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Catequesis sobre el sentido de la muerte

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Catequesis sobre el sentido de la muerte

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“Si vivimos, vivimos para Cristo, si morimos, morimos para

Cristo; en la vida y en la muerte somos de Cristo”

(Rm 14,8)

CATEQUESIS SOBRE EL SENTIDO DE LA MUERTE

MOTIVACIÓN:

Estimados hermanos, próximamente celebramos la Conmemoración de los fieles difuntos, el

día 2 de noviembre. Existe una realidad cultural globalizada que hace que las diferentes

experiencias se transporten de una región a otra, y la muerte, deba pasar, hoy también, por

ese crisol de la multiculturalidad que para bien y para mal, nos obliga a interpretar y asumir,

una y otra vez las verdades de la fe. También es necesario señalar que hay intereses

económicos que van determinando comportamientos y actitudes, que aparecen entre

nosotros como casuales, inofensivos e irrelevantes. Sin embargo, nada de lo que hacemos y

decimos permanece “neutral”, por el contrario, todo influye en la comprensión de la realidad.

Como tantos otros aspectos de la vida, hoy deben ser propuestos a la reflexión, a la oración, al

estudio, así sucede también con la muerte, por esta razón, les ofrecemos dos catequesis, una

para niños y otra para jóvenes y adultos; ojalá se conviertan en instrumento sencillo y

adaptable para que en cada una de nuestras comunidades parroquiales, educativas, en los

grupos de oración y reflexión, nos demos un tiempo para profundizar en el tema.

En muchas de nuestras comunidades se celebra la novena de difuntos o de ánimas, ocasión

también propicia para retomar una catequesis adecuada sobre un tema que toca, sin dudas, el

sentido de nuestra existencia.

Con fraterno aprecio.

P. Leonardo Rodriguez

Vicario Pastoral

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PARA NIÑOS

Tratar el tema de la muerte, especialmente con los niños, nos pide una atención especial, pero

es un tema que bajo ningún aspecto debe ser postergado. La muerte está en nuestra vida sin

depender que queramos o no hablar de ella. Los adultos pretendemos en ocaciones eludirla,

pero está ahí. Es parte de la vida. La muerte de un animal doméstico. La de un familiar

cercano. La muerte que pasa por la calle en la caravana al cementerio. La muerte en la fantasía

de los juegos infantiles: disparos, guerras; especialmente en los juegos virtuales. La muerte en

películas y en informativos. Nuestra sociedad esconde a los niños la muerte real de los seres

próximos y queridos y muestra, hasta el exceso, el hecho de la muerte en películas e informes.

La muerte ha perdido su nombre. Ahora se llama: guerra, asesinato, agresión, accidente,

hambre... Los detalles sobresalen y se magnifican con morbosidad y queda escondido el hecho

fundamental: la muerte. El niño no está cerca de la muerte del ser querido porque éste muere

en el hospital, donde nunca se lleva al niño, o bien porque es el propio niño al que se aparta

llevándole a casa de unos vecinos. La mayoría de las veces esta actitud es un reflejo de

nuestros propios temores y de nuestra propia oposición a enfrentarnos abiertamente con el

tema de la muerte. Las preguntas del niño nos asustan, no porque las hace el niño sino porque

nosotros huimos de unos interrogantes sobre los cuales nos es penoso reflexionar. También

solemos evadirnos con la excusa de que “el niño no entiende”. ¿Acaso los adultos

“entendemos” la muerte? A cualquier edad, no es cuestión de comprensión, es cuestión de

conocimiento de la realidad y de fe. En el terreno de la fe también se precisa una particular

atención a la forma como la expresamos. Cuando alguien pretende consolar a un niño

diciéndole que su hermano ha muerto porque Dios lo quiere tanto que se lo llevado consigo,

incurre en un grave error. En primer lugar esconde las causas reales de la muerte, por lo tanto

se saltea el proceso natural de la vida. En segundo lugar está propiciando la imagen de un Dios

que, en vez de ser dador de vida, es egoísta y culpable de la muerte. Las “mentiras piadosas”

no ayudan a los adultos. Mucho menos a los niños. Los niños, con la espontaneidad de su fe,

pueden aceptar situaciones difíciles, si tienen cerca personas queridas que les atienden. A los

niños hay que decirles la verdad. La verdad tiene varias dimensiones y hay que escoger la más

adecuada a la edad y a las circunstancias. Los niños entienden mejor que los adultos el

lenguaje poético, el de los cuentos, el de los símbolos, el de los gestos... Si queremos ayudar a

los niños, debemos ser narradores de la vida y de la muerte.

OBJETIVOS Para ayudar a conocer la realidad de la muerte y reflexionar sobre ella necesitamos: •Integrar la muerte en el misterio de la vida. •Observar el ciclo vital de la Creación: la muerte como proceso común a todos los seres vivos. •Conocer el mensaje de la fe: Jesucristo también murió pero venció a la muerte. Con El todos los hombres han vencido la muerte. •Celebrar la vida: los cristianos celebramos el don de la vida y aceptamos el dolor de la muerte con fe y esperanza ACTIVIDADES Las actividades que se presentan a continuación están ordenadas de tal forma que pueden realizarse correlativamente. Según las necesidades, podrán escogerse las más adecuadas y, en todo caso, deberán adaptarse a la edad y circunstancias de cada grupo.

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La muerte en el proceso de la vida

Reflexión en grupo

1. Observar (a través de fotografías, videos, libros) diferentes procesos de nacimiento,

vida y muerte.

• un pez • un pájaro • un perro • un niño

2. Establecer un diálogo con la siguiente pauta: •todos tienen un origen próximo y otro remoto; •todos tienen su lugar en la Creación; •todos tienen que aprender a vivir; •todos pueden estar sanos o enfermos; •todos tienen un fin: la muerte natural, por envejecimiento o enfermedad; la muerte provocada, por accidente, guerra, asesinato.

3. Ver cómo cuando el recién nacido es un niño tarda más que los demás seres en aprender a vivir, es más torpe, más lento. Pero es el único ser al que Dios ha dado la vida para siempre.

La muerte cumple un papel enlazado con la vida Dramatización

1. Contar el cuento "El caballero de Milaño". EL CABALLERO DE MILAÑO El caballero de Milaño era un señor rico y poderos, valiente y decidido, con buenos sentimientos y muy amigo de darse una vida regalada. Todo le iba bien y estaba satisfecho de la vida; sólo le sabía mal que fuese tan corta. Siempre decía que le gustaría vivir mil años. Una noche de invierno, fría y lluviosa, un pobre mendigo pidió albergue en el castillo. El

caballero lo hizo pasar, le ofreció un lugar cerca del fuego donde ardían unos buenos leños, e

hizo que le sirvieran una buena cena. El mendigo era un hombre que había corrido medio

mundo y tenía muchas cosas que explicar. Al caballero le gustaba la conversación. Hablaron de

todo y de todos, y el caballero acabó por decirle que encontraba la vida demasiado corta y que

le gustaría vivir mil años. Entonces, el mendigo, señalándole un leño que estaba cerca del

fuego a punto de ser echado en él, le dijo: - Vuestra vida durará tanto como ese leño. El

caballero se impresionó con las palabras del mendigo e hizo retirar el leño de la chimenea. Al

día siguiente fue a enterrarlo en un torreón solitario que se levantaba en la punta de una loma.

Pasaron los años y el caballero continuaba su vida regalada. Pero fue haciéndose viejo y las

fuerzas le abandonaron hasta el punto de no poderse mover. Todos los suyos se fueron

muriendo y también sus inmediatos sucesores. Llegó un momento que ya nadie sabía quién

era y, como habían pasado tantos años y la forma de hablar de la gente había cambiado

mucho, ya no le entendía nadie. La casa cambió de dueños y los nuevos amos lo respetaron, a

pesar de no conocerlo. El pobre caballero, desengañado ya de la vida y sin poder entenderse

con nadie ni valerse por sí mismo, deseaba morir. Y así iban pasando los años, con gran

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desesperación del caballero de Milaño. Un día llegó de visita un sabio muy sabio que se había

dedicado al estudio de las lenguas antiguas, las había aprendido en los libros viejos. Los dueños

de la casa le dijeron que tenían un anciano muy anciano que hablaba de una forma que ya no

entendía nadie. El sabio dijo que le gustaría mucho conocerlo y lo acompañaron al rincón

donde siempre estaba, quieto y silencioso, el viejo caballero. Se puso a hablar con él y,

efectivamente, pudieron entenderse. El viejo señor de Milaño le explicó su triste historia y le

pidió que fuesen a desenterrar el tronco que, unos mil años atrás, había enterrado.

Inmediatamente fueron al sitio indicado y lo encontraron. Enseguida lo llevaron a la casa y lo

arrojaron a la misma chimenea donde tenía que haber sido quemado hacía tantos años. Las

llamas se fueron apoderando del viejo leño y lo fueron consumiendo poco a poco, y la vida del

caballero de Milaño se fue extinguiendo, extinguiendo, hasta que murió dulcemente al cabo de

años y años de soledad.

2. Repartir los personajes entre los componentes del grupo de forma que todos puedan intervenir: caballero, mendigo, parientes y amigos, sabio (También puede hacerse por medio de títeres). 3. Representar el cuento. 4. Comentarlo de acuerdo con la siguiente pauta: • ¿Por qué no quería morir el caballero? • ¿Qué ventajas e inconvenientes encontró en su larga vida? • ¿Por qué deseó morir?

Todo tiene su momento Mural Con las mismas fotografías de la actividad 1 u otras recortadas de periódicos y revistas, los

componentes del grupo pueden realizar un mural que ilustre las palabras del Eclesiastés:

“Existe un momento para todo, y un tiempo para cada cosa bajo el sol. Tiempo para nacer y

tiempo para morir. Tiempo de plantar y tiempo de arrancar las plantas. Tiempo de llorar y

tiempo de reír. Tiempo de lamentarse y tiempo de danzar”.

Destrucción y permanencia Expresión plástica

1. Dibujar sobre un gran papel la silueta de un sol. Repartir crayolas de color, (amarillo, naranja, ocres) de tamaño pequeño. Deberán pintar el sol, rellenando toda la silueta y mezclando todos los colores hasta consumir totalmente las crayolas.

2. Mostrar un periódico completo. Observar, superficialmente su formato y su contenido. Repartir las hojas del periódico y convertirlas en pajaritas, gorros, barcos...

3. Reflexionar sobre la transformación de acuerdo con la siguiente pauta: * ¿Continúan existiendo las ceras y el periódico? * ¿Son lo mismo que eran? ¿En qué sí y en qué no? * Quien hizo las ceras y el periódico no sabía en qué se transformarían. Pero nosotros podemos observar su permanencia en una nueva realidad. De igual forma desconocemos

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como permanece nuestra vida después de la muerte pero, gracias a la fe, sabemos que tenemos vida para siempre Jesús comparte con los hombres la vida y la muerte Reflexión en grupo Presentar, o recordar, fragmentos del evangelio en los que se narra como Jesús cura a los

enfermos y atiende especialmente a los más necesitados. Resaltar que Jesús ama la vida y

quiere que todos los hombres la disfruten plenamente.

Jesús sabe que va a morir y acepta la muerte con dolor y esperanza. Comentar: Jn. 12,23 - 26; Mc. 10,33-34; Mc. 14,32-36 Al amanecer del tercer día la muerte ha sido vencida. Comentar: Mc. 16,5-6 Vivimos el dolor de la muerte con fe y esperanza Reflexión en grupo

1. Comentar la muerte de algún ser cercano o por lo menos conocido de los miembros del grupo. Comentar la tristeza que el hecho de la muerte comporta para las personas que pierden a un ser querido.

2. Por la fe sabemos que con Jesucristo hemos vencido a la muerte. Comentar: Jn. 3,16; 11,25-26.

3. Comentar algunos textos de la misa de difuntos y ver como reflejan que la muerte es un paso doloroso por una puerta traspasada la cual la vida continua.

Puede ser: "Escuchad, Señor, nuestras oraciones para que al confesar nuestra fe en la resurrección de vuestro Hijo de entre los muertos, aumente en nosotros la esperanza de que nuestro hermano resucitará". La muerte no es el fin de la vida Mural . Como colofón de todo lo trabajado y recogiendo materiales de cada una de las actividades anteriores realizar un gran mural que ilustre las palabras de san Pablo (Rm. 12,12) "Que la esperanza os llene de alegría, sed pacientes en la tribulación y perseverantes en la plegaria".

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PARA JÓVENES y ADULTOS

Esta catequesis contiene dos grandes partes: una sobre la muerte y la segunda sobre la promesa de "vida" que nos hace Jesús. Son dos temas muy importantes, porque todo hombre con la experiencia más tris-te con que se encuentra es con la muerte. Todo el que vive tropezará antes o después con la muerte. De ahí que todo hombre ante la muerte se pregunte: Y después, ¿qué hay? Como respuesta a esta pregunta, Jesús nos dice que después está "la vida".

Conviene advertir desde el principio que con la palabra "muerte" se quiere abarcar todo lo que en el hombre hay de "caducidad" y "finitud", esto es, la enfermedad, el dolor, la limitación humana, etc.

Con esta catequesis, por tanto, se pretende alcanzar tres objetivos:

Uno, profundizar en lo que la muerte significa para el hombre y, a la vez, que cada uno de nosotros actualice las grandes preguntas que el problema de la muerte le plantea.

El segundo objetivo que se pretende alcanzar es descubrir que la fe nos da una respuesta ante la muerte, esto es, la promesa de una vida eterna.

Y el tercer objetivo es que, como cristianos, vivamos con una actitud nueva, de esperanza y optimismo, a pesar de la muerte y lo que ella encierra.

Primera parte

Experiencia de muerte y finitud

1. Introducción

Ahora vamos a intentar descubrir el "misterio de la existencia humana en el mundo". En definitiva, pretendemos encontrar sentido, desde la fe, a la vida del hombre en el mundo.

2. Profundizando en nuestra experiencia

a) Lectura de ambientación del Documento 1 y 2

La lectura, de por sí, sin más comentario, sirve de ambientación.

b) Aportación de experiencias personales

Es lo más importante. Una vez hecha la lectura de ambientación, el grupo pone sobre el tapete sus experiencias de "finitud" humana, que normalmente cristalizan en experiencia de dolor, de sufrimiento, de enfermedad, de degradación, de impotencia, de cercanía de la muerte (propia o de alguien cercano), etc.

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Cuestionario

— ¿Cuáles son las experiencias más importantes de dolor que has tenido?

— ¿Qué situación conoces o has vivido en la que la persona ha estado presa de su propia limitación, enferme-dad, desgracia humana, etc., sin que nada se haya podido hacer por ella?

— ¿Qué posibles interrogantes, dudas, inquietudes, surgen ante estos problemas?

Profundización

— ¿Qué sentimientos tuviste en dicha situación o experiencia?

— En relación con Dios: ¿tuviste duda, confianza, rechazo, desesperación, acusación...?

— ¿Has profundizado intentando buscar las causas últimas de todas estas situaciones o, por el contrario, las sufres sin más? ¿Te conformas o rebelas?

3. ¿Qué hace y dice Jesús?

Con este apartado se pretende dar respuesta a las experiencias de finitud vividas por el grupo y de las que se ha hecho mención anteriormente. El punto básico de la iluminación cristiana está en que Jesús también vivió tales experiencias, pero las trascendió; no se quedó en el simple fenómeno del sufrimiento y de la muerte, sino que les dio sentido.

A continuación ofrecemos los textos bíblicos:

a. Asume la condición humana: Heb 2,17-18; 4,15-16. b. Vive la experiencia del sufrimiento y de la muerte: Lc 22,41-46. c. Es compasivo con el sufrimiento de los demás: Mt 9,35-36. d. El sufrimiento es un mal a evitar, pero se puede convertir en "bienaventuranza": Heb 5,7-9.

4. Conclusión

Como síntesis, leer la Documentación 3: "El hombre ante el mal de la muerte".

Momento de oración: Se reza el "Himno de Vísperas" del Oficio de difuntos.

Preces

Todos: Tú, Señor, que asumiste la existencia, la lucha y el dolor que el hombre vive, no dejes sin la luz de tu presencia la noche de la muerte que lo aflige.

Lector: Te rebajaste, Cristo, hasta la muerte,

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y una muerte de cruz, por amor nuestro; así te exaltó el Padre, al acogerte, sobre todo poder de tierra y cielo.

Todos: Tú, Señor, que asumiste la existencia...

Lector: Para ascender después gloriosamente, bajaste sepultado a los abismos; fue el amor del Señor omnipotente más fuerte que la muerte y que su sino.

Todos: Tú, Señor, que asumiste la existencia...

Lector Primicia de los muertos, tu victoria es la fe y la esperanza del creyente, el secreto final de nuestra historia, abierta a nueva vida para siempre.

Todos: Tú, Señor, que asumiste la existencia...

Lector: Cuando la noche llegue y sea el día de pasar de este mundo a nuestro Padre, concédenos la paz y la alegría de un encuentro feliz que nunca acabe. Amén.

(Himno de Vísperas del Oficio de difuntos)

Segunda parte

Promesa de vida y eternidad

1. Introducción

Trilogía vida-muerte-vida

El binomio vida-muerte es constitutivo de toda experiencia humana. Todos somos conscientes de ello y ante él mantenemos una postura de cierta distancia y respeto.

Efectivamente, en la primera parte hemos reflexionado sobre la "muerte" como alternativa inexorable a la "vida". Esta, por tanto, quedaba relativizada ante lo absoluto de la muerte; de ahí que ninguna verdad sea tan universalmente aceptada como el destino mortal del hombre. Cabe, sin embargo, preguntarse: ¿Es la muerte la verdad última y definitiva?

Desde la fe, los cristianos profesamos la existencia de la "vida eterna". El binomio "vida-muerte" queda ampliado a la trilogía "vida-muerte-vida". Ciertamente, no todos los hombres aceptan ni asumen la "vida eterna" como alternativa a la muerte. En consecuencia, son muchos los hombres que viven en una constante duda existencial. Sartre diría: "Todo ser nace sin razón alguna, se prolonga por debilidad, muere por choque". Pero este sentido absurdo de la vida como consecuencia de la muerte queda fuera de nuestra fe.

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En síntesis, la "experiencia de muerte y finitud" que el hombre vive se convertirá en experiencia de "vida y eternidad". Nos fiamos de la promesa hecha por Jesús.

2. Pautas para el diálogo en grupo

En el credo profesamos nuestra fe en la "vida eterna". ¿Qué entendemos los cristianos por "vida eterna"? ¿Qué que-remos expresar con esas palabras?

La "vida eterna", ¿qué implicaciones tiene en la vida ordinaria de los cristianos? ¿Tiene incidencia sobre ella? ¿En qué medida la afecta?

3. Mensaje cristiano

a) La "victoria" de la muerte es la "vida": 1 Cor 15,54-58.

b) Jesús anuncia la "vida": Jn 5,25-29; 6,53-58; Lc 10, 25-28.

c) Jesús es la "vida": 14,6; 11,25; 8,12; 4,13-14; 6, 35.

d) La "vida" que ofrece Jesús compromete toda la existencia: Mt 16,24-26; 19,28-29; 18,8-9.

e) La "vida" ha comenzado ya; caminamos, pues, en esperanza:

Ha comenzado por la fe en Cristo: Jn 11,25; 3,36.

Ahora vivimos en esperanza: 1 Pe 1,3-5; 2 Pe 3, 11-14.

f) La "vida" no se acaba, es un proyecto de "eternidad" que cristaliza:

En un "cielo nuevo y una tierra nueva": Ap 21,1-8.

En una "nueva vida": la resurrección: 1 Cor 15, 20-22.

4. Conclusión

Lectura de la Documentación 4 y en grupo responder de forma concreta a la siguiente cuestión:

— Después de reflexionar sobre la palabra de Dios, ¿qué actitudes y comportamientos debiéramos sacar como compromisos?

Momento de oración.

Se puede recitar o cantar: "Mi vida en tus manos", de Camino de Emaús 2.

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Mi vida en tus manos

Tu tienes, Padre, mi vida en tus manos. Mi corazón está seguro en ti.

Coge, Señor, mi vida entre tus manos y, en el atardecer de mi existencia, espérame en el fuego del ocaso.

Coge, Señor, mi mano entre tus manos, cuando la oscuridad venga a mi encuentro y me acerque desnudo hacia la paz.

Coge, Señor, mi sonrisa en tus labios, cuando mi corazón su ritmo acorte. Yo extenderé mis brazos a tus brazos.

Coge, Señor, mi mirada en tus ojos, cuando la luz del sol se haga suave y su brillo tan sólo sea un recuerdo.

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Documentación

1. La muerte, expresión de la finitud del hombre

Nada más común y universal que la muerte. De ella tenemos experiencia ajena todos los hombres. Más aún, estamos tan acostumbrados que ni siquiera nos alteramos, a no ser que la veamos muy cerca. Por eso, aun siendo tan cercana al hombre, normalmente la contemplamos como lejana. De lo contrario, nuestra "vida" sería un "sin vivir" continuo.

La muerte, sin embargo, tiene otras muchas caras y facetas. La muerte encierra bajo su vértice de "iceberg" todo un cúmulo de situaciones de dolor y sufrimientos que hacen que sea recordada. El hombre en cada paso tropieza con la enfermedad, con el dolor, con el sufrimiento, con la pobreza, con el hambre, con la marginación, con la desgracia..., con el "mal". Todas esas formas de dolor y sufrimiento se sintetizan con la palabra "muerte", y ésta, a su vez, indica que el hombre es finitud, caducidad. Efectivamente: nacemos, vivimos, morimos. Todos somos conscientes de este proceso y todos estamos llamados irresistiblemente a seguirlo.

A ninguno de nosotros nos gusta pararnos a reflexionar sobre nuestra realidad de hombre abocado a la muerte. Sin embargo, es necesario hacerlo y preguntarse:

—Y después de la muerte, ¿qué? ¿Es posible otra vida? ¿Tiene sentido vivir para morir? ¿Es preferible no vivir para no pasar el trance de morir? ¿Cabe vivir sólo para morir? Etc.

A las preguntas sobre la muerte siguen otras muchas acerca de esas formas y expresiones de la muerte, como son los estigmas del mal y del sufrimiento, o sea la desgracia en general. Ante esas situaciones, nos preguntamos:

—¿Cuál es el origen del mal en el mundo? ¿Por qué los hombres sufren? ¿Cómo se explica el mal de los inocentes? ¿Qué explicación cabe ante tantos males, desgracias y sufrimientos?

El concilio Vaticano II sintetiza dichas cuestiones en estas otras interrogantes: "¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?" (GS 10).

El hombre no se conforma con preguntar. Quiere y necesita respuestas. Es fundamental para la subsistencia caminar sin dudas, sin preguntas por responder. De ahí que ante las muchas interrogantes anteriores, surjan respuestas de todo tipo:

El hombre es el culpable de todo el mal que existe. Nadie es culpable, es consecuencia de la naturaleza humana. En absoluto; el hombre, si quisiera, podría dominar el mal y la muerte, la raíz de todo está en el pecado. Es el castigo que Dios ha impuesto a la humanidad. De Dios es imposible que provenga el mal, El es la "bondad" infinita. Dios no existe; de lo contrario, evitaría el mal. Etc.

Con preguntas y respuestas podríamos llegar hasta la eternidad. Lo cierto es una cosa: El hombre vive una experiencia de finitud y de muerte. Cada hombre vive esa experiencia de una manera distinta, aunque el fondo de ella sea el mismo para todos. Por eso no basta con decir

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que somos hombres impactados por la muerte y sus tentáculos, el dolor y el sufrimiento, sino que es necesario profundizar en la experiencia de cada uno. ¿Cuáles son las tuyas?

2. Vaticano II: El misterio de la muerte

"El máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. La semilla de eternidad que en sí lleva, por ser irreductible a la sola materia, se levanta contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no pueden calmar esta ansiedad del hombre: la prórroga de la longevidad que hoy proporciona la biología no puede satisfacer ese deseo del, más allá que surge ineluctablemente del corazón humano.

Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre. La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en la salvación perdida por el pecado. Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a El con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte. Para todo hombre que reflexione, la fe, apoyada en sólidos argumentos, responde satisfactoriamente al interrogante angustioso sobre el destino futuro del hombre, y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con nuestros mismos queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que poseen ya en Dios la vida verdadera" (GS 18).

3. Síntesis: El hombre ante el mal de la muerte

El misterio de la muerte y lo que ella representa aparece constante ante el hombre. Es la sombra que le persigue. La experiencia histórica es testigo de que jamás el hombre se ha librado de ella ni jamás podrá librarse en este mundo. La existencia humana del hombre está impactada, lo quiera o no, por la realidad del dolor, de la enfermedad, de la muerte, de la finitud. Job diría: "El hombre, nacido de mujer, corto de días y harto de tormentos, como la flor, brota y se marchita, huye como la sombra sin parar. Se consume como una cosa podrida, como vestido roído por la polilla" (Job 14,1s).

Ante esta experiencia, a la cual el hombre no puede renunciar, caben tres posturas fundamentales: de rebeldía, de conformismo o de asumirla con coraje y sentido cristiano.

* Postura de rebeldía. Es aquella que ante el dolor, la enfermedad, la muerte, se rebela, no lo soporta, se enfrenta agresivamente contra tal situación, no cabiéndole otra alternativa que la acusación contra todos y contra todo. El mal le puede, le domina, le subyuga. ¿Es la desesperación la única salida contra el mal?

* Postura de conformismo. Ante el gigante del mal en el mundo no cabe otra postura que la de soportarlo. La enfermedad, el dolor, la desgracia..., es un "sino". A quien le caiga, mala suerte. La única postura posible es la de conformarse. Ser un sufriente estoico.

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* Asumir y afrontar el mal con coraje. La actitud cristiana no cuadra con ninguna de las dos posturas anteriores. Ciertamente, hay que rebelarse contra el mal, hay que combatirlo. El dolor y la muerte son situaciones amargas para el hombre y ha de luchar por vencerlas y liberarse de ellas. Pero la victoria no consiste simple-mente en que desaparezca el mal, que no siempre es posible, sino que ante él se mantenga una actitud nueva y distinta. Desde el testimonio mismo de Jesús, podemos decir tajantemente que al mal hay que afrontarlo con coraje, pero contando con la fuerza del Espíritu, con el apoyo de la fe.

El cristiano auténtico ha de sentirse inserto en el mundo, con sus problemas, sus sufrimientos, sus penalidades. El mismo será sujeto paciente de esa red de calamidades. Sin embargo, no ha de permanecer de brazos cruzados, sino que ha de combatirlos para anularlos, en lo posible. Con todo, la muerte será la gran muralla infranqueable. Pero, aunque no sea posible su franqueo, sí es posible la victoria sobre ella y sus tentáculos del dolor, siempre que desde la fe se asuma y se trascienda descubriendo el sentido redentor y salvador que Jesús dio a su muerte. La síntesis de lo que el dolor, el sufrimiento y la muerte han de ser para el cristiano la da san Pablo cuando dice: "Me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia" (Col 1,24).

Desde esta perspectiva es clara la exigencia del cristiano ante el dolor y el mal en el mundo en que vive. Por una parte, sentirse solidario con los hombres sufrientes: "Con los que ríen, estad alegres; con los que lloran, llorad" (Rom 12,15). Y por otra parte, sentirse solidario con Cristo sufriente, porque así el dolor y la muerte se convierten en instrumentos de redención y salvación: "Llevamos en nuestros cuerpos los sufrimientos de muerte de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos" (2 Cor 4,10). Ahora es cuando se comprenden las bienaventuranzas. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los perseguidos..." (Mt 5,lss).

4. Vaticano II: Cristo, hombre nuevo

"Urgen al cristiano la necesidad y el deber de luchar, con muchas tribulaciones, contra el demonio, e incluso de padecer la muerte. Pero asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegará, corroborado por la esperanza, a la resurrección.

Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual.

Este es el gran misterio del hombre que la revelación cristiana esclarece a los fieles. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad. Cristo resucitó; con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: Abba!, ¡Padre!" (GS 22).