Ecuador - Rel-UITA

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il gracias a Ecuador Decide y al Instituto de Estu-dios Ecologistas por esta invitación y por permitirmeestar en Ecuador, país donde me siento bien. En ge-neral me siento bien en todas partes, pero en Ecuadorme siento un poquito mejor.

Lo que compartiré hoy aquí se centra en el caso deColombia, en el ambiente de la globalización, delneoliberalismo y del “libre comercio”. Una mirada des-de Colombia, que no implica que no tenga nada quever con Ecuador. Lo que pasa es que cuando estabapreparando esta charla, intenté con la gente de mi ofi-cina actualizarme de datos sobre Ecuador, y despuésvi que era una irresponsabilidad, porque ¿a cuenta dequé me voy a volver especialista en Ecuador en unasemana o en diez días? Decidí entonces referirme acómo veo las cosas desde Colombia con reflexionesque pueden ser útiles en muchos aspectos para el casode Ecuador, aun cuando pienso que serán los ecuato-rianos los que deberán ver sus realidades y decidir cómotrabajarán los temas.

El senador por el Polo

Democrático de Colombia,

Jorge Enrique Robledo,

participó recientemente en

una jornada de reflexión

e intercambio realizada

en Quito, Ecuador, sobre

el concepto de soberanía

alimentaria. Por considerarla de gran interés,

Sirel reproduce aquí lo esencial de la exposición

del senador Robledo en esa ocasión.

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Si hablamos de Soberanía Alimentaria, lo primero quequiero señalar, tan elemental que suele olvidarse, esla importancia de los alimentos. Los alimentos sonun bien que no se parece a ningún otro en nuestrasociedad. Si se acabaran losmedicamentos en el mun-do, sería un drama espan-toso y seguramente mori-rían miles de millones depersonas, pero probable-mente la especie sobrevi-viría. Si se acabara la ener-gía eléctrica, talvez habríaun desastre en la humani-dad de proporciones in-mensas, pero pienso quela humanidad sobreviviríay volvería a un procesocivilizatorio. Pero si seacabaran los alimentos, seextinguiría la humanidad.Esa es la primera idea que deseotrasmitirles. Hago mucho énfasisen el punto, porque de a ratos, yo,que fui profesor, quisiera poner aestos jefes del neoliberalismoa escribir planas que consistie-ran en subrayar la importanciade la comida, de la agricultu-

En la historiade la humanidad sonbastante comunes losepisodios en los cualeshabiendo recursos conque adquirir los alimentosno hubo cómo adquirirlos

ra, de los productos agropecuarios en la alimen-tación de los seres humanos. Es tal la confusiónque hay en el mundo que se olvidan nociones tanelementales.

En algunas situaciones puede haber alimentos y nodinero para adquirirlos. Esa es una posibilidad. El queno haya dinero suele depender de muchos factores.Para citar sólo algunos: perdí el empleo, me enfermé,tantas cosas que pueden suceder. Pero hay otro as-pecto, que es en el que quiero hacer hincapié, porque ami juicio es la clave de esta discusión: ¡Que hayadinero y no alimentos!

Quiero insistir en la importancia de los alimentos comoun bien diferente a los demás. En la historia de la hu-manidad son bastante comunes los episodios en loscuales habiendo recursos no se pudo adquirir alimen-tos.

En Colombia es famoso el sitio de Cartagena, enplena guerra de Independencia frente a España.Cartagena entró en rebeldía y las tropas del generalPablo Murillo rodearon la ciudad. Nuestros patriotasla defendieron con denuedo hasta que, muertos física-

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¿Qué dicen los neoliberales? Coinciden en quelos gobiernos tienen que preocuparse de que hayaalimentos suficientes para alimentar a la población.Pero eso hay que analizarlo como un problema glo-bal. Es decir, no importa en qué sitio del mundo seproduzcan los alimentos, puesto que los flujos delcomercio internacional llevarán los alimentos adondese necesiten.

Los neoliberales descartan por supuesto el riesgo deun ataque terrorista, de una pandemia, del volcán queestalla. No lo ven como un peligro y suponen que losflujos de alimentos no se interrumpirán jamás. En-tonces lo que se necesita es que cada país produzcaunos bienes que le permitan adquirir sus propios ali-mentos. En Colombia, durante las negociacionesdel TLC, nos dijeron: no importa que no haya trigo –hoy importamos todo el trigo–, ni que importemostres millones de toneladas de maíz, ni que tampocohaya cebada, ni que el día de mañana no haya arrozproducido en Colombia. Exportamos petróleo, car-bón y minería, que es en lo que nos están especiali-zando, y con esas divisas les compramos a losgringos o a los argentinos el maíz y el trigo. Esta esen síntesis la teoría neoliberal. No niega, porque nopuede, que hay un problema con la demanda de ali-mentos en la cual hay que pensar.

Segunda tesis, a la que llamaría, con todo cariño lodigo, una concepción de tipo campesinista: donde loimportante es que cada campesino y cada indígenaproduzcan en su parcela toda su comida. Personal-mente no me opongo a que se produzca harta comidaen las parcelas de los indígenas y los campesinos.Pero aclaro, que no es posible que el campesino o elindígena renuncien a la economía monetaria y esta-blezcan una economía de tipo natural en la que no ten-gan necesidad de venderle al mercado. Cuando entranimportaciones de maíz a Colombia, también están per-judicando a nuestros indígenas y a nuestros campesi-nos, porque ellos deberían tener el derecho de podervender el maíz que consumimos, por ejemplo en Bo-gotá. Y segundo, todavía más grave, si fuese cierto

Nadie puede negar laimportancia de la situaciónde tener o no tener alimentos

mente de hambre después de haberse comido los za-patos y los cueros de las sillas, tuvieron que rendirse.En la provincia de Orisa, cuando la India era coloniadel imperio británico, unos cuantos especuladores in-gleses acapararon todos los alimentos y le impidierona la población nativa adquirirlos, porque elevaron a talgrado los precios que, en cierto sentido, fue como si no

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existieran. Luego de la Segunda Guerra Mundial fue-ron los europeos los que acuñaron el término de segu-ridad alimentaria, porque supieron lo que era no poderacceder a ella. Hay un célebre poema de MiguelHernández, hecho canción por Serrat, llamado “Nanade las cebollas”, que se refiere al caso de gente quesolo se alimentaba de cebollas.

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que el campesino pudiera aislarse y sobrevivir del pro-ducto de su parcela y no necesitara de ninguna ma-nera de la economía monetaria, esta especie de au-tarquía campesina no resolvería el problemaalimentario de las zonas urbanas. Seguiríamos pre-guntándonos: y si estalla el famoso volcán, ¿qué co-men en Bogotá? Pero además, ¿qué comen los obre-ros agrícolas que también viven en el campo y que nodisfrutan de una economía de autosuficiencia porqueson jornaleros de un empresario y se ven obligados acomprar sus alimentos?

Tercera tesis, a mi juicio, hay que ver la solucióncomo un problema de soberanía alimentaria desde lalógica de lo nacional: que el país como un todoproduzca en su territorio la mayor canti-dad posible de alimentos. No quiere estodecir que no pueda importar nunca ungrano de comida. No se trata de eso. Ni que nopueda exportar excedentes e incluso cierto tipo de

bienes que se produzcan para exportación, como elcafé, en proporciones grandes. Pero lo deseable,lo conveniente, es hacer el mayor esfuer-zo para producir en el territorio nacionalla dieta básica de la nación. Es a esoespecíficamente a lo que me estoy refirien-do.

Unos países podrán cumplir mejor que otros y podránobtener el 100 por ciento de su dieta básica. Otros el70, otros el 60, otros sólo el 10 por ciento, como enArabia Saudita, porque no dispone de tierras ni deaguas ni de productores. Esta debe ser la política, por-que además es más sana a escala global que la de laespecialización que nos están proponiendo. Es la úni-ca política que nos protege de un riesgo de catástrofealimentaria a escala global. Es lo ideal en unaconcepción armoniosa del mundo, com-plementaria entre los unos y los otros.

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tendríamos un problema de hambrunade proporciones mayúsculas

La soberanía alimentaria, debe ser gestionada en unaparte muy importante por la producción campesina eindígena, pero también por la empresarial y la de losobreros agrícolas. Decía esta mañana en unprograma de radio que no llegamos aeste país a escribir libros con sus pági-nas en blanco, sino donde ya hay mu-chas páginas escritas. Hay una producciónempresarial que desde ciertos puntos de vista pre-senta una serie de aspectos positivos. Hay tambiénmucha gente que se gana la vida como obreros agrí-colas de esos empresarios. Luego pienso quela soberanía alimentaria debe resolver-se con una política dual, o sea, comple-mentando una economía empresarialfuerte y respaldada por el Estado, conuna economía campesina e indígenafuertes y respaldada por el Estado. Y quetanto empresarios como campesinos eindígenas deben unirse en una propues-

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Países que en el pasadofueron autosuficientes enmateria de alimentación,están ahora desesperados

por obtener divisas que lessirvan para pagar sus

importaciones de productosagrícolas. Exportar o morir

parecería ser el mensaje,pero la realidad parece ser

más bien, para la mayoría deellos, exportar y morir.”

Tony Clarke

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ta de no auspiciar lasimportaciones agro-pecuarias, promovien-do en cambio, entre to-dos, políticas que favo-rezcan a la soberaníaalimentaria nacional.

¿Cuál es la importancia dela economía campesina?La importancia social de locampesino es obvia. Estamoshablando de millones de com-patriotas, y cuando hablo de locampesino incluyo lo indígena.Estamos hablando de fenóme-nos culturales de enorme im-portancia que no deben serdespreciados, porque son par-te de nuestra cultura, y demuchos aportes positivos quedebemos defender. En elcaso de Colombia, laeconomía campesinaproduce el 70 por cien-to de la riqueza agrariaque se genera al año, yes probable que enEcuador sea mayor. Laeconomía campesinagenera una cantidaddescomunal de riquezay sostiene en buenamedida la soberaníaalimentaria nacional.

En Colombia, por ejemplo,una proporción muy grande delmaíz -a pesar de todas las im-portaciones- proviene de laagricultura campesina, comocasi toda la papa, y muchos bienes no transables en elmercado mundial como el plátano, la yuca, el ñame, laarracacha, varios tipos de frutas y verduras. Todo esoes agricultura campesina e indígena. E incluso el café,miren ustedes, paradójicamente, uno de los principa-les productos de exportación agrícola de Colombia,es casi en todos los casos agricultura campesina.

La tesis de que el campesino es un ser medio despre-ciable porque es ineficiente, incapaz, que no sabe ha-cer la cosas y todo lo hace mal, está negada por lapropia experiencia nacional, porque es por esos cam-pesinos y esos indígenas abandonados por el Estado,dejados a su suerte, sin asistencia técnica, sin crédi-tos suficientes oportunos y baratos, sin nada, que no-sotros comemos. Bueno, si desaparecieran los

campesinos colombia-nos tendríamos un pro-blema de hambruna deproporciones mayús-culas.

Lo que hay que mirar es que laeconomía campesina funcionacon una racionalidad diferentea la del empresario. Ahorita,cuando mencionemos la situa-ción del pollo en Colombia, va-mos a ver cómo en muchos ca-sos son altamente competiti-vos y por ello los quieren aca-bar con medidas sanitarias,porque no son capaces de ha-cerlo en la competencia fran-ca. Buena parte de lasmedidas sanitarias -y loanticipo desde ya, escon lo que voy a termi-nar la charla- son trucospara perseguir a loscampesinos e indíge-nas, dado que no soncapaces de derrotarlosen la competencia capi-talista. En su racionalidad,ellos tienen unas ventajas delas que carece el empresario.Cuando en Colombia sobrevi-no la crisis cafetera tras el rom-pimiento del Pacto Internacio-nal del Café, nuestros campe-sinos resistieron mucho mejorque los empresarios pequeños.Y ahora están saliendo del ne-gocio hasta los grandes empre-sarios, que no logran competircon la producción campesina.

Por otro lado, hay que examinar, sin dogmatismos, esecuento de que sólo importan los grandes empresariosy la gran maquinaria. Nuestros campesinos nariñensesproductores de trigo, con todo y lo “ineficientes” quesean, producen trigo más barato que los agricultoresestadounidenses. Si los arruinan es porque los sub-sidios a los agricultores del Norte no les permitencompetir. Ahora, si ustedes van y examinan la produc-tividad por hectárea, encuentran que la de estos cam-pesinos puede ser inferior, pero es que aquí estamoshablando de competitividad. Yo puedo producirmenos trigo por hectárea, pero más bara-to que el otro con mayor productividad,porque hay otros factores en juego.

La tesis de que el

campesino es un ser medio

despreciable porque es

ineficiente, incapaz, que

no sabe hacer las cosas

y todo lo hace mal, está

negada por la propia

experiencia nacional,

porque es por esos

campesinos y esos

indígenas abandonados

por el Estado, dejados a

su suerte, sin asistencia

técnica, sin créditos

suficientes, oportunos y

baratos, sin respaldo en

vías, sin nada, es por ellos

que nosotros comemos.

Bueno, si desaparecieran

los campesinos

colombianos tendríamos un

problema de hambruna de

proporciones mayúsculas.

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Qué dice el “libre comercio”sobre los alimentos

otro cuando son los mismos tipos de bienes. Porqueno tiene discusión que yo importe tractores cuan-do no los produzco, pero es un disparate importarel maíz, que es de las pocas cosas que soy capazde producir. Entonces, primera idea de laglobalización: concentrar producción y comercio,sobre todo en manos de poderosísimas transnacionales,y poner las exportaciones como el Dios de la humani-dad.

Segunda idea: concentrar ciencia. Han ido convirtien-do el desarrollo científico y tecnológico, al cual no meopongo, en un instrumento para sacar a los competido-res del mercado. Me refiero especialmente al caso delas semillas transgénicas. En términos de sobe-ranía alimentaria no puede haber cosapeor que carecer de semillas. No puedehaber amenaza de mayor hambre para unaeconomía campesina o indígena que de-jarla sin semillas. Buena parte de lashambrunas pavorosas de África se expli-

Estamos en el mundo del “libre comercio”. Son va-rias ideas que paso a señalar muy brevemente. Pri-mera: el “libre comercio” concentra comercio y pro-ducción con la falacia de la competitividad y la efi-ciencia. Concentra la producción en unoscuantos países y concentra el comercioen manos de unas grandes trans-nacionales, mientras los demás nos pa-samos la vida intercambiando cosas deuna manera absurda: bienes que podría-mos producir. Es medio inconcebible que unose la pase intercambiando mercancías de un sitio a

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(café) delicioso, pero si el mundo se que-da sin café, no nos vamos a morir de ham-bre, pero si se queda sin trigo y sin maíz,sí.

En el caso de Colombia lo que pretenden imponernoses que nos especialicemos en cultivos tropicales, queno son dieta básica, y que importemos desde los Esta-dos Unidos los cereales y los cultivos fundamentales,que sí son dieta básica. Aquí hay todo un pleito quemontar en términos de soberanía alimentaria. Esta-mos hablando de alimentos fundamenta-les para la dieta. No me quiero ni imaginarel día de mañana, en Colombia, almorzan-do con una taza de chocolate, con un cho-rro de aceite de palma y unas flores en laesquina de la mesa, porque todo lo demásdesapareció.

can porque loscampesinos, en su

miseria, lo último quehicieron fue comerse sus se-

millas. Ese día quedaron condenadostambién a morirse de hambre.

Las transnacionales no buscan concen-trar cualquier agricultura y ganadería. No,sólo la de bienes estratégicos de la dietabásica, el otro concepto que hay que in-troducir aquí. Todo es comida, pero notodo es dieta básica ni alimentos estraté-gicos. No es lo mismo producir café quetrigo. Aquí me estoy tomando un tinto

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El modelo neoliberal incluye lo que un ministro co-lombiano bien lenguaraz llamó, sacando pecho, “elmodelo malayo”. Malasia es un país especializadoen palma africana con un modelo de hacienda de 100mil hectáreas en promedio. El modelo malayo es eldel capital transnacional y no es raro que esto ocurraen ese país, donde hay un monarca corrupto que noadmite ningún tipo de discusión democrática. En esemodelo no existen la economía y la producción cam-pesinas, allí impera el modelo de las transnacionales,del gran capital, de los grandes monocultivos.

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El fin de la economía y laproducción campesina

En Colombia desde el gobierno se plantea otro lío. Yaquí entro al punto del riesgo de la inocuidad y de to-das esas normas sanitarias que se están planteandoahora. Nuestros campesinos y nuestros indígenas sonbastante más resistentes de lo que uno piensa. Entréa las luchas agrarias convencido de que el campesinoy el indígena eran extremadamente frágiles y que sequebraban con mucha facilidad, pero resulta que no,son unos tigres para competir. En buena parte por unarazón muy dolorosa, porque compiten por hambre.Cuando se caen los precios, el campesino lo que hacees reducir la sopa, sacar al hijo de la escuela, hacersepeluquear por la señora, una serie de estrategias deresistencia para no arruinarse, y así continuar aferra-dos a la tierra.

Entonces en Colombia, lo que se está dando es unaestrategia de desalojo mediante la violencia, la másbárbara de las medidas extraeconómicas: “Señorcampesino, se va o lo fusilo y se acabó elcuento”.

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Pero hay otra estrategia, de mala fe, que ha venidoapareciendo en Colombia (no sé cómo sea la histo-ria de Ecuador), que consiste en una serie de exi-gencias técnicas que ni el campesinado ni el peque-ño empresario pueden cumplir.

En Colombia hemos dado una lucha grande, en bue-na medida dirigida por la Asociación Nacionalpor la Salvación Agropecuaria, y de mi par-te desde el Congreso. Allí nos enfrentamos a variosproblemas, por ejemplo, el de exigirles a los matade-ros de reses normas sanitarias que no pueden cum-plir y se los sanciona con el cierre. ¿Cuál es el pro-pósito? Por un lado es la forma de abrirles el caminoa las importaciones, y por otro, la concentración enunos pocos mataderos. De esta forma desaparecenpequeños productores, carniceros, los matarifes (losque expenden la carne), porque el objetivo es comer-cializar a través de los hipermercados y los almace-nes de grandes superficies. Así ya han cerradocasi 400 mataderos en Colombia en 2008.El Ministro nos dijo que esta era una me-

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dida para tecnificar los mataderos, y yo lerespondí: “No señor, es una medida paracerrarlos”. Y es lo que está sucediendo.

La segunda medida afecta a los paneleros, una pro-ducción que también hay en Ecuador. La fabricaciónde la panela (raspadura de caña de azúcar) es una denuestras primeras agroindustrias, realizada por cam-pesinos e indígenas muy pobres y en unas condicio-nes dificilísimas. Ahora les están exigiendo una seriede normas que no pueden cumplir, lo mismo que a losmataderos. Este es el ejemplo clásico de una normacalculada para arruinarlos: agua potable en el trapiche,como también agua potable en el matadero. Relacio-nado a esto, me decía un alcalde: “Senador, si notenemos agua potable en el hospital, ¿va-mos a tener agua potable en el matadero?Los campesinos no tienen agua potablepara el tetero de los hijos: ¿van a teneragua potable para la fabricación depanela?”.

panela los tenemos parados, porque no han podidoimpulsar la medida con toda la fuerza. En lo de la lechetenemos aplazada la medida y en lo de las aves esta-mos en plena pelea. Así están las cosas.

Llama mucho la atención que todas estasnormas no se aprueban con los criteriosde la Organización Mundial de la Salud(OMS), sino de la Organización Mundial delComercio (OMC). En esto hay que ser muy cui-dadosos. Bogotá queda en un departamento que sellama Cundinamarca. En los debates en el Congresoyo le decía al ministro de Agricultura, Andrés FelipeArias Leiva: “Ministro, es que no estamos en Dina-marca, sino en Cundinamarca, no nos pueden venira exigir normas como las que están vigentes en Dina-marca o Francia”. Pero, además, en los estudios quehemos hecho, descubrimos que no es verdad que enesos países se aplique esa normativa. En Francia, porejemplo, no pudieron derrotar la producción de quesosfabricados con leche cruda. Incluso en los paí-ses citados hay una resistencia, porquelas normas sanitarias se volvieron el ca-mino para excluir a los pequeños produc-tores.

No sé cómo sea aquí. En Colombia, cerca del30 por ciento de la leche no es comercializa-da por las pasteurizadoras, sino que se ven-de bajo la forma de leche cruda, que hay quehervir antes de tomarla, como los colombia-nos muy bien sabemos. Debía quedar prohi-bida el 26 de agosto último, pero 10 mil cam-pesinos se concentraron ante el Ministeriode Agricultura y lograron aplazar la medida.Pero ahí sigue planteada.

Lo último son las exigencias para sacrificar un pollo ouna gallina en una finca, para ello hay que dar cumpli-miento a 48 páginas de normas sanitarias en letraspequeñitas, idénticas a las exigencias que se le hacea un empresario que sacrifica 20 o 30 millones de avesal año. Es una norma fríamente calculadapara sacar a la agricultura familiar y peque-ños productores de lo que allá llamamosel negocio de la gallina campesina: esta-mos hablando de 40 millones de aves. Laofensiva no puede ser casual. No puede suceder de undía para otro como una casualidad, porque ellos sabenbien que esas normas no se pueden cumplir. En el casode los mataderos nos tienen derrotados. En lo de laO

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Termino con una última reflexión. Cuando uno se meteen estas batallas sobre las normas sanitarias lo debemeditar mucho, y les digo con franqueza que estuvemás de un año pensando en si daba esta pelea. Noes fácil, porque cuando se pone el pecho en estacontroversia parece que uno fuese ami-go de la mugre, de los microbios,de las bacterias, de que los ni-ños se mueran por diarrea yuno empieza a ser visto comoun monstruo. Por su parte,el Ministro y los tecnócratasempiezan a quedar del ladode la asepsia y la limpieza,del mundo donde nadie semuere.

Pero veamos qué sucede enColombia. Hablar de inocuidadde alimentos sin cadenas de frío,sin neveras en las casas, es absurdo,porque todos sabemos que las bacterias enlos alimentos se reproducen más o menos de-pendiendo de si hay o no bajas temperaturas.Puedo tener la mejor leche del mundo, con po-cas bacterias, y si no tengo nevera las bacte-rias se reproducen y al otro día puedo estar to-mando una leche peligrosísima. En Colombiapor lo menos la mitad de las familias no tienesistema de frío en la casa. Además, no hemossido educados para tener buenas prácticas hi-giénicas como esa tan simple de lavarse lasmanos después de ir al baño o antes de coci-nar. Acciones de higiene básicas como ésasprácticamente nadie las ejecuta en estos paí-ses y no se educa en ese sentido.

En muchos lugares no hay agua potable. Puedoproducir la mejor leche del mundo pero si el recipien-te en el que junto la leche está lavado con esa agua,me queda la leche contaminada en el mismo instan-te en que la vierto.

Aclaro que en mi opinión debemos hacer todos losesfuerzos por mejorar la inocuidad de los alimentos,con educación, con normas técnicas, pero siemprecon el criterio de que no sean normas imposibles decumplir para nuestros productores de un día para elotro. A nadie se le debe imponer normas que no pue-da cumplir y que están destinadas a arruinarlo. De-

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de lo

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men

tos Las nuevas tendencias para

exterminar la cultura y laproducción campesinas

ben ser procesos que se toman su tiempo. En Colom-bia les dieron seis meses a los mataderos paratecnificarse. Si queremos tecnificarnos, hay que ir aplazos de cinco, diez, veinte años. Si llevan 500 añosfuncionando así, ¿por qué no pueden seguir funcionan-do otros 20 años de esa manera?

La inocuidad y las normas sanitarias no deben ser uti-lizadas como un martillo para golpear a los competido-res y arruinarlos; se trata de que vayamos avanzandoen un proceso que en los países europeos y en Esta-dos Unidos llevó 200 años.

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Soberanía alimentaria,significa producir en el territorio

nacional la dieta básica de la nación

Autor: Jorge Enrique RobledoEdición: Gerardo Iglesias

Carlos AmorínDiseño y armado: Gabriel Balla

Fotografía: Gerardo IglesiasIlustraciones: Cartonclub

Montevideo, Uruguay.Febrero 2009

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