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Ylanitú y los fenómenos de la naturaleza. La energía individual es la parte de manitú que el indi- viduo asume. La suma de esta energía es el Ser Supremo, gran Manitú que anima toda la creación (KRIE, 61). Mano. l. La mano expresa la idea de activi- dad al mismo tiempo que la de potencia y dominio. En castellano, así como en las len- guas extremo orientales, expresiones tales como «meter o poner mano» y «dejar de mano» [o «abrir mano de»], tienen el senti- do corriente de comenzar y abandonar algu- na cosa. Sin embargo, ciertos escritos taois- tas (Tratado de la Flor de Oro) les dan el sentido alquímico de coagulación y diso- lución, correspondiendo la primera fase al esfuerzo de concentración espiritual y la se- gunda a la no intervención, al libre de- sarrollo de la experiencia interior, en un mi- crocosmos que escapa al condicionamiento espaciotemporal. Conviene acordarse de que la palabra manifestación tiene la misma raíz que mano; lo manifestado es lo que pue- de ser cogido por la mano. Mano derecha del aunga. Bronce. Ane gnego. Siglo v a.c. (Museo de Delfos) 2. La mano es un emblema real, instru- mento de la maestría y signo de dominio. La misma palabra hebrea iad significa a la vez mano y potencia. La «mano de justicia» -la justicia es cualidad regia- fue en la edad me- dia la insignia de la monarquía francesa. Tradicionalmente la mano izquierda de Dios se pone en relación con la justicia, la mano derecha con la misericordia, lo que corresponde a la «mano del rigom y «la mano derecha» de la Shekinah, según la Cá- bala. La mano derecha es la mano bendeci- dora, emblema de la autoridad sacerdotal, 682 como la mano de la justicia lo es del poder real. Aunque no se trate de un principio ab- solutamente constante, la ..... derecha corres- ponde más bien, en la China, a la acción y la ..... izquierda al no obrar, a la sabiduría (Tao-te king, 31). Por otra parte, esta misma polaridad puede considerarse como la base de los mudra hindúes y budistas. 3. Según el canon búdico, la mano cerrada es símbolo del disimulo, del secreto, del eso- terismo. La mano del Buddha no está cerra- da (Dhiga-Nikaya, 2,100), es decir, que no guarda en secreto ningún punto de la doc- trina. Pero tanto en el budismo como en el hin- duismo, el simbolismo esencial es el de los mudra, gestos de la mano, de los que indica- remos los principales. La iconografia hindú utiliza en particular: -El abhaya-mudra, ausencia de temor: mano levantada, con todos los dedos exten- didos y la palma hacia adelante. Este mudra se atribuye a Kili, potencia del tiempo des- tructor, que en sí misma está más allá del temor y libera a aquellos que la invocan; -El varada-mudra, don: mano bajada, con todos los dedos extendidos y la palma hacia adelante. Kili destruye los elementos imper- manentes del universo; se encuentra pues más allá de la impermanencia y dispensa así la felicidad; -El tarjani-mudra, amenaza: puño cerra- do, con el índice extendido apuntando al aire. Existen además mudra esotéricos, tales como el swastika-mudra, así como un gran número de mudra. rituales, utilizados algu- nos en la danza y el teatro clásico. Los mudra abhaya y varada (llamado también áana, don) se utilizan igualmente en la iconografia budista; representan res- pectivamente el apaciguamiento espiritual y el don de las Tres Joyas del conocimiento; el primero lo efectúa sobre todo la mano dere- cha, el segundo la izquierda. Es necesario añadir: -El anjali-mudra (gesto de adoración y de plegaria), manos juntas en la actitud que nos es familiar; -El bhumisparsha-mudra (atestación de la tierra): mano bajada, dedos juntos tocando 683 el suelo con el dorso de la mano hacia ade- lante. Buddha «toma la tierra por testigo» de su buddheidad, o se refiere a lo inquebranta- ble e imperturbable; -El dhyana-mudra (gesto de la medita- ción): manos abiertas, palmas hacia lo alto, reposando una sobre la otra [en el budismo tibetano, la derecha sobre la izquierda y en el budismo zen al revés]; -El dharmachakra-mudra. (gesto de la Rueda de la ley, de la predicación), que tie- ne di versas variantes. En general la mano derecha está vuelta hacia afuera, pulgar e ín- dice tocándose, con la mano izquierda vuel- ta hacia adentro con el pulgar y el índice tocando los dos dedos de la otra mano, o el meñique de ésta. . -El viLarka-mudra. (gesto de la argumenta- ción o de la exposición): semejante al abha- ya, pero el índice o el medio toca la punta del pulgar. Existen algunas variantes de estas actitudes. El mahayana añade mudra propios de ciertos Buddhas o bodhisattvas. La especifi- cación de los gestos es también frecuente: tanto en el Borobudur de Java como en los mandala japoneses, Akshobhya (este) efec- túa el bhumisparsha-mudra; Ratnasambha- va (sur), el varada-mudra; Amitibha (oeste), el dhyana-mudra y Amogasiddhi (norte), el abhaya-mudra; en el centro, Vairocana efec- túa el vitarka o el dharmachakra-mudra. El simbolismo de los mudra no es sola- mente formal: verdaderamente la palabra designa a la vez el gesto y la actitud espiri- tual que expresa y desarrolla (BURA. BENA, CADV, COOI, DANA. GOVM. GROI, GUEM, JACA, MALA. SECA). P.G. 4. Las danzas rituales del Asia del sur se han llamado danzas de las manos. No sola- mente los movimientos que inscriben en el espacio, sino la posición misma de las ma- nos en relación con el resto del cuerpo, y los dedos en relación unos con otros son alta- mente significativos. Pasa 10 mismo en las artes plásticas, pintura y escultura; las posi- ciones relativas de las manos y los dedos simbolizan actitudes interiores. Ya se ha vis- to con los principales mudra; hay otros que obedecen a una suerte de estereotipia hierá- tica casi inmutable: por ejemplo, descansar Mano la palma de las manos sobre las rodillas ex- presan la concentración meditativa; la mano derecha levantada con índice y medio exten- didos y juntos, y los otros dedos replegados: la argumentación, la dialéctica; la mano col- gante, con la palma hacia el exterior: el don, la caridad; la mano abierta que se adelanta con la palma vuelta hacia el cielo: el apaci- guamiento, la disipación de todo temor; la mano derecha con la palma vuelta hacia el exterior y tocando a tierra: la iluminación. En el Japón los dedos plegados de manera que formen un triángulo con el pulgar indi- can la concentración afectiva: «embrión de gran compasión»; el índice de la mano izquierda apuntando hacia el cielo e inser- tándolo en la mano derecha cerrada: la pe- netración en el conocimiento: «plano de diamante.» La actitud pensativa está repre- sentada en la secta japonesa shingon con el aspecto de un bodhisaltva sentado. reclinan- do la cabeza sobre la mano derecha y con la otra mano agarrando el tobillo derecho colo- cado sobre la rodilla de la pierna izq uierda, que deja colgar. Todas las civilizaciones, con más o menos sutileza, han utilizado el lenguaje de las ma- nos. En el África, poner la mano izquierda con los dedos plegados en la mano derecha es un signo de sumisión y humildad; en Roma, meter la mano por la manga era se- ñal de respeto y aceptación de la servidum- bre, etc. 5. El simbolismo de la mano se une en modo céltico al del brazo, del que es imposi- ble separarlo totalmente. La palabra irlande- sa lam (mano) sirve además a menudo para designar el brazo completo. Las dos manos levantadas con las palmas hacia adelante (passis ,manibus según los términos de César en La guerra de las Galias) son un gesto de súplica; las galas 10 usan repetidamente en el curso de la guerra de las Galias (al menos en Avaricum y Bratuspantium), a veces con el pecho desnudo. La mano también tiene valor mágico. El rey Buada, amputado del brazo derecho, no puede ya reinar, porque el mundo céltico no concibe un rey únicamen- te cargado de potencial peligroso (porque el brazo que queda es el izquierdo). No se co- noce en los textos ni la iconografía (fuera de

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Ylanitú

y los fenómenos de la naturaleza. La energía

individual es la parte de manitú que el indi-

viduo asume. La sum

a de esta energía es el Ser Suprem

o, gran Manitú que anim

a toda la creación (K

RIE, 61).

Mano. l. La m

ano expresa la idea de activi-dad al m

ismo tiem

po que la de potencia y dom

inio. En castellano, así como en las len-

guas extremo orientales, expresiones tales

como «m

eter o poner mano» y «dejar de

mano» [o «abrir m

ano de»], tienen el senti-do corriente de com

enzar y abandonar algu-na cosa. Sin em

bargo, ciertos escritos taois-tas (Tratado de la

Flor de O

ro) les dan

el sentido alquímico de coagulación y diso-

lución, correspondiendo la primera fase al

esfuerzo de concentración espiritual y la se-gunda a

la no

intervención, al libre

de-sarrollo de la experiencia interior, en un m

i-crocosm

os que escapa al condicionamiento

espaciotemporal.

Conviene

acordarse de

que la palabra manifestación tiene la m

isma

raíz que mano; lo m

anifestado es lo que pue-de ser cogido por la m

ano.

Mano derecha del aunga. Bronce. A

ne gnego. Siglo v a.c. (M

useo de Delfos)

2. La mano es un em

blema real, instru-

mento de la m

aestría y signo de dominio. La

mism

a palabra hebrea iad significa a la vez m

ano y potencia. La «mano de justicia» -la

justicia es cualidad regia-fue en la edad me-

dia la insignia de la m

onarquía francesa. Tradicionalm

ente la

mano

izquierda de

Dios se pone en relación con la justicia, la

mano derecha con la m

isericordia, lo que corresponde a la «m

ano del rigom y «la

mano derecha» de la Shekinah, según la Cá-

bala. La mano derecha es la m

ano bendeci-dora, em

blema de la autoridad sacerdotal,

682

como la m

ano de la justicia lo es del poder real. A

unque no se trate de un principio ab-solutam

ente constante, la ..... derecha corres-ponde m

ás bien, en la China, a la acción y

la ..... izquierda al no obrar, a la sabiduría (Tao-te king, 31). Por otra parte, esta m

isma

polaridad puede considerarse como la base

de los mudra hindúes y budistas.

3. Según el canon búdico, la mano cerrada

es símbolo del disim

ulo, del secreto, del eso-terism

o. La mano del B

uddha no está cerra-da (D

higa-Nikaya, 2,100), es decir, que no

guarda en secreto ningún punto de la doc-trina.

Pero tanto en el budismo com

o en el hin-duism

o, el simbolism

o esencial es el de los m

udra, gestos de la mano, de los que indica-

remos los principales.

La iconografia hindú utiliza en particular: -E

l abhaya-m

udra, ausencia de

temor:

mano levantada, con todos los dedos exten-

didos y la palma hacia adelante. Este m

udra se atribuye a K

ili, potencia del tiempo des-

tructor, que en sí mism

a está más allá del

temor y libera a aquellos que la invocan;

-El varada-mudra, don: m

ano bajada, con todos los dedos extendidos y la palm

a hacia adelante. K

ili destruye los elementos im

per-m

anentes del universo; se encuentra pues

más allá de la im

permanencia y dispensa así

la felicidad; -E

l tarjani-mudra, am

enaza: puño cerra-do, con el

índice extendido apuntando al aire.

Existen adem

ás mudra esotéricos,

tales com

o el swastika-m

udra, así como un gran

número de m

udra. rituales, utilizados algu-nos en la danza y el teatro clásico.

Los m

udra abhaya

y varada

(llamado

también áana, don) se utilizan igualm

ente en la iconografia budista; representan res-pectivam

ente el apaciguamiento espiritual y

el don de las Tres Joyas del conocimiento; el

primero lo efectúa sobre todo la m

ano dere-cha, el segundo la izquierda. Es necesario añadir:

-El anjali-m

udra (gesto de adoración y de plegaria), m

anos juntas en la actitud que nos es fam

iliar; -E

l bhumisparsha-m

udra (atestación de la tierra): m

ano bajada, dedos juntos tocando

683

el suelo con el dorso de la mano hacia ade-

lante. Buddha «toma la tierra por testigo» de

su buddheidad, o se refiere a lo inquebranta-ble e im

perturbable; -El dhyana-m

udra (gesto de la medita-

ción): manos abiertas, palm

as hacia lo alto, reposando una sobre la otra [en el budism

o tibetano, la derecha sobre la izquierda y en el budism

o zen al revés]; -El

dharmachakra-m

udra. (gesto

de la

Rueda de la ley, de la predicación), que tie-ne di versas variantes. En general la m

ano derecha está vuelta hacia afuera, pulgar e ín-dice tocándose, con la m

ano izquierda vuel-ta hacia adentro con el pulgar y el

índice tocando los dos dedos de la otra m

ano, o el m

eñique de ésta. .

-El viLarka-mudra. (gesto de la argum

enta-ción o de la exposición): sem

ejante al abha-ya, pero el índice o el m

edio toca la punta del pulgar. Existen algunas variantes de estas actitudes.

El m

ahayana añade m

udra propios de ciertos Buddhas o bodhisattvas. La especifi-cación de los gestos es tam

bién frecuente: tanto en el Borobudur de Java com

o en los m

andala japoneses, Akshobhya (este) efec-

túa el bhumisparsha-m

udra; Ratnasam

bha-va (sur), el varada-m

udra; Am

itibha (oeste), el dhyana-m

udra y Am

ogasiddhi (norte), el abhaya-m

udra; en el centro, Vairocana efec-

túa el vitarka o el dharmachakra-m

udra. El sim

bolismo de los m

udra no es sola-m

ente formal:

verdaderamente

la palabra

designa a la vez el gesto y la actitud espiri-tual que expresa y desarrolla (B

UR

A. BEN

A,

CA

DV

, COO

I, DA

NA

. GO

VM

. GR

OI, G

UEM

, JAC

A,

MA

LA. SEC

A).

P.G.

4. Las danzas rituales del Asia del sur se

han llamado danzas de las m

anos. No sola-

mente los m

ovimientos que inscriben en el

espacio, sino la posición mism

a de las ma-

nos en relación con el resto del cuerpo, y los dedos en relación unos con otros son alta-m

ente significativos. Pasa 10 mism

o en las artes plásticas, pintura y escultura; las posi-ciones relativas de las m

anos y los dedos sim

bolizan actitudes interiores. Ya se ha vis-

to con los principales mudra; hay otros que

obedecen a una suerte de estereotipia hierá-tica casi inm

utable: por ejemplo, descansar

Mano

la palma de las m

anos sobre las rodillas ex-presan la concentración m

editativa; la mano

derecha levantada con índice y medio exten-

didos y juntos, y los otros dedos replegados: la argum

entación, la dialéctica; la mano col-

gante, con la palma hacia el exterior: el don,

la caridad; la mano abierta que se adelanta

con la palma vuelta hacia el cielo: el apaci-

guamiento, la disipación de todo tem

or; la m

ano derecha con la palma vuelta hacia el

exterior y tocando a tierra: la iluminación.

En el Japón los dedos plegados de manera

que formen un triángulo con el pulgar indi-

can la

concentración afectiva:

«embrión

de gran compasión»; el índice de la m

ano izquierda apuntando hacia el cielo e inser-tándolo en la m

ano derecha cerrada: la pe-netración en

el conocim

iento: «plano de diam

ante.» La actitud pensativa está repre-sentada en la secta japonesa shingon con el aspecto de un bodhisaltva sentado. reclinan-do la cabeza sobre la m

ano derecha y con la otra m

ano agarrando el tobillo derecho colo-cado sobre la rodilla de la pierna izq uierda, que deja colgar.

Todas las civilizaciones, con más o m

enos sutileza, han utilizado el lenguaje de las m

a-nos. En el Á

frica, poner la mano izquierda

con los dedos plegados en la mano derecha

es un

signo de sumisión y hum

ildad; en R

oma, m

eter la mano por la m

anga era se-ñal de respeto y aceptación de la servidum

-bre, etc.

5. El simbolism

o de la mano se une en

modo céltico al del brazo, del que es im

posi-ble separarlo totalm

ente. La palabra irlande-sa lam

(mano) sirve adem

ás a menudo para

designar el brazo completo. Las dos m

anos levantadas con

las palm

as hacia adelante (passis ,m

anibus según los términos de C

ésar en La guerra de las G

alias) son un gesto de súplica; las galas 10 usan repetidam

ente en el curso de la guerra de las G

alias (al menos

en Avaricum

y Bratuspantium

), a veces con el pecho desnudo. La m

ano también tiene

valor mágico. El rey Buada, am

putado del brazo derecho, no puede ya reinar, porque el m

undo céltico no concibe un rey únicamen-

te cargado de potencial peligroso (porque el brazo que queda es el izquierdo). N

o se co-noce en los textos ni la iconografía (fuera de

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Vlano

algunas manos que aparecen en num

ismáti-

ca gala)· testimonio de la existencia de la

mano de justicia. el sím

bolo del otro aspecto de la actividad real equilibran te; pero el rey celta es tam

bién juez. y un buen reyes el que arbitra juicios justos. Los hijos de Cala-tin que. por definición, son los -+

fomore, es

decir, criaturas sombrías y m

aléficas, no tie-nen m

ás que un ojo. una mano y un pie,

porque se les ha hecho sufrir mutilaciones

contrainiciáticas. La mano derecha de CÚ-

chulainn corta el brazo de su asesino Lugaid cuando quieren quitarle la espada. Le corta la m

ano en represalia. La mano sirve tam

-bién

para la tom

a de posesión (véase la

leyenda del escudo de armas del U

lster). Un m

otivo de la cruz de Muiredach en M

onas-terbuice (Louth) representa una m

ano iz-quierda dentro de cuatro círculos concéntri-cos. Por últim

o la mano sirve de invocación:

la reina bretona Budicca invoca a la diosa de la guerra, A

ndrasté, levantando una mano

hacia el cielo (Dion Cassio, 60,11,6) y los

druidas de la isla de Mona (A

nglesey) rezan y lanzan im

precaciones o incantaciones con-tra los rom

anos elevando también los brazos

hacia el cielo (Tácito, Anales. 14,30; OG

AC

. 18,373; ETU

C, 109-12.3j.

L.G.

6. En la A

mérica central precolom

bina aparece una m

ano abierta con los dedos esti-rados -y a m

enudo el pulgar levantado-tan-to sobre los bajorrelieves com

o en la glíp-tica.

Su primera acepción es num

érica y representa el cinco. Es el sím

bolo del dios del quinto día. Pero sem

ejante dios es ctóni-co; por ello la m

ano se convierte en un

símbolo de m

uerte en el arte mejicano. Se

encuentra efectivamente asociada con cabe-

zas de muerto, corazones, pies sangrantes, el

..... escorpión y el cuchillo sacrificial de hoja de ..... obsidiana o sílex. En lengua yuca teca a este cuchillo se lo llam

a «la mano de D

ios». El jade, sím

bolo yang, está representado por una m

ano en la glíptica maya (TH

OH

). Thornson subraya que, en cuanto a la aso-

ciación de la mano y los sacrificios cruentos,

con ocasión de los sacrificios a Xipe Totec,

el sacerdote, al vestirse con la piel de las víctim

as desolladas, no podía ensartar los dedos. La piel de los desollados era pues cortada por el puño y la propia m

ano del

684

sacerdote aparecía contrastando

sobre la

macabra vestim

enta que lo cubría. Este de-talle visual podría pues bastar para descu-brir en la m

ano el símbolo del conjunto y

concluir el rito de substitución propio del sacrificio.

A.G

. 7. En la tradición bíblica y cristiana la

mano es sím

bolo de poderío y supremacía.

a) Ser cogido por la mano de D

ios es reci-bir la m

anifestación de su espíritu. Cuando la m

ano de Dios toca al hombre, éste recibe la

fuerza divina; asi la mano de Y

ahvéh toca la boca de Jerem

ías antes de enviarlo a pre-dicar. Elías, cuando está en el Carm

elo, ve subir del m

ar una ligera nube y siente sobre sí la m

ano de Yahvéh. A

braham, fiel a la

tradición, rehúsa aceptar los presentes co-rruptores. C

uando el rey de Sodoma le pro-

pone bienes, eleva la mano a D

ios, no sola-m

ente para

implorar su protección, sino

porque sólo él posee los cielos y la tierra. El

Midrash

insiste sobre la

actitud de A

braham respecto a su hijo Ism

ael. Éste es despedido por su padre con las m

anos va-cias: sin bienes ni derechos.

En el

Antiguo

Testamento, cuando se

menciona la m

ano de Dios, el sím

bolo signi-fica «D

ios en la totalidad de su poderío» y eficacia. La m

ano de Dios crea, protege; des-

truye si se opone. Es importante distinguir

la mano derecha, la de las bendiciones, de la

mano ízquierda. la de las m

aldiciones. _ La m

ano de Dios se representa a m

enudo saliendo de

las nubes mientras el cuerpo

permanece oculto en el cielo. A

fin de mani-

festar su divinidad, aparece rodeada de un nim

bo crucífero. C

aer en las manos de D

ios o de tal hom-

bre significa estar a su merced; poder ser

creado o aniquilado por él. b) A

veces la mano se com

para con el ojo: ve tam

bién. Ésta es una interpretación que el

psicoanálisis ha retenido considerando

que la mano que aparece en los sueños es la

equivalente del ojo. Según san G

regorio Niseno, las m

anos del hom

bre están igualmente ligadas al conoci-

miento, a la visión, pues tienen por fin el

lenguaje. En su tratado sobre La creación del hom

bre, escribió: «Las manos, para las

necesidades del lenguaje, son ayuda particu-

685

lar. Quien viese en el uso de las m

anos lo propio de una naturaleza racional no se en-gañaría del todo, por la razón corrientem

en-te adm

itida y fácil de comprender de que

ellas nos permiten representar nuestras pala-

bras mediante letras; es efectivam

ente una de las señales de la presencia de la razón el expresarse con letras, y cierta m

anera de conversar con las m

anos, dando persistencia con los caracteres escritos a los sonidos y a los gestoS» (G

REC

, 107). e) Poner nuestras m

anos en las de otro es rem

itir nuestra libertad. o sobre todo desistir de ella confiándola, es abandonar nuestro poder. Citem

os a este propósito dos ejem-

plos: el homenaje feudal entraña la im

mixtio

manuum

. El vasallo, normalm

ente arrodi-llado, con la cabeza desnuda y desprovisto de arm

as, pone sus manos en las de su sobe-

rano, que cierra las suyas sobre las de aquél. Por este rito de hom

enaje hay pues una ra-diación de sí m

ismo por parte del vasallo

y una aceptación por el señor (GA

NF, 92).

Las obligaciones que resultan son recíprocas. H

ay tam

bién una

disposición análoga

para la virgen y el ordenando. El ritual des-cribe la cerem

onia por la cual la virgen o el ordenando colocan sus m

anos juntas en las del obispo. El sentido que aquí se da corro-bora las últim

as palabras de Cristo: in ma-

nus tuas Dom

ine. comm

endo spiritum m

eum.

d) La imposición de las m

anos significa una transferencia de energia o potencia. A

sí, al com

ienzo del siglo 111, en la comunidad

cristiana de Roma había un cierto núm

ero de m

ujeres que, habiendo renunciado al ma-

trimonio, querían hacer profesión de virgini-

dad. Solicitaban de un obispo la imposición

de manos, a fin de obtener una consagración

oficial de su voto. Por temor a que tal im

po-sición no se confundiera con la que se em

-pleaba para la ordenación de los sacerdotes, fue m

ás tarde prohibida: lo que prueba la im

portancia dada a este gesto ritual y la am-

plitud de su

significación. La

Tradición Apostólica de H

ipólito es significativa a este respecto. A

mbrosio de M

ilán en su tratado D

e virginibus relata una anécdota según la cual una joven que quería consagrarse a D

ios, pero que sus padres deseaban casar, intentó hacer fracasar la voluntad de su fa-

Manto

milia de la siguiente m

anera: se puso cerca del altar, agarró la m

ano diestra del sacerdo-te y la puso sobre su cabeza pidiéndole que recitara la oración de bendición. Se conside-ró entonces que estaba ligada y dotada de un poder divino.

M.-M

.D.

8. La mano, por últim

(), es símbolo de ac-

ción diferenciadora. «Su significación se jun-ta con la de la -+

flecha y recuerda que el nom

bre de Quirón, el Sagitario, cuyo ideo-

grama es una flecha, viene de la palabra

mano» (V

IRI, 193). La m

ano es como una

síntesis, exclusivamente hum

ana, de lo mas-

culino y lo femenino; es pasiva en lo que

contiene; activa en lo que tiene. Sirve de arm

a y utensilio; se prolonga por sus instru-m

entos. A

simism

o ella diferencia a los hombres de

cualquier animal y sirve para diferenciar

también los objetos que toca y m

odela. Incluso cuando indica una tom

a de pose-sión o una afirm

ación de poder: la mano de

justicia, la mano echada sobre un objeto o

territorio o la mano dada en m

atrimonio,

distingue a quien ella representa, ya sea en el ejercicio de sus funciones o en una situa-ción nueva.

Mano de m

ortero (de almirez) -+

pistadero.

Manto, abrigo. l. El m

anto (brat) es parte de los atributos reales de los dioses de Irlan-da. En el relato de Tochm

arc Etaine o Cor-tejo de Etaín, en com

pensación del perjuicio sufrido en una riña (un ojo reventado) y a pesar de una pronta curación, el dios del otro m

undo, Mider, reclam

a como com

pen-sación un carro, un m

anto y la muchacha

más

hermosa de

Irlanda en m

atrimonio.

Este manto es sin ninguna duda el de M

a-nannan (del que M

ider es otro nombre), que

es un manto de. invisibilidad (la tarnkappe

de Sigfrido en el Cantar de los N

íbelungos) y de olvido. En el relato de la Serglige C

on-C

ulaind o Enfermedad de C

úchulainn, el dios sacude su m

anto entre su mujer Fand

(golondrina) y el héroe Cúchulainn, al que tenía por am

ante, a fin de que no se vuelvan a encontrar m

ás (OG

AC

, 10,295; CELT, 15); él

la vuelve invisible. El dios Lug lleva un abri-go sem

ejante cuando atraviesa todo el ejérci-