El Apocalipsis según Leonardo Castellani · 2018. 8. 31. · 4 Alfredo Sáenz, S. J. – El...

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Leonardo Castellani nace en Reconquista, Argentina (1899), ingresa en la Compañía de Jesús (1918) y es ordenado sacerdote (1931). Obtiene doctorados en Filosofía y Teología en la Universidad Gregoriana de Roma, estudia psicología en la Sorbona de París, y en 1935 regresa a Argentina. Publica desde joven muchos libros y artículos de carácter poético, literario, religioso y político, y es con frecuencia muy crítico. Expulsado de la Compañía de Jesús y suspendido como sacerdote (1949), es acogido por el obispo de Salta (1959) y regresa a Buenos Aires (1952). Por estos años publica El Apocalipsis de San Juan. Es reintegrado al ejercicio del sacerdocio ministerial (1966), y hasta su muerte en Buenos Aires (1981) sigue escribiendo y publicando. Es uno de los escritores más grandes de Hispanoamérica en el siglo XX. Las distinciones anuales más prestigiosas, instituidas para los escritores católicos argentinos por el Cardenal Antonio Quarracino, cuando era Arzobispo de Buenos Aires, llevan el nombre de «Leonardo Castellani». El P. Castellani dedicó El Apokalypsis (1963) al Papa Juan XXIII, «que me devolvió la misa». Y en el prólogo escribe: «Hemos traducido el libro de la “Revelación” de San Juan directamente del texto griego y le hemos añadido una interpretación literal. Cuanto más “tradicional” sea una exégesis de la Sagrada Escritura, mejor es. La presente interpre- tación no podría exactamente llamarse “mía”, por lo cual es llamada “nuestra”. Proviene del trabajo de innumerables intérpretes, comenzando por los Santos Padres antiguos. Es fruto de innumerables lecturas y muchas meditaciones». Alfredo Sáenz nace en Buenos Aires (1932) y muy joven ingresa en la Compañía de Jesús, en la que es ordenado sacerdote en 1962. Licenciado en Filosofía, obtiene el doctorado en Teología en la Universidad romana de San Anselmo. Vive en la residencia jesuita de Buenos Aires Regina Martyrum, y desarrolla una gran actividad como predicador y conferenciante. Es autor de más de un centenar de artículos y de muchos libros. Enseña Patrística en la Facultad de Teología de San Miguel (Buenos Aires). ALFREDO SÁENZ, S.J. El Apocalipsis según Leonardo Castellani Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2005

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  • Leonardo Castellani nace en Reconquista, Argentina (1899), ingresa en la Compañía de Jesús (1918) y esordenado sacerdote (1931). Obtiene doctorados en Filosofía y Teología en la Universidad Gregoriana de Roma,estudia psicología en la Sorbona de París, y en 1935 regresa a Argentina. Publica desde joven muchos libros yartículos de carácter poético, literario, religioso y político, y es con frecuencia muy crítico. Expulsado de laCompañía de Jesús y suspendido como sacerdote (1949), es acogido por el obispo de Salta (1959) y regresa aBuenos Aires (1952). Por estos años publica El Apocalipsis de San Juan. Es reintegrado al ejercicio del sacerdocioministerial (1966), y hasta su muerte en Buenos Aires (1981) sigue escribiendo y publicando. Es uno de losescritores más grandes de Hispanoamérica en el siglo XX. Las distinciones anuales más prestigiosas, instituidaspara los escritores católicos argentinos por el Cardenal Antonio Quarracino, cuando era Arzobispo de BuenosAires, llevan el nombre de «Leonardo Castellani».

    El P. Castellani dedicó El Apokalypsis (1963) al Papa Juan XXIII, «que me devolvió la misa». Y en el prólogo escribe:«Hemos traducido el libro de la “Revelación” de San Juan directamente del texto griego y le hemos añadido unainterpretación literal. Cuanto más “tradicional” sea una exégesis de la Sagrada Escritura, mejor es. La presente interpre-tación no podría exactamente llamarse “mía”, por lo cual es llamada “nuestra”. Proviene del trabajo de innumerablesintérpretes, comenzando por los Santos Padres antiguos. Es fruto de innumerables lecturas y muchas meditaciones».

    Alfredo Sáenz nace en Buenos Aires (1932) y muy joven ingresa en la Compañía de Jesús, en la que esordenado sacerdote en 1962. Licenciado en Filosofía, obtiene el doctorado en Teología en la Universidad romanade San Anselmo. Vive en la residencia jesuita de Buenos Aires Regina Martyrum, y desarrolla una gran actividadcomo predicador y conferenciante. Es autor de más de un centenar de artículos y de muchos libros. EnseñaPatrística en la Facultad de Teología de San Miguel (Buenos Aires).

    ALFREDO SÁENZ, S.J.

    El Apocalipsis según Leonardo Castellani

    Fundación GRATIS DATE. Pamplona, 2005

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    Introducción

    En nuestro libro El fin de los tiempos yseis autores modernos (Asociación pro-cultura occidental, A.C., Guadalajara19962, 402 pgs.), expusimos el pensamien-to sobre este tema en los escritoresDostoiewski, Soloviev, Benson, Thibon,Pieper y Castellani. En esta breve obrapresente reproducimos sólamente el últi-mo capítulo, que expone lo que el P.Leonardo Castellani nos dice acerca delas ultimidades de la historia.

    Los cuatro primeros pensadores aludi-dos, Dostoievski, Soloviev, Benson yThibon, se expresaron prevalentementemediante el recurso literario, sin dejar delado, por cierto, las cosas que de los tiem-pos postreros se leen en el Apocalipsis.En lo que toca a Josef Pieper, investigó elmismo tema desde el punto de vista filo-sófico-teológico. El P. Castellani, que citafrecuentemente a algunos de los autoresnombrados, apelará a los dos expedien-tes, el del novelista y el del teólogo. Loque en algunas de sus obras nos lo dice demanera novelada, lo reitera en otras demodo más sistemático.

    Para muchos, señala nuestro autor, elApocalipsis es un libro enigmático, prácti-camente hermético, y por consiguienteresulta inútil leerlo. Pero cuesta pensar que

    Dios haya legado a su Iglesia una revela-ción tan impresionante –«Apocalipsis» sig-nifica descubrimiento, develación–, sabien-do que resultaría inaccesible al entendi-miento de la mayoría. Un enigma insolu-ble es lo contrario de una revelación.Castellani se abocará a su interpretación,con la ayuda de la gran tradición patrísticade la Iglesia, y de autores más recientescomo Newman, Billot, Benson y Pieper.Los Padres vieron mucho, sin duda, peroen cierto modo nosotros podemos ver más,encaramados sobre sus hombros y con laexperiencia de los hechos que ya han su-cedido o que se van volviendo predecibles.

    Por otra parte, el mundo actual se mues-tra ansioso de atisbar el futuro que la his-toria le depara. Nada de extraño, ya quesemejante inquietud se suele acrecentaren las épocas tempestuosas y preñadasde amenazas. ¿A dónde se dirige el acon-tecer histórico?, se preguntan todos. Deahí el pulular de falsas profecías, de apari-ciones insólitas, de pronósticos peregrinos.Por eso hoy se vuelve más apremianteque nunca poner sobre el tapete el grantema de la esjatología. A decir verdad, al-gunas de las interpretaciones que nos ofre-cerá el genial Castellani son muy perso-nales y no estamos obligados a hacerlasnuestras. Con todo, sus intuiciones resul-tan frecuentemente brillantes y, según de-cíamos, se respaldan en el aval de gran-des pensadores.

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    I

    El Apocalipsisy la Teología de la Historia

    Un primer aspecto que estudia nuestroautor es la relación del Apocalipsis con loque se ha dado en llamar «el sentido teo-lógico de la historia».

    1. Typo y AntitypoEntre los discursos de Cristo que con-

    signa el Evangelio se encuentra el deno-minado «Discurso Esjatológico». Allí elSeñor anunció que hacia el fin de los tiem-pos estallaría una gran tribulación, tras lacual Él reaparecería, lleno de poder ymajestad. En el transcurso de dicho ser-món, encontramos esta afirmación tancategórica como desconcertante: «En ver-dad os digo que no pasará esta genera-ción sin que todas estas cosas sucedan.El cielo y la tierra pasarán, pero mis pala-bras no pasarán» (Mc 13, 30-31). Aque-llos que lo oían murieron y, sin embargo,no llegó el anunciado fin de los tiempos.¿Se equivocó Cristo? Castellani juzga queacá se esconde la clave que explica el sen-tido de la interpretación profética. Todaprofecía se desenvuelve en dos planos yse refiere a la vez a dos sucesos: uno próxi-mo, llamado typo, y otro remoto, llamadoantitypo. El profeta describe sucesoslejanísimos, para los cuales hasta las pala-

    bras resultan deficientes, pero proyectán-dolos analógicamente desde sucesos cer-canos. «El profeta se interna en la eterni-dad desde la puerta del tiempo y lee portransparencia trascendente un sucesomayor indescriptible en un suceso menorpróximo; es el modo que existe tambiénanalógicamente en los grandes poetas».

    De este modo Isaías profetizó la reden-ción de la humanidad en la liberación delpueblo judío del cautiverio babilónico, asícomo San Juan describió la Segunda Ve-nida en la destrucción de la Roma impe-rial, y el mismo Cristo previo el fin delmundo en la caída de Jerusalén. Cuando,pues, dijo «no pasará esta generación sinque»... se refería a la vez a los apóstolesallí presentes, con referencia al typo, quees el fin de Jerusalén; y también a la des-cendencia de los apóstoles, con referen-cia al antitypo, el fin del mundo. Los após-toles vieron el fin de Jerusalén, la Iglesiaverá el fin del mundo. Así lo puso en claroun gran teólogo, el Cardenal Billot, en sulibro La Parousie, donde afirma que elprofeta ve el futuro lejano e inescrutable ala luz o por transparencia de un sucesocercano, también futuro, pero más inteli-gible y obvio. O, si se quiere, en el casodel Apocalipsis, percibiendo el vidente lostiempos propiamente parusíacos, profeti-za en esquema todos sus prolegómenos ysu germinación histórica latente en las tresprimeras visiones que resumen cabalmen-te la historia de la Iglesia en forma simbó-lica: el Mensaje a las Siete Iglesias, losSiete Sellos y las Siete Tubas.

    El mismo San Juan afirma en el Apoca-lipsis que la Parusía –palabra griega queaplicada a Cristo significa su presenciajusticiera en la historia humana– está cer-ca. Lo hace desde el comienzo, cuandotitula el libro «Revelación de Jesucristo

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    para manifestación de lo que ha de suce-der pronto» (Ap 1, 1), hasta el final, dondereiteradamente le hace repetir a Cristo:«Mira, vengo pronto» (Ap 22, 7.12.20).

    Digamos una vez más que Cristo no seequivocó. Porque, como señala Castellani,este «vengo pronto» puede ser entendidode tres modos. Ante todo trascendental-mente, en cuanto que el período históricode los últimos días, o sea el tiempo quecorre de la Primera a la Segunda Venidaserá muy breve, cotejado con la duracióntotal del mundo. Según una antigua tradi-ción judeo-cristiana, «este siglo», es decir,el tiempo que va desde Adán al Juicio Fi-nal, tendría una duración de siete milenios,a semejanza de los siete días de la crea-ción: dos milenios corresponden a la LeyNatural, dos milenios a la Ley Mosaica,dos milenios a la Ley Cristiana, siendo elúltimo milenio el de «los tiempos finales»,el domingo de la historia, la épocaparusíaca de los nuevos cielos y de la nue-va tierra. Así, pues, en un sentido trascen-dental, Cristo pudo decir con verdad quesu Segunda Venida estaba cerca.

    En segundo lugar, la promesa «vengopronto» puede ser entendida místicamen-te, en el sentido de que todos debemosconsiderarnos próximos al juicio en razónde la muerte, que puede sobrevenir encualquier momento, resultando siempresorpresiva e inesperada para las expecta-tivas e ilusiones humanas. La pedagogíade Cristo en el Evangelio fue siempre aler-tar sobre el carácter imprevisto que tienela muerte para cada uno de los hombres:«Necio, esta misma noche morirás. Lo quehas juntado, ¿para quién será?» (Lc 12,20). Y no sólo respecto de los hombresindividuales sino también en un sentido másuniversal: «Como sucedió en los días deNoé –dijo Jesús–, así será también en los

    días del Hijo del hombre. Comían, bebían,tomaban mujer o marido, hasta el día enque entró Noé en el arca; vino el diluvio ylos hizo perecer a todos... Lo mismo su-cederá el Día en que el Hijo del hombrese manifieste» (Lc 17, 26-27.30). Lo sen-sato será, pues, pensar que el fin está siem-pre cerca, para tener aceite en el candil,como las vírgenes prudentes.

    Por fin la expresión «vengo pronto» pue-de ser interpretada literalmente. Porqueese «pronto» de Cristo, un presente justi-ciero, se cumplió al poco tiempo en la des-trucción de Jerusalén, y luego en el de-rrumbe del Imperio Romano, los dos typosdel fin del siglo, o sea, el término del ciclo.Se cumplió en su primera fase para loscontemporáneos del Señor, y se cumpliráquizá en su forma plenaria para nosotros,que pensamos menos en los fines últimosque los primeros cristianos, siendo queestamos más cerca que ellos.

    2. El estilo proféticoHay exégetas que han interpretado la

    totalidad del Apocalipsis en un sentido ale-górico, lo que se presta a las más fabulo-sas fantasías. San Agustín y Santo Tomásdejaron una regla de oro para la interpre-tación de las Escrituras en general, y esque todo lo que en ellas se puede enten-der en sentido literal, debe ser así com-prendido. Por cierto que «literal» no secontrapone a «simbólico». El Apocalipsises un conjunto de símbolos plásticos, se-gún se estila en todas las literaturas primi-tivas. Como sabemos, símbolo es una cosao imagen concreta de algo que no se ve;por ejemplo, el anillo del obispo represen-ta su autoridad. Alegoría, en cambio, esuna imagen concreta de un concepto abs-tracto, como la barquilla del poema deLope representa la vida humana. Las vi-

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    siones del Apocalipsis son, por cierto,metafóricas, y no pueden entenderse enun sentido «literalísimo», pero sí en un sen-tido literal-simbólico. En razón de la teoríadel typo y el anti-typo, dicho sentido esdoble. Así la Primera Bestia puede signi-ficar simultáneamente a Nerón y al Anti-cristo, la Mujer calzada de luna a la Igle-sia y al pueblo de Israel, la Gran Rameraa la Roma Pagana y a la ciudad que serála capital del Anticristo...

    El tema central del Apocalipsis es lapersecución de los fieles y el triunfo finalde Cristo y de la Iglesia. En torno a dichoasunto se concentran las diversas visio-nes, que se desenvuelven tanto en el cielocomo en la tierra y su tiempo histórico,con la ayuda de símbolos plásticos, comola Bestia, la Mujer Coronada, la Gran Ra-mera, los Dos Testigos. Su género litera-rio tiene algo de polifonía: los espectácu-los celestiales se conjugan con las diver-sas intervenciones de Dios en las vicisitu-des religiosas de la historia humana. Lacontemplación del Trono divino abre la tra-ma del texto sagrado, le confiere un mar-co litúrgico en toda su extensión, y la clau-sura en la última visión de la Jerusaléncelestial. Mientras tanto, los hombres sedebaten en el devenir de la historia. Y así«el autor de este drama divino se muevecontinuamente del cielo a la tierra y otravez al cielo, hasta que la tierra y el cieloquedan unidos y como compenetrados,nuevos cielos y nueva tierra, la Jerusa-lén Celeste».

    La gran dificultad para penetrar en elsentido del Apocalipsis es su estilo. Nodebe ser interpretado, señala Castellani,como si se tratase de una historia lineal,sino según las leyes propias del hablar pro-fético. Como se sabe, en el Apocalipsisencontramos diversos septenarios: el de

    las Iglesias, que examina los diversos es-tadios de la historia de la Iglesia; el de lasTrompetas o Tubas, que recorre las suce-sivas herejías que se han ido manifestan-do en el curso de los siglos, hasta la últi-ma; el de los Sellos, que describe la curvadel progreso y de la decadencia del cris-tianismo en el mundo; el de las Copas oRedomas, que preanuncia las calamida-des de los tiempos postreros, los castigosde Dios a la Gran Apostasía. Dichos sep-tenarios siguen un método recapitulatorio,es decir, en algún momento el escritor de-tiene su relato y vuelve atrás en una nue-va visión; cuando se acerca a la Parusía,recomienza en una inesperada perspecti-va, o desde un punto más cercano a ella.La marcha no es así recta ni lineal, sinoen espiral. Es el mismo tema general vis-to desde diferentes enfoques, «sinfoni-zado» por visiones que lo van explicandocada vez más, hasta la visión de la Jeru-salén celestial, que es el objeto y términode las otras. Como dice San Victorinomártir, autor del siglo III: «No hay quebuscar en el Apocalipsis el orden [crono-lógico] sino el sentido». Y San Agustín:«Con muchas palabras repite la mismacosa, cuando procura decir lo mismo deotra manera». Por lo que no hay que per-der de vista el sentido de la imagen total.

    3. Los signos de los tiemposDe lo que se trata es, fundamentalmen-

    te, de percibir los signos de los tiempos.Como Castellani le hace decir al protago-nista de su novela teológica Los papelesde Benjamín Benavides : «La Venida Se-gunda es imprevisible y es previsible a lavez... Es imprevisible desde lejos y encuanto al tiempo exacto; pero a medidaque se aproxime se irá haciendo... no dirécierta, pero sí, como dicen, «inminente».

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    Se olerá en el aire, como las tormentas;pero no por todos, ciertamente, sino pormuy pocos».

    Le pasa al Apocalipsis lo que a todos loslibros proféticos, que sólo se vuelven cla-ros a medida que se van cumpliendo lasprofecías. Es natural que habiendo pasa-do dos mil años desde la Primera Venida,y encontrándonos nosotros más cerca delfin de la historia, estemos más capacita-dos para entender mejor las cosas relati-vas a las ultimidades. Por eso algunos au-tores de los tiempos recientes han logradointeligir los hechos con más claridad quelos mismos Padres de la Iglesia, si bien encontinuidad con ellos. Cuando una profe-cía se cumple, entonces todos aquellos quela guardan en su corazón creyente, y so-lamente ellos, ven con claridad que nopodía ser de otra manera.

    Al igual que Pieper, Castellani observacómo algunas de las cosas anunciadas enel Apocalipsis, que antaño pudieron pare-cer irrealizables y hasta ridículas, hoy selas ve como perfectamente posibles. Hacesólo un siglo Renan se permitía burlarsedel apóstol Juan y de su «imaginaciónoriental delirante y desmesurada», tan di-ferente del sereno equilibrio y elegantecompostura de la imaginación griega. «¡Unejército de doscientos millones de hom-bres!», dice con sorna, aludiendo a Ap 9,16. Pues bien, en la última guerra ha habi-do cerca de doscientos millones de com-batientes, contando los obreros de las fá-bricas de armas. ¡Ciudades enteras quese derrumban en un instante y se convier-ten en ruinas! ¡Fuego que cae del cielo!Todo ello es hoy factible con las bombasnucleares. ¡La imagen de la Bestia que seve en todo el mundo! Hoy es posible porla televisión satelizada. Renan paladea congusto los «absurdos» de Juan, imposibles

    de aceptar en la edad del Progreso, de laCivilización y de la Ciencia Moderna.

    La percepción de los signos de los tiem-pos resulta, pues, insoslayable para enten-der tanto la complejidad como el cumpli-miento del Apocalipsis que, al decir de SanAgustín, «abarca todos los acontecimien-tos grandes de la Iglesia, desde la primeravenida de Cristo hasta el fin de este siglo,en que será su segunda venida». Una granprofecía que engloba lo que se ha dado enllamar «el tiempo de la Iglesia», es decir,el tiempo que corre entre la Ascensión deCristo –en que un ángel anunció a los dis-cípulos el Retorno del Señor– hasta suSegunda Venida, con el acento puesto enel término. O, como escribe Castellani: «ElApokalypsis es una profecía referente ala Segunda Venida de Cristo (dogma defe que está en el Credo) con todo cuantola prepara y anuncia, que es ni más nimenos que el desarrollarse en continuapugna de las Dos Ciudades, la Ciudad deDios y la del Hombre». Por el hecho deque dicha Segunda Venida se basa en elSermón Esjatológico de Cristo y en suexégesis auténtica hecha por Juan bajo lainspiración del Espíritu Santo, el Apoca-lipsis constituye «la cúspide y clave de to-das las profecías del Antiguo y NuevoTestamento, así como de la Metafísica dela Historia de la Iglesia; y del Mundo porextensión». Lo que explica que ningún li-bro de la Escritura haya tenido tantos co-mentaristas y dado lugar a tantas extra-vagancias.

    Nosotros afirmamos que el Mesías yaha venido –contra lo que sostienen los ju-díos–, de modo que las profecías me-siánicas ya se han cumplido en su primeraparte, pero también afirmamos que hande realizarse de manera plenaria y másespléndida en su segunda venida. Afirma

    El Apocalipsis y la Teología de la Historia

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    San Juan que Cristo es ο ων και ο ην καιο ερχοµενοδ (Ap 1, 8), el que es, el queera y el que va a venir. Con la expresiónel que es, el nombre mismo que Dios sedio cara a Moisés, se alude, escribe Caste-llani, a la existencia eterna de Dios; al de-cirse el que era, se quiere significar laexistencia temporal de Cristo, que tuvoprincipio y término en la tierra; y con lafórmula el que vendrá, el que está porvenir, el erjómenos, se hace referencia alfuturo de quien está viniéndose.

    II

    Las reluctanciasfrente al Apocalipsis

    Tal es la gran enseñanza del Apocalip-sis. Por eso quizás en el Adviento, al cele-brarse la Expectativa de la Primera Veni-da del Señor, se comienza por recordar y«expectar» la Segunda, pues si ésta noexistiera, en cierta manera la Parusía que-daría trunca. El Apocalipsis nos recuerdaque este mundo terminará. Pero dicho tér-mino se verá precedido por una gran tri-bulación, y una gran apostasía, tras lascuales sucederá el advenimiento de Cris-to y de su Reino, que no ha de tener fin.

    La llegada del Señor, decíamos, seráprecedida por cataclismos, primordialmen-te cósmicos. En su Discurso Esjatológico,el Señor dice que «habrá en diversos lu-gares hambres y terremotos..., el sol seoscurecerá, la luna no dará su resplandor,y las estrellas caerán del cielo» (Mt 24,7.29). El sol en la Escritura representa aveces la verdad religiosa; la luna, la cien-cia humana; las estrellas figuran a los sa-bios y doctores. Pregúntanse los exégetassi aquellos «signos en el cielo» tan extraor-dinarios, serán físicos o metafóricos; si hayque tomar esas palabras como símbolosde grandes trastornos y perturbacionesmorales, o si efectivamente las estrellascaerán y la luna se pondrá color sangre.Castellani piensa que las dos cosas; por-

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    que al fin y al cabo el universo físico noestá separado del universo espiritual, yestas dos realidades, materia y espíritu, quese nos muestran como separadas y aunopuestas, en el fondo no son sino dos ca-ras de una misma realidad.

    Pero más allá de tales señales en la tie-rra y en el cielo, Cristo dio tres signostroncales de la inminencia de su SegundoAdvenimiento: la predicación del Evange-lio en todo el mundo (cf. Mt 24, 14), eltérmino del vasallaje de Jerusalén en ma-nos de los Gentiles (cf. Lc 21, 24), y unperíodo de «guerras y rumores de gue-rras» (Mt 24, 6). Los tres signos parecenhaberse cumplido. El Evangelio ha sido tra-ducido ya a todas las lenguas del mundo ylos misioneros han recorrido los cinco con-tinentes. Jerusalén, que desde su ruina elaño 70 ha estado sucesivamente bajo elpoder de los Romanos, Persas, Árabes,Egipcios y Turcos, ha vuelto a manos delos Judíos con la consiguiente implanta-ción del «Estado de Israel». Y en lo quetoca a las guerras, nunca existió antes enel mundo una situación semejante a la delas últimas décadas, en que la guerra, se-gún dijo Benedicto XV en 1919 «pareceestablecida como institución permanentede toda la humanidad». Estos síntomas noson aún el fin, pero están como preludiandoel fin que será el Reinado Universal delAnticristo, quien perseguirá a todo el quecrea de veras en Dios, hasta que final-mente sea vencido por Cristo.

    Bien señala Castellani que todo el mun-do, o casi, acepta que Cristo ha existido,ha nacido en Belén. Tanto Rousseau comoRenan, tanto los modernistas como los ju-díos lo reconocen como un gran hombrede nuestra raza, y en cierto modo comoDios, sin concretar mucho si ese modo esel de Arrio, el de Nestorio, el de Mahoma,

    o el de Dante y Tomás de Aquino. Pero loque distingue a los verdaderos cristianoses su fe en la Segunda Venida. «Hoy díaser verdadero cristiano es desesperar detodos los remedios humanos y renegar detodos los pseudosalvadores de la Huma-nidad que desde la Reforma acá surgencontinuamente con panaceas universales»,escribe Castellani.

    A semejanza de Pieper, sostiene Cas-tellani que frente al trascendental tema del«sentido de la historia», se han dado dosposiciones igualmente falsas, o mejor, dosactitudes heterodoxamente proféticas: unaagorera y otra eufórica, que puedenejemplificarse con facilidad en la actualliteratura social o filosófica.

    La primera de ellas podría enunciarseasí: «Todo es inútil, no se puede hacer ab-solutamente nada». Dicha tesitura es ad-vertible en el existencialismo ateo, así comoen diversas obras al estilo de El ocaso deOccidente de Spengler, quien documentócon admirable erudición el estado de áni-mo del pesimismo radical: nuestra civili-zación ha llegado al término de su devenir,al agotamiento senil e irreversible, contralo cual no hay nada que hacer. Una posi-ción semejante la encontramos en LuisKlages, Benedetto Croce, y tantos otros,que desahucian al Occidente de maneraimplacable, extendiendo el certificado dedefunción al acontecer histórico.

    La otra posición, de euforia atolondradae infantil, es la más generalizada. Quizáshaya encontrado su mejor expresión en lateoría espejista del Progreso Indefinido,que tanta vigencia tuvo en el siglo pasado,y que se opone tan directamente a la pa-labra de Cristo de que el final intraterrenoserá catastrófico, de que una terrible lu-cha precederá como agonía suprema laresolución del drama de la Historia. Oiga-

    Las reluctancias frente al Apocalipsis

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    mos si no lo que decía Renan: «El Anti-cristo ha cesado de alarmarnos. Nosotrossabemos que el fin del mundo no está tancerca. Operará por medio del frío en cen-tenares de centurias, cuando el planetaTierra haya agotado los recursos de lossenos del viejo Sol para proveer a su cur-so». Y tras mostrar su admiración por lasleyes del progreso de la vida, sólo veía eneste mundo brotes y yemas de un granárbol que se va elevando por siglos sin fin.Por eso, concluye, «el Apocalipsis no puededejar de regocijarnos. Simbólicamenteexpresa el principio fundamental de queDios no tanto “es”, cuanto que “llegará aser”». Lo que dice Renan, el padre del mo-dernismo, no es por cierto lo que dice Cris-to, quien nos habló de una tribulación comono se ha visto otra en el mundo, de gue-rras terribles, pestes, terremotos, y de unaacción desatada de Satanás.

    Detengámonos un tanto en esta segun-da posición, tan francamente optimista. Elmundo ha vivido ya cientos de millones deaños, afirman sus sostenedores, y por lotanto puede pensarse que seguirá existien-do cientos de siglos más. Todas las difi-cultades por las que pasamos, no puedenser sino una especie de gripe, que nece-sariamente pasará para dejar al organis-mo más sano y más robusto. No son dolo-res de agonía sino de parto. La Ciencia yla Civilización convertirán a este mundoen el Edén del Hombre Emancipado. Estaidea está muy impregnada en el ambiente,y con ella podemos tropezar por doquier,en forma de argumento o de espectáculo.Es la gran Esperanza del Mundo Moder-no, poseído del «espíritu de la tierra», elmesianismo del Progreso o milenarismode la «Ciencia», sobre el que tantospseudo-profetas de hoy escriben páginastan brillantes. No hacen sino cumplir lo quepreanunciaba San Pedro: «Sabed que en

    los últimos días vendrán hombres llenosde sarcasmos, guiados por sus propiaspasiones, que dirán en son de burla: ¿Dón-de queda la promesa de su Segunda Veni-da? Pues desde que murieron los padres[los fieles de la primera generación], todosigue como al principio de la creación» (2Pe 3, 3-4). Los hombres, como en los díasde Noé, comerán, beberán, harán nego-cios, sin abrigar la menor duda sobre lacontinuidad indefinida del mundo. Por eso,como dice Castellani, «la última herejíaserá optimista y eufórica, «mesiánica»».Será como el resumen de todas las ante-riores.

    Nuestro autor insiste en este punto, ca-pital para la inteligencia de su obra: la en-fermedad mental específica del mundomoderno es pensar que Cristo «no vuelvemás». En base a ello, y tras declarar queel cristianismo ha fracasado, el mundo in-venta sistemas, a la vez fantásticos y atro-ces, para solucionar todos los problemas,nuevas Torres de Babel en orden a esca-lar el cielo. Pululan los profetas que dicen:«Yo soy. Aquí estoy. Éste es el programapara salvar el mundo. La Carta de la Paz,el Pacto del Progreso, la Liga de la Felici-dad, la Una, la Onu, la Inam, la Unesco.¡Mírenme a mí! ¡Yo soy!» Y así, ence-rrándose en su inmanencia, negando ex-plícitamente la Segunda Venida de Cristo,lo que el mundo hace, en el fondo, es ne-gar su Mesianismo, negar el proceso divi-no y providencial de la historia. «Con re-tener todo el aparato externo y la fraseo-logía cristiana, falsifica el cristianismo,transformándolo en una adoración delhombre; o sea, sentando al hombre en eltemplo de Dios, como si fuese Dios. Exal-ta al hombre como si sus fuerzas fueseninfinitas. Promete al hombre el reino deDios y el paraíso en la tierra por sus pro-pias fuerzas». Esto se llamó sucesivamente

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    filosofismo, naturalismo, laicismo, protes-tantismo, catolicismo liberal, comunismo,modernismo, corrientes diversas, por cier-to, pero que confluyen ahora en una reli-gión que todavía no tiene nombre. «Todoslos cristianos que no creen en la SegundaVenida de Cristo se plegarán a ella. Y ellales hará creer en la venida del Otro», comollamó Cristo al Anticristo: «Porque yo vineen nombre de mi Padre y no me recibis-teis; pero otro vendrá en su propio nom-bre y a ése lo recibiréis» (Jn 5, 43).

    De ahí la importancia de ese dogma querecitamos en el Credo, casi como de paso:«Y de nuevo vendrá con gloria a juzgarvivos y muertos». Un dogma bastante ol-vidado y nada meditado. Su traducción esésta: el mundo no continuará desenvolvién-dose indefinidamente, ni acabará por azar,o por un choque cósmico, sino por una in-tervención directa del Creador. «El Uni-verso no es un proceso natural, como pien-san los evolucionistas o naturalistas –es-cribe Castellani–, sino que es un poemagigantesco, un poema dramático del cualDios se ha reservado la iniciación, el nudoy el desenlace; que se llaman teológi-camente Creación, Redención y Parusía».El día en que el Señor ascendió, dijeronlos ángeles: «Éste que os ha sido llevado,este mismo Jesús, vendrá tal como le ha-béis visto subir al cielo» (Act 1, 11). Dedonde concluye nuestro autor: «El dogmade la Segunda Venida de Cristo, o Parusía,es tan importante como el de su PrimeraVenida, o Encarnación».

    Por eso San Pablo dijo: «El tiempo escorto» (1 Cor 7, 29), recordando las ense-ñanzas de Cristo sobre la vigilancia quees preciso mantener frente a la muerte, el«ladrón nocturno», dirigida ahora no yasolamente a los particulares sino a toda lahistoria, así como a sus grandezas cadu-

    cas y sus ilusiones de pervivencia terrenay de «progreso indefinido». Lo preocupan-te es que muchos cristianos consienten adicha tentación. Porque, como escribeCastellani, «la señal más cierta de la aproxi-mación del Anticristo será cuando la Igle-sia no querrá ocuparse de él, conformedice San Pablo: “cuando digan, henos aquíen plena paz y prosperidad, entonces sú-bito vendrá la pataleta” (1 Tes 5, 3)».

    Las reluctancias frente al Apocalipsis

  • 12 Alfredo Sáenz, S. J. – El Apocalipsis según Leonardo Castellani

    III

    El Apocalipsiscomo drama

    Entremos ahora en el contenido mismodel Apocalipsis. El libro sagrado nos ex-pone un drama impresionante, el de la se-cular lucha entre el bien y el mal, ahorallegada a su culminación, y por enderadicalizada. El P. Castellani lo escruta contoda la inteligencia y la inspiración del teó-logo y del poeta que es a la vez.

    Detengámonos con él en los principalespersonajes –los dramatis personæ–, queactúan, a veces bajo la forma de símbo-los, en este drama teológico.

    1. Cristo y el DragónEn el telón de fondo aparecen los dos

    grandes protagonistas, por así decirlo. Antetodo Cristo, el Señor de la Historia. Por-que no es otro que el Señor, el Kyrios, elCordero, quien abre el libro sellado, mani-festando así su dominio plenario sobre losacontecimientos históricos. Él es el Liturgoque preside en el cielo el majestuoso cultode los ancianos, los ángeles y los seresvivientes. Es también el Guerrero, mon-tado sobre blanco corcel, con su túnicasalpicada en la sangre de su martirio vic-torioso, que galopa seguido por los ejérci-tos de los cielos, también en caballos blan-

    cos, y en cuyo muslo está grabado su nom-bre: Rey de Reyes y Señor de Señores.

    Frente a Cristo, el Dragón, el demonio,el abanderado de las fuerzas del mal.Aquel que al comienzo no trepidó en gri-tar Non serviam, encabeza ahora la re-belión decisiva y terminal, escoltado en lademanda por dos auxiliares: la Bestia delMar, que será el dominador en el planopolítico (en la Escritura el mar simboliza elorden temporal) y la Bestia de la Tierra,que llevará a cabo la falsificación del cris-tianismo (la tierra es el símbolo de la reli-gión); ambas Bestias en estrecha conexióny alianza.

    Consideremos ahora los personajes sub-alternos.

    2. La Primera BestiaY ante todo la Primera Bestia o

    Anticristo. Con cierto facilismo se creyóreconocer al Anticristo en los enemigosconcretos de la Iglesia que se iban pre-sentando a lo largo de la historia. El mis-mo Juan dio pie a ello cuando en su pri-mera carta dijo que el Anticristo ya esta-ba en el mundo, así como que había ya enél muchos «anticristos» (cf. 1 Jn 2, 18),denunciando así la analogía entre los mal-vados de su tiempo, y el último y mayorenemigo venturo del Señor.

    Los primeros señalados como tales fue-ron los emperadores romanos que desen-cadenaban persecuciones. Así algunosPadres vieron al Anticristo en la personade Nerón o Diocleciano. No se equivoca-ban del todo al afirmar tal cosa. Pero re-cordemos lo que dijimos acerca de los sen-tidos literales, uno inmediato y otro media-to. El emperador pagano podía ser el «typo»del Anticristo. Pero su «antitypo» estabaaún por venir al fin de los tiempos.

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    De manera semejante, en el bajo MedioEvo se lo creyó encarnado en Mahoma,ya que el dominio tan extendido del impe-rio mahometano representó para la Cris-tiandad un peligro que no parecía ofrecersalida alguna. Esta idea cobra hoy nuevavigencia a raíz de la conjetura de algunosautores, principalmente Belloc, que afir-man la posibilidad de que el Islam puedarenacer como Imperio Anticristiano, máspoderoso y temible que antes.

    Con el advenimiento del Protestantismose produjo una extraña variación en laexégesis del Anticristo. Lutero aplicó laterrible etiqueta esjatológica al Papado.Sobre la base de que la Iglesia puede co-rromperse, y de hecho se corromperá enlos últimos días, tesis muy delicada, y quedebe entenderse con cautela en atencióna la indefectibilidad que Cristo le ha pro-metido, Lutero, interpretando dicha tesisde manera herética, creyó ver en el Papala Gran Ramera de que habla el Apoca-lipsis.

    Castellani parece sostener una suerte demanifestación gradual del Anticristo. LasSiete Trompetas del Apocalipsis, que sim-bolizan siete grandes jalones heréticos enla historia de la Iglesia, aludirían a sietesucesivos Anticristos, en el sentido en quehabla Juan en su epístola, precursores delÚltimo, al cual preparan sin saberlo, acu-mulativamente. A medida que se aproxi-man al «Hombre de Pecado», las herejíasvan creciendo en fuerza y malignidad. Laprimera trompeta representaría el arria-nismo; la segunda, el Islam; la tercera, elCisma Griego; la cuarta, el Protestantis-mo. Aquí se produce una especie de pa-réntesis, que se puede advertir tambiénen los otros Septenarios antes de la últimaterna; un águila vuela por lo alto del cieloy amenaza: «Ay, ay, ay de los habitantes

    de la tierra»... (Ap 8, 13). Es el aviso deque la catástrofe se avecina. La quintatrompeta sería la Revolución francesa, consu Enciclopedismo. La sexta, el enfrenta-miento de los Continentes, la guerra comoinstitución permanente. Y así llegamos alos umbrales del fin, de la época en que seatentará directamente contra el primermandamiento, la época del odio formal aDios, el pecado y herejía del Anticristo.

    a. El Obstáculoy la aparición del Anticristo

    Pero antes de la manifestación delAnticristo deberá ser quitado de en medioun misterioso Obstáculo, de que habla SanPablo: «El misterio de la iniquidad ya estáactuando. Tan sólo que sea quitado de enmedio el que ahora le retiene, entonces semanifestará el Impío» (2 Tes 2, 7-8). ¿Aqué se refiere el Apóstol? Anteriormentehabía predicado con tanto vigor en Tesa-lónica sobre el Misterio de Iniquidad, anun-ciando su llegada como inminente, que lostesalonicenses pensaron que lo mejor eradejarse estar, ya que el Fin del Mundo sevenía encima. Entonces Pablo les escri-bió diciéndoles que, según lo había predi-cho Cristo, no se sabía ni el día ni la horaprecisa, dado que todavía estaba en pieEl-Que-Ataja, el Katéjon, y por ende eranecesario perseverar en la arduidad dela fe.

    Castellani se detiene, y con razón, eneste tema tan misterioso como apasionan-te. Hay algo que ataja o demora la apari-ción del Anticristo. San Pablo lo llama elkatéjon, el obstáculo, que se concreta enel katéjos, es decir, un ser obstaculizante.Hasta que dicho katéjon no sea «quitadode en medio» no se manifestará el Hom-bre sin Ley. ¿Cuál es este enigmático Obs-táculo? Algunos Padres de la Iglesia pen-

    El Apocalipsis como drama

  • 14 Alfredo Sáenz, S. J. – El Apocalipsis según Leonardo Castellani

    saron que el Katéjon (en neutro, loobstaculizante) era el Imperio Romano yacristianizado, que asentado sobre cuatrocolumnas, el ejército, la familia, la religióny la propiedad privada, impedía el estallidode la Iniquidad siempre al acecho; y elKatéjos (en masculino, el obstaculizante)era el Emperador. ¿Pero acaso no acaba-mos de decir que los antiguos considera-ban el Imperio Romano como el habitatde la Bestia, dado que diez Emperadoresconsecutivos habían perseguido mortal-mente a los cristianos? Así es, pero a par-tir de la conversión de Constantino, lascosas habían cambiado sustancialmente,y de este modo se podía ver en el Imperio,o en lo que de él restaba, la garantía delorden cristiano, como lo proclamó sin am-bages el Papa San León Magno en el si-glo V. Mucho más adelante, en el sigloXIII, Santo Tomás afirmaría algo seme-jante, creyendo ver en la Cristiandad me-dieval la continuación del Imperio Roma-no. De alguna manera ese Imperio, mal obien, permaneció hasta hace poco.

    Para Castellani el Imperio Romano, bau-tizado en Constantino, restaurado en Car-lomagno, triunfante en Carlos V, fue de-capitado en 1806 por el sable de un solda-do victorioso que encarnaba los principiosde la Revolución francesa. Francisco I deAustria habría sido el último Emperadorde los Romanos. Así pues, a su juicio, his-tóricamente hablando, el Imperio murió aprincipios del siglo pasado. ¿No sería me-jor decir que desapareció con la PrimeraGuerra Mundial, y la consiguiente caídade las tres últimas grandes monarquíascristianas, la de Austria, la de Alemania yla de Rusia? Pero ésta es una opiniónnuestra, no de Castellani.

    Sea lo que fuere, las migajas o lo queresta de ese Imperio habrían impedido

    hasta el presente la aparición formal delAnticristo, el cual, en su momento, res-taurará dicho Imperio, pero a su modo,calcándolo en aquellas viejas estructuras.Será la Ciudad del Hombre de San Agustín,opuesta a la Ciudad de Dios, que hallaráfinalmente su concreción visible y políticaen la historia.

    Algunos autores han pensado que elkatéjon era la misma Iglesia, cuya pre-sencia constituía el último obstáculo parala manifestación del Anticristo. Así opinaSan Justino, el primer comentador del Apo-calipsis, según el cual «Ecclesia de me-dio fiet», la Iglesia será sacada de enmedio. La interpretación es un tanto atre-vida. Es claro que no se la puede enten-der como si se tratase de una extinción dela misma Iglesia sino de una grave deca-dencia de la misma. Su estructura tempo-ral será arrasada; «fornicará con los re-yes de la tierra» (Ap 17, 2), al menos unaparte ostensible de ella, y la abominaciónde la desolación entrará en el lugar santo:«Cuando veáis la desolación abominableentrar adonde no debe, entonces ya es»(Mt 24, 15). También San Victorino aplicóel katéjon a la Iglesia –«la Iglesia seráquitada», dice–, pero en el sentido de quevolvería a la oscuridad, a las catacumbas,perdiendo todo influjo en el orden social.

    En su novela Juan XXIII (XXIV) escri-be Castellani que «Iglesia» se dice en tressentidos: «Hay la Iglesia que es el pro-yecto de Dios y el ideal del hombre, y estácomenzada en el cielo, la “Esposa”, a lacual San Pablo llama “sin mancha”, una;hay la Iglesia terrenal, donde están el trigoy la cizaña mezclados para siempre, perose puede llamar «santa» por su unión conla de arriba por la gracia, dos; y hay laIglesia que ve el mundo, “el Vaticano”, quetrata con el mundo; que está quizá más

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    unida con el mundo que otra cosa, y quedesacredita al todo».

    b. La figura del AnticristoDejemos el Obstáculo y vayamos aho-

    ra a la figura misma el Anticristo, según lopresenta el P. Castellani. ¿Quién será elque asuma ese terrible papel? Inicialmen-te los Padres consideraron que se tratabade una persona concreta e individual. Apartir del Renacimiento surgió la idea deun Anticristo colectivo e impersonal. Am-bas cosas son admisibles. Será, por cier-to, una atmósfera, un espíritu que se res-pira en el ambiente, «espíritu de aposta-sía», según la descripción que de él for-mula San Juan (cf. 1 Jn 4, 3), un modo deser que se vuelve corporativo, informan-do a una multitud de personas. Pero tam-bién será un individuo, porque San Pablolo llama «el hombre impío», «el inicuo»,«el hijo de la perdición», quien se levanta«contra todo lo que lleva el nombre deDios», que llega incluso «a sentarse en elSantuario de Dios y proclamar que él mis-mo es Dios» (cf. 2 Tes 2, 3-4). Esto noparece poder aplicarse a un cuerpo cole-giado de individuos, como podría ser la ma-sonería o el filosofismo del siglo XVIII.

    Las dos cosas son, pues, verdaderas, yperfectamente conciliables. Pareciera seruna ley de la historia que siempre un granmovimiento colectivo suscita un jefe quelo comanda, así como un gran dirigentepolítico da forma y cohesión a la multitudque lo sigue. Ningún «espíritu» ambientalexiste ni actúa sino encarnado. Todo granmovimiento histórico engendra un caudi-llo. Ambos se crean mutuamente, encausalidad recíproca.

    El nombre de «Anticristo» lo inventó SanJuan. San Pablo lo denominó «Á-nomos»,el sin ley (cf. 2 Tes 2, 8). Cristo lo llamó

    «el Otro» en aquel texto que ya hemoscitado: «Porque yo vine en nombre de miPadre y no me recibisteis; pero Otro ven-drá en su propio nombre y a ése le recibi-réis» (Jn 5, 43).

    Dice el Apocalipsis que la cifra delAnticristo será 666 (cf. Ap 13, 18). Engriego, la palabra «Bestia», que es el nom-bre que le da San Juan, se dice «theríon».Si esta palabra se vierte al hebreo, y sesuman los números de cada letra segúnsu lugar en el abecedario de dicha lengua,el resultado es 666.

    ¿De qué nacionalidad será el Anticris-to? Dostoievski lo hace ruso, habiéndolopintado con los rasgos de Stavroguin ensu novela Demonios, que comentamosmeses atrás. Benson lo imagina norteame-ricano, bajo el nombre de Felsenburgh,como lo vimos en su momento. Según al-gunos Padres y exégetas antiguos, serájudío, para mejor emular a Cristo, su antí-tesis, que también lo fue. El cuerno pe-queño que en la profecía de Daniel crececasi de golpe (cf. Dan 7, 8.20), podría serel reino de Israel, comenzando el Anticristopor constituirse en Rey de los Judíos, quie-nes se le someterán con gozo, creyéndoloel Mesías esperado, hasta que los desen-gañe cruelmente, pues llegado a la cúspi-de, perseguirá a todas las religiones queno se le sometan de manera absoluta, «in-cluida la de sus padres» (cf. Dan 11, 37).Recordemos que algo semejante imagi-naba Soloviev en su Breve relato sobreel Anticristo. Esta última adjudicación seha visto coloreada en la leyenda popular,hasta llegarse a detalles nimios: sería de latribu de Dan, hijo de una monja judía con-versa y de un obispo, cuando no del de-monio, directamente. No tendría ángel dela guarda. Nacería provisto de dientes yblasfemando. Adquiriría con rapidez fan-

    El Apocalipsis como drama

  • 16 Alfredo Sáenz, S. J. – El Apocalipsis según Leonardo Castellani

    tástica todas las ciencias. Describen sucorte, sus mujeres, sus maldades felinas,etc. Pero todo esto es leyenda y pura ima-ginación, que no debe ser tomado en serio.

    En realidad el Anticristo no se presenta-rá como un personaje siniestro, la perver-sidad encarnada. Será, por cierto, demo-níaco, pero no aparecerá tal, sino que harágala de humanitarismo y de humanismo;se fingirá virtuoso, aunque de hecho seacruel, soberbio y mentiroso; anunciaráquizás la restauración del Templo de Je-rusalén, pero no será en beneficio de losjudíos sino para entronizarse él y recibirallí honores divinos, quizás como Hijo delHombre, como auténtico Mesías, como elfruto más perfecto de lo humano, sober-biamente divinizado. Porque el Anticristono se contentará con negar que Cristo esDios y Redentor, sino que se erigirá en sulugar, cual verdadero Salvador de la hu-manidad. Tratará incluso de parecerse aCristo lo más posible. Será «el simio deDios», el mono de Cristo. Encarnará la hi-pocresía sustancial de los fariseos del si-glo I, que no sólo eran tenidos como san-tos, sino que ellos mismos se creían tales.Juntará presuntas «virtudes» y un inmen-so orgullo.

    c. El poder y la obra del AnticristoLa eclosión del Anticristo será fulguran-

    te, si bien a partir de modestos orígenes.Juntando lo revelado por San Juan sobrela Bestia que salió del mar (cf. Ap 13, 1)con lo que Daniel nos relata de su sueño(cf. Dan 7), los antiguos escritores ecle-siásticos entendieron que en la consuma-ción del mundo, cuando el Orden Roma-no se encontrase destruido, habría diezreyes (o varios reyes, como interpreta SanAgustín), a quienes la Escritura llama «losdiez cuernos» (cuerno significa Poder), queprovendrán, por cierto, del Imperio Roma-

    no, de su desmembramiento. El Anticristoserá el undécimo rey, que al pareceremergerá históricamente como el super-viviente de una lucha entre otros reyes.Un «cuerno pequeño», dice el profeta (cf.Dan 7, 8), o sea, un rey oscuro y plebeyo,que quizá crecerá de golpe, en medio delos demás y a la vez como al margen deellos, porque es el undécimo, el apéndice,fuera del número perfecto. Vencerá a tresreyes (cf. Dan 7, 24), es decir, a los princi-pales, o los más cercanos, y los otros se lesometerán. Empezará como «reino peque-ño», señala Daniel (cf. 7, 8), y despuéslogrará el dominio sobre los restantes, con-virtiéndose en «otro Reino», descomunaly distinto de los demás, cabeza de unaconfederación de naciones.

    El Anticristo llevará a cabo una síntesismundial de todos los adversarios del cris-tianismo, tanto en el Oriente como en elOccidente. En su libro sobre el Apocalip-sis dice Castellani que logrará realizar unaespecie de contubernio entre el capitalis-mo y el comunismo. Ambos buscan lomismo, el mismo Paraíso Terrenal pormedio de la «técnica», en orden a la deifi-cación del hombre. La ideología que losune es común: la de la inmanencia, el pa-raíso en la tierra, el hedonismo sin límite.«La sombría doctrina del «bolchevismo»–escribe– no será la última herejía, sinosu etapa preparatoria y eufórica, «mesiá-nica». El bolchevismo se incorporará, seráintegrado en ella». Esta amalgama del Ca-pitalismo y el Comunismo en una unidadenglobante será justamente la hazaña delAnticristo. «Se arrodillarán ante él todoslos habitantes de la tierra» (Ap 13, 8).

    En su libro Los papeles de BenjamínBenavides añade Castellani una obser-vación curiosa, y es la posible integración,en esta amalgama política, del mahome-tismo. Basándose en una afirmación que

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    hizo el conde de Maistre, a saber, que «elprotestantismo vuelto sociniano, no se di-ferencia ya fundamentalmente del maho-metismo», nuestro autor sostiene que elOccidente se está musulmanizando, espe-cialmente los Estados Unidos, cuyo pue-blo, lejos de ser amoral o inmoral, tieneuna religión, pero ella corresponde, rasgoa rasgo, al mensaje de Mahoma. Los dog-mas son comunes: el capitalismo y la es-clavitud de los muslimes; la poligamia y eldivorcio; la guerra santa y la defensa de lademocracia; la creencia común en un Diosinaccesible, lejano y desconocido; el re-chazo de la Encarnación y, en general, delmisterio; el naturalismo; la falta de «sa-cramentalismo»; el primado de la acción;el fatalismo y el culto determinista a la«Ciencia». Por lo demás, el mahometis-mo no carece de semejanzas con el co-munismo: ambos buscan «edenizar» la tie-rra por la violencia. «Son tres líneas quepueden reunirse un día: –tienen un lado ylos ángulos adyacentes iguales–, ¿quédigo?, tienen que encontrarse necesaria-mente, el día que les salga un padre, asícomo nacieron de una misma madre... –¿Qué madre? –La Sinagoga. Esas tresreligiones son herejías judías».

    Sea lo que fuere de tales hipótesis, loimportante es que el Misterio de Iniqui-dad, encamado en un cuerpo político do-tado de inmensos poderes, se encarnaráen aquel Hombre de satánica grandeza,plebeyo genial y perverso, de maldad refi-nada, a quien Satanás comunicará su po-der y su acumulada furia. Bien ha escritoDonoso Cortés: «En el mundo antiguo latiranía fue feroz y asoladora; y sin embar-go, esa tiranía estaba limitada físicamen-te, porque los Estados eran pequeños ylas relaciones universales imposibles detodo punto. Señores, las vías están prepa-radas para un tirano gigantesco, colosal,

    universal, inmenso... Ya no hay resisten-cias ni físicas, ni morales. Físicas, porquecon los buques y las vías férreas no hayfronteras, con el teléfono no hay distan-cia... Y no hay resistencias morales, por-que todos los ánimos están divididos y to-dos los particularismos están muertos».Recordemos aquel Felsenburgh deBenson, y su fulgurante acceso al tronodel mundo. En torno a él se reunirán todoslos que Castellani llama los «oneworl-ders», o sea «mundounistas», los que hoysustentan el Nuevo Orden Mundial.

    Una vez que haya tomado las riendasdel poder en sus manos, el Anticristo seabocará a su obra, que a los ojos del mun-do aparecerá como «benéfica». No envano es el Cuarto Caballo del Apocalipsis,que reemplazará a los tres primeros: alCaballo Blanco, desde luego, que repre-senta el Orden Romano, el Katéjon; yluego al Rojo y al Negro, que simbolizan,respectivamente, la Guerra y la Carestía.

    Acabará con la guerra, ante todo, cum-pliendo el anhelo más profundo de la hu-manidad, que es la paz universal, una pazsacrílega y embustera, por cierto, la pazdel mundo, estigmatizada por Cristo. Cas-tellani opina que esta «concordia» mun-dial la logrará sobre todo a través del co-mercio. Porque el comercio moderno, es-cribe, tiene algo de satánico. El capitalis-mo se enriquece automáticamente, noexpone nada; el oro engendra oro, comosi fuese una cosa viva, y ello parece in-vención de Satanás. El comercio es hoylo más importante en las relaciones inter-nacionales; lo demás, naciones incluidas,parecieran ser epifenómenos, al decir deMarx.

    El Anticristo solucionará igualmente losproblemas económico-sociales, ofrecien-do no sólo abundancia sino también igual-

    El Apocalipsis como drama

  • 18 Alfredo Sáenz, S. J. – El Apocalipsis según Leonardo Castellani

    dad, aunque sea la de un hormiguero.Corregirá así la plana a su Rival, consin-tiendo a las tres tentaciones que antañoJesús se obstinara en rechazar: «Di queestas piedras se conviertan en pan», y daráde comer al mundo entero; «tírate del Tem-plo abajo, para que todos te aplaudan», yadquirirá renombre universal por los me-dios de comunicación; «todos los reinosde la tierra son míos y te los daré si meadorares» (cf. Mt 4, 1-11), y los recibirá.Es lo que vio con tanta claridad Dostoievskien su «Leyenda del Gran Inquisidor». LasTentaciones, rechazadas por Cristo, hanquedado como suspendidas en el aire, has-ta que, desaparecido el Katéjon, sean for-malmente aceptadas por el Vicario delDragón.

    Tratará asimismo de destruir lo que que-da de Cristiandad, pero aprovechando susdespojos. Los escombros del orden públi-co, los restos de la tradición cultural, losmecanismos e instrumentos políticos y ju-rídicos supérstites, todo ello será utilizadoen la construcción de la nueva Babel, lagrande e impía confederación mundial.¿Cómo, si no, podría levantarse en tan pocotiempo?

    Perseguirá sobre todo duramente a laIglesia y matará a los profetas, porque veráen ellos a quienes denuncian su superche-ría, los aguafiestas de la felicidad colecti-va, los profetas de desgracias. Pero lossustituirá enseguida por profetas merce-narios, dispuestos a cantar la madurez delos tiempos, los encantos del viento de lahistoria, los mañanas venturosos. Fomen-tará con predilección el espíritu de inma-nencia, en razón de lo cual aborreceráespecialmente a quienes pongan en guar-dia a la gente dándoles a conocer las pro-fecías del Apocalipsis. Y, como es obvio,no querrá ni oír hablar de la Parusía.

    Porque no hay que olvidar que la figuradel Anticristo no es primordialmente polí-tica, sino teológica. Ello se hace evidentepor las metas que la Escritura le atribuye:1) negará que Jesús es el Salvador Dios(cf. 1 Jn 2, 22); 2) será recibido en lugarde Cristo por la humanidad (cf. Jn 5, 43);3) se autodivinizará (cf. 2 Tes 2, 4); 4)suprimirá, combatirá o falsificará las otrasreligiones (cf. Dan 7, 25). Su proyecto es,pues, prevalentemente teológico. El Mis-terio de Iniquidad, que el Anticristo encar-na, se resume en el odio a Dios y la ado-ración del hombre. Porque, paradojalmen-te, aquel cuya boca proferirá blasfemiascontra todo lo divino (cf. Ap 13, 5-6), porotro lado pretenderá hacerse adorar comoDios (cf. 2 Tes 2, 4). Ello será lo más gra-ve. Castellani advierte cómo los tiemposmodernos le están haciendo la cama alAnticristo, propagando sin descanso laIdolatría del Hombre y de las obras de susmanos.d. La sede del Anticristo

    Un último aspecto relativo a la PrimeraBestia es la cuestión de la sede y ámbitode su gobierno. Algo de ello nos lo dejatraslucir el mismo Apocalipsis, cuandohabla de aquella mujer siniestra, que lla-ma la Gran Ramera (cf. Ap 17, 1). Coneste nombre se designa a Babilonia, laMeretriz Magna. Es la Ciudad del Mun-do, que el Apocalipsis muestra como divi-dida en tres partes (cf. Ap 16, 19). Caste-llani aventura que podrían ser Europa,Norteamérica y Rusia. Trátase de unaUrbe concreta o un conjunto de urbes, queha logrado conquistar el poder mundial:«La mujer que has visto es la Gran Ciu-dad, la que tiene la soberanía sobre todoslos Reyes de la tierra» (Ap 17, 18).

    San Juan dice que vio escrito en su frentela palabra «misterio» (cf. Ap 17, 5), y tes-

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    tifica el asombro que dicha visión le pro-vocó. Lleva, sin duda, aquel nombre paraindicar que corporiza el Misterio de Ini-quidad. Es la ciudad moderna, desa-cralizada, laicista y social-demócrata, quecomenzando en el Humanismo, desembo-có en el Protestantismo y el Enciclopedis-mo de los llamados «filósofos» del sigloXVIII, o sea en el naturalismo religioso,que se continúa a través de los actualesintentos de homogeneización internacio-nal en la inmanencia. Babilonia es el mar-co ciudadano de la adoración idolátrica delhombre y el consiguiente odio a Dios, lasede de la Ciudad del Hombre que luchacontra la Ciudad de Dios.

    La capital del Anticristo será un granemporio económico, cabeza de un Impe-rio sacro falsificado, es decir, de un impe-rialismo. Babilonia se presenta en el Apo-calipsis con los rasgos de una ciudad ca-pitalista, marítima y corrompida. «Losmercaderes de toda la tierra se enrique-cieron con su lujo desenfrenado», dice eltexto sagrado (Ap 18, 3). San Juan nos ladescribe como una urbe tecnocrática, en-candilante con el resplandor de sus luces,el oro y las joyas que la cubren, pobladade comerciantes. Al decir capitalista nose excluye el designio soviético, ya que elcomunismo es un capitalismo de Estado,hijo dilecto del Capitalismo TecnócrataLiberal, hijo putativo, si se quiere, ya queestamos entre rameras, pero hijo al cabo.

    Mas lo principal de Babilonia, y lo que lahace especialmente ramera –y madre derameras–, es su proyecto de carnalizar lareligión, legalizando así los planes delAnticristo. Ciudad adúltera, la llama elApocalipsis, expresión a que frecuente-mente recurre la Escritura para designarel abandono del Esposo divino en favor delos amantes terrenos; amazona despre-

    juiciada: «Vi una mujer, cabalgando laBestia color escarlata... se llama Babilo-nia la Grande, madre de las rameras y delas abominaciones de la tierra» (Ap 17,3.5), con la que «fornicaron los reyes dela tierra y todas las naciones se embriaga-ron con el vino de su fornicación» (Ap 18,3). Según el lenguaje escriturístico, espe-cialmente de los profetas Isaías, Jeremíasy Zacarías, «fornicar» significa «idolatrar»,sustituir a Dios, el esposo de Israel, por unídolo. «Fornicar con los reyes de la tierra»es poner a los poderes políticos en lugardel Dios vivo y trascendente; «embriagar-se» es mostrarse satisfecho, petulante yglorioso. O, si se quiere, «fornicar» es po-ner la religión al servicio de la política delAnticristo, amalgamar el Reino y el Mun-do, inmanentizar la fe y la doctrina.

    Tal será la sede del Anticristo. ¿Duran-te cuánto tiempo reinará en ella? Casi to-dos los comentaristas le atribuyen a sugobierno una duración de tres años y me-dio. Así parece insinuarlo el profeta Da-niel (cf. 7, 25), y lo confirma el Apocalip-sis al decir que «se le dio poder de actuardurante cuarenta y dos meses» (Ap 13, 5;cf. también 11, 2).

    A su término, la Gran Babilonia caeráde golpe, se desplomará estrepitosamente(cf. Ap 18, 2.9-24), suscitando el llanto de«los mercaderes de la tierra» (Ap 18, 11).Llorarán porque ya nadie negociará sumercancía, sus piedras preciosas.

    3. La Segunda BestiaComo ya lo hemos señalado en confe-

    rencias anteriores, junto al Anticristo, elApocalipsis nos presenta otro personajefundamental, un Pseudoprofeta. Es la Se-gunda Bestia, el brazo derecho delAnticristo en su fáustico intento. Tambiénél se parecerá a Cristo: «Hablaba como el

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    Dragón, pero tenía dos cuernos como decordero» (Ap 13, 11). Si la Primera Bes-tia salió del mar (cf. Ap 13, 1), ésta surgede la tierra firme (cf. Ap 13, 11), es decir,del ámbito religioso, y su propósito seráque todo el mundo adore al Anticristo: «Hizoque toda la tierra y sus habitantes adora-ran a la Primera Bestia» (Ap 13, 12).

    El Apocalipsis lo presenta dotado depoderes taumatúrgicos, con capacidadpara realizar «grandes portentos» (Ap 13,13). No serán verdaderos milagros, perotampoco meros juegos de prestidigitación.Delante de todos hará bajar fuego del cie-lo, seduciendo con sus prodigios a todoslos hombres (cf. Ap 13, 13-14). PregúntaseCastellani si la Segunda Bestia será laTécnica actual, como aventura Claudel.O si tiene razón Pieper al afirmar que en-carnará la propalación pública y sacerdo-tal de los proyectos del Anticristo, siendoalgo así como el Primer Ministro del Em-perador, a cargo de todo lo que se refierea la Propaganda. Sabemos el poder quehoy tiene la propaganda para cretinizar alas masas.

    A juicio de nuestro autor, la principal la-bor que llevará a cabo esta Segunda Bes-tia será la adulteración de la religión. LasDos Bestias representarían así el poderpolítico, la primera, y el instinto religiosodel hombre, la segunda, vueltos amboscontra Dios. Lo afirma de manera termi-nante: «Cuando la estructura temporal dela Iglesia pierda la efusión del Espíritu y lareligión adulterada se convierta en la GranRamera, entonces aparecerá el Hombrede Pecado y el Falso Profeta, un Reydel Universo que será a la vez como unSumo Pontífice del Orbe, o bien tendrá asus órdenes un falso Pontífice, llamado enlas profecías el «Pseudoprofeta»». No quela Iglesia perderá la fe, pero sí se verágravemente afectada. Todas las energías

    del demonio estarán concentradas en per-vertir lo que es específicamente religioso.Al demonio no le interesará matar, sino«corromper, envenenar, falsificar».

    Lo que Castellani expone en sus librosteológico-exegéticos, lo ha desarrolladotambién, y de manera insuperable, en susnovelas. Entre ellas, quisiéramos destacarSu Majestad Dulcinea, a nuestro juiciouna de sus obras cumbres, donde, reto-mando la trama de la novela de Benson,imagina los sucesos del Apocalipsis, peroaplicándolos a nuestra patria. También allíreaparece la figura siniestra de Juliano Fel-senburgh. Mas lo que allí se describe conpluma maestra –como sabemos, constitu-ye uno de los temas recurrentes en el pen-samiento de nuestro autor– es la corrup-ción en el interior de la Iglesia. A diferen-cia de los católicos fieles, una minoría cadavez más exigua, la mayor parte de los cris-tianos adhiere a la corriente política domi-nante, la política del Señor del Mundo, queno es otro que Felsenburgh, de cuyo Im-perio somos una de las colonias. Digamosentre paréntesis que en esta materia delGobierno Mundial, Castellani fue un ver-dadero profeta, llegando a predecir hastael envío de tropas argentinas para opera-ciones ordenadas por el Poder que ejercela hegemonía universal. Pues bien, ennuestra patria se va formando en ciertoslugares una Iglesia falsa, que bajo el nom-bre de Neocatolicismo, Movimiento VitalCatólico o Vitalismo Cristiano, llega inclu-so a a inficcionar ciertos espacios de po-der de la Iglesia de Cristo y como señala-ra S. Pío X en su condena al Modernismo,socava las raíces mismas de la fe, yoporando «desde dentro», confunde alpueblo cristiano, al mismo tiempo que aco-sa duramente a los católicos fieles, demodo semejante a como ocurrió en tiem-pos de Arrio o de otras grandes herejías.

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    Es la Iglesia de Monseñor Panchampla,obeso obispo a las órdenes del poderimperante, rodeado de su séquito de ecle-siásticos serviles. En un acto público seconcretó solemnemente la unión de la Igle-sia y del Estado, del poder espiritual y tem-poral, «conciliados cordialmente por obrade la Razón y la Vida por primera vez enla historia de los pueblos», como clamó elLocutor oficial. Y así, la religión adultera-da suplió públicamente a la de Cristo.Como la Iglesia decía «Extra Ecclesiamnulla salus», escribe Castellani, esta Con-tra-Iglesia o Pseudo-Iglesia predica: Fue-ra de la «democracia» no hay salvación.Trátase, como se ve, de una auténtica de-fección, o más propiamente, de una «he-rejía» o «nueva religión». Queda el len-guaje, pero vaciado de sentido; quedan losviejos ritos, pero falsificados. «El misteriode iniquidad, que consiste en la inversiónmonstruosa del movimiento adoratoriohacia el Creador en hacia la creatura seha verificado del modo más completo po-sible, sin suprimir uno solo de los dogmascristianos..., solamente con convertirlos enmitos, es decir, en símbolos de lo divinoque es lo humano».

    En la ficción de Castellani coexisten dosPapas, el verdadero, León XIV, que resi-de ocultamente en Jerusalén; y el falso,pero oficial, Cecilio I, con sede en Roma.Cuando años más tarde Cecilio I muere,es elegido para sucederlo el propio JulianoFelsenburgh, quien reúne así todos los po-deres. Mas la Iglesia no ha muerto, ya quelos católicos fieles tienen sus Patriarcas eInspectores clandestinos, que a la muertede León XIV eligen a Juan XXIV.

    En fin, como puede verse, Su Majes-tad Dulcinea es una novela teológicaacerca del fin de la historia. «Estos tiem-pos son muy buenos –dice su protagonis-

    ta, el Cura Loco, que no es otro que elmismo Castellani–, porque son eficací-simos para hacernos renegar de lo queCristo llamó “el mundo”». Dejemos, porel momento, la consideración de esta no-vela, local y universal a la vez.

    Estima Castellani que el mundo se en-cuentra ya suficientemente ablandado ycaldeado para recibir al Pseudoprofeta delApocalipsis, al que desde hace tiempo estápreanunciando la predicación de los «fal-sos profetas», contra los cuales tan insis-tentemente nos precavió Cristo (cf. Mt 24,14.24), y cuya aparición es otra de las seña-les predichas: «Pseudoprofetas a bandadas».

    Anteriormente hemos señalado que paranuestro autor las Siete Iglesias a las quese envían sendos mensajes (cf. Ap 1-3)son tipos simbólicos de siete épocas deldevenir histórico de la Iglesia. Cuando elvidente se dirige a las primeras Iglesiaslas impele a purificarse, pero cuando llegaa las postreras, Filadelfia y Laodicea, el«haz penitencia» se trueca súbitamente en«he aquí que vengo pronto» (Ap 3, 11), ydespués: «mira que estoy a la puerta y lla-mo» (Ap 3, 20). Quizás estemos en esosmomentos terminales, en los tiempos quecorresponden a la Iglesia de Laodicea, unaIglesia tibia, ni fría ni caliente, con barni-ces de cristianismo, con ropajes de fe ca-tólica, pero signada por el convencionalis-mo y la rutina. Una Iglesia a la que Diosamenaza con vomitar de su boca. No dice:«te vomitaré» sino «comenzaré a vomi-tarte» (Ap 3, 16), amenaza que, segúnCastellani, corresponde a la «gran apos-tasía» anunciada por Pablo y el mismoCristo. Por suerte el vómito no se consu-mará. Los que resistan o hagan peniten-cia se salvarán. Será la época de la pará-bola de la cizaña. Cuando llega el tiempode la siega es cuando la cizaña se parece

    El Apocalipsis como drama

  • 22 Alfredo Sáenz, S. J. – El Apocalipsis según Leonardo Castellani

    más al trigo. Por eso Cristo, al ver el mun-do futuro desde aquel montículo de Jeru-salén desde donde se divisaba el Templo,profetizó la Gran Tribulación Final, asícomo la decadencia de la Iglesia en sufervor, e incluyó en la profecía parusíaca,como typo de ella, la caída de la Sinagogay el Templo, sobre todo en razón del fari-seísmo que corrompió a la Sinagoga y esel mayor mal de la Iglesia actual. De ahílas palabras que el vidente dirige a la Igle-sia de Laodicea: «Porque tú dices: rico soy,me he enriquecido, nada me falta. Y no tedas cuenta de que eres un mendigo, dignode compasión, pobre, ciego y desnudo»(Ap 3, 17).

    Tal será el papel especialmente enco-mendado al Pseudo-profeta. El Apocalip-sis nos muestra el Templo profanado, nodestruido. La religión se mantendrá, peroadulterada; sus dogmas, conservados enlas palabras, serán vaciados de contenidoy rellenados de sustancia idolátrica. Tam-bién el Templo perdurará, porque no hayque destruir los templos sino la fe. El Tem-plo servirá para que allí se siente elAnticristo, «haciéndose adorar como Dios»(2 Tes 2, 4). Es «la abominación de la de-solación», como dijo Daniel (9, 27) y repi-tió Cristo (cf. Mt 24, 15). Al parecer, Da-niel designaba con esa expresión un altarpagano que Antíoco Epifanes había erigi-do en el Templo de Jerusalén. Trátase deun hebraísmo que significa «la peor inmun-dicia», «la última basura». Los israelitas lousaban para designar el sacrilegio supre-mo: los ídolos puestos en el templo de Dios.Pero Castellani se esmera por dejar enclaro que la corrupción de la Iglesia noserá total. A ello tenderá sin duda el inten-to del Pseudoprofeta. Logrará, sí, que elAtrio y las Naves sean conculcados. Peroel Tabernáculo o Sancta Sanctorum res-tará preservado.

    ¿Cómo se concretará esta adulteracióndel cristianismo? De la manera que anteshemos señalado, es decir, consintiendo laIglesia, ella también –en su sector adúlte-ro, se entiende–, a las tres tentaciones deldesierto que en su momento Cristo suporechazar. Una Iglesia abocada a lo tem-poral, polarizada en ello, en la adquisiciónde los bienes terrenos, en la distribuciónabundante de pan. He aquí la primera ten-tación. Una Iglesia en busca de renom-bre, que emplea sus poderes religiosos paraalcanzar prestigio y ascendiente, que re-emplaza la contemplación por la agitaciónburocrática. Tal la segunda tentación. Yla tercera: una Iglesia al servicio de losque son poderosos, buscando el reino eneste mundo, con los medios más eficaces,que son hoy los satánicos. La acusaciónde Dostoievski da, ahora sí, en el blanco.

    A este «naturalismo religioso» o «alo-guismo», Castellani lo sintetiza así: «Es elideal de la Añadidura antes que el Reino,o la Añadidura sin el Reino, o el Reino Mi-lenario desde ya y sin Cristo, es decir, elcristianismo expurgado de la cruz de Cristoy de su Segunda Venida».

    La parte corrupta de la Iglesia puesta alservicio del Anticristo. He ahí el gran lo-gro de la Primera Bestia. El Pseudoprofetaserá el que «actúe», es decir, «ritualice» elproyecto del Anticristo, el que lleve a cabosu «propaganda sacerdotal». El Apocalip-sis resume su quehacer en tres iniciati-vas. Ante todo, organizará la veneracióncolectiva de la Primera Bestia, imponien-do la adoración idolátrica de su icono ne-fando, so pena de terribles persecuciones(cf. Ap 13, 12.14-15). En segundo lugarrealizará increíbles prodigios en favor delAnticristo, haciendo llover fuego del cielo,si es necesario (cf. Ap 13, 13), y sobretodo haciendo hablar a la imagen de laBestia (cf. Ap 13, 15). Hoy es ello facti-

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    ble, como dijimos, merced al apabullanteprogreso de la técnica. La Bestia podráhablar un día, y a través de la televisiónser visto y oído por multitudes reunidas enplazas y templos, todo un universo exalta-do. Y finalmente inventará una muerte yuna resurrección amañada de la Bestia (cf.Ap 13, 3.12), para que emule la de su Ad-versario divino.

    Dicho triunfo sólo será factible con laayuda del sector adúltero de la Iglesia. Bienescribe Castellani: «El mundo quiere unir-se y actualmente el mundo no se puedeunir sino en una religión falsa. O bien lasnaciones se repliegan sobre sí mismas ennacionalismos hostiles, o bien se reúnennefastamente con la pega de una religiónnueva, un cristianismo falsificado; el cualnaturalmente odiará de muerte al auténti-co. Sólo la religión puede crear vínculossupranacionales». La unificación del mun-do se realizará por el terror y por la men-tira, por el terror político y por la mentirade la falsa religión, o de un cristianismofalsificado.

    4. Las Tres RanasYa tenemos varios de los personajes del

    drama: el Dragón, el Anticristo, el Pseu-doprofeta. ¿No será, nos preguntamos, lanueva trinidad, el simiesco y satánico re-medo de la Trinidad divina: el Dragónemulando al Padre, el Anticristo al Verbo,y el Pseudoprofeta al Espíritu Santo?

    El Apocalipsis nos informa que los trespersonajes son fecundos: «Y vi que de laboca del Dragón, de la boca de la Bestia yde la boca del Pseudoprofeta salían tresespíritus inmundos en forma de ranas. Sontres espíritus demoníacos, obradores deprodigios, y se encaminan donde los reyesde toda la tierra para convocarlos a la granbatalla... Los convocaron en el lugar llamado

    en hebreo Armagedón» (Ap 16, 13-14.16).En estas Tres Ranas, eruptadas por el

    Dragón, el Anticristo y el Pseudoprofeta,Castellani cree ver el liberalismo, el co-munismo y el modernismo, en cuya con-junción o alianza alcanza su plenitud el vie-jo naturalismo que, como lo señalamos, esen el fondo el gran proyecto del Anticristo.Tres herejías que parecen ranas porqueson vocingleras, saltarinas, pantanosas ytartamudas, dice.

    Muchos creen que el liberalismo estáen las antípodas del comunismo. Nada máslejos de la realidad ya que, como lo de-mostró fehacientemente Dostoievski, elsegundo, ese espíritu batracio que sale dela boca de la Bestia, es hijo del primero.Tanto el liberalismo como el marxismo tie-nen todas las características de una reli-gión. Pero por si ello no quedara claro, elmodernismo, que a los ojos de Castellanies el fondo común de aquellas dos ideolo-gías contrarias, aunque no contradictorias,algún día las copulará estrechamente porobra del Pseudoprofeta. «El «cuá-cuá» delliberalismo es «libertad, libertad, libertad»;el «cuá-cuá» del comunismo es «justiciasocial»; el «cuá-cuá» del modernismo, dedonde nacieron los otros y los reunirá undía, podríamos asignarle éste: «Paraíso enla tierra»; Dios es el Hombre; el hombrees Dios».

    El Modernismo es la herejía suprema.Según decía Pío X, las engloba a todas, escomo su encrucijada. Será la última here-jía, porque en materia de falsificación delcristianismo no parece posible ir más allá.¿Puédese imaginar acaso una idolatríamás execrable, una apostasía más perfectaque la adoración del hombre en lugar deDios, y eso bajo formas cristianas, mante-niéndose incluso el armazón exterior de laIglesia? En su novela Los papeles de Ben-

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  • 24 Alfredo Sáenz, S. J. – El Apocalipsis según Leonardo Castellani

    jamín Benavides pone Castellani un ejem-plo típico de dicha actitud de espíritu. Alu-de allí a un libro de los modernistas dondese habla con emoción de la Misa cantada:es un espectáculo imponente, se lee en elmismo, no hay que dejar esa egregia con-quista del «patrimonio cultural» de la Hu-manidad, sino procurar que se conserve yperfeccione... podada, eso sí, de la peque-ña superstición que ahora la informa, asaber, la presencia real de Cristo en el Sa-cramento. Con lo que la ceremonia, con-cluye Castellani, queda «vacía», o mejor,«queda vacía hasta que otro ocupe el lu-gar de Cristo en el Sacramento».

    He aquí las tres herejías, que al decir denuestro autor, «se van a unir por las colas–cosa admirable, dado que las ranas notienen cola– contra lo que va quedandode la Iglesia de Cristo, un día que quizá noesté lejano».

    5. El Pequeño RestoEn los tiempos del Anticristo, el señorío

    del demonio será tremendo, le hace decirCastellani al judío Benavides, y se desata-rá en todas las direcciones: en operacio-nes esotéricas y nefandas de magia y es-piritismo; en el poder abrumador de la«ciencia moderna», que ya se ha vueltocapaz de arrojar fuego del cielo con labomba atómica y hacer hablar a una ima-gen mediante la televisión combinada conla radio; en la tiranía implacable de la ma-quinaria política; en la crueldad de los hom-bres rebeldes y vueltos «fieras en la tie-rra»; en la seducción sutil de los falsosdoctores que usarán el mismo cristianis-mo contra la cruz de Cristo, una parte delcristianismo contra otra, y a Jesús contrasu Iglesia.

    La opción por Cristo o por el Anticristose hará universal e ineludible. La sola pro-

    fesión de fe cristiana pondrá a los fielesen situación de martirio. El poder políticomás totalitario y universal que haya existi-do, revestido de religiosidad falsa, hosti-gará a los fieles, persiguiéndolos a sangrey fuego. La mayoría caducará, de modoque la apostasía cubrirá al mundo comoun diluvio. Bien decía San Pablo que Cris-to, sí, volvería, pero «primero tiene quevenir la apostasía» (2 Tes 2, 3). Los queresistan serán poco numerosos, los conta-dos 144.000 de que habla el texto sagrado(cf. Ap 7, 4), un pequeño resto, perdido enel océano de las multitudes apóstatas. Esospocos «no podrán comprar ni vender» (Ap13, 17; 14, 1), ni circular, ni dirigirse a losdemás a través de los medios de comuni-cación, ahora en manos del poder político.Cualquier intento de emigración se torna-rá impensable, ya que el mundo enteroserá una inmensa cárcel, sin escape posi-ble. Sólo quedará «refugiarse en el desier-to» (cf. Ap 12, 14).

    Los que permanecerán fieles serán losque «no se ensuciaron con mujeres» (Ap14, 4), es decir, con la Mujer, la Ramera.Hombres límpidos, «en cuya boca no seencontró mentira» (Ap 14, 5), hombreslúcidos y valientes, verdaderos baluartesen medio de un huracán, acosados por latraición y el espionaje. En las novelas SuMajestad Dulcinea y Juan XXIII (XXIV),Castellani los imagina cual «guerreros deCristo», nueva Caballería, al modo de lasantiguas Órdenes religioso-militares; los«cristóbales», los llama, «la resurrecciónde Don Quijote». Sean «combatientes»,sean «pacientes», poco les será concedi-do. Verán el Templo hollado por los im-píos, verán cómo la jerarquía del Pseu-doprofeta –mercenarios en vez de pasto-res– enseña una religión nueva. Para col-mo, Dios guardará silencio y pareceráendurecer sus oídos a las súplicas de los

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    héroes. Aparecerán como derrotados (cf.Ap 13, 7). Satanás y sus ministros les di-rán con sorna: «¿Dónde está vuestroDios?», y ellos callarán.

    Porque lo exterior siempre es secunda-rio. Lo más dramático serán los tormen-tos interiores que experimentarán los quese obstinen en su fidelidad. Se verán so-metidos a noches oscuras interminables,a conflictos de conciencia desgarradores,que en muchos casos no se resolverán enesta vida. Habrá quienes deberán luchar,con sangre en el alma, durante años y años,sin resultado aparente, contra tentacionessupremas, sufriendo «el bofetón de Sata-nás» (2 Cor 12, 7), sin la ayuda de la gra-cia sensible; porque «el sol se oscurecerá,la luna se volverá color de sangre, y cae-rán las estrellas del cielo»... (Ap 6, 12-13). Nadie podría aguantar si Cristo novolviese pronto.

    Los primeros mártires debieron lucharcontra los emperadores, los últimos con-tra el mismo Satanás. Por eso serán már-tires mayores. Ni siquiera serán recono-cidos como mártires, agrega San Agustín,ya que se los condenará como delincuen-tes ante las multitudes, víctimas de la pro-paganda. La llamada «opinión pública»estará en favor de esta persecución.

    Serán contados, decíamos, los que re-sistan. Porque las situaciones de heroís-mo, sobre todo de heroísmo sobrehuma-no, son para pocos. El mismo Cristo dijoque cederían «si fuera posible, los mismosescogidos» (Mt 24, 24). Mas no es posi-ble que caigan los escogidos. Un ángel hacomenzado a marcar sus frentes con elnombre del Cordero y de su Padre (cf.Ap 14, 1), y Dios ordena suspender losgrandes castigos hasta que estén todosseñalados, abreviando la persecución poramor de ellos.

    «Su único apoyo serán las profecías –escribe Castellani–. El Evangelio Eterno(es decir, el Apocalipsis) habrá reempla-zado a los Evangelios de la Espera y elNoviazgo; y todos los preceptos de la Leyde Dios se cifrarán en uno solo: mantenerla fe ultrapaciente y esperanzada... Losfieles de los últimos tiempos sólo se salva-rán por una caridad inmensa, una fe he-roica y la esperanza firme en la próximaSegunda Venida».

    Acompañarán en su resistencia a estepequeño resto dos personajes misteriosos,los llamados Dos Testigos (cf. Ap 11, 1ss.). No se sabe de cierto quiénes serán.Para algunos, Enoc y Elías, para otros,Moisés y Elías. En el Apocalipsis apare-cen como dos grandes y santos paladines,que defenderán a Cristo, y tendrán en susmanos poderes prodigiosos. El Anticristo«les hará la guerra, los vencerá y los ma-tará» (Ap 11, 7). Sus cadáveres quedaránexpuestos frente al Santo Sepulcro. Peroluego de tres días y medio el Señor losresucitará (cf. Ap 11, 11).

    Hemos considerado ya varios de lospersonajes del drama apocalíptico: el Dra-gón, la Primera y la Segunda Bestia, losfieles heroicos y los dos testigos.

    Compendiemos lo dicho hasta acátranscribiendo un texto donde Castellaninos ha dejado una especie de «retrato»del Anticristo, junto con una descripciónde su modo de gobierno:

    El Anticristo no será un demonio sino unhombre demoníaco, tendrá «ojos como dehombre» levantados con la plenitud de laciencia humana y hará gala de humani-dad y humanismo; aplastará a los santos yabatirá la Ley, tanto la de Cristo como lade Moisés; triunfará tres años y mediohasta ser muerto «sine manu», no pormano de hombre; hará imperar la abomi-

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    nación de la desolación, o sea, el sacrile-gio máximo; será soberbio, mentiroso ycruel, aunque se fingirá virtuoso; fingiráquizá reedificar el templo de Jerusalén paraganarse a los judíos, pero para sí mismo loedificará y para su ídolo Maozím; ido-latrará la fuerza bruta y el poder bélico,que eso significa Maozím, «fortalezas» o«munimentos»... pero él será ateo y pre-tenderá él mismo recibir honores divinos;en qué forma no lo sabemos: como hijodel hombre, como verdadero Mesías, comoEncarnación perfecta y Flor de lo huma-no soberbiamente divinizado...

    Fingirá quizá haber resucitado de entrelos muertos; ¿usurpará fraudulenta la per-sonalidad de un muerto ilustre? ¿O res-taurará un Imperio antiguo ya muerto? Re-ducirá a la Iglesia a su extrema tribula-ción, al mismo tiempo que fomentará unafalsa Iglesia. Matará a los profetas y ten-drá de su parte una manga de profetoides,de vaticinadores y cantores del progresis-mo y de la euforia de la salud del hombrepor el hombre, hierofantes que proclama-rán la plenitud de los tiempos y una felici-dad nefanda. Perseguirá sobre todo la in-terpretación y la predicación del Apoka-lypsis; y odiará con furor aun la menciónde la Parusía. En su tiempo habrá verda-deros monstruos que ocuparán sedes ycátedras y pasarán por varones píos reli-giosos y aun santos porque el Hombre delDelito tolerará un cristianismo adulterado.

    Abolirá de modo completo la Santa Misay el culto público durante 42 meses, 1.260días. Impondrá por la fuerza, por el con-trol de un estado policíaco y por las másacerbas penas, un culto malvado, que im-plicará en sus actos apostasía y sacrile-gio; y en ninguna región del mundo po-drán escapar los hombres a la coacciónde este culto. Tendrá por todas partes ejér-citos potentes, disciplinados y crueles.

    Impondrá universalmente el reino de lainiquidad y de la mentira, el gobierno pu-ramente exterior y tiránico, una libertaddesenfrenada de placeres y diversiones,la explotación del hombre, y su propio modode proceder hipócrita y sin misericordia.Habrá en su reinado una estrepitosa ale-gría falsa y exterior, cubriendo la más pro-funda desesperación...

    La caridad heroica de algunos fieles,transformada en amistad hasta la muerte,sostendrá en el mundo los islotes de la fe;pero ella misma estará de continuo ame-nazada por la traición y el espionaje. Servirtuoso será un castigo en sí mismo, ycomo una especie de suicidio...

    6. La Mujer CoronadaEn el capítulo 12 del Apocalipsis se ha-

    bla de otra mujer: «Un signo magno apa-reció en el cielo. Una mujer vestida de soly la luna debajo de sus pies. Y en su cabe-za una corona de doce estrellas. Y gestabaen su vientre y clamaba con los doloresde parto y con el tormento de dar a luz»(12, 1-2). Los exégetas han aplicado estetexto, algunos a la Santísima Virgen, otrosa la Iglesia o a Israel. A la Santísima Vir-gen no parece cuadrarle del todo, al me-nos directamente, por lo de los «doloresde parto», de que careció, si bien no dejade ser legítimo aplicárselo figurativamente,como lo hace la liturgia y el arte cristiano.

    ¿Será aplicable a la Iglesia? Así lo hanentendido algunos comentaristas según loscuales aquella mujer simboliza a la Iglesiade los últimos tiempos, cristianos y judíosconvertidos, que tantas veces los Profe-tas representaron con los rasgos de unamujer, a la que se promete el perdón de suinfidelidad, la purificación plenaria y elDesposorio final. Sin embargo, no parececonvenirle plenamente, aunque sí por ex-tensión.

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    Para otros, figura al Israel de Dios, «queda a luz un hijo varón» (Ap 12, 5). Así lointerpreta Castellani, en la inteligencia deque dicho texto se refiere a la conversiónfinal de los judíos, preanunciada por SanPablo y los profetas. Cuando lleguen lostiempos postreros, los judíos, cuya sangrecorre por las venas de María, y de cuyaestirpe nació la Iglesia, van a concebir aCristo por la fe –expresión usual en lasEscrituras– y lo van a dar a luz con gran-des dolores. En el Calvario le gritaron: «Sieres Hijo de Dios, baja de la Cruz y cree-remos en ti» (Mt 27, 40.42), y allí Él lesdirá: «Creed en mí y bajaré de la Cruz»,escribe nuestro autor.

    Por lo general, la tradición católica havisto en la Parturienta a la Iglesia y a laSinagoga a la vez, pues entre ellas haycontinuidad a los ojos de Dios. Si San Juanvio acaso a María en ese extraño cuadroque nos traza, fue porque María resume ala Iglesia y a la Sinagoga, siendo como esla corona de ambas.

    Recordemos que antes se nos habló deotra mujer, la Fornicaria, o Gran Ramera,que simbolizaba la Babilonia pecadora, otambién la religión pervertida, entregadaa los poderes temporales. Según Castellani,las dos mujeres del Apocalipsis, la Prosti-tuta, que cabalga la Bestia roja, y la Par-turienta, vestida del sol de la fe, pisando laluna del mundo, representan la religión ensus dos polos extremos, la religión corrom-pida y la religión fiel. Una prostituta no sedistingue esencialmente de una mujer ho-nesta. Sigue siendo mujer, no se vuelvebestia, si bien San Juan la describe mon-tada sobre la Bestia. Las dos mujeres sonhermanas, nacidas de una misma madre,la religión, o mejor, el instinto religioso, ine-rradicable en el ser humano. Representanlas Dos Ciudades de San Agustín, en el pa-roxismo de su enfrentamiento teológico.

    De manera concisa escribe nuestro au-tor: «El significado concreto y ya esjato-lógico de las Dos Mujeres es éste, segúnparece: la Mujer Celestial y Afligida es elIsrael de Dios, Israel hecho Iglesia; y con-cretamente el Israel convertido en los últi-mos tiempos; la Mujer Ramera y Blasfe-ma es la religión adulterada ya formuladaen Pseudo Iglesia en los últimos tiempos,prostituida a los Poderes de este mundo yasentada sobre la formidable potencia po-lítica y tiránico imperio del Anticristo».

    La mujer vestida de sol sería, pues, Is-rael, que finalmente entrará en la Iglesia.El proceso histórico fue según sigue. Alcomienzo, los judíos rechazaron al Mesías.Pero dicho rechazo no dejó de ser provi-dencial ya que, como escribe San Pablo,«la caída de los judíos trajo la salvación alos gentiles» (Rom 11, 11). Dios permitióla obcecación de los judíos para que elEvangelio, por ellos repudiado, fuera tras-ladado a los Gentiles. Así las naciones seconvirtieron, estableciendo la Cristiandad.Al fin de los tiempos, tras la apostasía delas naciones, los judíos acabarán por con-vertirse, trayendo con dicha conversióninmensos bienes a todos. Por eso escribióSan Pablo: «No quiero, hermanos, que ig-noréis este misterio: el endurecimientoparcial que sobrevino a Israel durará has-ta que entre la totalidad de los gentiles, yasí, todo Israel será salvo, como dice laEscritura» (Rom 11, 25-26). Por lo queconcluye el Apóstol: «Si su reprobaciónha sido la reconciliación del mundo, ¿quéserá su readmisión?» (Rom 11, 15).

    En su libro sobre las Parábolas del Evan-gelio, Castellani relaciona con la imagende la Parturienta lo que dijo Jesús en laÚltima Cena: «La mujer que da a luz, su-fre porque le llegó la hora; pero cuandoha dado a luz un niño, ya ni se acuerda de

    El Apocalipsis como drama

  • 28 Alfredo Sáenz, S. J. – El Apocalipsis según Leonardo Castellani

    su trance, porque nacido es un hombrepara el mundo» (Jn 16, 21). A su juicio, laspalabras del Señor se refieren de algúnmodo al retorno glorioso de Cristo. Desdeel nacimiento carnal de Jesús –tal sería elhombre nacido para el mundo–, comienzala larga preñez de la Humanidad hacia elnacimiento del Cristo integral. El pueblojudío lo dará a luz con dolores de parto.

    El «Signo Grande» se relacionaría, así,con los dos nacimientos de Cristo –typo yantitypo–, y principalmente con su segun-do nacimiento integral en la totalidad desu Cuerpo, que acaecerá en los tiemposparusíacos. La Parturienta simbolizaría alIsrael que dio a luz a Cristo dos veces; laprimera por María Santísima; la otra, fu-tura aún, por su anunciada conversión aCristo. De este modo los judíos, a cuyaraza perteneció María, van a concebir aCristo de nuevo por la fe, y lo van a dar aluz, por la pública y dolorosa profesión deesa misma fe.

    ¿En qué momento se convertirán los ju-díos? Los Santos Padres tienen dos opi-niones al respecto. Según algunos, ocurri-rá antes de que aparezca el Anticristo.Otros, por el contrario, sostienen que losjudíos serán los primeros adeptos delAnticristo, a quien reconocerán como alMesías esperado, constituyendo su escol-ta y guardia de corps, según aquello quedijo el Señor: «Yo vine en nombre de miPadre y no me recibisteis; pero Otro ven-drá en su nombre y a ése lo recibiréis» (Jn5, 43). Sólo a la vista de la Segunda Veni-da de Cristo, los judíos se convertirán.«Mirarán a quien traspasaron», preanuncióel profeta Zacarías (12, 10).

    Es sentencia frecuente de los Padresque dicha conversión se deberá principal-mente a la predicación de Elías. El mismoJesús dijo: «Ciertamente, Elías ha de ve-

    nir a restaurarlo todo» (Mt 17, 11; cf. Mc9, 11). Junto con Elías, volverá Enoc, elotro Testigo, posiblemente a predicar a losGentiles.

    Apoyándose en Billot, Castellani creedetectar en la actualidad ciertos indiciosde una posible conversión de los judíos.Por ejemplo, la prop