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Sir Richard Doll: Un pilar cuestionable de la ortodoxia del cáncer MARTIN WALKER Investigador y escritor Traducci n: Viviana Diogo. con vida en el tema, y cuya palabra es el evangelio entre los miembros de la ortodoxia del cáncer británica. Echemos un vistazo de cerca a la carrera de Sir Richard Doll para averiguar el origen y la evolución de este pilar a todas luces cuestionable. El 17 de octubre de 1997, los boletines de noticias en la televisión y los periódicos mencionaron con fre- cuencia las nuevas evidencias ex- traídas de tres estudios supervi- sados por Sir Richard Doll, pu- blicados por primera vez en el British Medical Journal, y que pretendían demostrar que el «fu- mar pasivo» provocaba cáncer de pulmón (1). Ese mismo día, en el Tribunal Superior de Londres, la Juez Smith dictó su sentencia en el caso de John Hill, que había pre- sentado una demanda civil con- tra los propietarios de una granja en la que él había estado traba- jando. Afirmaba que la exposición durante el trabajo a un insecticida a base de organofosforados había afec- tado negativamente a su salud. La Juez Smith decidió que su mala salud era, al menos en parte, «atribuible a factores psicológicos». Con la ex- cepción del programa de radio de las 6 de la mañana más subversivo de Gran Bretaña, Farming Today, se le dio poca publicidad a este juicio (2,3). E l Imperial Cancer Research Fund (Fon- do Imperial para la Investigación del Cáncer) escribe en su actual publica- ción, Prevenir y Curar el Cáncer: «Uno de los mitos más grandes de los últimos años es que existe una epidemia de cáncer provocada por una exposición a las radiaciones, la contaminación, los pesticidas y los aditivos alimen-tarios. La ver- dad es que estos factores tienen poco que ver con la mayoría de los cánceres en este país (Reino Uni- do). De hecho, los aditivos alimentarios podrían tener un efec- to protector -particularmente con- tra el cáncer de estómago-». Uno podría presumir que el Imperial Cancer Research Fund sólo se atre- vería a hacer una afirmación de este tipo (que se contradice con la multitud de estudios serios exis- tentes sobre el tema) tras una ex- haustiva investigación realizada a lo largo de muchas décadas so- bre los posibles efectos carcinógenos que encierra la exposición a estos factores medio ambientales. Sin embargo, por increíble que parezca, esta augusta institución admite sin rubor que jamás ha llevado a cabo tal investigación ¿Cómo puede entonces concebirse tal afirmación? La respuesta es que se basa enteramente en las declaraciones de Sir Richard Doll, considerado el mayor experto Sir Richard Doll: considerado el mayor experto en cáncer con vida. Cáncer

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Sir Richard Doll:Un pilar cuestionablede la ortodoxia del cáncerMARTIN WALKERInvestigador y escritor

Traducci n: Viviana Diogo.

con vida en el tema, y cuya palabra es el evangelioentre los miembros de la ortodoxia del cáncerbritánica. Echemos un vistazo de cerca a la carrerade Sir Richard Doll para averiguar el origen y laevolución de este pilar a todas luces cuestionable.

El 17 de octubre de 1997, los boletines denoticias en la televisión y losperiódicos mencionaron con fre-cuencia las nuevas evidencias ex-traídas de tres estudios supervi-sados por Sir Richard Doll, pu-blicados por primera vez en elBritish Medical Journal, y quepretendían demostrar que el «fu-mar pasivo» provocaba cáncerde pulmón (1).Ese mismo día, en el TribunalSuperior de Londres, la JuezSmith dictó su sentencia en elcaso de John Hill, que había pre-sentado una demanda civil con-tra los propietarios de una granjaen la que él había estado traba-jando.

Afirmaba que la exposición durante el trabajo a uninsecticida a base de organofosforados había afec-tado negativamente a su salud. La Juez Smithdecidió que su mala salud era, al menos en parte,«atribuible a factores psicológicos». Con la ex-cepción del programa de radio de las 6 de lamañana más subversivo de Gran Bretaña, FarmingToday, se le dio poca publicidad a este juicio(2,3).

El Imperial Cancer Research Fund (Fon-do Imperial para la Investigación delCáncer) escribe en su actual publica-

ción, Prevenir y Curar el Cáncer: «Uno de losmitos más grandes de los últimos años es queexiste una epidemia de cáncer provocada por unaexposición a las radiaciones, lacontaminación, los pesticidas ylos aditivos alimen-tarios. La ver-dad es que estos factores tienenpoco que ver con la mayoría de loscánceres en este país (Reino Uni-do). De hecho, los aditivosalimentarios podrían tener un efec-to protector -particularmente con-tra el cáncer de estómago-». Unopodría presumir que el ImperialCancer Research Fund sólo se atre-vería a hacer una afirmación deeste tipo (que se contradice con lamultitud de estudios serios exis-tentes sobre el tema) tras una ex-haustiva investigación realizadaa lo largo de muchas décadas so-bre los posibles efectos carcinógenos que encierrala exposición a estos factores medio ambientales.Sin embargo, por increíble que parezca, estaaugusta institución admite sin rubor que jamás hallevado a cabo tal investigación ¿Cómo puedeentonces concebirse tal afirmación? La respuestaes que se basa enteramente en las declaraciones deSir Richard Doll, considerado el mayor experto

Sir Richard Doll: consideradoel mayor experto en cáncercon vida.

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Una sorprendente doble tablade valores

Esta serie de circunstancias independientes,ocurriendo como lo hicieron en el mismo día,reflejan a una serie de aspectos relacionados conla forma en que percibimos la salud y el medioambiente. El primero y más obvio es que 30 añosdespués de que Richard Doll y Bradford Hillpublicasen su primer estudio epidemiológico so-bre los altos índices de cáncer de pulmón entre losmédicos generales que fumaban (4), el públicotodavía vive en la creencia de que fumar cigarri-llos constituye el problema sanitario más impor-tante.

En segundo lugar, la sentencia en el pleito delos organofosforados demuestra algo que resultadifícil de comprender en el contexto de la inves-tigación científica honesta. Se había reconocidodurante siglos que las sustancias químicas agríco-las e industriales, especialmente aquellas de lascuales no tenemos experiencia evolutiva (sustan-cias químicas xenobióticas), podían tener gravesefectos adversos sobre los humanos, pero, alcontrario que el problema público del cáncer depulmón inducido por los cigarrillos, la historiatanto de los juicios académicos como de las de-mandas presentadas en relación a las sustanciasquímicas es casi secreta.

La investigación efectuada por el MedicalResearch Council (Consejo de InvestigaciónMédica) sobre la utilización de los compuestosorganofosforados precede al trabajo de Doll yBradford Hill sobre el consumo de cigarrillos (5).Las primeras conclusiones científicas a finales delos años 40 y 50 no resultaron nada alentadoras.Actualmente existen cientos de pleitos pororganofosforados esperando presentarse ante lostribunales, los cuales incluyen más de 100 casosde síndrome de la Guerra del Golfo. La granmayoría de querellas relacionadas con losorganofosforados han sido presentadas por gran-jeros que entre 1975 y 1993 fueron presionadospor la ley para que bañasen a sus ovejas y tratasena su ganado vacuno con productos a base deorganofosforados contra las moscas warble. Casitodas las demandas que han llegado hasta ahora alos tribunales han tropezado (como las demandas

presentadas por personas que sufren de alergiaquímica múltiple) con dos argumentos médicos,legales y científicos. En primer lugar, se ha argu-mentado que no se puede «probar» que la exposi-ción a sustancias químicas aparentemente tóxicaspueda provocar a largo plazo un daño sistémicoprogresivo a la salud. En segundo lugar, se hadicho que cualquier daño ocasionado por lassustancias químicas es relativo, dependiente enprimer lugar del método utilizado y de la duraciónde su uso, y en segundo lugar de la susceptibilidadde la parte dañada. De esta forma se defiende a lacompañía química y se acusa a la víctima de teneruna constitución débil.

A finales de los años 60,Richard Doll podría haber sido

considerado un radical.

Una pregunta que surge a la luz de estosproblemas es ¿Por qué la ortodoxia de la investi-gación médica y el Estado han permitido unavaloración confusa, no científica y algunas vecescasi mística del riesgo que provoca el consumo decigarrillos, determinando por completo el debatede la política pública con respecto al cáncer? ¿Porqué tantos investigadores científicos en las socie-dades desarrolladas, y particularmente en GranBretaña, se han negado a investigar las causasquímicas del cáncer, a pesar de su impacto cadavez más fuerte sobre el cuadro epidemiológico delcáncer, la mala salud y la calidad de vida?

Si se comparan las reacciones de los científi-cos, los médicos y los medios de comunicaciónante el consumo de tabaco, las sustancias quími-cas y el cáncer vemos que la carrera y la filosofíade Sir Richard Doll han actuado de guía y marca-dor concluyentes en las cambiantes modas y per-cepciones.

La carrera de Sir Richard DollSir Richard Doll ha sido considerado el

epidemiólogo más influyente de Inglaterra en losúltimos 30 años. Al principio Doll investigó la

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mortalidad entre los trabajadores del asbesto enlos años 50, presentando un informe en 1955 (6).Sus conclusiones se inclinaban decididamente afavor de los trabajadores del asbesto, cuya salud,dijo, se estaba poniendo en peligro. En su primerconferencia en la Rock Carling Fellowship enJunio de 1967, Richard Doll afirmó sin dudarloque la prevención del cáncer era mejor estrategiaque la cura (7). Consideraba que se conocían un«inmenso» número de sustancias que provocabancáncer. En 1954, por ejemplo, declaró, junto conBradford Hill, que además del consumo de ciga-rrillos, la exposición al níquel, al asbesto, a losproductos alquitranosos utilizados en la produc-ción de gas, y a la radioactividad eran causasimportantes de cáncer (8). Sostenía la creencia deque los índices de cáncer variaban con el medioambiente, la geografía y la clase social, argumen-tando que la gente pobre de la clase trabajadora,que sólo podía permitirse una dieta pobre, teníamás probabilidades de sufrir un cáncer de estóma-go. A finales de los años 60, Richard Doll podríahaber sido considerado un radical.

Tras el informe de un estudio de 1968, en elque se indicaba que más mujeres de las quepreviamente se había pensado podrían sufrir com-plicaciones por el consumo de la píldora, Doll seencontró en franca confrontación tanto con lascompañías farmacéuticas como con la hegemoníamoral de su profesión. Las «autoridades médi-cas» decidieron interpretar su informe de tal ma-nera que justificase la conclusión de que «lanueva evaluación no debe provocar alarma entrelas millones de mujeres británicas que hoy en díase cree están tomando la píldora» (9).

Al igual que otros científicos consagrados a la«salud pública» de los períodos de preguerra yposguerra inmediata, Richard Doll, considerabaque el peligro mayor y más constante para la saludal que se enfrentan los trabajadores reside en sulugar de trabajo. En octubre de 1977 Doll habló encontra de la investigación realizada por el NationalRadiological Protection Board (NRPB) (ConsejoNacional de Protección Radiológica) y el BritishNuclear Fuels (BNFL) (Energía Nuclear Británi-ca) sobre los riesgos sanitarios de la industrianuclear; su mensaje fue inequívoco. La investiga-ción llevada a cabo por estas organizaciones, dijo,

«no se ha efectuado de manera que satisfaga nisiquiera a un departamento universitario corrien-te. No han hecho lo que se considera necesario enlos estudios epidemiológicos, haciendo un análi-sis de todos los datos disponibles» (10).

Una vez más, en 1977, Doll entró en conflictocon la ortodoxia médica cuando se expresó confranqueza con respecto al sistema de la tarjetaamarilla, un sistema utilizado por los médicospara informar de reacciones adversas a losfármacos al Comité sobre la Seguridad de losMedicamentos. En ese año se hizo patente que seproducían efectos adversos con la administracióndel Practolol (Eraldin), un fármaco para el cora-zón que se retiró 5 años después, cuando se hizoevidente que provocaba diversos trastornos en lospacientes.

La importancia de los primeros trabajos deDoll en la configuración de la política sanitariapública es incontestable. Sin embargo, a medidaque se ha ido haciendo más mayor, sus frecuentesapariciones públicas en el escenario mundial, aligual que las de una estrella del rock envejecida,han expresado claramente y cada vez en mayormedida una visión de los riesgos existentes para lasalud pública que se acomoda a los intereses de laindustria.

Doll se ha negado siempre a aceptar, a pesar detodas las pruebas serias existentes sobre el tema,que alguna sustancia química fabricada por el hom-bre pueda provocar cáncer.

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Los dos paradigmasEn el mundo contemporáneo, dos paradigmas

rivalizan por el poder ideológico sobre la saludpública, especialmente en el área del diagnósticoy del tratamiento del cáncer. Ninguno de dosparadigmas presentan mundos conceptuales com-pletos u homogéneos; existen conflictos entreellos y en ocasiones se disuelven de forma confu-sa el uno en el otro. El primer paradigma, al cualsus retractores se vienen refiriendo desde hacealgún tiempo como el paradigma del «estilo devida» (11), se sostiene principalmente que losestilos de vida por sí mismos, y sin ningunareferencia a las condiciones medio ambientalesen las que se desarrollan, determinan la suscepti-bilidad individual al cáncer y a otras enfermeda-des crónicas. Para Sir Richard Doll, el principalexponente de este punto de vista, los índices decáncer no están aumentando -ni podrían de nin-gún modo aumentar, ya que los estilos de vida soncada vez más sanos. De hecho, nos asegura, en laszonas más relevantes, los casos de cáncer estánahora disminuyendo y continuarán disminuyen-do. En efecto, en 1985 (12) Doll era de la opiniónde que el cáncer sería ampliamente erradicado enlas siguientes décadas, lo que significaba, en suopinión, que no había necesidad de una mayorregulación corporativa o política.

A medida que su carrera se fuedesarrollando, sus opinionesfueron cambiando de forma

gradual y terminó convirtiéndoseen uno de los promotores

más poderosos e influyentesde los inamovibles intereses

industriales y políticos.

La realidad es que se está dando un aumentoen los niveles de ciertos cánceres específicos,tales como el cáncer de testículos, el mieloma, elcáncer de la médula ósea, el cáncer de mama, elcáncer de boca en varones (cuya incidencia se hadoblado en 30 años) y en las muertes por cáncer de

páncreas, que han aumentado considerablementeentre las mujeres, mientras que se han mantenidoigual en los hombres. Se han dado aumentos en elcáncer del cuello del útero y en el melanoma en elgrupo de edad que va de los 20 a los 44 años y unaumento también en el índice de muertes entre loshombres que sufren de cáncer de próstata. En1990, Sir Richard, comentando estas cifras, se-guía convencido de que por regla general «exis-ten, en mi opinión, pruebas concluyentes de queen Gran Bretaña estamos ganando la batalla»(13). Reiteró este mismo mensaje en 1992, cuan-do el periódico The Independent publicó susopiniones bajo el título «Los médicos ganan terre-no en la batalla contra el cáncer».

Con todo, Doll está a favor de una mayorinvestigación en el cáncer y está personalmentemuy involucrado en el Imperial Cancer ResearchFund (ICRF). No obstante, al igual que otrosdefensores de la teoría del estilo de vida, insiste enque se debería hacer el mayor hincapié en lainvestigación de los detalles más minuciosos de labiología celular para así determinar el mecanismoexacto de la carcinogénesis. Doll ha sostenido quelas sociedades benéficas más importantes, talescomo el ICRF, no deberían dedicarse a la educa-ción o al trabajo preventivo. El ICRF, ha dicho,«como su nombre indica, está ahí para investigar»(14). Ni que decir tiene que esto no incluye lainvestigación sobre los efectos de los carcinógenosmedio ambientales, los cuales el ICRF, por logeneral, se niega a considerar.

El segundo paradigma, que podríamos deno-minar el paradigma «disidente», representa unavisión socialmente más holística de la enferme-dad. Los disidentes argumentan que existen mu-chas formas de cáncer que están aumentado deforma alarmante. La investigación sobre el meca-nismo exacto de la carcinogénesis es un desperdi-cio de energía y de dinero, ya que la toxicidadquímica es en parte o incluso en gran medida laculpable de muchos, sino de la mayoría de loscánceres, así como del descenso en el nivel gene-ral de la salud pública. Los disidentes argumentanque los artífices de la política actual tienen queactuar para reducir progresivamente la produc-ción de todos los carcinógenos identificados.

Si bien Doll empezó como un disidente, como

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alguien que estaba sin duda comprometido con lasalud de la gente a la que servía, a medida que sucarrera se fue desarrollando sus opiniones fueroncambiando de forma gradual y terminó convir-tiéndose en uno de los promotores más poderosose influyentes de los inamovibles intereses indus-triales y políticos.

LAS CONTROVERSIAS

Tabaco y cáncer de pulmónSir Richard comenzó a publicar informes so-

bre el tabaco y el cáncer de pulmón con el Cate-drático Bradford Hill en 1950. Dos de los prime-ros y más eficaces informes, publicados en 1954y en 1956 (15), registraban los resultados de unestudio epidemiológico longitudinal basado en40.000 encuestas-cuestionarios enviados por co-rreo a los médicos generales en 1951. Los prime-ros resultados analizaron las muertes de 789 delos médicos de 35 años o mayores de 35 años quehabían muerto durante los 3 años que duró elestudio. 36 de ellos habían muerto de cáncer depulmón.

La conclusión, tal y como se ha venido refle-jando desde entonces de forma continua en losmedios, fue, y sigue siendo, que el consumo detabaco es el responsable del descomunal aumentoen las muertes por cáncer de pulmón. No obstante,algunos profesionales de la salud responsables sehan preguntado si el consumo de tabaco no seráquizás la única causa, sino una de entre una seriede factores que podrían estar «debilitando el orga-nismo de forma que lo hace susceptible al cáncer»(16). La principal inquietud con respecto a estacuestión ha surgido a raíz de la investigaciónrealizada en China, que nos muestra que la pobla-ción campesina fuma mucho y sin embargo noparece haber mucha diferencia entre los índicesde cáncer de pulmón de los fumadores y los de losno fumadores.

Sin embargo, el primer estudio importante deSir Richard se ha visto reforzado por estudiosposteriores que han procurado la misma respuesta-el cáncer de pulmón es casi enteramente atribui-ble al consumo de tabaco-. Los efectos políticos,

sociales y económicos de este singular mensajetodavía reverberan, a pesar de que hoy en día, losíndices de mortalidad por cáncer de pulmón en nofumadores están aumentado. Hasta cierto punto,el éxito de este primer trabajo se convirtió en unparapeto tras el cual Sir Richard Doll se ha refu-giado, cada vez con mayor frecuencia, para evitarcuestiones difíciles pero sustanciales sobre otroscarcinógenos fabricados por el hombre.

Los profesionales de la medicina, los políticosy los educadores sanitarios llegaron enseguida aun consenso sobre este tema y, en consecuencia,se abandonaron rápidamente otras líneas de in-vestigación.

La carta de Doll, cuyo contenidoresulta irreconciliable con todas

las pruebas serias existentessobre el tema, no habría hecho

más por Monsanto si éstehubiese sacado un anuncio de

una página entera en el periódicode mayor tirada del mundo.

En 1986, cuando una serie de 15 volúmenestitulada The Big Kill fue publicada por la HealthEducation Authority (Administración de Educa-ción Sanitaria) (17) con asesoramiento de Doll, sedio una cifra exacta de los individuos que habíanmuerto por causa del tabaco en Inglaterra y Gales:77.774, aunque estas muertes incluían aquellas enlas que las enfermedades cardíacas, la bronquitisy el enfisema también habían jugado un papelimportante. En 1993, en ocasión de una entrevis-ta, Sir Richard (18) citó una cifra de 150.000individuos que habían muerto prematuramentecomo consecuencia del consumo de tabaco.

También se han planteado preguntas sobre laincidencia registrada de muertes por cáncer depulmón se dice provocadas por el consumo detabaco entre los ancianos. En las muertes de laspersonas mayores de 65 años resulta excepcional-mente difícil valorar la causa e incluso aún másdifícil es establecer lo que la ha favorecido. Estas

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cifras ni siquiera se mencionan en The Big Kill,porque, tal y como deja claro el Colegio Real deMédicos británico «... no se estaría muy seguro sise hiciese esto, en parte debido a que la determi-nación de la causa de muerte en los ancianos, quepueden sufrir de varios trastornos a la vez, esmenos exacta que en la gente joven... No hahabido una tentativa de estimar el número demuertes debidas al consumo de cigarrillos entrelos ancianos» (19).

Una excusa muy débil para justificar la exclu-sión de los ancianos del estudio -precisamente laspersonas más susceptibles al cáncer y hasta hacepoco las que constituían el principal grupo esta-dístico de la enfermedad».

En la China rural, donde la gentetiende a fumar muchísimo y

donde la contaminación del airees mucho menor, las diferencias

entre los índices de cáncerpulmonar de los fumadoresy los de los no fumadores

son muy pequeñas.

En los Estados Unidos, la tesis de Doll siem-pre ha sido rechazada por el Catedrático SamuelEpstein, Catedrático de Medicina Medio Am-biental de la Universidad de Illinois y fundador dela Coalición Anti-Cáncer, quien durante décadasha librado una batalla solitaria contra la ortodoxiamédica en este tema, aunque hoy en día al menosotros sesenta científicos que trabajan en este cam-po se han unido a su posición. En el Reino Unido,la oposición a las opiniones de Doll provinierondel Catedrático Simon Wolff, un toxicólogo queera, antes de su prematura muerte en 1995, el máscomprometido de toda una nueva generación decientíficos. A Wolff le preocupaban particular-mente los efectos de la contaminación por losgases del gasoil y del petróleo, que vio como unode los factores principales en el desarrollo del

cáncer de pulmón. Afirmó: «no hay duda de queel consumo de tabaco provoca cáncer de pulmón,pero tampoco hay duda de que la contaminacióndel aire, particularmente por el gasoil, es un factorcontributivo hasta tal punto decisivo que quizássin la contaminación del aire observaríamos uníndice en el cáncer de pulmón muy inferior al quetenemos. Por ejemplo, en la China rural, donde lagente tiende a fumar muchísimo y donde la con-taminación del aire es mucho menor, las diferen-cias entre los índices de cáncer pulmonar de losfumadores y los de los no fumadores son muypequeñas y los índices de cáncer pulmonar sóloalcanzan cerca de una décima parte de los índicesde cáncer pulmonar observados en los paísesindustrializados»(20).

Cáncer y dietaDoll no acepta que la contaminación aérea de

ningún tipo sea vista como una causa del cáncerde pulmón o de cualquier otra enfermedad deltracto respiratorio. Estas enfermedades sólo sepueden atribuir al consumo de tabaco, que segúnsu visión representan el 30% de las muertes porcáncer. Con todo, incrimina a varios carcinógenosnaturales, nunca los fabricados por el hombre. Enun estudio comisionado por la Academia Ameri-cana de Ciencias, que Doll realizó con su colegaRichard Peto en 1981 (21), identificó a varioscontaminantes naturales en los alimentos crudoscomo carcinógenos naturales producidos durantela cocción. Ve a estas sustancias, junto con laobesidad y el consumo de alimentos refinados,que no hay especificado, como responsables del35% de las muertes por cáncer. En este informe,la contaminación y la exposición a productosindustriales son vistos como responsables de nomás del 3% de las muertes por cáncer.

Otro «carcinógeno natural» -el alcohol- fueincriminado en un informe del ICRF en 1982 (22)como causa del cáncer del tracto respiratorio y deltracto digestivo. En 1983, el acento se ponía en elconsumo de grasas como factor dietético en lainducción del cáncer.

Doll ha recomendado a la gente que consumamás fruta y vegetales frescos, aunque, no hacefalta decirlo, no distingue entre las frutas y los

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vegetales de agricultura biológica de los produci-dos por medio de agricultura química, que contie-nen toda suerte de residuos de pesticidas. Tampo-co toma en consideración la gran cantidad deaditivos alimentarios presentes en la dieta moder-na media ni el papel que éstos pueden tener en eldesarrollo del cáncer. Por el contrario, ha negadoesta conexión una y otra vez, a pesar de que cadavez hay más sustancias químicas de este tipo queestán siendo clasificadas por organizaciones, ta-les como la Organización Mundial de la Salud yla Agencia para la Protección del Medio ambien-te, como carcinógenos probados o sospechosos.Su discurso de apertura, titulado «Las leccionesde la vida», en el Congreso sobre Nutrición yCáncer de 1992 en el Reino Unido estuvo impreg-nado de esta actitud.

Agente NaranjaLa negativa de Doll a aceptar que cualquier

sustancia química fabricada por el hombre puedeprovocar cáncer y otros problemas de salud gra-ves no pudo quedar mejor reflejada que en eltestimonio que dio contra los veteranos australia-nos de la guerra del Vietnam, cuya salud habíasido destruida por la exposición al «agente naran-ja». El agente naranja era una mezcla de dosherbicidas carcinógenos muy reconocidos: el2,4,5-T y el 2,4-D (el primero ha dejado de produ-cirse desde entonces en todos los países del mun-do occidental). Producido por la CompañíaMonsanto, el agente naranja fue utilizado comodefoliante por las fuerzas de los Estados Unidos yfue en interés de esta compañía que Doll actuó.(Nota del editor: ver dossier Vietnam en el nº 49-50 de la revista).

Generalmente, el 2,4,5-T estaba contaminadocon una impureza conocida como dioxina, una delas sustancias más tóxicas conocidas. Una peque-ña cantidad de esta sustancia puede producir latotal degeneración del hígado y se ha encontradoque es 70 mil veces más mortífera que el cianuro.Esto no impidió que las fuerzas americanas utili-zasen el 2,4,5-T para defoliar Vietnam -desemba-razándose de la cobertura que suponían los árbo-les, tan importante para sus oponentes delVietcong-. Grandes extensiones de selva fueron

destruidas y hasta una décima parte de las zonasrurales de Vietnam del Sur fueron devastadas.Monsanto sacó mucho beneficio de todo esto yaque la producción de 2,4,5-T se disparó de 5.8millones de libras (aprox. 1.450 millones de pese-tas) en 1958 a 13 millones de libras en 1964,alcanzando los 42 millones de libras en 1968 (23).

En 1964, el Instituto Nacional del Canceramericano encargó un informe para determinar lacarcinogenicidad del 2,4,5-T y se descubrió queprovocaba defectos de nacimiento, fisura del pa-ladar y malformación de los riñones en los anima-les testados. El informe se mantuvo en secreto.

Mientras tanto, un gran número de veteranosaustralianos cuya salud se había visto gravementeafectada durante su servicio en Vietnam hicieroncampaña para que se investigasen los efectos deesta sustancia.

Una pequeña cantidad de estasustancia puede producir la totaldegeneración del hígado y se haencontrado que es 70 mil vecesmás mortífera que el cianuro.

Finalmente se creó una Comisión Real (N. dela T.: comisión de investigación legislativa; la demás rango y autoridad establecida por el Parla-mento). Su estudio se centraba en el sarcoma delos tejidos blandos, cuya incidencia había sidorelacionada en Suecia con la utilización del 2,4,5-T por dos investigadores suecos, Olar Axelson yLennart Hardell de la Universidad de Umea (24).El trabajo de la Comisión se desvió para desacre-ditar las evidencias proporcionadas por estos in-vestigadores y terminó concediendo al 2,4,5-Tuna patente de sanidad sin mácula. Axelson yHardell, sin embargo, se negaron a ceder. Respal-dados por otros científicos, acusaron al informede la Comisión Real de ser «un documento muycuestionable» y estar «lleno de citas equivocadas,distorsiones de información e incluso falsifica-ción de hechos». En un artículo posterior acusa-ron a la Comisión Real de «mentir para así poderpasar por alto resultados al parecer inconvenien-

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tes» (25). Yendo aún más lejos, demostraron quecasi todas las conclusiones del informe habíansido tomadas palabra por palabra de las eviden-cias presentadas por Monsanto’s Australia Ltd.

Sir Richard Doll escribió una carta personal alJuez que encabezaba la Comisión Real, en la quedio al informe de la Comisión su sello de aproba-ción, validando las pruebas de la defensa deMonsanto y defendiendo al agente naranja, almismo tiempo que intentaba destruir la reputa-ción científica de Hardell.

«Las conclusiones de Hardell», escribió Doll,«no pueden sostenerse y, en mi opinión, su trabajodebería dejar de citarse como evidencia científica.Está claro también, según se desprende de suanálisis de las evidencias publicado en relacióncon el 2,4-D y el 2,4,5-T (los herbicidas a base defenóxidos en cuestión) que no existe razón algunapara suponer que son carcinógenos en animalesde laboratorio e incluso el TCDD (la dioxina), quese ha postulado es un contaminante peligroso delos herbicidas, es como mucho débil e inconse-cuentemente carcinógeno en experimentos conanimales» (26).

Esta carta, cuyo contenido resulta irreconci-liable con todas las pruebas serias existentes sobreel tema, viniendo como lo hizo de uno de los másprestigiosos científicos en el campo, tuvo unefecto electrizante. Doll no habría hecho más porMonsanto si hubiese sacado un anuncio de unapágina entera en el periódico de mayor tirada delmundo.

Radiaciones de bajo nivelLos científicos, los políticos, los investigado-

res médicos y los médicos de la ortodoxia casisiempre han argumentado que la exposición aniveles bajos de radiación tiene un efecto insigni-ficante sobre la salud humana. Si se probase quelo cierto es lo contrario, las consecuencias para lasarmas nucleares y la industria de la energía nu-clear serían intolerables. William H. Taft, fiscaldel Ministerio de Asuntos Exteriores de los Esta-dos Unidos, afirmó en 1981 que «la impresiónerrónea (de que la radiación de bajo nivel espeligrosa) tiene un enorme potencial dañino paratodos y cada uno de los aspectos de los programas

de propulsión nuclear y de armas nucleares delMinisterio de Defensa... Podría afectar de formaadversa a nuestra relación con nuestros aliadosnucleares» (27).

Por supuesto, esta opinión no ha sido respal-dada por los científicos serios y objetivos. ElCatedrático Linus Pauling de los Estados Unidos,dos veces laureado con el Premio Nobel, y elCatedrático Andrei Sájarov de la Unión Soviéticacalcularon en los años 50 que millones de perso-nas morirían prematuramente por la ingestión deproductos de fisión resultantes de las partículasdesprendidas de las pruebas atmosféricas conbombas (28), y muchos otros han dicho lo mismo.

Inevitablemente, Sir Richard Doll ha estadomuy involucrado en este campo. En los años 50 elgobierno le pidió que observase los posibles efec-tos carcinógenos del estroncio-90, un materialradionuclear generado por las instalaciones nu-cleares que imita al calcio y es absorbido por loshuesos en crecimiento de los niños.

En 1987 Doll presentó un estudiosobre «el cáncer cerca de las

instalaciones nucleares». Comoera de esperar, concluye queno se daba «un aumento en la

leucemia infantil cerca deninguna central nuclear».

Doll también fue contratado en aquel momen-to por el Medical Research Council (MRC) paraestudiar toda la investigación realizada sobre lossupervivientes de Hiroshima. En su informe so-bre el tema Doll concedió que aquellos que habíanestado expuestos directamente a la bomba cuandoésta explotó tenían un mayor riesgo de contraerleucemia y otros tipos de cáncer. Sin embargo, noera así en aquellos que habían estado expuestos ala bomba sólo de forma indirecta. Para ellos elriesgo de desarrollar un cáncer u otros trastornosde la salud era pequeño y, por lo tanto, no existíanpruebas de que la radiación de bajos niveles enforma de desprendimientos pudiese hacer dañoalguno.

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En 1957 Doll fue contratado por el gobiernopara valorar la relación cuantitativa entre la expo-sición a la radiación y el desarrollo del cáncer.Efectuó dos estudios epidemiológicos cuyos re-sultados indicaron que podía existir una relacióncuantitativa entre la radiación y la leucemia. Porentonces todavía no tenía prejuicios sobre el tema(29). Sin embargo, en 1992 su tono había cambia-do totalmente y declaraba de forma muy explícitaque «los efectos de la radiación a bajos niveles sontan pequeños que son prácticamente inexistentes».Desde entonces ésta ha sido la opinión que haexpresado siempre, a pesar de que cada vez exis-ten más pruebas que demuestran lo contrario.

En 1987 Doll presentó los descubrimientoshecho en un estudio sobre «el cáncer cerca de lasinstalaciones nucleares» en Nature (30), que estu-diaba los índices de cáncer en las proximidades delas 15 centrales nucleares existentes en GranBretaña (compuestas de 36 reactores nucleares).Como era de esperar, concluye que no se daba «unaumento en la leucemia infantil cerca de ningunacentral nuclear». Sin embargo, muy poco despuéscomenzaron a aparecer informes que demostra-ban claramente la existencia de grupos de casosde leucemia en torno a las instalaciones nucleares.En agosto de 1987, por ejemplo, un grupo consul-tivo del gobierno británico intentó establecer lascausas de los supuestos aumentos en la leucemiainfantil en Aldermaston (donde se producen bom-bas atómicas), Harwell (el Centro de Investiga-

ción Nuclear al Sur de Oxford) y Burghfield. Paraentonces ya había dejado de negarse la existenciade concentraciones de casos de leucemia en estasáreas, pero aún así el grupo consultivo del gobier-no informó, como era de prever, que estos casosno se podían atribuir a las actividades desarrolla-das en estas tres instalaciones nucleares.

Aún más embarazoso para Sir Richard Dollfue el informe publicado en el British MedicalJournal en octubre de 1987 (31). El informecontenía los resultados de dos estudios sobre laleucemia infantil en Seascale, un pueblo que hacefrontera con la planta de reprocesamiento nuclearde Sellafield. El primer estudio observó a ungrupo de 1.068 niños nacidos cerca de Sellafieldentre 1950 y 1984 y el otro a un grupo de 1.546niños nacidos fuera de la zona pero que asistían alas escuelas locales. Los casos de leucemia ycáncer se dieron sólo entre los niños que habíannacido en Seascale. Esto encajaba bien con losdescubrimientos expuestos en un informe realiza-do por Sir Douglas Black, antiguo asesor científi-co jefe del Departamento de Salud, en 1985 (32).Ambos estudios fueron realizados por el doctorMartin Gardner, Catedrático de Estadística Médi-ca en el Hospital General de Southampton, y eldoctoe John Terrell, Oficial Médico de Salud delDistrito en el Hospital West Cumberland deWhitehaven.

Gardner y Terrell llegaron a la conclusión deque los niños con leucemia y otros cánceres eran

En 1957 Doll efectuó dos estudioepidemiológicos, cuyos resultados in-dicaban que podía existir una rela-ción cuantitativa entre la radiación yla leucemia. En 1992 su tono habíacambiado por completo y afirmabarotundamente que "los efectos de lasradiaciones a niveles bajos son tanpequeños que prácticamente sonnulos".

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aquellos cuyos padres habían trabajado en laplanta de reprocesamiento de Sellafield. Estosresultados ratifican la opinión que promueve lacampaña de CORE (Cumbrians Opposed to aRadioactive Environment), el grupo ecológicoclave en la zona, que cree que «el daño lo provo-can las partículas radiactivas presentes en la at-mósfera e inhaladas por las futuras madres. Du-rante el embarazo la radioactividad es transferidaal feto, que la recoge en concentraciones de hasta1.000 veces el nivel de la madre». Ni que decirtiene que el BNFL no podía aceptar estos descu-brimientos. Su portavoz, Jake Kelley, insistió enque la planta de reprocesamiento no era la culpa-ble y que «la leucemia en los niños podía estarocasionada por muchas cosas». Como cabía espe-rar, fue Sir Richard Doll el encargado de dar pesocientífico a este desmentimiento.

Deseoso de encontrar otra causapara las concentraciones de

casos de cáncer en torno a lasinstalaciones nucleares, Dollintentó culpar a una infección

vírica meramente especulativa,de la cual no existe

ni la más mínima prueba.

En marzo de 1989 Doll fue contratado por elMRC y el ICRF para dirigir de nuevo otro progra-ma de investigación para valorar los riesgos decáncer (leucemia linfoide) en los menores de 25años entre la población que vivía en un radio dediez millas (unos 16 km) en torno a una instala-ción nuclear. Una vez más, los resultados de esteestudio fueron embarazosos (33). Se encontróque los índices de mortalidad eran un 21% másaltos que el promedio nacional, aún así esto nopersuadió a Sir Richard de que existía una co-nexión entre la radiación y la leucemia. En unaentrevista con el Daily Mail admitió que «hastaque encontremos alguna otra causa, no podemosdecir que (la radioactividad) no es la responsa-ble». Está claro, no obstante, que tenía muchas

ganas de encontrar otra causa y se le ocurrió laidea de un virus de la leucemia, que podía serfácilmente introducido por los trabajadores re-cién llegados a las instalaciones de Sellafied. Estainsólita teoría también proponía que los hogaresexcesivamente limpios de los trabajadores de lasinstalaciones nucleares volvían a sus hijos mássusceptibles a los virus de la leucemia (34). Ver-gonzosamente, la especulación de la infecciónvírica (de la cual no existe ni la más mínimaprueba) sigue siendo la explicación oficial recita-da de igual modo por la industria nuclear comopor el gobierno.

Ese mismo año, el congreso organizado por laUnited Kingdom Atomic Energy Authority(UKAEA) (Administración de Energía Atómicadel Reino Unido) aconsejó al gobierno que noredujese la dosis anual máxima establecida paralos trabajadores expuestos a la radiación, tal ycomo había propuesto un año antes el NationalRadiation Protection Board (NRPB) y el UnitedNations Scientific Committee (Comité Científicode las Naciones Unidas), por los efectos de laradiación a bajos niveles, a la luz de la acumula-ción de pruebas existentes sobre la carcinoge-nicidad incluso de los niveles extremadamentebajos de radioactividad. Queda claro que los inte-reses de la industria estaban por encima de todo.En verdad los nuevos niveles de seguridad pro-puestos (de 50 a 15 milisiemens al año) hubiesenllevado a la industria nuclear a incurrir en gastosextraordinarios a los que hubiera sido difícil hacerfrente (35).

En marzo de 1992, el Comité de Coordinaciónsobre la Investigación del Cáncer del Reino Uni-do, que está constituida por las principales socie-dades benéficas del cáncer, anunció la realizaciónde un estudio de 6 millones de libras (aprox. 1.500millones de pesetas) para analizar las diversashipótesis que se han propuesto como explicacióndel cáncer infantil en las inmediaciones de lasinstalaciones nucleares. Doll, como es de supo-ner, expresó su firme creencia en la hipótesisvírica. Un colega de Doll, el Catedrático MelGreaves, intentó razonar una embarazosamentepoco convincente tesis que se basaba en que loshogares son ahora mucho más limpios y que elriesgo de leucemia aumenta a medida que aumen-

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ta el nivel de vida. De esta manera, las casas máslimpias, que nos han hecho más vulnerables a lospersistentes virus (en lugar del medio ambientemucho más «quimicalizado» de nuestra más opu-lenta sociedad), fueron convenientementeincriminadas (36).

Militares en las pruebas atómicasDoll, de la misma manera que ofreció pruebas

contra los veteranos australianos de la guerra deVietnam, cuya salud había quedado destrozadapor la exposición al agente naranja, también fue elencargado de demoler el caso presentado por elseñor Ken McGinley, presidente de un grupo de1.500 miembros de la Asociación de Veteranos delas Pruebas Nucleares, que en los años 50 fueronutilizados como conejillos de indias en los ensa-yos y cuya salud se había visto seriamente afecta-da por las radiaciones.

El caso fue investigado en primer lugar por elMinisterio de Defensa. Posteriormente el estudiofue financiado por el NRPB y el ICRF, que, apesar de que ninguno de los militares había sidoexaminado clínicamente, decidieron que no exis-tían pruebas concluyentes de que alguno de elloshubiese sufrido una exposición a la radiaciónsuperior a la normal. El testimonio dado por Dolly Darby, basado en un estudio estadístico querevelaba una alta incidencia de muertes porleucemia y mieloma múltiple (atribuibles, dijoDoll, a un «capricho estadístico») entre los mili-tares que habían estado expuestos a la radiación,confirmó la conclusión del estudio (37).

En los años 50 los militaresfueron utilizados como conejillos

de indias en las pruebasnucleares y su salud se vió

seriamente afectadapor las radiaciones.

Un posterior estudio en 1993 sobre el mismotema, realizado por Doll y Darby, confirmó supostura previa con pocas reservas.

Significativamente, aunque Doll siempre seha negado a aceptar la conexión entre la radioac-tividad creada por el hombre y el cáncer, siempreha considerado (él sabrá por qué) la radiaciónnatural presente en el medio ambiente como unade las causas principales de leucemia y otros tiposde cáncer.

Casi desde el principio, el NRPB estimaba queal menos 2.500 personas que vivían en zonas enlas que había mucho granito, como es el caso deCornualles, y que estaban expuestas a altos nive-les de gas radón en sus hogares, morían de cáncerde pulmón cada año en Gran Bretaña. Sin embar-go, en 1990 Doll y Darby publicaron un informepara el ICRF en Nature que indicaba que la cifrapodía llegar a alcanzar los 5.000 casos al año (38).¿Por qué, podríamos preguntar, si la radioactivi-dad creada por el hombre es totalmente inocua, laradioactividad natural es por el contrario tan in-creíblemente peligrosa?

Se demostró que una exposicióncada vez menor a la radiación,en lugar de conllevar un menorriesgo de cáncer, en realidad

lo aumentaba.

Las estimaciones de Doll sobre la radiaciónnatural a bajos niveles proveniente del radón sebasaron en una valoración de los índices delcáncer de pulmón entre los mineros del uranioexpuestos a altos niveles de gas radón. Aparecie-ron sólo unos pocos meses después de que Doll yDarby negaran una vez más la aparición de cánce-res en sitios en los que habían instalaciones nu-cleares. Demostraron que una exposición cadavez menor a la radiación, en lugar de conllevar unmenor riesgo de cáncer, en realidad lo aumentaba-en otras palabras, los niveles muy bajos de expo-sición a esta radioactividad natural eran especial-mente dañinos-. Siguiendo la lógica de estas con-clusiones ¿Por qué Doll y sus colegas siempre haninsistido en que sólo los niveles muy altos deradioactividad fabricada por el hombre son dañi-nos?

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Se puede ver fácilmente que, independiente-mente de cual haya sido el campo en el que hayatrabajado, Doll siempre ha defendido de formasistemática los intereses de la industria y delEstado, incluso cuando estos intereses iban total-mente en contra de los de la población general yeran irreconciliables con todo el conocimientoestablecido sobre el tema.

Asbesto y cáncerEn 1955 Doll llevó a cabo un estudio sobre la

mortalidad entre los trabajadores del asbesto. Suinforme (39) se consideró una de las publicacio-nes más importantes en el tema y en él se demos-traba que los trabajadores de la industria delasbesto presentaban un alto riesgo de cáncer.

En 1983 su tono había cambiado. En esa épocasu carrera como defensor de los intereses de lascompañías iba viento en popa. Un nuevo informerealizado por él y su asistente Julian Peto presen-taba una conclusión totalmente diferente (40).

La Society for the Prevention of Asbestosisand Industrial Diseases (SPAID) (Sociedad parala Prevención de la Asbestosis y las Enfermeda-des Industriales) criticó la metodología utilizadapor Sir Richard en una carta al Sunday Times del26 de abril de 1985: «Sir Richard Doll», insistíaSPAID, ha «utilizado tantas estimaciones, ajus-tes, aproximaciones y cifras hipotéticas para queno nos quepa duda de que tan sólo una persona decada 100.000 de las que trabajan en una oficina enla que hay asbesto en perfectas condiciones vepeligrar su vida, que a SPAID le caben dudas»(41).

Si vamos a eso, se podría decir que tampocopeligraban las vidas de las 30.000 personas cuyasalud había sido destruida por la exposición alasbesto en los Estados Unidos y que pedían com-pensación a sus compañías aseguradoras -sinmencionar los 500 nuevos casos que decidíanhacer lo mismo cada mes-.

AnestesiaExiste cierta evidencia de que las sustancias

utilizadas como anestésicos tienen un efecto no-civo para la salud (42). Se publicaron los resulta-

dos de un estudio realizado sobre el tema en abrilde 1979 en un número del British Medical Journal(43). Este estudio se basaba en una encuesta sobrela salud del 10% de todos los anestesistas deInglaterra y Gales -y mostró que el trabajo conanestésicos tenía generalmente un efecto adversosobre su estado de salud-. En particular, se obser-vó un exceso de abortos espontáneos en las fami-lias de los anestesistas, un índice de fertilidad másbajo, una mayor incidencia de cáncer y mayoresprobabilidades de que los hijos de los anestesistasnaciesen con defectos congénitos. El MedicalResearch Council, como era de prever, calificó elinforme de «análisis parcial» (44) y Sir RichardDoll, uno de sus miembros destacados, no tardóen expresar su más completo rechazo ante losdescubrimientos del estudio.

La fluoración del agua corrienteEl papel de Sir Richard Doll en el debate sobre

la fluoración de los suministros del agua corrientefue igualmente predecible. Se sabía desde hacíamucho tiempo que el fluoruro es un veneno. Enoctubre de 1944 la revista de la Asociación Médi-ca Americana publicó un editorial declarando que«la utilización de agua corriente que contengacantidades pequeñas de fluoruro que van de 1.2 a3 partes por millón causará trastornos en el desa-rrollo de los huesos tales como osteoesclerosis,espondilosis y osteopetrosis así como bocio (45).

En 1990 el Programa Nacional Americano deToxicología anunció que había establecido unaclara conexión entre el fluoruro y un tipo decáncer óseo denominado osteosarcoma. Tambiénindicó que el fluoruro podía ser el responsable deun determinado tipo de cáncer de boca. Sin em-bargo, en el interés de muchas corporacionespoderosas, el fluoruro fue añadido a nuestrossuministros de agua potable. Estos intereses in-cluían a la industria del azúcar y del aluminio, lascuales necesitaban desembarazarse urgentemen-te de la enorme cantidad de residuos de fluoruroque sus actividades habían generado.

Los intereses industriales fueron suficientespara influir en el comité del Real Colegio deMédicos, formado por 18 miembros, entre loscuales estaba Doll, y recomendasen la adición de

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fluoruro al agua potable en enero de 1976 (46). Seprodujo una ola general de críticas contra laimposición de esta medicación sobre la poblacióngeneral sin su previo consentimiento y después dehaber sido informada, lo que supuso una viola-ción de la ética médica.

Sir Richard Doll respaldó sin reservas lasconclusiones del informe, yendo aún más lejos delo que habían ido ellos al declarar, que, en todocaso, sería «inmoral no añadir fluoruro al aguacorriente» (47).

Plomo en el petróleoEl papel desempeñado por Sir Richard Doll en

la larga controversia sobre los efectos de la expo-sición al plomo presente en el petróleo sobre lasalud de los niños también resultó predecible. Alprincipio el plomo se añadió al petróleo en formade compuestos de plomo orgánico: tetrametilo ytetraetilo, los cuales se absorben a través de la piely son extremadamente neurotóxicos (48). En losaños 60 y 70, se hizo cada vez más patente que losniños absorbían este plomo, que llegaba a lasangre a través de sus pulmones y por medio delconsumo de frutas y vegetales contaminados.Comenzaron a aparecer pruebas patentes del dañoque producía el plomo orgánico en el petróleosobre la salud a finales de los años 70. No obstan-te, en Gran Bretaña y Norteamérica, las compa-ñías petroquímicas orquestaron una campaña con-tinua en favor de la conservación del plomo en elpetróleo y negaron de forma general sus efectosperjudiciales sobre la salud.

En mayo de 1980 el Department of Health andSocial Security (DHSS) (Departamento de Saludy Seguridad Social) publicó un informe sobre unestudio llevado a cabo por el MRC titulado «Plo-mo y Salud», escrito por el Lawther WorkingParty, creado por el Deparment of the Environment(DoE) (Departamento de Medio Ambiente) (49).El Working Party concluía que no existían prue-bas del envenenamiento clínico por plomo, lo quese ajustaba perfectamente a la propaganda de lascompañías petroquímicas. Fue aún más allá alasegurar que la retirada del plomo en el petróleoconllevaría un aumento de los casos de cáncerprovocado por las emisiones de hidrocarburos.

Un estudio realizado por dos miembros delLawther Working Party, el doctor Yule y el doctorLansdown (50), extrajo conclusiones totalmentecontradictorias con las presentadas por el LawtherWorking Party. Encontraron que entre un grupode escolares a los que examinaron, en casi todoslos casos, los niveles de plomo en el cuerpo secorrelacionaban con el coeficiente intelectual y elrendimiento escolar en mayor medida de lo que lohacía la clase social de los niños. El BritishMedical Journal (BMJ) no quiso publicar esteinforme.

En 1983 el Catedrático Derek Bryce-Smith yel doctor Robert Stephens rebatieron el informedel DHSS, acusando al equipo del MRC de serhipercríticos con todos los estudios que mostra-ban pruebas de una relación entre los niveles deplomo en el petróleo y las funciones mentales(51). También mostraron que los niveles segurosde plomo en la sangre establecidos por el informedel DHSS no tenían auténtica «base científica nimédica» (52).

En 1955 Doll llevó a cabo un estudio sobre la morta-lidad entre los trabajadores del asbesto, que mostróque los trabajadores de la industria del asbestotenían un mayor riesgo de sufrir cáncer. En 1983 unavez más el tono de Doll había cambiado. Un nuevoinforme realizado por él y su ayudante Julian Petoaportó una conclusión totalmente diferente.

Eliminación de asbestos

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Sin embargo, en 1983 Sir Richard Doll seguíaabogando por las compañías petroquímicas. In-sistía en que no había la cantidad suficiente deplomo en el aire como para que pudiese dañar loscerebros de los niños. Cualquier efecto adversosobre la salud provocado por el plomo, tambiéninsistía, era debido al agua corriente que habíapasado a través de tuberías de plomo. El plomo enel petróleo no podía ser incriminado (53).

De un amigo de la gentea un amigo de los poderosos

¿Qué lecciones se pueden extraer de la carrerade Sir Richard Doll? Y sobre todo ¿Cómo pode-mos explicar su fracaso y el de otros investigado-res científicos a la hora de evaluar seriamente eltema del cáncer y el medio ambiente?

Hoy en día, casi todas las principales institu-ciones de la investigación científica que estudianel efecto de las sustancias químicas y otras toxinassobre la salud son financiadas, dirigidas, respal-dadas o auxiliadas por las compañías químicas yfarmacéuticas. Como consecuencia, cada vez re-sulta más difícil encontrar científicos indepen-dientes en el campo de la salud medio ambiental.

Los académicos que defienden a ultranza a lasvíctimas de enfermedades inducidas por los pro-ductos químicos constituyen un grupo eclécticode clínicos, científicos sociales, activistas socia-les y filántropos. Tienen, no obstante, una cosa encomún: carecen de financiación y, por lo general,han sido barridos de los puestos de poder real.

El primer gobierno laborista británico, quellegó al poder en 1945, estaba abierto a la idea deque la ciencia y el gobierno podían trabajar parala gente. En 1947, el Medical Research Council,que había sido creado antes de la guerra, estable-ció un tipo de investigación toxicológica (54). Suobjetivo era controlar el creciente uso de sustan-cias químicas (incluyendo los insecticidas, losfungicidas y los solventes orgánicos) y sus efectossobre la salud humana.

En efecto, a principios de los años 50, elequipo toxicológico del MRC investigó los pesti-cidas y especialmente el efecto de los insecticidasa base de órganofosforados sobre la salud huma-na. Sin embargo, a mediados de los años 50lentamente el equipo se fue alejando de sus ins-trucciones originales, dejando a un lado las sus-tancias químicas, y fueron extendiendo sin res-tricciones el campo de investigación a temas másesotéricos. Significativamente, en 1956, uno de

Gases de escape, Lisboa, Portugal.

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los nueve temas de investigación del equipo era«las propiedades tóxicas de ciertas plantas utiliza-das como remedios herbarios en las sociedadesprimitivas» (55). El acento ya se empezaba aponer en los venenos naturales más que en losfabricados por el hombre.

Doll siempre ha defendido deforma sistemática los intereses

de la industria y del Estado,incluso cuando estos intereses

iban totalmente en contra delos de la población general.

A lo largo de los treinta años siguientes, elMRC, aunque conservó su equipo toxicológico,fue abandonando gradualmente su investigaciónde las sustancias químicas tóxicas. Durante losaños 70 y 80, a medida que las compañías farma-céuticas aumentaban su oferta de proyectos deasociación, financiación y apoyo, el foco de lainvestigación se volvió hacia la biología celular,los fármacos y la genética. Se hacía hincanpié enlo «buenas» más que en lo «malas» que podían serlas sustancias químicas y los procesos científicosindustriales. A mitad de los 80, la fundaciónWellcome utilizó al MRC como vehículo paraobtener la justificación científica que les permi-tiera producir el primer fármaco anti-SIDA, elAZT (56). Esto fue posible debido a que paraentonces el consejo del MRC ya estaba dominadopor individuos con intereses creados en la indus-tria química y farmacéutica (57). Las mismascompañías cuyos productos debían haber sidoinvestigados de forma crítica por el MRC, estabande una u otra forma, representados en el consejodel organismo de investigación médica más pres-tigioso de Gran Bretaña. No es casual que SirRichard Doll haya desempeñado un cargo en estaaugusta institución durante la mayor parte de sucarrera profesional. Tampoco es casualidad quesu actual presidente, Sir David Plastow, en lugarde ser alguien que durante toda su vida profesio-nal se ha preocupado por la salud de los británicos,

sea un hombre con intereses en la industria auto-movilística, cuyas actividades contaminantes sonla principal fuente de enfermedades pulmonares,incluyendo el cáncer de pulmón.

Lo que es cierto del MRC también lo es de lasprincipales sociedades benéficas del cáncer. Haceunas décadas eran relativamente independientesde la industria y abogaban por los derechos de «lagente». Ahora ya no son más que departamentosde las grandes compañías farmacéuticas. La Im-perial Cancer Research Fund, para la cual Dolltrabajó durante un largo período de su carrera, esun ejemplo que hace al caso. Si bien la mayoría delos profanos imaginan que se trata solamente deuna respetable sociedad benéfica que recolectadinero para la investigación del cáncer, pocosentenderán que es en sí misma una corporaciónmultimillonaria que prácticamente no hace ni unsólo movimiento sin el consentimiento de la cien-cia profesional o de sus patrones y promotores dela industria farmacéutica.

Por medio de su consejo y sus benefactores, elICRF está dirigido por las compañías farmacéuti-cas y principalmente dedicado al beneficio deéstas, las mismas compañías cuyos productosdeberían ser estudiados en todas las investigacio-nes de gran alcance sobre el cáncer y el medioambiente. El tipo de investigación del cáncer queel ICRF y otras sociedades benéficas del cáncerrespaldan es la que busca descubrir «curas» paraformas específicas de la enfermedad.

«Insinuar que la CCR del ReinoUnido ha estado de alguna formabajo la influencia de la industriade la energía nuclear.... es sin

lugar a dudas falso».- Richard Doll

La postura disidente por supuesto sostieneque la mayor parte del dinero debería dedicarse ala búsqueda de las causas medio ambientales delcáncer y después a extensas campañas preventi-vas para eliminar los factores medio ambientalesimplicados. Pero este enfoque llevaría a la inves-

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tigación del cáncer a una confrontación directacon sus promotores industriales.

En la introducción a su libro Wings of Death(Las Alas de la Muerte), el doctor Chris Busbyobserva la manera en la que «... el control de lainvestigación y de las publicaciones en el área dela dosis y el efecto de las radiaciones ha sidoasumido por los estamentos militares y nucleares,un poderoso grupo de presión internacional quesurgió de la necesidad de guardar secreto en tornoa los usos defensivos de la fisión nuclear y alconocimiento de la posibilidad de hacer inmensascantidades de dinero en este área» (58).

Estas y otras afirmacioneshechas rutinariamente por Doll

y sus patrocinadores sonpuras invenciones.

De este modo, gran parte de la investigaciónemprendida por el Co-ordinating Committee onCancer Research (CCR) (Comité Coordinador dela Investigación del Cáncer) en el Reino Unidosobre la leucemia y la radiación desde comienzosde los años 90 en adelante ha sido costeada porBritish Nuclear Fuels, la misma compañía quegestiona la planta de reprocesamiento nuclear deSellafield cerca de Seascale, donde se ha dado elmayor brote de leucemia infantil en el ReinoUnido. BNFL y otros grupos de la industria nu-clear dieron al CCR británico entre 3 y 6 millonesde libras (aprox. 750-1.500 millones de pesetas).La investigación fue dirigida por Sir Richard Dollen persona (59).

Desde 1979 hasta el final de su carrera, SirRichard también recibió una gratificación anualmuy sustancial para la investigación del cáncerpor parte de la General Motors (60). Esto, porsupuesto, no debe sorprendernos lo más mínimodado el amplio espectro de problemas que cadavez más se asocian con las emisiones de gases delos vehículos, desde el recalentamiento global alcáncer, pasando por diversas enfermedades respi-ratorias.

Sir Richard nunca ha ocultado la fuente de su

financiación y ni siquiera se ha molestado enjustificarla. No hay necesidad, según él. En 1993,Doll escribió a Cumbrians Opposed to a Radio-active Environment (CORE), que había sacado arelucir el asunto de la donación de BNFL a la CCRdel Reino Unido: «insinuar que la CCR del ReinoUnido ha estado de alguna forma bajo la influen-cia de la industria de la energía nuclear.... es sinlugar a dudas falso» (61).

La respuesta a esta afirmación es, por supues-to, que la industria no tiene la costumbre definanciar las investigaciones que lleven a la publi-cación de estudios en los cuales se demuestra lacarcinogenicidad de sus productos. Por el contra-rio, es evidente que hace todo lo que está en susmanos para suprimir toda la información de estetipo que pueda surgir de tanto en tanto (62,63).

En 1996, investigadores del Centre for PublicIntegrity (CPI) (Centro para la Integridad Públi-ca), una organización norteamericana sin fineslucrativos para trabajos de investigación, se pro-pusieron descubrir «la forma en que las compa-ñías químicas fabrican productos controvertidos,año sí año no (enfrentándose a las normas estable-cidas por el gobierno y a los pleitos civiles presen-tados por los ciudadanos que sienten que han sidoescogidos como víctimas) además de historiasnuevas de investigación» (64). Descubrieron queuna vez tras otra el Congreso y las agenciasreguladoras ponen los intereses de la industriaquímica por delante de los del público; que losestudios científicos financiados por la industriaquímica solían encontrar que los carcinógenossospechosos, tales como la atrazina, el formal-dehído y el percloroetileno eran «inocentes»,mientras que los estudios científicos provenientesde fuentes no pertenecientes a la industria solíanencontrarlos peligrosos para la salud humana(65).

El CPI destacó también la existencia de unamaquinaria de relaciones públicas de gran alcan-ce operada por la industria química, a menudo conla complicidad de las agencias reguladoras, asícomo la existencia de una industria de serviciosde millones de dólares creada por las compañíasquímicas y organizaciones asociadas para pro-porcionar viajes de cortesía a los funcionariosreguladores que les interesan (66).

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«Hoy en día, en Europa y en Norteaméricadonde quiera que se dé la posibilidad de que lassustancias químicas se conviertan en el blanco delas críticas, las compañías se movilizarán, haránmalabarismos, campañas propagandísticas, qui-tarán hierro a las protestas, controlarán, financia-rán investigaciones pseudo-científicas, compra-rán a personas y financiarán a empresas socialespara mejorar su reputación» (67).

El disidente que pone en cuestión a las compa-ñías químicas, a las compañías de alimentos in-dustriales, y inevitablemente al Estado es tachadode irracional, contrario a la ciencia y a la tecnolo-gía, y, en consecuencia, de elemento subversivoque obstaculiza la buena marcha del progreso.

En su Discurso de Harveian de 1983, SirRichard Doll puso en guardia al público contra losecologistas, quienes podían «avivar prejuiciosirracionales, sin fundamento científicos» (68).

Una vez más, en 1992, en un artículo en elDaily Mail en el momento en el que se celebrabala cumbre de Río, Doll nos advirtió que podíamosver «emerger una nueva actitud; una ideologíairracional opuesta a la ciencia, a la industria y alprogreso» (69). Esa actitud, nos dijo, ya existeahora.

«Existe, por ejemplo, un extenso y poderosogrupo de presión contra los pesticidas, los cuales,dicen, dejan residuos en nuestros alimentos queprovocan cáncer. Sin embargo, la investigacióncientífica ha demostrado que esos residuos sonunas 1.800 veces menos poderosos que la canti-dad de agentes carcinógenos presentes de formanatural en las plantas. Este grupo de presión noparece poner objeciones a los carcinógenos natu-rales; sólo a las cantidades infinitesimales intro-ducidas por el hombre (70).

Si éste es el nivel de razonamiento intelectualdel científico epidemiológico más grande de GranBretaña, deberíamos ponernos todos a rezar por laciencia británica. ¿Qué plantas comestibles con-tienen carcinógenos 1.800 veces más poderososque qué pesticidas? Esto, por supuesto, no nos lodice. No podría decírnoslo porque éstas y otrasafirmaciones hechas rutinariamente por Doll ysus patrocinadores son puras invenciones.

La descarada alianza entre la ciencia y laindustria se transparenta en el artículo de Doll en

el Daily Mail (71). En este breve artículo defiendea la industria en seis ocasiones diferentes y nospide, no sin cierta desesperación, que confiemosen la industria y en los industriales, en la cienciay en los científicos. Esta, dice, es la gente quetiene la llave del futuro. Termina el artículo advir-tiéndonos que debemos impedir que los ecolo-gistas, a quienes describe como «la magia anti-ciencia», «secuestren» la cumbre de Río de Janeiro(72). Sir Richard Doll cree firmemente que cua-lesquiera que sean las críticas que «se dejan a lapuerta de la industria y la ciencia», sólo «laindustria y la ciencia» pueden aportar una solu-ción a los problemas del mundo moderno (73).También nos dice, contra todos los indicios, quela introducción continua, no regulada ni testadade las sustancias químicas en nuestros alimentos,no puede hacer a nuestras tierras, a nuestrosagricultores y, en definitiva, a los consumidoresmás que bien.

También nos dice, contra todoslos indicios, que la introduccióncontinua, no regulada ni testadade las sustancias químicas ennuestros alimentos, no puede

hacer a nuestras tierras, anuestros agricultores y, en

definitiva, a los consumidoresmás que bien.

Afortunadamente, Sir Richard y sus colegasestán librando una batalla perdida. La gente escada vez más consciente de que todo esto no essolamente falso sino justamente lo contrario de laverdad -mera propaganda para las industrias quí-mica y nuclear, que, al igual que la industria deltabaco, son responsables de la actual pandemia decáncer-. ¿Cuánta gente hoy en día cree realmenteque las concentraciones de casos de leucemiadescubiertas en los alrededores de todas las insta-laciones nucleares en el Reino Unido y en otroslugares están provocadas por virus introducidopor extraños? ¿Quién va a creer que los principa-

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les carcinógenos medio ambientales son natura-les, como el queso azul, los champiñones y el gasradón? ¿Cuánta gente cree de verdad que el asbes-to, el plomo en el petróleo y los pesticidasórganofosforados son inofensivos? Cada vezmenos a medida que la evidencia seria e indepen-diente se va acumulando de forma inexorable. q

Fuente: The Ecologist, Vol. 28, Nº 2, Marzo-Abril1998.

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66.- Op. cit.67.- Op. cit.68.- Daily Telegraph, 7 febrero 1983.69.- Daily Mail, 3 junio 1992.70.- Op. cit.71.- Op. cit.72.- Op. cit.73.- From Cancer to Cholesterol, Glyn Jones, New Scientist,21 noviembre 1992.

Contacto: The Ecologist, Agriculture House,Bath Road, Sturminster Newton, Dorset, DT101DU, Reino Unido. %/Fax 44 1258 47 34 76.E-mail: [email protected]

Contacto del autor: Martin Walker BM Box8314 London WC1N 3XX.

Martin J. Walker, M.A.Es autor de seis libros sobre diversos temassociales cr ticos. Es escritor, investigadoconferenciante. Desde la publicaci n de sultimo libro, Dirty Medicine, ha escrito princi-

palmente sobre la historia social de la medi-cina y la salud medioambiental. En estemomento sus investigaciones se centran enlos pesticidas organofosforados, la agricultura industrial y la historia de las terapalternativas para el tratamiento del c ncer eGran Breta a.