Devocional 5-Marcos 1 40-45 Sé Limpio

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1 DEVOCIONAL 5 SÉ LIMPIO TEXTO Mar 1:40-45 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. (41) Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. (42) Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio. (43) Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, (44) y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino vé, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos. (45) Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes. PREGUNTA: ¿Qué palabras se repiten en este texto? (ver la negrita) EXPOSICIÓN El texto nos muestra a un leproso que acude con fe a Jesús con una petición: ser limpio. Curiosamente, no le dice: “Si quieres, puedes curarme”, sino “si quieres, puedes limpiarme”. En tres ocasiones se habla aquí de limpieza y una vez de purificación aunque las dos palabras provienen de la misma palabra griega. Jesús demuestra su voluntad de limpiarlo. Se conmueve, le toca y le sana EXPLICACIÓN PREGUNTA: ¿qué efectos produce la lepra? Seguramente, las respuestas que se hayan dado, darán una visión de lo repugnante, desagradable y horrible que es esta enfermedad. La lepra, hace que la carne se vaya pudriendo. Se pierde, no solo la sensibilidad, sino incluso partes del cuerpo. El enfermo entra en un proceso paulatino de deterioro físico con la única perspectiva de la muerte. Además, socialmente, el leproso era rechazado por ser un agente de contagio. Era repugnante y peligroso acercarse a él por el riesgo de contagio. Por ello, se le expulsaba y se lo recluía fuera de la sociedad. Carecía, por tanto, de relaciones sociales y amigos. Por último, y no menos importante, era que en el aspecto religioso, el leproso no podía tener acceso a Dios. No podía participar en la adoración a Dios en el templo. ¡Una vida de lo más lamentable! En la Escritura, la lepra es un símbolo del pecado. Nosotros nacimos con el pecado insertado en nuestra naturaleza. La Biblia de Jerusalén dice: “pecador me concibió mi madre” (Sal 51:5). Pero al principio no fue así pues, David dice acerca de la creación del hombre: “lo coronaste de gloria y de honra” (sal 8:5). Nuestro verdadero ser fue creado puro, con hermosura. Si pudiéramos hacer algo así como una radiografía y ver por dentro el efecto tan asqueroso que provoca la inmoralidad y la impureza en nuestro interior, sin duda que aborreceríamos el pecado. Es más, si pudiéramos ver el interior de las personas que caminan en inmoralidades carnales, aborreceríamos “aun la ropa contaminada por su carne” (Jud 1:23). El pecado ensució aquella belleza que llevábamos al principio. La impureza del pecado nos alejó de nuestra verdadera esencia y, por lo tanto, de nuestra felicidad. Por ello, volver a nuestra esencia es volver a nuestra propia felicidad.

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DEVOCIONAL 5

SÉ LIMPIO

TEXTO Mar 1:40-45 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. (41) Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. (42) Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio. (43) Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, (44) y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino vé, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos. (45) Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes. PREGUNTA: ¿Qué palabras se repiten en este texto? (ver la negrita) EXPOSICIÓN El texto nos muestra a un leproso que acude con fe a Jesús con una petición: ser limpio. Curiosamente, no le dice: “Si quieres, puedes curarme”, sino “si quieres, puedes limpiarme”. En tres ocasiones se habla aquí de limpieza y una vez de purificación aunque las dos palabras provienen de la misma palabra griega. Jesús demuestra su voluntad de limpiarlo. Se conmueve, le toca y le sana

EXPLICACIÓN PREGUNTA: ¿qué efectos produce la lepra? Seguramente, las respuestas que se hayan dado, darán una visión de lo repugnante, desagradable y horrible que es esta enfermedad.

La lepra, hace que la carne se vaya pudriendo. Se pierde, no solo la sensibilidad, sino incluso partes del cuerpo. El enfermo entra en un proceso paulatino de deterioro físico con la única perspectiva de la muerte. Además, socialmente, el leproso era rechazado por ser un agente de contagio. Era repugnante y peligroso acercarse a él por el riesgo de contagio. Por ello, se le expulsaba y se lo recluía fuera de la sociedad. Carecía, por tanto, de relaciones sociales y amigos. Por último, y no menos importante, era que en el aspecto religioso, el leproso no podía tener acceso a Dios. No podía participar en la adoración a Dios en el templo. ¡Una vida de lo más lamentable!

En la Escritura, la lepra es un símbolo del pecado. Nosotros nacimos con el pecado insertado en nuestra naturaleza. La Biblia de Jerusalén dice: “pecador me concibió mi madre” (Sal 51:5). Pero al principio no fue así pues, David dice acerca de la creación del hombre: “lo coronaste de gloria y de honra” (sal 8:5). Nuestro verdadero ser fue creado puro, con hermosura. Si pudiéramos hacer algo así como una radiografía y ver por dentro el efecto tan asqueroso que provoca la inmoralidad y la impureza en nuestro interior, sin duda que aborreceríamos el pecado. Es más, si pudiéramos ver el interior de las personas que caminan en inmoralidades carnales, aborreceríamos “aun la ropa contaminada por su carne” (Jud 1:23). El pecado ensució aquella belleza que llevábamos al principio. La impureza del pecado nos alejó de nuestra verdadera esencia y, por lo tanto, de nuestra felicidad. Por ello, volver a nuestra esencia es volver a nuestra propia felicidad.

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Necesitamos recuperar nuestra pureza original pero ¿cómo volver a aquel estado de pureza si el pecado está tan arraigado en nosotros y no tenemos posibilidad de desarraigarlo? La respuesta es que Cristo, “cordero sin mancha ni contaminación” (1 Pe.1:19), “efectuó la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo” (Heb. 1:3). Cristo “nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Apo 1:5). La fe en Él ahora nos purifica (Hch 15:9).

APLICACIÓN La pregunta es: ¿Quieres realmente ser limpio? Cuando el leproso hizo esa petición a Jesús, nos dice que Jesús “tuvo misericordia de él” (v.41). “Misericordia” en griego significa compasión. Jesús sintió profunda lástima de verle así. Es interesante observar que las enfermedades, se pueden contagiar pero no así la salud. Nadie puede contagiar su salud a un enfermo. Pero Jesús sí porque Él “la vida” y Él sí puede transmitir su vida y su salud a todo aquel que le pida con fe.

Si aun no eres creyente, puedes decir como aquel leproso: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. No tengas duda que Jesús extenderá su mano, te tocará y tendrás la convicción de que estás limpio. No hay nada como la sensación de sentirse limpio después de una buena ducha.

Si ya eres creyente, recuerda que tienes que mantenerte en tu pureza. Camina en la luz, confiesa tus pecados. Dí como David: “Purifícame con hisopo1, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve” (Sal 51:7). Recuerda que estás llamado a ser un día semejante a Cristo. “Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Jn. 3:3)

Fig. Mata de hisopo

1 El hisopo era una planta con muchas hojas que los sacerdotes utilizaban para salpicar con sangre y agua a

aquellos que habían sido limpiados de impurezas físicas. Por ejemplo, si un leproso era curado, se le tenía que lavar con hisopo antes de considerarse que estaba limpio (Lv. 14:1· 8).