Catequesis Sobre El Desierto

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Catequesis sobre el desierto. Tema 1 de 5: Introducción Con la bondad del Señor, vamos a tener cinco catequesis sobre el desierto, esa palabra va a estar muy al centro de nuestra reflexión, va a ser algo así como el hilo conductor. Lo que vamos a hacer en esta primera reflexión, en esta primera charla, es mirar precisamente por qué es importante el desierto, qué clase de desiertos encontramos en la Biblia, y también, cuáles son las palabras vecinas del desierto.Porque el desierto en la Biblia y en nuestra propia experiencia no está solo, sino que tiene unos acompañantes. Entonces miramos qué es el desierto, qué clase de desierto, y miramos los acompañantes del desierto. Ese es el propósito en esta primera reflexión. Pero qué mejor que empezar por la palabra misma. La palabra desierto nos suena familiar con otras que tenemos en español. Por ejemplo, cuando un militar, cuando un soldado abandona el regimiento sin permiso, se dice que es un desertor, se dice que ha desertado. Y el verbo desertar viene de la misma raíz de desierto, desierto y desertar vienen de lo mismo. ¿Y cuál es la idea que está detrás de eso? El soldado que abandona su compañía o regimiento, ha dejado, ha abandonado, y esa es la idea principal dentro de lo que llamamos desierto. Desierto quiere decir lo que ha sido abandonado. Y esta idea es importante porque ya incluye lo que podríamos llamar descartar. Escribamos lo que podríamos llamar el universo semántico del desierto. Hemos encontrado una palabra que es la palabra “desertar”, y encontramos otra palabra, y es que también esto es como “descartar”, y otra que hemos mencionado es “abandonar”. Esto significa que la palabra desierto empieza como un adjetivo, desierto quiere decir lo abandonado, lo “desechado”, esa es otra palabra que también sirve aquí. Lo desertado, lo descartado, lo abandonado, lo desechado, no parece muy positivo, ciertamente. Tierra desierta quiere decir tierra abandonada, tierra que se ha descartado, tierra que se ha desecado. ¿Y por qué se descarta una tierra? Pues pensemos en gente que tiene sus cultivos y sin embargo dice: “Esta tierra no nos sirve”. ¿Por qué se descarta o desecha la tierra? Porque es muy peligrosa, porque es estéril, porque está demasiado alejada. De nuevo, no son características

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Catequesis sobre el desierto. Tema 1 de 5: Introducción

Con la bondad del Señor, vamos a tener cinco catequesis sobre el desierto, esa palabra va a estar muy al centro de nuestra reflexión, va a ser algo así como el hilo conductor.

Lo que vamos a hacer en esta primera reflexión, en esta primera charla, es mirar precisamente por qué es importante el desierto, qué clase de desiertos encontramos en la Biblia, y también, cuáles son las palabras vecinas del desierto.Porque el desierto en la Biblia y en nuestra propia experiencia no está solo, sino que tiene unos acompañantes. Entonces miramos qué es el desierto, qué clase de desierto, y miramos los acompañantes del desierto. Ese es el propósito en esta primera reflexión.

Pero qué mejor que empezar por la palabra misma. La palabra desierto nos suena familiar con otras que tenemos en español. Por ejemplo, cuando un militar, cuando un soldado abandona el regimiento sin permiso, se dice que es un desertor, se dice que ha desertado. Y el verbo desertar viene de la misma raíz de desierto, desierto y desertar vienen de lo mismo. ¿Y cuál es la idea que está detrás de eso? El soldado que abandona su compañía o regimiento, ha dejado, ha abandonado, y esa es la idea principal dentro de lo que llamamos desierto.

Desierto quiere decir lo que ha sido abandonado. Y esta idea es importante porque ya incluye lo que podríamos llamar descartar. Escribamos lo que podríamos llamar el universo semántico del desierto. Hemos encontrado una palabra que es la palabra “desertar”, y encontramos otra palabra, y es que también esto es como “descartar”, y otra que hemos mencionado es “abandonar”.

Esto significa que la palabra desierto empieza como un adjetivo, desierto quiere decir lo abandonado, lo “desechado”, esa es otra palabra que también sirve aquí. Lo desertado, lo descartado, lo abandonado, lo desechado, no parece muy positivo, ciertamente.

Tierra desierta quiere decir tierra abandonada, tierra que se ha descartado, tierra que se ha desecado. ¿Y por qué se descarta una tierra? Pues pensemos en gente que tiene sus cultivos y sin embargo dice: “Esta tierra no nos sirve”.

¿Por qué se descarta o desecha la tierra? Porque es muy peligrosa, porque es estéril, porque está demasiado alejada. De nuevo, no son características muy positivas. Porque el clima es demasiado duro. Nosotros oímos hablar, por ejemplo, del desierto del Sahara, pues el desierto del Sahara se caracteriza, por supuesto, muy poca agua, muchísimo calor en el día, muchísimo frío en la noche.

Esas condiciones hacen que sea muy difícil vivir en el Sahara; entonces se descarta: “Yo allá no voy y mucho menos voy a vivir. Vivir en el desiertoes como una contradicción, porque se supone que el desierto es donde no se vive, el desierto es lo que se ha descartado.

Bueno, esa primera aproximación es un poco desalentadora, pero ya nos va introduciendo en el tema. Desierto es aquello donde uno no quiere estar, aquello que es estéril, aquello que es inhóspito, esa es la idea general. Por consiguiente, como es inhóspito, como es difícil, como uno no quiere pasar por ahí, es descartado.

Demos un paso más y preguntémonos qué clase de desiertos hay. Por supuesto que esta palabra desierto surge de una realidad muy clara, que es la de la agricultura y la de los asentamientos humanos, de ahí surge, de algo muy material, de algo muy concreto. Pero luego se puede mirar por extensión, es decir, se puede mirar de modo metafórico o simbólico que muchas otras cosas también

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son desierto.

Seguramente, estamos familiarizados con la expresión “desierto espiritual”, una persona puede decir: “Estoy en desierto”. Pero que no sea en primer lugar nuestra experiencia la que hable, sino que hable la Palabra de Dios.

Hay un salmo muy conocido, que es el salmo número sesenta y tres, el salmo número sesenta y tres lo toma la Iglesia los domingos de la primera semana en el Salterio, y ese salmo sesenta y tres se dice con mucha frecuencia. En la traducción de la Liturgia de Las Horas empieza diciendo: “Oh, Dios, tú eres mi Dios; por ti madrugo” Salmo 63,2, así empieza el salmo sesenta y tres. En esta traducción, que es la de “Dios Habla Hoy”, vamos a escucharlo porque aquí hay una experiencia de desierto.

“Dios mío, tú eres mi Dios; con ansias te busco, pues tengo sed de ti. Mi ser entero te desea, cual tierra árida, sedienta, sin agua. Quiero verte en tu santuario y contemplar tu poder y tu gloria. Pues tu amor vale más que la vida. Con mis labios te alabaré. Toda mi vida te bendeciré, y a ti levantaré mis manos en oración” Salmo 63,2-5.

“Quedaré muy satisfecho, como el que disfruta de un banquete delicioso, y mis labios te alabarán con alegría. Por las noches, ya acostado, te recuerdo y pienso en ti, pues tú eres quien me ayuda, soy feliz bajo tus alas” Salmo 63,6-8.

"Mi vida entera está unida a ti, tu mano derecha no me suelta. Los que tratan de matarme caerán al fondo del sepulcro, morirán a filo de espada y serán devorados por los lobos. Pero el rey se alegrará en Dios, cantarán alabanzas todos los que juran por Él, pero a los que mienten se les tapará la boca” Salmo 63,9-12.

Este es el texto completo, del cual la Liturgia de las Horas nos ofrece la mayor parte, pero ustedes ven que hay unos cuantos versículos que no aparecen en la versión usual de la Liturgia de las Horas.

Aquí también hay una experiencia de desierto, en la persona que dice esto, y el desierto se convierte en dos palabras: ansia y sed; y el desierto se convierte entonces también en un verbo: buscar, "te busco, mi alma te busca".

Inmediatamente recordamos también aquella maravillosa imagen del ciervo que corre tras las corrientes del agua: “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío” Salmo 42,2.

Es decir que la experiencia del desierto se convierte en una experiencia de búsqueda, y la experiencia de búsqueda se convierte en una experiencia de camino. Bueno, ya esto es un poco más positivo que lo que teníamos antes, porque lo que habíamos dicho todo era negativo: desechar, abandonar, descartar, rechazar, aquí ya hay algo más positivo, aquí ya estamos hablando de una búsqueda. Y de inmediato uno piensa cuántas cosas en esta vida son desierto, precisamente porque son ansia, porque son sed y porque son búsqueda.

Hemos encontrado dos sustantivos que son muy importantes, que son la sed y el ansia; y hemos encontrado dos verbos que son muy importantes, y es el verbo buscar, y es el verbo peregrinar, avanzar, caminar.

El desierto en sí mismo es una experiencia desagradable, es un lugar de muerte, pero si tú estás vivo en un lugar de muerte, ¿qué experimentas? Ansia y experimentas sed; y si tú estás vivo en un lugar

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de muerte, y experimentas ansia y sed, eso lleva a que tú empieces a buscar y a que tú empieces a caminar.

Esto es importante, porque ya nos hace suponer algo sobre lo cual vamos a volver varias veces en estas catequesis sobre el desierto. Nos hace suponer que, si el desierto es el que trae la sed y trae el ansia, y si el desierto es el que nos hace buscar y nos hace caminar, uno empieza a temer algo, uno empieza a temer: “Y si no hay desierto, ¿entonces qué pasa?”

Porque si no hay desierto, probablemente tampoco hay sed; y si no hay desierto, tampoco hay deseo, tampoco hay ansia; y si no hay desierto, tampoco hay búsqueda, y tampoco hay camino.

En la Biblia, ¿qué es es lo contrario del desierto? Lo contrario del desierto es el paraíso, el paraíso es el lugar que lo tiene todo; si el desierto es el lugar al que le falta todo, entonces por eso decimos que en el Sahara no hay alimentos, no hay agua, durante el día demasiado caliente, durante la noche demasiado frío.

Si el desierto es el lugar donde falta todo, el paraíso es el lugar que lo tiene todo, que ese es el lema de un centro comercial, lo tiene todo, es el paraíso: “Venga a este centro comercial que aquí lo tenemos todo”.

Pero hay un peligro: si yo estoy en el paraíso, si lo tengo todo, ¿qué clase de sed puedo tener? Quizás no voy a tener ninguna sed, ¿y qué clase de ansia voy a tener? Probablemente no voy a tener ninguna ansia, ¿y qué clase de búsqueda voy a tener? Ninguna, ¿y qué clase de camino voy a hacer? Ninguno.

Y si uno no hace ningún camino, porque ya está demasiado bien donde se encuentra, quiere decir que el que no camina, no avanza; el que no camino y no avanza, no crece; y el que no crece, está muerto. El que no avanza, el que no se mueve, el que no camina, el que no crece, ¡está muerto! Esta es la gran paradoja que yo quisiera que nos quedara muy clara, porque es como de la esencia del desierto.

Fíjate esto, cuando hay mucha muerte alrededor, porque ¿desierto qué es? Tierra abandonada, tierra estéril, tierra difícil, tierra donde uno no quiere vivir, hay mucha muerte alrededor; cuando hay mucha muerte alrededor, eso despierta la vida por dentro, despierta la vida en forma de ansia, despierta la vida en forma de búsqueda, despierta la vida en forma de camino.

En cambio, cuando todo está demasiado vivo afuera, quizás el que está muerto es uno por dentro. Porque cuando todo está demasiado bien afuera, entonces se le acaba a uno el ansia, la sed, la búsqueda y el camino; y cuando a uno se le acaba el camino, ha llegado al final. Y el que está en su final, y el que ya no tiene ansia, y el que ya no tiene búsqueda, ¿qué le queda? No le queda nada.

La paradoja es la paradoja de la vida y de la muerte, es la paradoja de la vida cristiana, es la paradoja del Evangelio, y de esto nos habla Jesús muchas veces, por ejemplo cuando dice: “El que quiera salvar su vida, la perderá ; el que pierda su vida por mí, la encontrará” San Marcos 8,35, es la misma paradoja del desierto.

La paradoja del la vida y la muerte es lo mismo que el enorme contraste que hay entre el paraíso y la cruz. ¿El paraíso qué es? El lugar donde todo es abundante, el lugar que lo tiene todo, el lugar donde hay mucha vida, el lugar donde todo florece, pero ese lugar escondía muerte, había una serpiente, engañosa, mentirosa, ponzoñosa.

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En cambio, ¿la cruz qué es? En la cruz todo parece muerte, en la cruz todo parece destrucción, en la cruz todo parece perdido, pero en el centro de la cruz hay vida. Hay una gran importancia en este descubrimiento pero yo quiero aclarar, que el hecho de que uno tenga esto claro, el hecho de que uno haya hecho este descubrimiento, no quiere decir que deje de sufrir.

La secta esa que dice: “Pare de sufrir”, lo que está diciendo es: “Te vamos a rodear de éxito, de prosperidad, todo te va a salir bien, nada te va a faltar”. Pero resulta que muchas veces hay un engaño y lo que eso tiene por dentro es muerte.

Bueno, descubrir esta paradoja, que se llama la paradoja del paraíso y la cruz, descubrir esta paradoja, le ayuda a no a entender muchas cosas del Evangelio, pero esto hay que verlo con cuidado, porque resulta que una persona también se puede rodear de muerte y estar muerto, eso también puede pasar.

Hay gente que por ejemplo sólo habla de una manera derrotista, una gente que todo lo ve negativo, como decía un amigo mío, es de ese tipo de personas que a toda solución le encuentra un problema, mientras que hay otros que cada problema le encuentran una solución, pero hay personas especialistas en encontrarle a cada solución un problema.

Y entonces parece que todo lo que les rodea es muerte, incluso a veces eso se expresa de un modo muy visible, muy físico. A veces uno ve cómo vive una persona y todo es tan dejado, sucio, desordenado, todo se le muere, eso no significa que la persona esté viva.

O sea que esto del paraíso y la cruz no es una fórmula mágica, esto no es una manera de decir: “Vivamos descuidados, desordenados, mediocres, estériles, desaseados, y verá que tenemos harta vida por dentro”, no; porque a veces puede haber mucha muerte por fuera, y muchísima muerte por dentro.

Esta no es una fórmula mágica que se aplique automáticamente. Por eso necesitamos varias catequesis, en el fondo el mensaje es este, en el fondo el mensaje es que a través de la cruz llega la vida. Pero para llegar ahí, para poder aplicar esto correctamente, necesitamos hacer un camino nosotros mismos.

¿Qué tipos de desiertos podemos encontrar? Pues si tenemos en cuanta una palabra muy importante, la palabra ansia, que la hemos tomado de la traducción de “Dios Habla Hoy”, para el salmo sesenta y tres. La palabra ansia, yo creo que es una palabra interesante, porque es vecina de otra palabra, que es la ansiedad, ansia es vecina de ansiedad. Vamos a decir una cosa sobre la diferencia entre ansia y ansiedad, y vamos a ver cómo a través del ansia descubrimos distintas clases de desierto.

¿Qué es la ansiedad? Podemos decir que la ansiedad es ansia pero sin un objetivo específico; ¿y entonces qué es el ansia? Ansia es deseo íntimo, profundo, quemante, fortísimo, es un anhelo, pero es una anhelo que prácticamente se ha asentado en lo profundo de nuestro ser.

Así como la palabra sed se refiere a una experiencia fisiológica, pero evidentemente es más que eso, así también la palabra ansia se refiere a un anhelo, pero un anhelo que envuelve todo el ser.

Ansia de felicidad: esa necesidad es como una necesidad profunda, es una urgencia, es algo esencial, es algo fundamental, es algo muy importante. Quedémonos entonces con esta definición: ansia es un deseo profundo y abarcante, un deseo que repercute en todas la áreas de mi vida.

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Si, por ejemplo, hay algo de hambre, pues eso no es propiamente ansia; ansia se suele remitir a aquellas realidades que son más permanentes, que son más profundas, uno puede sentir ansia de verdad, de felicidad, de la paz, es un deseo profundo y abarcante, es algo que involucra, de alguna manera no sólo una etapa de mi vida, sino que cubre las distintas etapas de mi vida, ese es el ansia.

Pero fíjate que el ansia tiene un objetivo determinado, ansia es un deseo profundo y abarcante con un objetivo determinado. En cambio, ¿qué es lo grave y lo enfermizo de la ansiedad? Que la ansiedad es un deseo muy grande pero sin un objetivo.

Y ahí es de donde decimos en Colombia que la persona “no se halla”, “es que no se halla”, ¿no se halla qué quiere decir? Que se mueve pero no va, que se inquieta pero no avanza, no tiene un objetivo. Porque cuando una persona tiene un objetivo, se mueve hacia ese objetivo; pero tener un ansia sin un objetivo, eso es ansiedad.

El ansia puede ser positiva; por supuesto que todo deseo depende de lo que uno esté deseando, si uno tiene un deseo que es incorrecto, que es perverso, que es impuro, pues eso va a hacer daño; pero si uno tiene un deseo bueno, eso va a hacer bien.

Si la persona tiene ansia de verdad, o si tiene ansia de libertad, de verdadera libertad, ansia de la paz, eso le va a hacer bien. El ansia es como un motor, los anhelos profundos lo ponen a uno en movimiento; en cambio la ansiedad es un desgaste sin movimiento, la ansiedad destruye, consume a la persona sin producir ningún fruto, eso es ansiedad.

Bueno, ahora que tenemos la diferencia entre ansia y ansiedad, nos damos cuenta de qué es lo que sirve para clasificar los desiertos.

Si una persona, por ejemplo, tiene un ansia profunda de paz, pero se encuentra en una situación de conflicto, se encuentra en un ambiente problemático, conflictivo, como dice la gente, “un ambiente muy pesado”, esa persona seguramente experimenta un desierto, ¿por qué? Porque su deseo, que es un deseo de paz, no se puede realizar dentro del ambiente en el que se encuentra.

Con esto llegamos a un principio muy importante, y es que todo deseo engendra su desierto. El deseo de la verdad, por ejemplo, pues hace que cuando la persona está rodeada de mentiras o está envuelta en la maraña de sus propias mentiras, experimente desierto.

El deseo de la amistad y de la cercanía de Dios produce un desierto espiritual. Si lo que yo anhelo es experimentar la presencia del Señor, si lo que yo anhelo es estar en su compañía, pero no lo puedo lograr, o no lo siento, o no lo descubro, ¿entonces qué digo? “Estoy en desierto”. ¿Qué es lo que hace que yo me sienta en desierto? Que tengo un deseo, un deseo muy grande, un deseo profundo, y ese deseo no se puede cumplir.

Todo deseo engendra su desierto. Esa frase nos sirve por lo siguiente. ¿Cuál es el peligro, pero también cuál es la luz que nos trae esta frase? Que entonces el estudio del desierto tiene que ver con el estudio del deseo. Desierto y deseo están profundamente relacionados, porque dependiendo de cuál sea tu deseo, así serán tus desiertos.

Por ejemplo, supongamos que una persona ama el comercio, le fascina vender, diseñar sus negocios, buscar nuevas estrategias, es un comerciante nato, es una persona a la que le fascina el proceso de la venta, es una de esas personas agradables, simpáticas, que cuando reciben un no, lo miran más bien como un estímulo.

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Hay un dicho que utilizan los comerciantes en Estados Unidos y que traducido dice: “La venta empieza cuando el cliente dice “no”. Muchos de nosotros nos desalentamos frente a la palabra “no”: -Mira, que te vendo este marcador”. “-No me interesa”. “-Ya”. Es decir, la mayor parte de nosotros frente a un “no” nos desanimamos.

Pero hay personas que casi les fascina el “no”: “-Te vendo este marcador”. “-No me interesa”. “-Pero es el marcador que necesitas y te lo estoy dejando a muy buen precio”. “-¿Y yo por qué necesito eso?. “-Hombre, porque a través de esto...”, y es la emoción de vencer.

Así como un general disfruta, hasta cierto punto, la guerra, y en la guerra se siente más general que nunca, pues ser general en un cuartel en paz, pues no es lo más emocionante del mundo para un militar; pero en cambio ser general en el combate, diseñar las estrategias, las fuerzas, lo recursos, los ataques, todo eso llega a convertirse en algo emocionante y en algo satisfactorio.

Pero sigamos nuestra historia. Este es un comerciante que le fascina vender, es decir, vencer la resistencia del cliente, hacer un buen negocio, lograr una buena ganancia, eso le llena de satisfacción.

Ahora supongamos que este hombre está de paseo con su familia. Está de paseo con su familia y van a una isla hermosísima, con unas playas bellísimas, un lugar muy tranquilo, gente acogedora, buen descanso, buen sol, buen mar, pero ningún negocio.

Entonces este hombre llega a allá, y entonces se despierta su ansia, pero como no tiene a quien dirigir, porque no tiene mucho que venderle ni a los cangrejos, ni a las piedras, ni a las olas, entonces empieza a sentir ansiedad.

Su ansia de vender no tiene a quien dirigirse, entonces el ansia se vuelve ansiedad, la persona no disfruta sus vacaciones preciosas en ese lugar hermosísimo, porque su deseo particular no logra cumplirse.

Todo deseo engendra su desierto. La relación que hay entre el deseo y el desierto es sin embrago muy interesante, porque luego resulta que el desierto transforma el deseo.

Es verdad que los deseos engendran desiertos, pero también es verdad que los desiertos transforman los deseos. Vamos a ver cómo sucede esto y la importancia que tiene dentro del camino de la Sagrada Escritura.

Miremos qué va desde el deseo al desierto, y luego quá va del desierto al deseo. Del deseo al desierto. El deseo, -estamos hablando sobre todo de los deseos profundos, quemantes, abarcantes-, el deseo engendra su desierto porque la vida humana nuestra es una vida llena de limitaciones, es decir, nosotros somos finitos.

Dice el Génesis, refiriéndose a la creación: “Y Dios dijo, y así fue” Génesis 1,6-24, en un salmo nos encontramos también esta expresión: “Dios lo dijo, y existió” Salmo 33,9, “Él mandó, y surgió”.

Y uno quisiera ser Dios, no para hacerle el bien a mucha gente, sino para que se cumpliera eso, que mis deseos fueran órdenes: “Yo lo deseo, y se cumple”, uno quisiera ser Dios, pero no el Dios verdadero, sino uno quisiera ser un Dios falso, que tiene todo el poder, pero muy poquito del amor y de la sabiduría.

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En Dios están las tres cosas: el poder, el amor y la sabiduría, que se asocian con el Padre, el Espíritu Santo y el Hijo; si lo decimos en el orden tradicional, en Dios está el poder, la sabiduría y el amor: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Pero uno quisiera a veces tener el poder, pero no tiene ni el amor ni la sabiduría. Como nosotros no podemos ser Dios, sobre todo no podemos ser ese Dios falso, entonces muchos de nuestros deseos quedan insatisfechos.

Y este es de los aprendizajes más importantes en la infancia: el niño que acaba de descubrir el sabor dulce, -por lo menos esto les sucede a muchos niños-, quisiera comer dulces a toda hora, entonces corresponde a los papás llevar al niño a su primer desiertico, su primer desiertico es: “-No puedes comer dulce ahora”. “-Pero yo quiero”. “-Pero no puedes; ahora no se come dulce”.

Ese enfrentarse con el “no”, ese enfrentarse con una realidad que no responde a mi deseo, eso es lo que llamamos “el deseo engendra el desierto”. Si el niño dejara de desear, pues no tendría el desierto, este es el principio fundamental del budismo; para el budismo la solución al problema del deseo es que desaparezca el deseo, y de una vez que desaparezca el que desea.

Es decir, el budismo es un avance sistemático hacia la nada, un avance sistemático hacia la muerte, eso es el budismo.

Entonces vemos que el deseo engendra el desierto, ¿y por qué el deseo engendra al desierto? Lo engendra por nuestra limitación de criaturas, porque somos limitados, porque nuestra realidad no responde a lo que uno quisiera.

Porque lo que uno quisiera es que las cosas siempre fueran según los deseos de uno, pero como la realidad es desobediente, la realidad no sigue lo que uno quiere, entonces uno se enfrenta con el “no”, se enfrenta con la negación, se enfrenta con la resistencia, se enfrenta con la contradicción.

Y cuando a uno le toca enfrentarse con la contradicción y con la resistencia, entonces uno experimenta el desierto. Podemos decir que lo que nos hace pasar del deseo al desierto es finalmente que hay una contradicción, la contradicción.

Bueno, ¿y cómo pasa uno del desierto al deseo? O mejor, ¿qué relación hay entre el desierto y el deseo? Pues eso se llama purificación. Esas dos palabras son útiles porque las contradicciones hacen que uno pase del deseo al desierto:”Pero es que yo quiero”. “No”. El “no”, la contradicción me obliga a llegar al desierto.

Pero luego el desierto purifica el deseo. Sigamos con el caso del niño. El niño pasa por el “no”, el “no” es: “No más dulces, no más”, ese es el primer desierto que experimenta el niño: “No puedo comer lo que yo quiera ni cuando yo quiera; no puedo dormir a todas horas; no puedo jugar a todas horas; no puedo orinarme en cualquier parte; no puedo reírme de cualquiera; no puedo comer como a mí me gustaría comer, porque a mí me gustaría comer y tirarme la comida por la cara y luego refregar la cara en el plato, pero yo no puedo comer así”.

Entonces la contradicción me lleva al desierto, pero luego el desierto cambia al deseo por vía de purificación. Y esta es una cosa muy importante, muy interesante; porque en este círculo entre deseo y desierto, en este círculo de contradicción y purificación, está la educación.

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Es decir, si este proceso se vive de manera constructiva, aquí se educa a un ser humano, entonces después de unos cuantos años ese niño pues ya tiene otra edad, ya no es un niño, ya tiene diecinueve, veinte, veinticinco años, vamos a suponer que ese “no” se lo dijeron cuando tenía cinco años y ahora tiene veinticinco, han pasado veinte años.

Pero en esos veinte años ha habido este proceso de contradicción y purificación, y en el proceso de contradicción y purificación el niño ha aprendido, entonces el niño ya no come cualquier cosa, sobre todo si es uno de los jóvenes de nuestro tiempo, muchísimos jóvenes hoy se cuidan mucho en la alimentación, ¿por qué? Porque quieren tener una figura esbelta, quieren tener una figura agradable, porque quieren sentirse bien, y entonces no comen cualquier cosa.

El proceso de contradicción ha llevado a un proceso de purificación, aún más: llega el punto en el que la persona se ha educado tanto, que su mismo deseo cambia, ya no es que se esté muriendo a todas horas: “Ay, yo me moriría por un dulce, un dulce, un dulce”, no, ya no se muere por ese dulce, su deseo ha cambiado, su deseo se ha educado.

Es decir que hay un proceso que se vive aquí, un proceso de contradicción y purificación, y ese proceso hace que la persona crezca. Este es el motor, ¿te acuerdas que habíamos dicho antes que el desierto nos pone en camino? El motor es este: a través de la purificación del deseo, cambia.

Por eso se compara también al desierto con un horno, y se dice que es como un horno donde se acrisola el fuego, en ese horno somos purificados, en ese horno cambian nuestras maneras de valorar las cosas.

Casi siempre cuando una persona ha pasado por una experiencia traumática, y a veces son experiencias muy traumáticas como puede ser un secuestro, la persona cambia, lo que antes le parecía importantísimo, y por lo que se desvivía, y donde tenía sus anhelos, ya no.

Una persona, por ejemplo, que le fascinaban, qué sé yo, las joyas y los adornos, y la decoración, y la vanidad, después de pasar por una experiencia muy fuerte, seguramente ya no tiene esa clase de deseos: ha aprendido a valorar otras cosas, se ha dado una purificación, se ha dado un crecimiento a través de este motor fantástico que es el motor criatura-providencia.

Porque fíjate que la contradicción surge porque yo soy criatura, y la purificación surge porque Dios es providente. Entonces, a través de la experiencia de mi condición de criatura y de la providencia de Dios, crezco, mi deseo cambia, y en ese cambio está el crecimiento.

Hay otra cosa que quisiera decir sobre este motor, y es que como muchos otros motores también éste se puede dañar, este motor se puede dañar, ¿cómo se daña? Fíjate que la parte crucial del funcionamiento de este motor está ahí, en la purificación, ahí es donde está lo central.

Porque hay personas que experimentan contradicción y entonces pasan por el desierto, pero en vez de seguir el camino de la purificación del deseo, toman otro camino, y ese otro camino es el camino de la rebeldía, y la rebeldía es la corrupción del deseo.

Si la experiencia de un Dios providente me lleva a purificar el deseo, la experiencia de la rebeldía me lleva a corromper el deseo. Entonces, es lamentable pero puede suceder, que la rebeldía ante la purificación me lleve a la corrupción de deseo.

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Por ejemplo, me gusta el dinero, me gusta mucho tener dinero, pero la vida me contradice, resulta que ninguno de mis vecinos me trae millones, lo normal sería que ellos llegaran a mi casa con maletas de dinero, pero nunca llegan esas maletas, la vida no me da dinero fácilmente, entonces yo experimento dificultad, experimento privaciones, experimento precariedad.

Y pueden pasar dos cosas: yo puedo seguir un camino de purificación del deseo de varias maneras. Por ejemplo, puedo pensar: “Hombre, no todo es dinero en la vida”, esa es una purificación del deseo. Descubro por ejemplo que los valores familiares, que el valor de la amistad, que el valor de la espiritualidad es mayor que el valor del dinero, esa es una purificación del deseo.

O también otro camino de purificación: descubro que sí es lícito tener dinero, pero que para tener dinero hay que trabajarlo y no simplemente esperara que lleguen las maletas de plata a la puerta de mi casa. Y entonces esa purificación del deseo hace que yo sea una persona más trabajadora, más industriosa, más ahorrativa, tal vez. Esos son caminos de purificación que surgen de ese desierto.

Pero cuidado que puede pasar otra cosa: yo puedo decir: “La vida no me da el dinero que yo quiero, entonces yo lo voy a conseguir como yo quiera”, y entonces viene una corrupción del deseo, y esa corrupción del deseo lleva a una palabra horrenda que es la palabra rebeldía.

Y esa rebeldía que anida en el corazón, entonces va quitando los límites de la conciencia, va quitando los límites de la razón, va quitando los límites de la compasión, va rompiendo los límites de la solidaridad. Y entonces yo digo: “Mire, si yo secuestro a cualquiera de esos desgraciados que tienen miles de millones, me llegan las maletas de plata, entonces yo voy a secuestrar”, eso se llama corrupción del deseo.

Fíjate que aquí está descrito en cierto modo el drama humano, en palabras muy sencillas. “Tengo unos deseos, esos deseos se enfrentan con la realidad de la vida.... Sigmund Freud, a quien no lo recomiendo en general, pero que indudablemente tiene sus observaciones acertadas, llamaba a esto “el principio de realidad”.

La vida me niega cosas, “yo quiero tener un millón de amigos”, decía Roberto Carlos en su canción, yo quiero tener un millón de amigos pero me encuentro con que tengo en Facebook únicamente cinco mil, no se puede tener más amigos en Facebook. O tal vez yo quiero tener un millón de amigos y me encuentro con un millón de hipócritas, me decepciono de la amistad, me decepciono del ser humano, digo: “No se puede creer en nadie”, entonces experimento desierto, entonces yo digo: “¿De qué sirve tratar de ser bueno? ¡De nada!”

Ahí pueden pasar dos cosas: puedo seguir el camino de la purificación, que es un camino de ascenso, y entonces mi deseo cambia; o puedo seguir un camnino de corrupción y entonces digo: “Pues si todos son hipócritas, y si todos son egoístas, y si todos son arrogantes, ¿yo por qué no? Yo puedo ganarles en eso, yo puedo ser más arrogante que cualquiera, yo puedo ser más violento que cualquiera, yo puedo ser el gran experto en egoísmo en esta tierra”, y entonces sigo el camino de la rebeldía.

Pero el camino de la rebeldía me ha desconectado de las dos fuentes de mi motor, acuérdate que mi motor tiene dos fuentes, una fuente que se llama mi condición de criatura, mi creaturalidad, y otra fuente que se llama la experiencia de la Providencia divina.

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En cambio, el que va en el camino de la rebeldía no tiene ninguna de esas dos, no tiene ni experiencia de sus límites, de su creaturalidad, y entonces abusa de sí mismo, de sus capacidades, de sus amigos, de sus recursos; y no tiene experiencia de la Providencia de Dios, o mejor dicho, la pierde de vista, y cuando pierde de vista a experiencia de la Providencia divina, ¿qué le sucede a la persona? Pues que se siente aislado y se declara a sí mismo Dios.

Uno ve que esta es una espiral que no acaba nunca, es decir, este es exactamente el camino de la muerte, este es el camino de Satanás, éste.

Entonces la persona entra en desierto y puede tomar el camino de la purificación. Por ejemplo, yo quiero tener un millón de amigos y me encontré con un millón de hipócritas, y entonces tomo el camino de la purificación, y el camino de la purificación puede ser algo tan bello como Jesús.

¿Porque Jesús acaso no sedaba cuenta de cómo era la gente? Jesús se daba cuenta de las mentiras de las personas, Jesús se daba cuenta de la falsedad, de la inconsistencia, de la mediocridad, Jesús se daba cuenta de las idolatrías que muchas veces escondemos, incluso cuando parece que somos piadosos y religiosos.

Jesús se daba cuenta de todo ello. Pero el amor de Jesús nos invita a crecer en el deseo, el amor de Jesús nos invita a amar de otra forma. Y resulta que ese amor de Jesús, ese amor transformante de Jesús, ese amor generoso de Jesús, produce unos frutos que no produce ningún otro amor.

Entonces toma al humilde pescador de Galilea, y lo convierte en un gran predicador y en el primer Papa; toma a un perseguidor agresivo y violento como San Pablo, que no era santo en esa época, y lo transforma en el maestro de las naciones que nosotros conocemos.

Cuando uno ve lo que significa el amor de cristo, cuando uno ve cómo ama Jesús, entonces es posible que uno diga: “El ser humano falla, el ser humano decepciona, el ser humano es pecador, pero Dios ha enviado a su Hijo, y yo quiero unirme a la causa de Jesús, y yo quiero vivir como Jesús, y yo quiero vivir en Jesús”.

Y cuando se toma esa clase de decisión, ¿qué sucede? Sucede algo maravilloso: yo empiezo a experimentar que ese mismo amor que obró en Cristo también obra en mí y a través de mí, ¿qué camino seguí? Purificación.

Y tú puedes tomar la historia de dos personas, dos personas que tenían el mismo deseo: “Quiero tener un millón de amigos”, dos personas que sin embargo acaban en dos destinos muy distintos. Uno siguió el camio de la purificación, y se volvió Francisco de Sales; tomó el camino de la purificación, y se volvió San Maximiliano María Kolbe; tomó el camino de la purificación, y se llama San Martín de Porres; tomó el camino de la purificación, y se llama Madre Teresa de Calcuta.

Otros tomaron el camino de la corrupción, su deseo se corrompió, se encerraron en ellos mismos, quisieron hacer un imperio únicamente para honor de sí mismos, y esos, -lamentablemente también tenemos muchos nombres-, ya sabemos lo que han producido: muerte para los demás y muerte para sí mismos.

Estos son los tipos de desierto que hay; casi más importante que decir, desierto afectivo, desierto intelectual, desierto espiritual, lo que más interesa es si estás en un desierto de purificación, o estás en un desierto de corrupción, es es lo que más importa.

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Y por consiguiente, lo que más importa está en tres cosas: cómo son tus deseos, qué pasa cuando la vida te contradice tus deseos, y qué tan bueno eres para recibirle enseñanzas a la vida, ahí está todo.Cómo son tus deseos, qué pasa contigo cuando las cosas no salen como tú querías y qué tan capaz eres de modificar, de transformar tus deseos, de purificarlos, de levantarlos, en eso se juega buena parte de la vida humana.

Pidamos al Señor que nuestros deseos, a través de este proceso educativo de contradicción y de purificación, cada vez se acerquen más a los deseos de Él. Porque acuérdate la queja que nos dice Dios por el profeta Isaías: “Mis caminos no son vuestros caminos, mis planes no son vuestros planes” Isaías 55,8.

Pero esta es la maravillosa secuencia, que si la aceptamos y vivimos en el poder del Espíritu de amor que nos enseña, que nos educa y que nos transforma, indudablemente nos acerca al plan de Dios.

En nuestras siguientes catequesis sobre el desierto, tendremos que referirnos a la experiencia del pueblo de Dios y luego, por supuesto, a la experiencia de la Cruz.,,

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Catequesis sobre el desierto. Tema 2 de 5: Los desiertos de Adán, Abraham y Moisés

En nuestra primera catequesis sobre el desierto hemos visto el origen que tiene esta palabra, hemos visto también cómo hay una dimensión positiva y una dimensión negativa.

Desde el punto de vista negativo, tierra desierta o desierto alude a aquello que ha sido abandonado, aquello que ha sido desechado, lo que no sirve. Pero desde el punto de vista positivo, el salmo sesenta y tres nos ha puesto en una ruta muy interesante: el desierto es el lugar de la sed: “Mi alma te ansía, Señor” Salmo 63,1. Y por eso encontramos dos sustantivos: la sed y en ansia.

Vimos también que había dos verbos muy relacionados: el verbo buscar y el verbo caminar. Eso quiere decir que el desierto desde el punto de vista negativo es destrucción, pero desde el punto de vista positivo es como un motor que nos pone en movimiento. Ese motor finalmente lo hemos descrito junto con otra palabra: deseo y desierto. El deseo produce el desierto porque los desos de uno no se realizan siempre, entonces uno se ve obligado a afrontar la contradicción.

Y en la contradicción, la carencia, la frustración, el disgusto, todo este tipo de cosas que indudablemente no nos gustan, pero que pueden producir un resultado positivo, porque una vez que se está en el desierto hay dos caminos: el camino hacia la purificación del deseo, y el camino hacia la corrupción del deseo.

El deseo, una vez que ha sido corrompido, pues degenera en rebeldía, y la rebeldía en endurecimiento, insensibilidad al paso de Dios y, finalmente, la muerte.

Estos conceptos, así generales, vale la pena aplicarlos a la historia de seres humanos concretos y para esto, por supuesto, nos interesa la Sagrada Escritura.

Si uno lo examina, desde el principio de la Biblia, está el desierto. Observemos lo que se dice, por ejemplo, en el libro del Génesis, cuando se ha cometido aquella primera falta.

Lo que encontramos es que nuestros primeros padres desobedecen a Dios, -esto está en el capítulo tercero del Génesis-, y al desobedecer a Dios hay unas consecuencias: el paraíso desaparece, cosa que no debe entristecernos demasiado, porque recordemos lo que antes dijimos del paraíso: mientras que el desierto te pone en movimiento, el paraíso te estaciona.

El paraíso queda atrás, bien el castigo que Dios inflige sobre la especie humana, y dice lo siguiente, en el versículo diecisiete: “Al hombre le dijo: Como le hiciste caso a tu mujer y comiste del fruto del árbol del que te dije que no comieras, ahora la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa; con duro trabajo la harás producir tu alimento durante toda tu vida” Génesis 3,17.

“La tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer plantas silvestres. Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra, de la cual fuiste formado. Pues tierra eres y en tierra te convertirás” Génesis 3,17.

Hay mucho que decir sobre estas palabras, pero lo que quiero destacar es cómo en realidad Dios está enviando al desierto; es decir, estamos en el capítulo tercero del primer libro de la Biblia, y ya encontramos que Dios envía al desierto. Fíjate la descripción vegetal que se da. Dice aquí: “La tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer plantas silvestres” Génesis 3,17, esto es lo propio de la exigua, la pobrísima vegetación del desierto.

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Ya el desierto está aquí como fruto de una acción desobediente, rebelde, que es el primer pecado de nuestros padres. Ellos son enviados al desierto. Y el desierto cumplirá una doble función, la doble función es: por una parte, evidentemente sirve de castigo, pero por otra parte, el desierto sirve de remedio.

Vamos a empezar a hacer una lista en nuestro tablero y vamos recogiendo ideas sobre qué es lo que significa el desierto en estos distintos personajes.

Lo que tenemos es por ahora Adán, y lo que encontramos en Adán es que el desierto sirve de castigo y que sirve también de remedio. Bueno, el aspecto de remedio no aparece tan claro ahí, pero cuando uno mira lo que le sucede a la serpiente, uno entiende la diferencia entre un castigo de destrucción y un castigo de sanación. Porque lo que Dios dice a la serpiente es también un castigo.

Miremos qué lenguaje tan distinto: “Dijo el Señor a la serpiente: Por esto que has hecho, maldita entre todos los demás animales. Caminarás arrastrándote, comerás tierra, haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia; su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón” Génesis 3,14-15.

Lo que aparece aquí para la serpiente es simplemente castigo y derrota, ahí no hay nada más. En cambio, lo que aparece para Adán es diferente. Dice aquí: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente” Génesis 3,19, hay una esperanza.

Reconozcamos que es una esperanza magra, pero es una esperanza, no se le condena simplemente; habrá dificultad, pero habrá pan; habrá trabajo, pero habrá alimento, es decir, el desierto será el camino de tu redención; lo que tú tienes que hacer es lograr que el desierto florezca, esa es tu tarea.

La primera tarea era mucho más amable, mucho más suave, mucho menos exigente. Porque la primera tarea consistía simplemente en: “Cuide este jardín”, bueno, no está tan difícil; aquí es: "Haz florecer al desierto, haz fecundo al desierto".

Entonces escribamos aquí esas dos palabras: la palabra "castigo" y la palabra "remedio". Se nota también este aspecto de remedio en lo que se dice a la mujer, porque a la mujer se le dice: “Aumentaré tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Tu deseo te llevará a tu marido y él tendrá autoridad sobre ti” Génesis 3,16.

Eso parece todo muy malo, aunque hay otra interpretación sobre esto del marido-, y sin embargo fíjate que la mujer es la que va a vencer a la serpiente. Dice a la serpiente: “Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia; su descendencia te aplastará la cabeza” Génesis 3,15.

La descendencia de la mujer aplasta la descendencia de la serpiente, entonces sí hay un mensaje de esperanza. Así que no podemos escribir únicamente Adán, tenemos que escribir Adán y Eva. Lo que Adán y Eva reciben es castigo y remedio, es decir, eso es lo que significa el desierto para ellos, es a la vez castigo y remedio.

Nuestro siguiente personaje, -podríamos tomar otros-, pero nuestro siguiente personaje va a ser Abraham. ¿Qué encontramos en el caso de Abraham? Abraham bien de una familia que estaba establecida en la ciudad de Ur, mucho más tarde esa región estuvo bajo dominio de los caldeos, y por eso se habla de Ur de los caldeos.

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Pero en el tiempo de Abraham, que es algo así como el siglo XVIII antes de Cristo, no existía propiamente ese imperio caldeo ahí donde él estaba, esa organización como tal no estaba.

Abraham sale de Ur, no sale por decisión propia sino sale como parte de un plan familiar, es el papá, Teraj, el que decide la partida del grupo. Sea esta la ocasión para corregir un error que yo creo que muchos hemos tenido. Siempre se habla de Abraham que salió de Ur, y siempre se dice que Dios lo llamó para que saliera de Ur de los caldeos, pero realmente el que tomó esa primera decisión de salir de Ur fue el papá de Abraham que se llamaba Teraj, fue el papá el que decidió esa partida.

Lo que sucede es que el papá, después de recorrer un camino relativamente largo desde Ur hasta el norte de Mesopotamia, lo que se llama la ciudad de Jarán, ahí se quedó Teraj. Teraj recorrió ese camino que no es poco, son unos buenos cientos de kilómetros, pero se estableció en Jarán. Y fue en Jarán donde Dios le habló a Abraham y donde le dijo la famosa palabra: “Deja tu tierra y la casa de tu padre” Génesis 12,1.

El recorrido desde Ur hasta Jarán es un recorrido por tierras de la Mesopotamia, no es la tierra más fecunda lo que ellos recorrieron bajo la dirección de Teraj, pero lo que siguió de Jarán hacia abajo, hacia la tierra de Canaán, realmente es bastante desértico.

¿Cuál es la novedad que aparece con Abraham? ¿Qué es el desierto en el caso de Abraham? Pues que el desierto se convierte en lugar de peregrinación. Cuando Adán y Eva salen del paraíso, pues,creo que no tenían muchos lugares a donde ir; en cambio, cuando Abraham sale de Jarán, guiado por la voz de Dios, toma rumbo hacia Canaán.

El desierto tiene otros tres pasajes significativos en la vida de Abraham. Cuando Dios le quiere hablar de la abundancia de la descendencia, le dice: “Cuenta la arena si puedes” Génesis 13,16. Por supuesto, los granos de arena son miles de millones, “cuéntalos si puedes” Génesis 13,16.

Pero hagámonos esta pregunta: ¿Por qué la arena y por qué la arena de desierto? Porque la vida de Abraham era desierto, porque Abraham era estéril, porque la relación con su esposa no había producido fruto. Es decir, que al invitarlo a contar las arenas del desierto, le está diciendo: “Esta arena está muerta, pero ya es una referencia la vida, y a una vida abundantísima, es decir, Dios le está diciendo: “Esta muerte se volverá vida, esta esterilidad se volverá fruto”.

¿Que más es el desierto para Abraham? No sólo es peregrinación, porque hizo el recorrido con su papá y con Lot y con los demás de la familia, hizo el recorrido desde Ur hasta Jarán. Habían recorrido muchísima distancia, el desierto es peregrinación, pero ahora aparece otra cosa: el desierto es promesa.

Esos granos de tierra no son solamente una imagen del número ingente de descendientes que tendrá Abraham, esos granos están prometiendo, están repitiendo que Dios puede vencerla esterilidad.

Y realmente la imagen es preciosa porque, por todas partes por donde anduviera Abraham, había arena, entonces es como si por todas partes Dios le estuviera recordando: “Así tu descendencia, así tu descendencia, así tu descendencia”, es una promesa. Entonces el desierto no solamente es peregrinación sino que es promesa.

¿Qué más nos puede decir el desierto de Abraham? Porque en realidad lo que estamos haciendo es mirando el desierto de ellos. Uno fue el desierto de Adán y Eva, castigo y remedio; ahora estamos en el desierto de Abraham y Sara, el desierto de ellos es promesa, es peregrinación.

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Pero aparece otro pasaje, y yo creo que ese pasaje es interesante, es interesante porque supone una opción, una opción que podríamos llamarla una opción ética, una opción moral, a ver cómo la podemos llamar.

Nos vamos al capítulo trece del libro del Génesis, es decir, es relativamente pronto dentro de esta historia. Sucede que Abraham, nos dice el versículo segundo: “Abraham era muy rico, tenía oro, plata y muchos animales” Génesis 13,2.

En el versículo quinto nos dice: "Lot, sobrino de Abraham, que acompañó a Abraham a través de Jarán” Génesis 13,5, o sea, tú vete ubicando: salen de Ur y salen todos, llegan hasta Jarán, en la ciudad de Jarán se establece Teraj, y en la ciudad de Jarán muere Teraj, y ahí se queda, obviamente.

Entonces sigue el camino, ¿quiénes siguen el camino? Abraham y Lot con sus respectivas familias, son ricos, ¿de dónde han sacado tanta riqueza? Pues resulta que ellos recorrieron realmente el país, ellos se fueron desde Jarán, no se detuvieron en Canaán sino que llegaron hasta Egipto, eso lo que nos cuenta el final del capítulo doce. Parece que les fue muy bien en ese proceso de nómadas y de negociantes, y entonces ambos tienen mucha riqueza.

¿Pero a dónde voy yo? Voy a este punto: Abraham era rico, Lot era rico, y nos dice el versículo sexto: “Pero el lugar donde estaban no bastaba para alimentar a tantos animales” Génesis 13,6. Es bien interesante cómo la abundancia la que les pone problemas, no la escasez .

Y mira el desenlace que va a tener el asunto. La tierra no bastaba para alimentar tantos animales; “ya no podían vivir juntos, pues los que cuidaban el ganado de Abraham, se peleaban con los que cuidaban el ganado de Lot" Génesis 13,6

Así que un día Abraham le dijo a Lot: “Tú yo somos parientes” Génesis 13,8 en realidad le dice: “Tú y yo somos hermanos” Génesis 13,8, pero esta es la traducción de “Dios Habla Hoy”. Ese dato es interesante porque fíjate que, aunque Abraham era el tío de Lot, lo llama hermano, es uno de los muchos ejemplos en la Biblia en los que hermano significa pariente, por aquello de la discusión con los protestantes de los hermanos de Jesús. Hombre, es que en la tradición semítica "hermano" es una palabra que se utiliza mucho para decir "pariente".

Bueno, pero leamos el texto tal cual está en esta traducción: “Tú y yo somos parientes, así que no está bien que haya pleitos entre nosotros, ni entre tus pastores y los míos. Ahí está toda la tierra” Génesis 13,9. Fíjate esto: “Ahí está la tierra para que escojas. Por favor, sepárate de mí; si yo me voy al norte, tú te vas al sur; si yo me voy al sur, tú te vas al norte” Génesis 13,9. Otra traducción dice: “Si tú tomas la izquierda, yo voy a la derecha; si tú tomas la derecha, yo tomo la izquierda” Génesis 13,9.

Lo importante es que Abraham le da a Lot la oportunidad de escoger, ¿y el corazón de Lot hacia dónde se va? Hacia donde van sus deseos, ¿y cuáles son los deseos de Lot? ¿Y qué trampa entrañan los deseos de Lot? Eso es lo que vamos a ver.

“Lot, -estamos en el capítulo trece del Génesis, versículo diez-, Lot miró por todo el valle del río jordán y vio que hasta el pueblecito de Segor, el valle tenía bastante agua y era como un gran jardín” Génesis 13,10. Lot busca el jardín, Lot busca la tierra fecunda, abundante, agradable, Lot busca el paraíso.

Es una nostalgia que todos tenemos dentro. Por favor, ¿a quién no le gusta tener una vivienda grande, segura, adornada, que tenga seguramente plantas, animales, la abundancia, la prosperidad,

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la seguridad, a todos nos gustan, y ese es el problema.

Las religiones idolátricas, la religión de Baal, va a ser siempre la religión que promete esas tres cosas: abundancia, prosperidad, seguridad; “estoy seguro, tengo muchísimo y todo va para mejor”. Esas son siempre las promesas con las que el enemigo intenta seducir el corazón humano, y esas promesas resultan eficaces porque son las promesas de volver al paraíso.

Y nosotros todos, que somos exiliados del paraíso, anhelamos volver al paraíso, porque el paraíso era el lugar de la abundancia, era el lugar de la fecundidad y era el lugar de la seguridad; todo está asegurado, todo es abundante y todo va para mejor, ¿qué más se le puede pedir a la vida?

Paraíso, Lot busca el paraíso, pero por un extraño misterio Abraham no busca el paraíso, y ese extraño misterio tiene un nombre muy sencillo: Abraham no busca el paraíso porque resulta que el paraíso no es la voz que él siente dentro, él siente dentro la voz de Dios.

Entonces aparecen otras dos características del desierto de Abraham: el desierto no solamente es promesa y peregrinación, sino que el desierto es el lugar de la renuncia, ¿pero por qué renuncia Abraham? Por algo más profundo: porque el desierto es el lugar de la escucha.

Lot iba con Abraham, pero el único que oía la voz de Dios era Abraham, Lot no, Lot seguía oyendo únicamente su corazón, y el que oye únicamente su corazón y se atiene a sus deseos, jamás llegará a los deseos de Dios.

El lugar de la escucha se convierte también en el lugar de la disciplina. La disciplina es la capacidad de poner una restricción en nuestros propios deseos; la disciplina es la capacidad de ponerse uno un límite, no sólo esperar a que el límite venga de fuera.

Uno niño indisciplinado de todad maneras no podrá hacer todo lo que se le venga en gana, ¿pero cuál es la diferencia entre el niño indisciplinado y el niño disciplinado? Que al niño indisciplinado toca gobernarlo desde fuera, porque no tiene gobierno adentro; en cambio, el niño disciplinado tiene gobierno adentro, y este es otro bien inmenso que tiene el desierto.

El desierto es el lugar de la disciplina. No es poco lo que vemos que va dando el desierto: es lugar de penitencia, es lugar de sanación; el desierto es lugar de promesa, de peregrinación, de escucha, de disciplina, es bastante lo que puede dar el desierto, es muchísimo.

¿Qué más sucede y con que personaje deberíamos seguir? Si uno mira la Biblia, se da cuenta de que casi todos los grandes personajes han pasado por el desierto. Me parece que nuestro siguiente personaje tendrá que ser Moisés.

La vida de Moisés no empieza en el desierto; la vida de Moisés empieza, podríamos decir, en una especie de paraíso, ¿por qué hablo de paraíso en el caso de Moisés? Resulta que era un tiempo muy duro para los hebreos, estaban siendo oprimidos por el Faraón.

El Faraón quería tener sencillamente gente a manera de esclavos, gente que aumentara la prosperidad y la abundancia del país. Acuérdate de las tres palabras, las tres palabras son: abundancia, prosperidad, seguridad. Abundancia es que hay mucho, prosperidad es que va a haber más y seguridad es que nadie nos lo va a poder quitar. Abundancia, prosperidad, seguridad.

Resulta que el Faraón es un hombre que quiere tener esas tres cosas porque esas son las tres cosas que se adueñan del corazón humano cuando Dios o reina en él. Si Dios no está en un corazón, las

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personas, nosotros, terminamos seducidos por el encanto de esos tres ídolos, en cierto sentido, son la trinidad terrena.

Hay una Trinidad celestial: Padre, Hijo y Espíritu Santo; pero hay una trinidad terrena, esa trinidad terrena es precisamente lo que hemos dicho: la abundancia, la prosperidad y la seguridad. Puede ser interesante ver de qué manera se relaciona esa especie de trinidad mundana o trinidad terrenal con la Trinidad celestial. Quizás se puede hacer algún tipo de equivalencia, pero en este momento no la haremos.

En todo caso, Faraón es un hombre que no tiene a Dios , y no tiene a Dios porque se cree dios. Porque resulta que los faraones eran tratados como dioses dentro del sistema egipcio. Entonces el Faraón quiere llevar una vida así, ¿una vida cómo? Una vida que sea abundante, próspera y segura.

Y de hecho tiene bastante de eso, porque tiene abundancia; Egipto es un reino muy próspero, es un verdadero imperio; tiene abundancia, tiene prosperidad, porque las cosas parecen estar bajo control, pero no es seguro.

Es decir, sí hay prosperidad, pero no está del todo claro qué vaya a pasar con esa prosperidad, ¿por qué? Porque asalta un miedo al Faraón: “Oye, espérate, ¿y qué pasa si alguien viene a atacarnos? Hay muchos hebreos aquí, ¿y qué pasa si alguien nos ataca?” Fíjate que su preocupación es por la seguridad.

“¿Qué pasa si alguien nos ataca? ¿Y qué pasa si estos hebreos, que se han multiplicado como conejos, se alían con el enemigo y nos atacan a nosotros? Entonces se acaba la abundancia y se acaba la prosperidad”.

Porque así como la Trinidad del cielo no se puede separar, es una e indivisa, así también esa especie de trinidad mundana, o mundanal, o terrenal, tampoco se puede romper.

Y cuando una persona le entrega el corazón a la abundancia, termina buscando la prosperidad y la seguridad; y si una persona le entrega su corazón a la prosperidad, pues necesita ver abundancia y estar seguro; y si una persona quiere estar realmente segura, pues termina buscando abundancia y prosperidad, porque estar seguro en una prisión es muy aburrido; entonces el que quiere estar seguro también quiere estar abundante y próspero.

Esta trinidad mundanal, esta trinidad terrenal tiene un encanto enorme sobre el corazón humano, es un tema que en sí mismo amerita reflexión y examen.

Pues bien, resulta que Faraón tiene dos esquinas de ese triángulo, dos esquinas de esa trinidad mundana, las dos esquinas son: la abundancia y la prosperidad, pero le hace falta la seguridad. Entonces él quiere lograr la seguridad, porque él quiere tener todo en el puño, quiere estar seguro de que nada le va a fallar.

¿Y cómo pretende lograra esa seguridad? Él necesita destruir la unidad del pueblo hebreo. “Los hebreos no pueden seguir siendo un pueblo separado, necesitamos que ellos desaparezcan mezclándose entre nosotros”.

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¿Quiénes son entonces sus enemigos? Los niños varones, ¿por qué? Porque los varones son los cabeza de familia y porque los varones son los que aseguran que haya matrimonio entre hebreos, por eso saca su plan diabólico, su diabólico plan es: “Vamos a destruir a los niños, vamos a acabar con los varones”.

Y por eso da esta instrucción a las comadronas, a las parteras hebreas: “Si el bebé que nace es mujer, lo dejáis con vida; si es varón, lo matáis” Exodo 1,16. Las comadronas intentan evitar semejante crimen, pero cada vez es más difícil.

Y ya sabemos lo que sucede: el niño Moisés es puesto en una canastilla, abandonado en los juncos junto al Nilo, y entonces es la hija misma del Farón, esto es una gran ironía, la hija misma del Faraón es la que encuentra al niño y dice: “Es un niño de los hebreos” Exodo 2,6, y el sentimiento materno prima sobre la orden del papá; es decir, la fuerza de la vida se impone aún en ese régimen de muerte.

Y así, cuando Moisés empieza a crecer, pues lo primero que él conoce es una especie de paraíso, porque él es criado como si fuera hijo de la hija del Faraón, es decir, nieto del Faraón. Por favor, ¿cuáles serían lo lujos, cuáles serían las prebendas y privilegios que tenían los nietos del Faraón? Ese niño crece en un paraíso, ese niño siente que todos sus deseos pueden ser colmados.

Pero hay un deseo que no parece que quede colmado en ese ambiente tan lleno de lujos y comodidades. Ese deseo, ese secreto deseo que queda en el corazón de Moisés y que es el que le va a complicar la vida, porque es una complicación, es el deseo de la justicia.

Yo sólo les pido esto. Imaginen ustedes la historia de Moisés, que todos la conocemos muy bien, pero quitemos de la historia de Moisés sólo esa pieza: el amor por la justicia, ¿cuál hubiera sido la vida de Moisés? Una vida en el paraíso.

Es decir, Moisés hubiera podido seguir llevando una vida muy cómoda, hubiera podido seguir llevando una vida tranquila, ¿y qué más hubiera hecho Moisés? Disfrutar, pasarla bien y seguramente morir abundante, próspero y seguro. Pero Dios le había puesto en el corazón un chip distinto, porque así hace Dios, es Dios el que siembra esa clase de anhelos. Dios le había puesto en el corazón el anhelo de la justicia.

Acuérdate lo que dijimos del deseo y el desierto, y Dios le había puesto en el corazón un deseo de justicia; ah, cuando ya se piensa en el deseo de justicia, la corte del Faraón ya no parece un paraíso, sino más bien parece desierto, porque no había mucha justicia en la corte del Faraón; de hecho, la corte del Faraón era la cabeza de toda la injusticia que había en el imperio

Entonces la situación de Moisés es muy contradictoria, es una situación insostenible, porque por un lado tiene todos los privilegios, tiene todo para llevar una vida dedicada a la trinidad terrenal, es decir, abundancia, prosperidad, seguridad; pero por otro lado, Dios, Dios mismo, le ha puesto en el corazón un anhelo, y ese anhelo es el que va a salvar la vida de Moisés, y ese anhelo es el que va a salvar al pueblo de Moisés.

Yo creo que esto cabe destacarlo porque Dios también ha puesto de esos anhelos en nuestros corazones, en le caso de Moisés eso se llama justicia, en otro caso se puede llamar, por ejemplo, verdad.

En la todavía reciente beatificación del gran Cardenal John Henry Newman, el Papa Benedicto presenta a este convertido del anglicanismo al catolicismo como un buscador de la verdad.

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¿Por qué Newman se vuelve católico? Si tú analizas la vida de Newman ves que él lo tenía todo para estar tranquilo donde estaba: era sacerdote anglicano, en una parroquia suficientemente buena, en Oxford, Inglaterra, era un profesor apreciado, era un hombre con una carrera literaria prácticamente hecha, lo tenía todo, podemos decir que su vida estaba organizada en un pequeño paraíso.

Oxford era como un pequeño jardín o como un paraíso suficiente, especialmente para un hombre tan intelectual como Newman. Si por algo se conoce Oxford en todo el mundo es por sus estudios de alto nivel y por ser una especie de capital del pensamiento. O sea que Newman estaba tan bien como en un paraíso, como Moisés en la corte del Faraón, Newman en Oxford.

Pero un día se le ocurre a Newman: A ver, ¿cuándo empezaron los cristianos? Pues con Cristo, los cristianos empiezan con Cristo, claro. ¿Hubo cristianos en el siglo primero? Obvio, tenemos a todos los santos mártires, tenemos a los Apóstoles, claro que hubo santos y hubo cristianos en el siglo primero”.

Bueno, en el siglo dieciséis se separa Inglaterra de Roma y se forma la Iglesia Anglicana, ¿no hubo cristianos entre el siglo primero y el siglo dieciséis? Obvio que hubo muchos cristianos”.

Entonces Oxford es el lugar donde a Newman se le ocurre hacer la pregunta más inocente del mundo: “¿Y qué pensaban esos cristianos?” Tiene todas las bibliotecas de Oxford para estudiar su pregunta. Esa pregunta lo llevó a él a estudiar Historia y lo llevó a él a estudiar lo que se llaman los Padres de la Iglesia, es decir, los grandes santos y predicadores y doctores de los primeros siglos del Cristianismo.

Entonces Newman se vuelca en su estudio sobre los grandes Padres de la Iglesia Latina y de la Iglesia Griega, y sus ojos pasan por Agustín, y por Cipriano, y por Gregorio de Niza, y por Basilio, y por decenas de otros nombres.

Y entonces Newman se empieza a dar cuenta que la fe de esos cristianos era una fe robusta, era una fe probada, era una fe, podríamos llamarla, sublime, acrisolada, y se da cuenta que esa fe no coincide con muchas de las cosas que está enseñando el anglicanismo, y él es un sacerdote anglicano.

Es decir, el chip que le puso Dios en el corazón, esa pequeña pregunta: “Oye, ¿esto es verdad?” Esa pequeña pregunta incomodó y transformó toda la vida de Newman; al hacerse esa pregunta tuvo que ponerse en camino; el deseo de verdad en Newman hizo que él sintiera que el anglicanismo, a pesar de que le daba todo, lo dejaba sin nada; el deseo de verdad hizo que el anglicanismo se convirtiera en un desierto insoportable del que había que salir.

Pues lo mismo sucedió en el caso de Moisés, porque resulta que Moiśes tiene un anhelo muy grande, y ese anhelo profundo de Moisés se llama anhelo de justicia, y resulta que él está viviendo en la capital de la injusticia, él está viviendo en la cabeza de todas las injusticias, y la cabeza de todas las injusticias es la corte del Faraón, él está viviendo ahí.

Además, él no era un prisionero, él podía salir, y entonces sale, y un día se encuentra con que un egipcio está maltratando a un hebreo, y entonces se da cuenta de la injusticia, y entonces, en una especie de arranque, en una especie de explosión de ira, se va contra el egipcio y de hecho lo mata, no soporta la injusticia .

Se ve que Moisés no quiere vivir una vida de privilegios, si esa vida está marcada por la injusticia.

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¿Cuáles son los deseos que Dios ha puesto en ti? ¿Qué es lo que a ti realmente te pone en movimiento? ¿Qué es aquello que tú dirías: “Aunque me dieran todo lo demás, yo en esto no negocio”? Desde hace algunos años, esa palabra tiene cierta fama, yo creo que es una palabra buena: “innegociable”, ¿cuáles son tus innegociables?

Para Moisés había un innegociable, y ese innegociable es la injusticia, “yo la justicia no la negocio”. Entonces Moisés estaba viviendo en un paraíso desde el punto de vista de una cierta apreciación de las cosas humanas.

Imagínate, vivir en la corte del Faraón, donde nada falta, acuérdate el lema del centro comercial aquel: “Lo tiene todo”, así vivía Moisés, Moisés estaba en la corte donde lo tenía todo, claro que no tenía celular, no tenía computador, no tenía nada de lo que nosotros tenemos, pero tampoco lo extrañaba .

Entonces, desde el punto de vista mundanal, terrenal, lo tiene todo; y sin embargo, había un deseo que lo ponía en movimiento.

O sea que el primer desierto que conoció Moisés no fue cuando se escapó, porque tú te acuerdas que Moisés después se escapó, el priemer desierto no fue ese desierto, ni el primer llamado de Dios fue ese llamado, el de ea zarza, el primer llamado fue el llamado que él sintió en su corazón, el llamado a un mundo más justo, ese fue el primer llamado, y ese llamado lo puso Dios allá.

¿Entonces cuál fue el primer desierto de Moisés? La respuesta es paradójica, el primer desierto de Moisés fue la corte del Faraón, ese fue su primer desierto, y cualquiera que lo viera diría: “Pero si estás en un paraíso”, y él hubiera dicho: “Después de lo que he visto, después de que he visto cómo se maltrata, sin ningún derecho ni razón a los hebreos, esto no es ningún paraíso”.

O imagínate cómo fue el final de ese día después de que mató al egipcio ese y lo enterró de cualquier manera: vuelve él por la tarde a su casa, se limpia su ropita, se sienta a la mesa, ¿ya hora dime qué siente él de esa casa, dime qué siente él de esos funcionarios, dime qué piensa él de ese Faraón que está a unos pocos metros, tal vez, masticando su deliciosos banquete, dime qué siente Moisés?

¿Dime si siente: “Esta es mi casa, este es mi lugar”? Ya no era su casa, ya no podía ser su lugar , eso es lo que siente Moisés, “este ya no es mi lugar, este no es mi sitio.

Su primer desierto es la corte del Faraón, ese es su primer desierto, y ese es su primer desierto porque el deseo punzante que Dios le ha puesto en el alma es el deseo de la justicia. ¿Y entonces qué es lo que encuentra en ese desierto, el desierto del Faraón, qué es lo que encuentra? Pues podríamos decir, con la imagen esa chistosa que utilizamos, encuentra el chip.

En el desierto de la corte del Faraón Moisés encontró su chip, es decir, encontró ese extraño deseo que lo tenía él y no lo tenía nadie más, porque los demás de la corte del Faraón estaban muy bien, los demás de la corte del Faraón, “mira, que se murieron tantos hebreos”, “-pues no importa; “que hoy se mataron doce niños hebreos”, “-pues no me cuentes eso, eso es rutina, eso no hay que contarlo más”, no les duele, no les molesta.

¿Qué es lo que encuentra Moisés en ese primer desierto? Podemos decir que encuentra su verdad, pero creo que podemos utilizar la palabra “vocación”, lo que encuentra Moisés en el desierto es su vocación. Pero añadamos otra palabra a la palabra "vocación". Lo que encuentra Moisés en el desierto es el designio, el plan, y eso es hermoso, eso es grande, porque encontrar el designio es

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encontrar el gran para qué de la vida.

Bueno, las cosas no son fáciles para Moisés después de lo que sucede con el egipcio, unos días después se encuentra con un par de hebreos, ahora ya no son egipcio y hebreo, sino dos hebreos que están discutiendo.

Y entonces Moisés entra ahí para que haya orden, entra ahí para organizar la situación, y dice que por qué pelean y no sé qué, y le dice uno de ellos: “Bueno, ¿y a ti quién te ha nombrado juez? ¿O es que me vas a matar como mataste al egipcio?” Exodo 2,14. Y Moisés se da cuenta que la cosa se sabe y entonces huye al otro desierto.

Estaba en un desierto, ese desierto era la corte del Faraón, donde ya no tenía como muchas ganas de seguir viviendo; pero ahora se va para otro desierto, y ese otro desierto es el desierto de la soledad, es el desierto de la naturaleza, es el desierto del silencio.

¿Y qué pasa cuando se hace silencio? Que se oyen otras voces. Probablemente esa misma voz que él confusamente identificó con tomar una acción tan drástica como matar al egipcio, esa misma voz es la voz que luego le habla en el desierto.

Lo que sucede es que en el ruido de la corte del Faraón era muy difícil distinguir la voz de Dios, es muy difícil; entre tanto ruido, de ese falso paraíso, entre tanto ruido y tanto engaño es muy difícil.

Entonces Moisés lo que encuentra en el desierto es la voz, la voz de Dios, encuentra el silencio, que es importantísimo, y dentro del silencio, la voz. No supongamos, por favor, que esa voz empezó a existir en ese momento, esa era la voz que él ya sentía cuando estaba en la corte, pero la sentía y la descubría de una manera muy confusa.

El desierto fue como su retiro espiritual, y por eso debemos tener en cuenta otra palabra, que es la palabra "aula" Lo típico de un colegio, lo típico de un estudio es que hay aulas, aula de clase, salón de clase. El desierto se vuelve su aula y allá, en ese desierto, Moisés escucha la voz de Dios.

Terminemos con una palabra más sobre Moisés. ¿Qué más descubre Moisés? A ver, cuando nosotros vemos a Moisés peleando contra un egipcio, porque ha cometido una injusticia, Moisés parece muy valiente, va y se enfrenta con el egipcio, pelea con él y de hecho lo mata, ¡vaya, Moisés el valiente!

Pero cuando Dios le dice que hay que vencer no a un egipcio, sino a todos los egipcios, que no hay que vencer a un egipcio, sino que hay que vencer al egipcio, es decir, al Faraón, entonces Moisés descubre su propia verdad, se descubre cobarde, se descubre mentiroso, porque Moisés empieza a engañar, empieza a negociar, pero son engaños y negociaciones de poca credibilidad porque simplemente reflejan su propia cobardía.

Es decir, lo que encontró Moisés en esta aula no fue solamente la voz de Dios, sino que Moisés descubrió su verdad, la suya, Moisés encontró su verdad: “Yo no soy el valiente que yo me creía, ah, es que para agarrar a puños y meterle una puñalada al egipcio, para eso soy bueno”. “Ya que eres tan bueno, ¿por qué no vas donde el Faraón? Ya que eres tan bueno para la justicia, ¿por qué no arreglas la injusticia que está oprimiendo a mi pueblo?” Le dice Dios.

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Y entonces Moisés responde con típico acento: “¡Tan poco, tan poco! No , yo soy buen para matar a un egipcio aquí, otro egipcio allá, pero para arreglar al mundo, ya esa es otra cosa, es que son más exagerados, uno hace lo que puede; que cada uno mate dos, tres egipcios, y ahí entre todos solucionamos”.

Es decir, Moisés descubre su verdad. Y lo más chistoso es que la verdad de Moisés es que es un mentiroso; su verdad es descubrir su mentira. Esto se parece mucho a lo que Jesús, en un contexto muy diferente, dice a los fariseos: “Si ustedes se dieran cuenta que están ciegos, empezarían a ver”. La verdad de Moiseś es que es un mentiroso, pero eso lo descubre en el desierto.

Fíjate cuántas cosas se van descubriendo en esos tiempos, en esos momentos, en esas encrucijadas. Moisés descubre el plan de Dios, Moisés descubre el llamado, ese chip que estaba titilando desde hacía mucho tiempo, Moisés descubre la voz de Dios, Moisés descubre un salón de clase, Moisés descubre su verdad.

Todavía tenemos más que decir de Moisés, pero lo vamos a mencionar en nuestra siguiente catequesis, con la bondad de Dios, en donde vamos a referirnos al peregrinar del pueblo por el desierto.

Porque finalmente Moisés sí va a sacar a los israelitas, finalmente Moisés sí va a vencer al Egipcio con “E” mayúscula, al Faraón, sí lo va a vencer, pero después de vencerlo tendrá que liderar al pueblo, tendrá que guiar al pueblo, por una soledad sin caminos, por un sequedal espantoso, donde también tendrán que surgir nuevas lecciones, no sólo para la gente de ese tiempo, sino para nosotros mismos.

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Catequesis sobre el desierto. Tema 3 de 5: El desierto de Israel

Esta es la tercera de nuestras catequesis sobre el desierto. Hemos hecho primero una introducción, relacionando sobre todo dos palabras: deseo y desierto, y luego hemos comentado los desiertos de tres personajes dentro de la historia de la salvación.

Resulta que cuando Dios expulsa a Adán y a Eva del paraíso, habla de que la tierra se volverá cardos y espinas, y que el ser humano tendrá que comer frutos silvestres, estas son características del desierto.

Luego encontramos a Abraham que tiene que contar las arenas muertas del desierto, pero tiene que verlas ya como señales de vida. Y luego nos encontramos a Moisés que tiene su primer desierto en la corte misma del Faraón. A pesar de los lujos, hay algo que está muerto, porque no responde a ese anhelo profundo que tiene Moisés en su corazón, el anhelo de justicia.

Le corresponde al mismo Moisés llevar al pueblo entero hacia el desierto, entonces eso es lo que vamos a comentar ahora, vamos a hablar un poco sobre el desierto de Israel, o mejor, sobre Israel en el desierto. Son muchas las escenas y son muchas las enseñanzas que brotan de ese caminar.

Para que tengamos una proporción sobre lo que significa el desierto en la tierra de Israel o en el caminar de Israel, recordemos que según el relato bíblico son cuarenta años en el desierto; y cuarenta años, especialmente en los primeros libros de la Biblia, corresponde al espacio de una generación.

Es decir, toda una generación de israelitas nació y murió en el desierto, o por lo menos podemos decir, aquellos que salieron de Egipto no llegaron a la Tierra Prometida. En eso, ya tenemos una señal de cómo el desierto marcó completamente la historia de Israel.

Otro dato que nos habla de la importancia del desierto es aquello que encontramos en el profeta Oseas que dice, para renovar el amor del pueblo, identificando al pueblo con una doncella, dice: “Yo la llevaré al desierto y le hablaré al corazón” Oseas 2,14.

Entonces vemos que para Israel el desierto es al mismo tiempo una especie de gran purificación, purificación hasta el extremo de la muerte, pero también es tiempo de amor, es tiempo para elegir a Dios.

En el desierto de Israel lo primero que encontramos es que se trata de un camino supremamente largo, y se trata de un camino de una purificación. Purificación aquí significa algo muy concreto: el pueblo que salió de Egipto no es el mismo pueblo que entró a la Tierra Prometida.

Sólo hay un personaje que acompaña todo ese camino, ese personaje se llama Josué. El nombre de Josué en hebreo es Jeshúa, que es el mismo nombre de Jesús .Sólo Jesús, hijo de Nun, Josué era hijo de Nun, sólo Josué o Jeshúa, o Jesús, hijo de Nun, es el que hace el camino completo desde Egipto hasta la Tierra Prometida, y este es un dato que es por lo menos hermosísimo.

Sólo este Jesús, el jesús del Antiguo Testamento, que se llama Josué, es el nombre más común o la traducción más común, sólo este Jesús es el que va desde la muerte de Egipto hasta la vida abundante de la Tierra Prometida.

Pero lo que quiero destacar es que el pueblo de Israel salió uno y llegó otro, es decir, el desierto es

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transformación o el desierto es transformante, y lo que queremos decir con esa transformación es que uno fue el que empezó, y otro el que terminó. O lo podemos decir de otra manera: el desierto cambió a Israel, un Israel fue el que entró al desierto, y otro Israel fue el que salió del desierto, hubo una transformación.

Esta capacidad de transformación es muy importante porque hay una serie de experiencias en la vida cristiana que tiene la característica del desierto. Por ejemplo, un retiro espiritual es como un desierto, porque nosotros nos apartamos de lo que es más común en nuestra vida y entramos en una experiencia diferente.

¿Y cuál es la idea de un retiro espiritual? Que una es la persona que entra, y la que sale es otra. Lo ideal en un buen retiro espiritual es que haya una transformación, que el desierto me transforme.

Pero de acuerdo con las palabras de Oseas, esa transformación no es algo automático, no es la dureza del desierto, ni es la escasez de recursos propia del desierto lo que transforma a la gente; el desierto es transformante porque es lugar del amor, es un lugar de amor, un lugar de encuentro con el amor. El encuentro con el amor significa que en el desierto Dios elige a su pueblo, y en el desierto Dios es elegido por su pueblo.

Yo creo que aquí vale la pena hacer una pequeña explicación.

¿Por qué el desierto puede ser lugar de amor, siendo así que parece lugar de muerte, según las primeras descripciones que ya dimos? ¿De qué manera el desierto se vuelve encuentro con el amor? Se vuelve encuentro con el amor porque también es denuncia y destrucción de los ídolos.

Recordamos aquella escena, por supuesto: Moiśes ha subido a la montaña santa, allá en el Horeb, el Monte Sinaí, Moisés ha subido a la montaña al encuentro con Dios, y el pueblo se rebela, y entonces el pueblo hace un ídolo. Esa idolatría, que estaba como implícita , que estaba como escondida, sale a luz. El desierto hace brotar, hace aparecer los ídolos, o por decirlo de otra manera, el desierto es denuncia de los ídolos.

Esa denuncia es precisamente la que permite que se renueve el amor, porque si aparecen estos ídolos, entonces, una vez a la luz, pueden de ser no solamente reconocidos, sino destruidos. Y eso fue precisamente lo que le sucedió a Israel: los ídolos fueron reconocidos, la idolatría, la rebeldía del pueblo.

Podemos decir que el desierto se convierte como en una escuela de verdad, la verdad aparece, la verdad del corazón. Y así lo dice abiertamente el libro del Deuteronomio, dice: “Dios te llevó por el desierto para que conocieras tu corazón” Deuteronomio 8,2, en el desierto se aprende a conocer el propio corazón. El desierto es escuela de autoconocimiento.

Fíjate que esta fue la experiencia que tuvo también Moisés. Al final de la historia de Moisés, como la recordábamos en nuestra catequesis anterior, resulta que Moisés tiene que enfrentarse con su propia realidad.

Él, que supuestamente amaba muchísimo la justicia, se encuentra con que Dios le dice: “Bueno, corrijamos las injusticias”, entonces ya Moisés da un paso atrás y dice: “No, es que yo no sé hablar, es que yo qué voy a ir a hacer allá donde el Faraón, yo de eso no sé, mejor manda a otro” Exodo 4,10-13. Es decir, el desierto, desierto donde Moisés se encuentra con Dios, se convierte en un lugar donde él enfrenta sus propias incoherencias, donde él enfrenta sus propias mentiras, Moisés se ve

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obligado a reconocer su incoherencia en el desierto.

Pues eso, que ya le había sucedido a Moisés, eso le sucede también a todo Israel. Israel se ve obligado a enfrentarse con su propia verdad, en el desierto aparece la verdad, y en la verdad aparecen nuestros ídolos, y en nuestros ídolos aparece la amenaza de la muerte.Por eso el desierto es el lugar donde se destruyen los ídolos, y el desierto es el lugar donde se puede dar encuentro con el amor.

Yo creo que estos cuatro puntos que hemos puesto en realidad están en orden inverso. Si tú lo miras bien, lo primero que se da es: autoconocimiento, denuncia de los ídolos, y de la denuncia, destrucción de los ídolos, de ahí, encuentro con el amor, y del encuentro con el amor, la transformación.

O sea que el verdadero orden de estos puntos es el siguiente: el desierto se convierte en autoconocimiento, de ahí la denuncia y destrucción de los ídolos, de ahí el encuentro auténtico con el amor de Dios, y de ahí la transformación. Esto es lo que podríamos llamar el camino interior del desierto.

En el desierto Israel hizo un camino exterior que se puede seguir en un mapa: uno mira dónde está Egipto, mira la península del Sinaí y se da cuenta que esa es una especie de triángulo, y entonces Israel lo que hizo fue bajar hacia el vértice de ese triángulo, donde está el Monte Sinaí, y después volvió a subir hasta la Tierra Prometida, ese es el camino exterior.

Pero más que ese camino exterior, nos interesa el camino interior, y el camino interior es el que hemos tratado de describir aquí: autoconocimiento, denuncia y destrucción de los ídolos, encuentro con el amor de Dios, transformación, Dios que nos transforma: ”Serás una nueva criatura”. Este es un modo de describir el desierto de Israel.

Pero yo creo que podemos tomar también otro modo, y es recordar los principales eventos que sucedieron dentro de ese recorrido. Porque en ese recorrido hubo de todo: agua, maná, serpientes, es decir, hay bastantes eventos y vale la pena recordarlos.

¿Cuáles son los principales eventos? Es importante tenerlos en cuenta, porque de cada uno de esos ventos, es de donde va a surgir el autoconocimiento, el cual no consiste simplemente en que se sentaron todos los hebreos o todos los israelitas en el desierto y dijeron: “Bueno, vamos a autoconocernos. A ver, ejercicio de respiración para autoconocernos”.

El autoconocimiento brota de la vida, de la realidad, el autoconocimiento brota de las cosas pequeñas pero tan significativas que a todos nos acontecen. Entonces vamos a ver un poco en qué consisten esos eventos, recordando algunos, no los podemos recordar a todos, pero podemos recordar algunos.

Indudablemente, el primero de ellos, después de que ya se liberan de Egipto y ya se encuentran en tierra desolada y tierra descampada, lo primero que descubren es la monotonía. Es decir, lo primero que sufre el pueblo es: “Esta es una soledad sin caminos, este alimento nos da náuseas”, tienen que enfrentarse con la monotonía, y la monotonía, el aburrimiento, no tiene nada de interesante.

¿Por qué a nosotros nos interesa lo que no es interesante? ¿Qué nos dice la monotonía del desierto, la uniformidad del desierto? Resulta que la uniformidad del desierto sirve entre otras cosas para que uno descubra todo lo distraído que uno ha vivido.

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¿Qué es lo contrario de la monotonía? El entretenimiento,y resulta que el entretenimiento es una de las condiciones especialmente de nuestra época, la gente vive entretenida, la gente vive distraída. Necesitamos un poco de monotonía, pero ya vamos a ver qué queremos decir con esto.

¿De dónde viene la palabra distracción? ¿Qué es estar distraído? Viene de la misma raíz de tracción, traer, jalar. Estar distraído es estar jalado, solicitado, invitado, llamado por muchas cosas. Estar distraído es estar en una condición en las que fuerzas distintas se disputan mi atención, seguramente también mi dinero y mi tiempo, eso es estar distraído, etimológicamente.

Pero tenemos esa otra palabra: entretenido, entretener es tener durante un tiempo. Un entretenimiento es lo que me tiene, es lo que me sostiene, es lo que me retiene durante un tiempo. Estar distraído es estar jalado por distintas cosas que compiten por mi atención y mi tiempo. Y estar entretenido es estar retenido durante un tiempo en algo.

¿Qué pasa cuando una persona no tiene ningún entretenimiento, cuando una persona no tiene ninguna distracción? Pues obviamente se lo traga la monotonía y el aburrimiento. Pero son como dos extremos, entre la monotonía y el vivir siempre entretenido, hay como todo un continuo, hay todo un espectro.

Podemos decir que el desierto es un extremo, porque en el desierto no hay nada interesante, bueno, los científicos me contradirán, por supuesto dirán: ”Todo lo que hay interesante y la fauna que se encuentra en el desierto, y los estudios que se pueden hacer en el desierto, y la condensación del rocío en el desierto”.

Pero digamos, en la experiencia ordinaria y usual de las personas, el desierto es la monotonía. Además, no parece que los israelitas se dedicaran a muchas observaciones científicas mientras estaban en ese recorrido, estaban demasiado ocupados aburriéndose.

El desierto es un extremo, y ese extremo es el extremo de la monotonía, ¿cuál es el otro extremo? El estar siempre entretenido. Y nosotros como cultura vivimos en ese otro extremo, entonces la gente siempre está oyendo algo en sus audífonos, viendo algo en su televisión, consultando algo en su Internet, hablando con alguien por el teléfono, nosotros vivimos en le carrusel del entretenimiento perpetuo.

¿Y qué es lo grave del entretenimiento perpetuo? Que el entretenimiento perpetuo me saca perpetuamente de mí, acuérdate que una distracción es lo que me jala hacia afuera. El ser humano perpetuamente entretenido, es el ser humano perpetuamente distraído; y el ser humano perpetuamente distraído, es el ser humano que no tiene ni recursos, ni ganas, ni tiempo para conocerse.

Y el ser humano que no tiene ni ganas ni tiempo para conocerse, es el ser humano que tampoco puede descubrir ni cuánto vale, ni quién es ante Dios, ni qué ha hecho Dios por él, ni cuál es su vocación, ni para qué está en esta tierra.

Entonces los israelitas tuvieron que vivir la monotonía. No es que yo esté predicando que la monotonía es una gran cosa, pero estoy diciendo que este evento, el aburrimiento y la monotonía, es algo que sigue teniendo un significado para nosotros.

Y por eso es interesante entrar en una tónica en la cual uno se desconecta de vez en cuando; cuando uno se desconecta de todos esos aparatos a los que estamos conectados, pues tiene una

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experiencia interesante porque es una experiencia de qué sucede conmigo cuando nada me jala hacia afuera.

Al comienzo de su libro de “Las Confesiones”, San Agustín describe con palabras preciosas lo que hace el entretenimiento en una persona, o mejor, el exceso de entretenimiento. Sus palabras, casi al pie de la letra son estas: “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé; y tú estabas,- le dice a Dios-, tú estabas dentro de mí, yo estaba afuera”.

Ese es el perpetuamente entretenido, el que está pendiente siempre de la novedad, del otro placer, de la última noticia, de lo que ahora se usa, de la moda, de la opinión pública. “Tú estabas, -dice San Agustín-, tú estabas dentro de mí y yo estaba afuera; y deforme como era, me lanzaba sobre aquellas cosas que sin ti no existirían”, así habla San Agustín.

Las cosas, las modas, las noticias, los rumores, las últimas tendencias, la opinión pública nos mantienen afuera, nos mantienen perpetuamente distraídos, continuamente retenidos, entretenidos, retenidos.

Se supone que un entretenimiento es que lo retienen a uno por un tiempo; pero si uno está siempre entretenido, entonces lo retienen para siempre.

La experiencia de la monotonía es una experiencia muy interesante en el pueblo de Israel, porque es la experiencia que lleva a la persona finalmente a descubrir de sí mismo, y por eso necesitamos de la monotonía, necesitamos un poco de la sobriedad.

En el exceso de estímulo, en el exceso de imágenes, sonidos, experiencias, paseos, conversaciones, rumores, noticias, en ese exceso, en ese diluvio constante de información nos perdemos, como ya se perdió en su tiempo San Agustín, es decir, vivimos demasiado hacia afuera. El desierto en cierta manera nos obliga a entrar. Una dosis de monotonía nos hace bien.

¿Pero qué nombre le damos a la monotonía que no sea simplemente aburrimiento? El nombre que le podemos dar, aplicando ya esto a nuestra vida, es sobriedad. ¿Qué queremos decir con sobriedad? La sobriedad es aprender a poner límite a esos torrentes, el torrente de la información, el torrente de los placeres, el torrente de las conversaciones, el torrente de las imágenes, incluso, el torrente de las cosas.

En un estudio que se hizo en Estados Unidos y Canadá hace unos años, le preguntaban a las personas: "¿Cuántas cosas, -fíjate que la pregunta ya era absurda-, cuántas cosas has comprado que nunca has utilizado?” Es una pregunta absurda, porque se supone que uno compra las cosas para usarlas. Para sorpresa de mucha gente, se descubrió que un porcentaje muy alto de dueños de casa compran cosas que luego no llegan nunca a utilizar, cosas que quedan en las bodegas, cosas que quedan en los closets, cosas que quedan “por si acaso, “por si un día”, “por si lo necesito”.

Cosas que quedan en los sótanos, -recordemos que esa cultura es la cultura del “basement”, es la cultura del sótano, hay sótanos enteros llenos de aparatos, llenos de electrodomésticos, llenos de ayudas de cocina, que nunca se encendieron. Sería un ejercicio interesante para que lo hiciéramos también nosotros. Cuántas de las cosas que conseguimos, “por si acaso”, nunca las llegamos a utilizar.

Esto le sucede a todo tipo de personas, esto no son solamente los potentados. Sucede que hace unos años tuvieron que cerrar un monasterio por física falta de personal, cerraron un monasterio de

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monjas, y encontraron, al tener que desocupar, porque había que desocupar el edificio, encontraron una cantidad de comida que se había dañado, se había pasado, se había pedido, porque la tenían ahí “por si acaso”, “para cuando llegue la ocasión”.

La sobriedad es una mezcla de austeridad y generosidad, es una mezcla de austeridad que es: ”Yo no puedo llenarme de cosas, yo no puedo llenarme de imágenes, yo no puedo llenarme de sonidos, de ideas, yo no puedo llenarme de noticias y chismes, yo no puedo llenarme”, austeridad. Y generosidad, “ya que me he llenado, -porque de todas maneras uno se llena-, hay que dar”, sobriedad.

La monotonía como tal no es una gran cosa, ni yo soy un predicador de la monotonía, y espero no ser monótono, pero de la monotonía podemos aprender la sobriedad, y la sobriedad es necesaria y es una de las grandes lecciones del desierto.

Fíjate que los nómadas una de las cosas que aprenden es a ser sobrios, el que tiene que andar por el desierto no puede cargar sino lo que realmente necesita; si tú te pones a cargar una cantidad de cosas, “por si acaso”, pues “por si a caso” no se puede.

A mi manera intento practicar esto, especialmente con lo que uno puede estar muy tentado de acumular, que son libros. Yo cada vez me pregunto más, como fraile y como sacerdote, pero especialmente como fraile que vive en convento: “Yo sí necesito tantos libros en mi habitación? Teniendo una biblioteca muy bien dotada en mi convento, ¿sí necesito tanto en mi habitación?” Y sin embargo, mi habitación necesita todavía mejorar mucho en esto. Sobriedad.

Otra experiencia que tienen los israelitas en el desierto es la experiencia del maná. El pueblo pasa hambre y entonces Dios dispone del maná, dispone de este alimento extraño, un alimento que luego los judíos recordarían como “pan del cielo”; Dios le ha dado pan del cielo, y ese es el maná.

¿Qué aprendieron ellos del maná? En primer lugar, no sólo aprendieron sino que recordaron la lección de la sobriedad. Porque Dios les mandó que el maná tenía que ser recogido todos los días, y que cada persona tenía que recoger únicamente lo que necesitaba.

Pero no faltaban los codiciosos, o como decimos en Colombia, no faltaban los “avispados” que querían acumular más: “Bueno, ¿y si yo reúno un poco más de maná? Y sin embargo, comenta la Sagrada Escritura: “Los que escogían más, no lograban que les durara; y los que escogían menos, sin embargo les alcanzaba” Exodo 16,18.

Es decir, el maná es una experiencia de Providencia, y es una lección maravillosa del desierto. En relidad, todo el planeta, y en realidad, toda la vida humana, depende de la Providencia. Lo que sucede es que cuando uno vive en una ciudad, y ya más de la mitad de la población mundial está en ciudades, uno se acostumbra a que las fábricas de alimentos son los supermercados, entonces uno se acostumbra a que obtener cosas es un problema de dinero y un problema de ir al supermercado.

Pero si tú sales un poquito de la lógica del supermercado te das cuenta que los alimentos no los crean en el supermercado; el alimento finalmente tiene que salir de la tierra, y la tierra finalmente depende del clima, y de la lluvia, y de la humedad, y de las plagas, y de todo lo que siempre ha determinado la alimentación en la Humanidad.

Todos dependemos finalmente del cielo. Acuérdate del relato ese del profeta Elías, donde él corta la lluvia por tres años y medio, y se acaba la vida. Todos dependemos.

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Y esa conciencia de la dependencia es de lo más importante, porque el que reconoce su dependencia y el que proclama su dependencia queda libre de: soberbia, arrogancia, vanidad, orgullo y otra cantidad de daños parecidos. La experiencia de la Providencia es la experiencia de mi condición de creatura; la experiencia de la Providencia es la experiencia también de la bondad de un Dios que es el que me está guiando.

Fíjate que durante el desierto, durante su caminar por el desierto, el pueblo de Israel tuvo que acostumbrarse a que la ruta la marca Dios, y ese aprender a depender de Dios es una de las lecciones más importantes, si no es la más importante de todas. El maná vino a ser algo así como un sacramental de la dependencia divina.

Pero después del maná hay que recordar otra, que es la sed. El pueblo habló contra Dios y habló contra Moisés: “Para qué nos sacaste de Egipto, para hacernos morir de sed aquí” Exodo 17,3. Y entonces, ya no es simplemente Providencia lo que aparece en el caso de ese milagro. Resulta que el pueblo está a punto de linchar a Moisés, Moisés mismo parece que flaquea un poco en su fe: ”Aquí qué se hace?” Exodo 17,5. Y Dios le manda algo absurdo:”Toma el cayado y golpea la roca” Exodo 17,5-6.

Pero es todavía más grave que eso. Realmente, si vamos al texto bíblico, lo que dice Dios es: “Llama a los ancianos, -o sea que el ridículo va a ser completo-, llama a los ancianos y a la asamblea de Israel” Exodo 15,5.

Yo quisiera que por un momento nos pusiéramos en la situación de Moisés, o sea, “voy a reunir a toda esta gente, y ahora, yo y aquí con este palo, le pego a esta roca”, ¿qué se puede esperar ahí? Realmente, lo que estaba sucediendo era algo así como tensar la fe hasta el límite, hasta el punto de ruptura. Calcula lo que se necesita para llegar a ese punto: “-Nos reunimos todos, y ahora que estamos todos reunidos, atención, voy a pegarle a la roca”. “-¿Qué le pasa a este señor? El sol le secó el seso, ¿qué le pasa a Moisés?”

Esa experiencia, la experiencia dramática de la sed, es la que lleva a esta palabra Providencia a su límite, y ese límite se llama dependencia.

Nosotros vivimos en un mundo que ensalza y exalta la independencia, la autonomía, “sé tú mismo”, “construye tu propio destino”, “haz las cosas a tu manera”, “no tienes que parecerte a nadie”. Claro que todos los que nos dicen que no tenemos que parecernos a nadie tiene productos para que empecemos a parecernos los unos a los otros, que es lo que me fascina contar a los jóvenes en las predicaciones y congresos y retiros que tengo con jóvenes.

Todos los jóvenes son independientes, y se ponen la misma marca de tenis; todos son independientes, y se dejan el mismo peluqueado; “soy independiente”, tú no eres independiente, sencillamente perteneces a otra tribu, te ha adoctrinado otro, tienes otro cacique, a ti te maneja otro.

Nosotros, en cambio, hemos descubierto lo que significa esto. Moiśes, seguramente temblando de miedo, golpea la roca con el cayado, seguramente temblando de miedo, y en ese momento no tiene nada, lo único que tiene es Dios y la Palabra de Dios, y esa se llama la dependencia radical

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¿Qué otra experiencia tienen ellos en el desierto? Vamos a mencionar otras dos, una es la experiencia de las serpientes, las famosas serpientes que se cuentan en el libro de los Números, serpientes que atacan al pueblo de Israel, serpientes que muerden a los israelitas y que traen muerte y devastación en el campamento.

Y sabemos cuál es la extraña solución que Dios le manda a Moisés: que tiene que hacer una serpiente de bronce, que tiene que levantarla en un estandarte, eso está casi tan absurdo como el golpear la roca, y luego dice esto: “El que haya sido mordido por una serpiente, que mire, -este es el verbo que me interesa-, que mire a la serpiente de bronce y quedará curado” Números 21,8.

Los que eran mordidos de serpiente miraban a ese estandarte. Lo que más me llama la atención es que lo que sana a la gente es la mirada: “Que miren a la serpiente de bronce” Números 21,8. Y a través de ese acto, aparentemente tan sencillo, a partir de ese acto que parece no tener relación con la mordedura, porque es que resulta que la mordedura, pues lo sabemos muy bien, significa que el veneno se entra en el cuerpo.

Entonces lo que le está diciendo Dios es que el veneno sale del cuerpo a través de la mirada, ¡qué cosa tan rara! ¿Cómo puede una mirada sacar un veneno? ¿Cómo puede el hecho de ver sacar el mal? Bueno, hay una explicación que hemos dado varias veces sobre esto de la serpiente. Buena parte de la estrategia de la serpiente es ocultarse.

La serpiente es astuta, la serpiente es artera, la serpiente depende en buena parte de su capacidad de ocultarse; moverse, sigilosa y silenciosamente, es parte del arte de la serpiente. Y la serpiente, escondiéndose, logra buena parte de su propósito. Hay que esconderse.

¿Qué es una serpiente puesta sobre un estandarte? Es sacar a luz, es hacer visible, es acabarle el escondite a la serpiente. Es decir que esa imagen, por supuesto, está muerta, esa serpiente de bronce está muerta, no tiene vida, quiero decir; pero esa serpiente está indicando algo, está indicando la mirada de Dios.

Esa serpiente de bronce, puesta en el estandarte, está indicando que la serpiente se puede esconder de muchos, pero no se puede esconder de Dios. Es decir, esa serpiente de bronce está hablando de la mirada de Dios que todo lo conoce, la serpiente no puede utilizar su estrategia contra Dios.

Bueno, ya esto va tomando un poquito más de sentido. La serpiente de bronce representa en realidad el poder de la mirada de Dios, y ahora Dios dice: “Mira tú esa serpiente”. Es decir que en realidad lo que se está construyendo a través de ese símbolo tan rústico, tan elemental de la serpiente de bronce, lo que se está construyendo es el encuentro de dos miradas.

A Dios no se le puede ver, pero esa serpiente está indicando que Dios ve, esa serpiente está indicando que Dios sí mira. Y ahora le dice Dios a los mordidos de serpiente: “Ahora tú mira ahí también”.

Es decir que la serpiente de bronce lo que viene a hacer es la confluencia, el encuentro de la mirada de Dios y de la mirada del hombre. Y en el encuentro de esas dos miradas, en el encuentro de la mirada de Dios y la mirada del hombre viene la sanación, viene la salud.

Recordemos algunas escenas en las que esa mirada se vuelve tan importante. Cuando Pedro y Juan están entrando al Templo, allá en el capítulo tercero de los Hechos de los Apóstoles. Pedro y Juan están entrando al Templo, y miremos cómo se desarrolla la escena.

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Había un paralítico que pedía limosna junto a la puerta llamada Hermosa. “Un día Pedro y Juan fueron al templo para la oración de las tres de la tarde. Allí en el Templo estaba un hombre paralítico de nacimiento, al cual llevaban todos los día y lo ponían junto a la puerta llamada La Hermosa. Cuando el paralítico vio, -ver, mirada-, cuando el paralítico vio a Pedro y a Juan que estaban a punto de entrar el el templo, les pidió una limosna. Ellos lo miraron fijamente, y Pedro le dijo: “Míranos” Hechos de los Apóstoles 3,1-4.

¿Ves la insistencia? El paralítico empieza mirando a Pedro y a Juan, ¿pero cómo los mira? Los mira como dadores de limosna, los mira como posibles benefactores, los mira como aquellos que traen dinero, o sea que en realidad no los mira a ellos, mira su dinero, eso es lo que le interesa al paralítico.

De hecho, fíjate que muchas veces, y a mí también me ha pasado, cuando uno tiene que dar una limosna que uno no quiere dar uno evita mirar a la persona, fastidia la presencia de la persona porque uno no le cree, eso pasa en ciudades y eso pasa aquí en Bogotá. A veces está uno en un semáforo y uno siente: ”Me va a tocar darle algo a esta persona porque si no le hace algo al carro”, pero esa limosna se da sin mirar, y a la persona tampoco le interesa que uno la mire; si lo que le interesa es su limosna, lo que está mirando es su dinero.

La primera mirada del paralítico es una mirada que no va hacia Pedro y a Juan, él está mirando el dinero: ”¿Dónde guardará la plata esta gente?” Entre otras cosas, con esos vestidos que ellos utilizaban, no tengo ni idea cómo era el asunto de cargar el dinero.

El paralítico no los mira a ellos, mira el dinero de ellos. “Ellos lo miraron fijamente” Hechos de los Apóstoles 3,4, ellos descubren al ser humano y su drama, y Pedro le dijo: “Míranos” Hechos de los Apóstoles 3,4, ¿no es una contradicción? Ya los estaba mirando, no, no los estaba mirando, estaba mirando el dinero de ellos.

Pedro lo que le está diciendo es: “Deja de mirar nuestra plata y míranos a nosotros”, eso es lo que le dice, “míranos a nosotros”. ¿Y por que Pedro podía decir “míranos a nosotros”? Porque en Pedro se cumplía lo mismo que dirá San Pablo en otro pasaje: “Llevamos en nuestro rostro descubierto la gloria de Dios” 2 Corintios 3,18.

“Míranos, descubre al Señor, descubre su gloria. Míranos, deja de mirar el dinero, míranos a nosotros, mira la gloria de Dios que brilla en nuestro rostro”. Y en ese encuentro de miradas sucede algo maravilloso. “El hombre fijó la mirada creyendo que le iban a dar algo” Hechos de los Apóstoles 3,5, él seguía con su tema.

Pero Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro” Hechos de los Apóstoles 3,6, “deja de mirar el dinero”-, “no tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te lo doy. En el nombre de Jesucristo, levántate y anda” Hechos de los Apóstoles 3,6, y la persona se cura.

Yo creo que este pasaje hay que relacionarlo con esta serpiente de bronce; la serpiente de bronce es el recordatorio de que Dios sí conoce, de que Dios sí mira, de que Dios sí está presente, de que Dios sí está en medio de nosotros. Y entonces, a través de ese signo tan elemental, de ese signo tan sencillo, el pueblo recuerda la mirada de Dios. Qué tristeza que ellos no tenían lo que nosotros tenemos; pero, n a través de eso tan sencillo, se lograban las curaciones, en el encuentro entre la mirada de Dios y la mirada del hombre.

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¿Por qué ese encuentro de miradas sana? No porque la mirada tenga nada de mágico, ni más faltaba, sino porque la mirada es mensajera de la presencia, y es la presencia del Señor la que está obrando en la carne de los mordidos de serpiente.

¿Qué es lo que viene a descubrir Israel en este tema de las serpientes? Pues vienen a descubrir la mirada del Señor, claro, ¿pero en esa mirada qué redescubren? Redescubren a su Creador.

Resulta que Dios es el Creador, resulta que Dios es el Hacedor. Esto yo creo que hay que relacionarlo con aquel otro pasaje del profeta Jeremías, cuando el profeta es invitado por Dios a ir a la casa del alfarero, y el alfarero está haciendo distintas figuras, alguna le quedaba mal, y la rehace.

¿Pero cómo obra el alfarero? ¿Qué tiene que hacer el alfarero? Mirar, el alfarero mira su obra, y en la mirada del alfarero está el puente que une el plan con la realidad, el designio con la realización. El alfarero tiene que mirar, el alfarero tiene que ver qué es lo que está haciéndose; a través de la mirada Dios está haciendo fluir su voluntad, su plan, su designio en nuestras vidas.

En el episodio de las serpientes lo que se descubre es la presencia reconstructora del Hacedor, esa es una experiencia de reconstrucción. Yo creo que me voy a quedar con esa palabra, también podríamos emplear la palabra redención, es una reconstrucción. Lo que yo encuentro en la mirada de Dios es la mirada de mi Hacedor que me está transformando, es mi Hacedor que me está cambiando, es mi Alfarero, el que sabe cómo y de qué manera puedo llegar a ser plenamente yo mismo, mi Alfarero, el que llega a hacerme plenamente lo que yo he de ser.

Nuestra última palabra es la palabra alianza, quizás la debimos mencionar de primera porque es lo más visible en la historia del desierto. La palabra alianza se refiere fundamentalmente a la experiencia del Sinaí,.

¿Y esa alianza de qué nos habla? Fíjate que la palabra alianza de algún modo viene a resumir todas las palabras que se han mencionado anteriormente. Dios hace alianza conmigo porque Él es el que reconstruye mi vida, Él es el que me ha liberado de Egipto; Dios hace alianza conmigo porque yo dependo de Él, porque es mi Único.

Dios hace alianza conmigo porque su providencia es señal de su amor; Dios hace alianza conmigo porque ya no me he distraído, ya no me distraigo con los ídolos, ya no me distraigo con otras voces, así Dios hace alianza conmigo.

¿Pero qué podríamos decir aquí como experiencia de esa alianza? ¿Qué es lo que significa esa alianza en términos del desierto? Recordemos lo que sucede. Es una experiencia ante todo de intimidad, es decir, Moisés, como embajador del pueblo, es aquel que entra en el misterio de Dios.

Dios entra de modo único en Moisés, hasta despertar los anhelos más profundos de su amor.

xxx¿Te acuerdas que habíamos dicho que Moisés tenía el anhelo profundísimo de la justicia? Y podemos pensar que ese era el anhelo más profundo que él tenía, no, el anhelo más profundo Moisés aparece en la historia de la alianza, cuando Moisés dice, y esto tiene relación con la mirada: “Por favor, déjame ver tu rostro” Exodo 33,18.

El anhelo más profundo de Moisés es anhelo de intimidad, es anhelo de unión, es anhelo de comunión, y con esa palabra quisiera yo que nos quedáramos aquí: anhelo de comunión.

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Muy bueno que haya justicia en el mundo, muy bueno que se venzan todos los abusos, pero detrás de eso, ¿para qué eso? “La justicia, si no está orientada por el amor, es como un cuchillo sin mango”, no me acuerdo quién dijo esa frase pero me gusta mucho.

La justicia, si no está orientada por el amor, es como un cuchillo sin mango, que hace daño incluso al que trata de agarrarlo. Lo que hace que la justicia tenga un valor positivo y constructivo en nuestra vida, es porque finalmente está orientada por un anhelo de comunión, por un anhelo de intimidad, por un anhelo de amor.

Esta historia del desierto muestra, que en lo más profundo del corazón de Moisés, en lo más profundo del corazón de Israel y en lo más profundo de nuestro corazón, lo que hay no es simplemente el deseo de un mundo mejor, lo que hay es el deseo de un mundo en Dios, lo que hay es un anhelo infinito de comunión, y eso se descubre en el desierto.

Repasemos entonces las palabras que nos describen las grandes lecciones desierto para Israel: una vida sobria consciente de la Providencia divina, que llega al punto de saberse dependiente de Dios, una vida reconstruída por su amor y una vida orientada a una comunión plena y perfecta con Él.

¡Qué grandes lecciones las que dejó el desierto en Israel!

Con la bondad de Dios, en nuestra siguiente catequesis nos vamos a ir a un judío, un judío muy especial: Jesús de Nazareth. Hemos mencionado a Jesús, hijo de Nun, o sea a Josué, hijo de Nun, que acompañó todo el proceso desde Egipto hasta la Tierra Prometida; ahora vamos a hablar del otro Jesús y de los desiertos de Jesús..

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Catequesis sobre el desierto. Tema 4 de 5: El desierto de Cristo

Nuestra cuarta catequesis sobre el desierto se dirige a la persona de Jesucristo. Sabemos que Jesús fue tentado en el desierto, pero la realidad desierto está mucho más presente, en Cristo, mucho más que solamente ese episodio.

Yo quisiera empezar con el texto que encontramos en el libro del profeta Isaías. Sabemos que Isaías contiene varios cánticos que se llaman los Cánticos del Siervo de Yavhé, y el cuarto de esos Cánticos es el más conocido, realmente es impresionante como descripción y, por supuesto, como profecía.

Litúrgicamente, este cuarto Cántico del Siervo se proclama los Viernes Santos, es de hecho la primera lectura que tenemos el Viernes Santo, cuando se recuerda la Pasión de Cristo, se encuentra entre el capítulo cincuenta y dos, versículo trece, y el capítulo cincuenta y tres, versículo doce.

La parte que a nosotros nos va a interesar más es el comienzo de este Cántico, donde precisamente se habla de un hombre que es un desierto, él mismo es un desierto.

Dice en el versículo catorce del capítulo cincuenta y dos: “Así como muchos se asombraron de Él, al ver su semblante tan desfigurado que había perdido toda apariencia humana, así también muchas naciones se quedarán admiradas, los reyes al verlo no podrán decir palabra, porque verán y entenderán algo que nunca habían oído” Isaías 52,14.

“¿Quién va a creer lo que hemos oído? ¿A quién ha revelado el Señor su poder? El Señor quiso que su Siervo creciera como planta tierna que hunde sus raíces en la tierra seca” Isaías 53,1-2. ¡Qué descripción tan preciosa de Jesús! “Planta tierna que hunde sus raíces en tierra seca” Isaías 53,2.

Aquí tenemos que hacer una pausa y ver que hay por lo menos tres interpretaciones muy hermosas de ese versículo, que es el versículo segundo del capítulo cincuenta y tres, y luego dice: “No tenía belleza ni esplendor, su aspecto no tenía nada atrayente” Isaías 53,2.

¿Por qué destaco lo de “planta tierna que hunde sus raíces entierra seca”? Isaías 53,2. Porque Jesús aparece, en primer lugar, como una buena planta pero en un mal terreno, es una combinación de la bondad que Él trae y el mundo al que Él viene.

Una primera interpretación están en la línea de la Encarnación, es decir, en la Encarnación descubrimos al Hijo del Dios vivo, a ése que proféticamente llama el salmo cuarenta y cinco, “el más hermoso de los hombres, en cuyos labios se derrama la gracia” Salmo 45,3, es planta tierna.

Es bonita esa traducción, porque al referirse a la ternura de la planta, también nos hace caer en cuenta de que, siendo hermoso, es frágil. Y en realidad, si lo pensamos, toda belleza tiene su fragilidad, ¿por qué? Porque la belleza depende de un cierto balance o armonía entre los distintos elementos. Y esto quiere decir que cualquier pequeño cambio que se haga necesariamente destruye esa armonía.

Si pensamos en un rostro hermoso o en una escultura famosa, pensemos, qué sé yo, en el David de Miguel Ángel, es un cuerpo absolutamente perfecto, un cuerpo masculino bellísimo si tomamos ese cuerpo y le agregamos cinco centímetros a la mano izquierda, pues ya no quedó hermoso, ya lo dañamos. Es un pequeño cambio, pero ese pequeño cambio ya arruina la belleza, porque la belleza es frágil, y la ternura es vulnerable.

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Lo segundo que aparece aquí es la vulnerabilidad de Jesucristo. Cristo es el que se ha encarnado, es bueno con la bondad de Papá Dios, pero viene a una tierra ingrata, una tierra reseca. ¿Cómo puede subsistir una planta en tierra reseca? Por decirlo de alguna manera, tiene que tener su propia agua. Jesús no se alimenta, no recibe finalmente su fuerza de esta tierra.

Le dice Cristo a Pilato: “No es el mundo el que me ha hecho Rey” San Juan 18,36. Cristo es Aquel que tiene la sabia, es el que tiene su recurso es el que tiene su fuente adentro, no lo recibe de esa tierra que es tierra ingrata y que es tierra reseca.

La tercera enseñanza que nos da ese versículo número dos del profeta Isaías es que Jesús tiene la fuente adentro, esa fuente interior va a interesar muchísimo.

De esta fuente interior habló también Jesús, por ejemplo en el pasaje de la samaritana, donde le dice a esta mujer que "el que beba del agua que Él le va a dar tendrá un torrente" San Juan 4,14, y habla, también en el evangelio de Juan, como ese "torrente salta hasta la vida eterna" San Juan 4,14.

Bueno, estos son tres elementos cristológicos que aparecen en Isaías cincuenta y tres dos. La realidad de la Encarnación, bondad que viene a un mundo ingrato. Es impresionante ver que Jesús tiene total conciencia de esto.

El versículo, que lo he recordado en varias predicaciones y que sigue siendo perfectamente válido para esta materia, es lo que encontramos en el evangelio según San Juan, capítulo dos, versículo veinticinco. Refiriéndose a Cristo, dice: “No necesitaba que nadie le dijera nada acerca de la gente, pues Él mismo conocía el corazón del hombre” San Juan 2,25.

Es decir que Jesús es Aquel que tiene plena conciencia de en qué lugar se encuentra, Jesús es Aquel, que según otra traducción de este mismo versículo veinticinco del capítulo de segundo de Juan, dice: “No se fiaba de la gente” San Juan 2,25.

Jesús sabe que el mundo, Jesús sabe que la vida humana se ha vuelto escasa, dura, ingrata, agresiva, vengativa. Jesús no es ingenuo, es tierno, pero no es ingenuo, y esa conciencia es la que aparece en la realidad de la Encarnación. Cristo llega a esta tierra, llega como máxima expresión de la bondad del Padre, pero llega a una tierra que es desierto.

Es decir, ya esto nos está indicando que toda la vida de Cristo fue desierto; el desierto no empezó después del bautismo, toda la vida de Cristo fue desierto, porque toda la vida del Señor está marcada por el misterio de la Encarnación. Y la Encarnación nos está diciendo, nos está contando que ha venido a este mundo, un mundo cargado de ingratitud, de agresividad, de egoísmo, de codicia y de los demás males que conocemos. Ese es Cristo, el que ha venido a este mundo.

Pero este Cristo también aparece en ese pasaje como vulnerable, y la vulnerabilidad al principio nos parece que es como un principio de derrota, pero la vulnerabilidad de Cristo será el principio de su victoria.

Cuando uno se siente vulnerable, uno se siente débil; y cuando uno se siente débil, pues trata de hacerse el fuerte, trata de ser fuerte y de parecer fuerte. Pero la vulnerabilidad de Cristo, pensemos en una plantita en el desierto, la vulnerabilidad de Cristo es el principio de su obra redentora. ¿El principio en qué sentido? En el sentido de que un Cristo blindado jamás podría salvarnos. La vulnerabilidad de Cristo es la que establece un puente entre su corazón compasivo y nuestras vidas dignas de compasión.

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Si en este misterio de la Encarnación lo que aparece es la dureza del mundo, pues, un Cristo que se revistiera de dureza no podría hacer nada por ese mundo. Precisamente porque Cristo es brote tierno en tierra seca, precisamente porque Cristo es vulnerable, por eso Él puede conectar con nosotros, por eso Él puede finalmente unir sus Llagas a las nuestras. Cristo es redentor porque es vulnerable.

Y esto quiere decir que los que estén unidos a Cristo, los que quieran unirse a Cristo, necesitan, necesitamos participar de esta vulnerabilidad. También en esto el cristiano debe acostumbrarse a ir en contravía de lo que plantea el mundo.

Porque el mundo lo que quiere es, primero, vestirnos de indiferencia, como con una coraza, que nada me afecte, que todo me resbale, y si algo me afecta, no se me note, que yo permanezca impasible, que yo siga mi camino, que nada me importe, que nadie pueda oponerse a mis planes, ese es el lenguaje que maneja el mundo.

En cambio, lo que aparece en Cristo es Aquel que se deja herir por el dolor del otro, porque finalmente la misericordia es eso, misericordia es dejarse herir, no se puede amar a la manera de Cristo si no es a través de la vulnerabilidad; no se puede amar del modo cristiano si no es abriendo el corazón para que sea herido, porque sólo cuando el corazón es herido por el dolor del hermano, entonces el hermano me importa.

Ese verbo es simpático, -hagamos aquí un pequeño paréntesis-. El verbo importar, porque lo utilizamos en castellano en dos contextos muy diferentes. Se dice, por ejemplo, que “los países importan mercancías”, pero también se dice que “a mí me importa mucho esta situación”, o se le dice a una persona: “Me importa mucho lo que te pase”.

¿Cuál es la relación entre estos dos usos del verbo importar? Pues importar viene de portar hacia adentro, de traer hacia adentro, de ahí el “importar mercancías”. ¿Entonces qué significa que alguien me importe? Significa que traigo hacia mí, que traigo hacia adentro lo que le sucede a esa persona, que su dolor, su soledad, sea causada por esa misma persona o por otras, eso no importa.

Pensemos en el caso de una mamá. Si la mamá ve al niño que tiene la frente raspada y sangrando, la primera pregunta de la mamá no es: “Explícame qué ha que ha sucedido ahí, ¿te lo hiciste tú o te lo hizo otro?” El primer problema de la mamá es que hay que detener esa sangre, hay que calmar ese dolor, hay que consolar a ese niño, después veremos si se hizo él ese daño o se lo hizo otro.

Pero el primer problema es: “Hay que curar, hay que sanar, hay que consolar, hay que fortalecer”. Pues eso es lo que significa ser vulnerable a la manera de Cristo, significa estra abiertos para ser heridos, abiertos para que nos importen los dolores de los otros, para que entren a nosotros los dolores de los otros.

Entonces Jesús no solamente está en un desierto, porque esto es lo que podríamos llamar “el desierto exterior”, ¿no? No solamente nos interesa el desierto exterior de Cristo en el sentido de que el mundo es ingrato, es duro, es agresivo, es egoísta, sino que también hay un desierto interior, ¿por qué Porque Cristo ha tomado una opción, ha tomado un camino, le importa el prójimo. Y si a ti te importa alguien, sus dolores, su preguntas, sus cuestionamientos, sus decepciones entran en ti, eso es ser vulnerable.

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Entonces aprendemos otra cosa del desierto de Cristo: que Cristo tiene el desierto exterior, en el sentido de que el mundo es como es, pero tiene también el desierto interior, porque Él ha querido que le importe eso.

Por supuesto, esto sirve para un examen de conciencia muy fuerte. El hecho de que nosotros tengamos una consagración religiosa o sacerdotal, el hecho de que nosotros tengamos experiencia de grupos de oración u otras actividades espirituales, no quiere decir que nosotros no estemos infectados por los mismos virus del mundo de hoy, y uno de esos virus es que uno tiende a endurecerse.

¿A cuántas personas les he oído yo esa expresión?: “Padre, esto no me debería afectar”, eso le dice a uno la gente, “esto no me debería afectar”, “es que debo tratar que no me afecte”, “que no me afecte, que yo resista, que no me importe”. Y resulta que lo de Cristo es al contrario: “Que sí me importe, que me importe mi comunidad, que me importe mi hermano, que me importe mi hermana”; de hecho, es gravísimo que no me importe.

Porque si no me importa mi hermano o mi hermana, ¿con qué título y con qué derecho puedo yo llamarme cristiano? Para poder llamarme cristiano se necesita que mi hermano me importe, es decir, que yo lo traiga donde yo estoy, y para eso hay que ser vulnerable.

Pero Cristo tiene una fuente interior, es decir, no todo son malas noticias, porque aquí hemos hablado de un desierto exterior, aquí hemos hablado de un desierto interior, ¿cómo puede subsistir? ¿Cómo se puede vivir así? Con desierto por fuera y por dentro, ¿cómo se vive? Se vive porque hay una fuente interior.

Y esta fuente interior, esta fuente que emana es el centro del misterio de Jesucristo. Cristo habló de esa fuente interior, no escondió el secreto, Él habló de cuál era.

Por ejemplo, encontramos en el evangelio según San Marcos la siguiente expresión, cuando va llegando el momento final, el momento de la Pasión. Entonces Jesús advierte a sus Apóstoles sobre lo que va a suceder, y entonces dice así, por ejemplo, leamos Marcos, capítulo catorce, versículo veintiséis: “Después de cantar los salmos, se fueron al Monte de los Olivos. Jesús les dijo: Todos ustedes van a perder su fe en mí, así lo dicen las Escrituras: Mataré al pastor y las ovejas se dispersarán; pero cuando yo resucite los volveré a reunir en Galilea” San Marcos 14,26-28.

Pedro le dijo: “Aunque todos pierdan su fe, yo no" San Marcos 14,29. "Jesús le respondió: Te aseguro que esta noche, antes de que cante el gallo por segunda vez, me negarás tres veces. Pero él insistía: Aunque tenga que morir contigo, no te negaré” San Marcos 14,29-30.

Y entonces Jesús se pone a orar en Getsemaní, porque Getsemaní es el gran desierto de Cristo, cosa que es una gran contradicción. Fíjate que Getsemaní era un jardín, y era un jardín agradable, y Jesús está en el huerto, en el jardín de Getsemaní, y ese jardín es su desierto.

Es muy duro esto: “Todavía estaba hablando Jesús, cuando Judas, uno de los doce discípulos, llegó acompañado de mucha gente armada con espadas y con palos. Judas, el traidor, les había dado una contraseña diciéndoles: Al que yo bese, ese es; arréstenlo y llévenselo bien sujeto” San Marcos 14,43-34. Y entonces se cumple lo que había hecho Jesús en el versículo cincuenta: “Todos los discípulos dejaron solo a Jesús, y huyeron” San Marcos 14,50.

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Bueno, ¿y qué sostiene entonces a Jesús? Él mismo anuncia que lo van a abandonar, y luego vemos que eso se cumple, ¿entonces qué es lo que sostiene a Jesucristo? Pues lo sostiene la relación con el Padre, el secreto de Jesucristo es el Padre, el secreto del Señor es la relación con el Padre. Y por eso, cuando nosotros buscamos la fuente interior, finalmente lo que estamos buscando es el rostro del Padre, es esa relación con el Padre.

Podemos decir que Cristo está, por una parte, en un desierto exterior, por otra parte, está en un desierto interior, pero resulta que por dentro tiene una fuente, y esa fuente que es la relación con el Padre, y esa fuente que es la unción del Espíritu, sale fuera. Porque también nos dice el Evangelista San Lucas: “De Él salía una fuerza que los curaba a todos” San Lucas 6,19.

Entonces fíjate qué imagen de Cristo tan hermosa la que aparece aquí: Cristo es Aquel que viene al desierto de esta tierra, Cristo es Aquel que, además, asume en su corazón, asume en su pensamiento, en su oración y en sus afectos los dolores de los demás, y por lo tanto Cristo es Aquel que todo Él es desierto; y sin embargo, tiene una fuente adentro, y esa fuente batalla contra el desierto.

Su unión con el Padre y la unción del Espíritu que ha recibido para esa misión que tiene, son las que vencen a ese desierto. Entonces Cristo sale en victoria finalmente, después de pasar por el trance más espantoso de su desierto, que se llama la Cruz, Cristo sale en victoria, porque la fuente que lleva adentro vence al desierto.

O sea que podemos describir la redención de esa manera, ¿qué es la redención? La redención es una fuente que vence a un desierto, ¿y el desierto qué es? El desierto es lo que se ha vuelto el mundo por nuestros pecados, ¿y la fuente cuál es? La fuente es la unión con el Padre y el torrente del Espíritu Santo, ¿y quién es el portador de esa fuente? Se llama Jesucristo, ¿y dónde se ha abierto esa fuente? En la Cruz.

Entonces, en el paraje más espantoso del desierto de Jesús, que es la Cruz, muerto ya Cristo, se abre la fuente, y entonces esa fuente que antes era solamente suya, pasa a ser también fuente nuestra.

A través del bautismo, significado en el agua, y a través de la Eucaristía, representada en la Sangre, nosotros entramos en comunión con esa fuente, porque también para nosotros el mundo es desierto, porque también nosotros tenemos que sufrir los unos los egoísmos de los otros, los unos tenemos que sufrir las codicias, las indiferencias, las durezas de los otros.

Osea que nosotros también tenemos que pasar por lo mismo de Cristo, lo que sucede es que nuestra respuesta es endurecernos, no caer en la vulnerabilidad, y ahí nos equivocamos, porque mi dureza hace más duro tu desierto, y tu dureza hace espantoso mi desierto. Y entonces, a medida que yo me endurezco y tú te endureces, entonces se levanta una muralla y cada uno se muere solito dentro de su prisión. Y lo úico que ofrece el mundo contemporáneo frente a esa tragedia es: “Démosle permiso a la gente para que se suicide”, esa es la gran solución.

En este mundo inhóspito, donde cada uno empieza a levantar más y más la muralla, porque, “-si tú pretendes herirme ya estoy más defendido”, “ah, pero entonces yo levanto más mi muralla”, y a medida que vamos levantando y levantando murallas cada uno se muere, reseco, frustrado, decepecionado, amargado; cada uno se muere triste en su soledad. Gran solución del Estado moderno, gran solución de la legislación moderna: “Oiga, sí, verdad, démosle permiso a la gente para

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que se mate”.

Eso parece peor que el chiste bobo del alcalde, en donde había una espantosa peste y la gente muriendo, y le preguntan al alcalde que qué ha hecho, que qué medidas está tomando y dijo: “Ya estamos tomando medidas, ya ampliamos el cementerio”, esa es la gran solución de ese alcalde.

Pues la gran solución del Estado moderno frente a esas murallas que se van levantando, frente ea esa soledad en la que cae la gente, ¿la gran solución cuál es? Que cada uno tenga permiso de suicidarse, y a eso le llaman dignidad, que cada uno pueda morir dignamente.

“A ver, usted suicídese haciendo buena cara, y todos respetaremos su decisión. Que usted quede bonito, que sea un cadáver bonito, que sea recordado por nadie, porque a usted no le importó nunca nadie”, y esa es la gran respuesta y esa es la gran solución.

Todos tenemos que experimentar este desierto exterior, todos, el problema es que nosotros no damos el siguiente paso, ¿y por qué no lo damos? Porque no tenemos el tercer paso; el que no tiene la fuente interior, no puede jugar a la vulnerabilidad, porque empiezan a darle palo a uno y empiezan a agotarle las pocas fuerzas y el poco afecto y el poco empeño que uno tenía.

Es que estos tres no se pueden separar, si uno experimenta el desierto exterior tiene que tomar una decisión: O me voy por la línea de la dureza, la indiferencia, la retaliación, la venganza, “el que me la hace me la paga”, esa es la línea opuesta a la de Cristo, ese es un camino. El otro camino es la vulnerabilidad, que me importe todo, que me importe hasta la efermedad que tiene la mamá del que me va a asesinar, que me importe todo, que todo llegue a mí, pero entonces mi vida se vuelve desierto interior también, pero es que hay fuente interior.

¿Y cómo puedo llegar yo a la fuente interior? La fuente interior es la relación con el Padre, la fuente interior es la unción del Espíritu Santo, eso es lo que tiene Cristo, y por eso Cristo podía decir: “Tengo un alimento que ustedes no conocen” San Juan 4,32, porque Cristo tiene esa fuente interior.

Y con esa fuente interior, que es la fuente que se ha abierto en la Cruz, ya nuestra vida es otra cosa, entonces nosotros empezamos a obrar a la manera de Cristo, pero para eso necesitamos el bautismo que Cristo nos regala y para eso necesitamos la Eucaristía que Cristo nos regala.

Alimentados por su Cuerpo, recibido el don de su Espíritu, con la autorización para llamar “Abbá” al mismo que Cristo llama “Papá”, llama “Padre”, llama “Abbá”, con esa autorización y con esa relación, entonces nosotros empezamos a ser otro Cristo, “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” Carta a los Gálatas 2,20.

Uno no puede jugar a la vulnerabilidad uno solo, porque se cansa muy rápido. Uno dice a las ocho de la mañana: “Bueno, hoy voy a jugar a la vulnerabilidad”, a las ocho y cinco se le acabó la vulnerabilidad del día, ya uno se cansó, “yo bobo no soy, ¿creyeron que encontraron qué? Pues no, yo no voy a permitir eso”, y se le acabó a uno la vulnerabilidad. Pero hay que optar.

Las dos posibilidades son: vulnerabilidad o aislamiento. “-Ah, pues yo apuesto por el aislamiento y a ver quién pierde”, “-claro, tú apuestas por el aislamiento y entonces tu muralla hace más duro el desierto de tu hermano. Y entonces tu hermano intenta llegar a ti o intenta atacarte o intenta sacar algo de ti, y entonces tú levantas más tu muralla y él levanta más la suya, y entonces cada uno se queda encerrado en un pequeño imperio”.

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Y en ese pequeño imperio hay un solo problema y es que el emperador es el mismo súbdito: “-Yo mando”, “-¿mando qué?” “-Pues yo mando sobre mí, porque no tengo más súbditos, no tengo más discípulos, no tengo más nadie”. Ese aislamiento produce frustración y produce amargura, y de esa amargura, pues, no se sale.

Claro que hay otra posibilidad, mira. Resulta que de la vulnerabilidad se puede ir hacia la dureza, ¿no? Esa es una posibilidad, pero hay otra posibilidad y es la posibilidad del Budismo y es, en vez de la vulnerabilidad, pasar a la indiferencia, o digámoslo más claramente: la insensibilidad. Esta dureza, este responder a un garrotazo con otro garrotazo, este responder “ojo por ojo y diente por diente”, este ha sido tradicionalmente el estilo occidental; y esta insensibilidad es el estilo oriental, sobre todo el estilo budista.

O sea que en el fondo uno tiene que escoger entre estas tres posibilidades: o le creo a la vulnerabilidad con una fuente interior, o me voy hacia la dureza, o me voy hacia la insensibilidad.

La insensibilidad se busca a través de ejercicios de mente en blanco: que desparezca toda aspiración de sentido y de verdad de mi mente, para que desaparezca toda percepción de dolor y de necesidad en mi corazón, ese es el Budismo, es un método muy inteligente de empezar el suicidio pronto, una carrera hacia la nada, ese es el Budismo, hay que decirlo abiertamente.

El Budismo es la apuesta por la insensibilidad, la mayor parte del paganismo es la apuesta por la venganza, el Cristianismo es la apuesta por la vulnerabilidad con una fuente interior, porque sin fuente interior no se puede.

Repito eso que me parece que es clave: el paganismo es la apuesta por la venganza, “no me dejo de nadie”, eso se llama Grecia, eso se llama Roma, esos se llaman los celtas, los druidas, “no me dejo de nadie”, esos son los germanos, esos son los mongoles, “no me dejo de nadie”, la venganza, la afirmación del yo a través de la dureza, ese es el paganismo.

La otra posibilidad es la insensibilidad típica del Budismo: sumerjo a la mente en un vacío, de modo que desparezca el apetito de la verdad, desaparecido el apetito de la verdad, desaparece la necesidad de dar un sentido al sufrimiento, y al parecer desaparece el sufrimiento mismo; y desde esa insensibilidad, entonces la vida se vuelve perfectamente tolerable cuando ya es muerte.

Hay que escoger, entonces, entre la venganza, la insensibilidad o la vulnerabilidad, y esa es una escogencia muy difícil.

Cristo muestra un camino y es el camino de la vulnerabilidad a través de la fuente interior.

Dediquemos todavía unos minutos, cambiamos esta escena. Este es el cuadro que nos ofreció el profeta Isaías, todo esto está basado en Isaías cincuenta y tres dos y los otros pasajes que hemos dicho.

Cambiemos un poco la escena y refirámonos al desierto de Cristo, el desierto de las tentaciones, ¿qué encontramos ahí y qué puede aplicarse también a nuestro caso? Hay que tener en cuenta que las tentaciones que se describen en ese pasaje del desierto, esas tentaciones no son las únicas de Cristo, es clave comprender eso, no se piense que esas fueron las únicas, pero esas tres que aparecen ahí, esas tres tienen su importancia.

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Como también sabemos, ese pasaje de las tentaciones pues tiene pequeñas variaciones en los varios textos de los sinópticos que son los que cuentan ello.

Miremos, por ejemplo, la versión de San Mateo. En San Mateo se nos dice los siguiente: “El Espíritu, -el Espíritu es el Espíritu Santo, el mismo que había ungido a Cristo-, llevó a Jesús al desierto para que el diablo lo pusiera a prueba” San Mateo 4,1, no debemos olvidar ese elemento.

Las tentaciones surgen dentro de un plan, surgen dentro de un designio, surgen bajo la guía del Espíritu. En la vida de Cristo todo es así, no es simplemente el deseo, o no es simplemente la decisión del espíritu maligno.

El Espíritu Santo lleva a Jesús al desierto, y la idea es ponerlo a prueba, ¿por qué eso? Bueno, la explicación que da San Agustín es que no puede haber victoria sin batalla y no puede haber batalla sin tentación. Para que Cristo sea Cristo victorioso, tiene que vencer en la batalla, y para tener batalla, tiene que tener enemigo.

“Estuvo cuarenta días y noches sin comer, y sintió hambre. El diablo se acercó entonces a Jesús para ponerlo a prueba, y le dijo: “Si de veras eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en panes” San Mateo 4,2-3.

¿Cuál es la estructura fundamental? ¿Qué es lo que nos interesa de esta tentación que aparece en el desierto? Fíjate lo que hay aquí, hay una realidad: Cristo es Hijo de Dios; hay una necesidad: hambre; y hay una solución que propone el demonio: “Si tú eres Hijo de Dios, haz que estas piedras se conviertan en panes” San Mateo 4,3.

“Jesús le contesto: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que salga de los labios de Dios” San Mateo 4,4. A ver, miremos más detenidamente eso, ¿qué es lo que está mal exactamente en la propuesta del demonio? Porque es evidente que Jesús tenía que tener hambre, ¿qué es lo que está realmente mal ahí? ¿Qué es lo malo? Lo malo está en el condicional: “Si de veras eres Hijo de Dios” San Mateo 4,3.

Es decir, “tu solución, la solución a tu necesidad, es lo que va a servir para demostrar si eres o no eres”. Es decir que en el fondo el demonio lo que está es poniendo un interrogante, ¿poniéndole un interrogante a qué? A la fuente interior.

¿Te cuerdas lo que dijimos? La fuente interior es la relación con el Padre, ¿y qué es lo que pretende el demonio? Ponerle un interrogan esa fuente interior: “¿Sí eres Hijo de Dios o no eres Hijo de Dios? Vamos a que verifiques si eres Hijo de Dios”, eso es lo que está haciendo el demonio, “vamos a verificar si eres Hijo de Dios”.

Es decir, la primera tentación, el primer ataque es un disparo a ese punto central de Jesucristo, su relación con el Padre: “Sí eres o no eres? Porque tal vez no eres, tal vez te lo estás imaginando todo tú; para demostrarlo, vamos a ver si se convierten esas piedras en panes” .

Quedémonos con esa primera idea: la primera o el primer elemento que aparece en las tentaciones es un disparo, ¿un disparo a qué? Un disparo a la relación con el Padre. “¿Sí eres Hijo de Dios?” Es un disparo a lo que hemos llamados “la fuente interior”.

Y por el esquema que teníamos antes, ya tú sabes lo que pasa si se pierde esa fuente interior: se acaba todo. Si tú no tienes la fuente interior, tampoco puedes ser vulnerable, y si no puedes ser

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vulnerable, ¿entonces qué posibilidades te quedan? La dureza o la insensibilidad. Dureza: “No me dejo de nadie, busco únicamente lo mío”; insensibilidad es: “No me importa nadie, sigo únicamente mi camino”. Fíjate lo que sucede ahí: si no se tiene la fuente interior, se pierde todo.

Y vamos a darnos cuenta que todos los ataques del demonio son ataques a la fuente interior. Es decir, por favor, recordemos y tengamos siempre claro que el demonio es muy buen psicólogo, el demonio sabe cómo estudiar muy bien a la gente.

Y él se da cuenta de que mientras este tal Jesús de Nazareth esté así, pegado, pegado a Papá Dios, que por supuesto no es Papá Dios para el demonio, pegado a Dios; mientras este Jesús de Nazareth esté pegado así a Dios, no hay nada que hacer con Él.

Luego la única posibilidad es despedazar, es destruir; él dispara sin desperdiciar un tiro, él dispara sabiendo qué es lo que quiere, y lo que quiere es destruir la relación con el Padre. Esto se llama un disparo, ¿disparo a qué? A la relación entre Cristo y el Padre, esa es la primera tentación.

Lo de que pan, hambre, piedras, eso no le importa al demonio, lo que importa es poner un interrogante, ¿qué es lo que responde Cristo? Lo que responde Cristo es: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que salga de los labios de Dios” San Mateo 4,4, es decir, Él se declara radicalmente dependiente de Dios.

Tampoco a Cristo parece importarle el tema del hambre, el pan, las piedras, eso no importa; la palea no era esa, el problema no es el milagro, el problema no es hacer un milagro más o un milagro menos, ese no es el problema, el problema es “¿quién eres tú, ¿tienes una relación con Dios o no? ¿Dios tiene una relación contigo o no? Tal vez no la tiene, tal vez te está imaginando todo”, es un disparo certero a destruir la fuente interior.

Segundo punto: “Luego el diablo lo llevó a la santa ciudad de Jerusalén, lo subió a la parte más alta del templo, y le dijo: “Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo” San Mateo 4,5, de nuevo lo que importa no es el espectáculo. Algunos, al predicar sobre este pasaje, dicen que en el primer caso se trataba de vencer el egoísmo, en la segunda tentación vencer la vanagloria, y eso es verdad.

Pero si hilamos más delgado nos damos cuenta que todo el interés del demonio era destruir esto, “si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo” San Mateo 4,5, “la Escritura dice...," San Mateo 4,5 "-¿o vas a contradecir la Escritura? Se supone que tú te guías por la Escritura, ¿verdad?” Fíjate la sagacidad, fíjate la astucia, fíjate la capacidad de disparar exactamente donde quiere disparar.

“Jesús le contestó: “No pongas a prueba al Señor tu Dios” San Mateo 4,7. O sea que por segunda vez el demonio lo que pretende es dibujar un gigantesco signo de interrogación sobre la relación que Cristo tiene con el Padre, lo que quiere es destruir eso, eso es lo que le fastidia, porque sabe que mientras esa relación exista, Cristo es invencible.

Y ahora pregunto yo: ¿eso vale solo para Cristo? Eso vale para todos, esa es la fuerza nuestra, esa es la vida nuestra. Y por eso el demonio también a nosotros trata de atacarnos ahí. ¿Cómo nos ataca el demonio? ¿Cómo es este tipo de disparo con nosotros? Lo vamos a ver en un momento, por ahora terminemos la tercera tentación

“Finalmente el diablo lo llevó a un cerro muy alto, y mostrándole todos los países del mundo y la grandeza de ellos, le dijo: “Yo te daré todo esto si te arrodillas y me adoras” San Mateo 4,8-9. ¿Una vez más de qué se trata? De romper la relación con el Padre. “¿Qué estas ganando tú, que estás

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sacando tú de esa relación tuya con el Padre? ¿Qué estás sacando tú de tu relación con Dios? Quédate conmigo y te doy todo esto, es decir, es mejor negocio para ti separarte de Dios”.

En los tres casos lo que encontramos es que se trata de un disparo a la relación entre Cristo y el Padre. ¿Ese tipo de ataque lo utiliza el enemigo también con nosotros? Por supuesto que sí, y eso es lo que vamos a ver inmediatamente para terminar nuestra reflexión.

También nuestra fortaleza está en la relación con el Padre, también nuestra fortaleza está ahí, y ahí está nuestra fuente interior, y el demonio lo sabe.

Una cosa que me parece impresionante en los escritos de Santa Catalina de Siena, es que refiriéndose a los ángeles malos, a los ángeles perversos, dice que a los ángeles no les interesan las cosas que a nosotros nos interesan. Y refiriéndose en concreto a los pecados contra la castidad, dice: “Los ángeles sienten repulsión de algo que es ajeno a su naturaleza, no tienen apetito alguno en ese campo, -en el campo de la sexualidad o en el campo de la carne-, no tienen apetito alguno. Pero saben que, a través de eso, pueden lograr algo en nosotros”.

Fíjate, a donde ellos van, lo que están buscando, es siempre lo mismo: destruir la conexión con el Padre, siempre es lo mismo.

¿Cómo se destruye esa relación en el caso nuestro? ¿Cómo nos disparan a nosotros? Los disparos que nosotros recibimos son de cuatro clases, o por lo menos se pueden enunciar de cuatro formas, que es un modo muy nemotécnico, es muy bueno para recordarlo.

Vamos a recordar los cuatro disparos de un modo muy sencillo, un poco siguiendo una oración que tiene San Patricio en donde le pide a Dios que lo proteja completamente. Dice que “Cristo esté delante de mí y detrás de mí; que Cristo esté a mi derecha, que Cristo esté a mi izquierda.

Siguiendo ese esquema vamos a hablar de cuatro disparos. Entonces vamos a hablar aquí de arriba, abajo; delante y detrás, esos son los cuatro disparos del enemigo. El disparo que va hacia arriba es tentarnos en la arrogancia, en la soberbia, en la vanidad: “Vales mucho, sabes mucho, puedes mucho, no tienes por qué humillarte ante Dios”, ese es el disparo hacia arriba.

El disparo hacia abajo es: “No vales nada, eres un miserable, eres un incoherente; la oración que haces no vale, vives distraído, eso no te sirve, eso no tiene sentido, de hecho, has pecado tanto que ya lo único que te espera es condenación”, ese es el disparo que va hacia abajo. Usualmente el enemigo intenta combinar estos disparos, entonces un día nos sube a la arrogancia: “No me voy a dejar de nadie”, otro día nos baja a la depresión: “No valgo nada”.

¿Cuáĺ es el disparo hacia adelante? “Tu futuro es incierto, jamás podrás perseverar en lo que estás haciendo; tus buenos propósitos son de papel, son mentiras, nadie te los puede creer, jamás lograrás avanzar”. O dispara hacia atrás: “Mira el pasado que pesa sobre ti, ¿qué te hace suponer que vas a cambiar?”

¿Qué es lo que pretende con estos cuatro tipos de disparos? Llevándonos a la arrogancia o a la depresión, llevándonos a la incertidumbre sobre el futuro o a la angustia sobre el pasado, ¿qué es lo que pretende? Lo mismo que pretendía con Cristo: destruir la relación que tenemos con Papá Dios, eso es lo que quería, destruir esa relación, eso es lo que quería y eso es lo que quiere.

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Pero Cristo en la Cruz, Cristo en el desierto máximo de la Cruz, tiene para dar de beber; su fuente está abierta, abierta para nosotros, para que sean lavadas nuestras culpas y para que sea alimentada nuestra sed de amor..

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Catequesis sobre el desierto. Tema 5 de 5: Nuestros desiertos

Estamos llegando, con el favor de Dios, a la quinta y última de nuestras catequesis sobre el desierto, y es una buena ocasión para hacer un sumario del camino que hemos recorrido.

Empezamos con una introducción relacionando deseo y desierto, después nos referimos a los desiertos de tres personajes muy importantes en el Antiguo Testamento, son ellos Adán, Abraham y Moisés . En nuestra tercera lección o tercera catequesis veíamos el desierto que recorrió el pueblo de Israel y, sobre todo, qué descubrieron ellos y qué podemos aprender de lo qe ellos descubrieron.

Nuestra cuarta catequesis fue el desierto de Jesucristo y la conclusión a la que llegamos fue doble. Primero, que toda la vida de Cristo en realidad fue desierto, porque Él fue como un brote tierno en tierra árida; pero segundo, también vimos que hay un punto culminante en el desierto, y es la Cruz.

Es decir, el gran desierto de Jesucristo es la Cruz, y es allí también donde aparece la fuente interior, ahí es donde aparece de modo más claro su unión con el Padre, la unción del Espíritu y el amor que por consiguiente Él nos tiene, amor que es fruto precisamente de esa presencia del Padre en Cristo y de Cristo en el Padre.

Esa fuente se hizo como visible en la herida del costado; y por eso nosotros, si recibimos lo que está representado en esa herida, también nosotros aprendemos a caminar y a, en cierto modo, vencer nuestros desiertos, y ese es nuestro último tema, esa es nuestra última catequesis, es decir, vamos a hablar de nuestros desiertos.

Lo primero que hay que decir es que, si el gran desierto de Jesucristo es su Cruz, quiere decir que nuestros desiertos en cierto sentido son nuestras cruces. Jesús dijo a sus discípulos que no se puede ser seguidor suyo, no se puede ser discípulo de Cristo si uno no toma su cruz cada día y lo sigue.

Eso significa que así como la vida de Cristo estuvo marcada por el desierto, también la vida del cristiano está marcada por el desierto. Hay una frase que la tradición católica ha aplicado desde hace mucho tiempo a la vida cristiana, una frase que aparece en el libro de Job, allí donde dice Job: “¿No es acaso la vida humana un servicio militar?” Job 7,1.

Es decir que nosotros estamos como siempre en combate, y estamos en combate pues porque encontramos dificultad, encontramos contradicción, encontramos, en cierto modo, escasez de recursos, y por eso tenemos que pasar por el desierto.

Cuando me refiero aquí a escasez de recursos, no me refiero necesariamente a los aspectos materiales, sino más bien que resulta difícil, por ejemplo, practicar la honradez cuando se está en medio de un mundo que hace trampa. Parece difícil, si no imposible, vivir la sinceridad cuando todo el mundo dice mentiras; o conservar la pureza cuando parece que la norma el libertinaje, la promiscuidad y otro tipo de plagas que afectan al corazón humano.

La vida del cristiano, y esto tengámoslo muy claro, es peregrinar en el desierto. Especialmente en sus discursos a los jóvenes nuestros últimos Papas, Juan Pablo II y Benedicto Décimo Sexto, han subrayado este aspecto, hablando a los jóvenes les dicen: “Arriésguense a vivir en contravía, arriésguense a ir en dirección opuesta a los falsos valores, al falso mensaje que se predica hoy en el mundo”. ¿Y qué es esto que están diciendo los Papas, qué es esto sino decir, “arriésguense a entrar en el desierto”?

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Porque muchas veces, por no entrar en el desierto, pues la gente prefiere una especie de jardín, pero es un jardín ficticio, lleno de serpientes venenosas. Por ejemplo, se prefiere el jardín de tener unas amistades, y entonces esas amistades son mis amigos, mis grandes amigos, pero pero en esos amigos con frecuencia abunda lo que contrario al Evangelio.

Entonces mis grandes amigos son viciosos del alcohol, son viciosos del sexo, son viciosos de la droga, mis grandes amigos son grandes egoístas, mis grandes amigos no tienen ninguna preocupación por los pobres, mis grandes amigos sólo miran por pasarla bien y divertirse ellos y que nos divirtamos juntos.

¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que mis grandes amigos son un jardín engañoso, y si uno no cae en la cuenta de esto, si uno no logra ver el mundo en el que ha crecido y el mundo que a uno mismo le ha parecido amable y delicioso, si uno no logra verlo como un paraíso engañoso, como un jardín engañoso, no da un paso en la vida cristiana.

Es necesario descubrir eso, es necesario descubrir la mentira que está metida en mucho de eso. Pero por supuesto es un descubrimiento doloroso, especialmente doloroso para los jóvenes, porque muchas veces no tienen un sustento familiar en que apoyarse. De hecho, sus amigos se han vuelto tan importantes para ellos, porque son un reemplazo de la familia.

La autoridad la encuentran en los amigos, los consejos los encuentran en los amigos, la compañía la encuentran en los amigos, la diversión la encuentran en los amigos. Entonces claro, un joven de esos, cuando me escucha hablar, dice: “Jamás haré caso a lo que tú dices”, porque sus amigos son su última cuerdita de salvación.

A veces al situación es incluso más dramática, no tienen “sus amigos”, sino tienen casi sólo una persona, y entonces se apegan, se aferran a esa única persona de un modo enfermizo, enfermizo porque es idolátrico, entonces se apegan a su pareja, y entonces tener “alguien” se convierte en su gran obsesión, la única obsesión de su vida, “tener alguien, tener alguien”.

Llega el momento en el que esto tiene características realmente patológicas. Me contaba con tristeza una mamá, refiriéndose a su propia hija. Resulta que la hija tiene una obsesión peor que la de Susanita la de Mafalda, tiene una obsesión absoluta y total por casarse, porque ella no puede quedarse sola.

Bueno, tiene que casarse, tiene que casarse y tiene que casarse. Se consiguió un novio que supuestamente es un buen hombre, es un hombre correcto, además, cosa que no sobra, es un hombre adinerado, un hombre de buena posición social, es un hombre que la quiere mucho. Pero hay un problema, este hombre viaja mucho, su trabajo implica que él viaje y que viaje prácticamente todas las semanas, de modo que es muy difícil que él pase una semana completa en el lugar donde vive esta joven.

Bueno, es tanta la obsesión de esta mujer por no quedarse sola, que cuando el novio está dos o tres días por fuera, entonces ella busca a “alguien” con quien pasar esos dos o tres días. Es decir, eso es enfermizo, eso no es normal.

Pero démonos cuenta lo que significa la urgencia de tener a “alguien”, “no puedo estar soa en una casa, no puedo estar sola en una habitación, no puedo pasar un fin de semana sola, ¿cómo voy a pasar un fin de semana sola? Yo, metida en una casa un fin de semana, no puede ser, los fines de

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semana son para divertirse, son para salir, son para estar con el novio”. “Pero es que el novio está trabajando, entonces necesito otro novio, "novio number two", para poder pasar el fin de semana, y si no está el novio dos, entonces toca buscar otro porque no puedo estar sola”.

Reconozco, es un caso extremo, lo que estoy describiendo o es representativo de la mayoría de los jóvenes, pero es una realidad, no me la estoy inventando, hasta a esos extremos se llega, la persona no soporta el desierto, no lo soporta. “Mira, un fin de semana sin novio, no, no puede ser, esto no me está sucediendo, esto no puede estar pasando”, ¿entonces qué tiene que hacer? Conseguirse a alguien.

Hay un servicio que me parece de lo más denigrante porque en realidad es prostitución, prostitución revestida de cierto caché, un servicio que consiste en que la gente que viaja, -ahora vamos a ver la cosa desde el otro punto de vista-, la gente que viaja pues también a veces pasa por gran soledad, entonces hay que conseguirle compañía, damas de compañía.

El nombre que se utiliza en inglés, y lo voy a decir porque creo que es bueno que se sepa ese vocabulario, es lo que llaman “escort”, este término se utiliza en todos los países, esto es la persona que acompaña, la persona que está.

Entonces el hombre de negocios viaja por ejemplo a Asia, va a estar dos semanas cerrando importantes y millonarios negocios con grandes compañías, ¿y entonces qué hace? Necesita una "escort", ¿para qué? Porque no puede estar solo, es decir, esos días sin nadie, no puede ser. Fíjate lo que esto quiere decir: no soportamos el desierto.

Bueno, además de estos ejemplos un poco dramáticos que estoy dando de la prostitución empresarial que se realiza con esto, esto ya existe en ciudades como Bogotá, esto existe en poblaciones pequeñas también, y tiene sus tarifas, es decir, es prostitución.

La diferencia entre una prostituta y una "escort" es que la prostituta se busca prácticamente sólo para la parte de intimidad carnal, en cambio la "escort" es como una especie de esposa o amante durante esos días.

De manera que la "escort" va a los cocteles, la escort va a las recepciones, la "escort" es la persona que está con él, pero está con él todo el día y toda la noche, es como un remedo de esposa, un remedo de compañía, porque no se soporta el desierto.

Además de estos ejemplos, repito, un poco dramáticos como el de la muchacha que dije, o esta prostitución empresarial llamada “las escort”, la cosa es más grave todavía y más repugnante, porque entonces también existe esto con hombres, entonces hay prostitutos que trabajan en esto, sea para mujeres o para hombres.

O sea, veamos lo que está sucediendo en el mundo, veamos lo que sucede cuando la gente no sabe estar sola, son extremos, sé que son extremos, pero no me los estoy inventando, son cosas que están sucediendo: compañía de alquiler, sexo de alquiler, esposos, amantes, prostitutos o prostitutas que se pagan en cómodas cuotas mensuales.

Aparte de esos ejemplos, hay una serie de fenómenos que están sucediendo en nuestra época que también hablan de la incapacidad de estar a solas, podríamos mencionar por ejemplo, la necesidad permanente del entretenimiento. ¿Qué es lo que sucede con el entretenimiento? Ya lo dijimos antes, ¿estar entretenido qué es? Estar retenido, y hay personas que necesitan estar entretenidas todos los

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días.

Un problema grave que tenemos a escala mundial es que la gente cada vez lee menos, incluso en países que tienen una tradición cultural las personas están disminuyendo su tiempo de lectura, porque es mucho más cómodo aplastarse en una poltrona y que ahí me pasen todas las imágenes. No se soporta el silencio, no hay capacidad de reflexión profunda, las personas no tienen tiempo para ponderar, para evaluar lo que están haciendo. Ruido, otro síntoma preocupante. Ruido a todas horas.

Me decía una amiga: “Llego a mi apartamento y lo primero que hago es poner un ruido”, ¿qué quiere decir eso? Que estoy rechazando el desierto, que no soy capaz de asumir mi desierto.

Por eso, si uno quiere realmente avanzar en la vida cristiana, tiene que romper con esto, mi vida no puede estar marcada por el entretenimiento, yo no puedo estar en un carrusel de imágenes, noticias, chismes, chistes.

A mí me preocupa, por ejemplo, hablando del entretenimiento, del uso que se da en inglés a la palabra “fun”, "fun" es divertido, se supone que todo tiene que ser "funny", todo tiene que ser divertido, todo tiene que ser agradable, es decir, la gente parece que quisiera vivir en un pic- nic permanente, en una fiesta permanente, que todo sea divertido.

Entonces se pretende obligar a los profesores a que las clases sean divertidas, entonces todas las clases y todas las charlas y todo lo que se va a enseñar a los adolescentes, todo tiene que ser divertido. ¿Pero cuál es la otra cara de la diversión? La otra cara de la diversión es una sensación de espantoso vacío.

¿Entonces cómo están viviendo muchos de nuestros contemporáneos? Intentan mantenerse entretenidos, acompañados, llenos de ruido, rodeados de amigos, entretenidos, acompañados, llenos de ruido, llenos de amigos, entretenidos...., hasta que a ese ritmo no se puede, hasta que en algún momento los amigos no pudieron, el ruido se acabó, “estoy aburrido”.

Y en ese momento la persona es como si se le abriera un abismo y lo que ve es su infinito vacío, y en su infinito vacío, tendencias depresivas, pésima autoestima, tendencias suicidas, ese es el fruto de esto. Entretenimiento, diversión, ruido; ruido, diversión, entretenimiento a todas horas, es decir, no tenemos tiempo para el desierto, le tenemos pavor al desierto.

Por favor, para quienes escuchen, para quienes vean este mensaje: necesitas el desierto. Si Dios sacó a Adán del paraíso fue porque lo amaba, por favor, fue un acto de amor.

Llevar a Adán a esa tierra de cardos, abrojos y espinas fue un acto de amor; llevar a Israel por ese sequedal sin una gota de agua fue un acto de amor; llevar a Jesucristo por el camino que Papá Dios lo llevó y llevarlo hasta la Cruz fue un acto de amor y también de amor a Él, aunque los teólogos tarden en explicar eso, pero es también amor a Él y sobre todo amor nosotros, claro. No se puede vivir el amor sin esto.

Y les voy a contar lo más triste de esta realidad del desierto en nuestros días, ¿sabe usted qué es lo más triste? Que usted tiene aquí una pareja, él se llama por ejemplo Ernesto, y usted tiene aquí una hermosa dama, la cual se llama por ejemplo Claudia.

Resulta que Ernesto ha vivido entretenido toda la vida, él considera que la vida tiene que ser divertida, y él espera que parte, -oigan esto que es una tragedia-, él espera que parte de su diversión

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sea Claudia, entonces Claudia tiene que ser divertida, Claudia tiene que ser simpática, ¿a qué horas? A todas las horas.

Entonces Claudia tiene que ser agradable, bonita, sexi, sonriente, acogedora, simpática desde las cinco de la mañana hasta las cinco de la mañana del día siguiente. A su vez, resulta que Claudia es una gran empresaria, Claudia es muy exitosa y a Claudia le fascina el entretenimiento, la fiesta, el jolgorio, la reunión, la rumba, que decimos en Colombia, el ruido. Y ella quiere que todo sea "fun", todo tiene que ser "very, very funny", tiene que ser muy simpático, muy agradable. O sea que ella espera que Ernesto sea simpático, cortés, galante, querido, sexi, atractivo, interesantísimo veinticuatro horas al día.

Y estos dos supuestamente se van a casar. Y resulta que Ernesto está esperando que Claudia sea entretenidísima todo el día y toda la noche. Y Claudia está esperando que Ernesto sea entretenidísimo todo el día y toda la noche. Y se casan estos dos y descubren lo único que podían descubrir: la vida no es una perpetua piñata, la vida no es una perpetua fiesta, al vida no es un pic-nic inacabable, además, un pic-nic interminables sería insoportable, la vida no es eso.

¿Entonces qué descubre Ernesto? Ernesto descubre que Claudia no vive sonriendo a todas horas, que a Claudia se le acaba la sonrisa, que Claudia también necesita un tiempo para ella misma; pero él quiere que Claudia lo entretenga y Claudia quiere que Ernesto la entretenga, y así está muy grave la vida.

¿En qué queda reducido esto? Queda reducido en el individuo. La sociedad, -óigame esta frase que parece espantosa-, "la sociedad del entretenimiento es la sociedad de la soledad". Y esa frase, “sociedad de la soledad”, es una contradicción, porque se supone que sociedad es compañía, se supone que sociedad es conexión.

De por Dios, ¿qué solución tiene esto? La única solución que tiene es que asumamos el desierto, ¿y asumir el desierto qué es? Pues lo contrario. Entonces no tengo que buscar solamente entretenimiento, y no tengo que buscar solamente ruido, y no tengo que buscar solamente diversión. ¿Qué tengo que buscar además? Pues tengo que buscar la verdad, el bien, la disciplina, la sobriedad, las cosas que hemos mencionado en las anteriores predicaciones. ¿y para eso qué necesito? Necesito quitar esto que se llama ruido, necesito incorporar en mi vida el silencio, necesito horas de silencio.

Pero cuando hablamos aquí de ruido, ustedes saben que el concepto de ruido hoy no es solamente relacionado con el sonido, ruido es todo aquello que entorpece una comunicación. Entonces, por ejemplo, si en la pantalla de televisión, la imagen está demasiado granulosa y salta y no se entiende, se dice que tiene mucho ruido, es ruido gráfico, así como hay ruido sónico, ruido.

Entonces, sacar de nuestra vida el ruido, no es solamente sacar sonidos, es sacar también muchas imágenes. Necesitamos utilizar esta palabra, que yo creo que se emplea de un modo demasiado comercial y demasiado superficial en nuestra época, esta palabra, que además a mí me fascina, la palabra "detox", necesitamos desintoxicarnos, necesitamos disminuir los niveles de ruido, necesitamos amar el silencio, necesitamos empezar a escuchar esas voces.

Acuérdate del caso de Moisés. Moisés se consideraba un amante de la justicia, hasta que Dios le dijo: "Bueno, vamos a liberar al pueblo", y ahí sí se le acabó el valor.

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Necesitamos oír nuestra verdad, necesitamos descubrir nuestra verdad, y para eso necesitamos buscar este silencio.

Bueno, esa es la primera parte de nuestra reflexión sobre nuestros desiertos; la segunda parte se va a referir a la oración; y la tercera parte se va a referir a la santidad, porque las tres cosas están relacionadas.

El punto de partida es este, es decir, primero tiene que descubrir en qué tipo de entretenimiento, de vida entretenida, ruidosa y supuestamente "divertida", entre comillas, está metido uno. Pero, obviamente, descubrir esto es para salir de ahí, y cuando uno sale de ahí descubre la necesidad del silencio, y silencio es silencio, silencio no es música ambiental, silencio no es unas baladitas que yo pongo de fondo, silencio es: "Quita la música de fondo, quítala para que salga tu música de fondo, ese es el verdadero silencio, ese es el silencio que necesitamos.

Bueno, cuando uno hace este descubrimiento también hace el descubrimiento de la oración, y aquí entramos a la segunda parte de nuestra reflexión. Vamos a ver cómo entra la oración aquí y cuáles son los desiertos de la oración. Es una enseñanza muy clásica en la Iglesia, la debemos sobre todo a San Juan de la Cruz, y lo que vamos a presentar aquí es muy resumido y muy elemental pero creo que a todos nos hace bien.

Así que hablemos un poco de cómo, después de tomar la decisión de salirse de este mundo, de este jardín engañoso, este jardín de entretenimiento, ruido y diversión, uno empieza un camino de oración, con una cosa que hay que destacar de entrada, y es que el camino de oración entonces será peregrinación, y es peregrinación por el desierto.

Es decir, nosotros no podemos caer en la tentación de decir que la oración tiene que ser divertida, que para mí es uno de los peligros que tiene la Renovación Carismática. Yo le debo muchísimo a la Renovación Carismática, la amo, he servido con amor a la Renovación Carismática Católica en muchos lugares del mundo, pero soy consciente de sus límites, y uno de los límites es creer que la oración tiene que ser también entretenida, y tiene que ser también ruidosa, y tiene que ser también divertida.

Entonces hay gente que siente que si la oración no es así, súper divertida, no estuvo buena, ahí como que faltó Espíritu Santo, y quizás ahí sí faltó espíritu, lo que no se sabe es si faltó Espíritu Santo, ese es un problema distinto.

En el camino de oración hay que hacer peregrinación, y uno no puede partir de la base de que la oración va a ser siempre divertida. Fíjate en esta enseñanza que nos da San Ignacio de Loyola. San Ignacio de Loyola, Fundador de los Jesuitas, nos dice que Dios utiliza con nosotros dos cosas: utiliza la consolación, ¿cierto? La consolación, que es como ese momento grato, es ese momento en el que se experimenta la dulzura, el poder de Dios, el amor de Dios obrando en nosotros, eso es consolación.

Pero, ojo, San Ignacio nos recuerda algo muy importante: además de la consolación, a Dios le sirve también, en su pedagogía con nosotros, la desolación. Y esta es una primera enseñanza que tenemos que tenerla muy clara. Dios está con nosotros en tiempos de consolación y de "aleluya, güepa jé", y de estar felices, y danzar, y cantar, pero eso no es todo. Dios tiene que llevarnos también en tiempos de desolación, y el que no conoce los tiempos de desolación, típicamente, tiene un tipo de testimonio y un tipo de predicación enormemente superficial y terriblemente interesado, eso no nos

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sirve.

Después de la advertencia de San Ignacio de Loyola, que es maestro de vida espiritual, tomamos a otro maestro, San Juan de la Cruz. San Juan de la Cruz nos habla también del desierto, no utilizando tanto la palabra "desolación", sino que utiliza la palabra "noche". San Juan de la Cruz nos habla de dos noches, de hecho: noche de los sentidos y noche del espíritu.

¿En qué consiste lo de la noche de los sentidos? Equivale, en buena parte, a lo que San Ignacio de Loyola advierte con el concepto de desolación, así que podemos conectar esos dos términos; no es que todo lo de la desolación esté en la noche de los sentidos, pero sí hay una relación.

¿Noche de los sentidos qué es? Noche de los sentidos es cuando yo hago lo que hacía, pero no siento lo que sentía, esa es la definición más sencilla que yo conozco de la noche de los sentidos. Cuando yo hago lo mismo que hacía, pero ya no siento lo mismo que sentía.

Y yo creo que aquí se puede hacer una comparación muy bonita con lo que sucede en el amor de pareja. Imaginémonos que este Ernesto y Claudia, que mencionamos antes, pues, están como en proceso de casarse, y entonces se le ocurre a Ernesto la brillantísima idea de que quiere declararle su amor a Claudia en un cierto restaurante. Entonces se van a un restaurante, qué diríamos, a un restaurante griego, y entonces piden un vino exótico, y en medio de la copa de vino, Ernesto le dice a Claudia: "Quiero que seas mi mujer", y suenan los violines. ¡Hermosa la escena!

Si a la semana siguiente ellos vuelven al restaurante griego, y vuelve y se sientan en la misma mesa, y vuelven a pedir el mismo vino, pues, seguramente va a ser bonito, pero dudo que la emoción sea la misma. Y si al mes siguiente vuelven al mismo restaurante griego, y se vuelven a sentar, y vuelven a pedir el mismo vino, ya la sensación va disminuyendo, es inevitable.

Pues eso que pasa en el amor humano, eso pasa también en la espiritualidad. Nosotros a veces quisiéramos tener a Dios asegurado a través de unos recursos. Entonces, a través de esta tonada musical, a través de este arpegio de guitarra, a través de esta danza litúrgica, a través de este congreso carismático, otra vez me siento bien. Parece que que quisiéramos como condicionar al Espíritu Santo.

Me acuerdo mucho de un Padre que predicaba de estos Cursillos de Cristiandad adaptados para jóvenes, lo que se llama "Encuentros de Promoción Juvenil". Y él hablaba sobre este tema, aunque no con estas mismas palabras, y entonces decía que en una cierta casa de retiros hay un pozo, un pocito muy bonito, y ese pozo es un lugar predilecto para la gente ir allá a leer, a orar, a meditar. Sabemos que los pozos y sabemos que el agua siempre nos inspiran algo.

Entonces él contaba que muchas personas han tenido experiencia de conversión al lado de ese pozo. Es decir, después de días de estar en retiro y de oír las predicaciones y de participar en las celebraciones, como eso también tiene sus tiempos de silencio, a veces en el tiempo de silencio la persona va al pozo, entonces en el pozo piensa muchas cosas, recuerda muchas cosas, llora, se encuentra con Cristo,tiene una experiencia de conversión, ¡lindísimo!

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Y decía él: "Pero hay gente que quiere volver al mes, y otra vez buscar el mismo pozo, para volverse a convertir". No es mágico, Dios no está amarrado a ese pozo, Dios no está amarrado a esa canción que te fascina, Dios no está amarrado a ese grupo carismático que te hace vibrar, Dios no está a amarrado a ese predicador que te convence, Dios no está amarrado a esa casa de retiros que te parece perfecta, Dios no está amarrado a nada.

Acuérdate que nosotros en el Credo largo decimos que creemos en el Espíritu Santo y lo llamamos "Señor y dador de vida". Lo de "dador de vida" está claro, por lo que hemos hablado de la fuente interior, pero lo llamamos "Señor", ¿y llamarlo "Señor qué es? llamarlo Señor es decir que Él es el que manda.

Entonces Dios puede darme una experiencia espiritual muy profunda con un hormiguero, ¿no ve que eso le pasó a Laura, la Fundadora de las Lauritas? La Madre Laura, Fundadora de esta Comunidad misionera, ella tuvo una experiencia grandísima de la Providencia de Dios viendo unas hormiguitas. Que yo sepa, pues no son muchas las personas que se han sentido tan cerca a Dios teniendo cerca a las hormigas, pero ella sí.

Entonces el Espíritu Santo es Señor, el Espíritu Santo puede hacer que un hormiguero se convierta en una sinfonía de alegría y de amor para ti; y el mismo Espíritu Santo puede hacer que tú llegues al lugar más espectacular del mundo, como le ha pasado a mucha gente, que va por ejemplo a Roma, y ve la Basílica de San Pedro, y ver un poco de arquitectura más o menos sucia. ¡Cuánta gente que va a los grandes monumentos de Roma y lo único que ve es un lugar de turismo! ¡Y no encuentran nada!

El Espíritu Santo es Señor, y el Espíritu Santo nos recuerda que es Señor en la noche de los sentidos. Cuando nosotros experimentamos que quedamos como vacíos y uno dice: "Será que estoy haciendo algo mal? ¿Por qué no le encuentro sabor a la oración? ¿Qué será lo que pasa?" El nombre que le da Santa Catalina de Siena a esa primera fase es "el juego de amor". Ella dice que así como a veces los niños juegan a las escondidas, parece que también Dios juega a las escondidas con nosotros.

Y Dios se esconde, y una de las razones por las que se esconde es para hacer nuestro amor más puro y más desinteresado. Porque no nos digamos mentiras, que cuando uno parece estar muy seguro de que "este canto me lleva al arrepentimiento, este me lleva a llorar, con este alabo a Dios, con este....", cuando uno parece tener todas las teclas organizadas en el pentagrama del alma, entonces la relación con Dios es bastante interesada, ¿interesada en qué sentido? En que yo sé qué tengo que hacer para recibir lo que yo quiero.

Pero cuando yo hago lo que se supone que debía hacer, y no se siente nada, entonces tengo dos alternativas: o dejo de hacer mi oración, o sigo haciéndola por amor a Dios, no por satisfacción espiritual o emocional que yo encuentre.

O sea que la noche de los sentidos es una purificación, es una purificación especialmente en buscar que el amor sea desinteresado, en buscar que el amor, mejor dicho, tenga un solo interés y ese interés es servir a Dios.

La noche de los sentidos puede darse una o varias veces, supongo yo, pero hay algo más profundo, hay algo que Dios reserva para personas que van mucho más avanzadas. Según algunos autores que he leído, al parecer, una persona que experimentó con mucha dureza esta noche del espíritu fue

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la Madre Teresa de Calcuta.

¿Noche del espíritu qué es? Recuerdo, espíritu aquí se refiere al espíritu humano, a mi espíritu y al tuyo, ¿noche del espíritu qué es? La noche del espíritu es como sentir, es como descubrir que la fe misma se agrieta. Es decir, todo el soporte de uno en su búsqueda de las virtudes, en su trabajo para erradicar los vicios, en el testimonio que uno da, en la vida de oración, todo el soporte es la fe.

Pero parece que hay momentos, y esos momentos se dan en personas que están muy adelantadas, por favor, ahora que no resultemos todos nosotros: "Creo que estoy en noche del espíritu, lo mío es noche del espíritu", porque hasta allá llega la soberbia humana. Cuando a uno le cuentan de estos caminos y procesos de la vida espiritual, normalmente la gente tiende a situarse bastante adelante.

Como le sucedió a una cierta amiga que se convirtió y a la semana entrante dice: "Yo creo que ya me ha empezado un dolor, será como de estigmas, y allá me están saliendo como estigmas, no sé, tengo como unos cambios de coloración, yo creo que de un momento a otro me salen los estigmas". Eso tiene uno, ¿no? El corazón humano tiene sus formas de vanidad, y uno trata siempre de lanzarse lo más lejos posible.

Pero la noche del espíritu usualmente no seda en personas que estén en ese recorrido tan vacilante, tan fragmentario como suele ser el de muchos de nosotros; más bien, esto se da en personas que llevan mucho tiempo, en mucho servicio, intenso y amorosos a Dios, como fue el caso de la Beata Madre Teresa de Calcuta.

Ustedes se preguntarán, y yo también me lo he preguntado, cómo se puede dar una crisis de fe en una persona que precisamente ha superado tantas desolaciones, una persona que ha superado tantos desiertos en el sentido de noche de los sentidos, ¿cómo se puede dar eso? Bueno,la explicación es un poco complicada, pero vamos a intentarla.

La idea es esta: Si Dios no existiera, muchas cosas que son buenas seguirían siendo buenas; si Dios no existiera, que por supuesto es un imposible, pero si Dios no existiera, ser honrado seguiría siendo una cosa buena, o sea, si se compara entre ser honrado y ser tramposo, pues sigue siendo mejor ser honrado que ser tramposo. Si Dios no existiera, sigue siendo mejor alimentarse de una manera correcta y suficiente, y no alimentarse demasiado poco que lleve a la desnutrición, ni alimentarse tantísimo que lleve a la obesidad y a la enfermedad.

O sea, aunque Dios no exista, hay un bien que es bien propio de la criatura. Eso lo cuenta también la constitución Gaudium et Spes, cuando habla de la relativa autonomía de las cosas creadas. Es decir, uno comprende que, aunque Dios no existiera, hay una cantidad de cosas que siguen siendo buenas. Sigue siendo bueno, por ejemplo, que el Estado se preocupe por todos y no únicamente por los ricos.

De hecho, lo que encontramos en la historia de la humanidad es que ha habido muchas civilizaciones que no conocían al Dios cristiano, que no tenían ni idea de Jesucristo, que no sabían nada de las Escrituras, y que sin embargo, pues practicaban y alababan ciertas virtudes.

Entonces ¿cuál es el problema de la noche del espíritu? El problema de la noche del espíritu es que cuando una persona ha avanzado mucho, -vuelvo a subrayar este aspecto-, esa persona empieza a experimentar la bondad de ser bueno, y experimentar que es bueno ser bueno, también lleva por dentro una espantosa tentación: ¿Y qué tal que la única justificación para ser bueno sea que es bueno ser bueno? Suena a un trabalenguas, yo sé.

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Repito: ¿Qué tal que la única justificación para ser bueno es que en el fondo es bueno ser bueno? ¿Y cuál es el problema con esa frase? Que esa frase saca a Dios de la ecuación.

Entonces, cuando esta pregunta que yo acabo de hacer se repite muchas veces, y cuando la persona experimenta en sí misma, que por decirlo de alguna manera, el mundo tiene su propia lógica y el mundo funciona bien así como está, y él tiene su propia sabiduría, entonces llega un momento en el que es vulnerable al ataque del enemigo.

Y entonces el enemigo, de un modo sutil, bajo permisión divina, lanza ese dardo, y ese dardo es: "No necesitas de Dios para ser bueno, y el mundo no necesita de Dios para mejorar". Es una crisis directa en la fe, y entonces todo parece perder, y entonces toda oración y toda referencia a Dios parécete perder sentido; es una prueba durísima, es como una purificación de la raíz misma del alma, porque para poder permanecer fiel en ese momento, es algo así como permanecer fiel sin ver por qué ni para qué; es como una pura ofrenda, es como un puro holocausto, es seguir hablando a un Dios que, además, por esas épocas suele tener la costumbre de permanecer demasiado callado.

Las Escrituras parece que tienen una lógica, y le quehacer de la Iglesia parece tener una lógica, y todo parece tener una lógica, pero esa lógica parece sostenerse sin Dios. Y entonces, si Dios permite, el enemigo dispara,- porque esto sucede bajo permisión de Dios-, el enemigo dispara su dardo y Dios permite que eso suceda, que ese dardo llegue a esos corazones y que la persoa ea herida salvajemente.

Pero en esa herida salvaje, en ese dolor y en esa falta de consuelo, en ese desasosiego, en esa sequedad espantosa, que es mucho más grave y es mucho más completa que lo que sucede aquí, en esa circunstancia, la persona limpia y limpia y limpia su intención, de modo que llega a un punto en el que casi se puede decir, -aunque esto sólo lo puede juzgar Dios-, si la persona supera esta prueba, llega un momento en le que casi se puede decir: "Ese hombre ama a Dios por Dios, no lo ama por nada más, sino ama a Dios porque Dios es Dios. El gran propósito de la noche del espíritu es llegar a eso: a una fe que florezca en un amor que ama a Dios simplemente porque Dios es Dios.

Bueno, esta es la segunda parte que queríamos compartir, la primera parte era el estado en el que se encuentra el mundo y cómo es necesario tomar decisiones, porque asumir nuestra cruz es asumir nuestro desierto. La segunda parte es este pequeño recorrido por la oración en las palabras de San Ignacio de Loyola, Santa Catalina de Siena y, sobre todo, San Juan de la Cruz.

Pasemos a nuestra tercera y última parte de esta reflexión en la cual nos vamos a referir a la santidad. Si una persona, como decimos a veces, si una persona hace sus tareas, si la persona permanece fiel a pesar de las desolaciones, a pesar de la noche de los sentidos, y si la persona permanece fiel también a pesar de las tentaciones y de los dardos del enemigo, pues, empieza a avanzar en un camino de santidad.

Ese camino de santidad aparece de un modo muy concreto, ¿en dónde? Pues aparece en las personas que han sido declaradas bienaventuradas, han sido declaradas santas por la Iglesia. Esas personas nos ayudan a descubrir en qué sentido o de qué manera florece el desierto. Desde antiguo, la Iglesia ha visto en los mártires, -estos son los primeros-, la Iglesia ha visto en los mártires un desierto florecido. La palabra "mártir" quiere decir "testigo", los mártires han dado testimonio del amor cristiano.

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Es decir, el desierto de los mártires es el desierto de la persecución, el desierto de la tortura y el desierto mismo de la cruz y de la muerte. Por eso los mártires son como el paradigma, el punto central de referencia para la santidad cristiana, incluso eso se nota en la Liturgia de las Horas.

Si ustedes ven, en la Liturgia de las Horas lo que aparece como Oficio Común, porque al final hay una serie de Oficios Comunes, pues el primer Oficio Común es la dedicación de una iglesia, luego está el Oficio de la Santísima Virgen María, es decir los textos con los cuales se hacen las memorias en las fiestas litúrgicas de la Virgen, a menos que tengan textos propios, ¿y después quiénes aparecen? Pues vamos a mirarlos.

Los primeros que aparecen son los mártires, -esos son los Oficios Comunes en la Liturgia de las Horas-, y ese orden en el que aparecen es ilustrativo, es un orden que enseña mucho, porque nos está diciendo el orden de los desiertos. Los Oficios Comunes que tenemos en la Liturgia de las Horas son los distintos desiertos que han experimentado los cristianos.

Entonces están los mártires, y después del Común de los Mártires, esto es en la Liturgia de las Horas-, aparecen los Pastores, ese es el que viene después, luego vamos a hablar algo sobre el desierto de los Pastores-, e incorporado al desierto de los Pastores está el de los Doctores de la Iglesia. La palabra "doctor, como sabemos, quiere decir el que enseña, dóctor, en latín, viene del verbo "docere", es el que enseña, de ahí viene también "doctrina" y también viene "docencia".

Después de los Doctores de la Iglesia encontramos el Común de Vírgenes, o sea que la virginidad es un desierto también. Evidentemente, todos los que se han santificado, se han santificado por la Cruz de Cristo y se han santificado asumiendo su propia cruz. O sea que estas son experiencias de desierto, pero son desiertos florecidos. Acuérdate lo que decíamos cuando Dios expulsa a Adán del Paraíso, en el fondo lo que le está diciendo a Adán es: "Tu misión es hacer florecer el desierto. Haz florecer el desierto".

Mire: Mártires, Pastores y Doctores, luego vienen las Vírgenes, y después están los Santos Varones y las Santas mujeres. Se supone que los Santos Varones y las Santas Mujeres se supone que no caen dentro de estos grupos anteriores, pero además aquí se mencionan algunos ejemplos específicos. Por ejemplo, aquí se mencionan los Religiosos, aquí se mencionan los Educadores, aquí se mencionan los que practicaron obras de misericordia.

Lo que tenemos en esto que hemos dicho es algo así como un pequeño mapa de los desiertos florecidos, ¡cómo me gusta esa expresión! Los santos son desiertos florecidos. Los príncipes, los más hermosos, los mártires, bueno, a ver, pero es que antes de los mártires tendríamos que poner a los Apóstoles, que no hay por qué quitarlos, y antes de los Apóstoles, tampoco olvidemos a la Bienaventurada Virgen María, la cual, en cierto sentido, recorre y resume la santidad de todos ellos.

Bueno, ahí está el pequeño mapa de los desiertos florecidos.

Los Apóstoles, ¿cuál será el desierto de los Apóstoles? Mira, no puedo evitar leer el texto de San Pablo, porque es que San Pablo nos contó cuál era el desierto de los Apóstoles, así, que si tenemos ese texto, ¿cómo no lo vamos a leer? El desierto de los Apóstoles se encuentra en la Segunda Carta a los Corintios, ¿y qué tiene de especial? Es que San Pablo tuvo que pasar por muchas dificultades, y entre esas muchas dificultades estuvo todo lo que sufrió por los falsos apóstoles.

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Resulta que Pablo predicaba el Evangelio de Jesús, pero muchas veces, después de que Pablo partía de un lugar, entonces llegaban otros, y esos otros predicaban una cosa distinta. Por ejemplo, le decían a la gente: "Bueno ahora tiene que practicar la Ley de Moisés", desfiguraban el mensaje. Entonces Pablo hace un recuento de lo que han sido sus sufrimientos, y lo cuenta especialmente en esta Segunda Carta a los Corintios. Yo voy a leer un pequeño aparte de eso.

En el capítulo sexto de Segunda Corintios, Pablo nos va a contar cuál es el desierto de los Apóstoles. Dice aquí: "En nada damos mal ejemplo a nadie, para que nuestro trabajo no caiga en descrédito. Al contrario, en todo damos muestras de que somos siervos de Dios, soportando con mucha paciencia los sufrimientos, las necesidades, las dificultades, los azotes, las prisiones, los alborotos, el trabajo duro, los desvelos y el hambre. También lo demostramos por nuestra pureza de vida, por nuestro conocimiento de la verdad, por nuestra tolerancia y bondad, por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, por nuestro amor sincero, por nuestro mensaje de verdad y por el poder de Dios en nosotros" 2 Corintios 3,6.

"Usamos las armas de la rectitud, tanto para el ataque como para la defensa, unas veces se nos honra y otras veces se nos ofende;unas veces se habla bien de nosotros y otras veces se habla mal; nos tratan como a mentirosos, a pesar de que decimos la verdad; nos tratan como a desconocidos, a pesar de que somos bien conocidos; estamos medio muertos, pero seguimos viviendo; nos castigan pero no nos matan; parecemos tristes, pero siempre estamos contentos; parecemos pobres, pero enriquecemos a muchos; parece que no tenemos nada, pero lo tenemos todo" 2 Corintios 3,7-10.

Es un texto inmortal, un texto hermosísimo, que describe el desierto del Apóstol, pero como los Apóstoles son testigos de la fe para todos nosotros, este es también el paradigma nuestro. Cuando tú quieras entrar al desierto en serio, por favor, Segunda Corintios seis, versículos del tres al diez. Cuando tu vida se parezca a esto, tú puedes decir que tienes la fe de los Apóstoles.

¿Cuál es el desierto de los mártires? Ya lo dijimos: la persecución, la tortura y el beber del mismo cáliz del Señor. ¿Cuál es el desierto de los pastores? ¿Qué es lo propio del pastor? Pues tenemos la descripción que nos da Jesucristo en el capítulo décimo del evangelio según San Juan. Ahí Jesús nos cuenta qué es un buen pastor, ¿y básicamente lo que nos dice Jesús qué es? Que los malos pastores se aprovechan del rebaño, y los buenos pastores aprovechan al rebaño.

Escúchalo nuevamente: los malos pastores se aprovechan del rebaño, los buenos pastores aprovechan al rebaño; los malos pastores sacan su ventaja y se alimentan del rebaño, los buenos pastores son alimento para el rebaño. Jesús lo dice: "El buen pastor da la vida por sus ovejas" San Juan 10,11.

Entonces el desierto del buen pastor, y aquí entran también los teólogos, los doctores, los catequistas, los predicadores, que han enseñado a multitudes, lo propio de estos es que entregan la vida, y entregar la vida es donar de sí, dar de sí lo que han recibido, para que otros tengan vida y vida abundante.

¿En qué consiste el desierto de las vírgenes? El desierto de las vírgenes es el testimonio profético de que este mundo, incluyendo todos sus afectos e instituciones, es pasajero. Es decir, la persona virgen que vive propiamente su vocación está dando testimonio de la realidad última del Reino y del amor indiviso a nadie puede adueñarse de mí", y ese "adueñarse de mí" significa que de alguna manera me quedo sin con quién contar. Hay una renuncia, hay una fecundidad.

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Y estos otros, religiosos, educadores, o los que practican obras de misericordia, ¿qué clase de desierto experimentan? Por ejemplo, los desiertos, además de lo que ya se dijo de la castidad, evidentemente, los religiosos experimentan su propio desierto a través de los bienes en común, eso es cierto, a través de la obediencia, ¿cuántas veces un acto de obediencia lo lleva a uno al desierto? ¿Cuántas veces? Es decir que los religiosos que viven su vocación experimentan la historia del pueblo de Israel en la realidad de su caminar de cada día.

Los educadores, o quienes practican obras de misericordia, o quienes hacen visible la caridad de otras maneras, son también eco de ese generoso dar que tiene su fuente en Jesucristo.

¿Y cuál el desierto de la Bienaventurada Virgen María? Pues el desierto de María resulta que no es distinto del desierto de Jesús. Sus corazones están unidos en una misma obra. El desierto de María es la Cruz de Cristo, el desierto de María es la ofrenda de Cristo. Y vivir en la escuela de María, y vivir en el desierto de María es estar dispuesto a recibir a Cristo, vivir el misterio de Cristo y entregar a Jesucristo.

Que Dios nuestro Señor, por la intercesión de la Santísima Virgen, haga nuestros desiertos florecidos, que nos libre de tantas tentaciones y peligros que nos rodean y que nos conduzca, por su misericordia, a la Patria Celestial.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo..