmodernidad, y para ellos el
sentimiento y la experiencia son los elementos dominantes. Para
nosotros, la argumentación y el razonamiento son importantes a la
hora de tomar compromisos. Para ellos, la experiencia y la evidencia
son determinantes.
El autor Peter Berger, al hablar de la pluralidad que la sociedad
postmoderna impone, indica que cada cosmovisión, es decir, cada
forma de entender y explicar la vida, necesita y requiere de una base
social para justificar su existencia continuada y real como cosmovisión.
A esta base social, este autor la denomina, estructura de plausibilidad.
Vamos a tratar de explicar el párrafo anterior en términos más
coloquiales y llanos. Hay muchas formas de ver la vida en
competencia, todas clamando ser la verdad y pidiendo la fidelidad de
la gente. Para que las personas puedan confiar en una de esas formas
de ver la vida necesitan verla puesta en práctica y funcionando en un
grupo humano. Cuando existe un grupo de gente que practica los
valores de esa cosmovisión, los observadores ajenos a la misma
pueden observar la coherencia o no de dicha forma de vida y pueden
valorar la credibilidad o no de la misma. Eso es una estructura de
plausibilidad, un grupo de gente que vive lo que predica.
Dennis Hollinger, un estudioso cristiano del tema, afirma que
cuanto más coherente sea una estructura de plausibilidad más
credibilidad tendrá la cosmovisión que este grupo represente. Dicho de
nuevo en lenguaje coloquial, cuanto más coherente es la vivencia de
un grupo más credibilidad tiene su forma de ver la vida. Cuando la
cultura judeocristiana era la estructura básica que proporcionaba la
cosmovisión de la mayoría de las personas en la sociedad, todo era
más fácil. En estos momentos, al ser minoritaria y tener que vivir en
abierta y despiadada competencia con otras cosmovisiones, la
estructura de plausibilidad se hace más necesaria y su papel más vital.
Las implicaciones son claras de cara a un ministerio con jóvenes
y adolescentes. Nuestros hijos necesitan no únicamente que les
transmitamos la verdad, necesitan ver y experimentar esa verdad
funcionando en una estructura de plausibilidad coherente y creíble.
Hemos de asumir la realidad que para nuestros hijos el cristianismo ya
no es la VERDAD, es una verdad más en competencia, y, por tanto,
hemos de luchar por mostrarles que es la mejor opción alrededor de la
cual pueden estructurar toda su vida, su presente y su futuro eterno.
Pero no olvidemos que esta generación no se mueve por
razonamientos sino por experiencias. No basta explicarles la verdad,
compartirla, trasmitirla, ellos deben ver la verdad actuando, encarnada
y viviendo en un grupo humano. Sólo entonces esa verdad tendrá
credibilidad para ellos.
PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN:
1. ¿Cómo definirías con tus propias palabras el pluralismo?
2. ¿Por qué el pluralismo es un reto para la pastoral juvenil?
3. ¿De qué modo ha de condicionar el trabajo con los
adolescentes?
4. ¿Por qué es tan importante que los adolescentes puedan
tener estructuras de plausibilidad?
5. ¿Qué puedes hacer en tu situación de ministerio para
desarrollar una buena estructura de plausibilidad para los
adolescentes?
REVISAR NUESTRAS PREMISAS
EDUCATIVAS
Los estudios anteriores nos sirvieron para definir de forma breve qué
es la postmodernidad. También pudimos observar algunas de las
características más notables de los jóvenes postmodernos. Por último,
durante los tres últimos meses abordamos los desafíos más
importantes que la postmodernidad plantea a la juventud.
El propósito de este estudio es trabajar los cambios que debemos
llevar a cabo en nuestra forma de trabajar con la juventud de nuestras
iglesias. Este tema puede ser muy delicado ya que cuestionará muchas
premisas que nos son conocidas y queridas, aunque no
necesariamente sean bíblicas.
Esperamos que lo tratado en este tema os ayude a servir mejor a la
juventud de nuestras comunidades.
I. LA VERDAD OBJETIVA YA NO FUNCIONA PARA LOS JÓVENES
Cuando hablábamos del relativismo ya mencionamos que éste se da
en dos campos diferentes, el campo de la moral y el campo del
conocimiento. Afirmamos que el relativismo indica que no existen
verdades absolutas en el campo del conocimiento. La verdad absoluta
no existe, afirman los relativistas. Si existiera, pueden llegar a admitir,
sería imposible conocerla y, naturalmente, sería totalmente imposible
el demostrarla.
El concepto de verdad absoluta que hoy en día manejamos con tanta
soltura tiene su origen en la Ilustración europea. La ilustración fue ese
movimiento filosófico que se dio en la Europa del siglo XVIII. La
ilustración enseñaba que el conocimiento que nosotros podemos tener
por medio de la razón es como una especie de espejo, o foto, de la
realidad, de cómo el mundo realmente es. Dicho de otra manera, por
medio de nuestra razón, de nuestro intelecto podíamos llegar a
conocer las cosas tal y como realmente eran. Podíamos estar seguros
que lo que sabíamos era cierto y tenía una correspondencia fiel con el
mundo real.
Se creía que la verdad, por decirlo de una manera coloquial, existía ahí
afuera, en una especie de limbo o lugar donde la verdad residía. Esta
verdad estaba esperando ser descubierta, y ese descubrimiento podía
llevarse a cabo por medio del uso de la razón. Cuando usábamos
nuestra razón podíamos estar seguros que aquello que llegábamos a
conocer era real, cierto y objetivo. Es decir, todas las personas,
partiendo de la misma base y usando su razón podían llegar a las
mismas conclusiones puesto que la verdad era algo objetivo, algo que
tenía existencia por sí misma al margen totalmente del observador
exterior.
Bien, ya sé que para algunos hermanos lectores todo esto puede sonar
a arameo del periodo intertestamentario, sin embargo, es muy
importante tratar de comprenderlo para poder entender los cambios
que se han producido en la manera de pensar y vivir de nuestros
jóvenes.
Sigamos con nuestro intento. Si la verdad era objetiva y existía, eso
significaba, como hemos mencionado antes, que cualquier persona que
no estuviera impedida o condicionada por las nubes de la sinrazón, los
prejuicios ideológicos o los intereses personales, podría llegar a la
misma conclusión que nosotros, ya que la verdad es algo objetivo, con
existencia propia al margen de cualquier observador. Vamos, que si los
dos miramos a los mismos hechos y no llegamos a la misma
conclusión es debido a que alguno de los dos está condicionado en su
acercamiento por las razones que sean.
Si la verdad existe por sí misma (recordemos que en una especie de
“limbo”) al margen de las personas, puede existir una dicotomía entre
mi forma de pensar y mi forma de vivir. No habría una relación
necesaria entre ambas aunque esta si que fuera deseable. Dicho de
manera más clara. Yo puedo hablar del evangelio y no vivirlo ni
demostrarlo en mi vida personal. Pero, aunque exista una dicotomía el
evangelio continúa siendo la verdad, y cualquier persona que
investigara las evidencias debería de llegar a reconocer esa verdad. Si
no lo hacen es por intereses oscuros que les impiden acercarse a Dios.
La verdad, sigue siendo la verdad aunque yo no la viva ni la encarne
en mi experiencia.
Todo lo dicho hasta ahora refleja la forma de pensar de la modernidad.
Estas eran las premisas con las que las personas modernas se
acercaban al tema de la verdad. Sin embargo, no olvidemos, ya lo
hemos mencionado anteriormente, los postmodernos, es decir, los
jóvenes con los que estamos trabajando se acercan al tema de la
verdad con unas premisas completa y totalmente diferentes.
II. LA MODERNIDAD Y LA ENSEÑANZA BÍBLICA
En la modernidad la verdad era, ante todo, conocimiento intelectual al
que se llegaba por medio de la razón. En consecuencia, y a fin de estar
en línea y ser aceptables a la modernidad y contactar con ella, los
evangélicos adaptamos todo nuestro acercamiento educativo a las
premisas con las que se movía la modernidad.
Ross Rhode en un magnífico artículo titulado El evangelio y la
postmodernidad (puedes descargarlo de nuestra página web
www.aventuraweb.org) explica cómo la forma en que hemos
organizado la educación en el mundo cristiano responde a la
concepción moderna de la verdad. Veamos algunos ejemplos.
• Perspectiva científica de la Biblia. Toda nuestra apologética está
orientada a demostrar que la Biblia es históricamente fiable y
que podemos confiar en que el texto recibido es el que
realmente escribieron los autores de los diferentes libros.
• Énfasis en la doctrina. Hemos hecho grandes esfuerzos en
sistematizar la Escritura, de ahí la importancia de nuestra
teología sistemática y de nuestras controversias teológicas y
doctrinales sin fin, en ocasiones, por matices totalmente
banales. Se produce también un rechazo a todo aquello que no
encaja dentro de nuestros sistemas doctrinales.
• Poca tolerancia al misterio. La razón era lo más importante en la
modernidad y, nosotros, a fin de hacer el cristianismo aceptable
a la modernidad intentamos suprimir todo aquello que olía
demasiado a misterio o sobrenatural. Llevado al extremo trajo
consigo todo el proceso de desmitificar la Biblia que la teología
protestante europea llevó a cabo durante los siglos XIX y XX. Sin
embargo, sin ir más lejos, muchas de nuestras denominaciones
contemporáneas tienen aversión a todo tipo de manifestaciones
carismáticas procedentes del Espíritu y a toda la vertiente
subjetiva de la experiencia cristiana.
• Poca tolerancia por la disensión y la diversidad. Esto es una
realidad tanto a nivel de doctrina como de práctica. Estamos tan
convencidos de tener la verdad objetiva, que nos resulta muy
difícil tolerar y aceptar incluso a hermanos que ven esa verdad o
la entienden de manera diferente a la nuestra.
• Proclamación del evangelio como doctrina. Las iglesias han
desarrollado una gran capacidad para transmitir el mensaje del
evangelio de una forma proposicional, clara y sencilla. Hemos
esquematizado, resumido y simplificado el evangelio para
hacerlo más comunicable. Las Cuatro Leyes Espirituales serían
un ejemplo y a la vez, la obra maestra de la modernidad en este
sentido.
• Centralidad de la predicación y la enseñanza. La manera en que
entendemos la fe hace que consideremos espiritualmente
maduro a aquel que posee conocimiento bíblico y doctrinal. De
ahí la importancia de la enseñanza. De hecho, nuestros
ministerios de enseñanza en la iglesia local copian el sistema
educativo secular, con grados, currículos, materias, etc.
• Poca prioridad al discipulado personal. La transmisión de la fe
por medio del acompañamiento espiritual, que fue central
durante muchos años en la iglesia cristiana, no tiene el lugar
central que debería tener. Incluso, cuando se da, está más
centrado alrededor del estudio bíblico que la transmisión de vida
espiritual. En ocasiones bajo la expresión discipulado se esconde
un sistema reglado de formación. Nada puede ser más contrario
al espíritu del discipulado bíblico que la expresión “clase de
discipulado” o bien, “curso de discipulado” A uno le resulta difícil
ver a Jesús usando esas expresiones y siguiendo ese patrón.
La iglesia se adaptó a la modernidad y lo hizo bien. Sin embargo, los
tiempos han cambiado y, sin cambiar el evangelio, la iglesia debería
hacer un esfuerzo para acomodar sus premisas educativas a los
nuevos tiempos. Esto requiere mucha sabiduría y sensibilidad para
saber desechar aquello que es temporal y cultural y mantener a la vez
el evangelio puro. Hemos de cambiar la forma pero no el fondo. Sin
embargo, el peligro se da cuando confundimos ambas cosas y
defendemos la forma como si del fondo se tratara. Esta confusión
puede llevarnos a muchos problemas, el principal de ellos sería
defender la cultura de la modernidad como si del evangelio se tratara
impidiendo con ello que los jóvenes con una mentalidad postmoderna
puedan acercarse al evangelio redentor de Jesús. El vino nuevo
requiere de odres nuevos. Al menos, eso afirmaba Jesús.
III. EL CONCEPTO DE VERDAD HA CAMBIADO PARA EL JOVEN
No lo olvides, los jóvenes postmodernos quieren ver y experimentar.
Ellos no se acercan a la verdad y al conocimiento de la misma por
medio del intelecto sino más bien por medio de la experiencia. Vale la
pena volver a recordarlo el concepto de verdad objetiva a la que se
accede por medio de la razón es una invención, un producto de la
Ilustración.
La nueva generación no pueden identificar la verdad en un discurso o
una predicación, necesitan verlas encarnada en un grupo humano, en
la comunidad, en individuos para poder reconocerla y, por tanto, poder
aceptarla en sus vidas.
Ya mencionamos al hablar del pluralismo que en las sociedades
postmodernas son precisas las estructuras de credibilidad o
plausibilidad para que los diferentes estilos de vida puedan ser creíbles
y aceptables.
Para los jóvenes postmodernos no basta con decirles o explicarles la
verdad. No importa cuan ortodoxa y bien sistematizada esté nuestra
teología. Para ellos es indiferentes cuántas doctrinas tengamos y
nuestros planes y estructuras para enseñarlas. Ellos necesitan ver la
verdad en la comunidad en la que forman parte y, a menos que la
vean, no podrán reconocerla. No lo olvides, ellos no procesan la
verdad como los modernos, ellos necesitan ver, vivir y experimentar.
Ya lo desarrollamos en el tema del pluralismo, la comunidad cristiana
debe actuar como estructura de credibilidad, es decir:
• Debe ser un grupo humano que vive y practica lo que cree. No
basta con que enseñe la verdad y crea la verdad. Debe vivir de
forma evidente la verdad.
• Desde el punto de vista bíblico la verdad no es algo que existe
ahí afuera, en ese “limbo” donde residen las ideas. Este concepto
que popularizó la Ilustración tiene su origen, como tantas cosas,
en el pensamiento griego. Desde el punto de vista bíblico la
verdad sólo existe encarnada, bien sea en personas o en la
comunidad.
• Si una comunidad no vive la verdad, entonces no posee la
verdad, tan sólo tiene discurso teórico.
• Los jóvenes únicamente podrán identificar la verdad de Dios
cuando la puedan ver encarnada, es decir, hecha carne,
tomando vida en la comunidad o sus individuos.
• Los jóvenes no buscan estructuras de credibilidad perfectas,
pero, como mencionábamos en el artículo anterior, si
coherentes.
• A menos que la comunidad provea con la verdad encarnada los
jóvenes no podrán tomar decisiones en un contexto de
pluralismos.
Es posible que llegados a este punto algunos lectores piensen que
estamos rozando la herejía. Creemos que no. Es nuestra convicción
que la enseñanza bíblica va en la dirección que hemos estado
apuntando. Veamos algunos puntos al respecto:
• En el Nuevo Testamento Jesús es la verdad revelada y
encarnada. Jesús se definió a sí mismo como la verdad en el
famoso pasaje de Juan 14:6.
• En Juan 1:14 se nos dice que Jesús plantó su tienda en medio
nuestro. Esto es muy importante. Jesús ha sido y sigue siendo la
estructura de credibilidad de Dios. Nosotros sabemos que el
amor y el interés de Dios por nosotros es cierto porque Jesús,
con su encarnación, vida y muerte lo ha demostrado. El amor de
Dios no es discurso, el amor de Dios es amor encarnado. Dios se
ha hecho creíble para los seres humanos gracias a la vida de
Jesús.
• Jesús se definió a sí mismo como la luz. La luz que permite
discernir en medio de la oscuridad. Del mismo modo, Jesús nos
ha dicho a nosotros que somos la luz. No ha dicho que nuestras
confesiones de fe o declaraciones doctrinales sean la luz. Lo que
el Maestro afirma es que nuestras vidas son la luz, las que hacen
creíble, o no, el evangelio.
• Jesús fue su mensaje. Del mismo modo, el primer relato del
evangelio y, todo sea dicho, el más creíble es nuestra propia
vida. Muchas veces nuestra vida habla tan fuerte y claro que
hace imposible el acercamiento al relato del evangelio escrito.
• Jesús nos desafío a encarnar la verdad. Es interesante que en su
afirmación de Juan 13:35, Jesús indica que el mundo llegará a la
conclusión de que somos sus discípulos al comprobar nuestro
amor. Dicho de manera más clara, no serán nuestros credos o
confesiones de fe los que darán credibilidad a nuestra identidad
cristiana, será nuestro amor, o, por decirlo de otra manera,
nuestra forma de vivir, la verdad encarnada.
• En su oración sacerdotal Jesús también indica que lo visible, en
este caso nuestra unidad, será lo que ayudará a un mundo
incrédulo a creer que Jesús ha sido enviado por el Padre (Juan
17:23). La verdad encarnada en la iglesia, ésta viviendo en
unidad, será reconocible por el mundo, sin embargo, el discurso,
no sirve ni tiene valor para una sociedad postmoderna.
• Finalmente en el ya mencionado pasaje de la luz del mundo
Jesús indica que cuando la gente vea nuestras buenas obras,
entonces, y sólo entonces, alabarán a nuestro Padre que está en
los cielos.
Los que estamos tratando de insistir una y otra vez es el hecho de que
la verdad, desde el punto de vista de las Escrituras vive y toma cuerpo
en la vida de la comunidad cristiana. La Biblia cuando habla de verdad
habla de verdad encarnada. Cuando la iglesia no encarna la verdad
sólo tiene discurso vacío. Cuando la iglesia no vive la verdad y ésta no
toma cuerpo en los creyentes es irreconocible para los jóvenes
postmodernos que tienen premisas diferentes y sólo pueden
reconocerla cuando la ven y la experimentan.
Jesús desafiaba a la gente a que fueran y vieran “VEN Y VE” fue el reto
de Jesús a los que querían ser discípulos suyos. Es increíble como el
evangelio siempre tiene la respuesta a los desafíos de cada
generación. Para el joven postmoderno nuestra respuesta educativa ha
de ser “VEN Y VE”, una respuesta auténticamente bíblica ¿no es cierto?
Cuando trabajamos con los jóvenes y los adolescentes hemos de
olvidarnos del “VEN Y OYE” propio de la modernidad y enfatizar el
“VEN Y VE”, “VEN Y VIVE”, “VEN Y EXPERIMENTA” a Jesús, la verdad
encarnada.
Nuestras premisas educativas deben cambiar en este mundo
postmoderno. Para trabajar con los jóvenes y tener un impacto en sus
vidas hemos de encarnar la verdad para ellos, hemos de vivirla.
Recordemos que la verdad bíblica no existe en un limbo exterior donde
residen las ideas tal y como suponían los griegos. La verdad existe
encarnada en una comunidad de fe que la vive, la hace real y, por
tanto, la hace identificable para los jóvenes.
Este artículo tenía como propósito desafiar nuestras premisas
educativas. El próximo trabajo tratará sobre la aplicación práctica de lo
desarrollado, es decir, de qué modo podemos encarnar la verdad para
los jóvenes, cómo se transmite la verdad en la postmodernidad.
EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL
UNA NECESIDAD EN UN CONTEXTO
POSTMODERNO
Con este breve ensayo llegamos al último de los estudios acerca del
trabajo con adolescentes en el contexto de la postmodernidad.
Queremos abordar en estas páginas la aplicación práctica que se ha de
derivar de la revisión de nuestras premisas educativas. El
acompañamiento espiritual se presenta como el mejor medio para
poder encarnar la verdad y darle credibilidad para nuestros
adolescentes.
I. JUSTIFICACIÓN
El Señor Jesús en Marcos 2:22 nos narra la parábola de los odres
nuevos y viejos. Según la misma, el vino nuevo no puede colocarse en
odres viejos. De hacerlo, se corre el peligro de perder ambos, el vino y
el odre. El nuevo vino requiere un nuevo odre.
Todos los comentaristas están de acuerdo en afirmar que la parábola
hace referencia al evangelio y al judaísmo. El viejo recipiente, el
judaísmo, no era válido para el nuevo tipo de relación con Dios que
Jesús estaba instaurando. Ambos no casaban y había el serio peligro
que el viejo odre, el judaísmo, acabara echando a perder el nuevo
vino, una relación personal con Dios basada en la gracia y la fe.
En Hechos 15 se nos narra la celebración del primer concilio de la
iglesia cristiana, el Concilio de Jerusalén. Este cónclave fue decisivo
para la historia del cristianismo. En el fondo, el problema a debatir era
el de los odres nuevos y los viejos. Un sector de la naciente iglesia
quería que los gentiles se convirtieran prácticamente en judíos,
observando la Ley e incluso practicando la circuncisión. Otro sector,
encabezado por Pablo y Bernabé consideraba que el nuevo vino, los
gentiles, debían tener un nuevo odre, una iglesia cristiana libre de las
cargas judaizantes.
Gracias sin duda a la intervención de Dios, los asistentes al concilio
tomaron la decisión de permitir que los gentiles construyeran odres
nuevos para la nueva cosecha espiritual que se estaba recogiendo
entre ellos. La iglesia cristiana en Palestina continuó con el odre viejo,
observando la Ley y viviendo en el judaísmo. Hacia finales del siglo I,
este tipo de cristianismo había prácticamente desaparecido y la iglesia
cristiana era una iglesia de odres nuevos, eminentemente gentil.
Los desafíos que la postmodernidad nos presenta, de los cuales ya
hemos hablado, nos llevan a ser serios a la hora de plantearnos cuáles
han de ser los nuevos odres que hemos de utilizar para la transmisión
y el cultivo de la fe entre nuestros adolescentes. La iglesia, como
institución cultural, so pena de quedar obsoleta, no puede permitirse el
lujo de continuar acercándose al problema del vino nuevo con su bien
elaborada estrategia de odres viejos.
No olvidemos la forma en que las nuevas generaciones se acercan y
procesan la verdad, la necesidad de que ésta esté encarnada y que la
iglesia actúe como una auténtica estructura de credibilidad. No
olvidemos el ejemplo de Jesús, la verdad encarnada, y la práctica
durante muchos siglos por parte de la iglesia del acompañamiento
espiritual.
II. AYUDAR A LOS JÓVENES A EXPERIMENTAR A DIOS
Cuando los jóvenes asisten a nuestras iglesias buscan y, además,
tienen el derecho a encontrar un Dios real al cual puedan experimentar
y el cual pueda manifestárseles. Los adolescentes ni quieren, ni
desean, ni necesitan cultos fríos, muertos y carentes de total
significado espiritual para ellos.
Los adolescentes en particular, y los jóvenes en general, desean
experimentar de forma real aquello que les estamos predicando y les
estamos enseñando. No puede ser que hablemos de un Dios de amor,
perdón, gozo, paz, acompañamiento en la vida cotidiana, auxilio en los
momentos de angustia, dirección para la toma de decisiones y,
después, todo eso no lo experimenten. Si nuestro acercamiento
educativo a los adolescentes “habla” de ese tipo de Dios pero no les
permite “experimentar” ese tipo de Dios, algo no funciona y, hemos de
ser honestos y reconocer que con bastante probabilidad somos
nosotros y nuestro sistema el que falla. Es una solución muy socorrida
culpar al adolescente por no creer en vez de plantearnos si nosotros le
estamos ayudando a vivir y experimentar la verdad. Recordemos
nuevamente, sin ver y experimentar esta generación no puede
reconocer la verdad.
Esto nos plantea a los líderes y educadores de jóvenes un gran
desafío, ayudarles a que vivan y experimenten una auténtica amistad
con Jesús, una auténtica relación de amor con un Dios que les ama y
acepta de forma incondicional
Todos aquellos que tenemos la responsabilidad de trabajar con los
jóvenes debemos esforzarnos en ayudarles a reconocer a Dios en la
vida cotidiana. Nuestro Dios es un Dios trascendente, es decir, que
está más allá y separado de su creación, no constituye una sola cosa
con ella. Pero a la vez, es un Dios cercano que está a nuestro lado que
se revela en la cotidianeidad, que no es indiferente a nuestras
necesidades y que constantemente trabaja en el universo. Nuestro
Señor ha hecho que la vida cotidiana se convierta en sagrada al estar
Él presente en todos y cada uno de sus aspectos.
Los líderes de jóvenes tenemos el deber y el desafío de ayudar a la
generación de adolescentes postmodernos a poder identificar y ver el
trabajo cotidiano de Dios, no únicamente en sus vidas personales, sino
a su alrededor.
Un contraste entre la antigua forma de hacer ministerio juvenil y la
nueva forma pueden sernos de gran ayuda para entender lo que
queremos decir. Se trata, como fácilmente se verá, en un contraste
entre nuevos y viejos odres
Modelo tradicional de
ministerio
Acompañamiento espiritual
En el modelo tradicional de
ministerio la palabra clave es
conocimiento. Este modelo nacido
y pensado para la modernidad está
basado en la transmisión de
información dirigida
fundamentalmente al intelecto. Se
considera que la fe, la madurez y el
crecimiento se adquieren a través
del acceso a la información acerca
de Dios y la vida cristiana. El modelo
presupone que dado el conocimiento
correcto los jóvenes sabrán
identificarlo como tal y sabrán cómo
aplicarlo en su vida y su realidad
cotidiana.
En el modelo nuevo de
acompañamiento espiritual la clave
es la intimidad y el desarrollo de una
relación personal con Jesús. Se
busca que el joven pueda conocer y
experimentar la realidad de la
presencia de Dios, no sólo en su
vida, sino en el mundo en general.
Este modelo no descarta el
conocimiento ni la transmisión de
información, sin embargo, va más
allá de la misma y provee al joven
con oportunidades para la
experiencia y lo expone a la verdad
encarnada.
Este tipo de modelo de ministerio se
centra en entretener y enseñar. Si
definimos la enseñanza como la
mera transmisión de información
veremos que muchos grupos de
jóvenes se han especializado
precisamente en eso, en transmitir
información a los jóvenes que lo
componen. El entretenimiento
también es una parte central del
viejo modelo. Muchas iglesias se
esfuerzan en retener a sus jóvenes
El nuevo modelo de ministerio busca
y pretende ayudar a los jóvenes y
adolescentes a desarrollar un
concepto que denominaremos RED.
R
Este modelo pretende ayudar a los
jóvenes a reconocer el trabajo de
Dios a su alrededor. Los líderes de
jóvenes, con su mayor madurez y
perspicacia ayudan a los
por medio de experiencias de ocio
creativas y constantes. ¡Cuidado! No
estamos diciendo que enseñanza y
entretenimiento sea malas.
Simplemente estamos señalando un
modelo de ministerio que gira
alrededor de estos ejes y, que de
acuerdo a nuestra opinión, no es
válido para los nuevos desafíos que
plantea una sociedad postmoderna a
jóvenes y adolescentes.
adolescentes bajo su
responsabilidad a que puedan
identificar el trabajo del Señor en
sus vidas cotidianas, sus familias,
sus amigos, su escuela, su iglesia, el
propio grupo de jóvenes, etc.
Los líderes han de ayudar al
adolescente a interpretar la vida
cotidiana en clave sobrenatural y
divina. Cuando, por ejemplo, un
joven ha salido ileso de un accidente
automovilístico, no se trata de una
cuestión de “vaya suerte que ha
tenido”, antes bien, el líder les
ayuda a ver “el cuidado y la
providencia de Dios”.
Este trabajo es tremendamente
exigente para el líder ya que implica
cercanía e implica al mismo tiempo
su propia capacidad de discernir al
Dios vivo actuando en su propia vida
y su propio ambiente. Lo importante
en este caso no es cuánto sabe el
líder acerca del Señor, más bien
cuánto de lo que sabe está
experimentando y viviendo en su
vida cotidiana. Sólo si esto sucede
podrá ayudar a otros a reconocer y
experimentar el trabajo del Señor en
sus propias vidas.
Partimos de la base de que los
líderes no somos ni los iniciadores,
ni los protagonistas de la Pastoral
Juvenil. Dios está trabajando en la
vida de todos y cada uno de
nuestros jóvenes y adolescentes
desde mucho antes que nosotros, ni
siquiera comenzáramos algún tipo
de acción o trabajo con ellos.
Somos, no lo olvidemos,
colaboradores de Dios, de un Dios
que trabaja y toma la iniciativa de
buscar al hombre y que nos invita a
nosotros a unirnos en ese trabajo.
Es pues nuestro reto ayudar a los
adolescentes a que puedan ver ese
trabajo ya presente del Señor en sus
vidas desde hace tiempo.
E
El segundo paso es expresar el
trabajo de Dios. De nuevo, esta es
una responsabilidad del líder. Él
debe comenzar expresando lo que
Dios está haciendo y enseñándole en
su vida cotidiana. Al hacerlo, los
adolescentes podrán comprobar que
Dios es real, que trabaja en la vida
de personas como ellos y, por tanto,
puede haber esperanza de que
trabaje en sus propias vidas de
forma real. Al expresar el líder u
otros jóvenes cómo Dios está
actuando en su experiencia vital, el
resto de los jóvenes comprueban
que Dios no es algo teórico o
doctrinal solamente, sino un ser que
se preocupa y se involucra en la
vida de los seres humanos.
Veamos una ilustración. Un líder
comparte la forma en que durante la
semana el Señor le ha ayudado a
superar un problema serio de
relaciones interpersonales. Mientras
el líder lo hace, los adolescentes se
dan cuenta que Dios actúa de forma
real. Pueden pensar que si Dios ha
ayudado a su compañero puede
ayudarlos a ellos. Además pueden
identificar la posibilidad de ser
ayudados por Dios en áreas en las
que ni habían pensado ni sabían
cómo hacerlo.
Cuando un líder expresa cómo ha
visto la presencia de Dios en una
situación cotidiana, los adolescentes
pueden empezar a pensar que lo
que atribuyen al azar o la casualidad
tiene una intervención divina detrás
y pueden empezar a reconocer el
trabajo del Señor en sus propias
experiencias cotidianas.
D
Finalmente, el líder debe
desarrollar el trabajo de Dios.
Después de haber reconocido y
expresado el trabajo del Señor en la
vida de los adolescentes, el líder
debe desarrollar este trabajo.
¿Cómo se lleva a cabo? Animando a
otros a compartir sus propias
experiencias del trabajo de Dios.
Desafiándoles a que relacionen sus
necesidades con la posibilidad de la
intervención de Dios. Dando gracias
por el trabajo hecho por el Señor y
pidiéndole que se involucre en las
vidas de aquellos con problemas,
desafíos y necesidades. Animando a
los adolescentes a identificar de
forma cuidadosa la intervención del
Señor durante los siguientes días.
En este modelo no se desprecia en
absoluto la información ni el
conocimiento, antes bien, se busca
que este pueda ser vivo y aplicable
en la realidad cotidiana de cada
joven.
En el modelo tradicional de
ministerio el líder de jóvenes, o el
pastor en aquellas comunidades
que lo tienen, es el centro de la
pastoral juvenil. El líder saber y
enseña a los que no saben. Es el
responsable de transmisión de la
información y, en muchos casos, se
siente responsable de que los
jóvenes crezcan y maduren
espiritualmente. Muchos líderes de
jóvenes funcionando con este
paradigma se sienten responsables
de tener todas las respuestas para
todas las preguntas. Consideran, así
mismo, que deben ser perfectos y
sin fallo, de lo contrario perderían
autoridad ante los jóvenes.
En el nuevo modelo de ministerio la
pastoral juvenil no es una tarea de
un solo hombre o mujer. Se trata
eminentemente de un trabajo de
equipo. Lo importante no es “el
pastor de jóvenes” sino un equipo
de mentores, de acompañantes
espirituales que trabajan de forma
coordinada para asegurarse que
todos y cada uno de los jóvenes
bajo su responsabilidad pueden
experimentar a Dios y son
acompañados espiritualmente en su
proceso de búsqueda del Señor.
El líder de jóvenes no está llenando
de conocimientos una botella vacía.
Contrariamente facilita a los jóvenes
que descubran al Dios que está
trabajando a su alrededor. Todos
participan, todos son protagonistas
y todos contribuyen a la edificación
de los otros.
Un ministerio de este tipo requiere
de un equipo de personas en
contraste con el modelo tradicional
que exige un “hombre orquesta”
capaz de hacerlo todo y, además,
bien y con resultados exitosos.
III. ACOMPAÑAR ESPIRITUALMENTE A LOS JÓVENES
Como puede deducirse del nombre, el acompañamiento espiritual es
un proceso. Es el proceso de guiar y cuidar espiritualmente al
adolescente durante toda su travesía espiritual desde la incredulidad al
conocimiento y el encuentro personal con Cristo.
El acompañamiento espiritual es un proceso a largo término. No es
una actividad. Tampoco es un evento. Es un viaje espiritual de años.
En el acompañamiento espiritual cada persona tiene su propio ritmo.
Dios trabaja de forma diferente en la vida de cada persona. El tiene su
“kairos” para cada individuo y utiliza en ese viaje espiritual multitud de
experiencias, personas y situaciones diferentes para cada adolescente.
Ese viaje espiritual no puede ser acelerado ni retrasado. El
acompañante, el mentor, debe de ir al ritmo del pupilo. Animando
cuando sea necesario. Exhortando cuando las circunstancias lo
requieran. Disminuyendo el paso cuando el joven se estanque.
El acompañamiento espiritual es estar al lado del adolescente durante
esos años críticos en que su fe será asaltada por el relativismo, el
pluralismo, la nueva tolerancia y el resto de los desafíos que la
postmodernidad le irá presentando.
El acompañamiento espiritual de un adolescente puede fácilmente
durar cinco o seis años.
Este viaje espiritual parte del principio básico de la oveja perdida.
Cada individuo es único, precioso y valioso a los ojos del Señor. Los
noventa y nueve que están en el rebaño no nos llevan a un
conformismo y auto satisfacción que nos impidan ver la importancia y
necesidad de ese único que todavía falta.
A. LA IMPORTANCIA DEL MENTOR
El mentor es el acompañante espiritual del adolescente
durante su viaje hacia el conocimiento de Cristo.
La palabra mentor tiene su origen en la mitología de la Grecia
clásica. Ulises, el héroe de la Iliada, encomendó a su hijo
Telémaco bajo la tutela y cuidado de un sabio llamado
Mentor. Como Ulises estaba batallando en la famosa guerra
de Troya, Mentor tenía la responsabilidad no únicamente de
enseñarle por medio de los libros, sino también todos los
ardides, tretas y peligros que había de encontrar y enfrentar
en la vida. De tal modo que la tarea de Mentor fue educar su
mente, pero también su espíritu. No sólo proporcionar
información sino sabiduría para vivir.
El diccionario castellano define como mentor la persona que
aconseja, guía y orienta. Las dos últimas acepciones del
término indican claramente el papel activo y vital del mentor.
Para guiar y orientar es preciso conocer el camino o estar en
un proceso activo de averiguarlo.
En jardinería se acostumbra colocar un palo al lado de un
árbol joven que está en proceso de crecimiento. Este palo o
vara sirve para que el crecimiento del nuevo árbol se
produzca de manera recta y erguida, sin doblarse u orientarse
de forma incorrecta. La vara ayuda a garantizar el desarrollo
en la dirección adecuada y sirve para suplir la debilidad y
fragilidad del nuevo árbol.
La tarea del mentor es acompañar espiritualmente al
adolescente en su viaje único, personal y vital hacia el
conocimiento de Cristo como Señor y Salvador personal.
B. COMO SE LLEVA A CABO EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL
El acompañamiento espiritual como proceso espiritual vital se
lleva a cabo por medio de cuatro grandes influencias.
1. Encarnar la verdad para el adolescente
Se ha repetido hasta la saciedad que el primer y
más importante evangelio que los jóvenes leen y
consideran como válido es nuestra propia vida
personal como educadores. Nuestra vida es el
primer y, tristemente el único, evangelio que
nuestros adolescentes leen. Nuestra pobre vida
espiritual, la inconsistencia de nuestra experiencia
cristiana, hace que para muchos nuestra vida sea
suficiente excusa para rechazar una lectura más
profunda de la Palabra de Dios.
Ya se ha repetido ampliamente que los jóvenes no
procesan la verdad intelectualmente sino de
forma vivencial. El mentor, el acompañante
espiritual vive y encarna el mensaje para el joven.
Nuestra vida es nuestro mensaje. El mentor no
debe tener miedo de decir al joven que sea un
imitador de él, porque a su vez, él está imitando a
Cristo. En contra de esa falsa humildad de que la
gente no debe poner los ojos en nosotros sino en
Cristo. La Palabra nos reta a ser dignos de imitar.
No perfectos, pero coherentes. No perfectos, pero
caminando hacia la perfección. De nada sirve
pretender que los jóvenes no fijen sus ojos en
nosotros, lo hacen y, por tanto, debemos vivir
vidas dignas para ellos. Nuestra enseñanza es
nuestra vida.
Jesús vino y plantó su tienda entre nosotros nos
dice Juan 1:14. Él es el verbo, la palabra, la
verdad encarnada, hecha carne entre nosotros,
hecha accesible para nosotros. Juan afirma que
nadie jamás ha visto a Dios, sin embargo, el Hijo
nos lo ha dado a conocer (1:18)
El mentor actúa del mismo modo para el
adolescente. El mentor vive y acompaña al joven
en su viaje, en su peregrinaje espiritual. El
mentor está al lado y puede, por tanto, señalar al
joven cómo Dios está actuando en medio de su
mundo y quiere y puede actuar en su propia vida
personal.
El mentor es responsable de ayudar al
adolescente a percibir al Señor en medio de todo
el ruido, tensión y contaminación espiritual que le
pueden impedir ver a un Dios de amor actuando y
obrando a su alrededor.
El mentor con su vida ilustra lo que Dios puede
hacer en el proyecto vital de una persona.
Recordemos que el adolescente necesita ver la
verdad para reconocerla. Cuando el adolescente
pueda ver, a través de nuestra propia experiencia
vital, que Dios trabaja en la vida de personas
como él, de carne y hueso, entonces podrá
reconocer la verdad y con la ayuda y el trabajo
del Espíritu Santo aceptarla.
Este último punto está muy relacionado con la
experiencia narrada por Marcos en el capítulo 5
de su evangelio. Jesús cura a un endemoniado en
Gadara, éste le pide acompañarle en su
ministerio. Jesús, en 5:19 le indica que vuelva
con los suyos y sea un testimonio de lo que Dios
ha hecho en su vida. El mentor ilustra lo que Dios
puede hacer en la vida de una persona. El mentor
ilustra que Dios sigue actuando en personas
auténticas. El acompañante espiritual no explica
ni más, ni menos que aquello que Jesús está
haciendo. El mentor no debe exagerar, debe ser
coherente y consistente para ser convincente.
Un mentor narra su propia historia única y
personal de lo que Dios está haciendo con Él. El
acompañante espiritual es consciente, él mismo,
de estar en un viaje vital y, por tanto, puede
explicar que Dios sigue pacientemente trabajando
en Él. Dios guarda su propia honra. Un
acompañante espiritual no precisa inventar la
intervención del Señor, tan sólo ser fiel a lo que
Dios hace.
Cuando un mentor narra su historia el
adolescente puede sentirse identificado. Puede
pensar que si Dios trabaja en personas como el
mentor también puede hacerlo en la suya.
Cuando el mentor explica su experiencia, sus
luchas, cargas, victorias y derrotas, el
adolescente puede sentirse identificado y generar
esperanza de que Dios también puede obrar en
sus circunstancias.
2. Proveer un marco de referencia para el joven
En el proceso de la formación de la identidad
espiritual los marcos de referencia tienen un papel
vital e importantísimo. Estos marcos actúan como
puntos de orientación que sirven para que por
medio del contraste, la comparación, la imitación
y, en ocasiones, la oposición, el adolescente
pueda ir modelando su nueva y emergente
personalidad e identidad.
En un momento en que las familias pierden una
parte de su influencia con el adolescente, el
mentor actúa como un modelo que ayuda a los
muchachos y muchachas a responder a esas
preguntas claves de la adolescencia ¿Cómo debo
ser? ¿Qué tipo de persona he de desarrollar? El
adolescente en búsqueda de una identidad
espiritual buscar a su alrededor tratando de
encontrar señales y personas que le permitan
tener una idea acerca de cómo formarse esa
identidad.
3. Provee una estructura de credibilidad
Ya hemos mencionado de forma extensa este
punto. El mentor, viviendo y encarnando la
verdad en su propia vida y experiencia vital hace
creíble el evangelio a los ojos de los adolescentes
que están bajo su responsabilidad.
Por medio de su amor y aceptación incondicional
del adolescente, mostrándole su gracia en
cualquier situación y circunstancia, hace creíble
para estos el amor, la aceptación y la gracia de
Dios.
No olvidemos que las estructuras de credibilidad
son básicas para poder reconocer la verdad y, por
tanto, aceptarla.
4. Provee relaciones retentivas
El mentor, como indicamos en el punto anterior,
hace creíble la gracia, el amor y la aceptación
incondicional de Dios hacia el adolescente. Pero
además, al vivirlo en sus relaciones con los
adolescentes les permite a estos experimentar
unas relaciones de redención. Hay muchos
jóvenes que no pueden entender y, por tanto,
aceptar la gracia de Dios porque nunca la han
experimentado.
En sus casas e iglesias son tratados con juicio y
condena. Al suceder esto, la gracia es
simplemente teoría, discurso, pero no una verdad
viva para ellos. Sin embargo, cuando un mentor
les trata con gracia pueden entenderla. Este tipo
de relaciones redentoras hacen mucho más por
acercar a los jóvenes a Dios que muchos
sermones y estudios bíblicos juntos.
Los jóvenes pueden experimentar con el mentor
ese tipo de relaciones que Jesús estableció con los
publicanos y pecadores y que precisamente eran
las que atraían este tipo de personas hacia el
Señor.
El mentor ayuda al adolescente a experimentar
las ricas verdades contenidas en las tres
parábolas de Lucas 15 (la oveja perdida, el padre
que acepta y perdona y la moneda perdida).
Hemos llegado al final de esta serie de artículos acerca del trabajo con
adolescentes en un contexto postmoderno. Esta nueva etapa histórica
nos trae nuevos desafíos, sin embargo, la Palabra de Dios sigue siendo
viva y eficaz y nos trae soluciones y respuestas para estos retos. Es,
sin embargo, nuestra responsabilidad el osada y valientemente buscar
una renovación de nuestro trabajo con la juventud aplicando los
principios eternos de la Palabra a las nuevas situaciones y no
protegiéndonos detrás de la rutina y la inercia de las cosas que
siempre hemos hechos.
Toda época de transición es difícil. La tentación es buscar la seguridad
de los territorios bien conocidos, aunque estos hayan probado no
funcionar, en vez de lanzarnos confiadamente en un viaje de fe y
confianza en el Señor con la certeza, de que a su tiempo, Él nos dará
las claves para ganar esta generación para Él.
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE LOS
ADOLESCENTES POSTMODERNOS
El número de jóvenes que crecen en familias disfuncionales
aumenta de forma constante.
Son hijos de una generación que se ha esforzado por darles un
mayor confort y prosperidad económica.
Se dan cuenta que las generaciones previas fallaron en sus intentos
por cambiar el mundo, por tanto, ellos han desistido de ese empeño
y tratan de sacarle el mayor provecho posible a la situación actual.
La “era de la literatura” como principal medio para transmitir las
verdades bíblicas es para ellos algo del pasado.
No procesan la información en la misma forma que las generaciones
anteriores. No olvidemos que son hijos de la sociedad de la
comunicación.
Para ellos la verdad es algo más experimental que proposicional.
Su capacidad para escuchar y seguir sermones y charlas es muy
limitada. Su capacidad de atención es muy corta.
Son hijos de la era electrónica.
Están mucho más estimulados que cualquier generación previa:
o Tienen acceso a mucha más información.
o Mucho más acceso a diferentes opciones y estilos de vida.
o Están sobre estimulados, especialmente por los medios de
comunicación
o Son, sin embargo:
§ Menos sabios aunque más informados.
§ Más desorientados aunque con más opciones.
Consideran como simple ruido y se desconectan de todo aquello
que perciben como irrelevante.
No hay grandes esperanzas de que el futuro vaya a ser mejor para
ellos. No creen en el mito del progreso constante.
Tienen muy poca autoestima.
En muchos casos sus vidas están tremendamente organizadas
debido a las necesidades de padres que trabajan.
Viven para el presente. Mañana es un futuro lejano para ellos. La
falta de claras perspectivas de futuro ayuda en este sentido.
Buscan el placer y la gratificación. Muchas de sus decisiones son
tomadas en base a estos parámetros.
La edad de iniciación al consumo de tabaco, alcohol, drogas e
incluso las relaciones sexuales desciende constantemente.
Les molestan las reglas y las estructuras.
La rigidez de los géneros es menos específica para ellos (los
muchachos llevan pendientes y colas de caballo y las chicas visten
como chicos y hacen cosas hasta ahora consideradas “masculinas”)
La diversión y el entretenimiento pueden llegar hasta extremos
obsesivos.
Los compromisos con relación a la fe se toman en edades más
tardías.
Estas expuestos a muchos estilos de vida diferentes, no sólo a
través de los medios de comunicación, sino también por medio de
sus compañeros.
La fe se imparte más por medio de relaciones interpersonales que
por las estructuras tradicionales.
La dificultad para orientarse y tomar decisiones morales es
creciente.
A pesar de todos los mitos, la familia, cuando esta ejerce como tal
sigue siendo la principal influencia en sus vidas.
Desconfían de los adultos pero al mismo tiempo buscan relaciones
significativas con ellos.
Los jóvenes se fragmentan en grupos cada vez más definidos.
Los amigos continúan siendo una de las cosas más importantes.
Carecen de héroes, tan sólo tienen ídolos.
Su cosmovisión puede ser muy ecléctica, sosteniendo en ocasiones
valores opuestos y contradictorios.
II. EVALUACIÓN DE NUESTRA PROPIA IGLESIA
¿En qué medida estas características están presentes en los
adolescentes de nuestras congregaciones?
III. IMPLICACIONES PARA EL TRABAJO CON ADOLESCENTES
Ayudarles a clarificar la experiencia de conversión.
Ayudarles a relacionar la Biblia con su vida cotidiana
Ayudarles a participar, preguntar, dudar, cuestionar y no estar de
acuerdo.
CREAR ESTRUCTURAS DE
CREDIBILIDAD
I. INTRODUCCIÓN
Ya hemos mencionado anteriormente que en una sociedad pluralista –
y la nuestra lo es- las únicas cosmovisiones, las únicas formas de ver
la vida que pueden sobrevivir son aquellas que cuentan con una buena
estructura de credibilidad o plausibilidad.
Este tipo de estructura era descrito como un grupo humano que
encarna los valores y estilos de vida defendidos por una cosmovisión
en particular. La carencia de este tipo de estructuras en un mundo
pluralista, relativista y tolerante pone en peligro de extinción cualquier
tipo de modo de ver la vida, por mucho que el mismo pueda clamar
ser la verdad con mayúsculas o minúsculas.
Si nos centramos en la realidad de nuestro país, España, no es osado
afirmar que el cristianismo, en buena parte, no es considerado por las
personas como una alternativa sobre la cual construir sus vidas debido
a la falta de credibilidad que tiene. La fe cristiana, representada
mayoritariamente en España por la Iglesia Católica, no es creíble y
eso, es debido a que no somos percibidos los cristianos como una
comunidad que encarna los valores que defendemos y aseguramos ser
verdaderos.
Podría pensarse que esta declaración es totalmente subjetiva y estar
en radical desacuerdo con la misma. Sin embargo, lo dicho en el
anterior párrafo está sustentado por varios estudios sociales realizados
en nuestro país. Simplemente a modo de apoyo citaremos dos de
ellos.
Un estudio realizado este mismo año -2004- entre los jóvenes
barceloneses reflejaba que el 80% de ellos desconfiaba de la iglesia.
Únicamente los partidos políticos, con una desconfianza del 88%, eran
menos creíbles a los ojos de los jóvenes barceloneses. Este porcentaje
era mayor en el estudio JOVENES ESPAÑOLES 2000, dirigido por el
profesor Javier Elzo y publicado por la Fundación SM.
El punto central radica en que a los ojos de la juventud española, el
cristianismo no es creíble y, por tanto, no van a considerarlo como una
opción sobre la cual construir su proyecto vital. Sin estructura de
credibilidad no hay opción de supervivencia posible en una sociedad
postmoderna. Además, y todos los que trabajamos con jóvenes somos
conscientes de ello, los mismos jóvenes de nuestras iglesias están
abandonando la fe y dejándola de considerar como el eje vertebral de
su proyecto vital por la misma razón, la falta de credibilidad de
nuestras comunidades.
No olvidemos que para los jóvenes postmodernos ver es creer. No
echemos en saco roto la realidad de que la verdad para ellos es algo
experimental, no un simple concepto intelectual. Meditemos sobre las
implicaciones de la realidad de que para estos jóvenes la verdad
únicamente es identificable cuando la pueden ver encarnada en un
grupo humano. Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre
nosotros lleno de amor y de verdad.
II. UNA VIEJA TRADICIÓN DE ESTRUCTURAS DE CREDIBILIDAD
Si bien es cierto que el concepto de “estructura de credibilidad” es un
término acuñado en nuestros días por los sociólogos y estudiosos de la
cultura, no lo es menos que el principio –dar credibilidad a lo que
creemos con nuestro estilo de vida- es más viejo que el tebeo y está
presente a lo largo de todas las páginas de la Escritura.
El pueblo de Israel fue escogido por Dios para ser un testimonio –
estructura de credibilidad- suyo entre todas las naciones de la tierra.
La idea era que la cercana relación entre el Señor e Israel fuera una
evidencia que moviera a los otros pueblos a plantearse la cuestión y
volverse hacia el único Dios (véase a este respecto Deuteronomio 4:1-
9)
Israel falló de forma estrepitosa en su responsabilidad de ser una
buena estructura de credibilidad. En sus primeros tiempos debido a
que siguió y se contagió del estilo de vida idolátrico de los otros
pueblos. Esto llevó incluso a su destrucción como nación, primero del
reino del Norte, Israel y posteriormente del reino del sur, Judá.
En sus últimos tiempo el reconstituido Israel se fue al extremo
contrario y se convirtió en una sociedad cerrada y excluyente, que
perdió de vista nuevamente cual era el propósito de Dios para su
pueblo. En su xenofobia y rechazo de los otros pueblos perdieron su
oportunidad de ser una buena estructura de credibilidad y consiguieron
todo lo contrario, hacer aborrecible en nombre de Dios entre los
gentiles (véase Romanos 2:24)
Jesús fue la estructura de credibilidad de Dios. Este es un punto que
ya hemos tratado anteriormente. Con su vida, muerte y resurrección
Jesús dio total y absoluta credibilidad al amor de Dios hacia la
humanidad. Este amor habría quedado única y exclusivamente en
palabras, en grandes declaraciones de intenciones y propósitos si no
hubiera sido porque Cristo, haciéndose ser humano y muriendo por
nosotros, hizo creíble, plausible, auténtico y genuino el interés del
Señor por una humanidad caída.
Jesús da credibilidad a Dios. Del mismo modo Jesús hace creíble su
propio mensaje porque ante todo, y sobre todo, Jesús encarnó todos
los valores que predicó. Su estilo de vida estuvo caracterizado por ser
un ejemplo viviente del nuevo tipo de humanidad que planteaba y así
lo ilustró en sus relaciones con Dios y con los hombres.
Jesús llamó a la iglesia a vivir de tal manera que hiciera creíble el
evangelio a los ojos de un mundo que está bajo el dominio y la
oscuridad de Satanás. El Señor nos dijo que éramos sal y luz y que
una ciudad en lo alto de una montaña no podía esconderse. Mencionó
una y otra vez que nuestro estilo de vida –algo evidente, comprobable
y verificable por los demás- sería la causa principal que nos
identificaría como hijos de Dios y discípulos suyos. No deja de ser
curioso que el énfasis se ponga en el estilo de vida y no
necesariamente en las creencias. Tiene todo el sentido porque las
estructuras de credibilidad no se construyen con ideologías sino con
vidas transformadas, devotas y comprometidas.
Las cartas del Nuevo Testamento están vacías de exhortaciones a la
evangelización. Es curioso pero es necesario rebuscar ampliamente
entre las páginas del Nuevo Testamento para poder encontrar en los
consejos de Pablo, Pedro, Santiago u otros escritores bíblicos,
referencias a la necesidad de evangelizar.
No obstante las referencias que pueden ser leídas en clave de construir
estructuras de credibilidad son muy abundantes. Una y otra vez nos
encontramos en las epístolas referencias a cultivar, cuidar y promover
un estilo de vida que evidencia la realidad de nuestro caminar con el
Señor. (véase entre otras referencias 1 Pedro 2:11-12; 3:1-2; 1 Juan
1:1-4; 2:3-4; 4:7-9)
III. EL RETO DE DESARROLLAR ESTRUCTURAS DE CREDIBILIDAD
Hay un episodio que todavía está vivo en mi mente como el día que
sucedió hace ya varios años.
Mi esposa y yo paseábamos por la playa de la Vila Olímpica de
Barcelona una tarde verano. Era aquella hora en la que el sol ha
perdido su fuerza y está a punto de ponerse. La luz tiene un tono muy
especial en ese momento del día. La playa estaba prácticamente vacía,
tan sólo unos pocos bañistas aquí y allí permanecían.
Entonces comenzó ante los nuestros ojos un desfile de seres deformes.
Jóvenes y adultos con claros síntomas de enfermedades cerebrales y/o
degenerativas, todos ellos en sillas de ruedas, eran conducidos hacia la
playa por un grupo de jóvenes de aspecto “Cumbayá” Era evidente
que habían escogido premeditadamente aquella hora de la tarde para
evitar que aquello se convirtiera en un espectáculo.
Dos cosas nos impactaron de aquella situación. En primer lugar la
alegría de los voluntarios que llevaban a cabo aquel increíble trabajo.
En segundo lugar, su amor y dedicación hacia gente necesitada. El
espectáculo rompía el corazón y hacía que las lágrimas pugnaran por
salir de nuestros ojos.
Un versículo vino a mi mente y me golpeó de forma brutal, fueron
aquellas palabras de Jesús cuando afirmó: “Os aseguro que los que
cobran los impuestos para Roma, y las prostitutas, entrarán antes que
vosotros en el reino de Dios” (Mateo 21:31)
Porque no podemos obviar la apabullante realidad de que hay miles y
miles de personas que sin ser cristianas, ni conocer a Dios, ni
pertenecer a ninguna iglesia evangélica, viven de forma más fiel y más
intensa muchos de los valores del Evangelio que nosotros mismos. Y
que tristemente aquellos que no conocen a Dios van por delante
nuestro en lo que a encarnar algunos de los valores más importantes
del cristianismo se refiere.
Tristemente la iglesia en vez de verse desafiada por semejante
realidad y sentirse empujada a una profunda revisión de nuestra
función como estructura de credibilidad ha reaccionado
menospreciando y echando por tierra la labor de aquellos que aman a
su prójimo y se entregan por él. Hemos cuestionado sus motivaciones,
hemos cuestionado aspectos morales de su estilo de vida y, sobre
todo, hemos apelado que no tienen la verdad, no conocen a Dios y
nunca han orado la oración de salvación. Dicho de otra manera, es
posible que hagan el bien –sólo posible, habría que investigar que
retorcidas razones les mueven- pero en cualquier caso no tienen la
verdad. ¿Quién fue aquel que dijo: “quiero misericordia y no
sacrificios”?
Es tiempo para la demostración, se acabó la era de la proclamación. Si
realmente queremos servir como estructura de credibilidad para el
mensaje del Evangelio hemos de cambiar totalmente nuestro
paradigma con relación a la evangelización y el discipulado, hemos de
asumir que los tiempos han cambiado y que hemos de redescubrir y
recuperar el viejo paradigma bíblico del “Ven y ve”
En un mundo como el que nos tocado vivir lleno de dolor, sufrimiento,
desesperanza y necesidades los creyentes no podemos quedarnos de
brazos cruzados, ajenos a esas realidades y repitiéndonos una y otra
vez que tenemos la verdad. La verdad que no lleva a la acción no es
tal verdad es un mero discurso vacío de sentido y de poder.
DEMOSTRAR VERSUS PROCLAMAR
Durante varios siglos la evangelización ha sido comprendida como una
proclamación o verbalización del mensaje del Evangelio y, de éste,
reducido a unos cuantos principios básicos. Las Cuatro Leyes
Espirituales serían un ejemplo magnífico en este sentido.
La evangelización se entendía desde un paradigma espiritual e
intelectual. Espiritual en cuanto a que lo importante era la salvación
de las almas. Los seres humanos eran percibidos como almas y lo más
importante y prioritario era la salvación de las mismas. Las personas
no eran vistas ni comprendidas como seres humanos integrales, por
tanto, la salvación era algo esencialmente espiritual que no
necesariamente afectaba al resto del ser humano.
Sin duda esta era una visión reduccionista. Si el pecado, tal y como
vemos en Génesis 3 afectó a la relación del ser humano con Dios, con
otros seres humanos, consigo mismo y con su entorno. La salvación –
no olvidemos que el Hijo de Dios vino para restaurar las obras del
maligno- debía de afectar a esas mismas áreas. Una caída integral
requería una redención integral.
Desde esta perspectiva todo esfuerzo social que no sirviera de
“coartada” para la evangelización –entendida esta como salvación de
almas- no era valorado y se consideraba una pérdida de tiempo.
Ministrar a los seres humanos en sus necesidades era simplemente un
trampolín, una estrategia para lo que realmente era importante, la
proclamación del mensaje para la salvación del alma.
Intelectual en cuanto a que el mensaje del Evangelio se entendía
como una serie de conceptos o proposiciones dirigidas al intelecto de
las personas. El Evangelio era algo que se debía de creer, entendiendo
por creer, la comprensión y aceptación de ciertas proposiciones
intelectuales. Una mala comprensión del término bíblico creer, nos ha
llevado a la histriónica situación de que no importa cómo vivas
siempre que aceptes intelectualmente las verdades correctas.
Esta degeneración del concepto de creer nos ha llevado hasta tal punto
que incluso aquellos que creemos –aunque no practiquemos- nos
sentimos con la libertad y la autoridad para poder juzgar a aquellos
que practican pero, desde nuestro punto de vista no creen lo correcto.
Cuando confrontados con las enseñanzas de Santiago respecto a la
nulidad de ese tipo de fe o creencia, no nos sentimos en absoluto
afectados y nos repetimos una y otra vez: “no por obras para que
nadie se gloríe”
Para millones de cristianos nacidos y educados bajo este paradigma de
evangelización esta es la única y correcta manera de dar a conocer el
mensaje de salvación a un mundo perdido.
Sin embargo, es muy cuestionable que este sea el único modo de
evangelizar. Sin duda es un modo. Sin duda ha sido válido durante
muchas generaciones y ha servido para que personas se acercaran al
conocimiento de Dios, pero sería un error creer que es el modo por
antonomasia y aún más creer que es el modo bíblico de llevar a otros
el mensaje de salvación.
Los tiempos han cambiado y de nuevo ha vuelto a salir a la palestra lo
que ya vimos que la Biblia una y otra vez indica, la necesidad de
construir estructuras de credibilidad. Sin duda, el método de
proclamación sin encarnación ha quedado totalmente obsoleto y no
responde a las demandas de la realidad social. Para aquellos que
confunden el medio con el fin, o la forma con la función, esto es una
auténtica catástrofe. Sin embargo, para aquellos que buscan ser sal y
luz en su generación de una forma efectiva hay buenas noticias en la
Palabra de Dios hacia la que nos podemos volver en busca de
principios de trabajo.
El nuevo paradigma de evangelización tiene varias características.
1. Demostración por medio de la encarnación
Hemos abundado ya ampliamente sobre este concepto. La verdad
bíblica es siempre una verdad encarnada en la vida de individuos y
comunidades. Estas, con su estilo de vida hacen creíble, plausible las
verdades que defienden y proclaman.
Dios debe ser evidente en nuestras vidas, nuestras familias y nuestras
comunidades. Su presencia y su trabajo sobrenatural ha de ser real y
visible, no únicamente para nosotros, sino para aquellos que no creen
y nos rodean.
2. Una visión integral del ser humano
La salvación restaura todo aquello que el pecado destruyó y
corrompió. Cuando la salvación llega a una casa no solamente el alma
es limpia de pecado y restaurada, también lo son las relaciones
interpersonales, la propia visión y dignidad que ese ser humano tiene
de él mismo, su relación con el entorno, sus heridas emocionales,
sociales, mentales.
Un buen ejemplo en este sentido lo encontramos en la curación de un
leproso que aparece en el evangelio de Marcos en el capítulo 1:40-45.
Jesús se preocupó por la salvación integral de aquel desgraciado. En
primer lugar lo tocó, algo totalmente innecesario y que le declaraba
impuro según la ley levítica. Ahora bien, el toque hacia un ser humano
que durante tiempo había vivido en total soledad sin que nadie jamás
le hubiera tocado y mostrado afecto significó mucho. El t
El toque de Jesús devolvía dignidad de ser humano y transmitía afecto,
identificación y cariño, transmitía el mensaje: “eres digno y valioso. Te
amo”.
Jesús ministró su necesidad física curándolo. Le ordenó que presentará
la ofenda prescrita, lo cual significaba que su relación con Dios estaba
restaurada, podía volver a relacionarse con Dios en el templo.
Finalmente, Jesús se preocupó también por su situación social, por
restaurarlo a su entorno. Le dijo que se presentara ante el sacerdote
para que este diera evidencia ante la comunidad de su curación,
permitiéndole, por tanto, volver a la comunidad de Israel.
Jesús nunca tuvo una visión reduccionista del ser humano. Jesús no
vio almas, vio hombres y mujeres auténticos, integrales.
3. Una involucración con las necesidades de un mundo que sufre.
Santiago, el hermano de Jesús, en 1:27 nos dice: “he aquí la
religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre: asistir a
los débiles y desvalidos en sus dificultades y mantenerse
incontaminado del mundo.”
Uno de los pecados que de forma reiterada los profetas denunciaban
era que Israel y Judá se habían olvidado del huérfano y de la viuda.
Esta expresión en el Antiguo Testamento sirve para referirse a todos
aquellos desvalidos y necesitados. El huérfano y la viuda ilustraban
pero no excluían a todos aquellos que vivían en una situación de
necesidad y estaban desvalidos.
El ministerio de Jesús nos muestra con toda claridad este tipo de
entrega a un mundo en necesidad. Es tan obvio que no vamos a
invertir más tiempo desarrollando los múltiples ejemplos que podemos
encontrar en las Escrituras.
Así lo ha entendido la iglesia cristiana a lo largo de los siglos. Todas las
instituciones que hoy en día forman parte de las redes de servicios
sociales de los países más desarrollados nacieron al amparo de la
iglesia: escuelas, universidades, educación para todos, hospitales,
asilos para ancianos, orfanatos, casas para moribundos, etc., etc. Todo
esto hoy en día se ha convertido en un derecho de cualquier ciudadano
y el estado ha asumido todas esas competencias, ahora bien, es
importante no olvidar que nacieron todas, sin excepción, a la luz de la
cruz. El mundo grecorromano desconocía ese tipo de instituciones de
tipo universal.
4. Una vida radical y auténtica
La autenticidad, el ser genuino ha de ser la marca de la nueva
evangelización. Porque probablemente ésta será más una cuestión de
ser y vivir que de hacer.
Es muy probable que simplemente tengamos que vivir de una forma
real, radical, cristocéntrica que evidencia que Cristo está en nosotros.
Estamos hablando de un estilo de vida que despierte preguntas e
interrogantes y que como dijo un pensador cristiano no pueda ser
comprensible si no es debido a la presencia de Dios en nuestras vidas.
Preguntas para reflexionar:
1. ¿Cómo podemos crear estructuras de credibilidad para los jóvenes
de nuestras iglesias?
2. ¿Cómo podemos crear estructuras de credibilidad para los jóvenes
no cristianos?
3. ¿Qué iniciativas prácticas podemos poner en acción?