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 CUENTOS PARA EDI  

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CUENTOS PARA EDI  

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1

INDICE  

Los hijos del labrador ………………………………………………………………….2 

El caracolillo Gustavillo……………………………………………………………….3

La gallinita colorada y sus pis-pollitos………………………………..……….4

El elefante Bernardo………………………………………………………….………..5

La paloma y la hormiga………………………………………………….……………7

El hada de los deseos…………………………………………………………………..8

Bosque de hadas……………………………………………………………………….10

Un pollito llamado llito……………………………………………………………..11

Pinocho……………………………………………………………………………………..13

La bella y la bestia………………………………………………………………….…16

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Los hijos del labrador

Los dos hijos de un labrador vivían siempre discutiendo. Se peleaban por cualquier motivo, como

quién iba a manejar el arado, quién sembraría, y así como todo. Cada vez que había una riña, ellos

dejaban de hablarse. La concordia parecía algo imposible entre los dos. Eran testarudos,

orgullosos y para su padre le suponía una dificultad mejorar estos sentimientos. Fue entonces que

decidió darles una lección.

Para poner un fin a esta situación, el labrador les llamó y les pidió que se fueran al bosque y les

trajeran un manojo de leña. Los chicos obedecieron a su padre y una vez en el bosque empezaron

a competir para ver quién recogía más leños. Y otra pelea se armó. Cuando cumplieron la tarea, se

fueron hacia su padre que les dijo:

- Ahora, junten todos las varas, las amarren muy fuerte con una cuerda y veamos quién es el másfuerte de los dos. Tendrán que romper todas las varas al mismo tiempo.

Y así lo intentaron los dos chicos. Pero a pesar de todos sus esfuerzos, no lo consiguieron.

Entonces deshizo el haz y les dio las varas una a una; los hijos las rompieron fácilmente.

- ¡Se dan cuenta! les dijo el padre. Si vosotros permanecen unidos como el haz de varas, será

invencibles ante la adversidad; pero si están divididos serán vencidos uno a uno con facilidad.

Cuando estamos unidos, somos más fuertes y resistentes, y nadie podrá hacernos daño.

Y los tres se abrazaron.

Si conoces alguna otra fábula para niños y quieres compartirla con nosotros y los demás padres,

estaremos encantados de recibirla.

FIN

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3

El caracolillo Gustavillo.

Gustavillo era un caracolillo que vivía feliz en el fondo del mar; se mecía al ritmo de las corrientes

marinas, reposaba en la arena, buscando algún rayo de sol y de vez en cuando daba sus paseos.

Un día un cangrejo le vio y le dijo:

- ¿Puedo vivir contigo?

Gustavillo se lo pensó dos veces y al final decidió ser, como un antepasado suyo un cangrejo

ermitaño.

Empezaron a vivir juntos el cangrejo dentro del caracol y al poco comenzaron los problemas:

el cangrejo se metía las pinzas en la nariz, hacía ruidos cuando comía, no ayudaba en la limpieza...

Una mañana Gustavillo le dijo al cangrejo todo lo que no se debía hacer, con paciencia,

explicándole que:

- Hurgarse en la nariz, es de mala educación y además puede hacer daño

- Se mastica siempre con la boca cerrada

- Hay siempre que colaborar en la limpieza y orden de dónde se vive

El cangrejo se quedó callado, salió de la casa y se perdió durante varios días.

Cuando volvió habló con Gustavillo y entre los dos juntitos hicieron una lista de las cosas que, para

estar juntos, debían hacer para que todo funcionara bien.

A partir de ese momento se acoplaron a convivir juntos y fueron muy, muy felices, el cangrejo,

daba a Gustavillo largos paseos y el caracolillo arropaba al cangrejo cuando había marea.

FIN

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4

La gallinita colorada y sus pis-pollitos

Érase una vez una gallinita que vivía en una granja con toda su familia de pollitos. La gallinita

trabajaba duramente y los pollitos crecían felices.

La gallina y su familia compartían la granja con otros animales, pero estos animales eran un poco

vagos: algunos de ellos se hacían pis en los corrales y no les importaba demasiado los demás.

Un día que todos los animales se habían hecho pis menos los pollitos, los padres de los demás

animales preguntaron a la madre Gallina:

- Gallinita ¿cómo es que tus hijos pollitos no se han hecho pis?

La gallinita respondió:

- Claro que alguna vez se han hecho pis, pero no lo hacen desde hace tiempo.

Cuando apareció el problema lo hablamos juntos y cada mañana limpiamos el corral.

Vosotros, en cambio, no habéis hablado con vuestras familias, ni con el doctor, ni habéis hecho

calendarios o juegos para solucionarlo.

No cuesta tanto como creéis. Para poder solucionar los problemas, debéis uniros y trabajar juntos,

y no dejar que los demás hagan las cosas por vosotros.

Las palabras de la gallinita surtieron efecto en el resto de las familias de los animales porque

decidieron entonces pasar más tiempo con sus hijos y cuidar más las cuadras entre todos.

FIN

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5

El Elefante Bernardo

Había una vez un elefante llamado Bernardo que nunca pensaba en los demás. Un día, mientras

Bernardo jugaba con sus compañeros de la escuela, cogió a una piedra y la lanzó hacia sus

compañeros.

La piedra golpeó al burro Cándido en su oreja, de la que salió mucha sangre. Cuando las maestras

vieron lo que había pasado, inmediatamente se pusieron a ayudar a Cándido.

Cuentos para niños con valores

Le pusieron un gran curita en su oreja para curarlo. Mientras Cándido lloraba, Bernardo se

burlaba, escondiéndose de las maestras.

Al día siguiente, Bernardo jugaba en el campo cuando, de pronto, le dio mucha sed. Caminó hacia

el río para beber agua. Al llegar al río vio a unos ciervos que jugaban a la orilla del río.

Sin pensar dos veces, Bernardo tomó mucha agua con su trompa y se las arrojó a los ciervos.

Gilberto, el ciervo más chiquitito perdió el equilibrio y acabó cayéndose al río, sin saber nadar.

Afortunadamente, Felipe, un ciervo más grande y que era un buen nadador, se lanzó al río de

inmediato y ayudó a salir del río a Gilberto. Felizmente, a Gilberto no le pasó nada, pero tenía

muchísimo frío porque el agua estaba fría, y acabó por coger un resfriado. Mientras todo eso

ocurría, lo único que hizo el elefante Bernardo fue reírse de ellos.

Una mañana de sábado, mientras Bernardo daba un paseo por el campo y se comía un poco de

pasto, pasó muy cerca de una planta que tenía muchas espinas. Sin percibir el peligro, Bernardo

acabó hiriéndose en su espalda y patas con las espinas. Intentó quitárselas, pero sus patas no

alcanzaban arrancar las espinas, que les provocaba mucho dolor.

Se sentó bajo un árbol y lloró desconsoladamente, mientras el dolor seguía. Cansado de esperar

que el dolor se le pasara, Bernardo decidió caminar para pedir ayuda. Mientras caminaba, se

encontró a los ciervos a los que les había echado agua. Al verlos, les gritó:

- Por favor, ayúdenme a quitarme esas espinas que me duelen mucho.

Y reconociendo a Bernardo, los ciervos le dijeron:

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- No te vamos a ayudar porque lanzaste a Gilberto al río y él casi se ahogó. Aparte de eso, Gilberto

está enfermo de gripe por el frío que cogió. Tienes que aprender a no herirte ni burlarte de los

demás.

El pobre Bernardo, entristecido, bajo la cabeza y siguió en el camino en busca de ayuda. Mientras

caminaba se encontró algunos de sus compañeros de la escuela. Les pidió ayuda pero ellostampoco quisieron ayudarle porque estaban enojados por lo que había hecho Bernardo al burro

Cándido.

Y una vez más Bernardo bajo la cabeza y siguió el camino para buscar ayuda. Las espinas les

provocaban mucho dolor. Mientras todo eso sucedía, había un gran mono que trepaba por los

árboles. Venía saltando de un árbol a otro, persiguiendo a Bernardo y viendo todo lo que ocurría.

De pronto, el gran y sabio mono que se llamaba Justino, dio un gran salto y se paró enfrente a

Bernardo. Y le dijo:

- Ya ves gran elefante, siempre has lastimado a los demás y, como si eso fuera poco, te burlabas de

ellos. Por eso, ahora nadie te quiere ayudar. Pero yo, que todo lo he visto, estoy dispuesto aayudarte si aprendes y cumples dos grandes reglas de la vida.

Y le contestó Bernardo, llorando:

- Sí, haré todo lo que me digas sabio mono, pero por favor, ayúdame a quitar los espinos.

Y le dijo el mono:

- Bien, las reglas son estas: la primera es que no lastimarás a los demás, y la segunda es que

ayudarás a los demás y los demás te ayudarán cuando lo necesites.

Dichas las reglas, el mono se puso a quitar las espinas y a curar las heridas a Bernardo. Y a partir de

este día, el elefante Bernardo cumplió, a rajatabla, las reglas que había aprendido.

FIN

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7

La paloma y la hormiga.

Obligada por la sed, una hormiga bajó a un arroyo; arrastrada por la corriente, se encontró a

punto de morir ahogada.

Una paloma que se encontraba en una rama cercana observó la emergencia; desprendiendo del

árbol una ramita, la arrojó a la corriente, montó encima a la hormiga y la salvó.

La hormiga, muy agradecida, aseguró a su nueva amiga que si tenía ocasión le devolvería el favor,

aunque siendo tan pequeña no sabía cómo podría serle útil a la paloma.

Al poco tiempo, un cazador de pájaros se alistó para cazar a la paloma. La hormiga, que se

encontraba cerca, al ver la emergencia lo picó en el talón haciéndole soltar su arma.

El instante fue aprovechado por la paloma para levantar el vuelo, y así la hormiga pudo devolver el

favor a su amiga.

FIN

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8

El hada de los Deseos

Kate era un joven muy simpática y de un corazón bondadoso. Todos los días recorría la ciudad

con su varita en mano en busca de algún niño o niña al cual pudiera hacer feliz.

Katherine, como ya habrás imaginado, no era una joven común y corriente: Kate era un hada, un

hada de la felicidad.

Día tras día, al caer la noche, la joven hada tenía que ir a la reunión de las hadas de la felicidad, en

dicha reunión todas sus compañeras contaban aventuras y experiencias respecto a lo que les había

ocurrido en el día y a los niños que les habían cumplido deseos.

Nuestra pequeña amiga, se iba todas las noches muy triste, porque nunca podía contarles nada, yaque en nunca había conocido a alguien que la necesitara realmente. Siempre encontraba niños

que pedían dinero o juguetes nuevos y costosos. A pesar de que Kate les cumplía los deseos no

dejaba de sentirse triste porque los niños pedían cosas materiales.

Tras mucho pensarlo, Kate encontró una posible solución, y es que nunca había ido a buscar más

allá de la ciudad, en la cual la mayoría de los niños tenían todo lo que sus padres les podían

comprar y eso los hacia felices, aparentemente.

La mañana siguiente, con una energía renovada gracias a su descubrimiento, decidió que ese día

iría al pueblo llamado Tecpan a probar suerte. Tras unas horas de vuelo por fin llego al pueblo. No

tardó mucho en encontrar a unos pequeños niños que jugaban con el lodo. Kate se acercó a ellosy le dijo:

 –  Hola, me llamo Kate, soy un hada de la felicidad y vengo a concederles un deseo. ¿Cómo se

llaman?

 –  Yo soy Julia – Respondió la niña

 –  Yo me llamo Jerry – Contestó el.

 –  Bueno, ¿y qué les gustaría que les concediera?

Tras unos minutos de pensarlo y discutirlos los dos dijeron al mismo tiempo:

 – Desearíamos que estos pasteles de lodo que estamos haciendo se convirtieran en reales, para

darles un poco a todos nuestros amigos.

Kate se sorprendió mucho, ya que por primera vez en su vida había escuchado un deseo sin

pretensiones y lleno de bondad, nunca había pensado que algún día escucharía un deseo para

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nada ambicioso y con lágrimas de felicidad en los ojos movió su varita y convirtió los pasteles de

lodo en ricos pasteles de chocolate.

Ese día varias personas fueron felices, en primer lugar todos los niños que comieron de los

deliciosos pasteles y también Kate, quien por fin tuvo algo digno de contar en la reunión de esa

noche y aprendió que los mejores deseos, son aquellos que buscan beneficiar a otros también.

FIN

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Bosque de hadas

Érase una vez un bosque de hadas, cada hada era especial en algo el hada de la alegría , la de las

flores ,la de la luz y muchas más como cada final año las tres diosas de la naturaleza se reunían

para dar el premio al hada que más haya hecho en todo el año por la naturaleza el premio era un

deseo que no sea de maldad las hadas hablaban entre ellas el hada de la música que era ella

porque quien iba a poner el sonido al bosque pero el hada de la luz no opinaba lo mismo que

quien iba a encender el bosque, pero el hada del cielo opinaba que quien iba a cambiar de noche a

día, pero el hada del agua decía a la vez pero quien iba a llenar ríos, lagos y lagunas, las hadas

discutían y discutían hasta que llego el día en que las tres diosas de la naturaleza bajaban desde lo

más alto del cielo para dar el premio a el hada que haya hecho más por el bosque en todo el año

pero antes de dar el premio dijeron que ningunas de las hadas había hecho nada por la naturalezatodas se quedaron pensativas pensando que querían decir tras un momento de silencio dijeron

que el premio lo merecían todas porque el bosque no podía estar sin luz, ni sin agua, ni sonido, ni

todas las cosas de las que aporta cada una de las hadas así que se tendrían que poner todas de

acuerdo para pedir un deseo y el deseo que pidieron fue que el bosque siempre esté bien y no le

pase nada le cumplieron el deseo y se marcharon y no discutieron más que quien era más

importante porque se dieron cuenta de que eran todas y vivieron felices para siempre.

FIN

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Un pollito llamado Llito.

Hace muchos, muchos años, vivía con su familia un pollito llamado Llito. Todos los días

Mamá Gallina salía con sus pollitos a pasear. Mamá Gallina iba al frente y los pollitos

marchaban detrás.

Llito era siempre el último en la fila. De pronto vio algo que se movía en una hoja. Se

quedó asombrado ante lo que vio. Era un gusanito. Mama Gallina y sus hermanos ya

estaban muy lejos. Llito al ver que no tenía su familia cerca se puso a llorar.

- ¡Pío, pío, pío, pío! - ¿Qué te pasa?, preguntó el gusanito.

- Mi mamá y mis hermanos se han ido y estoy perdido.

- No te preocupes amiguito. Vamos a buscarlos, le dijo el gusanito.

- ¡Vamos, vamos!, dijeron los dos.

En el camino se encontraron al gato, quien les preguntó:

- Miau, ¿dónde van?

- Mi mamá y mis hermanos se han ido y estoy perdido, dijo muy triste Llito.

- Yo iré con ustedes a buscarlos, dijo el gato. - ¡Vamos, vamos!, dijeron a coro.

Al rato se encontraron con un perro.

- Jau, ¿hacia dónde se dirigen?, preguntó.

- Mi mamá y mis hermanos se han ido y estoy perdido, dijo llorando Llito.

- Jau, iré con ustedes a buscarlos.

- ¡Vamos, vamos! - dijeron a coro.

Y así el perro, el gato, el gusanito y Llito caminaron y caminaron buscando a Mamá Gallina.

- ¡Llito, Llito! ¿Dónde estás?, gritaba a lo lejos Mama Gallina.

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- ¡Es mi mamá!, exclamó Llito. El perro ladró "Jau, jau". El gato maulló "Miau, miau y el

gusanito se arrastró. Todos brincaron alegremente. Al fin habían encontrado a Mamá

Gallina.

El perro, el gato, el gusanito, Llito y su familia se abrazaron y rieron de felicidad.

- Gracias por cuidar a mi hijo. Los invito a mi casa a comer bizcocho de maíz - dijo Mamá

Gallina.

-¡Vamos, vamos! - dijeron todos. Al llegar a la casa Mama Gallina les sirvió el rico bizcocho.

Nuestros amigos se lo comieron todo, todo, todo. Y como diría Don Mabo, este cuento se

acabó.

FIN

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PINOCHO

Érase una vez, un carpintero llamado Gepetto que decidió construir un muñeco de

madera, al que llamó Pinocho. Con él, consiguió no sentirse tan solo como se había

sentido hasta aquel momento.

- ¡Qué bien me ha quedado!- exclamó una vez acabado de construir y de pintar-. ¡Cómo

me gustaría que tuviese vida y fuese un niño de verdad!

Como había sido muy buen hombre a lo largo de la vida, y sus sentimientos eran sinceros.

Un hada decidió concederle el deseo y durante la noche dio vida a Pinocho.

Al día siguiente, cuando Gepetto se dirigió a su taller, se llevó un buen susto al oír que

alguien le saludaba:

- ¡Hola papá!- dijo Pinocho.

- ¿Quién habla?- preguntó Gepetto.

- Soy yo, Pinocho. ¿No me conoces? – le preguntó.

Gepetto se dirigió al muñeco.

- ¿Eres tú? ¡Parece que estoy soñando!, ¡por fin tengo un hijo!

Gepetto quería cuidar a su hijo como habría hecho con cualquiera que no fuese de

madera. Pinocho tenía que ir al colegio, aprender y conocer a otros niños. Pero el

carpintero no tenía dinero, y tuvo que vender su abrigo para poder comprar una cartera y

los libros.

A partir de aquél día, Pinocho empezó a ir al colegio con la compañía de un grillo, que le

daba buenos consejos. Pero, como la mayoría de los niños, Pinocho prefería ir a divertirse

que ir al colegio a aprender, por lo que no siempre hacía caso del grillo. Un día, Pinocho se

fue al teatro de títeres para escuchar una historia. Cuando le vio, el dueño del teatro quiso

quedarse con él:

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-¡Oh, Un títere que camina por sí mismo, y habla! Con él en la compañía, voy a hacerme

rico – dijo el titiritero, pensando que Pinocho le haría ganar mucho dinero.

A pesar de las recomendaciones del pequeño grillo, que le decía que era mejor irse de allí,

Pinocho decidió quedarse en el teatro, pensando que así podría ganar dinero para

comprar un abrigo nuevo a Gepetto, que había vendido el suyo para comprarle los libros.

Y así hizo, durante todo el día estuvo actuando para el titiritero. Pasados unos días,

cuando quería volver a casa, el dueño del teatro de marionetas le dijo que no podía irse,

que tenía que quedarse con él.

Pinocho se echó a llorar tan y tan desconsolado, que el dueño le dio unas monedas y le

dejó marchar. De vuelta a casa, el grillo y Pinocho, se cruzaron con dos astutos ladrones

que convencieron al niño de que si enterraba las monedas en un campo cercano, llamado

el “campo de los milagros”, el dinero se multiplicaría y se haría rico. 

Confiando en los dos hombres, y sin escuchar al grillo que le advertía del engaño, Pinocho

enterró las monedas y se fue. Rápidamente, los dos ladrones se llevaron las monedas y

Pinocho tuvo que volver a casa sin monedas.

Durante los días que Pinocho había estado fuera, Gepetto se había puesto muy triste y,

preocupado, había salido a buscarle por todos los rincones. Así, cuando Pinocho y el grillo

llegaron a casa, se encontraron solos. Por suerte, el hada que había convertido a Pinocho

en niño, les explicó que el carpintero había salido dirección al mar para buscarles.

Pinocho y grillo decidieron ir a buscarle, pero se cruzaron con un grupo de niños:

- ¿Dónde vais?- preguntó Pinocho.

- Al País de los Juguetes – respondió un niño-. ¡Allí podremos jugar sin parar! ¿Quieres

venir con nosotros?

- ¡Oh, no, no, no!- le advirtió el grillo-. Recuerda que tenemos que encontrar a Gepetto,

que está triste y preocupado por ti.

- ¡Sólo un rato!- dijo Pinocho- Después seguimos buscándole.

Y Pinocho se fue con los niños, seguido del grillo que intentaba seguir convenciéndole de

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continuar buscando al carpintero. Pinocho jugó y brincó todo lo que quiso. Enseguida se

olvidó de Gepetto, sólo pensaba en divertirse y seguir jugando. Pero a medida que pasaba

más y más horas en el País de los Juguetes, Pinocho se iba convirtiendo en un burro.

Cuando se dio cuenta de ello se echó a llorar. Al oírle, el hada se compadeció de él y le

devolvió su aspecto, pero le advirtió:

- A partir de ahora, cada vez que mientas te crecerá la nariz.

Pinocho y el grillo salieron rápidamente en busca de Gepetto.

Gepetto, que había salido en busca de su hijo Pinocho en un pequeño bote de vela, había

sido tragado por una enorme ballena.

Entonces Pinocho y el grillito, desesperados, se hicieron a la mar para rescatar al pobre

ancianito papa de Pinocho.

Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió por favor que le devolviese a su papá,

pero la enorme ballena abrió muy grande la boca y se lo tragó también a él.

¡Por fin Gepetto y Pinocho estaban nuevamente juntos!, Ahora debían pensar cómo

conseguir salir de la barriga de la ballena.

- ¡Ya sé, dijo Pepito hagamos una fogata! El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y

la balsa salió volando con sus tres tripulantes.

Una vez a salvo Pinocho le contó todo lo sucedido a Gepetto y le pidió perdón. A Gepetto,

a pesar de haber sufrido mucho los últimos días, sólo le importaba volver a tener a su hijo

con él. Por lo que le propuso que olvidaran todo y volvieran a casa.

Pasado un tiempo, Pinocho demostró que había aprendido la lección y se portaba bien:

iba al colegio, escuchaba los consejos del grillo y ayudaba a su padre en todo lo que podía.

Como recompensa por su comportamiento, el hada decidió convertir a Pinocho en un niño

de carne y hueso. A partir de aquél día, Pinocho y Gepetto fueron muy felices como padre

e hijo.

FIN

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LA BELLA Y LA BESTIA

Había una vez un mercader muy rico que tenía seis hijos, tres varones y tres mujeres; ycomo era hombre de muchos bienes y de vasta cultura, no reparaba en gastos paraeducarlos y los rodeó de toda suerte de maestros. Las tres hijas eran muy hermosas; perola más joven despertaba tanta admiración, que de pequeña todos la apodaban “la bella

niña”, de modo que por fin se le quedó este nombre para envidia de sus hermanas. 

No sólo era la menor mucho más bonita que las otras, sino también más bondadosa. Lasdos hermanas mayores ostentaban con desprecio sus riquezas antes quienes teníanmenos que ellas; se hacían las grandes damas y se negaban a que las visitasen las hijas de

los demás mercaderes: únicamente las personas de mucho rango eran dignas de hacerlescompañía. Se lo pasaban en todos los bailes, reuniones, comedias y paseos, ydespreciaban a la menor porque empleaba gran parte de su tiempo en la lectura debuenos libros.

Las tres jóvenes, agraciadas y poseedoras de muchas riquezas, eran solicitadas enmatrimonio por muchos mercaderes de la región, pero las dos mayores los despreciaban yrechazaban diciendo que sólo se casarían con un noble: por lo menos un duque o conde

La Bella -pues así era como la conocían y llamaban todos a la menor- agradecía muycortésmente el interés de cuantos querían tomarla por esposa, y los atendía con suma

amabilidad y delicadeza; pero les alegaba que aún era muy joven y que deseaba pasaralgunos años más en compañía de su padre.

De un solo golpe perdió el mercader todos sus bienes, y no le quedó más que unapequeña casa de campo a buena distancia de la ciudad.

Totalmente destrozado, lleno de pena su corazón, llorando hizo saber a sus hijos que eraforzoso trasladarse a esta casa, donde para ganarse la vida tendrían que trabajar comocampesinos.

Sus dos hijas mayores respondieron con la altivez que siempre demostraban en toda

ocasión, que de ningún modo abandonarían la ciudad, pues no les faltaban enamoradosque se sentirían felices de casarse con ellas, no obstante su fortuna perdida. En esto seengañaban las buenas señoritas: sus enamorados perdieron totalmente el interés en ellasen cuanto fueron pobres.

Puesto que debido a su soberbia nadie simpatizaba con ellas, las muchachas de los otrosmercaderes y sus familias comentaban:

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-No merecen que les tengamos compasión. Al contrario, nos alegramos de verles abatidoel orgullo. ¡Qué se hagan las grandes damas con las ovejas!

Pero, al mismo tiempo, todo el mundo decía:

-¡Qué pena, qué dolor nos da la desgracia de la Bella! ¡Esta sí que es una buena hija! ¡Con

qué cortesía les habla a los pobres! ¡Es tan dulce, tan honesta!… 

No faltaron caballeros dispuestos a casarse con ella, aunque no tuviese un centavo; más la joven agradecía pero respondía que le era imposible abandonar a su padre en desgracia, yque lo seguiría a la campiña para consolarlo y ayudarlo en sus trabajos. La pobre Bella nodejaba de afligirse por la pérdida de su fortuna, pero se decía a sí misma:

-Nada obtendré por mucho que llore. Es preciso tratar de ser feliz en la pobreza.

No bien llegaron y se establecieron en la casa de campo, el mercader y sus tres hijos conropajes de labriegos se dedicaron a preparar y labrar la tierra. La Bella se levantaba a las

cuatro de la mañana y se ocupaba en limpiar la casa y preparar la comida de la familia. Alprincipio aquello le era un sacrificio agotador, porque no tenía costumbre de trabajar tanduramente; mas unos meses más adelante se fue sintiendo acostumbrada a este ritmo ycomenzó a sentirse mejor y a disfrutar por sus afanes de una salud perfecta. Cuandoterminaba sus quehaceres se ponía a leer, a tocar el clavicordio, o bien a cantar mientrashilaba o realizaba alguna otra labor. Sus dos hermanas, en cambio, se aburríanmortalmente; se levantaban a las diez de la mañana, paseaban el día entero y su únicadiversión era lamentarse de sus pérdidas galas y visitas.

-Mira a nuestra hermana menor -se decían entre sí-, tiene un alma tan vulgar, y es tanestúpida, que se contenta con su miseria.

El buen labrador, el padre, en cambio, sabía que la Bella era trabajadora, constante,paciente y tesonera, y muy capaz de brillar en los salones, en cambio sus hermanas...Admiraba las virtudes de su hija menor, y sobre todo su paciencia, ya que las otras no secontentaban con que hiciese todo el trabajo de la casa, sino que además se burlaban deella.

Hacía ya un año que la familia vivía en aquellas soledades cuando el mercader recibió unacarta en la cual le anunciaban que cierto navío acababa de arribar, felizmente, con unacarga de mercancías para él. Esta noticia trastornó por completo a sus dos hijas mayores,pues imaginaron que por fin podrían abandonar aquellos campos donde tanto se aburrían

y además lo único que se les cruzaba por la cabeza era volver a la ociosa y fatua vida en lasfiestas y teatros, mostrando riquezas; por lo que, no bien vieron a su padre ya dispuestopara salir, le pidieron que les trajera vestidos, chalinas, peinetas y toda suerte debagatelas. La Bella no dijo una palabra, pensando para sí que todo el oro de las mercancíasno iba a bastar para los encargos de sus hermanas.

-¿No vas tú a pedirme algo? -le preguntó su padre.

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-Ya que tienes la bondad de pensar en mí -respondió ella-, te ruego que me traigas unarosa, pues por aquí no las he visto.

No era que la desease realmente, sino que no quería afear con su ejemplo la conducta desus hermanas, las cuales habían dicho que si no pedía nada era sólo por darse

importancia.Partió, pues, el buen mercader; pero cuando llegó a la ciudad supo que había un pleitoandando en torno a sus mercaderías, y luego de muchos trabajos y penas se halló tanpobre como antes. Y así emprendió nuevamente el camino hacia su vivienda. No tenía querecorrer más de treinta millas para llegar a su casa, y ya se regocijaba con el gusto de verotra vez a sus hijas; pero erró el camino al atravesar un gran bosque, y se perdió dentro deél, en medio de una tormenta de viento y nieve que comenzó a desatarse.

Nevaba fuertemente; el viento era tan impetuoso que por dos veces lo derribó del caballo;y cuando cerró la noche llegó a temer que moriría de hambre o de frío; o que lodevorarían los lobos, a los que oía aullar muy cerca de sí. De repente, tendió la vista porentre dos largas hileras de árboles y vio una brillante luz a gran distancia.

Se encaminó hacia aquel sitio y al acercarse observó que la luz salía de un gran palaciotodo iluminado. Se apresuró a refugiarse allí; pero su sorpresa fue considerable cuando noencontró a persona alguna en los patios. Su caballo, que lo seguía, entró en una vastacaballeriza que estaba abierta, y habiendo hallado heno y avena, el pobre animal, que semoría de hambre, se puso a comer ávidamente. Después de dejarlo atado, el mercaderpasó al castillo, donde tampoco vio a nadie; y por fin llegó a una gran sala en que había unbuen fuego y una mesa cargada de viandas con un solo cubierto. Quizás pecaría deatrevido, pero se dirigió hacia allí. La tentación fue muy grande, pues la lluvia y la nieve lo

habían calado hasta los huesos; se arrimó al fuego para secarse, diciéndose a sí mismo: “Eldueño de esta casa y sus sirvientes, que no tardarán en dejarse ver, sin duda meperdonarán la libertad que me he tomado.” 

Se quedó aun esperando un rato largo, observaba hacia los otros recintos para tratar deubicar a algún habitante en la mansión, pero cuando sonaron once campanadas sin que seapareciese nadie, no pudo ya resistir el hambre, y apoderándose de un pollo se lo comiócon dos bocados a pesar de sus temblores. Bebió también algunas copas de vino, y ya connueva audacia abandonó la sala y recorrió varios espaciosos aposentos, magníficamenteamueblados. En uno de ellos encontró una cama dispuesta, y como era pasada lamedianoche, y se sentía rendido de cansancio, entumecido y aturdido de la aventura

pasada hasta encontrar este cobijo, decidió cerrar la puerta y acostarse a dormir.

Eran las diez de la mañana cuando se levantó al día siguiente, y no fue pequeña susorpresa al encontrarse un traje como hecho a su medida en vez de sus viejas y gastadasropas. “Sin duda”, se dijo, “o no he despertado, o este palacio pertenece a un hada b uenaque se ha apiadado de mí.” 

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Miró por la ventana y no vio el menor rastro de nieve, sino de un jardín cuyos floridoscanteros encantaban la vista. Entró luego en la estancia donde cenara la víspera, y hallóque sobre una mesita lo aguardaba una taza de chocolate.

-Le doy las gracias, señora hada -dijo en alta voz-, por haber tenido la bondad de

albergarme en noche tan inhóspita y de pensar en mi desayuno.El buen hombre, después de tomar el chocolate, salió en busca de su caballo, y al pasarpor un sector lleno de rosas blancas recordó la petición de la Bella y cortó una parallevársela. En el mismo momento se escuchó un gran estruendo y vio que se dirigía haciaél una bestia tan horrenda, que le faltó poco para caer desmayado.

-¡Ah, ingrato! -le dijo la Bestia con voz terrible-. Yo te salvé la vida al recibirte y dartecobijo en mi palacio, y ahora, para mi pesadumbre, tú me arrebatas mis rosas, ¡a las queamo sobre todo cuanto hay en el mundo! Será preciso que mueras, a fin de reparar estafalta.

El mercader se arrojó a sus pies, juntó las manos y rogó a la Bestia:

-Monseñor, perdóname, pues no creía ofenderte al tomar una rosa; es para una de mishijas, que me la había pedido.

-Yo no me llamo Monseñor -respondió el monstruo- sino la Bestia. No me gustan loshalagos, y sí que los hombres digan lo que sienten; no esperes conmoverme con tuslisonjas. Mas tú me has dicho que tienes hijas; estoy dispuesto a perdonarte con lacondición de que una de ellas venga a morir en lugar tuyo. No me repliques: parte deinmediato; y si tus hijas rehúsan morir por ti, júrame que regresarás dentro de tres meses.

No pensaba el buen hombre sacrificar una de sus hijas a tan horrendo monstruo, pero sedijo: “Al menos me queda el consuelo de darles un último abrazo.” Juró, pues, que

regresaría, y la Bestia le dijo que podía partir cuando quisiera.

-Pero no quiero que te marches con las manos vacías -añadió-. Vuelve a la estancia dondepasaste la noche: allí encontrarás un gran cofre en el que pondrás cuanto te plazca, y yo loharé conducir a tu casa.

Dicho esto se retiró la Bestia, y el hombre se dijo:

“Si es preciso que muera, tendré al menos el consuelo de que mis hijas no pasen hambre.” 

Volvió, pues, a la estancia donde había dormido, y halló una gran cantidad de monedas deoro con las que llenó el cofre de que le hablara la Bestia, lo cerró, fue a las caballerizas enbusca de su caballo y abandonó aquel palacio con una gran tristeza, pareja a la alegría conque entrara en él la noche antes en busca de albergue. Su caballo tomó por sí mismo unade las veredas que había en el bosque, y en unas pocas horas se halló de regreso en supequeña granja.

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Se juntaron sus hijas en torno suyo y, lejos de alegrarse con sus caricias, el pobremercader se echó a llorar angustiado mirándolas. Traía en la mano el ramo de rosas quehabía cortado para la Bella, y al entregárselo le dijo:

-Bella, toma estas rosas, que bien caro costaron a tu desventurado padre.

Y enseguida contó a su familia la funesta aventura que acababa de sucederle. Al oírlo, susdos hijas mayores dieron grandes alaridos y llenaron de injurias a la Bella, que no habíaderramado una lágrima.

-Miren a lo que conduce el orgullo de esta pequeña criatura -gritaban-. ¿Por qué no pidióadornos como nosotras? ¡Ah, no, la señorita tenía que ser distinta! Ella va a causar lamuerte de nuestro padre, y sin embargo ni siquiera llora.

-Mi llanto sería inútil -respondió la Bella-. ¿Por qué voy a llorar a nuestro padre si no esnecesario que muera? Puesto que el monstruo tiene a bien aceptar a una de sus hijas, yome entregaré a su furia y me consideraré muy dichosa, pues habré tenido la oportunidad

de salvar a mi padre y demostrarle a ustedes y a él mi ternura.

-No, hermana -dijeron sus tres hermanos-, tampoco es necesario que tú mueras; nosotrosbuscaremos a ese monstruo y lo mataremos o pereceremos bajo sus golpes.

-No hay que soñar, hijos míos -dijo el mercader-. El poderío de esa Bestia es tal que notengo ninguna esperanza de matarla. Me conmueve el buen corazón de Bella, pero jamásla expondré a la muerte. Soy viejo, me queda poco tiempo de vida; sólo perderé unoscuantos años, de los que únicamente por ustedes siento desprenderme, mis hijosqueridos.

-Te aseguro, padre mío -le dijo la Bella-, que no irás sin mí a ese palacio; tú no puedesimpedirme que te siga. En parte fui responsable de tu desventura. Como soy joven, no letengo gran apego a la vida, y prefiero que ese monstruo me devore a morirme de la penay el remordimiento que me daría tu pérdida.

Por más que razonaron con ella no hubo forma de convencerla, y sus hermanas estabanencantadas, porque las virtudes de la joven les había inspirado siempre unos celosirresistibles. Al mercader lo abrumaba tanto el dolor de perder a su hija, que olvidó elcofre repleto de oro; pero al retirarse a su habitación para dormir su sorpresa fue enormeal encontrarlo junto a la cama. Decidió no decir una palabra a sus hijos de aquellas nuevasy grandes riquezas, ya que habrían querido retornar a la ciudad y él estaba resuelto a

morir en el campo; pero reveló el secreto a la Bella, quien a su vez le confió que en suausencia habían venido de visita algunos caballeros, y que dos de ellos amaban a sushermanas. Le rogó que les permitiera casarse, pues era tan buena que las seguíaqueriendo y las perdonaba de todo corazón, a pesar del mal que le habían hecho.

El día en que partieron la Bella y su padre, las dos perversas muchachas se frotaron losojos con cebolla para tener lágrimas con que llorarlos; sus hermanos, en cambio, lloraron

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de veras, como también el mercader, y en toda la casa la única que no lloró fue la Bella,pues no quería aumentar el dolor de los otros.

Echó a andar el caballo hacia el palacio, y al caer la tarde apareció éste todo iluminadocomo la primera vez. El caballo se fue por sí solo a la caballeriza, y el buen hombre y su

hija pasaron al gran salón, donde encontraron una mesa magníficamente servida en la quehabía dos cubiertos. El mercader no tenía ánimo para probar bocado, pero la Bella,esforzándose por parecer tranquila, se sentó a la mesa y le sirvió, aunque pensaba para sí:

“La Bestia quiere que engorde antes de comerme, puesto que me recibe de modo tanespléndido.” 

En cuanto terminaron de cenar se escuchó un gran estruendo y el mercader, llorando, dijoa su pobre hija que se acercaba la Bestia. No pudo la Bella evitar un estremecimientocuando vio su horrible figura, aunque procuró disimular su miedo, y al interrogarla elmonstruo sobre si la habían obligado o si venía por su propia voluntad, ella le respondióque sí, temblando, que era decisión propia.

-Eres muy buena -dijo la Bestia-, y te lo agradezco mucho. Tú, buen hombre, partirás porla mañana y no sueñes jamás con regresar aquí. Nunca. Adiós, Bella.

-Adiós, señor -respondió la muchacha.

Y enseguida se retiró la Bestia.

-¡Ah, hija mía -dijo el mercader, abrazando a la Bella- yo estoy casi muerto de espanto!Hazme caso y deja que me quede en tu sitio.

-No, padre mío -le respondió la Bella con firmeza-, tú partirás por la mañana.

Fueron después a acostarse, creyendo que no dormirían en toda la noche; mas sus ojos secerraron apenas pusieron la cabeza en la almohada. Mientras dormía vio la Bella a unadama que le dijo:

-Tu buen corazón me hace muy feliz, Bella. No ha de quedar sin recompensa esta buenaacción de arriesgar tu vida por salvar la de tu padre.

Le contó el sueño al buen hombre la Bella al despertarse; y aunque le sirvió un tanto deconsuelo, no alcanzó a evitar que se lamentara con grandes sollozos al momento desepararse de su querida hija.

En cuanto se hubo marchado se dirigió la Bella a la gran sala y se echó a llorar; pero, comotenía sobrado coraje, resolvió no apesadumbrarse durante el poco tiempo que le quedasede vida, pues tenía el convencimiento de que el monstruo la devoraría aquella mismatarde. Mientras esperaba decidió recorrer el espléndido castillo, ya que a pesar de todo nopodía evitar que su belleza la conmoviese. Su asombro fue aún mayor cuando halló escritosobre una puerta:

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 Aposento de la Bella

La abrió precipitadamente y quedó deslumbrada por la magnificencia que allí reinaba;pero lo que más llamó su atención fue una bien provista biblioteca, un clavicordio ynumerosos libros de música, lo que reunía todo lo que a ella le hacía la vida placentera.

-No quiere que esté triste -se dijo en voz baja, y añadió de inmediato-: para un solo día nome habría reunido tantas cosas.

Este pensamiento reanimó su valor, y poco después, revisando la biblioteca, encontró unlibro en que aparecía la siguiente inscripción en letras de oro:

Disponga, ordene, aquí es usted la reina y señora.

-¡Ay de mí -suspiró ella-, nada deseo sino ver a mi pobre padre y saber qué está haciendoahora!

Había dicho estas palabras para sí misma: ¡cuál no sería su asombro al volver los ojos a ungran espejo y ver allí su casa, adonde llegaba entonces su padre con el semblante lleno detristeza! Las dos hermanas mayores acudieron a recibirlo, y a pesar de los aspavientos quehacían para aparecer afligidas, se les reflejaba en el rostro la satisfacción que sentían porla pérdida de su hermana, por haberse desprendido de la hermana que les hacía sombracon su belleza y bondad. Desapareció todo en un momento, y la Bella no pudo dejar dedecirse que la Bestia era muy complaciente, y que nada tenía que temer de su parte.

Al mediodía halló la mesa servida, y mientras comía escuchó un exquisito concierto,aunque no vio a persona alguna. Esa tarde, cuando iba a sentarse a la mesa, oyó elestruendo que hacía la Bestia al acercarse, y no pudo evitar un estremecimiento.

-Bella -le dijo el monstruo-, ¿permitirías que te mirase mientras comes?

-Tú eres el dueño de esta casa -respondió la Bella, temblando.

-No -dijo la Bestia-, no hay aquí otra dueña que tú. Si te molestara no tendrías más quepedirme que me fuese, y me marcharía enseguida. Pero dime: ¿no es cierto que meencuentras muy feo?

-Así es -dijo la Bella-, pues no sé mentir; pero en cambio creo que eres muy bueno.

-Tienes razón -dijo el monstruo-, aun cuando yo no pueda juzgar mi fealdad, pues no soy

más que una bestia.

-No sé es una bestia -respondió la Bella- cuando uno admite que es incapaz de juzgarsobre algo. Los necios no lo admitirían.

-Come, pues -le dijo el monstruo-, y trata de pasarlo bien en tu casa, que todo cuanto hayaquí te pertenece, y me apenaría mucho que no estuvieses contenta.

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-Eres muy bondadoso -respondió la Bella-. Te aseguro que tu buen corazón me hace feliz.Cuando pienso en ello no me pareces tan feo.

-¡Oh, señora -dijo la Bestia- , tengo un buen corazón, pero no soy más que una bestia!

-Hay muchos hombres más bestiales que tú -dijo la Bella-, y mejor te quiero con tu figura,

que a otros que tienen figura de hombre y un corazón corrupto, ingrato, burlón y falso.

La Bella, que ya apenas le tenía miedo, comió con buen apetito; pero creyó morirse depavor cuando el monstruo le dijo:

-Bella, ¿querrías ser mi esposa?

Largo rato permaneció la muchacha sin responderle, ya que temía despertar su cólera sirehusaba, y por último le dijo, estremeciéndose:

-No, Bestia.

Quiso suspirar al oírla el pobre monstruo, pero de su pecho no salió más que un silbidotan espantoso, que hizo retemblar el palacio entero; sin embargo, la Bella se tranquilizóenseguida, pues la Bestia le dijo tristemente:

-Adiós, entonces, Bella -y salió de la sala volviéndose varias veces a mirarla por última vez.

Al quedarse sola, la Bella sintió una gran compasión por esta pobre Bestia.

“¡Ah, qué pena”, se dijo, “que siendo tan bueno, sea tan feo!” 

Tres apacibles meses pasó la Bella en el castillo. Todas las tardes la Bestia la visitaba, y laentretenía y observaba mientras comía, con su conversación llena de buen sentido, pero

 jamás de aquello que en el mundo llaman ingenio. Cada día la Bella encontraba en elmonstruo nuevas bondades, y la costumbre de verlo la había habituado tanto a sufealdad, que lejos de temer el momento de su visita, miraba con frecuencia el reloj paraver si eran las nueve, ya que la Bestia jamás dejaba de presentarse a esa hora, Sólo habíauna cosa que la apenaba, y era que la Bestia, cotidianamente antes de retirarse, lepreguntaba cada noche si quería ser su esposa, y cuando ella rehusaba parecía traspasadode dolor. Un día le dijo:

-Mucha pena me das, Bestia. Bien querría complacerte, pero soy demasiado sincera parapermitirte creer que pudiese hacerlo nunca. Siempre he de ser tu amiga: trata de

contentarte con esto.

-Forzoso me será -dijo la Bestia-. Sé que en justicia soy horrible, pero mi amor es grande.Entretanto, me siento feliz de que quieras permanecer aquí. Prométeme que no meabandonarás nunca.

La Bella enrojeció al escuchar estas palabras. Había visto en el espejo que su padre estabaenfermo de pesar por haberla perdido, y deseaba volverlo a ver.

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-Yo podría prometerte -dijo a la Bestia- que no te abandonaré nunca, si no fuese porquetengo tantas ansias de ver a mi padre, que me moriré de dolor si me niegas ese gusto.

-Antes prefiero yo morirme -dijo el monstruo- que causarte el pesar más pequeño. Teenviaré a casa de tu padre, y mientras estés allí morirá tu Bestia de pena.

-¡Oh, no -respondió la Bella, llorando-, te quiero demasiado para tolerarlo! Prometoregresar dentro de ocho días. Me has hecho ver que mis hermanas están casadas y mishermanos en el ejército. Mi padre se ha quedado solo. Permíteme que pase una semanaen su compañía.

-Mañana estarás con él -dijo la Bestia-, pero acuérdate de tu promesa. Cuando quierasregresar no tienes más que poner tu sortija sobre la mesa a la hora del sueño. Adiós, Bella.

La Bestia suspiró, según su costumbre, al decir estas palabras, y la Bella se acostó con latristeza de verlo tan apesadumbrado. Cuando despertó a la mañana siguiente se hallabaen casa de su padre. Sonó a poco una campanilla que estaba junto a la cama y apareció la

sirvienta, quien dio un gran grito al verla. Acudió rápidamente a sus voces el buen padre, ycreyó morir de alegría porque recobraba a su querida hija, con la cual estuvo abrazadomás de un cuarto de hora.

Luego de estas primeras efusiones, la Bella recordó que no tenía ropas con que vestirse,pero la sirvienta le dijo que en la vecina habitación había encontrado un cofre lleno demagníficos vestidos con adornos de oro y diamantes. Agradecida a las atenciones de laBestia, pidió la Bella que le trajesen el más modesto de aquellos vestidos y que guardasenlos otros para regalárselos a sus hermanas; pero apenas había dado esta ordendesapareció el cofre. Su padre comentó que sin duda la Bestia quería que conservase parasí los regalos, y al instante reapareció el cofre donde estuviera antes.

Se vistió la Bella, y entretanto avisaron a las hermanas, que acudieron en compañía de susesposos. Las dos eran muy desdichadas en sus matrimonios, pues la primera se habíacasado con un gentilhombre tan hermoso como Cupido, pero que no pensaba sino en supropia figura, a la que dedicaba todos sus desvelos de la mañana a la noche,menospreciando la belleza de su esposa. La segunda, en cambio, tenía por marido a unhombre cuyo gran talento no servía más que para mortificar a todo el mundo, empezandopor su esposa.

Cuando vieron a la Bella ataviada como una princesa, y más hermosa que la luz del día, lasdos creyeron morir de dolor. Aunque la Bella les hizo mil caricias no les pudo aplacar loscelos, que se recrudecieron cuando les contó lo feliz que se sentía. Bajaron las dos al

 jardín para llorar allí a sus anchas.

-¿Por qué es tan dichosa esa pequeña criatura? ¿No somos nosotras más dignas de lafelicidad que ella?

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-Hermana -dijo la mayor-, se me ocurre una idea. Tratemos de retenerla aquí más de ochodías: esa estúpida Bestia pensará entonces que ha roto su palabra, y quizás la devore.

-Tienes razón, hermana mía -respondió la otra-. Y para conseguirlo la llenaremos dehalagos.

Y tomada esta resolución, volvieron a subir y dieron a su hermana tantas pruebas decariño, que la Bella lloraba de felicidad. Al concluirse el plazo comenzaron a arrancarse loscabellos y a dar tales muestras de aflicción por su partida, que les prometió quedarseotros ocho días.

Sin embargo, la Bella se reprochaba el pesar que así causaba a su pobre monstruo, a quienamaba de todo corazón, y se entristecía de no verlo. La décima noche que estuvo en casade su padre, soñó que se hallaba en el jardín del castillo, y que veía cómo la Bestia, inertesobre la hierba, a punto de morir, la reconvenía por sus ingratitudes. Despertósobresaltada, con los ojos llenos de lágrimas.

“¿No soy yo bien perversa”, se dijo, “pues le causo tanto pesar cuando de tal modo me

quiere? ¿Tiene acaso la culpa de su fealdad y su falta de inteligencia? Su buen corazónimporta más que todo lo otro. ¿Por qué no he de casarme con él? Seré mucho más felizque mis hermanas con sus maridos. Ni la belleza ni la inteligencia hacen que una mujerviva contenta con su esposo, sino la bondad de carácter, la virtud y el deseo de agradar; yla Bestia posee todas estas cualidades. Aunque no amor, sí le tengo estimación y amistad.¿Por qué he de ser la causa de su desdicha, si luego me reprocharía mi ingratitud toda lavida?” 

Con estas palabras la Bella se levantó, puso su sortija sobre la mesa y volvió a acostarse.Apenas se tendió sobre la cama se quedó dormida, y al despertarse a la mañana siguientevio con alegría que se hallaba en el castillo de la Bestia. Se vistió con todo esplendor pordarle gusto, y creyó morir de impaciencia en espera de que fuesen las nueve de la noche;pero el monstruo no apareció al dar el reloj la hora. Creyó entonces que le habría causadola muerte, y exhalando profundos suspiros, a punto de desesperarse, recorrió la Bella elcastillo entero, buscando inútilmente por todas partes. Recordó entonces su sueño ycorrió por el jardín hacia el estanque junto al cual lo viera en sueños. Allí encontró a lapobre Bestia sobre la hierba, perdido el conocimiento, y pensó que había muerto. Sin elmenor asomo de horror se dejó caer a su lado, y al sentir que aún le latía el corazón, tomóun poco de agua del estanque y le roció la cabeza. Abrió la Bestia los ojos y dijo a la Bella:

-Olvidaste tu promesa, y el dolor de haberte perdido me llevó a dejarme morir de hambre.Pero ahora moriré contento, pues tuve la dicha de verte una vez más.

-No, mi Bestia querida, no vas a morirte -le dijo la Bella-, sino que vivirás para ser miesposo. Desde este momento te prometo mi mano, y juro que no perteneceré a nadiesino a ti. ¡Ah, yo creía que sólo te tenía amistad, pero el dolor que he sentido me ha hechover que no podría vivir sin verte!

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Apenas había pronunciado estas palabras la Bella vio que todo el palacio se iluminaba conluces resplandecientes: los fuegos artificiales, la música, todo era anuncio de una granfiesta; pero ninguna de estas bellezas logró distraerla, y se volvió hacia su queridomonstruo, cuyo peligro la hacía estremecerse. ¡Cuál no sería su sorpresa! La Bestia habíadesaparecido y en su lugar había un príncipe más hermoso que el Amor, que le daba las

gracias por haber puesto fin a su encantamiento. Aunque este príncipe mereciese toda suatención, no pudo dejar de preguntarle dónde estaba la Bestia.

-Aquí, a tus pies -le dijo el príncipe-. Cierta maligna hada me ordenó permanecer bajo esafigura, privándome a la vez del uso de mi inteligencia, hasta que alguna bella jovenconsintiera en casarse conmigo. En todo el mundo tú sola has sido capaz de conmovertecon la bondad de mi corazón; ni aun ofreciéndote mi corona podría demostrarte lagratitud que te guardo y nunca podré pagar la deuda que he contraído contigo.

La Bella, agradablemente sorprendida, tendió su mano al hermoso príncipe para que selevantase. Se encaminaron después al castillo, y la joven creyó morir de dicha cuandoencontró en el gran salón a su padre y a toda la familia, a quienes la hermosa dama queviera en sueños había traído hasta allí.

-Bella -le dijo esta dama, que era un hada poderosa-, ven a recibir el premio de tu buenaelección: has preferido la virtud a la belleza y a la inteligencia, y por tanto mereces hallartodas estas cualidades reunidas en una sola persona. Vas a ser una gran reina: yo esperoque tus virtudes no se desvanecerán en el trono. Y en cuanto a ustedes, señoras -agregó elhada, dirigiéndose a sus hermanas-, conozco sus corazones y toda la malicia queencierran. Conviértanse en estatuas, pero conserven la razón adentro de la piedra que va

a envolverlas. Estarán a la puerta del palacio de la Bella, y no les pongo otra pena que lade ser testigos de su felicidad. No podrán volver a su primer estado hasta que reconozcansus faltas; pero me temo mucho que no dejarán jamás de ser estatuas. Pues uno puederecobrarse del orgullo, la cólera, la gula y la pereza; pero es una especie de milagro que secorrija un corazón maligno y envidioso.

En este punto dio el hada un golpe en el suelo con una varita y transportó a cuantosestaban en la sala al reino del príncipe. Sus súbditos lo recibieron con júbilo, y a poco secelebraron sus bodas con la Bella, quien vivió junto a él muy largos años en una felicidadperfecta, pues estaba fundada en la virtud.

FIN