El capital II - Derecho Penal en la Red...tesis de A. Smith sobre el capital fijo y el capital...

1692
EL CAPITAL TOMO II Karl Marx Obra reproducida sin responsabilidad editorial

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  • EL CAPITALTOMO II

    Karl Marx

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  • Prólogo

    No era empresa fácil preparar para laimprenta el segundo libro de El Capital, consi-guiendo, de una parte, que apareciese comouna obra coherente y lo más acabada posible y,de otra, como obra exclusiva del autor y no delencargado de editarla. El gran número de ver-siones manuscritas existentes, fragmentarías lamayoría de ellas, acumulaba nuevas dificulta-des. Solamente una, a lo sumo (el manuscritoIV), ofrecía, hasta donde alcanzaba, una redac-ción lista para ser entregada a la imprenta; perola mayor parte de ella había quedado anticua-da, en cambio, por refundiciones de una épocaposterior. La gran masa de los materiales, auncuando elaborada y acabada en cuanto al fon-do, no lo estaba con respecto a la forma; aparec-ía redactada en ese lenguaje en que Marx solíacomponer sus notas: en un estilo descuidado,familiar, salpicado de expresiones y giros de

  • crudo humorismo, de términos técnicos ingle-ses y franceses, y a ratos con frases y hasta conpáginas enteras en inglés: eran las ideas delautor estampadas sobre el papel, en la forma enque se iban desarrollando en su cabeza. Junto apartes expuestas en todo detalle, otras, no me-nos importantes, apenas esbozadas: el materialde hechos que había de documentar las afirma-ciones, reunido, pero apenas ordenado, y mu-cho menos elaborado; muchas veces, al final deun capítulo, en la impaciencia por pasar al si-guiente, un par de frases nada más, simplemen-te esbozadas, como jalón del desarrollo trunca-do del pensamiento; por último, la consabidaletra, que a veces ni el propio autor era capazde descifrar.

    Yo me he limitado a reproducir lo mástextualmente posible los manuscritos, variandoel estilo tan sólo en aquellos casos en que estabaseguro de que el propio Marx lo habría hecho, einterpolando frases explicativas de nexo y detransición exclusivamente en los casos en que

  • ello era de todo punto necesario y en que,además. el sentido estaba perfectamente claro.Las frases cuya interpretación sólo ofrecía unaduda muy remota, he preferido reproducirlasal pie de la letra. Las refundiciones e interpola-ciones introducidas por mí no llegarán, en total,a más de diez páginas impresas, y tienen siem-pre un carácter puramente formal.

    La mera enumeración de los materialesmanuscritos legados por Marx para el libro IIdemuestra con qué tremendo rigor con quesevera actitud crítica para consigo mismo seesforzaba aquel hombre en ahondar hasta laúltima perfección sus grandes descubrimientoseconómicos, antes de darlos a la publicidad;esta actitud crítica para consigo mismo rara vezle permitía adaptar la exposición, por su conte-nido y su forma, a su horizonte visual, que losnuevos estudios iban ampliando constantemen-te. Veamos ahora cuáles son estos materiales:

    En primer lugar, un manuscrito titulado"Contribución a la crítica de la economía políti-

  • ca", 1,472 cuartillas en cuarto en 23 cuadernos,escrito de agosto de 1861 a junio de 1863. Es lacontinuación del primer cuaderno del mismotítulo publicado en Berlín en 1859. Trata hastaagotarlos, en las cuartillas 1–220 (cuadernos I–V) y luego en las páginas 1,159–1,472 (cuader-nos XIX–XXIII); los temas de la conversión deldinero en capital que se investigan en el libro Ide la obra y es la primera versión con que con-tamos acerca de estos temas. Las páginas 973–1,158 (cuadernos XVI–XVIII) se ocupan del ca-pital y la ganancia, de la cuota de ganancia, delcapital comercial y del capital–dinero; es decir,de temas que luego habrán de desarrollarse enel manuscrito del libro III. En cambio, los temastratados en el libro II. al igual que muchos delos que se tratarán más tarde en el libro III, noaparecen todavía agrupados de un modo espe-cial. Estos temas son tratados de pasada, sobretodo en la sección que forma el cuerpo princi-pal del manuscrito: páginas 220–972 (cuadernosVI–XV): "Teorías sobre la plusvalía." En esta

  • sección se contiene una historia crítica detalladade lo que constituye el punto cardinal de laeconomía política: la teoría de la plusvalía, yjunto a ella desarrolla el autor, polemizandocon sus antecesores, la mayoría de los puntosque más tarde habrán de investigarse, de unmodo especial y en su concatenación lógica. enlos manuscritos de los libros II y III. Es mipropósito editar como libro IV de El Capital laparte critica de este manuscrito, después deeliminar de él los numerosos pasajes incluidosya en los libros II y III. Este manuscrito es algoverdaderamente precioso, pero inutilizablepara la presente edición del libro II.

    Viene luego, por su fecha el manuscritodel libro III, escrito, por lo menos en su mayorparte, en 1864 y 1865. Hasta que no hubo ter-minado, en lo esencial, este manuscrito, Marxno acometió la redacción del libro I. del volu-men primero de la obra, publicado en 1867.Este manuscrito del libro III es el que me ocupoen la actualidad de preparar para la imprenta.

  • Del período siguiente –el posterior a lapublicación del libro I–, tenemos, para el libroII, una colección de cuatro manuscritos en folio,señalados por el propio Marx con los números1 al IV. El manuscrito 1 (150 páginas), que dataprobablemente de 1865 ó 67, es la primera re-dacción independiente, aunque más o menosfragmentaria, del libro II, en su orden actual.Tampoco de este manuscrito era posible utilizarnada. El manuscrito III está formado, en partepor un conjunto de citas y referencias a loscuadernos de extractos de Marx –la mayoría deellas relativas a la primera sección del libro II–y en parte por el estudio de algunos puntosconcretos y principalmente por la critica de lastesis de A. Smith sobre el capital fijo y el capitalcirculante y sobre la fuente de la ganancia; figu-ra en él, además, un estudio de la relación entrela cuota de plusvalía y la cuota de ganancia,que pertenece al libro III. Las referencias hansuministrado pocos hallazgos nuevos, y lasversiones, tanto las del libro II como las del III,

  • habían quedado ya superadas por redaccionesposteriores, razón por la cual hubieron de de-jarse a un lado, en su mayoría. El manuscrito IVes una elaboración, lista para ser entregada a laimprenta, de la sección primera y de los prime-ros capítulos de la sección segunda del libro II,y lo hemos utilizado también cuando le ha lle-gado el turno. Aunque se comprobó que habíasido redactado antes que el manuscrito II, se lepodía utilizar con ventaja para la parte corres-pondiente de dicho libro, por ser más acabadode forma; bastaba con incorporarle algunasadiciones del manuscrito II. Este último manus-crito es la única versión más o menos acabadadel libro II y data del 1870. Las notas para laredacción final, a que enseguida nos referimos,dicen expresamente: "Debe tomarse como basela segunda versión."

    Después de 1870, sobrevino una nuevapausa, debida principalmente a enfermedades.Como de costumbre, Marx ocupó este tiempoen estudios: agronomía, el régimen rural nor-

  • teamericano y principalmente ruso, el mercadode dinero y el sistema bancario, y por últimolas ciencias naturales, la geología y la fisiología,y sobre todo ciertos trabajos matemáticos em-prendidos por cuenta propia, forman el conte-nido de los numerosos cuadernos de extractosde esta época. A comienzos de 1877, Marx sin-tióse ya lo suficientemente repuesto para aco-meter de nuevo su trabajo más importante. Al-gunas referencias y notas de los cuatro manus-critos ya mencionados como base para una re-fundición del libro II, cuyo comienzo se contie-ne en el manuscrito V (56 páginas en folio),datan de fines de marzo de 1877. Este manus-crito contiene los primeros cuatro capítulos yaparece todavía poco desarrollado; algunospuntos esenciales se tratan en notas al pie deltexto; la materia está reunida más bien que or-denada, pero es la última exposición completade esta parte, la más importante de la secciónprimera. Un primer intento de sacar de aquíuna redacción apta para ser entregada a la im-

  • prenta lo tenemos en el manuscrito VI (posteriora octubre de 1877 y anterior a julio del 78); so-lamente 17 páginas en cuarto, que abarcan lamayor parte del primer capítulo, y un segundoensayo –el último– en el manuscrito VII, "2 dejulio de l878", 7 páginas en folio solamente.

    Por aquel entonces, Marx parecía haber-se dado ya cuenta de que no alcanzaría a elabo-rar de un modo capaz de satisfacerle plenamen-te los libros II y III, si no se operaba un cambiocompleto en su estado de salud. En efecto, losmanuscritos V a VII presentan con harta fre-cuencia las huellas de una lucha violenta contralas enfermedades que le atenazaban. El frag-mento más difícil de la sección primera apareceredactado de nuevo en el manuscrito V; el restode la sección primera y toda la sección segunda(con excepción del capitulo XVII) no presenta-ban grandes dificultades teóricas: en cambio, elautor consideraba la sección tercera, la repro-ducción y circulación del capital social, apre-miantemente necesitada de una nueva elabora-

  • ción. En efecto, en el manuscrito II se estudiabala reproducción, primero sin tener en cuenta lacirculación en dinero que le sirve de vehículo yluego tomando ésta en consideración. Era nece-sario eliminar esto y, en general, reelaborartoda la sección de modo que se ajustase al hori-zonte visual ampliado del autor. De este modo,surgió el manuscrito VIII, un cuaderno de 70páginas en cuarto solamente; pero basta con-frontar la sección III, en el texto impreso, des-pués de dejar a un lado los fragmentos interpo-lados del manuscrito II, para darse cuenta detodo lo que Marx fue capaz de condensar entan poco espacio.

    Tampoco este manuscrito es más que unestudio previo del tema, con la finalidad pri-mordial de fijar y desarrollar los nuevos puntosde vista logrados en relación con el manuscritoII y omitiendo los puntos acerca de los cualesno había nada nuevo que decir. También aquíse incorpora y amplía un fragmento esencialcorrespondiente al capítulo XVII de la sección

  • segunda y que, en cierto modo, entra ya en lasección tercera. La ilación lógica se interrumpecon frecuencia y la exposición aparece a ratosllena de lagunas y es, sobre todo al final, abso-lutamente fragmentaria. Pero lo que Marx sepropuso decir aparece dicho, de un modo o deotro.

    Tales son los materiales con que conta-mos para la composición del libro II y de loscuales, según una frase de Marx a su hija Elea-nor poco antes de morir, yo debía "sacar algo".He asumido este encargo dentro de los límitesmás estrictos; siempre que ello me ha sido po-sible, he limitado mi intervención simplementea elegir entre las diversas redacciones. Paraesto, he seguido siempre la norma de tomarcomo base la última redacción existente, co-tejándola con las anteriores. Sólo la secciónprimera y la tercera –sobre todo ésta– opusie-ron verdaderas dificultades, es decir, dificulta-des no meramente técnicas, a la aplicación de

  • este criterio. He procurado resolverlas, ate-niéndome exclusivamente al espíritu del autor.

    He traducido la mayoría de las citas quefiguran en el texto, cuando se trata de docu-mentación de hechos o en aquellos casos enque, como sucede tratándose de pasajes de A.Smith, el original se halla al alcance de todo elque quiera molestarse en investigar la cosa afondo. Solamente en el capítulo X hube de re-nunciar a ello, ya que aquí el autor critica direc-tamente el texto inglés. Las referencias al libro Itornan como base la paginación de la segundaedición, la última publicada en vida de Marx.

    Para el libro III, sólo he contado –apartede la primera versión contenida en el manuscri-to titulado "Contribución, etc.", de los fragmen-tos ya mencionados que figuran en el manuscri-to III y de algunas notas breves que de vez encuando se insertan en los cuadernos de extrac-tos– con los siguientes materiales: el citado ma-nuscrito en folio de 1864–65, elaborado en elmismo grado de perfección aproximadamente

  • que el manuscrito II del libro II, y finalmenteun cuaderno del año 1875: la relación entre lacuota de plusvalía y la cuota de ganancia, des-arrollada matemáticamente (en ecuaciones). Lapreparación de este libro para la imprentaavanza rápidamente. En la medida en que pue-do emitir ya un juicio, creo que, sí se exceptúanalgunas secciones, ciertamente muy importan-tes, sólo habré de tropezar, para dar cima a laobra, con dificultades de carácter técnico.

    Creemos que es éste el lugar indicadopara rebatir una acusación que se ha formuladocontra Marx; acusación que al principio sólo seapuntaba en voz baja y por contadas personas,y que hoy, después de muerto Marx, los socia-listas de cátedra y de Estado y sus seguidoreshacen circular por ahí como un hecho estable-cido: la acusación de que Marx se limitó a pla-giar a Rodbertus. Acerca de esto ya he tenidoocasión de decir en otro lugar1 lo que más urgíadecir, pero es ahora cuando podré aportar laspruebas documentales decisivas.

  • Esta acusación a que nos referimos apa-rece formulada por vez primera, que yo sepa,por R. Meyer, Emanzipationshampf des viertenStandes, p. 43: "De estas publicaciones (es decir,de !as publicaciones de Rodbertus, que se re-montan a la segunda mitad de la década deltreinta) ha tomado Marx, como puede probarse, lamayor parte de su crítica." Mientras no se mepresenten otras pruebas, tengo que suponerque toda la "fuerza probatoria" de esta afirma-ción consiste en que así se lo ha aseguradoRodbertus al señor Meyer. En 1879 aparece enescena el propio Rodbertus y escribe a J. Zeller(Zeitschrift für die gesammte Staatswissenschaft,Tubinga, 1879, p. 219), refiriéndose a su obraZur Erkenntnis urserer staatswirtschaftlichenZustände (1842), en los términos siguientes: "Sedará usted cuenta de que ella (la argumenta-ción desarrollada allí) ha sido utilizada ya...muy bonitamente por Marx, naturalmente sincitarme." Su editor póstumo, T. Kozak, repite,sin pararse en averiguaciones, esta cháchara de

  • Rodbertus (Das Kapital, por Rodbertus, Berlín,1884. Introducción, p. XV). Finalmente, en lasBriefe und sozialpolitische Aufsätze del Dr. Rod-bertus–Jagetzow, editados por R. Meyer en1881, Rodbertus dice, sin andar con rodeos:"Hoy, me veo saqueado por Schäffle y Marx, sinque ni siquiera me mencionen" (carta núm. 60,p. 134). Y en otro pasaje, la pretensión de Rod-bertus cobra contornos aún más rotundos: "Enmí tercera carta social, he puesto de manifiesto,sustancialmente lo mismo que Marx, sólo que deun modo mucho más breve y más claro, dedónde nace la plusvalía del capitalista" (cartanúm. 48, p. 111 ).

    Marx no se enteró jamás de estas acusa-ciones de plagio que se le hacían. En su ejem-plar del libro Der Emanzipationskampf sólo esta-ban cortadas por la plegadera las páginas refe-rentes a la Internacional; el resto de la obrahube de abrirlo yo mismo después de su muer-te. La revista de Tubinga, ni siquiera llegó averla. Las Briefe, etc., a R. Meyer las ignoraba

  • igualmente, y cuando yo paré la atención en elpasaje relativo al "saqueo" fue ya en el año 1884y gracias al propio señor Dr. Meyer. En cambio,Marx conocía la carta núm. 48, porque el señorMeyer había tenido la gentileza de regalarle eloriginal a su hija menor. Marx, a cuyos oídoshabían llegado, indudablemente, algunos ru-mores misteriosos acerca de la pretendida fuen-te secreta de su crítica, es decir, de Rodbertus,me la enseñó diciéndome que, por fin, esta car-ta le brindaba un testimonio auténtico acerca delas pretensiones de Rodbertus; que si no pre-tendía más, esto a él, a Marx, no le preocupabagran cosa, y que no había tampoco inconve-niente en dejarle a Rodbertus la satisfacción depensar que su exposición era la más breve y lamás clara. En realidad, Marx entendía que conesta carta de Rodbertus quedaba liquidado elasunto.

    Y tenía perfecta razón para entenderloasí; tanto más cuanto que, según me constapositivamente, Marx ignoró toda la obra litera-

  • ria de Rodbertus hasta el año 1859 aproxima-damente, en que su propia crítica de la econom-ía política estaba ya perfilada, no sólo en líneasgenerales, sino incluso en cuanto a sus másimportantes pormenores. Marx comenzó susestudios económicos en París, en 1843, por losgrandes ingleses; de los alemanes, sólo conocíaa Rau y a List, y con ellos tenía de sobra. NiMarx ni yo supimos una palabra de la existen-cia de Rodbertus hasta que en 1848 nos vimosen la necesidad de criticar, en la Neue RheinischeZeitung, sus discursos como diputado renano ysus actos como ministro. Tan ignorantes está-bamos de su persona, que hubimos de pregun-tar a los diputados renanos quién era aquelseñor Rodbertus que aparecía convertido enministro de la noche a la mañana. Pero tampo-co ellos supieron revelarnos nada de sus traba-jos económicos. En cambio, la Misére de la Philo-sophie, 1847, y las conferencias sobre Trabajoasalariado y capital pronunciadas en Bruselas en1847 y publicadas en 1849 en los números 264–

  • 69 de la Neue Rheinische Zeitung, demuestranque Marx sabía ya perfectamente, por aquelentonces, sin necesidad de la ayuda de Rodber-tus, no sólo de dónde proviene, sino tambiéncómo "nace la plusvalía del capitalista". Fue allápor el año 1859 cuando Marx se enteró, porLassalle, de que existía también un Rodbertuseconomista y cuando descubrió en el MuseoBritánico su "Tercera carta social".

    Tales son los hechos. Veamos ahora quéhay de cierto en lo tocante a las ideas que Marx,según se dice, ha "saqueado" a Rodbertus. "Enmi tercera carta social –dice Rodbertus–, hepuesto de manifiesto sustancialmente lo mismoque Marx, sólo que de un modo más breve ymás claro, de dónde nace la plusvalía del capi-talista." El punto cardinal es, por tanto, la teoríade la plusvalía; y, en realidad, nadie seria capazde decir qué otra cosa podría Rodbertus reivin-dicar de Marx como propiedad suya. Rodbertusse hace aparecer, pues, aquí como el verdadero

  • autor de la teoría de la plusvalía, pretendiendoque Marx se la ha saqueado.

    Pues bien; ¿qué nos dice la tercera cartasocial [p. 87] respecto al nacimiento de la plus-valía? Nos dice, sencillamente, que la "renta",término en el que el autor sintetiza la renta delsuelo y la ganancia no nace de un "recargo devalor" sobre el valor de la mercancía, sino "co-mo consecuencia de una deducción de valorque se le impone al salario; en otros términos,porque el salario sólo representa una parte delvalor del producto del trabajo" y porque allídonde la productividad del trabajo es suficien-te, "no necesita ser igual al valor natural decambio de su producto, con objeto de que que-de un remanente para la reposición del capital(!) y para la renta". Sin que se nos diga qué "va-lor natural de cambio" del producto es ése en elque no queda ningún remanente para la "repo-sición del capital", es decir, para la reposiciónde las materias primas y del desgaste de lasherramientas.

  • Afortunadamente, tenemos la posibili-dad de comprobar la impresión que este sensa-cional descubrimiento de Rodbertus causó aMarx. En el cuaderno X, pp. 445 ss., del manus-crito titulado "Contribución a la crítica, etc.",nos encontramos con una "digresión" titulada"El señor Rodbertus. Una nueva teoría de larenta del suelo". Es el único punto de vista des-de el cual se examina aquí la tercera carta so-cial. Marx liquida la teoría rodbertiana de laplusvalía en general con esta observación iróni-ca: "El señor Rodbertus empieza investigandoel aspecto que presenta un país en que la pose-sión de la tierra y la del capital no se hallanseparadas, para llegar luego al resultado impor-tante de que la renta (por la cual entiende todala plusvalía) equivale simplemente al trabajo noretribuido o a la cantidad de productos en quetoma cuerpo."

    Ahora bien, la humanidad capitalista seha pasado varios siglos produciendo plusvalíay, poco a poco ha ido formándose, además, una

  • idea acerca del nacimiento de ésta. La primeranoción fue la que brotó de la práctica mercantilinmediata: la de que la plusvalía nacía de unrecargo sobre el valor del producto. Esta ideapredominaba entre los mercantilistas, pero yaJames Steuart se dio cuenta de que, sí fuese así,lo que unos ganaban tenían necesariamente queperderlo otros. A pesar de eso, esta idea siguióapuntando todavía durante mucho tiempo,sobre todo entre los socialistas; fue A. Smithquien la desplazó de la ciencia clásica.

    En su Riqueza de las Naciones, libro 1,cap. VI, se dice: "Tan pronto como el capital seacumula en poder de personas determinadas,algunas de ellas procuran regularmente emple-arlo en dar trabajo a gentes laboriosas, sumi-nistrándoles materiales y alimentos, para sacarprovecho de la venta de su producto o del valorque el trabajador añade a los materiales." Este "seresuelve en dos partes; una de ellas paga el sala-rio de los obreros, y la otra las ganancias del em-presario, sobre el fondo entero de materiales y

  • salarios que adelanta." Y un poco más adelante:"Desde el momento en que las tierras de unpaís se convierten en propiedad privada de losterratenientes, éstos, como los demás hombres,desean cosechar donde nunca sembraron, yexigen una renta hasta por el producto naturaldel suelo..." El obrero "ha de pagar al terrate-niente una parte de lo que su trabajo produce orecolecta. Esta porción, o lo que es lo mismo, elprecio de ella, constituye la renta de la tierra".

    En el citado manuscrito "Contribución ala critica, etc.", p. 253;. Marx comenta así estepasaje: "Para A. Smith, la plusvalía, es decir, eltrabajo sobrante, el remanente de trabajo inver-tido y materializado en la mercancía despuésde cubrir el trabajo retribuido, cuyo equivalentees el salario, constituye por tanto la categoríageneral de que la ganancia propiamente dicha yla renta del suelo no son más que modalida-des."

    Más adelante, libro 1, cap. VIII, dicetambién A. Smith:

  • "Tan pronto como la tierra se convierteen propiedad privada, el propietario exige unaparte de todo cuanto producto obtiene o reco-lecta en ella el trabajador. Su renta es la primeradeducción que se hace del producto del trabajoaplicado a la tierra. Rara vez ocurre que la per-sona que cultiva la tierra disponga de lo nece-sario para mantenerse hasta la recolección. Lasubsistencia que se le adelanta procede gene-ralmente del capital de un amo, el granjero quelo emplea, y que no tendría interés en ocuparlosino participando en el producto del trabaja-dor... este beneficio viene a ser la segunda de-ducción que se hace del producto del trabajoempleado en la tierra. El producto de cualquierotro trabajo está casi siempre sujeto a la mismadeducción de un beneficio. En todas las artes ymanufacturas, la mayor parte de los operariosnecesitan de un patrón que les adelante los ma-teriales de su obra, los salarios y el sustentohasta que la obra se termina. El patrón participaen el producto del trabajo de sus operarios, o en

  • el valor que el trabajo incorpora a los materia-les, y en esta participación consiste su benefi-cio."

    Glosa de Marx (manuscrito p. 256): "Eneste pasaje, A. Smith presenta lisa y llanamentela renta del suelo y la ganancia del capital comosimples deducciones hechas sobre el productodel obrero o sobre el valor de su producto, eiguales a la cantidad de trabajo añadida por él alas materias primas. Pero esta deducción sólopuede consistir, como el propio A. Smith poneen claro con anterioridad, en la parte del trabajoque el obrero añade a las materias primas des-pués de cubrir la cantidad de trabajo que susalario se limita a resarcir o arroja un equiva-lente de éste; dicho en otros términos, no puedeconsistir más que en plusvalía, en trabajo noretribuido."

    Como vemos, ya A. Smith sabía "dedónde nace la plusvalía del capitalista" y,además, la del terrateniente; Marx lo reconocesinceramente ya en 1861, mientras Rodbertus y

  • todo el tropel de sus admiradores, que brotancomo las setas bajo la lluvia caliente de estío delsocialismo de Estado, parecen haberlo olvidadoen absoluto.

    "Sin embargo –prosigue Marx–, A.Smith no diferencia la plusvalía de por sí, comocategoría propia, de las formas específicas bajolas que se presenta como ganancia y renta delsuelo. De aquí todos los errores y los defectosde que adolece su investigación, y más aún lade Ricardo." Frase ésta que podría ser aplicadaliteralmente a Rodbertus. Su "renta" es, senci-llamente, la suma de la renta del suelo + la ga-nancia; de la renta del suelo se forma una teoríatotalmente falsa, y la ganancia la toma, sin mo-lestarse en lo más mínimo, tal y como la en-cuentra en sus predecesores. En cambio, laplusvalía de Marx es la forma general de la sumade valor que se apropian sin equivalencia losposeedores de los medios de producción, sumaque se descompone en las formas específicas,transformadas, de ganancia y renta del suelo,

  • con arreglo a leyes muy peculiares, que Marxfue el primero en descubrir. Estas leyes se des-arrollan en el libro III, donde se verá por vezprimera cuántos eslabones son necesarios parallegar de la comprensión de la plusvalía en ge-neral a la de su transformación en ganancia yrenta del suelo, es decir, a la comprensión delas leyes que rigen el reparto de la plusvalía enel seno de la clase capitalista.

    Ricardo va ya bastante más allá que A.Smith. Basa su concepción de la plusvalía enuna nueva teoría del valor, que aunque aparec-ía ya como un conato en A. Smith se perdíanuevamente entre los desenvolvimientos deeste autor y que habría de constituir, el puntode partida de toda la ciencia económica poste-rior. De la determinación del valor de la mer-cancía por la cantidad de trabajo materializadoen ella, deriva Ricardo la distribución entreobrero y capitalista de la cantidad de valorañadida a las matearías primas por el trabajo,su división en salario y ganancia (es decir, aquí,

  • plusvalía). Demuestra que el valor de las mer-cancías es siempre el mismo, por mucho quecambie la proporción entre estas dos partes; leya la que sólo admite excepciones aisladas. Esta-blece, incluso, algunas leyes fundamentalesacerca de la proporción inversa entre el salarioy la plusvalía (concebida bajo la forma de ga-nancia), aunque en una formulación demasiadogeneral (Marx, El Capital, I, cap. XV, I) [435–438], y demuestra la renta del suelo como unremanente que en determinadas circunstanciasse desprende de la ganancia. Rodbertus no seremonta por encima de Ricardo en ninguno deestos dos puntos. Las contradicciones internasde la teoría de Ricardo, que condujeron al fra-caso a su escuela, pasaron completamente in-advertidas para Rodbertus o sólo sirvieron parainducirle (Zur Erkenntniss, etc., p. 130), a rei-vindicaciones utópicas, y no a solucioneseconómicas.

    Pero la teoría ricardiana del valor y dela plusvalía no necesité esperar a que aparecie-

  • se la obra Zur Erkenntniss, etc., de Rodbertuspara ser utilizada en un sentido socialista. En lap. 495 del primer tomo de El Capital encontra-mos citado el estudio "The possessors of sur-plus produce or capital", tomado de una obratitulada The Source and Remedy of the NationalDifficulties. A letter to Lord John Rusell, Londres,1821. En esta obra, hacia cuya importanciahubiera debido llamar la atención, por si sola,la expresión de "surplus produce or capital" y quees un folleto de 40 páginas, arrancado por Marxal olvido, se dice:

    "Cualquiera que sea lo que al capitalistale corresponda (desde el punto de vista del ca-pitalista), sólo puede apropiarse el trabajo ex-cedente (surplus labour) del obrero, pues elobrero necesita vivir" (p. 23). Pero, cómo viva elobrero y cuán grande pueda ser, por tanto, eltrabajo excedente apropiado por el capitalista,es una cosa muy relativa. "Si el capital no dis-minuye de valor en la proporción en que au-menta de volumen, el capitalista estrujará al

  • obrero el producto de cada hora de trabajo porencima del mínimo que el obrero necesita paravivir... El capitalista puede, en último término,decirle al obrero: no comas pan, pues puedesvivir comiendo nabos y patatas; hasta este pun-to hemos llegado" (p. 24). "Si se puede hacerque el obrero se alimente de patatas en vez depan, es indiscutible que se podrá arrancar unproducto mayor a su trabajo; es decir, sí elobrero para vivir de pan, necesita retener parasu sustento y el de su familia el trabajo del lunesy del martes, alimentándose de patatas sólo re-tendrá para si la mitad del lunes, con lo cual elresto del lunes y todo el martes quedarán libresen provecho del Estado o para el capitalista"(p.26). "Todos están de acuerdo (it is admited) enque los intereses abonados a los capitalistas, seaen forma de renta o en forma de réditos o deganancia comercial o industrial, se pagan a cos-ta del trabajo de otros" (p. 23). He aquí, pues,toda la "renta" de Rodbertus, con la diferenciade que en vez de "renta", aquí se dice intereses.

  • Glosa de Marx (manuscrito "Contribu-ción a la crítica, etc.", p. 852): "Este folleto casidesconocido –que apareció por la época en queempezaba a hacerse célebre el `increíble chapu-cero' MacCulloch– representa un progreso muynotable ton respecto a Ricardo. Define directa-mente la plusvalía o 'ganancia', como Ricardo lallama (y también, con frecuencia, producto ex-cedente, surplus product) o interest, como lo lla-ma el autor del folleto, como surplus labour,trabajo excedente, como el trabajo que el obrerorinde gratis, después de cubrir la cantidad detrabajo que sirve para reponer el valor de sufuerza de trabajo y que, por tanto, produce unequivalente para su salario. Tan importantecomo era reducir el valor al trabajo, era reducirla plusvalía (surplus value) materializada en unproducto excedente (surplus product) a trabajo ex-cedente (surplus labour).

    Esto aparece ya dicho, en efecto,en Adam Smith y constituye una fase fundamentalen la evolución de Ricardo. Pero no aparece nunca

  • expresado y plasmado en ellos en forma abso-luta." Y más adelante, en la p. 859 del manuscri-to, se dice: "Por lo demás, el autor sigue aferra-do a las categorías económicas anteriores a él.En Ricardo la confusión de plusvalía y ganan-cia conduce a contradicciones desagradables.Exactamente lo mismo le ocurre a él, que bauti-za la plusvalía con el nombre de interés delcapital. Es cierto que le lleva a Ricardo la venta-ja de que, en primer lugar, reduce toda la plus-valía a trabajo excedente, y de que, además,aunque llame a la plusvalía interés del capital,hace resaltar, al mismo tiempo, que entiendepor interest of capital la forma general de laplusvalía, a diferencia de sus formas específi-cas, renta, interés y ganancia comercial e indus-trial. Pero vuelve a tomar el nombre de una deestas formas específicas, el interest, como elnombre de la forma general. Y esto basta paraque vuelva a reincidir en la vieja jerga [slang,dice el manuscrito] económica."

  • Este último pasaje le viene a nuestroRodbertus como anillo al dedo. También él seaferra a las categorías económicas anteriores. Ybautiza a la plusvalía con el nombre de una desus modalidades transformadas, a la que,además, da una gran vaguedad: la renta. Elresultado de estas dos pifias es que reincida enla vieja jerga económica, que no lleve adelantede un modo crítico su progreso respecto a Ri-cardo y que, en vez de eso, se deje inducir ahacer de su conato de teoría, antes de que éstase haya desprendido del cascarón, la base deuna utopía, que, como siempre, llega tarde. Elfolleto de referencia se publicó en 1821 y seadelanta ya plenamente a la "renta" rodbertianade 1842.

    El folleto comentado por Marx no esmás que la avanzada extrema de toda una lite-ratura que en la década del veinte endereza lateoría ricardiana del valor y de la plusvalía, eninterés del proletariado contra la produccióncapitalista, combatiendo a la burguesía con sus

  • propias armas. Todo el comunismo de Owen,en la medida en que reviste una forma econó-mico–polémica, se basa en Ricardo. Y junto a élencontramos toda una serie de escritores, entrelos cuales Marx se limita, ya en 1847, a citarunos cuantos en contra de Proudhon (Misére dela Philosophie, p. 49): Edmonds, Thompson,Hodgskin, etc., etc., "y cuatro páginas más deetcéteras". Entre este sinnúmero de obras, citaréuna, tomada al azar: An Inquiry into the Prin-ciples of the Distribution of Wealth, most conduciveto Human Happiness, por William Thompson;nueva edición, Londres, 1850. La primera edi-ción de esta obra, escrita en 1822, se publicó porvez primera en 1824. También aquí se defineconstantemente, y con palabras bastantes con-tundentes, la riqueza apropiada por las clasesno productoras como deducción del productodel obrero. "La aspiración constante de lo quellamamos sociedad ha consistido en mover alobrero productivo, por el engaño o la persua-sión, por la coacción o el terror, a trabajar per-

  • cibiendo la parte más pequeña posible del pro-ducto de su propio trabajo" (p. 28). "¿Por qué elobrero no ha de percibir todo el producto abso-luto de su trabajo?" (p. 32). "Esta compensaciónque los capitalistas le arrancan al obrero pro-ductivo bajo el nombre de renta del suelo, o deganancia, se le reclama por el uso de la tierra ode otros objetos... Puesto que todas las materiasfísicas sobre las cuales o por medio de las cua-les puede poner en práctica su capacidad deproducción el obrero productivo desposeído, alque no se le deja más que su capacidad de pro-ducir, se hallan en posesión de otros cuyos in-tereses son antagónicos a los suyos y cuyo con-sentimiento es condición previa para su trabajo,¿no depende y no tiene necesariamente quedepender de la buena voluntad de estos capita-listas la parte de los frutos de su propio trabajo quese le deje como remuneración de éste (p. 125)...en proporción a la magnitud del producto rete-nido, ya se dé... a estos desfalcos el nombre de

  • impuestos, el de ganancia o el de robo?" (p.126). etcétera

    Confieso que siento, al escribir estaslíneas, un poco de vergüenza. Pase el que laliteratura inglesa anticapitalista de las décadasdel veinte y del treinta sea tan absolutamenteignorada en Alemania, a pesar de que ya en laMisére de la Philosophie, Marx alude directamen-te a ella y de que en el primer tomo de El Capi-tal cita repetidas veces algunas de estas publi-caciones: el folleto de 1821, a Ravenstone, aHodgskin, etc. Pero el hecho de que no sólo elliteratus vulgaris que se agarra desesperadamen-te a los faldones de la levita de Rodbertus, eseliterato "que no ha aprendido realmente nada",sino incluso el profesor de oficio que "se jactade erudición" haya olvidado su economía clási-ca hasta el punto de poder acusar seriamente aMarx de copiar de Rodbertus, cosas que pue-den leerse ya en A. Smith y en Ricardo, de-muestra cuán bajo ha caído hoy, en Alemania,la economía oficial.

  • ¿Qué es, entonces, lo que Marx dice denuevo acerca de la plusvalía? ¿Cómo se explicaque la teoría de la plusvalía de Marx haya des-encadenado una tormenta repentina, y ademásen todos los países civilizados, mientras que lasteorías de todos sus predecesores socialistas,incluyendo a Rodbertus, se esfumaron sin dejarrastro?

    Podríamos explicar esto a la luz de unejemplo sacado de la historia de la química.

    A fines del siglo pasado, imperaba to-davía en la química, como es sabido, la teoríaflogística, la cual explicaba el proceso de todacombustión, a base de un cuerpo, hipotético, uncombustible absoluto que según ella se des-prendía en ese proceso y al que se daba elnombre de flogisto. Esta teoría bastaba paraexplicar la mayoría de los fenómenos conocidospor aquel entonces, aunque para ello, en ciertoscasos, fuera necesario violentar un poco la cosa.En 1774, Priestley descubrió una clase de aire"tan puro o tan exento de flogisto que, a su la-

  • do, el aire corriente parecía estar ya corrompi-do". Y le dio el nombre de aire desflogistizado.Poco después, Scheele encontró en Suecia lamisma clase de aire y demostró su existencia enla atmósfera. Descubrió, además, que desapa-recía al quemar un cuerpo en él o en aire co-rriente, razón por la cual le dio nombre de "aireígneo". "Estos resultados le llevaron a la conclu-sión de que la combinación que se produce porla unión del flogisto con una de las partes inte-grantes del aire (es decir, en el proceso de com-bustión) no es otra cosa que fuego o calor, quese escapa por el vidrio."2

    Tanto Priestley como Scheele habíandescubierto el oxígeno, pero no sabían lo quetenían en la mano. Seguían aferrados a las cate-gorías "flogísticas" anteriores a ellos. En susmanos, el elemento llamado a echar por tierratoda la concepción flogística y a revolucionar laquímica, estaba condenado a la esterilidad. Pe-ro Priestley comunicó enseguida su descubri-miento a Lavoisier, en París, y Lavoisier se pu-

  • so a investigar, a la luz de este nuevo hecho,toda la química flogística, hasta que descubrióque la nueva clase de aire era, en realidad, unnuevo elemento químico; que en la combustiónno interviene ningún misterioso flogisto que seescape del cuerpo en ignición, sino que es elnuevo elemento el que se combina con el cuerpoque arde, y de este modo puso de pie toda laquímica, que bajo su forma flogística estaba decabeza. Y aunque, como él mismo lo afirma, nopresentó el oxígeno al mismo tiempo que losotros e independientemente de ellos, Lavoisieres, a pesar de ello, con respecto a los otros dos,el verdadero descubridor del oxígeno, ya queaquéllos no hicieron más que tropezar con elnuevo elemento sin sospechar siquiera qué eraaquello en que tropezaban.

    Pues bien; la relación que medía entreLavoisier y Priestley y Scheele es la misma quemedia, en lo tocante a la teoría de la plusvalía,entre Marx y sus predecesores. La existencia deesa parte de valor del producto a que hoy da-

  • mos el nombre de plusvalía, habíase compro-bado mucho antes de Marx; y asimismo se hab-ía expresado, con mayor o menor claridad, enlo que consiste, a saber: en el producto del tra-bajo por el que quien se lo apropia no pagaequivalente alguno. Pero no se pasaba de ahí.Los unos –los economistas burgueses clásicos–investigaban, a lo sumo, la proporción en que elproducto del trabajo se repartía entre el obreroy el poseedor de los medios de producción. Losotros –los socialistas– encontraban este repartoinjusto y buscaban medios utópicos para corre-gir la injusticia. Pero, tanto unos como otrosseguían aferrados a las categorías económicasanteriores a ellos.

    Fue entonces cuando apareció Marx. Yapareció en directa contraposición con todossus predecesores. Allí donde éstos veían unasolución, Marx vio solamente un problema. Vioque aquí no se trataba ni de aire desflogistizadoni de aire ígneo, sino de oxígeno; que no se tra-taba ni de la simple comprobación de un hecho

  • económico corriente, ni del conflicto de estehecho con la eterna justicia y la verdadera mo-ral, sino de un hecho que estaba llamado a re-volucionar toda la economía y que daba –aquien supiera interpretarlo– la clave para com-prender toda la producción capitalista. A la luzde este hecho, investigó todas las categoríasanteriores a él, lo mismo que Lavoisier habíainvestigado a la luz del oxígeno todas las ante-riores categorías de la química flogistica. Parasaber qué era la plusvalía, tenía que saber quéera el valor. Y el único camino que se podíaseguir, para ello, era el de someter a crítica,ante todo, la propia teoría del valor de Ricardo.Y así, Marx investigó el trabajo en su funcióncreadora de valor y puso en claro por vez pri-mera qué trabajo y por qué y cómo crea valor,descubriendo que el valor no es otra cosa quetrabajo de esta clase cristalizado, punto éste queRodbertus no llegó jamás a comprender. Luego,Marx investigó la relación entre la mercancía yel dinero y demostró cómo y por qué, gracias a

  • la cualidad de valor inherente a ella, la mer-cancía y el cambio de mercancías tienen necesa-riamente que engendrar la antítesis de mer-cancía y dinero; su teoría del dinero cimentadasobre esta base, es la primera teoría completa,hoy tácitamente aceptada por todo el mundo.Investigó la conversión del dinero en capital ydemostró que este proceso descansa en la com-pra y venta de la fuerza de trabajo. Y, sustitu-yendo el trabajo por la fuerza de trabajo, por lacualidad creadora de valor, resolvió de golpeuna de las dificultades contra las que se habíaestrellado la escuela de Ricardo: la imposibili-dad de poner intercambio de capital y trabajoen consonancia con la ley ricardiana de la de-terminación del valor por el trabajo. Sentandola distinción del capital en constante y variable,consiguió por vez primera exponer hasta en susmás pequeños detalles y, por tanto, explicarlo,el proceso de la formación de plusvalía en suverdadero desarrollo, cosa que ninguno de suspredecesores había logrado: estableció, por este

  • camino, una distinción entre dos clases de capi-tal de la que ni Rodbertus ni los economistasburgueses habían sido capaces de sacar nada enlimpio y que, sin embargo, nos da la clave pararesolver los problemas económicos más intrin-cados, como lo demuestra palmariamente, unavez más, este libro II y lo demostrará más aún,según se verá en su día, el libro III. Siguió in-vestigando la misma plusvalía y descubrió susdos formas: la plusvalía absoluta y la relativa,señalando el papel distinto, pero decisivo enambos casos, que la plusvalía desempeña en eldesarrollo histórico de la producción capitalis-ta. Y, sobre la base de la plusvalía, desarrolló laprimera teoría racional del salario que posee-mos y trazó por vez primera las líneas genera-les para una historia de la acumulación capita-lista y para una exposición de su tendenciahistórica.

    ¿Y Rodbertus? Después de leer todo es-to, ve en ello –economista de tendencia, comosiempre– un "asalto a la sociedad", le parece

  • que él ha dicho de un modo mucho más brevey más claro de dónde nace la plusvalía y en-cuentra, finalmente, que todo esto se amolda,indudablemente, a "la actual forma de capital",es decir, al capital tal como existe históricamen-te, pero no al "concepto del capital", es decir, ala idea utópica que del capital se ha formado elseñor Rodbertus. Exactamente lo mismo quesucedía al vejo Priestley, que hasta su muerteponía la mano en el fuego por el flogismo, sinquerer saber absolutamente nada del oxígeno.Con la diferencia de que Priestley fue realmen-te el primero que tropezó con el oxígeno, mien-tras que Rodbertus, con su plusvalía, o mejordicho con su "renta", no hizo más que volver adescubrir un lugar común, y de que Marx, alcontrario que los predecesores de Lavoisier,jamás afirmó haber sido el primero en descu-brir el hecho de la existencia de la plusvalía.

    Las demás aportaciones de Rodbertusen materia de economía. se hallan al mismonivel de ésta. Su elaboración de la plusvalía

  • hasta convertirla en un concepto utópico, fuecriticada ya por Marx, sin proponérselo, en laMisére de la Philosophie; y cuanto restaba pordecir acerca de esto, ha sido dicho por mí en elprólogo a la traducción alemana de la citadaobra. La tendencia a las crisis comerciales por eldéficit de consumo de la clase obrera la encon-tramos ya en los Nouveaux Principes de l'Écono-mie Politique de Sismondi, libro IV, capítulo IV.3Sólo que Sismondi no pierde de vista nunca elmercado mundial, mientras que el horizonte deRodbertus queda encerrado dentro de las fron-teras prusianas. Sus especulaciones sobre si elsalario proviene del capital o de la renta sonpuro escolasticismo y quedan definitivamenteliquidadas con la sección tercera de este libro IIde El Capital. Su teoría de la renta es propiedadexclusiva suya y podrá seguir sesteando tran-quilamente hasta que vea la luz el manuscritode Marx en que se hace la crítica de ella. Final-mente, sus proposiciones encaminadas a eman-cipar la propiedad territorial de la vieja Prusia

  • de la opresión del capital son también comple-tamente utópicas; en ellas se elude, en efecto, laúnica cuestión práctica que aquí se ventila: lacuestión de saber cómo el terrateniente de lavieja Prusia puede ingresar, digamos, 20,000marcos un año con otro y gastar, por ejemplo,30,000, sin contraer deudas.

    La escuela ricardiana fracasó hacía 1830por culpa de la plusvalía. El problema que ellano fue capaz de resolver siguió siendo un pro-blema sin solución, con harta mayor razón,para su sucesora, la economía vulgar. He aquílos dos puntos contra los cuales Ricardo y suescuela se estrellaron:

    Primero. El trabajo es la medida del va-lor. Sin embargo, el trabajo vivo, al ser cambia-do por capital, presenta un valor inferior al deltrabajo materializado por el que se cambia. Elsalario, el valor de una determinada cantidadde trabajo vivo, es siempre inferior al valor delproducto creado por esta misma cantidad detrabajo vivo o en que ésta toma cuerpo. Así

  • formulado, el problema es, en efecto, insoluble.Marx lo plantea en sus verdaderos términos y,al plantearlo así, lo resuelve. No es el trabajo elque tiene un valor. Como actividad creadora devalor que es, el trabajo no puede tener un valorespecial, lo mismo que la gravedad no puedetener un peso especial, ni el calor una tempera-tura especial, ni la electricidad un voltaje espe-cial. Lo que se compra y se vende como mer-cancía no es el trabajo, sino la fuerza de trabajo.Al convertirse en mercancía, su valor se rigepor el trabajo encarnado en ella como productosocial y equivale al trabajo socialmente necesa-rio para su producción y reproducción. Lacompra y venta de la fuerza de trabajo sobre labase de este valor suyo no contradice, por tan-to, en modo alguno, a la ley económica del va-lor.

    Segundo. Según la ley ricardiana del va-lor, dos capitales que emplean la misma canti-dad de trabajo vivo y con la misma remunera-ción, producen en tiempos iguales –suponiendo

  • que todas las demás circunstancias sean idénti-cas– productos de igual valor y plusvalía o ga-nancia en cantidad también igual. Pero sí em-plean cantidades desiguales de trabajo vivo, nopueden producir una plusvalía, o, como dicenlos ricardianos, una ganancia de tipo igual.Pues bien, lo que ocurre es precisamente lo con-trario. En realidad, capitales iguales, cualquieraque sea la cantidad, pequeña o grande, de tra-bajo vivo que empleen, producen en tiemposiguales por término medio, ganancias iguales.Se encierra aquí, por tanto, una contradicción ala ley del valor, contradicción descubierta yapor Ricardo, y que su escuela fue también inca-paz de resolver. Rodbertus vio también estacontradicción; pero, en vez de resolverla, laconvirtió en uno de los puntos de partida de suutopía (Zur Erkenntnis, etc., p. 131). La tal con-tradicción había sido ya resuelta por Marx en elmanuscrito titulado "Contribución a la crítica,etc."; la solución se encuentra, con arreglo alplan de El Capital, en el libro III. Aún habrán de

  • pasar varios meses antes de su publicación. Portanto, los economistas que pretenden descu-brirnos en Rodbertus la fuente secreta de Marxy un precursor aventajado de éste, tienen aquíuna ocasión de demostrarnos lo que puede darde sí la economía rodbertiana. Si son capaces deexplicarnos cómo, no ya sin infringir la ley delvalor, sino sobre la base precisamente de estaley, puede y debe formarse una cuota medía deganancia igual, entonces discutiremos mano amano con ellos. Pero, tienen que darse prisa.Las brillantes investigaciones contenidas eneste libro II de El Capital y los novísimos resul-tados a que llegan en terrenos que hasta aquíapenas había pisado nadie, no son más que laspremisas para el contenido del libro III, en elque se desarrollan los resultados finales de laexposición marxista del proceso social de re-producción, sobre la base capitalista. Cuandoeste libro III vea la luz, ya casi nadie se acor-dará de que existió un economista llamadoRodbertus.

  • Marx tenía el propósito, que repetidasveces me expuso, de dedicar a su esposa loslibros II y III de El Capital.

    FEDERICO ENGELS

    Londres, 5 de mayo de 1885, cumplea-ños de Marx.

    Esta segunda edición es, substancial-mente, una reproducción literal de la primera.Me he limitado a corregir las erratas de impren-ta, a subsanar algunos descuidos de estilo y asuprimir algunos párrafos breves que no con-tenían más que repeticiones.

    La labor de preparación del manuscritodel tercer libro, en la que he tropezado con difi-cultades completamente inesperadas, está apunto de terminar. Si gozo de salud, este volu-men podrá ser entregado a la imprenta en elpróximo otoño.

  • F. ENGELS

    Londres. 15 de julio de 1893.

  • Sección PrimeraLAS METAMORFOSIS DEL CAPI-

    TAL Y SU CICLO

    Capitulo I

    EL CICLO DEL CAPITAL – DINERO

    El proceso cíclico1 del capital se desarro-lla en tres fases, que forman, según se ha ex-puesto en el libro I, la siguiente serie:

    Primera fase: El capitalista aparece en elmercado de mercancías y en el mercado de tra-bajo como comprador; su dinero se invierte enmercancías; recorre el acto de circulación D –M.

    Segunda fase: Consumo productivo porel capitalista de las mercancías compradas.Aquél actúa como productor capitalista demercancías; su capital recorre el proceso deproducción. El resultado es: una mercancía de

  • valor superior al de los elementos que la pro-ducen.

    Tercera fase: El capitalista retorna al mer-cado como vendedor, sus mercancías se con-vierten en dinero; recorren el acto de circula-ción M – D.

    Por tanto, la fórmula que expresa el ci-clo del capital–dinero es: D – M... P... M' – D'.Los puntos indican la interrupción del procesode producción y M' y D' representan M y Dincrementados por la plusvalía.

    En el libro I sólo se trató de la primerafase y de la tercera en la medida en que ello eranecesario para la comprensión de la segundafase del proceso de producción del capital. Nose examinaron, por tanto, las diversas formasque reviste el capital en sus distintas fases yque unas veces asume y otras abandona en susrepetidos ciclos. Estas formas son las que cons-tituyen aquí el objeto inmediato de nuestra in-vestigación.

  • Para concebir las formas en su estadopuro, hay que prescindir, por el momento, detodos los factores que no tienen nada que vercon el cambio de formas y la plasmación deestas formas como tales. Por eso, aquí partimosdel supuesto de que las mercancías se vendenpor su valor, y de que esto se realiza, además,en circunstancias invariables. Por la mismarazón, hacemos también caso omiso de las va-riaciones de valor que durante el proceso cíclicopueden producirse.

    1. Primera fase: D – M 2

    D – M representa la inversión de unasuma de dinero en una suma de mercancías:para el comprador, la conversión de su dineroen mercancías, para el vendedor, la conversiónde sus mercancías en dinero. Lo que hace queesta operación, que forma parte de la circula-ción general de mercancías represente al mismotiempo una etapa funcionalmente determinada

  • del ciclo independiente de un capital indivi-dual, no es la forma de la operación, sino sucontenido material, el carácter especifico de usode las mercancías que pasan a ocupar el lugardel dinero. Estas mercancías son, de una parte,medios de producción, de otra fuerza de traba-jo; es decir, los factores materiales y personalesde la producción de mercancías, cuyo carácterespecífico tiene que corresponder, naturalmen-te, a la clase de artículos que se trata de produ-cir. Si llamamos a la fuerza de trabajo T y a losmedios de producción , Mp, tendremos que lasuma de mercancías que se compra, M = T +Mp, o, expresado más concisamente,

    :D – M

    p

    sí analizamos su contenido, se convierte,por tanto, en

  • D – M

    p

    o lo que es lo mismo, D – M se desdoblaen D – T y D – Mp; la suma de dinero D se di-vide en dos partes: una de ellas se destina acomprar fuerza de trabajo, la otra a comprarmedios de producción. Estas dos series decompradores actúan en dos mercados comple-tamente distintos: una, en el mercado de mer-cancías, que se invierte D, la fórmula

    D – M

    p

  • expresa, además, una relación cuantita-tiva altamente característica.

    Sabemos que el valor o precio de lafuerza de trabajo se le paga a su poseedor, aquien la ofrece en venta como mercancía, enforma de salario, es decir, como el precio co-rrespondiente a una suma de trabajo que encie-rra, además, trabajo sobrante; de modo que si,por ejemplo, el valor de un día de fuerza detrabajo equivale a 3 marcos, producto de cincohoras de trabajo, en el contrato celebrado entrecomprador y vendedor éste figurará como elprecio o salario de diez horas de trabajo, su-pongamos. Si se contratan, por ejemplo, 50obreros en idénticas condiciones, resultará quetodos ellos juntos deberán suministrar diaria-mente al comprador 500 horas de trabajo, lamitad de las cuales, o sean, 250 horas de trabajo= 25 jornadas de trabajo de diez horas, consisteexclusivamente, según la hipótesis de que par-timos, en trabajo sobrante. La cantidad y el vo-lumen de los medios de producción que se

  • compren deberán ser suficientes para poderemplear esta masa de trabajo.

    Por tanto, la fórmula

    D – M

    p

    no expresa solamente la proporción cua-litativa según la cual una determinada suma dedinero, por ejemplo 422 libras esterlinas, seinvierte en determinados medios de produc-ción y en la fuerza de trabajo que a ellos corres-ponde, y viceversa, sino también la proporcióncuantitativa entre la parte del dinero invertidaen fuerza de trabajo (T) y la parte invertida enmedios de producción (Mp), proporción queresponde de antemano a la suma de trabajoexcedente que un determinado número deobreros debe rendir.

  • Así, por ejemplo, sí en una fábrica dehilados el salario semanal de 50 obreros es de50 libras esterlinas, habrá que invertir en me-dios de producción 372 libras, suponiendo quesea éste el valor de los medios de producciónque convierta en hilo un trabajo semanal de3,000 horas, 1,500 de las cuales representan tra-bajo excedente.

    Por ahora, no interesa para nada saberhasta qué punto la aplicación del trabajo exce-dente arroje, en diversas ramas industriales, unsuplemento de valor en forma de medios deproducción. Lo que interesa es que la parte deldinero invertida en medios de producción –losmedios de producción comprados, en la fórmu-la D – Mp– sea, bajo cualesquiera circunstan-cias, suficiente; es decir esté bien calculada deantemano, se movilice en la proporción ade-cuada. Dicho de otro modo, la masa de los me-dios de producción debe bastar para absorberla masa de trabajo, para que ésta pueda trans-formarla en producto. Sí no contase con medios

  • de producción suficientes el comprador, notendría a qué dedicar el trabajo excedente deque dispone; su derecho a disponer de este tra-bajo no le servirá de nada. Y, por el contrario, siexistiesen más medios de producción que tra-bajo disponible, el trabajo no los absorbería y,por tanto, no se transformarían en producto.

    Una vez que se realiza la operación

    D – M

    p

    el comprador no dispone solamente delos medios de producción y de la. fuerza detrabajo para producir un artículo útil, sino quedispone, además, de un caudal de fuerza detrabajo, de una cantidad de trabajo mayor de laque necesita para reponer el valor de la fuerzade trabajo, y al mismo tiempo de los medios de

  • producción indispensables para realizar o ma-terializar esta suma de trabajo: dispone, portanto, de los factores necesarios para producirartículos de un valor superior al de sus elemen-tos de producción, o sea, una masa de mercanc-ías que encierran una plusvalía. El valor des-embolsado por él en forma de dinero revisteahora, por tanto, una forma natural que le per-mite realizarse como valor preñado de plusval-ía (en forma de mercancías). Dicho en otrostérminos, aparece en el estado o bajo la formade capital productivo, de capital dotado de lapropiedad de crear valor y plusvalía. Al capitalque adopta esta forma lo llamamos P.

    El valor de P es = valor de T + Mp, = Dinvertido en T y Mp. D representa el mismovalor–capital que P, aunque bajo una modali-dad distinta, a saber: la de valor–capital en di-nero o en forma de dinero, la de capital–dinero.

    Por tanto, la operación de la circulacióngeneral de mercancías que empleamos en lafórmula

  • D – M

    po, empleando la forma general, D – M,

    suma de compras de mercancías es, al mismotiempo, como fase del proceso cíclico indepen-diente del capital, la transformación del valordel capital de su forma–dinero en su formaproductiva o, más concisamente, la conversióndel capital–dinero en capital productivo. Por con-siguiente, en la fase del ciclo que ahora estamosexaminando, el dinero aparece como primerexponente del valor del capital y, por tanto, elcapital–dinero como la forma en que el capitalse desembolsa.

    Como capital–dinero, reviste una formaque le permite realizar las funciones del dinero,que son, en el caso a que nos referimos, las fun-ciones de medio general de compra y de mediogeneral de pago. (Esta última en la medida en

  • que la fuerza de trabajo, aunque comprada deantemano, sólo se paga después de emplearse.Cuando los medios de producción no existenen el mercado ya dispuestos para ser aplicados,sino que hay que encargarlos, el dinero funcio-na también, en la forma D – Mp, como mediode pago.) Esta propiedad no proviene delhecho de que el capital–dinero sea capital, sinodel hecho de ser dinero.

    De otra parte, el valor del capital enforma de dinero sólo puede desempeñar lasfunciones propias del dinero; exclusivamenteéstas. Lo que convierte a estas funciones deldinero en funciones de capital es el papel con-creto que desempeñen en el proceso del capitaly también, por tanto, la concatenación de la faseen que aparecen con las demás fases de su ciclo.Así, por ejemplo, en el caso a que nos estamosrefiriendo, el dinero se invierte en mercancíascuya combinación constituye la forma naturaldel capital productivo y que, por tanto, encierraya de un modo latente, es decir, en cuanto a la

  • posibilidad, el resultado del proceso capitalistade producción.

    Una parte del dinero que en la fórmula

    D – M

    p

    realiza la función de capital–dinero pasaa desempeñar, al efectuarse esta misma circula-ción, una función en la que su carácter de capi-tal desaparece, quedando en pie su carácter dedinero. La circulación del capital–dinero D sedescompone en D – Mp y D – T, en compra demedios de producción y compra de fuerza detrabajo. Examinemos concretamente la últimaoperación. D – T es la compra de la fuerza detrabajo por el capitalista y la venta de la fuerzade trabajo –aquí, podemos decir la venta deltrabajo, puesto que se presupone la forma del

  • salario– por el obrero que la aporta. Lo que espara el comprador D – M ( =D – T) es aquí, co-mo en toda compra, para el vendedor (para elobrero) T – D ( = M – D), la venta de su fuerzade trabajo. Es la primera fase de la circulación oprimera metamorfosis de la mercancía (libro I,cap. III, 2 a) [ pp. 64 ss. ]; es, por parte del ven-dedor del trabajo, la conversión de su mercanc-ía en la forma–dinero. El dinero así obtenido lova invirtiendo el obrero, poco a poco, en unasuma de mercancías destinadas a satisfacer susnecesidades, en artículos de consumo. Por tan-to, la circulación global de su mercancía revistela fórmula T –D – M; es decir, en primer lugar T– D ( = M – D) y en segundo lugar D – M; o sea,la forma general de la circulación simple demercancías M –D – M, en la que el dinero figu-ra como simple medio transitorio de circula-ción, como mero intermediario en el cambio deuna mercancía por otra.

    D – T es la fase característica de la con-versión del capital–dinero en capital producti-

  • vo, ya que constituye la condición esencial paraque el capital desembolsado en forma de dinerose convierta realmente en capital, en valorcreador de plusvalía. D – Mp no tiene más fina-lidad que facilitar la realización de la masa detrabajo comprada por medio de D – T. Por tan-to, desde este punto de vista, la fórmula D – Tfue expuesta en el libro I, sección II: transfor-mación del dinero en capital. [pp. 103–129].Aquí, debemos examinar el problema desdeotro punto de vista, refiriéndonos especialmen-te al capital–dinero como forma de manifestar-se el capital.

    La fórmula D – T es considerada, en ge-neral, como característica del régimen capitalis-ta de producción. Pero no, ni mucho menos,como se ha pretendido hacer creer, por el hechode que la compra de la fuerza de trabajo sea uncontrato de compra en el que se estipula la en-trega de una cantidad de trabajo mayor de laque se necesita para reponer el precio de lafuerza de trabajo, el salario; es decir, por el

  • hecho de que la entrega de trabajo sobranteconstituya la condición fundamental para lacapitalización del valor desembolsado o, lo quees lo mismo, para la producción de plusvalía,sino más bien en cuanto a la forma que existe,toda vez que bajo la forma del salario se com-pra trabajo con dinero, y esta operación se repu-ta característica de la economía pecuniaria.

    Una vez más, nos encontramos con queno es lo irracional de la forma lo que debe con-siderarse característico. Lejos de ello, este as-pecto formal pasa inadvertido. Lo irracionalconsiste en que el trabajo, elemento creador devalor, no puede tener de por sí valor alguno; enque, por tanto, una determinada cantidad detrabajo no puede tampoco tener un valor que seexprese en un precio, en su equivalencia a unadeterminada cantidad de dinero. Ya sabemosque el salario no es más que una forma disfra-zada, forma en la que, por ejemplo, el precio deun día de fuerza de trabajo aparece como, elprecio del trabajo realizado por ella durante un

  • día, con lo cual el valor producido por aquellafuerza de trabajo en 6 horas de trabajo, supon-gamos, se expresa como el valor de su funcióno trabajo de 12 horas.

    La fórmula D – T se considera como locaracterístico, como el cuño de la llamada eco-nomía pecuniaria, porque aquí el trabajo apare-ce como la mercancía de su poseedor y el dine-ro, por tanto, como comprador, es decir, porrazón del régimen propio del dinero (o sea, dela compra y la venta de una actividad humana).Sin embargo, el dinero funcionaba ya desdemucho antes como comprador de lo que se lla-maban servicios, sin que por ello D se convir-tiese en capital–dinero y sin que, por tanto, setransformase el carácter general de la econom-ía.

    Al dinero le es de todo punto indiferen-te el que se le invierta en esta o en la otra clasede mercancías. Es la forma general de equiva-lencia de todas las mercancías, las cuales indi-can ya por sus precios que representan, ideal-

  • mente. una determinada suma de dinero, queesperan verse convertidas en dinero y que sóloentonces, al trocarse en dinero, asumen la for-ma bajo la cual pueden cambiarse en valores deuso para sus poseedores. Por tanto, cuando lafuerza de trabajo aparece en el mercado, a par-tir de un determinado momento, como unamercancía de su poseedor, vendida en forma depago del trabajo, en forma de salario, su com-pra y venta no se distingue absolutamente ennada de la compra y venta de cualquier otramercancía. Lo característico no es, por tanto, elque la mercancía fuerza de trabajo pueda sercomprada; es el hecho de que aparezca comouna mercancía.

    Mediante la fórmula

    D – M

    p

  • mediante la transformación del capital–dinero en capital productivo, el capitalista ob-tiene la combinación de los factores materialesy personales de la producción, en la medida enque estos factores consisten en mercancías. Paraque el dinero pueda convertirse por vez prime-ra en capital productivo o funcionar por vezprimera como capital–dinero para su poseedor,tiene que empezar por comprar los medios deproducción, los edificios en que se ha de traba-jar, la maquinaria, etc., antes de comprar lafuerza de trabajo; pues tan pronto como ésta sehalla a su disposición, necesita disponer de losmedios de producción adecuados para poderemplearla como fuerza de trabajo.

    Así se plantea la cosa, en lo tocante alcapitalista.

    En lo que atañe al obrero, su fuerza detrabajo sólo puede empezar a funcionar pro-ductivamente a partir del momento en que, alser vendida, se la pone en contacto con los me-dios de producción. Por tanto, antes de su ven-

  • ta existe separada de los medios de producción,de las condiciones materiales necesarias para suempleo. En este estado de separación, no se lapuede emplear ni directamente para la produc-ción de valores de uso destinados a su posee-dor ni para la producción de mercancías decuya venta puede vivir éste. Pero, tan prontocomo, al ser vendida, entra en contacto con losmedios de producción, pasa a formar parte delcapital productivo de su comprador, exacta-mente lo mismo que aquéllos.

    Por consiguiente, aunque en el acto D –T el poseedor del dinero y el poseedor de lafuerza de trabajo se enfrentan tan sólo comocomprador y vendedor respectivamente, comoel poseedor del dinero y el poseedor de la mer-cancía, es decir, aunque en este aspecto su rela-ción se desarrolla exclusivamente en el planodel dinero, el comprador aparece de antemano,al mismo tiempo, como poseedor de los mediosde producción, que constituyen las condicionesmateriales necesarias para que el poseedor de

  • la fuerza de trabajo pueda emplearla de unmodo productivo. Dicho en otros términos,estos medios de producción se enfrentan con elposeedor de la fuerza de trabajo como una pro-piedad ajena. De otra parte, el vendedor deltrabajo aparece frente a su comprador comouna fuerza de trabajo ajena que tiene que po-nerse bajo sus órdenes, incorporarse a su capi-tal, para que éste pueda actuar realmente comocapital productivo. Por tanto, en el momento enque ambas partes se enfrentan en el acto D – T(o enfocándolo del lado del obrero, T – D), exis-te ya , se da por supuesta la relación de claseentre capitalista y obrero asalariado. Es éstauna relación de compra y venta, de dinero; pe-ro una compra y una venta en las que el com-prador actúa ya como capitalista y el vendedorcomo obrero asalariado y que tiene como pre-misa el hecho, de que las condiciones necesa-rias para la realización de la fuerza de trabajo –los medios de vida y los medios de produc-

  • ción– aparecen separados, como propiedadajena, del poseedor de aquélla.

    Aquí, no nos interesa saber cómo seproduce esta separación. La separación existedesde el momento en que se efectúa la opera-ción D – T. Lo que nos interesa es el hecho deque si la fórmula D – T aparece como una fun-ción del capital–dinero o el dinero se presentaaquí como una modalidad del capital, no es, nimucho menos, porque el dinero actúe, en estecaso, como medio de pago de una actividadhumana encaminada a un efecto útil, de unservicio; es decir, no por la función propia deldinero como medio de pago. Si el dinero puedeinvertirse en esta forma es, sencillamente, por-que la fuerza de trabajo se halla separada desus medios de producción (incluyendo los me-dios de vida, como medios de producción de lapropia fuerza de trabajo) y porque este divorciosólo puede remediarse de un modo: vendiendola fuerza de trabajo al poseedor de los mediosde producción. Lo cual quiere decir que los

  • frutos de la fuerza de trabajo, cuyos límites nocoinciden, ni mucho menos, con los límites dela cantidad de trabajo necesaria para la repro-ducción de su propio precio, le pertenecen alcomprador. La relación de capital surge duran-te el proceso de producción, pura y simplemen-te, porque existe ya en el mismo acto de circu-lación, en las distintas condiciones económicasfundamentales en que se enfrentan el compra-dor y el vendedor, en sus relaciones de clase.No es el dinero el que engendra, por su natura-leza, esta relación; es, por el contrario, la exis-tencia de esta relación la que convierte la sim-ple función del dinero en función de capital.

    Al estudiar el concepto del capital–dinero (por el momento, sólo nos interesa esteconcepto en relación con la función concretaque le vemos desempeñar aquí), suelen empa-rejarse o mezclarse dos errores. En primer lu-gar, las funciones que el valor capital desempe-ña como capital–dinero, y que puede desempe-ñar, precisamente, por revestir la forma–dinero,

  • se atribuyen erróneamente a su carácter de ca-pital, siendo así que se deben exclusivamente ala forma–dinero que el valor capital reviste, asu modalidad de dinero. En segundo lugar (a lainversa), el contenido específico de la funcióndel dinero, que la convierte al mismo tiempo enuna función de capital, se atribuye a la natura-leza del dinero (confundiéndose, por tanto, eldinero con el capital), cuando en realidad pre-supone condiciones sociales inherentes a laoperación D–T y que no van implícitas, ni mu-cho menos, en la simple circulación de mer-cancías ni en la correspondiente circulación deldinero.

    La compra y venta de esclavos es tam-bién, en cuanto a su forma, compra y venta demercancías. Pero el dinero no podría ejerceresta función si no existiese la esclavitud. Hayque partir de la existencia de la esclavitud, paraque el dinero pueda invertirse en comprar es-clavos. En cambio, para hacer posible la esclavi-

  • tud no hasta con que el comprador disponga dedinero.

    El hecho de que la venta de la propiafuerza de trabajo (bajo la forma de venta delpropio trabajo o del salario) no aparezca comoun fenómeno aislado, sino como la premisasocialmente decisiva sobre que descansa laproducción de mercancías y de que, por tanto,el capital–dinero cumpla en una escala social lafunción

    TD

    –M <M

    pestudiada aquí, presupone ciertos pro-

    cesos históricos vienen a romper la asociaciónprimitiva de los medios de producción con lafuerza de trabajo; procesos históricos por efectode las cuales se enfrentan la masa del pueblo,los obreros, como no propietarios, y los noobreros como propietarios de estos medios de

  • producción. Nada interesa, para estos efectos,saber qué forma revestía aquella asociaciónantes de romperse: si el propio obrero figuraba,como un medio de producción entre tantosotros o era, por el contrario, propietario deellos.

    Por tanto, el hecho que sirve de base,aquí, al acto

    TD

    –M <M

    pes la distribución; no la distribución en

    sentido corriente, la distribución de medios deconsumo, sino la distribución de los elementosde la misma producción, por medio de la cuallos factores materiales se concentran en un la-do, mientras que la fuerza de trabajo, aislada deellos, se concentra en el otro.

    Por consiguiente, los medios de produc-ción, la parte material del capital productivo,

  • tienen que existir ya como capital frente alobrero para que el acto D–T pueda convertirseen un acto social de carácter general.

    Ya hemos visto más arriba que la pro-ducción capitalista, una vez instaurada, no selimita, en su desarrollo, a reproducir esta sepa-ración, sino que la va ampliando en proporcio-nes cada vez mayores, hasta convertirla en elrégimen social imperante. Pero el problemapresenta, además, otro aspecto. Para que el ca-pital pueda formarse y apoderarse de la pro-ducción, el comercio y, por tanto, la circulaciónde mercancías, necesitan alcanzar cierto gradode desarrollo, el cual supone, al mismo tiempo,un cierto grado de desarrollo de su producción,pues no se pueden lanzar a la circulación, comomercancías, estos o aquellos artículos a menosque se produzcan ya como tales mercancías, esdecir, con destino a la venta. Y la producción demercancías no aparece como el carácter normal,predominante, de la producción hasta que no

  • se establece sobre la base de la producción capi-talista.

    Los terratenientes rusos, que hoy, a con-secuencia de la llamada emancipación de loscampesinos, tienen que explotar su agriculturamediante obreros asalariados en vez de explo-tarla a base de siervos sujetos a trabajos forza-dos, se quejan de dos cosas. En primer lugar, defalta de capital–dinero. Dicen, por ejemplo, queantes de vender la cosecha, necesitan pagar auna gran masa de jornaleros, lo cual hace queescasee el elemento primordial: el dinero con-tante. Para explotar sobre una base capitalistala producción, hay que disponer constantemen-te de un capital en forma de dinero, destinadoprecisamente al pago de los salarios. Pero éstees un mal que tiene, para los terratenientes,fácil remedio. Con el tiempo maduran las uvas.Con el tiempo, el capitalista industrial disponeno sólo de su dinero, sino también de l'argentdes autres. (1)

  • Pero aún es más elocuente la segundaqueja: la de que, aun disponiendo de dinero, noes posible disponer en cantidad suficiente y enel momento apetecido de las fuerzas de trabajonecesarias, ya que el régimen de propiedadcomunal de los pueblos sobre la tierra hace queel bracero ruso no se halle todavía plenamentedivorciado de sus medios de producción y nosea, por tanto, un “jornalero libre” en el plenosentido de la palabra. Y la existencia de “jorna-leros libres” en una escala social es condiciónindispensable para que la operación D–M,transformación del dinero en mercancía, puedaconcebirse como transformación del capital–dinero en capital productivo.

    Se comprende, pues, por sí mismo, quela fórmula en que se expresa el ciclo del capi-tal–dinero: D–M... P... M'–D' presupone la exis-tencia del capital en forma de capital producti-vo, y, por tanto, la forma del ciclo de este tipode capital.

  • 2. Segunda fase. Función del capital produc-tivo

    El ciclo del capital que aquí estudiamos,comienza con el acto de circulación D–M, con latransformación del dinero en mercancías, con lacompra. Ahora hay que completar la circula-ción con la metamorfosis inversa, con la opera-ción M–D, con la transformación de la mercanc-ía en dinero, con la venta. Pero el resultadoinmediato de la operación

    TD–

    M <Mp

    es el interrumpir la circulación del va-lor–capital desembolsado en forma de dinero.Al convertirse el capital–dinero en capital pro-ductivo, el valor del capital reviste una formanatural bajo la cual no puede seguir circulando,sino que tiene que destinarse al consumo, a unconsumo productivo. El uso de la fuerza detrabajo, el trabajo, sólo puede realizarse traba-

  • jando. El capitalista no puede volver a venderal propio obrero como mercancía porque no essu esclavo y, además, porque sólo ha compradoel uso de su fuerza de trabajo por un determi-nado tiempo. Y, por otra parte, sólo puede uti-lizar la fuerza de trabajo haciendo que ésta em-plee los medios de producción para crear mer-cancías. El resultado de la primera fase es, portanto, el comienzo de la segunda, de la faseproductiva del capital.

    Esta operación se expresa por la fórmulaT

    D–M <

    ...P,

    Mpen la que los puntos indican que la cir-

    culación del capital se interrumpe, pero su pro-ceso cíclico continúa, saliendo de la órbita de lacirculación de mercancías para entrar en laórbita de la producción. La primera fase, latransformación del capital–dinero en capitalproductivo, no tiene, pues, más misión que dar

  • paso y servir de prólogo a la segunda fase, a lafunción del capital productivo.

    La operaciónT

    D–M <

    Mppresupone no sólo que el individuo que

    la efectúa dispone de valores bajo una formaútil cualquiera, sino, además, que dispone deellos en forma de dinero, que es un poseedor dedinero. Pero la operación consiste precisamenteen desprenderse del dinero, y quien la realizasólo puede seguir siendo poseedor de dinerosiempre y cuando que éste vuelva a refluir asus manos implicite por el propio acto con quese desprende de él. Y, como el dinero sólo pue-de refluir a sus manos mediante la venta demercancías, aquella operación supone en él lacualidad de productor de mercancías.

    D–T. El obrero asalariado sólo vive de laventa de su fuerza de trabajo. El sustento –el

  • propio sustento– de ésta supone un consumodiario. Por tanto, habrá que pagar al obrero,constantemente, en pequeños plazos, con objetode que pueda repetir las compras necesariaspara su propio sustento, la operación T–D–M oM–D–M. Por consiguiente, frente al obrero, elcapitalista tiene que actuar constantementecomo capitalista de dinero, su capital tiene quefuncionar constantemente como capital–dinero.De otra parte, para que la masa de los produc-tores directos, la masa de los obreros asalaria-dos, pueda efectuar la operación T–D–M, tieneque encontrarse constantemente con los mediosde vida necesarios en forma susceptible decompra, es decir, en forma de mercancías. Co-mo se ve, este estado de cosas requiere ya ungrado considerable de circulación de los pro-ductos como mercancías y, por tanto, de desa-rrollo de la producción mercantil. Tan prontocomo la producción a base de trabajo asalariadose generaliza, la producción de mercancías pasaa ser también, necesariamente, la forma general

  • de la producción. Esta, una vez que adquierecarácter general, determina, a su vez, una divi-sión progresiva del trabajo social; es decir, unaespecialización progresiva del producto elabo-rado como mercancía por un determinado capi-talista, el desdoblamiento cada vez mayor deprocesos de producción complementarios enprocesos de producción independientes. En elmismo grado en que se desarrolla D–T, se desa-rrolla, por tanto, D–Mp; es decir, en la mismamedida la producción de medios de produc-ción se disocia de la producción de la mercanc-ía para la que aquéllos sirven, y los medios deproducción aparecen, a su vez, frente a todoproductor de mercancías, como otras tantasmercancías que él no produce, sino que compraal servicio de su proceso concreto de produc-ción. Proceden de ramas de producción total-mente aparte de este proceso y explotadas concarácter independiente, y son absorbidas por surama propia de producción como mercancías,es decir, tienen que ser compradas. Las condi-

  • ciones materiales de la producción de mercanc-ías se le presentan, en proporciones cada vezmayores, como productos de otros productoresde mercancías, como mercancías. Y en el mismogrado en que esto ocurre, el capitalista tieneque actuar como capitalista de dinero o, lo quees lo mismo, crece la proporción en que su capi-tal tiene que funcionar como capital–dinero.

    De otra parte, las mismas circunstanciasque determinan la condición fundamental de laproducción capitalista –la existencia de unaclase obrera asalariada– exigen que toda laproducción de mercancías adquiera forma capi-talista. A medida que ésta se desarrolla, des-compone y disuelve todas las formas anterioresde producción, que, encaminadas preferente-mente al consumo directo del productor, sóloconvierten en mercancía el sobrante de lo pro-ducido. La producción capitalista de mercanc-ías hace de la venta del producto el interés pri-mordial, sin que, al principio, esto afecte apa-rentemente al mismo modo de producción, que

  • es, por ejemplo, el primer efecto que el comer-cio capitalista mundial ejerce en pueblos comoChina, India, Arabia, etc. Pero allí donde echaraíces, destruye todas las formas de la produc-ción de mercancías basadas en el trabajo delpropio productor o concebidas simplemente abase de vender como mercancías los productossobrantes. Empieza generalizando la produc-ción de mercancías y luego va convirtiendo,poco a poco, toda la producción de mercancíasen producción capitalista.3

    Cualesquiera que sean las formas socia-les de la producción, sus factores son siempredos: los medios de producción y los obreros.Pero tanto unos como otros son solamente,mientras se hallan separados, factores potencia-les de producción. Para poder producir en rea-lidad, tienen que combinarse. Sus distintascombinaciones distinguen las diversas épocaseconómicas de la estructura social. En el casopresente, el divorcio entre el obrero libre y susmedios de producción constituye el punto de

  • partida dado, y ya hemos visto cómo y bajo quécondiciones se combinan ambos factores enmanos del capitalista, a saber: como modalida-des productivas de su capital. El proceso efecti-vo en que entran, asociados de este modo, loselementos personales y materiales creadores demercancías, el proceso de producción, se con-vierte, por tanto, de por sí, en una función delcapital, en el proceso capitalista de producción,cuyo carácter ha sido estudiado detalladamenteen el libro I de esta obra. Toda empresa de pro-ducción de mercancías es, al mismo tiempo,una empresa de explotación de la fuerza detrabajo; pero, bajo la producción capitalista demercancías, la explotación se convierte en unsistema formidable, que, al desarrollarse histó-ricamente con la organización del proceso detrabajo y los progresos gigantescos de la técni-ca, revoluciona toda la estructura económica dela sociedad y eclipsa a todas las épocas anterio-res.

  • Por el distinto papel que desempeñadurante el proceso de producción en la creaciónde valor y, por tanto, en la producción de plus-valía, los medios de producción y la fuerza detrabajo, considerados como modalidades delcapital desembolsado, se distinguen como capi-tal constante y capital variable, respectivamen-te. En cuanto diversas partes integrantes delcapital productivo, se distinguen también enque los primeros, pertenecientes al capitalista,son capital si yo aun fuera del proceso de pro-ducción, mientras que la fuerza de trabajo sólodentro de éste constituye una modalidad delcapital individual. Si la fuerza de trabajo sólo esuna mercancía en manos de su vendedor, delobrero asalariado, en cambio, sólo es capital enmanos de su comprador, del capitalista, a quiense adjudica su uso temporal. Los medios deproducción sólo se convierten en encarnaciónmaterial del capital productivo, o en capitalproductivo, en el momento en que se les incor-pora la fuerza de trabajo, como modalidad per-

  • sonal de aquél. La fuerza humana de trabajo noes por naturaleza capital, como no lo son tam-poco, por la misma razón, los medios de pro-ducción. Sólo adquieren este carácter socialespecífico bajo determinadas condiciones,históricamente dadas, del mismo modo quesólo bajo estas condiciones los metales precio-sos revisten el carácter de dinero, y éste el decapital–dinero.

    Al funcionar, el capital productivo con-sume sus propios elementos, para transformar-los en una masa de productos de valor supe-rior. Y como la fuerza de trabajo sólo actúa co-mo uno de sus órganos, el remanente que dejael valor del producto creado por el trabajo ex-cedente, después de cubrir el valor de los ele-mentos que lo integran, es también fruto delcapital. El trabajo que rinde de más la fuerza detrabajo es trabajo gratis para el capital y consti-tuye, por tanto, la plusvalía del capitalista, unvalor que no le cuesta ningún equivalente. Portanto, el producto no es simplemente una mer-

  • cancía, sino una mercancía preñada de plusval-ía. Su valor es = P + Pv, igual al valor del capi-tal productivo P invertido en su producciónmás la plusvalía Pv engendrada por él. Supon-gamos que esta mercancía consista en 10,000libras de hilo, y que en su elaboración se hayaninvertido medios de producción por valor de372 libras esterlinas y fuerza de trabajo por va-lor de 50 libras. Los hilanderos, al transformarla materia prima en hilo, habrán transferido aéste el valor de los medios de producción ab-sorbidos por su trabajo y cifrados en 372 librasesterlinas y un valor nuevo, con arreglo al tra-bajo empleado, que calcularemos en 128 libras.Es decir, que las 10,000 libras de hilo represen-tarán un valor de 500 libras esterlinas.

    3. Tercera fase: M'–D'La mercancía se convierte en capital–

    mercancías como modalidad funcional del valordel capital ya valorizado que brota directamen-te, del propio proceso de producción. Si la pro-ducción de mercancías se efectuase sobre bases

  • capitalistas en toda su extensión social, todamercancía, lo mismo el hierro que los encajesde Bruselas, lo mismo el ácido sulfúrico que loscigarros, formaría parte, por el solo hecho deserlo, de un gran capital–mercancías. El pro-blema de saber qué clases de cosas, dentro delejército de las mercancías, están llamadas, porsu naturaleza, a ascender al rango de capital ycuáles otras condenadas a no salir de las filasde las mercancías rasas, es una de esas encan-tadoras torturas a que gusta de someterse laeconomía escolástica.

    Cuando reviste la forma de las mercanc-ías, el capital tiene necesariamente que cumplirla función propia de éstas. Los artículos que loforman, artículos producidos de por sí para elmercado, tienen necesariamente que ser vendi-dos, convertidos en dinero; tienen, por tanto,que pasar por la operación M–D.

    Supongamos que la mercancía del capi-talista consiste en 10,000 libras de hilo de al-godón. Si para producir este hilo se han con-

  • sumido medios de producción por valor de 372libras esterlinas y se ha creado un valor nuevode 128 libras, el hilo tendrá un valor de 500 li-bras esterlinas, valor que se expresará comoprecio en la misma suma. Este precio se realizapor medio de la venta M–D. ¿Qué es lo queconvierte, al mismo tiempo, esta sencilla opera-ción, propia de toda circulación de mercancías,en una función del capital? No es ningún cam-bio operado dentro de ella, ni que guarde rela-ción con su carácter de uso, ya que, como objetoútil, la mercancía pasa al comprador; el cambiono afecta tampoco a su valor, pues éste no ex-perimenta ningún cambio de magnitud. Se tra-ta, sencillamente, de un cambio de forma. An-tes, el valor en cuestión existía en forma de hilo;ahora, existe en forma de dinero. Se advierte asíuna diferencia esencial entre la primera fase D–M y la última fase M–D. Allí, el capital desem-bolsado funciona como capital–dinero, ya que,mediante la circulación, se invierte en