CARMELO TERESIANO: Quinta Semana de Pascua, Fr Julio César González Carretti OCD

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QUINTA SEMANA DE PASCUA (Año Impar. Ciclo B) DOMINGO Lecturas bíblicas a.- Hch. 9,26-31: Les contó cómo había visto al Señor en el camino. Saulo en Jerusalén. La primera lectura sitúa a Pablo en Jerusalén. Más allá de establecer si esta visita coincide con la que menciona el apóstol, a los tres años de su conversión (cfr. Gál. 1,18-20), Lucas quiere poner a Pablo, en comunión con la Iglesia madre de Jerusalén, son ellos Pedro, Santiago y Juan, los que deben autorizar el ministerio apostólico de Pablo. Esta será la razón por la que el autor adelanta la visita del apóstol a la ciudad santa, para que sean las autoridades de la Iglesia, las que lo conozcan bien; es Bernabé quien se los presenta, habla de cómo Pablo había visto al Señor y había predicado en Damasco. Lucas sabe que Pablo, es caso único en su modo de pensar, tiene ideas propias, respecto al judaísmo, lo que lo hacía incomodo en ciertos

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QUINTA SEMANA DE PASCUA

(Año Impar. Ciclo B)

DOMINGO

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 9,26-31: Les contó cómo había visto al Señor en el camino. Saulo en Jerusalén.

La primera lectura sitúa a Pablo en Jerusalén. Más allá de establecer si esta visita coincide con la que menciona el apóstol, a los tres años de su conversión (cfr. Gál. 1,18-20), Lucas quiere poner a Pablo, en comunión con la Iglesia madre de Jerusalén, son ellos Pedro, Santiago y Juan, los que deben autorizar el ministerio apostólico de Pablo. Esta será la razón por la que el autor adelanta la visita del apóstol a la ciudad santa, para que sean las autoridades de la Iglesia, las que lo conozcan bien; es Bernabé quien se los presenta, habla de cómo Pablo había visto al Señor y había predicado en Damasco. Lucas sabe que Pablo, es caso único en su modo de pensar, tiene ideas propias, respecto al judaísmo, lo que lo hacía incomodo en ciertos ambientes. Su figura y expresión imponían respeto entre los hermanos y reserva entre los apóstoles. Es Bernabé, el intermediario, entre los apóstoles y Pablo, y es a éstos a quienes considera, las legítimas autoridades: Pedro como jefe de la Iglesia universal, Santiago de la Iglesia de Jerusalén. Se une a los apóstoles, predica con ellos, en el Nombre de Jesús, discute con los helenistas, en todo caso, se ve que quiere mantener esa comunión con Pedro, sólo así se explica la colecta que organiza a favor de esa comunidad. Todas estas razones para deshacer las injurias y calumnias, que proferían los judeocristianos en

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su contra, respecto a la independencia con que llevaba a cabo su ministerio. Son precisamente sus disputas con los helenistas, lo mismo había sucedido con Esteban (cfr. Hch.7), donde encontró un radicalismo tal, que teme por su vida y debe huir a Tarso y esperar; nuevamente será Bernabé, con Pablo, quienes organizan la gran misión (cfr. Hch. 11, 25). Mientras tanto, Pablo predica en Siria y Cilicia, (cfr. Gal.1, 21), personificando de alguna manera a la Iglesia, en estos primeros momentos: rechazado por los judíos, aceptado por los gentiles su persona y su evangelio, en definitiva como Jesús de Nazaret.

b.- 1Jn. 3, 18-24: Este es su mandamiento: que creamos y que nos amemos en Cristo.

El apóstol Juan, nos invita a amar al prójimo con obras, no sólo de palabra, si se está dispuesto a dar la vida por el prójimo, con mayor razón los bienes. Sigue el ejemplo de Cristo, que antes de dar la vida, en sintonía con el Sermón de la montaña, enseña que había que estar dispuesto a que te abofetearan o dejar la túnica, en definitiva el apóstol apunta a una definición: amar es darse al prójimo. También es verdad, que si no estoy dispuesto todavía a dar la vida por el hermano, al menos, comparto los bienes con él. No permanece el amor de Dios, en quien no se compadece de su hermano. Cuando la caridad es afectiva y efectiva, nuestra conciencia descubre que vive en la verdad de Dios, que somos sus hijos, hacemos la voluntad divina. El cristiano debe estar tranquilo, que si bien la conciencia le pueda presentar pecados o infidelidades, si tiene caridad con su prójimo, Dios que es más que su conciencia, que lo conoce todo, sabe que le amamos, perdonará con largueza. A pesar de nuestras ingratitudes, Dios ve, nuestro amor al prójimo, señal clara de nuestra filiación. La tranquilidad del corazón del cristiano, le viene de la grandeza del corazón de su Padre, piélago de misericordia y amor siempre dispuesto a perdonar a sus hijos cuando ve un corazón arrepentido. Con plena confianza ahora puede acercarse a Dios Padre, con audacia filial, a pedir lo que necesita y lo obtendrá, porque hace su voluntad; la oración será eficaz ante Dios (vv. 21-22). Finalmente, el

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apóstol sintetiza todo, en lo que agrada de verdad al Padre, es la fe en Jesucristo y el amor al prójimo. Para el apóstol, la fe se perfecciona en la práctica de los mandamientos, de ahí que fe y caridad están íntimamente relacionadas, puesto que esta última manifiesta nuestra fe en Dios y unión con Jesucristo. El Espíritu Santo certifica que Dios habita en cada cristiano, indicador de esa comunión vital con Dios.

c.- Jn. 15, 1-8: El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante.

El evangelio nos de la parábola de la Vid verdadera. Jesús se identifica con la Vid verdadera, los discípulos son los sarmientos, el Padre, el Viñador. La vid se cultiva para que dé frutos, los sarmientos secos o desgajados, son arrancados para no quitar vitalidad a otros. La clave de la alegoría, está en permanecer en ÉL (vv. 4.5.6.7.9.10). El texto quiere comunicar la comunión profunda y estable que se establece entre Cristo y los que creen en ÉL. Está para entregar la vida pero sigue siendo fuente de vida para ellos. Esta promesa de su presencia en medio de ellos, se cumple con la alegoría de la vid y los sarmientos: Jesús fuente de vida y de las buenas obras que harán los cristianos si permanecen unidos a ÉL. Si en el discurso anterior, la clave estaba en creer en Jesús (cfr. Jn.14, 1), ahora en este discurso de despedida, está en permanecer en ÉL. La imagen bíblica de la viña, era conocida en Israel, como expresión de su relación con Yahvé, y los cuidados que ÉL le prestaba a su pueblo, por el descuido de las autoridades religiosas, por Israel (cfr. Sir. 24,17; Sal. 80, 9-20; Is. 5, 1-7; Jr. 2,21; Os.10,1; Ez. 17,5-10; 19,10-14). Jesús quiere ahora hablar de esa comunión íntima con ÉL, que han de cultivar sus discípulos; conociendo esta realidad de la vida, se sabe que no todos los sarmientos dan fruto, por ello, los poda, cuidado exclusivo del Viñador. Se establece, entonces que la tarea del Viñador es cortar y podar, y los frutos dependen de la permanencia en la Vid. Pero en esta alegoría, la viña ya no es Israel, sino el mismo Jesús, en cambio, el Viñador sigue siendo el Padre, lo cual sigue la línea del evangelista, que con frecuencia nos habla de la dependencia de Jesús en relación a su Padre. La limpieza, a la que alude Jesús, es obra de Jesús, por

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medio de su Palabra, es decir, por medio de la comunicación de Jesús con los suyos, de sus bienes, su venida al mundo y su muerte en la Cruz: una vez limpios, deben permanecer en ÉL (v. 3). Esta unión esencial, apunta a dar frutos de santidad, vida divina, que produzca los frutos, obras buenas, que el Padre espera de sus hijos. Pero el hombre que cuenta sólo con sus fuerzas, es decir, abandonado a sus propias fuerzas, no está facultado para dar los frutos que el Padre quiere, porque no vive la comunión con su Hijo. La soberbia, la auto-suficiencia, aparta de Dios, rompe la unión con ÉL. La imagen del sarmiento arrancado y echado al fuego, es la de la separación definitiva en el día del Juicio final, pero como el juicio se vive aquí y ahora en Juan, expresa la falta de frutos, debido a la ruptura de la comunión con el Hijo del Padre. Los términos usados por Juan, son condenatorios (vv.5-6; cfr. Mt. 3,10-12; Ap. 21,8). La verdadera vida colmada de frutos que puede ofrecer al Padre y con ello dar gloria a su Nombre. Es la vida de unión con Dios, alimentada por la oración siempre atendida, porque expresada en clave de fe y esperanza.

LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 14,5-18: Curación de un tullido en Listra.

La curación del tullido hecha por Pedro, como la realizada por Jesús en el evangelio, y ahora la de Pablo (cfr. Lc.5,18ss; Hch.3,1ss) reflejan la idea teológica de Lucas: los apóstoles realizan las mismas obras que Jesús hizo, con el mismo poder que les confió en su momento. Pedro, sanó a un judío en la puerta del templo, con la proclamación del evangelio; Pablo lo hacen en medio de paganos, lo que es motivo para predicar la providencia de fe en un sólo Dios. Es precisamente este mundo pagano que se manifiesta en la reacción de las gentes, que presenciaron el prodigio: los dioses se han hecho hombres y están entre nosotros pensaban. Los identifican a Bernabé y Pablo, con Júpiter y Hermes, manifiestan el deseo de ofrecerles en

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sacrificio un toro, como a dioses, en honor de Pablo y Bernabé, el horror de ambos se manifiesta con el rasgar sus vestiduras. Los consideraban dioses, que habían realizado un gran prodigio en el hombre tullido de pies, y que ahora, puede estar de pie y caminar. Ellos rompen las vestiduras en señal de indignación, y el horror judío, al culto a los ídolos, gesto al que se recurría, cuando veían u oían que se profanaba el Santo Nombre de Dios. Ambos apóstoles, detienen ese acto idolátrico, cuyo objeto eran ellos mismos. Pablo improvisa un discurso, el primero que dirige a paganos, les exhorta, a que se vuelvan al Dios vivo, el mismo que les entrega la lluvia del cielo y los bienes de las estaciones y de la tierra. Las palabras de Pablo, no hacen referencia a la Escritura, ni al misterio de Cristo, presenta la naturaleza como dominio del Dios vivo, y desde donde despliega sus dones al hombre para que lo reconozca: Señor de cielo y tierra. No hace alusión a la historia salvífica, porque estas gentes no la conocían, sin embargo, su discurso está orientado al monoteísmo: Dios es el Creador de todo, y a través de sus obras visibles, puede ser conocido (cfr. Jr. 10,3; Rom.1, 21; Ef. 4,17; 1 Tes.1,9-10; Gál. 4,9; Hch.15,19; 26,18.20), por lo mismo, dador de vida (cfr. Hch.17,25; Jn.6,57;10,10). Dios Creador ha permitido que los paganos, fueran por la vida por sus propios caminos o intuiciones, pero que por los fenómenos de la naturaleza, se ha dado a conocer como bienhechor del hombre, con la lluvia que fecunda la tierra, los alimentos, las semillas, el trigo, el aceite y el vino que alegra su corazón; bendiciones divinas que no se tendrían sino fuera por su Providencia. La intención de Lucas, es presentar la idea del monoteísmo bíblico de Dios Creador y el contrapunto puesto por los paganos. La conversión al verdadero Dios, tema profético por excelencia, es ahora renovada con la conversión al Evangelio, de ahí la predicación acerca del Dios vivo (v.15).

b.- Jn. 14, 21-26: El que me ama guardará mi palabra.

En el evangelio, Jesús nos propone guardar su palabra, ponerla en práctica, considerarla importante en la vida de cada discípulo de ayer y de hoy. Pero, una vez más surge la incomprensión, por parte de

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Judas, no el Iscariote, hermano de Santiago (cfr. Lc. 6,16; Hch.1,13), ¿cómo se manifiesta a ellos, sin hacerlo al mundo?, como querían los judíos. Jesús señala otra manera de manifestación al mundo, por ello la pregunta del discípulo le sirve para plantear el cómo será la presencia de Dios en la vida del creyente (v. 23). Sólo quien ama está en condiciones de guardar la palabra de Jesús, y de acoger su presencia en lo interior. Promete que quien observa los mandamientos, su Palabra, será amado por el ÉL y el Padre: él habitará en su corazón junto con el Padre y el Espíritu Santo. Los discípulos son amados por Dios, porque el amor del Padre los une a ÉL, y a través de ÉL, participan de la comunión entre el Padre y el Hijo. Amar a Jesús, significa aceptar, que es el Enviado del Padre, aceptar su labor de revelarnos la voluntad de Dios, aceptar su quehacer de Revelador, le significa al discípulo, ser amado por el Padre y por el Hijo (cfr. Jn.5, 42; 8,42; 16,27; 17,23). Jesús promete manifestarse a quien con amorosa fidelidad, guarda su palabra, venir con su Padre y establecerse, hacer morada, en el creyente (v.23; Jn.1, 14; 8,31). Con esto, se confirma que la palabra del Enviado, es palabra del Padre, es ella, la que atrae al discípulo hacia Jesús y su Padre, es otro modo de comunión. El amor a Jesús debe ser una vida fiel a su Palabra, como el amor que Jesús tiene a los hombres, es Dios, Espíritu Santo que une al Padre y al Hijo (cfr. Rm.5,5). La manifestación tendrá lugar sólo desde la fe, el amor y la obediencia al Padre por esto se manifiesta sólo a los creyentes, no al mundo. Jesús es el primer Paráclito, Abogado, una vez sentado a la derecha del Padre, enviará otro Abogado, el Espíritu Santo que les enseñará todo y les recordará todo cuanto les había anunciado (v. 26). Permanecerá siempre con su Iglesia, la comunidad de los discípulos: es el Espíritu que ora con los oran, nos guía a comprender la unidad entre el Padre y el Hijo. La presencia del Espíritu garantiza la manifestación del Padre y la comunión con Jesús. Todo depende de nosotros: amar a Jesús y guardar su Evangelio.

MARTES

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Lecturas bíblicas

a.- Hch. 14,19-28: Fin del primer viaje apostólico

Concluye el primer viaje apostólico de Pablo y Bernabé, habían sembrado a manos llenas la Palabra del Señor, habían conseguido una buena cosecha de fieles. Los paganos acogen el Evangelio con entusiasmo, en cambio, los judíos tienen una actitud hostil a la acción de los apóstoles. Lucas, deja en claro, que la misión de los gentiles, no es iniciativa humana, sino a pesar de ella, sobre todo, desde la conversión de Cornelio. Es la acción del Espíritu Santo, la que obliga a Pedro, a admitir a Cornelio el primer pagano en la Iglesia de Cristo (cfr. Hch.10). La misma indicación del Espíritu, lleva a la comunidad de Antioquía con Bernabé y Pablo, a emprender a esta gran misión. Antes de regresar al punto de partida, visitan las comunidades ya evangelizadas, para consolidarlos en la fe. Se trata de permanecer en el Señor y en su gracia, expresiones que se explican, la una en la otra. Una relación con el Señor que se convierte en la vida del cristiano, y la correspondencia, entendida como un servicio al Señor Jesús. Es precisamente esta relación vital, la que ayuda a la hora de sufrir por la fe, que el discipulado conlleva (cfr. Mt. 5, 20; 7, 21; 18, 3). Las tribulaciones por la fe, estaban indicadas como signo del fin de los tiempos en la mentalidad judía, no es extraño que Pablo, afirme que para llegar a la salvación, es preciso vivirlas en esta vida. “Es necesario que pasemos muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios” (v. 22). Organizar esas nuevas comunidades, consolidarlas en la supone la instauración de presbíteros, ancianos en cada una de ellas. Es aquí, la primera vez que Lucas, habla de ellos, Pablo tiene el modelo de la sinagoga, en lo que se refiere a la organización, como el de la Iglesia de Jerusalén (cfr. Hch.11, 30). Se instaura a estos presbíteros, por medio de la oración, el ayuno y la imposición de las manos (cfr. Hch.13, 3; 6,6). Más tarde, estos presbíteros, formarán parte de los grados del ministerio sacerdotal en la Iglesia, hasta llegar a la clara distinción entre: diáconos, sacerdotes y obispos. Quizá estos ancianos eran hombres mayores, maduros, a quienes se les confiaba una comunidad para que se responsabilizara de ella. Vueltos a

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Antioquia, contaron sus experiencias y cuanto Dios había hecho con ellos y cómo habían abierto “la puerta de la fe” (v. 28), a los gentiles.

b.- Jn. 14, 27-31: La paz os dejo, mi paz os doy.

El evangelio nos presenta nuevas revelaciones de parte de Jesús: la paz de Cristo que comunica a sus discípulos (v. 27); el gozo que han de experimentar por la partida de Jesús (v. 28), y que todo cuanto les anuncia ahora, cuando se cumpla aumente la fe en su palabra, es decir, crean en el Enviado del Padre (v. 29). Jesús deja a sus discípulos el don de la paz, que el mundo no puede dar. La paz que ofrece Jesús es su paz, lo que hace que sea algo que el mundo no puede ofrecer. Esta paz nace de la íntima unión de Jesús con el Padre, de su regreso al Padre, de donde venía, y la autoridad que le otorga dicha unión, que todo cuanto se pida en su nombre se concederá (Jn.14, 13-14.16). El don de la paz queda ligado con el don del Espíritu Santo, presencia de Jesús, en su ausencia, fuente de amor y revelación entre el Padre y el Hijo, para los que lo aman y guardan sus mandamientos (cfr.Jn.14, 20-21; Jn.14, 16-17.26). Esta paz procede de Dios muy superior a la que pueden llegar los acuerdos o alianzas políticas de los hombres. Jesús vuelve a recordarles que no se turben sus corazones, insiste en que le amen y se mantengan en su palabra, aunque se separe de ellos por una muerte violenta (v.27; cfr. Jn.15, 21.23-24; 13,1-38). Si no están turbados sus corazones, es porque permanecen en la palabra de Jesús, motivo para alegrar que Jesús vuelva al Padre, que es más grande que ÉL (v.28; cfr. Jn.4, 34; 5,23.24.30.37; 6,38-40; 7,16; 8,16.18.26; 12,44-49). Todo esto se los cuenta Jesús, cuando está con ellos, antes que suceda, para cuando ocurra, renueven su fe (v.29). Jesús ya no hablará más con ello, porque el príncipe de este mundo se acerca, pero no tiene poder sobre Jesús, su destino es su respuesta obediente y amorosa al Padre (v.30; Jn.4, 34; 5,30; 6,38; 10,15.17-18). Jesús reitera su amor al Padre, proclama la reciprocidad de ese amor, su Pasión, más que sus palabras, darán a conocer su amor al Padre (v.31). Jesús, ve acercarse la noche, lo que vivirá, será coronar su obediencia a lo encomendado por el Padre (cfr. Jn.12, 50; 13,1), los discípulos

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deberán mantener la fe, si no quieren caer la huida por el escándalo de la cruz, con un corazón invadido por el temor. Jesús seguirá con su discurso, palabras necesarias para sus discípulos, que los guiarán a través del tiempo hasta que regrese (cfr. Jn.15, 1-17,26). Su camino hacia el Padre se abre con el comienzo de su Pasión (Jn.18,1) y resurrección confirmarán sus palabras de vida.

MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 15, 1-6: Controversias en Antioquia y Jerusalén.

La primera lectura, nos sitúa en la problemática que la Iglesia debía enfrentar respecto a los que provenían del judaísmo, conversos, es decir judíos convertidos al cristianismo, pero que exigían, que los nuevos cristianos venidos del paganismo, asumieran las práctica religiosas mosaicas, sobre todo la circuncisión. La reunión de los apóstoles, puso los cimientos de la superación de esta crisis, dejando en claro la libertad del evangelio y la unidad de la Iglesia. La Iglesia, había puesto su fe en Jesucristo, el AT, conservaba toda su vigencia, pero ahora, comprendida desde el evento Jesús resucitado, porque a medida que pasaba el tiempo, las nuevas conversiones, provenían de los gentiles, y no de los judíos. Las interrogantes surgían, como era lógico de parte de judíos y nuevos cristianos. ¿Había continuidad entre la antigua revelación, en específico, la Ley de Moisés, y la novedad del evangelio de Cristo? Los que se agregaban a la Iglesia, debían aceptar la ley de Moisés si querían ser cristianos auténticos. ¿El cristianismo, debía pasar necesariamente por el judaísmo, es decir, había que hacerse judío, primero, para hacerse cristiano? ¿Había que pasar por la circuncisión, que para un gentil, era considerado un rito bárbaro? No se podía imponer, un rito de Israel, a una Iglesia universal como el cristianismo. Las comunidades fuera del ámbito judío, eran mucho más abiertas y la ortodoxia más flexible, y estos problemas no existían, como en el caso de Cesaréa y Antioquía. De hecho, así

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habían actuado Pedro, Bernabé y Pablo (cfr. Hch.10, 27. 48; 11,3; 11,23-24). El problema, lo suscitaron unos judíos fariseos, que se había convertido al cristianismo, su celo por la ortodoxia les lleva a predicar la necesidad de la Ley de Moisés, no estaban dispuestos a renunciar a sus principios teológicos, que consideraban fundamentales para aceptar el evangelio. Será Pablo quien plantee el problema: ¿Cristo o la Ley de Moisés? La circuncisión era necesaria para aceptar a Cristo y su evangelio, pensaban estos judíos convertidos. Pablo pensaba que la necesidad de la circuncisión, excluía a Cristo y la salvación (cfr.Gál. 5, 2ss). El único camino de salvación es Cristo, la Ley llevaba a los hombres, precisamente a Cristo. Una vez, que tenemos el camino de salvación abierto por Dios en Cristo, la Ley había quedado sin validez. La experiencia misionera, les enseñaba que los gentiles eran ganados para el evangelio, no para la Ley de Moisés, y mucho menos, para la circuncisión. Pablo, lucha por la libertad del evangelio y la unidad de la Iglesia, predicará un evangelio, libre de la Ley, pero enraizado en la Escritura, y en la economía de la salvación que Dios reveló en Cristo Jesús. Pedirá, que todos los trabajos llevados a cabo por el evangelio y la Iglesia, sean fruto de la fe en Jesucristo, y no exigencia de la Ley, no un añadido a la fe, sino fruto nacido de la fe. La reunión se lleva a cabo en Jerusalén, como lo exige la situación de la Iglesia, con una seria discusión del tema. Se hacen presentes Bernabé y Pablo provenientes de Antioquía, más los hermanos de Jerusalén encabezados por los Doce y Santiago, como jefe de la comunidad local con sus presbíteros. Este primer Concilio, nos habla del grado de organización que existía en la Iglesia, y cómo los problemas se discutían con la verdad de los acontecimientos, que presentados a Dios, eran resueltos con la sabiduría e inteligencia que la fe les inspiraba el Espíritu Santo, que los animaba a cuidar el evangelio y los fieles a ella confiados, provinieran del judaísmo como de los gentiles.

b.- 15,1-8: La Vid y los sarmientos.

El evangelio nos presenta la imagen de la Vid y los sarmientos, que busca reforzar los lazos de los discípulos con Jesús. “Yo soy la vid

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verdadera” (v.1), alude a lo que realiza mediante su revelación. Él es fuente de vida y de frutos de justicia y santidad (cfr. Jn. 4,26; 6,35.51; 8,12; 9,5; 10,7.9.11.14; 14,6). Si Jesús es la Vid verdadera (v.1), ¿qué se puede decir de Israel, descrita como la vid de Yahvé? (cfr. Jr. 2, 21; Ez. 19,10-14; Sal. 80,18-19; Is. 27, 2-6). El Padre es el viñador, que cuida la viña y sus frutos, siendo el responsable último de lo que hace y revela Jesús. Esta metáfora de la vid comprende lo que Jesús enseña sobre el Padre y él mismo, sobre el discípulo. El Padre cuida los sarmientos vivos, podándolos para que den más frutos, elimina aquellos que no dan frutos al separar de la vid (v.2). Jesús es la sabia, pero es el Padre quien favorece el crecimiento, arroja al fuego a los sarmientos separados de la vid. Ahora Jesús se dirige a los discípulos y les asegura que todos están limpios, es decir, los que comparten con ÉL la mesa y le escuchan, son sarmientos vivos, unidos a la Vid, podados, por haber escuchado al Enviado del Padre. Mientras escuchan a Jesús, se produce la purificación, puesto que aceptan la su palabra, ahora sabemos que de ella viene estar limpios (v.3; cfr. Jn.13, 10). Jesús es la vid, el Padre el viñador y los discípulos, purificados, son los sarmientos vivos que dan frutos (vv.1-3). Pero esta unión vivificante con Jesús en su inicio no es perfecta, debido a la traición de Judas y la negación de Pedro (cfr. Jn.13, 2.11.18-20.21-30.36-38). No basta con estar con Jesús, hay que permanecer en Él, sólo así estará con el discípulo. Debe darse una reciprocidad vivificante entre el Maestro y sus discípulos. El sarmiento, el discípulo separado de la Vid, que es Jesús, jamás podrá dar fruto por sí sólo. Sin Jesús los discípulos no pueden hacer nada (v.5). Dar fruto es hacer algo, el mandamiento del amor, sello de sus discípulos (cfr. Jn.13, 34-35). Todo sarmiento que no permanece con Jesús se seca, y es arrojado al fuego y arde (v.6). Este es el destino de quien no permanece unido a la vida. En cambio, quienes permanecen unidos a la Vid, a su palabra, conseguirán todo cuanto pidan (v.7). Finalmente, los discípulos que permanecen en Jesús, manifiestan la gloria del Padre, porque unidos a Jesús dan fruto abundante. De esta forma los discípulos quedan integrados en la misión de Jesús: dar gloria al Padre por sus obras.

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JUEVES

Lecturas

a.- Hch. 15,7-21: Concilio de Jerusalén. Discursos de Pedro y Santiago.

El Concilio debate la obligatoriedad de la Ley de Moisés respecto de los nuevos cristianos, provenientes del paganismo. Lucas nos presenta los discursos de Pedro y Santiago, pero sabemos que la idea de libertad provenía de Pablo, fruto de su experiencia misionera, lo que hace apremiante una respuesta colegiada, ante las maravillas que Jesucristo y el Espíritu Santo, realizaban entre los gentiles. Exige una respuesta, una postura de parte de la comunidad de Jerusalén. La misma gracia que los conforta a ellos en la predicación, salva a los nuevos cristianos que se bautizan y aceptan la fe, es decir, una es la fuente de la gracia para judíos y gentiles: Jesucristo resucitado. Es Pedro, quien representa este cúmulo de ideas y argumentos a favor de la libertad del evangelio: comienza señalando, que la misión entre los gentiles la comenzó él mismo, con el bautismo de Cornelio y su familia, y que la Iglesia aprobó su actuar (cfr. Hch.10 y 11). Desde el cielo, Dios respondió, enviando al Espíritu Santo que descendió sobre judíos y gentiles sin distinción. La purificación de los corazones, la lleva a cabo Dios ahora por medio de la fe en Jesucristo, y no a través de la Ley, como sostenía la mentalidad judía, que trataba de impuros a los paganos. Si desde ahora la fe, reemplaza la Ley, es innecesario, soportar el yugo de la misma, la obligación, si es una carga para judíos, es intolerable también para los gentiles. Si no podían llevarla ellos, que eran judíos, ¿para qué imponérselas a los paganos o gentiles? El hombre se salva por la fe en Jesucristo, y no por la Ley, por la gracia de Dios, con lo que destaca que el judío, no tiene ninguna ventaja a la hora de creer en Cristo, respecto del gentil. La experiencia de Bernabé y Pablo, los signos y prodigios obrados por Dios en medio de los gentiles, es escuchado con atención por la asamblea, otro argumento a favor de la libertad del evangelio. El discurso de

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Santiago, es a favor de Pedro y Pablo, su intervención se orienta, a justificar desde la Escritura, estas experiencias. Se vale de un pasaje de Amós y Jeremías (Am. 9,11-12; Jer. 12,15). La Iglesia, como pueblo, debía seguir adelante, salvada la libertad del evangelio y la unidad de la naciente Iglesia. Se impone a los cristianos provenientes del paganismo ciertas normas (vv.20-21), que consistían en abstenerse: de lo contaminado con los ídolos, es decir, de la carne ofrecida en los templos paganos (Lev.17, 8); de la impureza o fornicación, es decir, el matrimonio entre parientes (cfr. Lev.18,6-18), de los animales estrangulados y de la sangre, es decir, de comer animales muertos sin desangrar y de la sangre, porque se consideraba que ahí estaba la vida, y por tanto, es de Dios (cfr. Lev.17,10ss). Estas normas quería dejar en claro, el cambio de mentalidad de los nuevos cristianos, con la moral y costumbres paganas. Era necesario establecer criterios claros para evitar los roces entre cristianos venidos de los gentiles, con los judeocristianos, todavía sensibles con la observancia de las leyes mosaicas, respecto a los alimentos, se podían producir. Se concluye, que estas prohibiciones, se refieren a lo que más repugnaba a la mentalidad judía, como era la idolatría y la inmoralidad sexual.

b.- Jn. 15, 9-11: Permaneced en mi amor

El evangelio nos vuelve a centrar en el tema de la unidad del Padre y del Hijo que es glorificado en los discípulos. Juan nos presenta al Padre como fuente y meta de la vida de Jesús, de todo cuanto nos enseña y hace (cfr. Jn.1, 18). Si Jesús ama a sus discípulos, ahora les dice que la fuente del amor que les profesa, es el mismo amor que el Padre le manifiesta a ÉL (v.9). Hay un amor entrañable entre el Padre y su Enviado, Jesús de Nazaret, por eso le manda permanecer en su amor, guardando sus mandamientos (v.10; cfr. Jn.3, 35; 5,20; 10, 17; 14,31). Se trata de hacer algo, comprometerse, comenzando por guardar los mandamientos de Jesús, los mandamientos del Padre que ÉL ha guardado (v.10). Toda la vida de Jesús tiene como fundamento

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el haber hecho siempre la voluntad de Dios, observado los mandamientos de Dios, con lo que logra permanecer en el amor de su Padre. Ahora bien los discípulos deben asumir en su relación con Jesús, lo que ÉL ha tenido con el Padre, un amor entrañable que se expresa en el cumplimiento de sus mandamientos. Jesús termina su discurso, expresando su deseo que los discípulos puedan alcanzar la alegría que ahora ÉL posee, por haber obedecido la voluntad del Padre, cumplir los mandamientos de Dios. Entonces, si ellos se esfuerzan por guardar la unidad y la obediencia al Padre, la alegría de los discípulos será completa (v.11). Desde la metáfora de la Vid progresivamente hemos llegado a la unión con el Padre y el Hijo, los discípulos han entrado en la comunión de Jesús, y su amorosa respuesta al Padre. Tomemos en serio a Jesús, permanezcamos en su amor.

VIERNES

Lecturas

a.- Hch. 15, 22-31: Carta apostólica de Jerusalén.

De la reunión conciliar, sale una resolución respecto a la obligatoriedad o no de la Ley mosaica para los gentiles, que se incorporaban a la Iglesia. Nombran dos delegados, Judas y Silas, además de Pablo y Bernabé, que fueron los portavoces de la Iglesia de Antioquia, que llevarán por escrito lo acordado. Esta decisión, pone de relieve la importancia, la autoridad, que tiene la Iglesia de Jerusalén. La carta, en cuestión, comienza quitando autoridad a los judaizantes, diciendo que han actuado por propia iniciativa. La decisión de abrir el Evangelio a los gentiles, fue tomada por el Espíritu Santo y los miembros de la comunidad. Santiago, como jefe local de Jerusalén, movido por el Espíritu Santo, habla basado en la Escritura (cfr. Am. 9,11-12), pero también sabe exponer el pensar de la comunidad. Vemos la convicción de los Hechos de los Apóstoles, que el Espíritu Santo obra en la Iglesia, no sólo en los momentos de conflicto o crisis, o cuando hay que tomar una decisión, sino que siempre está presente, para hacer de la comunidad un asamblea del

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Espíritu. Es Él y la comunidad, representada por sus dirigentes, los dos testimonios autorizados, para tomar una decisión trascendental para la Iglesia y su futuro. Las cuatro prohibiciones, están tomadas del libro del Levítico (cfr. Lev.17,8): abstenerse de la carne ofrecida a los ídolos, antes de ser vendida en el mercado, y que luego, podía ser consumida en los ritos paganos; la abstinencia de la impureza o fornicación (cfr. Lev. 18, 6-18); la prohibición de comer animales con su sangre, es decir, animales que no habían sido desangrados, y prohibido consumir su misma sangre (cfr. Lv. 17, 10ss). La sangre es vida, y por lo mismo, pertenece a Dios. Las prohibiciones se refieren a evitar la idolatría y la inmoralidad sexual, ideas que rechazaba la Ley de Moisés y los propios judíos.

b.- Jn. 15, 12-17: Esto os mando: que os améis unos a otros como yo os he amado.

El evangelio nos habla del mandato del amor (vv.12.17). Encontramos tres momentos: el mandato de amar como Jesús los ha amado (vv.12-14); el amor crea una nueva relación entre Jesús y sus amigos, no siervos, sino elegidos y amados (vv.15-16), y el mandato de amar (v.17). En un primer momento, tenemos el mandato que les da Jesús a los discípulos de amarse entre sí en forma permanente, teniendo como modelo la entrega de la vida que hará Jesús por ellos (v.12; cfr. Jn.13, 34-35). Símbolo de esa entrega esa noche fue el lavatorio de pies y la entrega del bocado a Judas (cfr. Jn.13, 1. 4-17. 21-38). Jesús presenta la cualidad de su forma de amar: no hay mayor amor que la entrega de la propia vida por los amigos; Jesús ama sin límites, entrega la vida por sus discípulos, aunque sabe que uno lo traicionará y otro lo negará (cfr. Jn. 13, 26.38). Jesús responde al amor manifestado por su Padre, los discípulos corresponderán haciendo lo que ÉL les manda, es decir, amándose como ÉL los ha amado (v.12; Jn.13, 34). En un segundo momento, Jesús establece una nueva relación con sus discípulos. A la cualidad del amor de Jesús (vv.12-14), le sigue ahora la preferencia que tiene a la hora de amarlos, no

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como siervos, sino como amigos. Han sido escogidos por Jesús, sin esfuerzo por su parte, para ser sus amigos (v.15). Nunca se les denominó como siervos, sino discípulos, porque nunca no tuvieron un amo, son compañeros íntimos e iguales de Jesús, que les ama infinitamente (Jn.13,1). No eligieron ellos a su Maestro, sino que ÉL los escogió a ellos; sabe a quienes escogió, y serán enviados para dar frutos que perduren en el tiempo. Si bien la iniciativa es de Jesús, los discípulos en tiempo de necesidad deberán dirigirse al Padre, pidiéndole todo en Nombre de Jesús y les será concedido (v.16; cfr. 13,19-20). Los discípulos, amigos de Jesús, gozarán de la misma unidad que existen entre el Padre y del Hijo para esto fueron elegidos y enviados a dar frutos (cfr. Jn.13, 18-20). Finalmente, todo concluye con el mandato de amarse, cimiento de su nueva condición de amigos de Jesús, motivo de su elección y fecundidad duradera (v.17). Jesús se despide revelando la nueva condición de sus discípulos que deberán proseguir la misión del Maestro, pero sin olvidar el mandato de amarse los unos a los otros (vv.12.17; Jn.13, 34. 55; 15,8); amarse como ÉL nos amó.

SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 16,1-10: Pablo y Timoteo, inician el segundo viaje.

En este pasaje se contempla a Pablo emprender su segundo viaje apostólico, y en Derbe y Listra, toma por compañero a Timoteo, cristiano bautizado, hijo de hebrea y padre gentil. Pablo, circuncida a Timoteo, a causa de los judíos de esos lugares. La razón para comprender este problema, es que si bien era judío, y no había sido circuncidado, para ser compañero de Pablo, debía tener una digna reputación y una historia, que fuera aprobada en el judaísmo. Este rito, no agregaba nada a Timoteo, pues ya era bautizado, pero la razón práctica, se impuso a la hora de escogerlo como compañero de misión. Tampoco se le podía aplicar las resoluciones del Concilio de Jerusalén, del que Pablo se hace un difusor (v.4), entre las iglesias que visitaba. Con esta visión Lucas, quiere dejar en claro, cómo se

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cumplía con las disposiciones de la Iglesia madre de Jerusalén en las iglesias fundadas en tierras de gentiles. Cohesión eclesial, cuerpo desde el comienzo, descrita en esta misión de Pablo, en plena comunión con la actividad de toda la Iglesia. Esta misión se convirtió en un gran viaje apostólico, encaminado a las grandes urbes grecorromanas como Éfeso y Pérgamo, pero cuando se acercaban a ellas, el Espíritu, no lo permitía y los encamina hacia el Asia Menor hasta llegar a Macedonia. Lucas, quiere recalcar que la obra misional, es guiada por el Espíritu Santo, Espíritu de Jesús, escribe el autor (v. 6-7). Para él, Jesús está lleno del Espíritu Santo desde siempre, así lo había evidenciado en su Evangelio, ahora es la Iglesia, la que es guiada por su Espíritu, ahora que Jesús está Resucitado y exaltado en su gloria.

b.- Jn. 15,18-21: Los discípulos y el mundo.

El evangelio nos habla del odio del mundo, no es el siervo más que su Señor y el no conocer al Padre y su Enviado. Si los discípulos hasta ahora han sido instruidos sobre permanecer en Jesús y ellos en Jesús, ahora se les instruye sobre el odio del mundo, la persecución y la muerte, porque han odiado a Jesús y al Padre (cfr. Jn.15, 18-16,3). Si el mundo odiará a los discípulos es la consecuencia de su odio previo a Jesús, odio que lo lleva a la cruz (v.18; Jn.11, 49-50.53). Este mundo no acepta que Jesús provenga de Dios y él tiene sus propias ideas de cómo debería ser el Mesías y su relación con Dios (cfr. Jn. 12,34; 9,28-29). Si los discípulos hubieran aceptado esas ideas y abandonado a Jesús, el mundo los amaría, serían del mundo, por lo mismo, no los odiarían (v.19). A pesar de todo los discípulos guardaron fidelidad al Maestro y como Jesús, no son del mundo, porque escogidos, purificados por su palabra, por eso el mundo los odia (v.19; cfr. Jn. 8,21-23; 13,20; 15,16). Los discípulos no deberían temer, porque habían sido instruidos en el lavatorio de los pies: el siervo no es más que su amo (v.20; cfr. Jn.13, 16; Mt.10, 25; Lc.6, 40). Jesús les quiere enseñar, que si lo persiguieron a ÉL, también a ellos

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los perseguirán. Si ellos han guardado la palabra de Jesús, la de los discípulos también será guardada (v.20). Su Nombre será la causa de la persecución y por no reconocer al Padre y a su Enviado (v.21). En su ministerio Jesús padeció el rechazo de los judíos, no lo aceptaron como el Mesías el Enviado de Dios (cfr. Jn. 8,19.27.39-47.54-55) que lo envió al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo.

P. Julio González C.