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I I l Edith Stein: conversión y vida cI'istian a EZEQUIEL GARCÍA ROJo Salamanca Cuando Edith Stein es deportada al campo de concentración de Auschwitz en agosto de 1942 tiene cincuenta años, de los cuales, los últimos veinte han sido vividos dentro de la Iglesia católica. Esta mujer de origen judío se alejará de toda práctica religiosa en los albores de la juventud, autocalificándose de 'atea'. Mas con el correr del tiempo y ante ciertas experiencias personales, el mundo de la fe aparece con renovado vigor, hasta que a los treinta años ceden las resistencias y da el paso defi- nitivo: asociarse a los seguidores de Cristo en la Iglesia que El instituyó. Nos interesa conocer cómo vivió Edith Stein su fe cristiana, qué supuso para ella reconocer en Cristo la 'Verdad' tras la que andaba. Dejamos la última etapa de la vida de esta mujer, la que transcurre en el Carmelo (1933-1942), su vida religiosa, para centrarnos exclusivamente en su experiencia de cristiana de a pie, y que abarca los años maduros de su existen- cia: 1921-1933. l. EN EL UMBRAL DE LA FE La búsqueda exigente de la verdad ha transformado a Edith en investigadora inconformista. Si tantas veces en su vida estu- diantil ha zanjado caminos emprendidos, o ha tomado decisiones desconcertantes, siempre ha sido estimulada por la idea fija de hallar esa especie de talismán o piedra maravillosa que, una REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 46 (1987), 211-237.

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Edith Stein: conversión y vida cI'istian a

EZEQUIEL GARCÍA ROJo Salamanca

Cuando Edith Stein es deportada al campo de concentración de Auschwitz en agosto de 1942 tiene cincuenta años, de los cuales, los últimos veinte han sido vividos dentro de la Iglesia católica. Esta mujer de origen judío se alejará de toda práctica religiosa en los albores de la juventud, autocalificándose de 'atea'. Mas con el correr del tiempo y ante ciertas experiencias personales, el mundo de la fe aparece con renovado vigor, hasta que a los treinta años ceden las resistencias y da el paso defi­nitivo: asociarse a los seguidores de Cristo en la Iglesia que El instituyó. Nos interesa conocer cómo vivió Edith Stein su fe cristiana, qué supuso para ella reconocer en Cristo la 'Verdad' tras la que andaba. Dejamos la última etapa de la vida de esta mujer, la que transcurre en el Carmelo (1933-1942), su vida religiosa, para centrarnos exclusivamente en su experiencia de cristiana de a pie, y que abarca los años maduros de su existen­cia: 1921-1933.

l. EN EL UMBRAL DE LA FE

La búsqueda exigente de la verdad ha transformado a Edith en investigadora inconformista. Si tantas veces en su vida estu­diantil ha zanjado caminos emprendidos, o ha tomado decisiones desconcertantes, siempre ha sido estimulada por la idea fija de hallar esa especie de talismán o piedra maravillosa que, una

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 46 (1987), 211-237.

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vez por todas, solucionase su sentida inquietud. Inquietud que, si en un principio tenía sólo apariencias intelectuales, con el paso de los años, dicho problema adquiere categorías existen­ciales. El punto de mira va cambiando de dirección. La feno­menología se le había presentado como el gran método garan­tizado, capaz de satisfacer cualquier búsqueda. Se entusiasma por la nueva ciencia y de ella espera todo o casi todo. Sin em­bargo, el pronto encaminarse del maestro Husserl hacia un nuevo idealismo, así como las incógnitas no resueltas surgidas en el manejo de tal filosofía, más la humillación sentida al expe­rimentar las limitaciones intelectuales propias en la elaboración de la tesis 1, todo ello hace recapacitar nuevamente a Edith -so­bre la seguridad del camino emprendido. Si a esto sumamos otros momentos o encuentros con distintas personas amarradas al puerto de la fe religiosa, es fácil entrever las sugerencias, estímulos e inquietudes que aflorarían en la joven filósofa 2.

La inteligente Edith Stein, estudiando en GOíÍnga la feno­menología, descubre el lado negativo de dicha filosofía. La escuela de Husserl era frecuentada porque su fenomenología se autopresentaba como la única ciencia que sigue un método objetivo. Edith 10 aplica a la búsqueda de la verdad, de una verdad viva y no puramente conceptual. Pero esta filosofía (y es su aspecto negativo) se detiene aquí, únicamente ofrece el 'mé­todo', y una vez familiarizado con el método, no ofrece más. «Ella buscaba, dice Bortone, la 'verdad concreta', una filosofía de la vida, mientras la fenomenología estaba sólo preocupada en

1 La orientaciól1 de HUSSERL hacia el idealismo provocó una cierta reacción en el círculo de Gotinga. E. STEIN, Estrellas amarillas, Madrid, 1973, pp. 201-202. Sobre la separación de su maestro pueden verse las cartas de finales de 1917 y principios de 1918. E. STEIN, Selbstbildnis in Bl'iefen, 1, Friburgo, 1976, pp. 25-31. Una primera crisis intelectual se da al año siguiente de llegar a Gotinga al no conseguir avanzar con ligereza en la elaboración de su tesis doctoral. «Seguía trabajando en una constante desesperación. Por vez primera en mi vida me encontraba ante algo que no podía domeñar con mi fuerza de voluntad». E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 226.

2 Especial importancia van a cobrar ciertos encuentros con personas de elevada dignidad humana, caso de HUSSERL, SCHELER, REINACH y otros: E. STEIN, O. C., pp. 199-232; T. RENATA, Edith Stein. Una gran mujer de nuestro siglo, 2." ed., San Sebastián, 1960, 70-71; E. GARcíA, Vivencia y aportación litúrgica de Eclith Stein, en «Ephemerides Cm'me­liticae», XXX (1979), 76-80.

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dar un 'método' en la búsqueda de la verdad, riguroso cuanto se quiera, mas siempre método» 3. La escuela de Husserl brinda únicamente instrumentos de trabajo; la elaboración eficaz que resulta de tales medios no entra en su campo; por tanto, «nos obligan, escribe Edith misma, a buscar en otro dominio la res­puesta que rehúsa una filosofía proveniente de un conocimiento puramente natural» 4. Cuando escribe esto, se encuentra la filó­sofa en el Carme10 de Colonia, y ese 'otro dominio' es el de la fe y de la teología.

Si la menor de la familia Stein se declara atea hasta los veintiún años es porque el mundo religioso, de una manera u otra, entra en su horizonte. La carencia de respuestas convin­centes que la filosofía da a los interrogantes que inquietan su existencia le hacen probar la desilusión (como antes en Bres1au la psicología 5). Sigue siendo fiel a Husserl, «pero ya tiene ella, escribe Teresia a M. Dei, un oscurso barrunto de que en las fronteras de la razón comienza un nuevo mundo. Por 10 menos ve ella que aún la 'filosofía como ciencia estricta' no satisface todas las exigencias ideales ... Por consiguiente, para Edith con­tinúa viva la búsqueda de la verdad. El radicalismo de su pro­blema metódico quiere llegar a una 'claridad definitiva'» 6.

A medida que Edith progresa en la investigación de un mo­tivo justificante de su vivir, el mundo cuestionado amplía sus límites; sale del solipsismo y tropieza con la existencia de otros seres como ella. Su problema toma dimensiones comuni­tarias. No es sólo su vida, sino el hombre y su caminar quien exige un por qué. En Edith filósofa la cuestión fundamental es: «¿Cuál es el fundamento eterno del ser finito?» 7. La filosofía misma es quien le hace caer en la cuenta de la insuficiencia del hombre para autofundamentarse, urgiendo por ello encontrar la respuesta adecuada.

Dar confianza a otros métodos es un riesgo, mas detenerse

3 E. BORTONE, Suor Teresa Benedetta della Croce (Edith Stein), Rami], 1975, p. 31.

4 E. STEIN, Endliches und ewiges Se in, 3.' ed., Fl'eibul'g, 1986, p. 227. 5 Cfr. E. STEIN, Estrellas amorillas, pp. 173-174. 6 T. A MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios, 4.' ed., Estella,

1984, p. 49. 7 R. GUILEAD, De la phénoménologie el la science de la Croix. L'iti­

nel'aire d'Edith Stein, París, 1974, p. 130.

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en el camino emprendido equivale al fracaso (algo inadmisible en una persona que se ha propuesto llegar al final de toda em­presa). Los estudios y conocimiento adquiridos en los años jóvenes tienen en la filósofa un doble significado: por una parte, han sido el punto de mira que atraían toda la persona, mas por otra, el vacío en ellos experimentado ha servido de rampa de lanzamiento hacia campos aún desconocidos, pero prometedo­res 8. La fenomenología será simultáneamente en Edith punto de llegada y momento de arranque hacia un mundo apenas visible en la lejanía. El misterio del hombre, del que ella misma forma parte, se le antoja ineludible. Y así, la nueva dirección que toma el problema de Edith como pregunta por los demás, por la existencia humana, será también su mayor punto de apo­yo en el incierto camino que está por recorrer; los hombres, sobre todo algunos, se constituirán en faro orientador en el des­cubrimiento de otro continente habitado por seres y transido por cuestiones mucho más importantes que el reducido círculo de su 'yo' y sus problemas.

En todo ello ha jugado un papel decisivo el traslado a Go­tinga (1913) y su inclusión en el círculo fenomenológico de Husserl. La escuela filosófica favoreció las relaciones interper­sonales; vuelve a renacer un poco el espíritu de 'familia' (muy vivo en sU pueblo). Los jóvenes fenomenólogos se sienten rege­nerados por el maestro, era un «renacer espiritual» 9. La fuerza de las ideas y la ilusión por la verdad habían conseguido una conformidad en el modo de proceder y hasta de pensar en los 'descendientes'; «nos unía, dice H. Conrad-Martius, la mirada abierta para la capitación espiritual del ser en todas sus for­mas» 10. Edith ingresó desde el primer momento en este círculo, sometiéndose a él y a sus normas, aprovechando al máximo sus ventajas. Al principio no resultaría fácil compartir sus de­ducciones filosóficas o consentir a las críticas de los compañeros, como tampoco sería agradable dar su conformidad a las conclu­siones de los otros, teniendo en cuenta su carácter un tanto

8 Como refiere D. MONDRONE: «Ajena a ser una coleccionista de fragmentos de verdad, Edith STEIN apuntó siempre hacia la verdad tota1». D. MONDRONE, Il voto humano e religioso di Edith Stein, en «La Civilta Cattolica», 1 (1973), 219.

9 E. STEIN, Cartas a Hedwig Conrad-Martills, Estella, 1963, p. 62. lO E. STEIN, O. C., p. 64.

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individualista y espíritu independiente. No obstante esto, logra romper la barrera del solipsismo y disponerse al encuentro con los demás componentes. El círculo de Gotinga fue también es­cuela de formación, en la que el fino orgullo ·sufre la purifica­ción del egoísmo en que sin querer había caído.

Los otros, pues, van ganando terreno. También Guilead «percibe que hay un problema sobre el cual está centrado todo su interés filosófico: el de la persona humana» 11. El mundo del hombre en su visión total (más allá de los reducidos límites personales), va adquiriendo peso; no entrevé aún ninguna solu­ción exhaustiva, pero se siente cautivada. El elevado concepto que tiene de sí misma y que aplica a los demás obligan a buscar una respuesta digna de tales consideraciones. El hombre y el mundo que lo aloja necesitan una explicación, pero una expli­cación total. Edith Stein, está más que comprobado, no se con­forma con respuestas a medias; la objetividad de su pensa­miento impide detenerse hasta llegar al final de la cuestión.

La teoría se vio respaldada por la práctica. El puesto que concede al hombre en su pensamiento y existencia provocan en Edith Stein una transformación interior; la grandeza atribuida a la persona (sin fundamentos claros todavía), le lleva a la preo­cupación por la misma. Una ocasión se la ofrece la guerra mun­dial de 1914. Sus compañeros de estudios han ido al frente; ella, aunque mujer, pero solidaria con la nación alemana, se propone hacer cuanto está en sus manos por la patria. Se alista como enfermera, y en un hospital de enfermos contagiosos (sol­dados de guerra) ejerce voluntariamente su oficio. Las necesi­dades de la guerra, de sus conciudadanos, hacen olvidar los libros y los propósitos intelectuales; no hay comparación entre las dos alternativas, por 10 que la decisión no causa sufrimiento alguno en Edith. En el hospital, entre soldados enfermos, vive momentos que ponen de manifiesto la grandeza del espíritu que animaba a esta mujer. Dedica a los internados todos sus esfuer­zos y toda su persona; no se reservó sacrificio alguno por el bienestar de los enfermos. Sin ser cristiana aún, pero con una

11 R. GUILEAD, O. C., p. 12. Ver también: E. STEIN, Estrellas amari­llas, p. 315; Selbstbildnis in Briefen, l, pp. 114, 128, 131; E. GARCÍA, Presupuestos para una filosofía de la persona en Edith Stein, en «Tere­sianum - Ephemerides Carmeliticae», XXXV (1984) 360-363,

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sensibilidad delicada y un creciente interés por el hombre, pone en práctica el amor al prójimo de manera totalmente desintere­sada. Pnteba de la grandeza de esta mujer y del 'alma' que ponía en cuanto haCÍa era que ni siquiera de noche se despreocu­paba de sus pacientes. No serán ya los estudios la causa de la felicidad; saber que los otros están contentos la procura un placer indescriptible, por eso «mientras reposaba, pensaba en mis enfermos -escribe en su autobiografía-, y me sentía feliz cuando a la mañana siguiente iba de nuevo a ellos y com­probaba que no les faltaba nada» 12. En estos momentos otra cosa fuera de los internados no pasaba por su mente; era el hombre concreto el destinatario de sus esfuerzos humanos y delicadezas, así como la persona lo era de sus investigaciones filosóficas. La coincidencia entre pensar y obrar es manifiesta; los pensamientos teóricos encuentran su aplicación práctica, con la que el sujeto, Edith, sale aventajado.

Una nueva vitalidad parece correr por sus venas. Todo 10 humano, 10 bueno, lo bello, y por qué no, lo verdadero, son valores que han entrado definitivamente a formal' parte cons­titutiva de la personalidad de Edith Stein aún en forja. Poco a poco va madurando en su interior una nueva fuerza que la priva de un sosegado espíritu. De forma lenta, pero continua, tiene lugar una evolución de la que ni ella es consciente de cómo se desarrolla. A orientar y favorecer este proceso colabo­rarán de manera decisiva ciertas experiencias en las que el factor religioso forma parte de las mismas, pero como algo naturaL Más impresión le dejó el Padrenuestro rezado por patrono y obreros antes de comenzar el trabajo, que cuando lo leyó y tra­dujo del gótico en clase de germanística. Igualmente, la sen­cillez de una oración improvisada por una persona cualquiera la recordará de por vida. En 1916 visita la catedral de Frankfurt y «mientras estábamos allí, en respetuoso silencio -narra en la autobiografía-, entró una señora con su cesto del mercado y se arrodilló profundamente en un banco, para hacer una breve oración. Esto fue para mí algo totalmente nuevu ... Aquí llegaba cualquiera en medio de los trabajos dia­rios a la iglesia vacía como para un diálogo confidencial» 13.

12 E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 291. 13 E. STEIN, O. C., p. 318.

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La verdad tras la que anda es más asequible de lo que pen­saba; no pertenece tanto a la investigación cuanto a lo cotidiano de la vida. Edith buscaba una verdad que explicase su vida, una verdad que vivir, y continuamente tropieza con 'apóstoles' de dicha fe. A pesar de todo, el puesto concedido a Dios es inferior al de otros tantos intereses como la atormentan.

Seguramente que la vivencia más influyente para que el ateísmo pierda peso es la que tiene lugar en 1917, cuando Edith cuenta veintiséis años. La manera de afrontar la muerte del marido por parte de la viuda desconcierta a la filósofa, el mundo interno acabó por desmoronarse. La fe vivida en momentos tan cruciales rompe con los proyectos intelectuales. Dios y su 1rus" terio se le hacen presentes por medio del testimonio personal, y ante ello confesará: «Este fue mi primer contacto con la cruz y con la virtud divina que comunica a los que la llevan. Por primera vez vi palpablemente ante mí la Iglesia nacida de la pasión redentora de Cristo en su victoria sobre el aguijón de la muerte. Fue el momento en que se quebró mi incredulidad, palideció el judaísmo y apareció Cristo; Cristo en el misterio de la Cruz» 14. La experiencia de la entrada de Cristo y de su misterio en la vida de Edith Stein sacude todo su ser; la fe quiere tomar asiento en e~ espíritu de esta mujer, mas no es fácil. Aquélla exige el riesgo de la vida, acabar con las seguri­dades mantenidas hasta ahora y lanzarse al 'vacío', al vacío de la gracia divina. El asentamiento de un carácter fuerte y de convicciones firmes no favorece la entrega total; «para una pen­sadora como Edith -escribe Teresia a M. Dei- no es cosa fácil romper todos los puentes y dar el salto a la nueva vida» 15.

14 T. RENATA, O. C., p. 71. Véase también: J. HIRSCHMANN, Schwes­ter Teresia Benedicta vom heiligen Kreuz, en: W. HERBSTRITH, Edith Stein. Ein neues Lebensbild in Zeugnissen und Selbtzeugnissen, 2." ed., Friburgo, 1985, p. 152.

IS T. A MATRE DEI, O. c., p. 61. En los trabajos que elabora por estos años y que aparecerán en el anuario fenomenológico, las referen­cias religiosas afloran una y otra vez. E. STEIN, Beitriige zur philoso­phischen Begründung del' Psychologie und del' Geisteswissenschaften. Eine Untersuchung über den Staat, 2: ed., Tubinga, 1970, pp. 43, 76, 210." En la página 44 se lee: «Un ateo convencido descubre la existen­cia de Dios en una experiencia religiosa. No puede sustraerse a la fe, pero no se arroja a -sus pies, no permite que influya en sí mismo, per­siste inalterable en su concepción científica del mundo, la cual quedaría desbaratada por una fe integral».

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Aunque el salto no esté dado, la carrera está emprendida; su suerte está echada. Puede decirse que el encuentro con el mis­terio de la Cruz, hecho presente en la señora Reinach en 1917, fue el peso definitivo que inclinó la balanza hacia la nueva vida que desde tiempos atrás pujaba por salir a flote.

En la incertidumbre de la encrucijada brota un suspiro por dar con la salida; permanecer durante mucho tiempo en este estado le resulta penoso 16, La búsqueda de una claridad se transforma en exigencia vital; se siente sola y desorientada. Como último recurso acude al Dios que ha venido a su encuen­tro, y, como dice Bortone, «antes de su conversión ciertamente oraba (aunque no se diese cuenta) con las palabras del salmo 42: 'Señor, manda tu luz y tu verdad, que ellas me guíen a tu monte santo'» 17. La luz que resplandeció en el encuentro con la señora Reinach había cambiado el brillo por una exigencia personal en Edith. La verdad por la que tanto ha suspirado le produce temor al querer abrazarse a ella ahora que se le ofrece. Será necesaria nuevamente la intervención divina a través de sus mediaciones ordinarias -los hombres-, a fin de comprender en toda su pureza y grandiosidad la auténtica y única verdad.

n. EL sí A LA VERDAD

En el espacio de tiempo que va del final de 1917 al verano de 1921 Edith Stein lleva a cumplimiento la madurez lenta de una decisión fundamental. A los veintiséis años se había encon­trado de forma inesperada con el aparecer de Dios en su vida; la experiencia sacude a la persona y pone sus argumentos en tela de juicio. A pesar de todo, el 'yo' de la filósofa no se deja

16 En la autobiografía ha dejado escrito: «Por aquella época (1917-1921) mi salud no iba bien a causa del combate espiritual que sufría en total secreto y sin ninguna ayuda humana». E. STEIN, Estrellas ama­rillas, p. 188.

17 E. BORTONE, O. e., p. 109. Después de todo, quien busca la verdad no está muy lejos de encontrar a Dios, y con palabras de Edith: «Mi anhelo de verdad era la única oración». T. RENATA, O. e., p. 77. Y co­mentando la muerte de su querido maestro HUSSERL en 1938, escribe en una carta: «Dios es la verdad. Quien busca la verdad, ése busca a Dios, le sea claro o no». E. STEIN, Selbstbildnis in Briefen, n, p. 102. Carta elel 23-III -1938.

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dominar por dichos estímulos. En constante lucha interior pasa nada menos que cuatl'O años, hasta los treinta.

Por fin llega Edith a descubrir la verdad tras la que corría desde tiempos atrás; una verdad que ni ella había imaginado, porque 110 entra en sus deducciones filosóficas, pero que de alguna manera venía intuyendo. Las distintas verdades con las que ha tropezado a 10 largo de su vida y estudios no son más que componentes o reflejos de esta Verdad ahora descubierta: la Verdad por excelencia que es Dios mismo.

Hasta cierto punto la filosofía había desilusionado a Edith, al advertir sus límites y relatividad; y cuando, más adelante -ya en el Carmelo de Colonia'-~~~, en los años 1935~36, elabora su obra filosófica más importante 18, se da cuenta del intento des­proporcionado del hombre al querer llegar por sí mismo a Dios. Se lee en la misma: «Cuando se intenta apoderar del ser divino como uno busca habitualmente apoderarse de alguna cosa por vía del conocimiento, se encuentra con que ésta se aleja y no aparece más como fundamento suficiente para construir una prueba... El pensador que se acomoda al conocimiento natural retrocede ante el saIto que supera el abismo. ¿ Cuántos incrédu­los han hallado la fe con las pruebas tomistas? Estas también son un salto más allá del abismo; el creyente 10 supera fácil­mente, el incrédulo se detiene delante» 19. Ella se encontraba justo al límite del abismo; había hecho todo lo humanamente posible por llegar hasta aquí, mas el salto definitivo no depende sólo del hombre, es superior a sus propósitos. Intentó por todos los medios a su alcance encontrar la verdad. Ha vivido la verdad a costa de sacrificios, hasta exclama!' en 1915: «P!'efel'Ía ir a la cárcel antes que mentir» 20. Esta virtud humana había ocupado un puesto primordial en la educación de la familia Stein. «Es

18 La obra Endliches und ewiges Sein, de Edith STEIN, es el estudio sistemático de la filosofía cristiana -agustino tomista- a través de la fenomenología. Acomoda a la filosofía moderna el pensamiento tradi­cional de la Iglesia. Un esbozo de ,tal trabajo es el artículo Akt und Potenz, concluido en 1931, y aún sin publicar. La voluminosa obra está escrita en los años 1935-36, apenas concluido el noviciado. No pudo ser publicada en vida de la autora, estando ya impresas las primeras pruebas; las leyes nazis lo impidieron por proceder de un miembro del pueblo judío. Vio la primera edición la luz el año 1950.

19 E. STEIN, Endlíches und ewiges Sein, p. 107. 20 E. STEIN, Estrellas amarillas, pp. 293-294.

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mucho más hermoso poder ser sincero absolutamente» 21, escribe a una amiga hebrea que teme manifestar su conversión al cato­licismo por las críticas e incomprensiones de los demás.

A medida que la filósofa avanza en el oscuro camino de la fe, muchos criterios mantenidos le son difíciles de defender. En lugar de ser Edith la protagonista de la proeza, experimenta que es la verdad misma quien la ilumina y quien dirige los pasos desde dentro de sí. En lugar de ser un misterio que descubrir, es una gracia que orienta su existir. Como dice Lobato: «Sabe que la verdad la envuelve como una atmósfera del espíritu, y que sólo en ella encuentra plenitud. Toda su vida fue en cierto modo este itinerario hacia la verdad ... La verdad lo comprende todo: el mundo, el yo, el ser. Buscar la verdad es enriquecerse a sí mismo con ella, conociendo, amando, colmando la propia medi­da. Cuando la verdad es entendida como valor supremo el hom­bre logra su plenitud. Hace falta coraje por la verdad, la capa­cidad de desprendimiento, el ímpetu de la superación de todo egoísmo, la apertura a todos los valores. La verdad hace al hombre. Quien ama la verdad sin medida crece sin cesar como hombre» 22. Grandes cualidades se aplican a quien ama la ver­dad a todo riesgo, mas el mayor fruto será la realización plena de la persona entera.

Edith Stein había transformado esta virtud en consigna invio­lable, favoreciendo así el acercamiento a la fe. Para llegar a ésta se requiere que la verdad misma haya descubierto los 'propios límites'. El irrumpir de Dios en su vida la había deslumbrado pero no tirado del caballo, seguía amarrada a las riendas de los criterios personales. Sin embargo, el golpe se ha hecho sentir y la seguridad mantenida se tambalea. En estos años (1917-1921) la lucha interior se recrudece en esta hija de Israel; la prolongación de dicho estado es casi insoportable. En el artículo suyo publicado en 1922, escribía: «Puedo anhelar la fe, bus­carla con todas mis fuerzas, sin que sea necesario el que la

21 E. STEIN, Selbstbildnis in Briefen, I1, p. 21. Carta del l-XIl-1934. En el proceso diocesano para la beatificación de Edith STEIN, el amor a la verdad (Wahrheitsliebe) ocupa un capítulo más entre las virtudes a destacar en esta mujer, Coloniensis Causa Beatificationis et Canoniza­tionis Servae Dei Sr. Teresiae Benedictae a Cruce (Edith Stein), Colonia, 1962, pp. 83-89.

22 A. LOBATO, La pregunta por la mu;er, Salamanca, 1976, p. 259.

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consiga» 23. Es el reflejo de la situación propia en estos años de laberinto sin salida; al menos así 10 percibía, teniendo que enfrentarse a 'sombras de muerte'. La luz le vendrá de Cristo, cuando 10 reconozca como el salvador del mundo.

¿ Cuándo se da la verdadera conversión de Edith Stein? Por lo general se apunta al verano de 1921, momento en que excla­ma: 'Aquí está la Verdad', después de pasarse la noche leyendo de una sentada la 'Vida' de Santa Teresa. El camino recorrido por esta mujer hasta dar el 'sí' total ha sido largo y tortuoso. El trofeo donado ha requerido esfuerzos, luchas, dudas... El caso de Edith es un caso singular, pero no excepcional. «Toda conversión -dice D. Grasso- encuentra en su camino dificul­tades y obstáculos; antes de plegarse la inteligencia y el corazón intentan resistir al máximo posible -y continúa-, pero en los hijos de Israel esta resistencia tiel1e todas las características de un drama» 24. Algo de esto ha tenido ocasión de comprobar el sujeto que nos ocupa. Las personas intelectuales -o ante­riormente religiosas- difícilmente abandonan convicciones y creencias arraigadas profundamente en ellas.

En Edith la filosofía desempeña el papel de 'abogado del diablo' a la hora de acceder a la fe. Con el jl1daí,smo no le fue penoso romper, dado que el sentido de pertenencia a la religión de sus padres fue más bien escaso. El sufrimiento proviene de tener que tomar una decisión que los 'suyos' no podían compren­der. A todo esto hay que añadir el riesgo que toda conversión lleva consigo; tentación psicológica más que moral, de temor a equivocarse ante el nuevo rumbo a emprender. A causa de todo este concurrir de dificultades, para que la gracia obre su cometido en «Jos hijos de Israel, ésa debe intel'venÍr de manera determinante, casi violenta -afirma de nuevo D. Grasso-. La senda común para ellos no vale; se requiere, si no pl'ecLSamente el milagro, una intervención de Dios que le acerque» 25. Cuando así sucede, se ve claramente que es Dios el verdadero artífice de toda conversión y de la preparación que le antecede. Como ella dirá: todo entraba en los planes de Dios 26.

23 E. STEIN, Beitriige zur philosophischen Begriindung ... , p. 43. 24 D. GRASSO, Contrasti e problemi nella conversione degli ebrei, en

«La Civilta Cattolica», 1 (1955), 394. 25 D. GRASSO, O. C., 393. 26 Cfr. E. STEIN, Endliches une! ewiges Sein, pp. 109-110.

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y por Hn llegó el momento de recoger los frutos. Los me­ses de sementera, crecimiento y maduración han pasado, y no en balde. La cosecha que desde hace tiempo se esperaba, puede recogerse, pues el verano se presentó. Efectivamente, es verano para Edith Stein, pero con significado especialísimo. En esta estación de 1921 su recolección será la más importante de su vida: la conversión. El texto nos lo refiere T. Renata, a quien Edith misma le hizo la confidencia: «Agarré a la buena de Dios y saqué un voluminoso libro. Llevaba por título Leben der Heiligen Theresia van Avila (Vida de Santa Teresa de Avila) , escrita por ella misma. Comencé a leer, y quedé al punto tan prendida que no lo dejé hasta el final. Al cerrar el libro, dije para mí: 'Esto es la Verdad'» 27. Compra un catecismo y un misal, y tras el estudio de los mismos se acerca a la parroquia de Bergzabe1'l1, asiste a la eucaristía; al terminal' ésta, sigue al celebrante a su casa, «y -dice Edith- le pedí en concisas pala­bras el bautismo» 28. La recepción de dicho sacramento tendría lugar el día de año nuevo de 1922. En la ceremonia de intro­ducción a la Iglesia católica toma el nombre de 'Teresa', en agradecimiento a la santa española, participando también plena­mente del sacrificio eucarístico. Por fin puede considerarse 'hija de la Iglesia'.

El efecto máximo de todas las obras hasta ahora leídas, así como de las personas encontradas, había sido el de abrirle a campos desconocidos, el de encender una luz nueva o alimentar la llama vacilante de su interior; mas ninguna respondía a lo que ella más anhelaba. Ahora puede verse para qué han servido las premisas, y, por lo mismo, no cabe desecharlas a la hora de dar una explicación al proceso evolutivo de la filósofa Edith Stein. Es verdad que la gracia divina siempre cuenta, y más en estos casos, pero también lo es, que suele servirse del hombre para salvar a la humanidad, se acomoda al modo de pensar y obrar de las personas para hacerse perceptible. En la obra filo­sófica anteriormente citada escribe: «Hay un impulso de la gracia, es decir, un acto divino del que ningún hombre es capaz,

27 T. RENATA, O. C., p. 78. Para más información y aclaración ver: A. NEYER, Edith Steín und Teresa von Avila, en «Christliche Innel'­lichkeit», 17 (1982), 183-197.

28 T. RENATA, O. C., p. 78.

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que nos lleva consigo sobre la vía que conduce a Dios (el hom­bre no puede servir más que de instrumento de esa gracia)>> 29.

Dicha intervención en el caso de esta hija de Israel 10 damos por descontado.

Si Dios actúa a modo humano, podemos advertir la manera de proceder al conquitarse una persona; tocándole la parte más vulnerable y personal: el corazón 30. La conversión de Edith Stein, aunque aparentemente presenta un aspecto intelectual­filosófico, esconde un móvil urgente de realización de todo su ser, en la que la afectividad (corazón) ocupa un puesto privi~

legiado. Desde hace tiempo custodiaba en su interior el deseo esperanzador de poder donarse (inteligencia y voluntad) a quien satisficiera en plenitud sus altas aspiraciones, su persona como tal. El espíritu radical y exigente no se conforma con mediocri­dades o sucedáneos; quiere todo porque se da toda. Al encon­trar a Dios cae en la cuenta de que en El su inteligencia y vo­luntad coinciden en el objetivo: Dios-Verdad. Sólo ahora descu­bre Edith la razón de existir y, a la vez, el ser que la completa y realiza. La voluntad, que tanto le costó entregar, da con el mejor campo donde explayarse, pues las posibilidades de amar superan los límites humanos. Su corazón sale de la angustiosa prisión en que la inteligencia la había obligado a refugiarse, para así entregarse a la otra verdad, no filosófica, sino a una verdad personificada: Dios mismo. Se había familiarizado con verdades filosóficas, intelectuales; ahora la verdad práctica es ofrecida por una mujer sin estudios, ni interéses científicos, mas con un ímpetu -en nada inferior al de Edith-, por alcanzar al ser que la llene, a la persona a quien donar el corazón necesitado de un gran amor.

Edith emprendió una senda, la más apropiada para su per­sona; mas querer profundizar en su interior para descubrir algo de lo que pasó por su espíritu en momentos tan cruciales es imprudente. Ni siquiera los que la trataron de cerca advierten el cambio que se está produciendo. La amiga y más tarde ma­drina, H. Conrad-Martius, que vivió junto a ella estos instantes, únicamente puede decirnos que «Edith era un ser bueno y pru-

29 E. STEIN, O. e., pp. 477-478. 30 Jer 31,31; Ez 36,26.

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dente, de una inagotable abnegación, mas pel1nanecÍa secreta y silenciosa ... Nosotras estábamos íntimamente unidas, pero no sé gran cosa que pueda decir de su evolución interior» 31.

No obstante la falta de transparencia y comunicabilidad de la intimidad de Edith, a partir de los elementos a nuestra dispo­sición algo cabe profundizar en su 'secreto', celosamente guar­dado. La pregunta que nace espontáneamente es: ¿qué encon­tró Edith en Teresa?, ¿qué ofreció la carmelita a la filósofa para determinarse finalmente a la decisión radical? La infatigable fenomenóloga andaba detrás de la verdad; una parte de su vida la ha dedicado a tal empresa, sin que los éxitos satisfagan los esfuerzos acumulados.

Por supuesto que un primer impacto psicológico fue inevi­table, mas no fue todo. En las páginas que describen la vida de la carmelita se vio ella reflejada; cae en la cuenta del parale­lismo entre su alma y la de Teresa. Las dos se esfuerzan por vivir su ser en plenitud, por llegar al máximo de sus aspira ciones, por consagrarse a la verdad que las realice. Tras años de lucha y tormento, Teresa logra canalizar justamente el to­n'ente de sus ansias, de vivir al encontrar a Cristo y darse por entero a El. Edith sigue un camino parecido. Seguramente que algunos párrafos de la 'Vida' de la española hicieron huella en el ánimo de la inquieta filósofa. Cuando en 1934 Edith escribe una pequeña vida de la Santa Fundadora, citará frases textuales, grabadas en su espíritu quizá desde la primera lectura: «Enten­dí qué cosa es andar en verdad delante de la misma Verdad ... Entendí grandísimas cosas sobre esta Verdad, más que si mu­chos letrados me lo hubieran enseñado ... Esta verdad que digo se me dio a entender, es en sí misma verdad, y es sin principio ni fin, y todas las demás verdades dependen de esta verdad, como todos los demás amores de este amor, y todas las demás

31 En E. DE MIRIBEL, Comme 1'01' purifié par le feu. Edith Stein, París, 1984, p. 64. En la pequeña semblanza de Hedwig CONRAo-MARTlUS añadida a las cartas que recibió de Edith STEIN, también insiste sobre lo mismo: «Edith STEIN, la más tarde Hermana Teresa Benedicta de la Cruz, era una naturaleza extraordinariamente concentrada, cerrada en sí misma. Secretum meum mihi, mi secreto para mí, esta palabra que me dirigió en cierta ocasión ocupa con derecho un lugar en todas sus biografías». E. STEIN, Cartas a 'Hedwig Conrad-Martius, p. 61.

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grandezas de esta grandeza» 32. La fuerza de dichas afirma­ciones proporcional'On en la lectora una grave sacudida, acos­tumbrada como estaba a otros razonamientos. Una verdad, dis­tinta a las anteriormente admitidas, justifica el pensar y el obrar de toda una existencia. La validez de tal verdad está garantizada por la experiencia del mismo sujeto.

Edith y Teresa habían pasado por parecidas situaciones, y 10 que escribe la santa del siglo XVI es aplicable a la filósofa de nuestro siglo. «Buscaba remedio -escribe la carmelita de Avl-1a-, hacía diligencias, mas no debía entender que todo apl'O" vecha poco, si quitada de todo punto la confianza de nosotros, no la ponemos en Dios. Deseaba vivir, que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte, y no había quien me diese vida, y no la podía yo tomar» 33. Expresio­nes parecidas se encuentran en las páginas que describen el estado de ánimo de Edith en los años que preceden a la lectura del texto citado 34. El testimonio vivo -aunque escrito- ejerce en la pensadora un influjo superior a las argumentaciones filosó­ficas. La verdad experimentada por Teresa pudo, por fin, con la suma de todas las verdades aglomeradas en los años de es­tudio.

Edith se da cuenta de que en Teresa la verdad no es tanto 'buscada' cuanto 'aceptada'; el dejarse penetrar por ella, equi­valió a la conversión. No es el conocer la verdad lo que conduce a la decisión, sino el segundo paso, es decir, el 'reconocer', el aceptarla como parte integrante de la existencia propia; es dejar espacio libre a Dios para que actúe y oriente nuesh'o caminar.

Gran sorpresa se llevaría la inteligente filósofa al tropezar en los escritos teresianos con frases como esta: «Vale más un poco de estudio de humildad y un acto de ella que toda la cien­cia del mundo» 35. Fue un golpe inesperado para su espíritu despierto. Y no sólo la inteligencia, también el corazón de Edith halla en la santa la senda a seguir. Es la persona en su integridad la que descubre la finalidad y sentido, el por qué y para qué

]2 TERESA DE JESÚS, Vida, 40, 3-4. E. STEIN, Das Leben del' !tI. The­I'esia von Jesus, Constanza, 1934. Ver: E. STEIN, Selbstbildnis in Bl'ielen, JI, p. 17. Carta ele! 17-X-1934.

33 TERESA DE JESÚS, Vida, 8,12. 34 Cfr. E. STEIN, Estrellas amarillas, pp. 74, 186·188. 35 TERESA DE JESÚS, Vida, 15,8.

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de su estar en el mundo. Con la lectura de Teresa, Edith «había encontrado la verdad, la verdad absoluta que satisfacía a la vez el espíritu y el corazón» 36.

Concluimos este apartado diciendo que Teresa ofreció a la futura carmelita 10 que los libros no podían: la experiencia­testimonio de una Verdad viva y personal. Una vez más Dios ha seguido la lógica del corazón humano. Viene al encuentro del hombre y sólo exige disponibilidad y reconocimiento. Es así como el amor logra su plenitud y la existencia su sentido pleno.

JII. EXIGENCIAS DE LA VERDAD: VIDA DE FE

Cuando Edith Stein recibe la gracia del bautismo tiene ya t,reinta años. Desde el punto de vista humano hay que Ireconocer que posee una trabajada madurez, fruto de una vida ordenada y llena de grandes ideales y aspiraciones, así como impulsada por un natural educado en la honestidad y pureza de costum­bres. A pesar de todo, lo que parece una meta, no es más que el inicio de un nuevo caminar. Las tres décadas pasadas son contadas como preparación a la empresa ahora iniciada. En la confesión de la Verdad va incluida la determinación firme de dejar paso a una nueva vida, en la que ciertos valores y propó­sitos entran en juego por vez primera.

La vida cambia porque la fe tiene como efecto transformar a las personas. En Edith este proceso se vio ayudado por el carácter radical de la convertida, quien no se contenta con Ilas cosas a medio hacer; prefiere siempre ir al fondo de las cues­tiones. A persona nueva (el renacer cristiano) corresponde vida nueva (obediencia a la voluntad divina) y modo de pensar nue­vo. Las aguas bautismales produjeron en la judía una auténtica 'metanoia'. La persona entera se vio beneficiada de la gracia sacramental.

Edith Stein aprende de Teresa la docilidad a la Iglesia que la acoge y a la que se somete sin oponer resistencia. Su culti­vada inteligencia se convierte en instrumento precioso para una mayor comprensión de cuanto de novedad ofrecen los Libros

36 H. GRAEF, La philosophe et la Croix. Edith Stein, París, 1956, p. 49.

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Sagrados o el Magisterio. No se 11'ata de poner en tela de juicio las proposiciones católicas, sino de aceptarlas tal y como se pre­sentan, descubriendo la riqueza que encierran para la vida cris­tiana. Aquí no vale emplear un método severo para admitir la verdad o no; la inteligencia también pasa por la escuela de la humildad.

Encontrar a Dios tuvo como consecuencia encontrarse a sí misma, hasta lograr el equilibrio personal que le permitirá saber comportarse con naturalidad espontánea en cada momento de la vida que le espera. No le es problema acompañar a su ma­dre (después de convertida) a la sinagoga y seguir los ritos allí celebrados; 10 que no deja de maravillar a la señora Stein 37. El breviario que lleva consigo contiene los salmos del Antiguo Testamento, comunes a judíos y cristianos; el Dios a quien van dirigidos es el mismo, por tanto, no ve dificultad en acompañar­la. Además, la hija católica rezaba ahora con mucha más devo­ción que cuando años anteriores acudía a la sinagoga por no defraudar a la madre celosa de su judaísmo.

La coherencia entre pensar y obrar será siempre respetada con determinaciones exigentes. Y así como al no sentirse hebrea creyente abandona la oración, del mismo modo los principios ahora aceptados llevan a la convertida al correspondiente cam­bio de vida. Este nuevo comportamiento es fácilmente recono­cible; para quienes se cruzan con ella, su vida cristiana cons­tituye un auténtico testimonio de fe evangélica 38,

La aceptación de una gracia tan desproporcionada supuso para la convertida el comienzo de un nuevo existir. Con el bautismo es consciente de que renace a vida diferente. Los docu­mentos biográficos de los primeros años de esta fenomenóloga como cristiana escasean. Lo que Edith misma trata de inculcar a una neo convertida en 1934 muy bien pudiera ser un reflejo fiel de los momentos por ella vividos en parecida situación en 1922; a aquélla le aconsej a: « Deje confiadamente en manos de Dios las preocupaciones por su futuro y déjese guiar por él

37 Cfr. T. RENATA, O. e., p. 80. 38 Bastaría recurrir a las confesiones de las alumnas del colegio

Santa Magdalena en Espira, donde ejerció como profesora de 1922 a 1931. T. Renata, O. e., pp. 83-85; R. COURTOIS, Edith Stein, hija de Israel, en: F. LELOTE, Convertielos elel siglo XX, 3.' ed., Madrid, 1966, p. 46.

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exactamente igual que un niño. Entonces sentirá que no puede equivocar el camino. Del mismo modo que el Señor la ha traído a su Iglesia, así también la encontrará el puesto allí donde El quiera que esté usted» 39. El cambio causa admiración; la segu­ridad que manifestaba en sí misma la filósofa, ahora debe fun­damentarse en otro; su espíritu independiente se somete humil­demente a las decisiones de un 'superior'. El futuro no le preo­cupa. Parece que no sólo la vida, sino que la persona misma ha sido marcada por la gracia.

El mayor fruto humano que Edith es consciente de haber conseguido a partir de la conversión es la seguridad y satisfac­ción que experimenta; el ansia por seguir buscando desaparece, y el temor a equivocarse no es tenido en cuenta. Se descubre a sí misma y la grandeza que enciena su ser, muy diferente a la que hasta entonces había considerado. La razón de este descu­brimiento está en el revelársele Dios; en El se siente sostenida, en El halla calma y sosiego, como «el niño llevado sobre un brazo fuerte» 40. Deber del hombre es 'dejarse llevar, confiar totalmente en el otro; y así lo hace Edith a partir del bautismo. Ningún obstáculo goza de suficiente fuerza como para arrancar­la del asidero donde ha sido fuertemente amam·ada.

En su obra espiritual de mayor valor y sin concluir (por la muerte), La Ciencia de la Cruz, escrita en los años 1941-42, el seguimiento sigue fresco, como en los días de 1922; al hablar sobre la donación plena del hombre a Dios, cuando ésta se realiza, «ya no tiene sino que dejarse guiar y llevar por el espí­ritu de Dios que sensiblemente le está empujando -continúa la carmelita-; y en todo lugar y momento tiene la conciencia de hacer lo que debe. En la gran decisión que ha tomado en un acto de suprema libertad van incluidas todas las decisiones pos­teriores» 41. Por supuesto que el texto citado pertenece a la madurez espiritual de la que era por entonces Teresa Benedicta de la Cruz, mas la idea ha informado su vida cristiana a partir de la conversión en 1921. Dos años antes de ingresar en el Carmelo de Colonia escribía a una judía que se preparaba al bautismo: «Uno debe ponerse totalmente en las manos de Dios, sin apo-

39 E. STEIN, Selbstbildnis in Briefen, I1, p. 16. Carta del 4-X-1934. 40 E. STEIN, Endliches und ewiges Sein, p. 57. 41 E. STEIN, La Ciencia de la Cruz, San Sebastián, 1959, pp. 224-225.

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yarse en ninguna seguridad humana; tanto más profunda y her­mosa es entonces la seguridad» 42.

La verdad última que se le había ofrecido se transformó en puerto seguro, donde las tempestades y mareas no causan temor. Se ha anclado en la voluntad divina, y sólo ésta puede ponerla en acción. El misterio de la fe ha logrado su finalídad: la unión de voluntades divina y humana; la unión de las personas que se entregan la una a la otra para que el amor tenga sentido y sea vivido en plenitud. Se dijo que generalmente toda conversión cristiana es una conversión de amor -del corazón-, y Edith lo confirma por los efectos que provoca en quienes la contem­plan. «Sus amigos cuentan~~~escribe de Miribele~~ que después de su entrada en la Iglesia, todo su ser irradiaba una alegría luminosa, comparable a la que resplandece en la frente de una joven esposa» 43. Regenerada por el agua del bautismo, responde a la gracia donada como la misma gracia exige, con radicalidad y totalidad (siendo éstas ya características sobresalientes de su fuerte personalidad). Y como la naturaleza está al servicio de la gracia, también aquélla se ve perfeccionada.

A lo largo del epistolario steiniano hay una fórmula que aparece una y otra vez, y que muy bien podría ser la síntesis del ideal que anima su vida cristiana: 'An del' Hand des Herrn zu leben' (Vivir en las manos del Señor) 44, abandonarse confia­damente en la voluntad de Dios. Y esto que escribe y enseña trató de hacerlo realidad en los once años de vida cristiana y en los nueve siguientes como religiosa carmelita.

El bautismo de 1922, en expresión de Edith Stein, no era más que la preparación al Carmelo; mas hasta que el ingreso se haga efectivo pasará más de una década. Este tiempo 10 trans­curre ejerciendo una actividad docente en dos ciudades, Espira y Münster, y en ambos casos residirá en un centro religioso. Pero su radio de acción no se limita a las alumnas o religiosas con las que convive; la caridad no tiene fronteras, «sólo Dios sabe para cuántos fue ella ayuda, consejera y guía, y a cuán­tos alivió en las necesidades del espíritu y del cuerpo, como ángel de caridad. La concUl'rencia era grande. Su correspon-

42 E. STEIN, Selbstbildnis in Briefen, r, p. 102. Carla del 8"IX"1931. 43 E. DE MIRIBEL, O. C., p. 68. 44 E. STEIN, O. C., pp. 87, 102; II, pp. 16, 46, 62, 136, 141...

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dencia muy extensa. Siempre tenía tiempo para los demás. Se guiaba por el principio que un día expresó en una carta: 'Por lo que se refiere al trato con los hombres: la necesidad espiritual del prójimo rompe 'todo' precepto. Cualquier otra cosa que hiciéramos es medio para el fin. Pero el amor es el fin mismo, porque Dios es Amor» 45. La caridad, como virtud suprema, es el móvil verdadero de su actuar cristiano.

En el Dios-Verdad va tomando fuerza el Dios-Amor, que se manifiesta en la dedicación concreta al prójimo. El hombre y su existencia, que ya antes de la conversión la atraían e interesaban, se convierten en punto de referencia para ejercitar el amor. Su corazón femenino está abierto a los demás, y las necesidades de las personas suplantan cualquier otra urgencia. Ha descu­bierto el amor y su importancia para la vida cristiana; la tenden­cia innata al recogimiento y al silencio debel'á ser, en parte, sa­crificada. Los intereses personales ceden la primacía a la práctica de la caridad. Dice Lobato: «Está cerca de todos porque está lejos de buscarse a sí misma» 46. Su afectividad, controlada hasta ahora, halla la vía exacta de expansión. Una religiosa dominica de Espira nana: «Si usted hubiera visto la multitud de los que se acercaban a ella a buscar ayuda, pobres, enfermos, y sobre todo los que sufrían angustia espiritual... Numerosos sacerdo­tes la miraban como un 'oráculo', pues era el refugio de almas desesperadas; nada resultaba demasiado difícil para ella cuando se trataba de ayudar a alguien. Incluso había logrado aliviar almas que los mismos sacerdotes y directores espirituales daban por perdidas» 47. Edith Stein gozaba de la cualidad peculiar que le permitía captar fácilmente el estado del otro; la había estudiado en su tesis doctoral; se trataba del problema ele la 'empatía', que ahora es puesta en práctica.

Mas del amar sin egoísmo surge espontáneamente el ser amado. Eelith fue amada y admirada. La mayoría de las personas con las que se relacionaba veían en ella una especie de ser superior, equilibrado, intachable, casi perfecto. Daba la impre­sión de que pertenecía a otra clase de seres, no participante de la naturaleza débil que acompaña a los demás. Una de sus

45 T. RENATA, O. C., p. 83. 46 A. LOBATO, O. c., p. 178. 47 H. GRAEF, O. C., pp. 69-70.

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alumnas dirá: «La hubiera preferido con algún defecto» 48. No se debe pensar que con el bautismo Edith recibió el don espe~ cialísimo de la 'confirmación en gracia', por 10 que no podría caer en defectos y pecados. Pero 10 que sí cabe afirmar es que, desde el primer día de la regeneración, tomó en serio la nueva vida en ella iniciada. Los posibles errores que sobrevienen, tanto en ella como en los demás, no hay necesidad de dramatizados. En carta a una discípula escribe: «No eres tú sola la que come­tes todos los días muchas faltas; todas las cometemos. Pero el Señor es paciente y rico en misericordia. En su Providencia El puede sacar utilidad también de nuestras faltas, si las ponemos encima del altar» 49. La fe católica le ha enseñado a confiar más en Dios que en sus esfuerzos o méritos.

El camino recorrido por Edith hasta llegar a la conversión fue del todo personal, es decir, sin ayuda ni colaboración humana directa. Fue una conquista individual que tuvo que mantener en soledad; sola superó las pmebas, las decisiones fueron suyas. Este marcado acento individualista continúa aún vivo en los pri­meros tiempos de su época cristiana. La religión la concibe como una relación personalísima entre Dios y el hombre, sin perderse en otros campos o mediaciones. Concibe la vida cris­tiana como la dedicación de la entera persona a Dios; así lo piensa y así se propone llevarlo a cabo. La radicalidad, típica del hebreo, juega a su favor. Quiere romper con el 'mundo' y vivir sólo para Dios, estar en constante comunicación con El. Mas pronto descubre el error en que ha caído, y cambia de actitud. Se puede estar en contacto con el Eterno de muchos modos, pues El no se ata a nada ni a nadie. También la ciencia y la investigación filosófica, que en un principio pensaba ella podrían perturbar su vida ol'Ístiana, son instrumentos de los que el Padre se sirve en su plan de salvación. Será precisamente Santo Tomás quien le haga caer en la cuenta de que la ciencia puede contemplarse como culto a Dios 50.

Por experiencia y por conocimiento la convertida es del pare­cer que no interesa tanto detenerse en juzgar los hechos particu~ lares y los modos concretos ele respuesta a la llamada divina.

," H. GRAEF, O. c., p. 58. 49 E. STEIN, O. C., p. 99. Carta el el 17-VJIT~1c)3L 50 Cfl'. E. STEIN, O. C., p. 54. Carta del 12-Il-1928.

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Desde la perspectiva cristiana otorga primacía a la actitud fun­damental que está a la base de todas la acciones y movimientos múltiples de la persona. Una decisión consciente y libre encierra, y hasta cierto punto anula, otras posibles determinaciones se­cundarias 51. Edith, con el bautismo, adopta una resolución: Vi vil' en plenitud la vida cristiana, abandonándose a la volun·, [ad divina 52. Este principio regirá su comportamiento y acción. Lo que constituía su jornada de cristiana de a pie y cuál era el espíritu que la gobernaba puede deducirse de una carta suya en la que recomienda: «Se trata, en primer lugar, de que se tenga alguna vez en medio de la actividad un espacio silencioso en el que poder relacionarse con Dios, como si no existiera nada más importante; y esto diariamente. Lo apropiado me parecen las horas de la mañana, antes de iniciar el trabajo de la jornada. Aquí incluso se recibe la misión particular, al ser posible para cada día y que no elige uno mismo; y, por fin, cada uno se contempla como un instrumento, en especial las fuerzas con las que de manera personal debe trabajar -por ejemplo, el intelecto en nuestro caso- como algo que nosotros no necesitamos, sino Dios en nosotros ... Mi vida comienza cada mañana y termina cada tarde; más allá no tengo planes ni propósitos» 53. Cuando uno ha entregado la voluntad al Señor, lo que equivale a la vida, sus acciones wn atribuidas a la potencia divina, que se dona a quien se le entrega. Gran confianza tenía Edith en el Dios descubierto, en El deposita las preocupaciones y los éxitos 54.

A conclusiones parecidas llega Edith Stein en su obra fiJo. sófica Endliches und ewiges Sein, cuando tratando del ser 'mío' y del ser eterno afirma: «Al hecho innegable de que mi ser

it Cf!'. E. STEIN, La Ciencia de la Cruz, p. 225. 52 Cfr. E. STEIN, Selbstbildnis in Briefen, 1, p, 77; II, p. 136. Y muy

en consonancia con esta actitud de fe está un término que con fre­cuencia aparece en las cartas; Edith se considera un <<instrumento» (Werkeug) a disposición del plan ele Dios; 1, pp. 55, 60, 77, 129; II, pp, 42. 62,

" E. STEIN, O. e., pp. 54-55, 54 A los pocos días de dejar el puesto de Espira escribe a una reli­

giosa: «Dios sabe lo que tiene dispuesto conmigo. No necesito preocu­parme po!' ello», E. STEIN, O. C., p. 87. Carta del 28-IV-1931. E~ta misma actitud es la que trata de transmitir en sus conferencias por Centro" europa a partir ele 1928. Ver: E. STEIN, Die Frau, Fribul'go, 1959; B. H. REIFENRATH, Erziehung im Lichte des Ewigen. Die Péidagogik Edith Steins, Frankful't-MlInich, 1985.

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se prolonga de un momento a otro y se encuentra expuesto a la posibilidad de no-ser, corresponde otro hecho también innega­ble, es decir: yo 'soy' a pesar de esa fugacidad, y yo soy 'con­servado en el ser' de un instante a otro. En definitiva, que en mi ser fugaz encierro un ser duradero. Sé que estoy sostenido y este sostén me da calma y seguridad» 55. Y así, como filósofa y como cristiana, alcanza la misma conclusión: reconocer que otro (Dios) mantiene al hombre y que la persona humana debe abandonarse a E1. Sólo así conseguirá la seguridad en si misma garante de la auténtica libertad.

A este modo de entender la vida cristiana llega Edith Stein a medida que la gracia la va transformando. No siempre fue así; y ella misma advirtió el cambio: «Al momento de mi conversión --ha dejado escrito en una carta- y durante largo tiempo después, yo pensaba que llevar una vida religiosa signifi­caba abandonar todo lo terreno y vivir solamente con el pensa­miento en las realidades divinas ... Yo creo todavía ~está escri­biendo en 1928- que cuanto más se interna uno en Dios, tanto más debe salir también de sí mismo» 56.

IV. REAJUSTE INTELECTUAL

Entrar en la Iglesia católica para una investigadora de la verdad significa no conformarse con lo aprendido antes ni con­tentarse con las nociones adquiridas a través del catecismo o misal. Su interés por llegar al fondo de las cosas la obliga a manejar la filosofía y teología 'oficial' de la confesión en la que se integra. Fue una sorpresa el que en los años de docencia en Espira (1922-1931) le presenten la Summa Theologica para su traducción al alemán moderno. Es de suponer que antes de proceder a la tarea intentara conocer más de cerca al autor y su mundo. El esfuerzo no resultó inútil, pues el tomismo, además de influir en su pensamiento filosófico y religioso, tiene sus repercusiones en el comportamiento práctico; sobrepasa los

55 E. STEIN, Endiliches und ewiges Sein, pp. 56-57. Ver: E. GARCÍA, Presupuestos para una filosofía de la persona en Edith Stein, 373-374, 380-382.

56 E. STEIN, Selbstbildnis in Briejen, 1, p. 54. Carta del 12-II-1928.

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límites puramente intelectuales. Ya se mencionó que fue Santo Tomás quien le hizo ver que con la ciencia también se está en comunicación con Dios.

Si en 1931 se determina a abandonar el colegio de las domi­nicas de Espira, una de las razones de peso es Santo Tomás, ya que «no se contenta con las horas libres, quiere que me dedique por entero a él» 57. El talante radical que cualifica a esta persona le insta a ocuparse de lleno en la traducción de Quaestiones disputatae de veritate 58. Con el santo dominico inicia de nuevo Edith Steinla investigación filosófico-teológica 59.

La temática ahora disponible resulta mucho más amplia, un mundo inmenso se abre ante su inteligencia insaciable. Con San­ta Teresa había encontrado la Verdad, con Santo Tomás llega «hasta sus fundamentos metafísicos» 60, hasta el fondo último de la cuestión.

El fruto filosófico del contscto con el mundo tomista, o me­jor con la philosophia perenni.s, será la obra varias veces citada, Endliches und ewiges Sein. Es un esfuerzo por interpretar y

conciliar dos métodos -tomista y fenomenológico-, los cuales tienen algunos puntos de ,oincidencia. Cuando Edith toma entre

57 E. STEIN, O. e., p. 85. Carta del 28-II1-1931. 58 Esta traducción en dos volúmentós (III y IV de la colección «Edith

Steins Werke) lleva por título Des hZ. Thomas van Aquino Untersu­ehungen über die Wahrheit, aparecidos en 1931-1935 en Breslau, con prefacio de M. Grabmann. Es una versión ncomodada al lenguaje mo­derno, poniendo más atención al pensamiento 'lue quiere expresar el autor que a los términos que emplea; incluso Edith se permite suprimir algunos ejemplos e introducir otros y aclarar algunos puntos. A pesar de -todo, el pensamiento tomista está siempre presente. Fue un trabajo ala­bado por contemporáneos y posteriores.

59 Ya en 1929 había publicado un artículo confrontando la fenome­nología de HUSSERL y la filosofía de Santo Tomás con motivo del seten­ta cumpleaños del maestro querido; lleva por título Husserls Phiinome­nologie une! Philosophie des hl. Thomas van Aquino. Verslleh einer Gegenüberstellung, reeditado en: VARIOS, Husserl, Darmstadt, 1973, pp. 61-86. Ver también: M. T. PENNE, Edith Stein, esempio di umiltá intellettuale e pratiea nella linea di S. Tommaso, en «Tommaso d'Aquino nel suo settimo centenario», Nápoles, 1977, 552-558; A. ALES BELLO, A proposito della «philosophia perennis»: Tommaso d'Aquino e E. Hus­serl nell'interpretazione di E. Stein, en «Sapienza», 27 (1974), 441-451; de la misma autora: Edith Stein: da Edmund Husserl a Tommaso d'Aquino, en «Memorie Dominicane», 7 (1976), 265-276; Fenomenologia e tomismo in Edith Stein, en «Tommaso d'Aquino nel suo .settimo cen­tenario», Nápoles, 1977, 469-479.

60 H. GRAEF, O. e., p. 64.

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sus manos las obras de Santo Tomás está ya marcada por otra filosofía; no viene a ella como tabula rasa 61. La filosofía de Husserl ha proporcionado un método y unos principios que en el Doctor angélico no gozan de la misma importancia, y las conclusiones de uno y otro 110 pueden ser concordes, de aquí que la confrontación sea ineludible. De Husserl queda a Edith el desagradable recuerdo de no haberle ofrecido la verdad que buscaba, aunque sí un método con pretensiones de objetividad. y en el estudio comparativo entre ambos pensadores (Husserl y Santo Tomás) se 110tan las preferencias de la autora: «Nuestra época -confiesa Edith- es una época que no se conforma ya con consideraciones metódicas. A los hombres les hiJce fiJIta un fundamento y 10 buscan. Quieren una verdad que se actúa en la vida ... La encuentran en Santo Tomás» 62. A la insuficiencia de una pura teoría contrapone la existencia de la verdad práctica.

Los principios y métodos empleados por el Aquinate se le antojan los más claros y oportunos con los que el hombre puede contar (siempre que haya descubierto la fe). Santo Tomás parte de un presupuesto al que Edith con su fenomenología pretendía llegar: Dios, como verdad primera 63, en la que encuentran su soporte las otras verdades. De alguna manera, es un modo de proceder inverso al seguido por la escuela de Husserl, intentando descubrir la verdad a través de las cosas y del hombre mismo.

Al profundizar en la nueva filosofía, tropieza con elementos válidos para su forma de pensar, que se enriquece con hallazgos interesantes. Para A. Vesco «el encuentro con el pensamiento tomista fue determinante. La exigencia husserliana hallaba en el pensamiento de Santo Tomás su complemento: Dios es la fundamentación absoluta de los valores, inútil e ilusionadamente buscada por Husserl en el sujeto» 64. El 'egocentrismo' husser­liano es sustituido por el 'teocentl'ismo' escolástico. El funda­dor de la fenomenología había concedido poderes casi ilimita­dos a la inteligencia humana; por sí misma podría descubrir la verdad. Edith experimentó el fracaso de tan atrevido intento, advirtiendo ahora el puesto que se debe otorgar al razonar del

61 E. STEIN, Endliches und ewiges Sein, p. XII. 62 E. STEIN, Husserls Phiinomenologie und ... , p. 71. 63 Cfr. E. STEIN, Husserls Phiinomenologie und ... , pp. 63-68. 64 A. VESCO, Edith Stein. La sete di veritá era la mia sola pre­

ghiem, Turín, 1959, p. 19.

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hombre en el camino hacia la verdad. Dar todo el peso al es­fuerzo humano es como querer volar; por más saltos que tengan lugar, siempl'ese terminará en el mismo nivel. La filósofa descu­bre la necesidad de la fe para la captación de la auténtica ver­dad. La mayor comprensión de la misma se alcanza cuando fe y razón trabajan juntas y de mutuo acuerdo 65.

Con el dominico, la futura carmelita otorga la primacía a la fe (revelación) como método para acceder a las verdades últimas; la razón (filosofía) deberá, pues, estar al servicio de la revelación (teología). El invertir los términos daría como resul­tado la vuelta al ateísmo; al menos teórico. En su obra filosófica Endliches und ewiges Sein muchas de las conclusiones están supeditadas al privilegio concedido a la fe, como fuente segura y abundante de conocimiento. Tanto la fe como la razón son dos formas de investigación, sólo que cada una debe ocupar el lugar correspondiente; Edith ahora ha ordenado jerárquica­mente estos dos caminos.

El asombro de Edith Stein es grande cuando cae en la cuenta de que algunos de los principios de la filosofía moderna se hallan ya presentes en las obras del dominico. Por 10 que el nuevo material conquistado le será de gran ayuda en sus estu­dios posteriores y conferencias. Una argumentación reforzada puede hacer más convincente la verdad que procura propagar en todo momento. Así pues, la fiJosof{a perennis será una ad­quisición en consonancia con el espíritu religioso y científico de Edith, ya que tanto la primera como el segundo se 11abían impuesto «1a búsqueda ininterrumpida JI anhelante del espíritu humano por el verdadero ser» 66. El acoplamiento fue perfecto; tanto la vida como la obra de la neoconvertida se vieron enrique­cidas con este precioso hallazgo.

La filósofa cristiana reconoce los valores de las filosofías antiguas JI modernas; todas ellas colaboran a una mejor com­prensión del 'ser'. Pero también se aparta de las mismas cuando no se respetan las normas del juego. La oposición que la filo­sofía contemporánea demuestra en relación a la fe es juzgada por Edith como 'grave'. «Esa no acepta las tareas que le pre-

65 Cfr. E. GARCÍA, Presupuestos para una filosofía de la persona en Edith Stein, pp. 368-372.

66 T. RENATA, O. C., p. 194.

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senta la teología -escribe la carmelita-, sino que desea resol­ver las dificultades por medios propios; no sólo considera un deber limitarse a la lumiere naturelle de la razón, sino también no exceder el mundo de la experiencia natural» 67. Es una fuerte crítica a todo positivismo y a la fenomenología en la que se formó, en los que todo es confiado a las solas fuerzas humanas.

El 'egocentrismo' del racionalismo moderno no podía ser asumido filosóficamente por implicar una subjetivación de la verdad, así como una relativización de Dios mismo. Edith, por su parte, aún siguiendo anclada en la fenomenología como mé­todo filosófico, introduce en ella los descubrimientos tomistas, logrando así una 'fenomenología teocéntl'ka', La inserción res­sulta pedecía y las ventajas cuantIosas, sobre todo para la lnte·· resada. Sin romper la forma mentís logra integral' otros elemen­tos que enriquecen su pensar, contribuyendo al progreso de la razón en el análisis cada vez más completo de la verdad. Es a partir del 'reconocimiento' en Dios del primer axioma filo­sófico 6B como puede elaborarse un sistema con garantías de objetividad. La novedad del cristianismo vino, 110 a completar los vacíos racionales, sino a poner en orden el pensar del h0111-

bre, a permitirle hacer uso de todas las posibilidades que encie-1'1'a; y que a veces por prejuicios permanecen desaprovechadas.

Edith exige una estrecha colaboración, respetando el orden, entre filosofía y teología, porque «la fe incluye verdades que no pueden ser alcanzadas por otros caminos; por consiguiente, la filosofía no puede renunciar a la fe, sin renunciar, al mismo tiempo, a sU exigencia universal de conocer la verdad ... De aquí deriva la dependencia material de la filosofía respecto de la fe» 69. No hay lugar a dudas: Dios ha ocupado su puesto, y todo está en relación a El.

En resumen: el espíritu y la inteligencia incansables de Edith Stein se esforzaron por hallar la verdad. Esta verdad adquiere su plenitud cuando se la identifica con Dios. A partir de enton­ces su gran corazón late tranquilo, su existencia acepta la nueva orientación y la persona entera rebosa confianza y plenitud.

67 E. STEIN, Endliches und ewiges Sein, p. 5. 68 Cfr. E. STEIN, Husserls Phiinomenologie und ... , p. 72. 69 E. STEIN, Husserls Phiinomenologie und ... , p. 66.