CORAZÓN SILVESTRE (POEMAS DE WALTER FAILA)

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Corazón Silvestre 1

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El 5to. libro de poesías de Walter Faila.-

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Corazón Silvestre

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Walter Faila

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Hablar de éste poemario, además de grato, resulta sugerente,

porque me he sentido cautivado por su inmensa profundidad, por su lenguaje desgarrado y por sus explosiones de ternura; cada poema nos transmite una parte de ese sueño que alimenta el poeta, dosificado, a cuentagotas, como si no quisiera embelesarnos con sus oníricos influjos de golpe, igual que si formase parte de

un rito milenario, al cual hay que someterse en forma previa, desnudos de mente, sin tapujos ni limitaciones que puedan confundir al lector y engatusarlo.Walter Faila nos habla entre susurros, de amor, de desamor, de soledad, de tristeza, del mundo que nos ha tocado transgredir con nuestros desvaríos; nos conduce hacia un lugar ataviado de contraluces, inundado de belleza y de nostalgia, de silencios e indiferencias; nos trasporta hacia los rincones

exactos de la vida, modulando la palabra precisa en cada situación y a la vez nos sitúa en el centro de las vorágines que van confluyendo en sus versos.En cada poema, nos vamos encontrando con diferentes coyunturas, como si nos hubiese propuesto un juego, unas adivinanzas; nos sumerge en una espiraltransparente que nos permite deleitarnos en esos jardines de arcilla, más alláde fantasiosas quimeras, incluso más allá de los insomnios cotidianos.Rebosa frescura, cuando nos dice que necesita de esa mujer que sobrevuela

sus inspiraciones y nos abre su corazón de par en par, compartiendo los sentimientos que nacen al amparo de sus añoranzas, dejando entrever e l vértigo que se siente al rozar el paraíso; nos seduce de un modomagistral, atrapando con sus versos los instantes, frenando los vaivenesdel tiempo en sus hermosas metáforas y mostrando la inmensidad de la palabra en su reducto natural , la poesía.

Carlos Rivas Álvarez Poeta Madrid- España 25/01/2009

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INTRODUCCIÓN

Entre las matas tupidas de la verde acequia, donde la humedad hurga los senos del fango para buscar la raíz de su propio nacimiento.

En la cara negra de la quinta luna donde las huellas pierden la guía de su sombra.

En éste heraldo muro que retiene el grito de la insensata musa con su muerte insospechada En ésa puta muralla que no deja correr la sangre,

y me ahoga en playas encintas de tristezas. Allí te espero palabra perdida,

donde concluye el verso para ser poesía, y se abandona el hombre para ser poeta.-

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Ecos Perdidos

Cargado de tristezas te devuelve éste nocturno, con la piel evaporada de tantas primaveras.

Fuiste escario por donde cayeron mis adagios, la noche muda que disolviste de mi boca.

¿Cómo imaginar tanta ironía?

¿Cómo estropear tanto recuerdo?

Retornar entre coloquios que disipan las verdades perturbadas del insomnio,

volver entre las cúspides de etéreas gratitudes. sin mirar la lontananza que causó tal maleficio

¿Como proveer a la nostalgia en su desdicha, una mueca empedrada de pulso y de latido?

Acaso si regresas perturbando mis lamentos,

acaso si te vuelves a la cuna de mis días, yo te diera de la luna cinco fases,

que acaricien el dolor de tu castigo.

Acaso si probaras la ignominia del verbo, acaso si mordieras el poema ensangrentado.

Yo te diera la vejez de mi condena, yo bebiera de tu fuente un nuevo sueño.

Pero el eco se ha perdido entre los montes,

y los pájaros se han ido hambrientos de rocíos.

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Jardines de arcilla

Hoy te entrego mi palabra de arcilla,

y digo que la tarde es un aullido de nostalgias. y digo que la sombra se descuelga de los huesos,

y digo que solloza la lívida sombra de una lágrima.

La palabra que es el ojo de mi pecho, la siembra multiforme de todas mis cosechas.

La voz que se desgasta en el acero destemplado, la ruina de las ruinas después del jubileo.

Mujer que te envuelves en la pavesa de la vida,

con el miedo cautivo entre las sienes, en la huesa vacía de tus hoscas mortajas.

Mujer que en el mendrugo lates apacible , desposando a la hierba con tu pico de avecilla.

Hoy te entrego un latido doblado, la mueca de un tiznado fantasma, la híbrida camisa de mi talle roto.

Arcángeles poblando las siniestras praderas,

juicios equidistantes de mi pulso abandonado. Sacrílegas respuestas de pútridos dogmas,

gredas áridas de amores inocuos y marchitos.

Mujer que te encasillas en pozos agoreros, limada tu avaricia de sueños iracundos,

tendencia de Caifás con diademas encubiertas, en el reino de Tiberio tramando tu estrategia.

Hoy te otorgo mis jardines de arcilla, y digo que mis versos son rosarios desgranados, y digo que mis letras fermentan en su cuenca, y digo que son vanos mis riegos en simientes, y te concedo dolorido mis labios en silencio.

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La jugada Precisa (Enfermedad III)

Se caen de la vida las cosas, la vergüenza como símbolo de ética, el espacio como insignia de la norma,

el dolor en mi emblema de poesía Se vaciaron todos los vasos, se bebieron todas las aguas, se mudaron todos los gritos.

En los carros de la tarde se trasladan las nostalgias,

y en tu cabello de nítida escarlata cuelgan los déspotas atisbos

del ruido de una nueva hipocresía. Aun espero tu palabra imperadora

tu balanza de equilibrio en los estrados, tu lábaro de honra y de grandeza.

Eres mas que un nombre idolatrado, mas que una mueca de prodigio.

Aún espero la jugada precisa. El escorzado tablero del tiempo

aun confía en los jaques de tus reyes. No me robes la caricia del aire,

no me quites la justicia del hombre, no me enrejes en barrancos profundos.

No sometas mi póstumo respiro a las flores deshojadas en tu playa.

Déjame hacerle un surco mas a la tierra sembrar una semilla de esperanza,

sorber del vientre de un cuarto menguante, penetrar en mi piel las agujas del sol.

No me condenes sin juicio no me ahorques sin sogas

No vuelvas turbios mis ojos, no me dejes sin llanto la mirada.-

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Desertora

Llegaste una mañana de inadecuada sorpresa, cuando las calles eran tumbas de cenizas profanadas,

y los árboles guaridas de inocentes transeúntes. Llegaste a mi suelo de guerrillas ahumadas,

cuando los racimos de huesos florecían en la sangre, y mi patria era un baldío de noches alargadas.

Me viste disipado en la niebla del abismo,

me observaste con las armas de mis débiles cuadernos. Me nombraste entre el influjo de la cruenta lejanía,

madurando en el latido del miedo y la sospecha.

No miraste cuando el río atravesaba por mis campos, no sentiste que arrastraba mis huellas en su cauce,

no arriesgaste tu nombre ante las lanzas que cruzaban, no jugaste tus barajas de tahúr disminuido.

Te quedaste entre el éxtasis rotundo de la guerra, detrás de las murallas que cubrían tus postales. Cruzaste el horizonte de temores e inquietudes,

protegida en corazas de aceros y de arneses.

No viste cuando el arca me sacaba de los mares, no escuchaste mi grito de sauce enamorado,

no espantaste los fantasmas que cubrían mi regreso, cuando las calles, eran lapachos de rosadas cabelleras, y mi patria recobraba sus jardines de soles y de lunas.

Te quedaste acurrucada como un feto,

en tu vientre de greda y de semilla.

Te quedaste sin orillas, varada, en medio del camino.

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Trampas

Aprendí a resignarme en los légamos ocultos

donde se hunden las almas incompletas. Donde pasan atónitos ríos de palomas

navegando en los vuelos silvestres de la tarde. A mirar desde el bajel

la jaula de rocío donde desgobierna mi cansancio, la anarquía de un amor oxidado en sus cerrojos

Busco una palabra que contenga a mi tristeza

taladrando calendarios de madera en los montes clandestinos

en que habitan mis nostalgias. Te nombro entre céfiros purgados en ausencias,

y los pájaros brotan de la piedra y se oyen murmullos en cada madriguera. y se tronchan los pasos de cada escalinata.

Entonces comprendo la antípoda del tiempo,

trayendo a mi regazo marionetas y arlequines.

Sentado en la mesa del destino bebo las grietas ocultas de los verbos.

Te nombro y es tu nombre una calleja de escombros

donde descansan distante los pies de un arco iris.

Quiero besar los colores de tu sangre y te evades como hoja amarilla de un arbusto.

Arrastro fetiches en túneles de greda cuando el límite desata mis latidos,

y el silencio jadea encrespado en los espejos. y con remos encorvados se marcha el infinito

Desde la máscara oscura de la vida

comienzo a distinguir entre mis ruinas el perverso engranaje de lo absurdo.

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Convicto

Sumiso en las horas me secuestró la madrugada, de éste junio frío que aun sangra en su placenta. Me duele el hombre que habita en la conciencia,

me perturban las voces que desarma el pensamiento. Una brisa de nevera amontona las hojas amarillas, desmintiendo al otoño sus disfraces de invierno.

Me puebla la piel una huella tachada que aun es huella, y una garra alisada me acaricia la fiebre desde el pecho.

Te miro detrás de las ventanas, como una sombra que baila entre pantanos y macetas.

Suenan las campanas inaudibles de la luna en su desvelo, tan si fueran los tambores de mi patria,

desmontados en el infortunio chantajista de su anhelo. Te llamo desde el aire que me falta,

te nombre sin que escuches mi aflicción y mi lamento. El vino se ha hecho escarcha en el vaso de la vida, y espantan las centellas a mis ángeles sedientos.

Un zanja se abrió como un órbita siniestra, una trinchera que me impide el paso hacia tus besos.

Cruzar como el sol por la colina, atravesar como el cóndor la larga cordillera.

Agotado en los temblores que a mi cuerpo debilita, convicto de tu imagen que me enjaula en el desierto.

Desmuero de la vida que jamás hemos tenido, desvivo en la muerte que me late en tus ausencias.

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Te amé…(Escultura de lujo)

Te amé desde el suburbio desollado de mis días, en mis mares omitidos de playas y mareas.

Al costado de la vida programada por los jueces, en el sótano del tiempo embotado de lirismo.

Te amé a pecho abierto en la batalla,

en las crisis urbanas del amor envejecido.

Me sostuve en el silencio amoral de tu castigo cuando tu voz de sentencia se negaba a la palabra.

Te amé desde mis huesos de animal salvaje cuando el sol se iba como un pájaro afligido ha refugiarse cansado detrás de la alborada . Cuando el diáfano derrumbe del crepúsculo cabía anticipado en una nueva madrugada,

y eran conos oscuros de sombra y precipicio las líneas paralelas de las huellas de tus ojos.

Te amé desde mi sangre como a un vicio

en la inquietud de mis anhelos presunciosos. Con el grito borracho de gemidos sediciosos,

y los iris azorados en la heredad de tu caldera. Cuando siendo obrero y peón de tu cintura intenté tallar tu corazón desde un poema.

Te amé mujer sin tiempo... ¿lo recuerdas?

Eras para entonces solo piedra y cobre en la cantera.-

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Necesito de ti

Ahora que la tarde es un vicio de mutismo y los grillos se durmieron debajo los escombros.

Ahora que percibo aromas de amor vegetal desde el enigma lúdico de un cono de sahumerios.

Que te busco en las líneas de una carta y acaricio en sus palabras tus senos de rocío.

Necesito de ti de tus manos calmándome la fiebre.

Ahora que la luna copula con las aguas del mar, y la copa florecida de un albino lapacho

menstrúa perverso su círculo de sombras. Justo cuando se abre la puerta de tu alba,

y te incluyes celeste y eterna en mi memoria. Necesito de tu boca besando mis angustias

Ahora que reconozco al hombre y al humano, y siento tu ausencia de lluvia en mis raíces

y en mis ojos penetran vejámenes y muertes. En el minuto exacto en que mi cráneo

configura los ritmos jacobinos del latido Antes que la mano prieta de la tiniebla

cierre sin epílogos la puerta del crepúsculo, y la noche me encierre en su claustro de sombras,

y la vida me absuelva sin un juicio justo. Necesito dormir encadenado a tu cintura

prisionero de las flores silvestres de tu talle, enjaulado en tus labios de jarilla y de romero Ahora que me hallo mirando en los jardines

cuando un niño de naranjo llora sobre el pétalo su lágrima descalza de pobreza y abandono.

Ahora, amor mío, que me agobia la vida, y la tarde se desangra extenuada de horizonte

con su vicio agreste de dolor y de silencio

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Ingenuidad

Ella era una ciudad de jaspe y una gota perenne perforó su mármol.

Mercachifles embusteros colmaron su orificio con ojivas de ilusiones y cántaros de barro.

La habité desde la pintura de sus letras

porque ella era una acuarela de estrellas y un pincel de sombra ennegreció su arte.

Y la hambruna de su alma entró en sequía,

y la tormenta desgarró su pecho, y sus ranchos de adobe se fueron por el río.

Ella era una mujer calcárea

un peñasco de mi artesana infancia, y se perdió con las vías detrás del horizonte

cuando mis años fueron derritiendo minerales, esculpiendo en su tiempo cicatrices

tallando en su cintura ingenuas libertades.-

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Confesiones

Digo que la vida es una excusa de la muerte. Digo la muerte es el objeto de la vida. Digo que los hombres somos causas,

que el paisaje es el señuelo del encanto. Agrego que no existen ribetes de concordias,

si no somos la concordia del ribete, que escondido nos habita entre los sueños.

Sostengo que en los días izamos la pavesa,

que es la pira existencial de cada noche. Profeso la ignorancia de la tierra prometida, las dudas y temores de saber que sigo vivo.

Aguanto que el amor amilane mis sentidos, soporto que entre humanos penetremos,

en la vil antro porfía de la existencia hipócrita.

Admito que el olvido contamina los triunfos, que el recuerdo parpadea permanente en la derrota,

que cambiar es el momento del implante, de generar el horizonte que se ve, detrás de la montaña.

Sustento mi decir en las letras poseídas, sin escuelas, diccionarios, ni libros mediadores,

hurgando el corazón, que es la escuela de mi verso.

Manifiesto mi desdicha, sin temor a las cuestiones, y digo que la vida es una excusa de la muerte,

y digo que la muerte no es mas que un formalismo.

Agrego que no todo es lágrima ni súplica, que tenemos cada uno la heredad de nuestra hueste.

Sostengo que somos procesión y penitencia. Confieso que me cuesta continuar en el camino.

Añado que vivir es cosa seria.

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Signos de ausencias (Dédalos Nocturnos)

Me dijeron que te fuiste caminando por el tiempo. Que relojes herbívoros tragaron tu paso de amapola.

Que por morder el sol te quedaste sin aliento con el rostro arañado de pálidas estrellas.

Me dijeron que arrullando los labios de los verbos

te vieron besar la piel de la nostalgia, y rompieron los mágicos potrillos del recuerdo

en una estampida de sangre el redil de la memoria.

Entre aspas de mármol y siluetas de quebracho me dijeron que te vieron pasar por los refugios,

amarrada a los líquidos verdosos de la lluvia con dos coplas suicidas de amor y de intemperie.

Que sentada en el idioma irascible de los versos

sin respaldos de esperanzas en tu marcha irreversible, te observaron con signos enquistados en ausencias en los puentes anversos a la edad contemporánea.

Desdoblando campanas en dédalos nocturnos

con tu néctar decantado de derrota y de combate.

Recostada en tálamos de otoños ambarinos, me dijeron que te vieron

en el hospicio celestial de los poetas, zurciendo las guerrillas de tu alma

con las hebras del enigma adornando tu cabeza.

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El otro Hombre

Soy el otro hombre,

aquel que se ha quedado a resguardo del milenio El yo sustituido por los claros apóstrofes del sueño.-

Guardado en papeles amarillos y hojas secas que divagan en el viento, Girando en su quebranto de cintura,

y chillando bajo las plantas de los zapatos que huyen en busca de algún cielo.

Soy la insurrección del tiempo en jardines florecidos de ataúdes y geranios.

Vago por las cornisas de los muros, sin paracaídas ni bastones,

aferrado a la oquedad de la sentencia inapelable. Soy al que miran de costado por debajo de su estrella,

los dioses de papel inmaculados en egos de algodones y pestañas postizas.-

El que quedó sobreviviendo en la memoria. Ilustre decadente de cerrazones y de barro.

El dueño de aquel niño de sueños azules fallecido en los campos de las pelotas de trapo. ¿Vendrás a rescatarme de mi agreste estancia?

¿Lograrás penetrar en mi pecho de arcilla ? ¿Sabrás buscar en mis ramas y en mis surcos

las marcas de las hachas y el arado? Soy un hombre sin mar en las orillas del río.

Embaucador de horizontes en la niebla, coterráneo de la lívida palabra.

¿A cual de mi escogerás en ésta inercia de duendes y fantasmas?

¿Conseguirás reconocerme si me miras? ¿Podré saber si aun me amas?

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En medio de sus piernas

El tiempo que transcurre, se recuesta en la memoria, se hace eje en el obligo de la luna,

marca el paso en los senderos de un reloj nervioso.

Los rumores desdoblan la escena en los tablones. Me cuentan del encanto que acarician sus artistas, la marcha que seducen, danzando en el crepúsculo.

Y es todo lo vivido una gran melancolía,

y es todo lo ignorado, un espacio arrepentido.

El verso no escrito es el mejor de los poemas, los labios no besados son las bocas del deseo.

Las horas transmutan la vigilia que caduca,

siendo pliegues moribundos de una lágrima soez. Las luces son espumas que dilatan las auroras,

y párpados de sueños van quebrando los cimientos.

¿Cómo hallarla, si no cierro los ojos para verla? ¿ Cómo descifro en su ausencia el desencanto?

Se termina la vida en sus senos de rocío,

se duerme la noche en medio de sus piernas.

El tiempo que transcurre divulgándonos olvido, se mece en el recuerdo que acuna la nostalgia.

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La hora veinticinco

Bajo un techo de añil, camino distraído en busca de la forma,

con la risa cerrada en la esquina del labio, atardecido en huertos de silencios,

con farolas de estrellas y jirones de viernes.

Una hiedra enamorada de una tapia me mira coqueta con sus ojos de pájaro,

y una niña cubierta de harapos me observa, con sus ojos de vino,

y sus pies lacerados y desnudos.

No soy el que fui, soy mi propia sustitución, el espejo bifurcado en el agua del tiempo,

la sobremesa de antagonismos en las vertientes de mis esquivas lunas,

el pecado de la lucha en indolencias, el zorzal que calla su último canto.

Una sobredosis de pálidas tristezas

ha drogado la fuerza que ataña mis instintos. La hora de la cita vacía

ha colocado los relojes en la hora veinticinco.

No voy…ni vengo El paso se descarta en la huella no marcada, Mis iris se sublevan a los lirios y las prados,

Oscuridades de luces que se mueren en mis manos, y una promesa de amor que se disipa sin pasos.-

Voy buscando la forma

en la forma en que me hallo.-

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Lágrima Herida

Una lágrima herida se ha quedado sin sombra,

y sin lenguas de esencias, sin mordiscos de miel.

Colgada como acróbata al final de la pestaña, sollozando y gimiendo evacuada de luces.

El ánimo es ahora silicio,

oculto en mi pecho de cuarzo y arcilla.

Desarmado mi tiempo entre las sienes, y roto el recuerdo entre las manos.

Enclavado el bajel,

en las jaulas nevadas de la luna. Marinero perdido en vasijas de pieles,

coronado de espasmos, en la noria absoluta del burdel de la vida.

La palabra precisa que se niega al latido,

la vocal que se esconde prisionera del aire.

El corazón embrionario aterido, boca abajo y preñado de silencios.

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Palabra muda

La palabra sin ruidos ha caído ésta tarde. Como sueles decirlo, midiendo, como sueles soñarlo, cantando.

La palabra sin eco que corrompe a los gritos, la tregua afiebrada de la voz que no habla.

En el ojo cerrado del sol nocturno, sobre el faro blanco de la romántica luna.

Si al momento me hablaras, deambulando vocales,

y en el verbo extraviaras tu mutismo de eclipse. Si en mi tronco de otoño tu verdor despertaras,

con tus iris en hojas de nacientes jardines. Me tendrías bailando entre piedras de agua, la canción que se niega en la lira del tiempo.

Me tendrías diciendo la palabra de uva, que entre flores silvestres aromara tu cielo.

Pero falto de mi, ¡corazón enjaulado!,

y me hablo y te digo la palabra que es muda, que se apaga en el aire al llegar a tu oído.

La palabra que en cuerpo, le teme a su alma, las dicciones canosas de historias de antaño.

La palabra desnuda que se viste de Eva, y un Adán que se oculta por morder la promesa.

Prisioneras del hambre han quedado las bocas.

Afluentes de arroyos ahogaron sonidos,

en tu orgullo de pira se quemaron las frases, en mi lengua de ave fenecieron los trinos.

Pero hablaron los ojos con miradas de versos, y en el libro del alma y entre rimas concretas,

dinamita de carne explotaste en el beso.

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Todas las tardes

Viene a mi un nombre lejano y difuso, todas las tardes al despuntar el alba. Lleva en su rostro un mueca absurda

y en sus vocales chillan viejas bisagras. Herrumbrado de tiempo y apatía. sus ojos son péndulos de lágrimas. Y mis noches son siempre negras

aunque las rosas sean todas blancas. En un mínimo desmayo se cuelga la vida.

todas las tardes, todas, al despuntar el alba.

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Extraviados

No quiero ignorar éste misterio.

Prefiero la obra que construye tu palabra.

Los besos eximidos de injurias y despechos, callados como el filtro que retiene la borrasca,

la uva ennegrecida de arrugas en el suelo, y el vino esperando su pulpa nauseabunda.

¿Por qué, ahora te sumerges, sirena de vertiente, en las piedras oscuras y profundas del silencio?

Prefiero las velas rasgadas de granizos y tormentas, nuestra barca extraviada en los deltas de una isla.

La verdad, a la ignominia, adherida como un luto.

Prefiero tu desprecio como nube desbocada, tu pezuña de pantera desgarrando mis oídos.

Espero tu palabra sin trapos ni corpiños, tu decir, mas allá de gemidos sofistas,

de guiones de revistas y eróticos emblemas.

¿Por qué me hablaste aquella tarde, gentil, al borde del camino?

¿Acaso sediciosas tus razones se troncaron?

Mi cuerpo amontona poco a poco la ceniza, las brasas subyacieron empapadas por la lluvia. El sueño se ha encogido en medio de dos gritos.

El amor se ha achatado, como un pan sin levadura.

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Enfermedad

No detengas las aves que me asusta el silencio, déjame escuchar como baten constantes sus alas,

permíteme mirar los malabares con que diagraman extensiones en sus vuelos.

Déjame venir desde el fondo del abismo, donde las cadenas urden la templanza,

socavando mis heridas de agujas y de péndulos. No le digas a las horas que la noche me menciona

en un verbo impío de galaxias y espejismos. Yo te entrego la historia de mi sangre fortuita si liberas los trinos que encerraron tus rejas.

Si la humilde grandeza te hace grande y humilde, si el poder de la gloria te ennoblece y te guía. No detengas la luz que me asfixia la sombra,

déjame mirar como encienden sus velas las chispas de fuego que enclaustraron tus sótanos.

Consiénteme el deseo de ese canto sin ruidos su mendrugo de harina en mi mesa vacía.

No castigues mi sangre, no me llames sin gritos,

no me mates sin muerte.-

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Mi palabra (Enfermedad IV)

Si ves a mi palabra deambulando por el parque, no relates que agonizan mis últimas poesías.

No la dañes con tristezas que ya bastante ha tenido, quédate en silencio como sueles hacerlo;

escondido y al acecho en la última guarida, sin perder los privilegios del poder que aun ostentas.

No le expliques que la noche se alarga en mis desvelos Que mi carne se retuerce entre las lilas de mis sábanas.

Ocúltate de ella que me liba sobre el cráneo su verbo de cartílago anochecido de penumbras.

Permite que mi patios de gredas y calizas se asomen a mis horas de hebras y peñascos,

No recales de la tarde rubia su frescor de manzanillas, ni amontones discursos de políticas lúgubres

en los sacros oídos de su huella pasajera. Me basta con mirar el horizonte

colgado de las garras de otro cóndor, me alcanza con un golpe de sangre en mis arterias,

con un soplo de latidos musitando su congoja. Te pido que disipes los tiznes de la urbe,

que aclares en dos letras de auténtica desdicha las causas que envolvieron mi tránsito de nubes.

No dejes a mi fuente heredada de musgos en la amarilla libertad que se escapa de sus cántaros.

Ya no quiero que me nombres en laureles de silencios, ni pretendo mi cortejo de alabanzas inauditas. Si percibes mi palabra extraviada en el camino,

no le cuentes que me viste llorando en el reglón de algún poema.

Doblado como un junco en medio de los vientos, quebrado como un roble en la tala de la vida.

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Inmemoriam- (Enfermedad XI) a mi amiga Rosita Buk

Nada dicen los racimos de bucles de las olas, no se escuchan los coros de duendes que me habitan.

¿Será que se ha dormido el río en la noche de Santiago?

¿Cómo tenso la cuerda de la guitarra que jamás he tocado para romper ésta elipsis de agua que agoniza en la ribera?

¡Légame un Orfeo de átomo y de arena en ésta playa!

donde callan los vientos y descansan sus ansias las sirenas

¿No te das cuenta que el poema es una herida de recuerdos, vagando dolorido entre Obeliscos y mudos bandoneones Que alquimista de quejas en los verdores de una broza ha mezclado su ángel en libros de musgos y hojalatas?

¡Sostenido como un feto de céfiro en las ubres de la aurora!

observo en sus loas la voz ausente, su canto, su sonrisa. Malhumorado e incrédulo ante los ojos finitos de la vida, como un linyera licencioso contemplando una diadema.

¡Alcánzame un Apolo con su lira de sol a mis nocturnos! donde se desgranan los trigos con espigas de silencios,

No me rompas éste vuelo bajito de pájaro iracundo, no libes mi cabeza excomulgando el don de su palabra.

La frente se parte en un mendrugo de hielo enharinado, de la lágrima primaria que dio origen y raíz a la tristeza.

El domingo se aproxima merodeando como sierpe,

y es un vidrio que anuncia en su estallido la tormenta, y es un bifronte de rotas cicatrices el día que antecede.

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Inmemoriam - a Pablo Neruda- (Enfermedad XIII)

Resulta que a veces me cansa la vida. Que vacila en el aire mi último aliento, que es piedra y acero mi voz anudada,

que en dejo de angustia se quiebra mi canto. Sucede que fluye una tensa apatía

y me arde el respiro de cada minuto, y se vuelve el poema un hierro candente.

¿Por qué no me extiendes un soplo de sueños? un río que sea un espejo de granas estrellas, un beso de luna cuajando mi llaga de tiempo

¿No quieres acaso mi niño en la huella trillando tus campos desnudos de estíos mirando las chacras detrás de tu senda?

Por qué no me mudas éste tajo de hacha y cuchilla, por qué no me sanas éste corazón de tierra morena. Deja que el sol me muerda con sus dientes de cobre,

que se licue en ánfora de nostalgia el dolor de mi pena. Sucede que el amor esquiva

mi lánguida marcha de mortal mancebo que se torna ingenuo mi andar de llanuras, que se rompe el vaso en el que ya no bebo, ése licor de espumas que me diste un día,

ése clamor de hombre que se cayó del beso.

Resulta que a veces me cansa la vida.

Ocurre que siento orfandad en mis bríos y la carne me quema pegada a los huesos, como un trozo de seda a la luz de una vela como migas de pan ardiendo en el fuego.

Sucede que a veces soy solo palabra de un sauce que llora mi muerte en los versos.

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Walter Faila

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El último deseo

Si se derrumba el cielo si se rompe el mar. Si a mi lánguida poesía la traga el infinito,

si cae mi nombre fulminado por el tiempo. Si en la ribera el agua se olvida de la arena. Y en las costas del río las hierbas esconden las lívidas y ajadas cicatrices de mis huellas.

Quiero que estés allí ¡corazón de trigo! Juntando mis vocales a la vera de los verbos,

amontonando los despojos que se quedan en los ruinosos escombros del camino.

Porque sabes mas que mis místicos silencios.

Porque intuyes en mis labios el vicio de tus senos.

Si a la sombra de mis montes el sol las elimina con su brillo tenaz de loco aventurero.

Si me suben por las manos tus hiedras suaves, huidizas a mi tacto de flor en terciopelo. Si en mi ciega singladura hacia tu muelle

naufrago en la ignorancia de la isla de tus besos. Si en mi pueblo se agiganta mi nostalgia

y rueda el delirio en la urbana belleza de tu piel de caramelo.

Si no logro alcanzarte con mis alas de bardo,

si son mas altos los muros de tu vida. Si son inalcanzables los luceros de tus ojos,

y se quiebran mis vuelos, y me hundo en la muerte.

Quiero que estés allí, ¡ Corazón de trigo! Antes que se agote mi último suspiro

antes que se trague mi garganta la dicha de decirte que te quiero.-

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Corazón Silvestre

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En busca del origen (Enfermedad VI)

En éste punto se encuentran la tarde y la mañana.

No hay un plato en la mesa en la que escribo,

solo un vaso de nostalgia que bebo taciturno.

Fugado de abandono retorna algún inicio

con su raíz tronchada de débil aleluya.

Si ves por el río navegando alguna infancia,

jugando en el agua, sumergida en su sonrisa

Enaltece tu silencio guardando mi secreto

No le avises que transito entre penumbras,

que regreso por la vía en busca del origen,

con los muslos sudados por el tiempo,

y el pecho serpenteando entre las huellas.

No dejes que interrumpan sus conciertos

los grillos que esconden en los pastos

sus cantos descuidados de líricos recuerdos

sus adagios serenos de mítica armonía.

No olvides que mi tiempo se termina

que me acucian dos acacias y un florero.

Que mi libre libertad arrastra las cadenas

de la cárcel que mis sueños encerraron

en la impune mazmorra de los péndulos,

en la dicotomía de mi cuerpo y de mi alma.

En éste punto de lanzas y jardines

debes guardar otra vez éste secreto.

No le cuentes que el viento arrastra mi ceniza

que mis versos son las cruces que Jesús ha rechazado,

dejando en mis hombros la carga de los verbos,

en el vía crucis que conduce a mi calvario.

Sé coherente con la sabia integridad de la consciencia,

no le digas a mi niño de humo y de memoria,

que no hay un plato en la mesa en la que escribo

que bosteza la razón cansada de su juicio,

planteando nulidades de olvidos y sospechas.

No le expliques que retorno en busca de mi origen,

que nada empañe su espontánea travesura,

que nada ensucie su andar por mi pasado.

No le anuncies que mi muerte aun no ha muerto.

Aun me quedan cuatro pasos de huérfana amargura,

aun me resta beber sobre mis lágrimas.

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Walter Faila

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Paisaje Inevitable

Ha cesado en los montes la tormenta.

El devaneo de la lluvia es ahora verde hierba,

calicanto de fontanas donde gimen acuarelas,

estandarte de gorriones que susurran silenciosos

con vuelos raudos y ligeros sus lívidas ideas.-

Los esbeltos pinares suspiran y se quejan

de las heridas provocadas por el viento,

y en la copa majestuosa del lamento

se me liga la tristeza con que nace un nuevo verso.

Inevitable es la postura de mi novel pensamiento,

inevitable el mencionarte en mi clima de recuerdos,

Si veo en las hojas del lapacho tu blanco y suave cuerpo,

y en una santa rita te cuelgas, como un adorno del cielo.

Como hacer para enterrar tus contornos silentes,

en la ventura en la que moras, agridulce, en mi pecho,

si parece que lloraras con sonrisas

si parece que rieras mientras lloras

si se niega en la consciencia el olvido del deseo.

Inevitable, amor, inevitable, indolente como el beso

que esperaba repartido en guijarros de tenues aguaceros.

inevitable como la finitud de mis metales templados

en la fragua artesana en que el orfebre,

hace su joya derritiendo la enjundia de mi acero.

Ha cesado la tormenta en mis montes y mis campos,

los niños festejan con alegres saltos

que el sol al fin no quema sus piececitos descalzos.

Un pordiosero quita una lechuga de su saco,

y me ofrece generoso, cuando me ve mirando,

desde la cima de un muro destruido,

que no es mas que un corazón de escombros olvidados.

Inevitable es el paisaje, que la mañana ha entregado

a mis ojos de hombre, a mi inquietud de bardo.

Inevitable es sentir que te he perdido,

que aun arrastro, ruidoso, mi dolor encadenado

entre las curvas de un tiempo, en que tu eras mi reina

y yo, tu fiel y servil esclavo.

Inevitable, es ver tanta sonrisa en mi llanto

cuando te observo elevándote desde el ánfora

con la música triste

de éstas letras de amor con que te canto.-

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Corazón Silvestre

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La Fatiga

Concédeme ésta tarde antes que anochezca .

Ya sabes que amontono mis heridas y mis letras son efluvios de la sangre.

Ya conoces que he vivido en muchos rostros copiando calendarios a la luna.

Ya intuyes que mis pasos embarrados traen huellas de pantanos en la vida.

Otórgame el instante del emblema colgado en los botones de tu falda.

Que crezca como hierba entre la lluvia una mueca de amor entre mis labios.

Tu que percibes dentro de mi el cordón inmutable del destino

y las guerras que revientan en mi pecho. Tu que sabes que lloro por los niños

en los escombros que sepultan a sus huesos.

Consiénteme la paz que necesito para perdurar entre hienas y leopardos. Ya sabes que escarbo hasta los límites

en mi necia secuela de derrumbes. Ya divisas en mis ojos la tristeza

de un hombre remendado en sus costuras. Ya hueles la agonía del fracaso

cuando asoman mis bridas al crepúsculo.

Concédeme ésta tarde, amor, que me duele el alba

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Walter Faila

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Auto de fe

En éste contexto arbitrario de espuma y horizonte.

Cuando los muertos en la Franja de Gaza

se suman como aves de rapiña en el desierto y la urbe es un caos de edificios temerosos.

Cuando los jardines tiemblan presunciosos

del futuro que llega amenazado con infiernos..

Ahora que los cobardes carcajean en las márgenes del río y sopla en el viento el pavor de todos los hombres. Cuando la noche se adueña de las faldas del estío

y asoma con la brisa el contorno silente de tu nombre.

Ahora…yo solo atino a amarte

A construirte una casa en las hogueras de la vida a entablillar tu corazón para que no esté cojo.

Que no quede al descubierto de la llamas que caen cuando el sol es una brasa candente en tus despojos.

Intento inyectarte un fragmento de sustancia

que ahonde en la materia que ocultas en el alma.

No nos dejes desgranando erillas de rocíos que aun no acaban los amores en tu tarde.

No nos dejes como a un niño en las márgenes del río

llorando sin consuelo en medio de la risa de todos los cobardes.

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Corazón Silvestre

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Dogma

Cuando guerrero, mantenía mi lanza fuerte, por defender el hueco, de mi tumba oscura. Cuando vagando por tibios huesos ajenos,

coloreando con mi sangre, la osamenta exhausta del amor incierto.

Tu estabas allí, soportando y resistiendo.

Con el verbo extinguido de reproches, callada en el grito, inocua, pero fértil.

Mujer de trigo, pan de harina sagrada. Piélago sereno de mi confuso frasco,

punto de anclaje, de mi barca perdida.

Mujer de germen, subyugada y herida. desdeñada mueca del afán ingrato.

¡Corazón exigido!, perdona mis traiciones.

Yo sé que estabas allí,

cuando náufrago, a la deriva por sus ojos, luchaba con las pirañas por llegar al arrecife.

Cuando morir era un capricho de mi vida, y vivir, un antojo de mi preñada muerte.

Mujer infinita,

estabas allí, inmóvil y eterna, como las huellas indelebles de un sudario.

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Walter Faila

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De bronce y petróleo

He aquí un hombre semejante y distinto.

Solitario trashumante del atajo de la vida,

cortesano de las flores arrumadas en jardines,

mendigo de la lluvia y alquimista de las luces.-

Caminando en un planeta de bronce y de petróleo,

entre cuerpos hambrientos de lujuria y de vejamen

entre hermanos sanguinarios y padres perversos.

Hurgando en un verso la nostalgia de las piedras

que deslían su llanto en el efímero beso de las olas.

¿Podrás quererme en ésta estancia

de piélagos singlados por buques de tristezas?

¿Sabrás arrancar de mis instintos

la sonrisa enlatada en la viruta de mis tiempos?

He aquí un hombre como tantos hombres

vestido con la muerte del crepúsculo

en el mediocre meridiano de la noche.

El que escapa en la ceniza cuando el fénix resucita

y es una cara roja en su relámpago de infiernos

la huella del latido que dibujan sus quimeras.

Aquí tienes la sombra prematura

del feto que parieron sus pasos errabundos.

Recorriendo los tinglados del mercado de los sueños,

comprando en algún puesto de especies naturales

la mezcla de tisanas que alivien sus cartílagos.

¿Podrás reconocerme en ésta oquedad en que me miras?

¿Florecerán tus agios crisantemos en mi campo de vestigios?

¡ Si al menos tu nombre le enseñaras a su boca!

¡Si acaso te cayeras en su mano de obrero y artesano,

y tallada fueras como ébano de savia a su desdicha!

He aquí mujer un hombre sin cruz y sin bandera,

sobreviviente de las excavaciones de su alma,

quemado por las brasas que arden en su pecho,

deambulando por tus pasos de corrillo y de frontera.

Colgado en halcones que sobrevuelan epitafios

de un cementerio de farolas con mares cobrizos y secretos.

Buscando en las líneas de tus labios una tumba de otoño

para sepultar las tristezas

de su planeta sombrío de bronce y de petróleo?

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Corazón Silvestre

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El terraplén

Serenamente cae la tarde,

el terraplén sediento lame las patas del agua que como animal salvaje lo traspasa sin miradas.

En la tierra de mis antojos crece como hierba nueva tu eterno nombre de saudades y esperanzas.

Todo está escrito en los libros del tiempo. todo lo añejo, lo inmaculado, lo etéreo.

Y a dónde vas ahora? …me pregunto…te preguntas. La respuesta llega sobre la palabra adjunta,

el verbo come la carne que en su garra muerde sofocada entre lavas,

de volcanes negros y ansiedad difunta. Serenamente, sobre los calicantos caen brumas,

señalando escenas de sátiras quebradas de milenios, y en el frasco mortal de mis venenos,

el agua, como animal salvaje traspasa sin miradas al terraplén sediento.

Tu nombre de páramo y blancura es un jugo espeso que embaraza mis anhelos en los cantos de tu pluma..

Es nácar sin perlas, rodando mis paredes húmedas. Es grito de espanto, mordiscos de sal y espuma.

Inquieta cae la tarde

El alma del terraplén, es una piedra dura, cuando el agua lo traspasa con su vaivén de singladura.

Y adonde estas ahora?…te pregunto, me preguntas.

Mujer de agua y de fuego, légamo de fronteras sin caricias.

Entiérrame en el crepúsculo de tus ojos rubios en la hilera de los broches con que prendes tu camisa.

Embriaga mis rincones hasta quedar encinta de mi lujuria de trigo en tus espigas íntimas.

Mujer de letras doradas, poción de llamas oscuras, Invéntate un mar,

donde las sirenas canten sin prisiones, una canción de cuna, y deja al terraplén solitario llorar bajo luna.-

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Walter Faila

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Hambre

Hoy veo hambre Hambre que se esparce en los templos sin limosnas Hambre de guerra y paz en la perversión humana.

Llagas de hambre en los bolsillos del tiempo, hambre de locuras en la complicidad de una corbata.

Jaurías de hombres alimentando el hambre, hambre de un Dios que amaine las angustias, hambre de calandria encerrada en una cueva.

Hoy duele el hambre Hambre de viejos amasando incertidumbres,

hambre de arañas flacas en las telas de la vida. Millones de hombres sepultando la semilla,

en la magra tierra donde yacen los espectros.

Hoy grita el hambre entre los sesos. hambre de horas infecundas y retóricas

masticando inclementes soledades.

Hambre de niños vagabundos y mugrientos golpeando las puertas donde duermen los ángeles..

Hambre de un mar que trague mi saliva, que me duerma en la boca de sus olas,

en una playa de arena amarilla besando el canto lejano de cientos de sirenas.-

Hambre de ti,

de las zonas rebeldes que azotan tu cintura. de hurgarte el corazón con un latido de lirio,

de reptar como víbora en las pieles de tu carne. Hambre de hombre enamorado de la luces,

de los faros de aurora que habitan en tus iris.

Hambre de niño vagabundo y mugriento durmiendo resignado en la vereda de los ángeles.-

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Corazón Silvestre

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Historia de un Olvido

Es éste el mismo suelo la misma tierra

la igual alfombra el idéntico valle.

Por aquí pasaron Incas, Aztecas, Capitanes.

Aquí se escudó el pueblo y se quemaron las aldeas.

Se obstruyeron las cíclicas cerraduras del olvido.

Se marcaron los caballos robados a los indios

se mataron los perros que sobraban en la calle.

En ésta misma y avejentada tierra,

en ésta arena de arrugada playa.

Se voltearon los templos de adobe y de barro,

se incendiaron los libros repletos de memoria.

Aquí, hermanos, se vendieron las almas.

Sobre éste lastre de cadenas en progreso,

nos pusieron herraduras y montajes,

nos vistieron de señores elocuentes,

de sabios guionistas de cuartel y de oficina.

No sabían que el amor era mas

que una rastra de abusos y vejámenes

Nos dejaron encerrados en un cuerpo sometido,

en dos manos laboriosas y sangrantes.

Nos cubrieron la vida de relojes y caminos,

elevaron concordancias de poder y de avaricia.

Omitieron el contarnos mas allá del protocolo

que aún cabían en un ánfora tres sueños,

que el honor justificaba la mortaja y el destierro.

En ésta misma casa donde hoy gime la vergüenza,

nos legaron cien lunas escondidas en los bosques,

dos mil soles durmiendo detrás de las montañas,

a cubierta de los lobos con su muerte insobornable,

soportando el desatino de la fiera convergencia .

Se olvidaron de entregarnos nuestros ojos,

de explorar en nuestras almas milenarias.

Omitieron decirnos que el amor era otra cosa.

Excluyeron de los labios nuestras risas,

se olvidaron de llorar con nuestro llanto.-

Page 36: CORAZÓN SILVESTRE (POEMAS DE WALTER FAILA)

Walter Faila

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La otra Mujer

Estás aquí traspasada por la flecha del tiempo, amarrada con elásticos al estribor de cada década.

Detrás de tus senos transparentes

observo la sangre deslizarse en patinetas, mientras nacen de tu voz guardapolvos blancos que marchan desfilando por infancias negras.

Eres la otra mujer,

la que siembra manzanas al costado del camino y va trozando un pañuelo para marcar cada regreso.

Eres un pueblo de barro en medio la colina, con el albor pegado a la cima de los sueños,

y sus aldeas de caña ignorando cables y transistores.

Te quedaste en la senda hilando perspectivas de espectros que giraban colgando de una parra,

como uvas putrefactas del racimo, como péndulos infames en la esfera.

Pero aun te reconozco caminando hacia mis pasos detrás de la frontera donde moran las angustias.

Aun te veo disfrazada de alquimista derritiendo a tu calor el metal de mis amores.

¿Como harás para cruzar el milenio

sin el arma de tu piel en burdeles protectores? Si se rompieron las curvas perversas de tu cuerpo,

y se llenaron de invierno tus ropas interiores.

Page 37: CORAZÓN SILVESTRE (POEMAS DE WALTER FAILA)

Corazón Silvestre

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Sombra y camino

Me iré un otoño de madrugada fría, devolviendo el músculo a la piedra, Con el tiempo atado a los hombros,

y la sangre abierta a los cuervos. Me iré un otoño de álamos calvos,

con mi pulso de trigo en las harinas del viento.

Tal vez renazca mi costura sin hilos, quizá camine en encuentro a su huella.

Un postigo de luna albergará mi sombra, y un resabio de sol persuadirá mi grito. Será polvo lo que del polvo ha nacido,

y entre tanta bruma espesa, al reconocer tu pira de brisa enamorada,

volverá la luz a ser camino.

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Walter Faila

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Volátil (V)

Como espigas de trigo que danzan con la brisa,

como prados que se beben el verdor de los pinares, tus cabellos salvajes y suaves tus ojos fulgurantes.

Como pulpa de durazno desarmándose en mi boca, como origen y destino de mis rumbos codiciados. tus labios frescos encarnados de pétalos y néctar.

Para el cuerpo aceite de tu carne en la que fluyes,

Afrodita divina y eterna de todas mis lujurias.

Sin gastarme banalmente los cantos de una rima, sin quedarte cautiva en la cárcel de mis sueños.

Tan solo con tu paso de almeja y de sirena, en las redes perforadas donde entregas tus virtudes.

Con tu piel de amapolas florecidas en mis gredas,

con las curvas de un camino que conducen al averno. Con la santa sonrisa de la vida en su comedia,

con tu traje transparente de odalisca insobornable, y tu vientre libando en los aromas de tu menta.

Mujer de brújula escondida en el jardín de tus secretos.

Hembra ágil de celo en mis virutas herrumbradas. Amor contemporáneo de bumerang sin tiempos.

Perdido en la cumbre de tus faldas y tus piernas,

con la trova dispuesta a tus senos erguidos y perfectos. Perversos pabellones de afinadas y sutiles miradas, beata negra clandestina de los atrios en que rezo. Yo te doy el corazón que no tomas de éste cuerpo.

Yo te ofrezco la distancia con que miro tus enjambres. Yo me entrego como un reo en su condena.

y te doy la vida entera cuando tu mujer lo mandes.-

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Corazón Silvestre

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Vacíos

Los niños han pasado por frente a mi ventana, muslos de piedras, rostros de santos, gritos de alegría. Quisiera seguirlos en sus danzas de vientos y de flores,

hurgarles los suspiros que se escapan de sus cantos. Tengo la libertad de las aves que el cielo desconocen.

Una mina de oro oscuro enterrada en el recuerdo, una cima de palmeras que está al borde del abismo.

La agitada lentitud de mis piedras se desgastan en el afán del eclipse que diseña mi cansancio.

Necesito de tus brazos como agua a mi fontana. Requiero que los muros deslicen sus portones. Que se abran como pétalos las rosas dormidas,

que musiten dos palabras de amapolas en la arcilla en que se mueren mis jardines.- Necesito despertar en las mañanas y saber que hablan mis sueños mientras duermo.

¡La ciudad vibra como una cuerda!

Desde el mirador observo extasiado el mar ausente que jamás llega a las playas donde dejé mi huella.

La oscuridad se adormece estremecida entre mis manos,

la frente se me ciñe a las horas que aun me restan.

Soy un fantasma rodeado de pedazos de vida, en el rompecabezas donde abundan mis fragmentos.

Nada que decir, nada que hacer, nada que soñar. Noche muda, noche leve, pájaro de adobe.

La casa es grande para encerrar en ella tanta nostalgia.

La vida es chica para obtener de ella tanto diluvio.

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Walter Faila

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Silencios y virtudes

Chocan contra los viejos paredones de piedra,

los vientos que furiosos,

precipitan el arrastre, de la nubes en tormentas.

Una vaga lujuria trepa como una rana,

por las cortinas de humos que se vuelven nieblas.

Me sabe a nada el sentimiento triste,

que en tu boca de hielo derrite fría, la palabra queda.

Vísperas de infamias castigan en mis aldeas,

cerradas grutas de vírgenes castas,

que el milagro de amarte a la luz, me niega.

¿Cómo destrabar la oración divina?

cuando nunca tuvieron santuarios, mis caldeadas venas,

si plasmando el minuto, se agiganta el péndulo,

que la ansiedad de amor vuelve al reloj, de arena.

La ciudad fabrica hollines,

en los precipicios grises de mi memoria fresca.

Habito, mientras camino, sin rumbo cierto en la tierra,

habito sin honrar los pétalos de tu cabeza,

y son indignas mis miradas tristes,

y son rigores de batalla abierta,

como si amarte fuese el caos de mi destino,

en el río manso que desliza, el cáliz de mis miserias.

¿Para qué buscar arroyos que culminan en desiertos,

y que tienen de custodia, las sales de los miedos?

si moriré una tarde, soñando tus níveos senos,

tu tristeza de arrabal amargo,

tu calcárea mina de subsuelo y fuga,

tu pedregal sin bueyes en mi oscura senda.

¡No volveré para gritar tu nombre!

¡que ahogado quede la longitud del beso

con la sed prohibida en mi garganta seca.!

¡No volveré para partir,

para observar de lejos tu humedad de greda!

¡que en silencio llore mi pregunta justa!

¡que callada sea la virtud de tu respuesta!

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Revestida de musgos

¡Desaparecieron! Se escondieron en los poros de la luna.

Se fueron con la arena abrazadas por las olas. Se colaron con las notas de la música, se fugaron de las salas de conciertos.

Y tu estabas allí sentada en una piedra,

observando y escribiendo, apuntando cada imagen y sustancia.

Nadie sería entonces desconocido o ignorado.

El amor por su peso de sonrisa y de nostalgia,

el cuerpo por su carne y por sus años.

Ahora… vacío, exprimidos los sueños, tersos, inocuos,

no los veo ni los siento.

Se evadieron por los labios sucesivos, se piraron por las líneas de unos senos.

Se mudaron en promesas corroídas, se herrumbraron en el lodo de mis tiempos.

Y tu sigues allí, alma mía, sentada en una piedra, revestida de musgos,

sollozando y escribiendo.

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Robot de cuatro estaciones

Vienes sigilosa por las calles de la ciudad vestida de amaneceres,

con miscelánea de perfume francés y un escandaloso olor a vodka.

Cuelgas en el pecho tus signos interrogantes, y un enigma de bufones adentro de tu belleza.

Eres el alma de un bronce que duerme arriba del yunque, una falleba ágil a la mano del hombre.

Eres diente apretado en tu mañana sin soles cuando tus pasos retumban en el temblor de tu cuarto.

Llevas huellas humanas lapidando tu existencia como una noria herrumbrada, robot de cuatro estaciones

Pero a mi me gusta mirarte cuando huyes a la ribera,

y son tus labios dos silbos que atraen a las sirenas, y es tu sonrisa un bifronte que escapa de otro escenario,

para olvidar, iracunda, por un instante tu pena. Me gusta cuando cobijas recuerdos de adolescencia cantando en noche de brujas debajo de las estrellas. Escuchar tus sueños rotos a causa de las desdichas, de tu pobreza de niña haciendo huella en la calle. De la orfandad de caricias en tu corazón ignorado. Me gusta cuando respiras sin programas de jadeos

una mañana sin ligas ni labios de rojo sangre. Me gusta cuando preguntas si puedo llegar a amarte

con tu lágrima inconclusa, apretando mis manos, sentada bajo del sauce.

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Corazón Silvestre

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Quiero que me digas

Tu me dices que la guerra fue difícil que creciste como rama alejada de tu tronco.

¿Acaso a mi me preguntaron si quería quedarme entre las balas?

¿Consolaron la desdicha de los pobres? ¿Saciaron las aciagas certidumbres

de los niños que recogen día a día la basura? Es muy fácil compatriota,

decir que te arrancaron las raíces, que te sientes un fantasma en los suelos del exilio.

Ya ves aun poseo las raíces que no tienes, pero el agua no alcanza para hacer crecer mis hojas.

Te cambio, si tu quieres, ese noble escritorio de nogal

desde donde miras el mar cada tarde de tu vida, por las alpargatas de yute que gobiernan los pies fatigados en los campos en elipsis

Te cambio por un tiempo tu estadía de fantasma por la realidad cotidiana del hachero bajo el sol

en los montes que solo tus ojos extrañan. Te invito a que el dolor sea mas

que la excusa exacta de tu gran poesía, a cabalgar por los senderos de légamos umbríos,

donde pasan las blancas mariposas buscando un aula a cinco leguas de su aldea. Te convido a visitar de nuevo las costumbres

de una bella y majestuosa Buenos Aires, a caminar entre mendigos demolidos de tristezas,

a hacer polvo el mármol que recuerda tanta muerte. Quiero saber si te atreves

a hurgar el panteón de la ciudad donde yacen las palabras, donde a los pobres ya no nos matan las balas

sino el hambre y la miseria.-

Quiero que me digas, desde aquí, desde ésta tierra, ¿cuando fue que cambiaron las desdichas?

¿cuando fue que se acabó la guerra?

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Carta a Raziel sobre la actual libertad ( A Mi amigo Roy Dávatoc)

Raziel;

aquí no hay donde escaparse ni donde esconderse mientras en tus manos convulsiona el llanto de un animal,

y en tus labios el frío y la espera estrangula la queja de ese trozo de carne;

¡y ya es suficiente dolor para mi condición de hombre!...

Roy Dávatoc

Se enciende en un clavel rosado que está a punto de ser un adorno fúnebre,

y se apaga en la mirada herida del niño que mendiga en las aceras.

Hoy la libertad, Raziel, no es una anciana gorda que se arrastra por las calles,

pero tampoco el cóndor que sobrevuela rompiendo el aire en las montañas.

Es un hierro candente que los hombres no podemos tomar desde la fragua.

Es un cantero donde nace a medio círculo un arco iris de sangre y esperanza.

Es la pólvora que vuela reventando los osarios de la vida. Un reptil que se arrastra entre las coronas de las reinas

y patrulla la gangrena de todas las banderas. Canta con un monótono coro de ángeles

mientras desbasta las vidrieras y quema ilusiones de caucho y salvajismo.- Compromete su carne de novel prostituta

asistiendo a convenios de embajadas y ministerios, y es un gusano de seda

que teje mantos suaves para cubrir ataúdes.

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Corazón Silvestre

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Tal vez, cuando la veas,

sientas la necesidad de hablar con los fundadores del mar para que te permitan vivir en los senos de Alfonsina.

Quizá recurras a los creadores de la brisa,

y le rindas culto al horizonte parado en el límite de la idiotez humana.

No hay un best-seller en sus manos de bardo,

ni tiene vertientes de vinos circulando en su angostura. Carga fragilidades de pétalos en sus dedos de rocío y se ahoga en un tango de humedad y de ginebra.

Hoy la libertad es una vieja resentida

con cicatrices de acero en sus espaldas caminando por el contorno de la fábricas,

trepando empalizadas en la rutina del derrumbe.

Es la realidad, Raziel, hoy se puede escuchar el grito de una baldosa

cuando un pie la pisa con su zapato de maldad y de herejía.

Pero el sueño no caduca con la muerte del poeta, ni se rinden homenajes a los subsuelos del camino.-

No te olvides, cuando nazcas,

de traer entre tus manos una bandera blanca, el canto del Inca en tus raíces y una soga de amor

para rescatarnos de los yuyales y el baldío.-

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Walter Faila

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Boca de Abismo

Es la noche oscura alevosa guarida de mis sueños rotos, camino azabache de huellas disipadas en la niebla.

Un arroyo mineral inunda mis contornos de fábulas, en la hora en que las sombras justifican mis tristezas.

¿Por qué no me demandas el beso prometido?

¿Por qué no indagas a los jueces que juzgan tu conciencia?

Es la noche, de las bocas del abismo brotan piedras con tu nombre.

y desde el musgo lechoso de la aurora un yo pequeño, estremecido de hastío y de cansancio

sobre un estrado de incorruptibles horizontes me interroga.

¿Acaso parpadean tus silencios de luciérnaga en las plantas clandestinas donde habitan tus deseos?

¿Por qué no reclamas mi ebrio cadáver al destino?

¿Por qué no emerges como rosa fecunda

con pétalos de vida por mis manos de greda?

¿Acaso te perdiste entre las grutas de la vida recostada en los perímetros de todas las ideas?

¿o solo esperas que la astucia del zorro rompa el cerco donde guardas las miserias?

Entre las gibas del orgullo te quedas como un mármol

errante como el mundo detrás de un simétrico universo. Y es tu tolva un silo que amontona contingencias

en el granero abstracto donde siembra la aurora su vulgar encantamiento.

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Corazón Silvestre

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Complejidades de fin de año

La anarquía habita en cada habitación de la casa. No hay sustancias que gobiernen mi caos,

ni contorsiones que detengan la estrategia de un enigma. Ya no busco en tus rincones los vértices del prisma

ni te pregunto si es posible hilvanar entre tus faldas.. Ya no hay grillos licenciosos que canten en mis noches, ni ranas embusteras que entonen libertinas serenatas.

Si hay signos que maduran señalando a los verdugos, echando a caminar tu nombre en las paredes blancas

Si hay lobos que aúllan en la urbe ficticia de una estepa mientras gruñen por instinto moribundas alboradas.

Se fueron mis palabras prisioneras con tu siglo, se perdieron buscando una huella en tus osarios.

Ya no quedan penitencias redimiendo a mis glosarios, ni oraciones que seduzcan tus lápidas sedientas.

La condena está sujeta al poder de una sentencia

en luctuosos banquetes banales y arbitrarios donde comen y se embriagan seudos dioses.

Ya no hay en el albor artesanos que restauren a las voces,

ni manos silvestres que te rocen en la avidez del desconsuelo. Sí hay silencios encorvados meciéndose en el tiempo donde ayunan artilugios el cansancio y el recuerdo.

Ya no hay entre tu y yo emisarios como nexos.

Ya no queda ni una perla que desgrane mi rosario. Se ha dispersado entre mis dedos el último alfabeto, y se han roto los números de un nuevo calendario.

Analizo

mientras miento al corazón que no te amo.-

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Prisionero de violines

Sollozan violines de otoño en la penumbra de la isla. Camino prisionero de un concierto de saudades,

pensando en los anhelos que perdieron su dominio, resistiendo entre la brisa de tenues chaparrones.

Estremecen sus cuerdas como un hielo en el instinto,

me muestran el vacío de la queja agonizante. Transito entre la muerte de lapachos amarillos, y la vida que me lame los pies, como mi perro.

Me pregunto si el mar me nombra en tus mareas,

me respondo en la sequía de mis gredas temporales.

Voy hurgando los péndulos que agotan cicatrices, voy cubriendo las fosas del antaño de mis huellas.

Y me sigo interrogando en los eclipses libertinos,

encogido de hombros, malgastado en una incógnita.

Amor sin rostro, etérea miscelánea de mis gritos, cuajada en un ánfora de místicas codicias,

sobornas las ausencias con lívidos hechizos, completas el círculo de todas mis tristezas.

Indago en el llanto de los trémulos violines,

a los jueces que condenan mi rumbo solitario.

Me pregunto si el aullido de la luna me contiene, me respondo en la ignorancia del tímido silencio.

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Caminata

Hoy solo quiero caminar, que mis pies perciban la tierra fría del parque,

aun verdoso de un joven otoño. Olvidar que mi hijo está enfermo, que mi amiga está triste,

que mi amigo atesora en secreto su angustia; que mis sombras tienen cría cada minuto que pasa,

por la esfera deforme de mi cabeza agotada. Sentir que la densa estadía de la oscuridad y el silencio,

me permiten oír aun mis pasos. Reclinarme en el río a escuchar los susurros de sus aguas,

y contarle mis ignominias al gorrión que mira, impaciente y torpe, la brasa brillante de otro cigarrillo,

que se consume en mis dedos temblorosos y manchados. Ver los senos de una luna ruborosa, ocultando la mitad de su contorno,

en las polleras negras de las nubes ahogadas de rocíos. Hoy solo pretendo escapar de mi cárcel, burlar los despechos de la lírica carne,

esconder las ideas que me muerden las venas, colapsando mis tiempos de quimeras dormidas.

¡Ay, si ayer no fuera lejos! si un micro de extraño pasado,

me devolviera las calles de tierra quebrada; y una colmena de abejas en el mistol de mi patio,

y una represa mansa con sus brazos abiertos, festejaran mis travesuras de niño ingenuo,

entre audaces relámpagos de paz y de campo.

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No podrían comprender mis poemas amargos, los andenes que vieron,

mi sonrisa extendida de miradas y labios, no podrían entender mis muñecos de barro, la torpeza que emanan mis dedos cansados,

de pieles heridas y carnes con trapos.

¿Es que nunca se termina, ésta guerra de sorpresas, ésta nube de espanto?

¡Deja que las piedras me miren, con sus ojos de gotas, y mis huellas se borren

en el césped dormido de sus fúnebres mantos! Hoy solo quiero caminar hacia ti, sin buscarte, sin percibirte,

sin saber para qué; entre otra y otra distancia,

entre los féretros esquivos que jamás entierro, entre las lagrimas nuevas que jamás rescato,

entre una mueca de trinos y gestos tristes de álamos. Hoy solo quiero perderme sin llegar a pensarlo,

en el enigma del olvido mutilado de pájaros, encendiendo la idea de un verano de luces,

y una cena de horneros en la rama de un árbol.

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El Ruido del Silencio

Es verdad, en el silencio crece el ruido,

descienden las estelas de la luna,

naufragando en las olas inquietas de un mar siniestro,

llenas de espumas y cabezas de arena,

cosechando palabras de una playa dormida.

Un órgano de algas interpreta a las sirenas,

mientras la noche perturba el insomne llanto,

de las rocas ahogadas de penumbras.

El olor a las pieles asocian las sentencias del olvido,

y la locura domina

la idiotez de los vientos despeinando a los sauces.

No te calles entonces,

que en el silencio es mas violento el ruido,

y se escuchan pensamientos que negamos,

realidades que mentimos,

en la holgura de la lucha por saber que estamos vivos.

No detengas los relojes de mis montes,

no adormezcas los duendes de la dicha,

déjalos que salten,

por los otoños grises, con olor a romero y a jarilla.

Libre de las filosóficas aguas que emergen de las piedras,

libre de la libertad que nos ata cada día.

La vida, amor mío,

es un silencio largo que grita a cada instante,

un suicidio de presente en armas de la nostalgia,

y el recuerdo del futuro

que entre dolores y esperanzas se presiente.

Adónde vas si te marchas?,

siempre el eco irá contigo;

siempre huyendo de las voces,

seguirás siendo… palabra y grito.

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Que me dejaras si te alejas,

de éste espacio atemporal entre sórdidos caminos?

Que te llevarás en las maletas,

o en tus sacos de humo y de sonidos?

¡Vuelve a latir como antes de ser metal !,

sumérgete en mis fraguas de vientos improlijos,

déjame moldearte entre el bronce y el acero,

de los pocos sueños que aun me quedan.

No te vayas en busca de la nada que ya tienes,

sigue ahuyentando los silencios que explotan en la vida.

Dale a los crepúsculos

tu voz dibujada entre algodones y arlequines.

Canta una rima pasajera,

entona tu enojo y tu desdicha.

No me dejes aquí, solo, imaginando en la fontana ,

el murmullo de las aguas,

que caen comentando su alegría.

El rugido de los hombres cuando tienen bajo sus pies,

la presa que dominan con el fusil de sus codicias.

Es verdad,

el ruido hace mas ruido, cuando el silencio es mas silencio,

y se estremecen los tímpanos de la mente,

despidiendo en su agonía, la cuerda de una guitarra

desgarrada en una esquina del cuarto.

Las teclas de un piano humedecidas de abandono,

un concierto de pájaros , un coro de querubes,

y un borracho ruiseñor,

durmiendo calladamente, en las habitaciones del alma.-

No te calles!, amor mío,

deja que tu voz acaricie la especie y el planeta.

Las palomas deben seguir batiendo sus alas de espejismos,

en mis nidos de hierbas y de barro.

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Índice

03 - Introducción 05 – Ecos Perdidos

06 – Jardín de Arcilla 07 – Enfermedad III

08 – Desertora 09 – Trampas 10 – Convicto 11 – Te Amé

12 – Necesito de ti 13 – Ingenuidad 14 – Confesiones

15 – Signos de Ausencias 16 – El otro hombre

17 - En medio de sus piernas 18 – La hora veinticinco

19 – Lágrima herida 20 – Palabra muda

21 – Todas las tardes 22 – Extraviados 23 – Enfermedad

24 – Enfermedad IV 25 - A Rosa Buk

26 – A Pablo Neruda 27 – El último deseo 28 – Enfermedad VI

29 – Paisaje Inevitable

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30 – La fatiga 31 – Auto de fe

32 - Dogma 33 – De bronce y Petróleo

34 – El Terraplén 35 - Hambre

36 – Historia de un Olvido 37 – La otra mujer

38 – Sombra y Camino 39 – Volátil V 40 – Vacíos

41 – Silencios y Virtudes 42 – Revestida de musgos

43 – Robot de cuatro estaciones 44 – Quiero que me digas

45 - Carta a Raziel sobre la libertad 47 – Boca de Abismo 48 – Complejidades

49 – Prisionero de violines 50 – Caminata

52 – El ruido del silencio

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Sobre el Autor

Libros Publicados:

Alma Desnuda- Poesías- año 1984 Cálculos Extraños- Poesías- año 1999

Guerrillas del Alma- Poesías- año 2003 Entre Bohemias- Poesías- año 2007

Miembro de La S.A.D.E desde 1990, ex integrante de su Comisión Directiva. Miembro de Remes- Red Mundial de Escritores en Español-

Posee en su haber mas de veinticinco premios a nivel local, nacional e internacional, el primero lo obtuvo a los 16 años.

Nombrado representante de la ciudad de La Banda en eventos internacionales en el año 2004 por su director de Cultura, Profesor José

Scrimini.-

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Libro en Edición Papel Editorial Lucrecia

Santiago del Estero República Argentina

Todos los registros de autor realizados.-

Año 2009