Desiguales Marie-Monique Robin
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Número 101 de abril de 2012
Notas del mes
La Huelga General del 29-M: un nuevo escenario social
Por La redacción de mientras tanto
Cuaderno de depresión: 8
Por Albert Recio Andreu
Mitos y mentiras sobre los sindicatos
Por Joaquim Juan Albalate
Una reforma del mercado laboral para situar a España en la
periferia de Europa
Por Ramon Alós y Pere Jódar
Invierno seco
Por El Lobo Feroz
La burbuja de las armas
Por Pere Ortega
El precio de la energía y la política energética
Por Juan-Ramón Capella
Eléctricas: ¿déficit de tarifa o déficit de vergüenza?
Por Joaquim Sempere
Petróleo por las nubes y tasas climáticas: la aviación turística,
en caída libre
Por Joan Buades
8 de marzo, convalidación de la Reforma Laboral y los
derechos de la mujer trabajadora
Por Vidal Aragonés
Robar el futuro
Por Agustín Moreno
Miedo a morir
Por Juan-Ramón Capella
Ensayo
Origen y recorrido del movimiento 15-M español
Armando Fernández Steinko
Reclusión residencial: casos ejemplares
Apolonia Manchón Restoy y Eduardo García Manzano
La Biblioteca de Babel
El lector de Julio Verne
Almudena Grandes
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Desiguales
Lina Gálvez Muñoz y Juan Torres López
Confronting Equality
Raewyn Connell
En la pantalla
Nuestro veneno cotidiano
Marie-Monique Robin
Las comunicaciones internas de la policía durante el operativo
en la plaza de Catalunya el 27-M
El extremista discreto
Aforismos sectarios
Fuertebrazo
De otras fuentes
La huelga para el que (se la) trabaja
Isaac Rosa
El suelo de Tokio, gravemente contaminado por la radiación de
Fukushima
Washington's Blog
La corrupción de CiU que rebrota salpica también a Artur Mas
y Oriol Pujol
Sirius.cat
Vídeo-carta abierta al presidente de Cataluña, Artur Mas
Revista cafeambllet
Documentos
La austeridad (1977)
Enrico Berlinguer
Foro de webs
Plataforma Eurovegas No / Aturem Eurovegas
Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH)
Hendu
Biratán
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La Huelga General del 29-M: un nuevo escenario social
La redacción de mientras tanto
Medir el éxito o el fracaso de una huelga general es siempre un ejercicio
complejo si se reduce a su evaluación cuantitativa. Y la evaluación cambia si
se tienen en cuenta el contexto y la forma en que se ha producido. La
evaluación cuantitativa es difícil porque no suele haber forma de contar quién
se ha adherido a la huelga, quién ha trabajado por imposición de servicios
mínimos o por coacción directa del empresariado (los sindicatos han recibido
un alud de denuncias anónimas de este tipo de presiones), quién no ha
trabajado finalmente por la acción colectiva y quién ha acudido el empleo de
forma vergonzante apelando a cualquier justificación individual. La única
posibilidad de paralización total de un país es la que generaría un lock-out
patronal, apoyado por el gobierno. Las huelgas generales de verdad son
siempre movilizaciones a medias, que permiten dar cuenta del grado de
malestar, de movilización, de apoyo que la propuesta alcanza entre las clases
trabajadoras.
Si, en cambio, se atiende a los condicionantes y al proceso, resulta claro que
esta huelga ha sido un éxito rotundo. No sólo porque el paro ha tenido un
amplio seguimiento en los sectores que tradicionalmente se movilizan
(industria, transporte público, etc.), sino también porque ha tenido un eco
importante en la Administración pública, un sector tradicionalmente poco
movilizado en anteriores huelgas generales. El colectivo Economistas Frente a
la Crisis (www.economistasfrentealacrisis.com) ha evaluado en un 87,7% la
caída del consumo eléctrico en las actividades económicas, por el método de
comparar el consumo de un día laboral normal con el de un día festivo normal.
Aunque se trata solo de un indicador, la cifra es bastante elocuente de lo que
muchas personas percibían: que la movilización era importante. Los mismos
medios de comunicación que hablan de éxito moderado alegan que la
apertura generalizada del comercio es lo que permite rebajar el impacto. Pero
es de sobra conocido que en el comercio coexisten empresas familiares,
centros de trabajo de pequeñas dimensiones y grandes empresas que
practican sistemáticamente una feroz actividad antisindical. Empresas que,
como El Corte Inglés o Caprabo, suman una buena serie de condenas por
violaciones de derechos laborales y colectivos, y que plantean el boicot a la
huelga como un objetivo irreductible. Sí, en cambio, que pudimos percibir el
cierre voluntario de pequeños comercios, incluso en algunos barrios con
escasa presencia de piquetes, lo que podría indicar una voluntad de quedar
bien con la clientela (y con la percepción de que las políticas que generan
paro, rebajan salarios y promueven la expansión de las grandes cadenas,
afectan también a su supervivencia).
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Ésta ha sido una huelga convocada con escaso margen de tiempo para
“calentar motores”, que ha padecido una nueva edición de acoso a los
sindicatos en la prensa reaccionaria y un auténtico apagón informativo en los
medios “liberales”. Que ha tenido que hacer frente al machacón argumento
de su inutilidad, a la presión política y simbólica de las autoridades europeas,
al insistente discurso del “no hay alternativa”, de la necesidad de asumir el
ajuste con buen humor... Y a pesar de todo ello, y de los recelos que los
sindicatos mayoritarios generan en una parte no despreciable de la
ciudadanía activa, la movilización ha sido impresionante.
Lo que le ha dado el tono definitivo han sido las masivas manifestaciones de
la tarde, no sólo en Madrid y Barcelona, sino en muchas otras ciudades
menores donde el éxito de convocatoria ha sido notable. Cualquiera que tenga
memoria de otras huelgas recordará que la manifestación de la tarde era sólo
el encuentro de los activistas más resistentes, mientras que en esta ocasión la
manifestación ha servido para cerrar la boca a todos los que pretendían dar la
huelga por fracasada. No ha sido una casualidad. Las personas activas a lo
largo de toda la jornada ya contaban que las acciones de la mañana, los
piquetes informativos de barrio y las concentraciones locales ya habían
superado los niveles de otras veces, ya habían reunido a mucha gente. Las
manifestaciones de la tarde del 29 de marzo de 2012 muestran la continuidad
de un proceso movilizador que arrancó en mayo del año pasado y que, con
convocantes diversos (unas veces el 15M y otras los sindicatos y
organizaciones sociales tradicionales), han sacado una y otra vez a la calle a
cientos de miles de personas. Si por un lado hemos pasado de la crisis
financiera a la depresión generalizada y al asalto a los derechos sociales, por
otro se ha producido un cambio desde la expectación a la movilización activa.
* * *
El cambio se ha producido por la acumulación de factores. Del lado de las
organizaciones tradicionales, especialmente de los sindicatos, la creciente
conciencia de que las políticas neoliberales adoptadas por los diversos
gobiernos constituyen un ataque en toda regla a los derechos laborales y
sociales, a las condiciones de vida de sus representados y a su propio papel
organizativo e institucional. El cinismo con el que la patronal firmó un pacto
sobre el empleo pocos días antes de la aprobación de una reforma laboral que
lo dejaba totalmente inactivo, merecería por sí mismo una respuesta
contundente. A los sindicatos la reforma les cierra muchas puertas, es en sí
misma una declaración de guerra a la acción sindical y una amenaza al resto
de los derechos laborales aún vigentes. Puede criticarse la actuación sindical
como excesivamente zigzagueante, contradictoria, pero de lo que no cabe
duda es de que en los últimos meses han estado promovido una serie de
movilizaciones (contra la reforma de la Constitución, los recortes, el empleo
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público) e iniciativas (como en Cataluña las “Taules contra les retallades” o los
encierros en las escuelas) que han elevado la presencia pública y la acción
colectiva. A ello hay que sumar, y no es poco, que a la convocatoria de la
huelga se han sumado todos los sindicatos minoritarios, lo que ha permitido
plantear el día de huelga como una respuesta auténticamente de clase.
Por otro lado, la irrupción del 15M —con todas sus contradicciones, sus
discursos ambiguos en algunos casos, pero con un notable nivel de activismo
social— ha constituido un importante soplo de energía, de renovación y de
politización en sectores desencantados o ajenos a la acción colectiva. Sus
movilizaciones han tenido notables momentos de éxito, y la persistencia de
grupos locales ha permitido generar una nueva red organizativa que a veces
compite y a veces coopera con los viejos tejidos organizativos. En Barcelona,
donde tenemos nuestro particular observatorio social, ha sido esta red la
principal impulsora de los piquetes de huelga en los barrios, aunque en
muchos de ellos han contado con la participación de activistas vecinales
tradicionales y en unos pocos (allí donde ya existe una vieja tradición de
activismo organizado) se han incorporado a comités unitarios más amplios. En
conjunto su acción ha sumado, por más que persistan muchos resquemores
entre estos sectores y el movimiento sindical tradicional.
Más allá de estos activismos paralelos, hay un proceso social que favorece la
movilización masiva y la heterogeneidad social que se percibe en las grandes
movilizaciones. Hasta hace bien poco, la segmentación social que divide a la
población asalariada se reflejaba en una fuerte diferenciación de
comportamientos ante las grandes convocatorias. La mayor parte de las
huelgas generales anteriores eran, fundamentalmente, huelgas de los
trabajadores manuales, huelgas “obreras”, con poca participación de
empleados públicos y empleados de cuello blanco. Los ataques a las
condiciones laborales de los empleados públicos y los recortes en sanidad y
enseñanza están contribuyendo a generar otra percepción social, así como la
brutal destrucción de las expectativas laborales de la juventud educada y la
extensión de los empleos precarios. Las políticas neoliberales están golpeando
a mucha más gente, están mostrando de forma más descarnada la diferencia
radical entre capital y trabajo, y están destruyendo parte de las estructuras
que sostenían a las clases medias asalariadas. Aún de forma incipiente, la
brutalidad de la crisis abre las puertas a una reconstrucción del sujeto
colectivo, de la autorrepresentación de la clase obrera como un grupo social
diferenciado. Es sin duda un proceso en ciernes (por ejemplo, destaca la
mucha mayor presencia de los enseñantes respecto al personal sanitario en
las movilizaciones más recientes) y contradictorio, pero que debe
considerarse en serio a la hora de elaborar propuestas, movilizaciones,
discurso social.
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* * *
La suerte de este proceso depende de la inteligencia y la capacidad de sus
actores principales para desarrollar un nuevo proceso social. A corto y medio
plazo, la cuestión fundamental es cómo proseguir con la movilización. Parece
claro que las élites en el poder, en todos los niveles, están dispuestas a
sostener con intransigencia sus planteamientos. Y que no van a ceder con
unas pocas manifestaciones masivas (en este sentido, Grecia muestra el
camino). Cuentan con que el agotamiento y el desánimo conduzcan a la
rendición final de la población. Por eso es tan crucial saber elegir un camino
de movilización que sea capaz de resistir el desgaste pero que mantenga la
tensión. No hay una solución fácil a este dilema. Y es posible que florezcan las
respuestas centrífugas, separadoras.
La insistente demanda de negociación por parte de los sindicatos parece más
dirigida a neutralizar a las bases sociales de la gente de orden que a dar ideas
precisas a las suyas propias. Resultan un tanto incomprensibles cuando es
evidente que el antagonista no tiene, a corto plazo, ganas de negociar nada
serio. Generan resquemor en los aliados más alejados y no clarifican
socialmente lo que en este momento parece crucial: explicar bien al conjunto
de la sociedad cuáles son las líneas que ninguna sociedad decente puede
franquear, explicar muy bien cuáles son las contradicciones, las injusticias, las
sinrazones de las políticas actuales, explicar bien las propuestas básicas de
regulación que hay que conseguir imponer. Sólo generando en las propias
bases y propuestas claras podrán los sindicatos ampliar su legitimidad en
sectores sociales que deben ser sus aliados naturales, especialmente en una
coyuntura en que la negociación a puerta cerrada parece más bien a una vía
abierta a la concesión sin contrapartidas.
Pero, asimismo, el éxito de la huelga no puede hacernos pensar que la vía de
la movilización permanente es una vía posible. La huelga general es una
acción costosa, difícil. Es optar siempre por la ofensiva general. Los activistas
más decididos corren siempre el peligro de ignorar estos costes, de olvidar el
desgaste que afecta a la gente que no comparte por entero sus
planteamientos. Y que la propia clase trabajadora está ante un nivel tal de
indefensión (paro, endeudamiento, precariedad...) que limita sus fuerzas.
Sería bueno que todas las partes reconocieran, cuando menos, un marco
común de problemas y se centraran en elaborar propuestas para llevar a cabo
una campaña de movilización sostenida y sostenible, que avanzaran en
generar propuestas comunes y que abrieran espacios de confianza y de
unidad. Ésta es una tarea urgente y necesaria para todas aquellas personas
que lideran, promueven y alientan organizaciones y campañas, que siguen
pensando que es necesario oponerse a la barbarie actual. Empezando por los
principales líderes sindicales y siguiendo por toda la larga serie de activistas
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de los diversos movimientos sociales.
* * *
El único punto negro que ha podido explotar la derecha es el de las acciones
violentas que han tenido lugar sobre todo en Barcelona. De una violencia más
simbólica que real, pero totalmente gratuita e injustificada. Quemar
contenedores de basura no tiene ni siquiera el simbolismo que podía tener la
quema de coches ni el ataque a tiendas de lujo de otros tiempos; es
simplemente pensar que el enfrentamiento en sí mismo tiene algún
significado. Ni tiene que ver con los piquetes de huelga que actúan como
fuerza colectiva para extenderla y hacerla visible. Por desgracia, estos
grupúsculos aparecen a menudo en las grandes acciones y juegan un papel
distorsionador de la movilización social. Permiten crear una cortina de humo
que no sólo oculta la violencia patronal, la coacción individual que han
padecido miles de trabajadores para no ir a la huelga, sino también los
excesos de las propias fuerzas de orden público. Y es que, ciertamente,
muchos manifestantes pacíficos del 29-M se indignaban al ver el humo de los
contenedores. Pero también muchos padecieron el uso de porras metálicas,
pelotas de goma y gases lacrimógenos que utilizaron unos Mossos
d’Esquadra que, una vez más, demostraron su incompetencia en este tipo de
situaciones. Y muchos aún nos preguntamos cómo es posible que, si estos
grupos están tan identificados como pregona el conseller de Interior, señor
Puig, la policía es incapaz de realizar una acción preventiva eficaz. O es que, a
lo mejor, entre la incompetencia y la provocación circula alguna de esas
cloacas del Estado que tan eficaz resulta para mantener a raya a las clases
trabajadoras. En las semanas anteriores pudo percibirse, sobre todo en
algunas facultades, la aparición de propuestas sin firma que promovían la
violencia, cuyas características invitan a pensar que entre los organizadores
pueden facilmente convivir jóvenes inexpertos con provocadores organizados
desde espacios de poder. En todo caso, el agravamiento de la situación social
da alas a nuevas respuestas violentas (facilitando también la intoxicación de
agitadores pagados para desprestigiar las movilizaciones) y obliga, también
en este campo, a pensar en alternativas que impidan que lo vistoso sirva para
tapar lo necesario.
* * *
Esta huelga ha sido un éxito. Y deberíamos empezar por felicitar a toda la
gente que ha trabajado para que así fuera. Que ha demostrado que la
diferencia y la unidad podían convivir. Que las políticas neoliberales merecen
el rechazo masivo. Que somos millones de personas las que queremos un
orden social más justo. Y este éxito nos emplaza a no desfallecer, a seguir
peleando por generar un amplio movimiento de respuesta, a fortalecer la
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unidad frente a la minoría social que sigue concibiendo el mundo como una
finca particular y a las personas que la habitamos como esclavos de sus
intereses. Sindicalistas y activistas diversos hemos trabajado codo con codo
para que ello sucediera. Lo debemos considerar como un estímulo para dar
nuevos pasos, para generar sinergias, para encontrar nuevos caminos de
cambio social.
30/3/2012
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Cuaderno de depresión: 8
Albert Recio Andreu
Presupuesto de 2012: un cuento para no dormir
I
No podía esperarse otra cosa de este gobierno y en este contexto. El
presupuesto de 2012 constituye un plan de ajuste en toda regla: reduce
drásticamente el gasto público y contiene un claro sesgo reaccionario en la
composición del mismo. El efecto final será más grave por cuanto al recorte
del presupuesto estatal hay que sumar el que aplicarán las Comunidades
Autónomas y las corporaciones locales. Dado que éstas concentran una parte
importante de los gastos sociales —sanidad, educación, servicios sociales—,
cabe esperar que el impacto social final sea mucho más radical.
A la hora de juzgar esta política conviene diferenciar dos planos: el
macroeconómico —su impacto sobre el conjunto de la actividad económica—
y el de su composición —sus efectos particulares sobre grupos sociales,
actividades, etc.—.
En el primer plano, el macro, el diagnóstico parece sencillo. A corto plazo, los
recortes presupuestarios van a deprimir aún más la vida económica y el
empleo. De hecho, puede ya constatarse que en los últimos trimestres los
recortes de las actividades públicas han afectado al empleo en sectores
relacionados con el sector público y que su efecto multiplicador se extiende al
conjunto de la economía. Es incluso dudoso que el presupuesto pueda
conseguir lo que se presenta como su única justificación —la reducción del
déficit público—, puesto que la caída de la actividad genera dudas sobre la
capacidad recaudatoria real en los próximos meses. Además, puede agravar
los problemas de endeudamiento privado.
Esto lo saben los promotores de la política actual, pero su dogmatismo y su
confianza ciega les lleva a pensar que la disminución de los salarios, la
reducción de la actividad pública y la orientación pro empresarial del gobierno
generarán por sí solas tal dinamismo privado que “a largo plazo” la economía
retomará su irrefrenable tendencia a la expansión. Basta que seamos dóciles,
obedientes y austeros, y el capital nos recompensará con un futuro brillante
de creación de empleo y prosperidad. Más o menos una versión sofisticada del
cuento de la lechera que elude explicar cómo soportaremos el tránsito, cómo
podremos aguantar con cifras insoportables de paro, con ausencia de
verdaderas políticas de reorientación productiva, de apoyo de rentas básicas.
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Los presupuestos los elaboran contables que siguen las órdenes de generales
que hace tiempo que han perdido la hoja de ruta, y a quienes no les tiembla el
pulso a la hora de exigir sacrificios a los demás porque ellos no los padecen
(por ejemplo, los directivos de las empresas que cotizan en el Ibex, que, pese
a ver reducidas ostensiblemente sus ganancias, del orden del 30%, han visto
recompensados sus esfuerzos con un modesto aumento del 1,5% de sus
ingresos), sin poder explicar las características, la duración y los efectos de
dichos sacrificios. De tanto decirnos que hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades, están trabajando para que estemos mucho peor de lo que nos
merecemos.
II
Si el impacto global es más que discutible, el análisis pormenorizado induce al
terror. Los únicos ministerios que afrontan recortes moderados son los que
tienen que ver con la actividad represiva del Estado —Interior, Justicia y
Defensa—, prefigurando quizá que una sociedad con más desigualdades e
injusticias sólo se sostiene con medidas autoritarias.
Los recortes muestran una clara orientación antisocial: desaparecen por
completo las partidas de dependencia y el fondo de integración de
inmigrantes, y experimentan recortes significativos las ayudas al acceso a la
vivienda (lo cual contrasta con la reintroducción de la desgravación por
compra en el IRPF), los gastos en cultura, los de cooperación al desarrollo, las
subvenciones a la televisión pública... Y es difícil encontrar políticas orientadas
a promover un cambio de modelo económico, puesto que también padecen
recortes más que significativos las políticas activas de empleo, la promoción
de la investigación, Renfe (quizás el preludio de otra privatización), etc.
Lo que parece tener claro la derecha es su enfoque social. No es extraño que,
al calor de los recortes, las políticas sociales se hinchen a promover el papel
del voluntariado y de la familia como alternativas. Es la vuelta al rancio
modelo de la caridad cristiana y del “sálvese quien pueda”. En cambio, no hay
ningún atisbo de idea acerca de cómo va a reorganizarse la economía de este
país, de qué sectores hay que promover, de qué cambios en las pautas de
consumo hay que incentivar, de cómo reorientar las habilidades laborales de
la gente, de cómo impulsar un desarrollo inclusivo. Es un simple retroceso a
las políticas de toda la vida, las que descargan sobre las familias las tareas de
reproducción social, las que confían en la porra para mantener el orden
público, las que sueñan con que el mercado (un ente tan insustancial como
“Dios” o la “historia”) resolverá los problemas que no es posible resolver de
forma colectiva.
III
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Completa el paquete el ajuste fiscal, pues al ya anunciado aumento del IRPF
se suma ahora, como medida principal, la revisión del Impuesto de
Sociedades. Una necesidad ineludible en un impuesto que teóricamente grava
el 30% de los beneficios empresariales y que, en la práctica, sólo recaudaba
poco más del 10%. Y que el año pasado registró un descenso de la
recaudación que duplicó la disminución de beneficios declarada por las
empresas. La situación era tan escandalosa, y las probabilidades de obtener
buenos resultados tan claras, que no han tenido más remedio que introducir
cambios, aunque por su complejidad es posible que la reforma incluya más de
una trampa en términos de equidad.
Sin embargo, este componente aparentemente progresista de los ingresos
viene acompañado de otros anuncios claramente escandalosos. Por una parte,
el nuevo esquema de tasas judiciales. En España la justicia nunca ha sido
gratuita ni igualitaria. Los pobres saben que ir a los juzgados es cosa de ricos.
Ahora la barrera es más alta y está diseñada para evitar que aquel que se
sienta maltratado en primera instancia se atreva a recurrir. Puede
argumentarse que ello desalienta las prácticas obstruccionistas de
empresarios y poderosos, pero, en vista de la cuantía y el diseño de las tasas,
la barrera afecta especialmente a los litigantes de bajos recursos.
Especialmente significativa es la introducción de tasas en los juzgados
sociales, quizá porque la reforma laboral prefigura una mayor judicialización
de las relaciones laborales y lo que se pretende es desalentar a la gente a que
use esta posibilidad de último recurso. Y es que ya lo explicó Dickens hace
más de 150 años en Casa desolada: el sistema judicial no es recomendable
para la gente común.
Y, como colofón, la nueva amnistía fiscal a los poderosos poseedores de
dinero negro. Una medida que siempre se presenta como una operación de
limpieza a fondo y que, en la práctica, suele ser una mera actuación
cosmética que deja intactas las raíces del fraude fiscal. Máxime en un país
que acaba de desmantelar la cúpula de la inspección tributaria, que ha puesto
en su dirección a una persona, Pilar Valiente, que resultó más que quemada
en el affaire Gescartera, y donde tampoco se plantea una mejora sustancial
de la inspección fiscal. No deja de ser sospechoso que la reforma se plantee
justo en el momento en que la inspección tributaria había puesto de
manifiesto las irregularidades fiscales de poderosas familias como los Botín,
los Carulla o los Cuatrecasas. Ninguna amnistía fiscal anterior ha servido para
rebajar significativamente el fraude fiscal, pero sí que ha permitido a algunos
poderosos lavar responsabilidades hasta nuevo aviso.
IV
Si este cuento acaba mal —y hay bastantes probabilidades de que así sea—,
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Rajoy y su “troupe” no van a ser los únicos en quedar en evidencia. Al fin y al
cabo, ellos podrán esgrimir que han sido fieles seguidores de las consignas
que les han dado los zares europeos, los políticos y tecnócratas que rigen con
mano de hierro y con falta de sentido común y sensibilidad social los destinos
de Europa. Aunque seguramente, si las cosas se complican, estos líderes
imperiales se laven las manos. La complejidad del mundo real siempre
permite salidas en falso, como culpar de los problemas a una mala aplicación
de la política, a la resistencia de las víctimas locales o a cualquier
perturbación externa imprevista. La preocupación por la situación española
que empieza a manifestar alguno de estos prohombres europeos no es más
que una expresión de cinismo con la que tratan de ocultar su propia
responsabilidad.
Hay algo más preocupante aún, y es que, además de no cejar en su empeño
por aplicar políticas que nos acercan al precipicio y que dejan intactas las
causas básicas de los problemas actuales (la excesiva y criminal
financiarización, los desequilibrios productivos, territoriales y sociales
generados por la globalización, las políticas neoliberales, los problemas que va
generando la crisis ecológica, etc.), exigen cada vez más aplicar medidas de
emergencia para llevarlas a cabo, eliminar las trabas democráticas para
imponerse a corto plazo. Y ello aunque después tengan la desfachatez de
reconocer que reformas estructurales como la laboral sólo generan resultados
a largo plazo (y, por tanto, que su implementación podría haber esperado a un
sosegado debate social, pues sus posibles efectos no servían para cubrir
ninguna emergencia). Se trata de medidas de emergencia que significan
recortes en la participación democrática, como la de imponer gobiernos
tecnocráticos, o la de aprobar reformas de la Constitución sin debate, o la de
llevar a cabo grandes reformas por la vía del decreto ley. O, como es
previsible, aplicar nuevos recortes a las libertades para impedir y coartar la
protesta social. También en esto, un análisis de lo que el nuevo presupuesto
recorta y no recorta resulta premonitorio de que nos enfrentamos a algo más
que una simple apretadura de cinturón. Nos jugamos los derechos
fundamentales.
Autopista de servidumbre
En 1944 Friedrich Hayek publicaba Camino de servidumbre, un libro
fundamental para el pensamiento antisocialista. Su argumento básico era que
la planificación y la propiedad pública eliminaban las bases de la libertad
humana y tendían a convertir a las personas en meros siervos de algún tipo
de Estado totalitario. Éste ha sido desde siempre uno de los iconos
intelectuales del pensamiento neoconsevador y neoliberal. En gran parte, la
contrarrevolución neoliberal tuvo bastante éxito en explotar una idea
reduccionista de libertad humana como base para obtener legitimidad y
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hegemonía cultural.
No voy a entrar aquí a discutir todo el razonamiento de Hayek, pero la
reflexión sobre la actual reforma laboral, y el conocimiento de lo que también
está ocurriendo en muchos países con políticas neoliberales, me han llevado a
repensar el tema. Un análisis de las formas de dominación humana en las
economías precapitalistas permite reconocer una elevada gama de
situaciones en las que un grupo de individuos ha coaccionado al resto, les ha
impuesto sus intereses, los ha obligado a una actividad laboral excesiva, les
ha coartado sus acciones, les ha vulnerado su dignidad. Alguna de estas
formas de dominación han tomado la forma de una relación entre individuos y
Estado, como el trabajo forzado en los imperios orientales o en las colonias del
siglo XIX. En otros, sin embargo, esta relación se ha basado
fundamentalmente en una relación personal, aunque claramente
predeterminada por un marco institucional externo, como es el caso de la
esclavitud (una relación amo-criado), la servidumbre feudal (una especie de
“contrato” entre un señor y un vasallo) o gran parte de las relaciones
patriarcales, siempre mediadas por relaciones familiares (en algunos casos
incluso camufladas por algo que tiene tan buena prensa como el amor). Los
liberales antisocialistas tienden a confundir la servidumbre sólo con las
variantes del primer tipo, pero suelen ser insensibles a las que existen en las
relaciones privadas. Posiblemente porque ello les conduciría a reconocer que
también en las relaciones laborales capitalistas se da una nueva forma de
servidumbre, camuflada bajo un contrato de trabajo estrictamente privado.
El grado de servidumbre en las economías capitalistas reales ha variado con
el tiempo en función de la lucha de clases, de las regulaciones públicas, de las
oportunidades de escapar a una relación indeseable (el pleno empleo es
siempre una oportunidad para relajar la dependencia). Por ello las peores
condiciones laborales, las dependencias más personales, se producen en
aquellos contextos locales en los que un patrono controla todos los resortes
del poder local (basta leer a un novelista conservador como Torrente Ballester
para aprenderlo).
En los últimos años, las contrarreformas laborales aprobadas en muchos
países —especialmente en los anglosajones pero también en otros— bajo el
camuflaje de la flexibilidad, la globalización y la competitividad, han tendido a
reforzar la dependencia personal de muchas personas (en el argot económico,
algunos autores hablan de la aparición de mercados “monopsónicos” u
“oligopsónicos”), con sindicatos debilitados o inexistentes, con leyes que dan
mucha manga ancha a las decisiones empresariales, con empleados
sometidos a un temor permanente al despido, con el uso de técnicas de
chantaje emocional.
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Vista desde esta perspectiva, la contrarreforma laboral en marcha constituye
una clara autopista a la servidumbre, pues, más allá de medidas concretas, lo
que realiza es una donación masiva de poder a los empresarios. Un poder que
reduce los derechos individuales, fracciona la acción colectiva, acalla
mecanismos de voz e impide la actuación de árbitros externos. Al final, reduce
la relación laboral a una dependencia personal en la que únicamente prima la
voluntad del empresario, su mayor o menor condescendencia y buena fe
(siempre ha habido amos mejores y peores). Y ya sabemos por experiencia
que son las personas sometidas a relaciones más personalizadas las que
tienen peores condiciones de trabajo y son más reacias a defender sus
derechos. La nueva ley laboral es una auténtica autopista de servidumbre. Y,
como tal, la debemos reconocer. Porque están en juego varios de los
elementos básicos del viejo programa emancipador: la igualdad, la libertad y
la fraternidad.
El plan de emprendedores
La Generalitat de Catalunya nos regala todos los meses una buena muestra
de imaginación. Si el mes pasado era el descubrimiento de que el futuro de la
economía catalana pasaba por atraer el modelo de Las Vegas, este mes nos
han obsequiado con un plan de emprendedores que, entre otras cosas, prevé
incluir su promoción en los programas docentes de la educación obligatoria.
Como no tienen ideas claras sobre cómo salir de la crisis, ya sólo les queda la
baza de esperar a que, por generación espontánea, surjan unos líderes
económicos que creen empleo y actividad de no se sabe dónde. El tema de la
“emprendeduría” y el liderazgo forma parte desde hace treinta años del
discurso ideológico neoliberal, pensado para reforzar la hegemonía de la clase
empresarial y minusvalorar la aportación del resto de la sociedad al bienestar
general. Y ahora, con la excusa de la crisis, se ha vuelto a poner en
circulación. Y hasta ha servido como coartada para diseñar una de las
modalidades más execrables de contratación laboral, combinando
subvenciones impúdicas con derogación de derechos (el período de prueba de
un año no es otra cosa).
Los que nos venden la idea de que toda la solución pasa por los
emprendedores, olvidan que han sido ellos los que nos han llevado a donde
estamos. ¿O es que no eran emprendedores los cientos de especuladores
inmobiliarios que asolaron el territorio y alimentaron la burbuja inmobiliaria?
¿O es que no lo son los miles de personas que todos los años abren negocios
de escasa viabilidad? Ignoran también que en el mercado real los nuevos
proyectos casi nunca salen por generación espontánea. Personas ambiciosas
las hay en todas las sociedades, pero la maduración de proyectos requiere a
menudo de fundamentos más sólidos. Como la existencia de políticas públicas
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que generen oportunidades de actividad (está bien estudiado que el impulso
básico a la revolución informática, incluida internet, provino del impulso de las
políticas militares estadounidenses). O que muchos innovadores han salido de
empresas maduras y se han limitado a desarrollar nuevas aplicaciones o
soluciones a viejos problemas conocidos. Ahora parece que lo que cuenta es
que descienda el Espíritu Santo e ilumine a una nueva generación de
individuos que desarrollarán alguna actividad ignota.
Hace pocos días tuve la oportunidad de asistir a una conferencia de uno de
estos “gurús” del nuevo liderazgo (un conocido profesor de la prestigiosa
escuela de negocios Esade, aunque algo “tocada” por las andanzas de su real
alumno). Su argumento era que el nuevo liderazgo ya no pasa por tener una
visión sobre qué hacer, sino por promover la reflexión entre los seguidores del
líder. O sea que, traducido al mundo económico, uno se pregunta cómo van a
desarrollarse nuevas actividades si el que las dirige no tiene una mínima idea
de cuáles son. Visto así, parece claro que promover emprendedores es sólo un
subterfugio para seguir subrayando la importancia social de los empresarios,
para seguir diciéndole al resto de la sociedad que debe plegarse a sus
intereses y sus caprichos, que ceda su confianza personal a cambio de nada.
Es indudable que para salir de la situación actual faltan iniciativas. Y que éstas
siempre son sostenidas por personas. Y que cualquier sociedad alternativa
debe seguir promoviendo la creatividad, la reflexión, la dinamización social.
Pero es seguro que el modelo de individuo autista, egotista y socialmente
miope que caracteriza a la figura del empresario capitalista-tipo no sirve para
resolver los problemas de un mundo que requiere sensibilidad ecológica,
igualitarismo social, trabajar con la complejidad de los procesos y cooperación
colectiva. Y que estos individuos difícilmente se desarrollarán sujetos a unas
reglas del juego que potencian la competitividad individual y el narcisismo de
los triunfadores, ni van a aparecer con la mera aplicación de conjuros como es
el de “desarrollar el espíritu emprendedor”.
Los individuos son ciertamente importantes. Pero el reto está en generar un
marco social donde todo el mundo tenga la capacidad de desarrollar sus
capacidades, donde todo el mundo sea respetado y reconocido por sus
aportaciones, donde la cooperación, el diálogo igualitario y la participación
permitan encontrar soluciones que vayan más allá de los proyectos que
permiten enriquecer a unos pocos. Es tiempo para que los movimientos
sociales y las experiencias de economía social permitan desarrollar otro
modelo de iniciativas y participación, un modelo más pleno de libertad y
desarrollo colectivo.
30/3/2012
15
Mitos y mentiras sobre los sindicatos
Joaquim Juan Albalate
Desde hace ya unos años, se viene difundiendo desde los medios de
comunicación que operan en España ciertas afirmaciones que cuestionan la
legitimidad de los derechos que se asignaron a los sindicatos —mediante
diversas leyes, empezando por la Constitución— a finales de los años setenta
y principios de los ochenta. Esta objeción ha empezado a adquirir durante
estos últimos tiempos visos de una auténtica ofensiva de las fuerzas políticas
y económicas de índole neoliberal, tanto a escala nacional como en la Unión
Europea. Determinados partidos políticos y gobiernos conservadores o
liberales españoles y europeos, pero también representantes cualificados de
los poderes económicos y financieros, están protagonizando una intensa y
persuasiva campaña de descrédito contra el rol y las funciones que, desde la
restauración de la democracia, vienen desarrollando los sindicatos.
Esta campaña pretende debilitar a una de las pocas instituciones que aún
subsisten en los países industrializados y que, junto con otras organizaciones
no gubernamentales y movimientos sociales, constituyen, por encima de los
partidos políticos, la más importante instancia colectiva que todavía planta
cara a los intentos de acabar con los derechos sociales y económicos
asociados al Estado del Bienestar, tan dura y costosamente conseguidos en
España a lo largo de los últimos treinta y cinco años. Ante esta situación,
algunos profesores universitarios, investigadores sociales, escritores,
periodistas, artistas, intelectuales y, en particular, sindicalistas, han
reaccionado contra semejante cruzada, recurriendo a diversas formas de
denuncia de dichos ataques.
Concretamente, hace unos meses apareció un artículo en la revista de la
Federación de Educación del sindicato CCOO, publicado en noviembre de
2011, en el que se apuntaban una serie de frases y expresiones, ampliamente
extendidas entre la población y difundidas desde casi todos los medios de
comunicación, de cuyo contenido se deducía un claro intento de degradar la
imagen de los sindicatos, con el beneplácito, más o menos confesado, de las
citadas organizaciones e instituciones. Pues bien, partiendo de esas
expresiones y de las contribuciones aportadas por otras personas al respecto
(V. Navarro, M. García Biel, J. López, J. Rodríguez, C. Barrera, etc.), cabe
realizar los siguientes comentarios a cada uno de tales enunciados:
1. “Los sindicatos tienen cada vez menos soporte laboral y social”
El soporte que reciben los sindicatos tiene, al menos, dos dimensiones: la
16
laboral y la social, ambas íntimamente relacionadas puesto que cualquier
suceso laboral tiene connotaciones sociales, aunque no siempre sucede lo
contrario.
Por lo que se refiere al soporte laboral, éste se puede “medir” a partir de la
confianza que depositan los trabajadores, bien cuando se afilian a un sindicato
pagando una determinada cuota, bien cuando respaldan a unos determinados
candidatos, participando en las elecciones sindicales.
Estos dos aspectos (afiliación y elecciones sindicales) son los que legitiman a
los sindicatos para que ejerzan la representación de los intereses de los
trabajadores, recogiendo sus demandas y trasladándolas a las mesas de
negociación con la patronal, o con el propio Estado cuando se trata de
empleados públicos.
Con respecto a la afiliación, debe tenerse en cuenta que, desde que se
legalizaran los sindicatos a finales de los años setenta, la afiliación sindical en
España no ha dejado de crecer. Mientras que en el año 1980 (aún en plena
transición democrática) los sindicatos apenas contaban con 500.000 afiliados,
esta misma cifra se había multiplicado por más de 6 a finales del primer
decenio de este siglo, de modo que eran más de 3 millones los afiliados a
alguno de los actuales sindicatos —encabezados por CCOO, que contaba con
1,2 millones—, a lo que habría que añadir la reciente tendencia que, desde
2009, han iniciado las tasas de afiliación, con un repunte de más del 40% en
2011.
Estas cifras contradicen el supuesto distanciamiento de los sindicatos de sus
bases sociales. Y ello a pesar de la grave crisis económica y de empleo que
está atacando, particularmente, a los colectivos de trabajadores que,
históricamente, más cerca han estado del sindicalismo. Si bien es cierto que la
tasa de afiliación sindical en España se sitúa por debajo de la de otros países
occidentales (en torno al 17% del total de asalariados), también lo es que
viene manteniéndose bastante estable durante los últimos años.
Y todo ello en un país que sigue caracterizándose por tener una patronal con
una cultura laboral esencialmente contraria a cualquier acuerdo que implique
una mínima renuncia a sus prerrogativas, pero también por poseer un tejido
empresarial con un porcentaje muy elevado de pymes, donde es más difícil
que arraiguen y se extiendan los valores de solidaridad de clase que se
derivan del trabajo colectivo. Además, a ello habría que sumar la no
obligatoriedad de afiliarse para poder beneficiarse de los resultados de la
negociación colectiva.
Una segunda fuente de legitimidad proviene de las elecciones sindicales que
17
se realizan, periódicamente, entre el “electorado” de los trabajadores
asalariados. Se trata de otro soporte, tan o más importante que el anterior, de
cuyos mejores o peores resultados se desprende un mayor o menor amparo
democrático con el cual se legitiman las decisiones que toman los sindicatos
en nombre de sus representados.
En este sentido, cabe decir que el porcentaje de participación de los
trabajadores en las elecciones sindicales es, desde que éstas se celebran,
muy elevado (alrededor de un 75-85% del total de asalariados que pueden
participar a lo largo de los cuatro años que dura el actual cómputo electoral).
Unas cifras que en modo alguno han obtenido los partidos políticos en todas
las elecciones políticas celebradas desde los años ochenta, tanto en las de
ámbito local como en las autonómicas, nacionales o europeas, y no por ello se
cuestiona el cada vez más mermado soporte que reciben de los ciudadanos.
Por último, vale la pena agregar a lo anterior que los sindicatos recaban
también un soporte que va más allá de la esfera laboral. Personas que están
en paro o en situación de inactividad también respaldan la actividad sindical,
a pesar de no trabajar ni estar afiliadas. Las miles de personas que congregan
los sindicatos cuando convocan manifestaciones, paros o huelgas, acogen a
muchas otras personas que apoyan a los sindicatos desde ámbitos distintos
del estrictamente laboral, puesto que muchas de las reclamaciones sindicales
son también demandas que afectan a la sociedad en su conjunto.
Y es que, aparte de la Iglesia, no hay ninguna otra institución ni organización
social de índole voluntaria en España que concite — contrariamente a lo que
algunos dicen— tanto soporte social como los sindicatos.
2. “Los sindicatos subsisten gracias a los fondos que les da el
Estado”
La financiación de los sindicatos españoles proviene, fundamentalmente, de
los ingresos que reciben de las cuotas de los tres millones de afiliados que
poseen: unos 250 millones de euros anuales que cubren el 60% de los gastos
corrientes. El Gobierno español sólo aporta (¿aportaba?) 16 millones de euros,
que se reparten en función de la influencia electoral de cada sindicato. El
resto de los ingresos se obtienen de otras fuentes privadas o públicas, como
la venta de servicios o, simplemente, de créditos bancarios.
Esos ingresos deben ser suficientes para cubrir los gastos de funcionamiento
ordinario y del mantenimiento y, en su caso, alquiler de los locales donde se
realizan las actividades ordinarias. Pero también para cubrir los costes de una
de las principales funciones sociales atribuidas a estas organizaciones: la
negociación colectiva —a veces a lo largo de muchas horas o jornadas— de
18
más de 4.000 convenios colectivos que, más tarde o más temprano, acaban
repercutiendo en la mejora de las condiciones de trabajo de millones de
asalariados.
En contraste con los 16 millones de euros que reciben los sindicatos españoles
del Estado, las ayudas con ese mismo origen que ingresan los sindicatos
británicos alcanzan los 98 millones, mientras que los italianos recaudan 600
millones y las organizaciones sindicales francesas del sector público, 700
millones.
Por su parte, las organizaciones patronales españolas reciben del Estado una
cantidad parecida a la de los sindicatos, criterio éste, como mínimo, discutible,
pues ni por el número de afiliados que aquéllas tienen, ni por la disponibilidad
de recursos que esos afiliados poseen para pagar sus cuotas o, más aún, ni
por el hecho de que esas mismas organizaciones disponen de otras fuentes de
financiación inaccesibles para los sindicatos, las patronales deberían obtener
el mismo volumen de financiación que el que reciben los sindicatos.
Pero, puestos a cuestionar la legitimidad —que no la legalidad— de los 16
millones de euros que reciben los sindicatos de los fondos públicos, nadie
pone en duda —y menos los dirigentes políticos o algunos medios de
comunicación que así se lo reprochan— la pertinencia de que los partidos
políticos se merezcan los 85 millones que también reciben del Estado —por
mucho que, según todas las encuestas, su credibilidad social sea bastante
menor que la de los sindicatos— o que, como recientemente se ha podido
saber, la Casa Real obtenga de los presupuestos generales del Estado una
renta de centenares de millones de euros cada año, sin contar el valor del
patrimonio que esa institución posee.
Y todo ello por no hablar —por mucho que lo merezcan— de la subvención de
90 millones que se concede al cine español, de los 360 millones que reciben la
prensa y las televisiones privadas o, en fin, de los 6.000 millones que percibe
la Iglesia para cubrir la parte de los gastos que no puede financiar con los
ingresos de sus feligreses, etc.
3. “Los sindicatos se lucran con las ayudas que reciben para la
formación profesional continua de los trabajadores”
Los sindicatos reciben unos 150 millones —al igual que la patronal— de fondos
públicos que se destinan a cubrir los gastos de profesorado, personal auxiliar,
instalaciones, material fungible, etc., de los miles de cursos de formación
continua que cada año se prescriben para el reciclaje voluntario de las
cualificaciones de los asalariados. Se trata de otra de las funciones sociales
más importantes con que los sindicatos colaboran, junto con la patronal y
19
algunas administraciones públicas, para que la competitividad de los bienes y
servicios que se producen en España vaya al alza, justamente, como resultado
de dichos cursos. No se trata de un gasto, sino de una inversión de futuro muy
importante aunque, no por ello, sometida, igualmente, al control y auditoría
de las autoridades públicas españolas y europeas.
Y es importante porque, además de que la formación continua se imparte de
forma gratuita a unos 2,5 millones de trabajadores al año por término medio
—que, de otro modo, posiblemente no recibirían, y menos de forma gratuita—,
lo es también por las repercusiones que tiene en el aumento de la autoestima
del trabajador, así como en las oportunidades de promoción interna y en las
de movilidad inter e intrasectorial, e incluso —con las matizaciones que se
quiera— en las de poder encontrar trabajo antes que quienes se forman
menos, cuando se está en el paro o, en fin, en las de eludir el despido en
mayor medida que estos últimos.
La formación continua sigue siendo una herramienta fundamental para
afrontar en mejores condiciones los cambios técnicos y organizativos que hoy,
tan rápida e intensamente, se producen en el mundo del trabajo. Y, aunque no
sea una condición suficiente para encontrar empleo —sobre todo en
situaciones de paro masivo como la que se vive en España desde hace
demasiados años—, sigue siendo un recurso útil para que los trabajadores que
siguen ocupados conserven el puesto de trabajo.
En definitiva, la inversión que hacen los sindicatos con los fondos recibidos no
sólo es rentable porque eleva las cualificaciones de los trabajadores, sino
porque las empresas se benefician también de contar con unos trabajadores
más formados y cualificados. En todo caso, ante cualquier sospecha de lucro
indebido siempre se tiene al alcance la correspondiente denuncia en los
tribunales.
4. “Los dirigentes sindicales ‘viven del cuento’ en vista de lo que
hacen”
Además de la financiación estatal o de los planes de formación continua, otra
de las críticas que se vierten contra los sindicatos se refiere a los sueldos que
cobran sus dirigentes. Si bien es cierto que los ingresos en concepto de
trabajo de los dirigentes sindicales proceden de una parte de las subvenciones
públicas que reciben sus organizaciones, también lo es que tales
remuneraciones no sólo están fiscalizadas por Hacienda y otros entes de
control público —como a cualquier otro ciudadano que cobra un salario o una
subvención del erario público—, sino que dichas cantidades son, como
mínimo, ridículas, atendiendo al volumen de horas que destinan a organizar y
resolver un conjunto creciente de problemas.
20
Si se compara con lo que ingresan otros cargos públicos, por no hablar de lo
que cobran algunos dirigentes o ejecutivos de organizaciones o empresas
privadas, las tareas que realizan los miembros de los sindicatos pueden ser
tantas, o tan o más estresantes y tener tanta o más responsabilidad social y,
por tanto, tanto o más riesgo por omitir o errar en la toma de decisiones, que
las que realizan aquéllos. Por ejemplo, una hipotética gestión deficiente de las
actuaciones que se llevan a cabo durante la negociación colectiva o en alguno
de los diversos servicios que ofrecen los sindicatos, podría repercutir muy
negativamente en las condiciones de trabajo de muchos miles de persones o,
en su caso, en la calidad de dichos servicios, con consecuencias igualmente
negativas para aquellos, al estar sometidos a la competencia del mercado.
Por tanto, que un alto dirigente de uno de los sindicatos españoles más
representativos ganara en 2011 unos 2.470 euros brutos mensuales, no
parece que se corresponda con la dimensión de las consecuencias que
pueden derivarse de una mala gestión de las responsabilidades que tienen a
su cargo. Se trata de una cifra que, a ojos de algunos dirigentes
empresariales, puede suscitar una cierta sonrisa sarcástica, pero que no sólo
se corresponde con los valores fundacionales de modestia y honestidad
propios de los sindicatos de clase, sino que constituye una remuneración
mínima por todo lo apuntado antes. Por cierto, no hay que olvidar que, a
diferencia de la inmensa mayoría de los dirigentes empresariales privados y
públicos, los líderes sindicales son escogidos democráticamente, por lo que
los sueldos que cobran están revestidos de un plus de legitimidad, como
mínimo, superior al de los que también cobran sin proceder de procesos
democráticos.
5. “Las horas sindicales se utilizan para excusarse del trabajo
mermando la productividad”
El número de horas sindicales que se prevé en el artículo 68 del Estatuto de
los Trabajadores aún hoy vigente es, en comparación con la mayoría de los
países europeos, escaso. Eso podría explicar, al menos en parte, por qué una
porción importante de los delegados que salen elegidos en las elecciones
sindicales tienen que dedicar un porcentaje significativo de su tiempo
personal, que a menudo va mucho más allá del número de horas que,
efectivamente, se remuneran.
En el citado artículo se notifican los "créditos" de horas a los que tiene
derecho cada uno de los miembros elegidos del comité de empresa y de los
delegados de personal, estos últimos en el caso de empresas de 50 o menos
trabajadores, con un mínimo de un delegado para las de 30 o menos
trabajadores.
21
El volumen de horas mensuales a que dan derecho tales "créditos" se
distribuye en función del tamaño del centro de trabajo: en los de 100 o menos
trabajadores, la ley concede 15 horas a esos miembros o delegados, en los
que tienen entre 101 y 250, 20 horas, y así sucesivamente, hasta llegar a los
que exceden de 750, que pueden disponer de 40 horas. En ese mismo artículo
se precisa que los "créditos" de horas que disponen los distintos delegados
pueden ser transferidos por parte de algunos de éstos y ser acumulados por
otros, algo que suele suceder en la práctica.
Es de ese modo que algunos de los miembros del comité o delegados elegidos
pueden quedarse sin “crédito” horario —porque lo han cedido a otros
miembros—, o bien ser “liberados", parcial o totalmente, según hayan
conservado el consiguiente “crédito” atribuido o, por el contrario, hayan
acumulado a los suyos los cedidos por otros, hasta un máximo del 100% de
las horas totales de la jornada, según sea el tamaño de cada centro de
trabajo, algo que rara vez sucede, pues, a la hora de la verdad, sólo puede ser
factible en algunos de los centros de trabajo de gran dimensión.
Pues bien, en España los delegados sindicales que estaban "liberados" en su
totalidad alcanzaba, aproximadamente, a unos 4.000, un 1,3% sobre un total
de más de 300.000 delegados sindicales escogidos en 2010.
Por tanto, cuando se acusa a los sindicatos de ser los responsables del gran
volumen de horas que se “pierden” cada año para la productividad de la
economía del país por "culpa" de ejercer un derecho legal como éste, habría
que advertir a quienes así lo afirman que, además de que no se comete
infracción alguna, sólo repercute en una ínfima parte de los delegados:
aquellos que, realmente, ejercen su derecho al "crédito" horario, sea éste
parcial o total.
Ahora bien, las horas que se "pierden” para la productividad económica son
relativamente pocas si se comparan con las que se (¿pierden?) también en
las, a veces, inacabables reuniones que tienen lugar en el seno de las
patronales o dentro de las mismas empresas, sin que por ello computen como
pérdidas para la competitividad de los bienes y servicios que se producen en
la economía española.
En realidad, no es ciertamente el coste de las horas sindicales lo que
preocupa a la patronal o a las fuerzas políticas que representan a sus
intereses en toda España. Lo que verdaderamente les inquieta es la misma
existencia de los sindicatos, hagan muchas o pocas horas sindicales.
Por ejemplo, sin ir más lejos, mejorar un 1% el salario de todos los
trabajadores españoles comporta, de media, diez veces más costes para los
22
empresarios que el de las horas sindicales que deben sufragar. Que los
sindicatos hayan logrado hace años que los padres o las madres puedan
disfrutar de permisos remunerados para cuidar de sus hijos equivale a un
coste tres veces mayor que el de las horas sindicales respectivas. Y así
sucesivamente, con otros derechos sociales y económicos conseguidos
durante las últimas décadas.
Y todo ello gracias a que los sindicatos han existido y siguen existiendo, mal
que les pese a algunos.
6. “Los sindicatos no sirven para nada”
Ésta comienza a ser también otra de las afirmaciones que se propaga cada
vez a mayor velocidad y que, aparentemente, ha calado con bastante
facilidad entre muchos trabajadores y entre la población en general. Al menos,
eso es lo que podría deducirse de los resultados de algunas encuestas sobre
la confianza de los ciudadanos en determinadas instituciones, patrocinadas
por una serie de entidades dedicadas al estudio de la llamada "opinión
pública" y que, periódicamente, aparecen en los medios de comunicación. En
estas encuestas se insiste en que, sin ser los "últimos de la cola", los
sindicatos son percibidos por estas encuestas como una de las instituciones
que, paulatinamente, mayor credibilidad pierden, a ojos de, por lo visto, una
mayoría creciente de ciudadanos.
Parecería como si, por arte de magia, un amplio conjunto de personas
consideraran, desde hace ya unos años, que los sindicatos ya no son
necesarios porque, por poner un ejemplo, las condiciones de vida y de trabajo
de una mayoría social han llegado a ser tales que, efectivamente, sobra su
presencia, al menos en España.
¿Se trata de una maniobra orquestada desde los diversos poderes políticos y
económicos —siempre reticentes, históricamente, a la existencia de los
sindicatos— que se sostiene en sólidos fundamentos o, por el contrario,
responde a la realidad porque los sindicatos ya no son capaces de dar
respuesta a los problemas sociolaborales de los trabajadores?
Todo indica que ambas preguntas tienen algo de verdad. Y es que, de ser
cierto que una gran mayoría opina que los sindicatos “no sirven para nada”,
éstos tendrían que replantearse a fondo el papel que juegan en los momentos
más recientes. Ahora bien, de entrada no parece que esto pueda sostenerse.
En primer lugar, aunque esas encuestas pueden haber recogido una cierta
sensibilidad social contraria a la pervivencia de los sindicatos, es lícito
preguntarse sobre el procedimiento seguido por dichas encuestas para llegar
23
a tales conclusiones. Como en otros escrutinios, y dando por correctos los
cálculos del volumen y la distribución de la muestra, del margen de error, etc.,
es importante saber cómo se ha recopilado y qué se ha preguntado a los
ciudadanos, pues, según se haya orientado el enunciado de las preguntas, se
podrían haber alcanzado otros resultados.
Por ejemplo, ¿la encuesta era específica sobre los sindicatos o trataba de más
temas?, ¿qué número de preguntas se incluían y qué se preguntaba
exactamente sobre los sindicatos?, ¿en qué lugar del cuestionario se situaban
estas preguntas?, ¿existían respuestas abiertas?, ¿cuáles eran?, etc. Éstas y
otras interpelaciones sobre la elaboración del instrumento utilizado para
recabar la información podrían deparar resultados distintos de los obtenidos
en esas encuestas.
En segundo lugar, aun aceptando que el diseño de dicho instrumento se
hubieran ajustado a los requisitos de objetividad científica y, derivado de ello,
se hubiera detectado que, efectivamente, existe una percepción social de los
sindicatos como entes superfluos, no significaría, necesariamente, que
muchos de los interpelados deseen prescindir de ellos. Algunas personas
pueden defender su inutilidad y, al mismo tiempo, estar afiliadas o votar por
un sindicato en las elecciones sindicales, en este caso si se es un trabajador
en activo. Es común observar que muchas personas pueden compatibilizan
ideas (“los sindicatos no sirven para nada”) con otras que se contradicen con
las que se llevan a la práctica.
No obstante, a pesar de todo lo dicho hasta ahora, es posible que dicha
percepción pudiera aproximarse a una cierta realidad, aunque llena de
matices. La crisis económico-financiera actual se ha encargado de reforzar el
desmantelamiento, iniciado ya en los años ochenta, de las bases materiales e
ideológicas con las que los sindicatos de clase encontraban el apoyo necesario
para afrontar las desigualdades laborales y sociales existentes.
Desde que esas bases declinaron en favor de otras, completamente, opuestas
a éstas, la sintonía de los sindicatos con las "nuevas" demandas sociales y
laborales planteadas por los jóvenes, pero también por otros no tan jóvenes,
se ha quebrado, dando paso a una desafección e inhibición sociales, propicias
a la aparición de, entre otras cosas, frases como "los sindicatos ya no sirven
para nada". Y eso, paradójicamente, cuando el empleo se encuentra en una
situación en la que cabría esperar, más que nunca, la adhesión masiva a la
lucha contra las causas que provocan el paro, históricamente encabezada por
los sindicatos.
El declive de las ideas críticas contra el sistema capitalista de una parte
importante de los trabajadores, pero también de los propios parados y de
24
muchos de aquellos jóvenes —algunos de ellos indignados con los intentos de
recortar los derechos conseguidos por sus homólogos de las anteriores
generaciones—, ha facilitado a los poderes económicos y políticos, y a los
medios de comunicación que estos mismos controlan, inculpar a los
sindicatos, unilateralmente, de la responsabilidad del actual paro masivo,
empezando, como ya se ha visto, por eliminar las horas sindicales.
Si bien algunas estrategias dudosas llevadas a cabo por las direcciones de los
sindicatos durante las épocas anteriores en relación con las políticas de
empleo podrían haber contribuido a un cierto descrédito, también es verdad
que, si alguien no es responsable de la destrucción de empleo y del paro
masivo existente, éstos son los sindicatos, sino aquellos que pueden crear
ocupación —empresarios y, cuando no, el propio Estado— y que, por motivos
económicos y políticos, respectivamente, no lo hacen.
Por tanto, aunque una potente socialización regresiva intenta revertir la
responsabilidad de la situación económica actual, los sindicatos no sólo "no
han servido para nada", sino que han servido, en la medida en que lo han
permitido sus escasos recursos, para concienciar y movilizar a los ciudadanos
a fin de denunciar a los auténticos causantes de dicha crisis y, con ello,
colaborar con otros colectivos para frenar, en la medida de lo posible, las
peores consecuencias de la crisis iniciada por aquéllos.
7. “Si no existieran los sindicatos la sociedad tampoco notaría su
ausencia”
Este enunciado aún no se ha extendido tanto como los anteriores, aunque,
puestos a imaginar lo peor, no es descabellado que, tal como se suceden los
acontecimientos, sea sólo una cuestión de tiempo. Se trata de una falacia más
que se deriva del enunciado anterior: si los sindicatos no sirven para nada,
entonces lo mejor es que desaparezcan.
La hipótesis de una supuesta desaparición de los sindicatos suscita la
existencia de, al menos, dos escenarios: el primero sería que, efectivamente,
los sindicatos “ya no sirven para nada”, algo que ya se ha intentado
desmentir en el anterior enunciado. El segundo, en cambio, haría referencia a
que los sindicatos “sí que sirven para algo” y, a pesar de ello, los poderes
económicos y/o políticos decidan, sea cual sea la opinión pública sobre ellos,
eliminarlos.
Este último escenario plantearía numerosos problemas que habría que
resolver. En primer lugar, tal desaparición nos remitiría, aunque con un
contexto histórico distinto, a otras épocas del pasado, no tan lejano, en las
que, tras ser proscritos, volverían a ser perseguidos, puesto que si “servían de
25
algo” antes de ser prohibidos, es lógico pensar que volverían a luchar para
salir de la clandestinidad y exigir, una vez más en la historia, su legalización.
Este escenario no parecería ser “funcional” para el propio sistema capitalista
actual, dado el “compromiso” de los poderes políticos y económicos para
mantener la democracia formal vigente y, por tanto, de las instituciones
básicas que la acompañan, como, por ejemplo, los sindicatos. Ahora bien, es
éste un compromiso al que hoy nadie podría asegurarle permanencia, vistos
los embates de que son objeto los sindicatos en la actualidad.
En segundo lugar, el cese automático de las funciones que desarrollan los
sindicatos, en particular la referida a las relaciones laborales y,
específicamente, a la negociación colectiva de los convenios con las
patronales y, en su caso, la concertación social con estas últimas y el propio
gobierno, quedaría sin efecto. Sin duda, los primeros perjudicados serían los
trabajadores, especialmente los de las pequeñas y medianas empresas (las
que acogen a menos de 50 trabajadores), en la medida en que son los que
más se benefician de la actual normativa que permite extender los logros
conseguidos en esa negociación a estos trabajadores, siempre y cuando los
sindicatos o, sobre todo, las patronales que los representan se adhieran a
tales acuerdos.
Cabe recordar que este tipo de empresa congrega en España a más del 95%
del total de empresas. Por tanto, aunque se conservaran el resto de las
funciones que desempeñan los sindicatos, la abolición de la negociación
colectiva, por sí sola, conduciría directamente a la negociación individual
descentralizada, empresa por empresa, con las más que probables
consecuencias negativas para las condiciones de vida y trabajo de una gran
mayoría de los asalariados, salvo los que, con la negociación individual de su
convenio, pudieran obtener, hipotéticamente, más o mejores beneficios, algo
que, como se ha venido demostrando durante los últimos treinta años,
contrasta con lo que ha sucedido en la realidad.
Pero, además de esas consecuencias directas para los asalariados, la
eliminación de los sindicatos conllevaría también otras secuelas. Por un lado,
la patronal tendría dificultades para legitimar sus decisiones en ausencia de
los sindicatos, al menos en el marco democrático europeo e internacional. Por
otro, aumentarían las probabilidades de una quiebra del mismo Estado del
Bienestar si, como sería de esperar, los salarios y el resto de las condiciones
de trabajo fueran a la baja, comprometiendo el consumo privado y los
ingresos públicos del Estado, a no ser que —algo bastante improbable en un
marco neoliberal dominante como el presupuesto en esta hipótesis— existiera
una intervención de éste que regulara esas condiciones por decreto.
26
Realmente, si ese hipotético escenario general se aproxima bastante a lo que
sucede en la actualidad habiendo sindicatos, es fácil imaginar, más allá de lo
relatado hasta ahora, qué acontecería de más si no existieran. Como ya se ha
apuntado, la presión contra el Estado del Bienestar repercutiría,
necesariamente, en la estabilidad del propio sistema democrático, de modo
que, más tarde o más temprano, afectaría no sólo a los sindicatos, sino
también a algunos partidos políticos e instituciones democráticas y, quizás,
quién sabe, a otros.
No hay que olvidar que, si alguien luchó por la restauración de la democracia
en España, fueron sin duda los sindicatos. No fueron los únicos, pero sí los
que, junto con otros líderes políticos de izquierdas, más arriesgaron su vida
por ella.
[Joaquim Juan Albalate es profesor de Sociología de la Universidad de
Barcelona]
25/2/2012
27
Una reforma del mercado laboral para situar a España en la
periferia de Europa
Ramon Alós y Pere Jódar
La reciente reforma del mercado laboral del gobierno del PP en España, con el
apoyo de CiU, es una apuesta firme para destruir los derechos de los
asalariados y reducir la capacidad de intervención de los sindicatos, en línea
con la política defendida, descarada y abiertamente, desde los ámbitos más
autoritarios y conservadores. Cuando escribimos este artículo ya han
aparecido diversos análisis rigurosos sobre dicha reforma, lo que nos permite
centrarnos, aunque sea brevemente, en explicar por qué un objetivo central
de la misma es limitar el poder y la capacidad de intervención de las
organizaciones legales y representativas de los asalariados. Dicho esto, nos
interrogamos sobre la finalidad y las consecuencias que se derivan de una
decisión de tal calibre, para terminar con una llamada a la necesaria
concienciación y movilización.
De entrada, podría sorprender el procedimiento de urgencia por el que se
tramita la reforma (RDL 3/2012, de "medidas urgentes para la reforma del
mercado laboral"), aunque ésta no sea una vía excepcional si se tiene
presente que apenas ocho meses antes ya se aprobó, también de forma
similar, otra reforma laboral (RDL 7/2011, de "medidas urgentes para la
reforma de la negociación colectiva"), que justo un año antes venía precedida
de otra reforma urgente (RDL 10/2010, de "medidas urgentes para la reforma
del mercado de trabajo"). ¿Tan cambiante es el mercado de trabajo español
que exige tamaña sucesión de urgencias en una línea ininterrumpida de
reformas (¡52 desde 1980! [1])? ¿O, simplemente, es la voracidad de los
mercados, léase los grupos de poder, la que marca la agenda económica,
política y social? Al fin y al cabo, estas prácticas les abren nuevas
oportunidades para incrementar sus beneficios, a la vez que les permite
imponer su modelo de sociedad, empobrecedor y reductor de los derechos
para la mayoría de los ciudadanos.
Pese a que en la exposición de motivos del reciente del RDL 3/2012 se
argumente que la reforma apuesta por el “equilibrio” en las relaciones de
trabajo, por la empleabilidad de los trabajadores y por su seguridad en el
empleo, lo cierto es que en la parte normativa estos tres objetivos brillan por
su ausencia [2]. Por el contrario, se amplía notablemente la capacidad de
disposición unilateral por parte del empresario para suspender o reducir
jornada, o para proceder a un despido colectivo u objetivo, así como para una
modificación sustancial de las condiciones de trabajo. Por otra parte, la
reforma introduce una nueva modalidad de contrato de trabajo para empresas
28
con menos de 50 trabajadores, que constituyen, según recoge la exposición
de motivos del RDL, el 99,2% de las empresas españolas; esta modalidad de
contrato incorpora un periodo de prueba de hasta un año que, como resulta
obvio, sitúa en la máxima incertidumbre a los trabajadores contratados por
esa vía. Otro aspecto clave de la reforma es el capítulo dedicado a la
negociación colectiva; y lo es por su contenido y por su momento. Por su
contenido, en cuanto da prioridad al convenio de empresa frente a la
regulación sectorial (¿será posible a partir de ahora la negociación colectiva
para el 15% de los trabajadores asalariados que trabajan en empresas de
hasta 5 trabajadores?), por ampliar considerablemente las facultades
empresariales de descuelgue (hasta el extremo de poder invalidar muchos
convenios, según los expertos) y por suprimir la ultraactividad, que limita a
dos años. Y por su momento, pues el RDL se aprueba cuando aún no han
transcurrido dos semanas desde la firma del II Acuerdo para el Empleo y la
Negociación Colectiva por parte de sindicatos y patronales, pacto que la
reforma invalida en varios de sus aspectos (flexibilidad interna, condiciones
para el descuelgue del convenio colectivo, etc.). Por ello, puede afirmarse que
la decisión del gobierno constituye un ejercicio flagrante de autoritarismo y
desprecio a las decisiones acordadas por los agentes sociales; es en este
sentido que pretende acabar con una de las escasas instituciones, la
negociación colectiva, que hacen posible la libertad real, que no formal, de
contratación en las empresas [3].
Por si ello fuera poco, no acababa de anunciarse en Consejo de Ministros el
RDL cuando ya los diversos promotores de las bondades de la reforma —los
mismos que unos meses antes anunciaban el carácter milagroso de las
medidas que pergeñaban— comenzaron a anunciar que no se esperara un
aumento del empleo, sino un nuevo incremento del desempleo en el corto y
medio plazo [4]. Asimismo, sesudos miembros de los centros de opinión
neoliberales, de forma displicente la calificaban de tímida e insuficiente y
afirmaban que, por ello, iba a ser poco efectiva (su capacidad de pedir
sacrificios a los demás, parece ilimitada). Todo en nombre de los cinco
millones de desempleados, motivo bajo el cual cualquier ataque a los
derechos de los asalariados parece tener justificación. El colmo del sinsentido
es que mentes tan preclaras y gobernantes tan desinteresados, atribuyan a
las regulaciones que protegen a los trabajadores y a los sindicatos todas las
causas y todos los orígenes de las deficiencias de nuestro mercado de trabajo.
Como si ellos mismos, junto con financieros y empresarios de corto vuelo y
amplios beneficios, no estuvieran detrás de la sinrazón que, poco a poco y en
nombre de la libertad individual y de los “mercados”, reduce derechos y
democracia [5].
En este sentido, cabe preguntarse: ¿por qué y a quién molestan los
sindicatos? ¿Son los sindicatos un impedimento para la creación de empleo en
29
la actual etapa de crisis económica? De entrada, las observaciones no lo
confirman; por el contrario, mientras que en el tercer trimestre de 2011,
según datos de Eurostat, la tasa de paro en España fue del 22,8%, en ningún
país escandinavo, que cuentan con tasas de afiliación sindical superiores al
65% (no llega al 20% en España), superó el 8%, mientras que en Alemania,
con sindicatos con fuerte capacidad de intervención reconocida en la empresa
bajo el sistema de codeterminación (Mitbestimmung), la tasa de paro no
llegaba al 6%. En cambio, los países europeos con mayores tasas de paro
(España, Grecia, Irlanda y Portugal, de mayor a menor por este orden) están
entre los que cuentan con sindicatos con menor reconocimiento institucional
en las empresas. En otras palabras, las comparaciones europeas permiten
constatar una asociación positiva entre capacidad de intervención del
sindicato y mayores tasas de empleo y menores de paro. Con todo, de ahí
sería erróneo deducir que los sindicatos generan empleo. Sería tan engañoso
como pensar que lo impiden o lo destruyen, como se han aventurado a
declarar diversos dirigentes políticos conservadores o neoliberales y algunos
destacados portavoces empresariales e ideólogos de la reciente reforma
laboral [6].
Sin embargo, la asociación comentada existe, es innegable a partir de las
estadísticas. Por ello, a nuestro juicio, encontrar el nexo entre sindicato y
empleo nos da una clave para entender el alcance de la reciente reforma. Y la
respuesta nos conduce al modelo de empleo y el modelo económico,
indudablemente vinculados. Así, una economía potente, desarrollada, "del
conocimiento" según la jerga comunitaria, requiere un mercado laboral con
formas de empleo estable, que permitan la planificación de carreras
profesionales y de la formación, con mercados de trabajo regulados, con
fuerte presencia y protagonismo de los distintos agentes sociales que en él
intervienen, entre ellos los sindicatos como representantes de los
trabajadores. La participación, la confianza en las reglas, la posibilidad de
desarrollar los saberes (el tan cacareado "capital humano"), son aspectos sin
los cuales no se puede sustentar una economía basada en la investigación, la
innovación y la sostenibilidad. Por el contrario, allí donde los sindicatos sobran
o se los limita a un papel residual, donde se debilitan o anulan las
regulaciones y garantías para quienes más las necesitan, donde el empleo se
ajusta al sistema de “usar y tirar”, obtenemos un modelo de empleo adaptado
a una economía de casino, turismo, ocio, espectáculo, ladrillo y negocio
empresarial fácil. Para este tipo de actividades económicas y empresariales, el
trabajo del conocimiento sobra, la estabilidad laboral es un estorbo, los
sindicatos son una incongruencia y la conciliación entre vida laboral y vida
profesional es un mito ante la opción de precarizar los empleos y reducir los
costes laborales. Para este tipo de actividades es más adecuado un entorno
en el que el empresario pueda imponer sus criterios y el trabajador deambule
de empleo precario en empleo precario, o del empleo al paro, sin importar el
30
sufrimiento, la pobreza ni la exclusión, pues no son variables que impidan el
funcionamiento del modelo que distribuye la riqueza sólo entre unos cuantos
elegidos. Una economía de bajo coste, de uso intensivo de mano de obra
barata, forzando a emigrar a la juventud más cualificada.
De este modo, consideramos que la reforma laboral es un paso decisivo, uno
más pero muy importante, en el proceso de convertir a la economía española
en más periférica, si cabe, en Europa; de transformar España en el destino
europeo del juego, el ocio, el entretenimiento y de servicios baratos. En otras
palabras, convertir a España en la Florida de Europa, un estado que, como se
sabe, cuenta con escasas regulaciones, sin salario mínimo entre muchas
otras, y a su vez con los índices más elevados de delincuencia de Estados
Unidos. Desde esta perspectiva no extraña, pues, la gran atención que las
autoridades políticas, estatales o de Comunidades Autónomas prestan a
proyectos como el de Eurovegas u otros similares. Ello encaja con la
complacencia con la que se ha llenado todo el litoral —y no sólo— de
urbanizaciones, parques temáticos y proyectos faraónicos de diversa índole.
Para esta concepción periférica de España los sindicatos son un obstáculo, ya
que, a pesar de sus limitaciones y defectos, hacen frente al discurso
autoritario basado en la ilusión ideal de unos mercados autorregulados y se
interponen en sus prácticas más nefastas. No es nada nuevo. Es bueno
recordar que, bajo el paradigma de la libre empresa, enarbolaron sus políticas
Bush, Thatcher y también Pinochet [7]. Pero una política cuyo punto de
partida es que los sindicatos molestan es algo que va más allá, que trasciende
aspectos como la libertad de empresa; implica, en definitiva, atentar contra
los derechos de ciudadanía de los trabajadores y un agravamiento de las
desigualdades sociales, como ponen de manifiesto nuevamente los datos
contrastados. Un reciente informe de la OIT (“Work Inequalities in the Crisis”)
destaca a España como un “mal” ejemplo en cuanto que la mayoría de los
ajustes aplicados han confluido en debilitar el empleo, especialmente para
jóvenes y mujeres, además de agravar las desigualdades existentes. Bajo la
libertad de empresa (eufemismo bajo el que se esconden monopolios y
oligopolios; es decir, poder y no mercado) se conforma, por lo tanto, un
modelo de país, de sociedad, de empresa, que en nuestro caso no hace más
que confirmar una trayectoria autoritaria que viene de lejos.
Y, como hemos dicho, todo ello conduce a un país de crecientes
desigualdades. Los datos ya recogen esta tendencia desde hace unos años:
los ricos son cada vez más ricos (el consumo de superlujo no conoce la crisis),
y para ser pobre no hace falta carecer de trabajo, aunque, evidentemente,
cuando no se tiene, el riesgo de pobreza es mucho mayor. El País del
30/10/2011 aportaba datos sobre como la relación entre el 20% de la
población que más ingresa y el 20% que menos ingresa había pasado de 5,4
31
en el año 2008 al 6,9 en 2010, un aumento enorme, de cerca del 30%, en
apenas dos años. Con ello, España se sitúa entre los países europeos con
mayores desigualdades, sólo superado en la UE-27 por Letonia, Rumania y
Lituania (Eurostat).
Solamente la movilización colectiva, la organización, la legitimación de la voz
(o de las voces) de los asalariados —entre ellas también la de los sindicatos—,
de los pobres y excluidos y de los que van camino de la exclusión, podrán dar
un vuelco a la situación actual buscando un equilibrio adecuado entre política,
mercado y sociedad. De ahí que, para los defensores del modelo Florida para
España, una reforma laboral que no innova ni mejora sea un paso clave en sus
pretensiones; pero de ahí también la necesidad de hacer frente de modo
contundente a estas políticas retrógradas y antidemocráticas.
[Ramon Alós es profesor titular de Sociología del Trabajo en la
Universidad Autónoma de Barcelona; Pere Jódar es profesor titular de
Sociología en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona]
Notas
[1] Fundación 1º de Mayo (2012), Las reformas laborales en España y su repercusión en
materia de contratación y empleo. Cincuenta y dos reformas desde la aprobación del Estatuto
de los Trabajadores en 1980. Madrid.
[2] Una forma de gobernar que cada vez resulta más habitual: repetir machaconamente, a
través de los medios de comunicación, lo contrario de aquello que se va a hacer.
[3] Desde el matrimonio Webb y Otto Kahn Freud en Inglaterra, pasando por Commons,
Mitchell o Veblen en Estados Unidos, las instituciones —y, entre ellas, muy especialmente la
negociación colectiva— se concibieron como un instrumento para equilibrar el enorme
diferencial de poder entre asalariados y empresas. Un diferencial basado en la necesidad de
todo asalariado y de sus familias de comer todos los días.
[4] Así, la CEOE prevé una destrucción superior a los 500.000 puestos de trabajo para este
año y algo menor en el próximo
(http://www.ceoe.es/ceoe/contenidos.item.action?id=2455868&menuId=5436374).
[5] Es significativo que, prácticamente por las mismas fechas en que se dio a conocer la
32
reforma laboral, Joaquín Almunia, vicepresidente de la Comisión Europea, indicara que “entre
2008 y 2010 —los datos del 2011 no están aún disponibles— los gobiernos de la UE utilizaron
1,6 billones de euros para rescatar a sus bancos, equivalente a poco más del 13% del PIB de
la UE” (http://europa.eu/rapid/pressReleasesAction.do?reference=SPEECH/12/122). ¿Se ha
interesado el gobierno para que este dinero fluya al crédito a empresas y particulares, o bien
los bancos que lo reciben están preparándose para obtener pingües beneficios de la compra
de deuda del Estado, o tal vez diseñando otra burbuja a base de seguros y pensiones?
[6] Durante la transición y la democracia, no han faltado destacados representantes
empresariales que han tolerado a regañadientes a los sindicatos, y que han intentado
deslegitimarlos sistemáticamente, al tiempo que reclamaban a los asalariados más trabajo y
menos salario y beneficios sociales. Como ejemplos recientes, y que en modo alguno cabe
interpretar como manifestaciones puntuales, véase el presidente de la comisión de economía
y política financiera de la CEOE, José Luis Feito, que ha declarado que los españoles deben ser
más flexibles a la hora de aceptar un trabajo, aunque sea en Laponia; o el presidente de la
cadena de supermercados Mercadona, Juan Roig, para quien los bazares chinos son el
ejemplo de cómo se debería trabajar. Asimismo, una buena parte de los dirigentes de los
gobiernos español y catalán, o del PP y CiU, previenen acerca del negativo efecto
internacional de manifestaciones y huelgas; no parece importarles tanto la imagen externa y
la negatividad social y política de los casos Gürtel, Palau de la Música y tantos otros que
coronan la corrupción en el Reino de España.
[7] Karl Polanyi ya nos advirtió de que, bajo la mercantilización extrema y la utopía del libre
mercado total, se ocultaba el huevo de la serpiente fascista. Un totalitarismo legado por el
siglo XX, seguramente tan nefasto como el estalinismo, pero con una diferencia: el nazismo y
el fascismo estuvieron al servicio del gran capital industrial y financiero de países
democráticos, que no hicieron ascos a su conversión en dictadura.
19/3/2012
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Invierno seco
El Lobo Feroz
Los indultos del PP: maderos y cargos políticos
Los indultos del PP a los mossos condenados por torturas resulta que iban de
la mano de otros indultos: a cargos "de confianza" de Convergència i Unió.
Imaginad el patético esquema de la conversación entre el presidente de la
Generalitat catalana (o de Duran Lleida) y el del Gobierno: "De acuerdo en...,
y nos indultáis a...". "Hecho".
Como auténticos chalanes han destituido a todos los responsables de
Hacienda que investigaron el caso Gürtel y han decapitado la Oficina
Antifraude (donde además han colocado de responsable a una milady "poco
ejemplar", por decirlo así: Pilar Valiente, la que avisaba a los timadores de
Gescartera de que Hacienda les tenía echado el ojo). Por otra parte los del PP
se han apresurado a cambiar la Ley de Costas para sus chiringuitos presentes
y futuros. Los chalanes que gobiernan han aprendido de Berlusconi. La
corrupción está enroscada en las instituciones y las instituciones son anélidos
sin ojos, bestias adaptadas a no ver lo que pasa.
Cuando se pueda habrá que ingeniar otras instituciones, con focos hacia
dentro.
Y castigar no criminal sino políticamente, como hicieron los franceses de la
Convención, a los capetos que imponen sufrimientos a la gente. ¡No a la pena
de muerte, pero guillotina sí!
Algo verdaderamente amable
El partido (de fútbol) del Athletic de Bilbao en Manchester; el deportivo
comportamiento de sus jugadores y de su hinchada, y el del equipo y la
hinchada rivales: eso merece ser recordado. En ese microcosmos del fútbol a
veces se producen gestas épicas como las que materializaron los jugadores,
técnicos y partidarios del equipo vasco desplazados a Inglaterra. Gestas
ejemplares para los niños y para la memoria deportiva. Una lección para otras
aficiones y para otros clubes, que no saben centrarse en el fútbol y toleran a
grupos de partidarios suyos desde actitudes fascistas brazo en alto (Real
Madrid), insultos anticívicos irreproducibles (F.C. Barcelona) o comentarios
racistas. El Lobo se ha vuelto a hacer del Athletic, como Lobezno, antes de
que entrara por primera vez en un estadio de fútbol, hace muchos años, y
perdiera la virginidad futbolística. También ha disfrutado de veras con la
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deportividad del partidazo de vuelta.
La ley es igual para todos... nosotros
O para todos ellos. Lo de Urdangarón terminará en una irregularidad fiscal de
los que se condenan con multa y tal vez con pena no superior a dos años, en
suspenso. Es un vaticinio nada seguro, porque tal como va la administración
de justicia española, incluso podría quedar en nada.
Sabiduría del Gran Madero
El ministro del Interior, Fernández Díaz de Vivar, o sea, el jefe de la pasma,
sostiene que el 90% de las embarazadas sufre acoso laboral. Lo del 90%
parece indicar que dispone de estudios sobre el asunto, que lo sigue de cerca.
Pero no persigue esos delitos de acoso: defiende endurecer la legislación
sobre el aborto. La lógica del mariscal madero en jefe apabulla.
Dulce Ponte y la teoría de la conspiración
El fiscal general da con unos vagones por desguazar, a instancias de Manos Ni
Se Sabe, y abre unas diligencias, que es como se llama en el lenguaje
procesal a marear la perdiz, en póstumo besamanos al gobierno de Aznar, que
al mentir sobre los atentados del 11-M a toda la población española ha
quedado para la historia con el culo al aire.
Las tropas en Afganistán y lo que vendrá
Lo venimos diciendo: las tropas españolas no pintan nada allí. Además los
yanquis perderán esa guerra. Que los políticos españoles que mandan sobre
los militares no actúan en nuestro nombre.
La Carta de las Naciones Unidas prohíbe la guerra. Negro sobre blanco. Luego,
los de la pantomima del "derecho internacional humanitario" llamaron a las
guerras "intervenciones humanitarias", y así se puentean las constituciones
35
estatales y la Carta de la ONU. Los ejércitos son presentados como oenegés,
la propaganda de reclutamiento ofrece trabajo y formación seguros (vaya por
dónde), y, al final, resulta que las guerras se hacen contra enemigos
supuestamente indeterminados: así lo dicen Bush y Obama, que sin embargo
han bombardeado a países tan determinados como Iraq y Afganistán (y a
Serbia si incluimos al angelical Clinton) dejando para sus socios europeos,
entre ellos el gobierno español, el saqueo de Libia.
Siempre no en nuestro nombre
Ahora parece que en el horizonte están Siria e Irán. Es evidente que el
régimen sirio reprime las protestas como suelen hacerlo todos los regímenes
autoritarios (y algunos de los no autoritarios). Sin embargo, no podemos
fiarnos de nada. Porque no podemos fiarnos de la televisión. Por la tele hemos
visto a gentes armadas contrarias al régimen sirio. ¿De dónde han salido esas
armas? Porque en Egipto o en Túnez no las vimos (en Libia sí, pero ya
sabemos quién las puso allí). Y las imágenes de pobres gentes destrozadas
pueden ser de Siria o de cualquier otro lugar. Sobre todo de Palestina,
golpeada por el estado de Israel en medida incomparablemente superior a
todo lo ocurrido en Siria. ¿De verdad estamos informados?
Al Lobo Feroz que suscribe le gustaría haber visto en la televisión alguna vez
una entrevista larga e inteligente, como las que hacen los buenos periodistas,
a algún profesor de universidad, cineasta o director o directora de hospital
iraquí, después de tantos años de intervención americana; o algo más de diez
segundos de imágenes rodadas en el centro de Kandahar o en Kabul, con
preguntas a personas que realizan sus tareas cotidianas; o alguna entrevista a
algún misionero en Iraq o Afganistán. Pero jamás se ha visto nada parecido.
Como si una mano invisible nos impidiera comprender sin demasiados
intermediarios a las gentes corrientes de esos desgraciados países a los que
se envían tropas españolas, desde luego no en nuestro nombre.
36
No en nuestro nombre, pero ¿imagináis cómo nos ven a nosotros en los países
árabes o africanos? ¿Cómo ven a los europeos? ¿Y cómo nos ven los africanos
y asiáticos que viven entre nosotros, que son nuestros vecinos? ¿Cómo nos
ven esas personas cuyos lugares de oración molestan a algunos de nuestros
conciudadanos, o que son clausurados por autoridades municipales con
cualquier pretexto administrativo?
Retratos de Estado
El gran público lo ignora, pero es costumbre del Estado hispano y de sus
diferentes personas jurídicas —de las universidades, de las empresas públicas,
etcétera—, empezando por los ministros, los presidentes de las Cortes, del
Tribunal Supremo, del Constitucional, del Banco de España, los rectores y un
larguísimo etcétera—, que a su cese sean inmortalizados en retratos al óleo
por más o menos insignes retratistas. Esta actividad, dedicada a prestigiar a
ese Estado que tan cicatero y hasta agresivo se muestra con los ciudadanos
que financian su existencia y su actividad, implica un gasto no despreciable
cada vez que se produce un relevo en las funciones públicas.
Recuerda pues, lector, que durante estas semanas un montón de honrados
pintores están inmortalizando para la posteridad a quienes tan bien
gobernaron, y que otros lo harán el día de mañana con los que nos gobiernan
hoy. Si la autoridad no dispone otra cosa y el tiempo no lo impide.
Trabajo fijo con poco sueldo y nada de sexo
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La Iglesia católica promociona publicitariamente en España lo
que antes se llamaban vocaciones. El eslogan es: "No te prometo un gran
sueldo; te prometo un trabajo fijo". Sin sexo.
Si una empresa ofreciera trabajo a cambio de renunciar al sexo, ¿sería eso
constitucional?
20/3/2012
38
La burbuja de las armas
Pere Ortega
Poco espacio se ha dedicado en los medios a la noticia de que el Ministerio de
Defensa adeuda 27.000 millones de euros (que en 2015 serán 37.000) por
adquirir unos armamentos a cuyo pago hoy no puede hacer frente. Esta
realidad evidencia que nos encontramos ante una nueva burbuja, la de las
armas, que se viene a sumar a las burbujas inmobiliarias y la de los activos
tóxicos de las entidades financieras, y que sitúan al sector militar industrial
español al borde del colapso.
Esta situación empezó a gestarse en 1996 con la llegada al gobierno de José
María Aznar y la puesta en marcha de algunos grandes proyectos militares.
Algunos de ellos fueron iniciados en la etapa anterior por el gobierno del
PSOE. Estos grandes programas eran los aviones de combate Eurofighter, los
helicópteros Tigre, las fragatas F-100 y los blindados Leopardo. A los que
pronto se sumaron los aviones de transporte A400-M, los submarinos S-80,
diversos buques de guerra, más los misiles, torpedos y sistemas asociados.
Proyectos que tenían una etapa de desarrollo de larga duración, entre 10 y 25
años. Ello ocasionó que los compromisos de gasto del Ministerio de Defensa
hasta el año 2025 con las grandes industrias militares españolas (EADS-Casa,
Navantia, Santa Bárbara, Indra, ITP, Eurocopter…) alcanzaran las
astronómicas cifras citadas.
Estas enormes inversiones no podían llevarse a cabo sin incrementar de
manera importante el presupuesto de Defensa. Esto, evidentemente, tenía un
elevado coste político para el PP, por aquello de iniciar un nuevo periplo
aumentando de manera importante el gasto militar, lo cual no sería bien
acogido por la opinión pública española. La solución la encontró la Gerencia
de Cooperación del Ministerio de Defensa mediante una fórmula de
“contabilidad creativa”, que consistía en conceder préstamos en I+D a las
industrias militares desde el Ministerio de Industria a interés cero a retornar
en veinte años. Se firmó un convenio entre ambos ministerios (Industria y
Defensa), según el cual Industria adelantaba el dinero en concepto de I+D que
las empresas devolverían cuando Defensa llevara a cabo el pago de las
armas.
De este modo se conseguían dos objetivos: no incrementar en demasía el
gasto militar del Ministerio de Defensa y, en segundo lugar, la industria militar
veía satisfechas sus demandas de ayuda para financiar la investigación y
desarrollo de los nuevos prototipos de armas. Pero el problema de fondo
persistía, pues algún día Defensa tendría que hacer frente al pago de las
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armas. Transcurridos dieciséis años, Industria ha adelantado a las industrias
militares 15.000 millones de euros en concepto de I+D que no ha recuperado,
pues Defensa no ha hecho efectivos los pagos de las armas a las empresas.
Ante estos hechos, el anterior secretario de Estado de Defensa, Constantino
Méndez, hizo unas declaraciones sorprendentes en la Comisión de Defensa del
Congreso (6/10/2011), según las cuales no se deberían haber adquirido unos
sistemas de armas para unos escenarios de confrontación que no existen y
que por tanto no se van a utilizar, y ello “con un dinero que no teníamos
entonces ni ahora”. Declaraciones reiteradas por Carme Chacón poco antes
de abandonar el Ministerio de Defensa y que no excusan al gobierno del PSOE
de su responsabilidad en este desaguisado. El resultado es que no hay
recursos suficientes para hacer frente al pago de unos programas de
armamentos que, además, no tienen ninguna utilidad.
Ante estos hechos caben varias medidas, como incrementar el capítulo de
inversiones en el próximo presupuesto de Defensa, algo difícil en la actual
coyuntura de reducción del déficit presupuestario. Una segunda sería aplazar
los pagos diez o quince años más, aunque esto añadiría costes de financiación
y aumentaría el precio final de las armas. Una tercera posibilidad sería
condonar los créditos avanzados en I+D a las industrias para aliviar las arcas
de éstas y, de paso, las del Ministerio de Defensa. Pero esto último
representaría incrementar en 15.000 millones el déficit público. Una última
alternativa sería la emprendida por otros países socios de la UE: reducir el
número de efectivos de las fuerzas armadas o suprimir algunos de los grandes
contratos de armas. Alemania lo ha hecho reduciendo la compra de los
aviones A400-M y Eurofighter; Italia también ha reducido la adquisición de los
Eurofighter y fragatas; Francia no adquirirá un portaaviones, y Reino Unido ha
retrasado la compra de los aviones Joint Strike Fighter.
Esta última opción sería la más acertada desde varios puntos de vista. En
primer lugar, desde el supuesto de la seguridad que proporcionan estas
armas, pues ¿para qué sirven unos artefactos que, una vez finalizados, no
tendrán ninguna aplicación y que acabarán su vida útil sin ser utilizados
nunca? La segunda razón es de tipo económico y de no menor calado: la
ineficiencia económica que rodea a la producción de armamentos debido a los
costes de oportunidad, al dedicar unos recursos que son escasos a producir
armas en vez de bienes y servicios de la economía productiva.
Así pues, una de las medidas a tomar para encontrar salidas a la crisis por la
que atraviesa la hacienda pública es paralizar tanto la adquisición como la
participación en programas de nuevas armas. Medida que tendría que ir
acompañada de otras en el mismo sentido. Por un lado, reducir el número de
efectivos de las fuerzas armadas para que se contraiga la demanda en
40
armamentos; detener la concesión de los créditos en I+D militar a las
empresas por parte de los ministerios de Industria y Defensa; y, por último,
iniciar estudios sobre la conversión de las industrias militares hacia la
producción de bienes civiles que impidan la pérdida de puestos de trabajo.
Medidas que, a buen seguro, ayudarían a reducir el endeudamiento y el déficit
público.
1/4/2012
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El precio de la energía y la política energética
Juan-Ramón Capella
Si algo hay oscuro en este país es el precio de la luz. La energía eléctrica
acabará produciendo un agujero económico, tal vez el mayor desde el
estallido de la burbuja inmobiliaria si no se rectifica a tiempo. Lectores:
prestad mucha atención.
El precio de la energía se calcula en España según fórmulas matemáticas
complejas que vienen publicadas en el Boletín Oficial del Estado y que no son
nada fáciles de desentrañar. Imposibles para un lego. De esas fórmulas se
deriva el concepto político de "déficit de tarifa", inventado por un ministro de
derechas, el señor Piqué, para admitir una enorme deuda del Estado —esto
es, de lo que pagamos los ciudadanos— con las compañías eléctricas.
Con las grandes compañías eléctricas, habría que decir; hoy
fundamentalmente, a este respecto, Endesa e Iberdrola.
En relación con la energía eléctrica, sin embargo, las oscuridades son infinitas.
Para empezar, ¿se puede fijar el precio de un bien si es impreciso su coste, si
el precio depende de los costes de producción de otros, o sencillamente si es
camaleónico? Obviamente, no. Pues eso sucede con los costes de producción
de la energía eléctrica.
La producción de electricidad no juega exactamente en un mercado de
electricidad, porque en algunos de sus campos de producción, el de las
centrales nucleares y las grandes centrales hidráulicas, la competencia es
inexistente: ahí no puede entrar ningún productor más.
En este momento se está viviendo una guerra entre los productores de
electricidad. Las grandes compañías, Endesa e Iberdrola, pretenden barrer
con la autoproducción eléctrica de empresas menores que recurren a energías
renovables. Y también pretenden luchar contra la producción de electricidad
termosolar y fotovoltaica de sus competidores en estos campos. Una política
contraria a todos los intereses de España como nación de ciudadanos.
Primera cuestión, que es preciso retener: el precio de la electricidad es un
precio político. Un precio que se fija en función del poder, de los poderes, y de
sus perspectivas, y no en función de los costes de producción del megavatio
eléctrico.
Entre paréntesis, los costes del megavatio nuclear no están claros: la propia
42
patronal del sector, Unesa, por boca de su presidente, dice que son 50 euros
por megavatio/hora, mientras que el Foro Nuclear habla de sólo 35. Todo esto
no es serio: parece más bien una cortina de humo para evitar que el gobierno
señale un impuesto importante a los productores esta energía.
La segunda cuestión es que, al no haber mercado eléctrico real, tampoco hay
un mecanismo que estimule producir al menor coste posible. Esto, que parece
paradójico en el capitalismo, se debe a que la fijación política de precios
favorece a unos productores en detrimento de otros. Unos productores han de
ser auxiliados para que mantengan la producción de energía eléctrica —las
centrales térmicas— pues sus costes son altos; otros son retribuidos aunque
estén parados (centrales de gas). Y otros, en cambio, perciben una retribución
muy superior a sus costes de producción: las centrales nucleares e
hidroeléctricas. El gran negocio de sus dueños está en la prolongación de su
vida útil.
Y aquí, una cuestión que el público debe saber: las grandes compañías
eléctricas españolas, sean cuales sean o hayan sido sus denominaciones,
siempre han tenido su lobby político directamente en los gobiernos, siempre
han actuado muy cerca de los gobiernos españoles, de cualquier signo, para
hacer valer sus intereses, y lo siguen haciendo. Eso se remonta a principios
del siglo XX. En el gobierno de Rajoy está Luis de Guindos, procedente de
Endesa; en el de Zapatero estaba Sebastián. Con Franco el lobbysta fue
mucho tiempo el conde de Vallellano. El lobby eléctrico penetra además las
informaciones o pseudoinformaciones de la prensa (véanse si no, un caso
entre muchos, El País, 6 de marzo, pág. 7, y 4 de marzo, con ejemplos del
modus operandi) para modelar —o confundir a— la opinión pública.
Por otra parte, las grandes compañías eléctricas no tienen intereses
únicamente en la producción de electricidad: también los tienen en otros
campos y negocios, y no sólo en España sino fuera de ella. Las pérdidas y
ganancias que contabilizan en sus balances no pueden tomarse como base
para calcular los costes de la producción de energía eléctrica.
Hay hechos sangrantes: por ejemplo, que entre 1997 y 2011 los propietarios
de centrales nucleares y de las grandes instalaciones hidroeléctricas se hayan
beneficiado de los llamados "Costes de Transición a la Competencia", que en
2005 ya habían cobrado en la cuantía de 8.600 millones y que siguieron
cobrando después; eso queda muy por encima de lo previsto en la Ley de
1997 y en el Protocolo Eléctrico de 1998, del gobierno del PP de Aznar, que ya
les favorecía.
Desde el punto de vista de la economía real, las inversiones en centrales
nucleares y en grandes obras hidráulicas están ya completamente
43
amortizadas desde hace tiempo, por mucho que las habilidades contables de
las compañías lo reflejen o no así en los balances correspondientes.
Otro hecho sangrante es que la prolongación de las concesiones de
explotación hidroeléctrica y del período de vida de la central nuclear de
Garoña —un ejemplo para el futuro— ha sido enteramente gratuita. (En
Alemania sólo se prolongó la vida de centrales nucleares a cambio de cientos
de miles de euros, aunque desde Fukushima esa prolongación se ha revocado,
como debería ocurrir aquí.)
Y, a todas éstas, las energías renovables —eólica, termosolar, fotovoltaica—,
pese a ser de costes bajos, parecen estar bajo sospecha, una sospecha
impulsada por el lobby nuclear. Como escribe Ana Marco, "quieren impedir por
cualquier medio que el ciudadano, individual o colectivamente, pueda escapar
al control de las eléctricas".
Las energías renovables, que no son peligrosas, resultan excelentes desde
varios puntos de vista: España dispone de una climatología muy adecuada
para la producción de estas energías; es pionera en algunos aspectos de esta
industria, y por tanto podrá exportar a la larga energía y sobre todo
tecnología; también a la larga, estas energías disminuirán el coste total de la
producción eléctrica; se trata de energías susceptibles de producción
descentralizada —lo que más temen los grandes cuasimonopolios eléctricos—,
capaces de satisfacer plenamente la demanda de ciertas factorías
industriales, pequeños núcleos de población y viviendas; esta producción
debe ayudar a a disminuir la debilidad de la economía española por su
dependencia del petróleo y del gas importados; estas energías disminuyen la
producción de gases contaminantes, y España está obligada a cumplir los
compromisos suscritos en este sentido con la Unión Europea, y, hablando en
serio y no formalmente, estamos obligados a actuar con decencia respecto de
la naturaleza.
De una manera general, resulta que los capitales invertidos en los métodos
tradicionales y los antiecológicos de producción de energía están
sobrerremunerados. Y se están pisoteando los intereses generales al no
abordar una política que tenga claramente por objeto:
a) No cargar a la población con el pago de tarifas eléctricas abusivas, que se
vienen imponiendo por el exceso de influencia política de los grandes agentes
económicos en el ámbito eléctrico. La noción de "déficit de tarifa", y en
cualquier caso su cuantía, deben ser revisados.
El déficit de tarifa no es la diferencia entre lo que pagamos por la luz y lo que
cuesta producirla: es la "diferencia entre los costes reconocidos del sistema
44
eléctrico y lo que el sistema ingresa vía tarifas", algo completamente distinto.
Los costes reconocidos son cuestión política, al igual que la tarifa, y por tanto
el déficit de tarifa es también una cuestión política.
Tenemos la electricidad más cara de Europa y al mismo tiempo el político
déficit de tarifa crece cada año. Y no puede ser ni lo uno ni lo otro.
b) Es preciso que los beneficios del período de funcionamiento de las centrales
nucleares, así como los de la producción hidroeléctrica, se dirijan a la
financiación de nueva y masiva producción de electricidad mediante centrales
ecológicamente sostenibles y renovables, dado que el consumo de
electricidad está abocado a aumentar con la transición a los vehículos
eléctricos.
c) Se debe abrir la puerta a otros procesos y fomentarlos: el de la
desconcentración de la producción de energía eléctrica —en contra de la
política propugnada por las grandes compañías—, y el de la reordenación del
sector eléctrico como tal, obligando a las compañías a separar sus negocios
internos e internacionales y también sus negocios eléctricos de los demás.
Las personas que perciben la influencia de la política sobre nuestras vidas no
deben desinteresarse de procesos de transformación necesarios para volver
hacedera una sociedad menos angustiosa que la del presente. Únicamente
con cambios tecnológicos no podremos organizar un modo de vida adecuado,
pues se precisan también cambios sociales. Pero en períodos como éste, y con
lo que se avecina, no podemos mantenernos insensibles a la economía y a la
tecnología de la producción de algo tan básico como la electricidad.
13/3/2012
45
Eléctricas: ¿déficit de tarifa o déficit de vergüenza?
Joaquim Sempere
A partir del 1 de abril los consumidores españoles vamos a pagar más por una
electricidad que ya era la más cara de la Unión Europea, sólo por detrás de
Malta y Chipre. Se invoca, desde las eléctricas y el gobierno, el déficit tarifario
y las primas a las renovables —supuestamente demasiado elevadas— como
argumentos. Pero ¿qué hay realmente detrás de este asunto?
Cuando uno trata de aclarar las cosas choca con una maraña de datos e
interpretaciones difícil de desentrañar. No hay cosa más opaca en la economía
de este país que el precio de la electricidad. En el análisis que sigue voy a
basarme, sobre todo en datos y comentarios publicados por Expansión.com,
con fecha 21 de marzo de 2012. Cuando los datos tienen otro origen, se indica
la fuente.
Empecemos por los costes. El recibo de los consumidores acogidos a la tarifa
regulada o Tarifa de Último Recurso (TUR), que somos más de 20 millones
—es decir, la inmensa mayoría de la ciudadanía—, tiene dos partes que pesan
aproximadamente la mitad cada una: 1) costes variables y 2) costes
regulados. Los costes variables dependen del precio del combustible, más
algunos otros gastos. Así como las nucleares deben pagar el uranio y las
térmicas, el gas, fuel o carbón —de modo que sus costes variables dependen
del precio de estas materias primas—, las instalaciones de renovables no
pagan nada en concepto de combustible: el viento y el sol son —todavía—
gratuitos. En los costes regulados, o peajes, se incluyen a) las primas a las
renovables, pero también a centrales de gas con cogeneración y de quema de
residuos; b) gastos de transporte y distribución; c) sobrecostes del sistema
eléctrico de las islas Baleares y Canarias; d) anualidades del déficit tarifario; e)
subvenciones al carbón español y f) costes de la garantía de suministro de las
centrales térmicas. Esta última partida corresponde a la compensación que se
paga a centrales térmicas de gas, carbón, fuel o biomasa que se pasan
muchas horas sin funcionar (y por tanto sin producir ni cobrar), pero que
deben estar disponibles para cubrir la demanda cuando dejan de producir las
fuentes intermitentes (señaladamente la eólica, que sólo funciona cuando
hace viento, y la solar fotovoltaica, que sólo funciona cuando hay luz solar). El
pago de esta partida ha aumentado en el último año, medida muy
controvertida que favorece a las grandes compañías.
Veamos primero las cuantías de los costes variables. Según cifras de Endesa
para 2011, los costes en euros por megavatio-hora (€/MWh) se reparten así:
46
Nuclear Hidroeléctrica Carbón importado Ciclo combinado de
gas
Costes marginales 14 3 48 54
Costes fijos 16 12 12 18
Total costes no
financieros
30 15 60 72
Amortización y
retribución
34 49 25 30
Total 64 64 85 102
En 2011 la parte de costes variables en la tarifa final ascendió a 49,9 €. Esta
cantidad es la mitad de la que paga el consumidor y es a la vez la tarifa que
cobran todos los productores, independientemente de sus costes de
producción. ¿Cómo se fijan los precios para el consumidor final, esos 49,9 €? A
través de unas subastas trimestrales a las que concurren las empresas
productoras.
Compárese esta cifra con las de los totales de la tabla: todos los productores
estarían produciendo con pérdidas. Ésta sería la causa de que el déficit
tarifario no sólo no disminuyera, sino que aumentara. Pero ¿son así las cosas?
De hecho, estamos hablando de “costes reconocidos”, que las autoridades
reconocen como válidos. Ahora bien, ¿con qué criterio se miden?
En las centrales de carbón y de gas, la parte más importante del coste, el
coste marginal (llamado también “variable”, pero que no debe confundirse
con el “coste variable” antes mencionado), depende directamente del precio
del combustible, que además es de importación. Como se ve en la tabla, la
suma de costes marginales y costes fijos supera los 49,9 €/MWh. Pero ¿qué
ocurre con las nucleares e hidroeléctricas? Que la suma de costes marginales
y fijos está por debajo de esta cifra: 30 € y 15 € respectivamente. La
diferencia es aún mayor si se consideran sólo los costes marginales: 14 € y 3
€. ¿Qué es lo que encarece a la electricidad nuclear e hidráulica? Los costes
financieros. Volvamos a la tabla y veremos que representarían 34 € para las
nucleares y 49 € para las hidroeléctricas. ¿Es creíble este cálculo? Hay quien
dice que no, como Miguel Sánchez Ortega, consejero delegado de Abengoa,
una gran empresa que apuesta fuerte por las renovables. Sostiene Sánchez
Ortega que tanto las hidroeléctricas como las nucleares están ya amortizadas,
de modo que las empresas que poseen estas centrales obtienen un beneficio
extra injustificado y abusivo, concretamente la diferencia entre 49,9 € y los 30
€ de las nucleares y los 15 € de las hidroeléctricas por cada kWh. Sobre esta
base propone lo siguiente: “Si se corrigiera el régimen de retribución de la
hidráulica y la nuclear, que reciben [en 2010] un beneficio extra de 3.500
millones (1.705 para la hidráulica y 1.773 para la energía nuclear), podría
acabarse con el déficit tarifario”. Sin estos beneficios extraordinarios, el déficit
de 2010, que ascendió a 5.554 millones, se habría reducido hasta los 2.075
millones (es decir, en un 63%; véase www.energias-renovables.com,
47
21/11/2011) [1]. Recuérdese que en 1999 las eléctricas recibieron del Estado
los famosos 5 billones de pesetas (o sea, algo más de 30.000 millones de
euros) en concepto de Costes de Transición a la Competencia. Dicho con otras
palabras: si es cierto que las inversiones de las hidroeléctricas y nucleares ya
están amortizadas, estas empresas están cobrando un sobreprecio
injustificado, que encarece el precio final pagado por los consumidores y
mantiene artificialmente el déficit tarifario, instrumento permanente de
chantaje de las grandes eléctricas sobre el gobierno y los consumidores.
Hay razones de peso para desconfiar de las cifras de costes publicadas por
Endesa. Si las nucleares estuvieran ahogadas por los costes financieros, ¿por
qué han estado argumentando que la energía nuclear es tan barata? ¿Por qué
dan la batalla para alargar la vida útil de las centrales existentes? ¿Acaso les
gusta perder dinero?
Otro caballo de batalla en torno al déficit tarifario por parte de las eléctricas
es achacarlo a las elevadas primas que se pagan por la electricidad de fuentes
renovables. ¡Las renovables serían las culpables! El nuevo gobierno del Estado
ha aplicado esta doctrina en su primera medida sobre la energía: el
Decreto-Ley 1/2012, que elimina las primas a las renovables.
Para aclarar este punto, vamos a los costes regulados o peajes, que son la
otra mitad de la factura eléctrica que pagamos. Empecemos por las primas a
las renovables, que ya en 2010 habían experimentado un primer recorte. “En
el año 2011, las renovables representaron el 31% de los costes regulados, y,
por tanto, son responsables directamente, tan sólo, del 15% de los costes
totales incluidos en la [tarifa] TUR” (Luis Crespo, www.elconfidencial.com,
27/3/2012). Además de ese 31%, los costes regulados incluyen los otros
conceptos antes mencionados que no tienen nada que ver con las renovables
y que representan un 69% de esos costes. Algunos son tan irracionales como
la subvención al carbón nacional, que según algunos observadores deberían
considerarse gastos sociales destinados a conservar unos puestos de trabajo
condenados por la historia a desaparecer, y por tanto no deberían pagarse
con la factura de la luz. La Comisión Nacional de Energía propone sacar de los
“costes regulados” varias partidas más que permitirían abaratar la factura
para el consumidor final, siguiendo el ejemplo de otros países europeos.
Pero volvamos a las renovables. El impacto en el precio de la luz de las
ayudas a las renovables —dice Luis Crespo en el artículo citado— “no hay que
mirarlo exclusivamente en ese 15% al que las eléctricas quieren demonizar.
[...] También tenemos que analizar el impacto que tienen las renovables en el
otro 50% de la tarifa”. ¿Cuál es el impacto de las renovables en las subastas
que fijan la otra mitad del recibo de la luz? En general, las renovables hacen
bajar la tarifa. En la última subasta el descenso por esta razón fue del 7%. “En
48
este resultado —dice Crespo— ha jugado un papel fundamental el hecho de
que una tercera parte de la electricidad que consumimos sea de origen
renovable.” En otras palabras: las renovables abaratan los precios que
resultan de las subastas, y el abaratamiento es tanto mayor cuanto mayor es
el volumen de corriente de origen renovable que entra en la red.
La CNE, en su informe del 7/3/2012, estima que la generación eléctrica de
origen renovable en Europa “ha contribuido a una reducción significativa, del
44%, de las emisiones de CO
2
del sector eléctrico entre 2005 y 2011”, y
justifica las primas a las renovables “como consecuencia de sus buenas
características energéticas y ambientales”. A eso se puede añadir que ahorran
las importaciones de petróleo, carbón y gas, y refuerzan la independencia
energética del país.
Las grandes compañías eléctricas que operan en España —prácticamente en
régimen de oligopolio— dominan la política energética [2]. Aunque algunas
han desplegado ya instalaciones eólicas y fotovoltaicas, son ellas las que
libran la batalla contra las renovables. Una explicación a esta aparente
paradoja es que desean amortizar al máximo todas sus inversiones en fuentes
convencionales y, además, lograr un doble objetivo en el campo de las
energías verdes. El primero, ahogar o aplastar todas las iniciativas
empresariales nuevas —muchas pequeñas y medianas empresas o
cooperativas—, que no podrán soportar la supresión de las primas. En España
hay mucha tecnología punta, muy competitiva a nivel mundial, y estaba
apareciendo un tejido empresarial prometedor. Sin primas, no salen los
números y hay que cerrar. En el sector se habla de un centenar de empresas
cerradas y unos 20.000 puestos de trabajo perdidos en los últimos tiempos.
Las grandes eléctricas quieren desertizar el sector para ocupar ellas todo el
terreno.
El segundo objetivo es desanimar el modelo más deseable de desarrollo
renovable, que es el de la producción distribuida, consistente en instalaciones
pequeñas (fotovoltaicas, minieólicas, de biomasa...) en toda clase de
construcciones: viviendas, empresas, edificios municipales, etc. Éste es el
modelo predominante en Alemania, gracias a una legislación y a unas
condiciones de financiación muy favorables. Las grandes eléctricas no quieren
autonomía energética de la gente, sino disponer de millones de clientes para
su producción concentrada (y por eso prefieren las grandes “huertas solares”
fotovoltaicas o los grandes parques eólicos a las placas fotovoltaicas y a la
minieólica en los tejados de las casas).
La eliminación por decreto-ley de las primas a las renovables es una
catástrofe para el futuro energético del país. Va a suponer un retraso en la
necesaria transición energética. Va a destruir un tejido empresarial que había
49
dado pasos importantes en los últimos años, haciendo de España país pionero
del sector. Va a eliminar miles de puestos de trabajo, y además puestos de
trabajo con mucho futuro y estabilidad, porque el mercado de las renovables
va a crecer inexorablemente en los años próximos. Lo que encarece la
electricidad en España y eterniza el déficit tarifario no son las primas a las
renovables. Lo que desangra el sistema eléctrico español son los beneficios
hinchados de unas pocas grandes compañías.
Ante ello, y ante la opacidad del sistema, lo más urgente sería, como sugiere
Ana Marco, “reclamar una auditoría del déficit de tarifa, que es una deuda
ilegítima y odiosa, y recuperar la titularidad pública de las líneas eléctricas
para construir un sistema democrático dirigido al ciudadano”
(www.energias-renovables.com, 8/3/2012). Una auditoría fiable —cabe
añadir—, tutelada por instituciones públicas europeas, no condicionada por los
enormes intereses del oligopolio eléctrico español, debería permitir aclarar lo
que está ocurriendo realmente para iniciar el rumbo hacia un sistema nuevo
basado en fuentes renovables.
Notas
[1] Los 5.554 millones corresponden a 2010. El déficit acumulado a 6/3/2012 era de 21.812
millones, según cifras de la CNE (informe de 7/3/2012, p. 6).
[2] He aquí la lista de las grandes eléctricas, con los porcentajes que indican sus cuotas de
participación en el déficit tarifario: Endesa (44,16%), Iberdrola (35,01%), Gas Natural-Unión
Fenosa (13,75%), HC Energía (6,08%) y E.on España (1,00%). Recordemos que están
agrupadas en la entidad llamada UNESA y que Endesa está participada en un 92% por la
italiana Enel.
30/3/2012
50
Petróleo por las nubes y tasas climáticas: la aviación turística, en
caída libre
Joan Buades
A punto de entrar en el quinto aniversario de la crisis actual, parecería como si
el sector turístico lo estuviera resistiendo mejor que nadie. Para el 2012, su
lobby publicitario anuncia que se superarán los 1.000 millones de turistas
internacionales (Caribbean News Digital, 08/03/2012) con un crecimiento
envidiable del 2,8% del sector respecto de 2011. Para remachar el clavo,
Marriott International, la segunda cadena hotelera del mundo, se atreve a
proclamar una nueva "edad de oro" para el turismo global (01/25/2012).
Pero no haga caso de tan importantes lobbies de la "industria sin chimeneas".
En realidad, el 2012 podría representar el "cenit del turismo" planetario. El
punto débil es la aviación. El tráfico aéreo constituye uno de los sectores
punta del industrialismo, capitalista o no. Entre el año 2000 y 2007 ha crecido
de un 38% hasta alcanzar unas cifras totales de 2.000 millones de pasajeros,
una tercera parte de los cuales, aproximadamente, son turistas. La previsión
de crecimiento que se proclama desde el interés comercial directo sigue
siendo espectacular: ¡de las 815.000 millas viajadas en 2011, a 1,5 billones
dentro de 20 años! (AOPA Online, 15/03/2012).
El problema no radica en las expectativas de demanda turística ni de más
aviones. Ni que sea por las importantes reservas de deseos a satisfacer en las
economías "emergentes" (como China, India o Brasil) con cientos de millones
de nuevos clientes deseosos de disfrutar de los mismos niveles de consumo
del Norte, por aquí no hay "peligro". Para entender lo que realmente está
pasando y por qué estas previsiones fracasarán debemos fijarnos en dos
factores limitantes cruciales: ¿qué está pasando con los dos cenit silenciosos
que condicionan el futuro de nuestra especie?. El primero, el fin del petróleo
barato, el llamado "cenit del petróleo". El otro, el calentamiento global
galopante, el "cenit del clima agradable" para la vida humana sobre el
Planeta. No son preocupaciones de cuatro alocados, no creáis. Por ejemplo, el
Financial Times avisaba recientemente que los precios del petróleo estaban
más altos que nunca desde el verano de 2008, que alcanzaron el récord
histórico (147 $ el barril). De hecho, en septiembre de 2008, cuando quebró
Lehman Brothers y se iniciaba la crisis actual, el precio del Brent era de 99 $ y
ahora roza los 125 $ el barril. Si miramos un poco atrás, hace apenas ocho
años, en febrero de 2004, el coste era de apenas 30 $ (Index Mundi,
20/03/2012). Medido en euros, la crisis con Irán hacía que las últimas semanas
el petróleo batiera su coste máximo absoluto, 94,2 € a finales de marzo
respecto a los 93,1 € que valía el barril en julio de 2008 (Reuters, 23/02/2012).
51
Según Lloyds, una de las instituciones financieras más respetadas del orden
neoliberal, los costes del petróleo estarían subestimados y pueden esperarse
precios de hasta 200 $ / 150 € para el 2013, por el efecto combinado de
extracciones cada vez más raras y caras y la explosión de la demanda en
China e India (The Guardian, 11/07/2010).
Por el lado del clima, la cosa se está poniendo muy fea también. A pesar de
que la industria aérea consiguió no ser incluida en el Tratado de Kioto
(1997-2012), ahora se está imponiendo la evidencia de que el impacto
climático del transporte aéreo y marítimo es creciente, mucho más relevante
que lo que se había reconocido hasta ahora y que no puede seguir quedando
impune. Un reciente informe insólito encargado por los ministros de finanzas
del G20 propone gravar con una tasa de 25 $ la tonelada de carbono
quemada en aviones y barcos, lo que permitiría recaudar 40.000 millones de
dólares en 2020 y reducir las emisiones de este transporte entre el 5 y el 10%
(The Guardian, 21.7.2011). Todo ello mientras entraba en vigor el 1 de enero
de 2012 la tasa sobre el CO2 de los aviones que vuelan a y desde Europa. La
medida, inédita en el mundo, ha abierto una guerra comercial entre la UE y
China y EEUU, que se niegan a pagar por contaminar (El País, 06/02/2012).
Llueve sobre mojado porque, en medio de una enorme resistencia del lobby
de las compañías aéreas, los dos principales mercados europeos emisores de
turistas aéreos, el Reino Unido y Alemania, aplican desde el otoño de 2010
sendas tasas aéreas a cuenta del desgaste climático asociado (Wikipedia).
Sin perder de vista el sostenido impacto añadido de la crisis para el poder de
consumo de las clases medias y bajas del Norte, este doble "cenit" del
petróleo barato y del clima agradable está empezando a derrumbar los
cimientos del boom aéreo que hemos vivido durante la última década. A pesar
de que ni lo mencionen oficialmente, este es el trasfondo que explica el
derrumbe de los resultados de Thomas Cook, -70% del precio en las acciones
(El País, 11/22/2011), y de TUI (Financial Times, 07/02/2012), los principales
touroperadores europeos. Obviamente, el encarecimiento radical de los
precios del combustible está en la base de la reciente quiebra de una serie de
compañías low cost como la catalana Spanair (El País, 01/30/2012), una de las
seis que han cerrado definitivamente en lo que llevamos de 2012 desde
Australia a Europa (Hosteltur, 02/20/2012). El fin del petróleo a precio tirado
drena ahora mismo los resultados de compañías aéreas bandera como la
brasileña TAM, la primera de América Latina (Financial Times, 13/02/2012);
IAG, la alianza de British Airways e Iberia (Hosteltur, 01/03/2012); Vueling, la
división low cost de Iberia (Hosteltur, 02/20/2012), por no hablar del conjunto
de las norteamericanas (Reuters, 21/02/2012). De hecho, la propia IATA, el
organismo que regula el tráfico aéreo internacional, advertía hace poco que
en su conjunto el sector de la aviación podría llegar a perder 5.000 millones
de dólares este año debido al impacto de un incremento aún mayor del
52
combustible a raíz de un nuevo conflicto con Irán (US News, 03/20/2012). En
un mercado tan relevante como el alemán, Lufthansa ha entrado en pérdidas
por el efecto combinado de la explosión del precio del combustible y el coste
de la tasa climática sobre los billetes (Hosteltur, 16/03/2012), mientras que Air
Berlín, con gravísimos problemas de liquidez, se ha salvado del cierre in
extremis porque se ha vendido a Etihad, la compañía pública del emirato de
Abu Dhabi (Expansión, 19/12/2011). El impacto regional de la entrada en vigor
y el encarecimiento progresivo de la tasa aérea por pasajero británico está
teniendo un especial impacto en el Caribe, donde se habla de una reducción
de unos el 7% del número de turistas procedentes del Reino Unido (Caribbean
News Digital, 01/24/2012).
Como ciudadanía crítica, la contemplación de esta lluvia de noticias aisladas
en la prensa convencional debería ponernos en alerta sobre la realidad en la
sombra que se oculta. La edad de oro del turismo, basada en la multiplicación
de los vuelos a bajo coste gracias a un petróleo de precio irrisorio, ya ha
pasado y lo que tenemos por delante es una situación de creciente
emergencia planetaria en materia climática y de justicia global. En la carrera
para proteger el clima común, el fin de la aviación low cost está,
afortunadamente, muy cercano.
26/3/2012
53
8 de marzo, convalidación de la Reforma Laboral y los derechos de
la mujer trabajadora
Vidal Aragonés
Casi con toda seguridad, este 8 de marzo de 2012 pasará a la historia del
Estado español no como un día más de la Mujer Trabajadora sino como el de
convalidación del RD-Ley 3/2012. Más allá del mal gusto que supone situar en
el día de reivindicación de los derechos de la mujer la reaprobación de la
norma más regresiva en cuanto a derechos laborales, debemos subrayar la
especial afectación que para las mujeres supondrá la nueva normativa.
Unas semanas después de la publicación de la contrarreforma laboral, tan sólo
los sectores ultras han sido incapaces de reconocer la virulencia de las
medidas aprobadas por el gobierno. Seguramente, fruto de la habitual
insensibilidad existente para la realización de análisis de género de las
normativas, no se ha prestado la necesaria atención a la más gravosa
afectación que para la mujer trabajadora tendrán los ya vigentes cambios
normativos.
La desregularización del contrato a tiempo parcial (prácticamente impuesto a
una de cada cuatro trabajadoras y residual en los trabajadores) a través de la
legalización de las horas extraordinarias puede suponer trabajar a la carta
para gran parte de las mujeres que ostentan este contrato.
La eliminación de los salarios de tramitación y la reducción de la
indemnización convertirán en más inestable la relación laboral, especialmente
para quien ostenta menor antigüedad y salario, es decir, las mujeres.
Observarán que ahora sus contratos, más allá de temporales o indefinidos,
serán sometidos a término con indemnizaciones de 8, 9, 20 o 33 días por año
trabajado.
La clarificación y facilitación de las extinciones de contratos para el personal
laboral del sector público afectará más a las mujeres. Este ámbito es el que
había permitido que la mujer trabajadora tuviera mayor estabilidad laboral, y
allí la brecha de desigualdad retributiva es más reducida. A su vez, la
destrucción de empleo en empresas públicas y en la Administración será el
procedimiento a través del cual se intentará desmantelar gran parte de los
servicios públicos que han jugado un importante papel en la emancipación
social de las mujeres, en la medida en que las separa de su histórico rol de
trabajo reproductivo y familiar. Una amplia red de guarderías y escuelas
públicas de calidad, así como otros servicios sociosanitarios, son los que
facilitan un proceso de independencia de la mujer trabajadora.
54
Cobra también importancia la nueva forma de reducción de jornada por
guarda legal de menores, derecho ejercido básicamente por mujeres y
residualmente por hombres, cuyo nuevo requisito de desarrollo diario
supondrá una limitación real del derecho.
La contrarreforma laboral se convertirá en el punto de inflexión del
ascenso-descenso de los derechos laborales de la mujer durante los últimos
años. Aun así, debemos hacer crítica y autocrítica a algunas de las consignas
que formalmente defienden la tan necesaria igualdad retributiva. No se puede
reclamar igualdad salarial entre mujeres y hombres y negar que es la división
social del trabajo la que con la cuestión de género consolida esa realidad. A su
vez, desde sectores que solicitan sociedades radicalmente igualitarias no se
asume que en la medida en que no se incorpore a los hombres al trabajo
reproductivo o familiar no se conseguirá la tan anhelada igualdad en términos
de género.
8/3/2012
55
Robar el futuro
Agustín Moreno
Hace quince años, en un instituto público de un pueblo del norte de Madrid,
conocí a unos alumnos trillizos de 2.º de bachillerato: buenas personas,
brillantes, comprometidos con las causas justas. Les fui siguiendo la pista:
cursaron sus carreras y doctorados. Hace poco me encontré con su familia y
me contaron que el físico estaba en una universidad argentina, el ingeniero
informático en una universidad de Estados Unidos y la bióloga, en un centro
de investigación en Francia. No es una anécdota, cualquiera podría citar otros
casos. Es una metáfora de lo que está pasando en España: un nuevo exilio
laboral que afecta a unos 300.000 jóvenes cualificados desde que empezó la
crisis.
Nos vendían que apostábamos por otro modelo de crecimiento, por el I+D+i,
por la formación de calidad, que podíamos estar en el grupo de los poderosos
(G-20). Pero la crisis, el golpe de Estado financiero, son la gran coartada para
acabar con nuestros sueños.
Los recortes presupuestarios y la reforma laboral del gobierno apuntan al
modelo de un país en vías de desarrollo que basa su competitividad en bajos
salarios, un débil Estado del bienestar, un derecho del trabajo inexistente y un
sistema educativo clasista y, por ello, mediocre. Para que las empresas ganen
dinero sin modernizarse. Va a ser la reforma laboral de los 6 millones de
parados y la única vía del gobierno del PP para su reducción es la emigración.
Esto explica la ofensiva contra una educación pública de calidad. En la lógica
neoliberal, no interesa gastar en formación para empujar después a la
generación de jóvenes más brillante y preparada de nuestra historia a que se
vaya del país, presentando la emigración como si fuera una fiesta.
Todo tiene coherencia, el sistema educativo, el mercado de trabajo y el
modelo de sociedad al que nos quieren llevar: excelencia para unos pocos y el
resto, peones y trabajadores precarios y mal pagados en una sociedad cada
vez más dual y polarizada. Es evidente que la lucha por una educación pública
de calidad y por la derogación de la reforma laboral es la misma, y la marea
verde no puede faltar a la huelga general del 29 de marzo. Para que no les
roben el futuro ni a los jóvenes ni al país.
23/3/2012
56
Miedo a morir
La muerte entre el miedo y el derecho
Juan-Ramón Capella
La muerte no es plato de gusto para las personas jóvenes. Se suele reflexionar
sobre ella cuando su guadaña ya ha segado, una y otra vez, a personas a las
que queremos.
Hay grupos de personas que no temen la muerte. Uno es el grupo de los muy
ancianos, cuando vivir conlleva cargas pesadas y lo inevitable está cerca.
El otro grupo de personas que no la temen es el de los no creyentes, o ateos,
comoquiera que se les llame. Los no creyentes nos desasosegamos pensando
en que un día tendremos que dejar a las personas queridas, y en cómo las
tendremos que dejar. Pero sólo tememos, de verdad, el dolor físico. Y
carecemos de toda seguridad de poder escapar a él. No tememos la muerte,
pero sí el dolor del desajuste terminal.
Hay personas que palian su temor a la muerte mediante el expediente
religioso, esto es, adhiriéndose con toda la firmeza de que son capaces a la
por lo demás infundada creencia en la existencia de otra vida, en una
segunda oportunidad, consoladora además de las desgracias e injusticias de
la vida verdadera, la que viven. No todas las personas creyentes temen morir.
Pero sí la mayoría, y es cierto que en su creencia se sienten acompañados
gregariamente y reafirmados por quienes la comparten, y empujados por
pastores que les estimulan a temer y a creer. Estos pastores operan con
dogmas contrarios a la lógica, con relatos ajenos a la experiencia, y también
al idear ritos y rituales que tienen la función de suplir la falta de lógica y de
experiencia. Las prácticas religiosas afianzan la creencia.
Las personas son respetables siempre. Las creencias que sostienen no
siempre lo son. Nos vemos obligados a combatir ciertas creencias respetando
a las personas que las sostienen. Empezando por la creencia de que todas las
opiniones son igualmente respetables. Esto no es así. Las opiniones pueden
ser desinformadas, absurdas, disparatadas, infundadas, o compartidas,
coherentes, fundamentadas, etcétera. Por eso las creencias se pueden
combatir. Las evidencias, no.
Es particularmente enjoso, y en una sociedad bien ordenada debería ser
condenado y proscrito socialmente, inculcar creencias a los niños para que
desarrollen sentimientos y emociones de temor o de terror. La amenaza
tradicional de las eternas llamas del infierno a personas tan jóvenes que
57
difícilmente son capaces de hacer conscientemente el mal parece
especialmente repugnante. Es un signo, en realidad, de que los pastores
desean poder sobre los demás —y primero el más insidioso y opaco de todos:
el poder cultural— a costa de lo que sea, incluida la tortura psíquica infantil.
Éste es sólo un ejemplo de la fabricación emocional en que trabajan los
pastores de la Iglesia católica, diferenciados, por ejemplo, de sus colegas
creyentes evangélicos por erigirse en intérpretes autorizados de una supuesta
voluntad divina en materia de moral y costumbres, frente a una grey a la que
no se le reconoce capacidad para pensar por sí en tales materias (por
llamarlas de alguna manera).
Todo esto viene a cuento de lo siguiente: el deseo de las personas no
creyentes de evitar el dolor terminal, o la simple voluntad de disponer
libremente de sus vidas, conduce a su exigencia de reconocimiento de la
eutanasia como un derecho. Derecho a la eutanasia, esto es: el derecho a
poder ser auxiliados para morir por personal especializado en la evitación del
dolor, de acuerdo con una voluntad previamente expresada en forma y
sostenida en el tiempo (requisitos destinados a evitar decisiones inmeditadas
en situaciones de depresión psíquica).
Pero el reconocimiento del derecho a la eutanasia es combatido sobre todo
por personas creyentes.
Son personas creyentes del demos las inducidas a oponerse a reconocer el
pleno derecho a morir con dignidad. Inducidas por quienes las pastorean. Y
ello, sobre todo, porque el derecho a morir con dignidad afecta al monopolio
cultural que los pastores mismos tratan de mantener: el monopolio de las
ideas sobre la muerte.
La Iglesia católica ha alcanzado en España cuotas de poder político y cultural
de las que no ha dispuesto en ningún otro país de la Tierra. Eso se debe a los
réditos de la histórica alianza del trono y del altar, para la unificación de los
reinos de España en torno a una sola creencia impuesta a sangre y fuego: por
la sangre de las torturas inquisitoriales, por el fuego de las hogueras de la
Inquisición, por las expulsiones de los españoles hebreos o moriscos.
La Iglesia católica debe ser hoy ostracitada de la vida política del país.
Podemos aceptar sus manifestaciones folclóricas y turísticas —de la Macarena
al Rocío, o al Corpus de Toledo, la ciudad de las hogueras en Zocodover— e
incluso subvencionar el mantenimiento de las obras de arte de las que las
leyes la hacen todavía titular. Pero no podemos aceptar en modo alguno su
intervención empujando a masas de creyentes contra las aspiraciones de los
ciudadanos no creyentes.
58
No es sólo la doctrina sexual de la Iglesia, ni sólo su minusvaloración de las
mujeres, ni sólo el daño causado por sus sádicas prédicas a tantas personas:
también su oposición al reconocimiento de derechos motiva que hayamos de
combatirla mientras no acepte que su posición en una sociedad democrática
ha de igualarse con la que ocupa en las demás sociedades de Europa
occidental: fuera de la esfera pública.
Para que podamos vivir y morir tranquilos, cada uno con sus creencias.
5/3/2012
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Ensayo
Armando Fernández Steinko
Origen y recorrido del movimiento 15-M español
El ciclo de protesta que comenzó en España en la primavera de 2011 ha
pasado la prueba del verano irrumpiendo con fuerza en las manifestaciones
de otoño. ¿Qué es exactamente el llamado "movimiento 15M" [1]? ¿Cuál es su
futuro?
La mejor forma de contestar a esta pregunta es combinando dos niveles de
análisis: 1) el de las tendencias profundas que se vienen acumulando desde
hace años en España y que han venido configurando nuevos sujetos políticos,
y 2) las coyunturas político-económicas que prendieron la mecha de la
protesta. Les añadiremos una tercera parte en la que describiremos el estado
del movimiento en la actualidad (noviembre de 2011) aventurando algunas
hipótesis sobre su futuro. Para el desarrollo del primer punto nos basamos
preferentemente en trabajos propios publicados en los últimos años y en una
sociología política del país publicada recientemente [2]. En ellos apuntamos la
acumulación de contradicciones de fondo que han resultado decisivas para
comprender la oleada de protestas en España. Para el segundo nos
basaremos en nuestra experiencia como testigo directo, así como en los
hechos mismos reconstruibles a partir de la prensa diaria. Para la tercera
parte nos basamos en una pequeña encuesta realizada entre actores directos
del movimiento repartidos por varios territorios del Estado, así como en
algunos datos aportados por Cuesta et al. (2011).
1. El nacimiento de nuevos actores
La democracia española, que se inicia con la Constitución de 1978, nace de
una ruptura político-institucional con el régimen anterior, pero también de una
continuidad notable en lo que se refiere al orden económico y empresarial. La
Constitución sanciona el derecho universal a la educación y pone en marcha
un sistema fiscal más o menos progresivo para financiarla. Sin embargo,
efectúa un rodeo alrededor del orden económico y sobre todo empresarial,
que deja completamente intactos. La transición refleja el pacto que firman los
social-liberales españoles —literalmente empujados al poder por la
socialdemocracia alemana— con los tardofranquistas sobre la base de un
programa que impide toda intervención pública en la esfera de las empresas
privadas [3]. Las empresas privadas heredadas del franquismo son
organizaciones jerárquicas, tienen estilos de dirección autocráticos y una
notable ausencia de actividades formativas para sus empleados. Las crisis de
los años 1980, 1990 y 2007, en las que el desempleo subió por encima del
60
20%, han demostrado su incapacidad para crear trabajo suficiente para la
población. Pero la falta crónica de trabajo hace imposible la financiación
sostenible del Estado del bienestar, lo cual bloquea de facto la posibilidad de
cumplir el programa de los grandes pactos de la transición política. Sólo las
administraciones y las empresas públicas, hoy privatizadas, crearon trabajo
de calidad en los años ochenta y noventa. El boom inmobiliario y el turismo de
masas, basados en tareas poco creativas, reforzaron el modelo posfranquista
debido a su particular capacidad de generar empleo.
Las afiladas tijeras de la "sobre"-cualificación
Uno de los resultados trascendentales de estas políticas fue el rápido aumento
de los egresados universitarios, que se produce en paralelo al estancamiento
relativo de las “ocupaciones-cabeza” en las empresas privadas españolas.
Esta tijera entre lo que el 18% de la población ocupada —sobre todo
femenina— sabe hacer y la oferta de sólo un 5% de ocupaciones realmente
cualificadas empezó a acumular, a partir de los años noventa, una
insatisfacción latente entre sectores inicialmente beneficiarios del Estado del
bienestar [4]. Esta insatisfacción irrumpió puntual e inesperadamente con las
movilizaciones contra el modo que tuvo el gobierno del Partido Popular de
gestionar el desastre ecológico del Prestige (2002) y con las movilizaciones
contra la participación del gobierno de Aznar en la guerra de Irak [5]. Produjo
una forma particular de precariado llamado “mileuristas”: una población
activa muy cualificada —y cada vez más feminizada— que, o bien no puede
aplicar sus cualificaciones en el trabajo, o bien, aplicándolas, gana un sueldo
que está muy por debajo de su competencia y de su productividad.
A la falta de trabajo y a la temporalidad del conjunto de la población activa se
suma este colectivo nacido de una contradicción política de fondo que late
desde los momentos fundacionales de la nueva democracia española. Sus
conocimientos les permiten conquistar una autonomía personal, pero el
blindaje (neo)liberal de la nueva democracia genera una situación que les
impide emanciparse de hecho, bloquea la conquista de una autonomía real. La
cultura juvenil y las drogas —legales e ilegales— evocan una autonomía que
en realidad no existe, aunque sí produjeron una innovación en el ocio juvenil:
el botellón. El botellón es un antecedente de la ocupación de plazas. Consiste
en comprar alcohol barato y consumirlo en una plaza pública que se convierte
así en lugar de socialización juvenil. La falta de un espacio propio, el
desempleo y la temporalidad que reducen los ingresos de los jóvenes, pero
que también les permiten trasnochar, han generalizado este fenómeno
exportándolo a otros países europeos [6]. El grueso de la oposición juvenil a
la guerra de Irak se fraguó en los círculos del botellón de las grandes
ciudades: los hijos y las hijas de profesionales urbanos con estudios, o en vías
de terminarlos, y padres ya politizados en la transición.
61
Esta tensión entre autonomía potencial y autonomía real es decisiva para
entender el 15-M. La composición social de sus actores es compleja y depende
de la zona del país, pero en general dominan los jóvenes entre 19 y 30 años
con formación universitaria o en vías de adquirirla, y domina la distribución
paritaria entre hombres y mujeres con una conciencia política bien definida
que, sin embargo, no les lleva a votar [7]. Son los hijos de los profesionales
urbanos y periurbanos, aunque no sólo. En este grupo de insatisfechos hay
que incluir también a los hijos de las clases populares beneficiados por el
ascensor social propulsado por la cualificación, un ascensor que se quedó
parado a medio camino, sobre todo para este segmento esforzado y
meritocrático de la población.
Una de las cosas más llamativas de todo lo que ha sucedido en las plazas
españolas es la presencia de personas altamente cualificadas: abogados,
médicos, economistas, licenciados —o en vías de serlo—. Destaca como
novedad el protagonismo de las mujeres, que han adoptado un papel de
catalizador organizativo y de mediadoras entre opiniones discordantes.
Muchas se ofrecen como voluntarias para moderar las asambleas y lo hacen
con gran competencia, obligando a respetar turnos de palabra y
desautorizando a aquellos con tendencia a hacer largos discursos poco
operativos. Esta elevada competencia profesional ha incrementado desde el
principio la capacidad de respuesta técnica y la madurez de las asambleas,
por ejemplo a la hora de organizar la defensa legal de los detenidos o de
asistir a las personas víctimas del calor. Por tanto, el 15-M es en primer lugar
un espacio en el que una masa ingente de cualificaciones acumuladas tras los
pactos políticos de la transición, pero despreciadas por los mercados de
trabajo, encuentran una forma de hacerse socialmente útiles. Su elevada
capacidad de solucionar en poco tiempo problemas técnicos, organizativos, de
poner en marcha comisiones y foros de discusión es impensable sin esa masa
de capacidades puestas a disposición del movimiento.
Nueva fuerza productiva, nuevos sujetos
Las Nuevas Tecnologías, una fuerza productiva que ha trastocado la
dimensión temporal y espacial en la que viven y trabajan cada vez más
personas en España, tienen un protagonismo central en estas experiencias.
Aquella generación de jóvenes que viven con los padres hasta edades
avanzadas, que se instalan en lo inmediato de un trabajo ocasional, que
aceptan la sobreexplotación para, al menos, acumular un remanente
económico que luego pueden destinar al ocio, que ha minimizado el conflicto
generacional y que se desentiende de cualquier forma de organización. Han
colocado el ordenador en el centro de su actividad comunicativa: son “nativos
digitales” (Prenski). Por un lado, el ordenador es una tecnología
individualizante y flexible que encaja en las experiencias laborales efímeras o
62
espacialmente distantes de muchos jóvenes precarios. Esto debilita los
vínculos personales que producen las relaciones laborales más estables y
aleja a sus usuarios de las formas de participación política y sindical nacidos
de estos entornos. Lo único estable en estos espacios es la familia; todo lo
demás, incluidas las relaciones sentimentales, es fugaz. No hay jefes, no hay
hora de comienzo y de final para trabajar, existe una fuerte autonomía en el
trabajo, aun cuando ésta conduzca frecuentemente a la autoexplotación [8].
Por otro lado, los ordenadores son una ventana abierta a un infinito anónimo y
ubicuo que contrarresta el aislamiento creando una socialización virtual en la
que los valores progresistas y solidarios tienen cabida, como hemos podido
comprobar, aunque siempre insertados en otros individualistas de fondo: no
hay necesariamente individualismo, aunque éste abunde sin lugar a dudas,
pero sobre todo hay individualización, una cultura de lo propio y lo
segmentado que poco tiene que ver con los valores que se adquieren en los
entornos laborales y políticos tradicionales [9].
Estos datos son relevantes para entender las nuevas formas de cooperación y
participación política asociada a las nuevas tecnologías, su difícil encaje en las
organizaciones que requieren de una presencia física y en los espacios más
tradicionales de la izquierda. Sólo el 35% de los participantes en las
asambleas de Salamanca dijeron haber sido convocados por un amigo; el
resto lo hizo por medios digitales. Llama la atención la calidad y la inventiva
de muchas de las páginas web e iconos diseñados por los participantes
anónimos, la rapidez con la que son puestos en funcionamiento, alimentados
y conectados entre sí [10]. También explica la capilaridad del movimiento, su
extensión territorial hacia zonas muy poco activas políticamente: espacios
rurales o semirrurales dominados por el abstencionismo y la derecha. Las
asambleas formadas en las plazas y en los barrios permitieron darle una
ubicación física al movimiento, pero los espacios virtuales de las páginas web,
de las columnas de Facebook y de las direcciones electrónicas de los
participantes son sus espacios más estables, a veces los únicos que pueden
ser llamados así, puesto que el resto es una simple posibilidad de volverse a
reunir. En esta desmaterialización de los espacios de acción política
generados por las nuevas fuerzas productivas radica uno de los puntos
fuertes, pero también uno de los más vulnerables, del movimiento 15-M
español.
2. Las cerillas que prendieron la mecha del Tea Party antineoliberal
Para que estos y otros condicionamientos estructurales se transformaran en
acciones tuvieron que pasar algunas cosas de signo más coyuntural. Hay dos
factores que me parecen decisivos: la escalada de la corrupción urbanística y
el viaje de Zapatero a Londres en mayo de 2010. Prendieron la llama de un
Tea Party antineoliberal que sacudió en poco tiempo a todo el país.
63
El abstencionismo de la juventud, que refleja una desafección hacia el sistema
político-institucional, no es una cosa nueva en España. Ya era más elevado
que la media incluso en los años de máxima politización de la población
española a principios de los años ochenta. El acceso intermitente de los
jóvenes al mercado de trabajo, junto con las nuevas fuerzas productivas,
como hemos visto, generan distancia y desinterés por los espacios
institucionales estables y por el sistema político-institucional en particular, al
tiempo que debilita la cultura sindical. Pero tampoco esto es nuevo en España.
¿Qué es entonces lo nuevo?
Lo nuevo es la extensión de esta desafección a sectores más amplios de la
población: a los que tenían un trabajo y lo han perdido, a los profesionales con
un trabajo relativamente estable que vienen de la cultura política del
antifranquismo, que han construido las nuevas instituciones democráticas y
que hoy son padres de hijos mileuristas. Lo nuevo es la extensión de la crítica
del turnismo parlamentario a aquellos que consiguieron comprar un piso en
los tiempos del boom y que ahora están amenazados por los desahucios, su
extensión a algunos hijos de los trabajadores agrícolas y de la pequeña
burguesía urbana educados en una cultura de la meritocracia que tiene que
ver cada vez menos con la realidad. Para explicar esta nueva oleada de
deslegitimación del sistema político-parlamentario a lo largo de los últimos
años, son fundamentales dos aspectos: el fenómeno de la corrupción
municipal y los acontecimientos de mayo de 2010.
Corrupción urbanística y erosión del sistema político
El capitalismo (popular) inmobiliario ha permitido mantener, mal que bien, el
Estado del bienestar en la era neoliberal, es decir: a) sin tener que redistribuir
la riqueza, b) sin tener que crear empleos con una mínima calidad y c) sin
tener que recurrir al gasto público. Descartada la posibilidad de recurrir a los
impuestos y al trabajo, fueron la liberalización del suelo y el incremento del
valor de los bienes inmuebles lo que les permitió a los ayuntamientos hacer
frente a la financiación de los servicios públicos que deben prestar por
mandato constitucional. Éstos empezaron a recurrir masivamente a la
recalificación de terrenos para financiarse con los impuestos de las plusvalías
y del trabajo local creado con la construcción [11]. Las recalificaciones son
actos administrativos fuertemente condicionados por las coyunturas
personales y las mayorías políticas locales, y forman un caldo de cultivo
criminogénico muy vulnerable a la corrupción llamada “urbanística”. No pocos
concejales y alcaldes aprovecharon la coyuntura para lucrarse personalmente
[12]. Sin embargo, no deja se ser una situación creada por el Partido Popular
—y luego utilizada por el PSOE— para financiar el Estado del bienestar de
forma que, hasta el estallido de la crisis, hubo muchos que prefirieron mirar a
otro lado cada vez que aparecía un concejal o alcalde corrupto en la prensa: a
64
cambio había parques, piscinas y ambulatorios. Sectores amplios de las clases
populares vivían la borrachera del ladrillo que permitió a muchos asalariados
en paro convertirse en pequeños empresarios de éxito y firmes votantes del
Partido Popular. Sus hijos se incorporaron al sector para realizar trabajos poco
cualificados pero muy bien pagados, catapultando la tasa de abandono
escolar a los índices más altos de toda la Unión Europea [13]. El pinchazo de
la burbuja cambió las cosas de raíz. La tradicional desafección que se ha dado
en muchos espacios rurales o semirrurales conservadores hacia la “política” y
esos “políticos” que han aparecido desde hace muy poco tiempo en sus vidas,
se unió ahora a las viejas manifestaciones de desafección propias de los
entornos urbanos. De hecho, la razón de ser más importante del 15-M para
sus participantes es la lucha contra la corrupción [14]. Esa confluencia explica
los índices de apoyo popular al 15-M, que en junio de 2011 estaban próximos
al 80% de toda la población, y que el eslogan más repetido por el movimiento
fuera el de “No nos representan”.
Sin embargo, esta asombrosa unanimidad no debería ser interpretada
apresuradamente como una repentina ampliación del número de ciudadanos
que reclaman formas más auténticas de participación política [15]. Esconde
universos políticos y sociológicos distintos entre sí y políticamente mucho más
inoperativos de lo que parece. Esto se refleja, por ejemplo, en una
desconcertante contradicción entre el elevado apoyo electoral al Partido
Popular y el apoyo mayoritario de la población a las reivindicaciones del 15-M.
La popularidad del “No nos representan” no es un apoyo claro e igual de
masivo a formas de representación política más directas de inspiración
progresista (asambleas, voto directo, etc.). En las grandes ciudades esto
podría ser así, pero desde luego no es el caso de los sectores conservadores
que se identifican con esta consigna aun cuando sus argumentos encajen bien
en la visión del poder de algunas secciones urbanas del movimiento
inspiradas en planteamientos libertarios (lo inmediato es lo único real, lo
complejo es sospechoso, etc.).
Un viaje de no retorno a Londres
El segundo momento que radicalizó la crítica de los “políticos”, esta vez
vinculándolos a los “banqueros”, fue la visita de Zapatero a Londres en mayo
de 2010. En plena turbulencia financiera, una serie de grandes actores
financieros empezaron a apostar contra la deuda soberana española. Esto
produjo un rápido aumento de los diferenciales de riesgo con respecto a la
deuda alemana y una especie de pánico en el palacio presidencial de la
Moncloa. El presidente Zapatero regresó de aquel viaje a Londres, destinado a
asegurar a los llamados "mercados financieros" que España iba a cumplir con
las políticas de austeridad exigidas por ellos, anunciando el fin de las políticas
de solidaridad para con los perdedores de la crisis. Este fenómeno coyuntural
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no explica la desafección por sí misma, pero la amplió a muchos votantes del
PSOE, que, igual que todos los demás gobiernos del entorno, se decantó por
destinar el grueso de los impuestos de los ciudadanos a defender los intereses
de los que habían causado la crisis (las oligarquías financieras), abandonando
así su pretensión de equidistancia entre “poderosos” y “ciudadanía”. De
hecho, la indignación contra los bancos aparece, junto con el rechazo de la
corrupción, como el segundo motivo más importante para participar en el
15-M. Pero no sólo. A diferencia de las protestas en otros países, en España
éstas se dirigieron contra el sistema político-electoral, que hace imposible la
expresión de la voluntad popular, contra el bipartidismo y la “clase política en
su conjunto”, que en varias encuestas de opinión ya venía apareciendo desde
hace meses como uno de los principales problemas del país.
El incendio del Tea Party antineoliberal
En el otoño de 2010 había en toda España una sensación de orfandad
político-institucional, sobre todo en el lado de la izquierda. El único partido con
un programa antineoliberal claro, Izquierda Unida, tenía sólo un par de
representantes en el Congreso. Su refundación, lanzada dos años antes a
bombo y platillo como un objetivo estratégico, había sido bloqueada por los
sectores más inmovilistas de la organización, decepcionando a no pocos
militantes y simpatizantes [16]. En el parlamento había una situación de gran
coalición de facto que hacía imposible confiar en los cauces de la política
organizada, y aunque la huelga general de septiembre de 2010 tuvo un éxito
razonable, no se confiaba demasiado en la voluntad de los sindicatos
mayoritarios de seguir adelante con una política de oposición a las políticas
neoliberales [17]. La situación era, por tanto, comparable a la que se había
producido unos meses antes en los Estados Unidos, donde tanto el Partido
Republicano como el Partido Demócrata habían decidido salvar los intereses
de la gran propiedad financiera con los impuestos de la mayoría de la
población. Esta situación condujo al surgimiento de un movimiento ciudadano
antiestatalista y conservador conocido como Tea Party. En España sucedió
algo parecido aunque de signo ideológicamente inverso: surgió un Tea Party
antineoliberal [18]. En medio de aquella situación de estancamiento, un
grupo de personalidades, sindicalistas e intelectuales, lanzaron un
llamamiento a la población invitándola a decir “basta ya” y a suscribir un
programa antineoliberal de mínimos. Recibió miles de adhesiones en poco
tiempo: fue el ensayo general del 15-M y muchos de sus impulsores
participaron en dicho llamamiento. Meses después empezó a rodar el Tea
Party antineoliberal.
Ambos movimientos, el norteamericano y el español, son de signo ideológico
contrario, pero tienen en común varios aspectos altamente relevantes.
Ninguno de ellos procede del establishment político y ambos se producen
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porque éste da signos de incapacidad para desentumecer una situación
creada por los “poderosos”. En ambos casos los ciudadanos, aunque con
programas políticos diferentes, reivindican su derecho a tomar decisiones
políticas importantes aspirando a arrebatarles el monopolio a los políticos
profesionales. En ambos casos, una parte de la ciudadanía intentar definir la
agenda política de los partidos. En ambos casos hay un rechazo del uso de
recursos públicos para rescatar a los grandes intereses financieros, un
rechazo que en ambos casos resultaba imposible de articular dentro de las
instituciones debido a la situación de gran coalición de facto. En ambos casos
se trata de movimientos de protesta de sectores amplios de la ciudadanía
inicialmente poco o nada organizados, movimientos ideológicamente abiertos
aun cuando los campos ideológicos fueran opuestos. Eso les dio a ambos una
transversalidad que el establishment político no pudo manejar, con lo cual los
ecos de la calle empezaron a empapar su agenda política. Ninguno de los dos
movimientos es el resultado de acuerdos programáticos muy elaborados, lo
cual les da a ambos un carácter abierto, aunque de fondo político distinto. La
ausencia (¿aún?) de movimientos de masas de ultraderecha y la presencia de
numerosos activistas de la izquierda en los primeros momentos evitó que el
15-M evolucionara desde posiciones ideológicamente ambiguas hacia una
impugnación de la “clase política” de signo ultraconservador. Esto no quiere
decir que los sectores “antipolíticos” de la ultraderecha no lo intentaran. De
hecho llegan noticias de que en algunos territorios, donde el Partido Popular
tiene una mayoría electoral aplastante, siguen intentándolo.
La manifestación del 15-M convocada desde la web Democracia Real Ya no
fue rabiosamente multitudinaria. Sin embargo, fue considerada un éxito
rotundo teniendo en cuenta la ausencia de organizaciones convocantes
importantes y, sobre todo, la forma nueva de prepararla a través de la web.
En Madrid terminó con escaramuzas menores, pero la acción represora de la
policía generó una solidaridad generalizada insólita en estas situaciones. Fue
esta oleada, y no tanto los hechos anteriores, lo que rompió el dique de la
autocontención ciudadana. Condujo a la ocupación masiva de plazas,
encabezada por la de la Puerta del Sol de Madrid, un símbolo del
republicanismo político que el gobierno conservador ha intentado borrar
colocando la estatua ecuestre de un rey ilustrado. Esta ocupación tuvo un
efecto llamada inmediato sobre el resto del territorio y, en cuestión de horas,
se produjeron un total de 74 acampadas en diversas ciudades y pueblos de
España. Éstas empezaron a organizar comisiones, a montar infraestructuras y
a recibir donaciones y apoyo masivo del resto de la población (alimentos,
bebidas, libros, colchonetas), creándose un clima de confraternización entre
capas sociales y generaciones distintas que no se había vivido en España
desde los años de la transición política.
Sin embargo, los que participaron en la manifestación del 15-M no fueron
67
exactamente los mismos que los que participaron en las asambleas y
acampadas. El segundo grupo era mucho más extenso e iba más allá del
núcleo de activistas informáticos. Aumentó como respuesta a la reacción de la
policía y, sobre todo, a las tergiversaciones publicadas por los medios de
comunicación conservadores, tergiversación que alimentó masivamente la
indignación de muchos nuevos participantes [19]. En este sentido, la
situación es comparable a la que se vivió en relación con las tergiversaciones
de la autoría de los atentados del 11-M de 2004 por parte del Partido Popular,
y que llevó a su inesperada derrota electoral: sectores amplios de la población
española parecen sentir un rechazo visceral a este tipo de prácticas. Con la
extensión a los barrios, el movimiento ganó en amplitud social y se capilarizó,
haciendo así técnicamente imposible su represión policial.
3. Estado e identidad del movimiento
Un movimiento de estas características es necesariamente intermitente. Al
depender de la iniciativa espontánea y no disponer de una cáscara formal que
le dé continuidad en momentos bajos, se apaga y reaparece en función de
objetivos concretos (una manifestación, una iniciativa concreta). Al final sólo
queda la estabilidad de los espacios de la web que, en este caso, son
decisivos, como hemos visto. Sin embargo, el movimiento está dando
muestras de mantenerse más tiempo que otros parecidos. A esto contribuye
la agudización de la crisis, pero también se debe a que se trata de un
movimiento más estructurado de lo que parece.
Movimiento y estructura
Todas las izquierdas, e incluso las derechas en las semanas iniciales del
movimiento, han intentado conectar con el 15-M, bien sea alimentándolo
organizativamente —siempre a título individual de sus miembros—, bien sea
haciendo suyas algunas de las reivindicaciones. Esto les ha valido un gran
reconocimiento a no pocas personas procedentes de espacios organizados
estables que son invitadas a intervenir en las asambleas (por ejemplo, en
Valencia, Barcelona, Andalucía y Murcia). Si bien el 15-M no está
“organizado”, contiene redes y conexiones organizadas en su seno que
explican su (cierta) estabilidad. Algunos de los grupos que impulsaron el
movimiento desde el principio son creaciones de la izquierda tradicional
(Juventud sin Futuro, Mesas de Convergencia, ATTAC, grupos ecologistas, de
defensa de bienes públicos) que contribuyen a estabilizarlo. Muchos de sus
iniciadores y continuadores son personas que abandonaron las organizaciones
tradicionales por diferentes motivos, pero que traen un bagaje del que se
sigue beneficiando el movimiento. Esto explica que, a pesar de que ha
decaído la participación, se hayan creado en muchos lugares núcleos de
actividad potencial o “rescoldos” (Juan Manuel Aragües) [20], que se pueden
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reactivar si existe un número mínimo de actores coordinados para hacerlo.
Estas estructuras ocultas han permitido, al menos hasta ahora, mantener una
resistencia descentralizada y de baja intensidad, aunque relativamente
sostenida en el tiempo y alimentada periódicamente por acciones locales
(lucha contra los desahucios, acciones en sucursales bancarias, iniciativas
locales, etc.).
En realidad, el movimiento ya ha triunfado en varios sentidos. En primer lugar
ha conseguido definir una parte de la agenda política de todos los partidos y
de los medios de comunicación. Políticos y opinadores oficiales están
obligados a tomar posición sobre muchos temas puestos encima de la mesa
por el 15-M. El ala más socioliberal del PSOE ha sido (temporalmente)
acallada, y en Izquierda Unida han salido reforzados los sectores que
apostaban por la refundación frente a los sectores inmovilistas. Ha colocado a
la defensiva a los movimientos independentistas de clase media a los que pilló
por sorpresa con sus argumentos identitarios excluyentes, que les interesan
más bien poco a las clases populares de Euskadi y de Cataluña angustiadas
por la crisis [21]. Además, ha creado un foco de poder ciudadano en la calle
que persiste como realidad latente aun después de haberse levantado las
acampadas. Sobre todo ha generado una sensación de victoria que la
izquierda no sentía desde la transición política.
Hay, no obstante, aspectos que resultan menos alentadores. El esfuerzo por
colocar a lo que une en el centro de la deliberación política, el rechazo de las
banderas de cualquier tipo, que obedece al intento de reducir al máximo los
puntos de desencuentro, es sin duda un acierto que explica la transversalidad
del movimiento. Sin embargo, llevada a cierto extremo, la “despolitización”
dificulta la definición de un rumbo más claro hacia el que avanzar aun cuando
las propuestas vayan llegando poco a poco [22]. El principal problema
relacionado con la indefinición ideológica se debe a que muchos de sus
integrantes rechazan cualquier forma de “política” desde posiciones
posmodernas (Raquel Palacio). En estas posiciones, la historia, las clases
sociales y la distribución de la riqueza tienen menos importancia que el deseo
de realización individual. En cualquier caso: la adscripción ideológica del
movimiento es una de sus características más intrigantes. Por un lado, hay un
consenso entre sus miembros sobre la necesidad de eliminar símbolos
identificativos de proyectos políticos concretos y explícitos (partidos, banderas
rojas, banderas nacionales, incluso a veces banderas republicanas), de
esquivar maximalismos, palabras de madera y frases hechas, y muchos
participantes afirman incluso que el movimiento no tiene tendencia política.
Sin embargo, la mayoría de ellos se declaran claramente a la izquierda del
centro-izquierda [23]. Esto se puede interpretar como un intento de evitar
que la ideología propia pueda crear desencuentros y entorpecer el
crecimiento del movimiento: el corazón de los participantes es de izquierdas,
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pero hay reticencias a hacerlo público y cierta aversión a etiquetarlo.
Pero la ambigüedad política del movimiento persiste por mucho que algunos
(viejos) activistas tiendan a ignorarla o a interpretarla sólo en clave positiva.
Algunos participantes intentan reducir el movimiento a una metodología de
participación en la que los objetivos —por ejemplo, de lucha contra las
privatizaciones— son relegados a un segundo plano, aparentemente en favor
de la unidad del conjunto, pero también debido al poco interés de algunos
participantes por poner en marcha una mínima agenda antineoliberal con
capacidad de generar hegemonías.
A esto se suma que en las asambleas de algunas ciudades abunda una
concepción simplista de poder democrático en el que éste es reducido a su
versión más inmediata y palpable, y en el que cada uno se puede representar
a sí mismo. Cualquier forma de delegación institucional y no institucional,
cualquier forma de organización, sean asociaciones de vecinos, partidos,
sindicatos u ONG, son identificados por algunos participantes con el enemigo
o son tenidos por lugares obsoletos y pervertidos en los que no hay espacio
para la “participación real de la gente”. Esto desarma al movimiento frente al
avance institucional de los neoliberales. Aquí opera sin duda la tradición
libertaria y su confianza en la participación directa como única garantía para
el ejercicio de la democracia. La creación de puentes con espacios de lucha
más tradicionales, como partidos, sindicatos, asociaciones, etc., sale
fuertemente perjudicada, lo cual dificulta la formación de un bloque
antineoliberal basado en la convergencia de todas las formas posibles de
poder.
También el carácter asambleario tiene su coste. Es muy intensivo en tiempo,
de forma que tiende a expulsar a aquellos que no disponen de él para
participar en unas asambleas que pueden llegar a durar muchas horas. Los
desempleados que tienen que buscar trabajo, los trabajadores y las personas
con compromisos familiares son discriminados frente a los que tienen mucho
tiempo disponible. Al final esto grava la participación de las clases populares,
de los participantes vinculados al mundo del trabajo y de las personas —sobre
todo mujeres— con responsabilidades familiares y laborales. El núcleo más
activo tiende así a estar cada vez más representado por los sectores más
acomodados y alejados del grueso de los perdedores del neoliberalismo.
Además, este ambiente es propicio para la apropiación de las asambleas por
parte de sectas políticas nacidas justamente de una parte de las clases
medias urbanas con ilimitados recursos de tiempo que se pueden dedicar a
una “hipermilitancia” (Mariano Pinós) que resulta inasequible para el grueso
de la población.
Conclusiones: el futuro del movimiento
70
El movimiento tiene tres grupos de actores y su futuro depende de la
composición personal de cada uno de ellos y de su integración. El núcleo duro
y minoritario que acampaba y dormía en las plazas está compuesto por
activistas con un perfil político más definido e izquierdista, con mucho tiempo
para dedicarle al activismo y pocas obligaciones laborales y familiares. El
segundo grupo es más amplio y socialmente representativo. Está formado por
personas con diferentes situaciones laborales y familiares que se acercan
regularmente a las asambleas, pero que no intervienen mucho o casi nunca
en ellas [24]. Son ciudadanos comprometidos y fieles al movimiento, pero que
no están dispuestos a tirarse horas y horas escuchando intervenciones. El
tercer grupo está compuesto por visitantes ocasionales de las asambleas que
lo miran todo con algo más de distancia, tienen otras prioridades y muestran
una menor fidelidad y constancia en su participación. Son ciudadanos que no
están tan ganados, a los que hay que intentar fidelizar con argumentos
convincentes.
En mi opinión, el futuro del movimiento dependerá en buena medida de dos
factores: 1) de la capacidad de crear nódulos más estables y estructurados
con capacidad de reactivar los “rescoldos” en un momento dado. Estas
estructuras tienen que alimentarse de ciudadanos de los tres grupos si se
quiere evitar el aislamiento del movimiento. La construcción de estos
“nódulos” o “mesas” es el objetivo de las Mesas de Convergencia y Acción
Social [25]. 2) El futuro del movimiento depende también del perfil personal y
político de aquellos que ocupen el núcleo duro. Este núcleo duro es el que
mantiene viva la llama en horas bajas, está dispuesto a dedicarle más tiempo
que el resto y, por tanto, es esencial para asegurar la sostenibilidad del
movimiento; sin su implicación activa se desharán el grueso de las redes. Si
en este núcleo duro se imponen aquellos miembros que no aspiran a generar
hegemonías sociales sino que se conforman con aplicar consignas
maximalistas, con experimentar métodos de participación destinados a su
propia realización personal y a experimentar con dichas consignas, es posible
que el movimiento no llegue a ser mucho más que una innovadora
experiencia política que quedará para el estudio de ensayistas y opinadores
profesionales. Si en este núcleo dominan aquellos que tratan de construir un
bloque social antineoliberal que aspire a conquistar la hegemonía social, el
movimiento puede ser el primer capítulo de algo más grande. En cualquier
caso, parece imposible construir este bloque sin apoyarse en las tres fuentes
de poder con las que cuenta hoy la ciudadanía en una sociedad capitalista
desarrollada para crear un contrapoder con capacidad de hacer frente al
neoliberalismo: su propia implicación directa en la calle y en otros lugares, su
representación institucional y el trabajo organizado.
Madrid, 18 de noviembre de 2011
71
Referencias bibliográficas
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qué reivindican?", en ZoomPolítico, abril de 2011.
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72
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Topo, septiembre de 2011.
Santamaría, A., "La rebelión de los indignados", en El Viejo Topo, julio/agosto
de 2011.
Taibo, C., "Entrevista a Carlos Taibo sobre el 15-M en sesenta preguntas",
octubre de 2011 (http://www.carlostaibo.com/articulos/texto/?id=355).
Notas
[1] El concepto de “indignados”, acuñado por Stéphane Hessel y difundido por los medios de
comunicación, no es el que ha dado nombre al movimiento desde el principio. Predomina el
uso de los términos “Movimiento 15-M” o movimiento de “Democracia Real Ya”. Con el paso
de los meses y la diversificación del movimiento se observa, sin embargo, cierta consolidación
del uso del término “indignados”.
[2] Fernández Steinko (2010).
[3] Fernández Steinko (2010, pp. 168 y ss.)
[4] Fernández Steinko (2003b).
[5] Fernández Steinko (2003a, 2004b).
[6] Fernández Steinko 2002.
[7] Calvo (2011, p. 4). Los datos numéricos se refieren a una encuesta realizada en la
asamblea de una ciudad universitaria como la de Salamanca, en la que el 70% de los
encuestados tenía estudios universitarios o estaba en vías de tenerlos. Este porcentaje no es
exactamente representativo del total del Estado, pero probablemente no se encuentre
excesivamente alejado de la media de todos los participantes a nivel estatal.
73
[8] Fernández Steinko (2004a).
[9] Fernández Steinko (2006, pp. 122 y ss.).
[10] Véase ¡Democracia real YA! - Europa para los ciudadanos y no para los mercados: No
somos mercancía en manos de políticos y banqueros. Toma la plaza (#Acampadasol: Madrid
toma la plaza). Una innovación técnica sumamente efectiva fue poner un contador en la
página, que iba señalando los días, minutos y segundos que faltaban para el comienzo de la
manifestación. Esto coloca a sus visitadores en una especie de puesto de salida a la espera
del disparo para el inicio de la carrera. Una muestra de los carteles y eslónganes se encuentra
en: voces con futuro.
[11] Fernández Steinko (2010, pp. 222 y ss.).
[12] Díaz Ripollés et al. (2004).
[13] OCDE (2009).
[14] Calvo et al. (2011, p. 15).
[15] Así, por ejemplo, Coutrot (2011) y Taibo (2010).
[16] Véase Fernández Steinko (2009) y http://www.youtube.com/watch?v=mc1zrAld1-w.
[17] De hecho, pocos meses después de la huelga, los sindicatos mayoritarios firmaron un
acuerdo con el gobierno, destinado a “salvar las pensiones”. Este acuerdo pretendía aplacar a
los mercados financieros y no obtuvo éxito ninguno. Lo más preocupante es que se apoyaba
en un tipo de análisis basado casi íntegramente en la interpretación del problema procedente
de los opinadores vinculados a los intereses financieros (“las pensiones son impagables por
razones demográficas”, “hay demasiado Estado del bienestar”, etc.), y dejando de lado los
argumentos de la oposición al neoliberalismo (“necesidad de regular los mercados
financieros, de realizar una reforma fiscal progresiva, creación de puestos de trabajo estables
para financiar pensiones”, etc.).
[18] “Intelectuales impulsan el ‘Tea Party’ de izquierdas", en Público, 21-2-2011
(http://www.publico.es/espana/362148/intelectuales-impulsan-el-tea-party-de-izquierdas).
74
[19] Así los datos aportados por Calvo et al. (2011, pp. 12 y 15).
[20] Aragües (Zaragoza), Toledano (Cataluña).
[21] Santamaría (2011).
[22] Véase, por ejemplo, Ruiz Ligero (2011).
[23] Al menos en la ciudad de Salamanca, este porcentaje asciende al 50% de los
participantes entrevistados (Calvo et al. 2011, p. 7).
[24] Calvo et al. (2011, p. 9).
[25] http://redconvergenciasocial.org.
18/11/2011
Apolonia Manchón Restoy y Eduardo García Manzano
Reclusión residencial: casos ejemplares
L.C. es una usuaria que no lee cada día el periódico y que no asiste a ninguna
escuela de adultos porque su incompetencia cognitiva la sitúa en esa
amalgama de retraso, infantilismo y la tan nombrada inmadurez emocional.
Durante más de veinte años, su único medio de deambulación ha sido una
silla de ruedas manual, que sólo lenta, muy lentamente, puede propulsar,
siéndole por tanto sólo útil en espacios cerrados, precisando en el libre
espacio exterior de un acompañante para los paseos y las excursiones. Para
una persona con una parálisis cerebral de estas características es ineludible la
expectativa de tener algún día una silla de motor eléctrico, siempre con la
prerrogativa de convencer a los demás de que será capaz de manejarla.
Probablemente, el día que L.C. recibió el esperado “regalo” de su primera
experiencia de libertad y de autonomía motorizada, su felicidad cifró ese día
en un lugar privilegiado de su calendario emocional. Le tocaba entonces a ella
la demostración efectiva de que iba a conseguir manejarla, una prueba mucho
más compleja de lo que su entorno familiar y residencial jamás habrían
imaginado, a no ser que conocieran, por ejemplo, las enormes dificultades en
75
las que se encuentra una persona con disminución sensorial que, gracias a
algún recurso tecnológico, de un día para otro, ve y oye lo que antes nunca
había visto u oído. En un proceso de estas características, se debe aprender y
desaprender al mismo tiempo y es justo realizar un seguimiento en el que el
umbral de evaluación sea radicalmente flexible. No ocurrió así en la incidencia
que vamos a relatar.
Ahí tenemos a L.C. con su silla de motor en el interior del servicio residencial.
No colisiona con otros usuarios, no pisa los pies de los cuidadores, respeta los
marcos de las puertas y, en definitiva, ya no necesita de un cuidador para
desplazarse de su habitación al comedor, del comedor al taller ocupacional, y
del taller al lavabo cuando tiene “molto pipi”. En su servicio residencial hay un
horario pautado para el vaciado de vejigas, un momento de mucho trabajo y
que precisa de una mínima organización que eduque la impaciencia y el
egocentrismo propio del grupo más inmaduro e infantil. Difícil labor con L.C.
en su silla de motor disfrutando de su libertad en el interior de su servicio
residencial. Efectivamente, muy excitada, riéndose, no para de moverse de un
lado a otro obstaculizando a los profesionales y alterando a casi todo el
mundo en mayor o menor medida. Avisada en repetidas veces, los cuidadores
optan por usar el mecanismo que posibilita pasar la silla de motor a
funcionamiento manual. De la excitación y las risas pasamos así a un mutismo
que no presagia nada bueno: L.C. comunicará a su mamá que en el servicio
residencial no le dejan utilizar su silla de motor, sin detallar, claro, debido a su
incompetencia cognitiva, el contexto exacto en el que se da tal impedimento.
Los padres visitan la Dirección del centro para exigir explicaciones,
aclaraciones, precisamente sobre un tema que parecía ser un alivio en la
infelicidad no reconocida de tener una hija siempre tan dependiente y tan
retrasada, ahora que el uso de la silla de motor representaba su único
aprobado en su currículum vital. Hechas las aclaraciones, dadas las
explicaciones, de la indignación pasamos a la vergüenza. Por una misteriosa
razón que tal vez esté asociada con el hecho de que la persona que ocupa la
Dirección cursa a distancia la carrera de Psicología con una clara tendencia
cognitivo-conductual, ésta cree conveniente llamar a L.C. para que dé sus
propias explicaciones en el lugar más apropiado, el despacho, y así obligarla a
ser lo más objetiva posible delante de sus padres, a pesar de su declarada
incompetencia cognitiva. Ella se defiende declarando que “mi silla es mi
libertad”. El padre, aún más avergonzado si cabe, le responde que su
conducta nada tiene que ver con su libertad, sino al contrario, que está en un
servicio residencial y que debe respetar las normas, los deberes. El mutismo
general señala el final de la reunión, pero en cada uno de los protagonistas
revela emociones y, por supuesto, niveles de competencia cognitiva
desiguales.
76
La incompetencia cognitiva de la Dirección ha sido manifiesta al no entender
las implicaciones que el mensaje de su usuaria contenía, referidas al sentido
que debe darse al hecho de tener la experiencia de una primera y auténtica
autonomía por medio de una silla de motor. No se adquiere una silla de motor
para evitarles a los cuidadores el trabajo de desplazar al usuario de un lugar a
otro en el interior del servicio residencial. Se adquiere una silla de motor para
poderla disfrutarla en el espacio libre del exterior, claro, siempre y cuando se
den, no sólo las suficientes condiciones cognitivas que posibiliten el adecuado
manejo instrumental, sino también las psicosociales que indiquen que esa
experiencia única de autonomía y de libertad tiene algún sentido y dirección.
No haber asumido la falta de previsión de un trabajo serio realizado para la
consecución de esos objetivos, o la declaración de la imposibilidad de
realizarlo, eso es lo que verdaderamente transmitía el simbólico mensaje de
L.C., con su incompetencia cognitiva opuesta y al mismo tiempo simétrica a la
de la Dirección de su servicio residencial, parque inmóvil para usuarios con
silla de motor. Por no hablar de la inmoral decisión de los cuidadores al
desconectar el motor de la silla, porque, para cualquier persona con esa clase
de parálisis cerebral, la silla de motor es una parte más en su integridad
personal; de haber podido andar, ¿cómo habrían evitado su disruptiva
conducta?, ¿atándola?
R.E. era el eterno expulsado, perdón, el eterno derivado, ya que en el mundo
de los servicios sociales la palabra “expulsado” es del todo inapropiada: si has
salvado (integrado) a un condenado (excluido) que acaba siendo muy
problemático, entonces, no puedes contradecirte expulsándolo (excluyéndolo
de nuevo), tienes que derivarlo. El caso es que, cuando R.E. aparece en el
servicio residencial, como usuario del servicio ocupacional integrado en el
mismo centro, la mayoría del personal tiene la información de difusas fuentes
de que el muchacho ya ha sido derivado desde otros centros. No hace falta
mucha información de justificación en estos casos, son suficientes unas pocas
etiquetas tales como “inadaptado, muy nervioso, agresivo, disruptivo,
problemático”, etc.
Las situaciones críticas provocadas, al parecer, siempre por él, llevan a una
parte del personal a solicitar un curso centrado exclusivamente en la
contención verbal y mecánica, es decir, en adquirir estrategias de abordaje
para evitar que el usuario problemático se agreda a sí mismo o a los demás.
Una de las actividades del curso es situarse frente a una representación de
una posible situación crítica. El actor que realiza el papel de sujeto
problemático es quien da el curso, un profesional con una larga experiencia y
sensibilidad al respecto. Una de las monitoras del centro ocupacional,
representando su propio papel, sorprende al resto de alumnos al quedarse
completamente bloqueada, temblando, sin voz y gimoteando. ¿Qué le ha
pasado?: la representación ha desenmascarado el hecho de que algunas
77
personas consiguen desinhibirse y desacomplejarse frente a determinadas
clases de usuarios, especialmente paralíticos cerebrales y ancianos, y ese plus
de personalidad segura y autosuficiente puede llegar incluso a manifestarse
en la relación con los otros profesionales del centro, sobre todo si se dan,
como se dan, alianzas y coaliciones; pero, frente aquel profesor-actor
desconocido y sus dotes interpretativas, algo falló, algo se reveló, lo que
desgraciadamente no se aprovechó para una crítica desinhibida y
complejizada. La mayoría de las veces que cometemos errores nos olvidamos
que afortunadamente siempre estamos a tiempo de entender que cometimos
los errores acertados, los más apropiados para revelarnos lo que
ignorábamos.
No tardaron mucho en poner en práctica las lecciones de las clases con R.E.
Téngase en cuenta que uno de los principales motivos por los que este
muchacho se alteraba era, ni más ni menos, su temor a ser “expulsado”, de
manera que su conducta emitía el siguiente mensaje circular: me altero y
pierdo el control porque tengo miedo de que me expulsen si me altero y
pierdo el control. Es por esto que no resulta nada fácil identificar lo que
propició la incidencia que R.E. provocó aquella mañana en uno de los talleres;
de ella fue testimonio indirecto una cuidadora que se encontraba en una de
las habitaciones de la planta superior; desde ahí oyó los gritos y el llanto del
muchacho; salió al balcón y lo vio moverse de un lado a otro del patio,
cogiendo todo lo que tenía al alcance de sus manos para lanzarlo en un inútil
intento de desahogo de su rabia e impotencia.
La cuidadora lo llamó por su nombre y, de forma natural y espontánea, realizó
una auténtica contención verbal, comprometida y afectuosa, sin prejuzgar, sin
anticipar, pidiéndole que la esperara para seguir hablando en condiciones más
adecuadas. Cuando bajó, el monitor que había decidido el castigo, perdón, la
pauta de… (no recordamos la eufemística paráfrasis que se utiliza para
demostrar nuestro anclaje progresista), le salió al paso indicándole que a ella
no le tocaba intervenir. Fue entonces cuando la cuidadora vio claramente las
condiciones del castigo: R.E. estaba literalmente encerrado en el patio
exterior del centro, motivo suficiente para su protesta al entender que nada
de eso se correspondía en lo más mínimo con lo enseñado en el curso, dado
que estaba solo, lejos del compromiso de su sancionador, libre de poder dañar
al mobiliario del centro y a su propia integridad física. Al monitor lo defendió el
abogado de oficio de turno, representado por la Dirección, argumentando que
lo aprendido en el curso requería un proceso lento de sensibilización o, lo que
es lo mismo, disculpando y tolerando el primer inmoral suspenso de uno de
los alumnos.
Olvidé decir que en R.E. se daban, además de su áurea maldita, otras
características reveladoras. Primero, no era residente del centro, sino sólo
78
usuario de los talleres. Segundo, andaba. Sí, él venía de su casa y se volvía a
ir él solito o, mejor dicho, acompañado de la confianza que sus padres le
otorgaban. Estas dos características unidas revelaban un claro desajuste entre
la apreciación de la conflictividad por parte del centro y por parte de los
padres, además de reforzar su protagonismo que ocultaba el de otros usuarios
conflictivos que, independientemente de la efectividad de las sanciones
habituales, ya estaban suficientemente sancionados por ser residentes de
veinticuatro horas sin otro respiro que el regular retorno al hogar paterno en
los fines de semana.
Finalmente fueron sus padres los que tomaron la opción de derivarlo no
sabemos muy bien en qué dirección. En realidad, por parte de la Dirección del
centro, aquel curso había representado la ocasión de encontrar algún recurso
precisamente para derivarlo lo antes posible. ¿Cómo?: siguiendo el protocolo
derivado del curso, llamando repetidas veces a los servicios de urgencias para
que éstos, a su vez, llamaran repetidas veces al ministerio correspondiente.
Fallida estrategia, porque la primera vez que se activó tal dispositivo, resultó
ser de tal envergadura que casi todos sintieron la vergüenza ajena que
delataban los rostros de los policías. Ni que decir que, una vez derivado por
decisión de sus padres, el rol de usuario problemático quedó vacante, si bien
por poco tiempo. Otro usuario que había sido literalmente tapado por el
estelar protagonismo de R.E. reivindicó sus derechos a justificar y a
fundamentar las labores sancionadoras del centro. Pero el estilo ya no fue el
mismo. R.E. no había tenido problemas con todos los profesionales y su mayor
temor era el ser expulsado; además, andaba y pasaba cierto tiempo de alivio
en la casa paterna, la casa que lo había visto nacer; el nuevo, en cambio,
acabó teniendo problemas con todo el personal, de esforzarse en andar lo
habría hecho con un caminador, sólo de tanto en tanto iba a la casa paterna
algún fin de semana y, por último y sobre todo, deseaba apasionadamente ser
expulsado, perdón, quisimos decir derivado. El nuevo protagonista de un
ejemplo que ya no vamos a relatar tenía serias carencias relacionales en su
entorno familiar, lo cual facilitó que se sintiera cómodamente instalado en su
papel de protagonista, nuevo centro de atención del mecanismo sancionador
del servicio asistencial-residencial. Actualmente es un sujeto medicalizado
psiquiátricamente.
1/4/2012
79
La Biblioteca de Babel
Almudena Grandes
El lector de Julio Verne
Tusquets, Barcelona, 2012, 424 pags.
Walter Benjamin escribía que las novelas existen para ser
devoradas. Y eso es lo que le ocurre al lector de este hermoso libro de
Almudena Grandes: no puede evitar devorarlo. Se trata de la segunda entrega
de esos "Episodios de una guerra interminable" que la autora inauguró con la
excelente Inés y la alegría.
Los episodios de la resistencia guerrillera pueden ser narrados de muchas
maneras. El frío relato de los hechos, la contabilidad de las atrocidades
franquistas, sin embargo, exigen del lector una imaginación de la que éste a
veces carece o que no está en condiciones de ejercitar. Por eso resultan
mucho más reales y vivas las reconstrucciones artísticas, donde la novelista,
como en este caso —o el narrador, como en la excelente Mañana no será lo
que dios quiera, de L. García Montero—, toma a su cargo la reconstrucción de
la historia con toda la pretensión de ser fiel en propundidad a la historia, como
es propio de un artista. Y esta novela contiene una notable novedad respecto
de la que la precede en la serie: un importante aliento poético. Almudena
Grandes confía el relato a un niño —dicho de otro modo: quien relata es la voz
de quien fue un niño—, y esta voz constituye, junto con una notable
recuperación de habla popular, de motes originalísimos, el gran flujo que
arrastra en su corriente al lector, como debe ser.
En opinión del Lobo que suscribe, para no perdérsela.
El Lobo Feroz
12/3/2012
80
Lina Gálvez Muñoz y Juan Torres López
Desiguales
Mujeres y hombres en la crisis financiera
Icaria, Barcelona, 2010
El trabajo de estos dos economistas españoles se inscribe
en la corriente de estudios feministas que (como en los casos de Lourdes
Benería o Antonella Picchio del Mercato) explican y dan una respuesta a la
invisibilización de las mujeres en el discurso económico dominante.
La desigualdad que caracterizaba al modelo económico, político y social antes
de la crisis no ha hecho más que ahondarse con ella, también entre sexos,
aspecto que pasa desapercibido en la mayoría de los análisis. En ese
contexto, la importancia mayor del estudio de Gálvez y Torres reside
justamente en plantear el efecto global positivo que tendría una eventual
incentivación (cuantitativa y cualitativa) del trabajo femenino, hipótesis
verificada recientemente por Gøsta Esping-Andersen (The incomplet
revolution. Adapting the welfare states to women’s new roles, Polity Press,
Cambridge-Malden, 2009).
Antonio Giménez Merino
26/3/2012
Raewyn Connell
Confronting Equality
Gender, knowledge and global change
Polity Press, Cambridge-Malden, 2011, 198 pags.
81
En el ámbito de la literatura en lengua inglesa, el pensamiento de la
australiana R. Connell y el de la norteamericana Lynne Segal son los
principales exponentes de una aproximación (minoritaria) al género que
asocia esta fuente de discriminaciones con otros generadores clásicos de
desigualdad, fundamentalmente el clasismo, el neocolonialismo y la jerarquía
racial.
En la “Carta a la izquierda por venir” que cierra este libro, Connell renueva su
viejo activismo dentro de la tradición socialista australiana reivindicando la
producción de una ciencia social estrechamente vinculada a los problemas
reales de las gentes y a los procesos que las determinan, y por tanto atenta a
los cambios en curso debidos a la economía transnacional.
En un análisis fundamentado en estudios empíricos, Connell explica cómo el
neoliberalismo (impulsado en Australia, como en tantas partes, tanto por la
derecha como por la socialdemocracia, no necesariamente en ese orden) ha
logrado desunir orgánicamente a los intelectuales de las necesidades
materiales de las personas corrientes, elitizar todo el sistema de enseñanza
(ensanchando los privilegios de clase y transformando al mismo tiempo la
mentalidad de los padres de clase trabajadora) y, sobre todo, invisibilizar
estos procesos a ojos de la población.
La autora estuvo recientemente en Barcelona para inaugurar el I Congreso
Iberoamericano de Masculinidades y Equidad. Recomendamos calurosamente
el visionado del vídeo que recoge su magnífica conferencia “Masculinities and
Gender Justice, Worldwide”.
Antonio Giménez Merino
26/3/2012
82
En la pantalla
Marie-Monique Robin
Nuestro veneno cotidiano
ARTE-France, 2010
Unos boletines atrás recomendábamos el visionado del
documental El mundo según Monsanto, dirigido por la periodista
Marie-Monique Robin y producido por la cadena franco-alemana Arte. Sin
embargo, aunque fue ese filme de 2007 el que caló más entre el público
general y el que le granjeó cierta fama a Robin, la periodista francesa decidió
seguir indagando en el opaco mundo de la industria agroalimentaria y
fitosanitaria y, tres años después, dirigió este otro que reseñamos aquí,
Nuestro veneno cotidiano. El documental parte de una premisa estadística
insoslayable —que la incidencia del cáncer en las sociedades industrializadas
se ha duplicado en los últimos treinta años— y analiza las posibles causas de
este fenómeno relacionadas con la alimentación —uso masivo de productos
fitosanitarios en la etapa del cultivo, introducción de aditivos químicos durante
la elaboración de los alimentos, proliferación de los envases de plástico,
etc.—, hasta llegar en cada uno de los casos a una conclusión demoledora:
que el “modelo Monsanto” estudiado en el primer documental es aplicable a
la práctica totalidad de la industria vinculada a la producción y venta de
alimentos, un modelo en virtud del cual dicha industria enmascara
sistemáticamente la toxicidad de sus productos y actúa a modo de gigantesco
lobby para conseguir que las autoridades sanitarias certifiquen como
“seguras” una serie de sustancias que, según las investigaciones realizadas
por los (pocos) laboratorios independientes, deberían ser excluidas
inmediatamente del proceso de producción alimentaria.
* * *
(Y un apunte de última hora: Ediciones Península acaba de publicar la
traducción al castellano de la investigación en la que se basa el documental.
Para más información, pinchar aquí.)
83
Carles Mercadal
1/4/2012
Las comunicaciones internas de la policía durante el operativo en la
plaza de Catalunya el 27-M
Salen a al luz las comunicaciones que los Mossos d'Esquadra mantuvieron
durante el intento de desalojo de la plaza de Catalunya del 27 de mayo de
2011.
7/3/2012
84
El extremista discreto
Fuertebrazo
Aforismos sectarios
Una de las muchas falacias neoliberales que se ha tragado la gente es la
inutilidad económica de las disciplinas humanísticas. Fijaos en la lengua. Sólo
unos grandes lingüistas podían adulterar el lenguaje de nuestra sociedad
transformando sustantivos desprestigiados ("empresarios") en adjetivo
positivos ("emprendedores"), acuñando oxímoros para no mencionar algo
desagradable (“crecimiento negativo” por “recesión”), sacralizando verbos
ligeros y dinámicos para indicar acciones duras y estáticas (“flexibilizar” y
“ajustar” por “precarizar” y “recortar”), empleando frases simplonas pero
eficacísimas con vistas a culpabilizar a la ciudadanía de las políticas
económicas que se le imponen (“Hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades”), y así un largo etcétera. Quien maneja la lengua domina las
coordenadas por las que se mueve nuestra capacidad de comprensión de la
realidad. De ahí su rentabilidad política y económica y el porqué la derecha
insiste en desprestigiar el estudio de las Humanidades. Puestas así las cosas,
los rojos haríamos bien en proponer la disolución de una Real Academia de la
Lengua que no limpia ni da esplendor a nuestra lengua maltratada, por una
Republicana Academia de la Lengua que nos ayude a reapropiarnos de ella.
* * *
La Iglesia católica nos invita a tomar los hábitos en nombre de la “estabilidad
laboral” de la que goza el oficio. Se busca urgentemente contrarreformador
neoliberal para volver más productivo, eficiente y eficaz el negocio clerical…
* * *
Respondiendo a Willy Brandt después de tres décadas de neoliberalismo
alocado: quien de joven no es comunista, es que no tiene corazón; y quien de
viejo no es comunista, es que no tiene cabeza.
* * *
A Felip Puig, del bienestar social de sus conciudadanos, le suda la porra.
* * *
Decían que el euro era una Europa democrática en los bolsillos de los
ciudadanos. Nos mintieron: era una Europa plutócrata que hurgaba en
85
nuestros bolsillos.
* * *
La Ley de Murphy tiene su punto final en Rosa Díez.
* * *
La semana pasada, un militante del Partido Popular me dijo que era un placer
hablar conmigo porque era “un rojo nada sectario”. Todavía ando
preguntándome en qué habré fallado…
* * *
En el editorial del primer número de mientras tanto, Manuel Sacristán escribió
que la revista se comprometía a mantener “sosegada la casa de la izquierda”.
Está bien. Soy un militante disciplinado y acato la consigna. El problema es
que se olvidó decirme qué hacer cuando la casa de la izquierda no me
mantiene sosegado a mí.
* * *
Josep Piqué afirma que dejó de ser rojo el día en que comenzó a entender la
economía. ¡Lo que es la vida! Yo me hice rojo el día en que comencé a
entender a Josep Piqué.
* * *
La historia de los grandes medios de comunicación se puede resumir en que
se dedicaron a elogiar la cordura de los pirómanos y a denunciar la locura de
aquellos que avisaban del incendio.
* * *
Hace tiempo que los nacionalistas españoles y los nacionalistas “periféricos”
llevan un disputado certamen sobre quién de los dos imita peor al otro. El
problema es que cada uno de ellos lo hace tan bien que nunca sabremos
quién será el ganador.
* * *
La historia reciente nos ha demostrado que la “Ley general de la
acumulación” que Marx aplicaba a la economía capitalista, también se puede
aplicar al discurso político: cuanta más innovación, más gente que se va al
86
carajo.
* * *
30/3/2012
87
De otras fuentes
Isaac Rosa
La huelga para el que (se la) trabaja
A pocas horas de que salgan a la calle los terribles piquetes sindicales, esos
que protagonizan todo tipo de leyendas urbanas a cual más espantosa, otros
piquetes llevan semanas recorriendo el país: el piquete empresarial, el político
y el mediático. En su afán por reventar el paro general del 29 de marzo, los
piquetes antihuelga marchan bajo una pancarta cuyo lema corean los suyos
con soniquete de coplilla de manifestación: “Este país no está para huelgas”.
Y aunque parezca que con esa consigna lanzan una advertencia contra el
daño que un paro general tendrá contra la economía nacional y la credibilidad
internacional de España, en realidad es una mera constatación de algo obvio:
que el país, sus trabajadores, no están para huelgas, al menos para huelgas
clásicas.
Con más de cinco millones de ciudadanos que no podrán ejercer su derecho
de huelga por no tener empleador que les descuente el día en la nómina; con
varios millones más sumidos en la precariedad más absoluta, y otros muchos
devenidos en precarios por obra y gracia del “todo a 20 (días)”; con el miedo
(al presente y sobre todo al futuro) campando a sus anchas por la calle de la
mano del fatalismo (“una huelga no sirve para nada”) y la resignación (“las
reformas y recortes son inevitables”); y con unos sindicatos debilitados por
sus propios errores estratégicos y por la brutal ofensiva antisindical que ejerce
aquel mismo piquete tridente, el paisaje resultante es un país que, en efecto,
no está para huelgas.
Ni está ni, en muchos casos, se le espera el jueves. Lo saben los sindicatos,
que centrarán sus esfuerzos en aquellos sectores más fáciles de paralizar, y
sobre todo más fotogénicos para construir la imagen de una huelga exitosa:
en primer lugar los transportes, que con unos pocos miles de trabajadores en
huelga te permiten mostrar estaciones sin trenes, aeropuertos desiertos y
calles aligeradas de autobuses. Junto a ellos, el colectivo de funcionarios,
movilizado desde hace meses contra los recortes que todas las
administraciones han ido aplicando, puede también aportar unas valiosas
imágenes de oficinas sin atención, colegios sin clase, hospitales a ritmo de
domingo y centros públicos con aire de agosto.
Fuera de esos sectores, y de algún otro que mantiene peso sindical en la
industria y las grandes empresas (aunque sin poder contar esta vez con la
construcción, en cierre patronal desde el reventón de la burbuja), el resto del
88
paisaje laboral lo ocupa una clase trabajadora desubicada, desplazada,
desmovilizada, desideologizada, desclasada y despistada, que no necesita que
el empresario le recuerde su obligación de acudir al puesto de trabajo el
jueves (aunque no pocos empleadores sí lo han recordado a los suyos), pues
asume que el esquirolaje no es en esta ocasión una opción, sino el único modo
de sentirse a salvo del próximo ajuste de plantilla (y siempre hay un próximo
ajuste de plantilla).
Se demuestra una vez más que, con ser dura la aprobada el 10 de febrero, la
verdadera reforma laboral que los trabajadores hemos sufrido ha sido la crisis:
el paro de más de cinco millones que, unido al miedo ambiental y la penuria
extendida, ha permitido en muchas empresas modificaciones de las
condiciones laborales, recortes salariales, despidos baratos e incumplimientos
de convenio sin necesidad de que apareciese nada publicado en el BOE. Esa
misma reforma de facto ha recortado ya el derecho de huelga sin esperar a
que el gobierno atienda el deseo de la CEOE de una nueva Ley de Huelga más
restrictiva.
Con tal panorama, la convocatoria del 29-M tiene todo en contra, y lo sabe
bien el gobierno, al que le viene de perlas una protesta que sea más simbólica
que real, para mostrar a sus socios (y patrones) europeos cómo su rigor en el
ajuste tiene consecuencias. No sabemos si esta vez habrá parte victorioso a
las siete de la mañana, como hizo algún portavoz gubernamental con ocasión
de otra huelga. Pero quien quiera a lo largo del jueves registrar escenas de
normalidad con que desacreditar las instantáneas de huelga que logren
anotarse los sindicatos, lo tendrá muy fácil.
¿Significa que la huelga no tiene ninguna posibilidad de triunfar? Pues
depende: si pensamos en una huelga clásica, que sólo pueden hacer los que
trabajan, el fracaso es seguro. Si en cambio pensamos en una huelga
adaptada a estos tiempos, que no sea sólo para los que trabajan, sino para los
que se la trabajan (la huelga), las posibilidades de éxito aumentan.
Previamente, claro, habría que redefinir qué es éxito cuando hablamos de
huelga general. Si el referente, en términos de seguimiento, consumo
eléctrico, cierre de empresas y reflejo en las calles, es una vez más la
legendaria huelga del 14-D de 1988, con la televisión en negro y las avenidas
desiertas, no hay nada que hacer, pues aquello es irrepetible, ya que el país
es otro: el modelo productivo, la estructura empresarial, el desarrollo
tecnológico y la composición y estrategias de la clase trabajadora han
cambiado demasiado desde aquel lejano 1988.
Ocurre como con las manifestaciones: sobre cualquier convocatoria callejera
pesa la memoria de las grandes concentraciones de momentos históricos (las
89
del millón, pues en todas ellas se redondeó la asistencia en esa cifra mítica), y
se acaba despreciando una marcha masiva de varias decenas de miles de
participantes, que siempre serán pocos en comparación con aquellas. Del
mismo modo, una huelga que hoy lograse ser secundada por, pongamos, un
30% de los trabajadores, debería ser vista como un éxito rotundo dadas las
condiciones, por lejos que esté de aquel paro total del 14-D.
Insisto una vez más: lo importante para esta huelga no es tanto la respuesta
de los que trabajan como la actitud de quienes se la trabajan. Y en ese
sentido, las opciones son muchas, pues hay numerosos colectivos sociales,
vecinales y de trabajadores al margen de los sindicatos mayoritarios que
llevan semanas organizados y difundiendo información para explorar esas
otras formas de protesta, desde los barrios y las redes: huelga de consumo,
huelga de webs caídas, huelga financiera, piquetes vecinales, pasacalles,
marchas en bicicleta, apagones eléctricos e infinidad de pequeños gestos de
protesta; además de las concentraciones y manifestaciones previstas para ese
mismo día, y que deberían ser mucho más masivas que la propia huelga.
Todo ello no debe servir de coartada para que quienes sí pueden parar opten
por otras formas de protesta, pues pese a sus muchas ramificaciones, una
huelga sigue siendo una huelga. La del jueves convoca a todos: trabajadores
fijos, funcionarios, trabajadores precarios, parados, jubilados, jóvenes,
inactivos. Cada uno tiene su espacio para la protesta, y los apoyos deben ser
mutuos: quienes más fácil tienen secundarla (quienes menos temen
represalias laborales) están obligados a hacerla por ellos y por los que no
pueden; por su parte, quienes están en peores condiciones para sumarse a
ella (o directamente no pueden, por estar en paro) deben contribuir con otras
acciones al ambiente de huelga, para reforzar el paro de los primeros y vencer
las reticencias.
Pese a todo, más difícil que vencer a los piquetes empresariales, mediáticos y
políticos, es sobreponerse al derrotismo tan extendido: “la huelga no servirá
para nada”. No hace falta recordar las consecuencias que tuvieron otras
huelgas generales, que si bien fueron menospreciadas al día siguiente por el
gobierno de turno desde el inmovilismo, obligaron a rectificar a corto plazo. Y
si esta huelga no consigue revertir la reforma laboral, hay que entender que
no puede ser ése su único objetivo: antes bien, esta huelga debería ser más
preventiva que de respuesta: lo peor está por venir. Al día siguiente, sin ir
más lejos, se presentan los que ya se anuncian como los presupuestos
generales más duros de la democracia, y la primavera promete nuevas
reformas. Del éxito o fracaso de la huelga general dependerá en gran parte
que las próximas medidas sean duras, durísimas o mortales de necesidad. Si
pensamos en los trabajadores griegos, cuya desgracia parece alimentar
nuestro derrotismo (“ya ves para lo que han servido tantas huelgas en
90
Grecia”), cabe suponer que su situación sería incluso peor de no existir
contestación social.
Con todo, y pese a que el rechazo a la reforma laboral es masivo, son muchos
los trabajadores que a pocas horas de la convocatoria todavía dudan si
seguirla o no. A quienes piensan que hacer hoy una huelga es más difícil que
nunca, que se lo pregunten a sus iguales del XIX —hacia el que nos dirigimos
de cabeza a golpe de reforma—, si entonces eran fáciles unas protestas que
costaban cárcel y muerte a muchos. También por ellos debemos hacer huelga,
en deuda con ellos y obligados a no malvender unos derechos que tanto
costaron. En cuanto a los que se dicen poco dispuestos a perder un día de
salario, que bastante apretados estamos ya como para prescindir de unos
euros, que echen números de cuánto más pueden recortarles el sueldo con la
reforma, y ya verán si les trae cuenta.
Me queda un último grupo: los que, aun no gustándoles la reforma, piden que
se respete su derecho a trabajar el jueves. Oír a un trabajador enarbolar su
derecho al trabajo en un día de huelga general es tan patético como escuchar
a esos mismos trabajadores repetir en el bar las consignas patronales
habituales: necesitamos ser más productivos, tenemos demasiados puentes y
festivos, el absentismo laboral es un problema, hemos vivido por encima de
nuestras posibilidades o, ahora, el país no está para huelgas. Oír tales
fórmulas en boca de asalariados es otra prueba de que la primera ofensiva
que los trabajadores sufrimos desde que empezó la crisis no es legislativa ni
económica, no son los recortes ni las reformas: el mayor ataque es ideológico.
Y vamos perdiendo.
[Isaac Rosa es escritor y columnista. Fuente: cuartopoder.es]
27/3/2012
Washington's Blog
El suelo de Tokio, gravemente contaminado por la radiación de
Fukushima
En agosto señalamos que algunas zonas de Tokio presentan más radiación
que la existente en las Zonas de Exclusión de Chernóbil. Véase también esto y
esto.
Hay indicios de que los niveles de radiación están aumentando en Tokio. El
ingeniero nuclear Arnie Gundersen recogió recientemente cinco muestras al
azar del suelo de Tokio y se encontró con que las cinco eran tan radiactivas
que en Estados Unidos serían consideradas residuos atómicos y deberían ser
almacenadas en una instalación especial en Texas.
91
De hecho, poco después del terremoto, las autoridades estadounidenses
detectaron que la contaminación se había extendido por todo el norte de
Japón, incluido Tokio, y afirmaron: "Toda la región debería ser catalogada
como una zona radiactiva". No es de extrañar que las autoridades japonesas
debatieran medio en secreto la potencial evacuación de Tokio después de que
se produjera el seísmo.
[Fuente: Washington's Blog. Traducción de C. M.]
26/3/2012
Sirius.cat
La corrupción de CiU que rebrota salpica también a Artur Mas y Oriol
Pujol
Las sombras de corrupción vuelven a afectar a Convergència i Unió (CiU)
apenas un año después de volver al gobierno. Esta vez el problema ha
estallado donde menos lo esperaban los nacionalistas. Geográficamente, en
su histórico feudo de Osona, donde han gobernado sin interrupción desde
1979. Y políticamente en la Asociación Catalana de Municipios (ACM), una
entidad que presta servicios a los ayuntamientos y que, a pesar de estar
financiada con dinero público, nunca ha tenido controles externos. Además,
hoy el gobierno del PP de Rajoy ha indultado —y ya son cinco condenados e
indultados por sus cómplices en el gobierno— al ex secretario general del
Departamento de Trabajo Josep Maria Servitje i Dalmau, del partido de Duran
Lleida (UDC), que fue condenado a cuatro años y medio de prisión en el “caso
Treball” por desviar fondos de la Generalitat a través de la contratación de
estudios inútiles.
92
Fuente: El País
El Boletín Oficial del Estado (BOE) publica hoy el indulto de Servitje, al que ha
sustituido la pena de prisión por una ridícula multa de 3.600 euros, junto con
la del empresario de UDC Víctor Manuel Lorenzo Acuña, condenado a dos años
y tres meses por el "caso Treball" y a un año y un mes de prisión por el
llamado "caso Turismo". Es parte del pacto de los corruptos CiU-PP cuando no
pueden manipular la Justicia.
Y también hoy se ha sabido que Oriol Pujol Ferrusola, actual portavoz de CiU
en el Parlamento catalán e hijo del ex presidente de la Generalitat Jordi Pujol,
se encuentra en el sumario de la "Operación Campeón", en un documento de
la Fiscalía de Lugo, como contacto del empresario farmacéutico imputado
Jorge Dorribo para intentar introducirse en el negocio de la sanidad catalana.
Los protagonistas de los nuevos casos de corrupción de CDC son dos
históricos dirigentes del partido en Osona que han saltado a la política
catalana: uno es el ya destituido coordinador de la Diputación de Barcelona,
93
Josep Maria Matas, y el otro, el secretario general del Departamento de
Cultura, Xavier Solà. Matas acumuló casi un millón de euros procedentes de la
entidad a través de una empresa de su propiedad. Solà, con su mujer, facturó
a la ACM más de 232.000 euros en sólo dos meses. El silencio que los
nacionalistas mantienen sobre el caso cuestiona el compromiso que en
diciembre pasado adquirió Artur Mas (CiU) en favor de la transparencia en las
instituciones, con la firma de un compromiso expreso de lucha contra la
corrupción en la Oficina Antifraude que suena a chirigota.
La historia comienza en 2004. CiU ha sido desalojada de la Generalitat y
progresivamente pierde casi todo su poder local hasta quedar cerca de la
indigencia política. Los nacionalistas socios del PP deciden promocionar lo que
era una especie de club de ayuntamientos convergentes, la Asociación
Catalana de Municipios, fundada precisamente en Vic en 1981. Aunque la
entidad apenas cuenta con dos millones de pesetas de presupuesto anual y
tiene poca visibilidad entre la población, supone una magnífica plataforma
política para sus responsables. Germà Gordó, por ejemplo, fiel colaborador de
Artur Mas, fue secretario general de la entidad.
"Tranquilos, me voy a callar", dijo Matas, tras ser destituido, en una
cena de homenaje
La ACM es una entidad privada, pero todo el dinero que gasta proviene de las
aportaciones de los ayuntamientos que la integran y de las subvenciones de
la Generalitat. Matas controlaba todo en la ACM, desde los pagos hasta el
cobro de subvenciones. Y tres años después de llegar a la ACM, creó desde la
sombra la sociedad Parés i Solé, de la que dos años después se convertiría en
su único propietario. Con la complicidad de familiares y personas de CDC,
Matas empezó a facturar a la ACM por conceptos inexistentes y por servicios
que en realidad realizaban los proveedores de la entidad, y que Parés i Solé
presentaba como propios después abultar el importe final.
Fue así como entre 2003 y 2011 —año en que dejó su cargo en la ACM para
convertirse en coordinador general de la Diputación de Barcelona— Parés i
Solé acumuló un activo de 921.000 euros. Solà, abogado de profesión,
también ha facturado a la ACM. Lo hizo durante siete años como jefe de sus
servicios jurídicos, pero las irregularidades —de las que ha informado El País—
no empezaron hasta convertirse en teniente de alcalde de Vic, donde se
encargaba de Urbanismo y Cultura. Creó la empresa Procomún Viviendas S.L.
junto con Matas y el abogado Salvador Cuadreny.
La empresa firmó un contrato con la Fundación Privada de Vivienda Pública de
la ACM —que Solà dirigía a cambio de 12.000 euros al año— para gestionar
sus promociones inmobiliarias y, concretamente, unas obras de vivienda
94
protegida en Vic Así, Solà participaba —y cobraba— de las tres partes
implicadas en el asunto, ya que mientras él y Matas fueron accionistas de la
empresa ésta cobró 55.000 euros de la citada fundación. Solà también facturó
a través de una empresa suya 193.000 euros mediante 65 facturas por un
catálogo de masías que él mismo había impulsado desde la ACM en 2005.
Hace unos días, a raíz de las informaciones publicadas, Matas fue destituido
de su cargo en la Diputación, la Fiscalía ha empezado a investigar la relación
de Parés i Solé con la ACM y Solà ha desaparecido de la escena pública. La
tensión en el partido es alta. Mas ha eludido valorar el caso, mientras que
Francesc Homs sigue defendiendo a Solà. Pero hay temor por la investigación
que ha abierto la Fiscalía. "Si el caso termina en el juzgado puede haber
consecuencias penales", admiten fuentes de CiU.
Matas ha sido apartado de la escena, pero el partido hasta le organizó un
pequeño acto de desagravio con la presencia del secretario general adjunto
del partido, Oriol Pujol. En esta cena, celebrada en el Club Tennis Vic, Matas
tomó la palabra para lanzar dos mensajes: en el primero, recordó a los
asistentes —alcaldes y cargos locales del partido— lo mucho que les había
ayudado desde su puesto en la ACM. Pero fuentes de los asistentes le
atribuyen un segundo mensaje: "Tranquilos, me voy a callar".
El PP ha indultado a dos de sus socios de UDC en el gobierno de Cataluña y
Madrid condenados por el caso Trabajo. En la foto con Pujol, Josep Maria
Servitje i Dalmau, del partido de Duran Lleida (UDC), que fue condenado a
cuatro años y medio de prisión en el caso Treball por desviar fondos de la
Generalitat.
* * *
El “caso Campeón” salpica a Oriol Pujol Ferrusola
Oriol Pujol Ferrusola, actual portavoz de CiU en el Parlamento catalán e hijo
del ex presidente de la Generalitat Jordi Pujol, se encuentra en el sumario de
la "Operación Campeón", en un documento de la Fiscalía de Lugo, como
contacto del empresario farmacéutico imputado Jorge Dorribo por intentar
introducirse en el negocio de la sanidad catalana, que ahora ya está en manos
de su jefe, Boi Ruiz, consejero de CiU para la privatización y el expolio de la
sanidad pública. El documento, firmado por el fiscal Javier Rey Ozores el
pasado 25 de octubre, está dirigido a la juez de instrucción número 3 de Lugo,
Estela San José, que investiga la trama fraudulenta para la obtención de
ayudas públicas, y en él se hace un resumen del caso para concluir que,
respecto de José Blanco (PSOE), el ministerio fiscal creía que deberían
efectuarse determinadas pruebas periciales antes de remitir el asunto al
95
Tribunal Supremo.
Oriol Pujol Ferrusola
Concretamente, y respecto a Oriol Pujol, el escrito al que ha tenido acceso
Europa Press se limita a señalar, a modo de resumen de la investigación
realizada a Dorribo, que "se ampliaron las inculpaciones a los hechos relativos
al posible tráfico de influencias en la concesión sanitaria catalana. En la trama
se llevó a la identificación como connivente de Oriol Pujol Ferrusola". Esta
indicación va seguida, en el mismo párrafo, de una mención a otros posibles
negocios irregulares de Dorribo "para la concesión de los servicios de ITV en
Cataluña con la mercantil alemana TüV Rheinland por parte de Sergio Pastor,
objeto de posterior inhibición, y un tráfico de influencias en la gestión irregular
de la concesión de contratos públicos a la Xunta de Galicia por Carlos Monjero
y Javier Rodríguez” (estos dos últimos, consejeros de Proitec y socios de
Dorribo).
* * *
Xavier Solà i Cabanas (CiU) se facturó 193.000 euros de la ACM en
2009
El secretario general del Departamento de Cultura, Xavier Solà i Cabanas (CiU)
y ex teniente de alcalde del Ayuntamiento de Vic por Convergència i Unió,
facturó en 2009 más de 193.000 euros a la Asociación Catalana de Municipios
(ACM), cuando dirigía los servicios jurídicos de la entidad, para la elaboración
de un catálogo de masías en municipios catalanes que él mismo impulsó.
El actual número dos del Departamento de Cultura giró el 29 diciembre de
2009 un total de 65 facturas, por un importe idéntico cada una de 2.982,36
euros, a través de una sociedad, EIL Sau, que había adquirido dos semanas
antes, después de estar cinco años inactiva, y en la que figura como
administrador y único empleado. En concepto de cobro figuran en todos los
casos unos "Trabajos de redacción normativa", "Revisión general del catálogo"
y "Revisión estilística y de contenido" del "Software, fichas y catálogos" de las
masías y casas rurales de los diversos municipios, a pesar de que el volumen
96
de trabajo era muy diferente según las localidades.
El catálogo se elaboró mediante convenios entre la ACM y entidades como las
universidades de Lleida y Vic o la Fundación Mas i Terra. El responsable de
autorizar los pagos de la ACM era entonces su secretario general, Josep Maria
Matas, que el pasado 24 de febrero fue destituido como coordinador general
de la Diputación de Barcelona después de trascender que una empresa suya
facturó 900.000 euros a la Asociación Catalana de Municipios cuando figuraba
en la cúpula de la entidad municipalista. En 2009 Xavier Solà y Josep Maria
Matas eran también socios de la empresa Procomún Viviendas, que facturó al
ACM 55.000 euros por la gestión de unos pisos de protección oficial en la
localidad de Vic que promovía una fundación dependiente de la Asociación
Catalana de Municipios.
Tras aparecer esta información el pasado jueves, el conseller Ferran Mascarell
afirmó que mantenía "toda la confianza" en Xavier Solà, si bien ha añadido:
"Cuando tenga todos los datos, me haré la composición de lugar".
* * *
Josep Maria Matas (CiU) facturó al ACM, siendo secretario general,
900.000 euros desde una empresa sin trabajadores
Una empresa de Josep Maria Matas (CiU) cobró 600.000 euros de la Asociación
Catalana de Municipios (ACM) mientras él era el secretario general, y dos años
antes Matas había facturado por otros 300.000 euros, según publicó El País.
Matas, que ahora es coordinador general de la Diputación, niega que se haya
cometido ninguna irregularidad y ha presentado la dimisión a su jefe
inmediato, el presidente y cofrade Salvador Esteve (CiU), que no la aceptó.
La facturación se habría hecho a través de Parés i Solé S.L., creada en 2003,
que acumuló un activo de más de 900.000 euros, procedentes casi en su
totalidad de los trabajos cobrados a la ACM, por trabajos de resúmenes de
prensa, gestión de publicidad, estudios de mercado y organización de cursos,
entre otros. La empresa Parés i Solé no cuenta con oficina ni trabajador
algunos.
[Fuente: agencia de noticias Sirius.cat. Agència Catalana Alternativa
de Notícies. Publicado originalmente en catalán: "La corrupció de CiU
que rebrota esquitxa també Artur Mas i Oriol Pujol".]
13/3/2012
Revista cafeambllet
97
Vídeo-carta abierta al presidente de Cataluña, Artur Mas
¿Responderá el señor presidente?
Hace 15 dÍas colgamos en Youtube un vídeo titulado “El mayor robo de la
historia de Catalunya”. En total lo han visto unas 200.000 personas, ha sido
muy comentado en las redes sociales y ha salido en diversos medios de
comunicación.
En aquel vídeo hacíamos una serie de preguntas muy y muy importantes
relacionadas con la sanidad pública. Como no hemos obtenido respuesta, nos
dirigimos directamente a Artur Mas. ¿Contestará?
¿Pagar 5 € para usar sillas en los hospitales? ¿Copago para sentarse?
No es broma. En el hospital de Blanes cobran 5 euros para usar las sillas. ¿No
os lo creéis? En la vídeo-carta abierta al president Artur Mas lo explicamos con
detalle. Nos preguntamos: ¿se puede caer más bajo?
Fuente: revista cafeambllet (www.cafeambllet.com/press)
22/3/2012
98
Documentos
Enrico Berlinguer
La austeridad (1977)
Conclusiones ante la convención de intelectuales
El texto que presentamos aquí es un discurso que, en su momento, no
entendió casi nadie. Lo pronunció el entonces secretario general del Partido
Comunista Italiano, Enrico Berlinguer (1922-1984), en 1977. Un año duro.
Italia estaba envuelta en un clima tenso, caracterizado por la virulencia de los
terrorismos de extrema derecha y de las Brigadas Rojas, por una galopante
crisis económica derivada de la subida del precio del petróleo a raíz de la
guerra de 1973 entre árabes e israelíes, y por una elevada conflictividad
social que no parecía tener una salida progresiva a causa de la rigidez de un
sistema político pivotado alrededor de la Democracia Cristiana. En este
escenario, Berlinguer presentó una serie de elementos para la reflexión sobre
la austeridad como columna vertebral de una futura sociedad profundamente
alejada del modelo capitalista dominante y de sus desvalores (despilfarro de
los recursos energéticos y materiales, consumismo desenfrenado,
individualismo alienante, etc.). Se trataba, pues, de un discurso original y
hasta atrevido, ya que era la primera vez que un líder comunista de la Europa
occidental ponía el acento en los consumos antes que en los modelos de
producción, y por ende añadiendo un punto de vista antropológico a la crítica
económica del capitalismo. Pero también hablamos de un discurso que cayó
en saco roto tanto en la izquierda italiana (y en el mismo PCI) como en una
izquierda europea demasiado centrada en un modelo industrial fordista que, a
finales de los años setenta, ya estaba tocado de muerte. En España, los únicos
que notaron el potencial político del discurso berlingueriano fueron los
redactores de la revista Materiales, quienes en 1978 lo publicaron en formato
libro en la editorial homónima. Como es sabido, estos intelectuales
capitaneados por Manuel Sacristán y Giulia Adinolfi abandonarían poco
99
después el proyecto de Materiales para crear mientras tanto, una revista que
trabajaría para renovar el ideario comunista en función de los nuevos y
acuciantes problemas ecológicos. A diferencia de hoy en día, hace treinta
años las ideas contenidas en el discurso de Berlinguer y en los artículos
de mientras tanto no sólo no eran moneda corriente en la izquierda política y
sindical de nuestro país, sino que en ella hubo quienes las calificaron de
utópicas. Pero a veces la historia demuestra que las utopías no son sino
verdades avanzadas.
* * *
Ante todo quiero manifestar la satisfacción de la dirección del partido por la
respuesta que nuestra iniciativa ha encontrado entre los intelectuales
comunistas y entre intelectuales y representantes políticos de diferentes
orientaciones, de otras corrientes. La participación y el interés que ha
suscitado nuestra convención demuestran su madurez y su oportunidad, de
las que ya estábamos convencidos cuando propusimos ponernos a trabajar
(volveré luego sobre el significado de esta expresión) por un proyecto de
renovación de la sociedad italiana.
El método de trabajo de los comunistas no es el del centro-izquierda
Este ha sido y es el tema principal, la razón y la finalidad de nuestra reunión
con vosotros. No nos habíamos propuesto volver a profundizar cuestiones
como las de la relación entre política y cultura, entre partido e intelectuales
(aunque quisiera decir algo más sobre ellas en la conclusión de mi
intervención), sino fundamentalmente abrir un debate sobre el tema concreto
que se plantea en la propia convocatoria: cuál puede ser la aportación de la
cultura a la elaboración de un proyecto de renovación de la sociedad italiana.
Esta convención ha pretendido ser, y creo que lo ha conseguido, un momento
de la construcción de ese proyecto; no creo, pues, que pueda dar lugar a
desilusiones, ni por nuestra parte ni por la vuestra. Sólo podría sentirse
decepcionado el que, entendiendo equivocadamente el sentido de nuestra
propuesta y, más en general, desconociendo el método de trabajo de los
comunistas, pensara que el camarada Aldo Tortorella, el camarada Giorgio
Napolitano o yo mismo habíamos venido aquí para presentaros poco menos
que un plato ya preparado, al que vosotros sólo tendríais que añadir los
condimentos o decir si os gustaba o no. Por el contrario, decidimos convocar
esta convención antes de llegar, como partido, a un proyecto acabado en sus
diferentes partes, por la sencilla razón de que tal proyecto ha de ser el
resultado de una investigación y de un trabajo común que tienen una
100
envergadura mucho mayor que el que está realizando y realizará el grupo
dirigente de nuestro partido. En efecto, aunque sólo sea para no volver a caer
en la experiencia negativa del centro-izquierda, teníamos y tenemos que
evitar el error de los proyectos elaborados sólo desde un escritorio.
El camarada Napolitano os ha informado de que la dirección del partido ha
constituido una comisión que ya está trabajando en este proyecto, pero ha
aclarado también que, antes de que presente sus propuestas a la dirección y
al Comité Central del partido, queremos llevar a cabo una verificación de
masas de las propuestas a formular, queremos estimular la aportación de
todos los que desean comprometerse activamente en el cambio de esta
sociedad; queremos, en definitiva, hacer algo que, por su método y por su
esencia, no se ha hecho nunca en Italia: llegar a un proyecto de
transformación discutido entre la gente, con la gente. Y como para
transformar nuestra sociedad no hemos de aplicar doctrinas o esquemas ni
copiar modelos ya existentes ajenos, sino recorrer caminos nuevos todavía
por explorar, es decir, inventar algo nuevo, pero que esté bajo la piel de la
historia, algo maduro, necesario y, por consiguiente, posible, es natural que el
primer momento de nuestro trabajo haya sido y tenga que ser el encuentro
con las fuerzas que son o deberían ser creativas por definición: con las fuerzas
de los intelectuales, de la cultura.
Sólo puede ser ésta, en mi opinión, la forma de proceder del partido más
representativa de la clase obrera, es decir, de la formación política que tiende
continuamente a realizar la síntesis entre espontaneidad y reflexión, entre
inmediatez y perspectiva, y, por lo tanto, también entre clase obrera e
intelectuales, entre la fuerza social que es hoy el principal motor de la historia
y las capas portadoras de pensamiento, que expresa las acumulación y el
desarrollo de la cultura y de la civilización.
Esta convención constituye un primer resultado positivo del esfuerzo que
estamos realizando, y que tendrá que continuar intensificándose, entre los
intelectuales y en el mundo de la cultura, tanto a través de la desagregación
de nuestro trabajo de la que hablaba el camarada Alberto Asor Rosa y que se
ha de llevar a cabo por materias, por grandes sectores, como a través de las
iniciativas de las que hablaba el camarada Tortorella (especialmente de la
iniciativa que ha propuesto y a la que tendremos que prestar gran atención,
en el sentido de promover en las instituciones culturales conferencias con un
carácter análogo, salvadas las lógicas diferencias, al de las conferencias de
producción que hemos impulsado y tendremos que impulsar en las fábricas), o
bien por medio de otras iniciativas que susciten la aportación de los obreros,
los campesinos, los técnicos, los dirigentes de fábrica, las masas juveniles y
sus organizaciones, las mujeres y sus asociaciones.
101
Dar un sentido y una finalidad a la política de austeridad: pero ¿qué
austeridad?
¿Cuál es el origen de la necesidad de ponernos a pensar y a trabajar sobre un
proyecto de transformación de la sociedad que indique objetivos y metas a
perseguir y alcanzar en los próximos tres o cuatro años, pero que se
traduzcan en hechos, disposiciones y medidas inmediatas que señalen su
puesta en marcha?
Esta necesidad nace de la consciencia de que hay que darle un sentido y una
finalidad a la política de austeridad que es una opción obligada y duradera y,
al mismo tiempo, una condición de salvación para los pueblos de Occidente en
general, y especialmente para el pueblo italiano.
La austeridad no es hoy un mero instrumento de política económica al que
hay que recurrir para superar una dificultad temporal, coyuntural, para
permitir la recuperación y la restauración de los viejos mecanismos
económicos y sociales. Así conciben y presentan la austeridad los grupos
dominantes y las fuerzas políticas conservadoras. Para nosotros, por el
contrario, la austeridad es el medio de impugnar por la raíz y sentar las bases
para la superación de un sistema que ha entrado en una crisis estructural y de
fondo, no coyuntural, y cuyas características distintivas son el derroche y el
desaprovechamiento, la exaltación de los particularismos y de los
individualismos más exacerbados, del consumismo más desenfrenado.
Austeridad significa rigor, eficiencia, seriedad y también justicia, es decir, lo
contrario de lo que hemos conocido y sufrido hasta ahora y que nos ha
conducido a la gravísima crisis cuyos daños hace años que se acumulan y se
manifiestan hoy en Italia en todo su dramático alcance.
Es, pues, en base a este enfoque como el movimiento obrero puede enarbolar
la bandera de la austeridad. Austeridad es para los comunistas lucha efectiva
contra la situación existente, contra la evolución espontánea de las cosas, y al
mismo tiempo, premisa, condición material para realizar el cambio. Concebida
de esta manera, la austeridad se convierte en un arma de lucha moderna y
actualizada tanto contra los defensores de orden económico y social existente
como contra los que la consideran como la única situación posible de una
sociedad destinada orgánicamente a permanecer atrasada, subdesarrollada y,
además, cada vez más desequilibrada, cada vez más cargada de injusticias,
de contradicciones, de desigualdades.
Lejos de ser, pues, una concesión a los intereses de los grupos dominantes o a
las necesidades de supervivencia del capitalismo, la austeridad puede ser una
opción con un avanzado y concreto contenido de clase, puede y debe ser una
de las formas en que el movimiento obrero se erige en portador de una
102
organización diferente de la vida social, a través de la cual lucha por afirmar,
en las condiciones actuales, sus antiguos y siempre válidos ideales de
liberación.
En efecto, creo que en las condiciones actuales es inimaginable luchar
realmente y con eficacia por una sociedad superior sin partir de la necesidad
imprescindible de la austeridad.
Pero la austeridad, según sus contenidos y las fuerzas que la encauzan, puede
utilizarse como instrumento de depresión económica, de represión política y
de perpetuación de las injusticias sociales o como ocasión para un desarrollo
económico y social nuevo, para un riguroso saneamiento del Estado, para una
profunda transformación de la organización social, para la defensa y
expansión de la democracia: en un palabra, como medio de justicia y de
liberación del hombre y de todas sus energías, hoy postradas, dispersas,
desperdiciadas.
Las consecuencias en los países capitalistas del avance del
movimiento de liberación de los pueblos del Tercer Mundo
En otras ocasiones, incluso recientemente, hemos recordado las profundas
razones históricas, ciertamente no sólo italianas, que hacen necesaria, y no
coyunturalmente, una política de austeridad. Existen varias razones, pero hay
que recordar que el acontecimiento más importante, cuyos efectos no son ya
reversibles, ha sido y seguirá siendo la irrupción en el escenario mundial de
países y pueblos antes coloniales que van liberándose de la dependencia y el
subdesarrollo a los que les condenaba la dominación imperialista. Se trata de
dos terceras partes de la humanidad que no toleran ya vivir en condiciones de
hambre, de miseria, de marginación, de inferioridad frente a los pueblos y
países que han dominado hasta ahora la vida mundial.
Este movimiento es extremadamente multiforme y complejo. Son enormes las
diferencias económicas, sociales, culturales y políticas que existen tanto en el
interior de lo que suele llamarse Tercer Mundo como en sus relaciones
exteriores. En especial, en los últimos tiempos se ha ido concretando una
tendencia hacia alianzas entre los grupos dominantes de los países
capitalistas más desarrollados y los de determinados países en vías de
desarrollo, alianzas que perjudican a otros países más pobres y débiles y a
todos los movimientos populares y progresistas. No han sido ni son sólo los
Kissinger, sino también los Llaman (habréis leído sus recientes declaraciones)
los que han seguido y siguen una política de hostilidad contra los Estados y las
fuerzas políticas que luchan por la renovación de su propio país, incluidas las
fuerzas avanzadas del movimiento obrero occidental.
103
Hemos de saber captar estas diferencias en el seno del Tercer Mundo y
tenerlas en cuenta, pero no hemos de perder de vista el significado general
del grandioso movimiento que protagonizan aquellos pueblos, un movimiento
que cambia el rumbo de la historia mundial y que va rompiendo todos los
equilibrios existidos y existentes, y no sólo los relativos a las relaciones de
fuerza a escala mundial, sino también los equilibrios internos de cada uno de
los países capitalistas. Con su acción profunda, este movimiento hace estallar
las contradicciones de toda una fase de desarrollo capitalista posbélico y
produce en determinados países condiciones de crisis de gravedad sin
precedentes. Si bien puede ocurrir, como podemos comprobar, que en el
interior del mundo capitalista algunas economías más fuertes pueden sacar
provecho de la crisis y consolidar su posición de dominio, para otros países
económicamente más débiles, como Italia, la crisis se ha convertido ya en una
caída más o menos lenta hacia el precipicio.
Sobre el telón de fondo de esta agudización de los conflictos entre países y
grupos capitalistas, mal encubierta por frágiles solidaridades, destacan con
una nitidez cada vez mayor procesos de disgregación y decadencia que, al
tiempo que vuelven cada vez menos soportables las condiciones de existencia
de grandes masas populares, amenazan no sólo las bases de la economía,
sino incluso las de nuestra propia civilización y de su desarrollo.
No es necesario describir los mil signos en los que se manifiesta esta
tendencia que hiere y degrada tan profundamente también la vida de la
cultura. Lo que ha de quedar claro para todo el que quiera entender las
razones y los objetivos de nuestra política, tanto en el interior de nuestro país
como en las relaciones con las fuerzas progresistas de otros países, es que se
puede resumir en un esfuerzo de movilización y de investigación para detener
esta tendencia e invertirla.
Dos premisas fundamentales para poner en marcha “una
transformación revolucionaria de la sociedad”
En mi opinión estamos viviendo uno de esos momentos en los que, como
afirma el Manifiesto de los comunistas, en algunos países, como el nuestro, si
no se pone en marcha una «transformación revolucionaria de la sociedad» se
puede caer «en el hundimiento común de las clases antagonistas», es decir,
en la decadencia de una civilización, en la ruina de un país.
Pero sólo se puede poner en marcha una transformación revolucionaria en las
condiciones actuales si se saben afrontar los problemas nuevos planteados en
Occidente por el movimiento de liberación de los pueblos del Tercer Mundo, y
esto, en nuestra opinión, en la opinión de los comunistas, tiene para
Occidente y sobre todo para nuestro país dos implicaciones fundamentales:
104
abrirse a una plena comprensión de las razones de desarrollo y de justicia de
estos países y establecer con ellos una política de cooperación sobre bases de
igualdad; abandonar la ilusión de que es posible perpetuar un tipo desarrollo,
basado en la artificial expansión del consumo individual, que es fuente de
derroche, de parasitismo, de privilegios, de dilapidación de los recursos y de
desequilibrio financiero.
Por eso la política de austeridad, de severidad, de guerra al derroche, se ha
convertido en una necesidad ineludible para todos y, al mismo tiempo, en la
tecla a pulsar para hacer avanzar la lucha por la transformación de la
sociedad en sus estructuras y en sus ideas básicas.
Una política de austeridad no es una política de nivelación hacia la indigencia
ni ha de proponerse como objetivo la mera supervivencia de un sistema
económico y social que ha entrado en crisis. Por el contrario, ha de tener
como finalidad —y por eso puede y debe ser asumida por el movimiento
obrero— el instaurar la justicia, la eficacia, el orden y una moralidad nueva.
Concebida así, una política de austeridad, aunque implique (necesariamente,
por su propia naturaleza) determinadas renuncias y determinados sacrificios,
adquiere al mismo tiempo un significado renovador y se convierte en un acto
de libertad para grandes masas sometidas a viejas subordinaciones y a
intolerables marginaciones, crea nuevas solidaridades y, al ir acaparando un
consenso creciente, se convierte en un amplio movimiento democrático al
servicio de una tarea de transformación social.
Precisamente porque es ésta nuestra perspectiva, creo que hay que reconocer
que hasta ahora la política de austeridad no se le ha presentado al país, y
mucho menos se ha aplicado en la práctica, dentro de este espíritu de
conciencia y confianza y no de resignación, y si bien podemos admitir —mejor
dicho, tenemos que admitir— que ha habido insuficiencias y oscilaciones del
movimiento obrero y de nuestro partido, las deficiencias principales hay que
imputárselas a las fuerzas que gobiernan el país.
No pretendo examinar aquí las diversas medidas de política económica que el
gobierno ha aplicado o está preparando, ni recordar nuestra actitud hacia las
mismas. Son conocidas las posiciones, unas veces favorables y otras críticas,
adoptadas por nuestro partido frente a los diversos aspectos de la política
económica del gobierno. Por otra parte, como sabéis, en esta misma sala
competentes camaradas —en una positiva discusión con representantes de
otros partidos e ilustres economistas y en presencia también de
representantes del gobierno— trataron el tema del marco económico global y
de las intervenciones que han de realizar el gobierno y los partidos.
105
Falta de vigor y de valentía y estrechez de perspectivas en la política
de austeridad del gobierno
Quiero, en cambio, insistir en una crítica de carácter general que los
comunistas continuamos formulando contra la actuación del gobierno. En
efecto, la política de austeridad sigue estando viciada por la falta de vigor, de
valentía y de perspectiva. Por ejemplo: todavía no se ha sabido suscitar el
necesario movimiento de oposición de masas contra los derroches. Contra los
derroches en sentido directo, que son todavía enormes (piénsese en la
energía o en la organización sanitaria) y contra los derroches en sentido
indirecto y amplio, como los que derivan del laxismo en las empresas, en el
tema educativo y en la administración pública; o como los que han
denunciado aquí con especial severidad los profesores Carapezza, Nebbia,
Maldonado y otros, que derivan de imprevisiones cuyo peso notamos ya en la
actualidad y de enormes errores cometidos en la política del suelo, del
territorio y del medio ambiente o de la negligencia en el campo de la
investigación. Es necesaria una acción amplísima contra el derroche y por el
ahorro en todos los terrenos, y esta acción requeriría el estímulo, la dirección
y la iniciativa continua de un gobierno que supiera ganarse el crédito político y
moral que es indispensable en la actualidad.
No es casual, por supuesto, tanta deficiencia, pues una acción de este calibre
no se organiza solo por medio de la propaganda, que tampoco está a la altura
de la necesidades, sino que requiere que se detecten y ataquen intereses
creados muy concretos, buena parte de los cuales constituyen la base en que
se apoya el sistema de poder de la Democracia Cristiana.
Pero lo que resulta más evidente, y tiene efectos muy negativos, es la
estrechez de perspectivas que caracteriza la política de austeridad
propugnada y aplicada hasta ahora por el gobierno. Aquí reside la principal
diferencia que nos separa de los representantes del gobierno y de los grupos
económicos dominantes. En éstos se percibe, en el fondo, un estado de ánimo
de rendición, es decir, lo contrario de lo que se necesitaría para que el pueblo
asumiera con convencimiento determinados sacrificios imprescindibles. El país
necesitaría, para realizar el esfuerzo adecuado, tener unas perspectivas
claras, o por lo menos algunos elementos fundamentales de una perspectiva
nueva. En cambio, los representantes de las viejas clases dominantes y
muchos hombres de! gobierno, en el mejor de los casos se limitan al objetivo
de colocar a Italia en los mismos raíles por los que discurría el desarrollo
económico antes de la crisis, como si aquellas vías y aquellos modelos de
desarrollo pudieran representar todavía un ideal de sociedad deseable, como
si la crisis de estos últimos años y de la actualidad no fuera exactamente la
crisis de aquel modelo de sociedad (crisis que no sólo se manifiesta en Italia,
sino también, aunque en formas diferentes, en otras naciones europeas).
106
Para nosotros resulta muy clara la razón de esta falta de vigor, de valentía y
de perspectiva en la política de austeridad de la que he hablado. En estas
deficiencias vemos la evidencia de un proceso histórico caracterizado por la
decadencia irremediable de la función dirigente de la burguesía y la
confirmación de que esta función dirigente comienza ya a desplazarse hacia el
movimiento obrero y las fuerzas populares unidas: naturalmente, a una clase
obrera y unas masas populares que demuestren la madurez necesaria para
convertirse en la fuerza que dirige democráticamente a toda la sociedad hacia
la salvación y el renacimiento. Esto requiere que en las propias filas del
movimiento obrero y en sus organizaciones económicas y políticas se aplique
con más amplitud y responsabilidad un espíritu autocrítico que conduzca a la
superación de las actitudes negativas y distorsionantes, de subordinación o de
extremismo, que tienen todavía un peso notable y que dificultan en lo
concreto la solución positiva de problemas de inmediata actualidad, como el
saneamiento económico, productivo y financiero de la sociedad y del Estado.
No podemos esperar a la participación en el gobierno para presentar
un proyecto de renovación, hay que actuar inmediatamente
Para comprometernos en un proyecto de renovación de la sociedad y para
lanzar la propuesta de que se empiece a trabajar en su definición, no
podíamos esperar a que maduraran en los partidos las condiciones para
nuestra entrada en el gobierno. Ésta constituye una necesidad más urgente
que nunca, pero mientras tanto tenemos el deber de tomar inmediatamente
las iniciativas oportunas, que responden a necesidades de lucha no aplazables
del movimiento obrero y a no prorrogables intereses generales del país, en el
propio marco político actual, que, a pesar de todas las insuficiencias, refleja
los profundos efectos positivos del avance popular y comunista de estos años,
especialmente el del 20 de junio de 1976.
La propuesta del proyecto nace también de una necesidad interna del
movimiento obrero: la de evitar que no se comprendan bien las razones
objetivas, la exigencia de una política de austeridad o que se caiga en el
riesgo de acomodarse a la cotidianeidad, de acostumbrarse a la rutina del
vivir al día. Ante todo, sin embargo, tiene su origen en una exigencia general
de toda la nación, que necesita un horizonte diferente y puntos de referencia
concretos.
La fase actual de nuestra vida nacional está, sin duda, cargada de riesgos,
pero nos ofrece a todos la gran ocasión para una tarea renovadora. No
podemos dejar pasar esta ocasión: es quizás la más importante —dicho sea
sin sombra de retórica— que se les ha presentado al pueblo italiano y a sus
fuerzas políticas más responsables desde el nacimiento de nuestra república
democrática.
107
Aquí reside una peculiaridad italiana, de este país nuestro, desequilibrado y
desordenado pero vivo, cargado de energías, fuente de un gran espíritu
democrático, de esta Italia nuestra que es tal vez la nación en la que la crisis
ha adquirido mayor gravedad que en otras zonas del mundo capitalista (y no
sólo en su aspecto económico, sino también en el político, de amenaza a las
instituciones democráticas), pero también en la que mayores son las
posibilidades de trabajar dentro de la propia crisis, para convertirla en ocasión
de un cambio general de la sociedad.
Nuestra iniciativa no es, pues, un acto de propaganda o de exhibición de
nuestro partido. Quiere ser un acto de confianza; pretende ser, una vez más,
un acto de unidad, es decir, una aportación que estimula la de otros partidos
para iniciar un trabajo y un compromiso comunes, capaces de conseguir una
convergencia de todas las fuerzas democráticas y populares. Por su carácter y
su intencionalidad unitarios, nuestro proyecto no pretende ser, y creo que no
debe ser, un programa de transición a una sociedad socialista: de forma más
modesta y concreta, ha de proponerse esbozar un desarrollo de la economía y
de la sociedad cuyas características y formas nuevas de funcionamiento
pueden atraer también la adhesión y el consentimiento de los italianos que,
aunque no profesen ideas comunistas o socialistas, advierten claramente la
necesidad de liberarse a sí mismos y liberar a la nación de las injusticias,
aberraciones, absurdidades y desgarramientos a los que conduce la actual
organización social.
Y el que siente esta preocupación y esta aspiración sincera no puede dejar de
reconocer que, para salir con seguridad de las arenas movedizas en las que
corre el riesgo de hundirse la sociedad actual, es indispensable introducir en
ella algunos elementos, valores y criterios del ideal socialista.
Cuando planteamos el objetivo de una programación del desarrollo que tenga
como finalidad la elevación del hombre en su esencia humana y social y no
como mero individuo contrapuesto a sus semejantes, cuando planteamos el
objetivo de la superación de los modelos de consumo y de comportamiento
inspirados en un individualismo exasperado, cuando planteamos el objetivo de
llegar más allá de la satisfacción de necesidades materiales artificialmente
creadas y también más allá de la satisfacción, en las actuales formas
irracionales, costosas, alienantes y socialmente discriminatorias, de
necesidades que sí son esenciales, cuando planteamos el objetivo de la plena
igualdad y la liberación electiva de la mujer, que es hoy uno de los temas más
importantes de la vida nacional, y no sólo de ésta, cuando planteamos el
objetivo de una participación de los trabajadores y de los ciudadanos en el
control de las empresas, de la economía, del Estado, cuando planteamos el
objetivo de una solidaridad y una cooperación que conduzcan a una
redistribución de la riqueza a escala mundial, cuando planteamos este tipo de
108
objetivos, ¿qué estamos haciendo sino proponer formas de vida y de relación
entre los hombres y los Estados más solidarias, más sociales, más humanas,
que desbordan, por consiguiente, el marco y la lógica del capitalismo?
Salir de la lógica del capitalismo no es sólo una necesidad de la clase
obrera o de los comunistas
Estos criterios, estos valores, estos objetivos, propios indudablemente del
socialismo, reflejan una aspiración que ya no está limitada a la clase obrera y
a los partidos obreros, a comunistas y socialistas, sino que la expresan
también ciudadanos, capas del pueblo y trabajadores de otras formaciones
ideológicas, de otras orientaciones políticas, especialmente de formación e
inspiración cristiana; constituyen una exigencia que se puede ya formular, y
se formula en medida creciente, desde áreas sociales mucho más amplias que
la clase obrera.
La razón principal por la que consideramos a la crisis como una ocasión reside
en el hecho de que los objetivos de transformación y renovación que he
mencionado no sólo son compatibles con una política de austeridad, sino que
deben y pueden incluirse orgánicamente en el marco de ésta, que es la
premisa indispensable para superar la crisis, pero avanzando, no
retrocediendo hacia el pasado. En efecto, me parece evidente que tales
objetivos contribuyen a configurar una organización social y una política
económica y financiera orgánicamente dirigidas contra el despilfarro, los
privilegios, los parasitismos, la dilapidación de recursos; realizan lo que
deberían constituir la esencia de lo que por naturaleza y por definición es una
verdadera política de austeridad. Es más, se podría observar que, de la misma
manera que en las sociedades en decadencia van con frecuencia aparejadas e
imperan las injusticias y el despilfarro, en las sociedades ascendentes se
establece una vinculación entre justicia y frugalidad.
Naturalmente, esta convicción no nos conduce a olvidar, sino a afrontar
concretamente los problemas inmediatos, las opciones a realizar, las
prioridades a imponer en todos los campos de la política económica,
financiera, fiscal o educativa, con el fin de prevenir los riesgos de
desequilibrios imprevistos o de bruscos retrocesos y de asegurar el avance,
paso a paso, hacia meta de eficiencia y de justicia, de productividad y de
civismo. La búsqueda de las relaciones que han de vincular las medidas
inmediatas a la puesta en marcha de esta línea de renovación será, sin duda,
una de las tareas de más envergadura que tendremos que afrontar, junto con
todos aquello que deseen participar en la elaboración de un proyecto acorde
con las características y necesidades que hemos tratado de esbozar en sus
grandes rasgos.
109
Nuestro propósito es llegar en pocos meses a la elaboración de un texto que
constituya una primera base de discusión y debate, pero también estimular,
antes y después de la publicación del texto, un amplio y continuo compromiso
de iniciativa y de lucha. Precisamente porque somos conscientes de todas las
dificultades de esta tarea, pero también de su necesidad y de su poder
catalizador, nos hemos dirigido a vosotros, nos dirigimos a todas las fuerzas
intelectuales para que sean protagonistas —como ha dicho Tortorella en su
acertada y eficaz exposición del tema— de propuestas e iniciativas
encaminadas a revitalizar, a renovar las instituciones culturales (comenzando
por la escuela, la universidad y los centros de investigación) y, al mismo
tiempo, participen en la elaboración de las opciones globales, y no meramente
sectoriales, que han de constituir la base del proyecto.
Un llamamiento tan directo y explícito a la cultura italiana tiene hoy una razón
de ser muy concreta: en efecto, como todos sabemos las fuerzas intelectuales
tienen hoy en Italia, como en todos los países capitalistas más desarrollados,
un peso social muy superar al del pasado, y están orientadas en gran medida
en nuestro país en un sentido democrático y de izquierda; sin embargo, al
lado de este dato positivo (Giulio Einaudi ha destacado acertadamente esta
contradicción) se ha de señalar un elemento negativo, la condición de crisis,
de decadencia, de postración, en que han caído nuestras instituciones
culturales después de treinta años de poder democratacristiano y de
desarrollo social distorsionado y desequilibrado. Y es evidente que ningún
movimiento de salvación y renovación general del país puede avanzar sin
superar esta crisis, sin resolver esta contradicción, sin un aumento del saber y
del amor al saber, sin una renovación de los instrumentos del saber para que
la producción de cultura y, por consiguiente, las instituciones culturales,
participen también en el saneamiento y en la renovación de toda la sociedad.
Los comunistas italianos por la función autónoma y libre de la
cultura: a nadie pedimos obediencias
La forma en que planteamos hoy la función de la cultura en la transformación
del país corresponde a una tradición, a una característica del Partido
Comunista Italiano, como partido de la clase obrera, como partido
democrático y nacional, como gran organismo que también es productor de
cultura. Hemos luchado siempre y seguimos luchando por el progreso y la
expansión de la vida cultural, pero en nuestra actividad hemos de evitar
siempre las intervenciones que pueden minar, siquiera en medida mínima, la
autonomía de la investigación teórica, de las actividades culturales, de la
creación artística, pues éstas no tienen como condición vital de desarrollo la
obediencia a un partido, a un Estado o a una ideología, sino la posibilidad de
desplegarse en la libertad y el espíritu crítico más absolutos.
110
Este planteamiento, que forma parte de la visión más general que tenemos en
las relaciones entre democracia y socialismo, se diferencia de la de algunos
partidos que están en el poder en los países socialistas; actitudes y
comportamientos de poder político como los que conocemos (por ejemplo en
Checoslovaquia, donde se ha llegado a acciones de tipo represivo) son para
nosotros inaceptables por principio. Interpretando esta posición general del
partido algunos camaradas intelectuales han tomado la iniciativa de una
declaración pública que consideramos acertada y oportuna. Forma parte
irrenunciable de nuestro patriotismo una concepción que indica como tarea
del Partido Comunista, de los demás partidos democráticos y de los poderes
públicos, si están orientados también en un sentido democrático, la creación,
por una parte, del clima político y moral, y, por la otra, de las condiciones
materiales prácticas, organizativas, que han de permitir el desarrollo libre y
positivo de la investigación, de la iniciativa y del debate cultural.
Pero ni los partidos ni el Estado han de exigir obediencias, imponer
concepciones del mundo ni limitar en modo alguno las libertades
intelectuales.
Y yo, queridos camaradas y amigos, deseo concluir mi intervención —no sin
antes daros las gracias a todos, y especialmente al compañero Giulio Carlo
Argan, que ha venido en representación de la ciudad de Roma y de la nueva
administración popular romana— con la serena confirmación de nuestro
planteamiento, del que no hemos de alejarnos nunca.
30/3/2012
111
Foro de webs
Plataforma Eurovegas No / Aturem Eurovegas
http://eurovegasno.blogspot.com.es
La Plataforma Eurovegas No está integrada por diversas organizaciones
civiles, sindicatos y personas a título individual, habiendo sido creada en
Madrid en marzo de 2012 para mostrar una oposición total a la instalación del
proyecto de juego, ocio y turismo Eurovegas en Madrid, Cataluña o cualquier
otro lugar.
http://aturemeurovegas.wordpress.com
Plataforma en contra de la construcció d'un complex de casinos a Catalunya,
en concret al Baix Llobregat. Som un grup d’entitats i ciutadans/es que tenim
en comú la preocupació per l’amenaça de la construcció d’un macrocomplex
d’oci i joc a Catalunya, concretament al Delta del Llobregat, que està
negociant el Govern i la companyia Las Vegas Sands Co.
1/4/2012
Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH)
112
afectadosporlahipoteca.wordpress.com
La Plataforma de Afectados por la Hipoteca-PAH somos una asociación
totalmente gratuita (así como lo son todos los recursos que ésta proporciona)
que agrupa a personas con dificultades para pagar la hipoteca o que se
encuentran en proceso de ejecución hipotecaria y personas solidarias con esta
problemática. Un grupo de personas completamente apartidista decidimos
crear esta asociación en febrero de 2009 en Barcelona ante la constatación
de que el marco legal actual está diseñado para garantizar que los bancos
cobren las deudas, mientras que deja desprotegidas a las personas
hipotecadas que por motivos como el paro o la subida de las cuotas no
pueden hacer frente a las letras. La vivienda es un derecho básico y es
intolerable que seamos muchísimas las personas que podemos ser
desahuciadas de la vivienda y aún así continuar arrastrando una deuda de por
vida.
La Plataforma es un lugar de encuentro, ayuda y acción de afectad@s y
personas solidarias. Nos reunimos en Barcelona para exponer nuestros casos,
dar consejo y ayuda mútua y encontrar apoyos tanto prácticos como
emocionales. En segundo lugar queremos dar batalla en una dimensión
jurídica y política. Por un lado estamos estudiando junto con abogados la
posibilidad de presentar demandas para denunciar determinadas prácticas
extremadamente abusivas que se han dado en los últimos años como los
seguros que no sirven para nada el hecho de que se prevean mínimos al tipo
de interés pero no máximos o los avales cruzados. Por otro lado realizamos
acciones para visibilizar la situación de los hipotecados y transmitir nuestra
situación y nuestras reivindicaciones a la sociedad.
Nuestras principales campañas son:
STOP DESAHUCIOS: Ante la vulneración sistemática de nuestros
113
derechos, la PAH hace un llamamiento a la acción. Estamos
convencidos que ha llegado el momento de alzar nuestra voz y gritar:
¡No permitiremos mas desalojos! ¡No dejaremos que el banco nos
eche de casa!
DACIÓN EN PAGO: en caso de residencia habitual y deudores de buena
be con la entrega de la vivienda se cancele la deuda hipotecaria. En
junio de 2010 la PAH y el Observatori DESC trasladaron al Congreso
una propuesta de modificación de ley que fue rechazada por PP y
PSOE. La voz organizada de los afectados ha conseguido sumar a
colectivos sociales y organizaciones sindicales y en breve se pondrá en
marcha una ILP para recoger firmas y llevar de nuevo la propuesta de
la PAH al Congreso de los diputados.
1/4/2012
Hendu
Revista Latinoamericana de Derechos Humanos
http://www.periodicos.ufpa.br/index.php/hendu/index
Hendu es una joven revista de carácter pluralista, multidisciplinar,
internacional y cooperativo en torno a la aplicación social de los derechos
humanos, tanto de una perspectiva global como específicamente
latinoamericana. Es editada por el Consorcio Latinoamericano de Posgrado en
Derechos Humanos.
25/3/2012
Biratán
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www.biratancartoon.blogspot.com.br
Conocido en países como Francia, Italia, Bélgica, Holanda o los EE.UU.,
Ubiratan Nazareno Borges Porto, o “Biratan”, es un veterano dibujante nativo
de la ciudad brasileña de Belém. Su trabajo gráfico tiene, como es común a
los artistas amazónicos, una gran conciencia ecologista. Reproducimos una
muestra del mismo cedida para mientrastanto.e por su autor, “un sujeto que
vive detrás de un espejo haciendo caricaturas de quienes a él se aproximan”.
1/4/2012
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