Dossier Primarias

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Primarias sí, pero no sólo Dossier 1

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Dossier 1: 'Primarias sí, pero no sólo'

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Primarias sí, pero no sólo

Dossier 1

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Índice

Pág 3. Presentación

Argelia Queralt, Directora editorial de Agenda Pública

Pág 4. Lo que deberías saber sobre las primarias para elegir líder de

partido

Juan Rodríguez Teruel

Pág 7. El regreso de las primarias: ¿brotes verdes en la política

española?

Oscar Barberá y Vicent Herrero

Pág 10. ¿Qué piensan los votantes de las primarias?

Diego Muro

Pág 14. El 73% de los militantes del PSOE quieren elegir directamente

a su Secretario General

Juan Rodríguez Teruel, Montserrat Baras y Patricia Correa

Pág 15. Los militantes sin cargos están más a favor de la elección

directa del líder del partido

Astrid Barrio, Oscar Barberá y Juan Rodríguez Teruel

Pág 16. ¿Primarias en el PSOE? Sí, pero no sólo

Juan Rodríguez Teruel

Pág 20. ¿Las elecciones primarias favorecen a las mujeres?

Oscar Barberá

Pág 22. ¿Primarias? Según y cómo

Alfredo Retortillo

Pág 25. Primarias: ¿ciudadanía o militancia?

Conversación entre Miguel Pérez Moneo, Oscar Barberá, Astrid Barrio, José

Antonio Gómez Yáñez, Juan Rodríguez Teruel, Marc López, y Jaume Collboni

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Presentación

Hemos querido aprovechar que el primer partido de la oposición ha decidido consultar a sus

afiliados para elegir a su líder para presentar nuestro primer dossier con los artículos que, hasta

ahora, hemos publicado sobre las primarias.

La proliferación del uso de las primarias abiertas, cerradas, parciales, combinadas y demás

versiones suele apuntar una realidad emergente en Europa: la necesidad de los partidos por

abrirse más a la sociedad y detener la pérdida de militantes, dándole mayor voz en las principales

decisiones de la organización. Podría ser el fin de las habitaciones llenas de humo en las que

unos pocos hombres de avanzada edad (auto)decidían la selección de candidatos en su favor.

Parece que iniciamos una nueva etapa de cambio, aun pequeño, del panorama político en

España, en el que los partidos pretenden ser más permeables.

En este dossier hemos incluido 8 artículos y una conversación entre expertos. Hemos podido

acceder a datos del estudio de los miembros de los congresos de los partidos así como de

encuestas a personas que han asistido a votar en unas elecciones primarias. Esta es una buena

muestra del resultado de conectar el conocimiento que generan investigadores, analistas y

profesionales de las ciencias sociales con la actualidad política, económica y social de nuestro

país.

De la lectura de este dossier podemos avanzar como mínimo una conclusión: a pesar de los

riesgos que pueden generar, las primarias han llegado para quedarse. El lector tiene ante sí un

primer documento construido a partir de artículos de los colaboradores de Agenda Pública, que,

de buen seguro, será acompañado en un futuro próximo por otros en los que seguiremos

profundizando en este instrumento para una nueva política en España.

Argelia Queralt

Directora editorial de Agenda Pública

Profa. Derecho Constitucional, Universidad de Barcelona

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Lo que deberías saber sobre las primarias para elegir líder de

partido Por Juan Rodríguez Teruel

1: ¿A qué nos referimos cuando hablamos de ‘primarias’? Técnicamente, el término se ha

importado del léxico político norteamericano, donde se utiliza para designar las elecciones

previas o ‘primarias’ donde las bases de los partidos nominan a sus candidatos, antes de que

estos compitan con el resto de partidos en las elecciones generales. La proliferación del método

en Europa ha popularizado el uso del término ‘primarias’, de tal modo que hoy se utiliza incluso

académicamente para referirse a cualquier elección de candidatos o cargos internos de partido

en la que participe el conjunto de afiliados o, incluso, de votantes no inscritos.

2: ¿Todas las primarias funcionan de la misma manera? No, bajo el paraguas de las ‘primarias’

hay mucha diversidad, según los criterios de organización empleados. Según quién vota, pueden

ser cerradas (solo afiliados) o abiertas (cualquier ciudadano), aunque en este último caso la

forma de construir el ‘censo’ de votantes puede determinar el grado de obertura y limpieza de

la elección. Se consideran igualmente primarias las que poseen ‘selectorados’ mixtos, donde la

voz de las bases se combina con la de otros órganos (diputados, los delegados de un congreso,

etc.) según porcentajes diversos para cada cuerpo electoral. También varía según la fórmula

electoral: se puede aplicar la fórmula de mayoría simple (como en la elección de hoy), a doble

vuelta (como en las primarias socialistas recientes en Barcelona o las del PS francés) o mediante

voto alternativo o sistemas parecidos (donde un elector puede votar a diversos candidatos

según orden de preferencia: es más barato que la doble vuelta y más equitativo que la mayoría

simple). Otros aspectos organizativos del proceso no son menores: cómo se financian, cómo se

avalan los candidatos, cómo se ejerce el voto…

3: ¿Son las primarias algo excepcional? Hace años eran vistas como una peculiaridad

estadounidense. Sin embargo, desde hace un par de décadas se trata de un mecanismo de

elección que se extiende entre partidos europeos de color diverso, tanto para elegir candidatos

electorales como para cargos internos. Un reciente estudio basado en los principales partidos

de Europa occidental, contabiliza actualmente 21 partidos cuyos estatutos establecen la

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elección de su líder nacional mediante primarias abiertas o cerradas. España (como Alemania)

ha sido considerada hasta hace bien poco una excepción en este panorama de difusión general

de las primarias en Europa. El caso fallido de las primarias Borrell/Almunia de 1998 se convirtió

en una suerte de vacuna para otros partidos y para el propio PSOE. Pero en los últimos años las

primarias han experimentado un renovado interés, debido a la llegada de nuevos partidos que

las utilizan de forma generalizada (como UPyD) y al recurso que hacen muchos partidos con

problemas electorales, como el propio PSOE e IU. A pesar de los riesgos que pueden generar, no

lo duden: las primarias han llegado para quedarse.

4: ¿Por qué se introducen primarias en partidos que no las utilizaban? Hay tres grandes

explicaciones: un cambio cultural en los valores individuales, que da más importancia a la voz de

las bases frente a los líderes o delegados y entienden la democracia como participación directa

de los individuos; derrotas electorales o pérdida sostenida de votantes en grandes partidos, que

tratan de superar mediante la obertura de las decisiones a las bases; y luchas internas por el

liderazgo, donde algunos aspirantes pueden tratar de promocionar las primarias para debilitar

a los aparatos (o al contrario, donde los líderes del partido pueden imponer primarias

paradójicamente como estrategia para evitar el ascenso de nuevos líderes).

5: ¿Las primarias permiten elegir líderes de perfil diferente? No necesariamente. Los datos

recogidos en las estudios más recientes nos dicen más bien lo contrario. La elección directa de

los líderes y candidatos no mejora sustancialmente las opciones para candidatos más

heterodoxos o alejados de la media popular. No obstante, hay más porcentaje de mujeres

liderando partidos con voto directo de las bases que cuando ello depende de órganos más

reducidos. Por el contrario, cuando se trata de elegir candidatas, las mujeres tienen más

opciones si son cooptadas por comités internos de elección que si ello depende del voto popular

de las bases.

6: ¿Aumentan las primarias la participación? Está claro que hay mucha más gente eligiendo un

líder del partido mediante primarias que cuando el voto depende de unos centenares de

delegados. No obstante, la participación en las primarias está sujeta a diversos factores que la

hacen oscilar, como sucede en cualquier elección general: el interés de la elección, el estado del

partido, las expectativas de victoria, etc. Esto puede dar lugar a situaciones paradójicas: en las

primarias abiertas del PSC en Barcelona (abril de este año) fue a votar a los candidatos el doble

de individuos de los militantes inscritos en el partidos, y 60 veces más votantes que si el

candidato hubiera sido elegido solo por los delegados de la asamblea local. Pero las expectativas,

infundadas, hicieron que los resultados fueran considerados de baja participación. Por otro lado,

las primarias suscitan un problema ‘nuevo’ para los partidos que las promueven: la calidad de la

participación, que puede verse afectada por fenómenos diversos (clientelismo, estrategias

entristas de electores de otros partidos, miembros fugaces que se dan de alta solo para votar y

luego se dan de baja, etc.).

7: ¿Las primarias hacen la selección más competitiva que un congreso? Solo hasta cierto punto.

Las primarias atraen más candidatos pero no hacen elecciones más ajustadas. Cuando los

partidos eligen a sus líderes internos, las primarias hacen más difícil las ‘coronaciones’, cuando

solo se presenta un candidato. Lógicamente, la elección directa estimula que se presenten

candidatos que, en cuerpos electorales más cerrados, no tendrían ninguna opción de hacerlo.

Sin embargo, eso no significa elecciones más ajustadas. Cuando hay más de un candidato, los

resultados ajustados (menos de 10 puntos de diferencia entre el primero y el segundo) son

mucho más comunes si lo eligen los delegados de un congreso o los propios diputados (22,6% y

34%) que si la elección se basa en primarias (18%).

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8: ¿Las primarias debilitan a los partidos? Suele repetirse, partiendo de supuestos teóricos, que

las primarias alimentan el faccionalismo y la división interna. Sin embargo, la realidad nos dice

lo contrario, o casi: las primarias no conducen a más escisiones, al menos de las que podrían

haberse dado sin ellas. Por el contrario, y aunque es difícil medirlo con datos comparados, la

elección directa inviste al ganador de una legitimidad añadida, que le hace más indiscutible ante

sus oponentes. Algunos estudios señalan que la gestión posterior de los candidatos ganadores

es determinante para garantizar la cohesión del partido: si el ganador se lo queda todo, no deja

más opciones a los derrotados que marcharse a su casa. O a otro partido. También es cierto que

cuando la división interna ha superado un umbral determinado, ni las primarias impiden la

ruptura.

9: ¿La primarias permiten recuperar la confianza en los partidos? No hay datos concluyentes.

En una encuesta propia a los votantes de las primarias del PSC en Barcelona, la gran mayoría de

votantes ajenos al partido reconocían que no pensaban, de ningún modo, afiliarse al partido

debido a las primarias. Datos similares de estudios italianos refirman esa idea. La situación, en

realidad, refleja una actitud paradójica de los ciudadanos: existe una mayoría de militantes y de

ciudadanos no inscritos en partidos a favor de las primarias. Pero esos mismos ciudadanos no

inscritos no mejorarán su visión del partido por el mero hecho de haber realizado unas primarias

10: Así que, ¿las primarias mejoran las expectativas electorales? Muchos partidos pueden

recurrir a las primarias como forma de recuperar la confianza en el electorado, de renovar la

política, de revertir una tendencia decadente… Apenas hay estudios que nos digan si esto luego

sucede o no. Un trabajo reciente de Luis Ramiro sugiere que en aquellos municipios donde el

PSOE optó por elegir sus candidatos en primarias, sus resultados tendieron a ser mejores. No

queda claro si la mejora fue producto de las primarias, o bien al revés: una expectativas de

victoria dieron la confianza necesaria al partido local para abrir la elección a las bases. No

obstante, otros autores señalan que el impacto electoral positivo de las primarias puede darse

como producto de la novedad. En cambio, a medida que los partidos tienden a acostumbrarse

a celebrar primarias, la influencia de estas sobre los resultados electorales se debilita.

Todos estos interrogantes suscitan el escepticismo ante el valor del uso de las primarias. Decía

Felipe González que “las primarias son una impostación de la democracia directa por un fallo de

la democracia representativa” que simbolizan los congresos de los partidos. Otros verán en las

primarias un instrumento para mejorar la democracia deliberativa en la vida de los partidos. Los

diagnósticos de Andrés Ortega, Politikon o +Democracia apuestan por ellas, con cierta fe, como

método para mejorar la selección de las elites en España. Los estudios académicos más recientes

nos recuerdan los desafíos que estas implican para los partidos tal como los hemos conocido. El

debate está abierto. Y con la elección de hoy, el PSOE lo eleva a un nuevo registro.

El regreso de las primarias: ¿brotes verdes en la política española? Por Oscar Barberà y Vicent Herrero

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El contexto de profunda crisis social, económica e institucional que vivimos desde hace más de

un lustro en España ha alentado frecuentes acusaciones sobre la falta de transparencia y

corrupción en los partidos políticos, la formación de una casta política o, por extensión, la falta

de receptividad de los partidos políticos a las peticiones de la ciudadanía. Todas estas críticas

constituyen serios motivos de preocupación porque lo que sugieren es que los mecanismos

básicos de representación que deberían regir las relaciones entre los ciudadanos y los políticos

(transparencia, rendición periódica de cuentas, responsividad, etc.) están fallando. Aunque

podría esgrimirse que la desconfianza de los españoles con los partidos tiene un origen casi

atávico, que la crisis económica amplifica las críticas o que los ciudadanos han cambiado sus

valores, sin duda algunas de sus actuaciones más recientes no han ayudado a mejorarla. El

incesante goteo de casos de corrupción o algunos sonados incumplimientos electorales son

buena muestra de ello.

De modo más genérico, un diagnóstico común a otras sociedades occidentales viene a sostener,

no sin cierta razón, que los partidos han adquirido una posición institucional demasiado

privilegiada que les hace un tanto autistas respecto a la sociedad civil. Esta tesis también parece

aplicable al caso español: desde la transición política los partidos gozan de una notable

sobreprotección jurídica y económica sin que afronten controles o contrapartidas muy

exigentes. Por otro lado, los principales partidos españoles han otorgado a sus líderes poderes

muy amplios en términos de selección de candidatos, líderes regionales, elaboración de

programas, dirección de las campañas, etc. Esta concentración de poderes ha funcionado

razonablemente bien para garantizar la unidad y disciplina internas (requisito sine qua non del

éxito electoral), pero también ha contribuido a una muy pobre transparencia y rendición de

cuentas. Aunque es posible que estos no sean los únicos o principales elementos que sirven para

explicar las razones directas de la desconfianza de los ciudadanos con los políticos, sin duda son

un factor clave para entender su funcionamiento y las dificultades de su reforma.

En este contexto de censura generalizada a los partidos políticos debe constatarse que estos no

son tan impermeables a las críticas como podría parecer a primera vista. Muchos de ellos están

tratando de utilizar tanto las nuevas tecnologías como las redes sociales para mejorar los

mecanismos de participación y rendición de cuentas. Aunque con limitaciones, los cambios

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legislativos han permitido un mayor acceso de las mujeres a cargos políticos. La lista podría ser

más extensa. Sin embargo, a nuestro juicio, las primarias constituyen uno de los mejores

ejemplos del esfuerzo que algunos partidos están haciendo para adaptarse a las peticiones de

una mayor apertura y regeneración democrática.

Introducidas en España a finales de la década de los 1990, durante años su uso se ha limitado a

experimentos locales y regionales. Su recuperación estos últimos meses por parte de algunos

partidos las ha incorporado de nuevo a la agenda política: En la Comunidad Valenciana la

coalición Compromís las ha utilizado para elegir a sus candidatos al Parlamento Europeo y

el PSPV ha hecho lo propio con su candidato a la Generalitat Valenciana. En Cataluña

el PSC, ICV y Ciutadans las han organizado para seleccionar a sus cabezas de lista para Europa.

Además, el PSC también ha elegido con primarias abiertas a su cabeza de lista para las próximas

elecciones al ayuntamiento de Barcelona. UPyD también eligió a su cabeza de lista europeo con

este sistema. Hasta el momento la izquierda o nuevos partidos como UPyD y C’s han sido más

permeables a este tipo de innovaciones. La experiencia comparada nos muestra, sin embargo,

que estas pueden extenderse por todo el arco ideológico.

Es dudoso que por sí mismas las primarias puedan ser la

pócima mágica que cure la confianza perdida en los partidos

¿El regreso de las primarias constituyen los primeros brotes verdes de un ciclo de regeneración

de la política española? Obviamente, la respuesta a esta pregunta depende de la concepción

normativa de la democracia que uno tenga. Como señalábamos, es dudoso que por sí mismas

las primarias puedan ser la pócima mágica que cure la confianza perdida en los partidos.

Además, las primarias (especialmente las abiertas) también implican cierto desafío, no

necesariamente a mejor, en la forma en que tradicionalmente se ha establecido la mediación

entre el partido y los ciudadanos. Por otro lado, cambiar el selectorado sí tiene potenciales

efectos en los mecanismos de rendición de cuentas y de poder interno. Para los futuros

candidatos, no es lo mismo que quien seleccione la composición de la lista electoral sea una sola

persona o 10.000. Para los encargados de mantener la disciplina y unidad interna, tampoco.

Corresponde a los partidos decidir hasta donde tienen que llegar en estos aspectos. A nuestro

juicio, la buena noticia es que se estén empezado a producir. ¿Qué balance puede hacerse de lo

sucedido en los últimos meses?

De entrada, ninguna de las elecciones primarias celebradas parece haber servido para

cuestionar el poder del aparato del partido. Los candidatos que más o menos explícitamente

tenían el apoyo del aparato han resultado vencedores. Como señalábamos en un post anterior,

las primarias han vuelto a confirmar que no resultan especialmente favorables a la llegada de

las mujeres a la primera fila de la política: en ninguno de los partidos que ha celebrado primarias

ha ganado una mujer y la única que es cabeza de lista no ha sido elegida en primarias. Por otro

lado, la primera vuelta de las primarias abiertas del PSC en la ciudad de Barcelona ha generado

notable polémica debido las estrategias de captación del voto utilizadas por algún candidato…

algo que la experiencia comparada enseña que suele ser más habitual de lo que creemos.

La conferencia política del PSOE del pasado otoño introdujo dos novedades muy importantes en

su organización: permitir las primarias abiertas y rebajar los criterios de elegibilidad de los

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futuros cabezas de lista. El primero permite que puedan intervenir en el proceso los

simpatizantes y votantes. El segundo facilita la celebración efectiva de las primarias al rebajar

los requisitos para ser cabeza de lista. Ambos cambios han asegurado un éxito de participación

en las primarias del PSPV. En el PSC se ha abierto la participación a menores de 16 años y

residentes no comunitarios, pero la participación ha sido muy baja (¡especialmente la de los

militantes!). Lo que es indudable es que en los dos partidos la competición pública por el puesto

parece quedar más garantizada, cosa que antes no siempre sucedió.

Después de algunos años aplicando primarias, la competición también parece haber llegado de

nuevo a ICV y Ciutadans, aspecto del que sin duda conviene congratularse. En UPyD la

competición es algo habitual porque este partido no demanda avales a los potenciales cabezas

de lista. Sin embargo, las cifras de participación de estos tres partidos han sido muy bajas,

seguramente por su baja exposición a los medios generalistas.

Junto a los socialistas, la innovación política más relevante de estas pasadas elecciones primarias

es la de Compromís. Para aquellos menos familiarizados con la política valenciana recordar que

Compromís es una alianza política formada inicialmente como coalición de tres partidos políticos

aunque en la actualidad ya permite la afiliación directa. Actualmente tiene representación tanto

en las Cortes Valencianas como en el Congreso de los Diputados. También en este caso, el

proceso se ha abierto a menores de 16 años y comunitarios no residentes y se han establecido

unos criterios de elegibilidad bastante bajos (3% de los afiliados). Esto ha garantizado la

competición interna. Lamentablemente las cifras de participación no han sido muy

espectaculares. Sí es destacable, sin embargo, que la participación online haya sido mayor que

la presencial. Pero lo interesante y novedoso de este caso es que la coalición ha ideado un

mecanismo para confeccionar mediante primarias no sólo la elección del cabeza de lista, sino

de ésta en su totalidad. Este sistema ha sido aceptado por parte de todos los integrantes de la

coalición gracias al establecimiento de un sistema de votación ponderado (1/n, donde n es la

posición del candidato en lista ordenada por cada votante). La principal ventaja de este método

es que garantiza cierta representación a los partidos minoritarios suficientemente organizados.

Obviamente, tanto el sistema de votación como el establecimiento adicional de cuotas fue uno

de los puntos que más discrepancias suscitaron durante la elaboración del reglamento de

primarias entre los partidos de la coalición. Que Compromís haya sido capaz de arbitrar una

fórmula de este tipo con éxito abre el camino para que otras coaliciones puedan incorporarla en

el futuro.

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¿Qué piensan los votantes de las primarias? Por Diego Muro

Como principales protagonistas del juego democrático, los partidos políticos han sido receptores

de buenas dosis de crítica, análisis y propuestas de renovación. De entre las múltiples propuestas

regeneracionistas (en palabras de Ignacio Sánchez-Cuenca) cabe destacar las elecciones

primarias como un método novedoso para vertebrar las aspiraciones ciudadanas. La celebración

de primarias serviría un doble propósito: que los votantes escojan directamente al candidato/a

de un partido a una elección pública posterior, pero también para recuperar la fe ciudadana en

la democracia representativa.

¿Pero sabemos realmente para qué sirven las primarias? ¿Qué piensan los votantes de este

ejercicio? ¿Sirven para regenerar la democracia? Aunque las razones por las que los partidos

políticos convocan primarias son muchas y variadas, éstas son esencialmente un mecanismo que

introduce la competencia en la elección de futuros candidatos. Su uso en países como EEUU,

Francia, Italia o el Reino Unido ha llevado a muchos partidos a recurrir a este método de

recambio de élites políticas con la esperanza de reconectar sus organizaciones con la sociedad.

En España este método de competición interna ha sido utilizado por partidos autodenominados

progresistas como Compromís, ERC, ICV, UPyD y PSOE.

Este post se basa en los datos de 500 encuestas realizadas a votantes de las primarias abiertas

del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) para escoger al candidato a la alcaldía de Barcelona

y que se centraron en tres preguntas clave: (1) ¿Son las primarias un ejercicio de transparencia?;

(2) ¿Es cierto que los partidos pierden el control del proceso?; y (3) ¿Son instrumentos capaces

de atraer nuevos votantes?

Gráfico 1: Las primarias como ejercicio de transparencia

En cuanto a la primera cuestión – las primarias como ejercicio de transparencia – el Gráfico 1

muestra la distribución de respuestas a la pregunta: ‘¿Cree que las primarias ayudan a que los

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partidos políticos sean más transparentes?’ Las cifras son elocuentes puesto que más de un 90%

de los encuestados responden positivamente al potencial de las primarias para eliminar la

opacidad en la toma de decisiones y desterrar las posibles corruptelas que caracterizan los

mecanismos de selección interna. Esta cifra es más que previsible dado que los encuestados son

individuos que participaron en las primarias del PSC los días 29 de marzo y 5 de abril. Cabe decir

que este parecer favorable al potencial democratizador de las primarias no representa la opinión

del ciudadano medio que no acudió al colegio electoral y que, por tanto, no llegó a formar parte

del muestreo en dos etapas.

Los electores valoran muy positivamente este método de

recambio de élites políticas

La segunda cuestión en torno a la posible falta de control del proceso por parte de los aparatos

de los partidos depende del perfil del votante y también de si éste sigue las consignas del

aparato. En este punto cabe señalar que las primarias del PSC parecen diseñadas con el ánimo

de abrir el partido y favorecer la participación a la vez que mantener el control del aparato. Por

una parte, las primarias del PSC fueron abiertas y a doble vuelta: esto significa que cualquier

persona mayor de 16 años y residente en Barcelona podía ejercer como votante. La participación

en las dos vueltas fue exigua (7.463 y 5.524, respectivamente), especialmente si se tiene en

cuenta que la ciudad de Barcelona cuenta con millón y medio de empadronados y el PSC

disponía de un censo de 21.000 militantes, simpatizantes y ciudadanos registrados para votar.

Las primarias solo consiguieron movilizar 13.000 votos, una cifra decepcionante para un partido

que gobernó el ayuntamiento de la ciudad durante 32 años. Además, los votantes debían abonar

1 euro y suscribir los principios ideológicos del PSC, unos requisitos que pretendían disuadir al

votante frívolo y al infiltrado. Y así fue, ya que la mayoría de los participantes en las primarias

habían votado al PSC en anteriores elecciones.

El Gráfico 2 muestra la distribución de respuestas a la siguiente afirmación: ‘Las primarias son

un instrumento peligroso porque el partido puede perder el control’. Los electores que estaban

‘en desacuerdo’ o ‘muy en desacuerdo’ con este enunciado constituyen un 72% de los

encuestados, mientras que sólo el 13% creía que las primarias podían representar un problema

de autoridad para los apparatchiks. Finalmente los votos desmintieron los miedos a un resultado

sorpresa y confirmaron las buenas expectativas del candidato oficialista, Jaume Collboni, quien

resultó ganador en las dos vueltas. Todo parece indicar que aún hoy, en la era de internet y las

redes sociales, contar con el apoyo del aparato del partido sigue siendo un factor decisivo para

los futuros líderes políticos.

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Gráfico 2: Las primarias y la pérdida de control

Finalmente, el gráfico 3 muestra que las primarias del PSC lograron atraer a pocos votantes no-

socialistas. La distribución de respuestas a la pregunta ‘¿A qué partido votó en las últimas

elecciones municipales de Barcelona?’ indica que el 76% de los encuestados dieron su voto al

PSC en los comicios municipales de 2011. Un porcentaje muy reducido de votantes (14%)

votaron a otros partidos, confirmándose así la sospecha que las primarias sólo movilizaron a

un pequeño número de votantes no socialistas. En este sentido, y en contra de las primeras

interpretaciones, la capacidad de ampliar la base electoral sería limitada mientras que la

capacidad para movilizar (y censar) al votante fiel sería muy notable. Dicho de otra manera, los

primarias vendrían a ser un instrumento para que el partido reconecte con su base electoral.

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Gráfico 3: Las primarias y la captación de nuevos votantes

Las primarias no van a solucionar la grave crisis política de nuestro país -tal y como apuntaba

Ignacio Jurado en un post reciente- pero pueden jugar un papel clave en hacer más diáfana la

toma de decisiones y fortalecer la identificación de los ciudadanos con sus representantes.

Aunque no muy exitoso, las primarias del PSC fueron un experimento para escoger líderes en

un ambiente competitivo del cual pueden aprender otras formaciones interesadas en reformar

la política y acercarse a la ciudadanía. Fuera de alguna irregularidad -como el caso de los

paquistaníes del distrito centro a los que se les entregó sobres con papeleta y euro incluido-, el

principal problema de las primarias fue la escasa participación, un claro indicador de las horas

bajas por las que pasan los socialdemócratas en Cataluña.

En resumen, los datos aquí presentados sugieren que las primarias aumentan la confianza en

los partidos políticos, no suponen la pérdida de control del proceso por parte del aparato y

consiguen movilizar a simpatizantes y votantes leales. Además, el caso del PSC sugiere que el

intento de abrirse a la sociedad no genera un gran coste para los partidos puesto que no se

detectaron intentos de descarrilar el proceso por parte de votantes infiltrados. De este modo,

las organizaciones en crisis que necesiten reconectar con su base electoral tienen buenos

incentivos para utilizar este método competitivo de elección de líderes. El electorado

encuestado también fue claramente receptivo a las primarias abiertas a doble vuelta y se

movilizó para decidir quién iba a ser el candidato del PSC a la alcaldía de Barcelona. Si

consideramos seriamente la opinión favorable de los encuestados cabe pensar que las

primarias han llegado al panorama político español para quedarse.

Nota metodológica: Universo: Ciudadanos y ciudadanas que ejercieron su derecho a voto (mayores de 16 años

empadronados en Barcelona)

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El 73% de los militantes del PSOE quieren elegir directamente a su

Secretario General Por Juan Rodríguez Teruel , Montserrat Baras y Patricia Correa

La decisión de Alfredo Pérez Rubalcaba de convocar un Congreso Extraordinario del PSOE, como

forma de asumir la responsabilidad de los malos resultados en las elecciones europeas, ha

reabierto el debate en este partido sobre si también debe abrirse la elección del líder del partido

al voto de todos los afiliados. Los datos revelan que el 73,6% de los delegados encuestados del

PSOE e, incluso, el 96,7% del PSC así los desean.

Sin duda, la opinión de los militantes de los partidos españoles es abrumadoramente favorable

a que los jefes de los partidos, y no solo los candidatos, sean escogidos por el conjunto de los

militantes. Como muestra el gráfico, basado en datos propios de encuestas realizadas por el

GREP, la mayoría de asistentes a los congresos de varios partidos españoles encuestados en el

período 2010-12 se manifestaron totalmente o bastante de acuerdo con la afirmación “el líder

del partido y los candidatos deberían ser elegidos directamente por los afiliados”.

La elección directa de cargos o ‘primarias’ (según la terminología que se ha consolidado entre

académicos y partidos) significa una mayor implicación de las bases del partido en las decisiones

clave. Para muchos, constituyen lisa y llanamente más democracia interna en los partidos. Se

trata de extender la ‘voz’ en las decisiones clave a todos los miembros que, a pesar de todo, hoy

siguen pensando que una buena manera de contribuir a la democracia es participando en un

partido político. ¿Por cuánto tiempo podrán resistirse los partidos a esta tendencia?

Nota metodológica: Los datos provienen de la base ‘delegate4’, que agrega las respuestas de

delegados de congreso de diferentes partidos para el ciclo 2008-2013 por el Grupo de

Investigación sobre Elites y Partidos Políticos. Los datos del gráfico fueron obtenidos de

encuestas realizadas en los siguientes congresos: PRC (n=437), PSC 2011 (n=282), ERC 2011

(n=664), PSOE 2012 (n=221), BNG 2012 (n=1493) y UDC 2013 (n=113). Los aspectos sobre el

método de la encuesta se encuentran comentados aquí.

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Los militantes sin cargos están más a favor de la elección directa

del líder del partido Por Astrid Barrio, Oscar Barberá y Juan Rodríguez Teruel

El rotundo apoyo de los militantes sin cargos a la elección directa del líder del partido encuentra

más reticencias entre las direcciones de los partidos. En este gráfico, por ejemplo, se muestra

cómo los delegados con cargos (en la organización o en instituciones públicas) están menos de

acuerdo en utilizar primarias para elegir a los dirigentes.

No es de extrañar: en un trabajo en proceso hemos demostrado que las demandas para abrir

las decisiones de los partidos al conjunto de la militancia son más intensas entre aquellos

individuos con menos cargos, que tienen menos deseos de subir en el partido, que dedican

menos horas a la organización, que son más críticos con los dirigentes y que tienen más

discrepancias con la línea ideológica oficial. En definitiva, los menos influyentes y con menos

expectativas de influir.

La consecuencia es que durante más de 30 años los partidos españoles, con escasas excepciones,

han mantenido la misma forma de escoger a sus líderes mediante congresos. Pero mientras

crecía la base afiliada a los partidos, el tamaño de los congresos ha permanecido estable.

Resultado: un delegado de congreso representa la voz de cada vez más afiliados, reduciendo su

representatividad.

¿Seguirán los partidos españoles la senda de otros partidos occidentales, hacia una ampliación

de la base que elige a sus líderes? Al igual que muchos otros partidos en otras democracias

occidentales anteriormente, los líderes y militantes del PSOE se enfrentan al problema de cuál

es la mejor forma de elegir a su principal dirigente. En realidad, el dilema no es si las primarias

de candidato deben ir antes o después del Congreso. Se trata de quién debe escoger a esta o

este y con qué inclusividad. Un Secretario General elegido por una base mayor que los delegados

puede resolver el interrogante sobre si también el candidato a las generales tiene que someterse

a unas primarias.

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¿Primarias en el PSOE? Sí, pero no sólo Por Juan Rodríguez Teruel

Los recientes acontecimientos han vuelto a reabrir el debate interno en el principal partido de

la oposición sobre su orientación estratégica y, particularmente, sobre los mecanismos internos

para decidirla. Esto ha devuelto a la mesa pública la consideración sobre la conveniencia de

concretar el calendario para unas elecciones ‘primarias’ que elijan el próximo candidato del

PSOE a la presidencia del gobierno.

Desde la salida de Felipe González, la renovación del liderazgo del PSOE ha puesto a prueba la

capacidad del partido para realizar una sucesión controlada, integradora y, al mismo tiempo,

abierta y aceptada por sus bases sociales. Las primarias de 1998 significaron un especie de

vacuna anti-primarias para las elites del partido, una prevención más propiciada por la mala

gestión que el partido hizo de aquel resultado que por la propia experiencia en sí. La victoria de

Zapatero en el congreso de julio de 2000 pareció demostrar la eficacia de la elección

representativa frente a la elección directa de todos los miembros. Ciertamente, resultó un

proceso competitivo y renovador. Tanto como la elección de Rubalcaba en el reciente congreso

de febrero de 2012.

Y, sin embargo, se extiende la sensación de que este sistema hoy es menos satisfactorio y

aceptado por la ciudadanía progresista. No ha ayudado nada cómo los socialistas han ido

cerrando en falso la designación del primer candidato en las últimas convocatorias (elecciones

generales de 2011 y autonómicas de 2012 en Galicia y Cataluña). Más bien estas experiencias

han alimentado las dudas sobre la viabilidad de verdaderas primarias en manos de elites que no

creen en él. ¿Son las primarias la solución a los problemas del PSOE?

Al plantear primarias en los partidos suele suceder igual que cuando proponemos una reforma

electoral: pensamos en la próxima elección concreta y en los candidatos que se verán

beneficiados o perjudicados por ello. Según nos convenga o no la predicción de ese cálculo, así

nos posicionaremos en el debate. Y con ello perdemos de vista el verdadero papel y la

contribución que pueda aportar el instrumento. Por ello, la discusión sobre las primarias debe

realizarse, si es posible, más allá de su valor instrumental inmediato para resolver la batalla

particular entre dos candidatos o dos facciones del partido. En el fondo de ese debate, se está

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planteando hasta qué punto los partidos deben cambiar y en qué dirección debe orientarse el

cambio.

Con las primarias nos encontramos ante uno de los varios posibles mecanismos que los partidos

europeos han utilizado en las últimas décadas para elegir las principales figuras de los partidos.

Quizá los ejemplos que puedan resultar más conocidos son los precedentes más cercanos: la

elección de Ségolène Royal en noviembre de 2006, la del italiano Walter Veltroni en junio de

2007 o la de François Hollande en octubre de 2011. La experiencia francesa parece haber

despertado muchas conciencias entre la izquierda española, aunque esto en realidad lleva a un

equívoco: las primarias no son una mera importación americana realizada por franceses o

italianos, ni resultan algo novedoso, desconocido u original. En realidad, este mecanismo lleva

años difundiéndose entre partidos de todo color ideológico y de toda la geografía europea. Las

primarias es el futuro que nos viene y que en otros países acumula ya un número de experiencias

suficientemente relevante para que podamos extraer lecciones, plantear argumentos y derribar

mitos.

Cabe hacer una segunda precisión, en este caso sobre el objeto. ¿Primarias para elegir qué? En

un primer momento, el método de elección directa se utilizó para seleccionar candidatos. Pocos

han reparado en el hecho de que todo proceso electoral (general, autonómico o municipal) suele

comenzar mucho antes del día oficial de la elección. Nuestros representantes empiezan a ser

elegidos el día en que son seleccionados por los partidos. Desde esta perspectiva, tiene todo el

sentido democrático dejar la decisión en el mayor número de ‘selectores’ posible: los afiliados,

los simpatizantes o, los electores en general.

Sin embargo, en la última década el método de elección directa se ha ampliado a los principales

cargos orgánicos de los partidos. No sin resistencias por parte de los aparatos. Con razón: en

nuestros partidos europeos, el control real del poder recae sobre los cargos orgánicos. En caso

de ensayo, los partidos prefieren comenzar aplicando el método a zonas menos críticas: los

candidatos. Al fin y al cabo, un candidato alternativo, ajeno al círculo dirigente del partido,

deberá negociar con éste el uso de los recursos para su campaña. Las genuinas ‘oficinas de los

candidatos’ sí que son todavía un hecho intrínsecamente americano, nada europeo.

La proliferación del uso de primarias de todo tipo responde

a la necesidad de los partidos de abrirse más a la sociedad

El verdadero sentido del debate entorno a las primarias estriba en su finalidad. Primarias, ¿para

qué? ¿En qué mejoran las primarias la elección realizada por delegados en un congreso? ¿Ganar

visibilidad para los candidatos y líderes desde el primer momento? ¿Reforzar los partidos

reforzando al conjunto de sus afiliados y simpatizantes? ¿Ampliar la transparencia y la eficacia

en la selección de los dirigentes y cargos públicos? ¿Hacer más permeable la relación entre

partidos y sociedad? ¿Reforzar incluso la idea de Europa?

La proliferación del uso de las primarias abiertas, cerradas, parciales, combinadas y demás

versiones suele apuntar una realidad emergente en Europa: la necesidad de los partidos por

abrirse más a la sociedad y detener la pérdida de militantes, dándoles mayor voz en las

principales decisiones de la organización. Con ese objetivo, a menudo la adopción del

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mecanismo de elección directa de líderes y candidatos tiene sentido en el marco de cambios

internos para favorecer el rendimiento de cuentas, la transparencia, la competición y la

participación política. Estos cambios no sólo afectan, por tanto, a la elección de cargos sino

también al diseño y aprobación de los programas de los partidos, su cumplimiento en caso de

acceder al gobierno, el control de los representantes del partido en las instituciones, la

transparencia de la financiación o incluso al papel de los partidos en las relaciones entre Estado

y sociedad. En consecuencia, el debate no debería simplificarse entorno a la disyuntiva sobre

primarias sí o no. En el fondo, no sólo estamos hablando de qué partidos queremos sino de a

qué democracia aspiramos.

La experiencia nos dice aquí que existe una línea divisoria que distingue aquellos partidos que

recurren a las primarias como último recurso, improvisadamente y casi forzados por unas malas

expectativas que las propias primarias no pueden conjurar, de aquellos otros que apuestan

genuinamente por la elección directa de cargos y candidatos en el marco de progresivas

reformas en las reglas de juego internas. En estos últimos casos, las primarias son el signo de un

verdadero cambio en los partidos. Otra cosa bien distinta es la recompensa por estos cambios:

el éxito electoral viene cuando viene, que no es a menudo. Y los efectos internos no tienen por

qué conllevar tampoco una transformación abrupta del círculo dirigente de los partidos. A veces

incluso sucede lo contrario.

En este contexto de proliferación de las primarias, llama la atención las enormes resistencias al

cambio que manifiestan la mayoría de partidos españoles, con contadas y a veces discutibles

excepciones. Los relativamente pocos casos de elecciones primarias que se han

dado(principalmente en el nivel autonómico y local) suelen ser producto de la incapacidad de la

organización por impedirlas. Muchos son los partidos que las convocan, pero muchos menos los

que suelen acabar celebrándolas competitivamente. Una vez más, el efecto de la Transición: las

reglas del juego político en España protegen a las cúpulas de los partidos y desincentivan a

experimentar formas más abiertas de funcionamiento y competición. Tampoco las actitudes de

los propios electores contribuyen a ello, premiando a menudo la disciplina de sus

representantes frente a la manifestación de la pluralidad interna en los partidos.

Si el marco institucional y la cultura política de los españoles no incentivan a los partidos a asumir

riesgos, tampoco deberíamos esperar que los cambios en la elección de líderes y candidatos

vengan ocasionados por una presión creciente y decisiva de sus propios afiliados. Como han

demostrado algunos trabajos recientes, el impulso de la democracia interna suelen reivindicarlo

los sectores menos implicados en la vida de la organización, los más críticos con los líderes y los

que llevan menos tiempo en el partido. Es decir, precisamente aquellos que menos influencia

pueden ejercer sobre las reglas internas. Al contrario, a medida que los miembros dedican más

tiempo a la vida de estas organizaciones, a medida que aumenta su experiencia y disminuye el

potencial de voz crítica (por pragmatismo, por resignación), su talante se vuelve más adaptativo

y menos exigente. Aquellos que no asumen la lealtad interna a los partidos, suelen preferir el

abandono o la desmovilización antes que la reclamación organizada por cambiar el partido

desde dentro.

En la línea de la preocupación por las reformas institucionales que mejoren nuestra democracia,

planteamos abiertamente el debate sobre si debemos resignarnos a que los partidos sigan

resistiéndose a reformar sus normas internas de funcionamiento. La ley de partidos de 2002

sirvió para ilegalizar a Batasuna, pero no tenemos claro que sirva para auspiciar una mejora en

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el funcionamiento de los partidos como actores clave de nuestra democracia. Ni siquiera es

capaz de propiciar que los casos de corrupción en los partidos se penalicen con la misma

contundencia que, por ejemplo, el impago de una hipoteca por parte de una familia modesta.

Dado que los partidos hoy pueden ser considerados entidades de utilidad pública, deberíamos

empezar a considerar si pueden seguir disfrutando de la abundante financiación pública que

obtienen con nuestros impuestos sin que los ciudadanos podamos exigir, a cambio, mayor

transparencia y permeabilidad en su funcionamiento. Ahí radica, a nuestro entender, el

verdadero trasfondo del debate sobre primarias.

Con todo, la debacle electoral del PSOE debería ser un estímulo decisivo para que los socialistas

pierdan el miedo a mayores reformas internas. Al igual que ha sucedido en otros partidos

europeos, la actual situación de crisis le brinda una oportunidad sin precedentes para abrir una

nueva etapa en la vida política española. Las primarias no son de izquierdas, pero hoy la

izquierda española está en disposición de hacer de las primarias una de sus banderas para la

renovación política. Las primarias no significan necesariamente renovación de las elites, pero a

través de las primarias puede resultar más plausible la circulación interna de los dirigentes y la

incorporación de nuevos miembros. Y sobre todo, las primarias no aseguran la victoria electoral

en ningún caso. Pero difícilmente un partido abandonado por sus bases sociales hoy volverá a

recuperar la confianza de los ciudadanos si rechaza dar a sus afiliados y simpatizantes mayor voz

en los asuntos del partido. Y eso significa, sí a las primarias. Pero no sólo.

20

¿Las elecciones primarias favorecen a las mujeres? Por Oscar Barberá

Varios partidos políticos españoles como el PSOE (a varios niveles), Compromís o el PSC han

anunciado en las últimas semanas su intención de celebrar primarias con el fin de elegir a sus

candidatos para el próximo ciclo electoral. Otros partidos como UPyD o ERC e ICV en Cataluña

no lo han anunciado todavía pero también lo harán porque vienen aplicando regularmente este

mecanismo desde principios de siglo.

A mi juicio, lo distintivo de estas convocatorias no es que los partidos se decidan a introducir las

primarias, sino el protagonismo que en muchas de ellas van a jugar las mujeres. Esto es sin duda

un motivo para congratularse porque ello implica una normalización del papel de la mujer en la

política española. Sin embargo, conviene recordar que no será la primera vez que hay mujeres

que a nivel nacional o regional participan y ganan primarias en España. El caso más obvio es el

de Rosa Díez en UPyD, pero según los datos recogidos por el Grupo de Estudios de Elites y

Partidos (GREP) del que formo parte ha habido hasta trece procesos nacionales y, sobre todo,

regionales en los que una mujer ha salido vencedora de unas primarias.

De lo dicho hasta el momento se deriva una pregunta muy relevante y de la que,

lamentablemente, la academia todavía no tiene una respuesta concluyente: ¿las elecciones

primarias favorecen a las mujeres? Los datos del caso Español señalan, especialmente a nivel

regional, que para algunas mujeres las primarias han constituido un revulsivo para su ascenso

político. El fin de las habitaciones llenas de humo en las que unos pocos hombres de avanzada

edad (auto)decidían la selección de candidatos en su favor parece estar empezando a cambiar

el panorama político en España. En la misma dirección apuntan las evidencias procedentes del

caso Belga y, de modo más anecdótico, las victorias de Ségolène Royal en el PS francés, de Tzipi

Livni en el Kadima israelí o de Michelle Bachelet para la Concertación chilena.

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Sin embargo, todavía estamos lejos de poder afirmar fehacientemente que las primarias

beneficien a las mujeres. De hecho, conviene señalar que algunos de los principales estudios

comparados realizados hasta el momento tanto en candidatos como en líderes han llegado más

bien a la conclusión contraria. Pese al carácter fragmentario de los hallazgos, estos indican que

las mujeres lo tienen más difícil que los hombres en las primarias. Esto es especialmente cierto

cuando hablamos de selección de candidatos, aunque algo parecido (salvo crecientes

excepciones) parece suceder si analizamos la selección de los líderes de partido. Aunque el

argumento es tramposo, tampoco debe olvidarse que hasta el momento ninguna primera

ministra de un sistema parlamentario occidental ha sido elegida previamente mediante

primarias.

Una explicación tiene que ver con las pautas culturales de la

política que todavía asignan a la mujer papeles sociales

secundarios

Simplificando un tanto, hasta el momento la literatura académica ha sugerido tres grandes tipos

de explicaciones de porqué las primarias no parecen primar a las mujeres. El primero tiene que

ver con los cálculos y prejuicios de los electores de las primarias. En este sentido podrían

aducirse cálculos conservadores de las bases partidistas que siguen viendo a las mujeres como

apuestas más arriesgadas que los hombres. Sin duda esto está vinculado con las pautas

culturales de la política que todavía hoy tienden a asignar a la mujer papeles sociales

secundarios. Obviamente, esto no excluye que en partidos más progresistas, en organizaciones

pequeñas, o incluso en contextos de fuerte desorientación ideológica no puedan emerger con

éxito liderazgos o candidaturas femeninas.

El segundo está relacionado más explícitamente con el método de selección. Los autores que

defienden este argumento sostienen que hay una cierta incompatibilidad entre la dimensión

inclusiva y representativa (descriptiva) de las primarias. Dicho en plata, que cuanta más gente

participa en el proceso más se perjudica a los grupos minoritarios. Y, hasta el momento, las

mujeres en política lo son. Esto se debe fundamentalmente a dos razones: La primera es que las

primarias dificultan los procesos deliberativos y de generación de consensos internos (uno gana

y otros pierden); La segunda, a mi juicio más discutible, es que mientras que las primarias

centran casi exclusivamente la atención en la carrera de caballos entre candidatos, cuerpos

electorales relativamente reducidos permiten discernir mejor el interés general del partido.

El tercer factor apunta directamente a las estrategias de las elites partidistas para distorsionar

el proceso en favor de sus candidatos. Esto significa que aquellas mujeres (y hombres) que no

cuentan con apoyo del aparato del partido lo tienen difícil para prosperar políticamente, incluso

con primarias. Sin duda aquí también influyen los prejuicios sociales señalados anteriormente.

Pero a diferencia de los votantes las elites partidistas han desarrollado varios mecanismos para

tratar de garantizarse que los resultados les sean favorables. El más importante de todos es, a

mi entender, evitar o edulcorar la celebración del proceso por la exclusión de los candidatos

políticamente más relevantes. En España ya hemos empezado a ver este tipo de estrategias.

Esperemos que esto no sea un obstáculo para que puedan emerger los nuevos liderazgos que

tanta falta hacen en este momento de crisis económica e institucional.

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¿Primarias? Según y cómo Por Alfredo Retortillo

Entre las propuestas de regeneración política y democrática, las elecciones primarias se sitúan

a veces demasiado cerca de lo que podríamos calificar como postureo reformista. «Que hagan

primarias» viene a ser el nuevo «que cambien la ley D'Hondt». No es cuestión menor -como no

lo es la reforma del sistema electoral- ni debiera echarse en saco roto. Pero -por eso mismo-

debería evitar el trazo grueso y no soslayar su consideración a la luz de los objetivos que se

persiguen, sus ventajas e inconvenientes, o las condiciones necesarias para que resulten

realmente eficaces. El último ejemplo, importante por la personalidad de los firmantes y por el

ruido mediático generado, es el Manifiesto por una nueva ley de partidos políticos, enseguida

presentado como el "Manifiesto de los Cien", mucho más pegadizo.

Lo peor en este tipo de iniciativas de rápido impacto mediático suele ser que, junto a la denuncia

cierta de problemas graves y complejos, presentan invariablemente una esquemática propuesta

de soluciones simples. En el caso que nos ocupa, el Manifiesto se resume en 7 puntos de reforma

para que la Ley de Partidos incluya normas que -se subraya- son muy comunes en las

democracias europeas. No se dice cuáles democracias europeas sean esas, ni siquiera cuando

se afirma -con no mucho tino- que el problema específico del caso español es dejar el control a

la autoregulación de los partidos. Pues bien, en el quinto lugar de ese listado aparece el nuevo

mantra: " Elección de los candidatos a cargos representativos por elecciones primarias".

En su escueta formulación quizá parezca una sugerencia modesta dentro de la lista, pero si

consideramos un momento su literalidad, percibimos su enormidad. En todos los partidos, todos

los candidatos, a todos los cargos representativos, serán elegidos por elecciones primarias. Un

cargo representativo es un concejal, por ejemplo. Un parlamentario autonómico. Un diputado.

Ahí lo tienen: todos los concejales, todos los parlamentarios autonómicos, todos los diputados

y senadores. Otrosí, todos los candidatos a todos esos cargos serán elegidos por elecciones

primarias. The-Mother-of-God!

Cuando en mayo de 2010, David Cameron y Nick Clegg presentaron el programa de gobierno

de la coalición liberal-conservadora, incluyeron también medidas de regeneración democrática.

Entre otras, y a partir de las experiencias tories de Totnes y Gosport en 2009, la de promover

elecciones primarias. En concreto, el programa se comprometía a financiar con dinero público

elecciones primarias en 200 distritos, el 30% del total de escaños de la Cámara de los Comunes.

La iniciativa se dirigía especialmente a los distritos conocidos como safe seats o bastiones

electorales, fenómeno típico del sistema británico, donde encontramos muchos distritos que no

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han cambiado de color político desde la II Guerra Mundial y que prácticamente aseguran de por

vida el escaño al parlamentario del distrito. El objetivo de regenerar la vida política, renovar el

vínculo entre electores y elegidos, incentivar la accountability de estos últimos, encontraba así

expresión concreta en el uso de elecciones primarias para promover la competición política -

siquiera intrapartidista- allí donde apenas existía.

El ejemplo británico debiera servirnos para establecer dos premisas. Primera, es difícil inventar

a estas alturas la pólvora, por la sencilla razón de que ya está inventada. Segunda, en la

propuesta de reformas del sistema político, aun limitadas a este o aquel elemento, el diablo está

siempre en los detalles. La cuestión no es «primarias sí o no», sino «primarias según y cómo».

Abramos un diálogo y no le temamos a los matices. En términos de debate público democrático,

lo pernicioso a mi juicio es plantear la disyuntiva en el abismo, entre el Don Tancredo inmovilista

y el Niño del Quimicefa, siempre dispuesto a renovar el mantel de la abuela aunque sea

calcinándolo. Asumir que tal o cual reforma tendrá efectos salvíficos, y desde luego será mejor

que lo que (no) hay, sin considerar los equilibrios que altera -o los nuevos que promueve- en

otras partes del sistema, suele ser camino abonado al fracaso. Es exigible, por tanto, entrar en

los detalles. Veamos algunos.

Lo peor de las iniciativas de rápido impacto mediático es que

presentan soluciones simples a problemas graves y

complejos

La iniciativa del gobierno británico estimaba el coste para las arcas públicas en 8 millones de

libras (40 mil libras por distrito). Tenemos aquí dos precisiones. En primer lugar, las elecciones

primarias cuestan dinero; y cuanto más "democráticas" sean, más caras serán. En segundo lugar,

se opta por una financiación pública de las primarias. Si lo que se pretende es imponer por ley

la realización de primarias, parece lógico pensar que en ese marco su organización y financiación

serían públicas. En México, sin embargo, las primarias fueron adoptadas voluntariamente por el

PAN y el PRD como una forma de diferenciarse en calidad democrática del PRI, que no las utiliza.

Así, su financiación y organización es particular a cada uno de los partidos, lo que en ocasiones

es fuente de conflicto y polémica en relación a las garantías y la limpieza del proceso.

El caso es que es esta una manta corta, con tres inquilinos y ninguno en el medio. Si se pretende

que arrope por el lado de debilitar el control de los aparatos, la financiación no puede estar en

manos de los partidos. Si -para evitar el control partidista-, se opta por una financiación y

organización públicas, añadimos una fuente de gasto en el mismo momento en que se dice que

la política y los partidos son caros. Si, por último, para evitar gasto público, se deja la búsqueda

de financiación a los candidatos individuales -caso de Estados Unidos- aun cuando la

organización y control de las primarias sea pública para una mayor garantía, el problema es

entonces dirimir hasta qué punto son los financiadores quienes deciden los candidatos y no al

revés. Interrogantes todos ellos que no pueden resolverse en una noche de amores primarios,

sobre todo si carecemos de experiencia.

La propuesta de Cameron y Clegg no ha tenido de momento mayor recorrido -las próximas

elecciones legislativas tendrán lugar en 2015-, de modo que la mejor pista sobre las primarias

24

en Reino Unido se encuentra en el documento de campaña del partido conservador, Big ideas

to give Britain real change, que perfilaba nueve reformas políticas, la segunda de ellas la

adopción de primarias. Además de la financiación pública, se establece que las primarias serán

abiertas a todos los electores del distrito (no solo a militantes), el comité local del partido

admitirá un máximo de 4 candidatos a primarias, y la campaña tendría una duración de 20 días

y un límite de gasto para cada candidato de 200 libras. Todo ello (pre-selección, campaña corta,

etc.), plantea serias dudas acerca del efecto real de las primarias sobre la endogamia y el control

del aparato en la selección de las candidaturas. Por contraste, en México, con un contexto

político y partidista muy diferente y con opciones casi diametralmente opuestas en relación a

las primarias, Kathleen Bruhn observa efectos contrarios a los buscados originalmente,

resultando en una peor selección de candidatos y en mayores incentivos a la corrupción.

¿Quiere esto decir que debiéramos abandonar la idea de las primarias? En absoluto. Es

suficiente con dejar de pretender que conocemos el bálsamo de Fierabrás y que si no se aplica

es por culpa de los de siempre. Es obvio que en toda Europa -en unos sitios más y en otros

menos- además de la crisis económica vivimos una crisis política en su triple vertiente

institucional, de actores (sobre todo los partidos) y ciudadana. Es obvio también que su solución

no vendrá sin más de la mano de aligerar las apreturas económicas, y que es necesario acometer

una profunda reflexión y un amplio programa de reformas políticas. Pero no dejemos la

impresión tecnócrata, tan en boga, de que con apretar unos tornillos -a los partidos-

desaparecerán nuestros problemas. Entre otras razones, porque vuelve a situar la

responsabilidad de la política en los partidos, origen de muchos de nuestros males.

Si, para finalizar, volvemos a considerar el objetivo de las elecciones primarias, ¿no sería más

sencillo modificar la ley electoral en lo referente a la forma de votación, de modo que aun

conservando las listas se contemple alguna de las variantes de voto preferencial? Claro que en

ese caso, cuando nos preguntásemos sobre las condiciones para que fueran eficaces, no nos

bastaría con adivinar la maldad partidista en la confección de listas, sino que habríamos de

considerar también qué hacen los medios con la información política y electoral y/o qué hacen

los ciudadanos con el voto. Los partidos se han anquilosado y deben cambiar. Cierto. Pero no

solo ellos.

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Primarias: ¿ciudadanía o militancia? Conversación entre expertos

Esta es la transcripción de un debate sobre selección de líderes y candidatos, primarias,

democracia interna en los partidos y el papel de los miembros de partidos, que mantuvieron tres

jóvenes académicos expertos en el tema. Se trata de Miguel Pérez Moneo (MPM) que acaba

de publicar su investigación en forma de tesis doctoral sobre la selección de los candidatos,

analizando el caso español. Oscar Barberá (OB), que forma parte del grupo de investigación

de Elites y Partidos Políticos ( GREP), lleva tiempo recogiendo datos sobre las primarias en España

de todos los partidos. Y Astrid Barrio (AB), también del GREP, que también ha estado trabajando

sobre cómo los partidos políticos españoles eligen a sus líderes y cómo ha evolucionado el papel

de la militancia en estos años. Participan además José Antonio Gómez Yáñez (JAGY), Jaume

Collboni (JC) y Marc López (ML), editor de Agenda Pública.

Juan Rodríguez Teruel (moderador): En los últimos tiempos crece la preocupación en las

democracias occidentales por la desconexión entre los partidos y la sociedad civil. En otros

países, se viene contabilizando la pérdida de afiliación en los partidos, el retroceso en la

participación electoral, el incremento de la volatilidad del voto, etc. En España, esta desconexión

se manifiesta incipientemente a través del descrédito de los partidos y de la “clase política” ante

la opinión pública, como reflejan los diferentes sondeos. Ante esta situación, los partidos

pueden intentar reaccionar incrementando la voz de sus militantes y ampliando la participación

interna en las principales decisiones del partido. En otros casos, abriendo incluso decisiones

internas relevantes a simpatizantes e individuos externos al partido. Un ejemplo de ello es la

ampliación del cuerpo electoral que elige a líderes y candidatos mediante la votación directa, lo

que se conoce como “primarias”. En este contexto, os planteo abiertamente nuestro

interrogante: ¿Por qué debería haber primarias? ¿Qué papel desempeñan las primarias en este

contexto?

MPM: Las primarias son un mecanismo más en la selección de candidatos, pero no es el único

mecanismo. A mí me preocupa cuando se habla de las primarias como “el mecanismo”. Porque

entonces ya hay una parte de la cuestión que se ha sustraído del debate público o de la doctrina

científica. Se trata de hablar de cuál es el mejor método para la finalidad que perseguimos. Yo

26

entiendo que nos podemos plantear la conveniencia de las primarias si primero nos hemos

preguntado cuál es el mejor método para seleccionar los candidatos que tienen que adoptar los

partidos políticos.

ML: Estoy de acuerdo. Las primarias no son la única forma de selección de candidatos que puede

tener un partido. De hecho hasta ahora no ha sido la forma predominante. Pero cada vez más

gente piensa que una mayor competencia entre diferentes aspirantes a obtener un determinado

cargo, sea interno o sea de representación pública, podría conseguir mejorar la selección de las

elites políticas que hacen los partidos. Si, además, añadimos el hecho de que podrían votar no

sólo los afiliados sino el resto de ciudadanos no afiliados, probablemente estamos abriendo la

decisión a un cuerpo electoral externo con una visión diferente de la que puedan tener los

militantes de un partido, con unas expectativas de resultados diferentes y que probablemente

busca una mayor representatividad del candidato respecto a la sociedad de la que pueda buscar

un militante de un partido.

AB: Por tanto, si hablamos de primarias entiendo que estamos buscando matar dos pájaros de

un tiro. Intentamos mejorar la calidad de los candidatos, porque presuponemos que la

competencia va a incentivar la presentación de mejores candidatos, pero también buscamos

ampliar los cauces de participación y salvar esta creciente distancia que se apunta entre los

partidos y la ciudadanía.

JAGY: Para mí hay una pregunta previa teniendo en cuenta que estamos situando el debate en

España. Yo creo que hay que empezar con un balance. ¿Han producido resultados satisfactorios

los actuales sistemas de selección de dirigentes y de candidatos de los partidos españoles?

AB: Al hilo de lo que hablábamos antes, si pensamos en este tipo de mecanismo de selección es

porque ya no estamos satisfechos con el tipo de liderazgo que podemos obtener con los actuales

mecanismos. ¿Los partidos recurren a la sociedad por qué ya no son capaces de seleccionar a

sus propias élites? Yo sinceramente no entiendo muy bien el recurso a las primarias. Parece que

es uno de tantos lugares comunes que últimamente nos encontramos en el debate político. Y,

además, tengo grandes dudas sobre que esta decisión se abra al conjunto de la sociedad, porque

entonces esto me provoca una crisis respecto al concepto clásico de partido y respecto al papel

de los militantes. Si se permite que los no miembros de partido elijan al líder, ¿qué incentivos

les quedan a los miembros? Le estamos dando la vuelta al concepto clásico de partido que

hemos tenido en España.

OB: Yo soy partidario de las primarias. Pienso que las primarias no son la pócima mágica para

abrir los partidos pero sí son un elemento más dentro de un conjunto de medidas de reforma

del funcionamiento de la política, uno de los ingredientes clave, que permitiría transformar el

modo de hacer política en nuestro país. Y es verdad que lo que sabemos desde la investigación

académica es muy poco respecto a las preguntas que nos planteamos como sociedad. Por

ejemplo, empezamos a saber desde la academia que las primarias no necesariamente van

vinculadas con mayor competencia interna dentro de los partidos. La experiencia comparada de

muchos países nos demuestra que no porque haya primarias habrá más competición. Más bien

parece que la tónica dominante es lo que está pasando en España en los últimos años: se hacen

primarias y sólo hay un candidato. Por tanto, la investigación va detrás de las preguntas sociales

y ello no contribuye a aclarar el debate y la confusión que hay alrededor de este tema.

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¿Por qué digo que las primarias son un ingrediente clave del proceso de reforma de la política?

Porque las primarias, y especialmente cuando afectan al conjunto amplio de la vida del partido,

y ampliándolo también a selección de cargos internos de partido, son herramientas

fundamentales para reformar la política. Cambian el “principal” (el soberano) respecto al

“agente” elegido (el representante). Y cuando cambia el principal esto transforma la manera de

hacer política de la gente. Sólo por esta razón yo creo que las primarias serían, dentro de un

conjunto de medidas, fundamentales para transformar la política en España.

JAGY: Estoy de acuerdo con Oscar excepto en el indicador utilizado. Cuando dices que desde la

academia se observa que las primarias no incrementan la competencia, yo creo que esta se mide

mal. Me explico. Tomemos el ejemplo del Partido Demócrata en tres estados colindantes. Me

parece muy lógico que no haya rivales para Edward Kennedy, para John Kerry o para Joe Biden.

Son buenísimos, son grandes políticos. ¿Por qué van a tener rivales? Otra situación es cuando

se convocan primarias, pero no por la propia convicción de que haya primarias, sino porque el

aparato del partido llega a la conclusión de que necesita dar un baño democrático a quien ha

sido ya seleccionado con otro método, como fue el caso de Joaquín Almunia. Esto no son

verdaderas primarias.

“Las primarias no necesariamente dividen al partido, pero sí

alteran profundamente las bases de poder dentro de la

organización”

MPM: Una de las aportaciones de las primarias es que determina claramente un ganador. Las

primarias pueden ser muy útiles cuando internamente un partido no puede resolver por sus

propios medios la determinación de un candidato. Más allá, tengo mis dudas sobre que las

primarias puedan cumplir otro de los objetivos de la selección de candidatos, esto es, que sirvan

para promover un candidato capaz. Las características que se deben reunir para ganar unas

primarias, o una competición de este tipo, no tienen por qué ser necesariamente las apropiadas

para ser político con responsabilidades de gobierno.

Por otro lado, las primarias podrían intentar prevenir efectos nocivos si realmente el ganador es

muy claro pero también evidencia algo que algunos pueden ver como un conflicto, una

expresión de la pluralidad, que implica convocar a los afiliados para llevar a cabo un proceso que

no es necesariamente simpático. La selección de candidatos no es una calçotada. Es un

momento dramático en el que, además, se intentan resolver al mismo tiempo muchos otros

asuntos. Por eso, entiendo que a los partidos les pueda costar abrir el melón.

ML: Dices sobre la selección de candidatos que no es un momento alegre. Precisamente por esa

razón, estoy convencido de que si lo hicieran todos los partidos políticos no resultaría tan

problemático. Una parte del problema es que el que celebra primarias, y con ello expresa su

pluralidad interna, es percibido, a ojos de la opinión pública, como un partido dividido. Si

obligáramos a todos los partidos políticos a celebrar primarias quizás estaríamos fomentando

una cultura de pluralidad, de comprensión del conflicto y de lo que es un partido político entre

la ciudadanía.

28

AB: Podemos jugar a que la pluralidad es muy bonita, pero hasta ahora ha tenido costes

electorales muy altos para quien ha aparecido dividido.

OB: No es verdad. Estadísticamente no es cierto. Incluso si miramos el caso español. El partido

que más primarias ha celebrado es UPyD. ¿Creéis que es un partido que tiene una imagen de

partido dividido?

MPM: Hablas de un partido cuya primera escisión estuvo provocada por una cuestión

relacionada con la selección de líderes.

OB: Cierto, pero nadie pone en duda ahora sus buenas perspectivas electorales y que las cosas

les han ido bien. Creo que lo relevante es que volvamos otra vez a plantearnos qué es lo que nos

preocupa, como sociedad, y qué sabemos en términos académicos. Lo que nos preocupa son las

consecuencias negativas de las primarias. Pero lamentablemente, aún sabemos poco en

términos académicos de las consecuencias reales de las primarias.

JAGY: Sobre la división de los partidos, el caso más espectacular se ha producido en una lista

cerrada en la que un determinado líder político intentó hacer convivir a personas de distintas

sensibilidades dentro de la lista, y al final dos se cabrearon tanto que lo dejaron tirado el día de

la investidura. Esto es lo que pasó en la Comunidad Autónoma de Madrid en 2003. Es decir,

cuando un partido está dividido, está dividido. Ello se impone tanto si hay primarias como si no

hay primarias.

OB: También hay otras consecuencias perversas. Sabemos que las primarias tienen

consecuencias sobre la representación de los partidos porque castigan a las mujeres. ¿En qué

sentido? Los miembros de los partidos son conservadores y las mujeres, en todos los partidos,

suponen una apuesta arriesgada para la base del partido. Lo que nos dicen los estudios

comparados es que cuando las mujeres se presentan a las primarias, y de nuevo UPyD es una

excepción, tienen más riesgo de salir castigadas.

Las primarias son malas también porque exponen al partido a ataques externos. Hay que ser

consciente de ello. La anécdota más divertida es la de los motoristas israelíes. Está en todos los

manuales al uso. En unas elecciones para seleccionar a candidatos, si un grupo pequeño se

organiza puede establecer algún tipo de chantaje al partido. Los motoristas israelíes querían

retirar una ley, se afiliaron en masa al partido conservador y consiguieron, a cambio de su apoyo,

que el futuro primer ministro retirara la ley.

AB: Una versión moderna del entrismo troskista.

OB: ¡Así es! Las primarias facilitan entrismo, sí. Hay otros elementos preocupantes de las

primarias. Crean ilusión de participación. Lo que se llama el flash membership. Como la

competición, o la aparente competición, incentiva que los candidatos movilicen a gente, lo que

sucede es que la gente se inscribe antes de las primarias y se da de baja dos meses después. Hay

ilusión de participación. Sobre esto en España no sabemos nada porque los partidos son muy

poco transparentes y fiables cuando nos indican su afiliación.

MPM: Esto tiene que ver con la calidad de la participación. Si la participación implica pagar un

euro y depositar un papel en una urna con un nombre y no está vinculado a la elaboración de

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un programa electoral o de un programa de gobierno o de unas líneas políticas.... entonces has

conseguido una militancia “ideal”: la que va a misa los domingos y después no da la lata.

OB: Fíjate que has tocado un tema del que también hay que hablar. Las primarias no son el mejor

mecanismo para elaborar propuestas programáticas. Las convenciones, foros suficientemente

amplios y representativos, más que de participación directa, son mejores que las primarias. Las

primarias pueden ser un excelente complemento para renovar el partido en su proceso de

elaboración programática. Y en esto me remito a un debate que Agenda Pública ( ¿Primarias en

el PSOE? Sí, pero no sólo) ya trató hace un tiempo, y que es muy relevante, que tiene que ver

con el momento en el que se tienen que celebrar las primarias y el momento en que un partido

tiene que plantear el programa.

MPM: Otro problema que plantean las primarias es que están pensadas para un cargo

unipersonal, lo que no se corresponde con la realidad de nuestras listas plurinominales. Si sólo

centramos el debate sobre quién es el cabeza de lista, se nos olvida el resto de los candidatos

que forman parte de las listas electorales.

OB: La realidad que tenemos ahora es que el debate en la opinión pública sobre las campañas

electorales nunca pasa más allá del número uno de la lista provincial. Estoy de acuerdo en que

probablemente no tiene sentido hacer primarias para toda la lista pero si para el número uno. Y

dejar que el partido y el número uno se entiendan sobre la composición del resto de la lista.

ML: ¿Quieres decir con esto que no estarías de acuerdo con que del cabeza de lista para abajo

hubiera primarias?

OB: A mí no me parece mal, pero también entiendo que es muy complicado para los partidos

políticos. Sin embargo, el debate relevante para la opinión publica, y con el sistema que tenemos

en estos momentos, está en el cabeza de lista por las distintas circunscripciones.

JAGY: De pronto me ha preocupado el giro que ha dado la conversación. No, no se pueden hacer

primarias sólo para el cabeza de lista, porque esto nos mete en una dinámica extremadamente

negativa, dado que, al final, la lista se negociará entre el cabeza de lista y la ejecutiva. Si hacemos

esto, estaremos donde estábamos. Con los efectos que todos conocemos. Si se utilizan

primarias, deben serlo para el conjunto de los candidatos. ¿Esto es imposible en un sistema de

listas? No, el Partido Democrático en Italia lo ha hecho ya dos veces recientemente.

MPM: En este sentido, a mí me parece que volvemos exactamente al lugar de partida. O sea si

lo único que vas a hacer es formalizar decisiones por parte de los afiliados para esto, me parece

que no hago el viaje.

JAGY: No, no. El problema de las primarias no es un problema de la legitimidad de origen. El

problema de las primarias, igual que el problema de la elección de los cargos internos, es un

problema de independencia del cargo público o del cargo interno en relación a quien hace la

lista. Pondré un ejemplo. En Cataluña ha habido un partido que se ha dejado 12 escaños en las

últimas elecciones, y en la primera reunión del Consell Nacional no se hablaron de estos 12

escaños. ¿Por qué el Consell Nacional no dijo nada? Porque por unos mecanismos o por otros

todos los miembros del Consell Nacional de CDC dependen de lo que diga Artur Mas o Oriol

Pujol.

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El mecanismo de primarias tendría que servir para dotar de bases de poder distintas a quienes

formen parte de los órganos del partido o a quienes sean candidatos. Si tienen bases de poder

distintas, pueden controlar; si tienen la misma base de poder y hay, por tanto, dependencia

jerárquica, no podrán controlar. Tiene que haber competencia entre los candidatos y tiene que

haber origen distinto del cargo. Quienes están dentro de los mecanismos de rendición de

cuentas tienen que tener bases de poder autónomas para poder pedir cuentas.

MPM: Puede que me equivoque pero tengo la sensación que la relación del militante con su

partido es más parecida al forofo que no a otro tipo de relación. Decía Roberto Blanco Valdés

que los partidos son selvas o iglesias, están en el puro lío o están muy organizados.

JAGY: Vamos a ver. Me planteo la situación en estos momentos del PP con Cospedal. ¿Creéis

que los cuadros y los afiliados del PP están satisfechos con la gestión que Cospedal está haciendo

del tema Bárcenas? Lógicamente, a los diputados del PP que no ven bien a Cospedal les gustaría

tener margen para convencer a los afiliados para ir a la Junta Directiva Nacional y decir “oye,

con esta chica nos la vamos a pegar. Apoyadme porque voy a intentar relevarla”. Y que lo puedan

hacer. Y si no lo consiguen, por lo menos que Cospedal no pueda cargárselos fácilmente en las

próximas listas electorales. Que este diputado pueda decir “yo con mis afiliados sigo teniendo

votos y me tiene que poner en la lista. Ya sabe usted que yo pienso que usted es muy mala como

Secretaria General”. Tenemos que crear un mecanismo que permita esto.

“Si se permite que los no miembros de partido elijan al líder,

¿qué incentivos les quedan a los miembros?”

AB: Pero, ¡los mecanismos existen! No es un problema de falta de normas.

JAGY: En el PP, por seguir con el ejemplo, es el Comité Electoral Nacional el que nombra a los

candidatos. Un diputado por Córdoba no puede decir nada porque sabe que la próxima lista la

va a hacer Cospedal. Este es el problema.

AB: Tu estás planteando un modelo de partido como si determinadas organizaciones tuviesen

objetivos coherentes y unificados. Y esto es una ficción....

OB: Lo que JAGY plantea da en la diana de las consecuencias organizativas que generan las

primarias. Y ese es el gran reto que deben asumir los partidos que quieran aplicarlas. Las

primarias no necesariamente dividen al partido, pero sí alteran profundamente las bases de

poder dentro de la organización. Desde el punto de vista académico y de la sociedad civil

informada, parece que estos nuevos checks and balances podrían ser positivos. La pregunta es

¿cómo convencemos a los dirigentes de los partidos que tienen que cambiar sus relaciones de

poder internas? ¿Cómo conseguimos que nos lo compren?

MPM: Hombre, ahora mismo podría ser un buen momento. Hasta ahora las primarias han sido

más una cuestión electoralista que no una apuesta por una nueva distribución del poder dentro

del partido. Podemos mirarlo desde el punto de vista del ciudadano, como un instrumento para

ampliar los cauces de participación. Visto así los partidos y sus líderes podrían ser más

receptivos.

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AB: Desde el punto de vista del ciudadano, insisto en que los ciudadanos tienen abierta la

posibilidad de participar en los partidos políticos. Apostar por primarias abiertas es devaluar el

papel del afiliado. Además, situar la participación, que es un instrumento, como un fin en sí

misma es una perspectiva bastante paternalista. Quien quiera que participe y quien no quiera

que no participe.

MPM: No es incoherente con la evolución organizativa de los partidos políticos plantear unas

primarias abiertas a la ciudadanía, aunque al mismo tiempo devalúa la participación de la

ciudadanía porque no tiene nada que ver con una democracia deliberativa sino que se trata más

de un consumo de democracia. Desde un punto de vista jurídico no se puede imponer unas

primarias abiertas a la ciudadanía. Creo que deben ser los partidos libremente quienes decidan

su adopción.

OB: Sí, hay argumentos para justificar la obligatoriedad de la celebración de primarias. En

Europa, los partidos reciben una parte muy importante de sus fondos del presupuesto público

y, por tanto, son asociaciones privadas y, al mismo tiempo, son agencias del Estado: En esta

situación, ¿qué debe prevalecer? ¿Su condición de entidades privadas o su papel de ‘agencias

del estado’? Mi respuesta es que el legislador tiene que forzar a los partidos a que se conviertan

en asociaciones privadas. Por tanto, la amenaza del legislador tiene que ser: “si usted quiere ser

una agencia del estado jugará con nuestras reglas, si quiere ser una entidad privada nosotros no

nos vamos a meter con lo que usted haga”. Aquí tenemos ejemplos como el caso alemán.

“La pregunta es cómo se puede actuar, desde la sociedad

civil y desde el Estado, para forzar a los partidos a abrirse

hacia la sociedad”

MPM: Pero tú no puedes financiar más allá de lo que te permitan los derechos fundamentales.

De hecho podrías decir, como en el caso de los modelos nórdicos, que nuestro objetivo es que

haya procesos democráticos de selección de candidatos. Financiaremos a aquellos que lo hagan

y no a aquellos que no lo hagan. Esto es una ventaja competitiva para aquellos que acceden, es

un incentivo.

Si este proceso no se abre y queda sólo para los afiliados del partido, yo creo que no plantea

ningún tipo de problema. Se está incidiendo en la organización del partido, pero no interferimos

en la libertad de afiliarse a un partido. En el momento en el que se quiere obligar a que en estos

procesos participe gente de fuera, aquí es donde puede haber un problema. Y, de hecho, no se

puede financiar algo que sea contrario al derecho fundamental.

JAGY: Como dice Óscar, un partido no es una asociación privada, porque se financia con fondos

públicos. Sus cargos internos cobran de fondos públicos y están revestidos de autoridad pública

cuando son elegidos. Por lo tanto, no son una asociación privada. Se parece más a una agencia

estatal. Tienen el monopolio de la representación.

MLP: Querría volver a lo que señalaba Astrid sobre el ciudadano y el militante. Evidentemente,

todo el mundo tiene derecho a formar o no parte de un partido político. Podríamos llegar a la

conclusión de que no hay que salir fuera del partido a buscar los votos de la ciudadanía mediante

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primarias si asumimos que el ciudadano debe ser el responsable de afiliarse libremente y

participar de las decisiones de un partido.

Los problemas surgen entre los ciudadanos que sí se han afiliado. Uno, cuando descubren que,

llegada la noche de los cuchillos largos (la reunión de la comisión que decide las listas del

partido), el proceso de decisión real no es público y ni siquiera se conoce dentro del partido. A

menudo, no se sabe por qué un candidato y no otro entra en la lista. Falta publicidad interna. Y,

dos, el militante no tiene incentivos para ir a votar. En el fondo, aunque sí hay competencia –y

mucha-, los militantes apenas tienen la opción de ir a votar en su asamblea local. Sí que hay una

votación en una asamblea, sí que se vota, pero su influencia real es mínima. La decisión última

se cerrará entre pocos. No hay incentivos para ir a votar. Todos saben que, al final del proceso,

deciden cuatro.

¿Qué margen tiene un afiliado que quiere ser diputado y quiere presentarse como candidato?

No tiene ninguna posibilidad si la ejecutiva del partido se opone. En el fondo la negociación es

con la ejecutiva y no con el militante. Si la competición estuviera centrada en conseguir, no el

apoyo de la ejecutiva de la agrupación, si no el apoyo de los militantes, la lógica se transformaría

radicalmente.

JAGY: Joaquín Leguina tenía una estupenda definición de este proceso, casi parecía científica.

Decía que es “cooptación bajo presión”. Cooptación porque elige la comisión de listas que es

quien tiene el poder para hacer la lista. Yo he hecho listas en mi agrupación.

AB: ¿Y entonces te preocupaba todo esto que te preocupa ahora?

JAGY: Naturalmente. Y tengo pruebas de ello. “ Partidos sin ley”, en El País, en 1997. Siempre

supe que lo que yo estaba haciendo era una cacicada. Entonces yo iba con propuestas al

Congreso del partido, que salían sistemáticamente derrotadas, diciendo que así no se podía

seguir. Ahora bien, entiendo que el sistema actual es divertido para los que mandan. ¡Pues sí!

Es muy divertido. El que tu puedas coger e ir a una reunión de 20 personas y hacer la lista de los

futuros diputados…

¿Cómo vota la gente? La gente vota por recibos. Pondré el ejemplo de la Agrupación de Ciudad

Lineal en Madrid. Quienes mandábamos allí éramos dos. En el momento de degradación

organizativa, a finales de los 90, la gente votaba por recibos. Nosotros sabíamos que teníamos

unos 35 votos de la Federación de Servicios Públicos de UGT, señores que nunca ponían el pie

en la Agrupación. Yo sabía que tenía a 5 o 6 familiares, el Secretario General de la Agrupación

tenía a otros 3 o 4 familiares, el Presidente tenía a 12 familiares y les amenazaba continuamente

de que si no le hacíamos caso y le poníamos en la Junta de Distrito, se iba a los otros. La

Secretaria de Organización que venía del Partido Comunista de Carrillo, tenía otros doce o

quince votos. Con esto teníamos 120 votos. Lo que hicieran los demás no nos importaba para

nada.

La capacidad de las primarias para atraer nuevos afiliados dependerá de la estrategia de cada

candidato. Las memorias del Senador Specter, “Life among the cannibals”, describen distintas

formas de organizar primarias. Se trata de atraer gente. Y el incentivo de votar a los candidatos

motiva a la gente. Sobre todo si sabe que su voto importa.

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JC: La pregunta clave es: ¿mi voto importa? Cuando dentro de una organización democrática

alguien se pregunta esto quiere decir que este partido y esta organización tiene un problema de

déficit democrático. En consecuencia, ¿cuál es el bien jurídico a proteger? La democracia interna

de los partidos. Una forma puede ser a través de primarias. La cuestión es si desde fuera de los

partidos la ley tiene la legitimidad para entrar dentro de la organización y decir cómo se tiene

que hacer un proceso de preselección de candidatos.

En Cataluña, hemos propuesto que la futura Ley Electoral catalana diga algo sobre la

preselección de los candidatos. CiU y PP han respondido rápidamente que no se puede entrar a

regular cómo los partidos seleccionan a los candidatos. Yo discuto esta barrera, porque creo que

el hecho de que los candidatos sean seleccionados democráticamente es algo de interés general.

Va más allá de los intereses de un partido determinado.

MPM: Respecto a tu pregunta, podemos dar dos respuestas: la optimista y la pesimista. La

optimista es que la ley lo va a cambiar todo. La pesimista es que la ley no va a cambiar nada. En

el fondo, depende del actor político.

Desde el punto de vista jurídico yo tengo dudas de que se pueda articular. Si piensas que la

selección de candidatos afecta al partido político como asociación, te vas a encontrar con el caso

de qué posibilidades tiene el Parlament de Catalunya para regular a los partidos políticos como

asociaciones. Ya tienes dos sentencias del TC sobre la Ley Vasca de Asociaciones y sobre la Ley

Catalana de Asociaciones, donde se sostiene que determinadas cosas sólo se pueden regular en

una Ley Orgánica. La democracia interna sólo la puede regular una Ley Orgánica. Si lo haces a

través de la Ley Electoral intentando establecer las primarias como requisito para presentación

de candidaturas, vuelves al mismo problema. Forma parte de las Comunidades Autónomas

regular esta selección siempre y cuando el Estado haya determinado el carácter básico. Un

ejemplo: la Ley Vasca Electoral o la Ley andaluza de paridad estableciendo la paridad pueden

hacerlo porque previamente el Estado ya ha establecido unos determinados parámetros

básicos. En el caso de las primarias, a día de hoy ni la Ley de Partidos Políticos ni la Ley electoral

han previsto nada en este sentido. La opción de que pueda explorarse a través del derecho que

el Estatuto de Autonomía reconoce en el ámbito electoral está impugnada en estos momentos.

Pero es verdad que genera un buen debate y la opinión pública reaccione.

AB: Nos preocupa mucho la selección de candidatos. Paradójico, porque sabemos que los

Parlamentos cada vez cuentan menos, mientras tendemos a la presidencialización del ejecutivo,

donde lo que de verdad cuentan son los cargos ejecutivos. Y en cambio nos preocupa mucho la

selección de cargos que cuentan poco y no nos preocupamos nada de cómo se selecciona a los

cargos ejecutivos.

JAGY: ¿Se puede controlar a los gobiernos? No. Los Parlamentos no controlan a los gobiernos.

¿Quién puede controlar a los gobiernos y a la dirección de los partidos? Yo diría que ese es un

ámbito que ha quedado en la penumbra de la Ciencia Política. Quien puede controlar son los

órganos internos de los partidos. Ahora bien, si los mecanismos internos de los partidos están

pervertidos, entonces no controla nadie. Esto tiene consecuencias graves. Una de ellas es la

calidad de los políticos. Dentro de los partidos hay gente mucho mejor que aquellos que

finalmente son seleccionados.

OB: En resumen, seguramente no hay un acuerdo en términos de opinión publicada sobre qué

es lo que queremos solucionar y cuál es el problema que queremos atacar más allá de la vaga

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afirmación de que el problema son los partidos políticos. Es verdad que el conocimiento

académico sobre las consecuencias de los mecanismos de selección interna están un poco

verdes. No sabemos mucho. La lista de consecuencias negativas de las primarias todavía son, en

parte, desconocidas. La conclusión a la que yo llego, y es una reflexión personal: lo malo por

conocer es mucho mejor que todas las consecuencias negativas que conocemos de los

mecanismos de selección de candidatos y de carrera política en los partidos en la actualidad. La

pregunta que me queda es cómo se puede actuar, desde la sociedad civil y desde el Estado, para

forzar a los partidos a abrirse hacia la sociedad. Esto no lo tengo nada claro.

ML: Antes Jaume decía una cosa sobre la que creo que tendremos que seguir reflexionando.

¿Hasta qué punto estamos intentando saltarnos un sujeto que es el militante, aquella persona

que entra en un partido para participar de un proceso de decisiones? En el fondo, nos lo estamos

saltando porque la falta de legitimidad de los candidatos es tal que tenemos que ir a buscar la

legitimidad fuera de los partidos. Pero yo me pregunto, ¿ha habido un interés de los partidos

para potenciar el papel del ciudadano comprometido dentro de los partidos, que es el militante?

En el fondo, los partidos se han ido haciendo cada día más pequeños porque esta ha sido la

voluntad no declarada de las cúpulas de los partidos, hemos reducido el rol del militante y hemos

reducido las expectativas del ciudadano de entrar en un partido para participar. El resultado es

que la selección de candidatos se ha convertido en una negociación entre unos pocos para estar

en una lista y ello hace que esta selección no sólo no sea representativa de la sociedad, sino que

no es representativa ni de los afiliados del partido.

JC: A modo de conclusión yo diría que cuando hablamos de primarias estamos hablando de algo

más que primarias. Y sólo abrir el debate sobre la importancia de proteger y fomentar la

democracia interna de los partidos ya es mucho... Y tendrá consecuencias, tanto para el sistema

electoral como también para el sistema de partidos. Aunque sea por emulación, cuando se vea

que un partido político hace un proceso de primarias abiertas, va a tener efectos en el sistema

de partidos. Se va a modificar el centro de gravedad de las decisiones de un partido, desde el

comité central a otra instancia, mucho más amplia, que no sabemos aún qué es. Esto sí es un

revulsivo.

JRT: Muchas gracias a todos. Habéis dejado claro que existen todavía más interrogantes que

certezas sobre este tema. Seguiremos contribuyendo al debate desde Agenda Pública, buscando

respuestas, aportando datos y evaluando las eventuales propuestas.